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La Guerra en el Mundo Antiguo

Esteban Darío Barral - Jorge Ariel Vigo (Comps)

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La Guerra en el Mundo Antiguo

Esteban Darío Barral – Jorge Ariel Vigo (Comps)

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La Historia Militar en el Mundo Antiguo Introducción Mg Esteban Darío Barral Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

La guerra en el mundo antiguo es muy extensa y abarca un período que podíamos marcar entre la primera batalla registrada y con una cierta documentación de la misma, la batalla de Meggido (en 1476 a.C), hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, cuya última batalla importante fue la de Chálons o de los campos Cataláunicos (también se la conoce como batalla de la llanura de Mauriac, en el 451 d.C.). Hablar de guerra en el mundo antiguo conlleva muchas veces en la creencia que la misma era un mal endémico en los estados de la antigüedad, sin embargo no era mucho más frecuente de lo que lo es hoy en día. La guerra fue un elemento estructurante en las distintas sociedades y tal como expresará Clastres sobre su visión de la guerra en las sociedades pre estatales, condicionaba la posición social de los hombres en base a su función guerrera. La Historia Militar de la antigüedad, una de las más complejas y largas, ha derivado en el estudio, en muchos casos, sólo en los asuntos estrictamente militares o estrictamente sociales con connotaciones político-militares de acuerdo al trabajo que se haya realizado. Para una mejor comprensión del estudio de la Historia Militar antigua podemos establecer que es necesario tener en cuenta ciertos aspectos que creemos fundamentales para poder comprender mejor el fenómeno de la guerra. En primer lugar, debemos comprender que hay terminología y consideraciones políticas o militares de lenguaje actual que no encastran correctamente en la antigüedad. Hablar de conceptos tácticos o estratégicos en todos los niveles como si de un manual militar se tratara es un error en el que no podemos caer académicamente, pues no estaríamos comprendiendo el contexto socio cultural de

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la época que analizamos. La táctica y la estrategia son aspectos militares que están dentro de las decisiones políticas de un estado, pero siempre teniendo en cuenta la contextualización temporal que analizamos. Si analizáramos la toma de la ciudad de Platea por una fuerza tebana en el 431 a.C y que dio lugar al inicio de la guerra del Peloponeso, de acuerdo a la estructura temporal de Tucídides, en base a conceptos tácticos y estratégicos, sin tener en cuenta la decisión política y el por qué de dicha acción, el resultado sería muy subjetivo, como también si no tuviéramos en cuenta el significado de la guerra en las distintas poleis griegas, el papel fundamental que llevaba a una ciudad estado al estado de beligerancia, etc. Es decir, los aspectos militares no pueden ser analizados simplemente desde una óptica simple y particular sin ver el todo. En un segundo lugar, y uno de los errores más comunes en muchos historiadores militares, son la limitaciones que los ejércitos de la época tenían, o por el contrario, de la sobrevaloración de las mismas. Los soldados o guerreros antiguos tenían capacidades físicas que en muchos casos sobrepasaban a un soldado regular de los ejércitos actuales y esto era debido al contexto en el que éste se desarrollaba físicamente desde que nacía hasta su muerte. La masa del trabajo realizado por el hombre antiguo era netamente mecánica y de fuerza, auxiliándose en pocos casos de la escasa tecnología imperante. Eso le brindaba una adaptación mayor a las inclemencias del tiempo y al trabajo físico por excelencia. Si bien es cierto que su estructura física era más pequeña, una altura promedio era de 1,65 mts, su entorno de trabajo mecánico los hacía fuertes. Si estudiamos la batalla de Maratón en 490 a.C. nos viene a la mente el nombre de Fidípides, el corredor griego que fue de una polis a otra transmitiendo mensajes hasta caer extenuado al costo de su vida a las puertas de Atenas, tomando dicha acción como un acto excepcional de capacidad física. Sin embargo, pocos hablan de los 10.000 hoplitas restantes del ejército griego que cubrieron los 42 kilómetros que hay desde Maratón a Atenas antes de que las fuerzas persas de asalto que se trasladaban por mar llegaran a su objetivo. Estos hombres marcharon a una velocidad y a un ritmo agotador, y con todo su equipo al completo, haciendo dudar de cuantas fuerzas militares actuales estén en capacidad de repetir dicha acción. 4

Por el contrario, también encontramos ejemplos de exageración en la sobrevaloración de las capacidades militares de ciertos ejércitos y se los compara con fuerzas actuales a modo de establecer paralelismos, sin tener en cuenta la distancia temporal y de contextos donde unos y otros se desarrollaron. Esto mismo sucede con los conductores militares, donde incluso se ha llegado a establecer una especie de ranking de los mejores generales de la historia como si de un concurso de baile se tratara. Si tomamos una lista de los diez mejores comandantes, probablemente los nombres de Alejandro, Aníbal y Cesar no faltarán en la misma. Se harán comparaciones de Alejandro con Napoleón, o de Rommel y Aníbal, sin tener en cuenta la distancia temporal y de contextos que separan a unos y otros. Es algo poco serio y probablemente de aficionados, pero no del mundo académico. Los comandantes militares antiguos se regían por conductas y normas de la época que les tocó vivir y con muchísima menos información que un comandante del siglo XIX o el XX, de Alejandro a Aníbal había una distancia enorme en formas de luchar, en maneras de ver la guerra, en la composición de los ejércitos y en muchos aspectos más, como para poder comparar a uno y a otro. Ese es otro error fundamental, creer que cuando hablamos del mundo antiguo todos los períodos del mismo fueron iguales. Los tiempos cambiaban de una manera radical de un período a otro, si bien en forma mucho más lenta que en los momentos actuales; sí había cambios, aunque muchas veces la información tardara años de llegar de un lugar a otro, meses o tal vez pocos días de acuerdo a la distancia, geografía u otros factores a tener en cuenta. De la misma manera la información, como base del conocimiento, tardaba mucho tiempo en adquirirse y tal o cual procedimiento de combate sólo se conocía cuando se enfrentaba a nuevos enemigos. Los ejércitos romanos lograron vencer en las guerras de insurgencia 1 o rebellio,2 tal como la llamaban los romanos, adaptándose a la nueva forma de 1

Insurgencia proviene del latín insurgere, supino del verbo isurrectum (levantarse), y que puede traducirse como levantarse hacia dentro. Insurrectio, (levantarse) o insurrectionis (levantamiento)

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lucha que encontraron en sus provincias. Como nunca antes habían combatido de esa forma y contra un enemigo que combatía distinto, los comandantes romanos debieron adaptarse sobre el terreno, pues el conocimiento aún no había llegado a ellos tal como nos llegaría ahora a nosotros a través de un manual de contrainsurgencia. Con esto intentamos demostrar que es incomparable poner en un mismo plano a un general romano que a un general de la Segunda Guerra Mundial, pues el primero debió adaptarse a la guerra a medida que la misma se hacía, en tanto que el segundo lo pudo hacer debido a su preparación previa y a la información con que contaba y que le permitiría adaptarse en mucho menos tiempo. Otra manera de caer en error es intentar dar consejos de táctica y lo que debiera haber hecho tal o cual general en el desarrollo de una batalla, sin tener en cuenta que muchas maniobras que hoy se pueden realizar debido a los elementos de mando y control, en el mundo antiguo hubieran sido imposibles. Adaptar los principios de la guerra actuales para comprender una campaña antigua es otra manera de inducir a errores de apreciación durante el análisis de la misma, ya que los mismos no existían como tales, sino que en cada período de la guerra antigua hubo principios propios de cada pueblo y que se adaptaron de acuerdo a la forma de guerrear que tenían. Hablar de sorpresa estratégica durante la batalla de Qadesh en el 1290 a.C, tal como aparece en muchos textos sobre la batalla, es una falacia ya que no existió tal cosa, pues los ejércitos de la época no buscaban tal efecto sino todo lo contrario, enfrentarse al enemigo y batirlo en campo abierto, pues esa era su manera de luchar. Las batallas eran más ritualizadas de lo que se presume actualmente, y buscar un campo para medirse era más común de lo que se piensa. Ramsés no buscaba la sorpresa estratégica, simplemente, porque no tenía idea de que era eso. En tercer lugar, y uno de los puntos más importantes a tener en cuenta, es lo que sucedía en el propio campo de batalla. Para ello haremos un breve resumen de la guerra. 2

Rebellio significa rebelarse como sinónimo de resistencia a algo.

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La táctica de combate y los elementos de la misma tal como los conocemos ahora, se iniciaron antes del mundo antiguo, específicamente, cuando el hombre aprendió a maniobrar en grupo y contra otro grupo humano de similares características. El empleo de tácticas de caza para combatir, de la misma forma que la utilización de las armas, fue una larga adaptación del hombre al combate. A medida que la tecnología avanzaba, de la piedra al bronce y de este al hierro, también avanzaba la manera de maniobrar en el campo de batalla, naciendo procedimientos tácticos que se irán puliendo con el tiempo. El fuego y el choque serán los principios que rijan los campos de batalla de oriente, en tanto que la masa y el choque regirán el mundo occidental de la mano de los griegos. El paso del nomadismo al sedentarismo permitió contar con un excedente de producción tal que les permitió a los diferentes grupos humanos un mayor grado de complejidad y estructurar de manera distinta su organización social. El comercio entre distintos grupos establecidos fue un elemento fundamental para el crecimiento de estas poblaciones, pues el excedente no sólo les permitía dicha actividad sino que también acrecentaba el poder en base a la capacidad que esto daba. El comercio y el acopio de excedentes en mercancías de distinto tipo hicieron necesaria la aparición de las primeras organizaciones militares, tanto para su defensa como también para incursionar en otro territorio y tomar lo necesario de otros pueblos. De esa manera se formó un matrimonio muy difícil de evitar, el del desarrollo de un pueblo y el poder militar que podía mostrar. La agrupación social en aldeas era una manera de protección del colectivo, pero la erección de defensas de las mismas fue un elemento fundamental para poder contrarrestar al accionar militar enemigo. Las incursiones con fines de pillaje, de capturar prisioneros o adueñarse de la producción económica de otros, era uno de los objetivos de las fuerzas militares y que de alguna manera obligaron a conformar las primeras fortificaciones. Contar con fuerzas militares fue una necesidad imperante. Ahora, contar con fuerzas militares es una cosa y contar con una eficiente fuerza militar es otra. Las 7

primeras organizaciones militares eran grupos de hombres armados que concurrían ante un llamado para satisfacer una necesidad bélica, ya sea, para la defensa de un grupo o para incursionar sobre otro grupo social. Pero a medida que las sociedades fueron complejizando sus estructuras, también se complejizó el entramado militar que debía sostenerla. Colocar un ejército en campaña llevaba implícitas ciertas dificultades a resolver: 1. La instrucción. 2. El equipamiento. 3. La conducción, que requería de hombres con conocimientos para tal actividad. 4. La logística necesaria para poder sostener a una fuerza militar en campaña por un breve tiempo. Satisfacer estas necesidades no era fácil en las primeras civilizaciones. La instrucción militar estaba a cargo de un núcleo de soldados a sueldo que debían ser costeados por la ciudad-estado de acuerdo a sus posibilidades, en tanto que el resto de los integrantes de una fuerza militar eran, normalmente, campesinos que se reclutaban en ciertos períodos para una campaña y que al finalizar la misma debían retomar sus tareas. La instrucción de estos era mínima y es por ello que las primeras organizaciones militares contaban con mayor cantidad de hombres que luchaban en tácticas irregulares por sobre las maniobras lineales en un campo de batalla. Para conformar una fuerza con posibilidades de éxito en una operación militar se requería disciplina y conocimientos militares que eran impartidos por los militares a sueldo, pero que tenían una serie de deficiencias difíciles de subsanar. La materia prima con la que trabajaban eran básicamente campesinos-milicianos, en muchos casos, y dependiendo de las sociedades que hablemos, eran propietarios que se costeaban su propio equipo y que podían aportar una pequeña parte de su tiempo a la instrucción militar y a la guerra. Esto limitaba mucho las decisiones políticas de los gobernantes en caso de que fuera necesario ir a la guerra o utilizar la violencia en provecho de una estructura social dominante. 8

La centralización de las actividades político-militares-sociales en torno al palacio, permitió un tejido complejo de relaciones permitiendo a su vez la división de las responsabilidades políticas, militares y religiosas. Esto fue fundamental para la práctica guerrera compleja y que la diferenciaba sustancialmente de la guerra de bandas en las sociedades pre-estatales. Las habilidades militares debían adquirirse a través de una centralización de un núcleo duro de combatientes que se debían mantener pagos a expensas del estado. Los milicianos debían aprender ciertas técnicas y procedimientos de combate que llevaban tiempo, por lo tanto lo mejor era adaptar las cualidades de labradores al uso de las armas para lograr una mayor confiabilidad entre los combatientes. Al ser el hombre reacio a matar a un semejante, el guerrero debe pasar por un proceso de entrenamiento tal que le permita ver al enemigo no como un semejante, sino como una amenaza. Lograr eso es el primer paso para entrenar combatientes. El segundo, es mantenerlos formados en el combate, ya que como el hombre es reacio a matar a un semejante, también tiene miedo a morir y por lo tanto tiende a escapar del campo de batalla. Esta disciplina era muy difícil de lograr entre tropas no profesionales y por lo tanto quedaban los mismos expuestos a una rígida disciplina y a códigos de valor sociales que los conminaran a mantener su puesto en la formación. En los primeros ejércitos de la edad del Bronce, los lanzadores de armas arrojadizas eran más numerosos que la infantería de choque, debido en gran parte a costumbres regionales de grupos cazadores de donde eran reclutados dichos hombres. Pero esto a su vez requería una cierta especialización por lo que muchas veces se debería requerir la contratación de mercenarios que eran generalmente, quienes poseían la mayoría de las habilidades guerreras. Sociedades como la egipcia, hitita o asiria, lograron crear ejércitos con un alto grado de complejidad y con un elevado tecnicismo militar que les permitía realizar campañas de conquista sobre pueblos vecinos. La logística militar necesaria para 9

llevar a cabo operaciones militares fue posible gracias a la centralización palacial de la que ya hicimos mención anteriormente; pero fue también esa centralización política la que llevó a los ejércitos de la Edad del Bronce a no poder mantener los territorios conquistados y ser derrotados por pueblos que desarrollaron una cultura guerrera superior. El autoritarismo y la estricta jerarquización de las estructuras militares, donde las decisiones estaban en manos normalmente de una casta guerrera, y donde la responsabilidad recaía en el propio soberano, llevó a las principales organizaciones militares a la derrota, debido a que de esa manera no se aseguraba una eficiente conducción militar. Otra debilidad de este sistema jerarquizado y centralizado era la sucesión real, que hacía muchas veces de las intrigas y golpes palaciegos el elemento principal de la política interna, descuidando la capacidad militar para terminar con posibles rivales de estados vasallos o de provincias rebeldes. La logística y el mando y control de las fuerzas eran muy primitivos y por lo tanto hacían de las maniobras acciones difíciles de llevar a cabo; cuanto más estrecho era el campo de batalla, mejor era para el comandante. Esto llevó a conformar dispositivos lineales y a restringir las maniobras en forma frontal, pues dicha rigidez estaba en concordancia con la capacidad casi nula de redirigir fuerzas en el campo de combate. El comandante planificaba la batalla y una vez que la misma comenzaba a desarrollarse ya no tenía manera de influir en ella, por lo tanto lo único que le quedaba era la disciplina de sus fuerzas y la acción de los mandos subordinados para mantener la línea en formación. Cuando comenzaba el combate los hombres debían soportar el fuego producido por las armas arrojadizas, flechas, hondas y jabalinas; posteriormente aguantar el embiste de los carros que también lanzaban proyectiles y que intentaban romper la línea formada. La nube de polvo y la confusión creaban en los combatientes el terror lógico de la posible muerte, y cuando se producía el choque cuerpo a cuerpo quien primero desasiera la formación estaba condenado. La mayor cantidad de bajas se producían cuando una fuerza rompía su línea e intentaba escapar del enemigo. La falta de uniformidad en los milicianos, la ausencia de comunicaciones 10

fiables y la poca visibilidad del campo de batalla creaban un ambiente paralizante para la fuerza menos entrenada; y es en ese momento cuando se producía la ruptura del dispositivo y la derrota de un ejército. La guerra primitiva en las sociedades pre-estatales se diferenció de la guerra organizada de los primeros estados en la ausencia de una organización apta para maniobras y campañas fuera de los raids y las emboscadas que la caracterizaron, marcando un posible horizonte militar que las diferenciara. La guerra en las sociedades pre-estatales era un estado permanente de hostilidad entre comunidades políticas autónomas (Meggitt) 3 con un alto nivel de recurrencia a estas prácticas guerreras y no por ello menos violentas o sangrientas tal como lo expresaran Keegan o Turney High 4 dejando a estas sociedades en un plano inferior en sus capacidades guerreras. Sin embargo, los campos de batalla del mundo antiguo no se diferenciarían de los combates entre bandas, como muchos creen, por la cantidad de muertos o la letalidad del modo occidental de hacer la guerra, sino por la capacidad prolongada de mantener ejércitos en una operación militar, por el desarrollo tecnológico necesario y por la logística atinada. Pero por sobre todas las cosas, por la estructuración social y la capacidad intelectual y cultural de un estado para desarrollar todo lo anterior. Los sumerios fueron los primeros en organizar una civilización tal como hoy en día la podemos conocer, ya que no sólo implementaron los primeros métodos para trabajar el suelo y llevar a cabo la revolución agrícola, sino por sus leyes y su religión que legaron a pueblos posteriores como los asirios y caldeos. La organización militar sumeria puede apreciarse en una de las principales fuentes de la antigüedad: la estela de los buitres. Una piedra caliza tallada de 1,80 metros de alto por 1,30 de ancho y que narra la victoria del Rey Eannatum de Lagash sobre Umma. Datada sobre el 2500 a.C., nos deja ver que hay una posible

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Mervyn Meggitt, antropólogo que entre sus tantos trabajos etnográficos también estudió la guerra entre los Mae Enga en Nueva Guinea. 4 Ver las obras de John Keegan Historia de la Guerra y Halbert Turney High The Primitive War.

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organización militar en los ejércitos con una especie de formación en falange de una infantería de choque y carros de combate con lanceros. De la misma manera, podemos apreciar en el llamado estandarte de Ur, 2600 a.C, una caja trapezoidal que en la llamada “cara de la guerra” se pueden ver los componentes del ejército sumerio con carros de guerra e infantería de choque.

Parte de la estela de los buitres donde se aprecia la organización de una protofalange. Un ejército compuesto con carros de combate, infantería de choque y armas arrojadizas y que podía adoptar formaciones en el campo de batalla, requería de disciplina, organización, logística y un mando y control especializado. Esto es lo que diferenciaba a los ejércitos de la guerra organizada de los compuestos por bandas en las sociedades pre-estatales. La guerra de bandas nómades pasaba de esa manera a constituir el monopolio de la violencia de los estados, y tal como dijimos anteriormente, las armas que se utilizaban para cazar, de la misma manera que los útiles agrícolas, pasarán a utilizarse para la guerra debido a la familiaridad de los hombres con las mismas. Es por ello que los lanceros y los arqueros predominarán en los campos de batalla de la Edad del Bronce. A las armas ofensivas siempre se le opusieron ciertas defensas, ya sea para protección individual o colectiva. Los hombres de la infantería sumeria estarían equipados en apariencia con una pequeña coraza de bronce y un casco de cobre que estaría acolchado con fieltro por dentro para proteger la cabeza de su usuario.

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No sabemos si todos los infantes de las fuerzas de choque irían equipados de la misma manera o sólo algún núcleo de profesionales contratados lo harían así. A medida que la tecnología suplía las necesidades del combate las estructuras sociales permitían un mayor grado de complejización de la guerra, debido a su necesidad obvia de mantener ejércitos con profesionales permanentes que nuclearan las levas necesarias para una campaña. La superioridad en armas y organización de los sumerios les permitió a estos imponerse sobre sus vecinos que no contaban con una sociedad preparada como la de estos. Los estados colindantes incluían a toda la sociedad para llevar a cabo una guerra, en forma similar a como lo hacían los grupos pre-estatales, sin una estructuración y organización debida para llevar a cabo una guerra abierta contra un estado como Sumer. A diferencia de los primeros, los sumerios preferían involucrar ejércitos más pequeños pero con profesionales adiestrados, equipados y organizados para una campaña coherente. El resultado en el campo de batalla no se hizo esperar y la totalidad de los estados adyacentes cayeron bajo las huestes sumerias uno tras otro. Pero a los sumerios les sucedería algo que es propio de la lógica y la dinámica de la guerra, tarde o temprano el enemigo aprende de sus derrotas y comprende que la mejor forma de luchar es imitando al vencedor. En pocas palabras, sin querer se enseña al enemigo a luchar. Y cuando los conocimientos militares de los sumerios se expandieron a estados vecinos, el poder de sus fuerzas militares quedó sellado. Un ejemplo de ello fue Sargón quien hacia el año 2270 a.C al frente del reino de Kish inició una campaña contra Uruk a la que conquistó luego de un asedio. Para ello seguramente debió contar no solo con los conocimientos propios para combatir en un terreno restrictivo como lo es una ciudad amurallada, sino de ciertos conocimientos básicos del arte de sitiar ciudades, algo que para la fecha que nos corresponde era muy difícil de concretar.5

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El arte de sitiar ciudades se basaba en una serie de procedimientos que incluían la preparación territorial, el cerco, la excavación de trincheras, minar la muralla y contar con ciertos ingenios que les permitiera a las tropas de asalto ingresar a la ciudad. Las primeras ciudades amuralladas, de acuerdo a los hallazgos arqueológicos realizados hasta el momento, datan del 8000 a.C., por lo

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Las campañas de Sargón lo llevaron a dominar ampliamente la región que hoy conocemos como el Golfo Pérsico y probablemente a fundar la ciudad de Acad. Su imperio dominó a todos los estados vecinos, y esto fue posible gracias a contar con una organización social y administrativa tal que le permitía mantener fuerzas profesionales adiestradas para emprender largas campañas de conquista. La unidad socio-económica básica podría haber sido la aldea a lo largo de toda Mesopotamia, conformada a su vez por una cierta cantidad de familias de tipo nuclear, donde la religión ocupaba un lugar preponderante dando al templo la calidad de elemento recaudador alrededor del cual se constituía la comunidad. Esto probablemente no se haya dado en todos los lugares de la misma manera y probablemente varió de una región a otra. La aldea dio paso a las agrupaciones más grandes que constituyeron las ciudades, tal el caso de Uruk que fue el resultado de la fusión de Kullaba y Eanna.6

El rey cumplía funciones de

sacerdote-soberano y el templo y el palacio pasarán a constituir el estado. El excedente de las ganancias agrícolas que no se guardaban como reservas, eran para pagar diversos gastos entre ellos a los damgar, los soldados profesionales que llevarían a cabo las principales campañas militares. Este complejo entramado social va a marcar la diferencia en recursos para ir a la guerra. Sargón va a realizar, de acuerdo a las crónicas, unas 34 campañas militares, muchas de ellas de conquista, aunque la mayoría serán de contrainsurgencia contra territorios rebeldes. El ejército se conformaba, tal como dijimos anteriormente, por un núcleo de infantería profesional equipados con casco, coraza, escudo y lanza y con capacidad para combatir en una formación de protofalange. A estos hombres se los acompañaba con un mayor número de soldados de infantería miliciana de levas obligatorias y que probablemente no estarían ni instruidos, ni equipados como los profesionales. Otras habilidades necesarias se debían tercerizar o bien se utilizaban de los hombres reclutados en ciudades

tanto los conocimientos para contrarrestar las defensas de una ciudad deberían haberse ido puliendo y perfeccionando para el 2500 a.C., a un grado tal que la mayoría de los ejércitos poseyeran estos conocimientos. 6 Roux, George. Mesopotamia. Historia política, económica y cultural. Ed Akal. 2002. Pag 146

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aliadas o conquistadas, tales como los arqueros, cuyos operadores eran en su mayoría mercenarios contratados. Los acadios fueron los que en algún momento durante el reinado de Naram-Sin, incorporaron el arco compuesto un arma avanzada para la época y que podía llegar a alcanzar los 150 metros de efectividad. Las tácticas se basaban en la potencia de fuego y en el choque. Se utilizaban gran cantidad de arqueros que abrían fuego sobre las concentraciones enemigas con el objetivo de desacomodar a la línea de batalla, posteriormente la infantería pesada arremetía contra las líneas dislocadas y abría grandes brechas que terminaban normalmente con la derrota del enemigo. Este sistema de combate dio a los acadios la posibilidad de la victoria, pero a la muerte de Sargón, se sucedieron una serie de guerras insurgentes especialmente en los montes Zagros con los pueblos gutios; los que no pudieron ser controlados y terminaron con controlar Acad, destruyendo la ciudad y ocupando el norte del territorio, pues en el sur habían pactado con los sumerios lo que les permitió a estos resurgir una vez más. Los hititas, que crearon un imperio en parte de la actual Siria, lograron conformar un ejército altamente móvil cuyo fuerte eran los carros de guerra, introduciendo de esta manera esta formidable arma de combate.7 El carro estaba tirado por dos caballos y transportaba a un conductor y un arquero, aunque muchas veces también llevaba soldados equipados con jabalinas. La evolución del carro de guerra fue lenta pero inexorable y estuvo íntimamente relacionada con la cría de caballos capaces de tirar con fuerza y velocidad del mismo. En principio se cree que los primeros carros eran lentos y pesados, con ruedas macizas y tirados por asnos, representando más una base de apoyo que un elemento de maniobra y fuego como era el carro hitita. Podemos decir que los carros hititas con ruedas de radio fueron una verdadera innovación militar para la época ya que los egipcios y

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La introducción del carro de guerra por los hititas está en duda por varios historiadores que establecen que fueron los hurritas los primeros en introducir el carro de guerra y que los primeros sólo lo hicieron como contramedida después de haber sido derrotados en combate por los segundos.

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todos los ejércitos posteriores también lo adoptarían. El carro conjugaba dos acciones importantes para la táctica militar: la maniobra y la potencia de fuego. También habían logrado una variante en su utilización con lanceros equipados con largas picas para contener a una formación enemiga a la distancia, maniobrando y huyendo cuando era necesario. El carro desarrolló todo su potencial militar entre el 1600 y el 750 a.C., permitiendo a una aristocracia militar en varios estados pivotar entre su estrategia militar y política, y reinando de manera absoluta en las batallas por al menos 1000 años y llegando a extenderse tal práctica hasta China y los Estados del Egeo. De esta forma el ejército hitita conformaba su fuerza de combate letal en base a los carros, en tanto la infantería pesada y la ligera operaban en apoyo de estos cuando se desarrollaban las acciones militares. Ambas infanterías eran aptas para maniobrar en terrenos donde los carros no podían hacerlo o en los asedios donde éste era inútil. Los hurritas desarrollaron formas de combate similares y fueron a la batalla con ejércitos con alto grado de tecnicismo y un mando y control eficiente basados en una aristocracia ciudadana llamada mariannu. Estos se alistaban para conformar la fuerza de choque de los carros de guerra en tanto que la infantería operaba también en apoyo a estos. Los acadios habían demostrado ser, tal vez, los primeros en desarrollar un imperio, que aunque hoy nos parezca un término común en el 2400 a.C era un paso enorme ya que el mismo significaba superar el marco de la ciudad-estado. A partir de ellos, varios estados van a desarrollar fuerzas militares con el objeto de intentar expandirse sobre sus reinos vecinos formando verdaderas potencias regionales. Uno de ellos es el Egipto faraónico. Hacia el 2900 a.C. el llamado Egipto faraónico entró en la región a tener una importancia político-militar que iría en aumento de acuerdo a su instrumento militar se fuera fortaleciendo.8 Entre el Antiguo Imperio y el Imperio Medio, Egipto no lanzó campañas militares contra sus vecinos con el objetivo de expandirse. En una 8

También se lo conoce como Egipto Imperial, Antiguo Imperio hacia el 2900 e Imperio Medio hacia el 1650 a.C. aproximadamente.

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zona geográfica compleja y dependiendo en gran parte de la situación hídrica del Río Nilo, hasta la invasión de los hicsos no sufriría agresiones externas significativas. Pero cuando estos invadieron hacia el fin del Imperio Medio, 1600 a.C aproximadamente, Egipto se convirtió en un estado militar. La situación regional a comienzos del segundo milenio ya no lo mantenía aislado de los intereses de sus vecinos y por lo tanto debió adoptar una fuerza militar tal que le permitiera mantener su posición geoestratégica favorable en la zona.

Imperio Hitita

Mitani Mar Mediterráneo

Asiria

Bajo Egipto

Alto Egipto

Etiopía

El Imperio egipcio y la posterior expansión militar hacia el fin del Imperio Medio en el segundo milenio. 17

Para fines del segundo milenio los babilonios tras el reinado de Hammurabi (hacia el 1700 a.C.) se encontraban dominando toda la región conocida como de los dos ríos, pero la posterior invasión de los pueblos casitas llegados de las montañas terminó con dicho imperio. Esto alteró la situación geoestratégica de la región y Egipto ya no podía quedar al margen de la expansión de los aguerridos pueblos montañeses. La guerra no era indiferente a los egipcios ya que la misma había estado presente en el valle del Nilo pre-estatal de la misma manera que lo había estado en otras regiones. Los hallazgos arqueológicos así lo demuestran y tal como había sucedido en otros lugares la guerra primitiva también tuvo su lugar en la historia egipcia. La llegada de los hicsos con poderosas fuerzas de carros de combate arrolló a las milicias egipcias del campo de combate y dejó en ellos la marca necesaria para desarrollar posteriormente una fuerza militar que los convertiría en una de las principales potencias del mundo antiguo. La invasión de los hicsos permitió a los egipcios introducir el carro y los caballos, que estos no poseían hasta ese momento y además, aprender que debían poseer un eficaz instrumento militar si querían mantener su soberanía en la zona. La expulsión posterior de los hicsos y la conformación del Imperio Nuevo, 1560 a.C., trajeron aparejadas ciertas modificaciones tales como la instalación de una nueva capital, Tebas, y la conformación de un ejército regular formado por un núcleo profesional, fuerzas mercenarias contratadas y milicias de leva que serían reclutadas de acuerdo a la necesidad. Durante el Imperio Nuevo a los egipcios se le presentaban ciertos problemas de carácter estratégico. Por un lado, se debían ampliar las fronteras para crear lo que podemos denominar como profundidad estratégica, cuyo objetivo principal era el de mantener una zona de amortiguación lejos de las fronteras. En segundo lugar, esa expansión militar era necesaria para ganar nuevos territorios y proveer de materias primas y mano de obra; las mismas estaban dadas por la consecución de territorios que poseían minerales en minas que debían ser explotadas, para ello era necesaria la mano de obra, que muchas veces era esclava y otras contratada. 18

En tercer lugar, la expansión les permitía el control de las principales rutas comerciales. Así la situación y para lograr tales objetivos era necesario conformar una eficiente maquinaria militar capaz de poder llevarlos a cabo. El Ejército egipcio, nos referimos al establecido en el Imperio Nuevo y no en períodos anteriores, contaba como dijimos anteriormente con fuerzas militares estacionadas profesionales, que ocupaban en muchos casos puestos militares de frontera y fortalezas, tal como ha quedado demostrado por los hallazgos en Nubia, y de fuerzas que eran levadas en caso de una campaña. También se recurría a fuerzas mercenarias para fortalecer ciertas operaciones militares que requirieran el empleo de estas fuerzas especializadas. En ése período parece que gran parte de las fuerzas profesionales provienen de una mayor afluencia de voluntarios, muchos de los cuales han heredado la profesión de sus padres o de otro miembro de la familia; también se observa una gran presencia de tropas mercenarias reclutadas entre diferentes grupos étnicos con aptitudes especiales propias de su sociedad. Entre estos combatientes estarían los arqueros, lanzadores de honda y de jabalinas, es decir, de mano de obra especializada que se debía tercerizar. Esto hace suponer que la guerra seguía siendo estacional, de acuerdo a los períodos de siembra y cosecha, que era cuando se realizaban las levas de campesinos para conformar las fuerzas del faraón. Estos milicianos a tiempo estacional, contarían con una preparación militar muy específica pero no especializada, la que quedaría en manos de los profesionales y los mercenarios. El entrenamiento militar de los profesionales era duro y basado en una rígida disciplina, la que también se imponía a las milicias, y se dirigía a mantener una buena forma física y de combate. Ejercicios de lucha cuerpo a cuerpo y maniobras de marchas agotadoras eran normales dentro de la preparación física de los combatientes.9 Los hombres recibían tierras y parte de los botines conquistados, lo que hacía de la vida militar una profesión nada 9

En el papiro Anastasi I se puede observar el entrenamiento a que se sometía un recluta cuando era enviado y acuartelado para una campaña militar.

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despreciable ya que muchos ex soldados llegaban a tener hasta esclavos, algo que no todos los ciudadanos estaban en condiciones de poseer. La infantería era el arma líder en el ejército egipcio, al revés de lo que muchos piensan que eran los carros de combate, tal como sucedía, por ejemplo, con los hititas. Se puede inferir por los textos de la batalla de Megido y Qadesh que el ejército egipcio se dividía en Cuerpos de Ejército, donde cada uno llevaba un nombre como Amón o Ra. Cada Cuerpo poseía un número de hombres cercanos a los 5.000, aunque como sucede en todos los ejércitos del mundo y de todos los tiempos, su cuadro de organización sería variable y probablemente nunca llegara a contar con los efectivos completos. A estos hombres de infantería, se les sumaban unos 500 carros por Cuerpo, es decir unos 1000 hombres más. La infantería se formaba alrededor de Compañías de 200 hombres cada una que a su vez se dividían en Secciones de 50 hombres. No se sabe a que respondía esta articulación y organización puesto que la infantería luchaba en orden de falange y por fuera de ella la infantería ligera especializada en escaramuzas y con armas arrojadizas. No solo los egipcios adoptaban estas formaciones cerradas en falange, ya hemos visto como los ejércitos acadios también lo hacían. En toda lucha los hombres tienden a juntarse, o mejor dicho a apelotonarse, buscando normalmente la protección de otros ya que el principal temor de un soldado que lucha en una multitud y con armas de filo y punzantes es quedar aislado. Es por ello que la adopción de la falange en ejércitos poco profesionales era una solución más práctica que táctica. El hombre tiende a huir y evitar matar tanto a un semejante como evitar perder la propia vida, y mantener una formación cerrada es la mejor opción para evitar la deserción en pleno combate. La disciplina y la conformidad al grupo humano con el que se adquiere un compromiso corporativo hacen el resto. Los mandos medios debieron ser tropas profesionales experimentadas que a base de una rígida disciplina impartida y a órdenes sencillas, lograban mantener la formación de la infantería en la lucha. No sabemos la adopción concreta de formaciones de combate que los soldados egipcios estaban en capacidad de 20

realizar, como por ejemplo adoptar una formación en cuadro para contrarrestar el ataque de los carros enemigos. Podemos presuponer que esta formación de falange debería tener variaciones tácticas y procedimentales necesarias para las circunstancias que debieran enfrentar, esto se puede inferir de la articulación en compañías y secciones, aunque la misma podría responder a cuestiones netamente administrativas y no tácticas. Las tropas especializadas combatían fuera de formaciones rígidas y básicamente con armas arrojadizas, siendo la principal el arco y las flechas. Estas aptitudes estaban en manos de mercenarios, ya que eran los únicos que poseían estas habilidades debido al tiempo que requería adquirirlas como tales. Los mercenarios que luchaban en varias campañas terminaban especializándose y convirtiéndose en una estructura indispensable para una operación militar de envergadura. La función de estos estaría dada en combatir en forma de escaramuzadores o como tropas irregulares, aptas para la lucha contra otras tropas de similares características y especialmente en operaciones de contrainsurgencia o en el sitio de ciudades amuralladas. En el combate convencional su misión estaba referida a la transferencia de un fuego de proyectiles eficaz para desorganizar a las formaciones enemigas. Las fuerzas de carros de combate eran otra tropa aparte. La fuerza de carros de combate en el ejército egipcio fue parte de un proceso de modernización que estuvo relacionado con la experiencia de la derrota en campañas anteriores; y fue durante el Imperio Nuevo que se llevaron a cabo estas modificaciones militares de crear una fuerza de carros de guerra. Los primeros carros utilizados por los egipcios eran una copia de los canaánitas, y fue el carro que tecnológicamente tuvo el mejor diseño de todos los de la antigüedad, cuya estructura ligera lo capacitaba para ser utilizado como una plataforma de fuego capaz de transportar un arquero equipado. Su diseño ligero y altamente móvil no lo hacían adecuado para combatir contra otros carros o en formaciones cerradas.

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Para el ejército egipcio la infantería llevaría el peso de los combates, pero el carro era ligado íntimamente con la aristocracia militar, y las ceremonias de la elite hacían de su uso algo que marcaría la estructura social de Egipto. Los carros eran agrupados en las Compañías de infantería en número de 25 por cada una de ellas y operaban como base de fuego de la misma; también se los podía agrupar en una fuerza de combate aparte del tamaño de Batallón que contaba con unos 250 carros y se los conocía con el nombre de Pediet. Los egipcios contaron con fuerzas de carros de otros reinos como los Neharin amorreos que participarían en batallas como la de Qadesh. El armamento utilizado por la infantería egipcia, las fuerzas auxiliares y las de carros de combate eran similares a las de sus estados vecinos, debido probablemente a la transferencia de tecnología lógica en los intercambios. La lanza era el arma principal del infante, junto al hacha de guerra, el arco y las jabalinas. Con el Imperio Nuevo se agregarían los carros de combate y las espadas como arma secundaria del soldado. Algunas de las armas de la infantería nos pueden dar una descripción de la forma de combatir de ésta, tal como el hacha a dos manos que utilizaban los egipcios, o también la maza de bronce que se utilizaba para aplastar los cráneos de los enemigos. No estamos seguros que ambas armas fueran utilizadas en el Imperio Nuevo, debido a que ambas no eran aptas para combatir contra enemigos que portaran escudos y corazas, sí para luchar contra organizaciones tribales que no poseían infantería pesada sino hombres ligeramente armados y sin protección alguna. Las más adecuadas para el período del Imperio nuevo son las lanzas, arcos y espadas de las que había dos modelos principales: la tipo Kopesh o espada de hoz y la falcata; otros modelos de menos uso por su tamaño eran las espadas cortas y las espadas anchas. Probablemente la infantería pesada, con lanza y escudo, ocupaba el centro del dispositivo con los arqueros detrás para que los primeros les brindaran algún tipo de protección ante la carencia de ésta por parte de estas tropas. Los primeros arcos egipcios no tenían un alcance mayor a los 100 metros y con poca capacidad de penetración, no había habido una evolución debido al enemigo al que se 22

habían enfrentado siempre los egipcios que eran tribus de montañeses sin armadura alguna; es por ello que dependían de la protección de la infantería pesada para poder lanzar sus flechas con alguna protección. Su misión consistía en darle potencia de fuego al ataque frontal de la infantería y obligar al enemigo a tomar alguna formación de protección que dificultara el enfrentamiento cuerpo a cuerpo de las infanterías. En las alas se ubicaban las fuerzas milicianas reclutadas entre los estratos más bajos de la población o entre tribus aliadas. Armados ligeramente con hondas y jabalinas su misión principal era cubrir los flancos de la infantería pesada en falange y evitar un envolvimiento. Es probable, y lo veremos en las batallas, que los carros se ubicarán delante de todo el dispositivo en forma lineal para arremeter a la primera línea enemiga y desarticularla para permitir posteriormente a la infantería romper su formación. Para poder establecer ciertos parámetros de la utilización de las armas de combate, la táctica y los procedimientos de combate realizaremos un breve análisis de la primera batalla documentada de la que se tiene registro: la batalla de Megido. A la muerte de Tutmosis II le siguió su hijo Tutmosis III, aunque gobernaría Hatshepsut en su lugar debido a la corta edad e inexperiencia de éste, cuya función como principal líder político era la conducción del ejército; y liderarlo en campañas militares no solo aumentaba la popularidad del faraón sino que también era una obligación. Al poco tiempo murió Hatshepsut y estallaron una serie de revueltas en Canaán cuyas ciudades-estado le rendían vasallaje, pensando tal vez en la debilidad del estado egipcio y la llegada al poder de Tutmosis III, decidieron tentar la suerte para lograr su emancipación. Sin embargo Tutmosis III demostró una gran capacidad de organización y según las fuentes antiguas pudo poner en campaña unos 20.000 hombres. Es curiosa la cifra ya que si tomamos que cada Cuerpo de Ejército contaba con unos 5.000 efectivos, probablemente esa sea la cantidad de Cuerpos de Ejército en 23

capacidad de formar que poseían los egipcios. También cuatro cuerpos van a ser los utilizados en la batalla de Qadesh posteriormente y la cifra es acorde a la cantidad de hombres en capacidad de reunirse para el período que nos toca. Teniendo en cuenta que para estas fechas reunir y mantener un ejército de semejante tamaño es muy difícil y complejo, por eso se deben tener en cuenta las cifras cuando analizamos la capacidad de una fuerza en combate y la que realmente poseía o podía llegar a poseer.

Ejército Cananeo

Megido

Ejército Egipcio

Batalla de Megido 1457 a.C. Yaham

Batalla de Megido (1457 a.C). Hasta el momento es la primera batalla documentada de la historia militar.

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El rey de Kadesh, en el Oronte, había desafiado el poder de Egipto y con su ejército se dirigió hacia el sur, donde se encontraban varias ciudades aliadas que le proveerían de más hombres y recursos. Además, con esta maniobra intentaba bloquear a las fuerzas egipcias que se dirigirían hacia el norte bajo el mando de Tutmosis. El ejército del rey de Kadesh era una amalgama de varios grupos tribales que respondían a cada jefe difuminando y complicando la cadena de mando necesaria para la eficiencia en combate. La fuerza que había logrado reunir era similar a la de los egipcios, y tal vez un poco menos pero despreciable a la hora de la batalla, pues su número no era el problema, sino la organización necesaria para el combate. El ejército cananeo se ubicó en las cercanías de la ciudad de Megido, un importante enclave estratégico debido a que el mismo controlaba un nudo de caminos. Ubicó a una fuerza de carros de combate importantes en el centro del dispositivo y a dos fuerzas de infantería en cada ala del mismo ocupando posiciones entre las rutas sur y norte respectivamente. Por su parte, el ejército egipcio se acercaba a marchas forzadas y nueve días después de haber salido llegaba a Gaza ocupando posiciones en la ciudad de Yaham. Allí Tutmosis decidió planificar las acciones a seguir ya que se le presentaba la siguiente situación: 

Avanzar directamente a través del desfiladero de Aruna.



Utilizar la ruta norte, por Yefti y maniobrar por el norte de Megido.



Avanzar por la ruta del sur que llevaba a Taanacia y permitía maniobrar por el sur de Megido.

Estas tres opciones dificultaban la toma de decisiones de Tutmosis agravando la misma los reconocimientos de sus exploradores, que le informaban de la disposición del ejército enemigo en torno a Megido y las rutas circundantes. Sus oficiales más experimentados asesoraron sobre no usar la ruta más corta y directa, ya que la misma era una vía difícil para poder maniobrar y las fuerzas deberían marchar encolumnadas. Esto ponía en peligro la integridad de todo el ejército, ya que si se producía una emboscada a la vanguardia, la retaguardia no

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llegaría a intervenir, e incluso las fuerzas de carros de los Cuerpos no lograrían desplegar para actuar contra la infantería enemiga. A pesar de todas las contras que la decisión posterior conllevaba, Tutmosis tomó la más corta y directa y fue en busca del enemigo. Esto fue un acierto que salió bien, no sería la primera vez que el enemigo esperara a una fuerza por las avenidas de mayor expectativa y no por la de menor como en este caso. Lograron llegar al sur de Megido y decidió esperar la retaguardia para poder contar con todas sus fuerzas y poder desplegarlas en el terreno. El campamento se estableció a orillas del río Quina al sur de Megido. Atacarían al día siguiente.

Ejército Egipcio Arqueros Inf Lig

Arqueros

I

I

Inf Lig

Carros

Carros I

Infantería tribal I

Batalla de Megido 1457 a.C. Carros

I

I

Ejército Cananeo

Como dijimos antes, Megido tenía una importancia estratégica debido a que ocupaba un nudo de rutas y especialmente la salida al Wadi Ara que conectaba con la llanura costera de Palestina. Era una importante vía de comunicación que conectaba a Egipto con Mesopotamia y permitía el acceso al creciente fértil. El control de Megido permitía el control de esa ruta vital, por lo tanto la fuerza cananea debía ser destruida y desalojada de allí. 26

Con la madrugada del día siguiente el ejército egipcio inició el ataque. Los carros atacaron en primer lugar y lanzaron proyectiles con una precisión devastadora sobre las mal conducidas y desordenadas filas cananeas. Mientras tanto la infantería pesada egipcia iniciaba la marcha y encontró a la primera línea enemiga demasiado desordenada como para aguantar la presión, en tanto los arqueros montados en los carros realizaban una verdadera matanza en sus filas. En algún momento la línea cananita se quebró y la retirada se convirtió en una huída desesperada buscando la seguridad de los muros de la ciudad. La persecución no fue efectiva y podría haber aniquilado al completo las fuerzas del rey de Kadesh, de no haber sido porque los soldados egipcios se dedicaron a saquear el campamento enemigo. Esto dio tiempo a los cananeos a resguardarse tras los muros de Megido, la que debió ser sometida a un sitio de siete meses antes de tomarla. Guarniciones y fortalezas fueron dejadas en la zona como para marcar una frontera, aunque sea de forma defensiva, pero con el objeto fundamental de mantener presencia en la región. Otra batalla que también se puede rearmar en base a fuentes de ambos lados es la de Qadesh en 1295 a.C., cuando el imperio hitita bajo el liderazgo de Muwatalli se enfrentó al ejército egipcio liderado por Ramsés II. La victoria recayó en el lado egipcio pero los hititas no serían vencidos completamente. Tal fue así que Muwatalli poco tiempo después lanzó una nueva ofensiva con el objetivo de recuperar los territorios perdidos pero no logró ningún hecho decisivo como para afianzarse en los mismos. Con la muerte de Muwatalli hacia el 1288 a.C., Ramsés lanzaría nuevas campañas para llegar a Oronte, dominando gran parte de Oriente Próximo. Casi dos décadas después ambos adversarios terminaron firmando un tratado ante la definición decisiva de la guerra. Estas serían las últimas campañas importantes del ejército egipcio, será hasta la campaña contra los pueblos del mar que no veremos otras acciones militares de relevancia. El ejército egipcio fue uno de los más imponentes del mundo antiguo y no sólo tenía capacidad para operar por tierra sino que también lanzó operaciones anfibias 27

cuya flota se armaba con madera traída del Líbano y almacenada en los depósitos de Tebas. Tutmosis III lanzó una serie de ofensivas para cruzar el Éufrates y atacar Mitanni, sus fuerzas fueron transportadas en barco hasta la costa Siria y desde allí lanzaron varias acciones ofensivas, tanto terrestres como ribereñas. La decadencia del Imperio Nuevo cuyas causas son más internas que externas repercutió en las fuerzas militares y para el 1100 a.C. Egipto había dejado de ser una potencia militar. El ejército egipcio había demostrado en batallas como Megido y Qadesh la conformación de un sistema militar complejo basado en un alto grado de profesionalidad en los mandos y difícilmente igualado por ejércitos posteriores. Para el grado de tecnificación propia de la Edad del Bronce podemos decir que los egipcios habían demostrado poseer cualidades militares muy eficientes y la capacidad manifestada para organizar y mantener ejércitos de gran tamaño en operaciones nos dicen mucho de su estructura social y calidad de su Imperio. Tanto los sumerios como los acadios y posteriormente los egipcios fueron potencias que desarrollaron sendos ejércitos y sistemas militares eficientes, pero el primer Imperio militar del mundo antiguo fueron los Asirios. No hay fuerza militar que llame más la atención después de griegos y romanos que el imperio asirio; muchos ejércitos posteriores copiarán su complejo y eficiente sistema militar, aunque sus campañas militares aún despierten la indagación científica en los historiadores militares por la eficiencia adquirida en el campo de batalla. La civilización asiria asimiló mediante un amplio proceso de aculturación, las costumbres, leyes y conocimientos de babilonios y sumerios; especialmente de los babilonios, en una proporción tal como Roma lo hizo con la Grecia clásica. Una de sus políticas principales y más controvertidas fue la de crear colonias mediante el desplazamiento de grupos humanos y reasentándolos donde estratégicamente convenía. Estos desplazamientos se ejecutaban sobre pueblos dominados que habían sido sojuzgados militarmente.

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Asiria conoce dos períodos: el primero abarca desde el siglo XIV al siglo XI, donde demostrará su capacidad militar hasta su caída posterior a la invasión de los pueblos del mar en el 1170 a.C. aproximadamente. El segundo, y tal vez el más interesante para la historia militar, es el denominado como Imperio Neoasirio cuyo período abarca desde el siglo XI al VII a.C. Es en éste momento donde mediante una serie de brillantes campañas militares dominaron el mundo antiguo de esa época. La estrategia asiria se basaba fundamentalmente en neutralizar las amenazas inminentes sobre sus fronteras. Entre el 900 y el 800 a.C., Asiria se encontraba con potenciales o reales problemas en tres frentes: El frente occidental, donde la región del actual Israel englobaba una serie de ciudades estados aguerridas y altamente tecnificadas, pues habían sido de los primeros en dominar el hierro, cuya amenaza de expansión era latente, o al menos eso era lo que pensaban los asirios. En el sur se encontraba el frente babilonio, donde las tribus elamitas ocupaban las altas mesetas de Persia y al igual que los israelitas constituían una verdadera amenaza. En el norte, se hallaba la región montañosa de Urartu, que estaba habitada por aguerridas tribus hurritas que hacían una guerra de desgaste y se amparaban en una zona de difícil acceso. Frente a estas amenazas y ante la política expansionista de los reyes, los asirios desarrollarían una de las mayores maquinarias bélicas de la historia y uno de los ejércitos más eficientes de la historia militar. La respuesta militar asiria se basó en tres elementos para poder neutralizar a sus enemigos: 

Entre el 900 y el 700 a.C. se realizaron varias campañas militares limitadas, en forma de grandes incursiones, con el objetivo de destruir a las fuerzas enemigas o reducir al mínimo su capacidad operativa. Estas campañas eran un modelo de lo que hoy se conocería como acciones de guerra preventiva, donde se ataca ante una posible amenaza, aunque aún la misma no se haya materializado como real. Dentro de

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estas campañas se encuentran las destinadas a destruir a las tribus israelitas y dominar su eficiente sistema de fortificaciones. 

En el frente norte se llevaría a cabo una despiadada guerra de contrainsurgencia contra las tribus hurritas que operaban en base a procedimientos propios de la guerrilla, por lo tanto los asirios desarrollaron los primeros procedimientos contrainsurgentes de la historia militar de manera efectiva.



Otro de los elementos fundamentales que caracterizaron a los asirios fue la campaña de terrorismo interno llevada a cabo sobre las ciudades estado sometidas. Si bien el término terrorismo no es empleado de la misma manera que en la actualidad, sí fue una campaña de terror tal como se llamo al terror jacobino durante la revolución francesa en el siglo XIX.

Para poder dar cumplimiento a los objetivos que se fueron imponiendo por los distintos reyes se debía contar con una herramienta eficiente y eficaz, y para ello se conformó un ejército cuyas características serían imitadas posteriormente. El ejército asirio era una fuerza integrada básicamente por infantería ligera y pesada, pudiendo combinar ambas para diferentes misiones. La infantería pesada estaba compuesta por profesionales y tropas reclutadas en levas obligatorias de las provincias del imperio. Los especialistas como honderos, arqueros y lanzadores de jabalina, tropas de asalto e ingenieros de combate, normalmente eran profesionales contratados, llegando a contar con una excelente calidad de sus fuerzas. Fueron los primeros en desarrollar una caballería como fuerza; en tanto la misma reforzaba a grandes unidades de carros de guerra. Los arqueros montados fueron en su momento una de las grandes innovaciones, probablemente influenciados por las tribus escitas que ya luchaban de esa manera. También debieron emprender campañas militares en varios ambientes geográficos particulares, como la llanura y la montaña, debiendo innovar en la organización militar de sus fuerzas para luchar en dichos terrenos, demostrando con ello una flexibilidad apta para lograr maniobras complejas. 30

Ejército Asirio Líneas de las diversas campañas contra las tribus israelitas

Meggido

Campañas de Sargón 713 a.C Jerusalén Gath Gaza

Raphia

Fuerzas egipcias

Campañas Asirias en el Frente Occidental

Uno de los elementos más importantes con que contaba el ejército asirio eran los ingenieros de combate, logrando desarrollar no sólo una multiplicidad de equipos para franqueo y transporte de tropas en zonas de difícil acceso, sino que también desarrollaron grandes capacidades para construir maquinas de asedio. Combinados todos los elementos militares hacían de la maquinaría bélica asiria una herramienta colosal para poder aplicar su política conquistadora. 31

No hay ejército eficiente si su sociedad, cuyas fuentes humanas nutren al mismo del principal elemento de éste, si la misma no estuviera preparada para ir a la guerra. El punto principal por el cual Asiria se había convertido en una máquina de matar tan eficiente era su sociedad militarizada. Desde el rey hasta el último miembro de la comunidad formaban parte de una estructura militar, pues la organización jerárquica del ejército se había extendido a la sociedad. Podemos decir que fue la primera sociedad militar del mundo. Las cargas administrativas eran designadas de acuerdo a términos militares, donde el rey debía conducir su ejército en campaña. Los gobernadores de provincia también podían conducir a sus fuerzas en operaciones militares más limitadas, ya sea en las propias o en regiones conquistadas. Esta estructuración de la sociedad para la guerra era el resultado de ésta última como un elemento estructurante, de la misma manera que lo había hecho en sociedades preestatales y tal como habría remarcado Pierre Clastres.10 Las campañas militares asirias tuvieron como objetivo primario el control de las fronteras y sus zonas adyacentes buscando una profundidad estratégica adecuada para su supervivencia, pero posteriormente comenzaron a lanzar campañas cada vez más intensas y profundas con el objetivo de conquistar nuevos territorios, conseguir esclavos y zonas de recursos que les permitiera ampliar sus fronteras nuevamente. Al reemplazar en los campos la mano de obra de los campesinos por esclavos, permitió que las campañas militares no fueran estacionales y por lo tanto sus ejércitos tuvieron una mayor cantidad de mano de obra libre para reclutar y por el tiempo necesario que las mismas requiriesen. El imperio asirio demostró una gran capacidad de organización para las empresas militares. En primer lugar, los recursos humanos con que contaban y al haber estructurado su sociedad en forma militar les permitía contar con unas fuerzas de alrededor de 150.000 hombres, que por supuesto no podían poner en el campo de batalla. No se debe confundir la cantidad de hombres que se podían 10

Clastres, Pierre. Arqueología de la Violencia. La guerra en las sociedades primitivas. Ed Fondo de Cultura Económica. 2007

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reclutar con los que se podían alinear en un campo de batalla. De los 150.000 hombres que se podrían reclutar, un 30 % al menos debían estar desperdigados en las guarniciones de frontera con el objeto de resguardar las mismas ante un ataque en caso de que el núcleo principal del ejército estuviera empeñado en una operación. Otro tanto debían permanecer en reserva para poder acudir al momento del llamado en caso de que se los necesitase, por lo tanto del resto, la mayoría eran tropas auxiliares que cubrían los puntos estratégicos a medida que la fuerza principal avanzaba, dejando que para una batalla o un asedio, un comandante contaría con entre 30.000 y 35.000 hombres como mucho. Esta cifra hoy nos puede parecer muy baja, pero para la época era un ejército enorme. El tren logístico necesario era muy grande, generalmente basado en carros tirados por asnos y en camellos que eran los que mejor se adaptaban para la lucha en zonas desérticas. Los gobernadores de provincia debían acopiar todo tipo de recursos para abastecer al ejército una vez que el mismo pasara por su zona de incumbencia, las postas y los lugares de acuartelamiento eran necesarios para el reabastecimiento de las columnas. La concentración de las fuerzas se hacía en puntos previstos de antemano de los que se han identificado como tales a Nínive, Khalu o Khorsabad.

Arquero y lancero asirio. Obsérvese la calidad del equipo y de la panoplia de combate. 33

Las primeras guerras libradas fueron de carácter defensivo y guerras preventivas con el objeto de mantener sus fronteras en la estrecha llanura ribereña del Tigris, además de mantener abiertas las rutas comerciales que eran indispensables para su supervivencia. Pero al finalizar el siglo X, todas las rutas comerciales se hallaban cortadas y los pasos de montaña bloqueados por tribus rebeldes que realizaban una constante guerra de guerrillas en los montes Zagros y las alturas del Tauro, creando sendos frentes en el Norte y el Este. En el sur la situación se volvía cada vez más complicada por las constantes reivindicaciones del los distintos reyes. Ante estos acontecimientos se decidieron lanzar campañas militares de las cuales nombraremos algunas para darnos una idea de cómo luchaban los asirios y cómo funcionaba su maquinaria militar. Las iniciales campañas que realizarán los asirios podemos calificarlas como de contrainsurgencia, sin confundirnos con los procedimientos actuales y haciendo referencia a que la misma no es un término moderno sino como explicamos anteriormente mucho más antiguo de lo que pensamos habitualmente. Las tribus del norte hacen una guerra insurgente donde no reconocen a la autoridad de Assur y se rebelan en forma constante, utilizando procedimientos propios de la guerra de guerrillas tales como incursiones, golpes de mano, emboscadas, etc. Pero lo que es peor, es su capacidad para levantar en forma constante a otras tribus de la región para que hagan lo mismo y con el objeto de crear zonas controladas por ellos y que permitan que dicho control se ejerza sobre las rutas comerciales que entran y salen de Asiria. Como toda campaña contrainsurgente de la antigüedad, el principal objetivo era la destrucción física del adversario o su sometimiento a la esclavitud. Esto conllevaba también la destrucción de la infraestructura de las tribus rebeldes y la deportación de los no combatientes en regiones designadas como colonias. El desplazamiento forzado de pueblos enteros fue parte de la estrategia de guerra

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asiria; en muchos casos fue de población sometida y en otros de población designada para tal fin.11 De las operaciones contrainsurgentes, los asirios pasaron a lanzar acciones de guerra preventiva contra enemigos que quedaban en las fronteras de las tribus insurgentes sometidas; pero estos ya no eran el mismo enemigo. Estados como los hititas, babilonios, mitanios o egipcios, requerían de campañas militares distintas y más largas, puesto que dichos enemigos contaban con fuerzas militares similares y por sobre todas las cosas con numerosas fortalezas distribuidas en un amplio territorio. La justificación de la expansión militar asiria no sólo debe basarse en los beneficios económicos que las mismas tienen, sino también en una ideología divina regida por el dios Assur que los conminaba a la supremacía por sobre el resto de los pueblos. Los asirios no serían ni los primeros ni los últimos en utilizar la religión como elemento ideológico para la captación de masas y lograr el convencimiento de las principales estructuras sociales de los beneficios de la guerra. Los asirios basaron la planificación de sus campañas en diferentes aspectos militares operacionales tales como: 1. La flexibilidad táctica de sus fuerzas. 2. La rapidez en la concentración de los efectivos para lanzar acciones preventivas. 3. Una preparación territorial que les brindaba una cadena logística de sostenimiento.

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Según Chaliand en los tres siglos que duró el apogeo militar asirio en su imperio, unos 4.000.000 de personas fueron desplazados en operaciones de deportación masiva. Semejantes cifras demuestran posiblemente que los asirios fueron los pioneros en este tipo de operaciones, aunque muchas veces la relocalización de colonos no fue violenta, sí lo fue en la mayoría de las veces. Si bien muchos autores han minimizado estas acciones, probablemente haya sido peor de los suponemos o sabemos, debido a la brutalidad de la guerra y a una política que se distinguía no precisamente por su bondad y misericordia.

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4. Una configuración estructural de sus fuerzas para combatir en formaciones lineales o para asaltar zonas restrictivas como ciudades o fortalezas de montaña. El imperio asirio asentó sus bases de acuerdo a la política militar de dos de sus principales reyes: Asurnasirpal II (883-859 a.C.) y posteriormente su hijo Shalmanaser III (859-824 a.C.). Con ellos las fronteras comenzaron a ampliarse y un imperialismo basado en la conquista de pueblos adyacentes surgió con los mismos. Estudiando las campañas de Asurnasirpal II podemos vislumbrar que las mismas estaban destinadas a conformar una zona de protección en torno la capital Khalu y sus regiones adyacentes. En una especie de creación de zona de amortiguación, su primer objetivo fue la de dominar a las tribus hostiles del norte, este y sur y crear las bases necesarias para posteriormente adentrarse y ampliar sus fronteras. En estas campañas el rey asirio desarrolló dos aspectos fundamentales para someter a los rebeldes: una guerra psicológica basada en el terrorismo,12 y la velocidad para dirigirse de un lugar a otro y derrotar a sus enemigos. Su hijo haría exactamente lo mismo. Con estas campañas exitosas las fronteras aseguradas y expandidas aseguraban controlar una importante vía fluvial como el Éufrates, necesario para lanzar operaciones anfibias hasta el Mediterráneo cuando los estados del corredor sirio-palestino se rebelaran. La conquista de la región de los montes Zagros acabó con la resistencia de los insurgentes montañeses y la frontera se logró fijar en Babilonia. Posteriormente Asiria viviría un período de guerras civiles y reyes con poca capacidad de liderazgo y que muy lejos estaban de parecerse a Asurnasirpal II o Shalmanaser III, llevando al imperio a un grado de decadencia que en un

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La base de esto fue el uso del terror con un fin netamente psicológico para lograr rápidamente la sumisión de las regiones rebeldes. La tortura, la decapitación y la mutilación en todos sus aspectos, además de una serie de procedimientos horrorosos, fueron ejecutados con la finalidad de crear en el enemigo una conciencia de la derrota y la no oposición al poder militar asirio.

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momento pareció que su derrumbe era inminente. Pero con la llegada al poder de Tiglat Pileser III (744-727 a.C.) quien mediante una serie de reformas militares y aplicando una estrategia de largo alcance devolvió a Asiria todo su poderío; peor aún, hizo del ejército asirio una maquinaria bélica sin parangón y sin imitación que podemos decir recién con la legiones romanas la aparición de un ejército similar. Con la muerte de Tiglat Pileser III le sucedieron una serie de reyes de gran capacidad militar que llevaron las fronteras del imperio a su máxima extensión. Y fue esa extensión la que comenzó a forjar su decadencia, como también la inevitable política interna y estructura fiscal fallida para la administración del mismo la que provocaría su decadencia y posterior caída. Pero un factor que los historiadores del próximo oriente no han tenido en cuenta al momento de evaluar la caída del Imperio asirio ha sido la capacidad de sus enemigos para adaptarse a la guerra que Asiria les llevó. Cuando un ejército tan eficiente como el asirio se convierte en una máquina de matar imparable, lo más lógico es que sus enemigos derrotados lo imiten, tal como había ocurrido con los sumerios y acadios. De esa manera y sin buscarlo, los asirios habían enseñado a sus vecinos a pelear. Todos los ejércitos que lucharon contra ellos comenzaron a imitar sus tácticas, a organizarse de la misma manera y a crear en sus sociedades una conciencia militar para la guerra que les brindara los recursos necesarios para llevarla a cabo con eficiencia. De esa manera los ejércitos medos y babilonios crearon estructuras de combate eficientes y con sólidos recursos para poder contrarrestar el poder asirio. Luego de 300 años de esplendor, en el 612 a.C. un ejército aliado compuesto de tropas medas, babilonias y escitas entraba en la capital Nínive y destruía lo último del poder asirio. Los medos darían posteriormente origen a otro de los grandes ejércitos de la antigüedad: el ejército persa. Más tarde se haría famoso durante las guerras médicas y que gracias al historiador Heródoto conoceríamos mucho más de él que de otros ejércitos orientales. La guerra en la antigüedad tenía aún mucho camino

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para recorrer, y Grecia y Roma nos legarían una forma occidental de combatir que ellos habían heredado del Oriente Próximo Antiguo.

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Bibliografía BRICE, Lee. Brill's Companion to Insurgency and Terrorism in the Ancient Mediterranean World. Editorial Lam. 2015 CLASTRES, Pierre. Arqueología de la Violencia. La guerra en el mundo primitivo. Editorial Fondo de Cultura Económica. 2007 CHALIAND, Gérard. Guerras y Civilizaciones. Del Imperio Asirio a la Era Contemporánea. Editorial Paidós. 2007 DAWSON, David. The Origins of Western Warfare. Editorial Westview Press. 1996 DE SOUZA, Philip. La Guerra en el Mundo Antiguo. Editorial Akal. FERRIL, Arther. The origins of war; from the Stone Age to Alexander the Great. Editorial Westview Press. 1997 KEEGAN, John. Historia de la Guerra. Editorial Planeta. 1995 LÉVEQUE, Pierre. Las primeras civilizaciones. De los despotismos orientales a la ciudad griega. Editorial Akal. 2012 PARKER, Geoffrey. Historia de la Guerra. Editorial Akal. 2010 TURNEY-HIGH, H. H. Primitive War: Its Practice and Concepts. Editorial University of South Carolina Press. 1949 STILLMAN, N., & Tallis, N. Armies of the Ancient Near East. Sussex: WRG Publications. 1984 WRIGHT, Quincy. A Study of War. Editorial University of Chicago Press. 1942

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Los Orígenes de la Guerra

Mg Jorge Ariel Vigo Universidad de Buenos Aires

―Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía, ven y mira: Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada‖. Apocalipsis 6:4 No he elegido al azar emplear el plural en el epígrafe. Al hablar de origen podemos hacer referencia a tres situaciones: la determinación temporal de la primera aparición del fenómeno, la explicación de las causas que le dieron origen o a su naturaleza. Lo que se resume en responder a tres preguntas: ¿Desde Cuándo hay Guerra?, ¿Por qué apareció?, y ¿Qué es? ¿Desde Cuándo hay Guerra? Explorar el tiempo pasado en busca de la primera aparición de la Guerra es una tarea compleja no sólo por su antigüedad sino también por las condiciones en las que las pruebas aparecen. La búsqueda de evidencias debe orientarse hacia los hallazgos de restos humanos que registren traumas producidos por armas –especialmente proyectiles incrustados en los huesos- y el registro de fortificaciones. Los humanos comenzaron sus rituales mortuorios hace unos 150.000 años, pero esas prácticas comprenden la sepultura –que puede proporcionar datos- pero también la cremación y la exposición de cadáveres13. Aun así no siempre es posible distinguir entre heridas producidas por accidentes, las provenientes de violencia individual y las sucedidas en ocasión de violencia grupal, siendo éstas las que aportarían datos a esta investigación. 13

(Keely, 1996)

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Las armas aparecen regularmente 40.000 años atrás y las fortificaciones están sujetas al sedentarismo que aparece alrededor de hace 14.000. Lo que establece un marco temporal amplio pero más preciso si tenemos en miras que nuestra especie camina sobre la tierra hace dos millones de años, y que el homo erectus hace 500.000 años. Entre éstos “…el Hombre de Pekín, el “Prometeo” que aprendió a conservar el fuego, lo utilizó para asar sus hermanos: al lado de los restos del primer uso regular de fuego se encuentran los huesos mutilados y tostados del propio Sinanthropus Pekinensis…”14, podría hacer suponer alguna actividad asociable a la guerra, sin embargo sólo muestra una gran habilidad para sobrevivir y seguramente orientada a la caza. Con mayor certeza de la causa de muerte se han hallado restos en Italia y Francia –entre 34.000 y 24.000 años- en Egipto -20.000 años- y Nubia – de 14.000 a 12.000 años-. Las evidencias más fuertes por su regularidad aparecen en el Mesolítico de 10.000 a 5.000 años y con más firmeza en el Neolítico donde los primeros agricultores aparecen entre el 7.000 y el 4.000, coincidiendo con la introducción de fortificaciones como Jericó (9.000 a.C.), Çatal Hüyük (7.000 al 4.000 a.C.) y Arkaim (4.000 a.C.). Bajo estas manifestaciones podemos estimar que el hombre eligió la Guerra como uno de los medios para resolver conflictos dentro de la especie hacia el período comprendido entre los 30.000 y los 20.000 años hacia el pasado. Esta datación refiere a la Guerra como fenómeno humano integral, sin embargo es posible marcar dos períodos dentro de él que están determinados por la forma en que la comunidad la enfrenta.

El “Horizonte Militar”

14

(Lorenz, Sobre la agresión: el pretendido mal, 1971) (Ferril, 1997)

41

En 1949 Harry Holbert Turney-High15 formula su teoría del “Horizonte Militar” para separar esos dos períodos que quedarán bautizados como ―Guerra Primitiva o Ritual‖ y ―Guerra Real o Civilizada‖. El planteo parte de la idea que la diferencia entre las dos se debe a que en la primera sus ejecutores son pueblos iletrados que desconocen las normas básicas de la ciencia de la guerra, esencialmente no tienen táctica y ello lo manifiestan por su ausencia de formaciones de combate. Propone cinco condiciones necesarias para una: 1. Operaciones Tácticas 2. Comando y Control definidos. Sin definición de una autoridad militar en control durante la acción, sólo se obtiene una riña sangrienta 3. Habilidad para conducir una campaña para la reducción de la resistencia enemiga si la primera batalla falla. Esta es una condición muy importante, es mucho más que un raid, e implica una mayor autodisciplina y organización social 4. El motivo debe ser claro. La guerra debe estar basada en un motivo grupal y no individual, o por causa de parentesco. La guerra verdadera está por encima de las disputas hereditarias o familiares; es una cuestión política propiamente dicha. 5. Adecuado abastecimiento Turney-High sostiene que ninguna tribu primitiva puede llenar estas condiciones, especialmente la quinta. Mantiene además, después de enumerar catorce principios de táctica, que el que refiere a “correctas formaciones” no se verifica en grupos prehistóricos. Comenta que en ese antiguo pasado la guerra no tiene objetivos prácticos o racionales, como las causas políticas y económicas, por ello dice que la guerra primitiva se produce por motivos personales, psicológicos y sociales, y que la aventura, el deporte o el aburrimiento pueden ser causas válidas. Indica que las cuestiones psicológicas en la guerra civilizada se manifiestan en el soldado individual y en pequeñas unidades. Finalmente asevera

15

(Turney-High, 1949)

42

que la victoria puede no producirse o ser sólo aparente y que tiene mayor valor la supervivencia del guerrero. Esta hipótesis que parece convincente es más intuitiva que científica y su principal legado es haber proyectado la imagen de una guerra primitiva muy parecida a un deporte inofensivo dirigido a objetivos imprácticos e incapaz de afectar cualquier aspecto esencial de la sociedad, con lo que dio origen al concepto de la guerra primitiva relativamente benigna que floreció a posteriori de la Segunda Guerra Mundial. Pese a lo errado, aunque atractivo de su estudio, Turner-High nos dejó la idea del “Horizonte Militar”, que todo historiador militar ha utilizado con iguales o diferentes argumentos. Con sus deficiencias, sin embargo tiene una cita muy clara que ayuda a mejorar su teoría. Veamos ese párrafo: ―Los etnólogos frecuentemente reportan que ciertas tribus recogían bayas y frutos secos y… pueden haber dependido de alimentos vegetales salvajes para su principal sustento. Tal condición no los hace agricultores, a pesar de que pueden haber comido no más carne que una tribu agrícola. Hay algo más el complejo de la agricultura es bastante más que la simple dieta, como hay más en la guerra que la mera matanza…Para ser considerado un pueblo agricultor, sin embargo, de hecho habrían tenido que domesticar la planta de alimentos, poner su crecimiento bajo su control, y sistemáticamente sembrar, cosechar y guardar cierta cantidad de semillas para la siembra futura. Wilhelm Schmidt sostiene que el horizonte de la agricultura verdadera consiste en la alteración de las condiciones de vida de las plantas y alterar el suelo. A menos que se trabaje el suelo, por lo tanto, la producción de plantas de comida no se puede considerar verdadera la labranza…El umbral, entonces, que divide la verdadera guerra del combate submilitar, debe ser tomado como la invención de tácticas‖16. Este párrafo es el que le da vida y posibilidades a la teoría del ―Horizonte Militar‖, pero creo que no como Turner-High lo pretendió. 16

(Turney-High, 1949)

43

Es cierto, para seguir con la metáfora, que recoger lo que la naturaleza brinda sin control, no es lo mismo que cosechar lo plantado; pero esencialmente son dos actividades idénticas en dos etapas de evolución, diferenciables por esta condición temporal. Con la guerra sucede lo mismo, Turner-High no ve la guerra primitiva como una etapa de aprendizaje bélico, y pretende por otra parte que la táctica es una invención -que ciertamente lo es- pero que se creó completa en un solo acto, que aún sería previo al primer combate civilizado. La diferencia que sí es apreciable es que los objetivos primitivos eran menos concretos, y más variados y las formas muy laxas. En la vida del hombre prehistórico la guerra tenía un carácter ocasional, pero las acciones existían tanto rituales como de guerrilla. Esta última forma de lucha también contradice a Turner-High, pues exige de procedimiento, organización, liderazgo y planeamiento, que aunque primitivos no pierden entidad. La ―Guerra Real‖ habría comenzado a crearse alrededor del 10.000 a.C. y recién en el 3.100 a.C. aparecerían los ejércitos permanentes. En ese tiempo parece que la ―guerrilla‖ habría desaparecido, o mejor dejó de hablarse de ella como guerra y luego la historia militar también la remitió al olvido. Una explicación de porqué una vez que se estableció la guerra civilizada esta forma de combate fue rechazada y considerada un crimen es debido a que era (o es) ―cruel con los débiles y cobarde en presencia de los bravos‖, es decir todo lo contrario a lo que sostienen los valores de la profesión militar; esto ha hecho que algunos académicos y el público en general se hayan negado durante mucho tiempo a considerar la guerrilla como guerra verdadera, lo que es un error pues se trata de un simple procedimiento de combate. Hugh Kennedy explica lo que llama la “Paradoja del Nómade”17 . ―En la historia de la guerra ha sido generalmente el caso que la superioridad militar reside en los estados más ricos y los que tienen la más desarrollada administración… Los nómadas que asolaron y a veces dominaron las tierras… de Europa, eran una excepción a esta regla. Casi por definición, no tenían estado y aparato 17

(Kennedy, 2002)

44

administrativo, a menudo venían de tierras pobres y completamente ignorantes en las artes de la civilización‖. Sin embargo causaron el terror de estados modernos y se impusieron a ellos. ¿Cómo lo lograron? Kennedy destaca que poseían una mayor movilidad, que todos los hombres adultos eran guerreros y que sus líderes eran seleccionados por su habilidad para hacer la guerra. Pero la paradoja comprende algo más, aun los más exitosos guerrilleros tienen que convertirse en guerreros convencionales y adoptar sus tácticas cuando alcanzan un gran éxito, pues entonces son ellos los que tienen tierras y riquezas que deben defender y administrar. Si la guerra irregular es la primera forma de guerra y está ligada a las formas nómades de vida; y si se acepta que esta forma de guerra desaparece cuando los nómades se hacen sedentarios, al disponer de mayor seguridad y estabilidad, es entonces forzoso reconocer que el cambio de la guerra irregular – cambio que debió haber arrastrado a la guerra ritual- a la guerra regular, real o civilizada se debe a que las condiciones de seguridad y estabilidad son deseables para el ser humano, y esto le ocurrió históricamente al hombre primitivo al asentarse con el descubrimiento de la agricultura, lo que trajo aparejada la necesidad de defender tierras y posiciones que antes eran fugaces propiedades. Esto nos indica que la imaginaria línea del ―Horizonte Militar‖ no está asentada en la táctica como propuso Turner-High, sino en el cambio en las condiciones de vida que alteraron toda la concepción cultural e intelectual del hombre. Esos cambios hicieron a los objetivos de guerra más racionales y políticos, y de allí surgió una mejora en la forma del combate y la conducción bélica, cosa que llevó mucho tiempo. Pero esto es sólo una parte de los cambios, o más bien una explicación de ellos pero no las posibles causas de los cambios que están muy vinculados a la guerra. El inicio de la Guerra puede entonces datarse hace 30.000 o 20.000 años atrás, mientras que la forma de Guerra en la que hoy todavía nos movemos puede estimarse que comenzó a introducirse de manera discontinua y sujeta al grado de evolución del grupo comunitario entre los 12.000 y los 10.000 años.

45

Ahora que conocemos su antigüedad y su práctica tan variada es forzoso admitir que la Guerra es un conocimiento, un saber humano profundo y arcano que no puede soslayarse, y que obliga a estudiarlo, aprenderlo y desarrollarlo bajo la condena ―de pérdida de lo que nos es más querido‖ que nos indicara Sun Tzu18. ¿Por qué apareció la Guerra? La cuestión de las causas que dieron lugar al advenimiento de la Guerra refiere a por qué el hombre recurrió a ella como método de resolución de disputas y no debe confundirse con la naturaleza de la Guerra que concierne a la esencia y propiedad característica del fenómeno y determina su especie, cosa que veremos más adelante. Si tomamos la categorización de ―Guerra Ritual‖ y ―Guerra Real‖ podríamos decir que la primera está más ligada a motivaciones personales y psicológicas de jefes tribales y guerreros, mientras que la última es provocada por motivos políticos o económicos. Este camino lo han seguido algunos investigadores, pero creo que aceptar que cada período tiene causas diferentes lleva a aceptar que no se trata de dos períodos de un mismo fenómeno sino de fenómenos diferentes, y pienso que debe haber una causa unificadora que afecte a ambos como calificadores de un único instituto. Veamos el enfoque que John Keegan19 brevemente da a este tema: ―Algunos insisten en ver la guerra primitiva como "cultural", una canalización de los instintos masculinos hacia la violencia colectiva, así como una expresión de la identidad de los machos que forman una comunidad particular. Otros consideran que se lucha como un medio de la competencia por los escasos recursos y señalan que, aunque

las

batallas

campales

parecen

lograr

escasos

resultados,

las

colectividades más fuertes alcanzan, con el tiempo, prevalecer sobre las más débiles, ocupando el territorio que ellas no son capaces de defender…La Competencia por Recursos Escasos (CRE - un término acuñado por el profesor Ronald Cohen de la Universidad de Florida) habría dado lugar a algún grado de 18 19

(Sun, 1973) (Keegan, The Mask of Command, 1993)

46

especialización militar en la sociedad primitiva; el primitiva batalla campal individualista en la que los participantes practican duelos hombre a hombre, aunque no necesariamente en contra del mismo hombre, debe haber dado paso bajo presiones competitivas al esfuerzo más unificado. Unificación predica liderazgo y organización de partidas de caza, que era fundamental para la sociedad primitiva, proveyó un modelo a partir del cual el liderazgo podría ser trasladado al campo de batalla‖. Creo que la separación entre causa cultural y competencia por recursos es artificial y no se contradice. Ciertamente el impulso de la lucha resulta afincado en la necesidad de obtener recursos para la comunidad (competencia) y la construcción de la violencia colectiva (cultura) para lograrlo. La cuestión es por qué y cuándo la obtención de recursos encuentra en la guerra su medio de satisfacción en lugar de otros artificios. La búsqueda de recursos tiene por objetivo la supervivencia de la comunidad. La condición de escasez de los recursos y su fundamental función hacen que su obtención sea una gestión permanente e irrenunciable, lo que también explica que las agrupaciones humanas compitan entre ellas por conseguirlos y en cantidad suficiente. La escasez es resultado por una parte de la disponibilidad real de los recursos, y de los medios disponibles para su obtención por la otra. En este sentido Marvin Harris20

señala que la necesidad de recursos y asegurarlos

promueve a la intensificación de los procesos de obtención. Cuando ello ocurre, si se emplean nuevas tecnologías se pueden obtener más recursos sin agotar sus fuentes, por el contrario la explotación continua sin mejoras técnicas termina por eliminar el recurso permanentemente. Esta privación obliga a la comunidad a tomar medidas internas de reducción poblacional –como el infanticidio femenino- y a salir a buscar nuevas tierras con nuevos recursos lo que lleva a encuentros con otros grupos y abre la posibilidad de la guerra. Esta guerra no sería de expansión sino antes bien de equilibrio ecológico recursos-población; ese equilibrio significa supervivencia. 20

(Harris, Caníbales y Reyes, 1986)

47

Desde otro enfoque Claude Meillassoux21

observa que en las sociedades

donde se alcanza el progreso de la horticultura –actividad en la que las mujeres tienen alta participación- se denota la debilidad femenina durante los períodos de embarazo y lactancia, esto llevaría a la obtención de hembras fuera de la comunidad derivando en guerras inter-tribales. Confirmando la condición de recurso para la mujer Meillassoux destaca que las hembras “conquistadas” eran objeto de protección por el conquistador y tratadas como las otras de la tribu. Ese trato consistía en el sometimiento de la mujer a la familia en un principio y a las élites gobernantes después, lo que las convierte en un objeto. Se debe observar que desde este enfoque el recurso buscado no es la mujer en sí, sino su capacidad reproductiva. Si proyectamos las propuestas de Keegan, Cohen, Harris y Meillassoux en conjunto nos brindan un escenario donde el término ―recurso‖ es más amplio que el de objeto material alcanzando un nivel conceptual que abarca todo aquello que posibilita la supervivencia de la población. Esta perspectiva es muy importante para comprender y distinguir las causas esenciales de la Guerra centradas siempre en la supervivencia. Así al desarrollarse la civilización el dueto recursosupervivencia comenzó a asumir distintas fisonomías. En primer lugar los recursos pudieron medirse en valores económicos dando lugar a Guerras para obtener riquezas con las que conseguir los recursos directamente vinculados a la capacidad de continuar viviendo. Del mismo modo que la Guerra puede producir una sobreabundancia de recursos que podría permitir vender el sobrante y emplear lo obtenido en nuevos y diferentes recursos. Esto es lo que ha dado lugar a una repetida y mal interpretada frase acerca de que las Guerras siempre tienen causas económicas, antes bien los recursos, las necesidades y su satisfacción tienen valor económico pero la causa es siempre la supervivencia. La expansión de la relación recursos-supervivencia alcanza también a circunstancias que no tienen una valoración económica pero que igualmente aseguran la continuidad. Por ejemplo el prestigio que da una victoria militar 21

(Meillassoux, 1975)

48

produce intimidación y disuasión en otras comunidades que podrían terminar como tributarias de recursos. En nuestro mundo la capacidad de sostener la propia

soberanía

es presupuesto

de

reconocimiento

por la

comunidad

internacional y facilita la obtención de recursos tanto por las vías pacíficas como las bélicas. Así la sofisticación de la civilización ha llevado a un refinamiento del concepto “recurso‖ lo que nos ha guiado a la disminución de la aplicación de la Guerra como medio de supervivencia. Es obligado admitir que hay Guerras cuyas causas no reconocen ningún vínculo con la supervivencia, ni aun remotamente. En estos casos es mi opinión que no se trata de Guerra, sino de un acto criminal de máxima magnitud donde tanto las poblaciones como sus fuerzas armadas son abusadas y bastardeadas por los promotores de acciones violentas colectivas que sólo llevan a su propio beneficio. ¿Qué es la Guerra? La cuestión aquí es responder a la clásica pregunta acerca de si la Guerra es un fenómeno ―Natural‖ al hombre o es un hecho ―Cultural‖. Aceptar el primer postulado es admitir que la Guerra siempre e inevitablemente convivirá con la especie humana; el segundo postulado plantea que la Guerra es producto de una forma o estilo de vida comunitaria y que un cambio podría hacer que cayera en desuso. La cuestión suscita fuertes y prolongadas discusiones y, lejos de concluir se amplía el espectro permanentemente, por lo que reduciré el tema a la generalización de algunas posturas y la fijación de las que considero más adecuadas para explicar el fenómeno. La teorización acerca de la naturaleza de la guerra no es un tema ligero pues es el inicio del camino para eliminar o restringir al menos el acto de mayor violencia de la humanidad. Su relevancia es tal que, por supuesto no escapa a los intereses políticos que con distintas pretensiones –tanto pacifistas como belicistas- tratan de torcer la ciencia; afortunadamente el asunto es también tan esencialmente humano que los fraudes resultan demasiado groseros y evidentes.

49

En intención de simplificar las posturas vigentes tomaremos como guía la estructura de la síntesis de teorías realizada por Annalee Newitz y Joseph Bennington-Castro22 : El 'macho guerrero': Seguida por algunos psicólogos evolucionistas, supone que los hombres se convirtieron en violentos para asegurarse el acceso a los recursos y a las mujeres. Esta noción se reduce a la idea de que los impulsos sexuales de los hombres están en la raíz de la guerra, pero eso es sólo la mitad de la historia. De hecho, la idea es que los hombres evolucionaron para formar bandas de guerra entre sí para obtener acceso a los recursos. Tener esos recursos les habría hecho más capaces de apoyar a las familias y las comunidades, y así pasar a algo así como una predisposición genética para la formación de ejércitos; es obligado aclarar que si tal transmisión existe es cultural y no biológica. La hipótesis de la masculinidad demoníaca:23 Sugiere que el impulso de ir a la guerra se remonta al último ancestro común entre los humanos y los simios. Debido a que el comportamiento de algunos chimpancés es bélico - con una banda que ataca a otra banda - los biólogos evolucionistas han sugerido que los varones humanos heredan las ganas de hacer la guerra de los ancestros evolutivos distantes que compartimos con otros homínidos. Heredar “ganas de” no significa materializarlas ni mucho menos, pero aun cuando se exteriorizasen se manifestarían

culturalmente

de modo

que

todos en la

comunidad

las

comprendieran. La guerra como depredación:24

la ensayista estadounidense Barbara

Ehrenreich opina que el origen de la conducta belicista está en el miedo de nuestros antepasados ante animales depredadores más hábiles. Al evolucionar los humanos aprendieron a construir instrumentos de guerra y a celebrar la victoria sobre los animales lo que luego convirtieron en rituales bélicos. Esta teoría explica

22

(Newitz & Bennington-Castro, 2012) (Peterson & Wrangham, 1996) 24 (Ehrenreich, 1998) 23

50

por qué la guerra no suele sentirse "natural" a la mayoría de los hombres, y requiere un tipo de transformación ritual del guerrero o de una formación básica. La guerra es un comportamiento aprendido, y sus rituales son una defensa contra el miedo de la depredación. La persuasión de los Halcones: Frente al conflicto hay partidarios de las acciones militares ('halcones') y de las negociaciones ('palomas'). Normalmente ganan los 'halcones' porque la gente es propensa a las ilusiones; el premio nobel de economía Daniel Kahneman y el experto Jonathan Renshon han señalado: “La investigación psicológica ha mostrado que una gran mayoría de las personas creen ser más inteligentes, más atractivas y más talentosas que la media, y que comúnmente sobrestimar su éxito futuro. Las personas también son propensas a una „ilusión de control‟: Ellos exageran sistemáticamente la cantidad de control que tienen sobre los resultados que son importantes para ellos - incluso cuando los resultados son de hecho al azar o determinados por otras fuerzas”. Como dirá Margaret Atwood: ―Las guerras ocurren porque los que las inician piensan que las pueden ganar‖. Una idea relacionada es la "Teoría Rubicón"; sugiere que cuando las personas creen que ya están bajo amenaza, cruzan un umbral psicológico donde nuevos sesgos toman posición. En lugar de proceder de manera racional, aparece un exceso de confianza y se involucran en conductas más riesgosas como el inicio de una guerra en lugar de buscar alternativas pacíficas. Las guerras como resultado de la sobrepoblación: Está basada en las teorías de población Thomas Malthus que sugieren simplemente que la guerra es el resultado inevitable de una población en expansión con recursos escasos. El economista de Stanford Ran Ambramitzky explica esta idea así: la población humana aumenta a un ritmo geométrico, más rápido que el suministro de alimentos. “Controles Preventivos” voluntarios tratan de mantener el crecimiento demográfico bajo, por ejemplo, cuando las personas toman decisiones racionales sobre el número de niños que van a tener en base a sus ingresos, o controles de natalidad estatal. Cuando estas comprobaciones fallan, los "Controles Positivos", que incluyen la guerra, el hambre y las enfermedades, reducen la población y el 51

equilibrio con los recursos. Malthus creía que mientras la humanidad no llegar a establecer controles preventivos decentes, la acción positiva de la guerra se aseguraría de que la población no superará a la oferta de alimentos. Esta idea se superpone un poco con la teoría del "desequilibrio ecológico" de la guerra, en la que "los puntos de inflamación de conflicto" son el resultado de estrés ecológico de los humanos que explotan demasiados recursos de la tierra. Cuando los recursos se agotan, surgen los conflictos. Rebeldía juvenil:25

Una teoría popular en este momento, sugiere que la

violencia y las guerras son el resultado de una gran población de hombres con la falta de oportunidades de empleos pacíficos. El exceso de jóvenes desocupados se sentiría atraído por la lucha y al morir, la población se reduciría. "Si usted no tiene otras opciones y no hay mucho más en juego, el costo de oportunidad de unirse a un movimiento armado puede ser bajo", dice Michelle Gavin. Esta teoría se puede vincular, ampliada con Mao Zedong. En 1917, describió las terribles condiciones de los pobres campesinos chinos en la provincia de Hunan; la línea ortodoxa

comunista

pensaba

que

los

campesinos

tenían

un

potencial

revolucionario limitado, pero Mao insistió en que las condiciones eran tan malas en Hunan, y en la China rural, que la revolución podría basarse en el desesperado campesinado chino, pues vivían tan mal que no tenían nada que perder. Como comentaron John Shy y Thomas W. Collier: ―Sólo podemos preguntarnos: si un gran número de personas, en grandes partes del mundo, se hunden hasta el nivel del campesinado de Hunan en 1917, crearía un gran potencial explosivo de la guerra revolucionaria‖26. Pensamiento de grupo:27

Esta teoría explica que durante una crisis, los

grupos - no importa cuán inteligentes o bien informados - suprimirán las opiniones disidentes, debido a la presión de ponerse de acuerdo sobre un plan de acción, lo que lleva a tomar decisiones terribles. Esto es en cierto sentido una versión complementaria de las teorías del macho guerrero y la persuasión de los 25

(Beehner, 2007) (Paret, 1986) 27 (Janis, 1982) 26

52

halcones. La idea es que, cuando se ve amenazada, la gente se forma naturalmente en bandas de "nosotros" contra "ellos", y luego toma decisiones arriesgadas para mantener su sentido de identidad de grupo superior. Esta teoría se ha aplicado con frecuencia para analizar la guerra en Irak. Las guerras como técnica de negociación: Dicen algunos científicos sociales, la guerra no es una necesidad profundamente arraigada o una reacción emocional que viene de nuestra evolución. Tal vez es sólo una forma de maniobras políticas que hemos desarrollado junto con la civilización. Desde esta perspectiva, la guerra es simplemente una versión extrema de la negociación, en la que dos grupos tratan de resolver las disputas sobre todo, desde la asignación de

recursos

a

la

justicia

social.

Escribe

el

estudioso

Dan

Reiter:

―Fundamentalmente, el modelo de negociación no ve la guerra como la ruptura de la diplomacia, sino más bien como una continuación de la negociación, ya que se producen las negociaciones durante la guerra, y la guerra termina cuando se llegó a un acuerdo‖. Este modelo es útil para las relaciones internacionales, ya que sugiere que toda guerra es una negociación y su resolución a punto de ocurrir en cualquier momento. Gestión del Terror: La teoría sugiere que los seres humanos forman grupos culturales como tribus y naciones, porque necesitan creer en algo de ellos va a vivir después de su muerte. Todos tememos nuestra propia mortalidad, pero en nuestras culturas nos damos creencias y rituales que amortiguan ese miedo. Los problemas surgen cuando estas creencias se ven amenazadas. La teoría de la gestión del Terror sugiere que para muchas personas, un ataque contra su nación o su grupo despierta su miedo básico de la muerte. Puede verse alguna relación con la teoría del Rubicón, donde las amenazas al grupo son la causa de que las personas crucen un umbral en el que están dispuestos a tomar decisiones violentas que nunca harían en la vida cotidiana. La teoría de la gestión del Terror sostiene que cruzar este umbral hace que la gente esté dispuesta a morir para preservar su cultura - porque, después de todo, es sólo su cultura lo que puede vivir después de ellos. 53

El Impulso Agresivo: La agresión es un instinto de lucha que ayuda a los individuos y especies a sobrevivir. En los animales, hay inhibiciones innatas contra matar a otros de la misma especie, como el despliegue de gestos de sumisión. Pero es diferente para los seres humanos: las armas y agresión comunitaria ("el entusiasmo militante") aumentan nuestra capacidad para defendernos, y también para infligir violencia sobre otros grupos. La expresión inevitable de la agresión humana es la guerra. Esta idea sugiere que la guerra es específica para la humanidad,

como

resultado

de

nuestras

herramientas

avanzadas

y

la

organización social. Esta teoría está vinculada con las ideas de Konrad Lorenz. Si se observan, estas posturas siempre concluyen en la guerra como una manifestación cultural empleando construcciones inequívocas en este sentido. Creo que apuntan en la dirección correcta así que veamos lo que autores de valía dicen al respecto. Las corrientes que suponen que la guerra es ―natural‖ al hombre se apoyan generalmente en el instinto agresivo de la especie, señalado por los trabajos de Konrad Lorenz28 . Sin embargo nadie hasta el presente ha logrado establecer la existencia de un instinto agresivo comunitario de raíz ―natural‖ y no influido o determinado por la cultura. La presencia de la cultura en todo grupo humano limita, sino restringe absolutamente, la ―naturalidad‖ de la conducta de nuestra especie. ―Cultura son las formas socialmente aprendidas de vida que se encuentran en las sociedades humanas y que abarca todos los aspectos de la vida social, incluyendo tanto el pensamiento como el comportamiento‖

29

. Es justo

decir que Lorenz nunca excluyó la influencia de los factores culturales en sus investigaciones. El hombre es una especie animal más del planeta tierra y, como las otras especies, tiene características que le son propias, que lo distinguen. Su aspecto es el de una especie débil sin elementos físicos que lo hagan peligroso como garras, fauces feroces o caparazones y espinas. Sin embargo esa apariencia es 28 29

(Lorenz, Sobre la agresión: el pretendido mal, 1971) (Lorenz, On aggression, 2002) (Harris, Theories of Culture in Postmodern Times, 1999)

54

engañosa esconde dos herramientas más peligrosas que todas las otras. Por una parte el hombre tiene una psique compleja, o más compleja que la de otros animales, que le da la capacidad de modificar el entorno y adaptarse; la segunda, que está íntimamente ligada a la primera, es su carácter gregario, su capacidad de reunirse en comunidades organizadas. Como consecuencia de la acción conjunta de estas virtudes aparece una tercera primordial a las otras que es la generación de cultura. Así el hombre es un ser biológico al par que es un individuo social.30 Conforme lo expresa Levi-Strauss el hombre desde siempre realiza actividades que son cultura, no hay un período anterior en que sólo se desarrolle en ―naturaleza‖. ―La cultura no está simplemente yuxtapuesta, ni simplemente superpuesta a la vida. En un sentido la sustituye; en otro, la utiliza y la transforma para realizar una síntesis de un nuevo orden‖. Es decir el cambio del orden está promovido y mantenido culturalmente, y si es así, también lo debe haber sido el primer orden. Ahora determinar ese primer punto, si es que existió como algunos pretende, es prácticamente imposible. Desde el punto de vista experimental hallar el paso de lo natural a lo cultural exigiría de mucho tiempo en razón de poder establecer el momento espontáneo del paso de natural a cultural claramente y distinguir un estado y otro; ese experimento prolongado debería mantenerse dentro de un ambiente de naturaleza que, cono no lo conocemos se construiría con supuestos que por tanto resultarían de construcción artificial. La construcción de ese “ambiente natural-artificial” no es menos artificial o no natural que la cultura misma. Para mayor abundamiento toda intervención del observador, como en todo experimento, tendría un grado de influencia sobre él y, tratándose de cultura tal participación arruinaría la prueba. ―Es posible observar que un animal doméstico –un gato, por ejemplo, o un pero o un animal de corral- si se encuentra perdido y aislado vuelve a un comportamiento natural que fue el de la especie antes de la intervención externa de la domesticación. Pero nada semejante puede ocurrir con el hombre, ya que en su caso no existe comportamiento natural de la especie al que el individuo aislado 30

(Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, 1991)

55

pueda volver por regresión…No se puede entonces tenerla esperanza encontrar en el hombre ejemplos de tipos de comportamiento de carácter pre cultural‖31. El hombre construiría una comunidad similar o muy diferente a la que conoció, pero siempre una comunidad y producirá cultura. La referencia a una naturaleza del hombre como una dimanación de la propia condición de humano es una creación. Tal atribución pretende establecer una condición inexorable para toda la especie humana por lo que se repetiría en todo tiempo, lugar y bajo cualquier condición con uniformidad. Sin embargo tal condición no existe, más allá de los límites de la biología humana que como expresé también es culturalmente influenciable. Margaret Mead (1901-1978) Esta línea lleva a coincidir con el postulado de Margaret Mead32 . La guerra no es un producto de la biología-naturaleza del hombre sino que es su producto cultural, más específicamente su invención. La sola existencia de impulsos de hostilidad y violencia no alcanza para inducir a los hombres a la guerra si esos hombres no tienen el concepto de guerra, la idea de guerra ―…y esta idea es tan esencial para la realización de la guerra real como un alfabeto o un silabario lo es a la escritura‖. Las sociedades no hacen la guerra si no han aprendido que la guerra es un medio de resolver cuestiones. “Si un pueblo tiene la idea de ir a la guerra y la idea de que la guerra es la forma en que ciertas situaciones, definidas dentro de su sociedad, así deben ser gestionadas, a veces irá a la guerra‖. ―…si nos desesperamos por la forma en la que la guerra parece un hábito tan arraigado de la mayor parte de la raza humana, podemos tomar consuelo en el hecho de que una mala invención suele dar lugar a una mejor invención…, dos condiciones al menos son necesarias. Las personas deben reconocer los defectos de la antigua invención, y alguien debe hacer una nueva…, además, la creencia de que invento social es posible y la invención de nuevos métodos que hagan la guerra tan anticuada como el tractor está haciendo con el arado, o el coche de motor del 31 32

(Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, 1991) (Mead, 1940)

56

caballo y carruaje. Una forma del comportamiento mismo se vence sólo cuando otra cosa ocupa su lugar, y con el fin de inventar formas de conducta que harán obsoleta la guerra, es un primer requisito para creer que una invención es posible‖. El punto de vista de Mead es el más contundente pues el hombre es un creador cultural que, en principio está sometido a la relación entre la biología y la cultura. Es cierto que la primera limita a la segunda, mi cultura puede decir que los hombres vuelan no obstante mi biología lo niega. Pero al mismo tiempo la cultura también puede limitar y encauzar la biología, la cultura de los alimentos dirige nuestra capacidad biológica de procesarlos, hemos perdido el bello corporal en favor de la vestimenta cultural, muchas manifestaciones biológicas han sido ordenadas en sus efectos por la cultura. La Guerra no es ajena a esa relación pero su contenido es cultural y la biología aparece como elemento secundario limitativo de lo que la cultura propone hacer. En cuanto a esta relación es coincidente y relevante el trabajo de Bronislaw Kasper Malinowski “An Anthropological Analysis of War”33 . Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942) Este autor señala que los impulsos biológicos más relevantes –vitales- como el hambre, la fatiga, los impulso sexual, etc., nos exigen una conducta de respuesta, por ejemplo el hambre mueve a la búsqueda de comida, su ingesta y la producción de saciedad. Esta relación que inicia con un impulso, es seguido de una reacción del cuerpo y concluye en una satisfacción que está influida por la cultura. La secuencia se compone en síntesis de: Impulso Reacción del cuerpo  Satisfacción. De los tres elementos el central es el menos influenciable por la cultura, mientras que el lazo fisiológico entre el primero y el segundo y el lazo psicológico entre éste y el tercero si se ven afectados por la cultura, esto hace que toda la secuencia se interinfluencia culturalmente sin dejar de ser ineludible. ―La cultura en todas sus innumerables variedades redefine las circunstancias bajo las cuales se puede producir un impulso, y es posible que en algunos casos remodele 33

(Malinowski, An anthropological analysis of war, 1948) (Malinowski, Magic, Science and Religion , 1948)

57

el impulso y lo transforme en un valor social…, sin embargo, en cualquier cultura nunca puede producirse la eliminación completa de cualquiera de estas secuencias vitales, impuestas a cada cultura por la naturaleza [biología] humana… cada cultura tiene que incorporar integralmente la secuencia completa vital de las tres fases‖. Existen además los impulsos no vitales que pueden ser excluidos culturalmente por no ser esenciales a la continuidad comunitaria. La agresión, la hostilidad, el odio o la violencia forman parte de estos impulsos que resultan ser además impulsos derivados. Así un freno, bloqueo u obstaculización de una secuencia vital puede dar lugar a una agresión que tenga por objeto remover el estorbo. Pero la agresión también puede surgir de una gran variedad de elementos no orgánicos determinados por factores culturales como la propiedad económica, la ambición, valores religiosos, sentimientos personales, dependencia, autoridad, etc. Los actos de

violencia

están

determinados

culturalmente,

no

biológicamente.

Los

sentimientos culturales o definidos culturalmente pueden guiar o ser guiados hacia actos de violencia, por ejemplo a través de imperativos convencionales, tradicionales

o

ideológicos.

Entonces

la

hostilidad

puede

transformase

culturalmente por medio de propaganda, alarmismo, adoctrinamiento, educación u otras vías de inducción y conducción. La educación primariamente apunta a contener los impulsos de hostilidad individual y regularlos para sostener la unidad comunitaria; también conduce a la violencia grupal hacia afuera según los lineamientos culturales del grupo. Los casos de agresión puramente fisiológica son muy escasos y mayormente objeto de atención psiquiátrica. Es cierto que en situaciones límite o muy específicas de peligro –incendios, cárceles, naufragios, etc.- actos de violencia individual aparecen como producto del miedo o pánico que produce el poner en riesgo la propia supervivencia dentro de un entorno donde la cultura habitual ha colapsado. La causa de estos hechos es igualmente cultural. En tanto la cultura de la comunidad se manifieste estable, eficaz y aceptada la violencia individual es residual, y esa misma cultura buscará eliminarla. 58

―…La materia prima de la hostilidad existe ciertamente. Pero no es de ninguna manera el núcleo biológico de cualquier tipo de violencia organizada, en el sentido en el que el sexo es el núcleo de la vida organizada de la familia, el hambre de la administración, la evacuación de las instalaciones sanitarias, o el mantenimiento de la temperatura corporal, un factor biológico, alrededor del cual se centran los ajustes culturales de la ropa y la vivienda‖. ―La ira y la agresividad pueden estallar casi en cualquier momento en el curso de una actividad de cooperación organizada. Su incidencia disminuye con el tamaño del grupo. Como un impulso, la pugnacidad es indefinidamente plástica. Como una categoría de comportamiento, la lucha se puede vincular con una indefinidamente amplia gama de motivos culturales…En todas partes, en todos los niveles de desarrollo, y en todos los tipos de cultura, nos encontramos con que los efectos directos de la agresividad se eliminan mediante la transformación de la hostilidad en odios colectivos, políticas tribales o nacionales, que conducen a organizar y ordenar la lucha, pero impiden la realización de las reacciones… [Personales]… de la ira‖. La violencia individual es canalizada por la cultura, de modo que no altere las condiciones y lazos de la vida comunitaria, a través de la educación, el adoctrinamiento, las costumbres, los valores compartidos, las leyes. De este modo la cultura tiende fraccionar y desarticular toda posibilidad de hostilidad organizada dirigida hacia el interior de la sociedad. Estos mismos elementos también construyen el odio y la pugnacidad colectiva para ser dirigida hacia afuera de la colectividad. Cuando la cultura y sus elementos contingentes son incapaces de impedir la violencia organizada hacia adentro es debido a que el principio de orden y organización que construyó esa sociedad ya no es reconocido por sus integrantes como válido y eficaz. ―Los seres humanos nunca pelean en gran escala bajo la influencia directa de un impulso agresivo. Luchan y se organizan para la lucha porque, a través de la tradición tribal, a través de las enseñanzas de un sistema religioso, o de un 59

patriotismo agresivo, han sido adoctrinados con ciertos valores culturales que están dispuestos a defender, y con ciertos odios colectivos sobre los que están listos para el asalto y el asesinato. Dado que la pugnacidad está tan extendida, pero indefinidamente plástico, el verdadero problema no es si podemos eliminarla completamente de la naturaleza humana, sino cómo podemos canalizarla a fin de que sea constructiva‖. Esta posición complementa la de Margaret Mead. Considero que lo expuesto pone de manifiesto que la naturaleza de la guerra es cultural y que sus vínculos biológicos no hacen a su genética estructural, sólo manifiestan situaciones de la especie que eventualmente guardan alguna relación con el fenómeno bélico sin que se trate de una vinculación inexorable. Por otra parte la suposición de una índole ―natural‖ de la guerra creo que queda descartada con las argumentaciones de Levi-Strauss. No escapa a mi entendimiento que existen teorías contrarias a las aquí presentadas como las que se desprenden del Dawinismo Social, la Sociobiología y otras. Sin embargo es mi convencimiento científico que las expuestas son las más adecuadas para explicar la naturaleza de la guerra como institución humana. Otra línea de ideas que apunta a esta condición cultural de la guerra es que muchas teorías que tratan de explicar la funcionalidad de la guerra en la especie humana siempre derivan y concluyen sus posturas vinculándola a la cultura de la sociedad. Creo correcto citar una de ellas que parte de la crítica a otra. Creo que es indiscutible que uno de los libros fundamentales para comprender la guerra como fenómeno es la “Historia de la Guerra” de John Keegan34 . En esa obra su autor expone, ciertamente con un enojo que las letras impresas no pueden ocultar, que cuando Clausewitz plantea su famosa frase “la guerra es la continuación de la guerra por otros medios”, se equivoca pues en ocasiones la guerra pierde o carece de objetivo político. Cita entre otros casos la guerra sucedida entre los rapanui

habitantes de la Isla de Pascua que ante el

agotamiento de los recursos y la consiguiente ruptura del equilibrio ecológico 34

(Keegan, Historia de la Guerra, 1995)

60

comenzaron una lucha por el liderazgo de la tribu que terminó con el exterminio de los grupos en pugna. Y más claramente considera que el empleo de las armas nucleares no encaja en el enunciado del prusiano pues su nivel de muerte y destrucción no puede considerarse un objetivo político. Más allá de estar o no de acuerdo todo los factores que esta elucubración emplea –supervivencia, ecología, extinción, tecnología, muerte, política- confluyen sobre la cultura lo que coincide con la postura que sostengo.

61

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Los números y la guerra: El Ejército de Jerjes

Mg Jorge Ariel Vigo Universidad de Buenos Aires

"Los persas perdieron sus guerras en Grecia en parte, porque los griegos triunfantes escribieron las historias y otros textos que sobreviven" J.M. Balcer. De hecho, para los estudios persas, debemos confiar en los griegos y especialmente en Herodoto como nuestra principal fuente escrita. Creo que la mayoría de los estudiosos se han basado principalmente en el historiador griego. En los últimos treinta años sin embargo han aparecido estudios de historiadores más dispuestos a considerar la perspectiva persa aprovechando el valor de la arqueología y la epigrafía aqueménida. Lamentablemente, esta evidencia se usa a menudo para apuntalar las fuentes literarias, lo que significa que algunos estudiosos vuelven sobre Herodoto o pretenden reforzar sus argumentaciones. En este punto, creo que es más importante tener en cuenta toda la evidencia disponible. Esto significa, por lo tanto, hacer uso de Herodoto y otros autores antiguos útiles; para evidencia epigráfica tenemos varias inscripciones de los reyes y tabletas aqueménidas de Persépolis. También hay considerable evidencia arqueológica relevante para el tema en forma de arte persa y griego. Los relieves en Persépolis y las tumbas reales muestran detalles inmensos y no siempre es obvio lo importante que resultan. Los jarrones griegos del período son útiles con respecto a la aparición de tropas, tácticas y formaciones persas. Jerjes era el comandante supremo de la fuerza de invasión del 480 a. C., pero el funcionamiento del ejército, como de todo el imperio, dependía de la capacidad del rey para delegar. Para asegurar la lealtad hacia su persona, muchos de los principales comandantes y comandantes de contingentes secundarios estaban 64

relacionados con el Rey y la casa real. Por ejemplo, Mardonio, uno de los seis grandes generales del ejército, era el cuñado del Rey y Masistes era el hermano de Jerjes. Además de Hydarnes, Mardonio, Tritankaimes, Gergis, y

Smerdomenes, Masistes,

Megabyzos conformaban el escalón más alto del comando militar

después del Rey y todos estaban emparentados con él. Herodoto los llama Arcontes, y cada uno de ellos parece haber sido responsable de lo que podríamos equipararse con un moderno comando de cuerpo de ejército. Por lo tanto, cada Arconte comandaba una gran unidad compuesta por varios comandantes menores y sus diversos contingentes. Sin embargo, hay algunas pruebas de que el ejército reunido podría haber tenido sólo tres cuerpos; y que cuando se constituían fuerzas independientes, su comando contaba con dos Arcontes. Este es un punto difícil de evaluar ya que Herodoto nunca nos dice qué contingentes y qué comandantes sirvieron bajo cada Arconte, lo que nos permitiría ver si las fortalezas numéricas y los tipos de unidades eran comunes a cada comandante superior. Se menciona también el cargo/grado de Toparca que parece ser equivalente a Arconte o que pueden ser la misma cosa y que cada uno tendría fuerzas tipo cuerpo bajo su mando como Cyrus el Joven, cuyo cargo era Karanos o Rey. Se cree hubo siete Toparquías en la época de Jerjes. Herodoto suma a los tres generales de caballería a los que denomina Hiparcontes o Arcontes a caballo, por lo tanto se puede suponer que estos tres jefes habrían tenido el mismo rango que Mardonio y sus cinco camaradas. Dos Hiparcontes de caballería eran medos, Harmamithres y Tithaeus, habitualmente mejores jinetes que los persas. El otro era Pharnuches, su ascendencia no se conoce, pero sabemos que cayó enfermo en Sardis y fue reemplazado por Masistius en Platea. Hydarnes era hijo de Hydarnes quien conspiró para llevar al trono a Darío I, y tenía una posición de mando totalmente independiente era responsable solo ante el Rey a diferencia de los otros comandantes. Su comando era el de los diez mil Inmortales. Había otras cuatro unidades de guardia, dos de mil lanceros y dos de

65

mil jinetes cada una, estaban bajo el control de Jerjes, pero podían destacarse como en Platea. Bajo el mando de los Arcontes había contingentes de infantería formados por tropas de distinta procedencia, por lo que Herodoto los llama Ethneas. Estaban comandados por persas y muchos de ellos estaban, una vez más, relacionados con la casa real como Hystaspes, el hermano del rey que comandaba la Ethnea Bactriana y Sacae. Las Ethneas se reunían en veintinueve Miríadas bajo un comandante de tipo divisional persa o Miriarca que podría liderar uno o más tipos raciales. MIRÍADA

COMANDANTE MIRÍADA

COMANDANTE

Persas

Otanes

Lidios -Misanos

Artaphrenes

Medos

Tigranes

Tracios de Asia

Bassaces

INFANTERÍA

Elamitas –Cissianos - Anaphes

Pisidians -Cabalees - Badres

Kashishitas

Milyae

Hyrkanos

Megapanus

Moschi -Tibareni

Asirios -Caldeos

Otaspes

Macrones

Ariomardus - Artaycres

Mossynoeci Bactrianos - Sacae

Hytaspes

Mares

Pharandates

Colchians Indios

-

Etíopes Pharnazathres

Alarodes Saspires

Masistius

Orientales Arianos

Sisamnes

Exilados, tribus isleñas

Parthos -Korasanos

Artabazus

Utianos -Mycians

Arsamenes

Sogdianos

Azanes

Paracaninans

Siromitres

Gandaros -Dadicos

Artyphius

Árabes – Africanos - Arsames Etíopes

Caspios

Ariomardus

Libios

Sarangae

Pherendates

Paphlagonians 66

Massages - Datus

Matienos Pactycs

Ligyes –Mariendeni - Gobryus

Artayantes

Sirios Armenios - Frigios

Artochmes

CABALLERÍA Persas – Sagartos

S/D

Elamitas –Cissianos - S/D

Caspios

S/D

Libios -Paricanos

S/D

Árabes (Camellos)

S/D

Medos

S/D

Kashishitas Indios

(Carros

y S/D

Caballos) Bactrianos

S/D

El diagrama muestra la composición de estas divisiones con sus comandantes según la cuenta de Herodoto. El término Miriarcas sugiere que cada Miríada era de diez mil soldados. Es posible que esto no fuera así y que se derive de una manera griega de describir grandes cantidades y también de las generalizaciones de Herodoto, quizás debido a falta de fuentes específicas o al mero deseo de completar el relato. Tenga en cuenta que las Miríadas de caballería que se muestran en el diagrama no tienen Miriarcas al mando según Herodoto que probablemente no tenía la información concerniente a los comandantes de caballería. Otra posibilidad es que las unidades montadas estuvieran en apoyo directo y subordinadas a algunas Miríada de infantería, pero esto parecería negar la necesidad de los tres Hipparchontes. La lista completa puede ser falsa, incompleta o relativamente confiable. Bajo la organización de Miriarcas el criterio decimal era prominente; los comandantes de mil hombres llamados Quilarcas seleccionados por Miriarcas. El término Quilarca puede corresponder con el persa Hazarapatish. La subdivisión continúa con los Miriarcas seleccionando los Hekatontarcas y Decarcas, comandantes de cientos y decenas, respectivamente, lo que podríamos llamar compañías y escuadrones. Jenofonte menciona escuadrones de cinco hombres 67

bajo un Pempadarca. Herodoto dice que además de los oficiales persas, los líderes nativos también acompañaban a sus hombres. De nuevo, Herodoto es más vago al dar detalles de la caballería. Dice que los persas, los sagartianos, los cissianos, los bactrianos, los caspianos y los paricanianos suministraron la caballería. Los indios suministraron caballería y carros, los libios solo carros. Los árabes suministraron tropas montadas en camellos. Agrega que solo estas naciones suministraron tropas montadas, pero no se menciona a los Sacae que desempeñaron un papel prominente en Platea. La organización de los contingentes montados era probablemente decimal, pero el número de carros (si es que existían) y cómo se organizaron es imposible de decir. Quizás ellos también pudieron haber sido decimales. Una miríada de carros, sin embargo, o incluso tres mil (tres hombres por carro es una posibilidad) parece absurdo si se considera que toda la confederación hitita reunió un máximo de dos mil quinientos para la batalla de Qadesh. Herodoto nos da una gran cantidad de detalles con respecto a las unidades en el ejército de Jerjes. Dos pasajes son especialmente importantes. En primer lugar, cuando Jerjes deja Sardis, se describe el núcleo élite del ejército. Jerjes tiene dos unidades de guardias, cada una fuerte en mil hombres, que no están conectadas con los Inmortales. Herodoto los llama Aichmophoroi o portadores de lanza. Dichos soldados a menudo se llaman Doryphoroi, con el mismo significado. Es posible que estos soldados sean del tipo de los representados en los relieves de Persépolis con una lanza y un pequeño escudo en forma de ocho y sin arco, por lo general con el sombrero acanalado de Polos. Sin embargo, en la campaña, los persas vestían como medos, aunque el equipo parecía haber permanecido igual. Una de las unidades estaba formada por nobles y la otra era una fuerza selecta. Las dos unidades de guardia montadas que se describen en el mismo pasaje eran también de mil hombres cada una y la única unidad que quedaba con Mardonio era de nobles. Los Inmortales eran diez mil y siempre se mantenían con toda su fuerza. Herodoto no los describe como Aichmophoroi o Doryphoroi, sino como soldados 68

de infantería (Pezoi), sugiriendo que eran como otra infantería nativa en el ejército y con similar equipamiento equipo; es decir con una combinación de arco, lanza y escudo. De los diez mil Inmortales, Herodoto dice que nueve mil tenían lanzas adornadas con granadas de plata en lugar de púas y que los mil restantes tenían granadas de oro. Estos mil hombres habrán formado la línea del frente de Decarches en el campo de batalla y es posible que llevaran el Gerra (escudos de mimbre). Herodoto también menciona que los más cercanos a Jerjes –Angchistastenían manzanas (Mela) en lugar de granadas en sus lanzas. Esta distinción parece relacionarse con las dos unidades principales de guardias de mil hombres, lo que convierte a uno de ellos en Melophoroi. Esto hace que la división de guardias de Jerjes tenga un total de catorce mil hombres. En este punto no hay ninguna razón para dudar de las fuentes de Herodoto, ya que la organización es similar a los ejércitos Aqueménidas posteriores. Las unidades descritas en la lista del “Ejército de Herodoto”, como a menudo se lo llama, plantean un problema muy difícil. Los contingentes que enumera y sus comandantes persas son muy convincentes, especialmente si uno agrega sus descripciones de los equipos y vestimentas de cada contingente. Todo ello complica la perspectiva del tamaño del ejército de Jerjes guiándonos hacia volúmenes de tropas insostenibles. Esto se debe a que todos los estudiosos clásicos han tenido la idea de que los griegos del siglo v enfrentaban a un ejército gigantesco, formado por naciones bajo el Gran Rey, firmemente implantadas en su subconsciente. Esto se puede ver aún hoy en algún libro sobre las Guerras Persas o en algunas disertaciones académicas. Parece existir un sentido del deber o necesidad de justificar la veracidad de Herodoto y, lo más importante de todo, un intento obvio de racionalizar el tamaño del ejército persa a través de la medida decimal. Aunque la mayoría de los eruditos inmediatamente rechazan tres millones para el tamaño del ejército, aún intentan mantener el total del ejército muy alto. Posiblemente la ideología de occidentales contra orientales con respecto a las guerras persas es la culpable. Y esto comenzó cuando Herodoto escribió su historia por primera vez. Con la idea de un vasto ejército persa en la mente, es muy difícil no creer en su lista de contingentes de sujetos. No será hasta la 69

publicación de “Historia del arte de la guerra en el marco de la historia política” de Hans Delbrück en 1900 que se comience a racionalizar el volumen del ejército peras y de los ejércitos de la antigüedad en general. No hay evidencia para contradecir los veintinueve nombres de los comandantes persas que da Herodoto, pero resulta demasiado perfecta la coincidencia con veintinueve divisiones de infantería y es llamativa la ignorancia de los comandantes de los contingentes de caballería. La división de guardias de catorce mil hombres parece apropiada. Las otras unidades son más problemáticas. Según sabemos Herodoto tuvo la oportunidad en Sardis de obtener acceso a fuentes oficiales para los veintinueve comandantes persas que efectivamente estaban al mando. Sin embargo una lista de las veintinueve divisiones y su constituyente Ethnea es más sospechosa, dada la permanente reconstitución de las unidades en combate para reponer las bajas. Aunque sea una visión pueril puede que haya asignado pueblos sujetos dentro del imperio a contingentes hipotéticos bajo los veintinueve comandantes persas. Hay varias razones para esto. Es evidente que Herodoto recopiló su información sobre el Imperio Persa y sus recursos de diversas fuentes. Su lista de satrapías no es igual a su lista del ejército en cuanto a los pueblos. Un ejemplo es la división bajo Artochmes consiste de frigios y armenios, pero en la lista de satrapías, Frigia es parte de la Tercera Satrapía y Armenia es parte de la Décimo Tercera junto con Pactyes; es dudoso que dos satrapías diferentes respondieran a la misma oficina de reclutamiento. Además, geográficamente, los armenios no eran contiguos con los frigios y, por lo tanto, parece extraño que fueran reunidos en una unidad de combate. Tenga en cuenta que Partos y Korasanos estaban en la misma división bajo Artabazus, hijo de Pharnaces, y son geográficamente contiguos y son parte de la Décima Sexta Satrapía. Las fuerzas de los asirios y babilonios (caldeos) fueron asignadas juntas y estaban geográficamente adyacentes en la Novena Satrapía. Por lo tanto, parece que la Lista del Ejército de Herodoto es más sospechosa o no es coherente que su Lista de Satrapías, ya que las inscripciones de los gobiernos de Jerjes y Darío que registran los pueblos 70

debajo de ellos son más compatibles con la Lista de Satrapías que con la Lista del Ejército, aunque de manera aproximada, teniendo en cuenta los problemas de propaganda política inherentes a la naturaleza de las inscripciones. Herodoto describe el imperio desde el punto de vista griego y en lugar de hacerlo con la visión persa. La Lista del ejército de Herodoto, sin embargo, puede decirnos las razas en el imperio y su equipo (no con demasiada precisión), y se cree que la Lista del Ejército es correcta en su identificación de unidades, pero esto todavía no significa que éstas fueron las tropas que acompañaron Jerjes en Grecia. Las descripciones de Herodoto sobre algunos tipos de tropa suenan verdaderas combinadas con los relieves de Persépolis; pero no es verdad para todas las naciones que enumera. No podemos ubicar a los caspios o los frigios en Persépolis. Cualquiera que sea la fuente de Herodoto, parece inclinarse hacia la parte occidental del imperio, en la que hay una gran parte del ejército de Jerjes reclutado de miembros de tribus montañesas de Asia Menor y armado con jabalinas como los frigios, los micianos y los pafionianos y psidianos. Ninguno de estos puede ser visto en Persépolis. Tal vez esto sugiere la disposición de mayor detalle para la parte occidental del imperio, y menor a medida que se adentra en la región oriental. Sardis pudo haber sido también la fuente de Hecateus. Heródoto, tal vez y simplemente haya hecho que estos contingentes surgieran de un conocimiento bastante básico y poco equilibrado del Imperio Persa. Parece curioso que las tribus duras y avispadas de montañistas pudieran criar una miríada de hombres cada una cuando Jerjes podía reclutar solo diez mil Inmortales y diez mil persas nativos en la más próspera Persis. Creo que un dato de las tendencias creativas de Herodoto se aprecia en su cuenta del imperio de Darío: sesenta y siete naciones, para sesenta y siete contingentes de ejército, marina y caballería de y que los líderes heroicos en la Ilíada (griegos y troyanos juntos) totalizaban sesenta y siete. Por lo tanto la Lista del Ejército no puede ser tratada como algo completamente verdadero, sino más como un indicio. Las tropas que quedaron atrás en Grecia con Mardonio en 479 a. C. muestran un gran predominio de las unidades iraníes e iraníes orientales: persas, medos, bactrianos, sagartianos y sacae. Solo indios, frigios, misios, poenios, tracios y 71

algunos infantes de marina egipcios y etíopes son además mencionados. Esto hace que uno cuestione el paradero de los psidios, moschi, macrones y otros de menor valor combativo, pues parece extraño que Jerjes devuelva a Asia sus tropas más prescindibles. Herodoto usó fuentes de Asia Menor y su imaginación para completar unidades para la lista de veintinueve comandantes persas. Sin embargo la diferencia en las unidades aplicadas a Platea sugiere que Herodoto tenía otra fuente; presumiblemente un ateniense u otro testigo ocular griego de la batalla que describió lo que vio. Otras piezas de evidencia que respaldan esto son los jarrones Áticos de Figuras Rojas del período. Ninguno de estos muestra a las tropas de Jerjes en nada excepto en el ropaje de medos. Pudo haber sido que los pintores de vasos griegos siempre representaban a un persa estereotipado. Esto es posible, pero solo hay unos pocos que muestran soldados armados etíopes de la época; probablemente el soldado de tipo marino etíope o egipcio en Platea, lo que sugiere que los artistas griegos podrían haberlos diferenciado si tenían ideas adecuadas de las tropas vistas por ellos mismos o por las descripciones de los veteranos griegos. Otra posibilidad es que todos los miembros del ejército del Gran Rey estuvieran equipados al estilo persa. Pero, incluso con sus recursos financieros, no es creíble que gastase su dinero en un equipamiento tan costoso como poco relevante; por demás los montañeses de las tierras altas no tendrían las finanzas suficientes para ello. La caballería, sin embargo, puede haber podido permitirse esto, ya que sería la rica aristocracia la que la mantenía en las formas y el equipo persa. El ejército fue reclutado sobre la base de que todos los reclutados deben obedecer ese llamado a las armas y seguir al Gran Rey. Incluso solicitar la exención podría resultar en la más dura de las penas, como descubrieron Oeobazus y Pythios que pagaron con la vida de sus hijos tales pedidos. La elegibilidad para el servicio armado comenzaba a la edad de veinte años y las personas permanecían calificadas hasta los cincuenta años. Jenofonte dice que había casi 120,000 persas en el imperio; lo más probable es que se refiera a los hombres en edad militar, pero es difícil determinar cuán precisa es esa cifra. Entre los persas, la infantería era reclutada de los granjeros y la nobleza formaba la 72

caballería. Medos, bactrianos y sacae eran otra constante en los ejércitos de Aqueménidas. Estas naciones formaron la mayoría de la caballería. Los campesinos más pobres parecen haber sido citados por los aqueménidas como honderos, pero estos solo son mencionados por Jenofonte y Curtius. No puedo creer que la honda, un arma campesina típica, solo se usara desde el tiempo de Jenofonte en adelante. Herodoto no los menciona. Esto sugiere que Jerjes solo se llevó su mejor y más útil infantería y que tales campesinos mal armados fueron reunidos solo en defensa de su patria contra los Diez Mil de Jenofonte y los ejércitos de Alejandro en Issus y Gaugemela. Hay documentos de Babilonia que enumeran los equipos que un jinete tenía que proporcionar y hacen evidente que, al menos, se podría contratar y equipar a un sustituto en lugar de realizar un servicio militar personal. Tal vez Oeobazus y Pythios también deberían haber ofrecido sustitutos; parece extraño que no lo hicieran. El Rey de Reyes, sin embargo, tenía un poder absoluto y tal vez haya razones políticas y estratégicas para estas decisiones. Estados semiautónomos también proporcionaron tropas; los cilicianos, si se puede creer en Herodoto, proporcionaron infantería de marina. Uno debe notar que hubo mercenarios incorporados y mantenidos por Jerjes. Un ejemplo notable es la guarnición judía de Elefantina en Egipto. Muchas de las tribus de las montañas de Asia Menor bien pudieron haber sido mercenarios pagados, tal vez, a través del saqueo. Los psidianos, por ejemplo, parecían propensos al bandolerismo y las incursiones. De nuevo, esto no significa necesariamente que estuvieran en el ejército de Jerjes y seguramente serían incapaces de enfrentarse a una pesada falange de hoplita. Los nómadas escitas bien pudieron haber sido mercenarios al igual que los indios en el ejército de Jerjes. Tengamos en cuenta que Mardonio los conservó para su campaña de Platea. Esto enfatiza su calidad ya que el ejército de Mardonio era una fuerza selecta. El entrenamiento de las tropas fue muy variado. Darío habla de ser un buen jinete, arquero y lanzador, tanto a pie como a caballo. Probablemente, resume el entrenamiento solo para la nobleza. Lo más probable es que la arquería se 73

aprendiera de los escitas inicialmente, como lo habían hecho los medos. Los atenienses usaban escitas a bordo de sus barcos y como fuerza policial. Son comunes en jarrones griegos en este período y deben haber sido maestros de su oficio. Estrabón da una cuenta del entrenamiento persa. Mucho, al parecer, se aprendió de la caza: lanzamiento de lanzas o jabalinas, tiro con arco y, curiosamente, el uso de la honda. Sin embargo, escribe sobre Cardaces, antes del año 368 a. C., lo que lo hace un tema difícil de interpretar. Las tropas parecen ser parte de la nobleza, pero su armamento (excepto la honda, quizás usada solo en la caza por nobles) resulta idéntico a la descripción de Herodoto de la infantería persa ordinaria, que debe haber sido hábil en arqueros y lanceros cuando se inspecciona el cuentas de Termopilas y Platea. La infantería básica simplemente carecería de tiempo para llegar a ser tan hábil como la nobleza. Las unidades de guardia eran profesionales de tiempo completo, obviamente superando en calidad a las tropas de la línea. El entrenamiento para los medos y los cisianos y susianos era casi seguramente similar, ya que eran razas importantes dentro del imperio; pueden haber contribuido con hombres a los Inmortales. Los contingentes iraníes orientales como los bactrianos y sus parientes eran en gran parte nómadas; la capacitación volvería a surgir de la caza y de cualquier disputa local que pudiera ocurrir. Para los mercenarios, la guerra y, a menudo, el deber de guarnición era una forma de vida y, por lo tanto, de entrenamiento. Las habilidades de las tribus montañesas dependerían del individuo. Según Sekunda, los estados conquistados tenían su potencial militar extinguido por la ocupación y se desalentaba cualquier entrenamiento marcial. Cita a los lidios, pero esto entraría en conflicto con lo que sabemos sobre la caballería lidia y demostraría además que la Lista del Ejército de Herodoto es una fabricación, dado que los misios, caspios y otros no habrían visto ningún entrenamiento, de ser así serían mercenarios. Concluir que solo las tropas regulares persas y los mercenarios se usaron en 480 a. C. puede ser ir demasiado lejos porque los frigios, los misios y los tracios son mencionados en Platea. Esquilo, un veterano de Salamina, señala a los misios con jabalinas, lo que sugiere que no eran una parte inusual del ejército persa. Una tableta babilónica de 74

513 a.C. menciona el pago de una madre a un comandante del ejército en Elam por su hijo, lo que sugiere que no todo el entrenamiento militar babilónico había cesado hasta esa fecha al menos. Una nación en particular que sirvió como vasallos en lugar de mercenarios y no fue desmilitarizada fue Egipto. Sus tropas sirvieron muy eficazmente como infantería de marina en la flota y luego fueron transferidos a la fuerza terrestre de Mardonio. Había dos clases de soldados: los Kalasires y los Hermotubies. Herodoto dice que eran profesionales, ya que tenían prohibido practicar cualquier otro oficio. Es posible que los Kalasires fueran egipcios y los Hermotubies fueran libios. Herodoto pudo haber confundido a los etíopes de origen libio. Después de tener una idea sobre la organización del ejército de Jerjes, ahora es necesario observar el tamaño de la fuerza. Como mencioné antes, casi todos los eruditos se sienten obligados a hacer que el ejército del Gran Rey sea lo más grande posible sosteniendo el espíritu de Herodoto. Para establecer esa magnitud de fuerzas creo conveniente considerar no sólo los ejércitos de invasión, sino también los de defensa, que son casi siempre más grandes que las fuerzas ofensivas enviadas fuera del país de origen simplemente porque es posible obtener el máximo reclutamiento aprovechable. En este último sentido es útil considerar las fuerzas aqueménidas hasta las campañas de Alejandro Magno. En primer lugar se debe abandonar la idea de ejércitos de “millones” más dignos de fantásticas propagandas políticas que de serios estudios militares. Evadida es mitología intencional, es ineludible considerar que el número de soldados bajo las armas depende del tamaño de la población disponible y de la capacidad logística para equiparlo y alimentarlo. Estos son los factores primordiales a considerar. Se ha propuesto que 300.000 hombres era el tamaño del ejército de Jerjes, estimando que hasta Salamina la logística por tierra y vía la flota resultó capaz de abastecerlo. No hay duda de que los persas eran hábiles y estaban bien organizados en lo que respecta al suministro. La invasión había sido planeada durante tres años y las tabletas de Persépolis dan la impresión de que la 75

administración persa era capaz de organizar las raciones necesarias con suficiente idoneidad. Cambises ya había cruzado el desierto del Sinaí para atacar a Egipto por medio de la inteligente planificación de suministros. Las campañas de Artajerjes en el siglo IV estaban bien provistas y equipadas. No hay ninguna razón para pensar que Jerjes estaba menos preparado. Se instalaron depósitos de suministros avanzados en las áreas controladas por los persas, en la costa Tracia, Tyrodiza, Doriscus, Eion y Macedonia. Cuando Herodoto escribe sobre los abderianos de Tracia y los tasianos de la isla de Tasos, sugiere que Jerjes tendría su ejército provisto por vasallos cuando fuera conveniente. Además, los intentos de presionar a los estados griegos para que ofrezcan tierra y agua como muestras de sumisión eran también su forma diplomática de obtener posibles bases de suministro directo. Una Tebas simpatizante de los medos suplió tales necesidades en el tiempo de Platea. También Jerjes había dicho "…llevamos mucha comida con nosotros mientras marchamos y tendremos más comida de aquellos cuya tierra y gente invadimos. Porque los hombres contra los que marchamos no son nómadas sino agricultores‖. Jerjes estaba muy consciente de lo que le había sucedido a Darío en Scythia, donde hubo de enfrentar una estrategia de tierra arrasada. Mientras no encontrase una resistencia obstinada, él podría establecer su base de suministro en Grecia continental. Fue esa resistencia que el Gran Rey subestimó lo que llevó la campaña al fracaso. Aun sosteniendo las consideraciones anteriores reducir el número en el ejército de los 2.100.000 de Herodoto a 300.000 o 200.000 hombres y 75.000 animales, como algunos han propuesto, no alcanza a convencer sobre la posibilidad logística. Debemos pensar que una vez lejos de la base de suministro en Therma, los recursos persas se tensaron a pesar de que la invasión fue programada para coincidir con la cosecha griega. Números tan altos no eran factibles, ni en esa época ni en las posteriores. Además debemos estimar que si el número general del ejército es menor a lo que muchas veces se ha dicho, también la cifra de los contingentes destacados debe ser menor, por ejemplo no serían 70,000 las tropas de Mardonio en Platea. De ser así cualquier superioridad numérica que los persas tuvieran era mínima. 76

Por otra parte el Imperio Persa tenía otros problemas en 480 a. C. entre los que Grecia era sólo uno de ellos, y no el único. Egipto había sido recientemente recuperado después de una revuelta, requiriendo una guarnición mercenaria persa y judía, y Babilonia también había sido obligada a volver a la sumisión. No es posible determinar con cuánta fuerza se llevaron a cabo las operaciones en Macedonia y la cuenca del Indo. La frontera norte del imperio siempre fue vulnerable a las incursiones escitas por lo que requería vigilancia. Además de todo esto, las provincias menos volátiles tenían que ser igualmente guarnecidas y administradas. La población nativa persa no era siempre numéricamente pródiga, ya que un millar de hombres parece haber sido el comando de guarnición más grande que podría tener un sátrapa. Para obtener una idea del tamaño del ejército de Jerjes hay que observar las fuerzas posteriores desplegadas por el Gran Rey. La batalla de Issus tuvo lugar en 333 a.C. y Arriano dice que Darío tenía 600,000 soldados en el total de su ejército, pero las tropas efectivamente en campaña ascienden a 140,000. De éstas, 30,000 eran mercenarios griegos, 30,000 eran caballería y 20,000 eran infantería ligera. La infantería ligera son los honderos y jabalinas del tipo encontrado en Anabasis de Jenofonte. No se mencionan los honderos citados por Herodoto, pero sí están en la Cyropaedia de Jenofonte; eran campesinos reclutados solo en tiempos de crisis local, no las tropas de calidad necesarias para la fuerza de tarea de Jerjes. Los mercenarios griegos no estaban disponibles para Persia en 480 a. C. y los griegos asiáticos no eran del mismo calibre. Arriano, sin embargo, escribe sobre 60,000 Cardaces; estos profesionales de la guerra estaban equipados de manera muy similar a la infantería de línea del tiempo de Jerjes y formaban parte regular de los ejércitos persas. Sería imprudente decir que los Cardaces y la infantería de línea persa de Herodoto eran el mismo tipo de unidad, pero la similitud en el equipo y su función en el campo de batalla debieron ser similares en función y diferentes en calidad. Esto hace que su número de 60,000 se pueda sugerir como un máximo para la buena infantería persa nativa disponible para la defensa del imperio. Cualquier fuerza enviada al exterior ciertamente debería ser menor. Incluso en el supuesto de que hubo declinación de la población entre los persas nativos desde 480 hasta 77

333 a.C. (y no se evidencia ninguna), la cantidad de buena infantería persa disponible para las acciones en el extranjero no podría haber excedido los 60,000. Los números de Arriano también pueden ser exagerados y podríamos, tal vez, disminuir esta cifra. Nótese también que mientras Persia usaba mercenarios griegos en este período, Jerjes tenía unos 13,000 aliados griegos en Platea. Así que consistentemente los griegos, de una forma u otra, formaron una parte considerable de los ejércitos aqueménidas desde 479 a.C. en adelante en el teatro occidental. Alrededor de 14,000 estaban en el ejército de Ciro el Joven de 401 a. C. Sólo las tropas de valor militar útil se habrían llevado a Grecia con cualquier aliado confiable reclutado en el camino. Como consideración general a lo largo de la historia los ejércitos que regularmente se encuentran en combate oscilan en máximos de 40.000 a 70.000 hombres hasta el siglo XVII. Si miramos a la caballería, vemos que 35,000 estaban disponibles para Gaugamela. Esto nuevamente sugiere un maximium para defensa local. Gaugamela fue una gran batalla para el imperio con muchos de los jinetes bajo Darío III traidos desde la mitad oriental del imperio, mientras que la invasión de Jerjes fue en realidad una gran expedición. En Cunaxa, Ciro tenía solo alrededor de tres mil jinetes y Artajerjes, unos seis mil. Esto parece bastante pequeño pero puede ser representativo de las verdaderas fuerzas montadas que las porciones oriental y central del imperio eran capaces de reunir. Los relatos de batallas posteriores de los Aquemenidas entran en conflicto con las declaraciones sobre las tropas que Herodoto da para su período. Los aracosianos del sur de bactria proporcionaron la caballería en Gaugemela; no proporcionaron tropas en 480 a. C., sin embargo, aparecen en Persépolis. Los Hirkanos proporcionaron la caballería en Gaugemela pero solo la infantería para Jerjes. Mientras que los eventos de ciento cincuenta años podrían alterar la situación en gran medida, no tenemos evidencia real de cambio dentro del marco miliar del imperio. Sabemos en qué fuentes se basó Arriano para su historia de Alejandro; pero con Herodoto

78

no podemos estar tan seguros y podemos conjeturar que la Lista del Ejército es, en su mayor parte, una fabricación. Conclusiones Podemos concluir, por lo tanto, que el ejército de Jerjes se basó en el sistema decimal. Pero no se puede considerar de facto que los contingentes vasallos se organizaran de esta manera; probablemente solo los guardias, los persas, los sacaí, los medos, los bactrianos, los egipcios y tal vez los indios, todos citados en Platea,

estaban

así

organizados.

Ciertamente

no

podemos

tomar

las

declaraciones de Herodoto para muchas de las veintinueve divisiones que él enumera como precisas. Cualquier unidad no mencionada en Termopilas o Platea, como Caspios y Cabalis puede ser pura invención y debe tratarse con gran precaución. Muchos de estos Ethnea no califican para un puesto en las inscripciones de Darío o de Jerjes, ni en los relieves de Persépolis. Además, los pueblos no citados por Herodoto aparecen en períodos posteriores de la historia de Aquemenida y algunos otros si se mencionan en 480 A.C. apareciendo como infantería pero en una fecha posterior como jinetes. Si alguna Ethnea de la Lista del Ejército de Herodoto participó en la invasión de Grecia, su papel seguramente era proteger los depósitos de suministros y las largas líneas de comunicación de vuelta a Sardis, lo que sería una tarea lógica para soldados y miembros de tribus de baja calidad, además de poder ser catalogados fácilmente por permanecer estáticos. Es posible que los frigios, los tracios, los misios y los poenianos fueran las únicas tropas usadas además de las antes citadas y que Artabazos se haya retirado de Platea con ellos porque sabía que su calidad era definitivamente baja. Deberíamos notar que fueron los griegos vinculados a los medos los que constituyeron una parte considerable de la fuerza de Mardonio (tanto en infantería como en caballería) y este punto argumentaría que, hasta Platea, la invasión persa tuvo mucho éxito ya que Jerjes ocupó la mayor parte del norte de Grecia. El tamaño del ejército de Jerjes será una fuente de controversia, durante mucho tiempo más. Lo cierto es que las ideas sobre el tamaño demasiado grande del ejército no se sostienen y que Jerjes tendría muchas menos tropas sujetas 79

efectivamente al campo de batalla de las que realmente llevó a la campaña en Grecia. Además, otras áreas y fronteras del imperio tuvieron que atenderse militarmente al mismo tiempo. Los ejércitos aqueménidas que representan un reclutamiento completo para la defensa local contra Alejandro en el siglo IV, alcanzarían alrededor de 100.000 para la máxima leva útil disponible. La fuerza de Jerjes, que operaba fuera del imperio, debía ser menor. Tal vez la figura de Jenofonte

de

120,000

persas

en

el

imperio

sea

bastante

realista.

Independientemente del tamaño real del ejército de Jerjes, Herodoto lo magnificó porque él y otros griegos querían creer que era así. Nos tomó casi dos milenios y medio para dejar de desear que fuera así también.

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La Batalla de Qadesh. Un ejemplo de la guerra en la Edad del Bronce Lic Roberto Cari Universidad de la Defensa Nacional

Introducción El antiguo Egipto se remonta al 3000 AC y por treinta dinastías, su cultura y civilización se desarrollaron junto al Nilo. Sobreviven de él, magnificas construcciones que aún nos impresionan y que no alcanzamos a entender en su totalidad. Pero uno de sus gobernantes Ramsés II, perteneciente a la dinastía XIX, nos legó una importante cantidad de documentos, que nos permite un viaje a su época y entender, una parte de su historia. Una sociedad tan compleja como la egipcia, debió a lo largo del tiempo evolucionar en un complejo imperio. El cual para sostenerse precisaba de un gobierno fuerte, y esta fuerza necesariamente estaría dada por un ejército permanente que lo sostuviera, pero además necesitaba de una burocracia administrativa que permitiera sostenerlo. Uno de los episodios de este reinado nos permite, ver la complejidad de su organización en una de las actividades sociales más antiguas de la humanidad. La batalla de Qadesh librada por los imperios hitita y egipcio en el siglo XIII antes de Cristo, tiene varias características que la han hecho particular. Quizás la más importante de ellas es que es junto a la batalla de Megido uno de los primeros hechos de armas que están documentados, aunque en Qadesh y a diferencia de Megido por ambas partes contendientes. Al igual que el tratado de paz que puso fin a esta guerra está debidamente registrado y por último el choque de la tecnología, aquí se enfrenta el hierro contra el bronce. Solo con estas peculiaridades la batalla se gana un debido lugar en la historia. Pero además en 82

su desarrollo va a presentar; técnicas procedimientos y modos de luchar que se van a repetir a lo largo de la historia de la guerra. Aquí podemos encontrar las primeras lecciones que separadas por; tiempo, espacio, y procediendo de diferentes sociedades militares, van a repetir las soluciones a los problemas que se le presenten. Esto nos lleva a la obvia conclusión, de que existen principios universales, que guían las acciones de armas. Si bien una enseñanza puede estar debidamente documentada, al no ser accesible, obligará a repetir o redescubrir acciones para llegar a las mismas conclusiones. Finalmente la presencia de los máximos líderes en la contienda nos da la pauta de que siempre el instrumento militar estuvo subordinado a la política. Muwatallis y Ramsés II, descienden de gobernantes que ya han estado en conflicto y que pese a sucesivos tratados, no han alcanzado una estabilidad en la región en disputa. La desconfianza de ambos monarcas los llevará nuevamente al campo de batalla. Ramsés II, que no está del todo de acuerdo con los tratados anteriores, decide emprender una campaña ofensiva para asegurar su frontera norte, y recuperar lo que considera le pertenece a su imperio. Por su parte Muwatallis prepara sus fuerzas para la defensa, y manda reunir un ejército entre sus reinos vasallos. Los egipcios deben aproximarse hasta las fuerzas hititas atravesando el Sinaí y la moderna Israel. En las cercanías de la ciudad de Qadesh se encuentran ambos ejércitos. El choque de las fuerzas fue desde el inicio desordenado, y cuando la victoria parecía favorecer a los hititas, los egipcios reaccionaron y lograron controlar la situación, el final no fue claro. Pero el tratado firmado años después da la pauta de que ambos contendientes consideraron que continuar con operaciones bélicas solo causaría pérdidas sin obtener beneficios. El estudio de la batalla se desarrollara sobre: la conformación de los ejércitos sus tácticas y equipamiento, y cómo se sucedieron las diferentes fases del hecho de armas.

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Desarrollo La conformación de los ejércitos, las diferentes obras que tratan el tema, tienen más documentación sobre los egipcios que sobre los hititas, es por ello que le dará un mayor detalle a los primeros y se evitara especular sobre los segundos. El ejército egipcio de la época es el resultado de casi mil años de historia. Ha evolucionado de un ejército con características de guardia local del Imperio Arcaico, a un ejército con capacidad ofensiva limitada que permitió la unificación del Imperio Antiguo en el bajo Nilo; durante el Imperio Medio el ejército logró unificar el alto y bajo Nilo puesto que su capacidad ofensiva aumentó pero siempre atado al rio, esto se comprueba en el hecho de que no pudo contener la invasión de los Hicsos.35 Finalmente durante el Imperio Nuevo, logran los egipcios conformar un ejército con capacidad ofensiva para operar allende las fronteras del Nilo, que le permitieron expulsar a los invasores y controlar sectores más allá del río al cual estaban unidos para su subsistencia. Durante el auge del Imperio Medio se desarrolla la batalla de Qadesh. Para esta época tanto sus gobernantes como su clase dirigente, han cobrado debida conciencia de la necesidad de poseer un adecuado instrumento militar. Es así que los faraones y los miembros de la nobleza, se ocupan de las tareas castrenses, tanto en la asignación de recursos en el sistema burocrático de gobierno, como en la integración de la oficialidad para la dirección del ejército. Si bien los principales cargos y funciones eran ocupados por nobles, éstos eran profesionales ya que desde temprana edad, la educación de los mismos se realizaba en los cuarteles, hecho que incluía a los príncipes herederos. Por su parte la tropa provenía de la leva que se realizaba sobre la población, la misma tenía un sistema de carga impositiva, ya que la administración contaba como impuesto, los miembros que se aportaban al ejército. Además contaban con tropas provenientes de las tribus y pueblos conquistados, que por sus destrezas y habilidades, conformaban

35

La invasión de los hicsos no debemos tomarla sólo como una irrupción violenta de los mismos, sino más bien como una irrupción progresiva ante un debilitado sistema administrativo y político egipcio.

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unidades especiales, siendo los más característicos los Nubios y los Sherden, estos últimos tan valorados que conformaban la guardia del faraón. Es probable que la falta de amplias pasturas, provocada por el régimen de inundaciones del Nilo del cual dependían los egipcios para su subsistencia, no les permitiera la cría masiva de ganado, por lo cual no desarrollaron una cultura ecuestre. Por ello se infiere que la masa de su ejército estuviese compuesta por infantería. La misma estaba equipada con armas de la edad de bronce y consistían en escudo de cuero, lanza con moharra de bronce y la espada kopesh. Esta última muy característica de los egipcios, su forma derivaba de la hoz que se empleaba para el trabajo agrícola, y se diferenciaba de la misma por su mayor dimensión y por su filo externo, el cual al ser curvado causaba heridas cortantes profundas. Es de destacar que no llevaban ningún tipo de protección corporal y que los cascos o yelmos eran poco comunes. Las tribus y pueblos aliados conservaban sus armas tradicionales, en el caso de los nubios arcos y para los sherden espadas y mazas. Si bien se desarrolló el arma de carros ésta no era numerosa en las organizaciones egipcias. Pero es de destacar que sus carros estaban construidos para poder ejecutar rápidas maniobras y ser plataformas estables. Esto se conseguía con la ubicación del eje de las ruedas en la parte posterior del carro y con una amplia separación de las ruedas. El carro normalmente llevaba auriga o conductor y arquero. Éste último brindada poder letal por su alcance y volumen de flechas que podía disparar. Las principales unidades egipcias que ejecutaron la campaña que llevó a la batalla de Qadesh eran: Amón, Ptah, Ra y Suketh, los nombres se correspondían con los dioses locales y estaban relacionados, con las ciudades de las cuales provenían la masa de sus integrantes. A su vez estas unidades que bien pueden ser consideradas el equivalente a las modernas divisiones, estaban subdivididas en formaciones menores. Éstas eran el equivalente a las actuales compañías y sumaban un total de veinte. De las cuales dieciocho eran de infantería y dos de carros. Cada compañía tenía un efectivo aproximado de doscientos cincuenta hombres, siendo la excepción los elementos de carros que llevaban el doble. 85

Como se puede apreciar la masa de la fuerza compuesta por la infantería, tendría la misión principal de conformar el elemento de choque y los carros se reservaban, para conformar vanguardia, exploración, guardaflancos y el concepto de reserva. Esta última función será determinante en la batalla de Qadesh. La infantería combatía en formación de falange, en los relieves de la época se puede observar que las mismas estaban compuestas por una formación en cuadro, con un frente de ocho hombres y una profundidad de once, esto da un total de ochenta y ocho hombres, lo que podría implicar que las compañías se subdividían en tres fracciones, o que por cuestiones de escala en la representación, solamente formaban un cuadro compacto de un reducido frente con una considerable profundidad. En el primer caso tendríamos subunidades con una amplia capacidad de maniobra, mientras que en el segundo tendríamos una subunidad con una gran capacidad de choque, pero con dificultades a la hora de realizar maniobras rápidas. El ejército hitita, estaba conformado por una gran cantidad de pueblos, pero que eran homogéneas en su modo de vida.

A diferencia de los egipcios que

desarrollaron como agricultores a orillas del Nilo, los pueblos de Anatolia (la actual Turquía asiática) fueron en principio cazadores, que devinieron en pastores y que luego se dedicaron a la agricultura. Esto les dio la característica común de desarrollar la cultura guerrera más apta para la conquista. Los pueblos que logró agrupar Muwatallis para esta campaña, por lo tanto eran más aguerridos que los egipcios. Y a diferencia de los habitantes del Nilo, confiaban más en los carros que en la infantería, de manera tal que la mitad de los efectivos que se reunieron para esta campaña correspondían a esta arma. El carro de los hititas era más pesado que su homólogo egipcio y tenía tres tripulantes. Auriga, lancero y escudero, lo cual le confería un mayor poder de choque, sacrificando la velocidad y capacidad de maniobra. Esto nos lleva a inferir que en el combate estas unidades explotaban lo que hoy se llama, el efecto psicológico paralizante. Cuando se lograba esto sus rivales quedaban inermes frente a los carros, o en el mejor de los casos echaban a correr. La dificultad del empleo de estas tácticas, reside en el hecho que el terreno debía reunir ciertas condiciones, tales como estar despejado de 86

obstáculos, ser llano y amplio. La mejor formación de carros para lograr el efecto citado, era la de línea, y cuanto la línea era más extensa que profunda mayor, era el efecto.

Campamento de Ramsés

Viejo Qadesh

Qadesh

Shabtuna

Bosque de Robawi Kamuat elHarmel

Alrededores de Qadesh

El problema era que para desplegar una extensa línea de carros, era necesario un terreno todavía más amplio que el habitual. Estos terrenos son difíciles de conseguir y por lo general no están ubicados convenientemente. Por lo cual es necesario desarrollar una maniobra previa, para llevar al enemigo al terreno elegido, o preparar con anterioridad al paraje donde se prevé se va a llevar a cabo la batalla. Las diferentes tribus y pueblos que integraban el ejército de Muwatallis, 87

aportaron los contingentes de carros para formar dos grandes columnas que totalizaban alrededor de tres mil quinientos carros, casi once mil hombres. Por su parte la infantería estaba compuesta por una agrupación de nueve mil hombres. Estos estaban armados con escudos, lanzas y espadas, pero a diferencia de los egipcios, llevaban armaduras de escamas (cuero y bronce) y sus espadas eran de hierro. Lo que pareciera ser una ventaja tecnológica clara para los hititas no fue explotada en su totalidad, porque estos privilegiaron el empleo de carros con lanzas, al choque de falanges de infantería. Esto se debe básicamente al menor número de los últimos. La principal similitud de ambos ejércitos, está en el aspecto de la conducción. Tanto Muwatallis como Ramsés, reunían en sus personas los niveles estratégicos, operacionales y tácticos. Fueron quienes decidieron ir a la guerra para asegurar los límites de sus reinos, quienes diseñaron las líneas de operaciones para alcanzar dicho objetivo y finalmente quienes condujeron a sus hombres en batalla. Este hecho nos habla de una época menos compleja, pero también de un eficiente sistema burocrático, que les permitía llevar adelante los asuntos de gobierno en ausencia del ejecutivo y de una adecuada cadena de mando en el ejército. El hecho de armas, el faraón Ramsés va a iniciar la campaña con la finalidad de asegurar su frontera norte con los hititas. El ejército egipcio inicia su desplazamiento y el dispositivo que adopta para atravesar la península del Sinaí, le hubiera resultado muy familiar a un espectador de las guerras napoleónicas. Las agrupaciones; Amón, Ptah, Ra y Suketh, no marchan por un solo camino, ni reunidas. Sino que lo hacen por distintos caminos y separados por días, en una especie de bataillon carre.36 Los egipcios marchan de esta forma, tanto para no agotar los suministros de las poblaciones que van atravesar, como también para reducir los tiempos de desplazamiento. Si bien el sistema burocrático egipcio les brindaba un adecuado flujo de suministros a los ejércitos en campaña, el mismo nunca era suficiente y las fuerzas debían vivir del 36

Una de las maniobras del ejército napoleónico por el cual sus fuerzas marchaban separadas y se unían en una batalla posteriormente.

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terreno. Los caminos de la época no tenían un ancho considerable, por lo cual los hombres que se podían desplazar por los mismos no podían ser más de cuatro y no toleraba más de un carro a la vez. Esto significa que una columna de infantería de cuatro mil hombres, avanzando en frente de cuatro ocuparía un kilómetro de extensión pero la columna de quinientos carros ocuparía tres kilómetros, con lo cual la columna final con separaciones mínimas se extendería por seis kilómetros. Si se suman los cuatro cuerpos en una sola columna se extendería por veinticuatro kilómetros (cálculos conservadores), lo cual la haría poco flexible y difícil de conducir con los medios de la época. El ejército egipcio logro atravesar el Sinaí, siguiendo la línea costera con las separaciones antes descriptas. Tras superar los territorios de Palestina y a la altura de la ciudad de Biblos, se alejó de la costa y siguiendo el curso del Orontes, se dirigió a la ciudad de Qadesh, que era uno de los objetivos, con el cual conseguiría asegurar sus fronteras. El encolumnamiento de sus divisiones era el siguiente: Amón (con el faraón), Ra, Ptah y Suketh. Muy próximo a Qadesh Ramsés encontró indicios de que el ejército hitita se encontraba próximo. Evidentemente Muwatallis para emplear mejor sus fuerzas, compuestas en su masa por carros, debió elegir el lugar donde presentar batalla. Para lograr que los egipcios se dirigieran hacia el lugar, dejó unos soldados adecuadamente instruidos para informar a las fuerzas egipcias sobre la supuesta ubicación de los hititas. Esta técnica por increíble que pueda parecer resulto efectiva, lo que evidencia que los egipcios no poseían un adecuado elemento de información. No poseían informantes locales, lo que se puede deber a que eran considerados extranjeros, y la seguridad inmediata que le brindaban los carros, no estaban suficientemente adelantadas como para funcionar como fuerza de cobertura. La información que le fue suministrada al faraón, era de que las fuerzas hititas eran mínimas y que se retiraban más al norte de Qadesh, hacia el lago de Homs. Por lo cual el faraón decidió reunir a sus fuerzas para atacar a los hititas bien al norte de Qadesh. El faraón con la división Amón, establece su campamento al norte de Qadesh, a la espera del resto de las divisiones. La más próxima a alcanzar el campamento 89

del faraón es la de Ra. Los hititas que esperaban atacar a las fuerzas egipcias por separado, se abalanzaron sobre la división de Ra, siendo los carros la punta de lanza del ataque.

Neharin Hititas Refuerzos egipcios provenientes de Amorru

Campamento Egipcio

Hititas

Amón Qadesh Hititas

Ra

Batalla de Qadesh

Ptha

Bosques de Labui

Suketh

El hecho de haber podido atacar en el lugar más conveniente para el empleo de los carros, hace suponer que esta acción fue previamente planeada. La división Ra en movimiento fue sorprendida, y poco pudo hacer contra los carros, que atravesaron la columna, dispersando a la tropa. Los carros hititas no se dedicaron a masacrar a las fuerzas de Ra, sino que se dirigieron al norte para alcanzar a las fuerzas de Amón en el campamento del faraón. La destrucción de las fuerzas de 90

Ra, fue tarea para la infantería hitita, que hizo bien su trabajo, porque la división no volvió a tomar parte en la batalla. El faraón en su campamento recibió las noticias de lo acontecido, cuando se escucharon las alarmas por el ataque de los carros hititas. La resistencia de la división Amón fue más sólida que la de Ra, logrando contener a los hititas causándole las bajas de sus principales comandantes que marchaban a la cabeza de sus formaciones. La infantería egipcia adoptó formaciones de falange, lo que restó eficacia a los carros hititas. Esto se puede atribuir al hecho de que los carros hititas, armados en su mayoría con lanzas, no tenían el poder letal a distancia que tienen los arqueros. Para emplear eficazmente la lanza el enemigo debe estar en movimiento y aislado, cosa que no ocurría con un enemigo formado en falange. La velocidad de estos carros no era tal como para arrollar una falange erizada de lanzas, cosa que de todas maneras no era factible por la resistencia de los caballos que en el último momento, se detenían para evitar ser ensartados por las moharras. Por lo cual es de esperar que los carros siguieran su marcha paralelos a la línea de la falange. Esta maniobra hubiese requerido una gran coordinación y amplios espacios para maniobrar, algo similar a la compleja maniobra de caracola de la guerra de los treinta años. Por lo cual es de esperar que los carros se detuvieran frente a la falange egipcia. La variante de emplear de otra forma a la lanza como un dardo arrojadizo, presenta el problema que la misma no se puede recuperar, no era de esperar que el carro llevara tantas lanzas para hacer de esto una técnica eficiente.37 Desatada la batalla alrededor del campamento y cuando los hititas parecía que tenían la victoria en sus manos, ésta se malogró, porque las tropas de Muwatallis se desorganizaron dedicándose al pillaje. Al parecer el campamento egipcio y los bienes que llevaba el faraón, despertaron la codicia de los hititas. Este valioso tiempo que se les dio a los egipcios, fue bien empleado por el faraón, que organizó 37

Debemos tener en cuenta que las mismas no estaban diseñadas para ser arrojadas pues no eran del tipo jabalinas y esa opción no era factible en el desarrollo de la batalla.

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los carros que tenía disponible, y atacó a los hititas que estaban distraídos en el saqueo de su campamento. Cuando los hititas comenzaron a retirarse, empujados por los carros egipcios, se unió a la batalla la división Ptah, que al parecer alertada por mensajeros apuró su marcha. Esto significó la debacle del ataque hitita, los carros sin el apoyo de la infantería, volvieron por el camino que llegaron y se retiraron del campo de batalla. La persecución de los egipcios no fue eficaz, es probable que en su camino siguiendo a los carros, se hayan encontrado con la infantería hitita, que había destruido a la división Ra, y al medir fuerzas con ella, optaron por abandonar definitivamente la persecución. Si bien el ejército egipcio pareciera haber quedado dueño del campo de batalla, no hay indicios de que haya continuado su campaña más al norte, como tampoco los hititas procedieran a avanzar hacia el sur. El tratado firmado luego por ambas partes, reconoce implícitamente que ambas partes se encontraban en situación de equilibrio de fuerzas, por lo cual era mejor un tratado de paz y amistad. La reconstrucción de la batalla de las diferentes obras se basa en su mayoría, sobre las inscripciones del Ramuseum (la tumba de Ramsés II) y las que se encuentran en diferentes templos para celebrar la victoria del faraón, así como también en el tratado de paz firmado por ambos monarcas. En algunos templos egipcios de la época, se inscribieron poemas que celebraban la brillante victoria del faraón sobre los hititas. Al margen del resultado incierto de la batalla, podemos apreciar como ya en la época, con el empleo del relato favorable y realizando modificaciones a los hechos se recurría a la propaganda, con la finalidad de acrecentar el prestigio del monarca frente a sus súbditos y frente a la posteridad. Conclusiones Mil trescientos años antes de Cristo que sumados a los dos mil de nuestra era, nos dan como resultado una distancia de más de tres milenios, un espacio de tiempo tan amplio que casi roza la prehistoria. Recién en el siglo tres antes de Cristo con la conquista de Alejandro, occidente tiene una mirada más acabada de 92

esta civilización, que para esa época ya ha tenido su época de esplendor milenios antes. Lo que conocemos como relatos orales de la historia y tradiciones egipcias, se corresponden a esta época. La distancia temporal es tal que cuesta poder ubicarse en el momento de los hechos de la batalla. Por ello las conclusiones apenas pueden ser catalogadas como conjeturales. Por las exigencias de mantener la seguridad en un amplio territorio, los egipcios debieron crear unas fuerzas armadas semi-profesionales, tanto para mantener el orden interno como para protegerse de enemigos extranjeros. Esta fuerza estaba debidamente asentada con un acabado sistema burocrático, que le permitía reclutar, equipar y conducir en batalla grandes contingentes. La conformación de una fuerza con su masa de infantería, se debió más a las posibilidades económicas, que a una elección deliberada. Las tácticas y principios que empleaban pueden ser reconocidas hoy en día, porque se ajustaron a principios generales del empleo de la fuerza. Vemos como los hititas emplearon la sorpresa para desarticular al enemigo, pero también la capacidad como conductor de Ramsés que logró constituir una fuerza para contraatacar y cambiar la situación. Tal vez la operación más compleja que realizó el ejército egipcio fuera la aproximación lejana. Dividida en agrupaciones independientes, por diferentes caminos y separadas en tiempo y espacio, como un cuerpo de ejército de la época napoleónica. La división de las responsabilidades de los monarcas no era tan taxativa como lo son hoy en día. Es difícil imaginar que los gobernantes de la época dejaran en manos de otros, algo tan serio para ellos como lo era la guerra. También revela un sistema administrativo que les permitía, dejar estas cuestiones en manos de burócratas profesionales. También podemos apreciar como los gobernantes podían variar el relato de los hechos a su favor. Pero también vemos la astucia en el manejo de la política, ya que al margen de los resultados en el campo de batalla, se negoció una paz favorable para ambos reinos.

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GUERRA Y FORMACIÓN SOCIAL EN EL MUNDO GRIEGO ANTIGUO

Lic Enrique D. González Universidad de Buenos Aires El establecimiento y desarrollo de diferentes prácticas militares a lo largo de la historia permite preguntarse acerca del tipo de organización que emplean los hombres para llevar adelante la guerra, y cómo a su vez esto influye en las representaciones que sobre ella los mismos construyen y reproducen.

Por lo

tanto, para responder a estas cuestiones no podemos soslayar el papel que ha tenido la guerra a la hora de erigir y también destruir órdenes sociales por lo que consagrarse a su estudio lejos de asociarse al pasado enriquece el conocimiento del presente. En este sentido, comprender la forma en que se realizaba la guerra en la Grecia Antigua requiere analizar los fundamentos sociales y estructurales de la conformación de la infantería hoplita y su modo de combatir, para poder luego señalar algunos de los aspectos que introducen cambios y nuevas perspectivas en el sentido con el que se piensa y desenvuelve el conflicto armado. Por ello, aquí no nos interesa tanto comentar puntualmente batallas que ya han sido descriptas con muchísimo detalle en innumerables libros y artículos, aunque mencionaremos y glosaremos algunas de ellas para enfatizar los elementos que nos sirven en función de observar y pensar la relación entre guerra y formación social durante este período histórico. A su vez, haremos algunas consideraciones sobre la importancia que en la actualidad algunos autores le otorgan a este período, con su consecuente revalorización como fuente para entender los nuevos conflictos armados que existen en la actualidad.

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I – La falange “… Al punto corrimos a su encuentro, y armados de escudo y lanza los atacamos. La ira hervía en nuestros pechos; nos tocábamos hombre con hombre; nos mordíamos los labios de coraje, y una nube de dardos oscurecía el cielo…” Aristófanes, Las Avispas1 El creciente desarrollo de la agricultura en las aldeas griegas, con la incorporación de nuevas tierras para el cultivo y la obtención de mayores excedentes, dio paso a una estructura social más amplia que influiría tanto en la cultura como en la práctica de la guerra: la polis, cuya base social estaba constituida por propietarios que poseían la tierra en condición de igualdad y en cuyo seno las relaciones económicas y políticas se definían dentro de esta dinámica. Esta condición de propietarios hacía de los individuos ciudadanos de la polis, y a su vez, en tanto tales, ellos asumían su rol de soldados en la defensa o el ataque que podían disponer las ciudades-estado en un momento determinado. Esto implica que no existía una especialización y desarrollo militar pensado para crear una polis que se destacara por su capacidad de combate 2, sino que a partir de la posesión de la tierra se definía tanto la condición de ciudadano como el papel que éste desempeñaba a la hora de la batalla. Dicho clivaje, a su vez, supone una estrecha relación y colaboración tanto para la producción como para la guerra; hecho señalado por uno de los mayores especialistas del período, Victor Davis Hanson, para quien la comprensión de la sociología rural de la polis es indispensable para entender cómo se definían las prácticas guerreras.3 Al ser la guerra uno de los elementos fundamentales del mundo griego antiguo, cada incursión o invasión a gran escala tenía como fundamento el intento de devastar el territorio agrícola del enemigo, como indica van Wees4. En tanto se buscaba afectar la agricultura, las batallas dependían de los ciclos de siembra y cosecha por lo que estaban acotadas espacio temporalmente, lo que producía un 96

abandono transitorio por parte de los propietarios-soldados quienes abandonaban provisoriamente sus labores para colaborar en la batalla. Esta colaboración y organización tenía su expresión por excelencia en la falange, que si bien sabemos aparece anteriormente en la historia, se generaliza y asume un papel crucial en Grecia.

Constituida por los soldados de infantería

llamados hoplitas, de acuerdo a la panoplia militar conformada por el escudo (hoplon, de allí proviene el nombre hoplita), la armadura corporal (tórax), el casco (kranos), las grebas (knemides), una espada (xifos) y una lanza (dori), de este equipamiento sólo podían proveerse los propietarios debido a su costo, mientras que las fracciones sociales más empobrecidas de la polis combatían como infantería ligera (psiloi) o tenían su lugar en la flota como marinos (thetes). Sólo mencionaremos los aspectos de esta forma de combatir que tomamos como centrales para pensar el desarrollo posterior: el combate entre falanges dependía de una táctica rudimentaria, la cual era un choque cuerpo a cuerpo corto y violento, en un terreno llano, debido a las dificultades para la maniobrabilidad que suponía tener un equipo pesado, y en el que vencía aquel que lograba dominar al enemigo o hacer que abandone el campo de batalla.

Una vez

producido este choque masivo, cabría la posibilidad de algún tipo de desarticulación que diera paso a una serie de combates semi individuales, aunque la victoria no dependía de la aniquilación sino de obtener alguna ventaja clara y perceptible sobre el enemigo, reuniendo a su vez trofeos de guerra para simbolizar el triunfo. Debido al carácter ritualizado del combate, realizado bajo parámetros reconocidos y aceptados por los contendientes, existía una percepción simbólica reproducida por ambos que implicaba la exaltación de la virtud (areté) y las cualidades morales adscriptas necesarias para mantener el orden y la disciplina (heroísmo, valor, ferocidad, confianza en los demás, etc.). Por eso, dicho trofeo era la última instancia de representación simbólica que partía de las ceremonias y sacrificios realizados antes de la batalla y concluían en él, en tanto exhibición de dichas cualidades5. 97

Pero es magnífico a su vez, como indicamos con Aristófanes, las formas que asumían los relatos sobre este tipo de choques, tanto en las comedias como en las tragedias, lo que ponía al alcance de los sentidos de todos los integrantes de la polis el relato sobre el desempeño de los hoplitas.

La fuerza bruta y sus

componentes elevaban a los hombres, logrando así una marcada reproducción de las costumbres y valores bélicos, que también incluían la representación de las acciones en las celebraciones y esculturas. Pensemos que, al no ser cuerpos militares profesionales a excepción de los espartanos, era de suma importancia lograr involucrar a toda la polis, y más aún a los combatientes, en la defensa o el ataque a llevarse a cabo. La interacción entre las formas en que se organizaban la agricultura y la guerra señala pues una manera particular de desarrollo de ambas, asociadas además a las limitaciones temporales y estacionales, al modo en que se combate y a las representaciones que ello genera en las relaciones dentro y entre las polis griegas. Como acertadamente señala Ferrill, debemos comprender que la falange no sólo fue una formación táctica sino una forma de vida y un código de virilidad y moralidad,6 haciendo de ella una verdadera y reconocida institución social de amplio alcance en el mundo griego. Aquí sólo hicimos referencia al modelo típico de la falange de las polis griegas, y no a la falange espartana cuya actuación era altamente eficaz debido a que a su organización en tanto fuerza militar profesional y permanente, se sumaba una composición organizada en subunidades lo que generaba en su integración una mayor flexibilidad. Esta breve caracterización servirá para poner de manifiesto luego qué elementos concurren para ir modificando la práctica de la guerra y cómo ellos influyen cuando dicha actividad se expande fuertemente por el conflicto entre Atenas y Esparta conocido como Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.)

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II- Cisma al interior del mundo griego “Mucho sería de estimar un dardo que pudiese diferenciar los buenos de los ruines” Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso7

Luego de superada la amenaza de la invasión del imperio Persa gracias a las victorias obtenidas en las batallas que van de Maratón a Salamina, Atenas y Esparta emergen como actores fuertes y relevantes que intentarán a través de diferentes políticas de alianza imponerse como núcleo dominante en el mundo helénico.

Los crecientes conflictos entre los aliados de ambas polis y entre

atenienses y espartanos, solucionados provisoriamente con acuerdos de paz y negociaciones permanentes para evitar el enfrentamiento, finalmente conducirán a una confrontación inédita dentro de un nuevo marco en el cual progresivamente aparecerán algunas transformaciones en el modo de hacer la guerra. En la Guerra del Peloponeso (431-404), durante la primera etapa Atenas y Esparta

implementan

dos

estrategias

asociadas

a

sus

capacidades

y

potencialidades militares: mientras que Esparta, al invadir el Ática y tratar de devastar los campos busca que los atenienses enfrenten la batalla en campo abierto, estos últimos al saber que de esa manera existían grandes posibilidades de ser vencidos, usarán su potente y desarrollada flota para por un lado obtener recursos a través del comercio marítimo y por otro realizar incursiones anfibias dentro de las zonas pertenecientes a los aliados de Esparta. Para Donald Kagan, en esta primera fase la estrategia seguida por el ateniense Pericles tenía dos facetas: encerrarse dentro de las murallas de la ciudad y dejar el campo en manos de los espartanos, suponía que los recursos podían obtenerse por el comercio utilizando el poderío naval de la polis, a la vez que dicho poderío permitiría hostigar al enemigo en las costas bajo la forma de incursiones a los lugares bajo su control. Si chocar contra la falange espartana conllevaba un gran riesgo debido a la alta probabilidad de derrota, se suponía que esta estrategia

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sería una muestra clara de cómo podía Atenas dañar al enemigo allí donde éste no pudiese estar presente8. Ahora bien, ante esta estrategia que rehuía el combate tradicional, los espartanos debían concebir algún tipo de método que no sólo implicase las invasiones al territorio agrícola del Ática. Sin embargo, tal como indica Fornis el problema principal era la carencia de dinero para expandir la flota en función de adquirir naves y remeros, por lo que cualquier intento de disputarle el mar de los atenienses necesitaría de un apoyo importante por parte de las flotas de sus aliados9. El uso de estas concepciones estratégicas implicaba un desgaste mutuo, pero tal como se observó rápidamente, con ellas ninguna de los dos podía llegar efectivamente a un resultado decisivo con el que se pudiera finalizar la guerra. A su vez, el hecho de no combatir en un choque de falanges trastocaba el imaginario cultural tan arraigado en los combatientes y las polis griegas. Lo significativo de esta primera etapa del conflicto, y que luego repercutirá en las siguientes, es por un lado la ampliación de la dimensión espacio-temporal de la guerra: ésta ya no dependerá de un uso del tiempo ligado a los ciclos agrarios ni tampoco de la posibilidad de resolver en un campo de batalla favorable y de una vez, el conflicto. La geografía y el tiempo no serán más determinantes de los enfrentamientos, sino un elemento que pasará a complejizar el conflicto. Esto implicaba un doble esfuerzo representado tanto por la capacidad de movilizar recursos de todo tipo para mantenerse en guerra, como una nueva concepción de la política de alianzas que se debían establecer y explotar para lograr los resultados decisivos.

Estas políticas de alianzas tensionarán el

escenario de manera tal que en diferentes polis estallará la guerra civil (stasis), fenómeno que por supuesto no era novedoso, aunque sí los consecuentes exilios y movimientos de población inéditos por su escala en toda Grecia. Por otro lado se desprende de lo anterior que, debido a la ampliación del tiempo y espacio de lucha entrarán a primar nuevos sujetos cuyo rol, que antes era 100

eminentemente secundario en la batalla irán asumiendo un mayor protagonismo y centralidad: si Esparta tratará de ir conformando una flota para disputar el mar a los atenienses decididamente y contratará mercenarios, Atenas buscará mejorar la calidad de sus fuerzas terrestres, dándole un mayor impulso a la infantería ligera. También tenemos que pensar que cualquier despliegue para el combate de las fuerzas terrestres espartanas tenía que seguir una lógica centrípeta, es decir siempre debían considerar que no podían alejar demasiado todos sus efectivos para el combate a grandes distancias de la polis y sus adyacencias, ya que ello supondría la oportunidad para que se rebelasen los ilotas y las fracciones sociales sojuzgadas. Sobre esta cuestión del nuevo impulso a la infantería ligera por parte de los atenienses, la ocupación y batalla de Pilos y Esfacteria (425 a.C.), marca un gozne en la forma en que se realiza la guerra y cómo repercute su resultado al interior del mundo griego. No sólo los atenienses utilizan en gran número infantería ligera y arqueros sino que logran vencer a una unidad espartana e incluso toman gran cantidad de prisioneros, lo que repercute en dos sentidos: dan por tierra con la imagen de la invencibilidad terrestre espartana y con el principio arraigado de que los espartanos prefieren morir antes que ser prisioneros, a la vez que se manifiesta de qué manera pueden usarse la combinación de infantes y arqueros para imponerse en la batalla. Pensemos que el hecho de combatir a distancia y una mayor movilidad cuestiona dos pilares fundamentales de la falange: la puesta en acto de esa táctica en sí misma y la percepción de los componentes virtuosos y heroicos que supone batirse cuerpo a cuerpo, en formación y colaborando dentro de ella. Las palabras de Tucídides nos indican esta lógica hacia el final de la batalla de Esfacteria: los espartanos eran acosados por proyectiles que les arrojaban, ponían en fuga a los soldados de infantería pero ellos se volvían y proseguían la lucha, el terreno era difícil y con sus armas pesadas no podían perseguirlos, no se podía ver por el humo debido a los incendios intencionalmente provocados por los atenienses ni escuchar las órdenes por el griterío enemigo, etc. 10 101

Destacamos en cursiva parte del párrafo anterior ya que si la falange necesitaba de un terreno llano para lograr un despliegue efectivo en la medida en que estaba equipada pesadamente, es lógico que llevándola a un espacio desfavorable se verá afectada su capacidad de lucha y se le dificultará la forma en la que pueda disponerse y maniobrar. Esto supone una interacción de nuevo tipo entre enemigos que no actuarán de modo previsible, lo que consecuentemente debe llevar a una adaptación para el combate. Esta cuestión de la adaptación es crucial para entender de qué manera también hacia el final de la guerra y ya en el mismo siglo IV, la infantería ligera y los mercenarios empezarán a asumir un mayor protagonismo e influencia, y cómo eso impacta en otro de los pilares simbólicos de la falange: el empleo de armas que pueden matar o herir a distancia hacen mella en la representación sobre los valores de honor y virtud que encierra el clásico combate de choque y lucha cuerpo a cuerpo.

Así lo relata Tucídides en el encabezado que abre este

apartado, en el cual pone en boca de un soldado espartano la imposibilidad de saber si los caídos pudieron morir honorablemente, ya que un dardo o flecha no distinguen las cualidades como el honor y la valentía propia de cada combatiente. Al considerarse un acto de cobardía utilizar armas arrojadizas, la muerte honorable era la que se recibía a manos enemigas en enfrentamiento directo, hecho que reflejaba a su vez un ideal individual y colectivo: morir luchando por la polis era el mayor acto de arrojo y entrega que un ciudadano podía realizar. Como estos valores eran necesarios y entraban en juego a la hora de mantener la organización y a su vez evitar el desbande cuando se producía el choque, cabe imaginar que de alguna manera deberían resignificarse en el momento en que apareciera un enemigo cuyo fin fuera acosar, tratar de desorganizar o confrontar a la falange en forma tal de generarle incomodidad para la lucha. Algunas de estas nuevas lógicas que se irán presentando en las diferentes fases de la Guerra del Peloponeso, dinamizan y dan lugar a cambios en la configuración de la formación social del mundo griego. Si consideramos la 102

omnipresencia del conflicto, su extensión y duración, la creciente relevancia de los nuevos sujetos, la percepción y valoración de la guerra, entendemos tanto para este período histórico como para los demás que la guerra no sólo puede dar origen, sostener o modificar diferentes órdenes sociales sino que también no puede percibirse simplemente como una actividad especializada escindida de las estructuras y parámetros existentes en un momento dado. III- Nuevos sujetos e innovaciones militares Si bien la Guerra del Peloponeso concluye con la victoria espartana gracias en parte a la asistencia persa, la extensión de la misma produjo que a su fin ambos contendientes tuvieran que sufrir un contexto de penuria económica y, en los años posteriores, que se generaran nuevas disputas entre las polis, debido a que las duras condiciones impuestas por Esparta harían que ésta no logre conformar una alianza duradera y reconocida con las diferentes ciudades-estado helénicas. Uno de los aspectos que creemos es interesante pensar es el hecho de que a partir del siglo IV costará cada vez más que aquél que salga victorioso de una guerra consiga estabilizar la situación política por largo tiempo. Seguramente, esto se debía a una multiplicidad de factores, pero consideramos uno muy influyente la existencia de mayores fuerzas disponibles para resolver militarmente los problemas y también la emergencia de liderazgos que producen cambios marcados en el modo de hacer la guerra. En el apartado anterior hicimos referencia a cómo comenzaban a desarrollarse algunas modificaciones, siendo una de ellas el empleo en mayor escala de la infantería ligera y los mercenarios: aquí describiremos con la figura de Ifícrates el rol fundamental que cobran ambas, señalando las características de su equipamiento y su empleo a la hora del combate, específicamente en la batalla del Lequeo durante la Guerra de Corinto (395-387 a.C). Con las reformas e innovaciones que se le atribuyen a Ifícrates observamos el intento general de constituir una fuerza con mayor movilidad y adaptable a diferentes terrenos, de ahí la necesidad de aligerar los elementos que el soldado 103

utiliza. Por un lado, tenemos la creación de botas más ligeras y que se atan más fácilmente, junto a la generalización del uso de cota de malla, específicamente el linothorax (coraza de lino), en lugar de la coraza de bronce. Sobre el linothorax, pensemos que no sólo ofrecería protección sino que también aligeraría el peso sobre el cuerpo, otorgándole al combatiente comodidad para el desplazamiento, hecho fundamental en la medida en que a su vez se evita una rápida merma física antes y durante el combate, tal como ocurría con los choques entre las falanges. Al elaborarse con un material que se encontraba fácilmente en la región, como señala Aldrete, la coraza de lino estaría disponible incluso para las personas de limitado poder adquisitivo a la vez que, a diferencia de una coraza de bronce, no necesitaba ser confeccionada a medida sino que se adaptaba a las diferentes formas de los cuerpos gracias a su correaje.11 A su vez, la sustitución del escudo de bronce, pesado y grande, por la pelte, escudo de tamaño medio y mucho más liviano, también ayudaría a facilitar los movimientos. Y no es menor que, a diferencia del escudo hoplítico, la pelte estaba pensada para el combate individual y provista de tiras que permitían ponerla a la espalda si es que había que huir (del uso de la misma deriva el nombre peltasta). La existencia de la posibilidad de huir, impensada dentro del ethos hoplítico, es importante para entender de qué manera podían emplearse este tipo de tropas ligeras en función de incomodar y acosar a fuerzas pesadamente equipadas, retirándose y avanzando permanentemente. Pero lo interesante es que Ifícrates no sólo innovo en la protección sino también en el armamento, con el aumento de la longitud de las lanzas (hecho que se produjo luego de su derrota en Egipto, donde estaba al servicio de los persas junto a sus mercenarios) y la utilización de la espada en lugar del tradicional puñal o espada corta.12 Con todos estos elementos a disposición pues, costearse el equipamiento militar sería más accesible de manera tal que suponemos existiría la posibilidad de 104

una mayor incorporación de hombres como infantería ligera o mercenarios. Pero también, Ifícrates hacía del entrenamiento y la instrucción uno de los pilares de la organización de sus fuerzas con lo cual constantemente éstas iban aprendiendo y especializándose en diferentes formas de ataque y defensa. Por ello, este tipo de organización de alguna manera complejizaba la guerra en tanto actividad social, por la creciente profesionalización de las fuerzas y la emergencia clara de liderazgos militares innovadores. Ello generaría un nuevo camino para las polis, al tener que tomar en consideración la existencia de nuevos elementos que podían resultar decisivos a la hora de dar la batalla. Uno de los ejemplos del empleo exitoso de este tipo de fuerzas lideradas por Ifícrates ocurrió en la batalla del Lequeo, durante la Guerra de Corinto (que enfrenta a Esparta contra una coalición de polis liderada por Atenas que también incluía a Tebas, Corinto y Argos), cuando en el 391 a.C derrotan a una mora espartana (600 hombres), causándole unos 250 muertos.

Los espartanos,

sorprendidos por la aparición de los peltastas ificráticos y por cómo les arrojaban jabalinas, intentaron perseguirlos aunque obviamente el menor peso del equipo y las armas hacía que los peltastas huyeran, a la vez que como relata Jenofonte, la orden de Ifícrates era no entablar lucha cuerpo a cuerpo con los hoplitas sino diseminarlos, en función de poder derrotarlos con las armas arrojadizas desde el frente e individualmente por los flancos.13 En esta batalla se observa cómo los peltastas hacen uso de sus cualidades para evitar el choque con los espartanos, utilizando su movilidad para incomodarlos permanentemente, desordenándolos para poder atacarlos sin su núcleo de fuerza constituido, desgastándolos en función de que su equipo resulta más pesado e incómodo y venciéndolos en un marco en el que sus condiciones de agilidad y acoso se imponen por sobre la fuerza bruta espartana. Entonces, de acuerdo a lo que venimos describiendo, pensemos que si la falange en su forma clásica necesitaba de la unidad y la cohesión para el choque, junto al empleo de su equipamiento pesado y la fuerza bruta para lograr 105

imponerse en un combate corto dentro de un terreno uniforme, la actuación de los mercenarios y tropas ligeras, al combinar movilidad gracias al equipamiento liviano con la posibilidad de utilizar armas arrojadizas, dentro de una organización y disciplina propias, establecería una diferencia con la cual poder imponerse efectivamente en el campo de batalla. De tal forma, la actuación de las tropas ligeras que demostraba un germen de potencialidad en Pilos y Esfacteria, (aunque existiera una marcada superioridad numérica ateniense ante los espartanos) y durante las etapas finales de la Guerra del Peloponeso, se transformará durante la Guerra de Corinto en una evidencia incontestable de la vulnerabilidad hoplita ante los ataques de la infantería ligera organizadas al estilo ificrático, es decir entrenadas y disciplinadas en función de actuar de manera autónoma o en combinación con los hoplitas. Ahora bien, si para esta época se generalizó el empleo de tropas ligeras, el costo del equipamiento era menor y había mayor cantidad de hombres en disponibilidad, en parte debido al contexto económico, para sumarse como mercenarios, una vez establecida la creciente superioridad e importancia de la infantería ligera cabe preguntarse por qué la táctica de la falange clásica no llegó progresivamente a su fin. La nueva dinámica de las relaciones militares junto a la extensión espacio temporal de la guerra, hizo que la correa de transmisión primigenia entre propietario-ciudadano-soldado se viera decididamente afectada, aunque ello lejos estuvo de impedir que el combate entre falanges continuara desarrollándose durante el siglo IV a pesar de las crecientes evidencias respecto a que su estilo ya no era del todo adecuado para esta época. Tenemos que señalar entonces que aún en este contexto de importantes cambios, los atributos de la falange en tanto institución social (como indica Ferrill) seguían influenciando el imaginario de los actores del mundo griego y si bien tenían frente a sí las pruebas de que existían otras maneras con las que lograr resultados favorables, todavía era considerada como la forma de combate más 106

adecuada para hacer la guerra. El peso de lo simbólico pues seguiría actuando e influyendo fuertemente a la hora de disponerse para la lucha. Por ello, aunque posteriormente se introducirían algunos matices en la formación de la falange como el orden oblicuo y una mayor profundidad en cuanto a número de efectivos, aún bien entrado el siglo IV el choque entre dos fuerzas de infantería generaba una atracción innegable. De alguna manera, la complejización y los aspectos innovadores presentes en esta época todavía no habían arraigado lo suficiente como para descartar de una vez al choque como modo de lucha preferencial en la guerra griega. Conclusiones A lo largo del artículo, intentamos describir algunas cuestiones acerca de cómo el desarrollo de la guerra está ligado a las particularidades de la formación social de la que emana.

En este caso, entender la guerra entre falanges implica

reconocer la existencia de un clivaje social del conflicto armado y sus representaciones, que organizaban buena parte del imaginario del mundo griego de la época; por ello a su vez nos interesó hacer referencia a los fundamentos de la falange para luego analizar actores como la infantería ligera y los mercenarios, dentro del marco dinámico que introducían aspectos como la extensión espaciotemporal de la guerra, los tipos de equipamiento utilizados y el rol simbólico que ella desempeñaba. Una correcta apreciación del mundo griego antiguo como totalidad implica reconocer que los hechos armados no eran algo aislado, sino que influían decisivamente en las actuaciones individuales y colectivas, y cuya densidad también pesaba a la hora de construir un mundo cultural más amplio y asequible para todos los ciudadanos. En este sentido, pensar la guerra en esta etapa no puede escindirse de las lógicas que dan forma a las configuraciones sociales existentes, y el tipo de cambios que éstas sufren a partir del desarrollo del conflicto armado.

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En la actualidad, de la mano de reconocidos académicos como Victor Davis Hanson y Donald Kagan, pioneros en su momento en el estudio y difusión del lugar de la guerra en la antigüedad helénica14, el mundo griego es considerado un ejemplo histórico de cómo ciertos valores constituyen y disponen a una determinada formación social para luchar. Sin embargo, esta revalorización de los ideales guerreros y heroicos de los griegos es utilizada en función de sostener una justificación de las doctrinas y principios intervencionistas de la política exterior norteamericana15. De acuerdo con esta concepción, se nos sugiere que entendamos los conflictos armados actuales desde un prisma histórico que, partiendo desde Grecia, nos remita en última instancia a los modos en que la superioridad occidental se ha manifestado a lo largo de la historia, y a cómo ella tiene que ser utilizada para asegurarla ante las amenazas y desafíos que plantea, por ejemplo, el terrorismo como nuevo enemigo difícil de asir y combatir. De alguna manera, este tipo de argumentos señala que el estudio de las dimensiones que constituyen los fenómenos sociales y militares del mundo griego antiguo, sigue siendo una tarea necesaria y relevante para entender las relaciones que vinculan sociedad y guerra. Todos los aportes que podamos hacer en este sentido buscan tanto enriquecer el conocimiento del pasado como situarnos correctamente dentro del conflictivo panorama actual.

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Notas 1. Aristófanes. Las Avispas, Buenos Aires, 1944, pág. 62. Muchas de las obras teatrales griegas se referían al comportamiento de los hoplitas a la hora del combate. En este caso, el autor alude a la batalla de Maratón. 2. El único caso de este tipo lo constituye Esparta, en tanto polis militarizada en la que sus ciudadanos en edad de combatir formaban parte de un cuerpo profesional y en la que las labores agrícolas eran realizadas por los ilotas, población sometida a las tareas de producción y reproducción económica. 3. Hanson, Victor Davis. “Génesis de la infantería”, en Parker (Ed.) Historia de la Guerra, pág. 27. 4. Véase van Wees, Hans. La guerra en la Grecia Arcaica y Clásica, en De Souza (Ed.) La Guerra en el Mundo Antiguo, pág. 111. Victor Davis Hanson, (2010) en una observación bastante acertada, matiza esta afirmación al señalar que dicho intento de devastación resulta complejo e implica el uso intensivo de la energía de los hombres a disposición, por lo que también es posible aprovechar estos recursos para el uso propio o abastecer a las fuerzas en el terreno. 5. Una buena descripción sobre el papel de los trofeos la encontramos en Gabaldón Martínez, María del Mar. “El trofeo griego. La memoria y el símbolo en el campo de batalla”, en Desperta Ferro Antigua y Medieval, Núm.21, pp. 44-49, septiembre-octubre 2016. 6. Ferrill, Arther. Los Orígenes de la Guerra, Cap. 4: La Guerra Griega Clásica, pág. 201. 7. Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro IV, Apartado IV, pág. 231. 8. Kagan, Donald. Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz, pp. 72 y ss.

El autor señala que una vez muerto Pericles, la mayoría de los

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atenienses creía conveniente utilizar una estrategia con algunos elementos ofensivos que incluya el combate directo con los espartanos. 9. Fornis Vaquero, César. “A propósito de la flota peloponesica en 431 a. C.”, pp.286-287, en Los mares de griegos y romanos, Valdepeñas, UNED, 1995. 10. Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro IV, Apartado IV, pp. 228 y ss. Ediciones Orbis, Barcelona, 1986. 11. Aldrete, Gregory. “Ejércitos de lino. El linothorax en los siglos V y IV a.C”, Desperta Ferro Antigua y Medieval, Núm.21, pp. 44-49, septiembre-octubre 2016. 12. Moreno Hernández, Juan José. Ifícrates y la infantería ligera griega, pp. 218 y ss. en POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 14, pp. 197-224, 2002. 13. Jenofonte, Helénicas, Libro IV, Capítulo 5, Gredos, Madrid. 14. Algunas de las obras fundamentales respecto a esta cuestión: por parte de Hanson, su trabajo de edición en Hoplites: The Classical Greek Battle Experience. (Routledge, 1991) y su The Wars of The Ancient Greeks (Cassel, 1999). Kagan con su trabajo sobre La Guerra del Peloponeso (Edhasa, 2009), versión abreviada del estudio original de cuatro tomos publicado por este autor entre los años 19691987. 15. Nos referimos a Matanza y Cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental. (Turner-FCE, Madrid, 2006.), sobre todo el prólogo a la segunda edición. Aquí Hanson habla de la superioridad de Occidente y el papel que debe tener a la hora de defender la democracia y sus valores. También en Guerra. El Origen de Todo. (Turner-FCE, Madrid, 2011), en diferentes artículos dicho autor describe los valores e ideales de las guerras del pasado en función de remarcar cómo influyen en los conflictos actuales. Algo similar sucede con el capítulo 4, “Epaminondas el Tebano y la doctrina de la guerra preventiva”, incluido en la obra de la que Hanson es el editor: El arte de la guerra en el Mundo Antiguo (Crítica, Barcelona, 2012). 110

Por su parte Kagan, en su Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz (Turner-FCE, Madrid, 2003) desarrolla la idea de que sólo es posible la paz a partir del mantenimiento de una superioridad militar permanente, lo que supondría intervenir a tiempo antes que esperar el desarrollo de los acontecimientos. Además, Kagan junto a su hijo Frederick y Robert, eran asiduos colaboradores y referentes del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, think tank pionera en la difusión de los valores neoconservadores y el apoyo a la política exterior del gobierno republicano de George W. Bush. Ambos autores a su vez han escrito innumerables artículos sobre estas cuestiones en varios diarios y revistas, la mayoría de ellos disponibles online.

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De Agricultores a Soldados. La guerra y su impacto social en la Grecia Antigua

Mg Esteban Darío Barral Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción Debatir sobre la base agraria de las poleis griegas y las características esenciales de la infantería hoplita es algo que ha quedado unido en el mundo griego antiguo y en la que la mayoría de los historiadores está de acuerdo. La interacción de la agricultura y la guerra ha sido estudiada muchas veces, y es sin duda algo inseparable para poder comprender el impacto social que la guerra produjo entre los griegos. Devastar el territorio enemigo era en prima facie uno de los objetivos de la guerra griega entre los siglos VII y IV a.C. Afectar su economía e impedir el acopio de recursos pareció ser la base de la estrategia fijada para obligar al enemigo a rendirse. La guerra entre las distintas ciudades fue prácticamente endémica de acuerdo a las fuentes antiguas, pues el estudio de las mismas hace ver que no hay períodos de paz prolongados (Garlan-Vernant).38 La transformación de la guerra estuvo acompañada del desarrollo de la agricultura. En primera instancia, la actividad agraria en la Grecia arcaica era similar en su desarrollo y práctica a como se daba en Medio Oriente, donde el

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Según van Wees en el período clásico resultaron destruidas o aniquiladas cerca de veinticuatro poleis, donde se cometieron todo tipo de abusos. Hay numerosos ejemplos en las fuentes clásicas que hablan de la periodicidad de la guerra entre los griegos. Cuando la guerra entre las poleis llegaba a su fin, dentro de la misma polis se sufría la stasis, la guerra civil. Es probable que los griegos hayan sido belicosos e incluso que la guerra llegara a ser parte de sus actividades políticas, propias de quienes creen en el sometimiento de semejantes o por cuestiones de conveniencia económica. Hans van Wees. La Ciudad en Guerra. En Robin Osborne. La Grecia Clásica. Editorial Crítica. 2002.

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palacio cumplía una función centralizadora no solo de las actividades estructurales y fiscales, sino también en la redistribución del excedente de recursos como elementos fundamentales del control monárquico. La eventual desaparición de los palacios micénicos durante la llamada edad oscura (1.100 al 800 a.C aproximadamente) y cuando el monopolio de la violencia pasó a manos de ciudadanos propietarios, se produjo una transformación que cambiaría el modo occidental de la guerra (Hanson). Esa transformación vino acompañada de la creación de una nueva cultura en la polis, pues fue en esta comunidad de propietarios iguales donde entre los siglos VIII y VII apareció la forma de hacer la guerra tal como la conocemos ahora. Las poleis griegas se conformaron en base a un proceso de sinecismo de la estructura aldeana a la ciudad y que permitió transferir una cultura agraria que trascendería a conformar la base campesina de la infantería hoplita (Gallego). Que los griegos utilizaran una forma de guerra simple pero extremadamente violenta y decisiva, es consecuencia de un proceso cultural íntimamente ligado a la economía y a la base agraria de la polis, aspectos que analizaremos en el presente trabajo. El Surgimiento de la Polis La polis se fue desarrollando, liderada en un principio por los basileis, es decir, los aristócratas que ejercían el poder y que conformaban un poderoso estamento social, como un lento proceso de agregación de las diferentes comunas aldeanas que ocupaban gran parte del territorio griego. Este proceso que fue denominado sinecismo, permitió aglutinar en torno a un centro urbano a diferentes comunidades aldeanas, que terminaron conformando un complejo sistema por el cual los aldeanos complementaban militarmente, refiriéndonos sólo al uso militar de la misma, a la ciudad-estado. Esta se articularía en la relación entre polis, basileía y kóme,3940 tal como lo describe Aristóteles. La integración aldeana a la polis permitió a la misma una determinada organización social donde lo aldeanos 39 40

Gallego, Julián. Campesinos en la Ciudad. Editorial Del Signo. 2005. Pag 25 Komé: Aldea o Comunidad Aldeana.

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tendrían una cierta igualdad institucional. La posibilidad de participar en la Ekklesía (Asamblea), los integraba a la comunidad política, como también y de acuerdo estamentariamente a su capacidad de recursos, de conformar parte de la organización militar de la polis en la falange de hoplitas, pero al formar parte de la misma (la Ekklesía) les daba una autonomía propia de quienes toman decisiones de estado debido a que era parte de la capacidad de la Asamblea. La polis ha sido el resultado de la integración tanto de lo urbano como de lo rural, “…la ciudad y el campo, juntos como una unidad, no como variables distintas en competición o conflicto, real o potencial. Incluso los agricultores que vivían fuera de la ciudad, estaban integralmente en la polis.‖41 …Muchas aldeas se van a comenzar a unir políticamente, aunque no físicamente, en torno a un centro común, delineando un nuevo tipo de organización socio-espacial. Algunas de las poleis serán el centro de otras más pequeñas, e incluso un gran sector aldeano quedará bajo el centro de esta. Tal será el caso de Atenas y Esparta, por tratarse de las dos más poderosas y que mayor influencia tuvieron en el mundo griego antiguo, aunque hubo otras como Tebas y Argos, que también supieron cubrir un rol importante en el desarrollo de la cultura griega.42 Es en este contexto de integración entre la aldea y la ciudad, donde los campesinos adquirirán un relativo protagonismo ya que los trabajos de la tierra les rendirán determinadas capacidades permitiéndoles producir, almacenar y consumir. El excedente de producción de las tierras dará una cierta posición social de la que antes no gozaban, ya que en determinados casos les permitirá comprar esclavos o pagarlos, ya que muchos se debían esclavizar para pagar las deudas, y poder adquirir la panoplia hoplita lo que los ponía en una posición social diferenciada. Esta modificación del orden social será una constante, debido a la guerra que operara como elemento estructurante de la sociedad griega, ya sea en las poleis más grandes, como también en las más pequeñas.

El renacimiento cultural griego después de la edad oscura, entre los siglo VIII y VII a.C., fue el resultado no solo de la integración de la aldea a la ciudad, sino de la clase de propietarios iguales con capacidad de producir un excedente y que 41 42

Finley, Moses. La Grecia Antigua. Editorial Crítica. 2000. Pag 37 Gallego, Julián. Op Cit. Pags 28-33

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diferenció a los diferentes grupos sociales que ahora convivían dentro de la ciudad-estado. Para definir al campesino es necesario sumar cuatro aspectos básicos: 

La unidad de explotación familiar como modo principal de organización social.



El trabajo agrícola junto con la cría de ganado como primordiales medios económicos.



Una cultura tradicional específica derivada de la vida dentro de pequeñas comunidades rurales.



La subordinación ante el dominio de poderosos agentes externos a las aldeas.43

Las diferencias sociales estarían marcadas por la tenencia de tierras, ya que los labradores pobres debían emplear su propia mano de obra en tanto que los propietarios ricos podían contratar o mantener esclavos. Hay que comprender que había una serie de actividades compartidas ya sean las mismas comerciales, sociales o religiosas, que conformaban la comunidad aldeana como tal. ―Las prácticas agrícolas y las relaciones de sociabilidad definidas al nivel de la comunidad aldeana comenzaron a quedar encuadradas en la pólis como entidad de nuevo tipo en lo que respecta a su configuración como estado.‖44 El caso de los periecos en Esparta Si bien los periecos se hallarían integrados a alguna de las numerosas comunidades locales que se encontraban diseminadas por toda lacedemonia, en realidad formarían parte de una polis única. Los periecos no formaban parte del núcleo social que dirigía la vida espartana debido a que el derecho a ciudadanía era solo para una elite dominante: los espartiatas. En Esparta hay cuatro aspectos que debemos tener en cuenta y que excluían a los periecos:

43 44

Gallego Julián. Op Cit. Pag 44 Ibidem. Pag 47

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Los homoioi,45 participaban de una comida en común para lo cual aportaban una cuota fija de alimentos.



Solo los homoioi podían tener acceso a la tierra y a los hilotas, que eran los que trabajaban y cuya producción les permitía hacer las contribuciones obligatorias a las mencionadas comidas.



Solo los homoioi participaban de las asambleas donde se tomaban las decisiones políticas.



Los espartanos participaban de un modo de vida público exclusivo.

Los periecos se agrupaban en base a comunidades aldeanas campesinas y todas sus labores estaban relacionadas con tareas agrícolas relevando a los espartiatas de todas aquellas tareas no esencialmente militares. Dentro de las tierras conocidas como perioikis, no había una igualdad entre todos los periecos pues al menos se distinguen tres grandes grupos: los labradores propiamente dichos y que aparentemente eran la mayoría; los terratenientes y los tenderos.46 Los ejércitos espartanos no sólo se formaban con los espartiatas, tal como muchas veces parece, sino que por el contrario la mayoría de la los integrantes de la falange serían periecos cuyas posibilidades de recursos económicos les permitiera la adquisición de la panoplia hoplita. Según Cartledge, muchos periecos estaban desligados de la producción directa gracias a que poseían esclavos para esas actividades.47 Para tener una idea de la función militar, para la batalla de Platea los espartanos lograron formar una fuerza militar de cerca de 10.000 hoplitas, de los cuales más de la mitad eran periecos. Esto no quiere decir que había igualdad de unos con otros, puesto que en la falange los espartanos formaban solos, mientras que las otras falanges estaban compuestas exclusivamente por periecos.48

45

Tradúzcase como semejante, no iguales como muchas veces se ha traducido. Cartledge, Paul. Los Espartanos. Ed Ariel. 2009. Pag 16 46 Gallego, Julián. Op Cit. Pag 64 47 Cartledge, Paul. Op Cit. Pag 48 Hanson, Victor Davis. The Western Way of War. Editorial Caliber Press. 1998. Pag 88. Para Hanson, la capacidad militar espartana estaba limitada por la poca demografía existente entre los espartiatas y su miedo constante a la rebelión de los hilotas. Nunca enviaban fuerzas más allá de

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En el siglo V aumentó la importancia del reclutamiento de los periecos, debido en gran parte para sustituir las pérdidas de la guerra y, ya durante la guerra del Peloponeso, conformar un mayor número de fuerzas militares, donde se incluía una activa participación de los mismos en el control de los hilotas. El ejército espartano se vio solicitado cada vez más a enviar fuerzas fuera del Peloponeso, y el temor a una rebelión de los hilotas, los périecos resultaban una fuerza militar a la que podía recurrirse sin que opusieran muchos obstáculos. Es así que los espartanos van a dar a los periecos una mayor participación, sin dejar de ser por ello los espartiatas la clase dominante. La guerra del Peloponeso cambiaría sustancialmente la situación de los periecos ya que los mismos se habían visto incluidos en las falanges de hoplitas junto a los homoioi debido a las pérdidas de los mismos y a una cada vez más baja demografía. Este elitismo social tarde o temprano terminaría colapsando y daría una mayor participación a los periecos, ahora relegados también al control de los hilotas cuya explotación también los beneficiaba. Con la invasión tebana y el declive militar espartano las poleis periecas fueron arrasadas cuando Epaminondas lanzó su campaña que llegó hasta las puertas de Esparta. La devastación del territorio sufrido por lo periecos y la activa participación de estos en la guerra, además de haber demostrado su lealtad, les permitió hacerse cargo políticamente de sus poleis, logrando un cierto autonomismo del cual antes no habían gozado. La subordinación militar y cultural de los periecos no terminaría, pero si había modificado sensiblemente las relaciones intrasociales. Esparta ya no volvería a ser la misma de antes. Los periecos carecían de poder para incidir sobre las resoluciones que los espartanos tomaban en la asamblea, pero esto no los diferenciaba de sobremanera de otras poblaciones que también gozaban de la posibilidad de desarrollar una vida autogobernada dentro de sus comunidades,

su área de influencia en el Peloponeso y el total de las mismas no era superior a las dos terceras partes de las fuerzas que quedaban en territorio espartano.

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aún cuando fueran dependientes de una pólis mayor en el terreno político y militar.49 Los Zeugítai Atenienses La situación social en Atenas sería muy diferente a la espartana, puesto que la incorporación política plena permitía a las diferentes comunidades estructurarse en función a la misma. Fue Solón quien innovó con una serie de cambios y dio a Atenas la forma de una comunidad de propietarios iguales, es decir, de campesinos libres. Las reformas solonianas estuvieron relacionadas con la Stasis, o guerra civil, a la que él mismo logró poner fin y haciendo reinar nuevamente el orden. A fines del siglo VI a.C., Solón se encontró con que en Atenas la Stasis había logrado polarizar a la sociedad entre terratenientes ricos y campesinos pobres. Ante esto decidió hacer algo lógico y que pudiera devolver la cordura a la polis, censó a los campesinos en una clase denominada Zeugítai, o dueños de una yunta de bueyes. Esto permitía a aquellos que se encontraban debajo del censo de hoplitas, es decir los que forman en la falange, ser ciudadanos. De todas maneras esto no significaba que las jerarquías sociales hubieran dejado de existir, por el contrario la misma seguiría existiendo. Más tarde con las reformas de Clístenes donde las comunas campesinas fueron elevadas al rango de demos ligándolas definitivamente al poder central de la polis. ―De esta manera se manifiesta el lugar de la aldea en la base de la pólis ateniense, y es justamente mediante su existencia que podemos entender la especial disposición del territorio ático como espacio político. Clístenes politizó el campo ático y arraigó allí la identidad política. Desde entonces, la integración entre campo y ciudad adquiriría una forma orgánica por la cual los vínculos entre las comunidades locales y la sociedad global se regirían por los lazos políticos e institucionales. Las reformas de Clístenes permitieron incorporar a la comuna política a los campesinos, como miembros con todos los derechos. Es hasta las guerras Médicas que la pólis y la democracia progresaron en forma conjunta y paulatina, pero al finalizar la misma el Areópago apareció de modo visible al frente 49

Gallego, Julián. Op Cit. Pag 88

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del gobierno de la ciudad debido al prestigio que adquirió al impulsar el desenlace y apoyar al estrategia que finalizaría con la decisiva batalla de Salamina. Posteriormente con Efialtes, el Areópago sólo ejercería funciones judiciales, mientras que la asamblea, el consejo y los tribunales realizarían de modo práctico los principios del poder popular.‖ 50 La guerra tendría un carácter estructurante central debido a la conformación de la falange hoplita, pues la incorporación al cuerpo cívico estaba dada por la capacidad de adquisición de la panoplia hoplita; pero con las guerras médicas la infantería hoplita había agotado en parte esta realidad, ya que la fuerza de los remeros de la flota, los thétes, habían permitido el triunfo sobre los persas y no a la inversa. Por otra parte, muchos campesinos se enriquecieron aún más con la guerra en tanto que otros se empobrecieron; también muchas tierras quedaron sin mano de obra debido a que los propietarios murieron y las mismas engrosarían muchas veces el patrimonio de otros. En gran parte los zeugítai llevarían el peso de la falange hasta que la guerra se volviera más profesional. La agricultura en la Grecia antigua La base de la economía griega se fundamentaba en su capacidad de procesar, agrícolamente hablando, tres

cultivos principales: cereales, vides y olivares.

Según Hanson los mismos pueden ser destruidos pero con diferentes grados de complejidad. Por un lado, los distintos tipos de cereales pueden ser destruidos, ya sea mediante el fuego o la destrucción mecánica de los mismos, 51 siendo su recuperación un tanto más dificultosa debido a las técnicas que se empleaban en la época. Por otro lado, la destrucción de los olivares y la vid requiere mayor trabajo para quien intente dicha acción, ya que es muy difícil dadas las características de estas y siendo su recuperación bastante más rápida que el de los cereales. Si tenemos en cuenta que estos últimos representaban un elemento 50

Gallego, Julián. Op Cit. Pag 109 Las técnicas mecánicas utilizadas eran las siguientes: el pisoteo o el corte con elementos de filo. Hay dudas sobre la efectividad de la aplicación de las mismas debido a que se necesita una buena cantidad de mano de obra para llevar a cabo la tarea y también debiendo tenerse en cuenta el tiempo que insumía esta actividad. Ver Thorne, James. Warfare and Agriculture. The Economic Impact of Devastation in Classical Greece. Art. Greek, Roman, and Byzantine Studies. GRBS. 2002 51

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constitutivo importante en la dieta de los griegos por sobre las aceitunas y la uvas, nos da la pauta de que la destrucción de estos podría afectar en gran medida no sólo a la economía de una polis, sino también a la población. Es obvio que las distintas poleis no basaban tan solo su economía en la acumulación de excedentes producidos, sino que también el comercio era sumamente importante, tal como la importación y exportación de granos, dejando un interrogante de qué tan efectivo sería como objetivo bélico – tal como sucedió durante la fase de la guerra arquidámica en la Guerra del Peloponeso – la devastación de los cultivos enemigos como elemento de desgaste y de opresión para ganar la contienda. Ante esta situación debemos tener una cierta cintura para afirmar, como dice Hanson, de que la devastación de los cultivos podía transformar la guerra. Puede que sea así en parte, pero no era una causa exclusiva. Según Gallego ―La importancia de las legumbres ha sido reconsiderada, y se ha llegado a plantear si en realidad la famosa tríada no sería más bien un cuarteto. El cultivo de leguminosas tiene varias implicaciones, pues se asociaría con una producción agrícola intensiva con mucha atención puesta en el mejoramiento del terreno, buena provisión de agua, pocos animales y elevada utilización de trabajo manual, que además de vid, olivos y árboles frutales, combinaba cosechas de cereales y legumbres, con menos tiempo dedicado al barbecho.‖52 Como podemos observar la agricultura era vasta y no se acotaba solo a la vid y olivos, haciendo que la economía de la polis no quedara limitada. Los campesinos griegos hacían un aprovechamiento masivo de los recursos a su alcance y efectuaban una labor por demás dura y compleja, ya que el cultivar las tierras venía de la mano de diversas tareas previas, como la preparación del suelo mediante el abono y conformar canales de riego en una zona bastante difícil para el beneficio agrícola.

52

Gallego, Julián. La Agricultura en la Grecia Antigua. Los labradores y el despegue de la Polis. Revista SEHA. Historia Agraria. Pag(s) 15-35. 2004

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Hoplita griego luchando contra un guerrero persa. Siglo V a.C. Los campesinos griegos cultivaban sobre pequeñas parcelas de terreno y fueron incrementando las mismas hasta hacerlo sobre tierras marginales, ampliando de esa manera las zonas cultivables. Como toda actividad, la agricultura requiere también de una gran ayuda del medioambiente y de las condiciones

meteorológicas

favorables

para

poder

obtener

resultados

satisfactorios, algo que no siempre se da. Por lo tanto, las épocas de malas cosechas no sólo mermaban la capacidad de producción para la subsistencia, sino también para el acopio de excedentes. Menos excedentes, menos recursos. ―El desarrollo de la agricultura en la Grecia antigua, no fue un simple fenómeno agroecológico o económico, sino que constituyó una de las bases que dieron sustento a la polis como organización social‖. 53 Y como veremos, a los ejércitos de hoplitas. La Infantería Hoplita y la Falange Entre los siglos VIII y VI a.C. en algunas poleis54 se introdujeron ciertos cambios militares que llevaron a los griegos a una nueva forma de combatir: la falange de hoplitas. La falange no fue inventada por los griegos, pues este tipo de formación

53

Ibidem. Pag 28 Decimos en ciertas poleis porque no se ha podido establecer con seguridad en cual o en cuales a la vez se dio la aparición de una formación de falange. 54

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es mucho más antigua, e incluso en la llamada época heroica de la Grecia de Homero los heróes no luchaban solos sino que junto a ellos había hombres llamados promachoi, o los primeros de la fila, que luchaban juntos en una especie de formación que podría haber antecedido a la falange. Si observamos la famosa Estela de los Buitres de Naram-Sin, también podemos prestar atención a una formación en falange. La falange estaba constituida por soldados de infantería conocidos como hoplitas, debido a la panoplia militar que consistía en escudo (hoplon, de aquí proviene hoplita), una lorica o armadura corporal (tórax), el casco (krános), las grebas (knemides), una espada (xifos) y una lanza (dori). Este equipamiento hacía de la falange una organización lenta para maniobrar y muy limitada en cuanto a procedimientos de combate hablando. La falange consistía en una formación cerrada donde solo se empeñaban las primeras filas mediante el empuje constante de las filas posteriores. No había relevos y el mismo se realizaba cuando el hombre de adelante caía.55 Pero antes de ver como operaba la falange es necesario hacer una breve raconto de quienes integraban la falange Los ejércitos griegos no eran ejércitos profesionales, salvo el espartano, y no eran costeados por la polis, por lo tanto, cada ciudadano debía proveerse de la panoplia. Obviamente que la misma no estaba al alcance de cualquiera. Eso dejaba a los estratos más pobres fuera de la falange, donde terminaban combatiendo como psiloi (infantería ligera) o sirviendo en la flota como marinos (thétes). No se ha podido establecer con certeza cuántos hombres estaban en capacidad de servir en los ejércitos griegos – tomando como ejemplo a la polis ateniense -, ya que los modernos cálculos demográficos son casi imposibles de utilizar para ello. Para Pomeroy, ―Dada la importancia de la falange para la supervivencia de la polis, y teniendo en cuenta que las armaduras capturadas eran repartidas como botín y que diversos elementos del equipo eran regalados, sería razonable calcular que al menos la mitad del grupo de los mésoi en general 55

Aún hoy está muy debatido la forma en que funcionaba la falange, pues su funcionamiento concreto no está muy claro. De todas maneras, daremos la explicación que creemos por lógica se ajusta o aproxime a la realidad.

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estaban en condiciones de prestar servicio en la falange. Así, pues, alrededor del 60 % o más de un ejército hoplítico típico pertenecería a las familias no aristocráticas de la polis.‖56 Es en la organización de los ejércitos que se conforman en base a una estratificación social donde se puede observar la constitución ideológica de la polis, tal y de la misma manera cómo podríamos observar una conformación similar en los ejércitos romanos monárquicos y republicanos hasta las reformas de Mario. Formar parte de la falange no era solamente una necesidad militar. El ciudadano formaba parte de la misma por lo que era, por la areté, por la creencia en la preeminencia del heroísmo por el resto de otras cualidades. El valor demostrado por los héroes homéricos, era ahora el valor de todos los integrantes de la falange, que luchaban codo a codo y de forma brutal sin abandonar su puesto en la fila. Esta concepción ideológica del campesino-ciudadano-soldado es fundamental para poder comprender la utilización de una formación, la falange, tan poco apta e inadecuada para operar en un terreno totalmente agreste y montañoso. Es aquí donde debemos concatenar tres elementos: la base aldeana de la polis, que da un carácter agrario en cuanto a la conformación ideológica de sus ciudadanos; la areté (la virtud), fundamental para conformar una falange de hoplitas y la propia función de soldados-propietarios que harán caracterizar la forma de combate de los griegos. La falange presentaba muchos puntos débiles, especialmente en sus flancos. Era pesada y lenta para maniobrar, y para colmo, en sus comienzos, los griegos no utilizaban ni caballería, ni infantería ligera en apoyo de la misma, pues la utilización de estos últimos era denigrante para el hoplita. La utilización de armas arrojadizas no era compatible con la areté griega, ésta sí lo era con la preeminencia de los propietarios iguales y su capacidad para mantener su puesto en la línea. Es difícil y materia de controversias saber cómo luchaba exactamente la falange, pero sí es claro que la misma se basaba en hileras de ocho hombres 56

Pomeroy, Sarah. La antigua Grecia. Editorial Crítica. 2011. Pag 134.

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en profundidad57 y cuya flexibilidad era prácticamente nula, ya que si alguien abandonaba su puesto la misma corría peligro de fraccionarse.58 ―Análogamente, el soldado ciudadano busca el honor, la gloria y la fama con tanto celo como el héroe homérico, pero solo podía ganarlo al servicio de la polis.‖59 Hay que tener en cuenta que para los antiguos griegos las obligaciones militares de los ciudadanos estaban relacionados a su situación social en la comunidad. Las relaciones intracomunitarias pautaban que se era soldado en la medida en que se era ciudadano y no a la inversa (Garlan), pues era en la falange y durante la guerra cuando estos demostraban su verdadera condición. El entrenamiento de los soldados no se realizaba como en los ejércitos actuales mediante un programa de instrucción metódico, sino que los mismos lo hacían individualmente en gran parte, y gradualmente en forma colectiva. La gimnasia y la práctica de deportes como el Pankratio,60 la lucha, el pugilato y la mayoría de los deportes olímpicos están relacionados al entrenamiento militar. También la danza, por lo menos hay mucho autores que están de acuerdo con esto, permitía el entrenamiento rítmico necesario para mantener la formación en la falange. A diferencia de todo esto, sólo los espartanos rompían con todos los moldes, ya que eran la única polis en mantener un ejército profesional. Mucho se ha hablado con respecto a ello, pero a diferencia de los demás ejércitos de las otras poleis, los espartanos eran más un ejército de ocupación en su propio territorio que para defenderse o atacar a otras poleis. El sometimiento de los ilotas en la región de Mesenia, el elitismo reservado solo a los homoioi, y el poco despegue demográfico de estos ante un avance de la población ilota, hizo que los 57

Esto iría variando con el tiempo hasta llegar a la falange macedónica que fue la última reforma importante que sufrió con Filipo II y Alejandro. La formación de falange sería derrotada por la mucho más ágil y flexible Legión romana en las batallas de Cinoscéfalos y Pidna en el marco de las guerras macedónicas. 58 Como es propio de toda batalla o combate, cuando alguien pierde su puesto en la línea y huye, normalmente arrastra a otros a imitar su conducta, por lo tanto, la preparación psicológica del soldado es más que necesaria. La inculcación de valores, el sentido de lealtad para con el grupo y la virtud se revelan como elementos esenciales para poder conformar una formación tan rígida como la falange. 59 Pomeroy, Sarah. Op Cit. Pag 135. 60 El pankratio era el antecedente más cercano de las actuales MMA o Artes Marciales Mixtas, ya que utilizaba técnicas de boxeo y lucha libre, valiendo combatir tanto de pie como en el piso.

126

mismos dedicaran sus fuerzas a convertirse en un ejército de ocupación y de control sobre aquellos elementos sometidos. Pocas veces los espartanos van a arriesgarse a emplear sus fuerzas fuera del territorio Lacedemonio. Los cambios comenzarían

durante

la

Guerra

del

Peloponeso

que

obligaría

a

una

reestructuración de la manera de combatir de Esparta. La Guerra de Falanges Ya hemos dicho que el funcionamiento de la falange era limitado militarmente ¿por qué? La respuesta hay que buscarla en la concepción agraria de la polis y la base campesina de la infantería hoplita. Para Hanson, el despegue cultural griego de los siglos VIII y VII a. C. dio paso de lo colectivo a lo individual y a un cambio en la producción agraria, ocasionando también un cambio en la forma de hacer la guerra. La presión demográfica obligó a los griegos a recurrir a explotaciones agrarias particulares y privadas, permitiendo una acumulación de excedentes alimenticios e impidiendo la intromisión burocrática de los estratos dominantes. Estos nuevos grupos campesinos dieron lugar a oligarquías de base amplia y ética cultural igualitaria entre terratenientes, basadas en la propiedad. Esto ocasionó que los hábitos agrarios se llevaran a la lucha de falanges. El cooperativismo entre propietarios iguales se refleja en la forma de asistencia que llevan los hoplitas dentro de la falange. La protección de uno sobre otro y el sentido de pertenencia, hizo de la guerra griega muy particular, por lo menos hasta la Primera Guerra Médica, cuando el contacto con el ejército Persa provocará cambios radicales en la forma de guerrear de los griegos y que se modificarán sustancialmente con la Guerra del Peloponeso y la posterior Guerra de Corinto. Esos hábitos agrarios dieron lugar a un protocolo militar extendido entre las diversas polis, generando un carácter ritualizado y prácticamente acordado de lucha. La falange no podía luchar en cualquier lado, era vulnerable en muchos aspectos, pero no pareció importarle a los hoplitas hasta entrado el siglo V a.C. Si la lucha se llevaba a cabo en territorio escabroso se corría peligro de romper la

127

formación, por lo tanto, los ejércitos se encontraban en campos acordados de antemano para luchar en forma brutal y sangrienta.61 Las falanges empujaban hasta que una de las dos cedía y abandonaba el campo de batalla. No había persecución del enemigo, sino que se rehacían las filas, se levantaba el botín y se retiraba a continuar con las labores agrícolas. La táctica era muy rudimentaria y estaba limitada por esa concepción ideológica de los integrantes que veían como algo innoble la lucha fuera de estas características. ―Los historiadores parecen a veces reacios a tener en cuenta la naturaleza deliberadamente agraria de aquella forma de combate: el grado asombroso en que el protocolo del cultivo y la sociología rural de la polis definía la práctica de la guerra en todo el abigarrado paisaje de las nacientes comunidades griegas.‖62 Esta forma de lucha se basaba en el choque y se limitaba al mismo, era una exposición de fuerza bruta donde se empujaba hasta hacer ceder al adversario. Para poder lograr mantener las filas prietas y evitar el desbande de las mismas se hacía necesario un convencimiento tal que los hombres obraran cooperativamente de la misma manera que lo hacían en las labores agrícolas. Pero esto sólo no bastaba. La literatura, la cerámica, la escultura y un adoctrinamiento basado en el heroísmo y el reconocimiento colectivo completaban esta capacidad de los campesinos soldados para poder combatir como hoplitas en la falange. Por otro lado, estaban las fuerzas menos apreciadas en la guerra griega: la infantería ligera o psiloi. A diferencia de los hoplitas estos no compartían los mismos principios que guiaban a estos, ya que para aquellos que luchaban dentro de la falange era un acto innoble el luchar con armas arrojadizas y a distancia. Matar a distancia no es lo mismo que matar apuñalando, y eso diferenció en gran medida a la infantería pesada de la infantería ligera, independientemente de cuál de las dos era más apta para el combate de acuerdo a las circunstancias. De la 61

Hanson hace referencia y diferencia la guerra hoplita arcaica con la de la Grecia clásica en una forma de defender sus tesis contra los análisis de Krentz o Han Van Wees. Ver la obra de Kagan, Donald y Viggiano, Gregory. Hombres de Bronce. Hoplitas en la antigua Grecia. Ed Desperta Ferro. 2017 62 Hanson, Victor D. The Wars of the Ancients Greeks. Editorial Cassell. 1999

128

misma manera ocurría con la caballería y con los marinos de la flota (Jenofonte), que no eran considerados como los hoplitas ya que no compartían los mismos riesgos que estos.63 La guerra entre las polis no podía ser larga y extenderse mucho más allá de cierto período de tiempo y en ciertos períodos del año. La misma estaba circunscripta a los tiempos de siembra y cosecha, es decir en verano en un concepto de la decisión militar que impregnó los campos de batalla. La logística no estaba muy desarrollada en los ejércitos griegos y los mismos debían, en parte, vivir del territorio que atacaban. Va a ser durante las guerras Médicas y su contacto con ejércitos desarrollados como el persa donde comenzarán a organizar los suyos (Ferrill). Hanson ha sido uno de los historiadores militares que más ha estudiado la guerra de falange y refiriéndonos nuevamente a él podemos reproducir un combate hoplítico de época arcaica: ―La campiña griega inadecuada para mantener una población ecuestre, no se presta a maniobras de caballería; una vez que las falanges llegaban a un llano del que se convenía que reunía las condiciones para la prueba de fuerza –cuando los griegos van a la guerra eligen el lugar mejor y más llano para realizar en él la batalla, escribió Herodoto – y no paraban en mientes. Tras cruzar una tierra de nadie quizás de 150 metros en un conato de carrera, bajo un peso de armas y coraza de más de 32 kilos, los contendientes se embestían. Cada individuo habría elegido un blanco para el momento del choque, con la intención de introducir la lanza en el resquicio existente entre un escudo y otro y tratando de acertar en una porción de carne no protegida por la coraza: garganta, axila o ingle. La oportunidad era efímera. Conforme la segunda y sucesivas filas se apiñaban por efecto del 63

La Guerra del Peloponeso va a demostrar en gran parte cuan equivocados estaban los griegos con respecto al uso de la infantería ligera siendo un ejemplo de ello la derrota de Pilos y Esfactería de una Unidad espartana en manos de infantes ligeros. Posteriormente la utilización de mercenarios con una estructura basada en infantes ligeros y al mando de Ifícrates aniquilará a un Regimiento espartano en Lequeo en el marco de la guerra corintia.

129

encontronazo, la falange al unísono, echaba el peso de siete hombres sobre la espalda de los de la primera fila en colisión con el enemigo y bajo ese impacto algunos hombres caían inevitablemente muertos, heridos o aplastados por los de atrás; ello podría crear una brecha en el muro de escudos, y los de las filas segunda y tercera se esforzaban por ampliarlas con las lanzas, ensartando y pinchando desde su posición relativamente protegida. Si la brecha se ensanchaba, se producía el othismos o empujón con el escudo para abrirla aún más y crear más espacio para poder desenvainar la espada, segunda arma del hoplita, y propinar tajos en las piernas del enemigo; y era el othismos el método más eficaz, pues podía producir la pararrexis o rotura cuando aquellos más fuertemente apurados por la presión del enemigo cedían al impulso de huir, y deshacían las filas de atrás o, lo que era más humillante, trataban de retroceder desde la mortífera brecha, contagiando el pánico a sus compañeros.‖64 Hay ciertas dudas de que la batalla se haya dado siempre así, dado la dificultad que conlleva poder luchar en forma tan apretada. De haberse dado el combate tal cual la descripción que hemos hecho, la misma limitaría enormemente la maniobra individual y sería casi imposible mantener algún tipo de formación lineal durante cierto tiempo. Amalgamar hombres para que luchen con un campo de maniobra restringido y sin posibilidades de retroceder es sumamente complejo de lograr, sólo con una gran disciplina y altos valores socio-morales podría lograrse. Los espartanos poseían esa capacidad y la harían valer a lo largo de la guerra del Peloponeso; para el resto de las poleis nos reservamos en su aplicación. Lo más probable es que se haya llegado al choque en masa y después se culminará en una melé de combates semi individuales que poco tenían de parecido a como se iniciaron. La formación en algún punto debía de perderse y se pasaría de la lucha colectiva a combates singulares.

64

Hanson, Victor D. Citado en Keegan, John. Historia de la Guerra. Editorial Planeta 1995. Pag(s) 305-306. Ver también, Hanson, Victor D. The Western Way of War. Infantry Battle in Classical Greece. Editorial University of California Press. 1989. Pag(s) 135-151. Cap 12, The Charge.

130

Beocios

ALIADOS

CORINTIOS

ALIADOS

ARGIVOS

ALIADOS

EUBEOS

ATENIENSES

ESPARTANOS

Batalla de Nemea 394 a.C. Primera Fase

La batalla de Nemea durante la Guerra de Corinto demostró una forma de combatir, si bien con ciertas modificaciones, de las falanges. Si ésta manera de combatir era tan compleja ¿por qué se la utilizó durante al menos tres siglos? Para poder explicarlo debemos volver hacia atrás a la base agraria de la polis y a que la falange era más una representación social que militar. La aparición de los hoplitas causó un cambio, para algunos historiadores fue una revolución, y para otros fue un proceso gradual que terminó en lo que hoy conocemos. Hay que ver a la falange como la representación ciudadana y estratificada de la polis, donde la extracción del campesino-ciudadano-soldado de sus tareas civiles era mínima (Garlan). Se debe tener en cuenta cuando hablamos de la falange, que la misma representaba una modalidad de hacer la guerra donde lo lúdico y gregario tenía una función inseparable. La guerra de hoplitas era simple, violenta, corta y ritualizada. La misma era una expresión social de la polis y la guerra se hacía porque estaba en la cultura de los ciudadanos. La literatura, el arte, el deporte y todo lo concerniente a la formación social de una polis estaban ligados a la guerra. La guerra y la sociedad griega arcaica y clásica son 131

indivisibles y comprenderlas de otro modo es muy difícil, pues no se podrían comprender ciertas acciones y valoraciones éticas que se le daba a la guerra y a quienes combatían en ella.

EUBEOS

Beocios

CORINTIOS

ARGIVOS

ESPARTANOS

ALIADOS

ALIADOS

ALIADOS

Batalla de Nemea 394 a.C. Segunda y Tercera Fases

Hay una diferenciación muy importante entre la falange espartana y el resto de las ciudades griegas. Ya hemos dicho que los mismos eran los únicos soldados profesionales de la época, pues eran un ejército a tiempo completo. La organización de la falange espartana era simple: el ejército espartano estaba formado por seis Mora, para hacer un paralelismo actual el mismo equivalía más o menos a una Brigada en nuestro ejército (o Regimiento en otros ejércitos), que a su vez se dividía en cuatro Locoi o Batallones. Estos se conformaban por dos Pentekostyes que también se conformaba en base a dos Enomotía. Una Mora estaba bajo el mando de un Polemarca y la totalidad del ejército quedaba bajo el mando de uno de los dos reyes.65

65

Esparta tenía dos reyes, era una diarquía. Se suponía que uno controlaba al otro, pero a su vez también se reemplazaban en las tareas propias del liderazgo.

132

Hoplita griego. Obsérvese la posición para el combate; la misma hace repensar en la forma de combatir de la falange, ya que sí ésta era la posición que debían adoptar para la lucha el espacio necesario para llevarla a cabo entre hombre y hombre es mayor que la explicación normal de que iban hombro con hombro. El ejército de Atenas estaba conformado por diez Taxeis, equivalente a un Regimiento actual, y bajo el mando de un Taxiarca. Los atenienses nombraban un Estrategoi, uno por cada tribu de las que comprendían la sociedad ateniense. Esto trajo aparejado ciertos problemas de mando; lo podemos ver durante la batalla de Maratón en el 490 a C. cuando los Estrategoi atenienses no se ponían de acuerdo para lanzar la ofensiva sobre el ejército persa acampado en la llanura que da nombre a la batalla. El profesionalismo de los espartanos quedaba definido por la necesidad, y no por la limitación de las prácticas agrícolas de los terratenientes, de controlar a una población de unos 200.000 ilotas sometidos a una condición de semi-esclavitud. Su debilidad radicaría, a la larga, en la incapacidad demográfica de mantener una cierta población de homoioi para conformar el ejército.

133

Las Guerras Médicas (490 y 480-478 a.C.) demostraron que dos poleis sobresalían por el resto: Esparta y Atenas. Ese liderazgo llevó a ambas a intentar imponerse política y socialmente sobre la otra, desencadenando el largo y cruento conflicto conocido como la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.).66 Pero la diferencia social notoria entre ambas salió a la luz durante ésta guerra, y si algo caracterizó a la contienda fue que modificaría la forma de guerra de las falanges, y por ende la composición social de las poleis. La Guerra del Peloponeso La guerra provocó cambios sustanciales en la forma de lucha y en las sociedades atenienses y espartanas. Esto se debió a que la guerra entre dos ejércitos dirimidos en una determinada época del año feneció. La guerra se prolongó durante veintisiete años y los campesinos soldados pasaron más de un verano en campaña. Los espartanos decidieron, en la primera etapa de la guerra llamada Arquidámica,67 invadir y asolar el Ática, es decir, devastar la economía ateniense y asfixiarla. Era sabido que la infantería ateniense no podía enfrentarse en campo abierto a los hoplitas espartanos y optaron por una actitud estratégica defensiva, basada en incursiones anfibias a lo largo de toda la zona aliada de Esparta. La estrategia espartana resultó ineficaz, ya que no logró doblar la economía ateniense y tampoco logró que el ejército lograse un encuentro decisivo en el campo de batalla. Las acciones espartanas se frustraron debido a que la devastación de la zona agrícola por sus tropas no surtió el efecto deseado, ya que hemos explicado anteriormente la dificultad para destruir los cultivos por completo, pero también porque Atenas logró mantener una exportación de granos constante gracias a su dominio del mar. Si hubiera sido que su economía dependía exclusivamente de su agricultura, probablemente no habría durado mucho. Cinco invasiones sufrió el Ática en esta etapa de la guerra: a mediados de verano en el

66

Anteriormente se vivieron varias acciones bélicas entre ambas polis y también entre sus aliados, así que estas fechas son relativas a cuanto la duración del conflicto bélico. 67 Por el rey espartano Arquidamo que diseño la estrategia de dicha fase de la guerra.

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431, cuando el grano estaba maduro; a principios del verano en 430 cuando el grano estaba maduro; en los veranos del 428 y 427 en las mismas condiciones anteriores y en 425 antes de que el grano madurara (Tucídides). Los espartanos intentaron segar las cosechas mediante el fuego, algo que no consiguieron en su totalidad, aunque muchos campesinos ateniense y aliados resultaron arruinados económicamente. Otra de las formas que tenían los espartanos de impedir la siembra era ocupando las tierras de labranza, pero esto tenía una contra: el tiempo que debían mantener fuerzas en tareas de este tipo, y si algo habían demostrado los espartanos durante las guerras Médicas era su negación a mantener fuerzas fuera del Peloponeso. Esto se debía a que cuantas mayores fuerzas se concentraran fuera de su zona de control de los territorios bajo su dominio, mayor era el peligro de una sublevación de los ilotas. Es por ello que los períodos de invasión y devastación fueron cortos. La estrategia Arquidámica no surtió mucho efecto más que el desgaste de las propias fuerzas y un relativo desgaste económico en el enemigo. Nunca se logró la sorpresa estratégica, pues de antemano se podía adivinar la intención de Esparta, ya que al no poseer la flexibilidad de la libertad de movimientos que le brindaba una flota, sus acciones estaban circunscriptas a la guerra terrestre, mucho más lenta y pesada. Por su parte los atenienses impusieron otra forma de devastar la economía, y tal como los espartanos lo hacían en forma terrestre ellos lo hacían con incursiones anfibias a pequeña escala. En 431 a.C. una fuerza de incursión asoló el Peloponeso, devastando las zonas que mejor le parecieran y golpeando allí donde no encontraban gran oposición del enemigo. Ambas estrategias no llevaron a ninguna parte y se debieron cambiar las mismas.

Esparta

optó

por

conformar

una

flota,

contratar

mercenarios,

especialmente fuerzas de caballería, y flexibilizar sus mandos. Atenas comenzó a mejorar sus fuerzas terrestres y a considerar mejor a la infantería ligera, que 135

lograron un resonante triunfo en Pilos y Esfacteria al derrotar a un Locoi espartano y obligarlo a rendirse. Después de casi treinta años de combates ambas ciudades estaban extenuadas económicamente. La guerra demostró que la forma de lucha agraria de la polis había llegado a su fin, pues ya no se podía pensar la guerra en base a tiempos de siembra y cosecha, la guerra extendió los tiempos y otros combatientes comenzaron a ser relevantes, tales como la infantería ligera, la caballería, los mercenarios y los marinos de la flota, todos ellos relegados socialmente y que ahora iban a ocupar un puesto más predominante. Un caso fueron los periecos lacedemonios que conformaron el ejército espartano ante la carencia de ciudadanos espartiatas aptos para el combate ante una disminución sustancial de su demografía. La guerra confirió una nueva estructura social tanto en Esparta como en Atenas que a la larga provocaría consecuencias enormes y trascendentales. Consideraciones finales La guerra de falanges hoplíticas se desempeñó como un elemento estructurante de las sociedades griegas, pero posteriormente obró a la inversa: como factor desestructurante. La forma de guerrear de los griegos no podía durar demasiado tiempo, era básica, sencilla y brutal, pero poco práctica a la larga. El contacto con los persas modificó en gran parte la forma de pensamiento militar, ya que demostró la importancia de la combinación de diferentes elementos combatientes para hacer de un ejército una maquinaría eficiente y eficaz. La importancia de fuerzas ligeras, por ejemplo, algo tenido fuera de consideración por los griegos ya que la misma era más un condicionamiento social que militar, demostró su capacidad posterior en la Guerra del Peloponeso. De la misma manera la caballería y la flota de guerra. La importancia de este tipo de combatientes conformó un nuevo entramado social en Atenas por un lado y en Esparta por otro. La importancia de los Thétes de la flota luego de la decisiva batalla de Salamina contra los persas 136

terminó siendo sustancial, y posteriormente durante la Guerra del Peloponeso cuando la estrategia ateniense se basó en su fuerza ¿si eran tan importantes como los hoplitas, porque no tener los mismos derechos? Esparta tuvo que reclutar a los periecos que habían sufrido en gran parte el ataque y la devastación de sus tierras por parte de las incursiones atenienses, debido a la oliganthropia 68

que sufrían los espartiatas y que incluso debieron recurrir a los ilotas para

conformar fuerzas suficientes y cubrir las bajas de sus homoioi. La devastación de la tierra tuvo consecuencias sociales importantes, pues no afectó a todos de la misma manera. Los grandes terratenientes poseían reservas y recursos en dinero que les permitía afrontar las pérdidas, pero a los pequeños propietarios los empobreció irreversiblemente. Muchos debieron endeudarse al contraer prestamos difíciles de pagar, otros debieron hipotecar sus tierras de por vida estableciéndose una relación de explotación como no había existido antes. Como en todas las guerras hay quienes se hacen ricos y quienes se vuelven muy pobres. La guerra se había modificado para siempre. La Guerra de Corinto demostraría la importancia de las fuerzas mercenarias con Ifícrates y sus peltastas al aniquilar a una Mora espartana en la batalla de Lequeo. Algo que comenzó durante Pilos y Esfacteria sería una norma en combates posteriores. Las escaramuzas, los golpes de mano, las incursiones anfibias y el asedio de ciudades conformaron la nueva guerra que fue sustituyendo a la guerra hoplítica de falanges. La nueva forma de hacer la guerra había comenzado una nueva etapa, atrás quedaba la lucha de los hoplitas atados por constricciones sociales a la base agraria de la polis. Ahora la guerra se volvería mucho más compleja, pero también destructiva y perversa.

68

Restricción en la natalidad.

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139

La antología guerrera de la historia de occidente Dr Diego Gonzalo Cejas Universidad Guido Di Tella

En la historia de los pueblos en guerra estuvieron siempre presentes un conjunto de fuerzas, conocidas como fuerzas del espíritu o fuerzas morales, que fueron los cimientos de los ejércitos y su más firme engranaje de estructuración. Napoleón Bonaparte, gran estudioso de la historia militar aconsejaba. -“Leed y releed la historia de las ochenta y ocho campañas de Alejandro, Aníbal César, Gustavo, Turenne, Eugenio y Federico”, dijo enfáticamente. Pero, ¿qué fue lo que encontró en los relatos de esa sucesión de campañas? Las marchas y contramarchas, los principios generales del ataque y la defensa, son todas cuestiones elementales. Lo más valioso que extrajo de sus lecturas fue el estudio de la naturaleza humana en condiciones bélicas; detalles respecto del comportamiento de hombres sometidos a disciplina, afectados por el miedo, la falta de confianza o el exceso de ella, el patriotismo, los intereses políticos, las tensiones físicas, emocionales, mentales y morales69. Napoleón aprendió de la historia el alto valor del elemento moral, y su empleo de esos conocimientos se hizo instintivo. Pudo así trabajar sobre las mentes y las emociones de sus propios hombres y prepararlos para imponerse a cualquier adversario. En base a su experiencia en las guerras napoleónicas, Clausewitz escribió sobre el sentido psicológico de los conflictos: “La guerra es la región de los esfuerzos y de los sufrimientos físicos, y para no sucumbir, se necesita de cierta fuerza del cuerpo y del alma que por instinto y educación nos insensibilice contra aquellos70”.En líneas generales, el factor hombre en la guerra fue siempre superior a cualquiera de las armas por él creadas. El soldado no fue un auxiliar del arma, porque éstas, sin las fuerzas morales que las empuñasen, no tuvieron ningún valor. Los ejércitos valieron por su moral viva que los empujaba hacia delante. Fue

69

LAFFIN, John, Grandes batallas de la historia, 1ra ed, Buenos Aires, El Ateneo, 2004, p 33. CLAUSEWITZ, Carlos von, De la guerra I. Sobre la naturaleza de la guerra, Buenos Aires, Biblioteca del Oficial, 1968, p 271. 70

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efectivamente en ese ámbito que los versos guerreros influyeron sobre las fuerzas morales. Se puede afirmar que, dentro de la cultura occidental, entendida de manera muy amplia, existe lo que podría llamarse una “tradición” de versos de guerra, que hunde sus raíces en Grecia, Roma, la himnodia guerrera germana y la canción épica hispana. Por lo tanto, es de interés para nuestro objeto de estudio el explorar brevemente esa tradición de la cual los poetas del Plata se sintieron herederos. Por lo menos desde el siglo VI A.C.71, la canción guerrera definida como una combinación armónica y rítmica de sonidos, destinada a estimular la disciplina del cuerpo, así como a despertaren el alma vibración patriótica y sentimientos guerreros72, proporcionó al hombre un medio para estimularse al combate, exteriorizar sentimientos de alegría por la victoria, admiración a sus jefes o identificación con ideales. Los espartanos, en particular, avanzaban cantando el himno guerrero nacional o peán que les instaba a reverdecer las hazañas de sus ancestros73. Una de los versos guerreros más antiguos que Occidente atesora fue escrito por Calino de Efeso y decía así:

Honroso es en verdad, y glorioso, que un hombre batalle contra los enemigos. La muerte vendrá justo el momento en que lo hayan hilado las Moiras. ¡Que todos avancen empuñando la espada y acogiendo tras el escudo un corazón valeroso, apenas trábese combate! Porque no está en el destino de un hombre escapar a la muerte, aunque venga de dioses su linaje. A menudo rehuye alguno el combate y el sonar de los venablos, y se pone a cubierto, pero en casa le aguarda, fatal, la muerte. 71

ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA, Manual de Historia Militar, 2da ed, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Escuela Superior de Guerra, t I, p70 72 FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la música militar de España, Madrid, cit, preludio. 73 ANGLIM, Simon y otros, Técnicas bélicas del Mundo Antiguo. 3.000 a.C- 500 d. C. Equipamiento, Técnicas y Tácticas de Combate, Madrid, Libsa, 2007, p 20.

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Mas ese no será recordado ni amado por el pueblo, mientras que al otro, si cae, lo lloran tanto el grande como el chico pues a toda gente afecta la nostalgia de un bravo que supo morir. Y, si acaso pervive, rivaliza con los héroes, porque a su paso admíranlo cual si fuera una torre en el muro; hazañas acomete que valen por muchos, siendo él uno74.

Otros contemporáneos compusieron exhortaciones guerreras en verso como las de Néstor en la Ilíada, para que los jonios expulsen a los extranjeros cimerios de su patria. El influjo de amenazas externas explicó también el énfasis bélico de Calino. Su poesía fue estímulo al combate; no tras la estela de un rey o de un héroe, como en Homero, sino que incitó a un grupo de individuos para que combatiesen en masa compacta de ciudadanos. Sin embargo, por más que se haya ampliado la base social de sus destinatarios, en los versos predominaron valores aristocráticos. La poesía vinculó las novedades tácticas con el pasado heroico y su lenguaje épico. Así Calino cantó: ―¿Hasta cuándo permaneceréis sin obrar? ¿Cuándo, oh jóvenes, llegaréis a tener un corazón valeroso? ¿No tenéis vergüenza de vuestros vecinos por esa falta de ánimo? ¡Creéis estar en el reposo de la paz cuando la guerra se ha adueñado de toda la tierra! … y cada uno arroje al morir su último dardo. En Esparta, a las innovaciones tácticas Tirteo correspondió con una nueva ética para los hoplitas y cantó: es hermoso que un valiente muera, caído en las primeras filas, luchando por su patria. Es en cambio la cosa más dolorosa de todas vivir como un mendigo, abandonando la patria y sus fértiles campos, errante con la madre querida y el padre anciano y los hijos aún niños y la esposa legítima. Éste será objeto de odio para aquéllos a cuyo país llegue cediendo a la necesidad y a la horrible pobreza; deshonra su linaje […] Su impulso definió claramente la acción que el momento requirió y así cantó: luchemos valientemente por nuestra tierra y muramos por nuestros hijos sin

74

AAVV. TRAD RODRIGUEZ TOBAL, Juan M., Los inicios del canto. El ala y la cigarra. Fragentos de poesía arcaica griega no épica, Madrid, Hiperión, 2001, versos 8 a 21. Fragmento 1.

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ahorrar nuestras vidas. Así pues, oh jóvenes, luchad unidos y no déis la señal de la huída vergonzosa ni del miedo75. La épica de Tirteo devino de un nuevo principio: un patriotismo que reemplazó la búsqueda del honor individual. Junto al patriotismo se revelaron otros valores guerreros: en el combate no importaba la riqueza ni el linaje. El valor los igualaba; esto es lo que Oswin Murray llamó la nueva moral76. Puede asegurarse que la poesía de guerra de Calino y Tirteo utilizó palabras e ideas provenientes de la Ilíada77. Para un hoplita, el coraje guerrero (areté) demostrado en batalla era considerado la mayor virtud a la que podía aspirar un griego78. Así, quien exhibía ese valor era un valiente (agathos), opuesto al cobarde (kakos). Esto impone calificar conductas específicas: para ser valiente ¿qué debía hacerse? ¿Mantenerse firme en la falange o tener actitudes agresivas? En la poesía homérica el coraje se vinculó más con la agresividad, pero en el seno de la Polis la areté se relacionó con el modo en que el hoplita mantuvo firme su posición en la consecución de la victoria de la falange 79. El hoplita ya no se destacaba en la habilidad individual con su lanza, sino en la decisión de mantener su puesto en la fila y no huir cobardemente, lo que implicaba el abandono del escudo, sobre el cual pesaba el mandato materno de regresar con él o muerto encima de él80. En la sociedad espartana no fue el poeta (aedo) el dador de gloria, sino que la polis, en su continuidad temporal, garantizaba al combatiente el recuerdo de sus acciones. La propaganda espartana hizo de la “bella” muerte una ley y sus hombres de armas la cumplieron. Una estricta codificación premiaba al guerrero victorioso con una vida honorable, y si éste moría, su muerte era vista como un contratiempo necesario. Una bella muerte salvaba la polis, pero la disciplina 75

TIRTEO, VI MURRAY, Oswin, Grecia arcaica, Ed. Taurus, Madrid, 1981, p 126. 77 No hubo en Tirteo información táctica o militar expresa, sino incitaciones de tipo ideológico para sostener la guerra Las exhortaciones al combate son iguales a las de Homero; así Tirteo intentó expresar una nueva mentalidad pero a través de una antigua traición poética. 78 JAEGER, Werner. Paideia. Los ideales de la Cultura Griega,, 15 reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p 317. 79 HANSON, Victor D., ―Génesis de la Infantería, 600 – 350n a C.‖ en PARKER, Geoffrey, Madrid, Ed Akal, 210, p 37 80 Tirteo VII; VIII; X; Calino I 76

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hoplítica salvaba de la muerte a la mayoría de los combatientes. Por eso condenaba a quien huía (trésas) o era cobarde.

Himnodia guerrera Los ideales que divulgó Tirteo fueron propios de los dorios: una aristocracia fundada en el privilegio de las armas y sostenida por el culto a las virtudes guerreras de los antepasados. En los 230 versos que se conservan de él, pueden leerse el elogio de la muerte en batalla por la patria, la descripción del combatiente valeroso y la exaltación de la constitución espartana. Las elegías de Tirteo, de tono firme y severo, caracterizaban el elogio del valor guerrero y la vigorosa afirmación del ideal moral de la patria espartana. El heroísmo que propuso no se fundó en gestas personales, sino en acciones disciplinadas de las tropas, acciones requeridas por la nueva táctica hoplítica. Por estos motivos sus cantos de guerra o peanes tuvieron gran fortuna en toda la Grecia y fueron cantados en las escuelas y en los campamentos y suscitaron sentimientos de virtud: Para un valiente es hermoso caer muerto en la primera línea de la lucha. El culto de las virtudes guerreras y la convicción de que ningún mal era mayor para el espartano que la pérdida de su patria, fueron los motivos fundamentales de su poesía. En su composición El buen gobierno ensalzó la nueva constitución “de Licurgo” introducida en Esparta luego de la segunda guerra mesenia. Esta situación aportó un nuevo elemento a la guerra, el soldado combatiente decisor de la política de estado. Ello contribuyó a la cohesión de la falange, basada en que sus integrantes eran ciudadanos con iguales derechos y que confiaban en el apoyo mutuo que se brindaban. Esta fue una característica fundamental de la falange griega: el soldado peleaba por su sociedad81. Este modelo de una formación concentrada con una alta moral y espíritu de cuerpo resultó eficaz

81

VIGO, Jorge, Fuego y Maniobra. Breve Historia del Arte Táctico. Buenos Aires, Folgore, 2007, p 32.

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contra los persas en Maratón y Platea, acciones en las que un himno compuesto por Tirteo82, contribuyó a decidir las victorias del 490 y 479 a. C. Preguntado el rey espartano Agesilao por qué sus soldados iban a la pelea al son de flautas, respondió: Para que pueda verse, mientras avanzan a compás, quienes son cobardes y quienes valientes; porque así como el ritmo anapesto aumenta la energía de los esforzados, descubre la debilidad de los pusilánimes, en que el pie de estos vacila y no sigue bien la cadencia rítmica de la flauta 83. Plutarco recordó el influjo que el Himno de Cástor imprimía en los combatientes: Formada la falange y estando ya a la vista de los enemigos, el Rey […] daba la orden a los flautistas la de que tañesen el aire de Cástor, y también daba el tono para el himno de embestir: de manera que todo esto hacía grave y terrible la vista de unos hombres que marchaban al numeroso sonido de las flautas, sin claros en la falange, sin turbación alguna en sus espíritus, y que más bien con semblante dulce y alegre eran por la música como atraídos al peligro84. Tucídides recordó una similar impresión que los espartanos causaron en la Batalla de Mantinea: Los argivos y sus aliados comenzaron con gran violencia y furia, mientras los espartanos avanzaban con lentitud al son de la música de los numerosos flautistas de sus filas. Esta costumbre no tiene nada de religiosa: su propósito es que marchen al paso todos juntos, sin desorganizar las filas 85. Los espartanos y otros ejércitos posteriores avanzaban con el canto del himno guerrero nacional o pean, que les instaba a reverdecer las hazañas de sus intrépidos ancestros86. Jenofonte recordó su empleo en la Batalla de Cuxana: los griegos avanzaron hacia el enemigo entonando el peán87. Ello dio pauta de la popularidad de esta composición que sobrevivió muchos años a su autor y fue empleada, en campaña, 82

Himno de Cástor: canción guerrera que estaba en uso entre los lacedemonios y al compás de la cual marchaban al combate. Se celebraban en ella las hazañas de Cástor; cfr PEDRELL, Felipe, Diccionario Técnico de la Música, Edit Maxtor, 2009, p 221. 83 ASENJO BARBIERI, Francisco, Escritos, Madrid, Editorial Complutense, 1994, p 423. 84 PLUTARCO, Vidas Paralelas, v 1, París, Librería de A. Mezin, 1847, p 92. 85 TUCÍDIDES, Historia de la Guerra del Peloponeso, Barcelona, Ediciones Orbis, 1986, p 46. 86 ANGLIM, Simon y otros, Técnicas bélicas del mundo antiguo (3000 a. C. – 500 d. C. Equipamiento, técnicas y tácticas de combate, cit, p 20. 87 JENOFONTE, Anábasis Retirada de los Diez Mil. Estudio de Carlos García Gual, 3 ed, Madrid, Biblioteca Edaf, 2004, p 26.

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después de la cena, los soldados juntos cantaban himnos en alabanza de los dioses. Cuando estaban ya para cargar al enemigo el rey ofrecía sacrificios a las Musas para que les ayudasen a ejecutar acciones dignas de pasar a la posteridad. Se coronaban los soldados de flores, y se iba adelantando el ejército al sonido de las flautas que tocaban el himno de Castor88. La historia militar griega brindó ejemplos de comandantes que incitaron psicológicamente a sus tropas y “antes de preparar sus armas, prepararon sus almas”89. Para ello, hicieron conocer las causas y aspiraciones que los guiaron a la batalla. En el mundo griego, revelar el propósito que condujo a la guerra, orientó la acción militar necesaria. No sólo entre los guerreros, sino entre las poblaciones sujetas a ingentes sacrificios, cuantiosas pérdidas y desequilibrios económicos que atentaban contra su propia felicidad.

Horacio y Virgilio, de la República al Imperio Sobre el perfil moral de cohesión que había alcanzado la falange griega, Filipo de Macedonia prefirió la base del soldado profesional de adiestramiento minucioso cuyo espíritu de cuerpo se generaba por la permanencia en las filas. Disgregado el Imperio de Alejandro, el legado militar de Grecia fue retomado y continuado por Roma que incorporó sus tradiciones militares. Sin embargo, sus héroes no tuvieron nunca el individualismo homérico. Fueron héroes en función del Estado, que cayeron por la Ley de Roma. Allí el héroe se disciplinó. En época de la República Romana, el servicio militar pasó de ser un deber cívico a una profesión de largo plazo. Las reformas de Mario estimularon el espíritu de cuerpo y la moral de las tropas, incluso otorgaron a cada legión un estandarte que proveía de identificación y establecía lazos de pertenencia entre los legionarios. Sin embargo, el sistema militar que llevó a Roma a ser dueña del mundo occidental, favoreció su disolución. En líneas generales, Roma confió en la profesionalidad de su ejército yse ocupó poco de generar entusiasmo por las 88

ANTEQUIL, M, Compendio de Historia Universal, Madrid, Imprenta de Aguado, 1831, p 303. BURGUETE, Ricardo, “La Ciencia del Valor, Psicología de la Guerra”; cit en MARINI, Alberto, La psicología al Servicio de la Guerra, Buenos Aires, Círculo Militar, 1954, p 25. 89

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tradiciones militares. Valores como el patriotismo o la fidelidad al Emperador fueron conceptos más bien lejanos90. Al no poder sostener aquél sistema indefinidamente, terminó entregando su defensa a los bárbaros romanizados quienes impusieron su modelo de milicia local con rasgos regionales y étnicos; de allí al desmembramiento del Imperio distó poco, tal como lo cantó el poeta Horacio91 en el “Delicta maiorum”: […] No fueron estos padres los que engendraron la juventud que tiñó los mares con la sangre cartaginesa y venció a Pirro, al poderoso Antíoco y al cruel Aníbal, sino la prole varonil de rústicos soldados, diestra en remover la tierra con los azadones sabelios, que, obediente a la voz de sus severas madres, cargaba con los troncos de leña, cortados en la selva, cuando el sol prolongaba Ias sombras de los montes, hacía desuncir los bueyes cansados, y fugitivo en su carro traía las horas plácidas del reposo92. Con estos versos Horacio anticipó la decadencia romana. Otro poeta, Virgilio creyó poder detener este proceso y escribió un ambicioso poema patriótico inspirado en las grandes epopeyas homéricas, la Eneida, que cantó las virtudes del pueblo romano y cimentó una mitología propia para la nación. La composición de este poema épico de doce cantos fue un modelo de perfección literaria tanto por su equilibrio métrico como por su musicalidad. La Eneida narró las aventuras de Eneas, héroe troyano, desde la caída de Troya hasta su posterior arribo a Italia. La obra glorificó a la familia de los Julios (la del emperador Octavio Augusto)93 y la entroncó con Eneas y, por tanto, con Marte y Venus. Fue el gran poema nacional romano porque ensalzó sus orígenes y un glorioso destino. Sirvió para desarrollar un sentimiento de superioridad respecto a los demás pueblos con mensajes que se repiten a lo largo de la obra:"A éstos no les pongo límites ni en espacio ni en tiempo: Les he dado un imperio sin fin. Incluso la áspera Juno, que ahora castiga el mar, la tierra y el cielo llenándolos de 90

GIBBON, Edward, Decadencia y Caída del Imperio Romano, Girona España, Atalanta, 2012, v I, p 7. 91 El gran diccionario histórico, o Miscellanea curiosa de la Historia Sagrada y Profana, Tomo Quarto, F – H, París, Hermanos Detournes, 1753, p 847. 92 Horacio. Epodos, Odas y Carmen Secular. Introducción, versión rítmica y notas de NUÑO, Rubén Bonifaz, México, Universidad Autónoma, 2007, pp 138-139. 93 PLUTARCO, Vidas Paralelas, cit, p 211.

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temor, cambiará para bien sus designios y de acuerdo conmigo, protegerá los romanos, señores del mundo, el pueblo que se cubre con la toga. Así ha sido establecido"94. La Eneida fue parte de la acción psicológica con que Augusto fortaleció las estructuras del imperio. Además de aplicar leyes y reformas sociales, una de las principales armas con que contó fue la propaganda y por ello mandó componer esta epopeya nacional, una obra que revelase la grandeza que aguardaba al Imperio Romano, y la ascendencia divina de sus conductores. Virgilio trabajó once años y Augusto editó la obra a pesar de tener varios versos inconclusos por la muerte de su autor. "¡Idos, escritores latinos; idos, los griegos!, No sé qué cosa nace más grande que la Ilíada", escribió Propercio al conocer la obra 95. Ningún romano pudo ser indiferente ante los sucesos relatados en la Eneida, y esto fue un signo claro de que Virgilio logró el objetivo perseguido por Augusto96. Fue importante para la divulgación de la obra, su gran valor literario que la hizo perdurar durante siglos y fue el modelo épico, hasta incluso en el Río de la Plata. Así Augusto encontró en la Eneida un gran recurso para la reorganización del poder. La obra fue leída en las escuelas y divulgada en todos los círculos influyentes del imperio y entre los ciudadanos.

Los cantares de gesta: El Cantar de Roldán y el Mío Cid Fue necesario que los pueblos bárbaros invadieran Roma para que la épica guerrera de los bárbaros reviviese el género97.

Entre aquellos, se atribuyó a

Clodoveo, rey de los francos, una canción guerrera dedicada a Rolando, muy difundida en su época. El Cantar de Roldán (La Chanson de Roland,) fue un poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI en francés antiguo. Fue el cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance en Europa

94

VIRGILIO, Eneida, I., Madrid, Editorial Labutxaca (Texto latino de la editorial Bernat Metge), 19 A.C. v VI, pp 847-853. 95 PROPERCIO, Elegías, v XXXIV, 26 A.C., pp 65-66. 96 MONSERRAT, Tudela y Penia, “La Cultura como a eina de propaganda de la política D`August”, en Revista Auriga, n° 69, Barcelona, feb 2014, pp 12 -19 97 FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 26.

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y se dató como compuesto entre 1060 y 1065, ya que testigos aseguraron que los normandos lo cantaban durante la batalla de Hastings. Este Cantar narró legendariamente la acción de Roncesvalles, que enfrentó a los vascones contra la retaguardia carolingia al mando del conde Roldán, prefecto de la Marca de Bretaña. El combate de 778 fue resignificado tres siglos después y Roldán, filiado con el emperador Carlomagno, adquirió una dimensión épica y heroica. Su hecho de armas fue contado como un ataque de 400.000 sarracenos que derrotaron a Roldán por una traición. Esta gesta simbólica repercutió en la literatura europea e inspiró otras canciones militarizadas como la siguiente, compuesta por Bertrand de Born:

Bella es la joya de los escudos de colores rojo y de azur, de enseñas y gonfalones, de diverso colorido; alzar tiendas y abrigos y ricos pabellones, romper lanzas, agujerear escudos y cortar los yelmos bruñidos; dar golpes y recibir. Y siento gran alegría cuando veo en el campo alineados monturas y caballeros armados. Os lo digo: nada tiene para mí sabor, ni comida, ni bebida, ni el dormir, como lo tiene escuchar: «¡Adelante!» de ambos lados y oír relinchar los caballos desmontados en el bosque, y gritar: «¡Ayuda, ayuda!» y ver cómo caen en los fosos grandes y pequeños en el prado, y ver los muertos con los trozos

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de la lanza en su costado y sus banderolas98.

Al entrar en la península ibérica, las canciones militarizadas encontraron un terreno muy fértil.Una vez allí, estos cantares exaltaron la figura de personajes relevantes y hechos de armas entre cristianos y sarracenos o entre la monarquía y la nobleza feudal99. Su divulgación fue obra de juglares, oídos con atención por aldeanos y señores feudales. El cantar de gesta sirvió a los aldeanos como relato histórico de hechos y personajes célebres y también como medio informativo de sucesos recientes. En Castilla llamaron “cantos noticieros” a ciertos relatos breves inspirados en novedades acaecidas. Los sucesos no se recogieron por escrito porque estaban destinados exclusivamente a la recitación. Los pocos “manuscritos de juglar” que aún se conservan, sirvieron a los juglares para auxiliar la memoria de ser necesario; por ello son escasos los textos originales o copias de los mismos. El Cantar de Mio Cid fue un cantar de gesta anónimo que relató hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz el Campeador. Según Ramón Menéndez Pidal el Cantar del Mío Cid aportó a la conquista y unidad nacional española. Originó el sentimiento de supremacía castellana sobre los demás reinos y le dio un destino imperial. Este sentir fue prerrogativa del Reino de León al considerarse heredero de la monarquía visigoda, pero pasó con el Cid a hacerse parte de la identidad del Reino de Castilla100. Así, abrió a España las puertas del Imperio y exaltó aquellas cualidades y virtudes que constituyeron el alma de la historia nacional.

El Cantar como preceptiva moral, filosófica y militar hispana Como preceptiva moral, filosófica y militar, el Cantar promovió conceptos como fidelidad y patria. Divulgó también el «espíritu de frontera» y la oportunidad de 98

Recogido en LE GOFF, Jacques, La Civilización del Occidente Medieval, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 1999, pp 299-300 99 LE GOFF, Jacques, Mercaderes y Banqueros de la Edad Media, Buenos Aires, Eudeba, 1982, p 92. 100 MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, La España del Cid, Madrid, Plutarco, 1929, p 170.

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ascenso social en tierras de Extremadura. El propio Cid logró sobreponerse a su condición social y alcanzó por su esfuerzo, prestigio, riquezas y un señorío hereditario. El Cantar reveló el ascenso social del héroe que creó su propio linaje, sin perder su dimensión humana. El poema se diferenció de la épica francesa por la ausencia de elementos sobrenaturales, la mesura con la que se condujo el héroe y la verosimilitud de sus hazañas. Ofreció asimismo un modelo de prudencia con la comunidad hispanoárabe, de origen andalusí que ocupaba la región. Divulgó el «espíritu de frontera» y el ascenso social de los caballeros infanzones en tierras de Extremadura. Puede afirmarse que el tema fue el ascenso del héroe, que crea su propio linaje. Exaltó la vida militar como medio para alcanzar honores y fortuna101. Psicológicamente,

las acciones del Cid hicieron justa la Reconquista de

España y el sostenimiento de la fe. Profundizaron la moral del pueblo español y moralizaron su guerra. En una época en que los principios que gobernaban la conducta de guerra, estaban más basados en las costumbres de los caballeros que en el derecho religioso o la filosofía escolástica, el sentimiento de respeto al vencido y el sentido de justicia del Cid, hizo de la Reconquista una guerra moral. Su sola presencia como conductor de ejércitos fue garantía de ello102. Políticamente, el Cantar delineó las aspiraciones hispanas: recuperar sus territorios y ampliar su patrimonio moral y espiritual. El Cid orientó la reunión de todos los hispanos y para ello, expulsó a los enemigos dentro del propio país y aseguró la unidad interior. La acción psicológica permitió transformar una “cruzada” en una guerra nacional103. Los cantares contribuyeron a formar el espíritu castellano que fusionó lo social con lo religioso, lo militar y lo político en una unidad, que se convirtió en la identidad del pueblo español104.

101

MUCIÑO RUIZ, José, “Hermenéutica Literaria y poesía épica: El cantar del Mío Cid”, en GONZÁLEZ A. y MIAJA DE LA PEÑA, M, Introducción a la Cultura Medieval, México D. F. UNAM, 2005, p 185. 102 BELLAMY, Axel J. Guerras Justas: De Cicerón a Iraq, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, - 1ra ed – Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, p 77. 103 BELLAMY, Axel J. Guerras Justas: De Cicerón a Iraq, cit, p 83. 104 MUCIÑO RUIZ, José Antonio, “Hermenéutica Literaria y poesía épica: El cantar del Mío Cid”, en GONZÁLEZ, A. y MIAJA DE LA PEÑA, M., Introducción a la Cultura Medieval, cit, p 182.

151

La trascendencia de estos cantares motivó que Alfonso X dispusiese en sus Partidas105que los infantes los oyesen durante sus comidas. Textualmente ordenaba que los juglares non dixiesen ante ellos otros cantares si non de gesta o que fablasen de fechos de armas. Los trovadores en cambio, fueron poetas cultos llegados a la península en el siglo XII, procedentes de la Provenza. Entre ellos se halló el gascón Marcabrú, quien compuso la trova Pax in nomini Domini para exhortar a caballeros franceses a unirse a una cruzada para conquistar Almería. La obra aludió a la metáfora del baño de purificación para llevar la lucha contra el infiel: Paz en el nombre de Dios. / Ha hecho Marcabrú los versos y el son. / Oíd lo que dice: / el señor celestial, por su misericordia / nos ha preparado, / cerca de nosotros una piscina / que jamás la hubo tal106. Marcabrú también compuso una exhortación a los caballeros de Castilla: el Poema de Almería y a los castellanos cantó: Sus armas son tan abundantes como las luces de las estrellas; / tienen muchos caballos protegidos con hierro y paños, / y su habla resuena como atabal y trompeta. Hubo también

otros

trovadores españoles como José Gomis de la Mata,

Macías de Padrón, Lorenzo Pomer, Mosén Rodrigo Díaz, Juan de Torres, Marín García,

y Ausías March107 cuya obra se enlazó directamente con los cantos

rioplatenses108. También las cantigas de Alfonso X incluyeron episodios guerreros; la número 99 narró cómo la Virgen María aniquiló unos moros invasores que pretendían destruir las imágenes cristianas, o la 192 que refirió la redención de un caballero pecador: Ed ´est un mui gran miragre / mostrou, por un cavaleiro / que apost´e fremos ´era, / et ardid ´e bon guerreiro109. Así, la Reconquista Española se caracterizó por el gran desarrollo de romances de contenido guerrero .

105

Las Siete Partidas fueron un cuerpo normativo redactado por la Corona de Castilla, durante el reinado de Alfonso X (1252-1284), La Partida III contaba con 31 títulos y se refería a emperadores, reyes: sus deberes como oficiales de la corte y en la guerra; cfr Novísima Recopilación de Las Leyes de España dividida en XII libros. Mandada formar por el Señor Don Carlos IV, cit, p XLIII. 106 MILA Y FONANALS, Manuel, Obras de Manuel Milá y Fontanals, dirigidas por Martín de Riquer. II: De los trovadores en España, Barcelona, CSIC, 1966, pp 91 y 151. . 107 FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 39. 108 WILKES, J. T. y GUERRERO CÁRPENA, I, Formas Musicales Rioplatenses. Su Origen Hispano, Buenos Aires, Publicaciones de Estudios Hispanos, 1946, cit, p 23. 109 FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 41.

152

Otros

cantares

nacionales, se

menos

heroico-caballerescos,

pero

resueltamente

más

desgajaron del antiguo recurso del Cantar de Gesta. Estas

recreaciones de los viejos cantares eran incompletas e hilvanaban situaciones sueltas sin antecedentes ni desenlace; el relato extenso se desdibujó y muchos distaron de la tradición a que pertenecían, tanto que no revelaban rastros del Cantar del cual se habían desprendido. Estos romances fronterizos fueron manifestaciones espontáneas del esfuerzo propagandístico nacional. Con la toma de Granada se agotaron y no hallaron otros temas de inspiración110. Sin embargo, deben evocarse algunos de esta última época que incluyeron novedades luego empleadas localmente: por ejemplo el empleo de la voz del enemigo: ¡O, castillo de Montanges, / por mi mal te conocí, / ¡Cuidata de la mi madre / que no tiene más de a mí! 111 . También otro quecantó con burla un modesto botín: Cavalleros de Alcalá / entrasteis a fazer presa, / et fallastes un morillo / entre Estepona y Marbella. Versos de esta factura irrumpieron en la conquista y colonización del territorio americano112.

Redireccionamiento del espíritu guerrero hispano.

Los descubrimientos de Cristóbal Colón direccionaron el espíritu guerrero hispano al Nuevo Mundo y dieron a la conquista de los territorios un carácter de cruzada113. Por otro lado, el final de la Reconquista dejó a gran cantidad de guerreros sin su estilo de vida y manutención y la economía agraria castellana fue incapaz de absorber a la hueste licenciada. Ambas circunstancias motivaron que el Nuevo Mundo se presentase para ellos como la nueva frontera en la que seguir

110

MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, El Romancero Español, New York: The Hispanic Society of América, 1910, p 51. 111 “O, castillo de Montanges” [1429], en FERNÁNDEZ DE LATORRE, Ricardo, Historia de la Música Militar de España, cit, p 44. 112 GESUALDO, Vicente, La Música en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Stella, 1998, pp 19-20. 113 KONETZKE, Richard, América Latina II. La época colonial, México, Siglo XXI Editores, 1993, p 21.

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practicando lo mismo que habían hecho siempre, es decir, la lucha contra el infiel114. Por todo ello, la empresa americana se entendió desde un primer momento como la prolongación de la guerra que desde siglos atrás libraba la Península Ibérica. Sin embargo, esta empresa militar no inspiró un romancero local, pero sí la difusión de antiguas producciones en lengua romance, según explicó Ramón Menéndez Pidal. La importancia de este proceso fue la perdurabilidad del género para cantar la experiencia bélica rioplatense, pues incluso el Martín Fierro, considerado el poema épico local115, acusó la fuerte influencia de su estilo. Las alusiones de algunos diálogos prueban la permanencia del romancero hispano en la memoria de los conquistadores116. Por ejemplo, el cronista Bernal Díaz del Castillo registró que el jueves santo de 1519 Hernán Cortés recibió a “un caballero que se decía Alonso Hernández Puertocarrero, é dijo a Cortés: Cata Francia, Montesinos, / Cata París la ciudad, / Cata las aguas del Duero, / Do van a dar a la mar / Yo digo que miréis las tierras ricas, y sabeos gobernar”. Cortés que entendió el sentido de aquellas palabras, respondió: Denos Dios, ventura en armas, / Como al paladín Roldán117. Un año después, durante la noche triste de 1520, Cortés lloró la muerte de sus hombres y uno de sus oficiales lo consoló con un verso: “Señor capitán, no esté vuestra merced tan triste; que en las guerras estas cosas suelen acaecer, y no se dirá por vuestra merced: Mira Nero de Tarpeya / A Roma como se ardía‖. El destino de Cortés inspiró una copla de estilo hispano que decía: En Tacuba está Cortés / con su escuadrón esforzado, / Triste estaba y muy penoso, / Triste y con gran cuidado, / La una mano en la mejilla, / Y la otra en el costado118. Estos versos exhibieron la destreza de los hispanos para componer versos espontáneos. El mismo Cortés compuso coplas y con ellas acompañó un obsequio 114

Denunciado por VITORIA, Francisco de, Relecciones sobre indios y el derecho de guerra, Madrid, Espasa Calpe. Colección Austral, 1946, pp 62-63. 115 LUGONES, Leopoldo, El payador y antología de poesía y prosa. Prólogo de Jorge l. Borges. Selección, notas y cronología de Guillermo Ara, Cracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, pp 4-6. 116 MENENDEZ PIDAL, Ramón, Romancero Hispánico, t II, Madrid, 1953, p 94. 117 Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo. Buenos Aires, Universidad Nacional de Tucumán, 1937, t I, p 250. 118 DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Barcelona, Red Ediciones. Linkua digital, t II, 2010, p 42.

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que envió a su Carlos V. Otro cronista de Indias, Francisco López de Gomara anotó que la joya entregada, “tenía de relieve un ave fénix, con una letrilla al emperador que decía: Aquesta nació sin par; Yo en serviros sin segundo; Vos sin igual en el mundo‖. La crónica refirió asimismo que, “la copla el mesmo se la hizo, que cuando quería no trovaba mal”119. No solo los jefes de hueste trovaban, sino que esta habilidad estaba extendida también entre la tropa.

Guerra de encomenderos y coplas sarcásticas En 1527, un soldado de apellido Saravia envió a su gobernador, una copla en la que advirtió sobre las conspiraciones de sus propios capitanes, Francisco de Pizarro y Diego de Almagro. Así anotó López de Gomara: Pues, señor gobernador, / Mírelo bien por entero, Que allá va el recogedor, / Y acá queda el carnicero. Esta disputa en la que a Almagro le cupo la mote de recogedor y a Pizarro la de carnicero, inspiró un verso que cantaban los almagristas en 1537: Almagro pide la paz, / Los Pizarros, guerra, guerra; Ellos todos morirán, Y otro mandará la tierra120. Luego de la batalla de Xaquixauana, librada en el Cuzco en abril de 1548 y que puso fin a esa guerra civil, se fundó la ciudad de Nuestra Señora de la Paz, hoy capital de Bolivia y en la orla de su estandarte de ciudad real se grabó esta copla alusiva: Los discordes en concordia / En paz y amor se juntaron / Y el pueblo de Paz fundaron / Para perpetua memoria121. El licenciado La Gasca, pacificador del Perú, llegó a la ciudad de los Reyes en septiembre de ese año y fue recibido con gran agasajo e innumerables versos alusivos. El cronista Diego Fernández anotó: “salieron en una hermosa danza tantos danzantes como pueblos principales había en el Perú, y cada uno dijo una copla en nombre de su pueblo, representando lo que en demostración de su fidelidad había hecho”. Las coplas fueron estas: Yo soy la ciudad de Lima / que siempre 119

LÓPEZ DE GOMARA, Francisco, Historia de las conquistas de Hernando Cortés, México, Imprenta de la Testamentaria de Ontiveros, 1826, t I°, p 115. 120 LÓPEZ DE GOMARA, Francisco, Historia General de las Indias y vida de Hernán Cortés, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, p 164 121 INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Y CULTURALES DE LA PAZ, Actas Capitulares de la Ciudad de la Paz 1555-1562, La Paz (Bolivia), Cabildo, 1965, vol 2, p 814.

155

tuve más ley, / pues fue causa de dar cima / a cosa de tanta estima / y contino por el Rey. Otro danzante recitó: Yo también soy la ciudad muy nombrada de Trujillo / que salí con gran lealtad / con gente a su Magestad / al camino a recebillo. Otro delegado dijo: Yo soy de Piura deseosa / de servirte con pie llano, / que como leona rabiosa / me mostré muy animosa / para dar fin al tirano y un cuarto expresó: Yo, Quito, con lealtad / (aunque fue tan fatigada) / seguí con fidelidad / la voz de su Magestad / en viéndome libertad. Un representante de dos ciudades pronunció: Guanuco y la Chachapoya / te besamos pies y manos, / que por dar al Rey la joya / despoblamos nuestra Troya / trayendo los comarcanos. El último expresó: Ilustrísimo señor, / Yo, el gran Cuzco muy nombrado, / te fue leal servidor, aunque el tirano traidor / me tuvo siempre forzado122. La crónica dio pauta de la rápida adopción del metro castizo para el canto y divulgación de las acciones de armas americanas. La guerra civil

contra el

rebelde Francisco Girón fue puesta en verso de este modo: El uno jugar y el otro dormir, / ¡Oh, que gentil! – No comer y apercibir. /¡Oh, que gentil! / El uno duerme y el otro juega. ¡Así va la guerra!123. En esta copla sarcástica los aludidos fueron el Arzobispo de Lima, Gerónimo de Loayza, conocido por su apego al ajedrez y el dormilón era el oidor de la Real Audiencia, Hernando de Santillán. En1550, Juan Nuñez del Prado, enviado por Pedro de la Gasca entró en Tucumán y allí fundó el primer asiento de los españoles.Mateo Rosas de Oquendo, en un verso que recordó esa

fundación apuntó: Una vez fui en

Tucumán debajo del estandarte/ atronando de trompetas de pífanos y atabales / y caminando tres días unos llanos adelante / fundamos una ciudad si es ciudad cuatro corrales124. Estos hombres que se adentraron en territorio americano fueron los voceros de la copla

del pueblo español y cantaron sus aventuras en

romances, letrillas, coplas y glosas de uso cotidiano.

122

De la VEGA, Garcilaso, Comentarios reales del origen de los Incas, reyes que fueron del Perú, de su idolatría, leyes y gobierno, Madrid, Imprenta de los hijos de Doña Catalina Piñuela, 1829, vol 5, p 29. 123 Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo. Buenos Aires, cit, p 251. 124 GRECO, Andrés, “Cuatro poetas y una escritora‖ en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas UBA, t XXVIII , 1943-1944, p 148.

156

Los autores de las letras hispanas cantadas por los conquistadores fueron Cristóbal de Castillejo125, Diego Hurtado de Mendoza126, Jorge de Montemayor127y especialmente Fray Ambrosio Montesino128. Este último revistió la prédica de formas populares y compuso en décimas a cuartetas: Pues a ti, Señor, revelo / mi defecto, porque hagas / venir las almas con vuelo / por mis letras al señuelo 129. Su Cancionero Sagrado fue la fuente preferida para llevar a cabo la Evangelización Americana130.

125

Cristóbal de Castillejo, 1490 - 1550, poeta español, representante de la reacción tradicionalista frente a la adaptación de los metros italianos que llevaron a cabo Garcilaso de la Vega, Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza. Su espíritu y temática fue plenamente renacentista, como lo fueron también sus géneros. Castillejo reunió su obra en tres grupos: Obras de amores, Obras de conversación y pasatiempo y Obras morales y de devoción. Sus obras completas no se editaron hasta 1573 en Madrid y fueron expurgadas por la Inquisición, cfr REYES, Carlos R, Estudios sobre Cristóbal de Castillejo: tradición y modernidad en la encrucijada poética del siglo XVI, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2000, 126 Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco, 1503 - 1575, poeta y diplomático español. señalado como el autor del Lazarillo de Tormes. Representó al aristócrata militar y humanista del siglo XVI. Junto a Garcilaso de la Vega y Juan Boscán introdujo nuevos temas, metros y estrofas de la lírica italiana, y fue el primero en cultivar el burlesco tema del "soneto del soneto". Fue autor, de una reconocida historia de la Guerra de las Alpujarras basada en sus experiencias militares y políticas durante la sublevación de los moriscos en 1568-1570; cfr DÍEZ FERNÁNDEZ, José I., Diego Hurtado de Mendoza, Poesía completa, Barcelona, Planeta, 1989, Introducción. 127 Jorge de Montemayor, 1520- 1561, escritor portugués en lengua española. Su Cancionero de 1554, contuvo poemas religiosos y profanos. Los primeros fueron prohibidos por la Inquisición por contener errores teológicos; los profanos, alcanzaron gran éxito.Fue también autor de obras religiosas: un Diálogo espiritual, un Segundo cancionero espiritual. Su obra más importante fue Los siete libros de la Diana que fue la primera novela pastoril de la literatura en lengua castellana; cfr de su autoría Los siete libros de la Diana, Edición, prólogo y notas de Francisco López Estrada, Madrid, Espasa-Calpe, 1954, 128 Fray Ambrosio Montesino, 1444 - 1514 clérigo, poeta y traductor castellano. Editó un cancionero con poesía piadosa, teológica y moral, Cancionero de diversas obras de nuevo trovadas que habló la lengua de los simples, participó de sus emociones y humanizó la vida de Cristo y los santos; otras composiciones fueron, "Coplas de Nuestra Señora reina del Cielo", "In Nativitate Christi", "Romance en honra y gloria de San Francisco", "Coplas del Nacimiento", "Coplas del destierro de Nuestro Señor", "Tratado del Santissimo Sacramento", "Al destierro de nuestro Señor para Egipto" y "Coplas al árbol de la Cruz". Por orden de la reina Isabel la Católica tradujo del latín la Vita Christi. Corrigió a petición del rey Fernando el Católico una traducción de los Evangelios y Epístolas, que se reimprimió muchas veces hasta el año 1559, fecha en la que el Índice prohibió toda traducción de la Escritura en lengua autóctona. Otra traducción suya fue la de las Meditationes y los Soliloquia de San Agustín; se le atribuye también un Breviario de la Immaculada Concepción de la Virgen nuestra Señora (Toledo, 1508), cfr ALVAREZ PELLITERO, Ana M, La obra lingüística y literaria de Fray Ambrosio Montesino, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1971, 129 Romancero y Cancionero Sagrados, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1855, p 415. 130 Cancionero Popular de Tucumán, Recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo, cit, p 256.

157

La conversión al Cristianismo en versos de Montesino El cronista Fernández de Oviedo describió en una frase la llegada de los primeros religiosos misioneros en las Américas; una frase sintetizó aquel movimiento misionero: “Llovieron los frailes”131. La evangelización comenzó en 1493 con el segundo viaje de Colón. Los Reyes Católicos enviaron a Bernardo Boyl como “vicario pontificio”, a cargo de la instrucción catequética de los naturales de las Nuevas Tierras. Junto con él viajan algunos franciscanos que difundieron los cantares tradicionales y religiosos. También los jesuitas aprovecharon la buena disposición de los indígenas para la música y les enseñaron los cantares hispanos. El padre Alonso de Barzana escribió en 1588: “Todas estas naciones son muy dadas a bailar y cantar […] son los mayores músicos desde niños y con más graciosos sones y cantares; y no solo todas sus fiestas son cantar, sus muertes todas las noches las cantan todos los del pueblo cantando juntamente, bailando y bebiendo”132.Los jesuitas los ganaron para la fe, “a ratos predicando, a ratos haciéndoles cantar en sus coros y dándoles nuevos cantares a graciosos tonos y así se sujetan como corderos, dejando arcos y flechas. También mucha de la gente de Córdoba son muy dadas a cantar y bailar, y después de haber trabajado y caminado todo el día, bailan y cantan en coros la mayor parte de la noche”, escribió Barzana. . Entre los más difundidos se halló uno cantado al son de la canción guerrera ¡Oh Castillo de Montanches!:

¡Oh columna de Pilato! El dolor que en ti sentí. Ha medio muerto á mi Madre, Que no tiene más de d mi. Morirá cuando supiere 131

FERNANDEZ de OVIEDO, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias. I-IV. Edición y estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso. Madrid 1959, v 5, Biblioteca de Autores Españoles , pp 117-121. 132 Carta del 8 de septiembre de 1594 con detalles etnográficos y lingüísticos sobre los pueblos del Tucumán, dirigida a su provincial Juan Sebastián y publicada tiempo después en Relaciones geográficas de Indias, Madrid, 1885, Tomo II, apéndice 3, p LVIII.

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Los desmayos que he pasado. ¡Oh qué triste cuando viere Mi cuerpo tan azotado, Y tu suelo consagrado De la sangre que vertí.. […] Ya no puedo ser escaso, ¡Oh gentes! en dar perdón, Porque estas penas que paso Sonables aldabas son, Con que llamo á salvación A todos los que elegí, Y se duelan de mi Madre, Que no tiene más de a mí133

De este modo, el proceso de conversión al cristianismo de América, utilizó recursos de la propaganda bélica para la divulgación de ideas religiosas 134. Las primeras experiencias con los naturales revelaron

las vías sensoriales e

intelectuales de acceso a la psiquis nativa, y la propaganda evangelizadora tuvo sus propias modalidades en cuanto al “factor atención” o “interés”. El sonido despertó el “interés”, por vía sensorial entre los naturales americanos y ello facilitó la percepción del contenido textual, porque muchas veces saben mejor las cosas divinas á los que no están muy ejercitados en el gusto y dulzor de ellas, cuando se les da debajo de alguna elegancia de prosa ó de metro de suave estilo, advirtió Montesino135.

133

Romancero y Cancionero Sagrados, cit, p 437. El término "propaganda" derivó del nombre de la Congregación Propaganda Fide y de su misión; fundada en 1622 por el papa Gregorio XV, fue la encargada de la difusión del catolicismo y de la regulación de los asuntos eclesiásticos en los países no católicos. La jurisdicción de la Congregación se extendió a todos los territorios en los que no se habían conformado diócesis; cfr CANTOS CASENAVE, Marieta y otros, La Guerra de la Pluma: política, propaganda y opinión pública; Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2009, p 21. 135 Romancero y Cancionero Sagrados, cit, p 414. 134

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El contacto y el diálogo con los naturales exigieron ante todo el aprendizaje de su propia lengua. Los franciscanos fueron buenos lingüistas; en la Nueva España había quien hablaba y escribía tres lenguas nativas: la mejicana o náhuatl, otomí y tarasca; derivación y, a la vez, instrumento eficaz de este aprendizaje fueron los catecismos, las gramáticas, los vocabularios y otras obras que escribieron los misioneros, y que a partir de 1539 la imprenta, introducida en Méjico contribuyó a divulgar; entre 1524 a 1572, los franciscanos en Méjico escribieron ochenta obras en lenguas indígenas, los dominicos dieciséis y los agustinos ocho136. El supuesto derecho a convertir por la fuerza a los no creyentes, fue cuestionado por Francisco de Vitoria, un dominico catedrático en la facultad de teología de la Universidad de Salamanca. Los naturales, argumentó Vitoria, no cometían ningún pecado por no creer la fe cristiana antes de que esta les fuera predicada. España no debía, por tanto, usar la fuerza para convertir a los naturales americanos en ninguna circunstancia. Como lo expresó Vitoria, “la guerra no es un argumento a favor de la verdad de la fe cristiana. Los bárbaros no pueden ser obligados a creer mediante la guerra; solo pueden simular que creen”137. Vitoria concedió que si los misioneros hispanos presentaban pruebas razonables de la fe “acompañadas de maneras que fueran tanto decentes como respetuosas del derecho natural”, los naturales pecaban si seguían negándose a convertirse. No obstante, no encontró evidencia alguna de que los conquistadores presentasen la fe de manera decente y, aún si lo hiciesen, tampoco había en los pecados de los naturales motivos justificables para la guerra. Luego, Vitoria rechazó otros tres supuestos: los pecados de los naturales, pues no todos los pecados eran motivo de guerra; la libre elección por parte de los indios de ser gobernados por los españoles, porque en verdad tuvieron una elección forzada y el obsequio divino de Dios, porque no pudo ser demostrado. En consecuencia, Vitoria descartó de manera expresa la idea, central de las Cruzadas, de que la Iglesia o el Imperio tuvieran derecho a iniciar la guerra, la

136

RICARD, Robert, La conquista espiritual de México, Fondo de cultura economica de España, México, 1947, pp 505-510 137 DE VITORIA,Francisco, Relecciones sobre indios y el derecho de guerra, cit, p 67.

160

afirmación de que esas guerras fueran justas y el argumento de que los no cristianos tuvieran menos derechos que los cristianos138.

Conclusiones de una experiencia secular El objeto de estudio de este trabajo se centró en el empleo de los versos como propaganda

de

guerra,

un

tipo

de

comunicación

persuasiva

altamente

especializada, que durante siglos influyó sobre los grupos humanos que se deseaban afectar. El itinerario reveló un cancionero presente en las sociedades occidentales, bajo diversas formas y géneros, con la intención de transmitir ideologías u opiniones con objetivos claros y determinados. Según estos últimos, se comprobaron los tres grandes modelos históricos propuestos por Oliver Thomson: propaganda de guerra, política y religiosa139. Las composiciones que sirvieron a estos fines, históricamente tuvieron una labor que consistió en estimular y mantenerla moral de la propia tropa. Los versos de Calino y Tirteo enseñaron al hoplita que el coraje en batalla era la mayor virtud a que podía aspirar un griego. Quien exhibiese ese valor era valiente, quien no, un cobarde. La polis, en su continuidad temporal, garantizaba al combatiente el recuerdo de sus acciones heroicas. Lo que siglos después llamaríamos propaganda, hizo de la “bella” muerte una ley y una estricta codificación premiaba al guerrero victorioso con una vida honorable. La nueva constitución “de Licurgo” aportó un nuevo elemento a la guerra: el soldado combatiente era también decisor de la política de estado. Ser ciudadanos con iguales derechos y confiar en el apoyo mutuo que se brindaban caracterizó la falange griega: el soldado peleaba por su sociedad. Esta nueva moral aportó gran espíritu de cuerpo y sumada a una formación concentrada resultó eficaz contra los persas en Maratón y Platea. Allí la propaganda alcanzó los mejores ejemplos del mundo griego. El modelo propagandístico político se reveló en La Eneida, que fue parte de la acción psicológica con que Augusto fortaleció las estructuras de su Imperio. Esta 138

BELLAMY, Axel J., Guerras Justas: de Cicerón a Iraq, cit, p 93. THOMSON, Oliver, Mass Persuasion in History: a Historical Analysis of the Development of Propaganda Techniques, New York, Crane Russak & Company, 1977, p 11. 139

161

epopeya reveló la grandeza que aguardaba a Roma y la ascendencia divina de sus conductores. Al direccionarse al mundo helenístico demostró que Roma estaba unida a Grecia por una comunidad de origen y cultura, y ello fue fundamental para mantener el equilibrio del Imperio. Por eso la importancia de la insistencia de Virgilio sobre los lazos que unían a Eneas con príncipes griegos. Siglos más tarde, el Cantar del Mío Cid divulgó el «espíritu de frontera» y la oportunidad de ascenso social en tiempos de Reconquista. Fue precepto moral, filosófico y militar y suscitó conceptos como fidelidad y patria para librar una guerra secular. Precisó las aspiraciones castellanas y ofreció un patrimonio moral y espiritual que reunió a los hispanos para recuperar su territorio y expulsar a los infieles. Puede afirmarse que creó el espíritu hispano con matices sociales, religiosos, militares y políticos y abrió a España las puertas del Imperio. Este recurso, dirigido a la comunidad hispanoárabe de origen andalusí que ocupaba la región, impidió que se alíen al enemigo, los mantuvo en su posición imparcial o los atrajo hacia la propia causa. Otros cantares menores se desgajaron del Cantar de Gesta. Estos romances fronterizos contribuyeron espontáneamente al esfuerzo propagandístico nacional, pero se agotaron con la toma de Granada. Versos de esta factura irrumpieron en la conquista del territorio americano. Uno de los elementos que caracterizó la Conquista de América fue la convergencia entre los conquistadores y los evangelizadores: la conjunción de la expansión militar y de la misión religiosa. La cruz y la espada se unieron en un proceso indiferenciado que exigió simultáneamente la sumisión al rey de España y la conversión al cristianismo. Se trató de una mentalidad en la que no hubo separación entre la problemática religiosa, la militar y la política. La acción psicológica favoreció la acción de conquistadores y evangelizadores y confirmó la visión providencialista adquirida en siglos anteriores. Por ella tuvieron la impresión de haber sido elegidos por la providencia divina para expandir el evangelio y así la mística religiosa de la Reconquista Española se extendió a la Conquista de América. España, como antes lo habían hecho Francia e Inglaterra, teologizó la guerra e hizo de la propaganda su más eficaz colaboradora.

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La Batalla de Salamina. Un Punto de Inflexión en la Historia Militar Griega Lic. Fernando Ymfeld Universidad de la Defensa Nacional

―Los barcos de Salamina constituyen las estructuras de madera más importante de la historia de Grecia desde la construcción del Caballo de Troya‖ Barry Strauss Introducción. La batalla de Salamina fue el mayor combate naval de la Antigüedad, ocurrió en septiembre de 480 a.C., se enmarcó en lo que se denominó la 2da Guerra Médica entre el Imperio Persa y un grupo de Ciudades Estado griegas. En palabras de Barry Strauss autor de “La Batalla de Salamina” lo que estaba en juego era la libertad de Atenas y puede decirse que del desenlace de esta batalla dependió nuestro presente. Es muy dudoso que el espíritu de investigación intelectual que condujo a Sócrates, Platón y Aristóteles, sentando las bases de la filosofía occidental, pudiera haber florecido en Atenas bajo el gobierno del Gran Rey. Este trabajo busca profundizar este aspecto en esta batalla, desde los antecedentes hasta su desenlace y por último ver las consecuencias y efectos posteriores, principalmente desde la perspectiva de Atenas como la principal beneficiaria de este triunfo.

Antecedentes. El apoyo de Atenas a la rebelión Jónica (499-494 AC) fue la excusa para que Darío (549-586 AC) el Gran Rey persa, emprendiera una acción punitiva cuyo objetivo más amplio era expandir su imperio hacia el oeste eliminando una

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influencia desestabilizadora como la idea de democracia y autogobierno que practicaban las ciudades griegas. Después de una campaña marítima exitosa el ejército persa a las órdenes de Datis puso pie en el Ática en la bahía de Maratón, elegida por su larga playa protegida y porque la distancia a Atenas aseguraba un desembarco sin oposición. Los atenienses junto con sus aliados de Platea llegaron a tiempo para evitar que los persas salieran de la cabeza de playa, Milcíades fue el comandante griego que los condujo al primer triunfo terrestre sobre los persas, en el 490 AC. A pesar de que la batalla de Maratón significó un triunfo importante para los griegos, cobró mayor importancia por el rápido repliegue de estos hacia Atenas para evitar un nuevo desembarco más cercano, ya que los persas después de la batalla tenían casi toda su flota intacta, al igual que su caballería que no intervino en las acciones y sentían que podían conquistar la ciudad. Los espartanos llegaron tarde a esta batalla por razones religiosas, lo que permitió que los atenienses se alzaran con el crédito de la victoria.

Atenienses

Salamina

Fenicios Aliados Espartanos

Jonios

Jonios

El Pireo

Fenicios

Persas

Egipcios

El contingente egipcio se repliega

Golfo Sarónico

Batalla de Salamina

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Para los persas Maratón no fue un desastre, solo un retroceso en sus aspiraciones por conquistar Grecia, por lo que al retorno del ejército Darío comenzó la planificación de una nueva invasión, que se vio demorada por la rebelión en Egipto y la posterior muerte de Darío en el 486 AC. Su hijo y sucesor Jerjes (519-465 AC) emprendió personalmente la conquista de Grecia como comandante en jefe y el máximo responsable en la toma de las decisiones, motivado principalmente por la lógica de expansión de un Imperio que se encontraba en su auge, que era una gran civilización con importantes adelantos y que dominaba gran parte del mundo conocido. La tierra a anexar no era rica en tributos, pero la infantería pesada y la flota serían una importante adición al poder del ejército persa, sumado a que las riquezas de Sicilia quedarían más cerca. También Jerjes tenía una necesidad personal de completar la misión de su padre y lograr éxitos que le dieran gloria, el Gran Rey debía castigar y subyugar a los que lo desafiaban, por lo que una exhibición de fuerza podría ser todo lo necesario para ganar la rendición de los griegos. En este sentido dos espectaculares hazañas de la ingeniería, los puentes de barcos sobre el Helesponto y el canal cortado a través de la península de Athos, el primero más necesario que el segundo son exhibiciones claras de poder.

La Campaña de Salamina El ejército persa cruzo el Helesponto sobre el puente de barcos en abril, Herodoto habla de un ejército de un 1.700.000 infantes y 80.000 de caballería, es poco probable que hayan sido esos los números, según Barry Strauss el ejército sería del orden de 200.000 soldados, no es objeto de este trabajo aclarar este punto, lo que hay que destacar es que cualquiera haya sido la cifra era muy grande para la época, además de ser multicultural ya que incluía a representantes de todos los pueblos que formaban el Imperio Persa, esto denotaba un logro logístico y organizativo propio de un gran imperio.

167

En cuanto a la flota que acompañaba a este ejército, Heródoto como Esquilo hablan de 1.327140 trirremes y 3.000 naves menores de apoyo logístico, esta podría ser una exageración épica que debe haber estado más cerca de 700 a 800 naves antes de Artemisio (Whilliam Shepherd, Salamis 480 BC, Osprey Publishing Ltd., London 2010, pág.69). Al igual que el ejército de tierra, la flota era una fuerza multiétnica ya que los persas no tenían flota, no eran marineros y las naves correspondían a sus pueblos vasallos muchos de los cuales eran griegos, posiblemente los componentes más importantes eran de fenicios, egipcios, jonios y carios. El mando de la flota persa fue dividido entre Ariabignes, hijo de Darío y medio hermano de Jerjes, Prexaspes, que no era de sangre real, Megabauzas, hijo de Megabates, primo de Darío y Achaimenes hijo de Darío y hermano mayor de Jerjes. Como se puede ver no había una unidad de mando y esto puede haber provocado inconvenientes a la hora de tomar decisiones. El componente terrestre de este ejército estaba comandado por seis comandantes el más influyente y principal asesor de Jerjes según Heródoto era Mardonio, pero no tuvo influencia en la batalla de Salamina. En Abril del 480 AC en el consejo de guerra griego en el istmo de Corinto, los Tesalios propusieron detener a los persas lo más al norte posible, pero esta estrategia no era posible ya que no se podía cubrir todas las rutas de acceso al centro de Grecia, y la flota griega hubiera estado en desventaja en el mar más abierto de la costa este. Después de acaloradas discusiones los griegos acordaron detener el ataque en el centro de Grecia en el estrecho desfiladero de las Termópilas que era el último paso por encima del istmo de Corinto que permitía una defensa ante una fuerza muy superior en número, hacia allí se dirigió el rey Leónidas de Esparta con una fuerza aliada de unos 7.000 hoplitas aproximadamente. Por su parte la flota griega se situó en Artemisio a unos 64 Km., contaba de unos 300 trirremes aproximadamente y tenía como misión detener a la persa y evitar que esta

140

Este gran número podría haber derivado de las listas de impuestos del Imperio pero es poco probable que todos hubieran participado de la campaña.

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desembarcara contingentes a las espaldas de Leónidas, de esta manera ganar tiempo para que las ciudades del sur envíen sus refuerzos y frustrar el avance sin mucho daño al rico interior del centro y sur de Grecia. Esta era una operación combinada que implicaba que la derrota en alguno de los dos frentes haría insostenible la posición del otro. Antes del despliegue de la flota griega se había decidido que el comandante fuera Euribíades que era espartano, los atenienses aceptaron esto con desgano principalmente Temístocles que de todas maneras supo moverse políticamente para en realidad ser el verdadero líder de la campaña. Los atenienses aportaban 200 naves y cada uno de los 17 contingentes que formaban la flota tenía su propio comandante y era un miembro voluntario de la Alianza Helénica. Entre el 27 y el 29 de Agosto se dieron las batallas de Termopilas y Artemisio, para la historiografía la primera tuvo un mayor valor por el heroísmo épico de la lucha hoplítica. Artemisio fue un enfrentamiento naval y esto era trabajo para los ciudadanos más bajos, extranjeros y esclavos. Comandados por Temístocles un aristócrata menor y no un rey como Leónidas, Artemisio significaba un mayor compromiso griego en hombres que Termopilas y una derrota allí hubiera significado darle el control del mar a los persas y con ello la derrota en la guerra. La estrategia defensiva griega requirió que la flota mantuviera al canal de Euripios cerrado a los persas mientras la fuerza de tierra pudiera sostener el paso en Termópilas, después de tres días de combates en los que los griegos tuvieron grandes bajas pero que también provocaron duras pérdidas a los persas ayudados por las tempestades que hundieron muchas naves y recibida la noticia de la derrota de Leónidas, Temístocles decide replegar la flota hacia Atenas para iniciar la evacuación de la misma hacia Salamina. Después de tres días de enfrentamientos y pocos combates, las dos flotas no se sacaron ventajas y las pérdidas fueron parejas por ambos bandos, a pesar de que se habla de grandes pérdidas sufridas por los persas como resultado de una galena que azotó la zona. Más importante que las pérdidas de los persas fue que esta batalla permitió a Temístocles probar la flota griega, evaluar sus tácticas frente a la flota persa, 169

ganar experiencia y consolidar su liderazgo, esto iba ser fundamental en Salamina. Una vez derrotado Leónidas en la Termópilas no tenía sentido mantener la flota en Artemisio y por otro lado ya se había decidido la evacuación de la ciudad de Atenas, por lo que era necesario que la flota regresara. Por su parte la flota persa se reunió con el ejército de tierra, que con el camino abierto hacia el sur conquistó Beocia quemando y saqueando Platea y Tebas así, llego a Atenas cuando la flota ocupaba el puerto del Pireo. El ejército persa ocupó Atenas que estaba desierta con la excepción de unos cuantos atenienses que resistieron en la Acrópolis que a pesar de su férrea defensa fueron derrotados y los persas saquearon e incendiaron el templo de Atenea. Heródoto retrata con dramatismo la evacuación de Atenas como ocurriendo en pocos días entre el retiro de Artemisio y la llegada de los persas a la ciudad, pero es probable que meses antes haya comenzado el proceso de preparar a Salamina como refugio para la administración civil y el comando militar, preparar el arsenal y base naval, almacenamiento de alimentos, armas y todo lo necesario para apoyar el aumento masivo de la población. La elección de Salamina para que la flota griega emprendiera acciones contra el enemigo en el futuro habrá tenido distintas posturas de los comandantes griegos, el Ática se debe haber descartado de plano ya que se había decidido no defenderla y el nuevo punto de no ceder era el istmo de Corintio es probable que los espartanos quisieran estar más cerca de ese punto sin embargo Salamina está a 40 km del istmo y en Artemisio la flota estaba a 64 km de Termópilas así que esta postura estaba cubierta. Para Temístocles la estrategia era clara, esperar en Salamina y combatir dentro del estrecho, esto facilitaba las operaciones de sus trirremes más pesados y menos maniobrables que los persas y en un espacio confinado la cantidad de naves perdía la ventaja que tenía el presentar combate en un mar abierto como podría haber sido en las proximidades del istmo de Corintio. Para los peloponesios el problema era no tanto la distancia a sus tropas terrestres sino las posibilidades 170

de escape si no se diera una victoria en Salamina. Estas discusiones se dieron en el marco de un consejo de guerra convocado por Euríbiades y que Heródoto lo describe con bastante detalle y al final de acaloradas discusiones se decidió combatir en Salamina. En Artemisio las dos flotas habían estado frente a frente en un estrecho de 11 km de ancho con la visión clara de los movimientos del otro, en Salamina el punto más estrecho era de menos de 1.600 m y los persas estaban varados a 16 km de distancia en Falero, cada uno quería luchar en su lugar de elección, los griegos en las aguas confinadas del estrecho de Salamina y los persas en el golfo Sarónico mucho más amplio. La cantidad de naves de uno y otro contingente es difícil de precisar con exactitud, Heródoto habla de 368 naves griegas141 y los persas entre unos 650 a 700, más allá de estos números lo cierto es que por la forma en que los persas actuaron es seguro que consideraban a la flota griega con capacidad como para montar una defensa en profundidad en las dos entradas al extremo sureste de los estrechos a ambos lados de la isla Psitalea y simultáneamente si era necesario cualquier amenaza desde el noroeste bloqueando el canal entre las dos islas Farmacusas. Con las tripulaciones reunidas cerca de sus naves, tendrían tiempo suficiente para lanzarse al mar y formarse para contrarrestar cualquier empuje persa en el estrecho de Salamina. Es necesario hacer unas consideraciones sobre el trirreme griego de esta época que de acuerdo a los estudios de fuentes arqueológicas y documentales y de las pruebas realizadas en el Olympias142, llevaba 170 remeros, 16 tripulantes,

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Heródoto afirma que los griegos contaban con 378 naves, de las cuales 180 eran atenienses. Añade también dos barcos desertores del bando persa, lo que suma un total de 380. Desgraciadamente, cuando Heródoto cita los barcos en relación a la aportación de cada ciudadestado, la suma total sólo alcanza las 366 embarcaciones. Heródoto también especifica que la flota griega en Salamina era mayor que la de Artemisio, que probablemente contaría con 333 naves. Si decidimos que las cifras proporcionadas por la relación detallada de las ciudades que nos legó Heródoto son más exactas, parece ser que los griegos contaban con 368 barcos el día que se libró la batalla de Salamina (las 366 naves de la Liga y los dos desertores). (Barry Strauss, La Batalla de Salamina, Edhasa, Buenos Aires 2006, pág.91) 142 Olympias trirreme botado en 1987 por la Armada Helénica de Grecia siguiendo las descripciones históricas y la arqueología y al que se le hicieron distintos tipos de prueba que permitieron medir la velocidad, maniobrabilidad y todas las complicaciones derivadas de la navegación de este tipo de naves.

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10 hoplitas y 4 arqueros, por lo que es probable que las naves llevaran aproximadamente 200 hombres con lo que estaríamos hablando de unos 75.000 hombres en el mar. Los trirremes persas eran similares y más si tenemos en cuenta que toda su flota era de procedencia griega, lo que cambiaba era la composición de los infantes que se incrementaron quizás para incluir más persas en las naves y tener más potencia de fuego, dando mayor importancia al abordaje que al choque del espolón. De acuerdo con las pruebas en el Olympias se podrían acomodar hasta 30 infantes, por la cual habría a bordo unos 220 hombres lo que daría una fuerza total de unos 140.000 en el mar. No existen certezas sobre los hechos relacionados a la batalla en si, hay muchas suposiciones y como fuente más importante se utiliza a Heródoto, así como no está clara la intensión de los persas de crear un terraplén para unir Salamina con el continente o si los persas movilizaron tropas hacia el istmo, tampoco es segura la estratagema de Temístocles mandando al tutor de sus hijos Sicinno al campamento persa para parlamentar pero con la intención de dar falsa información relacionada a que la alianza griega se quebraba y parte de la flota se retirarían y que algunos se volverían en contra, así como la intensión del mismo Temístocles de cambiar de bando. No es descabellado que los persas se dispusieran a parlamentar teniendo en cuenta que una parte de su estrategia había sido mantener siempre el diálogo con sus oponentes incluso hasta el momento de la batalla, para lograr una victoria sin derramar sangre o socavando la resistencia con sobornos u amenazas. Es probable que este artilugio de Temístocles haya influido en Jerjes para que apresurara la entrada de la flota al estrecho; se debe tener en cuenta que solo una pequeña minoría de las ciudades helenas formaban parte de la alianza, que hasta poco tiempo antes habían estado en guerra entre ellos, con largas historias de rivalidad y enemistad y que Jerjes seguramente conocía las acaloradas discusiones relacionadas con la estrategia que tomaron los griegos.

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El día 24143 de septiembre Jerjes reunió al consejo de guerra para decidir si atacaba a la flota griega dentro del estrecho, a diferencia de las reuniones griegas en la que todos los comandantes daban su opinión y discutían acaloradamente, el consejo persa era muy distinto a ningún comandante se le hubiera ocurrido en público opinar en contra de las decisiones del Gran Rey por lo que los comandantes acercaban sus inquietudes a Mardonio y este las ponía a disposición de Jerjes, y la realidad era que el Rey ya había tomado la decisión de atacar a los griegos, por lo que el consejo de guerra fue un acto más protocolar y de reverencia al Gran Rey que para tomar decisiones militares. Heródoto habla de que Artemisa de Halicarnaso presentó algún reparo a entrar en el estrecho pero que fue desechado su modo de acción, después Artemisa tendría una destacada actuación en la batalla, pero esta Reyna merece un estudio aparte ya que fue la única mujer que comandó en batalla. Una gran parte de la flota persa, encabezada por los fenicios entró en el estrecho bajo la cobertura de la oscuridad manteniendo cerca de la costa norte del Ática, las maniobras nocturnas aunque difíciles y arriesgadas, estaban ciertamente dentro de las capacidades de los fenicios. No esperaban encontrar resistencia porque creían que la Alianza Helénica estaba cayendo a pedazos y que elementos significativos de ella se entregarían o intentarían alejarse. Los griegos eran conscientes del movimiento persa, pero en la noche no se luchaba y, en cualquier caso, Temístocles quería que los persas entraran en gran número para negarles el espacio en el que pudieran explotar sus mejores capacidades marineras. Otra parte de la flota persa que podrían haber sido los egipcios fueron a bloquear el estrecho entre Salamina y Megara y un tercer componente selló los pasos este y oeste de la isla Psitalia. Al mismo tiempo infantería persa fue enviada a la isla de Psitalia para desde allí atacar a los griegos con arcos o simplemente matar a los sobrevivientes de la batalla que llegaran nadando a las costas de esta isla.

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Los días que se tomaron en este trabajo están enunciados en el libro (Barry Strauss, La Batalla de Salamina, Edhasa, Buenos Aires 2006)

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Jerjes había ordenado poner su trono en la ladera para observar la batalla, seguramente al igual que en Termópilas esta presencia buscaba infundir ánimos y presionar a sus súbditos, se preparaba para ver un espectáculo en el que estaba convencido que sus fuerzas triunfarían. La batalla se desarrolló desde la mañana hasta el atardecer el día 25 de septiembre y los persas llevaban remando desde la noche anterior, no está claro como entraron en posición cada componente de la flota griega y persa. Inmediatamente antes de la batalla, las dos flotas se enfrentaban a través del tramo de agua entre las dos islas Farmacusas y Psitalia, ambas partes se adherían al principio táctico de luchar con una orilla amistosa a sus espaldas, los persas tenían también el apoyo potencial de las fuerzas de tierra en su flanco izquierdo, en Psitalia, y a su derecha la isla Farmacusa 2 estaba ocupada también por los persas que con arqueros podían presentar una seria amenaza a las naves enemigas a menos de 180 metros.(Whilliam Shepherd, Salamis 480 BC, Osprey Publishing Ltd., London 2010, pág.69). Lo que es probable es que la batalla se desarrollara de la misma forma en la que se enfrentaban los ejércitos de hoplitas de la época en tierra, las dos formaciones se enfrentaron y chocaron. Es evidente que el grueso de los combates en la fase central se hizo en lo que Tucídides llama “la manera pasada de moda”, como en Sybota en el año 433 AC. (Whilliam Shepherd, Salamis 480 BC, Osprey Publishing Ltd., London 2010, pág.69) Las tácticas de combate de esta “manera pasada de moda” debió consistir principalmente en embestir con el espolón al enemigo, al tiempo que los hoplitas barrían con armas arrojadizas las cubiertas de los barcos, luego se retiraba el barco para provocar que el agua entrara por el boquete causado por el espolón y así hundir el barco, si bien no están muy documentadas estas tácticas se corresponden con las pruebas que se hicieron sobre el buque Olympias. Es probable que esto haya ocurrido así en lugar de producirse el abordaje del trirreme debido a que los buques de la liga griega llevaban menos hoplitas que los persas y eran más pesados en su construcción con lo que se favorecía la embestida con el espolón. 174

El punto de inflexión se produjo cuando los persas comenzaron a sufrir bajas y los barcos de su línea de frente se pusieron en fuga y los que estaban atrás presionaron para impresionar a su rey que los observaba desde la costa, esto no permitía las maniobras, mientras que los griegos tenían más libertad de acción y se dedicaron clavar sus espolones en los barcos persas luego se retiraban y estos se iban a pique. Así el mayor peso de los barcos griegos facilitó la acción de embestir y las ventajas de mayores capacidades marineras de los persas y de mayor cantidad de infantes que estos llevaban a bordo no fueron relevantes. En el relato de Heródoto los atenienses y aginetanos fueron los contingentes que mayores daños causaron, los primeros embistiendo a los que presentaban una resistencia mayor y los segundos atacaban a los que trataban de salir del canal; esto puede haber sido así teniendo en cuenta que el contingente ateniense era el más grande y que los aginetanos si bien eran unos 30 eran los más experimentados y podrían haber sido utilizados como la reserva. Cuando el estrecho estuvo libre, Arístides tomó su destacamento de hoplitas de sus posiciones en las playas de Salamina y destruyó a la fuerza persa que se había posicionado en la isla de Psitalia la noche anterior. Esto puso fin a la batalla dejando a los griegos en pleno control de los estrechos, al igual que lo que ocurría en las batallas terrestres el vencedor se definía no tanto por las bajas sino por quien quedaba en posesión del campo de batalla. Sin embargo es muy probable que al final de la tarde los griegos todavía no se dieran cuenta de la magnitud del triunfo, a pesar de que los relatos hablaban de muchos cuerpos flotando en el mar. Las bajas en ambos lados, así como se vio la dificultar de saber la cantidad que combatieron, es difícil de precisar con certeza, pero teniendo en cuenta las bajas de Artemisio, las fuentes históricas y la comparación con los combates de la época podrían haber sido como indica una fuente romana de 40 trirremes en el lado griego y unos 200 en el lado persa. Esto representa considerables bajas para los persas considerando que sus naves llevaban más infantes que las griegas.

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Consecuencias Como se describió anteriormente las perdidas persas fueron superiores a las griegas, pero no significaban la aniquilación ni mucho menos, Jerjes todavía mantenía la flota egipcia intacta, mantenía los números a su favor, pero las tripulaciones

que

habían

escapado

del

estrecho

seguramente

estarían

desmoralizadas y agotadas y muchos de los barcos seguramente necesitarían trabajo para volver a ser dignos de combatir. Si se realiza un balance de la campaña de Jerjes el balance no era negativo, había tomado y destruido Atenas, se había apoderado de Grecia central y septentrional, y había matado a Leónidas el rey espartano; y aunque había perdido una batalla su enorme ejército de tierra estaba casi intacto e invicto. El día 26 de setiembre se reunió el Estado Mayor persa más reducido que el del día anterior a la batalla, allí Mardonio le sugirió que la batalla era insignificante, pero Jerjes no lo escucho y hecho a todos menos a Artemisa y le rindió honores por su desempeño en la batalla, luego decidió que una parte de su ejército se quedara en Grecia a las órdenes de Mardonio y el regresaría con la flota. Si Mardonio conseguía triunfar sobre los griegos todo el mérito se lo llevaría el Gran Rey y si era derrotado Mardonio cargaría con la culpa. Quizás unos de los aspectos más importantes que consideró haya sido el tiempo, se acercaba el invierno los trirremes de esta época eran muy rápidos pero frágiles a las tormentas con lo que preferían navegar en los meses de mayo a octubre y para octubre la flota persa ya no debía estar en campaña sino de vuelta en sus puertos. Después de haber saqueado toda el Ática es probable que ya no quedara mucho alimento y este gran ejército persa necesitaba comer, con lo que seguramente la línea principal de abastecimiento haya sido por mar teniendo en cuenta que el transporte terrestre era más lento y costoso. A dos meses de la batalla de Salamina, Jerjes ya se había establecido en Sardes, y allí permaneció durante todo el año siguiente, hasta el otoño de 479 a.C. La guerra contra los griegos continuó en tierra con mucha energía durante un año más pero la flota persa quedó recostada a las costas de Anatolia. 176

La estrategia le dio muy mal resultado, en agosto de año siguiente Mardonio era derrotado en la batalla de Platea donde perdió la vida, antes de que se cumpliese el año de abandonar Atenas, Jerjes no sólo había perdido el Peloponeso, sino casi todos sus dominios en la Grecia continental, así como las islas más importantes del Egeo oriental y, además, las ciudades-estado de Jonia y Caria se apartaban del imperio. Las islas restantes las seguirían un año más tarde. Pasados veinte años del estallido de la sublevación jonia, año 499 a.C., una confederación de ciudades-estado de la Grecia continental estaba sacando al Gran Rey del Egeo, empujándolo hacia la costa oriental de Anatolia. Desde el punto de vista de los griegos y principalmente los atenienses las consecuencias de Salamina son fundamentales para entender el devenir de la historia de esta ciudad y de toda Grecia. Hasta el siglo V las marinas habían sido caras144 y no tenían importancia estratégica, la necesidad de combatir a los persas en el mar no sólo alteró las reglas de la guerra griega, sino también el equilibrio social y económico de la ciudad misma. La elevación de la marina - y sus tripulaciones - a un estado de igualdad aseguró la creciente radicalización de la democracia ateniense durante el próximo medio siglo. A partir de Salamina, en Atenas, el poder marítimo, las fortificaciones urbanas, las murallas que conectan el puerto y la ciudadela, y el empleo de los pobres en trirremes se consideraban esenciales para la supervivencia de los gobiernos populares que elegirían para guiar a la ciudad a personas que no tenían porque ser aristócratas. La potencia naval en Artemisio y Salamina aparentemente confirmó que los barcos eran estratégicamente invalorables y que sus empobrecidas tripulaciones eran tan valientes como los terratenientes hoplitas. Pero para la mente conservadora agraria todo esto era un anatema. Todos los filósofos deploraron los

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Un ejército de 10.000 hoplitas representaba una inversión de capital de 200.000 dracmas en armaduras y esclavos; sin embargo, una flota de 100 buques y sus aparejos cuestan cinco veces más, casi un millón de dracmas. Y mientras un ejército hoplitas pudiera marchar, forrajear, pelear y regresar en una semana por no más de 70.000 dracmas en la paga de infantería, una flota de 100 trirremes en patrulla durante un mes podría necesitar veinte veces más para los salarios, el mantenimiento y provisiones. (Victor David Hanson, The wars of the Ancient Greeks, Cassell, London 1999, pag 101)

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triunfos navales de las guerras persas y se asustaron por la belicosidad de la chusma en la Asamblea ateniense. Platón llegó a decir que la impresionante victoria naval en Salamina que salvó la civilización occidental hizo a los griegos "peores" como pueblo, mientras que Aristóteles vinculó las batallas marítimas de las guerras persas con el auge de la demagogia misma. A sus ojos, era casi mejor perder heroicamente en el campo de batalla hoplita que ganar en el mar con la ayuda de una muchedumbre empobrecida y poco educada, que exigiría cada vez más derechos y botín de ultramar para pagar por ello. (Victor David Hanson, The wars of the Ancient Greeks, Cassell, London 1999, pag 103). A pesar de la importancia del triunfo, Salamina no representó la expulsión de los persas de Grecia, cuando la guerra se reanudo en el 479 AC, la estrella de la gloria de Temístocles se había apagado, pero ni bien los persas fueron expulsados después de las batallas de Platea y Mycale los griegos comenzaron a pelear entre ellos. Los atenienses recurrieron otra vez a Temístocles que reconstruyó las murallas de Atenas y fortificó el Pireo alentando la población de esta zona y orientando los esfuerzos de la ciudad hacia el mar. Este cambio talasocrático le permitió a Atenas en el año 477 AC la creación de una alianza naval entre las ciudades-estado griegas. La coalición se fundó en la isla de Delos y comprendía a unas ciento cincuenta ciudades-estado griegas de las islas del Egeo, Eubea, la costa noreste de Grecia, el mar de Mármara y la costa occidental de Anatolia. Temístocles fue el verdadero padre de la nueva Atenas, había fundado la flota y salvado a su nación, pero al elevar a Atenas a nuevas cotas de poder, también plantó las semillas de nuevos conflictos. Las dos ciudades, antiguas aliadas contra los persas, conducirían a toda Grecia a un nuevo e incluso más destructivo peligro cincuenta años después de Salamina. Temístocles y Euríbiades habían dejado a un lado sus diferencias para hacer frente a un peligro más importante esto no se volvería a ver en mucho tiempo y en el caso de Temístocles en el 471 AC partió al exilio para nunca más volver a su patria.

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Las guerras del Peloponeso (431-404 AC.) fueron lo bastante brutales para hacer que a los helenos les pareciesen buenos los viejos tiempos de la invasión “bárbara”. Quizás estas guerras sean las consecuencias más importantes de la batalla de Salamina. Se ha dicho que Salamina fue una gran batalla porque sin esa victoria el mundo se habría visto privado de aquella gloriosa maravilla que fue la cultura griega. Pero esta consideración contrafáctica es difícil de sostener porque se subestima la capacidad de recuperación, de resistencia y de empuje de la civilización griega. Lo que si es seguro es que no se hubiera desarrollado la democracia imperial. La derrota en Salamina no hubiese privado al mundo de la gloria griega, sino de su astucia y codicia. Salamina le ofreció a Atenas una prueba de poder que no pudo resistir. Atenas permaneció libre gracias a la batalla de Salamina, se salvó la democracia y nació el imperio ateniense. (Barry Strauss, La Batalla de Salamina, Edhasa, Buenos Aires 2006, pag 248) Y fue esta contradicción entre democracia e imperio lo que hizo de Atenas un lugar tan importante durante el siglo posterior a Salamina, y mucho tiempo más. Atenas fracasó en el momento de dar vida a sus ideales de libertad, y ese fracaso propició la aparición de ciertos críticos. Esos personajes incluyen a historiadores como Heródoto y Tucídides, y poetas como Sófocles, Eurípides y Aristófanes. Y ellos incluían al mayor crítico de todos, Sócrates, quien precedió a Platón, a Aristóteles y a toda la tradición de filosofía política occidental. Esa tradición, el debate entre la democracia y sus detractores, es el auténtico legado de Salamina.

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Bibliografía De Souza, Philip. The Greek and Persian Wars 499-386 BC. Editorial Osprey Publishing Ltd. 2002 Hanson, Victor David. The wars of the Ancient Greeks. Editorial Cassell. 1999 Shepherd, Whilliam. Salamis 480 BC. Editorial Osprey Publishing Ltd. 2010 Strauss, Barry. La Batalla de Salamina. Editorial Edhasa. 2006

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Los Perros de la Guerra. Mercenarios en el Mundo Antiguo. La Revolución Militar y su Aporte al Arte de la Guerra. Mg Esteban Darío Barral Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires Introducción La figura del soldado mercenario ha creado diferentes estados en el subconsciente de quien escucha la palabra, para algunos es motivo de repulsa o de indiferencia, y generalmente se los relaciona con el lado oscuro de los conflictos armados. Sin embargo, en la historia militar, las fuerzas mercenarias han estado vinculadas a numerosas campañas militares siendo su aporte más que importante al arte de la guerra. En el mundo antiguo la aparición de soldados profesionales ocasionó en muchos casos una verdadera revolución militar, ya que los mismos brindaron una estructura profesional que era inexistente en las poleis griegas. Desde los orígenes de las primeras organizaciones militares de la historia existieron grupos de veteranos que vendían sus conocimientos por una buena paga, por cuestiones políticas, o motivos varios que sólo ellos conocerían. Durante la batalla de Qadesh en 1274 a.C., un cuerpo de mercenarios nubios sirvió a órdenes del Faraón Ramses II y probablemente haya habido organizaciones similares del lado hitita; y también existieron cuerpos de mercenarios anteriores a los relatos de Qadesh, el caso de los mercenarios en

los ejércitos

paleobabilónicos,145 o el de los soldados nubios en Amarna aunque no está claro si eran mercenarios, cuerpos extranjeros voluntarios o simples soldados profesionales.146 Pero sin duda las mejores fuentes antiguas, son las vividas por una series de innovadores comandantes griegos que lucharon entre los siglos V y IV a.C.,

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Vidal, Jordi. Mercenarios en los Ejércitos Paleobabilónicos. En Espino, Antonio. Nuevas fronteras en la Historia de la Guerra. Ed Pórtico. 2014. Cap I. Pag 5. 146 Están descriptos Cuerpos de soldados nubios en las cartas de Amarna del siglo XIV a.C. Vidal, Jordi. Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Art. Revista de Historia Nro 27. 2015

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pasando uno de ellos a la historia, no por su trabajo como mercenario, sino como historiador. Jenofonte nació cerca de Atenas en la segunda mitad del siglo V a.C., y su campaña junto a Ciro lo convirtió en quien es hoy. La famosa Retirada de los Diez Mil que narra la campaña de una unidad de mercenarios griegos en Persia, es sin dudas una de las grandes crónicas de la antigüedad. Los mercenarios, tanto los primeros de la antigüedad, como los modernos y actuales, han vendido sus servicios a quien los requiriese. No estamos muy seguros de que el motivo económico haya sido la principal causa de su empleo, es sin duda alguna un gran aliciente, pero nadie arriesga su vida en guerras lejanas sólo por el dinero y el botín. Jean Lartéguy, escribió una trilogía 147 sobre un grupo de soldados que habían luchado en guerras controvertidas como lo fueron las de Indochina y Argelia, finalizando su trabajo con una participación francesa poco conocida en la, también poco conocida guerra de Corea. Esta última obra se titula “Los Mercenarios” y se centra en el Batallón francés que luchó en aquel conflicto. Lo más impactante de la misma es la definición que Lartéguy hace de los mercenarios, dejando una ventana abierta a sí en realidad es tan desacertada o no la misma: ―Ninguno de los mercenarios por mí conocidos responde ya a la definición que de ellos da el Larousse: «Soldado que sirve por dinero a un gobierno extranjero.» Los mercenarios que he tratado, y con quienes a veces he compartido la vida, combaten de los veinte a los treinta años para rehacer el mundo. Hasta los cuarenta se baten por sus sueños y por esa idea que de sí mismos se han inventado. Después, si no se han dejado la piel en la lucha, se resignan a vivir como todo el mundo —a vivir mal, porque no cobran ningún retiro— y mueren en su lecho de una congestión o de una cirrosis hepática. El dinero nunca les interesa, la gloria rara vez, y se preocupan muy poco de la opinión que merecen

147

Las obras de Lartéguy fueron controvertidas y muy criticadas en la época que aparecieron en las librerías y hasta el día de hoy. La primera se titula “Los Centuriones” y narra la historia de los paracaidistas y soldados de la Legión Extranjera francesa en Indochina, siendo el personaje central el Coronel Raspeguy, que no es ni más ni menos que quien fuera posteriormente General en el Ejército Francés Marcel Bigeard. La segunda obra se centra, con casi los mismos personajes, en la impopular guerra de Argelia y se titula “Los Pretorianos”.

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a sus contemporáneos. En esto es en lo que se distinguen de los demás hombres.‖148 Si los mercenarios a órdenes de Clearco, luchaban solo por la paga o por otras razones, es motivo de especulación aunque Jenofonte hace ver que el Jefe mercenario era un hombre dedicado por entero a la guerra. Otros comandantes posteriores cómo Ifícrates, también eran hombres dedicados por entero a la guerra y no estamos seguros que su motivación sea simplemente la paga. El aporte que su estructura militar brindó a unas Poleis aferradas a un conservadurismo militar incomprensible y la revolución militar que los mismos generaron, es el motivo de estudio del presente trabajo. Encontrar un término adecuado para las actividades mercenarias no implica desviarnos o salirnos de la época en la que los mismos actuaron; y queremos remarcar esto y dejarlo en claro, los mercenarios que acompañaron a Jenofonte en su famosa retirada después de la batalla de Cunaxa, no tienen nada que ver con los hombres del 5to Comando mercenario de Mike Hoare en el Congo, ni tampoco con los Condotieros de Giovanni de Medici a principios de la edad moderna. Todos tienen algo en común: eran soldados profesionales que ofrecían sus servicios y que luchaban en guerras lejanas. Es por ello, que no haremos paralelismos más allá de los que se hicieron hasta ahora, ya que cada uno de ellos tuvo sus particularidades propias de la época en que vivieron.

Hoplitas griegos luchando contra infantería persa. 148

Lartéguy, Jean. ―Los Mercenarios‖. Editorial Emece. 1985. Página 3

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A muchos les podrá parecer incorrecto llamar revolución militar a las reformas de Ifícrates y Chabrias, pero creemos, y compartimos con Arther Ferril 149, que para el momento en que se dio, fue una verdadera revolución en asuntos militares. Los primeros mercenarios En apariencia, entre los siglos VIII y VII a.C. mercenarios carios y jonios combatieron en varias campañas en distintos lugares, cuyas acciones están muy poco registradas, no así a algunos grupos que lucharon a órdenes del faraón Psametico I (664 a.C),150 aunque de seguro no fueron los primeros griegos en vender sus servicios. Ya el Mediterráneo más que una barrera infranqueable era un lugar para el libre intercambio y un comercio por demás provechoso para todas las civilizaciones que se desarrollaban en sus costas. Del centro a la periferia y viceversa, el intercambio de bienes y servicios fue una constante en la antigüedad y es en ese intercambio donde los profesionales de la guerra también interactuaban. Se ha debatido mucho si fueron los carios quienes crearon las primeras organizaciones mercenarias griegas, puesto que la contraprestación de un servicio militar por una paga (misthophoroi) no era generalizado en el mundo antiguo. Sin embargo, ante la ausencia de fuerzas profesionales necesarias para una campaña prolongada, era lógico recurrir a una estructura militar de ese tipo y las únicas disponibles eran de las fuerzas mercenarias. El empleo de estos hombres para las tareas militares y otras afines, los tiranos de la era arcaica los contrataban como guardaespaldas, eran una constante debido a que los mismos poseían habilidades difíciles de obtener entre los ciudadanos comunes. Toda organización mercenaria cuenta entre sus filas con miembros que normalmente son parte de su mismo grupo, de su polis o que han actuado en la milicia en ocasiones anteriores. Es por ello que las unidades mercenarias

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Ferrill, Arter. Los Orígenes de la Guerra. De la Edad de Piedra a Alejandro Magno. Ediciones Ejército. Madrid. 1971. Pag 213 150 Trundle, Matthews. Greek Mercenaries. From the Late Archaic Period to Alexander. Ed Routledge. 2004. Pag 28

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constituían en gran forma un brazo de la polis a la que representaban, transmitiendo no sólo sus servicios profesionales sino también su cultura. Es en estos intercambios donde la fuerza mercenaria hace su mayor aporte al arte de la guerra, ya que como ellos transmitían conocimientos, también los recibían.

Probablemente, la adquisición de nuevos conocimientos tácticos

permitió a los jefes militares transformar la limitada guerra de hoplitas en una guerra de procedimientos más flexibles, que se adecuaran a las exigencias de la misma, en tanto su evolución modificaba la estrategia militar de las poleis. En la polis, el estatus económico-social se medía de acuerdo a la función militar, donde la misma era necesaria para mantener la tierra y servir al estado. El mercenario era un elemento importante en esta relación social ya que era parte de la política exterior de la polis. Para Ste Croix, el mercenariado era la mano de obra contratada a gran escala y a primera instancia, y los mercenarios provenían de distintos estratos sociales, convirtiéndose en el brazo armado de la polis para su política externa. Es en esa participación en el extranjero donde los mercenarios fusionarán sus conocimientos previos con los adquiridos, conformando una fuerza militar que desbancaría a los hoplitas al arrebatarles su primacía en el combate. La guerra griega estaba basada en la guerra de falanges, una formación de combate de dudosa utilidad y que se asemejaba más a un combate ritual que a una forma práctica de encarar la guerra. Esta anomalía en su utilización práctica y con capacidad para definir mediante una batalla todo un proceso bélico, quedó patente durante la guerra del Peloponeso, donde era necesario mucho más que la utilización de falanges para poder definir un conflicto que se mostraba por demás extenso. Es probable que este tipo de forma guerrera se viera atada a un conservadurismo militar sinsentido, algo que no es una rareza en los ejércitos, más bien es algo normal, pero que a pesar de todo se siguió adoptando aunque su ineficacia en el combate había quedado por demás demostrada. Es durante la guerra del Peloponeso cuando una unidad de hoplitas espartanos fue arrollada y obligada a rendirse. Fue en pilos y Esfacteria donde los atenienses 185

Cleón y Demóstenes al frente de un fuerte destacamento de infantería ligera, psilois, lograron rodear a un batallón espartano de 420 hombres obligando a rendirse a 292 y matando al resto.151 Las fuerzas ligeras demostraban que se podía vencer a la infantería pesada en campo abierto, siempre y cuando se supiera utilizar a la misma y manteniendo distancia de combate con los hoplitas. La guerra se estaba convirtiendo en algo mucho más móvil y fluctuante; ya la táctica comenzaba a variar de acuerdo a las exigencias del terreno, el tiempo y el enemigo a enfrentar. Si algo demostró la guerra del Peloponeso fue que la guerra de hoplitas estaba llegando a su fin, pues ya era hora de que aparecieran nuevas formas de guerrear. Pero se necesitaba un vector para transportar los conocimientos evolutivos propios de la experiencia extraída del combate. Eso sólo lo podían hacer los militares profesionales y los únicos con esas características eran los mercenarios. Jenofonte y los diez mil mercenarios griegos152 La campaña de los 10.000 mercenarios griegos que a órdenes del espartano Clearco, y entre cuyos efectivos se encontraba Jenofonte, fueron a combatir con Ciro, un sátrapa, a Persia, es tal vez, una de las historias más fascinantes del mundo antiguo y que dejó una cantidad ingente de enseñanzas para la historia militar. Era la primera vez que los persas utilizaban a un gran contingente de mercenarios para sus guerras internas, igualmente lo seguirán haciendo y varios grupos combatirán contra Alejandro en sus campañas, los que aportarían sus conocimientos militares para terminar combatiendo en Cunaxa. El contingente mercenario de casi 14.000 hombres según Jenofonte, estaba comandado por un espartano llamado Clearco, un veterano que estaba en el exilio, y a varios capitanes más que eran los que comandarían los diferentes grupos de soldados contratados. A ninguno se les dijo el objetivo de la campaña,

151

De los 292 hombres rendidos, 120 eran Homoioi, es decir, ciudadanos de plenos derechos y parte de la elite del ejército espartano. Tucidides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Ed Crítica. 2013. Libro IV. Pags 287-288. 152152 Ver a Jenofonte. Anábasis. La Retirada de los Diez Mil. Ed EDAF. 1993.

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sólo que iban a combatir contra rebeldes insurrectos de la satrapía de Asia Menor en la Pisidia, sin conocer la realidad que era destronar al hermano menor de Ciro y rey de Persia Artajerjes II; esto probablemente para evitar un amotinamiento entre las tropas ante tamaña campaña. Luego de una serie de acontecimientos que van desde deserciones, acciones menores durante el trayecto y nuevas mentiras, la fuerza mercenaria llegó al Éufrates, donde se reveló el verdadero objetivo de la operación. Ya sin más que hacer, los mercenarios continuaron y se enfrentaron con el rey persa en la llanura de Cunaxa. Las fuerzas de Ciro oscilan de acuerdo a las fuentes entre los 60.000 y 80.000 hombres de infantería, entre ellos la fuerza de 14.000 mercenarios, y unos 3000 jinetes que se enfrentarían a un poderoso ejército persa de aproximadamente 100.000 hombres y que incluía 6000 jinetes y cerca de 200 carros de combate falcados. Ambas fuerzas se enfrentaron en Cunaxa en el 401 a.C. y luego de un apresuramiento táctico por parte de Ciro, pues su ejército aún no había entrado en posición para iniciar las acciones, se lanzó al ataque contra el centro persa intentando alcanzar a su hermano para matarlo. Pero en el combate este tipo de actos arrojados se pagan caro y Ciro lo pagó con su vida a pesar de haber estado cerca de matar a Artajerjes II. Sus hombres se retiraron y con el ala izquierda destruida y Ciro muerto, la batalla estaba pérdida. Pero los mercenarios que estaban en el ala derecha del dispositivo habían hecho lo que sabían hacer y habían vencido al ala izquierda de Artajerjes II incluso amenazando con llegar hasta su retaguardia y envolver al ejército del rey, ya que Clearco había hecho girar a sus fuerzas buscando el envolvimiento hacia el centro. Se alinearon de espaldas al río y aguantaron el embate persa rechazando todos sus ataques e incluso contraatacando y empujando a las fuerzas persas hasta Cunaxa. Sólo la llegada de la noche impidió que la fuerza griega arrasara con el resto del ejército persa.

187

Carros falcados persas

Batalla de Cunaxa 401 a.C.

Proxeno Clearco Mercenarios

I

Menón

Mercenarios

Caballería Tisafernes

Fuerzas Persas de Ciro

Ciro

I

Infantería persa

I

I

Artajerjes II

I I

Caballería Arbaces

Tanto Clearco como sus capitanes no supieron de Ciro ni del resto de su ejército, ni tampoco del resultado de la batalla hasta la mañana siguiente. La situación de los mismos no era para nada envidiable, se encontraban aislados en el corazón del imperio persa y rodeados de enemigos hostiles, su contratista y pagador había caído y el rey los quería muertos. Unos 12.000 hombres quedaban de esta manera librados a su suerte. Los persas, con tal de que los mercenarios se fueran, urdieron un perverso plan, aunque inteligente y maquiavélico, y enviaron a uno de sus agentes más confiables a parlamentar. Tisafernes, el hombre designado para tal fin, logró convencer a Clearco que llevaría a él y a sus mercenarios fuera de las fronteras de su imperio. Para ello los condujo a través del río Tigris con destino al Zab Mayor. Allí llevó a Clearco y a sus capitanes a un encuentro donde los tomó prisioneros y después los ejecutó. Con esta acción los persas apreciaban que el resto de los hombres se rendirían y serían esclavizados. Pero esto no fue lo que ocurrió. Los mercenarios eligieron nuevos jefes, entre los cuales se encontraba Jenofonte, para que los condujeran nuevamente a su patria. Es entonces cuando 188

comienza una de las mayores travesías de una fuerza militar en la historia. Atravesando territorio indómito y luchando contra tribus hostiles, seguidos de cerca por el ejército persa, los griegos se abrieron paso combatiendo y dando muestras de una gran eficacia militar. Marcharon hacia el Norte y lograron llegar hasta las costas del Mar Negro, donde con gran alegría y emoción habían prácticamente concluido la campaña. Era principios del 400 a.C. Luego de alcanzar Calcedonia y pactar con el sátrapa de la región, pudieron embarcar rumbo a Bizancio para cruzar el estrecho. Quirísofo, uno de los jefes mercenarios, partió hacia esta ciudad con el fin de conseguir barcos para cruzar, mientras el resto de la fuerza continuaba la marcha con dirección a Paflagonia. Cómo toda fuerza militar que se mueve por un territorio a medida que avanzan se abastece del mismo, ya sea por voluntad de los habitantes de la zona o por la fuerza. Ni bien llegaron a la costa de Grecia, las ciudades de la zona los miraban con recelo e incluso les negaban la entrada. El amotinamiento estuvo a la orden del día hasta que los contingentes lograron regresar a sus hogares, aunque una fuerza de 6000 hombres fue contratada nuevamente, esta vez por Esparta, para luchar contra Persia cuando se inició un nuevo conflicto entre ambos en 399 a.C. De esta manera finalizaba la retirada de los Diez Mil, tal como se la conoció a través de la historia. Jenofonte fue recibido con honores en Esparta y los mercenarios que quedaron estuvieron a órdenes de Tibrón.153 Las enseñanzas que dejó la campaña de Ciro fueron tomadas y transmitidas por los mercenarios en sus respectivos lugares de origen, pues las lecciones aprendidas fueron varias. En primer lugar se demostró la capacidad de una fuerza militar profesional ante ejércitos de leva, especialmente en el choque de la infantería pesada, ante infantería que no estaba concebida para este tipo de 153

El contingente mercenario, de acuerdo a Jenofonte, estaba compuesto antes de iniciar la campaña de las siguientes fuerzas: 1000 hoplitas, 800 peltastas tracios y unos 200 toxotai cretenses, todos ellos bajo el mando del espartano Clearco. Comprendían el contingente más completo de la fuerza mercenaria. También había unos 300 hoplitas siracusanos, otros 700 hoplitas bajo Quirísofo de Esparta; 1000 hoplitas bajo el mando de Soféneto de Arcadia; 4000 hoplitas con Xenias de Arcadia (gran parte de este contingente se fue con su jefe cuando abandonó a los mismos en Siria); 1500 hoplitas y 500 peltastas con Próxeno de Beocia; 1000 hoplitas con Soféneto de Stínfalo; 500 hoplitas con Sócrates de Acaya; 300 hoplitas y 300 peltastas con Pasión de Mégara y 1000 hoplitas y 500 peltastas con Menón de Tesalia. Jenofonte. Op Cit. Pags 20-27

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combate y como ya había quedado demostrado en las guerras médicas. Pero también se aprendió, y esto fue durante la retirada de los mercenarios, que era necesario contar con un mayor número de infantería ligera, peltastas, de arqueros, toxotai, de honderos, de caballería y de una logística adecuada para mantenerse durante un prolongado tiempo en el terreno operando. En los combates contra las tribus de Armenia, la infantería ligera llevó el centro de gravedad de los combates debido a su mayor movilidad ante combatientes que se movían con armas arrojadizas y no luchaban en terreno abierto. Todas estas lecciones fueron descriptas minuciosamente por Jenofonte en su obra y es probable que haya influido mucho en el pensamiento militar de otros profesionales de la guerra, incluido Filipo II de Macedonia y de su hijo Alejandro.

Mar Negro Trapezus Calcedonia Sardes

Ipsos

Tarso

Cunaxa

Mar Mediterráneo

Babilonia

La Retirada de los Diez Mil 401-400 a.C

Zab Mayor Ruta de los mercenarios

La Campaña de Cunaxa y retirada de los mercenarios griegos. 401-400 a.C.

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El pensamiento táctico griego La guerra griega estuvo marcada siempre por dos principios predominantes que marcaron un estilo de hacer la guerra: El primero, se basaba en el enfrentamiento directo por la fuerza de la masa y el choque. Para ello se debían dar ciertas condiciones, de lo contrario se corría peligro de que dicho principio no se pudiera aplicar. Para poder hacer que la masa prevaleciera dando fuerza al choque, era fundamental colocar las mejores tropas enfrentando a las mejores del enemigo. El empuje fundamental de la falange buscaba quebrar la línea enemiga y para ello se debía contar con las mejores tropas en el punto decisivo del encuentro, a su vez se contrarrestaba el empuje enemigo, que también había apoyado sus mejores hombres sobre el ala propia. Esto se puede referir de la siguiente manera: si el enemigo coloca sus mejores tropas sobre el ala derecha, las mejores fuerzas propias se deben colocar en el ala izquierda para de esa forma poder contrarrestarla. El segundo principio estaba relacionado con la profundidad de la falange. Este principio se regía por el simple cálculo de que mayor masa era igual a mayor fuerza de choque. Cuanto más fuerte era el choque, apoyado por la masa, mayor probabilidades de romper la línea enemiga había. Este principio se vio claramente en la batalla de Leuctra (371 a.C.) donde la mayor profundidad de la falange tebana contuvo el choque de los espartanos. Ahora bien, para que ambos principios se pudieran cumplir era necesario que el enemigo combatiera de la misma manera; esto funcionó en el combate de falanges hoplitas, pero no era lo mismo ante un enemigo que luchaba de manera distinta. Los mercenarios lograron derrotar a la infantería pesada persa en Cunaxa, pero luego durante la épica retirada debieron adaptarse a una nueva forma de lucha que era la que les presentaban las distintas tribus hostiles a medida que avanzaban. Es en estas situaciones donde se puede observar la inutilidad del empleo de la falange, ya que no se podía vencer a un enemigo esquivo y que luchaba con armas arrojadizas.

191

Los mercenarios como profesionales de la guerra que eran, comprendieron esto rápidamente y se adaptaron ya que de lo contrario les iba la vida en ello. Como ocurre en toda fuerza mercenaria para cobrar hay que sobrevivir. Es seguro que ese lema básico de los mercenarios fue el que los llevó a progresar y a adaptarse a nuevas innovaciones tácticas, pues era lo que les aseguraba la supervivencia en el campo de batalla. Es en esto que se basaba su principio de evolución en el campo de combate y lo van a demostrar ciertos capitanes mercenarios en la llamada guerra de Corinto. Ifícrates, Chabrias y la Guerra de Corinto154 La guerra de Corinto (395-387 a.C.) que enfrentó a Esparta contra Corinto, Argos, Tebas y Atenas, demostró que la guerra de falanges había llegado a su fin. Hubo dos grandes victorias espartanas durante la guerra, Nemea y Coronea, que marcaron el zenit de la guerra hoplita de falanges; pero también fue el comienzo del fin de la misma. La guerra del Peloponeso había dado una cierta experiencia a los ejércitos participantes, pero sobre todo había formado a militares que habían adquirido un alto grado de profesionalismo, convirtiendo sus conocimientos en dinero y empleándose de acuerdo a los mandatos, muchas veces de la propia polis, o también de diversos empleadores. Durante la guerra de Corinto el dinero persa fue el que inclinó muchas veces la balanza y de esta manera las poleis podían financiar sus ejércitos especialmente de mercenarios. Atenas poseía militares muy experimentados que habían operado como mercenarios, uno de ellos era Ifícrates, que había demostrado una gran capacidad para la conducción. Y fue precisamente una fuerza de tropas peltastas mercenarias a órdenes suyas las que derrotó por completo a un batallón espartano (Mora) en la batalla de Lequeo. A diferencia de lo ocurrido con la derrota de la unidad espartana en Pilos y Esfacteria, donde las fuerzas atenienses poseían una capacidad muy amplia en efectivos comparada a los espartanos, aquí 154

Las acciones de Ifícrates y sus hombres han sido tomadas de Jenofonte en sus Helénicas, como también de Polieno y Frontino.

192

las fuerzas de Ifícrates eran similares y los derrotó utilizando tácticas de aferramiento por el fuego de armas arrojadizas. Ifícrates de Ramunte, llega a tierras griegas hacia el 393 a.C. al frente de un contingente de cerca de 2000 hombres de elite, todos ellos profesionales con un alto grado de preparación y con varias campañas a sus espaldas. Esta fuerza griega estaba compuesta, no por campesinos-propietarios, sino por profesionales de la guerra que habían hecho de la misma un modo de vida. En 392 inician una serie de acciones de combate típicas de sus capacidades, especialmente incursiones sobre posiciones enemigas y emboscadas sobre fuerzas pesadas que se movilizaban de un lado a otro en el istmo de Corinto. Las acciones de los hombres de Ifícrates en Sición, Fliunte y Arcadia no hicieron más que aumentar la ya de por sí sobrada fama de profesionalismo de la fuerza mercenaria. Su mayor gloria y tal vez la que los llevaría a alcanzar el punto máximo de su fama fue el aniquilamiento de la Mora espartana en Lequeo. La acción ocurrió cuando una fuerza espartana que escoltaba a ciudadanos de Amiclas que formaban parte del ejército lacedemonio e iban hacía Sición, fueron emboscados por una fuerza ateniense al mando de Calias e Ifícrates. La oportunidad del asalto sobre los espartanos no fue desaprovechada por los experimentados mercenarios. Por un lado el jefe ateniense Calias alineó a sus hoplitas con el objetivo de aferrar a los espartanos, mientras las fuerzas de Ifícrates los hostigaban contundentemente con armas arrojadizas buscando el lado no cubierto por el hoplón. El polemarco espartano decidido a capturar a los peltastas, ordenó una primera carga a sus hoplitas, que recibieron una andanada de proyectiles que les causaron varias bajas, no obstante eso nuevamente se ordenó una segunda carga, que tuvo el mismo resultado. Al llegar un refuerzo de caballería lacedemonia, se procedió nuevamente a cargar a las fuerzas mercenarias, pero el resultado también concluyó con una gran cantidad de bajas en el lado espartano. Los hoplitas no estaban en capacidad de perseguir a los infantes ligeros de Ifícrates, es mas 193

cuando quedaban aislados porque la línea se desordenada, eran presa fácil de los hoplitas atenienses que alineados los esperaban. La caballería lacedemonia no quería perseguir sola sino que lo hacía acompañada de los hoplitas espartanos, por lo tanto su velocidad de movimiento quedaba restringida a la del hoplita. Esta ventaja fue aprovechada por los experimentados hombres de Ifícrates que fueron acorralando a la fuerza espartana. Desde Lequeo se enviaron fuerzas navales para poder evacuar a los hombres que

quedaban, pero estos en su

desesperación para no quedar aislados no lograron mantener una acción de retaguardia efectiva y simplemente huyeron acosados ahora, no solo por los peltastas, sino también por los hoplitas atenienses que perfectamente formados comenzaron a avanzar convirtiendo la retirada en una huida desesperada. La fuerza espartana fue aniquilada al completo, pero más allá de la acción bélica en sí, lo interesante es la consecuencia que la misma trajo. Dejaba ver la imposibilidad de maniobrar a una fuerza compuesta solo de hoplitas contra otras mucho más móvil y flexible, en tanto que la combinación de fuerzas profesionales altamente capacitadas y móviles con infantería pesada era una gran hermandad que ya no podía escapar a una nueva forma de hacer la guerra. Había quedado claro que una fuerza de hoplitas no podía operar por separado de otras fuerzas, e incluso la caballería por si sola tampoco lo podía hacer si no tenía a su lado fuerzas ligeras que la acompañaran. Numerosas acciones más van a llevar a cabo los hombres de Ifícrates y en muchas ocasiones combinados con infantería de hoplitas, algo que los mercenarios de Jenofonte ya habían hecho en su campaña en Persia. Por otro lado la guerra de Corinto, con una influencia cada vez mayor de Persia ya que su dinero lograba financiar los costes de la misma, también llevó a fuerzas mercenarias a combatir al Norte de África, en la campaña persa para recuperar Egipto. Conocida como la campaña egipcio-chipriota y que no está desligada de las acciones e influencias persas en la guerra de Corinto, se basó en el freno a las ambiciones de Evágoras que quiso poner el gran Rey de Persia.

194

Las numerosas revueltas campesinas en el delta del Nilo, llevaron al rey persa a utilizar dinastas para un mejor control del territorio, es aquí donde se relaciona la campaña, ya que antes de poder controlar el territorio egipcio se debía controlar Chipre donde cualquier acción militar estaba condenada de antemano si no se establecía una base firme en dicha isla. En la isla había una polis helena bajo el rey Evágoras cuyas ambiciones políticas contrastaban con las persas. Atenas envió a una fuerza de experimentados soldados profesionales al mando de Chabrias que desembarcó en Chipre con el objetivo de realizar acciones militares y demostrando una vez más la conjunción entre infantes ligeros y pesados como ya un elemento imprescindible para la lucha. La acción de Chabrias deja ver la importancia de las fuerzas mercenarias para las acciones políticas externas de las poleis, donde hay un cierto paralelismo con las fuerzas mercenarias actuales y la tercerización de la guerra. Chabrias desembarcó en Egina, en su camino a Chipre y que era una base naval lacedemonia, en la primavera del 387 al frente de una fuerza profesional de 800 peltastas junto a una unidad de hoplitas atenienses bajo el mando de Demeneto. La misión de estos era apoyar la rebelión de Evágoras contra Persia en una nueva intervención política de Atenas en la guerra. La fuerza de hoplitas incursionó cerca de Heracleo a modo de cebo, mientras los mercenarios de Chabrias establecían una emboscada sobre un camino. Nuevamente esta combinación de tropas ligeras y pesadas dio sus frutos pues lograron aniquilar a una fuerza liderada por los espartanos. Las acciones mercenarias las volveremos a ver en la campaña que los persas lanzan contra Egipto en el 373, donde participa el mayor contingente de mercenarios griegos hasta el momento. El ejército persa bajo el mando de Farnabazo, cifrado en cerca de 100.000 hombres y transportado por unas 300 naves, debía remontar el Nilo en una operación anfibia tan grande como pocas hubo en la época. Ifícrates comandaba a una fuerza de 20.000 mercenarios griegos, todos ellos fuerzas especializadas en una combinación de infantería ligera y pesada. Del otro lado, es decir por el lado egipcio, Chabrias había sido 195

contratado por el rey Ácoris con la misión de establecer un sistema de entrenamiento para sus hombres y erigir las defensas en el delta del Nilo. La fuerza persa remontó el delta del Nilo asolando las distintas guarniciones y aldeas que encontraba, pero a medida que se internaba encontraba una mayor resistencia entre las fuerzas egipcias que contaban con el asesoramiento de Chabrias. Por su parte Ifícrates propuso al estratego persa una acción relámpago para tomar Menfis, algo que fue desatendido por el persa. Cómo las acciones se ralentizaban y la estrategia persa no iba con el pensamiento de Ifícrates, éste decidió retirar su contingente sin el consentimiento de Farnabazo, dando por finalizada la acción de su fuerza en la campaña. La utilización de mercenarios por ambos lados nos da la pauta de la llamada tercerización de la guerra y su relación con la política externa de la polis griega, donde estos profesionales podían operar de acuerdo a sus intereses. Conclusiones Los conocimientos de los mercenarios fueron transmitidos a través de los hombres que conformaban las fuerzas profesionales y que al interactuar con otras fuerzas permitían su evolución. La única manera de que conocimientos militares evolutivos pudieran desarrollarse fuera del ámbito del conservadurismo de la polis, era con profesionales que se dedicaran por entero al arte de la guerra, que hicieran de la misma una forma de vida y cuya adaptación a los distintos teatros de operaciones les permitiera desenvolverse para poder sobrevivir. La falange y el hoplita, el campesino-propietario-soldado, había demostrado sus limitaciones durante el desarrollo de la Guerra del Peloponeso. Ya la guerra no se desarrollaba en los tiempos limitados a la cosecha y la siembra que había regido la guerra griega hasta ese momento. Ahora los tiempos eran otros y las guerras posteriores necesitaban de tropas que se pudieran adaptar al prolongamiento de las acciones bélicas, y que tarde o temprano deberían evolucionar hacía una profesionalización de la misma, de lo contrario era muy difícil mantener un ejército eficiente en el campo de batalla. 196

La guerra hoplita ritualizada y violenta nada podía hacer en los nuevos teatros de operaciones. Las acciones de los mercenarios en la campaña de Ciro así lo demostraron cuando debieron enfrentarse a tribus hostiles que luchaban desde posiciones ventajosas y no entraban en combate cuerpo a cuerpo. La importancia de la caballería y la infantería ligera iba a ser determinante cuando una fuerza hoplita quisiera operar en ambientes fuera de los principios que regía a la utilización de la falange. De la única manera que la misma podía evolucionar estaba en manos de tropas profesionales, que eran los que combatían en los diferentes teatros de operaciones y que adaptaban constantemente sus procedimientos y su equipo en pos de su supervivencia. Es así como llegamos a la utilización de fuerzas profesionalizadas y que crearon una forma de guerrear eficiente y eficaz. Las fuerzas mercenarias de Ifícrates y Chabrias demostraron la capacidad de adaptación de éstas a enemigos disímiles

y

a

ambientes

complejos.

Eran

hombres

que

comprendieron

perfectamente el arte de la guerra y que lograron prevalecer en una profesión que no perdona errores, pues los mismos se pagan con la vida. Los mercenarios fueron el elemento fundamental para esa evolución, eran los únicos que mantenían una estructura militar profesional y que se iría adaptando a los distintos ambientes donde tuvieran que operar. Las fuerzas espartanas, que a su vez eran el único ejército profesional en la Grecia continental, no pudieron adaptarse a pesar de su profesionalismo de la misma manera que los hicieron los mercenarios. Atados a costumbres militares que les habían dado la victoria en campañas anteriores no pudieron ver que su forma de combatir estaba llegando a su fin. Si bien contaban con tropas ligeras y caballería, su eje principal pasaba por el hoplita y sus tradiciones y ethos militar aferrado a una cultura y a una sociedad elitista no les permitiría ver que la guerra estaba cambiando. Por el contrario, las fuerzas mercenarias que no se ataban a ningún constreñimiento moral ni cultural, sino a la profesionalidad de sus acciones, les permitió adecuar su equipo y sus tácticas de combate cuantas veces fuera necesario. Es probable que la evolución de la infantería ificrática haya sido el 197

modelo para que Epaminondas primero, luego Pelopidas y después Filipo II de Macedonia lograran cambiar para siempre la forma de guerra en Grecia. Fueron los perros de la guerra, esos profesionales que sabían lo que hacían, los que permitieron que la misma cambiara en una verdadera Revolución Militar.

198

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El elefante, un arma en las guerras de la antigüedad

Lic Damián Yáñez Universidad de la Defensa Nacional

En la Figura se puede observar que la moneda es de 1/4 de sekhel y fue acuñada en Hispania a finales del siglo III a.C. Los elefantes cargan contra sus adversarios con una fuerza irresistible. Ninguna línea de soldados con los escudos trabados puede detenerlos. Son como montañas que se mueven por el campo de batalla, y su ensordecedor trompeteo causa pavor. ¿De qué sirven unos pies rápidos, unos músculos fuertes o unas manos rápidas para enfrentarse a una torre móvil que lleva hombres armados? ¿De qué le sirve su corcel al jinete? Asustado ante el inmenso tamaño de la bestia, el caballo huye despavorido. Ambrosio.

Introducción Durante las historia de la humanidad, colmada de conflictos violentos, se han utilizado distintos animales en los combates para obtener algún tipo de ventaja; caballos, perros, mulas, palomas, camellos, etc. Pero solo uno se podría catalogar como un arma en sí mismo: al elefante. Su utilización en distintos conflictos de la

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antigüedad, sobre todo en pueblos cercanos al Mediterráneo, influyó en el resultado de las batallas a veces a favor y otras en contra de los que los utilizaban. Es fácil imaginar el enorme efecto psicológico que producía la entrada en escena de un grupo de elefantes arremetiendo contra hombres y caballos, sobre todo si los que los combatían jamás habían visto uno. Plutarco, en su obra Alejandro, indica que una de las razones que esgrimieron los soldados de Alejandro para no continuar su avance en Hidáspes en el año 326 a.C. era la creencia de que al otro lado, les esperaba un contingente de elefantes aún más terribles que el del rey Poros. Antecedentes Los elefantes son animales originarios de zonas templadas del sur y sudeste de Asia, Asia Occidental y África. Según se sabe ya eran conocidos por los humanos desde épocas remotas como el Neolítico. Se conocen intentos de domesticarlos en la cultura de Mohenjo Daro entre el III y II Milenio a.C. En Siria en el año 1470 a.C., Amenemhelt dice haber visto escapar a un elefante mientras acompañaba a Tutmosis III. El deseo de obtener marfil motivo cacerías a gran escala como las realizadas por el mismo Tutmosis III y el rey asirio Tiglaht-Pileser I en zonas cercanas en la tierra de Niy. A los reyes Salmansar II y Assurnasirpal II les entregaron elefantes y marfil como tributo desde regiones de la actual Siria. Lo anteriormente mencionado junto a la certeza de que en regiones de Siria ya se habían domesticados a los paquidermo, ha llevado a varios estudiosos a hablar del “elefante sirio” como especie en sí, pero no existen pruebas que lo diferencien de los elefantes indios, siendo lo más probable que en esa época este último extendiera su hábitat hasta aquella zona. En el norte de África existieron hasta que Cartago cayó y se convirtió en una provincia romana, y estos comenzaron su caza para obtener su marfil y para usarlos en espectáculos públicos; ya en el II a.C. prácticamente se habían extinguido. En cuanto a su uso bélico, sabemos por Heródoto y Hannon, se utilizaron en el Imperio Persa y en la India. El escritor y médico del s. V a.C. Ctesias de Cnido en sus obras llamadas Pérsica e Indica (solo conocida en fragmentos) hace referencia al uso de elefantes en las guerras. Relata el empleo de paquidermos con éxito por Amoraius, rey de los Derbikes contra Ciro II, tendiéndole una emboscada y derrotando a su caballería. Luego relata como la reina asiria Semiramis al atacar India simula tener elefantes, hace maniquíes de elefantes hechos con pieles de bueyes rellenos de pajas y tirados por camellos, para suplir 202

su carencia frente al rey indio Strabrobates que poseía una gran cantidad. La treta no funcionó ya que algunos desertores le contaron al rey indio el plan y la reina asiria fue derrotada.

Características En primera instancia hay que destacar que los elefantes usados en los combates, más allá de la especie, generalmente eran machos al ser estos de mayor tamaño, más agresividad y a la vez poseían colmillos más grandes. Las hembras podían ser utilizadas para el transporte o para atraer machos para captúralos como veremos más adelante. En la antigüedad se diferenciaban dos especies; el africano y el indio-asiático. Las más importantes diferencias aluden a que el elefante africano tiene las orejas de mayor tamaño y el lomo cóncavo, además de grandes colmillos; mientras que el elefante indio-asiático tiene orejas y colmillos más pequeños y lomo convexo. La narración de que elefantes africanos se negaron a combatir contra elefantes indios en la Batalla de Rafia (221-205 a.C.) convenció a varios autores clásicos que el elefante indio-asiático era de mayor tamaño. Hoy en día la diferencia en tamaños favorece a la especia africana, con entre 3-4 metros de altura y un peso de 4-7 toneladas, frente a los entre 2-3,5 metros de altura y un peso entre 2-5 toneladas. El hecho que pudo confundir a los autores clásicos se debe a que existen dos subespecies de elefantes africanos; el de la sabana, que es el de mayor tamaño de la tierra, y el elefante del bosque, mucho más pequeño. El gran peso de los paquidermos les permitía transportar grandes pesos en sus lomos en distancias cortas, y a la vez que en batalla podía levantar a un caballo con su jinete. Debido a la enorme cantidad de alimento que consumía, la logística que movilizaban era enorme por lo que lo normal era capturarlo alrededor de los 20 años, pueden llegar a vivir entre 70 y 80, por lo cual se ahorraban muchos años de alimentos. La edad óptima para el combate era alrededor de los 40 años, ya que eran adultos y más difícil de que se espantaran en combate, además ya contaban con dos décadas de instrucción. Por supuesto que ante la necesidad y urgencia estos años se alteraban. Captura Luego de la batalla de Gaugamela, Alejandro optó por incorporarlos en su ejército y durante su campaña en Asia se fue nutriendo de ellos aunque no los llego a utilizar efectivamente, pero el efecto psicológico de poseerlos infundía bastante temor en sus enemigos. Luego de la muerte de Alejandro, los Diádocos 203

que se repartieron el reino y el poder, optaron por mantener a los paquidermos en sus respectivos ejércitos. Antiguamente se indicaban varios lugares de caza y captura como ser; la meseta de Eritrea y en África, en la zona meridional de la actual Túnez. En el siglo IV a.C. Aristóteles los situaba en la zona de los bosques a los pies del Atlas, en el actual Marruecos, y en el Rif, lo mismo que más tarde anotaría Plinio el Viejo. También se aprecia en el Periplo de Hannon (s VI-V a.C.) que se encontrarían en las regiones costeras de lo que hoy es Marruecos. Esto da idea de las porciones de tierras africanas que se conocían en la antigüedad ya que no dice nada de la existencia de los paquidermos más allá del desierto de Sahara. Existían dos sistemas de captura en Asia; en uno se elegía un lugar llano, y se rodeaba de una profunda zanja de 10 metros de ancho y 7 de profundidad con terraplenes, de forma que el acceso se hacía mediante un endeble puente camuflado con tierra y hierba. En el interior se colocaban dos o tres hembras cuyo olor atraía a los machos que una vez dentro del recinto, eran capturados al levantarse el puente tras su paso. Si eran demasiados jóvenes, viejos o enfermos se los dejaba marchar, pero de lo contrario se les privaba de agua y comida para debilitarlos, y se le obligaba a luchar con elefantes domesticados introducidos en el recinto; tras ser derrotados se les ataba las patas y se los transportaba. El otro sistema consistía en que un conductor llevaba un elefante hembra domesticado, cerca de una manada de machos para que la siguieran. Cuando esto sucedía los dirigían hacia una emboscada donde eran enlazados. Este sistema era más peligroso ya que se requerían más de 100 hombres para sostener la cuerda frente a la fuerza de la bestia. El personal que se encargaba de su captura, solían estar muy bien pagos con sueldos equivalentes a funcionarios administrativos.

Entrenamiento Normalmente ante de domesticarlos se los debilitaba, haciéndoles pasar hambre, sed o incluso peleando, para lograr montarlos y luego los clasificaban según su uso; combate o animal de tiro. El destinado al combate debía demostrar ciertas destrezas como: sortear pequeños muros o pozos, realizar giros rápidos, pisotear un posible enemigo, integrarse en formaciones de batalla, soportar el dolor y no asustarse ante fuertes sonidos. El conductor, o mahout, era un personaje de gran importancia, por su habilidad para controlarlos y manejarlos en batalla. Se colocaban en la cabeza del elefante, y lo guiaban mediante órdenes a viva voz, con un largo palo provisto de gancho o tirando de las orejas del elefante. Otros ejércitos como el griego o el egipcio incorporaban conductores indios, de allí 204

que se le decía indio a cualquier conductor de elefante. Estos se encargaban de entrenarlos, alimentarlos y cuidarlos; por lo que formaban un gran vínculo con el animal, habiendo ocasiones que si el conductor era herido el elefante abandonaba la batalla para protegerlo o simplemente los defendían hasta perder la vida. Aun así los elefantes seguían siendo animales impredecibles que a veces daban la vuelta y atacaban a sus propias filas.

Principales combates Gaugamela 331 a.C. En esta batalla Alejandro, en su conquista de Persia, enfrentó al rey aqueménida Darío III, este último había traído de la India unos 15 elefantes. Darío hizo aplanar el terreno, aun siendo una llanura, para maximizar la ventaja que le daban sus carros y los elefantes. Las fuerzas persas eran mucho más numerosas que las macedónicas pero la principal ventaja se la daban la caballería pesada, los carros y los elefantes. Pero Alejandro prepara una trampa para los carros, más allá de los proyectiles que les lanzan, las falanges macedónicas se abren bruscamente al recibir la carga de los carros, por lo que los caballos, instintivamente, se lanzan hacia los lugares abiertos y allí en una especie de ratonera sus jinetes son masacrados desde varias direcciones. En el caso de los paquidermos logran chocar con la falange pero más allá del enorme efecto psicológico son rechazados sin producir grandes daños. La batalla concluye con una excepcional victoria de Alejandro, pero éste queda impresionado con los elefantes de Darío, por lo que en el futuro los obtendrá y pasarán a engrosar sus ejércitos. Río Hidáspes, 326 a.C.; esta batalla se libró en las cercanías de dicho río, en la segunda orilla desde la perspectiva de Alejandro, en ella los macedonios es enfrentaron a las fuerzas del rey Poros. Los elefantes, del rey Poro, tuvieron una influencia muy importante en esta batalla. Este último ante el avance de los macedonios sale a cortarles el paso apostando sus fuerzas en la orilla del mencionado río. Con sus fuerzas en una orilla y las del rey Poros en la opuesta, eran los elefantes, que se estiman en doscientos, la gran preocupación de Alejandro; llegando a decir a Cratero, que debía cruzar con la reserva por otro lugar y según se sucedieran los acontecimientos, dijo lo siguiente: “Si ves que Poros me persigue con solo una parte de sus tropas, dejando el resto de ellas y los elefantes donde ahora están acampados, no te muevas tú de tu sitio. Y si ves que Poros lanza contra mi todos sus elefantes, dejando en su campamento solo unos pocos hombres, debes cruzar con toda celeridad, ya que son sólo los

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elefantes los que pueden impedir el desembarco de la caballería y no el resto de sus tropas”155.

Primer cruce

Macedonios Zona de falso cruce

Cratero Infantería

Infantería Infantería

Infantería

Ejército de Poros

Cruce del Hidáspes por las fuerzas de Alejandro 326 a.C.

Luego de varios intentos Alejandro logra cruzar con sus fuerzas desencadenando el ataque de Poros; el primero modifica su habitual despliegue de fuerzas para evitar que su caballería quede enfrentada con los elefantes por las que las colocó en el flanco izquierdo. Una vez iniciados los combates, donde las fuerzas indias empiezan a ser superadas, se produce la estampida de los paquidermos contra la falange macedónica, que a pesar de estar muy compacta sufre tremendas pérdidas. Aun así pudieron resistir hasta que las tropas de Cratero logran cruzar el río y definen la batalla. Luego de vencer los macedonios se apresuran a capturar los elefantes que aún quedaban en el campo de combate para poder incorporarlos a sus fuerzas. Como ya se ha mencionado, una de las razones que esgrimieron los soldados de Alejandro para no continuar su marcha atravesando el Hidáspes era la creencia de que les esperaba un contingente de elefantes aún más terrible que el del rey Poros.

155

Arriano. Anábasis de Alejandro Magno, Libros IV-VIII (India). Ed Gredos. 1982. Pag.99

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Alejandro y la caballería de los compañeros

Una fuerza de caballería macedónica rodea al ala izquierda del ejército Indio

Batalla del Río Hidáspes 326 a.C.

Coenus

Heraclea y Auscullum a.C; cuando esta ciudad del sur de Italia, enemistada con Roma, recurrió al Rey Pirro de Epiro para que comandase sus ejércitos contra Roma, este llevó a la península 20 elefantes que fueron una desagradable sorpresa para los romanos. Estos elefantes habían sido obtenidos por Pirro a quien se los había entregado Ptolomeo II por lo que se deduce que provenían de los bosques africanos, no hay certezas de que poseyeran torres encima para lanzar armas arrojadizas. Los que sí es seguro es que se destinaba infantería ligera para proteger a los paquidermos, sus patas y su vientre. Los soldados romanos no estaban acostumbrados a verlos y menos los caballos; por lo que estos últimos, en un principio, huían ante la carga de estas bestias. Solo la infantería a un alto precio y juntando filas podía lograr mantenerse en frente a las bestias de Pirro. En el primer choque entre la legión romana y la falange macedónica luego de la embestida inicial quedaron en un punto muerto, sin avanzar ni retroceder. Pirro recurrió a sus elefantes que mantenía en reserva y estos cargaron contra la caballería romana que huyó despavorida. La caballería de Pirro, al ver sus movimientos libres ya sin la presencia de la caballería enemiga, ataca por un flanco a las legiones romanas y estas rompen filas y abandonan el campo de batalla. Como anécdota luego de la batalla, el que Pirro se sentía obligado a negociar por las pérdidas que no podía reemplazar, el ex cónsul Gayo Fabricio es enviado a 207

Tarento a negociar con Pirro el rescate de los prisioneros. Este último intentó sobornarlo para que el romano presionara en el senado a favor de la paz ofreciéndole sumas cada vez más altas. Como no obtenía resultado, Pirro mandó a traer un elefante, éste se acercó en silencio, para asustarlo. El animal levantó la tropa junto a la oreja de Fabricio y soltó un barrito estruendoso. El romano, sin inmutarse le dijo a Pirro: “Ni ayer me convenció tu oro, ni hoy tu elefante”156.

Decio

Ejército de Pirro I

Ejército Romano

Caballería

Elefantes

Arqueros

Levino

Batalla de Heraclea 280 a.C.

Al año siguiente, en 279, se libró la segunda gran batalla esta vez en Auscullum. Pirro se adelanta y ocupa en la noche una posición ventajosa en la segunda jornada de lucha que llevó a los romanos a combatir en el llano donde estaban en desventaja. Una vez más la carga de los elefantes rompió las filas de las legiones y se retiraron. Batalla de Zama, 202 a.C; este enfrentamiento resolvió la Segunda Guerra Púnica en favor de Roma. Esta vez los elefantes no fueron determinantes más bien tuvieron un papel marginal, si bien Aníbal presentó en la batalla unos 80 elefantes, en tanto Escipión exhibió una disposición de sus fuerzas que limitó enormemente su eficacia (esto será analizado en el apartado de contramedidas). Además de la táctica de Escipión, el ruido provocado por la música, tambores, cánticos y entrechocar de armas asustó a varios paquidermos que terminaron 156

Javier Negrete. Roma Victoriosa, pag 175.

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cargando contra su propia tropa. Esto se debió a que muchos de los elefantes apenas se habían adiestrado y domesticados por la urgencia de la situación. En el marco de las guerras macedónicas los paquidermos volvieron a ver acción, sorprendentemente esta vez, también, formando parte de las fuerzas romanas. Quinto Flaminino dirigió elefantes de guerra contra Filipo, estos animales seguramente fueron aportados por su nuevo aliado Cartago. En la batalla de Cinocéfalos, Flaminino, usó los elefantes para abrirse paso ante una falange macedónica que todavía no terminaba de desplegarse. Este movimiento causó pavor entre los macedónicos y los legionarios pudieron aprovechar los huecos abiertos por las bestias y desbaratar la formación enemiga. En el año 194 en el marco de las luchas contra Antíoco el Grande, los hermanos Escipión desplegaron unos dieciséis elefantes africanos en la batalla de Magnesia, pero no pudieron emplearlos ya que en el ejército de Antíoco había elefantes indios, estos más grandes y agresivos hubieran aterrado a los elefantes romanos; seguramente los elefantes africanos hubieran causado más daño a los romanos que a los macedonios. Concluida, exitosamente la campaña contra Antíoco, Roma prohibió a su derrotado enemigo mantener una flota en el Egeo, reclutar mercenarios en Grecia y adiestrar elefantes de guerra. Como prueba del respeto o el temor que los romanos le tenían a los elefantes; dentro de las demandas romanas hacia Cartago para firmar la paz se encontraba aparte de las devoluciones de territorios de ultramar, diez mil talentos, la destrucción de su flota, etc, roma exigió que Cartago renunciara a adiestrar más elefantes de guerra. Quedan fuera del análisis otras batallas en donde los elefantes participaron como ser: Paraitace; (317 a.C.) la primer batalla en la que los dos ejércitos con jefes europeos combatieron entre sí usando elefantes, Gabiene, Gaza, Ipso, Baécula e Ilipa, etc. Solo se mencionaron aquellas batallas en las que los paquidermos tuvieron una gran influencia o presentaron alguna particularidad de relevancia. Equipamiento Existen dudas sobre el equipamiento que pudieron llegar a poseer los elefantes en las guerras antiguas. Los autores clásicos solo ofrecen información fragmentada y vaga en este sentido; Plutarco indica que iban cubiertos por arneses púrpuras y llevaban torres en sus lomos. Polibio indica que llevaban torres con guerreros portando largas lanzas, y Tito Livio que llevaban armaduras con plumas en la cabeza y torres con cuatro hombres. Seguramente dichas torres hubieran sido fabricadas en madera para reducir su peso y no en metal. 209

En la actualidad el empleo de torres se encuentra muy discutido, el tema del peso es fundamental; en los elefantes del bosque existen serias dudas si estaban en capacidad de llevar el peso de una torre más sus ocupantes y el armamento que transportaban. Hay que tener en cuenta que en caso de ser afirmativo limitaría enormemente la velocidad y la movilidad, además de cansar al animal prematuramente. En el caso de los elefantes indio-asiáticos los estudiosos afirman que no llevaban dichas torres. Recurriendo a la arqueología y al arte las deducciones son contradictorias; monedas acuñadas por cartagineses y romanos que representan elefantes nunca aparecen con torres en sus lomos; en cambio en una representación, una placa, de la batalla de Zama aparecen los elefantes con torres en su lomo sujetadas con arneses por lo cual pudieron haber estado equipados con ellas. Además el dramaturgo romano Plauto describe los elefantes de Aníbal utilizando un paño rojo, y según Arriano en la batalla de Zama los elefantes estaban equipados para causar terror, por lo que se creen que llevaban túnicas rojas de color sangre y/o algún tipo de armadura o casco.

Fresco románico de la ermita de San Baudelio de Berlanga (actualmente en el Museo del Prado), que representa un elefante de guerra.

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Cota de placas para un elefante de guerra indio.

Movilidad. Durante las campañas los elefantes acompañaron a los ejércitos a donde fue necesario, realizando grandes proezas como “Sirio” el elefante de Aníbal, el único que sobrevivió al cruce de Los Alpes. Su transporte terrestre no representaba problemas, si bien es de suponer que debían ralentizar la marcha no obstante tenían una movilidad aceptable que se iba degradando en cuanto el terreno se compartimentaba, como en el caso de angostos desfiladeros o en los Alpes mismos. En cuanto a los cursos de agua tomaremos como ejemplo el cruce del Ródano (200 metros de ancho) por parte de Aníbal y sus 37 bestias; el cruce resultó muy complicado. Tuvieron que recurrir a botes y balsas que les vendieron las tribus que vivían al oeste del río. Lo más difícil fue conseguir que los elefantes cruzaran las corrientes. Para ello, tuvieron que engañarlos de una forma muy ingeniosa. Armaron balsas grandes y muy sólidas para aguantar el peso de los paquidermos y las ataron juntas a la orilla, construyendo una especie de puente que avanzaba hacia el centro de la corriente. Después las recubrieron con tierra, de modo que parecía un camino. La comitiva la abrieron dos hembras, a las que les siguieron los machos hasta el final del puente. Al llegar a las últimas balsas, los cartagineses cortaron las amarras que las unían al resto de la pasarela y empezaron a remar hacia la otra orilla. Aun así algunos elefantes se asustaron, empezaron a dar vueltas y pisotones e hicieron zozobrar las almadias. Sus mahout se ahogaron pero ellos se salvaron cruzando el río a nado y respirando en todo momento gracias a sus trompas. Si bien la técnica para cruzarlos fracasó quedó en evidencia que un curso de agua, medianamente razonable, no era impedimento para los elefantes. 211

En el caso del transporte naval, las embarcaciones típicas de guerra como las penteras y los trirremes no parecen aptas para llevar dichos animales. Sus dimensiones; entre 35-40 metros de eslora y 6 de manga más los 2 metros de calado no las hacen aptas para el transporte, menos para semejantes bestias. Por eso en las empresas que llevaron los monarcas ptolemaicos para trasladarlos por el Mar Rojo, Pirro llevando elefantes desde Epiro a Italia y Aníbal a la península Ibérica hacen pensar que se sirvieron de buques comerciales. Estos disponían una mayor capacidad de carga y sus dimensiones; 20-30 metros de eslora con una manga que solía ser la cuarta parte de la eslora los hacían los más aptos. En el caso de los elefantes, se trata de animales muy susceptibles de perder el control si sienten peligro o temor ante cualquier situación, y no suelen sentirse bien si no están pisando tierra firme (aunque son excelentes nadadores si la situación lo requiere), ya que el balanceo de la navegación afecta su equilibrio. Se presume que para mantener el centro de gravedad de los barcos los elefantes deberían viajar acostados en las bodegas, pero esto presentaba otro problema; ya que estos animales no pueden estar más de dos horas pues su peso le produciría problemas cardio-respiratorios. También es de suponer que eran sedados, para evitar que se espantaran, y que debieran viajar atados para evitar todo tipo de inconvenientes.

Contramedidas Táctica: la más exitosa fue la utilizada por Escipión en Zama. Formó sus tropas de tal manera que creó corredores humanos, si se tiene en cuenta la velocidad de los elefantes no parece fácil. La disposición fue la siguiente: en vez de colocar los manípulos escalonados como otras veces, los príncipes se plantaron justo detrás de los astados: eso dejaba unos pasillos muchos más largos entre unidades, lo suficiente para contener la acometida de los elefantes. Al final, aguardaban los triarios con sus largas lanzas, como una muralla erizadas de pinches. Rodeados de legionarios por ambos lados, los paquidermos recibieron una densa lluvia de pila, y aunque causaron algunas bajas su ofensiva no dio los resultados buscados, o al menos eso es lo que se piensa. Como mencionamos anteriormente a esta táctica se le sumaron los ruidos que trajeron más confusión a las bestias. Algo más básicas fueron las trampas en el suelo, ocultando agujeros erizados de estacas, cadenas o bolas con púas de hierro, que causaban grandes dolores a las patas de los elefantes. Armas: generalmente se utilizaban las armas arrojadizas de la infantería ligera, igualmente se llegaron a introducir armas específicamente diseñadas para 212

neutralizar a los paquidermos. En India se crearon flechas de hierro, llamada naraca, que no se rompían e incluso podían llevar una carga incendiarias para causar más daño. Sabemos, por la Columna Trajana, que a principios del siglo II d.C. los romanos también emplearon artefactos como el carro-balista, o balista montada sobre un carro tirado por caballos o mulas, para facilitar su transporte durante la batalla. Normalmente se colocaban tras las líneas de infantería, para protegerlas y poder, desde allí, lanzar sus flechas de mayor calibre contra los elefantes. También se crearon unidades especiales de combate contra elefantes de guerra, el rey Macedonio Perseo (179-168 a.C) fue quien creó la primera llamada elephantomachai. Sus integrantes recibieron un entrenamiento especial y estaban bien esquipados, con cascos puntiagudos y escudos claveteados que debían protegerles de las trompas de los elefantes y le permitían lanzarse debajo del elefante y lastimarles sus pies. Por último, se sabe que los romanos llegaron a utilizar, no se sabe en qué oportunidad, cerdos prendidos fuegos para que sus gritos espantaran a los animales. La efectividad de esta “arma” está muy cuestionada.

Conclusiones La utilización de elefantes en las guerras por parte de los ejércitos de la antigüedad como un arma fue algo importante y con resultados diversos. Cuando los elefantes se enfrentaban a fuerzas que nunca antes los habían visto, los paquidermos solían causar pánico, sobre todo en los caballos. No es difícil de imaginar el miedo de estar viendo decenas de estas bestias enormes, con grandes colmillos, haciendo un ruido infernal y montados por humanos que por lo menos eran desconocidos en sus aspectos; arremetiendo contra formaciones de hombres o incluso ver como levanta a un caballo con su jinete y lo lanza por el aire. En cambio si se enfrentaban a tropas veteranas que ya habían combatido contra ellos el resultado era diverso, generalmente negativo. Como sucede con todas las armas, a lo largo del tiempo se fueron desarrollando contramedidas a veces en forma de tácticas y otras en forma de armas. Cazarlos e instruirlos demandaba mucho tiempo y dinero, por lo que prácticamente eran un lujo en los ejércitos aún más si debían importarlos. Ni siquiera sus mahouts podían asegurar el comportamiento de estas bestias y en más de una ocasión dieron vuelta y atacaron sus propias fuerzas.

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Las grandes mentes militares de la época antigua entendieron el valor de los elefantes en el combate; Alejandro Magno sufrió sus ataques y le costó, junto a otras razones, los amotinamientos de sus tropas que no querían enfrentarse de nuevo con estas bestias. Pirro los llevó a la península itálica y causó grandes daños a los romanos; Aníbal cruzo los Alpes con sus elefantes, sobreviviendo solamente Sirio, el que fue todo un símbolo en sus campañas. Escipión, años después maquinó tácticas para vencer a los elefantes de Cartago y luego de vencerlos, como parte de las indemnizaciones de guerra, Roma exigió a Cartago que deje de entrenar e incluir elefantes en sus ejércitos; ya en las batallas de Cinocéfalos (197 a.C.) y Pidna (168 a.C.), los romanos ya poseían sus propios elefantes. En Asia muchos países y/o reinos utilizaron numerosos elefantes en reiteradas oportunidades, pero se desconocen datos precisos. El imperio Maurya, por ejemplo, en sus guerras contra el imperio Kalinga (262 a.C.) encontró en el campo de batalla ejércitos con centenares de elefantes cada uno. Con el tiempo el uso del elefante en el combate se fue diluyendo en el área mediterránea pero en el sureste asiático su uso se potenció.

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Bibliografía ARRIANO. Anábasis de Alejandro Magno. Libros IV-VIII (India). Editorial Gredos, 1982 NEGRETE, Javier. Roma Victoriosa. Editorial El Ateneo. 2011 BLIN, Arnaud. Las batallas que cambiaron la historia. Editorial El Ateneo. 2016 Crl (R.) ROTTJER, Enrique I. Alejandro El Grande. Editorial Círculo Militar. 1955 LIDDELL HART, B. H. Escipión El Africano. Un hombre más grande que Napoleón. Traducción del Grl Fasola Castaño. Editorial Círculo Militar. 1975 SANCHEZ SANZ, Arturo. Los elefantes de guerra en los ejércitos de la antigüedad. 2011 GARAY, Gonzalo Loren. Los animales y la guerra. 2015 ROLLIE, Emilio F. El elefante: Un caso paradigmático en la historia del contacto entre las culturas de la India, Grecia y Roma. 2006

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Campañas romanas en Britania. Una Guerra Fallida en un Ambiente de Insurgencia Mg Esteban Darío Barral Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción Julio Cesar en el año 55 a.C. y más precisamente el 26 de agosto 157, al mando de una poderosa fuerza de combate compuesta por las Legiones VIIma y Xma; unos 10.000 hombres transportados en 80 naves, cruzó el Canal de La Mancha para realizar un ataque preventivo, a fin de destruir las bases del poder britano en la isla ya que aparentemente apoyaba a la insurrección gala. Los romanos fueron buscando una batalla decisiva que les permitiera obtener una rápida victoria, pero el terreno fue un factor determinante en la operación: ―…este era muy distinto del que estaban acostumbrados los romanos; cuando avanzaron hacia el norte y oeste del territorio britano la región se volvía más montañosa, por lo tanto estos aprovecharon su mayor conocimiento del terreno y ocuparon las alturas construyendo fuertes en las mismas y dominaban los pasos estratégicos entre estos, obligando a las fuerzas romanas a combatir en lugares estrechos y difíciles de maniobrar.158 Los britanos realizaron un tipo de guerra que a los romanos no les era favorable, y por el contrario los desgastaba evitando la confrontación directa. Cesar debió replegarse nuevamente a la Galia para volver a invadir Britania al año siguiente pero en términos muy diferentes y con fuerzas muy superiores. Había buscado una victoria rápida llevando a Britania a sus legiones sin una aparente planificación adecuada y sin un conocimiento profundo de los habitantes de dicha isla, cuyas costumbres diferían enormemente de la de los romanos. El 157

Cesar, Julio. La Guerra de las Galias. Edit Losada. 2003. Libro IV, Pag 125. Si bien la fecha es aceptada por gran parte de los historiadores modernos, algunos difieren en cuanto al día de ejecución de la misma. 158 Tácticas romanas de batalla. Artículo extraído de la página web: www.romans-in-britain.org.uk

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ejército romano buscó imponerse en el campo de batalla, intentando causar el mayor daño al otro a fin de ocasionarle una derrota decisiva que concluya rápidamente con la campaña. Esto es así en toda guerra donde ambos oponentes luchan con las mismas reglas de juego, pero los britanos luchaban por su supervivencia. Esta incomprensión de la caracterización del ambiente en que sus hombres deberían combatir, resultó en un grave fallo militar que por poco no alcanzó ribetes muchos más dramáticos. Los romanos llamaban rebellio a lo que actualmente se conoce como insurgencia159, y ese era el ambiente que Cesar enfrentaría en Bretaña. Posiblemente la campaña fuera mal planificada para operar en un territorio tan desconocido como sus habitantes, dejando entrever un cierto aire de improvisación que no escapaba a los estándares militares de la época. Pues la información con la que se contaba en la antigüedad era muy exigua, no había servicios de inteligencia y la planificación militar era muy rudimentaria. Cuando se realizaba una operación militar que salía de los cánones conocidos, normalmente la misma se convertía en una campaña fallida. La campaña de cesar daría comienzo a una serie de operaciones militares emprendidas por Roma para intentar conquistar la isla. El límite de la mayor expansión romana quedaría marcado para siempre con el famoso Muro de Adriano, demostrando que la fuerza militar por sí sola no puede contener a voluntades que niegan la subordinación a un orden distinto, y máxime si el mismo se intenta imponer a la fuerza. 26 de agosto del año 55 a.C.160 En las cercanías de la actual Deal, en Britania, en horas de la mañana, una niebla espesa cubría la costa cuando de pronto aparecieron las primeras naves de transporte romanas. A bordo de las mismas, los hombres de la 10ma Legión que formaban parte de la primera fuerza de asalto se aprestaban para desembarcar; para ello utilizarían un puente especialmente preparado y adaptado en las naves 159 160

Insurgencia proviene del latín insur gere, que significa levantarse hacia dentro. La Guerra de las Galias. Julio Cesar. Edit Losada. Edic 2004. Libro IV, Pag 125

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de transporte, que le permitiría a los legionarios descender de las mismas y estar listos para entablar combate ni bien pisaran tierra firme. El ejército britano, se había desplegado por los posibles lugares de desembarco y ni bien avistaron a las fuerzas enemigas se apresuraron a ocupar las alturas que rodean a la playa, para desde allí comenzar a hostigar a las naves con todo tipo de proyectiles. Cesar, que en ese momento advierte el peligro desde su nave insignia, decide anclar lejos del alcance del enemigo y esperar a reagrupar a toda la fuerza de desembarco, unas 80 naves con 10.000 hombres pertenecientes a las Legiones VIIma y Xma161. Llamó a sus oficiales e impartió una serie de órdenes de las cuales poco se sabe, ya que él mismo no las explicita en su totalidad en su obra La Guerra de las Galias, pero si se puede deducir que las mismas estaban orientadas al reagrupamiento de las tropas y las prioridades para el desembarco de las mismas, tal vez esperando sorprender al ejército enemigo; lo cierto es que según su testimonio “al presentarse simultáneamente oleaje y vientos favorables, dio la señal; tras levantar anclas avanzó cerca de siete millas y estableció las naves en una costa abierta y llana‖162. Los britanos, adivinando las intenciones de la fuerza romana, tras enviar delante las unidades de caballería y de carros163, comenzaron a marchar con la infantería sin perder de vista a la fuerza de desembarco y tratando de impedir que estas hicieran pie en tierra.

Esta acción de los britanos comenzó a causar

dificultad, ya que las naves, debido a su tamaño, no podían operar en aguas bajas y los soldados de la fuerza de asalto estaban demasiado cargados con su equipo; debían a la vez saltar de las naves, mantenerse de pie entre las olas y pelear con los enemigos mientras ellos, desde tierra firme, con amplia libertad de movimientos, en terreno conocido y preparado, arrojaban gran cantidad de

161

Ibidem. Pag 139 Ibidem. Pag 140 163 Julio Cesar. Op Cit Pag 140. esta era la forma de combatir de los britános, siempre enviaban delante a la caballería y a los carros de combates o essedari, que proviene de la palabra esseda, un tipo de carro ligero que era tirado por una pareja de caballos y conducidos por dos hombres “essedari”, de los cuales uno combatía y el otro conducía. 162

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proyectiles sobre los romanos.164 Por esto, las tropas de desembarco, atemorizados y sin experiencia alguna en este tipo de combate no actuaban con el mismo entusiasmo con que lo hacían siempre.165 Cesar sin saberlo, había cometido un grave error al haber realizado una maniobra tan larga para el desembarco. En primer lugar no había hecho preceder su ataque con fuerzas que aseguraran la playa y en segundo lugar a la vista del enemigo maniobró con sus fuerzas embarcadas dándole tiempo a éste que se preparara para rechazar el desembarco. Sin saberlo y como harían otros comandantes en otras guerras, había cedido la iniciativa al enemigo. La libertad de acción ahora era de los britanos. Cuando Cesar advierte su error y ve al enemigo desplegado, ordenó a las naves de guerra, cuya forma era inusitada para los britanos y a la vez eran más maniobrables, fueran alejadas de las naves de carga y que fueran impulsadas velozmente con los remos y se colocaran frente al ala derecha del enemigo,166 y que desde las mismas comenzaran a arrojar proyectiles contra este sector del ejército britano. El mismo estaba formado, aparentemente, en una línea paralela a la costa con los carros y la caballería desplegada delante de la infantería. Cesar, con esta acción, trataba de establecer desde las naves lo que hoy se conoce como base de fuego, intentando aferrar al enemigo y permitir el desembarco de las unidades de asalto. De esta forma, consigue obligar a los britanos a quedar fuera del alcance de los proyectiles de los barcos, dando tiempo y un mínimo de espacio a sus tropas para establecer una cabeza de playa. Sin embargo, los legionarios de la Décima, que encabezaban el desembarco, comenzaron a dudar por la profundidad de las aguas, pero siguiendo siempre el relato de Cesar, el aquilifer de esta Legión, arengó a sus compañeros y saltó al agua llevando el águila hacia el enemigo 167(*). Entonces, el resto de los soldados lo siguieron y saltando de las naves comenzaron a marchar contra el enemigo. 164

Ibidem. Pag 141 Ibidem. Pag 141 166 Ibidem. Pag 141. 167 Ibidem. Pag 141 El águila era la insignia de la legión y al hombre designado para llevarla se los llamaba aquilifer. Según Cesar en su relato el aquilifero gritó a sus compañeros “¡Compañeros, saltad a no ser que queráis que el águila sirva al enemigo! ¡Yo por lo menos habré cumplido con mi deber por mí república y mí general! 165

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Una vez que los vieron desde las naves cercanas, comenzaron a imitarlos inmediatamente.168 La fuerza de asalto, logró a duras penas establecer un pequeño perímetro de seguridad y muy poco parecido a lo que nuestros manuales llamarían una cabeza de playa, desorganizado pero lo suficientemente fuerte como para hacer frente el enemigo. Se peleó encarnizadamente por ambos bandos. Los romanos, sin embargo, como no podían conservar las líneas, ni mantenerse en pie con firmeza, ni seguir a los estandartes de los manípulos, y cualquiera de cualquier nave se unía al grupo de estandartes con que se topaban,169 hacían que la cabeza de playa podía quebrarse de un momento al otro. Los enemigos, por su parte, en vados conocidos por completo por ellos, cada vez que desde la costa veían desembarcar soldados aislados, grupos de caballería los aislaban y atacaban, 170 mientras desde las alas disparaban grandes cantidades de proyectiles a los soldados agrupados. Cuando Cesar observó esto, ordenó llenar los botes de reconocimiento con tropas, estableciendo así una especie de reserva móvil, y donde veía grupos en apuros les enviaba refuerzos.171 De esta forma la Legión Décima, logró afianzarse en tierra firme, formar, no sin grandes dificultades, y comenzar a presionar a la infantería enemiga hacia el interior de la costa. Los britanos, viendo que las fuerzas romanas habían logrado desembarcar a pesar del gran número de bajas que les ocasionaron, deciden retirarse. Los romanos, que en ese momento no contaban con tropas de caballería, todavía estaban en puerto172, no pueden emprender una persecución, además del desconocimiento del terreno y del enemigo. De esta forma, Cesar, logró establecer una cabeza de playa, que permitió al resto de la fuerza desembarcar y consolidar sus posiciones. El desembarco tuvo lugar en la costa de Deal en una zona cerca de Bigberry, donde los britanos tenían 168

Ibidem. Pag 142 Ibidem. Pag 142. La fragilidad de la cabeza de playa es una deducción, puesto que Cesar no reconoce tales momentos en la batalla. 170 Ibidem. Pag 142. 171 Ibidem. Pag 142. 172 En realidad, las naves que transportaban a la caballería, no habían podido mantener el rumbo y no habían podido llegar a la isla. Julio Cesar, Op Cit. Libro IV pag 142. 169

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una buena base fortificada. Posteriormente las tropas romanas comenzaron a fortificarse en un típico campamento romano y como era costumbre de las Legiones en combate. Los britanos, inteligentemente, decidieron ganar tiempo y a la vez estudiaban al enemigo que había desembarcado. Para ello, enviaron embajadores a Cesar para tratar la paz; prometieron que darían rehenes y harían lo que se les ordenara. Entre estos embajadores estaba Comio, quien había sido enviado antes a Britania.173 A éste, los britanos lo habían apresado y encadenado cuando después de desembarcar intentaba transmitir los encargos de Cesar. Se acordó una tregua donde Cesar exigió rehenes y comenzó a reunirse con los caudillos de varias tribus que venían a rendirse al romano. Ratificada así la paz, cuatro días después de la llegada a Britania, las dieciocho naves que transportaban a la Caballería, unos 500 hombres, soltaron amarras del puerto del norte con viento suave, pero antes de llegar a la costa, se levantó un temporal que ninguna pudo mantener el curso, y unas eran llevadas al lugar de donde habían venido y otras eran arrojadas peligrosamente a la parte sur de la isla. Posteriormente, fueron forzadas a seguir hasta alta mar en una noche desfavorable e intentaron llegar al continente.174 En la noche del 30 al 31 de agosto, el temporal afectó a las naves de carga que estaban ancladas, destruyendo gran parte de la flota. Esto fue un gran golpe para los soldados que estaban acampados en la costa, ya que las naves destruidas eran las mismas que debían llevarlos de regreso. En efecto, no había otras naves con las cuales transportarse de regreso y faltaba todo lo necesario para reparar las naves, y como a todos les había resultado evidente que era mejor pasar el invierno en las Galias, no se habían aprovisionado como corresponde para una campaña invernal.175 Al enterarse de las falencias logísticas, los jefes britanos vieron que a los romanos les faltaba caballería, naves y trigo, infirieron que el número de soldados 173

Ibidem. Pag 143. Ibidem. Pag 143. Lo sucedido a las naves, da una idea de lo improvisada que fue esta campaña, donde desde el apresto de los hombres y material, hasta los conocimientos previos de la zona, fueron hechos prácticamente a la ligera. 175 Ibidem. Pag 144. 174

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era exiguo, teniendo en cuenta el tamaño del campo atrincherado de los romanos y consideraron que los mejor era realizar una rebelión, cortar el suministro de trigo y los aprovisionamientos y alargar la acción hasta el invierno, porque confiaban en que, superados los romanos o privados de la posibilidad de regreso, ya nadie cruzaría después a Britania para hacer la guerra.176 Habían observado bien, y obrado en consecuencia. Cedieron terreno en un principio al enemigo, pero ahora era tiempo de recuperar la iniciativa, reunieron a sus tropas y se prepararon para luchar una vez más. Cesar, que si bien no conocía los planes de los britanos, debió suponerlos como viejo soldado experimentado que era, tomó una serie de medidas para evitar el aniquilamiento de sus fuerzas. Con la madera de las naves destruidas, reparó otras y así logró recuperar gran parte de la flota, con doce naves perdidas, pudo hacer que el resto estuviera en condiciones de navegar.177 Mientras realizaba reparaciones a las naves, la Décima Legión permanecía en el campamento y la Séptima había sido enviada a buscar trigo, y sin que hubiera surgido sospecha de guerra, cuando una parte de los hombres todavía estaba en los campos y la otra iba y venía del campamento, los que estaban de guardia ante las puertas de éste, dieron la novedad a Cesar que se veía una polvareda mayor de los acostumbrada, en la zona hacia donde había marchado la Legión. Cesar se dio cuenta de lo que sucedía, e inmediatamente hizo avanzar con él a las cuatro Cohortes estacionadas en las puertas del campamento, ordenó que otras dos se estacionaran en las mismas y el resto de las tropas se equipara y lo siguiera en seguida.178

176

Ibidem. Pag 144. Ibidem. Pag 145. 178 Ibidem. Pag 145. 177

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Trinovantes Catuvellauno

Atrebates Desembarco de las fuerzas de Cesar

Campaña de Cesar en Britania 55 a.C. Después de alejarse un poco del campamento, advierte que los suyos son hostigados por los enemigos y a duras penas resisten y que, como la Legión estaba en formación cerrada, le caían proyectiles de todas partes. Pues, como de todo el trigo de esa zona sólo quedaba una parte sin cortar, los britanos calcularon que la fuerza romana iría hacia allí, y durante la noche se escondieron en los bosques cercanos. Así, atacaron a la Séptima Legión, donde numerosos hombres habían dejado las armas y estaban alejados unos de otros ocupados en la

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recolección; tras matar a varios, hostigaban a los demás, en formación cerrada, y al mismo tiempo los rodeaban con la caballería y los carros de combate.179 “La manera de combatir desde los carros es la siguiente: rodean a una fuerza de un lado a otro y arrojan proyectiles; la mayoría de las veces sólo con el miedo que dan sus caballos y el estrépito de las ruedas ya desorganizan las líneas enemigas; después de penetrar entre los escuadrones de caballería, saltan de los carros y combaten a pie. Entretanto, los aurigas se alejan un poco del combate y colocan los carros de tal modo que, si aquellos son sobrepasados por el enemigo, tienen una retirada libre hacia propias posiciones. De esta forma tienen una caballería móvil y una infantería firme, y con práctica cotidiana y ejercitación logran en un terreno con declive, incluso pronunciado, mantener el control sobre sus caballos a todo galope, aplacarlos por unos momentos y hacerlos cambiar de dirección, logran correr sobre el timón, mantenerse en pie sobre el yugo y después volver en un instante al carro‖180. Los romanos, se encontraban en unos primeros momentos desorganizados y confundidos por la forma en que combatían los britanos. Pero Cesar llegó a tiempo con los refuerzos, dando oportunidad a la legión aferrada de organizarse para el combate nuevamente. Los britanos viendo que las Legiones formaban, se retiraron del campo hacia los bosques. Cesar condujo a sus tropas al campamento.181 Pasaron varios días durante los cuales las tormentas retuvieron a los romanos dentro del campo atrincherado e impidieron al enemigo a presentar batalla.182 Entretanto la rebelión comenzó a extenderse por toda la isla, varias tribus se unieron para combatir a los romanos y expulsarlos de sus tierras. Cesar dispuso a sus tropas a la batalla, ya que el campamento era constantemente asediado por los britanos, formó las legiones delante de éste y lanzó una operación punitiva sobre las aldeas enemigas. En una típica operación de búsqueda y destrucción, incendiando las granjas y campos de los britanos, arrasó con gran parte del territorio. Pero el enemigo le negaba la batalla y solo se dedicaba a hostigar a las pequeñas partidas de suministro, por lo tanto Cesar dio 179

Ibidem. Pag 145. Ibidem. Pag 146. 181 Ibidem. Pag 146. 182 Ibidem. Pag 147. 180

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por concluida la operación y se replegó al campamento. Siguiendo la narración de Cesar en sus Comentarios de la Guerra de la Galia, dice que los britanos le ofrecieron la paz y pagar una indemnización de guerra. Esto es poco probable, ya que el ejército britano no estaba derrotado, es más, estaba intacto, y la situación de los romanos era mucho más complicada de lo que Cesar hace parecer. Posteriormente, las legiones abandonaron el campamento y en orden comenzaron a embarcarse rumbo a la Galia. Días después la operación se dio por concluida y el ejército de Cesar regresó al territorio de los morinos de donde había partido.

Julio Cesar. Estatua de Cesar realizada por Nicolás Coustou. Siglo XVII. Museo del Louvre París. Esta operación puede ser considerada como un fracaso o correctamente como una operación fallida, si bien nunca estuvieron claros cuales fueron los motivos para su inicio, donde su planeamiento y ejecución fueron deficientes en todo momento. Cesar cometió numerosos errores y que sus hombres debieron pagar 225

caro. No se tiene cifras de las bajas sufridas por ambos contendientes, pero es probable que los romanos tuvieran unas 1000 bajas y un poco más elevadas las de los britanos. Estos últimos plantearon una guerra inteligente, donde en ningún momento fueron a la batalla si esta no les era favorable, y cada vez que lo hicieron, fue en sus condiciones y no en las de los romanos. Los problemas logísticos de la expedición y la falta de previsión de Cesar, hacen pensar en una subestimación del enemigo, donde la confianza en la mejor preparación y equipamiento hacían inclinar la balanza de parte de los romanos. Cesar, había lanzado la campaña militar basada en lo que hoy llamaríamos doctrina de ataque preventivo, cuya causa para su inicio se relacionaba aparentemente con que los britanos prestaban apoyo a los ejércitos galos. Esto nunca estuvo comprobado, y al iniciar la expedición de castigo, es probable que Cesar pensara que se enfrentaría a un ejército que combatiría con un sistema táctico al que los romanos estaban acostumbrados a enfrentar o similar al que usaban las tribus galas. La falta de información previa sobre el enemigo, el terreno y las capacidades de estos, hicieron fracasar la operación. El terreno fue uno de los factores determinantes en la operación, como también los procedimientos utilizados por los rebeldes britanos que negaron la batalla y aprovecharon su debilidad para el combate directo con acciones de guerrilla. El hecho más marcado y plausible de que la operación fue un fracaso, esta dado en que un año más tarde Cesar volverá a lanzar una nueva expedición, pero en términos muy distintos y con fuerzas muy superiores. La Conquista romana de Britania El porqué Cesar invadió Britania ha sido una pregunta que ha motivado numerosas especulaciones, especialmente y tal como hemos visto su campaña distaba de ser algo preparado y planificado meticulosamente. Probablemente, la razón haya que buscarla en que hasta ese momento nadie había intentado una operación de ese tipo al otro lado del canal y en unas islas tan misteriosas como indómitas. Sabemos que la guerra trae fama y hace ricos a quienes saben 226

aprovecharse de la misma, y Cesar no era precisamente de los que se quedaban con los brazos cruzados dejando pasar la oportunidad. Britania estaba allí y que mejor que él para conquistarla. La excusa esgrimida de que ayudaban a las tribus galas tiene algo de certeza ya que había estrechos lazos comerciales entre estos y los britanos, pero en el mejor caso y a pesar de ser un fracaso, fue un gran golpe psicológico positivo en la carrera política de Cesar, pues la reputación generada en la campaña no hizo más que cosecharle réditos políticos.183 En el año 54 a.C cesar regresó, esta vez y de acuerdo a las fuerzas que movilizó, lo hacía en una campaña mucho mejor preparada y con objetivos militares más concretos, posiblemente para establecer bases militares y crear una nueva provincia. Para ello preparó una fuerza de invasión consistente en cinco legiones, unos 20.000 hombres, y una fuerza de 2000 jinetes, esta última una fuerza apreciada especialmente para perseguir a los britanos que rehuían el combate. Las fuerzas de invasión lograron conformar cabezas de playa, esta vez sin oposición, probablemente en la costa oriental de Kent cerca de Sandwich. Inmediatamente se dirigieron a la aldea fortaleza de Bigbury que estaba ocupada por una de las tribus de la zona, los cantíacos, a quienes derrotaron con facilidad y aniquilaron. Pero el problema se presentaría cuando las fuerzas romanas intentaran dominar la región al norte del Támesis que estaba ocupada por los Catuvellaunos, cuyo líder Casivelauno demostró ser uno de los principales opositores de Cesar. Los romanos contaban para poder combatir a los catuvellaunos con aliados locales que se habían sometido a Roma por conveniencia y fueron estos quienes guiaron a las fuerzas romanas en una movimiento de pinzas sobre el territorio de los trinonvantes, al noreste del Támesis.184 Sin embargo, los ataques constantes

183

Suetonio da otro motivo distinto de porqué Cesar decide invadir Bretaña y es que según éste, había llegado a oídos de Cesar que en la isla había grandes cantidades de perlas y que era factible hacerse con grandes cargamentos con mínimos problemas. Suetonio. Vida de los Doce Cesares. Editorial Gredos. 2010. Pag 64 184 Cesar. Op Cit. Pag 157

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sobre la retaguardia romana en su base de Kent, obró como una maniobra de acción indirecta y obligó a los romanos a una rápida retirada. Esta segunda campaña, y de la misma manera que la primera, terminó en una situación por demás engorrosa para Cesar y con un nuevo fracaso, hablando en términos militares, no así políticos. Algunos historiadores no están de acuerdo con esta postura y se definen por una salida más elegante de Cesar, considerando que el mismo tenía otros planes en mente como la conquista de la Galia y que en realidad nunca tuvo planificado conquistar Britania. No hay registros documentales de que esto sea así, cómo tampoco hay registros de que haya planificado una invasión para la conquista efectiva de la isla, solo podemos hacer conclusiones aproximadas a lo que creemos pueda haber sucedido.

Trinovantes Catuvellauno

Río Támesis

Atrebates

Segunda Campaña de Cesar en Bretaña 54 a.C. 228

A pesar de las campañas fallidas de Cesar siempre quedó en los romanos el antecedente de considerar a Britania como una potencial provincia en tiempos posteriores, pues aún continuaba siendo una isla plagada de misterios y habitada por personajes de los que se conocía muy poco. Si de algo sirvieron las operaciones de Cesar en el aspecto militar, fue sin dudas la información que éste recopiló sobre los ejércitos tribales britanos, y especialmente sobre sus procedimientos tácticos que tanto habían costado a los romanos. Habrá que esperar casi un siglo después a que los romanos inicien una campaña de conquista en Britania. En ese período se habían estrechado lazos comerciales con algunas tribus britanas a quienes les convenía más comerciar con Roma que enfrentarse a ella militarmente, especialmente cuando no había razones para hacerlo. Varios señores de la guerra locales de tribus que ocupaban territorios específicamente al sur y noroeste del Támesis, se habían convertido en aliados de los romanos y luchaban contra los catuvellaunos, que habían emprendido una serie de guerras tribales y conquistado y ampliado su área de influencia haciéndose cada vez más poderosos. La organización tribal de los catuvellaunos hacía que entre sus líderes se produjeran enfrentamientos internos, fundamentalmente cuando uno de ellos era pro-romano y el resto de los líderes no. Arminio, uno de los señores de la guerra locales, y líder de la región de Kent que se había beneficiado enormemente comerciando con Roma, decidió retomar el control de los catuvellaunos y sacar a sus dos hermanos de su camino al poder. Para ello solicitó ayuda a los romanos quien en ese momento estaban bajo el imperium de Calígula. Éste no se habría mostrado muy a favor de enviar una expedición a la isla y la misma se malogró. Con su muerte acaecida en el 41 d.C. quedó Roma bajo el mandato de Claudio quien nuevamente recibió un pedido de ayuda de los britanos para resolver problemas locales. Es sabido que cuando se solicita a una fuerza externa que resuelva los problemas internos, probablemente esta acción termine en un nuevo intento de conquista y eso fue realmente lo que sucedió.

229

Al emperador Claudio los acontecimientos políticos que lo llevaron al poder lo sorprendieron tanto como seguramente a muchos en la época, no tenía antecedentes militares de ningún tipo y tampoco había sido previsto que gobernara, es por ello que probablemente haya visto en Britania la oportunidad para alcanzar la gloria que le había sido esquiva a lo largo de su vida. Y aquí vemos nuevamente como la guerra se convierte en un elemento estructurante de la política romana al servicio individual de quien ostenta el poder, como anteriormente lo había sido para quienes intentaban llegar al mismo. Para que la gloria sea imperecedera la campaña militar debía ser cuidadosamente planeada, y es así que en el 43 d.C. una fuerza de unos 40.000 hombres de los cuales al menos 5.000 jinetes y transportados en más de 1000 barcos de transporte y guerra cruzaron el canal. Esta poderosa organización de combate estaba bajo el mando de Aulo Plaucio, quien había sido designado por el emperador Claudio para comandar la operación. Plaucio comandaría cuatro legiones: la IXna Hispana que estaba acampada en Panonia, la XXma Valeria y la XIVta Gemina, ambas estacionadas en la frontera Norte del Rin. La última movilizada era la IIda Augusta que estaba acuartelada en la zona del bajo Rin. Probablemente estas legiones, y tal como sucede a menudo en los ejércitos actuales, no contaran con la totalidad de sus efectivos designados y por lo tanto se hayan sacado fuerzas de otras legiones. A estos hombres se sumaban las fuerzas aliadas auxiliares, de infantería y caballería dando el total de hombres que mencionamos arriba. Los britanos no podían oponerse a los romanos en campo abierto, ello hubiera sido un suicidio, por lo tanto sólo le quedaban dos opciones: o los contenían en sus fortalezas, aldeas fortificadas o puntos fuertes, o se desplegaban en pequeñas unidades guerrilleras para hostigar y desgastar al invasor. La mayor esperanza en la estrategia britana estaba en aprovechar la geografía como un elemento determinante de las operaciones militares, pues el desconocimiento del terreno por parte del enemigo y sus tácticas de combate en orden cerrado en campo

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abierto, eran un impedimento para el compartimentado terreno montañoso y de bosques, con ríos, arroyos y pantanos que hacían difícil el tránsito de las tropas. Toda guerra lleva implícitos sacrificios y especialmente en un ambiente de insurgencia. Los britanos si querían triunfar con una larga maniobra de desgaste, tenían que pagar el precio. El mismo estaba sujeto a la destrucción de los principales centros políticos de las tribus, a la pérdida de cosechas y al desplazamiento forzado de gran parte de su población hacia lugares donde los romanos no pudieran penetrar. Esto muchas veces puede significar un problema, pues no todos están dispuestos a pagar el costo y el sacrificio de una guerra de este tipo, especialmente cuando los grupos tribales no estaban muy unidos entre sí. Esa falta de unidad era el principal punto en contra que tenían los rebeldes britanos, algo que iba a ser explotado por los romanos sin duda alguna. La fuerza romana desembarcó en el 43 d.C. en las cercanías de Richborough, al Norte de Kent y cerca de la Isla de Thanet. No tuvieron oposición en el desembarco ni tampoco en su marcha hacía dentro del territorio. Los britanos habían optado por refugiarse en los bosques y pantanos y desde allí negar al enemigo el acceso mediante una guerra de guerrillas. Querían que los romanos no tuvieran un objetivo nítido para combatir y tarde o temprano deberían marcharse con las manos vacías tal como había sucedido a Cesar en sus campañas anteriores. De haber podido mantener una planificada y cuidadosa campaña de guerrillas, los britanos podían haber vencido a los romanos en no poco tiempo, pero como dijimos antes este tipo de guerra conlleva muchos sacrificios que no todos están dispuestos a aceptar, especialmente algunos líderes tribales que en vez de combatir a los romanos podían hacer tratos, aliarse con ellos y también utilizar el poder militar de estos para llegar al poder o para mantenerlo de acuerdo a las circunstancias. La romanización era, para muchos, bastante más sensata que la guerra.

231

Para otros líderes tribales, como Carataco líder de los catuvellaunos y Tugodumno de los Trinonvantes, la guerra era la opción más viable y fue la que decidió su destino y el de su pueblo. El no enfrentar a los romanos en campo abierto debía ser una regla a no romper, solo había que hacerlo en condiciones tácticas favorables, como por ejemplo cuando los romanos llegaron a la orilla del rio Medway se encontraron con que la orilla norte estaba ocupada por los guerreros de Carataco que impedirían el cruce. Los britanos creían que la fuerza romana no era capaz de cruzar a menos que lograran tender un puente y justamente eso era lo que debían impedir. Pero no tuvieron en cuenta que Plaucio contaba entre sus filas con la caballería auxiliar gala, que tenía la capacidad de cruzar a nado con sus monturas e impedimenta, y eso fue lo que hicieron. Dos destacamentos de caballería gala cruzaron el Medway cayendo sobre el ala izquierda del dispositivo britano, mientras la IIda Legión Augusta lo hacía por el lado opuesto y caía sobre el ala derecha matando a muchos guerreros y obligando a los mismos a retirarse hasta verse forzados a luchar en la línea del estuario del Támesis. La línea que discurría a lo largo del Támesis estaba cubierta por varios pantanos, y al no conocer los pasos de vadeo la situación se había complicado, especialmente

porque

las

fuerzas britanas ocupaban

la orilla

opuesta.

Nuevamente se utilizó a la caballería auxiliar gala para que ingresara a los pantanos y encontrara puntos de cruce aptos para la infantería, la que lograría cruzar por distintos puntos. Los britanos ofrecieron una gran resistencia, pero uno de sus líderes Tugodumno cayó en los combates y tal como sucede en sociedades tribales cuyo mando está supeditado a las acciones del jefe de la partida de guerra, obligó a las fuerzas britanas a dispersarse dejando espacio a los romanos para que incursionaran hacia el norte del Támesis. Dos objetivos se le presentaban a Plaucio a la vista una vez que había logrado romper el frente del Támesis: por un lado la fortaleza y capital de los catuvellaunos, la que fue asaltada y destruida y más tarde bautizada por los romanos como Verulamium; por otro lado la capital del reino de los trinonvantes, 232

que también fue conquistada y rebautizada como Colonia. Pocos guerreros huyeron a las montañas y quedaron asimilados a otras tribus, pero los líderes de los catuvellaunos y los trinonvantes decidieron someterse a Roma, tal como lo habían hecho otros antes que ellos. Si el objetivo de la campaña era destruir el poder militar de las tribus britanas del sur, entonces estos se cumplieron; si el mismo era para conquistar territorio, también se cumplió, limitadamente, pero se cumplió. A grandes rasgos podemos ver que la campaña del 43 d.C. del emperador Claudio fue exitosa, tal vez la más exitosa de todas. Pero lejos estaba Roma de poder conquistar la isla, por lo menos en el corto plazo. Si bien las tribus más guerreras habían terminado pactando con los romanos, muchos grupos de las mismas se habían retirado a las montañas, bosques y pantanos y desde allí iniciaron una nueva guerra de guerrillas que duraría una década, llevando al emperador Nerón a desistir e incluso pensar en abandonar las posesiones que Roma tenía en Britania. Las fuerzas romanas debieron dividirse en grupos de combate, los mismos se conformaban en base a una Legión y sus fuerzas auxiliares. Las distintas tribus britanas se articulaban en una composición rígida y se confederaban para combatir al enemigo común, esto era un punto débil de las mismas ya que podían ser batidas por las fuerzas romanas allí donde las encontrasen. Otras tenían una composición y estructura social más flexible, podían adaptarse mejor a la guerra de guerrillas y dieron más problemas a las legiones. Carataco no era uno de los señores de la guerra locales que se hubiera convencido de tratar con los romanos, era uno de los que creía que a Roma solo se le podía hablar con la violencia. Éste había sobrevivido a las campañas del año 43 y decidió continuar la guerra retirándose con algunas fuerzas a la planicie de Salisbury, al Oeste de la isla, donde concertó una alianza con los dobunnos y comenzó a incursionar contra las fuerzas romanas y aliadas. Tiempo más tarde una fuerza militar los empujó y debieron adentrarse a la región de Gales haciendo 233

para los romanos un avance muy dificultoso. Hasta ese momento Roma controlaba el territorio que iba desde Southampton hasta The Wash en la región suroriental de la isla, pero el occidente de la misma era territorio controlado por la insurgencia de Carataco que se había revelado como un excelente comandante guerrillero. Ocho años después fue derrotado en una serie de batallas en campo abierto pero logró escapar una vez más con un núcleo de guerreros de elite y se dirigió al Norte para persuadir a los brigantes que se unieran a él en la lucha, pero la reina de estos era aliada de Roma y lo entregó sin más a los romanos. A pesar de los problemas que había traído, el emperador Claudio lo mantuvo como prisionero y le perdonó la vida.185 Así finalizaba la campaña más compleja que habían tenido los romanos hasta ese entonces. Pero los problemas no dejarían a Roma en Britania. Los romanos demostraron una gran capacidad de adaptación, modificaron sus procedimientos, cambiaron su estrategia y trataron de batir a las tribus por separado, pero su punto fuerte estaba en la diplomacia. Era más fácil convencer y comprar a los señores de la guerra locales que combatirlos. Para muchos de ellos era conveniente aliarse a Roma, pues les brindaba mejores beneficios que luchar contra ella. El futuro emperador Vespasiano, comandante de la IIda Legión Augusta lideró una campaña hacía el Oeste contra la tribu de los durotriges, partiendo de Poole y llegando a Dorchester en el extremo suroeste. Esta fortaleza estaba bien defendida, pero por sobre todas las cosas estaba ubicada en altura y con zonas

185

Los romanos bajo el mando de Escapula iniciaron una serie de acciones que podemos comparar con las actuales operaciones de búsqueda y destrucción, donde obligó a varias tribus a desarmarse, pero por sobre todas las cosas los romanos actuaron con mucha violencia sobre tribus que no eran hostiles a ellos, sembrando la semilla de próximas rebeliones. Carataco se enfrentó a una fuerza militar romana de cerca de 10.000 hombres en el 50 d.C en Snowdonia. Es improbable que haya logrado conformar una fuerza parecida a la de los romanos, probablemente la mitad de esas fuerzas. Escapula tenía con él a las legiones XIVta y XXma más cohortes auxiliares y una pequeña fuerza de caballería. Para poder contrarrestarlos, Carataco decidió utilizar el terreno pantanoso y boscoso a fin de restringir los movimientos y la maniobrabilidad de las legiones. Ubicó a sus fuerzas en una orilla alta sobre un rio caudaloso pero vadeable, los romanos formaron en testudo y avanzaron protegiéndose de los proyectiles, en tanto eran cubiertos por el fuego de armas arrojadizas de las cohortes auxiliares. De esta manera se selló el desarrollo de la batalla donde los guerreros britanos fueron casi exterminados.

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pantanosas aledañas que hacían difícil un ataque a la misma. Los romanos debieron instalar varias maquinas de asalto y resistir por sobre todas las cosas, a un constante e intermitente fuego que lanzaban sus defensores con todo tipo de proyectiles arrojadizos. Las fuerzas de asalto de la IIda Legión conformaron varios grupos de choque utilizando la formación de testudo o tortuga, y cubiertos con un amplio fuego de apoyo de su artillería lograron tomar el fuerte. Para el año 60 d.C. estalló la peor revuelta hasta ese momento en la isla. La reina Boudica levantó a las tribus britanas en una nueva insurgencia para expulsar a los romanos de su territorio.

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The Wash Gales

Río Támesis

Territorio controlado por los romanos en el 45 d.C.

Southampton

Campaña contra Carataco 45 d.C.

La rebelión de Boudica Las tribus de los icenios eran aliadas de Roma y ocupaban territorios al norte de los catuvellaunos y de los trinonvantes, no habían sido una amenaza para los romanos hasta ese momento y es probable, incluso, que hayan sido una de las primeras tribus en aliarse a estos. Si bien hubo en ese año una rebelión de caciques menores y que fue sofocada violentamente por fuerzas auxiliares romanas, la mayoría del tiempo los icenios se mantuvieron tranquilos. Sin embargo los acontecimientos darían un giro inesperado.

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Uno de los principales líderes icenios era Prasutago que al morir en el 60 d.C. dejó el reino a cargo de sus dos hijas que fueron nombradas, tal vez en un acto de sumisión, y junto a todos sus bienes con el emperador Nerón. Acto que tal vez pensaba lo podría dejar afuera de los interese romanos y de esa manera mantener a su pueblo alejado de los problemas. No fue así, ya que los romanos incautaron los bienes de Prasutargo y a partir de allí comenzó una serie de eventos relacionados con los excesos de los funcionarios romanos que derivaron en hechos de violencia, tal como llegar a azotar públicamente a la esposa del fallecido rey, Boudica, y la violación sistemática de sus hijas cuando la reina se negó a entregar los bienes. La rebelión estalló. Cayo Suetonio Paulino era el legado imperial en Britania, que en ese momento se encontraba en la otra parte de la isla, precisamente en la isla de Mona, sofocando una rebelión.186 Varias tribus se plegaron a la insurrección, entre ellos los trinonvantes. Estos al haber sido derrotados por los romanos en las campañas anteriores, guardaban un alto rencor y por sobre todo debían compartir parte de su territorio con ex-legionarios que recibieron tierras como parte de pago por sus servicios. Más que una usurpación, los mismos eran una muestra constante de la consecuencia de la derrota. Otro de los problemas que sumó causas a la rebelión eran los altos impuestos que las tribus debían pagar para mantener la paz, los que sumados a la codicia de los legisladores romanos se hacían muy pesados de contener. Además de todos los factores nombrados, debemos sumar, tal vez, el más importante de todos: el de los señores de la guerra que habían visto su poder socavado por los reyes y caciques más importantes. Esta era la oportunidad que se les presentaba para recuperar su lugar en la escala de poder de la tribu. 186

Cuando Paulino llegó se encontró con una situación bastante candente y con rebeliones constantes, por lo tanto decidió tomar medidas militares que podríamos llamar de contrainsurgencia. Optó por atacar a quienes eran los que incitaban a la rebelión y para ello descubrió que la religión era un elemento clave de las mismas. Por eso decidió atacar la Isla de Mona ubicada al noroeste y que era la base de la religión druídica. Poco se sabe de los druidas, pero sabemos que sus sacerdotes itinerantes hicieron mucho para fomentar la oposición a Roma. Para esta campaña Paulino llevó a gran parte de sus fuerzas al norte de Gales desprotegiendo las regiones pacificadas.

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La llegada de Roma a Britania impactó duramente en su cultura, alterando sensiblemente el estilo de vida de los britanos. Roma ofrecía un estilo de vida más sofisticado y complejo, pero ese no era el estilo de vida de las distintas tribus que vieron disminuir culturalmente su poder guerrero, pues eran por sobre todas las cosas un pueblo guerrero. Aquí podemos ver las diferencias militares entre los romanos y los britanos, para los últimos, el ejército era de los privilegiados y por lo tanto los que sufrían las consecuencias de una guerra era el propio pueblo, porque era a ellos a quienes se despojaba de su poder político y de las libertades de vivir su vida cómodamente. El pueblo es el que conforma su ejército porque es una nación de guerreros y donde cada uno de ellos ocupa un lugar en la sociedad. Era un motivo más que razonable para poder oponer una fuerte oposición, pero al ser conquistados culturalmente por el simple proceso de aculturación, muchas tribus se veían beneficiadas con el estilo de vida que Roma ofrecía y es por ello que era mejor aliarse que combatir. De esa manera por cada tribu que se rebelaba había otra que se aliaba sin más a los romanos o pactaba con ellos. Pocas tribus podían prosperar sin los romanos, y de hecho, pocas los hicieron. Tampoco hemos de creer que los romanos eran en verdad el símbolo de la civilización, sino que el proceso temporal de aculturación mermó en gran parte el poder combativo de las tribus e hizo que muchas se sometieran, esto dejaba a los romanos a un paso por delante de los britanos, ya que cuando una tribu se sublevaba se conseguían aliados que podían ayudar a someterla. En una guerra de insurgencia con las características que se presentaban en Bretaña, el apoyo de tribus aliadas era esencial para la contrainsurgencia de los romanos.187 La reina Boudica reunió a sus fuerzas y otras de tribus que se unieron a la insurrección y rápidamente se dirigieron sobre Colchester que apenas estaba defendida por una fuerza menor a una cohorte. A pesar de la resistencia fueron totalmente masacrados junto a toda la población civil romana. El plan de Boudica era atacar los principales centro romanos, que para ese entonces eran Colchester y Verolamium. Ambos estaban desprotegidos ya que la mayoría de las fuerzas 187

Algo similar sucedería en las guerras indias de las planicies en EEUU y en nuestro país, donde al apoyo de indios aliados fue fundamental para poder derrotar a las tribus hostiles.

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romanas habían marchado con Suetonio Paulino a la campaña de la Isla de Mona, haciendo que esta situación fuese totalmente favorable a Boudica. Los centros como Colchester y Verolamium también tenían una cierta connotación simbólica, pues no solo eran habitados por ciudadanos romanos, sino que estos eran también los que confiscaban bienes a los britanos y recaudaban impuestos. Una vez que arrasó con Colchester, la fuerza rebelde se dirigió hacia el lugar más representativo del poder de Roma en la Isla: Londinum (hoy el actual Londres). La que fue reducida a cenizas y su población siguió la misma suerte que la anterior ciudad. El siguiente paso fue la toma de Verolamium, que terminó de la misma manera. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Paulino ordenó movilizar a la XVta Legión y a la IIda, pero esta última no se movió ya que su comandante no se atrevió a enfrentarse a los rebeldes que lo superaban numéricamente. Debieron esperar a Paulino para marchar a combatir a Boudica. Éste decidió marchar directamente a Londinum al frente de su ejército que contaba con una fuerza no menor a los 12.000 hombres. Mientras las fuerzas romanas avanzaban hacia el sur, los britanos lo hacían hacia el norte buscando un probable encuentro con aquellos. Ambos ejércitos se encontraron en Mancetter, cerca de la actual Coventry. Según las fuentes antiguas los britanos superaban los 200.000 hombres algo que es sin duda una exageración, ya que en entre ellos se cuentan a todos los pobladores que acompañaban a los guerreros, entre ellos mujeres, ancianos y niños. Probablemente el número de guerreros esa tarde no superara los 20.000 o 30.000. Paulino formó a sus tropas en la formación habitual romana con las legiones en el centro, la infantería auxiliar a cada lado y las alae de caballería en cada ala del dispositivo. También se ubicó al pie de un monte y con bosques a los costados para que su posición no fuera rodeada fácilmente. Por su lado, Boudica, adoptó un dispositivo similar con la infantería tribal ocupando el centro del mismo, la poca caballería en las alas y una gran línea de carromatos con la mayoría de la logística en la retaguardia. 239

Las fuerzas britanas cuyo componente principal eran los icenios, no habían enfrentado al ejército romano en batalla aún y no habían visto desplegado todo su poderío. La disciplina, el equipamiento y entrenamiento de una fuerza profesional como con la que contaba Paulino, era muy difícil de vencer en campo abierto. Y si bien eran superados a una proporción de 2 o 3 a 1, los romanos contaban con una gran ventaja en potencia de choque y maniobra, además de contar con una muy eficiente cadena de mandos y organización para el combate, algo que las tribus rebeldes no podían equiparar de ninguna manera. Es más, el armamento de muchos britanos estaba compuesto por elementos de labranza que no podían significar una gran amenaza para los acorazados legionarios. Después de iniciar las acciones con algunas escaramuzas la infantería britana avanzó en toda la línea, para recibir en el movimiento una verdadera lluvia de jabalinas y otros proyectiles que diezmaron sus filas; hay que tener en cuenta que la mayoría de los rebeldes no estaban equipados ni con escudos, ni con coraza alguna que los protegiera del fuego graneado de los legionarios. Esto hizo que el ataque perdiera peso y diera lugar a los romanos para que avanzaran y manteniendo su formación comenzaran a masacrar a los icenios que comenzaron a retroceder y a arrinconarse contra un terraplén y los carromatos. Lo que sucedió después fue una verdadera carnicería donde la masa de la fuerza britana fue aniquilada. No se ha podido saber que fue lo que pasó con la reina Boudica, algunas versiones dicen que terminó suicidándose y otras que luego de escapar del campo de batalla se refugió en las tribus del norte y murió de enfermedad.

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Batalla de Watling Street 60/61 d.C.

Paulino Auxiliares Caballería

Auxiliares

I

I

Caballería

I

Legionarios

Caballería C

Infantería tribal I

I

I

I

Caballería C

Boudica Línea de carromatos

Paulino no cometió el error que tantos comandantes han hecho en otras ocasiones y con motivo de enfrentar a rebeldes insurgentes, no los subestimó; por el contrario, los consideró una seria amenaza y los combatió en consecuencia, esa fue tal vez su mayor capacidad. Una vez finalizada la revuelta de Boudica los avances romanos se detuvieron. Siguió un periodo de consolidación de los mismos en los territorios bajo su control, se habían dado cuenta de que debían asegurarse de que la provincia estuviera debidamente pacificada para poder iniciar nuevas campañas hacia territorios hostiles. Las nuevas operaciones militares para anexarse nuevos territorios comenzaron en el 70 d.C con objetivos en el norte de la Isla, más precisamente hacia las regiones de Gales y Escocia. Por primera vez se intentaban conquistar ambas zonas y por lo tanto era un movimiento gradual el que se inició con dicho objetivo.

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Fue Julio Agrícola quien completó la conquista, un comandante experimentado y que había combatido a Boudica en la anterior rebelión. Se hizo cargo en el año 78 d.C y se propuso terminar con las insurrecciones britanas. Sus campañas fueron poco ortodoxas y llama la atención lo innovadora que fueron, ya que utilizarían una combinación de fuerzas de elite, tropas de choque y fuerzas anfibias embarcadas en una forma muy moderna de hacer la guerra. Para el 79 había completado la conquista de Anglesey e iniciaba la nueva campaña en Escocia. Agrícola era lo que se puede decir, un comandante poco ortodoxo, se había adaptado perfectamente a la forma de guerrear de los britanos y obrado en consecuencia. Sus campañas de contrainsurgencia buscaron un efecto doble: en primer lugar el control del territorio, no por la presencia física de sus tropas y mediante la ocupación del mismo, sino por el terror a su regreso. Por otro lado, mediante una serie de procedimientos de contrainsurgencia obligaba al enemigo a presentar batalla en campo abierto y de esa manera aniquilarlo. Fue un gran organizador de operaciones militares que utilizando procedimientos tácticos novedosos alcanzó el centro de Escocia. Hizo colocar numerosos puestos avanzados con torres cuya misión primaria era la de dar la alerta temprana ante un avance enemigo, e inmediatamente y próximos a los mismos había una base de la Legión que acudía a enfrentarlo. No lo hacían solos sino que utilizaba naves artilladas que proveían fuego de cobertura con proyectiles incendiarios. Para la persecución utilizaba caballería aliada ligera, que a su vez iba acompañada de infantería ligera y de fuerzas de elite transportada por naves para bloquear a las fuerzas rebeldes. Estos procedimientos tienen aspectos que debemos detallar. En primer lugar el uso de las naves artilladas proveyendo fuego de cobertura era algo práctico debido a que gran cantidad de aldeas rebeldes se encontraban cercanas a los ríos, cuyos afluentes podían ser remontados por las naves romanas; esto también era apto para el transporte de tropas de asalto, ya que era más fácil transportarlas por naves y más rápidamente, su limitación estaba dada por los pocos efectivos 242

que se podían transportar. Cuando hablamos de tropas de elite, normalmente podemos hablar de una vexillatio organizada para alguna misión particular o bien se trataría de tropas auxiliares, como la caballería gala por ejemplo, que podían llevar a cabo ciertas operaciones en base a sus destrezas particulares. A pesar de estas operaciones militares contrainsurgentes la frontera del norte de Escocia no estaría asegurada, en parte, hasta una década más tarde cuando el emperador Adriano ordenara la construcción de su famoso muro. Hasta ese momento Britania era prácticamente una provincia romana, había calzadas, ciudades y estructuras propias de Roma, pero el sometimiento total de las tribus britanas no se había logrado. Muchos historiadores han justificado la creación del muro de Adriano como una estructura defensiva y limitativa, puesto que más allá del mismo no había nada que a Roma le interesase. Sin embargo, creemos que se trata de un error de apreciación en cuanto a que Britania estaba totalmente conquistada para cuando se levantó el muro. Muchas tribus indómitas se habían replegado a las montañas y a una zona cuyas características geográficas se hacía muy complicado acceder. Enviar fuerzas a zonas tan comprometidas hubiera significado continuar con costosas operaciones militares cuyo resultado hubiera sido relativo y dudoso. Es más probable que el muro signifique el límite de las capacidades de Roma ante un ambiente hostil y complejo como era el de mantener el control de las levantiscas tribus britanas, por sobre considerar que el mismo significaba que hasta allí se llegaba ya que no había nada más interesante para conquistar. Es entendible que éste marcara el limes, entendiendo al mismo como una zona de intercambio y de amortiguación con numerosas poblaciones que vivirían al margen de la muralla, y no solo como un elemento de demarcación fronterizo que evitaba el paso de uno a otro lado. El emperador Adriano ordenó la construcción de un muro de punta a punta, de 117 kilómetros de largo, que iba desde Pons Aelius (actual Newcastle) hasta la población de Maglona (actual Wigton). El mismo consistía en una serie de fortines que custodiaban la muralla, que a su vez medía entre 3 y 6 metros de altura dependiendo del terreno, con un ancho de 2 a 4 metros. Estaba construido en 243

piedra sólida y no sólo era netamente defensivo, como lo era mucho más limitativo. Del otro lado del muro se encontraban las aguerridas tribus de los pictos que no se someterían a Roma si no era mediante una larga y desgastante guerra. Roma va a mantener su presencia en la Isla hasta el 406 d.C cuando una confederación de anglos, jutos y sajones realicen una reconquista definitiva de la misma.

Conclusiones En el presente trabajo hemos podido observar la dificultad que todo ejército regular ha tenido para poder derrotar a enemigos irregulares y que combaten de manera esquiva y negando emplearse en una batalla campal. Ha sido una constante a lo largo de la historia militar que fuerzas más débiles recurran a procedimientos de guerrilla para evitar su exterminio indefectible en el combate contra fuerzas superiores. Julio Cesar, intentó conquistar Britania y para ello formó un gran ejército y una flota capaz de transportarlo a través del canal. Los romanos poseían una organización de combate tan eficiente que los hacía prácticamente invencibles en el campo de batalla, es por eso que Cesar buscó derrotar al ejército confederado britano en una batalla decisiva con el objetivo de obligarlo posteriormente a aceptar las condiciones que éste les impondría. Pero los britanos, si bien en un primer momento intentaron enfrentarse a los romanos tratando de evitar que desembarcaran, decidieron evitar una confrontación directa y se replegaron hacia el interior del territorio negando a Cesar la posibilidad de que emplee contra ellos toda la capacidad de combate en un encuentro. Las tribus britanas eran fuertes en las montañas, sabían que los romanos no conocían el territorio y que si osaban adentrarse en el mismo su situación logística 244

se complicaría. Es por ello que la actitud adoptada por los isleños de conducir una guerra de guerrillas evitando encontrarse con el enemigo en campo abierto y llevándolo a las montañas donde mediante emboscadas, golpes de mano y devastando la zona para evitar que se aprovisione, fue acertada aunque la guerra se extendiera más de los previsto. Si bien las fuentes de primera mano no son claras con respecto al desarrollo final de la campaña (Julio Cesar, La guerra de las Galias)188, es posible deducir que la poca importancia que éste da a la campaña hace pensar en que la misma no fue muy favorable. ¿Cuáles fueron los errores cometidos por Cesar? En primer lugar, el desconocimiento que tenía del enemigo, no sabía ni su número, ni su capacidad de combate, ni su territorio, etc. Solo confiaba en las informaciones que le transmitían algunos miembros de las tribus britanas a cambio de dinero; dando esto una estimación de la confiabilidad de la misma. La subestimación del enemigo es otro de los errores cometidos, algo normal en los ejércitos poderosos y con gran capacidad de combate, aspecto que aumenta significativamente cuando combaten contra fuerzas irregulares donde se desprecia la capacidad combativa de estos últimos. La operación aparenta una falta de previsión total en la misma, parece más una acción aventurera que una acción militar real. Las fallas han existido a pesar del relato de Cesar, donde no da detalles de relevancia, pero el hecho de que un año más tarde emprendiera una operación similar con fuerzas mucho más poderosas, dan la pauta, o al menos deja entrever, que en la primera las cosas no salieron tan bien. Las posteriores campañas romanas, como la de Plaucio y Paulino, fueron dedicadas a conquistar e ir consolidando el territorio a medida que el mismo quedaba en sus manos. Fue más hábil la estrategia de ir ganando aliados entre las tribus que combatirlas solamente desde el aspecto militar. Las rebeliones se producían por las exacciones y abusos de los dominadores sobre la población, el gravamen de impuestos y la imposición de costumbres antagónicas a la cultura tribal. La violencia con la que se reprimía a los rebeldes provocaba dos efectos 188

Julio Cesar “La Guerra de las Galias‖. Editorial Losada. Edición 2004

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contrarios: por un lado, hacía que otras tribus indecisas se sometieran a los romanos por miedo a sus represalias; por el otro, obligaba a otras a resistir militarmente. La única forma que tenían los britanos de vencer, era mediante una guerra de insurgencia con procedimientos de guerrilla. Una bien planificada guerra de insurgencia tenía posibilidades de vencer a la larga, tal como ha sucedido, y sucede, a lo largo de la historia. Pero dependía de varios factores, y uno de los más importantes era el relacionado con los intereses intratribales donde los señores de la guerra que habían perdido poder se aprovechaban de las circunstancias para aliarse a los romanos y recuperarlo. La poca o casi inexistente unión entre las tribus, o rivalidades propias de estas sociedades, hacían muy poco probable que se conformara una fuerza militar contundente como para poder contrarrestar el poder militar romano. El proceso de aculturación normal que se producía entre el intercambio de romanos y britanos, fue un elemento perjudicial para el estamento militar de los segundos, cuyas sociedades estructuradas en base a una casta guerrera se vio transfigurada y perdió valor con el tiempo. La capacidad militar romana en cambio no se habría visto en las mismas condiciones, aunque con el tiempo esto también se produjo y terminó con las legiones a manos de las poderosas tribus jutas y sajonas. Una guerra fallida no significa la derrota de Roma, ya que su ejército no fue derrotado hasta el 406 d.C. cuando ya las legiones habían prácticamente desaparecido y las condiciones del imperio eran totalmente distintas, pero sí no se logró la total conquista de la Isla. No es probable que se haya abandonado parte de la conquista porque no había muchas más cosas de interés; puesto que lo más probable haya sido la imposibilidad militar romana para poder controlar los territorios del norte, cuyas zonas eran más complejas y sus tribus más aguerridas y preparadas. Tal vez, el muro de Adriano se había convertido en una frontera natural (aunque era artificial), como lo fue el Rin en la región de Germania.

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En Britania no hubo una batalla que aniquilara a las legiones, por el contrario, los pueblos autóctonos son los que más sufrieron el embate de la guerra. Pero la conquista completa no se produjo. A pesar de grandes derrotas como la de Boudica en Waitling Street o de Cálgaco en Monte Graupio por Agrícola, la resistencia britana nunca cejó y la llama de la insurrección siempre estuvo altiva, lista para inflamarse en cualquier momento. Y cuando no se tiene control de la situación, cuando la misma debe ser mantenida a fuerza de operaciones militares, la guerra que debería haber dejado paso a la diplomacia no cumplió con su rol y por lo tanto las campañas militares fallaron. Por eso decimos que es una guerra fallida, pues el ambiente insurreccional nunca fue controlado en su totalidad, e incluso el limes debió ser marcado con una estructura defensiva. Nunca una mejor descripción de una guerra insurgente en la antigüedad estuvo tan bien detallada como con las palabras que Calgaco pronunció al frente de las tribus caledonias que se enfrentaron a las fuerzas de Agrícola en el Monte Graupio: Son nuestras disensiones y desacuerdos los que les dan ventajas, los defectos de sus enemigos los que sirven a la gloria de su ejército; esta amalgama de pueblos, unidos ante los éxitos se disocian ante los reveses; a no ser que, por casualidad, los galos, los germanos y muchos de los bretones, que pueden prestar su sangre a la tiranía del extranjero, mientras fueron mucho tiempo sus enemigos más que sus esclavos. Temor y terror son débiles lazos para la amistad... Todo lo que me anima para vencer está de vuestra parte; los romanos no tienen esposas para quemarlas, ningún pariente que les reproche la huida; muchos no tienen patria, o son de otra patria que no es Roma. Poco numerosos, desorientados, no ven a su alrededor más que objetos desconocidos: este cielo, este mar y estos bosques, nos han sido entregados por los dioses, y nos encarcelan y encadenan... Entre las filas enemigas encontraremos apoyos para nuestra causa; los bretones reconocerán su causa propia; los galos se acordarán de su independencia pasada; los mismos que cuando poco los usupios dejaron 247

a los romanos, todos los otros germanos los abandonaron. Y después de esto, nada más que añadir: fortines evacuados, colonias de viejos, municipios debilitados y desunidos; de un lado la obediencia forzada: del otro, la autoridad injusta.189 Las campañas de Britania se iniciaron en el 54 a.C y finalizaron con el Muro de Adriano en el 122 d.C., aunque las mismas ya se habían terminado con la última campaña de Agrícola en el 84. La guerra en un ambiente de insurgencia era muy difícil que tuviera un buen final para los invasores romanos, a la larga, la cultura guerrera de las tribus britanas los devolvería al otro lado del canal.

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Tácito. Vida de Agrícola. Ed Gredos. 2011. Pag 32.

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Bibliografía CESAR, Julio. “Comentarios de la Guerra de las Galias” Editorial Losada. 2003 COWAN, Ross. “Roman Battle Tactics. 109 BC-AD 313”. Editorial Osprey. 2007 DANDO COLLINS, Stephen. “Legiones de Roma‖. Editorial La Esfera de los Libros. 2012 DE SOUZA, Philips. “La guerra en el mundo Antiguo”. Editorial Akal. 2008 DOUGHERTY, Martin. “El Guerrero Antiguo”. Editorial Libsa 2012 DYER, Gwynne. “Guerra. Desde nuestro pasado prehistórico hasta el presente”. Editorial Belacqua. 2008 FULLER, J.E.C. “Batallas Decisivas del Mundo Occidental” Tomos I. Editorial Luis de Caralt. 1961. GARLAN, Yvon. “La Guerra en la Antigüedad”. Editorial Aldebarán. 2002 GOLDSWORTHY, Adrian. “Grandes Generales del Ejército Romano”. Editorial Ariel. 2005 GOLDSWORTHY, Adrian. “Cesar”. Editorial La Esfera de los Libros. 2014 GOLDSWORTHY, Adrian. “Pax Romana‖. Editorial La Esfera de los libros. 2017 HANSON, Victor Davis. “El Arte de la Guerra en el Mundo Antiguo”. Editorial Critica. 2012 JERPHAGNON, Lucien. “Historia de la Roma Antigua”. Editorial Edhasa. 2007 KEEGAN, John. “Historia de la Guerra”. Editorial Turner. 2014 LE BOHEC, Yan. “El Ejército Romano: instrumento para la conquista de un imperio”. Editorial Ariel. 2004

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Una Válvula de Escape: Conflictos sociales, esclavismo y expansión militar en la República Romana (siglos V-IV a. C.) Prof Nicolás Poljak Universidad de Buenos Aires Introducción

El presente artículo busca analizar sucintamente los inicios del proceso de expansión militar protagonizado por la joven República Romana a lo largo de los siglos V y IV190, entendido éste en forma estrechamente vinculada con los conflictos sociales y políticos que por aquel entonces sacudieron a la República. Es esta una vinculación que, en efecto, no puede dejar nunca de ser considerada por el historiador del período, al tratarse de dos procesos íntimamente vinculados y que de hecho se retroalimentaron e influenciaron mutuamente. Tal y como afirmara el historiador británico Peter Brunt ya en 1971,

La guerra y la conquista transformaron la economía de Italia y contribuyeron primero a resolver y luego a exacerbar el conflicto social. Las luchas internas y las guerras con el exterior se entremezclaron a menudo y tuvieron mutuos efectos. La expansión, de por sí, distorsionó el funcionamiento de las instituciones políticas, la

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Por cuestiones de simplicidad, utilizaremos las fechas de este modo, aclarando, desde luego, que todas ellas son antes de Cristo.

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maquinaria que debían utilizar los que pretendían reformar la sociedad. Alteró incluso la significación misma del término “romanos”191.

El estudioso de la historia política o económica del período no puede, por la misma razón, dejar de considerar el aspecto militar de este proceso, que bien podríamos considerar unitario, y que acabaría por transformar profundamente tanto el ejército como la sociedad de la República Romana, y por conducir a ésta a convertirse en la dueña absoluta del Mediterráneo. No resulta en absoluto casual que la auténtica expansión militar de la República comenzara precisamente en este momento, signado por conflictos sociales vinculados principalmente a la cuestión de la propiedad de la tierra, y que se produjera simultáneamente al surgimiento y consolidación del sistema económico (o, para tomar prestado el famoso concepto marxista, del modo de producción) tradicionalmente asociado a la sociedad romana: el esclavismo. Si en algún momento se consideró que la expansión militar había sido la principal causa de la consolidación de una sociedad esclavista en Roma, aquí seguiremos el enfoque aportado por el historiador británico Moses Finley 192, quien consideró que dicha expansión debe ser entendida, antes bien, como una consecuencia de transformaciones que ya estaban teniendo lugar al seno de la sociedad romana, y cuya resolución fue acelerada por la conquista de nuevos territorios, constituyendo ésta la principal válvula de escape, por así llamarla, de la conflictividad política y social de Roma. Según el planteo realizado por Finley, podemos considerar que el desarrollo de una sociedad esclavista tal y como sucediera en el espacio mediterráneo griego y romano requiere de tres condiciones básicas, a saber: concentración, en forma de propiedad privada, de grandes extensiones de tierra, que requieran abundante mano de obra para su explotación, en pocas manos; existencia de un ámbito de intercambio comercial mediante el cual puedan circular mercancías; indisponibilidad de mano de obra libre, aunque desposeída, capaz de ser sometida a prestaciones de trabajo en las 191 192

Brunt, P.A., Conflictos sociales en la República romana, Eudeba, Buenos Aires, 1973, p. 15. Finley, M. I., Esclavitud antigua e ideología moderna, Crítica, Barcelona, 1982.

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tierras de los grandes propietarios, lo que haría necesario reemplazar a esta mano de obra por esclavos (esto es lo que Finley llama condición negativa). Y las bases que posibilitaron el desarrollo de este sistema ya habían comenzado a sentarse, como pretendemos demostrar, antes de que la victoriosa expansión militar romana proporcionara aquella mano de obra que podía ser sometida a la esclavitud, y no como consecuencia de ello. No obstante, sí fue la expansión lo que posibilitó apaciguar los conflictos sociales que, como afirmáramos, tuvieron como eje central la cuestión de la tierra. De dicha cuestión nos ocuparemos a continuación.

El conflicto de los órdenes: patricios, plebeyos y la cuestión de la tierra

Hacia el siglo V, la sociedad de la República Romana se vio sacudida por serios conflictos respecto de la propiedad de la tierra. Para muchos autores, estas problemáticas serían disparadoras del llamado conflicto de los órdenes, que enfrentaría durante un largo período a los dos grandes grupos en que se dividía la sociedad romana del período, el patriciado y la plebe. A decir del historiador español Antonio Duplá, “la agitación en torno a la tierra, junto con el problema de las deudas y la escasez de grano en determinadas coyunturas críticas, constituyeron los temas principales de las protestas plebeyas”. El autor agrega luego que “estas dificultades económicas de la plebe son plenamente verosímiles en el siglo V”193, aclarando que, a diferencia del patriciado, ya plenamente identificable en tiempos de la monarquía, la plebe surgió como un grupo constituido y con conciencia de sí mismo sólo a comienzos del período republicano. Posteriormente, serían las leyes Licinio-Sextias, en el siglo IV, las que institucionalizarían, por primera vez, la existencia de dos órdenes diferenciados. Pero los conflictos entre dichos órdenes pueden verse ya a partir del siglo V, en torno (principalmente) a las problemáticas respecto del acceso a la tierra. Esto se debió al hecho de que los ciudadanos más ricos194, ya dueños de importantes

193

Duplá, A., La República Romana arcaica (509-264 a.C.), Madrid, 2003, p. 77. Por “ciudadanos más ricos” ha de entenderse en este caso exclusivamente a los patricios, pues aún no se había constituido la posterior nobleza de origen mixto, que recibiría el nombre de nobilitas. 194

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extensiones de tierras privadas (ager privadus), lograron monopolizar además el acceso a las tierras públicas (ager publicus), a partir del argumento de que sólo podían utilizar tierras del ager publicus aquellos que pudieran hacerlas realmente productivas, y excluyendo, de ese modo, a los sectores plebeyos más pobres del usufructo de dichas tierras. Por lo tanto, si recuperamos aquí el planteo de Moses Finley acerca de las tres condiciones básicas para el desarrollo de una sociedad esclavista, la primera de ellas (concentración, en forma de propiedad privada, de grandes extensiones de tierra en pocas manos) ya puede verse con claridad en la Roma del siglo V. Así pues, los sectores sociales más ricos (y, no hay que olvidarlo, sus clientes) no hicieron más que incrementar la cantidad de tierra que ya poseían, mientras que los pequeños campesinos, cada vez más empobrecidos, se vieron aquejados por deudas195. De este modo, al problema del ager publicus se sumó el del nexum como segundo elemento del conflicto. El nexum consistía en una forma de explotación análoga a la esclavitud por deudas de la Atenas arcaica 196, según la cual el deudor se ofrecía a sí mismo en garantía, convirtiéndose en esclavo de su acreedor si no podía saldar la deuda. Podría deducirse, pues, que la tercera de las condiciones de Finley no estaba presente en la sociedad romana del momento, al menos no aún. Siendo esta la situación de gran parte del campesinado romano hacia mediados del siglo V, las demandas de la plebe se centraron básicamente en obtener un reparto más equitativo del ager publicus, por un lado, y la abolición de las deudas, por el otro. El principal método de lucha del movimiento plebeyo había sido desde los orígenes de la República la secesión: ésta implicaba la separación de los plebeyos de la elite patricia, conformando lo que muchos autores caracterizan de un auténtico Estado dentro del Estado, o un Estado paralelo, con sus propias instituciones y cargos públicos, el más importante de los cuales era el del tribuno

195

Según parece, el número de campesinos sometidos a la esclavitud por deudas se incrementó tras el saqueo de Roma por parte de los galos en el año 387, que dejó a muchos plebeyos en una situación económica crítica. 196 Forma de esclavitud abolida, en Atenas, por las reformas llevadas a cabo por Solón en el año 594.

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de la plebe197. Esta situación fue relativamente común durante el siglo V, teniendo lugar la primera secesión registrada en el año 493. La escisión más formal de la plebe y el patriciado, cristalizada en la famosa Ley de las XII Tablas en la figura de la serrata198, no hizo más que dar lugar a la consolidación de una elite plebeya, un grupo dirigente mejor definido formado por plebeyos, que a partir de entonces podría acaudillar a los sectores campesinos en la lucha contra el exclusivismo patricio. La reintegración de la plebe al Estado romano tras las secesiones no acabó, pues, con el enfrentamiento entre los órdenes, sino que por el contrario, éste continuó con renovadas energías, en tanto los problemas de fondo respecto del aumento de la equidad en el acceso a las tierras públicas y la abolición de las deudas, así como de un mayor acceso a las magistraturas por parte de los plebeyos (este era principalmente el objetivo de la nueva aristocracia plebeya), no habían sido solucionados. Y los intentos de cerramiento por parte de la elite patricia contribuyeron, paradójicamente, a dar coherencia al movimiento plebeyo. El siglo IV nace, pues, marcado por el conflicto de los órdenes, cuyas causas últimas no habían sido resueltas. La solución o atenuación de dichos conflictos no sería sencilla, y estaría relacionada fundamentalmente con dos aspectos principales. El primero de ellos fue un cambio en la legislación de la República. Las leyes Licinio-Sextias, que en la práctica institucionalizaron, como se dijo, la existencia de dos órdenes separados, atenuaron el conflicto entre los mismos, permitiendo por un lado, el acceso de los plebeyos a la máxima magistratura, el consulado, y reduciendo, por el otro la cantidad de tierra del ager publicus que podía

197

El rol de estos funcionarios plebeyos (en principio no reconocidos por el Estado) era el de proteger a los miembros de la plebe frente a la arbitrariedad y los abusos de los magistrados patricios (ius auxili), mediante atribuciones tales como la intercessio y la provocatio. No obstante, la capacidad para imponer sus decisiones se basaba un poder de facto, respaldado por el juramento por parte de los plebeyos de dar muerte a todo el que atacase a un tribuno (lex sacrata). Sólo posteriormente, con el fin de las secesiones de la plebe, sería el tribuno reconocido como un cargo público institucionalizado en la República Romana. 198

Cerramiento institucionalizado del orden patricio; uno de sus principales exponentes fue la prohibición, sancionada en la Ley de las XII Tablas, de los matrimonios mixtos entre patricios y plebeyos, disposición que sería posteriormente anulada por la Ley Canuleya del 445.

255

usufructuar cada pater familias a un máximo de 500 iugera, más otras 500 para las familias de más de dos hijos199. Esto redundaría en una reducción del peso del nexum para muchos campesinos, si bien éste no sería formalmente abolido sino hasta el 326 (aunque en la práctica seguiría existiendo, de diversas formas). Las leyes Licinio-Sextias, a pesar de separar formalmente a patricios y plebeyos, dieron cabida a las reivindicaciones de éstos últimos (o al menos de los sectores más ricos encuadrados en la nueva aristocracia plebeya), y si bien para muchos autores este triunfo de la plebe marcaría asimismo la desmovilización política de la misma, sería legítimo ver aquí el germen de la nueva nobleza mixta compuesta por patricios y plebeyos ricos, la así llamada nobilitas. Tal y como señala la historiadora británica Mary Beard, ―el resultado del conflicto de los órdenes no fue una revolución popular, sino la creación de una nueva clase de gobierno, que incluía a plebeyos y patricios ricos‖200. Y si bien las principales magistraturas eran ahora accesibles a personas de origen plebeyo, esto no debe llevarnos a olvidar que ―la primera condición para la mayoría de los cargos políticos era la riqueza en cantidad considerable‖201. Pero la sanción de las leyes Licinio-Sextias no explica por sí sola el fin del conflicto de los órdenes (o al menos la atenuación del mismo). Se debe tener en cuenta el segundo aspecto de este proceso de profundas transformaciones sociales y políticas, tanto o acaso más importante aún. Se trata, tal y como adelantáramos en la introducción, del proceso de expansión militar, del cual la nueva nobilitas sería actor fundamental.

Exportando el conflicto: la expansión territorial de la República Romana

199

Dichas cifras atribuidas a las leyes Licinio-Sextias han dado lugar a conjeturas por parte de los historiadores, al ser las mismas planteadas por Tiberio Graco en su reforma. Mientras algunos sostienen que historiadores romanos posteriores atribuyeron a las leyes Licinio-Sextias disposiciones adoptadas por Tiberio, otros plantean que fue el tribuno de la plebe el que intentó legitimar su programa retomando una ley más antigua. La cifra de 500 iugera, más coherente con la extensión de tierras disponibles en el siglo IV que en tiempos de Tiberio Graco, avalaría más esta segunda hipótesis. 200 201

Beard, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma, Crítica, Barcelona, 2016, p. 201. Ibíd.

256

Hacia el siglo IV Roma inició su expansión por Italia, proceso que se vería sustentado ahora sí por la existencia de un campesinado ya más numeroso que podía servir en la infantería. Dicha expansión no sólo contribuyó a trasladar las tensiones hacia el exterior de la sociedad romana, sino que además proporcionó a Roma nuevas tierras, que ahora podían ser distribuidas entre los sectores campesinos más consolidados. Particular fue el caso de la conquista de la ciudad etrusca de Veyes, cuya tierra (ager veientanus) fue entregada a miembros de los sectores urbanos más pobres (proletarii) no en usufructo sino como ager privadus. Al mismo tiempo, la expansión por Italia marcó un incremento en la fundación de colonias, donde la tierra era asimismo distribuida entre los colonos romanos. Este proceso, tal y como señalan los autores españoles Francesc Xavier Hernández Cardona y Xavier Rubio Campillo202, resultó de vital importancia para una Roma cuyo poderío militar descansaba aún en un ejército no profesional, sino de ciudadanos, organizado en base al modelo hoplítico. De este modo,

Roma, convertida en capital del Lacio unificado y dueña de la Campania, vio crecer espectacularmente sus efectivos militares, ya que los hombres libres de las ciudades que habían obtenido la civitas, o ciudadanía romana, debían servir en el ejército. La clonación de ciudades romanas, en forma de nuevas colonias, también multiplicaba las expectativas militares del emergente Estado republicano, puesto que a mayor número de ciudadanos mayor número de combatientes203. Debemos, llegados a este punto, detenernos a analizar pormenorizadamente la cuestión, fundamental, de la composición y organización del ejército romano en el período estudiado. Los autores antes citados destacan que durante las primeras guerras de expansión de Roma, en los siglos V y IV a. C., el armamento y las técnicas de combate de sus guerreros no eran diferentes de las de otros pueblos de la época, todos se basaban, con mayor o menor efectividad, en las aportaciones que había generado la revolución hoplítica. El grueso del ejército 202

Hernández Cardona, F. X. y X. Rubio Campillo, Breve Historia de la Guerra Antigua y Medieval, Ediciones Notwilus, Madrid, 2010. 203

Ibíd., p. 53.

257

romano estaba compuesto por infantes pesadamente armados con escudos y lanzas, dispuestos en línea y generando nutridas falanges. La infantería ligera marchaba al frente, dispersa, y la caballería guardaba los flancos204. Aunque la condición de ciudadano y soldado se hallaban, tal como en el caso de la Atenas clásica, íntimamente vinculadas, la realidad era que el hecho de que el ejército romano fuera uno de ciudadanos soldados, que seguía los patrones del modelo hoplítico, implicaba en la práctica que muchos ciudadanos, aunque libres, no podían costear el equipo que les permitiría servir en las filas de la infantería, ni tampoco abandonar sus actividades económicas el tiempo suficiente como para participar en una campaña en el extranjero. Esto daba a la guerra, irónicamente, un carácter marcadamente aristocrático, cuestión que sólo comenzaría a revertirse (y gradualmente) en el período que analizamos. La aristocracia romana (en primer lugar el patriciado, y posteriormente la nobilitas mixta) era una clase social profundamente militarizada en sí misma aún en términos culturales, pues ya en aquel entonces poseía la sociedad de la República Romana un marcado carácter guerrero, que nunca perdería. Es precisamente esta cuestión la que señala el historiador norteamericano J. E. Lendon, al afirmar que (…) early Romans did not conceive of military excellence primarily as a set of learnable skills. Success in battle was primarily the consequence of the inborn human quality that Romans most admired, virtus or masculine courage (from which, eventually, the English word virtue). Virtus is analogous to the Greek andreia, but is a value far more basic to the Roman sense of self than Greek andreia had been to Greek identity in historical times. (…). The Roman cult of virtus manifests itself in the degree to which Roman society was adapted to the making of war205.

204

Ibíd., pp. 53-54.

205

Lendon, J. E., “War and Society”, en Sabin, P., H. Van Wees y M. Whitby (eds.), The Cambridge History of Greek and Roman Warfare. Volume I: Greece, the Hellenistic World and the Rise of Rome, Cambridge University Press, Cambridge, 2007, pp. 509-510.

258

En una cultura, como se dijo, ya tan profundamente militarizada, el papel desempeñado por las historias y relatos de las hazañas pasadas no puede ser minimizado. Ya el propio Polibio destacó acertadamente esta cuestión: ―todas aquellas historias del valor romano, del heroísmo y autosacrificio que debió de haber oído, contadas una y otra vez alrededor de las hogueras de los campamentos militares y de las mesas de cena, no eran simplemente para divertir, concluyó‖206. Por el contrario, ―su función era la de alentar a los jóvenes a imitar las hazañas bizarras de sus antepasados: eran un aspecto del espíritu de emulación, ambición y competición que corría por la elite de la sociedad romana‖207. La virtus romana, por lo tanto, tenía un carácter eminentemente militar pero además preformativo: el buen ciudadano romano debía ser necesariamente un guerrero, y los relatos, repletos de hazañas militares (desde las historias contadas en los campamentos que menciona Polibio hasta los poemas épicos como La Eneida, parte ineludible de la formación de cualquier miembro de la elite romana) tenían esta función de incentivar a la persecución de hazañas y hechos heroicos como elemento fundamental de la identidad romana. A este respecto enfatiza Lendon el hecho de que: Rome’s aristocracy was narrowly military: until the late Republic only fighting brought advancement to an ambitious young Roman of high family. The sons of great Romans could not forswear violence and achieve eminence as jurisconsults or rhetoricians or bishops, as their descendants did: their choice was the sword or the shadows. Even the reputations of Romans known for accomplishments other than war – like Cato the Elder, say – were undergirded by military success (Plut. Cat. Mai. 1). A great Roman was a warrior first, and a politician or an orator or a lawyer only second208.

206

Beard, M., Op. cit., p. 198. Ibíd. 208 Lendon, J. E., Op. cit., pp. 510-511. 207

259

Hacia el siglo V, por lo tanto, la guerra romana estaba organizada según el modelo hoplítico, y se trataba, en consecuencia, de una actividad circunscripta a los sectores sociales lo bastante pudientes como para poder costearla, sectores sociales a su vez imbuidos de una cosmovisión según la cual la guerra era la actividad por excelencia que los definía como clase y daba sentido a sus vidas. No tiene sentido, pues, hablar de “políticos” o “militares” romanos: más allá de lo anacrónicos que ambos términos puedan resultar, las realidades que describen no se encontraban en absoluto disociadas, sino, al contrario, profundamente integradas. La guerra era la razón de ser de las clases dirigentes en la República Romana, y algunos historiadores han inferido que este factor cultural es tan importante como los factores económicos a la hora de explicar las campañas de conquista romanas. En este sentido,

(..) as well as contributing to social stability, the Roman cult of virtus was a structural cause of war in the middle Republic. A nation in which the most admired human quality could best be displayed in war naturally made war frequently. All wanted to compete in virtus: the rich also needed war for political advancement, while the poor yearned for loot209.

El último punto señalado por el autor es fundamental, pues si la guerra era, por la forma misma en que era concebida, una válvula de escape a las tensiones sociales de la República, también lo era por la promesa de tierras y botín que conllevaba, y esta cuestión implicaba que los sectores de más baja condición no desearan verse excluidos de la posibilidad de tomar parte en la misma. Virtus, pero también tierras (por aquel entonces, como afirmáramos, principal motivo de conflicto) y riquezas, eran promesas más que tentadoras para cualquier ciudadano romano. Y efectivamente, es hacia el siglo IV que empezamos a presenciar modificaciones a este sistema hoplítico (cuya institución los historiadores romanos atribuían a las reformas llevadas a cabo por el rey Servio Tulio210). Y dichas 209

Ibíd., pp. 515. Goldsworthy, A., Roman Warfare, Cassell, Londres, 200, p. 29.

210

260

transformaciones tuvieron lugar en el marco de las guerras de conquista que llevarían a Roma a poseer el control de toda la Península Itálica. A decir de Hernández Cardona y Rubio Campillo, La singularidad de Roma comenzó cuando desbordó los límites de la ciudadestado y se convirtió en un auténtico Estado con ciudades. A partir de ese momento, los romanos pudieron organizar ejércitos de grandes dimensiones y pasaron a ensayar innovaciones. Durante el siglo IV a. C., el dictador Marco Furio Camilo (446-365 a. C.) propició grandes reformas como la fijación de un sueldo para pagar a las tropas. Pero el cambio más importante y revolucionario fue el diseño de la legión como unidad autónoma y básica del ejército211. Cada vez más ciudadanos romanos podían participar en las guerras de la República y, cómo afirmáramos, dichas guerras permitieron aumentar aún más el número de soldados, ya sea extendiendo la ciudadanía romana a las ciudades conquistadas, ya brindando tierras, a título privado, a ciudadanos romanos que ahora sí podían permitirse el costear un equipo militar (debe tenerse en cuenta que a pesar de las reformas llevadas a cabo por Marco Furio Camilo, el equipo aún debía ser adquirido por cada soldado a título privado, y no era otorgado por el Estado de forma estandarizada, algo que sólo ocurriría luego de las reformas iniciadas por el cónsul Cayo Mario a fines del siglo II). Sin embargo, en esta primera forma de la legión, la infantería romana ya estaba dividida en tres cuerpos claramente definidos: hastati, príncipes y triarii. Cada uno constituía una de las tres líneas en que formaba la infantería (hastati al frente, príncipes en la segunda línea, y triarii en la última), y poseía una función específica, la cual se reflejaba en su equipo también diferenciado. Los hastati (los soldados más jóvenes, cuya sed de virtus justificaba el hecho de que lucharan en primera fila y buscaran el choque con el enemigo) y los príncipes (algo mayores, de entre 25 y 35 años de edad) utilizaban un equipo similar: En general portaban un casco de bronce, un disco frontal protector en el pecho, también de bronce, o cota de malla corta de tradición céltica, un escudo alargado 211

Hernández Cardona, F. X. y X. Rubio Campillo, Op. cit., p. 54.

261

de grandes dimensiones, una jabalina y una lanza pesada, mitad de madera, mitad de hierro, denominada pilum, una espada corta, un puñal y, en algunos casos espinilleras (grebas o cnemides)212. Por su parte, ―los triarii mantenían el armamento típico de los hoplitas: casco, armadura, un gran escudo y una larga lanza. De hecho, formaban en falange y constituían el muro de seguridad por si hubiera que cubrir a los compañeros en retirada‖213. Delante de la infantería propiamente dicha formaban los vélites, ―la infantería ligera armada con jabalinas y hondas. Los vélites agrupaban ciudadanos pobres y jóvenes que no podían costearse un equipo militar‖214. Existía además la caballería, pero debe tenerse en cuenta que Su papel en las batallas era complementario, su función principal era la exploración del territorio y la persecución del enemigo. Los estribos no se conocían, las herraduras eran extrañas, y los caballos de pequeñas dimensiones, razones todas ellas por las que la caballería, con una capacidad ofensiva limitada, era un arma más auxiliar que decisiva215. Esta nueva forma de organización de la infantería romana, la legión, fue un producto de las reformas llevadas a cabo en el período analizado, reformas cuya importancia no debe en modo alguno minimizarse. Tal es así que bien puede considerarse que, en efecto, Las reformas furianas fueron auténticamente revolucionarias. El concepto de hoplita que luchaba en filas y con la larga lanza en mano quedó obsoleto. Los romanos lanzaban jabalinas y lanzas como armas arrojadizas, y la estructura manipular les permitía reforzar el ataque, retirar tropas cansadas o empujar hacia el combate tropas de refresco. Nada de esto podía hacer la falange de hoplitas, condenada al combate de corta distancia, y sin posibilidad clara de dar relevo a los combatientes de las primeras filas que pudieran bajar de rendimiento a causa del cansancio y de la presión ambiental216. 212

Ibíd., p. 56.

213

Ibíd., p. 58. Ibíd., p. 56. 215 Ibíd. 216 Ibíd., p. 58. 214

262

Estas reformas militares darían lugar al que sin lugar a dudas puede considerarse el ejército más poderoso y eficiente de toda la Antigüedad, que pronto se convertiría en protagonista de un proceso de expansión territorial prácticamente constante, sustentado, a su vez, en la militarizada cultura romana y el culto de la virtus. Pero fue éste un proceso en el cual, como afirmáramos, factores

políticos,

militares,

sociales

y

económicos

se

retroalimentaban

constantemente: al otorgarse tierras recientemente conquistadas a los sectores sociales más pobres, se reducían las tensiones sociales y se ayudaba a concluir finalmente el proceso de desmovilización político de la plebe, pero a su vez esto permitía convertir a dichos sectores pobres en campesinos medios, capaces ahora de servir en el ejército y contribuir así a consolidar la expansión militar. Y a su vez, esta transformación generaría otro cambio fundamental, íntimamente ligado al futuro carácter esclavista de la sociedad romana217, pues privaría a los mayores terratenientes de una mano de obra interna, en tanto los campesinos antes sometidos a deudas y despojados de tierras ahora gozaban de una mejor situación (y se hallaban, además, protegidos por las leyes Licinio-Sextias). Se daba así la tercera de las condiciones planteadas por Finley, la llamada condición negativa, y se hacía necesaria, pues, la introducción de un nuevo tipo de mano de obra. De allí que, a decir del mismo Finley, el desarrollo de la esclavitud sea previo a la expansión militar (nosotros diremos, simultáneo), y no consecuencia directa de ésta por la disponibilidad de prisioneros de guerra, como tendía a pensarse, pues dichos prisioneros no tenían por qué incorporarse a la sociedad romana como mano de obra esclava si no hubiera existido en aquel contexto particular una demanda de ésta. Pero dicha demanda sí existía, impulsada por los cambios en el régimen de tierras, posibilitados a su vez por las transformaciones tanto legales como territoriales. Y esto no hizo más que sumar un nuevo elemento, la necesidad de una nueva fuente de trabajo, a un proceso que se retroalimentaba 217

Según el esquema de Finley, es una sociedad esclavista aquella en la cual la mayor parte de los excedentes económicos provienen de la explotación de mano de obra esclava. Esto, desde luego, no implica que no hubiera otras formas de explotación económica, y de hecho, éstas serían cada vez más variadas conforme Roma se expandiera a nuevas tierras.

263

constantemente. La expansión militar proporcionó, tanto como luego lo haría también el comercio, la fuente de dicha mano de obra, en una dinámica que hacía necesaria, de esta manera, una expansión constante para satisfacer las demandas de mano de obra esclava, tanto como las demandas de virtus y de tierras cultivables No es una casualidad que la explosión del expansionismo romano se dé a partir del siglo III, momento en que según Finley puede calificarse a Roma, por primera vez, como una sociedad esclavista. Cuando Roma completó la conquista de la península itálica, derrotando a samnitas al sur y etruscos al norte, y quedando vedado el avance más hacia el norte (controlado por los galos), la única opción lógica era continuar la expansión hacia el Mediterráneo. Y esto conduciría, a su tiempo, al inevitable conflicto con la gran potencia naval del momento: la República de Cartago. Las tres subsiguientes Guerras Púnicas, ganadas no sin un gran esfuerzo por la República Romana, demostrarían la eficacia del nuevo sistema de organización del ejército en legiones, y convertirían a Roma primero en una gran potencia naval, y luego, tras la derrota definitiva de Cartago, en dueña absoluta del Mediterráneo, a partir de entonces llamado, con toda justicia, Mare Nostrum.

Conclusión

Como afirmáramos, puede considerarse que el llamado conflicto de órdenes que enfrentó a patricios y plebeyos en los siglos V y IV tuvo como eje principal la cuestión del acceso a la tierra del ager publicus y a las magistraturas por parte de los plebeyos, así como la abolición del nexum. Dicho conflicto se resolvería, o mejor dicho, atenuaría, en el siglo IV con las leyes Licinio-Sextias, que conllevarían la gradual desmovilización política de la plebe, pero sobre todo con la expansión militar. Las reformas de Marco Furio Camilo se encontraron en el corazón de este proceso, sentando las bases de un proceso de expansión militar que llevaría a la República Romana a adueñarse primero de la Península Itálica y luego del Mediterráneo, pero que tendría, además de consecuencias militares, importantes consecuencias políticas, económicas y sociales, hasta el punto de 264

que, como afirmáramos, no pueda entenderse a estas esferas en modo escindido, sino como parte de un proceso unitario cuyos componentes, más aún en una sociedad tan profundamente militarizada como la romana, se influenciaban entre sí y se retroalimentaban constantemente. El nuevo modelo de acceso a la tierra posibilitado por la expansión militar y sancionado en las leyes Licinio-Sextias daría origen a un sector campesino medio, privando de este modo a las aristocracias de la mano de obra interna y empujando a Roma al establecimiento de una sociedad de tipo esclavista. La necesidad de mano de obra esclava sería un incentivo más, de este modo, para una expansión militar que no debe ser vista como causa última del esclavismo, sino, tal vez más acertadamente, como su consecuencia lógica, o en cualquier caso como un desarrollo simultáneo, componente indisociable del mismo proceso. En consecuencia, la República Romana del siglo III era, de este modo, ya una sociedad esclavista que, habiendo logrado atenuar las tensiones sociales que la habían sacudido en los siglos anteriores, se hallaba embarcada plenamente en un proceso de expansión militar, posibilitado por el surgimiento de uno de los mejores ejércitos de la Antigüedad, y que acabaría dando lugar a uno de los mayores imperios de la Historia.

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Bibliografía ALFOLDY, G. Historia social de Roma. Alianza Editorial. 1978 BEARD, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma. Editorial Crítica. 2016 BRUNT, P.A. Conflictos sociales en la República romana. Editorial Eudeba. 1973 DUPLÁ, A. La República romana arcaica (509-264 a.C.). Madrid. 2003 FINLEY, M.I. Esclavitud antigua e ideología moderna. Editorial Crítica. 1982 GOLDSWORTHY, A. Roman Warfare. Editorial Cassell. 2006 HERNANDEZ CARDONA, F. X. y RUBIO CAMPILLO, X. Breve Historia de la Guerra Antigua y Medieval. Ediciones Notwilus. 2010 LENDON, J. E. “War and Society”, en Sabin, P., H. Van Wees y M. Whitby (eds.), The Cambridge History of Greek and Roman Warfare. Volume I: Greece, the Hellenistic World and the Rise of Rome, Cambridge University Press, Cambridge, 2007.

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Después de Cannas. La indecisión de Aníbal y su no marcha a Roma

Mg Esteban Darío Barral Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción El 2 de agosto del 216 a.C no sería un día más para recordar en la historia de la República romana. Ese día cerca de 60.000 soldados romanos perecerían a manos de las fuerzas cartaginesas bajo el mando de Aníbal Barca. Fue el mayor desastre militar de una fuerza ocurrida en el lapso de una tarde y en un reducido campo de batalla de apenas tres kilómetros; mantuvo en vilo el pensamiento militar posterior y fue el sueño de todos los mandos militares a lo largo de la historia.218 Luchar en un espacio tan apretado que dificultaba la maniobra tanto colectiva como individual, era propia de las grandes batallas de la antigüedad, donde los campos de batalla estrechos y con dispositivos lineales no permitían complejos movimientos; ni previos, ni durante la batalla. Durante el siglo III a.C el control del Mediterráneo estaba en manos, especialmente el control de las rutas comerciales, de una sola potencia: Cartago. Roma comenzaba a vislumbrarse como un oponente cada vez mayor, que posteriormente se convertiría en una amenaza. El control cartaginés no solo alcanzaba el norte de África, sino que se extendía por todo el mediterráneo y las islas de Sicilia, Córcega y parte occidental de Cerdeña, territorio muy cercano a la 218

Los números de las bajas difieren de acuerdo a las fuentes, las que van de los 50.000 a 80.000. Hemos preferido utilizar las más conservadoras dadas por Goldsworthy de 60.000, teniendo en cuenta que es un número alto y para hacer una comparación, las fuerzas británicas no perdieron esa cifra de hombres en dos días de combate intensivo en la batalla del Somme.

267

bota italiana y en la zona de influencia de la por entonces surgente potencia romana. La rivalidad que iba aumentando a medida que los intereses de ambas potencias crecían llevó inevitablemente al primer choque armado en el año 264 a.C. La guerra duraría más de 20 años y finalizaría con una derrota para los cartagineses, con condiciones de posguerra muy duras e indemnizaciones casi imposibles de pagar. Roma se quedó con Sicilia y Córcega, poco tiempo después también se quedaría con la isla de Cerdeña, dejando a los cartagineses con muy poco margen de maniobra en el Mediterráneo. Roma se conduciría en una forma arrogante y violenta a partir de ese momento, actitud que mantendría a lo largo de los años venideros y a lo largo de sus próximas campañas de conquista. La situación llevaba en una sola dirección nuevamente: la guerra. Mientras tanto los cartagineses irían creando bases en Hispania, y de la mano de Amílcar Barca, padre de Aníbal, dominaría gran parte de la península ibérica hasta su muerte acaecida en combate contra las tribus hispanas. Aníbal tomaría el legado poco después de la muerte de su cuñado Asdrúbal, que también moriría en una pelea. La llegada de los cartagineses a Hispania fue consecuencia de la imposibilidad de los mismos de poder extenderse a otros territorios. La flota romana dominaba ahora los mares y había establecido un férreo control de los principales puertos comerciales. El territorio español era un buen centro comercial y de abastecimiento para Cartago, ya que en la región había minas de oro, plata y otros minerales esenciales; era por lo pronto una importante baza estratégica. Amílcar no estaba errado en su política estratégica ya que no sólo lograba una gran cantidad de súbditos y aliados entre las diversas tribus, sino que también lograría tomar el control de las minas y del resto de los recursos. La intención era reconstruir el poder cartaginés desde Hispania. El ascenso de Aníbal está descripto por dos de los más importantes historiadores de la antigüedad: Polibio y Tito Livio. Ambos van a describir al mayor y más peligroso enemigo que tuvo Roma a lo largo de su historia en forma documentada y prolífica. Aníbal es sin dudas el actor principal de la Segunda Guerra Púnica. Lo cierto es que una vez que Aníbal aniquiló al ejército romano no decidió en forma inmediata marchar a Roma y decidir la guerra. Ese es el objetivo del presente trabajo, intentar dilucidar la actitud del comandante cartaginés que se había revelado hasta ese momento como un conductor extraordinario y con altas cualidades para la guerra. 268

La larga marcha de Aníbal a Cannas Aníbal desde muy chico había estado combatiendo en Hispania, tanto a órdenes de su padre como posteriormente de su cuñado Asdrúbal. Según Polibio y Livio contaba con dotes realmente importantes para el mando y el liderazgo, algo indispensable para un conductor militar. El casus belli fue Sagunto. Una ciudad situada al sur del río Ebro y protegida de Roma, que inició una serie de acciones con tribus aliadas de Cartago y esto llevó a la intervención de Aníbal contra Sagunto, que obviamente solicitaría ayuda a Roma. Las fuerzas cartaginesas sitiaron durante ocho meses a la misma hasta que lograron conquistarla y pasarla a fuego luego de saquearla y esclavizar a sus ciudadanos. La guerra con Roma estaba asegurada. No vamos a adentrarnos en las verdaderas causas de la guerra y su desarrollo posterior debido a la extensión a que deberíamos someter el presente trabajo, sino que haremos un breve raconto de los mismos para poder comprender mejor los hechos posteriores.

269

Trebia

Trasimeno

Cannas

La larga marcha de Aníbal a Cannas

Aníbal estaba preparado a la reacción de Roma, o eso suponemos debido a los acontecimientos posteriores que así lo demuestran, y probablemente tenía planes de campaña esbozados para llevar la guerra a la península itálica. El punto de partida era Nueva Cartago donde al frente de un ejército profesional inició la campaña. El primer objetivo de la misma era salvar el terreno que le impedía llegar a Italia por el norte de ésta; para ello debía cruzar los Alpes y dominar el territorio que estaba en manos de tribus hostiles. Este era un plan realmente bien concebido y estratégicamente bueno, pues utilizaba el camino de menor expectativa del enemigo y a su vez evitaba el enfrentamiento por éste en terreno no preparado para un combate. Los planes de Aníbal hacen ver que buscaba una decisión en el campo de batalla con el objetivo de quitar a Roma a sus aliados en la península y 270

de esa manera socavar su poder. La mejor forma de invadir Italia era sin dudas por mar, y también la más segura, pero el dominio que ejercían los romanos del mar después de la Primera Guerra hacía inviable la misma. Sin embargo, hay otros motivos más fuertes para pensar en utilizar la ruta terrestre y no tiene que ver solo con la seguridad de la misma. En primer lugar, el ejército de Aníbal iría afianzándose a lo largo de toda la vía dominando y aliándose con tribus hostiles, de esa manera aumentaba el poder de los Bárcidas en Cartago, donde también debían librar batalla contra sus propios contrincantes. Por otro lado, también se aseguraba una gran fuente de suministros y hombres que podían ir aumentando sus fuerzas y relevando sus bajas. En el 218 a.C inició la marcha siguiendo la costa, cruzó los Pirineos, derrotó rápidamente a un destacamento romano en oposición y también a las fuerzas tribales hostiles que se le interponían en el camino. Tras dos semanas de marchas forzadas cruzó los Alpes y entró en la Galia Cisalpina para noviembre del mismo año. El ejército cartaginés contaba con 70.000 infantes, 12.000 jinetes y 37 elefantes; un ejército enorme para la época y utilizando cifras conservadoras. 219 Ha sido motivo de numerosas especulaciones la cantidad de hombres que Aníbal perdió en la marcha a través de los pasos montañosos y en combate contra las tribus rebeldes; pero es probable que tanto Livio como Polibio exageraran los números del ejército cartaginés para de esa manera aumentar sus bajas. Es por ello que creemos que el número real de fuerzas que cruzaron con Aníbal no eran tantas como las que ciframos, probablemente la mitad de infantes y unos dos mil jinetes menos, y es probable que los elefantes no hayan cruzado, sino que hayan sido llevados posteriormente, pues en Tesino no están en el orden de batalla. Las tribus celtas de la Galia Cisalpina eran potenciales fuentes de suministros, tanto de hombres como de recursos materiales ya que eran enemigos naturales de los romanos que los habían doblegado y obligaban a pagar caros impuestos. Estaban esperando un momento como el que se les presentaba para ampliar sus fronteras hasta el Po e independizarse de Roma. Sin duda fueron una gran ayuda para los cartagineses. Ante la situación que se presentaba, los romanos decidieron enviar dos legiones al valle del Po, que su vez debían aplacar una insurrección en las colonias de Placentia y Cremona; dos legiones más a Sicilia y otras dos a 219

Otros autores dan la cantidad de 90.000 infantes, 20.000 jinetes y 37 elefantes. Parecen cifras muy abultadas para la época y difíciles de sostener, de todas maneras era sin duda un ejército grande. La presencia de los elefantes es discutida también, ya que no se ha podido corroborar con fiabilidad la existencia de los mismos. Sí, podemos establecer con relativa fidelidad que el paso que Aníbal tomó fue el de San Bernardo y que al menos un elefante cruzó con él. Ver la obra de García Tomas, Salvador. Aníbal. Un genio de la Guerra. Ed Cultiva Libros. 2011. También Goldsworthy, Adrian. Las Guerras Púnicas. Ed Ariel. 2002

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Hispania. Las dos legiones de Sicilia que estaban bajo el mando del Cónsul Sempronio debieron regresar y dirigirse por mar al norte de Italia para contrarrestar la nueva amenaza. El primer enfrentamiento tuvo lugar en Tesino, que más que nada fue una batalla de caballería, donde los romanos fueron derrotados sin problemas y su comandante, Publio Escipión, herido en la refriega. Éste retrocedió con sus fuerzas hasta Placentia para esperar los refuerzos de Sempronio y las dos legiones que venían de Sicilia; cuando ambas fuerzas se unieron volvieron a enfrentarse con Aníbal, esta vez en Trebia que terminó con un verdadero desastre y con el aniquilamiento de la fuerza romana en una de las peores derrotas sufridas hasta entonces.220 Estas victorias tuvieron un efecto positivo en los cartagineses ya que permitieron reforzar su ejército con efectivos galos que se unían como mercenarios y que habían visto a Roma derrotada por Aníbal; ese fue el otro efecto que se logró, el del prestigio de éste frente a las tribus que guardaban una gran inquina contra los romanos. Para Roma las derrotas habían causado un gran efecto psicológico negativo, es más, no podían creer la derrota de los ejércitos consulares. Pero inmediatamente tomaron medidas para contrarrestar la invasión: se reclutaron nuevas legiones, dos se enviaron a Sicilia y otra a Cerdeña para evitar los desembarcos de posibles fuerzas cartaginesas en las mismas. En Ariminun se reorganizaron y reforzaron las fuerzas sobrevivientes de Tesino y Trebia bajo el mando del nuevo Cónsul Servilio Gémino; otras dos legiones fueron a Arretium bajo el mando de Cayo Flaminio. Estas dos fuerzas, las de Arretium y Ariminun, se encontraban una a cada lado de la cadena de los Apeninos para de esa manera cortar las vías de acceso de Aníbal o al menos de poder prever la ruta de menor expectativa que podría utilizar. A pesar de este dispositivo, Aníbal logró entrar en territorio de Etruria y comenzó a devastar el mismo con la finalidad de arrastrar al ejército romano a una batalla y buscar la defección de los aliados de Roma que estaban indecisos. Las fuerzas cartaginesas maniobraron de tal manera que evitaron a las fuerzas que estaban en Arretium con Flaminio; para ello atravesó los pantanos del Arno y en una maniobra de acción indirecta obligó a los romanos a perseguirlo. Por su parte, Flaminio comenzó a seguir a Aníbal de cerca, esperando que el ejército de Gemino se le uniera y de esa manera derrotarlo tal como habían hecho con los galos en Telamón al tomar su ejército entre dos fuerzas. Las fuerzas romanas eran poderosas, probablemente unos 25.000 a 30.000 hombres, entre romanos y auxiliares, y más o menos igualaban a las fuerzas que tendría Aníbal disponibles 220

Se estima que entre ambas batallas, Tesino y Trebia, los romanos perdieron unos 20.000 hombres según las diferencias entre las diversas fuentes.

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en ese momento. Las tropas de Flaminio perseguían de cerca al ejército cartaginés, pero en algún momento perdieron contacto y se adentraron en el camino que bordea el lago Trasimeno, cubierto de niebla y con el lado occidental del mismo apoyado de bosques y montañas. Quedando canalizado por el camino e impidiendo todo tipo de maniobras fueron a parar a la mayor emboscada de la historia militar.221 La niebla, la geografía y la habilidad táctica de Aníbal hicieron su tarea a la perfección. Los romanos ingresaron en la zona y cuando toda la columna que abarcaría varios kilómetros ingresó en la zona de muerte de la emboscada, los cartagineses atacaron. Unos treinta mil romanos se vieron atacados por el flanco, el frente y la retaguardia; los cartagineses habían utilizado un dispositivo similar a lo que hoy se conoce como emboscada en L con la retaguardia cerrándose posteriormente por una gran fuerza de caballería. La trampa era completa y lo que sucedió a continuación terminó en una verdadera matanza. Los legionarios no tuvieron ni tiempo, ni espacio para maniobrar; por lo tanto, lo más probable es que se hayan sucedido una innumerable sucesión de combates de pequeños grupos de hombres que luchaban por sobrevivir. Las fuerzas cartaginesas debieron tener una muy buena cadena de mandos y la emboscada muy bien planificada para poder mantener la cohesión necesaria durante el ataque, de lo contrario el mismo corría el peligro de fracasar.

221

El lago Trasimeno es el cuarto más grande de Italia ocupando una superficie de 128 km2. La niebla que cubre el mismo ha sido puesto en entredicho por numerosos historiadores, debido en gran parte que esa zona es muy cálida y poco propensa a que se forma niebla, sin embargo, la misma es probable y de hecho es habitual en la región, incluso durante el verano. De todas maneras, la misma no ha sido la causa principal de la derrota sino un recurso más de la geografía utilizada por Aníbal.

273

El Ejército cartaginés se encuentra emboscado con una poderosa fuerza de caballería para operar en la retaguardia romana.

I

Las fuerzas romanas al mando de Flaminio se encuentran marchando entre el lago y la montaña boscosa.

Batalla del Lago Trasimeno

Emboscar a una fuerza enemiga del tamaño del ejército de Flaminio no fue tarea fácil, especialmente de noche y en condiciones adversas. Si la emboscada se llevó a cabo tal como las fuentes antiguas relatan, fue una acción cuya perfección aún en el día de hoy es muy difícil de realizar; por lo tanto, las cualidades de conductor de Aníbal, de sus mandos intermedios y la calidad de sus tropas debieron ser de primera línea y nos hacen ver la capacidad de un ejército profesional contra otro de campesinos-propietarios, ya que los romanos no eran todavía la potencia militar que llegarían a ser. Entre 15.000 y 20.000 legionarios y soldados auxiliares cayeron en combate, en tanto que unos 10.000 terminaron prisioneros; solo unos pocos pudieron escapar de la matanza. El camino a Roma estaba expedito. Pero Aníbal no marcharía a Roma, e incluso unos días más tarde una fuerza romana de caballería de unos 4.500 jinetes chocaron con los cartagineses, para caer aniquilados y solo unos pocos pudieran escapar. Ante la situación desesperada que se vivía, el senado romano decidió dar la dictadura a Quinto Fabio Máximo, denominado cuntactor o el que retrasa,222 quien decidió no enfrentar a Aníbal sino que desarrolló una maniobra de desgaste tal que evitara todo enfrentamiento con el cartaginés.

222

Quinto Fabio Máximo era un típico aristócrata romano de la época de la República, cuya Dictadura le brindaba los plenos poderes para gobernar, el mandato duraba solo seis meses y era en casos extraordinarios que se nombraba a alguien como Dictador.

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Fabio aplicaría lo que más tarde se conocería como táctica fabiana, que no es otra cosa que una maniobra de desgaste, donde el objetivo es atacar las líneas de comunicaciones y la logística del enemigo pero no enfrentándolo en campo abierto. Se quemaban los campos, se evacuaba a la población a ciudades amuralladas y se atacaba a las partidas logísticas que forrajeaban en el terreno. Pero estos procedimientos de combate son un arma de doble filo, no todas las sociedades están preparadas para soportar durante mucho tiempo este tipo de guerra y mucho menos la romana que estaba constituida por terratenientes y ricos propietarios que veían sus tierras arrasadas por la guerra. Especialmente cuando las tierras devastadas por Aníbal evitaban a los campos de Fabio, que no tardó en ser tratado de traidor y cobarde por el mismo senado y el pueblo romano.223 Tarde o temprano la estrategia de Fabio se volvió contra él, y al terminar su mandato dictatorial un poderoso ejército romano se había conformado nuevamente. Si de algo había servido la estrategia de Fabio, fue la de ganar tiempo para volver a reconstituir las fuerzas romanas. Al terminar el periodo de la dictadura de Fabio se nombraron dos nuevos cónsules para el año 216 a.C. Terencio Varron y Paulo Emilio, que asumieron el mando decididos a terminar con el problema de Aníbal. La Batalla de Cannas. 216 a.C. La primera medida de Varron fue enviar nuevas legiones al campamento romano en Gerunium, al Oeste de Roma y sobre la costa oriental, que vigilaba a las fuerzas cartaginesas que operaban en la zona. Allí se conformaría un poderoso ejército para batir a Aníbal. Se reunieron al menos 40.000 hombres, el equivalente a ocho Legiones a los que había que agregar las tropas auxiliares; así el tamaño del ejército romano llegaba a 80.000 efectivos de infantería, 2.000 de caballería romana y 4.000 jinetes aliados, además de unos 10.000 hombres de reserva que durante la batalla estarían en los dos campamentos que se montaron. Si hay algo que hizo de Roma la potencia militar que fue, eso estuvo relacionado íntimamente con una sencilla ecuación: la capacidad de convertir ciudadanos en soldados y antes que ello a los habitantes en ciudadanos. La mayor fortaleza de Roma fue esta. A diferencia de otros estados de la antigüedad que no cedían la ciudadanía a cualquiera, lo romanos no tenían problema en hacerlo siempre y cuando se acataran las leyes romanas y se cumpliera con los 223

Aníbal había ordenado a sus hombres quemar las cosechas y haciendas, menos las que pertenecían a Fabio con el objetivo de que los mismos romanos se volvieran contra este y nombraran a alguien que decidiera dar nuevamente una batalla. Cuando Aníbal se desplaza al territorio de Campania y comienza a devastarlo es encerrado en un valle por las tropas de Fabio y logra salir de allí gracias a un ardid de guerra.

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impuestos y la milicia. Esto hacía que cuando se necesitaban hombres para el combate, Roma tenía mucha disponibilidad de los mismos que incluso debían costearse su propio equipo y servían en las Legiones cuando se los convocaba a campañas militares; en la época de la República los soldados eran campesinospropietarios iguales que después de luchar en una campaña debían regresar a su hogar a trabajar la tierra nuevamente. Esta capacidad para reclutar hombres y levantar ejércitos también le daba, a diferencia de otros estados, la capacidad de poder asumir bajas que podrían haber aniquilado a otro estado o pueblo. El próximo movimiento de Aníbal fue el de trasladarse a Cannas, lugar donde se hallaba un gran almacén de provisiones del ejército romano. No sabemos si éste estaba al tanto de los problemas internos que había en Roma en ese momento, a pesar de que muchos autores infieren que poseía una vasta red de espías, la inteligencia militar tal como la conocemos ahora nosotros era prácticamente inexistente en esa época. Además, hay que tener en cuenta que las decisiones estratégicas se tomaban en el más alto nivel, es decir, en el senado, cosa que es muy improbable que cartagineses hayan logrado acceder a información de ese tipo, que creemos tampoco eran públicas. Si bien siempre hay filtraciones de información tampoco podemos magnificar el acceso a la misma y a la capacidad para procesar ésta como debería hacerse para que se convirtiera en una producción de inteligencia eficiente. El ejército romano comenzó a avanzar desde el norte hacía Cannas, con la caballería avanzando en tareas de exploración, probablemente esto se debiera a las malas experiencias de otros enfrentamientos como el de Lago Trasimeno. Posteriormente comenzarían a levantar su campamento a unos 8 kilómetros de las posiciones cartaginesas; aunque el mismo era provisorio ya que dos días después la fuerza romana se había ubicado en dos campamentos: el principal se ubicaba al norte del río Ofanto (Aufidius) cerca de dos lugares de vadeo simples, en tanto el campamento secundario, se ubicaba más al sur con la finalidad de obstaculizar a las partidas cartaginesas de forrajeo. Mientras los romanos ocupaban estas posiciones Aníbal hizo sus propios movimientos estableciendo su campamento en la llamada colina de San Ferdinando. Ambos bandos estaban en una posición agresiva y con amplios deseos de entablar combate cuanto antes. El tema de la unidad de mando en los romanos para esta batalla ha sido muy debatido y, probablemente, objeto de ser unas de las principales causas del desastre. El problema que se suscita entre los historiadores militares para explicar la batalla es que según las fuentes de la misma, Polibio y Livio, hacen causa sobre la irresponsabilidad en el mando y en la toma de decisiones de Terencio Varron y sobre la cautela que acompañaba al otro cónsul al mando que era Emilio Paulo, cargando la responsabilidad de la derrota al primero y exculpando sin dudas al 276

segundo que incluso habría de caer en combate, aumentando de esa manera su virtud y ética caballeresca para el liderazgo y creando el mito del comandante que murió en combate a pesar de tener la razón de cómo enfrentar al adversario y por consecuencia de la irresponsabilidad de quien estaba al mando. Ambos cónsules se alternaban el mando día a día, y también ambos discutían constantemente sobre las maniobras correctas y el momento de atacar. Terencio Varron es descripto por ambos historiadores como un hombre ambicioso, temerario y poco versado en temas militares, como si de un amateur se tratara; es más, tiene el mismo trato que Flaminio como responsable del desastre de Trasimeno. En tanto Emilio es retratado como hombre precavido y estratega defensor de Fabio en sus procedimientos y como alguien que no quiere encontrarse con Aníbal en campo abierto. Veamos algunos puntos en particular para poder aproximarnos a lo que realmente sucedió ese día. En primer lugar, tanto Livio como Polibio son hostiles a Terencio Varron, a quien echan la culpa y la responsabilidad de la destrucción del ejército romano ¿por qué? Emilio Paulo es el abuelo de Escipión Emiliano, que va a ser quien destruya Cartago en la Tercera Guerra Púnica y que a su vez será el patrón del escritor griego Polibio, uno de los historiadores que relatan la batalla, por lo tanto es sin duda quien más intenta destruir la imagen de Varron y de esa manera cubrir al abuelo de Escipión Emiliano. La familia de Varron es de la clase senatorial y muy rica por cierto, pero casi intrascendente para la política de Roma, siendo algo opuesto la familia de Emilio que estará emparentada con los Escipiones. Si hay que echarle las culpas a alguien el mal menor indica que debe ser el de la familia menos influyente y ese es Varron. Después de poder dilucidar la inquina de los historiadores con respecto a uno de los mandos veamos ahora el problema de la batalla. Cuando Livio y Polibio nos dicen que la estrategia de Varron era salir a buscar una batalla y la de Emilio la de evitarla, se contradice con dos elementos fundamentales para poder comprender la acción desencadenada: 



No se puede evitar la batalla porque el senado buscaba destruir y terminar de una vez con el problema de Aníbal que se encontraba devastando la zona; justamente había sido el problema de la táctica fabiana de evitar la batalla la que los había llevado a eso según el colectivo romano. Hacer cargo a Varron de buscar un encuentro es algo que no está en la lógica, ya que éste cumplía las órdenes de batirlo a Aníbal donde lo encontrase. Para el senado romano el problema no era cómo, sino cuándo y dónde. Otro de los puntos esenciales es la forma de combatir de los romanos. El ejército romano estaba organizado, equipado e instruido para combatir en campo abierto contra fuerzas similares, especialmente en 277

el 216 a.C. Estaba compuesto por propietarios iguales y tropas aliadas auxiliares con doctrina similar, por lo tanto no era factible que aplicase procedimientos de combate que estuvieran por fuera de su doctrina, tal como es habitual en todos los ejércitos del mundo; por lo tanto, creer que Emilio estaba en contra de la doctrina de combate romana y que además proponía actuar en contra de las órdenes del senado es algo que va contra la lógica de la época. Además, el día de la batalla, Emilio ocupó el ala derecha del dispositivo con la caballería, lugar habitual en el ejército romano para quien estaba al mando. Tanto Livio como Polibio buscaron un culpable del desastre, y ese era Terencio Varron.224 El 02 de agosto el ejército romano comenzó a avanzar para ubicar su dispositivo en las llanuras de Cannas, Varron, si hemos de creer que él estaba al mando ese día, ubicó su ala derecha apoyada en el río Ofanto y las colinas de Cannas a fin de evitar la maniobra de la caballería númida cartaginesa; ésta era el principal problema de los romanos, la superioridad manifiesta de los númidas, su mayor maniobrabilidad y experiencia, le daban una gran ventaja sobre la romana y auxiliar. Es así que el dispositivo romano se acomodaba en gran parte para evitar la acción de la caballería púnica y hacer prevalecer el número y la calidad de su infantería, la espina dorsal del ejército romano. El dispositivo romano era el estándar de todas las batallas que había librado antes: las alas estaban cubiertas por la caballería y en el centro se ubicaba la infantería legionaria y auxiliar. Éstas últimas se disponían en triplex acies, es decir en tres niveles de acuerdo a la veteranía y equipo: hastatis, príncipes y triari. Un problema era la maniobrabilidad, la que quedaba restringida por la estrechez del campo de batalla que obligó a reducir la distancia entre manípulos; de esa manera se apostaba al choque restando capacidad de maniobra. El mayor punto fuerte de los romanos no estaba en su número sino en su alta moral; la mayoría de los legionarios quería combatir contra Aníbal cuanto antes a pesar de que su experiencia contra los cartagineses era la de la derrota. Mientras los romanos se ubicaban en su dispositivo, Aníbal vadeaba el Ofanto y comenzaba a ubicar el suyo. El dispositivo de éste es muy particular y llama la atención. Ubicó a su infantería mercenaria, gala e hispana, en el centro en forma de saliente, una formación convexa, en tanto que su infantería libia de elite fue colocada más retrasada, en ambos lados de los extremos de la formación 224

Según el historiador Mark Healy en su obra Cannas. 216 B.C., calculando los días en que ambos cónsules alternaban el mando y en base a las fechas reportadas por Livio, pudo deducir que para el día de la batalla Emilio Paulo estaba al mando y no Varron; siendo muy factible el resultado de esta investigación refuerza nuestra postura con respecto al verdadero responsable del desastre romano en Cannas. Ver la obra de Healy, Mark. Cannas. 216 B.C. Ed Osprey Publishing 1998.

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mercenaria. En las Alas, estaba a la derecha la caballería de elite númida bajo el mando de su comandante Maharbal, en tanto en la otra Ala se ubicaba la caballería mercenaria gala e hispana bajo el mando de Asdrúbal.

Gneo Servilio Emilio

I Aux

I

I

I

I Aux

I Aux

I

I

I

I Aux

Varron

Infantería Ligera Vélites

Infantería Ligera cartaginesa

Asdrúbal

I

Maharbal

I

I

I

I Aníbal

Libios

Libios

Batalla de Cannas 216 a.C. El plan de Aníbal era simple, pero su ejecución era extremadamente compleja para la época. La infantería ligera cartaginesa inició la acción, con los honderos baleares lanzando numerosos proyectiles sobre los vélites romanos, que también comenzaron a molestar con su fuego constante. Inmediatamente la caballería cartaginesa del Ala izquierda con Asdrúbal cargó con ímpetu sobre la propia romana que estaba bajo el mando de Emilio. Rápidamente la superioridad de la primera hizo sentir la misma y comenzó a imponerse sobre la romana cuyas filas cedieron ante la violencia del impacto. Lo mismo sucedía con la otra Ala cuando la caballería de Maharbal aferraba a la romana bajo el mando de Varron. Mientras esto sucedía en ambos extremos, la infantería legionaria comenzó a avanzar cerrando sus filas a medida que se acercaban al enemigo cuya extensión era más estrecha. A unos veinte metros se detuvieron y lanzaron las jabalinas para obligar a cerrarse a los mercenarios, que aguantaron a pie firme mientras aguardaban el empuje de los legionarios cuerpo a cuerpo. La presión de la infantería romana hacía retroceder a los mercenarios cuya formación comenzó a ceder hasta convertirse en una línea cóncava, pero la estrechez en la que se 279

combatía canalizaba el empuje romano y amontonaba cada vez más sus filas dificultando ya no solo la maniobra colectiva sino también la individual. La caballería romana de Emilio comenzó a huir ante la presión de los cartagineses de Asdrúbal que los persiguieron un trecho y volvieron grupas para ubicarse nuevamente en el combate. Para eso marcharon por detrás del dispositivo romano para caer sobre la retaguardia de la caballería de Varron que no podía desprenderse del ataque de Maharbal. Ahora, ambas caballerías destrozaron al ala izquierda de la caballería romana. Así, el destino del ejército romano quedaba en manos de la infantería que luchaba en un espacio cada vez más estrecho sin saber que se dirigían a una trampa sin escapatoria. Cuando la presión de las legiones sobre el centro cartaginés se hizo insoportable, Aníbal ordenó girar a la infantería libia que presionó violentamente los flancos romanos. De esa manera los romanos quedaban atrapados por el frente y los flancos, y es entonces cuando la trampa se cerró del todo. La caballería cartaginesa cayó sobre la retaguardia y dejó sin escapatoria a la fuerza romana sellando así su destino. Durante tres horas las fuerzas cartaginesas se dedicaron a masacrar a los soldados romanos que cayeron dignamente en el campo de batalla. Emilio Paulo también cayó en la refriega, dos procónsules Gneo Servilio y Marco Atilio Régulo, 29 tribunos y 80 senadores y sólo unos pocos lograron escapar. Unos 60.000 romanos cayeron esa tarde, un ejército completo había sido aniquilado, pero lo peor era que lo más graneado de la clase senatorial romana había perdido a alguien esa tarde. Para Aníbal la batalla debía ser brutal y decisiva, debía lograr que Roma se aviniera a firmar la paz. Pero los romanos no eran cualquier pueblo y no firmarían la paz, por el contrario la guerra a partir de ese momento recrudecería al máximo. Aníbal y su decisión de no marchar a Roma El camino a Roma quedaba libre y la pregunta de rigor para la historia militar siempre ha sido ¿por qué Aníbal no marchó a Roma? Esto no se puede responder con aspectos militares modernos como se ha hecho en casi todas las explicaciones que se han intentado dar. Veamos los aspectos más relevantes para poder comprender la negativa de Aníbal para marchar sobre la ciudad de las siete colinas y terminar con la guerra de una vez por todas. El primer aspecto que tendremos en cuenta es el de los objetivos estratégicos militares que en apariencia Aníbal no cumplió. Hablar de objetivos estratégicos en el mundo antiguo es realmente una quimera, pues los antiguos no fijaban la guerra en base a los mismos como en la guerra moderna, simplemente para ellos no existían. Hablar de objetivos estratégicos es un constructo moderno, pero no de la 280

antigüedad. Establecer la toma de Roma como objetivo principal puede parecer algo obvio hoy en día, pero en el siglo III a .C no era tarea fácil y probablemente no estuviera en los planes de Aníbal ejecutar sus planes de guerra con ese objetivo. De ser así, todos los ejércitos del mundo antiguo hubieran marchado directamente hacía las ciudades estado enemigas y sitiarlas sin más para tomarlas por asalto o traición. El arte de la guerra en el mundo antiguo establecía buscar al ejército enemigo y batirlo en el campo de batalla para ello se basaba en dos principios fundamentales: la maniobra y el choque, siendo el segundo el más importante. Los dispositivos son lineales y las maniobras frontales; el flanqueo es muy difícil y ocasional debido a los problemas de mando y control. Normalmente el enemigo que primero desarma sus filas es quien termina con su dispositivo quebrado y sus hombres más que retirarse huyen para salvar sus vidas, es en ese momento cuando se produce el descalabro total de un ejército. La concepción de la guerra para los cartagineses es similar a la de los griegos por herencia directa. La devastación del territorio enemigo antes que el sitio de sus ciudades era uno de los procedimientos habituales para obligarlo a capitular. Fue el objetivo del ejército lacedemonio durante la fase Arquidámica de la Guerra del Peloponeso. Fue también el procedimiento utilizado por Aníbal para obligar a los romanos a firmar la paz y probablemente el único objetivo para ganar la guerra. Los ejércitos actúan de acuerdo con su doctrina de empleo y la de esa época era la de devastar el territorio enemigo con el fin de obligarlo a rendirse al ver destruidas sus cosechas y su territorio. Conviniendo también que la masa de los ejércitos antiguos están compuestos por soldados propietarios, tales como el ejército romano de la República, esta acción obligaba a gran parte de la población del campo a hacinarse en las ciudades amuralladas al negárseles la posibilidad de volver a cosechar los mismos. La afectación de la economía era fundamental en la estrategia de guerra antigua, de esa manera los recursos del enemigo se veían mermados. También el efecto que provocaba en los aliados era fundamental para provocar la defección de los mismos cuya economía se veía reducida a su mínima expresión sin dejarles oportunidad de continuar el esfuerzo bélico. Aníbal utilizó este procedimiento a lo largo de toda la guerra, incluso cuando derrotó a los romanos en el lago Trasimeno tampoco marchó a Roma y se dedicó a destruir y arrasar el territorio de los aliados romanos con el objetivo de buscar la defección de los mismos. Era algo mucho más seguro que sitiar una ciudad que requería una logística depurada y probablemente meses para entrar a la ciudad por asalto o por traición tal como hemos manifestado anteriormente.

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El objetivo estratégico de tomar Roma es algo que se ha tomado como que ese era el fin de la guerra para Aníbal y se basa en gran parte en los relatos de Livio cuando en un supuesto diálogo entre éste y su comandante de caballería Maharbal le propone enviarlo con su caballería y tomar Roma. Ante la negativa de Aníbal éste le habría dicho a su comandante “sabes cómo obtener una victoria, pero no sabes cómo utilizarla”. Probablemente este diálogo no haya existido nunca y de todas maneras lo vertido por Livio y por Polibio es la opinión de Roma, pero no nos ha llegado nada de los cartagineses debido a que sus fuentes se han perdido. También los estudiosos modernos han establecido este objetivo como algo elemental para ganar la guerra, basándose en la terminología moderna y en la doctrina de los ejércitos actuales, pero que no se condicen con los ejércitos de la época antigua. Creemos que Aníbal no tuvo como objetivo la destrucción de Roma, sino la reducción de la misma a su mínima expresión y para lograr tal cometido era necesario destruir su mayor fuente de recursos obligando a defeccionar a sus aliados y destruyendo su economía. Puede esto parecer errado y no estar a la altura de los estrategas modernos pero en la antigüedad era más común de lo que parece. Descontextualizar el momento histórico puede ser peligroso para comprender aspectos fundamentales de la guerra antigua. Otro de los puntos a considerar para comprender el porqué de la actitud de Aníbal es el aspecto logístico a resolver para continuar la guerra. Si hemos de creer en el famoso diálogo de Livio entre Maharbal y Aníbal podemos estimar lo siguiente: una fuerza de caballería no podría haber tomado Roma de ninguna manera, pues la distancia que había entre Cannas y Roma era muy grande para ser cubierto por una fuerza de este tipo sin contar con ningún otro apoyo. Desde la región de Apulia donde estaba el ejército de Aníbal hasta Roma la distancia era demasiado amplia para poder ser cubierta sin apoyo logístico y con pocas chances de tomar una ciudad amurallada. Porque ese era el otro problema a resolver. Roma estaba amurallada y con fuerzas suficientes para defenderla. Los romanos no tenían capacidad inmediata para poner un ejército en el campo de batalla, pero sí para defender una ciudad como Roma. De haber marchado la fuerza de Maharbal por delante y el ejército púnico por detrás, la logística necesaria para poder mantener un sitio hubiera sido muy grande, se debía mantener un ejército de al menos de 40.000 hombres que a su vez debía marchar unos 480 kilómetros por terreno montañoso para llegar a Roma. El sitio de la ciudad de Sagunto había tomado unos 8 meses hasta que las fuerzas cartaginesas lograron tomarla; recordamos también el sitio de Tiro por parte de Alejandro que llevó a éste uno siete meses. Sitiar una ciudad no era algo sencillo en el siglo III a.C., tampoco lo sería posteriormente pero con la salvedad 282

que el arte de la poliorcética avanzaba a medida que la guerra se desarrollaba. Los recursos que se debían emplear para sitiar una ciudad que se negaba a rendirse eran enormes, tanto en materiales como en hombres, pero también si el mismo se prolongaba demasiado se podían llegar a correr dos riesgos grandes: el primero estaba relacionado con los riesgos propios del combate, donde muchas veces el ejército sitiador se encontraba luchando en dos frentes, uno con los defensores de la ciudad y en el otro con los ejércitos que normalmente eran enviados para levantar el sitio en rescate de la misma. El otro problema grande, además del problema logístico mencionado, era la posible aparición de enfermedades que a veces causaban más muertes que el combate mismo, provocando a su vez deserciones y baja moral. Sitiar una ciudad como Roma, lejos de los apoyos necesarios para cubrir las necesidades logísticas y de hombres, con ciudades que aún eran afectas a los romanos, no era un buen negocio para Aníbal, como tampoco lo hubiera sido para cualquier comandante. Antes, debía asegurarse destruir las bases de apoyo que Roma tenía y que eran indispensables para continuar la guerra y las mismas estaban dadas en las ciudades aliadas, cuyos estados contribuían con ingentes cantidades de hombres, dinero y recursos para que ésta se levantara una y otra vez en la guerra. A punto estuvo de lograrlo, ciudades como Capua y Tarento y regiones como la de Salapia se volvieron contra Roma y brindaron apoyo a Aníbal. Pero la presencia romana era tan fuerte que la mayoría de la ciudades del norte y otro tanto de las del sur no defeccionaron y se mantuvieron en constante combate contra los cartagineses. Aníbal había sufrido muchas bajas en la batalla, bajas difíciles de reponer por su lado debido a que se encontraba en territorio totalmente hostil y alejado de sus bases logísticas; tampoco había convencido a su propio senado en Cartago que le negaba los recursos necesarios para continuar la guerra y los mismos llegaban en cuenta gotas. Filipo V de Macedonia había sido ganado como aliado e inició la Primera Guerra Macedónica contra los romanos, que tuvieron la capacidad de remontar fuerzas militares y terminar venciendo en la misma. Como hemos podido observar la situación de Aníbal distaba mucho de ser la mejor para poder tomar Roma que al menos estaba defendida por dos legiones al momento de la batalla de Cannas. Los romanos poseían fuerzas en el Mediterráneo, en el Norte y las legiones que debieron reconstituirse después de Cannas. Había fuerzas en Hispania, en Sicilia y en Cerdeña. En poco tiempo, se habían recuperado fuerzas suficientes para continuar la guerra, de otra manera el senado romano habría capitulado. Si la situación hubiera sido sin retorno para continuar la guerra, no hay dudas, ya que estaría fuera de toda lógica y sentido común, que los romanos hubieran 283

capitulado sin un atisbo de esperanza todavía. Creemos que Aníbal era más consciente que su comandante de caballería y su visión estratégica iba más allá de una acción temeraria que podría haber derivado en un verdadero fracaso y el aniquilamiento de todo su ejército. Para ganar la guerra debía destruir lo que Roma había construido y la base de su poderío que estaba intrínsecamente relacionado con la capacidad política y militar de ésta, que hacían de los sistemas de alianzas el elemento fundamental para producir recursos. Nadie había encontrado hasta ese momento la manera de destruir el poder romano cuya fuerza principal se ceñía en base a su cultura, a su civilización, a su política externa y a su libertad para producir ciudadanos que contribuyeran a sus filas militares. Ese era el secreto de Roma, si no se destruía su entorno, no se podía ganar la guerra, y como tomar la ciudad no era viable por los motivos que hemos citado anteriormente, Aníbal utilizó la vía más apta para alcanzar la victoria, la misma que había logrado en el campo de batalla de Cannas, pero que marcó el zenit y el fin de su carrera militar. Conclusiones La guerra está subordinada a la política, y por lo tanto, por más hechos de armas que se puedan lograr favorablemente la misma no está ganada hasta que la voluntad del enemigo no haya dicho basta. Aníbal buscó quebrar la voluntad de Roma de dos maneras: por medio de la derrota de sus ejércitos en batallas campales y por la devastación de su economía, intentando quebrar el sistema de alianzas que los romanos habían tejido en muchos años. Es muy probable que no estuviera en los planes de Aníbal la conquista de Roma sin antes haber logrado estos objetivos, de otra manera se haría imposible destruir a la misma sin bases sólidas para poder accionar militarmente contra ella. El arte de la guerra en siglo III a.C. que heredaba Aníbal de los griegos, no había variado mucho en cuanto a procedimientos de combate para llevar a cabo una guerra, y la devastación del territorio enemigo con el fin de afectar a su economía era uno de ellos. Aníbal no hizo nada que ningún otro comandante de la época no hubiera hecho, pues la forma militar de librar la guerra de los antiguos así lo establecía. Descontextualizar el momento de la batalla de Cannas y de la Segunda Guerra púnica es un error en el que muchos historiadores han caído para intentar explicar porqué Aníbal no marchó a Roma en el 216 a.C después de Cannas. Cuando se habla de que el camino a Roma estaba abierto, parece que estamos hablando de unos pocos kilómetros de distancia y que con solo lanzarse por él en forma inmediata se hubiera terminado la guerra. La distancia entre la región de 284

Apulia donde estaba el ejército cartaginés y la ciudad de Roma dista unos 480 kilómetros por caminos consolidados, llevar un ejército esa distancia hubiera llevado días enteros de marcha para llegar a las puertas de la ciudad. De haber mandado una fuerza de caballería tal como Livio expresa en su obra y pone en boca de Maharbal, hubiese sido el acto más ridículo de la guerra, tal como fue la incursión de la caballería de JEB Stuart antes de Gettysburg. Hemos dado los lineamientos necesarios para poder inferir por qué el legendario comandante cartaginés no marchó inmediatamente a Roma después de Cannas y agregaremos otro elemento más que nunca se tiene en cuenta: la extenuación. Aníbal había librado la mayor batalla de su vida, pero las pérdidas que había sufrido y la extenuación de su ejército también fueron factores que incidieron en su decisión de continuar la guerra de otra manera. Aníbal había colocado unos 40.000 hombres en el campo de batalla de Cannas, perdió 8.000 en combate y probablemente tuvo casi el doble de heridos, que muchas veces no son tenidos en cuenta; es decir, había perdido la mitad de su ejército o al menos la mitad no estaba en condiciones de combatir u operar. ¿Con qué fuerzas podía tomar Roma? La misma estaba defendida al menos con dos legiones y tropas auxiliares, unos 12.000 hombres más o menos, y con dos o tres ejércitos que aún estaban intactos en otras regiones y que podían llegar durante el sitio. Si a eso le sumamos que la masa de las ciudades podía seguir aportando efectivos y recursos, entonces ¿Cuánto tiempo podía mantener el sitio? La respuesta es sencilla: no por mucho tiempo. Que una fuerza de caballería hubiera marchado a tomar la ciudad no tiene ninguna lógica en cuanto a las posibilidades que la misma tenía de lograr su objetivo, pues no ha habido una fuerza de caballería que tomé una ciudad amurallada; a menos que cuente con un factor sorpresa tal y que ingrese a la misma por traición dentro de ella, de lo contrario no tiene la suficiente capacidad militar para hacerlo. A pesar de todo los factores que hemos enumerado a lo largo del presente trabajo, siempre va a quedar una única pregunta sin respuesta ¿hubiera valido la pena correr el riego de marchar a Roma? Para ella no tenemos una respuesta coherente, se necesitaría estar en el momento y lugar indicado y en la mente de Aníbal para poder responderla. El resto podemos llegar a deducir el porqué no marchó a Roma tal como hemos intentado, pero esa respuesta quedará en la especulación de la historia.

285

Bibliografía DELBRUCK, Hans. Warfare in Antiquity. London.1920 GARCÍA TOMAS, Salvador. Aníbal. Un genio de la Guerra. Editorial Cultiva Libros. 2011 GOLDSWORTHY, Adrian. Las Guerras Púnicas. Editorial Ariel. 2002 GOLDSWORTHY, Adrian. Cannae. Editorial Cassel. 2001 HEALY, Mark. Cannae 216 B.C. Editorial Osprey Publishing. LAZENBY, J.F. Hannibal War. London. 1978 TITO LIVIO. Historia de la Segunda Guerra Púnica. Editorial Alianza. 1998 POLIBIO de Megalópolis. Historia Universal Bajo la República Romana. Editorial Gredos. 2003

286

La Rebelión de los Esclavos: Lecciones militares y consecuencias políticas de la insurgencia de Espartaco (73-71 a. C.)

Prof Nicolás Poljak Universidad de Buenos Aires

Introducción En el capítulo anterior hemos analizado sucintamente la cuestión de los conflictos sociales existentes entre patricios y plebeyos en la República Romana de los siglos V y IV225, y hemos planteado la hipótesis de que dicho conflicto acabaría por resolverse (o mejor, dicho, por atenuarse, al menos temporalmente) sólo gracias a un factor fundamental, tantas veces olvidado o minimizado por quienes hacen énfasis en la historia social y económica de Roma: la expansión militar. Es esta una esfera que, en una sociedad como la romana, no puede escindirse en absoluto de las otras, por cuanto la expansión militar que llevaría a la construcción de un imperio en toda regla resultó central para canalizar las mencionadas tensiones sociales, brindando de este modo una mayor estabilidad a una sociedad que se encontraba atravesando una etapa particularmente conflictiva de su historia. Asimismo, sostuvimos también que dicha expansión territorial que llevaría a la República Romana a convertirse en dueña del Mediterráneo se dio simultáneamente a las transformaciones que propiciaron el surgimiento en la propia Roma de una economía de tipo esclavista, siendo la expansión no tanto la causa (como solía creerse) del desarrollo de dicha economía, sino, antes bien, una consecuencia de la misma. Es decir, fue la demanda preexistente de esclavos producto de las transformaciones estructurales de la propia sociedad romana lo que hizo que los prisioneros obtenidos en las 225

Por cuestiones de simplicidad, utilizaremos las fechas de este modo, aclarando, desde luego, que todas ellas son antes de Cristo.

287

guerras fueran esclavizados, y no la disponibilidad de prisioneros lo que dio lugar al desarrollo del esclavismo. En el presente capítulo, pondremos el foco en el siglo I para analizar un episodio posterior de la historia de la República Romana, profundamente ligado tanto a la cuestión de la esclavitud como a la cuestión de la guerra (cuestiones ambas acaso difícilmente disociables en la Antigüedad). Se trata de la revuelta o rebelión de esclavos acontecida entre los años 73 y 71 y acaudillada por el famoso gladiador de origen tracio, Espartaco. Personaje por demás célebre para el público actual, acostumbrado a las imágenes romantizadas que de él hicieran la literatura, el cine y la televisión, el auténtico Espartaco es de hecho un personaje en cierto punto poco conocido, que de hecho carecía, entre los antiguos, de la relevancia que ha adquirido en la cultura popular moderna, la cual ha querido ver en él, muchas veces, al líder de una auténtica revolución. Sin embargo, si consideramos a ésta como un intento organizado y consciente de transformación radical y estructural de un sistema social y económico (o, para decirlo en términos marxistas, de un modo de producción), el análisis de la rebelión liderada por Espartaco parecería acercarnos a conclusiones diferentes. Lejos de un revolucionario dueño de una conciencia de clase que le impulsó a luchar por la abolición del sistema esclavista, Espartaco se nos presenta, sostendremos en el presente capítulo, como el líder carismático de una rebelión, insurrección o insurgencia (utilizaremos dichos términos como sinónimos) no demasiado diferente (más que por su magnitud) de otros episodios similares acontecidos a los largo de la Antigüedad y documentados tanto para el caso de Grecia como para el caso de la República Romana. Dicha insurgencia constituyó un movimiento heterogéneo, carente de objetivos unificados definidos, y caracterizada en primer lugar por el mencionado liderazgo carismático de caudillos como Espartaco, liderazgo que, siguiendo la clásica definición de Max Weber, se caracteriza aún más por su inestabilidad que por su magnetismo. Pese a estas consideraciones, sostendremos también que las insurgencias de esclavos enfrentadas por la República Romana en el último siglo de su historia, 288

y particularmente la liderada por Espartaco, revistieron gran importancia tanto militar como política, aún cuando las fuentes clásicas no lo admitan directamente. Por un lado, introdujeron nuevas formas de combate, al tratarse esta de una guerra de nuevo tipo que, si bien puede haber estado condenada al fracaso desde el inicio, forzó a los comandantes romanos a adaptarse a las nuevas condiciones a las que se enfrentaban para poder sobreponerse a las mismas. En dicho contexto de transformación militar, y en segundo lugar, el resultado de las insurrecciones de esclavos (es decir, su derrota) sería uno de los factores (desde luego, no el único y acaso ni siquiera el principal) que acabarían por tener, de un modo más indirecto, importantes consecuencias en los futuros acontecimientos políticos de la República Romana, acontecimientos que marcarían el fin de la misma y el nacimiento del Principado.

Espartaco,

el

héroe

moderno:

el

abordaje

historiográfico

de

las

insurrecciones de esclavos Como mencionamos, Espartaco resulta aún al día de hoy un personaje un tanto oscuro, acaso más conocido por el cine o la televisión que por la historiografía académica. La razón es evidente: las fuentes de que disponemos para el estudio de la rebelión de Espartaco (así como de todas las otras revueltas de esclavos de la Antigüedad) son escasas y por demás sesgadas, por cuanto recogen el punto de vista de los amos y abordan un tema que no a muchos de ellos les habría resultado particularmente interesante ni mucho menos elogioso. Tal y como señala el historiador norteamericano y especialista en historia militar de la Antigüedad Barry Strauss, ―La guerra antigua está relativamente bien documentada, pero no se puede decir lo mismo de las antiguas revueltas de esclavos. Se conserva muy poca documentación. En parte se debe a la mala suerte, pero probablemente refleja también una falta de interés al respecto por parte de la antigua élite. Las guerras de esclavos se consideraban despreciables. No había honor 289

alguno en su conquista, una verdad que los romanos reconocieron al negarse a conceder el triunfo a un general simplemente por haber ganado una guerra de esclavos (…). Perder frente a los esclavos era, sin duda, intolerable. Otro aspecto acerca de las fuentes es que prácticamente todas presentan el punto de vista del amo. No podemos hacer más que conjeturas sobre los planes o motivos de los rebeldes basándonos en nuestros conocimientos. Lo mismo ocurre con el estudio de la esclavitud incluso en períodos más modernos de la historia.‖226

Si los textos de Diodoro Sículo constituyen la principal fuente para el análisis de las dos grandes insurrecciones serviles sicilianas (acontecidas en 135-132 y 104100), para el caso de la insurrección de Espartaco de 73-71, la principales fuentes disponibles forman parte de la obra de Apiano, en su Historia de las Guerras Civiles, y de Plutarco, particularmente el tercer volumen de sus Vidas Paralelas, en las que se hace un abordaje, en absoluto exhaustivo, de la mencionada insurrección, al cubrir el autor los principales acontecimientos de la vida de Marco Craso. Y si las fuentes para el estudio de las guerras de esclavos deben ser abordadas con cautela, lo mismo puede decirse de la mayor parte de la historiografía (por otro lado, no tan abundante) que se ocupó de la cuestión en el siglo XX. La apropiación que desde el marxismo se hizo de la figura de Espartaco (cuestión que ha contribuido no poco a la fama del personaje en tiempos recientes) ha desatado intensas polémicas entre historiadores marxistas (principalmente soviéticos) e historiadores no marxistas acerca de cómo debía entenderse la naturaleza de las revueltas de esclavos. Esta cuestión es señalada por el historiador argentino Fernando Piantanida, quien sostiene que: 226

Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), El arte de la guerra en el mundo antiguo. De las guerras persas a la caída de Roma, Crítica, Barcelona, 2012, p. 187.

290

La historiografía del siglo XX se ocupó fundamentalmente de la interpretación que correspondía darles a las insurrecciones serviles (Dumont, 1987: 161). El marxismo, la revolución bolchevique y las condiciones políticas de la investigación histórica en la Unión Soviética y en las Democracias Populares fueron determinantes para esta nueva orientación (Dumont, 1987: 162). Habiéndose postulado la naturaleza de clases de la sociedad antigua, considerándose a los esclavos como constituyentes de una clase social, y a la lucha de clases como el motor de la historia, se reflexionó luego sobre si las revueltas serviles constituyeron un momento importante en la lucha de clases, si se trataría de episodios revolucionarios que dieron lugar a una nueva sociedad o al menos a importantes cambios en el orden social existente (Dumont, 1987:163). A partir de entonces el estudio de los tres grandes levantamientos de esclavos de fines de la República Romana fue abordado por la historiografía con el imaginario contemporáneo de lo que constituye una revolución (una transformación del orden social) trasladándolo al mundo antiguo para así juzgar el carácter de dichos acontecimientos, bien como ―revoluciones‖ o bien como ―rebeliones‖, es decir, en función de si los esclavos buscaron conscientemente la eliminación de la esclavitud o no (García Mac Gaw, en prensa), generándose una intensa polémica entre historiadores marxistas y no-marxistas. Como puede observarse, el estudio de la esclavitud antigua –incluyendo el de las luchas de los esclavosconfirma la sentencia de Croce de que ―toda historia es historia contemporánea.‖227 Aún por fuera de la historiografía marxista o soviética, el carácter “revolucionario” de la insurgencia de Espartaco es muchas veces dado por descontado

en

una

cultura

popular

que

continúa

haciéndose

eco

de

interpretaciones de la historiografía moderna más que de un cabal conocimiento 227

Piantanida, F. M., “Las insurrecciones serviles en Sicilia. El relato de Diodoro Sículo y la participación de los campesinos libres”, en Sociedades Precapitalistas, Vol. 2, Nº 1, 2do semestre de 2012, p. 3-4.

291

de los acontecimientos de la Antigüedad (algo que por otro lado puede bien aplicarse a cualquier hecho o contexto histórico). Como mencionáramos anteriormente, adoptaremos aquí la línea que ve en los sucesos de la rebelión acaudillada por Espartaco (así como en las dos guerras sicilianas de eslavos, que no abordaremos aquí) una insurrección o insurgencia, mas no una auténtica revolución, y trataremos, pues, de analizar la guerra liderada por el esclavo rebelde de la Antigüedad alejándonos del héroe de la cultura popular moderna. Jugando con fuego: Roma y las insurgencias de esclavos en los siglos II-I a. C. Como mencionamos, la insurgencia acaudillada por Espartaco no fue sino la última (y la más peligrosa) de una serie de rebeliones de esclavos acontecidas en un período relativamente breve; recapitulando, ―Las grandes insurrecciones de esclavos, en las que estaban involucradas decenas de miles de rebeldes, estallaron primero en Sicilia y después en Italia entre 140 y 70 a. C. Se trata de la primera y segunda guerras sicilianas de esclavos (135-132 y 104-100 a. C., respectivamente) y la rebelión de Espartaco (73-71 a. C). Estas fueron las mayores guerras de esclavos del mundo antiguo; de hecho, figuran entre las principales guerras de esclavos de la historia.‖228 Estas grandes rebeliones, que con toda justicia pueden calificarse de guerras, resultaron sorprendentes incluso entonces, al constituir un acontecimiento poco común en la Antigüedad. Las insurgencias de esclavos habían sido hasta entonces sucesos poco frecuentes, y sin haber alcanzado jamás la magnitud de aquellos a los que debió enfrentarse la República Romana entre los siglos II y I. Sin embargo, existen motivos que permiten explicar el por qué de la aparentemente asombrosa proliferación de las mismas en aquel contexto específico.

228

Strauss, B., Op. cit., p. 190.

292

Como señaláramos en el capítulo anterior, las victoriosas guerras libradas por la República entre el 300 y el 100 aproximadamente habían brindado a Roma una enorme cantidad de mano de obra esclava. Géza Alföldy señaló acertadamente que ―la importancia de la esclavitud para la economía romana se hizo enorme en el plazo de muy corto tiempo tras la segunda guerra púnica, por la sencilla razón de que la oferta y la demanda de esta rentable fuerza de trabajo crecieron súbita y simultáneamente‖229. La guerra fue el factor que, si bien no dio de por sí origen a la economía de tipo esclavista, sí permitió su fortalecimiento, consolidación y expansión, y de este modo, ―alentada por sus conquistas militares en torno al Mediterráneo, Roma inundó Italia de mano de obra no libre. En el siglo I a. C. había aproximadamente entre un millón y un millón y medio de esclavos en la península, y constituían probablemente el 20 por 100 de la población de Italia‖230. Si retomamos aquí la clásica definición aportada por Finley que hiciéramos nuestra en el capítulo anterior231, una de las características fundamentales de la esclavitud era precisamente el desarraigo, es decir, el aislamiento social, al que eran sometidas aquellas personas reducidas a la esclavitud, arrancadas de sus comunidades de origen por las victoriosas tropas romanas. Ahora bien, no era este precisamente el caso, o al menos no siempre, si tenemos en cuenta que en la Italia de los siglos II-I ya habían surgido las condiciones que permitían una cada vez mayor sociabilidad entre los esclavos (o al menos entre algunos de ellos). Actuando de un modo opuesto al que muchos autores clásicos aconsejaban, los romanos dieron lugar a la concentración de enormes cantidades de esclavos provenientes de las mismas regiones y de los mismos pueblos, o que en todo caso poseían la capacidad de comunicarse entre sí. Un notable ejemplo de esta cuestión lo provee el hecho de que muchos de estos esclavos provenían del Mediterráneo Oriental, y si bien ―eran originarios de diferentes países, la mayoría de ellos hablaba una misma lengua, el griego. Los romanos permitieron también grandes concentraciones de tracios y celtas, por ejemplo, en los barracones de los

229

Alföldy, G., Historia social de Roma, Alianza Editorial, Madrid, 1978, p. 83. Strauss, B., Op. cit., p. 191. 231 Véase Finley, M. I., Esclavitud antigua e ideología moderna, Crítica, Barcelona, 1982. 230

293

gladiadores donde se gestó la revuelta de Espartaco‖232. El desarraigo en el que hiciera énfasis Finley, pues, no era una condición que se cumpliera estrictamente, y desde luego, esto tendría un gran efecto sobre la capacidad de los propietarios y del propio Estado romano de ejercer un control efectivo sobre las cada vez mayores masas de esclavos que se concentraban en suelo italiano.

Cisalpina Mutina Umbria

Piceno Etruria Córcega Roma

Samnium Ostia

Latium

Apulia Calabria Lucania

Brutium

Sicilia

232

Strauss, B., Op. cit., p. 192.

294

Insurgencia de Espartaco 71-73 a.C.

En segundo lugar, cabe señalarse que este control era aún más deficiente si se consideran las actividades a las que los muchos de estos esclavos se abocaban. Debe quedar claro, no fue entre los esclavos educados de las familias patricias que surgió la rebelión (dicho de otro modo, alguien como Polibio no tomaría las armas contra la familia de Escipión), sino entre aquellos que trabajaban en el campo, en las grandes haciendas del sur de Italia, o bien entre los que luchaban en la arena como gladiadores. Este tipo de actividades implicaron no sólo, en ocasiones, una mayor dificultad para mantener un rígido control sobre la mano de obra esclava, sino también una cuestión adicional que no puede ser soslayada. Se trata del hecho de que ―muchos esclavos eran diestros con las armas, puesto que muchos de ellos eran prisioneros de guerra que habían sido adiestrados en ejércitos extranjeros. Espartaco, por ejemplo, había servido como auxiliar en el ejército romano (es decir, combatió en una unidad aliada, probablemente como soldado de caballería)‖233. La cuestión del pasado militar de Espartaco (así como de muchos de sus seguidores) ha sido destacada por multiplicidad de autores tanto antiguos como modernos, algunos de los cuales han afirmado también que el tracio, además de una gran experiencia en el uso de armas, ―tenía un gran instinto para dirigir tropas‖234. Al menos una buena parte de los gladiadores habían sido soldados, e incluso aquellos esclavos que se desempeñaban como pastores ―tenían permiso para llevar amas debido al peligro que suponían los bandidos, los osos y los jabalíes‖235.

Se trata de los ―vaqueros y pastores (…), gente de

expeditas manos y de ligeros pies‖236 que menciona Plutarco. Esclavos de una procedencia común, o que al menos hablaban el mismo idioma, concentrados en las zonas rurales y abocados a actividades que les conferían un relativo grado de libertad (o implicaban una dificultad por parte de los amos de ejercer un control estricto) y muchas veces conllevaban el manejo de armas237. Esta cuestión no puede dejar de enfatizarse: ―al concentrar esclavos de

233

Ibíd. Everitt, A., Cicerón, Edhasa, Barcelona, 2007, p. 131. 235 Strauss, B., Op. cit., p. 192. 236 Plutarco, Vidas paralelas, Tomo III, p. 243. 237 Véase Alföldy, G., Op. cit., p. 98. 234

295

la misma nacionalidad o lengua, muchos de ellos antiguos soldados, y darles relativa libertad e incluso armas, así como acceso a los escondites en las montañas, Roma estaba jugando con fuego‖238. Las condiciones que de ningún modo causaron pero sí posibilitaron la revuelta ya estaban dadas. La propia Roma las había creado. Insurgencia, no revolución: la cuestión de los objetivos de los esclavos rebeldes Retomando brevemente el debate acerca del carácter “revolucionario” o no de la insurgencia de Espartaco, señalaremos brevemente algunas cuestiones importantes. En primer lugar, nos resulta difícil conocer a ciencia cierta las motivaciones y objetivos de los rebeldes a partir de las fuentes de que disponemos, pero toda la evidencia, así como nuestro conocimiento del contexto histórico, apunta en la misma dirección. Nada parece indicar que entre los esclavos hubiera algún tipo de ideología anti-esclavista o que la abolición de la propia esclavitud figurase entre sus objetivos. Al contrario, esto parece muy poco probable, y más aún si consideramos la notable ausencia de ideologías universalistas dentro del ideario de la Antigüedad precristiana. Esta cuestión es la que señala Strauss al afirmar que ―el mundo precristiano de Grecia y Roma carecía de ideologías movilizadoras de liberación universal. Tampoco había en la Antigüedad nada que combinase, como más tarde lo hizo el marxismo, una visión utópica secular con una ideología internacional‖239. De hecho, apenas, ―Tenemos constancia de unas pocas personas que en principio se oponían a la esclavitud. Entre ellas figuras filósofos griegos (las fuentes sólo mencionan a uno de ellos, el poco conocido Alcidamas), quizá un par de grupos marginales de judíos, por lo menos un padre de la Iglesia cristiana, Gregorio de Nisa, y acaso ciertos grupos cristianos heréticos. Por lo demás, no se

238 239

Strauss, B., Op. cit., p.192. Ibíd., p.195.

296

conoce ninguna doctrina abolicionista, ni entre los ciudadanos libres ni entre los esclavos.‖240 Ni siquiera el cristianismo, acaso la primera religión en introducir un concepto unitario de “humanidad”, implicó necesariamente la impugnación de la esclavitud en sí misma (aunque sentó las bases para que dicha idea fuera posible), y exceptuando

a

algún

poco

conocido

filósofo

griego,

buscar

ideologías

abolicionistas en la Antigüedad parece ser al menos anacrónico. Por otra parte, y por muy frecuente que resulte desde la actualidad hablar de “esclavos” como si de un grupo homogéneo se tratase, no puede perderse de vista la existencia de importantes diferencias entre los propios esclavos. El ejemplo de Polibio que mencionamos anteriormente nos resulta útil para recordar la existencia de lo que podríamos denominar “esclavos de elite”, que poca o ninguna relación tenían con los gladiadores o con los esclavos utilizados como mano de obra agrícola. Precisamente, ―el núcleo de los sublevados estaba integrado básicamente por esclavos de explotaciones agrícolas, es decir, por aquello que recibían un trato especialmente duro‖241. La presencia de estas diferencias (cuanto menos diferencias “de grado”) entre los esclavos hace muy poco probable la existencia de cualquier tipo de “conciencia de clase”, siendo la utilización de términos como este o similares un anacronismo producto de la aplicación de terminología moderna a un contexto histórico totalmente distinto del actual. Si no puede sostenerse, por lo tanto, que la insurgencia acaudillada por Espartaco fuera una auténtica revolución con vistas a abolir la esclavitud, ¿cuáles podríamos suponer que eran los auténticos objetivos de los rebeldes? Una vez más, las fuentes no son concluyentes, y la historiografía ha aportado diversas posibles respuestas. Sin embargo, muchos autores han coincidido en lo que señalara el historiador británico Peter Brunt ya en 1971:

240 241

Ibíd., p. 193. Alföldy, G., Op. cit., p. 100.

297

―Espartaco no condujo un movimiento de protesta contra la esclavitud, y menos aún un levantamiento de todo el proletariado. Pocos hombres libres colaborarían con los esclavos. Al parecer, la mayor parte de sus seguidores provenían de los pueblos allende los Alpes, sencillamente querían escapar y recobrar la libertad en su patria.‖242 La interpretación de Brunt ha sido discutida, al menos en ciertos puntos. La utilización de la palabra “proletariado”, aún cuando se trate de un término existente en latín, acaso no resulte sorprendente proviniendo de un autor que en pleno contexto de la Guerra Fría debía aún debatir contra una historiografía soviética o marxista deseosa de endilgar al alzamiento de Espartaco un carácter revolucionario o anti-esclavista, que la transformara de este modo en un antecedente de revoluciones más recientes. La tesis de la ausencia total de apoyo a los rebeldes por parte de estos sectores más pobres de la sociedad romana ha sido sin embargo cuestionada por autores más recientes243, que han planteado la posible existencia de una colaboración entre esclavos rebeldes y pobres libres. No ahondaremos demasiado en esta cuestión, más que para señalar que la misma daría cuenta de un movimiento insurgente cuya principal característica sería, precisamente, la heterogeneidad; no obstante, una vez más, la abolición de la esclavitud en sí misma no aparece como uno de los probables objetivos de cualquiera de los grupos rebeldes. En cuanto a los objetivos de los esclavos, muchos autores han seguido a grandes rasgos la línea señalada por Brunt. Así, Mary Beard señala que ―Muchos esclavos querían la libertad para sí mismos, pero todas las evidencias de la antigua Roma indican que la esclavitud como institución era algo que se daba por sentado, incluso por parte de los esclavos. Si tenían algún objetivo claramente formulado, lo más probable es que Espartaco y

242 243

Brunt, P.A., Conflictos sociales en la República romana, Eudeba, Buenos Aires, 1973, p. 169. Véase Piantanida, F. M., Op. cit.

298

sus compañeros fugitivos quisieran regresar a sus distintos hogares: en el caso de Espartaco a Tracia, en el norte de Grecia; para otros, la Galia .”244 La cuestión de la huída y el retorno a la tierra natal es también señalada por Strauss entre los objetivos de los esclavos rebeldes. Este autor destaca que ―Naturalmente, los esclavos rebeldes buscaban su libertad. Aquellos que se rebelaron en la primera guerra siciliana se lamentaban del trato cruel y humillante. (…) cuando Espartaco y sus seguidores escaparon de los barracones de gladiadores donde estaban cautivos, lo hicieron, según un autor, tras decidir ―arriesgarse por la libertad en lugar de ser exhibidos a los espectadores‖. Según este relato, la libertad y la dignidad fueron sus motivaciones, pero en ningún momento se menciona un deseo más general de liberar a todos los esclavos. Al parecer, tampoco lo intentaron.‖245 El autor señala otra cuestión interesante. El plan original de Espartaco, sostiene, no era el de ocupar Roma, como sostiene Apiano. Antes bien, y como afirmara Plutarco, su objetivo ―Era avanzar hacia el norte de Italia y después hacer que sus hombres se dividiesen en grupos separados y cruzasen los Alpes, donde tratarían de llegar a sus respectivas tierras natales. No obstante, el plan falló a causa de la división entre sus hombres. Espartaco nunca pudo imponer su autoridad en el grupo de rebeldes étnicamente heterogéneo que combatía con él. Estaba compuesto por un gran número de celtas y germánicos, junto con tracios y otros grupos, muchos de los cuales se oponían a sus órdenes.‖246 Esta cuestión refuerza el carácter de heterogeneidad que señaláramos anteriormente para las rebeliones de esclavos. Aún a pesar de los elementos comunes (idioma, experiencia en el manejo de armas) que posibilitaron la insurgencia en sí misma, las diferencias entre los esclavos que tomaron parte en la misma son tan notables como las existentes entre éstos y los que no lo hicieron, 244

Beard, M., SPQR. Una historia de la antigua Roma, Crítica, Barcelona, 2016, p. 265. Strauss, B., Op. cit., pp. 193-194. 246 Ibíd., p. 201. 245

299

así como entre los esclavos y los pobres libres que pudieron haberse sumado a la revuelta. La cuestión étnica, es decir, el hecho de que la mayoría de los esclavos rebeldes proviniera de pueblos que habían sido enemigos de Roma, y en muchos casos incluso tuvieran experiencia militar, es un dato que tampoco puede soslayarse, pues la procedencia (no puede hablarse en la Antigüedad de “nacionalidad” más allá del uso indiscriminado que muchos autores hagan del término), así como la subsiguiente heterogeneidad de los esclavos a raíz de este motivo, puede haber sido tan relevante como la cuestión de la condición social servil común a todos ellos. De este modo, ―a pesar de que no pocos esclavos tenían experiencia militar, puesto que muchos eran ex prisioneros de guerra, los ejércitos rebeldes carecían de la cohesión que surge del entrenamiento conjunto. A menudo presentaban una heterogeneidad lingüística o étnica que dificultaba la comunicación, por no decir la solidaridad‖247, cuestión no menor a la hora de analizar el desempeño militar de los rebeldes y sus resultados. Nápoles

Methapontum

Nares Lucaniae

Heraclea

Thuri

Mar Tirreno

Puteoli

Campaña de Espartaco en el Sur de Italia Rhegium

Sicilia

247

Ibíd., p. 198.

300

El Estado contra la insurgencia: aspectos militares de la guerra de Espartaco contra Roma El número de esclavos que llegaron a conformar el ejército liderado por Espartaco es también materia de debate, y diversos autores han señalado que las cifras proporcionadas por las fuentes clásicas deben tomarse al menos con cautela. En relación al número de esclavos que se fugaron junto con Espartaco, dando de este modo inicio a la rebelión, afirma Plutarco que pese a que en un inicio ―se confabularon hasta unos doscientos para fugarse‖248, sólo fueron 78 los que finalmente llevaron a cabo dicho acto. La historiografía más reciente también coloca la cifra de esclavos fugados en alrededor de setenta, pero es en relación al número de combatientes que llegó a dirigir Espartaco donde aparecen las principales inexactitudes. Si en su momento Peter Brunt afirmó de los rebeldes que ―puede que su número haya llegado a los 150.000 hombres‖ 249, en fecha más reciente Mary Beard ha sostenido que ―los escritores romanos, para quienes la insurrección de los esclavos era probablemente la señal más alarmante de un mundo puesto bocabajo, exageran el número de partidarios que atrajo Espartaco: los cálculos llegan hasta los 120.000 insurgentes‖250. Aún este último número, proveniente de las crónicas de Apiano, debería ser matizado, y algunos autores han aventurado una cifra plausible de entre 70.000 y 80.000 rebeldes, también proveniente de la misma fuente (aunque se ha señalado que dicha cifra puede incluir a fugitivos no combatientes, siendo el número de combatientes de hecho aún menor)251. Como fuere, no hay duda de que las fuerzas acaudilladas por Espartaco llegaron a ser notablemente grandes para estándares del momento, más si se tiene en cuenta que, probablemente, el número de esclavos crucificados luego de la derrota ascendió a aproximadamente 6.000252.

248

Plutarco, Op. cit., p. 241. Brunt, P. A., Op. cit., p 169. 250 Beard, M., Op. cit., p. 264. 251 Fields, N., Spartacus and the slave war, 73-71 BC. A gladiator rebels against Rome, Osprey Publishing, Oxford, 2009, p. 40. 252 Strauss, B., Op. cit., p. 203. 249

301

Pero más allá del número de sus tropas, Espartaco parece haber sido consciente desde un principio de la naturaleza del enemigo al que enfrentaba, y del tipo de guerra que consecuentemente debía librar. También en este aspecto la palabra “insurgencia” parece ser el término adecuado para referirse a los aspectos militares de la guerra de Espartaco, que consistió en el enfrentamiento de una banda

de

rebeldes

(numerosa,

es

cierto)

contra

las

fuerzas

militares

perfectamente equipadas y entrenadas de un Estado. Efectivamente, las reformas atribuidas al cónsul Cayo Mario habían transformado al ejército romano, ya de por sí un poderosa fuerza que había protagonizado la conquista del Mediterráneo, en una maquinaria bélica profesional financiada mediante una inmensa disponibilidad de recursos económicos. Frente a un enemigo de semejantes características, las únicas ventajas de las que disponía Espartaco eran la sorpresa y la velocidad, en una guerra que por momentos parecía adoptar el carácter de guerrilla, técnica en la que los tracios parecen haber tenido cierta destreza253. No debe perderse de vista que ―el enemigo tenía los recursos de un Estado a su disposición, mientras que los insurgentes tenían pocas posibilidades de éxito a la larga contra un enemigo decidido. No obstante, utilizando la sorpresa y tácticas poco convencionales podían alcanzar victorias a corto plazo a veces espectaculares‖ 254. Por otro lado, ―el enemigo, dado que normalmente contaba con hombres bien armados y bien entrenados que estaban habituados a combatir juntos y preparados para librar batallas campales, constituía un fuerza que los rebeldes no podían esperar vencer en combate regular. O más exactamente, un enemigo al que a la larga no podrían llegar a derrotar‖255 Victorias espectaculares a corto plazo frente a la certeza de la derrota en el largo plazo, y más aún, la certeza de la derrota en combate regular, he allí el rasgo principal de la guerra de Espartaco, y he allí la causa de que el objetivo perseguido por el gladiador tracio (al menos si era efectivamente tan prudente como las fuentes clásicas lo describen) fuera, muy probablemente, antes la huida 253

Strauss, B., The Spartacus War, Nueva York, Simon & Schuster, 2009, p. 8. Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p. 197. 255 Ibíd., p. 198. 254

302

tras una guerra breve y no la prolongación de la misma con vistas a una victoria definitiva sobre el Estado romano. Como afirmáramos, las tácticas empleadas por los rebeldes dan cuenta de esta cuestión. Los ataques de las fuerzas de Espartaco eran sorpresivos, y caían sobre las tropas romanas antes de que éstas pudieran reunirse con los refuerzos suficientes para hacer frente a los rebeldes. Asimismo, cada una de las victorias alcanzadas por los insurgentes les proveía de más y mejores armas y equipo, es decir, aquel que obtenían del enemigo derrotado256. El ejército liderado por Espartaco era, pues, uno que se alimentaba sólo a partir de sus victorias. Necesitaba del combate y de la victoria para poder continuar operativo, pero no podía exponerse a la posibilidad de una derrota de la que no hubiera vuelta atrás. En semejante contexto, el ejército rebelde debía vivir, asimismo, de las tierras por las que pasaba; los insurgentes sencillamente ―no tuvieron otra alternativa que abastecerse en el lugar‖257. Y el efecto que esto tuvo sobre la campiña romana no puede ser despreciado. Al contrario, ―Una de las consecuencias inherentes a la situación de los rebeldes es que fueran a la zaga de objetivos fáciles, es decir, de los civiles. (…) Por consiguiente, la mejor táctica para los rebeldes eran las incursiones reiteradas. La guerra de guerrillas y las tácticas no convencionales constituían los fundamentos de las revueltas de esclavos. A menudo presentaban un problema militar para los amos, agravado por un aprieto político y una paradoja económica. Su infantería fuertemente armada estaba mal equipada para derrotar a los asaltantes que golpeaban y se daban a la fuga. Les resultaba difícil contrarrestar el conocimiento que tenían los rebeldes de las colinas y montañas que eran el territorio habitual de la rebelión de esclavos.‖258

256

Fields, N., Op. cit., pp. 39-40. Brunt, P., Op. cit., p 169. 258 Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., pp. 198-199. 257

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El golpe sorpresivo, el saqueo y la huída eran pues los métodos que permitieron a las fuerzas de Espartaco sobrevivir, equiparse y continuar la lucha, al menos por un tiempo. En las colinas que conocían tan bien, los esclavos rebeldes se encontraban relativamente a salvo de las legiones romanas, a las que no podían esperar vencer en una confrontación directa a campo abierto. Fue precisamente cuando los romanos lograron forzar dicha confrontación directa que la suerte de Espartaco fue decidida. Hacia comienzos del año 71, las fuerzas de Espartaco habían podido derrotar ya a nada menos que nueve ejércitos enviados por Roma en su contra, pero siempre en superioridad numérica y explotando al máximo las posibilidades de la sorpresa y las tácticas de guerrilla. Por aquel entonces, el Senado romano había tomado muy en serio la amenaza de los insurgentes, y los momentos iniciales en los cuales el desprecio al enemigo esclavo había tal vez entorpecido o limitado la reacción de los amos habían quedado hacía tiempo atrás. Si en un principio se consideraba poco digno el tomarse la molestia de organizar y comandar una guerra en toda escala contra esclavos fugitivos (sin mencionar que además resultaba contraproducente, por cuanto implicaba, con la muerte de los esclavos, la destrucción del capital de sus amos), ―los romanos finalmente aprendieron a no tomarse a la ligera las amenazas de rebelión‖259. A decir de Plutarco, ―no fue sólo la humillación y la vergüenza de aquella rebelión la que irritó al Senado, sino que por temor y consideración al peligro‖ se decidió encarar aquella situación ―como a una de las guerras más peligrosas‖260. La importancia de esta modificación en la actitud romana no puede ser subestimada: el Senado comenzó a ver aquella bellum servile, guerra de esclavos, como una bellum iustum, es decir, una guerra propiamente dicha, en toda regla261. Una Roma ya mucho más decidida pudo poner en juego su inmensa disponibilidad de recursos tanto económicos como militares para decidir el resultado de la guerra de una vez por todas. Luego de las sucesivas derrotas sufridas ante las fuerzas 259

Ibíd., p. 203. Plutarco, Op. cit., p. 244. 261 Véase Fields, N., Op. cit., p. 51. 260

304

insurgentes, el Senado nombró comandante a Marco Licinio Craso, quien recibió la orden de reunir y organizar un nuevo ejército. Muchos de sus soldados eran profesionales y experimentados, ―probablemente veteranos que habían combatido por Sila en las guerras civiles de Roma una década atrás; otros fueron sometidos a la férrea disciplina impuesta por Craso‖262, a quien Plutarco atribuye la reintroducción de la antigua práctica de decimatio en el ejército romano, consistente en la ejecución de uno de cada diez soldados (seleccionados al azar) de toda unidad que desertara263. En total, Craso movilizó a diez legiones, a las que se sumaron las tropas traídas desde Hispania y comandadas por otro ya afamado comandante militar, Pompeyo, que acababa de derrotar a los rebeldes de aquella provincia. Frente a la repentina superioridad de las fuerzas enemigas, Espartaco decidió retirarse hacia el sur y cruzar con sus fuerzas a Sicilia, en un intento de abandonar Italia por mar. Sin embargo, nunca lo lograron. Ya sea que Espartaco efectivamente fuera engañado por piratas que le prometieron transportar a sus fuerzas y luego huyeron abandonándolos, como sostiene Plutarco, ya cualquier otra razón, lo cierto es que el ejército insurgente fue rodeado en Lucania, al sur de Italia, antes de poder cruzar el estrecho de Mesina. Craso completó pacientemente este cercamiento, y sólo entonces decidió forzar la batalla decisiva, la cual se libró junto al río Silario (el moderno río Sele), aunque es normalmente conocida por el nombre de Batalla de Apulia. A los aproximadamente 30.000 o 40.000 hombres (según estimaciones modernas) liderados por Espartaco se oponía una cantidad similar de tropas romanas. Según parece, las hostilidades se iniciaron en forma fortuita, cuando algunos soldados romanos a los que se había ordenado cavar trincheras para un sistema de fortificaciones entablaron combate con exploradores del ejército de Espartaco. Ambos bandos solicitaron refuerzos deviniendo el combate una batalla 262

Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p. 201. 263 ―A quinientos [soldados], los primeros en huir y los más cobardes, los repartió en cincuenta décadas, y de cada una de ellas hizo quitar la vida a uno, a quien cupo por suerte, restableciendo este castigo antiguo de los soldados interrumpido tiempo había‖. Véase Plutarco, Op. cit., p. 245.

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en toda regla264. En el combate a campo abierto y en formación cerrada, las legiones romanas hicieron valer su innegable superioridad. La mayor parte de las fuentes hablan de unas 60.000 bajas en las filas de Espartaco, y apenas 1.000 entre los romanos. Aún cuando estas cifras pudieran matizarse, la victoria de los romanos fue en efecto decisiva. Plutarco narra en forma casi homérica la heroica muerte de Espartaco en batalla: ―Dirigióse en seguida contra el mismo Craso por entre muchas armas y heridas; y aunque no penetró hasta él, quitó la vida a dos centuriones que se opusieron a su paso. Finalmente dando a huir los que consigo tenía, él mismo permaneció inmoble; y cercado de muchos, se defendió hasta que lo hicieron pedazos‖265. Aún cuando podamos dudar de la veracidad del citado pasaje, lo cierto es que Espartaco probablemente muriera en batalla, y su cuerpo nunca se recuperó. De los sobrevivientes de su ejército, aproximadamente 6.000 serían crucificados por las victoriosas tropas romanas. La cuestión, que mencionamos anteriormente, acerca de las incursiones de los insurgentes, la guerra de guerrillas y el ataque contra objetivos civiles tiene otra consecuencia, que debe señalarse a fin de comprender las tan a menudo soslayadas influencias que la guerra de Espartaco acaso tendría en el devenir de la política romana en las décadas siguientes. Se trata del sentimiento de inseguridad que generó entre muchos romanos, y no sólo (ni acaso principalmente) los de los sectores sociales más altos, la presencia de ejércitos rebeldes que merodeaban a sus anchas por Italia abasteciéndose a partir de ataques a la población civil. Si bien es muy posible que, como mencionamos anteriormente, muchos libres pobres y no propietarios (los llamados proletarii) efectivamente hayan participado de las revueltas serviles en virtud de sus propios objetivos y reivindicaciones, no debemos olvidar que, tal como desarrollamos en el capítulo anterior, la expansión militar había posibilitado el surgimiento de una capa de pequeños y medianos propietarios de tierras, gente que tenía algo que perder pero no el suficiente poder para defender su propiedad o reponerla una vez perdida. No cabe duda de que dichos sectores sociales fueron los más castigados 264 265

Véase Fields, N., Op. cit., pp. 71-74. Plutarco, Op. cit., p. 247.

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por la que adquirió en la práctica el carácter de otra guerra civil en toda regla, estando todavía fresco en la memoria el recuerdo de los días de Sila. Ya Peter Brunt afirmó en su momento que ―Desde luego sus propietarios sufrieron una severa pérdida económica. Hasta que se los pudiera reemplazar, la demanda de trabajadores libres debió de aumentar. Pero es natural que quienes más sufrieron fueran los pequeños labriegos, pues no tenían reservas que les permitieran aguantar hasta mejores tiempos cuando saqueaban sus graneros, destruían sus cosechas y árboles y quemaban sus casas. Además, muchos debieron incorporarse a las legiones.‖266 La rebelión de Espartaco implicó, por lo tanto, la militarización de la sociedad romana, pero también, y sobre todo, la presencia de la guerra en el propio territorio de Italia. Y si para muchos romanos, pobres y pequeños propietarios, incorporarse a las legiones era la única opción para escapar de la de otro modo inevitable situación de pobreza, las guerras civiles ya habían asolado a Italia durante demasiado tiempo, y formaba parte del interés de muchos romanos acabar con las mismas de una vez por todas o, en todo caso, volver a exportar el conflicto en una nueva etapa de expansión militar, que proporcionara oportunidades de empleo y botín a los hombres enlistados. Del mismo modo, puede suponerse que la situación de inseguridad generada por las guerras civiles en general y las guerras de esclavos en particular puede haber sido una de las causas que contribuyeron a las grandes transformaciones de la política romana en los últimos años del período republicano. Dicho de otro modo, la mencionada inestabilidad dio nuevo impulso a las figuras de líderes militares fuertes y que hubieran demostrado su eficiencia en batalla, así como a la hora de restaurar el orden. Esto equivale a decir que, como afirma Strauss, ―La incapacidad de Roma de detener a Espartaco potenció las trayectorias de los generales de carrera que representaban la mayor amenaza para la República. Al convertir el campo en una región insegura, los esclavos 266

Brunt, P., Op. cit., p. 169.

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rebeldes impulsaron el sentimiento de inestabilidad, lo que hizo que los romanos estuviesen dispuestos a dar un vuelco al Estado y ponerlo en manos de los césares.‖267 Si el Senado no se demostraba capaz de restaurar el orden, muchos romanos (y quizás especialmente los pequeños propietarios que más tenían que perder) depositarían sus esperanzas en líderes fuertes que sí fuesen capaces de hacerlo. Y luego de que la carrera política de Craso fuera truncada por su muerte en batalla al enfrentar al Imperio Parto en Carrhae, dos serían los generales que, habiendo probado su eficacia militar, dirimieron los destinos de la República en sus últimos años: Cneo Pompeyo Magno y Cayo Julio César. Conclusión Sin pretender realizar grandes novedades a la historiografía sobre el tema, hemos pasado revista a los principales aportes que ésta ha realizado respecto a la cuestión de la insurgencia acaudillada por Espartaco, su naturaleza, sus causas, sus objetivos y, finalmente, su derrota. Consideramos, por todo lo expuesto, que el término “insurgencia” es el apropiado para definir a un movimiento que dio lugar a un tipo de guerra irregular, problemática por sus características, al menos en un principio, para las legiones romanas, pero que por otro lado carecía de objetivos que puedan definirse, según la terminología actual, como revolucionarios. La heterogeneidad que caracterizó a este movimiento insurgente, tanto en su composición como en sus objetivos, bien puede haber sido una de las causas de su fracaso, aún cuando las tácticas de guerrilla, basadas en la sorpresa y la huida, permitieran a los rebeldes alcanzar notables victorias en el corto plazo, siempre y cuando no cometieran el error de presentar batalla a campo abierto contra las muy superiores fuerzas regulares de los romanos. Tal y como señala Strauss, el quid de la cuestión es algo que puede verse claramente en el marco de las guerras de esclavos de la Antigüedad, pero en absoluto exclusivamente allí: se trata de la contraposición entre un movimiento insurgente y el poder de un Estado. El fin de la 267

Strauss, B., “Guerras de esclavos en Grecia y Roma”, en Davis Hanson, V. (ed.), Op. cit., p. 191.

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guerra de Espartaco da cuenta precisamente de la victoria de un Estado organizado y centralizado, con un aparato fiscal que le proveía de abundantes recursos económicos y un ejército regular, profesional, entrenado y bien equipado, sobre fuerzas irregulares e insurgentes que a lo sumo podían aspirar a obtener unas pocas victorias basadas en la sorpresa, así como en un uso inteligente de un terreno que conocían bien. Es este último un factor que no debe despreciarse, tanto en estas guerras como en otras más recientes, así como el dato de las desastrosas consecuencias que produjo el hecho de que el Senado romano, en un principio, subestimase a los rebeldes en lugar de plantear la necesidad de organizar contra ellos una guerra en toda regla. Las analogías históricas abundan, y no es este lugar para las mismas, pero ―De todo esto puede extraerse una lección para el presente. Los insurgentes pueden irrumpir en escena tan estrepitosamente como lo hicieron Espartaco y sus gladiadores rebeldes. Pueden conseguir apoyo religioso y aterrorizar a las poblaciones locales. Al principio pueden reclutar en sus filas a otros individuos descontentos. Pueden incluso salir de los montes y tratar de establecer su autoridad sobre una ciudad o una provincia. Sin embargo, cuando el Estado responde con toda su fuerza armada, los rebeldes normalmente están sentenciados.‖268 El triunfo insoslayable del Estado romano fue también, como mencionamos, el de aquellos hombres que se demostraron lo suficiente fuertes para conducirlo a través de una era de crisis. Una vez más, resulta tentador caer en la analogía y en el inevitable anacronismo, mas sólo diremos, a modo de cierre, que la victoria de Julio César en la Guerra de las Galias sólo le abrió las puertas al poder absoluto sobre una Roma que ya estaba, quizás desde hacía tiempo, lista para su llegada.

268

Ibíd., p. 205.

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Bibliografía

ALFOLDY, G. Historia social de Roma. Alianza Editorial. 1978 BEARD, M. SPQR. Una historia de la antigua Roma. Editorial Crítica. 2016 BRUNT, P.A. Conflictos sociales en la República romana. Editorial Eudeba. 1973 EVERITT, A. Cicerón. Editorial Edhasa. 2007 FIELDS, N. Spartacus and the slave war, 73-71 BC. A gladiator rebels against Rome, Osprey Publishing, Oxford, 2009. FINLEY, M.I. Esclavitud antigua e ideología moderna. Editorial Crítica. 1982 PIANTANIDA, F. M. ―Las insurrecciones serviles en Sicilia. El relato de Diodoro Sículo y la participación de los campesinos libres‖, en Sociedades Precapitalistas, Vol. 2, Nº 1, 2do semestre de 2012. Plutarco. Vidas Paralelas. Tomo III. Editorial Gredos. 2002 STRAUSS, B., ―Guerras de esclavos en Grecia y Roma‖, en Davis Hanson, V. (ed.), El arte de la guerra en el mundo antiguo. De las guerras persas a la caída de Roma, Crítica, Barcelona, 2012. STRAUSS, B. The Spartacus War. Editorial Simon & Schuster, Nueva York. 2009

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Una “interpretación bélica” del inicio de la Edad Media Profesor Fernando Torres Universidad de la Defensa Nacional

Muchos aprendimos de memoria aquella historia de la Historia en que el fin del Imperio Romano de Occidente fue el hito que marca el comienzo de la Edad Media. Esta cuestión es ya de por sí arbitraria, es lo mismo que asegurar que la lluvia termina justo en la esquina de casa, y así nada más, de la noche a la mañana se produce un cambio absoluto. Dividir a la historia en compartimientos estancos y englobar a “mil años” como un período “Intermedio” una época de paso cuya importancia deriva en ser un puente entre dos edades fuertes, es un grave error. Mucho de esto (por suerte) ha sido revisado o al menos criticado. Hoy sabemos que la Alta Edad Media (entre los siglos VI y XI) puede ser pensada también como Antigüedad Tardía, dado las continuidades más cercanas a un mundo antiguo esclavista que al Modo de Producción Feudal. El aspecto que aquí nos interesa se relaciona con analizar el inicio de esta “Edad Puente”, la CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO. Cuando hablamos de este período, florido en invasiones y crisis, nos imaginamos el fin de una era y la llegada de la “Edad Oscura”; el retroceso de la palabra escrita ante la barbarie destructora y un mundo de luz azotado por arrolladoras fuerzas salvajes. En resumen, un panorama desolador que ha quedado grabado en nuestras mentes. Esto nos llena de preguntas: ¿Fue en realidad el año 476 el fin del imperio y el de una era de luces? ¿Los bárbaros destruyeron todo a su paso como un vendaval imparable? ¿Cómo es posible que un poderoso imperio, resultado de una de las civilizaciones más avanzadas de todos los tiempos, fuera presa de bandas saqueadoras casi sin organización y desapareciera así nada más? Y si no es

así

¿cuáles

fueron

entonces

las

verdaderas

causas

de

su

fin?

La caída del Imperium Romanum Christianum no debe ser pensada como el fin o el comienzo de una era, si bien significó cambios, estos se venían anunciando ya 311

desde un par de siglos antes. Entre los años 235 y 284, Roma había sorteado una anarquía militar en donde tres docenas de emperadores-soldados gobernaron (a un promedio de dos años y medio cada uno) y donde casi todos terminaron sus días por muerte violenta. Las legiones resultaron ser preponderantes a la hora de “hacer política”, convirtiéndose en el fundamento absoluto del poder. Incluso muchos generales llegaron a independizar provincias enteras por la fuerza de sus tropas, un ejemplo es el de la Galia, que entre el 259 y el 274 fue regida por Póstumo y Tétrico (quienes con esos nombres obviamente no terminaron muy bien). La militarización del poder tuvo un efecto contundente en la debilidad de los emperadores. Pero Roma, aun así se recuperó de inmediato e incluso volvió a unificarse y a brillar bajo los emperadores Constantino (272-337) y Teodosio (347395). Muchos investigadores piensan que el fin del imperio estuvo relacionado más a cuestiones económicas y sociales que a las militares. El imperio occidental era el más débil, con su posición de proveedor de materias primas y como consumidor de productos que provenían del rico Imperio Romano de Oriente. Por otro lado, a nivel poblacional en Oriente se concentraba una mayor densidad de habitantes (sólo en Egipto vivía una octava parte del total de la población del imperio). A esto hay que sumarle una capacidad productiva y una fertilidad del suelo más baja en Occidente, además de una crisis financiera del estado (el problema para nada nuevo del déficit fiscal). Habría que agregar una sociedad que ya no aceptaba la idea del servicio obligatorio por una marcada falta de lealtad (sobre todo en los estratos bajos, los más maltratados y punzados por tributos). Así surge la interpretación de la “descomposición interna” de M. Rostovzev en que las invasiones bárbaras fueron las simples ejecutoras de un destino que ya estaba decidido mucho antes en su decadencia. Esta visión del “liberalismo doctrinario” de la historia, que culpa al sistema económico estatal romano, es peligrosamente falsa. El Imperio Romano de Occidente, con todas las dificultades y debilidades, no estaba vencido, y si bien su aparato estatal cayó estrepitosamente ante las 312

invasiones, está comprobado que podría haber resistido mucho tiempo más. Un buen ejemplo son los mil años que duró luego el Imperio Romano de Oriente (según los estudios más recientes de economía histórica, las diferencias entre Oriente y Occidente, no son lo suficientemente marcadas para explicar el fin de este último). La otra interpretación del fin de Roma que nos queda, es la que sostiene que este imperio capaz de funcionar y vivir, fue destruido por una fuerza externa, tal es el caso de las invasiones bárbaras. Uno de los defenderos acérrimos de esta postura, André Piganiol escribía que “Es completamente falso decir que Roma se hallase en aquel tiempo en el ocaso (…) El mundo romano no ha caído por muerte natural, ha sido asesinado”. Aquí entramos en el debate militar, pues sabemos que el ejército romano fue la máquina de guerra por excelencia de la antigüedad. Su número esta estimado entre los 300 o 400 mil hombres, una cifra importante, aunque debemos pensar que estaban, en gran parte, distribuidos por toda la línea fronteriza. Este hecho fue compensado por una mejor preparación y organización, lo mismo que la ventaja estratégica de la defensa en fortalezas y murallas (se necesitan diez veces más soldados para atacar un reducto que para defenderlo), con una amplia red de comunicaciones y suministros. La imagen que se tiene, en cambio, de las tácticas de los pueblos germanos (Godos, Vándalos, francos, Burgundios, Lombardos, Alamanes, Suevos, Hérulos) e incluso de los Hunos, es de sencillas correrías de saqueo. ¿Cómo vencieron entonces los bárbaros? Hemos analizado las dos respuestas históricas más comunes al respecto, la “decadencia interna”, que como un tumor destruye sus cimientos; y el agresor “externo” imparable, que aniquila de un solo golpe mortal a toda la estructura imperial. Pero tales sistemas explicativos no pueden cerrarse como forma unívoca de análisis, y esto a su vez nos lleva a buscar otras respuestas y ensayar lo que podríamos llamar una “Interpretación Bélica” del asunto. Estos interrogantes que no pueden resolverse sin acercar la lupa: ¿Cómo tribus bárbaras acabaron por superar al imperio más poderoso de la antigüedad? ¿Fue en realidad el año 476 el fin del imperio y el de una era de luces? ¿Los bárbaros 313

destruyeron todo a su paso como un vendaval imparable? ¿Cómo es posible que un poderoso imperio, resultado de una de las civilizaciones más avanzadas de todos los tiempos, fuera presa de bandas saqueadoras casi sin organización y desapareciera así nada más? Y si no es así ¿cuáles fueron entonces las verdaderas causas de su fin? Una explicación a priori es observar los cambios en sus formas de encarar las agresiones del período estudiado. El imperio Romano había pasado de una táctica de ataque en guerras expansivas, a una táctica de defensa fronteriza con bastante efectividad (al menos en un principio). Hacia el siglo III después de Cristo, Roma venía de soportar más de doscientos años de enfrentamientos contra pequeños grupos tribales germánicos en clara superioridad. Si bien existían precedentes de derrotas catastróficas en sus mejores tiempos (no hay que olvidar el fin de casi 20.000 hombres al mando del general Varo en los bosques de Teutoburgo, contra los germanos, en época de Augusto) el imperio siempre recuperó sus fuerzas ante sus oponentes. Una cuestión que resulta un poco extraña es que sucumbiera occidente y no el imperio de oriente, teniendo en cuenta que es este último el que debe enfrentar a formaciones estatales sólidas (el reino parto primero y los persas Sasánidas después). Ejemplo y precedente de dicho enfrentamiento es la desastrosa campaña de Marco Licinio Craso contra los partos en el 53 a. C. que terminó con su vida y la de sus soldados cerca del Éufrates (de dicha derrota deviene la frase “Craso error”). La situación empeoró todavía más cuando en el año 224 de nuestra era, una revolución en el reino parto ubicó en el trono al jefe de la familia imperial de los Sasánidas, Ardasir I (Artajerjes), familia que aspiraba a recuperar los territorios del antiguo Imperio Persa (Asia Menor, Siria y Egipto). Esta aspiración los enfrentaría a Roma en una lucha que se verá sazonada por la superioridad militar de los persas, quienes poseían el arma más moderna del período, “la caballería pesada acorazada”.

314

Roma sufrirá varias derrotas, sobre todo bajo el reinado del emperador Valeriano (253-260), quien tiene el desdichado honor de ser el primer emperador romano en caer prisionero de sus enemigos (según cuentan, aunque las fuentes son contradictorias, fue obligado a tragar oro fundido y muerto a manos del rey persa Sapor I). Sin embargo, un proceso de “estabilización” se irá produciendo a partir de los gobiernos de Claudio Gótico (213-270), Aureliano (214-275), Probo (232-282) y Caro (230-283). Es con Diocleciano (244-311) que se sientan las bases sólidas de recuperación de Roma. En el año 293 crea el sistema de tetrarquía con el fin de neutralizar conflictos de pretendientes, divide el imperio en Oriente y Occidente con los cargos de Augustos y Césares en ambos. Cada uno es sucesor del otro. Siempre sabios, los romanos copiarán a su vez a la caballería pesada persa incluyéndola como fuerza de choque en su ejército. Pero como dice la frase “una cal y una de arena”, un punto en contra en lo militar es la profundización del proceso de “barbarización” del ejército, es decir, la incorporación de germanos, partos e ilirios, por ejemplo, en sus tropas. Lentamente estos bárbaros, llegarán a ocupar puestos claves de mando (vedados en un principio) de las legiones. Por esta época también, en determinados sectores limítrofes, las fuerzas defensivas estarán integradas exclusivamente por aborígenes; e incluso las otras tropas que acompañan al emperador (exercitus comitatensis) o ejército de campaña a caballo, estará compuesto en este período sobre todo por germanos. Todos estos soldados (guarniciones y ejército) se encontraban al mando de los Magistri militium (cargo equivalente a generalísimo). Este último puesto terminará también en manos de bárbaros en poco tiempo, (el vándalo Estilicón, el ilirio Aecio o el mismísimo jefe de los hérulos Odoacro, quien en el 476 destronó al último emperador Rómulo Augústulo, son la mejor prueba de ello). Estamos pues al borde de nuestra explicación…

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Por fin nos acercamos a nuestra explicación. Hemos observado que analizar la llamada caída del imperio desde una sola variable es imposible. Si bien la decadencia interna, su economía en retroceso, su sociedad cosmopolita y poco comprometida, son importantes, hay que sobrevolar hacia otros aspectos. ¿Cómo resolver este dilema? Ensayando una perspectiva de análisis distinta, el principio del fin puede ser marcado entre dos fechas emblemáticas y cercanas entre sí, ambas son importantes pero por motivos opuestos. La primera es el 357 de nuestra era, año de la victoria (la última en repercusión) del emperador Juliano en Argentorum sobre los alamanes, y que marca el fin de las campañas exitosas de los romanos. Años después las cosas serán muy diferentes, más de cincuenta tratados se van a concertar con las tribus fronterizas dentro de la guerra defensiva de la cual ya se ha hablado. La otra fecha clave es el 378, año en que los visigodos aniquilan en Adrianópolis al ejército romano dirigido por el emperador Valente. En dicha batalla mueren el emperador y varios generales irremplazables, y queda abierto el camino al corazón del imperio de oriente y a su capital Constantinopla. El avance de los visigodos puede cortar la historia con el golpe de una espada… La pregunta neurálgica sería ¿por qué no avanzaron entonces sobre Constantinopla? Pues bien, a los factores político, diplomático y militar hay que sumarles una buena pizca de “dinero” constante y sonante, que son en definitiva la mezcla infalible a la hora de salvar las papas. Paradójicamente fue el Imperio de Occidente (supuestamente el más débil) el que se encargó de ayudar a sus compatriotas orientales, ya que el emperador occidental, Graciano, enviará al general Flavio Teodosio (luego Teodosio I el Grande) a detener la oleada invasora, cosa que cumplió a la perfección. Sin embargo la derrota de Adrianópolis, dejó un sabor de vulnerabilidad que se revivirá peor con el saqueo de Roma en el 410, y esto no es casualidad. Serán nuevamente los visigodos, al mando de Alarico I, éste último luego de saquear los 316

Balcanes y de ser reconocido como “Magister Militum” de Iliria, (dada su cercanía con Occidente) constantemente tendrá roces con sus vecinos y llevará la antorcha por las calles de la gran “ciudad eterna”. La clave está entonces en Adrianópolis y sus consecuencias. Luego de tal batalla ya nada será lo mismo, ni para los romanos ni para los bárbaros. Los visigodos fueron conscientes de la fuerza que poseían y de que podían avanzar cuando quisiesen. Comenzaron a extorsionar de forma constante a los romanos, y si bien Teodosio los obligó a firmar un pacto como “foederati” en el 382, en poco tiempo, su rey Alarico saqueó las tierras balcánicas para llegar a entrar en la mismísima Atenas. Fue también en parte, la política de Teodosio cediendo a los visigodos a las tierras fronterizas con occidente en Iliria y el enfrentamiento con occidente los que llevaron al saqueo de Roma. He aquí la mezcla de política y estrategia militar. Por otro lado, luego de la batalla y con la masacre de tantos romanos, resultó imposible recuperar el número de soldados y oficiales perdidos, y esto llevó a la necesidad de reestructurar el ejército. El clásico sistema de legiones fue abandonado definitivamente. Los cambios de hacer la guerra fueron concluyentes para dar paso al período medieval, el ejército romano adquirió el sistema limitanei dividiéndose en guardias fronterizos que estaban constituidos por bárbaros federados. Estas unidades pequeñas eran dirigidas por un ―dux‖ o duque que a la larga terminaron actuando también como gobernadores de alguna zona fronteriza desde una fortaleza. Este modo de guerra se llevó a Occidente por Teodosio cuando unificó el imperio, contando con un ejército móvil conocido como comitatenses, ya mencionado. La realidad va a demostrar que estos sistemas devendrán hacia el fin del imperio y el embrión del futuro sistema feudal. Los poderes regionales y los señoríos derivados de las villae romanas confluyen para darle vida al nuevo orden que se está gestando. Pero Adrianópolis también demostró que la caballería era de suma eficacia en batalla, el aumento del número de efectivos montados en detrimento de la infantería, será una característica de los ejércitos del período. 317

Estas unidades de caballería, integradas por combatientes armados con espada larga y lanza, serán los precursores de los caballeros medievales. Por último, ante el caos que produjo el paso de los godos luego de Adrianópolis la frontera danubiana quedó expuesta a los “hunos”, que bajo Atila llevarán a la máxima expresión las políticas de saqueo y extorsión acelerando el fin del sistema estatal de Occidente. Conclusiones Se puede observar entonces que la caída del Imperio Romano de Occidente desde la “Interpretación bélica” fue producto de una debilidad militar por “adentro y por afuera” de su estructura, que bien pudo ser compartida por Oriente, (quedó demostrado que en este último caso sólo el poder del dinero y su estrategia diplomática, y no su presunta fortaleza, fue lo que la salvó de correr la misma suerte). Por otro lado, los llamados bárbaros a esas alturas conocían muy bien las formas de combate romano, sus tácticas y armas. Ocupaban los principales puestos del ejército e incluso eran mayoría en el mismo. De este modo se desmitifica la idea de masas embrutecidas que sólo deseaban saquear todo a su paso (esto no significa que fuera un avance pacífico). Lo cierto es que impulsados por la búsqueda de nuevas tierras y el deseo de vivir en las confortables condiciones romanas no tenían mayor alternativa, o avanzar o perecer de hambre o a manos de otros pueblos nómades. Sus tácticas eran de una organización sencilla pero muy efectiva y contundente en donde, la caballería acorazada en algunos casos o los arqueros montados en otros, barrieron fácilmente a sus enemigos. Su intención en última instancia no era destruir, tanto visigodos, ostrogodos, burgundios o francos se instalaron en las tierras romanas y terminaron asimilándose en buena medida a las costumbres de sus vencidos (aunque pervivieron muchas costumbres germánicas). No es casual que se constituyeran luego como “Reinos Romanos- Germánicos” adquiriendo la religión cristiana y 318

buscando el reconocimiento del emperador de Oriente. De estas bases nacerá luego el Imperio Carolingio, que intentará revivir en gran medida al viejo Imperio Romano de Occidente.

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