“La Gran Paz Natural” Por Sogyal Rimpoché Las enseñanzas de Buda son extensas. Sólo las “palabras d
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“La Gran Paz Natural” Por Sogyal Rimpoché Las enseñanzas de Buda son extensas. Sólo las “palabras de Buda” llenan más de cien volúmenes. A continuación, los comentarios y tratados de los grandes eruditos indios ocupan más de doscientos volúmenes, y ello sin contar todas las obras de los grandes maestros tibetanos. Pero aún siendo así, las enseñanzas de Buda pueden ser sintetizadas de una forma muy profunda. Recuerdo que mi maestro, Dilgo Khyentse Rimpoché solía decir: “Las enseñanzas de Buda son al mismo tiempo ‘extensas’ y ‘profundas’: ‘extenso’ se refiere al enfoque del erudito, del pandita, y ‘profundo’ al del yogui.” Cuando se le pidió a Buda que resumiera sus enseñanzas, dijo: No cometer ni una sola acción negativa, Cultivar un tesoro de virtudes, Domesticar esta mente nuestra; Ésta es la enseñanza de todos los Budas. “No cometer ni una sola acción negativa” significa abandonar las acciones malsanas, perjudiciales y negativas, que son la causa del sufrimiento, tanto para nosotros mismos como para los demás. “Cultivar un tesoro de virtudes” es adoptar acciones positivas, benéficas y sanas que son la causa de la felicidad, una vez más, tanto para nosotros mismos como para los demás. Sin embargo, el punto más importante es “domesticar la mente”. De hecho, maestros -‐como Ñoshul Khen Rimpoché-‐, dicen con frecuencia que esta frase por sí sola capta la esencia de las enseñanzas de Buda. Porque si podemos comprender la verdadera naturaleza de nuestra mente, ahí radica el punto esencial, tanto de las enseñanzas, como de toda nuestra existencia. La mente es la raíz de todo: creadora de la felicidad y creadora del sufrimiento, creadora del samsara y creadora del nirvana. En las enseñanzas tibetanas, a la mente se la llama “el rey responsable de todo” – kun ye gyalpo-‐, el principio universal que lo rige todo. Tal como el gran Guru Padmasambhava dijo: “No intentes cortar la raíz de los fenómenos, corta la raíz de la mente”. Esta es la razón por la que encuentro tan evocadoras estas palabras de Buda: “Somos lo que pensamos, y todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo. Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será el resultado”. Si tan solo pudiéramos recordar esto y guardar nuestro corazón y nuestra mente puros, la felicidad se produciría de verdad. Por lo tanto, todas las enseñanzas de Buda están enfocadas hacia el entrenamiento de la mente, y mantener el corazón y la mente puros. Esto empieza por la práctica de la meditación. Con ello permitimos que todos nuestros pensamientos y emociones turbulentas se sosieguen tranquilamente en un estado de paz natural. Como Ñoshul Khen Rimpoché decía: Descansa en la gran paz natural, mente exhausta, golpeada incansablemente por el karma y las ideas neuróticas, como el furor implacable de las olas en el infinito océano del samsara. Descansa en la gran paz natural. ¿Cómo se sosiegan los pensamientos y las emociones? Si dejas un vaso de aguaturbia en reposo, sin tocarlo, la suciedad se posará en el fondo, y la claridad del agua se hará evidente. Del mismo modo, en la meditación permitimos a nuestras ideas y emociones sosegarse naturalmente, en un
estado de confort natural. Hay un dicho maravilloso de los grandes maestros del pasado. Recuerdo que cuando lo oí por primera vez fue como una revelación, porque en estas dos frases se muestra a la vez lo que es la naturaleza de la mente y como permanecer en ella, lo que constituye la práctica de la meditación. En tibetano es precioso, casi musical: chu ma ñok na dang, sem ma chö na de. A grosso modo significa: “El agua, si no la agitas, se aclara; la mente, cuando no se la altera, encuentra su propia paz natural”. Lo increíble a propósito de esta instrucción es el énfasis en la naturalidad y en que dejemos que la mente simplemente sea, sin alteraciones y sin cambiar nada en absoluto. Nuestro verdadero problema es la manipulación, la fabricación, y que pensamos demasiado. Un maestro solía decir que la causa primordial de todos nuestros problemas mentales es que pensamos demasiado. Como dijo Buda: “con nuestros pensamientos creamos el mundo”. Pero si mantenemos nuestra mente en un estado de pureza y le permitimos reposar, tranquilamente, en su estado natural, lo que ocurre al practicar es sumamente extraordinario. La primera práctica en el camino budista de la meditación se llama “shamata” –en tibetano “shiné”-‐, morar en calma o “meditación de la tranquilidad.” Cuando empezamos, es una práctica de atención. La práctica de shamata puede ser con un objeto o soporte o sin él. A veces usamos una imagen de Buda como objeto o, al igual que sucede en todas las escuelas budistas, observamos la respiración levemente y con atención. El problema para todos nosotros es que nuestra mente siempre está distraída. Y cuando está distraída, la mente crea pensamientos sin cesar. No hay nada en lo que no pueda pensar o hacer. Si nos fijáramos, veríamos el poco discernimiento que tenemos, y las muchas veces que simplemente dejamos surgir todo tipo de pensamientos y nos perdemos en ellos. Se ha convertido en la peor de todas las malas costumbres. No tenemos disciplina, así como tampoco disponemos de ningún medio para fijarnos en qué tipo de pensamientos nos ocupan; surja lo que surja, nos dejamos arrastrar por una espiral de historias e ilusiones que nos tomamos tan en serio que, no tan sólo nos las creemos, sino que se vuelven parte de nosotros mismos. Por supuesto, no deberíamos reprimir nuestros pensamientos y emociones, pero tampoco deberíamos complacernos en ellos. Lo que ocurre es que nos hemos complacido en exceso a la hora de pensar. El resultado son las enfermedades mentales, e incluso físicas. Muchos médicos tibetanos han notado la preeminencia en el mundo moderno de desórdenes debidos a desequilibrios del prana o aire interno, causados por un exceso de agitación, preocupaciones, ansiedad y pensamientos, que se añaden a la velocidad y a la agresividad que dominan nuestras vidas. Lo que necesitamos de veras es tan sólo paz. Es por esta razón que nos damos cuenta que sentarnos, aunque solo sea un momento, inspirar y expirar dejando a nuestros pensamientos y emociones posarse tranquilamente, puede constituir un maravilloso descanso. Cuando nos abandonamos a la distracción y a pensar en exceso sin prestar atención, cuando nos perdemos en pensamientos e invitamos a los problemas mentales y a la angustia, el antídoto a aplicar es la atención. La disciplina de la práctica de shamata es hacer que la mente vuelva una y otra vez a la respiración. Si estás distraído, en el instante en que te des cuenta, sencillamente vuelve a centrarte en la respiración. No hay que hacer nada más. Incluso preguntarse: “¿por qué diablos me he distraído tanto?” es otra distracción. La simplicidad de la atención, de volver a traer continuamente la
mente a la respiración, la calma progresivamente. Cuando intentas acostar a un niño, lo que le apetece es ponerse a jugar y, si le haces caso, se excitará cada vez más y nunca querrá irse a la cama. Tienes que cogerlo en brazos y quedarte un rato con él, tranquilamente atento, y entonces acabará por calmarse. Con la mente ocurre exactamente lo mismo: no importa lo agitada que esté, sigue trayéndola de vuelta, una y otra vez, a la simplicidad de la respiración. Gradualmente, la mente se aquietará en la mente. Al principio, claro, puede que nos sintamos un tanto extraños, creyendo que al observar tenemos el acto de respirar, quién respira y la respiración, cada uno por su lado. Pero lentamente, a medida que perfeccionemos la práctica y que nuestra mente se aquiete, el acto de respirar, quién respira y la respiración se volverán uno y, al final, será como si nos hubiéramos convertido en la respiración. Los maestros siempre aconsejan que al practicar la meditación del “permanecer en calma”, lo importante es no concentrarse excesivamente. Por esta razón recomiendan poner tan sólo un 25 % de la atención en la respiración. Pero entonces, como puedes haber notado, la atención por sí sola no es suficiente. Mientras que se supone que estás observando tu respiración puede suceder que, tras unos pocos minutos, te encuentres jugando un partido de fútbol o protagonizando tu propia película. Por lo tanto, hay que dedicar otro 25% a una conciencia continua y vigilante que supervisa y comprueba si sigues atento a la respiración. El otro 50% de tu atención lo dejas permanecer, espaciosamente. Por supuesto, la exactitud de los porcentajes no es tan importante como el hecho de que estos tres elementos –atención, conciencia y espaciosidad-‐ estén presentes. La espaciosidad es realmente maravillosa. A veces, el simple hecho de ser espacioso basta para sosegar nuestra mente. La espaciosidad capta toda la esencia de la meditación; también es la generosidad de base de la meditación. En la práctica de shamata, cuando conseguimos aliar la espaciosidad a la atención puesta en la respiración, la mente se va calmando progresivamente. Y al calmarse, ocurre algo extraordinario: todos nuestros aspectos fragmentados vuelven a casa y nos unificamos. La negatividad y la agresividad, el dolor, el sufrimiento y la frustración se desvanecen de verdad. Experimentamos una sensación de paz, de espacio y de libertad y, como resultado de este aquietamiento, surge una profunda tranquilidad. Según vamos perfeccionando esta práctica y nos unificamos con la respiración, al cabo de un tiempo, incluso la respiración en sí como objeto de atención en nuestra práctica, se disuelve y nos encontramos reposando en el momento presente. Este es el estado de estar centrado en un único punto que constituye el fruto y la finalidad de shamata. Permanecer en el momento presente y en la tranquilidad es un excelente logro, pero volvamos al ejemplo del vaso de agua turbia: si la dejas quieta, la suciedad se irá al fondo y el agua recuperará su nitidez, pero a pesar de ello, la suciedad seguirá estando ahí, en el fondo. Si un día la remueves de nuevo, la suciedad se pondrá de manifiesto una vez más. Mientras cultivemos la tranquilidad, es posible que disfrutemos de paz, pero cada vez que nuestra mente se agite un poco, los pensamientos engañosos volverán a invadirnos. Permanecer en el momento presente de shamata no va a permitirnos evolucionar ni tampoco nos va a conducir a la iluminación o a la liberación. El momento presente se vuelve un objeto muy sutil y la mente que mora en el momento presente, un sujeto sutil. Mientras permanezcamos en el terreno del objeto-‐sujeto, la mente seguirá en el mundo conceptual ordinario del samsara.
A través de la práctica de permanecer en calma, nuestra mente se ha apaciguado en un estado de tranquilidad y ha hallado estabilidad. Al igual que la imagen de una cámara fotográfica se vuelve nítida al enfocarla, la atención centrada en un punto de shamata, permite que surja una creciente claridad de la mente. Según van desvaneciéndose gradualmente los oscurecimientos y el ego y su tendencia al aferramiento empiezan a disolverse, la “visión clara”, o “vislumbre” de vipashyana, -‐ en tibetano lhak tong-‐ se manifiesta. En ese momento ya no necesitamos el ancla que supone morar en el momento presente y podemos progresar avanzando, yendo incluso más allá de nuestro yo, hacia la apertura que representa la sabiduría que comprende la ausencia de ego. Esto es lo que va a arrancar de cuajo la ilusión y a liberarnos del samsara. Examinemos el impacto de esto sobre la forma en que manejamos los pensamientos y las emociones. Al empezar, sin ninguna seguridad o base, nuestros pensamientos nos invaden y nos dispersan; es por esta razón que en la práctica de la atención nos centramos en un objeto: la respiración. Pero sean cuales sean los pensamientos que surjan, todos surgen de nuestra mente y de ningún otro sitio, de una forma tan natural como los rayos emanan del sol o como hay olas en el océano. Al estar ahora, pues, en un estado de permanecer en calma, todo lo que surge de nosotros –que nunca ha existido al margen de nosotros mismos-‐ va a encontrarse con una persona diferente. Ya no hay razón para tener miedo de perder el equilibrio o de distraernos; no tenemos porque seguir obstaculizando lo que surge, ahora que la apertura de la visión profunda se ha manifestado. Nos hemos convertido en una roca que hace frente al viento y las tormentas, a diferencia de la pluma que éramos antes, arrastrada de un lado a otro por la brisa. Todo lo que tenemos que hacer ahora es mantener nuestra conciencia. Cuando un pensamiento surja desde el estado de quietud, si simplemente lo reconocemos con esta conciencia, volverá a disolverse en la naturaleza de la mente. Los pensamientos y las emociones se vuelven como las olas en el mar, elevándose y disgregándose de nuevo en su propia inmensidad y nosotros nos volvemos como el mar mismo, extenso, espacioso y plácido. No nos queda nada más por hacer: tan sólo mantener esta conciencia. Por supuesto, para un principiante el riesgo es que aquello que surja le desestabilice y desencadene sus viejas costumbres. En el momento en que lo que surge es visto como algo separado, nos hemos perdido y por lo tanto, en este momento tan crucial antes de que se convierta en un pensamiento, debemos mantener la conciencia. Necesitamos, pues, ser conscientes de nuestra conciencia, contar con un recuerdo natural que nos haga volver en cada ocasión y sin el cual seremos arrastrados. Lo que estoy describiendo aquí es un proceso que se conoce por quietud, movimiento y conciencia (ne gyu rig sum), y que adquiere un significado cada vez mayor a medida que alcanzamos etapas más profundas de comprensión. Según avanzamos, permitiendo a lo que surge disolverse y liberarse a la luz de nuestra conciencia, realzaremos y prolongaremos esta quietud, al igual que las olas no hacen más que realzar la belleza del mar. A través de la conciencia de la visión clara y la sabiduría que comprende la ausencia de ego, llegamos a la naturaleza de la mente. Según vayamos progresando, tendremos profundas intuiciones sobre la naturaleza de la realidad, así como sobre nosotros mismos ya que, a medida que la dualidad sujeto-‐objeto se disuelve, alcanzamos el estado de no-‐dualidad. Llegados a este punto, nos encontraremos en un estado de profunda paz. Ñoshul Khen Rimpoché
solía hablar de la Gran Paz Natural –rang shin shiwa chempo-‐ , la profunda paz de la naturaleza de la mente, la paz de Madyamika, Mahamudra y Dzogpachempo. Tal como dijo Buda: “el nirvana es la verdadera paz”. Cuando llegas a la paz de la naturaleza de la mente, descubres la extensa expansión de la gran apertura. Es como cuando las nubes se dispersan y dejan al descubierto un cielo abierto infinito; a medida que los pensamientos y las emociones similares a las nubes se disuelven a través de la práctica de la meditación, lo que queda al descubierto es la naturaleza de la mente similar al cielo. Brillando en este cielo se encuentra el sol de nuestra naturaleza búdica, nuestra bodichita, la esencia de la iluminación. El sol conlleva dos maravillosas cualidades: el calor y la luz. Su resplandeciente luz se asocia a la sabiduría, y su calor al amor y la compasión. Si preguntáramos ¿qué es la mente de Buda?, es exactamente eso: sabiduría y compasión. Y, como las enseñanzas afirman que todos tenemos la naturaleza búdica, todos somos budas en potencia. Cuando purificamos nuestra mente, se convierte en sabiduría y cuando purificamos nuestro corazón, éste se convierte en amor y compasión. Si purificáis vuestros pensamientos, esta inteligencia pura, que deja de estar oscurecida por la ignorancia, es la sabiduría. Cuando las emociones han sido purificadas, surgen en forma de compasión. Por lo tanto, a través de esta práctica podemos llegar a la pureza profunda de la naturaleza de la mente, esta gran paz de la que Buda habló en el momento de su iluminación, hace aproximadamente dos mil quinientos años, bajo el árbol de Bodi, en el lugar que se conoce hoy en día como Bodgaya. Sus primeras palabras fueron: “Paz profunda, simplicidad natural, luminosidad no compuesta...” Con estas palabras, solía decir Dilgo Khyentse Rimpoché, Buda proclamó la esencia de su iluminación, que es el estado de Dzogpachempo, la Gran Perfección. Esta profunda paz es a lo que intentamos llegar a través de la práctica. De hecho, “domesticar la mente” se logra por completo al reconocer esta paz. Fíjate como cuando nos sentimos conmovidos o inspirados por el amor, nos sentimos totalmente desarmados. Del mismo modo, cuando reconocemos la naturaleza de la mente a través de esta práctica, nuestros pensamientos y emociones corrientes se desarman y se disuelven. Entonces un amor y una compasión tremendos irradian de nosotros mismos, al igual que el sol lo hace con todo su calor. En cuanto entramos en contacto con la pureza de nuestra naturaleza intrínseca, nuestra naturaleza búdica, lo que se pone al descubierto es nuestra bondad fundamental, nuestro buen corazón. Sencillamente, exudamos bondad, compasión y amor. Y así, no sólo entramos en contacto con nosotros mismos, sino que lo hacemos enteramente con los demás. Sientes que realmente eres uno con los demás. Ya no hay barrera alguna que se interponga entre tú y los demás; ni tan siquiera la barrera que pueda haber entre tu y tu mismo. A menudo las barreras, al igual que los problemas, provienen de uno mismo, estamos en guerra con nosotros mismos. Ahora, con esta práctica, a medida que la tenaza del ego se afloja y que nuestra tendencia a aferrar se evapora, los conflictos, sufrimientos y dolores propios de la fragmentación y de la lucha con nosotros mismos, se disuelven. Por primera vez, un perdón profundo y fundamental hacia nosotros mismos se hace factible. Al mismo tiempo, las esperanzas, miedos y angustias se evaporan, y con ellos todos esos sentimientos -‐como el estar bloqueado y cerrado en banda, el no estar en contacto ni con nuestros propios sentimientos-‐, que nos impiden ser felices. Lo que puede aportarnos esta práctica es increíble. Cada vez que escucho esta enseñanza de Buda, transmitida por los grandes maestros, y siento su autenticidad resonando en mi propio corazón,
por la poca práctica que conozco, siento su enorme bendición. Lo más extraordinario es que realmente podemos experimentar la verdad de esta enseñanza. No es algo que se base tan sólo en creencias o en la fe, sino algo que puedes saborear y comprender por ti mismo. ¿Qué ocurrirá cuando lo experimentes? Sentirás la enorme compasión y el amor de los budas y una irresistible gratitud hacia ellos. Y lo que desearás por encima de todo, será compartirlo y ayudar a todos los seres a liberarse del sufrimiento y a adquirir la felicidad última, esta gran paz natural, la paz de Buda. Así que cada vez que experimentes esta clase de paz –aunque sólo sea un poco-‐ en tu meditación, reza desde lo más profundo de tu corazón, como en la práctica de la bodichita, en los preliminares del Dzogchen Longchen Ñingtik: “Hipnotizados por la inmensa variedad de percepciones que son como el reflejo ilusorio de la luna en el agua, Los seres vagan sin cesar perdidos en el círculo vicioso del samsara. Para que puedan encontrar consuelo y bienestar en la luminosidad y el espacio que todo lo abarca de la verdadera naturaleza de sus mentes, Engendro el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad inconmensurables de la mente iluminada, la esencia de la bodichita.” Tu deseo es que todos los seres encuentren paz y felicidad, en la verdadera naturaleza de su mente. Tengo la impresión de que en este siglo XXI, lo que mucha gente está buscando es la verdad que reside en ellos mismos. Todo el mundo parece preguntarse: “¿Quién soy?” y aspira fervientemente a comprender la autenticidad de su propio ser, más allá del yo egótico. Mediante esta práctica, puedes llegar a experimentar tu verdadera naturaleza y, cuando la experimentes, tu mayor deseo será que los demás hallen también esta clase de comprensión al saber que, además de mostrarnos quienes somos realmente, esta comprensión nos libera de nosotros mismos. Me parece importantísimo que contemos con una práctica como ésta. Todos deseamos paz. Todos ansiamos sentirnos bien, ser un buen ser humano, tener un corazón cálido y ser buenos, pero a menudo no sabemos cómo. Hay demasiadas cosas poblando nuestra mente y nuestro corazón parece estar siempre bloqueado. No somos libres, y en medio de toda esta confusión, sufrimiento y dolor, perdemos fácilmente las esperanzas y nos sumimos en la desesperación. Sin embargo, el hecho de oír la sabiduría y la compasión presentes en esta enseñanza y saber que empiezan a abrir el ojo de nuestra sabiduría y nuestro corazón y nuestra mente a nuestra verdadera naturaleza y a la verdadera naturaleza de todo, puede llenarnos de alegría, de inspiración y de esperanza. Mediante la práctica, puede ser que experimentemos un poco de esta paz mental, pero no podemos permanecer indefinidamente en este estado. Volvemos a caer en nuestra forma cotidiana de funcionar y nuestros esquemas mentales, que estaban esperando poder reaparecer. Es ahora cuando debemos estar más atentos que nunca y recordar constantemente que esta mente es como un cristal claro y puro. Al igual que un cristal adquiere el color de cualquier superficie donde se ponga, la mente se transforma exactamente en lo que permitimos que la ocupe en cada momento. La mente en sí
misma está más allá de elección, más allá de la dualidad entre bueno y malo. Como dijo Buda: “con nuestros pensamientos creamos el mundo” y somos los creadores de este mundo que disfrutamos o sufrimos, un mundo de fenómenos kármicos modelado por nuestros pensamientos y actos. No obstante, una vez que hayas probado un poco de esta paz y adquirido esta visión, tendrás ganas de hacerte la promesa de no volver atrás nunca más. En la práctica budista de la confesión, que consiste en reconocer y purificar la negatividad y los errores, se habla de “cuatro poderes”: el poder de la presencia, que hace alusión a la presencia de los Budas; el poder del arrepentimiento, que consiste en el sentimiento de arrepentimiento con respecto a los errores que hayamos cometido; el poder de la resolución que consiste en decidir no volver a hacerlo nunca más; y el poder del método, que es la práctica – sea la que sea – que efectuamos para purificar el daño hecho. De hecho en la práctica dzogchen confesamos el daño en la Darmadatu, el espacio que todo lo abarca de la naturaleza de la mente. Purificamos todos nuestros pensamientos negativos en la pureza de nuestra naturaleza inherente, y toda su oscuridad es purificada por esta luz. Al confesar, tomamos la firme resolución de no volver a caer en la oscuridad de lo negativo y de mantener nuestro corazón y nuestra mente puros. Porque ahora entendemos más que nunca que “somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo. Habla o actúa con una mente impura y los problemas serán el resultado... Habla o actúa con una mente pura y la felicidad será el resultado...” En todo caso, cuando mediante la meditación alcanzas el estado de bondad de la naturaleza de la mente, lo que quiera que digas será bondad, lo que quiera que veas será bondad, lo que quiera que toques será bondad, porque tú serás bondad. Serás naturalmente puro y ello no puede más que manifestarse a través de todo lo que hagas, pienses o digas. Cuando pienso en Jamyang Khyentse Chöki Lodrö, Dudjom Rimpoché, Dilgo Khyentse Rimpoché y todos los grandes maestros, me pregunto cómo podían ser constantemente como son. ¿Cómo es posible que hagan lo que hagan suponga un beneficio para los seres? La respuesta es: porque se encuentran permanentemente en el estado de bondad. Por eso nos inspiran y nos llenan de esperanza. Cuando la gente corriente como nosotros ve a Su Santidad el Dalai Lama, se despierta en nosotros la esperanza en la humanidad, y ver que existe semejante ser humano, aporta la comprensión de que nosotros también podemos convertirnos en un buen ser humano como él. Los grandes practicantes, mujeres o hombres, encarnan este mismo tipo de bondad y hagan lo que hagan resulta benéfico, porque siempre están en este estado, gracias a la disciplina que consiste en mantener la pureza de la mente. No se pervierten bajo ningún concepto, permanecen siempre puros y actúan motivados por esta bondad en la que permanecen sólidamente anclados. Lo cierto es que a veces nos sentimos en contacto con nosotros mismos, con los demás, con el universo, y tenemos verdaderamente la oportunidad de experimentar una profunda paz interior. Cualquiera que haya tenido la suerte de vivir un poco esta paz interior, debería de tomar la firme resolución de mantenerla, no sólo por su propio bien, sino por el del mundo. Cuando te encuentras en este estado, lo extraordinario es que, aunque no hagas gran cosa, tu ser por sí mismo puede beneficiar a los demás, sin siquiera pretenderlo, en tanto que mantengas esta bondad y pureza en tu mente y tu corazón, en tu motivación y en tu existencia. Y si queremos infundir una fuerza especial a nuestros actos, podemos invocar la bendición de todos los budas y maestros. Se dice que una de las cualidades de los budas es que en
cuanto los invocamos, están ahí. A lo mejor piensas: “¿Cómo puede alguien como yo merecer que los budas le dediquen un poco de su tiempo?”. El mismísimo Buda dijo: “Quienquiera que piense en mí, me tiene enfrente.” Y Guru Padmasambhava prometió: “Nunca estoy lejos de los que sienten devoción por mí, pero tampoco estoy lejos de los que no la sienten”. Tal es la compasión de los budas. Buenos o malos en apariencia, todos podemos recibir sus bendiciones. Seamos lo que seamos, sólo es temporal; todas nuestras ilusiones pueden purificarse porque nuestra naturaleza fundamental es buena. Puede que las nubes oscurezcan el cielo, pero basta con ir más allá de ellas para darnos cuenta de que hay un cielo infinito que nunca ha sido tocado por esas nubes. El ejemplo que se usa habitualmente en el dzogchen es el del espejo: nuestra verdadera naturaleza es como un espejo, refleja todo tipo de cosas, pero lo bonito es que lo reflejado jamás podrá ensuciar el espejo. Así que, sea cual sea nuestra apariencia, nuestra verdadera naturaleza es pura e impoluta. Cuando se dice que todos tenemos la naturaleza de Buda, de hecho es cierto. Se dice que ni tan siquiera los budas pueden mejorar la naturaleza de Buda; y que nosotros, los seres humanos, con toda nuestra confusión y negatividad, no podemos empeorarla. Esto significa que es intocable, inmutable, no creada. Es en verdad nuestra auténtica naturaleza, algo que nunca puede ser manchado o menguado. Es una bondad inalterable. Página 2 de 2 Por Dodrupchen Jikmé Tenpe Nyima Homenaje Rindo homenaje al Noble Avalokiteshvara, rememorando sus cualidades: Siempre contento por la felicidad de los demás, Y sumido en la tristeza cuando sufren, Has realizado plenamente la Gran Compasión, con todas sus cualidades, Y permaneces sin preocuparte por tu propia felicidad o sufrimiento![1] Declaración de Propósito
Voy a presentar aquí una instrucción parcial sobre cómo utilizar tanto la felicidad como el sufrimiento como camino hacia la iluminación. Esto es indispensable para conducir una vida espiritual, una herramienta muy necesaria de los Seres Nobles, y con mucho, la enseñanza más preciada en el mundo. Se divide en dos partes: -‐ cómo utilizar el sufrimiento como camino, -‐ y cómo utilizar la felicidad como camino. A cada uno de ellos nos aproximamos primeramente a través de la verdad relativa, y luego a través de la verdad absoluta. Cómo Utilizar el Sufrimiento como Camino hacia la Iluminación i. A través de la Verdad Relativa Cada vez que somos lastimados por seres sensibles o por cualquier otra cosa, si nos habituamos a percibir únicamente el sufrimiento, entonces incluso al surgir el menor problema, ello causará una enorme angustia en nuestra mente. Esto se debe a que la naturaleza de cualquier percepción o idea, sea de felicidad o de pesar, es crecer y crecer cada vez con más fuerza mientras más nos acostumbramos a ella. Así, a medida que el poder de este hábito aumenta gradualmente, en poco tiempo casi todo lo que percibimos se convierte en la causa que en verdad atraerá la desdicha hacia nosotros, y así la felicidad nunca
tendrá una oportunidad. Si no comprendemos que todo depende de la forma en que tu mente desarrolla este hábito y, en cambio, culpabilizamos a las situaciones y a los objetos externos únicamente, las llamas del sufrimiento, el karma negativo, la agresión y muchos otros, se esparcirán interminablemente como un incendio voraz. Esto es lo que se denomina: “todas las apariencias y percepciones surgen como enemigos”. Deberíamos llegar a una comprensión muy exacta de que la razón por la cual los seres sensibles en esta era degenerada están plagados de tanto sufrimiento es debido a que tienen poderes de discernimiento muy debilitados. De modo que no ser lastimado por los obstáculos creados por enemigos, enfermedades o influencias nocivas, no quiere decir que cosas como las enfermedades puedan ser expulsadas y que jamás ocurrirán de nuevo. Más bien, significa sencillamente que no podrán ser capaces de impedirnos practicar en el camino. Para que esto ocurra, necesitamos: en primer lugar, abandonar la actitud de estar completamente negados a enfrentar cualquier sufrimiento y, en segundo lugar, cultivar la actitud de verdaderamente alegrarnos cuando sobrevenga el sufrimiento. Abandonar la Actitud de Estar Completamente Negado a Sufrir Piensa acerca de toda la depresión, ansiedad e irritación que experimentamos al siempre ver el sufrimiento como algo desfavorable, algo que ha de evitarse a toda costa. Ahora, piensa acerca de dos cosas: cuán inútil es esto, y cuánto problema nos causa. Continúa reflexionando acerca de esto repetidamente, hasta que estés absolutamente convencido. Luego, dite a ti mismo: “De ahora en adelante, cualquier sufrimiento que enfrente, jamás me pondré ansioso ni irritado”. Examina esto una y otra vez en tu mente e invoca toda tu valentía y
determinación. Primero, observemos cuán inútil es esta actitud. Si podemos hacer algo para solucionar un problema, entonces no hay necesidad de preocuparnos o ser infelices por ello; si no podemos hacer algo, entonces tampoco sirve de ayuda preocuparnos o ser desdichados por ello. La tremenda cantidad de problemas que ello implica. Mientras no nos pongamos ansiosos ni irritados, entonces nuestra fortaleza mental nos permitirá soportar con facilidad el más profundo de los sufrimientos; se sentirán tan poco sólidos e insubstanciales como lana de algodón. Pero mientras estemos dominados por la ansiedad, incluso el más pequeño problema se vuelve extremadamente difícil de soportar, porque tenemos la carga adicional de la desdicha y la incomodidad mental. Imaginemos, por ejemplo, tratar de deshacerse del deseo y el apego por alguien que encontramos atractivo, al mismo tiempo que continuamos aferrándonos a sus cualidades atractivas. Todo este esfuerzo sería en vano. De modo semejante, si nos concentramos únicamente en el dolor producido por el sufrimiento, nunca podremos desarrollar resistencia ni la capacidad para soportarlo.[2] Así, tal como se indica en las instrucciones denominadas ‘Sellar las Puertas de los Sentidos’, no te focalices en toda suerte de conceptos fabricados por la mente acerca de tu sufrimiento. En cambio, aprende a dejar la mente imperturbada en su propio estado natural, trae la mente a casa, reposa allí y permite que encuentre su propia base. Cultivar la Actitud de Regocijarte cuando Surja el Sufrimiento Al ver el sufrimiento como un aliado para ayudarnos en el camino, debemos aprender a desarrollar un sentido de alegría cuando éste surja. No obstante, cada vez que el sufrimiento nos golpee, a menos que tengamos alguna clase de práctica espiritual que aplicar al mismo, una práctica que corresponda a la capacidad de nuestra mente, no importa cuántas veces podamos decirnos a nosotros mismos: ‘Bueno, mientras aprenda el método correcto en líneas generales, seré capaz de utilizar el sufrimiento y obtener este y aquel beneficio’, es muy improbable que tengamos éxito. Estaremos tan alejados de nuestra meta, como expresa el dicho, como la tierra lo está del cielo.
Por lo tanto, utiliza el sufrimiento como base para las siguientes prácticas: a. Utilizar el Sufrimiento para Entrenarse en la Renuncia Algunas veces, entonces, utiliza tu sufrimiento a fin de entrenar tu mente en la renuncia. Dite a ti mismo: “Mientras vague en el samsara, impotente y sin ninguna libertad, esta clase de sufrimiento no es algo injusto o inmerecido. Es sencillamente la naturaleza misma del samsara”. Algunas veces, desarrolla un profundo sentido de repulsión pensando: “Si ya es tan difícil para mí soportar incluso el pequeño sufrimiento y dolor de los reinos felices, entonces ¿qué decir del sufrimiento de los reinos inferiores? ¡El samsara es, en verdad, un océano de sufrimiento, insondable y sin fin! Luego, vuelve tu mente hacia la liberación y la iluminación. b. Utilizar el Sufrimiento para Entrenarte en Tomar Refugio Dite a ti mismo: ‘Una vida tras otra, una y otra vez estamos continuamente plagados por estas clases de miedos, y la única protección que nunca puede fallarnos es el precioso guía, el Buda, el precioso camino, el Dharma, y los preciosos compañeros en el camino, la Sangha: las Tres Joyas. Así que, es en ellas en quienes debo confiar totalmente. Cualquier cosa que ocurra, jamás renunciaré a ellas.’ Haz de esta una firme convicción, y entrénate en la práctica de Tomar Refugio. c. Utilizar el Sufrimiento para Vencer la Arrogancia
Tal como lo expliqué anteriormente, [mientras estemos en el samsara] nunca tenemos independencia, ni somos verdaderamente libres ni estamos en control de nuestras vidas. Por el contrario, siempre dependemos del sufrimiento, y estamos a merced del mismo. De modo que debemos eliminar ‘el enemigo que destruye cualquier cosa que sea positiva y buena’, que es la arrogancia y el orgullo; y debemos abandonar la actitud de menospreciar a los demás y de considerarlos como inferiores. d. Utilizar el Sufrimiento para Purificar Acciones Perjudiciales Recuérdate a ti mismo y comprende lo siguiente: “Todo este sufrimiento que estoy experimentado, y los sufrimientos que son aún mayores – todo el sufrimiento ilimitado que pueda existir -‐ todos provienen de nada menos que las acciones perjudiciales y negativas”. Reflexiona, con cuidado y exhaustivamente, de qué manera: 1. El karma es cierto – la infalibilidad de la ley de causa y efecto; 2. El karma se multiplica enormemente;[3] 3. Nunca enfrentarás los efectos de algo que no has realizado; 4. Cualquier cosa que hayas realizado, jamás se desperdiciará. Luego, dite a ti mismo: “De modo que, si verdaderamente no deseo sufrir nunca más, entonces debo abandonar la causa del sufrimiento, que es la negatividad”.[4] Con la ayuda de ‘Los Cuatro Poderes’, haz un esfuerzo por reconocer y purificar todas las acciones negativas que hayas acumulado en el pasado, y luego toma la firme resolución de evitar cometerlas en el futuro. e. Utilizar el Sufrimiento para Hallar Alegría en la Acción Positiva Dite a ti mismo: “Si verdaderamente deseo encontrar felicidad, que es lo opuesto del sufrimiento,
entonces debo hacer un esfuerzo por practicar su causa, que es la acción positiva”. Reflexiona acerca de esto en detalle, y desde todos los ángulos, y piensa acerca de las implicaciones. Luego, de todas las formas posibles, haz todo lo que puedas por hacer que aumenten tus acciones positivas y beneficiosas. f. Utilizar el Sufrimiento para Entrenarte en la Compasión Dite a ti mismo: “Tal como yo, los demás también están atormentados por un sufrimiento semejante, o incluso mucho peor…” Entrénate pensando: “¡Si tan sólo pudiesen liberarse de todo este sufrimiento! ¡Cuán maravilloso sería!”. Esto también te ayudará a comprender cómo practicar la bondad amorosa, donde el centro de la práctica es aquéllos que no tienen felicidad. g. Utilizar el Sufrimiento para Apreciar a los Demás Más Que a Ti Mismo Entrénate pensando: “La verdadera razón por la cual no estoy libre de un sufrimiento como este es que, desde tiempo inmemorial, sólo me he preocupado por mi mismo. Ahora, desde este momento en adelante, sólo me preocuparé por los demás, ya que esta es la fuente de toda felicidad y de todo bien”. Es extremadamente difícil utilizar el sufrimiento como camino cuando éste ya nos ha golpeado y nos mira a la cara con fijeza. Por esta razón, es crucial familiarizarse por adelantado con las prácticas específicas que deben utilizarse cuando el infortunio y las dificultades nos sobrevengan. También es de particular ayuda, y realmente contará, si utilizamos la práctica que mejor conozcamos, y de la cual tengamos una experiencia clara y personal. Con esto, el sufrimiento y las dificultades pueden convertirse en una ayuda para nuestra práctica espiritual – pero esto por sí solo no es suficiente. Necesitamos desarrollar un sentido de entusiasmo y alegría verdaderos, inspirados por un total aprecio por nuestro logro, y entonces reforzar esto, y hacerlo estable y continuo.
Así, con cada una de las prácticas descritas arriba, dite a ti mismo: “Este sufrimiento ha sido de enorme ayuda; me ayudará a alcanzar las muchas clases maravillosas de felicidad y dicha que son experimentadas en los reinos superiores y en la liberación del samsara, y que son difíciles de encontrar. De ahora en adelante, también sé que cualquier sufrimiento que me aguarde tendrá el mismo efecto. De modo que, sin importar cuán desagradable, cuán difícil pueda ser el sufrimiento, siempre me producirá la más grande alegría y felicidad, amarga y, sin embargo, dulce, como esos pasteles de India hechos de azúcar mezclada con cardamomo y pimienta”. Sigue esta línea de pensamiento una y otra vez, y muy exhaustivamente, y acostúmbrate al estado feliz de la mente que esto produce. Al reflexionar de esta manera, nuestra mente estará tan imbuida de felicidad que el sufrimiento que experimentamos a través de los sentidos se volverá casi imperceptible e incapaz de perturbar nuestra mente. Este es el punto en que la enfermedad puede ser vencida a través de la paciencia. Merece la pena observar que esta es también una indicación acerca de si las dificultades producidas por enemigos, espíritus malignos y otros, pueden ser superadas o no. Como ya hemos visto, invertir la actitud de no desear sufrir constituye toda la base para transformar el sufrimiento en nuestro camino espiritual. Esto se debe a que, sencillamente no podremos transformar el sufrimiento en camino espiritual mientras la ansiedad y la irritación continúen carcomiendo nuestra confianza y perturbando nuestra mente. Mientras más lleguemos a transformar verdaderamente el sufrimiento en camino espiritual, más mejoraremos y reforzaremos toda nuestra práctica anterior. Esto se debe a que nuestra valentía y buen humor crecerán todavía más, una vez que podamos ver desde nuestra propia experiencia de qué manera el sufrimiento hace que nuestras cualidades y práctica espiritual florezcan. Se dice que entrenándose gradualmente con sufrimientos menores, ‘paso a paso, en etapas fáciles’, entonces al final estaremos en capacidad de lidiar también con grandes dificultades y sufrimientos. Debemos encarar esto así, porque es extremadamente difícil tener una experiencia de algo que está más allá de nuestro nivel o capacidad. En las pausas entre sesiones, reza al Lama y a las Tres Joyas para que puedas incluir al sufrimiento en tu camino. Cuando tu mente se haya fortalecido un poco, entonces haz ofrendas a las Tres Joyas y a las fuerzas negativas, e insiste: “¡Por favor, mándenme infortunio y obstáculos, para que yo pueda trabajar para desarrollar la fortaleza de mi práctica!” Al mismo tiempo, siempre, siempre permanece confiado, jubiloso y feliz. En la primera etapa de tu preparación, es de vital importancia que te distancies de las actividades
sociales ordinarias. De otra manera, atrapado en las preocupaciones y ocupaciones cotidianas, te verás influenciado por todos tus amigos insensatos, que te hacen preguntas como la siguiente: “¿Cómo puedes soportar tanto sufrimiento… tanta humillación…?” Además, la interminable preocupación acerca de enemigos, parientes y posesiones nublará nuestra conciencia, y trastornará nuestra mente más allá de todo control, de modo que inevitablemente nos descarriamos, cayendo en hábitos negativos. Luego, encima de esto, seremos arrastrados por toda clase de situaciones y objetos que producen distracción. Pero en la soledad de un ambiente de retiro, como ninguno de estos elementos está presente, tu conciencia se vuelve muy lúcida y clara, y así, es fácil lograr que la mente haga lo que tú quieras que haga. Es por esta misma razón que cuando los practicantes de Chöd se entrenan en la práctica de ‘pisotear el sufrimiento’, al principio aplazan para después la realización de la práctica de utilizar el daño causado por los seres humanos y las distracciones, y más bien hacen énfasis en practicar con las manifestaciones ilusorias de dioses y demonios, en cementerios y otros lugares desolados y poderosos.[5] Para resumir: no sólo para que tu mente no se vea afectada por el infortunio y el sufrimiento, sino también para poder extraer felicidad y paz mental de estas propias situaciones, lo que necesitamos hacer es esto: no veas los problemas internos como enfermedades, o los problemas externos tales como rivales, espíritus o chismorreo escandaloso, como algo indeseable y desagradable, sino más bien, simplemente acostúmbrate a verlos como algo placentero y agradable. Para lograr esto, tenemos que dejar de considerar a las situaciones perjudiciales como problemas y hacer todo el esfuerzo por verlas como algo beneficioso. Después de todo, que una cosa sea agradable o desagradable se reduce a cómo la misma es percibida por la mente. Tomemos un ejemplo: si alguien piensa consistentemente en los defectos de las distracciones y placeres mundanos, no importa cuánta riqueza tenga o en cuánto aumente el número de personas a su alrededor, lo único que conseguirá será hastiarse y cansarse aún más de éstas. Por otra parte,
alguien que ve los asuntos mundanos como algo significativo y beneficioso intentará aumentar su poder e influencia, e incluso rezará para conseguirlo. Con esta clase de entrenamiento, entonces: • Nuestra mente y nuestro carácter se volverán más apacibles y más dóciles; • Nos volveremos más abiertos (y más flexibles); • Será más fácil que los demás se lleven bien con nosotros; • Seremos valientes y estaremos llenos de confianza; • Nos liberaremos de los obstáculos que impiden nuestra práctica del Dharma; • Seremos capaces de sacar provecho de cualquier circunstancia negativa, encontraremos éxito, gloria y condiciones auspiciosas; • Y nuestra mente siempre estará contenta, en la felicidad nacida de la paz interior. Para seguir un camino espiritual en esta era degenerada, no podemos prescindir de esta clase de protección. Porque si ya no estamos atormentados por el sufrimiento de la ansiedad y la irritación, no sólo se desvanecerán todas las demás clases de sufrimiento, como soldados que han perdido sus armas, sino que infortunios como la enfermedad, con toda seguridad, desaparecerán por sí solos. Los santos del pasado solían decir: “Si no estás infeliz ni descontento por nada, entonces tu mente no se verá perturbada. Como tu mente no está perturbada, la energía del viento sutil (Tib. lung) no se verá perturbada. Eso significa que los demás elementos del cuerpo no se verán perturbados tampoco. Como resultado de ello, tu mente no se verá perturbada, y así sucesivamente, a medida que gira la rueda de la felicidad constante”.
Igualmente: Los caballos y asnos con llagas en sus espaldas Son presa fácil de las aves de carroña. Las personas que son propensas al miedo, Son víctimas fáciles de los espíritus negativos. Pero no aquéllos cuyo carácter es estable y fuerte. Así, aquellos que son sabios, al ver que toda la felicidad y el sufrimiento dependen de la mente, buscarán su felicidad y bienestar dentro de la mente. Como las causas de la felicidad están completamente dentro de ellos mismos, no dependerán de nada externo, lo que significa que nada en absoluto, sea seres sensibles o cualquier otra cosa, pueden hacerles ningún daño. E incluso cuando mueren, esta actitud les seguirá, de modo que siempre, siempre serán libres y tendrán control de sí mismos. Esta es la forma en que los bodhisattvas alcanzan su estabilización meditativa (samadhi) denominada ‘abrumar a todos los fenómenos con dicha’. Sin embargo, los necios van a la caza de circunstancias y objetos externos con la esperanza de encontrar felicidad. Pero cualquier felicidad que encuentren, grande o pequeña, siempre llega a ser como expresa el dicho: No estás en control; éste se encuentra en manos de otros. Como si tu pelo estuviese atrapado en un árbol.
Lo que tú esperabas jamás llega a ser realidad; las cosas nunca se te dan, o más bien, haces juicios equivocados, y sólo ocurre un fracaso tras otro. Los enemigos y ladrones no encuentran problema para hacerte daño, e incluso la más leve acusación falsa te apartará de tu felicidad. No importa cuánto cuide un cuervo de un polluelo de cuclillo, esto nunca lo convertirá en un polluelo de cuervo. De la misma manera, si todos tus esfuerzos son equivocados y están basados en algo no fiable, no producirán sino cansancio para los dioses, emociones negativas para los espíritus y sufrimiento para ti mismo. Este ‘consejo de corazón’ unifica cien instrucciones esenciales diferentes en un solo punto crucial. Existen muchas otras instrucciones medulares acerca de aceptar el sufrimiento y las dificultades a fin de practicar el camino, y acerca de transformar las enfermedades y las fuerzas destructivas en camino espiritual, tal como se enseña, por ejemplo, en la tradición ‘Pacificadora’. Pero aquí, de una forma que es fácil de comprender, he dado una descripción general acerca de cómo aceptar el sufrimiento, basado en los escritos del Noble Shantideva y sus sabios y eruditos seguidores. ii. A Través de la Verdad Absoluta Por medio del razonamiento, tal como ‘la refutación de la producción respecto a los cuatro extremos’,[6] la mente es conducida hacia la vacuidad, la condición natural de las cosas, un estado supremo de paz, y allí reposa. En este estado, no hay ni que hablar de las circunstancias perjudiciales o el sufrimiento, ni siquiera sus nombres pueden encontrarse. Incluso cuando sales de este estado, no es como antes, cuando el sufrimiento surgía en tu mente y reaccionabas con temor y falta de confianza. Ahora puedes vencerlo viéndolo como algo irreal y nada menos que como una categorización. No he abundado en detalles acerca de esto aquí. 2. Cómo Utilizar la Felicidad como Camino hacia la Iluminación
i. A Través de la Verdad Relativa Cada vez que la felicidad y las diversas cosas que son causa de felicidad aparecen, si caemos bajo su dominio, entonces nos volveremos más y más engreídos, petulantes y perezosos, lo que obstruirá nuestro camino y progreso espiritual. De hecho, es difícil no dejarse arrastrar por la felicidad, tal como lo señaló Padampa Sangye: Nosotros los seres humanos podemos soportar una gran cantidad de sufrimiento, Pero muy poca cantidad de felicidad. Esta es la razón por la cual necesitamos abrir nuestros ojos, de cualquier forma que podamos, al hecho de que la felicidad y las cosas que causan la felicidad son todas verdaderamente impermanentes y, por naturaleza, son sufrimiento.[7] Así, haz tu mejor esfuerzo por despertar un profundo sentido de desilusión, y hacer que tu mente deje de entregarse a su apatía y negligencia habituales. Dite a ti mismo: “Mira: toda la felicidad y la riqueza material de este mundo son nimias e insignificantes, y traen con ellas toda clase de problemas y dificultades. Aún así, en un cierto sentido, tienen efectivamente su lado bueno. El Buda dijo que alguien cuya libertad está afectada por el sufrimiento tendrá gran dificultad en alcanzar la iluminación, pero para alguien que está feliz, es más fácil de alcanzar. “¡Qué buena fortuna es entonces poder practicar el Dharma en un estado de felicidad como este! Así, de ahora en adelante, de cualquier forma que yo pueda, debo transformar esta felicidad en Dharma, y entonces, desde el Dharma, la felicidad y el bienestar surgirán continuamente. Así es como puedo entrenarme en hacer que el
Dharma y la felicidad se apoyen el uno al otro. De otra manera, siempre terminaré donde comencé – es como tratar de hervir agua en una cacerola de madera”. El punto principal a entender aquí es que cualquier felicidad, cualquier bienestar que llegue a nosotros, debemos unirlo con la práctica del Dharma. Esta es toda la visión tras la Guirnalda de Joyas de Nagarjuna.[8] Aun cuando podamos ser felices, si no lo reconocemos, nunca seremos capaces de hacer uso de esa felicidad como una oportunidad para practicar el Dharma. En cambio, siempre estaremos esperando que alguna felicidad extra llegue a nosotros, y desperdiciaremos nuestras vidas en incontables proyectos y acciones. El antídoto para esto es aplicar la práctica cada vez que sea apropiado y, por encima de todo, saborear el néctar del contento. Existen otras formas de transformar la felicidad en camino espiritual, especialmente las basadas en recordar la bondad del Buda, el Dharma y la Sangha, y en las instrucciones para entrenarse en bodhichitta, pero esto será suficiente por ahora. Como al utilizar el sufrimiento como camino, de igual modo con la felicidad, necesitas dirigirte a un entorno de retiro solitario y combinar esto con prácticas de purificación y acumulación de mérito y sabiduría. ii. La Dimensión Absoluta Esto es igual que para transformar el sufrimiento en camino espiritual. Lo que este Entrenamiento Produce Si no somos capaces de practicar cuando estamos sufriendo debido a toda la ansiedad que atravesamos, y no podemos practicar cuando estamos felices debido a nuestro apego a la felicidad, entonces esto descarta cualquier oportunidad de que practiquemos el Dharma en absoluto. Esta es la razón por la cual no existe nada más crucial para un practicante que este entrenamiento en transformar la felicidad y el sufrimiento en camino espiritual.
Y si tienes este entrenamiento, no importa dónde vivas, en un lugar solitario o en medio de una ciudad; no importa cómo sean las personas a tu alrededor, buenas o malas; ya seas rico o pobre, feliz o angustiado; cualquier cosa que tengas que escuchar, alabanza o condenación, buenas o malas palabras; jamás sentirás el más ligero miedo que pudiera hacerte derrumbar de alguna manera. Con razón a este entrenamiento se le llama el ‘Yoga que es como el León”. Cualquier cosa que hagas, tu mente estará feliz, apacible, espaciosa y relajada. Toda tu actitud será pura, y todo saldrá de manera excelente. Tu cuerpo podría estar viviendo en este mundo impuro nuestro, pero tu mente experimentará el esplendor de una dicha inimaginable, como los bodhisattvas en sus reinos puros. Será tal como solían decir los preciosos maestros Kadampa: Mantén la felicidad bajo control; Pon fin al sufrimiento. Con la felicidad bajo control Y el sufrimiento llegado a su fin: Cuando estés completamente solo, Este entrenamiento será tu verdadero amigo; Cuando estés enfermo, Será tu enfermero. Los orfebres quitan primero las impurezas del oro al derretirlo en fuego, y luego lo vuelven maleable lavándolo una y otra vez en agua. Ocurre lo mismo con la mente. Si, al utilizar la felicidad como camino, te sientes hastiado y cansado de ésta, y al tomar el sufrimiento como camino vuelves tu mente clara y jovial, entonces alcanzarás fácilmente el samadhi extraordinario que hace que la mente y el cuerpo sean capaces de hacer cualquier cosa que desees.
Pienso que esta instrucción es la más profunda de todas, ya que perfecciona la disciplina, la fuente de todo lo que es positivo y sano. Este es el motivo por el cual no estar apegado a la felicidad crea la base de la extraordinaria disciplina de la renuncia, y no temer al sufrimiento vuelve a esta disciplina completamente pura. Tal como se dice: La generosidad forma la base para la disciplina; Y la paciencia es aquello que la purifica. Entrenándote en esta práctica ahora, entonces cuando alcances las etapas superiores del camino, se parecerá a esto: Comprenderás que todos los fenómenos son como una ilusión, y Nacer de nuevo es justo como entrar a un jardín maravilloso. Ya sea que encares prosperidad o ruina, No tendrás miedo de las emociones negativas o el sufrimiento.[9] Aquí se ofrecen algunas ilustraciones de la vida del Buda. Antes de alcanzar la iluminación, abandonó el reino que se le tenía reservado como monarca universal como si fuese paja y vivió a orillas del río Narainjana sin preocuparse por la rudeza de las austeridades que estaba practicando. Lo que él mostró fue que, a fin de lograr nuestro beneficio último, el néctar de la realización, debemos haber dominado el sabor único de la felicidad y el sufrimiento. Luego, después de alcanzar la iluminación, los jefes de los humanos y los dioses, tan lejos como en los reinos más elevados, le mostraron la más grande reverencia, colocando sus pies sobre la corona de sus cabezas, y ofreciendo servirle y honrarle con toda suerte de deleites. Sin embargo, un brahmin llamado Bharadvaja le insultó y le criticó cien veces; la imprudente hija de otro
brahmin le acusó de conducta sexual indebida; vivió de forraje putrefacto de caballo por tres meses en la tierra del Rey Agnidatta, y así sucesivamente. Pero él se mantuvo sin la más mínima fluctuación en su mente, ni ensalzado ni abatido, como el Monte Merú imperturbable ante el viento. Él demostró que a fin de lograr el beneficio de los seres sensibles, de nuevo tenemos que haber dominado ese sabor único de la felicidad y el sufrimiento. Epílogo Una enseñanza como ésta en verdad debería ser enseñada por los maestros Kadampa, cuyas propias vidas daban fe de su dicho: “Sin quejas cuando hay sufrimiento, Gran renuncia cuando hay felicidad”. Pero si alguien como yo explica esto, entonces tengo la certeza de que incluso mi propia lengua se hastiará y se retorcerá de vergüenza. Aún así, con la única meta de que todas las preocupaciones mundanas sean de un solo sabor[10] y mi segunda naturaleza, yo, el viejo mendigo Tenpé Nyima, he escrito esto en el bosque de los abundantes pájaros. | Esta edición, preparada especialmente para Lotsawa House, se basa en versiones anteriores por parte de Rigpa Translations. [1] Por Chandragomin [2] Tib. bzod sran: la capacidad para soportar el sufrimiento – paciencia, aguante, tolerancia, fortaleza y estabilidad.
[3] Alak Zenkar Rinpoche: “Uno podría quejarse: ‘Yo no hice nada malo, o muy poco, en esta vida, entonces ¿por qué estoy pasando por tanto sufrimiento?’ Es fácil que el karma aumente. Al igual que de una pequeña semilla en la tierra, pueden crecer muchos frutos, los resultados de una acción (karma) pueden multiplicarse enormemente, ya que ellos mismos engendran consecuencias adicionales, como un árbol genealógico”. [4] Cuál es la diferencia entre acciones perjudiciales (sdig pa) y negatividad (mi dge ba)? ‘Negatividad’ es un término general que denota lo no virtuoso e inmoral. ‘Acción perjudicial’ es más intenso; no sólo son no virtuosas estas acciones, sino que son destructivas y causan daño. Tener un pensamiento no virtuoso ocurre únicamente en la mente, y no necesariamente se exterioriza. En general, la ‘acción perjudicial’ está conectada a la acción física. [5] gnyen sa son los lugares sobrecogedores en Tíbet, donde a las personas les daba miedo causar cualquier clase de perturbación. Por ejemplo, en la cima de una elevada montaña, donde no te atreverías a hacer ruido por miedo a ofender a los espíritus del lugar. [6] Cosas que no son producidas a partir de ellas mismas, de algo distinto a ellas mismas, de ambas o sin causas. Ver Mipham Rimpoché, Los Cuatro Grandes Argumentos Lógicos del Camino del Medio. [7] Esta es una referencia al ‘sufrimiento del cambio’. Cuando una situación placentera cambia, se vuelve una fuente de sufrimiento. Considera, por ejemplo, la tristeza causada por la muerte de un hijo. Es debido a que estábamos tan felices cuando el niño estaba vivo que su muerte nos causa tanto dolor. [8] Nagarjuna escribió la ‘Guirnalda de Joyas’ (Ratnavali) como consejo para su amigo que era un rey que vivía una vida de grandes lujos, de modo que él le sugirió como utilizar su situación y convertirla en el camino del Dharma. [9] Maitreya, Ornamento de los Sutras del Mahayana (Mahayana-‐sutralamkara). La primera línea está conectada con la sabiduría, la segunda con la compasión. [10] Las ‘ocho preocupaciones mundanas’ de felicidad y sufrimiento, alabanza y culpabilización, ganancia y pérdida, fama e insignificancia.