La Habitacion

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Prologo Una de aquellas endemoniadas criaturas se lanzo sobre mí y puso su pie en mi espalda apenas dejándome avanzar, se agacho para tomar mi brazo con sus asquerosas garras y lo comenzó a jalar con todas sus fuerzas, no podía expresar el dolor que sentía con todos mis gritos, mientras que la horrible abominación seguía tirando de mi brazo, lentamente se comenzó a desgarrar al punto que llego a desprenderse de mí, la sangre me causo un impacto muy fuerte que impidió que me siguiera moviendo; ya me encontraba a poca distancia de la puerta, pero el dolor no me dejaba pensar en eso, las demás bestias se lanzaron sobre aquella que tenía mi brazo y empezaron a luchar por él, mientras que otras bebían de la sangre que brotaba de mí, todo parecía perdido, tan cerca de la puerta que me salvaría, y aun así no podía cruzar por ella, ¿era esto la habitación?

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Primera Parte Solía pasar mis tardes en un agradable café a las afueras de la ciudad, cabe mencionar que el lugar era muy famoso puesto que a él solían llegar muchas personas prestigiosas, músicos, doctores, abogados y reconocidos pintores; por lo que platicar con cualquier persona que ahí se encontrase era sumamente agradable, aunque por lo general prefería estar solo, más aún en este día, que me hallaba cargado de problemas. Así que buscando una excusa para olvidarlos, decidí alargar mi estancia para poder disfrutar tranquilamente de la atmósfera tan acogedora del lugar. Ordene lo habitual, encendí un cigarrillo y comencé a leer los titulares del periódico, que estaba tendido sobre la mesa, posiblemente olvidado por alguien, su contenido no era muy interesante, sus noticias eran un reflejo del estado actual de Alemania, aun así, me ayudo a despejar mi mente. Había perdido la noción del tiempo, supongo que una o dos horas al menos, antes de que se acercara a mí un hombre que parecía tener pinta de empresario pues traía puesto un traje muy elegante y su apariencia era común en las personas de mucho dinero; su rostro varonil, hacía notar que su personalidad era dura, pero a la vez, comprensible y justa. Con una actitud misteriosa, me pidió que le dejara tomar asiento, ya que debía hablar conmigo de algo importante, no viendo inconveniente, asentí con la cabeza, él sonrió agradecido y sin ningún tipo de preámbulo me dijo. _ ¿Eres tú Víctor Von Haiser? _Si, correcto, yo soy el Dr. Víctor Von Haiser. _Mucho gusto, yo soy Él Quien, y debo infórmate que has fallecido. _ ¡No puede ser! –Exclame atónito, mientras que un escalofrío indescriptible recorría mi cuerpo– ¡Yo me encuentro aquí ahora mismo!, en este momento estoy hablando contigo, además todas las personas que aquí se encuentran notan mi presencia, así como yo les percibo a ellos. El hombre aquel, con su semblante tranquilo me miraba fijamente mientras yo hablaba, pasaron pocos segundos antes de que me interrumpiera bruscamente para él tomar la palabra. _ ¿Enserio crees que toda la multitud aquí presente te puede notar? Mira atentamente a tú alrededor. _ ¡Claro que pueden notarme! –Dije mientras empezaba a notar que aquella muchedumbre carecía de un rostro y al mismo tiempo parecían estar faltos de un espacio o existencia, asumían un estado de desorientación, como sí el aquí o el ahora no fuesen un lugar, sino la nada. El Hombre me dijo, que ahora estaba en un sitio donde no existía, solamente era la idea o el pensamiento de lo que fui, algo semejante a lo qué muchos llamarían alma. Y todas estas personas también lo eran, carecían de un

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rostro, porque en el lugar abstracto donde me encontraba, las personas no requerían una imagen para distinguirse, eran solo lo que fueron y nada más. _Vamos, ha llegado el momento de que ingreses a la habitación. _ ¿Y qué es exactamente la habitación? _Una habitación como cualquier otra, que sirve a cualquiera, para despejar sus ideas y así conseguir que se encuentre consigo mismo y eliminar todo lo incorrecto que su mundo anterior le hizo creer. Todo lo que este hombre me decía sonaba como una absurda fantasía, pero no podía ignorar que los hechos le daban veracidad a sus palabras. Así que simplemente decidí creerle y me dispuse a ponerme de pie, para ir con el hacía la misteriosa habitación de la que tanto hablaba, el también hizo lo mismo y muy gentilmente me pidió que le siguiera. Atravesamos toda clase de lugares lúgubres y aterradores; la ciudad que conocía se desmoronaba en mil pedazos. Al parecer todo en ella estaba muerto y apestaba por doquier; era un hedor semejante al de miles de cadáveres putrefactos y mezclado con la niebla espesa hacían que todo aquello, fuera inhabitable. Supuse que era de noche y a lo lejos difícilmente se lograba divisar una luz blanca y centellante, pero no era el único que la notaba, las personas – Si así se le pueden llamar– le gritaban adoloridas y desesperadas, clamando para que las sacaran de ahí. Debo decir que si esto no era el infierno, a este paso estaba muy cerca de serlo. Conforme nos acercábamos a nuestro destino las cosas se tornaban más violentas y repugnantes; de vez en cuando desviaba la mirada hacia abajo y me daba cuenta de que en el suelo se encontraban tirados restos de cuerpos humanos parcialmente devorados, huesos y trozos de carne, fue algo completamente asqueroso. En la lejanía, una abrumada multitud llamo mi atención, debido a que los seres que allí se encontraban no eran iguales a los demás sino más bien deformes e incompletos, les faltaban miembros; sus pieles colgaban y de sus bocas –O al menos de lo que parecían ser sus bocas– brotaba una gran cantidad sangre, ya que entre ellos mismos se devoraban ferozmente, como animales enjaulados que nunca habían sido alimentados. El Quien me explico, que esas almas atormentadas no cumplieron su propósito en la habitación y por ende fueron tiradas fuera de la misma, cuando ya se encontraban en el exterior perdidos y con las pocas ideas que traían en la mente de su mundo anterior, se vieron en la necesidad de devorar a los demás y así absorber sus creencias para regenerarse. Después de toda aquella perturbadora escena llegamos a un lugar calmado y rápidamente sentí una súbita sensación de calidez poco común, confortable y llena de paz, sabía que estaba en un lugar seguro. Caminamos un poco más y frente a mí se encontraba una puerta enorme de madera, su manija estaba algo herrumbrada pero tenía unos adornos de plata que la hacían lucir hermosa; la puerta había sido edificada sobre la nada, porque a primera vista, no parecía conducir a ningún sitio puesto que no pertenecía a una casa o un edificio.

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_Hemos llegado, Víctor Von Haiser, esta es la puerta que conduce hacía la habitación. _De acuerdo –Dije atemorizado, y Él Quien solamente me miro. Nos dirigimos a hacia la puerta, y esta cuando se abrió, provoco un sonido rechinante y ensordecedor; después de unos cuantos pasos ya nos encontrábamos en el interior. Mi primer sentimiento fue miedo. _ ¿Qué pasara ahora? –Dije dentro de mí mente. Y al instante como si él leyera mis pensamientos, contesto a mí pregunta. _Dr. Von Haiser no pasara más de lo que ya te he dicho, te he traído aquí, para que cumplas tú transición, y así, una vez finalizada puedas marcharte. Mientras tú vida se desarrollaba en el mundo terrenal, absorbías toda clase de ideas e información, correctas e incorrectas, las asimilabas como verídicas, aunque no lo fuesen, es mi deber entonces, limpiar todas esas ideas y dejar tú ser en blanco, para que así, como una nueva persona, puedas nuevamente estar en el mundo terrenal, y digerir nueva información. _ ¿Nueva información? ¿A qué te refieres? _Von Haiser, me invades con preguntas cuyas respuestas son claras y obvias. _ ¿Pero si he muerto? ¿No debería estar en el cielo o el infierno? _Esas son justamente las ideas que preciso elimines, ya que son erróneas. _Pero entonces ¿todo en cuanto he creído es solo una fantasía? _Hay cosas que tú mismo has imaginado y creado; esta habitación servirá para despejar todas esas creencias. Unos instantes pasaron mientras inspeccionaba el lugar y para mi sorpresa aquel hombre se había marchado, ahora me encontraba solo, desesperado y al borde de la locura, sin embargo, tenía la extraña sensación de que él continuaba ahí, observándome, y podía sentir su presencia. Comencé a caminar por la habitación y a escudriñar minuciosamente todos sus rincones, buscando lo que según Él Quien, restablecería mis ideales, Toda la zona estaba cubierta por una densa capa de polvo que se encontraba en el piso de madera, al mismo tiempo, este rechinaba cuando daba pasos, fuera de eso no me pareció ver nada poco común, era solo una habitación. Decidí volver a la puerta, ya que, aparte de la suciedad, no había encontrado nada especial. _ ¡Dios Mío! –Grite asustado– ¿Qué está pasando? Comencé a correr precipitado hacía la entrada, la cual se desvanecía cada vez más, pero mi intento fue fallido, debido a qué al llegar a ella ya no estaba. Me recosté sobre la pared y en unos segundos me invadió el llanto, me coloque sobre mis rodillas y comencé a gritar con todas mis fuerzas, estaba desesperado, ahí fue cuando pude ver qué en la desolada habitación se encontraba una silla; era de madera, notablemente maciza, parecía que se había encontrado allí por muchos años, las telarañas y el polvo adornaban su silueta y la hacían ver aun más vieja, después de haberla sacudido un poco, me senté sobre ella para así contemplar mejor la habitación. Limpie mis lágrimas con mis manos y me tome un momento para calmarme, pensé que aunque estaba pág. 5

desconcertado por todo lo que pasaba a mi alrededor, no tenia que cuestionar más los eventos que se desarrollaban en mí entorno, ya que estaban fuera de mi capacidad racional. Me dispuse entonces a observar y analizar más a fondo la habitación. Lo primero que mire fueron las paredes, no tenían enmarcado ningún recuadro, estas eran lisas y de un mismo color parecían más bien un pensamiento en blanco donde la imaginación podría escribir cualquier cosa que deseara, tampoco tenía ventanas así que no podía mirar el exterior, este solo podía ser creado en el interior de mi mente, cabe notar que aquellas paredes estaban marcadas por dientes y rasguños, era claro que lo que pasaba aquí adentro era desproporcionadamente tormentoso y cruel. Un humo muy denso y poco común, empezó a brotar de las paredes lentamente. Primero inundo todo el suelo, hasta la altura de mis rodillas, –Yo estaba estupefacto ante aquel hecho insólito– no hice más que permanecer en pie y mirar. Cuando me percate, ya el humo había ascendido rápidamente hasta lograr consumir toda la habitación. No se podía ver nada, por lo qué me tire al suelo, cerré los ojos y empecé a rezar. Nunca lo había hecho, eso era tan solo un acto de hipocresía involuntaria, fue tan solo la reacción del momento. Minutos más tarde toda aquella habitación fue invadida por un fuerte olor; este no era para nada desagradable, era un perfume, uno que ya había logrado percibir estando en vida. Me puse de pie, y aunque no veía absolutamente nada, me dispuse a seguir aquel perfume con mi olfato; mientras caminaba, trataba de recordar donde había olido aquella fragancia; de ella brotaba un aroma sumamente dulce y esquicito, semejante al de un rosal que se agitan por el viento esparciendo su olor. Daban la sensación de estarte acariciando. –Era algo celestial. Al llegar al borde de la habitación tropecé con algo, caí sobre mi pecho pero me recupere enseguida, rápidamente sacudí mi cabeza para dar media vuelta, y así lograr ver con que me había accidentado. Extendí mis manos y lo primero que palpe, fueron los pies de una persona, estaban congelados, como cualquiera en mi situación grite incontrolablemente, – ¡Un cadáver!– mientras retrocedía al mismo tiempo, por puro instinto; los latidos de mi corazón estaban acelerados, parecía que se quería salir de mi pecho, no lograba controlar el temblor de mis manos y un sudor frío bajaba por mí frente, pensé estaba al borde de un colapso nervioso. Fue en ese momento qué, lo que estaba tendido en el suelo, empezó a moverse mientras producía un sonido algo extraño, –Creo estaba tarareando una canción. La habitación se despejaba y yo recobraba la vista poco a poco, la melodía que provenía de aquella criatura, comenzaba a resultarme familiar, al igual que su figura, que ya se lograba distinguir; era una mujer, cuyo cabello le tapaba todo el rostro, traía puesto un vestido verde, que se desgarraba mientras se dirigía arrastrándose hacía mí, dejando a su paso un rastro de sangre. Me vi entonces, ya de tanto huir de ella, por el miedo que me causaba su aterradora pág. 6

imagen, detenido por la pared, ¡Maldición!, –Dije afrontando lo peor– y en lo que termine de decir esa frase, reconocí aquella canción que continuaba sonando, procedente de aquel ser. Cerré mis ojos y me consumí en un recuerdo, donde se formaba ante mí la clara imagen de una mujer de inmensa belleza, sus cabellos eran de un rojo tan puro, que mezclado con su delicioso perfume, la hacía ver como una bella rosa que se confundía entre las demás, siendo la más bella de ese jardín donde solía caminar. Quizá fue eso lo que me llevo a cometer una locura, porque ella, –Y digo esto con vergüenza y odiándome profundamente– era mi amante. Con la cual traicione a mi esposa, encontrándose esta en su lecho de muerte, fue un acto atroz, –Yo lo sé– y hubiera deseado, tomar su lugar, para así encontrarme más próximo a la muerte y pagar lo que le hice, pagar por todos mis pecados, pero el destino no lo quiso así. Y en aquel mismo instante comencé a recordar aquella tarde… Transcurría en aquel entonces, una hermosa primavera que solía embellecer los paisajes que se apreciaban desde la ventana de mi alcoba donde tendida en la cama y escuchando siempre la misma hermosa melodía, de su canción favorita, estaba mi esposa Katherine; ella fue siempre la mujer idónea para mí, la compañera perfecta, de una apariencia conservadora, pero sin dejar de ser hermosa, tenía una sonrisa amplia y bella, que fue la que me enamoro, era muy simpática y además tenía un carisma cautivador, por lo que agradaba a todo aquel que la conociese. Gozo siempre de una buena salud, hasta el día, que se vio afectada por una extraña enfermedad. Yo mismo puse mi conocimiento de medicina en práctica sobre ella, y me di a la tarea de cuidarla, pero la enfermedad avanzaba demasiado rápido, y me vi entonces en la necesidad de ponerla en cuidado de una joven enfermera que estaba bajo mi enseñanza en el hospital donde yo ejercía, mientras yo me daba la tarea, de contactar a otros colegas para una segunda opinión, la cual fue devastadora, no le daban sino meses de vida. La enfermera, aquella mujer de cabellos rojos, al saber que ella no contaba con mucho tiempo, decidió contarle lo nuestro, para así quitarse una carga de encima. Después de la noticia, mi amada Katherine no pudo más y clavándose una daga en el vientre le puso fin a su dolor y a su agonía. Cuando abrí los ojos aquella criatura ya estaba sobre mí, inclinándose lentamente para acercarse, puso sus manos sobre mis hombros, –Mientras yo le corría el cabello que le tapaba el rostro–. Cuando su cara quedo descubierto, mis ojos se inundaron de lágrimas, era ella, mi amada Katherine, quien no dejaba de tararear aquella desgarradora canción que escuchaba todas las tardes en nuestra alcoba. Los dos caímos al suelo envueltos en llanto, –No puedo ni describir aquella escena– en su vientre se encontraba la daga con la que le había puesto fin a su vida y no paraba de repetir, ¿Por qué lo hiciste Víctor? ¿Por qué?, yo no podía pronunciar palabra aún, estaba perplejo, con todas mis fuerzas concebí moverme, para poder abrazarla y decirle te amo. _Lo sé Víctor, yo aún te sigo amando. –Y quitándose la daga, que estaba bañada por su sangre, y después de darme un cálido beso, me clavo aquella daga sin piedad alguna, una y otra vez, el dolor era inimaginable, pude ver pág. 7

como mi estómago se comenzó abrir, y mis intestinos desparramarse por el suelo, ya no tenía fuerzas ni para impedirle hacerme daño. _Te perdono Víctor, pero era necesario que pagaras. _Te Amo Katherine. Después de dichas estas palabras, sentí como su cabeza se recostaba sobre mí pecho, tal como solía hacerlo estando en vida, utilicé mis últimas fuerzas para abrasarla y quede profundamente dormido. Al despertar, abrí los ojos tan pronto como el aire me volvió a los pulmones. Quien sabe por cuánto tiempo dormí, pudieron ser horas, incluso días, pero cuando desperté Katherine ya no estaba, sin embargo, me sentía profundamente feliz y en paz, por haber escuchado el perdón por aquella atrocidad, de sus propios labios. Mis heridas seguían igual, era lógico, ya me encontraba muerto, no podía volver a morir. La sangre se había detenido pero la herida no había cerrado, sin levantarme apoye mi espalda sobre la pared, tome un respiro profundo, alentándome para recuperar las fuerzas, exhale como si mi vida dependiera de ello, para así sentirme mejor. Deje caer mi vista sobre el amplio y vacío lugar en el cual me encontraba, mi mirada se perdió en la inmensa soledad de la habitación, donde para mi sorpresa, pude ver a un hombre, estaba en el otro extremo de la habitación cruzado de brazos, simplemente me observaba. El hombre comenzó a caminar, rodeo toda la habitación hasta llegar a mí, no se distinguía su aspecto, era una sombra nada más. _Vengo a salvarte Víctor. _ ¿Salvarme? –Que mentira es esta pensé, después de vivir todo lo que viví aquí, aquella propuesta me pareció una burla, y hasta un insulto, podría alguien hacer semejante acción y sacarme de esta infernal habitación, o era solo una broma cruel que me jugaba mi mente. _Que palabras tan hermosas, pero, ¿eso es imposible? –Le pregunte incrédulo aquel hombre. _No para mí Víctor, yo soy Dios. _ ¿Dios?, –Tarde unos minutos para asimilarlo, ¿Cómo podría digerir semejante afirmación?, Dios no podría habitar en un lugar como este, Dios no podría estar junto a mí en este infierno– no eres Dios, mucho menos alguien capaz de sacarme de aquí. Y aquella sombra tomo mi figura, aquel hombre no era otra persona más que yo, yo era mi propio Dios en este lugar. Mi mente en su desesperación creo la figura y la promesa de salvación que necesitaba en ese momento. Entonces la luz se apagó y al volver la habitación estaba vacía, no tardo mucho en apagarse de nuevo, pero ahora tardo más tiempo, nunca en vida vi una oscuridad tan profunda y tenebrosa. La luz no volvía, y la desesperación y el miedo se apoderaban cada vez más de mí, empecé a escuchar toda clase de sonidos extraños, sentía a mí alrededor feroces jadeos de animales y hasta gruñidos, podía notar como arañaban las paredes y las golpeaban con fuerza. pág. 8

La luz volvió, y en un insípido momento de tranquilidad, se mostraron ante mí todos aquellos demonios que me asechaban, feroces y hambrientos estaban esperando, poder encontrarme. Habían muchos, decenas, diría yo, – ¡Que atrocidad!– pero la luz no solo revelo aquellas aberraciones que estaban deseosas por devorarme, también trajo consigo esperanza, ya que la puerta, aquella que había desaparecido, ahora estaba ahí de nuevo, justo detrás de todas aquellas infernales criaturas. Se atacaban los unos a los otros, era tal la desesperación y furia de aquellas diabólicas bestias, que olvide que la puerta se encontraba justo detrás de ellas, pero mis intenciones de ser libre sobrepasaron mi temor, y decidí afrontarlos. No me era posible caminar, así que deslizándome por el suelo, con las pocas fuerzas que me quedaban emprendí el imposible camino, que me llevaría a ponerle fin a todo esto. Aquellas desagradables bestias, provenientes de la peor pesadilla jamás concebida alguna vez por ningún ser viviente, podían olerme, y notar como avanzaba, volteaban sus rostros hacía mí, con una expresión de odio inimaginable, sacudían ferozmente sus cabezas esperando a que me acercara hacia ellos para devorarme, el miedo me invadía y en más de una ocasión pensé en dejar que lo hicieran, pero debía luchar, no había lugar para pensamientos débiles en ese momento. Aquella sombra que afirmo ser Dios se encontraba con ellos y a su vez, se transformaba poco a poco, sus extremidades se hacían desproporcionadas igual a como eran los demás, su repulsión al verme era notable, estas debían de ser las ideas que Él Quien menciono. Poco a poco me comenzaron a rodear, como una manada de predadores, que al saber que su víctima está muriendo, deciden, no acabar con su vida, sino más bien alargar su agonía para así divertirse al ver el sufrimiento y el dolor que la invade antes de morir. Se acercaban lentamente, por todas direcciones, y yo estaba a tan solo pocos metros de la puerta, escuchaba como crujían sus dientes, sedientos de sangre, aquellas abominaciones gritaban como fieras, algunas tenían la piel desecha, se podía ver el cráneo y algunos huesos en la mayoría, sus dientes tan afilados como sus uñas los hacían ver como si hubieran sido creados para comerme y desgarrar mis miembros, tenían unos ojos negros y vacíos como un profundo abismo, lo que hacía notar que no tenían alma ni sentimientos, solo el deseo de acabar conmigo. Una de aquellas endemoniadas criaturas se lanzo sobre mí, puso su pie en mi espalda, apenas dejándome avanzar, se agacho para tomar mi brazo con sus asquerosas garras y lo comenzó a jalar con todas sus fuerzas, no podía expresar el dolor que sentía con todos mis gritos, mientras que la horrible abominación seguía tirando de mi brazo, lentamente se comenzó a desgarrar al punto que llego a desprenderse de mí, la sangre me causo un impacto muy fuerte que impidió que me siguiera moviendo, ya me encontraba a poca distancia de la puerta, pero el dolor no me dejaba pensar en eso, las demás bestias se lanzaron sobre aquella que tenía mi brazo y empezaron a luchar por él, mientras que otras bebían de la sangre que brotaba de mí, todo parecía perdido, tan cerca pág. 9

la puerta que me salvaría, y aun así no podía cruzar por ella, ¿era esto la habitación? –Solo un conjunto de sucesos llenos de dolor y agonía–. No, era necesario confrontar mis pecados y mis ideas, avanzar frente a ellas sin importar como lucieran o el impacto que en mi generaran, solo así podría ser un nuevo ser, ¡Esto era la habitación! Solo pude pensar eso antes de caer tendido sobre el suelo, sin fuerzas para moverme, quede inmóvil, al alcance de todas aquellas bestias qué ansiaban acabar conmigo. Aún tenía los ojos abiertos y podía ver todo lo que pasaba a mí alrededor, pero en ese momento, la puerta que hasta entonces había permanecido cerrada, empezó abrirse lentamente, y aquellos endemoniados engendros comenzaron a temblar de terror, yo por mi parte, sentía un alivio. La puerta se abrió y comencé a escuchar unos pasos dirigiéndose hacia mí, la luz que salió del interior hizo que todas aquellas criaturas corrieran temerosas de lo que provenía del interior de la puerta, conforme corrían así mismo se iban desvaneciendo, poco a poco, hasta no quedar ninguna. Cuando se encontró ya la habitación despejada de todos aquellos demonios, y yo trataba de sostener mi último aliento para no desfallecer, fue cuando alguien tomo mí mano para voltear mí cuerpo agónico y sin fuerzas; lo hizo lentamente, para no agravar más mis heridas. Cuando finalizo inclino mí rostro para poder observarle, lentamente mí vista borrosa fue recociendo la figura de aquel que me había salvado y no fue sorpresa al darme cuenta que fue el mismo que me puso en esta situación, la misma persona que me trajo a la habitación, era Él Quien, y ahora me había liberado de todos aquellos tormentos a los que me había expuesto. _ ¿Por qué ahora me salvas? –Le pregunte, mientras él me miraba fijamente. _Víctor, no te he salvado de nada, tú mismo lo has hecho, he vuelto porque has finalizado tu transición, ahora estás listo para convertirte en un nuevo ser. _ ¿Todo ha terminado entonces, ya no hay más sufrimiento? –Pregunte mientras me invadían unas lágrimas de felicidad, que no pude contener al saber que ya estaba a salvo. _Ahora que te has enfrentado a tu peor pecado y no has temido avanzar frente a todas las ideas y demonios que te asechaban, estás listo para emprender un nuevo ciclo de vida. Yo, Él Quien, La vida y la Muerte, tú y todo por cuanto vives es lo que soy. Yo Soy la Habitación y ahora estás listo para irte. No había Él Quien terminado de decir sus palabras cuando mi cuerpo entero comenzó a regenerarse, y cuando las fuerzas que había perdido volvieron a mí, me puse sobre mis pies y atravesé la puerta para salir de la habitación, ahora ya todo había terminado.

FIN

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