La Propaganda Nazi

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Xènia Melendo Hebert 2º Periodismo

Xènia Melendo Hebert 2º Periodismo

La Propaganda Nazi Durante la historia de la humanidad ha existido una infinidad de capítulos negros. Episodios que ni participantes o naciones que vivieron dichos capítulos quieren recordar. El peor de ellos, en cuanto a número de muertes, fue la Segunda Guerra Mundial. Este acontecimiento tuvo lugar principalmente en Europa desde 1939 hasta 1945. Alemania fue quien comenzó con las acciones bélicas tras invadir Polonia. Después de expandir su dominio por gran parte del continente europeo se sumaron Italia y Japón, quienes entre los tres formaron un eje. Posteriormente se sumaron Estados Unidos, Gran Bretaña y la antigua URSS, además de muchas otras participaciones a menor escala. Las acciones bélicas causaron la muerte de más de 45 millones de personas. El movimiento que originó el conflicto fue el nazismo, liderado por Adolf Hitler, el cual surgió a partir de su elección como Tercer Reich. Y, aunque el principal orador de este movimiento era el mismo Hitler, sus mensajes y propaganda dirigida principalmente a jóvenes alemanes estaba a cargo de Joseph Goebbels. A este último se le atribuye el éxito de la propaganda nazista y el poder de convocatoria que tuvo Hitler para su ejército. Desde que formaban parte del Partido Nacionalsocialista se clasificaron como un partido que ejercería el autoritarismo. La forma de hacer propaganda de Goebbels era por medio de la censura y el “chantaje”. Tomaron el control total de los medios de comunicación. Controlaba la radio, el cine, la prensa, el teatro y hasta los libros. Todo aquello que fuera en contra de las ideas del nazismo era censurado. Miles de libros fueron quemados. Películas que no pudieron estrenarse debido a la censura por tener contenido que no compartía la Alemania Nazi y lo cambió por mensajes que favorecieran los intereses del Reich. Esto se veía en el cine, se escuchaba en las cafeterías y en la radio y se podía leer en carteles o en periódicos. En lo particular del cine, la película El Judío Eterno (1940), dirigida por Fritz Hippler, describía a los judíos como criaturas incultas cegadas por el dinero y el sexo. Mientras que El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahi (1935) glorificaba a Hitler y al movimiento nacionalsocialista. Inclusive en una ocasión permitieron la entrada de un equipo de la Cruz Roja a un centro de transferencia de judíos (para luego ser llevados a los diferentes campos de concentración). Claramente a este centro de transferencia le pusieron carpas, cafeterías y todo acondicionado para hacer creer que los prisioneros vivían en condiciones “dignas”. Fue tan creíble que

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Xènia Melendo Hebert 2º Periodismo después hicieron un filme, con los mismos prisioneros como protagonistas, que a la postre serviría como propaganda a favor de la dictadura. Los carteles fueron otra de las características de la propaganda nazi. Principalmente el llamado a los jóvenes de luchar por un imperio y de la raza aria como superior a todas las demás, así como hacer creer que el ejército nazi era indestructible. “Chantaje” porque si bien la nación estaba hundida en la peor crisis de su historia, aprovechó para hacer un llamado a las masas para donar valiosas pertenencias para que de esta manera poder solventar los gastos de propaganda y, posteriormente, de la invasión hacia los países que ya sabemos. Goebbels fue quien dijo la famosa frase “si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad…” además se le atribuye mucha de la propaganda moderna, entre ellos sus 11 principios: 1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo. 2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada. 3. Principio de la transposición. Cargar sobre los adversarios los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. 4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. 5. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar. 6. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. 7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

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8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a través de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias. 9. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorece al adversarios, también contraprogramando con la ayuda de los medios de comunicación afines. 10. Principio de transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. 11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa “como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad. Si bien la mayoría de estos once puntos pueden ser un tanto frívolos, aún están vigentes en la mercadotecnia, llámese comercial o política. Para dejarlo más claro pondré algunos ejemplos: • Principio de vulgarización: Cuánto más grande sea la masa, más pequeño el esfuerzo mental. • Principio de unanimidad: hacer creer a la gente que la gran mayoría lo usa y lo avala… “9 de cada 10 dentistas la recomiendan”. • Principio de orquestación: hacerlo corto y repetitivo… “Mcdonald‟s, me encanta”. “Red Bull te da alas”. Claramente es una lástima que una mente tan brillante como la de Goebbels haya sido utilizada para los fines malévolos de Adolf Hitler. Inclusive en alguna ocasión escuche, por parte de un maestro, decir que de no haber sido parte importante del nazismo habría ganado un Premio Nobel. Pero este escrito no es para atacar las ideas centrales del nazismo. O si el plan de Hitler de formar un imperio es malo o es bueno. Es para destacar la manera en que pocas personas influyeron en la mente de cientos de miles más, incluso haciéndolos creer en su invencibilidad. Hitler en sus discursos nunca menciona la palabra “matar” o la expresión “exterminar judíos”. La manera en que Hitler (que a pesar de caracterizarse por ser un hombre introvertido y nervioso) hablaba con facilidad y buena oratoria lo llevo a tener un gran poder de convocatoria que hasta la actualidad sigue teniendo, si bien en escasez y reprimida, en diversos lugares del mundo.

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Xènia Melendo Hebert 2º Periodismo Muchos autores coinciden en que el contenido de los discursos de Hitler no era lo llamativo, sino la puesta en escena del evento. Hitler leía mal en voz alta, por lo que preparaba bien lo que iba a decir, además del manejo de la voz (iniciaba con un tono tranquilo para después incrementar el volumen de su voz). Alejandro Pizarroso destaca: “La técnica oratoria de Hitler era algo perfectamente elaborado. No era un orador espontáneo. Preparaba sus discursos con antelación aprendiéndolos de memoria, pues leía mal en alta voz. La simple lectura de sus textos es insuficiente para comprender el efecto que conseguía en su audiencia. Estos discursos eran de larga duración. Se valía de la técnica del „crescendo‟. Comenzaba lentamente con una voz monótona, comunicando casi indiferencia a sus oyentes, con una actitud relajada. Llegado un punto, acompañado de gestos de su mano derecha, el discurso se convertía en un torrente incontenible de palabras, vibrando su voz enfebrecida y concluyendo en un brusco final para volver a comenzar el proceso”. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los países aliados se dieron a la tarea de reeducar al pueblo alemán. Se vivió un periodo de “desnazificación”. Cambiaron el nombre a las calles, parques, teatros y todo aquello que rindiera homenaje al nazismo. Todo tipo de propaganda a favor del nazismo quedó prohibida. Desfiles, ceremonias y eventos de esa índole serían sancionados. Hasta la actualidad existe esa prohibición. Soldados aliados, prisioneros de guerra y alemanes contrarios a los ideales de Hitler, se encargaron de retirar y destruir todo tipo de propaganda a favor del Tercer Reich. Alemania estuvo bajo el régimen de Adolfo Hitler durante 12 años.

Bibliografía : • DOOB LEONARD W. (1950) Goebbels y sus principios propagandísticos. Inglaterra: Oxford University Press on behalf of the American Association for Public Opinion Research

• PIZARROSO. A. (1993) Historia de la propaganda. Madrid: Eudema.

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