La Arquitectura Del Siglo XVIII

La arquitectura del siglo XVIII El siglo XVIII supone, en el conjunto de la monarquía hispánica, la época de mayor esple

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La arquitectura del siglo XVIII El siglo XVIII supone, en el conjunto de la monarquía hispánica, la época de mayor esplendor del arte barroco, y es cuando se desarrollan, bajo la dirección de la

nueva dinastía borbónica, las principales obras. Plaza mayor (1729-1750), se una una litografía del siglo XIX.

El triunfo del Barroco El estilo decorativita de la segunda mitad del siglo XVII, que había roto la plenitud de las superficies, con objeto de crear un juego de luces y sombras que proporciona gran expresividad...Los Borbones y el Barroco clasicista El definitivo asentamiento de los Borbones en España en 1714 no acabó con la peculiar inclinación a interpretar de manera decorativa las formas barrocas. Pero en la corte cosmopolita...

La arquitectura del XVII El lenguaje clasicista se reconoce de forma decisiva sobre la arquitectura del siglo XVII.La arquitectura de la primera mitad del siglo XVII está dominada por la fuerte influencia dejada por El Escorial y la tradición clasicista. La Corte fue el principal centro de actividad: estuvo asentada, primero, en Valladolid, a donde volvió Felipe III a comienzos de siglo, ciudad que se mantuvo como un foco artístico importante, en cuyas iglesias se dejó sentir el modelo del Gesù de Roma; y, más tarde, en Madrid, que quedó definitivamente como capital desde 1606. A pesar de sus pretensiones, es una arquitectura pobre, que utiliza ladrillo, yeso y mampostería: incluso las bóvedas son encamonadas, es decir, formadas con un armazón de madera de cañas o listones.El gran arquitecto del momento fue Juan Gómez de Mora (1586-1648), a quien estuvieron vinculados todos los grandes proyectos, caracterizado por un estricto rigor estructural y moderación decorativa. Participó en empresas urbanísticas, como la Plaza Mayor de Madrid (1617), un recinto regular cerrado, con soportales, que constituye una peculiar aportación española al urbanismo barroco, y completó, en El Escorial, junto al escenógrafo Juan Bautista Crescenzi, el sobrecogedor Panteón Real (1617).Su nombre también está asociado a algunos de los edificios más típicos de la primera mitad de siglo, como la Clerecía de Salamanca (1617), el convento de la Encarnación (1616), o la Cárcel de Corte de Madrid (1629), hoy Ministerio de Asuntos Exteriores, un edificio adusto, con los muros desornamentados y sus características torres cubiertas conchapiteles de pizarra, cuya única concesión decorativa es la entrada, como adosada al edificio. En la segunda mitad del siglo XVII, la asimilación de formas plenamente barrocas se hizo más acusada. En Madrid, Pedro de la Torre llevó a cabo la capilla de San Isidro (1653), que tuvo un deslumbrante interior, con estucos y profusa decoración. Pero quizá las mejores realizaciones se encuentran fuera de la capital: en Galicia, que durante dos siglos fue un centro barroco tan importante como singular, con imponentes realizaciones en granito, vivió Domingo Antonio de Andrade, autor de varias obras en la catedral de Santiago, como la elegante y armónica torre del Reloj (1680); en el País Vasco trabajó el italiano Carlo Fontana (1638-1714), que aplicó los recursos de los grandes maestros a la soberbia basílica de Loyola (1681); y en Andalucía destaca la fachada de la catedral de Granada (1667), obra del también pintor Alonso Cano, que concibió un frente escenográfico de triple arcada, que se levanta hasta la cornisa.

La arquitectura del siglo XVI En el largo siglo que recorre la arquitectura renacentista en España se sucederán las corrientes estilísticas, en especial el plateresco y, sobre todo, en el tramo final el grave y austero herreriano, que incluso llegará a fundirse con el primer barroco español de comienzos del siglos XVI.

Plateresco La arquitectura plateresca corresponde a la primera mitad del siglo XVI en el contexto de una arte oficial dominado por la poderosa monarquía de los Reyes Católicos, primero y de Carlos V, después. En él se combinan estructuras arquitectónicas del gótico final flamígero o isabelino con elementos decorativos venidos de Italia, que además incorpora elementos mudéjares. Las características decorativas del plateresco es la profusión de filigrana de piedra (de ahí su nombre, pues imita el trabajo de los orfebres) a base de medallones en las fachadas, los frontones y enjutas, los entablamentos y basamentos, los grutescos, los festones, las columnas balaustradas, todo ello decorando las fachadas de los edificios que, sin embargo, tienen la típica estructura gótica de pilares fasciculados soportando bóvedas de crucería compleja. Una de las construcciones que mejor refleja el momento de fusión de ambos estilos es el Palacio del Infantado en la ciudad de Guadalajara (VER IMAGEN LATERAL) Aunque el plateresco castellano es especialmente abundante en ciudades como Toledo, Valladolid o Salamanca, etc., es en esta última donde encontramos algunas de las obras más interesantes, debido a su gran calidad plástica y finura, hecho al que no es ajena la buena calidad de la piedra caliza salmantina.

La escultura y la arquitectura fueron dos artes estrechamente relacionadas, que destacaron como expresión de la vida religiosa. La escultura no se pensaba de un modo aislado, sino que se hacía para integrarla en una edificación -principalmente en una iglesia- o en una procesión.

La arquitectura colonial Iglesia de la Compañía En la arquitectura colonial, como en la pintura y la escultura, predominaron las construcciones religiosas sobre las laicas. La arquitectura no siguió de forma inmediata las modas europeas, y la aparición de un nuevo estilo no significó la desaparición del anterior. Así, durante el siglo XVI, en todo el Virreinato del Perú se alternaron construcciones de estilo renacentista con otras del gótico tardío, y era frecuente hallar en edificaciones de ambos estilos techos de tipo mudéjar. A partir del siglo XVII el estilo barroco surgió en la arquitectura colonial. Los alarifes Los arquitectos y maestros de obras en la Colonia recibían el nombre de alarifes. En el siglo XVI, la mayoría de los que trabajaban en el Perú eran de origen español. Entre ellos sobresalió Francisco Becerra, gran impulsor del Renacimiento y uno de los responsables de la construcción de la catedral de Lima. Ya en el siglo XVII aparecieron alarifes nacidos en el Perú, como Manuel de Escobar, responsable de la edificación del templo de San Francisco.