La Pureza de San Jose

LA PUREZA DE SAN JOSE El espíritu de San José estaba sometido a Dios por una perfecta justicia que, identificada de hech

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LA PUREZA DE SAN JOSE El espíritu de San José estaba sometido a Dios por una perfecta justicia que, identificada de hecho con la castidad, adornada con el Don de Sabiduría, le hacía sentir y seguir la Voluntad de Dios en todas las cosas y lo hacía admirablemente dócil a los mandatos del Espíritu Santo. En consecuencia, la carne de este elegido de Dios estaba perfectamente sometida al espíritu: José, el justo, fue el más casto de los hombres. Ningún hombre fue más justo que San José, ni más humilde en su justicia; por eso ninguno le superó, o más aún, nadie lo igualó en Castidad. El hecho de haber sido elegido por Dios de entre la humanidad entera para ser el Esposo de María atestigua una Pureza más brillante que el sol. Reflexionemos en esto: el Corazón de San José fue formado para amar a la Purísima Virgen María. Dios le concedió a algunos santos el favor angelical, que la concupiscencia estuviera como extinguida en su carne; el futuro Esposo de María gozó de tal favor en grado altísimo; esto nos parece incuestionable. La Castidad de San José no era una castidad de lucha y de combate, sino una castidad natural y de reposo total; así, María encontró el Corazón de San José en tan perfecta armonía con el suyo, que Ella se entregó a él para permanecer virgen con una seguridad total. Dios se complació en trazar una imagen de la castidad de San José en la persona del antiguo José (Cfr. Gen. 37;39;40;41). Este gran patriarca posee un horror innato al vicio impuro. Resiste a las seducciones de la mujer de su amo, el egipcio Putifar; acepta ser hecho prisionero y exponerse a la muerte por amor de la castidad. Esta alma luminosa prefigura el alma de nuestro San José. La castidad del antiguo José le predispone a las comunicaciones divinas: es instruido sobre el porvenir por unos sueños misteriosos, y así, dice San Bernardo, nuestro San José fue hecho depositario de los secretos celestiales: los Ángeles vienen familiarmente a su cabecera. ¡Oh, santo verdaderamente angélico y seráfico! ¡Oh, elevada alma por encima de las concupiscencias de la tierra! Inspira a todos los que confian en ti, oh gran santo, pensamientos castos y celestiales; obtén para los esposos cristianos no unirse jamás sino por intenciones santas. En ti, la carne vivía unicamente de la vida del espíritu: ¡qué bien puesto está en tus manos el lirio de las vírgenes! Este lirio perfuma a la vez la Iglesia del Cielo y la Iglesia de la tierra: que su aroma nos comunique el gusto y el amor de la Pureza.

Ejemplos: 1. Una buena religiosa, cuenta el P. Barry, era atormentada por tentaciones violentas e inoportunas, sobre todo durante la oración. Estaba muy turbada, pues la cobardía y la desconfianza se adueñaban de su corazón. Sumida en estas angustias, recurrió a María, como a su buena Madre, a fin de encontrar de nuevo la calma y la paz. “¡Oh, Virgen!”, exclamó, “si tú misma juzgas que no te corresponde el darme esta gracia,dígnate al menos indicarme de entre los santos que te son más queridos, un protector al cual pueda acudir con confianza y éxito”. Apenas hubo terminado esta oración, se sintió inundada de consolaciones. San José apareció a los ojos de su alma como el Santo más querido de la Virgen, tanto en su calidad de Esposo como en razón de sus distinguidas virtudes. Sin dudar solo un instante, se puso en manos de este espléndido protector. San José le hizo sentir, en el mismo instante, la eficacia de su intercesión librándola de sus penas. A partir de ese momento, tan pronto como era asaltada por el demonio, recurría al digno Esposo de la Virgen María y recuperaba inmediatamente la paz del corazón y la libertad de conversar apaciblemente con Dios. 2. Una Joven había hecho el voto de castidad. Habiendo tenido la desgracia de ser infiel a este conmpomiso, no tuvo la valentía de confesarse de su pecado. Desde entonces, con la profanación de los sacramentos, comenzó para ella una vida de remordimientos y tormentos. Se le ocurrió acuidr a San José; durante 9 días recitó devotamente el himno y la oración del Santo. Terminada la novena, la falsa vergüenza desapareció, y, como lo escribió ella misma al P. Barry rogándole que publicara este favor de San José, pues lejos de costarle, la confesión fue para ella una verdadera felicidad. “Estoy convencida por esta experiencia del poder y de la bondad de San José, llevo siempre su imagen sobre mi pecho con la resolución de no separarme de ella ni de día ni de noche. A partir de ese momento, he podido vencer las tentaciones impuras y he recibido tantas gracias que no sé cómo agradecerlas”. Oración a San José que rezaba Santa Teresita para obtener la pureza ¡Oh, Glorioso San José, Padre y Custodio de las vírgenes, fiel guardián a quien Dios confió a Jesús, la misma Inocencia, y a María, la Virgen de las vírgenes! Te ruego y suplico, por Jesús y María, las dos valiosísimas prendas que te son tan queridas, que hagas que, limpio de toda mancha, puro de espíritu y corazón y casto de cuerpo, sirva constantemente a Jesús y María con perfecta pureza. Amén. Fuente: Id a José, de Traditions Monastiques