La Hermandad de La Daga Negra 11- AMANTE POR FIN- J.R. Ward

J.R. Ward Amante por Fin                                                                           11 Hermandad de la Da

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J.R. Ward Amante por Fin                                                                           11 Hermandad de la Daga Negra 

~1~

J.R. WARD AMANTE POR FIN

11 Hermandad de la Daga Negra

Dedicado a: vosotros dos. A riesgo de una inapropiada frivolidad era cuestión de tiempo. Y nadie merece esto más que vosotros dos

ARGUMENTO

Qhuinn, hijo de nadie, está acostumbrado a estar solo. Repudiado por su linaje, rechazado por la aristocracia, finalmente ha encontrado su identidad como uno de los guerreros más brutales en la guerra contra la Sociedad Restrictiva. Pero su vida no es completa. Incluso ante la perspectiva de tener una familia a su alcance, está vacío por dentro, su corazón pertenece a otro... Blay, después de años de amor no correspondido, ha pasado página con sus sentimientos por Qhuinn. Ya era hora: el macho ha encontrado a su pareja perfecta en una Elegida, y van a tener un pequeño... justo lo que Qhuinn siempre había deseado. Es duro ver a la nueva pareja juntos, pero construir su vida sobre un sueño imposible sólo le traerá dolor. Como él ya ha aprendido por experiencia propia. El destino parece haber arrastrado a estos soldados vampiros en diferentes direcciones... pero mientras la batalla por el trono se intensifica, y nuevos jugadores entran en la escena de Caldwell, creando un peligro moral para la Hermandad, Qhuinn

comprende el verdadero significado del valor, y dos corazones que está destinados a estar juntos... finalmente se transforman en uno.

Glosario de Términos y Nombres Propios

Ahstrux nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para matar que es nombrado para ese puesto por el Rey. Puede ser hombre o mujer. Ahvenge (v.) Acto de mortal retribución típicamente llevado a cabo por el ser querido de un macho. Attendhente (n.) Elegida que sirve a la Virgen Escriba de una manera particularmente cercana. Black Dagger Brotherhood – La Hermandad de la Daga Negra (pr n.) Guerreros vampiros altamente entrenados que protegen a los de su especie contra la Sociedad Lessening. Como consecuencia de la selección genética de su raza, los Hermanos poseen una inmensa fuerza física y mental, así como una extraordinaria capacidad regenerativa –pudiendo recuperarse de sus heridas de una manera asombrosamente rápida. Normalmente no están unidos por vínculos de parentesco, y son introducidos en la Hermandad mediante la propuesta de otros Hermanos. Agresivos, autosuficientes y reservados por naturaleza, viven separados del resto de los civiles,

manteniendo apenas contacto con los miembros de otras clases, excepto cuando necesitan alimentarse. Son tema de leyenda y objeto de reverencia dentro del mundo de los vampiros. Sólo pueden ser muertos por heridas muy serias, por ejemplo, un disparo o puñalada en el corazón, etc.

Blood Slave – Esclavo de sangre (n.) Hombre o mujer vampiro que ha sido subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y recientemente fue prohibida. Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua. The Chosen – Las Elegidas (pr n.) Mujer vampiro que ha sido criada para servir a la Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque se enfoquen más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con los hombres es prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con Hermanos por orden de la Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas poseen el don de la videncia. En el pasado, eran usadas para cubrir las necesidades de sangre de los miembros no emparejados de la Hermandad, y esa práctica ha sido reinstaurada por los Hermanos hace poco. Cohntehst (n.) Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser el compañero de una hembra. Dhunhd (pr n.) Infierno. Doggen (n.) Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Tienen antiguas tradiciones conservadoras sobre cómo servir a sus

superiores y obedecen un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de aproximadamente unos quinientos años.

Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales. Exhile dhoble (pr. n.) El gemelo malvado o maldito, es el que nace en segundo lugar. El Fade (pr n.) Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres queridos para pasar juntos el resto de la eternidad. First Family – Familia Principal (pr n.) Compuesta por el Rey y la Reina de los vampiros y su descendencia. Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians, siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded, también llamado whard. Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, equivalente aproximadamente al ton del período de la regencia en Inglaterra. Granhmen (n.) Abuela. Hellren (n.) Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los machos pueden tomar a más de una hembra como compañera.

Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia. Leelan (adj. n.) Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a. Lhenihan (pr. n.) Bestia mítica conocida por su potencia sexual. En slang moderno se refiere a un macho de un tamaño preternatural y gran resistencia sexual. Lessening Society (pr. n.) Orden u organización de asesinos reunida por el Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas. Lesser (n.) Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se les puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los ojos empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad –introducidos por el Omega– se les extrae el corazón y se conserva en un tarro de cerámica. Lewlhen (n.) Regalo. Lheage (n.) Un término respetuoso que usan los que son sometidos sexualmente refiriéndose al que los domina. Lys (n.) Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos.

Mahmen (n.) Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y cariñosamente. Mhis (n.) El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un campo de ilusión Nalla (hembra) o Nullum (macho) (adj.) Amada/o Needing period – Período de celo (pr n.) Período de fertilidad de las mujeres vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo sexual. Se produce, aproximadamente, cinco años después de la transición femenina y, posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo, todos los machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor medida, a la llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede provocar conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando la hembra no está emparejada. Newling (n.) Una virgen. El Omega (pr n.) Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación. Phearsom o Pherarsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los órganos sexuales del macho. La traducción literal sería algo como «digno de penetrar a una mujer».

Princeps (n.) El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es un rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con posterioridad. Pyrocant (n.) Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir cualquier individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una adicción, o externa, como un amante. Rahlman (n.) Salvador. Rythe. (n.) Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge arma y golpeará con ella al ofensor, que acudirá desarmado. The Scribe Virgen – La Virgen Escriba (pr n.) Fuerza mística consejera del Rey, guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto de creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros. Sehclusion (n.) A petición de la familia de una hembra el Rey puede conferirle este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su whard, que generalmente es el macho mayor de la familia. Su whard tiene el derecho de determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción que ella tenga con el resto del mundo.

Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las mujeres vampiros no suelen emparejarse con más de un compañero debido a la naturaleza dominante y territorial de estos. Symphath (n.) Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los demás (con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos a la extinción. Tahlly (n.) Un término cariñoso, flexiblemente traducido como «querida». The Tomb – La Tumba (pr n.) Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los tarros de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones, funerales y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar, excepto los miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la iniciación. Trahyner (n.) Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto. Traducida libremente como «querido amigo». Transition – Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro en el que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro debe beber sangre del sexo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento, no pueden soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años. Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos.

Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente ignorantes e incapaces de desmaterializarse.

Vampire – Vampiro (n.) Miembro de una especie distinta a la humana. Para sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una transfusión, aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros de otras especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben estar calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de borrar los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean lejanos. Algunos vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor a los mil años, y en algunos casos incluso más larga. Wahlker (n.) Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones. Whard (n.) Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo.

Preludio

Qhuinn, hijo de Lohstrong, entró en la casa de su familia a través de la enorme puerta principal. En el momento que atravesó el umbral, el olor del lugar se enroscó en su nariz. Cera de limón. Velas de cera de abejas. Flores frescas del jardín que el doggen traía diariamente. Perfume… su madre. Colonia… su padre y su hermano. Chicles de canela… su hermana. Si la Compañía Glade tuviera alguna vez un ambientador así, podría llamarse algo como Prado de Dinero Viejo. O Amanecer sobre una Gruesa Cuenta Bancaria. O quizá el siempre-popular Simplemente Somos Mejores Que Cualquier Otro. Voces distantes vagaron desde el comedor, las vocales circulaban como brillantes diamantes tallados, las consonantes se arrastraban suaves y largas como cintas de raso. —Oh, Lillie, esto está delicioso, gracias —le dijo su madre a la doncella—. Pero es demasiado para mí. Y no le des a Solange todo eso. Está ganando peso. Ah, sip, la dieta permanente de su madre impuesta sobre la siguiente generación: se suponía que las hembras de la Glymera debían desaparecer de la vista cuando se ponían de lado, sobresaliendo cada clavícula, las mejillas hundidas y el huesudo brazo como algún tipo de jodida medalla de honor. Como si parecerse a un atizador de fuego te hiciese una persona mejor.

Y la Virgen Escriba no permitiera que tu hija pareciera estar sana. —Ah, sí, gracias Lilith —dijo su padre serenamente—. Más para mí, por favor. Qhuinn cerró los ojos y trató de convencer a su cuerpo de dar un paso al frente. Un pie después de otro. No era tan difícil. Sus nuevas Ed Hardy medio aceptaron aquella sugerencia. Por otra parte, de tantas maneras, entrar en aquel comedor era como meterse en la boca del lobo. Dejó su bolsa de lona en el suelo. El par de días en casa de su mejor amigo, Blay, le habían ido bien, un respiro de la total falta de aire de esta casa. Desafortunadamente, la quemazón del reingreso era tan mala que el coste-beneficio de la partida era casi igual. De acuerdo, esto era ridículo. No podía quedarse aquí de pie como un objeto inanimado. Volviéndose hacia la pared de al lado, se inclinó sobre el antiguo espejo de cuerpo entero que estaba colocado justo junto a la puerta. Tan previsor. Tan en contacto con la necesidad de la aristocracia de verse bien. De esta forma, las visitas podían comprobar su cabello y ropas mientras el mayordomo aceptaba abrigos y sombreros. La cara del joven pretrans que le devolvía la mirada era de rasgos regulares, buen corte de mandíbula y una boca que, tenía que admitir, se veía como si pudiese hacer un serio daño a la piel desnuda cuando él fuera mayor. O quizá aquello sólo era hacerse ilusiones. El pelo era como el de Vlad el Empalador, puntas levantándose rectas desde la cabeza. El cuello estaba rodeado con una cadena de bici… y no una comprada en el Urban Outfitters, sino la cadena que había movido previamente sus doce marchas. Siendo equitativo, parecía un ladrón que hubiera irrumpido y estuviera preparado para destrozar el lugar a la caza de plata de ley, joyería y electrónica portátil.

La ironía era que la mierda Gótica no era en realidad la parte más ofensiva de su aspecto para su familia. De hecho, podría haberse desnudado, colgado un accesorio de luces en su culo y correr alrededor de la primera planta jugando a lo Jose Canseco icon el arte y las antigüedades y no se acercaría a lo mucho que molestaba a sus padres el verdadero problema. Eran sus ojos. Uno azul. Otro verde. Ups. Su tara. A la Glymera no le gustaban los defectos. Ni en su porcelana ni en sus jardines de rosas. Ni en su papel pintado, sus alfombras o sus encimeras. Ni en la seda de su ropa interior, la lana de sus blazers o la gasa de sus vestidos. E indudablemente, nunca jamás en sus hijos. Su hermana tenía el visto bueno… bien, excepto por su “pequeño problema de peso” que realmente no existía y un ceceo que su transición no había curado… oh, y el hecho de que tenía la personalidad de su madre. Y no había quien arreglase esa mierda. Su hermano, por otra parte, era la verdadera jodida estrella, un primogénito físicamente perfecto, preparado para llevar adelante la línea de sangre de la familia, reproduciéndose de manera muy elegante, sin gemidos y sin sudor, con una hembra elegida para él por la familia. Diablos, la destinataria de su esperma ya había sido seleccionada. Él iba a emparejarse con ella tan pronto atravesase la transición… —¿Cómo te sientes, hijo mío? —preguntó su padre con indecisión. —Cansado, señor —respondió una voz profunda—. Pero esto va a ayudar. Un escalofrío desgarró la columna de Qhuinn. Eso no sonaba como su hermano. Demasiado bajo. Demasiado masculino. Demasiado…

Santa mierda, el tipo había pasado por la transición. Ahora las Ed Hardys de Qhuinn se hacían con el programa, llevándole hacia delante hasta que pudo ver el interior del comedor. Su padre estaba en su asiento a la cabecera de la mesa. Comprobado. Su madre estaba a los pies de la mesa frente a la puerta batiente de la cocina. Comprobado. Su hermana estaba mirando hacia fuera de la habitación, casi lamiendo con hambre el borde dorado de su plato. Comprobado. El macho que le daba la espalda a Qhuinn no era parte del POE. Luchas era dos veces del tamaño que había sido cuando Qhuinn fue abordado por un doggen y se le dijo que cogiese sus cosas y se fuera a casa de Blay. Bien, eso explicaba las vacaciones. Había asumido que su padre finalmente se había ablandado y cedido a la petición que Qhuinn había presentado semanas antes. Pero no, el tipo solo había querido a Qhuinn fuera de la casa porque el cambio había llegado para el niño de oro de la reserva genética. ¿Su hermano se había follado a la tía? A quien hubiesen utilizado por la sangre… Su padre, nunca del tipo demostrativo, estiró la mano y le dio a Luchas una torpe palmadita en el antebrazo. —Estamos tan orgullosos de ti. Te ves… perfecto. —Lo eres —la madre de Qhuinn abrió la boca —. Simplemente perfecto. ¿Tu hermano no parece perfecto, Solange? —Sí, lo hace. Perfecto. —Y tengo algo para ti —dijo Lohstrong. El macho buscó dentro del bolsillo de su chaqueta sport y sacó una caja de terciopelo negro del tamaño de una pelota de béisbol. La madre de Qhuinn empezó a llorar y darse toquecitos bajo los ojos.

—Esto es para ti, mi amado hijo. La caja se deslizó por el blanco mantel de damasco y las ahoraenormes manos de su hermano temblaron cuando la cogió y abrió la tapa. Qhuinn captó el destello del oro desde el vestíbulo. Mientras todo el mundo en la mesa estaba en silencio, su hermano miraba fijamente el anillo de sello, claramente abrumado, mientras su madre seguía con los toquecitos e incluso su padre se puso sensiblero. Y su hermana birlaba un panecillo de la cesta del pan. —Gracias, señor —dijo Luchas mientras se ponía el pesado anillo de oro en el dedo índice. —Te queda bien, ¿no? —preguntó Lohstrong. —Sí, señor. Perfecto. —Utilizamos la misma talla, entonces. Por supuesto que lo hacían. En ese momento, su padre apartó la vista, como si esperase que el movimiento de sus globos oculares pudiera encargarse del brillo de las lágrimas que habían aparecido en su visión. Pilló a Qhuinn espiando fuera del comedor. Hubo un breve destello de reconocimiento. No del tipo hey-cómoestás ni oh-bien-mi-otro-hijo-está-en-casa. Más bien como cuando estás caminando por el césped y notas un montón de mierda de perro demasiado tarde para evitar que el pie aterrice en ella. El macho volvió a mirar a su familia, dejando fuera a Qhuinn. Claramente, lo último que quería Lohstrong era que un momento histórico como aquel fuese arruinado… y probablemente ese era el motivo por el que no hizo con la mano los signos que los protegían de aquellos ojos diabólicos. Normalmente, todos en la casa ejecutaban el

ritual cuando veían a Qhuinn. Esta noche no. Papaíto no quería que los otros lo supieran Qhuinn fue hacia su bolsa de lona. Lanzando el peso sobre su hombro, tomó las escaleras delanteras hacía su dormitorio. Normalmente su madre prefería que utilizase las de los sirvientes, pero eso significaría atravesar todo el amor que había allí. Su habitación estaba tan lejos de las otras como se podía, todo el camino a la derecha. A menudo se había preguntado por qué no habían dado el salto completo y lo habían puesto con los doggen… pero entonces el personal probablemente les habría abandonado. Encerrándose dentro, lanzó sus ropas al suelo desnudo y se sentó en la cama. Mirando su única pieza de equipaje, imaginó que lo mejor era llevar eso a la lavandería pronto, ya que había un traje de baño húmedo allí. Las sirvientas rechazaban tocar sus ropas… como si el demonio en él remolonease en las fibras de sus vaqueros o de sus camisetas. La ventaja era que nunca era bienvenido en eventos formales, así que su guardarropa era un lavar-y-poner, chico… Descubrió que estaba llorando cuando miró hacia abajo a sus Ed Hardys y se dio cuenta de que había un par de gotas de agua en medio de sus cordones. Qhuinn nunca iba a conseguir un anillo. Ah, diablos… eso dolía. Estaba restregándose la cara con las palmas de las manos cuando su teléfono sonó. Sacándolo de su chaqueta de motorista, tuvo que parpadear un par de veces para enfocar. Presionó enviar para aceptar la llamada, pero no respondió. —Acabo de oírlo —dijo Blay a través de la conexión—. ¿Cómo te va? Qhuinn abrió la boca para responder, su cerebro escupiendo todo tipo de respuestas: “Jodida y magníficamente genial. “Al menos no

estoy tan “gordo” como mi hermana.” “No, no sé si mi hermano ha conseguido follar.” En vez de eso, dijo, —Me sacaron de la casa. No me querían aquí para maldecir la transición. Me imagino que funcionó, porque el tipo se ve como si la hubiese atravesado bien. Blay juró suavemente. —Oh, y consiguió su anillo exactamente ahora. Mi padre le dio… su anillo. El sello con el blasón familiar en él. El símbolo que todos los machos de buen linaje llevaban para atestiguar el valor de su línea de sangre. —Vi a Luchas poniéndoselo en el dedo —dijo Qhuinn, sintiendo como si estuviera empuñando un cuchillo afilado y lo aproximase al interior de sus brazos—. Encaja perfectamente. Parecía grande. Ya sabes… como, si no pudiese… Empezó a llorar en este punto. Tan malditamente perdido. La terrible verdad estaba bajo la jodida rebeldía, él quería que su familia le amase. Tan remilgada como era su hermana, tan cretinosabihondo como era su hermano, tan reservados como eran sus padres, veía el amor entre los cuatro. Sentía el amor entre ellos. Era el lazo que ataba a esos individuos juntos, la cadena invisible de un corazón a otro, el compromiso de preocuparse por todo, desde la mierda mundana al verdadero drama mortal. Y lo único más poderoso que aquella conexión… era ser expulsado fuera de allí. Cada jodido día de tu vida. La voz de Blay cortó a través de la espesa capa. —Estoy aquí para ti. Lo siento tantísimo… Estoy aquí para ti… Simplemente no hagas nada estúpido, ¿vale? Déjame ir…

Dejar que Blay supiese que estaba pensando en cosas que involucraban ropas y alcachofas de ducha. De hecho, su mano libre ya había bajado al improvisado cinturón que había creado con un agradable y fuerte tejido de nylon… porque sus padres no le daban demasiado dinero para ropa, y el que había tenido se había roto hacía años. Desatando la extensión, miró al otro lado, hacia la puerta cerrada de su baño. Todo lo que tenía que hacer era anudarlo en la instalación de la ducha… Dios sabía que esas cañerías habían sido instaladas en los buenos viejos días, cuando las cosas eran lo suficientemente fuertes para sostener algún peso. Incluso tenía una silla que podía poner allí y luego echarla a patadas de debajo de él. —Me tengo que ir… —¿Qhuinn? No me cuelgues... no te atrevas a colgarme… —Escucha tío, me tengo que ir… —Voy para allá ahora mismo. —Mucha agitación de fondo, como si Blay se estuviese poniendo algunas ropas—. ¡Qhuinn! No cuelgues el teléfono… ¡Qhuinn…!

Capítulo 1

Presente —Ahora, eso es un jodido castigo de la iglesia. Jonsey echó un vistazo al idiota que estaba en cuclillas cerca de él en la parada del autobús. Ambos habían sido aparcados en la jaula de plexiglás para jerbos durante tres horas. Al menos. Aunque comentarios como ese hacían que pareciese un asunto de días. E iban a hacer justificable la mierda del homicidio. —Eres un chico blanco, ¿sabes eso? —puntualizó Jonsey. —¿Quéeeeeeeeee has dicho? Está bien, tres años de espera. —Caucásico, tío. Como si necesitases un jodido protector solar en verano. No como yo… —Lo que sea tío, echa un vistazo a esa máquina… —¿Y por qué tienes que hablar como los de tu barrio? ¡Oye! Actúas como un idiota. En este punto, sólo quería que la noche mejorase. Hacía frío, estaba nevando y se había preguntado a quien le habría tocado las narices para conseguir quedarse atrapado aquí con Helado de Vainilla. De hecho, estaba pensando en retirarse de esta mierda totalmente. Había hecho un buen papel traficando en Caldwell; llevaba dos meses fuera de prisión por esos asesinatos que había cometido en un reformatorio; lo último en lo que estaba interesado era en

colgarse de alguna puta blanca determinada a obtener reputación en las calles a través de palabrería. Oh, y luego estaba el barrio Richie Rich donde estaban. Por todo lo que sabía, había una ordenanza aquí de que no se permitía estar en las calles a partir de las 10 p.m. ¿Por qué demonios había estado de acuerdo con eso? —Haz.El.Favor.De.Mirar.Ese.Fantástico.Automóvil. Sólo para callar al tipo, Jonsey giró la cabeza y se asomó fuera del refugio. Como la ventisca de nieve se le metía en los ojos, maldijo. Jodido norte de Nueva York en invierno. Frío suficiente para convertir tus pelotas en un cubito de hielo… Bueno… hola, allí. Al otro lado de un parking a nivel de calle, situado justo enfrente de un CVSii 24 horas, brillantemente limpio y sin grafitis, había, de hecho, un jodido pedazo de coche genial. El Hummer estaba totalmente oscurecido, sin cromo en ninguna parte… ni en las ruedas, ni alrededor de las ventanas, ni siquiera en el enrejado. Y estaba el gran-carrocería… y, más allá de todos aquellos ajustes, no había duda de que tenía un gran motor. La máquina era el tipo de cosa que veías en las calles de donde él venía, el vehículo de un gran distribuidor. Excepto que estaban lejos del interior de la ciudad, por lo que era sólo algún muerto de hambre intentando hacer ver que tenía una polla. El hombre-Vainilla levantó su mochila por una correa. —Voy a echar un vistazo. —El bus vendrá pronto. —Jonsey comprobó su reloj y se hizo ilusiones—. Cinco, quizá diez minutos. —Vamos… —Adiós, gilipollas.

—¿Estás asustado o alguna mierda? —El HDP levantó las manos y empezó Paranormal Activity—. Oh, coooooorre… Jonsey sacó su pistola y golpeó la boca del arma justo en la cara del tonto del culo. —No tengo problemas para matarte aquí mismo. Lo he hecho antes. Lo haré otra vez. Ahora, recoge tu mierda y hazte un favor. Cierra la jodida boca. Cuando Jonsey encontró los ojos del tipo, no lo importó particularmente cual fuese el resultado. Disparar a la puta. No disparar a la puta. Cualquiera. —Vale, vale, vale. —El señor Chatty se alejó y dejó la parada del autobús. Gracias. Joder. Jonsey guardó su pistola, cruzó los brazos y miró en la dirección en la que iba a venir el autobús… como si eso pudiese ayudar. Estúpido jodido idiota. Miró su reloj otra vez. Tío, suficiente de esta mierda. Si un autobús dirigiéndose de vuelta al centro llegaba aquí primero, simplemente subiría y que le jodan a todo. Moviendo la mochila que se le había dicho que consiguiera, sintió el duro contorno del tarro que había dentro. La mochila, lo entendía. Si iba a transportar drogas desde el quinto pino hasta el vecindario, entonces seh. ¿Pero el tarro? ¿Para qué diablos lo necesitaba? ¿A menos que se estuvieran perdiendo polvos? El hecho era que haber sido elegido por C-Rider, el hombre mismo, para esto había sido jodidamente genial. Hasta que había conocido al Chico Blanco… y luego la idea de que había perdido un poco de energía. Las instrucciones del jefe habían sido claras: reunirse con el tipo en la parada de la Calle Cuatro. Tomar el último autobús hacia los suburbios y esperar. Cambiar a la línea rural cuando el servicio se

reanudase cerca del amanecer. Apearse en la parada de Warren County. Caminar kilómetro y medio hasta una granja. C-Rider quería encontrarlos a ellos y a un grupo de otros tipos fuera de allí para el negocio. ¿Y después de eso? Jonsey sería parte de un nuevo equipo que dominaría la escena en Caldie. Le gustaba esa mierda. Y respetaba totalmente a C-Rider… ese hijo de puta era estricto: en lo más alto del barrio; altísimo. Pero si el resto de ellos eran como Vainilla… El ruido de un motor le hizo suponer algo, cualquier cosa de que la Autoridad de Tráfico de Caldwell había aparecido finalmente y tendría que ponerse de pie… —De ninguna jodida forma —respiró. El Hummer tintado había frenado justo delante de la parada del autobús y mientras la ventanilla era bajada, el Chico Blanco estaba detrás del volante totalmente ido-de-la-olla... y no sólo porque estuviese sonando Cypress Hill a todo volumen. —¡Entra! ¡Vamos! ¡Entra! —¡Oye! ¿Qué coño haces? —tartamudeó Jonsey, incluso mientras salía disparado alrededor del SUV y saltaba dentro del asiento del pasajero. Santa jodida mierda… el gilipollas no era un completo idiota, no arrancando algo como esto. El tipo pisó el acelerador, el motor rugió y los dientes de los neumáticos se agarraron a la capa de nieve y los dispararon hacia delante a ochenta kilómetros por hora. Jonsey se agarró a cualquier cosa que encontró mientras iban disparados a través de un cruce con luz roja y luego tomaban la curva y cruzaban el estacionamiento de un supermercado Hannaford. Cuando salieron disparados hacia el extremo más lejano, la música

enterró el pitido que estaba sonando porque ninguno de ellos se había puesto el cinturón de seguridad. Jonsey empezó a sonreír. —¡Jodidamente sí, hijo de puta! ¡Tú, puto loco, jodido copo de nieve zumbado…! *

*

—Creo que eso es Justin Bieber. —Parado en frente al expositor de patatas fritas Lay’s, Qhuinn levantó la cabeza al altavoz insertado en los azulejos del techo—. Sip, estoy en lo cierto y odio saber eso. Cerca de él, John Matthew dijo por señas, ¿Cómo lo sabes? —La pequeña mierda está en todas partes. —Para probar la cuestión se movió hasta un surtido de tarjetas de felicitación ofreciendo Bajo, Chulo y con Quince-Minutos-De-Fama—. Te lo juro, ese chico es la prueba de que el Anticristo está llegando.

Tal vez ya está aquí. —Eso explicaría lo de Miley Cyrus.

Buen punto. Mientras John volvía a pensar que snacks elegir, Qhuinn volvió a revisar la tienda. Eran las cuatro de la madrugada y el 24horas estaba totalmente abastecido y completamente vacío… excepto por ellos dos y el tipo frente al mostrador, que estaba leyendo el National Enquirer y comiendo una barra de Snickers. Ni lessers. Ni Banda de Bastardos. Nada a lo que disparar. A menos que contara el expositor de Bieber.

¿Qué vas a tomar? dijo John por señas. Qhuinn se encogió de hombros y siguió mirando a su alrededor. Como ahstrux nohtrum de John, era el responsable de asegurar que

el tipo volvía a la mansión de la Hermandad todas las noches en una sola pieza, y después de más de un año, hasta ahora, todo bien... Dios, echaba de menos a Blay. Sacudiendo la cabeza, alargó la mano al azar. Cuando el brazo volvió a él, había enganchado algo de crema y cebolla. Mirando el logotipo de Lay's, y el primer plano de una patata frita, lo único en lo que podía pensar era en la forma en que John, Blay y él solían pasar el rato en casa de los padres de Blay, jugando a la Xbox, bebiendo cervezas, soñando con vidas de postrans más grandes y mejores. Lamentablemente, más grande y mejor había resultado ser sólo el tamaño y la fuerza de sus cuerpos. Aunque tal vez eso era sólo su PDV. John estaba, después de todo, felizmente emparejado. Y Blay estaba con... Mierda, ni siquiera podía pronunciar el nombre de su primo en su cabeza. —¿Estás bien, J-pillado? —preguntó con brusquedad. John Matthew enganchó unos Doritos Original tradicionales y asintió.

Vamos a por las bebidas. Mientras se adentraban más en la tienda, Qhuinn deseó que estuvieran en el centro de la ciudad, peleando en los callejones, yendo contra cualquiera de sus dos enemigos. Demasiado tiempo de inactividad en aquellos destacamentos suburbanos, y eso significaba demasiado para pensar obsesivamente en... Se frenó a sí mismo otra vez. Lo que fuera. Además, odiaba tener cualquier contacto con la glymera... y esa mierda era mutua. Por desgracia, los miembros de la aristocracia estaban regresando poco a poco a Caldwell y eso

significaba que Wrath había quedado inundado con llamadas acerca de los llamados avistamientos de asesinos. Como si los no muertos del Omega no tuvieran mejores cosas que hacer que acechar alrededor de árboles frutales estériles y piscinas congeladas. Sin embargo, el Rey no estaba en posición de decir a los dandis que fueran a J ellos mismos. No desde que Xcor y su Banda de Bastardos habían puesto una bala en la garganta real. Traidores. Hijoputas. Con un poco de suerte, Vishious iba a demostrar sin una sombra de duda de dónde había venido ese disparo de rifle, y luego todos ellos podrían destripar a esos soldados, poner sus cabezas en estacas y hacer una fogata con los cadáveres. Así como averiguar exactamente quién en el Consejo estaba confabulando con el nuevo enemigo. Sí, fácil-de-utilizar era el nombre del juego ahora... así que una noche a la semana, cada uno de los equipos terminaba aquí en el barrio en el que él había crecido, llamando a las puertas y mirando debajo de las camas. En casas parecidas a un museo que le ponían los pelos de punta más que cualquier oscuro paso subterráneo del centro de la cuidad. Un golpecito en su antebrazo le sacó de sus pensamientos. —¿Sí?

Iba a preguntarte lo mismo. —¿Eh?

Te has parado aquí. Y has estado mirando... bueno, ya sabes . Qhuinn frunció el ceño y echó un vistazo al expositor de productos. Entonces perdió toda línea de pensamiento, así como la mayor parte de la sangre de su cabeza.

—Oh, sí... ah... —Mierda, ¿alguien había subido la calefacción?—. Um. Biberones para bebés. Leche en polvo para bebés. Baberos y toallitas húmedas y bastoncillos para bebés. Chupetes. Envases. Una especie de artilugio... Oh, Dios, un extractor de leche. Qhuinn dio un giro de ciento ochenta grados tan rápido, que se encontró de frente con una pila de un metro ochenta de alto de pañales Pampers, volvió de un salto a la tierra de NUK y finalmente salió despedido fuera del espacio aéreo infantil gracias a un rebote A+Diii. Todo lo que demonios fuera esa mierda. Bebé. Bebé. Bebé... Oh, bien. Ya había llegado a la caja. Metiendo la mano en su chaqueta de motero, Qhuinn sacó su cartera y alargó la mano detrás hacia la comida rápida de John. —Dame tus cosas. Cuando el tío empezó a discutir, articulando las palabras porque sus manos estaban llenas, Qhuinn cogió el Mountain Dew y los Doritos que entorpecían la comunicación. —Ahí tienes. Mientras nos cobra, puedes gritarme adecuadamente. Y vaya, las manos de John volaron a través de las posiciones del LS en varias combinaciones de Yo-cogí-esto. —¿Está sordo? —le preguntó en un susurro el tío detrás de la caja registradora. Como si alguien que usara el lenguaje de signos americano fuera una especie de monstruo. —No. Ciego. —Oh. Cuando el hombre reventarle.

siguió

mirando

fijamente, Qhuinn quiso

—¿Nos vas a ayudar con esto o qué? —Oh... sí. Oye, tienes un tatuaje en la cara. —El señor Observador se movía lentamente, como si los códigos de barras en las bolsas estuvieran creando algún tipo de resistencia aerodinámica bajo su lector láser—. ¿Lo sabías? No me digas. —No lo sabía. —¿Tú también eres ciego? Este tío no tenía filtro. Ninguno. —Sí, lo soy. —Oh, entonces por eso tus ojos son raros. —Sí. Así es. Qhuinn sacó un billete de veinte y no esperó el cambio... el asesinato era más que un poquiiiiiito demasiado tentador. Señalando con la cabeza a John, que también estaba midiendo al querido muchacho para un sudario, Qhuinn fue a salir. —¿Qué pasa con el cambio? —gritó el hombre. —Soy sordo, también. No puedo oírte. —Me lo guardaré entonces, ¿sí? —gritó más fuerte el chico. —Suena bien —gritó Qhuinn sobre su hombro. Idiota era la fase-cinco de estúpido. La verdad. Atravesando la barrera de seguridad, Qhuinn pensó que era un milagro que humanos como ese saliesen adelante día y noche. Y el hijodeputa se las había arreglado para mantener sus pantalones en su sitio y manejar la caja registradora. Los milagros nunca cesaban. Mientras salía, el frío le golpeó por todos lados, el viento le hizo volar el pelo y los copos de nieve se le colaron en la nariz…

Qhuinn se detuvo. Miró a izquierda. Miró a derecha. —¿Qué…? ¿Dónde está mi Hummer? En su visión periférica, las manos de John empezaron a volar por todas partes como si se estuviese preguntando lo mismo. Y luego el tipo señaló abajo, hacia la fresca nieve caída… y las profundas huellas de enormes neumáticos que hacían un gran círculo y partían del parking. —¡Maldita mierda hijaputa! —rechinó Qhuinn. ¿Y él pensaba que el señor Observador era el único estúpido?

Capítulo 2

De nuevo en la mansión de la Hermandad, Blaylock se sentó en el borde de la cama, el desnudo cuerpo enrojecido, una capa de sudor sobre pecho y hombros. Entre las piernas su polla estaba usada, y las caderas flojas por todo tipo de sacudidas y empujones. Como contrapunto, su respiración era entrecortada, su cuerpo requería un poco más de oxigeno del que sus pulmones le podían proporcionar. Así que, naturalmente, extendió la mano hacia el paquete de Dunhill Reds que tenía en su mesita. Los sonidos de su amante duchándose en el baño situado al otro lado, junto con el aroma picante del jabón, era dolorosamente familiar. ¿Había pasado casi un año? Sacando uno de los cigarrillos, pilló el encendedor clásico Van Cleef & Arpels que Sax le había regalado por su cumpleaños. Estaba hecho de oro y grabado con la firma Mystery Set en rubíes, característica de la empresa, un precioso ejemplar de 1940 que nunca fallaba en complacer a la vista… o hacer su trabajo. Cuando la llama saltó, la ducha se apagó. Blay se inclinó hacia el parpadeo del fuego, inhaló y cerró el mechero. Como siempre, persistía el más ligero indicio del líquido del encendedor, el dulzor se mezclaba con el humo que exhalaba… Qhuinn odiaba fumar. Nunca lo había aprobado.

Lo cual, considerando el número de extrañas cosas de las que el tipo había hecho un hábito, parecía realmente ofensivo. ¿Sexo con incontables extraños en baños de clubs? ¿Tríos con hembras y machos? ¿Piercings? ¿Tatuajes en varios lugares? Y este tipo no “aprobaba” fumar. Como si fuera un hábito repugnante con el que nadie en su sano juicio pudiera molestarle. En el baño, el secador que Sax y él compartían se puso en marcha, y Blay pudo imaginar aquel cabello rubio que él había sujetado y retirado con fuerza, flotando en la brisa artificial, capturando la luz y brillando con reflejos que eran naturales. Saxton era hermoso, todo piel suave, un cuerpo musculoso y un sabor perfecto. Dios, las prendas en aquel armario suyo. Asombroso. Parecía que el Gran Gatsby había saltado de las páginas de la novela, ido a la Quinta Avenida y comprado bloques enteros de alta costura. Qhuinn nunca sería así. Vestía camisetas de Hanes y pantalones de cargo o cuero, y todavía lucía la chaqueta de motero que tenía desde antes de la transición. Nada de Ferragamos o Ballys para él; New Rocks con suelas del tamaño de ruedas de camión. ¿El pelo? Cepillado si tenía suerte. ¿Colonia? Pólvora y orgasmos. Demonios, en todo el tiempo que Blay conocía al tipo, y prácticamente era desde su nacimiento, nunca había visto a Qhuinn con un traje. Se preguntaba si el tipo sabía que los smokings podían comprarse, no sólo alquilarse. Si Saxton era la imagen del perfecto aristócrata, Qhuinn era la del matón… —Oye, tira aquí la ceniza. Blay levantó la cabeza de golpe. Saxton estaba desnudo, perfectamente peinado y olía a Cool Water… y sujetaba el pesado

cenicero de Baccarat que había comprado como regalo del solsticio de verano. También era de los años cuarenta y pesaba tanto como una bola de billar. Blay obedeció, tomándolo y balanceándolo en la palma de la mano. —¿Vas a trabajar fuera? —Desde luego. Saxton se volvió y mostró un culo espectacular mientras se acercaba al armario. Técnicamente se suponía que vivía en la puerta de al lado en una de las habitaciones de huéspedes vacías, pero con el tiempo sus ropas habían emigrado aquí. No le importaba el tabaco. Incluso compartían uno en algún momento después de un intercambio… particularmente enérgico, como este. —¿Cómo va? —preguntó al exhalar—. Tu encargo secreto. —Bastante bien. Casi he acabado. —¿Eso quiere decir que me contarás por fin de que va todo eso? —Lo descubrirás bastante pronto. Mientras el aleteo de una camisa surgía del ropero, Blay le dio la vuelta al cigarrillo y contempló fijamente la punta brillante. Saxton había estado trabajando para el rey en algo súper-secreto desde el otoño, y no habían tenido charla de almohada sobre aquello, lo que probablemente era sólo una de las muchas razones por las que Wrath había hecho del macho su abogado particular. Saxton tenía toda la discreción de la cámara acorazada de un banco. Qhuinn, por otra parte, nunca había sido capaz de mantener un secreto. Desde fiestas sorpresa a cotilleos sobre embarazosos asuntos personales como si habías sido pillado tirándote a una puta barata en… —¿Blay?

—Lo siento, ¿qué? Saxton salió, completamente vestido con un tres piezas de Ralph Lauren. —Te dije que te veré en la Última Comida. —Oh ¿tan tarde? —Sí. Suponía que se tropezarían por el primer lugar a lo largo del día… lo cual era como habían funcionado siempre desde… Dios. Ni siquiera podía pensar en lo que había pasado una semana atrás. No podía siquiera poner en palabras mentales como se sentía sobre lo único que nunca le había preocupado que pudiera pasar… justo delante de sus ojos. ¿Y había pensado que ser rechazado por Qhuinn era malo? Ver al tipo tener un hijo con una hembra… Caray, tenía que responder a su amante ¿no? —Sí, absolutamente. Te veré entonces. Hubo una indecisión, y luego Saxton se acercó y depositó un beso en los labios de Blay. —¿Estás de rotación esta noche? Blay negó, manteniendo el cigarrillo lejos para que las bonitas ropas del macho no se quemaran. —Iba a leer el New Yorker y quizás empezar Desde la Terraza. Saxton sonrió, apreciando claramente el atractivo de ambos. —Como te envidio. Cuando termine, voy a tomarme unas pocas noches libres y relajarme. —Quizás podamos irnos a algún sitio. —Quizás.

La expresión tensa en aquella adorable cara fue rápida y triste. Porque Saxton sabía que no iban a ir a ningún sitio. Y no sólo porque un romántico Sandals iv todo-incluido no estaba en su futuro. —Que te vaya bien —dijo Saxton, acariciando con los nudillos la mejilla de Blay. Blay acarició la mano con la nariz. —A ti también. Un momento después la puerta se abrió y se cerró de golpe… y estuvo solo. Sentado en la desordenada cama, en el silencio que parecía aplastarlo por todas partes, se fumó el cigarrillo hasta el filtro, lo aplastó en el cenicero y encendió otro. Cerrando los ojos, intentó recordar el sonido de los gemidos de Saxton, o el aspecto de la espalda del macho arqueándose o la sensación de piel contra piel. No pudo. Y esa era la raíz del problema ¿no? *

*

—Déjame ponerlo en claro —dijo V lentamente a través de la conexión telefónica—. Tú has perdido tu Hummer. Qhuinn quiso meter la cabeza a través del cristal de una ventana. —Sí, lo perdí. ¿Por favor, podrías…? —¿Cómo has perdido un vehículo de cuatro mil kilos? —Eso no importa… —Bien, en realidad, si quieres que acceda al GPS y te diga dónde encontrar el maldito trasto… que es por lo que me estás llamando ¿verdad? ¿O crees que la confesión sin detalles es buena para el alma o alguna mierda de esas?

Qhuinn sujetó con fuerza el teléfono. —Medejelasllavespuestas. —Lo siento, no lo he entendido. Mierda. —Me dejé las llaves puestas. —Esa fue una idea estúpida, hijo. No. Coño. Jodiéndolo. —Si pudieras ayudarme… —Acabo de enviarte el enlace. Una cosa… ¿Cuándo recuperes el vehículo? —¿Si? —Mira si los drogatas se tomaron un momento para echar el asiento hacia delante… ya sabes, ponerse cómodos y esa mierda. Porque probablemente no estaban en un subidón, ya que tenían las llaves. —El sonido de la voz de Vishious riñéndolo era como recibir coscorrones en el coco con el guardabarros del coche—. Escucha, tengo que irme. Necesito las dos manos para sujetarme la tripa mientras se me parte el culo de risa. Nos vemos. Cuando la llamada terminó, Qhuinn se tomó un minuto para controlar el deseo de tirar el teléfono. Sí, porque perderlo también, iba a solucionar de verdad la situación. Yendo a su cuenta Hotmail, y preguntándose cuanto iba a llevarle sobrevivir a esta perdida, le dio una mirada a su puñetero coche. —Se dirige al oeste —lo ladeó hacia John para que pudiera verlo—. Vamos a hacerlo. Desmaterializándose, Qhuinn fue vagamente consciente de que el nivel de su rabia era desproporcionado al problema: mientras las moléculas se dispersaban, era un fusible esperando conectar con un poco de dinamita… y no era sólo porque él fuera un gilipollas, o la

pérdida del coche, o el hecho de que le parecía un idiota a uno de los machos que respetaba más en la Hermandad. Había mucha más mierda. Tomando forma en una carretera rural, comprobó de nuevo su teléfono y esperó a John para mostrárselo. Cuando el luchador lo vio, recalibró y se alejaron hacia el oeste, acercándose, cruzando las referencias de la dirección... hasta que Qhuinn se materializó sobre la franja exacta de asfalto cubierto de hielo donde estaba su jodido Hummer. Unos cien metros delante del vehículo. Quien fuera el hijo de puta que estaba tras el volante iba a unos cien kilómetros por hora sobre la nieve, dirigiéndose a una curva. Que… Bien, llamarlos estúpidos era exactamente la clase de le-dijo-lasartén-al-cazo en que la noche se había convertido.

Déjame dispararle al coche, dijo John, ya que sabía que una pistola en las manos de Qhuinn no era la mejor idea. Sin embargo, antes de que el tipo pudiera sacar y levantar su cuarenta, Qhuinn se desmaterializó… justo sobre el capó del SUV. Aterrizó con la cara sobre el parabrisas, el culo golpeado con el tipo de brisa que lo convirtió en un gusano sobre todo aquel cristal. Y luego fue un caso de oh-oyeeeeee-tiiooooo-oyeeeeee. Gracias al resplandor del salpicadero, él captó el ODM en las caras del par de tipos del asiento delantero… y luego su brillante idea se convirtió en el jodido segundo numerito de la cabra de aquella tarde. En lugar de pisar a fondo los frenos, el conductor giró el volante, como si quizás pudiera evitar lo que ya había aterrizado en el capó del Hummer. La torsión lanzó a Qhuinn libre, el cuerpo ingrávido mientras giraba en el espacio para mantener los ojos en su recorrido. Resultó que él fue el afortunado.

Mientras el Hummer estaba diseñado y construido para otras cosas que la aerodinámica y la facilidad para frenar, las leyes de la física agarraron todo aquel pesado techo de metal y lo hicieron rodar. En el proceso, y a pesar de la capa de nieve, el metal derritió el asfalto y el agudo grito de soprano rasgó la noche… El estruendoso impacto del SUV clavándose contra alguna clase de objeto sólido del tamaño de una casa cortó todos aquellos chillidos. Qhuinn no prestó mucha atención al choque, no obstante, porque también él aterrizó, el pavimento del camino lo golpeó en el hombro y la cadera, su cuerpo hizo su propia versión del cerdo engrasado deslizándose por el pavimento cubierto de nieve…

¡CRACK! Su impulso se cortó de repente y en seco, algo duro lo golpeó en la cabeza… Era un hermoso espectáculo de luces, como si alguien hubiera encendido un castillo de fuegos artificiales justo delante de su cara. Luego fue como el pajarito Tweety, pequeñas estrellas girando ante sus ojos mientras empezaba a experimentar dolor en varios sitios. Empujando contra lo que estaba más cerca… no estaba seguro de si era el suelo, un árbol o el gordo vestido de rojo, Santa Claus, se deslizó sobre la espalda. Mientras se dejaba caer, el frio llegó a su cabeza y ayudó a amortiguar las cosas. Intentó levantarse. Comprobó el Hummer. Machacaría a quien se hubiera aprovechado de su minuto de estupidez. Pero ahora su cerebro estaba jugando consigo mismo. A su cuerpo le había gustado lo del volante y el acelerador, y no tenía intención de ir a ningún condenado sitio. Yaciendo tan quieto como podía y respirando irregulares nubecillas de hielo, el tiempo se ralentizó y luego empezó a transformarse. Durante un segundo, llegó a estar confuso sobre que lo había dejado

en aquella situación de a-un-lado-de-la-carretera. ¿El accidente que había causado? O… ¿la Guardia de Honor de después de los asaltos? ¿Era este espalda-contra-el-asfalto un recuerdo del pasado o algo que estaba pasando ahora? La buena noticia era que aquel corto fuera-de-la-realidad le había dado a su cabeza algo que hacer aparte de continuar insistiendo con la mierda de sigue-moviéndote. La mala noticia era que los recuerdos de la noche en que su familia había renegado de él, eran más dolorosos que cualquier cosa que sintiera en su cuerpo en este momento. Dios, estaba todo tan claro. El doggen dándole los papeles oficiales y pidiéndole un poco de sangre para el ritual purificador. Él echándose aquella bolsa de lona al hombro y saliendo de la casa por última vez. El camino extendiéndose delante suyo, vacío y oscuro… Este camino, se dio cuenta. Este camino de ahora era el que había recorrido. O… estaba recorriendo, lo que fuera. Cuando había dejado la casa de sus padres, había intentado encaminarse al oeste, donde había oído que había una pandilla de bastardos defectuosos exactamente como él. Sin embargo, habían aparecido cuatro machos con capuchas y lo habían golpeado hasta casi matarlo… literalmente. Había llegado a la puerta del Fade, y allí, había visto un futuro en el que no había creído… hasta que ocurrió. Estaba pasando… exactamente ahora. Con Layla… Oh, mira, John le estaba hablando. Justo delante de sus ojos, las manos del tipo pasaban por movimientos, por así decirlo, y Qhuinn intentaba replicar con alguna clase de puesta al día… —¿Esto es real? —masculló. John pareció momentáneamente confuso. Tenía que ser real, pensó Qhuinn. Porque la Guardia de Honor había ido a por él en verano y el aire que estaba inhalando era frio.

¿Estás bien? vocalizó John mientras lo decía por signos. Apoyando las manos sobre el suelo nevado, Qhuinn empujó tan fuerte como pudo. Cuando no se movió más que un centímetro o dos, dejó que aquello hablara por sí mismo… y se desmayó.

Capítulo 3

El sonido de la coca siendo esnifada por un tabique nasal desviado hizo que el hombre que estaba fuera de la puerta aumentara la presión sobre el cuchillo. Cabrón. Que cabrón. La primera regla de cualquier traficante exitoso era que no consumía. Los adictos que eran la base del negocio consumían. Los cómplices a los que se necesitaba influir, consumían. Las putas que se necesitaban en las calles, consumían. Los ejecutivos no consumían. Nunca La lógica era sólida, fundamental y en nada diferente, digamos, a ir a un casino que tuviera unas instalaciones de medio millón de metros cuadrados, suficientes provisiones de comida para un país pequeño, condenado pan de oro por todas partes… y sorprenderse por perder todo el dinero. Tomar drogas era una condenada mala idea, ¿porque se moría la gente a menudo por la mierda, destruía vidas e iba a prisión gracias a aquello? Gilipollas. El hombre giró el pomo y empujó. Por supuesto la puerta estaba abierta, y mientras entraba en la miserable habitación, el hedor de polvo de talco lo habría abrumado… si no estuviera acostumbrado a olerlo en el mismo. El repugnante picor en la nariz era lo único que no le había gustado del cambio. Todo lo demás, la fuerza, la longevidad y la libertad, había sido bienvenido. Pero, joder, el olor.

No importaba cuanta colonia usara, no podía deshacerse de él. Y sí, echaba de menos ser capaz de tener sexo. Aparte de aquello, la Sociedad Lessening era su billete a la dominación. El esnifeo cesó y el Fore-lesser levantó la vista del ejemplar de People sobre el que había preparado las rayas. Debajo de los restos, algún petimetre llamado Channing Tatum estaba mirando fijamente a la cámara, todo provocación. —Oye ¿Qué haces aquí? Cuando aquellos ojillos brillantes y colocados lucharon para enfocarlo, el “Jefe” parecía haberle dado una mamada a un donut espolvoreado de azúcar. —Tengo algo para ti. —¿Más? Oh Dios mío ¿Cómo lo supiste? Solo me quedaban 50 gramos y yo… Connors, TCC C-Rider, se movió rápido, dando tres pasos hacia delante separando mucho el brazo y desplazando el cuchillo en un gran círculo… que terminó a un lado de la cabeza del Fore-lesser. La hoja de acero se hundió profundamente, cortando a través de los huesos más finos de la sien, perforando la zumbante materia gris. El Fore-lesser entró en un ataque… quizás por la herida... aunque más probablemente porque sus glándulas adrenales habían bombeado un millón de centímetros cúbicos de santa mierda en su torrente sanguíneo y la porquería no se estaba mezclando bien con la cocaína. Mientras la pequeña mierda caía de su silla y se sacudía conforme derrumbaba, el cuchillo se quedó con Connors, separándose del lado del cráneo, la hoja manchada con sangre negra. Connors encontró la sorprendida mirada de su ahora-antiguo superior y se sintió realmente bien sobre la promoción que se había conseguido. El mismo Omega había ido a él y le había ofrecido el

trabajo, reconociendo sin duda, como todos hacían, que un punk rallado no era lo que querías al cargo de cualquier organización mayor que una partida de póquer. Sí, seguro, el tipo había sido útil aumentando las tropas. Pero cantidad no era calidad, y no hacía falta el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea o los Marines para ver que la Sociedad Lessening estaba siendo invadida por críos rebeldes hiperactivos. Difícil organizar cualquier tipo de agenda con aquella clase de tropas y filas… a menos que tengas a un autentico profesional llevándola. Lo cual era por lo que el Omega había puesto todo esto en marcha. —Po…po…po… —Estás quemado, hijo de puta. La parte final del retiro forzado llegó con otro apuñalamiento, este tomando la hoja y llevándola directa al centro del pecho. Con un pop y un poco de humo, el cambio de régimen estuvo completo. Y Connors era la cabeza de todo. La supremacía lo hizo sonreír por un momento… hasta que sus ojos revisaron la habitación. Por alguna razón, pensó en el ambientador Febreze comercial, el único donde la habían cagado en algún sitio, rociado como locos y arrastrado “gente real, no actores” a la escena para husmear alrededor. Tío, salvo por los restos de comida, lo que estaba ausente, porque los asesinos no requerían comer, todo encajaba: el moho en el techo, los muebles andrajosos, el gotear sobre la pila… y especialmente la porquería que estaba de acuerdo con una adicción múltiple, como jeringas, cucharas, incluso las botellas de Sprite de dos litros para fabricar metadona en la esquina. Este no era un puesto de poder. Esto era un fumadero de crack común y corriente.

Connors se acercó y enganchó el móvil del mierdecilla. La pantalla estaba rota y había alguna clase de parche pegajoso detrás. No estaba protegido por contraseña y cuando fue a los mensajes, toda clase de besa-culos habían reventado el teléfono, los textos bla-blabla felicitaciones sobre la ceremonia de iniciación que iba a tener lugar por la noche. Pero el Fore-lesser no lo había sabido. No era su actuación. No obstante, Connors no iba a tomar represalias. Aquellos lameculos jeringuilleros sólo estaban tratando de seguir vivos y se la mamarían a cualquiera con tal de seguir respirando. Esperaba por lo menos que la misma lista se comunicara con él y los quería haciéndolo. Los espías tenían su propósito en el gran plan de las cosas. Y, tío, había trabajo por hacer. Por lo que había entendido durante su propio y benditamente corto periodo de lameculos, la Sociedad Lessening tenía pocas ventajas en términos de armas, municiones o propiedades. Nada de efectivo, porque lo que se había conseguido de pequeños robos se había ido por la nariz del mierdecilla o en su brazo. Ninguna lista maestra de reclutados, ni organización de tropas, ni entrenamiento. Un montón de reconstrucciones tenían que hacerse rápido… Una fría presencia se materializó en la habitación y Connors se giró. El Omega había llegado desde ningún lugar, las ropas blancas del Diablo brillaban con intensidad, la sombra negra bajo ella parecía una ilusión óptica. La repulsión que atravesó a Connors era algo a lo que sabía que también iba a tener que acostumbrarse. El Omega siempre disfrutaba de una especial relación con su Fore-lesser… y quizás aquello era por lo que se decía que raramente duraban mucho tiempo. Por otra parte, dado lo que había elegido… —Me ocupé de él —dijo Connors, inclinando la cabeza hacia la mancha chamuscada del suelo.

—Lo sé —replicó el Omega, aquella voz se combaba a través del frio y fétido aire. Fuera, una ráfaga de aire lanzó nieve contra las ventanas, el hueco en algunas dejo pasar algunos copos. Cuando entraron en el espacio, cayeron al suelo con un resplandor, la temperatura lo bastante fría para mantenerlos, gracias a la presencia del maestro. —Ha vuelto a casa —el Omega avanzó como una presencia, sin evidencia de que ninguna clase de piernas lo movieran—. Y estoy muy complacido. Connors le dijo a sus pies que se mantuvieran quietos. No había ningún lugar al que correr, nada a donde escapar… sólo tenía que pasar lo que iba a pasar a continuación. Al menos se había preparado para esto. —Tengo algunos reclutas nuevos para ti. El Omega se detuvo. —¿De verdad? —Un tributo, por así decirlo. O más como un determinado punto final a esta mierda: tenía que dirigirlo pronto, y había planeado cuidadosamente estos dos eventos juntos. El Omega, después de todo, jugaba con sus cosas, pero le gustaba su sociedad y aun más su propósito de eliminar a los vampiros. —Me complace no terminar contigo —susurró el Omega mientras se acercaba—. Creo que vamos a trabajar juntos muy bien… Señor C.

Capítulo 4

La Elegida Layla había existido en su propio cuerpo sin ningún compromiso físico durante toda su existencia. Nacida en el Santuario de la Virgen Escriba, y entrenada en la enrarecida y preternatural tranquilidad de allí, nunca había conocido el hambre, la fiebre o el dolor de cualquier tipo. Ni frio ni calor, ni contusión, conmoción o contracción. Su cuerpo había sido, como con todas las cosas en el más sagrado espacio de la madre de la raza, siempre la placidez misma, un perfecto espécimen funcionando al más alto nivel… —Oh Dios —tragó saliva mientras saltaba de la cama y se tambaleaba al baño. Sus pies desnudos resbalaron en el mármol mientras se dejaba caer de rodillas, levantaba la tapa del inodoro y se inclinaba para poner la cara sobre el agujero ovalado del mismo. —Sólo… hazlo…—jadeó mientras la ondulante nausea contaminaba su cuerpo hasta que incluso los dedos de los pies se encogían y agarraban al suelo—. Por favor… por el amor de la Virgen Escriba… Si sólo pudiera vaciar el contenido de su estómago, seguramente la tortura disminuiría… Sujetándose la frente y metiéndose los dedos en la garganta, empujó tan fuerte que se ahogaba. Pero aquello era el alcance. No era descoordinación en el diafragma, ni alivio de la grasienta y estropeada comida de su estomago… no, ya que en realidad no había comido aquello… o nada más… durante… ¿Cuánto? Días. Quizás el problema era ese.

Deslizando el brazo alrededor de la cintura, apoyó la sudorosa frente en el duro y frio borde del lavabo e intentó respirar superficialmente… porque la sensación del aire entrando y saliendo por su garganta empeoraba la impotente urgencia de vomitar. Unos pocos días atrás, cuando había estado en su necesidad, su cuerpo había tomado el control, la urgencia de emparejarse fue lo bastante fuerte para aniquilar todo pensamiento y emoción. Aquella supremacía había pasado rápidamente, no obstante, y asimismo lo hicieron los dolores y sufrimientos del implacable emparejamiento, piel y músculos reasumieron una vez más la dependencia de su cerebro. El equilibrio se echaba atrás una vez más. Incorporándose, se reacomodó cuidadosamente, apoyando los hombros contra la benditamente fría pared de mármol. Considerando lo enferma que se sentía, su única extrapolación era que estaba perdiendo el embarazo. Nunca había visto nadie en Santuario pasar esta… ¿sería esta enfermedad lo que era normal aquí en la tierra? Cerrando los ojos, deseó poder hablar con alguien sobre esto. Pero muy pocos sabían de su condición… y por el tiempo que fuera, necesitaba mantener las cosas de esta manera: la mayoría ignoraba totalmente que hubiera pasado su necesidad o sido servida. El periodo de fertilidad de Autumn había llegado primero, y en respuesta, la Hermandad se había dispersado por todas partes para que no hubiera posibilidad de exponerse a aquellas hormonas… por buenas razones, como había aprendido de primera mano. ¿Para cuando la gente había vuelto a sus habitaciones en la mansión? La suya propia había pasado, y cualquier flujo residual de hormonas en el aire había sido apuntado por todos sin excepción al periodo residual de Autumn. Sin embargo la intimidad en sus dos habitaciones no iba a terminar si el embarazo continuaba. Por una parte, su estado sería notado por

los demás, especialmente los machos, que estaban especialmente sensibilizados a aquel tipo de cosas. Y dos, después de un tiempo, empezaría a mostrarlo. Salvo que si sentía esto como malo ¿Cómo podría sobrevivir la cría? Mientras una vaga sensación de tensión se le asentaba en la parte baja del vientre, como si un torno invisible lo comprimiera, intentó enfocar su mente en algo, cualquier otra cosa que sus sensaciones físicas. Unos ojos del color de la noche llegaron a ella. Ojos penetrantes, ojos que miraban fijamente desde una cara ensangrentada y deformada… y hermosa incluso en su fealdad. De acuerdo. Esto no era una mejora. Xcor, líder de la Banda de Bastardos. Un traidor contra el rey, un macho perseguido que era enemigo de la Hermandad y los vampiros legales de cualquier lugar. El fiero guerrero que había nacido de una madre noble que no lo quiso por su semblante, y un padre desconocido que nunca reclamó el parentesco. Una carga no deseada arrastrada desde la casa al orfanato hasta que había entrado en el campamento de entrenamiento del Bloodletter en el Viejo País. Un luchador despiadado entrenado allí con grandes resultados; luego, en su madurez, un maestro de la muerte que recorría la tierra con una banda de luchadores de élite primero alineados con el mismo Bloodletter, y después con Xcor… y nadie más. Las vías de información al Santuario terminaban allí porque ninguna de las Elegidas estaba actualizando nada y nunca más lo haría. El resto, no obstante, podía rellenarlo ella misma: la Hermandad creía que el atentado del otoño pasado contra la vida del rey había sido llevado a cabo por Xcor, y ella había escuchado además que había insurgentes dentro de la glymera trabajando con los luchadores. Xcor, un macho traidor y brutal sin conciencia, lealtad o príncipe salvo él mismo.

Aún así cuando ella había mirado en sus ojos, cuando había estado en su presencia y había alimentado sin saberlo a su nuevo enemigo… se había sentido una hembra completa por primera vez en su vida. Porque él la había mirado no con agresividad sino con… —Detente —se dijo en voz alta—. Para esto ahora mismo. Como si ella fuera una jovencita ocultándose en un armario o algo así. Obligándose a ponerse en pie, se estiró la ropa y decidió dejar la habitación y bajar a la cocina. Necesitaba un cambio de escenario, y eso era comida… aunque sólo fuera para darle a su revuelto estómago algo para expulsar. En su camino de salida, no se detuvo para controlar su cabello o su cara en el espejo. No se molestó por la forma en que la túnica caía. No desperdició ni un momento preguntándose cuál de sus idénticos pares de sandalias llevar. Con el tiempo que había desperdiciado en el pasado con los mínimos detalles de su apariencia. Habría hecho mucho mejor servicio estudiando o entrenándose para alguna vocación. Pero aquello no había estado permitido en la lista de actividades autorizadas para una Elegida. Cuando salió al pasillo, respiró profundamente, se reafirmo, y empezó a caminar en dirección al estudio del rey… Por delante de ella, Blaylock, hijo de Rocke, irrumpió en el pasillo de estatuas, las cejas bajas y tensas, el cuerpo cubierto de cuero desde los hombros hasta las suelas de sus enormes botas. Mientras avanzaba a zancadas, comprobaba sus armas una por una, sacándolas de las fundas, volviéndolas a meter, asegurándolas. Layla se detuvo en seco. Y cuando por fin el macho la miró, hizo lo mismo, sus ojos se volvieron lejanos.

Cabello rojo oscuro, y adorables ojos azul zafiro, el absoluto aristócrata de sangre era un luchador de la Hermandad, pero no era un bruto. No importaba como pasara las noches fuera en el campo de batalla, seguía comportándose en el complejo como un correcto e inteligente gentilmacho de buen comportamiento y educación. Así que no fue una sorpresa que incluso en su urgencia, se inclinara ligeramente por la cintura en un saludo formal antes de reanudar su paso apresurado hacia la gran escalera. Mientras él descendía hacia el vestíbulo, la voz de Qhuinn volvió a ella.

Estoy enamorado de alguien… Layla ejercitó su nuevo hábito de maldecir en voz baja. Tan triste estado de cosas entre aquellos dos luchadores y su embarazo no era una ayuda. Pero la suerte estaba echada. Y todos ellos iban a vivir con las consecuencias. *

*

Cuando Blay llegó a la escalera, sintió que le estaban siguiendo, y eso era una estupidez. Nadie que fuera una amenaza estaba tras él. No había un acosador con la máscara de Jason, ni un bastardo enfermo ataviado con un horroroso suéter navideño y cuchillos por dedos, ni un payaso asesino… Sólo una Elegida posiblemente embarazada que resultaba que había pasado unas buenas doce horas follando a su ex-mejor-amigo. Sin problemas. Al menos, no debería existir ningún problema. El lio era que cada vez que veía a aquella hembra sentía un puñetazo en las tripas. Lo que era otra clase de locura. Ella no había hecho nada erróneo. Tampoco Qhuinn.

Aunque, Dios, si estaba embarazada… Blay pateó todos aquellos pensamientos felices al fondo mientras cruzaba el vestíbulo al trote. No había tiempo para la psico-chachara, incluso si era consigo mismo: cuando Vishious te llamaba en tu noche libre y te decía que estuvieras fuera con tu equipo en cinco minutos, no era porque las cosas fueran a marchar bien. No le había dado detalles durante la llamada, no había preguntado nada. Blay sólo se había tomado un momento para enviar un mensaje a Saxton, y luego se había enfundado en cuero y acero, listo para cualquier cosa. De alguna forma, esto era bueno. Pasar la noche leyendo en su habitación había resultado ser una tortura, y aunque no quería a nadie con problemas, al menos esto lo metía en alguna actividad. Irrumpiendo rápidamente fuera del vestíbulo, él… Se encontró cara a cara con el camión plataforma de la Hermandad. Estaba equipado para parecer auténticamente humano, pintado deliberadamente con logos rojos AAA y el nombre ficticio de Murphy’s Towing. Falso número de teléfono. Falso eslogan de “Siempre Estamos Allí Para Ti” Mierda. A menos, por supuesto, que el “ti” fuera uno de la Hermandad. Blay saltó en el asiento del copiloto y encontró a Tohr, no a V, tras el volante. —¿Viene Vishious? —Somos tú y yo, chaval… él aún está trabajando en las pruebas de balística de esa bala. El Hermano le dio al arranque, el motor diesel rugió como una bestia, los focos giraron en un amplio círculo alrededor de la fuente del patio a lo largo de la línea de coches aparcados uno junto a otro. Justo mientras Blay comprobaba los vehículos y sacaba la cuenta del único que no estaba, Tohr habló.

—Son Qhuinn y John. Los parpados de Blay se cerraron una decima de segundo. —¿Qué ha pasado? —No sé mucho. John llamó a V pidiendo asistencia urgente —el Hermano lo miró—.Y tú y yo somos los únicos libres. Blay estiró la mano hacia la manecilla del coche, listo para abrirla y desmaterializarse lejos de allí. —¿Dónde están… —Cálmate hijo. Ya conoces las reglas. Ninguno puede estar fuera solo, así que necesito tu culo en ese asiento o estaré violando mi propio condenado protocolo. Blay estrelló el puño contra la puerta, golpeando tan fuerte que la picadura de la mano le aclaró un poco la cabeza. Jodida Banda de Bastardos, siempre en el medio… y el hecho de que la regla tuviera sentido sólo lo cabreó incluso más. Xcor y sus chicos habían probado ser cautelosos, agresivos y completamente amorales… no exactamente el tipo de enemigo que querías tropezarte en completa soledad. Pero llegaban. Blay agarró su teléfono, intentando enviarle un mensaje a John… pero se paró porque no quería que los chicos se distrajeran por su intento de conseguir detalles. —¿Alguien puede llegar a ellos rápido? —V llamó a los otros. Luchando a tope en el centro y nadie puede escaparse. —Maldita sea. —Conduciré tan rápido como pueda, hijo. Blay asintió, simplemente para no parecer tan rudo. —¿Están muy lejos?

—Quince o veinte minutos. Y más allá de los suburbios. Mierda. Mirando por la ventanilla y observando las rachas de nieve, se dijo que si John estaba enviando mensajes, estaban vivos, y por el amor de Dios, habían pedido un camión con remolque, no una ambulancia. Por lo que él sabía, tenían un pinchazo o un parabrisas roto, y ponerse histérico no iba a acortar la distancia, disminuir el dramatismo, si había alguno, o cambiar el resultado. —Lo siento si me estoy comportando como un estúpido —murmuró Blay mientras el Hermano se lanzaba por la autopista. —No necesitas disculparte por estar preocupado por los chicos. Tío, Tohr era majo. Como era tarde, muy tarde, la Northway no tenía casi coches, solo un semi o dos, cuyos nerviosos conductores iban como murciélagos ciegos. El remolque no permanecería sobre las cuatro ruedas mucho más. Unos quince kilómetros después, tomaron una salida más al norte del centro de Caldwell, en una zona suburbana que era conocida por sus mansiones y no chalets, y Mercedes, no Mazdas. —¿Qué demonios están haciendo aquí? —preguntó Blay. —Comprobando algunos informes. —¿Sobre lessers? —Sí. Blay sacudió la cabeza mientras pasaban entre paredes de piedra tan altas y gruesas como defensas, y puertas de bonitas filigranas de hierro forjado que estaban cerradas a desconocidos. De repente, respiró profundamente y se relajó. Los aristócratas que estaban volviendo a la ciudad estaban asustados y viendo evidencias de actividad lesser por todo a su alrededor… lo cual no significaba que los asesinos estuvieran de hecho saltando por sus jardines de estatuas u ocultos en sus sótanos.

No era un acontecimiento humano. Sólo uno mecánico. Blay se frotó la cara y mandó a la mierda su botón del pánico interno. Al menos hasta que llegaron al otro lado del código postal y encontraron el accidente. Cuando giraron en una curva de la carretera, vieron un par de brillantes luces traseras rojas a un lado… lejos del arcén y ruedas arriba. El jodido asunto era un problema mecánico. Blay saltó antes siquiera de que Tohr hubiera empezado a detenerse, desmaterializándose directo al Hummer. —¡Oh Cristo, no! —gimió cuando vio los dos estallidos en el parabrisas delantero… del tipo que sólo podían ser hechos por un par de cabezas estampándose en el cristal. Atravesando la nieve a tropezones, fue hasta la puerta del conductor, el picor dulzón de la gasolina le atravesó la nariz, el humo del motor lo hizo parpadear… Un agudo silbido cortó la noche desde la izquierda. Girando con brusquedad, Blay revisó el paisaje cubierto de nieve… y descubrió dos pesadas siluetas a unos seis metros, apiñadas en la base de un árbol casi del mismo tamaño de aquel contra el que había chocado el Hummer Trepando por los montones, Blay se apresuró y aterrizó sobre las rodillas. Qhuinn estaba despatarrado en el suelo, las largas y musculadas piernas estiradas, la parte superior del tronco sobre el regazo de John. El macho solo lo miraba fijamente con sus ojos disparejos, inmóvil y sin hablar. —¿Está paralizado? —exigió Blay, mirando a John. —No que yo sepa —respondió Qhuinn secamente.

Creo que tiene una conmoción, dijo John por señas.

—Yo no…

Voló desde el capó del coche y se golpeó contra este árbol… —Lo evité casi del todo…

Y he tenido que sujetarlo desde entonces —Lo que me está jodiendo… —¿Cómo vamos chicos? —dijo Tohr mientras se alzaba sobre ellos y sus botas crujían sobre el hielo—. ¿Alguien herido? Qhuinn se soltó de John y se puedo vertical. —No… solo estaremos… En aquel momento, el equilibrio del tipo se estropeó y su cuerpo se escoró tanto que Tohr tuvo que pescarlo. —Ve a esperar en el camión —dijo el Hermano seriamente. —A la mierda… Tohr le dio un tirón hasta que estuvieron cara a cara. —Perdona hijo ¿Qué decías? Porque creo que no me lanzarías una bomba-M ¿verdad? De acuerdo. Vale. Blay sabía de primera mano que pocas cosas en la vida hacían que Qhuinn se echara atrás; aquello significaba que un Hermano al que el tipo respetaba, que estaba más que listo para acabar con lo que aquel pino había empezado, era definitivamente una de ellas. Qhuinn miró hacia su arruinado SUV. —Perdona. Una mala noche. Y sólo me maree un segundo. Estoy bien. Con el típico estilo de Qhuinn, el bastardo se soltó y se alejó, encaminándose hacia el humeante montón del previamente conducible metal como si se hubiera zafado de sus heridas por pura fuerza de voluntad. Dejando a todos los demás en el polvo.

Blay se puso de pie y se obligó a concentrarse en John. —¿Qué ha pasado? Gracias a Dios por el lenguaje de signos, eso le daba algo que mirar y afortunadamente, John se tomó su tiempo rellenando detalles. Cuando la narración acabó, Blay sólo pudo mirar fijamente a su amigo. Pero vamos, no era para que alguien se inventara esta mierda. En todo caso no sobre alguien que les gustara. Tohrment empezó a reírse. —Lo que estás diciendo es que hizo un Hyslop. —No estoy seguro de saber qué es eso —interrumpió Blay. Tohr se encogió de hombros y siguió el rastro de Qhuinn a través de la nieve, señalando con el brazo hacia los restos. —Justo aquí. Esto es la definición de Hyslop v… precipitado por tu chico dejando la llave en el arranque. No es mi chico, se dijo Blay para sus adentros. Nunca lo había sido. Nunca lo sería. Y el hecho de que aquello doliera más que cualquier tipo de conmoción era algo, como tanto, que mantenía en silencio. Al lado y fuera del resplandor de los focos, Blay se quedó atrás y observó como Qhuinn se agachaba junto a la puerta del conductor y maldecía en voz baja. —Complicado. Muy complicado. Tohr hizo lo mismo en el asiento del copiloto. —Oh mira. Un juego par. —Creo que están muertos. —¿De verdad? ¿Qué lo delata? ¿El hecho de que no se muevan o que el tipo de aquí no le queden rasgos faciales? Qhuinn se enderezó y miró a través de los ejes.

—Tenemos que girarlo y remolcarlo. —Y yo que creía que íbamos a tostar malvaviscos —dijo Tohr—. ¿John? ¿Blay? Venir aquí. Los cuatro se pusieron hombre contra hombre entre los juegos de neumáticos y clavaron las botas fijando su posición en la nieve. Cuatro pares de manos se apoyaron en los paneles, cuatro cuerpos se inclinaron listos, cuatro pares de hombros se tensaron. Una sola voz, la de Tohr, contó. —A la de tres. Una, dos. Tres. El Hummer ya había tenido una mala noche, y esto de ponerlo-delderecho lo hizo gruñir con tanta fuerza que un búho revoloteó al otro lado de la carretera y un par de ciervos huyeron saltando sobre sus pezuñas entre los árboles. De nuevo, el Hummer no fue el único en renegar. Todos iban de George Curlinvi bajo el peso muerto mientras trabajaban para liberar del peso de la gravedad todo aquel acero. Las leyes de la física eran posesivas, no obstante, y cuando el cuerpo de Blay se tensó, todos los músculos reforzando los huesos, giró la cabeza y aflojó la presión… Estaba cerca de Qhuinn. Justo al lado del tipo. Los ojos de Qhuinn estaban enfocados hacia delante, los labios separados sobre los colmillos, la fiera expresión resultado del absoluto esfuerzo físico… Era casi lo que parecía cuando llegó. Santa inoportunidad, Batman. Y bastante mal que aquello no hiciera cambiar su propio patrón de pensamiento. El problema era que Blay sabía por experiencia de primera mano lo que un orgasmo le hacía al tipo… aunque no porque fuera uno de los miles que habían sido receptores. Oh, no. Nunca. Dios, vaya jodido pensamiento, el tío había clavado su polla en cualquier cosa que

respirara, y quizás en algunos objetos inanimados, nunca lo haría con Blay. Sí, porque aquel experto paladar sexual, que había llevado a Qhuinn a tirarse a cualquiera en Caldwell entre los veinte y los veintiocho, había dejado fuera de la puñetera piscina a Blay. —Ella… está empezando… a moverse —dijo Tohr entre los apretados dientes—. ¡Meteos debajo! Blay y Qhuinn se pusieron en movimiento, soltando sus presas, agachándose y metiendo los hombros bajo el borde del techo. De cara el uno al otro, sus ojos se encontraron mientras la respiración explotaba fuera de sus bocas las piernas entraban en acción, los cuerpos se enfrentaban en una guerra contra toda aquella fría y pesada masa… que se había vuelto resbaladiza gracias a la nieve. Su fuerza extra era el punto decisivo… literalmente. Un eje formado en los neumáticos contrarios, y las cuatro toneladas del Hummer empezaron a moverse sobre ellos, volviéndose más y más ligeras… ¿Por qué demonios estaba mirándolo Qhuinn de aquella forma? Aquellos ojos, aquel par azul y verde, estaban centrados en los de Blay… y no se movían… Quizás era sólo concentración, en realidad estaba enfocado sólo en los dos palmos delante de su cara y Blay estaba justo en la parte más alejada de aquello. Tenía que ser… —¡Suave chicos! —gritó Tohr—. O tendremos el maldito trasto patas arriba otra vez. Blay relajó la fuerza y hubo un momento de suspensión, un breve segundo donde lo imposible ocurrió, donde un pesado SUV de cuatro toneladas se balanceó perfectamente sobre el borde de dos

neumáticos, donde lo que había sido insoportable se transformó en… estimulante. Y Qhuinn aún lo miraba. Mientras el Hummer aterrizaba con un rebote sobre las cuatro ruedas, Blay frunció el ceño y se volvió. Cuando echó un vistazo atrás… los ojos de Qhuinn seguían exactamente donde habían estado. Blay se inclinó y siseó. —¿Qué? Antes de que hubiera cualquier clase de respuesta, Tohr llegó y abrió la puerta del SUV. El olor de sangre fresca flotó en la brisa. —Tío, incluso si no está destrozado, no estoy seguro de que lo quieras de vuelta. La limpieza va a ser un infierno. Qhuinn no respondió, parecía haber olvidado todo el anuncio de Allstate Mayhenmvii que su SUV estaba viviendo. Solo permanecía allí, mirando fijamente a Blay. ¿A lo mejor el HDP había tenido un derrame al levantarse? —¿Qué te pasa? —repitió Blay. —Traeré el remolque —dijo Tohr mientras iba por el otro vehículo —. Deberíamos dejar los cuerpos donde están… puedes disponer de ellos camino de casa. Mientras tanto, Blay pudo sentir a John deteniéndose y mirando hacia ellos dos… algo que a Qhuinn parecía no preocuparle en absoluto, naturalmente. Con una maldición, Blay solucionó el problema trotando hacia el camión remolque y caminando al lado mientras Tohr lo hacía retroceder hacia la hundida capota del Hummer. Yendo a por el cabrestante, Blay desenganchó el garfio y empezó a soltar el cable.

Tenía la sensación de que sabía lo que había en la cabeza de Qhuinn, y si tenía razón, el tipo haría mejor quedándose callado y permaneciendo en la jodida parte trasera. Él no quería oírlo.

Capítulo 5

Mientras Qhuinn estaba de pie en el frío viento y miraba a Blay enganchando el Hummer, la nieve suelta volaba sobre sus botas, el tranquilo y suave peso escondiendo gradualmente la parte superior de las punteras de acero. Echando una ojeada, tuvo el vago pensamiento de que si se quedaba dónde estaba el tiempo suficiente, estaría totalmente cubierto por ella, de la cabeza a los dedos de los pies. Maldita cosa extraña para venir a su cerebro. El rugido del motor del remolque hizo que girase la cabeza, sus ojos hicieron un barrido cuando el cabrestante empezó a arrastrar su coche arruinado fuera de la capa de nieve. Blay era el único que manejaba el cable, el macho estaba de pie al lado, monitorizando y controlando cuidadosamente la velocidad del arrastre de modo que no hubiese una presión indebida en los diversos componentes mecánicos de esa producción de automoción de Buen Samaritano. Tan cuidadoso. Tan controlado. En un intento de parecer despreocupado, Qhuinn fue al lado de Tohr y fingió que él, como el Hermano, sólo estaba monitorizando el progreso de la elevación. No. Todo era sobre Blay, por supuesto. Siempre había sido sobre Blay. Tratando de añadir además la indiferencia, cruzó los brazos sobre el pecho… pero tuvo que dejarlos caer otra vez cuando su hombro magullado gritó. —Lección aprendida —dijo, para mantener una conversación.

Tohr murmuró algo en respuesta, pero maldita fuera si lo escuchó. Y maldita fuera si podía ver algo que no fuera Blay. Ni por un parpadeo. Por una respiración. Por un latido del corazón. Mirando fijamente a través de la nieve que se arremolinaba, se maravilló de cómo alguien de quien conocías todo, con quien vivías en la misma casa, que comía contigo y trabajaba contigo y dormía al mismo tiempo que lo hacías tú… podía convertirse en un extraño. Por otra parte, y como era habitual, aquello era sobre la distancia emocional, no el mismo trabajo, bajo-la-mierda-del-mismo-techo. La cosa era que Qhuinn sentía que quería explicar cosas. Desafortunadamente, y a diferencia de la zorra de su primo, Saxton el Chupapollas, él no tenía un don con las palabras, y la complicada mierda en el centro del pecho estaban haciendo peor aquella tendencia al mutismo. Después de un último rechinar, el Hummer estuvo encima de la base y Blay empezó a pasar la cadena dentro y fuera de los ejes. —De acuerdo, vosotros tres llevad de vuelta este trozo de basura —dijo Tohr cuando la nieve empezó a caer otra vez. Blay se congeló y miró al Hermano. —Vamos en pares. Así que tengo que irme contigo. Como si estuviese más que preparado para rechazarlo. —¿Has visto lo que tenemos aquí? Un pedazo de chatarra incapacitado con dos humanos muertos dentro. ¿Crees que es algún tipo de juego-sin-reglas? —Ellos pueden manejarlo —dijo Blay en voz baja—. Ambos son fuertes. —Y contigo son todavía desmaterializarme a casa.

más

fuertes.

Yo

sólo

voy

a

En el extenso silencio que siguió, la línea recta que iba desde el culo de Blay hasta la base de su cráneo era el equivalente a enseñar el dedo corazón. Aunque no al Hermano. Qhuinn sabía exactamente para quien era. Las cosas se movieron rápido a partir de entonces, el SUV fue asegurado, Tohr se marchó y John saltó detrás del volante del remolque. Mientras tanto él rodeó el camión hasta la puerta del lado del pasajero, maniobró para abrirla y se colocó al lado, esperando. Como debería un gentilmacho, supuso. Blay fue caminando con paso majestuoso a través de la nieve. Su cara era como el paisaje; fría, cerrada, inhóspita. —Después de ti —farfulló el tipo, sacando un paquete de cigarros y un elegante mechero de oro. Qhuinn bajó la cabeza brevemente en asentimiento, luego arrastró los pies dentro, deslizándose sobre el asiento continuo hasta que su hombro rozó contra el de John. Blay entró el último, cerró de golpe la puerta y abrió la ventana, poniendo el extremo encendido de su pitillo justo en la abertura para mantener el olor bajo. El remolque hizo toda la conversación durante unos buenos ocho kilómetros o así. Sentado entre los que solían ser sus dos mejores amigos, Qhuinn miraba fijamente fuera hacia el parabrisas y contaba los segundos entre los golpes intermitentes del limpiaparabrisas… tres, dos… uno… arriba-y-abajo. Y… tres, dos… uno… arriba-y-abajo. Apenas había suficiente nieve suelta en el aire para requerir el esfuerzo… —Lo siento —dijo bruscamente.

Silencio. Excepto por el gruñido del motor enfrente de ellos y el estruendo ocasional de la cadena de detrás cuando alcanzaban un bache. Qhuinn echó un vistazo, y vaya, Blay parecía estar masticando metal. —¿Estás hablando conmigo? —dijo el tipo con aspereza. —Seh. Lo hago. —No tienes nada por lo que disculparte. —Blay apuñaló el cigarrillo en el cenicero del salpicadero. Y encendió otro—. Podrías, por favor, dejar de mirarme. —Yo solo… —Qhuinn pasó una mano a través del pelo y le dio un tirón—. Yo no… yo… no sé qué decirte sobre Layla… La cabeza de Blay giró bruscamente. —Lo que hagas con tu vida no tiene nada que ver conmigo… —Eso no es verdad —dijo Qhuinn en voz baja—. Yo… —¿No es verdad? —Blay, escucha, Layla y yo… —¿Qué te hace pensar que quiero escuchar una palabra sobre vosotros? —Sólo pensé que necesitarías algún… no sé, contexto o algo. Blay simplemente le miró durante un momento. —¿Y por qué exactamente piensas que querría un contexto? —Porque… creo que lo debes encontrar… como, perturbador. O algo así. —¿Y por qué sería eso? Qhuinn no podía creer que el tipo quisiera que él lo dijese en voz alta. Mucho menos enfrente de alguien más, ni siquiera John. —Bien, porque, ya sabes.

Blay se recostó, el labio superior retirándose de sus colmillos. —Sólo para que quede claro, tu primo me está dando todo lo que necesito. Todo el día. Cada día. ¿Tú y yo? —Gesticuló una y otra vez entre ellos con el cigarro—. Trabajamos juntos. Eso es. Por eso quiero que nos hagas un favor a ambos antes de que pienses que “necesito” saber cualquier cosa. Pregúntate a ti mismo “¿Si estuviera dando vueltas a hamburguesas en un McDonalds, le estaría diciendo esto al jodido tipo que las fríe?” Si la respuesta es no, entonces cierra la puta boca. Qhuinn se volvió a enfocar en el parabrisas. Consideró atravesarlo con la cara. —John, para en la cuneta. El guerrero miró de un lado a otro. Luego empezó a sacudir la cabeza. —John, que pares en la cuneta, coño. O lo haré por ti. Qhuinn era vagamente consciente de que su pecho se hinchaba arriba y abajo y que sus manos se habían convertido en puños. —¡Qué pares en la cuneta, coño! —rugió mientras golpeaba el salpicadero lo suficientemente fuerte para mandar uno de los respiraderos volando. El remolque salió disparado hacia el lado de la carretera y los frenos chirriaron mientras su velocidad disminuía. Pero Qhuinn ya estaba fuera de allí. Desmaterializándose, escapó a través de esa abertura en la ventana, al lado de una exhalación frustrada de Blay. Casi inmediatamente, volvió a tomar forma al lado de la carretera, incapaz de mantenerse a sí mismo en su estado molecular porque sus emociones estaban corriendo de forma demasiado fuerte para eso. Poniendo una shitkicker delante de la otra, caminó con dificultad a través de la nieve, su necesidad de deambular lo ahogaba todo, incluyendo el dolor resonante en ambos conjuntos de nudillos.

En el fondo de su mente, registró algo sobre la extensión de la carretera, pero había demasiado ruido en su cráneo para que la información específica se abriera paso. Ni idea de a dónde estaba yendo. Tío, hacía frío. *

*

Sentado en el remolque, Blay se concentró en el extremo encendido de su cigarrillo, el pequeño brillo naranja moviéndose de un lado a otro como una cuerda de guitarra. Suponía que le temblaba la mano. El silbido que salió cerca de él era la forma de John de intentar conseguir su atención, pero lo ignoró. Lo cual le llevó a golpearle en el brazo.

Este es un momento realmente malo para él, dijo John por señas. —Me estás tomando el pelo, ¿verdad? —murmuró Blay—. Me estás tomando totalmente el maldito pelo. Él siempre ha querido un emparejamiento convencional y ha dejado preñada a una elegida… He dicho que eso es una gran…

No, aquí, justo aquí. John señaló el asfalto. Aquí. Blay desplazó sus ojos hacia el parabrisas sólo porque estaba demasiado cansado para discutir. Fuera frente al remolque, los faros delanteros iluminándolo todo, la nieve que cubría el paisaje cegadoramente blanca, la figura que caminaba al lado de la carretera como una sombra proyectada. Gotas rojas de sangre marcando el sendero de huellas. Las manos de Qhuinn estaban sangrando desde que le había dado una paliza al salpica…

Abruptamente, Blay frunció el ceño. Se reacomodó en el asiento un poco más erguido. Como las piezas de un puzle encajando en los huecos correctos, los detalles aleatorios sobre dónde estaban, desde la curva en la carretera, hasta los árboles o el muro de piedra junto a ellos, vinieron juntos y completaron el dibujo. —Oh, mierda. —Blay golpeó la cabeza contra el respaldo. Cerrando los ojos brevemente, deseó encontrar otra solución para esto, cualquier otra cosa que él saliendo allí. Se levantó con un enorme y gordo nada. Cuando empujó la puerta para abrirla, el frío se precipitó dentro del cálido interior de la cabina del camión. No le dijo nada a John. No había razón para ello. Cosas como salir a una nevada detrás de alguien era por sí mismo aclaratorio. Dando una profunda calada, pisó fuerte a través de la acumulación. La carretera había sido despejada más temprano, pero eso era muytemprano. Lo cual quería decir que él tenía que actuar rápido. Aquí en esta zona adinerada del pueblo, donde la base imponible era tan extensa como los prados ondulantes, sería mejor creer que otro de esos quitanieves municipales amarillos del tamaño de una casa iba a venir justo antes del amanecer. No necesitaba representar esto delante de humanos. Especialmente con el par de pérdidas, muertos-y-olvidados en el Hummer. —Qhuinn —dijo con voz áspera—. Qhuinn, para. No gritó. No tenía la energía. Esta… cosa, lo que fuera que hubiese entre ellos, le había dejado exhausto hacía mucho… y esta actual confrontación al-lado-de-la-carretera era solo un episodio más para el que no tenía fuerzas.

—Qhuinn. En serio. Al menos el tipo disminuyó la velocidad un poco. Y con un poco de suerte él estaría tan cabreado que no pondría todas las pistas de su localización juntas. Jesucristo, cuáles eran las posibilidades, pensó Blay mientras miraba alrededor. Esto estaba más o menos a medio kilómetro de donde aquella Guardia de Honor había hecho sus asuntos… y Qhuinn había estado cerca de morir por la paliza. Dios, Blay recordaba equipándose aquella noche, un conjunto diferente de faros distinguiendo una figura oscura, ese rato sangrando en el suelo. Sacudiéndose a sí mismo, le dio al juego de los nombres un disparo más. —Qhuinn. El tipo se detuvo, sus shitkickers plantadas en la nieve sin ir más allá. Sin embargo no se dio la vuelta. Blay le hizo señas a John para que apagase los faros, y un segundo más tarde todo a lo que tenía que hacer frente era el sutil brillo naranja de las luces de estacionamiento del camión. Qhuinn se puso las manos en las caderas y miró al cielo, la cabeza echada atrás, el aliento se escapaba hacia arriba en una nube de condensación. —Vuelve y entra en el remolque —Blay dio otra calada y lanzó el cigarro—. Necesitamos seguir moviéndonos… —Sé cuánto significa Saxton para ti —dijo Qhuinn ásperamente—. Capto eso. Realmente lo hago. Blay se obligó a sí mismo a decir: —Bien. —Supongo… que escuchar eso en voz alta todavía es un shock.

Blay frunció el ceño en la tenue luz. —No entiendo. —Sé que no lo haces. Y eso es culpa mía. Todo esto… es culpa mía. —Qhuinn miró sobre su hombro, su rostro fuerte y duro se había puesto sombrío—. Simplemente no quiero que pienses que estoy enamorado de ella. Eso es todo. Blay iba a sacar de golpe sus Dunhill pero no tenía suficiente aliento en sus pulmones. —Lo… siento… No pillo… por qué… Bien, esa era una respuesta impresionante. —No estoy enamorado de ella. Ni ella lo está de mí. No nos estamos acostando juntos. Blay rio con dureza. —Gilipolleces. —Totalmente en serio. La serví en su necesidad porque quiero un hijo, y ella también, y eso empezó y terminó ahí. Blay cerró los ojos mientras la herida en su pecho era desgarrada de nuevo. —Qhuinn, vamos. Has estado con ella todo el año pasado. Os he visto… todo el mundo os ha visto a los dos… —Tomé su virginidad hace cuatro noches. Nadie había estado con ella antes que yo, incluyéndome a mí mismo. Oh, esa era una imagen que necesitaba en su cabeza. —No estoy enamorado de ella. Ni ella lo está de mí. No nos estamos acostando juntos. Blay no podía quedarse quiero por más tiempo, así que caminó alrededor, la nieve se compactó bajo sus botas. Y entonces llegado de ninguna parte, la voz de la Mujer de la Iglesia del SNLviii vino a su cabeza: Bueno, no es eso espeeeeeeecial.

—No estoy con nadie —dijo Qhuinn. Blay rio otra vez de forma afilada. —¿Cómo en una relación? Por supuesto que no. Pero no esperes que crea que has pasado tu tiempo libre haciendo tapetes de ganchillo y poniendo en orden alfabético un especiero con esa hembra. —No he tenido sexo en casi un año. Eso lo detuvo en seco. Dios, ¿dónde coño estaba todo el aire en esa parte del universo? —Gilipolleces —contraatacó Blay con una voz rota—. Estuviste con Layla… hace cuatro noches. Como tú has dicho. En el silencio que siguió, la horrible verdad resucitó espantosamente en su cabeza otra vez, el dolor haciendo imposible para él ocultar lo que había estado enterrando tan diligentemente durante los últimos días. —Estuviste realmente con ella —dijo él—. Vi la lámpara de araña de la biblioteca yendo y viniendo bajo tu habitación. Ahora era Qhuinn el que estaba cerrando los ojos como si desease olvidar. —Fue por un propósito. —Escucha… —Blay sacudió la cabeza—. Realmente no tengo claro por qué me estás contando todo esto. Quise decir lo que dije… no necesito ninguna explicación sobre lo que haces con tu vida. Tú y yo… crecimos juntos y eso es todo. Sip, compartimos un montón de cosas en ese entonces y estuvimos el uno para el otro cuando importaba. Pero ninguno de nosotros puede encajar dentro de la ropa que solíamos llevar y esta relación entre nosotros es lo mismo. No encaja en nuestras vidas por más tiempo. Nosotros no… encajamos ya. Y escucha, no tenía intención de ponerme de mal humor en el camión. Pero creo que necesitas que sea claro en esto. ¿Tú y yo? Tuvimos un pasado. Eso es. Eso es… todo lo que tendremos nunca.

Qhuinn miró hacia otro lado, su cara una vez más en las sombras. Blay se obligó a seguir hablando. —Sé que esto… lo de Layla… es una gran oportunidad para ti. O supongo que lo es… cómo podría no serlo si está embarazada. ¿Para mí? Honestamente deseo que ambos estéis bien. Pero no me debes ninguna explicación… y lo que es más, no las pido. He cambiado desde mi enamoramiento infantil… y eso es lo sentía por ti. En aquel entonces, era sólo capricho, Qhuinn. Así que, por favor, cuida de tu hembra y no te preocupes de que me corte las muñecas porque hayas encontrado a alguien a quien amar. Como lo he hecho yo. —Te lo he dicho. No estoy enamorado de ella. Espera por ello, pensó Blay para sí mismo. Porque está llegando. Esto era el clásico Qhuinn, justo aquí. El macho era increíble en el campo de batalla. Y leal hasta el punto de psicosis. E inteligente. Y sexual para la distracción. Y cien mil cosas más que Blay había tenido que admitir que nadie más estaba cerca de ser. Pero tenía un serio defecto y no era el color de sus ojos. No podía manejar las emociones. En absoluto. Qhuinn siempre había huido de cualquier cosa profunda… incluso si no podía moverse. Podía sentarse justo enfrente de ti y asentir y hablar, pero cuando las emociones se volvían fuertes para él, las dejaría en el interior de su piel. Sólo la salida perfecta. ¿Y si intentabas obligarle a enfrentarlas? Bien, eso no era posible. Nadie obligaba a Qhuinn a hacer nada. Y sip, seguro, había un montón de buenas razones para la forma como era. Su familia tratándole como a un maldito. La glymera bajando la vista sobre él. Habiendo sido desarraigado toda su vida. Pero sean cuales sean los factores de estrés, al final del día, el macho

iba a huir de cualquier cosa que fuese demasiado complicada o requiriese algo de él. Probablemente la única cosa que podía cambiar eso era un hijo. Así que no importaba lo que dijese ahora, no había duda de que estaba enamorado de Layla, pero habiendo pasado por la necesidad con ella y esperando ahora los resultados, estaba perdiendo la cabeza por la preocupación y alejándose de ella. Y por lo tanto de pie aquí, al lado de la carretera, parloteando sobre cosas que no tenían ningún maldito sentido. —Os deseo a los dos lo mejor —dijo Blay, el corazón martilleándole en el pecho—. Honestamente lo hago. Realmente espero que esto vaya bien para vosotros dos. En la tensa calma, Blay se retiró del agujero al que una vez más había caído, recuperando el camino de vuelta a la superficie, lejos de la dolorosa y ardiente agonía en el centro de su alma. —¿Ahora podemos volver al camión y terminar nuestro trabajo? — dijo de forma imparcial. Las manos de Qhuinn se levantaron brevemente hacia su cara, luego agachó la cabeza, empujó esos nudillos sangrantes dentro de los bolsillos de sus pantalones de cuero y emprendió el camino de vuelta al remolque. —Seh. Vamos a hacerlo.

Capítulo 6

—Oh, Dios mío, voy a correrme… voy a correrme… Más al sur, en el centro del Caldwell, en el aparcamiento detrás del Iron Mask, Trez Latimer estaba feliz de escuchar la noticia de última hora… y nada sorprendido. Pero nadie más en el área de tres condados necesitaba las últimas noticias. Mientras se introducía dentro y fuera de la muy dispuesta participante bajo su cuerpo, la calló besándola con dureza, la lengua entró en esa boca caliente, cortando todo ese comentario innecesario. El coche en el que estaban era estrecho y olía como el perfume de la mujer; dulce, picante y barato… mierda, la próxima vez iba a escoger una voluntaria con un SUV, o mejor aún, un Mercedes S550 con algo de espacio apropiado en la parte de atrás. Claramente, este producto de la Nissan no había sido fabricado para acoger a sus ciento veinte kilos follándose hasta reventar a una asistente dental medio desnuda. ¿O había sido asistente legal? No lo podía recordar. Y tenía problemas más urgentes de los que preocuparse. Con un movimiento brusco, puso fin al contacto de sus labios por lo cerca que estaba de su propia liberación, llevando lejos los colmillos que se extendían desde la mandíbula superior… y no quería cortarla por error: el sabor de sangre fresca podría lanzarle directo sobre otro tipo de borde más peligroso y no estaba seguro de que alimentarse de ella fuese una buena idea…

Cancélalo. Era una mala idea. Y no porque ella fuese simplemente una humana. Alguien les estaba viendo. Levantando la cabeza, miró fuera por la ventana del asiento trasero. Como Sombra, sus ojos eran tres o cuatro veces más perceptivos que los de los vampiros normales, y él podía atravesar fácilmente la oscuridad. Sip, alguien desde más a la izquierda de la entrada de empleados había sacado las palomitas y las chuches. Hora de ponerle fin a esto. Inmediatamente tomó el control, estirando la mano entre sus cuerpos, encontrando el sexo de la mujer e incitándolo mientras continuaba penetrándola, haciendo que se corriese tan fuerte que echó la cabeza hacia atrás y la golpeó contra la puerta. No hubo orgasmo para él. Como fuera. Alguien vagando alrededor llevó rápidamente sus juegos-y-diversión dentro de otro territorio y eso significaba que él tenía que cortar la mierda. Aunque no se corriese. Tenía un número de enemigos gracias a sus diferentes asociaciones. Y además había… complicaciones… que eran todas suyas. —Oh, mi maldito Dios… A juzgar por la explosiva exhalación, toda aquella torsión y pulsaciones que apretaban la gruesa polla de Trez, la asistente dental-legal-veterinaria estaba teniendo un buen momento de sacudidas. Él, sin embargo, ya se había retirado de estas tonterías mentales y bien podría haber estado acechando fuera del coche, disparando a ese… Era una hembra. Seh, quienquiera que fuera, era definitivamente de procedencia femenina…

Trez frunció el ceño cuando se dio cuenta de quién era. Mierda. Bien pensado, al menos no era un lesser. Un symphath. Un traficante de drogas del que necesitase preocuparse. Un chulo rival con una opinión. Un vampiro que estuviese fuera de lugar. iAm, su hermano… Pero nah. Sólo era una inofensiva mujer y qué lástima que no hubiese vuelta atrás a su pedazo de felicidad. Su estado de ánimo estaba arruinado. La asistente dental/asistente legal/veterinaria/peluquera estaba jadeando como si hubiera intentado cargarse un piano sobre los hombros al estilo bombero. —Eso fue… asombroso… eso… fue… Trez se retiró y metió su polla detrás de la bragueta. Las posibilidades de que fuese a tener un caso de pelotas de neón en media hora eran buenas, pero se las apañaría con eso cuando llegase. —Ere increíble. Eres el más increíble… Trez dejó que el bombardeo de palabras tontas cayese sobre él. —Tú también, pequeña. La besó para hacer que pareciese que se preocupaba… y lo hacía, en un sentido. Esas mujeres humanas que utilizaba, le importaban en el sentido de que eran seres vivos, dignas de respeto y amabilidad por la simple virtud de sus corazones latentes. Por un pequeño momento, le permitían usar sus cuerpos y a veces sus venas, y él apreciaba esos regalos, los cuales eran siempre dados de buena gana y a veces, más de una vez. Y lo último era el problema que estaba de pie allí. Subiéndose la cremallera, Trez maniobró cuidadosamente su enorme cuerpo alrededor para no aplastar a la compañera de diezminutos o hacerse una craneotomía con el techo del coche.

Sin embargo, la nena no parecía querer moverse. Simplemente estaba echada allí como un almohadón contra los asientos, las piernas todavía extendidas, su sexo aún preparado, sus pechos todavía descubiertos y desafiando la gravedad como dos melones pegados sobre su caja torácica. Debía estar debajo del músculo, pensó él. —Déjame vestirte —sugirió él, juntando las dos mitades de su sujetador de lazos. —Has sido tan fantástico… Ella era como gelatina —bueno, excepto por las tetas falsas durascomo-piedras— toda maleable y agradable, pero absolutamente inútil mientras la recomponía, la sentaba y alisaba sus extensiones. —Esto ha sido divertido, nena —murmuró, y quería decirlo. —¿Puedo verte otra vez? —Quizás. —Le sonrió de modo tirante para no mostrar sus colmillos —. Estoy por aquí. Ella ronroneó como un gato a eso, y luego procedió a recitar su número, el cual no se tomó la molestia de memorizar. La triste verdad sobre las mujeres como ella era que las había a montones: en esta ciudad de varios millones, tenía que haber un par de cientos de miles de veinteañeras con culos apretados y piernas sueltas que estuviesen buscando un buen rato. De hecho, había exactamente todas las variaciones de la misma persona, lo cual era el motivo para tenerlas nuevas. Con tanto en común, una puerta giratoria de nueva oferta era lo que necesitaba para mantenerlo interesado. Trez salió del coche un minuto y medio después, y no se molestó en borrar su memoria. Como Sombra, tenía muchos trucos mentales que podía convocar, pero había dejado de preocuparse por eso hacía años. No valía el esfuerzo… y a veces le gustaba una repetición.

Echó un vistazo rápido al reloj. Maldita sea, ya iba tarde para llegar a lo de iAm… pero sin duda tenía que tratar con el problema en la puerta trasera antes de cerrar el negocio. Mientras rumiaba y se paraba frente a la mujer, ella levantó la barbilla y se puso una mano en la cadera. Esta particular versión de dispuesto-y-con-ganas tenía extensiones de pelo rubias y le gustaban los pantalones cortos en vez de las faldas… por lo que se veía ridícula en el frío, con su mullido anorak rosa Patagonia y sus piernas y parte del culo desnudo al aire. Algo así como un bizcocho Sno Ballix sobre dos palillos. —¿Manteniéndote ocupado? —exigió ella. Estaba, evidentemente, tratando de mantenerse indiferente, pero dada la forma en que el stiletto estaba dando golpecitos, estaba caliente y molesta… y no de una buena forma. —Ey, nena. —Las llamaba a todas así—. ¿Estás teniendo una buena noche? —No. —Bueno, eso es muy malo. Te veré por aquí… La mujer cometió el error colosal de agarrar su brazo cuando iba a pasar cerca de ella, hundiéndole las uñas en su camisa de seda y clavándolas en su piel. La cabeza de Trez giró bruscamente, sus ojos llameando. Pero al menos se las arregló para contenerse antes de enseñar los colmillos. —¿Qué diablos crees que estás haciendo? —dijo ella, apoyándose en él. —¡Trez! —ladró alguien. De golpe, la voz de su jefa de seguridad impactó en su cerebro. Y era algo bueno. Las Sombras eran especies pacíficas por naturaleza… siempre y cuando no fueran agredidos.

Cuando Xhex se precipitó, como si supiera que el asesinato no estaba cien por cien fuera del reino de las posibilidades, él liberó su brazo de aquella sujeción de un tirón, sintiendo cinco llamaradas de dolor por las uñas de la mujer. Enterrando su furia, miró fijamente la cara de la mujer. —Vete a casa ahora. —Me debes una explicación… Él sacudió la cabeza. —No soy tu novio, nena. —¡Malditamente correcto, él sabe cómo tratar a una mujer! —Por lo tanto, vete a casa con él —dijo Trez sombríamente. —¿Qué haces, follar a una chica diferente cada noche de la semana? —Sip. Y a veces dos veces los domingos. —Mierda, debería haber borrado a esta. ¿Cuándo había estado con ella? ¿Hacía dos noches? ¿Tres? Ahora era demasiado tarde—. Vete a casa de tu hombre. —¡Me pones enferma! Jodido cabrón hijodeputa… Cuando Xhex dio un paso entre ellos y empezó a hablar en voz baja a la histérica, Trez estuvo más que feliz de tener el respaldo… porque, vaya, la chavala del Nissan escogió ese preciso momento para dar la vuelta en el aparcamiento y conducir directo hacia ellos. Bajando la ventanilla, sonrió como si le gustase mucho ser la otra mujer. —Te veré pronto, querido. Haz cola para el llanto: la nena con el anorak rosa, el novio y el trastorno de acoplamiento estalló en una juerga llorona digna de un cementerio. Yyyyyyyyyy naturalmente fue cuando iAm apareció.

Cuando la presencia de su hermano fue registrada, Trez cerró los ojos. Genial. Simple y maravillosamente jodido.

Capítulo 7

A unos diez bloques de la noche de mal-en-peor de Trez, Xcor limpiaba la hoja de su guadaña con un paño de gamuza que era suave como la oreja de un cordero. Al otro lado del callejón, Throe estaba al teléfono, hablando en voz baja. Había estado así desde que el tercero de los tres lessers que habían encontrado en este cuadrante de la ciudad fue enviado de vuelta al Omega. Xcor no estaba interesado en ninguna demora, de teléfono o de otra cosa. El resto de su Banda de Bastardos estaba en otra parte en el centro de la cuidad, buscando a uno u otro de sus enemigos… y preferiría estar ocupado de esa manera. Pero las necesidades biológicas eran indispensables. Maldita sea. Throe terminó la llamada y miró, su hermoso rostro dibujado en líneas serias. —Está dispuesta. —Qué amable por su parte. —Xcor envainó la guadaña y guardó en su sitio el trapo—. Estoy, sin embargo, menos interesado en su aquiescencia que en la cuestión de si es capaz. —Lo es. —¿Y cómo lo sabemos? Throe se aclaró la garganta y apartó la mirada. —Fui a ella anoche y me serví.

Xcor sonrió con frialdad. Así que eso explicaba la ausencia de su soldado… y la razón de la salida fue un alivio. Había temido que el otro macho hubiera… —Y cómo estuvo ella. —Es viable. —¿Probaste todos sus encantos? El gentilmacho, que una vez fue un miembro intelectual de la glymera, pero ahora resultaba útil, se aclaró la garganta. —Yo, ah… sí. —Y cómo eran. —Cuando no hubo respuesta, Xcor caminó a través de la nieve teñida de negro, acercándose a su segundo al mando—. ¿Cómo estuvo ella, Throe? ¿Mojada y complaciente? El rubor del macho se hizo más fuerte en el rostro perfectamente hermoso. —Es adecuada. —¿Cuántas veces la tuviste? —Varias. —Y en posiciones variadas, ¿espero? —Cuando sólo hubo un rígido movimiento de cabeza, Xcor se ablandó—. Bien, entonces has cumplido fielmente con tu deber hacia tus compañeros soldados. Estoy completamente seguro de que los demás también querrán participar tanto de la vena como del sexo. En el torpe instante de silencio que siguió, Xcor nunca lo admitiría ante nadie, pero había exigido detalles no para pinchar deliberadamente a su subordinado… sino porque se alegraba de que Throe se hubiera acostado con la hembra. Quería distancia entre el macho y lo que había sucedido en el otoño. Quería calendarios llenos de años, e innumerables hembras, y ríos de la sangre de otras hembras…

—Hay sólo una estipulación —dijo Throe. Xcor apretó la boca. Como la mujer en cuestión aún no le había visto, no podía ser más dinero… además, él no necesitaba alimentarse a partir de ahora. Gracias a… —Y esa es. —Tiene que hacerse en su domicilio. Mañana, a primera hora de la noche. —Ah. —Xcor sonrió con frialdad—. Entonces es una trampa. —La Hermandad no sabe quién hizo la petición. —Identificaste a seis machos, ¿verdad? —No usé nuestros nombres. —No importa. —Xcor echó un vistazo por el callejón, extendiendo sus sentidos, buscando un lesser o un Hermano—. No subestimo el alcance del rey. Y tú tampoco deberías. En efecto, sus propias ambiciones los habían enfrentado a todos ellos contra un enemigo de valor. El intento de asesinato contra la vida de Wrath el otoño anterior había sido su abierta declaración de guerra y, como se esperaba, hubo unas consecuencias previsibles: la Hermandad había encontrado la guarida de su Banda de Bastardos, se infiltró, y salió con la bolsa del rifle que contenía el arma que se había utilizado para poner una bala en la garganta del Rey Ciego. Sin lugar a dudas, iban por pruebas. La pregunta era, ¿de qué? Hasta el momento no sabía si el rey vivía o había muerto, y tampoco el Consejo, por lo que él entendía. De hecho, la glymera ni siquiera sabía que el atentado había ocurrido. ¿Wrath había sobrevivido? ¿O había sido asesinado y la Hermandad estaba en ese momento ocupada tratando de llenar la vacante? La Antigua Ley era muy clara sobre las reglas de sucesión… siempre y cuando el rey tuviera descendencia, que no tenía. Por lo que sería su siguiente pariente más cercano… asumiendo que hubiera alguno.

Xcor quería saber, pero no hacía preguntas. Lo único que podía hacer era esperar hasta que la noticia se presentara… y mientras tanto, sus soldados y él seguían matando lessers, y él siguió apuntalando su base de operaciones dentro de la glymera. Al menos ambos esfuerzos iban bien. Cada noche, apuñalaban asesinos y los devolvían al Omega. Y su contacto de muñeca débil en el Consejo, el no-particularmente-venerable Elan, hijo de Larex, demostró ser bastante ingenuo y maleable… dos características muy útiles en una herramienta desechable. Xcor estaba, sin embargo, cada vez más cansado del vacío de información. Y, de hecho, este asunto con la hembra que Throe había encontrado era necesario, pero lleno de peligros. Una hembra capaz de vender sus venas y su sexo a múltiples usuarios sin duda era capaz de cambiar información por dinero… y aunque Throe no hubiera dicho nada sobre sus identidades, había dado el número de ellos. La Hermandad debía haber supuesto correctamente que ninguno de la Banda de Bastardos estaba emparejado, y que tarde o temprano, en esta nueva tierra, requerirían de lo que habían tenido en cantidad suficiente en el Antiguo País. Tal vez esa hembra era ofrecida por el rey y su guardia privada. Bien, lo averiguarían al día siguiente. Las emboscadas se tendían fácilmente, y no había ni un momento más vulnerable que cuando un macho hambriento estaba en la garganta y entre las piernas de una mujer. Sin embargo, ya era hora. Sus soldados estaban dispuestos a luchar, pero sus rostros se veían agotados, los ojos hundidos y la piel demasiado tirante en sus mejillas. La sangre humana, ese débil sustituto, no proporcionaba suficiente fuerza, y sus bastardos habían estado viviendo de ella durante demasiado tiempo. Atrás en el Antiguo País, había habido suficientes mujeres para servir cuando se tenía la necesidad. Pero desde que habían venido al Nuevo Mundo, habían tenido que arreglárselas.

Si se trataba de una trampa, estaba dispuesto a luchar contra los Hermanos. Por otra parte, él había sido adecuadamente servido… Querida Virgen Escriba, no podía pensar en eso. Xcor se aclaró la garganta cuando el dolor en su pecho le hizo difícil tragar. —Dile a la hembra que la primera hora de oscuridad es demasiado temprano. En cambio, iremos a medianoche a ella. Y haz los arreglos para alimentarnos de humanas tan pronto como caiga la noche. Si los Hermanos están allí, nos enfrentaremos a ellos desde una posición de relativa fuerza. Las cejas de Throe se elevaron como si estuviera impresionado por el pensamiento de Xcor. —Aye. Eso haré. Xcor asintió con la cabeza y apartó la mirada. En el silencio, los acontecimientos del otoño se agolparon entre ellos, enfriando aún más el aire frío de diciembre. Esa sagrada Elegida siempre estaba con ellos. —La luz del día se acerca rápidamente a nosotros —dijo Throe con su acento perfecto—. Ha llegado el momento de partir. Xcor miró hacia el este. El resplandor del amanecer aún tenía que llegar, pero su segundo al mando tenía razón. Pronto… muy pronto… la luz mortal del sol caería, y no importaría que se encontrara en su punto más débil, con el solsticio de invierno tan recientemente pasado. —Saca a los soldados del campo —dijo Xcor—. Y reúnelos en la base. Throe escribió en alguna combinación de letras en un mensaje que Xcor no habría sido capaz de leer. Y luego el soldado guardó el teléfono con el ceño fruncido.

—¿No vas a volver? —preguntó Throe. —Ve. —¿Estás debilitado? —dijo el otro soldado suavemente, después de una larga pausa. En ese momento, Xcor pensó en cada uno de sus luchadores. Zypher, el conquistador sexual. Balthazar, el ladrón. Syphon, el asesino. Y el otro que no tenía ningún nombre, y demasiados pecados para contarlos. Así que se referían a él como Syn. Después consideró al justo y leal Throe, su segundo al mando. El perfectamente criado y de impecable línea de sangre Throe. El guapo y atractivo Throe. —Ve ahora —le dijo al macho. —¿Y qué hay de ti? —Ve. Throe vaciló y, en la pausa, la noche en que Xcor casi había muerto volvió a ellos. ¿Cómo podía no hacerlo? —Como desees. Su soldado se desmaterializó, dejando solo a Xcor de pie contra el viento. Cuando estuvo seguro de que se había ido, envió sus moléculas igualmente a las ráfagas frías, aventurándose hacia el norte, a un prado que estaba cubierto de nieve. Tomando forma, se quedó de pie en la base de la pequeña colina, mirando el bonito árbol que estaba en pie orgulloso y encantador en la cima. Pensó en la subida suave del pecho de una hembra, de su elegante clavícula, de la más sublime columna de un pálido cuello… Cuando el viento azotó su espalda, cerró los ojos y dio un paso hacia adelante, arrastrado para regresar al lugar donde había conocido a su pyrocant. ¿Dónde estaba su Elegida?

¿Todavía vivía? ¿La Hermandad había tomado su vida por su amable, generoso y desconocido regalo al enemigo de su rey? Xcor sabía que habría muerto sin su sangre. Gravemente herido durante el atentado contra la vida de Wrath, había estado al borde de expirar cuando Throe le había llevado hasta este campo y convocó a la Elegida y el acto fue llevado a cabo. Throe lo había tramado todo. Y, en el proceso, incrustó una maldición en el oscuro corazón de Xcor. Sus ambiciones permanecieron tal cual habían estado: Tenía la intención de luchar por el trono del Rey Ciego y reinar sobre los vampiros. Sin embargo, había una debilidad crítica que lo perseguía. Esa hembra. Ella había sido injustamente involucrada en el conflicto entre machos con dagas empuñadas, una inocente que había sido manipulada y luego usada. Se preocupaba profundamente por su bienestar. De hecho, él sólo lamentaba una cosa en su vida de malas acciones. Si no hubiera enviado a Throe en los brazos de la Hermandad, su segundo al mando no se habría cruzado en su camino y se habría alimentado de ella. Y excepto por esa intersección, Throe no la habría llamado más tarde pidiendo su servicio, y ella no habría venido a ellos en ese campo… y Xcor nunca habría mirado en aquellos ojos compasivos. Y perdido una parte de sí mismo. Él era sólo un sucio y deforme canalla sin caballerosidad, un traidor del orden y protección bajo los que ella vivía por derecho. Él no se había merecido su regalo. Y tampoco Throe… y no porque hubiera caído de su anterior alta posición dentro de la glymera. Ningún macho mortal lo merecía.

Deteniéndose bajo el árbol, Xcor contempló el lugar donde había estado tendido ante ella… donde ella se arrodilló sobre él y se abrió la muñeca, y él abrió la boca para recibir el poder que sólo ella podía darle. Hubo un momento en el que sus ojos se encontraron y el tiempo se detuvo… y entonces ella bajó lentamente la muñeca a su boca. Oh, ese contacto demasiado breve. Había estado convencido de que ella no era más que una aparición de su mente errante, pero cuando Throe le había llevado de vuelta a la guarida, había llegado a su conciencia que ella era real. Muy real. Habían pasado semanas. Y entonces una tarde, fuera en la ciudad, la había sentido, y había seguido el eco de la sangre de ella en sus venas para verla. En el transcurso de aquellos minutos y horas, ella había descubierto la verdad sobre él: Ella había mirado en la oscuridad, directamente a él, y su angustia había sido evidente. Después de eso, se habían infiltrado en su guarida. Probablemente debido a sus indicaciones. Con una ráfaga de viento, la nieve comenzó a caer otra vez, los copos de nieve se espesaban en el aire, arremolinándose, entrando en sus ojos. ¿Dónde estaba ella ahora? ¿Qué habían hecho con ella? Hacia el este, el resplandor del amanecer comenzó a tomar fuerza a pesar de la capa de nubes, y los ojos le quemaron, por lo que procuró mantenerlos fijos en el melocotonero precursor de la luz del día, sólo por el dolor. Nunca antes había sido desgarrado por sus emociones de esta manera. Toda su vida había sido entrenado únicamente en la supervivencia, primero durante sus años en el campo de guerra, y

luego durante los eones bajo el Bloodletter, y ahora en esta era actual como el jefe de su banda de luchadores. Pero ella le había golpeado, creando una fisura vital. Tan seguro como que ella le había dado la vida, se había llevado una parte de él, y ahora no sabía qué hacer. Tal vez se quedaría aquí de pie y se permitiría ser incinerado. Parecía una situación más fácil que bajo la que vivía ahora… ¿Qué destino la había acontecido? Tenía que saberlo. Era tan decisivo como su lucha por el trono.

Capítulo 8

—Entonces ¿dónde arrojasteis los cuerpos? —exigió V cuando salió por la puerta trasera del centro de entrenamiento. Mientras Qhuinn esperaba que John y Blay salieran del remolque, dejó que uno de ellos respondiera la pregunta de V. Estaba demasiado cansado para preocuparse... de hecho, mientras miraba por el parabrisas y echaba un vistazo al aparcamiento subterráneo de la instalación, consideró tumbarse sobre el asiento delantero del camión y dormirse. Demasiado jodidamente cansado para preocuparse por nada más. Al final, sin embargo, siguió el ejemplo de John y sacó su lamentable culo por la puerta del conductor. Tenía que ir a ver a Layla, y eso no iba a suceder desde aquí. A pesar de la confrontación en el borde de la carretera, al menos John, Blay y él habían funcionado bien juntos en el camino a casa. Unos dieciséis kilómetros antes del atajo al complejo de la Hermandad, habían salido por camino forestal, sacaron a los dos muertos, y lanzaron los cuerpos a un pozo natural que no tenía fondo que cualquiera pudiera ver. Después fue asunto de dar marcha atrás, dar la vuelta en la carretera, y desaparecer en la distancia, permitiendo que la nieve, que había comenzado a caer en serio otra vez, cubriera sus huellas, así como varios goterones que habían dejado un rastro de sangre rojo brillante. Para el mediodía, suponiendo que las estimaciones de acumulación fueran correctas, sería como si nada en absoluto hubiera sucedido. Un trabajo de nieve perfecto. Ja-ja.

Supuso que debería sentirse mal por las familias de los chicos muertos... nadie encontraría nunca esos restos. Pero las pruebas circunstanciales sugerían que los dos tipos habían vivido al margen, y no porque fueran hippies: en sus bolsillos habían encontrado pistolas, cuchillos, una navaja de muelle, hierba, y un poco de X. Y sólo Dios sabía lo que había en esas mochilas. Las vidas violentas tendían a acabar violentamente. —... hijo de puta —decía V mientras caminaba alrededor del Hummer en la plataforma del remolque—. ¿Contra qué coño chocaron? ¿Una barricada de cemento? John dijo algo por señas y V miró bruscamente a Qhuinn. —¿Qué demonios estabas pensando? Podrías haberte matado. Qhuinn se golpeó en el pecho. —Todavía late. —Tonto del culo. —Pero el Hermano sonrió, mostrando los colmillos afilados—. Bah, yo habría hecho lo mismo. Por el rabillo del ojo, Qhuinn notó que Blay estaba en silencio y discretamente se dirigía hacia la puerta que daba a las instalaciones. Iba a desaparecer en un segundo y medio, terminando con el drama que había vuelto a caer a sus pies. Qhuinn sintió una urgencia repentina y sorprendente de seguir al guerrero hasta el vestíbulo y lejos de miradas curiosas. Pero como si necesitara otro intento para…...

Tu primo me da lo que necesito. Todo el día. Cada día. Oh, Jesús, iba a vomitar. —Entonces ¿otros efectos personales? Qhuinn se sacudió rápidamente las gilipolleces y encendió su modo útil. —Voy a por ellos.

Saltando sobre la plataforma, forzó la arrugada puerta de atrás del Hummer y se coló por un hueco de treinta centímetros hasta el asiento trasero. Se sentía bien meter su cuerpo en lugares en los que no encajaba y no cabía... daba a su mente algo que hacer, y los pequeños ays de sus heridas eran otra fantástica distracción. Las dos mochilas habían estado rebotando por todas partes. Encontró la que habían visto primero en el hueco del volante detrás del asiento del pasajero, y la otra estaba en la parte delantera encima del freno y el acelerador. Un equipaje extraño para esos dos por lo que él sabía; el aspecto de excursionista no iba con todas las otras cosas de tío urbano que los fiambres habían estado luciendo. De un modo más de escuela secundaria que de intermediario en el comercio de drogas. A menos que necesitaran un lugar para poner sus medallas al mérito de laboratorio de meta o alguna mierda. Cuando Qhuinn se arrastró de vuelta al asiento trasero, tomó la repentina decisión de no salir de la manera que entró. Retorciéndose, se tumbó en el cuero arruinado y llevó las rodillas hasta el pecho. Con una inhalación rápida, golpeó con las shitkickers en la puerta del otro lado y la abrió, las bisagras de metal se desgarraron con un chirrido y el panel rebotó con un estruendo en el hormigón. Satisfactorio. Mientras los sonidos hacían eco por el aparcamiento, V encendió uno de sus liados a mano y se inclinó en el agujero que Qhuinn acababa de hacer. —Sabes que tienen manillas para eso, ¿verdad? Qhuinn se incorporó... y se dio cuenta de que acababa de abrir de una patada el único lado que no había sido destrozado. Bien, si eso no era una metáfora de toda su jodida vida a este punto.

Lanzó el par de mochilas, saltó, aterrizando con fuerza mientras John agarraba la carga útil y empezaba a abrir la cremallera. Mierda. Blay se había marchado. La puerta al centro de formación se estaba cerrando. Maldiciendo en voz baja, murmuró: —Cualquier teléfono móvil todavía tiene que estar dentro en algún sitio... aunque las ventanas están destrozadas, el cristal sigue intacto, por lo que nada debería haber salido volando. —Bueno, bueno, bueno... —dijo el Hermano con una exhalación. Qhuinn frunció el ceño y echó un vistazo a lo que John había encontrado. Qué... demonios... —¿Estás tomándome el pelo? Su mejor amigo acababa de sacar un tarro de cerámica... una baratija, como la que te dan en el departamento de artículos para el hogar en Target. Y vaya. El otro tío también había guardado uno. ¿Cuáles eran las posibilidades...? —Tenemos que encontrar esos teléfonos —refunfuñó Qhuinn, saltando sobre la plataforma otra vez—. ¿Alguien tiene una linterna? Vishous se quitó el guante de cuero forrado de plomo y levantó la mano que brillaba intensamente. —Seguro chèrie. Cuando el Hermano saltó en el borde delgado de la plataforma, Qhuinn se flexionó y volvió al compartimento trasero del Hummer. —No me golpees con esa cosa, ¿quieres, V? —Sería una zurra que nunca olvidarías, te lo prometo. Tío, esa mano era práctica. Cuando V la metió dentro, todo el interior se iluminó brillante como el día, toda la carnicería del interior arrojaba sombras nítidas y oscuras. Arrastrándose, Qhuinn alcanzó debajo de los asientos, acariciando con las manos, estirándose en los

rincones. El olor era espantoso, una combinación repugnante de gasolina, plástico quemado, y sangre fresca... y cada vez que bajaba una mano, levantaba el residuo del polvo de los air bags. Pero valió la pena todas las posturas de pseudo yoga. Salió con un par de iPhones. —Odio esas cosas —refunfuñó V mientras volvía a ponerse el guante y cogía el juego completo. Volviendo al aire relativamente fresco, Qhuinn aguantó la respiración e hizo crujir el cuello, luego bajó de un salto otra vez. Había una especie de conversación en ese momento y asintió con la cabeza un par de veces como si supiera qué coño se estaba diciendo. —Escucha, te importa si me tomo un descanso y me pongo en contacto un segundo —interrumpió. Los ojos de diamante de V se entrecerraron. —¿Con quién? Justo en ese momento, John saltó, preguntando sobre el Hummer y su plan de rehabilitación... como alguien agitando una antorcha delante de un T-rex para desviarlo. Cuando V empezó a hablar sobre el futuro del SUV como escultura de césped, Qhuinn casi lanzó un beso a su compañero. Nadie sabía lo de Layla excepto John y Blay... y las cosas tenían que permanecer de esa manera durante este primer momento. Como Qhuinn era el ahstrux nohtrum de John, no podía ir muy lejos... y no lo hizo. Se apoyó en la puerta a la que Blay había dado buen uso y sacó su teléfono. Mientras marcaba una de las extensiones de la casa y esperaba los tonos, se quedó mirando su vehículo destrozado. Podía recordar la noche que consiguió la maldita cosa. Aunque sus padres habían tenido dinero, no habían sentido una gran ardiente necesidad de proveerle como habían hecho por su hermano y su

hermana. Antes de su transición, lo había obtenido vendiendo humo rojo a escondidas, pero no había hecho una gran cantidad de tráfico... sólo lo suficiente para cerrar el hueco de su miserable paga y dejar de gorronear de Blay todo el tiempo. La crisis de liquidez terminó tan pronto como fue promovido a la guardia personal de John. Su nuevo trabajo vino con un sueldo serio... setenta y cinco mil dólares al año. Y considerando que no pagaba impuestos al estúpido gobierno humano, y que su alojamiento y comida estaban pagados, tenía muchos verdes de sobra. El Hummer había sido su primera gran compra. Había hecho su investigación en internet, pero la verdad era que ya sabía lo que quería. Fritz había salido y había hecho la negociación y la compra oficial... y aquella primera vez que Qhuinn se había sentado detrás del volante, girado la llave y sentido el estruendo bajo el capó, casi lloró como un blandengue. Ahora estaba destrozado: Él no era precisamente un mecánico, pero el daño estructural era tan grave que simplemente no tenía sentido salvarlo... —¿Hola? El sonido de la voz de Layla le hizo volver a prestar atención. —Hey. Acabo de regresar. ¿Cómo te sientes? La enunciación precisa que volvió a él le recordó a sus padres, cada palabra perfectamente pronunciada y elegida con cuidado. —Estoy bien, muchas gracias. He descansado y he visto la televisión, como sugeriste. Tenían un maratón de Million Dollar Listing. —¿Qué demonios es eso? —Un programa donde venden casas en Los Ángeles... pensé por un momento que era ficción, pero ¿resulta que es un reality show? Pensé que ellos prepararon todo esto. Madison tiene un pelo fantástico... y

me gusta Josh Flagg. Es bastante perspicaz y muy amable con su abuela. Él le hizo una par de preguntas más, como qué había comido y si había dormido una siesta, sólo para que ella siguiera hablando... porque entre las sílabas, él buscaba pistas de incomodidad o preocupación. —Así que estás bien —dijo. —Sí, y antes de que preguntes, ya he pedido que Fritz me traiga la Última Comida. Y sí, me comeré todo el rosbif. Él frunció el ceño, no quería que ella se sintiera enjaulada. —Escucha, no es sólo por el bien del pequeño. También es por el tuyo. Quiero que estés bien, ¿sabes? Ella bajó un poco la voz. —Siempre has sido así. Incluso antes de que nosotros... sí, sólo has querido siempre lo mejor para mí. Concentrándose en la puerta del coche que había roto, pensó en lo bien que se había sentido patear la mierda de algo. —Bien, mi plan es ir al gimnasio un rato. Volveré a comprobar cómo estás antes de acostarme, ¿vale? —De acuerdo. Que estés bien. —Tú también. Cuando colgó, se dio cuenta de que V había dejado de hablar y lo estaba mirando como si tal vez algo estuviera fuera de lugar: el pelo en llamas, pantalones por los tobillos, cejas afeitadas. —¿Tienes una hembra, Qhuinn? —dijo el Hermano arrastrando las palabras. Qhuinn miró a su alrededor buscando una tabla salvavidas, y consiguió un montón de nada. —Ah...

V exhaló por encima del hombro y cruzó. —Lo que sea. Voy a ir a trabajar en estos teléfonos. Y tienes que comprarte otro vehículo... cualquier cosa siempre y cuando no sea un Prius. Hasta luego. Cuando John y él estuvieron solos, estaba bastante claro que el tipo se estaba preparando para decir algo sobre el enfrentamiento al lado de la carretera. —No quiero oírlo, John. No tengo fuerzas en estos momentos.

Mierda, dijo John. —Eso lo cubre todo, compañero. ¿Te diriges a la casa? Bajo la interpretación estricta del trabajo de ahstrux nohtrum, Qhuinn tenía que estar con John veinticuatro/siete. Pero el rey les había dado una dispensa si estaban dentro de los límites del complejo. De lo contrario Qhuinn habría estado aprendiendo demasiado sobre su amigo y Xhex. Y John habría tenido que presenciar que él y Layla... um, sí. Cuando John asintió con la cabeza, Qhuinn abrió la puerta y la sostuvo. —Después de ti. Se negó a mirar a su amigo a la cara cuando el guerrero pasó por delante, simplemente no podía hacerlo. Porque sabía exactamente lo que estaba en la mente del tipo... y no tenía ningún interés en hablar de lo que había ocurrido en ese tramo de carretera por el que había andado antes. Ni de la mierda de esta noche. Ni de la mierda desde... todas aquellas noches atrás gracias a la Guardia de Honor. Había terminado con lo de hablar de eso. La mierda nunca ayudaba a nadie sobre nada. *

*

Saxton, hijo de Tyhm, cerró el último Libro de Historia Oral, y sólo pudo contemplar la cubierta de cuero de grano fino con sus detalles repujados en oro. El último. No podía creerlo. ¿Cuánto tiempo había durado esta investigación? ¿Tres meses? ¿Cuatro meses? ¿Cómo podía haber acabado? Una revisión visual rápida de la biblioteca de la Hermandad, con sus cientos y cientos de volúmenes de leyes, discursos y decretos reales... y pensó, sí, en efecto, se habían necesitado meses y meses para repasarlos todos. Y ahora, con la indagación completa, las anotaciones hechas, y el camino legal para lo que el rey quería llevar a cabo labrado, debería haber habido un sentimiento de realización. En cambio, sentía temor. En su formación y práctica como abogado había abordado problemas delicados antes, sobre todo después de haber venido aquí, a esta casa enorme y comenzado a funcionar como abogado personal del Rey Ciego: las Antiguas Leyes eran muy complicadas, arcaicas no sólo en su redacción, sino en su mismo contenido... y el soberano de la raza vampira no era así en absoluto. El pensamiento de Wrath era tanto franco como revolucionario y cuando afectaban a su reinado el pasado y el futuro, raramente coexistían sin una buena dosis de reformulación... de las Antiguas Leyes, ¿cierto? Sin embargo, esto era a un nivel completamente diferente. Wrath, como soberano, en verdad podía hacer mucho de lo que quería, a condición de que los precedentes apropiados estuvieran identificados, rehechos y documentados. Después de todo, el rey era la ley viva y encarnada, una manifestación física del orden necesario para una sociedad civilizada. El problema era que la tradición no ocurría por accidente; era el resultado de generaciones sobre generaciones que vivían y tomaban decisiones basadas en un conjunto de ciertas reglas que eran aceptadas por el pueblo. Los pensadores

progresistas que tratan de dirigir sociedades arraigadas y conservadoras en nuevas direcciones tendían a encontrarse con problemas. Y esta... ¿modificación adicional del modo en que las cosas estaban hechas? En el actual ambiente político, donde el liderazgo de Wrath ya se estaba poniendo en duda... —Estás absorto en tus pensamientos. Con el sonido de la voz de Blay, Saxton brincó y casi perdió su Montblanc por encima del hombro. Inmediatamente, Blay estiró la mano como para calmar lo que había sido perturbado. —Oh, siento... —No, está bien, yo... —Saxton frunció el ceño cuando observó la ropa mojada y ensangrentada del soldado—. Querida Virgen Escriba... ¿qué ha sucedido esta noche? Evidentemente, en lugar de responder, Blay se dirigió hacia el bar en la antigua cómoda abombada de la esquina. Cuando se tomó su tiempo para elegir entre el jerez y un Dubonnet, quedó bastante claro que estaba preparando una secuencia de palabras en su cabeza. Lo que significaba que tenía que ver con Qhuinn. De hecho, a Blay no le gustaba ni el jerez ni el Dubonnet. Y, en efecto, se sirvió un oporto. Saxton se reclinó en su silla y levantó la mirada hacia la araña de luces que colgaba tan lejos sobre el suelo. La lámpara era una muestra impresionante de Baccarat, fabricada a mediados del siglo diecinueve, con todos los cristales de vidrio emplomado y el cuidadoso trabajo manual que uno esperaría. La recordó balanceándose de un lado a otro sutilmente, las refracciones de la luz arco iris centelleaban por todo el cuarto.

¿Cuántas noches desde que había ocurrido eso? ¿Cuánto tiempo desde que Qhuinn había servido a esa Elegida directamente encima de esta habitación? Nada había sido lo mismo desde entonces. —Un coche averiado. —Blay tomó un largo trago—. Sólo problemas mecánicos. ¿Es por eso que tus pantalones están mojados, y hay sangre en la parte delantera de tu camiseta? se preguntó Saxton. Y sin embargo, se guardó la pregunta para sí mismo. Se había acostumbrado a mantener las cosas para sí mismo. Silencio. Blay se terminó el oporto y se sirvió otro con el tipo de presteza normalmente reservado para los borrachos. Que él no era. —Y... ¿tú? —dijo el macho—. ¿Cómo va tu trabajo? —He acabado. Bueno, casi. Los ojos azules de Blay volvieron a alzarse. —¿En serio? Pensé que ibas a estar con esto para siempre. Saxton trazó ese rostro que conocía tan bien. Esa mirada que había estudiado durante lo que parecía toda una vida. Esos labios a los que había pasado horas unido. La aplastante sensación de tristeza que sentía era tan innegable como la atracción que le había traído a esta casa, su trabajo, su nueva vida. —Y yo —dijo después de un momento—. Yo, también... pensé que iba a durar mucho más tiempo del que lo hizo. Blay bajó la mirada hacia su vaso. —¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que empezaste?

—No... No me acuerdo. —Saxton levantó una mano y se frotó el puente de la nariz—. No importa. Más silencio. En el que Saxton estaba dispuesto a apostar el mismo aliento en sus pulmones que la mente de Blaylock se había retirado al otro macho, al que amaba como a nadie más, su otra mitad. —Entonces, ¿qué era? —preguntó Blay. —¿Disculpa? —Tu proyecto. Todo este trabajo. —Blay hizo un gesto con su vaso elegantemente—. Estos libros que has estado estudiando minuciosamente. Si has terminado, ahora puedes decirme de qué se trataba, ¿verdad? Por un instante, Saxton consideró decir la verdad... que había habido otras cosas, igualmente urgentes e importantes que se había callado. Cosas con las que había pensado que podía vivir, pero que, con el tiempo, habían demostrado ser una carga demasiado pesada de llevar. —Te enterarás muy pronto. Blay asintió con la cabeza, pero fue con esa distracción vital que había tenido desde el principio. Excepto que entonces dijo: —Me alegro de que estés aquí. Las cejas de Saxton se alzaron. —¿De verdad...? —Wrath debería tener un abogado realmente bueno a su lado. Ah. Saxton empujó su silla hacia atrás y se puso de pie. —Sí. Muy cierto. Fue con un extraño sentimiento de fragilidad que él juntó sus resmas de papeles. Ciertamente parecía, en ese momento tenso, triste, como si ellos fueran todo lo que le sostenía, esas hojas

frágiles pero poderosas con sus incontables palabras, cada una escrita a mano y elaborada con cuidado, contenidas con esmero en sus líneas del texto. No sabía qué haría sin ellos en una noche como esta. Se aclaró la garganta. —¿Qué planes tienes para lo poco que queda de la noche? Mientras esperaba la respuesta el corazón le latía con fuerza dentro del tórax, porque él, y solo él, parecía darse cuenta de que la tarea encomendada por el rey no era lo único que llegaba a su fin esta noche. De hecho, el optimismo infundado que lo había sostenido en las etapas iniciales de esta aventura amorosa había decaído en una especie de desesperación, que le había tenido agarrándose a un clavo ardiendo de un modo inusitado... pero ahora, incluso eso se había ido. Era irónico, en realidad. El sexo era sólo una conexión física pasajera... y hubo muchas veces en su vida en las que eso había sido todo lo que estaba buscando. Incluso con Blaylock, al principio, así había sido el caso. Con el tiempo, sin embargo, el corazón se había visto involucrado y eso le había dejado donde estaba esta noche. Al final de la carretera. —... hacer ejercicio. Saxton se sacudió. —¿Disculpa? —Voy a ir a hacer ejercicio un rato.

¿Después de haberte tomado una licorera de oporto? pensó Saxton. Por un momento, sintió la tentación de presionar para obtener detalles precisos sobre la noche, el minucioso quiénes y qués y dóndes, como si pudieran liberar algún tipo de alivio. Pero sabía que no. Blay era un alma compasiva y amable y la tortura era algo que hacía sólo como parte de su trabajo cuando era necesario.

No vendría ningún alivio, no de cualquier combinación de sexo, conversación, o silencio. Sintiendo como si se estuviera preparando, Saxton se abrochó la americana con botonadura doble y comprobó que el pañuelo estaba en su lugar. Una rápida pasada por el pecho reveló que su bolsillo cuadrado estaba meticulosamente arreglado, pero los puños franceses de su camisa necesitaban un fuerte tirón, y se encargó de eso inmediatamente. —Necesito tomar un descanso antes de prepararme para hablar con el rey. Los hombros me están matando por haber estado en ese escritorio toda la noche. —Date un baño. ¿Podría desentumecer los músculos? —Sí. Un baño. —Nos vemos más tarde, entonces —dijo Blay mientras se servía otro y se acercaba. Sus bocas se encontraron en un beso breve, después del cual Blay dio la vuelta y salió al vestíbulo, desapareciendo por las escaleras para ir a cambiarse. Saxton lo vio partir. Incluso avanzó un par de pasos para poder ver esas shitkickers, como los hermanos las llamaban, subir la magnífica escalera un escalón cada vez. Una parte de él gritaba que siguiera al macho hasta su dormitorio y lo ayudara a salir de esa ropa. Emociones aparte, la chispa física entre ellos dos siempre había sido fuerte y sintió como si ahora quisiera explotar eso. Salvo que incluso esa tirita se deshilachaba. Se acercó y se sirvió una copa de jerez, bebió un sorbo y fue a sentarse frente al fuego. Fritz había renovado la madera no hacía mucho tiempo, y las llamas eran brillantes y activas sobre la pila de troncos.

Esto iba a doler, pensó Saxton. Pero no lo iba a romper. Con el tiempo lo superaría. Sanaría. Seguiría adelante. Los corazones se rompen todo el tiempo... ¿No había una canción sobre eso? La pregunta era, por supuesto, cuándo hablar con Blaylock sobre ello.

Capítulo 9

El sonido de los esquís de fondo deslizándose sobre la nieve era un susurro rítmico, repetido a un ritmo rápido. La tormenta que se había desplazado desde el norte había despejado después del amanecer y el sol que brillaba bajo el borde de la cubierta de nubes cortaba a través del bosque hasta el brillante suelo. Para Sola Morte, los rayos de oro parecían cuchillas. Más adelante, su objetivo se presentaba como un huevo Fabergé colocado en un stand: la casa sobre el río Hudson era una obra maestra arquitectónica, una jaula de vigas aparentemente frágiles que sostenían montones y montones de innumerables paneles de cristal. Por todas partes, los reflejos del agua y el sol naciente eran como fotografías captadas por un verdadero artista, imágenes congeladas en la construcción misma de la propia casa.

No me podrían pagar para que viviera así, pensaba Sola. ¿A menos que todo fuera a prueba de balas? Pero, quién tenía el dinero para eso De acuerdo con el departamento de registros público de Caldwell, la tierra había sido comprada por un tal Vincent DiPietro dos años antes, y desarrollado por la propia compañía de bienes raíces del hombre. No se había escatimado ningún gasto en la construcción, al menos, teniendo en cuenta la valoración de las listas de contribuyentes, que estaba por encima de los ocho millones de dólares. Justo después de terminar la construcción, la propiedad

cambió de manos, pero no a una persona, sino a un serio fondo inmobiliario con sólo un abogado en Londres como fiduciario. Sin embargo sabía quien vivía aquí. Él era el motivo por el que había venido. También era la razón por la que se había armado tan a fondo. Tenía un montón de armas en lugares de fácil acceso: un cuchillo en una funda en la parte baja de la espalda, una pistola en la cadera derecha, un cable oculto en el cuello de su parca de camuflaje blanca. Los hombres como su objetivo no apreciaban ser espiados, a pesar de que sólo iba en busca de información, y no para matarlo, no tenía ninguna duda de que si la encontraba en la propiedad, las cosas se pondrían tensas. Rápidamente. Mientras sacaba los prismáticos de un bolsillo interior, permaneció inmóvil y escuchó con atención. Ningún sonido acercándose por la espalda o los lados, y en frente, tenía una vista clara de la parte trasera de la casa. Por lo general, cuando era contratada para uno de estos trabajos, lo hacía de noche. Pero no con este objetivo. Los capos del narcotráfico llevaban a cabo sus negocios de nueve a cinco, pero eso sería de la noche a la mañana, no al revés. Durante el día era cuando dormían y follaban, así que era cuando se quería reconocer sus casas, aprender sus hábitos, obtener una lectura sobre su personal y de cómo se protegían durante su tiempo de inactividad. Enfocando la casa, hizo su evaluación. Puertas de garaje. Puerta trasera. La mitad de las ventanas que supuso daban a la cocina. Y luego a la totalidad de puertas correderas de cristal que iban del suelo al techo, flanqueando la parte trasera y la esquina que daba al río. Tres pisos de altura. Que pudiera ver, nada se movía dentro.

Tío, eso era un montón de cristal. Y dependiendo del ángulo de luz, podía ver el interior de algunas habitaciones, especialmente gran espacio abierto que parecía abarcar al menos la mitad de primera planta. El mobiliario era escaso y moderno, como si propietario no diera la bienvenida a gente que perdiera el tiempo.

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Apostaba que la vista sería increíble. Sobre todo ahora, medio cubierto por las nubes y el sol. Enfocando los prismáticos a los aleros bajo la línea del techo, miró las cámaras de seguridad, esperando una cada seis metros. Sí. Bueno, eso tenía sentido. Por lo que le habían dicho, el propietario era astuto como el que más, y ese tipo de desconfianza implacable tendía a ir acompañado de una buena dosis de comportamiento consciente sobre seguridad, incluyendo pero no limitado a guardaespaldas, coches blindados, y sin duda, monitorización constante de cualquier entorno en el que el individuo pasara cualquier cantidad de tiempo. El hombre que la había contratado tenía todo eso y más, por ejemplo. —Qué… —susurró, reorientando los prismáticos. Dejó de respirar para asegurarse de que nada se movía. Esto estaba… todo mal. Había un patrón de onda en lo que estaba dentro de la casa: los muebles que podía ver ondulaban sutilmente. Bajando las lentes de alta potencia, miró a su alrededor, preguntándose si tal vez el problema eran sus ojos. No. Todos los pinos del bosque se comportaban apropiadamente, inmóviles, con las ramas quietas en el aire frío. Y cuando levantó las lentes de aumento de nuevo, rastreó el tejado de la casa y los contornos de las chimeneas de piedra. Todos estaban totalmente inanimados.

Volvió al cristal. Inhalando profundamente, retuvo el oxígeno en los pulmones y se equilibró contra el tronco más cercano de abedul para darle a su cuerpo mayor estabilidad. Algo seguía estando mal. ¿Los marcos de las puertas correderas de cristal, las líneas de los porches y todo lo de la casa? Estático y sólido. Los interiores, sin embargo, parecían... pixelados de alguna manera, como una imagen compuesta que había sido creada para hacer que las cosas aparecieran como si fueran muebles… y la imagen hubiera sido superpuesta sobre algo como una cortina... que estaba sometida a una suave corriente de aire . Esto iba a ser un proyecto más interesante de lo que había supuesto. Informar sobre las actividades de este socio de negocios de un "amigo" no había encendido exactamente un fuego bajo su culo. Prefería mayores desafíos. Pero tal vez había algo más en esto de lo parecía a primera vista. Después de todo, el camuflaje significaba que se estaba escondiendo algo, y ella había hecho una carrera de apropiarse de cosas que la gente quería guardar: Secretos. Artículos de valor. Información. Documentos. El vocabulario utilizado para definir los nombres le era irrelevante. El acto de penetrar en una casa cerrada, en un coche, en una caja o un maletín y extraer lo que estaba buscando era lo que importaba. Era una cazadora. Y el hombre de la casa, quienquiera que fuese, era su presa.

Capítulo 10

A Blay no le importaba tener una pesa en la mano, mucho menos el tipo de hierro que había abajo en el gimnasio del centro de entrenamiento. Meterse aquel oporto con el estómago vacío le había dejado mareado y desequilibrado. Pero necesitaba tener algún tipo de dirección... un plan, un destino a donde arrastrar su lamentable culo. Todo lo que no fuera subir a su habitación, sentarse en la cama de nuevo, y empezar el día de la misma manera que había empezado la noche, fumando y con la mirada perdida en el espacio. Probablemente con más oporto. Al salir del túnel subterráneo, caminó a través de la oficina y abrió la puerta de cristal. Mientras avanzaba, todavía bebiendo un vaso medio lleno, su mente seguía dando vueltas, preguntándose cuando iba a terminar toda esta mierda entre él y Qhuinn. ¿En su lecho de muerte? Dios, no creía que pudiera aguantar tanto, suponiendo que tuviera una vida normal delante de él. Tal vez necesitaba salir de la mansión. Antes de que Wellsie muriera, Tohr y ella habían podido vivir en una casa propia. Diablos, si lo hacía, no tendría que ver a Qhuinn excepto durante las reuniones, y con tanta gente alrededor de la Hermandad, era fácil apartar la mirada. En realidad, lo había estado haciendo desde hacía un tiempo. De hecho, bajo esta casa, no tendrían que cruzarse en absoluto… John siempre estaba acompañado del tipo por todo el asunto del ahstrux nohtrum, y entre el horario de rotación y el modo en que el

territorio estaba dividido, Qhuinn y él nunca luchaban juntos excepto en caso de emergencia. Saxton podría ir y volver al trabajo… Blay se detuvo en la entrada de la sala de pesas. A través de la ventana de cristal vio un conjunto de pesas subiendo y bajando en la máquina reclinable y sabía de quien eran esas Nike. Maldita sea, no podía conseguir un descanso. Inclinándose, se golpeó la cabeza una vez. Dos veces. Tres… —Se supone que tienes que hacer repeticiones en las máquinas, no en la puerta. La voz de Manny Manello fue tan bien recibida como una patada con punta de acero en el culo. Blay se enderezó, y el mundo se balaaaaanceó un poco, hasta el punto que tuvo que apoyar subrepticiamente la mano libre en la jamba sólo para que el tema de equilibrio no asomara. También apartó su casi vacía bebida fuera de la vista. El médico probablemente pensaría que hacer ejercicio bajo los efectos del alcohol no era algo bueno. —¿Cómo estás? —preguntó Blay, a pesar de que no le importaba… y eso no era un comentario sobre el hellren de Payne. Todo le importaba una mierda en este momento. La boca de Manello empezó a moverse y Blay pasó el tiempo observando los labios del hombre formar y soltar sílabas. Un momento después, un adiós de algún tipo fue intercambiado, y a continuación, Blay estaba de nuevo solo con la puerta. Ir para quedarse allí parecía una absoluta estupidez y le había dicho al buen doctor que se iba. Además, había, qué, ¿veinticinco máquinas en la habitación? Además de barras y pesas libres. Cintas de correr. Elípticas... suficiente para todos.

No estoy enamorado de Layla.

Con una maldición, Blay entró y se preparó para un torpe oh-holaeres-tú. Excepto que Qhuinn ni siquiera se dio cuenta de la llegada. En vez de poner música, el tipo llevaba auriculares en los oídos y se había acercado a la barra hasta la barbilla así que estaba mirando hacia fuera, a la pared de hormigón. Blay se quedó tan atrás como fue posible y eligiendo una máquina al azar… pectorales. Cualquier cosa. Después de dejar el vaso y ajustar la fuerza de resistencia, se acomodó en el asiento acolchado, agarró las asas dobles y comenzó a empujar hacia fuera. Todo lo que tenía para mirar era Qhuinn. O tal vez eso era más porque sus ojos se negaban a ir a otro lugar. El macho llevaba una camiseta de tirantes negra que dejaba aquellos enormes hombros descubiertos por completo… y los músculos se flexionaban con fuerza cuando alcanzaba la cúspide del empuje, las colinas y los contornos de un luchador... no de un abogado… Blay se detuvo ahí. Era injusto hasta las náuseas hacer cualquier comparación de ese tipo. Después del último año más o menos, conocía el cuerpo de Saxton casi tan bien como el suyo, y el macho estaba hermosamente formado, tan delgado y elegante… Qhuinn realizó otro ascenso, el peso de la parte baja de su cuerpo tensó la fuerza de los brazos y el torso. Y, gracias a sus esfuerzos, el sudor le cubría toda la piel, haciendo que brillara bajo las luces. El tatuaje en la parte posterior del cuello se movió cuando se relajó y descendió para aferrar de nuevo y luego arriba otra vez. Y abajo. Y arriba. Blay pensó en el aspecto del macho cuando giraron en el Hummer: poderoso, masculino... erótico. Esto no estaba sucediendo.

De hecho, no estaba aquí sentado, mirando a Qhuinn de esta manera… Las imágenes de los últimos años se filtraron, convirtiendo su cerebro en una pantalla de televisión. Vio a Qhuinn inclinado sobre una mujer humana que había levantado el culo sobre el borde de una mesa plana, sus caderas bombeando mientras la follaba, las manos sobre las caderas para sostenerla en su lugar. Esa vez no llevaba camisa, y sus hombros se habían flexionado, como ahora. El duro cuerpo había sido bien utilizado. Había muchas imágenes como esa, con Qhuinn en posiciones diferentes con diferentes personas, hombres y mujeres. En un principio, justo después de su transición, había habido tal sensación de excitación cuando los dos iban de caza juntos, o mejor dicho, Qhuinn había ido de ronda y Blay había tomado lo que le había sido ofrecido. Así que mucho sexo con mucha gente, aunque en ese momento, Blay sólo se había encaprichado de hembras. Tal vez porque había sabido que estaban a salvo, que no "contaban" en muchos sentidos. Tan poco complicado en el principio. Pero en algún momento a lo largo del camino, las cosas habían comenzado a cambiar… y había empezado a darse cuenta de que mientras observaba a Qhuinn con las desconocidas, se estaba imaginando a si mismo bajo aquel cuerpo, recibiendo lo que el tipo era tan bueno en dar. Después de un tiempo, no había sido la boca de algún extraño en la polla de Qhuinn, sino la suya. Y cuando esos orgasmos llegaban, y siempre lo hacían, él era quien los tomaba. Eran sus manos sobre el cuerpo de Qhuinn, sus labios apretando con fuerza y sus piernas las que se extendían. Y eso lo había jodido todo. Mierda, podía recordar mantenerse despierto durante el día mirando al techo, diciéndose a sí mismo que cuando volvieran al club, a esos baños, o donde quieran que fueran, no lo haría de nuevo. Pero

cada vez que salían, era como un adicto al que se le ofrece el sabor exacto de pastillas que necesitaba. Luego fueron aquellos dos besos… el primero abajo en el vestíbulo, en la sala de examen de la clínica. Y había tenido que rogarlo. Y luego el segundo en su dormitorio, justo antes de que saliera con Saxton por primera vez. Había tenido que rogar por ello también. De repente, Blay dejó de fingir que estaba haciendo pesas y apoyó las manos sobre sus muslos. Se dijo que debía irse. Levantarse del puto asiento y salir antes de que Qhuinn se cambiara al siguiente aparato y su tapadera volara. En lugar de eso, se encontró volviendo la mirada a esos hombros, a esa columna vertebral, a la estrecha cintura y ese culo aún más apretado, a esas musculosas piernas. Tal vez fuera el alcohol. La postcombustión de esa discusión en la plataforma. Todo el asunto del sexo-con-Layla… Pero en ese momento, estaba cachondo. Duro como una piedra. Listo para ello. Blay miró a la parte delantera de sus pantalones cortos… y se sintió como si se hubiera disparado a la cabeza. Oh, Jesús, tenía que salir de aquí ahora mismo. *

*

Mientras Qhuinn continuaba serie tras serie de subidas, con las manos entumecidas y sentía como los bíceps le eran arrancados de los huesos con cuchillos romos, y eso era sólo parloteo sin sentido en comparación con los hombros. Estos eran el verdadero problema. Claramente alguien se había acercado por detrás, había extendido barniz sobre ellos y luego los había pulido con una lijadora industrial.

Ni idea de cuántas repeticiones había hecho. Ni una pista de cuántos kilómetros había corrido. Ningún recuento de los abdominales, sentadillas o embestidas. Sólo sabía que iba a seguir. Objetivo: agotamiento total. Quería pasar a desmayarse en el momento que subiera las escaleras y se pusiera horizontal sobre la cama. Dejándose caer desde la barra, se puso las manos en las caderas, bajó la cabeza y respiró entrecortadamente. El hombro derecho se agarrotó inmediatamente, pero ese era su lado dominante, por lo que se lo esperaba. Para aflojar el nudo de músculos, trazó un gran círculo con el brazo mientras se giraba… Qhuinn se congeló. Al otro lado de las colchonetas azules, Blay estaba en la máquina más cercana a la puerta, sentado tan inmóvil como las pesas que no estaba levantando. La expresión de su rostro era volcánica. Pero no estaba loco. No, no lo estaba. Tenía una erección lo suficientemente grande para verla desde el otro lado del cuarto. Tal vez de todo el estado. Qhuinn abrió la boca. La cerró. La abrió otra vez. Al final, decidió que era un buen ejemplo de cómo la vida nunca fallaba en sorprenderte. ¿De todas las situaciones en las que había pensado encontrarse alguna vez? Esta no era una de ellas. No después de... bueno, de todo. Se quitó los auriculares y los dejó colgados en el cuello, el ritmo atronador bajó del rugido del concierto a un impotente siseo. ¿Es por mí? quería preguntar.

Por un segundo, pensó que podría ser, pero claro, ¿cómo de arrogante era eso? El tipo acababa de dar un discurso sobre cómo los dos eran nada más que trabajadores por horas trabajando lado a lado en cubas de grasas trans. Luego, Blay se presenta con una erección del tamaño de una barra de hierro, y lo primero que le venía a la mente fue que podría, posiblemente, tal vez, más o menos, algo así cómo... ¿ser para él? Era un capullo, eso es lo que era. Y P.D. ¿qué diablos iba a hacer si de repente se encontraba en un universo paralelo, con Blay soltando un eh, que tal en ese departamento? Por supuesto que deseaba al tipo. Por el amor de Dios, siempre le había deseado, hasta el punto que tenía que preguntarse cuánto de todo ese asunto de alejarse "para beneficio de Blay" no había sido realmente por su propio beneficio. Reflexionando sobre aquello, se dio cuenta del vaso a los pies del tipo. Ah, el alcohol estaba involucrado… sinceramente dudaba que los centímetros oscuros en ese vaso ancho de cristal fuera Coca-Cola. Mierda, por lo que sabía, Saxton le acababa de mandar un mensaje con un obvio disparo a las pelotas y esa era la causa de su gran erección. Y aquello no desinflaba.

Tu primo me da lo que necesito todo el día, todos los días. —¿Tienes algo más que decirme? —preguntó Qhuinn con dureza. Blay sacudió la cabeza una vez. Qhuinn frunció el ceño. Blay no era un exaltado, nunca lo había sido, y esa era parte de la razón por la que, durante mucho tiempo, habían estado tan tensos. El equilibrio y toda esa mierda. Sin embargo, en este momento, el tipo parecía como si estuviera a punto de perderlo. ¿Problemas en el paraíso de la pareja feliz?

No, estaban demasiado bien juntos. —Bien. —Joder, la idea de andar por allí mientras Blay se preparaba para otra sesión con Saxton el Magnífico era insoportable —. Te veré más tarde. Mientras se desplazaba, sentía los ojos de Blay sobre él, pero no estaban al nivel de su cara. Por lo menos, no lo parecía. ¿Qué coño estaba pasando? Dirigiéndose hacia el pasillo, se detuvo para verificar que las paredes de cemento no se estuvieran derritiendo y que de repente no tuviera peces por manos o algo así. Tampoco era cierto, pero una sensación de irrealidad alucinógena le perseguía mientras se dirigía hacia los vestuarios. Una ducha era obligatoria, estaba cubierto de sudor, y por mucho que los doggen adoraran un buen desastre, no estaba dispuesto a darles más trabajo sólo porque había tratado de matarse en el gimnasio… Duro. Excitado. Listo para el sexo. Mientras aquella imagen de Blay golpeaba el interior de su cráneo, cerró los ojos, y luego golpeó la puerta hacia la tierra de las baldosas y los accesorios de baño. Tenía la intención de ir a las duchas directamente, pero terminó por pararse en medio de la sala, donde las taquillas se apilaban en filas ordenadas y los bancos recorrían la mitad inferior de los pasillos. Aparcando el culo, se desató las Nikes, las pateó y se quitó los calcetines. Total y jodidamente excitado. Blay había estado fuera de sí por aquello. Por alguna razón, a Qhuinn le vinieron a la cabeza los últimos dos encuentros sexuales. Había sido ese tipo pelirrojo en el Iron Mask… al que había seducido y follado en el baño. Lo había escogido al azar entre la multitud por una característica física concreta y

naturalmente, el polvo no había sido nada extraordinario para él. En realidad, había sido como querer Herradura, y meter ginger ale en la garganta. Y luego había sido el asunto con Layla… que no había sido nada más que un trabajo físicamente exigente, como cavar una zanja o construir un muro.... Dios, se sentía como un piojo por pensar así… y no pretendía faltarle el respeto a la Elegida. Pero al menos estaba bastante claro que ella pensaba de la misma forma. Así había sido el último año. Sólo esos dos. Casi doce meses de nada y tampoco había estado masturbándose. No había estado interesado en nada, como si sus pelotas hubieran entrado en hibernación. Curioso, justo después de su transición había follado cualquier cosa con dos piernas y un corazón latiendo, y mientras se esforzaba por recordar algunos de los muchos rostros, Dios sabía que no se había molestado en conseguir los nombres gran parte del tiempo, una sensación incómoda le apretó las tripas. Todo ese anónimo, sin nombres ni rostros, follar… delante de Blay. Siempre con el tipo, ahora que pensaba en ello. En ese momento, se había sentido como una especie de situación amigo/amigo, pero ahora se preguntaba… Sí, jodete. Sabía de qué había ido aquello. Era un cobarde, eso es lo que era. Poniéndose de pie, se desnudó y dejó que la camiseta y los pantalones cortos cayeran sobre el banco en un lío húmedo. Caminando hacia las duchas, escogió una al azar, la giró y se puso bajo ella. El agua estaba tan fría que se te encogían las pelotas pero no le importó. Levantó la cara hacia el chorro, cerró los ojos y abrió la boca.

¿Ese pelirrojo del club de hacía casi un año? Cuando había estado seduciendo al hombre en el baño, había sido Blay quien había estado en su mente todo el tiempo. Fue a Blay a quien había empujado contra el lavabo y besado con fuerza. La polla de Blay la que había chupado, y el cuerpo de Blay el que había tomado desde atrás y… —Por amor de... —gimió. De la nada, la imagen de su viejo amigo sentado en la máquina hacía un momento, con las rodillas separadas, la polla tensando la tela ohtan-fina de los pantalones cortos entró en su mente y se disparó por su espalda, yendo directamente entre las piernas. Con una maldición, se hundió y tuvo que apoyar la mano en la baldosa resbaladiza. —Oh… joder… Inclinándose, apoyó la frente sobre el brazo y trató de concentrarse en la sensación del agua que le caía en la nuca. Ni siquiera cerca. Lo único que sentía eran los latidos de su polla. Bien, eso y la fantasía resonante de él cayendo de rodillas y presionando entre los muslos abiertos de Blay lamiéndolo dentro de la boca, mientras buscaba bajo la cinturilla de esos pantalones cortos y empezaba a ofrecerle al tipo un jodido trabajo manual que nunca olvidaría. Entre muchas otras cosas. Girando la cara lejos del chorro, Qhuinn se pasó las manos por el pelo y se quitó el agua arqueando la espalda. Podía sentir su polla bien estirada desde la cadera, pidiendo atención. Pero no iba a hacer nada al respecto. Blay se merecía algo mejor que eso… sí, no tenía sentido, pero se sentía sucio masturbándose en la ducha por la excitación del tipo por alguna otra persona.

Diablos, el compañero del tipo. El propio primo de Qhuinn, por el amor de Dios. Mientras su erección colgaba allí, imperturbable ante esa lógica, supo que iba a ser un día jodidamente largo.

Capítulo 11

Blay bajó la cabeza con una maldición cuando la puerta de la sala se cerró despacio. Y, por supuesto, desde aquella posición ventajosa, todo lo que podía ver era su polla. Lo cual no ayudaba nada. Levantando los ojos, miró al otro lado de la barra alta, y supo que tenía que hacer algo. Quedarse aquí sentado, medio borracho con una fiesta en el pantalón no era una posición en la que quisiera ser atrapado. ¿Si un hermano como Rhage entraba? Blay estaría oyendo sobre ello durante el resto de su vida natural. Además, tenía puesta la ropa de gimnasia, estaba rodeado por el equipo, así que bien podría ponerse a trabajar, bombear algo de hierro y esperar que el señor Feliz se hundiera en una depresión por falta de atención. Buen plan. En serio. Sí. Cuando miró el reloj tiempo después, se dio cuenta de que habían pasado quince minutos y no estaba más cerca del movimiento constructivo y repetitivo, a menos que contaras el respirar. Su erección tenía una sugerencia para ese tipo de objetivo. Y su palma fue inmediatamente a bordo, pasó entre sus piernas, encontrando esa dura… Levantándose de golpe se dirigió hacia la puerta. Basta de tonterías, iba a golpear el retrete del vestuario con la esperanza de

expulsar parte del alcohol de su organismo. Luego iba a meterse en la rutina de ejercicios y sudar el resto de la bebida. Después, sería hora de ir a la cama… donde, si necesitaba una salida de la variedad erótica, la encontraría en el lugar apropiado. La primera señal de que su nuevo plan podría haberle llevado más lejos en la maleza llegó cuando se abrió camino en taquillalandia: el sonido del agua corriendo significaba que alguien estaba haciendo lo del jabón y champú. Sin embargo, estaba tan concentrado en patearse el culo que no se molestó en hacer extrapolaciones. Lo que le habría hecho detenerse, dar la vuelta y buscar otro baño TPCFP. En cambio, pasó ante las taquillas y se dedicó a lo suyo. No fue hasta que se estaba lavando las manos que las matemáticas comenzaron a tener sentido. Por propia voluntad, la cabeza giró en dirección a las duchas.

Tienes que irte, se dijo. Mientras cerraba el grifo, el chirrido sutil tan fuerte como un grito, se negó a mirarse en el espejo. No quería ver lo que había en sus ojos. Regresa a la puerta. Sólo tienes que regresar a la puerta. Sólo… El fallo de su cuerpo para seguir esta simple orden no era más que un ejercicio de rebeldía física. Por desgracia, ese era su patrón. Y lo lamentaría más tarde. Sin embargo, en ese momento, cuando tomó la decisión de caminar, e inclinarse alrededor de la pared de azulejos de la ducha, cuando se mantuvo oculto en su mayor parte, cuando espiaba a un macho que no debía... la loca carrera de emoción era tan dolorosamente familiar como un traje a medida de su locura. Qhuinn estaba frente a la alcachofa de la ducha bajo la que se encontraba, se apoyaba contra la pared resbaladiza con una mano e

inclinaba su oscura cabeza bajo el chorro. El agua le caía sobre los hombros y bajaba por las hectáreas de piel flexible que cubrían su poderosa espalda… y luego fluía sobre su magnífico culo... y seguía bajando, por esas largas y fuertes piernas. En el último año, el guerrero se había rellenado un poco. Qhuinn había sido grande después de su transición, y se había vuelto aún más grande durante los primeros meses de alimentación intensa. Pero había pasado tiempo desde que Blay había visto al macho desnudo… y tío, las rutinas de gimnasio con las que se había estado castigando se mostraban en todos esos músculos duros y definidos… Abruptamente Qhuinn cambió de posición, girando y echando la cabeza hacia atrás, escurriéndose el agua por el pelo oscuro y arqueando ese cuerpo increíble. Había mantenido su PAx. Y santa mierda, estaba excitado… Inmediatamente un orgasmo amenazó la punta de la polla de Blay, sus pelotas se tensaron como puños. Dándose la vuelta, salió del vestuario como si fuera disparado de un cañón, atravesando la puerta y saltando al pasillo. —Oh, mierda... joder… maldición… joder... Caminando tan rápido como podía, trató de sacarse esa imagen de la cabeza, recordándose que tenía un amante, que ya había pasado de todo eso, que podías autodestruirte con lo mismo solo un número de veces y luego estabas acabado. Cuando nada de eso funcionó, repitió el discurso que le había dado a Qhuinn en el remolque del camión… ¿Dónde diablos estaba la oficina? Deteniéndose en seco, miró a su alrededor. Oh, fantástico. Había ido en dirección contraria a lo que quería, y ahora estaba más allá de la clínica, en la parte de las aulas del centro de entrenamiento.

A kilómetros de la entrada al túnel. —... laceración profunda. Pero él no lo haría. La voz profunda de Manny Manello precedió al hombre que caminaba por el pasillo desde la sala de exploración principal. Un segundo después, Doc Jane hizo su aparición justo detrás de él, con un gráfico abierto en la mano y repasando la página con el dedo. Blay se metió por la primera puerta que vio… Y corrió directo a un muro de negrura. Palmeando en busca de un interruptor de la luz, porque estaba demasiado alterado para encender las bombillas mentalmente, encontró uno, lo apretó y se cegó. —¡Ay! El fuerte golpe que se disparó desde la espinilla a su cerebro le dijo que había entrado en algo grande. Ah, un escritorio. Estaba en una de las mini oficinas que rodeaban las aulas, y eso era una buena noticia. Con el programa de entrenamiento todavía suspendido a causa de las redadas, no había nadie aquí, y probablemente nadie pensaría en ninguna razón para estar en esta pequeña habitación vacía. Podría tener algo de intimidad por un tiempo… y eso era una bendición. Dios sabía que no iba a tratar de volver a la mansión ahora. Con su suerte, se toparía con Qhuinn, y lo último que necesitaba era estar en cualquier lugar cerca del tipo. Yendo detrás de la mesa, se sentó en la cómoda silla de oficina y levantó las piernas, estirándolas sobre la superficie plana que debería haber tenido un ordenador, una planta, y un soporte lleno de bolígrafos. En cambio, estaba vacía, aunque no cubierta de polvo. Fritz nunca toleraría eso ni siquiera en un espacio no utilizado.

Frotándose la parte dolorida en la tibia, estaba claro que iba a tener un enorme moratón. Pero al menos el dolor le distrajo de lo que le había llevado hasta aquí. Aunque no duró mucho. Al inclinar la silla hacia atrás y cerrar los ojos, su cerebro volvió a los vestuarios. Pensó que la tortura nunca iba a terminar. Y, Dios, su polla latía con fuerza. Teniendo en cuenta sus posibilidades, deseó apagar las luces, cerró los ojos y le ordenó a su cerebro que se callara y durmiera. Si pudiera echar una siesta aquí abajo durante una hora o dos, se despertaría sobrio, flácido y listo para enfrentarse de nuevo a la gente. Ahora bien, este era un buen plan, y también era el ambiente perfecto. Oscuro, un poco frío, súper tranquilo del modo que sólo lo eran las instalaciones subterráneas. Hundiendo el cuerpo aún más en la silla, cruzó los brazos sobre el pecho y se preparó para que el tren REM entrara en la estación. Cuando eso no funcionó, comenzó a imaginar todo tipo de situaciones "soporíferas", como aspiradoras desenchufadas de la pared, fuegos extinguidos con agua y pantallas de televisión fundiéndose en negro… Qhuinn había tenido un aspecto tan eminentemente follable, su cuerpo resbaladizo y suave tallado con músculo, su sexo tan grueso y orgulloso. Todo ese agua le había puesto resbaladizo y caliente... y, queridísima Virgen Escriba, Blay habría dado casi cualquier cosa por caminar sobre las baldosas, ponerse de rodillas y tomar ese sexo en la boca, sintiendo que esa punta roma con el piercing rozaba su lengua mientras subía y bajaba…

El ruido de disgusto que hizo resonó alrededor, sonando más fuerte de lo que probablemente había sido. Al abrir los ojos, trató de despejar de su mente cualquier fantasía que implicara chupar. Pero la oscuridad como boca de lobo no ayudaba, sólo formaba la pantalla perfecta para seguir proyectando. Maldiciendo, le dio a esa cosa del yoga una oportunidad, donde relajabas la tensión de cada parte de tu cuerpo, empezando por el permanente dolor entre las cejas, luego las rígidas cuerdas que iban desde los hombros hasta la base del cráneo. También tenía el pecho tenso, los pectorales contraídos sin ninguna razón y los bíceps marcados en los brazos. A continuación, se suponía que debía centrarse en sus abdominales y luego el trasero y los muslos, rodillas, pantorrillas... su estecerdito-se-fue-a-casaxi No llegó tan lejos. Entonces otra vez, intentó convencer a su erección pero cualquier clase de maleabilidad habría requerido poderes de persuasión que su cerebro medio borracho no poseía. Por desgracia, sólo había una forma segura de deshacerse del señor Feliz. Y en la oscuridad, él mismo, con el paraguas de nadie-lo-sabránunca protegiendo el momento, ¿por qué no debería trabajar con la maldita cosa, drenar la quemazón y desmayarse? No era diferente de despertar a la caída de la noche con una erección, porque Dios sabía que no había nada emocional involucrado. Y él estaba bajo la influencia, ¿no? Así que ese era otro paso. No estaba engañando a Saxton, se dijo. No estaba con Qhuinn… y Saxton era al que deseaba… Continuó discutiendo los pros y los contras durante un tiempo, pero al final su mano tomó la decisión por él. Antes de darse cuenta, estaba hurgando debajo de la cinturilla suelta y…

El siseo que dejó escapar cuando se agarró fue como un disparo en el silencio, y también el gemido de la silla mientras el empujón de sus caderas llevaba los hombros contra el acolchado de cuero. Caliente y dura, gruesa y larga, su polla estaba pidiendo atención, pero el ángulo estaba equivocado, y no había lugar para acariciarse con los malditos pantalones cortos. Por alguna razón, la idea de desnudarse de cintura para abajo le hacía sentirse sucio, pero su sentido del decoro se fue por el retrete rápidamente cuando todo lo que podía hacer era apretar. Levantando el culo, se quitó los pantalones… y entonces se dio cuenta de que iba a necesitar algo con lo que limpiar el lío. La camiseta fue lo siguiente. Desnudo en la oscuridad, estirado todo a lo largo de la silla y el escritorio, se entregó, extendiendo sus muslos, bombeando arriba y abajo. La fricción hizo que sus ojos se pusieran en blanco, le hizo morderse el labio inferior, Dios, las sensaciones eran tan fuertes, que fluían a través de su cuerpo… Joder. Qhuinn estaba en su mente, Qhuinn estaba en su boca... Qhuinn estaba dentro de él, los dos moviéndose juntos… Esto estaba mal. Se quedó helado. Se detuvo en seco. —Mierda. Blay liberó su miembro, a pesar de que el mero proceso de dejar ir la traición le hizo apretar los dientes. Abrió los ojos y miró fijamente la oscuridad. El sonido de su respiración saliendo y entrando de sus pulmones a ráfagas le hizo maldecir de nuevo. También su necesidad palpitante de un orgasmo… que se negaba a liberar.

No iba a llevar esto más lejos…

De la nada, esa imagen de Qhuinn se arqueado bajo el chorro de agua se estrelló contra su cerebro, haciéndose cargo de todo. En contra de su razonamiento superior, su lealtad y su sentido de la justicia... su cuerpo entró en sobrecarga instantánea, el orgasmo se disparó de su polla antes de que pudiera detenerlo, antes de que pudiera decirle que no, que no estaba bien... antes de que pudiera decir: otra vez no. Nunca más. Oh, Dios. La sensación dulce y punzante se repetía una y otra vez hasta que se preguntó si iba a terminar alguna vez… a pesar de que él no ayudaba a que el asunto continuara. Esta reacción física podría quedar fuera de su control. Su respuesta a ello no. Cuando por fin se calmó, la respiración era entrecortada y el frescor sobre la piel desnuda de su pecho sugería que estaba sudando… y mientras su cuerpo se recuperaba del ardor, su conciencia regresó, y su erección se desinfló como un barómetro de su estado de ánimo. Estirando la mano, palmeó el escritorio hasta que encontró la camisa, la arrugó y la presionó en la unión de sus muslos. El resto del lío en el que estaba no iba a ser tan fácil de limpiar. *

*

Allá, en la ciudad, en el piso dieciocho del Commodore, Trez estaba sentado en una elegante silla de acero y cuero que daba a una pared de ventanas con vistas al río Hudson. El sol del mediodía brillaba desde un cielo claro como el cristal y el cromo, todo diez veces más brillante a causa de la nieve que había caído durante la noche en las orillas. —Sé que estás ahí —dijo secamente, tomando un sorbo de su taza de café.

Cuando no hubo respuesta, giró la silla sobre su base. Efectivamente, iAm había salido de su dormitorio y estaba sentado en el sofá, con el iPad en su regazo y pasando el índice por la pantalla. Estaría leyendo la edición online del New York Times, por supuesto, lo hacía cada mañana cuando se levantaba. —Bien —ladró Trez—. Adelante. La única respuesta que obtuvo fue ver cómo iAm enarcaba una ceja. Durante, una fracción de segundo más o menos. El bastardo presumido ni siquiera le miró. —Debe ser un artículo fascinante. ¿De qué se trata? ¿Hermanos recalcitrantes? Trez pasó algún tiempo acunando su café caliente. —iAm. En serio. Esto es una mierda. Tras un momento, su hermano levantó la oscura mirada. Los ojos que se clavaron en los suyos, estaban como siempre, totalmente despejados de emoción, de duda y de todo lo sucio con los que los simples mortales luchaban. iAm era increíblemente practico… al modo de una cobra: vigilante, inteligente, listo para atacar, pero sin querer malgastar poder hasta que fuera necesario. —¿Qué? —espetó Trez. —Es redundante contarte lo que ya sabes. —Sígueme la corriente. —Tomó otro sorbo de la taza y se preguntó por qué demonios estaba soportando esto—. Adelante. iAm frunció los labios como hacía cuando estaba considerando su respuesta. Luego dejó caer la tapa roja del iPad, cada una de las cuatro secciones aterrizaron como pasos a través de la pantalla. A continuación, lo dejó a un lado, descruzó la pierna y se inclinó hacia delante para equilibrar los codos sobre las rodillas. Los bíceps del tipo eran tan gruesos que las mangas de su camisa parecía que iban a romperse.

—Tu vida sexual está fuera de control. —Mientras Trez ponía los ojos en blanco, su hermano siguió hablando—. Follas con tres o cuatro mujeres cada noche, a veces más. No se trata de alimentarte, por lo que no pierdas nada de nuestro tiempo justificándolo de ese modo. Estás comprometiendo los estándares profesionales de… —Estoy en el comercio del licor y prostitutas. No crees que es un poco intelectual… iAm recogió el iPad y lo movió de un lado a otro. —¿Debo volver a leer? —Sólo estoy diciendo… —Me pediste que hablara. Si esto es un problema, la solución no consiste en ponerse a la defensiva porque no te guste lo que escuchas. La respuesta es invitarme a no hablar. Trez apretó los dientes. Mira, este era el tema con su maldito hermano. Demasiado razonable. Levantándose de golpe, atravesó la sala de estar abierta. La cocina era como todo lo demás en el condominio: espaciosa, moderna y sin complicaciones. Lo que significaba que mientras se servía un poco más de cafeína, podía ver a su hermano con su visión periférica. Joder, a veces odiaba este lugar: a menos que estuviera en su dormitorio con la puerta cerrada, no podía conseguir un descanso de aquellos putos ojos. —¿Voy a leer o a hablar? —dijo iAm con calma, como si de todas formas no le importara. Tío, Trez desesperadamente quería decirle que metiera la nariz de nuevo en el Times, pero eso sería como una derrota. —Sigue. —Trez volvió a su silla y se acomodó para más patadas en el culo. —No te estás comportando de manera profesional.

—Tú te comes tu propia comida en Sal´s. —Mi linguini con salsa de almejas no requiere una orden de alejamiento cuando decido que la noche siguiente quiero el Fra Diavolo. Buen punto. Y de alguna manera, le hizo sentirse casi violento. —Sé lo que estás haciendo —dijo iAm tranquilamente—. Y por qué. —Tú no eres virgen, por supuesto que has… —Sé lo que te enviaron. Trez se congeló. —¿Cómo? —Cuando no respondiste, recibí una llamada telefónica. Trez empujó la alfombra con el pie y se volvió para mirar al río. Mierda. Pensó que despejaría el aire con esto, ya sabes, darle a su hermano una sesión de bronca para que los dos pudieran volver a la normalidad, por lo general estaban tan unidos como la piel a los huesos, y la relación era tan fundamental como aquello para él. Podía manejar casi cualquier cosa excepto la fricción con su hermano. Desafortunadamente, los problemas a los que aludía eran sobre el único asunto en eso de “cualquier cosa". —Ignorarlo no hará que desaparezca, Trez. Esto fue dicho con una cierta suavidad de tono… como si el tipo se sintiera mal por él. Mientras Trez miraba hacia el río, se imaginó que estaba en su club, con humanos rodeándole, dinero cambiando de manos y mujeres que trabajaban allí haciendo lo suyo en la parte trasera. Bonito. Normal. Bajo control y cómodo. —Tienes responsabilidades. Trez aumentó la presión sobre su taza.

—No me ofrecí voluntario para ellas. —No importa. Se dio la vuelta tan rápido que el café caliente salió volando y aterrizó en el muslo. Ignoró la picadura. —Debería. Joder si debería. No soy un objeto inanimado que pueda ser entregado a alguien. Todo eso es una mierda. —Algunos lo encontrarían un honor. —Bueno, yo no. No voy a emparejarme con esa hembra. No me importa quién es o quién lo estableció o lo "importante" que sea para el s'Hisbe. Trez se preparó para un aluvión de oh-sí-lo-harás. En cambio, su hermano parecía triste, como si él tampoco hubiera querido esa maldición. —Voy a decirlo una vez más, Trez. Esto no va a desaparecer por arte de magia. ¿Y tratar de encontrar una puta salida de esto? No sólo es inútil, sino potencialmente peligroso. Trez se frotó la cara. —Las mujeres son sólo humanas. Ellas no importan. —Se volvió hacia el río—. Y, francamente, si no hago algo, voy a enloquecer. Un par de orgasmos tiene que ser mejor que eso, ¿verdad? Mientras el silencio regresaba, supo que su hermano no estaba de acuerdo con él. Sin embargo, una prueba positiva de que su vida estaba en el retrete era el hecho de que la conversación se evaporó en ese punto. Al parecer, iAm no pateaba a un hombre cuando estaba en el suelo. Lo que fuera. No le importaba lo que se esperaba de él, no iba a volver y ser condenado a una vida de servicio. No le importaba si se trataba de la hija de la reina.

Capítulo 12

A última hora de la tarde Wrath golpeó la pared. Estaba en su mesa, con el culo en el trono de su padre y pasando los dedos sobre un informe escrito en Braille, cuando de repente no pudo entender una maldita palabra más del texto. Apartando los papeles, maldijo y se quitó las gafas envolventes del rostro. Justo cuando estaba a punto de lanzarlas contra la pared un hocico le golpeó en el codo. Poniendo un brazo alrededor de su golden retriever, apretó la mano sobre el suave pelaje que crecía a lo largo de los flancos del perro. —Siempre lo sabes ¿no? George se acurrucó más, empujando el pecho en la pierna de Wrath, lo cual era indicación de que alguien quería estar arriba y encima. Wrath se agachó y recogió los más de cuarenta kilos en brazos. Mientras acomodaba las cuatro patas, la melena de león y la cola larga y suelta para que cupiera todo, supuso que era una buena cosa ser tan jodidamente alto. Las cosas grandes ofrecían un regazo más grande. Y el acto de acariciar todo ese pelo le calmó, aunque no le descansara la mente. Su padre había sido un gran rey, capaz de resistir incontables horas de ceremonia, interminables noches repletas de borradores de proclamas y comparecencias, todos los meses y años de protocolo y tradición. Y eso antes de tener que hacerse cargo del eterno flujo de quejas que llegaban de todas partes: cartas, llamadas telefónicas, e-

mails… aunque por supuesto estos últimos no habían sido un conflicto en la época de su padre. Hubo un tiempo en que Wrath fue un guerrero. Uno muy bueno. Alzando la mano, se palpó el lateral del cuello, hasta el lugar donde aquella bala le había dado. El golpe en la puerta fue seco y al grano, una exigencia más que una petición respetuosa para entrar. —Entra V —gritó. El olor astringente de hamamelis que precedía al Hermano era una advertencia clara de que alguien estaba cabreado. Y como era de esperar, aquella voz grave tenía un filo desagradable. —Por fin terminé el test de balística. Siempre se tarda una eternidad con los malditos fragmentos. —¿Y? —incitó Wrath. —Coincide en un cien por cien. —Cuando Vishous se sentó en la silla al otro lado de la mesa, ésta crujió bajo el peso—. Los tenemos. Wrath exhaló, algo del zumbido de impotencia se drenó de su cerebro. —Bien. —Pasó la mano desde la cabeza cuadrada de George hasta las costillas—. Entonces esto es nuestra munición. —Sip. De todas formas lo que iba a pasar ahora está bien y es legal. La Hermandad había sabido todo el tiempo quién había estado al gatillo del disparo que casi lo había matado en otoño y el deber de cargarse a la Banda de Bastardos uno a uno era algo que estaban examinando como mucho más que un deber sagrado hacia la raza. —Escucha, voy a ser honesto ¿vale? —¿Y cuándo no lo eres? —dijo Wrath arrastrando las palabras. —¿Por qué coño nos atas las manos? —No sabía que lo hacía.

—Con Tohr. Wrath recolocó a George para que el suministro de sangre a su pierna izquierda no se cortara completamente por el peso del perro. —Pidió la proclama. —Todos tenemos el derecho a liquidar a Xcor. Ese mamón es el premio que todos queremos. No debería estar limitado sólo a él. —Él lo pidió. —Eso hace mucho más difícil matar al bastardo. ¿Y si uno de nosotros lo encuentra por ahí y Tohr no está con nosotros? —Entonces lo traéis. —Hubo un largo y tenso silencio—. ¿Me oyes V? Traéis a ese pedazo de mierda y dejáis que Tohr cumpla con su deber. —El objetivo es eliminar a la Banda de Bastardos. —¿Y eso cómo os dificulta el trabajo? —Cuando no hubo respuesta, Wrath sacudió la cabeza—. Tohr estaba en esa Van conmigo, mi hermano. Me salvó la vida. Sin él… Mientras la frase adquiría sentido, V maldijo en voz baja, como si estuviera repasando los datos de ese recuerdo y llegando a la conclusión que el Hermano que había cortado un tubo de plástico de su CamelBak y realizado una traqueotomía a su rey, en un vehículo en marcha a kilómetros de distancia de cualquier asistencia médica, tenía un poquiiiiiiiiiiiiito más de derecho a matar al criminal. Wrath sonrió ligeramente. —Digamos… sólo porque soy un buen tipo, os prometo a todos un poquito de él antes de que Tohr mate al cabrón con sus manos. ¿Trato hecho? V se rió. —Eso nos sacaría el picor.

La llamada que los interrumpió fue tranquila y respetuosa, un par de golpes suaves que parecían sugerir que quién fuera le gustaría que lo mandaran a paseo, contento de esperar y esperando una audiencia inmediata todo a la vez. —Sí —gritó Wrath. La colonia cara anunció la llegada de su abogado: Saxton siempre olía bien, y eso encajaba con su persona. Por lo que Wrath recordaba, añadido a la excelente educación del tipo y la calidad de su pensamiento, vestía a la moda de un hijo culto de la glymera. Es decir, perfectamente. No es que Wrath lo hubiera visto últimamente. Se puso sus envolventes en un rápido tirón. Una cosa era estar expuesto delante de V; no iba a pasar delante del joven y eficiente macho que estaba entrando por la puerta, sin importar lo mucho que confiara y consultara a Sax. —¿Qué me has conseguido? —dijo Wrath mientras la cola de George iba de un lado a otro saludando. Se hizo una larga pausa. —¿Tal vez debería volver más tarde? —Puedes decirlo delante de mi hermano. Otra larga pausa, durante la cual V estaba seguramente mirando al abogado como si quisiera quitarle un cacho de culo a este sofisticado niño bonito, por sugerir que había una división de información que tenía que ser respetada. —¿Aunque ecuanimidad.

sea

sobre

la

Hermandad?

—dijo

Saxton

con

Wrath prácticamente podía ver los glaciales ojos de V cambiando de dirección. Y como era de esperar, el Hermano soltó: —Que pasa con nosotros

Cuando Saxton permaneció en silencio, Wrath cayó en la cuenta de lo que era. —¿Puedes darnos un minuto, V? —¿Me estás largando? Wrath cogió a George y lo bajó al suelo. —Sólo necesito cinco minutos. —Bien. Que te diviertas, mi señor —escupió V mientras se ponía en pie—. Puto A. Un instante después la puerta se cerró de un portazo. Saxton se aclaró la garganta. —Podría haber vuelto después. —Si lo hubiera deseado, te lo habría dicho. Cuéntame. Un profundo aliento se tomó y se soltó, como si el civil estuviera mirando la salida y preguntándose si la cabreada marcha de V provocaría que se despertara muerto más tarde en el día. —Ah… la auditoría de las Antiguas Leyes está acabada, y puedo proporcionarle un listado completo de todas las secciones que requieren una corrección, conjuntamente con la nueva propuesta de formulación y un calendario en el que se podrían hacer los cambios si… —Sí o no. Eso es todo lo que importa. Ateniéndose al sonido del leve susurro de los mocasines pisando la Aubusson, Wrath extrapoló que su abogado se estaba dando un pequeño paseo. Desde el recuerdo, se imaginó el estudio con sus paredes azul pálido, las florituras de las molduras y todo el endeble y antiguo mobiliario francés. Saxton encajaba más en esta habitación que Wrath con sus pantalones de cuero y su camiseta sin mangas. Pero la ley dictaba quién iba a ser el rey.

—Tienes que soltarlo a bocajarro, Saxton. Te garantizo que no te dispararán si me dices lo que es sin tapujos. Intenta dirigir la verdad o suavizarla y te patearé sin importar con quién te acuestes. Hubo otro aclarar de garganta. Y entonces esa voz cultivada le llegó desde el otro lado de la mesa. —Sí, puede hacer lo que desee. Sin embargo, me preocupa el momento. —¿Por qué? ¿Por qué tardarás dos años en hacer las enmiendas? —Vas a hacer un cambio fundamental en un sector de la sociedad que protege a la especie, y podría desestabilizar aún más su gobierno. Soy consciente de las presiones bajo las que se haya, y sería negligente por mi parte si no le señalara lo evidente. Si altera la propuesta de quién puede entrar en la Hermandad de la Daga Negra, podría dar aún más pie a la disconformidad… esto es distinto a todo lo que ha intentado durante su reinado y conllevará una época de extremo malestar social. Wrath inhaló largo y despacio por la nariz y no captó nada de malas vibraciones: no había ninguna evidencia que sugiriera que el tipo estaba siendo hipócrita o que no quería el trabajo. Y él tenía un punto de razón. —Agradezco la perspectiva —dijo Wrath—. Pero no voy a doblegarme al pasado. Me niego. Y si tuviera dudas sobre el macho en cuestión, no estaría haciendo esto. —¿Cómo se sienten los otros Hermanos? —Eso no es asunto tuyo. —De hecho, todavía no había abordado esta idea con ellos. Al fin y al cabo, porque molestarse si no había posibilidad de avanzar. Tohr y Beth eran los únicos que sabían exactamente hasta que punto estaba preparado para llevarlo a cabo —. ¿Cuánto tardarás en hacerlo legal?

—Puedo tenerlo todo redactado para mañana al amanecer, al anochecer a lo más tardar. —Hazlo. —Wrath cerró la mano en un puño y golpeó el brazo del trono—. Hazlo ya. —Como desee, mi señor. Hubo un susurro de elegantes ropas, como si el macho se estuviera inclinando, y luego más sonidos de pisadas antes de que una de las puertas dobles se abriera y cerrara. Wrath se quedó mirando a la nada proporcionada por sus ojos ciegos. Venían tiempos peligrosos. Y francamente, lo más inteligente era añadir más Hermanos, sin pensar en las razones para no hacerlo, aunque el contraargumento a eso era que si esos tres chicos eran capaces de luchar con ellos sin ser inducidos, ¿para qué molestarse? Pero a la mierda. Era de la vieja escuela querer honrar a alguien que había puesto su vida en peligro para que la tuya pudiera continuar. Sin embargo, el tema de verdad, incluso a parte de las leyes, era… ¿qué pensarían los demás? Probablemente aquello lo empantanaría más que cualquier otra chapuza legal. *

*

Horas después, mientras caía la noche, Qhuinn yacía desnudo entre sábanas enredadas, sin el descanso del cuerpo ni la mente, ni siquiera mientras dormía. En su sueño, estaba de vuelta al lado de la carretera, saliendo de la casa de su familia. Llevaba una bolsa sobre el hombro, la proclama de su desheredación metida en la pretina y una cartera que estaba a once dólares de estar vacía.

Todo estaba prístinamente claro, nada desnaturalizaba la justa reproducción de su recuerdo imperfecto: desde la húmeda noche estival hasta el sonido de sus botas New Rock sobre los guijarros de la cuneta… hasta el hecho de que era consciente de que no tenía nada en su futuro. No tenía ningún lugar al que ir. Ningún hogar al que volver. Ninguna expectativa. Ni siquiera un pasado. Cuando el coche se detuvo a su lado, supo que eran John y Blay… Pero, no. No eran sus amigos. Era la muerte con la forma de cuatro machos con túnicas negras quienes salieron por las cuatro puertas y se arremolinaron a su alrededor. Una Guardia de Honor. Enviada por su padre para darle una paliza por deshonrar el nombre de la familia. Que irónico. Uno pensaría que apuñalar a un sociópata que había intentado violar a tu colega sería considerado algo bueno. Pero no cuando el agresor era tu perfecto primo hermano. En un movimiento lento, Qhuinn se agachó en posición de lucha, listo para el ataque. No había ojos a los que mirar directamente, ni rostros en los que fijarse y había una razón: el hecho que las túnicas escondían sus identidades se suponía que hacían sentir a la persona que cometía la transgresión como si toda la sociedad desaprobara el acto que había cometido. Rodeándole, rodeándole, sitiándolo… al final iban a derribarle, pero iba a herirlos en el proceso. Y lo hizo. Pero también estuvo en lo cierto: tras lo que parecieron horas de defenderse, acabó de espaldas, y entonces fue cuando ocurrió la paliza de verdad. Sobre el asfalto, se cubrió la cabeza y los testículos lo mejor que pudo, los golpes llovían sobre él, las túnicas negras volando como alas de cuervo mientras era golpeado una y otra vez.

Tras un rato no sentía dolor. Iba a morir allí, a un lado de la carretera… —¡Parad! ¡No se supone que lo matemos! La voz de su hermano atajó todo aquello, calando de un modo que todos aquellos puñetazos no hicieron… Qhuin se despertó con un grito, arrojando los brazos sobre su rostro, subiendo los muslos para protegerse la entrepierna… Ni puños ni garrotes lo atacaban. Ni tampoco estaba a un lado de la carretera. Encendiendo algunas luces, miró por la habitación en la que se había quedado desde que había sido expulsado de su hogar. No le pegaba para nada, el empapelado de seda y las antigüedades, algo que su madre habría elegido y aun así en ese momento, la visión de esa mierda antigua que otro había elegido, comprado, empapelado y después guardado, ahora lo sosegaban. Aunque el recuerdo permanecía. Dios, el sonido de la voz de su hermano. Su propio hermano había formado parte de la Guardia de Honor que fue enviada a por él. Bien pensado, aquello envió a la glymera un mensaje más poderoso de cuan en serio se estaba tomando la familia las cosas y no era como si el tipo no hubiera sido entrenado. Le habían ensañado artes marciales, aunque naturalmente jamás le habían permitido luchar. Diablos, apenas le habían permitido entrenar. Demasiado valioso para la estirpe. ¿Y si salía herido? El único que iba a seguir los pasos del Padre y al final convertirse en un leahdyre del Consejo podría estar comprometido. Un pequeño riesgo para un perjuicio descomunal hacia la familia. ¿Qhuinn, por otra parte? Antes de ser repudiado, había estado metido en el programa de entrenamiento, tal vez con la esperanza de

que recibiera una herida mortal en el campo de batalla y tuviera la buena fortuna de morir con honor para todo el mundo.

¡Para! ¡No se supone que lo matemos! Aquella había sido la última vez que oyó la voz de su hermano. Poco después de que Qhuinn fuera echado de la casa, la Sociedad Lessening los había asaltado y masacrado a todos, padre, madre, hermana… y a Luchas. Todos habían muerto. E incluso aunque una parte de él los había odiado por lo que le habían hecho, no le deseaba esa clase de muerte a nadie. Qhuinn se frotó el rostro. Hora de la ducha. Eso era todo lo que sabía. Levantándose, se estiró hasta que le crujió la espalda y comprobó el teléfono. Un mensaje de texto para el grupo anunciaba que había una reunión en el estudio de Wrath… y un vistazo rápido al reloj le dijo que iba con retraso. Lo que no era malo. Mientras se ponía en marcha y se apresuraba al baño, era un alivio concentrarse en algo real en vez de en historias del pasado. No podía hacer nada más excepto maldecirlo. Y a la mierda, ya lo había hecho bastante para doce vidas. ¡Despierta! Pensó. Hora de ir a trabajar.

Capítulo 13

Casi a la vez que Qhuinn se estaba duchando en la casa principal, Blay se despertaba en la silla de aquella pequeña oficina subterránea. El dolor de cabeza que le había servido como despertador no era por el oporto… era por el hecho de que se había saltado la Última Comida. Pero tío, deseaba el alcohol que había tenido antes del martilleo en su cráneo. Podría haber utilizado la salida de que había estado hecho un asqueroso desastre y con la cabeza ida cuando bajó aquí. Soltando tacos, sacó las piernas de la mesa y se sentó. Tenía el cuerpo rígido como una tabla, los dolores florecían por todas partes mientras encendía la luz sobre su cabeza. Mierda. Todavía estaba desnudo. Pero vamos, ¿como los elfos de la modestia podrían haber entrado a hurtadillas y vestido mientras dormía? ¿Al igual que no estaba para recordar lo que había hecho? Poniéndose los calzoncillos, metió los pies en las zapatillas y luego alcanzó la camiseta… antes de recordar para qué la había usado. Mientras contemplaba los pliegues arrugados de algodón y notaba los lugares apelmazados en la prenda suave, se dio cuenta que ninguna justificación iba a cambiar el hecho de que había engañado a Saxton. El contacto físico con otro era sólo un modo de medir la infidelidad… y sí, era la división más grande. Pero lo que había hecho anoche fue una violación de la relación, aunque el orgasmo hubiera sido causado por su cerebro y no por su mano. Poniéndose en pie, estaba medio muerto cuando fue hacia la puerta y abrió una rendija. Si había alguien por ahí, iba a meterse dentro y

esperar a que el pasillo estuviera despejado. No quería para nada que lo atraparan saliendo de esta oficina vacía, medio vestido y con un aspecto desastroso. La ventaja de vivir en el complejo era que estabas rodeado de gente a la que le importabas; la desventaja es que todo el mundo tenía ojos y orejas, y tus asuntos no eran sólo tuyos. Cuando no oyó voces ni pasos, se abalanzó al pasillo y empezó a caminar con energía, como si hubiera estado en algún lugar por una buena razón y se dirigiera a su habitación para un propósito igualmente importante. Tenía el presentimiento de que se saldría con la suya cuando llegó al túnel. Claro, normalmente no iba descamisado, pero un montón de Hermanos o machos lo hacían cuando venían del gimnasio… nada anormal. Y en verdad se sentía como si hubiera ganado la lotería cuando salió de debajo de la enorme escalera de la mansión y obtuvo otra buena dosis de calle-de-bolera-vacía. El único problema era que, siguiendo los sonidos de la porcelana siendo despejada del comedor, debía ser más tarde de lo que se pensaba. Evidentemente se había perdido la Primera Comida, malas noticias para su cabeza, pero al menos tenía algunas barritas de proteínas en su habitación. Su suerte salió por piernas cuando llegó a las escaleras para subir a la segunda planta. De pie frente a las puertas cerradas del estudio de Wrath, Qhuinn y John iban vestidos para la lucha, con las armas aseguradas y los cuerpos cubiertos de cuero negro. De ninguna de las maneras iba a mirar a Qhuinn. Sólo tener al tipo en su visión periférica ya era bastante malo. —¿Qué pasa? —preguntó Blay.

Tenemos una reunión ahora —dijo John por señas—. O al menos, así lo suponíamos. ¿No te llegó el mensaje de texto? Mierda, no tenía ni idea de dónde estaba su teléfono. ¿En su habitación? Así lo esperaba. —Me pego una ducha y vuelvo enseguida.

Quizás no tengas que darte prisa. Los Hermanos han estado secuestrados durante la última media hora. No tengo ni idea de lo que está pasando. Al lado del tipo, Qhuinn estaba balanceándose hacia delante y atrás en sus shitkickers, cambiando de posición su peso como si estuviera de paseo aunque no fuera a ninguna parte. —Cinco minutos —masculló Blay—. Es todo lo que necesito. Esperaba que la Hermandad hubiera abierto aquellas puertas para entonces, la última cosa que quería era quedarse pegado pasando el rato en cualquier lugar cerca de Qhuinn. Renegando mientras se iba, Blay trotó hacia su habitación. Normalmente se tomaba su tiempo en prepararse, especialmente si Sax estaba de humor, pero esto iba a ser un aquí te pillo aquí te mato, gracias por to… Cuando abrió la puerta, se quedó helado. ¿Qué… coño? Bolsas de lona. Sobre la cama. Tantas que no podía ver más de un centímetro y medio de la colcha tamaño king y sabía de quién eran. Guccis a juego, blancas con el logo azul marino y las asas de tela azul marino y rojo, porque según Saxton, la tradicional marrón sobre marrón con el rojo y el verde era “demasiado obvio”. Blay cerró la puerta silenciosamente. Su primer pensamiento fue, Santa mierda, Saxton lo sabía. De algún modo, el tío sabía lo que había sucedido en el centro de entrenamiento. El macho en cuestión salió del baño con un montón de champú, acondicionador y productos varios. Se detuvo en seco. —Hola —dijo Blay—. ¿Te tomas unas vacaciones? Tras un momento tenso, Saxton siguió con tranquilidad, puso su carga en una de las bolsas de viaje y se dio la vuelta. Como siempre, su precioso cabello rubio estaba apartado de su frente en gruesas

ondas. E iba vestido perfectamente, con otro traje de tweed y el chaleco a juego, una corbata roja y un pañuelo rojo de bolsillo añadían el toque justo de color. —Creo que sabes lo que voy a decir —sonrió Saxton tristemente—. Porque no eres estúpido… igual que yo tampoco. Blay fue a sentarse sobre la cama, pero tuvo que recalibrar porque no había sitio donde ponerse. Acabó sobre el diván, y, con una discreta inclinación a un lado, metió el fajo de la camisa bajo el friso. Fuera de la vista. Era lo mínimo que podía hacer. Dios, ¿en serio estaba pasando esto? —No quiero que te vayas —Blay se oyó decir a sí mismo bruscamente. —Lo creo. Blay miró todas aquellas bolsas de lona. —¿Por qué ahora? Pensó en ellos dos justo el día anterior, bajo las sábanas, teniendo sexo duro. Habían estado tan unidos… aunque si era brutalmente honesto, tal vez aquello fue sólo físico. Quita el tal vez. —Me he estado engañando. —Saxton sacudió la cabeza—. Pensé que podría seguir contigo de esta manera, pero no puedo. Me está matando. Blay cerró los ojos. —Sé que he salido un montón al campo de… —No estoy hablando de eso. Cuando Qhuinn ocupó todo el espacio entre ellos, Blay quiso gritar. Pero para qué habría servido: parecía que Saxton y él habían llegado a la misma esquina compleja en el mismo afligido momento. Su amante miró por encima de las maletas.

—Acabo de terminar el encargo de Wrath. Es un buen momento para tomarse un respiro, mudarse y encontrar otro trabajo… —Espera, ¿también abandonas al rey? —Blay frunció el ceño—. Pase lo que pase entre nosotros, tienes que seguir trabajando para él. Esto es más importante que nuestra relación. Saxton bajó los ojos. —Sospecho que eso es mucho más fácil para ti decirlo. —No es cierto —contrarrestó Blay con seriedad—. Dios, lo siento… tanto. —Tú no has hecho nada mal… tienes que saber que no estoy enfadado contigo, o amargado. Siempre has sido honesto y yo siempre he sabido que las cosas iban a acabar así. Sólo que no sabía la fecha, no lo sabía… hasta que llegué al final. Que es ahora. Joder. Aunque sabía que Saxton tenía razón, Blay sintió la necesidad compulsiva de luchar por ellos. —Escucha, he estado realmente distraído durante la última semana, lo siento. Pero las cosas tienen un modo de regularse, y tú y yo, volveremos a la norma… —Estoy enamorado de ti. Blay, cerró la boca de un chasquido. —Así que ya ves —siguió Saxton con voz ronca—, no es que tú hayas cambiado. Es que yo lo he hecho, y tengo miedo de que mis absurdos sentimientos, nos hayan distanciado bastante el uno del otro. Blay se levantó en un arranque y cruzó a grandes pasos la elegante alfombra de lanilla hacia el otro macho. Cuando llegó a su destino, lo alivió hasta el punto de echarse a llorar que Saxton aceptara su abrazo. Y mientras abrazaba a su primer amante verdadero contra sí, sintió esa familiar diferencia

entre sus alturas y olió aquella maravillosa colonia, una parte de él quería discutir esta ruptura hasta que ambos cedieran y siguieran intentándolo. Pero no era justo. Como Saxton, él tenía la vaga impresión de que las cosas iban a acabar en algún momento. Y como a su amante, también le sorprendía que fuera ahora. Sin embargo aquello no cambiaba el resultado. Saxton retrocedió un paso. —Nunca tuve la intención de involucrarme emocionalmente. —Lo siento, lo siento… tanto… —Mierda, aquello era todo lo que salía de su boca—. Daría lo que fuera por ser diferente. Desearía… poder ser diferente. —Lo sé. —Saxton alzó la mano y se la pasó por el lateral del rostro —. Te perdono… y tú tienes que perdonarte a ti mismo. Ya no estaba seguro de poder hacerlo, en especial en este momento, y joder como de costumbre, una atadura emocional que no quería y no podía cambiar le estaba robando algo que quería. Qhuinn era una puta maldición para él, en serio el tío lo era. *

*

A unos veinticinco kilómetros al sur del complejo sobre la cima de la montaña de la Hermandad, Assail se despertó en su cama redonda en la enorme suite principal de su mansión en el Hudson. Sobre él, en los espejos colocados en el techo, su cuerpo desnudo brillaba bajo el resplandor de las luces instaladas en torno a la base del colchón. La habitación octogonal estaba a oscuras más allá, las persianas interiores todavía abajo, la caída de la noche oculta. Mientras pensaba en todo el cristal de la casa, sabía que muchos vampiros habrían encontrado estos alojamientos inaceptables. La

mayoría habría evitado completamente la enorme e imponente mansión. Demasiados riesgos durante las horas diurnas. Sin embargo, Assail, jamás había estado atado a los convencionalismos, y los peligros inherentes a vivir en un edificio con tanto acceso a la luz eran algo para ser manejado, no una atadura. Levantándose, fue hacia la mesa, puso la contraseña en su ordenador y accedió al sistema de seguridad que vigilaba no sólo la casa, también los terrenos. Las alarmas habían sonado varias veces durante las primeras horas del día, notificaciones, no de un ataque inminente sino de alguna clase de actividad que había sido marcada por el filtro del programa del sistema de seguridad. Para ser sinceros, carecía de la energía para estar demasiado preocupado, una señal inoportuna de que necesitaba alimentarse… Assail frunció el ceño cuando revisó el informe. Vaya si no era esto instructivo. Y de hecho, este era el porqué había instalado todos sus controles y salvaguardas. En las imágenes proporcionadas por las cámaras traseras, observó como un tipo vestido con ropa de camuflaje de nieve, iba campo a través por el bosque, en esquís, acercándose a la casa por el norte. Quien fuera permanecía oculto y entre los pinos durante la mayor parte del tiempo, reconoció la propiedad desde varias ventajosas perspectivas durante aproximadamente diecinueve minutos… antes de atravesar el límite oeste de árboles, entrando en la propiedad del vecino y bajando sobre el hielo. A unos doscientos metros se paró, sacó de nuevo los prismáticos y contempló la casa de Assail. Luego rodeó la península que sobresalía hacia el río, volvió a entrar en el bosque y desapareció. Inclinándose más cerca de la pantalla, Assail volvió a pasar el acercamiento, ampliando el zoom para identificar los rasgos faciales,

si era posible… pero no. Llevaba cubierta la cabeza con una máscara de punto, con cortes solo para los ojos, nariz y boca. Con el anorak y los pantalones también de esquí, el hombre iba totalmente cubierto. Reclinándose, Assail sonrió, el hormigueo en los colmillos, la respuesta territorial. Sólo había dos grupos interesados en sus asuntos, y dado que la luz del día había reinado durante este reconocimiento, estaba claro que la curiosidad no estaba generada por la Hermandad: Wrath jamás utilizaría humanos para otra cosa que no fuera la fuente de comida de último recurso, y ningún vampiro, podría resistir esa cantidad de luz solar sin convertirse en una antorcha. Lo cual dejaba a alguien del mundo humano… y sólo había un hombre con el interés y los recursos para intentar rastrearle a él y su paradero actual. —Entrad —dijo, justo antes de que un golpe sonara en su puerta. Cuando entraron el par de machos, ni se molestó en apartar la mirada de la pantalla del ordenador. —¿Cómo habéis dormido? Una voz profunda y familiar respondió. —Como un tronco. —Que suerte para ti. El jet lag puede ser un coñazo, o así lo he oído. Por cierto, esta mañana hemos tenido un visitante. Assail se inclinó hacia un lado así sus dos socios podían revisar el video. Era extraño tener compañeros de piso, pero iba a tener que acostumbrarse a su presencia. Cuando vino al Nuevo Mundo, fue un viaje en solitario, y había tenido la intención de mantener las cosas de esa forma por varias razones. Sin embargo, el éxito en la elección de su campo, exigió que trajera algo de apoyo… y la única gente en la que se podía confiar parcialmente era la familia.

Y ese par ofrecía un beneficio único. Sus dos primos eran una rareza entre la especie vampira: unos gemelos idénticos. Cuando iban completamente vestidos, la única manera de que alguien pudiera diferenciarlos era un único lunar detrás de la oreja; aparte de eso, desde sus voces y sus suspicaces ojos negros hasta los cuerpos intensamente musculados, eran un reflejo el uno del otro. —Voy a salir —les anunció Assail—. Si nuestro visitante vuelve, sed hospitalarios ¿de acuerdo? Ehric, el mayor por un par de minutos, echó un vistazo, su rostro subrayado por el brillo en torno a la base de la cama. Tanta maldad en esa atractiva combinación de rasgos, hasta el punto de que uno casi sentía pena por el intruso. —Será un placer, te lo aseguro. —Mantenlo con vida. —Por supuesto. —Eso es una frontera más fina de la que vosotros dos entendéis en ocasiones. —Confía en mí. —No estoy preocupado por ti. —Assail miró hacia el otro—. ¿Me entiendes? El gemelo de Ehric permaneció en silencio aunque el macho asintió una vez. Esa reacción reticente era precisamente el por qué Assail habría preferido mantener su nueva vida simple. Pero era imposible estar en más de un lugar a la vez, y esta violación de privacidad era la prueba de que no podía hacerlo todo él solo. —Sabéis cómo localizarme —les dijo, antes de despedirlos de su habitación.

Veinte minutos después, abandonó la casa: duchado, vestido y detrás del volante de su Range Rover a prueba de balas. El centro de Caldwell por la noche era hermoso en la distancia, en especial cuando pasaba por el puente de entrada. No era hasta que penetraba en la red del sistema de calles que el fango de la ciudad se hacía evidente: los callejones con sus asquerosos montones de nieve, sus contenedores de basuras rezumando y los deshechos de humanos sin hogar medio congelados, contaban la verdadera historia de la parte baja del distrito. Su lugar de trabajo, por así decirlo. Cuando llegó a la galería de arte Benloise, aparcó en la parte trasera, en uno de los dos espacios paralelos al edificio detrás de las instalaciones. Cuando salió del SUV, el viento frío se coló en su abrigo de pelo de camello y tuvo que sujetar las dos mitades unidas mientras cruzaba la calzada, aproximándose a una puerta tamaño industrial. No tuvo que golpear la puerta. Ricardo Benloise tenía a un montón de gente trabajando para él, y no toda era del tipo socios marchantes de arte. Un humano varón del tamaño de un parque de atracciones le abrió el paso y se hizo a un lado. —¿Le está esperando? —No, no me espera. Disneyland asintió. —¿Quiere esperar en la galería? —Estaría bien. —¿Necesita una bebida? —No, gracias. Mientras atravesaban la zona de la oficina y entraban en el espacio de exposición, la deferencia ahora conferida a Assail era algo nuevo, ganada tanto por el enorme número de pedidos que había solicitado, como por la sangre derramada de incontables humanos. Gracias a él,

los suicidios entre los varones privados del derecho a voto entre los dieciocho y veintinueve años con antecedentes criminales por drogas hab ía pegado una subida como nunca en la ciudad, saliendo incluso en las noticias nacionales. ¡Imagínate! Mientras los presentadores del telediario y los periodistas intentaban darle sentido a las tragedias, él simplemente seguía haciendo crecer el negocio por cualquier medio necesario. Las mentes humanas eran excesivamente sugestionables; se requería apenas esfuerzo para conseguir que traficantes intermediarios se apuntaran en la sien con sus propias armas y apretaran el gatillo. Y del mismo modo que la naturaleza aborrecía un vacio, así lo hacían también las demandas de suplementos químicos. Assail tenía las drogas. Los adictos tenían el efectivo. El sistema económico, reorganización.

más

que

sobrevivir,

obligaba

a

la

—Iré arriba —dijo el hombre ante una puerta oculta—. Y le haré saber que usted está aquí. —Tómate tu tiempo. Dejado a sus anchas, Assail se paseó por el espacio abierto de altos techos, uniendo las manos y poniéndolas en la parte baja de su espalda. De vez en cuando, hacía una pausa para mirar el “arte” que colgaba de las paredes y divisiones, haciéndole recordar porqué los humanos deberían ser erradicados, preferiblemente por medios lentos y dolorosos. ¿Platos de cartón usado pegados en un aglomerado barato y cubiertos con unas frases escritas a mano de anuncios de televisión? ¿Un autorretrato hecho en un dentífrico? E igualmente ofensivas eran las exageradas placas montadas al lado de esas porquerías anunciando que estas sandeces eran la nueva onda del Expresionismo Americano.

Un comentario más de tantos en la cultura. —Está listo ahora. Assail se sonrió a sí mismo y se dio la vuelta. —Que servicial. Cuando entró por la puerta secreta y ascendió al tercer nivel, Assail no culpó a su proveedor por ser suspicaz y querer más información de su único y mayor cliente. Después de todo, en escaso tiempo, el mercado de la droga en la ciudad había sido redirigido, redefinido y acaparado por un completo desconocido. Uno podría respetar la postura del hombre. Pero la pesquisa iba a acabar aquí. En la parte superior del tramo de escaleras industriales, otros dos hombres enormes estaban frente a otra puerta, segura y sólida como una pared de carga. Como con el guardia de la planta baja, la abrieron con rapidez y le saludaron con respeto. En el otro extremo, Benloise, estaba sentado al final de una larga y estrecha habitación con ventanas en un lateral, y solo tres piezas de mobiliario: su mesa elevada, la cual no era nada más que una gruesa tabla de teca con una lámpara modernista y un cenicero; su silla, de alguna derivación moderna; y un segundo asiento frente a él para un único visitante. El hombre mismo era como su entorno: pulcro, rígido y ordenado en su pensamiento. De hecho, demostraba que por muy ilegal que fuera el mercado de la droga, los principios de gestión y el talento interpersonal de un alto ejecutivo daban buenos resultados si querías hacer millones… y conservar tu dinero. —Assail. ¿Cómo estás? —El diminuto caballero se levantó y le tendió la mano—. Un placer inesperado. Assail cruzó estrechó la mano extendida y no esperó una invitación para sentarse.

—¿Qué puedo hacer reacomodaba en su silla.

por

ti?

—dijo

Benloise

mientras

se

Assail sacó un puro cubano de su bolsillo interior. Cortando el extremo, se inclinó hacia delante y puso el trozo desdeñado justo sobre la mesa. Cuando Benloise frunció el ceño como si alguien hubiera defecado en su cama, Assail sonrió con una breve exposición de sus colmillos. —Sería más bien, que puedo hacer yo por ti. —Oh. —Siempre he sido un hombre discreto, viviendo una vida discreta por elección. —Dejó aparte el cortapuros y sacó su encendedor de oro. Haciendo salir la llama, se inclinó y dio caladas hasta lograr en el puro un encendido sostenible—. Pero por encima y más allá de esto, soy un hombre de negocios dedicado a un mercado digamos que peligroso. En consecuencia, me tomo cualquier invasión en mi propiedad o intrusión en mi anonimato como un acto directo de agresión. Benloise sonrió diplomáticamente y se echó atrás en su silla tipo trono. —Puedo respetarlo, por supuesto, y aún así, me confunde el por qué te sientes en la necesidad de señalármelo. —Tú y yo hemos entrado en una relación de beneficios mutuos, y es mi deseo más ferviente seguir con esta asociación. —Assail dio una calada al puro, soltando una nube de humo color azul francés—. Por lo tanto, quiero corresponderte con el debido respeto y dejar claro antes de actuar en consecuencia que si descubro a cualquier persona en mis instalaciones que no haya invitado, no sólo los erradicaré, encontraré a la fuente de información —dio otra calada—, y haré lo necesario para defender mi intimidad. ¿He sido lo bastante claro? Las cejas de Benloise cayeron hacia abajo, sus ojos oscuros se hicieron más astutos.

—¿Lo soy? —susurró Assail. Por supuesto, sólo había una única respuesta. Asumiendo que el humano quisiera vivir más allá del siguiente fin de semana. —Sabes, me recuerdas a tu predecesor —dijo Benloise con su acento inglés—. ¿Conociste al Reverendo? —Nos movimos en los mismos círculos, sí. —Fue asesinado de un modo bastante violento. ¿Hace un año? Su club voló por los aires. —Los accidentes suceden. —Normalmente en casa, por lo que he oído. —Algo que tendrás en mente. Cuando Assail se encontró directamente con aquellos ojos, Benloise apartó primero la mirada. Aclarándose la garganta, el mayor importador de droga y mayorista de la costa este, pasó la mano sobre su lustrosa mesa, como si notara el granulado que había en la teca. —Nuestro negocio —dijo Benloise—, tiene un ecosistema delicado que, para toda esta robustez financiera, debe ser cuidadosamente mantenido. La estabilidad es rara y sumamente deseable para hombres como tú y como yo. —Estoy de acuerdo. Y para ese fin, planeo volver al final de la noche con mi pago a cuenta, como programamos. Como siempre, vengo a ti de buena fe, sin darte razones para dudar de mi o de mis intenciones. Benloise le ofreció otra sonrisa diplomática. —Lo haces parecer como si yo estuviera detrás —movió la mano alrededor, agitándola despectivamente por el aire—, de lo que te haya molestado. Inclinándose, Assail bajó la barbilla y lo fulminó con la mirada. —No estoy molesto. Todavía.

Una de las manos de Benloise de manera subrepticia se hundió fuera de la vista. Una milésima de segundo después, Assail oyó abrirse la puerta en el otro extremo de la habitación. Manteniendo baja la voz, Assail dijo: —Esto es en cortesía hacia ti. La próxima vez que encuentre a alguien en mi propiedad, los envíes tú o no, no seré ni la mitad de educado. Con eso, se puso en pie y aplastó el puro encendido en la mesa. —Te deseo una muy buena noche —le dijo antes de alejarse.

Capítulo 14

Hablando de empezar tarde. Cuando Qhuinn se desmaterializó desde la mansión, no podía creer que fueran las diez de la noche y estuvieran justo empezando. Así y todo, la Hermandad había permanecido enclaustrada en el estudio de Wrath una eternidad, y cuando al final los dejaron entrar a John y a él, el anuncio de V de que la prueba contra la Banda de Bastardos era irrefutable, había conducido a una buena media hora de poner verde a Xcor y a sus hombres. Un montón de usos creativos de la palabra joder, al igual que algunas sugerencias de la leche para lugares donde poner objetos inanimados. Por ejemplo, jamás habría pensado en hacer eso con un rastrillo de jardín. Divertido. Divertido. Y Blay se lo había perdido todo. Recuperando su forma en un bosque al suroeste del complejo, Qhuinn se armó de valor para no sacar conclusiones de qué había entretenido al tío… aunque el hecho del asunto era que el guerrero había subido a su habitación y no había vuelto. Considerando que la mayoría de accidentes sucedían en casa, era una buena suposición que no había tenido un resbalón y caída. A menos que Saxton hubiera estado jugando con la alfombrilla en el mármol de su baño. Sintiendo ganas de abofetearse, inspeccionó el paisaje cubierto de nieve mientras John, Rhage y Z aparecían a su lado. Las coordenadas

para la posición fueron encontradas en los teléfonos de los ladrones de coches de la noche anterior, en la supuesta propiedad abandonada a unos veinte o veinticinco kilómetros de distancia de donde volvió a encontrar su Hummer robado. —¿Qué coño es eso? Cuando alguien habló él echó un vistazo por encima del hombro. El “coño” estaba justificado: cerniéndose detrás de ellos había un edificio cuadrado alto como un campanario y sin adornos como un cubo de reciclaje. —Un hangar —anunció Zsadist mientras empezaba a caminar en esa dirección—eso debe ser. Qhuinn le siguió, yendo en la retaguardia por si alguien decidía soltar un hola-que-tal… De la nada, Blay hizo su aparición, el macho ataviado con cuero y tan cargado de armas como el resto de ellos. En respuesta, los pies de Qhuinn se demoraron, luego se detuvieron en la nieve, en su mayor parte porque no quería perder el pie y parecer un estúpido. Dios, ese era un hijoputa triste, pensó cuando Blay empezó a caminar. ¿Había algún problema en el paraíso? Aunque no hubo contacto visual entre ellos, Qhuinn se sintió obligado a decir algo. —¿Qué… No acabó la parte del “tal” en la frase. ¿Para qué molestarse? El tío le pasó como si no estuviera allí. —Estoy genial —masculló Qhuinn al reanudar la caminata a través de la placa de hielo—. Formidable, gracias por preguntar… ¿tienes problemas con Saxton? ¿En serio? ¿Te gustaría salir, nos tomamos un trago y hablamos de ello? Perfecto. Seré tu pastilla de menta para después de la cena…

Cortó el monólogo de fantasía cuando la brisa cambió y su nariz captó un olorcillo dulce y asqueroso. Todo el mundo sacó sus armas y las apuntaron hacia el hangar. —Estamos contra el viento —dijo Rhage en voz baja—. Así que allí tiene que haber un lío enorme. Los cinco se acercaron a la instalación con cautela, desplegándose, buscando en el resplandor azul ambiental del reflejo de la luna cualquier cosa que se moviera. El hangar tenía dos entradas, una que era de doble hoja y lo bastante grande para que cupiera la envergadura de las alas y la otra que se suponía era para la gente, y en comparación, parecía tamaño Barbie. Rhage tenía razón: a pesar del hecho de que las gélidas ráfagas invernales los golpeaban de espalda, el olor era suficiente para cosquillear en el interior de la nariz, y no de un modo bueno. Tío, el frío normalmente también atenuaba la peste. Comunicándose vía señas, se dividieron en dos grupos, él con John por un lado de las mastodónticas puertas dobles, Rhage, Blay y Z dirigiéndose hacia la entrada más pequeña. Rhage fue a por el requerido pomo mientras todo el mundo se preparaba para el combate. Si allí dentro había lessers por valor de un equipo de fútbol, tenía sentido enviar primero al Hermano, porque tenía la clase de respaldo que nadie más tenía: su bestia adoraba a los asesinos, y no en un sentido de relación. Hablando de pastillas de menta. Hollywood levantó la mano sobre la cabeza. Tres… dos… uno… El Hermano penetró en silencio total, abriendo la puerta y colándose dentro. Z fue el siguiente… y Blay entró con ellos. Qhuinn sintió un latido de puro terror cuando el macho saltó hacia lo desconocido con nada más que un par de cuarentas para protegerle. Dios, la idea de que Blay pudiera morir esta noche, justo delante de

él, en esta misión común-y-corriente, le hizo querer detener toda esta sandez de la defensa a la raza y convertir al guerrero en un bibliotecario. Un modelo de manos. Un peluquero… El silbido agudo que llegó menos de sesenta segundos después fue una bendición. Y el todo despejado de Z fue la señal para que John y él cambiaran de posición, arrastrándose lateralmente hacia la puerta ahora abierta y atravesando el… De acuerdo. Guau. Hablando de aceite pringoso. Y santa puta A por el hedor. Los tres que habían entrado primero habían encendido sus linternas y los haces de luz acuchillaban el cavernoso espacio, penetrando en la oscuridad, iluminando lo que a primera vista no era más que una capa de hielo negro. Excepto que no era negro y la mierda no estaba congelada. Era sangre humana coagulada, lo que serían unos mil doscientos litros. Mezclados con un lote completo del Omega. El hangar era el lugar de una iniciación en masa, la escala de la cual hacía parecer a la cosa en aquella granja de hacía un tiempo poco más que un juego de niños. —Supongo que aquellos chicos que se llevaron tu carro se dirigían a un pedazo de fiesta —dijo Rhage. —Amén —masculló Z. Cuando los haces de las linternas iluminaron un viejo y decrépito avión en la parte trasera, y absolutamente nada más, Z sacudió la cabeza. —Busquemos en la zona exterior. Aquí no hay nada. *

*

Dado que la cabaña no era mucho desde el exterior, sólo la típica casucha de caza y pesca en los bosques, Sr. C se vio tentado a pasar de largo a la condenada. Sin embargo, la meticulosidad tenía sus

virtudes, y la situación de la cabaña, a unos dos o tres kilómetros dentro de la extensión de terreno, sugería que podría ser utilizada en algún momento como cuartel general. Considerándolo todo, habría sido más inteligente comprobar la propiedad antes de utilizar el hangar de aviones para la iniciación más grande en la historia de la Sociedad Lessening. Pero las prioridades eran las que eran: primero, tenía que ponerse al mando; segundo, tenía que justificar la promoción; y tercero, tenía que tratar con todos aquellos nuevos lessers. Y eso significaba que necesitaba recursos. Rápido. Después de la gran y desagradable ceremonia del Omega, y el asqueroso periodo que había durado varias horas a partir de ahí, Sr. C había ordenado a los nuevos reclutas en un bus escolar robado hacía una semana de un concesionario de camiones usados. Entre el agotamiento y la incomodidad física entraron en fila, habían sido tan buenos chicos, y se habían sentado de dos en dos como si estuvieran en alguna jodida clase de arca de Noé. A partir de ahí, los llevó él (porque no se confía esa clase de bienes a nadie más) hacia la escuela para chicas Brownswick. El extinto instituto estaba en los suburbios, en treinta y cinco acres de ignorados, descuidados y ruinosos terrenos, los rumores de que estaba encantado mantenían fuera a la gente normal. Por ahora, la Sociedad Lessening estaba de ocupa, pero el letrero de En Venta en la esquina cerca de la carretera significaba que él podía arreglarlo. Tan pronto reuniera algo de efectivo. Con sus chicos acabando su recuperación de vuelta a la escuela, y los asesinos presentes en el centro patrullando en busca de la Hermandad, estaba dejado a su suerte, catalogando los pocos recursos que quedaban en la Sociedad, incluida esta extensión de prácticamente bosque vacío al norte de la ciudad. Aunque empezaba a creer que estaba perdiendo el tiempo.

Acercándose al pequeño porche de la cabaña, alumbró con una linterna la ventana más cercana. Una estufa de leña. Una vasta mesa de madera con dos sillas. Tres catres que no tenían colchón ni sábanas. Una pequeña cocina. Yendo hacia la parte de atrás, encontró un generador eléctrico sin gasolina, y un depósito de gasoil totalmente oxidado, lo cual sugería que el lugar había tenido algún tipo de calefacción en algún momento. Volviendo a la parte delantera, giró el pestillo de la puerta y lo encontró cerrado. No importaba. No había mucho aquí dentro. Sacando el mapa de su cazadora, lo desplegó y localizó dónde estaba. Cotejando el pequeño cuadrado, sacó la brújula, ajustó el rumbo y empezó a caminar en dirección noroeste. De acuerdo con este mapa, el cual encontró en una rendija de la casa del anterior Fore-lesser, este tramo de la propiedad totalizaba unos quinientos acres y tenía esas cabañas diseminadas a intervalos aleatorios. Dedujo que ese sitio había sido una vez una zona de acampada propiedad de varia gente, una especie de coto de caza moderno que había sido olvidado por la carga de los impuestos del estado de Nueva York y comprado por la Sociedad allá en los ochenta. Al menos, aquello es lo que decían las notas escritas a mano en el borde, aunque sólo Dios sabía si la Sociedad era todavía dueña en el registro. Considerando el estado financiero de la organización, el bueno del NYS bien podría tener ahora un colosal embargo por impuestos sobre la superficie, o haberse quedado con esta mierda. Hizo una pausa y volvió a comprobar la brújula. Tío, al ser un chico de ciudad, odiaba rebuscar por los bosques de noche, pisoteando por la nieve, comprobando esta mierda como una especie de guardabosques. Pero tenía que ver con sus propios ojos con qué tenía que trabajar, y eso sólo iba a suceder de una manera. Al menos tenía un chorro de ingresos programado.

En otras veinticuatro horas, cuando aquellos chicos suyos estuvieran por fin en pie, iba a empezar a rellenar las arcas. Ese era el primer paso de la recuperación. ¿Paso dos? Dominar el mundo.

Capítulo 15

Estaba sangrando. Cuando Layla bajó la mirada al papel higiénico en su mano, la mancha roja en todo ese blanco era el equivalente visual a un grito. Extendiendo el brazo hacia atrás, tiró de la bomba del inodoro y tuvo que usar la pared para mantener el equilibrio al levantarse. Con una mano en su bajo vientre, la otra en la encimera del lavabo y luego en la jamba de la puerta, entró tambaleándose en el dormitorio y fue derecha hacia el teléfono. Su primer instinto fue llamar a la Doc Jane, pero desistió. Asumiendo que estuviera en el proceso de un aborto espontáneo, existía una posibilidad de ahorrar a Qhuinn la ira del Primale… siempre y cuando ella mantuviera esto en secreto. Y usar el personal médico de la Hermandad probablemente no era la mejor manera de garantizar privacidad. Después de todo existía un único motivo para que una hembra sangrara… y las preguntas acerca de su necesidad y de cómo la había manejado, inevitablemente, vendrían a continuación. Abrió el cajón de la mesita junto a su cama y sacó un pequeño libro negro. Localizando el número de la clínica de la raza, lo marcó con mano temblorosa. Cuando colgó el teléfono un poco más tarde, tenía una cita en treinta minutos. ¿Excepto que cómo iba a salir de allí? No podía desmaterializarse… demasiado ansiosa y de cualquier modo, las hembras embarazadas

eran advertidas contra eso. Y no se sentía en condiciones de conducir. Las lecciones de Qhuinn habían sido generales, pero ella no podía imaginarse, en su estado, tomando una autopista y siguiendo el ritmo del flujo del tráfico humano. Fritz Perlmutter era la única respuesta. Yendo hacia el armario, sacó una blusa suave, retorciéndola en un cordón grueso la aseguró entre sus piernas con la ayuda de varios pares de ropa interior. La solución para su problema de sangrado era increíblemente voluminosa, lo que hacía difícil caminar, pero ese era el menor de sus problemas. Una llamada telefónica a la cocina, aseguró que el mayordomo la llevara en automóvil. Ahora tenía que bajar las escaleras, salir al vestíbulo, subir a ese largo sedan sana y salva… sin toparse con ninguno de los machos de la familia. Justo cuando estaba a punto de dejar la habitación, captó su reflejo en los espejos en la pared. Su túnica blanca y el peinado formal anunciaban su rango de Elegida como nada más podía hacerlo: nadie en las especies, aparte de las hembras sagradas de la Virgen Escriba, vestían así. Aun si ella se presentara con el seudónimo que había suministrado a la recepcionista, todos adivinarían su filiación en el Otro Lado. Quitándose la túnica, intentó ponerse un par de pantalones de yoga, pero el tapón que se había puesto lo hizo imposible. Y los vaqueros que ella y Qhuinn habían comprado, no funcionarían tampoco. Retirando la blusa, usó toallas de papel del baño para encargarse de su problema y logró ponerse los vaqueros. Un suéter pesado le proveyó volumen y calidez, una rápida cepillada y una cola en su cabello la hicieron verse… casi normal.

Al salir de la habitación, ella se aferró al móvil que Qhuinn le había dado. Sólo pensó en llamarle un instante, pero en verdad, ¿qué había que decir? Él no tenía más control sobre esto que el que ella tenía. Oh, queridísima Virgen Escriba, ella estaba perdiendo a su bebé. El pensamiento se le ocurrió justo cuando llegó a la cima de la grandiosa escalera. Ella estaba perdiendo a su bebe. En este mismo momento. Aquí fuera del estudio del rey. De repente, el techo se desplomaba sobre su cabeza y las paredes del espacioso vestíbulo apretujaban tanto que ella no podía respirar. —¿Su gracia? Sacudiéndose, recorrió con la mirada el camino de alfombra roja. Fritz estaba parado al pie de la escalera, vestido con su librea habitual, su rostro envejecido y adorable cubierto de preocupación. —Su gracia, ¿no vamos ya? —dijo. Mientras asentía con la cabeza y comenzaba a bajar cautelosamente las escaleras, no podía creer que todo hubiera sido en vano, todas esas horas de tensión con Qhuinn… los paralizantes momentos posteriores donde ella no se había animado a moverse… la maravilla, la preocupación y la silenciosa y traicionera esperanza. El hecho de que había entregado el regalo de su virginidad en vano. Qhuinn iba a estar muy dolido, y el fracaso que ella le estaba llevando se sumaba inconmensurablemente a su calvario. Él había sacrificado su propio cuerpo durante su necesidad, su deseo por un hijo de su propia sangre lo impulsó a hacer algo que de otra manera no habría elegido. Que la biología tuviese su propia agenda no la aliviaba. La pérdida… aún se sentía como su culpa *

*

Un clavo saca a otro clavo. Saxton creía que el dicho era burdo, y sin embargo, bastante apropiado. Parado desnudo delante del espejo de su baño, tomó el secador de pelo y arrastró los dedos a través de la parte de arriba. Las ondas tomaron su patrón normal, los mechones rubios encontraron un arreglo perfecto, complementando su rostro cuadrado y ecuánime. La imagen que él suponía era exactamente como había aparecido anoche y la noche anterior a esa, y sin embargo, tan familiar como su reflejo le era, lo sentía como si fuera de una persona diferente, separada. Su interior había cambiado tanto que parecía razonable asumir que la transformación se reflejaría en su apariencia. Por desgracia, no era así. Alejándose y saliendo de su armario, se suponía que él no debería estar sorprendido, ya fuera por su malestar interior o por su falsa compostura externa. Después de que Blay y él hubiesen hablado, había tardado una hora en sacar todo del dormitorio en el que había permanecido con su ex amante, de regreso a esta suite al final del pasillo. Le habían concedido este alojamiento desde el día en que había venido a quedarse en la casa, pero como las cosas habían progresado con Blay, sus pertenencias poco a poco habían terminado en aquella otra habitación. El proceso de migración había sido gradual, lo mismo que su amor: un caso de una camisa aquí, un par de zapatos allí, un cepillo para el pelo una noche y calcetines a la siguiente… una conversación de valores compartidos, luego una maratón sexual de siete horas seguida de una bañera de helado de café Breyers y una sola cuchara. No había sido consciente de la distancia recorrida por su corazón, similar al modo en que un excursionista se perdía en la selva. A medio

kilómetro de la partida, aún podrías ver dónde habías comenzado y fácilmente encontrar el camino de regreso a casa. Pero dieciséis kilómetros después y una serie de bifurcaciones en tu sendero, y ya no hay vuelta atrás. En ese momento, no tienes más remedio que organizar los recursos para construirte un refugio y echar nuevas raíces. Él había supuesto que construiría ese nuevo lugar con Blay. Sí, lo había hecho. Después de todo, ¿cuánto tiempo realmente podría sobrevivir el amor no correspondido? Como el fuego necesita oxígeno para encenderse, así también lo hacía el sentimiento. Al parecer, no cuando se trataba de Qhuinn. No para Blay. Sin embargo, Saxton decidió no dejar la residencia real. Blay había tenido razón al respecto… Wrath, el rey lo necesitaba, y por otra parte, él disfrutaba de su trabajo aquí. Era vertiginoso, desafiante… y el egoísta en él quería ser el abogado que reformara la ley de la manera correcta. Asumiendo que el rey no fuera destronado y él no perdiera la cabeza bajo un nuevo régimen. Pero no podías vivir tu vida preocupado por cosas como esas. Retirando un traje príncipe de gales de lana del armario, cogió una camisa con el cuello abotonado, un chaleco haciendo juego y colocó todo sobre la cama. Era un cliché triste y más bien poco atractivo, salir en busca de alguien joven y guapo, un amortiguador para auto medicarse contra el dolor emocional, pero él prefería mucho más tener un orgasmo que ser un borracho desastrado. También tenía buen fundamento el dicho popular finge-hasta-que-le-vuelvas-a-encontrar-sentido. Y fue especialmente cierto cuando se miró todo acicalado en el espejo de cuerpo entero del cuarto de baño. De hecho, parecía tener su vida en orden, y eso, ayudaba.

Antes de salir, revisó dos veces su móvil. Las Leyes Viejas habían sido refundidas por órdenes de Wrath y ahora él estaba en alerta… esperando su siguiente misión. Imaginaba que muy pronto se enteraría de lo que era. Wrath era notoriamente exigente, pero nunca irracional. Mientras tanto, iba a ahogar sus penas en la única clase de abdominales que le interesaban… algún veinteañero de más de metro ochenta, atlético… Y preferentemente de cabello oscuro. O rubio.

Capítulo 16

—Alguien ya ha estado por aquí. Mientras Rhage hablaba, Qhuinn sacó su linterna de bolsillo y alumbró el suelo con el discreto haz. Sin duda alguna las huellas a través de la nieve eran frescas, sin hojuelas sueltas movidas por el viento… y se dirigían directamente al claro en el bosque. Presionando el botón de apagado, él se centró en la cabaña de caza de más adelante que parecía estar abandonada al frío: ninguna bocanada de humo saliendo en volutas de la chimenea de piedra, ningún resplandor de iluminación… y lo más importante, ningún olor. Los cinco se acercaron, rodeando el claro y moviéndose sigilosamente con un ángulo amplio de aproximación. Cuando no hubo ninguna reacción defensiva, todos subieron al pórtico e investigaron el interior a través de las ventanas de una sola hoja. —Nada —masculló Rhage mientras se dirigía hacia la puerta. Una rápida comprobación del picaporte… y ésta estaba cerrada con llave. Con un empujón, el Hermano golpeó su hombro macizo contra los paneles y la puerta salió volando, los fragmentos del mecanismo de la cerradura cayendo dispersos con las astillas de madera. —Hola cariño, ya estoy en casa —gritó Hollywood mientras entraba. Qhuinn y John siguieron el protocolo y permanecieron en el porche mientras Blay y Z entraban uno detrás del otro y revisaban.

El bosque estaba silencioso a su alrededor, pero sus ojos penetrantes rastrearon esas huellas… las cuales, después de pasar por la cabaña, se dirigían hacia el noroeste. Sugiriendo a las claras que alguien estaba aquí fuera con ellos, registrando la propiedad al mismo tiempo. ¿Humano? ¿Lesser? Él pensaba en esto último, dada toda la mierda en ese cobertizo… y el hecho que esta propiedad estaba muy lejos y era relativamente segura debido a eso. Aunque ellos iban a querer meter primero a Stanley Steemer xii en este edificio para una limpieza. La voz de Blay vino de la puerta abierta. —Tengo algo. Qhuinn necesitó de todo su entrenamiento para no romper lo pactado sobre hacer un reconocimiento del paisaje y volverse para mirar en el interior… y no porque le importara particularmente lo que hubieran encontrado. A lo largo de su búsqueda, él había estado controlando a Blay constantemente, midiendo para ver si ese estado de ánimo había variado. Si acaso, sólo había empeorado. Voces bajas iban y venían de la cabaña y luego los tres salieron. —Hemos encontrado una Lockboxxiii—anunció Rhage mientras abría la cremallera de su chaqueta y deslizaba el contenedor de metal, largo y delgado contra su pecho—. La abriremos más tarde. Encontremos el dueño de esas botas. Desmaterializándose en intervalos de entre quince y dieciocho metros, se desplegaron a través de los árboles, rastreando las huellas en la nieve, siguiéndolas en silencio. Se encontraron con el lesser medio kilómetro más adelante.

El asesino solitario estaba marchando por el bosque nevado a un ritmo que sólo un ser humano con un entrenamiento olímpico podría haber sostenido por más de doscientos metros. Sus ropas eran oscuras, llevaba una mochila en la espalda, y el hecho de que estuviera caminando a simple vista sólo era otro indicio de que era el enemigo. La mayoría de los Homo Sapiens no habrían sido capaces de moverse tan rápido con tan poca luz sin buenas linternas. Haciendo señas con las manos, Rhage orientó al grupo en una formación de triangulo invertido que rodeó el recorrido del lesser. Siguieron avanzando junto con él y lo observaron por casi el largo de un campo de futbol, entonces, de repente, se acercaron, rodearon al asesino, y le bloquearon los cuatro puntos cardinales con sus armas con silenciadores. El lesser dejó de moverse. Era un recluta reciente, el cabello oscuro y su coloración aceitunada, sugiriendo que era descendiente de mejicano o de italiano y el tío consiguió crédito por no mostrar miedo. A pesar de que se veía lastimado, simplemente miró con calma por encima de su hombro, como para confirmar que efectivamente había sido emboscado. —¿Cómo estás?—dijo Rhage arrastrando las palabras. El lesser no se molestó en contestar, lo cual iba en contra de lo que estaba viendo últimamente. A diferencia de los otros, éste no era un matón joven para fanfarronear y exhibir su arma. Tranquilo, calculador… controlado, era la clase de enemigo que mejoraba tu desempeño en el trabajo. No exactamente una mala cosa… Y por supuesto, su mano desapareció dentro de su abrigo. —No seas estúpido, amigo —ladró Qhuinn, dispuesto a poner una bala en el hijo de puta en cualquier momento. El lesser no dejaba de moverse.

Excelente. Él apretó el puto gatillo y abatió a la perra. *

*

En el instante en que el lesser se desplomó sobre la nieve, Blay se quedó inmóvil con sus armas listas. Los demás hicieron lo mismo. En los silenciosos segundos que transcurrieron, mantuvieron los ojos fijos en el asesino caído. Ningún movimiento. Ninguna respuesta desde la periferia. Qhuinn lo había dejado incapacitado y parecía haber estado trabajando solo. Chistoso, aunque Blay no hubiera oído el disparo en su oído izquierdo, habría sabido que Qhuinn era el tirador… todos los demás habrían dado al enemigo otra oportunidad para pensar las cosas. Cuando Rhage silvó brevemente, esa fue la señal para acercarse. Los cinco se movieron como una manada de lobos sobre la presa derribada, veloces y seguros, cruzaron la nieve con las armas apuntadas. El asesino permaneció completamente inmóvil… pero no había habido un deceso en la familia, por así decirlo. Era necesario que un puñal de acero atravesara su pecho para eso. Pero éste era el estado deseable. Querían que fueran capaces de hablar. O por lo menos, en condiciones de ser obligado a hablar… Más tarde, cuando él rebobinara lo que había sucedido luego… cuando su mente diera miles de vueltas y se consumiera obsesivamente por los hechos… cuando permaneciera días tratando de atar cabos de cómo se había desarrollado todo, con la esperanza de imaginar un cambio en el procedimiento que garantizase que algo así nunca, nunca se jodiera otra vez… Blay haría hincapié en la contracción nerviosa.

Esa pequeña contracción en el brazo. Simplemente un tic neurovegetativo aparentemente inconexo con cualquier voluntad o pensamiento consciente. Nada peligroso. Ninguna señal de lo que se avecinaba. Solo un tic. Excepto que luego, con un movimiento más rápido que un parpadeo, el asesino sacaba un arma de algún lado. Fue algo sin precedentes… en un segundo él era un peso muerto en el suelo; en el siguiente estaba disparando de manera controlada en un amplio círculo. E incluso antes que los sonidos de balas se desvanecieran, Blay atrapó la terrorífica imagen de Zsadist recibiendo una bala justo en el corazón, el impacto lo suficientemente fuerte como para detener el avance del Hermano, su torso arrojado hacia atrás, abriendo bruscamente los brazos mientras caía. Al instante, la dinámica cambió. Ya nadie más esperaba interrogar al hijo de puta. Cuatro dagas brillaron a gran altura. Cuatro cuerpos se zambulleron. Cuatro brazos acuchillaron con hojas despiadadas y afiladas. Cuatro impactos atinaron, uno tras otro. Sin embargo, habían llegado demasiado tarde. El asesino desapareció justo debajo de ellos, sus armas apuñalando la mancha negra en la nieve donde el enemigo había aterrizado, en lugar de una cavidad torácica vacía. Lo que sea… ya habría tiempo de cuestionar la desaparición sin precedentes. Por el momento, tenían un combatiente abatido. Rhage casi se abalanzó sobre el Hermano, poniendo su cuerpo en el camino de todo lo posible. —¿Z? ¿Z? Oh, madre de la raza… Blay sacó su teléfono y marcó. Cuando Manny Manello contestó, no había tiempo que perder.

—Tenemos un Hermano abatido. Balazo en el pecho... —¡Espera! La voz de Z fue una sorpresa. Y ahí estaba el brazo del Hermano subiendo rápidamente y apartando a Rhage de un empujón a un lado. —¡Aléjate de mí! —Pero te estoy dando RCP… —Moriré antes de besarte, Hollywood. —Z trató de incorporarse, su respiración jadeante—. Ni siquiera lo pienses. —¿Hola? —dijo la voz de Manello a través del teléfono—. ¿Blay? —Espera… Qhuinn cayó de rodillas junto a Zsadist, y a pesar del hecho de que al Hermano no le gustaba ser tocado, lo sujetó por debajo de la axila y ayudó al macho a sacar su torso de la nieve. —Tengo la clínica en la línea —dijo Blay—. ¿Cuál es tu estado? A modo de respuesta, Z levantó el brazo y tocó la funda de su daga. Luego se bajó la cremallera de la chaqueta de cuero y desgarró la camiseta blanca por la mitad. Para dejar al descubierto el chaleco antibalas más bello que Blay jamás hubiera visto. Rhage se dobló de alivio… al punto que Qhuinn tuvo que atraparlo con su mano libre y mantener también al tío lejos del suelo. —Kevlar —masculló Blay a Manello—. Oh, gracias a Dios, él está usando Kevlar. —Eso está muy bien… pero escucha, necesito que agarres el chaleco y lo revises para ver si retuvo la bala, ¿ok? —Roger. —Él echó una mirada a John y se alegró de encontrar al tío de pie, con dos pistolas apuntando, los ojos explorando los alrededores mientras el resto evaluaba la situación—. Me encargaré de ello.

Blay arrastró los pies y se puso en cuclillas delante del Hermano. Qhuinn podría haber tenido las pelotas para tocar a Zsadist, pero no iba a hacer eso sin su expreso permiso. —El doctor Manello quiere saber si puedes quitarte el chaleco, así podemos ver si hubiera alguna lesión. Z sacudió con fuerza los brazos y luego frunció el ceño. Pareció dar a las cosas otra oportunidad. Después de un tercer intento las manos del Hermano lograron levantarse tan alto como las correas de velcro, pero parecía que no podían hacer mucho. Blay tragó saliva. —¿Puedo encargarme? Prometo no tocarte cuando sea posible. Diez en gramática. Pero hablaba en serio. Z levantó los ojos hacia él. Eran negros de dolor, no amarillos. —Haz lo que tengas que hacer, hijo. Manejaré la situación. El Hermano apartó la mirada, el rostro contraído con una mueca de disgusto, la cicatriz que formaba una S desde el puente de su nariz a la comisura de la boca destacándose en áspero relieve. Con un severo sermón, Blay ordenó a sus manos que fueran firmes y seguras y el mensaje en cierta forma fue efectivo. Le arrancó las tiras de los hombros, los rasgones más fuertes que los gritos en su cabeza y luego le quitó el chaleco, aterrado por lo que fuera a encontrar. Había una gran mancha redonda directamente en el centro del amplio y musculoso pecho de Z. Justo donde estaba el corazón. Pero era un moretón. No un agujero. Era solo un moretón. —Solo herida superficial. —Blay clavó el dedo en el denso material del chaleco y encontró la bala. —Puedo sentir la bala en el chaleco…

—Entonces por qué no puedo mover mi… El olor de la sangre fresca del Hermano pareció golpear las narices de todo el mundo al unísono. Alguien maldijo y Blay se inclinó. —Te han dado debajo del brazo también. —¿Malo? —preguntó Z. Por el teléfono, Manello dijo. —Métete allí y mira alrededor si puedes. Blay levantó la pesada extremidad y dirigió su linterna de bolsillo hacia la parte inferior. Al parecer una bala había entrado en el torso por debajo del hueso a través de un diminuto espacio sin protección del chaleco… uno en un millón de disparos que se hubiera tratado de reproducir y posiblemente no se podría lograr. Mierda. —No veo una herida de salida. Está justo al lado de sus costillas, muy alta. —¿Está respirando a un ritmo constante? —preguntó Manello. —Trabajosamente pero a ritmo constante. —¿Se practicó RCP? —Amenazó con castrar a Hollywood si había cualquier tipo de toque de labios. —Mira, déjame desmaterializarme. —Z tosió un poco—. Dame un poco de espacio… Todo el mundo ofreció una variedad de opiniones en ese punto, pero Zsadist no quiso saber nada de ello. Apartando bruscamente a las personas, el Hermano cerró los ojos y… Blay supo que tenían un verdadero problema cuando nada sucedió. Sí, Zsadist no había sido asesinado y estaba muchísimo mejor de lo que hubiera estado sin el chaleco. Pero no era capaz de moverse… y estaban en el medio de la nada, tan profundo en el bosque que aun

cuando pidieran refuerzos, nadie iba a ser capaz de traer un SUV a unos pocos metros de ellos. ¿Y lo peor? Blay tenía la sensación que el asesino abatido, había sido algo bastante más que un lesser común-y-corriente. Sin saber cuando iban a llegar los refuerzos. El sonido de un mensaje de texto llegando al teléfono de alguien sonó y Rhage bajó la vista. —Mierda. Los demás están dando apoyo en el centro de la ciudad. Tenemos que encargarnos de esto por nuestra cuenta. —¡Puta Mierda! —masculló Zsadist en voz baja. Sip. Eso más o menos lo describía.

Capítulo 17

Xcor no esperaba esto. Cuando él y sus soldados se materializaron en el lugar previamente convenido para la alimentación comunitaria, había esperado un predio en ruinas o tal vez a punto de ser confiscado, un lugar en tal condición financiera que una mujer se viese obligada a vender sus venas y su sexo para mantenerse a flote. No había tal cosa. Los alrededores de la propiedad estaban diseñados a un nivel glymera, la enorme casa señorial levantada en la colina resplandecía con una cálida luz, el césped recortado casi hasta hacerlo desaparecer, el pequeño cottage de los criados, justo al trasponer los portones en perfectas condiciones a pesar de su obvia antigüedad. ¿Tal vez ella fuera una prima inferior de alguien de gran linaje? —¿Quién es esta hembra? —le preguntó a Throe. Su segundo al mando se encogió de hombros. —No conozco a su familia en persona. Pero verifiqué su filiación con una línea de sangre de valía. En torno a él, sus soldados estaban inquietos, sus botas de combate compactaban la nieve bajo sus pies mientras se movían en el lugar, sus respiraciones saliendo de las fosas nasales como si fueran caballos de carrera en las portezuelas. —Uno se pregunta si ella sabe para lo que se ofreció voluntariamente —masculló Xcor, no particularmente preocupado por si la hembra lo sabía o no.

—¿Yo debería saberlo? —preguntó Throe. —Sí, antes de que los demás liberen de golpe sus instintos y asalten ese hermoso chalé suyo. Throe se desmaterializó hacia una pintoresca puerta de entrada, la parte superior abovedada con un pequeño farolillo, algo que uno esperaría encontrar equipando una casita de muñecas. Sin embargo, la mano derecha del macho no fue persuadida por el encanto. La iluminación encima de su cabeza fue abruptamente cortada, seguramente porque Throe lo quiso así y el golpe del soldado fue duro y rápido, una exigencia, no un llamado. Momentos después, la puerta se abrió. La luz del fuego se derramó en la noche, los rayos dorados tan intensos que parecían, al menos nominalmente, capaces de derretir el manto de nieve… y justo en el medio de esa preciosa iluminación, la figura de una hembra tallaba una silueta oscura y curvilínea. Estaba desnuda. Y el aroma que flotó a la deriva en la brisa helada indicaba que estaba muy dispuesta. Zypher gruñó en voz baja. —Manteneos alerta —ordenó Xcor—. No sea que nuestra hambre sea usada como un arma contra nosotros. Throe habló con ella y luego metió la mano en el bolsillo interno para sacar el dinero. La hembra aceptó lo que se le entregó, y después levantó un brazo bien alto sobre la jamba, inclinando su cuerpo para que uno de sus deliciosos pechos fuera bañado por esa luz tenue. Throe miró por encima de su hombro y asintió con la cabeza. Los demás no esperaron más invitación. Los soldados de Xcor convergieron en el pórtico, sus cuerpos viriles tan grandes y en tal número, que la hembra se volvió invisible al instante. Con una maldición, él también se acercó.

Zypher naturalmente fue en primer lugar, besándola y acunando sus pechos, pero no estaba solo. Los tres primos pelearon por ubicarse, uno fue por detrás y arqueó sus caderas como si estuviera frotando la polla contra su culo, los otros dos tratando de alcanzar sus pezones y su sexo, sus manos colándose mientras ella era rodeada por la multitud. Throe habló por encima de los gemidos en aumento. —Me quedaré afuera de guardia. Xcor abrió la boca para ordenar otra cosa y luego se dio cuenta que eso lo haría parecer como que estaba evitando la escena y difícilmente era algo que hicieran los machos. —Aye, hazlo —masculló—. Custodiaré en el interior. Sus hombres levantaron a la hembra, sus manos encontrando agarre en los brazos femeninos, las piernas y la cintura y en tromba la llevaron de vuelta al acogedor interior. Xcor fue el que cerró la puerta y se aseguró de que allí no hubiera dispositivos de cerrojos para acorralarlos. También fue el único que echó un vistazo al interior de la casita. Mientras sus bastardos llevaban su comida hacia la chimenea, donde una gran alfombra de piel había sido colocada sobre el suelo. Él se apoyó sobre la ventana más cercana, levantó las cortinas y revisó los paneles de vidrio. Viejos y reforzados con plomo, con puntales de madera no de acero. Nada seguro. Excelente. —Alguien dentro de mí —gimió la hembra con voz profunda. Xcor no se molestó en averiguar si era complacida o no… aunque su prolongado gemido sugirió que sí. En cambio, buscó a su alrededor cualquier otra puerta o lugar desde donde podría provenir una emboscada. Parecía no haber nada. La casita no tenía una segunda planta, el armazón de su techo se abovedaba encima de su cabeza y había un cuarto de baño sencillo, la puerta del cual estaba abierta y una luz dejada encendida revelaba una bañera de patas y un lavabo

pasado de moda. La cocina era apenas un tramo de encimera y unos pocos sencillos aparatos. Xcor echó un vistazo a la acción. La hembra yacía sobre su espalda, los brazos en forma de T, el cuello expuesto y las piernas abiertas de par en par. Zypher la había montado y la estaba follando rítmicamente, la cabeza femenina se sacudía de un lado a otro sobre la piel blanca mientras absorbía las estocadas. Dos de los primos se habían aferrado a sus muñecas y el otro había sacado su polla y estaba follándole la boca. Ciertamente, había poco de ella que no estuviera cubierto con un macho vampiro y su éxtasis al ser usada era obvio no sólo a la vista, sino al oído. En torno a la erección que entraba y salía de sus labios llenos, su resuello y sus eróticos gemidos escapaban en el aire fragante con olor a sexo. Xcor se acercó al fregadero de la cocina. No había nada en las profundidades de éste, ningún residuo rezagado de una comida, ningún vaso abandonado a medio llenar. Sin embargo, había platos en las alacenas, y cuando abrió el refrigerador del tamaño de Europa, las botellas de vino blanco estaban puestas en filas horizontalmente sobre los estantes. Una maldición masculina trajo de regreso sus ojos a la diversión y a los juegos. Zypher estaba teniendo un orgasmo en este momento, con el cuerpo inclinado hacia adelante mientras echaba la cabeza hacia atrás… y en medio de su eyaculación, uno de los primos estaba sacándolo a empujones del camino, para tomar su lugar, levantar las caderas de la hembra y enterrar profundamente su erección en su sexo húmedo y rosado. Al menos Zypher parecía absolutamente contento por el intercambio de lugares; él desnudó sus colmillos, metió rápidamente la cabeza por debajo del torso ahora agitado de su camarada y mordió el pecho de la hembra así podía alimentarse cerca del pezón. El que estaba en su boca también se corrió y ella se tragó su semen, chupando la punta de la polla del soldado con desesperadas

succiones, luego soltándola y lamiéndose la boca resbaladiza como si todavía estuviera hambrienta. Pronto alguien más la complacía, mientras otra erección se zambullía entre sus labios, el ritmo de empujar hasta la empuñadura que se producía en su cabeza y también entre sus piernas, la hacía rebotar de acá para allá de un modo que parecía darle un gran placer. Xcor se acercó y revisó el cuarto de baño, pero su primera evaluación había sido correcta: no había ningún lugar para esconderse en sus estrechos límites. Una vez asegurado el interior, no tenía nada para hacer excepto apoyarse en el rincón que ofrecía el mayor acceso visual y presenciar la alimentación. Cuando las cosas se intensificaron, sus soldados perdieron la apariencia de cortesía que tenían, golpeándose unos a otros como lo harían leones por carne fresca, los colmillos destellando, los ojos desorbitados por la agresión, mientras competían por el acceso. Sin embargo, no perdieron por completo la cabeza. Y se ocuparon de la hembra. Muy pronto, alguien hizo unos pequeños cortes en su vena y la puso sobre los labios femeninos. Xcor bajó la mirada a sus botas y dejó que su visión periférica monitoreara los alrededores. Hubo un tiempo en que se habría excitado ante la vista… no porque estuviera particularmente interesado por el sexo, pero era algo así como que cuando veía comida, su estómago gruñía. Y en consecuencia, en el pasado, cuando había tenido la necesidad de follar a una hembra, había hecho precisamente eso. Usualmente a oscuras, por supuesto, así la querida chica no se ofendería o asustaría. Él podía imaginar las expresiones tensas que los machos lucían cuando estaban en sus estertores eróticos hacían bien poco para mejorar su aspecto.

¿Ahora, sin embargo? Se sentía extrañamente desconectado de todo esto, como si estuviera observando un equipo de varones mover algún pesado mobiliario o quizás rastrillar un prado. Eso era por su Elegida, por supuesto. Después de haber tenido los labios contra su piel pura, de haber sondeado sus luminosos ojos verdes, de haber olido su aroma sutil, estaba completamente desinteresado en los encantos bien usados de esa mujer frente al fuego. Oh, su Elegida… él nunca había conocido la existencia de tal elegancia, y además, no podría haber conjeturado jamás que sería tocado tan completamente por lo que era su antítesis. Ella era lo opuesto a él, era amable y generosa, cuando él era brutal e implacable, bella ante su fealdad, etérea ante su inmundicia. Y lo había marcado. Con tanta certeza como si le hubiera golpeado y dejado una profunda cicatriz en el cuerpo, estaba herido y desfalleciente por ella. No había nada que hacer. He aquí que hasta el recuerdo de los momentos que había compartido con ella, cuando había estado completamente vestida, la vez que él había estado tan gravemente herido, eran suficientes para excitarle las caderas, su entristecido sexo agarrotándose por ninguna buena razón en absoluto, aún si ellos no estuvieran en bandos diferentes por la guerra por el trono, ella nunca le permitiría cortejarla como hace un macho cuando está cautivado por una hembra de valía. Aquella ventosa noche otoñal cuando se habían encontrado debajo de aquel árbol, ella había estado realizando un servicio legítimo en su mente. No tenía nada que ver con él en particular. Pero oh, aun así, él la deseaba… De improviso, la hembra delante del fuego se arqueó bajo los cambiantes y orgásmicos pesos corriéndose encima de ella y él volvió su atención a ella. Como si ésta percibiera su excitación sexual, su

saciada y borrosa mirada fue en su dirección y una breve sorpresa le atravesó el rostro… o lo poco que podía ver de ella rodeada por el grueso antebrazo brindándole alimento. La conmoción le hizo abrir los ojos de par en par. Evidentemente, ella había pasado por alto su presencia… pero ahora que lo notaba, claramente, el miedo y no la pasión estallaron en su interior. Reacio a interrumpir la acción, negó con la cabeza y le levantó la palma de la mano en un movimiento de alto, para tranquilizarla de que no iba a tener que soportar su mordida… o peor aún, su sexo. La mensajería al parecer funcionó, porque el temor abandonó su expresión y cuando uno de sus soldados presentó su polla para ser atendida, ella extendió la mano y comenzó a acariciársela por encima del glande. Xcor sonrió de manera desagradable. Esta puta no lo aceptaría, y sin embargo su cuerpo, con toda su estúpida biología, insistía en responder a esa Elegida como si la hembra sagrada alguna vez lo fuese a mirar dos veces. Tan absurdo. Revisó su reloj y se sorprendió al encontrar que la alimentación ya llevaba una hora. De acuerdo. Con tal que sus hombres cumplieran con sus dos reglas básicas, él estaría contento de permitir que esto continuara: ellos tenían que permanecer en buena medida vestidos y sus armas tenían que estar enfundadas con los dispositivos de seguridad sueltos. De ese modo, si el tenor cambiaba, rápidamente podrían defenderse. Él estaba más que dispuesto a darles el tiempo. ¿Después de este interludio? La mayoría de ellos iban a estar en plena forma y por el modo en que iban las cosas con la Hermandad… iban a necesitar estarlo.

Capítulo 18

—No. De ninguna jodida forma. Qhuinn tuvo que estar de acuerdo con la lectura de Z a la brillante idea de Rhage. El grupo se había movido con dificultad a través del bosque con Rhage soportando la mayor parte del peso de Z mientras todos los demás los rodeaban, preparados para cargarse cualquier cosa o a cualquiera que amenazase desde la periferia. Ahora estaban de vuelta en el hangar del avión y la solución de Hollywood a su problema de movilidad parecía una complicación con implicaciones mortales, no algo que fuese a ayudar realmente. —¿Cómo de difícil puede ser pilotar un avión? —Cuando todo el mundo, incluido Z, simplemente le miraron, Rhage se encogió de hombros—. Qué. Los humanos lo hacen todo el tiempo. Z se frotó el pecho y se hundió lentamente en el suelo. Después de coger un poco de aliento, sacudió la cabeza. —Primero de todo, no sabes si… la maldita cosa… todavía puede conseguir volar. Probablemente no tenga combustible… y nunca has volado antes. —¿Me quieres decir que otra opción tenemos? Todavía estamos a kilómetros de alguna localización de recogida plausible, no estás mejorando y podemos ser emboscados. Déjame al menos ir allí y ver si puedo conseguir que el motor gire. —Esa es una mala decisión.

En el silencio que siguió, Qhuinn hizo sus cálculos, y miró por encima hacia el hangar. Después de un momento, dijo, —Yo te cubro. Vamos a hacerlo. En pocas palabras, Rhage estaba en lo cierto. Esta carrera para una evacuación estaba llevando demasiado tiempo, y ese lesser había desaparecido antes de que lo apuñalasen, no al revés. ¿El Omega les había dado a sus chicos algunos poderes especiales? Como fuera… un guerrero inteligente nunca subestimaba al enemigo… especialmente cuando uno de los suyos había caído. Necesitaban llevar a Z hasta la seguridad, y si eso significaba un puente aéreo, que así fuera, joder. Rhage y él entraron en el hangar y encendieron sus linternas. El avión estaba justo donde lo habían dejado en la esquina del fondo, tal como si fuese el hijastro feo de alguna modalidad de transporte mucho más bonita huido hacía mucho de la escena. Acercándose, Qhuinn vio que la hélice parecía estar en buen estado, y aunque las alas estaban polvorientas, él pudo colgar su peso en ellas. El hecho de que la puerta de la escotilla chirriase como una perra cuando Rhage abrió el camino, fue menos que buenas noticias. —¡Uf! —farfulló Rhage mientras retrocedía—. Huele como si hubiese algo muerto ahí. Tío, debía ser un infierno apestoso si el Hermano podía diferenciarlo del resto de olores dentro del hangar. Tal vez esto no era una buena idea. Antes de que Qhuinn pudiese ofrecer una segunda lectura del hedor, Rhage se transformó en un pretzel y se estrujó a través del agujero ovalado. —Santa mierda… llaves. Hay llaves… ¿puedes creerlo?

—¿Qué hay sobre el combustible? —murmuró Qhuinn mientras barría alrededor en un amplio círculo con el haz de su linterna. Nada salvo ese suelo de mierda. —Es posible que quieras retroceder, hijo —gritó Rhage hacia fuera de la cabina—. Voy a tratar de encender a esta vieja dama. Qhuinn se apartó, pero vamos. Si la cosa iba a convertirse en llamas, como si cinco metros fuesen a hacer mucha diferencia… La explosión fue ruidosa, el humo era espeso y el motor sonaba como si estuviese sufriendo algún tipo de tensión mecánica de la tos ferina. Pero la mierda se nivelaba. Cuanto más tiempo la dejaran funcionar, más regular sería el ritmo. —Tenemos que salir de aquí antes de asfixiarnos —gritó Qhuinn hacia el interior del avión. En el momento justo, Rhage debió ponerlo en marcha o algo, porque al avión se movió con cuidado hacia delante con un gemido como si cada tuerca y tornillo de su fuselaje doliese. ¿Y esta cosa se iba a poner en el aire? Qhuinn trotó enfrente y alcanzó la doble puerta de la nave. Agarrándose a un lado, lanzó toda la fuerza de su cuerpo en la tracción y la destrozó, varios pestillos y cerraduras se dispararon libres y salieron volando. Esperaba que ese avión no tomase la inspiración de esos fragmentos. A la luz de la luna, las expresiones en las caras de John y Blay eran bastante jodidamente graciosísimas cuando obtuvieron una buena vista del plan de escape…y sabía de dónde habían salido. Rhage golpeó los frenos y se estrujó fuera otra vez. —Vamos a cargarlo. Silencio. Bueno, excepto por el sibilante avión detrás de ellos.

—Tú no vas a llevarlo —dijo Qhuinn, casi para sí mismo. Rhage frunció el ceño en su dirección. —Disculpa. —Eres demasiado valioso. Si esta cosa cae, no podemos perder a dos Hermanos. No va a pasar. Yo soy reemplazable, tú no. Rhage abrió la boca como si fuese a discutir. Pero luego la cerró, una extraña expresión asentándose en su hermosa cara. —Tiene razón —dijo Z sombríamente—. No puedo ponerte en peligro, Hollywood. —A la mierda eso, puedo desmaterializarme fuera de la cabina si… —¿Y crees que serás capaz de hacerlo cuando estemos en espiral? Gilipolleces… Llegaron un puñado de disparos de la línea de árboles, clavándose en la nieve y zumbando en los oídos. Todo el mundo se puso en marcha. Qhuinn se zambulló en el avión, se arrastró al asiento del piloto y trató de darle sentido a todo el… jodido infierno, había un montón de diales. La única gracia salvadora que tenía era que había…

¡Tachan-tachan! …visto suficientes películas para saber que la palanca con la empuñadura era el combustible y el volante con forma de lazo de corbata era lo que te levantaba hacia arriba y te empujaba hacia abajo. —Joder —murmuró mientras permanecía en una posición tan encogida como podía. Dado los sonidos explosivos que siguieron, John y Blay estaban disparando en réplica, así que Qhuinn se incorporó un poco más alto y echó una mirada a la fila de instrumentos. Se figuró que el que estaba buscando era el del pequeño tanque de gas.

Quedaba un cuarto de depósito. Y la mierda probablemente estaba medio condensada. Esto era realmente una mala idea. —¡Ponedlo aquí! —gritó Qhuinn, evaluando el campo vacío y llano a la izquierda. Rhage estaba en ello, lanzando a Zsadist dentro del avión con toda la gentileza de un estibador. El Hermano aterrizó en un desplomado montón, pero al menos estaba maldiciendo… lo cual quería decir que estaba lo bastante al tanto para sentir dolor. Qhuinn no esperó que alguien hiciera el trabajo sucio de cerrar la puerta. Soltó el freno de pie, golpeó el acelerador y rogó para que no patinaran en la nieve… La mitad del cristal del parabrisas estalló delante de él, la bala que había causado los desperfectos rebotó alrededor de la cabina del piloto, el ¡ssssss! que llegaba del asiento de al lado sugería que el reposacabezas la había atrapado. Lo que era mejor que su brazo. O su cráneo. Las únicas noticias buenas eran que el avión parecía preparado para largarse como un diablo de allí, ese cabrón y oxidado motor girando la hélice en una carrera de muerte como si el PDM supiese que despegar del suelo era el único camino a la seguridad. Fuera de las ventanas laterales, el paisaje empezó a desdibujarse y él se orientó a la mitad de la “pista” para mantener los dos conjuntos de árboles equidistantes. —Aguanta —gritó sobre el estruendo. El viento rompía dentro de la cabina como si fuese un ventilador industrial llenando el espacio donde había estado el panel de cristal, pero no era como si él estuviese planeando ir lo suficientemente alto para necesitar presurización. En este punto, sólo quería salvar el bosque de delante.

—Vamos, nena, tú puedes… vamos… Tenía el acelerador completamente abajo y le tuvo que decir a su brazo que aflojase… no había más fuerza que conseguir, pero rompiendo la maldita cosa sólo estaba garantizando hacer la mierda aún más difícil. El ruido se hizo más y más fuerte. Los árboles se movieron más y más rápido. Los botes se volvieron más y más violentos, hasta que sus dientes chocaron juntos, y empezó a convencerse de que una o ambas alas iban a soltarse de los goznes y caer a los bordes del camino. Calculando que no había tiempo que perder, Qhuinn tiró del volante hacia atrás tan fuerte como pudo, agarrándolo apretadamente como si de alguna manera pudiese traspasarla al fuselaje del avión y mantenerlo todo junto… Algo cayó del techo y revoloteó hacia atrás en dirección a Z. ¿Un mapa? ¿Un manual del propietario? Quién coño sabía. Tío, esos árboles en el extremo estaban acercándose. Qhuinn estiró incluso más, a pesar de que el volante estaba tan cerca de él como podía ir… lo cual era una verdadera lástima porque estaban fuera de la pista y todavía no habían despegado del suelo… Ruidos de arañazos rastrillaron el vientre del avión, como si la maleza estuviese levantándose y agarrándose a las planchas de acero. Y sin embargo esos árboles estaban aún más cerca. Su primer pensamiento cuando miró a la muerte a la cara fue que nunca iba a conocer a su hija. Al menos no en este lado del Fade. El segundo y último fue que no podía creer que nunca le había dicho a Blay que le amaba. En todos los minutos, horas y noches de su vida, en todas las palabras que había hablado con el macho a través de los años que hacía que se conocían, siempre lo había apartado a un lado.

Y ahora era demasiado tarde. Imbécil. Qué idiota había sido. Porque seguro que mientras el infierno aparecía, esa tarjeta de biblioteca iba a conseguir su sello esta noche. Enderezándose como si toda la fuerza de esa fría ráfaga le golpease justo en la cara, Qhuinn miró ferozmente la ráfaga, imaginando esos pinos delante que no podía ver porque sus ojos estaban húmedos por el viento. Abriendo la boca, gritó hasta desgañitarse, sumando su voz a la vorágine. Maldita sea, no iba a hundirse como un cobarde. Ni agacharse, ni un patético oh-por favor-Dios-no-sáaaaaaaaaaalvame. Que se jodiese. Iba a encontrar la muerte con los colmillos al descubierto, el cuerpo preparado y el corazón latiendo, no de miedo, si no con un cargamento entero de…

—¡Jódeme, Muerte! *

*

Mientras Qhuinn estaba intentando levantar el vuelo, Blay tenía la boca de su pistola apuntando hacia la línea de árboles y estaba disparando alrededor como si contase con un suministro interminable de plomo… que no tenía. Esto era una mierda cabrona total. John, Rhage y él estaban sin ninguna cobertura; no había forma de saber cuántos asesinos había en esos bosques; y por el amor de Dios, todo lo que el viejo avión estaba haciendo era sacar una nube de humo tóxico a su paso mientras parloteaba como si estuviese en un paseo de domingo. Oh, y ese PDM estaba lejos de ser un jodido a prueba de balas, pero evidentemente tenía gasolina en esos depósitos. Qhuinn y Z no iban a conseguirlo. Iban a golpearse en ese bosque al final del prado... asumiendo que no explotaran primero.

En ese momento, cuando supo que de una manera u otra la bola de fuego era inminente, él se partió por la mitad. La parte física se quedó conectada en repeler el ataque, sus brazos sobresaliendo directamente, sus dedos índices sacando balas, sus ojos y oídos rastreando los sonidos y las vistas de los fogonazos de las armas y los movimientos de sus enemigos. La otra parte de él estaba en ese avión. Era como si estuviese viendo su propia muerte. Podía imaginar con tanta claridad la violenta vibración del avión, y los golpes fuera-decontrol sobre el suelo, y la vista de esa sólida línea de árboles viniendo hacia él… verdaderamente como si estuviese mirando fuera a través de los ojos de Qhuinn y no los suyos. Ese temerario hijo de puta. Había habido tantas veces que Blay había pensado que él iba a matarse. Tantas veces dentro y fuera del campo de batalla. Pero esta era la que iba a pegársela… La bala le golpeó en el muslo, y el dolor que le corrió de prisa desde la pierna hasta el corazón sugirió que necesitaba desplazar toda su atención de vuelta al fuego: si quería vivir, tenía que estar totalmente enfocado. Pero incluso mientras el conocimiento le golpeaba, hubo una fracción de segundo en la que pensó, Simplemente termina todo esto ahora. Simplemente acaba con toda la mierda y el castigo de la vida , los casi-allí, los sí-solo, la despiadada agonía crónica en la que había estado… estaba tan cansado de todo eso… No tenía ni idea de qué le hizo golpear la nieve. En un momento había estado mirando hacia el avión esperando las ráfagas de llamas. Al siguiente estaba con el pecho hacia abajo en el

suelo, sus codos golpeando el suelo congelado e intratable, su pierna herida palpitando. ¡Pop! ¡Pop! Pop… El rugido que interrumpió el sonido de las balas fue tan alto que agachó la cabeza, como si eso fuese a ayudarle a evitar la permanente bola de fuego del avión. Excepto que no había luz ni calor. Y el sonido estaba por encima de sus cabezas… Elevándose mucho sobre el suelo. Ese cubo de pernos estaba realmente en el aire. Por encima de ellos. Blay esperó un segundo para mirar arriba, sólo en caso de que hubiese recibido un disparo en la cabeza y su percepción de la realidad estuviese jodida. Pero no… ese pedazo-de-mierda de avión fumigador estaba arriba en el cielo, haciendo un gran giro y tomando el vuelo en la dirección en la que, si podía permanecer en el aire, finalmente llevaría a Qhuinn y Z al complejo de la Hermandad. Si tenían suerte. Tío, la trayectoria de vuelto no era bonita… no era un águila yendo recta y alineada a través del cielo de la noche. Más bien una golondrina recién salida del nido, con un ala rota. Aun lado y a otro. A un lado y a otro, inclinándose de parte a parte. Hasta el punto de que parecía más como si hubiesen logrado lo imposible y llegado al aire… sólo para un rápido choque y arder sobre el bosque… Salido de ninguna parte, algo le sorprendió a un lado de la cara, golpeándole tan fuerte que se desplomó sobre su espalda y estuvo cerca de perderse la celebración de sus cuarenta. Una mano… y era una mano la que había palmeado su cara como una pelota de básquet.

Y luego un peso macizo se lanzó sobre su pecho, aplanándolo sobre la capa de nieve, haciéndole exhalar con tanta fuerza que se preguntó si no debería buscar su hígado. —¿Quieres mantener tu jodida cabeza abajo? —siseó Rhage en su oído—. Vas a conseguir un disparo… otra vez. Cuando la tregua en los disparos se alargó de unos segundos a un minuto entero, salieron lessers de la línea de árboles más adelante, el cuarteto de asesinos caminando a través de la nieve con sus armas desenfundadas y preparadas. —No te muevas —susurró Rhage—. Dos pueden jugar a este juego. Blay lo hizo lo mejor que pudo para no respirar tan fuerte como la quemazón en sus pulmones le estaba diciendo que necesitaba hacerlo. También intentó no estornudar cuando copos sueltos cosquilleaban en su nariz con cada inhalación. Esperando. Esperando. Esperando. John estaba aproximadamente a un metro de distancia y tirado en una posición retorcida que hizo que el corazón de Blay vacilara… El tipo mostró rápida y sutilmente los pulgares levantados, como si estuviese leyendo la mente de Blay. Gracias. Joder. Blay desplazó los ojos alrededor sin cambiar el incómodo ángulo de su cabeza, y luego cambió discretamente una pistola por una de sus dagas. Cuando un zumbido desquiciado empezó a vibrar en su cabeza, calibró los movimientos de los lessers, sus trayectorias, sus armas. Estaba casi sin balas y no había tiempo de recargar del cinturón de municiones… y sabía que John y Rhage estaban en una situación similar.

Esos cuchillos que V había hecho a mano para todos ellos eran el único recurso. Más cerca… más cerca… Cuando los cuatro asesinos estuvieron finalmente al alcance, su sincronización fue perfecta. Y también la de los otros. Con un movimiento y ataque coordinados, se levantó de golpe y empezó a apuñalar a los dos más cercanos a él. John y Rhage atacaron a los otros… Casi inmediatamente, vinieron más asesinos de los bosques, pero por alguna razón, probablemente porque la Sociedad Lessening no estaba armando tanto a los iniciados, no tenían balas. El segundo asalto se lanzó a través de la nieve con el tipo de armas que esperabas encontrar en una lucha de callejón... bates de béisbol, palancas, llaves de tuercas, cadenas. Bien con él. Estaba tan lleno de energía y cabreado, que podía utilizar el manoa-mano.

Capítulo 19

Sentándose en la mesa de examen, con una bata de frágil papel cubriéndola y sus pies desnudos colgando del borde acolchado, Layla se sentía como si estuviese rodeada de instrumentos de tortura. Y supuso que lo estaba. Todo tipo de instrumentos de acero inoxidable estaban colocados en la encimera al lado del fregadero, las envolturas de plástico transparente indicaban que estaban esterilizados y preparados para el uso. Había estado en la clínica de Havers durante una absoluta eternidad. O al menos, parecía de esa manera. En contraste con el precipitado paseo a lo largo del rio, cuando el mayordomo había conducido como si supiese que el tiempo era de máxima importancia, desde que había llegado aquí, todo había sido retraso tras retraso. Desde el papeleo, hasta la espera por una habitación, la espera por una enfermera, la espera para que Havers le presentase los resultados de los análisis de sangre. Era suficiente para hacer que uno se volviese loco. Al otro lado de donde estaba sentada, un grabado enmarcado en cristal estaba colgado en la pared, y tuvo mucho tiempo para memorizar las pinceladas y colores de la imagen, el ramo de flores representado en azules y amarillos vibrantes. El nombre que se leía debajo: Van Gogh. En este punto, no quería volver a ver iris otra vez. Desplazando el peso, hizo una mueca. La enfermera le había dado una compresa apropiada para su sangrado y estaba horrorizada al darse cuenta de que iba a necesitar otra pronto…

La puerta se abrió de golpe y su primer instinto fue correr… lo cual era ridículo. Allí era donde tenía que estar. Excepto que solo era la enfermera que la había acomodado aquí, tomando esas muestras de sangre y sus signos vitales, y haciendo anotaciones en un ordenador. —Lo siento mucho… ha habido otra emergencia. Sólo quiero asegurarte que eres la próxima en la cola. —Gracias —se escuchó decir Layla. La hembra se acercó y puso una mano en el hombro de Layla. —¿Cómo lo estás llevando? La amabilidad le hizo parpadear con rapidez. —Me temo que necesitaré otra… —Señaló abajo, a sus caderas. La enfermera asintió y le dio un apretón suave antes de acercarse a los armarios y sacar un cuadrado forrado de color melocotón. —Tengo más aquí. ¿Quieres que te lleve de vuelta al baño? —Sí, por favor… —Espera, no te pongas de pie todavía. Déjame conseguirte una cobertura mejor. Layla se miró las manos, esas manos entrelazadas que se retorcía y que no podían estar quietas. —Gracias. —Aquí tienes. —Algo suave fue envuelto alrededor de ella—. Está bien, vamos a ponerte de pie. Deslizándose fuera de la mesa, se bamboleó un poco y la enfermera estuvo justo ahí, agarrando su codo, estabilizándola. —Vamos a ir despacio. Y lo hicieron. Fuera en el pasillo, había enfermeras corriendo de habitación en habitación, y gente yendo y viniendo para sus citas, y

otros miembros del personal en carreras de muerte… y Layla no podía creer que tuviese que ir siquiera tan rápido como ellos. Para mantenerse fuera de la multitud, ella y su amable compañera permanecieron cerca de la pared para evitar ser segadas, pero los otros eran realmente bastante agradables. Como si todos supiesen que sufría de un modo grave. —Voy a entrar contigo —dijo la enfermera cuando llegaron a las instalaciones—. Tu presión sanguínea es muy baja y me preocupa que puedas caerte, ¿de acuerdo? Cuando Layla asintió, entraron y la cerradura fue girada. La enfermera la liberó de la manta y ella apartó torpemente la bata de papel. Sentándose, ella… —Oh, queridísima Virgen Escriba. —Shh, está bien, está todo bien. —La enfermera se inclinó y le dio la compresa limpia—. Permíteme encargarme de esto. Estás bien… aquí, no, vas a darme eso a mí. Tenemos que mandarlo al laboratorio. Es una oportunidad que puede ser utilizada para determinar por qué está pasando y vas a querer esa información si vuelves a intentarlo. Intentarlo otra vez. Como si la pérdida estuviese ya hecha. La enfermera hizo chasquear unos guantes y sacó una bolsa de plástico del compartimento. Las cosas se estaban cuidando con discreción y prontitud, y Layla vio como el nombre que le había dado estaba siendo escrito fuera de la bolsa con un rotulador negro. —Oh, cariño, está bien. La enfermera se quitó los guantes, sacó una toalla de papel del soporte de la pared y se arrodilló. Tomando la cara de Layla en su suave mano, le secó cuidadosamente las mejillas húmedas por las lágrimas.

—Sé por lo que estás pasando. También perdí uno. —La cara de la enfermera se volvió hermosa por la compasión—. ¿Estás segura de que no quieres llamar a tu hellren? Layla sólo sacudió la cabeza. —Bien, déjamelo saber si cambias de idea. Sé que es duro verle alterado y preocupado, ¿pero no crees que él querría estar contigo? Oh, ¿sin embargo iba a decírselo a Qhuinn? Él había parecido tan seguro de todo, como si hubiese visto en el futuro y mirado fijamente a los ojos de su bebé. Esto iba a ser un golpe. —¿Sabré si alguna vez estuve embarazada? —barbotó Layla. La enfermera vaciló. —El análisis de sangre debería decirlo, pero depende del tiempo que estés con lo que está sucediendo. Layla se miró las manos otra vez. Sus nudillos estaban blancos. —Necesito saber si estoy perdiendo un bebé o si esto es solo el sangrado normal que ocurre cuando una no concibe. Eso es importante. —Eso no puedo decirlo yo, me temo. —Aunque lo sabes. ¿No? —Layla levantó la vista y miró a los ojos de la hembra—. ¿No? —De nuevo, este no es mi puesto, pero… ¿con esta cantidad de sangre? —Estaba embarazada. La enfermera hizo un gesto de defensa con las manos, frunciendo los labios. —No le digas a Havers que he dicho esto… pero probablemente. Y deberías saber que no hay nada que puedas hacer para detener el proceso. No es tu culpa y no has hecho nada mal. Es solo, que a veces, estas cosas simplemente pasan.

Layla bajó la cabeza. —Gracias por ser honesta conmigo. Y… en verdad, esto es lo que creía que estaba ocurriendo. —Una hembra lo sabe. Ahora, déjame llevarte de vuelta. —Sí, muchas gracias. Excepto que Layla se esforzó por colocarse la ropa interior en su lugar mientras se levantaba. Cuando estuvo claro que no podía conseguir coordinar sus manos, la enfermera dio un paso y la ayudó con envidiable facilidad, y eso fue tan embarazoso y aterrador. Estar tan débil y a merced de otro para una cosa tan simple. —Tienes el acento más maravilloso —dijo la enfermera mientras se reincorporaban al tráfico del pasillo, pegándose otra vez a su carril lento—. Es tan del Viejo País… mi granmahmen lo aprobaría. Odia como el inglés se ha convertido en nuestra lengua dominante aquí. Cree que esto va a ser la caída de la especie. La conversación de nada en particular ayudó, dándole a Layla algo en lo que concentrarse que no fuese el tiempo que iba a ser capaz de caminar antes de tener que hacer ese viaje otra vez… y si las cosas se ponían peor con el aborto… y lo que iba a pasar cuando se viese obligada a mirar a Qhuinn a los ojos y decirle que había fallado… De alguna forma consiguieron volver a la sala de examen. —Esto no debería tardar mucho más. Lo prometo. —Gracias. La enfermera se paró al lado de la puerta y cuando se quedó inmóvil, las sombras cruzaron las profundidades de sus ojos, como si estuviese reviviendo partes de su propio pasado. Y en el silencio entre ellas, les golpeó un momento de comunión… y pensó que era inusual tener algo en común con una hembra de este lado, la conexión fue un alivio. Se había sentido tan sola en todo esto.

—Tenemos gente con la que puedes hablar —dijo la hembra—. A veces hablarlo después puede ayudar de verdad. —Gracias. —Utiliza ese aparato de teléfono blanco si necesitas ayuda o te sientes mareada, ¿vale? No estoy lejos. —Sí. Lo haré. Cuando la puerta dio un golpe, las lágrimas humedecieron su visión, e incluso más cuando le dolió el pecho, la aplastante sensación de pérdida parecía desproporcionada con la realidad. El embarazo estaba sólo en las primeras etapas… lógicamente no había mucho que perder. Y a pesar de todo, para ella, este era su bebé. Esta era la muerte de su bebé. Hubo un suave golpe en la puerta, y luego una voz de macho, —¿Puedo pasar? Layla cerró los ojos con fuerza y tragó saliva con dificultad. —Por favor. El médico de la raza era alto y distinguido, con gafas de carey y una pajarita en el cuello de su camisa. Con un estetoscopio alrededor del cuello y esa larga bata blanca, parecía el sanador perfecto, tranquilo y competente. Cerró la puerta y le sonrió brevemente. —¿Cómo se siente? —Bien, gracias. La miró a través de la habitación como si la evaluase médicamente incluso aunque no la tocaba ni utilizaba instrumentos. —¿Puedo hablar con franqueza? —Sí. Por favor.

Él asintió con la cabeza y atrajo un taburete con ruedas. Sentándose, equilibró un expediente en su regazo y la miró directamente a los ojos. —He visto que no has inscrito el nombre de tu hellren… o el de tu padre. —¿Debería? El médico vaciló. —¿No tienes parientes cercanos, querida? —Cuando ella sacudió la cabeza, los ojos de él registraron la triste verdad—. Siento mucho tus pérdidas. ¿Así que no hay nadie aquí contigo? ¿No? Cuando ella solo se sentó allí, sin decir nada, él respiró profundamente. —Está bien… —Pero puedo pagar —soltó de golpe. No estaba segura de dónde podría conseguir el dinero, pero… —Oh, querida, no te preocupes por eso. No necesito ser remunerado si no puedes. —Él abrió el expediente y pasó una página —. Ahora, entiendo que has pasado tu necesidad. Layla solo asintió, como si fuese todo lo que podía hacer para no gritar, ¿Cuál es el resultado de los análisis? —Bien, he estado mirando los resultados de tu sangre y han mostrado algunas… cosas que no esperaba. Si así lo consientes, me gustaría tomar otra muestra y enviarla a mi laboratorio para unas pocas pruebas más. Con optimismo, seré capaz de dar sentido a todo esto… y me gustaría hacer un ultrasonido, si no te importa. Es un examen estándar que me dará una idea de cómo están progresando las cosas. —¿Cómo durante cuánto tiempo más tengo que estar abortando hasta que haya terminado? —dijo sombríamente. El médico de la raza estiró el brazo y tomó su mano.

—Déjanos ver cómo estás, ¿de acuerdo? Layla respiró profundamente y asintió otra vez. —Sí. Havers fue a la puerta y llamó a la enfermera. Cuando la enfermera entró, llevaba rodando lo que parecía ser un ordenador de sobremesa montado en un carro: había un teclado, un monitor y algunos tubos montados a los lados del artilugio. —Voy a dejar a mi enfermera hacer la extracción… sus manos son de lejos más competentes en ese aspecto. —Él sonrió suavemente—. Y mientras tanto, voy a controlar a otro paciente. Volveré inmediatamente. El segundo pinchazo de la aguja fue mucho mejor que el primero, ya que sabía lo que esperar, y ella se abandonó brevemente a sí misma cuando la enfermera se fue a entregar los tubos al laboratorio… dondequiera que eso estuviese. Ambos volvieron pronto. —¿Estamos preparados? —preguntó Havers. Cuando Layla asintió, él y su enfermera conversaron, y el equipo fue dispuesto cerca de donde estaba sentada. El médico volvió a desplazarse sobre su taburete y sacó dos extensiones como-brazos de los laterales de la mesa de examen. Moviendo lo que parecían un par de estribos vacíos, él asintió hacia la enfermera, quien apagó las luces y volvió para poner su mano en el hombro de Layla. —¿Quieres recostarte? —dijo Havers—. Y muévete hacia abajo hasta que estés al final de la mesa. Vas a poner tus pies aquí después de que te quites la ropa interior. Cuando él señaló ambos reposapiés, los ojos de Layla se abrieron ampliamente. No tenía ni idea de que el examen iba a ser… —¿Nunca te han hecho un examen interno antes? —dijo Havers de forma vacilante. Cuando ella empezó a sacudir la cabeza, asintió—.

Bien, no es algo fuera de lo común, especialmente si esta era tu primera necesidad. —Pero no puedo quitar… —Se detuvo—. Estoy sangrando. —Nosotros nos encargaremos de eso. —El médico parecía absolutamente seguro—. ¿Vamos a empezar? Layla cerró los ojos y se echó hacia atrás, de modo que quedó totalmente tumbada, el delgado papel que cubría la superficie acolchada se arrugó bajo su peso. Levantando las caderas y arrastrando rápidamente de pies, se deshizo de lo que la cubría. —Yo me ocupo de esto por ti —dijo la enfermera. Las rodillas de Layla se cerraron juntas mientras palpaba alrededor con los pies buscando esos estribos abandonados. —Eso es. —El taburete con ruedas chirrió cuando el médico se acercó—. Pero muévete más hacia abajo. Por una fracción de segundo, pensó, No puedo hacer esto. Enroscando los brazos alrededor de su bajo vientre, los apretó allí, como si pudiese de alguna manera mantener al bebé dentro de ella al mismo tiempo que no se permitía ausentarse a otro lugar. Pero no había nada que pudiese hacer, ninguna conversación que pudiese tener con su cuerpo para calmarse y conservar lo que se había implantado, ninguna palabra de ánimo cariñosa que pudiese comunicar a su bebé para que siguiese tratando de sobrevivir, ninguna variedad de palabras para calmar su pánico total Por una fracción de segundo, anheló la vida de clausura que una vez había encontrado tan sofocante. Arriba, en el Santuario de la Virgen Escriba, la plácida naturaleza de su existencia había sido algo que había dado por sentado. De hecho, desde que había bajado y tratado de encontrar un propósito aquí, había sido un trauma tras otro. Eso le hacía respetar a los machos y hembras que le habían dicho que estaban por debajo de ella.

Aquí abajo, todo el mundo parecía estar a merced de fuerzas fuera de su control. —¿Estás preparada? —preguntó el doctor. Mientras las lágrimas rodaban por los rabillos de sus ojos, se concentró en el techo sobre ella y se aferró a los bordes de la mesa. —Sí. Hagámoslo ahora.

Capítulo 20

Santa mierda, Qhuinn estaba completamente fuera de control. Casi sin visibilidad. El avión se tambaleaba de un lado a otro como si tuviese delirium tremens. El motor interrumpiéndose y entrecortándose. Y ni siquiera podía verificar a Z. Demasiado viento para gritar por encima de él, y no quería despegar los ojos de dondequiera que se estuviesen dirigiendo —o más bien dondequiera que fuesen a aterrizar forzosamente— incluso aunque no podía ver una maldita cosa… ¿Qué, en un millón de años, le había hecho pensar que esto era una buena idea? Lo único que parecía estar funcionando era la brújula, así que al menos podía orientarse hacia donde estaba la base: El complejo de la Hermandad estaba hacia el norte y un poco al este, en la cima de una montaña rodeada por la frontera invisible y defensiva del mhis de V. Así que direccionalmente, estaba en la dirección correcta, asumiendo que esa esfera N-S-E-O estuviese más operativa que, oh, digamos, todo lo demás en esa mierda de caja de lata. Cuando miró a su derecha, el implacable viento que atravesaba el parabrisas medio destrozado se estrelló contra su canal auditivo. Fuera de la ventana lateral pudo ver… un montón de oscuridad. Lo cual, asumió, significaba que habían cruzado los suburbios e iban a lo largo de las tierras de cultivo. Tal vez ya habían alcanzado las colinas que finalmente se convertirían en montañas.

Un sonido como de un coche petardeando obtuvo su atención de mala manera… ¿Pero qué era peor? El repentino silencio que siguió. Ningún estrépito del motor. Sólo el viento silbando dentro de la cabina. De acuerdo, ahora estaban en un verdadero problema. Por una fracción de segundo, pensó en desmaterializarse fuera. Era lo suficientemente fuerte, estaba lo suficientemente consciente... pero no podía dejar a Z… Una mano fuerte aterrizó en su hombro, espantando sus pelotas. Z se había arrastrado hacia delante, y guiándose por la expresión de su cara, estaba teniendo problemas para mantenerse en pie… y no sólo por el corcoveo y el zigzagueo. El Hermano habló más alto, su profunda voz cortando a través del estruendo. —Es hora de que te vayas. —A la mierda con eso —gritó Qhuinn en respuesta. Estirándose hacia delante, trató de encenderlo. No podía hacer daño, ¿no? —No me hagas lanzarte fuera. —Inténtalo. —Qhuinn… El motor rateó de vuelta y el estruendo se acrecentó. Todas buenas noticias. El problema era que si el bastardo se había apagado una vez, iba a hacerlo de nuevo. Qhuinn metió la mano dentro de su chaqueta. Cuando enganchó el móvil, pensó en lo que cada uno de ellos estaba dejando detrás… y se lo pasó al Hermano.

Si había una jerarquía en el orden de estirar-el-brazo-y-tocar, Z estaba en la cima de la lista. Tenía una shellan y una hija... y si alguien iba a hacer una llamada, era él. —¿Para qué es esto? —dijo Zsadist tristemente. —Puedes imaginártelo… —Y tú puedes marcharte… —Nada de marcharse… voy a pilotar esta trampa mortal hasta que golpeemos algo. Hubo algo más de discusión en ese punto, pero él no iba a moverse del asiento del piloto, y tan fuerte como era el Hermano bajo circunstancias normales, Z tenía menos fuerza muscular que una barra de pan. Y la conversación no duró mucho. Después de que la charla terminara, Z desapareció, sin duda agachándose de vuelta en la parte posterior para poder tener el último contacto con aquellos a quienes amaba. Movimiento inteligente. De vuelta a sus propios recursos, Qhuinn cerró los ojos y lanzó una plegaria a cualquiera que pudiese oírla. Y luego se imaginó la cara de Blay… —Aquí. Abrió rápidamente los párpados. Su móvil estaba justo delante de su cara, mantenido en el lugar por el fuerte agarre de Z. Y el mapa GPS estaba configurado y funcionando. La pequeña flecha que parpadeaba, mostrándoles exactamente donde estaban. —Otros cinco kilómetros —gritó Z sobre el rugido—. Eso es todo lo que necesitamos… Hubo un retumbo y un chisporroteo… y luego otra ronda de ese silencio fatal. Maldiciendo, Qhuinn se concentró duramente en la pequeña pantalla esperando todo el tiempo que las cosas se reiniciasen por sí mismas. Más al norte, obviamente… pero más lejos

del este. Mucho más lejos. Su estimación aproximada había sido buena, pero apenas certera. ¿Sin el teléfono? Habrían estado jodidos. Bueno, eso y el conjunto del no-motor. Comprobando la localización precisa, hizo algunos cálculos en su cabeza y los dirigió a la derecha, tratando de conseguir que ese indicador puntiagudo en el mapa les dirigiese exactamente a su montaña. Luego fue hora de intentar arrancar el motor otra vez. Estaban perdiendo altura. No de esa forma espiral de película, donde había un primer plano en el altímetro y la cosa giraba más rápido de lo que deseabas que lo hiciese la hélice. Si no que descendían lenta e inexorablemente… y si perdían el suficiente impulso, que era lo que se suponía que proporcionaba esa máquina de coser poco fiable bajo el capó, iban a abandonar el cielo como una piedra. Haciendo trabajar el arranque una y otra vez, murmuró, —Vamos, vamos, vamos… Era difícil mantener el morro levantado con una sola mano… y justo cuando iba a tener que dedicar toda su atención para luchar con el volante de dirección, el brazo de Z se disparó hacia delante, sacando su mano fuera del camino y quedándose a cargo de volver a arrancar el motor. Por una fracción de segundo, Qhuinn tuvo una imagen absurdamente clara de la banda de esclavo que asomaba por el puño de la chaqueta de cuero del Hermano… y luego todo fueron negocios. Dios, sus hombros estaban ardiendo de estirar el eje del volante. Y pensar que se estaba muriendo por oír ese ruido del… De repente, el motor tosió de vuelta a la vida y el cambio en la altitud fue inmediato. En el momento en que esas bujías y pistones empezaron a rugir de nuevo, los números comenzaron a subir.

Manteniendo el acelerador pisado a fondo, comprobó el indicador de combustible. Vacío. ¿Quizás sólo estaban sin gasolina, y no era un problema mecánico? Hablando de buscarle los tres pies al gato. —Sólo un poco más lejos, nena… sólo un poco más, vamos, pequeña, puedes hacerlo… Mientras un torrente interminable de murmullos salía de sus labios, las impotentes palabras fueron ahogadas por la única cosa que importaba… pero vamos, ¿cómo si el Cessna hablase inglés…? Tío, parecía que tardaba una eternidad, la espera y los ruegos, su cerebro rebotando de un lado a otro entre los mejores y peores escenarios posibles mientras atravesaban los kilómetros a un paso de una maldita-muerte-lenta. —Dime que has llamado a tus hembras —gritó Qhuinn. —Dime que puedes mantenernos por encima del suelo. —No sin mentir. —Deposítanos más al este. —¿Qué? —¡Este! ¡Ve al este! Z se acercó al mapa y empezó a pasar la yema del dedo en una dirección, de este a oeste. —¡Quieres que aterrice de esta manera… detrás de la mansión! Qhuinn supuso que debía tomar como una buena señal que el tipo estuviera haciendo planes de aterrizaje que no involucraban bolas de fuego. Y la sugerencia era buena. Si podían orientarse a lo largo de la parte larga de ese caserón, en el lado más alejado de la piscina, podrían aniquilar una fila de árboles frutales… pero sería aproximadamente la misma cantidad de terreno que habían usado para despegar.

Mejor que estrellarse contra el enorme muro de contención que rodeaba la mansión… El motor no explotó esta vez. Simplemente dejó de funcionar por completo, como si estuviese cansado de jugar duro para lograrlo, y fuese a tomarse un TM permanente. Al menos estaban dentro de la línea de aterrizaje. Una oportunidad. Era todo lo que tenían. Un solo intento para aterrizar en el suelo que, asumiendo que él pudiera deslizarlos en las inmediaciones de la propiedad, penetrar en el mhis y arreglárselas para no chocar contra la casa, el Pit, los coches, las puertas, o cualquier cosa de tipo real, o de otro tipo, de la propiedad… daría como resultado que él entregara al orgulloso padre, cariñoso hellren y excelente luchador… de vuelta a los brazos de su familia. Pero Z no era todo en lo que estaba pensando. El Primale supervisaría la salud y seguridad de Layla. Blay tenía a sus cariñosos padres y a Sax. John tenía a su Xhex. Todos ellos iban a estar bien. Qhuinn giró en redondo. —¡Consigue un asiento! ¡Vuelve atrás! ¡Consigue un asiento y átate con la correa…! El Hermano abrió la boca y Qhuinn hizo lo impensable. Golpeó su mano abierta sobre los labios del macho. —¡Siéntate de una puta vez y átate! ¡Hemos llegado tan lejos… que no vamos a ser la razón de que esto se joda! Él le arrebató el teléfono. —¡Ve! ¡Nos tengo! Los ojos negros de Z se centraron en él y durante una fracción de segundo, Qhuinn se preguntó si no iba a ser lanzado fuera de la

cabina. Pero luego ocurrió el milagro: un momento de conexión se alzó entre ellos, una cadena con eslabones gruesos como muslos cerrándose de uno al otro. Z levantó el dedo índice y apuntó directamente a la cara de Qhuinn. Después de asentir una vez, desapareció en la parte de atrás. Qhuinn se reenfocó. Su inercia los estaba manteniendo en alto y gracias a la dirección de Z, ese pequeño empuje extra hacia la derecha, los había colocado bien. De acuerdo con el GPS, estaban cerca de una intersección de caminos que se separaban alrededor de la base de la montaña, centímetro a centímetro. Centímetro… a centímetro… Estaba bastante seguro de que ahora estaban sobre la propiedad. Cuando el avión bajó más allá, se preparó, continuando con un fuerte tirón en la barra de control hasta que sus hombros chocaron contra el asiento detrás de él. No había tren de aterrizaje que poner abajo… la mierda había estado bloqueada en el sitio todo el tiempo… Un silbido repentino penetró en la cabina del piloto, y eso, junto con un cambio brusco de ángulo, anunció que la gravedad había empezado a ganar la batalla, reclamando la fibra de vidrio y la construcción de metal, junto con su par de viviendo-y-respirando como premio. No iban a hacerlo… era demasiado pronto… Siguió una vibración salvaje, y por un momento, se preguntó si no iban a golpear el suelo y no notar… copas de árboles, ¿tal vez? No. Algo… ¿El mhis? El repentino taponamiento pareció extenderse hacia arriba, y vaya, el avión reaccionó de manera diferente. El morro nivelándose sin ningún esfuerzo de Qhuinn ni ayuda del peso muerto de ese motor. Incluso el balanceo de lado a lado paró.

Aparentemente, la defensa invisible de V no sólo mantenía fuera a humanos y lessers, si no que podía mantener un Cessna en el aire. Excepto que entonces tuvo otro problema. La vital subida no parecía cesar. De la forma cómo estaba yendo la mierda, era como si fuese a flotar aquí durante una puta eternidad, saliéndose de la única pista de aterrizaje que tenían… De repente, el ruido se reanudó y él comprobó el altímetro. Cayeron alrededor de ocho metros y tuvo que preguntarse si habían penetrado la barrera. Luces. Oh, dulce niño Jesús, luces. Fuera de la ventana lateral, ahí abajo, pudo ver el brillo de la mansión y el patio. Eso estaba demasiado lejos para liarse con los detalles, pero tenía que ser… Sip, el pequeño retoño tenía que ser el Pit. Instantáneamente, su cerebro se tri-dimensionó y reorientó todo. Joder. Su ángulo era erróneo. Si seguía yendo así iba a aterrizar de delante hacia atrás en la propiedad, en vez de bajar por esa ladera larga. Y la mierda de esto era que no tenía suficiente altura para ejecutar un enorme y bonito giro que consiguiese dirigirlos en la dirección correcta. Cuando se estaba fuera de posibilidades, no se tenía otra opción que hacer el trabajo. Su mayor problema seguía siendo la falta de jardín trasero. Sólo había un claro en la montaña. ¿Todo lo demás? Árboles que iban a masticarles. Necesitaba estar más abajo, como que ya. —¡Prepárate! A pesar de que era contrario a la intuición, empujó el eje de transmisión hacia delante y los apuntó hacia el suelo. Hubo un

momento de aumento en la velocidad y rezó para poder recuperarlo cuando llegase a la zona de strike. Y mierda, las intensas sacudidas se hicieron peores, hasta el punto de hacer que se marease como el demonio y que sus antebrazos aguijoneasen por aferrarse a los mandos. Más rápido. Más cerca. Más rápido. Más abajo. Más cerca. Y entonces fue la hora. La casa y los jardines se levantaron enfrente y fueron hacia ellos en una jodida carrera de muerte. Frenó con fuerza y la nueva velocidad les dio un ascenso leve. Sobre la casa… —¡Prepárate! —gritó con todas sus fuerzas. Mientras una cámara-lenta se hacía cargo, todo se magnificó: los sonidos, los segundos, los pinchazos en los ojos mientras miraba fijamente hacia delante, la sensación de su cuerpo empujado hacia atrás en el asiento… Joder. No tenía ningún tipo de arnés. No tenía que preocuparse por eso. Muchas más cosas en las que pensar. Imbécil… En ese mismo instante, hicieron contacto con algo. Fuerte. El avión botó, golpeando algo más, rebotando de forma descentrada, botando otra vez. Al mismo tiempo que su cabeza golpeaba en los paneles por encima de él y su culo conseguía ser azotado por el asiento, y su… Haz cola para la batidora de pintura. La siguiente fase del aterrizaje al infierno fue una sacudida-detraqueteo-y-movimiento que estuvo a punto de lanzarle fuera de la cabina. Esto era el suelo —tenía que serlo— y maldita sea, iban rápido. Las luces azotaban por las ventanas laterales, todo como Studio 54 hasta que se quedó prácticamente ciego. Y dado el lado en

el que estaba la visión estroboscópica, se imaginó que estaban en el jardín… pero se estaban quedando sin espacio. Girando los mandos, los envió a una caída en barrena, esperando que las mismas leyes que la física aplicaba para los coches fuera de control pudiese trasladarse aquí: ningún freno, terreno limitado y la única forma de frenar su impulso era el grado de arrastre. Una fuerza centrífuga le hizo golpearse contra un lado de la cabina y la nieve acribilló su cara; luego algo afilado. Mierda, no habían disminuido la velocidad en absoluto. Y ese muro de seguridad de seis metros de alto y medio metro de ancho estaba surgiendo rápido. Hablando de paradas…

Capítulo 21

Blay se desmaterializó hasta la mansión en el momento en que el último asesino en ese claro fue enviado de vuelta al Omega. Con Qhuinn arriba en el aire con Z, no había ninguna razón para perder tiempo esperando a que otro escuadrón hiciese su aparición. Aunque en realidad, ¿cómo si hubiese cualquier cosa que alguien pudiese hacer para ayudar a aquel par? Tomando forma en el patio, él… Directamente sobre él, sin hacer ningún ruido en absoluto, aquel avión olvidado de Dios bloqueaba la luna. Santa mierda, lo habían hecho… y maldita fuera, estaban tan cerca, que sintió como si pudiese levantar el brazo y tocar el tren de aterrizaje del Cessna… Sin embargo, el silencio de piedra no era una buena señal… El primer impacto vino desde las copas de los setos de arborvitae que limitaban el jardín. El avión rebotó sobre las puntas afiladas, tomó algo de altura y luego salió fuera de la vista. Blay se desmaterializó alrededor de la terraza trasera justo a tiempo para ver al Cessna estampándose contra la nieve, el choque como un hombre gordo tirándose en plancha en una piscina y grandes olas blancas levantándose por todo el lugar. Y luego el avión se convirtió en la mayor cortadora de césped que el hombre había conocido, la combinación de la masa de acero y la velocidad demasiado rápida rasgando a través del grupo de árboles frutales y camas de

flores que habían sido aseguradas para el invierno, y mierda, incluso la fila de fuentes de pájaros. A la mierda con todo aquello. No le importaba si todo el lugar era reclasificado, siempre que el avión parase... antes del muro de contención. Por una fracción de segundo, estuvo casi decidido a desmaterializarse delante de aquello y extender las manos, pero eso era una locura. Si el Cessna no parecía ni siquiera molesto por las estatuas de mármol que estaba segando, no iba a dar dos mierdas por un macho vivito y coleando… Sin una razón aparente, todo aquel fuera-de-control empezó a hacer un trompo, el ala frente a Blay giró como si Qhuinn estuviese tratando de dirigirla. El derrape era el movimiento perfecto… y huelga decir que no había frenos, y suponiendo que el tirabuzón se mantuviese cerrado, les daría más espacio para perder el impulso hacia delante. Mierda, estaban llegando realmente cerca del muro de contención… Chispas iluminaron la noche, junto con un grito de metal-sobrepiedra que anunció que ese “realmente cerca del muro” había sido reemplazado por un “justo contra”… pero gracias al giro desgarrador que Qhuinn había logrado, habían patinado en una posición paralela, en vez de una frontal. Blay empezó a correr en dirección a la luz del espectáculo, y como él, otros se le unieron, todo un elenco de gente descendiendo en fila. No se podía parar esto, pero podían malditamente bien estar a mano cuando las cosas…

¡Crash! … terminasen. El avión finalmente encontró un objeto inanimado que no pudo superar: la nave que se utilizaba para guardar algunos de los equipos

de césped y suministros de jardinería en la parte más posterior del jardín. Parada completa. Y fue de una forma demasiado tranquila. Todo lo que Blay escuchaba era el crujido del impacto de sus shitkickers desplazándose a través de la nieve, su respiración golpeando fuera en el aire frío y el tumulto de los otros detrás de él. Fue el primero en alcanzar el avión y llegó a la puerta que por algún milagro estaba de cara al exterior y no contra el muro de hormigón. Abriendo la puerta de un tirón, y sacando su linterna, no supo que esperar dentro… ¿humo? ¿Gases? ¿Sangre y pedazos de cuerpos? Zsadist estaba sentado rígidamente en un asiento orientado hacia atrás, su gran cuerpo atado allí, ambas manos cerradas sobre los reposabrazos. El Hermano estaba mirando fijamente al frente y sin parpadear. —¿Hemos dejado de movernos? —dijo roncamente. De acuerdo, aparentemente incluso un Hermano podía estar en shock. —Sí, lo habéis hecho. —Blay no quiso ser rudo, pero ahora que estaba seguro de que uno de ellos lo había conseguido, tenía que ver si Qhuinn… El macho tropezó fuera de la cabina del piloto. En el haz de luz de Blay, parecía como si hubiese estado en una dura atracción, el pelo alisado hacia atrás desde la frente quemada por el viento, sus ojos azul y verde abiertos ampliamente en una cara que estaba rayada con sangre fresca, cada miembro de él temblando. —¡Estás bien! —gritó, tal vez como si sus oídos estuviesen resonando con las secuelas de un montón de ruido—. Z… di algo…

—Estoy justo aquí —respondió el Hermano, hizo una mueca mientras arrancaba una de las manos clavadas en el reposabrazos y la levantó—. Estoy bien, hijo… Estoy bien… Qhuinn se agarró a la que estaba extendida y fue entonces cuando las rodillas se le aflojaron debajo de él. Simplemente se desplomó sobre sus manos apretadas, la voz tan quebrada que apenas podía hablar. —Yo sólo… quería que estuvieses bien… sólo… quería que tú… estuvieses bien… oh Dios… por tu hija… sólo quería que estuvieses bien… Zsadist, el Hermano que nunca tocaba a nadie, estiró el brazo y puso la mano libre en la cabeza inclinada de Qhuinn. Levantando la vista, dijo suavemente: —No dejes que entre nadie aquí. Dale un minuto, ¿de acuerdo? Blay asintió y apartó la vista, bloqueando la entrada con su cuerpo. —Están bien… están bien… Mientras balbuceaba hacia la multitud, el número de caras que le miraban era una buena docena, pero Bella no estaba entre ellas. ¿Dónde estaba…? —¡Zsadist! ¡Zsaaaaaaaaaaaaadist! El grito atravesó todo el camino a través del campo azul brillante, hasta la terraza, una figura solitaria se disparó hacia fuera, a la nieve, en una carrera de muerte. Mucha gente le respondió a Bella, pero él dudaba que pudiese escuchar nada. —¡Zsaaaaaaaaaadist! Cuando patinó por el prado, Blay inmediatamente extendió el brazo hacia ella, preocupado de que fuese a estamparse directamente en el lateral del avión. Y, oh Dios, no iba a olvidar nunca la expresión de su cara… era más espeluznante que cualquier atrocidad de guerra que

hubiese visto jamás, como si estuviese siendo desollada viva, verdaderamente como si sus brazos y piernas estuviesen siendo atados y pedazos de su propia piel estuviesen siendo arrancados de su cuerpo. Qhuinn salió de repente del avión. —Él está bien, está bien, te lo prometo… está bien. Bella se congeló, como si esa fuese la última cosa que esperaba que alguien dijese. —Mi nalla, entra —dijo Z en el mismo tono tranquilo que había utilizado con Qhuinn—. Ven aquí. La hembra sólo miraba a Blay como si necesitase una confirmación de que lo que estaba escuchando era correcto. En respuesta, él la sujetó por el codo y la ayudó a traspasar la pequeña entrada del avión. Luego apartó la vista y una vez más bloqueó el portal. Mientras los sonidos de una hembra llorando abiertamente con alivio emanaron, vio como Qhuinn se pasaba las manos sobre los ojos como si el macho estuviese limpiando su cara de lágrimas. —Santa mierda, hijo. No sabía que podías pilotar un avión —dijo alguien. Cuando Qhuinn levantó la vista y pareció mirar a través del paisaje, Blay hizo lo mismo. Hablando de tus escenas post-apocalípticas: había una zanja extendiéndose a lo largo de la trayectoria de vuelo, como si el dedo de Dios hubiese dibujado una pequeña línea justo a través del jardín. —Realmente… no puedo —balbuceó Qhuinn. V se puso el cigarrillo liado a mano entre los labios y extendió la palma. —Has traído a mi Hermano a casa de una sola pieza. Que le jodan al resto de esa mierda.

—Palabra… —Síp, gracias a Dios… —Diablos, sip… —Amén… Uno por uno, la Hermandad dio un paso al frente cada uno tendiendo la mano de su daga. La procesión llevó tiempo, pero nadie parecía preocupado por el frío. Blay ciertamente no podía sentirlo. Hasta el punto de que empezó a ponerse paranoico… Alcanzando dentro del calor de su chaqueta de cuero, encontró su caja torácica y se pellizcó tan fuerte como pudo. Ay. Cerrando los ojos, lanzó una plegaria silenciosa porque esto era real… y no el horror que podía haber sido. *

*

Toda la atención estaba poniendo a Qhuinn de los nervios. Y no era como si ese pequeño vuelo de fantasía hubiese sido una puta experiencia Zen. La quemadura en la cara por todo aquel viento, el dolor en los hombros y espalda, las piernas temblorosas… sentía como si aún estuviese allí arriba, todavía rezando a nada que creyese que existía, aún y para siempre en el borde. De la muerte. Además de malditamente avergonzado… ¿viniéndose abajo así en frente de Z? Vamos. Qué mariquita de mierda. —¿Te importa si te echo un vistazo? —dijo Doc Jane mientras se acercaba a la multitud.

Sip, buena idea. Todo el propósito de esto era porque Z había sido herido lo suficientemente grave para no ser capaz de desmaterializarse. —¿Qhuinn? —dijo la hembra. —¿Perdón? —Oh, él estaba en el camino—. Aquí, déjame salir del… —No, Zsadist no. Tú. —¿Eh? —Estás sangrando. —¿Lo estoy? La doctora le dio la vuelta a sus manos. —¿Ves? —Efectivamente, sus palmas estaban goteando rojo—. Apenas te limpiaste la cara. Tienes un corte profundo en la cabeza. —Oh. Está bien. —¿Tal vez era por eso por lo que se sentía tan en babia?—. Qué pasa con Z… —Manny ya está allí. Eh. Suponía que se había perdido esa parte. —¿Quieres echarme un vistazo aquí? Ella rio un poco. —Qué te parece si te llevamos de vuelta a la casa… si puedes caminar. —Yo me ocuparé de él… —Déjame llevarlo… —Voy a llevarlo… —Lo tenemos… El coro de voluntarios fue una sorpresa, y fue así como todos los brazos auxiliadores salieron de la nada: fue literalmente envuelto por gruesos brazos de luchadores y prácticamente todos lo arrastraron del sitio como alguien surfeando la multitud en un concierto.

Miró hacia atrás, esperando ver a Blay, rogando por encontrar los ojos del tipo, sólo para conectarse, a pesar de que era disparatado… Pero Blay estaba allí. Aquella hermosa mirada azul estaba justo allí, tan firme y real mientras se encontraba con la suya propia que sintió que iba a venirse abajo de nuevo. Y sacó fuerzas de esos ojos, tal como lo había hecho en la época que habían pasado tanto tiempo juntos. La verdad era que deseaba que fuese Blay quien le llevase de vuelta a la mansión, pero nadie le decía una mierda a la Hermandad cuando ellos se colocaban en masa de esta manera. Y además, no cabía duda de que el tipo se sentiría como si estuviese demasiado cerca. Qhuinn se volvió a centrar en el camino de delante. Santa… mierda… El jardín estaba completamente diezmado, la mitad de los setos de tres-metros-de-altura cerca de la casa estaban derribados, todo tipo de árboles destruidos, arbustos segados y los restos del aterrizaje forzoso desperdigados alrededor como una bomba de metralla. Tío, había un montón de escombros que parecían parte de un avión. Oh, mira, un panel de acero. —Espera —dijo liberándose. Agachándose, cogió el fragmento afilado de donde se había derretido en la nieve. Podría haber jurado que todavía estaba caliente. —Lo siento mucho —dijo a nadie en particular. La voz del rey tronó por delante de él. —¿Por mantener a mi Hermano con vida? Qhuinn levantó la vista. Wrath había salido de la biblioteca con George a un lado y su reina al otro. El macho se veía tan grande como la mansión detrás de él… y exactamente igual de fuerte. Incluso ciego, parecía un superhéroe con aquellas gafas envolventes.

—Joder, he destrozado tu jardín —murmuró Qhuinn mientras se levantaba hacia el macho real—. Quiero decir… el jardín está en mala forma. —Le dará a Fritz algo que hacer en primavera. Ya sabes cuánto adora arrancar malas hierbas. —Ese es el menor de tus problemas. Estoy bastante seguro de que estás en territorio de retroexcavadora. Wrath dio un paso al frente, encontrándose con él a medio camino a través de la terraza. —Esta es la segunda vez, hijo. —¿Qué he arruinado algo mecánico en las pasadas veinticuatro horas? Lo sé, cierto… lo siguiente que sabrás es que estaré haciendo estallar un buque de guerra. Esas cejas negro azabache descendieron. —Eso no es de lo que estoy hablando. Está bien, esto tenía que terminar justo ahora. Realmente odiaba tener la atención en él. Ignorando deliberadamente la declaración del rey, dijo: —Bien, las buenas noticias, mi señor, es que no estoy buscando una tri-repetición. Así que creo que estamos a salvo de ahora en adelante. Hubo un montón de gruñidos en acuerdo. —¿Puedo llevarlo a la clínica ahora? —cortó Doc Jane. Wrath sonrió, sus colmillos brillando a la luz de la luna. —Hazlo. Gracias a Dios… de este modo él había terminado con esta noche. —¿Dónde está Layla? —preguntó la doctora mientras entraban en el calor de la biblioteca—. Creo que necesitas alimentarte. Joder.

Cuando las mamás gallinas vestidas de cuero negro detrás de él empezaron a cacarear en apoyo a esa idea, los ojos de Qhuinn se pusieron en blanco. Una crisis esta noche era más que suficiente. La última cosa en la que estaba interesado era en explicar exactamente por qué la Elegida no podía ser usada como fuente de sangre. —Pareces mareado —dijo alguien. —Creo que él está a punto de… Yyyyyyyy eso fue lo último que escuchó durante un rato.

Capítulo 22

Al otro lado del río, en la clínica de Havers, Layla finalmente tuvo que levantarse de la mesa de examen y pasear por la pequeña habitación. Había perdido la noción del tiempo. De hecho, sentía que había estado mirando las cuatro paredes desde siempre y que seguiría así durante el resto de su vida natural en la tierra. La única parte de ella que estaba viva y comprometida era su mente. Lo lamentable es que daba vueltas sin cesar sobre lo que la enfermera había dicho... que se trataba de un aborto involuntario. Esto significaba que con toda probabilidad había concebido… Cuando el golpe que había estado esperando por fin llegó, fue inesperado y la hizo saltar. —¿Entre? —dijo. La enfermera que había sido tan amable entró... pero parecía cambiada. Se negó a mirarla a los ojos y su rostro estaba congelado en una máscara. Envuelto en el brazo había un rollo de tela blanca, y empujó la tela hacia adelante mientras apartaba la mirada. Y luego realizó una reverencia. —Su gracia —dijo ella con voz temblorosa—. Yo... nosotros... Havers... no teníamos ni idea. Layla frunció el ceño. —¿Qué está… La enfermera sacudió la tela, como si tratara que Layla la aceptara. —Por favor. Póngase esto.

—¿Qué es? —Tiene sangre de Elegida. —La voz de la enfermera tembló—. Havers está... afligido. Layla se esforzó por comprender las palabras. Entonces esto no era… ¿por su embarazo? —¿Qué? No lo entiendo. ¿Por qué está… está molesto porque soy una Elegida? La otra mujer palideció. —Pensábamos que era... ¿una caída? Layla se puso las manos sobre sus ojos. —Pronto podría serlo… dependiendo de lo que pase. — No tenía la energía para esto—. ¿Podría alguien decirme cuáles son los resultados de la prueba y lo que tengo que hacer para cuidar de mí misma? La enfermera manoseó torpemente con la tela, todavía tratando de entregarla. —Él no puede volver aquí…

—¿Qué? —No si usted es... no puede estar aquí con usted. Y nunca debería haber… Layla se lanzó hacia adelante, su temperamento ardiendo. —Déjeme dejarlo perfectamente claro, quiero hablar con el doctor. —Ante esa exigencia, la enfermera la miró a la cara—. Tengo derecho a saber qué encontró en mi cuerpo… dígale que venga aquí ahora. No había nada estridente en su voz. Ni histeria aguda, sólo un tono plano y poderoso que nunca había oído salir de su boca antes. —Ve. Y tráele —ordenó. La enfermera levantó el trapo. —Por favor. Póngase esto. Él está…

Layla se obligó a no gritar. —Sólo soy otra paciente… La enfermera frunció el ceño y cuadró los hombros. —Disculpe, pero eso no es exacto. Y en lo que a él respecta, la violó durante el examen. —¿Qué? La enfermera la miró fijamente. —Es un buen macho. Un macho de bien que es muy tradicional en sus modales… —En nombre de la Virgen Escriba, ¿qué tiene eso que ver con nada? —El Primale puede matarlo por lo que le hizo. —¿Durante el examen? Acepté, ¡era un procedimiento médico que necesitaba! —No tiene importancia. Él hizo algo ilegal. Layla cerró los ojos. Debería haber utilizado la clínica de la Hermandad. —Debe darse cuenta de donde proviene —dijo la enfermera—. Ustedes son de una jerarquía con la que nosotros no entramos en contacto… y es más, no deberíamos. —Tengo un corazón que late y un cuerpo que necesita ayuda. Eso es todo lo que él, y cualquier otro, necesita saber. La carne es la misma. —La sangre no. —Debe venir a verme… —No lo hará. Layla volvió a centrarse en la hembra. Y luego puso la mano sobre su vientre. En toda su vida, hasta ahora, había vivido en el lado de los justos, sirviendo fielmente, desempeñando sus deberes, existiendo dentro de los parámetros prescritos que eran dictados por otros.

Ya no más. Entrecerró los ojos. —Dígale a ese médico que o bien viene y me dice en persona lo que está pasando, o iré al Primale y recitaré palabra-por-palabra lo que ha pasado aquí. Deliberadamente dirigió su mirada a la máquina que se había utilizado durante su examen interno. Mientras la enfermera palidecía, Layla no sintió alegría por el chantaje que había utilizado. Pero no había arrepentimiento. La enfermera hizo una profunda reverencia y salió de la habitación, dejando esa tela ridícula sobre la encimera del lavabo. Layla nunca había considerado su condición de Elegida como carga o beneficio. Simplemente era todo lo que había conocido: la suerte, el destino que le habían otorgado y que se manifestaba a través de la respiración y la conciencia. Sin embargo los otros no eran flemáticos… sobre todo aquí abajo. Y esto era sólo el comienzo. Por otra parte, estaba perdiendo el embarazo, ¿verdad? Así que este era el final. Extendiendo la mano tomó la tela blanca y la envolvió a su alrededor. No le importaba la delicada sensibilidad del médico, pero si se cubría como le habían pedido, a lo mejor se centraría en ella en vez de en lo que era. Casi inmediatamente se oyó un golpe en la puerta y cuando Layla respondió, Havers entró con aspecto de tener una pistola en la cabeza. Con la mirada baja, cerró los ojos brevemente antes de cruzar los brazos sobre su estetoscopio. —Si hubiera sabido su rango, nunca la hubiera tratado. —He venido por propia voluntad, una paciente en necesidad.

Él negó con la cabeza. —Es una santidad en la tierra. ¿Quién soy yo para intervenir en un asunto tan sagrado? —Por favor. Sólo ponga fin a mi sufrimiento y dígame cuál es mi situación. Havers se quitó las gafas y se frotó el puente de la nariz. —No puedo divulgarle esa información. Layla abrió la boca. La cerró. —¿Perdón? —Usted no es mi paciente. Su hijo y el Primale son… hablaré con él cuando pueda… —¡No! No debe llamarle. La mirada que él le dirigió sugería un desdén que ella imaginó que generalmente reservaba para las prostitutas. Y luego habló en voz baja y vagamente amenazante. —Usted no está en condiciones de exigir nada. Layla retrocedió. —He venido aquí por mi propia voluntad, como una hembra independiente… —Es una Elegida. No sólo es ilegal darle refugio, sino que puedo ser procesado por lo que le hice antes. El cuerpo de una Elegida es… —¡Suyo! —… del Primale por la ley, como debe ser. Usted no es importante, no es nada más que un receptáculo para lo que le dan. ¿Cómo se atreve a venir aquí de esta manera, fingiendo ser una simple hembra? Ha puesto mi práctica y mi vida en riesgo con tal engaño. Layla sintió una rabia salvaje temblar a lo largo de cada terminación nerviosa de su cuerpo.

—¿De quién es el corazón que late dentro de este pecho? —Se golpeó a sí misma—. ¡De quién la respiración inhalada aquí! Havers sacudió la cabeza. —Hablaré con el Primale, y sólo él… —¡No puede estar hablando en serio! Yo vivo en esta carne. Nadie más lo hace… El rostro del médico se tensó con disgusto. —Como he dicho, usted no es más que una vasija para el misterio divino en su vientre, el Primale mismo está dentro de su carne. Eso es más importante, y, en consecuencia, la retendré aquí… —¿En contra de mi voluntad? No lo creo. —Permanecerá aquí hasta que el Primale venga a buscarla. No seré responsable de dejarla libre sobre el mundo. Los dos se fulminaron con la mirada. Con una maldición, Layla se quitó la tela. —Bueno, eso es un gran plan en lo que a usted respecta. Pero ahora mismo estoy desnuda y saldré de aquí de esta manera si debo hacerlo. Quédese y observe si gusta, o puede tratar de tocarme, pero creo que eso sería considerado otra violación de un tipo u otro para usted, ¿no es así? El médico salió tan rápidamente que tropezó en el pasillo. Layla no perdió ni un segundo, tirando de sus ropas y corriendo al pasillo. A pesar de que era poco probable que hubiera un único camino de entrada y salida a través de la zona de recepción, tenía que haber vías de evacuación en caso de un ataque… por desgracia, ella no tenía ni idea de la disposición de las instalaciones. Así que su única opción era ir hacia delante. Y tenía que hacerlo a pie, estaba demasiado enojada para desmaterializarse.

Corriendo, Layla fue en la dirección por la que había venido… y casi de inmediato, como si hubieran recibido instrucciones para hacerlo, el personal de enfermería femenino saltó en medio de su camino, cerrando el pasillo haciéndole imposible pasar. —Si alguien toca mi persona —gritó ella en la Antigua Lengua—, lo consideraré una violación de mi sagrada santidad. Todas ellas se congelaron. Mirándolas una a una a los ojos, se adelantó y las obligó a separarse, un camino entre las figuras inmóviles que luego se cerró detrás de ella. Fuera, en la sala de espera, se detuvo en frente de la recepción y miró fijamente a la mujer que estaba sentada ante la alarma. —Tienes dos opciones. —Layla asintió con la cabeza hacia la puerta de salida reforzada—. O las abres voluntariamente para mí, o la volaré en pedazos con mi voluntad, exponiéndoos a vosotros y vuestros pacientes a la embestida de la luz del sol que entrará… — miró el reloj grande de la pared—… en menos de siete horas. No estoy segura de que puedas arreglar ese tipo de daño a tiempo, ¿verdad? El clic de la cerradura sonó ruidosamente en el silencio resonante. —Gracias —murmuró cortésmente mientras salía—. Su aceptación es muy apreciada. Después de todo, nada más lejos de ella olvidar sus modales. *

*

Sentado detrás de su escritorio, con el culo enfundado en cuero acomodado en el trono que su padre había mandado hacer siglos y siglos atrás, Wrath, hijo de Wrath, pasaba el dedo índice arriba y abajo por la hoja de su abrecartas de plata con forma de daga. Junto a él, en el suelo, un débil ronquido se alzó del morro de George.

El perro sólo dormía durante los raros momentos de inactividad. Si alguien llamaba o entraba, o si Wrath se movía de algún modo, esa cabeza grande se levantaba y el pesado collar tintineaba. La instantánea alerta también sucedía si alguien caminaba por el pasillo, o pasaba una aspiradora en cualquier lugar, o se abría la puerta del vestíbulo en la entrada. O si se preparaba una comida. O estornudaba en la biblioteca. Después de levantar la cabeza, había una escala variable de respuesta desde la nada (actividad en el comedor, aspiradora, estornudo) a un resoplido leve (apertura de la puerta de abajo, pasos) y a sentarse atento (golpecito en la puerta, entrada). El perro nunca era agresivo, sino que servía como detector de movimiento, dejando la decisión sobre lo que debía hacerse a su dueño. Era un perro guía caballeroso. Y sin embargo, a pesar de la naturaleza dócil que era parte del animal tanto como su pelaje suave y largo y su cuerpo grande, alto y delgado, de vez en cuando Wrath había visto destellos de la bestia dentro de la amorosa disposición: cuando estabas en torno a un grupo de luchadores altamente agresivos y bastante chiflados como la Hermandad, las cabezas se calentaban de vez en cuando… incluso hacia el rey. Y la mierda no molestaba a Wrath… llevaba demasiado tiempo con esos hijos de puta como para irritarse porque se golpearan un poco el pecho o se tocaran lo huevos. A George, sin embargo, no le gustaba eso. Si alguno de ellos se metía en territorio idiota hacia su rey, su manso perro erizaba el pelo y gruñía en señal de advertencia mientras apretaba su cuerpo cerca de la pierna de Wrath, como si estuviera preparado para mostrarle a los Hermanos lo largos que eran los colmillos verdaderos en caso de que las cosas se pusieran físicas. Lo único que Wrath amaba más en su vida era a su reina.

Se inclinó, acarició el flanco del perro y luego volvió a centrarse en la sensación de su dedo sobre el abrecartas. Jesucristo. Aviones cayendo del cielo... Hermanos heridos… Qhuinn salvando el día otra vez... Al menos no toda la noche había sido un drama del tipo de ataque al corazón. De hecho, habían empezado con buen pie con la prueba de que tenían que seguir con la Banda de Bastardos: V había hecho sus pruebas de balística, y de puta madre, la bala que había salido de cuello de Wrath comenzó su viaje en un rifle encontrado en la guarida de Xcor. Wrath sonrió, sus colmillos hormiguearon en las puntas. Esos traidores estaban ahora oficialmente en la lista de objetivos, con el pleno respaldo de la ley, y era hora de hacer un poco de ruido. En ese momento, George soltó un resoplido y el golpe insistente que siguió le sugirió a Wrath que no había oído el primer golpe en la puerta. —Sí. Sabía quién era antes de que la Hermandad entrara: V y el poli. Rhage. Tohr. Phury. Y por fin, Z. Quién, a juzgar por el golpe, parecía estar usando un bastón. Cerraron la puerta. Cuando nadie se sentó o empezó a charlar, supo exactamente por qué habían venido. —¿Cuál es el veredicto, señoras? —preguntó arrastrando las palabras mientras se recostaba en el trono. La voz de Tohr respondió. —Hemos estado pensando en Qhuinn. Apostaba que sí. Después de introducir la idea en la reunión de la noche anterior, no les había presionado para un sí o un no. Había un

montón de mierda que, como rey, estaba más que dispuesto a meter por la garganta de las personas. Que los Hermanos fueran a dar la bienvenida al club no era una. —¿Y? Zsadist tomó la palabra en la Antigua Lengua. —Yo, Zsadist, hijo de Ahgony, reclutado en el año doscientos cuarenta y dos del reinado de Wrath, hijo de Wrath, aquí presente, por la presente nomino a Qhuinn, un huérfano en el mundo, para ser miembro de la Hermandad de la Daga Negra. Escuchar las palabras formales de la boca del Hermano fue una sorpresa. Z, por encima de todos ellos, pensaba que el pasado era un montón de mierda. Pero al parecer, no cuando se trataba de esto. Jesús, pensó Wrath. Iban a llevarlo a cabo. Y rápido; había pensado que llevaría más tiempo que eso. Días de darle vueltas. Semanas. Tal vez un mes, y luego, tal vez, un no por varias razones. Pero estaban juntos en esto, y en consecuencia, también Wrath.

—¿En base a qué haces este ruego en tu nombre y el nombre de tu linaje? —preguntó Wrath. Ahora Z abandonó la formalidad y fue a lo real. —Anoche, él me trajo a salvo a casa, a mi shellan y mi pequeña hembra. Aun a riesgo de su propia vida. —Me parece bien. Wrath escudriñó a los machos que estaban de pie alrededor del escritorio, a pesar de que no podía verles con los ojos. Aunque la vista no importaba. No necesitaba retinas operativas para que le dijeran dónde estaban todos o cómo se sentían acerca de esta mierda, los aromas de sus emociones eran claros. Estaban, como grupo, firmes, decididos y orgullosos. Pero se necesitaban las formalidades.

Wrath comenzó con el del extremo. —¿V? —Yo estaba listo para subir a bordo cuando se arrastró encima de Xcor. Hubo un gruñido de asentimiento. —¿Butch? Ese acento de Boston resonó alto y claro. —Creo que es un endiablado buen luchador, fuerte. Y me gusta el tipo. Está madurando bien, dejando caer toda esa actitud, volviéndose serio. —¿Rhage? —Deberías haberle visto anoche. No me dejó subir al avión, dijo que perder dos Hermanos era demasiado. Más gruñidos de aprobación. —¿Tohr? —¿La noche que te dispararon? Te saqué de allí gracias a él. Tiene lo que hay que tener. —¿Phury? —Me cae bien. De verdad. Es el primero en correr hacia cualquier situación. Hará cualquier cosa por cualquiera de nosotros, literalmente, no le importa lo peligroso que sea. Wrath golpeó la mesa con los nudillos. —Entonces está decidido. Le diré a Saxton que haga los cambios y lo haremos. Tohr interrumpió: —Con todo el debido respeto, señor, tenemos que resolver la designación ahstrux nohtrum. Ya no puede estar vigilando el culo de John como su directiva principal.

—De acuerdo. Le diremos a John que le libere, no puedo creer que la respuesta vaya a ser que no. Después de eso, haré que Saxton redacte los documentos, a continuación, después de la inducción de Qhuinn, V, te encargarás de la tinta en su cara. ¿Como si John hubiera muerto de causas naturales o algo así? Hubo un susurro de ropa, como si algunos de los hermanos estuvieran haciendo el símbolo de "Que la querida Virgen Escriba no lo quiera" sobre sus pechos. —Roger —dijo V. Wrath cruzó los brazos sobre el pecho. Este era un momento histórico, y bien lo sabía. La inducción de Butch había sido legal por el lazo de sangre que el macho tenía con la realeza. Qhuinn era una historia diferente. No había sangre real. Ni sangre de Elegida o Hermano, aunque técnicamente era un aristócrata. Ninguna familia. Por otra parte, ese chico se había probado una y otra vez en el campo, viviendo a la altura de unos estándares que, en lo que se refería a lo que las Antiguas Leyes dictaban, estaban reservados sólo para los de linajes específicos y eso era una mierda. No era que Wrath no apreciara el plan de cría de la Virgen Escriba. Los emparejamientos establecidos entre los machos más fuertes y las hembras más inteligentes habían producido resultados extraordinarios en lo que se refería a combatientes. Pero también había dado lugar a defectos como su ceguera. Y restringido las promociones basadas en méritos. En pocas palabras, esta refundición de las leyes sobre quién podía y no podía estar en la Hermandad no sólo era adecuado en función de la clase de sociedad que él quería crear, era una cuestión de supervivencia. Cuantos más combatientes, mejor. Además, Qhuinn se había ganado el honor.

—Que así sea —murmuró Wrath—. Ocho es un buen número. Un número de la suerte. El bajo gruñido de acuerdo onduló a través del aire una vez más, el sonido de solidaridad total y absoluta. Este era el futuro, pensó Wrath mientras sonreía y desnudaba los colmillos. Y era correcto.

Capítulo 23

Aunque Sola Morte estaba inmóvil en la oficina de su "jefe", su cuerpo estaba listo para una pelea. Por otra parte, ese era su POE, y no nada específico sobre el ambiente o la forma en que iba la conversación. Esto último ciertamente no mejoraba su estado de ánimo. —Lo siento, ¿qué? —preguntó. Ricardo Benloise sonrió a su típica manera fresca y tranquila. —Tu tarea se ha completado. Gracias por tu tiempo. —Ni siquiera he dicho lo que he encontrado por ahí. El hombre se reclinó en su silla. —Puedes recoger tu paga de mi hermano. —No lo entiendo. —Cuando él la llamó no hacía más de cuarenta y ocho horas, había sido una prioridad—. Dijiste… —Tus servicios ya no son necesarios para ese fin específico. Gracias. ¿Estaba él trabajando con alguien más? Pero, ¿quién en Caldwell hacía el tipo de cosas que ella hacía? —Ni siquiera quieres saber lo que averigüé. —Tu tarea ha terminado. —El hombre sonrió de nuevo de manera tan profesional que habrías jurado que era abogado o juez. No un transgresor de la ley a escala global—. Estoy deseoso de trabajar contigo en el futuro.

Uno de los guardaespaldas en la parte de atrás dio un par de pasos hacia adelante, como si estuviera a punto de sacar la basura. —Pasa algo en esa casa —dijo mientras se alejaba—. Quien sea, está escondiendo… —No quiero que vuelvas allí. Sola se detuvo y miró por encima del hombro. La voz de Benloise era tan suave como siempre, pero sus ojos estaban muertos. Bueno, eso era interesante. Y la única explicación posible que tenía alguna lógica era que el señor Misterioso de esa gran casa de cristal hubiera advertido a Benloise. ¿Había sido descubierta su pequeña visita? ¿O era el resultado de la clase de comportamiento agresivo habitual en el tráfico de drogas? —¿Te vuelves sentimental conmigo? —dijo en voz baja. Después de todo, ella y Benloise se conocían desde hacía bastante. —Eres un producto muy útil. —Su lenta sonrisa eliminó el aguijón de las palabras—. Ahora vete y mantente a salvo, niña. ¡Oh, por amor de Dios...! no había ninguna razón para pelearse con el hombre. Y ella iba a ser pagada… así que ¿qué demonios le importaba? Le saludó con la mano, se dirigió a la puerta y bajó las escaleras. Afuera, en el espacio de la galería, se dirigió a la parte trasera de la casa donde los empleados legítimos trabajaban durante las horas comerciales legítimas. Pasando ante los archivadores y escritorios, que parecían de tamaño Barbie gracias al techo industrial a quince metros de altura, bajó por el estrecho corredor que estaba marcado sólo con cámaras de seguridad. Llamar a la puerta no tenía sentido, pero lo hizo de todos modos, los robustos paneles ignífugos absorbieron el sonido de sus nudillos como si tuvieran hambre. Para ayudar al hermano de Benloise, no es

que Eduardo lo necesitara, se giró hacia la lente más cercana para mostrar la cara. Las cerraduras se abrieron un momento después. Y aunque era fuerte, tuvo que empujar con el hombro para abrir la puerta hacia adentro Hablando de otro mundo. La oficina de Ricardo era minimalista hasta el extremo; la de Eduardo era algo donde incluso Donald Trump, con su fetiche por el oro, se sentiría ahogado. Un poco más de mármol y lamé aquí y estarías en un prostíbulo. Cuando Eduardo sonreía, sus dientes falsos adoptaban la forma y color de teclas de piano y su bronceado era tan profundo y uniforme que parecía como si hubiese sido pintado como con rotulador. Como siempre, estaba vestido con un traje de tres piezas: un uniforme, algo así como el del señor Roarke de Fantasy Island, excepto que negro en vez de blanco. —¿Y cómo estás esta noche? —La mirada le recorrió el cuerpo—. Te ves muy bien. —Ricardo dijo que viniera a verte por mi dinero. Al instante, Eduardo se puso serio y frío como una piedra, y ella recordó por qué Ricardo lo mantenía por aquí: los lazos de sangre y la competencia juntos eran una combinación poderosa. —Sí, me dijo que te esperara. —Eduardo abrió un cajón del escritorio y sacó un sobre—. Aquí está. Extendió el brazo sobre el escritorio y ella tomó lo que le ofrecía, abriéndolo de inmediato. —Esto es la mitad. —Levantó la mirada—. Son veinticinco mil. Eduardo sonrió exactamente igual que su hermano: con la cara pero no con los ojos. —La tarea no se ha completado.

—Tu hermano la canceló. No yo. Eduardo levantó las palmas. —Eso es lo que vas a cobrar. O puedes dejar el dinero aquí. Sola entrecerró los ojos. Lentamente cerró la solapa del sobre, lo giró en la mano, se inclinó hacia delante y lo puso boca arriba sobre la mesa. Manteniendo el dedo índice sobre el mismo, asintió con la cabeza. —Como quieras. Girándose, se dirigió a la puerta y esperó a que la desbloqueara. —Niña, no seas así —dijo Eduardo. Cuando ella no respondió, el crujido de la silla le sugirió que se estaba levantando y rodeando la mesa. Efectivamente, su colonia flotó directa a la nariz y sus manos cayeron sobre sus hombros. —Escúchame —dijo—. Eres muy importante para Ricardo y para mí. No te damos por sentado… mucho respeto, ¿sí? Sola miró por encima del hombro. —Déjame salir. —Niña. —Ahora. —Toma el dinero. —No. Eduardo suspiró. —No necesitas ser así. Sola disfrutó de la culpa que asomaba a la voz del hombre, la reacción, de hecho, era precisamente la que buscaba. Como muchos hombres de su cultura, Eduardo y Ricardo Benloise habían sido

criados por una madre tradicional, y eso quería decir que sentir culpa era un reflejo. Más eficaz que gritarles o darles un rodillazo en las pelotas. —Fuera —dijo—. Ahora. Eduardo suspiró de nuevo, más profundo y más largo esta vez, el sonido era una confirmación de que su manipulación había hecho diana una vez más. Sin embargo, no le entregaría el dinero que se había ganado. Por encima de la decoración de la oficina y los recuerdos de la dinámica de su infancia, era más duro que la bóveda de un banco. Dicho esto, estaba segura de que efectivamente le había arruinado la noche, así que había algo de satisfacción en eso... e iba a ocuparse de que Ricardo se lo debiera. Él podía hacerlo todo legal. O, como había elegido, podía forzar la mano. Eso venía con un recargo, por supuesto. Sí, le habría resultado mucho más barato pagarle el precio del contrato, pero ella no era responsable de las decisiones de otros. —Ricardo se molestará —dijo Eduardo—. Odia estar molesto. Por favor, acepta el dinero, esto no está bien. La parte lógica de su cerebro le sugería que aprovechara la oportunidad para señalar la injusticia de ser engañada en lo que se le debía. Pero si conocía a estos hermanos, el silencio... oh, el silencio... Al igual que la naturaleza aborrecía el vacío, también lo hacía la conciencia de un sudamericano bien educado y criado. —Sola... Ella cruzó los brazos sobre el pecho y miró al frente. Pasando al español: Eduardo irrumpió en su lengua nativa, como si su angustia le hubiera despojado de sus habilidades con el inglés.

Finalmente se rindió y la dejó salir unos diez minutos más tarde. Habría rosas en su puerta a las nueve de la mañana. Sin embargo, ella no estaría en casa. Tenía trabajo que hacer.

*

*

—¿Qué quieres decir con que no se presentaron? — preguntó Assail en la Antigua Lengua. Mientras estaba sentado en el asiento de su Range Rover sostenía el teléfono móvil apretado contra su oído. La luz roja del semáforo estaba obstaculizando su progreso hacia adelante, y era difícil no verlo como un paralelismo cósmico. Su primo era fáctico, como siempre.

—Las furgonetas no llegaron a la hora fijada. —¿Cuántas? —Cuatro. —¿Qué? —Pero no había necesidad de que el hombre lo repitiera—. ¿Y ninguna explicación? —Nada en la calle de los otros siete, si es eso lo que quieres decir.

—¿Qué hiciste con el producto extra? —Lo traje conmigo a casa. Cuando el verde brilló por encima, Assail pisó el acelerador.

—Voy a hacer el pago a cuenta a Benloise, luego me reuniré contigo. —Como quieras. Assail giró a la derecha y se alejó del río. Dos manzanas más arriba, a la izquierda para acercarse a la galería, otro giro a la izquierda y estuvo detrás.

Ya había un coche aparcado en la parte posterior, un Audi negro, y se deslizó detrás del sedán. Metiendo la mano bajo los pies del asiento del acompañante, tomó el maletín metálico plateado por el mango negro y bajó del SUV. En ese momento, la puerta trasera de la galería se abrió y salió alguien. Una hembra humana, por el olor. Era alta y tenía piernas largas. Pelo oscuro y espeso retirado hacia atrás. Barbilla alta, como si estuviera dispuesta a luchar… o ya hubiera luchado. Pero nada de eso era relevante para él. Era su parka… una parka de camuflaje blanco-sobre-crema. —Buenas noches —dijo en voz baja cuando se encontraron en el centro del callejón, él entrando y ella saliendo. La mujer se detuvo y frunció el ceño, introdujo la mano en el interior del abrigo. En un instante, se preguntó por el aspecto de sus pechos. —¿Nos conocemos? —preguntó ella. —Lo hacemos ahora. —Extendió la mano y deliberadamente pronunció las palabras—. ¿Cómo está usted? Ella miró su mano, y luego volvió a centrarse en su cara. —¿Alguien le ha dicho que suena como Drácula con ese acento? Él sonrió tenso para que sus colmillos no asomaran. —Ha habido ciertas comparaciones de vez en cuando. ¿No va a estrecharme la mano? —No. —Ella señaló con la cabeza hacia la puerta trasera de la galería—. ¿Amigo de los Benloise? —Así es. ¿Y usted? —No les conozco a todos. Bonito maletín, por cierto.

Con eso, se dio la vuelta y caminó hacia el Audi. Después de que las luces destellaran entró en él, el viento atrapó el cabello y lo hizo volar por encima del hombro mientras desaparecía detrás del volante. Se quitó de en medio mientras ella arrancaba y aceleraba. Assail la observó alejarse y se puso a pensar con desdén en su socio de negocios, Benloise. ¿Qué clase de hombre enviaba a una mujer a hacer ese tipo de negocio? Cuando las luces de freno se encendieron brevemente, y luego giraron en la esquina, Assail esperó sinceramente que la línea que había sido trazada la noche anterior fuera respetada. Sería una lástima tener que matarla. No es que fuera a dudar ni por un instante si se llegaba a eso.

Capítulo 24

Mientras Zypher yacía sobre el duro hormigón, sus muchos años como miembro de la Banda de Bastardos significaba que estaba bien familiarizado con la falta de comodidades de las que estaba disfrutando en la actualidad: tenía el culo entumecido por el frío, así como por la ausencia de un colchón debajo de su pesado cuerpo. Del mismo modo, su cabeza estaba amortiguada sólo por la mochila que había usado para llevar sus pocas pertenencias a su nueva sede en el sótano del almacén. Además, la delgada manta áspera que le cubría no era lo suficientemente larga, dejando a sus pies cubiertos con calcetines expuestos al aire frío y húmedo. Pero estaba en el cielo. En el paraíso. Corriendo por sus venas estaba la sangre de aquella hembra, y, oh, el sustento. Después de haber pasado sin una fuente de alimentación apropiada durante casi un año, se había habituado a la fatiga, a los músculos doloridos y dolores en general. Pero ahora eso se había acabado. De hecho, era como si estuviera inflado con fuerza, su piel rellena de nuevo en sus propias dimensiones, su altura regresando a sus metros y centímetros, su mente aletargada como resultado y al mismo tiempo agudizándose momento a momento. Ahora, si hubiera tenido una cama, lo habría disfrutado, por supuesto. Almohadas suaves, sábanas perfumadas, ropa limpia... aire caliente en invierno, aire fresco en verano... comida para el estómago vacío, agua para la garganta seca ... todo esto era bueno si se pudiera conseguir.

Sin embargo, no eran necesarios. Una pistola limpia, una hoja afilada, un luchador de igual habilidad a tu izquierda y tu derecha. Eso era lo que necesitaba. Y, por supuesto, durante el tiempo de inactividad, era bueno tener una hembra dispuesta y de espaldas. O sobre su estómago. O de lado con una rodilla hasta los pechos y el sexo expuesto y listo para él. No era quisquilloso. Querida Virgen Escriba, esto era... felicidad. No era una palabra que utilizara muy a menudo, y no quería dormir en este despertar. Incluso mientras los otros estaban sumidos en el reposo de los muertos, cada uno en la misma recuperación ausente en la que él mismo estaba inmerso, permanecía absolutamente consciente de su brillo interno glorioso. Sólo había una cosa que lo estaba poniendo de los nervios. El caminar. Abrió un ojo. Justo al borde de la luz de la vela, Xcor estaba caminando delante y atrás, su camino limitado por dos de las enormes columnas de soporte que sostenían el suelo encima de ellos. Su líder nunca se sentía cómodo, pero esta inquietud era diferente. A juzgar por la forma en que sostenía su teléfono móvil, estaba esperando una llamada y eso explicaba por qué estaba donde estaba. El único lugar donde podía conseguir señal para el teléfono aquí abajo era debajo de una de las dos trampillas: los paneles eran de madera, y la malla de acero que se había clavado debajo era el único cambio que habían realizado cuando habían ahuyentado a los vagabundos humanos y sellado los pisos exteriores. De esta manera, los vampiros no podrían materializarse abajo. Y ya sabías que los humanos no eran lo suficientemente fuertes para forzar los tablones de quince centímetros de espesor…

El ruido tintineante que brotó del teléfono de su líder era demasiado civilizado para este sitio, la falsa campana sonaba tan alegre como un carillón de viento acariciada por una brisa de primavera. Xcor se detuvo y miró al teléfono mientras lo dejaba sonar una vez más. Dos veces más. Era evidente que el hombre no quería parecer como si hubiera estado esperando. Cuando finalmente respondió y se apoyó el teléfono contra la oreja, levantó la barbilla y su cuerpo se calmó. Volvía a estar bajo control. —Elan —dijo suavemente. Hubo una pausa. Y luego esas cejas siempre bajas bajaron aún más—. ¿Fecha y hora? Zypher se sentó. —¿El rey ha llamado? —Silencio—. No, en absoluto. Sólo se le permitiría al Consejo, en todo caso. Permaneceremos en la periferia, a petición tuya… La última parte fue dicha con no poca ironía, aunque era dudoso que el aristócrata al otro extremo de la conversación lo captara. Por lo poco que Zypher había visto y oído de Elan, hijo de Larex, no impresionaba mucho. Por otra parte, los débiles eran fácilmente manipulables y Xcor lo sabía bien. —Hay algo que debes saber, Elan. Se produjo un atentado contra la vida de Wrath en otoño…y no sería sorprendente si hay una implicación contra mí y mis soldados en esa próxima reunión… ¿qué? Se produjo en casa de Assail, en realidad, pero cualquier otro detalle no es relevante. Así que, de hecho, se puede suponer que Wrath está convocando la reunión con el propósito de exponerme a mí y a los míos, ¿recuerdas que te advertí sobre eso? Sólo recuerda que tú has sido completamente protegido. Los Hermanos y el rey no conocen nuestra relación, es decir, a menos que uno de tus gentilmachos les haya informado de alguna manera. Nosotros, sin embargo, hemos

mantenido la boca cerrada. Por otra parte, sabes también que no tengo miedo a ser tildado de traidor o a convertirme en un objetivo de la Hermandad. Sin embargo, me doy cuenta de que tú eres de una sensibilidad mucho más culta y refinada, y no sólo respeto eso sino que haré todo lo que esté en mi poder para aislarte de cualquier brutalidad. Aja, bien, pensó Zypher poniendo los ojos en blanco. —Debes recordar, Elan, que estás protegido. Cuando Xcor sonrió más ampliamente, lo hizo mostrando los colmillos por completo, como si estuviera a punto de aferrarse a la garganta del otro macho y desgarrarle la tráquea. Se despidieron poco después, y luego Xcor puso fin a la llamada. Zypher habló. —¿Todo bien? Su líder giró la cabeza sobre la parte superior de la columna vertebral, y cuando sus ojos se encontraron, Zypher sintió lástima por el idiota del teléfono... y por Wrath y la Hermandad. La luz en la mirada de su líder era de pura maldad. —Oh, sí. Todo está muy bien.

Capítulo 25

Cuando el sonido de timbre no respondido llegó a través de la línea fija, Blay sostuvo el auricular contra la oreja y se sentó en el borde de la cama. Esto era extraño. Sus padres deberían haber estado en casa a esta hora de la noche. Era cerca del amanecer… —¿Hola? —dijo su madre, por fin. Blay exhaló larga y lentamente y se desplazó hacia atrás, contra el cabecero. Dobló la parte inferior de la bata sobre sus piernas y se aclaró la garganta. —Hola, soy yo. La felicidad que cubrió la voz al otro extremo le hizo sentir calor en el pecho. —¡Blay! ¿Cómo estás? Déjame ver si tu padre puede coger la otra extensión. —No, espera. —Cerró los ojos—. Vamos a... hablar. Tú y yo. —¿Estás bien? —Oyó el sonido de una silla rayar el suelo desnudo y supo exactamente donde estaba ella: en la mesa de roble en la preciosa cocina—. Que pasa. No has sido herido, ¿verdad? No en el interior. —Estoy... bien. —¿Qué pasa? Blay se frotó la cara con la mano libre. Él y sus padres siempre se habían llevado bien, por lo general, no había nada de lo que no hablara con ellos y esta ruptura con Saxton era exactamente el tipo de cosas

que normalmente comentaría. Estaba molesto, confundido, decepcionado, un poco deprimido... todo el material emocional de costumbre, y su madre lo procesaría con una llamada a dos bandas. Sin embargo, mientras permanecía en silencio, recordó que, de hecho, había una cosa que nunca había abordado con ellos. Una cosa muy grande... —¿Blay? Me estás asustando. —Estoy bien. —No, no lo estás. Cierto. Supuso que no les había hablado respecto a su orientación sexual debido a que su vida amorosa no era algo que la mayoría de la gente compartiera con sus padres. Y tal vez, también había una parte de él, ilógica, que se preocupaba por si le mirarían de forma diferente o no. Quita el tal vez. Después de todo, la política de la glymera sobre la homosexualidad estaba bastante clara: siempre y cuando nunca lo manifiestes y te emparejes con alguien del sexo opuesto, como se suponía, no serías expulsado por tu perversión. Sí, porque casarse con alguien por el que no te sentías atraído, alguien de quien no estabas enamorado y mentirle sobre la infidelidad sostenida, era mucho más honorable que la verdad. Pero que Dios te ayudara si eras un macho y tenías un novio honesta y honorablemente, como él lo había tenido durante los últimos doce meses. —Yo... eh, rompí con alguien. Yyyyy ahora hubo grillos en el lado de su madre. —¿En serio? —dijo después de un momento, como si estuviera sorprendida, pero tratando de no mostrarlo.

Si crees que eso es una sorpresa, espérate a lo que viene ahora, mamá, pensó. Porque, santa mierda, iba a... Espera, ¿iba realmente a hacer esto ahora, por teléfono? ¿No debería ser en persona? ¿Cuál era exactamente el protocolo? —Sí, yo, ah... —Tragó saliva—. He tenido una relación durante casi todo el año pasado, en realidad. —Oh... mi. —El dolor en su tono le picó—. Creo… nosotros... tu padre y yo nunca lo supimos. —No estaba seguro de cómo decírtelo. —¿La conocemos? ¿A su familia? Cerró los ojos con el pecho tenso. —Ah... conoces a su familia. Sí. —Bueno, siento mucho que no haya funcionado. ¿Estás bien? ¿Cómo terminó? —Solo murió, para ser honesto. —Bueno, las relaciones son tan difíciles. Oh, mi amor, mi querido corazón, puedo oír lo triste que estás. ¿Te gustaría volver a casa y…? —Fue Saxton. El primo de Qhuinn. Hubo una fuerte inhalación en la conexión. Cuando su madre se quedó absolutamente silenciosa, el brazo de Blay empezó a temblar con tanta fuerza que apenas podía sostener el teléfono. —Yo... yo, ah... —Su madre tragó saliva—. No lo sabía. Que eh, tú… Él terminó lo que ella no podía en su cabeza: no sabía que eras uno de esos. Los gays eran leprosos sociales.

Oh, demonios. No debería haber dicho nada. Ni una puta cosa sobre esto. Maldita sea, ¿por qué tenía que volar toda su vida al mismo tiempo? ¿Por qué no podía su primer amante verdadero romper con él… y luego, esperar un par de años, quizás una década, antes de salir del armario ante sus padres y que le ignoraran? Pero noooooo, tenía que… —¿Es por eso que nunca nos has contado con quién estabas? — preguntó—. Porque... —Tal vez. Sí... Hubo sonido de sorber. Y luego un suspiro. La decepción que llegaba a través de la conexión era demasiado difícil de soportar, el peso aplastante se acomodó sobre su pecho y le hizo imposible respirar. —¿Cómo pudiste…? Se apresuró a interrumpirla, porque no podía soportar que su dulce voz dijera las palabras. —Mahmen, lo siento. Mira, no lo decía en serio, ¿de acuerdo? No sé lo que estoy diciendo. Sólo… —Que he hecho o que hemos… —Mahmen, para. Para. —En la pausa que siguió, pensó en citar algo de Lady Gaga y respaldarlo con un montón de no-es-tu-culpa, no-hashecho-nada-malo-con-las-cosas-de-padres—. Mahmen, yo sólo… Se rompió en ese momento, llorando tan silenciosamente como pudo. La sensación de que en opinión de su madre, había defraudado a su familia sólo por ser quien era... era un fallo de aceptación que nunca iba a superar. Él sólo quería vivir honestamente y de frente, sin disculpas. Como todos los demás. Amar a quien amaba, ser quién era… pero la sociedad tenía un estándar diferente, y como él siempre había temido, sus padres eran parte de eso…

Vagamente, se dio cuenta de que su madre hablaba con él, luchó por recomponerse y terminar la llamada… —... para hacerte creer que no podías contarnos esto? ¿Qué? ¿Qué cambiaría lo que siento por ti? Blay parpadeó cuando su cerebro tradujo lo que acababa de oír a un lenguaje que tuviera algún tipo de sentido. —Lo siento... ¿Qué? —¿Por qué tú… que hicimos para hacerte sentir que cualquier cosa sobre ti te haría de alguna manera… menos ante nuestros ojos? —Se aclaró la garganta, como si se estuviera recomponiendo—. Te quiero. Eres mi corazón latiendo fuera de mi pecho. No me importa con quien estás emparejado o, si tiene el pelo rubio o moreno, ojos azules o verdes, macho o hembra, siempre que seas feliz, eso es todo lo que me preocupa. Quiero para ti lo que tú quieres para ti mismo. Te quiero, Blaylock… te quiero. —¿Qué... qué dices...

—Te quiero. —Mahmen... —gruñó, con lágrimas formándose de nuevo. —Solo desearía que no me lo hubieras dicho por teléfono — murmuró—. Me gustaría abrazarte ahora mismo. Él se echó a reír de una manera fea, descuidada. —No fue mi intención. Quiero decir, no planeaba esto. Sólo salió. Divertida elección de palabras, pensó. —Y siento —dijo ella—, que las cosas no funcionaran con Saxton. Es un gentilmacho muy agradable. ¿Seguro que ha terminado? Blay se frotó la cara mientras la realidad se re-calibraba, el amor que siempre había conocido seguía con él. A pesar de la verdad. O tal vez... gracias a ello.

En momentos como éste, se sentía como el más afortunado hijo de puta del mundo. —¿Blay? —Lo siento. Sí, lo siento. Sobre Saxton... —Pensó en lo que había hecho en esa oficina en el centro de entrenamiento cuando había estado solo—. Sí, Mahmen, se acabó. Estoy muy seguro. —Está bien, esto es lo que tienes que hacer. Tómate un poco de tiempo y haz un poco de curación. Sabrás cuando has hecho lo suficiente. Entonces tendrás que estar abierto a conocer a alguien nuevo. Ya sabes, es muy fácil quererte. Y allí estaba ella, diciéndole que fuera a conocer a otro tipo. —¿Blay? ¿Me has oído? No quiero que pases la vida solo. Se secó la cara otra vez. —Eres la mejor madre del planeta, lo sabes. —¿Entonces cuando vas a venir a casa a verme? Quiero cocinar para ti. Blay se relajó sobre las almohadas, a pesar del hecho de que su cabeza empezaba a dolerle… probablemente porque a pesar de que estaba solo, todavía había tratado de guardarse cosas durante su juerga de lloros. Probablemente también porque todavía odiaba dónde estaba con Qhuinn. Y todavía, en cierto modo, echaba de menos a Saxton… porque era difícil dormir solo. Pero esto era bueno. Esta… honestidad era un largo camino para él, —Espera, espera. —Se sentó erguido separándose de las almohadas —. Escucha, no quiero que le digas nada a papá. —Querida Virgen Escribana, ¿por qué no? —No lo sé. Estoy nervioso. —Cariño, él no va sentir de diferente manera que yo lo hago.

Sí, pero como único hijo nacido y el último de la línea de sangre... y con todo el asunto padre/hijo… —Por favor. Déjame decírselo cara-a-cara. —Oh, como si eso no le hiciera querer vomitar—. Debería haberlo hecho contigo. Iré tan pronto como esté fuera de rotación, no quiero ponerte en posición de que le ocultes algo… —No te preocupes por eso. Esta es tu información, tienes el derecho de compartirlo con la gente cuando y como quieras. Sin embargo, te agradecería que lo hicieras pronto. En circunstancias normales, tu padre y yo, nos lo contamos todo. —Te lo prometo. Hubo una pausa en la conversación. —Háblame del trabajo, ¿cómo te va? Él sacudió la cabeza. —Mahmen, no quieres oír hablar de eso. —Claro que sí. —No quiero que pienses que mi trabajo es peligroso. —Blaylock, hijo de mi amado hellren, ¿exactamente qué clase de idiota crees que soy? Blay se echó a reír y luego se puso serio. —Qhuinn pilotó un avión esta noche. —¿En serio? No sabía que podía volar. ¿No ese era el tema principal de la noche? —No puede. —Blay se tumbó de nuevo y cruzó los pies por los tobillos—. Zsadist resultó herido y teníamos que sacarlo de un lugar remoto. Qhuinn decidió... quiero decir, ya sabes cómo es, intentaría cualquier cosa. —Muy aventurero, un poco salvaje. Pero un joven encantador. Una verdadera lástima lo que su familia le hizo.

Blay jugueteó con el lazo de su bata. —Él siempre te gustó, ¿verdad? Es curioso, creo que muchos padres no le aprobarían, a muchos niveles. —Eso es porque se quedan con todo ese exterior de tipo duro. Para mí, lo que cuenta es lo que hay dentro. —Hizo un sonido de chasquido y pudo imaginársela sacudiendo la cabeza con tristeza—. Ya sabes, nunca olvidaré la noche que lo trajiste por primera vez. Era ese pequeño pedacito de pretrans, con aquella evidente imperfección, que estoy segura, le habían hecho pasar malos ratos a cada paso. Y sin embargo, incluso con eso, caminó directamente hacia mí, me tendió la mano y se presentó. Me miró directamente a los ojos, sin ningún tipo de confrontación, sino como si quisiera que le echara un buen vistazo y le echara de allí entonces si era necesario. —Su madre exhaló una suave maldición—. Me lo habría llevado en esa misma noche, ya lo sabes. En un santiamén. Al diablo con la glymera. —De verdad, de verdad, eres absolutamente la mejor madre del mundo. Ahora ella se echó a reír. ti.

—Y pensar que lo dices sin siquiera haber puesto comida frente a —Bueno, la lasaña te convertiría en la mejor madre del universo. —Voy a empezar a hervir la pasta ahora mismo.

Mientras cerraba los ojos, el regreso de ese fácil toma y daca que había sido el sello distintivo de su relación pareció muy especial. —Cuéntame más sobre la valentía de Qhuinn. Me encanta oírte hablar de él, te pones tan animado. Tío, Blay se negó a pensar en cualquiera de los por qués a eso. Se lanzó a la historia, con algunas modificaciones juiciosas para no divulgar nada que los Hermanos no quisieran, no es porque su madre fuera a contárselo a nadie.

—Bueno, estábamos examinando esa área y… *

*

—¿Necesita algo más, señor? Qhuinn sacudió la cabeza y masticó lo más rápido que pudo para limpiarse la boca. —No, gracias, Fritz. —¿Tal vez un poco más asado de carne? —No, gracias, oh, está bien. —Se apartó cuando más carne perfectamente cocinada golpeó el plato—. Pero no necesito… Más patatas. Más calabacín. —Le traeré otro vaso de leche —dijo el mayordomo con una sonrisa. Mientras el anciano doggen se volvía, Qhuinn tomó una vigorizante inhalación y se preparó para devorar la segunda ronda. Tenía la sensación de que toda esta comida era el modo de Fritz de decir gracias, y era extraño: cuanto más comía, más hambre empezaba a sentir. Ahora que lo pensaba... ¿cuándo fue la última vez que había tomado una comida? Cuando el mayordomo le entregó más muuu, Qhuinn se la bebió como un buen chico. Maldita sea, no había querido perder este tiempo en la cocina. Su intención original, cuando salió de la clínica, había sido ir directamente a la habitación de Layla. Fritz, por su parte, había tenido otras ideas, y el anciano, no habría aceptado un no por respuesta, lo que sugería que había sido una orden de lo alto. Como de Tohr, como jefe de la Hermandad. O el propio rey.

Así que Qhuinn había desistido y se había rendido… y había terminado sentado ante este mostrador de granito, siendo cebado como una piñata. Al menos rendirse era delicioso, pensó un poco más tarde cuando dejó su tenedor y se limpió la boca. —Aquí, señor, algo para el postre. —Oh, gracias, pero… —Bueno, bueno, bueno, qué tenemos aquí: un tazón de helado de café con salsa de chocolate caliente por todas partes, sin crema batida ni frutos secos. Justo como a él le gustaba —. En realidad no tenías porque hacerlo. —Es su favorito, ¿no? —De hecho, sí. —Y mira, aquí estaba la cuchara de plata. Bueno, sería de mala educación dejar que la cosa se derritiera. Mientras Qhuinn comenzaba con el postre, las puntadas que Doc Jane había puesto sobre la ceja empezaron a palpitar bajo el vendaje y el dolor le recordó la locura que había sido la noche. Parecía irreal considerar que una hora antes había estado al borde de la muerte, bailando a través del oscuro cielo en un destartalado pedazo de mierda cuando no tenía ni idea de cómo volar. ¿Ahora? Era un caso de lo mejor de Breyers. Con chocolate caliente. Y pensar que se sintió aliviado de que no hubiera frutos secos o crema batida para rebajar y arruinar su paladar. Porque, sí, eso era un problema muy serio ahora mismo. Mientras, sus glándulas de adrenalina eructaban y un disparo de ansiedad temblaba por cada nervio de su cuerpo, sabía muy bien que las réplicas iban a venir e irse. Como un latigazo a su sistema nervioso. Pero tratar con un caso de remordimientos post-desastre era muchísimo mejor que estallar en llamas. O caer, como habría sido el caso.

Después de terminar la segunda parte de su comida, hizo todo lo posible para ayudar a limpiar antes de ir a ver a Layla, pero Fritz revoloteó nervioso a su alrededor cuando trató de llevar su plato y cuchara a cualquier lugar cerca del fregadero. Rindiéndose otra vez, se dirigió al comedor, se detuvo para mirar a la larga mesa, imaginándose a todos sentados en sus sillas habituales. Lo único que importaba era que Z había vuelto a salvo a los brazos de su shellan y nadie más había resultado herido… —Perdone, señor —dijo rápidamente—. La puerta.

Fritz

mientras

pasaba

a

su

lado

Más adelante en el vestíbulo, el doggen fue a comprobar la pantalla de seguridad. Un segundo más tarde, saltó la cerradura en el interior del vestíbulo. Y entró Saxton. Qhuinn se quedó atrás. Lo último que quería hacer era enredarse con ese macho en ese momento. Iba a ver cómo estaba Layla, y luego, caer redondo… El olor que flotó hacia él no estaba bien. Frunció el ceño y se acercó al arco. Delante, su primo habló con Fritz un momento y luego comenzó a caminar hacia la gran escalera. Qhuinn inhaló profundamente, dilatando las fosas nasales. Sí, de acuerdo, esa era la colonia elegante de Saxton... pero había otro olor mezclado. Había otra colonia sobre el macho. No era la de Blay. O cualquier cosa que el luchador usara. Y luego estaba también el aroma inconfundible del sexo.... No hubo ningún pensamiento consciente cuando Qhuinn salió a la luz y gritó: —¿Dónde has estado? Su primo se detuvo. Miró por encima del hombro.

—¿Cómo dices? —Ya me has oído. —Con una maldita inspección más de cerca, fue real y malditamente obvio lo que el hombre había estado haciendo. Sus labios estaban rojos y había un rubor en sus mejillas, que Qhuinn estaba dispuesto a apostar, que tenía una mierda que ver con el clima frío. —¿Dónde coño has estado? —No creo que eso sea asunto tuyo, primo. Qhuinn atravesó el suelo de mosaico a zancadas, sin detenerse hasta que las puntas de acero de sus shitkicker estuvieron frente a los bonitos mocasines del tipo. —¡Maldito puto! Saxton tuvo el descaro de parecer aburrido. —No te ofendas, querido pariente, pero no tengo tiempo para esto. El hombre se dio la vuelta… Qhuinn extendió una mano y le agarró del brazo. Con un tirón, le atrajo nariz con nariz otra vez. Y mierda, el hedor del tipo le revolvió el jodido estómago. —Blay está fuera arriesgando su vida en la guerra… y ¿tú estás follando a cualquiera a sus espaldas? Cabrón elegante… —Qhuinn, esto no es asunto tuyo… Saxton trató de empujarlo. No fue una buena idea. Antes de que Qhuinn supiera lo que estaba haciendo, cerró las manos alrededor de la garganta del macho. —¿Cómo te atreves? —dijo con los colmillos completamente descubiertos. Saxton golpeó las muñecas de Qhuinn y trató de liberarse, tirando, empujando, consiguiendo absolutamente nada. —Me… estás… asfixiando…

—Debería matarte aquí mismo, ahora mismo —gruñó Qhuinn—. ¿Cómo diablos pudiste hacerle eso a él? Está enamorado de ti… —Qhuinn... —La voz ahogada se hizo más y más fina—. Qu… El pensamiento de todo lo que su primo tenía, y todo lo que el hombre no estaba cuidando, le dio súper-fuerza, y la canalizó directamente a sus manos. —¿Qué demonios necesitas más, imbécil? ¿Crees que algún extraño va a ser mejor que lo que tienes en tu cama? La fuerza de su ataque comenzó a empujar hacia atrás a Saxton, los zapatos del tipo chirriaron sobre el suave suelo mientras las shitkicker de Qhuinn los empujaban. Las cosas se detuvieron cuando los hombros de Saxton se estrellaron contra la enorme barandilla de la escalera. —Maldita zorra… Alguien gritó. También lo hizo otra persona. Y luego hubo un montón de pisadas rápidas provenientes de diferentes direcciones, seguidas por un grupo de personas que tiraban de sus brazos. Lo que fuera. Mantuvo los ojos y las manos bloqueadas, la furia de sus entrañas le convertía en un perro de presa que… No… Lo… Soltaría…

Capítulo 26

—¿Así que crees que volveréis alguna vez a Caldwell? —le preguntó Blay a su madre. —No lo sé. Tú padre va y viene cada noche por trabajo tan tranquilamente, y a ambos nos gusta la tranquilidad y la privacidad aquí en el campo. ¿Crees que es más segura la ciudad ahora…? Llegados de cualquier lugar, los gritos penetraron la puerta cerrada de su habitación. Un montón de ellos. Blay miró de un lado a otro y frunció el ceño. —Ey, Mahmen, perdona que te corte pero está pasando algo en la casa… La voz de ella bajó, el miedo salpicando sus palabras. —No estáis siendo atacados, ¿verdad? Por un momento, esa noche en su casa de Caldwell hacía un año y medio volvió a él en una rápida serie de náuseas: su propia madre huyendo del terror, su padre tomando las armas en contra del enemigo, la casa en ruinas. Aunque los gritos parecían estar volviéndose peores, no podía acabar sin tranquilizarla. —No, no, no, Mahmen… este lugar es fuerte como una caja fuerte. Nadie puede encontrarnos y aunque pudieran, no podrían conseguir entrar. Simplemente a veces los Hermanos se enzarzan en discusiones… en serio, está bien.

Al menos esperaba que lo estuviese. Las cosas parecían estar empeorando de verdad. —Oh, eso es un alivio. No puedo tolerar que nada te suceda. Ve a encargarte de las cosas y llámame cuando sepas que vas a venir de visita. Haré que tu habitación esté preparada y te haré esa lasaña. Ante esta orden, su boca empezó a llenarse de saliva. Y también lo hicieron sus ojos, un poco. —Te quiero, Mahmen… y gracias. Ya sabes, por… —Gracias a ti por confiar en mí. Ahora ve a enterarte de lo que está pasando y mantente seguro. Te quiero. Colgando, salió de la cama y llegó a la puerta. En el segundo que estuvo fuera, en el pasillo de estatuas, estuvo claro que había una enorme pelea en la parte principal de la casa: había un montón de voces armando escándalo, todas las cuales estaban a un volumen que tenía la palabra “emergencia” escrita por todas partes. Arrancando a correr, fue directo al balcón del segundo piso… Cuando obtuvo un vistazo del vestíbulo, no entendió inmediatamente qué estaba viendo abajo: Había todo un grupo en la base de la escalera, todos con sus brazos alcanzando hacia delante como si estuviesen tratando de interrumpir una pelea. Excepto que no era entre dos Hermanos. ¿Qué mierda? ¿Estaban realmente tratando de separar a Qhuinn de Saxton…? Jesús, el despiadado bastardo tenía las manos alrededor de la garganta de su primo y estaba, ateniéndote a la palidez de la cara del otro macho, casi matándole. —¡Qué diablos estás haciendo! —gritó Blay, mientras tomaba las escaleras en una carrera desesperada. Cuando llegó a la refriega, había demasiados Hermanos en el camino… y esos no eran el tipo de machos a los que apartabas a

codazos. Desafortunadamente, si nadie iba a abrirle los ojos a Qhuinn, lo haría él. Pero cómo diablos iba a conseguir la atención del idiota… Allá vamos, pensó. Lanzándose disparado a través del vestíbulo, rompió el cristal de la anticuada alarma de incendios manual con su puño y luego la alcanzó y tiró de la palanca hacia abajo. Instantáneamente, el ruido estalló a través del lugar, la acústica del techo tipo catedral actuó como un magnificador mientras el sonido de la alarma ruidoso como un motor a reacción se volvía loco. Fue como golpear a un montón de perros de pelea con un cubo de agua. Toda la acción paró y las cabezas salieron del enredo, mirando alrededor. El único que no prestó ningún tipo de atención fue Qhuinn. Él todavía estaba trabado en Saxton y apretando fuerte. Blay tomó ventaja de todos esos: Ey-qué-es-eso; y fue capaz de abrirse camino. Enfocándose en Qhuinn, metió su cara justo delante de la jeta del tipo. —Déjale ir, ahora. En el momento en que su voz fue registrada, una expresión de conmoción reemplazó la fría violencia que había marcado la cara de Qhuinn… como si nunca hubiese esperado que Blay se presentase. Y eso fue todo lo que necesitó. Una simple orden de él y esas manos lo soltaron tan rápido que Saxton cayó al suelo como un peso muerto. —¡Doc Jane! ¡Manny! —llamó alguien—. ¡Necesitamos un médico! Blay quería gritarle a Qhuinn justo allí y ahora, pero estaba demasiado aterrorizado por la condición de Saxton para perder tiempo con cualquier tipo de qué-coño-está-mal-contigo: El abogado no se estaba moviendo en absoluto. Agarrando el hermoso traje del

tipo, Blay lo estiró buscando la carótida con la yema de sus dedos y rezando por encontrar latido. Cuando no lo hizo, inclinó hacia atrás la cabeza de Saxton y se agachó para empezar a practicarle la RCP. Excepto que entonces Saxton dejó salir una tos y aspiró la cantidad de aire suficiente para llenar el maletero de un coche. —Manny está llegando —dijo Blay ásperamente, aunque no sabía si eso era verdad. Pero vamos, alguien tenía que estar de camino—. Quédate conmigo… Más toses. Más respiración. Y el color empezó a volver a esa cara tan hermosa y elegante. Con una mano temblorosa, Blay echó hacia atrás desde la frente el suave y grueso cabello rubio que había tocado tantas veces antes. Mientras veía como esos ojos confusos levantaban la vista hacia él, quiso sentir algo que definiese el alma y alterase la vida y… Rezó por ese tipo de reacción. Diablos, en ese momento, habría cambiado tanto su pasado como su presente por ello. Pero simplemente no estaba allí. Arrepentimiento, ira en nombre del macho, tristeza, alivio… registró todo eso. Sin embargo, eso fue todo. —Aquí, déjame echarle un vistazo —dijo Doc Jane mientras soltaba su maletín negro de doctor y se arrodillaba en el suelo de mosaico. Blay se arrastró hacia atrás para darle algo de espacio a la shellan de V, pero permaneció cerca, aunque no era como si pudiese hacer nada. Diablos, él siempre había querido ir a la escuela de medicina… pero no como si quisiese resucitar a ex-amantes porque algún psicópata mamón hubiese tratado de estrangularlos en el maldito vestíbulo delantero.

Fulminó con la mirada a Qhuinn. El guerrero estaba siendo contenido por Rhage, como si el Hermano no estuviese totalmente seguro de que el episodio hubiese acabado. —Vamos a ponerte en pie —dijo Doc Jane. Blay estuvo de acuerdo con eso, ayudando a Sax a levantarse, manteniéndole estable, dirigiéndole arriba por las escaleras. El par se mantuvo en silencio mientras subían y luego, cuando llegaron al segundo piso, Blay los llevó dentro de su habitación por costumbre. Ostras. —No, está bien —murmuró Saxton—. Sólo déjame sentarme aquí un minuto, ¿de acuerdo? Blay pensó en la cama, pero cuando Sax se puso rígido cuando giró la cabeza en esa dirección, se conformó con la chaise longue. Ayudando al macho a estirarse, retrocedió con torpeza. En el silencio que siguió, le golpeó una violenta ira llegada de ninguna parte. Ahora sus manos se sacudían por una razón diferente. —Entonces —dijo Saxton con voz ronca—. ¿Cómo ha ido tu noche? —¿Qué diablos ha pasado allí abajo? Saxton se había aflojado la corbata. Desabotonado el cuello. Todavía tomó otra respiración profunda. —Una pelea familiar, por así decirlo. —Mierda. Saxton desplazó sus ojos agotados. —¿Tenemos que hacer esto? —Qué ocurrió… —Creo que él y tú necesitáis hablar. Y una vez lo hagáis, no tendré que preocuparme por ser asaltado como un criminal otra vez.

Blay frunció el ceño. —Él y yo no tenemos nada que decirnos… —Con todo el respeto, las marcas de dedos alrededor de mi cuello sugieren otra cosa. *

*

—¿Qué estábamos haciendo allí, tiarrón? Cuando la voz de Rhage se registró en la oreja de Qhuinn, estuvo claro que el Hermano estaba comprobando para ver si el drama estaba bien y realmente acabado. No era necesario. En el momento en que Blay le dijo que cortase la mierda, el cuerpo de Qhuinn había obedecido, verdaderamente como si el tipo sostuviese el mando de su televisión. Otra gente estaba pululando alrededor, echándole una ojeada, obviamente también esperando ver si mostraba cualquier inclinación de correr arriba tras Saxton y reanudar la rutina de la tenazamortal. —¿Estás bien? —sugirió Rhage. —Sip. Sip, estoy bien. Las barras de hierro a través de su pecho se aflojaron y cayeron gradualmente. Luego una gran mano le palmeó el hombro y le dio un apretón. —Fritz odia los cadáveres en el vestíbulo delantero. —Pero no hay mucha sangre con el estrangulamiento —señaló alguien—. Limpiarlo debería haber sido fácil. —Sólo pulir el suelo después —intervino otro tipo. Hubo una considerable pausa en ese punto. —Voy a subir. —Cuando las miradas de reojo empezaron otra vez, él sacudió la cabeza—. No para una repetición. Lo juro por mi…

Bien, él no tenía una madre, un padre, un hermano, una hermana… o un hijo… aunque era de esperar que lo último fuera el tipo de cosa de “todavía”. —Simplemente no voy a hacerlo, ¿está bien? No esperó por ningún comentario adicional. Sin ofender, pero estrellarse con un avión y un intento de homicidio a uno de sus pocos parientes cercanos era suficiente para la noche. Con una maldición, se puso en marcha hacia el segundo piso… y recordó que todavía necesitaba hacer una parada con Layla. Girando a la derecha en la parte superior de las escaleras, llegó a la habitación de invitados a la que la Elegida se había trasladado y golpeó la puerta suavemente. —¿Layla? A pesar del hecho de que iban a tener un hijo ju ntos no se sentía cómodo irrumpiendo simplemente sin invitación. La segunda ronda con los nudillos fue un poco más alta. Al igual que su voz. —¿Layla? Debía estar durmiendo. Retrocediendo, fue a su propia habitación, pasando por delante de la oficina de Wrath con sus puertas cerradas y luego bajando por el pasillo de estatuas. Cuando pasó por la puerta de Blay, no pudo evitar detenerse y mirar la maldita cosa. Jesucristo, había estado a punto de matar a Saxton. Aún sentía como si lo hubiese terminado. Siempre había sabido que su primo era una puta… y odiaba haber estado en lo cierto. ¿En qué coño estaba pensando Sax? El tipo tenía al definitivo cada maldito día en su cama, y a pesar de eso, de algún

modo ¿un casual en un bar o club o la jodida Biblioteca Municipal de Caldwell era mejor que eso? ¿O incluso necesario? Desleal hijo de puta. Cuando sus manos se convirtieron en puños y consideró la idea de abrirse camino de una patada dentro de esa habitación sólo para machacar la cara de Saxton hasta convertirla en puré, casi no pudo controlar el impulso.

Déjale ir, ahora. De la nada, la voz de Blay reverberó en su cabeza una vez más, y por supuesto, la violencia fue desenchufada. Literalmente, entre un momento y el otro, pasó de toro salvaje a neutral. Extraño. Sacudiendo la cabeza, caminó hacia su habitación, entrando y cerrando la puerta de un golpe. Después de encender las luces con la mente, simplemente se quedó de pie allí, los pies pegados al suelo, los brazos colgando como cuerdas lánguidas, la cabeza colgando desde la parte superior de su columna vertebral. Sin razón aparente, pensó en una de las amadas Dyson de Fritz, la cosa enrollada dentro del armario de servicio, dejada en la oscuridad hasta que alguien la sacase para usarla. Genial. Había sido reducido al nivel de una aspiradora. Finalmente maldijo y se obligó a seguir adelante con el desvestirse y acostarse. La noche había sido una tocapelotas desde el momento en que el sol se había puesto, y la buena noticia era que el triste lío había terminado finalmente: Las persianas estaban en su lugar para mantener fuera al sol. La casa estaba tranquila. Hora para un sueño-REM de reinicio. Mientras se quitaba cautelosamente la camiseta sin mangas y gruñía por todas las molestias y dolores, se dio cuenta de que había

dejado su chaqueta de cuero y sus armas abajo en la clínica. Lo que fuera. Tenía extras aquí arriba si las necesitaba durante el día y podía conseguir sus cosas de vuelta antes de la Primera Comida. Yendo a por la bragueta de sus pantalones de cuero, él… La puerta detrás de él se abrió con una explosión, rebotando contra la pared… sólo para ser atrapada en el rebote por el fuerte agarre de un cabreado hijodeputa. Blay estaba desmadrado mientras permanecía de pie en las jambas, su cuerpo estremeciéndose con tal rabia que incluso Qhuinn, que había enfrentado un montón de cosas en su vida, se quedó uauu. —Qué coño está mal contigo —ladró el macho. Me estás tomando el pelo, pensó Qhuinn. ¿Cómo no había podido el tipo reconocer esa esencia extraña en su propio amante? —Creo que necesitas plantearle eso a mi primo. Cuando Blay caminó hacia delante, Qhuinn se movió alrededor del tipo… Blay consiguió un agarre y desnudó los colmillos con un siseo. —¿Huyendo? Qhuinn dijo con una voz tranquila: —No. Estoy cerrando la maldita puerta para que nadie más escuche esto. —¡Me importa una mierda! Qhuinn pensó en Layla abajo, al otro lado del pasillo, intentando dormir. —Bien, a mí sí. Qhuinn se soltó y los encerró dentro juntos. Entonces, antes de que pudiese darse la vuelta, tuvo que cerrar los ojos y tomarse un poco de TM. —Me das asco —dijo Blay.

Qhuinn inclinó la cabeza. —Tienes que largarte de mi vida —la crudeza en esa voz tan familiar fue directa a su pecho—. ¡Diablos, quédate fuera de mis asuntos! Qhuinn miró sobre su hombro. —¿Ni siquiera te importa que haya estado con alguien más? La boca de Blay se abrió. Se cerró. Luego esas cejas bajaron. —¿Qué? Oh. Genial. En la prisa por todo, claramente Blay no se había puesto al tanto de los porqués. —¿Qué has dicho? —repitió Blay. —Me has escuchado. Cuando no hubo ninguna respuesta, ninguna maldición, nada lanzado en términos de golpes y objetos, Qhuinn se giró. Después de un momento, Blay cruzó los brazos, no alrededor de su pecho sino en su cintura, como si estuviese vagamente asqueado. Qhuinn se restregó la cara y habló con voz rota. ti.

—Lo siento. Estoy tan jodidamente apenado… No quería esto para Blay se sacudió a sí mismo.

—Qué…—aquellos ojos azules se enfocaron—. ¿Ese es el motivo por el que le atacaste? Qhuinn dio un paso adelante. —Lo siento… yo sólo… él atravesó la puerta y pillé el olor, y simplemente me rompí. Ni siquiera estaba pensando. Blay parpadeó, como si estuviese enfrentándose a un concepto extraño.

—Ese es el motivo por el que tú… ¿por qué diablos harías eso? Qhuinn dio otro paso adelante y se obligó a parar… a pesar de la necesidad casi abrumadora de acercarse al tipo. Y cuando Blay sacudió la cabeza como si estuviese teniendo problemas para entender todo eso, Qhuinn no tuvo intención de hablar. Pero lo hizo. —Recuerdas abajo en la clínica, hace más de un año… —Señaló al suelo, como, en caso de que el tipo hubiese olvidado donde estaba el centro de entrenamiento—. Fue antes de la primera vez que Saxton y tú… —Bien. No acabaría esa, no si quería retener todos los alimentos que había comido—. ¿Recuerdas lo que te dije? Cuando el tipo pareció confuso, él le echó una mano. —¿Te dije que si cualquiera te hacía daño alguna vez, les daría caza y los sacaría al sol? —Incluso escuchó la forma en que su voz bajó a un gruñido amenazador—. Saxton te hirió, así que hice lo que dije que iba a hacer. Blay se frotó la cara con las manos. —Jesús… —Te dije lo que iba a pasar. Y si lo hace otra vez, no puedo prometerte que no termine el trabajo. —Mira, Qhuinn, no puedes… no puedes estar haciendo esa mierda. Simplemente no puedes. —¿No te importa? Ha sido infiel. Eso no está bien. Blay exhaló mucho tiempo y lentamente, como si estuviese cansado de llevar un peso. —Simplemente… no hagas eso otra vez. Ahora fue Qhuinn el que sacudió la cabeza. No lo pillaba. ¿Si él tuviese una relación con Blay, y Blay le engañase? Nunca se sobrepondría.

Dios, ¿por qué no había sacado provecho de lo que le había sido ofrecido? No debería haber corrido. Tendría que haberse quedado… Sin ser invitado, su pie dio otro paso adelante. —Lo siento… De repente, estaba diciendo esas palabras una y otra vez, repitiéndolas con cada paso que lo llevaba más cerca de Blay. —Lo siento… Lo siento… Lo… siento… —No sabía qué coño estaba diciendo o haciendo; sólo tenía una urgencia de arrepentirse de todos sus pecados. Había tantos cuando fue hacia ese honorable macho que estaba parado delante de él. Finalmente, sólo hubo un paso a la izquierda antes de que su pecho desnudo golpease el de Blay. La voz de Qhuinn bajó a un susurro. —Lo siento. En el pesado silencio que siguió, la boca de Blay se separó… pero no con sorpresa. Más como si no pudiese respirar. Recordándose no ser un gilipollas el mundo-gira-en-torno-a-mí, Qhuinn trajo a la memoria lo que estaba pasando entre Blay y Saxton. —No quiero eso para ti —dijo, sus ojos recorriendo esa cara—. Has sufrido suficiente y sé que le amas. Lo siento… lo siento tanto… Blay simplemente estaba delante de él, su expresión congelada, sus ojos disparando dardos alrededor como si no pudiesen echar luz sobre nada. Pero no podía retroceder, lanzarlo lejos, irse echando chispas. Permaneció… justo donde estaba. —Lo siento. Qhuinn miró desde una enorme distancia como su mano se extendía y tocaba la cara de Blay, las yemas de los dedos recorriendo la barba de un día.

—Lo siento. Oh, Dios, tocarle. Sentir la calidez de su piel, inhalar su aroma limpio y masculino. —Lo siento. ¿Qué coño estaba haciendo? Tío… demasiado tarde para contestar a eso… estaba alcanzando delante con su otra mano y poniendo la palma en el fuerte hombro. —Lo siento. Oh, Dios, estaba atrayendo a Blay, acercando ese cuerpo contra el suyo. —Lo siento. Movió una de sus manos hasta la nuca de Blay y la empujó profundamente dentro de ese grueso cabello que se rizaba ahí abajo. —Lo siento. Blay estaba rígido, su columna vertebral recta como una flecha, los brazos permanecían alrededor de su tenso vientre. Pero después de un momento, casi como si estuviera confundido por su propia reacción, el macho empezó a inclinarse, el cambio de peso sutil al principio, y luego aún más. Con un rápido tirón, Qhuinn envolvió sus brazos alrededor de la persona más importante de su vida. No era Layla, aunque sintió remordimiento por esa negación. No era John, ni su rey. No eran los Hermanos. Este macho era la razón de todo. Y aunque le había matado que Blay estuviese enamorado de otra persona, lo había asumido, joder. Había pasado demasiado desde que había tocado al tipo… y nunca así. —Lo siento.

Apoyando la palma en la parte de atrás de la cabeza de Blay, instó al macho a acercarse a él, acomodándole la cara en su propio cuello. —Lo siento. Cuando Blay aceptó, Qhuinn se estremeció, girando su propia cara hacia dentro, respirando a fondo, empujando todas las sensaciones profundamente en su cerebro así podría recordar esto para siempre. Y mientras su mano frotaba arriba y abajo, relajando esa musculosa espalda, hizo lo que pudo para compensarle por muchísimo más que la infidelidad de su primo. —Lo siento… Con un rápido movimiento, Blay sacudió la cabeza. Soltándose. Retrocediendo. Apartandose. Los hombros de Qhuinn bajaron. —Lo siento. —¿Por qué sigues diciendo eso? —Porque… En ese momento, cuando sus ojos se encontraron, Qhuinn supo que era la hora. Lo había estropeado tanto con Blay; había habido tantos errores y malentendidos deliberados, tantos años, tantas negaciones… todo de su parte. Se había acobardado durante tanto tiempo, pero eso había acabado. Cuando abrió la boca para decir las tres palabras que tenía en la lengua, los ojos de Blay se endurecieron. —No necesito tu ayuda, ¿de acuerdo? Puedo cuidar de mí mismo. Latido. Latido. Latido. Su corazón estaba golpeando tan fuerte que se preguntó si iba a explotar. —Te vas a quedar con él —dijo Qhuinn aturdido—. Te vas a…

—No saques esa mierda con Saxton… jamás otra vez. Júralo. Aunque eso le matara, Qhuinn era incapaz de negarle nada al tipo. —Está bien. —Levantó las palmas—. Las manos quietas. Blay asintió, el acuerdo sellado. —Sólo quería ayudarte —dijo Qhuinn—. Eso es todo. —No puedes —contraatacó Blay. Dios, a pesar de que estaban una vez más en desacuerdo, él ansiaba más contacto… y de repente, vio el camino hacia exactamente eso. Difícil proposición, pero al menos había alguna lógica interna para ello. Sus brazos levantados, sus manos buscando, aferrando. Los hombros de Blay. El cuello de Blay.

encontrando,

El sexo se agitó en él, endureciendo su polla, haciéndolo jadear. —Pero puedo ayudarte. —¿Cómo? Qhuinn avanzó más cerca, llevando su boca hasta la oreja de Blay. Luego puso su pecho desnudo contra el de Blay deliberadamente. —Úsame. —¿Qué? —Enséñale una lección. —Qhuinn apretó su agarre e inclinó la cabeza de Blay hacia atrás—. Págale de la manera correcta. Conmigo. Para hacer las cosas claras como el cristal, Qhuinn extendió la lengua y recorrió el lateral de la garganta de Blay. El siseo de respuesta fue alto como una maldición. Blay golpeó contra él, empujándole hacia atrás. —¿Has perdido tu jodida cabeza? Qhuinn acunó su grueso y duro sexo.

—Te deseo. Y te tomaré de cualquier forma que pueda… incluso si es sólo para devolvérsela a mi primo. La expresión de Blay jugaba una partida de ping pong entre la total incredulidad y la ira épica. —¡Jodido gilipollas! ¿Me has rechazado durante años y entonces, de repente, das un giro de ciento ochenta grados? ¿Qué coño está mal contigo? Con su mano libre, Qhuinn jugó con uno de los anillos de sus pezones… y se concentró en lo que estaba pasando al nivel de las caderas de Blay: debajo de ese albornoz, el macho se estaba poniendo totalmente erecto, esa tela de felpa no podía competir con los gustos de ese tipo de erección. —¡Estás malditamente loco! ¡¿Qué cojones?! Normalmente Blay no maldecía ni elevaba la voz. Era excitante verlo dejarse llevar. Cerrando su mirada en la de Blay, Qhuinn se dejó caer lentamente de rodillas. —Déjame encargarme de eso… —¿Qué? Se inclinó hacia adelante y tiró de la parte inferior del albornoz, arrastrándola hacia él. —Ven aquí. Déjame mostrarte cómo lo hago. Blay agarró el lazo que mantenía las dos mitades juntas y tiró de él con más fuerza. —¿Qué diablos estás haciendo? Dios, el hecho de que estuviera de rodillas, rogando, sólo parecía apropiado. —Sólo quiero estar contigo. No me importa una mierda por qué… sólo déjame estar contigo…

—¿Después de todo este tiempo? ¿Qué ha cambiado? —Todo. —Estás con Layla. —No. Sin embargo, lo diré tantas veces como necesites oírlo… no estoy con ella. —Está embarazada. —Una vez. Estuve con ella una vez y justo como te dije, fue sólo porque quería una familia y ella también. Una vez Blay, y nunca más. La cabeza de Blay cayó hacia atrás, sus ojos cerrándose como si alguien estuviese clavando agujas bajo sus uñas. —No me hagas esto, por el amor de Dios, no puedes hacer esto… — Cuando su voz falló, la angustia fue una revelación triste de los problemas que Qhuinn había causado—. ¿Por qué ahora? Quizá eres tú el que quiere devolvérsela a Saxton… —A la mierda mi primo, no tiene nada que ver con él para mí. Si estuvieses solo, todavía estaría justo en esta alfombra, de rodillas, deseando estar contigo. Si estuvieses emparejado a una hembra, si estuvieses saliendo con alguien de manera ocasional y mierda, si estuvieses en un millón de lugares diferentes en la vida… todavía estaría aquí. Rogándote por algo, cualquier cosa… una vez, si eso es todo lo que tienes. Qhuinn estiró el brazo otra vez, yendo bajo el albornoz, acariciando su fuerte y musculosa pierna…y cuando Blay dio un paso atrás otra vez, supo que estaba perdiendo la batalla de nuevo. Mierda, iba a perder la oportunidad si no… —Mira, Blay, he jodido un montón de cosas en mi vida, pero siempre he sido sincero. Casi muero esta noche… y eso le pone a un macho los puntos sobre las íes. Allí arriba en el avión, echando una ojeada a la noche oscura, no pensé que iba a conseguirlo. Todo se volvió claro para mí. Quiero estar contigo por eso.

En realidad, lo había sabido muchísimo antes, muchíiiiiiiiisimo antes de la situación del Cessna, pero estaba esperando que la situación tuviese sentido para Blay. Tal vez lo hizo. Como respuesta, el tipo zigzagueó sobre sus pies, como si fuera a ceder… o marcharse. No podía decir cuál de las dos. Qhuinn se apresuró a dejar salir más palabras. —Lamento haber perdido tanto tiempo… y si no quieres estar conmigo, lo entiendo. Desistiré… viviré con las consecuencias. Pero por el amor de Dios, si hubiese una oportunidad… por cualquier motivo de tu parte… venganza, curiosidad… Diablos, ¿incluso si me dejas follarte una vez y nunca, jamás, de nuevo por la sola razón de clavar una estaca en mi corazón? Lo tomaré… te tomaré, de cualquier forma que pueda conseguirte. Estiró el brazo una tercera vez, deslizando su mano alrededor de la parte posterior de la pierna de Blay. Acariciando. Implorando. —No me importa lo que me cueste…

Capítulo 27

Cerniéndose sobre Qhuinn, Blay era inusualmente consciente de todo lo que le rodeaba: la sensación de la mano de Qhuinn en la parte posterior de su muslo, la forma en que el dobladillo del albornoz se frotaba contra su pantorrilla, el olor a sexo espesando el aire. De muchas maneras, había deseado esto toda su vida... o al menos desde que había sobrevivido a la transición y no tuvo ningún impulso sexual en absoluto. Este momento era la culminación de incontables ensoñaciones e innumerables fantasías, su deseo secreto manifestado. Y para ser honesto: en los ojos dispares de Qhuinn no había sombras… ni dudas. El macho no solo estaba hablando con la sagrada honestidad que sabía que había en su corazón; estaba en paz con ponerse en una situación tan vulnerable como esta. Blay cerró los párpados brevemente. Esta sumisión era todo lo contrario de lo que definía a Qhuinn como macho. Él nunca se entregaba… ni sus principios, ni sus armas, nunca, ni siquiera a sí mismo. Así y todo, el cambio de rumbo tenía algún tipo de sentido. Un enfrentamiento con la muerte tendía a ser seguido por un encomendarse a Jesús. El problema era que tenía la sensación de que esto no iba a durar. Esa “revelación” estaba ligada sin duda a aquel viaje en avión, pero como con una víctima de ataque cardíaco reanudando una dieta muy pobre poco después, probablemente la “revelación” no tenía una vida útil muy larga. Sip, Qhuinn quería decir lo que estaba diciendo en este

embriagador momento… no había duda de eso. Sin embargo, lo difícil era creer que era permanente. Qhuinn era quien era. Y muy pronto, cuando el shock desapareciese —tal vez al anochecer, quizá la próxima semana, tal vez dentro de un mes— volvería a su bloqueo, su se mira pero no se toca, su ser distante. Decisión tomada, Blay reabrió los párpados y se inclinó hacia abajo. Cuando sus caras estuvieron cerca, los labios de Qhuinn se entreabrieron, frunciendo el labio inferior lleno como si ya estuviese probando el sabor de lo que deseaba… y gustándole.

Joder. El guerrero era tan magnífico, su poderoso pecho desnudo brillando a la luz de la lámpara, su piel transmitiendo un brillo de excitación, sus pezones perforados subiendo y bajando por el fuerte latido de su sangre caliente. Blay pasó la mano por los tensos músculos de su brazo que los conectaba, desde el fuerte grosor de su hombro hasta el bulto del bíceps y el corte flexionado de su tríceps. Él apartó la palma de su muslo. Y dio un paso atrás. Qhuinn palideció hasta el punto de ponerse gris. En el silencio, Blay no dijo una palabra. No podía… su voz se había ido. Con las piernas flojas y poco sólidas, se lanzó a por la salida, sus manos aleteando alrededor del pomo de la puerta hasta que reunieron la coordinación suficiente para abrir la salida. Saliendo, no pudo decir si había cerrado la puerta de golpe o lo había hecho silenciosamente. No había llegado lejos. Apenas un metro hacia su habitación, se desplomó contra la pared fría y lisa del pasillo. Jadeando. Estaba jadeando.

Y todo ese esfuerzo no estaba haciendo ningún bien. El ahogo de su pecho se estaba volviendo peor y de repente su visión fue reemplazada por casillas de un tablero de damas en blanco-y-negro. Imaginando que estaba a punto de desmayarse, se dejó caer sobre el trasero y metió la cabeza entre las rodillas. En lo más recóndito de su mente, rogó para que el pasillo permaneciese vacío. Este no era el tipo de cosa que quería explicar a nadie: fuera de la habitación de Qhuinn, obviamente duro, su cuerpo sacudiéndose como si estuviese pasando por su propio terremoto personal. —Jesucristo…

Casi muero esta noche… y eso le pone a un macho los puntos sobre las íes. Allí arriba en el avión, echando una ojeada a la noche oscura, no pensé que iba a conseguirlo. Todo se volvió claro para mí. —No —dijo en voz alta—. No… Poniendo la cabeza en las manos, trató de respirar calmadamente, pensar racionalmente, actuar razonablemente. No podía permitirse el lujo de profundizar más en esto… Aquellos ojos cálidos, brillantes y disparejos que habían sido materia de leyenda. —No —siseó. Cuando su voz resonó dentro de su propio cráneo, acordó escucharse a sí mismo. No más lejos. Esto no debía ir más lejos. Hacía mucho tiempo había perdido su corazón por ese macho. No había razón para perder también su alma. *

*

Una hora después, tal vez dos, quizá seis, Qhuinn estaba estirado desnudo entre las frías sábanas, mirando fijamente arriba en la oscuridad, hacia el techo que no podía ver.

¿Era este horrible y compungido dolor lo que Blay había sentido? ¿Al igual que esa pelea en el sótano de sus padres… cuándo Qhuinn se había estado preparando para dejar Caldwell y dejó claro que no iba a haber vínculos entre ellos nunca más? ¿O tal vez después de esa vez que se hubieran besado en la clínica y Qhuinn se había negado a ir más lejos? ¿O después de esa colisión final cuando casi habían estado juntos, justo antes de la primera cita de Blay con Saxton? Así que maldita depresión. Como esta habitación, en realidad: sin iluminación y esencialmente vacía, sólo cuatro paredes y un techo. O una bolsa de piel y un esqueleto, por así decirlo. Levantando su mano, la puso sobre su corazón palpitante sólo para asegurarse de que todavía tenía uno. Tío, el destino tenía una forma de enseñarte cosas que necesitabas saber, incluso si no eras consciente de que la lección era necesaria hasta que te había sido útil a ti: había pasado demasiado envuelto en sí mismo y en su defecto, y en su fracaso con su familia. Un jodido lío tan enredado que había durado tanto tiempo, y Blay, él se había preocupado, había sido absorbido en el vórtice. ¿Pero cuando había apoyado alguna vez a su mejor amigo? ¿Realmente qué había hecho jamás por el tipo? Blay había hecho bien en salir de esta habitación. A buenas horas, mangas verdes ¿no era ese el dicho? Y no era como si Qhuinn estuviese ofreciendo algún tipo de ganador. Bajo la superficie, no estaba más estable realmente. No más en paz. No, él se merecía este… El trozo de luz era de color amarillo limón y cortaba a través del campo negro de su visión, como si la ceguera fuese una tela y el destello, un cuchillo afilado. Una figura se deslizó en su habitación y cerró la puerta.

Supo quién era por el olor. El corazón de Qhuinn empezó a tronar mientras se disparaba hacia arriba desde las almohadas. —¿Blay…? Se oyó el suave susurro de un albornoz siendo bajado desde los hombros de un macho alto. Y luego, momentos más tarde, el colchón bajó cuando un peso enorme y lleno de vida, se deslizó sobre él. Qhuinn estiró los brazos a través de la oscuridad con infalible precisión, sus manos encontrando los lados del cuello de Blay como si hubieran sido guiadas por la vista. Sin conversación. Tenía miedo de que las palabras pudiesen birlarle este milagro. Alzando la boca, impulsó a Blay hacia abajo contra sí y cuando esos labios de terciopelo estuvieron al alcance, le besó con una desesperación que fue devuelta. De repente, el pasado reprimido fue liberado con furia y cuando saboreó sangre, no supo que colmillos habían marcado qué. A quién coño le importaba. Con un fuerte tirón, colocó a Blay debajo y luego se dio la vuelta colocándose encima del otro tipo, extendiendo esos muslos y empujándose entre ellos hasta que su dura polla chocó con la de Blay… Ambos gimieron. Mareado por toda esa piel desnuda, Qhuinn empezó a bombear sus caderas adelante y atrás, la fricción de sus sexos y esa piel desnuda aumentando el calor húmedo de sus bocas. Frenesí, por todas partes, deprisa, deprisa, deprisa… santa jodida mierda, había demasiada necesidad para darle sentido a dónde estaban sus manos, o contra qué se estaba frotando o… por los clavos de Cristo, había demasiada piel que tocar, demasiado pelo del que tirar, demasiado…

Qhuinn se corrió duro, sus pelotas se tensaron, su erección golpeó entre ellos, se corrió por todas partes. Eso no le desaceleró en lo más mínimo. Con un rápido movimiento, se separó de la boca que podría haber pasado los próximos cien años trabajando, y se empujó hacia abajo por el pecho de Blay. Los músculos que se encontró no tenían nada que ver con los tipos humanos que había follado… este era un vampiro, un guerrero, un soldado que había entrenado duramente y que había trabajado su carne hasta una condición que no era solo útil, sino absolutamente mortal. Y santo infierno, esto era caliente… pero más que eso, sin embargo, este era Blay; lo era finalmente, después de tantos años…

Blay. Qhuinn arrastró sus colmillos hacia abajo por los abdominales que estaban tan duros como una piedra y el olor de sí mismo en la piel de Blay era una marca que sabía que había hecho a propósito. Las especias oscuras estaban yendo también a otros sitios. Gimió cuando sus manos encontraron la polla de Blay y mientras rodeaba la dura columna, el tipo se arqueó hacia arriba bruscamente, una maldición cortó a través de la habitación, casi de la misma forma que lo había hecho la luz solo momentos antes. Qhuinn se lamió los labios, levantó el sexo de Blay y dejó que la cabeza de esa gruesa y roma polla separase su boca. Tragándola profundamente, la agarró por su base, abriendo su garganta ampliamente, engulléndola toda. En respuesta, las caderas de Blay se dispararon hacia arriba y manos toscas tiraron de su pelo, obligando a su cabeza a bajar incluso más hasta que no pudo conseguir nada de aire para sus pulmones… ¿y quién coño necesitaba oxígeno, de todos modos? Empujando sus manos bajo el culo de Blay, inclinó esa pelvis y empezó a ir abajo y arriba, su cuello estirándose bajo el ritmo

castigador, sus hombros tensándose y relajándose mientras seguía hasta el final con lo que había estado ofreciendo exactamente antes de que Blay hubiese salido. Aunque no pararía con esto. Nop. Esto sólo era el principio.

Capítulo 28

Cuando Blay se dejó caer contra las almohadas de la cama de Qhuinn, la cabeza casi se le desprendió de la columna. Todo estaba fuera de control, pero no quería desacelerar las cosas en lo más mínimo: Con sus caderas bombeando arriba y abajo, su polla estaba empujando y deslizándose en la boca de Qhuinn… Gracias a Dios que las luces estaban apagadas. Sólo las sensaciones eran demasiado para manejar… ¿añadir una visual? No sería capaz de… El orgasmo se sacudió por él, la respiración atrapada, el cuerpo tensándose del todo, su sexo golpeando duro. Y mientras se corría con grandes espasmos, fue chupado por esa boca… y tío, la succión mantuvo la liberación corriendo a través de él, grandes olas de estremecedor placer barriéndolo desde el cerebro hasta las pelotas, su cuerpo golpeando en un plano existencial completamente diferente… Sin previo aviso, le dieron la vuelta con una mano áspera, su cuerpo manejado como si no pesase una maldita cosa. Luego un brazo se disparó bajo su pelvis y lo levantó sobre sus rodillas. Hubo un breve respiro, durante el cual todo lo que escuchó fue la pesada respiración detrás de él, el jadeo cada vez más rápido y más duro… Escuchó el orgasmo de Qhuinn y supo exactamente a qué vino eso. Incluso aunque todo su cuerpo estaba débil por la anticipación, sabía que tenía que hacerlo bien y prepararse cuando una mano fuerte aterrizó en su hombro y…

La penetración fue un hierro de marcar, brutal y caliente, yendo directamente a su centro. Y maldijo con una exhalación explosiva… no porque doliese, aunque lo hacía en el mejor sentido posible. Ni siquiera porque esto fuese algo que hubiese deseado desde siempre, aunque lo había hecho. No, era porque tenía la extraña sensación de que había sido marcado… y por alguna razón, eso le hacía… Un siseó sonó en su oreja y luego un par de colmillos se hundieron en su hombro, la sujeción de Qhuinn desplazándose a sus caderas, su torso bloqueado en muchos lugares ahora. Y entonces empezó el martilleo implacable, las muelas de Blay chasquearon, sus brazos tenían que mantener ambos cuerpos arriba, sus piernas y torso esforzándose bajo el embate. Tenía la sensación de que el cabecero estaba golpeteando contra la pared… y por una fracción de segundo, recordó la lámpara de araña de la biblioteca moviéndose de un lado a otro cuando Layla había estado sometida a esto. Blay maldijo la imagen. No podía permitirse ir allí; simplemente no podía. Dios sabía que había un montón de tiempo para mortificarse por esas cosas más tarde. ¿Justo ahora? Esto era malditamente bueno para desperdiciar… Mientras el martilleo seguía, sus manos se deslizaron sobre las sábanas de fino algodón y tuvo que reposicionarlas, presionándolas en el mullido colchón para intentar mantenerse quieto. Dios, los sonidos que Qhuinn estaba haciendo, los gruñidos que reverberaban por entre los colmillos enterrados en su hombro, el golpeteo… sip, eso era el cabecero. Definitivamente. Con la presión construyéndose otra vez en sus pelotas, estuvo tentado de acariciarse a sí mismo… pero ninguna esperanza de eso. Necesitaba ambas manos en el trabajo…

Como si Qhuinn le leyera la mente, el macho estiró el brazo alrededor de él y lo agarró. No fue necesario bombear. Blay se corrió con tanta fuerza que su visión fue brilla-brilla-estrellita, y en el mismo instante Qhuinn empezó a correrse también, las caderas lanzándose dentro y congelándose durante una fracción de segundo antes de retirarse un centímetro e ir profundamente para otra explosión golpeadora. Y sip, guau, la combinación de ambos haciéndolo era tan erótica, que precipitó todo de nuevo: No hubo descanso para recuperarse, ni pausa en absoluto. Qhuinn simplemente reanudó el movimiento… en todo caso, era como si la liberación hubiese hecho más fuerte la necesidad. Cuando el sexo arrasó —y a pesar de toda la fuerza que tenía en la parte superior de su cuerpo— Blay acabó siendo jodidamente empujado de la cama, una mano cerrada en el lateral de la mesa para impedir que se golpease contra la pared…

Crash. —Mierda —dijo ásperamente—. La lámpara… Aparentemente Qhuinn no estaba interesado en el mobiliario de la casa. El macho solo tiró de la cabeza de Blay más cerca y empezó a besarle, el piercing de la lengua penetrando en su boca, lamiendo y chupando… como si no pudiese obtener suficiente. Mareado. Francamente se mareó por todo esto. En cada fantasía que había tenido alguna vez, siempre se había imaginado a Qhuinn como un amante feroz, pero esto estaba… a otro nivel. Así que fue desde la distancia que se escuchó a sí mismo decir con una voz gutural: —Muérdeme… otra vez… Un gran gruñido desde arriba se coló en sus oídos, y entonces otro siseo rasgó a través de la oscuridad mientras Qhuinn cambiaba las posiciones, su peso macizo rotando para que esos afilados colmillos pudiesen hundirse profundamente en el lateral de su garganta.

Blay maldijo y limpió el resto de lo que había en la mesa, su pecho tomando el lugar de los objetos, su piel perlada de sudor chirriando en el barniz mientras yacía medio de lado. Dejando caer una mano, atrapó la superficie plana del suelo y empujó hacia atrás, manteniéndolos estables mientras Qhuinn se alimentaba y le follaba tan bien… Demasiadas veces para contarlas, hasta que las almohadas cayeron al suelo, las sábanas fueron rasgadas, otra lámpara fue derribada… y no estaba seguro, pero creía que habían lanzado la pintura que estaba sobre la cama fuera de la pared. Cuando la tranquilidad reemplazó toda la tensión y el esfuerzo, Blay respiró profundamente y todavía se sentía como si estuviese bajo el agua. Qhuinn estaba haciendo lo mismo. La creciente mancha húmeda en la garganta de Blay sugería que las cosas se les habían ido tanto de las manos que no había sellado la vena que había sido tomada. Como fuera. No le importaba, no podía pensar, no iba a preocuparse. Las repercusiones beatíficas y flotantes eran demasiado gloriosas para estropearlas, su cuerpo a la vez hipersensible e insensible, caliente y templado, dolorido y saciado. Tío, las sábanas iban a necesitar una limpieza. E indudablemente, Fritz iba a tener que encontrar algún Super Glue para esas lámparas. ¿Dónde estaba exactamente? Sacando la mano, dio palmaditas alrededor y chocó con la alfombra, un polvoriento volante… y un arcón. Oh, bien… colgando a los pies de la cama. Lo cual explicaría que su cabeza estuviese sacudiéndose con ímpetu. Cuando Qhuinn finalmente salió de él, Blay deseó seguir, pero su cuerpo estaba demasiado interesado en ser un objeto inanimado. O más como un rollo de tela, quizá…

Manos suaves lo levantaron, y cuidadosa y temerosamente le dieron la vuelta sobre su espalda. Hubo algún otro movimiento en ese punto, y luego sintió que era reposicionado contra las almohadas que habían sido devueltas a su lugar correcto. Finalmente, una ligera manta fue colocada sobre la mitad de su cuerpo como si Qhuinn supiese que estaba más o menos demasiado caliente para tener más cobertura y a pesar de todo ya sintiendo el frío cuando el sudor que le cubría empezaba a secarse. Su pelo fue retirado de la frente y luego su cabeza fue movida con cuidado hacia un lado. Labios como seda bajaron besando por el lateral de su cuello y luego un largo y lento lametazo selló las heridas por las que había rogado y que le habían sido dadas. Cuando estuvo hecho, dejó que su cabeza se girase hacia Qhuinn. A pesar de que había una oscuridad total, supo exactamente que la cara que estaba mirando fijamente se veía como la suya… sonrojada en las mejillas, párpados medio cerrados, labios rojos… El beso que fue presionado contra su boca fue reverente, el contacto no más intenso que cálido, todavía había aire en la habitación. Era el beso de un amante consumado, el tipo de cosa que había deseado incluso más que el sexo caliente que acababan de tener… El pánico golpeó en el centro de su pecho y resonó hacia afuera a través de él en un abrir y cerrar de ojos. Sus manos se dispararon fuera por su propia voluntad, empujando a Qhuinn. —No me toques. No me toques así… jamás. Se levantó de golpe fuera de la cama y aterrizó solo Dios sabía en qué parte de la habitación. Buscando a tientas alrededor golpeó varias piezas del mobiliario, pero luego fue capaz de orientarse por la delgada línea de luz que brillaba bajo la salida. Agarrando su albornoz del suelo, no miró atrás mientras salía.

No podía soportar ver las consecuencias con ningún tipo de luz. Eso lo hacía demasiado real. *

*

Finalmente, Qhuinn tuvo que encender con la mente las luces de la habitación. No podía aguantar la oscuridad más tiempo. Cuando la iluminación inundó el espacio, parpadeó con fuerza y tuvo que levantar los brazos para protegerse los ojos. Cuando las cosas se recalibraron en el territorio de la retina, miró alrededor. Caos. Caos total. Así que todo eso había ocurrido realmente, ¿eh? Y qué irónico que dentro de su cabeza hiciera que este maldito lío pareciese, en comparación, una formación militar.

No vuelvas a tocarme así. Ah, diablos, pensó mientras se restregaba la cara. No podía culpar al tipo. Por un lado, había mostrado casi tanta delicadeza como una excavadora. Una bola de demolición. Un tanque armado. El problema era que todo había sido demasiado para mostrar algo de paciencia: Instinto, tan puro como un octano y justo igual de inflamable, lo había iluminado… la sesión había sido un caso de dejar la mierda fuera. Oh, Dios, había marcado al tipo.

Joder. No era exactamente una buena forma, teniendo en cuenta que Blay todavía estaba enamorado y en una relación… y volviendo a la cama de su amante. Por otra parte, cuando un macho estaba con aquel al que deseaba, especialmente si era la primera vez, eso era lo que pasaba. El infierno se desataba…

No hacía falta decir que había sido el mejor sexo de su vida, el primer ajuste correcto después de una larga historia de no-secierra-todavía. El asunto era que al final, había deseado que Blay supiese eso, había estado buscando las palabras y confiando en el contacto para allanar el camino a la confesión. Pero estaba claro que el macho no quería acercarse así. Lo cual le hizo volver un segundo e incluso más profundo lamento. El sexo de venganza no iba sobre atracción; iba sobre utilizarse. Y Blay lo había usado, justo como él le había pedido que lo hiciese. Esa sensación de vacío volvió diez veces. Cien veces más. Incapaz de soportar la emoción, salió despedido sobre sus pies y tuvo que maldecir: La notable opresión en la parte baja de su espalda no tenía una maldita cosa que ver con el accidente de avión, y todo con el martilleo con el cual había pasado la última hora… o más… maltratándola. Mierda. Yendo al baño dejó las luces apagadas, pero había más que suficiente viniendo desde la habitación mientras abría la ducha. Esta vez, esperó a que el agua estuviese caliente… su cuerpo no estaba para otra sorpresa desagradable. Esto era tan patético, lo último que quería era limpiar el olor de Blay de su piel, pero se estaba volviendo loco por ello. Dios, esto era lo que los hellrens en la casa sentían cuando se ponían todo posesivos: Estaba a punto de acechar pasillo abajo, irrumpir en la habitación de Blay y empujar a Saxton fuera del camino. De hecho, habría estado encantado de que su primo viese, sólo que el tipo supiese que… Para cortar ese tren de pensamiento realmente muy saludable, dio un paso dentro de la mampara de cristal y fue a por el jabón. Blay tenía una relación, se señaló a sí mismo… otra vez.

El sexo que acababan de tener no había sido sobre conexión emocional. Así que en este momento de vacío, estaba siendo apuñalado por su propia historia. Parecía que se trataba de otro caso del destino dándole su merecido. Mientras se lavaba, el jabón no era ni la mitad de suave que la piel de Blay y no olía ni una cuarta parte de bien. El agua no era tan caliente como lo había sido la sangre del guerrero y el champú no era tan dulce. Nada se acercaba. Nada podría jamás. Cuando Qhuinn giró su cara hacia la alcachofa y abrió la boca, se encontró rezando para que Saxton se perdiese en la distancia otra vez… incluso aunque era una cosa de mierda que esperar. El problema era que tenía la sensación de que otro caso de infidelidad era la única forma de que Blay volviese a él otra vez. Cerrando los ojos, volvió a ese momento cuando finalmente había besado a Blay… realmente, auténticamente besado, sus bocas encontrándose suavemente en la calma después de la tempestad. Mientras su mente reescribía el guion, no pudo empujarlo más allá del límite que él mismo había creado. No, en su imaginación, las cosas terminaban como deberían haberlo hecho, con él acariciando la cara de Blay y encendiendo las luces con la mente para que pudiesen verse el uno al otro. En su fantasía besaba a su mejor amigo otra vez, empujándole hacia atrás y… —Te amo —le dijo a la alcachofa de la ducha—. Te… amo. Cuando cerró los ojos contra el dolor, fue difícil saber cuánto de lo que descendía por sus mejillas era agua y cuánto era algo más.

Capítulo 29

Al día siguiente, por la tarde, el visitante de Assail regresó. A medida que el sol se ponía y los últimos rayos rosa oscuro perforaban el bosque, vio en su monitor como una figura solitaria con esquís de fondo se detenía en medio de los árboles, equilibraba los bastones contra las caderas y se llevaba los prismáticos a la cara. O por así decirlo, caderas y cara femeninas. La buena noticia era que sus cámaras de seguridad no sólo tenían un fantástico zoom, sino que su enfoque y línea de visión eran fácilmente manejables por los mandos de su equipo. Y se tensó aún más. Cuando la mujer dejó caer los prismáticos, midió las pestañas del individuo alrededor de esos ojos negros calculadores, el tono rojo de sus mejillas de poros finos y el ritmo tranquilo del latido en la artería que iba hacia la mandíbula. La advertencia que le había dado a Benloise había sido recibida. Y sin embargo, allí estaba ella otra vez. Era evidente que estaba conectada de alguna manera con ese vendedor de droga al por mayor, y la noche antes al parecer se había enojado por culpa de Benloise, dada la forma en que salió por la parte trasera de esa galería como si alguien la hubiera insultado. Y sin embargo Assail no la había visto antes, y eso era extraño. En el último año se había familiarizado con todas y cada una de las operaciones de Benloise, desde el incalculable número de guardaespaldas al personal irrelevante de la galería, a los astutos

importadores y al hermano de carne y sangre que supervisaba las finanzas. Así que sólo podía asumir que era una contratista independiente, contratada para un propósito específico. Excepto ¿por qué estaba todavía en su propiedad? Comprobó la lectura digital en la esquina inferior derecha de la pantalla. Cuatro treinta y siete. Por lo general no era momento para alegrarse, aún era demasiado pronto para salir. Sin embargo, el ajuste de horario de verano había empezado a notarse y esa invención humana para manipular el sol realmente funcionaba a su favor seis meses del año. Iba a haber un poco de calor ahí fuera, pero se ocuparía de ello. Assail se vistió rápidamente, poniéndose un traje de Gucci junto con una camisa de seda blanca y agarrando su abrigo de pelo de camello de doble botonadura. Su pareja de cuarenta Smith & Wesson eran los accesorios perfectos, por supuesto. El metal de las armas era el nuevo negro. Agarrando su iPhone, frunció el ceño mientras tocaba la pantalla. Un recibido de una llamada de Rehvenge, junto con un mensaje. Saliendo de la habitación, abrió el mensaje de voz del leahdyre del Consejo y lo escuchó mientras bajaba las escaleras. La voz del macho no contenía todas estas tonterías, y había que respetar eso: Assail, sabes quién soy. Convoco una reunión del Consejo, y quiero no sólo quorum, sino asistencia perfecta, el rey va a estar allí, y también la Hermandad. Como macho superviviente de más edad de tu línea de sangre, has estado en la lista del Consejo, pero registrado como inactivo porque permaneciste en el Viejo País. Ahora que estás de vuelta, es el momento de empezar a ir a estos pequeños encuentros felices. Llámame con tu horario, para que pueda fijar un tiempo y lugar para todo el mundo.

Deteniéndose ante la puerta de acero que bloqueaba la parte inferior de las escaleras, se guardó el teléfono en un bolsillo interior, desbloqueó la cerradura y abrió la puerta. El primer piso estaba a oscuras debido a los filtros que bloqueaban toda la luz y el enorme espacio abierto del salón parecía una caverna en la tierra en lugar de una jaula de cristal ubicada a las orillas de un río. Desde la cocina, oyó chisporroteos y olió a tocino. Caminando en dirección opuesta, fue a la oficina de paneles de nogal que les había dado a sus primos para que usaran y entró en su sala de seis metros cuadrados con humidificador. En el interior, el aire templado, que era mantenido a unos precisos veintiún grados y a una humedad de exactamente sesenta y nueve por ciento, estaba perfumado con el tabaco de decenas y decenas de cajas de puros. Después de la debida consideración a su itinerario, tomó tres cubanos. Después de todo, los cubanos eran los mejores. Y eran otra cosa que Benloise le proporcionaba… por un precio. Sellando su preciada colección, reapareció en el salón. El chisporroteo se había detenido, los sonidos sutiles de plata y porcelana reemplazaron al siseo. Cuando entró en la cocina sus dos primos estaban sentados en taburetes ante el mostrador de granito, comiendo exactamente con el mismo ritmo, como si hubiera algún toque de tambor, desconocido por los demás, que regulaba sus movimientos. Ambos lo miraron con el mismo ángulo de la cabeza. —Salgo esta noche. Sabéis donde encontrarme —dijo. Ehric se limpió la boca. —He rastreado a tres de esos distribuidores desaparecidos, han vuelto, listos para moverse. Haré una entrega a medianoche.

—Bien, bien. —Assail comprobó rápidamente sus armas—. Trata de averiguar dónde estaban, ¿quieres? —Como quieras. Los dos inclinaron sus cabezas al unísono y luego volvieron a sus desayunos. Nada de comida para él. Junto a la cafetera, cogió un frasco de color ámbar y desenroscó la parte superior. La tapa tenía una pequeña cuchara de plata unida que hizo un ruido tintineante mientras la llenaba con coca. Un golpe en cada fosa nasal. Arriba, arriba. Se llevó el resto con él, metiéndolo en el mismo bolsillo que sus cigarros. Había pasado mucho tiempo desde que se había alimentado y estaba empezando a sentir los efectos, el cuerpo aletargado, la mente propensa a una falta de claridad con la que no estaba familiarizado. ¿El inconveniente de este Nuevo Mundo? Más difícil encontrar hembras. Afortunadamente, la cocaína sin cortar era un buen sustituto, al menos por el momento. Poniéndose un par de gafas de sol casi opacas, atravesó el zaguán y se apoyó contra la puerta trasera. La abrió. Assail retrocedió y gimió ante el ataque, su peso osciló en sus zapatos: a pesar del hecho de que el noventa y nueve por ciento de su piel estaba cubierta por varias capas de ropa, e incluso con las gafas oscuras, la luz que se desvanecía en el cielo era suficiente para hacerlo vacilar. Pero no había tiempo para ceder a la biología. Obligándose a desmaterializarse al bosque detrás de la casa, se dedicó a seguir a la mujer en la oscuridad cercana. Fue bastante fácil

localizarla. Estaba retirándose, moviéndose rápidamente con esos esquís de fondo, zigzagueando entre las ramas mullidas de pinos y los esqueletos de robles y arces. Extrapolando a partir de su trayectoria, y aplicando la misma lógica interna que había demostrado en las cintas de seguridad de la mañana del día anterior, pronto estuvo delante de ella, anticipándose justo donde su… Ah, sí. El Audi negro de la galería. Estacionado a un lado de la carretera de tierra a unos tres kilómetros de su propiedad. Assail estaba apoyado contra la puerta del lado del conductor y fumando un cubano cuando ella salió de la línea de árboles. Se detuvo en seco en las huellas dobles que había hecho, los bastones en ángulos amplios. Él le sonrió mientras exhalaba una nube de humo en el crepúsculo. —Bonita noche para hacer ejercicio. ¿Disfrutando de la vista… de mi casa? La respiración de ella era rápida por el esfuerzo, pero no por ningún miedo que él pudiera sentir, lo cual era muy excitante. —No sé de qué está hablando… Él cortó la mentira. —Bueno, puedo decir que en este momento yo estoy disfrutando de mi vista. Mientras sus ojos bajaban deliberadamente por esas piernas largas y atléticas enfundadas en los pantalones de esquí, ella lo fulminó con la mirada. —Me resulta difícil creer que pueda ver nada con esas gafas. —Mis ojos son muy sensibles a la luz. Ella frunció el ceño y miró a su alrededor. —Casi no queda en el cielo.

—Hay suficiente para verte. —Dio otra calada—. ¿Te gustaría saber qué le dije a Benloise anoche? —¿Quién? Ahora ella le molestaba y él endureció la voz. —Un consejo. No juegues conmigo, eso te matará más rápido que cualquier entrada sin autorización. Ella entrecerró los ojos con frío cálculo. —No era consciente de que los delitos contra la propiedad se castigaran con pena capital. —En mi caso, hay toda una lista de cosas que tienen repercusiones mortales. Ella levantó la barbilla. —Bien. No eres peligroso. Como si él fuera un gatito pateando una cadena y siseando. Assail se movió tan rápido, sabía muy bien que sus ojos eran incapaces de seguirle, en un momento estaba a metros de distancia, y al siguiente estaba sobre las puntas de los esquís, atrapándola en el lugar. La mujer gritó alarmada y trató de saltar atrás, pero por supuesto sus pies estaban atrapados en las fijaciones. Para evitar que se cayera, la agarró del brazo con la mano que no sostenía el cigarro. Ahora su sangre corría con miedo y mientras inhalaba el olor, se tensó. Sacudiéndola, la miró fijamente, trazando su rostro. —Ten cuidado —dijo en voz baja—. Me ofendo muy fácilmente, y mi temperamento no se calma con facilidad. A pesar de que podía pensar en al menos una cosa que ella podía darle que le calmaría. Inclinándose, inhaló profundamente. Dios, adoraba su olor. Pero ahora no era el momento para distraerse con todo eso.

—Le dije a Benloise que enviaba gente a mi casa bajo su propio riesgo… y el de ellos. Me sorprende que no te informara de los, digamos, muy claros límites de propiedad... Por el rabillo del ojo la vio tensar sutilmente un hombro. Iba a buscar un arma con la mano derecha. Assail se puso el puro entre los dientes y atrapó la delgada muñeca. Aplicó presión, y sólo se detuvo cuando el dolor profundizó su respiración, le inclinó el cuerpo hacia atrás para que ella fuera completa y totalmente consciente del poder que tenía, sobre sí mismo, sobre ella. Sobre todo. Y fue entonces cuando la mujer se excitó. *

*

Había pasado tanto tiempo, quizás demasiado desde que Sola había deseado a un hombre. No era que no los encontrara deseables como norma general, o que no hubiera habido ofertas para encuentros horizontales de los miembros del sexo opuesto. Nada parecía digno de la provocación. Y tal vez, después de una relación que no había funcionado, había regresado a su estricta educación brasileña… lo que sería irónico, teniendo en cuenta lo que hacía para ganarse la vida. Este hombre, sin embargo, le llamaba la atención. Mucho. La forma en que la agarraba del brazo y la muñeca no era nada amable, y más que eso, no daba cuartel porque fuera una mujer, las manos apretaban hasta el punto de que el dolor alcanzaba el corazón, haciéndole palpitar. Del mismo modo, el ángulo al que había obligado a su espalda estaba poniendo a prueba los límites de la flexibilidad de su columna, y sus muslos ardían. Estar excitada era… un incumplimiento grave de la propia conservación. De hecho, mirando a esas gafas negras, era muy consciente de que podía matarla allí mismo. Retorcerle el cuello.

Romperle los brazos sólo para verla gritar antes de ahogarla en la nieve. O tal vez dejarla inconsciente y arrojarla al río. El fuerte acento de su abuela le vino a la mente: ¿Por qué no puedes conocer a un buen chico? ¿Un chico católico de alguna familia que conozcamos? Marisol, me rompes el corazón con esto. —Sólo puedo asumir —esa voz oscura susurró con un acento o inflexión que no conocía—, que no te transmitió el mensaje. ¿Es eso correcto? ¿Benloise no te transmitió la información, y por eso, después de que indiqué expresamente mis intenciones, todavía apareciste para vigilar mi casa? Creo que eso es lo que ha sucedido… tal vez un mensaje de voz que todavía no ha sido recibido. O un mensaje de texto, un e-mail. Sí, creo que la comunicación de Benloise se ha perdido, ¿no es cierto? La presión sobre ella se apretó aún más, sugiriendo que tenía fuerza de sobra… lo que era una perspectiva desalentadora, por decir algo. —¿No es cierto? —gruñó. —Sí —espetó—. Sí, es cierto. —Así que puedo esperar no encontrarte por aquí otra vez con los esquís. ¿Verdad? Él tiró de nuevo, el dolor hizo que cerrara los ojos un poco. —Sí —se atragantó. El hombre se ablandó lo suficiente para que pudiera respirar. Luego siguió hablando con esa voz extrañamente seductora. —Ahora, hay algo que necesito antes de dejarte ir. Me dirás lo que sabes acerca de mí, todo lo que sabes. Sola frunció el ceño, pensando que era una tontería. No había ninguna de duda de que un hombre como éste sería muy consciente de cualquier información que pudiera reunir un tercero sobre él. Así que era una prueba.

Teniendo en cuenta cuánto quería ver a su abuela de nuevo, respondió: —No sé tu nombre, pero puedo adivinar lo que haces, y también lo que has hecho. —¿Y qué es? —Creo que eres el que ha estado disparando a todos esos distribuidores de poca monta de la ciudad para asegurarte el territorio y el control. —Los documentos y los informes de noticias han señalado las muertes como suicidios. Ella continuó, después de todo no había ninguna razón para discutir. —Sé que vives solo, por lo que puedo decir, y que la casa está equipada con unas cortinas muy extrañas. Camuflaje diseñado para parecer como el interior de la casa, pero... son otra cosa además. No sé el qué. Aquel rostro encima del suyo permaneció impasible. Tranquilo. En paz. Como si él no estuviera sosteniéndola a base de músculos o amenazando con hacerle daño. El control era... erótico. —¿Y? —animó. —Eso es todo. Él inhaló el puro, el círculo naranja en el extremo brilló con más intensidad. —Sólo voy a dejarte ir una vez. ¿Entiendes? —Sí. Él se movió tan rápido que tuvo que girar los brazos para recuperar el equilibrio, sus bastones se clavaron en la nieve. Espera, ¿dónde…? El hombre apareció detrás de ella, con los pies plantados a ambos lados de las huellas que sus esquís habían hecho, una barrera física ante el camino que había recorrido desde su casa. Mientras su bíceps

izquierdo y su muñeca derecha ardían por la sangre que volvía a circular por las zonas que habían sido apretadas, una advertencia cosquilleó en la nuca.

Fuera de aquí, Sola, se dijo. Ahora mismo. Sin querer correr el riesgo de que la atrapara de nuevo, se lanzó hacia delante, la superficie encerada y nivelada de los esquís luchó por encontrar agarre sobre la nieve apelmazada y helada. Mientras se iba, él la siguió, caminando lentamente, inexorablemente, como un gran gato que seguía a la presa con la que estaba contento de jugar… por ahora. A Sola le temblaban las manos mientras usaba las puntas de los bastones para soltar las sujeciones y luchaba por poner los esquís en el soporte del coche. Todo el tiempo, él se quedó en medio del camino y la observó, el humo del cigarro vagaba sobre su hombro en las frías corrientes de aire que flotaban hacia el río. Subiendo al coche, bloqueó las puertas, encendió el motor y miró por el espejo retrovisor. Al resplandor de sus luces de freno, él parecía francamente malvado, un hombre alto, de pelo negro con un rostro tan hermoso como el de un príncipe, y tan cruel como una hoja afilada. Apretando el acelerador, se sacudió y aceleró, el sistema de tracción a las cuatro ruedas del coche se puso en marcha dándole la tracción que necesitaba. Echó un vistazo por el retrovisor de nuevo. Todavía estaba allí… El pie de Sola se movió al freno y casi lo pisó. Se había ido. Claro, como si hubiera desaparecido en el aire. En un momento a la vista… al siguiente, invisible. Sacudiéndose, pisó el acelerador de nuevo, e hizo la señal de la cruz sobre el corazón que latía con fuerza.

Con un pánico loco, se preguntó, ¿Qué demonios era él?

Capítulo 30

Justo cuando las persianas se levantaban para la noche, Layla oyó el golpe en la puerta, e incluso antes de que el olor se filtrara a través de los paneles, supo quién había venido a verla. Sin darse cuenta se llevó la mano al pelo y lo encontró hecho un desastre, enmarañado por haber estado dando vueltas todo el día. Peor aún, ni siquiera se había molestado en cambiarse la ropa de calle que se había puesto para ir a la clínica. Sin embargo, no podía negarle la entrada. —Adelante —dijo en voz alta, se sentó un poco más arriba y estiró las mantas hasta el esternón. Qhuinn estaba vestido con ropa de combate, lo que le hizo comprender que estaba en la rotación de la noche, pero quién sabe, tal vez no. No estaba al tanto de la programación. Cuando sus ojos se encontraron, frunció el ceño.

—No tienes buen aspecto. Él se llevó una mano a la venda sobre la ceja. —Oh, ¿esto? Es sólo un rasguño. Excepto que no era la herida lo que había atraído su atención. Era su mirada en blanco, y los huecos sombríos bajo sus pómulos. Él se detuvo. Olfateó el aire. Palideció. Inmediatamente, ella se miró las manos, a sus, una vez más, manos entrelazadas. —Por favor, cierra la puerta —dijo. —¿Qué está pasando? Cuando la misma se cerró ante su petición, inhaló profundamente. —Fui a la clínica de Havers anoche… —Qué. —He estado sangrando… —¡Sangrando! —Corrió hacia adelante, todo menos arrastrarse sobre la cama—. ¿Por qué demonios no me lo dijiste? Queridísima Virgen Escriba, era imposible para ella no acobardarse ante la furia de su cara… en realidad no tenía fuerzas en este momento, y era incapaz de reunir cualquier autoconservación. Al instante Qhuinn se tragó su ira, el macho retrocedió y caminó en círculos. Cuando la miró de nuevo, dijo con voz ronca: —Lo siento. No quería gritarte… sólo… estoy preocupado por ti. —Lo siento. Debería habértelo dicho… pero estabas luchando y no quería molestarte. No sé…. honestamente, probablemente no estaba pensando. Estaba desesperada. Qhuinn se sentó junto a ella, sus enormes hombros se flexionaron cuando unió los dedos y apoyó los codos sobre las rodillas. —Entonces, ¿qué está pasando?

Lo único que ella pudo hacer fue encogerse de hombros. —Bueno, como puedes sentir... estoy sangrando. —¿Cuánto? Ella pensó en lo que la enfermera le había dicho. —Bastante. —¿Desde cuándo? —Todo comenzó hace unas veinticuatro horas. No quise ir donde Doc Jane, porque no estaba segura de lo privado que sería, y además, ella no tiene mucha experiencia con el embarazo en nuestra raza. —¿Qué dijo Havers? Ahora era ella la que fruncía el ceño. —Se negó a decírmelo. Qhuinn giró la cabeza. —¿Perdona? —A causa de mi estatus como Elegida, sólo hablará con el Primale. —Me estás tomando el pelo. Ella sacudió la cabeza. —No. Yo tampoco lo podía creer, me temo que me marché de allí bajo circunstancias menos que óptimas. Me redujo a un objeto, como si yo no importara en absoluto... nada más que un depósito… —Sabes que eso no es cierto. —Qhuinn le tomó la mano, sus ojos dispares ardiendo—. No para mí. Nunca para mí. Ella alargó la mano y le tocó el hombro. —Lo sé, pero gracias por decirlo. —Se estremeció—. Necesitaba oírlo en estos momentos. Y sobre lo que está sucediendo con... conmigo… la enfermera dijo que no hay nada que nadie pueda hacer para detenerlo. Qhuinn miró la alfombra y permaneció así durante mucho tiempo.

—No lo entiendo. No se suponía que fuera a ser así. Tragando esa horrible sensación de fracaso, ella se sentó y le acarició la espalda. —Sé que querías esto tanto como yo. —No puedes estar perdiéndolo. No es posible. —Por lo que entiendo, las estadísticas no son buenas. No al principio... y no al final. —No, no está bien. La vi… a ella. Layla se aclaró la garganta. —Los sueños no siempre se hacen realidad, Qhuinn. Parecía algo tan simple de decir. Tan evidente también. Pero dolía hasta la médula. —No fue un sueño —dijo escuetamente. Pero luego se sacudió y la miró de nuevo—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele? Cuando ella no respondió de inmediato, porque no quería mentirle sobre los calambres, él se puso de pie. —Voy a traer a Doc Jane. Ella le cogió la mano, deteniéndolo. —Espera. Piensa en ello. Si estoy perdiendo al… niño… —Hizo una pausa para recuperar algo de fuerza después de ponerlo en palabras —. No hay ninguna razón para contarle nada a nadie. Nadie necesita saberlo. Podemos dejar que la naturaleza… —Su voz se quebró en ese momento, pero se obligó a seguir adelante—. Siga su curso. —Al diablo con eso. No voy a poner en peligro tu vida sólo para evitar una confrontación. —El aborto involuntario no se detendrá, Qhuinn. —El aborto involuntario no es la única cosa que me preocupa. —Le apretó la mano—. Tú importas. Así que voy a buscar a Doc Jane en este momento.

*

*

Sí, que se joda el mantén la mierda tranquila, pensó Qhuinn mientras se dirigía hacia la puerta. Había oído historias de hembras desangradas durante abortos involuntarios, y aunque él no estaba dispuesto a compartir nada de eso con Layla, iba a actuar en consecuencia. —Qhuinn. Detente —llamó Layla—. Piensa en lo que estás haciendo. —Lo hago. Y está claro. —No esperó más discusión—. Quédate ahí. —Qhuinn… Todavía podía oír su voz cuando cerró la puerta y empezó a correr, atravesando el corto pasillo y bajando las escaleras. Con un poco de suerte, la doctora Jane todavía estaría en la Última Comida con su hellren, la pareja estaba en la mesa cuando se levantó para ir a ver a Layla. Cuando golpeó el vestíbulo, sus Nikes chirriaron sobre el suelo de mosaico cuando atravesó el arco del comedor. Al ver a la doctora allí donde había estado fue un golpe de suerte, y su primer instinto fue ladrar su nombre. Excepto que entonces se dio cuenta que había varios Hermanos en la mesa, comiendo el postre. Mierda. Era fácil para él decir que se ocuparía de las consecuencias si lo que habían hecho salía al aire. ¿Pero Layla? Como una sagrada Elegida, tenía mucho más que perder que él. Phury era un tipo bastante justo, así que había una buena probabilidad de que estuviera bien con eso. ¿El resto de la sociedad? Él había estado allí/había hecho eso cuando llegó su rechazo y no quería eso para ella. Qhuinn corrió hacia donde V y Jane estaban reclinados y relajados, el Hermano estaba fumando un cigarro enrollado a mano, la médica fantasmal sonreía a su compañero mientras él contaba una broma.

En el instante que la buena doctora se volvió hacia él, se inclinó hacia delante. Qhuinn se agachó y le susurró al oído. Ni siquiera un segundo más tarde, ella ya estaba de pie. —Tengo que irme, Vishous. Los ojos de diamante del Hermano se levantaron. Al parecer, una mirada a la cara de Qhuinn fue suficiente: no preguntó nada, sólo asintió con la cabeza. Qhuinn y la médica corrieron juntos. Para infinito crédito de Doc Jane, ella no perdió el tiempo con nada de cómo-ha-sucedido-este-embarazo. —¿Cuánto tiempo lleva sangrando? —Veinticuatro horas. —¿Cuánto? —No lo sé. —¿Otros síntomas? ¿Fiebre? ¿Náuseas? ¿Dolores de cabeza? —No lo sé. Ella le detuvo cuando llegaron a la gran escalera. —Ve al Pit. Mi bolsa está en el mostrador al lado del cuenco de manzanas. —Roger. Qhuinn nunca había corrido tan rápido en su vida. Salió del vestíbulo. Cruzó el patio nevado. Tecleó el código del Pit. Entró corriendo en la casa de V y Butch. Por lo general, nunca habría entrado sin llamar, joder, sin una cita previa. Pero esta noche al diablo con eso. Oh, bien, la bolsa negra de hecho estaba al lado de las Fujis.

Agarrándolo, salió corriendo, pasó por delante de los coches aparcados y pateó el suelo mientras esperaba a que Fritz abriera la puerta de la mansión. Casi se estrelló contra el doggen. Cuando llegó a la segunda planta, salió disparado pasando ante las puertas abiertas del estudio de Wrath e irrumpió en el cuarto de huéspedes que Layla había estado utilizando. Al cerrar la puerta, jadeó mientras iba hacia la cama, donde la buena doctora estaba sentada justo dónde había estado él. Dios, Layla estaba blanca como el papel. Por otra parte, el miedo y la pérdida de sangre le harían eso a una hembra. Doc Jane estaba en mitad de la frase cuando tomó su bolsa. —Creo que debería empezar por tomar tus signos vitales…

¡Boom! Cuando el ruido atronador resonó por toda la habitación, el primer pensamiento de Qhuinn fue lanzarse sobre ambas hembras como un escudo. Pero no era una bomba. Era Phury abriendo la puerta de golpe. Los ojos amarillos del Hermano brillaban, y no en el buen sentido, mientras iban de Layla a Doc Jane, luego a Qhuinn... y vuelta a empezar. —¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó, dilató las aletas de la nariz al captar claramente el mismo olor que Qhuinn—. Veo a la doctora subir las escaleras a la carrera. Luego a Qhuinn con su bolsa. Y ahora... mejor que alguien empiece a hablar. En este maldito minuto. Pero lo sabía. Porque estaba mirando a Qhuinn. Qhuinn se enfrentó al hermano. —La dejé embarazada…

No tuvo la oportunidad de terminar la frase. Apenas pronunció la palabra de hecho. El Hermano lo levantó y lo arrojó contra la pared. Mientras su espalda absorbía el impacto, la mandíbula explotó de dolor, lo que sugirió que el tipo le había atizado una buena. Luego las manos ásperas le inmovilizaron con los pies colgando a unos quince centímetros de la bonita alfombra oriental, justo cuando la gente comenzó a acumularse en la puerta. Genial. Público. Phury acercó la cara a Qhuinn y enseñó los colmillos. —¿Le hiciste qué? Qhuinn tragó una bocanada de sangre. —Pasó por su necesidad. La serví. —No la mereces… —Lo sé. Phury le estampó de nuevo. —Ella es mejor que este… —Estoy de acuerdo.

¡Bang! Una vez más con la pared. —¿Entonces por qué coño has…? El gruñido que impregnaba la habitación era lo suficientemente fuerte como para sacudir el espejo al lado de la cabeza de Qhuinn en la pared, así como el cepillo de plata situado sobre la cómoda y los cristales de los apliques al lado de la puerta. Al principio estaba seguro de que era Phury... excepto que entonces el Hermano frunció el ceño con fuerza y el macho miró por encima del hombro. Layla estaba fuera de la cama y se acercaba a ellos dos, y santa jodida mierda, la mirada en sus ojos era suficiente para fundir la pintura de la puerta de un coche: a pesar de que no estaba bien,

enseñaba los colmillos y sus dedos estaban flexionados en garras… y el aire helado que la precedía hizo que la nuca de Qhuinn cosquilleara en advertencia. Ese gruñido no era algo que hubiera salido de un macho… mucho menos de una hembra delicada del estatus de una Elegida. Y si faltaba algo, su desagradable tono de voz fue peor: —Suéltalo. Estaba mirando a Phury como si se estuviera preparado para arrancarle los brazos de los hombros y golpearle con los muñones si no hacía exactamente lo que decía. Pronto. Y bueno, vaya, de pronto Qhuinn podía respirar bien, y ahora su Nikes estaban de vuelta en el suelo. Sólo magia. Phury levantó las manos. —Layla, yo… —No le toques. No sobre esto, ¿está claro? —Tenía apoyado el peso sobre las puntas de sus pies, como si pudiera lanzarse a por la garganta del tipo en cualquier momento—. Él era el padre de mi bebe, y se le concederán todos los derechos y privilegios de ese estado. —Layla…

—¿Nos entendemos? Phury asintió con la cabeza multicolor. —Sí. Pero… En la Antigua Lengua, ella dijo entre dientes:

—Si algún daño le sobreviene, iré a por ti, y te encontraré donde duermes. No me importa donde apoyes tu cabeza o con quién, mi venganza lloverá sobre ti hasta que te ahogues. Alargó la última palabra, hasta que la sílaba se perdió en un gruñido. Un silencio de muerte.

Hasta que Doc Jane dijo secamente: —Yyyyyy por eso dicen que la hembra de la especie es más peligrosa que el macho. —Cierto —murmuró alguien desde el pasillo. Phury levantó las manos en señal de frustración. —Sólo quiero lo mejor para ti, y no sólo como un amigo preocupado, es mi maldito trabajo. Atraviesas tu necesidad sin decírselo a nadie, te acuestas con él —como si Qhuinn fuera una mierda de perro—, y luego no le dices a nadie que tienes problemas médicos. ¿Y se supone que debo estar feliz con esto? ¿Qué coño? Hubo una especie de conversación entre los dos en ese momento, pero Qhuinn no la oyó: Toda su conciencia se había retirado profundamente a su cerebro. Tío, el poco feliz comentario del Hermano no debería haber dolido como una perra, no era como si no lo hubiera oído antes, o joder, no lo hubiera pensado él mismo. Por alguna razón, las palabras provocaron una línea de falla que retumbó hasta su mismo centro. Recordándose que apenas era una tragedia tener lo obvio tan claro, se liberó de la espiral de vergüenza y miró a su alrededor. Sí, todo el mundo se había presentado ante la puerta abierta, y una vez más, las cosas que hubiera preferido mantener privadas estaban sucediendo frente a un elenco de miles de personas. Al menos a Layla no le importaba. Diablos, ni siquiera parecía darse cuenta. Y era bastante divertido ver a todos estos luchadores profesionales tan poco deseosos de estar tan cerca de esta hembra. Por otra parte, si querías sobrevivir haciendo el trabajo que ellos hacían, evaluar el riesgo con precisión era algo que desarrollabas pronto… y ni siquiera Qhuinn, que era el objeto del instinto de protección que la Elegida estaba exhibiendo, se habría atrevido a tocarla.

—Por la presente renuncio a mi estatus de Elegida, y a todos los derechos y privilegios del mismo. Soy Layla, caída desde este instante en adelante… Phury trató de interrumpirla. —Escucha, no tienes que hacer esto…

—... y para siempre. Estoy arruinada a los ojos de la tradición y la realidad, no más virgen, concebido un hijo, a pesar de que lo estoy perdiendo. Qhuinn se golpeó la parte trasera de la cabeza contra la pared. Maldita sea. Phury se pasó una mano por el espeso pelo. —Joder. Cuando Layla se tambaleó todos fueron a por ella, pero ella apartó todas las manos y caminó por su cuenta bajo su propio enfado a la cama. Bajando el cuerpo con cautela, como si todo le doliera, hundió la cabeza. —Mi suerte está echada, y estoy dispuesta a vivir con las consecuencias, sean las que sean. Eso es todo. Hubo una serie de cejas enarcadas ante su despedida a toda la multitud, pero nadie dijo ni mú: después de un momento, el gallinero se marchó arrastrando los pies, aunque Phury se quedó donde estaba. Lo mismo hicieron Qhuinn y la doctora. La puerta se cerró. —Está bien, sobre todo después de todo esto, realmente necesito comprobar tus signos vitales —dijo la doctora Jane, acomodando la espalda de la mujer sobre las almohadas y ayudando a recolocar las mantas que habían sido arrojadas a un lado. Qhuinn no se movió mientras el manguito para comprobar la presión arterial se deslizaba en un brazo delgado y sonaban una serie de puff-puff-puffs.

Phury, por otra parte, caminaba de un lado a otro, al menos hasta que frunció el ceño y sacó su teléfono. —¿Es por esto que Havers me llamó ayer por la noche? Layla asintió. —Fui allí en busca de ayuda. —¿Por qué no viniste a mí? —murmuró el Hermano. —¿Qué dijo Havers? —No lo sé, porque no hice caso al mensaje de voz. Pensé que no tenía ninguna razón para hacerlo. —Él indicó que sólo trataría contigo. Ante eso, Phury miró a Qhuinn, entrecerrando los ojos amarillos. —¿Vas a emparejarte con ella? —No. La expresión de Phury se volvió helada de nuevo. —¿Qué clase de jodido macho eres? —Él no está enamorado de mí —interrumpió Layla—, ni yo de él. Cuando la cabeza del Primale giró, Layla continuó: —Queríamos un hijo. —Se inclinó hacia delante mientras Doc Jane escuchaba su corazón desde la espalda—. Comenzó y terminó ahí. Ahora el Hermano maldijo. —No lo entiendo. —Los dos somos huérfanos en muchos sentidos —dijo la Elegida—. Estamos… estábamos… buscando una familia propia. Phury exhaló, y se acercó al escritorio de la esquina, se apoyó con cuidado encima de la delicada silla. —Bien. Ah. Supongo que esto cambia las cosas un poco. Pensé que…

—No importa nada —intervino Layla—. Es lo que es. O... era, como puede ser el caso. Qhuinn se encontró frotándose los ojos sin ninguna razón particular. No era como si viera borroso o alguna mierda. No. No, en absoluto. Simplemente era… condenadamente triste. Toda la puta cosa. Desde la condición de Layla, hasta el agotamiento impotente de Phury, a su propio dolor en el pecho, simplemente era un asunto condenadamente triste.

Capítulo 31

—Esto es justo lo que estoy buscando Mientras Trez hablaba, caminaba alrededor del vasto espacio vacío del almacén, las botas producían ruidosos impactos que tenían eco. Detrás de él, podía fácilmente sentir el alivio que emanaba de la agente de bienes inmuebles de pie en la puerta. ¿Negociar con humanos? Como quitarle el caramelo a un bebé. —Podría transformar esta parte de la ciudad —dijo la mujer—. Es una auténtica oportunidad. —Bastante cierto. —Aunque el tipo de tiendas y restaurantes que él emprendería no eran para intelectuales: más bien locales de tatuajes y piercings, restaurantes baratos y teatros XXX. Pero no tenía ningún problema con todo eso. Incluso los chulos podían sentirse orgullosos de su trabajo y, francamente, tendía a confiar en el tipooooo de los artistas del tatuaje más que en el de aquellos llamados “ciudadanos ejemplares”. Trez giró en redondo. El espacio era enorme, casi tan alto como ancho, con filas y filas de ventanas cuadradas, muchas de las cuales estaban rotas y cubiertas con madera contrachapada. El techo estaba en buen estado… o al menos la mayor parte, la cubierta de estaño corrugado mantenía la nieve, aunque no el frío, afuera. El suelo era de hormigón, pero había obviamente un nivel inferior: en varios puntos había trampillas situadas bajo los pies, aunque ninguna de ellas se abrió fácilmente. Lo eléctrico parecía bien, el HVAC (sistema de climatización) era inexistente, la fontanería, una broma.

En su mente, sin embargo, no veía el lugar por lo que era ahora, nops, él podía imaginarlo transformado, un club de proporciones del Limelight. Naturalmente, él proyecto iba a requerir de una ingente inyección de capital, y de un número de meses para conseguir que el trabajo se hiciera, al final, no obstante, Caldwell iba a tener un nuevo punto caliente… y él iba a tener otro lugar en el que hacer dinero. Todo el mundo ganaba. —¿Así que le gustaría hacer una oferta? Trez echó un vistazo a la mujer. Era la Sra. profesionalidad con su abrigo de lana negro y su traje oscuro de falda por debajo de las rodillas… el noventa por cierto de su carne cubierta, y no sólo porque estaban en Diciembre. Sin embargo, incluso con todo abotonado hasta arriba y con el cabello práctico, era bonita del modo en que todas las mujeres lo eran para él. Tenía pechos, piel suave y lisa, y un lugar con el que jugar entre las piernas. Y él le gustaba. Podía decirlo por el modo en que bajaba la mirada hacía él, y por el hecho de que no parecía saber qué hacer con las manos… ahora estaban en los bolsillos de su abrigo, como luego jugando con su pelo, o remetiendo su blusa de seda… Podía pensar en algunas cosas que las mantendrían ocupadas. Trez sonrió mientras caminaba hacia ella… y no se detuvo hasta que estuvo justo dentro de su espacio personal. —Sí. Quiero. El doble sentido tocó la cuerda sensible, las mejillas se enrojecieron no del frío, sino de agitación. —Oh. Bien. —¿Dónde quieres hacerlo? —pronunció él arrastrando las palabras. —¿Quieres decir… la oferta? —Ella se aclaró la garganta—. Todo lo que tiene que hacer es decirme qué… quiere y yo haré… que suceda.

Ah, ella no estaba acostumbrada al sexo fortuito. Qué dulce. —Aquí. —¿Perdón? —dijo alzando la mirada finalmente hacia sus ojos. Él sonrió lentamente y apretando de modo que no se mostraran sus colmillos. —La oferta. ¿La hacemos aquí? Sus ojos se abrieron de par en par. —¿En serio? —Seh. En serio. —Dio un paso más cerca, pero no tanto como para que se estuvieran tocando. Estaba feliz de seducirla, pero ella tenía que estar segura al cien por cien de que estaba en el ajo—. ¿Preparada? —Para… hacer… la oferta. —Seh. —Hace, ah, hace frío aquí —dijo ella—. ¿Quizás en mi oficina? Allí es donde la mayor parte de las… ofertas… se manejan. De la nada, la imagen de su hermano sentado en el sofá de casa, contemplándole como si él fuera un puto problema, le golpeó con fuerza… y como si se colara alrededor, se dio cuenta que había tenido sexo con casi todas las mujeres con las que se había cruzado en los últimos… mierda, ¿cuánto tiempo? Bien, obviamente, si no estuvieran en edad de emparejarse él no habría estado con ellas. O si hubieran sido fértiles. Lo cual dejaba qué, ¿cómo una docena o dos? Genial. Qué héroe. ¿Qué cojones estaba haciendo? No quería volver a la oficina de esa mujer… por una cosa, no tenía tiempo suficiente, asumiendo que quería estar en el Iron Mask para abrir. Así que la única opción era justo aquí, de pie, su falda alrededor de la cintura, las piernas

alrededor de sus caderas. Rápido, directo al grano, luego irse por caminos separados. Después de que él le hubiera dicho el efectivo que estaba dispuesto a pagar por este almacén, por supuesto. Pero entonces ¿qué? No era como si fuera a follarla por la venta. Él rara vez repetía, y sólo, si de verdad estaba atraído o realmente ansioso… lo que en este caso no estaba. Por el amor de Dios, ¿qué iba a sacar exactamente de esto? No era como si fuera a verla desnuda. O a tener mucho contacto de piel con piel. A no ser que… ese fuera el punto. ¿Cuándo fue la última vez que había estado realmente con una hembra? Del modo apropiado. Con una bonita cena, un poco de música, algún besuqueo que los dirigiera al dormitorio… luego esa mierda larga, lenta y paciente donde él tuviera un par de orgasmos. Y ningún sofocante sentido del pánico cuando terminara. —¿Ibas a decir algo? —la mujer le interrumpió. iAm tenía razón. No necesitaba estar haciendo esa mierda. Coño, ni siquiera se sentía atraído por la agente. Estaba de pie frente a él, estaba disponible, y ese anillo de boda en el dedo de la mano, significaba que probablemente no iba a causar un montón de problemas después de que todo terminara… porque tenía algo que perder. Trez dio un paso atrás. —Mira, yo… —Cuando su teléfono sonó en su abrigo, pensó, “Sincronización perfecta”… y lo comprobó. Era iAm—. Disculpa. He de cogerlo. Eys, ¿qué estás haciendo hermanito? La respuesta de iAm fue suave, como si hubiera bajado la voz. —Tenemos compañía.

El cuerpo de Trez se tensó. —De qué tipo y dónde. —Estoy en casa. Oh, mierda. —¿Quién es? —No es tu prometida, relájate. Es AnsLai. El sumo sacerdote. Fantástico. —Bueno, yo estoy ocupado. —No está aquí para verme a mí. —Entonces haría mejor en volver por donde vino, porque de lo contrario estoy comprometido. —Cuando no hubo más que silencio en la conexión, todo lo que tuvo que hacer fue ponerle el doblaje de una patada en el culo. Incapaz de permanecer quieto, caminó por todo alrededor—. Mira, ¿qué quieres que haga? —Deja de correr y haz frente a esto. —No hay nada de lo que ocuparse. Te veré después, ¿vale? Esperó una respuesta. En su lugar, la línea murió. Bien pensado, cuando esperabas que tu hermano limpiase tu mierda, no era probable que el tipo estuviera de humor para un adiós prolongado. Trez colgó y repasó a la agente. Sonriendo ampliamente, se acercó a ella y miró hacia abajo. Su lápiz de labios era un poco demasiado coral para su cutis, pero no le importaba. La mierda no iba a estar en su boca mucho más tiempo. —Déjame mostrarte lo caliente que puedo hacer que se esté aquí — dijo con una leve sonrisa. *

*

De vuelta en la mansión de la Hermandad, arriba en la habitación de Layla, una especie de tregua había sido alcanzada entre las diversas partes interesadas. Phury no estaba tratando de trasformar a Qhuinn en un tapiz. Layla estaba siendo evaluada. Y la puerta había sido cerrada para que nada de lo que ocurriera fuera a tener más que el cuarteto de testigos de primera mano. Qhuinn estaba simplemente esperando a que Doc Jane hablara. Cuando finalmente se quitó el estetoscopio del cuello, se sentó hacía atrás. Y la expresión de su cara no le dio ninguna esperanza. No lo entendía. Había visto a su hija en la puerta hacia el Fade. Cuando había sido vencido y dejado por muerto a un lado del camino por la Guardia de Honor, se había elevado hacia sólo Dios sabía dónde, se había aproximado al portal blanco… y había visto en los paneles una niñita cuyos ojos habían comenzado de un color, y terminaron de azul y verde como los suyos propios. Si no hubiera sido testigo de eso, probablemente no se habría acostado con Layla en primer lugar. Pero había estado tan seguro de que el destino estaba escrito que no se le había nunca ocurrido… Mierda, tal vez esa niña era el resultado de otro emparejamiento… en algún otro lugar en la línea. ¿Pero cómo iba a estar él con nadie más? ¿Nunca? No era posible. No ahora que había estado con Blay una vez. Nope. Incluso si él y su antiguo amigo nunca estaban entre las sábanas de nuevo, él no iba a estar nunca con nadie más. ¿Quién podría compararse? Y el celibato era mejor que un segundo plato… lo que de nuevo sería lo que le ofrecería el resto del planeta. Doc Jane se aclaró la garganta y cogió la mano de Layla.

—Tu presión arterial está un poco baja. El pulso es un poco lento. Creo que ambas cosas pueden mejorarse con una alimentación… Qhuinn prácticamente saltó sobre la cama con la muñeca extendida. —Lo tengo… aquí mismo. Entendido… Doc Jane puso la mano sobre su brazo y le sonrió. —Pero eso no es lo que me preocupa. Él se quedo inmóvil… y por el rabillo del ojo, vio que a Phury le pasaba lo mismo. —He aquí el problema. —La doctora se volvió a centrar en Layla, hablando suave y con claridad—. No sé mucho acerca de embarazos vampíricos… así que por mucho que odie decir esto, necesitas volver a lo de Havers. —Levantó la mano, como si anticipara pegas desde todos los rincones—. Esto es acerca de ella y el bebé… tenemos que llevarles a alguien que pueda tratarla adecuadamente, aun cuando bajo otras circunstancias ninguno de nosotros ensombrecería la puerta de ese tipo. Y Phury —ella examinó al Hermano— tú has de ir con ella y Qhuinn. Tu presencia allí lo hará más fácil para todos. Muchos labios apretados después de eso. —Tiene razón —dijo Qhuinn finalmente. Y luego se giró hacia el Primale—. Y hay que decir que tú eres el padre. La respetarán más de ese modo. ¿Conmigo? Bien podrían negarse a tratarla… ¿Es una caída y ha sido follada por un defectuoso? Podría darle la espalda. Phury abrió la boca. La cerró. No es que hubiera mucho más que decir. Mientras Phury cogía su teléfono móvil y llamaba a la clínica para informar al personal que iban para allá, su tono de voz sugería que estaba preparado para prender el lugar si Havers y su equipo hacían el capullo. Con eso poniéndose en orden, Qhuinn fue hacia Layla.

En voz baja le dijo: —Va a ser diferente esta vez. Él va ha hacer que las cosas ocurran. No te preocupes… vas a ser tratada como una reina. Los ojos de Layla estaban muy abiertos, pero se mantenía entera. —Sí. Está bien. ¿Conclusión? El Hermano no era el único preparado para tirarlo todo abajo. Si Havers volvía algo del desagrado de la glymera contra Layla, Qhuinn iba a golpear el ego fuera de ese macho. Layla no se merecía esa mierda… ni siquiera por escoger a un rechazado para aparearse. Joder. Tal vez fuera mejor que perdiera el embarazo. ¿De verdad quería él condenar a un niño con su ADN? —¿Vas a venir tú también? —le preguntó ella, como si no estuviera realmente siguiendo. —Claro. Estaré justo allí. Cuando Phury colgó, miró una y otra vez entre ellos, sus ojos amarillos entornados. —Está bien, nos atenderán en cuanto lleguemos allí. Haré que Fritz tenga el Mercedes listo, pero conduciré yo. —Lo siento —dijo Layla mientras levantaba la vista para contemplar al estupendo macho—. Sé que os he decepcionado a las Elegidas y a ti… pero tú nos dijiste de venir a este lado y… vivir. Phury puso las manos en las caderas y exhaló. Mientras negaba con la cabeza estaba claro que no habría escogido nada de esto para ella. —Sí, lo dije. Eso hice.

Capítulo 32

Oh, gran poder desatado, pensó Xcor mientras contemplaba a sus soldados, cada uno de ellos armado y listo para una noche de lucha. Después de veinticuatro horas de recuperación seguidas de esa alimentación grupal, estaban muriéndose de ganas por salir y encontrar a sus enemigos, y él estaba dispuesto a dejarles libres del espacio bajo el almacén. Sólo había un problema. Alguien estaba caminando por el piso de arriba. Como si lo hiciera a propósito, las pisadas atravesaban las trampillas de madera por encima de su cabeza. Durante la última media hora, había seguido el progreso de sus visitantes no deseados. Uno era pesado, una forma masculina. El otro era ligero, una variedad femenina. No había olores que captar, sin embargo, el nivel subterráneo estaba sellado herméticamente. Con toda probabilidad, eran tan sólo un par de seres humanos de paso, aunque el motivo por el que dos no-vagabundos malgastarían tiempo deambulando por una estructura tan decrépita en una noche fría, no podía suponerlo. Fuesen quienes fuesen y cualquiera que fuera la razón de su venida, él no tendría, sin embargo, ningún problema en defender sus derechos de okupa, tal y como estaban. Pero no había nada de malo en esperar. ¿Si podía evitar el sacrificio de algunos humanos inútiles en ese lugar? Significaba que él y sus soldados podían seguir utilizando el espacio sin ser molestados. Nadie dijo nada mientras el caminar continuaba.

Las voces se entremezclaron. Baja y aguda. Luego un teléfono sonó. Xcor rastreó el tono de llamada y la conversación que resultó, caminando en silencio hasta la otra trampilla donde el que hablaba decidió detenerse. Permaneciendo quieto, escuchó con atención, y captó la mitad de una conversación muy aburrida que no le revelaba nada de la identidad de los participantes. No mucho tiempo después, los sonidos inconfundibles de sexo se filtraron. Cuando Zypher se rió por lo bajo suavemente, Xcor fulminó con la mirada en dirección al bastardo para que se callara. A pesar de que cada una de las trampillas había sido bloqueada desde abajo, nunca se sabía qué tipo de problemas podían traer esas ratas sin cola a cualquier situación. Comprobó su reloj. Esperó a que los gemidos pararan. Hizo un gesto a sus soldados para que se quedaran donde estaban cuando lo hizo. Moviéndose en silencio, se dirigió hacia la trampilla de la esquina más alejada del almacén, la que se abría a lo que debía haber sido una oficina de supervisión. Abriéndola, cogió en la palma una de sus armas, se desmaterializó fuera, e inhaló. No era humano. Bueno, había estado uno allí… pero el otro era otra cosa. En la esquina, la puerta exterior batió al cerrarse y el cierre se engranó. Moviéndose cual fantasma a lo largo de la pared, Xcor apoyó la espalda contra el muro de resistente ladrillo del almacén y miró fuera por una de las secciones de las ventanas del turbio cristal. Un par de faros destellaron al fondo y al frente, en las sombras del aparcamiento. Desmaterializándose arriba y fuera por un panel roto, se lanzó adelante hasta el tejado del almacén del otro lado de la calle.

Bueno, si no era esto interesante… Lo que había allí abajo era un Sombra, sentado tras el volante del BMW con la ventana del lado del conductor bajada, y una hembra humana inclinándose hacia el interior del SUV Segunda vez que se topaba con uno en Caldwell. Eran peligrosos. Sacando su teléfono, llamó al número de Throe buscando la imagen del macho en sus contactos, y ordenó a sus soldados salir e ir a luchar. Él se ocuparía de este contratiempo solo. Más abajo, el Sombra estiró el brazo, tiró del cuello de la mujer hacia él y la besó. Luego puso el vehículo en marcha atrás y se fue conduciendo sin mirar atrás. Xcor cambió de posición para seguir el ritmo del macho, yendo por la parte de arriba de tejado en tejado, mientras el Sombra se dirigía hacia el distrito de los clubes sobre la carretera de la superficie que corría paralela al río. Al principio, la sensación en su cuerpo sugería un cambio en la dirección del viento, las ráfagas heladas parecían surgir de detrás de él, en lugar de darle de narices. Pero entonces el pensamiento… no. No era meramente interno. Lo que fuera que se propagaba lo sintió bajo la piel… Su Elegida estaba cerca.

Su Elegida. Inmediatamente abandonando el rastro del Sombra, se desvió y se dirigió más cerca del río Hudson. ¿Qué estaba ella haciendo ahí abajo? En un coche. Viajaba en un coche. Por lo que sus instintos le decían, iba a gran velocidad no obstante se le podía seguir el rastro. Así que la única explicación era que

estaba en la Northway, yendo a cien o ciento veinte kilómetros por hora. Retrocediendo en dirección a las hileras de almacenes, se enfocó en la señal que estaba captando. Como habían pasado meses desde que se había alimentado de ella, estaba aterrado de encontrar que la conexión creada por la sangre de sus venas se estuviera desvaneciendo… hasta el punto de que fuera difícil de ubicar el vehículo. Pero entonces se fijó en un lujoso sedan, gracias al hecho que aminoró la marcha y salió por la salida que canalizaba el tráfico hacia los puentes. Desmaterializándose arriba sobre las vigas, plantó las botas de combate en la cima de una de las plataformas de acero y esperó a que ella pasara bajo él. Poco después lo hizo, y luego continuó adelante, en dirección a la otra mitad de la ciudad en la orilla opuesta. Se quedó con ella, manteniendo una distancia segura, aunque se preguntó a quien estaba engañando. ¿Si él podía sentir a su hembra? Sería lo mismo para ella. Pero no abandonaría su rastro. *

*

Cuando Qhuinn se sentó en el asiento del copiloto del Mercedes, sostenía su Heckler & Koch del cuarenta y cinco discretamente sobre la pierna, y los ojos oscilaban sin cesar desde el espejo retrovisor a la ventana lateral y al parabrisas. A su lado, Phury estaba al volante, las manos del Hermano haciendo un diez-dos con tanta fuerza que era como si estuviera estrangulando a alguien. Tío, había demasiada puta mierda desenmarañándose en ese mismo momento.

Layla y el bebé. Todo ese incidente del Cessna. Lo que Qhuinn había hecho a su propio primo la noche anterior. Y luego… bueno, estaba lo de Blay. Oh, querido Dios en los cielos… lo de Blay. Mientras Phury tomaba la salida que les llevaría a los puentes, la mente de Qhuinn pasó de preocuparse por Layla a repasar todo tipo de imágenes y sonidos y… sabores de las horas del día. Intelectualmente sabía que lo que había pasado entre ellos no había sido un sueño… y su cuerpo le aseguraba fehacientemente que recordaba todo, como el sexo había sido un tipo de marca sobre su carne que cambiaba el modo en que veía las cosas para siempre. Y sin embargo, cuando se puso a tratar con el nuevo y jodido drama, la “demasiado corta” sesión parecía prehistórica, no de hacía menos de una noche. Temía que fuera un “una vez y nada más”.

No me toques así. Gruñendo, se frotó la cabeza. —No es por tus ojos —dijo Phury. —¿Perdona? Phury echo un vistazo al asiento trasero. —Eys, ¿qué tal lo lleváis? —preguntó a las hembras. Cuando Layla y Doc Jane respondieron de algún modo afirmativamente, asintió—. Escuchad, voy a cerrar la mampara un segundo, ¿vale? Todo va bien aquí. El Hermano no les dio la oportunidad de responder de ún modo u otro, y Qhuinn se puso rígido en su asiento mientras el escudo opaco se levantaba, cortando el sedan en dos mitades. No iba a huir de ningún tipo de confrontación, pero eso no quería decir que estuviera deseando la segunda ronda de esta, y si Phury estaba cortando al par en la parte trasera, esto no iba a ser bonito.

—Tus ojos no son el problema —dijo el Hermano. —¿Perdona? Phury le echó una ojeada. —Lo que me cabrea de todo esto no tiene nada que ver con ningún defecto. Layla está enamorada de ti… —No, no lo está. —Mira, ahora estás cabreándome de verdad. —Pregúntale. —¿Mientras está abortando a tu bebé? —espetó el Hermano—. Si claro, haré eso. Cuando Qhuinn dio un respingo, Phury continuó: —Mira, esto es lo que pasa contigo. Te gusta vivir al límite y ser todo salvaje… francamente, creo que ayudaría que llegaras a un entente con la mierda que tu familia te ha hecho pasar. ¿Si lo iconoclastas todo? Nada puede hacerte daño. Y lo creas o no, no tengo ningún problema con eso. Te lo haces a ti, y pasas tus noches y tus días del modo en que puedas. Pero, ¿en el momento en que rompes el corazón de una inocente, especialmente si ella está a mi cuidado? Ahí es cuando tú y yo tenemos un problema. Qhuinn miró por la ventana. En primer lugar, apoyaba al hombretón hasta allí. La idea de que hubiera un juicio contra Qhuinn basado en su carácter en vez de en una mutación genética a la que él no se había ofrecido voluntario era un cambio refrescante. Y hey, no es que no estuviese de acuerdo con el tipo… al menos no hasta hacia aproximadamente un año. ¿Antes de eso? Demonios, sí, había estado fuera de control a muchos niveles. Pero las cosas habían cambiado. Él había cambiado. Evidentemente, Blay dejando de estar disponible fue el tipo de bota en las pelotas que necesitaba para madurar de una puta vez. —Ya no soy así —dijo él.

—¿Así que estás de hecho preparado para emparejarte con ella? — Cuando no respondió, Phury se encogió de hombros—. Y ahí es donde vamos. En pocas palabras… soy responsable de ella, tanto legal como moralmente. Puedo no estarme comportando como el Primale en algunos aspectos, pero para el resto de lo que el trabajo implica me tomó la maldita responsabilidad muy en serio. La idea de que tú la hayas metido en este lío me pone enfermo, y me resulta muy difícil creer que ella no lo hiciera por complacerte… ¿Dijiste que ambos queríais al bebé? ¿Estás seguro que no eras sólo tú y que ella lo hizo porque quería hacerte feliz? Ese es más su estilo. Esto presentado a todos modos como retórico. Y no era como si Qhuinn pudiera criticar la lógica, incluso si resultaba ser errónea. Pero mientras se pasaba una mano por el cabello, el hecho de que fue Layla la que había venido a él fue algo que se guardó para sí mismo. Si Phury quería pensar que era todo culpa suya, estaba bien… tomaría esa carga. Cualquier cosa para apartar la presión y la atención sobre Layla. Phury miró a otro lado de los asientos. —No está bien, Qhuinn. Eso no es lo que un verdadero macho hace. Y ahora mira la situación en la que ella está. Tú le hiciste esto. Tú la pusiste en la parte trasera de este coche, y eso está simplemente mal. Qhuinn cerró los ojos. Bueno, ¿no iba eso a estar rebotando por el interior de su cabeza durante los próximos cien años? Más o menos. Cuando salieron del puente y dejaron las luces centelleantes del centro de la ciudad detrás, él contuvo su ladrido de perrillo olvidado de la mano de Dios, y Phury cayó también en silencio. Bien pensado, el Hermano lo había dicho todo, ¿no?

Capítulo 33

Assail terminó rastreando a su presa, de nuevo, desde detrás del volante de su Range Rover. Mucho más acogedor de esta manera… y no era como si la localización de la mujer fuese un problema ahora. Mientras había estado esperando al lado del Audi a que ella saliese de su propiedad, había puesto un dispositivo de rastreo en la parte inferior del espejo retrovisor. Su iPhone se encargó del resto. Después de que ella dejase su vecindario con prisa - ‒siguiendo su deliberada desmaterialización a la vista solo para hacer que se desestabilizase aún más-‒ ella había cruzado el río y se había dirigido al culo de la ciudad, donde las casas eran pequeñas, comprimidas, unas cerca de las otras y terminadas con un revestimiento de aluminio. Mientras merodeaba detrás de ella, manteniendo al menos dos bloques entre sus vehículos, observó las brillantes luces de colores de los vecindarios, los miles de hilos centelleantes ensartados entre los arbustos y colgando de los bordes de los tejados, encuadrando ventanas y marcos de puertas. Pero eso no era ni la mitad. Había escenas de pesebres iluminados, colocados de forma destacada en diminutos jardines delanteros, también había gordos muñecos de nieve con bufandas rojas y pantalones azules que brillaban desde dentro. A diferencia de los accesorios de la época, estaba dispuesto a apostar que las estatuas de la Virgen María eran permanentes. Cuando el coche de ella paró y permaneció en el camino, él se acercó, aparcando cuatro casas más abajo y apagando sus luces. Ella

no salió del coche inmediatamente, y cuando finalmente lo hizo, no llevaba puesto el anorak y los apretados pantalones de esquí que había llevado mientras le espiaba. En vez de eso, se había cambiado con un grueso jersey rojo y un par de vaqueros. Se había dejado el pelo suelto. Y la gruesa mata castaña, llegaba por debajo de sus hombros, rizándose en las puntas. Él gruñó en la oscuridad. Con pasos rápidos y tranquilos, ella subió los cuatro escalones bajos de cemento que la llevaron a la modesta entrada de la casa. Sosteniendo abierta la puerta de tela metálica con su floritura de metal, la aguantó con la cadera, abriéndose paso con una llave y cerrándolas de nuevo. Cuando llegó una luz del piso de abajo, vio su figura caminando a través del cuarto delantero, las finas cortinas de aislamiento solo le dieron una percepción de su movimiento, no un tipo de visión clara. Pensó en sus propias cortinas. Le había llevado mucho tiempo perfeccionar ese invento, y la casa del Río Hudson había sido perfecta para probarlas. Las barreras trabajaban incluso mejor de lo que había anticipado. Pero ella era lo suficientemente inteligente para haber pillado las anomalías y se preguntó cual había sido la señal reveladora. En el segundo piso se encendió una luz, como si alguien que hubiese estado descansando se hubiese agitado por su llegada. Sus colmillos vibraron. La idea de que algún humano estuviese esperándola en su habitación de matrimonio le hizo desear establecer su dominio… incluso aunque eso no tenía sentido. Después de todo, la estaba rastreando por su propia autoprotección y nada más. Absolutamente nada más.

Justo cuando su mano buscaba la manilla de la puerta del coche, su teléfono sonó. Justo a tiempo. Cuando vio quien era, frunció el ceño y se puso el teléfono en la oreja. —Dos llamadas en tan poco tiempo. ¿A qué debo este honor? Rehvenge no estaba divertido. —No te has puesto en contacto conmigo. —¿Para qué me necesitas? —Ten cuidado, muchacho. Los ojos de Assail permanecieron trabados en la pequeña casa. Estaba curiosamente desesperado por saber lo que estaba sucediendo dentro. ¿Estaba subiendo las escaleras, desnudándose mientras lo hacía? ¿A quién le estaba escondiendo sus actividades? Y, de hecho, estaba escondiéndolas… de lo contrario, ¿por qué cambiarse en el coche antes de entrar? —¿Hola? —Agradezco la amable invitación —se escuchó decir a sí mismo. —No es una invitación. Eres un maldito miembro del Consejo ahora que estás en el Nuevo Mundo. —No. —¿Disculpa? Assail recordó la reunión en la casa de Elan a principios del inverno, aquella sobre la que Rehvenge no había sabido, aquella en la que había aparecido la Banda de Bastardos y habían flexionado sus músculos. También pensó en el atentado contra la vida de Wrath, el Rey Ciego… en la propiedad que poseía Assail, por Dios. Demasiado drama para su gusto.

Con una tranquilidad practicada, empezó el mismo discurso que le había dado a la parte de Xcor. —Soy un hombre de negocios por predilección y propósito. Aunque respeto tanto la soberanía actual como a la base de poder del Consejo, no puedo desviar energía o tiempo más allá de mi empresa. Ni ahora, ni en el futuro. Hubo un extenso silencio. Y luego esa profunda y siempre-tanperversa voz llegó a través de la conexión. —He oído sobre tus negocios. —Lo has hecho. —He estado en eso yo mismo durante años. —Así lo entiendo. —Me las arreglé para hacer ambas cosas. Assail sonrió en la oscuridad. —Tal vez no tengo tanto talento como tú. —Voy a dejar algo perfectamente claro. Si no apareces en la reunión, voy a suponer que estás jugando en el equipo equivocado. —Con esa misma declaración, reconoces que hay dos y que son opuestos. —Tómatelo como quieras. Pero si no estás conmigo y con el rey, eres mi enemigo y el suyo. Y eso era precisamente lo que Xcor había dicho. Bien pensado, ¿había alguna otra posición en esta guerra cada vez mayor? —Dispararon al rey en tu casa, Assail. —Así lo recuerdo —murmuró secamente. —Creo que participación.

podrías querer enterrar cualquier idea de

tu

—Ya lo hice. Les dije a los Hermanos esa misma noche que no tuve nada que ver con eso. Les di el vehículo en el cual escaparon con el rey. ¿Por qué habría hecho algo semejante si fuese un traidor? —Para salvar tu propio culo. —Soy bastante hábil en eso sin el beneficio de la conversación, te lo aseguro. —Así que, ¿cuál es tu horario? La luz se apagó en el segundo piso y tuvo que preguntarse qué estaba haciendo la mujer en la oscuridad… y con quien. Sus colmillos se descubrieron por propia voluntad. —Assail. En serio, me estás aburriendo con esta mierda de mehago-de-rogar. Assail puso el Range Rover en marcha. No iba a sentarse sobre el bordillo mientras que lo que fuera que estaba pasando dentro… pasaba. Claramente estaba en casa para pasar la noche y se quedaba allí. Además, su teléfono le advertiría en el caso de que el coche de ella fuese puesto en marcha nuevamente. Mientras se movía hacia la calle y pisaba el acelerador, habló con claridad. —Estoy renunciando en este acto a mi puesto en el Consejo. Mi neutralidad en esta batalla por la corona no debería ser cuestionada por ningún bando… —Y sabes quienes son los jugadores, ¿verdad? —Voy a dejar esto tan claro como sea capaz, no tengo un bando aquí, Rehvenge. No sé cómo exponer eso más claramente, y tampoco seré empujado a la guerra por ti o tu rey, ni por ningún otro. No intentes empujarme, y que sepas que la neutralidad que te muestro es exactamente lo que les he dado a ellos. Con respecto a aquello, les había prometido a Elan y Xcor no revelar su identidad, e iba a mantenerlo… no porque creyese que el

grupo le iba a devolver jamás el favor, sino más bien por el simple hecho de que dependiendo de quien ganase esta pelea, un confidente para cada lado sería visto ya sea como un soplón a ser erradicado o un héroe para ser alabado. El problema era que uno no lo sabría hasta el final y no estaba interesado en un juego de azar. —Así que has sido abordado —declaró Rehv. —Recibí una copia de la carta que enviaron esta primavera, sí. —¿Es ese el único contacto que has tenido? —Sí. —Me estás mintiendo. Assail paró en un semáforo. —No hay nada que puedas decir o hacer para empujarme en esto, querido leahdyre. El macho al otro lado gruñó con abundante amenaza. —No cuentes con eso, Assail. Con eso, Rehvenge colgó. Maldiciendo, Assail lanzó su teléfono sobre el asiento del pasajero. Luego cerró los puños y los golpeó contra el volante. Si había algo que no podía soportar, era estar siendo succionado en el vórtice de los razonamientos de otra gente. No daba un penique por quién se sentaba en el trono o por quien estaba a cargo de la glymera. Sólo quería que le dejasen solo para hacer su dinero a costa de ratas sin cola. ¿Era eso tan jodidamente difícil de entender? Cuando la luz se volvió verde, piso fuerte el acelerador, incluso aunque no tenía un destino real en su mente. Simplemente condujo en una dirección al azar… y más o menos quince minutos después, se encontró yendo sobre el río por uno de los puentes. Ah, así que su Range Rover había decidido llevarle a casa.

Cuando salió en la orilla opuesta, su teléfono dejó salir un repiqueteo y estuvo a punto de ignorarlo. Pero los gemelos habían salido a mover la carga más reciente de Benloise y quería saber si esos pequeños distribuidores habían aparecido por sus cuotas después de todo. No era una llamada de teléfono ni un mensaje. Ese Audi negro estaba en movimiento otra vez. Assail pisó con fuerza el freno, reduciendo enfrente de un semiremolque que hacía sonar su claxon como la palabra J, y se abrió paso sobre la mediana cubierta de nieve. Él voló de vuelta totalmente hacia el interior del puente. *

*

Desde su privilegiado punto de vista desde una periferia más bien lejana, Xcor necesitaba sus prismáticos para ver correctamente a su Elegida. El coche en el que ella estaba viajando, el enorme sedán negro, había seguido adelante después del puente, viajando unos ocho o nueve kilómetros antes de salir hacia una carretera rural que llevaba al norte. Después de otro número de kilómetros, y casi sin previo aviso, se había convertido en un camino de tierra que era ahogado a cada lado por resistente maleza perenne. Finalmente, se detuvo ante un edificio de hormigón de baja altura que no sólo carecía de cualquier tipo de pretensión, salvo ventanas y, aparentemente, una puerta. Él ajustó el enfoque cuando los dos machos salieron de la parte delantera. Reconoció a uno instantáneamente, el pelo lo delató: Phury, hijo de Ahgony que, de acuerdo con los chismes, había sido convertido en el Primale de las Elegidas. El negro corazón de Xcor empezó a latir con fuerza.

Especialmente cuando reconoció al segundo tipo: era el guerrero con los ojos disparejos con el que había luchado en casa de Assail mientras el rey desaparecía misteriosamente. Ambos machos sacaron sus pistolas e inspeccionaron el terreno. Como Xcor estaba a favor del viento, y no parecía haber nadie más alrededor, imaginó que había una expectativa razonable, excepto la revelación de su posición por su Elegida, de que el par siguiese con lo que fuera que habían planeado para su hembra. De hecho, parecía como si estuviese siendo lanzada a una prisión. Sobre. Su. Cadáver. Ella era una inocente en esta guerra, una utilizada para viles propósitos pero no por culpa suya… pero iba a ser claramente ejecutada o encerrada dentro de una celda aquí por el resto de su tiempo sobre la tierra. O no. Golpeó con la palma una de sus pistolas. Era una buena noche para encargarse de este asunto. En realidad, ahora era su oportunidad de tenerla para él, de salvarla de cualquier castigo que hubiese sido repartido debido a que había ayudado y encubierto al enemigo inconscientemente. Y tal vez las circunstancias alrededor de su injusta condena podrían predisponerla favorablemente hacia su enemigo y salvador. Sus ojos se cerraron brevemente cuando la imaginó en y entre su ropa de cama. Cuando Xcor levantó los párpados una vez más, Phury estaba abriendo la puerta trasera del sedán y estirándose dentro. Cuando el Hermano se enderezó, la Elegida salió del vehículo… y fue tomada por ambos codos, los guerreros sosteniéndola por cada lado mientras era llevada hacia el edificio.

Cuando Xcor se preparó para acercarse. Después de tanto tiempo, toda una vida, finalmente la tenía una vez más en las proximidades de su persona, y no iba a desperdiciar la oportunidad que el destino le estaba proporcionando, no ahora… no cuando su vida colgaba tan obviamente de la balanza. Y triunfaría en esto… la amenaza hacia ella fortalecía su cuerpo con un inimaginable poder, su mente afilada de tal manera que latía aceleradamente con las posibilidades de ataque y a la vez estaba totalmente calmado. En realidad, simplemente estaban estos dos machos custodiándola… y con ellos, una hembra que no solo parecía desarmada, sino que no miraba sus alrededores como si hubiese estado entrenada para ello o inclinada al conflicto. Era más que suficientemente fuerte para tomar a los captores de su hembra. Justo cuando se disponía a lanzarse hacia delante, el olor de su Elegida le alcanzó en el viento fuerte y frío, ese perfume único y tentador de ella haciendo que se entrelazase en sus botas de combate… Inmediatamente, reconoció un cambio en él. Sangre. Ella estaba sangrando. Y había algo más… Sin pensar conscientemente, su cuerpo se movió más cerca, su forma reestableciendo el peso corporal y subiendo una distancia de apenas tres metros, detrás de un edificio anexo a las instalaciones principales. Se dio cuenta de que no era una prisionera siendo llevada a una celda o una ejecución. Su Elegida estaba teniendo dificultades para caminar. Y esos guerreros la estaban sosteniendo con cuidado; incluso con sus armas fuera y sus ojos buscando señales de un ataque, eran tan suaves con ella como lo habrían sido con la más frágil de las flores.

No había sido maltratada. No estaba marcada con contusiones ni verdugones. Y mientras el trio avanzaba, ella levantó la vista hacia un macho y luego hacia el otro y habló como si intentase tranquilizarles… en verdad, no era agresión lo que tensaba las frentes de esos guerreros. De hecho, era el mismo terror que sentía él al oler su sangre. El corazón de Xcor latió aún más fuerte en su pecho, su mente tratando de darle sentido a todo esto. Y luego recordó algo de su propio pasado. Después de que su mahmen biológica lo hubiese rechazado, había sido abandonado en un orfanato en el Antiguo País y dejado a manos de cualquier destino que le sucediese. Allí dentro, había permanecido durante casi una década entre los raros no deseados, la mayoría de los cuales poseían deformidades físicas como la suya propia… tiempo suficiente para formar recuerdos permanentes de lo que ocurría en ese lugar triste y solitario. Tiempo suficiente para reconstruir lo que significaba cuando una mujer sola aparecía en las puertas, la dejaban entrar, y entonces gritaba durante horas, a veces días… antes de dar a luz, en la mayoría de casos, a un crío muerto. O uno abortado. El olor de la sangre en ese entonces había sido muy específico. Y el olor en el viento frío de esa noche era el mismo. Un embarazo era lo que había en su nariz ahora. Por primera vez en su vida, se escuchó decir con absoluta agonía, —Queridísima Virgen del Fade…

Capítulo 34

La idea de que miembros del s’Hisbe estuvieran en el código postal de Caldwell hizo que Trez quisiera empaquetar todo lo que tenía, agarrar a su hermano, la caravana y largarse de la ciudad. Mientras conducía desde el almacén hacia el Iron Mask, su cabeza estaba tan jodida que tuvo que pensar conscientemente en hacer los giros, frenar en las señales de stop y aparcar donde se suponía una vez llegó al club. Y luego tras apagar el motor del X5, se sentó detrás del volante y contempló la pared de ladrillos de su edificio… durante más o menos, un año. Tremenda metáfora, todo el irse a ninguna parte delante de él. No era como si no supiera lo mucho que iba a decepcionar a su gente. ¿El resultado? Le importaba una mierda. No iba a volver a las viejas costumbres. La vida que ahora llevaba era suya, y se negaba a que la promesa con la que había nacido lo enjaulara de adulto. No iba a suceder. Desde que Rehvenge había hecho su buena obra del siglo y les había salvado el culo a su hermano y a él, las cosas habían dado la vuelta para Trez. A iAm y a él les fue ordenado alinearse con los symphath fuera del Territorio para saldar la deuda, y ese rembolso “forzado” fue su billete de ida, la salida que había estado buscando. Y aunque lamentó arrastrar a iAm en el drama, el resultado final fue que su hermano había tenido que irse con él, y eso era justo otra parte de la solución perfecta que ahora estaba viviendo. Abandonar el s’Hisbe y entrar en el mundo exterior fue una revelación, su primera y deliciosa

prueba de libertad. No había protocolo. Ni reglas. Nadie respirándole en el cuello. ¿La ironía? Se suponía que esto había sido una bofetada en el dorso de la mano por atreverse a ir más allá del Territorio y enredarse con los InConocibles. Un castigo con la intención de ponerlo a raya. Ja. Y desde entonces, en los recovecos de su mente, había estado esperando amablemente que la extensión de sus tratos con los ICs durante la última década más o menos lo hubieran contaminado a ojos del s’Hisbe, convirtiéndolo en no apto para el “honor” que le había sido otorgado por nacimiento. Rebajándolo a una libertad permanente, por así decirlo. El problema era que si habían enviado a AnsLai, el sumo sacerdote, sin duda ese objetivo no se había logrado. ¿A menos que la visita hubiera sido para repudiarlo? Aunque se lo habría oído a iAm ¿no? Trez comprobó su teléfono. Ningún mensaje de voz ni de texto. De nuevo había caído en desgracia con su hermano… a menos que iAm hubiera decidido mandarlo todo a la mierda y volver con el clan. ¡Maldito…! El brusco golpe en su ventanilla no le hizo girar la cabeza. Le hizo sacar el arma. Trez frunció el ceño. Fuera del coche había un humano del tamaño de una casa. El tipo tenía una barriga cervecera, pero sus gruesos hombros sugerían que hacía trabajo físico con regularidad, y esa dura e inflexible mandíbula revelaba tanto su ascendencia cromañón como la clase de prepotencia más común en los animales grandes y tontos. Con enormes resoplidos de toro saliendo de sus fosas nasales, se inclinó y aporreó la ventana. Con un puño tan grande como una pelota de fútbol, naturalmente.

Bueno, evidentemente quería algo de atención y mira por dónde, Trez estaba más que dispuesto a dársela. Sin avisar, abrió de golpe la puerta dándole al tío justo en los testículos. Mientras el humano se tambaleaba hacia atrás y se agarraba la ingle, Trez se levantó en toda su estatura y se metió el arma en la parte inferior de la espalda, fuera de la vista pero de fácil alcance. Cuando el Señor Agresivo se recuperó lo suficiente para alzar la vista, hacia arriiiiiiiiiiiiba, pareció perder el entusiasmo durante un instante. Bien pensado, Trez superaba al tipo de unos cincuenta centímetros y unos cuarenta o cincuenta kilos. Pese al Michelin que el otro lucía. —Me estás buscando —dijo Trez. Léase: ¿Estás seguro que quieres esto, grandullón? —Sí. Te busca. De acuerdo, tanto la gramática como la evaluación de riesgos eran un problema para él. Seguramente tenía el mismo problema con las sumas y restas de un solo dígito. —Busco —dijo Trez. —¿Qué? —pronunciado eins —Creo que es “Sí, te busco”. No “busca”. —Bésame el culo. Qué te parece. —El tipo se acercó—. Y aléjate de ella. —¿Ella? —Eso lo reducía a cuánto, ¿a unas cien mil personas? —Mi chica. Ella no te quiere, no te necesita y no va a ser tuya nunca más. —¿De quién exactamente estamos hablando? Voy a necesitar un nombre. —Y tal vez incluso eso no ayudaría.

En vez de una respuesta, el tipo intentó un puñetazo. Probablemente tenía la intención de ser un golpe a traición pero la acción fue tan lenta y laboriosa que la condenada podría haber venido con subtítulos. Trez le atrapó el puño con la mano, agarrándolo con la palma como una pelota de básquet. Y luego con un rápido giro tuvo a ese saco de carne girado e inmovilizado, prueba positiva de que los puntos de presión funcionaban, y la muñeca, era uno de ellos. Trez le habló al hombre al oído, sólo para que las reglas básicas fueran claramente recibidas. —Hazlo de nuevo y voy a romperte todos los huesos de la mano. A la vez. —Puntualizó aquello con un tirón que dejo al tipo sollozando—. Y luego voy a trabajar en tu brazo. Seguido del cuello… del cual no te separarás. Ahora, de qué coño estás hablando. —Ella estaba aquí anoche. —Había muchas mujeres. Puedes ser más específico… —Se refiere a mí. Trez echó un vistazo. Oh… joder, maravilloso. Era la chavala quien había puesto hecho una fiera a este feliz y pequeño acosador. —¡Te decí que yo me ocupaba! —grito el novio de ella. Sí, ajá, el tío parecía en serio controlar el asunto. Así que al parecer ambos estaban engañados, y quizás eso explicaba la relación: él pensaba que ella era una supermodelo y ella asumía que él tenía cerebro. —¿Esto es tuyo? —preguntó Trez a la mujer—. Porque si lo es ¿querrías llevártelo a casa contigo, antes de que necesites una excavadora para limpiar el desastre? —Te decí que no vinieras —dijo la mujer—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Yyyyyy más pruebas de porqué esos dos eran tal para cual. —¿Y si dejo que lo solucionéis vosotros dos? —sugirió Trez. —¡Estoy enamorada de él! Durante una fracción de segundo, la respuesta no tenía lógica, Pero luego, dejando aparte la mala acentuación, entendió la mierda: la zorra estaba hablando de él. Mientras Trez le dirigia a la mujer una horripilante mirada, se dio cuenta que este particular polvo casual se había metido entre las malas hierbas de un modo espectacular. —¡No lo estás! Bueno, al menos el novio esta vez usó el verbo correctamente. —¡Sí lo estoy! Y así fue como todo se fue a la puta mierda. El toro se abalanzo hacia la mujer, rompiéndose la muñeca para soltarse. Entonces los dos estuvieron cara a cara, gritando obscenidades y arqueando los cuerpos. Sin duda, lo habían estado practicando. Trez miró alrededor. No había nadie en el aparcamiento, y nadie caminando por la acera, pero no necesitaba una disputa doméstica desarrollándose en la parte trasera de su club. Inevitablemente, alguien lo vería y llamaría al 911, o peor, aquella fulana de cincuenta kilos iba a presionar a su grande y tonto novio un centímetro más de la cuenta y llevarse un buen pisotón. Si sólo tuviera un cubo de agua o, similar, una regadera para lograr separarlos. —Escuchad, tenéis que tomaros esto… —¡Te quiero! —dijo la mujer, girándose hacia Trez y agarrando la parte frontal de su corpiño—. ¿No lo entiendes? ¡Te quiero!

Dada la película de sudor sobre la piel de la chica (a pesar del hecho de que estaban a un grado bajo cero) estaba bastante claro que ella se había tomado algo. Coca o anfetaminas, si tenía que adivinar. El X no estaba normalmente asociado a esta clase de violencia. Genial. Otra bendición. Trez negó con la cabeza. —Nena, no me conoces. —¡Sí! —No, no me… —¡Joder, ni le hables! El tipo fue a por Trez, pero la mujer se interpuso, metiéndose delante de un tren a toda máquina. Joder, ahora era el momento de tomar parte. Nada de violencia contra las mujeres cerca de él. Jamás… aunque sólo fuera colateral. Trez se movió tan rápido, que estuvo a punto de volver atrás en el tiempo. Sacó a su “protectora” de la línea de fuego y lanzó un golpe que dio al animal a la carga directo en la mandíbula. Con poco o nada de efecto. Como golpear a una vaca con un fajo de papel. Trez consiguió un puño en el ojo, un espectáculo de luces estallando en medio de su visión, pero fue un golpe de suerte más que algo coordinado. Sin embargo su desquite fue todo eso y mucho más: con una rápida coordinación, dio rienda suelta a los nudillos en una rápida sucesión, dándole en el estómago, convirtiendo el hígado cirrótico del tipo en un saco de boxeo vivito y coleando, hasta que el novio se dobló por la mitad y escoró pesadamente a babor. Trez terminó el asunto con una patada a ese quejica peso muerto sobre el suelo.

Con lo cual sacó su arma y empujó apretujando la boca justo en la carótida del tío. —Tienes una oportunidad de salir de esto —dijo Trez con calma—. Y así es como va a ir. Vas a levantarte sin mirarla ni hablarle. Vas a ir hacia la parte delantera del club y meterte en un puto taxi e irte a tu puta casa. A diferencia de Trez, el hombre no tenía un sistema cardiovascular bien desarrollado y mantenido… estaba respirando como un tren de carga. Y aun así, dado el modo en que sus acuosos ojos inyectados en sangre miraban hacia arriba alarmados, logró concentrarse, a pesar de la hipoxia, captando el maldito mensaje. —Si la agredes de cualquier modo, y si ella tiene más que un arañazo gracias a ti, o cualquier cosa de su propiedad se ve comprometida por alguien —Trez se inclinó más cerca—. Voy a ir detrás de ti. No sabrás que estoy allí y no sobrevivirás a lo que voy a hacerte. Te lo prometo. Sí, las Sombras tenían un modo especial de deshacerse de sus enemigos y aunque él prefería la carne baja en grasa como el pollo o el pescado, estaba dispuesto a hacer excepciones. El asunto estaba, que tanto en su vida personal como la profesional, había visto como la violencia doméstica se incrementaba. En muchos casos, algo grande tenía que interceder para romper el ciclo y mira por dónde, él reunía los requisitos. —Asiente si entiendes las condiciones. —Cuando llegó el asentimiento, clavó el arma incluso más fuerte en ese cuello carnoso —. Ahora mírame a los ojos y sabrás que digo la verdad. Cuando Trez miró hacia abajo, insertó un pensamiento directamente en ese córtex cerebral, implantándolo tan positivamente como si fuera un microchip que instalara en y entre los lóbulos arrugados. Su gatillo sería cualquier clase de brillante idea

sobre la mujer; su efecto sería la absoluta convicción de que la propia muerte del hombre sería inevitable y rápida si seguía hasta el final. Era la mejor clase de terapia de conducta cognitiva. Una tasa de éxito del cien por cien. Trez se apartó de un salto y le dio al gordito la oportunidad de ser un buen chico. Y sip, el HDP se levantó a rastras del pavimento y luego se sacudió como un perro con las piernas plantadas separadas y su camisa holgada ondeando. Al marcharse, iba cojeando. Y entonces fue cuando registró el lloriqueo. Trez se giró. La mujer estaba temblando bajo el frío, sus llamativas ropas no ofrecían barrera alguna bajo la noche de diciembre, su piel pálida, su subidón al parecer agotado, como si el ponerle un cuarenta en la garganta a su novio hubiera sido una inyección de sobriedad. El rímel se le estaba corriendo de la cara mientras observaba la partida del Príncipe Sabueso Chow. Trez alzó la mirada al cielo e hizo la cosa de la discusión interna. Al fin y al cabo, no podía dejarla sola aquí fuera en el aparcamiento, en especial temblando como estaba. —¿Dónde vives, nena? —Incluso oyó el agotamiento en su propia voz —. ¿Nena? La mujer le echó un vistazo, e instantáneamente su expresión cambió. —Nadie jamás se ha ocupado así de mí antes. De acuerdo, ahora quería atravesar una pared de ladrillos con la cabeza. Y vaya había una justo a su lado. —Déjame llevarte a casa. ¿Dónde vives?

Cuando ella se acercó, Trez tuvo que decirle a sus pies que permanecieran donde estaban, y como era de esperar ella se acurrucó con fuerza contra su cuerpo. —Te quiero. Trez cerró los ojos bien apretados. —Vamos —dijo, separándola y dirigiéndola hacia su coche—. Vas a estar bien.

Capítulo 35

Mientras Layla era llevada a la clínica, el corazón le latía con fuerza y le temblaban las piernas. Afortunadamente, Phury y Qhuinn no tenían problema en sostener su peso. Sin embargo, su experiencia fue completamente distinta esta vez por… gracias a la presencia del Primale. Cuando la puerta exterior deslizante de entrada a la instalación se hizo a un lado, una de las enfermeras estaba allí para reunirse con ellos, y fueron corriendo inmediatamente a una parte de la clínica diferente a la que había estado la noche anterior. Cuando les hicieron entrar a una sala de reconocimiento, Layla echó un vistazo y dudó. ¿Qué… era esto? Las paredes estaban cubiertas con seda pálida, y cuadros con marcos dorados colgaban a intervalos regulares. Ninguna camilla de reconocimiento, como en la que había estado la noche anterior… aquí, había una cama cubierta con una elegante colcha y encima un montón de gruesos almohadones. Y ademas, en vez de una pila de acero inoxidable y armarios simplemente blancos, un biombo pintado tapaba toda una esquina de la habitación, tras la cual, tuvo que suponer, se guardaba el instrumental médico profesional de Havers. ¿A menos que su grupo hubiera sido enviado a los alojamientos privados del médico? —Estará enseguida con ustedes —dijo la enfermera, sonriendo a Phury y haciendo una reverencia—. ¿Puedo traerles algo? ¿Café o té? —Sólo al doctor —contestó el Primale. —Inmediatamente, Su Gracia.

Hizo otra reverencia y salió apresurada. —Te vamos a poner aquí ¿de acuerdo? —dijo Phury cerca de la cama. Layla negó con la cabeza. —¿Estás seguro de que estamos en el lugar correcto? —Sip. —El Primale se acercó y la ayudó a cruzar la habitación—. Esta es una de las habitaciones VIP. Layla miró por encima del hombro. Qhuinn se había instalado en la esquina opuesta al biombo, su cuerpo vestido de negro como una sombra arrojando una amenaza. Permanecía preternaturalmente inmóvil, con los ojos enfocados al suelo, la respiración constante y las manos detrás de la espalda. Y aún así no estaba calmado. No, parecía capaz y preparado para matar, y por un instante, una lanza de temor la atravesó. Nunca antes había estado asustada de él, pero bien pensado, jamás le había visto en un estado tal de agresividad en potencia. Pero al menos la violencia acumulada no parecía estar dirigida a ella, ni hacia el Primale. Y sin duda no hacia Doc Jane cuando la hembra se sentó en una silla cubierta de seda. —Vamos —dijo Phury suavemente—. Arriba. Layla intentó levantarse sola, pero el colchón estaba demasiado lejos del suelo y la parte superior de su cuerpo estaba tan débil como sus piernas. —Te tengo. —Phury con cuidado le deslizó los brazos por la espalda y las pasó hasta debajo de sus rodillas; luego la levantó con cuidado—. Ya está. Instalada en la cama, ella gruñó, un fuerte calambre le atenazó la zona pélvica. Cuando todos los ojos en la sala se fijaron sobre ella, intentó tapar el gesto de dolor con una sonrisa. Sin éxito: aunque el sangrado estaba controlado, las oleadas de dolor se intensificaban, la

duración de las contracciones se hacía más larga, los espacios entre ellas se acortaban. En este punto, estaba cerca de convertirse en un dolor agónico constante. —Estoy bien… El golpe en la puerta la interrumpió. —¿Puedo entrar? El simple sonido de la voz de Havers fue suficiente para hacerla desear salir huyendo. —Queridísima Virgen Escriba —dijo ella mientras reunía fuerzas. —Sí —dijo Phury en tono amenazante—. Entra… Lo siguiente que pasó fue tan rápido y furioso, que el único modo de describirlo era con un coloquialismo que había aprendido de Qhuinn. Y se desató el infierno. Havers abrió la puerta, dio un paso al interior… y Qhuinn atacó al doctor, abalanzándose desde esa esquina, con una daga por delante. Layla gritó alarmada, pero él no mató al macho. Aún así, cerró esa puerta con el cuerpo del médico, o tal vez fue con la cara del macho. Y era difícil saber si el restallido que resonó fue del portón cuando se encontró con la jamba, o por el impacto del sanador arrojado contra las puertas. Seguramente una combinación de ambas. La aterradora hoja afilada fue presionada en la pálida garganta. —¿Adivina lo que vas a hacer primero?, estúpido —gruñó Qhuinn—. Vas a disculparte por tratarla como a una maldita incubadora. Qhuinn hizo girar rápido al macho. Las gafas de pasta de Havers estaban destrozadas, una de las lentes se astillada en pedacitos, la patilla del otro lado sobresaliendo en un ángulo torcido.

Layla le lanzó una mirada a Phury. El Primale no parecía particularmente molesto: simplemente cruzó los brazos sobre su enorme pecho y se apoyó en la pared al lado de ella, evidente y completamente tranquilo con el desarrollo de lo que sucedía. Cerca de la silla en medio del paso, Doc Jane hacía lo mismo, con su mirada verde bosque calmada mientras contemplaba el drama. —Mírala a los ojos —escupió Qhuinn—, y discúlpate. Cuando el guerrero zarandeó al sanador como si Havers no fuera nada más que una muñeca de trapo, unas palabras confusas salieron del doctor. ¡Ostras! Se suponía que Layla era una dama y no disfrutaría de esto, pero había satisfacción en la venganza. Aunque también tristeza, porque jamás se debería haber llegado a esto. —¿Aceptas sus disculpas? —exigió Qhuinn con un tono malvado—. ¿O quieres que se humille? Joder, me encantaría convertirlo en un felpudo a tus pies. —Es suficiente. Gracias. —Ahora vas a decirle —Qhuinn hizo de nuevo ese movimiento de sacudida, los brazos de Havers dejándose caer en sus articulaciones, su bata blanca ondeando como una bandera—, y solo a ella, que coño le pasa a su cuerpo. —Necesito… el historial. Qhuinn mostró los colmillos y los puso justo en la oreja de Havers, como si estuviera considerando arrancársela de un mordisco. —Sandeces. ¿Y si dices la verdad? Este lapsus de memoria va a provocar que pierdas la vida. Ahora mismo. Havers ya estaba pálido, pero aquello lo puso totalmente blanco.

—Empieza a hablar, doctor. Y si el Primale, por el que estás tan jodidamente impresionado, fuera lo bastante amable para decirme si apartas la mirada de ella, sería genial. —Un placer —dijo Phury. —No oigo nada, doc. Y no soy un tipo paciente. —Estás… —Tras esas gafas rotas, los ojos del macho se encontraron con los de ella—. Tu cría está… Ella casi deseó que Qhuinn detuviera el contacto forzado. Esto era bastante difícil de escuchar sin tener que estar frente al doctor que la había tratado tan mal. Bien pensado, Havers era el único que tenía que mirar, no ella. Los ojos de Qhuinn fueron los que ella miró cuando Havers dijo: —Estás perdiendo el embarazo. Las cosas se pusieron ambiguas en ese punto, en el cual se sobreentendía que ella tenía que romperse en mil pedazos. Aunque no sentía nada. Era como si su alma hubiera desalojado su cuerpo, todo lo que la había animado y conectado al mundo había desaparecido como si jamás hubiera existido. Qhuinn no mostró ninguna reacción. Ni parpadeó. Ni alteró la postura ni la daga en la mano. —¿Se puede hacer algo en términos médicos? —preguntó Doc Jane. Havers fue a negar con la cabeza, pero se congeló cuando el punto afilado del cuchillo le cortó la piel del cuello. Cuando la sangre goteó y corrió por el cuello almidonado de su camisa de vestir, el rojo hizo juego con su pajarita. —Nada que yo sepa —dijo el médico bruscamente—. En todo caso, no en la tierra. —Dile que no es culpa suya —exigió Qhuinn—. Dile que no ha hecho nada mal.

Layla cerró los ojos. —Asumiendo que sea cierto… —En los humanos ese es normalmente el caso, siempre y cuando no haya un trauma —interrumpió Jane. —Díselo —espetó Qhuinn, su brazo empezó a vibrar tan ligeramente como si estuviera a un latido de expedir su violencia. —Es verdad —graznó Havers. Layla contempló al doctor, buscando en la mirada detrás de las gafas estropeadas. —¿Nada? Havers habló rápidamente. —La incidencia de abortos espontáneos se presenta en aproximadamente uno de cada tres embarazos. Creo, que como los humanos, la causa es la autorregulación del cuerpo que se protege de varias clases de defectos y no lo lleva a término. —Pero estoy definitivamente embarazada —dijo con un tono apagado. —Sí. El análisis de sangre lo confirma. —¿Si esto continua, hay algún riesgo para su salud? —preguntó Qhuinn. —¿Eres su whard? —espetó Havers. Phury intervino. —Es el padre de la criatura. Así que trátalo con el mismo respeto con el que me tratarías a mí. Aquello hizo que los ojos del médico se salieran de sus órbitas y las cejas sobresalieran por encima de la rota montura de pasta. Fue divertido; entonces fue cuando Qhuinn mostró un ápice de reacción, sólo un parpadeo en su rostro antes de que los rasgos feroces se reinstalaran en modo agresivo.

—Contéstame —soltó Qhuinn—. ¿Está en peligro? —Yo… yo —Havers tragó con fuerza—. En medicina no hay garantías. Hablando en términos generales, diría que no, ella está sana en todos los demás aspectos, y el aborto parece seguir el curso genérico. Además… Mientras el doctor seguía hablando con su tono educado y refinado aunque mucho menos firme de lo que había estado la noche anterior, Layla se evadió. Todo se esfumó, su audición despareció, junto con cualquier sentido de la temperatura en la habitación, la cama debajo de ella, los otros cuerpos que estaban ahí. La única cosa que veía eran los ojos desparejos de Qhuinn. ¿Su único pensamiento mientras él sostenía aquel cuchillo sobre la garganta del otro macho? Aunque no estaban enamorados, él era exactamente a quien habría deseado como padre de su bebé. Desde que tomó la decisión de participar en el mundo real, aprendió lo dura que era la vida, como los demás podían conspirar contra ti y como a veces la fuerza de los principios era todo lo que tenías para superar la noche. Qhuinn tenía lo último en espadas. Era un gran e imponente protector y eso era lo que una hembra necesitaba cuando estaba embarazada, en lactancia o cuidando a un bebé. Eso y su amabilidad innata lo hacían noble para ella. Sin importar el color de sus ojos. *

*

Casi a setenta y cinco kilómetros al sur de donde Havers estaba aterrorizado meándose en sus pantalones en su propia clínica, Assail

estaba detrás del volante de su Range Rover, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Las cosas solo se ponían más interesantes con esta mujer. Gracias al GPS, había seguido a su Audi guardando la distancia mientras ella salía decididamente de su vecindario y cogía la Northway. En cada salida a las afueras, había esperado que ella girara, pero cuando dejaron Caldwell bien lejos, empezó a pensar que tal vez se dirigiera hasta Manhattan. No fue así. West Point, sede de la respetada escuela militar humana, estaba a medio camino entre Nueva York y Caldwell, y cuando ella salió de la autopista en ese punto, se sintió aliviado. Pasaban muchas cosas en la tierra de los códigos postales que empezaban con 100, y él no quería alejarse demasiado de su base por dos razones: Primera, todavía no tenía noticias de los gemelos desde que aquellos traficantes de poca monta habían aparecido, y segundo, el amanecer estaba al caer, y no le gustaba la idea de abandonar en cualquier lugar a su muy modificado y reforzado Range Rover a un lado de la carretera porque necesitaba desmaterializarse y volver a un lugar seguro. Una vez fuera de la autopista, la mujer siguió exactamente a setenta kilómetros por hora por las gasolineras previas del municipio, hoteles turísticos y antros de comida rápida. Luego al otro lado de aquel rápido, barato y tranquilo, las cosas empezaban a ser más caras. Grandes casas, la clase que se asentaban sobre céspedes que parecían alfombras, empezaron a brotar como hongos, sus bajos muros de piedra suelta pintorescamente desmoronados a los lados de la calle. Sin embargo ella pasó todas las propiedades, dirigiéndose por fin hacia el aparcamiento de un pequeño parque con vistas al río. Justo cuando ella salió, él pasó con el coche a su lado, girando la cabeza en dirección a la mujer, midiéndola.

Casi unos cien metros después, fuera del campo de visión de ella, Assail paró el coche en el arcén, saliendo al viento cortante y abrochándose los botones del abrigo cruzado. Sus mocasines no eran idóneos para caminar por la nieve, pero no le importó. Sus pies tolerarían el frío y la humedad, y él tenía una docena más de pares esperándole en el armario de casa. Como era el vehículo de la mujer y no el cuerpo el que llevaba el rastreador, estuvo pendiente de ella. Como era de esperar, se estaba poniendo los esquís de fondo, y luego con una máscara blanca de esquí sobre la cabeza y el pálido mono de camuflaje cubriendo su ágil cuerpo, desapareció en el terreno cubierto de azul invernal. Él permaneció con ella. Apareciendo por delante a intervalos de quince a veinte metros, encontró pinos tras los que escudarse mientras ella avanzaba de vuelta hacia las mansiones, sus esquís comiéndose el terreno cubierto de nieve. Iba a ir hacia una de aquellas grandes casas, pensó mientras le seguía el ritmo, anticipando su dirección, y en su mayoría, suponiendo correctamente. Cada vez que le pasaba sin saber que él estaba allí, su cuerpo quería salir de repente hacia ella. Derribarla. Morderla. Por alguna razón, esta humana lo ponía hambriento. Y lo del gato y el ratón era muy erótico, especialmente si sólo el gato sabía que el juego estaba en marcha. La propiedad en la que al final se infiltró estaba casi a kilómetro y medio, pero a pesar de la distancia, su ritmo veloz sobre aquellos esquís no decayó en lo más mínimo. Entró por el frente derecho del césped, pasando por encima del perenne muro bajo, y luego reanudó la marcha. Esto no tenía sentido. Si se veía en peligro, estaba a una distancia extra alejada de su coche. ¿Sin duda el límite más cercano habría

tenido más sentido? Después de todo, en cualquier caso, ahora estaba expuesta, ningún árbol le ofrecía cobertura, ninguna posible defensa disponible por entrar sin autorización si era vista. A menos que conociera al propietario. En dicho caso ¿por qué esconderte y entrar a hurtadillas por la noche? Los siete u ocho acres de césped subían hacia una casa de piedra de unos mil quinientos o mil ochocientos metros cuadrados, esculturas modernistas asentadas como centinelas ciegos y lustrosos en las cercanías, los jardines extendiéndose en la parte trasera. Todo el tiempo, ella se mantuvo pegada a ese muro, y observándola desde más de veinte metros por delante, se sintió impresionado por ella. En la nieve, ella se movía como lo haría la brisa, invisible y rápida, su sombra lanzada contra la pared de piedra gris de tal manera que parecía desaparecer… Ahhhhhhh. Había elegido esa ruta especialmente por eso ¿no? Sí, claro, el ángulo de la luz de la luna colocaba su sombra exactamente sobre las piedras, creando un camuflaje aún más efectivo. Un extraño hormigueo lo atravesó. Lista. Assail se proyectó hacia delante, encontrando un lugar donde esconderse entre las plantas en un lateral de la casa. De cerca, veía que la gran mansión no era nueva, aunque tampoco antigua, bien pensado, en el Nuevo Mundo, era raro encontrarse con una construcción anterior al siglo dieciocho. Un montón de ventanas con cristales emplomados. Y porches. Y terrazas. ¿En conjunto? Riqueza y distinción. Sin duda protegida por un montón de alarmas.

Parecía improbable que ella solo fuera a espiar la propiedad como había hecho en la suya. Por una parte, había un área forestal en crecimiento en el lado más alejado de ese muro de piedra que ella atravesó. Podría haberse deshecho de los esquís, sorteado ese tramo de tres a seis metros de arbustos altos y obtener una suficiente vista completa de la casa. ¿Por otra? En ese caso, ella no necesitaría lo que llevara en esa mochila colgada de los hombros. Esa cosa era lo bastante grande para llevar un cuerpo, y estaba llena. Como hecho a propósito, ella se detuvo, sacó los prismáticos y estudió la propiedad, permaneciendo completamente inmóvil, sólo su cabeza moviéndose sutilmente. Y entonces empezó a cruzar el césped de la mansión, moviéndose incluso más rápido que antes, hasta el punto que estaba literalmente corriendo hacia la casa. Hacia él. De hecho, se dirigía directamente hacia Assail, hacia el punto entre los arbustos que señalaban el frente de la mansión y el seto alto que recorría el jardín trasero. Sin duda, conocía la propiedad. Sin duda, él había elegido el lugar perfecto. Al acercarse ella, él retrocedió sólo un poco… porque no le habría importado que lo pillaran espiando. La mujer se acercó esquiando a metro y medio de donde estaba él, aproximándose tanto que podía captar su aroma no sólo en la nariz, si no hasta el fondo de su garganta. Tuvo que contenerse para no ronronear. Tras el esfuerzo de cubrir ese trecho de césped en tan poco tiempo, ella respiraba con dificultad, pero su sistema cardiovascular se recuperó rápido, una señal de su salud global y fortaleza. Y la

velocidad con la que ahora se movía era asimismo erótica. Se quitó los esquís. Se quitó la mochila. La abrió. Extrajo… Iba a subir al tejado, pensó él, mientras ella montaba lo que parecía ser un arpón, apuntando esa cosa hacia lo alto, apretó el gatillo de un rezónxiv. Un momento después, había un lejano metal colgando desde arriba. Mirando a lo alto, se dio cuenta que ella había elegido uno de los pocos tramos de piedra que no tenía ventanas… y estaba protegido por la misma larga pared de altos arbustos que lo tapaban a él. Ella iba a entrar. En ese punto, Assail frunció el ceño… y desapareció de dónde la había estado observando. Volviéndose a materializar en la parte trasera de la planta baja de la casa, atisbó por numerosas ventanas, ahuecando las manos sobre el frio cristal e inclinándose. El interior estaba casi a oscuras, pero no completamente así que: aquí y allí, habían dejado lámparas encendidas, las bombillas lanzando un resplandor sobre los muebles que eran una combinación de antigüedades y arte moderno. ¡Mira tú por dónde! En este pacífico sueño, el lugar parecía un museo, o algo que había sido fotografiado para una revista, todo colocado con tal precisión que uno se preguntaba si no habían usado reglas para colocar los muebles y los objetos de arte. Nada desordenado, nada de periódicos, facturas, cartas, recibos arrojados despreocupadamente. Ni abrigos lanzados sobre el respaldo de una silla o un par de zapatos metidos debajo del sofá. Todos y cada uno de los ceniceros estaban limpios como una patena. Una única persona le vino a la mente. —Benloise —se susurró a sí mismo.

Capítulo 36

Basándose en las regulares vibraciones que provenían del bolsillo del pecho, Xcor supo que su presencia estaba siendo buscada por sus soldados. No contestó. Estaba en el exterior de la instalación a la que habían llevado a su Elegida, era incapaz de marcharse mientras un flujo regular de otros de su especie conducían o se materializaban ante el portal que ella había atravesado. De hecho, y por todos los que iban y venían, no había duda de que esto era una clínica. Al menos nadie pareció percatarse de él, estaban demasiado preocupados por lo que los afligía… a pesar del hecho de que estaba de pie en la entrada. Parcas, el mismo pensamiento de lo que había traído aquí a su Elegida le provocaba nauseas hasta el punto de aclararse la garganta… Arrastrar aire gélido a sus pulmones ayudó a combatir el reflejo de la arcada. ¿Cuándo le había venido su necesidad? Debía haber sido bastante reciente. Él la había visto… ¿Quién era el sire? Pensó por centésima vez. Quien le había arrebatado lo que era su… —Tuyo no —se dijo a sí mismo—. Tuyo no. Excepto que era su mente la que hablaba, no sus instintos. En su fuero interno, en la parte más masculina de su ser, ella era su hembra.

E irónicamente, eso era lo que le contenía de atacar la instalación… con todos sus soldados si era necesario. Mientras ella estuviera recibiendo cuidados, la última cosa que quería era interrumpir el proceso. Mientras transcurría el tiempo y la falta de información lo torturaba hasta el punto de la locura, se dio cuenta que ni siquiera tenía conocimiento de esta clínica. ¿Y si ella hubiera sido suya? No habría sabido donde llevarla para ayudarla, claro que habría enviado a Throe a buscar un lugar, de algún modo se aseguraría de cuidarla, pero ¿y en el caso de una emergencia médica? Pasar una hora o dos a la caza de un sanador podría ser la diferencia entre la vida y la muerte. La Hermandad, por otra parte, había sabido exactamente donde llevarla. Y cuando le dieran el alta, sin duda la devolverían a una casa segura y acogedora donde habría comida en abundancia, un sofá blando y una fuerza corpulenta de al menos seis guerreros de pura raza que la protegerían mientras dormía. Irónico que encontrara alivio en esa visión. Pero bien pensado, la Sociedad Lessening era un adversario muy serio, y dijera lo que dijera sobre la Hermandad, habían probado durante eones ser defensores competentes. De pronto, sus pensamientos cambiaron hacia el almacén donde estaban sus soldados y él. Aquellos entornos fríos, húmedos e inhóspitos eran, de hecho, un paso hacia delante de algunos otros lugares donde habían acampado. Si ella estuviera con él, ¿la llevaría a cualquier parte? Ningún macho podía verla jamás en su presencia, en especial si se estaba cambiando de ropa o bañándose… Un gruñido se propagó garganta arriba. No. Ningún macho le echaría el ojo a su piel o él lo despellejaría vivo.

Dios, ella se había apareado con otro. Se había ofrecido y aceptado a otro macho dentro de su carne sagrada. Xcor se puso las manos en la cara, el dolor en su pecho le hizo oscilar en sus botas de combate. Debía haber sido el Primale. Sí, por supuesto ella se había acostado con Phury hijo de Ahgony. Ese era el modo en que la Elegida procreaba, si el recuerdo y los rumores servían. Al instante, su mente se nubló con la imagen del perfecto rostro femenino y su cuerpo esbelto. Pensar que otro la había desnudado y cubierto con su cuerpo… Para, se dijo a sí mismo. Para. Apartando su mente de esa locura, se retó a definir cualquier alojamiento apropiado que pudiera haberle proporcionado. En cualquier circunstancia. El único pensamiento que le vino fue volver y matar a aquella hembra de la que se habían alimentado sus soldados. Esa casita había sido pintoresca y encantadora… ¿Pero a dónde iría su Elegida durante el día? Además, él jamás la avergonzaría permitiéndole siquiera caminar por la alfombra donde aconteció todo aquel sexo. —Perdón. Xcor fue a por el arma en el interior de su chaqueta mientras se giraba. Excepto que no había necesidad de la fuerza, era simplemente una hembra diminuta con su hija. Al parecer, habían salido de un monovolumen aparcado a unos tres metros de distancia. Cuando la niña se encogió de miedo detrás de su madre, los ojos de la hembra se abrieron por el temor. Bien pensado, cuando te tropiezas con un monstruo, su presencia no es a menudo recibida con alegría.

Xcor hizo una profunda reverencia, en gran medida porque la visión de su rostro seguramente no ayudaría a la situación. —Por supuesto. Con eso, se alejó de ambas y luego se giró, volviendo a la posición original que había ocupado. De hecho, no se había dado cuenta de lo expuesto que estaba. Y no quería luchar. No con la Hermandad. No por su Elegida como era. Aquí… no. Cerrando los ojos, deseó poder retroceder a esa noche cuando Zypher lo había sacado del campo y Throe, bajo la apariencia de salvarlo, le había condenado a una clase de muerte en vida. ¿Un macho vinculado que no estaba con su compañera? Muerto aunque vivo… Sin advertencia, el portal se abrió y su Elegida apareció. Al instante, los instintos de Xcor gritaron acción, a pesar de todas las razones para dejarla en paz.

¡Llévatela! ¡Ahora! Pero no lo hizo: las expresiones tristes de aquellos que la guiaban con tanto cuidado lo dejaron petrificado donde estaba… malas noticias habían sido impartidas durante su estancia en el interior. Como antes, ella fue casi llevada en brazos al vehículo. Y aun así, estaba el olor de su sangre en el aire. Su Elegida fue acomodada en la parte posterior del sedán, con la hembra a su lado. Luego Phury, hijo de Ahgony, y el guerrero con los ojos de diferente color entraron en la parte de delante. El vehículo giró lentamente, como por consideración a la preciada carga en el compartimento trasero. Xcor siguió su estela, materializándose rápidamente a velocidad constante que fue aumentando primero en la carretera rural al final

del camino y luego por la autopista. Cuando el coche se acercó al puente colgante, él los localizó de nuevo desde encima de la viga más alta, y después que su hembra pasara por debajo de él, saltó de tejado en tejado mientras el sedán circunvalaba el centro. Rastreó el vehículo rumbo norte hasta que salió de la autopista y entro en una zona rural. Se quedó con ella toda el tiempo. Y así fue como encontró el paradero de la Hermandad.

Capítulo 37

Mientras Blay giraba el anillo de sello familiar alrededor de su dedo índice, su cigarrillo encendido ardía suavemente en su otra mano y su culo se empezaba a adormecer… y nadie volvió a través de las puertas del vestíbulo. Sentándose en el último escalón de la gran escalera de la mansión, no iba a cumplir la promesa hecha a su madre e ir a casa. No esta noche, al menos. Después de la locura de la tarde anterior, con el aterrizaje de emergencia y el drama acompañante, Wrath había ordenado a la Hermandad y a los guerreros que se tomasen veinticuatro horas libres. Así que técnicamente, debería haber llamado a sus padres y haberle dicho a su madre que fuese a por todas con la mozzarella y la salsa de carne. Pero no había forma de que saliese de la casa. No después de haber escuchado gritos desde la habitación de Layla y luego haberla visto siendo prácticamente bajada por la gran escalera. Naturalmente, Qhuinn había estado con ella. John Matthew no. Así que lo que fuera que hubiese pasado superaba la cosa del ahstrux nohtrum y eso significaba… que estaba perdiendo al bebé. Sólo algo tan serio conseguiría un permiso. Como continuaba sin reaccionar, con nada excepto preocupación haciéndole compañía, naturalmente su mente decidió hacer lo peor: Mierda, ¿realmente se había acostado con Qhuinn la noche pasada? Dándole una fuerte calada a su Dunhill, exhaló una maldición.

¿Realmente había sucedido? Dios, esa pregunta había estado golpeando de un lado para otro en su cabeza desde el momento en que se había despertado de un sueño caliente-como-el-infierno, con una erección que parecía pensar que el otro macho estaba durmiendo cerca de él. Reproduciendo las escenas, por centésima vez, todo lo que podía pensar era… hablar sobre un plan de fallos. Después de haber rechazado a Qhuinn cuando el tipo había estado de rodillas, había vuelto a su habitación y caminado de un lado a otro, un debate que no estaba interesado en tener consigo mismo haciendo papilla su cerebro. Pero había tomado la decisión correcta al marcharse. Realmente. Lo había hecho. El problema era que no se había mantenido. Mientras pasaban las horas de la luz del día, todo lo que había pensado era sobre el momento en el que había sido pillado por su padre robando un paquete de cigarrillos de uno de los doggen de la familia. Había sido un joven pretrans, y como castigo, su padre le había hecho sentarse fuera y fumarse cada uno de esos Camel sin filtro. Había estado terriblemente enfermo, y había pasado un año o dos antes de que hubiese sido capaz de soportar siquiera el tabaquismo pasivo. Así que ese había sido el nuevo plan. Había deseado a Qhuinn tantísimo durante tanto tiempo, pero todo había sido un reparto hipotético en fantasías de formas que no podía manejar. No todas a la vez, no ese material completo, sobrecargado, como una bola de demolición… y había sabido eso malditamente bien en la vida real. Qhuinn no iba a contenerse o ser suave. El “plan” había sido tener la experiencia real y saber que sólo era sexo duro. O diablos, descubrir que ni siquiera era buen sexo. No se suponía que te tuvieras que fumar todos los cigarrillos del paquete… y querer más.

Jesucristo todopoderoso, había sido la primera vez que la realidad había sido mejor que la fantasía, absolutamente la mejor experiencia erótica de su vida. Sin embargo, la amabilidad que Qhuinn había mostrado más tarde, había sido inaguantable. De hecho, cuando Blay recordó esa ternura, se levantó de golpe de donde había estado sentado y caminó alrededor del manzano… como si tuviese algún sitio donde ir. En ese momento se abrieron las puertas. Sin embargo, no las del vestíbulo. La biblioteca. Cuando miró sobre su hombro, Saxton dio un paso fuera de la habitación. Se veía como el infierno, y no solo porque, tan rápido como el macho se curaba, todavía tenía alguna hinchazón en la mandíbula gracias al ataque de Qhuinn. Uno bueno, pensó Blay. Manera de expresar decepción por el comportamiento de alguien: Déjale joderte hasta sacarte la mierda después de que ha intentado estrangular a tu ex. Taaaan elegante. —¿Cómo estás? —preguntó Blay, y no de una forma sociable. Fue un alivio cuando Saxton se acercó. Le miró a los ojos. Sonrió un poco como si estuviese determinado a hacer un esfuerzo. —Estoy exhausto. Hambriento. Inquieto. —¿Quieres comer conmigo? —dijo Blay bruscamente—. Yo también me siento exactamente de esa manera, y con lo único que puedo hacer algo al respecto es con la necesidad de comida. Saxton asintió y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. —Es una idea excelente.

Ambos terminaron en la maltratada mesa de roble de la cocina, sentados lado a lado, de cara a la habitación. Con una sonrisa feliz, Fritz se lanzó inmediatamente al modo proporcionar-sustento y a saber qué más. Diez minutos después, el mayordomo les proporcionó a cada uno de ellos un cuenco de humeante estofado de carne, así como una barra de pan crujiente para compartir, una botella de vino tinto y una barra de mantequilla dulce en un plato pequeño. —Estaré de vuelta, mis señores —dijo el mayordomo con una reverencia. Y luego procedió a mandar fuera del lugar a todos los demás, desde los doggen que estaban preparando hortalizas hasta aquellos que estaban puliendo la plata o los que limpiaban la ventana en el hueco de más allá. Cuando la puerta abatible se cerró detrás del último miembro del personal, Saxton dijo: —Todo lo que necesitamos es una vela y esto sería una cita. —El macho se inclinó hacia delante y comió con unas maneras perfectas—. Bueno, supongo que necesitaríamos unas pocas cosas más, ¿no? Blay le echó un vistazo mientras apagaba su cigarro. Incluso con bolsas bajo los ojos y el moretón en el cuello en su mayor parte desvanecido, el abogado era algo para mirar. ¿Por qué diablos no podía él…? —No digas otra vez que lo sientes —Saxton se limpió la boca y sonrió—. Realmente no es necesario ni apropiado. Sentado junto al tipo, simplemente parecía tan improbable que hubiesen roto como que él hubiese estado con Qhuinn. ¿Algo de las dos noches pasadas había ocurrido? Bien, obvio. Lo que había ocurrido con Qhuinn no habría pasado si él y Sax todavía estuviesen juntos. Eso estaba muy claro… una cosa era hacerse una paja en secreto, y eso era lo suficientemente malo. ¿El rollo completo? DNJM.

Mierda, a pesar del hecho de que él y Sax habían roto, todavía se sentía como si tuviese que confesar la transgresión… aunque si Qhuinn tenía razón, Saxton ya había pasado página en un sentido de la palabra. Mientras comían en silencio, Blay sacudió la cabeza, incluso aunque no se le había hecho una pregunta y no había conversación. Simplemente no sabía que más hacer. A veces los cambios en la vida venían demasiado rápido, y con tal furia, que no había forma de seguir el ritmo con la realidad. Llevaba tiempo asumir las cosas, el nuevo equilibrio estableciéndose sólo después de algún período en el que tu cerebro chapoteaba adelante y atrás contra las paredes de tu cabeza. Todavía estaba en la zona de chapoteo. —¿Alguna vez te has sentido como si las horas se midiesen más correctamente en años? —dijo Saxton. —O tal vez décadas. Sí. Totalmente. —Blay miró por encima otra vez—. En realidad estaba pensando justamente lo mismo. —Vaya par de morbosos somos. —Tal vez deberíamos vestir de negro. —¿Brazaletes? —sugirió Saxton. —Todo el reparto, de la cabeza a los pies. —¿Qué voy a hacer con mi gusto por el color? —Saxton dio un golpecito a su pañuelo naranja de Hermès—. Por otra parte, no se puede personalizar nada. —Indudablemente explica la teoría detrás de los aparatos dentales. —Flamencos de plástico rosa. —La franquicia de Hello Kitty.

De repente, ambos estallaron en carcajadas. Ni siquiera era tan gracioso, pero el humor no era el punto. Lo era romper el hielo. Lo era volver a un nuevo tipo de normalidad. Lo era aprender a relacionarse de manera diferente. Cuando las cosas se arreglaron entre risas, Blay puso el brazo alrededor de los hombros del macho y le dio un rápido abrazo. Y fue agradable que Saxton se apoyase en él durante un breve momento, aceptando lo que era ofrecido. No era que Blay pensase que sólo porque se habían sentado juntos, compartido una comida y echado unas risas, de repente todo iba a ir viento en popa. En absoluto. Era incómodo pensar que Saxton había estado con alguien más, y totalmente increíble saber que él había hecho lo mismo… especialmente dado con quien había sido. No podías pasar de haber sido amantes durante casi un año a hacerse amiguitos en cuestión de un día o dos. Sin embargo, podías empezar a forjar un nuevo camino. Y dar un paso tras otro en ello. Saxton siempre iba a tener un lugar en su corazón. La relación que habían compartido era la primera que él había tenido… no sólo con un macho, si no con cualquiera. Y había habido un montón de buenos momentos, cosas que llevaría con él en sus recuerdos que eran dignas de tener un espacio en su cerebro. —¿Has visto los jardines traseros? —le preguntó Saxton mientras le ofrecía el pan. Blay cortó un trozo y luego pasó el plato de la mantequilla mientras Saxton se cortaba un trozo. —Están mal, ¿verdad? —Recuérdame que nunca intente arrancar las malas hierbas con un Cessna. —Tú no trabajas en el jardín.

—Bueno, si alguna vez lo hago, entonces. —Saxton derramó algo de vino en su copa—. ¿Vino? —Por favor. Y así fue como pasó. Todo el camino desde el estofado hasta la tarta de melocotón que apareció milagrosamente ante ellos gracias a la perfecta sincronización de Fritz. Cuando el último bocado fue tomado y el golpe final de la servilleta dado, Blay se recostó hacia atrás contra los cojines fijos del banco y respiró profundamente. Lo cual era sobre mucho más que simplemente un estómago lleno. —Bien —dijo Saxton, mientras dejaba su servilleta junto al plato de postre— creo que voy a tomarme ese baño del que hablé noches atrás. Blay abrió la boca para señalar que las sales que el macho prefería estaban todavía en su cuarto de baño. Las había visto en el armario cuando había tomado el bote de reserva de su crema de afeitar al caer la noche. Excepto… no estaba seguro de que debiese mencionarlo. ¿Qué pasa si Saxton pensaba que le estaba pidiendo al macho que fuese y se bañase en su baño? ¿Era un recordatorio excesivo de cómo habían cambiado las cosas… y por qué? Que si… —Tengo ese nuevo tratamiento de aceite que me estoy muriendo por probar —dijo Saxton mientras se deslizaba fuera de su lado del banco—. Finalmente ha llegado del extranjero en el correo de hoy. He estado esperando mucho tiempo. —Suena impresionante. —Lo estoy deseando. —Saxton se reajustó la chaqueta sobre los hombros, se puso los puños en su lugar y luego levantó su mano en un movimiento ondeante, caminando a zancadas sin ninguna señal de complicación o tensión en su cara. Lo cual realmente ayudaba.

Plegó su servilleta, la dejó al lado de su plato, y mientras se deslizaba fuera de la mesa, extendió los brazos sobre la cabeza y se estiró hacia atrás, su columna haciendo crac de una buena forma. La tensión en él volvió tan pronto como entró en el vestíbulo otra vez. ¿Qué diablos estaba pasando con Layla? Maldita sea, no era como si pudiese llamar a Qhuinn. El drama no era el suyo, ni nada a lo que estuviese conectado: Cuando se trataba de ese embarazo, él no era diferente de los otros de la casa quienes también habían visto y escuchado el espectáculo y sin duda estaban igual de preocupados que él… pero no tenían derecho a actualizaciones. Demasiado malo que su estómago ahora-lleno no comprase eso. La idea de Qhuinn perdiendo al bebé fue suficiente para hacerle considerar estudiadamente las ubicaciones de los baños. Sólo en caso de que una orden de evacuación fuese emitida por la parte posterior de su garganta. Al final, se encontró arriba, en la sala de estar del segundo piso, caminando de un lado a otro. Desde ese lugar ventajoso, no tenía problema para escuchar la puerta del vestíbulo y a pesar de todo no era como si estuviese esperando a la intemperie… Las puertas dobles del estudio de Wrath se abrieron ampliamente y John Matthew salió… del santuario del rey. Inmediatamente, Blay avanzó a zancadas a través de la sala de estar, preparado para ver si el tipo había escuchado algo… pero se detuvo cuando consiguió un vistazo de la expresión de John. Absorto en sus pensamientos. Como si hubiese recibido noticias personales de la variedad perturbadora. Blay se quedó atrás mientras su amigo se iba en la dirección opuesta, bajando por el pasillo de estatuas, sin duda para desaparecer en su habitación.

Parecía que las cosas también estaban en marcha en la vida de otras personas. Genial. Con una suave maldición, Blay dejó ir a su amigo y reanudó su caminata inútil… y esperó. *

*

Mucho más al sur, en la ciudad de West Point, Sola estaba preparada para entrar en la casa de Ricardo Benloise, en el segundo piso, a través de la ventana del final del vestíbulo principal. Hacía meses desde que había estado dentro, pero estaba contando con el hecho de que el contacto de seguridad que había manipulado cuidadosamente seguía siendo su amigo. Había dos claves para asaltar con éxito cualquier casa, edificio, hotel o instalación: planificación y rapidez. Y ella tenía ambas. Colgando del cable que había lanzado sobre el tejado, metió la mano dentro del bolsillo interior de su anorak, sacando un dispositivo y sujetándolo en la esquina derecha de la ventana de guillotina. Iniciando la señal, esperó, mirando la minúscula luz roja que brillaba en la pantalla frente a ella. Si por alguna razón no cambiaba, tendría que entrar por una de las claraboyas que daban al patio lateral… lo cual iba a ser un dolor en el culo… La luz se volvió verde sin un sonido y ella sonrió mientras sacaba más herramientas. Tomando una ventosa, la presionó en el centro del cristal justo debajo del cerrojo, y luego hizo una pequeña danza vertiginosa alrededor de ella con su corta vidrios. Un pequeño empujón hacia dentro y se creó el espacio para que encajase su brazo.

Después de dejar caer con cuidado el círculo de cristal en el corredor oriental, deslizó su mano arriba y alrededor, liberando el artefacto de latón-sobre-latón que mantenía la ventana cerrada, y deslizó el marco de la ventana hacia arriba. El aire caliente se lanzó a saludarla como si la casa estuviese feliz de que estuviese de vuelta. Antes de entrar, miró abajo. Miró hacia el camino de entrada. Inclinada hacia fuera para ver lo que podía de los jardines traseros. Sentía que alguien estaba vigilándola… no tanto cuando había estado conduciendo por la ciudad, sino tan pronto como había aparcado el coche y se había puesto sus pantalones de esquí. Sin embargo, no había nadie alrededor —no que ella fuese capaz de ver, de todos modos— y mientras que la conciencia era la misión fundamental de esta línea de trabajo, la paranoia era una peligrosa pérdida de tiempo. Así que necesitaba cortar esta mierda. Volviendo al juego, se apoyó con sus manos enguantadas y pasó trasero y piernas arriba y a través de la ventana. Al mismo tiempo, aflojó la tensión en el cable así había más cuerda para dejar que su cuerpo entrase a la casa. Aterrizó sin un sonido, no solo gracias a la alfombra que recorría el largo corredor, sino por sus zapatos de suela blanda. El silencio era otro criterio importante cuando se trataba de hacer un trabajo con éxito. Se detuvo donde estaba durante un breve momento. No había ruidos en la casa… pero eso no significaba nada necesariamente. Estaba completamente segura de que la alarma de Benloise era silenciosa y tenía muy claro que la señal no iba a la policía local, ni siquiera la estatal: A él le gustaba manejar las cosas de forma privada. Y Dios sabía que con el tipo de músculo que empleaba, había abundante fuerza para ser suficiente.

Sin embargo, afortunadamente, era buena en su trabajo y Benloise y sus gorilas no estarían en casa hasta justo antes de que saliese el sol… después de todo, él vivía una vida de vampiro. Por alguna razón, la palabra-con-v le hacía pensar en el hombre que había aparecido al lado de su coche y luego desaparecido como magia. Locura. Y la única vez en los últimos tiempos que alguien la había interrumpido. De hecho, después de haberse encarado de esa manera, estaba considerando realmente no volver a la casa de cristal en el río… aunque había una jodida base lógica para eso. No es que estuviese preocupada por ser herida físicamente. Dios sabía que era perfectamente competente para defenderse a sí misma. Era la atracción. Más peligrosa que cualquier pistola, cuchillo o puño por lo que a ella respectaba. Con pasos ágiles, Sola trotó por la alfombra, saltando sobre las puntas de sus pies, dirigiéndose al dormitorio principal con vistas al jardín trasero. La casa olía exactamente como recordaba, madera vieja y cera para muebles, y sabía lo suficiente para pegarse al lado izquierdo del corredor. De esa manera no chirriaría. Cuando estuvo en la suite principal, la pesada puerta de madera estaba cerrada y sacó su ganzúa incluso antes de probar el picaporte. Benloise era patológico en dos cosas: limpieza y seguridad. Aunque su impresión era que esto último era más extremo en la galería en el centro de Caldwell que aquí en su casa. Después de todo, Benloise no mantenía nada bajo este techo más que arte asegurado hasta el último centavo y a sí mismo durante el día… cuando tenía suficientes guardaespaldas y pistolas con él. De hecho, ese era probablemente el motivo por el que era un ave nocturna en el centro de la ciudad. Eso significaba que la galería nunca estaba desatendida… él estaba presente después de hora y su equipo de negocios legítimo estaba allí durante el día.

Como un ladrón de viviendas, ella ciertamente prefería entrar cuando los lugares estaban vacíos. Respecto a esto último, trabajó en el mecanismo de bloqueo de la puerta, destrabandolo, y se deslizó dentro. Cuando respiró profundamente, el aire estaba teñido de humo de tabaco y la picante colonia de Benloise. Por alguna razón, la combinación la hizo pensar en películas en blanco y negro de Clark Gable. Con las cortinas corridas y sin luces encendidas, estaba negro como la boca del lobo, pero ella había tomado fotografías de respaldo de la disposición de la habitación cuando había ido para aquella fiesta, y Benloise no era el tipo de hombre que cambiaba las cosas de sitio. Diablos, cada vez que se instalaba una nueva exhibición en la galería, casi podía sentirlo retorcerse bajo su piel. El miedo a los cambios era una debilidad, su abuela siempre lo decía. Seguro que hacía las cosas más fáciles para ella. Desacelerando ahora, caminó diez pasos hacia delante, hacia lo que era el centro de la habitación. La cama estaría a la izquierda contra la larga pared, al igual que la arcada del baño y las puertas de entrada al vestidor. En frente de ella estaban las altas ventanas que daban a los jardines. A la derecha, habría una cómoda, un escritorio, algunos asientos y la chimenea que nunca se usaba porque Benloise odiaba el olor del humo de la madera. El panel de la alarma de seguridad estaba localizado entre la entrada del baño y el cabecero ornamentado de la cama, al lado de una lámpara que se levantaba unos noventa centímetros desde la mesilla. Sola giró sobre su eje en el lugar. Caminó cuatro pasos hacia delante. Palpando por los pies de la cama… encontrándola.

Paso al lado, uno, dos, tres. Avanzando por el costado del colchón tamaño extra-grande. Un paso al lado para evitar la mesa y la lámpara. Sola extendió su mano izquierda… Y allí estaba el panel de seguridad, justo donde necesitaba estar. Dándole un tirón al panel, utilizó una mini linterna que sostuvo entre los dientes para iluminar los circuitos. Sacando otro dispositivo de su mochila, enganchó cable con cable, interceptó las señales, y con la ayuda de un mini portatil y un programa que un amigo de ella había desarrollado, creó un circuito cerrado dentro del sistema de alarma de manera que, mientras que el router estuviese en su lugar, los detectores de movimiento que estaba a punto de hacer saltar, no registrarían. En lo que se refería a la placa madre, nada iba a estar mal. Dejando que el portatil colgase de su conexión, salió de la habitación, llegó al pasillo y tomó el hueco de la escalera hacia abajo, al primer piso. El lugar estaba decorado en casi cada milímetro disponible, perpetuamente preparado para una sesión de revista… aunque, por supuesto, Benloise protegía su intimidad con demasiado cuidado para tener siquiera su alojamiento fotografiado para consumo público. De puntillas, cruzó el vestíbulo de recepción delantero, el salón de la izquierda y entró en el estudio. Sorteando la semi-oscuridad, habría preferido con mucho quitarse su parca de camuflaje blanco-sobre-blanco y los pantalones para la nieve… hacer esto con su mono negro era un cliché, aunque práctico. No había tiempo, sin embargo, y estaba más preocupada por estar siendo vigilada desde el paisaje invernal de fuera que aquí en esta casa vacía. El espacio de trabajo privado de Benloise era, como todo lo demás bajo este techo, más una puesta en escena que algo funcional. Él no

utilizaba realmente el gran escritorio, ni se sentaba en el mini-trono, ni leía ninguno de los libros encuadernados en cuero de las estanterías. Sin embargo, caminaba a través del lugar. Una vez al día. En un momento de sinceridad, le dijo una vez que antes de salir cada noche, se paseaba por su casa mirando todas sus cosas, recordándose a sí mismo la belleza de sus colecciones y su casa. Como resultado de esa revelación, y algunas otras cosas, Sola había extrapolado desde hacía tiempo que el hombre se había criado en la pobreza. Por un lado, cuando hablaban en español o portugués, su acento desmentía pronunciaciones de clase baja siempre tan sutiles. Por otro, la gente rica no apreciaba sus cosas como él lo hacía. Nada era raro para los ricos, y eso significaba que daban las cosas por sentado. La caja fuerte estaba escondida detrás del escritorio en una sección de estanterías que se liberaba con un interruptor situado en el cajón inferior de la derecha. Ella había descubierto esto gracias a una minúscula cámara que había colocado en la esquina más alejada durante esa fiesta. Después de activar el disparador, una sección de metro por metro veinte en la estantería se movió hacia delante y se deslizó al lado. Y allí estaba: una achaparrada caja de acero, el fabricante de la cual reconoció. Por otra parte, cuando asaltabas más de cien de esas malditas cosas, tenías que conocer íntimamente a los fabricantes. Y aprobó su elección. Si ella tuviese que tener una caja fuerte, esta sería la única que eligiría… y sí, él la había atornillado al suelo. El soplete que sacó de su mochila era pequeño, pero poderoso, y mientras encendía la boquilla, la llama sopló con un silbido ininterrumpido y un brillo blanco-y-azul.

Esto iba a llevar tiempo. El humo del metal quemado irritaba sus ojos, nariz y garganta, pero mantuvo su mano estable mientras hacía un cuadrado de treinta centímetros de alto por sesenta de ancho enfrente del panel. Era capaz de hacer volar las puertas de algunas cajas de seguridad, pero la única forma con una de estas era la manera tradicional. Llevaría una eternidad. Aunque lo conseguiría. Poniendo el pesado trozo de puerta a un lado, mordió el final de la mini linterna otra vez y se inclinó. Abriendo estanterías que contenían joyería, certificados de existencias, y algunos brillantes relojes de oro que había dejado dentro fácilmente accesibles. Había un revólver que estaba dispuesta a apostar que estaba cargado. No había dinero. Por otro lado, con Benloise, había mucho dinero en efectivo en todas partes, tenía sentido que no se molestase teniéndolo ocupando espacio en una caja fuerte. Maldita sea. No había nada allí que valiese solo cinco mil dólares. Después de todo, con este trabajo, ella sólo estaba detrás de lo que justamente se le debía. Con una maldición, se sentó hacia atrás sobre los talones. De hecho, no había una maldita cosa en la caja fuerte por debajo de los veinticinco mil. Y no era como si pudiese romper la mitad de una correa de reloj… porque ¿cómo diablos iba a convertir eso en dinero? Pasó un minuto. Un segundo. Al diablo con esto, pensó mientras apoyaba el panel que había recortado contra el lateral de la caja fuerte y deslizaba la estantería de vuelta a su lugar. Poniéndose de pie, miró alrededor de la habitación con la linterna. Todos los libros eran ediciones de coleccionista de primera tirada de material antiguo. El arte en las

paredes y las mesas no era solo súper-caro, sino difícil de convertir en efectivo sin hacerlo de forma clandestina… con la que la gente de Benloise estaba íntimamente conectada. Pero no iba a irse sin su dinero, maldita fuera… De repente, sonrió para sí misma, la solución era clara. Durante muchos eones en el transcurso de la civilización humana, el comercio había existido y prosperado con el sistema de trueque. Lo cual quería decir que un individuo comerciaba bienes y servicios por aquellos de igual valor. Para todos los trabajos que había hecho, nunca antes había considerado añadir los costos de daños colaterales a sus objetivos: nuevas cajas fuertes, nuevos sistemas de seguridad, más protocolos de seguridad. Podía apostar que eso era caro… aunque no tanto como lo que normalmente tomaba. Y había entrado aquí dando por sentado que esos gastos adicionales correrían a cuenta de Benloise… el tipo de daño material por el que la había engañado. Sin embargo, ahora, estaban en el punto. En su camino de vuelta a las escaleras, echó una ojeada a las oportunidades disponibles para ella… y al final, se acercó a una escultura Degas de una pequeña bailarina que había sido colocada en un lado de una hornacina. La representación de bronce de la joven era el tipo de cosa que su abuela habría adorado, y quizá ese era el porqué, a pesar de todo el arte de la casa, había dirigido la atención hacia ella. La luz que había sido montada en el techo, sobre la estatua, estaba apagada, pero la obra maestra aún se las arreglaba para brillar. Sola adoraba especialmente la falda del tutú, la delicada explosión de tul todavía tieso delineado por una malla de artesanía de metal que capturaba perfectamente lo que se suponía que era maleable.

Sola agarró la base de la estatua, envolviendo sus manos alrededor de ella, y proyectó toda su fuerza en girar su posición por no más de cinco centímetros. Luego corrió escaleras arriba, desenganchó su router y el portatil del panel de alarma de la habitación principal, volvió a cerrar la puerta y se dirigió hacia fuera por la ventana a la que le había recortado el agujero. Estuvo de vuelta en sus esquís y deslizándose por la nieve no más de cuatro minutos después. A pesar del hecho de que no había nada en sus bolsillos, estaba sonriendo cuando dejó la propiedad.

Capítulo 38

Cuando el Mercedes finalmente se detuvo ante la entrada principal de la mansión de la Hermandad, Qhuinn salió primero y fue a la puerta de Layla. Cuando la abrió, ella alzó la mirada para encontrarse con sus ojos. Él sabía que nunca iba a olvidar el aspecto de su rostro. Su piel estaba blanca como el papel y parecía igual de delgada, la hermosa estructura ósea se tensaba contra la piel que la cubría. Tenía los ojos hundidos. Los labios delgados y finos. En ese momento tuvo una idea de cómo se vería cuando muriera, algo que ocurriría muchas décadas o siglos en el futuro. —Voy a llevarte —dijo él, agachándose y cogiéndola en brazos. La forma en que ella no discutió le dijo exactamente lo poco de ella que quedaba. Cuando Fritz abrió las puertas del vestíbulo, como si el mayordomo hubiera estado esperando su llegada, Qhuinn lamentó todo el asunto: el sueño del que había disfrutado brevemente durante su necesidad. La esperanza que había malgastado. El dolor físico que ella sufría. La angustia emocional que ambos estaban pasando.

Tú le hiciste esto. En ese momento, cuando la había atendido, había estado exclusivamente enfocado en el resultado positivo del que había estado tan seguro.

¿Ahora, en el otro extremo, sus shitkicker plantados sobre la sólida y maloliente tierra de la realidad? No valía la pena. Ni siquiera la posibilidad de una hija saludable valía la pena esto. Lo peor era verla sufrir. Mientras la llevaba a la casa, rezó porque no hubiera una gran audiencia. Sólo quería ahorrarle algo, lo que fuera, incluso si era únicamente desfilar frente a un elenco de caras tristes y preocupadas. No había nadie. Qhuinn subió las escaleras de dos en dos, y cuando llegó al segundo piso, las puertas dobles abiertas del estudio de Wrath lo hicieron maldecir. Por otra parte, el rey era ciego. Cuando George soltó un chuff de saludo, Qhuinn pasó a zancadas, apuntando al dormitorio de Layla. Pateando la puerta, la abrió y vio que el doggen había estado limpiando, la cama estaba hecha, las sábanas cambiadas y había un ramo de flores frescas sobre la cómoda. Parecía que él no era el único que quería ayudar en todo lo que pudiera. —¿Quieres cambiarte? —preguntó mientras pateaba la puerta para cerrarla. —Quiero una ducha… —Vamos a por ella. —Excepto que estoy muy asustada. Yo no... quiero verlo, si sabes lo que quiero decir. La acostó y se sentó en la cama junto a ella. Poniendo la mano sobre su pierna, le frotó la rodilla con el pulgar. —Lo siento mucho —dijo ella bruscamente.

—Joder, no, no hagas eso. Ni se te ocurra pensarlo o decirlo, ¿está claro? Esto no es por tu culpa. —¿De quién más? —No eso. Mierda, no podía creer que esto del aborto fuera a durar otra semana. Cómo era posible… La mueca que contorsionó la cara de Layla le dijo que había sufrido otro calambre. Mirando hacia atrás, y esperando encontrar a Doc Jane, descubrió que estaban solos. Lo que le dijo más que cualquier otra cosa que no había nada que hacer. Qhuinn bajó la cabeza y le tomó la mano. Todo había empezado con ellos dos. Iba a terminar con ellos dos. —Creo que me gustaría dormir —dijo Layla mientras le apretaba la mano—. Tú también parece que lo necesites. Echó un vistazo a la chaise lounge de enfrente. —No tienes que quedarte conmigo —murmuró Layla. —¿Dónde más crees que podría estar? Una rápida imagen mental de Blay manteniendo los brazos separados cruzó por su mente. Sin embargo era una fantasía.

No me toques así. Qhuinn se sacudió los pensamientos de la cabeza. —Dormiré allí. —No puedes quedarte aquí siete noches seguidas. —Lo diré de nuevo. ¿Dónde más podría esta… —Qhuinn. —Su voz se volvió estridente—. Tienes un trabajo ahí fuera. Y has oído a Havers. Esto va a llevar lo que lleve y

probablemente será largo. No estoy en peligro de desangrarme y, francamente, siento como si tuviera que ser fuerte frente a ti y no tengo la energía para eso. Por favor ven y comprueba cómo estoy. Pero voy a volverme loca si acampas aquí hasta que termine con todo esto. Desesperación silenciosa. Eso era todo lo que Qhuinn tenía mientras estaba allí, sentado en el borde de la cama, sosteniendo la mano de Layla. Se levantó para marcharse poco después. Ella tenía razón, por supuesto. Necesitaba descansar lo más que pudiera y realmente, aparte de mirarla fijamente y hacerla sentir como un bicho raro, no había nada que él pudiera hacer. —Nunca estaré lejos. —Lo sé. —Se llevó su puño a los labios y él se sorprendió por lo fríos que estaban—. Has sido… más de lo que podría haber pedido. —No. No hay nada que haya… —Has hecho lo que es correcto y apropiado. Siempre. Esa era cuestión de opiniones. —Escucha, tengo mi teléfono conmigo. Volveré en un par de horas para echarte un vistazo. Si estás dormida, no te molestaré. —Gracias. Qhuinn asintió y fue hacia la puerta de cara a ella. Había oído una vez que se suponía que no debías darle la espalda a una Elegida, e imaginó que una muestra de protocolo no haría daño. Cerrando la puerta detrás de sí, se recostó contra ella. La única persona a la que quería ver era el único tipo en la casa que no tenía ningún interés en… —¿Qué está pasando?

La voz de Blay fue tanta sorpresa que pensó que la había imaginado. Salvo que entonces el macho entró por el umbral del salón del segundo piso. Como si hubiera estado esperando allí todo el tiempo. Qhuinn se frotó los ojos y echó a andar, su cuerpo buscaba todo por lo que había estado rezando. —Lo está perdiendo —se escuchó decir con voz muerta. Blay murmuró algo en respuesta, pero no lo registró. Curioso, el aborto involuntario no había parecido real hasta este momento. No hasta que se lo contó a Blay. —¿Perdona? —dijo Qhuinn, consciente de que el tipo parecía estar esperando una respuesta. —¿Hay algo que pueda hacer? Muy divertido. Qhuinn siempre se había sentido como si hubiera salido del vientre de su madre siendo adulto. Por otra parte, nunca había habido ninguna mierda de cuchi-cuchi para él, ni cosas como querido-muchachito, ni abrazos cuando se lastimaba, ni mimos cuando estaba asustado. Como resultado, tanto si se trataba de carácter o el modo en que había sido educado, nunca había retrocedido. Nada de volver allí. Sin embargo, fue la voz de un niño la que contestó: —¿Hacer que se detenga? Como si Blay tuviera el poder de hacer un milagro. Y entonces... el macho lo hizo. Blay extendió los brazos, ofreciendo el único refugio que Qhuinn había conocido. * —¿Hacer que se detenga?

*

El cuerpo de Blay empezó a temblar cuando Qhuinn pronunció estas palabras: después de todos estos años, había visto al tipo en muchos estados de ánimo y en muchas circunstancias. Sin embargo, nunca así. Nunca... tan completa y totalmente arruinado. Nunca como un niño, perdido. A pesar de su necesidad de mantenerse verdaderamente muy lejos de cualquier aspecto emocional, abrió los brazos por propia voluntad. Mientras Qhuinn daba un paso hacia él, el cuerpo del guerrero le pareció más pequeño y más frágil de lo que realmente era. Y las armas que llevaba alrededor de la cintura colgaron simplemente contra él, como si no existiera ninguna fuerza en los músculos. Blay los sostuvo a ambos. Y esperó que Qhuinn retrocediera rápidamente. Por lo general, el tipo no podía manejar ningún tipo de relación intensa que no fuera sexual durante más de un segundo y medio. Qhuinn no lo hizo. Parecía dispuesto a quedarse en la puerta del salón para siempre. —Ven aquí —dijo Blay, atrayendo al macho al interior y cerrando la puerta—. Al sofá. Qhuinn lo siguió, arrastrando los pies con las shitkickers en vez de andar. Cuando llegaron al sofá, se sentaron uno frente al otro, tocándose con las rodillas. Mientras Blay miraba, la resonante tristeza lo tocó tan profundamente que no pudo evitar alargar la mano y acariciar el cabello negro… Abruptamente, Qhuinn se acurrucó contra él, se derrumbó, con el cuerpo doblado por la mitad y casi derramándose sobre el regazo de Blay.

Había una parte de Blay que reconocía esto como territorio peligroso. El sexo era una cosa, y bastante difícil de manejar, que le jodía mucho. ¿Este espacio tranquilo? Era potencialmente devastador. Lo cual era precisamente la razón por la que se había largado de la habitación el día anterior. Sin embargo, la diferencia de esta noche, era que él tenía el control de esto. Qhuinn era el que buscaba consuelo, y Blay podía retirarlo o entregarlo dependiendo de cómo se sintiera: confiado de que fuera algo completamente diferente a recibir… o necesitar. Blay estaba bien con ser alguien con quien contar. Había una especie de seguridad en ello, una certeza, un control. No era lo mismo que caer en el abismo. Y joder, si alguien sabía eso, era él. Dios sabía que había pasado años allí. —Me gustaría hacer algo para cambiar esto —dijo Blay mientras le acariciaba la espalda—. Odio que pases por esto… Oh, las palabras fueron tan malditamente inútiles. Se quedaron así durante mucho tiempo, el silencio de la habitación formó una especie de capullo. Periódicamente, el antiguo reloj sobre la repisa de la chimenea sonaba, y después de un largo rato, las persianas comenzaron a descender sobre las ventanas. —Ojalá hubiera algo que pudiera hacer —dijo Blay cuando los paneles de acero encajaron con un click. —Es probable que tengas que irte. Blay dejó pasar eso. La verdad no era algo que quisiera compartir: caballos salvajes, armas cargadas, palancas, mangueras de incendio, elefantes pisoteando... ni siquiera una orden del rey mismo podría haberlo apartado. Y había una parte de él que se enfadaba por eso. No con Qhuinn, sino con su propio corazón. El problema era que no podías discutir con

tu naturaleza, y lo estaba aprendiendo. Al romper con Saxton. Al hablar con su madre. En este momento. Qhuinn gimió cuando levantó el torso y luego se frotó la cara. Cuando dejó caer las manos, sus mejillas estaban rojas y también sus ojos, pero no porque estuviera llorando. Sin lugar a dudas su asignación de lágrimas de la década había salido la noche anterior cuando lloró de alivio por haber salvado la vida de un padre. ¿Si hubiera sabido entonces que Layla tenía problemas? —¿Sabes qué es lo más duro? —preguntó Qhuinn, sonando más como él. —¿Qué? —Dios sabía que había mucho para elegir. —He visto a la niña. El vello de la nuca de Blay se estremeció. —¿De qué estás hablando? —La noche que la Guardia de Honor fue a por mí y casi muero… ¿recuerdas? Blay tosió un poco, el recuerdo tan en carne viva y vivida como algo que hubiera sucedido hacía una hora. Y sin embargo, la voz de Qhuinn era tranquila y calmada, como si estuviera haciendo referencia a una noche de fiesta en un club o algo así. —Ah, sí. Me acuerdo.

Te hice la RCP a un lado de la maldita carretera, pensó. —Fui al Fade —Qhuinn frunció el ceño—. ¿Estás bien? Oh, sí, muy bien. —Lo siento. Sigue. —Fui hasta allí. Quiero decir, fue como... lo que has oído. El blanco. —Qhuinn se frotó la cara de nuevo—. Tan blanco. En todos lados. Había una puerta, y me acerqué a ella, sabía que si giraba el picaporte

iba a entrar y nunca salir. Lo agarré… y ahí fue cuando la vi. En la puerta. —Layla —intervino Blay, sintiendo como si le apuñalaran en el pecho. —Mi hija. Blay se quedó sin aliento. —Tu... Qhuinn lo miró. —Era… rubia. Como Layla. Pero sus ojos… —Se tocó al lado del suyo —, eran míos. Dejé de acercarme cuando la vi, y entonces de repente, estaba de vuelta en el suelo al lado de la carretera. Después de eso, no tenía ni idea de qué iba todo eso. Pero entonces, mucho más tarde, Layla pasó por su necesidad y vino a mí, todo encajó. Fue… como se suponía que todo tenía que suceder. Se sintió como el destino, ya sabes. Nunca me habría acostado con Layla de lo contrario. Lo hice sólo porque sabía que íbamos a tener una niña. —Jesús. —Sin embargo, estaba equivocado. —Se frotó la cara por tercera vez—. Estaba total y jodidamente equivocado, y de verdad desearía no haber ido por este camino. Lo que más lamento de mi vida, bueno, lo segundo, en realidad. Blay tuvo que preguntarse qué diablos podría ser peor que estar dónde estaba el tipo.

¿Qué puedo hacer? se preguntó Blay. Los ojos de Qhuinn buscaron su cara. —¿De verdad quieres que te responda a eso? Por lo visto había hablado en voz alta. —Sí. Qhuinn extendió la mano de la daga y acunó la mandíbula de Blay. —¿Estás seguro?

El ambiente cambió al instante. La tragedia estaba todavía muy presente con ellos, pero esa potente resaca sexual volvió entre un latido y otro. La mirada de Qhuinn comenzó a arder y bajó los párpados. —En estos momentos necesito… un ancla. No sé de qué otra manera explicarlo. El cuerpo de Blay respondió al instante, su sangre alcanzó el punto de ebullición, su polla se ensanchó, se alargó. —Déjame besarte —gimió Qhuinn mientras se inclinaba—. Sé que no lo merezco, pero por favor... es lo que puedes hacer por mí. Déjame sentirte.... La boca de Qhuinn rozó la suya. Volvió por más. Se demoró. —Suplicaré. —Más caricias de los labios devastadores—. Si eso es lo que se necesita. Me importa una mierda, rogaré… De alguna manera, eso no iba a ser necesario. Blay dejó que su cabeza se inclinara para que hubiera más espacio para maniobrar, la mano de Qhuinn sobre su cara era delicada y exigente. Y luego hubo más de boca-sobre-boca, lentamente, intoxicante, inexorable. —Déjame entrar en ti otra vez, Blay...

Capítulo 39

Assail llegó a casa una media hora antes del amanecer. Al estacionar su Range Rover en el garaje, tuvo que esperar hasta que la puerta bajara para salir. Siempre se había considerado a sí mismo un intelectual… y no en el sentido del término de la glymera, donde uno se sentaba erguido dándose importancia y pontificando sobre literatura, filosofía o temas espirituales. Era más que había pocas cosas en la vida a las que no pudiera aplicar su razonamiento y comprender en su totalidad. ¿Qué narices había hecho aquella mujer en la casa de Benloise? Evidentemente era una profesional, con el equipo y el conocimiento adecuado, y una gran experiencia en estrategia de infiltración. Sospechaba también que o bien había conseguido planos de la casa o había estado allí previamente. Tan eficiente. Tan decisiva. Y estaba capacitado para juzgar. La había seguido todo el tiempo que estuvo en el interior, entrando como un fantasma a través de la ventana que ella misma había abierto, pegándose a las sombras. Siguiéndola por detrás. Pero lo que no entendía era, ¿qué tipo de ladrón se tomaba la molestia de romper la seguridad de una casa, encontrar una caja fuerte, reventarla, y al encontrarla llena de riquezas portátiles que levantar… no se llevaba nada? Porque él había visto de sobra a lo que había tenido acceso; tan pronto como ella había dejado el estudio, él se había quedado atrás, liberado la sección de la estantería tal y como ella había hecho, y utilizado su propia linterna-lápiz para echar un vistazo a la caja fuerte.

Sólo para averiguar lo que, en todo caso, ella había dejado atrás. Cuando volvió a la casa propiamente dicha, evitando cualquier charco de luz, había observado como ella se detenía un momento en el vestíbulo delantero, las manos en las caderas, la cabeza girando lentamente, como si estuviera considerando sus opciones. Y entonces había ido a por lo que tenía que ser un Degas y… giró la estatua sólo un par de centímetros a la izquierda. No tenía ningún sentido. Ahora bien, era posible que hubiera entrado en la caja fuerte buscando algo específico que no estaba allí. Un anillo, una chuchería, un collar. Un chip, una memoria, un documento como un testamento y última voluntad o una póliza de seguros. Sin embargo, el retraso en el vestíbulo no estaba acorde con su celeridad anterior… y luego ¿había movido la estatuilla? La única explicación era que se tratara de una violación deliberada de la propiedad de Benloise. El problema era que, cuando se trataba de vendettas contra objetos inanimados, era difícil de encontrar mucho significado en sus acciones. Si acaso, tirar la estatua, llevarse la maldita cosa, pintarla con obscenidades a spray o golpearla con una barra de hierro y dejarla arruinada. Pero ¿un giro minúsculo apenas perceptible? La única conclusión que podía extraer es que fuera algún tipo de mensaje. Y no le gustaba en absoluto. Sugería que podría conocer a Benloise personalmente. Assail abrió la puerta del lado del conductor. —Oh, Dios —siseó reculando. —Nos estábamos preguntándo cuanto tiempo permanecerías allí. Cuando la voz seca vagó a la deriva, Assail salió y paseó la mirada por el garaje de cinco coches con disgusto. El hedor era algo entre un

animal atropellado de tres días, mayonesa en mal estado y perfume barato desnaturalizado. —¿Es eso lo que creo que es? —preguntó a los primos, quienes estaban de pie en la puerta de entrada al vestíbulo. Gracias a la Virgen Escriba, ellos se habían adelantado y cerrado el camino a la casa… sino ese espantoso olor habría inundado el interior. —Son tus traficantes de droga. Bueno, parte de ellos, en todo caso. Qué. Puta. Mierda. Los pasos largos de Assail le llevaron en la dirección que Ehric estaba señalando… la esquina más lejana, donde había tres bolsas de plástico verde oscuro tiradas sin cuidado en un montón. Poniéndose en cuclillas, aflojó el cordón amarillo de una de ellas, estiró para separar el cuello, y… Encontró los ojos ciegos de un macho humano que reconoció. La cabeza inanimada había sido seccionada limpiamente de la espina dorsal unos siete centímetros por debajo de la línea de la mandíbula, y se había orientado por si misma por lo que podía mirar fuera de su “ancho y cómodo” ataúd. El cabello negro y la piel rojiza estaban manchados de sangre negra y brillante, y si el olor había sido malo al lado del coche, de cerca y en persona hacía que sus ojos lagrimearan y su garganta se cerrara protestando. Y no es que le importara. Abrió las otras dos bolsas y, utilizando el plástico Hefty como una barrera de piel hizo rodar las otras cabezas a la misma posición. Luego se sentó y contempló a las tres, observando esas bocas boquear impotentemente por aire. —Dime qué pasó —dijo sobriamente. —Aparecimos en el lugar de encuentro preestablecido. —Pista de patinaje, muelle, o bajo el puente.

—El puente. Llegamos —Ehric hizo un gesto hacia su gemelo, quien permanecía en silencio y vigilante tras él— a tiempo con el producto. Unos cinco minutos después, los tres se presentaron. —Como lessers. —Tenían el dinero. Estaban dispuestos a realizar la transacción. Assail giró la cabeza. —¿No fueron para atacaros? —No, pero no lo comprendimos hasta que fue demasiado tarde. — Ehric se encogió de hombros—. Fueron asesinos que surgieron de la nada. No sabíamos cuántos de ellos había, y no tuvimos ninguna oportunidad. Hasta que buscamos en sus cuerpos y encontramos la cantidad apropiada de dinero, no nos dimos cuenta que sólo habían venido a cerrar el trato. ¿Lessers en el negocio? Esto era nuevo. —¿Registrasteis los cuerpos? —Tomamos las cabezas y escondimos lo que quedaba. El dinero estaba en una mochila con ese de la izquierda, y naturalmente, nos trajimos el efectivo a casa. —¿Teléfonos? —Los tenemos. Assail comenzó a sacar un habano, pero no quiso desperdiciar su sabor. Volviendo a cerrar las bolsas, se levantó de la carnicería. —¿Estás seguro de que no eran hostiles? —Estaban escasamente equipados para defenderse. —Estar mal armado no significa que no estuvieran allí para mataros. —¿Y por qué llevar el dinero? —Podrían haber estado negociando en algún otro lado. —Como dije, era la cantidad correcta y ni un penique más.

De pronto, Assail les hizo un gesto para que se dirigieran a la casa, y oh, el alivio que provino del aire limpio. Con las pantallas descendiendo lentamente sobre todos los vidrios y la llegada del amanecer quedando recluida fuera, fue a la vinoteca, recueperó una doble mágnum de Montrachet, de Bouchard Père et Fils, del 2006, y la descorchó. —¿Queréis uniros a mí? —Por supuesto. En la mesa circular de la cocina se sentó con tres copas y la botella. Sirviendo los tres, compartió el chardonnay con sus dos asociados. No ofreció a los primos ninguno de sus cubanos. Demasiado valiosos. Afortunadamente, los cigarrillos hicieron acto de presencia y entonces todos se sentaron juntos, fumando y tomando golpecitos de felicidad del borde afilado de su Bacarrat. —Ninguna agresión por parte de esos asesinos —murmuró, echando la cabeza atrás y soltando una calada, el humo azulado elevándose por encima de su cabeza. —Y la cantidad exacta de dinero. Después de un largo rato, recuperó el nivel de los ojos. —¿Es posible que la Sociedad Lessening esté buscando meterse en mis negocios? *

*

Xcor se sentó a la luz de una vela, solo. El almacén estaba en silencio, sus soldados no habían regresado todavía a casa, ningún humano o Sombra o nada caminando por encima. El aire era frío, lo mismo que el hormigón bajo él. La oscuridad estaba por todas partes a excepción del charco poco profundo de iluminación dorada en el que estaba sentado y el anillo exterior.

Algún pensamiento en el fondo de su mente le señaló que el amanecer estaba peligrosamente cerca. Había algo más, también, algo que debería haber recordado. Pero no había ninguna posibilidad de que algo atravesase su confusión. Con los ojos fijos en la solitaria llama ante él, reprodujo la noche una y otra vez. Decir que había encontrado la ubicación de la Hermandad era quizás exagerar la verdad, pero no una falacia por completo. Había estado siguiendo el Mercedes hacia las afueras introduciéndose en la campiña gradualmente kilometro a kilometro, sin ningún plan real de qué podría o debería hacer cuando se detuviera, cuando desde ningún lugar, la señal de su sangre en el cuerpo de su Elegida no sólo se había perdido, sino redirigido… tan seguro como que una pelota lanzada contra una pared cambiaba bruscamente de trayectoria. Confundido había dado vueltas y vueltas, desmaterializándose por este camino, por aquél, por arriba y atrás… y así todo el rato, una sensación extraña de temor se apoderó de él, como si su piel fuera una antena de peligro y le estuviera advirtiendo de un daño inminente. Retrocediendo, se había encontrado en la base de una montaña, los contornos de la cual registró, incluso a la brillante y clara luz de la luna, eran confusos, borrosos, poco claros. Esto tenía que ser donde ellos residían. Tal vez arriba en la cima. Tal vez abajo en el lado opuesto. No había otra explicación, después de todo la Hermandad vivía con el rey para protegerlo, así que indudablemente tomarían precauciones de la talla que nadie más tomaría, y quizás tenían a su disposición tecnologías así como suministros místicos que de otra manera no estarían disponibles. Frenético, había circunvalado la vecindad, yendo alrededor de la base de la montaña un buen número de veces, percibiendo nada más

que la refracción de la señal de ella y aquel extraño temor. Su conclusión final era que ella tenía que estar en algún lugar de esa superficie vasta y densa. La habría detectado viajando más allá de ello, en cualquier dirección, si hubiera salido por algún otro lado, y parecía razonable asumir que si se hubiera ido a su templo sagrado, sobre algún plano alternativo de existencia, o, el destino no lo permitiera, muerto, el eco resonante de sí mismo habría desaparecido. Su Elegida estaba allí en algún lugar. Regresando al almacén, al presente, al lugar donde estaba ahora, Xcor frotó las palmas una y otra vez lentamente, el raspar de las callosidades elevándose en el silencio. Encima a la izquierda, sobre el borde de la luz de la vela, sus armas dispuestas una a una, las dagas, las pistolas, y su amada guadaña colocadas cuidadosamente al lado de una pila desordenada de ropa de calle que él se había quitado tan pronto como escogió ese lugar en particular del suelo. Se centró en su guadaña y esperó que ésta le hablara. Ella solía hacer eso, sus modos sedientos de sangre se soldaban a la hostilidad que fluía por sus venas y definían sus pensamientos y motivaba sus acciones. Esperó a que le dijera de atacar a la Hermandad donde ellos descansaban. Donde sus hembras estaban. Donde sus crías dormían. El silencio era preocupante. De hecho, su llegada al Nuevo Mundo se había basado en el deseo de alcanzar el poder, y la expresión máxima y más audaz de esa determinación era derrocar el trono… así que, naturalmente, ese era el curso de acción que había escogido. Y estaba haciendo progresos. El intento de asesinato en otoño, el cual había puesto sin duda sentencias de muerte sobre las cabezas de él y sus soldados, fue un movimiento táctico que casi había puesto fin a toda la guerra antes de que hubiera comenzado. Y sus esfuerzos en curso con Elan y la

glymera estaban ascendiendo en su agenda y apuntalando su apoyo entre la aristocracia. Pero lo que había aprendido esta noche… Cosa del destino, casi un año de valioso trabajo, de sacrificio y de planear y luchar, palidecía en comparación con lo que había descubierto esta noche. Si su corazonada era correcta, ¿y cómo podía no serlo?, lo único que tenía que hacer era conducir a sus soldados y empezar un asedio tan pronto como la noche cayera. La batalla sería épica, y la Hermandad y el hogar de la Primera Familia quedarían comprometidos permanentemente sin importar el resultado. Sería un conflicto para los libros de historia, después de todo, la última vez que la casa real había sido asaltada fue cuando el sire de Wrath y su mahmen habían sido masacrados antes de su transición. La historia se repetía. Y él y sus soldados tenían una gran ventaja que esos asesinos de entonces no habían poseído. Ahora la Hermandad tenía varios miembros vinculados. De hecho, creía que todos ellos lo estaban, y eso iba a dividir las atenciones y las lealtades de los machos como nada más podría. Aunque su directiva principal como guardas personales del rey era proteger a Wrath, sus mismos corazones estarían divididos, e incluso el luchador más fuerte con las mejores armas podía debilitarse si sus prioridades estaban en dos lugares. Lo que es más, si Xcor o uno de sus machos pudieran hacer presa de una siquiera de esas shellans, la Hermandad se plegaría, porque otra cosa que era cierta en ellos era que el dolor de sus Hermanos era una agonía para los suyos. Una hembra de cualquiera de ellos sería todo lo que se precisaría, el arma definitiva. Lo sabía en el alma.

Sentando a la luz de la vela, Xcor frotó la daga en su mano contra su otra palma, una y otra vez, una y otra. Una hembra. Eso era todo lo que necesitaba. Y sería capaz de reclamar no solo su propia compañera… sino el trono.

Capítulo 40

Qhuinn sabía que había puesto a Blay en una posición totalmente injusta. Hablar de compasión jode. Pero oh, Dios… mirarse en aquellos ojos azules, aquellos malditos profundos ojos azules que estaban abiertos a él de la forma que lo habían estado una vez… eso era en todo lo que podía pensar. Y sí, técnicamente era sexo en términos de donde quería varias partes su cuerpo… bueno en concreto una. Sin embargo, había mucho más que eso. No podía ponerlo en palabras, simplemente no era bueno con las palabras. Pero su deseo de conexión era por lo que había ido a por el beso. Había querido mostrarle a Blay lo que quería decir, lo que necesitaba, por qué esto era importante. Parecía que todo su mundo iba a estallar y arder, y la pérdida que estaba ocurriendo sólo una puerta más allá en el pasillo iba a doler durante un tiempo muy largo. Aún estando con Blay, sintiendo el calor y aquel contacto parecía una promesa de curación. Incluso si esto sólo duraba mientras estaban juntos en esta habitación, lo tomaría y lo valoraría profundamente… y reviviría el recuerdo cuando lo necesitase. —Por favor —susurró. Excepto que no le dio al tío ninguna posibilidad de contestar. Su lengua lamió y serpenteó por aquella boca, deslizándose dentro, tomando el control. Y la respuesta de Blay estuvo en el modo en que se permitió ser empujado sobre los cojines del sofá.

Qhuinn tenía dos vagos pensamientos: Uno, la puerta estaba sólo cerrada, no con llave… y se encargó de eso poniendo el cerrojo de metal en su lugar. El segundo "oh, hey, ahora" era que no podían destrozar el lugar. Ir como la bomba H por su dormitorio era una cosa. Esta sala era propiedad pública, y decorada de manera muy bonita, con almohadones de seda y cortinas decorativas y sofisticadas y un lote entero de cosas que parecían fácilmente desgarrables, aplastables y, Dios no lo quiera, manchables. Además, ya había arruinado su Hummer, destrozado el jardín y luego despedazado su dormitorio, por lo que ya había alcanzado sobradamente su cuota de destrucción para este año… Naturalmente, la solución más razonable para no darle a Fritz más de lo que preocuparse, era un viaje rápido pasillo abajo a su propio dormitorio, pero cuando las talentosas manos de Blay se dispararon hacia el frente de las caderas de Qhuinn y comenzaron a trabajar su tienda de campaña, envió aquella brillante idea a tomar por culo. —Oh, Dios, tócame —gimió, empujando su pelvis hacia adelante. Iba a tener que ser pulcro y ordenado con esto. Asumiendo que fuese posible. Cuando la palma de Blay se metió dentro de sus pantalones de cuero, el cuerpo de Qhuinn se arqueó, su torso se dobló hacia atrás mientras empezaba a ser trabajado. El ángulo era un poco incorrecto, así que no había mucha fricción y sus pelotas estaban comprimidas hasta doler en la entrepierna de sus pantalones, pero santo infierno, no le importaba. El hecho de que fuera Blay era suficiente para él. Tío, después de años de mamadas, pajas y meneársela, parecía que era la primera vez que alguien le había tocado. Tenía que devolver el favor. Se metió en acción, echó su pecho hacia adelante, acercando sus caras. Joder, adoró la mirada en aquellos ojos azules cuando Blay lo miró, caliente, salvaje y encendido.

Complaciente. Qhuinn lo agarró bruscamente y juntó sus bocas, clavándose contra aquellos labios, sacando la lengua y tomándolo como un loco. —Espera, espera —Blay se echó hacia atrás—. Vamos a romper el sofá. —¿Qué…?—El tipo hablaba por lo visto inglés, pero maldición si lo podía traducir—. ¿Sofá? Y luego comprendió que había empujado a Blay tanto hacia atrás sobre el brazo, que aquello comenzaba a doblarse. Que era lo que más de doscientos veinticinco kilos de sexo le harían a un mueble. —Oh, mierda, lo siento. Estaba haciendo marcha atrás cuando Blay tomó el control y Qhuinn repentinamente se encontró fuera del sofá y de espaldas sobre el suelo, sus piernas juntas y los pantalones de cuero bajados hasta los tobillos. Perfecta. Jodida. Idea. Gracias a que iba sin calzoncillos, su polla estaba al aire, gruesa y tirante cuando saltó libre y se extendió dolorosa e hinchada sobre su vientre. Extendiendo la mano hacia abajo, le dio un par de golpes mientras Blay le arrancaba las shitkickers que bloqueaban el camino y las lanzaba lejos. Los pantalones eran el siguiente adiós y como que Dios era su testigo, Qhuinn nunca había estado tan contento en su vida como viendo un par de pantalones de cuero volando por encima de un hombro. Y luego Blay se puso a trabajar. Qhuinn tuvo que cerrar los ojos cuando sintió que separaban sus muslos y un par de manos de guerrero se arrastraban hacia arriba por el interior de sus piernas. Inmediatamente soltó su erección… después de todo, por qué iba a tener su palma en el camino cuando Blay podría…

No eran las manos del tío lo que lo agarró. Era la boca caliente y mojada, que Qhuinn acababa de besar hasta morir. Por una fracción de segundo, cuando la succión le agarró desde la cabeza hasta la base, tuvo un pensamiento que le encogió las pelotas: que Saxton había enseñado a Blay como hacer esto, su maldito primo le había hecho esto al tío y Blay se lo había hecho a él… Basta, se dijo. No importaba la historia o las lecciones aprendidas, su erección era la única que conseguía la atención en ese momento. Así que, ¡que se joda esa mierda! Para asegurarse de que estaba claro, abrió los ojos con dificultad. Joder… infierno… La cabeza de Blay iba arriba y abajo sobre sus caderas, un puño sosteniendo la base de la polla de Qhuinn, la otra mano trabajándole las pelotas. Pero entonces, como si hubiera estado esperando el contacto de sus ojos, el tipo subió hasta la cima, soltó la cabeza con un pequeño estallido y se lamió los labios. —No quería que hicieras un desastre en esta bonita habitación — dijo Blay arrastrando las palabras. Y luego estiró la punta de la lengua para lamer el PA de Qhuinn, la rosada carne jugueteó con el aro plateado de metal y la bola. —Joder, estoy a punto de correrme —ladró Qhuinn, una enorme liberación más que hirviendo—. Voy a... Era incapaz de parar las cosas, más de lo que alguien que había saltado de un acantilado podría decidir a diez metros en caída libre, retirarse. Excepto que no quería poner los frenos. Y no lo hizo. Con un poderoso rugido, casi seguramente oído en todas partes, la columna de Qhuinn se levantó del suelo, su culo se tensó, las pelotas

explotaron y su excitación golpeó con fuerza la boca de Blay. Y no era sólo su sexo lo que fue afectado. La liberación corrió por su cuerpo entero, la energía brillante emergia de él mientras clavaba los dedos en la alfombra sobre la que estaba, apretó los dientes… y se corrió como un animal salvaje. Por suerte, Blay era más que capaz limpiando… lo que hizo incluso el orgasmo más potente. También le dio la oportunidad para mirar. Qhuinn nunca iba a olvidar el resto de sus días la visión de la boca del hombre abrazándose alrededor de él, con las mejillas aspirando mientras sacaba su liberación y lo tomaba todo. Una y otra vez. Por lo general Qhuinn estaba listo para una nueva ronda enseguida, pero cuando las ondulantes olas dejaron finalmente de chocar contra él, estaba completamente blando, con los brazos caídos sobre el suelo, las rodillas laxas y la cabeza caida. Considerando todas esas cosas, había sido probablemente el mejor orgasmo de toda su vida. Seguido sólo por los que había tenido ese mismo día con el tío. —No puedo moverme —masculló. La risa de Blay era profunda y atractiva. —Pareces un poco exprimido. —¿Puedo devolverte el favor? —¿Puedes levantar la cabeza? —¿Todavía está pegada a mi cuerpo? —Por lo que puedo ver, sí. Cuando Blay se rió entre dientes otra vez, Qhuinn supo lo que quería hacer, y estaba un poco sorprendido de sí mismo. En todas sus proezas sexuales, nunca se había permitido ser jodido. Simplemente no era parte de la manera en que eran hechas las cosas. Él era el conquistador, el que tomaba, el único que establecía el control y retenía aquella superioridad.

Profundizar en ello no era en lo que había estado interesado. Ahora quería hacerlo. El único problema era que literalmente no podía moverse. Y, bien, había algo más, ¿cómo podría decirle a Blay que era virgen? Porque quería hacerlo. Si alguna vez iban allí, quería que Blay lo supiera. Por alguna razón aquello era importante. Repentinamente, la cara de Blay entró en su línea de visión, y Dios, el guerrero era hermoso, con sus mejillas sonrosadas, el brillo de sus ojos y aquellos grandes hombros que bloqueaban todo. Y, oh, sí, aquella sonrisa era atractiva como el infierno, tan confiado y satisfecho de sí mismo como si el hecho de que haberle dado tal placer a alguien más fuese suficiente como para hacerle no necesitar ni su propia liberación. Pero eso no era justo, no lo era. —No creo que te muevas pronto —dijo Blay. —Tal vez. Pero puedo abrir mi boca —contestó Qhuinn enigmáticamente—. Al menos tan ampliamente como tú puedes. *

*

Bien, de acuerdo, la idea de que le había dado a Qhuinn un orgasmo así estaba tan malditamente ratificada, que Blay había olvidado completamente su propio cuerpo. El punto era que, después de tantos años de estar encerrado, tenía una prisa total por sentirse poderoso con el tipo, por ser él quién marcase el ritmo… de ser la persona que llevara a Qhuinn a un lugar tan erótico y vulnerable que fuese más intenso de lo que nunca había sido para él. Y era lo que había pasado. Él sabía exactamente que aspecto tenía Qhuinn y cómo sonaba cuando se corría y Blay podía decir, sin ambigüedad alguna, que nunca había visto a su compañero así de deshecho, despatarrado sobre una alfombra, con los músculos

del cuello estirados, los abdominales agarrotados y las caderas bombeando con fuerza. Qhuinn se había corrido literalmente durante aproximadamente veinte minutos. Y ahora, en el periodo postcoital, una revelación extraña: Hasta justo ese momento, Blay nunca había reconocido el cinismo que Qhuinn llevaba en su cara todo el tiempo… el cejo fruncido, la perpetua y sardónica mueca que curvaba hacia un lado aquella boca, la mandíbula que nunca jamás se había aflojado. Era como si toda la mierda que su familia le había hecho le hubiera deformado perpetuamente los rasgos. Pero no era verdad, ¿no? Durante aquel orgasmo, y ahora, cuando las cosas se habían calmado, no se podía encontrar tensión por ninguna parte. La cara de Qhuinn estaba… completamente vacía de reserva, pareciendo bastante más joven. Blay tuvo que preguntarse por qué nunca antes había notado la edad. —¿Entonces me darás algo que chupar mientras me recupero? — preguntó Qhuinn. —¿Qué…? —Dije que tengo sed. Y necesito algo que chupar. —Ante esto, Qhuinn se mordió el labio inferior, con sus blancos y brillantes colmillos hundiéndose en la carne—. ¿Me ayudarás? Blay puso los ojos en blanco. —Sí… Puedo hacerlo. —Entonces déjame verte quitarte los pantalones. Las piernas de Blay lo impulsaron desde el suelo tan rápido que tuvo otra perspectiva sobre las leyes de la física, y mientras se quitaba los zapatos de una patada, las manos temblaron por desabotonarse el pantalón. Las cosas fueron a toda velocidad a partir de allí. Y mientras se lo quitaba, era sobrenaturalmente consciente de todo en

la habitación… especialmente de Qhuinn. El varón estaba endureciéndose otra vez, su sexo engrosándose a pesar de todo lo que había estado pasando... los pesados muslos contraídos y la ondulante pelvis... la parte baja del vientre tan delgada que cada mínimo temblor del torso se reflejaba bajo la piel tensa y bronceada. —Oh, sí… —silbó Qhuinn, sus colmillos se extendían desde la mandíbula superior, su mano buscó el sexo y lo acariciaba con pasadas largas y lentas—. Aquí está. El aliento de Blay comenzó a bombear, su corazón elevó el ritmo cardíaco hasta atravesar el techo cuando los ojos disparejos de Qhuinn se fijaron en su sexo. —Esto es lo que quiero —refunfuñó el varón, permitiéndose ir hacia él y alcanzándolo con ambas manos. Durante una fracción de segundo, Blay no estuvo seguro de cómo iban a funcionar las partes del cuerpo. Qhuinn estaba delante del sofá, tumbado paralelo al mismo, así que no había mucha habitación... Un sutil gruñido se filtró por el aire cuando Qhuinn flexionó los dedos... porque no podía esperar a engancharse a lo que él quería. Joder con el plan de avance. Las rodillas de Blay obedecieron la llamada, hincándose hacia adelante, apoyando su peso en el suelo cerca de la cabeza de Qhuinn. Qhuinn tomó el mando desde allí. Sus palmas serpentearon y se agarraron en él, acariciando a Blay de tal manera que antes de que él lo supiera, tenía una rodilla detrás de la cabeza del tipo y la otra pierna al otro lado, bajo la cadera de Qhuinn. —Oh… joder… —gimió Blay cuando sintió que su sexo estaba entre los labios de Qhuinn. Su cuerpo se inclinó hasta que su torso terminó derrumbado sobre los cojines del sofá... y eso fue cuando se encontró inesperadamente con una un buen punto para apalancarse. Apoyando los brazos en el

sofá, distribuyó su peso entre las rodillas, pies, y palmas… y entonces procedió a joder la siempre amada puta boca de Qhuinn. El tipo lo tomó todo, incluso cuando Blay movió sus caderas violentamente y empujó con todo lo que tenía. Con los dedos de Qhuinn clavados en su culo y aquella increíble succión, y… Cristo, aquel piercing de la lengua, cuya bola se clavaba en su polla con cada golpe… Blay comenzó a prepararse para exactamente la clase de orgasmo que Qhuinn acababa de tener. Y aún así, en el fondo de su mente, se preguntó si le hacía daño al tío. De esta manera iba a entrar en el estómago de su amigo, ¡por Dios...! Demasiado tarde para preocuparse de eso. Su cuerpo tomó el mando, poniéndose rígido en una serie de atormentadores espasmos que le corrieron desde la cima de la columna hasta las piernas. Y justo cuando las sensaciones fuera de control comenzaban a decaer, su mundo trastrabilló, como si su sentido del equilibrio se hubiese evaporado junto con su... No, el mundo estaba bien. Qhuinn acababa de hacerle elevarse abruptamente del suelo, saliendo de debajo y estaba situándose detrás... Cuando Qhuinn empujó dentro con un golpe ultrarrápido, Blay soltó un gemido que estaba completamente seguro podría haber sido oído hasta en Canadá. El chirrido que perforó a través del cuarto le hizo fruncir el ceño, incluso a través de la presión y el placer. Oh. Estaban empujando el sofá sobre el suelo. Que sea lo que Dios quiera. Le compraría la casa al otro si rompían la maldita cosa: No iba a parar esto.

El ritmo era tan agotador como lo había sido el suyo, y en este caso la contrapartida no era sólo lo que merecía, era exactamente lo que quería. Con cada empuje, su cara era empujada contra los suaves cojines; con cada reculada podía respirar, luego estaba de vuelta en la presión, el ciclo comenzaba de nuevo. Reajustando sus piernas de modo que Qhuinn pudiera ir aún más profundo, Blay tenía el vago pensamiento de que habían golpeado definitivamente el sofá hacia una posición diferente, pero ¿quién demonios se preocupaba siempre y cuando no estuviese afuera en el pasillo? En el último momento, justo antes de que se corriese otra vez, tuvo el ánimo suficiente para agarrar los pantalones. Liberando los bóxer, él... La mano de Qhuinn se estiró, agarró los Calvins y lo hizo por él, asegurándose de que había algo para recoger su liberación. Entonces, un momento después su pecho fue arrancado del sofá de manera que estaba derecho sobre sus rodillas. Qhuinn manejó todo, agarrando la polla de Blay mientras cubría la punta... todo el tiempo palpitando, palpitando, palpitando… Se corrieron al mismo tiempo, un par de gritos resonaron por todo el cuarto. En medio del orgasmo, a Blay se le ocurrió echar un vistazo. En el gran espejo pasado de moda que colgaba entre las dos ventanas al otro lado, los vio a ambos, sabía que estaban unidos… y eso le hizo correrse de nuevo. Finalmente el empuje redujo la marcha. Los latidos de sus corazones disminuyeron. La respiración se hizo más suave. En el cristal plomado del espejo vio como Qhuinn cerraba los ojos y agachaba la cabeza. Contra un lado de su garganta, Blay sintió la más suave de las caricias. Los labios de Qhuinn.

Y luego la mano libre del varón fue a la deriva hacia arriba, haciendo una pausa para acariciar a través de los pectorales de Blay Qhuinn se congeló. Se apartó hacia atrás. Desligándose de sus labios, de su toque. —Lo siento, lo siento, sé que no estás en esto conmigo. El cambio en la cara del tipo, aquella vuelta al normal cínico, era como ser estafado. Y aún así Blay no podía decirle que se volviese a acercar. Qhuinn tenía razón. En el instante en el que la ternura aparecía, comenzaba a ponerse nervioso. La retirada fue rápida, demasiado rápida, y Blay perdió el sentimiento de plenitud y posesión. Pero era hora de terminar con eso. Qhuinn se aclaró la garganta. —Eh… ¿Quieres...? —Me ocuparé de eso —masculló Blay, sustituyendo la mano de Qhuinn sobre los boxer arrugados de sus caderas. Durante el sexo, el silencio en la habitación había sido por la intimidad. Ahora, sólo amplificaba los sonidos de Qhuinn tirando de sus pantalones para ponérselos otra vez. Mierda. Habían bajado al agujero de conejo otra vez. Y mientras esto pasaba, las sensaciones eran tan intensas y dominantes que no había ningún otro pensamiento que no fuese sexo. En el periodo postorgásmico, sin embargo, el cuerpo de Blay se sentía demasiado frío en el aire a 21 grados, diferentes sitios palpitaban por el uso, tenía las piernas flojas y tambaleantes, y su cerebro nublado… Nada parecía garantizado ni seguro. Ni lo más minimo.

Obligándose a vestirse, se puso la ropa tan rápido como pudo, dentro de los pantalones. Mientras tanto, Qhuinn fue el que devolvió el sofá a donde pertenecía, poniendo cuidadosamente las patas en los agujeros que habían marcado en la alfombra. También reajustó las almohadas arrojadas. Enderezado el Oriental. Era como si nada hubiera ocurrido. Excepto los boxer que Blay aplastaba en su puño. —Gracias —dijo Qhuinn silenciosamente—. Yo, eh… —Sí. —Así que… supongo que ahora me iré. —Sí. Eso fue todo. Bien, además de otra puerta cerrandose. Ya a solas, Blay decidió que necesitaba una ducha. Más comida. Dormir. En cambio se quedó en la sala del segundo piso, mirando aquel espejo, recordando lo que había visto en él. En su mente tenía el vago pensamiento de que no podían seguir haciendo esto. No era seguro para él emocionalmente, de hecho, era el equivalente de sostener tu palma encima de un quemador encendido repetidas veces, excepto que cada vez que ponías la mano encima de la llama, bajabas la distancia entre tu carne y el calor. ¿Antes o después? Las quemaduras de tercer grado eran la menor parte de tus problemas, porque todo tu puto brazo ardía. Al rato, sin embargo, aquel instinto de conservación no era lo que le estaba martirizando. Era lo que había comenzado todo el asunto.

Haz que se pare.

Blay se pasó una mano por el pelo. Luego miró la puerta cerrada y frunció el ceño, su mente dando vueltas, dando vueltas, dando vueltas... Un momento después se marchó con un apresurado paso. Después inició un trote. Y luego irrumpió en una intensa carrera.

Capítulo 41

Eran alrededor de las diez de la mañana, cuando Trez se dirigió al restaurante Sal’s. El viaje desde el apartamento en el Commodore al establecimiento para gourmets de su hermano no fue largo, sólo unos diez minutos, y había un montón de plazas de aparcamiento libres en el parking cuando llegó. Por otra parte, el lugar no se abría, ni siquiera para que el personal de cocina hiciera los preparativos, hasta la una de la tarde. Mientras caminaba hacia la entrada y sus botas crujían sobre la nieve, casi esperaba que el código que la desbloqueaba desde el exterior no funcionara. iAm no había vuelto a casa al final de la noche, y asumiendo que esos hijos de puta del s’Hisbe no lo hubiera retenido como garantía, sólo había un lugar donde su hermano podría estar. Después de dos cafeteras y de mirar un montón el reloj, Trez supo que si quería paz, tenía que dirigirse al otro lado de la ciudad.

Genial. La combinación no se había cambiado. Todavía. En el interior, el lugar era de la vieja escuela Rat Pack, una interpretación moderna de la época que había dado lugar a personajes de la talla de Peter Lawford y Chairman of the Board: una entrada con papel pintado negro y rojo te llevaba a la zona de recepción, donde estaban el guardarropa, el quiosco retro de la recepcionista y el mostrador de la caja. A la izquierda y a la derecha había dos comedores principales, ambos con terciopelo negro y rojo y cuero, pero no eran donde los chicos de la zona, políticos y tipos ricos pasaban el tiempo. El punto clave era el bar de más adelante, una sala con paneles de madera que tenía banquetas de cuero rojo contra las paredes y, durante el horario habitual, un camarero con esmoquin detrás de una extensión de roble de diez metros que servía nada más que lo mejor. Atravesando a zancadas el espacio en penumbra del bar, Trez se dirigió al extremo más lejano del despliegue de cinco baldas de botellas y golpeó la puerta batiente. Mientras se abría paso a la cocina, el aroma a albahaca, cebolla, orégano y vino tinto, le dijo lo tenso que iAm estaba. Efectivamente, el tipo estaba frente a la cocina de dieciséis quemadores en la pared del fondo, cinco grandes ollas hervían a fuego lento delante de él y apostaría lo que quisiera a que también había cosas en los hornos. Mientras tanto, las tablas de madera de cortar estaban alineadas en los mostradores de acero inoxidable, los rabos de varios tipos de pimientos yacían alrededor de los cuchillos muy afilados que había utilizado. Diez dólares para adivinar en quien había estado pensando cuando había estado cortando esas cosas. —¿Vas a hablar conmigo? —dijo Trez a la espalda de su hermano.

iAm se trasladó a la siguiente olla, levantó la tapa con un trapo blanco y metió una espumadera para revolverlo lentamente. Trez se apoyó a un lado y sacó un taburete de acero inoxidable. Tomando asiento, se frotó los muslos. —¿Hola? iAm fue a la olla siguiente. Y luego a la siguiente. Cada una tenía una cuchara distinta para la prueba del sabor, y su hermano tenía cuidado de que no hubiera contaminación cruzada. —Mira, lo siento, no estaba allí cuando te pasaste por el club anoche. —Todas las noches iAm iba al Iron Mask para una comprobación después de cerrar Sal’s—. Tenía algunos asuntos que atender. Mierda, sí, lo hizo. A la chica con el novio gorila le había tomado una eternidad salir de su coche cuando la había llevado a su casa… al final había ido hasta su puerta y la había abierto, empujándola dentro como en una tostadora. De vuelta a su Beamer pisó el acelerador como si hubieran colocado una bomba y había vuelto echando humo al Iron Mask, todo mientras oía en su cabeza la voz de iAm.

No puedes seguir haciendo esto. iAm se giró en ese punto, cruzó los brazos sobre el pecho y apoyó la espalda contra la cocina. Para empezar, sus bíceps eran grandes, pero acodado así, tensaban los límites de la camiseta negra que llevaba. Sus ojos almendrados estaban entrecerrados. —¿En realidad crees que estoy cabreado porque no anduvieras por allí cuando llegué al club? En serio. No es porque me dejaste para tratar con AnsLai o alguna mierda parecida Yyyyyyyyyyyy ahí iban otra vez. —No puedo ver a ninguno de ellos cara a cara, ya lo sabes. —Trez levantó las manos en plan ¿qué-voy-a-hacer?—. Intentarían obligarme

a volver con ellos y entonces ¿cuáles son mis opciones? ¿Luchar? Terminaría matando al hijo de puta y entonces, ¿dónde estaría? iAm se frotó los ojos como si tuviera una jaqueca. —En este momento, parece como si estuvieran tomando un enfoque diplomático. Al menos conmigo. —¿Cuándo van a volver? —No lo sé y eso es lo que me pone nervioso. Trez se puso rígido. La idea de que su hermano frío-como-un-pepino estuviera ansioso le hizo sentir como si tuviera un cuchillo en la garganta. Por otra parte, era muy consciente de lo peligrosa que podía ser exactamente su gente. El s'Hisbe era en gran medida una nación pacífica, contenta de permanecer fuera de las batallas con la Sociedad Lessening y lejos de los molestos humanos. Eruditos, muy inteligentes y espirituales, eran, en general, un grupo muy agradable de gente. Siempre y cuando no estuvieras en su lista negra. Trez miró las ollas y se preguntó qué carne había en las salsas. —Todavía estoy trabajando para pagar la deuda a Rehv —señaló—. Así que esa obligación debe ser lo primero. —No para el s'Hisbe. AnsLai dijo, y cito: "Ha llegado el momento". —No voy a volver allí. —Miró a su hermano a los ojos —. No va a suceder. iAm volvió hacia las cazuelas, revolviendo cada una con su cuchara especifica. —Lo sé. Es por eso que he estado cocinando. Estoy tratando de pensar en una manera de salir de esto. Dios, amaba a su hermano. Incluso cabreado, el tipo estaba tratando de ayudar.

—Siento si he atraído a un fantasma y que tuvieras que tratar con ello. De verdad. Eso no fue justo… yo sólo… sí, de verdad creo que era seguro no estar en la misma habitación con el tipo. Lo siento mucho. El pecho ancho de iAm subía y bajaba. —Sé lo que eres. —Podría desaparecer. Eso resolvería el problema. Aunque, tío, le mataría abandonar a iAm. La cuestión era que si iba a fugarse del s'Hisbe, nunca podría tener contacto con el macho. Jamás. —¿A dónde te gustaría ir? —señaló iAm. —No tengo ni idea. La buena noticia era que al s'Hisbe no le gustaba tener ningún contacto con desconocidos. Sin duda, aparecer en su apartamento había sido traumático, incluso si el sumo sacerdote se había desmaterializado justo en la terraza. ¿El trato directo con humanos? ¿Estar cerca de ellos? La cabeza de AnsLai explotaría. —Entonces, ¿cuál era tu plan? —preguntó iAm. Genial. Un tema igualmente feliz. —Fui a ver esa propiedad de almacenes —dijo con evasivas. Pero vamos, ¿es que iba a sacar el tema de la nena y su novio? —¿A la una de la mañana? —He hecho una oferta. —¿Cuánto? —Uno cuatrocientos. El precio de venta es de dos millones y medio, pero no hay manera de que lo vayan a conseguir. El lugar ha estado vacío desde hace años y se nota. —Aunque... incluso mientras lo decía, tuvo que admitir que había sentido presencias allí. Por otra parte, tal vez había sido sólo su nivel de estrés hablando—. Mi conjetura es que

van a volver a dos, lanzaré uno seiscientos y llegaremos a un acuerdo en uno setecientos. —¿Estás seguro que deseas abordar ese proyecto en este momento? A menos que te presentes en el territorio con tu equipo de apareamiento listo para ser utilizado, el tema con el s'Hisbe sólo va a aumentar. —Si las cosas llegan a ese punto, me ocuparé de ellos. —Cuando —corrigió iAm—. Sería “cuando”. Y sé lo que pasó en el aparcamiento trasero, Trez. Con el hombre y esa mujer. Pooooor supuesto que sí. —¿Viste las cintas o algo así? Malditos monitores de seguridad. —Sí. —Lo manejé. —Como has estado manejando el s'Hisbe. Perfecto. Con el genio ardiendo, Trez se inclinó. —¿Quieres estar en mis zapatos, hermano? Me gustaría ver lo bien que haces frente a esta mierda. —Te lo repetiré, yo no estaría por ahí follando putas. Lo que me hace preguntarme… ¿nuestra agente de bienes raíces no es una mujer? —Que te jodan, iAm. En serio. Trez tiro el taburete y salió de la cocina. Tenía bastantes problemas, PADD, no necesitaba que el señor Superior con las habilidades de Julia Child dirigiera todo esto desde el sofá con comentarios de doce clase de tiros al azar. —No puedes continuar postergándolo —gritó iAm desde atrás—. O intentando enterrarlo entre las piernas de un sinnúmero de mujeres. Trez se detuvo, pero mantuvo los ojos en la salida.

—No puedes —declaró su hermano sin rodeos. Trez se dio la vuelta. iAm estaba en el bar, la puerta oscilaba a su lado creando un efecto de luz estroboscópica de brillante a oscuro, de oscuro a brillante. Cada vez que la iluminación hacía acto de presencia, parecía que su hermano tuviera un halo alrededor de su cuerpo. Trez maldijo. —Sólo necesito que me dejen en paz. —Lo sé. —iAm se frotó la cabeza—. Y honestamente no sé qué coño hacer. No puedo imaginarme viviendo sin ti y tampoco quiero volver allí. Sin embargo, no doy con otra opción. —Esas mujeres... ya sabes, las que… —Trez vaciló—. ¿Crees que me excitan? —Si no lo hacen —dijo iAm secamente—, no puedo ver por qué te molestas con ellas. Trez tuvo que sonreír un poco. —No, me refiero al s'Hisbe. Estoy tan lejos de ser una virgen como tú en este punto. —Aunque por lo menos no se había hundido al nivel de los animales—. ¿Y lo que es peor? Todas han sido desconocidas, en su mayoría humanas también. Eso tiene que resultarles desagradable. Estamos hablando de la hija de la reina. Cuando iAm frunció el ceño como si no hubiera considerado completamente la idea, Trez sintió un rayo de esperanza. —No lo sé —fue la respuesta—. Tal vez funcione, pero aun así has privado a Su Majestad de lo que quiere y necesita. Si te consideran comprometido, podrían decidir matarte como castigo. Como fuera. Tendrían que atraparlo primero. Ante una oleada de agresión, Trez bajó la barbilla y le miró desde debajo de sus cejas.

—Si ese es el caso, tendrán que luchar conmigo. Y te garantizo que no les va a ir bien. *

*

De vuelta a la mansión de la Hermandad, Wrath supo que su reina estaba molesta en el momento que atravesó las puertas de su estudio. Su delicioso aroma estaba teñido de algo fuerte y ácido: ansiedad. —¿Qué pasa, leelan? —preguntó, extendiendo los brazos. Aunque no podía ver, sus recuerdos le proporcionaron una imagen mental de ella cruzando la alfombra Aubusson, su cuerpo largo y atlético moviéndose con gracia, el oscuro cabello suelto sobre sus hombros, su hermoso rostro marcado por la tensión. Naturalmente, el macho vinculado en él quería cazar y matar a todo lo que le hubiera disgustado. —Hola, George —le dijo ella a su perro. A juzgar por el golpe-golpegolpe en el suelo, el golden estaba un poco enamorado. Y luego fue el turno del dueño. Beth se subió al regazo de Wrath, su peso no era nada, envolvió su cuerpo cálido y vivo con los brazos y la besó a ambos lados del cuello y en la boca. —Jesús —gruñó él, sintiendo la rigidez de su cuerpo—, estás realmente molesta. ¿Qué coño está pasando? Maldita sea, estaba temblando. Su reina estaba temblando. —Háblame, leelan —dijo mientras le frotaba la espalda. Y se preparaba para armarse y salir a la puta luz del día si tenía que hacerlo. —Bueno, ya sabes lo de Layla —dijo ella con voz ronca. Ahhhhh. —Sí. Phury me lo contó.

Cuando Beth apoyó la cabeza sobre su hombro, él la recolocó, acunándola contra su pecho, y era bueno. Había momentos, no a menudo, pero de vez en cuando, cuando se sentía menos que un macho por su falta de visión: una vez un guerrero, ahora estaba atrapado detrás de este escritorio. Una vez libre para vagar por donde quisiera, ahora se apoyaba en un cánido para guiarse. Una vez completamente autosuficiente, ahora necesitaba ayuda. No era precisamente bueno para las pelotas de un macho. Pero en momentos como éste, cuando esta mujer increíble estaba descentrada y lo buscaba para recibir consuelo y seguridad, se sentía fuerte como una jodida montaña. Después de todo, los machos vinculados protegían a sus compañeras con todo lo que tenían, y aún con el peso de su derecho de nacimiento y este trono en el que se veía obligado a sentarse, permanecía en su núcleo como el hellren de esta hembra. Ella era su primera prioridad, incluso por encima de la mierda de ser rey. Su Beth era el corazón detrás de sus costillas, la médula de sus huesos, el alma en el cuerpo físico. —Es muy triste —dijo ella—. Tan malditamente triste. —¿Has ido a verla? —Ahora mismo. Está descansando. Quiero decir... en algún nivel, no puedo creer que no se pueda hacer nada. —¿Has hablado con Doc Jane? —Tan pronto como regresaron de la clínica. Cuando su shellan lloró un poco, el olor fresco a lluvia de las lágrimas de su amada fue como un cuchillo en el pecho y no se sorprendió de su reacción. Había oído que las mujeres se enfrentaban mal a la pérdida del embarazo de otra, ¿cómo podrían no verse reflejadas? Seguro como la mierda que él podía ponerse en las botas de Qhuinn.

Y, oh, Dios... ¿la idea de Beth sufriendo de esa manera? O peor, si ella fuera a llevar a término y… Genial. Ahora él tenía un ataque de temblores. Wrath apoyó el rostro en el cabello de Beth, respirando, calmándose. La buena noticia era que nunca iban a tener vástagos, por lo que no tendría que preocuparse por eso. —Lo siento —susurró. —Yo también. Odio esto para los dos. Bien, en realidad, él se estaba disculpando por algo completamente distinto. No era que quisiera que algo de esa mierda le sucediera a Qhuinn o Layla o a su bebé. Pero tal vez si Beth veía esta triste realidad, recordaría todos los riesgos que se presentaban a cada paso del camino cuando se trataba de un embarazo. Joder. Eso sonaba horrible. Eso era horrible. Por amor de Dios, sinceramente, no quería esto para Qhuinn, y realmente tampoco quería que su shellan estuviera molesta. Desafortunadamente, sin embargo, la triste verdad era que no tenía ningún interés en poner su semilla dentro de ella de ese modo… nunca. Y ese tipo de desesperación hacía que un tipo pensara en cosas imperdonables. En un ataque de paranoia, calculó mentalmente el número de años transcurridos desde la transición de Beth, poco más de dos. Por lo que sabía, la hembra vampira promedio tenía su primera necesidad unos cinco años después del cambio, y luego cada diez años más o menos a partir de entonces. Así que según las cuentas, tenían algo de tiempo antes de que tuvieran que preocuparse por todo esto... Por otra parte, como mestiza, no había manera de estar seguro en el caso de Beth. Cuando los seres humanos y los vampiros se mezclaban podía suceder cualquier cosa y tenía algunas razones para

estar preocupado. Después de todo, ella había mencionado niños una o dos veces. Pero sin duda que tenía que ser de manera hipotética. —Entonces, ¿vas a esperar antes de la inducción de Qhuinn? —dijo. —Sí. Saxton está acabando de actualizar las leyes, pero ¿con Layla estando donde está? No es el momento adecuado para introducirlo en la Hermandad. —Eso es lo que pensé. Los dos se quedaron en silencio, y mientras Wrath guardaba el momento en el corazón, no podía imaginar su vida sin ella. —¿Sabes una cosa? —preguntó. —¿Qué? —Había una sonrisa en la voz de Beth, del tipo que le decía que tenía una idea sobre lo que iba a decir. —Te amo más que a nada. Su reina rió un poco y le acarició la cara. —Nunca lo habría imaginado. Diablos, incluso él captó la oleada de su olor de emparejamiento. En respuesta, Wrath le acunó la cara y se inclinó, encontrando sus labios y tomándolos en un beso suave que no se quedó de esa manera. Tío, siempre era así con ella. Cualquier contacto y antes de que se diera cuenta, estaba duro y listo. Dios, no imaginaba cómo lo manejaban los hombres humanos. Por lo que sabía, ellos tenían que preguntarse si sus compañeras eran fértiles cada maldita vez que tenían sexo, evidentemente, no podían captar los cambios sutiles en los olores de sus hembras. Él se volvería malditamente loco. Al menos, cuando una hembra vampiro estaba en su necesidad, todo el mundo lo sabía. Beth se movió en su regazo, apretando su erección, haciéndole gemir. Y por lo general, esta era la señal para que George saliera por

las puertas dobles desterrado temporalmente. Pero no esta noche. Por mucho que Wrath la deseara, el humor sombrío de la casa estaba poniendo freno incluso su libido. Y luego estaba la necesidad de Autumm. Ahora la de Layla. No iba a mentir, la mierda lo volvía irritable. Se sabía que las hormonas en el aire tenían un efecto de rebote en una casa llena de hembras, influyendo en una y luego otra y después en una tercera en su necesidad, suponiendo que ella estuviera bastante cerca de su momento. Wrath acarició el cabello de Beth y le volvió a colocar la cabeza sobre su hombro. —No quieres… Mientras ella dejaba la frase en el aire, él le tomó la mano y la levantó, sintiendo el pesado Rubí Saturnino que la reina de la raza había usado siempre. —Sólo quiero abrazarte —dijo—. Es suficiente para mí en este momento. En su regazo, ella se acurrucó más estrechamente. —Bueno, esto también es agradable. Sí. Lo era. Y curiosamente aterrador. —¿Wrath? —¿Sí? —¿Estás bien? Pasó un rato antes de que él pudiera responder, antes de que confiara en que su voz estuviera calmada y tranquila, y no asustada a muerte. —Oh, sí, estoy bien. Muy bien.

Mientras le acariciaba el brazo, pasándo la mano por el bíceps femenino, rezó porque le creyera… y juró que lo que estaba ocurriendo sólo una puerta pasillo abajo nunca, jamás les ocurriría a ellos. No. Esa crisis no era algo con lo que ellos dos iban a tener que lidiar. Gracias a la Virgen Escriba.

Capítulo 42

Layla no estaba durmiendo, por supuesto. Cuando le dijo a Qhuinn que se fuera, lo había dicho en serio lo de no querer mantener la fachada con él alrededor. Pero lo curioso era, que incluso sola en la habitación, no se ponía histérica. No más lágrimas. No más maldiciones. Solo estaba tumbada de lado con brazos y piernas acurrucados, su mente hundiéndose profundamente en su cuerpo, el seguimiento constante de cada dolor y calambre era una compulsión que la estaba volviendo loca. Sin embargo, nada había cambiado. Era como si una parte de ella estuviera convencida de que si sólo pudiera saber en qué fase se encontraba, de alguna manera podría tener algún control sobre el proceso. Lo cual era, por supuesto, una mierda. Como diría Qhuinn. La imagen de él en la clínica, con la daga en la garganta del sanador, era como algo sacado de uno de los libros de la biblioteca del santuario, un episodio dramático parte de la vida de alguien más. Su posición ventajosa sobre la cama, sin embargo, le recordó que ese no era el caso... La llamada en la puerta fue suave, lo que sugería que era una hembra. Layla cerró los ojos. Por mucho que apreciara la bondad de quien estaba esperando una respuesta, habría preferido que quien fuera se quedara en el pasillo. La breve visita de la reina había sido agotadora, aunque la había apreciado.

—Sí. —Cuando su voz no fue más lejos que sus propios oídos, se aclaró la garganta—. ¿Sí? La puerta se abrió, y al principio no reconoció quién era la sombra que llenaba el espacio entre las jambas. Alta. Fuerte. No era un macho… —¿Payne? —dijo. —¿Puedo pasar? —Sí, por supuesto. Cuando Layla fue a sentarse, la mujer guerrera le indicó que se acostara y luego cerró la puerta. —No, no, por favor... estate tranquila. Había una lámpara encendida sobre la cómoda, y bajo la sueva luz, la hermana de sangre del Hermano de la Daga Negra Vishous era bastante temible, sus ojos de diamante parecían brillar en los ángulos fuertes de su rostro. —¿Cómo estás? —preguntó la mujer con suavidad. —Estoy muy bien, gracias. ¿Y tú? La luchadora se adelantó. —Siento mucho... tu condición. Oh, cómo deseaba Layla que esto fuera algo que Phury no hubiera compartido con nadie. Por otra parte, su salida de la casa había sido bastante espectacular, el tipo de cosas que sería motivo de preguntas preocupadas. Sin embargo, su privacidad le habría tenido que evitar esta desagradable, aunque compasiva, intrusión. —Te agradezco tus amables palabras —susurró. —¿Puedo sentarme? —Por supuesto.

Esperaba que la hembra se sentara sobre una de las sillas que habían sido colocadas con un sentido del decoro. Payne no lo hizo. Se acercó a la cama y bajó el peso junto a Layla. Obligada a parecer por lo menos una buena anfitriona, Layla se empujó hacia arriba, haciendo una mueca cuando un conjunto de calambres la congeló a mitad de camino. Cuando Payne maldijo en voz baja, Layla se tumbó. Con voz áspera, dijo: —Perdóname, pero no puedo recibir visitas en este momento, no importa lo bien intencionada que sea. Gracias por tu expresión de compasión… —¿Eres consciente de quien es mi madre? —interrumpió Payne. Layla negó con la cabeza contra la almohada. —Por favor, sólo deja… —¿Lo sabes? —exclamó la hembra con brusquedad. De repente, Layla quiso llorar. No tenía energías para ninguna conversación en este punto, ciertamente no para una sobre mahmens. No cuando estaba perdiendo su propio bebé. —Por favor. —Nací de la Virgen Escriba. Layla frunció el ceño, registró las palabras a través del dolor, mental y físico. —¿Disculpa? Payne respiró hondo, como si la revelación no fuera algo de lo que se alegrara, sino más bien una especie de maldición. —Soy carne de la Virgen Escriba, nacida hace mucho tiempo y ocultada de los registros de las Elegidas y de los ojos de todos los demás.

Layla parpadeó en estado de shock. La aparición de la hembra arriba había sido un misterio de alguna clase, pero ella no había cuestionado que no fuera su lugar. Lo único que tuvo claro es que no había habido ninguna mención de que la sagrada madre de la raza hubiera dado a luz un hijo. De hecho, toda la estructura del sistema de creencia se basaba en que no había ocurrido. —¿Cómo es posible? —exhaló Layla. Los ojos brillantes de Payne eran graves. —No era lo que yo hubiera deseado. Y no es algo de lo que hable. En el tenso momento que siguió, a Layla le pareció imposible no ver la verdad en lo que la hembra decía. Ni tampoco la ira estridente, cuya causa uno podría imaginar. —Eres una sagrada —dijo Layla con asombro. —En lo más mínimo, te lo aseguro. Pero mi linaje me ha proporcionado una cierta... ¿cómo se podría decir? Habilidad. Layla se puso rígida. —¿Y sería? Los ojos de diamante de Payne nunca vacilaron. —Quiero ayudarte. La mano de Layla fue a su bajo vientre. —Si te refieres a acabar con esto cuanto antes... no. Tenía a su bebé en su interior por un precioso periodo corto de tiempo. No importaba cuánto durara el dolor, no iba a sacrificar ni un minuto de lo que sin duda era su único embarazo. Nunca pasaría por otro. En el futuro, cuando su necesidad le golpeara, se drogaría y eso era todo. Una vez en la vida era demasiado para la pérdida que estaba sufriendo ahora.

—Y si crees que puedes detener esto —agregó Layla—, no es posible. No hay nada que cualquiera pueda hacer. —Yo no estoy tan segura de eso. —Los ojos de Payne eran cautivadores—. Me gustaría ver si puedo salvar el embarazo. Si tú me lo permites. *

*

En la abandonada Escuela para Niñas Brownswick, el señor C había tomado posesión de lo que había sido la oficina de la directora. La señal agrietada en el pasillo así lo decía. Como no había calefacción, la temperatura ambiente era exactamente la de los grandes espacios abiertos, pero gracias a la sangre del Omega, el frío no era un problema. Y gracias por esa mierda: más allá de la maleza, en el césped cubierto de nieve, en el dormitorio principal sobre la loma, casi cincuenta lessers estaban durmiendo el sueño de los muertos. Si esos cabrones hubieran requerido calefacción o alimentos, habría sido una mierda de suerte. Pero no, todo lo que tenía que hacer era proporcionarles refugio. Sus inducciones se encargaban del resto, y el hecho de que tuvieran que desconectar la conciencia cada veinticuatro horas era un alivio. Necesitaba tiempo para pensar. Jesucristo, qué desastre. Impulsado por la necesidad de caminar, empujó la silla y luego recordó que estaba sentado sobre un cubo de yeso volcado. —Maldita sea. Mirando la decrépita habitación, contempló el yeso que colgaba en hojas de las vigas del techo, las ventanas tapiadas y el agujero en una esquina del suelo. El lugar era igual que las cuentas bancarias que había encontrado.

No había en ninguna parte. Nada de munición. Armas que podrían ser utilizadas para traumatismos por objeto contundente y eso era todo. Después de su promoción, había estado tan jodidamente emocionado, lleno de planes. Ahora estaba mirando a un montón de ni dinero, ni recursos, ni nada. El Omega, por otra parte, estaba esperando todo tipo de resultados. Como había quedado muy claro durante su pequeña "visita" la noche pasada. Y ese era otro problema. Odiaba esa mierda. Por lo menos podía hacer algo sobre el resto. Estirando los brazos por encima de la cabeza y haciendo crujir los hombros, dio gracias a Dios por dos cosas: una, que los teléfonos móviles no hubieran sido cortados, así podía comunicarse con sus hombres en el campo, y tener acceso a Internet. Y dos, que todos esos años en la calle le habían dado una mano de hierro a la hora de controlar a los jóvenes tontos del culo que traficaban con drogas. Tenía que ganar algo de papel. Inmediatamente. También había tenido un maldito plan para eso, enviando los últimos nueve mil trescientos dólares de la Sociedad con tres de sus chicos ayer a medianoche. Todo lo que esos hijos de puta tenían que hacer era comprar, conseguir la droga, y traerla de vuelta aquí, donde él habría cortado la mierda, y luego repartido a los nuevos inducidos para que la vendieran en la calle. El problema era, que todavía estaba esperando la puta entrega. Y se estaba impacientando bastante esperando averiguar a dónde habían ido sus drogas o su dinero. Era posible que los hijos de puta hubieran escapado con uno o lo otro, pero si ese era el caso, iba a darles caza como a perros y mostrarles a todos los demás lo que sucedía cuando…

Cuando su teléfono sonó, lo cogió, vio quién era, y pulsó enviar. —Ya era la puta hora. ¿Dónde coño estás y dónde está mi mierda? Hubo una pausa. Y luego la voz que contestó no era nada parecida a la del narco con la cara llena de espinillas al que le había dado el móvil, el dinero en efectivo y la última pistola en funcionamiento de la Sociedad. —Tengo algo que quieres. El señor C frunció el ceño. Voz muy profunda. Con un borde que reconoció de las calles, y un acento que no podía ubicar. —No es el pedazo de mierda de teléfono desde el que me estás llamando —respondió el señor C—. Tengo un montón de ellos. Después de todo, cuando no tenías nada en la mano, ni en tu funda o tu billetera, el farol era tu única opción. —Bueno, bien por ti. ¿Tienes un montón de lo que me enviaste también? ¿Dinero? ¿Mano de obra? —¿Quién coño eres? —Soy tu enemigo. —Si cogiste mi puto dinero, apuesta tu culo a que lo eres. —En realidad, esa es una respuesta simplista a lo que es un problema bastante complejo. El señor C se levantó de golpe, tirando el cubo. —¿Dónde está mi puto dinero, y que hiciste con mis hombres? —Me temo que ya no pueden atender el teléfono. Es por eso que estoy llamando. —No tienes ni idea de con quién estás tratando —espetó el señor C. —Al contrario, eres tú quien está en desventaja, al igual que tantos otros. —Cuando el señor C estaba a punto de ladrarle, el hombre lo interrumpió—. Esto es lo que vamos a hacer. Voy a llamar al caer la

noche con una ubicación. Tú, y sólo tú, vas a reunirte conmigo allí. Si alguien más viene contigo, lo sabré y nunca oirás sobre mí otra vez. El señor C estaba acostumbrado a sentir desprecio por los demás, venía con el trabajo cuando con los únicos que tratabas era con matones callejeros del tres al cuarto y drogadictos sin pasta. ¿Pero este tipo al otro extremo de la línea? Auto-controlado. Calmado. Un profesional. El señor C recuperó la calma. —No necesito jugar juegos… —Sí, lo necesitas. Porque si quieres drogas para vender, tienes que venir a mí. El señor C se quedó en silencio. Este era un lunático con delirios de grandeza, o... alguien con verdadero poder. Como, tal vez el que había estado matando a todos los intermediarios en el comercio de drogas en Caldwell el último año. —¿Dónde y cuándo? —dijo bruscamente. Hubo una risa sombría. —Contesta al teléfono al caer la noche, y lo sabrás.

Capítulo 43

Layla no pudo hablar mientras las palabras de Payne se hundían. —No —le dijo a la otra mujer—. No, Havers me dijo... que no hay nada que se pueda hacer. —Médicamente, bien puede ser cierto. Sin embargo, puede que yo tenga otra manera. No sé si funcionará, pero si me lo permites, me gustaría hacer lo que pueda. Por un momento, Layla sólo pudo respirar. —Yo no... —Sentía la superficie plana de su estómago—. ¿Qué vas a hacer? —No estoy segura, para ser honesta. —Payne se encogió de hombros—. De hecho, ni siquiera se me había ocurrido que pudiera ayudar a tu situación. Pero soy conocida por curar lo que necesita curación. Una vez más, no estoy segura de si se aplica aquí. Sin embargo, podemos intentarlo, y no te hará daño. Eso lo puedo prometer. Layla buscó el rostro de la guerrera. —¿Por qué... haces esto por mí? Payne frunció el ceño y se centró en otra parte. —No necesitas saber los porqués. —Sí, lo necesito. Ese perfil se volvió positivamente frío. —Tú y yo somos hermanas de la tiranía de mi madre, víctimas de su gran plan para como deben ser las cosas. Las dos estábamos

encarceladas por ella de formas diferentes, tú como una Elegida, yo como su hija de sangre. No hay nada que no haría por ayudarte. Layla se echó hacia atrás. Nunca antes se había considerado a sí misma una víctima de la madre de la raza. Excepto... mientras consideraba su desesperación por una familia, su sensación de desarraigo, su propia falta de identidad fuera de su servicio como Elegida… tenía que pensar. El libre albedrío le había traído aquí, a este lugar horrible, pero al menos ella había elegido el camino y los medios. Como miembro de la clase especial de hembras de la Virgen Escriba, no había tenido elección, sobre nada en su vida. Nada en absoluto, la verdad. Estaba perdiendo el embarazo, esto era evidente. Y si Payne pensaba que había una posibilidad de... —Haz lo que desees —dijo bruscamente—. Y te lo agradezco, sin importar el resultado. Payne asintió una vez. A continuación, levantó las manos, las flexionó y extendió los dedos. —¿Puedo tocarte el estómago? Layla empujó hacia abajo las mantas. —¿Tengo que quitarme la camisa por completo? —No. Bien. Incluso el movimiento del edredón anunciaba un calambre adicional, el mínimo cambio de peso causado por… —Tienes tanto dolor —murmuró la otra hembra. Layla no respondió mientras exponía la piel de su estómago. Claramente, su expresión ya había dicho lo suficiente. —Relájate. Esto no debería causarte ninguna angustia… Cuando estableció contacto, Layla levantó la cabeza de golpe. Las manos de la guerrera eran cálidas como un baño caliente cuando se

posaron muy suavemente sobre la parte baja de su abdomen. Calmante como un baño también. Extrañamente calmante, de hecho. —¿Te duele? —preguntó Payne. —No. Se siente... —Como se estaba preparando otro calambre, se aferró a las sábanas, preparándose… Excepto que la cresta del dolor no fue tan alta como antes, como si la sensación fuera una gran montaña, escarpada, cuyo pico había sido eliminado. Era el primer alivio que había conseguido desde que todo había empezado. Con un gemido de sumisión, dejó la cabeza laxa, las almohadas amortiguaron el cansancio repentino que le decía lo incómoda que había estado en su cuerpo. —Y ahora comenzamos. De repente, la luz de la habitación parpadeó... y luego se apagó. Sin embargo, la iluminación fue sustituida pronto. Comenzó a emanar un leve resplandor de las manos suaves de Payne, el calor de su toque se hizo más intenso, esa calma extraña y maravillosa parecía penetrar bajo la piel, el músculo y cada hueso que estaba en el camino... yendo directamente al utero de Layla. Y entonces se produjo una explosión de algún tipo. Con un siseo, se entregó a la gran oleada de energía que súbitamente se hundió en ella, el calor no era abrasador y sin embargo, evaporaba el dolor, alzaba la agonía y la sacaba de su carne tan seguro como el vapor se elevaba de una cazuela y vagaba en el aire. Pero no había terminado. Una gran oleada de euforia atravesó su cuerpo, los zarcillos dorados pulsaron sobre su área pélvica y fluyeron a través de su torso hasta su mente y su misma alma mientras piernas y brazos hormigueaban.

Oh, alivio enorme y conmovedor... Oh, increíble poder... Oh, dulce gracia salvadora. Pero la curación todavía no había terminado. En medio de la vorágine, Layla sintió un... ¿cómo era? Un cambio en su utero. ¿Tal vez, como si algo se tensara? Pero no era un calambre, no, no era eso. Más como si lo que había quedado flojo encontrara una fuerza vigorizante. Poco a poco fue consciente de que le castañeteaban los dientes. Mirando hacia su cuerpo, vio que todo estaba temblando, y eso no era todo. Su forma física brillaba. Cada centímetro de su piel era como la pantalla de una lámpara, revelando la luz por debajo, las ropas actuaban como frágiles barreras a lo que fluía de ella. Con esa iluminación, la cara de Payne era dura, como si le supusiera un gran costo transferir esa curación maravillosa a otra. Y Layla se habría alejado, detenido todo esto, si hubiera podido, porque la otra hembra comenzaba a parecer muy demacrada. Sin embargo, no había modo de romper la conexión, ella no tenía control sobre sus extremidades, ni siquiera tenía modo de hablar. Pareció durar para siempre, la comunión vital entre ellas. Cuando Payne finalmente se echó hacia atrás, rompiendo el enlace, se cayó de la cama aterrizando en un montón en el suelo. Layla abrió la boca para gritar. Intentó alcanzar a su salvadora. Forzándose contra el brillante peso muerto de su cuerpo. Pero no había nada que pudiera hacer. Lo último que registró antes de perder la conciencia fue su preocupación por la otra hembra. Y luego todo se oscureció.

Capítulo 44

Qhuinn se despertó con una erección. Tumbado de espaldas, las caderas se movian por su cuenta, el movimiento de balanceo acariciaba la erección contra el peso del edredón y las sábanas. Por un momento, mientras permanecía en esa etapa medio despierto antes de que la verdadera conciencia llegara, se imaginó que era Blay quien creaba la fricción, las palmas del macho deslizándose arriba y abajo... en un preámbulo a acción con la boca. Cuando fue a enterrar los dedos en aquel cabello rojo se dio cuenta de que estaba solo. Sus manos encontraron sólo sábanas. En un arrebato de eterna esperanza, estiró un brazo, acariciando el espacio junto a él, dispuesto a encontrar ese cuerpo cálido y masculino. Sólo más sábanas. Que estaban frías. —Joder —suspiró. Al abrir los ojos, la realidad de donde estaba le golpeó con fuerza y desinfló su erección. A pesar de las conexiones y de las dos sesiones impresionantes, Blay estaba justo ahora, en este preciso momento, despertando con Saxton. Probablemente teniendo sexo con el tipo. Oh, Dios, iba a vomitar. La idea de que Blay estaba tocando a otro, montando a otro, lamiendo y acariciando a otro, a su puto primo de hecho, era casi tan insoportable como la mierda de Layla. El hecho del asunto era,

cortesía de haber caído tan bajo, que cualquier atracción que Qhuinn hubiera tenido por el tipo había aumentado en lugar de disminuir. Genial. Otra ronda de buenas noticias. Sin ningún entusiasmo en absoluto, Qhuinn se arrastró fuera de la cama y entró al baño. No quería encender la luz, no tenía ningún interés en ver que se parecía a la mierda de perro, pero afeitarse sólo al tacto no era la idea más brillante. Cuando accionó el interruptor parpadeó con fuerza, un dolor de cabeza empezaba a palpitar justo detrás de los dos ojos. No había duda de que necesitaba comer de nuevo, pero por el amor de Dios, las demandas incesantes de su cuerpo le estaban deprimiendo. Abriendo el grifo del lavabo, cogió su gel de afeitar Edge y se llenó la palma con un pequeño remolino. Mientras se frotaba las manos para crear espuma, pensó en su primo. Tenía la sensación, aunque no lo sabía seguro, que Saxton usaría una anticuada brocha para extenderse la espuma por mandíbula y mejillas. Y ninguna maquinilla de afeitar Gillette para él. Probablemente tenía algo de barbero con un mango de madreperla. El padre de Qhuinn había tenido uno de esos. Y a su hermano le habían dado uno con sus iniciales después de su transición. Junto con aquel anillo de sello. Bueno, bien por ellos. Además, dado que los dos estaban muertos, no era como si fueran a seguir afeitándose. Cuando su rostro estaba cubierto de blanco, como el paisaje exterior, cogió su Mach 3 normal y corriente con su cabezal desechable... Sin razón aparente, pensó que tal vez debería poner una nueva. Sí, una limpia, nueva y súper afilada.

Qhuinn puso los ojos en blanco. No había nada como tener tu propia valía envuelta en tres pequeñas cuchillas y una tira hidratante. Puta lógica verdadera. Autoadministrándose una patada en el culo, empezó a rebuscar en los cajones debajo de los mostradores, los sacó, inventarió todo tipo de mierda para el baño y la belleza que nunca había utilizado ni mirado. Sacando el último cajón, el más cercano al suelo, se detuvo. Frunció el ceño. Se inclinó. Había una pequeña caja de terciopelo, el tipo de cosa en el que guardabas joyas. Excepto que él no poseía ninguna, y ciertamente no de Reinhardt, ese lugar del centro de lujo. Como nadie más vivía en su habitación, se preguntó si tal vez había estado allí desde que se había mudado y nunca la había visto. Cogiéndola, abrió la tapa y… —Hijo de puta. Dentro, como si valieran algo, estaban todos sus pendientes plateados, así como el aro que siempre había llevado en el labio inferior. Fritz debía haberlos recogido al limpiar una noche y los había puesto en la caja. Era lo único porque ciertamente Qhuinn no se había molestado por ellos después de habérselos quitado uno por uno. Simplemente los había tirado al fondo de uno de los armarios del baño. Qhuinn resbaló los dedos por los anillos de acero, recordando cuando se los había comprado y se los había puesto. Su padre se había sentido mortificado, su madre también, hasta el punto que ella se había excusado de la Última Comida y se había marchado a sus aposentos privados durante veinticuatro horas después de que él entrara en el comedor usándolos.

El local de piercings le había dicho que no se pusiera los aros hasta que los pendientes que habían sido utilizados para hacer los agujeros hubieran tenido la oportunidad de sanar. Pero ese consejo era para los humanos. En un par de horas, todo estuvo listo para salir y había hecho el cambio. En el baño de Blay, de hecho. Qhuinn frunció el ceño, recordando el momento en que había salido a la habitación del tipo. Blay había estado sobre la cama, acunando una Corona y viendo la televisión. Había girado la cabeza, con una expresión abierta y relajada… hasta que le había echado un vistazo a Qhuinn. Su rostro se había endurecido de manera sutil. El tipo de cosas que, a menos que conocieras a una persona muy, muy bien, no notarías. Pero Qhuinn sí. En ese momento, había asumido que era porque la mierda gótica había sido un poco demasiado para el señor Conservador. Pero ahora, pensando en ello, recordó algo más. Blay había reorientado la pantalla de plasma... y de manera casual había tomado una almohada para colocársela en el regazo. Debía haberse puesto duro. Mientras Qhuinn repasaba toda esa escena en su cabeza, su propio sexo se hinchó de nuevo. Sólo que era una pérdida de tiempo, ¿no? Mirando aquellos condenados pendientes, pensaba en sus rebeliones, su ira y su jodida idea de lo que necesitaba tener para ser feliz en la vida. Una hembra. Si pudiera encontrar a alguien que lo aceptara. Qué... mentira... habría sido. Extraño, la cobardía llegaba en muchas formas. No tenías que acurrucarte en una esquina, temblando como un gatito y lloriqueando.

Demonios, no. Podías crear mucho alboroto con una actitud dura, la cara llena de piercings y un gruñido que mostrar al mundo... y aun así no ser nada más que un mamón cobarde. Después de todo, Saxton podría llevar trajes de tres piezas, corbatas y zapatos, pero el hombre sabía quién era, y no tenía miedo de tener lo que quería. Y adivina que, Blay estaba despertando en la cama del tipo. Qhuinn cerró la tapa y devolvió los piercings a donde los había encontrado. Luego miró hacia el espejo. ¿Qué estaba haciendo? pensó mientras se miraba a la cara. Oh, sí. Afeitándose. Eso era todo. *

*

Unos veinte minutos más tarde, Qhuinn salió de su habitación. Bajando por el pasillo de las estatuas, pasó ante las puertas cerradas del estudio de Wrath y siguió su camino. Mientras seguía adelante, era difícil mirar al salón del segundo piso, difícil mantener la calma cuando el sofá apareció a la vista. Nunca iba a ver ese mueble de la misma manera. Demonios, tal vez incluso todos los sofás estaban arruinados para él, para siempre. Ante la puerta de Layla, se inclinó y pegó la oreja a los paneles. Cuando no oyó nada, se preguntó exactamente que pensaba que iba a encontrar de esa manera. Llamó a la puerta suavemente. Al no obtener respuesta, sintió un nudo de temor irracional en la garganta y sin pensarlo, abrió la puerta. La luz se vertió en la oscuridad. Su primer pensamiento fue que había muerto, que Havers, el hijo de puta, había mentido y el aborto involuntario se había ido de las manos y la había matado: Layla estaba inmóvil contra las almohadas,

con la boca ligeramente abierta y las manos entrelazadas sobre el pecho como si hubiera sido acomodada por un director de funeraria que tenía respeto por los muertos. Excepto... algo era diferente, y le tomó un minuto averiguar lo que era. No había ningún olor abrumador a sangre. De hecho, sólo la delicada fragancia a canela en el aire, ventilando la habitación de un modo que la iluminaba por entero. ¿El aborto involuntario había terminado? —¿Layla? —preguntó, a pesar de que él le había dicho que si la encontraba dormida, la dejaría seguir así. Fue un alivio ver que fruncía las cejas cuando registró su nombre en el cerebro, incluso bajo el velo de sueño. Tenía la sensación de que si lo decía de nuevo, ella despertaría. Parecía cruel obligarla a despertar. ¿Qué tenía ella para recibirla cuando se despertara? ¿El dolor que había sentido? ¿La sensación de pérdida? Al diablo con eso. Qhuinn se escabulló en silencio, cerró la puerta y se quedó allí. No estaba seguro de qué hacer consigo mismo. Wrath le había dicho que se quedara en casa aunque John Matthew saliera, supuso que era una especie de licencia por razones humanitarias para el asunto del ahstrux nohtrum. Y lo apreciaba. Era tan poco lo que podía hacer para ayudar a Layla, lo menos que podía hacer era quedarse por si necesitaba algo. Refresco. Aspirina. Un hombro sobre el que llorar.

Tú le hiciste eso. A juzgar por las campanadas que llegaron del maldito salón, pensó que se había perdido la Primera Comida. Nueve de la noche. Sí, se había quedado dormido, que bien. Si hubiera tenido que sentarse a la mesa y pasar cuarenta y cinco minutos en compañía de casi dos

docenas de personas que trataban de no mirarle fijamente, se habría vuelto loco. El sonido de alguien caminando por el vestíbulo de abajo le hizo levantar la cabeza. Sin ningún pensamiento particular o plan, se acercó a la barandilla y miró hacia abajo. Payne, la hermana pateaculos de V, salía del comedor. No conocía muy bien a la hembra, pero la respetaba. Era imposible no hacerlo, dado el modo que se manejaba en el campo… dura, muy dura. En ese momento, sin embargo, la shellan del doctor Manello parecía como si hubiera sido golpeada en una pelea de bar: caminaba despacio, arrastrando los pies por el suelo de mosaico, con el cuerpo encorvado, la mano sobre el brazo de su compañero parecía ser todo lo que la mantenía erguida. ¿Había sido herida en un mano a mano? No había olor a sangre. El doctor Manello le dijo algo que no captó, pero luego el tipo hizo gestos con la cabeza hacia la sala de billar, como si le estuviera preguntando si quería entrar ahí. Se dirigieron hacia allí a paso de tortuga. Dado que a él no le gustaba que la gente lo mirara, Qhuinn se retiró de la barandilla y esperó a que la costa estuviera despejada. Luego bajó corriendo la gran escalera. Alimentos. Entrenamiento. Comprobar a Layla. Esa iba a ser su noche. Rumbo a la cocina, se encontró a sí mismo preguntándose dónde estaba Blay. Lo que estaba haciendo. Si esa noche estaba fuera luchando o en la casa…

Dado que no sabía dónde estaba Saxton, detuvo esa línea de investigación allí. Si Qhuinn hubiera estado fuera de la rotación con tiempo para pasar con el tipo, sabía lo que estaría haciendo. Y Saxton, su primo mamón, no era tonto.

Capítulo 45

La falta de alimento pilló a Assail unas cinco horas después de la caída de la noche. Se estaba poniendo la camisa, una azul pálido con cuello de botones y puños franceses, cuando las manos empezaron a sacudirse de mala manera, no pudo abrochar la maldita sobre su pecho. Y luego lo golpeó el agotamiento, tan arrollador que osciló sobre sus pies. Maldiciendo en voz baja, se acercó a su escritorio. Sobre la pulida tapa de caoba, estaban esperándole su vial y una cuchara, y se ocupó del asunto en dos rápidas inhalaciones, una por cada orificio. Un feo hábito… en el que solo caía cuando realmente lo necesitaba. Al menos el subidón se ocupaba del cansancio. Pero iba a tener que encontrar a una hembra. Pronto. Además, era un milagro que hubiera durado tanto: la última vez que había tomado una vena había sido meses atrás, y la experiencia había sido menos que cautivadora, un rápido-y-sucio con una hembra de la especie bien versada en proveer sustento a los machos necesitados. Por un precio. Que fastidio. Después de armarse y recuperar un abrigo de cashmere negro, se encaminó a las escaleras y desbloqueó la puerta corrediza de acero. Mientras abría el camino hacia la planta baja, fue recibido por el sonido de pistolas siendo revisadas. En la cocina, los gemelos estaban comprobando varios cuarenta paso a paso. —¿Hiciste la llamada? —le preguntó Assail a Ehric.

—Como tú dijiste. —¿Y? —Estará allí e irá solo. ¿Necesitas armas? —Tengo —pilló las llaves del Range Rover de una bandeja de plata sobre el mostrador—. Vamos con mi coche. En caso de que alguien resulte herido. Después de todo, sólo un idiota aceptaría la palabra de un enemigo y su SUV llevaba un chasis que podía ser útil si había un ataque masivo. Boom. Quince minutos después, los tres estaban cruzando el puente hacia Caldwell, y mientras Assail conducía por él, estaba recordando por qué traer aquí a los gemelos había sido una idea inspirada: no sólo eran un buen respaldo, tampoco se inclinaban a desperdiciar aire en conversaciones inútiles. El silencio era un bienvenido cuarto pasajero en su vehículo. Al otro lado del Hudson, tomó una salida que giraba en redondo y terminaba debajo de la Northway. Discurriendo paralelo al rio, entró en el bosque de gruesos pilones que sostenían la carretera, el panorama pelado, sombrío y fundamentalmente vacio. —Aparca aquí a la derecha, a unos cien metros —dijo Ehric desde detrás. Assail se acercó a un lado, echó el freno y se detuvo en el arcén. Los tres salieron al frio, los abrigos manos, los ojos revisando. Mientras se Ehric cerraba la marcha, las tres bolsas sus manos, el plástico negro hacia un seguían.

abiertos, las armas en las adelantaban, el gemelo de Hefty del garaje en una de ruido susurrante mientras

Sobre ellos, el tráfico reverberaba, los coches se movían a un ritmo estable, la sirena de una ambulancia gemía en un agudo grito, un

pesado camión retumbando sobre las vigas. Cuando Assail inhaló profundamente, el aire era helado en sus fosas, cualquier olor a suciedad o pescado muerto asesinado por el frio. —Exactamente delante —dijo Ehric. Cruzaron con calma y firmeza el asfalto y pisaron más del duro y congelado suelo. Con las grandes losas de cemento de la carretera bloqueando el sol, no crecía nada aquí, pero había vida… de alguna clase. Humanos sin techo en moradas auto fabricadas de cajas de cartón y lonas, estaban agazapados contra el invierno, los cuerpos envueltos tan ceñidos que no se podía decir a que camino la hacían frente. Considerando su preocupación por seguir vivos, él no estaba preocupado porque interfirieran. Aparte, sin duda estaban acostumbrados a ser secundarios en este tipo de negocios, y sabían no entrometerse. ¿Y si lo hacían? Él no dudaría en sacarlos de su miseria. El primer signo que su enemigo mostró fue un hedor en el viento. Assail no estaba particularmente bien versado en las formas de la Sociedad Lessening y sus miembros, pero su aplicada nariz no era capaz de establecer cualquier matiz dentro del mal olor. Entendió que aquello significaba que las instrucciones habían sido seguidas y esta no era una ocasión de miles llegando a escena… aunque era posible que los habitantes del Omega tuvieran un solo olor. Pronto lo descubrirían. Assail y sus machos se detuvieron. Y esperaron. Un momento después un solo lesser salió desde detrás de un pilón. Ah, interesante. Este había sido “antes” un cliente, llegando con efectivo para aceptar dosis de X o heroína. Había estado justo al borde de ser eliminado, su volumen de compra justo debajo del límite de intermediario.

Lo que era la única razón por la que todavía respiraba… y por lo tanto había sido convertido, en algún momento, en un asesino. Puestos a pensar, el colega no había estado alrededor últimamente, así que se podía asumir que había estado ajustándose a su nueva vida. O no-vida, como podía ser el caso. —Jesu… Cristo —dijo el lesser, captando claramente sus aromas. —Quise decir eso cuando dije que era tu enemigo —dijo Assail arrastrando la voz. —¿Vampiros…? —Lo que nos pone a ti y a mí en una posición curiosa, ¿no? —Assail señaló con la cabeza a los gemelos—. Mis socios vinieron de buena fe anoche. Quedaron igualmente sorprendidos con lo que descubrieron cuando llegaron tus hombres. Ciertos… comportamientos agresivos… fueron exhibidos por nuestra parte antes de que las cosas se arreglaran. Mis disculpas. Cuando Assail lo indicó, las tres bolsas Hefty fueron tiradas. La voz de Ehric era seca. —Estamos preparados para decirte donde está el resto. —Dependiendo de la disposición de esta transacción —añadió Assail. El lesser miró hacia abajo, pero aparte de eso, no mostró otra reacción. Lo que sugería que era un profesional. —¿Trajisteis el producto? —Pagaste por él. Los ojos del lesser se entrecerraron. —Vas a hacer negocios conmigo. —Puedo asegurarte que no estoy aquí por el placer de tu compañía —cuando Assail señaló con la mano, Ehric sacó un paquete envuelto—. Unas pocas normas básicas primero. Contactarás conmigo

directamente. No aceptaré llamadas de nadie más de tu organización. Puedes delegar la distribución y recogida en quien desees, pero me proporcionarás la identidad y número de los representantes que me enviarás. Si hay cualquier clase de emboscada, o una desviación de mis dos reglas, dejaré de negociar contigo. Estas son mis únicas estipulaciones. El lesser miraba de Assail a los gemelos. —¿Qué pasa si quiero comprar más que esto? Assail había considerado esta probabilidad. No había pasado los últimos doce meses haciendo que los intermediarios se autodispararan en la cabeza por nada… y no estaba por ceder su poder ganado duramente a nadie. Esta era una oportunidad única, no obstante. Si la Sociedad Lessening quería hacer dinero en las calles, él estaba de acuerdo en proveerles las drogas para hacerlo. No era como si este hijo de puta pestilente fuera a ser capaz de ir a Benloise, porque Assail iba a asegurarse de que eso no ocurriera. Más aún, Assail tenía una tasa de limitación inherente en su modelo de negocio… con sólo ellos tres, tenía más producto que vendedores. Así que era el momento de comenzar la adquisición. Para su completo dominio sobre la ciudad, la próxima fase era seleccionar alguna tercera parte para el trabajo bajo contrato, por así decirlo. —Vamos a empezar despacio y a ver cómo va —murmuró Assail—. Tú me necesitas. Yo soy la fuente. De manera que es elección tuya como procedemos. No soy reacio… como lo dirías tu… reacio a incrementar tus pedidos. Con el tiempo. —¿Cómo sé que no estás trabajando con la Hermandad? —Si lo estuviera, te hubiera tendido una emboscada con ellos aquí mismo —indicó las bolsas a los pies del asesino—. Además, como muestra de buena fe, y en reconocimiento de tus pérdidas, te he adelantado tres mil dólares en esta entrega. Uno de los grandes por

cada una de nuestras, diríamos, malinterpretaciones de la noche pasada. Las cejas del asesino se elevaron. En el silencio que siguió, el viento silbó a su alrededor, los abrigos revolotearon y el cuello de la chaqueta del lesser silbó. Assail estaba satisfecho esperando la reacción. Había dos respuestas: sí, en cuyo caso Ehric iba a lanzar el paquete. No, en cuyo momento los tres iban a abrir fuego sobre el cabrón, inutilizándolo y apuñalándolo de vuelta al Omega. Ambas eran aceptables. Pero estaba esperando la primera. Había dinero a ganar. Por ambas partes. *

*

Sola mantuvo la distancia del cuarteto que se había reunido bajo el puente: rezagándose en los límites, utilizó los binoculares para enfocar el encuentro. El Señor Misterios TCC el Gran Houdini de la Carretera, estaba respaldado por dos enormes guardaespaldas que eran reflejo exacto el uno del otro. Por lo que parecía, creía que él estaba dirigiendo la reunión, aquello no era una sorpresa… y ella podía imaginarse la agenda. Con bastante seguridad, el gemelo de la izquierda se adelantó un paso y le dio un paquete del tamaño de una tartera de niño al hombre que estaba solo. Mientras esperaba que el trato llegara a su fin, sabía que tenía su vida en sus propias manos en este asunto… y no sólo porque estuviera bajo el puente después de oscurecer. Considerando el altercado que había tenido con el hombre la noche anterior, era altamente dudoso que él apreciara tenerla en su culo, siguiéndolo aquí y jugando a ser el tercer testigo de sus actividades

ilegales. Pero ella había pasado muchas de las últimas veinticuatro horas pensando en él… y cabreándose. Era un jodido país libre, y si ella quería estar aquí en una propiedad pública, podía. ¿Él quería privacidad? Entonces debería ocuparse de sus negocios en algún otro sitio que al maldito descubierto. Mientras su temperamento se volvía a encrespar, apretó los dientes… sabía que este era el peor defecto de su carácter para el trabajo. Toda su vida había sido del tipo de hacer cualquier cosa que se le dijera que no hiciera. Por supuesto, cuando aquello implicaba cosas como: no, no puedes tomar una galleta antes de cenar o no, no puedes sacar el coche; estás encerrada, o… no, no deberías ir a ver a tu padre en prisión… las repercusiones eran muy diferentes a lo que estaba pasando delante de ella. No, no debes volver a esa casa. No, no puedes verme nunca más. Claro, como fuera, tipos listos. Ella iba a decidir cuando había tenido bastante, muchas gracias. ¿Y por ahora? No había tenido bastante. Además, había otro ángulo para su tenacidad: no le gustaba perder el valor, y eso era lo que había ocurrido la noche anterior. Cuando se había alejado de su enfrentamiento con aquel hombre, había sido de un lugar de miedo… y esa no era la forma en que llevaba su vida. Desde aquella tragedia, tantos años atrás, cuando las cosas habían cambiado para siempre, había decidido, prometido más bien, que nunca volvería a asustarse de nada. Ni del dolor, ni de la muerte, ni de lo desconocido. Y desde luego, no de un hombre. Sola sujetó con fuerza el objetivo, acercándoselo a la cara. Gracias al brillo de la ciudad, había luz suficiente para que viera

adecuadamente, y sí, era exactamente como recordaba. Dios, su pelo era absolutamente negro, casi como si se lo tintara. Y los ojos… semicerrados, agresivos. Y la expresión tan altanera y controlada. Francamente, parecía demasiado clásico para ser lo que era. Por otra parte, quizás estaba cortado por el patrón de Benloise de traficante de drogas. Poco después, las dos partes se fueron por caminos separados; el hombre solo se volvió y caminó en la dirección por la que había llegado, una colección de bolsas de basura apenas llenas colgaban de sus hombros; los otros tres cruzaron el camino, volviendo al Range Rover. Sola corrió de vuelta a su coche alquilado, su oscuro mono y la máscara de esquí la ayudaban a mezclarse con las sombras. Situándose tras el volante del Honda, se agachó fuera de la vista y utilizó un espejo para controlar el carril de un sentido que corría bajo el puente. La vía era la única salida posible. A menos que el hombre estuviera dispuesto a arriesgar una detención por la Policía de Caldwell por circular en dirección contraria. Momentos más tarde, el Range Rover la pasaba. Después de permitirle adelantarse ligeramente, encendió su propio motor y se deslizó en posición una manzana detrás. Cuando Benloise le había dado el encargo, le había proporcionado el aspecto y modelo del SUV del tipo, además de la dirección al otro lado del Hudson. No el nombre, sin embargo. Todo lo que ella tenía era aquella propiedad de la fundación y su depositario. Mientras rastreaba al trío, memorizó la placa de matrícula. Uno de sus amigos de la comisaría podría ayudarla con aquello; no obstante, dado que la casa era propiedad de una entidad legal, supuso que habría hecho lo mismo con el coche.

Como fuera. Sólo había una cosa de la que estaba segura. Donde quiera que fuera a continuación, ella iba a estar allí.

Capítulo 46

El grito estalló a través de la oscura habitación, alto, fuerte, inesperado. Cuando reverberó en sus oídos, Layla no supo inmediatamente quien se había despertado con ella. Qué había… Mirando hacia abajo, supo que estaba sentada en posición vertical, las sábanas aplastadas entre sus manos apretadas, el corazón le palpitaba y su caja torácica bombeaba. Mirando alrededor, descubrió que tenía la boca abierta de par en par… Cerrando la mandíbula, supo que ella debía haber hecho el sonido. No había nadie más en la habitación. Y la puerta estaba cerrada. Levantando las manos, giró las muñecas quedándose con las palmas hacia arriba, luego hacia abajo. La iluminación de la habitación, tal como estaba, no salía ya de su piel. Era la luz del baño. Arrojándose al lateral de la cama, se asomó por el borde de la misma. Payne ya no yacía en un montón. La hembra debía haberse ido… ¿o se la habrían llevado? Su primer pensamiento fue salir y buscar a la hermana de Vishous. Sólo saltar y empezar a buscar. Aunque no entendía exactamente qué había pasado entre ellas, estaba claro que a la guerrera, le había costado caro. Pero Layla se detuvo cuando la preocupación por su propio bienestar se hizo cargo: su conciencia se trasladó del exterior al

interior, su mente abriéndose camino en su cuerpo, buscando y esperando encontrar los calambres, el cálido manantial entre sus piernas, los extraños dolores revestidos que viajaban por sus huesos. Nada. Al igual que una habitación podía estar en silencio cuando todos los que había dentro estaban callados, una forma corpórea, también podía cuando todas sus partes componentes no tenían ninguna queja. Destapándose, movió las piernas de forma que colgasen por el borde del alto colchón. De forma subconsciente, se preparó para la horrible sensación de sangre saliendo de su útero. Cuando no hubo nada de eso, se preguntó si el aborto no habría terminado. ¿Pero Havers no había dicho que se extendería otra semana? Tomó coraje ponerse de pie. Incluso aunque supuso que eso era ridículo. Aún nada. Laya entró lentamente en el baño, esperando que en cualquier momento los síntomas volviesen de forma violenta y la hiciesen caer de rodillas. Esperó que el dolor golpease, que esos rítmicos calambres volviesen, que ese proceso estableciese el dominio de su cuerpo y su mente otra vez.

No sé si funcionará, pero si todavía quieres, me gustaría hacer lo que pueda. Layla prácticamente se arrancó la ropa, despojándose de lo que la cubría en una carrera loca. Y luego estuvo en el inodoro. No había sangre. Ni calambres. Parte de ella entró en un dolor tan profundo que temía que no había fondo para la emoción… de forma extraña, durante el proceso de aborto, sentía como si todavía tuviese algún tipo de conexión con su hijo. ¿Si eso había terminado? Entonces la muerte estaba acabada…

incluso aunque sabía lógicamente que no había nada que hubiese vivido o fuese capaz de sobrevivir; de otra forma, el embarazo no habría terminado por sí mismo. La otra mitad de ella fue golpeada por una resonante esperanza. Que pasaria si… Tomó una ducha rápida, a pesar del hecho de que no sabía por qué estaba corriendo, o a dónde iría. Bajando la mirada a su vientre, recorrió con sus manos enjabonadas el liso y plano estiramiento de piel. —Por favor… cualquier cosa que desees, toma cualquier cosa que desees… dame esta vida dentro de mí y puedes tomar cualquier otra cosa… Estaba hablando con la Virgen Escriba, por supuesto… y no porque la madre de la raza estuviese escuchando nunca más. —Dame a mi hijo… déjame conservarlo… por favor… La desesperación que sentía era casi tan mala como lo había sido la parte física, tropezó fuera de la ducha, secándose más o menos y poniéndose algo limpio o por el estilo. Por lo que había visto en la televisión, las mujeres humanas tenían test que podían hacer ellas mismas, palos o chismes diseñados para informarles de los misterios de procreación de sus cuerpos. Los vampiros no tenían nada de eso… al menos, no de lo cual estuviese al corriente. Pero los machos lo sabían. Siempre lo sabían. Saliendo disparada de su habitación, se apresuró en dirección al pasillo de estatuas, rogando por encontrar a alguien, cualquiera… Excepto Qhuinn.

No, no quería que él fuese el que descubriese si había ocurrido un milagro… o no había cambiado nada. Eso simplemente era demasiado cruel. La primera puerta a la que llegó fue la de Blaylock y la golpeó después de una vacilación. Blay había sabido la situación todo el tiempo. Y en su corazón, era un macho muy bueno, un macho fuerte y bueno. Cuando no hubo respuesta, maldijo y se alejó. No había comprobado la hora, pero dado que los postigos estaban arriba y no había olor de comida siendo servida abajo, probablemente estaban en la mitad de la noche. No había duda de que había ido a luchar… —¿Layla? Ella giró alrededor. Blay estaba inclinado a través de la entrada de su habitación, su expresión sorprendida. —Lo siento tanto… —Cuando su voz se rompió, trató de aclararla—. Yo… yo… —¿Qué está mal? Estás… vamos, tranquila, ahí. Aquí, vamos a conseguirte un asiento. Cuando algo se levantó y capturó su trasero, fue consciente de que él la había sentado en el banco de pan de oro justo fuera de su habitación. Él se puso de rodillas en frente de ella y tomó sus manos. —¿Puedo buscar a Qhuinn para ti? Creo que está… —Dime si aún estoy embarazada. —Cuando sus ojos se abrieron de par en par, ella le estrujó las palmas—. Necesito saber. Algo… —No estaba segura si Payne quería hablar sobre lo que había pasado entre ellas—. Sólo necesito saber si ha terminado o no. Puedes… por favor… Necesito saber… Cuando empezó a balbucear, él puso la mano en la parte superior de su brazo y lo frotó suavemente.

—Cálmate. Sólo respira profundamente… aquí, respira conmigo. Eso está… bien… Ella hizo todo lo posible por cumplir, centrándose en el tono estable y uniforme de su voz profunda. —Quiero llamar a Doc Jane, ¿de acuerdo? —Cuando ella empezó a discutir, él sacudió la cabeza con firmeza—. Quédate justo aquí. Prométeme que no irás a ninguna parte. Sólo voy a coger mi teléfono. Quédate aquí. Por alguna razón, sus dientes empezaron a castañear. Raro, cuando no hacía frío. Un segundo más tarde, el soldado volvió y se arrodilló otra vez. Tenía su teléfono levantado en la oreja y estaba hablando. —De acuerdo, Jane está viniendo justo ahora —dijo mientras lo guardaba—. Y yo voy a quedarme aquí contigo. —Pero puedes decirlo, ¿no? Puedes decirlo, puedes olerlo… —Shhh… —Lo siento. —Ella apartó la cara, dejándola caer—. No era mi intención arrastrarte a esto. Yo sólo… Lo siento tanto. —Está bien. No te preocupes por eso. Simplemente vamos a esperar a Doc Jane. Ey, Layla, mírame. Mírame. Cuando finalmente miró en esos ojos azules, fue golpeada por su amabilidad. Especialmente cuando el macho sonrió suavemente. —Me alegro de que vinieses a mí —dijo él—. Lo que sea que esté mal, voy a encargarme de ello. Mirando esa cara fuerte y atractiva, sintió la seguridad que él le daba tan generosamente, sintiendo esa decencia profunda hasta la médula del guerrero, pensó en Qhuinn. —Ahora sé por qué está enamorado de ti —se le escapó.

Blay se puso totalmente blanco, todo el color drenado de sus mejillas. —¿Qué… has dicho…? —Estoy aquí —gritó Doc Jane desde abajo hacia lo alto de la escalera—. ¡Estoy justo aquí! Cuando el médico llegó corriendo hasta ellos, Layla cerró los ojos. Mierda. Lo que acababa de salir de su boca. *

*

En el centro, en el almacén donde Xcor pasaba el día, el líder de la Banda de Bastardos finalmente salió a la fría oscuridad de la noche. Tenía las armas en su cuerpo y el teléfono en su mano. En algún momento durante las largas horas del día, la sensación de que había olvidado algo se había resuelto finalmente por sí misma, y recordó que tenía que decirle a sus soldados que se largaran de la ubicación. Lo que explicaba por qué ninguno de ellos había venido antes del amanecer. Su nueva guarida no estaba en el centro. Y después de pensarlo mejor, había habido un error de cálculo por su parte al tratar de establecer un cuartel general en esa parte de la ciudad, incluso si las cosas parecían desiertas: demasiado riesgo de ser descubiertos, complicaciones o circunstancias comprometedoras. Como habían descubierto la noche anterior con esa visita de la Sombra. Cerrando los ojos brevemente, pensó que era raro como los acontecimientos podían mostrarse en cascada hasta cierto punto más allá de las intenciones originales. Se preguntó si alguna vez habría sido capaz de rastrear a su Elegida si no hubiese sido por la intrusión de la Sombra. Y si no la hubiera seguido hasta esa clínica, no habría

descubierto que estaba esperando un hijo… ni hubiese hecho su descubrimiento sobre la Hermandad. Lanzándose en el enérgico viento, se materializó en la azotea del rascacielos más alto de la ciudad. Las ráfagas eran virulentas a gran altitud, azotando alrededor de su cuerpo su abrigo largo hasta los pies, la funda de su guadaña era todo lo que guardaba en su espalda. Su pelo, el cual había estado volviéndose más y más largo, se enredó y obstruyó su visión, ocultando la vista de la ciudad que se extendía bajo sus pies. Se giró en dirección a la montaña del Rey, la gran subida lejana en el horizonte. —Pensábamos que estabas muerto. Xcor pivotó en sus botas de combate, el viento hizo que el pelo cubriese su cara. Throe y los otros estaban en un semicírculo alrededor de él. —Pobre de mí, que aún estoy vivo y respirando. —Excepto que en realidad, sólo se sentía muerto—. ¿Cuánto cuestan los nuevos alojamientos? —¿Dónde estabas? —demandó Throe. —En otra parte. —Cuando parpadeó, recordó buscar en aquel paisaje extraño y velado, dando vueltas y vueltas a la base de la montaña—. Los nuevos alojamientos… ¿cómo están? —Bien —murmuró Throe—. ¿Puedo tener unas palabras contigo? Xcor arqueó una ceja. —Realmente pareces ansioso por hacer eso. El par dio un paso al lado, dejando a los otros en el viento… y de forma coincidente, se puso de cara en dirección al complejo de la Hermandad.

—No puedes hacer eso —dijo Throe sobre las ruidosas y heladas ráfagas—. Simplemente no puedes desaparecer otra vez durante el día. No en este clima político… habíamos supuesto que te habían matado, o peor, capturado. Había habido un tiempo en el que Xcor habría contraatacado la censura con un afilado desaire o algo mucho más físico. Pero su soldado tenía razón. Las cosas eran diferentes entre el grupo… desde que había enviado a Throe al vientre de la bestia, había empezado a sentir una conexión recíproca con esos machos. —Te lo aseguro, esa no es mi intención. —¿Entonces qué ha pasado? ¿Dónde estabas? En ese momento, Xcor vio una encrucijada ante sí. Una dirección les llevaba a él y sus soldados a la Hermandad, a un encarnizado conflicto que podía cambiar sus vidas para siempre para bien o para mal. ¿La otra? Pensó en su Elegida siendo sostenida recta por esos dos guerreros, manejada tan cuidadosamente como vidrio cortado. Lo cual era como iba a ser. —Estuve en el almacén —se escuchó decir a sí mismo después de un momento—. Pasé el día en el almacén. Volví allí distraído, y era demasiado tarde para llevarme a mí mismo a cualquier otro lado. Pasé las horas del día bajo el suelo y mi teléfono no tenía señal. Vine aquí tan rápido como dejé el edificio. Throe frunció el ceño. —Es bien pasada la puesta de sol. —Perdí la noción del tiempo. Era la cantidad de información que estaba dispuesto a dar. No más. Y su soldado debía haber sentido esa línea de demarcación, pues aunque las cejas de Throe siguieron tirantes, no prosiguió.

—Necesito sólo un pequeño recuento aquí y luego podemos salir a buscar a nuestros enemigos —declaró Xcor. Cuando sacó su teléfono, no pudo leer la pantalla, pero sabía cómo comprobar sus mensajes de voz. Había algunas llamadas perdidas… Throe y los otros, con toda probabilidad. Y luego había un mensaje de alguien a quien había estado esperando oír. —Soy yo —anunció Elan, hijo de Larex. Hubo una pausa, como si en su cabeza, hubiese estado silbando en una fanfarria de trompetas—. El consejo se reunirá a media noche del día siguiente. Creí que deberías saberlo. La ubicación es en una finca aquí en la ciudad, los propietarios han regresado recientemente de su casa de seguridad. Rehvenge fue bastante insistente con respecto a la programación, así que solo puedo imaginar que nuestro razonable leahdyre traerá un mensaje del rey. Te mantendré totalmente informado de lo que se revele, pero no espero verte. Cuídate, aliado mío. Mientras golpeaba suprimir, Xcor desnudó sus colmillos y el resurgimiento de su agresión se sintió bien… un retorno a la normalidad. Cómo se atrevía ese pequeño aristócrata decadente a decirle que hiciese nada. —El consejo se reunirá mañana por la noche —dijo mientras guardaba el teléfono. —¿Dónde? ¿Cuándo? —preguntó Xcor. Xcor vigiló sobre la ciudad, hacia la montaña. Luego le dio la espalda a ese punto de la brújula. —El bueno de Elan ha decidido que no estaremos allí. De lo que no se da cuenta es que esa será mi elección. No la suya. ¿Cómo si olvidarse de comunicar una dirección pudiese mantenerle alejado si deseaba otra cosa?

—Suficiente conversación. —Anduvo a zancadas hasta la reunión de sus soldados—. Vamos a bajar a las calles y atacar como hacen los guerreros. Entre los omoplatos, su guadaña empezó a hablarle otra vez, su voz afilada y clara en su mente, sus sanguinarias palabras como la súplica de un amante. Su silencio había sido extrañamente inquietante. No con poco alivio se desmaterializó desde las alturas del rascacielos, su voluntad de hierro formando sus moléculas hacia el suelo y el campo de combate. En muchos sentidos, se había sentido como si las pasadas veinticuatro horas hubiesen sido vividas por otro. Sin embargo, ahora estaba de vuelta en su vieja piel. Y preparado para matar.

Capítulo 47

Qhuinn había hecho casi veinte kilómetros de una carrera de treinta en la cinta de correr cuando la puerta de la sala de ejercicio del centro de entrenamiento se abrió. En cuanto vio quién era, bajó a los carriles laterales y golpeó el botón de stop: Blay estaba de pie en las jambas, mirando hacia todos lados, su cara toda jodida… y no porque alguien le hubiese golpeado o algo así. —¿Qué ha pasado? —demandó Qhuinn. Blay metió una mano entre su pelo rojo. —Ah, Layla está abajo en la clínica… —Mierda. —Bajó de un salto y se dirigió hacia la puerta—. Qué está mal… —No, no, nada. Sólo está para un chequeo. Eso es todo. —El tipo dio un paso al lado, despejando la salida—. Me imaginé que querrías saberlo. Qhuinn frunció el ceño y se paró donde estaba. Cuando escudriñó la expresión del otro macho llegó a una conclusión que le dejó angustiado: Blay estaba enfrentando algo. Difícil determinar cómo lo sabía exactamente, pero bien pensado, después de haber sido amigo de alguien desde la infancia aprendías a leer sus detalles mínimos. —¿Estás bien? —le preguntó al tipo. Blay hizo señales en dirección a la clínica. —Sí. Seguro. Está en la sala de examen ahora mismo.

Directo, claro, el tema estaba cerrado. Cualquiera que fuera. Entrando en acción, Qhuinn trotó por el corredor y casi irrumpió a través de la puerta cerrada. Aunque en el último minuto, un sentido del decoro le detuvo en seco. Algunos exámenes a hembras embarazadas implicaban lugares muy privados… e incluso aunque Layla y él habían tenido sexo, realmente no habían intimado así. Llamó a la puerta. —¿Layla? ¿Estás ahí? Hubo una pausa y luego Doc Jane abrió. —Hola, vamos, entra. Me alegro de que Blay te haya encontrado. El rostro de la médico no revelaba nada… y eso lo puso psicótico. Hablando en general, cuando los doctores hacían esa cosa profesionalmente agradable, no eran buenas noticias. Mirando más allá de la hembra de V, se concentró en Layla… pero fue a Blay a quien agarró, enganchando un asidero en el brazo del tipo. —¿Te quedas si puedes? —dijo Qhuinn por la comisura de la boca. Blay parecía sorprendido, pero cumplió con la petición, dejando que la puerta los encerrase a todos juntos. —¿Qué está pasando? —exigió Qhuinn. Chequeo, su culo: los ojos de Layla estaban muy abiertos y un poco salvajes, sus manos nerviosas mientras jugaban con su cabello suelto y enredado. —Ha habido un cambio —dijo Doc Jane con vacilación. Pausa. Qhuinn casi gritó. —De acuerdo, escuchad, chicos… si nadie me dice qué coño está pasando, voy a perder mi jodida mente por toda esta habitación… —Estoy embarazada —dijo Layla bruscamente.

¿Y eso cómo era un cambio? se preguntó, su cabeza empezó a zumbar. —Ya que el aborto parece haberse detenido —dijo Jane—. Y ella todavía está embarazada. Qhuinn parpadeó. Luego sacudió la cabeza… y no como de un lado a otro si no como si alguien masturbase una bola de nieve. —No lo pillo. Doc Jane se sentó en un taburete con ruedas y abrió un gráfico en su regazo. —Le hice el análisis de sangre yo misma. Hay un aumento en la escala de hormonas de embarazo… —Voy a ponerme enferma… —cortó Layla—. Ahora mismo… Todos se precipitaron hacia la pobre hembra, pero Blay fue el más inteligente. Llevó una papelera con él y eso fue lo que utilizó la Elegida. Mientras estaba vomitando, Qhuinn mantuvo su cabello atrás y se sintió un poco mareado. —Ella no está bien —le dijo a la doctora. Jane encontró sus ojos sobre la cabeza de Layla. —Esto es una parte normal de estar embarazada. Aparentemente, también para las hembras vampiro… —Pero está sangrando… —Ya no. Y le he hecho un ultrasonido. He podido ver la bolsa gestacional. Todavía está embarazada… —¡Oh, mierda! —gritó Blay. Por una fracción de segundo, Qhuinn no pudo imaginarse por qué estaba maldiciendo el tipo. Y entonces se dio cuenta… eh, el techo había intercambiado lugares con la pared. No, espera.

Estaba perdiendo el conocimiento. Su último pensamiento consciente fue que era realmente calmante que Blay lo atrapase mientras caía como un árbol en el bosque. *

*

En el contexto de la lengua inglesa, había muchas palabras más importantes que “en”. Había palabras fantásticas, palabras históricas, palabras que significaban vida o muerte. Había trabalenguas multisilábicos que requerían preparación antes de hablar y misiones críticas cruciales que empezaban y acababan guerras… e incluso sinsentidos poéticos que eran como una sinfonía mientras salían de sus labios. Hablando en general, “en” no jugaba con los chicos grandes. De hecho, apenas tenía casi una definición del todo, y, en el transcurso de su vida útil, normalmente no era nada más que un puente, un conducto para los pesados elevadores en cada frase dada. Sin embargo, había un contexto en el cual esas dos pequeñas y humildes letras, esa mierda monosilábica era cojonuda. Amor. La diferencia entre alguien “en-cariñado” de alguien versus estar “en-amorado” era un bordillo en el Gran Cañón. La cabeza de un alfiler por todo el Medio Oeste. Una exhalación de un huracán.

Ahora sé por qué él… Cuando Blay se sentó en el suelo de la sala de examen con el cuerpo completamente relajado de Qhuinn en su regazo, por su vida que no podía recordar lo que Layla había dicho después. ¿Había sido “te ama”? En cuyo caso, bien, sip, sabía que el tipo le quería como a un amigo y lo había hecho durante décadas. Y eso no había cambiado nada. O lo había hecho con la adición del “en”.

En cuyo caso, él era amable al considerar tomar la cabeza de Qhuinn y darle un pequeño TM contra el embaldosado. —¿Cómo lo está haciendo mi otro paciente? —preguntó Doc Jane cuando Layla se derrumbó hacia atrás en la mesa de examen. —Respirando —respondió Blay. —Volverá en sí. Uno lo esperaría, pensó Blay mientras se enfocaba en la cara de Qhuinn… como si esos rasgos familiares, a pesar de que estaba inconsciente, pudiesen responder de una u otra forma esa pregunta. La Elegida probablemente no podía haber dicho “enamorado”. No podía haber sido eso. Simplemente se negaba a permitir que dos asaltos de sexo genial reescribiesen las palabras de alguien más. —¿Estás segura de que esto está bien? —escuchó a Layla decirle a Doc Jane. —¿Las náuseas? De acuerdo con lo que Ehlena me dijo más temprano, sin duda puede ser parte de los síntomas de un embarazo exitoso. De hecho, puede ser una señal de que las cosas están progresando bien. Son las hormonas. —No tengo que volver donde Havers, ¿verdad? —Bien, Ehlena está volviendo de visitar a su padre esta noche. Así que tenemos que averiguar lo cómoda que se siente atendiendote… y luego ver dónde estás. No mentiré... creo que es un milagro. —Estoy de acuerdo. Mientras las hembras hablaban, Blay mantuvo sus ojos en los párpados cerrados de Qhuinn. Era un milagro, de acuerdo. La verdad… Como si fuera una señal, el tipo recobró la consciencia, esas gruesas y oscuras pestañas batiendo como si tratasen de decidir lo grave que estaba para permanecer consciente. —¡Layla! —gritó mientras salía despedido en posición vertical.

Blay se echó atrás, dejando ir al tipo. Sintiéndose un poco estúpido. Especialmente cuando Qhuinn se disparó sobre sus pies y fue hacia la hembra. Blay permaneció donde estaba, recostándose contra los aparadores cerrados bajo el fregadero, sus rodillas arriba, sus manos en los muslos. A pesar de que lo rasgó en pedazos, no podía evitar ver a los dos juntos, la mano de la daga de Qhuinn imposiblemente suave mientras alisaba el cabello rubio lejos de la cara de Layla. Él le estaba diciendo algo, algo suave y tranquilizador. Antes de que Blay se diera cuenta, estaba fuera en el vestíbulo, caminando a alguna parte, cualquier parte. Tan difícil como era aceptar compasión de Qhuinn… era absolutamente imposible presenciar como era impartida a otra persona… incluso si se la merecía más. La idea de que Layla había conseguido durante su necesidad exactamente lo que él había tenido durante los últimos dos días, hacía que su pecho doliese… ¿pero qué era peor? Parecía que con ella las ruedas habían servido a su propósito biológico. Estaba embarazada… y gracias a Payne, tenía la sensación de que iba a seguir de ese modo. En general, había hecho lo correcto al ir a la hermana de V el día anterior. Asumiendo que esa hubiese sido la causa de ese maravilloso cambio. Pero aun así, y a pesar de que no tenía sentido, sentía… —¿Estás bien? Se detuvo inmediatamente, la voz de Qhuinn fue un shock. Uno podía imaginarse que el tipo se había quedado con la Elegida. Preparándose, metió las manos en profundamente antes de girar alrededor.

los

bolsillos

y

respiró

—Sí, estoy bien. Sólo imaginé que vosotros dos querríais algo de privacidad.

—Gracias por agarrarme. —El macho levantó las palmas—. No sé qué pasó allí. —Alivio. —Supongo. Hubo un momento incómodo. Bien pensado, se habían especializado en ello, ¿no? —Escucha, voy a volver a la casa. —Blay cambió a una sonrisa y esperó que el tipo la comprase—. Es bueno tener una noche libre. —Oh, sí. Probablemente Saxton está esperando por ti. Blay abrió la boca pero entonces atrapó el “por qué” que estaba a punto de salir volando de entre sus labios. —Sí, lo está. Cuida de tu chica. Tal vez te vea en la Última Comida. Cuando se alejó y se metió en la oficina, supo que estaba siendo un cobarde por esconderse detrás de una relación inexistente. Pero cuando has tenido un mal golpe, necesitas una tirita. Cristo, no era de extrañar que Saxton hubiese roto con él. Qué jodido romántico.

Capítulo 48

Cuando Assail atravesó las grandes puertas de una propiedad en la parte rica de Caldwell, estaba molesto. Cansado. Al límite. Y no sólo porque había estado dándole a la cocaína regularmente y sin comer. La casa quedaba a la izquierda y él aparcó el Range Rover en primera línea de parrilla debajo de una de las alegres ventanitas. Habría preferido tener que desmaterializarse allí… mucho menos complicado. Pero después de llevar a los gemelos a ese club gótico, el Iron Mask, tuvo que enfrentarse a la realidad de que si no se alimentaba no iba a ser capaz de continuar. Lo odiaba. No era que le importara el dinero que costaba. Más bien era que no estaba particularmente atraído por la hembra y no apreciaba los intentos femeninos de cambiar eso. Abriendo la puerta, salió y el aire frío le dio en el rostro metiéndole algo de conciencia, haciéndole ver lo torpe que había estado. En ese mismo instante, un coche salió de la calle más allá, alguna clase de sedán doméstico. Y entonces el singular portal de la casa se abrió. Los colmillos de Assail hormiguearon cuando sus sentidos registraron a la hembra entre las jambas. Vestida con algo negro y de lencería, ella estaba lista para él, el intoxicante aroma de su excitación se notaba en el aire, aunque aquello no ponía en marcha su lujuria. Era su vena, nada más y nada menos.

Assail frunció el ceño y miró más allá de la casa, al interior del bosque que bordeaba la propiedad. A través de los arboles esqueléticos, las luces traseras del coche que acababa de pasar brillaron rojas. Entonces quien fuera giró el vehículo, los faros delanteros oscilaron en un gran círculo y luego se apagaron. Inmediatamente, Assail fue a por su arma. —Entra. No estamos solos. La hembra sin demora empaquetó el coqueteo y desapareció en la casa cerrando la puerta de un golpe. Desmaterializarse en los bosques habría sido el mejor movimiento, pero por supuesto, estaba demasiado malditamente hambriento para eso… De pronto, el viento cambió de dirección yendo hacia él y sus fosas nasales se ensancharon. Assail gruñó en voz baja, y no en advertencia. Más bien del tipo saludo. Como si pudiera olvidar esa combinación particular de feromonas. Su pequeña ladrona le devolvía las tornas, haciéndole lo que él le había hecho a ella la noche anterior. ¿Durante cuánto tiempo le había seguido?, se preguntó. Un rayo de respeto le traspasó el pecho a la vez que se frustraba más. No le gustaba la idea de que ella lo hubiera visto bajo el puente. Aunque conociéndola, no lo descartaría. Inhalando una larga y lenta bocanada de aire, no captó nada más de importancia. Lo cual significaba que estaba sola. ¿Reuniendo información? ¿Para quién?

Assail se dio la vuelta hacia la casa y sonrió enigmáticamente. Sin duda una vez él estuviera dentro ella se acercaría… y nada más lejos de su intención el no ofrecerle un espectáculo. Golpeó la puerta una vez y la hembra volvió a abrir. —¿Todo bien? —le preguntó. Sus ojos le repasaron el rostro y entonces se entretuvieron en el cabello femenino. Era oscuro. Grueso. Bastante parecido al de su pequeña ladrona. —Todo despejado. Solo un humano con problemas con el coche. —¿Así que no hay nada de lo que preocuparse? —Nada. Cuando el alivio calmó la tensión de su rostro, él los encerró dentro y pasó el cerrojo. —Me alegro tanto de que vuelvas a mí de nuevo —dijo la hembra, dejando que las mitades adornadas de encaje de su camisón de satén cayeran hacia atrás, separándose. Esta noche ella llevaba un negligé negro que le realzaba los senos y hacía parecer su cintura como si pudiera abarcarla con una de sus manos. Olía exagerado: demasiada crema de manos, loción corporal, champú, acondicionador y perfume se notaban en su cuerpo. En verdad deseaba que ella no hubiera hecho el esfuerzo. Con un rápido movimiento de ojos, Assail comprobó la posición de todas las ventanas. Por supuesto, ninguna había cambiado: había dos estrechas a cada lado de la chimenea de piedra. Un tramo de tres hojas de cristal sobre el fregadero. Y luego esa parte salida hacia la izquierda que estaba sobre el asiento integrado con sus almohadones y cojines bordados. Su ladrona elegiría la ventana a la derecha de la chimenea. Estaba fuera del resplandor del farol sobre la puerta principal y al abrigo de la chimenea.

—¿Estás listo para mí? —ronroneó la hembra. Assail se metió la mano dentro de la chaqueta. Los mil dólares en efectivo estaban doblados por la mitad, los diez billetes de cien dólares formando un delgado fajo. Moviéndose sinuosamente, se puso de espaldas a la ventana panorámica y a la chimenea. Por alguna razón, no quería que su ladrona le viera pagando. Sin embargo, el resto de lo que iba a suceder deseaba muchísimo que lo presenciara. —Toma. Cuando la hembra tomó el dinero, él no quiso que lo contara. Y ella no lo hizo. —Gracias. —Ella retrocedió y puso los billetes en una jarra roja de cerámica—. ¿Vamos? —Sí. Vamos. Assail se acercó y asumió el control, tomando el rostro de la mujer entre las manos, inclinándole la cabeza hacia atrás y besándola con fuerza. En respuesta, ella gimió, como si el avance inesperado fuera algo que ella no solo recibía a gusto, sino que no había osado esperar. Le alegró que ella lo disfrutara. Esto no se trataba de su placer. Cambiándola de sitio, la puso sobre el sofá que recorría la pared más alejada de la casita, presionándola con su cuerpo, utilizando su fuerza para exponerla con la cabeza en dirección a la chimenea. Cuando ella, se recostó, arrojó los brazos a los lados, empujando hacia lo alto los senos hasta que presionaron las copas de satén que los cubrían. Assail la montó completamente vestido y con el abrigo puesto, metiendo la rodilla entre las de ella, alargando una mano hacia abajo y subiendo ese negligé largo hasta el suelo.

—No, no —dijo él cuando ella iba a enredarle los brazos en torno al cuello—. Quiero verte. Sandeces. Él quería que ella fuera vista desde la ventana. Pese a que ella obedeció de inmediato, volvió a besarla y apartar aquel largo volante fuera del paso y lo segundo fue que ella abriera las piernas bien separadas. —Fóllame —dijo la hembra, arqueándose debajo de él. Bueno, eso no iba a ser posible. No estaba duro. Pero nadie tenía que saberlo. Para parecer apasionado, se quitó el abrigo de los hombros, y luego con un rápido tajo de colmillos, cortó los tirantes, exponiendo los pechos de la hembra a la luz del fuego, los pezones se endurecieron al instante encima de acres de piel pálida. Assail hizo una pausa como poseído por lo que veía. Luego extendió la lengua y dejó caer la cabeza. En el último momento, justo antes de empezar a lamer y succionar, alzó los ojos, concentrándolos en la ventana tintada de la derecha, encontrándose con la mirada de la mujer que sabía estaba allí entre las sombras, observándolo… Una descarga de pura lujuria sin diluir le atravesó el cuerpo, apoderándose, remplazando el razonamiento más elevado como el conductor de sus acciones. La hembra debajo de él ya no era una de su especie a la que había comprado para un rato. Se convirtió en su ladrona. Y aquello lo cambio todo. Como un impulso repentino, le dio a la columna de la garganta de la mujer, poseyó la vena, extrayendo lo que necesitaba… Y todo el rato se imaginó que la humana estaba debajo de él.

*

*

Sola jadeó… Y se arrancó de la ventana de la casa. Cuando su espalda golpeó la dura y desnivelada chimenea de piedras de río, cerró los ojos, el corazón golpeándole las costillas, los pulmones inhalando aire frío. Con los párpados cerrados, todo lo que veía eran los pechos desnudos expuestos ante él, su oscura cabeza descendiendo, la lengua moviéndose rápidamente fuera de su boca… y entonces levantó los ojos y se encontró con los de ella. Jesús, ¿cómo sabía que ella estaba allí? Y mierda, nunca iba a olvidar la imagen de esa mujer extendida debajo de él, ese abrigo suyo arrojado a un lado, su cuerpo levantándose de la cuna de aquellas esbeltas caderas. Podía imaginar la calidez del fuego a su lado, e incluso el más poderoso calor saliendo de él… la sensación de piel con piel, la promesa de éxtasis.

No mires otra vez, se dijo a sí misma. Él sabe que estás aquí. El grito agudo de una mujer teniendo un orgasmo salió vibrando de la casa, haciendo estragos en el aspecto íntegro del lugar. Sola se volvió a inclinar en la ventana, atisbando de nuevo por el cristal… aunque sabía que no debería. Él estaba en el interior de la mujer, la parte inferior de su cuerpo bombeando, el rostro enterrado en el cuello femenino, los brazos arqueados para soportar su pesado tronco superior. Ya no estaba mirando. E iba a estar ocupado durante bastante rato. Era el momento de la retirada. Además, ¿como si ella necesitara de verdad mirar?

Con una palabrota, Sola se alejó como un fantasma del lugar, golpeando con los pies por los espinosos matorrales, esquivando los delgados árboles sin hojas. Cuando llegó a su coche de alquiler, saltó dentro, cerró las puertas y encendió el motor. Cerrando los ojos una vez más, revivió toda la escena: su aproximación a la casa, acercarse a la ventana, permanecer en las sombras arrojadas por la chimenea. Él estando al otro lado de la habitación abierta, la mujer delante de él, su cuerpo agraciado cubierto de satén negro, su largo y oscuro cabello bajándole hasta la parte baja de la espalda. Él le había puesto las manos en la cara y la besó con fuerza, curvando los hombros mientras se inclinaba para hacer contacto con una expresión completamente erótica… Y entonces dejó lentamente a la mujer sobre el sofá. Aunque la matara admitirlo, Sola sintió una punzada de celos irracional. Pero eso no fue lo peor: su propio cuerpo había respondido, su sexo floreció entre sus piernas como si hubiera sido su boca la que él estaba trabajando, su cintura en la que estaban sus manos, sus pechos los que estaban contra su torso. Y esa reacción sólo se había intensificado mientras él colocaba a la mujer en ese sofá, su rostro con las señales del hambre oscura, sus ojos brillando como si lo que estuviera debajo de él fuera una comida para ser consumida. Mirar estaba mal. Mirar era malo. Pero aunque amenazara a su seguridad personal (y podría decirse que a su salud mental) no había sido bastante para que se apartara del cristal. En especial cuando él se alzó y se quitó ese pesado abrigo negro de los hombros. Había sido imposible para ella no imaginárselo desnudo, viendo su amplio pecho expuesto bajo la luz del fuego, imaginar el aspecto de sus abdominales combándose tensos bajo su piel… Y luego pareció que la había mordido ( mordido, por el amor de Dios) a través de las tiras delgadas del corpiño del negligé.

Justo cuando los malditamente fenomenales y perfectos pechos de la mujer estaban expuestos… él la miró a ella. Sin ningún aviso en absoluto, aquellos brillantes ojos de predador se habían levantado y taladraron los suyos, una sonrisa ladina levantó una comisura de su boca. Como si el espectáculo fuera sólo para ella. —Mierda. Mierda. Una cosa estaba clara: si él quería enseñarle una lección sobre espiar... No había un modo mejor… aparte de hacerle tragar el cañón de un cuarenta. Sola salió del arcén y se incorporó a la carretera. Mientras el Ford Taurus tardaba quince kilómetros en acelerar al límite de velocidad de setenta kilómetros, ella deseó estar en su Audi: con la sangre todavía bombeándole en las venas, necesitaba alguna manera de sacar el fragor atrapado en su cuerpo. Algún tipo de salida. Como… el sexo, por ejemplo. Y no en solitario.

Capítulo 49

Como todas las fabulosas mansiones de las Adirondack, la de Rehv tenía de todo: una enorme casa principal estilo rústico con techo de tejas de cedro y rodeada de porches. Varios edificios más alejados, incluidas casas para los huéspedes. Vista al lago. Un montón de habitaciones. Trez e iAm tras tomar forma en el patio lateral, caminaron por la nieve hacia la entrada trasera de la cocina. Incluso en invierno, el lugar desprendía una vibración acogedora, con todo ese resplandor mantecoso atravesando el cristal en forma de diamante. Pero no todo era un cuento de hadas. Los acaudalados victorianos que construyeron esos recintos como un modo de escapar del calor y la industrialización de las ciudades durante el verano, lo más seguro es que no las equipararan con detectores de movimiento de miras láser, lentes de última generación en todas las ventanas y puertas, y no solo una, sino varias placas base distintas controlaban un sistema de alarma multiinterfaz y completamente integrado. ¡Toma ya! La huella del pulgar de Trez sobre el panel instalado discretamente a la izquierda de la puerta les abrió paso al centro neurálgico de la casa, una cocina tamaño industrial que estaba equipada con electrodomésticos de acero inoxidable a la altura de la de Sal’s. Algo se estaba horneando en el horno marca Viking. Por el olor parecía pan.

—Tengo hambre —señaló Trez cuando cerró la puerta. El mecanismo de cierre se activó por sí solo pero por costumbre él lo comprobó. A lo lejos, alguien estaba pasando la aspiradora, seguramente una Elegida. Desde que Phury había tomado el cargo de Primale y esencialmente liberado del Otro Lado a ese grupo enclaustrado de hembras, Rehv las había dejado quedarse en el campo. Tenía sentido. Mucha privacidad, especialmente fuera de temporada, más la lejanía de la ciudad proveían una suave transición, si Trez había entendido el asunto correctamente, de la plácida monotonía del Santuario a la frenética, y a veces en sí traumática, vida de la Tierra. Había pasado mucho tiempo desde que estuvo en la casa, de hecho desde que las Elegidas habían ocupado la residencia. Bien pensado, cuando Rehv hizo saltar por los aires el ZeroSum y acabó con su papel de piedra angular de la droga, aquella deuda entre ellos había perdido algo de su tracción de compensación. Además, ahora que el tío ya no tenía que realizar entregas de rubíes y sexo a la princesa, no tenía muchas razones para venir al norte. Sin embargo, al parecer, eso había cambiado. —Oye, Rehv ¿dónde estás? —gritó Trez con voz estridente. Por mucho que su estómago protestara, su hermano y él salieron al vestíbulo principal. Los objetos victorianos estaban por todas partes, desde las alfombras orientales color granate del suelo, hasta los bancos tapizados y las cabezas disecadas del bisonte, el ciervo, el alce y el lince colocados en torno a la chimenea de piedra irregular. —¡Rehv! —gritó de nuevo. Tío, esa lámpara de mapache siempre le había dado repelús. Al igual que la lechuza disecada con las gafas de sol. —Bajará enseguida.

Trez se giró hacia la voz femenina. Y en ese preciso instante, el curso de su vida cambió para siempre. La escalera que descendía desde la segunda planta era toda recta, los escalones bajos y la barandilla sencilla salían desde arriba sin artificios arquitectónicos. La hembra con la túnica blanca que estaba en la base la convirtió en una escalera hacia el cielo. Era alta y delgada, pero sus curvas estaban todas en los lugares correctos, su vestido suelto incapaz de disimular los pechos grandes y erguidos o la grácil turgencia de sus caderas. Tenía la piel suave y del color del café con leche, el cabello oscuro y enroscado en lo alto de la cabeza. Sus ojos eran pálidos y bien delineados. Labios llenos y rosados. Él quería besarlos. Especialmente cuando se movieron, pronunciando lo que estaba diciendo con una precisión embriagadora. El puntiagudo codo de iAm en su caja torácica le hizo pegar un bote. —¡Ay! Qué coño, esto… caray. Mierda, esto… miércoles. Vaya manera de estar en calma, frío y sereno, idiota. —Preguntó si queríamos algo para comer —dijo entre dientes iAm —. Yo contesté que no, yo no. Ahora es tu turno. Oh, él quería comer algo, vale. Él quería caer de rodillas a sus pies y meterse por debajo de ese… Trez cerró los ojos y se sintió como un absoluto y puto cabronazo. —Nah, estoy bien. —Pensé que habías dicho que tenías hambre. Trez abrió los párpados y fulminó a su hermano con la mirada. ¿Estaba el tío intentando hacerle parecer un idiota?

La luz astuta en aquellos ojos negros le sugería que sí, iAm lo estaba intentado. —No. Estoy bien —soltó rechinando. Subtítulo: No me presiones, cretino. —Estaba a punto de ir a vigilar el pan. Trez volvió a cerrar los ojos, la voz de la Elegida tintineaba en sus oídos, este sonido le subía la presión sanguínea y le calmaba a la vez. —Sabes —se oyó decir—, tal vez veré si puedo comer de gorra. Ella le sonrió. —Sígueme. Estoy segura de que podremos encontrar algo de tu gusto. Mientras ella iba delante rodeando el recibidor que ellos acababan de cruzar, Trez parpadeó como el zoquete que era. Había pasado mucho, mucho tiempo desde que una hembra le había dicho algo sin doble intención… pero por lo que él podía decir, aquellas palabras, las cuales se podrían considerar un flirteo (al menos según su filtro de lujuria), no contenían promesa alguna de mamada o algo de sexo total. Ni siquiera atracción de ninguna clase. Naturalmente, esto le hizo desearla más. Sus pies se pusieron en marcha en su dirección, su cuerpo siguiéndola como lo haría un perro con su amo, sin pensar en desviarse del camino elegido por ella para él… iAm lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás. —Joder, ni siquiera lo pienses. El primer impulso de Trez fue apartarse de un tirón, aunque dejara su extremidad en el agarre de su hermano. —No sé de qué estás hablando. —No me hagas agarrarte la erección para demostrarlo —siseó iAm.

Atontado, Trez bajó la mirada hacia su parte frontal. Bueno. Mira tú por dónde. —No voy a… —Follarla le vino a la mente, pero por Dios, no podía utilizar la palabra con F cerca de esa hembra, ni siquiera de modo hipotético—. Ya sabes, hacer nada. —En serio, esperas que me lo crea. Los ojos de Trez se giraron hacia la puerta por la que ella había desaparecido. Mierda. Hablando de no tener credibilidad sobre el tema de la abstinencia. —Ella no está disponible para ti, me entiendes —dijo iAm rechinando—. Eso no es justo para alguien como ella, es más, si te aprovechas, Phury va a venir detrás de ti con una daga negra. Es suya, no tuya. Durante una fracción de segundo, Trez se enfureció ante eso, pero no porque su parte feminista estuviera despotricando por las hembras siendo tratadas como una propiedad, aunque por supuesto eso estaba mal. No, fue por el…

Mía. Desde un profundo lugar en su interior, esa palabra brotó como si cada célula de su cuerpo hubiera encontrado su voz de pronto y estuviera diciendo la única verdad importante. —Siento haberos hecho esperar. Ante el sonido de la voz de Rehv, Trez arrastró de vuelta su conciencia del precipicio en el que inesperadamente se había encontrado volando. El rey de los symphath bajaba por las mismas escaleras que había usado la Elegida, el bastón del macho lo afianzaba, su abrigo negro de visón mantenía tibio su cuerpo medicado.

Cuando iAm dijo algo y Rehv contestó, Trez se volvió a concentrar en la puerta de la cocina. Qué estaba haciendo ella allí… oh, tío. Seguramente inclinándose para mirar el pan… Un gruñido sutil se filtró garganta arriba. —¿Perdón? —exigió Rehv, entrecerrando sus ojos púrpuras. Otro golpe en las costillas trajo a Trez de vuelta a la realidad. —Lo siento. Indigestión. ¿Qué tal estás? Rehv ladeó una ceja pero luego encogió los hombros. —Necesito vuestra ayuda. —Lo que sea —contestó Trez, diciéndolo en serio. —Mañana por la noche hay una reunión del Consejo. Wrath va a estar allí. La Hermandad proporcionará protección, pero quiero que ambos vengáis sin que se os vea. Trez retrocedió. El Consejo se había reunido con regularidad antes de los asaltos un par de años atrás, y Rehv nunca necesitó guardarse las espaldas. —¿Qué pasa? —A finales de otoño dispararon a Wrath. Qué. Coño. Trez apretó los dientes. —¿Quién? —A pesar de todo le gustaba el rey. —La Banda de Bastardos. No los conocéis, pero quizás lo hagáis mañana por la noche, si estáis de acuerdo en venir. —Claro que estaremos allí. —Mientras iAm asentía, Trez cruzó los brazos sobre el pecho—. ¿Dónde? —La haré en la propiedad de Caldwell a medianoche. Es una de las pocas que no fue infiltrada por la Sociedad Lessening, sin embargo la familia fue prácticamente aniquilada, a pesar de todo, porque estaban

visitando a otra estirpe en la ciudad en el momento que sucedió el ataque. —Rehv se acercó y se sentó en el sofá tapizado, girando el bastón en el suelo entre sus piernas—. Dejadme deciros como va a ir. Wrath está totalmente ciego, pero la glymera no lo sabe. Quiero que esté sentado en el salón de día cuando esos aristócratas lleguen, así no lo verán dependiendo de nadie para encontrar su sitio. Luego… Mientras Rehv seguía exponiendo el plan, Trez tomó asiento delante del fuego y asintió en los momentos adecuados. Sin embargo, en su mente, estaba en esa cocina, con esa hembra… ¿Cuál era su nombre? Se preguntó. E igual de importante… ¿Cuándo la volvería a ver?

Capítulo 50

Abajo, en la sala de examen de la clínica, Qhuinn se sentía como si estuviera en el aire, volando alto. Y no en un PDM Cessna a punto de estrellarse con un Hermano herido a la espalda. —Lo siento, ¿puedes repetir eso? Doc Jane sonrió mientras llevaba una mesa con ruedas a la cabecera de la cama. Vagamente, el asunto se registró, pero él estaba más centrado en lo que podía o no podía salir de la boca de la médico. —Vosotros chicos todavía estáis embarazados. Sus niveles de hormonas se duplican exactamente como deberían, la presión sanguínea es perfecta, el ritmo cardíaco es genial. Y sigues sin sangrar, ¿verdad? Cuando la doctora miró a Layla, la Elegida sacudió la cabeza, con una expresión aturdida, tan aturdida como seguramente se sentía, pensó Qhuinn. —Nada de nada. Qhuinn dio un pasito, se pasó la mano por el pelo, su cerebro tenía calambres. —No entiendo… quiero decir, esto es lo que quiero, lo que queremos, pero no entiendo por qué ella… Después de haber montado en la montaña rusa directo al infierno, desarmaba completamente subir de golpe en dirección a la tierra. La doctora Jane sacudió la cabeza.

—Esto probablemente no ayuda, pero Ehlena tampoco había visto esto antes. Entiendo tu confusión, es más, entiendo mejor lo traicionera que puede ser la esperanza. Es duro ceder a cualquier optimismo después de lo que ambos habéis pasado. Tío, la shellan de V no era idiota. Qhuinn se centró en Layla. La Elegida llevaba una túnica blanca suelta, pero no del tipo que había usado como miembro de la secta sagrada de la Virgen Escriba. Era una bata de diario y debajo llevaba la ropa de hospital que tenía corazones rosas y rojos sobre un fondo blanco. ¿Y en esa mesa rodante? Resultó que había una caja de galletas saladas y un paquete de seis ginger ale Canada Dry. Hablando de medicamentos de venta libre. Doc Jane abrió las galletitas. —Sé que en lo último que estás pensando es la comida. —Le dio uno de los cuadrados finos y salados—. ¿Pero que tal si comes esto y tomas un poco de soda? Podría arreglar las cosas por ahí. Y, vaya si lo hizo. Layla terminó comiendo medio paquete y dos de las pequeñas botellas verdes. —Eso ayuda mucho, ¿eh? —murmuró Qhuinn cuando la Elegida se echó hacia atrás y lanzó un suspiro de alivio. —No tienes ni idea. —Layla se puso la mano en la parte baja del abdomen—. Lo que sea necesario, lo haré, lo comeré, lo beberé. —La náuseas son malas, ¿eh? —No se trata de mí. No me importa si vomito durante los próximos dieciocho meses, siempre y cuando el niño esté bien. Estoy asustada con eso de las arcadas, de perder… bien, ya sabes. Bueno, cualquiera que pensara que las mujeres eran el sexo débil tenía la puta cabeza jodida. Miró a la doctora Jane.

—¿Qué hacemos ahora? La doctora se encogió de hombros. —¿Mi consejo? Confiar en los síntomas y en los resultados de las pruebas, de lo contrario, te vas a volver loco. El cuerpo de Layla es, y ha sido, conducido a todo esto. En este momento no hay indicios de aborto involuntario, pero ¿existen razones para creer que el embarazo se ha reanudado de manera positiva? Inhalad profundamente e id una noche a la vez. ¿Si esperas demasiado o te quedas estancado en el último par de días? No saldrás de esto de una sola pieza. Cierto, pensó Qhuinn. El teléfono de la buena doctora sonó. —Espera un seg… dispara. Tengo que comprobar a un doggen que se cortó la mano anoche. Layla, en lo que a mí respecta, no hay razón médica para que te quedes aquí abajo. Sin embargo, no quiero que abandones el complejo durante el próximo par de noches. Vamos a darnos algo de tiempo, ¿de acuerdo? —Por supuesto. Doc Jane salió un momento después y Qhuinn se quedó perdido. Quería ayudar a Layla a volver a la casa principal, pero ella no estaba paralizada, por amor de Dios. Sin embargo, sentía que le llevaría durante… digamos el resto del maldito embarazo. Se apoyó contra los armarios de acero inoxidable. —Me encuentro queriendo preguntarte cómo estás cada dos segundos. Layla rió un poco. —Ya somos dos. —¿Quieres volver a la casa?

—Sabes… en realidad no. Me siento... —Miró a su alrededor—, más segura aquí abajo, para ser honesta. —Tiene sentido para mí. ¿Necesitas algo? Ella asintió con la cabeza hacia la pequeña bandeja llena de cosas contra las náuseas. —Siempre que tenga esto, estoy bien. Y deberías sentirte libre para salir y luchar. Qhuinn frunció el ceño. —Pensé que me quedaría en... —¿Y hacer qué? No te estoy diciendo que te vayas, de ningún modo. Pero tengo la sensación de que simplemente me voy a quedar aquí sentada preocupándome. Si pasa algo, puedo llamarte y puedes volver de inmediato. Qhuinn pensó a dónde iban a dirigirse la Hermandad y los combatientes de la casa a medianoche: la reunión del Consejo. Si hubiera sido una noche normal en la que él también saliera al campo, probablemente se habría quedado aquí. ¿Pero con Wrath en el mundo exterior, reuniéndose con esos gilipollas de la glymera? —Está bien —dijo lentamente—. Me llevaré el teléfono y dejaré claro a los demás que si llamas, me largo. Layla tomó un sorbo de su ginger ale y luego se quedó mirando la taza, como si estuviera observando las burbujas alrededor del hielo. Él pensó en donde habían estado la noche anterior, en la clínica de Havers, fuera de control, aterrorizados, de luto. La mierda todavía podía volver, se recordó Qhuinn. Era demasiado pronto para quedar atados de nuevo. Y sin embargo, parecía que no podía evitarlo. De pie en la sala de azulejos, con el olor a desinfectante Lysol en la nariz y el borde del

mostrador contra el que estaba apoyado mordiéndole el culo… se dio cuenta de que este fue el momento en que comenzó a amar a su bebé. Aquí mismo, ahora mismo. Como macho vinculado con su hembra, también como padre de su descendencia, y en consecuencia, su corazón se abrió a lo ancho y dejó entrar todo: el compromiso que venía con la elección de intentarlo por un niño, el terror de perderlos, que apostaba nunca desaparecería, la alegría de que habría algo tuyo sobre la faz de la tierra después de que te fueras, la impaciencia de conocerlos en persona, el desesperado deseo de abrazarlos, mirarlos a la cara y darles todo el amor que tenía para dar. —Está bien... ¿puedo tocar tu estómago? —preguntó en voz baja. —¡Por supuesto! No tienes que pedirlo —Layla se recostó con una sonrisa—. Lo que está ahí es medio tuyo, ya lo sabes. Qhuinn se frotó las nerviosas manos mientras se acercaba a la mesa. Desde luego, había tocado a Layla durante la necesidad y luego de manera solícita cuando la situación lo requirió. Nunca había pensado en tocar a su bebé. Qhuinn observó desde una gran distancia como la mano de su daga se estiraba. Jesús, las puntas de los dedos le temblaban como un loco. Pero se detuvieron en el instante que hizo la conexión. —Estoy aquí —dijo—. Papá está aquí. No voy a ninguna parte. Solo voy a esperar hasta que estés listo para salir al mundo, y entonces tu madre y yo vamos a cuidar de ti. Así que aguanta, ¿está claro? Haz tu parte y nosotros esperaremos el tiempo que sea necesario. Con la mano libre, tomó la palma de Layla y la puso sobre la suya. —Tu familia está aquí. Esperando por ti... y te queremos. Era totalmente estúpido hablar a lo que era sin duda, nada más que un conjunto de células. Pero no podía evitarlo. Las palabras, las

acciones... eran totalmente suyas, y sin embargo, provenían de un lugar que le era ajeno. Con todo, se sentía bien. Se sentía… como se suponía que tenía que sentirse un padre. *

*

El cuarenta de la mano izquierda. Comprobado. Cuarenta de la derecha. Comprobado. Munición extra en el cinturón. Comprobado. Dagas uno y dos en la funda del pecho. Comprobado. Chaqueta de cuero… Cuando alguien llamó a la puerta de Blay, salió del armario. —Adelante. Cuando Saxton entró, se puso la chaqueta sobre sus hombros y se giró. —Eh. ¿Cómo estás? Algo estaba pasando. Los ojos del otro hombre hicieron un rápido trescientos sesenta grados al ”vestuario de trabajo” de Blay, como una vez lo había llamado. La inquietud hizo que Sax enarcara las cejas pálidas, nunca había parecido del todo a gusto con las armas. —Sales al campo, entonces —murmuró el hombre. —A una reunión del Consejo, en realidad. —No me di cuenta de que necesitaras tantas armas como accesorios. —Nueva era. —Sí, por supuesto.

Hubo una larga pausa. —¿Cómo estás? Los ojos de Saxton miraron por la habitación. —Quería ser quien te lo dijera. Oh, joder. Y ahora qué. Blay tragó saliva. —¿Qué? —Me voy de la casa por un tiempo, unas vacaciones, por así decirlo. —Levantó la mano para detener cualquier discusión—. No, no es permanente. He puesto todo en orden para Wrath y no hay nada que necesite para el próximo par de días. Naturalmente, si me necesita, volveré. Me voy a quedar con un viejo amigo. Realmente necesito un poco de descanso y relajación, y antes de que te preocupes, te juro que voy a volver, y esto honestamente, no es por nosotros. He estado trabajando durante meses y sólo quiero no tener ningún horario, si eso tiene sentido. Blay respiró hondo. —Sí, lo tiene. ¿Dónde vas a... —Se detuvo con un recordatorio de que eso ya no era asunto suyo—. Déjame saber si necesitas algo. —Te lo prometo. En un impulso, Blay se acercó y rodeó con los brazos a su ex amante, la conexión platónica tan poco forzada y natural como había sido la anterior amorosa. Aferrándose al macho, giró la cara. —Gracias —dijo Blay—. Por venir y decírmelo… En ese momento, alguien pasó por el vestíbulo, el paso vacilante. Era Qhuinn, Blay lo supo por el olor antes incluso de registrar visualmente la figura alta y poderosa. Y con una breve vacilación el tipo siguió su camino, con los ojos fijos sobre el hombro de Saxton.

El rostro de Qhuinn se convirtió en una máscara de inmediato, los rasgos congelados, sin revelar nada. Y entonces el guerrero se había ido, sus largas piernas le llevaron fuera del marco de la puerta abierta. Blay se apartó y se obligó a reconectar con la despedida. —¿Cuándo vas a volver? —Dentro de un par de días más o menos, no más de una semana. —Vale. Saxton paseó la mirada por la habitación, y mientras lo hacía, fue evidente que estaba recordando. —Que te vaya bien y ten cuidado ahí fuera. No trates de ser un héroe. Lo primero que pensó Blay fue... bueno, desde que Qhuinn era normalmente el primero en la cola para eso, era poco probable que fuera a tener que ponerse el traje de Superman. —Te lo prometo. Cuando Saxton se fue, Blay miró hacia el espacio. No vio lo que estaba delante de él, ni recordó lo que él y Saxton habían compartido en la habitación. Más bien, su mente estaba en la puerta de al lado con Qhuinn, y las cosas de Qhuinn... y los recuerdos que tenía de esa sesión con Qhuinn. Mierda. Echando un vistazo al reloj, se guardó el teléfono en el bolsillo del pecho de la chaqueta y salió. Mientras corría hacia la escalera, las voces desde el vestíbulo resonaron por toda la escalera, señal de que la Hermandad ya se había reunido y estaba esperando la señal de salida. Efectivamente, todos estaban allí. Z y Phury. V y Butch. Rhage, Tohr y John Matthew.

Al descender, se encontró deseando que Qhuinn fuera con ellos, pero seguramente el macho se quedaría en la casa, dada la situación de Layla. ¿Dónde estaba Payne? se preguntó mientras iba a pararse al lado de John Matthew. Tohr asintió con un saludo en dirección a Blay. —Bien, estamos esperando a uno más y luego empezaremos a movernos. La primera oleada irá a la ubicación. Con el todo despejado, me desmaterializaré con Wrath a la casa con el respaldo… Lassiter salió desde la sala de billar, todo el cuerpo del ángel caído brillaba, desde su pelo negro y rubio y los ojos blancos, hasta los shitkickers. Por otra parte, tal vez la iluminación no era su naturaleza, sino el oro que insistía en usar. Tenía el aspecto de un árbol de joyería vivo. —Estoy aquí. ¿Dónde está mi sombrero de chofer? —Aquí, usa el mío —dijo Butch, quitándose la gorra de los Red Sox y lanzándosela—. Ayudará con ese pelo tuyo. El ángel la agarró en el aire y miró la S roja. —Lo siento, no puedo. —No me digas que eres fanático de los Yankees —replicó V arrastrando las palabras—. Tendré que matarte, y francamente, esta noche necesitamos a todos los hombres alados que tenemos. Lassiter devolvió la gorra. Silbó. Parecía casual. —¿En serio? —dijo Butch. Como si el tipo se hubiera ofrecido para una lobotomía. O una amputación de algún miembro. O una pedicura. —De ninguna puta manera —repitió V—. ¿Cuándo y dónde te hiciste amigo del enemigo? El ángel levantó las palmas. —No es mi culpa que vosotros apestéis…

Tohr se puso delante de Lassiter, como si estuviera preocupado de que algo más aparte de insultos empezara a volar. Y lo triste era que tenía razón en estar preocupado. Aparte de sus shellans, V y Butch adoraban a los Sox por encima de casi todo lo demás, incluida la salud mental. —Está bien, está bien —dijo Tohr—, tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos… —Tiene que dormir en algún momento —murmuró Butch a su compañero de cuarto. —Sí, ten cuidado, ángel —se burló V—. No nos gustan los de tu clase. Lassiter se encogió de hombros, como si los Hermanos no fueran más que perritos correteando alrededor de sus tobillos. —¿Alguien está hablando conmigo? ¿O es sólo el sonido de perdedores…? Montones de gritos en ese momento. —Dos palabras, quejicas —se burló Lassiter—. Johnny. Damon. Oh, espera, Kevin. Youkilis. O Wade. Boggs. Roger. Clemens. ¿Es que la comida es mala en Boston? ¿O simplemente el juego de pelota? En ese momento, Butch se lanzó claramente preparado para iluminar al tipo como un árbol de Navidad… —¡Qué diablos está pasando ahí abajo! El rugido desde arriba apagó el enfrentamiento Sox-versusYankees. Mientras Tohr arrastraba al policía lejos del ángel, todo el mundo miró al rey que bajaba guiado por su reina. La presencia de Wrath tensó a todo el mundo, se volvieron profesionales. Incluso Lassiter. Bueno, excepto Butch. Pero claro, él había estado “exageradamente excitado” como lo había llamado durante las últimas veinticuatro horas, y tenía buenas razones para estar irritable: su shellan iba a

estar en la reunión del Consejo. Lo cual, desde el punto de vista del Hermano, era como tener dos Wrath allí. El problema era que Marissa era la más vieja de su línea y eso significaba que si Rehv quería asistencia completa, tenía que estar presente. Pobre tipo. En la pausa que siguió, la mano de la daga de Blay comenzó a sentir un hormigueo, y tuvo el impulso casi irresistible de tocar un arma. Todo en lo que podía pensar era que esto era casi idéntico al preludio del disparo a Wrath el otoño, esa noche, todos se habían reunido aquí, y Wrath había bajado con Beth... y una bala había sido disparada de un rifle y terminado su trayectoria en la garganta del rey. Al parecer, él no era el único pensando en ello. Un número de manos fueron a las pistoleras y se quedaron quietas. —Oh, bien, estás aquí —dijo Tohr. Blay se volvió con el ceño fruncido, y tuvo que tragarse su reacción. No era Payne quien se había unido a ellos, sino Qhuinn. Y tío, el hombre parecía más que dispuesto a repartir leña, los ojos tristes y su cuerpo cubierto de cuero negro, tenso como una cuerda de arco. Por un momento, una fisura de pura conciencia sexual se disparó a través de Blay. Hasta el punto de que una fantasía totalmente inapropiada se le ocurrió: a saber, él y Qhuinn escabulléndose a la despensa para follar rápidamente con la ropa puesta. Con un gemido, se concentró en el rey. Lo que era adecuado. Era Wrath quien importaba aquí, no su maldita vida amorosa... Una sensación de inquietud sustituyó a la lujuria. ¿Iban Qhuinn y él a estar juntos de nuevo? Dios mío, qué extraño pensamiento. No era como si el sexo fuera una buena idea emocionalmente. Podría decirse que era una muy mala. Pero él quería más. Dios le ayudara.

—Muy bien, vamos a hacer esto —dijo Tohr—. ¿Todo el mundo sabe a dónde vamos? Era un alivio que la gravedad de la naturaleza de su misión frente a ellos despejara su cerebro de todo lo que no fuera el compromiso de salvar la vida de Wrath… incluso a costa de la suya propia. Eso era mejor que tener que preocuparse por la mierda de Qhuinn. Seguro.

Capítulo 51

Qhuinn tomó forma en una terraza cubierta de nieve, y mientras toda la Hermandad, excepto Butch se materializaban junto a él, no se sorprendió por lo ostentoso. La propiedad donde se iba a reunir el Consejo estaba dispuesta según los estándares de la glymera: gran cantidad de tierra que había sido limpiada y ajardinada. La pequeña casa de campo a la entrada parecía como si fuera una postal de los Cotswalds. La enorme mansión, en este caso, estaba hecha de ladrillo y tenía molduras dentadas, persianas brillantes y tejados de pizarra. —Vamos a ello —dijo V, caminando hacia una puerta lateral. En el instante que golpeó, se abrió, como si tal, como si esto hubiera sido concertado hacía mucho. Pero, oh, tío, ¿era esta la anfitriona? La hembra que permanecia en la puerta llevaba un largo vestido negro de noche cortado hasta el ombligo y tenía un aro de diamantes alrededor del cuello del tamaño de un collar de un Doberman. Su perfume era tan fuerte que era como una bofetada en los senos nasales… a pesar del hecho de que todavía estaba al aire libre. —Estoy lista para ustedes —le dijo en voz baja y ronca. Qhuinn frunció el ceño, pensando que incluso con ese diseño, fuera el que fuera, la chica parecía una furcia. Aunque no era su problema. Cuando entró con los demás, la habitación en la que entraron era una especie de invernadero, las cosas verdes en macetas de gran tamaño y un gran piano que sugería que muchas noches, había invitados mirando a alguna cantante de ópera, cantando a la tirolesa en la esquina.

Argh. —Por aquí —anunció la hembra haciendo un gesto de una mano que destellaba. Tras su estela, aquel perfume, tal vez era algo más que los aerosoles de una sola fuente ¿como una superposición de todo tipo de basura?, casi coloreaba el aire tras ella, y sus caderas, estaban haciendo una doble función con cada paso, como si esperara que todos le miraran el culo y quisieran un pedazo de él. No. Al igual que con los otros, él estaba escudriñando hasta el último rincón, preparado para disparar y hacer preguntas después de que el cuerpo cayera. No fue hasta que llegaron a la sala principal, con sus pinturas al óleo iluminadas desde el techo, sus oscuras alfombras orientales rojas y el... Mierda, ese espejo era exactamente igual al que había colgado en casa de sus padres. Misma posición, del suelo al techo, mismas florituras de oro. Sí, tenía los pelos de punta. Malo. Toda la casa le recordaba a la mansión en la que había crecido, todo en su lugar, la decoración muy, muy, muy lejos de la clase media, pero nada llamativa y Trumpilicious. No, esta mierda era esa sutil mezcla de antigua riqueza y sentido clásico del estilo que sólo puede ser engendrada, no enseñada. Sus ojos buscaron a Blay. El chico estaba haciendo su trabajo, permaneciendo firme, revisando el lugar. Los padres de Blay no habían sido así de ricos. Sin embargo, su hogar había sido mucho mejor a muchos niveles. Más cálido y eso no había tenido nada que ver con el sistema de calefacción.

¿Cómo estaban los padres de Blay? se preguntó bruscamente. Había pasado casi más tiempo bajo su techo que en el suyo y les echaba de menos. La última vez que los había visto... Dios, hacía mucho tiempo. Tal vez esa noche de los ataques, cuando el padre de Blay había ido del señor Traje de contable al de serio pateador de culos. Después de eso, la pareja se había mudado a su casa de seguridad, y luego él y Blay se habían separado por completo. Esperaba que estuvieran bien La imagen de Blay y Saxton de pie pecho contra pecho, cadera contra cadera, en el dormitorio de Blay se deslizó en su cerebro. Dios... maldita sea... eso había dolido. Y tío, el karma era bueno en su trabajo. Volviendo a conectar con la realidad, siguió a esa pelvis de doble articulación y a la Hermandad a un enorme comedor que había sido organizado según las especificaciones de Tohr: todas las cortinas habían sido corridas sobre la hilera de ventanas que daban a los jardines traseros, y la puerta batiente que llevaba a la cocina, había sido inmovilizada con un pesado aparador antiguo puesto como barricada. La mesa que había estado colocada en el centro de la habitación había sido apartada y veinticinco sillas a juego de caoba con asientos rojos de seda habían sido alineadas frente a una chimenea de mármol. Wrath iba a permanecer delante de la chimenea para hacer su discurso, y Qhuinn se acercó y comprobó que el tubo de acero estuviera cerrado. Lo estaba. A cada lado de la chimenea, había dos juegos de puertas con paneles que se abrían a un salón de recepción a la antigua. Él, John Matthew y Rhage hicieron un recorrido por la sala, la cerraron y luego tomaron posición frente a la entrada a la izquierda, John Matthew hizo lo mismo a la derecha. —¿Confío que todo está a su gusto? —dijo la mujer.

Rehv se acercó a la chimenea y se volvió para enfrentarse a todas las sillas vacías. —¿Dónde está tu hellren? —Arriba. —Que baje aquí. Ahora. De lo contrario, si se mueve a través de la casa, es susceptible de recibir un disparo en el pecho. Los ojos de la mujer brillaron, y esta vez cuando se marchó, no exageró sus caderas, no se apartó el pelo sobre el hombro a modo de compruébame. Era evidente que el mensaje no-nos-jodas había sido recibido, y quería que quienquiera que fuera su compañero, sobreviviera a la noche. En la espera que siguió, Qhuinn mantuvo su arma en la mano, con los ojos en la habitación, su oído afinado en busca de algo, de cualquier cosa fuera de lugar. Nada. Lo que sugería que su anfitrión y la anfitriona habían seguido órdenes… Una extraña inquietud le cosquilleó la columna vertebral, lo que le hizo fruncir el ceño y pasar de máxima alerta a DEFCON I. Al otro lado de la chimenea, John pareció captar la misma esencia, porque elevó el arma y entrecerró los ojos. Y luego una niebla fría golpeó los tobillos de Qhuinn. —He pedido a un par de invitados especiales que se unan a nosotros —dijo Rehv secamente. En ese momento, dos columnas de niebla se elevaron desde el suelo, la alteración de moléculas de aire tomó formas… que Qhuinn reconoció al instante. Gracias joder.

Con Payne fuera de servicio por alguna razón, el había estado sintiendo como si fueran un poco ligeros de cobertura, aun reconociendo las habilidades de la Hermandad. Pero cuando Trez e iAm aparecieron, inhaló profundamente. Ahora había un par de asesinos conocidos, el tipo de cosas que realmente no querías en tu contra en cualquier tipo de lucha. La buena noticia era que Rehvenge se había aliado con las Sombras hacía mucho tiempo, y la conexión de Rehv con la Hermandad y el rey, hacía que los dos hermanos estuvieran obviamente, dispuestos a venir a jugar y dar un poco de apoyo. Qhuinn se acercó para saludar a la pareja, saludándolos como hicieron los otros estrechando manos, un tirón rápido y una palmada en la espalda. —Hey, amigo... —Qué pasa… —Cómo has estado... Después de que los hola-cómo-estás se terminaran, Trez miró a su alrededor. —Bueno, permaneceremos fuera de la vista a menos que nos necesitéis. Pero tenedlo por seguro, estamos aquí. Después de un montón de gacias-tios por parte de los Hermanos, Rehv habló en privado con las Sombras… y luego los dos se fueron, convirtiendo en niebla sus cuerpos y flotaron sobre los suelos, el frío que se arrastraba ahora era una tranquilidad. Sincronización perfecta. Menos de un minuto después, la anfitriona regresó con un anciano macho diminuto a su lado. Dada la forma en que los vampiros envejecían, con una rápida aceleración de la decadencia física hacia el final de la vida útil, Qhuinn adivinó que al tipo le quedaban cinco años. Diez a lo sumo.

Se hicieron algunas presentaciones, pero a Qhuinn no le preocupaba esa mierda. Estaba más preocupado por si el resto de la casa estaba vacía. —¿Hay algún doggen? —preguntó Rehv mientras la hembra acomodaba a su anciano en una de las sillas de comedor. —Cómo ha solicitado, se han ido fuera parte de la noche. V hizo una señal a Phury y Z. —Nosotros tres registraremos el edificio. Veamos si es cierto. *

*

A pesar de que Blay confiaba en sí mismo, en la Hermandad, en John Matthew y en Qhuinn, se sentía mucho mejor sabiendo que las Sombras estaban alrededor. Trez e iAm no eran sólo luchadores impresionantes, e inherentemente peligrosos para cualquier persona que declararan como enemigo, sino que tenían una notable ventaja sobre la Hermandad. La invisibilidad. No estaba seguro de si realmente podrían participar, mientras estaban en ese estado, pero no importaba. Cualquier persona que entrara aquí, como, por ejemplo, la Banda de jodidos Bastardos, haría una evaluación de compromiso que sólo incluiría a los duros cuerpos visibles en la sala. No a los dos hermanos. Así que esto era bueno. En ese momento, V regresó con Phury y Z de su vuelta a los alrededores y Butch estaba con ellos, lo que sugería que el Hermano acababa de llegar vía coche. —Despejado.

Hubo una breve pausa. Y entonces, como estaba acordado, Tohr se dirigió a la puerta delantera y la abrió para Wrath. Hora del espectáculo, pensó Blay, sus ojos parpadearon en dirección a Qhuinn antes de concentrarse de nuevo. Tohr y el rey entraron al comedor lado a lado, con las cabezas juntas como si estuvieran en una profunda conversación sobre algo importante, la mano del Hermano en el antebrazo de Wrath como si el tipo estuviera tratando de llegar a alguna parte. Todo era un acto para los anfitriones. De hecho, Tohr estaba guiando a Wrath con aquella presión sobre su brazo, llevándolo hacia la chimenea, situándolo en el centro de la repisa de la chimenea. ¿Y esa conversación? Era sobre dónde estaban sentados los dos anfitriones aristócratas, donde estaba alineadas las sillas, dónde los Hermanos, los guerreros… y donde las dos Sombras. Mientras Wrath asentía con la cabeza, el rey deliberadamente movió su cabeza como si sus penetrantes ojos estuvieran abarcando los detalles de la habitación. Luego reconoció a los anfitriones cuando fueron presentados para besar su enorme diamante negro en el anillo. Después de eso, la crème de la crème de la glymera comenzó a llegar. Desde su lugar asignado en la parte posterior de la sala junto a la pared de las ventanas, Blay echó un buen vistazo a cada uno de ellos. Jesús, podía recordar a algunos de ellos de su vida anterior a los ataques, antes de que comenzara a vivir en la mansión y a luchar con los Hermanos. Sus padres no habían estado a la altura de estos machos y hembras, sino más bien en la periferia, aún así, la línea de sangre de su familia había sido buena, y habían sido incluidos en muchas celebraciones festivas en las grandes casas. Así que estas personas no le eran desconocidas. Pero seguro que no podía decir que les había echado de menos.

De hecho, tuvo que reírse cuando un número de las hembras fruncieron el ceño y se miraron a sus delicados pies, cómo se quitaban los Louboutin y los sacudían como si registraran el frío de las Sombras. Cuando Havers llegó, el sanador de la raza parecía un poco agotado. No cabía duda de que estaba nervioso por ver a su hermana otra vez, y tenía razón para estarlo. Por lo que Blay entendía, Marissa le había dado una patada en el culo por toda la habitación en la última reunión formal del Consejo. Blay lamentaba habérselo perdido. Marissa llegó poco después que su hermano, y Butch se acercó a ella, la saludó con un beso prolongado antes de llevarla, con un brazo orgulloso y protector, a un asiento en la esquina justo al lado de donde él estaba. Después de que el policía la ayudara a sentarse, se puso de pie junto a ella, grande, ancho y con aspecto malvado… sobre todo cuando clavaba los ojos en Havers y sonreía mostrando los colmillos. Blay se encontró envidiando un poco de la pareja. No sobre el distanciamiento familiar, eso seguro. Pero Dios... ¿poder ser visto con su pareja en público, mostrar tu amor por ella, que tu relación fuera respetada por todos los demás? Las parejas heterosexuales tomaban eso por sentado porque nunca habían conocido nada diferente. Sus uniones eran aprobadas por la glymera, incluso si las parejas no estaban enamoradas o se engañaban unas a otras, o eran un fraude. ¿Dos machos? Ja. Sólo una razón más para ofender a la aristocracia, supuso. Aunque en realidad, tenía la sensación de que no iba a tener que preocuparse por ser discriminado. El macho que deseaba no iba a estar a su lado en público, y no porque a Qhuinn le importara una mierda lo que

estaba gente pensara. Uno, el tipo no era así de demostrativo. Y dos, el sexo no hacía una pareja. De lo contrario ese hijo de puta estaría comprometido con la mitad de Caldwell, PEADD. Oh, ¿qué estaba diciendo? Ya había terminado con esa cosa del sueño dorado de Qhuinn. En serio. Totalmente… —Cállate —murmuró para sí mismo cuando llegó el último del Consejo. Rehv no perdió el tiempo. Cada segundo que Wrath estaba frente a este grupo, no sólo estaba mortalmente expuesto, sino que también corría el riesgo de que su ceguera fuera descubierta de alguna manera. El rey symphath se dirigió al Consejo, explorando a la multitud con su mirada violeta y una sonrisa maliciosa en su rostro, como si estuviera disfrutando del hecho de que este grupo de sabelotodos no tuviera ni idea de que un comedor de pecados les dirigía. —Por la presente, llamo a esta reunión del Consejo al orden. La fecha y la hora son... Mientras el preámbulo continuaba, Blay mantuvo los ojos ocupados, vigilando las espaldas de los machos y hembras, dónde estaban brazos y manos, y si alguien estaba nervioso. Naturalmente, el grupo se había presentado de etiqueta, las hembras con joyas y los machos con relojes de oro de bolsillo. Por otra parte, había pasado mucho tiempo desde que habían estado juntos oficialmente, y eso significaba que su deseo de competir entre sí por la ventaja social había sufrido sin duda por insuficiente tiempo de uso. —... Nuestro líder, Wrath, hijo de Wrath.

Cuando sonó un educado aplauso y la multitud se enderezó en su silla, Wrath dio un paso hacia adelante. Tío, ciego o no, sin duda parecía ser una fuerza de la naturaleza: a pesar de que no estaba vestido con una especie de manto adornado de armiño, el rey estaba irrefutablemente al cargo, su enorme cuerpo, el largo pelo negro y las gafas envolventes le convertían en más amenazante que monarca. Y esa era la idea. El liderazgo, especialmente en lo que se refería a la glymera, se basaba en parte, en la percepción y nadie podría negar que Wrath parecía una representación viva de poder y autoridad. Y esa voz profunda y autoritaria tampoco hacía daño. —Reconozco que ha pasado mucho tiempo desde que os he visto. Los ataques de hace dos años diezmaron muchas de vuestras familias, y comparto vuestro dolor. Yo también perdí a mi línea de sangre en un ataque lesser, así que sé exactamente lo que estáis pasando mientras tratáis de volver a poner vuestras vidas en marcha… Un macho de delante se movió en su silla... Pero fue sólo un cambio de postura, no el preludio de sacar un arma. Blay se relajó, como hicieron los otros. Maldita sea, no podía esperar a que esta reunión terminara y tuvieran a Wrath a salvo en casa. —Muchos de vosotros conocisteis bien a mi padre y recordáis su reinado en el Viejo País. Mi sire era un líder sabio y moderado, un gentilmacho de pensamiento lógico y porte real que se ocupó únicamente de la mejora de esta raza y sus ciudadanos. —Wrath hizo una pausa, las envolventes trazaron un círculo por la habitación—. Comparto algunas de las características de mi padre... pero no todas. De hecho, no soy moderado. No perdono. Soy un macho de guerra, no de paz.

Con esto, Wrath desenvainó una de sus dagas negras, la hoja oscura brilló a la luz de la araña de cristal sobre sus cabezas. Delante del rey, la multitud de ambiciosos reaccionó con un estremecimiento colectivo. —Me siento muy cómodo con el conflicto, ya sea del tipo legal o mortal. Mi padre era un mediador, un creador de puentes. Yo soy un creador de tumbas. Mi padre era persuasor. Yo soy un tomador. Mi padre era un rey que se sentaba voluntariamente ante vuestras mesas y conversaba con vosotros sobre minucias. Yo no soy ese macho. Sí, espera. El Consejo nunca había sido, sin duda, abordado de esta manera. Pero Blay no podía estar en desacuerdo con este enfoque. No se respetaba la debilidad. Por otra parte, con este grupo, la ley sola probablemente no iba a mantener el trono de Wrath estable. ¿El miedo, por otra parte? Mucho mejor. —Sin embargo, mi padre y yo tenemos una cosa en común —Wrath bajó la cabeza como si estuviera mirando la hoja negra—. Mi padre causó la muerte de ocho de vuestros familiares. Hubo un suspiro colectivo. Pero Wrath no dejó que eso le frenara. —A lo largo del reinado de mi padre, hubo ocho atentados contra su vida, y no importa cuánto tiempo le llevó, ya fueran días, semanas o incluso meses, se ocupó de averiguar quien estuvo detrás de cada uno... cazó personalmente a los individuos y los mató. Puede que no hayáis oído las historias verdaderas, pero conoceréis las muertes, los perpetradores fueron decapitados después de arrancarles la lengua. Seguramente, si rememoráis, podéis recordar a miembros de vuestras líneas de sangre que fueron enterrados de esa manera. Inquietud. Mucha inquietud. Lo que sugería que se había refrescado memorias. —Recordareis además que esas muertes fueron atribuidas a la Sociedad Lessening. Yo os digo ahora, sé los nombres, y sé, dónde

están las tumbas, porque mi padre se aseguró de que las aprendiera de memoria. Fue la primera lección de realeza que me enseñó. Mis ciudadanos son para ser honrados, protegidos y bien servidos. Los traidores, por el contrario, son una enfermedad para cualquier sociedad de derecho y deben ser erradicados. —Wrath sonrió de una manera puramente malvada—. Decid lo que querais sobre mí, estudié bien los pasos de mi padre. Y seamos claros, mi padre, no la Hermandad, fue quien se ocupó de esas muertes. Lo sé porque decapitó a cuatro de ellos delante de mí. Así de importante fue la lección. Varias de las hembras se acercaron al macho que estuviera sentado a su lado. Wrath continuó: —No dudaré en seguir los pasos de mi padre en esto. Reconozco que todos vosotros habéis sufrido. Respeto vuestras pruebas y quiero guiaros. Sin embargo, no vacilaré en tratar cualquier insurgencia contra mí y los míos como el acto de un traidor. El rey bajó la barbilla, y pareció mirar desde detrás de las gafas envolventes, hasta el punto de que incluso Blay sintió un escalofrío de adrenalina. —Y si creéis que lo que mi padre hizo fue violento, no habéis visto nada de nada todavía. Voy a hacer que esas muertes parezcan misericordiosas. Lo juro por mi linaje.

Capítulo 52

En algún nivel, Assail no podía creer que él estuviera entrando en un restaurante. En primer lugar, por regla general, no frecuentaba lugares donde los humanos eran habituales y en segundo lugar, no tenía interés en comer en el garito: el aire olía a comida frita y cerveza, y por lo que había visto en las bandejas de las camareras, tenía dudas de si los platos eran aptos para el consumo no animal. Oh, mira. Enfrente había un escenario que tenía una pared de tela metálica para cercar gallineros por delante. Elegante. —Bueno, hola, no —le ronroneó alguien. Assail enarcó una ceja y miró por encima de su hombro. La mujer humana estaba vestida con una camisa apretada y un par de pantalones vaqueros que claramente habían sido cosidos sobre sus piernas. Su cabello era rubio y lacio. El maquillaje pesado, con un lápiz labial lo suficientemente brillante para calificar como pintura al aceite para exteriores. Él preferiría sacarse los ojos con una cuchara que encajar en cualquier moda con los gustos de ella. Deseó que ella se olvidara que lo había visto y se dio la vuelta. Había una densa multitud, con más personas que sillas y mesas, así que tuvo una buena tapadera cuando se acercó a un rincón y escudriñó… Y allí estaba ella. Su pequeña ladrona.

Maldiciendo entre dientes, él débilmente reconoció la pérdida de tiempo que era todo esto… sobre todo, teniendo en cuenta que los primos estaban, en este preciso momento, haciendo un trato con ese lesser otra vez. Sin embargo, desafortunadamente, tan pronto como había recibido la alerta de que su Audi negro se había puesto en movimiento, se había visto impulsado a encontrarlo y seguirlo. No había estado preparado para esto. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? ¿Por qué estaba vestida así? Cuando ella encontró una de las pocas mesas vacías y se sentó sola, él se encontró con que no aprobaba el modo en que su cabello suelto le caía en torno a los hombros, el modo en que la pesada cabellera oscura se rizaba alrededor de su rostro. O la ajustada camisa que quedó a la vista cuando se quitó el abrigo. O… ella se había maquillado también, ¡por el amor de Dios! Y no como aquella mujer que había lubricado un camino hacia él. Su ladrona había elegido un maquillaje ligero, de manera que magnificara sus facciones… Era hermosa. Demasiado hermosa. Todos los hombres en el restaurante estaban mirándola. Y eso le hacía desear matarlos a todos y cada uno de ellos, arrancarles la garganta con los dientes… Como si estuvieran de acuerdo con ese plan, sus colmillos hormiguearon y comenzaron a descender en el interior de su boca y su cuerpo se tensó. Pero no todavía, se dijo. Necesitaba averiguar por qué ella estaba aquí. Después de haberla seguido desde la mansión de Benloise, hubiera esperado un sin número de destinos… aunque nunca este. ¿Qué estaba haciendo…?

Ella volvió la cabeza y por un momento, él pensó que de alguna manera lo había percibido, a pesar de que no era un vampiro. Pero en ese momento, un hombre humano de gran altura y corpulencia se acercó a su mesa. Su ladrona miró al tío. Le sonrió. Se puso de pie y rodeó los grandes hombros del tipo con sus brazos. La mano de Assail entró en su abrigo y encontró su arma. De hecho, se vio cruzando y poniendo una bala entre los ojos del hombre. —Oye, ¿has estado aquí alguna vez antes? Assail giró la cabeza. Un macho humano bastante grande se había acercado a él y lo miraba con cierta agresividad. —Te he hecho una pregunta. Había dos respuestas, decidió Assail. Podía responder verbalmente, entrando así en una especie de diálogo que consumiría su atención… se podría decir que no era una mala idea, dado que su mano permanecía cerrada sobre el arma y sus impulsos de una inclinación homicida no habían cambiado. —Te estoy hablando. O él podría… Assail desnudó sus colmillos descendidos y gruñó desde lo profundo de su garganta, reencauzando su furia lejos de la escena de su ladrona con ese tonto humano para quien se había vestido y maquillado. El tío con las preguntas levantó las manos y dio un paso atrás. —Ey, está bien, lo que sea. Mea culpa. Lo que sea. El hombre desapareció en la multitud, probando que bajo ciertas circunstancias, las ratas sin cola también podían desmaterializarse.

Los ojos de Assail volvieron a la mesa. El “caballero” que había tomado asiento enfrente de su ladrona estaba inclinado, sus ojos fijos en su rostro incluso mientras examinaba el menú y echaba un vistazo a su alrededor. Algo iba a tener que hacer con respecto a esto. *

*

Sola cerró el menú y se echó a reír. —Nunca dije eso. —Lo hiciste. —Mark Sánchez sonrió—. Me dijiste que tenía unos ojos bonitos. Mark era exactamente lo que necesitaba en Era realmente atractivo, súper encantador, y hiciera agacharse y hacer diez mil lagartijas, preocuparse. ¿Cómo entrenador personal? Él debería saberlo.

una noche como esta. con tal de que no le no tenía nada de qué era un demonio. Ella

—¿Así que esto es una forma de adularme? —Él se echó hacia atrás cuando la camarera trajo ambas cervezas—. ¿Intentas conseguir que sea menos duro contigo en el gimnasio? —Soy más inteligente que eso. —Sola tomó un trago del grueso y helado borde de la jarra—. Sin cuartel. Esa es tu política. —Bueno, en honor a la verdad, nunca has solicitado ningún tipo de trato especial. —Hubo una pausa—. No es que en tu caso, no estaría dispuesto a ser más tolerante contigo… en ciertas áreas. Sola esquivó el contacto visual que se dirigía hacia ella. —Así que no tienes citas con clientes, eh. —No. Por lo general, no. —Conflicto de intereses.

—Podría causar problemas… pero en ciertos casos, vale la pena el riesgo. Sola recorrió el pub con la mirada. Mucha gente. Muchas conversaciones. El aire era caliente y denso. Ella frunció el ceño y se puso rígida. En el rincón más lejano, algo… alguien… —¿Estás bien? Ella se liberó de la paranoia. —Sí, lo siento… oh, sí, nos gustaría ordenar —dijo cuando la camarera regresó—. Pediré una hamburguesa con queso. Asumiendo que mi entrenador personal no tenga una embolia por la desaprobación. Mark se echó a reír. —Que sean dos. Pero elimina las patatas fritas. De ambos platos. Cuando la camarera se fue, Sola trato de no mirar en dirección al rincón oscuro en la parte de atrás. —Entonces… —Nunca pensé que alguna vez me invitaras a esto. ¿Cuánto hace que te invité a salir? Cuando Mark sonrió, ella se dio cuenta que tenía unos dientes fantásticos, derechos y realmente blancos. —Ha pasado un tiempo, supongo. He estado muy ocupada. —¿Qué haces para ganarte la vida? —De todo un poco. —¿En qué campo? Por lo general, ella se cabreaba rápidamente cuando las personas se volvían entrometidas. Sin embargo, su afecto era sereno y tranquilizador, esto era simplemente una charla de cita.

—Creo que podrías llamarlo justicia penal. —Oh, estás metida en la ley. —Estoy muy familiarizada con eso, sí. —Es genial. —Mark carraspeó—. Bueno… te ves muy bien. —Gracias. Creo que es por mi entrenador personal. —Oh, por alguna razón, creo que lo harías muy bien sin mí. Cuando cayeron en un sencillo ida y vuelta, ella en verdad comenzó a relajarse… entonces su cena llegó y ambos pidieron otra ronda de cerveza. Era tan… normal estar en el bar, cara a cara, conociendo a otra persona. Todo lo contrario a lo que había sido testigo la noche anterior. Sola se estremeció cuando las imágenes regresaron… la luz de las velas, el hombre de cabello negro cerniéndose sobre la mujer semidesnuda como si fuera a devorarla, ambos desatados y desinhibidos… Entonces esos ojos brillantes levantaron la mirada y encontraron la de ella a través del cristal, como si él hubiera sabido durante todo el tiempo que ella estaba observando. —¿Estás bien? Ella se obligó a focalizarse. —Lo siento, sí. ¿Qué estabas diciendo? Cuando Mark reanudó la conversación sobre su entrenamiento para el Iron Men, ella se encontró de nuevo en el frío exterior de esa casita de campo, observando a aquel hombre y a aquella mujer. Mierda. Ella había pergeñado esta cita sólo porque quería un escape. No porque estuviera particularmente interesada en Mark, por agradable que fuera. De hecho, tal vez había hecho esto porque su entrenador personal resultaba ser alto, y realmente guapísimo, con el cabello muy oscuro y los ojos muy claros.

Cuando la culpa hizo sonar su campana, se dijo, oh, por Dios. Ella era una adulta. Mark era un adulto. Las personas tenían sexo por todo tipo de razones diferentes... sólo porque no quisiera casarse con el tío no significaba que ella estuviera quebrantando alguna regla cardinal… excepto, mierda. Por el contrario, dejando de lado la moral de su abuela y sus blancos y brillantes dientes y sus grandes hombros, ella no se sentía atraída por Mark. Se sentía atraída por el hombre al que Mark le recordaba. Y eso era lo que hacía que esto estuviera mal.

Capítulo 53

Incluso aunque Qhuinn dificilmente era un árbitro del buen gusto en lo que se refería a reuniones del Consejo, le quedó bastante claro que el grupo reunido había venido a la casa esperando una cosa, sólo para conseguir algo completamente distinto. Wrath no desperdició o midió palabras y, después de dar el golpe bajo, las cosas concluyeron en unos cinco o diez minutos. Esto era algo bueno, en realidad. Cuanto más rápido terminara, más rápido podrían llevarlo a casa. —Para terminar —dijo el rey en voz baja—, aprecio la oportunidad de dirigirme a este augusto grupo. En este caso “augusto” claramente significaba “un-agujero-demierda”. —Tengo otros compromisos en este momento. —Es decir, seguir con vida—. Así que voy a partir. Sin embargo, si tenéis algún comentario, por favor dirigidlo a Tohrment, hijo de Hharm. Un abrir y cerrar de ojos más tarde, y el rey dejó el edificio con V y Zsadist. En la estela de su marcha, todos los pantalones de moda en el comedor permanecieron sentados en sus sillas, expresiones de sorpresa y ahora-qué cruzaban sus atractivos rasgos. Era evidente que habían esperado más... pero también menos. Algo así como los niños que han empujado a sus padres demasiado lejos y finalmente consiguen una condecoración en el culo.

Desde la perspectiva de Qhuinn, era jodidamente divertido en realidad. La fiesta finalmente comenzó a disolverse después de que la anfitriona se pusiera en pie y gimoteara sobre el honor que fue haber tenido todo el bla, bla, bla. Qhuinn se preocupaba por una y sólo una cosa. Y era el mensaje que llegó a su teléfono alrededor de un minuto más tarde: Wrath estaba en casa a salvo. Soltando el aire lentamente, volvió a guardar el móvil en el bolsillo interior de la chaqueta de cuero y pensó en disparar un par de tiros en el entarimado para conseguir que este montón de estirados bailaran un poco. Aunque probablemente se metería en problemas por eso. Vaya desastre. La multitud comenzó a desfilar poco después, ante la evidente insatisfacción de la anfitriona, como si se hubiera vestido y reorganizado su casa con la expectativa de una noche larga y socialmente prominente... sólo para encontrar que lo único que consiguió fueron dos segundos de celebridad y un cubo de KFC para comer. Lo siento, señora. Tohrment dominaba el éxodo, de pie delante de la chimenea, saludando con la cabeza, diciendo algunas palabras. En esta delegación, Wrath había tomado una sabia elección. El Hermano tenía el aspecto de un pateador de culos, con todas sus armas, pero siempre había estado dispuesto e internamente inclinado a ser un pacificador, y esta noche no era diferente. Fue especialmente agradable con Marissa cuando la compañera de Butch se marchó, su rostro mostró un destello de genuino afecto cuando él la abrazó y asintió cuando el poli la escoltó fuera. Sin

embargo, ese poquito de realidad fue inmediatamente reemplazado por su máscara profesional. Finalmente, la anfitriona ayudó a su anciano hellren a ponerse en pie, y comentó algo sobre llevarlo arriba. Y entonces solo quedó uno. Elan, hijo de Larex, se entretuvo delante de la hilera de ventanas cubiertas. Qhuinn había tenido un ojo en el tipo todo el tiempo, contando exactamente cuántos de los miembros del Consejo se acercaron a él, le estrecharon la mano y le murmuraron al oído. Todos y cada uno. Así que no fue exactamente una sorpresa que en vez de marcharse como un buen chico, se dirigiera hasta la chimenea como si quisiera un auditorio. Genial. Mientras Elan se acercaba a Tohr, cuanto más se acercaba, más tenía que levantar la barbilla para mantener el contacto visual con el Hermano. —Ha sido un verdadero honor tener una audiencia con vuestro rey —dijo el gentilmacho gravemente—. Estuve absorto en cada palabra suya. Tohr murmuró algo en respuesta. —Y he estado peleando con algo —el aristócrata contestó con evasivas—. Tenía la esperanza de hablar con él directamente sobre esto, pero... Sí, no contengas el aliento para eso, compañero. Tohr intervino para llenar el silencio.

—Cualquier cosa que me digas irá directamente a los oídos del rey, sin filtro o interpretación. Y los luchadores en esta sala han jurado guardar el secreto. Morirán antes de repetir una palabra. Elan echó un vistazo a Rehv, claramente esperando una promesa similar del macho. —Lo mismo vale para mí —murmuró Rehvenge mientras se apoyaba en su bastón. De repente, el pecho de Elan se hinchó como si este tipo de atención personalizada fuera más de lo que había esperado de la reunión. —Bien, esto ha sido un gran peso sobre mi corazón. Desde luego no en tus pectorales, pensó Qhuinn. Tu constitución es la de un niño de diez años. —¿Y eso es? —empujó Tohr. Elan cruzó los brazos detrás de la parte baja de la espalda y paseó un poco... como si se estuviera tomando tiempo con sus palabras. Sin embargo, algo le dijo a Qhuinn que habían sido preparadas de antemano, aunque no podía decir qué era. —Esperaba a tu rey para abordar cierto rumor que he oído. —¿Cuál es? —dijo Tohr en un tono uniforme. Elan se detuvo. Se dio la vuelta. Habló con claridad. —Que le dispararon en otoño. Nadie mostró ninguna reacción. Ni Tohr o Rehv. Ni los Hermanos restantes en la sala. Desde luego, tampoco Qhuinn o sus chicos. —¿Cuál es tu fuente para esto? —preguntó Tohr. —Bien, en honor a la verdad, pensé que él estaría aquí esta noche. —En serio. —Tohr echó un vistazo a las sillas vacías y se encogió de hombros—. ¿Quieres contarme lo que has oído?

—El macho hizo referencia a una visita del rey. Similar a cuando Wrath vino a verme en mi casa durante el verano. —Esto fue relatado con prepotencia, como si ese fuera el momento más importante del año de Wrath, justo ahí—. Dijo que la Banda de Bastardos disparó al rey mientras estaba en su propiedad. Otra vez con ninguna reacción. —Pero, obviamente, vuestro rey sobrevivió. —La pausa sugirió que Elan esperaba que le pusieran al corriente con los detalles—. De hecho, lo hizo bastante bien. Hubo un largo silencio, como si ambas partes de la conversación esperaran que la otra pusiera el silencio a buen uso. Tohr enarcó las cejas. —Con todo el debido respeto, no nos has dicho nada de nada, y el chisme ha estado circulando desde el inicio de los tiempos. —Pero esto es lo raro. También me habló sobre esto antes de que ocurriera. Sin embargo, no le creí. ¿Quién organizaría un intento de asesinato? Parecía... simplemente la arrogancia de un macho por otra parte insatisfecho con el modo en que las cosas habian sido manejadas. Excepto que entonces, una semana más tarde, dijo que la Banda de Bastardos lo había llevado a cabo, que Wrath había recibido un disparo. Yo no sabía qué hacer. No tenía ningún modo de ponerme en contacto con el rey personalmente, y ningún modo de verificar que el individuo decía la verdad. Dejé ir todo... hasta que esta reunión fue convocada. Me pregunté si tal vez esto era... bueno. Claramente no fue, pero entonces me pregunté por qué él no estaba aquí. Tohr bajó la mirada hacia el macho más pequeño. —Sería de gran ayuda si nos das un nombre propio. Ahora, Elan frunció el ceño. —¿Quieres decir que no sabes quién está en el Consejo?

Mientras Rehv ponía los ojos en blanco, Tohr se encogía de hombros. —Tenemos cosas mejores que hacer que preocuparnos sobre los socios de Rehvenge. —En el Viejo Mundo, la Hermandad sabía quiénes éramos. —Hay un océano entre nosotros y la patria. —Es una auténtica lástima. —Esa es tu opinión. Qhuinn dio un paso adelante, con la intención de intervenir, en caso de que el Hermano cerrara las manos en el cuello delgado del HDP: Probablemente alguien debería agarrar la cabeza antes de que saltara por todas partes sobre las alfombras de sus anfitriones. Y el peso muerto del cuerpo. Parecía sólo hospitalario. —Entonces, de quién estás hablando —presionó Tohr. Elan miró a los machos tranquilos y mortales que estaban concentrados en él. —Assail. Su nombre es Assail. *

*

En las profundidades del centro de Caldwell, donde las calles oscuras formaban un laberinto de ratas y los humanos sobrios eran pocos y distantes entre sí, Xcor balanceó la guadaña en un amplio círculo de unos dos metros desde el suelo fangoso y teñido de negro. El lesser fue alcanzado en el cuello, y la cabeza, ahora libre de su atadura espinal, voló de barbilla a sien, de barbilla a sien, a través del viento frío y racheado. La sangre negra salió en espiral de las arterias seccionadas cuando la descontrolada mitad inferior del cuerpo cayó hacia adelante en un batacazo.

Y eso fue todo. Bastante decepcionante, la verdad. Dando la vuelta, sostuvo a su amada sobre el hombro, de modo que ella se acurrucara detrás de él protectoramente, vigilando su espalda mientras se preparaba para lo que vendría después. El callejón en el que había entrado para perseguir a ese asesino ahora incapacitado estaba abierto en el otro extremo, y detrás de él, los tres primos estaban apostados hombro con hombro por si llegaran más de esa dirección... Algo venía. Algo estaba... acercándose rápidamente, el rugido de un motor cada vez más fuerte y más fuerte y... El SUV patinó en el callejón, los neumáticos encontraron poco o ningún agarre en la carretera helada. A consecuencia de la falta de tracción, el vehículo chocó contra la pared, las luces altas cegaron a Xcor. El que estaba detrás del volante no pisó los frenos. El motor rugió. Xcor se enfrentó al vehículo y cerró los ojos. No había razón para mantener los párpados levantados ya que su visión había dejado de funcionar. No le preocupaba realmente quién conducía, si era asesino, vampiro o humano. Ellos venían hacia él, y él iba a parar esto. Incluso aunque probablemente fuera más fácil apartarse del camino. Sin embargo, nunca se había preocupado especialmente por lo fácil. —¡Xcor! —gritó alguien. Tomando una profunda bocanada de aire helado, soltó un grito de batalla mientras seguía el acercamiento, sus sentidos se extendieron y situaron al SUV en el espacio a medida que se desplazaba hacia

adelante. Su guadaña desapareció en un instante, y sus pistolas, impacientes por participar, salieron en ambas palmas. Esperó otros seis metros. Y entonces comenzó a disparar repetidamente. Con los silenciadores puestos, las balas solo hicieron ruidos de impacto cuando volaron el parabrisas delantero, repicaron en la rejilla, reventaron una rueda... En ese momento los faros cegadores se apartaron, la parte de atrás del vehículo se movió de un lado a otro, sin alterar la trayectoria general gracias a esa tremenda aceleración... incluso cuando todo se volvía una locura. Justo antes de que el panel lateral le golpeara, Xcor saltó fuera del camino, sus botas se levantaron de un salto, el techo apenas se movió bajo sus pisadas cuando más de mil quinientos kilos fuera de control salieron despedidos por debajo de su cuerpo en el aire. Cuando las botas de combate de Xcor aterrizaron en el suelo, el final del impulso del coche llegó a expensas de un Dumpster, el recipiente de basura detuvo el vehículo mejor de lo que podría cualquier juego de frenos. Xcor no perdió tiempo en acercarse, con las pistolas levantadas y los gatillos preparados. Aunque había descargado varios disparos, sabía que le quedaban al menos cuatro en cada pistola. Y sus soldados habían cerrado filas una vez más detrás de él. Acercándose para mirar dentro, no le preocupaba lo que encontrara: alguien de su propia especie, un hombre o una mujer, un lesser, no le importaba. El olor a carne podrida y melaza le informó de a cuál de sus muchos enemigos se enfrentaba, y en efecto, cuando se inclinó por el parabrisas delantero reventado, dos nuevos reclutas, que aún conservaban el color del pelo oscuro y el tono de piel rubicundo, estaban repantigados en el asiento delantero.

Incluso con los cinturones de seguridad anclados, estaban en mal estado. Aparte de ser cosidos a balazos, sus semblantes llevaban el desgaste y desgarro de haber sido golpeados en la cabina del sedán, chocar contra el salpicadero, y ser acribillados con el cristal roto: la sangre negra embadurnaba sus narices rotas y las mejillas y barbillas laceradas, la mierda goteaba en sus pechos como el agua de los grifos en el baño. Ningún airbag. Tal vez un mal funcionamiento. —Pensé que no ibas a lograrlo —murmuró Balthazar. —Aye —alguien más estuvo de acuerdo. Xcor le quitó importancia mientras enfundaba sus pistolas, agarraba la puerta del lado del conductor, y la arrancaba limpiamente de sus soportes. Cuando el chillido de metal desgarrado resonó en el callejón, lanzó el panel a un lado, desenvainó la daga de acero, y se inclinó. Al igual que con todos los lessers, estos moradores del Omega todavía se movían y parpadeaban a pesar de sus catastróficas heridas... y seguirían haciéndolo a perpetuidad si se les dejaba en este estado, incluso mientras sus formas se pudrían con el tiempo. Había una y sólo una manera de acabar con ellos. Xcor estiró el brazo derecho por encima del hombro izquierdo y hundió la hoja de su daga justo en el pecho del que había estado detrás del volante. Giró la cabeza hacia un lado y cerró los ojos así no volvería a ser cegado, esperó hasta que el estallido y el destello se desvanecieran antes de inclinarse sobre el asiento y hacer lo mismo con el pasajero. Luego se dio la vuelta para acercarse y despachar al cadáver decapitado, aún retorciéndose... que tenía huellas de neumático a través de su pecho, gracias a la trayectoria del coche por el callejón. Caminando con paso majestuoso por la nieve derretida teñida de negro, levantó la mano de la daga otra vez por encima del hombro y

hundió la hoja en el esternón con tanta fuerza que la punta del arma entró en el asfalto. Cuando volvió a ponerse en pie, el aire salía de su nariz en resoplidos como una locomotora. —Registra el vehículo, y luego debemos marcharnos. Comprobó la hora. La policía de Caldwell era decepcionantemente competente, incluso en esta parte de la ciudad, y la amenaza constante de la intervención humana bajo la que él vivía era, como siempre, una pesadez. Pero con suerte, en cuestión de minutos habrían desaparecido como si nunca hubieran estado. Envainando la hoja, levantó la vista hacia el cielo, haciendo crujir el cuello y aflojando los hombros. Era imposible no pensar en la reunión del Consejo que había sido programada; había estado en su mente toda la larga noche. ¿Se había presentado Wrath? ¿O sólo habían ido Rehvenge y los representantes de la Hermandad? Si de hecho, el rey hubiera asistido, Xcor bien podía imaginar el orden del día: demostración de fuerza, advertencia y luego una salida rápida. Tan poderosa como la Hermandad era, y tanto como Wrath querría alardear de su poder delante de ese aristocrático grupo de aduladores desleales, era difícil imaginar que un macho que casi había sido asesinado tan recientemente iba a correr algún riesgo: Si únicamente era por su propio interés, la Hermandad le quería vivo, ya que también era la sede de su poder. Y por eso había decidido mantenerse alejado. No había nada de malo en dejar que Wrath intentara recuperar un poco de su estatus perdido, y mucho que perder en un enfrentamiento directo con la Hermandad delante de ese auditorio en particular: La posibilidad de daños colaterales era demasiado grande. Lo último que quería era asustar a la glymera y que se

alejaran de él... o matarlos a todos juntos en el proceso de eliminar al rey. Pero, de hecho había descubierto, gracias a los contactos de Throe, dónde y cuándo exactamente ocurriría la asamblea. Que sería ahora... y en la finca que esa hembra, de quien sus soldados se habían alimentado en aquella casita de campo. Evidentemente, ella estaba dispuesta a permitir a otros el uso no solo de su jardín, sino también de sus pasillos. Y muy pronto tendría una transcripción de lo que había ocurrido, proporcionada por el portavoz que era Elan... por ninguna otra razón que la de que el macho querría disfrutar del acceso que había tenido y mostrarse un poco... Un silbido de apreciación en la parte de atrás del coche destrozado le sacó de sus pensamientos. Zypher estaba junto a la puerta abierta del maletero, las cejas levantadas cuando se inclinó y sacó... un ladrillo de algo blanco cubierto del celofán. —Es un buen botín el que tienen —dijo, sosteniéndolo en alto. Xcor se acercó. Había tres más como ese, arrojados sueltos en la parte trasera, como si la pareja de asesinos hubiera estado más preocupada por su seguridad física que por la disposición de las drogas. En ese momento, las sirenas comenzaron a sonar desde el este, quizás en relación con el accidente, quizás no. —Nos llevamos los paquetes con nosotros —ordenó Xcor—. Y nos marchamos ahora.

Capítulo 54

En general, la cita no fue del todo mal. Cuando Sola se levantó de su silla y comenzó a ponerse el abrigo, Mark se puso detrás de ella y la ayudó a colocarse la prenda de lana sobre los hombros. La forma en que sus manos se entretuvieron sugirió que él estaba más que abierto a que esto fuera el final de la cena, pero el principio del resto de la noche. Sin embargo, no era insistente. Dio un paso atrás y sonrió, indicando el camino a la salida con una mano galante. Moviéndose delante de él, parecía una especie de crimen de salud mental que él no hiciera que su sangre hirviera... y sin embargo aquel hombre altamente agresivo y dominante de la noche anterior lo hacía. Ella iba a tener que dar a su libido una charla. O tal vez una zurra... Quizás de ese otro tío, sugirió una parte de ella. —No —murmuró ella. —Perdona, ¿qué? Sola negó con la cabeza. —Sólo hablaba conmigo misma. Después de abrirse paso entre la multitud, llegaron a la puerta del restaurante, y wow, qué nariz más despejada cuando salieron a la noche. —Entonces... —dijo Mark, metiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros, su torso bien desarrollado se tensó... y aun así no lograba acercarse al tamaño de...

Basta. —Gracias por la cena, no tenías que pagar. —Bueno, esto era una cita. Tú lo dijiste. —Él sonrió otra vez—. Y soy un hombre del tipo tradicional. Hazlo, se dijo a sí misma. Pregúntale si puedes ir a su casa. Después de todo, no podría haber ningún manoseo en la de ella. Nunca. No con su abuela en el piso de arriba… la sordera de la mujer era muy selectiva. Sólo hazlo. Es por eso que le pediste... —Tengo una reunión a primera hora de la mañana —espetó—. Así que tengo que marcharme. Pero muchas gracias... y me gustaría hacer esto otra vez. Para dar crédito a Mark, él cubrió cualquier desilusión que pudiera haber sentido con otra de sus encantadoras sonrisas. —Me parece bien. Esto fue genial. —He aparcado aquí detrás. —Ella señaló con el pulgar por encima del hombro—. Así que... —Te acompaño hasta tu coche. —Gracias. Se quedaron en silencio mientras sus botas crujían por la sal que había sido arrojada sobre el hielo. —Una noche agradable. —Sí —dijo ella—. Lo es. Por alguna razón, sus sentidos comenzaron a disparar en alerta, sus ojos buscando en la oscuridad del exterior del aparcamiento iluminado.

Tal vez era Benloise el que venía detrás de ella, pensó. Él, sin duda, ya sabía que alguien había entrado en su casa y forzado su caja fuerte, y probablemente también había notado el cambio en la posición de aquella estatua. Sin embargo, era difícil saber si tomaría represalias. A pesar del negocio en el que estaba metido, tenía un cierto código de conducta que cumplía... y en algún nivel, debía ser consciente de que lo que había hecho al cancelar aquel trabajo y recortarle la paga había sido un error. Ciertamente captaría el mensaje. Además, ella podría haber cogido todo lo que él había guardado en la caja. Acercándose a su Audi, desactivó la alarma. Luego se dio la vuelta y alzó la vista. —¿Te llamo? —Sí, por favor —dijo Mark. Hubo una larga pausa. Y luego ella levantó una mano, la deslizó detrás de su cuello, y le acercó la boca a la de ella. Mark inmediatamente aceptó la invitación, pero no de un modo agresivo y dominante: Cuando ella inclinó la cabeza, él hizo lo mismo, y sus labios se encontraron, rozando ligeramente, luego con un poco más de presión. Él no la aplastó contra él, o la atrapó contra el coche... no hubo sensación de fuera-de-control. Tampoco sentimientos de gran pasión. Ella rompió el contacto. —Te veré pronto. Mark exhaló con fuerza, como si se hubiera excitado. —Ah, sí. Espero que sí. Y no sólo en el gimnasio. Él levantó la mano, sonrió una última vez, y caminó hasta su camioneta.

Con una silenciosa maldición, Sola se puso detrás del volante, cerró la puerta y dejó caer la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas. En el espejo retrovisor, vio que él encendió las luces traseras, y le vio hacer un amplio giro y salir del aparcamiento. Cerrando los párpados, no vio la reluciente sonrisa de Mark, o imaginó sus labios contra los suyos, o sintió que sus manos vagaban por su cuerpo. Volvía a estar en el exterior de aquella casa de campo mirando el interior, jugando a ser testigo de un par de ojos calientes y ligeramente malvados mirándola por encima del pecho expuesto de otra mujer. —Oh, por el amor de Dios... Sacudiéndose el recuerdo, temió que en este caso, su ansia de, oh, supongamos, chocolate, no iba a ser aliviada por un refresco light. O una galleta Snackwell. O un solo Hershey’s Kiss. A este paso, iba a tener que fundir una caja de trufas Lindt y consumirlos a través de una IV directamente en su vena. Poniendo el pie sobre el freno, pulsó el botón en el salpicadero y oyó el motor encenderse a la vida. Cuando las luces de los faros se encendieron... Sola se echó hacia atrás en su asiento y soltó un grito. *

*

Cuando Qhuinn regresó a la mansión con los demás, rompió filas tan pronto como atravesó la entrada y entró en el magnífico vestíbulo. Moviéndose a un trote rápido, subió las escaleras y se dirigió directamente a la habitación de Layla: de acuerdo a sus mensajes de texto, ella había decidido abandonar la clínica después de todo, y él estaba ansioso por averiguar cómo se encontraba. Llamando a la puerta, comenzó a rezar. Otra vez.

No hay nada como un embarazo para hacer religioso a un agnóstico. —¿Pasa? Ante el sonido de su voz, él se preparó y se metió dentro. —¿Cómo te sientes? Layla levantó la mirada de la revista Us Weekly que estaba leyendo en la cama. —¡Hola! Qhuinn retrocedió ante la alegría. —Ah... ¿hola? Mirando a su alrededor, él vio Vogue, People y Vanity Fair en el edredón en torno a ella, y al otro lado, la televisión estaba parloteando, un anuncio de desodorante seguido de otro de Colgate. Había ginger ales y galletas saladas en la mesita junto a ella, y luego, en el soporte de enfrente, un cartón limpio de Häagen-Dazs y un par de cucharas en una bandeja de plata. —Realmente siento náuseas —dijo Layla con una sonrisa. Como si fueran buenas noticias. Él supuso que lo eran. —Algún... ya sabes... —Ni en lo más mínimo. Ni siquiera un poco. Tampoco vomito. Sólo tengo que asegurarme de comer un poco todo el tiempo. Demasiado y me siento enferma... lo mismo si estoy demasiado tiempo sin meter algo ahí. Qhuinn se recostó contra las jambas, con las piernas literalmente temblando de alivio. —Eso es... increíble. —¿Quieres sentarte? —Como si él tuviera un aspecto tan pálido como de repente se sentía.

ti.

—No, estoy bien. Sólo estoy... he estado realmente preocupado por

—Bien, como puedes ver — ella señaló su cuerpo— sólo estoy haciendo lo mío... y gracias a la Virgen Escriba por esto. Cuando Layla le sonrió, le gustó mucho el aspecto que ella tenía... y no en ningún sentido sexual de la palabra. Era sólo que... parecía tranquila, relajada y feliz, el pelo le caía suelto sobre los hombros, la tez perfecta, manos y ojos firmes. De hecho, parecía... muy saludable de repente, el tono amarillento de su piel ahora evidente por su ausencia. —Así que supongo que has tenido algunos invitados —comentó él, mientras señalaba con la cabeza hacia las revistas y el helado caído en batalla. —Oh, todo el mundo ha estado por aquí. Beth se quedó más tiempo. Se tumbó justo a mi lado... sin hablar de nada en particular. Solo leímos y miramos fotos y vimos un maratón de Deadliest Catch. Me encanta ese programa... ¿es dónde todos esos humanos salen en barcos en el mar? Es muy emocionante. Me hizo alegrarme de estar caliente y en tierra firme. Qhuinn se frotó la cara, y rezó para que su sentido del equilibrio empezara a volver rápido: era evidente que sus glándulas suprarrenales todavía se esforzaban por ponerse al día con la realidad y la idea de que no había drama, ni emergencia, ni algo terrible a lo que reaccionar era curiosamente difícil de manejar. —Me alegro de que la gente se deje caer —murmuró él, sintiendo que tenía que decir algo. —Oh, sí, así ha sido —Layla desvió la mirada, una expresión extraña tensó sus rasgos— muchos de ellos. Qhuinn frunció el ceño. —Aunque nadie amenazador, ¿verdad?

No podía imaginar que alguien en la casa fuera algo aparte de comprensivo, pero tenía que preguntar. —No... nada amenazador. —Qué. —Cuando Layla toqueteó la portada de la revista en su regazo, alguna morena con cabeza de chorlito y los ojos en blanco en su cara de barbie, se deformó y volvió a la normalidad—. Layla. Dime. Entonces podría ir a fijar algunos jodidos límites si tenía que hacerlo. Layla se apartó el pelo hacia atrás. —Vas a pensar que estoy loca... o, no sé. Él se acercó y se sentó a su lado. —Está bien, mira. No sé cómo decir esto bien, así que voy a pronunciar las palabras. ¿Tú y yo? Vamos a estar frente a un montón de... ya sabes, mierda personal en relación con... —Oh, Dios, él realmente esperaba que ella conservara el embarazo—. También podríamos empezar ahora a ser totalmente honestos el uno con el otro. ¿Sea lo que sea? No voy a juzgarlo. ¿Después de toda la mierda que he hecho en mi vida? No juzgo a nadie sobre nada. Layla respiró hondo. —Está bien... bueno, Payne vino a verme anoche. Él frunció el ceño otra vez. —Y. —Bueno, ella dijo que podría ser capaz de hacer algo por el embarazo. No estaba segura de si iba a funcionar, pero pensó que no me haría daño. El pecho de Qhuinn se tensó, una punzada de miedo hizo que su corazón palpitara con fuerza. V y Payne tenían cosas acerca de ellos que no eran de este mundo. Y eso era genial. Pero no alrededor de su hijo... maldita sea, la mano de V era una asesina directa...

—Ella levantó la mano y la puso sobre mi vientre, justo donde está el niño... Una sensación como si el retrete interior de Qhuinn hubiera tirado de la cadena vaciando toda la sangre de su cabeza golpeó con fuerza. —Oh, Dios... —No, no. —Ella estiró la mano hacia él—. No fue malo. En realidad, se sintió... bien. Yo estaba... bañada en esa luz, fluía a través de mí, fortaleciéndome. Sanándome. Se concentró en mi abdomen, pero fue mucho más que eso. Después, sin embargo, estuve tan preocupada por ella. Se desplomó en el suelo al lado de la cama... —Layla hizo señas hacia abajo, al suelo—. Pero entonces perdí el conocimiento. Debo haber dormido durante mucho tiempo. ¿Cuándo finalmente me desperté? Fue cuando me sentí... diferente. Al principio, supuse que era porque el aborto se había detenido porque se había... acabado. Salí corriendo y encontré a Blay y me llevó a la clínica. Eso fue cuando viniste y Doc Jane nos dijo que... —la mano elegante de Layla tocó su bajo vientre, y luego se quedó allí—. Fue cuando nos dijo que nuestro hijo todavía está con nosotros... Su voz se rompió en ese momento, y ella parpadeó rápidamente. —Así que ya ves, creo que ella salvó nuestro embarazo. —Oh... mierda —susurró Qhuinn después de un largo momento de shock. *

*

En el aparcamiento del restaurante, Assail se cernía sobre el capó del Audi de su ladrona, de pie totalmente en medio del resplandor de los faros. Como había hecho la noche anterior, fijó la mirada en la de ella por instinto más que por la vista.

Y mientras estaba de pie en el frío, estaba encendido por su temperamento, y muchas otras cosas: como ese saco de excrementos sobre dos piernas que la había acompañado al coche, y cometió la locura de besarla, Assail se había enfrentado de nuevo a dos opciones: rastrear al hombre en la noche y llevar a cabo todo aquello de desgarrar la garganta, o esperar hasta que el humano se marchara y... Algo profundamente dentro de él había tomado una decisión: había sido incapaz de dejarla. Su ladrona bajó la ventanilla y el olor de su excitación le puso duro. También le hizo sonreír. Era la primera vez en toda la noche que él había captado el olorcillo... y eso enfrió su temperamento más que cualquier otra cosa podría haberlo hecho. Bien, excepto tal vez desollar vivo a ese hombre. —Qué es lo que quieres —gruñó ella. Oh, esa no era la pregunta. Él se acercó a su lado del coche. —¿Te has divertido? —¿Discúlpame? —Creo que has oído la pregunta. Ella abrió la puerta del lado del conductor y saltó. —Cómo te atreves a esperar alguna explicación de mí sobre nada... Él cambió su peso hacia adelante en sus caderas, inclinándose hacia ella. —Puedo recordarte que tú invadiste mi intimidad primero... —No salté delante de tu coche y... —¿Te gustó lo que viste anoche? —Esto la hizo callar. Y cuando el silencio persistió, él sonrió un poco—. Así que admites que mirabas.

—Maldito seas, sabías que miraba —le espetó. —Entonces, responde a la pregunta. Te gustó lo que viste —dijo él con una voz que sonó ronca incluso a sus propios oídos. Oh, sí, pensó cuando inhaló profundamente. Le gustó. —No importa —ronroneó él—. No tienes que expresarlo en palabras. Ya sé tu respuesta... Ella le dio una bofetada tan rápido y con tanta fuerza que su cabeza realmente retrocedió sobre la columna vertebral. Su primer instinto fue desnudar los colmillos y morderla, castigarla, atormentarse... porque no había mejor especia para el placer que un poco de dolor. O mucho. Él enderezó la cabeza y bajó los párpados. —Eso se sintió bien. ¿Quieres hacerlo otra vez? Cuando otro rubor surgió de ella, él se rió en el fondo de su pecho, y pensó, sí, en efecto, esta reacción acababa de asegurar que ese humano iba a seguir viviendo. O al menos morir a manos de otro. Ella le deseaba a él. Y a ningún otro. Assail se inclinó aún más cerca, hasta que sus labios estaban justo al lado de su oreja. —¿Qué hiciste cuando llegaste a casa? ¿O no pudiste esperar tanto tiempo? Ella dio un paso atrás deliberadamente. —¿Quieres saberlo? Bien. Cambié la arena del gato, me hice dos huevos revueltos y una tostada de canela, y luego me fui a la cama. Él dio un paso deliberado hacia adelante. —¿Qué hiciste cuando estabas entre las sábanas? Cuando el olor de ella llameó una vez más, él puso la boca de nuevo donde había estado... cerca, oh, tan cerca.

—Creo que sé lo que hiciste. Pero quiero que me lo digas. —Vete al diablo... —¿Has pensado en lo que viste? —Cuando una ráfaga de viento llevó un poco del cabello de ella en sus ojos, él le metió el pelo detrás de la oreja—. ¿Imaginaste que eras tú a quien estaba follando? Su respiración comenzó a golpearle en el pecho y, querida Virgen en el Fade, eso le hizo querer tomarla. —¿Cuánto tiempo te quedaste? —susurró—. ¿Hasta que terminó la hembra... o hasta que yo lo hice? Sus manos le empujaron. —Jódete. En un rápido movimiento, ella rodeó el cuerpo de él, saltó entrando otra vez en el coche, y cerró de golpe la puerta. Él se movió tan rápido. Metiéndose por la ventana abierta, giró la cabeza de ella y la besó con fuerza, su boca tomando el mando, el impulso de borrar completamente cualquier rastro de aquel macho humano hizo que su sexo palpitara con fuerza. Ella le devolvió el beso. Con la misma fuerza. Como sus hombros eran demasiado grandes para pasar por la ventana, quiso desgarrar el acero. Tuvo que quedarse donde estaba, sin embargo, y esto le volvió aún más agresivo, la sangre le rugía en las venas, el cuerpo se le tensó cuando su lengua entró en ella, la mano serpenteó detrás de su cuello, enredándosela en el pelo. Ella era resbaladiza, dulce y caliente como el infierno. Hasta el punto de que él tuvo que desprenderse para respirar profundamente o correr el riesgo de perder el conocimiento.

Cuando él los separó, la miró a los ojos. Los dos jadeaban y cuando su excitación espesó el aire, él quiso estar dentro de ella. Marcarla... El sonido del teléfono de él fue exactamente la cosa equivocada en el momento equivocado: el timbrazo procedente de su chaqueta pareció traerla de golpe a la realidad, con los ojos ardiendo cuando se separaron, sus manos se cerraron en el volante como si ella tratara de aferrarse a sí misma. Ella no le miró mientras subía la ventana, ponía en marcha el motor, y se marchaba. Dejando a Assail jadeando en el frío.

Capítulo 55

Qhuinn dejó la habitación de Layla poco después, sus shitkickers le llevaron rápido por la alfombra estrecha que bajaba por el pasillo hasta el rellano de la escalera. Cuando pasó por el estudio de Wrath, fue vagamente consciente de alguien pronunciando su nombre, pero no le prestó atención. En el otro extremo del pasillo de las estatuas, pasando la suite de Z y Bella, la habitación donde Payne y Manny se quedaban tenía la puerta cerrada, pero el sonido de una televisión en voz baja murmuraba al otro lado. Qhuinn se tomó un segundo para recoger los pedazos de sus esquemas destrozados, y luego llamó. —Entre —fue la respuesta. Cuando entró, la habitación estaba inundada de un brillo azul, la televisión proporcionaba la luz. Payne estaba acostada en la cama, con la piel tan pálida que reflejaba las cambiantes imágenes proyectadas en ella. —Bienvenido —dijo ella arrastrando las palabras. —Jesús... Cristo... —No, me temo que no. —Ella sonrió. O al menos, la mitad de su boca lo hizo—. Discúlpame si no me levanto para ofrecer saludos. Él cerró la puerta suavemente. —¿Qué pasó? Incluso aunque más o menos lo sabía.

—¿Ella está bien? —preguntó Payne—. ¿Tu hembra todavía está embarazada? —Las pruebas parecen indicar que sí. —Bien. Eso me complace. —¿Te estás muriendo? —espetó. Y luego quiso darse un rodillazo en sus propios testículos. Ella se echó a reír bruscamente. —No lo creo. Sin embargo, estoy muy débil. Los pies de Qhuinn le llevaron a través de la alfombra. —Entonces... ¿Qué pasó? Payne se esforzó por impulsarse más alto en las almohadas, pero luego desistió. —Creo que estoy perdiendo mi don —gimió mientras movía las piernas bajo el edredón—. Cuando vine aquí por primera vez, yo era capaz de poner las manos y sanar con poco o ningún efecto posterior. Sin embargo, cada vez que lo hago, el esfuerzo parece minar más mis fuerzas. Y lo que me esforcé con tu hembra y tu bebe fue... —Estuviste a punto de matarte —completó él. Ella se encogió de hombros. —Me desperté en el suelo junto a su cama. Me arrastré hasta aquí. Manny me levantó de la cama temprano, y yo tenía un poco de energía. Ahora, parece que ha decaído una vez más. —¿Hay algo que pueda hacer? —Creo que tengo que ir al santuario de mi madre. —Esto lo dijo con total mofa—. Para una recarga, de alguna forma. Parece lógico, ya que bien pudo haber sido el lugar de mi don. Sólo tengo que recuperar las fuerzas suficientes para hacer el viaje, por decirlo de alguna forma... bueno, eso y encontrar la voluntad. Preferiría mil veces más permanecer aquí. La decisión, sin embargo, parece haber sido tomada

por mí. No se puede negociar con la propia forma física, después de un punto. Sí, él sabía cómo era eso. —No puedo... —Él se pasó una mano por el pelo—. No sé cómo darte las gracias. —Cuando ella dé a luz, entonces podrás agradecermelo. Hay mucho desconocido por delante que todavía debe ser cruzado. Ya no, pensó él. Su visión, la de la puerta al Fade, estaba una vez más en el camino a convertirse en realidad. Y esta vez iba a seguir así. Qhuinn sacó una de las dagas de su pecho y, con un rápido movimiento, pasó la afilada hoja por el interior de su mano. Cuando la sangre brotó y comenzó a gotear, se la ofreció a la mujer. —Por este medio ofrezco el juramento de mi... —Se detuvo en seco. No tenía ninguna línea de sangre de la que hablar, no con el repudio de su familia—. Ofrezco el juramento de mi honor para ti y los tuyos, desde ahora hasta el último latido de mi corazón y el último aliento en mis pulmones. Cualquier cosa para lo que acudas a mí será proporcionada sin pregunta o vacilación. En cierto modo, parecía ridículo prestarse así a la hija de una condenada deidad. ¿Como si Payne necesitara alguna ayuda? La mano de la daga de Payne encontró la suya y la aferró con firmeza. —Prefiero tener tu honor que cualquier línea de sangre sobre la tierra. Cuando sus ojos se encontraron, a él se le ocurrió que no era de macho-a-hembra, sino de guerrero-a-guerrero, a pesar de sus sexos. —Nunca podré agradecertelo lo suficiente —dijo él. —Ojalá que ella lo logre. Ambos, es decir.

—Tengo la sensación de que ahora lo harán. Gracias a ti. Parecía raro querer inclinarse ante la hembra, pero algunas cosas sólo se hacían, y lo hizo. Luego se apartó, no quería tenerla levantada si iba a descansar. Cuando su mano se cerró sobre el pomo de la puerta, Payne murmuró: —Si se lo agradeces a alguien, debería ser a Blaylock. Qhuinn se quedó completamente quieto. Se giró. —¿Qué... has dicho? *

*

Assail se quedó donde estaba cuando el Audi salió patinando del aparcamiento y llegó a la carretera de más allá, como si su ladrona hubiese colocado una bomba en el restaurante y acabara de pulsar el detonador. Su cuerpo le dijo que fuera por ella, detuviera ese coche, y la arrastrara hacia el asiento trasero. Su mente, sin embargo, sabía que no. Cuando sintió la sobrecarga en su cuerpo, supo que el grado en que perdía el control alrededor de ella era peligroso. Era un macho que se autodefinía por su sangre fría. ¿Con esa hembra? ¿Sobre todo si el sexo de ella estaba excitado? Estaba consumido por la necesidad de poseerla. Así que tenía que volver a coger sus propias riendas. De hecho, no tenía derecho a perder el tiempo acechando a una humana, pasando el rato en la esquina de un tugurio ni observándola con un hombre. También consumido con el impulso de matar a su compañero de cena de hamburguesa con queso.

¿Qué, en el nombre de la Virgen Escriba, le había sucedido? La respuesta, cuando llegó a él, fue algo que rechazó firmemente. En un intento por reenfocar sus energías, sacó el teléfono para comprobar quién había llamado y había roto el hechizo que bien había necesitado romperse. Rehvenge. A tantos niveles, no sentía ningún deseo de hablar con el macho. Lo último en lo que estaba interesado era un refrito de todos los motivos que tenía para participar en el estancamiento social y político que era el Consejo. Pero era mejor que perseguir a su ladrona... Ni siquiera sabía su nombre, comprendió. Y sería en su mejor interés no averiguarlo nunca, se dijo. Cuando devolvió la llamada, sostuvo el iPhone en su oreja y metió la mano libre en el bolsillo de su abrigo de lana para mantener el calor. —Rehvenge —dijo cuando el macho contestó—. Hablo contigo más de lo que hablo con mi mahmen. —Pensé que tu madre estaba muerta. —Lo está. —Tienes un estándar muy bajo para la comunicación. —Qué puedo hacer por ti. —No fue una pregunta. No había razón para animar una respuesta. —En realidad, es lo que yo puedo hacer por ti. —Con todo el debido respeto, prefiero ocuparme de los negocios yo mismo. —Una política muy buena. Y tanto como sé que te gusta tu “negocio”, no es por eso que llamé. Pensé que te gustaría saber que el Consejo se reunió con Wrath esta noche.

—Creo que renuncié durante nuestra última conversación. Así que no veo qué tiene esto que ver conmigo. —Tu nombre se mencionó al final. Después de que todos se hubieran marchado. Assail arqueó una ceja. —En calidad de qué. —Un pajarito ha dicho que tendiste una trampa a Wrath con la Banda de Bastardos en tu casa el pasado otoño. Assail agarró el teléfono con más fuerza. Y durante la breve pausa que siguió, eligió sus palabras con sumo cuidado. —Wrath sabe que no es verdad. Yo fui el que le dio el vehículo en el cual escapó. Como te dije antes, no estoy, y nunca he estado, relacionado con cualquier insurrección. De hecho, me aparté del Consejo precisamente porque no quiero estar envuelto en ningún drama. —Relájate. Te hizo un favor. —Exactamente de qué manera. —El individuo lo dijo delante de mí. —Y otra vez, pregunto, cómo se equipara eso a un... —Sé que estaba mintiendo. Assail se quedó en silencio. Era, por supuesto, una cosa buena que Rehvenge supiera que la declaración era falsa. Pero ¿cómo? —Antes de que preguntes —murmuró el macho enigmáticamente— no voy a entrar exactamente en por qué estoy tan seguro de eso. Lo que diré, sin embargo, es que estoy preparado para recompensar tu lealtad con un regalo del rey. —¿Un regalo? —Wrath es un macho que tiene un nombre muy acertado. Él entiende, por ejemplo, cómo se sentiría un individuo si fuese a ser

acusado injustamente de traición. Él sabe que alguien que implica falsamente a otro con información no muy conocida probablemente está intentando echarle la culpa de sus propias acciones... especialmente si la persona que habla tiene un... bueno, digamos, una apariencia... que indica no sólo engaño, sino un cierto nivel de intriga. Como si te estuviera devolviendo el pago por algo que él considera indicativo de deslealtad o mala decisión. —Quién es —preguntó Assail en voz baja. Incluso aunque ya lo sabía. —Wrath no te está pidiendo que hagas algún tipo de trabajo sucio. De hecho, si decides no actuar, el individuo estará muerto en menos de veinticuatro horas. El rey sólo siente, como yo, que tus intereses no sólo están alineados con los nuestros, en este caso, los reemplazan. Assail cerró los ojos, la venganza hervía en su sangre de la misma manera que el instinto sexual acababa de hacer. El resultado final, sin embargo, iba a ser oh, muy diferente. —Di el nombre. —Elan, hijo de Larex. Assail abrió los ojos y enseñó los colmillos. —Dile a tu rey que me encargaré de esto con presteza. Rehvenge se rió sombríamente. —Eso haré. Lo prometo.

Capítulo 56

Blay estaba ansioso mientras se paseaba por su habitación. A pesar de que estaba completamente vestido para la lucha, no iba a ninguna parte. Ninguno de ellos. Después de la reunión del Consejo, Tohr había ordenado a la Hermandad que se quedara sólo por si acaso. Rehv estaba tratando de alcanzar a los miembros del Consejo, conectando fuera de la mansión, para captar dónde estaba la glymera. Como el tipo no podía aparecer con un paquete de seis Hermanos tras su culo, al menos no si quería conservar alguna pretensión de civilización, tenían que enfriarse. Pero teniendo en cuenta el clima político, era importante que ese respaldo estuviera listo en caso de que el Reverendo lo necesitara. No es que todavía fuera por ahí con ese nombre... La puerta de su habitación se abrió de repente sin ningún golpe, saludo ni eh-estás-decente. Qhuinn estaba en la entrada, respirando con dificultad, como si hubiera corrido por el pasillo de las estatuas. Maldita sea, ¿había perdido Layla el embarazo después de todo? Esos ojos diaparejos buscaron por la habitación. —¿Estás solo? Por qué demonios... Oh, Saxton. Correcto. —Sí... El macho dio tres pasos hacia adelante, extendió la mano... y le besó hasta dejarlo sin aliento.

El beso fue del tipo que recordabas toda tu vida, la conexión forjada con tal totalidad que todo, desde la sensación del cuerpo contra el suyo a la calidez de otros labios sobre los suyos, el poder así como el control, se grabó en su mente. Blay no hizo ninguna pregunta. Sólo se aferró, deslizando los brazos alrededor del otro macho, dando la bienvenida a la lengua que entraba en él, devolviendo el beso aunque no entendía qué lo había motivado. Probablemente apartarse.

debería

importarle.

Probablemente

debería

Debería, podría, tendría. Lo que fuera. Era vagamente consciente de que la puerta estaba abierta al pasillo, pero no le importaba, a pesar de que las cosas iban a volverse bastante indiscretas bastante rápido. Excepto que Qhuinn pisó los frenos bruscamente, poniendo fin a la unión de labios y separándose. —Lo siento. Esto no es por lo que he venido. El guerrero todavía estaba jadeando, y eso, además de la quemadura de esa increíble mirada, fue suficiente para que Blay dijera algo en la línea de, está bien, pero podemos terminar lo que hemos empezado primero. Qhuinn se volvió y cerró la puerta. Luego se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de cuero, como si fuera hacer eso o preocuparse por agarrarse de nuevo. Que se jodan los bolsillos, pensó Blay mientras trataba de reorganizar sutilmente su erección. —¿Qué pasa? —preguntó. —Sé que fuiste a ver a Payne.

Las palabras fueron pronunciadas con claridad y lentamente, y eran lo único que Blay no podía manejar de verdad. Rompiendo el contacto visual, se paseó por la habitación. —Salvaste el embarazo —anunció Qhuinn, el tono de su voz estaba muy cerca del asombro para ser cómodo. —¿Entonces ella está todavía bien? —Salvaste el... —Payne lo hizo. —La hermana de V dijo que nunca se le hubiera ocurrido intentarlo hasta que fuiste a hablar con ella. —Payne tiene un talento serio... De repente, Qhuinn estuvo en su camino, una sólida pared de músculos que no iba a traspasar. Sobre todo porque el macho se acercó y le acarició la mejilla. —Has salvado a mi hija. En el silencio que siguió, Blay sabía que había algo que se suponía tenía que decir. Sí... estaba justo en su lengua. Era... Mierda. Con Qhuinn mirándole así, no podía recordar ni su propio nombre. ¿Blaysox? ¿Blacklock? ¿Blabberfox? Quién coño sabía... —Salvaste a mi hija —susurró Qhuinn. Las palabras que salieron de la boca de Blay fueron unas que más tarde lamentaría, porque fue especialmente importante, teniendo en cuenta el sexo que parecía estar ocurriendo de vez en cuando, para mantener la distancia. Pero unidos como estaban, mirada con mirada, le fue imposible detener la verdad. —¿Cómo no podría intentarlo? Te estaba matando. No podía no intentar algo. Cualquier cosa.

Qhuinn cerró los ojos brevemente. Y luego atrajo a Blay en un abrazo que los unió de la cabeza a los pies. —Siempre estás ahí para mí, ¿no es así? Hablando de agridulce: la realidad de que el macho fuera a formar una familia con otra persona, con una hembra, con Layla, corroía el centro del pecho de Blay. Era su maldición, de muchas maneras. Soltó los brazos de la espalda de Qhuinn y se separó. —Bien, espero que... Antes de que pudiera terminar, Qhuinn estaba frente a él una vez más, y aquellos ojos azul y verde ardían. —¿Qué? —dijo Blay. —Te debo... todo. Por alguna razón, eso dolió. Tal vez porque después de años de tratar de darse a sí mismo al tipo, había ganado finalmente la gratitud al ayudarle a tener un hijo con alguien más. —Lo que sea, tú habrías hecho lo mismo por mí —dijo con voz ronca. Y sin embargo, incluso mientras lo decía, no estaba seguro. ¿Si alguien le atacaba? Bueno, claro, por supuesto que Qhuinn le respaldaría. Pero de nuevo, el duro hijo de puta adoraba pelear y era un héroe natural, así que no era por Blay. Tal vez esa era la razón de este vacío. Todo había sido siempre en términos de Qhuinn. La amistad. La distancia. Incluso el sexo. —¿Por qué me miras así? —preguntó Qhuinn. —¿Cómo? —Como si fuera un extraño. Blay se frotó la cara. —Lo siento. Ha sido una noche larga.

Hubo un largo y tenso momento, en el que lo único que podía sentir era la mirada de Qhuinn. —Me voy —dijo el luchador después de una pausa—. Supongo que solo quería... sí. De todos modos. Los sonidos de los shitkickers dirigiéndose a la salida, Blay maldiciendo... El golpe en la puerta fue sólo uno y muy alto: un Hermano. La voz de Rhage cortó fácilmente a través de los paneles. —¿Blay? Tohr convoca a una reunión para revisar el territorio de mañana por la noche. ¿Sabes dónde está Qhuinn? Blay miró a través de la habitación al tipo. —No, no lo sé. *

*

Oh, por el amor de Dios, Qhuinn pensó en la interrupción. Aunque, en realidad, la conversación había terminado, ¿verdad? La buena noticia era que, al menos, Rhage no había entrado. Sin duda, Blay preferiría que no fueran atrapados en su habitación. Hollywood se lanzaría sobre ello. —Si le ves, hazle saber que si quiere asistir estamos convocados en cinco minutos. Entendemos totalmente si prefiere quedarse con Layla. —Roger —dijo Blay con voz muerta. Cuando Rhage fue al lado y llamó a la puerta de Z, Qhuinn se frotó la cara. No tenía ni idea de qué había pasado por la mente de Blay hacía un momento, pero la forma en que esos ojos azules le habían mirado le había hecho sentir como si un fantasma hubiera pasado por encima de su tumba. Por otra parte, ¿qué esperaba? Había irrumpido en la habitación que el tipo compartía con Saxton, empujado a un boca a boca y luego

se puso todo sentimentaloide con el asunto de Payne... Este era el espacio de Saxton. No el de Qhuinn. Sin embargo, tenía la costumbre de apoderarse de las cosas, ¿no es así? —No entraré aquí de nuevo —dijo Qhuinn, tratando de hacer algún tipo de compensación—. Sólo quería que supieras que... te debo mucho. Qhuinn se acercó a la puerta y se inclinó, escuchando la voz de Rhage, cerró los ojos y esperó a que el pasillo de las estatuas estuviera vacío. Jesús, a veces podía ser un capullo egoísta, realmente podría... —Qhuinn. Su cuerpo giró bruscamente, como si la voz de Blay fuera una cuerda que tirara de él. —¿Sí? El macho caminó hacia adelante. Cuando estuvieron frente a frente, Blay dijo: —Todavía quiero follarte. Las cejas de Qhuinn subieron tan alto que casi aterrizaron en la alfombra. Y al instante, se puso duro. El único problema era que Blay no parecía contento con la revelación. Pero ¿por qué lo estaría? No era el tipo de macho que podría poner los cuernos a alguien fácilmente, aunque claramente, la falta de monogamia de Saxton le había curado de ser fiel. De la clase que hacía que Qhuinn quisiera estrangular a su primo de nuevo. Y lo único que le impedía ir y encontrar a la puta era que en este caso, la situación trabajaba a favor de Qhuinn. —Yo también quiero estar contigo —dijo. —Iré a tu habitación después del amanecer.

Qhuinn no quería preguntar. Tenía que hacerlo. —¿Qué pasa con Saxton? —Se ha ido de vacaciones. De verdadddddddddddddd. —¿Por cuánto tiempo? —Sólo un par de días. Una pena. ¿Alguna posibilidad de prorrogarlas... durante digamos un año o dos? ¿Tal vez para siempre? —Está bien, es... —Qhuinn se detuvo antes de terminar con cita. No tenía sentido bromear consigo mismo. Saxton estaba ausente. Blay quería tener sexo. Y Qhuinn estaba más que dispuesto a suministrar al macho lo que él quería. Ese acuerdo no era una cita. Pero a la mierda. —Ven a mí —dijo en un gruñido—. Te estaré esperando. Blay asintió, como si hubiera hecho un trato y luego fue el primero que salió, su cuerpo cambiando a modo agresivo mientras avanzaba y salía por la puerta. Qhuinn le observó irse. Se quedó atrás. Casi se encerró en sí mismo para poder recomponerse. De repente, estaba jodido de la cabeza, a pesar de la promesa de que estarían enganchados en cuestión de horas: esa expresión en el rostro de Blay le perseguía, hasta el punto de que su pecho comenzó a doler. Mierda, tal vez la serie actual de encuentros era simplemente una evolución de los malos lugares donde habían estado antes, una nueva faceta de su infelicidad colectiva. Nunca se le había ocurrido que no fueran buenos el uno para el otro. Que no habría, en el futuro, alguna especie de encuentro de mentes, ahora que se había abierto después de todos estos años.

Cerrando el puño, lo estrelló contra el marco de la puerta, la huella de la moldura le mordió la mano. Cuando el dolor estalló y luego golpeó, por alguna razón, pensó en golpear el panel de la plataforma y gritar. Se sentía como si lo hubiera estado haciendo hacía una eternidad. Pero ya no estaba retrocediendo. Si sexo era lo podía tener, iba a tomarlo. Además, ¿lo que Blay había hecho por Layla? Seguramente eso significaba algo. El tipo se había preocupado lo suficiente como para cambiar el curso de la vida entera de Qhuinn. Como si Blay no lo hubiera hecho hacía mucho tiempo.

Capítulo 57

Assail tomó forma junto a un arroyo burbujeante que permanecía libre de hielo gracias a su constante movimiento. La casa que había frente a él fue una en las que había estado sólo una vez antes, de ladrillo victoriano con los adornos rojizos que eran la quintaesencia del recargado período, adornando sus porches y portales. Tan pintoresco. Tan empalagoso. Especialmente con las ventanas de cuatro cristales hechas de vidrio emplomado y las volutas de humo rizándose desde no de una, sino de tres de sus cuatro chimeneas. Lo que parecía indicar que su dueño había regresado a casa a pasar la noche. El momento oportuno, por decirlo así. El amanecer llegaría pronto, así que era lógico asegurar las escotillas personales contra el sol. Asegurar el propio ambiente. Prepararse para las horas en que uno necesitaba quedarse dentro para protegerse del daño. Assail caminó majestuosamente a través de la nieve prístina, dejando huellas con sus profundos pasos. Nada de mocasines para este trabajo. Ni traje de calle, tampoco. Ningún Range Rover que su ladrona pudiera seguir. Subiendo por un lado del césped, fue hasta las ventanas que iban del suelo al techo de la misma sala de recepción donde el señor de la casa había acogido, no hacía tanto tiempo, a ciertos miembros del Consejo… junto con la Banda de Bastardos.

Assail se había encontrado entre los machos de aquella reunión. Al menos hasta que había quedado claro que tenía que dejar de participar o quedar atrapado en el tipo de discurso y drama en el que no estaba interesado. Una vez frente al cristal, miró hacia adentro. Elan, hijo de Larex, estaba en su escritorio, con un teléfono fijo en la oreja, una copa de brandy junto al codo y un cigarrillo ardiendo lentamente en un cenicero de cristal tallado a su lado. Mientras se reclinaba en la butaca de cuero y cruzaba las piernas a la altura de las rodillas, parecía estar en un estado de relajación y autosatisfacción semejante a la dicha postcoital. Assail crispó el puño, el cuero negro de su guante rechinó muy sutilmente. Y entonces se desmaterializó justo en la habitación, retomando forma directamente detrás de la silla del hombre. A cierto nivel, no podía creer que Elan no fortificase su morada con mayor seguridad, una fina malla de acero sobre las ventanas y dentro de los muros, por ejemplo. No obstante, el aristócrata claramente padecía de falta de una apropiada valoración del riesgo; así como de una arrogancia que le concedía un mayor sentido de la seguridad de la que en realidad poseía. —… y luego Warth compartió una historia sobre su padre. Debo confesarlo, en persona el rey es muy… feroz. Aunque no lo suficiente como para cambiar mis intenciones, naturalmente. No, Assail iba a encargarse de eso. Elan se inclinó hacia adelante y trató de alcanzar el cigarrillo. Éste estaba incrustado en una de esas boquillas pasadas de moda, del tipo que las mujeres tendían a usar, y mientras llevaba el extremo hacia sus labios para tomar una calada, la punta sobresalía por el borde de la silla.

Assail desenfundó una brillante hoja de acero que era tan larga como su antebrazo. Había sido su arma preferida para esta clase de cosas. Su ritmo cardíaco era tan constante como su mano, su respiración uniforme y regular mientras se acercaba por detrás de la silla. Deliberadamente, se movió a un lado, situándose de forma que su reflejo apareciera en la ventana frente al escritorio. —No soy sabedor de si era la Hermandad entera. ¿Cuántos de ellos se han ido? ¿Siete u ocho? Esto es parte del problema. No sabemos ya quiénes están. —Elan golpeó ligeramente su cigarrillo, la pequeña pila de ceniza cayó al fondo del cenicero—. Ahora, mientras estaba en la reunión, le di a un colega mío instrucciones de estar en contacto contigo… ¿perdona? Por supuesto que le di tu número y siento por el tono de tu… Sí, él estaba aquí en la reunión, en mi casa. Va a… No, no lo haré de nuevo. ¿Dejarás de interrumpirme? Eso creo, sí. Elan dio una calada y soltó el humo en una ráfaga, su molestia se notaba en su respiracion. —¿Podemos continuar? Gracias. Como decía, mi colega estará en contacto en atención a una cierta estipulación legal que nos pueda ayudar. Me lo ha explicado, pero como es bastante técnico, asumí que desearías interrogarlo tú mismo. Hubo una pausa bastante larga. Y cuando Elan habló después su tono era más calmado, como si unas palabras tranquilizadoras hubieran apaciguado las plumas desgreñadas de su ego. —Oh, y una última cosa. Me encargué de nuestro pequeño problema con cierto gentilmacho de “mentalidad comercial”… Assail curvó deliberadamente su puño. Mientras el cuero dejaba escapar de nuevo su quedo sonido de protesta, Elan se enderezó en su asiento, devolviendo sus pies cruzados al suelo, desperezando su columna vertebral hacia arriba de

forma que su cabeza apareció por encima del respaldo de la silla. Miró hacia la izquierda. Miró a la derecha. —Debo partir... En ese momento, los ojos de Elan fueron a la ventana frente a él, y vio el reflejo de su asesino en el cristal. *

*

Como Xcor estaba en un cuarto aislado con un apropiado sistema de calefacción, tenía que admitir que prefería la más reciente elección de habitaciones de Throe a esa mazmorra del almacén en la que habían estado previamente. Quizá agradecería al Sombra que se hubiera entrometido, si sus caminos se cruzaban de nuevo. No obstante, quizá la sensación de calor en su cuerpo era su temperamento ardiendo, y no una consecuencia de una calefacción buena y operativa. El aristócrata en el otro extremo de su teléfono móvil ponía a prueba hasta el último de sus nervios.

No quería ser contactado por nadie más del Consejo. Tratar con un miembro de la glymera era más que suficiente. Aunque generalmente adoptaba un acercamiento apaciguador con Elan, la furia lo ahogaba. —No le des mi número a nadie más. Elan y él discutieron un poco más, la propia ira del aristócrata iba incrementándose. Lo que no era, claro está, bueno. Uno quería una herramienta utilizable en sus manos. No algo con un carácter irritable. —Mis disculpas —murmuró Xcor después de un momento—. Es sólo que prefiero tratar únicamente con los que toman las decisiones. Es por esto que sólo contacto contigo. No tengo interés en los demás. Sólo en ti.

Como si Elan fuera una mujer y la de ellos fuera una relación romántica. Xcor puso los ojos en blanco mientras el aristócrata cedía, y reanudaba su discurso. —…Y una última cosa. Me encargué de nuestro pequeño problema con cierto gentilmacho de “mentalidad comercial”… Instantáneamente, la atención de Xcor mejoró. ¿Qué, en el nombre del Destino, había hecho ahora el idiota? En verdad, esto podría ser monstruosamente inconveniente. Se podía decir lo que uno quisiera sobre el fracaso de Assail en ver la luz sobre el destronamiento de Warth, pero aquel “gentilmacho” en particular no estaba cortado de la misma frágil y desechable seda que Elan. Y aunque Xcor detestaba tratar con el hijo de Larex, había invertido una considerable cantidad de tiempo y recursos en la relación. Sería una vergüenza perder al bribón ahora y tener que establecer otro contacto más dentro del Consejo. —¿Qué has dicho? —exigió Xcor. El tono de Elan cambió, aumentando en cautela. —Debo partir… El grito que estalló a través del teléfono fue tan fuerte y agudo, que Xcor apartó el auricular de su oreja y lo sostuvo alejado. Ante el sonido, sus soldados, que estaban dispersos por la habitación en diversas posiciones, volvieron las cabezas en su dirección, actuando como testigos, como él, del asesinato de Elan. El aullido duró bastante rato, pero no hubo súplicas de misericordia… probablemente porque su asaltante había trabajado rápidamente o porque estaba muy claro, incluso para un macho moribundo, que no había ninguna por parte del asaltante. —Sucio —comentó Zypher mientras otro crescendo vibraba desde el teléfono—. Muy sucio.

—Todavía tiene una vía aérea —señaló otro. —No por mucho tiempo —intervino otro. Y tenían razón. Menos de un instante más tarde, algo chocó contra el suelo duro y fue el fin de los sonidos. —Assail —dijo Xcor con dureza—. Coge el teléfono, hijo de puta. Assail. Hubo un crujido, como si el receptor por el que Elan había hablado hubiera sido rescatado de dondequiera que hubiera caído. Y después hubo un sonido de una respiración rasposa en la línea. Lo que sugería que Elan bien podría estar hecho pedazos. —Sé que eres tú, Assail —dijo Xcor—. Y sólo puedo suponer que Elan se ha extralimitado y la indiscreción ha llegado a tus oídos. Sin embargo, me has quitado a mi socio y eso no puede quedar sin venganza. Fue una sorpresa cuando el macho contestó, con voz profunda y poderosa. —Allá en la Vieja Patria, se tomaban medidas para las afrentas contra la reputación de uno. Seguramente no sólo lo recuerdas, sino que no me negarás mi derecho de retribución en el Nuevo Mundo. Xcor descubrió los colmillos, aunque no porque estuviera frustrado con quien le hablaba. Jodido Elan. Si el estúpido bastardo se hubiera conformado con ser un informante, todavía estaría vivo… y Xcor podría haber tenido la satisfacción de matarlo al final de todo esto. Assail continuó. —Él afirmó ante representantes del rey que yo fui el responsable de tu disparo, el que fue disparado en mi propiedad sin yo saberlo o sin mi permiso y… —atajó antes de que Xcor pudiera hablar— sabes con exactitud lo poco que yo tuve que ver con ese ataque, ¿no?

En tiempos del Bloodletter esta conversación nunca habría tenido lugar. Assail habría sido perseguido por obstruccionista y habría sido eliminado por ello y por deporte. Pero Xcor había aprendido su lección. Mientras sus ojos iban hacia Throe, de pie, tan alto y elegante entre los demás, pensó que sí, que había aprendido que había un momento y un lugar correcto para ciertos… estándares, creía que era la palabra. —Quise decir lo que dije, Xcor, hijo del Bloodletter. —Mientras Xcor se sobresaltaba por la referencia, estaba contento de que esta conversación tuviera lugar por teléfono—. No tengo interés ni en tu agenda ni en la del rey. Soy sólo un hombre de negocios. He dimitido del Consejo y no estoy aliado contigo. Y Elan intentaba hacer de mí un traidor, algo que, como bien sabes, conlleva tener un precio sobre la cabeza de uno. Tomé la vida de Elan porque él intentó tomar la mía. Es completamente legal. Xcor maldijo para sí mismo. El macho tenía un buen punto de razón. Y considerando que la rígida neutralidad de Assail al principio había parecido increíble, ahora Xcor comenzaba a… bien, confiar no era una palabra que usara con nadie aparte de sus soldados. —Dime algo —graznó Xcor. —¿Sí? —¿Su cochina cabeza todavía está pegada a ese débil cuerpecillo? Assail rió ahogadamente. —No. —¿Sabes que esa está entre mis formas favoritas de asesinato? —¿Una advertencia para mí, Xcor? Xcor volvió la mirada atrás hacia Throe, y pensó otra vez en la virtud de los códigos de comportamiento incluso entre machos en guerra.

—No —declaró—. Es simplemente algo que tenemos en común. Buen viaje, Assail, para lo que queda de esta noche. —Igualmente. Y según las palabras de nuestro mutuo conocido, debo partir. Antes que me vea forzado a matar el mayordomo doggen que golpea, en este mismo instante, la puerta que he cerrado con llave. Xcor echó la cabeza atrás y se rió mientras finalizaba. —¿Sabéis? —les dijo a sus luchadores—, este tipo me gusta bastante.

Capítulo 58

La noche siguiente Blay abrió los ojos cuando las persianas se levantaron y un reloj despertador que no reconoció comenzó a sonar. Esta no era su habitación. Pero él sabía exactamente donde estaba. A su lado, contra su espalda, Qhuinn se movió, el cuerpo del macho se estiró contra el suyo, piel desnuda rozando piel desnuda… haciendo que su erección vespertina comenzara a latir. Qhuinn estiró una mano sobre la cabeza de Blay, el pesado brazo se extendió por encima y la mano apagó el reloj de una manotada. Para que no hubiera ninguna duda en cuanto a si él le daría la bienvenida a un rapidito antes de todo el proceso ducharse-vestirsePrimera Comida, Blay se arqueó, empujando su culo contra la pelvis de Qhuinn. El gemido que se disparó en su oído le hizo sonreír un poco, pero las cosas se pusieron serias cuando la mano de la daga de Qhuinn se arrastró hacia abajo y encontró la polla de Blay. —Oh, mierda —inspiró Blay mientras subía la pierna y la apartaba del camino. —Tengo que estar dentro de ti. Curioso, Blay estaba pensando exactamente lo mismo. Cuando Qhuinn lo montó, Blay se apoyó sobre su estómago, aplastando la palma de éste sobre la dura erección. No se necesitó mucho tiempo para que el ritmo se volviera rápido y furioso, y cuando las pelotas de Blay se tensaron con otro orgasmo, se maravilló de que esta desesperación por el macho sólo parecíera aumentar… uno pensaría que dado la cantidad de veces que se habían

corrido juntos… literalmente… durante todo el día, habrían bajado este fuego a una suave ebullición. No era el caso. Entregándose al placer, Blay apretó los dientes mientras su semen salía disparado al mismo tiempo que las caderas de Qhuinn se apretaban con fuerza y el macho gruñía. No hubo una segunda ronda. No es que Blay no lo quisiera y que Qhuinn no fuera capaz… el problema era el reloj. Cuando Blay volvió a abrir los ojos, la lectura digital le dijo que la alarma de Qhuinn otorgaba solo quince minutos para estar listo… tiempo para que un macho se diera una ducha rápida y se armara, nada más. Eso lo hizo desear que el guerrero hubiera sido más de la clase de tío de una espuma, doble afeitada, colonia y vestimenta perfectamente combinada. Con otro de sus eróticos gruñidos marca registrada, Qhuinn los deslizó de costado, manteniéndolos unidos. Cuando el macho respiró profundamente, Blay se dio cuenta que podría haberse quedado así para siempre, sólo los dos, en una silenciosa habitación en penumbras. En este momento de paz y tranquilidad, no existían resabios del pasado, o cualquier cosa que necesitaba ser dicha pero no lo era, o terceras partes, reales o ficticias, entre ambos. —Al final de la noche —dijo Qhuinn con voz grave—, vendrás a mí de nuevo. —Sí, lo haré. No se le ocurría otra respuesta. De hecho, se preguntaba cómo iba a esperar durante las doce horas de la noche, las comidas y el trabajo hasta que pudiera desaparecer y regresar aquí. Qhuinn masculló algo que sonó como “Gracias a Dios”. Luego gimió cuando se desacopló, retirándose. En respuesta, Blay se quedó donde estaba durante un breve instante, pero a la postre no tuvo otra

alternativa salvo levantarse, salir por la puerta y volver a donde pertenecía. Gracias a Dios nadie lo vio. Logró regresar a su propio cuarto sin que nadie fuera testigo de la vuelta vergonzosa y sí, en un plazo de quince minutos, estaba duchado, vestido de cuero y armado. Al salir por la puerta, él… Qhuinn salió de la suya en el mismo momento. Ambos se quedaron inmóviles. Bajo circunstancias normales, bajar caminando juntos habría sido ligeramente embarazoso, la clase de cosa que hubieran hecho durante una charla breve. Pero ahora… Qhuinn bajó la mirada. —Ve tú primero. —Bueno. —Blay empezó a caminar—. Gracias. Blay se echó la pistolera de pecho y la chaqueta de cuero sobre el hombro y se alejó a zancadas. Para cuando pisó con fuerza el rellano de la escalera, parecía que hubieran pasado años desde que habían yacido juntos tan cerca. ¿Había ocurrido lo del día entre ellos? Jesus, estaba empezando a volverse loco. Al entrar al comedor, tomó una silla vacía al azar y colgó sus cosas sobre el respaldo como hacían los demás… aun cuando Fritz odiara las armas alrededor de su comida. Luego agradeció al doggen que se le presentó con un plato abundantemente cargado y comenzó a comer. No podría haber dicho lo que le habían servido o quien estaba hablando en torno a la mesa. Pero supo exactamente cuándo Qhuinn atravesó la puerta. Su corazón comenzó a canturrear y le fue imposible no mirar por encima del hombro.

Hubo un inmediato impacto físico cuando él se comió con los ojos ese corpachón vestido de negro y chorreando armas… como si una batería de coche hubiera sido acoplada a su sistema nervioso. Cuando Qhuinn no lo miró, él supuso que eso era algo bueno. Los otros alrededor de la mesa les conocían demasiado bien, especialmente John, y las cosas estaban bastante complicadas sin necesidad de que el benevolente gallinero tuviera la oportunidad de intervenir… no es que algo se dijera públicamente. Pero, ¿en privado? Las conversaciones de alcoba proliferarían a través del grupo familiar. Algo que envidiar. Qhuinn comenzó a avanzar, entonces abruptamente cambió de dirección, y rodeó toooda la mesa hacia la única silla del otro lado, aparte de la que estaba junto a Blay, que estaba vacía. Por alguna razón, Blay pensó en la conversación telefónica que había tenido con su madre, donde él finalmente había admitido a un miembro de su familia lo que realmente era. La ansiedad le rozó la nuca. Qhuinn nunca haría algo como salir del armario, no porque sus padres estuvieran muertos o porque, si la pareja hubiera estado viva, hubieran odiado a su hijo.

Me veo con una hembra a largo plazo. No lo puedo explicar. Es solo la manera en que va a ser. Blay apartó su plato. —¿Blay? ¿Hola? Sacudiéndose, echó una mirada a Rhage. —¿Qué dices? —¿Te pregunté si estabas listo para interpretar Nanook el esquimal? Oh, era verdad. Iban a regresar a la zona del bosque donde habían encontrado las cabañas y al lesser con el poder especial de

desmaterializarse… así como a aquel avión que estaba, de momento, juntando nieve en el patio trasero. Él, John y Rhage estaban listos para la misión. Y Qhuinn. —Yo… sí, por supuesto. El miembro más bello de la Hermandad frunció el ceño, sus ojos azul Caribe se entrecerraron. —¿Estás bien? —Sí. Muy bien. —¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste? Blay abrió la boca. La cerró. Trató de hacer los cálculos. —Ajá. Ya me lo imaginaba. —Rhage se inclinó hacia delante y habló alrededor del pecho de Z—. ¿Ey, Phury? ¿Crees que una de tus Elegidas puede venir hasta aquí y reemplazar temporalmente a Layla en la madrugada? Tenemos algunas necesidades de sangre. Genial. Justo lo que él quería hacer al final de la noche. *

*

Alrededor de una hora más tarde, Qhuinn inspiró profundamente mientras se materializaba en el frío. Las ráfagas de viento revoloteaban en torno a su rostro, metiéndose en sus ojos y en su nariz. Uno por uno, John, Rhage y Blay se materializaron con él. Mientras se enfrentaba al hangar del avión, la carcasa vacía le trajo recuerdos del puñetero Cessna, del viaje desesperado y del aterrizaje de emergencia. Feliz, feliz, alegría, alegría. —¿Preparados?—le dijo a Rhage. —Hagámoslo.

El plan consistía en avanzar desmaterializados de quinientos en quinientos metros, hasta llegar a las primeras cabañas en las que ya habían estado. Después de eso, localizarían los otros edificios de la propiedad, usando el mapa que habían encontrado previamente como guía. Sólo el típico protocolo de búsqueda/reconocimiento. Él no tenía idea de lo que encontrarían, pero ese era el asunto. No lo sabías hasta que no hacías el trabajo. Mientras Qhuinn avanzaba, era muy consciente de dónde estaba Blay. Sin embargo, cuando él volvió a materializarse delante de la primera cabaña a la que llegaron, no miró por encima del hombro cuando Blay apareció a un metro y medio de distancia. No era una buena idea. A pesar de que estaban en una misión, todo lo que él tenía que hacer era cerrar los ojos y su mente se inundaba de imágenes de cuerpos desnudos entrelazados en la penumbra de su dormitorio. Además confirmar visualmente que el tío era más que follable no era una ayuda. Le daba vergüenza admitirlo, pero en este momento, lo único que lo mantenía entero era el hecho que Blay había prometido volver a él al amanecer. Las consecuencias de la torpeza en la Primera Comida le había hecho desear ardientemente la comunión aun más, hasta el punto en que se estremeció ante la idea de que algún día, en el futuro cercano, Saxton regresaría y Blay dejaría de cruzar desde la puerta de al lado… y entonces, ¿qué mierda iba a hacer? ¡Qué puto lío! Al menos Layla estaba bien: todavía con náuseas y sonriendo constantemente. Aun embarazada, gracias a la intervención de Blay… —Al este por el noreste —dijo Rhage mientras consultaba el mapa. —Roger —contestó Qhuinn.

Y entonces ellos avanzaron, adentrándose en el terreno, el bosque se desplegaba a su alrededor cientos y cientos de metros… y luego más de un kilómetro. Y luego por varios kilómetros. Las cabañas eran iguales de grandes, más o menos veinte por veinte, un espacio abierto en el centro, sin baño, ni cocina, solo un techo y cuatro paredes para rebajar lo peor de las inclemencias del clima. Mientras se adentraban, las estructuras se volvían más ruinosas… y estaban todas vacías. Lógico. Esto era un largo viaje si tú andas a pie… y los lessers tan fuertes como eran, no podían desmaterializarse. Al menos, la mayoría de ellos no podían. Aquel tenía que haber sido el Fore-lesser, pensó él. Era la única explicación de cómo aquel asesino herido se había desmaterializado así. La séptima cabaña a la llegaron estaba sobre una senda que había sido usada con bastante frecuencia en algún momento por lo que todavía podían ver su recorrido a través de los árboles de hojas perennes. A esta le faltaban una serie de paneles de vidrio y su puerta había sido abierta de golpe, un ventisquero irrumpiendo como un ladrón. Qhuinn crujía desagradablemente al caminar por el bloque de hielo, sus shitkickers haciendo picadillo la prístina superficie mientras se iba acercando al porche. Con una linterna en la mano izquierda y una cuarenta y cinco en la derecha, él saltó bajo el alero y se asomó. Misma mierda, diferente espacio muerto. Mientras daba una barrida al interior, había un montón de absolutamente puta nada. Ningún mobiliario. Alguna estantería empotrada que estaba vacía. Telarañas que ondeaban en la brisa que entraba por las ventanas rotas. —Limpio —gritó.

Dándose la vuelta, pensó que esto era una gilipollez. Quería estar en el centro de la ciudad pateando culos, no aquí afuera en el medio de la nada, cazando, escarbando y sin conseguir nada. Rhage se puso una linterna entre los dientes y volvió a desdoblar el mapa. Haciendo una marca con un lápiz, golpeó ligeramente el grueso papel. —La última está a aproximadamente cuatrocientos metros al oeste. Gracias. Mierda. Suponiendo que todo fuera tan soporífero como lo había sido, ellos deberían estar fuera de esto y enfrentando al enemigo en los callejones en quince, tal vez veinte minutos. Pan comido.

Capítulo 59

—Pareces muy feliz. Layla la miró. En algún nivel, era incomprensible que la reina de la raza estuviera apoyada junto a ella en la cama, leyendo la revista Us Weekly y People, y viendo la televisión. Claro que excepto por el enorme rubí saturnino rojo sangre que brillaba en su dedo, era tan normal como podría ser. —Lo soy. —Layla dejó a un lado el artículo sobre la temporada más reciente de The Bachelorxv y puso su mano sobre su vientre—. Estoy en éxtasis. Sobre todo teniendo en cuenta que Payne se había pasado antes y parecía haber vuelto a sentirse como ella misma. Aunque el deseo de Layla de que el embarazo continuara era casi patológico, la idea de que la bendición hubiera llegado con un costo para la otra hembra no le había sentado bien. —¿Deseas tener bebés? —soltó Layla. Y luego tuvo que añadir—: Si no es ofensa… Beth alejó la preocupación. —Puedes preguntarme cualquier cosa. Y, Dios, sí. Lo quiero tanto. Es curioso, ¿antes de mi conversión? No tenía ningún interés en ellos, en absoluto. Eran una complicación fuera de control y ruidosa, sinceramente, no sabía por qué la gente se molestaba en traerlos a sus vidas. Entonces conocí a Wrath. —Se apartó el pelo negro hacia atrás y rió—. Huelga decir que todo ha cambiado. —¿Cuántas necesidades has tenido?

—Estoy esperando. Rezando. Contando. Layla frunció el ceño y trató de abrir una nueva bolsa de galletas saladas. Era difícil recordar mucho en concreto sobre esas horas locas con Qhuinn, pero había sido una prueba de proporciones épicas. Teniendo en cuenta el milagro que todavía estaba descansando en su interior, todo había valido la pena. Sin embargo, no podía decir que quisiera pasar por su período fértil de nuevo. Por lo menos no sin medicación. —Bueno, ojalá que tu necesidad llegue pronto, entonces. —Layla mordió otra galleta, el cuadrado se fragmentó y se deshizo en su boca—. Y no puedo creer que esté diciendo esto. —¿Es tan duro como...? Quiero decir, no llegué a hablar mucho con Wellsie sobre el suyo antes de morir, y Bella nunca dice nada del suyo. —Beth se miró el anillo de reina, como si admirara la forma en que sus caras capturaban y reflejaban la luz—. Y no conozco a Autumn muy bien, es encantadora pero teniendo en cuenta todo lo que ella y Tohr han atravesado, no parece un tema apropiado para hablar con ella. —Es un borrón en su mayor parte, para ser honesta. —Probablemente eso sea una bendición, eh. Layla hizo una mueca. —Me gustaría poder decir lo contrario, pero sí, creo que es una bendición. —Sin embargo, tiene que valer la pena. —Sin duda. Estaba pensando eso mismo de hecho —Layla sonrió—. Ya sabes lo que dicen de las hembras embarazadas, ¿no? —¿Qué? —Si pasas tiempo con ellas, harán que tu necesidad venga antes.

—De verdaddddddddd. —La reina sonrió—. Entonces tú podrías ser la respuesta a mis oraciones. —Bueno, no estoy segura de que sea verdad. En el Otro Lado, somos fértiles todo el tiempo. Es sólo aquí en la Tierra que las hembras están sometidas a fluctuaciones hormonales, pero he leído sobre ese efecto en la biblioteca. —Entonces vamos a hacer nuestro propio experimento, ¿de acuerdo? —Beth le ofreció la mano para que la estrechara—. Además, me gusta estar aquí. Eres muy inspiradora. Las cejas de Layla alcanzaron su punto máximo mientras negaba lo que se le presentaba. —Inspir… oh, no. Yo no lo veo en absoluto. —Piensa en todo lo que has pasado. —El embarazo se ha resuelto, aunque… —No sólo eso. Eres la superviviente de un culto. —Cuando Layla le dirigió una mirada en blanco, la reina le preguntó—: ¿Nunca has oído hablar de eso? —Conozco la definición de la palabra. Pero no estoy segura de que se aplique a mí. La reina miró hacia otro lado, como si no quisiera crear discordia. —Eh, puedo estar equivocada, y sin duda tú lo sabes mejor que yo, además, ahora eres feliz y eso es lo que importa. Layla se centró en la televisión. Por lo que entendía, un culto no era algo bueno, y superviviente era un término por lo general asociado con las personas que habían pasado por algún tipo de trauma. El Santuario había sido tan plácido y cálido como un día de primavera en la tierra, todas las hembras del lugar sagrado tranquilas y en paz con sus importantes obligaciones hacia la madre de la raza. Ninguna coerción. Ninguna lucha.

Por alguna razón, la voz de Payne entró en su mente.

Tú y yo somos hermanas de la tiranía de mi madre, víctimas de su gran plan sobre cómo deben ser las cosas. Ambas estuvimos encarceladas por ella en diferentes formas, tú como Elegida, yo como hija de su sangre. —Lo siento —dijo la reina, estirando una mano y tocando el brazo de Layla—. No quise molestarte. Sinceramente, no sé de qué diablos estoy hablando. Layla se recuperó. —Oh, por favor, no te preocupes. —Asió la mano de la reina—. No me lo tomo como una ofensa. Pero ahora, vamos a hablar de cosas más felices, como tu hellren. También debe estar impaciente por que te llegue tu periodo de necesidad. Beth se rió con fuerza. —Eso no es exactamente lo que él piensa. —¿Seguramente debe querer un heredero? —Creo que me dará uno. Pero sólo porque quiero un hijo tanto como lo hago. —Oh. —“Oh” es correcto. —Beth le dio un apretón a la mano de Layla—. Es sólo que se preocupa demasiado. Soy fuerte y estoy sana, preparada para ello. Ahora, si tan sólo pudiera conseguir que mi cuerpo se pusiera en marcha, con suerte, seguirá tu ejemplo. Layla sonrió y se frotó el vientre plano. —¿Has oído eso, pequeña? Es necesario ayudar a tu reina. Es importante para la familia real tener un hijo. —Pero no es por el trono —intervino Beth—. No por mi parte. Yo sólo quiero ser una mamá, y yo quiero tener el hijo de mi marido. En el fondo, es tan simple como eso.

Layla se quedó en silencio. Estaba tan contenta de tener a Qhuinn con ella en este viaje, pero habría sido maravilloso tener un compañero adecuado tumbado a su lado, acunándola durante el día, amándola, abrazándola y diciéndole que era preciosa no sólo por lo que su cuerpo podía hacer, sino por lo que inspiraba en su corazón. Una imagen de la dura cara de Xcor brilló en el ojo de su mente. Sacudiendo la cabeza, pensó que no debía obsesionarse con eso. Tenía que mantenerse tranquila y relajada para la niña, sin duda su estrés se transmitía a lo que su vientre nutría. Además, ya había sido bendecida con mucho, ¿y si este embarazo llegaba a término y ella sobrevivía al dar a luz? Se le había concedido un milagro verdadero y perdurable. —Estoy segura de que todo saldrá bien con el rey —anunció—. El destino tiene una manera de darnos lo que necesitamos. —Amén, hermana. Amen. *

*

Sola condujo su Audi directamente al camino de entrada de la casa de cristal junto al río y aparcó ante la puerta trasera del maldito sitio. Al salir, plantó sus botas en la nieve, puso su mano dentro de la parka sobre la culata de su arma y cerró la puerta con la cadera. Mientras avanzaba hasta que la entrada trasera hizo contacto visual con la línea del techo. Tenía que haber cámaras de seguridad allí. No se molestó en llamar al timbre o a la puerta. Él sabía que estaba aquí. ¿Y si no estaba en casa? Bueno, entonces pensaría en dejarle algún tipo de pequeña tarjeta de visita. ¿Tal vez una alarma de seguridad apagada? ¿Una ventana abierta o un armario?

O algo que faltara en el interior... La puerta se abrió y allí estaba él, en vivo y en directo, exactamente como lo había estado la noche anterior, y sin embargo, de algún modo parecía más alto, más peligroso y más sexy de lo que recordaba. —¿No es esto un poco obvio para ti? —preguntó él arrastrando las palabras. Estaba vestido con un traje oscuro de algún diseñador y también tenía que haber sido hecho a mano, dada la forma en que le sentaba a la perfección. —Estoy aquí para dejar algo en claro —respondió ella. —Y pareces querer imponer condiciones. —Como si se tratara de una idea peculiar—. ¿Algo más? ¿Por casualidad traes la cena? Tengo hambre. —¿Vas a dejarme entrar, o quieres hacer esto en el frío? —¿Está tu mano sobre un arma, por casualidad? —Por supuesto. —En ese caso, entra. Cuando se apartó, ella puso los ojos en blanco. Por qué el hecho de que pudiera dispararle alentaría al hombre a dejarla entrar en su casa era un misterio… Sola se quedó inmóvil mientras miraba la moderna cocina. De pie hombro con hombro había dos hombres que eran imágenes idénticas entre sí. También eran tan grandes como el hombre al que había venido a buscar, igual de peligrosos… y cada uno tenía una pistola en su mano. Tenían que ser los que habían estado con él bajo el puente. La puerta se cerró y aunque sus glándulas suprarrenales dejaron salir una ráfaga de advertencia, se guardó la reacción.

El que había venido a ver sonrió mientras pasaba delante de ella. —Estos son mis socios. —Quiero hablar contigo a solas. El hombre se reclinó contra un mostrador de granito, se puso un cigarro entre los dientes, y lo encendió con un encendedor de oro. Cuando lo cerró, exhaló una bocanada de humo azul y la miró. —Caballeros, discúlpennos un momento. Los gemelos señor Feliz no parecieron satisfechos con la despedida. Por otra parte, probablemente podrías haber tratado de darles un billete de lotería premiado y te habrían comido la mano limpiamente hasta la muñeca. Sólo por principios. Sin embargo, se fueron, moviéndose de una manera sincronizada que era muy inquietante. —¿Dónde ¿Internet?

encontraste

a

ese

par?

—preguntó

secamente—.

—Es increíble lo que se puede conseguir en eBay. De repente, ella cortó la mierda: —Quiero que dejes de seguirme. El hombre le dio una calada al puro, la punta resplandeció de brillante naranja. —¿De verdad? —No tienes ninguna razón para hacerlo. No voy a venir aquí de nuevo… bajo ninguna circunstancia. —¿En serio? —Te doy mi palabra. No había nada que Sola odiara más que admitir la derrota y desvincularse de la vigilancia de este tipo y su propiedad era una especie de abandono. Pero el altercado de la noche anterior mientras había estado en una cita con un espectador inocente, por amor de

Dios, le había dicho que las cosas estaban fuera de control. Era perfectamente capaz de jugar al gato y al ratón, lo hacía todo el tiempo en su profesión. ¿Con este hombre, sin embargo? No había ningún objetivo final que ganar, ningún día de paga esperando que reuniera la información, ninguna intención de robarle. Y las apuestas iban en aumento. Sobre todo si alguna vez se besaban de nuevo, porque dudaba que lo detuviera y la definición de estupidez era acostarse con alguien como él. —¿Tu palabra? —dijo—. Y exactamente cuánto vale eso. —Es todo lo que tengo que ofrecer. Sus ojos, esos rayos láser, se centraron en su boca. —No estoy tan seguro de eso. Su acento y esa voz deliciosa y profunda convirtieron las sílabas en una caricia, algo que casi podía sentir sobre su piel. Que era precisamente por lo que estaba haciendo esto. —No tienes ninguna razón para seguirme. Efectivo desde ahora mismo. —Tal vez me gusta la vista. —Mientras sus ojos viajaban por su cuerpo, otra conmoción la atravesó, pero no de la clase ansiosa—. Sí, creo que sí. Dime una cosa, ¿disfrutaste de la cena de anoche? ¿La comida fue de tu agrado? ¿La compañía… a tu gusto? —Voy a parar esto esta noche. No me vas a ver otra vez. Como eso era todo lo que tenía que decir, fue a darle la espalda. —¿De verdad crees que esto termina aquí entre tú y yo? Su hermosa voz oscura contenía una amenaza ominosa. Sola miró por encima del hombro. —Me pediste que no entrara sin permiso ni espiara… no voy a hacerlo.

—Y yo te digo una vez más, ¿crees sinceramente que termina de este modo? —Te estoy dando lo que quieres. —Ni siquiera cerca —gruñó él. Por un momento, esa conexión que había sido forjada en el frío, cuando sus labios se habían unido en su coche y sus cuerpos se habían tensado el uno contra el otro saltó a la vida de nuevo. —Es demasiado tarde para retirarse. —Dio otra calada—. Tu oportunidad de escapar ha llegado… y se ha ido. Ella se volvió hacia él. —No es por ponerlo bonito, pero gilipolleces. No te tengo miedo, ni a ti ni a nadie, así que ven a por mí. Pero que sepas que te haré daño al defenderme. Un sonido abrupto vibró a través del aire entre ellos. ¿Ronroneo? ¿Estaba el hombre ronroneando? Él dio un paso hacia adelante. Luego otro. Y como haría un caballero, sostuvo el cigarro a un lado, como si no quisiera quemarla o echarle el humo a la cara. —Dime tu nombre —dijo. O le ordenó, más bien. —Me resulta difícil creer que no lo sepas ya. —No lo sé. —Esto fue dicho enarcando la ceja, como si la búsqueda de información estuviera por debajo de él—. Dime tu nombre, y te dejaré salir de aquí ahora. Dios... sus ojos... eran la luna y las sombras entrelazadas, un color imposible en algún lugar entre la plata, el violeta y el azul pálido. —Ya que nuestros caminos no se cruzarán, no es relevante… —Para que lo sepas... te entregarás a mí… —Disculpa…

—Pero me rogarás primero. Sola saltó hacia adelante, su temperamento voló toda su actitud vamos-a-ser-razonables. —Sobre mi cadáver. —Lo siento, no es de mi gusto. —Dejó caer la barbilla y la miró desde debajo de los párpados entornados—. Te prefiero caliente... y mojada. —No va a suceder. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta—. Y hemos acabado. Justo cuando entró en la antesala, sus ojos captaron algo en el banco que recorría la pared del espacio cuadrado. Su cabeza giró de golpe y tropezó. Era un cuchillo, un cuchillo muy largo, tan largo que casi era una espada. Había sangre roja brillante en la hoja. —¿Repensando tu salida? —dijo esa voz oscura directamente detrás de ella. —No. —Tiró hacia la puerta y la abrió—. Estoy justo en mi objetivo. Cerrando de golpe detrás de ella, quiso correr hacia su coche, pero se negó a ceder al pánico mientras esperaba que fuera tras ella. Y sin embargo, el hombre se quedó donde estaba, cerniéndose sobre la ventana de la puerta a la que ella le había dado buen uso, mirándola mientras se subía al coche, arrancaba el motor y ponía en marcha el Audi. Mientras ella retrocedía por el camino, su corazón latía con fuerza. Especialmente cuando verdaderamente aterrador.

se

le

ocurrió

un

pensamiento

Metiendo la mano en su bolso, buscó a tientas el teléfono, cuando lo encontró, entró en sus listas de contactos, seleccionó uno y pulsó enviar. Exhausta por el miedo, se llevó el móvil a la oreja aunque era

compatible con Bluetooth e iba en contra de la ley de Nueva York no ser de manos libres. Ring. Ring. Ring… —¡Hola! Tenía la esperanza de tener noticias tuyas. Sola se hundió en el asiento del conductor, con la cabeza hacia atrás. —Hola, Mark. Dios, el sonido de la voz del hombre era un alivio. —¿Estás bien? —le preguntó su entrenador. Pensó en la hoja ensangrentada. —Sí. Sí. ¿Estás saliendo del trabajo? Mientras se embarcaban en una conversación bastante agradable, condujo, su pie pesado sobre el acelerador, el paisaje pasando velozmente: nieve blanca. Carretera sucia llena de sal. Esqueletos de árboles. Pequeñas cabañas a la vieja usanza con una luz en su interior. Espacio baldío al lado del río a la izquierda. Cada vez que parpadeaba, veía la silueta en los cristales de la puerta. Observando. Planeando. Deseando… A ella. Y maldita sea, su cuerpo estaba desesperado por ser atrapado por él.

Capítulo 60

Cuando Qhuinn se volvió a materializar, su destello iluminó la última cabaña. Esta vez no esperó a los otros, solo caminó hacia delante, disparando a la puerta, que estaba intacta y firmemente cerrada… La primera pista de que algo estaba mal llegó cuando agarró el tosco picaporte: una carga eléctrica baja le sacudió la mano y subió por su brazo. Retirando la palma, la sacudió y sus instintos se pusieron en máxima alerta. —¿Qué pasa? —le preguntó Rhage mientras el Hermano subía a zancadas al pequeño porche. Qhuinn echó un vistazo alrededor, notando que Blay y John estaban en la periferia. —No lo sé. Rhage fue a la puerta… y tuvo la misma reacción, retrocediendo bruscamente. —Que demonios. —Sí, eso —murmuró Qhuinn mientras daba un paso atrás y pasaba la linterna por el exterior. Las ventanas, una a cada lado de la puerta, habían sido cubiertas con tablas y cuando caminó y miró el lateral de la estructura, también ocurría lo mismo con las de aquel lado.

—Joder con esto —gruñó Rhage. El Hermano retrocedió tres pasos y luego corrió hacia la puerta, su pesado hombro inclinado como un ariete. Y como era de esperar, el impacto astilló los paneles de madera… A la vez, una luz cegadora atravesó la noche, iluminando el bosque como si hubiera estallado una bomba, lanzando hacia atrás a Rhage como en una película. Mientras Blay y John se acercaban a toda prisa para valorar las lesiones del guerrero, Qhuinn arremetió hacia delante, preparándose mientras iba a las jambas y esperaba ser sacudido con un par de cientos de voltios de solo-Dios-sabía-qué. En lugar de eso, golpeó contra nada más que aire, su impulso previo era tan grande que se había convertido en una pelota y rodado para evitar aterrizar de cara. Un suspiro después, rebotó en el suelo y aterrizó agazapado, la pistola en una mano y una linterna en la otra. Algo olía mal. —Detrás de ti —dijo Blay, mientras un segundo haz se unía al suyo propio. El aire dentro de la cabaña era curiosamente cálido, como si hubiera un calentador enchufado en algún sitio… salvo que no era posible. No había electricidad ni tanques de gasóleo. Y nadie había estado allí en un tiempo, a juzgar por la ininterrumpida capa de polvo sobre las tablas del suelo y las delicadas y verticales telas de araña que colgaban desde el techo tan inmóviles como pesadas cuerdas. —Que es eso —preguntó Blay. Cuando Qhuinn llevó su haz alrededor, frunció el ceño. Había una cantidad de lo que parecía ser bidones de aceite contra la pared más alejada, agrupados juntos, como si hubieran sido asustados por algo y hubieran formado un círculo por autoprotección. Qhuinn se acercó, moviendo sus linternas en amplios círculos todo el tiempo, y frunciendo el ceño una vez más mientras le echaba una

buena mirada a los botes de enorme tamaño. Ninguno tenía tapa, y su linterna parecía reflejada por algún tipo de aceite. —¿Qué demonios… es esto? Inclinándose sobre el más cercano, respiró profundamente por la nariz, y consiguió una nariz quemada llena de hedor de asesino. Dada la forma en que su haz no penetraba la superficie del líquido, supo que solo podía ser una cosa, y más que seguro que no podía ser utilizado para alimentar un calentador o un generador. Era la sangre del Omega. —Detrás de ti —dijo Rhage, mientras el Hermano entraba. Un suave silbido anunció que John también había entrado. —¿Es eso lo que creo que es? —murmuró Blay mientras permanecía junto a Qhuinn. Qhuinn se puso la linterna entre los dientes y estiró el brazo hacia delante con la mano desnuda. Solo cuando hizo contacto con el viscoso y desagradable liquido, algo surgió de dentro del bidón… —Joder —gritó, saltando atrás. Mientras su linterna aterrizaba en el suelo y rodaba a un lado, la de Blay iluminó lo que se movía. Un brazo. Había alguien dentro del bidón. —Jesu…cristo—resolló Blay. Tras él, Rhage ladró en voz alta. —¿V? Necesitamos refuerzos aquí. Rápido. Qhuinn se inclinó y enganchó su linterna. Volviendo al líquido aceitoso, observó mientras aquel brazo se movía de nuevo en un lento desplazamiento justo bajo la superficie, el desplazamiento dejó la parte externa de una muñeca y el dorso de la mano a la vista…

Algo brilló fugazmente, el rápido centelleo capturó el ojo de Qhuinn. Ajustando el ángulo de su linterna, se inclinó más sobre el bote. La mano no estaba bien, parecía deformada, todo o parte de cada dedo desaparecido, como si la hubieron metido en una trituradora… Aquel brillo rompió a través del pozo negro de la sangre del Omega una vez más. ¿Era… un anillo? —Espera, espera Qhuinn… debes retirarte… Qhuinn ignoró el comentario mientras se inclinaba incluso más, yendo más cerca… más cerca… Más cerca… Al principio, no pudo creer lo que estaba mirando. Simplemente no podía estar mirando la superficie de un anillo de familia. ¿Pero qué más podía ser? Estaba en el dedo índice, el único dedo que no había sido arrancado. Y era de oro… incluso a través del aceite negro, el brillo amarillo era obvio. Y el anillo mismo tenía una ancha cara en la que estaba grabado un… —Qhuinn —dijo Rhage con brusquedad—. Aléjate… El brazo se movió otra vez, la pálida mano rompiendo la superficie del líquido, apareciendo como un espectro que salía de la tumba, estirándose… La sangre del Omega se retiró de la superficie del anillo, revelando… —Qhuinn, no estoy jugando… El sonido explotó en la cabaña, llenando el aire. Era totalmente inconsciente de que era un grito que llegaba de su propia boca.

*

*

Al principio, Blay pensó que lo que estaba en el bidón había agarrado a Qhuinn y tiraba de él… y por eso gritaba Qhuinn. Por instinto, saltó hacia delante y sujetó la muñeca de Qhuinn asegurando su anclaje y tirando hacia atrás. Lo que salió de aquel bidón llenaría las pesadillas de Blay durante años… décadas más tarde. De hecho, lo que estaba dentro no había agarrado a Qhuinn, era al contrario. Y mientras Blay tiraba hacia atrás, la figura de un macho era extraída de la apretada restricción, la sangre del Omega se vertía en ríos, salpicando las frías planchas de madera del suelo de la cabina, golpeando las shitkickers y los pantalones de cuero de Blay y empapando a Qhuinn. Qhuinn tuvo que luchar por evitar que se le deslizara, pistola y linterna olvidados hacía mucho, las manos enguantadas dando manotadas y zarpazos para no perder contacto… Mientras lo levantaban… El bidón de aceite se volcó de lado mientras el macho quedaba despatarrado a sus pies. Nadie se movió. Era como si todos hubieran entrado y asumido sus posiciones en un cuadro vivo. Blay reconoció inmediatamente quien era. No podía creerlo. El muerto había vuelto a la vida… por así decirlo. Qhuinn se agachó y tocó los hombros del macho. Luego pronunció el nombre de su hermano en voz ronca. —¿Luchas?

La respuesta fue inmediata. Las manos de su hermano empezaron a rodar lentamente, las piernas destrozadas se agitaron y el cuerpo desnudo trató de moverse. La piel estaba completamente morada, la fuerte iluminación de las linternas mostraba cada contusión, corte y negro-y-azul y la coloración de la sangre del Omega que disminuía gradualmente sobre la pálida piel. Querido Dios ¿Qué le habían hecho? Uno de sus ojos estaba cerrado por la hinchazón y la boca torcida, como si le hubieran dado puñetazos. Mientras hacía muecas, parecía que todos sus dientes estaban en su sitio, pero aquella era la única merced que parecía haberle sido dada. —¿Luchas? — repitió Qhuinn—. ¿Puedes hablarme? Desde un lado, Rhage estaba de nuevo al teléfono. —¿V? Tenemos una situación de verdad ¿Cuál es tu TELL… cuál? No, absolutamente no… te necesito ahora… No, tú. Y Payne — Hollywood les lanzó una mirada y vocalizó ¿Vosotros sabéis quien es? Blay tuvo que aclararse la garganta, replicó a tropezones y saltos. —Es su… hermano. Rhage parpadeó. Sacudió la cabeza. La inclinó. —Lo siento, qué has dicho… —Su hermano —repitió Blay en voz alta y clara. —Jesús —susurró Rhage. Y luego se puso en marcha—. Ahora, V. Ahora. —Luchas ¿puedes oírme? —dijo Qhuinn. Vishous irrumpió en la cabaña un rápido segundo más tarde. El Hermano estaba cubierto de sangre de lesser y sangrando rojo gracias a un tajo en su cara… también estaba respirando como un tren de mercancías y tenía una goteante daga negra en la mano.

En el instante que los vio a todos apiñados alrededor, se paró en seco. —¿Qué coño es eso? Rhage hizo rápidos movimientos entrecortados por la garganta, callando cualquier otro comentario. Luego agarró el brazo de V y lo arrastró fuera del alcance del oído. Cuando ambos volvieron, la cara de V no mostraba emoción alguna. —Déjame echarle un vistazo. Qhuinn siguió hablándole a su hermano, las palabras salían en un torrente continuo que no tenía mucho sentido. Por otra parte, por lo que todos habían sabido, el macho había sido asesinado en los ataques, junto con la madre, padre y hermana de Qhuinn. Así que, sí, esto era suficiente como para hacer hasta del bueno de Shakespeare un caso de balbuceos. Salvo que… esto no era posible, pensó Blay. Habían encontrado cuatro cuerpos en la casa… y Luchas había estado entre ellos. Blay debía saberlo. Él había sido el que había entrado y los había identificado. Puso una mano sobre el hombro de Qhuinn. —Hey. Las palabras de Qhuinn se desvanecieron. Luego levantó la mirada hasta los ojos de Blay. —No me está respondiendo. —¿Puedes dejar que V le eche un vistazo? Necesitamos una opinión médica —y quizás una condenada respuesta a qué demonios estaba pasando ahí—. Vamos, quédate aquí conmigo. Qhuinn se enderezó y retrocedió, pero no se fue lejos y sus ojos nunca dejaron los de su hermano.

—¿Lo han convertido? —Cruzó los brazos y se acurrucó hacia delante—. ¿Crees que lo convirtieron? Blay sacudió la cabeza y deseó poder mentir. —No lo sé.

Capítulo 61

Mientras Qhuinn miraba el suelo de la cabaña, su cerebro estaba disparando una serie de flashes desconectados, la idea concreta de que toda su familia había sido aniquilada chocaba con lo que parecía ser una realidad muy diferente. Rememoraba aquella noche de hacía mucho tiempo, cuando había entrado por la puerta principal de la casa de sus padres para encontrarse a su familia sentada junto a esa mesa del comedor... y a su hermano recibiendo el anillo que estaba en su mano ahora destrozada. Cualquiera pensaría que la visión del tipo torturado, pero vivo, sería todo en lo que se concentraría. —¿Qué está pasando, V? —preguntó—. ¿Cómo está? —Está vivo. —El Hermano giró su daga negra y limpió la hoja en su muslo enfundado en cuero—. ¿Hijo? Hijo, ¿puedes mirarme? Luchas seguía mirando hacia Qhuinn, su par de ojos perfectamente emparejados de un hermoso gris estaban inyectados de sangre y abiertos por la locura. Su boca se movía, pero no salía ningún sonido. —Hijo, voy a tener que cortar, ¿de acuerdo? ¿Hijo? Qhuinn sabía exactamente a qué se refería V. —Hazlo. El corazón de Qhuinn golpeó como un puñetazo en el esternón mientras el Hermano asía la hoja negra y cortaba por el exterior del brazo de Luchas. El tipo ni siquiera se inmutó, ¿qué le estaba pasando? Gotas en el cubo. Por favor que sea roja, por favor que sea roja, por favor…

La sangre roja brotó y goteó, un contraste brillante contra el aceite negro del que estaba cubierto. Todo el mundo dejó escapar el aliento que habían estado conteniendo. —Está bien, hijo, eso es bueno, eso es bueno... No le habían convertido. V se levantó del suelo y ladeó la cabeza, haciendo un gesto para hablar en privado. Mientras Qhuinn iba, tomó el brazo de Blay y lo llevó con él. Fue la cosa más natural del mundo. Esta era una mierda seria, sabía que no estaba centrado y no había nadie más que prefiriera que estuviera con él. —No tengo un manguito de presión arterial ni ningún estetoscopio, pero te lo diré ahora mismo, su pulso es débil y errático, estoy muy seguro de que está en estado de shock. No sé cuánto tiempo ha estado allí o que le hicieron, pero está vivo en el sentido convencional. El problema es que Payne está fuera de servicio. —Los ojos de V brillaron—. Y vosotros dos sabéis por qué. Ah, así que había hablado con su hermana. —No va a ser capaz de realizar su magia —continuó el hermano—, y estamos a millones de kilómetros de todas partes. —En pocas palabras —dijo Qhuinn serio. V le miró directamente a los ojos. —Va a morir en el próximo par de… —¡V! —ladró Rhage—. ¡Ven aquí! Sobre el suelo, el cuerpo maltrecho de Luchas estaba recomponiéndose a sí mismo, sus rotas manos estaban curvándose, doblando las rodillas con esfuerzo, curvando la columna hacia el techo de la cabaña. Qhuinn corrió y cayó de rodillas junto a la cabeza de su hermano.

—Quédate conmigo, Luchas. Vamos, lucha… Los ojos grises volvieron a concentrarse en Qhuinn y la agonía en ellos fue tan demoledora que Qhuinn apenas fue consciente de V corriendo hacia allí, quitándose el guante de la mano. —Qhuinn —gritó el Hermano, como si hubiera dicho el nombre de Qhuinn un par de veces. No apartó la mirada de su hermano. —¿Qué? —Esto podría matarlo, pero tal vez hará que su corazón lata mejor. Es un mal tiro, pero es lo único que tenemos. En la fracción de segundo que le llevó responder, sintió una necesidad imperiosa de que su hermano superara esto de algún modo, de cualquier manera. A pesar de que apenas conocía al tipo, y le había ofendido durante años, y luego golpeado cuando Luchas se unió a la Guardia de Honor, no se había dado cuenta hasta que se fueron, de que desorientado se estaba en el planeta cuando no había sangre tuya caminando por la tierra contigo. Por otra parte, ese vacío era exactamente lo que le había impulsado durante la necesidad de Layla. Y lo que le había hecho buscar a Blay instintivamente. Ámalos u ódialos, por sangre o por el corazón, la familia era una especie de oxígeno. Necesario para la vida. —Hazlo —dijo una vez más. —Espera —interrumpió Blay, sacándose el cinturón y dándoselo a Qhuinn—. Para su boca. Sólo una razón más para amar al hombre. Aunque no era como si necesitara otra.

Qhuinn introdujo la correa en la boca abierta de su hermano y la mantuvo allí mientras asentía a V. —Quédate conmigo, Luchas. Vamos, ahora, quédate con… Por el rabillo del ojo, localizó esa luz brillante acercándose al esternón de su hermano... El pecho de Luchas se elevó, todo su cuerpo sufrió espasmos y se levantó de las tablas del suelo cuando un resplandor brillante se disparó a través de él, canalizando por sus brazos y sus piernas, irradiando hasta la cabeza. El sonido que hizo fue inhumano, un gemido gutural que fue directamente al interior de Qhuinn. Cuando V apartó la mano, cuando levantó esa palma brillante, Luchas cayó como el peso muerto que era, su cuerpo rebotó y sus miembros se movieron sin control. Parpadeó rápidamente, como si una brisa soplara sobre su rostro. —Pégale otra vez —exigió Qhuinn. Cuando V no respondió, le miró—. Una vez más. —Esto es jodidamente loco —murmuró Rhage. V sopesó al macho por un momento. Luego llevó esa mano mortal de nuevo hacia delante. —Una vez más, eso es todo lo que obtienes —dijo a Luchas. —Malditamente correcto —interrumpió Rhage—. Un poco más y podrías hacer s'morexvi de este hijo de puta. El segundo golpe fue igual de malo, el cuerpo maltrecho se retorció violentamente, Luchas profirió un espantoso sonido antes de aterrizar de nuevo en un estrépito de huesos. Pero inhaló profundamente. Una gran y poderosa inhalación profunda, que expandió su caja torácica. Qhuinn sintió deseos de rezar y supuso que lo hizo cuando empezó a canturrear:

—Vamos, vamos... La mano mutilada, la que portaba el anillo, se estiró y se aferró a la camisa de Qhuinn. El agarre fue débil, pero Qhuinn se inclinó. —Qué —dijo—. Habla despacio… Esa mano saltó sobre su chaqueta. —Háblame. La mano de su hermano se cerró sobre la empuñadura de una de sus dagas. —Mátame... Qhuinn abrió los ojos de par en par. La voz de Luchas no era como lo había sido, no era nada más que un susurro ronco. —Mátame... hermano... mío...

Capítulo 62

—¿Cómo lo llevas? —preguntó Blay. De pie en el porche de la cabaña, Qhuinn respiraba y captaba una insinuación de humo en el aire. Blay había encendido otro y por mucho que Qhuinn odiara el hábito, no culpaba al tipo. Diablos, si él hiciera ese tipo de cosas, también se habría fumado cualquier cosa. Le miró, Blay le estaba observando con paciencia, claramente preparado para esperar una respuesta a la pregunta incluso si tardaba lo que quedaba de noche. Qhuinn miró su reloj. La una. ¿Cuánto tiempo necesitaba el resto de la Hermandad para llegar hasta aquí? ¿Y este plan de evacuación que todos iban a llevar a cabo, funcionaría? —Me siento como si estuviera perdiendo el puto juicio —contestó. —Estoy contigo. —Blay exhaló en la dirección opuesta—. No puedo creer que esté… Qhuinn miró los árboles delante de ellos. —Nunca te pregunté acerca de esa noche. —No. Y, francamente, no te culpo. Detrás de ellos, en la cabaña, Rhage, V y John estaban con Luchas. Todos se habían quitado las chaquetas y habían envuelto al macho con ellas con la esperanza de mantenerlo caliente. De pie con la camiseta sin mangas y sus armas, Qhuinn no sentía el frío.

Se aclaró la garganta. —Le viste. Blay había sido el que había vuelto a la mansión después de las redadas. Qhuinn simplemente no había tenido las pelotas para identificar los cuerpos. —Sí. —¿Estaba muerto? —Por lo que supe, sí. Estaba… sí, no pensé que hubiera alguna posibilidad de que estuviera vivo. —Ya sabes, nunca vendí la casa. —Eso he oído. Técnicamente, como miembro expulsado de la familia, no había tenido ningún derecho sobre la propiedad. Pero había habido tantos muertos que nadie la reclamó y según las Antiguas Leyes, revertió a las manos de Wrath, con lo cual el rey enseguida le dio el pleno dominio a Qhuinn. Lo que fuera que eso significaba. —No sabía qué pensar cuando me dijeron que todos habían sido asesinados. — Qhuinn miró al cielo. La previsión era de más nieve, así que no había estrellas a la vista—. Me odiaban. Supongo que yo los odiaba. Y luego se fueron. A su lado, Blay se quedó muy quieto. Qhuinn sabía por qué y una torpeza repentina le hizo meterse las manos en los bolsillos. Sí, despreciaba absolutamente hablar de emociones y esa basura, pero no podía guardarse toda esa mierda. No aquí. En privado. Con Blay. Se aclaró la garganta y continuó: —Para ser honesto, me sentí aliviado más que nada. No puedo decirte lo que fue crecer en esa casa. Toda esa gente mirándome

como si fuera una maldición andante pronunciada sobre ellos. — Sacudió la cabeza—. Solía evitarlos tanto como podía, usando la escalera del servicio y permaneciendo en esa parte de la casa. Pero luego los doggen amenazaron con renunciar. En realidad, el mayor beneficio de atravesar la transición fue que podía desmaterializarme por la ventana de mi habitación. Entonces ninguno de ellos tuvo que tratar conmigo. Incluso mientras Blay maldecía en voz baja, Qhuinn seguía sin ganas de callarse. —¿Y sabes cuál fue verdadera putada? Vi que el amor era posible cuando mi padre miraba a mi hermano. Hubiera sido distinto si el bastardo nos hubiera odiado a todos nosotros, pero no lo hizo. Y eso me hizo darme cuenta de lo bloqueado que estaba. —Qhuinn echó un vistazo. Movió las shitkicker—. ¿Por qué me miras de esa manera? —Lo siento. Sí, lo siento. Sólo... es que nunca has hablado de ellos. Jamás. Qhuinn frunció el ceño y miró al cielo de nuevo, imaginando las luces de las estrellas a pesar de que no podía verlas. —Quería. Contigo, sólo. Pero no con nadie más. —¿Por qué no lo hiciste? —Como si esto fuera algo que el tipo llevara tiempo preguntándose. En el silencio que siguió, Qhuinn filtró los recuerdos en los que nunca se había demorado, viéndose a sí mismo. Viendo a su familia. Viendo a... Blay. —Me encantaba ir a tu casa. No puedo decirte lo que significaba para mí, recuerdo la primera vez que me invitaste. Estaba convencido de que tus padres iban a echarme a patadas. Estaba preparado para ello. Joder, trataba con esa mierda en mi casa todo el tiempo, así que ¿por qué no harían lo mismo unos completos extraños? Pero tu madre... —Qhuinn se aclaró la garganta—. Tu madre me sentó a tu mesa de la cocina y me dio de comer.

—Ella estaba mortificada por haberte hecho enfermar. Justo después, corriste al baño y vomitaste durante una hora. —No estaba vomitando. Blay giró la cabeza de golpe. —Pero dijiste… —Estuve llorando. Cuando Blay retrocedió, Qhuinn se encogió de hombros. —Vamos, ¿qué iba a decir? ¿Que me comporté como una niña y lloré junto al lavabo en el suelo? Abrí el grifo para que nadie me oyera y tiraba de la cadena de vez en cuando. —Nunca lo supe. —Ese era el plan. —Qhuinn le miró—. Ese era siempre el plan. No quería que supieras lo mal que estaba en mi casa, porque no quería que sintieras compasión por mí. No quería que ni tú ni tus padres sintierais que teníais que acogerme, quería que fueras mi amigo… y lo fuiste. Siempre lo has sido. Blay apartó la mirada rápidamente. Luego se frotó la cara con la mano que no tenía el cigarrillo. —Vosotros fuisteis los me ayudasteis —se oyó decir Qhuinn—. Vivía cada noche, porque podía ir a tu casa. Fue lo único que me permitió seguir. En realidad, tú fuiste lo único. Fuiste…tú. Cuando los ojos de Blay volvieron a mirarle, tuvo la sensación de que el tipo estaba buscando palabras. Y que Dios les ayudara a los dos, si no hubiera sido por Saxton, Qhuinn habría dejado la palabra A en ese mismo momento, a pesar de que el momento era estúpido. —Puedes, ya sabes —dijo Blay finalmente—. Habla conmigo. Qhuinn pateó el suelo y tensó los hombros, estirando los músculos de la espalda.

—Ten cuidado. Podría tomarte la palabra. —Sería de gran ayuda. —Cuando Qhuinn le miró otra vez, Blay fue quien sacudió la cabeza—. No sé lo que estoy diciendo. Mierda, pensó Qhuinn… Sin previo aviso, V salió de la cabaña, encendiendo un cigarrillo enrollado a mano. Cuando Qhuinn se quedó en silencio, no estuvo seguro de si estaba aliviado o no de que la conversación hubiera tenido que finalizar. En la exhalación, Vishous dijo: —Tengo que asegurarme de que entiendes las consecuencias. Qhuinn asintió. —Ya sé lo que vas a decir. Los ojos de diamante se clavaron en los suyos. —Bien, vamos a despejarlo de todos modos, ¿de acuerdo? No siento nada del Omega en él, pero si sale, o si he pasado algo por alto, voy a tener que ocuparme de él.

Mátame, hermano mío. Mátame. —Haz lo que tengas que hacer. —No puede entrar en la mansión. —De acuerdo. V extendió la mano no letal. —Júralo. Se sentía extraño al estrechar la palma del Hermano y dar su palabra con el contacto, porque eso era lo que el pariente más próximo tenía que hacer en situaciones como esta, y sabía que él no había estado unido a nada, por nadie nunca, incluso antes de la negación de su familia, había sido la última persona en jurar por su línea de sangre.

Sin embargo, los tiempos habían cambiado. —Una cosa más. —V tocó la punta del cigarrillo—. Va a ser una larga y dura recuperación. Y no estoy hablando sólo de la mierda física. Necesitas prepararte. ¿Qué, como si hubieran tenido una relación antes o algo así? Podría compartir algo de ADN con el tipo, pero aparte de eso, Luchas era un extraño. —Lo sé. —Está bien. Me parece bien. A lo lejos, un par de gemidos agudos cortaron la oscuridad. —Gracias, joder —espetó Qhuinn mientras regresaba a la cabaña. En la esquina, al lado del bidón volcado, su hermano no era más que un montón de chaquetas, con el cuerpo retorcido cubierto por las mantas improvisadas. Qhuinn caminó sobre las tablas del suelo, asintiendo con la cabeza a John Matthew y Rhage. Se arrodilló junto a su hermano y se sintió como si estuviera en un paisaje de ensueño, no en la realidad. —¿Luchas? Escucha, esto es lo que va a pasar. Van a llevarte en un trineo. Vas a ir a nuestra clínica para recibir tratamiento. ¿Luchas? ¿Puedes oírme? *

*

Mientras las dos motos de nieve se acercaban a la cabaña, Blay siguió sus progresos desde el porche, observando cómo la luz de los faros se volvía más grande y más brillante, los dos motores ronroneaban a la par mientras llegaban a su destino. Oh... esto era bueno: detrás de una de ellas, había un trineo cubierto, el tipo de cosas que había visto en la televisión durante los Juegos Olímpicos cuando algún esquiador se había estrellado contra las redes y había sido evacuado montaña abajo.

Perfecto. Manny y Butch desmontaron, y corrieron hacia él. —Están ahí —dijo Blay, saliendo para encontrarse con el médico. —¿Luchas? ¿Estás conmigo? —Escuchó murmurar a Qhuinn. Escudriñando, Blay observó como Manny se inclinaba sobre el cuerpo de Luchas. Tío, una noche jodida. ¿Y pensó que el espectáculo aéreo de hacía un par de noches atrás había estado lleno de drama?

Siempre has sido tú. Volviendo a mirar el bosque, Blay se frotó la cara otra vez, como si eso fuera a ayudar. Y quería encender otro Dunhill, pero cuanto más tiempo llevara esto, más paranoico se volvería. Lo último que esta situación necesitaba era que apareciera un escuadrón de lessers antes de que pudieran llevar a Luchas a un lugar seguro. Era mejor tener un cuarenta que un cigarrillo en la mano.

Siempre has sido tú. —¿Estás bien? —preguntó Butch. Para ser honesto, porque eso parecía ser el tema musical de esta noche, sacudió la cabeza. —En lo más mínimo. El policía le dio una palmada en el hombro. —Así que le conocías. —Pensaba que sí, sí. —Oh, espera, la pregunta era sobre Luchas—. Quiero decir, sí, le conocía. —Tiene que ser muy duro, todo esto. Blay miró por encima del hombro y consiguió otra imagen de Qhuinn agachado al lado de su hermano. La cara de su viejo amigo parecía anciana bajo el brillo de esas linternas, hasta el punto que Blay se preguntó si de verdad le había visto relajado después de que estuvieran juntos, o si había estado equivocado.

Tú fuiste lo único… en realidad. —Es duro —murmuró. Y extraño, también. Justo después de su transición, había buscado alguna señal de que lo que sentía por su amigo era recíproco, alguna pista de dónde estaba Qhuinn. Pero no había existido nada que hubiera podido ver, nada aparte de lealtad perdurable, amistad y habilidades de lucha cojonudas: a través de las conexiones que habían tenido con otras personas, el entrenamiento y luego las noches en el campo... siempre había estado al otro lado de la conexión que había querido, mirando fijamente una pared que no podía rodear. ¿Ese momento breve en este porche? Era la primera vez que había tenido un vistazo de lo que había anhelado aún más considerablemente que el sexo. Mierda, por un momento peligroso, se preguntó si había habido “un algo” involucrado cuando Layla se había ido de la lengua fuera de su dormitorio. —Le están moviendo. —Butch enganchó el brazo de Blay y le apartó de la puerta—. Ven conmigo. Luchas había sido debidamente cubierto, tenía una manta plateada de Mylar envuelta alrededor, de la cabeza a los pies, solo se le veía la cara. Le habían puesto en una camilla plegable, con Qhuinn en un extremo y V en el otro. Manny caminaba a su lado, como si no estuviera seguro de si iba a tener que resucitar cosas en un momento dado. Junto al trineo, transfirieron al hermano de Qhuinn y lo ataron. —Yo conduciré —anunció Qhuinn mientras subía y giraba el acelerador de la moto de nieve. —Lento y tranquilo —advirtió Manny—. Es un maldito montón de huesos rotos.

Qhuinn miró a Blay. —¿Montas conmigo? No había razón para responder a eso. Fue y subió detrás del tipo. Típico de Qhuinn, no se molestó en esperar a los demás. Machacó el acelerador y salió volando. Sin embargo, escuchó al buen doctor. Dio un amplio giro y siguió las huellas trazadas anteriormente, manteniendo la velocidad lo suficientemente rápida como para hacer un buen tiempo pero no tanta como para licuar a Luchas. Blay tenía dos pistolas desenfundadas. Mientras Manny y Butch montaban junto a ellos, los otros Hermanos y John Matthew se desmaterializaban a distancias regulares, apareciendo a los lados de las dos pistas paralelas. Tardaron un siglo. Blay pensó literalmente que nunca iban a salir de allí. Parecía como si los quejidos de los motores, el borrón del oscuro bosque y las brillantes manchas blancas de los claros fueran a ser la última cosa que viera. Rezó durante todo el camino. Cuando la gran estructura cuadrada del hangar finalmente apareció a la vista, aparcaron justo al lado de lo que era la cosa más hermosa que Blay había visto en su vida. El Escalade de Butch y V. Las cosas se movieron rápidamente desde allí: Qhuinn aparcó al lado del SUV, Luchas fue transferido al asiento trasero, las motos de nieve cargadas en el remolque enganchado a la parte trasera, Qhuinn yendo al asiento del pasajero del vehículo. —Quiero que Blay conduzca —dijo antes de subirse Silencio durante un instante. Luego Butch asintió y le lanzó las llaves.

—Manny y yo iremos en la parte trasera. Blay se puso al volante, movió el asiento para acomodar las piernas y arrancó el motor. Mientras Qhuinn se instalaba a su lado, miró por encima. —Ponte el cinturón de seguridad. El macho hizo lo que le dijo, estirando la correa de nylon alrededor de su pecho y encajándola en su lugar. Entonces inmediatamente maniobró para centrarse en su hermano. Una sensación de determinación inquebrantable cubrió los hombros de Blay y apretó las manos. No le importaba lo que tuviera que acribillar, eliminar o dejarle marcas de parrilla, iba a llevar a Qhuinn y a su hermano al centro de entrenamiento y a la clínica. Apretando el acelerador, no miró atrás.

Capítulo 63

Trez frunció el ceño ante la calculadora en la que había estado introduciendo cifras. Estirando la lengua de papel blanco que colgaba a un lado de su escritorio, trató de ver la columna de números que había estado sumando. Parpadeó. Se frotó los ojos. Los abrió. Nada. El círculo resplandeciente en el cuadrante superior derecho de su visión todavía estaba allí, y no era una función de la mirada. —Jo… der. Apartando los recibos que había sumado a un lado, miró su reloj, luego apoyó la cabeza entre las manos. Cuando cerró los ojos, el aura siguió en su sitio, el patrón de la geometría entrelazada brillaba con todos los colores del arco iris. Tenía unos veinticinco minutos antes de que se desatara el infierno y no fuera capaz de desmaterializarse. Hurgando en el teléfono de la oficina, golpeó el intercomunicador. Dos segundos más tarde, la voz de Xhex salió del altavoz, más fina de lo habitual. Lo que significaba que la sensibilidad al sonido estaba golpeando. —Eh, ¿qué pasa? —dijo. —Me está dando una migraña. Tengo que largarme. —Oh, hombre, eso apesta. ¿No tuviste una hace una semana? Lo que sea. No es el punto.

—¿Puedes ocuparte? —¿Necesitas que te lleve a casa? Sí. —No. Puedo hacerlo. —Empezó a recoger su cartera, su móvil, sus llaves—. Llámame si me necesitas, ¿vale? —Claro. Trez respiró hondo mientras cortaba la conexión y se levantaba. Se sentía perfectamente bien, por el momento. Y la buena noticia era que no había más de quince minutos hasta su apartamento, incluso suponiendo que se saltara todas las luces rojas. Lo que le dejaría unos diez minutos para empezar a sudar, alinear una papelera y una toalla al lado de su cama, y, prepararse para el colapso digestivo total. ¿Seis, siete horas a partir de ahora? Iba a sentirse mejor. Por desgracia, el desde-aquí-hasta-allí iba a apestar. En su camino a la puerta cerrada de su despacho, se colgó la chaqueta sobre los hombros y se preparó para la música del otro lado. Cuando salió, chocó contra la pared del enorme pecho de iAm. —Dame tus llaves —fue todo lo que dijo su hermano. —No tienes que… —¿Te he pedido tu opinión? —Maldita Xhex… —Justo detrás de tu hermano —interrumpió la hembra—. Y sé que querías decirlo como un cumplido. —Estoy bien —dijo Trez, mientras trataba orientar su visión para que su jefa de seguridad estuviera fuera de su punto ciego. —¿Cuántos minutos antes de que te golpee el dolor? —Sonrió Xhex, mostrando sus colmillos—. ¿De verdad quieres perder algunos discutiendo conmigo?

Trez salió del club refunfuñando y en el instante que el aire frío golpeó su olfato, su estómago se agarrotó como si se estuviera preparando para bajar a la ciudad temprano. Deslizándose en el asiento del copiloto de su BMW, cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás. El aura se estaba haciendo más grande, la línea original de brillo se dividía en dos y se expandía, moviéndose lentamente hacia el borde de su visión. Durante el viaje a casa, se encontró alegrándose de que iAm no fuera charlatán. Aunque no era como si no supiera en que estaba pensando el tipo. Demasiado estrés. Demasiados dolores de cabeza. Probablemente necesitaba alimentarse también, pero eso no iba a suceder durante un tiempo. Mientras su hermano conducía con presteza, Trez pasó el tiempo imaginando dónde estaban en la ciudad, ante que semáforos paraban o cuales pasaban, que giros daban, dónde estaba el Commodore, su altura haciéndose más y más alta cuanto más se acercaban. Una bajada repentina le dijo que estaban entrando en el garaje, y que se había quedado atrás en la cartografía mental: en lo que a él se refería, todavía estaban a un par de manzanas de distancia. Ahora venían un montón de vueltas a la izquierda, mientras bajaban en espiral las tres plantas y aparcaban en uno de los dos lugares que tenían asignados. Cuando entraron en el ascensor e iAm pulsó el botón del piso dieciocho, el aura se había alejado de los límites de su visión y desaparecido como si nunca hubiera existido. La calma antes de la tormenta. —Gracias por traerme a casa —dijo. Y hablaba en serio. Odiaba depender de alguien más, pero era muy duro no golpear nada cuando

tenías un letrero de neón parpadeando en la parte posterior de ambos ojos. —Imaginé que era mejor así. —Sí. Él y su hermano no habían hablado sobre la visita del sumo sacerdote desde que ocurrió, pero ese hola, cómo estás de AnsLai todavía estaba entre ellos, pero al menos iAm había dejado el cabreo de lado lo suficiente como para traerlo aquí. La primera pista de Trez de que el dolor de cabeza se estaba preparando fue el modo en que el sutil timbre que anunciaba que habían llegado a su destino se disparó por su cerebro como una bala. Gimió cuando las puertas se abrieron. —Esta va a ser mala. —¿No tuviste una la semana pasada? Se preguntó cuántas personas más podían preguntarle eso. iAm se hizo cargo de la cerradura de la puerta, y Trez tiró su chaqueta en cuanto dio tres pasos. Se quitó el jersey de cachemir negro camino a su dormitorio, y se estaba desabrochando la camisa de seda mientras entraba en… Cuando se congeló, la única cosa que se disparó a través de su cabeza fue la escena de la película Entre pillos anda el juego, cuando Eddie Murphy entra en su lujoso dormitorio y una chica medio desnuda está sentada en su cama y suelta: Hola, Billy Ray. La diferencia en esta situación era que su acosadora, la que tenía el novio gorila y los problemas de confianza, era rubia y no llevaba los pantalones de licra de principios de los ochenta. De hecho, estaba completa y jodidamente desnuda, en pelota picada. El arma que apareció sobre su hombro estaba estable y tenía el accesorio de un silenciador.

Así que iAm podría haberla matado, sin problema. —Pensé que estarías contento de verme —dijo la zorrita, mirando atrás y adelante entre él y el cañón de su hermano. Como si quisiera hacerse más atractiva, levantó un brazo para acomodarse el pelo, pero si estaba esperando que sus pechos se balancearan seductoramente, no tenía suerte: esas falsificaciones duras como piedras eran tan inamovibles como algo atornillado a una pared. —¿Cómo has entrado aquí? —exigió Trez. —¿No te alegras de verme? —Cuando nadie le contestó, y el arma permaneció levantada, ella hizo un mohín—. El guarda de seguridad es amigo mío, vale. Que. Oh, vamos... bien, le hice una mamada, está bien. Con clase. Y ese bastardo tonto del culo de poli de alquiler iba a perder el trabajo. Trez se acercó a la pila de ropa al final de la cama. —Vuelve a ponerte eso y vete. Dios, estaba cansado. —Oh, vamos —se quejó ella mientras sus cosas revolotearon a su alrededor—. Sólo quería darte una sorpresa al llegar a casa del trabajo. Pensé que esto te haría feliz. —Bueno, no es así. Tienes que largarte de aquí… —Cuando ella abrió la boca como si fuera a ponerse hecha una fiera, él sacudió la cabeza y la cortó—. Ni siquiera lo pienses. No estoy de humor, y a mi hermano realmente no le importa si sales de aquí andando o en una bolsa. Vístete. Lárgate. La zorrita miró hacia atrás y adelante de nuevo. —Fuiste tan amable conmigo la otra noche.

Trez hizo una mueca cuando el dolor se acercó a batear y empezó a golpear el lado derecho de su cabeza. —Cariño, voy a ser verdaderamente honesto. Ni siquiera sé tu nombre. Echamos dos polvos… —Tres. —No me importa cuántos fueron. Lo que sí sé es que vas a abandonar esto esta noche. Si vuelves a acercarte a mí o mi casa de nuevo, voy a… —La Sombra en él quería ir en una dirección más sedienta de sangre, pero se obligó a permanecer en términos humanos que ella entendería— llamar a la policía. Y tú no quieres eso, porque eres una adicta a las drogas que anda en el borde, y si buscan en tus cosas, tu coche o tu casa, van a encontrar algo más que la parafernalia. Van a trincarte a ti y a ese idiota con el que duermes, por posesión con intención de distribuir, irás a la puta cárcel. La zorrita sólo parpadeó. —No me empujes, cariño —dijo Trez con voz agotada—. No te gustará lo que ocurriría. Se podía decir lo que se quisiera pero era rápida cuando estaba debidamente motivada. En cuestión de minutos, después de algunas posturas de yoga para conseguir que esas tetas de plástico entraran en una “blusa” dos tallas más pequeña, estaba en camino, con el bolso barato colgado del hombro y los tacones estratosféricos colgando de las correas del tobillo. Trez no dijo una palabra más. Simplemente la siguió camino a la puerta, la abrió y la cerró en sus narices cuando ella se dio la vuelta para decir algo. Echó el cerrojo manual. iAm bajó el arma. —Tenemos que mudarnos. Esta ubicación está comprometida.

Su hermano tenía razón. No era que hubieran mantenido dónde vivían como un gran secreto, pero quedarse en el Commodore se basaba en la idea de que un guardia de seguridad no sería tan estúpido como para dejar a una mujer entrar en la casa de alguien sin el permiso de los propietarios. Si podía suceder una vez, podría volver a ocurrir… De repente, el dolor se intensificó, al igual que el volumen de su concierto craneal había arrancado de improviso. —Voy a ir a vomitar durante un tiempo —murmuró Trez mientras se daba la vuelta—. Empacaremos tan pronto como la migraña acabe… No tenía ni idea de lo que iAm respondió, ni siquiera si lo hizo. Joder.

Capítulo 64

De pie frente a la sala de examen del centro de entrenamiento, Qhuinn tenía las manos en los bolsillos de sus pantalones de cuero, los dientes apretados con fuerza y el ceño fruncido. Esperando. Esperando... La mierda médica se parecía mucho a la lucha, decidió: largos períodos de no hacer nada, entrelazados con explosiones de vida o muerte. Esto era suficiente para marcarte como declarado demente. Miró hacia la puerta. —¿Cuánto tiempo más crees que tardarán? Al otro lado, Blay cruzaba y descruzaba sus largas piernas. El tipo se había tendido en el suelo hacía una media hora, pero esa había sido su única concesión al agujero de gusano de tiempo en el que habían sido absorbidos. —Tiene que estar acabando —respondió. —Sí. Solo que hay tantas partes para un cuerpo. Después de un momento, Qhuinn se concentró de verdad en el otro macho. Había círculos oscuros bajo los ojos de Blay y sus mejillas se habían hundido. También estaba más pálido que de costumbre, con el rostro demasiado blanco. Qhuinn se acercó, se apoyó contra la pared, y dejó que sus shitkickers se deslizaran hasta que su culo golpeó el suelo al lado de Blay.

Blay le miró y sonrió un poco, luego volvió a mirar fijamente la punta de sus botas. Qhuinn observó como su propia mano se extendía y rozaba la mandíbula de su amigo. Cuando Blay se sobresaltó y le miró, Qhuinn se sorprendió al descubrir que quería hacer mucho más, y no de manera sexual. Quería atraer al macho a su regazo y que Blay acomodara la cabeza. Quería acariciar los hombros fuertes y pasar los dedos por ese corto pelo pelirrojo. Quería que alguien que pasara encontrara una manta y la trajera para poder envolver con un poco de calor todo ese cuerpo poderoso que parecía haberse debilitado. Qhuinn forzó sus ojos a apartarse y dejó caer la mano. Dios, se sentía tan jodido... atrapado. A pesar de que no había cadenas sobre él. Bajando la mirada, comprobó las dos muñecas. Los tobillos. Sí, totalmente libre. Nada le retenía. Cerrando los párpados, inclinó la cabeza hacia atrás contra la pared. En su mente, estaba tocando a Blay, y de nuevo, no de manera sexual. Sólo sentía la vitalidad debajo de la piel, el movimiento del músculo, la solidez del hueso. —Creo que deberías ir a ver a Selena —le dijo. Blay exhaló como si tuviera a alguien sentado sobre su pecho. —Sí. Lo sé. —Podríamos ir juntos —Qhuinn se oyó ofrecerse voluntario. Abrió los ojos a tiempo de ver como la cabeza de Blay giraba bruscamente. —O podrías, ya sabes, ir tú solo —Qhuinn hizo crujir los nudillos—. Con lo que te sientas cómodo. Mierda. A la luz de todo esto de Saxton, podría ir demasiado lejos. Después de todo, la alimentación podría ser vista como algo más íntimo que el sexo.

—Sí —dijo Blay suavemente—. Lo haré. El corazón de Qhuinn comenzó a latir con fuerza. Y de nuevo, no fue porque quisiera saltar sobre seguir con el tipo. Sólo quería...

Compartir, suponía que esa era la palabra correcta. No, espera. Era más que eso. Quería cuidar del macho. —Sabes, creo que nunca te di las gracias —murmuró Qhuinn. Cuando los ojos azules de Blay lo miraron, él quiso apartar la mirada, el contacto visual casi era demasiado. Pero luego pensó en su hermano en esa cama de hospital y todas las formas en que a la gente le robaban el tiempo. Jesús, se había guardado tanto por tantas razones, todo le parecía perfectamente válido. Pero ¿qué arrogante era eso? Ese tipo de reticencia que asumía que tendría tiempo para hablar de cosas cuando quisiera. Que la persona que tenía en el fondo de su mente siempre estaría ahí. Que él mismo estaría. —¿Por qué? —preguntó Blay. —Por traernos a casa. A Luchas y a mí. —Inhaló profundamente y lo dejó escapar lentamente—. Y por sentarte aquí conmigo toda la noche. Por ir donde Payne y conseguir que la ayudara. Por respaldarme en el campo y durante el entrenamiento. También, por todas aquellas cervezas y videojuegos. Las patatas fritas y los M & M. La ropa que me prestaste. El suelo donde dormí cuando me quedaba. Gracias por dejarme abrazar a tu madre y hablar con tu padre. Gracias... por las diez mil cosas buenas que has hecho. De la nada, recordó una vez más esa noche en que había entrado y fue testigo de su padre dándole el anillo de sello de oro a su hermano. —Gracias por llamar esa noche —dijo con voz ronca. Las cejas de Blay se dispararon. —¿Qué noche? Qhuinn se aclaró la garganta.

—Después de que Luchas pasara por su transición y mi padre le diera... ya sabes, el anillo. —Negó con la cabeza—. Fui a mi habitación e iba a hacer algo... sí, algo realmente estúpido. Me llamaste. Viniste. ¿Te acuerdas? —Sí. —No fue la única vez que hiciste algo por el estilo. Cuando Blay apartó la mirada, Qhuinn supo exactamente a donde había ido la mente del otro. Sí, esa noche no había sido la única cornisa de la que casi había saltado. —Dije que lo sentía —entonó Qhuinn—. Pero no creo que jamás te haya dado las gracias. Así que, sí... gracias. Antes de saber lo que estaba haciendo, extendió la mano ofreciendo la palma. Parecía apropiado celebrar este momento, aquí y ahora, en el exterior de la sala de operaciones de su roto-hasta-elextremo hermano, con algún tipo de contacto solemne. —Así… gracias. *

*

Increíble. Después de lo que había sentido como toda una vida con Qhuinn, Blay había pensado que las sorpresas habían terminado. Que el macho no podía sacar nada más que le dejaría sin palabras. Equivocado. Jesús... de todas las conversaciones imaginarias que había tenido en la cabeza con él, charlas cuando había fingido que Qhuinn se abría o decía algo parecido a "lo correcto", nunca había sido sobre gratitud. Pero esto... era exactamente lo que necesitaba oír, a pesar de que no lo había sabido. Y la ofrecida palma le rompió su maldito corazón.

Sobre todo teniendo en cuenta que el hermano del hombre estaba a las puertas de la muerte en la sala de al lado. Blay no estrechó la mano que se le ofrecía. Se acercó, se apoderó del rostro del guerrero, y atrajo a Qhuinn para darle un beso. Se suponía que sólo iba a ser un segundo, como si sus labios hicieran eso del apretón de manos. Sin embargo, cuando iba a retirarse, Qhuinn le sujetó y lo mantuvo quieto. Sus bocas se encontraron otra vez... y otra vez... y otra vez, ladeando las cabezas, prolongando el contacto. —De nada —dijo Blay con rudeza. Luego sonrió un poco—. Aunque no se puede decir que todo fuera un placer. Qhuinn se echó a reír. —Sí, me imagino que los jadeos definitivamente no fueron divertidos. —Se puso serio—. ¿Por qué demonios te quedas por aquí? Blay abrió la boca, la verdad en la punta de la lengua… —Oh. Mierda. Eh... perdonadme muchachos, no quiero interrumpir. Qhuinn se echó hacia atrás tan rápido que literalmente arrancó la cara de las manos de Blay. Luego saltó sobre sus pies y se enfrentó con V, que había salido de la sala de operaciones. —No hay problema, no pasa nada. Cuando la expresión de V registró un bote lleno de ¡sí, claro!, Qhuinn se limitó a mirar al Hermano como si estuviera desafiando a que Vishous tuviera una opinión diferente de la suya. En el silencio entre los dos machos, Blay se levantó más despacio, y descubrió que estaba mareado, y no porque tuviera que alimentarse.

No hay problema, no pasa nada.

Segurísimo que no se había sentido así por él. Peroooooo una vez más, Qhuinn había roto cualquier cercanía, escudado, retirado, desconectado. Excepto que vamos. Mal momento. Mal lugar. Y V era la última persona delante de la cual querías ir de corazones-y-flores. Sin embargo, fue un buen recordatorio. Las situaciones estresantes tenían una manera de hacer que incluso la más rígida de las personalidades se convirtiera en maleable… por un tiempo. Tristeza, shock, intensa ansiedad... todo podía volver a alguien vulnerable y obligarle a hablar de maneras que normalmente no haría, simplemente porque todas sus defensas se habían ido a la mierda. Sin embargo, el comportamiento inusual no señalaba un cambio radical. No era indicativo de algún tipo de conversión religiosa para que, desde ese día en adelante, todo fuera siempre diferente. Qhuinn estaba conmocionado por lo que estaban haciendo con su hermano. Y las revelaciones o declaraciones sinceras que salieron de su boca fueron, sin duda, un producto de la tensión bajo la que estaba el tipo. Punto. No, el amor no estaba involucrado. No realmente. No de forma permanente. Y él necesitaba recordar eso. —... ¿se pueden recolocar los huesos? —preguntó Qhuinn. Blay se sacudió para centrarse cuando V encendió un cigarrillo y exhaló lejos de ellos dos. —Primero tiene que ser estabilizado. Selena va a alimentarlo otra vez y luego vamos a abrirle el abdomen y realizar una cirugía exploratoria para localizar el origen de la hemorragia. ¿Después de ver cómo le va? Trabajaremos en los huesos. —¿Tenemos alguna idea de lo que le pasó? —No puede hablar en este momento.

—Sí. Vale. —Necesitamos tu consentimiento. Él no es capaz de comprender los riesgos y beneficios. Qhuinn se pasó la mano por el pelo. —Sí. Por supuesto. Haz lo que tengas que hacer. V exhaló de nuevo, el olor del tabaco turco llenó el aire y le recordó a Blay exactamente cuántas horas, minutos y segundos habían pasado desde que se había encendido uno él mismo. —Tienes a Jane, Manny, Ehlena y a mí ahí dentro. No vamos a dejar que le pase nada, ¿de acuerdo? —Le dio una palmada en el hombro—. Va a salir adelante. O los cuatro vamos a morir en el intento. Qhuinn murmuró algún gracias en ese punto. Y luego V miró a Blay. V miró a Qhuinn. Se aclaró la garganta. Sí, el Hermano estaba haciendo todas las clases de matemáticas en su cabeza. Genial. —Entonces seguid por aquí muchachos. Saldré y os informaré tan pronto como sepa algo. Vale. Sí. Las cejas del Hermano alcanzaron la frente, los tatuajes de la sien se distorsionaron cuando aplastó su apenas fumado cigarrillo en la suela de su shitkicker. —Estaré con vosotros pronto —dijo mientras se inclinaba para entrar. Después de que el Hermano se fuera, Qhuinn comenzó a pasear con los ojos sobre el suelo de cemento, las manos en las delgadas caderas y las armas que se había olvidado de quitarse capturando la luz fluorescente y brillando. —Voy a ir a fumar —dijo Blay—. Enseguida vuelvo. —Puedes fumar aquí —interrumpió Qhuinn—: Hay un sello en la puerta.

—Necesito un poco de aire fresco. No tardaré mucho. —Está bien. Blay se alejó a toda prisa, atravesando la puerta al final del pasillo que daba al aparcamiento. Cuando lo alcanzó, le dio un puñetazo a la salida y respiró profundo. Aire fresco, su culo. Lo único que consiguió fue una cosa seca, que olía a tierra y cemento. Por lo menos era más fresco. Joder. Se había dejado los cigarrillos en la maldita chaqueta. En el suelo. Fuera de la sala de operaciones. Mientras maldecía y caminaba con fuerza, tuvo la tentación de golpear algo, pero un conjunto de nudillos reventado sólo era algo más que tendría que explicarle a la gente. Y mierda, sabía que lo que había visto V era más que suficiente. Metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones de cuero, frunció el ceño mientras la derecha empujaba algo. El encendedor de Saxton. El que el macho le había regalado en su cumpleaños. Sacándolo, lo giró una y otra vez en la palma de su mano, pensando en todo lo que se había dicho en ese pasillo. Hubo un tiempo en que habría tomado esas palabras y las habría puesto en la repisa de la chimenea de su cabeza y su corazón, dándoles un lugar de honor que asegurara que su valor permaneciera con él durante el resto de su vida. Hubo unos años en que esos momentos en la cabaña y en ese frío y duro suelo, habrían sido suficientes para eliminar todo el conflicto, la lucha y el dolor, borrando todo de tal manera que pudiera relacionarse como una virgen con Qhuinn.

Un nuevo comienzo. Todo no sólo perdonado, sino olvidado. Ese ya no era el caso. Dios, probablemente era demasiado joven para ser tan viejo, pero la vida tenía una forma de dar experiencia, más que el paso de los días. Y aquí de pie, solo, estaba positivamente geriátrico: le faltaba absoluta, total y completamente ese optimismo, esa ingenuidad de ver la vida de color de rosa que venía con la perspectiva de una persona más joven. Cuando uno creía que los milagros no eran imposibles... sino simplemente inusuales. Gracias a que V había salido cuando lo había hecho. De lo contrario, tres pequeñas palabras habrían escapado de su boca. Y, sin duda, lo habrían condenado de formas que ni siquiera podía adivinar. Mal momento. Mal lugar. Para ese tipo de cosas. Siempre.

Capítulo 65

Mientras iAm iba y venía alrededor del apartamento, mantuvo su pistola con él… a pesar de que era muy poco probable que hubiese una segunda ronda con alguna Barbie desnuda y tonta acelerando su camino hacia el hogar-dulce-hogar de él y su hermano. Maldita sea, quería algo de humo rojo. Sólo para controlarse. ¿Por qué justo ahora? Él estaba al borde de la violencia. Las buenas noticias, suponía, eran que no tenía realmente un objetivo y eso le estaba manteniendo totalmente en jaque: esa migraña estaba moliendo a golpes a su hermano. ¿Y esa pobre y agotada mujer que había sido sacada por la fuerza de allí? Ya estaba siendo torturada a demasiados niveles para contar. Ahora, el guardia de seguridad era un candidato excelente… pero el hijodeputa se había largado hacía una hora y iAm no iba a dejar a Trez en un estado vulnerable sólo para poder repartir una corrección a un imbécil… En la distancia, escuchó un susurro a través de las tuberías de fontanería. Era el inodoro en el baño de Trez siendo descargada. Otra vez. Y luego vino la maldición murmurada y el crujido del armazón de la cama cuando Trez volvió a acomodarse en ella. Pobre. Bastardo. iAm cruzó hasta las enormes ventanas que daban al río y se detuvo para mirar al otro lado del agua, al lado opuesto de Caldwell. Poniéndose las manos en las caderas, hizo un recorrido por los lugares a los que podrían trasladarse. Una lista corta. Diablos, uno de los

principales beneficios del Commodore había sido la seguridad; ni siquiera se habían molestado en encender la alarma. Lo cual había sido un error. Necesitaban algún lugar seguro. Seguro. Inexpugnable. Especialmente si su hermano seguía con la mierda de ser un picaflor y AnsLai seguía haciendo disparos “diplomáticos”. iAm reanudó su ir y venir. Era imposible ignorar el hecho de que su hermano se estaba poniendo peor. La mierda sexual había estado ocurriendo durante años… y durante la mayor parte del tiempo, iAm sólo lo había considerado como la inclinación hacia el apareamiento de un macho sano. Algo de lo que a menudo pensaba que él carecía. Bien pensado, su hermano había estado follando a suficientes mujeres por ambos. En los últimos meses, sin embargo, se había puesto de manifiesto que había un proceso de adicción en marcha… y eso había sido incluso antes de que el sumo sacerdote hubiese aparecido. ¿Ahora que las cosas parecían estar llegando a un punto crítico con AnsLai? Las maquinaciones del s’Hisbe sólo iban a poner más presión en su hermano y eso iba a hacer que su hermano se comportase incluso peor. Mierda. iAm se sentía como si estuviese frente a un cruce de tren, triangulando la velocidad del motor de la locomotora según la aproximación de un coche que se acerca… y viendo que lo que iba a resultar era una carnicería. La metáfora también fue apta cuando llegó la impotencia que sintió por no poder poner freno a cada fuerza: Él no estaba detrás del volante ni en el asiento del maquinista. Todo lo que podía hacer era sentarse y mirar. O era más como gritar al lado de la carretera. Dónde diablos podían ir…

Frunciendo el ceño, levantó los ojos hacia la vista, más allá de la moldura, hasta el techo. Después de un momento, sacó su teléfono móvil e hizo una llamada. Cuando colgó, fue hacia la habitación de su hermano. Abriendo la puerta una rendija, dijo hacia el denso y negro silencio: —Voy a salir durante un segundo. No estaré lejos. El gemido de Trez podría haber significado cualquier cosa desde “Bien” a “Oh, Dios, no tan alto” o “Pásalo bien, yo voy a tenderme aquí y vomitar un poco más.” iAm caminó rápido. Fuera del apartamento. Hacia el ascensor. Dentro del cual, golpeó el botón que marcaba “P” de “Penthouse”. Cuando las puertas se deslizaron abriéndose, hubo dos opciones: Una dirección le llevaba al lugar del Hermano Vishous. La otra al de su viejo amigo. Salió a zancadas y llamó al timbre de Rehvenge. Cuando el symphath abrió, Rehv apareció como siempre lo hacía: corte mohawk, ojos-púrpuras, abrigo de visón. Peligroso. Un poquito malvado. —Hola amigo mio, cómo estás —dijo el macho mientras se abrazaban y se daban una palmada el uno al otro en el hombro—. Entra. Cuando iAm entró en el espacio privado del Reverendo por primera vez en un año largo más o menos, descubrió que nada había cambiado, y por alguna razón, eso fue un alivio. Rehvenge fue hacia el sofá de cuero y se sentó, apoyando el bastón a su lado y cruzando las piernas en las rodillas. —¿Qué necesitas? Cuando iAm trató de juntar las palabras, Rehv juró un poco.

—Tío, sabía que esto no era una llamada social… pero no esperaba que tus emociones fuesen un jodido lío. Ah, sí, el camino del devorador-de-pecados significaba que no le había escondido nada al macho. Aún era difícil hablar de todo ello. —No estoy seguro de que seas consciente de lo que ha estado pasando con Trez. Rehv frunció el ceño, sus cejas oscuras enmarcando aquella mirada intensa y violeta. —Pensaba que el Iron Mask estaba haciendo un buen negocio. ¿Estáis en problemas, chicos? Tengo un montón de efectivo si necesitáis… —El negocio va estupendamente. Hemos conseguido más dinero del que podemos gastar. El problema son las actividades extracurriculares de mi hermano. —No está metido misteriosamente.

en

drogas,

¿verdad?

—dijo

Rehv

—Mujeres. Rehv rio y le restó importancia con el movimiento de la mano de la daga. —Oh, si eso es todo lo que… —Está completamente fuera de control… y una de ellas apareció mágicamente en su cama esta noche. Llegamos a casa y allí estaba ella. Rehv volvió a fruncir el ceño. —¿En vuestro apartamento? ¿Cómo coño ha entrado? —El denominador común más bajo, con un guardia de seguridad. — iAm caminó alrededor de la moderna habitación, notando vagamente que la vista era, de hecho, mejor desde esta altura—. Trez ha estado

follando cualquier cosa que se moviese durante años, pero últimamente está siendo tan osado… no limpia los recuerdos, golpeándolas más de una vez, sin preocuparse por las consecuencias. —¿Qué diablos está mal con él? iAm se giró y enfrentó al mestizo que era lo más cercano a una familia que tenía fuera de su carne y su sangre. Motivo por el cual confiaba en el tipo más que en el noventa y nueve por ciento de su propia línea de sangre. —Trez está emparejado. Un largo silencio. —¿Perdón? iAm asintió. —Está emparejado. Rehv se levantó del sofá. —¿Desde cuándo? —Su nacimiento. —Ohhhhhh. — Rehv silbó con suavidad—. Así que es una cosa del s’Hisbe. —Lo prometieron a la primera hija de la reina. Rehv guardó silencio durante un momento. Luego sacudió la cabeza. —Eso lo convertiría en el futuro rey, ¿no? —Correcto. E incluso aunque somos una sociedad matriarcal, eso no es una irrelevancia. —Míranos —murmuró el macho—. Él, yo y Wrath. Realmente la troica. —Bueno, es diferente para el s’Hisbe, por supuesto. La reina es la única que dicta todo para nosotros.

—Entonces qué está haciendo él en el exterior todavía. ¿Con todos nosotros los Inconocibles? —Él no quiere tener nada que ver con el s’Hisbe. —¿Tiene elección? —No. —iAm miró por encima hacia el bar en la esquina—. ¿Te importa si tomo una bebida? —¿Me estás tomando el pelo? Me habría conseguido una buena cogorza si fuera tú. iAm deambuló, consideró sus opciones, y terminó cogiendo una botella que tenía un pequeño collar en el que se leía Bourbon alrededor de su cuello. Fue directamente solo, y mientras tomaba un trago del borde del vaso de cristal tallado, saboreó la quemazón sobre su lengua. —Agradable. —Parker’s Heritage Collection, Small Batch. El mejor. —No pensaba que fueses un gran bebedor. —Esa no es excusa para no saber qué les sirves a tus invitados. —Ah. —Entonces, ¿cuál es el plan? iAm inclinó la cabeza hacia atrás, vació el vaso en su boca y tragó con fuerza. —Necesitamos algún lugar seguro donde estar. Y no sólo por el tema de las mujeres. Tuvimos una visita del sumo sacerdote la semana pasada… y dado que estamos en el exterior, eso significa que están buscando una vuelta formal a casa. Le están buscando… ¿y si le encuentran? Me da miedo que vaya a matar al representante del s’Hisbe. Entonces tendremos realmente un problema. —¿Crees que llegaría tan lejos?

—Sí, lo creo. —iAm vertió un repuesto—. Él no va a volver allí, y necesito tiempo para entender cómo resolver el conflicto antes de que ocurra algo desastroso. —¿Queréis trasladaros a mi casa del norte? iAm apuró su segundo bourbon de un trago. —No. —Él niveló sus ojos—. Quiero que nos traslademos al complejo de la Hermandad. Mientras Rehv maldecía largo y bajo, iAm se sirvió el tercero. —Es el lugar más seguro para nosotros. *

*

Xcor estaba cubierto por sangre de lesser y sudor cuando volvió a su nueva guarida. Sus luchadores estaban todavía en el centro, ocupándose del enemigo, pero él había tenido que despegar fuera y buscar refugio. Maldito corte en su brazo. La casa que Throe les había encontrado estaba localizada en un modesto barrio lleno de casas modestas con garajes de dos plazas y columpios en sus patios traseros. Una de sus ventajas era que estaba localizada al final de un callejón y había un solar vacío en un lado y una unidad de procesamiento del Departamento de Alcantarillado de Caldwell al otro. Lo tenían durante tres meses, con una opción a compra. Cuando se desmaterializó a través de las pesadas ventanas cubiertas del salón, se tragó el sofá acolchado con forma de L con sus cojines afelpados como rollos de grasa y el color parecido al estofado de vaca. Aunque apreciaba la calidez, el hecho de que la instalación hubiese venido “amueblada” le molestaba. Sin embargo, se temía que estaba solo en eso: En los últimos días había pillado a menudo a uno u otro de

sus soldados descansando en ese monstruo dejado de la mano de Dios, las cabezas echadas hacia atrás y las piernas extendidas cómodamente. ¿Qué era lo próximo? ¿Echarse mantas? Subió con paso majestuoso por la estrecha escalera, extrañaba el pesimismo y la tristeza del castillo que aún poseían en el Viejo País. Anhelaba el peso de la piedra que los había rodeado, y el carácter inexpugnable de la disposición, con su foso y sus altos muros. Llevaba luto, también, por la diversión que habían tenido asustando a los aldeanos, dando presencia física al asunto del mito. Buenos tiempos, como ellos decían aquí en el Nuevo Mundo. En la segunda planta rechazó mirar dentro de las habitaciones. El rosa de la del frente quemaba sus ojos y el verde espuma de mar de la otra era también otro asalto a los sentidos. Y no había alivio cuando entraba en la habitación principal. Papel pintado floreado, por todas partes. Incluso en la cama y a través de las ventanas y sobre la silla de la esquina. Al menos sus botas de combate aplastaban la gruesa alfombra, dejando huellas de pisadas como moretones en su camino al baño. Por el amor de dios, ni siquiera estaba seguro de qué color llamar al diseño aquel. ¿Frambuesa? Temblando, quiso mantener apagadas las luces sobre el lavabo, pero con las cortinas con capullos de rosa dibujados, la iluminación de las farolas de la calle de abajo se ahogaba completamente y necesitaba ver qué estaba haciendo… Oh, queridísimas Parcas. Se había olvidado de las pantallas de encaje en los candelabros. De hecho, en cualquier otro entorno las dos luces rojas gemelas podrían haber sugerido algo de naturaleza sexual. Pero no en este

mundo tan pastelero. Aquí eran un conjunto de gominolas brillando en la pared. Él casi se ahogaba por el estrógeno. En un arranque de auto-conservación, hizo saltar libres de sus bombillas a los dos culpables y las puso bajo el lavabo. El brillo era ofensivo para sus retinas, pero era la diferencia entre maldecir o dar un apretón de manos: Siempre escogería el primero. Quitándose primero la guadaña, la dejó en el mostrador entre los lavabos gemelos. Después se quitó el cabestro, luego despojó su cuerpo del abrigo, las dagas y pistolas. La camiseta que llevaba puesta estaba deformada por las largas noches de lucha, pero era lavada con regularidad… y sería utilizada otra vez. La ropa, después de todo, no era nada salvo las pieles que no les habían dado a los vampiros al nacer. No era para decoración personal… al menos, no para él. Girándose hacia el espejo, murmuró ante la visión de sí mismo. El asesino con el que había estado luchando mano-a-mano había sido perversamente bueno con un cuchillo, probablemente como resultado de su antigua vida en las calles y el subidón de adrenalina al luchar con alguien con buenas habilidades. Él había ganado, por supuesto, pero había sido una batalla vigorizante. Sin embargo, desafortunadamente, se había llevado a casa un encantador suvenir del conflicto: La herida corría hacia arriba por la parte delantera de su bíceps y alrededor, terminando en la cima de su hombro. Bastante repugnante. Pero las había tenido peores. Y por lo tanto, sabía cómo tratarse. Alineados sobre el mostrador había varios y diversos artículos que él y sus luchadores necesitaban de vez en cuando: una botella de alcohol CVS, un mechero BIC, varias agujas de coser, un carrete de hilo de pescar de nylon negro. Xcor hizo una mueca cuando se quitó la camiseta y la manga corta que había sido desgarrada sobre la herida y separada ampliamente.

Apretando los dientes, se quedó inmóvil, el dolor afilado hasta el punto en que su estómago se cerró como un puño. Respirando profundamente, esperó hasta que las sensaciones pasaron y luego fue a por el alcohol. Girando el tapón blanco, se inclinó sobre el lavabo, se preparó y… El sonido que salió de sus dientes cerrados fue en parte gruñido, en parte gemido. Y cuando su visión se llenó de destellos, cerró los ojos y apoyó la cadera en el borde del lavabo. Inhalando con fuerza, la nariz le picaba por el olor pero no puso el tapón todavía: sus buenas habilidades motoras estaban sin duda agotadas. Dando un paseo para despejarse la cabeza, volvió a la habitación y le dio a su cuerpo una oportunidad de recalibrarse. Cuando el dolor se quedó con él, como si tuviese un perro atado a su brazo que estaba tratando de comerlo vivo, maldijo muchas veces. Y terminó escaleras abajo. Donde estaba el licor. Sin intención de beber, investigó la bolsa de lona de botellas que Zypher había traído con ellos desde el almacén. El soldado disfrutaba de una bebida de vez en cuando, y aunque Xcor no lo aprobaba, había aprendido hacía tiempo que había que hacer ciertas concesiones cuando se trataba de sus agresivos e incansables guerreros. Y en una noche como esta, se encontró agradecido. ¿Whiskey? ¿Ginebra? ¿Vodka? Qué importaba. Tomó una al azar, partió el sello del tapón e inclinó la cabeza hacia atrás. Abriendo la boca, derramó lo que fuese que hubiese dentro, tragando a pesar del hecho de que el gaznate le quemaba como si estuviera ardiendo.

Xcor continuó bebiendo mientras volvía escaleras arriba. Además de beber mientras paseaba de aquí para allá un poco más y esperaba que los efectos se notasen. Todavía más bebida. No estaba seguro de cuánto tiempo tomó, pero finalmente estuvo de vuelta en la brillante luz del cuarto de baño, enhebrando una línea negra de sesenta centímetros a través de la cabeza de una aguja delgada. De cara al amplio espejo rectangular sobre los lavabos, agradeció que la hoja del lesser hubiese encontrado su brazo izquierdo. Eso quería decir que, como macho diestro, podía manejar esto por sí mismo. ¿Si hubiese sido el otro lado? Habría tenido que pedir ayuda. La bebida ayudaba mucho. Apenas se estremeció cuando atravesó su propia piel e hizo un lazo pulcro con la ayuda de sus dientes. De hecho, el alcohol era una sustancia curiosa, pensó mientras empezaba a hacer una fila de puntos. El entumecimiento que le había sobrevenido le hizo sentirse como si hubiera sido sumergido en agua caliente, su cuerpo se relajaba, el dolor todavía hacía acto de presencia, pero la cantidad de agonía disminuía. Lento. Preciso. Constante. Cuando llegó a la parte superior del hombro, hizo otro nudo; luego cortó libre la aguja, puso todo de vuelta donde lo había encontrado y empezó la ducha. Bajándose los pantalones de cuero por las piernas, se quitó las botas de combate y entró bajo la alcachofa. Esta vez el gemido fue de alivio: mientras el agua caliente envolvía los hombros doloridos, la espalda rígida y los músculos tensos de los muslos, la sensación de comodidad fue casi tan abrumadora como lo había sido la agonía. Y por una vez, se permitió rendirse. Probablemente porque estaba borracho.

Relajándose contra la pared de azulejos, el agua le golpeó justo en la cara, pero de una forma suave, como lluvia, antes de viajar hacia abajo por la parte delantera de su cuerpo, pasando sobre su pecho y su duro vientre, más allá de sus caderas y su sexo… De la nada, vio a su Elegida inclinada sobre él, sus ojos brillando verdes a la luz de la luna, el árbol encima parecía albergarlos a ambos. Ella le estaba alimentando, la esbelta y pálida muñeca en su boca, su garganta tragando rítmicamente. En medio de la neblina inducida por el alcohol, la necesidad sexual se apoderó de él, pareciendo desplegarse en su pelvis como una mano abierta. Se corrió con fuerza. Abriendo los ojos —no había sido consciente de cerrarlos—, bajó la mirada hacia sí mismo. La brillante luz sobre los lavabos se había atenuado por la cortina opaca que evitaba que el agua se derramase por el baño, pero había iluminación más que suficiente para lo que necesitaba. Deseaba que hubiese estado completamente oscuro… porque no le trajo ninguna alegría ver la excitación, esa longitud sobresaliendo tan estúpida y orgullosa de su cuerpo. No podía llegar a entender lo que estaba pensando: Si había tenido que pagar extra por la amabilidad de las putas para acomodar sus impulsos, estaba en apuros al imaginar a esa encantadora Elegida haciendo otra cosa que salir corriendo a gritos en dirección opuesta… Bruscamente, eso le golpeó de forma tan deprimente, sobre todo porque el latido entre sus piernas crecía más fuerte. Realmente, su cuerpo era un instrumento tan triste, tan patético en este deseo… siendo inconsciente de que era indeseado por todos. En particular, por la única a la que deseaba.

Dándose la vuelta, inclinó la cabeza hacia atrás y se metió las manos en el pelo. Hora de dejar de pensar y estar limpio. El jabón en el platillo que estaba puesto en el azulejo hizo su deber con diligencia sobre su piel y su pelo… Y todavía estaba erecto cuando llegó el momento de salir. El aire frío se encargaría de eso. Dando un paso sobre la alfombra del baño, la que también estaba hecha de un horrible rosa rojizo, se secó con la toalla. Todavía erecto. Echando un vistazo a su ropa de combate, se encontró poco dispuesto a ponerlas sobre su piel. Ásperas. Rasposas. Sucias. Tal vez el ambiente femenino le estaba contaminando. Xcor terminó en la enorme cama, desnudo, sobre su espalda. Todavía erecto. Una rápida mirada al reloj en la mesilla de noche y supo que no tenía mucho tiempo antes de que la casa se inundase de guerreros. Esto iba a tener que ser rápido. Canalizando la mano bajo las sábanas y bajando por su cuerpo, se agarró a sí mismo… Los ojos de Xcor se cerraron con fuerza y gimió, su cuerpo retorciéndose por el calor y la necesidad de curvar la parte inferior. Cuando la almohada se elevó para dar la bienvenida a un lado de su cara —lógicamente, era al revés, supuso— empezó a bombear arriba y abajo. Delicioso. Especialmente arriba, donde la cabeza roma dolía por atención y la conseguía en cada carrera ascendente. Más rápido. Más fuerte. Todo el tiempo viendo a su Elegida.

En realidad, la imagen de ella hizo más por él que lo que él se atendió abajo. Y mientras las sensaciones crecían cada vez más fuertes, se dio cuenta por primera vez de por qué sus soldados hacían eso tan a menudo. Tan bueno. Tan, tan bueno… Oh, su hembra era hermosa. Hasta tal punto que, a pesar del poder de lo que se estaba haciendo, no estaba distraído de su rostro. En lugar de eso, se volvió dolorosamente claro para él, desde el cabello pálido hasta los labios rojos pasando por su esbelto cuello… todo el camino hacia abajo de aquel cuerpo largo y elegante que era al mismo tiempo oculto y revelado por la inmaculada túnica blanca que llevaba. ¿Cómo sería ser deseado por una criatura semejante? Ser sostenido dentro de ese cuerpo sagrado como un macho de valía… En ese mismo momento, la realidad de su embarazo volvió a aterrizar en él como un peso físico. Pero al menos ya era demasiado tarde. Incluso mientras se enfriaba su corazón y el pecho empezaba a dolerle por el conocimiento de que ella había aceptado a otro, su cuerpo continuó con su paseo, la finalización tan imparable como… El orgasmo que barrió a través de él le hizo gritar… y gracias a las parcas por la almohada que había capturado su capitulación: En ese mismo momento, justo abajo, escuchó al primero de sus soldados caminar a través de la casa, el toque de tambor de las botas de combate un trueno inconfundible que reconocería en cualquier parte. Las secuelas de su liberación fueron miserables de demasiadas formas para contar. Se había girado sobre su hombro herido; se había corrido sobre su mano y abdomen así como sobre las sábanas; y la visión de la belleza se había ido de su cabeza, su dura realidad era todo lo que quedaba. El dolor dentro de él era crudo como una herida reciente. Pero por lo menos, nadie lo sabría de otra manera. Él era, después de todo, primero y ante todo, un soldado.

Capítulo 66

—Sí, por supuesto que puedes ir a verlo. Está grogui, pero consciente. Mientras Doc Jane sonreía a Qhuinn, él se acomodó los pantalones de cuero en las caderas y se remetió la camiseta sin mangas. Sin embargo no llegó a alisarse el cabello, obligando a sus brazos a permanecer a los lados aunque sus palmas estaban hormigueando por mesárselos. —¿Y él va a estar bien? La doctora asintió con la cabeza mientras comenzaba a desatarse la mascarilla que colgaba en la parte delantera de su cuello. —Hemos eliminado la equivalencia vampiro del bazo humano y eso se encargó de la hemorragia interna. También lo hemos revisado minuciosamente. Por lo que podemos figurarnos él estaba en una especie de estasis en ese tambor para petróleo, la sangre del Omega, en cierta forma, lo preservaba en su estado actual a pesar de las lesiones. Si hubiera sido dejado fuera, estoy segurísima de que habría muerto. La maldición que causó un milagro, pensó Qhuinn. —¿Y no está contaminado? Jane se encogió de hombros. —Él sangra rojo y nadie puede percibir nada del Omega en él… fue solo un asunto de sobre o alrededor de él. —Vale. De acuerdo. —Qhuinn echó una mirada a la puerta—. Bueno.

Hora de entrar, se dijo a sí mismo. Vamos… Sus ojos fueron a los de Blay. Durante el transcurso de las cuatro horas de la operación, el tío había ido y venido por el pasillo, haciendo escapadas a la zona de fumadores. Sin embargo, siempre había regresado. Dios mío, se veía triste. Había sido así desde que V había aparecido y los había encontrado… seh. Cristo, cuánto tiempo había pasado desde entonces. —Entraré ahora —dijo. No entró en el quirófano hasta que Blay asintió con la cabeza. Abriéndose paso torpemente a través de la puerta, lo primero con lo que fue saludado fue por el olor a antiséptico que asociaba con las contusiones post combates. Lo siguiente fue el sutil pitido junto a la camilla en el centro de la habitación y el sonido de Ehlena escribiendo en el ordenador. —Te daré un poco de privacidad —dijo ella con voz amable mientras se ponía de pie. —Gracias —respondió en voz baja. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Qhuinn se volvió a remeter la camiseta a pesar de que era innecesario. —¿Luchas? Mientras esperaba a que su hermano respondiera, echó un vistazo a su alrededor. Los desechos de la operación, las gasas ensangrentadas, el instrumental usado, el tubo de plástico, habían desaparecido… nada excepto el cuerpo aun debajo de esas sábanas blancas y una atiborrada y roja bolsa para desechos con riesgo biológico para señalar las horas que habían transcurrido. —¿Luchas?

Qhuinn se acercó y miró hacia abajo. Tío, él no solía tener problemas con su presión arterial, pero cuando consiguió echar un vistazo a la cara macilenta de su hermano, las cosas comenzaron a girar, una oleada de mareo le hizo darse cuenta de lo alto que era… y cuanta distancia tenía para caer. Los ojos de Luchas se abrieron pestañeando. Grises. Ambos habían sido grises y todavía lo eran. Qhuinn extendió la mano hacia atrás y acercó rodando un pequeño taburete. Cuando se sentó, no sabía qué hacer con sus brazos, con sus manos… con su voz. Nunca había esperado ver a un miembro de su familia de nuevo. Y eso había sido antes de los asaltos, cuando había sido echado a patadas. —¿Cómo te va? —¡Qué pregunta más tonta del culo era esa! —Él me… mantuvo… Qhuinn se acercó, porque maldita sea, esa voz débil y ronca no llegaba lejos. —Él me mantuvo… con vida… —¿Quién? —… por ti. —¿De quién estás hablando? —Era difícil imaginar que el Omega tuviera una vendetta contra… —Lash. Al oír el nombre, el labio superior de Qhuinn dejó ver los colmillos. Aquel primo, hijo de puta, de ambos… que resultó no ser de sangre en absoluto, sino más bien, el hijo trasplantado del Omega. Cuando niño, el HDP había sido un odioso bravucón. Antes de la transición, en el programa de entrenamiento, había hecho la vida de John Matthew un infierno. ¿Después de la transición?

Su verdadero padre le había dado la bienvenida de regreso al redil y la destrucción absoluta había sido el resultado. Lash era el que había conducido los ataques. Después de siglos en los que la Sociedad Lessening había tenido que buscar arduamente los enclaves de vampiros, ese bastardo había sabido con exactitud adónde enviar a los asesinos… y debido a que había sido adoptado por una familia aristocrática, había diezmado a las clases altas. Pero al parecer Papito y el niño bonito habían tenido un altercado. Mierda, ¿la idea de que Lash hubiera torturado a su hermano? Le daban ganas de volver a matarlo. Cuando Luchas gimió e inspiró profundamente, Qhuinn levantó una mano para… palmearle el hombro o algo por el estilo. Pero no completó el movimiento. —Oye, no necesitas hablar. Esos ojos grises sanguinolentos se clavaron en los de él. —Él me mantuvo vivo… por lo que yo hice… a ti… Abajo, sobre la camilla, las lágrimas se derramaron y comenzaron a caer. Las emociones de su hermano resbalaban por las mejillas, la pena mezclándose con lo que era, sin duda, dolor físico, así como también los narcóticos utilizados para tratarlo. Porque a Qhuinn se le hacía muy difícil pensar que el macho estaría mostrando algo como esto en circunstancias normales. Esta no había sido la forma en que todos ellos habían sido criados. La etiqueta por encima de la emoción. Siempre. —La Guardia de Honor… —Luchas comenzó a llorar en serio—. Qhuinn… lo siento… lo siento.

¡No se suponía que fuéramos a matarlo! Qhuinn parpadeó y regresó otra vez a aquella paliza al lado del camino, aquellos machos con túnicas negras rodeándole y pegándole

violentamente mientras él trataba de protegerse la cabeza y las pelotas. Entonces había terminado en la puerta del Fade, para conocer a su hija. Tan extraño el modo en que las cosas acababan en el punto de partida. Y cómo algunas tragedias daban pie a cosas buenas. En este momento, Qhuinn tocaba a su hermano, apoyando la mano de la daga sobre el delgado hombro. —Shhh… está bien. Estamos bien, está bien… No estaba seguro de si eso era cierto, ¿pero qué más iba a decirle mientras el tío se quebraba? —Él quería… darme vuelta… —Luchas respiró profundamente—. Él me trajo… de regreso. Me desperté en el bosque… sus hombres me golpearon… me hicieron cosas… me pusieron en esa… sangre. Esperé a que ellos regresaran… nunca lo hicieron. —Aquí estás a salvo. —Eso era todo en lo que podía pensar—. No tienes que preocuparte por absolutamente nada… nadie va a conseguir siquiera, acercarse a ti. —¿Dónde… estoy… —En el centro de entrenamiento de la Hermandad. Esos ojos se abrieron de par en par. —¿En serio? —Sí. —Por cierto… —La expresión de Luchas cambió, esas facciones una vez guapas, tensándose aun más—. ¿Qué hay de Mahmen, Papá? ¿Solange? Qhuinn se limitó a negar con la cabeza de un lado a otro. Y en respuesta, una repentina fuerza entró en esa voz frágil. —¿Estás seguro de que están muertos? ¿Estás seguro? Como si él no deseara lo que había sufrido para ninguno de ellos.

—Sí, estamos seguros. Luchas suspiró y cerró los ojos. Mierda. Qhuinn se sintió un poco ruin por mentir, pero a pesar de que las máquinas en la cama sugerían de que su hermano estaba estable, si el macho tiraba la toalla..., él no quería que Luchas pensara en tumbas después de lo que le habían hecho, nadie podría estar seguro de cuántos otros se habían llevado… o cuando. En el silencio, Qhuinn bajó la mirada hacia la mano de su hermano. Ese anillo de sello había sido dejado puesto… puede que porque el nudillo por encima de éste estaba tan hinchado que habrían tenido que cortarlo. El blasón que había sido tallado en oro llevaba los símbolos sagrados con el que sólo las Familias Fundadoras podían señalar su linaje, y sí, madre mía, era completamente demente… y burdamente inapropiado… codiciar la maldita cosa. Después de todo lo que había sucedido, uno pensaría que él estaría asqueado. Sin embargo, tal vez fuera un acto reflejo, un eco de todos esos años de esperar en contra de toda esperanza, que recibiría uno propio. —¿Qhuinn? —¿Sí? —Lo siento… Qhuinn negó con la cabeza, si bien los párpados de Luchas estaban cerrados. —No te preocupes por nada. Estás a salvo. Has regresado. Todo va a estar bien. Cuando el pecho de su hermano subió y volvió a descender como si estuviera aliviado, Qhuinn se frotó el rostro, no se sentía bien con nada de esto. No con el estado de su hermano… o con su regreso.

No era que él quisiera al tío muerto. Torturado. Congelado para siempre. Pero él había dado un portazo a toda esa cosa de la dinámica familiar. La había relegado al fondo de su archivo mental. La había apartado para siempre, para nunca más volver a mirarla. No obstante, ¿qué podría hacer? La vida se especializaba en bolas curvas. Lo desafortunado era que, de algún modo, inevitablemente, éstas terminarían golpeándole las pelotas. *

*

Cuando un suave silbido sonó junto a Blay, él pegó un salto. —Oh! Hola, John. John Matthew hizo gestos con la mano. ¿Cómo están las cosas? Mientras Blay se encogía de hombros, pensaba que podría ser una buena idea volver a levantarse del suelo. Su culo se había adormecido, lo que significaba que era hora de otra de sus caminatas. Refunfuñando mientras se ponía de pie, estiró la espalda. —Supongo que bien. Luchas estaba lo suficientemente despierto después de la cirugía así que Qhuinn está allí dentro ahora.

Oh. Vaya. Mientras Blay se alejaba caminando para dar una vuelta, John se apoyó contra la pared. Llevaba puesto un chándal y el cabello del tío aún estaba húmedo… y tenía una gran marca de mordedura en el cuello. Blay apartó la mirada. Abrió la boca para decir algo. Y se quedó sin tema de conversación. Por el rabillo del ojo, vio a John hacer señas, Entonces, ¿cómo está Saxton?

—Eh, bien. Él está bien… tomando unas pequeñas vacaciones.

Ha estado trabajando muy duro. —Sí, es verdad. —A la vez que tenía la esperanza de que el tema quedase allí, se sentía extraño ocultar algo a John. Aparte de Qhuinn, el tío había sido el amigo más cercano que había tenido… a pesar de que también se habían distanciado durante el último año—. Pero él estará pronto de regreso.

Lo debes extrañar. John apartó la mirada, como si supiera que estaba presionando. Parecía lógico. Blay siempre había evitado cualquier conversación acerca de su relación, desviando la charla hacia otros tópicos. —Sí.

Entonces, ¿cómo lo entrometerme, pero…

está

llevando

Qhuinn?

No

quiero

Blay sólo pudo volver a encogerse de hombros. —Él ha estado ahí dentro durante un rato. Lo tomo como una buena noticia.

¿Y Luchas va a lograrlo? —El tiempo lo dirá, pero al menos consiguieron remendarlo. —Blay sacó sus Dunhills y encendió uno, exhalando lentamente. Cuando no hubo más que un silencio embarazoso, dijo—: escucha, lo siento si estoy teniendo un comportamiento extraño. La verdad era que la marca de la mordida era un recordatorio de lo que iba a tener que pasar y en realidad él no necesitaba eso puesto tan de relieve. La voz de Qhuinn irrumpió en su cabeza. Podríamos ir juntos. ¿Por qué diablos había accedido?

Estás estresado, dijo con señas John mientras fijaba su atención en la puerta. Todos estamos estresados. Todo es… estresante.

Blay frunció el ceño cuando registró el estado de ánimo del macho. —Oye, ¿estás bien? Después de un momento, John dijo a través de las señas. La otra noche sucedió la cosa más extraña. Wrath me llamó a su oficina y me dijo que Qhuinn ya no es más mi ahstrux nohtrum. Quiero decir, está bien, eso es genial… en realidad, facilita las cosas un montón. Pero Qhuinn nunca me dijo nada, ¿y no sé si debiera decirle algo? Tampoco sabía que eso fuera posible. Digo, cuando aquello empezó, era como, “O aceptas esto o estás fuera y punto”, ¿sabes? ¿Se ha dado por vencido? ¿Es por el asunto de Layla? Creí que ellos no estaban emparejados. Blay exhaló una palabrota, el humo del cigarrillo haciendo volutas sobre su cabeza. —No tengo ni idea. Mierda. Esa cosa del emparejamiento probablemente se le debería haber ocurrido a él… y tal vez por ese motivo Qhuinn había saltado de repente cuando V había aparecido. ¿Podrían Qhuinn y Layla emparejarse ahora que la joven estaba bien… La puerta se abrió de par en par y Qhuinn salió, se veía como si hubiera sido pateado en la cabeza. —Oh! Hola, John, ¿cómo estás? Mientras los dos se palmeaban mutuamente el hombro, Qhuinn echó una mirada sobre el hombro, pero luego continuó con un ida-y-vuelta con John. Y entonces Qhuinn y él estaban solos, al marcharse John, un momento después. —¿Estás bien? —dijo Qhuinn. Claramente, la pregunta del momento, ¿verdad?

—En realidad, yo iba a preguntarte eso. ¿Cómo está Luchas? —Blay se sentía de más, completamente inútil en la situación actual y apagó el cigarrillo pisándolo con su shitkicker. Antes de que Qhuinn pudiera contestar, Selena salió de la oficina como si hubiera sido convocada de la casa principal. La Elegida caminó hacia ellos con gracia, pero con determinación, su tradicional atavío blanco fluyendo en torno a sus piernas. —Cordiales saludos, señores —dijo mientras se acercaba—. ¿La doctora Jane me indicó que fui requerida? Mientras Blay exhalaba, se sentía con ganas de asestarse un puñetazo. Esto era lo último que él… —Sí, ambos —contestó Qhuinn. Blay cerró los ojos cuando un impulso repentino lo sacudió. La idea de observar a Qhuinn alimentarse era como una droga en su sangre, soltándole y amenazando con ponerlo duro. Pero realmente, no era… —Al final del pasillo sería genial —murmuró Qhuinn. Bueno, eso era mejor que un dormitorio. ¿Correcto? Más profesional, ¿no? Él necesitaba alimentarse… y Qhuinn, sin duda, también después de todo el drama. Blay se deshizo de la colilla en un cubo de basura y cerró la marcha mientras Qhuinn la encabezaba. Los siguió, sin fijarse en los movimientos de la Elegida. No, en lo más mínimo. Sus ojos estaban pegados a Qhuinn, desde los hombros, a las caderas… al culo… Bueno, esto iba a detenerse. Ahora mismo. Él sólo necesitaba serenarse, alimentarse y dar una excusa para marcharse. ¿Tal vez este plan sería el que en verdad funcionaría?

Atravesaron una puerta. Conversación. Sonrisas educadas, si bien él no sabía lo que le habían preguntado o lo que había respondido. Ah, uno de los cuartos del hospital, cayó en la cuenta. Esto era realmente bueno… un ambiente clínico. Bastaría con tomar la vena y seguir adelante, una función biológica que no necesariamente conduce a otra… —¿Lo siento? —dijo la Elegida, mirándolo con un rostro franco. Genial. Había sido suelto de lengua, pero no había forma de saber cuánto había compartido. —Lo siento —dijo él en voz baja—. Estoy extremadamente hambriento. —En ese caso, ¿os gustaría ser el primero? —preguntó Selena. —Sí, le gustaría —respondió Qhuinn mientras se recostaba contra la puerta. Bueno, allí vas, pensó Blay. Todo resuelto. ¿Cuándo Qhuinn comenzara? Él iba a largarse. Dando un paso adelante, él se preguntó cómo esto iba a llevarse a cabo exactamente, pero Selena lo solucionó, arrastrando una silla y sentándose a la par de la cama de hospital. Copiado… Blay saltó sobre el colchón, su peso desplazando la almohada de la cabecera ligeramente levantada, haciendo rechinar los resortes. Luego su mente dejó de funcionar, lo que fue un alivio. Cuando Selena estiró el brazo y se arremangó la blanca manga, el hambre salió a la palestra, sus colmillos despuntaron en mandíbula superior y su respiración se volvió más profunda. —Por favor, sírvete cuanto gustes —dijo ella plácidamente. —Gracias por el regalo, Elegida —respondió él en voz baja. Inclinándose hacia adelante, él golpeó profundamente… pero tan suavemente como pudo… y con el primer trago supo que había pasado demasiado tiempo. Con un gran aullido, su estómago rugió de

necesidad, su educación se perdió y sus instintos tomaron el control, él chupaba con fuerza, bebiendo más y más rápido, la fuerza aterrizando en sus tripas y esparciéndose desde allí… Sus ojos fueron a Qhuinn. Vagamente, se dio cuenta de que una vez más, uno de sus planes iba a salir rápidamente por la ventana, desaparecido y olvidado. De hecho, había sido una muy mala idea… asumir que no querría volver a follar al tío: la lógica era lo bastante difícil cuando se trataba de un caso de conflicto de emociones. ¿Un deseo sexual total, espoleado por el acto de beber? Él era un gilipollas de primer orden, realmente lo era. Y eso fue especialmente cierto cuando observó la erección de Qhuinn abultarse detrás de la bragueta de los pantalones de cuero de combate. Joder.

Joder. Tío, uno de estos días iba a ser lo suficientemente fuerte como para alejarse. Realmente lo iba a ser, palabra.

Oh, JODER.

Capítulo 67

Mientras Qhuinn observaba el espectáculo, entreabrió la boca y se lamió los labios. Al otro lado de la estrecha habitación, Blay estaba en la cama de hospital, el torso perfecto inclinado hacia adelante para poder compartir la vena de la Elegida; sus manos, esas manos fuertes, capaces y bien entrenadas, sujetando cuidadosamente la frágil muñeca sobre su boca… como si fuera un caballero incluso en medio de la agonía por alimentarse. Conforme continuaba bebiendo, su torso se inclinaba aún más, la caja torácica flexionándose y acomodándose con cada respiración, la cabeza moviéndose sutilmente con cada trago. Todo lo que Qhuinn pudo hacer fue permanecer donde estaba. Él también quería estar encima de ese colchón, girándole el cuerpo de forma que pudiera penetrarlo desde atrás. Quería estar en la garganta del macho mientras Blay tomaba de la Elegida. Quería follarlo durante doce o quince horas seguidas hasta que ambos estuvieran satisfechos. Después de todo el drama con Luchas, este breve e intenso respiro del shock y el dolor era un alivio glorioso y culpable: era demasiado bueno centrar la atención en algo como esto… su mente cansada y su cuerpo exhausto listos para ser revitalizados, así podría volver a la realidad y luchar con fuerza de nuevo. Dios, su hermano… Negando con la cabeza, deliberadamente le dio a su cerebro algo erótico en lo que trabajar: mientras la mano de Blay se movía

furtivamente entre sus piernas y se reacomodaba algo en la bragueta, era clarísimo que estaba completamente excitado. Como si ese delicioso perfume no lo hiciera evidente. Justo cuando Qhuinn estaba a punto de correrse, Blay levantó la cabeza y dejó escapar un resoplido de satisfacción. Luego el macho lamió las heridas punzantes que había ocasionado. ¿Sabes qué?, pensó Qhuinn. A la mierda la alimentación. Todo lo que él necesitaba era a Blay… —¿Y usted, señor? —preguntó la Elegida. Mierda. Tal vez debería hacerlo. Además, Blay estaba en un obvio estado aletargado postalimentación, el cuerpo laxo, la visión borrosa… y Qhuinn se aprovechó de eso, interponiéndose entre el guerrero y la Elegida, frotando el culo contra la dura erección de la polla de Blay a la vez que trepaba a la cama. Mientras Blay dejaba escapar un gemido, Qhuinn se inclinó y tomó la otra muñeca de la hembra. Sosteniéndola con una mano, usó la otra para apartar de un tirón la parte baja de su camiseta… y luego empujar hacia abajo la palma de Blay por el frente de sus pantalones. Qhuinn evitó su propio gemido dando un fuerte tirón a la vena de la Elegida, pero el siseo de Blay se oyó. Tal vez la Elegida asumiría que… Los ojos de Qhuinn se pusieron en blanco cuando Blay lo acarició, la fricción amenazaba con hacerlo correrse en ese mismo momento y lugar… lo cual no era algo que él quisiera hacer delante de Selena. Pero, oh, mierda, esto era… Él puso la mano allí abajo, aquietando el movimiento. Justo cuando Blay acaba de darle un buen apretón en las pelotas.

Qhuinn llegó al clímax en el siguiente trago, el orgasmo se disparó antes de que pudiera pensar en cualquier clase de aburrida y poco atractiva distracción, el placer arrasó con tal fuerza que se hundió dentro de su propia piel. La risita de Blay resultó muy erótica. Como fuera, la venganza iba a ser como un boomerang, se prometió solemnemente Qhuinn. Y al final, no pudo esperar más. Retrajo sus colmillos y dejó de beber antes de saciarse… porque su hambre de algo más había tomado el control y era más que el momento de hacer seguir a Selena su camino. Despedir a la Elegida de un modo cortés pero expeditivo fue una maniobra hecha en piloto automático… él no tenía ni idea de lo que estaba diciendo… pero al menos ella estaba sonriendo y se veía complacida, por lo que debía haber dicho lo correcto. No obstante, él prestó mucha atención a cerrar la puerta con llave. Cuando se dio la vuelta, encontró a Blay estirado y cuidando de sí mismo, su mano subía y bajaba entre sus piernas. Los colmillos aún estaban alargados por la alimentación y los ojos le brillaban debajo de los párpados pesados y ¡santa mierda! él estaba caliente… Se deshizo de las shitkickers. Los pantalones. La camiseta. Blay tuvo un orgasmo incluso antes de que él echara a andar hacia la cama, el macho se arqueó y gimió mientras su cabeza golpeaba sobre la delgada almohada y sus caderas se sacudían. Como Qhuinn con el culo al aire era demasiado que manejar El mejor. Cumplido. Siempre. Qhuinn se abatió sobre la cama, abalanzándose sobre Blay, encontró la boca de terciopelo y la tomó. Las ropas fueron desgarradas… los botones de la bragueta de los pantalones de cuero de Blay saltaron violentamente y aterrizaron como monedas

arrojadas sobre las baldosas, la camisa hecha trizas. Y luego estaban piel contra piel, no interponiéndose nada entre ambos. Mientras se retorcían uno contra el otro, Qhuinn sabía lo que quería. Y estaba demasiado desesperado y hambriento para pedirlo amablemente… o incluso hablar de ello. Todo lo que pudo hacer fue separarse de esa boca, rodar lejos de Blay… y estirar la mano por detrás, empujando al macho sobre él, mientras estiraba una pierna. ¡Quién lo hubiera dicho!, Blay se hizo cargo a partir de allí. Y sabía exactamente qué hacer. Qhuinn se sintió posicionado por manos ásperas… y antes de que se diera cuenta estaba de rodillas, con la cara sobre el colchón y el aliento saliendo trabajosamente de su boca. Todo era tan extraño, dejar que otra persona asumiera el control… y se sintió vulnerable, demasiado, incluso a través del deseo… —¡Oh, joder! —bramó cuando la posesión lo alcanzó, las sensaciones de dolor y placer, la dilatación y la adaptación, mezcladas en un coctel que lo hizo correrse con tanta fuerza que vio las estrellas. Y entonces Blay comenzó a moverse. Qhuinn afirmó sus brazos y se sostuvo, manteniéndose firme mientras el asunto de la virginidad era acabado a conciencia. Oh, tío, esto era un subidón increíble y sólo mejoraba. Cuando los brazos de Blay le rodearon el pecho y lo sujetaron con fuerza, el ángulo cambió, las penetraciones se volvieron más y más profundas, más y más rápidas, la cama comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás contra la pared, el jadeo en su oído se volvió más y más áspero… La cúspide fue el fuego más intentso que él jamás hubiera sentido, el filo no sólo su eyaculación, sino también la de Blay, haciéndolo tensarse por completo, los muslos contraídos, la pelvis inclinada para recibir, sus grandes brazos evitando que ambos cayeran de la cama…

Cuando Blay se corrió, las estocadas se trababan en él con tanta fuerza que la cabeza de Qhuinn golpeaba ruidosamente contra la pared… no era que se diera cuenta ni le importara. Y entonces aquella polla comenzó a sacudirse violentamente… Y Qhuinn se sintió bien y verdaderamente poseído por primera vez en su vida. Era… nada menos que un milagro. *

*

Naturalmente, llevó un rato que Blay se saciara. Y, curiosamente, Qhuinn estaba completamente bien con eso. Cuando las cosas llegaron por fin a una pausa que duró más de un minuto y medio, Qhuinn relajó la tensión de sus brazos y se hundió en la cama, girando sobre su costado. Aparentemente Blay también estaba exhausto, así que su cuerpo siguió el ejemplo y se estiró a sus espaldas. El brazo de Blay permaneció en el lugar. Y lo único que tenía importancia ahora, a pesar de toda la experiencia, era el peso pesado y flojo de esa extremidad. Tendido como estaba, los convertía no en dos machos que habían tenido relaciones sexuales y habían pasado a estar uno al lado del otro… sino en amantes. En realidad, él nunca había tenido un amante antes… y no porque sólo había tocado fondo por primera vez en su vida. Había tenido un montón de sexo. Pero nunca había sido con alguien que quisiera que lo abrazara después. Nunca alguien que él hubiera querido conservar. Seh… Blay era su primer amante verdadero. Y aunque él se hubiera perdido aquel honor cuando llegó hasta el tipo, parecía apropiado que Blay fuera el suyo. Nadie jamás podría quitarle su primera vez… y él se consideraba afortunado. Había oído

rumores de que muchas veces o bien era realmente doloroso —para las hembras— o simplemente semejante a una lucha loca, nada para apuntarse. Esto, él lo recordaría para siempre. A sus espaldas, Blay todavía respiraba profundamente, el calor irradiaba de él, sus cuerpos aún estaban unidos. Y Qhuinn quería aprovechar este espacio tranquilo: muy lentamente… como si al no moverse demasiado rápido, el macho no lo notara… cubrió el antebrazo de Blay con el suyo… y luego apoyó la mano sobre la de su amigo. Cerrando los ojos, rezó para que esto estuviera bien. Para que pudieran permanecer así tan solo un ratito. Mierda, el miedo repentino que sentía era nada menos que una tortura y lo hizo pensar acerca de la naturaleza del coraje. Especialmente, lo poco que había tenido de ello cuando había ido a Blay. Como una bomba, recordó decirle al tío que, a la larga, él sólo se veía con una hembra a largo plazo. Que esa era la razón por la que no podía aceptar lo que Blay le estaba ofreciendo. En ese momento, él había querido decir cada palabra… pero no había parecido muy convencido. Sí, había sido un cobarde en aquel entonces ¿verdad? —Dios, me siento en carne viva —susurró. —¿Qué? —llegó la somnolienta respuesta. —Me siento…. —Expuesto. ¿Si Blay se apartara en este momento? Él se rompería en pedazos que nunca volverían a encajar juntos. Blay soltó un resoplido y tiró con fuerza del brazo, acercando más a Qhuinn, no apartándolo.

—Tienes frío. ¿Estás temblando? —¿Me das calor? Hubo un sonido de arrastrar y entonces una manta fue arrojada sobre ambos. Luego las luces se apagaron. Cuando Blay respiró profundamente y pareció contento de acomodarse para un largo rato, Qhuinn cerró los ojos... y se atrevió a entrelazar sus dedos con los de su mejor amigo, sellando sus manos. —¿Estás bien? —preguntó Blay de una manera amortiguada. Como si no hubiera nada más que una pequeña luz encendida en su cerebro… pero a él no le importó. —Sí. Sólo frío. Qhuinn abrió los párpados en la oscuridad. Lo único que él podía ver era el haz de luz a ras del suelo que entraba por debajo de la puerta. Mientras Blay se quedaba dormido y su respiración se volvía cada vez más lenta, Qhuinn clavó la vista al frente, si bien no podía ver nada delante de él. Coraje. Él pensó que había tenido todo lo que necesitaba… que el modo en que había crecido lo habría hecho más resistente y fuerte que cualquier otro. Que la manera en que hacía su trabajo, entrando corriendo en edificios en llamas o metiéndose en los asientos del capitán de un avión destrozado, lo demostraba. Que el modo en que vivía, esencialmente apartado, quería decir que era fuerte. Que estaba a salvo. Sin embargo, la verdadera medida del coraje aún estaba esperándolo. Despues de demasiados años, finalmente le había dicho a Blay que lo sentía. Y luego, después de demasiado drama, le había dicho al tío que estaba agradecido.

¿Pero dar un paso al frente y decir la verdad acerca del hecho que estaba enamorado? ¿Aunque Blay estuviera con otra persona? Esa era la verdadera línea divisoria de las aguas. Y maldita sea, iba a hacerlo. No para dividir la pareja formada por ellos… no, no era eso. Y no para agobiar a Blay. En este caso, la retribución, tal como se presentaba, era en realidad una promesa. Algo que estaba hecho sin expectativas, ni reservas. Era un salto sin paracaídas, un salto a ciegas, tanto el recorrido como la caída sin red. Blay había hecho eso no una vez, sino varias… y sí, claro, Qhuinn quería volver a cualquiera de esos momentos de vulnerabilidad y golpear a sus anteriores encarnaciones, tan fuerte que su cabeza se despejara y él reconociera la oportunidad que le habían dado. Por desgracia, la mierda no se presentaba de esa manera. Había llegado el momento de que recompensara la fuerza… y con toda probabilidad, soportara el dolor que iba a venir cuando fuera rechazado de un modo mucho más amable de como él lo había hecho. Obligándose a bajar los párpados, se acercó los nudillos de Blay a la boca, rozándolos con un beso. Luego se abandonó al sueño, dejándose caer en la inconsciencia, sabiendo que, al menos durante las próximas horas, estaba a salvo en los brazos de su primero y único.

Capítulo 68

El día siguiente, al caer la noche, Assail se sentó desnudo ante su escritorio, sus ojos trazaban la pantalla del ordenador frente a él. La imagen del monitor estaba dividida en cuatro cuadrantes marcados con norte, sur, este y oeste, y de vez en cuando, manipulaba las cámaras, cambiando el enfoque y la dirección. O tal vez movía las otras cámaras alrededor de la casa. O volvía a las que había estado observando. Después de haber tomado una ducha y haberse afeitado hacía horas, sabía que tenía que vestirse y salir. Aquel lesser con un gran apetito por drogas se estaba armando, alegando que había sido engañado con ese suministro de cocaína. Excepto que los gemelos habían concluido esa transacción en particular de acuerdo con los deseos del asesino… y lo tenían grabado en video. Sólo un poco de precaución había dicho Assail. Así que no sabía de qué se trataba todo esto, pero estaba seguro de que iba a averiguarlo: había enviado la grabación al teléfono del lesser hacía una hora y estaba esperando una respuesta. Tal vez iba a involucrar otra reunión cara a cara. Y su descontento comprador no era el único que se cernía sobre él. Se estaba acercando ese momento del mes en que Benloise y él tenían que hacer su propia cuadratura, una complicada transferencia de fondos que ponía a todo el mundo nervioso, incluyendo a Assail: a pesar de que hacía pagos semanales, solo ascendían a un cuarto de sus actuales compras, y el treinta iba a tener que liquidar el total del balance.

Gran cantidad de dinero en efectivo. Y la gente puede tomar decisiones muy pobres cuando había mucho dinero en juego. También estaba la cuestión de que, por primera vez, iba a querer que los gemelos le acompañaran. Imaginaba que Benloise no iba a apreciar la compañía añadida, pero era adecuado que sus dos socios estuvieran más metidos en el asunto… y este pago iba a ser el más grande que jamás había hecho. Un record que seguro que se rompía si él y ese lesser continuaban haciendo negocios juntos. Assail desplazó el ratón. Cliqueó en uno de los cuadrantes. La cámara enfocó los alrededores, buscando en los bosques detrás de su casa. Nada se movía. Nada de sombras moviendose. Ni siquiera las ramas de los pinos se balanceaban con el viento. Ni rastros de esquís. Ninguna figura oculta espiando. Pensó que ella podría estar observándole desde otro punto. Al otro lado del río. Al otro lado de la carretera. Camino abajo. Distraído, extendió la mano hacia el vial de polvo que mantenía al lado del teclado. Lo había utilizado hacia el final de la tarde, cuando la luz menguante del día había exigido el cambio a la visión nocturna de las cámaras. También lo había utilizado un par de veces desde entonces, sólo para mantenerse despierto. No había dormido en los dos últimos días. ¿O eran tres? Mientras giraba la pequeña cuchara de plata, dibujando un círculo en la base del vial, lo único que consiguió fue el tintineo de metal sobre cristal. Miró el interior. Era evidente que había terminado el suministro.

Irritado por cada simple cosa de su existencia, Assail arrojó el frasco a un lado y se reclinó en su silla. Mientras su mente giraba y la compulsión de ir de una imagen a otra se tensaba como un nudo alrededor de su libertad de elección, fue vagamente consciente de que su cerebro estaba zumbando de una manera muy poco saludable. Sin embargo estaba encerrado. No iba a ninguna parte con bastante rapidez. ¿Dónde estaba su bella ladrona? Seguramente no pudo haber querido decir lo que dijo. Assail se frotó los ojos, y odió la manera en que su mente corría y sus pensamientos rebotaban de un lado de su cráneo al otro. Simplemente no podía creer que ella quisiera mantenerse alejada. Cuando su teléfono sonó, lo buscó con reflejos que eran demasiado rápidos y demasiado contenidos. Y cuando vio quién era, le ordenó a su cerebro que se recompusiera. —¿Recibiste el video? —exigió, en lugar de "hola". La voz de su mayor cliente no fue complacida. —¿Cómo puedo saber cuando fue grabado? —Debes ser consciente de lo que tus hombres vestían en ese momento. —Entonces, ¿dónde está mi producto? —Yo no tengo que responder a eso. Una vez que hago el trato con tus representantes, mi responsabilidad acaba. Entregué la mercancía solicitada en el momento y lugar de mutuo acuerdo, y así concluye mi obligación contigo. Lo que sucede después de eso no es asunto mío. —Si alguna vez te atrapo jodiéndome, te mataré. Assail dejó escapar un suspiro aburrido. —Mi querido amigo, yo no perdería mi tiempo con eso. ¿Cómo obtendrías entonces lo que necesitas? Y para terminar, me permito

recordarte que no hay ningún incentivo para que yo sea deshonesto contigo o tu organización. El beneficio que representas es lo que me importa, y llevaré a cabo el mayor esfuerzo para hacer que los fondos sigan fluyendo. Son negocios. Hubo un largo silencio, pero Assail sabía que no debía suponer que era porque el asesino al otro lado del teléfono estuviera confundido o perdido. —Necesito otro suministro —murmuró el lesser después de un momento. —Y yo con mucho gusto te lo proporcionaré. —Necesito un préstamo. —Ahora Assail frunció el ceño, pero el lesser continuó antes de que pudiera interrumpir—. Suminístrame el siguiente pedido y me aseguraré de que se te pague. —Así no es cómo hacemos negocios. —Aquí va lo que sé acerca de ti y los tuyos. Tienes una pequeña operación que controla un área enorme. Necesitas distribuidores, porque mataste a todos los que estaban aquí antes. ¿Sin mí y mi organización? Sin ánimo de ofender, estás jodido. No puedes empezar a dar servicio a todo Caldwell y tu producto no vale nada si no puedes conseguir que llegue a las manos de los usuarios. —Cuando Assail no respondió de inmediato, el lesser rió en voz baja—. ¿O piensas que eras un desconocido, amigo? Assail apretó el teléfono móvil con fuerza. —Así que estoy pensando que tienes razón —concluyó el asesino—. Tú y yo somos compinches. No necesito lidiar con quienquiera que sea el traficante mayor. Sobre todo en mi... encarnación actual. Sí, el olor haría que Benloise le cerrara la puerta en las narices, pensó Assail.

—Yo te necesito. Tú me necesitas. Y por eso me vas a entregar mi pedido y me darás cuarenta y ocho horas para pagar. Es como has dicho. Sin el otro, estamos jodidos, hermano. Assail enseñó los colmillos, el reflejo de su rostro en el espejo del monitor fue horrible. Y sin embargo, mantuvo la voz serena y tranquila. —¿Dónde te gustaría que nos reuniéramos? Mientras el lesser reía de nuevo, como si estuviera disfrutando de esto, Assail se concentró en la imagen de sí mismo gruñendo. No sería prudente para el asesino volverse codicioso, o tomarse demasiadas libertades. ¿Lo único siempre cierto en los negocios? Que nadie era insustituible. *

*

Cuando Trez despertó, se sentía como si estuviera flotando en una nube, y por un instante, se preguntó si lo estaba. Su cuerpo estaba completamente sin peso, hasta el punto de que no estaba seguro si estaba boca arriba o boca abajo. Un extraño sonido se filtró a través de la niebla.

Shhhscht. Levantó la cabeza, y la orientación vino rápidamente: el resplandor rojo de su despertador le dijo que estaba boca abajo y en diagonal hacia abajo de la cama. Ese sonido se repitió. ¿Qué era? ¿Metal sobre metal? Podía sentir a iAm moverse por el pasillo, la presencia de su hermano tan conocida para él como la suya propia. ¿Y si hubiera

cualquier otra persona en el apartamento o una amenaza de cualquier tipo? iAm se ocuparía de esa mierda. Empujándose, se levantó de la cama y, sí, espera, la habitación giró. Por otra parte, no había absolutamente nada en su estómago. De hecho, era posible que hubiera vomitado hasta el hígado, los riñones y los pulmones durante la migraña. La buena noticia es que el dolor se había ido, y las secuelas, no estaban mal. Algo así como estar borracho, con vestigios de resaca. Cuando entró en el baño, supo que no debía encender las luces. Un poco pronto para eso todavía. La ducha se sintió tan bien que casi la rompió. Y no se molestó en afeitarse, habría tiempo para eso más tarde, después de que echara un poco de combustible en sus entrañas. La bata era agradable, calentita, especialmente mientras cerraba las solapas y se cubría el cuello. Con los pies descalzos, salió de su dormitorio y bajó por el pasillo con suelo de mármol, pero necesitaba saber qué demonios… Trez se detuvo cuando llegó a la puerta de la suite de su hermano. iAm estaba en su armario, sacando las camisas que estaban en perchas. Mientras agarraba otra brazada de la varilla de latón, ese shhhscht sonó de nuevo. Naturalmente, su hermano no pareció sorprendido de que Trez hubiera hecho acto de presencia. Lanzó la carga a la cama. Joder. —¿Vas a alguna parte? —murmuró Trez, su voz demasiado alta en la cabeza. —Sí. Mierda. —Escucha, iAm, no quería… —Estoy empacando lo tuyo también.

Trez parpadeó un par de veces. —¿Ah, sí? —Al menos el tipo no se iba solo. A menos que quisiera la satisfacción de arrojar el equipo de Trez por el balcón. —Nos he encontrado un lugar más seguro. —¿Está en Caldwell? —Sí. Entró el tema de Jeopardy! —¿Quieres darme un código postal? —Lo haría si pudiera. Trez gimió y se apoyó en la jamba, frotándose los ojos. —Tienes un lugar donde ir y ¿no sabes dónde está? —No, no lo sé. Bueno, tal vez no hubiera sido una migraña, sino un accidente cerebrovascular. —Lo siento. No te sigo… —Tenemos —iAm miró su reloj—, tres horas para hacer las maletas. Ropa y cosas personales solamente. —Así que está amueblada —dijo Trez secamente. —Sí. Trez perdió algún tiempo mirando a su hermano ser extra eficiente haciendo el equipaje. Las camisetas fueron descolgadas de las perchas, dobladas con precisión y metidas en el la maleta negra LV Epi. Pantalones, lo mismo. Armas y cuchillos entraron los maletines de acero a juego. A este ritmo, el tipo se iba a hacer con su mierda en una media hora. —Tienes que decirme a dónde vamos. iAm le miró.

—Nos mudamos con la Hermandad. El cerebro de Trez se encendió, y la niebla se despejó en un instante. —Lo siento. ¿Qué? —Nos mudamos con ellos. Trez abrió los ojos de par en par. —Estoy… espera, no he oído bien. —Sí lo has hecho. —Bajo qué autoridad. —Wrath, hijo de Wrath. —Miiiiiierda. ¿Cómo demonios lo has logrado? iAm se encogió de hombros, como si no hubiera hecho nada más que una reserva en un Motel 6. —Hablé con Rehvenge. —No sabía que el macho tenía ese tipo de influencia. —No la tiene. Pero fue donde Wrath, quien apreció nuestro respaldo en esa reunión del Consejo. El rey cree que seríamos un añadido al frente interno. —Está preocupado por un ataque —dijo Trez suavemente. —Tal vez. Tal vez no. Pero lo que sí sé es que nadie nos va a encontrar allí. Trez exhaló. Así que ese era todo el "por qué": su hermano no quería que fuera arrastrado de vuelta al s'Hisbe más de lo que lo quería él. —Eres increíble —dijo. iAm simplemente se encogió de hombros, como era su costumbre. —¿Puedes empezar a empacar tus cosas, o debo hacer la primera tanda?

—No, estoy bien. —Golpeó la jamba y comenzó a alejarse—. Te lo debo, hermano. —Trez. Miró por encima del hombro. —¿Sí? Los ojos de su hermano eran sombríos. —Esto no es algo como sacarte-de-la-cárcel. No puedes huir de la reina. Sólo nos estoy comprando algo de tiempo. Trez se miró los pies descalzos, y se preguntó lo lejos que podría ir si estuvieran cubiertos por Nikes. Bastante lejos. Su hermano era el único lazo que no había cortado, lo único que sentía que no quería dejar atrás a fin de salvarse a sí mismo de una vida dorada de esclavitud sexual. Y en un momento como este, con el tipo habiendo dado un paso al frente, otra vez, de una manera tan… se preguntó si era posible que no pudiera alejarse de iAm. Tal vez iba a tener que ceder a su destino, después de todo. Puta reina. Y su condenada hija. Las tradiciones no tenían sentido. Nunca había conocido a la joven princesa. Nadie lo había hecho. Así era cómo funcionaba… la siguiente en la línea de sucesión al trono era tan sagrada como su madre, porque ella era la que iba a guiarlos al futuro. Y como una rosa rara, nadie podía verla hasta que estuviera debidamente emparejada. La pureza y todo eso. Bla, bla, bla. Una vez que estuviera unida, sin embargo, era libre de salir a la sociedad, libre de vivir su vida dentro del s'Hisbe. ¿El triste hijo de puta que se casara con la perra? Tomaba su lugar dentro de los muros

del palacio, haciendo cualquier cosa que ella quisiera, cuando ella quisiera… suponiendo que no estuviera adorando los pies de su madre en el momento. Sí, era una fiesta. ¿Y ellos pensaban que debería sentirse honrado de que le colgaran ese yugo? En serio. Había convertido su cuerpo en un vertedero de basura en la última década, follando a todos esos humanos y ¿qué era lo realmente molesto? Deseaba que todas las enfermedades de esos molestos Homo Sapiens fueran el tipo de cosas que pudiera contraer. Imposible. Había tenido tanto sexo inseguro como había podido con las otras especies, y todavía estaba sano como un caballo. Lástima. —¿Trez? —iAm se enderezó—. ¿Trez? Habla conmigo. ¿Dónde estás? Trez miró fijamente a su hermano, memorizando la cara inteligente y orgullosa, los ojos insondables y penetrantes. —Estoy aquí —murmuró—. ¿Ves? Extendió las manos y dio un pequeño giro sobre los pies descalzos, con su bata y con su neblina post-migraña desenfocada y borrosa. —¿Qué está pasando en esa mente tuya? —exigió iAm. —Nada. Creo que es genial lo que hiciste. Voy a hacer las maletas y prepararme. ¿Envían un coche o algo así? iAm entrecerró los ojos pero contestó. —Sí. ¿Un mayordomo llamado Fred? ¿O era Foster? —Estaré listo.

Trez se marchó, los restos de ese dolor de cabeza se evaporaron mientras miraba hacia el futuro... y se preocupaba por este último lazo. Pero este movimiento era bueno. iAm tenía razón, se había estado engañando a sí mismo en estos últimos años, consciente de que la princesa estaba madurando, el tiempo pasaba y su hora de la verdad se acercaba rápidamente. Había cosas que podías aplazar. Esta no era una de ellas. Joder, tal vez iba a tener que desaparecer. Incluso si eso le mataba. Además, si su hermano estaba con Rehv en la casa del rey tendría el tipo de apoyo que iba a necesitar si Trez se convertía en fantasma. Y tal vez, ¿después de cómo iba la mierda? El tio se sentiría aliviado de librarse de él.

Capítulo 69

Toda la vida de Qhuinn dio otro giro aproximadamente quince horas después de que perdiera su virginidad. Más tarde, decidió que eso de que las cosas venían en grupos de tres podría ser cierto. Cuando la mierda se estrelló, sin embargo, lo único que quiso hacer fue seguir viviendo… En algún momento durante las horas del día, Blay y él se habían despertado, separado e ido por diferentes caminos. Qhuinn hubiera preferido regresar a la casa principal juntos, pero había tenido que pasar por la habitación de Luchas, y Blay había estado ansioso por volver a su habitación y ducharse. Y en cierto modo, no había sido tan malo, porque Qhuinn había tenido la oportunidad de ver a Layla también. En lo que se refería a su hermano, y a la Elegida, todo estaba tranquilo en ambos frentes: los dos habían estado durmiendo en sus respectivas camas, el color de Luchas era mejor, y por primera vez, cuando Qhuinn había entrado en la habitación de Layla, había sentido el embarazo, la ola hormonal era tan fuerte que le había golpeado tan pronto como entró y se había detenido en seco. Lo que había sido realmente bueno. Ya que no había estado tan feliz sobre lo de ir a la puerta de Blay, con ganas de llamar y entrar… y volver a dormir. En su lugar, había terminado dentro de sus cuatro paredes solo.

En la cama. En la oscuridad. Entrando y saliendo de REM-landia durante las dos horas que tenía antes de que se sirviera la Primera Comida. Así que cuando la puerta se abrió y una hilera de hombres altos vestidos con capas con capuchas negras entraron, su pasado y su presente chocaron, los dos se hicieron intercambiables, de tal manera que el ataque de la Guardia de Honor se alzó de la tumba de su memoria y aterrizó justo en su habitación de la mansión. Inseguro de si estaba soñando o si algo de esto era real, lo primero que pensó fue que se alegraba de que Blay no estuviera con él. El tipo ya le había encontrado muerto a un lado de la carretera una vez. Nadie necesitaba una repetición de aquello. Lo segundo fue que se iba a llevar por delante a todos los que pudiera antes de que por fin terminaran el trabajo con él. Con un grito de guerra, Qhuinn explotó fuera de su cama, su cuerpo desnudo pasó al ataque con tal potencia, que se estrelló con los dos primeros machos. Girando con sus piernas, pateó y soltó puñetazos a todo lo que fuera a por él y hubo una breve satisfacción cuando sus objetivos maldecían y saltaban fuera de su alcance… Algo se cerró alrededor de su pecho desde detrás, y le dio la vuelta con tanta fuerza que los pies abandonaron el suelo y voló en un loco círculo… Hoooooola, pared. El impacto fue una multa de tres puntos a su brillante idea de un contra-ataque, la cara, el torso y las caderas golpearon el yeso tan fuerte, que sin duda dejó una marca de sí mismo en 3-D estilo dibujos animados en la condenada pared. Al instante, palmeó el plano horizontal, dispuesto a apartarse… La mano que se le pegó a la nuca y lo mantuvo quieto bien podría haber sido de acero. No había ni carne ni hueso, incluso mientras se tensaba, su cuerpo se negaba a ser dominado…

—Tranquilizate, imbécil. Sólo quédate quieto, joder, antes de que me vea obligado a hacerte daño. El sonido de la voz de Vishous no tenía ningún jodido sentido. Y luego, abruptamente, por el rabillo del ojo, vio que se había formado un círculo a su alrededor, todas esas túnicas negras le rodeaban, como la presión en su cuello. Pero no estaban atacando. —Relájate —dijo V en su oído—. Respira para mí, vamos, ahora, sólo respira tranquilo. Nadie va a hacerte daño. La conversación ayudó, la voz fría y calmada atravesó la respuesta de lucha-o-huye y bajó el volumen de su rugido de pánico. Como respuesta, Qhuinn comenzó procesaban la adrenalina.

a

temblar,

los músculos

—¿Vishous? —Sí. Soy yo, amigo. Necesitas seguir respirando. —¿Quién… más? —Rhage. —Butch. —Phury. —Zsadist. —Tohr. Todas las voces coincidían con los nombres, aquellos tonos profundos, graves y de no-gilipolleces, se hundieron en su cerebro, le ayudaron a centrarse en una realidad que no implicara el pasado. Y entonces lo último fue el peldaño final de la escalera que le había sacado del derrumbe mental y de vuelta a lo que era real. —Wrath.

Qhuinn fue a girar la cabeza hacia el rey, pero el impulso no le llevó a ninguna parte. —Voy a soltarte, amigo, ¿de acuerdo? —dijo V—. ¿Vas a comportarte? —Sí. —A la de tres. Una. Dos. Tres… Vishous saltó hacia atrás y cayó en una pose de combate cuerpo a cuerpo: brazos arriba, puños listos, postura estable. A pesar del hecho de que el rostro del Hermano estaba cubierto por la capucha, Qhuinn sólo podía imaginar la expresión. No había ninguna duda de que si Qhuinn hacía cualquier movimiento, sería reintroducido en la pared, y ese conocimiento ya había sido bien y verdaderamente hecho, lo que le jodía mucho. Se sentía como unos quince centímetros más plano. Con una maldición, Qhuinn se dio la vuelta lentamente, manteniendo las manos donde la Hermandad podía verlas. —¿Me estás pateando fuera de la casa? No tenía ni idea de qué diablos había hecho, pero con su historia de enojar a la gente, ¿a propósito y por defecto? Podría ser cualquier cosa. —No, idiota —dijo V con una sonrisa. De frente a la hilera de figuras solemnes y encapuchadas, buscó dónde estaban los rostros, haciendo contacto, recordándose que estos eran los tíos con los que había luchado lado a lado, los que siempre había tenido a la espalda, los que trabajaban juntos. Entonces, qué diablos estaba pasando… La tercera figura de la izquierda, levantó el brazo, extendió un largo dedo y señaló al centro del pecho de Qhuinn.

Al instante, Qhuinn estuvo de vuelta en el interior del Cessna, el drama del vuelo terminado, Zsadist vivo y bien, el objetivo alcanzado… el macho señalandolo como ahora. En la Antigua Lengua, Wrath dijo:

—Se te hará una pregunta. Sólo se te hará una vez. Tu respuesta debe resistir el paso del tiempo, se extenderá desde este momento durante toda tu vida para siempre jamás. ¿Estás preparado para que se te pregunte? El corazón de Qhuinn comenzó a tronar. Los ojos miraron a todos lados, no podía creer que esto estuviera… Excepto que... ¿cómo era posible? Basado en sus líneas de sangre y su defecto, no era legal para alguien como él… De la nada, la imagen de Saxton trabajando en la biblioteca todas esas noches le golpeó. Santa… joder. Tantas preguntas: ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Qué pasaba con John Matthew, cuyo pecho ya, por arte de magia, llevaba la marca de la Hermandad? Mientras su mente corría, sabía que tenía que responder, pero mierda, no podía… Con una claridad repentina, pensó en su hija, imaginando la imagen que había visto ante la puerta del Fade. Qhuinn miró a cada uno de los encapuchados de nuevo. Qué irónico, pensó. Hacía casi dos años, una guardia de honor con túnicas negra había sido enviada contra él para asegurarse de que supiera que su familia no lo quería. Y ahora, estos hombres venían para atraerlo a un tipo diferente de redil… uno que era tan fuerte como el de la sangre. —Joder, sí —dijo—. Pregúntame. *

*

La primera pista de Blay de que algo grande estaba pasando fue el sonido de pisadas que pasaron ante su dormitorio: estaba delante de su espejo, afeitándose cuando las oyó acercarse por el pasillo de las estatuas, pesadas, repetitivas, muchas de ellas. Tenía que ser la Hermandad. Entonces, cuando se inclinó sobre el lavabo para enjuagarse la crema de afeitar residual de sus mejillas, algo duro cayó al suelo, al lado, o fue lanzado contra una pared. En lo que seguro como la mierda que parecía la habitación de Qhuinn. Explotando de esa mezcla caliente y frío, envolvió una toalla alrededor de sus caderas mientras salía corriendo fuera de su habitación y se dirigía a… Blay se detuvo en seco. La habitación de Qhuinn estaba oscura, pero la luz del pasillo iluminó... un círculo de túnicas negras que rodeaban al tipo. Mientras era sostenido de bruces contra la pared. El único pensamiento de Blay fue que una segunda Guardia de Honor había llegado para el guerrero… aunque sabía muy bien que era la Hermandad la que estaba bajo todas esas ropas. Tenía que ser, ¿verdad? La voz de Vishous resolvió eso, las palabras del macho eran lentas y tranquilas. Luego Qhuinn fue puesto en libertad. En cuanto se dio la vuelta, estaba blanco como el papel, temblando mientras permanecía desnudo en el centro de ese círculo de figuras encapuchadas. Wrath, cortó el silencio, el tono profundo de barítono del rey llenó la oscuridad.

—Se te hará una pregunta. Sólo se te hará una vez. Tu respuesta debe resistir el paso del tiempo, se extenderá desde este momento durante toda tu vida para siempre jamás. ¿Estás preparado para que se te pregunte?

Blay se llevó la mano de la daga a la boca cuando la abrió de par en par. Esto no podía ser… ¿podía? ¿Le estaban induciendo en la Hermandad de la Daga Negra? Al instante, todo encajó, Saxton trabajando durante todos esos meses, los actos de heroísmo de Qhuinn, John siendo informado de que el tipo ya no era su ahstrux nohtrum. Wrath debía haber cambiado las Antiguas Leyes. Santa puñetera mierda. —Joder, sí. Pregúntame. Blay tuvo que sonreír mientras agachaba la cabeza y volvía a su dormitorio. Dejaría que Qhuinn fuera franco. Cuando cerró la puerta, se quedó contra ella, esperando. Momentos después, los pesados pasos volvieron, pasaron junto a su habitación, se alejaron por el pasillo, desapareciendo... cambiando la historia para siempre. En todos los eones de la Hermandad, nunca había sido inducido nadie que no fuera el hijo de un Hermano y una hembra de sangre Elegida. Qhuinn era técnicamente un aristócrata, incluso habiendo sido abandonado por su familia y con su "defecto", su linaje era lo que era. Pero no tenía el tipo de credenciales de ADN, o nombre de guerrero, como los otros. Y, sin embargo, en el supuesto de que sobreviviera a la ceremonia, regresaría a la mansión como un macho entre iguales, ya no más abandonado. Era bueno que Luchas estuviera vivo para ver esto. Eso iba a importar. Blay se vistió, y cuando miró el teléfono, vio el mensaje de Tohr, diciendo que nadie salía al campo esta noche, y que iban a recibir un par de nuevos compañeros: venían las Sombras para quedarse en la mansión.

Genial. ¿Teniendo en cuenta la inquietud de la aristocracia, y el atentado contra la vida de Wrath? No había nada mejor que tener a esos dos asesinos bajo el mismo techo. Junto con las payasadas de Lassiter, eso significaba que el rey tenía un trío de tipos con capacidades adicionales para protegerle. Con un poco de suerte, Trez y iAm se quedarían de forma permanente. Saliendo de la habitación, bajó corriendo las escaleras y no se sorprendió de encontrar a los doggen corriendo, organizando una fiesta. Se preguntó cuanto tiempo llevaría. Y tío, le gustaría tener algo en que ocupar el tiempo. Vagando por la sala de billar, porque sabía que no debía acercarse a Fritz con una oferta para ayudar con los preparativos, cogió un taco y reunió las bolas. Cuando estaba poniendo tiza en la punta, sonó el timbre de la puerta. —Voy —gritó mientras se llevaba el taco con él, caminando hacia el control de seguridad en la pantalla. Saxton estaba en el porche, el macho parecía descansado y saludable. Blay abrió la puerta. —Bienvenido de vuelta. Hubo un momento de sorpresa en el rostro del otro macho, pero se recuperó rápidamente con una sonrisa. —Hola. Blay no estaba seguro de si deberían abrazarse o no. ¿Estrecharse la mano? —Tenemos que poner fin a esta incomodidad —anunció Saxton—. Ven aquí.

—Lo sé, ¿vale? Después de un rápido abrazo, Blay agarró las maletas gemelas Gucci del macho y subieron la gran escalera, uno al lado del otro. —Entonces, ¿qué tal las vacaciones? —preguntó Blay. —Maravillosas. Fui a casa de mi tía, ¿la que todavía me habla? Tiene una casa en Florida. —Lugar peligroso para los vampiros. No hay muchos sótanos. —Ah, pero ella vive en un castillo de piedra. —Saxton señaló con la cabeza hacia el vestíbulo—. No como este. Las noches eran cálidas, el océano maravilloso y la vida nocturna… Cuando Saxton se detuvo en seco, Blay le miró. —Está bien, lo sabes. Me alegro de que te divirtieras. De verdad. Saxton le miró fijamente, y luego murmuró: —Tú también has estado muy ocupado, ¿no es cierto? Maldito color pelirrojo. Siempre delataba cualquier rubor, y en este momento, su cara estaba en llamas. Mientras giraban a la izquierda frente al estudio de Wrath y se dirigian por el pasillo de las estatuas, Saxton se rió un poco. —Estoy feliz por ti, y no voy a hacer preguntas. Sabía el “quién”, pensó Blay. —Sí. Eso. —¿Qué tal si me pones al día con los chismes? —dijo Saxton al entrar en la habitación—. Tengo la sensación de que he estado fuera desde siempre. —Bueno... prepárate. Luchas. Trez e iAm. Qhuinn y la inducción. Cuando Blay terminó la descarga, Saxton estaba sentado en su cama con la boca abierta.

—Pero tú sabías lo de Qhuinn, ¿verdad? —dijo Blay cuando por fin dejó de informar. —Sí, lo sabía. —Saxton se arregló la corbata, aunque el nudo era perfectamente simétrico—. Y tengo que decir que, a pesar de que no sé tanto como tú sobre cómo es en el campo, todo lo que he oído sugiere que es un honor bien merecido. ¿Entiendo que jugó un papel importante para conseguir salvar a Wrath cuando el intento de asesinato? —Es valiente, eso es cierto. —Entre otras muchas cosas. Cuando Blay miró hacia el pasillo y se imaginó esas figuras encapuchadas agrupadas en torno a su amigo, lo único que podía pensar era... ¿qué demonios iban a hacer con él?

Capítulo 70

Qhuinn no tenía ni idea de dónde estaba. Antes de salir de su habitación, le habían dado una túnica negra e instrucciones para que se pusiera la capucha, clavara los ojos en el suelo y mantuviera las manos entrelazadas detrás de la espalda. No iba a hablar a menos que le hablaran y estaba claro que la forma en que actuaba era parte de cómo le habían juzgado. No siendo un imbécil ni un cobarde. Podía hacer esto. La siguiente parada después de ser conducido por la gran escalera había sido el Escalade de V, lo supo por el olor a tabaco turco y el sonido del motor. Condujeron una corta distancia, lentamente. Y luego le dijeron que saliera, el aire frío se filtró bajo la capucha de su túnica y el dobladillo. Sus pies desnudos recorrieron un tramo de tierra congelada, fría como el hielo y luego un tramo suave y apisonado que no tenía nieve. Guiándose por la acústica, estaba claro que bajaban por un corredor o tal vez una cueva... No pasó mucho tiempo antes de que se detuviera con una sacudida, oyó como se abría una especie de puerta y luego se encontró con una cuesta abajo. Un poco más tarde, le dieron un tirón para que se detuviera por segunda vez y luego hubo otro susurro, como si estuvieran apartando una especie de barrera. Mármol suave bajo sus pies descalzos ahora. Y estaba caliente. También había una suave luz… velas. Dios, el corazón le latía fuerte en los oídos.

Después de varios metros, fue nuevamente detenido y luego oyó sonidos de tela a su alrededor. Los Hermanos quitándose las túnicas. Quería levantar la mirada, ver dónde se encontraban, averiguar que estaban haciendo, pero no lo hizo. Siguiendo las instrucciones, mantuvo la cabeza baja y los ojos fijos en él… Una mano pesada cayó sobre su nuca y la voz de Wrath se disparó en la Antigua Lengua.

—Eres indigno de entrar aquí como estás ahora. Asiente con la cabeza. Qhuinn asintió.

—Di que eres indigno. En la Antigua Lengua, respondió:

—Soy indigno. A su alrededor, los Hermanos dejaron escapar un grito explosivo en la Antigua Lengua, un desacuerdo que le daba ganas de darles las gracias por tenerlos a su espalda.

—Dado que no eres digno —continuó el rey—, deseas llegar a serlo esta noche. Asiente con la cabeza. Asintió con la cabeza.

—Di que deseas llegar a ser digno. —Deseo llegar a ser digno. Esta vez el tremendo grito de los Hermanos fue uno de aprobación y apoyo. Wrath continuó.

—Sólo hay una manera de convertirte en digno, y es la manera correcta y adecuada. Carne de nuestra carne. Asiente con la cabeza. Qhuinn asintió.

—Di que deseas convertirte en carne de nuestra carne.

—Deseo convertirme en carne de vuestra carne. Tan pronto como su voz se desvaneció, comenzó un canto, las voces profundas de la Hermandad se mezclaron hasta formar un acorde perfecto y una cadencia perfecta. No se unió, porque no le habían dicho que lo hiciera, pero cuando alguien se puso delante de él y alguien detrás de él en fila, y luego todo el grupo comenzó a moverse lado a lado, su cuerpo siguió su ejemplo. Moviéndose al unísono, se convirtieron en una sola unidad, sus poderosos hombros desplazándose adelante y atrás al ritmo del canto, balanceando el peso sobre las caderas, la formación comenzando a avanzar. Qhuinn empezó a cantar. No quería, pero simplemente sucedió. Sus labios se separaron, sus pulmones se llenaron y su voz se unió a la de los otros… En el instante que lo hizo, se puso a llorar. Putas gracias por la capucha. Toda su vida había querido pertenecer. Ser aceptado. Ser uno entre muchos que respetara. Lo había deseado con tanta necesidad que la negación de cualquier y toda unión casi lo había matado, y había sobrevivido solamente revolviéndose contra la autoridad, sus costumbres y sus normas. Ni siquiera había sido consciente de renunciar a encontrar alguna vez esta comunión. Y sin embargo, allí estaba, en algún lugar de la tierra, rodeado de machos que le habían... elegido. La Hermandad, los guerreros más respetados de la raza, los soldados más poderosos, la élite de la élite... lo habían elegido a él. Ningún accidente de nacimiento.

Había sido considerado una maldición, ¿pero ser aceptado aquí y ahora? De repente, se sintió como si estuviera entero de un modo que nunca se había sentido antes… Todos a una la acústica cambió, su canto colectivo rebotó alrededor como si hubieran entrado en una enorme cueva con una gran cantidad de espacio abierto. Una mano en el hombro le obligó a detenerse. Y luego el canto y el movimiento se detuvieron, los tonos finales de sus voces se desvanecieron. Alguien le agarró del brazo y lo empujo adelante. —Escaleras —dijo la voz de Z. Subió seis y luego hubo un espacio plano. Cuando fue detenido, fue con el pecho y los dedos de los pies contra lo que parecía ser una pared de mármol del mismo tipo de roca del que estaba hecho el suelo. Zsadist se alejó, dejándolo donde estaba. El corazón le golpeaba contra el esternón. La voz del rey fue fuerte como un trueno.

—¿Quién propone a este macho? —Yo —respondió Zsadist. —Yo —repitió Tohr. —Yo. —Yo. —Yo. —Yo. Qhuinn tuvo que parpadear varias veces, uno por uno, todos los Hermanos hablaron. Cada uno de los putos Hermanos lo habían propuesto.

Y entonces llegó el último. La voz del rey resonó fuerte y clara:

—Yo. Mierda, necesitaba parpadear más. Entonces Wrath continuó, el acento aristocrático de la Vieja Lengua respaldado por su fuerza de guerrero.

—Sobre la base de los testimonios de los miembros reunidos de la Hermandad de la Daga Negra, y sobre las propuestas de Zsadist y Phury, hijos del guerrero de la Daga Negra Ahgony; Tohrment, hijo del guerrero de la Daga negra Hharm; Butch O'Neal, relacionado con la sangre de mi propio linaje; Rhage, hijo del guerrero de la Daga Negra Tohrture; Vishous, hijo del guerrero de la Daga Negra conocido como el Bloodletter, y la mía propia como Wrath, hijo de Wrath, encontramos a este macho ante nosotros, Qhuinn, hijo de Nadie, una nominación apropiada para la Hermandad de la Daga Negra. Como está en mi poder y discreción hacerlo, y es adecuado para la protección de la raza y además, como las leyes han sido reconstruidas para ofrecer lo que es correcto y apropiado, he renunciado a todos los requisitos de linaje. Ahora podemos comenzar. Dadle la vuelta. Descubridlo. Antes de que nadie se acercara a él, Qhuinn cuadró los hombros y se rozó rápido bajo los ojos, era un macho una vez más mientras era girado y le quitaban la túnica… Qhuinn se quedó sin aliento. Estaba sobre un estrado, y la cueva que había delante de él estaba iluminada por un centenar de velas negras, las llamas creaban una sinfonía de luz suave y dorada que titilaba sobre las paredes toscamente labradas y se reflejaba en el piso brillante. Pero eso no fue lo que realmente llamó su atención: justo delante, entre él y el tremendo espacio iluminado, había un altar. En el centro del cual había un gran cráneo.

Era antiguo, el hueso no era blanco como los recién muertos, sino que portaba la pátina oscura y picada de la edad, de lo sagrado y lo venerado. Ese era el primer Hermano. Tenía que serlo. Cuando sus ojos se apartaron, fue golpeado por el asombro: abajo en el suelo, mirándole, estaban los portadores vivientes de la gran tradición. La Hermandad estaba hombro con hombro, los cuerpos desnudos de los guerreros formaban un tremendo muro de carne y músculo, la luz de las velas jugaba a través de su fuerza y poder. Tohr tomó el brazo de Wrath y guió al rey por las escaleras que el propio Qhuinn había subido. —Ponte de espaldas a la pared y agarra las clavijas —ordenó Wrath en inglés mientras era escoltado hacia el altar. Qhuinn obedeció sin vacilar, sintiendo como omóplatos y culo golpeaban la piedra, mientras sus manos rozaban un par de macizas asideras. Cuando el rey levantó el brazo, Qhuinn supo de repente exactamente cómo habían conseguido cada uno de los Hermanos la cicatriz en forma de estrella en su pectoral: Wrath tenía colocado un antiguo guante de plata en su mano, las púas marcaban los nudillos y dentro del puño estaba el mango de una daga negra. Con un mínimo movimiento, Tohr extendió la muñeca de Wrath hacia el cráneo. —Mi señor. Cuando el rey levantó la hoja, los tatuajes rituales que delineaban su linaje captaron la luz brillante, luego la hoja afilada mientras se cortaba la piel. La sangre roja brotó y cayó en una copa de plata que había sido emplazada en la corona del cráneo.

—Mi carne —proclamó el rey.

Después de un momento, Wrath se lamió la herida para cerrarla. Y luego el enorme macho, con su largo cabello hasta la cintura, su pico de viuda y gafas envolventes, fue guiado donde estaba Qhuinn. Incluso sin el beneficio de la vista, de alguna manera Wrath sabía exactamente cómo estaban colocados sus cuerpos, lo alto que era Qhuinn, donde estaba la cara de Qhuinn... Porque el rey alargó la mano para agarrarle con fuerza la mandíbula. Luego, con fuerza brutal, empujó la cabeza de Qhuinn hacia atrás y a un lado, dejando al descubierto su garganta. Ahora sabía para qué eran las malditas clavijas. La sonrisa cruel de Wrath expuso unos normes colmillos, del tipo que Qhuinn nunca había visto antes.

—Tu carne. Con un golpe rápido como el relámpago, el rey se aferró sin piedad, perforó la vena de Qhuinn con un mordisco brutal y luego succionó un trago tras otro. Cuando finalmente retrajo los caninos, se pasó la lengua por los labios y sonrió como un señor de la guerra. Y entonces llegó el momento. Qhuinn no necesitó que le dijeran que se preparara para la adorable paliza. Apretó las clavijas, cuadró los hombros y las piernas, dispuesto a recibir.

—Nuestra carne —gruñó Wrath. El rey no se contuvo. Con la misma precisión infalible, curvó el puño dentro del antiguo guante y lo estampó en el pectoral de Qhuinn, el impacto de los nudillos de púas fue tan grande que los labios de Qhuinn aletearon en el viento que entraba y salía de sus pulmones. La visión se le estrechó durante un momento, pero cuando regresó, tuvo una visión clara como el cristal del rostro de Wrath. La expresión del rey era de respeto y una total falta de sorpresa, como si hubiera esperado que Qhuinn lo aceptara como un macho.

Y así siguió. Tohr estaba el siguiente en la fila, aceptando el guante y la daga, diciendo las mismas palabras, cortándose el antebrazo, sangrando dentro del cráneo, aferrándose a la garganta de Qhuinn, luego golpeó tan fuerte como un camión. Y luego Rhage. Vishous. Butch. Phury. Zsadist. Al final de la misma, Qhuinn estaba sangrando por las heridas en la garganta y el pecho, su cuerpo estaba cubierto de sudor, y la única razón por la que no estaba en el suelo era por la condenada presión que tenía sobre las clavijas. Pero no le importaba que más le hicieran, iba a permanecer de pie, sin importar lo que sucediese. No tenía ni idea de la historia de la Hermandad, pero estaba dispuesto a apostar que ninguno de estos tipos había caído como un saco de arena durante sus inducciones, y a él no le importaba ser el primero en algunos sentidos, pero no en éste. Además, supuso que de momento todo iba bien, los otros Hermanos estaban de pie a su alrededor con una sonrisa de oreja a oreja, como si aprobaran totalmente cómo estaba manejando la mierda, y eso sólo lo volvía aún más decidido. Con un movimiento de cabeza, como si le hubieran dado una orden, Tohr llevó al rey de nuevo hacia el altar y le entregó el cráneo. Levantando la sangre recogida, Wrath dijo:

—Este es el primero de nosotros. Salve a él, el guerrero que dio a luz a la Hermandad. Un grito de guerra estalló de los Hermanos, sus voces combinadas atronaron en la cueva, y luego Wrath se acercó a Qhuinn. —Bebe y únete a nosotros. Roger. Con un repentino aumento de la fuerza, asió el cráneo y miró directo a las cuencas de los ojos mientras se llevaba la copa de plata a la boca. Abriendo el camino a sus tripas, derramó la sangre en la

garganta, aceptó a los machos en su interior, absorbió su fuerza... se unió a ellos. A su alrededor, los Hermanos gruñeron su aprobación. Cuando terminó, devolvió el cráneo a manos de Wrath y se limpió la boca. El rey rió profundamente en su enorme pecho. —Vas a querer aferrarte a esas clavijas de nuevo, hijo... Yyyyyyyyyyyyyyy eso fue lo último que oyó durante un rato. Como un relámpago saliendo del cielo y perforándole la cabeza, un repentino estallido de energía le golpeó, sobrepasando todos sus sentidos. Dio un salto hacia atrás, buscando las clavijas y aferrándose a ellas justo cuando su cuerpo comenzaba a sufrir convulsiones… Tenía toda la intención de permanecer consciente. Pero, por desgracia... lo siento, Charlie. La vorágine era demasiado grande. Mientras su cuerpo se sacudía y su corazón tartamudeaba, su mente se desinfló como un petardo, ¡Boom! Se apagaron las luces.

Capítulo 71

—¿Sola, por qué no me has dicho que tenemos visitas? Sola se detuvo mientras dejaba su mochila en la encimera de la cocina. A pesar de que su abuela estaba esperando, claramente, una respuesta, no iba a darse la vuelta hasta estar segura de que su expresión no mostraba nada de la sorpresa que estaba sintiendo. Cuando estuvo preparada, giró sobre una bota. Su abuela estaba sentada en la pequeña mesa, la bata rosa y azul coordinada con los rulos en su pelo y las cortinas floreadas detrás de ella. A los ochenta, tenía la cara dignamente arrugada de una mujer que había vivido a través de trece presidentes, una Guerra Mundial e innumerables luchas personales. Sin embargo, sus ojos ardían con la fuerza de un inmortal. —¿Quién vino a la puerta, vovó? —preguntó. —El hombre con el cabello negro —su abuela levantó con pesadez su mano nervuda y rodeó sus rulos. Mierda. —¿Cuándo pasó por aquí? —Era muy agradable. —¿Dejó su nombre? —Así que no le esperabas. Sola respiró profundamente y rezó para que el estado neutral permaneciese en su lugar a pesar del tercer grado. Diablos, después de haber vivido con su abuela durante unos cuantos años, se pensaría

que estaba acostumbrada al hecho de que la mujer fuese una calle de un solo sentido cuando empezaba con las preguntas. —No estaba esperando a nadie, no. —Y la idea de que alguien hubiese venido a llamar le hizo poner la mano en su bolsa. Allí tenía una nueve con mira láser y silenciador… y eso era una cosa muy buena —. ¿Qué aspecto tenía? —Muy grande. Y el pelo oscuro. Ojos hundidos. —¿De qué color eran? —Su abuela no veía del todo bien, pero seguro que recordaría eso—. ¿Él…? —Como nosotras. Habló conmigo en español. Tal vez aquel erótico hombre al que había estado siguiendo era bilingüe… pongamos que trilingüe, dado su extraño acento. —¿Así que dejó su nombre? —No era que eso fuera a ayudar. Ella no sabía cómo se llamaba el hombre al que había estado siguiendo. —Él dijo que le conocías y que volvería contigo. Sola miró el reloj digital del microondas. Era justo antes de las diez de la noche. —¿Cuándo se pasó? —No hace mucho tiempo. —Los ojos de su abuela se entrecerraron —. ¿Has estado viéndole, Marisol? ¿Por qué no me lo dijiste? En ese momento, todo se convirtió en portugués, su forma de hablar entrecortada superponiéndose, todo tipo de yo-no-me-estoycitando-con-nadie entrelazándose con por qué-simplemente-nopuedes-casarte. Habían tenido la discusión tantas veces que básicamente sólo reasumieron sus partes bien-practicadas en este juego conocido. —Bueno, me gustó —anunció su abuela mientras se levantaba de la mesa y golpeaba la superficie con sus palmas abiertas. Cuando la caja de servilletas llena de Vanity Fair saltó, Sola quiso maldecir—. Y creo que deberías traerlo aquí para una cena adecuada.

Podría, abuela, pero no conozco al tipo… ¿y te sentirías de la misma forma si supieses que es un criminal? ¿Y un playboy? —¿Es católico? —preguntó su abuela desde la salida.

Es un traficante de drogas… así que si es católico, tiene unos increíbles poderes de reconciliación. —Parece un buen chico —dijo vovó sobre el hombro—. Un buen chico católico. —Y eso era todo… por ahora. Mientras las zapatillas se arrastraban a través de las escaleras, sin duda hubo todo tipo de hacer la señal de la cruz. Ella tan sólo pudo imaginarlo. Con una maldición, Sola bajó la cabeza y cerró los ojos. En algún nivel, no podía imaginar a aquel hombre todo cálido y vago sólo porque una pequeña y vieja mujer brasileña abrió la maldita puerta. Católico, su culo. —Maldita sea. De todas formas, ¿quién era ella para ser una santurrona? También era una criminal. Lo había sido durante años… y el hecho de que hubiera tenido que proveer para ella y su abuela no justificaba todo el allanamiento. Quién apoyaba al hombre misterioso, se preguntó cuando el perro del vecino de la puerta de al lado empezó a ladrar. ¿Esos gemelos? Ellos parecían realmente autosuficientes. ¿Tenía hijos? ¿Una esposa? Por alguna razón, eso la hizo estremecerse. Cruzando los brazos sobre el pecho, se quedó mirando el suelosobre-el-que-podrías-comer que su abuela limpiaba cada día. Él no tenía derecho a venir aquí, pensó ella. Por otra parte, ella había visitado su casa sin ser invitada, ¿no?... Sola frunció el ceño y elevó los ojos. La ventana que estaba enmarcada por esas semi-cortinas color rosa con volantes era negra

azabache porque ella aún no había encendido ninguna de las luces del exterior. Pero sabía que había alguien allí. Y sabía quién era. Sin respiración suficiente, el corazón empezando a latir rápido, se llevó la mano a la parte delantera de la garganta por alguna razón. Date la vuelta, se dijo a sí misma. Huye. Pero… no lo hizo. *

*

No se suponía que Assail fuese a la casa de su ladrona. Pero el dispositivo de rastreo todavía estaba en su Audi y cuando le informó de que ella había vuelto a la dirección, fue incapaz de no materializarse allí. Sin embargo, él no quería ser visto, así que eligió el patio trasero, y cuan fortuito, cuando su ladrona entró a la cocina, obtuvo una vista completa de ella… al igual que de su compañera de piso. La hembra humana mayor era bastante encantadora de alguna anciana forma, con el pelo lleno de rulos, la bata brillante como un día de primavera, el rostro hermoso a pesar de la edad. Sin embargo, no estaba feliz mientras estaba sentada a la mesa y miraba al otro lado, a lo que Assail suponía que tenía que ser su nieta. Se intercambiaron palabras y él sonrió un poco en la oscuridad. Mucho amor entre ellas dos… y también mucho enfado. Y ese no solía ser el camino con los parientes mayores, tanto si eras humano como vampiro. Oh, qué aliviado se sintió al saber que no vivía con un macho. A menos, claro, que ese al que había conocido en el restaurante también se quedase en la casita.

Cuando gruñó suavemente en la oscuridad, el perro de la casa de al lado empezó a ladrar, advirtiendo a sus dueños humanos de aquello de lo que no eran conscientes. Un momento después, su ladrona se quedó sola en la cocina, la expresión de resignación y frustración. Mientras estaba de pie allí, con los brazos cruzados, sacudiendo la cabeza, se dijo a sí mismo que debería irse. En cambio, hizo lo que no debería. Pasó a través del cristal con su mente y dio rienda suelta a su necesidad. Al instante, ella respondió, ese cuerpo esbelto enderezándose de su apoyo contra el mostrador, sus ojos girando hacia él a través de la ventana. —Ven a mí —dijo él en el frío. Y ella lo hizo. La puerta trasera crujió cuando ella la abrió con la cadera, obligando a la esquina inferior a esculpir un sector circular en la nieve del suelo. Su olor era ambrosía para él. Y mientras cerraba la distancia entre ellos, el cuerpo le hervía con lujuria depredadora. Assail no se detuvo hasta que estuvo a pocos centímetros de ella. De cerca, pecho con pecho, ella era mucho más pequeña que él; sin embargo, el efecto que tenía sobre él era descomunal. Sus manos se curvaron; sus piernas se tensaron; el corazón le latía con sangre caliente. —No pensé que te iba a verte otra vez —susurró ella. Su polla se endureció aún más, sólo por el sonido de su voz. —Parece que tenemos asuntos sin acabar. Y eso no involucraba dinero, drogas o información.

—Quise decir lo que te dije. —Se echó el cabello hacia atrás, como si estuviera teniendo dificultades para quedarse quieta—. No más espionaje por mi parte. Lo prometo. —Ciertamente, me has dado tu palabra. Pero parece que echo de menos tener tus ojos sobre mí. —El pequeño siseo de ella cruzó el frío aire entre sus bocas—. Entre otras cosas. Ella apartó la mirada rápidamente. Miró hacia atrás. —Esto no es una buena idea. —¿Por qué? ¿Por ese humano con el que estabas cenando la noche pasada? Su ladrona frunció el ceño… probablemente por el uso de la palabra humano. —No. No por él. —Así que él no vive aquí. —No, sólo mi abuela y yo. —Lo apruebo. —¿Por qué tendrías alguna opinión en esto? —Me lo pregunto cada día —murmuró él—. Pero explícame, si no es por ese hombre, ¿por qué no deberíamos vernos? Su ladrona se retiró el pelo sobre el hombro otra vez y sacudió la cabeza. —Tú eres… un problema. —Lo dice una mujer que casi siempre está armada. Ella levantó la barbilla. —¿Crees que no vi esa hoja ensangrentada en tu vestíbulo trasero? —Oh, eso. —Rechazó el comentario con un gesto de la mano—. Sólo me estaba encargando de negocios. —Pensé que lo habías matado.

—¿A quién? —Mark… mi amigo. —Amigo —se escuchó a sí mismo gruñir—. Es eso lo que es. —¿Entonces a quién mataste? Assail sacó un cigarro a la luz, pero ella le detuvo. —Mi abuela lo olerá. Él miró arriba a las ventanas cerradas del segundo piso. —¿Cómo? —Simplemente no, por favor. Aquí no. Aceptó con una inclinación de cabeza… aunque no podía recordar declinar nunca uno por nadie. —¿A quién mataste? Esto fue preguntado objetivamente, sin la histeria que uno podía esperar de una hembra. —No es nada que te concierna. —Mejor que no lo sepa, eh. ¿Dado que él era de una especie diferente que ella? Sí. Ciertamente. —No era nadie que conocieras. Sin embargo, te diré que tenía motivos. Él me traicionó. —Así que se lo merecía. —No era una pregunta; sino una declaración de aprobación. Él no podía evitar aprobar como se tomaba ella las cosas. —Sí, lo hacía. Hubo un momento de silencio y luego él tuvo que preguntar. —¿Cuál es tu nombre? Ella rio.

—¿Quieres decir que no lo sabes? —¿Cómo me habría enterado? —Buen punto… y te lo diré si me explicas que le dijiste a mi vovó. — Ella se abrazó el torso como si tuviera frío—. Ya sabes, le has gustado. —¿A quién le he gustado? —A mi abuela. —¿Cómo va a conocerme siquiera? Su ladrona frunció el ceño. —Cuando viniste antes de ahora. Ella dijo que pensaba que eras un buen hombre, y que quería invitarte para que volvieses a cenar. —Esos sorprendentes ojos oscuros volvieron a ella—. No es que esté defendiendo… ¿Qué? Hey, ay. Assail se obligó a aflojar la presión, sin ser consciente de haberle sujetado el brazo. —No vine antes. En ningún momento he hablado con tu abuela. Su ladrona abrió la boca. La cerró. La abrió otra vez. —¿No estuviste aquí esta noche? —No. —¿Entonces quién diablos me está buscando? Cuando una enorme necesidad de proteger se apoderó de él, sus colmillos se alargaron y su labio superior empezó a curvarse hacia atrás… pero se contuvo, calmando el espectáculo exterior de sus emociones internas. De repente, cabeceó en dirección a la cocina. —Vamos dentro. Ahora. Y me dirás más. —No necesito tu ayuda. Assail la miró desde su altura superior.

—Deberías tenerla de cualquier forma.

Capítulo 72

Trez no estaba acostumbrado a que le llevara un chofer. Le gustaba conducir él mismo. Estar al mando. Elegir la izquierda o la derecha. Sin embargo, esa clase de auto-determinación no estaba en el menú esta noche. Por el momento, estaba en un paseo fantástico en la parte trasera de un Mercedes del tamaño de una casa. Delante, Fritz, ya que ese era su nombre, conducía como un murciélago salido del infierno, no era exactamente algo que esperaras de un mayordomo que parecía que tenía siete mil años. Por ahora, dado que Trez todavía estaba un poco mareado por el dolor de cabeza de anoche, suponía que estaba bien ser un pasajero. Pero si iAm y él iban a vivir allí, iban a tener que saber dónde estaba la maldita propiedad… A. La. Mierda. Por alguna razón, sus sentidos estaban captando un cambio en la atmósfera, algo hormigueaba en los bordes de su conciencia, una advertencia. Y vaya, fuera de la ventanilla, el paisaje iluminado por la luna parecía ondular, una distorsión vital que alteraba su visión. Revisó con los ojos el interior del Mercedes. Todo estaba bien: el grano del cuero negro, los nudos de nogal, la separación que había sido levantada exactamente como debía aparecer. Así que a sus nervios ópticos no les pasaba nada.

Volviendo a mirar al exterior, supo que la distorsión no se debía a la niebla que había aparecido. Ni tampoco a esa mierda rara de aguanieve. No, esta mierda no era el tiempo, era algo completamente distinto... como si el miedo hubiera cristalizado en las propias partículas del aire y estuviera provocando que el paisaje cambiara de forma. Pensó que era una agradableeeeeeee cubierta protectora. Y aquí había asumido que él y su hermano eran los únicos con trucos bajo la manga. —Estamos cerca —dijo. —¿Qué es esta cosa? —murmuró iAm mientras también miraba por la ventana. —No lo sé. Pero tenemos que conseguir un poco. De repente, el coche empezó a subir, lo que, dada la velocidad del Anciano con pie de plomo, pareció la puesta en marcha de una montaña rusa. Aunque no alcanzaron la cima y siguieron la caída libre desde arriba. De la nada, se materializó una mansión de piedra maciza, lo hizo con tanta rapidez que Trez se aferró al reposabrazos y se preparó. Sin embargo, su chofer sabía exactamente dónde estaban y la distancia que se requería para detener el Benz. Con la experiencia de un conductor especialista de Hollywood, el mayordomo giró el volante y pisó los frenos, aparcando entre un GTO por el que Trez tuvo una inmediata erección de... y un Hummer que parecía una escultura abstracta más que cualquier cosa manejable. —Tal vez cometió sus errores en eso —dijo Trez secamente. Cuando las cerraduras se abrieron, iAm y él salieron al mismo tiempo.

Tío. Vaya chabola, pensó Trez mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y miraba hacia arriba, arriba, muy arriba. En comparación con el enorme montón de piedra, se sentía del tamaño de un pulgar. Es más, como el pulgar de un niño de dos años. Cerniéndose en lo alto, en el frío de la noche, con gárgolas vigilando desde el alero, un par de alas de cuatro pisos de aspecto siniestro se extendían desde ambos lados, el lugar parecía ser exactamente igual a lo que se esperaba del lugar donde vivía el rey de los vampiros: horripilante, espeluznante y amenazante. Era como toda esa mierda de Halloween, pero de verdad. La gente de allí mordía y no sólo cuando se lo pedías. —Guay —dijo Trez, sintiéndose como en casa. —Sires, ¿por qué no se dirigen dentro? —dijo el mayordomo alegremente—. Yo me encargaré del equipaje. —No —respondió Trez mientras se dirigía hacia el maletero—. Tenemos un montón de mierda… eh, cosas. Era un poco difícil maldecir delante de un hombre con frac. iAm asintió. —Nosotros nos encargaremos de esto por usted. El mayordomo miró de uno a otro, con la sonrisa todavía firme. —Por favor, entren para la manejaremos estas cosas mundanas.

celebración,

sires.

Nosotros

—Oh, no, podemos… —Sí, quiero decir, no llevará…. Fritz parecía confundido, y luego, un poco asustado. —Pero, por favor, sires, deben unirse a los demás. Yo me encargaré de esto. Es mi posición dentro del hogar. La angustia parecía tan fuera de lugar, pero no era como si se pudiera discutir sin provocar más malestar, era evidente que el tipo

iba a sufrir un coágulo si llevaban su propio equipaje a través de esa puerta. A donde fueres… pensó Trez. —Bueno, sí, gracias. —Sí, muchas gracias. La sonrisa entrañable y amplia volvió de inmediato. —¡Muy bien, sires! Muy bien. Cuando el mayordomo indicó el camino a la puerta, como si el propósito de esa gran entrada como de catedral fuera un misterio, Trez se encogió de hombros y se dirigió hacia las escaleras. —¿Crees que nos dejará limpiarnos nuestros propios culos? —dijo en voz baja. —Sólo si no nos ve a ir al baño. Trez soltó una carcajada y echó un vistazo. —¿Ha sido una broma, iAm? ¿Eh? Creo que lo era. Después de darle un codazo a su hermano, y conseguir un gruñido como respuesta, extendió la mano y agarró la pesada manilla de la puerta. Se sorprendió un poco al ver que no estaba cerrada con llave, pero claro, con ese… lo que fuera… por todas partes, ¿por qué necesitarías algo como cerraduras y esas cosas? Ningún chirrido cuando abrió, y eso no fue una sorpresa. El lugar estaba embellecido como un jardín al milímetro, todo completamente paleado, todo rociado con sal, todo absolutamente ordenado. Por otra parte, ¿con ese mayordomo a cargo? Una pelusa probablemente era una emergencia nacional. Dejando atrás el frío, se encontró en una pequeña antesala con un piso de mosaico y un techo alto, frente a una estación de control que incluía una cámara. Sabía para qué era, y empujó su careto justo en su campo de visión.

Al instante, la puerta interior, que podría haber rodado en la bóveda de un banco en lo que se refería al peso, se abrió de par en par. —¡Hola! —dijo una hembra—. Ya estáis aquí. Trez apenas si notó a Ehlena mientras tomaba nota de lo que había detrás de ella. —Eh… ¿cómo estás? No oyó su respuesta. Oh... vaya. Oh... qué hermoso color. Trez era incapaz de adelantarse, pero lo hizo… a la más increíble maravilla arquitectónica que había visto nunca. Grandes columnas de malaquita y mármol se alzaban hasta un techo más alto que los cielos. Lámparas de cristal y apliques dorados brillaban. Una escalera de color rojo sangre tan grande como un parque de la ciudad se levantaba desde un piso de mosaico que parecía dibujar… un manzano en flor. Tan adusto como era el exterior, el interior era absolutamente resplandeciente. —Compite con el palacio —dijo iAm con asombro—. Oh, Ehlena, hey, nena. Trez fue vagamente consciente de su hermano abrazando a la shellan de Rehvenge. Y había otras personas dando vueltas, hembras en su mayoría, pero reconoció a Blay y un hombre rubio, junto con John Matthew, y, por supuesto, Rehv, que cruzaba el suelo con la ayuda de su bastón. —La fiesta no es para vosotros dos, pero podéis fingir que sí. iAm y Rehv se abrazaron, pero de nuevo Trez no estaba prestando atención. De hecho, el arco iris de color de oh-Dios-mío también había desaparecido por completo.

De pie en el arco de lo que parecía ser un comedor formal, la Elegida que había visto en el Gran Campamento de Rehv estaba hablando con otra persona que también vestía una túnica blanca. La visión de Trez se estrechó y algo más, sus ojos se prendieron de ella y se quedaron allí. Mírame a mí, deseó. Mírame. En aquel momento, como si sintiera la orden, la Elegida le miró. Trez se endureció al instante, su cuerpo se hinchó con la necesidad de ir a por la hembra, recogerla y llevarla a un lugar privado. Dónde pudiera marcarla. La voz de iAm era exactamente, justamente, lo que no necesitaba escuchar en su oído: —Sigue sin ser para ti, hermano. A la mierda, pensó Trez mientras su Elegida volvía a centrarse en la hembra con quien había estado hablando. Iba a tenerla, aunque le matara. ¿Y si todo se reducía a eso? Bueno, la vida no era realmente una fiesta en este momento, ¿verdad? *

*

Cuando Qhuinn recuperó la conciencia, estaba tumbado sobre el altar. El cráneo estaba justo al lado de su cabeza, como si el primer hermano estuviera cuidándole mientras se recuperaba de la bebida. Parpadeando para aclarar la visión, se dio cuenta de que estaba mirando a una pared de nombres, cada centímetro cuadrado de la gran losa de mármol contra la que había estado, estaba grabada con nombres en el Antiguo Idioma. Bueno, excepto donde estaban las dos clavijas.

En cuanto se sentó y balanceó las piernas, su espalda crujió y la cabeza le dio vueltas. Frotándose la cara, saltó y caminó hacia adelante... hasta que pudo tocar los grabados. —Estás abajo en el otro extremo —dijo Zsadist detrás de él. Qhuinn se dio la vuelta. La Hermandad estaba una vez más, junta, cada uno de ellos sonriendo como un hijo de puta. El acento bostoniano de Butch resonó: —Es vertiginoso ver tu nombre allí. Tienes que verlo. Qhuinn se dio la vuelta. Efectivamente, después de dirigirse a la derecha, se encontró el nombre del policía... y luego el suyo. Sus piernas se aflojaron y se dejó caer, de rodillas ante la alineación precisa de los símbolos. Luego miró al otro lado de la pared, los distintos nombres que desaparecían en la nada, un patrón único y coherente en todo el mármol. Al igual que la Hermandad. No había individuos en ella, el grupo era el todo. Y él era parte de ello. Maldita sea... estaba allí. Qhuinn estaba listo para una experiencia transformadora, algo parecido a las frases de la gran campanada de “Tú perteneces” siendo golpeado en su pecho, o tal vez una alegría mareante… o mierda, un montón de “Tú eres el hombre” cantado en su cerebro. No sucedió. Estaba contento, sí. Estaba orgulloso, joder, sí. Estaba listo para salir y luchar como un hijo de puta. Pero cuando se puso de pie, se dio cuenta de que a pesar de la renovada totalidad, parte de él se mantenía separado y desprotegido. Por otra parte, habían sido un par de días cojonudos, como si el destino hubiera puesto su vida en la licuadora y estuviera ocupado haciendo salsa de su culo. ¿Tal vez era más porque nunca había sido bueno con eso de la emoción? Y nada iba a cambiar eso.

Al menos no estaba huyendo. Yendo con los Hermanos, consiguió tantos golpes en la espalda y en el pecho que supo cómo se sentía un defensa después de practicar. Y entonces cayó en la cuenta... iba a casa con Blay. Santa María Madre de Dios, por tomar prestada una frase del poli, estaba tan dispuesto a clavar los ojos en ese tipo. Tal vez escabullirse y decirle cómo era, aunque probablemente no tenía que hacerlo. Tal vez ir a su habitación después de que la fiesta terminara y... um, sí... un rato. Bien, ahora estaba excitado. Rhage le arrojó su túnica negra. —Así que, bienvenido al manicomio, lamentable hijo de puta. Estás atrapado con nosotros para toda la vida. Qhuinn frunció el ceño y pensó en John. —¿Qué pasa con mi posición ahstrux nohtrum? —Desaparecida —dijo V mientras también se vestía—. Eres un hombre libre. —¿Entonces John lo sabía? —No que fueras a recibir este tipo de promoción. Pero se le dijo que ya no podías ser su soldado privado. —Cuando Qhuinn se tocó el tatuaje bajo los ojos, V asintió—. Sí, vamos a cambiar eso, es algo así como una licencia honorable, no una muerte o despido. Oh, genial. Mejor eso que una carta de despido en el centro del pecho y una tumba poco profunda. Mientras salían, Qhuinn echó un último vistazo a la cueva. Era tan raro, sí, él era historia sucediendo, pero esto también se sentía como la culminación de todas esas noches luchando con los Hermanos, una lógica interna hacía que este evento extraordinario pareciera… inevitable.

Regresando por donde habían venido, Qhuinn pronto se encontró en un pasillo lleno de estanterías desde el suelo al techo superalto. —Jesús... Cristo —susurró mientras abarcaba todas las jarras de lessers. Todo el mundo se detuvo. —¿Las jarras? —preguntó Wrath. —Sí —dijo impresionado.

Tohr

con

una

risita—.

Nuestro

chico

parece

—Debería —murmuró Rhage mientras se ataba el cinturón de la túnica—. Somos impresionantes. Múltiples gemidos en ese punto. Ojos en blanco. —Al menos no ha sacado lo de las “pelotas asombrosas” —murmuró alguien. —Eso es de Lassiter —fue la respuesta. —Tío, ese hijo de puta tiene que dejar de ver Nickel-jodido-odeon. —Entre otras cosas. —Concentraos, gente —interrumpió Rhage—. ¿Podemos hablar un momento? Gruñidos de aprobación sustituyeron las quejas, los sonidos guturales se alzaron y se entrelazaron con los recuerdos de sus enemigos muertos. —Piensa —dijo Tohr mientras ponía un brazo alrededor de los hombros de Qhuinn— que ahora puedes poner las tuyas aquí. —Buen trato —murmuró Qhuinn mientras revisaba todos los diferentes tipos de contenedores—. Buen trato. Salieron por las puertas, que eran antiguas y el tipo de cosa que necesitaría un par de horas de soplete para atravesarlas. Luego hubo otro obstáculo que fue hecho a un lado, uno seguro que parecía la pared de la cueva, y vaya, salieron de un rincón poco profundo en la

tierra, y estuvieron de vuelta al Escalade. Les llevó un rato conducir a través del bosque, y en el instante que las luces de la mansión aparecieron a la vista, comenzó a excitarse, su cuerpo sacudiéndose hacia adelante en su asiento, la mano buscando el cierre de la puerta. El SUV apenas había frenado cuando salió disparado. La risa brotó de la Hermandad mientras salían de forma más razonable, siguiendo su estela mientras él subía los escalones saltando. En la gran entrada principal, abrió la puerta de golpe y se disparó al vestíbulo, lanzando su cara a la cámara de seguridad. Detrás de él, oyó las voces de los Hermanos… Sus hermanos, ahora. ¿Verdad? Sus hermanos estaban riendo mientras se unían a él, y Fritz, abrió la puerta interior. Qhuinn casi atropelló al mayordomo al saltar dentro. Gran cantidad de caras sonrientes, las shellans de la casa, la reina, doggen por todas partes... iAm, Trez, y Rehv con Ehlena... Buscó el pelo rojo, buscando en el comedor y luego al otro lado de la sala de billar. Donde… Qhuinn se detuvo. En el lado opuesto de la mesa de billar, en el sofá que daba a la TV montada sobre la chimenea, Blay y Saxton estaban sentados lado a lado. Sus rostros estaban vueltos el uno al otro, un par de gin-tonics en sus manos, parecía como si los dos estuvieran inmersos en una profunda discusión. Bruscamente, Blay se echó a reír, inclinando la cabeza hacia atrás... En ese momento, miró a Qhuinn. Al instante, su expresión se endureció. —¡Felicidades!

El sonido de la voz de Layla le despertó y se volvió hacia ella ciegamente, su mente confundida, aunque no debería, había sabido todo el tiempo que Saxton regresaría después de sus vacaciones. —¡Estoy tan feliz por ti! —Cuando Layla le abrazó, la rodeó con los brazos automáticamente. —Gracias. —Él se apartó y se frotó el pelo—. Entonces, ah, ¿cómo te sientes? —¡Con nauseas y fabulosa! Qhuinn se hundía por dentro, tratando de encontrar la alegría en el embarazo. —Estoy tan contenta. Estoy muy contenta.

Capítulo 73

Sola chocó con el fogón mientras metia al hombre en su casa. Y luego como parte de su rectificación de rumbo, se golpeó con la silla en la que había estado su abuela… pero al menos eso fue capaz de disimularlo al tirar de ella y sentarse. —Tú tampoco me has dicho tu nombre —susurró ella, aunque los nombres propios eran lo último que tenía en mente. El hombre se reunió con ella al otro lado de la mesita. Entre sus ropas caras y el enorme tamaño, lo hacía parecer todo endeble, desde el tramo laminado que los separaba, hasta los asientos y la cocina. La casa entera. Él le tendió la mano por encima de la mesa. Con aquella voz profunda y con acento marcado dijo: —Me llamo Assail. —¿Assail? —Con cautela Sola extendió la mano, preparada para encontrarse con la de él a mitad de camino—. Extraño nombre… En el instante que hicieron contacto, una descarga le subió por el brazo y aterrizó en su corazón, acelerándolo, haciéndola ruborizarse. —¿No te gusta? —susurró él adrede, como si fuera totalmente consciente de su reacción. Pero él estaba hablando de su nombre ¿no? Sí, eso era. —Es… inesperado. —Dame el tuyo. —Emitió la orden sin soltarla—. Por favor.

Mientras esperaba, mientras le sostenía la mano, mientras respiraban al unísono, ella se dio cuenta que a veces había cosas más íntimas que el sexo. —Marisol. Pero la gente me llama Sola. Él ronroneó. Ronroneó. —Te llamaré Marisol. Y aquello no estaba bien, con ese acento… convirtió la manera en que la habían llamado toda la vida en un poema. Sola retiró la mano y se la puso en el regazo. Pero sus ojos permanecieron fijos en él. Su expresión era arrogante, y ella tuvo la impresión de que no era premeditada, ni tenía nada que ver con ella. Su cabello parecía imposiblemente grueso, y sin duda, estaba peinado con gomina… nada simplemente humano podría mantener la onda perfecta fuera de su frente de aquella manera. ¿Y su colonia? Nada, olvídalo. Fuera lo que fuera estaba casi a punto de colocarse con el increíble aroma. ¿Entre el buen aspecto, el cuerpo y ademas su cerebro? Estaba dispuesta a apostarse la casa por el hecho de que en su vida era alguien importante que tenía el mundo a sus pies. —Cuéntame sobre tu visitante —le dijo. Mientras esperaba él bajó la barbilla, y la miró por debajo de los párpados. No le sorprendía que hubiera matado a alguien. Ella se encogió de hombros. —No tengo ni idea. Mi abuela sólo dijo que el hombre tenía el cabello oscuro y los ojos hundidos. —Frunció el ceño, dándose cuenta que sus irises eran como siempre de ese color luz de luna, la clase de cosa que no parecía posible en la naturaleza. ¿Lentillas? se preguntó —. Ella… ah, no mencionó ningún nombre, pero debe haber sido

educado, si no lo hubiera sido, lo habría oído una y otra vez. Oh… y le habló en español. —¿Alguien que te estuviera buscando? Sola negó con la cabeza. —No hablo de esta casa, nunca. La mayoría de la gente ni siquiera sabe mi verdadero nombre. Por eso pensé que eras tú, quién más… Quiero decir, nadie ha venido aquí excepto tú. —¿No hay nadie en tu pasado? Exhalando, ella echó un vistazo por la cocina; luego sacó las servilletas del servilletero y las colocó bien. —No lo sé… ¿Con la vida que había llevado? Podrían ser cualquier cantidad de gente. —¿Tienes alarma de seguridad? —le preguntó. —Sí. —Deberías asumir que es peligroso hasta que se demuestre lo contrario. —Estoy de acuerdo. —Cuando el hombre… Assail, eso era, buscó en su abrigo, ella negó con la cabeza—. Nada de puros. Te lo dije… Hizo un espectáculo exagerado al sacar un bolígrafo de oro y sostenerlo en lo alto. Luego tomó una de las servilletas con las que ella acababa de juguetear y anotó un teléfono de siete dígitos. —Llámame si vuelve. —Deslizó el cuadrado plano a través de la mesa, pero mantuvo el dedo índice sobre los números—. Y me ocuparé de esto. Sola se levantó demasiado deprisa y la silla chirrió. Al instante, se quedó helada y miró hacia el techo. Cuando no provino ningún sonido desde arriba, se recordó que tenía que contenerse.

Se acercó hacia el fogón en silencio. Luego volvió. Hizo una visita a la puerta trasera en el porche. Luego volvió. —Mira, no necesito tu ayuda. Lo agradezco… Cuando se giró para volver a tomar la ruta hacia el fogón, él estaba justo delante de ella. Jadeando, saltó… ni siquiera lo había oído moverse. Su silla estaba en la misma posición que había estado mientras estaba sentado en ella. No como la suya, apartada a un lado. —¿Qué…? —Se quedó callada con la cabeza dándole vueltas. Estaba claro que no iba a preguntarle qué era… Cuando él alargó la mano y le acunó la cara, ella supo que tendría problemas para negarse a cualquier cosa que él sugiriera. —Me llamarás —le ordenó—, y yo vendré. Las palabras fueron dichas en un tono tan bajo que casi se distorsionaban, su voz grave… tan grave. El orgullo formó una protesta en su cerebro, pero su boca se negó a hablar. —De acuerdo —dijo ella. Ahora él sonrió, sus labios se curvaron hacia arriba. Dios, sus colmillos eran afilados y más largos de lo que recordaba. —Marisol —ronroneó—. Un nombre precioso. Cuando empezó a inclinarse hacia ella, le levantó la barbilla con una presión sutil. Oh, no, diablos, no, no debería estar haciendo esto. En esta casa no. No con un hombre como él… A la mierda. Y con un suspiro de rendición, cerró los ojos y alzó la boca para aceptar la suya. —¡Sola! Sola, ¿qué estás haciendo allí abajo?

Ambos se quedaron helados, y al instante, Sola volvió a tener trece años. —¡Nada! —gritó. —¿Quién está contigo? —Nadie… es la televisión. Tres… dos… uno… —¡Eso no parece la tele! —Vamos —susurró mientras le empujaba el pecho—. Tienes que irte ahora. Los párpados de Assail cayeron hacia abajo. —Creo que quiero conocerla. —No. —Sí. —¡Sola! ¡Voy a bajar! —Vete —siseó—. Por favor. Assail le pasó el pulgar por el labio inferior y se inclinó hacia ella, hablándole directamente al oído. —Tengo planes para seguir con esto donde nos han interrumpido. Sólo para que lo sepas. Girándose, fue con una parsimonia frustrante hacia la puerta. E incluso mientras las zapatillas de su abuela se acercaban a la escalera, él se tomó su tiempo para echarle un vistazo sobre el hombro mientras abría la salida. Sus brillantes ojos recorrieron su cuerpo. —Esto no ha acabado entre tú y yo. Y luego se fue, gracias a Dios. Su abuela dobló la esquina una fracción de segundo después de que la mosquitera de la puerta se cerrara con un clic.

—¿Y bien? —dijo. Sola echó un vistazo por la ventana al lado de la mesa, asegurándose de que todavía estuviera tan oscuro como el interior de un sombrero. Sip. Bien. —¿Ves? —dijo, barriendo con los brazos la cocina de otro modo vacía—. No hay nadie. —La televisión no está encendida. ¿Por qué, o por qué no podía su abuela tener la bendición de una cabeza imprecisa como tantos otros vejestorios? —La apagué porque te molestaba. —Oh. —Ojos suspicaces deambulaban sin rumbo… Mierda. Había nieve derritiéndose sobre el linóleo por donde habían entrado. —Vamos —dijo Sola mientras conducía a la mujer en un giro de 180 grados—. Basta de molestias esta noche. Vámonos a la cama. —Te vigilo, Sola. —Lo sé, vovó. Mientras subían juntas las escaleras, una parte de ella se preguntaba exactamente quién diablos había venido buscándola y por qué. ¿Y la otra mitad? Bueno, esa parte todavía estaba en la cocina, a punto de besar a ese hombre. Seguramente era mejor que los hubieran interrumpido. Tenía la certera impresión que su protector… también era un depredador. *

*

La llamada de teléfono que Xcor había estado esperando llegó en el momento más oportuno. Había acabado de seguir sigilosamente y matar a un asesino solitario bajo los puentes del centro, y estaba

limpiando su amada dama, la sangre negra en la hoja de la guadaña salía con facilidad mientras pasaba una gamuza arriba y abajo. Primero se puso a su dama en la espalda, y sólo entonces sacó el teléfono. Mientras contestaba, echó un vistazo a sus soldados mientras se reunían y hablaban de la lucha nocturna bajo el viento helado. —¿Eres Xcor, hijo de Bloodletter? Xcor apretó los dientes, pero no se molestó en corregir el error. El nombre del Bloodletter era de utilidad para su reputación. —Sí. ¿Con quién hablo? Hubo una larga pausa. —No sé si debería estar hablando con usted. El tono era aristocrático, y le dijo bastante de la identidad del que llamaba. —Es el socio de Elan. Otra larga pausa… y, Parcas, eso puso a prueba su paciencia. Pero eso era otra cosa que se guardó para él. —Sí. Lo soy. ¿Ha oído las noticias? —¿Sobre? Cuando apareció una tercera brecha de silencio, supo que esto iba a tardar un rato. Silbando a sus soldados, les indicó que continuaran hacia su rascacielos a unas cuantas manzanas al este. Un momento después él estaba arriba en su tejado, las tripas mucho más fuertes ante su altitud favorita. Cuando un vendaval descartó el diálogo, se refugió bajo el abrigo de la maquinaria. —Noticias sobre qué —apuntó. —Elan está muerto. Xcor mostró los dientes al sonreír.

—No me digas. —No parece sorprendido. —No lo estoy —Xcor puso los ojos en blanco—. Aunque naturalmente, estoy desolado. Lo cual de algún modo era cierto. Era más bien como perder una práctica pistola. O, más exactamente, un destornillador. Pero esas cosas podían remplazarse. —¿Sabe quién lo hizo? —exigió el que llamaba. —Bueno, creo que usted sí, ¿tengo razón? —Fue la Hermandad, por supuesto. Otra idea equivocada, pero de nuevo, Xcor estaba preparado para dejarlo pasar. —Dígame, ¿está esperando de mí ahvenge? —Eso no es problema mío. —El tono forzado sugería que el macho en verdad estaba preocupado por enfrentarse al mismo destino—. Su familia debería perseguir la reparación. —Como es su derecho. —Cuando no siguió nada más, Xcor supo lo que se esperaba y era obligatorio—. Puedo asegurarle dos cosas: mi confidencialidad y mi protección. Puedo suponer que estaba en la reunión en casa de Elan el pasado otoño. Mi postura con respecto al rey no ha cambiado, y supongo que esta llamada le coloca en dirección a apoyar mis puntos de vista. ¿Estoy en lo cierto? —No soy de los que buscan poder político o social. Y una mierda. —Por supuesto que no. —Estoy… preocupado por el futuro de la raza… en esto, Elan y yo estábamos en el mismo bando. Sin embargo, no estaba de acuerdo con las tácticas que él proponía. El asesinato acarrea demasiados riesgos, y recientemente, no consigue lo que está justificado.

Au contraire, pensó Xcor. Atravesar el cerebro con una bala arreglaba muchas cosas. —La ley es el modo de derrocar al rey. Xcor frunció el ceño. —No le sigo. —Con el debido respeto, la ley es más poderosa que la espada. Parafraseando un dicho humano. —Sus referencias indirectas son una pérdida de palabras para mí. Vaya al grano, si no le importa. —Las Antiguas Leyes proporcionan el poder que ejerce Wrath. Explican su soberanía unilateral sobre todas nuestras vidas y nuestra sociedad, otorgándole vía libre para actuar como elija, con una falta absoluta de responsabilidad. Lo cual era el por qué Xcor quería el trabajo, muchas gracias. —Siga. —No hay restricciones sobre qué puede hacer, qué rumbo puede tomar… de hecho, también puede cambiar las Antiguas Leyes si así lo elige, y cambiar el tejido mismo de nuestras tradiciones y cimientos. —Soy muy consciente de esto. —Comprobó el reloj. Suponiendo no estar pegado a este maldito teléfono durante las próximas dos horas, tenía todavía un montón de tiempo para luchar. —Quizás usted y yo deberíamos reunirnos en persona mañana por la noche. —Pero hay un aviso formal. Xcor frunció el ceño. —¿Aviso formal? —Él tiene que ser capaz de engendrar, y cito textualmente “un heredero de pura raza” —¿Y esto es relevante por? Ya tiene pareja, y sin duda en el futuro…

—Su shellan es mestiza. Ahora fue Xcor quien se quedó en silencio, y el abogado de Elan aprovechó el silencio. —Seamos claros el uno con el otro. Hay sangre humana en la especie. De vez en cuando, hay uniones extra-raciales. Uno podría discutir que nadie es de “pura sangre”. Sin embargo hay una diferencia vital entre un civil desviándose y encontrándose con el subconjunto humano de individuos, y el rey engendrando una progenie cuya propia madre es mestiza, dicha progenie heredaría el trono tras su muerte. Throe se inclinó en torno a la esquina del extractor del AC. —¿Va todo bien? —gesticuló con la boca. Xcor tapó el teléfono. —Llévate a los demás a las calles. Me reuniré pronto con vosotros. —Como desees —dijo Throe con una breve reverencia. Cuando su soldado se alejó inclinado, el aristócrata al otro extremo siguió. —Hay desasosiego entre varios miembros de la clase gobernante, como es bien consciente. Y creo que si alguien divulga esto, será mucho más efectivo para desplazar a Wrath, hijo de Wrath, que cualquier atentado a su vida. En especial después de montar tal espectáculo de fuerza ante la reunión del Consejo la otra noche. Ciertamente, a partir de ahí varios fueron coaccionados a una clase de sumisión, sus voluntades reclutadas por su comportamiento físico, el cual fue bastante feroz. La mente de Xcor empezó a dar vueltas sobre las posibilidades. —Así que dígame, gentilmacho, según usted, tendría éxito ¿no? —No —provino la respuesta estridente—. Soy un abogado, y como tal, valoro la lógica por encima de todo. En este clima de inquietud, sólo un soldado podría y debería dirigir a la raza. Elan era un tonto

por sus ambiciones, y usted ha estado sacando ventaja de eso. Lo sé porque lo vi en su casa aquella noche en otoño… lo había colocado donde usted quería, aunque él pensara que era de otro modo. Quiero el cambio, sí. Y estoy preparado para hacer que suceda. Pero no me hago ilusiones de mi utilidad y no tengo interés en que el resultado de Elan se convierta en el mío. Xcor se encontró girándose en la dirección de aquella montaña. —Ningún rey ha sido destronado de esta manera. —Jamás se ha destronado a ningún rey. Buena respuesta. Mientras miraba hacia el noreste, donde aquella extraña turbulencia en el terreno se localizaba, pensó en el rey allí con su reina… y la embarazada Elegida de Xcor. En otra época habría preferido con creces el modo más sangriento, el único que estaba señalado con la satisfacción de arrancarle el trono a Wrath de su mano muerta. Pero esta guerra de letras era… más segura. Para su hembra. La última cosa que él quería hacer era asaltar el lugar en el que ella comía, en el que dormía… donde su condición era tratada. Cerrando los ojos, se dio una sacudida mental. Oh, como había caído el poderoso… y aún así no obstante se levantaría, juró. —¿Como sugeriría proceder? —dijo bruscamente. —Al principio con calma. Necesito reunir precedentes del tipo en el cual “pura raza” ha sido interpretado en casos para tomar a cabo una decisión. La ventaja es que ha habido una discriminación de toda la vida hacia los humanos, y todavía era más pronunciada en el pasado, cuando el padre de Wrath emitía sus proclamas e interpretaba la ley. Esa será la clave. Cuanta más base tengan los precedentes más éxito tendrá todo esto.

Que irónico. La propia lectura de lo redactado por el sire de Wrath iba a ser lo que derrocara a su hijo. —Para nosotros el asunto será el mismo rey. Tiene que permanecer respirando, sin reconocer la debilidad inherente a su reinado y arreglarlo antes de que nosotros podamos poner en orden las cosas. —Envíele por e-mail a mi socio los pasajes relevantes y luego reúnase conmigo. —Esto tardará varios días. —Entendido. Pero espero que me llame sin demora. Cuando se intercambiaron los nombres, Xcor le dio la dirección electrónica de Throe y empezó a sentir un cierto optimismo. ¿Y si este macho estaba en lo cierto? El reinado de Wrath iba a tener fin sin más derramamiento de sangre. Y entonces Xcor sería libre para decidir el futuro de la raza, por lo que sabía, Wrath no tenía familia directa, así que si lo quitaban, no habría nadie con un reclamo fuerte al trono. Aunque eso no significaría que no salieran parientes de debajo de las piedras. No obstante, intrusos con los que podría tratar. ¿Y con el apoyo del Consejo? Estaba dispuesto a apostar que se convertiría en un líder populista… proveyendo a todos los de la cola. Wrath no era el único que podía cambiar las leyes. —No desperdicie el tiempo con esto —dijo Xcor—. Tiene una semana. Nada más.

La respuesta que provino fue gratificante. —Iré a toda velocidad. Y no era éste un modo encantador de terminar una llamada telefónica.

Capítulo 74

El túnel que conectaba la mansión con el centro de entrenamiento estaba frío, oscuro y silencioso. Cuando Qhuinn lo atravesó, estaba solo y se alegró por eso. No hay nada peor que estar rodeado de gente feliz cuando te sientes muerto. Cuando llegó a la puerta que conducía a la parte trasera del armario de la oficina, introdujo el código, esperó a que la cerradura saltara y se abrió paso al interior. Un viaje rápido por delante de papel de escribir y bolígrafos, y pasó por otra puerta y rodeó el escritorio. Lo siguiente que supo fue que estaba en el pasillo delante de la sala de pesas, pero el ejercicio no era lo que estaba buscando. Después de lo que la Hermandad le había hecho, estaba rígido y dolorido, sobre todo en los brazos, gracias a haberse mantenido erguido sobre aquellas clavijas. Tío, sus manos todavía estaban entumecidas y cuando flexionó los dedos, supo por primera vez en su vida cómo se sentiría la artritis. Avanzando, se detuvo otra vez cuando llegó a la zona de la clínica. Cuando fue a arreglarse la ropa, se dio cuenta de que todavía llevaba sólo la túnica. No iba a volver para cambiarse; eso era seguro. —¿Luchas? ¿Estás despierto? —dijo, llamando a la puerta de la sala de recuperación. —Adelante —fue la ronca respuesta. Tuvo que prepararse antes de entrar. Y se alegró de haberlo hecho.

Tendido en la cama con la cabeza reclinada en la almohada, Luchas todavía parecía como si estuviera al borde de la extinción. El rostro que Qhuinn había recordado como inteligente y joven estaba arrugado y severo. El cuerpo estaba dolorosamente delgado. Y esas manos... Jesucristo, las manos. ¿Y él pensaba que las suyas dolían un poquito? Se aclaró la garganta. —Hey. —Hola. —Así que... sí. ¿Cómo estas? Un jodido ¿no es obvio? a eso. El tipo contemplaba semanas de reposo en cama y después meses de TF... e iba a tener suerte si podía volver a sostener una pluma otra vez. Luchas hizo una mueca de dolor cuando intentó encogerse de hombros. —Me sorprende que hayas venido. —Bueno, eres mi... —Qhuinn se detuvo. En realidad, el tipo no era, de hecho, ningún pariente suyo—. Quiero decir... sí. Luchas cerró los ojos. —Siempre tuve y, siempre, seré de tu sangre. Ningún pedazo de papel puede cambiar eso. Los ojos de Qhuinn fueron a la mano derecha destrozada y su anillo de sello. —Creo que padre estaría muy en desacuerdo contigo. —Está muerto. Así que su opinión ya no es relevante. Qhuinn parpadeó. Cuando no dijo nada, Luchas abrió los párpados de repente.

—Pareces sorprendido. —Sin ánimo de ofender, pero nunca esperé oír eso salir de tu boca. El macho señaló su cuerpo destrozado. —He cambiado. Qhuinn se acercó y sacó una silla para él; cuando se sentó, se frotó la cara. Había venido aquí porque ver a tu distanciado hermano que antes estaba muerto, era la única razón remotamente aceptable de saltarte una fiesta dada en tu honor. ¿Y pasar la noche viendo a Blay y Saxton juntos? No iba a pasar. Sólo que ahora que estaba aquí, no creía que fuera capaz de mantener algún tipo de conversación. —¿Qué pasó con la casa? —preguntó Luchas. —Ah... nada. Quiero decir, después de que... lo que sucedió se calmara, nadie la reclamó y yo no tenía derecho a ella. Cuando revertió a Wrath, él me la devolvió... pero escucha, es tuya. No he entrado desde que fui expulsado. —No la quiero. Vaaaaaale, otra gran sorpresa. Al crecer, su hermano había hablado sin parar de todo lo que él quería lograr cuando fuera mayor: la educación, la prominencia social, asumir el poder donde su padre lo dejó. Que él dijera no, era como si alguien rechazara un trono... incomprensible. —¿Alguna vez has sido torturado? —murmuró Luchas. Su infancia le vino a la cabeza. Después la Guardia de Honor. Pero ciertamente no iba a romper las pelotas del tío. —He sido un poco maltratado. —Estoy seguro. ¿Qué pasaba después? —¿Qué quieres decir?

—¿Cómo te acostumbras a la normalidad otra vez? Qhuinn flexionó las manos doloridas, mirándose los dedos que eran todos perfectamente funcionales e intactos a pesar de los dolores. Su hermano no iba a ser capaz de volver a contar hasta diez: la curación era una cosa, la regeneración otra completamente distinta. —Nunca más vuelve a haber normalidad —se oyó decir—. De alguna manera... sigues adelante, porque eso es todo lo que tienes. Lo más difícil es estar con otras personas, es como si estuvieran en una longitud de onda diferente, pero sólo tú lo sabes. Hablan de sus vidas y de lo que les pasa, y tú un poco, como, sólo los dejas ir. Es un lenguaje completamente diferente y tienes que recordar que sólo puedes responder en su lengua materna. Es muy difícil de relatar. —Sí, así es exactamente —dijo Luchas lentamente—. Así es. Qhuinn se frotó la cara otra vez. —Nunca esperé tener nada en común contigo. Pero lo tenían. Cuando Luchas levantó la vista, aquellos ojos perfectamente emparejados encontraron los malditos de Qhuinn, y la conexión estaba allí: los dos habían pasado por el infierno, y ese mismo paso era más poderoso que el ADN que compartían. Era tan extraño. Y gracioso, supuso que esta noche fuera la noche en la que encontrara familia por todas partes. Excepto en el único lugar que quería. Cuando el silencio prevaleció, con sólo el constante pitido de la maquinaria al lado de la cama rompiéndolo, Qhuinn se quedó durante un largo rato. Su hermano y él no hablaron mucho y estaba bien. Era lo que quería. No estaba preparado para abrirse al tipo sobre Layla o el bebé, y supuso que era revelador que Luchas no le preguntara si estaba emparejado. Y segurísimo que no iba a sacar a relucir el tema de Blay.

Sin embargo, estaba bien sentarse con su hermano. Había algo sobre las personas con las que creces, aquellos que habías visto a lo largo de tu infancia, la gente que no podías recordar no conocer. Incluso si el pasado era un lío complicado, cuando envejecías te alegrabas de que los hijos de puta todavía estuvieran en el planeta. Eso te daba la ilusión de que la vida no era tan frágil como realmente era... y, de vez en cuando, eso era lo único que te ayudaba a pasar la noche. —Será mejor que me vaya para que puedas descansar —dijo, frotándose las rodillas y despertando sus piernas. Luchas giró la cabeza en la almohada de hospital. —Es una ropa rara para ti, ¿verdad? Qhuinn echó un vistazo a la túnica negra. —Oh, ¿este trapo viejo? Me lo puse a toda prisa. —Parece ceremonial. —¿Necesitas algo? —Qhuinn se levantó—. ¿Comida? —Estoy bastante bien. Pero gracias. —Bueno, házmelo saber, vale. —Eres un tipo muy decente, Qhuinn, ¿lo sabías? El corazón de Qhuinn se paró y luego latió con fuerza. Era la frase que su padre siempre había utilizado para describir a los gentilmachos... era la matrícula de honor de los cumplidos, el primero del montón, el equivalente a un abrazo de oso y un arriba esos cinco de un tipo normal. —Gracias, tío —dijo con voz ronca—. Tú, también. —¿Cómo puedes decir eso? —Luchas se aclaró la garganta—. ¿Cómo, en el nombre de la Virgen Escriba, puedes decir eso? Qhuinn soltó el aire con fuerza.

—¿Quieres el punto fundamental? Bien, te lo daré. Tú eras el favorito. Yo era el maldito... estábamos en extremos opuestos de la escala en aquella casa. Pero ninguno de nosotros tuvo una oportunidad. Tú no eras más libre que yo. No tenías ninguna elección sobre tu futuro... estaba predeterminado desde el nacimiento, y en cierto modo, ¿mis ojos? Fueron mi salida de la cárcel, porque eso significaba que él no se interesaba por mí. ¿Él me jodió? Sí, pero al menos pude decidir lo que quería hacer y dónde quería ir. Tú... nunca tuviste una jodida posibilidad. Eras solamente una ecuación matemática ya resuelta cuando fuiste concebido, todas las respuestas predeterminadas. Luchas volvió a cerrar los párpados y se estremeció. —Sigo repasándolo en mi cabeza. Todos aquellos años al crecer, desde mi primer recuerdo... hasta lo último que vi esa noche cuando... —Tosió un poco, como si le doliera el pecho, o tal vez su ritmo cardíaco era poco firme—. Lo odiaba. ¿Lo sabías? —No. Pero no puedo decir que me sorprenda. —No quiero volver a entrar en esa casa. —Entonces no tienes que hacerlo. Pero si lo haces... iré contigo. Luchas levantó la vista una vez más. —¿De verdad? Qhuinn asintió con la cabeza. Incluso aunque no tenía ninguna prisa por recorrer aquellas habitaciones y bailar con los fantasmas del pasado, iría allí si Luchas lo hacía. Dos supervivientes, volviendo a la escena de los crímenes que los habían definido. —Sí. De verdad. Luchas sonrió un poco, la expresión ni se aproximaba a la que él acostumbraba lucir. Y eso estaba bien. A Qhuinn le gustó mucho más. Era honesta. Frágil, pero honesta.

—Te veré pronto —dijo Qhuinn. —Eso sería... muy agradable. Dándose la vuelta, Qhuinn abrió la puerta y... Blay lo estaba esperando en el pasillo, fumando un cigarrillo mientras estaba sentado en el suelo. *

*

Cuando Qhuinn salió de la habitación de su hermano, Blay se puso de pie y apuñaló su Dunhill sobre el borde de la copa que había estado cuidando. No estaba seguro del aspecto que había esperado que tuviera el guerrero, pero no había sido ése: tan tenso e infeliz, a pesar del increíble honor que le habían hecho. Por otra parte, pasar tiempo al lado de la cama de tu hermano era apenas una ocasión feliz. Y Blay no era estúpido. Saxton estaba de vuelta en la casa. —Pensé que te encontraría aquí —dijo, cuando el otro macho ni siquiera ofreció un hola. De hecho, la mirada azul y verde de Qhuinn barrió el pasillo, golpeando más o menos todo excepto a él. —Así que, ah, ¿cómo está tu hermano? —incitó. —Vivo. Supuso que era lo mejor que podían esperar en esos momentos. Y supuso que eso era todo lo que Qhuinn tenía la intención de decir. Tal vez no debería haber venido aquí abajo. —Yo, ah, quería decir felicidades. —Gracias. Vale, Qhuinn seguía sin mirarle. En cambio, el tipo estaba concentrado en la dirección de la oficina, como si en su mente ya hubiera entrado en ese maldito cuarto y puesto ese armario lleno de provisiones de papel a buen uso...

El sonido de Qhuinn haciendo crujir los nudillos fue tan fuerte como disparos. Luego flexionó las manos, extendiendo los dedos como si le dolieran. —Así que es histórico. —Blay fue a sacar otro cigarrillo de su paquete, y se detuvo—. Una verdadera primera vez. —Ha habido un montón de primeras veces por aquí últimamente — dijo Qhuinn con irritación. —¿Qué se supone que significa eso? —Nada. En realidad no es relevante. Cristo, pensó Blay, no debería haber hecho esto. —¿Puedes mirarme? Quiero decir, joder ¿te va a matar mirarme? Los ojos disparejos lanzaban miradas alrededor. —Oh, te vi, muy bien. Supongo que tu hombre está en casa. ¿Vas a contarle que me jodiste durante su ausencia? O vas a ocultar este sucio secretito. Sí, shhhhhhh, no se lo digas a mi primo. Blay apretó los dientes. —Mojigato hijo de puta. —Disculpa, no soy yo el que tiene un novio... —¿De verdad vas a estar aquí de pie y fingir que saldrías abiertamente sobre nosotros? Como cuando Vishous salió de aquel cuarto —señaló con el dedo índice al otro lado del pasillo— ¿no saltaste como si tu culo estuviera en llamas? ¿Quieres fingir que estabas todo orgulloso por estar jodiendo a un tío? Qhuinn pareció momentáneamente atontado. —¿Crees que fue por eso? Y no porque, oh, déjame pensar, ¡intentaba respetar el hecho de que estabas engañando al amor de tu vida! Para entonces, los dos estaban inclinados hacia delante, sus voces iban a toda velocidad por todo el pasillo.

—Oh, gilipolleces. —Blay acuchilló el aire con la mano—. ¡Eso es una completa gilipollez! Mira, este ha sido siempre tu problema. Nunca has querido salir... —¿Salir? ¿Como soy gay? —¡Follas con hombres! ¡Qué coño crees que significa eso! —Ése eres tú... tú follas tíos. No te gustan las mujeres ni las hembras... —Nunca has sido capaz de aceptar quién eres —gritó Blay— ¡porque tienes miedo de lo que la gente piensa! El gran iconoclasta, Señor Agujereado, ¡traumatizado por su jodida familia! ¡La verdad es que eres un cobarde y siempre lo has sido! La expresión de Qhuinn era una de absoluta furia, hasta el punto de que Blay estaba listo para atacar... y ¡demonios!, quería lanzarle un puñetazo sólo para poder tener el placer de volver a golpear al tipo. —Vamos a aclarar esto —ladró Qhuinn—. Mantén tu mierda en tu lado del pasillo. Y eso incluye a mi primo y al hecho de que le has puesto los cuernos. Blay levantó las manos y tuvo que pasearse antes de subirse por las paredes. —Ya no puedo soportarlo más. No puedo volver a hacer esto contigo. Siento como si hubiera pasado toda la vida tratando con tu mierda... —Si soy gay, ¡por qué eres el único macho con el que he estado! Blay se detuvo en seco y se lo quedó mirando fijamente, las imágenes de todos aquellos hombres en cuartos de baño se filtraron por su cerebro. Por el amor de todo lo sagrado, recordaba a todos y cada uno de ellos, aunque Qhuinn sin duda no lo hacía. Sus rostros. Sus cuerpos. Sus orgasmos. Todo para conseguir lo que él había necesitado desesperadamente, y se le había negado.

—Cómo te atreves —dijo—. Cómo cojones te atreves. ¿O crees que no conozco tu historia sexual? Tuve que verla durante mucho más tiempo del que quise. Francamente, no era tan interesante... y tú tampoco. Cuando Qhuinn palideció, Blay empezó a negar con la cabeza. —He terminado. Estoy tan harto de esto… el hecho de que no puedas aceptarte va a joder lo que queda de tu vida, pero ése es tu problema, no el mío. Qhuinn maldijo mucho tiempo y en voz baja. —Nunca pensé que diría esto... pero no me conoces. —¿Qué no te conozco? Creo que el zapato está en el otro pie, gilipollas. Tú no te conoces a ti mismo. Para ese momento, él esperaba algún tipo de explosión, alguna emoción teatral, desmesurada y que iluminara-el-mundo saliendo del macho. No la consiguió. Qhuinn sólo enderezó los hombros, niveló la barbilla, y habló de forma controlada. —He pasado el último año tratando de averiguar quién soy, dejar de actuar, empezar limpio... —Entonces digo que has desperdiciado trescientas sesenta y cinco noches. Pero como todo sobre esto, eso está en ti. Con una maldición feroz, Blay dio media vuelta y se alejó... y no miró hacia atrás. No había razón para hacerlo. No había nadie en el pasillo que él quisiera ver. Tío, si la definición de locura era hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente, entonces él había perdido la chaveta hace años. Por su salud mental, su bienestar emocional y su misma vida, tenía que poner todo esto...

Qhuinn lo agarró del brazo y tiró, la cara furiosa del tipo empujando en la suya. —No te alejes de mí así. Blay sintió que una oleada de agotamiento le abordaba. —Por qué. ¿Porque tienes algo más que decir? ¿Alguna nueva percepción de ti mismo que se supone que reúne las piezas del rompecabezas en una manera que encajen? ¿Alguna gran confesión que vaya a enderezar el barco y haga toda una perfecta puesta de sol en la playa? No tienes ese tipo de vocabulario y ya no soy tan ingenuo. —Quiero que recuerdes algo —gruñó Qhuinn—. Traté de hacer que esto funcionara entre nosotros. Nos di una oportunidad. La boca de Blay cayó abierta. —¿Nos diste una oportunidad? ¿Me tomas el puto pelo? ¿Crees que tener sexo conmigo como una manera de vengarse de tu primo es una relación? ¿Crees que un par de sesiones en secreto es una especie de aventura amorosa? —Era todo lo que tenía para trabajar. —Aquellos ojos disparejos recorrieron la cara de Blay—. No estoy diciendo que fuera un magnífico romance, pero me presenté porque quería estar contigo de cualquier manera que pudiera. —Bien, felicitaciones. Y ahora que los dos hemos probado las mercancías, puedo decir firmemente que tú y yo no estamos hechos para estar juntos. —Cuando Qhuinn comenzó a maldecir con rabia, Blay se pasó una mano por el pelo y quiso arrancar la mierda de su cabeza—. Escucha, si te ayuda a dormir durante el día, y no puedo creer que esto realmente vaya a molestarte durante más de una noche, dite a ti mismo que hiciste lo que pudiste, pero no funcionó. ¿Yo? Prefiero la realidad. Lo que ha pasado entre tú y yo es exactamente lo que has hecho con todos los otros tíos al azar con los que has estado. Sexo, sólo sexo. Y ahora hemos terminado. Los ojos de Qhuinn ardían.

—Me has entendido mal en esto. —Entonces te engañas también al negarlo. —La gente puede cambiar. Ya no soy así y, desde luego, no contigo. Dios... fue un triste alivio no sentir nada cuando le dijo aquellas palabras. —Sabes... hubo un tiempo en que habría caído a tus pies por oír algo así —murmuró—. Pero ahora... todo lo que veo es a ti saltando del suelo en el segundo que alguien abre una puerta y nos ve juntos. ¿Dices que esa reacción se debe a mi relación con Saxton? Bien. Pero estoy muy seguro... no, estoy totalmente seguro... que si rascas la superficie, vas a descubrir que tuvo mucho más que ver contigo que con tu primo. Te has odiado durante tantos años que no creo que sea posible para ti amar realmente a alguien, ni tener ningún sentido de quién eres. Espero que te des cuenta algún día, pero no voy a ser parte de ese Lewis y Clarkxvii... Te lo prometo. Qhuinn sacudió la cabeza, con el entrecejo tan profundo que parecía que había salido un barranco entre sus cejas. —Supongo que me tienes bien calado. —En realidad no es tan difícil. —Para que lo sepas, yo estaba enamorado de ti. —Por tres días, Qhuinn. Tres días. Durante los cuales ha habido suficiente drama para hacer que Guerra y Paz parezca una novela gráfica. Eso no es amor. Eso es buen sexo como una distracción del agujero de mierda que es la vida. —No soy gay. —Bien. Eres bi. Eres bi-curioso. Estás experimentando. Lo que sea. No me importa. De verdad que no. Sé quién soy y así es como vivo mi vida. Tú tienes otras cosas que hacer totalmente distintas... y buena suerte con eso. Está claro que funciona tan jodidamente bien para ti. Con esto, él se alejó otra vez.

Y esta vez... Qhuinn le dejó ir.

Capítulo 75

UNA SEMANA DESPUÉS... La vida había reanudado su curso normal, pensó Qhuinn mientras se subía los pantalones de cuero por las piernas, se ponía una camiseta sin mangas por la cabeza y agarraba las armas y su chaqueta de cuero. Dios, no podía creer que apenas siete noches antes hubiera sido incluido en la Hermandad. Parecía que había estado dentro siempre. Saliendo de su habitación, pasó ante las estatuas de mármol, el estudio de Wrath y llamó a la puerta de Layla. —¿Si? —Eh —dijo al entrar—. ¿Cómo estás? —Estoy muy bien. —Layla se apoyó contra la pila de almohadas y luego se frotó el vientre—. De hecho, estamos muy bien, la doctora Jane acaba de estar aquí. Los niveles parecen perfectos y estoy atada al ginger ale y las galletas saladas, así que estoy bien. —Deberías tomar un poco de proteínas, ¿no? —Mierda, no quería que sonara como una exigencia—. No te estoy diciendo lo que debes comer. —Oh, no, está bien. De hecho, Fritz me coció algunas pechugas de pollo y no vomité, así que también intentaré hacerlo todos los días. Mientras la comida no sepa mucho, puedo soportarla. —¿Necesitas algo?

Layla entrecerró los ojos. —Pues sí. —Dilo y es tuyo. —Háblame. Qhuinn enarcó las cejas. —¿Sobre qué? —Sobre ti. —Ella dejó escapar una exasperada maldición y lanzó la revista que había estado leyendo a un lado—. ¿Qué está pasando? Te arrastras por ahí, no hablas con nadie y todo el mundo está preocupado. Todo el mundo. Fantástico. ¿Por qué demonios no vivía solo? —Estoy bien… —Estás bien. Vale. Aja. Qhuinn extendió las manos en casi-sumisión. —Eh, vamos, ¿qué quieres que te diga? Me levanto, voy al trabajo, vuelvo a casa, tú vas bien y también la pequeña. Luchas se está recuperando lentamente. Estoy en la Hermandad. La vida es bella. —Entonces, ¿por qué parece que estás de luto, Qhuinn? Tuvo que apartar la mirada. —No lo estoy. Escucha, tengo que ir a tomar algo de comer antes de… —¿Todavíaquieresalbebé? Las palabras de Layla salieron tan rápido que su cerebro tuvo que trabajar para descifrar lo que había dicho. Y luego:

—¿Qué? Mientras sus manos comenzaban a enredarse de esa forma habitual que lo hacía cuando estaba nerviosa, se acercó a la cama y se sentó a

su lado. Soltando la chaqueta y las fundas llenas de armas, detuvo aquellos dedos inquietos. —Estoy muy emocionado por el bebé. —De hecho, ese bebé dentro de ella era lo único que evitaba que se fuera inmediatamente—. Ya estoy enamorado de él o ella. Sí. El bebé era el único lugar seguro donde poner tu corazón, en lo que a él se refería. —Tienes que creer en eso —dijo estridente—. Tienes que hacerlo. —Muy bien. Vale, lo creo. —Layla levantó la mano y le rozó un lado de la cara, haciéndole saltar—. Pero entonces que se ha roto dentro de ti, mi querido amigo. ¿Qué ha sucedido? —Sólo la vida. —Le sonrió—. No es gran cosa. Pero no importa mi estado de ánimo, lo que necesitas saber es que estoy en esto contigo. Ella cerró los ojos con alivio. —Estoy muy agradecida por ello. Y por lo que hizo Payne. —Además de Blaylock —murmuró—. No lo olvidaré. Que puta ironía. El tipo le había apuñalado en el pecho, pero también le había dado un nuevo corazón. —¿Perdona? —dijo. —Blaylock fue a Payne. Fue idea suya. —¿De verdad? —susurró Layla—. ¿Hizo eso? —Sí. Es un tío legal. ASPBlaylockxviii es un verdadero gentilmacho. —¿Por qué le llamas eso? —Es su nombre, ¿no? —Le palmeó el brazo y se puso de pie, recogiendo sus cosas—. Voy a salir esta noche. Como siempre, llevo el teléfono conmigo, llama si necesitas algo. La Elegida frunció el ceño. —Pero Beth dijo que estabas fuera de la rotación.

Genial. Así que era tema de conversación. —Voy a salir. —Cuando pareció que ella iba a discutir, se inclinó y le dio un casto beso en la frente, con la esperanza de tranquilizarla—. No te preocupes por mí, ¿de acuerdo? Se fue antes de que ella pudiera organizar otro ataque a sus límites. En el pasillo, cerró la puerta y… Se detuvo en seco. —Tohr. Ah, ¿qué pasa? El hermano estaba apoyado contra la puerta de Wrath como si hubiera estado esperando. —Pensé que tú y yo hablamos sobre el programa anoche. —Lo hicimos. —Entonces, ¿qué pasa con todas esas armas? Qhuinn puso los ojos en blanco. —Mira, no me voy a quedar en esta casa hasta que el amanecer me atrape durante un total de veinticuatro horas seguidas. No va a suceder. —Nadie dijo que tuvieras que quedarte aquí. Lo que te estoy diciendo, de hermano a hermano, es que no vas a salir al campo con nosotros esta noche. —Oh, vamos… —Ve a ver una maldita película, si quieres. A un CVS, pero recuerda llevarte las llaves del coche esta vez. Ve a un centro comercial nocturno y dale la lista a Santa, no me importa. Pero no vas a luchar, y antes de que sigas discutiendo, es una regla para todos nosotros. Tú no eres especial. No eres el único que no va a estar en el campo. ¿Está claro? Qhuinn murmuró en voz baja, pero cuando el hermano extendió su mano, la agarró y asintió.

Cuando Tohr se fue, trotando escalera abajo, Qhuinn quiso seguir la fiesta de los juramentos: toda una noche entera para él. Sí. Nada como tener una cita nocturna con un depresivo. Demonios, tal vez lo que debería hacer es ir a la sala de cine, ponerse unos cuantos parches de terapia de reemplazo hormonal, y animarse un poco viendo Sonrisas y Lágrimas, o pintándose las uñas de los pies. Tal vez Magnolias de acero... Como agua para cocos. ¿O era chocolate? Por otra parte, tal vez podría simplemente pegarse un tiro en la cabeza. Cualquier cosa de todo aquello funcionaría. *

*

La casa de seguridad de la familia de Blay estaba en el campo, rodeada de campos nevados que ondulaban suavemente junto a límites forestales. Hecha de piedra de río color crema, la casa no era grande, pero sí bastante acogedora, con techos bajos con vigas de madera, un montón de chimeneas que siempre estaban encendidas en el clima frío, y una cocina de última generación que era lo único moderno de la propiedad. En la que su madre cocinaba ambrosía pura. Mientras él y su padre salían del estudio, su madre vigilaba su cocina de ocho quemadores. Sus ojos estaban muy abiertos y preocupados mientras removía el queso que se derretía al baño maría Sin querer entrar en detalles de lo mucho que había sucedido en esa habitación llena de libros, Blay levantó un discreto pulgar y se sentó a la mesa de roble. Su madre se puso la mano sobre la boca y cerró los párpados, removiendo mientras las emociones brotaban.

—Eh, eh —dijo su padre mientras se acercaba a su shellan—. Shhhhh... Girándola hacia él, la envolvió en sus brazos y la abrazó. Incluso mientras ella seguía revolviendo el queso. —Está bien. —La besó en la cabeza—. Hey, todo está bien. La mirada de su padre vagó y Blay tuvo que parpadear varias veces cuando sus ojos se encontraron. Luego tuvo que protegerse los ojos llorosos. —¡Gente! ¡Por el amor de la Virgen Escriba! —El hombre mayor se sorbió la nariz—. Mi guapo, sano, inteligente e inestimable hijo es gay, ¡no es nada por lo que llorar! Alguien se echó a reír. Blay se unió. —No es como si alguien hubiera muerto. —Su padre levantó la barbilla de su madre y le sonrió—. ¿Cierto? —Estoy tan contenta de que todo haya salido y todo el mundo esté aquí —dijo su madre. El macho retrocedió como si cualquier otro resultado fuera incomprensible para él. —Nuestra familia es fuerte, ¿no lo sabes, mi amor? Es más, esto no es un reto. No es una tragedia. Dios, sus padres eran los mejores. —Ven aquí. —Su padre le hizo señas—. Blay, ven aquí. Blay se levantó y fue al otro lado. Cuando sus padres le rodearon con los brazos, inhaló profundamente y volvió a ser el niño que había sido una vez hacía toda una vida: el aftershave de su padre olía igual, el champú de su madre todavía le recordaba a una noche de verano y el olor de la lasaña en el horno golpeó su estómago hambriento. Como lo había hecho siempre.

El tiempo de verdad que era relativo, pensó. A pesar de que era más alto y más fornido y habían sucedido tantas cosas, esta unidad, estas dos personas, eran sus cimientos, su piedra angular, sus valores nunca perfectos pero que nunca le fallaban. Y mientras estaba al abrigo de sus familiares, de sus amorosos brazos, fue capaz de respirar y aliviar un poco de la tensión que había sentido. Había sido difícil contárselo a su padre, encontrar las palabras, romper la “seguridad” que venía con no correr el riesgo de tener que reestructurar su opinión sobre el macho que le había criado y querido como nadie lo había hecho. ¿Si no le hubiera apoyado, si hubiera elegido el sistema de valores de la glymera sobre su yo auténtico? Blay se habría visto obligado a ver a alguien al que amaba bajo una luz totalmente diferente. Pero eso no había ocurrido. ¿Y ahora? Se sentía como si hubiera saltado de un edificio... y aterrizado sobre pan de molde, sano y salvo, la mayor prueba de su estructura familiar no había sido sólo aprobada, sino completamente superada con matrícula. Cuando se separaron del montón, su padre puso la mano en la cara de Blay. —Siempre mi hijo. Y siempre estaré orgulloso de llamarte mi hijo. Cuando el macho dejó caer el brazo, el anillo en su mano captó el resplandor de la luz del techo, el oro brilló amarillo. El patrón que se había grabado en el metal precioso era exactamente el que había en el anillo de Blay y mientras trazaba las familiares líneas, se dio cuenta de que la glymera había estado muy equivocada. Todos esos relieves se suponía que eran los símbolos de este espacio, de los vínculos que se fortalecían y mejoraban las vidas entrelazadas de la gente, de los compromisos que iban de la madre al padre, del padre a hijo, de la madre al hijo. Pero al igual que suele ocurrir con la aristocracia, el valor estaba fuera de lugar, se basaba en el oro y los grabados, no en la gente. A la glymera le importaban las cosas para aparentar, más que lo que eran,

mientras la mierda pareciera bonita en el exterior, podías tener medio muertos o totalmente depravados pasando por debajo y aún así estarían bien con eso. ¿En lo que se refería a Blay? La comunión era lo importante. —Creo que la lasaña está lista —dijo su madre mientras besaba a los dos—. ¿Por qué no ponéis la mesa vosotros? Agradable y normal. Feliz. Mientras Blay y su padre se movían por la cocina, sacando los cubiertos de plata, platos y servilletas de tela en tonos rojo y verde, Blay se sintió un poco flipado. De hecho, había mucha relación con haber puesto todo sobre la mesa y descubrir, al otro lado, que todo lo que había esperado era de hecho lo que tenías. Y, sin embargo, cuando se sentó un poco más tarde, sintió regresar el vacío que le había estado carcomiendo, tan claro como si hubiera entrado brevemente en una casa caliente, pero hubiera tenido que salir y volver al frío. —¿Blay? Se sacudió y se inclinó hacia delante para aceptar el plato lleno de belleza casera que su madre estaba extendiendo hacia él. —Oh, esto tiene un aspecto increíble. —La mejor lasaña del planeta —dijo su padre, mientras desdoblaba la servilleta y se subía las gafas sobre la nariz—. Un trozo del exterior para mí, por favor. —Como si no supiera que te gustan las partes crujientes. —Blay sonrió a sus padres, su madre usó una espátula para sacar uno de los trozos de las esquinas—. ¿Dos? —Sí, por favor. —Los ojos de su padre estaban clavados en la bandeja de loza—. Oh, eso es perfecto. Durante un tiempo, no hubo sonidos excepto los de comer de manera educada.

—Entonces cuéntanos, ¿cómo van las cosas en la mansión? —Le preguntó su madre, después de tomar un sorbo de agua—. ¿Ha pasado algo interesante? Blay exhaló. —Qhuinn fue inducido en la Hermandad. Bocas abiertas. —Es un honor —suspiró su padre. —Se lo merece, ¿no? —La madre de Blay sacudió la cabeza, su pelo rojo reflejó la luz—. Siempre has dicho que es un gran guerrero. Y sé que las cosas han sido muy duras para él, como te dije la otra noche, el chico me ha estado rompiendo el corazón desde el primer momento que le conocí. Somos dos, pensó Blay. —Va a tener un hijo también. Vale, su padre dejó caer el tenedor y tuvo que toser. Su madre se acercó y palmeó al hombre en la espalda. —¿Con quién? —Una Elegida. Silencio total. Hasta que su madre susurró: —Bueno, eso es mucho. Y pensar que había mantenido el verdadero drama para sus adentros. Dios, esa pelea que habían tenido en el centro de entrenamiento. La había repetido una y otra vez, repasando cada palabra que había sido arrojada, cada acusación, cada negación. Odiaba algunas de las cosas que le había dicho, pero se mantuvo firme en lo que había estado tratando de establecer. Sin embargo, tío, su perorata podía haber sido menos agresiva. Realmente lamentaba esa parte.

Pero no había posibilidad de pedir disculpas. Qhuinn casi había desaparecido. El guerrero ya nunca bajaba a las comidas públicas y si estaba entrenando, no era durante el día en el gimnasio del centro de entrenamiento. Tal vez se estaba consolando en la habitación de Layla. Quién sabía. Mientras Blay se tomaba unos segundos, pensó en lo mucho que significaban este tiempo con su familia y su aceptación, y se sintió como un idiota de nuevo. Dios, había perdido los estribos de tan mala manera, la ruptura finalmente había llegado después de tantos años de idas y venidas de drama. Y no había vuelta atrás, pensó. Aunque la verdad era que nunca había habido.

Capítulo 76

—¿Hola? Mientras esperaba la respuesta de su abuela desde el piso de arriba, Sola apoyó un pie en el primer escalón y se asomó por la barandilla. —¿Estás levantada? Por fin estoy en casa. Echó un vistazo a su reloj. Las diez de la noche. Menuda semana. Había aceptado un trabajo de investigación para uno de los más importantes abogados de divorcios de Manhattan, que sospechaba que su esposa le estaba engañando. Al final resultó que sí y, de hecho, con dos personas distintas. Le había llevado noches y noches de trabajo, y para cuando por fin consiguió atar todos los cabos sueltos, faltaría más, llevaba fuera seis días. El tiempo que había pasado fuera había estado bien. Y su abuela, con la que había hablado todos los días, no había dicho nada sobre más visitantes. —¿Estás despierta? —Llamó, aunque era una estupidez. Si la mujer hubiera estado despierta, hubiera contestado. Al retroceder hacia la cocina, desvió inmediatamente la vista a la ventana que estaba encima de la mesa. No había podido quitarse a Assail de la cabeza ni un instante; y sabía que, hasta cierto punto, su pequeño proyecto en la Gran Manzana tenía más que ver con poner un poco de distancia entre ellos que con ninguna necesidad imperiosa de dinero o de darle un impulso a su profesión adicional de detective.

Después de tantos años cuidando de sí misma y de su abuela, la sensación de pérdida de control que tenía cuando él andaba cerca no era bienvenida. Tan solo se tenía a sí misma para poder sobrevivir en el mundo. No había ido a la universidad, no tenía padres y, si no trabajaba, no tenía dinero. Y era la responsable de una mujer de ochenta años con facturas médicas y movilidad decreciente. Cuando se es joven y se procede de una familia normal, una se puede permitir perder la cabeza con locuras románticas, porque dispone de una red de seguridad. En su caso, Sola era la red de seguridad. Y estaba rezando que tras una semana sin contactar… El golpe vino desde atrás; la alcanzó en la parte posterior de la cabeza y el impacto viajó directamente hasta sus rodillas, inutilizándolas. Cuando golpeó el suelo de linóleo, pudo echar un buen vistazo a los zapatos del tío que la había golpeado: mocasines, pero no de los buenos. —Recógela —dijo un hombre en susurros. —Antes tengo que registrarla. Sola cerró los ojos y se quedó quieta mientras unas rudas manos le daban la vuelta y la cacheaban, haciendo crujir su chaquetón y tironeándole de la cinturilla de sus pantalones a la altura de las caderas. Le quitaron la pistola, junto con el iPhone y el cuchillo. —¿Sola? Los hombres que estaban trabajando con ella se quedaron congelados, mientras ella luchaba contra su instinto, para poder aprovecharse de la distracción e intentar tomar el control de la situación. Su primera opción era sacar a esos tipos de la casa antes de que hicieran daño a la anciana. Sola podía apañárselas con ellos, dondequiera que la llevaran. Pero, ¿si involucraban a su vovó? Podía morir alguien muy querido para ella.

—Vamos a sacarla de aquí —susurró el que estaba a su izquierda. Ella colgaba, aparentemente fláccida, mientras la recogían del suelo, pero entreabrió un ojo. Los dos llevaban pasamontañas con agujeros para los ojos y la boca. —¡Sola! ¿Qué estás haciendo? Vamos, gilipollas, pensaba ella mientras organizarse con sus brazos y piernas. Moveos…

ellos

trataban

de

Chocaron contra la pared. Casi tiran una lámpara. Soltaban juramentos en voz alta mientras cargaban con su peso muerto a través de la sala de estar. Llegaron a la puerta principal justo cuando ella estaba a punto de volver a la vida y mandarles a la puta calle. —¿Sola? Voy a bajar… Ella empezó a rezar mentalmente: esas antiguas y familiares palabras que conocía de toda la vida. La diferencia con esos rezos era que en este caso no eran en vano… por una vez, necesitaba desesperadamente que su abuela se moviera como una tortuga. Para que no consiguiera bajar las escaleras antes de que abandonaran la casa. Por favor, Dios… El golpe de desagradable aire frio que sintió fue una buena noticia. También lo fue la repentina velocidad que los hombres alcanzaron mientras la llevaban hacia un coche. Así como el que cuando la metieron en el maletero, no se preocuparan de atarle los pies o las manos. Se limitaron a echarla dentro y salir pitando, con los neumáticos resbalando en el hielo hasta que consiguieron tracción y empezaron a ganar velocidad. Sola no podía ver nada, pero notaba como tomaban los giros. Izquierda. Derecha. Mientras rodaba en el cubículo, trató de usar las manos para encontrar cualquier cosa que pudiera utilizar como arma.

No hubo suerte. Y hacía frio. Eso podía limitar su capacidad física de reacción si el viaje se alargaba. Gracias a Dios que no se había llegado a quitar el chaquetón. Con los dientes castañeteando, se recordó que había estado en peores situaciones. En serio. Mierda. *

*

—Prometo no estropearlo —Layla estaba de pie en la cocina de la mansión y, mientras esperaba que Fritz empezara a discutir, terminó de ponerse el abrigo de lana que Qhuinn le había comprado a principios de mes—. Y no tardaré. —Entonces yo la llevaré, señora —se animó el viejo doggen, alzando las frondosas cejas blancas con optimismo—. La llevaré donde usted desee… —Gracias, Fritz, pero solo voy a dar una vuelta. Sin destino concreto. Lo cierto es que estaba a punto de perder los nervios de tanto tiempo como llevaba encerrada en la casa, y, ya que había recibido más buenos resultados del último análisis de sangre que le había hecho Doc Jane, había decidido que necesitaba salir. Desmaterializarse no era una opción, pero Qhuinn la había enseñado a conducir… y la idea de sentarse en un coche calentito, sin dirigirse a ningún sitio en particular… libre y sola… le sonaba a gloria. —Quizás si llamo… Ella le interrumpió: —Las llaves. Gracias.

Mientras extendía la mano, miró fijamente al mayordomo a los ojos, transmitiendo su orden de la manera más cortés pero firme que pudo. Lo gracioso era que hubo un tiempo, antes del embarazo, en el que se hubiera rendido y cedido ante la incomodidad del doggen. Ya no. Se estaba empezando a acostumbrar a defenderse a sí misma, a su bebé y al sire de su bebé, muchas gracias. Pasar por el infierno de estar a punto de perder aquello que deseaba tan desesperadamente, la había redefinido hasta extremos a los que aun trataba de acostumbrarse. —Las llaves —repitió. —Sí, por supuesto. Inmediatamente —Fritz se apresuró a dirigirse al escritorio situado al final de la cocina—. Aquí están. Cuando regresó y se las entregó con una tensa sonrisa, ella le puso una mano en el hombro, aun sabiendo que, sin duda, eso le pondría más nervioso, lo que de hecho ocurrió. —No te preocupes. No me alejaré. —¿Lleva su teléfono? —Sí, por supuesto —lo sacó del bolsillo central de su forro polar—. ¿Lo ves? Se despidió con la mano y, al atravesar el comedor, saludó con la cabeza al personal, que ya se encontraba preparándolo todo para la Última Comida. Pasó por el recibidor y se encontró caminando más rápido a medida que se acercaba a la salida. Y por fin estuvo completamente libre de la casa. Una vez fuera, inspirar profundamente el aire helado fue como una bendición y, al levantar la mirada hacia el cielo estrellado, notó un subidón de energía. A pesar de lo mucho que hubiera deseado saltar desde los escalones principales, tuvo buen cuidado al bajarlos, igual que al atravesar el patio. Mientras rodeaba la fuente, presionó el botón del

llavero y las luces del gigantesco coche negro se encendieron para ella con un guiño. Por favor, queridísima Virgen Escriba, no permitas que lo destroce. Se colocó tras el volante y tuvo que mover el asiento hacia atrás, porque, claramente, el último que había conducido el vehículo había sido el mayordomo. Y entonces, al dejar el llavero en su lugar y apretar el botón de arranque, hizo una pausa momentánea. Sobre todo cuando el motor arrancó y comenzó a ronronear. ¿En serio estaba haciendo esto? Y si… Evitó entrar en esa espiral, empujó hacia arriba la palanca que tenía a su derecha y miró a la pantalla del salpicadero, para asegurarse de que no tenía nada detrás. —Todo va a ir bien —se dijo. Quitó el freno y el coche se movió suavemente hacia atrás, lo que estuvo bien. Desafortunadamente, lo hizo en la dirección opuesta a la que ella quería y tuvo que dar un volantazo. —Mecachis. Luego siguió: un poquito hacia delante, un poquito hacia atrás, de modo que el coche estuvo un rato avanzando y parando hasta que por fin el logo circular apuntó hacia la carretera que descendía de la montaña. Con una última mirada a la mansión, partió a paso de tortuga colina abajo, manteniéndose a su derecha, tal y como le habían enseñado. El paisaje aparecía borroso a su alrededor, debido al mhis y deseaba librarse de ello. Estaba desesperada por tener visibilidad. Cuando salió a la carretera principal, dobló a la izquierda, tratando de coordinar el giro del volante con la aceleración, con el objetivo de salir a la carretera con un mínimo orden. Y entonces, sorpresa, sorpresa, la navegación se hizo sencilla: el Mercedes, creía que se

llamaba así, era tan estable y seguro que era casi como sentarse en un sillón y ver una película sobre el paisaje que estaba recorriendo. Claro, que iba a apenas diez kilómetros por hora. Y el cuentakilómetros llegaba hasta los doscientos cuarenta. Estos estúpidos humanos y su velocidad. Claro que, si esta era su única manera de desplazarse, era comprensible el valor que daban a la rapidez. Comenzó a ganar confianza con cada kilómetro. Usando el mapa de la pantalla del salpicadero para orientarse, permaneció lejos del centro, de las autopistas y hasta de las zonas residenciales de las afueras de la ciudad. En el campo se estaba bien: montones de espacio para poder detenerse y poca gente, aunque, de vez en cuando, aparecía un coche en la noche, con los faros brillando, que la adelantaba por la izquierda. Tardó un rato en darse cuenta de a donde se dirigía. Y cuando lo hizo, se dijo que tenía que dar la vuelta. No lo hizo. De hecho, le sorprendió descubrir que sabía a dónde iba, sus recuerdos tendrían que haberse empañado desde el otoño, con el paso de los días, incluso más, los hechos tendrían que haberle difumunado el lugar que buscaba. Esa memoria no existía. Ni siquiera la incómoda situación de estar en un coche y tener que restringirse a determinadas carreteras mitigaba lo que estaba viendo con los ojos de la mente… o donde la estaban llevando sus recuerdos. Encontró el prado que buscaba a muchos kilómetros del complejo. Detuvo el coche al principio del campo y contempló su ascenso gradual. El gran arce estaba justo donde debía, con su sólido tronco y las ramas principales, más pequeñas, desnudas de las hojas que una vez habían ofrecido un colorido manto.

En un abrir y cerrar de ojos, imaginó al soldado caído que yacía en el suelo junto a sus raíces y lo recordó todo de él, desde sus poderosos miembros hasta sus ojos azul marino, pasando por cómo había querido renunciar a ella. Se inclinó hacia delante y apoyó la cabeza en el volante. Lo golpeó una vez. Y una segunda. Tratar de encontrar caballerosidad en esa negativa no era simplemente poco juicioso, sino directamente peligroso. Además, simpatizar con un traidor constituía una violación de sus propias reglas de toda la vida. Y aun así… sola en el coche, con sólo sus propios pensamientos más íntimos a los que enfrentarse, descubrió que su corazón seguía estando con un macho a quien, según todas sus reglas y creencias morales, debería odiar apasionadamente. Era una situación realmente triste.

Capítulo 77

A Trez le tocó la lotería hacia las diez y media de esa noche. A iAm y a él les habían asignado unas habitaciones que daban a la fachada principal, en la tercera planta de la mansión, justo frente a la suite de acceso restringido que alojaba a la Primera Familia. Unos cuchitriles súper monos, con cuartos de baño incorporados y camas suaves e inmensas. Y suficientes antigüedades y objetos propios de la realeza como para provocarle a un museo un ataque de “oh, por Dios”. Pero lo que hacía de sus alojamientos algo realmente sobresaliente era el techo bajo el que se encontraban. Y no porque para mantenerles a cubierto de los elementos hubieran usado suficiente cantidad de pizarra como para agotar una cantera. Inclinándose hacia el espejo del lavabo, Trez comprobó el estado de su camisa de seda negra. Se palpó las mejillas para asegurarse de que su cuidadoso afeitado había sido lo suficientemente meticuloso. Se colocó bien los pantalones negros. Relativamente satisfecho, prosiguió con el ritual de la vestimenta. Lo siguiente era la pistolera. Negra, para que no se notara. Y la pareja de pistolas calibre cuarenta que llevaba bajo ambos brazos estaban bien ocultas. Normalmente él era más de llevar cazadoras de cuero, pero durante la última semana había estado machacando el abrigo de lana de doble solapa que iAm le regaló años atrás. Se lo deslizó por los hombros, tironeó de las mangas y sacudió los hombros para que la tela negra cayera correctamente.

Dio un paso atrás y se estudió. Las armas no se notaban. Y con este modelito pijo tampoco había manera de saber que sus negocios iban de alcohol y prostitución. Se miró a los ojos en el espejo deseando haber pertenecido a un mejor campo profesional. Algo con más clase, como… analista político o profesor de universidad o… físico nuclear. Por supuesto, todo eso era basura humana que no le importaba una mierda. Pero desde luego era mejor que lo que en realidad hacía para ganarse la vida. Echó un vistazo a su reloj Piaget, que no era el que usaba habitualmente, y vio que no podía esperar más. Salió de su habitación color rojo sangre, con sus pesados cortinajes de terciopelo y sus paredes de seda adamascada; sus pisadas no hacían ruido sobre la alfombra Bukhara que cubría el suelo. Sip, dada su más reciente… predilección… le gustaba como lo hacía sentirse esta decoración, estas ropas, esta actitud mental. Por supuesto, la ilusión se rompería tan pronto como llegara a su club, pero ahora estaba aquí, donde ser-lo-más era importante. O… podría ser importante. Joder, por sus cojones, esperaba que en definitiva, importara. Su Elegida, la que había conocido en el norte, en el campamento de Rehv, y había visto al llegar la primera noche, no estaba por allí. Así que, por un lado, pensó mientras salía de la habitación, toda esta tontería del guardarropa y las apariencias había servido para bien poco. Aun así, se sentía optimista. A través de una serie de conversaciones cuidadosamente orquestadas con diversos miembros del personal de la casa, se había enterado de que la Elegida Layla había estado ocupándose de proporcionar sangre a aquellos compañeros que la necesitaban… pero no podía continuar haciéndolo, debido a su embarazo.

Bendito acontecimiento, desde luego. De manera que la Elegida Selena… Selena. Qué nombre tan maravilloso. De cualquier forma, la Elegida Selena había estado viniendo a ocuparse de esos temas, lo que significaba que, tarde o temprano, tendría que volver. Vishous, Rhage, Blay, Qhuinn y Saxton necesitaban alimentarse con regularidad y teniendo en cuenta la manera de luchar de esos chicos durante el último par de noches, iban a necesitar una vena. Lo que significaba que tenía que venir. Aunque… joder. No podía decir que el motivo realmente lo complaciera. La idea de cualquier otro en su vena… como que le hacía desear pasarse por el Ginsuxix a quienquiera que fuera. Considerando todo el asunto, su obsesión era un poco patética, particularmente en su forma de manifestarse. Durante la pasada semana, todas las noches, se había quedado perdiendo el tiempo después de la Primera Comida: esperando, como si nada, hablando con ese maldito Lassiter, que la verdad, no era tan mal tío cuando llegabas a conocerlo. De hecho, aquel ángel era una fuente de información sobre la casa y estaba tan enganchado a la telebasura que no parecía enterarse de lo que se le preguntaba sobre el tema de las hembras. El Primale. Sobre si había algún asuntillo por ahí, en el que estuviera involucrada gente aparte de las parejas formales. Paró delante del ordenador y apagó el Show de Howard Stern, interrumpiendo otra paliza acerca de Baba Booey; luego salió de su habitación, caminando a grandes zancadas ante la pared abovedada que se retraía cada vez que Wrath o Beth deseaban entrar o salir de sus aposentos. Bajó por las escaleras enmoquetadas y apareció al principio de la galería de las estatuas. O la galería de maricas en pelotas, según él lo veía.

Giró a la derecha, pasó ante el despacho del rey que estaba cerrado y bajó por la escalinata central hasta el increíble vestíbulo. Mientras bajaba, iba protestando por la falta de tiempo, deseando no tenerse que marchar. Pero claro, los negocios son los negocios y… A medio camino hacia el suelo de mosaico, vio aparecer a la hembra que había estado esperando ver, que venía de la sala de billar y se dirigía a la biblioteca. —Selena —llamó, cruzando hacia la barandilla y apoyándose sobre todo ese pan de oro. Mientras miraba a través de la caída que les separaba, ella alzó la cabeza y sus ojos se encontraron.

Popóm. Popóm. Popóm. El corazón empezó a latirle dentro del pecho, atronador como un cántico guerrero, y se llevó las manos automáticamente al abrigo para asegurarse de que estaba correctamente cerrado. Después de todo, ella era una hembra de valía… y él no deseaba asustarla con sus armas. Jo, tío, era preciosa. Con el cabello oscuro recogido en la coronilla y el cuerpo envuelto por la diáfana túnica, era demasiado valiosa y frágil para estar cerca de nada violento. O de nadie como él. —Hola —dijo ella con una leve sonrisa. Aquella voz. Jesús Bendito, aquella voz… Trez salió disparado, en una carrera mortal hacia abajo. —¿Cómo estás? —dijo casi frenando en seco ante ella. Ella hizo una leve inclinación. —Muy bien.

—Eso está bien, está muy bien. Así que… —Joder—. ¿Vienes a menudo por aquí? Para darse de tortas. ¿Qué? ¿Cómo si fuera un bar? Mierda… —Cuando me llaman, sí —inclinó la cabeza a un lado, entrecerrando los ojos—. Eres diferente, ¿no? Él contempló la piel oscura de sus propias manos, aunque sabía que ella no se refería a nada cromático. —No tan diferente. Por ejemplo, tenía colmillos… que deseaban morder. Y… otras cosas, que se estaban empezando a excitar simplemente por estar en su presencia. —¿Qué eres? —Su mirada era tranquila y fuerte, como si estuviera analizándolo a niveles más profundos que la vista, el oído o el olfato—. No puedo… distinguirlo.

Esto no es para ti. Trez sintió la voz de su hermano, pero la ignoró. —Soy un amigo de la Hermandad. —Y del rey, o no estarías aquí. —Correcto. —¿Luchas junto a ellos? —Si me lo piden. Entonces los ojos de ella brillaron con respeto. —Eso es correcto y apropiado —hizo una nueva inclinación—. Tus servicios son loables. Se hizo el silencio entre ellos y mientras Trez se devanaba los sesos buscando algo que decir, lo que fuera, recordó todo lo que había andado follando por ahí. Para esa mierda solía estar a punto sin previo aviso. ¿Pero conversaciones formales? Como si tuviera que hablar en otro idioma.

Dios, como odiaba pensar en esas cosas cuando ella estaba presente. —¿Estás bien? —preguntó la Elegida. Y entonces fue cuando ella lo tocó. Le puso la mano en el antebrazo y aunque no hubo contacto de piel contra piel, todo su cuerpo sintió la conexión, brazos y piernas congelados y con la mente en blanco, como si estuviera en trance. —Eres… increíblemente hermosa —se oyó decir. Las cejas de la Elegida salieron disparadas hacia arriba. —Sólo estaba siendo honesto —murmuró—. Y tengo que decirte… que llevo toda la semana esperando verte. Ella retiró la mano, aquella con la que lo había tocado, y se la llevó al cuello de la túnica, cerrando las solapas. —Yo…

Esto no es para ti. Al percibir su incomodidad, Trez cerró los ojos, bruscamente invadido por una sensación de “en-qué-coño-estabas-pensando”: por lo que sabía sobre las Elegidas de la Virgen Escriba, ellas conformaban una variedad de hembras que eran las más puras y virtuosas del planeta. El polo opuesto de sus “compañeras” más recientes. ¿Qué estaba esperando que ocurriera al ponerse a darle la charla? ¿Qué le saltara encima y le rodeara las caderas con las piernas? —Lo siento —dijo ella. —No, escucha, no tienes por qué disculparte —dio un paso atrás porque, aunque ella era alta, era como la cuarta parte de él y lo último que quería era que se sintiera acosada—. Sólo quería que lo supieras. —Yo…

Genial. ¿Qué es lo que ocurre cuando una hembra se tiene que parar a pensar en las palabras correctas? Que ya sabes que has metido la pata de verdad. —Lo siento —dijo otra vez. —No, está bien. Está genial —levantó la mano—. No te preocupes por ello. —Es sólo que yo…

Estoy enamorada de otro. Pertenezco a otro. No me interesas de ninguna de las maneras. —No —la interrumpió, no quería oír las razones concretas. No eran más que palabrería para lo inevitable—. Está bien. Lo entiendo… —¿Selena? —llegó una voz desde algún punto a la izquierda. Era Rhage. Mierda. Al volver la cabeza en esa dirección, la luz iluminó sus mejillas y sus labios desde un ángulo diferente, dándole un aspecto igual de estupendo, por supuesto. Podría quedarse mirándola para siempre. Hollywood se asomó entre los arcos de la biblioteca. —Estamos preparados para ti...eh, hola, tío. —Hola —respondió Trez—. ¿Cómo te va? —Bien. Tengo una cosilla de la que ocuparme. Cabrón. Chupapollas. Bastar… Trez se frotó la cara. Vale. De acuerdo. No había sitio en esta casa de tropecientos mil metros cuadrados para ese tipo de agresión, particularmente cuando era a causa de una hembra a la que había visto dos veces. Que no quería saber nada de él. Mientras estaba haciendo su trabajo. —Me marcho —le dijo al Hermano—. Te veré antes del amanecer. —Roger, grandullón.

Trez saludó a Selena con la cabeza y se marchó, atravesando el vestíbulo y desmaterializándose en dirección al centro… que era su puto sitio. No podía creerse que llevara una semana esperando esto y tendría que haberse imaginado como iba a terminar. Sintiéndose un imbécil se materializó detrás del Iron Mask, entre las sombras del aparcamiento. Podía escuchar el ritmo del bajo de la música incluso desde la parte trasera y según se iba acercando a la puerta de atrás, con su pintura desconchada y la manilla desgastada por el uso, supo que durante las siguientes seis u ocho horas iba a tener que andarse con cuidado con ese humor de perros que traía. Humanos + alcohol x ganas de matar = recuento de cadáveres. Nada que él ni sus negocios necesitaran. Una vez dentro, fue directamente hacia su oficina y se deshizo de ese ridículo disfraz de Halloween de legitimidad, se quitó el abrigo de pijo y la camisa de seda, quedándose solo con una camiseta negra de tirantes y sus estupendos pantalones. Xhex no estaba en su despacho, así que saludó con la mano a las chicas que estaban preparándose para comenzar su turno en los vestuarios y salió a la tierra del populacho. En el club ya había una masa crítica de gente, todos los cuales vestían ropas oscuras y de fibra y mostraban expresiones de aburrimiento, que muchos de ellos irían perdiendo con el paso del tiempo, cuando sus hígados empezaran a deteriorarse debido a la química del alcohol que bebían y las drogas que consumían. —Hola, papi —le dijo alguien. Miró y se encontró con una pequeña y curvilínea cosa cualquiera mirándole. Llevaba los ojos tan pintados de negro que igual podía haber llevado las gafas de sol puestas e iba fajada con un corpiño tan ajustado como una segunda piel; era como un personaje anime en vivo.

Bostezo. —Soy bla-bla-bla. ¿Vienes por aquí a menudo? —dio un sorbo a la pajita roja de su bebida—. Bla-bla-bla estudiante universitaria blabla-bla psicología. ¿Bla-bla-bla? Por el rabillo del ojo vio como la multitud se apartaba, como si se estuviera quitando del camino de un gorila o puede que de una bola de demolición. Era Qhuinn. Y tenía una expresión tan lúgubre como la de Trez. Trez le saludó y el guerrero le devolvió el saludo mientras continuaba su camino hacia la barra. —Guau. ¿Le conoces? —preguntó Estudiante ¿Quién es? ¿Bla-bla trío bla-bla quizás?

Universitaria—.

Mientras ella soltaba una risita de “soy una chica muy, muy mala”, Trez la miró de arriba abajo. La bandeja de entremeses que le estaban ofreciendo le resultaba tan poco atrayente a tantos niveles… —Bla-bla-blablablabla —Risita. Meneo de cadera—. ¿Bla? Trez fue vagamente consciente de asentir con la cabeza y, a continuación, se dirigían a un rincón oscuro. Con cada paso que daba, una nueva parte de él se apagaba, se desconectaba, entraba en estado de hibernación. Pero no podía detenerse: era como el yonqui esperando que su siguiente chute resultara tan bueno como lo fue el primero… y por fin le proporcionara el alivio por el que estaba tan jodidamente desesperado. Aunque sabía que eso no iba a ocurrir. No esta noche. No con ella. Nunca en su vida. Probablemente nunca jamás.

Pero algunas veces uno tiene que hacer algo… o se volvería loco. —Dime que me quieres —le dijo la chavala restregándose contra su cuerpo—. Porfaaaa… —Sí —dijo Trez, aturdido—. Claro. Lo que quieras. Lo que quieras.

Capítulo 78

Xcor entrelazó las manos y las colocó sobre la lustrosa mesa. A su lado, Throe hablaba en tono grave; él había permanecido en silencio desde que habían dejado descansar los pies cuando se sentaron en la pareja de sillones color rojo oscuro a juego. —Lo cierto es que esto parece convincente —su soldado pasó otra página del juego de documentos que les habían proporcionado—. Ciertamente muy convincente. Xcor miró a su anfitrión. El abogado de la glymera tenía la constitución de una hoja, estaba tan delgado que uno se preguntaba si presentaría algún tipo de verticalidad cuando yaciera tumbado. También hablaba con agotadora meticulosidad, sus parrafadas verbales parecían estar atestadas de palabras complicadas en letra pequeña. —Dígame, ¿hasta qué punto es exhaustivo este informe? — preguntó Throe. Xcor desvió la mirada hacia las librerías. Estaban llenas a reventar de tomos encuadernados en piel y estaba bastante seguro de que el gentil macho había leído todos y cada uno de ellos. Quizá dos veces. El abogado se lanzó a otro reflexivo y bien articulado crucero a través de la lengua inglesa. —Jamás se lo habría presentado a ustedes sin antes asegurarme de haber hecho todos los esfuerzos para… En otras palabras: sí, completó Xcor mentalmente.

—Lo que no veo aquí —Throe continuó pasando páginas—, es ninguna anotación referente a opiniones contrarias. —Eso es porque no he sido capaz de encontrar ninguna. El término “pura sangre” solo se ha utilizado en dos contextos: el del linaje, como en el caso de la descendencia legítima de un determinado caballero o una dama; y el de la identidad racial. A lo largo del tiempo se ha producido un ligero debilitamiento en la reserva genética genérica, debido a una cierta contaminación humana; y aun así los individuos con lazos de sangre lejanos con los Homo Sapiens han sido hasta la fecha considerados por ley como de pura sangre siempre y cuando pasaran por la transición. Claro que, por supuesto, ese no sería el caso de un vástago directo de humano y vampiro. Eso es un auténtico mestizo. Y esos individuos, incluso sobreviviendo al cambio, han estado históricamente sometidos a baremos legales distintos, con menos derechos y privilegios que otros civiles. Por lo tanto, la preocupación es la siguiente: al ser la shellan del rey una mestiza, existe la posibilidad de que tengan un vástago varón que no pase por la transición. Throe frunció el ceño como considerando las implicaciones. —Pero, en cualquier caso, eso lo sabríamos al cabo de veinticinco años; y la pareja real siempre podría tratar de tener varios hijos. Xcor interrumpió con sequedad: —Estás dando por hecho que seguiremos en el planeta dentro de dos décadas y media. Cuando a este ritmo nos estamos acercando a la extinción. —Precisamente —el abogado hizo una inclinación de cabeza en dirección a Xcor—. Desde un punto de vista práctico, ser una cuarta parte humano podría ser suficiente para impedir que la transición se produzca: ya se han dado casos documentados de ello y estoy seguro de que Havers podría proporcionar incluso más ejemplos. Más aún, entre mucha gente de mi generación existe el miedo de que un vástago con un nexo tan cercano a la raza humana pudiera de hecho

preferir una compañera de raza humana y, por ejemplo, salir en busca de alguna no relacionada con nuestra especie. En cuyo caso podríamos tener una reina humana, lo que sería… —el macho sacudió la cabeza con desagrado— absolutamente intolerable. —De modo que hay dos asuntos —dijo Xcor echándose atrás en el sillón, que crujió bajo su peso—: el precedente legal y las implicaciones sociales. —Ciertamente —el abogado hizo una nueva inclinación de cabeza—. Y creo que el temor social relativo a las cuestiones legales relacionadas con los hijos del rey se podría incrementar convenientemente entre los indecisos. —Estoy de acuerdo —murmuró Throe cerrando los papeles—. La cuestión es cómo proceder. Cuando Xcor estaba abriendo la boca para hablar, una extraña vibración le recorrió de arriba abajo, interrumpiendo su proceso mental y convirtiendo su cuerpo en un diapasón, tocado por una mano invisible. —¿Sería tan amable de revisar la documentación? —le preguntó el letrado. Como si pudiera, pensó Xcor lúgubremente. Ciertamente, había que preguntarse lo que este culto macho pensaría si supiera que el que tenía que tomar la decisión final en todo este asunto era un analfabeto. —Estoy convencido —se levantó, pensando que quizá estirándose podría liberarse de aquello que le afligía—. Y creo que esta información debería compartirse con miembros del Consejo. —Tengo contactos suficientes como para convocar a todos los princeps. Xcor se acercó a una ventana y miró al exterior, dejando divagar a sus instintos. ¿Sería la Hermandad?

—Hágalo —dijo distraídamente mientras el rumor de sus entrañas aumentaba, provocándole una sensación de urgencia imposible de ignorar…

Su Elegida… Su Elegida había conseguido salir del complejo y estaba cerca… —Debo marcharme —dijo apresuradamente mientras se dirigía a la puerta—. Throe, encárgate de terminar aquí. Dejó tras él una cierta conmoción, una estela de conversación procedente de los dos machos que no le importó en absoluto. Atravesó la puerta principal como una tromba y contempló las tierras de labranza que lo rodeaban… Y localizó su señal. En tan solo un abrir y cerrar de ojos se había marchado, atraído en cuerpo y alma hacia su hembra igual que un ladrón moribundo a la redención. *

*

En el Iron Mask, en el centro, Qhuinn se dirigió a la barra y plantó el culo en uno de los taburetes forrados de cuero. A su alrededor la música tronaba y el olor a sudor y a sexo impregnaban el cálido ambiente, haciéndole sentir claustrofobia. O puede que fuera sólo una sensación. —Hace tiempo que no te vemos —dijo la camarera, una hembra atractiva con un enorme par de tetas, deslizando una servilleta ante él—. ¿Lo de siempre? —Doble. —Hecho.

Mientras esperaba que le sirvieran su Herradura Selección Suprema, notaba sobre él los ojos de los humanos presentes en el club.

¿Salir del armario? Como si fuera gay… ¡Follas con hombres! ¿Qué cojones crees que quiere decir eso? Sacudió la cabeza, le hubiera venido realmente bien un descanso: su pequeño y feliz intercambio llevaba dándole vueltas por la cabeza, justo al borde de su conciencia desde que había estallado esa mierda una semana atrás. En conjunto había hecho un trabajo de sublimación sobresaliente… pero, por desgracia, parecía que ese golpe de suerte se había acabado. Para cuando llegó su tequila y se metió el primer chupito y luego el siguiente, ya sabía que no podía sacarse más distracciones de la manga, no podía posponer la introspección. Extrañamente, o quizá no tanto, pensó en su hermano. Todavía no había compartido las noticias sobre el bebé con Luchas. Todo parecía demasiado frágil: aunque el embarazo continuaba su curso y parecía ir bien, iba a ser sólo otra ración de drama, que el tipo no necesitaba en ese momento. Y, muy evidentemente, no le había contado nada sobre su vida sexual ni sobre Blay. Por un lado, su hermano seguía siendo virgen… o al menos, eso le pareció entender a Qhuinn: la glymera era muchísimo más restrictiva con las hembras acerca de lo que podían o no hacer antes de emparejarse y, ciertamente, si Luchas hubiera querido echar un polvo casual con alguna hembra se lo hubieran tolerado, siempre y cuando no se enrollara con ella de manera permanente. Pero cada vez que Luchas se había alimentado desde su transición, había sido con testigos, o sea que ninguna oportunidad por ahí, y sus noches seguían una programación muy exhaustiva con clases, estudios y eventos sociales con carabina. Imposible también. De alguna manera, recordar toda la mierda que Qhuinn había hecho no parecía apropiado. Además, en palabras de Blay, tampoco era tan interesante.

Qhuinn se frotó la cara. —¿Dos más? —pidió en voz alta. Mientras la camarera se apresuraba con ellos, él seguía pensando, maldita sea, había dado por hecho que el sexo con Blay había sido realmente interesante. Pero a Blay no parecía preocuparle eso cuando estaba ocurriendo… Igual daba. De vuelta a Luchas. En todas esas charlas que había mantenido con su hermano junto a su cama, no habían mencionado a las hembras… y evidentemente los machos no estaban en el menú. Antes de los asaltos, Luchas era hetero, como su padre… lo que quería decir: estrictamente con la hembra con la que uno está emparejado, en posición de misionero, el día del cumpleaños y quizá una vez más al año después de un festival. ¿Machos, hembras, hombres, mujeres, en combinaciones variables, a veces en público, raramente en la cama en casa? Nada sobre lo que Lucas tuviera un punto de referencia. Cuando los Herraduras tres y cuatro aparecieron ante él, hizo un gesto de agradecimiento. Profundizando más, aunque odiaba aquella expresión tanto como lo que significaba, trató de ver en si había algún motivo más para su reticencia a hablarle de su vida al único miembro de su familia que le quedaba. Algo vergonzoso. Embarazoso. Demonios, puede que un “te pillé” un poco rebelde, que no quería imponer a su tullido hermano… Qhuinn se removió, incómodo en su propia ropa. Bueno. Nunca se sabe. ¿Siendo brutalmente honesto? Sí, estaba un poco irritable. Pero en el nivel de no desear que le miraran raro por otro motivo más… que sin duda sería lo que el conservador y probablemente virgen de su hermano haría si le contaba lo de los machos y los hombres. Eso era todo.

Sí. Eso era todo.

No sé cómo explicarlo. Es sólo que a largo plazo me veo con una hembra. Eso fue lo que le dijo a Blay tiempo atrás, y fue completamente sincero. Sintió un nudo de emoción en el estómago, que le retorció por dentro y le removió las tripas y el hígado. Se dijo que era por el alcohol. Pero el repentino temor que le invadió sugería otra cosa. Qhuinn se tragó el tercer chupito con la esperanza de librarse de la sensación. Y el cuarto. Y mientras tanto los rostros, los pechos y los sexos de todas las hembras y mujeres que se había follado se le pasaron por la cabeza. —No —dijo en alto—. No. No. Oh, Dios…

No. Se calló al ver la mirada de extrañeza que le lanzó el tipo que estaba a su lado. Se pasó una mano por la cara y sintió la tentación de pedir más bebida, pero se contuvo. Algo sísmico estaba tratando de salir a la superficie; lo notaba temblar justo en los cimientos de su psique.

No sabes quién eres y ese ha sido siempre tu problema. Joder. Si pedía más tequila, si seguía bebiendo, si continuaba tratando de evitarlo, lo que Blay había dicho sobre él iba a hacerse realidad con toda seguridad. El problema era que no quería saberlo. Simplemente no… quería… saberlo… joder… Jesús, aquí no. Ahora no. Nunca… Juró por lo bajo, mientras sentía el géiser de la verdad empezar a burbujear en serio, alto-y-claro desde el centro de su corazón,

tratando de liberarse… y él sabía que una vez lo consiguiera, nunca sería capaz de enterrarlo de nuevo. Maldita sea. La única persona con la que quería hablar de esto no le hablaba. Dedujo que iba a tener que enfrentarse a ello y manejarlo solo. Hasta cierto punto, la idea de que él fuera… bueno, ya sabes… como su madre habría dicho… no debería de haberle afectado. Era más fuerte que la condescendencia de la glymera y, mierda, vivía en un entorno en el que ser gay o hetero no era importante: mientras pudieras arreglártelas en el campo de batalla y no fueras un completo gilipollas, la Hermandad te iba a apoyar. Anda y que le dieran, como para fijarse en la vida sexual de V. ¿Usar velas negras para algo más que proporcionar luz en la oscuridad? Demonios, follar tíos era una chorrada comparado con eso. Además, ya no vivía en casa de sus padres. Esa no era su vida. Esa no era su vida.

Ésa no era su vida. Y por más que se lo repetía, una y otra vez, el pasado que ya no existía permanecía a su espalda, asomándose por encima de su hombro… juzgándole y encontrándolo no sólo deficiente, no simplemente inferior, sino completa y absolutamente indigno. Era como el dolor de un miembro fantasma: ya no había gangrena, la infección había desaparecido, la amputación se había llevado a cabo… pero la terrible sensación persistía. Seguía doliendo como un demonio. Seguías siendo tan lisiado como un cojo. Todas esas mujeres… todas esas hembras… ¿Cuál era la verdadera naturaleza de la sexualidad?, se preguntó repentinamente. ¿Qué se consideraba atracción? Porque había querido follárselas y eso había hecho. Las elegía en clubs y bares, joder, incluso en aquella tienda del centro comercial donde fueron a comprar ropa de verdad para John Matthew después de su transición.

Había elegido a esas mujeres, las había seleccionado de entre la multitud, las había pasado por algún tipo de filtro de datos que eliminó a algunas y resaltó a otras. Había hecho que se la mamaran, les había hecho lo mismo a ellas. Las había tomado por detrás, de lado, de frente. Les había manoseado los pechos. Había hecho todo aquello por elección. ¿Había sido distinto en el caso de los tíos? Y aunque lo fuera, ¿eso debería etiquetarle? Y si él no soltaba una definición de cómo era, ¿no significaba que era algo que sus padres, que estaban jodidamente muertos y que de todas formas ya le odiaban, no hubieran aprobado? Mientras todas esas preguntas zumbaban en su cabeza, acribillándolo con exactamente el tipo de autoanálisis que siempre había conseguido mantener fuera de sus procesos mentales, llegó a una conclusión incluso más impactante. A pesar de lo importante que era toda esa mierda, de que se estaba poniendo muy en plan descubridor al estilo de Cristóbal Colón, nada de todo ello se acercaba siquiera al tema realmente crítico. De ninguna jodida manera. El verdadero problema que acababa de descubrir hacía que toda aquella basura fuera tan simple como un paseo por el parque.

Capítulo 79

Assail no soportaba las palabrotas. Bajo su punto de vista, eran algo vulgar e innecesario. Una vez dicho eso, había tenido una puta semana de mierda. Estaba en el sótano de su casa, en la bóveda, donde él y los mellizos acababan de terminar de organizar el botín de los últimos días: los billetes estaban apilados en fajos que habían pasado por la máquina contadora, precintados y luego organizados por tipo… y el total era impresionante incluso para su estándar. En total, tenían unos doscientos mil dólares. El Fore-lesser y su alegre banda de asesinos habían hecho un trabajo excelente. Uno pensaría que tendría que estar contento. Pues no tanto. De hecho, se había comportado como un miserable cabrón hijo de puta… y la razón de su mal humor le hacía estar aun más cabreado. —Id a Benloise —les dijo a los mellizos—. Recoged la siguiente remesa de cocaína y volved aquí a separarla. Los mellizos eran unos maestros cortando el material con aditivos y empaquetándolo en papelinas. Eso estaba muy bien. Los asesinos estaban moviendo tres veces lo que se vendía antes. —Luego haced el reparto —Assail comprobó su reloj—. Está previsto para las tres de la mañana, así que deberíais tener tiempo suficiente.

Se levantó de la mesa, estiró los brazos por encima de la cabeza y arqueó la espalda. Últimamente tenía el cuerpo tenso y sabía por qué: estar en un constante estado de excitación de bajo nivel le mantenía tensos los músculos de las piernas y los hombros, entre otros aspectos físicos… que habían resultado bastante resistentes a la autoregulación. Después de años sin preocuparse particularmente de atender sus propias erecciones, últimamente había caído en la rutina de satisfacerse a sí mismo. Y lo único que parecía estar consiguiendo era hacer más intensa la sensación de lo que no estaba consiguiendo. Llevaba una semana esperando a que Marisol se pusiera en contacto con él, deseando que sonara el teléfono; y no precisamente porque se le hubiera presentado otro desconocido en la puerta. Esa mujer le había deseado tanto como él a ella y, con toda seguridad, eso les conduciría a reencontrarse. Sin embargo, eso no había ocurrido aún. Y el hecho de que ella estuviera conteniéndose tanto como él, le estaba haciendo cuestionarse no sólo su autocontrol sino su cordura. Además, temía que iba a caer antes que ella. Saliendo, subió las escaleras y entró en la cocina. Lo primero que hizo fue dirigirse al teléfono, por si acaso ella le hubiera llamado o si movido el Audi por fin, después de siete noches seguidas sin ir a ninguna parte: el maldito cacharro llevaba aparcado frente a la casa desde que él la visitó, como si de alguna manera ella se hubiera enterado de que le había colocado un rastreador. Comprobó la pantalla y vio que alguien le había llamado, pero era un número que no aparecía en su lista de contactos. Y había un mensaje de voz. No tenía ningún interés en llamadas equivocadas de algún humano, pero como existía la posibilidad de que fuera un lesser rompiendo el protocolo, decidió escuchar el mensaje.

Se dirigió a la cavaxx mientras accedía a él. Últimamente había estado fumando demasiado y, probablemente, metiendose demasiada coca. Lo que era absurdamente contraproducente: en su estado de inquietud y frustración, añadir estimulantes a esa química interna era como añadir gasolina al fuego. —Hola. Soy la abuela de Sola. Trato de ponerme en contacto con un tal… Assail… ¿por favor? —Assail se detuvo en seco en mitad del salón—. ¿Por favor me puede llamar ahora? Gracias… Con una sensación de terror, cortó el mensaje y pulsó Devolver Llamada. Un tono. Dos tonos. —¿Hola? Lo cierto era que no conocía su nombre. —Soy Assail, señora. ¿Está usted bien? —No, no… no lo estoy. He encontrado este número en su mesilla así que llamo. Algo va mal. Él sujetó con fuerza su iPhone. —Dígame. —Se ha marchado. Vino a casa, pero luego se marchó por la puerta nada más llegar… ¿La oigo irse? Sólo que todas sus cosas están aquí: su mochila, su coche, todo. Yo estaba dormida y oigo ruidos abajo, alguien que se mueve. La llamo y nadie contesta… y luego hay este ruido fuerte… un sonido alto… y entonces bajo. La puerta principal está abierta y tengo miedo de que se la hayan llevado. No sé qué hacer. Ella siempre me dice que no llame a la policía. No sé… —Shh, está bien. Ha hecho usted lo correcto. Voy directamente para allá. Assail salió corriendo hacia la puerta sin preocuparse de comunicárselo a los gemelos: lo único que tenía en la cabeza era llegar a la casita tan rápido como fuera posible.

Sólo le llevó un segundo desmaterializarse, y al tomar forma en el jardín delantero estaba pensando que, entre todos los escenarios que se había planteado mentalmente para volver allí, este no estaba. Como le había dicho la abuela, el Audi estaba aparcado en la calle, al final del camino de acceso. Justo donde estaba antes. ¿Pero qué llamaba la atención? Había un revoltijo de huellas en la nieve, siguiendo un trayecto diagonal que atravesaba el césped hacia la calle. Había sido secuestrada, pensó Assail. Maldita sea. Trotó escalones arriba y llamó al timbre golpeando el suelo con los pies. La idea de que alguien se hubiera llevado a su hembra… La puerta se abrió y la mujer del otro lado estaba visiblemente descompuesta. Y luego pareció más desconcertada cuando lo tuvo ante sus ojos. —¿Es usted… Assail? —Sí. Le ruego que me deje entrar, señora, para que pueda serle de ayuda. —No es el hombre que vino antes. —No el que usted vio, señora. Ahora, por favor, déjeme entrar. Mientras la abuela de Marisol se hacía a un lado, se lamentaba. —Oh, no sé donde está. Mâe de Deus, se ha marchado, marchado… Él contempló el pequeño y ordenado saloncito y luego se dirigió a la cocina para comprobar la puerta trasera. Intacta. La abrió de par en par y se asomó. No había más huellas que las que él había dejado la semana anterior. Lo cerró todo de nuevo y echó el cerrojo, luego volvió con la abuela. —¿Estaba usted arriba?

—Sí. En la cama. Como he dicho, estaba durmiendo. La oigo entrar, pero estaba medio dormida. Luego oigo ese… ruido, como de alguien cayendo. Dije que iba a bajar, luego se abrió la puerta principal. —¿Vio algún coche marcharse? —Sí. Pero estaba muy lejos y la matrícula… nada. —¿Cuánto tiempo hace? —Le he llamado después de unos quince minutos, quizá veinte. Fui a su habitación a mirar… allí encontré la servilleta con su número en ella. —¿Ha llamado alguien? —Nadie. Assail miró su reloj y empezó a preocuparse por lo pálida que estaba la anciana. —Venga, señora, siéntese aquí. Mientras él la conducía al sofá de flores del salón, ella sacó un delicado pañuelo y se lo llevó a los ojos. —Ella es mi vida. Assail trató de recordar cómo se dirigían los humanos a sus mayores. —Señora… eh… Señora… —Carvalho. Mi marido era brasileño. Soy Yesenia Carvalho. —Señora Carvalho, necesito hacerle unas preguntas. —¿Puede ayudarme? Mi nieta es… —Míreme a los ojos —cuando la mujer obedeció, él dijo en voz baja —. No hay nada que no vaya a hacer para traerla de vuelta. ¿Entiende lo que le digo? La señora Carvalho entrecerró los ojos mientras Assail enviaba sus intenciones al espacio que había entre ellos. Entonces, después de un

momento, se calmó y asintió una vez… como si aprobara lo que hiciera, aunque había bastantes posibilidades de que fuera violento. —¿Qué quiere saber? —¿Hay alguien que usted pueda recordar que quisiera hacerle daño? —Es una buena chica. Trabaja en una oficina por las noches. Se cuida. Luego Marisol no le había contado a su abuela a lo que se dedicaba en realidad. Eso estaba bien. —¿Dispone de activos? —¿Dinero, quiere decir? —Sí. —Somos gente corriente —dijo mirando sus ropas hechas a medida —. No tenemos nada más que esta casa. Algo que él dudaba, aunque sabía poco de la vida de su mujer, encontraba difícil de creer que no hubiera ganado dinero haciendo lo que hacía… y desde luego no pagaba impuestos sobre los ingresos que conseguía de gente del tipo de Benloise. Pero se temía que no iba a haber una llamada pidiendo rescate. —No sé qué hacer. —Señora Carvalho, no quiero que se preocupe —se puso en pie—. Me encargaré de esto rápidamente. Ella entrecerró los ojos de nuevo, traicionando una inteligencia que a Assail le recordó a su nieta. —¿Usted sabe quién ha hecho esto, verdad? Assail hizo una profunda reverencia como gesto de respeto. —Se la traeré de vuelta.

La cuestión era a cuánta gente iba a tener que matar para conseguirlo… y si Marisol estaría viva cuando todo terminara. El mero pensamiento de que su mujer sufriera algún daño físico le hacía gruñir, sacar los colmillos y desprenderse de su parte civilizada como una cobra de su piel. Cuando dejó la modesta casita, tenía la sensación de que ya sabía de qué iba todo el asunto. ¿Y si tenía razón? Aunque veinte minutos después del secuestro podía ser demasiado tarde. En cuyo caso, cierto asociado suyo en los negocios iba a aprender unas cuantas nuevas lecciones sobre el dolor. Y Assail iba a ser su profesor.

Capítulo 80

Layla se quedó en el Mercedes. Se estaba caliente en el interior, el asiento era confortable y ella se sentía segura dentro de los confines de la gran caja de acero que la rodeaba. Y tenía un panorama de cosas a considerar: los faros brillaban con fuerza delante del coche, los haces se extendían a bastante distancia en la noche antes de desvanecerse. Después de un tiempo, los copos empezaron a caer a través de la iluminación, sus perezosos desplazamientos tortuosos sugerían que no querían descender desde las altas nubes para finalizar en tierra. Mientras se sentaba en silencio, controlando los ciclos del motor como Qhuinn le había enseñado a hacer durante el frio invierno, su mente no estaba en blanco. No, su mente no estaba completamente vacía. Aunque estaba mirando fijamente hacia delante y tomaba nota de la silenciosa nieve que caía, lo más cercano a la carretera y las tranquilas tierras de labranza… lo que ella veía era al luchador. Al traidor. El macho que siempre parecía estar con ella, especialmente cuando estaba sola. Incluso mientras se sentaba sola en este coche en medio de ninguna parte, su presencia era tangible, los recuerdos tan fuertes que podía jurar que él estaba a su alcance. Y la añoranza… querida Virgen Escriba, la añoranza que sentía no era nada que pudiera compartir con ninguno de aquellos a los que amaba. Era un destino tan cruel tener una reacción como esta a alguien que era…

Layla saltó atrás en el asiento, de sus labios se desprendió un grito que resonó en el interior del coche. Primero, no estuvo segura de si lo que se había materializado en los rayos era real, de verdad: Xcor parecía estar esperando más adelante con las botas plantadas en la carretera, su enorme cuerpo envuelto en cuero parecía absorber los haces gemelos de luz como lo haría un agujero negro. —No —barbotó ella—. ¡No! No estaba segura de a quien se lo decía, o que estaba negando. Pero una cosa estaba clara… cuando él dio un paso adelante y luego otro, supo que el soldado no era un producto de su mente o de sus terribles deseos, sino muy real. Mete la marcha, se dijo a sí misma. Mete la marcha y pisa el acelerador a fondo. Carne y sangre, incluso tan terroríficamente violentas como las suyas, no estaban a la altura de un choque como este. —No —siseó ella, mientras él se acercaba más. Su cara era exactamente como ella recordaba: perfectamente simétrica, con pómulos altos, ojos estrechos y un ceño permanente entre sus rectas cejas. El labio superior torcido hacia arriba, de tal forma que parecía estar gruñendo, y su cuerpo… su cuerpo se movía como el de un gran animal, los hombros moviéndose con un casi controlado poder, las fuertes piernas lo llevaban hacia delante con la promesa de una fortaleza brutal. Y aun así… ella no estaba asustada. —No —gimió ella. Él se detuvo cuando estaba a unos centímetros del guardabarros del coche, el abrigo de cuero se elevaba a sus costados y las armas brillaban. Los brazos estaban caídos a los lados, pero no se quedaron así. Los elevó moviéndolos lentamente…

Para sacar algo de su espalda. Algún tipo de arma. Que dejó sobre el vehículo. Y luego sus manos, aquellas manos cubiertas de cuero negro, fueron al pecho… y él sacó dos pistolas del abrigo. Y dagas de las fundas que le cruzaban los pectorales. Y una larga cadena. Y algo que reflejaba la luz pero que no pudo reconocer. Lo puso todo sobre el capó del coche. Luego dio un paso atrás. Mantuvo los brazos en alto. Y giro en un lento círculo. Layla respiró con dificultad. No era de naturaleza guerrera. Nunca lo había sido. Pero sabía instintivamente que en el código de un guerrero, desarmarse uno mismo ante cualquier otro era un tipo de vulnerabilidad no fácilmente aceptada. Él seguía siendo mortífero, por supuesto… un macho con su físico y entrenamiento era capaz de matar simplemente con las manos desnudas. No obstante se le estaba ofreciendo él mismo. Probando de la forma más visible posible que él no quería hacerle daño. La mano de Layla fue hasta la hilera de botones en el lado del panel junto a ella y se congeló allí. Sin embargo no estaba inmóvil… respiró con dificultad, como si estuviera huyendo, el corazón le martilleaba y el sudor le brillaba en el labio superior… Desbloqueó las puertas. Que la Virgen Escriba la ayudara… pero desbloqueó las puertas. Mientras el punzante sonido reverberaba en el interior, Xcor cerró los ojos brevemente, su expresión se relajaba, como si le hubieran dado un regalo que no esperaba. Luego lo rodeó…

Cuando abrió la puerta más alejada se coló el aire frio, y luego su gran cuerpo se dobló en el asiento a su lado. La puerta se cerró con firmeza y se volvieron el uno hacia el otro. Con las luces interiores brillando, ella fue capaz de echarle una buena mirada. Él estaba respirando con dificultad, demasiado, su amplio pecho subía y bajaba, la boca ligeramente abierta. Parecía duro, el delgado velo de cortesía había desaparecido de sus rasgos… o más apropiadamente, quizá nunca había estado allí. Y aunque otros lo habrían llamado feo por su deformidad, para ella… era hermoso. Y aquello era un pecado. —Tú eres real —dijo para sí. —Aye —su voz era profunda y resonante, una caricia para sus oídos. Pero luego se resquebrajó, como si le doliera—. Y tú estás embarazada. —Lo estoy. Él cerró de nuevo los ojos, pero ahora como si hubiera sido golpeado por un duro golpe. —Te vi. —¿Cuándo? —En la clínica. Noches y noches atrás. Pensé que te habían golpeado. —¿La Hermandad? ¿Por qué… —Por mi —abrió los ojos, y había tal angustia en ellos que ella quiso confortarlo de alguna forma—. Nunca habría elegido ponerte en esa situación. Tú no eres para la guerra y mi teniente nunca, jamás debería haberte metido en esto —su voz se hizo más y más profunda —. Tú eres inocente. Incluso yo, que no tengo honor, reconocí eso al instante. Si no tenía honor ¿por qué se había desarmado ahora, pensó ella?

—¿Estas emparejada? —le dijo con voz áspera. —No. Bruscamente, su labio superior dejó al descubierto los enormes colmillos. —Si fuiste violada… —No. No, no… elegí por mí misma. Para el macho —se llevó la mano al abdomen—. Quería un bebe. Llegó mi necesidad y todo en lo que podía pensar era cuanto quería ser una mahmen para algo que fuera mío. Aquellos estrechos ojos se cerraron de nuevo y él se llevó una mano callosa a la cara. Ocultando su boca irregular, le dijo: —Desearía que yo… —¿Qué? —…fuera digno para haberte dado lo que deseabas. Layla sintió otra vez una tremenda necesidad de alargar la mano y tocarlo, para aliviarlo de alguna forma. Su reacción era tan cruda y honesta, y su sufrimiento parecía el suyo propio siempre que pensaba en él. —¿Me dices que te están tratando bien a pesar de que me ayudaste? —Sí —susurró ella—. Muy bien además. Él bajó la mano y dejó caer la cabeza hacia atrás, aliviado. —Eso está bien. Eso está… bien. Y tú también perdóname por venir aquí. Te sentí, y descubrí que era incapaz de negármelo a mí mismo. Como si fuera atraído a ella. Como si… la quisiera. ¡Oh, querida Virgen Escriba! Pensó ella, mientras su cuerpo se calentaba desde el interior. Los ojos masculinos parecieron agarrarse al árbol que estaba en el campo más allá.

—¿Piensas en aquella noche? —le dijo en voz baja. Layla bajó la vista a sus manos. —Sí. —Y te duele, ¿verdad? —Sí. —A mí también. Siempre estás en mi cabeza, pero por una razón diferente me aventuro a suponer. Layla respiró profundamente mientras el corazón le atronaba de nuevo en los oídos. —No estoy segura, esto es tan impropio de ti. Ella escuchó como la cabeza de él hacia un chaquido al girar. —¿Qué has dicho? —jadeó. —Creo… que me has oído bastante bien. Al instante, se extendió entre ellos una tensión vital, encogiendo el espacio que ocupaban acercándolos aunque ninguno de ellos se había movido. —Debes ser su enemigo —pensó ella en voz alta. Siguió un largo silencio. —Ahora es demasiado tarde. Se han llevado a cabo acciones que no pueden ser deshechas con palabras ni promesas. —Desearía que no fuera así. —Esta noche, en este momento… también lo desearía. Ahora la cabeza que giró directamente fue la de ella. —Quizás haya una forma… Él estiró la mano y la silencio con el índice, apoyándolo con ternura sobre su boca.

Mientras los ojos de Xcor se fijaban en los labios de Layla, un casi imperceptible gruñido vibró en él… pero no permitió que se prolongara mucho, cortando el sonido como si no quisiera cargarla o quizás asustarla. —Estás en mis sueños —murmuró él—. Cada día, me persigues. Tu aroma, tu voz, tus ojos… esta boca. Movió la mano y le acarició el labio inferior con el áspero pulgar. Cerrando los parpados, Layla se apoyó en el roce, sabiendo que era todo lo que tendría de él. Estaban en lados opuestos de esta guerra, y aunque no conocía los detalles, había escuchado lo suficiente en la casa para saber que él tenía razón. No podía deshacer lo que había hecho. Y eso quería decir que ellos iban a matarlo. —No puedo creer que me dejes tocarte —su voz era más áspera—. Recordaré esto todas mis noches. En los ojos de Layla aparecieron lágrimas. Querida Virgen Escriba, durante toda su vida había esperado un momento como este… —No llores —el pulgar subió a sus mejillas—. Hermosa hembra de valía, no llores. Si cualquiera le hubiera dicho que alguien tan duro como él era capaz de tal compasión, no lo hubiera creído. Pero lo era. Con ella, lo era. —Me voy —dijo él de repente. Su instinto fue rogarle que tuviera cuidado… pero aquello significaría que también ella estaba deseando el destronamiento de Wrath. —Amada Elegida, se sabedora de esto. Si alguna vez me necesitas, estaré allí.

Él sacó algo del bolsillo… un teléfono. Volviéndolo hacia ella, encendió la pantalla tocando un botón—. ¿Puedes leer este número? Layla parpadeó con fuerza y obligó a que sus ojos se enfocaran. —Sí, puedo. —Es el mío. Sabes cómo encontrarme. Y si tu conciencia exige que le des esta información a la Hermandad, lo entenderé. Ella se dio cuenta de que él no podía leer el número… y no por falta de agudeza visual. Qué clase de vida habría llevado, se preguntó con tristeza. —Cuídate, mi hermosa Elegida —dijo, mientras la contemplaba fijamente con los ojos no solo de un amante, sino de un Hellren. Y luego se fue sin otra palabra, dejando el coche, recogiendo sus armas y rearmándose… …antes de desmaterializarse en la noche. Inmediatamente, Layla se cubrió la cara con las manos, los hombros empezaron a estremecerse, la cabeza a hundirse y sus emociones se desbordaron. Atrapada en el medio, entre su mente y su alma, estaba hecha pedazos incluso mientras permanecía entera.

Capítulo 81

—Pase. Mientras Blay hablaba, lanzó una mirada sobre el borde de La Conjura de los necios… y se sorprendió al descubrir a Beth entrando en su habitación. Una mirada a la cara de la reina y se incorporó en la chaise, dejando el libro. —Hola ¿Qué va mal? —¿Has visto a Layla? —No, pero sólo he estado aquí desde que regresé de casa de mis padres —le echó un vistazo al reloj. Después de media noche—. ¿No está en su habitación? Beth sacudió la cabeza, su oscuro cabello brillaba mientras se deslizaba por sus hombros. —Nosotras íbamos a pasar un rato juntas, pero no puedo encontrarla. No está en la clínica, ni la cocina… y he buscado a Qhuinn en el centro de entrenamiento lo mismo que aquí.También se ha ido. Quizás estaban teniendo una cena romántica, como compartir un plato de pasta y encontrarse en el medio gracias a una cinta de unos linguini alucinantes. —¿Has intentado en sus teléfonos? —le preguntó. —El de Qhuinn está en su habitación. Y Layla no contesta el suyo si es que lo lleva encima.

Mientras se ponía de pie y entraba en una pequeño estado de excitación, pensó, cálmate… esto no es una emergencia nacional. De hecho, es una gran casa con un montón de habitaciones, y además, son adultos creciditos. Dos personas deberían poder salir juntas y eso no debería suponer una crisis. Especialmente si iban a tener un niño juntos… El sonido de un aspirador apagándose en la distancia le llamó la atención. —Ven conmigo —le dijo a la reina—. Si hay una persona en este lugar que lo sepa está abajo en el vestíbulo con una Dyson. Con bastante seguridad, Fritz estaba trabajando en el salón del primer piso, y mientras Blay entraba, fue golpeado en la cara por todos los recuerdos de Qhuinn y él haciéndolo rápido pero bueno sobre la manta del sofá. Genial. Simplemente fabuloso. —¿Fritz? —llamó la reina. El doggen cesó de ir de aquí-para-allá y silenció la máquina. —Bien, hola Su Majestad. Sire. Montones de inclinaciones. —Escucha Fritz —dijo Blay— ¿has visto a Layla? Inmediatamente, la cara del mayordomo se transformó en abatida. —Oh. Sí. En efecto. Cuando no añadió nada más, Blay lo empujó con un: —¿Yyyyyyy? —Ella se llevó el coche. El Mercedes. Hace unas dos horas. Que demonios, pensó Blay. A menos… —Entonces Qhuinn está con ella.

—No, estaba sola —mientras una barcaza de uh-oh golpeaba el estómago de Blay, el mayordomo sacudía la cabeza—. Traté de insistir en llevarla, pero no me permitió. —¿Dónde iba?—preguntó Beth. —Dijo que no tenía destino. Sabía que el señor Qhuinn le había enseñado a conducir y cuando ella me ordenó que dejara las llaves sobre su palma, no supe que hacer. La reina habló. —No has fallado en esto, Fritz. En absoluto. Sólo estábamos preocupados por ella. Blay sacó su teléfono. —Y hay GPS en el vehículo, así que esto va a ir bien. Avisaré a V y él será capaz de localizarlo para nosotros. Después de enviar el mensaje, la reina tranquilizó algo más al mayordomo y Blay dio vueltas esperando una respuesta. ¿Diez minutos después? Nada. Lo que quería decir que el Hermano con habilidades TI estaba en medio de algún asunto en el centro de la ciudad. Quince minutos. Veinte. Incluso llamó, y no obtuvo respuesta. De forma que sólo pudo asumir que alguien estaba sangrando… o que el teléfono de V había resultado roto durante la lucha. —¿Qhuinn no está en el gym?—dijo aunque la pregunta ya había sido respondida. Beth se encogió de hombros. —No cuando lo comprobé.

Blay pulsó llamada rápida, habló con Ehlena, y un momento después fue informado de que la sala de entrenamiento estaba vacía, Luchas dormido, y no había nadie en la piscina o en la pista de basquet. El tipo no estaba en la casa. Y tampoco en el campo, porque estaba fuera de rotación. Aquello dejaba sólo otro lugar imaginable. —Sé donde está —dijo Blay bruscamente—. Voy por él mientras esperamos que V contacte. Después de todo, la hembra estaba llevando a su hijo… asi que si ella estaba ASP por sí misma en el gran mundo, él tenía derecho a estar implicado en la búsqueda. Y seguro, quizás Qhuinn supiera donde estaba ella, pero Blay tenía la sensación de que no: difícil creer que él se hubiera dejado el teléfono en su habitación si fuera consciente de que ella iba a salir con el coche. Habría querido que ella pudiera contactarlo de alguna forma. Sabiendo esto ¿por qué se había dejado el móvil detrás? No era muy de él. A menos que pensara que Layla lo estaba haciendo bien… y no quisiera ser interrumpido. Genial. Corriendo a su habitación, cazó una pistola al vuelo… porque nunca se sabe cuándo se puede necesitar una, y un abrigo que era sólo para cubrir su ferretería. Luego bajó corriendo la escalera y salió a la entrada… y se desmaterializó en la noche. Recuperó su forma en el aparcamiento trasero del Iron Mask, y cuando llegó a la puerta trasera del club, llamó el timbre y mostró su cara a la cámara de seguridad. Xhex le abrió paso. —Hola —le dijo, dándole un rápido abrazo— ¿Cómo estás? Hace mucho que no te vemos por aquí. —Estoy buscando… —Si, está en el bar.

Por supuesto que estaba. —Gracias. Blay saludó con la cabeza a los gorilas, Big Rob y Silent Rob, y pasó del área de empleados al club propiamente dicho. Mientras entraba por la parte más alejada el ritmo bajo de la música fue directo a su esternón… o quizás era el latido de su corazón. Yyyyyy allí estaba: aunque había unas cien personas amontonadas alrededor del bar, para él Qhuinn era como una señal de neón, destacando contra el resto. El guerrero estaba sentado en el extremo más alejado, de espaldas a Blay, los codos contra la barnizada madera negra y la cabeza baja. Blay soltó una maldición mientras pensaba que allí estaban, de vuelta al principio. Y sí, antes de que pudiera siquiera ponerlo al día, una mujer se aproximó, deslizando su cuerpo junto a Qhuinn, la mano rezagada sobre su brazo y él giró la cabeza de forma que pudiera obtener una buena vista de ella. Blay sabía que seguía. Un rápido repaso arriba-y-abajo con aquellos ojos disparejos, una lenta sonrisa, un par de palabras en tono arrastrado… y los dos saldrían hacia los baños… Qhuinn sacudió la cabeza, y levantó la palma indicando que se detuviera. Y aunque ella estaba inclinada para hacer una segunda solicitud, sólo le consiguió otra ronda de hablar-con-la-mano. Antes de que Blay pudiera ponerse en movimiento otra vez, un tipo con el pelo hasta el culo y un par de pantalones de terciopelo pintados a pistola hizo un acercamiento. Su sonrisa era de un blanco deslumbrante, y su delgado cuerpo parecía hecho para las acrobacias. Una repentina nausea inundó las tripas de Blay, incluso mientras se recordaba a sí mismo que después de su ultimo altercado Qhuinn no buscaria sexo con él nunca más, así que por que se preocupaba de con quién jodía el guerrero. Y Dios sabía que el macho tenía apetito sexual…

El Señor Traje de Calle con extensiones también estaba recibiendo el movimiento-alto. Después de lo cual Qhuinn se volvió a concentrar en él mismo. Una inesperada vibración salió del bolsillo de Blay, su teléfono le hizo saber que tenía un mensaje. Sacándolo, vio que era de Beth: Todo bien-Layla segura casa. Solo salió para una escapada, y va a ver algo de tele conmigo. Blay contestó con un gracias, y devolvió el teléfono a su bolsillo. Ninguna razón para quedarse y molestar al guerrero con lo que había sido un no-acontecimiento… aunque era una oportunidad para hacer un pequeño control de daños de su reparto de bomba-H la semana anterior. Blay se aproximó, encaminándose a través de los cuerpos. Cuando llegó cerca de él, se aclaró la garganta y levantó la voz sobre el estruendo. —Oye… Aquella mano se alzó de repente sobre el hombro de Qhuinn. —Por el amor de Dios, no estoy interesado ¿vale? En aquel momento, la persona a la izquierda decidió renunciar a la bebida que había ordenado. Blay ocupó el lugar del humano. —Te dije que te llevaras tu jodida…—Qhuinn se congeló en mitad de su diatriba—. ¿Qué… estás haciendo aquí? Vale, por donde empezar con aquello. —¿Algo va mal? —dijo Qhuinn. —No, no. En realidad nada… ya sabes, mal —Blay frunció el ceño cuando se dio cuenta de que no había alcohol delante del tipo—. ¿Sólo has venido aquí?

—No, he estado andando de un lado a otro… un par de horas, supongo. —¿No estás bebiendo? —Lo hice la primera vez que me senté. Pero luego… bueno, no. Blay estudió aquella cara que conocía tan bien. Estaba tan adusto, con huecos bajo los pómulos y un ceño permanente que sugería que el tío tampoco había dormido en una semana. —Escucha, Qhuinn… —¿Has venido a disculparte? Blay se aclaró la garganta otra vez. —Sí, lo hice. Yo… —Vale. —¿Qué? Qhuinn levantó la mano y se frotó los ojos… luego se quedó con las palmas cubriéndole desde la frente a la barbilla. Dijo algo que no se oyó, y entonces fue cuando Blay supo que había ocurrido algo trascendental. Por otra parte, probablemente el pobre bastardo había llegado a darse cuenta del hecho de que Blay no era un santo. Blay se inclinó más cerca. —Háblame. Sea lo que sea, puedes contármelo. Justo, después de todo, era justo. Estaba segurísimo de haber descargado todo de su cabeza la última vez que se habían visto. —Tenías razón —dijo Qhuinn. —. No sabía… yo era… Cuando no dijo nada más, las costillas de Blay se tensaron con fuerza, las cejas se le dispararon hasta el cielo y lo esencial le golpeó. Oh… Dios…mío.

Mientras la sorpresa atravesaba todo su cuerpo, se dio cuenta de que nunca había esperado que el tipo recapacitara. Incluso mientras había gritado aquellas duras palabras, había sido más una representación de una ruptura final, más que la expresión de cualquier expectativa que ellos asimilaran. Qhuinn sacudió la cabeza mientras las manos seguían en su lugar. —Yo… todos esos años, toda aquella mierda con ellos… No podía hacerle frente a otra mierda para que me golpeara. Blay era más que consciente de quien eran “ellos”. —Hice un montón de cosas para alejarlo, para cubrir la mierda… porque incluso después de que me patearan, todavía estaban en mi cabeza. Incluso después de que murieran… todavía estaban allí, lo sabes. Siempre allí con el…—una mano se convirtió en puño y empezó a golpearse la cabeza—. Siempre allí… Blay capturó la gruesa muñeca y guió le brazo del macho hacia abajo. —Está bien… Qhuinn no lo miró. —Nunca supe que estaba tergiversándolo todo. No era… consciente de la mierda de mi cabeza —aquella profunda voz atrapaba—. Simplemente no quería darles otra razón para odiarme, aunque a ellos no les importara una mierda. Que era lo que me jodía ¿sabes? ¿Qué coño he estado pensando? El dolor que emanaba del cuerpo de Qhuinn era tan grande, que cambió la temperatura del aire a su alrededor, bajandola hasta que el vello de los hombros de Blay picó por el frio. Y en aquel momento, enfrentado a la abyecta miseria frente a él, Blay deseó poder retirar lo que había dicho antes… no porque no fuera verdad, sino porque no era el que debería haber arrancado aquella tirita. Mary, la shellan de Rhage, debería haber hecho esto

como parte de una sesión de terapia o algo similar. O quizás Qhuinn debería haber sido consciente de aquello de forma gradual. Pero no como… La devastación que estaba escrita en cada línea del cuerpo de Qhuinn, en la ronquera de su voz, en el apenas contenido grito que parecía estar bajo la superficie, era terrorífico. —Nunca supe cuanto me marcaron, especialmente mi padre. Aquel macho… lo contaminaba todo a mi alrededor, y yo ni siquiera sabía que estaba pasando. Y todo… arruinado. Blay frunció el ceño, no seguía aquella parte. Pero lo que estaba claro era la yuxtaposición entre sus padres y Qhuinn… nada que necesitara recordar: todo lo que pudo pensar era en aquel abrazo enfrente del horno, mama y papa enredando los brazos alrededor de él, su generosa aceptación, honesta y sin reservas. Y Qhuinn atravesaba esto solo. En un club. Sin que nadie lo apoyara mientras forcejeaba con el legado de discriminación al que había sido condenado… y la identidad que no podía cambiar y, al parecer, no podía ignorar más tiempo. —Lo arruinó todo. Blay puso la mano sobre el bíceps descubierto. —No, nada está arruinado. No digas eso. Estás donde estás, y eso está bien… La cabeza de Qhuinn se elevó con dificultad, dejando la jaula de la mano donde había permanecido, los ojos azul y verde ribeteados de rojo y acuosos. —Te he amado desde hace años. He estado enamorado de ti durante años y años y años… en el colegio y el entrenamiento… antes de la transición y después… cuando me abordaste y sí, incluso ahora que estás con Saxton y me odias. Y eso… mierda… en mi jodida cabeza me bloquea, lo bloquea todo… y el precio eres tú.

Mientras el sonido de chirriantes neumáticos rugía entre los oídos de Blay, y el mundo empezaba a girar, Qhuinn sólo seguía. —Así que me perdonarás si tengo que estar en desacuerdo contigo. No está bien… nunca estará bien… y considerando que estoy más que dispuesto a vivir con el hecho de que he sido un mentiroso ambulante y charlatán durante décadas, la idea de que sacrifiqué aquello que podía haber existido entre nosotros… es absoluta y positivamente no bien para mí. Blay tragó con fuerza mientras Qhuinn volvía a contemplar fijamente la pared de botellas de licor que estaba detrás del bar. Abriendo la boca, Blay intentó decir algo, pero en lugar de eso repasó el monólogo otra vez de principio a fin. Jesús… Y entonces se dio cuenta de algo.

Si soy gay, por qué eres el único macho con el que he estado. De repente, toda la sangre desapareció de la cabeza de Blay mientras él descifraba la verdad en las palabras que había malinterpretado de forma tan escandalosa. —Oh, Dios —dijo en voz baja. —Ahí es donde estoy —dijo el guerrero ¿Quieres una copa…? Las palabras le saltaron de la boca. —Ya no estoy con Saxton.

con brusquedad—.

Capítulo 82

Qhuinn giró la cabeza una segunda vez. Seguro que no podía haber oído aquello. —¿Qué…? —Rompí con él unas dos semanas atrás. Qhuinn sintió que sus parpados se movían un buen número de veces. —Por qué… espera, no lo entiendo. —No estaba funcionando. No había funcionado desde hacía mucho tiempo. ¿Cuando volvió aquella noche después de haber estado con alguien más? No estábamos juntos, así que él no me engañaba. Por alguna loca razón, todo lo que Qhuinn podía pensar era en Mike Myers diciendo: ¿Me lo repita? —Pero yo pensé… espera, vosotros parecíais realmente felices. Eso me mataba cada noche… sí. Blay hizo una mueca. —Lo siento, mentí. —Miiiieeerda. Casi lo mato. —Bueno, se podría decir que estabas siendo galante. Él lo sabía. Qhuinn frunció el ceño y negó con la cabeza. —No tenía ni idea de que vosotros dos no estabais… bueno, ya lo he dicho. —Qhuinn, tengo que preguntarte algo. —Adelante —asumiendo que pudiera centrarse en algo.

—Cuando tú y yo estuvimos juntos… aquella noche... y luego dijiste que nunca habías… ya sabes… Qhuinn esperó que continuara. Cuando no lo hizo, no tenía idea de a qué estaba aludiendo Blay… ¡Oh, aquello! Qhuinn no podía creerlo, pero sintió las mejillas rojas y calientes. —Sí, aquella noche. —Bueno, nunca habías… Considerando todo lo que había soltado allí, aquella cancioncilla parecía un detalle menor. Además, la verdad era la verdad. —Tú eres el primer y único macho con quien he estado así. Silencio del otro tío. Y después… —Oh Dios mío. Lo siento tanto. Yo… Qhuinn saltó, cortando las innecesarias disculpas. —Yo no lo siento. No hay nadie más a quien le hubiera dejado tomar mi virginidad. Siempre recuerdas al primero. Felicidades Saxton, afortunado mamón. Otro largo silencio. Y sólo cuando Qhuinn estaba a punto de comprobar su reloj y sugerir que se tomaran un descanso de la situación incómoda, Blay habló. —¿No vas a preguntarme por qué lo de Saxton y yo nunca va a funcionar? Qhuinn puso los ojos en blanco. —Sé que no eran problemas en el dormitorio. Tú eres el mejor amante con el que he estado, y no puedo imaginar que mi primo sintiera algo diferente. Jodido mamón hijo de puta Saxton.

Cuando se dio cuenta de que el otro no iba a decir nada, Qhuinn le lanzó una mirada. Los ojos azules de Blay tenían una extraña luz. —Que —por el amor de Dios—. Bien. ¿Por qué no debería funcionar? —Porque yo estaba, y estoy, completa, absoluta y totalmente… enamorado de ti. A Qhuinn se le cayó la mandíbula. Cuando sus oídos empezaron a zumbar, se preguntó si había oído bien. Se inclinó más cerca. —Perdona, ¿Qué has…? —Hola cariño —cortó una voz femenina. A su derecha, una mujer con suficiente escote como para llenar un par de ensaladeras se apretó contra su cuerpo—. ¿Te gustaría una compañera para el delito…? —Fuera —ladró Blay—. Está conmigo. Bruscamente la columna de Qhuinn se enderezó: estaba suficientemente claro por el frio fuego azul que escupían los ojos de Blay que estaba más que preparado para desgarrar de lado a lado la garganta de aquella mujer si no desaparecía rápido. Y eso era… Adorable. —Vale, vale —ella levantó las manos en un signo de sumisión—. No sabía que estabais juntos. —Lo estamos —siseó Blay. Mientras la mujer con la previamente brillante idea se escondía, Qhuinn se giró hacia Blay, bien consciente de la sorpresa que mostraba. —¿Lo estamos? —le susurró a su primer mejor amigo. Con la música del club martilleando, y un estadio lleno de extraños arremolinándose alrededor de ellos, con el camarero repartiendo

bebidas y las chicas trabajando, con un millar de otras vidas dando vueltas alrededor… el tiempo se detuvo para ellos. Blay alargó los brazos y tomó la cara de Qhuinn en sus manos, la mirada azul y concentrada se calentaba mientras deambulaba. —Sí. Sí, lo estamos… Qhuinn casi saltó sobre el tío, cerrando la distancia entre sus bocas y besando por primera vez al amor de su vida, dos… tres veces… aunque no tenía ni puñetera idea de qué estaba pasando, o si era real o si su alarma estaba a punto de dispararse. Después de todo el sufrimiento, estaba sediento por el alivio, incluso si solo era temporal. Cuando se echó atrás, Blay frunció el ceño. —Estás temblando. ¿Era posible que no se imaginara por qué? —¿Yo? —Sí —No te preocupes, te amo. Te amo muchísimo, y siento no ser bastante macho para admitir… Blay lo detuvo con un beso. —Eres lo bastante macho ahora… lo demás queda en el pasado. —Sólo… Dios, estoy temblando de verdad ¿cierto? —Sí. Pero está bien… te tengo. Qhuinn giró la cara hacia la palma del macho. —Siempre me tienes. Siempre me has tenido… y a mi corazón. Mi alma. Todo. Sólo deseo que no me hubiera llevado tanto manejarlo. Esa familia mía… casi me mató. Y no sólo gracias a aquella Guardia de Honor. Los ojos de Blay vagaron. Y luego sus manos cayeron.

—Qué —soltó Qhuinn— ¿Dije algo malo? Oh, Dios, sabía que esto era demasiado bueno para ser verdad… Hubo un largo momento en el que Blay sólo lo miró fijamente. Pero luego el macho levantó la mano. —Dame la mano. Qhuinn obedeció al instante, como si la orden de Blay corriera por su cuerpo más de lo que su propio cerebro hacía. Cuando algo se deslizó en su dedo, saltó y bajo la vista. Era un anillo de sello. El anillo de sello de Blay. El que el padre del macho le había dado inmediatamente después de su transición. —Eres perfecto de la forma que eres —la voz de Blay era fuerte—. No hay nada malo con quién y qué has sido siempre. Estoy orgulloso de ti. Y te amo. Ahora… y siempre. La visión de Qhuinn se nubló. Jo…der. —Estoy orgulloso de ti. Y te amo —repitió Blay—. Siempre. Olvida a tu familia… ahora me tienes. Yo soy tu familia. Todo lo que pudo hacer fue contemplar el anillo, viendo los relieves, sintiendo el peso en su dedo, observando la luz reflejada por el preciado metal. Parecía que había querido uno de aquellos toda su vida. Y vaya… como de costumbre, como siempre, Blay era el único que había llegado a él. Mientras un sollozo desgarraba la garganta de Qhuinn, se sintió atraído contra un gran y poderoso pecho, unos fuertes brazos lo rodearon y lo sostuvieron. Y luego, desde ningún sitio, brotó una especie oscura, el aroma, el aroma de vinculación de Blay, era lo más hermoso que había estado en su nariz.

—Estoy orgulloso de ti y te amo —volvió a decir Blay, aquella voz familiar y conocida atravesó todos aquellos años de rechazo y juicios, dándole no sólo una vía de aceptación a la que agarrarse, sino una mano de carne-y-hueso que lo guiaba fuera de la oscuridad de su pasado… Y lo llevaba a un futuro que no requería mentiras o excusas, porque lo que él era, y lo que ellos eran, era extraordinario y nada fuera de lo ordinario. El amor, después de todo, era universal. Qhuinn cerró con fuerza el puño, y supo que nunca, jamás se quitaría aquel anillo. —Siempre —murmuró Blay—. Porque la familia es una cosa para siempre. Dulce Jesús, Qhuinn estaba sollozando como un mariquita. Pero a Blay no parecía importarle en lo más mínimo… o juzgarlo. Y ese era el quid ¿no? —Siempre —repitió Qhuinn con voz áspera—. Siempre…

Epílogo

DOS SEMANAS DESPUES.

Después de lo cual la vida era alucinantemente impresionante. —¿Te gustó lo de anoche? Mientras Qhuinn hablaba al oído de Blay, este puso los ojos en blanco en la cercana oscuridad. —¿Tú qué crees? Con los cuerpos desnudos bajo las cálidas y pesadas mantas, Qhuinn estaba abrazándolo por detrás, los brazos de ambos unidos y las piernas enredadas. Resultaba que a Qhuinn le gustaba acurrucarse. Quien lo diría… y que fabuloso. —Creo que te gustó —Qhuinn lamió un lado de la garganta de Blay —. Dime que te gustó. En lugar de responder, Blay flexionó la espalda y llevó el culo justo contra la erección del otro macho. El gruñido resultante hizo que Blay sonriera satisfecho. —Suena como si tú estuvieras metido —murmuró Blay. —Joder, sí, lo estaba. La noche anterior ambos habían estado fuera de rotación, y después de entrenar en el gym y un juego de billar contra Lassiter y Beth, que ellos perdieron, Blay sugirió que fueran al Iron Mask por una razón específica.

Mientras Blay recordaba lo que había sucedido después de que regresaran allí, la polla de Qhuinn fue a lugares donde era más que bienvenida… y Blay se entregó una vez más a la deliciosa penetración y al ritmo lento que su compañero estableció. Las cosas que recordaba del club sólo hacían las cosas más tentadoras: ambos habían ido, se habían sentado en el bar y tomado un par de copas, Herradura para Qhuinn y un par de G&T para Blay. Y luego Qhuinn tenía aquella mirada en sus ojos. Y Blay se había hecho cargo de las cosas. Había conducido al macho a uno de los baños, y habían entrado juntos, había sido una fantasía llevada a cabo, los besos, las manos en los pantalones, el frenético deshacerse-de-la-ropa de cintura para abajo… Un gemido salió de la boca de Blay mientras estaba ocurriendo y lo que había ocurrido, la mezcla, el erótico coctel llevándolo al borde del orgasmo… y luego, gracias al apretón de Qhuinn empujándolo, directo sobre el borde, su polla se derramó con fuerza en la mano de su amante, su cuerpo se sacudió y envió a Qhuinn hacia un alivio… Después de un tiempo para recobrarse, y una muy satisfactoria segunda ronda, Qhuinn habló arrastrando las palabras. —¿Alguna oportunidad de que estuvieras pensando en ese baño? —Quizás. —Podemos hacerlo cualquier noche, si te gusta. Blay se rio entre dientes. —Bueno, supongo que estaremos libres otra vez esta tarde, así… A la Hermandad se le había ordenado permanecer en casa, y como no había explicaciones en el mensaje de Tohr, Blay suponía que tenía que ser una reunión con el rey. La Banda de Bastardos y la glymera habían estado quietos dos semanas… ningún e-mail, ni movimientos de tropas en el centro, ni llamadas telefónicas. No era una buena señal.

Probablemente una puesta al día o una sesión de estrategia acerca de la muerte del miembro del Consejo y sus implicaciones. Aunque en realidad Blay no podía ver ninguna desventaja en que Assail hubiera asesinado al tonto hijo de puta. Adiós Elan P.D. la próxima vez que impliques a alguien falsamente, trata de señalar a un pacifista. La perspectiva de una reunión lo hizo pensar en la integración de Qhuinn en la Hermandad… lo que había sido impecable, como resultado. La conducta del guerrero no era diferente, su actitud exactamente la misma. Y esa era una razón más para amarlo. Incluso con el elevado estatus que se le había concedido, no había dejado que aquella mierda se le subiera a la cabeza. ¿Y el tatuaje de la lágrima de su cara que había sido cambiado a púrpura? Absolutamente excitante. Exactamente como la nueva cicatriz con forma de estrella en su pecho. —Definitivamente vamos a hacerlo otra vez —dijo Qhuinn mientras se retiraba lentamente y rodaba sobre la espalda. Levantó los brazos sobre la cabeza, sonrió y se estiró, el reflejo de luz desde el cuarto de baño iluminaba lo suficiente para que Blay pudiera distinguir la silueta de aquellos increíbles labios—. Es alucinantemente excitante. Tú eres absolutamente sexy. —Ya que puedo decirlo, esa era mi fantasía desde hacía mucho tiempo —cuando Qhuinn se puso serio, Blay tocó el ceño del macho—. Oye. Para. Partimos de cero ¿recuerdas? Tras la noche de las grandes revelaciones en el Iron Mask, habían tenido un montón de largas charlas y decidido que iban a tomarse su relación paso a paso, sin asumir nada. Habían sido amigos, luego una especie de enemigos, después alguna clase de amantes… antes de haber juntado por fin sus mierdas. Y sólo porque habían vivido juntos varios años, y se conocían el uno al otro en muchos aspectos, ser novios era algo diferente.

—Vale. Partimos de cero. —Cuando Qhuinn se inclinó buscando un beso, el teléfono de Blay pitó con un mensaje. Naturalmente Qhuinn no estaba interesado en la comunicación con el mundo exterior, y continuó lamiendo la boca de Blay, incluso mientras Blay estiraba la mano hacia el teléfono. Blay tuvo que sujetarlo sobre los fuertes hombros de Qhuinn mientras el tipo maniobraba encima, frotando su todavía-dura-polla sobre la de Blay… —¿Qué demonios? —dijo Blay rompiendo el contacto de los labios. —¿Hemos sido interrumpidos? —Si… Butch dice que me necesita en el Pitt ¿para una consulta sobre vestuario? —Bueno, tú tienes un estilo perfecto. Por alguna razón, el comentario lo hizo pensar en Saxton. Tan pronto como Qhuinn y él habían decidido hacer las cosas legales, Blay le había dicho al abogado lo que pasaba… y el gentilmacho había sido elegante más allá de toda medida… y no del todo sorprendido. Incluso había dicho que era una especie de alivio de una forma extraña, un signo de que todo estaba bien en el mundo, incluso si lo había jodido. Al menos Blay había encontrado a su verdadero amor, había dicho. Si ahora Saxon pudiera encontrar al suyo… —Mejor voy para allá —murmuró—. Quizás una cita esta noche. Mientras salía de la cama, las manos de Qhuinn se cerraron sobre sus caderas y lo atrajeron para otro beso largo y lento. Cuando Qhuinn se echó atrás tenía los ojos medio cerrados. —Una cita nocturna es una gran idea —¿Quieres ir a bailar conmigo alguna vez? —¿Bailar? —Blay se rio—. Tú bailarías. Conmigo.

Eso era todo lo que Qhuinn odiaba: algo sensiblero, montones de ojos sobre ellos y, asumiendo que lo hicieran en público, tendrían que estar completamente vestidos. —Si quieres que lo haga, lo haría en un segundo. Blay puso la mano en la cara del macho. Qhuinn lo estaba intentando con todas sus fuerzas, y Blay estaba más que dispuesto a esperar toda el día que estuviera listo para entrar en las MPA. La Hermandad y los de la casa sabían que estaban juntos…. Era más que obvio después de que Qhuinn moviera sus cosas hasta su habitación. Pero no perdías una vida negando y automáticamente te sentías cómodo besando la cara de tu chico delante de Dios y todo el mundo. Pero lo estaba intentando. Y estaba hablando, un montón, sobre su familia y su hermano, el cual estaba intentando recuperarse lenta y dolorosamente en la clínica. No obstante ¿detrás de las puertas cerradas? Era magia, sin barreras entre ellos. Exactamente lo que Blay había querido siempre. —¿Bajaras para la Primera Comida? —le preguntó Blay mientras las contraventanas empezaban a subir por las ventanas. —Quizás me quede aquí y esperaré a comer cuando tu vengas. Ah, sí, aquel gruñido juguetón estaba otra vez en la voz de Qhuinn, y aquello hacía que Blay quisiera saltar de vuelta a las sábanas. —Eres… —cuando resonó un gemido, Blay se paró en su camino al baño—. ¿Dónde está tu mano? —Donde piensas que está —Qhuinn se arqueó, un colmillo mordió el labio inferior. Blay pensó en el mensaje que no tenía intención de ignorar. —Mamón.

—Sí, lo soy ¿verdad? —Qhuinn se lamió los labios—. Y a ti te gusta que lo sea. Blay renegó y se fue al baño. A este ritmo, nunca iba a salir de la habitación… Y con toda seguridad, una ducha caliente y un afeitado más tarde, Qhuinn todavía estaba en la cama, ganduleando como un león, el cabello negro despeinado por las manos de Blay, los ojos disparejos medio cerrados, prometiendo toda clase de movimientos cuando Blay volviera. Cabrón cachondo. —¿Te vas a quedar ahí tumbado? —lo reprendió Blay dirigiéndose a la salida. —Oh, no lo sé… podría hacer algún ejercicio mientras tu estás fuera. —Un siseo fue seguido por otro de aquellos gemidos… y vaya, bajo las sabanas y la colcha los movimientos de arriba-y-debajo de su brazo hicieron que Blay recordara todo tipo de cosas sucias, sudorosas y maravillosas—. Entrenar es importante, ya sabes. Blay apretó los dientes y le dio un tirón a la puerta para abrirla. —Volveré —Tómate tu tiempo. La anticipación me pone más duro. —Sí, como si necesitaras ayuda para eso. Cerrando con firmeza, se reacomodo en sus pantalones de entrenamiento de nilón y maldijo de nuevo. Mejor que Butch tuviera una buena razón para pedir la opinión de Blay. Y un problema que pudiera ser resuelto rápidamente. *

*

En el momento que Blay salió por patas, Qhuinn tiró las sabanas y saltó de la cama. Agarrando el teléfono de la mesilla, golpeó enviar en

el texto que había escrito antes y luego se fue directo a por una ducha. Afortunadamente el agua ya estaba caliente. Jabón en una carrera a muerte. Champú en un plis plas. Afeitado… —¡Ay! —barbotó cuando se cortó la barbilla. Cerrando los ojos, se obligó a frenarse antes de cortarse la nariz: navaja en la mejilla, moverla cuidadosamente, alrededor de la línea de la mandíbula, bajo el cuello. Repetir. Repetir. ¿Por qué demonios había insistido en hacer esto en la ducha? En una noche como esta, debería estar enfrente de un espejo… —Tú, reina bonita, ¿estás listo? —la voz de Rhage atravesó hasta el baño—. O quieres pintarte las pestañas. Qhuinn hizo una Limpio.

rápida comprobación del bigote con la mano.

—Joder, Hollywood —aulló sobre el agua. Cortando el agua, salió y se secó de camino a la habitación. Casi a punto de sonreír Tohr y Rhage se pusieron los brazos a la espalda. —Es una mala forma de hablar a tus fabulosos estilistas. Qhuinn dirigió una mirada a los Hermanos. —Si esa mierda es una camisa hawaiana, voy a mataros. Rhage miró a Tohr y sonrió. Cuando el otro hermano asintió, Hollywood sacó lo que estaba escondiendo detrás de su gran cuerpo. Qhuinn se quedó parado. —Espera un minuto… eso es un… —Esmoquin, creo que ese es el nombre —interrumpió Rhage—. E-SM-O-Q-U-I-N. —Es de tu talla—dijo Tohr—. Y Butch dice que el diseñador es el mejor

—Nombrado como un coche —murmuró Rhage—. Pensarías que un pretencioso… —Oye ¿también has estado viendo Honey Boo Boo? —preguntó Lassiter mientras irrumpía—. Guuuaauuuu, bonito esmoquin… —Solo porque tú insististe en poner ese condenado programa de accidentes de tráfico en la sala de billar —Hollywood lanzó una mirada por encima mientras V entraba detrás del ángel—. Ni siquiera sabía lo que era, Vishious. —¿El esmoquin? —V encendió un enrollado-a-mano—. Por supuesto que no. Es un verdadero macho. —Entonces eso hace de Butch una chica —señaló Rhage—. Porque él lo compró. —Hey, esto ya es una fiesta —gritó Trez cuando llegó con iAm—. Oh, bonito esmoquin. ¿Es de Tom Ford? —¿O era de Dick Chrysler? —interrumpió Rhage— Harry GM… espera, eso no suena bien… —Mejor te vas vistiendo, Rapunzel —V comprobó su reloj—. No tenemos mucho tiempo. —Qué bonito esmoquin —dijo Phury cuando Z y él empujaron la puerta de par en par—. Tengo uno exactamente como ese. —Fritz, tiene las velas —dijo Rehv detrás de los gemelos—. Hey, que bonito esmoquin. Tengo uno exactamente como ese. —Yo también —acordó Phury—. Queda fantástico ¿verdad? —Los hombros ¿verdad? Tom Ford es el mejor… Total.Absoluto.Pandemonium. Y mientras Qhuinn se lo ponía, todos los machos estaban hablando unos con otros, chocando palmas y palmeando culos, tuvo un momento de ahogo. Luego bajo la vista al anillo que Blay le había dado. Tener una familia era… real e increíblemente maravilloso.

—Gracias —dijo en voz baja. Todos se quedaron quietos, todas aquellas caras se volvieron y se centraron en él, los cuerpos se inmovilizaron y el alboroto desapareció. Z fue el único que habló, sus ojos amarillos brillaban. —Ponte ese traje estilo años cuarenta. Nos veremos abajo chico enamorado. Montones de palmadas en los hombros mientras todos los guerreros se aseguraban de que estaba todo bien camino hacia la puerta. Y luego se quedó solo con el esmoquin. —Vamos a hacerlo —le dijo a la cosa. La camisa caía bien, pero los botones no eran los normales. Estaban unidos por eslabones y costaban un montón. Luego se enfrentó con los pantalones… y decidió mantener algo real e ir en comando. Finalmente un par de brillantes zapatos habían sido dejados en la revuelta cama por alguien de aquel reparto de miles… así como un par de calcetines de seda negra que estaban casi a punto de ser panti-alucinantesmedias. Pero iba a hacer esto bien. Cuando por fin se puso la chaqueta, se preparó para sentirse constreñido, pero Phury y Rehv tenian razón… el tejido se ajustó a sus bíceps como un sueño. Dirigiéndose al baño, tomó la tira de seda negra de la percha y se enfrentó a sí mismo en el espejo. Tío… estaba sexy de verdad. Levantando el almidonado cuello, deslizó la corbata de lazo por la parte de atrás del cuello y lo estiró a derecha e izquierda un par de veces hasta asegurarse de que estaba en el sitio correcto. Y luego hizo lo que había visto que hacían su padre y su hermano cuando no habían sido conscientes de que los estaba observando… hizo un nudo perfecto delante de su garganta.

Probablemente habría sido más fácil si se hubiera quitado la chaqueta del traje. Y si sus manos no temblaran tanto. Pero como fuera, tenía el trabajo hecho. Dando un paso atrás, se revisó de izquierda a derecha. Por detrás. Sí, estaba para comérselo. El problema era que no parecía él mismo. Del todo. Eso era un problema para él. Ser auténtico había llegado a ser absolutamente importante para él hacía poco. Gracias a la falta de atención, el pelo había quedado liso y suave, y en un impulso, fue por las cosas que Blay y él compartían, se puso en las manos y se las pasó por la pelambrera y marcó picos hacia fuera. Mejor. Lo hacía sentirse menos tonto. Pero algo no estaba bien… Mientras intentaba adivinar que estaba mal, pensó en cómo habían rodado las cosas. Después de que Blay y él tuvieran su gran charla en el Iron Mask, se había sorprendido por lo ligero que se sentía, el peso del que no había sido consciente de llevar se había desprendido de sus hombros. Era tan pesado… pero se había encontrado haciendo aquellas respiraciones profundas de tiempo en tiempo, el pecho se elevaba lentamente y descendía en una suave caída. A cierto nivel, aún esperaba despertarse y descubrir que todo había sido un sueño. Pero cada noche despertaba con los brazos alrededor de Blay, el aroma de vinculación del macho en su nariz y el cálido cuerpo justo al lado del suyo.

Te amo. Eres perfecto de la forma que eres. Siempre.

Mientras la voz de Blay resonaba en su cabeza, cerró los ojos y tragó… Bruscamente, abrió los parpados y miró en el armario bajo los lavabos. Si, pensó. Eso era lo que necesitaba. Un par de minutos después, dejó su habitación sintiéndose exactamente como debía, esmoquin y todo. Cuando llegó al inicio de la gran escalera, las lamparillas que habían sido colocadas a cada lado del camino descendente brillaban y parpadeaban. Había más abajo, en el vestíbulo: sobre la repisa de la chimenea, en el suelo, montadas arriba y alrededor de los arcos de las puertas que daban a las otras habitaciones. —Estás estupendo, hijo. Qhuinn se volvió y miró sobre el hombro. —Hola, m’lord. Wrath salió del estudio con su reina en un brazo y su perro al otro lado. —No necesito mis ojos para saber que le haces justicia a las colas de pingüino. —Gracias por dejarme hacer esto. Wrath sonrió, deslumbrando con sus blancos colmillos. Acercando a su hembra para un beso rápido, se rio. —Ya sabes que tengo un corazón jodidamente romántico. Beth se rio y alargó la mano para darle un apretón a Qhuinn en el brazo. —Buena suerte… pero no la necesitas. No estaba muy seguro de eso. De hecho, mientras dejaba que la Primera Familia bajara sola, peleó por mantenerse firme. Frotándose

la cara se preguntó por qué demonios había pensado que esto era una buena idea…

No seas mariquita, se dijo. Empezando a bajar, tiró de los bordes y se abotonó las solapas. Exactamente como haría un gentilmacho. Estaba a mitad de camino cuando la puerta interna del vestíbulo se abrió de par en par, la corriente hizo que todas las luces oscilaran. Qhuinn se paró mientras Fritz escoltaba a dos figuras, ambos patearon para calentarse los pies. En aquel momento ambos lo miraron. Los padres de Blay estaban vestidos con formalidad, su padre con un esmoquin y su madre con el más hermoso vestido de fiesta de terciopelo azul que hubiera visto nunca. —¡Qhuinn! —lo llamó ella, levantando su falda y apresurándose a través del mosaico—. ¡Mírate! Sintiendo como se le enrojecían las mejillas, inclinó la cabeza y se dirigió hacia ella. Aunque era treinta centímetros más baja que él, incluso con sus tacones, se sintió como si tuviera doce años cuando le sujetó las manos y le hizo abrir los brazos. —¡Oh, eres la cosa más guapa que he visto nunca! —Gracias —se aclaró la garganta—.Yo… esto… quería estar bien. —¡Lo estás! ¿Verdad, mi hellren? El padre de Blay se acercó y le estrechó la mano. —Bien hecho hijo. —Es un Ford. O como se llame —Dios, sonaba tan estúpido—. O algo así. Cuando el padre de Blay y él se dieron la mano y luego se abrazaron, el padre le dijo: —No podría ser más feliz por vosotros dos.

La madre de Blay empezó a sollozar y sacó un pañuelo blanco. —Es tan maravilloso. Tengo otro hijo… ¡dos hijos! Ven aquí, tengo que darte un abrazo ¡dos hijos! Qhuinn se lo dio inmediatamente, era categóricamente incapaz de negarle nada a la hembra… y muchísimo menos uno de sus abrazos. Eran incluso mejores que su lasaña. Dios, amaba a los padres de Blay. Habían ido a verlos un par de noches después de decidir hacer un intento, y aunque Qhuinn había estado cagado en sus pantalones, ambos habían sido corteses, y habían estado relajados… y normales. Pero Blay no se había enterado de la visita que Qhuinn les había hecho la noche anterior, justo después de medianoche, antes de que fueran al club… Cuando Qhuinn se echó atrás, capto la imagen de Layla, de pie justo fuera del comedor. Acercándose a ella, le pasó el brazo por los hombros, porque podía notar que ella se sentía incomoda. —Esta es la Elegida Layla. —Sólo Layla —murmuró ella mientras extendía la mano. En respuesta el padre de Blay se inclinó profundamente y su madre hizo una reverencia. —Por favor, eso no es necesario —empezó la Elegida, para relajarse cuando la pareja dejó de lado la formalidad. —Querida, Qhuinn nos ha contado la maravillosa noticia —la mahmen de Blay sonreía satisfecha— ¿Cómo te sientes? Dos puntos para los papas de Blay. Qhuinn no podía creer lo agradables que habían sido cuando él había compartido la noticia del embarazo… y ellos estaban tan relajados como siempre mientras tranquilizaban a Layla.

Tío, habían sido así desde que Qhuinn los conocía, no contaminados por toda la mierda de la glymera, despreocupados por el juicio de la aristocracia, listos para hacer las cosas bien con cualquier pretexto. No le extrañaba que Blay hubiera resultado tan bien… —Se está dirigiendo aquí —aulló V desde la oscuridad de la sala de billar—. Vamos a dispersarnos gente… ahora mismo. —Vamos —dijo la mahmen de Blay mientras sujetaba el brazo de Layla con el suyo—. Tienes que asegurarte de no tropezar con ningún mueble. Mientras se alejaban, Layla lo miró por encima del hombro y le sonrió satisfecha. —Estoy tan contenta por ti. —Gracias —Qhuinn le devolvió la sonrisa. Un momento de vértigo, pensó, mientras se volvía y se ponía de cara a la entrada a la mansión. Con la casa silenciosa y las velas inmóviles, esperó sintiéndose paralizado. Comenzaba el espectáculo. *

*

Vale, esto no tenía sentido, pensó Blay mientras volaba a través del patio. —¡Estás genial! —gritó Butch desde la puerta del Pitch. Todavía no entendía como había acabado en un esmoquin. Butch había explicado algo sobre necesitar que Blay fuera el modelo de la maldita cosa para Vishious con la esperanza de conseguir que el tipo se comprara uno. Pero aquello era una locura. Butch podía haberse puesto uno de los cuatro que poseía y desfilado alrededor el mismo.

Además, nadie le decía nada a V. El Hermano era tan imposible de convencer como una roca. Como fuera… solo quería acabar de una vez para poder dirigirse de vuelta escaleras arriba… y con suerte encontrar a Qhuinn todavía en la cama. Mientras saltaba las escaleras hasta la gran entrada de la mansión, sus impecables zapatos hacían que la sal crujiera como pequeños cohetes, y tan pronto como entró en el vestíbulo, pateó para que el lustroso cuero no se arruinara. Acercando la cara a la cámara de seguridad, él… La puerta se abrió, y lo primero que no supo era que estaba mirando. Todo estaba oscuro… no, eso no era verdad. Había luces de velas brillando en cada esquina del vestíbulo, reflejando el dorado de la balaustrada, los candelabros y los espejos… Qhuinn estaba de pie en mitad del enorme espacio. Solo. Blay atravesó el umbral sobre unos pies que no podía sentir. Su amante y mejor amigo estaba ataviado con el más hermoso esmoquin que Blay hubiera visto… aunque era menos cuestión de la ropa y más del macho que lo vestía: la chaqueta negra resaltaba el cabello en picos, el blanco de la camisa hacia que la piel bronceada del macho pareciera luminosa, y el corte… era un recuerdo de qué perfecto era el cuerpo del guerrero. Pero eso no era lo que le importaba de verdad. Eran los ojos disparejos, azul y verde, brillaban tan maravillosamente que avergonzaban a las lamparillas. Sin embargo Qhuinn parecía nervioso, las manos no paraban de moverse y su peso se desplazaba de lado a lado sobre un par de brillantes zapatos. Blay se acercó, deteniéndose cuando estuvo delante del guerrero. Incluso mientras su cerebro empezaba a deducir lo que todo esto significaba, y empezaba a llegar a algunas conclusiones disparatadas, tuvo que sonreír como un loco.

—Te has vuelto a poner los piercings. —Sí. Solo… quería asegurarme de que sabes que soy yo, ya sabes. Cuando Qhuinn se tocó la ordenada hilera de anillos de bronce que le recorrían la oreja, Blay se inclinó y besó sus labios… y el aro que estaba una vez más en el labio inferior. —Oh, sé que eres tú. Eres todo tú… pero me alegro de que te los hayas puesto. Los adoro. —Entonces nunca volveré a quitármelos. En el latido de silencio que siguió, Blay pensó: Oh Dios… esto es de verdad… quizás ha interpretado mal… Qhuinn apoyó una rodilla en el suelo. Dejó caer la derecha justo sobre la representación de un manzano en flor. —No tengo un anillo, no tengo nada elegante en mente o en mi boca —Qhuinn tragó con fuerza—. Sé que es demasiado pronto, y que es inesperado, pero te amo y quiero que nosotros… Por una vez en su vida Blay tuvo que estar de acuerdo con el tipo… basta de palabrería. Con un movimiento, se inclinó y besó toda aquella conversación para silenciarla. Luego retrocedió y asintió. —Sí. Sí, absolutamente sí… Con un explosivo juramento, Qhuinn saltó sobre el suelo y ambos cerraron los brazos alrededor uno del otro. —Gracias, joder. Oh tío he estado sufriendo un ataque al corazón desde hace días… Todos a una, el sonido de los aplausos estalló, llenando los tres pisos del vestíbulo, resonando alrededor. La gente salió en tropel de la oscuridad, todos con las caras sonrientes y felices… —¿Mamá?¿Papá? —Blay se reía—. ¿Qué hacéis… hey, como estáis?

Mientras abrazaba a sus padres, su padre habló. —Lo hizo de la forma apropiada. Me preguntó primero. La cabeza de Blay giró en redondo hacia su compañero. —¿De verdad? ¿Le preguntaste a mi papá? Qhuinn asintió, luego empezó a sonreír como un hijo de puta. —Es mi primera y única vez. Así que quería seguir el protocolo. ¿Podemos empezar con la música? Al instante, todo el mundo retrocedió, los cuerpos formaron un círculo en los límites de la luz, y mientras se instalaban, los acordes de algo muy conocido se derramaron… El trozo de “Don’t Stop Believing.” Qhuinn le ofreció la mano. —¿Bailas conmigo? Delante de todo el mundo… se mío y baila conmigo. Blay empezó a parpadear con rapidez. De alguna forma, este gesto era mucho más importante que la proposición de matrimonio: delante de Dios y de todo el mundo. Los dos. Unidos corazón a corazón. —¿Cómo voy a decir que no? —susurró con voz áspera. Salvo que cuando sus cuerpos se encontraron, vaciló. —Espera… ¿quién guía? Qhuinn sonrió. —Eso es fácil. Los dos lo hacemos. Con aquello, se sostuvieron cerca el uno del otro, y empezaron a moverse juntos en perfecta harmonía… … y vivieron felices desde entonces.

Fin

Glosario de siglas de la Hermandad

ASP. Ausente sin permiso. DNJM. De ninguna jodida manera. G&T. Gin Tonic. HD. Herradura doble. HDP. Hijo de puta. MPA. Muestras públicas de afecto. ODM. Oh Dios mío. PD. Post data. PDM. Pedazo de mierda. PDV. Punto de vista. PEADD. Por el amor de Dios. POE. Procedimiento operativo estándar. PP. Puto problema. PTI. Para tú información.

PVI. Para vuestra información. SR. Sala de reanimación. TCC. También conocido como. TELL. Tiempo estimado de llegada. TF. Terapia física. TI. Tecnología informática. TM. Tiempo muerto. TOC. Trastorno obsesivo compulsivo. TPCFP. Tan pronto como fuera posible. TPCSP. Tan pronto como sea posible.

Notas

i

Jugador de beisbol cubano.

ii

Cadenas de supermercados 24h

iii

Crema de bebé A+D

iv

Resorts para parejas

v

Dejarse las llaves puestas en el coche.

vi

George Carlin que es un humorista muy ironico de Usa fue el que dijo una lista de 7 palabras que no se podían decir en TV vii

Compañía de seguros.

viii

Saturday Night Live, late show estadounidense.

ix

Es un tipo de bizcocho o pastelito que es rosa por fuera y lleva chocolate y crema por dentro.

x

Piercing en el glande que denominan Príncipe Alberto.

xi

Referencia a la canción infantil.

xii

Empresa de limpieza.

xiii

Caja de seguridad portátil.

xiv

Ancla pequeña, de cuatro uñas y sin cepo, que sirve para embarcaciones menores.

xv

Reality show americano, juego de cifras.

xvi

Mini sándwich de gallata Graham, malvavisco y chocolate.

xvii

Expedicionarios que descubrieron en una aventura el territorio de Louisiana.

xviii

Blaylock significa una falta injustificada en el trabajo que molesta a los compañeros sobre todo en el turno de noche. De ahí la comparación que hace Quinn con el nombre de Blay. xix

Cuchillo japonés.

xx

Habitación habilitada con la humedad necesaria para conservar los puros habanos.