La Noche de Tlatelolco

Omar Cruz Hernández. Trabajo Núm. 8 Materia. Taller de expresión oral y no verbal. Escribir con la mano para borrar con

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Omar Cruz Hernández. Trabajo Núm. 8 Materia. Taller de expresión oral y no verbal.

Escribir con la mano para borrar con el codo: A propósito de la pérdida memorial (neo)liberalista de lo que nunca paso. “…―Luchar es una posición perdida, ¡ésa es la vida! ―dice subrayando cada palabra―. ¿Y en qué consiste la grandeza moral, el postulado ético, el imperativo ético? Yo se lo digo, joven: ¡aunque todo carezca de sentido hay que empezar! ¿Por qué? ¡Porque hay que hacer lo que se puede, para salir adelante!…” Michael Ende-El espejo en el espejo. El camino es tan frío y está plagado de mosaicos grisáceos, hediondos a think-tanks en revoltijo con un sutil, y dulce sabor a reminiscencia libertaria, gestando así, un sendero lo bastante gélido para tan esbelta figura: de pensamientos distantes y deambulatorios con rumbo por ahora, bien definido, en una exposición — memorial— de antaño, absolutamente atípica para la víspera navideña, que cubre con tanta parafernalia de olores furibundamente alegres y consumistas, a está, “la ciudad más caótica del mundo”, —no obstante, y para mala fortuna de la damisela. La puesta histográfica está hecha con carácter madrugador— misma que intenta ser un pedazo sincrónico con gritos re-evolucionariamente holísticos de un pastel llamado México, y que al mismo tiempo pretende tener repercusión por mínima que esta sea, en las tantas patrias latinoamericanas, al romper paradigmas preestablecidos, bajo los viejos postulados Marcuseanos de aquel octubre fatídico, déspota y de a poco o mejor dicho, de a mucho: “sórdido y poco valorado”, ocultando la lucha social de clases tras el espíritu pseudo-olímpico del lejano 1968. La soledad del recinto taciturno es palpable y sentenciosa, vaticinio quizá, de la barbarie asquerosamente realizada hace poco más de 4 décadas por el consenso capitalista de escala mundial, que por ahora lo domina casi todo. Leyenda que se contrapone, al idílico propósito de enroscarse plácidamente por los abominables dominios de una cama grande y cálida, llena de frazadas multicolores en suaves texturas, ubicada al sur dentro de los aposentos de la fémina en discordia. La física y la intelectualidad, por ahora son puntos equidistantes en la nublada razón de la femina, imperada a todas luces, por pensamientos atiborrados dentro de los parajes más pueriles del vocablo: “vacaciones”, sí, él mismo que cita, y peor aún, conceptúa sin temor alguno a la pereza, como palabra sinónima a la previamente señalada. La realidad se dispara velozmente como el ruido de un mortero miliciano por el desolado pasillo empedrado que le aguarda inmóvil a la visitante, iluminado por una tenue luz invernal de casi mediodía. A lo lejos, se ve pequeño el resquicio de forma rectangular, enmarcado con enormes letras color naranja fluorescente sobre imágenes con personalidad antropomórfica y megalómana, de tonalidades dispersas en blanco y negro, las cuales son una invitación lustrosa a la conciencia crítica, a la entrevista con los pocos supervivientes del repugnante hecho, quienes se profesan con una doctrina diferente a la concepción del Estado Mexicano, ―mejor escrito y en mucha medida expresado; “en lo sibilante de una voz tan real, como la que en este presto momento, se escucha en dentro de ti, e intenta cavilar ideas dentro de tú cerebro lector, mismo que da viveza a un texto inanimado, mórbido y tempestuoso”―. Un somero intento por mostrar lucidez alternativa audiovisual al cuento de hadas relatado por el sistema inquisidor —neoliberal— que nos pisotea desde principios de siglo XX. Un abrupto despertar a la capacidad de sorprendernos, al humanismo intrínseco del saberse y aceptarse en todos los sentidos ser humano, a mirar desde otra óptica y con perspectiva un hecho sin precedentes, en nuestra amnésica historia dictada por los erráticos libros de texto, que año con año, la Secretaría de Educación Pública (SEP) se empeña en hacernos aprender uno a uno, de sus recalcitrantes y engañosos párrafos. Instante justo para que Lorena deje a un lado el personaje solemne y tímido, que le sienta tan bien en la esfera de la cotidianeidad, convirtiéndose de pies a cabeza en una página blanca, habida de grafías orales, simbólicas y perniciosas, al traspasar las fronteras de cristal que redimensionan y cuestionan por enésima ocasión la versión oficial de un suceso tan lúgubre, para el México contemporáneo.

Omar Cruz Hernández. Trabajo Núm. 8 Materia. Taller de expresión oral y no verbal.

Las imágenes insurgen centellantes por todas las latitudes, mientras la música melosa de los años 60 se inserta dentro del aparato auditivo de aquella cinderella tercermundista, millares de caras anónimas a las nuevas generaciones, forman la más sincera “V” de la victoria, —ya tan devaluada tras el sexenio presidenciable del hombre más estúpido que haya utilizado jamás la banda tricolor en su pecho—. Los muros grises narran sin piedad alguna los antecedentes ideológicos, políticos y sociales que dieron origen a la búsqueda de una nueva forma de pensamiento: uno que fomentará la libertad, la justicia, la fraternidad y la solidaridad social ―uno distinto en todos los sentidos con el modelo exclusor capitalista― obteniendo como respuesta mediata, la más rabiosamente temible por parte de nuestro querido gobierno partidocratico, unidimensional y autoritario. Con cada paso realizado por la citadina, las paredes se derraman en color carmín y el rojo bermellón duele en los ojos retadores de aquella cara angelical, haciendo que la visión kilométrica y temporal propuesta, — teóricamente por un hecho aislado— se torne tan personal dentro de la propia natura de su alma humana, tan particular y cercenadora para la idea ordenada de pertenecer a un mundo lleno de trivialidades mundanas, tanto, que es inevitable percibir el cenit de sensaciones, llevado a su máxima expresión por las emociones que se irradian, desde su abismal medula ósea, hasta la superficie de su piel canela, que cubre cada centímetro del sincretismo cultural que la hace tan mexicana y también mujer. Las pantallas de plasma en colación con la oscuridad inmersa al interior de las diminutas salas de cine, logran captar por completo su atención, mientras se toma la barbilla con exasperada manía, y se repite entre dientes: negativas por respuesta, ante el disfraz inmaculadamente investido al suceso, por parte de los medios masivos de comunicación, que como casi siempre, cumplen con pulcritud suiza la tarea de perros guardianes a las tropelías gubernamentales. Las fotografías laminadas por todo el rededor, fungen como mudos testigos a una de las tantas felonías que nuestra supuesta república ha tenido que soportar desde su concepción misma. Carteles propagandísticos de consignas sociales e ideales incluyentes, se mezclan ásperamente con los nulos intelectos estatales y objetivos positivistas bien trazados, de lograr a toda costa: “Orden y Progreso” en un México que se debate como ahora ― o por lo menos desde que tengo uso de razón― entre la niñez y la adolescencia ideológica. El final de la siniestra galería está a punto de hacer su triunfal aparición, bajo la rima estilística de la maestra Rosario Castellanos en su bestial poema “Memorial Tlatelolco”, mientras, puede sentirse el maléfico y prohibido arribo, ―para el discurso mal gastado de siempre― de la reflexión, empoderarse de aquella desmañanada jovenzuela, quien conserva ya para esos tiempos clandestinamente, sus facciones tersas en segundo plano, al asentir de manera categórica, todas y cada una de las nuevas exégesis aprendidas a lo largo de los últimos 50 minutos, y de los inolvidables 42 años trascurridos, desde aquella feroz carnicería.