La Armada Invencible (1588 a.C.)

CAPITULO I: LA ARMADA INVENCIBLE Las naves propulsadas por el vient o Por un momento remontémonos hasta el año 1097, cua

Views 51 Downloads 2 File size 3MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

CAPITULO I: LA ARMADA INVENCIBLE Las naves propulsadas por el vient o Por un momento remontémonos hasta el año 1097, cuando en su deseo por conquistar la Tierra Sant a los europeos se lanzaron a efectuar la P rimera Cruzada, en ésta, y en las demás que le siguieron, las fuerzas armadas occidentales no sólo buscaban recuperar los territorios que tanto significado tienen para el cristianismo, pero también buscaban abrir a punta de espada rutas comerciales que unieran a E uropa con las riquezas del Lejano Oriente. Por los 500 años siguient es ejércitos y flotas cristianas y musulmanas se vieron enfrascados en amargas guerras, que tuvieron como escenario las tierras del Medio Oriente, Europa, y las aguas del Mediterráneo. Hubo pocos períodos de paz, y como lo vimos en el libro ant erior de la serie, la victoria europea en la Batalla de Lepanto (1571) marcó un moment áneo revés para las fuerzas armadas del Imperio Turco. Quinientos años de constant e lucha es un período de tiempo muy largo, y por lo impredecible de la situación, todo tipo de producto que llegaba hasta Europa desde el Lejano Oriente, y que pasaba por el Mar Mediterráneo, era vendido a precios exorbitantes. Por esa realidad, mucho tiempo antes de que ocurriera la Batalla de Lepanto, una gran cantidad de exploradores debidamente financiados por mercaderes y monarcas buscaron la forma de evitar las aguas del Me diterráneo para llegar hasta las inmensamente ricas tierras de Oriente, y una vez establecida una ruta comercial más segura las riquezas de las tierras de ensueño podrían fluir con mayor facilidad y con menor costo a los puertos de Europa. Ese deseo catapultó a los monarcas de la Península Ibérica hacía la Era de las E xploraciones, y entre ellos se destacó Don Enrique “El Navegante”, rey de Portugal, quien c reó en 1415 la escuela náutica de Sagres y qu ien además financió y exhortó a sus súbdit os a realizar viajes por ultramar hacia oriente. Aun se desconocía la existencia de América, pero se había llegado a la conclusión que era posible encontrar una ruta que pasara por el extremo sur de África, para luego dirigirse hacia el este. Decenas y cientos de resueltos aventureros portugueses se hicieron a la mar; en 1488 B artolomé Díaz fue el primero que logró circunvalar el extremo sur de África pasando por el Cabo de Buena Esperanza, el punto más al sur de dicho continente. Otros pronto siguieron la ruta trazada, hasta que finalmente, en 1498, Vasco de Gama logra ba llegar a la India. Gracias a sus esfuerz os, estos hombres lograron hac er de Portugal un poderoso imperio, el cual se fue nutriendo con las riquezas que provenían de oriente.

Los europeos buscan la forma de llegar al Lejano Oriente

El problema: el constante estado de guerra en el Mediterráneo

De particular importancia para éste libro es estudiar el tipo de barcos que usaron los exploradores, porque los suyos eran muy diferent es a las galeras que por siglos habían navegado por el Mediterráneo. Las galeras se adecuaban muy bien a las condiciones imperantes en el Medi terráneo y usaban como fuerz a motriz tanto la energía de seres humanos, quienes operaban remos, ó por la fuerza del viento, en otras palabras eran híbridos que usaban dos medios de propulsión. Sin embargo, las naves de los exploradores solo eran impuls adas por el viento. Era un cambio import ante por varias razones, y una de ellas era económica: el costo de manutención de las galeras era bastant e alto; las versiones de un tamaño promedio de esas naves requerirían de una tripulación de 300 hombres, e incluso para estos días el costo de alimentarlos era bastante elevado. En cambio una nave impulsada por el viento, de un tamaño similar al de una galera, podía ser tripulada por solo cerca de 100 individuos, e incluso algunas veces se necesitaban menos; una reducción de costos muy significativa que ayudaría a organiz ar una mayor cantidad de viajes de exploración. Por otra parte, las galeras no podían ser usadas en viajes transoceánicos. Para que sus remos pudieran ser usados efectivamente los costados de las galeras tenían que ser muy bajos, pero a menor altura en el casco de la galera, menor la posibilidad de que este tipo de barco s obreviviera a las grandes olas que s e formaban en una violent a tormenta.

La silueta tan diferente entre dos barcos de la época, las galeras y las naves-redondas

Los portugueses pronto tendrían un gran imperio, pero el suyo sería eclipsado por aquel que crearon los españoles tras el descubrimiento de América en el año de 1492. Todo comenzó el 3 de agosto de 1492, cuando la carabela de 100-toneladas bautizada como la Sant a María, del capitán genovés Cristóbal Colon, part ía del puerto de Palos. A ella le seguían dos naves similares pero de menor tamaño. Dos difíciles meses de viaje hacia el oeste pas aron, pero finalmente el 12 de octubre de 1492 la pequeña escuadra llegaba a la isla de San Salvador. El afortunado genovés y sus seguidores pensaron que habían llegado hasta el Lejano Oriente, pero en poco tiempo lograron descubrir que habían arribado a una tierra increíblemente rica poblada por civilizaciones militarmente primitivas. Los europeos pront o regresaron a España y con la información que recibieron los monarcas de aquel reino concluyeron que los pueblos del Nuevo Mundo podían ser rápida y fácilmente dominados. No tendrían ninguna necesidad de establecer complicados lazos comerciales, y simplemente se apoderarían de lo que consideraran valioso. Desde este momento, y por más de trescientos años, los españoles dominarían y explotarían una gran parte del territorio del Nuevo Continente, creando uno de los imperios más grandes y ricos de la historia. Pero pronto los líderes de otros reinos comenzaron a codiciar las riquezas de América. En ocasiones los recién llegados establecían colonias en tierras aún no controladas por otros europeos con la intensión de no entrar en conflicto ent re ellos, pero en otras ocasiones se convirtieron en enemigos, poniendo por lo general en peligro los intereses de los españoles. Grupos de barcos que operaban con el aval de algún reino, ó incluso naves de individuos que se dedicaban a la piratería se dedicaron a atacar a los convoyes que part ían de América, y para cont rarrestar esta amenaza nació una nueva generación de naves de guerra. Con esta última nota entraremos en materia, porque a continuación veremos como las pequeñas naves de exploración pasarían a ser grandes y costosas naves de combate, cuyo fin último sería derrotar a flotas de naves enemigas.

La evolución de estos barcos En los primeros días del siglo XV I podemos dividir a todas las naves que surcaban los mares del mundo en dos grandes grupos: por un lado estaban las galeras y por el otro tenemos las naves-redondas o -degran-port e. La característica principal del primer tipo de embarcación era que estas naves eran propulsadas por una combinación de remos y velas, siendo los remos el medio de propulsión principal, ya que podían ser usados en cualquier momento, mientras que las velas solo podían ser usadas cuando las condiciones climáticas fueran favorables. Pero existía un gran problema con las galeras. Para que una de estas naves de 200-toneladas pudiera avanz ar a una velocidad de 3 nudos (equivale a 5. 55km/h) durante un periodo de tiempo relativamente largo, necesitaba 150 hombres quienes exclusivamente se dedicarían a t rabajar en los remos. El 80% de la tripulación tendría que estar atada a ese trabajo. Ellos no solo contribuían a que la nave fuera más pesada, además era necesario que en las bodegas de la misma se acumularan suficientes provisiones para alimentarlos adec uadamente. La gran cantidad de alimentos embarcados nos lleva a un problema. Dadas las limitaciones de espacio que encont ramos en una galera y por lo perecedero de la mayoría de los alimentos de la época, la galera no podría navegar muy lejos de la costa. Las provisiones de estas naves se agotarían tras una semana de viaje y sí un viaje trasatlántico duraba un p ar de meses, es obvio que la gran mayoría de los tripulantes de la nave morirían antes de poder llegar al otro lado del mundo. Ésta es otra razón por la cual las naves-de-gran-porte impulsadas por el viento hicieron su aparición en los océanos del mundo: sus bodegas eran muy amplias, y ya desde la antigüedad habían sido usadas para transportar toneladas de mercadería de un puerto a otro dentro del mismo Mediterráneo. Eso no es todo, con el tiempo se descubrió que podrían ser adec uadas plataformas para transportar armas-de-fuego de gran calibre. Las naves de guerra y de transporte del siglo XVI evolucionaron a partir de diseños más antiguos como los cog, pequeños barcos que habían sido usados por marineros anglo-sajones desde antes del siglo XIV para realizar viajes ent re Francia e Inglaterra. Estas naves tenían un s olo mástil al cual se fijaba una gran vela c uadrada, además tenía un solo remo instalado en la popa que servía como timón. Era una nave útil, sin embargo t enía un gran defecto: su casco había sido construido con tablones de madera intercalados; el borde inferior de cada uno de los tablones superiores era cubierto por el borde superior del tablón inferior. Esto causaba que la fuerza estructural de la nave fuera pobre, haciendo que ellas fueran relativamente pequeñas y que tuvieran una limit ada capacidad de transport e. Hacia el siglo XV artesanos europeos quienes trabajaban en la costa Atlántica buscaron una solución al problema del cog y la hallaron al usar un método de construcción ya aplicado en las naves que surcaban el Mar Mediterráneo. Ellos podrían construir cascos más resistentes con solo unir los tablones borde c ontra borde. De esa forma nació la nave conocida por los españoles como la carabela y por los portugueses como el nao.

A la izquierda: un cog y su particular casco, abajo, una carabela.

Las primeras carabelas eran relativamente pequeñas, y solo serían usadas por pescadores en viajes cortos en las aguas del Atlántico. De hecho eran tan pequeñas que no se les había construido con alguna cubierta que dividiera horizontalmente al casco. Como res ultado no tenía bodegas, y por ello naves de este

tipo eran conocidas como botes-abiertos. Pero eran estructuralmente fuertes y podían soportar las duras tormentas que az otaban las aguas del Atlántico Norte, y con el pasar del tiempo artes anos más ambiciosos construyeron carabelas de may or tamaño. Para mediados del siglo XV carabelas y naos ya habían crecido en tamaño y eran usadas en viajes de exploración, y se cree que aquellas que llevaron a los portugueses hasta la India tenían un desplazamient o entre las 80 y 130-toneladas. Pero no solo habían aumentado de tamaño, en las anteriores naves se habían instalado hasta un tot al de tres mástiles, y al aumentar la superficie sobre la cual el viento ejerc ía presión la velocidad de la embarcación aumentaba. Es más, las velas ya no solo eran cuadradas, ahora se comenzaron a usar versiones triangulares de las mismas y como amb as tenían sus propias ventajas le daban a los barcos una gran flexibilidad para poder navegar. Las velas cuadradas le daban velocidad a estos barcos, mientras que las triangulares incrementaban la capacidad de maniobra. Carabelas y naos llevaron y trajeron de vuelta a los europeos hacia las tierras del Nuevo Mundo y del Lejano Oriente. Y regresaban con bodegas atiborraron con riquezas de todo tip o. Pero las naves de esos hombres pronto serían objeto de ataques por part e de forajidos, forajidos quienes operaban al margen de la ley o quienes trabajaban bajo las órdenes de algún monarc a. Por lo tanto fue necesario prepararlas para que se pudieran defender.

El gran nao y el pequeño cog

Desde la Edad Media las naves-de-gran-porte eran construidas con altas estructuras que coronaban sus popas y proas, convirtiendo aquellas estructuras en estaciones de batalla desde la cual s oldados equipados con jabalinas, arcos, y ballestas, po dían lanz ar una lluvia de mísiles contra el enemigo. Por razones obvias con el tiempo estas estructuras llegaron a ser conocidas como los castillos-de-proa y -de-popa. Para mediados del siglo XV continuaban instalando castillos en las naves, pero además las primeras armas -de-fuego se habían sumado al equipo de combate. Esto nos lleva a un punto interesante. Las carabelas eran naves que podían realizar el viaje t rans oceánic o con relativa facilidad, pero por la poc a capacidad de carga de las mismas se limitaba la cantidad de piezas de artillería y de soldados que podrían transportar. Por lo tanto se buscó, y encont ró, la manera de construir naves de mayor tamaño. Pronto, de rudimentarios astilleros una nueva generación de naos en Portugal, y carracas en España, comenzaron a aparecer en las aguas del Atlántico. Sabemos que uno de los primeros grabados que muestran un barco de este tipo fue acuñada en un medallón francés manufacturado el año 1466. Tanto los naos como las carracas fueron los precursores de los barcos que luego fueron conocidos como barcos aparejados (en inglés ship-rigged). Este es un nombre derivado del medio de propulsión que la nave tenía y tiene que ver c on el conjunto de velas, mástiles, cabos, y cuerdas, todos combinados eran conocidos como aparejos, por ende el nombre de barcos -aparejados. Esta nueva generación de naves podría t ener de dos a cuatro mástiles a los cuales se les fijaban grandes postes de madera trans versales que eran conocidos como vergas, y es en estos donde se colocarían las velas. Y precisamente, gracias al incremento en el número y tipo de velas, estas nuevas naves podían aprovec har de mejor manera la fuerza del viento. En este momento es pertinente observar que las galeras impulsadas por remos eran naves mucho más maniobrables que los grandes barcos propulsados por velas , porque al usar sus remos las galeras podían viajar contra la dirección en la que soplara el viento, en cambio un barco aparejado solo podía navegar contra el viento cuando su tripulación realizaba una complicada serie de maniobras.

Para poder navegar contra el viento tendrían que cambiar constant emente de ángulo en el que estaban colocadas las velas y la proa de la nave. Era un procedimiento conocido en inglés como tack ing, el cual era extremadamente difícil de realizar, tan difícil de realizar que incluso cuando la nave estaba tripulada por marineros experimentados tardaría algo de tiempo en lograr avanzar. Porque para poder avanzar contra el vient o cada giro tendría que realizarse llevando a la nave hast a un ángulo máximo de 67 grados con respecto a la dirección que soplaba, y una y otra vez la proa de la nave se giraría realizando una complicada maniobra en zig-zag, cambiando de rumbo de babor a estribor en intervalos constantes.

Maniobras necesarias para navegar cont ra el viento

Viento

Efectivament e, para un barco-aparejado era difícil viajar contra el viento, sin embargo al tener las condiciones climáticas adecuadas, estas naves tenían una gran ventaja en velocidad. Los remos de las galeras podían impulsar sus naves a una velocidad constante de 2 nudos; para lograrlo se dividía a todos los remeros en tres grupos, y cada tercio sustituía al anterior a cada dos horas para poder mantener dicha velocidad por un período de 6 horas. Sin embargo, sí el viento soplaba moderadamente en la dirección deseada,  un barco-aparejado podría alcanzar una velocidad mayor a la de 2 nudos por un período de tiempo indefinido, hasta aquel moment o en el cual la brisa dejara de soplar en la dirección deseada. No he logrado encontrar estudios en los que se demuestre la velocidad que podía alc anzar una carrac a o un nao, sin embargo durante la Batalla de Prevesa (año 1538) varios naos europeos estaban a punto de sucumbir a los ataques de galeras turc as, y solo lograron escapar cuando el viento súbitament e comenzó a soplar en la dirección adecuada. Esto implica que las naves-aparejadas lograron alcanzar una mayor velocidad que las galeras, aunque éstas últimas estuvieran usando remos y velas al mismo tiempo Por otro lado, sí existen estudios detallados sobre la velocidad que podría alcanzar un barco-aparejado de principios del siglo XIX. Una nave de cuat ro mástiles de es a época podría alcanzar una velocidad promedio de entre 5 a 6 nudos cuando el viento soplaba moderadamente sobre su popa. Considerando que tanto los naos como las carracas eran naves inferiores a las construidas a principios del siglo XI X, podemos asumir que las embarcaciones del siglo XV I avanzarían a una velocidad de unos 3 ó 4 nudos en condiciones similares a las detalladas anteriormente, y con esa velocidad un nao o una carraca podrían escapar ó alcanzar a una galera con gran facilidad. Pero la velocidad de los grandes barcos-aparejados no era la única ventaja que tenían sobre las galeras. Para acciones ofensivas y defensivas los barcos-aparejados incluían aquellas estructuras conocidas c omo c astillos. Desde esas atalay as los marineros y soldados del barco podían lanzar una lluvia de proyectiles contra las expuestas cubiertas de una galera, luego, aprovechando la confusión que conseguirían causar, sus hombres equipados con armas blancas se lanzaría a realizar un as alto masivo contra la cubierta contraria. Pero la ventaja que ofrecían estas estructuras era opacada por un serio inconveniente: los castillos eran tan altos y pesados que int erferían con las característic as de navegación de las naves-aparejadas. Existen



Se considera una brisa moderada a aquella que sopla a una velocidad de 16 nudos

varios ejemplos de naves de este tipo que se fueron a pique con facilidad, entre ellas esta el Mary Rose, una nave inglesa que se hundió en 1545 mientras salía de puerto.

Mástil principal

Carraca con su alto castillo de proa Mástil de proa

Mástil de popa

Bauprés

Pero además de los castillos de proa y popa las naves-aparejadas incluían una buena cantidad de piezas de artillería, que a diferencia de las galeras, podían ser instaladas a todo lo largo de la nave gracias a una realidad muy simple. En el libro anterior de esta serie vimos que l as armas de fuego de gran tamaño que s e instalaban en una galera, solo podían ser colocadas en la proa de la nave, porque casi el 80% de la cubierta-superior de las mismas se encontraba ocupada por los puestos de los remeros. Ese no era el cas o de los barcos-aparejados, en las carracas y naos encontramos múltiples cubiertas sobre el nivel del mar donde podían ser instaladas grandes cantidades de piezas de artillería de diferentes tamaños. Pero no solo las armas eran más grandes y numerosas, además, gracias a la mayor fuerza estructural que enc ontramos en los cascos de los nuevos barcos, fue posible cortar troneras en los costados. No sabemos con exactitud cuando ó quien comenzó dicha practica, pero para la década de 1520 las escotillas ya eran conocidas en muchos astilleros europeos. Además de las piezas de artillería de gran calibre las carracas y los naos también estaban equipados con artillería de menor tamaño, que generalmente s e instalaría en los castillos de proa y de popa, sin embargo en los mismos castillos no se instalarían cañones de gran peso. Por una sencilla razón: siempre se colocaría más peso en las cubiertas inferiores, y en cada una de las siguientes cubiertas se coloc arían piezas que serían progresivamente de menor tamaño, colocando las más ligeras en la cubierta más alta. De ésta forma se intentaba colocar el punto de equilibrio del barco cerca de la línea de flotación, evitando que la nave oscilara peligrosamente en un mar agitado. Pero he aquí un gran defecto en el diseño de los naos y las carracas: sus castillos de proa y popa eran muy altos y pesados, lo que cont ribuía a la inestabilidad de esas naves. La constant e oscilación de arriba hacia abajo de estos barc os contribuía a que el fuego de las piezas de artillería de mayor peso fuera poco preciso cuando se le disparaba a objetivos que se encontraran a una gran distancia. Así, aunque la carraca y el nao c ontinuarían teniendo un lugar importante como naves de transporte, pronto serían sustituidas por dos tipos de naves de guerra conocidas como el galeón español y el galeón inglés. Esas serían las naves que se verían enfrentadas en las aguas del Canal de la Mancha a finales del siglo XV I.

Artillería ligera

Otra gran diferencia ent re galeras y galeones, la artillería

Artillería pes ada

Mayor cantidad de peso cerca de la línea de flotación

La evolución de las armas de fuego Detengamos por un momento la historia de la e volución de las naves de guerra y hablemos un poc o sobre las piezas de artillería con las que ellas estarían equipadas. Desde el siglo III a. de C. hasta mediados del siglo XV d. de C., todas las naves de guerra que surcaban los mares del mundo tenían dos posibles sistemas ofensivos. El primero de ellos era la misma nave de guerra, la cual estaba equipada con un pesado espolón que había sido instalado en la proa de la nave, con ese pesado ariete el barco se convertía en un gigantesco misil que podría dañar seriamente a otra nave enemiga bajo la línea de flotación. El segundo sistema ofensivo eran los mismos soldados de la infantería de marina y los marineros de la tripulación de cada nave de guerra. Todos estos hombres estaban equipados con una gran variedad de armas de corto- y largo-alcance, espadas y lanzas serían las primeras de las armas; arcos y flechas, jabalinas y hondas serían las segundas. Gracias a estos instrumentos de guerra los tripulantes equipados con armas se lanzarían al abordaje del barco enemigo e intent arían someter a la tripulación enemiga. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XV d. de C. tanto los infantes de marina, como las mismas naves de guerra, recibieron nuevas y poderosas armas, las cuales venían en una impresionante variedad de tamaños, pero la característica en común de todas las nuevas armas era que éstas lanzaban proyectiles con una tremenda fuerz a cont ra un objetivo. Estas fueron y siguen siendo las armas que hemos llegado a conocer como las armas-de-fuego. Para crear armas de ese tipo era neces ario tener pólvora, y la pólvora tardó mucho tiempo en ser descubierta en E uropa. Los chinos ya conoc ían este material desde el siglo IX d. C., pero en E uropa la primera referencia confirmada de cómo producirla la hizo en el año 1249 en una de sus epístolas el monje-científico Roger Bacon. A unque el monje no parece haber pensado que su descubrimiento podía ser us ado con fines militares (al igual que lo haría Einstein cerca de 700 años después), con el tiempo otros hombres halla ron que la violenta reacción químic a podía ser us ada para crear armas de guerra. Existen algunos trozos de información que sugieren que durant e el asedio de la ciudad de Metz (Francia) en el año 1324, se usaron primitivas armas -de-fuego. Pero cualquier duda que exista con respecto al uso de las mismas queda disipada por la sólida evidencia que indica sin lugar a dudas que estas

armas fueron usadas por primera vez durante el asedio de la ciudad de Cividale (It alia) acción acontecida en el año 1331. ¿Pero qué es un arma-de-fuego? B ásicamente es un artefacto que consiste en un tubo de algún material sólido, en el cual se introduce una cantidad de pólvora y un mísil (una piedra ó una bala), y al provocar el estallido de la pólvora, los gases resultant es empujaran al mísil hacia delante con una gran fuerza y saldrá disparado por la boca del tubo. El tubo podría estar abierto por ambos lados, pero de ser así, una gran cantidad de los gases producidos por la ex plosión de la pólvora se perderían al salir por la segunda abertura, y el mísil saldría con una velocidad menor a la que podría alcanzar, por lo tanto, sí se quiere que el mísil logré viajar a gran velocidad lo más recomendable es cerrar una de las aberturas del tubo para lograr aprovechar más la expansión de los gases. Dado lo primitivo del equipo y la forma de trabajar de los herreros del siglo XV la calidad de los metales con los que se construían las armas-de-fuego dejaban mucho que desear, por ello las piezas de artillería producidas en aquellos días se asemejaban más a los antiguos barriles de cerveza, en los cuales las piezas de madera se mantenían unidas las unas a las ot ras con aros de metal, de la misma forma, para darle más resistencia a las armas-de-fuego, el t ubo de aquellas era envuelto con anillos de met al, produciendo armas cuyas paredes eran extremadament e gruesas, haciendo que éstas fueran muy pesadas. Hasta nuestros días ha sobrevivido un ejemplar de las piezas de artillería de aquellos días, y lo encontramos en un museo militar de Escocia. El arma es conocida como el “Mons Meg”, un c añón que fue construido en el año 1449 y que disparaba proy ectiles de 549-libras de peso de un diámet ro de 49.6 -centímetros, y el peso de la misma arma era de cinco-toneladas. Trans portar este monstruo de un punto a ot ro con la tecnología del siglo XV era una faena ardua, por lo tanto su uso se reservaba a las operaciones de asedio cont ra ciudades enemigas, un t rabajo en el cual éstas armas pronto ganaron su reputación, puesto que luego de ser instaladas, las antiguas murallas de los castillos medievales se desmoronaban con una rapidez increíble. Sí, la artillería fue otro de los factores que trajo consigo el final de la Era Medieval. Claro está, lanzar pesados proyectiles contra las altas murallas de una ciudad no era nada nuevo; catapultas, onagros, balistas y trabuquetes, todos podían lanzar proyectiles contra una ciudad dejándola vulnerable a un asalto. Pero todas ellas eran armas eran extremadamente difíciles de construir, y por ello su costo era exorbitante, y al existir una cantidad limitada de las mismas provocaba que el asedio se prolongara. Precisamente, he aquí la gran vent aja de las armas de fuego. Al t ener una base industrial adecuada un reino podría construir decenas de piezas de artillería, las que, a grupadas en nutridas bat erías, podrían desbaratar con relativa facilidad las murallas de una ciudad en un tiempo relativamente corto. Desde este momento todos los reinados europeos que tenían la capacidad de hacerlo c omenz aron a producir piezas de artillería de todos los tamaños imaginables y su efectividad fue demostrada una y otra vez. Como lo demuestran los eventos de la Guerra de los Cien Años (1337-1453). E n las últimas etapas de aquel conflicto los ejércitos del rey francés Carlos VII usaron estas armas para capturar una a una las ciudades de Normandía que aún estaban bajo el dominio inglés, y cuando solo la ciudad de Calais seguía bajo el dominio de los ingleses, el conflicto llegó a su fin. Durante ese mismo conflicto los frances es también intenta ron hacer uso de las piezas de artillería en el campo de batalla, diseñando para ello armas más livianas. En la Batalla de Agincourt (1415) los franceses tenían a su disposición unas cuantas piezas de artillería, sin embargo la acción se llevó a cabo de ta l forma que no pudieron ser usadas eficientemente y los franceses sufrieron una aplastante derrota. Pero con el tiempo los franceses aprendieron a usar su artillería en campo abiert o, y en la Batalla de Formigny (1450) un ejército inglés fue aniquilado por la combinación de ataques de infantería apoy ados por el fuego de sus piezas de artillería. Las piez as de artillería habían llegado al campo de batalla. Pero sería en el próximo gran conflicto europeo en el que observamos una mayor proliferación de los nuevos instrumentos de guerra y un Armas de fuego primitivas: simplicidad mejor uso de ellos en la luc ha de terreno abierto. Este nuevo conflicto fue conocido como las Guerras Husitas (1420-1434), en el c ual no solo se usaron piezas de artillería más livianas que podían ser transport adas con relativa facilidad hasta el campo de batalla, y eso no es todo, además por vez primera hicieron su debut grandes cantidades de armas de fuego

individuales. Claro está, las armas de fuego individuales eran inc reíblement e primitivas, solo eran pequeños tubos de hierro ajustados a trozos de madera. Pero aún así fueron muy efectivas, y gracias a genios militares como Jan Žižka se pudo enc ontrar el uso práctico de las mismas en el campo de batalla. Una de sus grandes innovaciones fue el organizar grandes caravanas d e carros-de-combate dentro de los cuales se podían proteger los soldados mientras recargaban y disparaban sus armas. Dicha forma de combatir me rec uerda a los trenes blindados que fueron usados en varios de los conflictos del siglo XX. Y por sí alguien aún necesitaba darse cuenta de la efectividad de las armas de este tipo, en el año 1453 las gruesas murallas que habían defendido a la ciudad de Constantinopla por muchísimo tiempo fueron desbaratadas por el fuego de las piezas de artillería del rey Mehmed II, as í desaparec ío el último bastión que defendía el sureste europeo. Solo era cuestión de tiempo para que estas armas fueran instaladas en algún barco de guerra. S í un cañón lograba destruir con facilidad las grandes murallas que protegían un castillo, imagínense el lector lo que le haría un pesado proy ectil a las delgadas capas de madera Artillería con las que se construía un barco. Nadie sabe con seguridad quien fué el primer capitán que llevó estas armas a bordo de su nave, lo que s í sabemos es que en un libro escrito en 1486 existe una ilustración hecha por Erhardus Reeuwich, en la cual aparece una galera de guerra armada con piezas de artillería. Veinte años más tarde, para los primeros días del siglo XVI ya hallamos numerosas galeras de guerra en el Mediterráneo equipadas con piezas de artillería de distintos tamaños, armas que simplemente eran conocidas como cañones. Es obvio, es a ilustración solo nos da una idea parcial de c uando comenzaron a aparecer estos instrumentos de guerra en barcos de guerra, pero ya para finales de este siglo XV I pequeñas armas de fuego y a eran muy populares y decenas de las mismas eran instaladas en naves de guerra. Por ejemplo, el monarca inglés Enrique V II mandó a instalar en su Regent unas 225 piezas de artillería de pequeño calib re. Además estoy seguro que en las bodegas de esa nave encontraríamos decenas de armas de fuego individuales conocidas como arcabuces. Todas estas armas serían increíblemente letales cuando eran usadas a corta distancia, pero de poco valor cuando se intentaba causar daños de import ancia al casco de un barco c ontrario, por lo tanto con el tiempo piezas de artillería de mayor tamaño serían embarcadas en las naves de guerra. Otra arma de fuego que merece ser mencionada en éste momento es el arc abuz, un arma individual la cual apareció en los navíos de guerra a principios del siglo XV I. Era un arma pesada y costosa de producir, sin embargo era fácil de usar e increíblemente letal, y por ello se convirtió rápidamente en un arma extremadamente popular. Comparemos al arcabuz con un arco. Esa última arma era relativamente fácil de fabricar, solo se necesitaba una vara de madera de una forma y material adecuado a la que s e le uniría una cuerda que tensaría la vara. El arc abuz necesitaba más materiales y tiempo para t ener un producto terminado, como un tubo de hierro, una base de madera y un complicado mecanismo de disparo, todo lo cual lo hac ía muc ho más caro que el arco. Pero por otra part e, para que un soldado pudiera usar un arc o tendría que ser entrenado por varios años desarrollando su fuerza muscular y su destreza, hasta hacer de él un experto. Esa es la gran diferencia con el arcabuz, en solo cuestión de meses un soldado podría aprender a usar un arma-de-fuego, y en un corto período de tiempo podían reunirse suficientes hombres para us ar el nuevo equipo militar. Para el siglo XV I ya encontramos una gran cantidad de armas de fuego en los arsenales que encontramos en las naves de guerra.

Arcabuz del siglo XV I

Más información sobre las grandes y pequeñas armas de este tipo será dad a en los capítulos siguientes.

LA NUEVA VARIABLE : EL NUEVO MUNDO En este primer capit ulo del segundo libro de la serie hablaremos de varias acciones peleadas en el Canal de la Mancha desde el día 31 de julio hasta el 8 de agosto del año 1588, en estas acciones las flotas de España e Inglaterra buscaban obtener el control de las aguas de aquel trecho. Pero dichas acciones solo marcan el final de una larga campaña, por lo tanto es necesario analizar los eventos que llevaron al conflicto entre el Imperio Español y el Reino de Inglaterra. Desde el momento en el c ual los primeros españoles regresaron con las bodegas de sus naves atiborradas con las riquez as del Nuevo Mundo, monarcas e individuos de otros reinos buscaron la forma de también obtener riquezas de es a misma tierra, y para finales del siglo XV I los principales rivales de España eran Francia e Inglaterra. El conflicto entre España y Francia tenía sus orígenes en los últimos días de la Edad Media, y había continuado hasta mediados del siglo XV I. Durante todo ese tiempo ninguno de aquellos reinos había logrado una victoria aplastante sobre su adversario, y lo que era peor para España, Francia continuaba creciendo. Los españoles necesitaban aliados y pronto los hallaron en el reino de Inglaterra. Combinando sus recursos ellos lograban contener a los poderosos ejércitos de Francia. Pero aun así estos aliados no siempre lograban detener el avance de los frances es, por ejemplo, en 1558 el último bastión inglés en el continent e europeo, Caláis, caía en manos francesas. Quedaba el camino despejado para que los franceses lanzaran una fuerza invasora hacia las playas de Inglaterra. Ante tal peligro los ingleses se dedicaron a construir más y mejores naves de guerra.

Escocia Para mediados del siglo XV I ingleses y españoles se enfrentan contra Francia.

Inglaterra

Francia Portugal

España

El imperio es pañol de mediados del siglo XV I

Pero no fueron los ejércitos de España, ni las flotas de Inglaterra las que detuvieron el avance de Francia. E n lugar de ello fue una amarga guerra civil la que socavo la base económica francesa. El estallido del conflicto interno tuvo su raíz el 5 de diciembre de 1560, cuando el rey Francisco II de Francia falleció. Desde ese momento grupos que favorec ían a la religión católica se enfrent aron contra grupos de protestantes. A ese caos le agregamos las ambiciones de nobles franc eses, quienes intentaron tornar esta

situación a su ventaja para colocarse a s í mismos en el trono. Las fuerzas armadas francesas t uvieron que retornar a restablecer el orden. Francia estaba momentáneament e fuera del juego, y es en este momento cuando los monarcas de España e Inglaterra recordaron que tenían difere ncias entre sí. Y eran diferencias de gran import ancia. No solo las tendencias religiosas de los dos pueblos eran motivo de fricción (los españoles eran católicos, y los ingleses protestantes ), además los líderes de estas naciones apoy aban a bandos opuestos en una terrible rebelión que había estallado en Holanda. A partir del siglo XV I, desde el momento en el cual las reformas prot estantes comenzaron a tomar auge, los líderes de la iglesia católica y sus súbditos, particularmente los monarcas de España, observaron con recelo el crecimiento de la iglesia protestante, tanto en Inglaterra como en otras regiones de Europa.  Anteriormente, los líderes de España e Inglaterra se habían hecho de la vista gorda ante los punt os de vista religiosos que eran opuestos, prefiriendo hacerle frente al inminente peligro de ser dominados por los franceses. La supervivencia de estas naciones estaba en juego, y al parecer no tenían tiempo para pensar en Dios. Lo interesant e es que las diferencias religiosas también se manif estaron en otros puntos de Europa. Esa había sido una de las causas del conflicto interno que ahora consumía las entrañas de Francia. Sin embargo, para ingleses y españoles, la violencia religiosa que se des ató en la región que comprende actualmente a los Países Bajos (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) golpeó fuertemente sus intereses. En 1556 el Rey Carlos V de España finalmente había logrado absorber a las 17 provincias del territorio de Holanda. El monarca español había ganado una tierra de grandes riquez as, puesto que, dada s u ubicación, era un import ante centro de comercio entre reinos del norte y centro de Europa, y de particular importancia era Antwerp. A ese puerto llegaban mercancías provenientes del Mar Báltico, barcos portugueses que descargaban especias del Lejano Oriente, y naves inglesas que traían grandes cantidades de textiles producidos en esa isla. Desde allí todos es os productos encontraban su c amino hasta los reinos en la región central de E uropa. Con el tiempo gracias al alto volumen de comercio, ésta ciudad se había convertido en un importante centro financiero.

Los Países Bajos

Pero Carlos V no contaba que con el tiempo, en los territorios recientemente adquiridos, las ideas de libertad que profesaba la religión protestante encont raron un terreno fértil. Como es de esperarse la corona española no tomó a la ligera el deseo de sus nuevos súbditos de cambiar de afiliación religiosa, y en 1556 el Rey Felipe II tomaba c artas en el asunto, el nuevo monarca incrementó el número de obispos asignados a aquella región, pero eso no es todo, en agosto de ese año las primeras unidades de un ejército español comenzaron a arribar. Los protestantes holandeses ahora tenían tres alternativas: renunciar a su religión, pasar a la clandestinidad, o simplement e abandonar la región.

Para ese mismo año el protestantismo era la religión oficial en Inglaterra y la de varios estados en el norte de Alemania, pero aún así poc a ayuda le llegó a los protestantes de Holanda. Para el año de 1556 Francia aún era la mayor amenaza para ingleses y españoles, situación que continuaba para el momento en que la reina Elizabeth I s ubió al trono de Inglaterra, el 17 de noviembre de 1558.



Inglaterra no era en su totalidad protestante, existía una import ante cantidad de ingleses que aun seguían fieles a la iglesia católica, sin embargo la iglesia protestante era favorecida por los gobernantes de la isla.

Sin embardo, desde ese día la lucha entre franceses, ingles es, y españoles, dio un giro interesante. Al moment o que subió al trono Elizabeth I, el Duque de Guise, un noble francés, intent ó por todos los medios posibles retirar a la nueva monarca inglesa y colocar en el trono a la reina María de los Escoceses. María era nieta de Enrique VII, un anterior monarca de Inglaterra, realidad que le daba una legítima oportunidad de subir al t rono, y estaba casada con el rey Francisco II de Francia, pero lo que le interesaba al duque era que esa reina era hija de una descendiente directo de la familia Guise. Por lo tanto tuvo una visión, quería formar un imperio liderado por su familia, un imperio que incluiría a Francia, Escocia e Inglaterra y con esos recursos finalmente aplastaría a España. Los espías de Felipe II le pusieron al tanto de las int ensiones de Guise. La alianza entre Inglaterra y España había sido fundamental para poder mantener a Francia contenida, pero sí los esfuerzos del duque llegaban a un desenlace exitoso, la corona de España se vería en una posición de gran peligro. Por lo tant o durante los próximos 9 años Felipe II de España apoyo de todas las maneras posibles a Elizabeth I para mantenerla en el trono ¿Pero como podía España financiar a sus ejércitos y apoyar al mismo tiempo a la reina de Inglaterra? Simple, los recursos materiales provenían de las toneladas de oro y de plata que provenían del Nuevo Mundo y de las valiosas especies que llegaban del Lejano Oriente. P ara finales del siglo XV I los nativos que trabajaban en las minas de América extraían anualmente 350 toneladas de plat a más varias toneladas de oro, que eran rápidament e transportadas a Europa. -------------------------Hasta este momento Inglaterra y España eran los aliados perfectos, cada uno cuidando la espalda del otro. Pero la luna de miel terminaría por tres razones: 1. Diferencias religiosas; 2. La guerra civil que pront o estallaría en Holanda; 3. Barreras comerciales que alzarían los españoles contra los ingleses por una combinación de las dos razones anteriores. Para esta época la industria de Inglaterra ya lograba producir más bienes manufacturados de los que podía consumir y los lograba producir a un bajo costo que los hacían altamente competitivos , por lo tanto los comerciantes ingleses buscaban mercados en Europa y en las colonias del Nuevo Mundo. En Europa sus bienes lograban entrar con facilidad a los mercados regionales, sin embargo el rey de España tomó una decisión controversial: todos los puert os en el Nuevo Mundo cerrarían sus puertas a los productos de los mercaderes protestantes, una razón dada por el español fue el miedo a que la herejía de los extranjeros afectara a sus súbditos. Sin embargo la razón es más simple, los españoles no querían que los productos manufacturados en Inglaterra compitieran con las industrias de España, así de simple, por lo tanto, to do producto inglés tenía que pas ar primero por puert os de la metrópoli, donde se revisarían y se les cobraría un 1 impuesto exorbitante antes de que pudieran partir hacia el Nuevo Mundo. Claro ésta, los mercaderes ingleses sintieron que eran tratados injustamente, por ello solicitaron, y recibieron de su s oberana, cartas blancas para poder actuar. Las cartas-blancas, esos eran document os interesantes, porque con ellos Elizabeth I le daba a sus súbditos el derecho de atac ar las posesiones del estado ofensor,  en esta caso España, hasta que las perdidas inferidas por los comerciant es fueran rec uperadas. Claro está el estado inglés recibiría su debido tributo por haber otorgado dichos document os. Tengo que hacer énfasis en un punto, el documento les autorizaba a atacar. Entre otros hombres quienes recibieron estas aut orizaciones estaban Francis Drake y John Hawkins quienes buscaron por la fuerza de las armas retribuir las pérdidas incurridas en fallidas expediciones comerciales, y como ejemplo de ello tenemos lo ocurrido a Hawkins. Previamente ese inglés había comandado pequeñas flotilla de barcos que llevaron en 1562 y 1564 importantes cantidades de mercancías a las colonias españolas, en ambas ocasiones había logrado jugosas ganancias, pero en el último viaje, realizado en 1567, su flotilla tuvo una recepción hostil por parte de las autoridades españolas. La situación se deterioró y estalló una escaramuza en el puerto al que los ingleses habían arribado. Desafortunadament e en el combat e dos naves de guerra españ olas fueron hundidas, y aun cuando dos naves de Hawkins lograron escapar, la tercera, la misma nave insignia de la flotilla, fue capturada, pero Hawkins había logrado escapar. De regreso en Inglaterra expuso una queja ante su reina, y de ella recibió una carta-blanc a. Con aquella autorización el inglés organizó pequeñas flotillas de naves con las que atacó las líneas de comunicación que unían a España con el Nuevo Mundo. Las pérdidas sufridas por los españoles fueron sustanciales y pronto se puso sobre aviso a la corona. La alianza entre Inglaterra y España comenzaba a resquebrajarse.

1

Para más información sobre lo sucedido con las colonias en Améric a Latina ver mi libro: Libertad. La independencia de América Latina  Las posesiones que podrían ser atacadas no solo incluían a las colonias españolas en el Nuevo Mundo, también podrían incluir a los convoyes que viajaban entre España y sus colonias.

1567: Rutas de comunicación españolas y ataques ingleses

Claro está, existen otras razones de gran importancia por las cuales la reina de Inglaterra decidió autorizar ataques contra el que antes había sido su aliado. Recordemos nuevamente que Francia estaba fuera de c ombat e, y así estuvo desde el año 1560, cuando falleció Francisco II, hasta 1588 cuando subía al trono el rey Enrique de Valois, él fue quien finalmente logró estabilizar a su reino. Pero precisament e, es en esos 28 años de debilidad francesa en los c uales el futuro conflicto entre ingleses y españoles s e fue fraguando. Pero hay otro evento de gran import ancia directamente relacionado con la muerte de Francisco II. Cuando es e monarca fallece, su es posa, la reina María de los Escoceses, decidió regresar a s u tierra nat al para volver a tomar el control de Escocia. Sin embargo, en 1567 ella fue obligada a abdicar y la forzaron a ceder la c orona a su hijo Jaime V I. La reina tuvo que partir al exilio. Desafortunadament e cometió un grave error porque buscó refugio en el reino de Elizabeth. Hasta ese momento la reina ingles a no había dado muestras de antagonismo contra la reina María, sin embargo Elizabeth ya conocía el plan del duque de Guise, por ello tan pronto como la desterrada monarca ingresó a suelo inglés fue puesta bajo arresto. Hasta este momento, incluso con los ataques efectuados contra sus rut as comerciales, las relaciones entre España e Inglaterra, aunque tensas, aun eran cordiales. Es más, Felipe II seguía buscando la forma de mantener a Elizabeth I en el trono. No dejaría que Inglaterra pasara a ser parte de Francia. Sin embargo todos estos esfuerzos fueron realizados en secreto porque Felipe era un rey católico y Elizabeth era una reina protestante. En una época en la que los feligreses de estas religiones tomaban las armas los unos contra los otros, el apoyo de un líder católico a un líder protestant e sería visto como una terrible ofens a. Pero ahora la reina María, una monarca católica, había sido encarcelada por una monarca protestante, Felipe II, como mínimo, tendría que alzar algún tipo de protesta cont ra la decisión tomada por Elizabet h. No fue el único. En febrero de 1570 el Papa Pió V excomulg ó a la reina de Inglaterra y también absolvió a todos los súbditos ingleses que aún eran católicos de toda obediencia hacia ella. En otras palabras, el sumo pont ífice de la iglesia católica estaba exhortando a sus feligreses a que se revelaran cont ra la reina protestante. A este número de eventos hemos de agregar un último acto. Los españoles estaban enviando un nutrido ejército a Holanda, y las últimas unidades del mismo llegaron a esa región en 1567. Con seguridad muchos protestantes de Holanda y otras regiones presintieron que los días en que ellos podían profesar s u religión estaban cont ados, porque junto a los soldados llegaron docenas de obispos y monjes que tendrían a su cargo el erradicar las ideas protestantes. La Inquisición había llegado a Holanda. Y sí los ejércitos del rey católico triunfaban en su esfuerzo de erradicar a los protestant es de Holanda, se podría esperar que pront o se lanzarían a realizar una cruz ada católica sobre otros territ orios de Europa. Todos los ingredientes para que el conflicto estallara entre Inglaterra y España estaban a la mano, lo único que hac ía falta era la chispa. ----------------------------El arribo de soldados y monjes españoles a Holanda no t uvo el efecto esperado. En lugar de que los protestantes de esta región se doblegaran, en 1568 se alzaron en armas. En un inicio los experimentados soldados españoles lograron capturar la mayor parte del territorio sur de Holanda, un área que ahora es

conocida como Bélgica. Sin embargo, los soldados del recientemente comisionado ejército protestant e lograron mantener bajo su control la región que hoy conocemos como Holanda. Todo c onflicto armado implica que la vida de los habitantes de la región afectada se vea interrumpida de la peor manera posible, y esta 1568: Comienza la lucha por el rebelión no fue la excepción. Pronto el control de Holanda comercio que alguna vez floreció en Holanda sufrió un substancial declive, y desde el principio la lucha fue particularmente fiera en Flandes, una región a la c ual los comerciantes ingleses habían, por generaciones, ex portado sus productos y logrado recibir fuertes Territ orio ganancias. Ahora los súbditos de la corona rebelde inglesa comenzaron a sufrir las consecuencias de este conflicto, por ello estos hombres demandaron que su reina int erviniera en su favor y que les ayudara, por medio de las armas, a poner fin a tan costoso conflicto. Pero para 1568 Elizabeth no t enía ni recursos, Territ orio ni el deseo de embarcarse en una guerra reocupado por los contra España, sin embargo no impidió que un españoles gran número de sus súbditos organizaran y enviaran pelotones y compañías de soldados a apoy ar a los ejércitos sublevados. Obviamente la mera presencia de ingleses en Francia esta rebelión no ayudaría en nada a que mejoraran las relaciones entre España e Inglaterra. Es más, aunque la reina inglesa no participó directamente en el conflicto aut orizó una acción que tendría implicaciones mucho más serias. En el mes de noviembre de 1568 un grupo de barc os hugonotes  atacó y forzó a cinco naves españolas que viajaban por el Canal de la Mancha a buscar refugio en un puerto inglés , donde las autoridades les dieron permiso para atracar. Los días pasaron, y las tripulaciones españolas esperaban a que el tiempo fuera el apropiado para partir nuevamente hacia su destino final, Holanda. Sin embargo es en es e momento cuando llegaron a oídos de Elizabeth noticias de lo que le había sucedido a Hawkins y a su flotilla en un puerto es pañol del Nuevo Mundo. De inmediato l a monarca tomó una decisión: requisaría las mercancías de los barcos españoles, incluyendo varios cofres cargados de oro y plata en los cuales se encont raba la importante suma de ₤ 40,000 (eran libras esterlinas de esos días, hoy estaríamos hablando de una suma de varios millones de dólares). Unidades del ejército inglés llevaron a cabo la operación, y los españoles no tuvieron más remedio que rendir su carga. La respuesta de la corona es pañola no se hizo esperar, pronto Felipe se enteró de lo sucedido y ordenó que todas las naves inglesas que se encont raran en puertos españoles fueran c onfiscadas. La situación era extremadamente delicada, pero prevaleció el consejo de varios ministros y se logró hallar una solución pacífica. Por el moment o sus fuerzas armadas no se enfrentarían. Tres años después la rebelión holandesa aún continuaba. Los soldados católicos y protestantes habían peleado encarnizadamente, pero tras esos tres años de lucha el frente se había estancado. En tierra la situación permanec ía sin cambio, pero ese no era el caso en el mar. Los rebeldes habían creado una flotilla de pequeñas naves de guerra con las cuales William de Orange, el líder de las fuerzas sublevadas logró causar graves estragos a la línea de comunic ación marítima que existía entre España y Holanda. Solo en 1570 los rebeldes habían logrado capturar un total de 300 naves españolas de todo tipo, claro está, la gran mayoría eran naves de transporte de muy poc o calado, sin embargo el daño material era sustancial. La creación de esta flota no solo ponía en peligro las líneas de comunicación españolas, además contribuiría al deterioro de las relaciones entre Inglaterra y España, porque la reina Elizabeth dio autorización, en más de una ocasión, a que marineros rebeldes pudieran atracar sus naves en puertos ingleses. La paciencia de Felipe II había llegado a su límite, Elizabeth había aut orizado la expropiación de bienes de la corona y de súbditos españoles; había dado la bienvenida a rebeldes holandes es; y además había dado carta-blanca a súbditos ingleses para que atacaran a colonias españolas y rutas comerciales entre el Viejo y el Nuevo Mundo. El monarca español t enía que actuar, y por el moment o él tenía dos opciones. E n primer lugar podría organizar un poderoso ejército para invadir Inglaterra. E n segundo lugar podría mandar 

Con este nombre se conoc ía a los protestant es franceses.

importantes sumas de dinero a aquellos ingleses católicos que estuvieran dispuestos a rescatar a la reina María para colocarla en el trono inglés. En ambos casos el objetivo final sería derroc ar a Elizabeth e instalar un gobierno que favoreciera a la corona española. Obviamente la segunda opción, rescatar a la reina María, era la más barata, aunque al mismo tiempo era la que tenía más variables fuera del control de los españoles , sin embargo es ésta la que el monarc a español decidió implementar. Con el tiempo cartas fueron cruz adas entre líderes de la resistencia católic a inglesa y los españoles, y planes fueron t razados para lograr derrocar a la reina protestante. P ero sus intenciones no permanecieron ocultas por mucho tiempo, y para el 5 de septiembre de 1571 los ministros de Elizabeth descubren el primero de varios complots contra su monarca. Elizabeth ahora conocía las intenciones de los es pañoles, pero inicialment e no podía hacer más c ontra los españoles que continuar con la política de seguir otorgando carta -blanca a sus súbditos. De hecho era una empresa que le estaba dando jugosos frutos. Solo durante el período de 1572 a 1577 salieron de puertos ingleses no menos de once expediciones armadas contra América, y en 1580, hubo una que fue particularmente fructífera. Esa expedición fue comandada por Francis Drake y en sus ataques efectuados contra las colonias españolas s e apoderó de 220,000-libras de plata y 100 de oro. Es necesario poner a esas cifras en contexto. Para el 21 de enero del año 2010 el precio de la onza de plata era $17.79, mientras que el precio de la onza de oro llegaba a $1,088.50. El total de materiales preciosos robados por los ingleses en solo ese año, y únicamente por Francis Drake, llegaba a los $64 millones de dólares, y claro ésta, Elizabeth recibió su porcentaje. Así, poco a poco la corona inglesa estaba recibiendo los fondos necesarios para lanzarse a una guerra contra España, y con el tiempo la monarca decidió llevar el ant agonismo cont ra Felipe II hacia el próximo nivel de intensidad: entablaría pláticas a nivel oficial con representantes del gobierno rebelde holandés, algo que hasta el momento había evitado. Gustosamente los emisarios del territorio sublevado arribaron a la corte inglesa y recibieron no solo dinero, además, en el año 1578, partieron hacia la zona de guerra las primeras unidades del ejército regular de Inglaterra para apoyar a los rebeldes. Se había aumentado dramáticamente el involucramiento de los ingleses en la revuelta. Ante la nueva escalada en el conflicto los españoles tendrían que actuar, pero su situación estratégic a era precaria. En primer lugar ya import antes sumas de dinero estaban siendo invertidas en el ejército que se encontraba peleando en Holanda. En s egundo lugar el Imperio Turco había reanudado sus acciones ofensivas en la zona del Mar Mediterráneo. A principios de la década de 1570, precisamente en 1571, la 2 flota del sultán había sufrido un terrible revés en la Batalla de Lepanto, pero para mediados de la década las fuerzas armadas de ese imperio ya se habían recuperado y los generales del sultán estaban lanzando una serie de exitosas ofensivas a lo largo del Mediterráneo y del sureste de Europa. Había que detener a los turcos y los españoles pront o asignaron los recursos necesarios para la lucha. Las arcas del monarca español estaban vaciándos e a una pavorosa velocidad, cualquier ofensiva militar contra Inglaterra tendría que esperar hasta que la situación se estabilizara. Sin embargo no t odo eran malas noticias para Felipe II. En el año 1572 Alejandro Farnesio, el Duque de Parma, arribó a Holanda para hacerse cargo de la situación Él era un oficial brillante quien de inmediat o lanzó una serie de ofensivas contra las defensas del enemigo, y logró ganar una victoria tras otra capt urando la mayor parte de los bastiones que defendían la parte sur de los territorios ocupados por los rebeldes. La situación de los protestantes holandes es era extremadamente desesperada, y sí los éxitos del duque se continuaban acumulando, con el tiempo la revuelta podría ser suprimida e importantes recursos podrían ser liberados para organizar un ejército que invadiría a la misma Inglaterra. Pero el rey aún pensaba que existía la posibilidad de poner a la reina María de los Escoceses en el trono inglés. Nuevamente esa sería una solución mucho más barata que lanzar una gran fuerza invas ora contra las playas inglesas, pero, ¿por qué era tan caro enviar un ejército a invadir Inglaterra? Bueno, en primer lugar tenía que pagarle salarios a t odos los soldados que participaran en la expedición, pero además tendrían que ser compradas toneladas de provisiones y materiales de guerra para los mismos, y como tenían que invadir una isla, se necesitarían decenas de naves de transporte y de guerra para llevar esas tropas hasta la isla enemiga, y claro está, las tripulaciones de las mismas tendrían que recibir su paga y suministros. Era una larga lista de gastos que tendría que enfrentar la corona. Sí la mejor opción sería retirar a la reina inglesa por medio de una puñalada por la espalda. Aun no habría una acción milit ar contra los enemigos de la corona española. La tensión entre España e Inglaterra se intensifica Para mediados del siglo XVI los reinos de mayor import ancia en Europa occident al eran el Imperio de España, Francia e Inglaterra. P ero a partir del año 1560 Francia se halló sumida en un peligroso estado de 2 

Ver el libro de esta serie: Combate-Naval 1: Galeras de Guerra Este general había participado en la Batalla de Lepanto, un año antes de su arribo a Holanda.

anarquía, pero aun cuando no era una guerra civil comparable a la que conoc erían 200 años más tarde, s u situación era precaria. Ese reino estaba fuera del juego, y los únicos que aún se encontraban activos eran los ingleses y españoles. Desafortunadamente para ellos, desde el momento en que la corona francesa se ve ocupada en procurar su propia supervivencia, las relaciones entre Inglaterra y España comenzaron a deteriorase. A mediados de la década de 1560 el monarca español Felipe II tomó una decisión trascendental: el cerró las puertas de sus colonias al comercio directo con naciones cuyos súbditos fueran protestantes , desde ese momento todos los productos de cualquier reino europeo tendría que pasar primero por los puertos de la metrópoli española, donde las mercancías pagarían impuestos, para luego ser transferidos hacia los territorios del Nuevo Mundo. Un hecho que afectó a los ingleses. Pront o los ofendidos súbditos de la corona inglesa solicitaron, y recibieron, la autorización de realizar ataques contra las posesiones de la corona española en el Nuevo Mundo. De esta forma la reina Elizabeth buscaba que sus súbditos recuperaran lo invertido en fallidas expediciones comerciales, pero además su corona recibiría el debido porcentaje de ganancias. Claro está, el rey Felipe II tendría que reaccionar ante estos ataques contra sus posesiones, pero para la década de 1570 los recursos españoles habían sido estirados hasta el límite. En Holanda los españoles tenían que pelear contra rebeldes prot estantes que querían la independencia de su tierra, y al este tenían que hacerle frente a los ejércitos del Imperio Turco. A estos gastos le agregamos un proceso inflacionario que golpeaba desde décadas a la economía de España. La situación continuó degenerándose h asta que en 1575 la corona tuvo que declararse momentáneamente en bancarrota. Por el momento cualquier acción ofensiva, contra cualquier estado enemigo de España, tendría que suspenderse. Pero las grandes cantidades de oro y plata que llegaban des de América pronto ayudarían a remediar los problemas económicos de Felipe II. Es más, un evento fortuito pronto llegaría a mejorar su posición estratégica. En 1578 el rey de Portugal, Sebastián “el Joven”, partió a Á frica del Norte liderando una gran flota y un gran ejército contra uno de los enemigos de occidente. Este monarca esperaba probar a sus súbditos, y a otros reinos, que estaba dispuesto a combatir contra los musulmanes. Pero el 4 de agosto de ese mismo año Sebastián murió durante el asedio de la ciudad de Alcazar Kebir, dejando al trono del imperio portugués sin heredero. Lo importante es que aquella era una época en la cual, sí un individuo podía probar que era miembro de una familia reinante, podría reclamar su derecho a ser considerado como un candidato para el trono que había quedado desocupado. Pronto aparecieron varios nobles reclamando su derecho, y he aquí que entre todos ellos encontramos al mismo Felipe II, pero aun cuando él era un importante cont endiente, los restantes pretendientes no fueron disuadidos fácilmente a rendir sus derechos. Desde este momento y por los próximos dos años, la pugna por ocupar el t rono de ese importante imperio continuó. El desenlac e afectaría la situación geopolítica europea. Mientras tanto, en Holanda la situación de los rebeldes se había deteriorado significativamente en los años anteriores a los trascendentales eventos que se sucedían en la península ibérica . Para 1572 los ejércitos españoles bajo el mando del Duque de P arma habían lanzado una serie de exitosas campañas para conquistar los bastiones que defendían la parte sur de los territorios sublevados y probablemente de haber continuado con sus ataques la guerra hubiera terminado. Pero en 1575 el avance español s e detuvo, no por una efectiva defensa de los hola ndeses, sí no que por la falta de fondos. La corona no les estaba enviando dinero, y sin dinero no hay comida ni pólvora, ni deseo de los soldados de luc har. Lo interesante es que para ese momento Elizabeth I de Inglaterra había llegado a una conclusión muy importante: para defender su isla contra una invasión tendría que defender a Holanda. Ella y sus ministros sabían que el oro de América pronto pondría en marcha a la maquinaria militar española, y sí los rebeldes eran derrotados Felipe II lanz aría s us tropas a través del canal para poner fin a los ataques de los ingleses contra las colonias y las rutas comerciales de España con el Nuevo Mundo. Pero además de los ingles es otros líderes europeos deseaban mantener la revuelta holandesa como una distracción para Felipe II. En una de esas ironías de la historia ahora los franceses comenzaron a buscar la forma de mantener a los rebeldes holandeses en pie de guerra. Por lo tanto, desde mediados de la década de 1570, tanto Inglaterra como Francia estaban enviando importantes sumas de dinero a las arcas holandesas, pero en 1578 dieron un paso más allá, en este año ambos reinos enviaron las primeras unidades de sus ejércitos para que intervinieran en la lucha. Eran unidades relativamente pequeñas, la mayor parte de las vastas fuerzas armadas frances as aún estaban acant onadas en el país para mantener un precario estado de estabilidad, mientras que el ejército inglés siempre se había distinguido por ser pequeño. Aún as í, la mera presencia de los pocos soldados de es as monarquías marcaron un momento de suma import ancia: ambos reinos busca ban la forma de mantener ocupados a los españoles en una larga y costosa campaña.

Para Felipe II era imperativo derrotar a Francia e Inglat erra, pero por el momento las finanzas del rey se estaban recuperando de la debacle económica de hac ía unos años, por lo que los recursos españoles no eran suficientes para financiar ataques directos contra sus enemigos. El monarca español tendría que esperar. Pero no tendría que hacerlo por mucho tiempo. En 1578 Enrique I ocupaba el trono port ugués, pero él era un hombre de 77 años quien no tenía hijos, y cuando muere súbitamente en 1580, dej aba nuevament e sin heredero a Portugal. Esta vez el rey Felipe II decidió lanzar el protoc olo de la nobleza por un lado y simplement e lanzó un ejército a invadir al reinado vecino. Por medio de las armas legitimaría su derecho a ocupar el trono del imperio portugués, y para el 25 de agosto de 1580 sus soldados ocupaban Lis boa, en los próximos meses lo que quedaba del aparato legal portugués reconoció la aut oridad del monarca es pañol, solo algunos nobles decidieron continuar resistiendo al dominio español desde las islas Azores. Con este acto Felipe II adquiri ría 1.5 millones de nuevos s úbditos, s í consideramos que para principios del siglo XV II vivían en Europa cerca de 85 millones de personas, los port ugueses representa ban un importante 2% del total de habitantes del Viejo Continente. Es más, el monarca español adquirió todos los territorios de ultramar del Imperio Port ugués, cuyas colonias se extendían desde Europa hasta Asia, y junto con el imperio adquirió la flota de guerra y mercantil de Portugal, las que podían ser us adas en futuros proyectos, entre ellos la conquista de Inglaterra.  Por último, ahora los españoles tenían a su disposición el importante puerto de Lisboa, la bahía interna tenía suficiente espacio para poder albergar una flota de guerra de grandes dimensiones, además piezas de artillería emplazadas en grandes castillos protegían con gran facilidad la estrecha entrada al puerto. Desde este momento Felipe tenía a su disposición un puerto en el que podía reunir un gran ejército y la respectiva flota que le podría llevar hasta Inglaterra. De la noche a la mañana la situación en Europa había dado un important e giro que ponía en peligro a Elizabeth, pero no solo los ingleses observaron con preocupación la invasión de Port ugal. Los franceses pronto se organizaron para apoyar a los nobles portugueses que se habían refugi ado en las islas Azores, y a inicios de 1582 una poderosa flota francesa había llegado a esas islas . Pero los españoles reaccionarían. El 26 de julio de ese mismo año varios escuadrones de la flot a española, con un total de 60 naves de todos los tipos, llegaron a las Azores. Pronto se sucedería una gran batalla naval. En esta ocasión españoles y frances es se enfrentaron a la manera tradicional: los barcos de guerra de ambos bandos s e dirigieron en línea recta los unos contra los otros y tras disparar sus grandes piezas de artillería, soldados y marinos apiñados en las naves se lanzaron al abordaje de los barcos contrarios, y en el combate resultante los experimentados soldados españoles derrotaron a sus enemigos. Superados, los franceses no t uvieron más alternativa que huir, pero antes de lograrlo perdieron cerca de diez naves de guerra y unos 1,000 hombres. Como ellos habían iniciado la batalla con 58 barcos de todo tipo y 6,000 tripulantes, sus pérdidas fueron del 17% de sus efectivos. La victoria sobre la flot a francesa solo marcó la Azores primera fase de las operaciones ofensivas españolas contra los últimos nobles que aun se resistían a reconocer la autoridad de Felipe II. E n 1583 una nueva flota española apareció frent e a las Azores. En esta ocasión llegaron 98 barcos de todo tipo, los cuales incluían 5 galeones de guerra, 2 galeazas, 12 galeras y 31 barcos de transportes, con un total de más de 15,000 marineros y soldados. Sin oposición alguna las tropas fueron des embarcadas y se lanzaron a la lucha. Los portugueses pelearon tenazmente, pero finalmente fueron abrumados. Solo un puñado de nobles logró escapar, pero ya no estarían en posición de oponerse a Felipe II, su derecho a reinar sobre Portugal quedaba as egurado. Los españoles habían logrado impresionantes victorias, pero la s uert e no los siguió hasta Holanda. A principios de la década de 1580 los españoles habían reanudado sus operaciones ofensivas. El Duque de Parma lanzó una exitosa serie de ataques contra las defensas enemigas , y a pesar de la tenaz resistencia 

Solo en Lisboa los españoles capturaron una docena de poderosos galeones listos para entrar en acción.

de los rebeldes, sus 60,000 soldados consiguieron ganar una gran cantidad de territorio, sin embargo, en el moment o justo Francia intervino y afectó el curso de esta campaña. Previamente, desde 1578, franceses e ingleses estaban enviando pequeños contingentes de tropas a ayudar a los rebeldes, pero eran contingentes tan pequeños, que no caus aban ningún impacto en el curs o de las operaciones. Sin embargo en 1583 un nutrido ejército francés atacó la porción sur de los territorios españoles, y aunque el at aque terminó en un r otundo fracaso, forzó al Duque de Parma a dirigir su at ención hacia el sur y detener su ofensiva contra los rebeldes. La intervención de Francia e Inglaterra iba aument ando, sin embargo Felipe no tenía aún los recursos necesarios para organiz ar grandes ejércitos que lograran aplastar a sus enemigos, y simplemente decidió continuar financiando a grupos que se dedicaban a socavar la estabilidad de aquellos reinos. Entre 1583 y 1585 fueron descubiertos en Inglaterra otro par de complots para asesinar a Eliza beth I. De inmediato la reina sancionó la creación de varias flotillas que lanzarían importantes at aques contra las posesiones españolas en el Nuevo Mundo. Pero sí los esfuerz os por desestabilizar a Inglaterra fallaron, en Francia sí dieron grandes frutos. Para este momento encontramos en el trono al rey Enrique III, quien por razones de preferencias sexuales no tenía herederos, y no se es peraba que tuviera. En una época en el que el gobierno de un estado pasaba de manos de un familiar a otro ésta era una gran calamidad. Y para 1584 esta situación empeoro aún más, ya que en ese año el Duque de Anjou muere, este hombre era el único heredero directo de la corona frances a quien era católico. Ahora, el otro hombre que podría ser elegido para ocupar el trono de Francia, a la muert e de Enrique III, era el rey Enrique de Navarra, un monarca abiert amente protestante. Los líderes católicos de Francia entraron en un estado de pánico y formaron de inmediato una organización paramilitar conocida como La Liga. Esa organización buscaría la forma de hacer que un noble de su propia religión subiera al trono, y pronto recibieron ayuda, y entre otros monarcas que les financiaron encontramos a Felipe II. Esta organización paramilitar contribuyó grandemente en la desestabilizaci ón de Francia, por lo que nuevament e el poderío militar francés tuvo que regresar a su territorio para poder mant ener al actual monarca en el poder. Por segunda vez en este siglo aquel reino quedaba neutralizado por amenaz as internas. Pero Inglaterra aún podía encarar a los españoles, y el último intento de asesinato contra su persona hizo que Elizabeth I aumentara la presión. El 20 de agosto de 1585 esa reina formalizó ante los ojos de sus súbditos, y ante el mundo entero, su alianz a con los líderes de la rebelión holandesa. En el tratado que firmaron la corona inglesa se compromet ía a enviar un ejército de 6,000 hombres a Holanda y financiar una cuarta parte de los gastos bélicos que incurrían los holandeses. Además previament e se habían organizado varias expediciones que habían atacado las posesiones españolas en el Nuevo Mundo, sin embargo hasta ese momento la península ibérica no había sido tocada. Eso cambiaría. El 24 de septiembre de 1585 un escuadrón inglés, bajo el mando de Francis Drake, partió d e Inglaterra con rumbo a España. Dos semanas después, el 7 de octubre, las 28 naves arribaban a la costa de Galicia, y desde ese momento, y por los próximos diez días, fueron at acados, saqueados y destruidos varios pueblos de esa región, y en el t ranscurso de estos ataques result aron muertos y heridos varios de sus habitantes. Luego esta flotilla partió hacia el Nuevo Mundo, donde los importantes puertos de Sant o Domingo y Cartagena sufrieron también ataques. Las pérdidas españolas fueron cuantiosas, pero m ás allá del efecto material se encuentra el efecto moral. El prestigio de España había recibido un durísimo golpe, no solo ant e los ojos de los súbditos de Felipe II, sino que también a lo largo de toda Europa. Incluso se pens ó que España pronto caería en un estado de bancarrota como consecuencia de los constant es ataques ingleses, por lo tanto banqueros extranjeros que previamente habían financiado los gastos del Duque de Parma dejaron de darle dinero. P or s egunda vez las operaciones ofensivas contra los rebeldes holandeses tuvieron que ser suspendidas por falta de fondos. Para Felipe ya no existía otra opción. Por cerca de quince años él había intentado retirar del poder a Elizabeth, por medio de asesinato ó intentando colocar en el trono a la reina María, pero ahora su únic a opción sería lanzar un ataque directo contra Inglat erra. Y con una exitosa campaña el monarca español pondría fin a dos problemas: terminaría c on los ataques a s us colonias, y acabaría con el financiamient o inglés que ayudaba a los rebeldes en Holanda. Sí, no había marcha atrás. Lo interesante es que nunca se declaró un estado de guerra entre españoles e ingles es, sin embargo desde este momento era obvio que un conflicto armado era inevitable, con o sin declaración de guerra. El 24 de octubre de 1585 el rey español envió un par de importantes cartas dirigidas hacia el Papa Sixtus V y el Gran Duque de Toscana, simplemente les explicaba que pronto lanzaría un ataque contra Inglaterra, contra el bastión protestante. No s olo buscaba la aprobación de aquellos líderes católicos, también querían que ellos les ay udaran a financiar su ofensiva. Luego el monarca español les pidió a sus ministros que comenzaran a traz ar los planes necesarios para realizar la invasión de la isla. Tres años después part ía hacia Inglat erra la celebre A rmada Invencible.

1585: Ataque de Drake contra España y el Nuevo Mundo

LOS BARCOS DE GUERRA Como part e del estudio al que están dedicados estos libros, ahora hablaremos de las características físicas de los diferentes tipos de naves que lucharon durante este conflicto, características que incluyen: el peso, el largo y el ancho de los barcos, cuantos tripulantes podrían tener y cuantas piez as de artillería. Bueno, por el momento hablemos de barcos y en primer lugar hemos de considerar a las naves de mayor tamaño. Galeones, carracas y naos Durante este conflicto los barcos de gran calado formaron el núcleo de las marinas-de-guerra. Pero de todas ellas los galeones eran las naves más importantes, no s olo porque eran más maniobrables y rápidas cuando las comparamos con carracas y naos, además estas naves estaban equipadas con una mayor cantidad de artillería. Y en las flotas que s e enfrentarían en el Canal de la Manc ha tanto galeones como carracas y naos podrían tener un peso que variaría entre las 200 a las 1,000 -toneladas. Siempre es difícil discernir la verdad de la ficción cuando estamos hablando sobre eventos que han sucedido hace un par de cientos de años, imagínense el lector lo que sucede cuando estamos hablando de eventos que sucedieron cerca de 500 años at rás. En algunos casos podemos encontrar fechas específicas sobre momentos trascendentales, el descubrimiento de América, la caída de Constantinopla, la muerte de monarcas de los estados más poderosos, etc. Pero en lo que se refiere a la fecha es pecífica en e l que el primer barco considerado como un galeón fue echado al agua no hay información exacta, pero se cree que el primer galeón fue lanzado al agua en el año 1517. Aunque no existe seguridad sobre esta fecha, s í sabemos que para la década de 1530 naves conocidas como galeones ya surcaban las aguas del Mediterráneo y del Atlántico con regularidad, y desde un principio, el objetivo principal de los galeones era detener a los enemigos de España. Al igual que naos y carrac as, los galeones aprovec haban la fuerza del viento para ser propulsados de un punto a otro. Como lo observamos en el primer libro de la serie, en las aguas del Mediterráneo una de estas grandes naves podría verse en dificultades al combatir cont ra docenas de ágiles galeras de guerra. Ya que las naves que usaban remos podían maniobrar con gran facilidad alrededor de los pesados barcos aparejados cuando no hubiera viento alguno. Por el momento el Mediterráneo s ería el campo de juego reservado exclusivamente para galeras, sin embargo los galeones eran naves que podían realizar viajes trasatlánticos, por ello grupos de esas naves, acompañadas por carracas, y naos surcaron las aguas entre el Nuevo y el Viejo Mundo con gran regularidad. Con el tiempo los galeones fueron evolucionando y para la déca da de 1580 existían dos naves de este tipo, uno conocido como el galeón español, el otro seria el galeón inglés. El galeón t ípico de esta época era el galeón español, por lo tanto primero explicaremos las características de los mismos.

Los galeones españoles formaron el siguiente paso dent ro de la evolución de naos y carracas, por ello existen tres características que hac en que los galeones sean muy similares a los anteriores tipos de naves . En primer lugar el nuevo barco continuaba teniendo un c astillo de proa muy alto; en segundo lugar el casco de las nave era construido de manera que la parte inferior era mucho más ancha que la s uperior, en forma de pera, de esa forma podría ser una plataforma más estable para sus piezas de artillería; y en tercer, y último lugar, esta nave tendría de cuatro a cinco grandes mástiles, en los cuales se instalarían una variedad de velas del tipo triangular y rectangular. En aquellos galeones que tenían un desplazamiento de cerca de 300-toneladas encontramos cuatro mástiles, mientras que las naves de 800 ó más se incluía un quinto mástil. Una característica que diferenciaba a los galeones de los barcos anteriores es que las nuevas naves eran mucho más largas que sus predecesoras. Un galeón tenía una relación de casco de 4 a 1 . Esto quiere decir que el largo del casco, justo sobre la línea de flotación, era cuat ro veces el ancho de la nave, mientras que en las carracas y los naos la relación era de 3 a 1. P or lo tanto una nave como el galeón inglés Ark Royal tendría un ancho de unos 13-metros, y un largo, en la línea de flotación de unos 52-metros. Gracias a este aumento en las dimensiones de los galeones se pudieron instalar más piezas de artillería en los costados de las naves. A demás, el galeón español también tenía dos grandes castillos, uno en la proa y el otro en la popa, pero en estas naves el c astillo de proa era significativamente más pequeño que el de popa, a diferencia de estructuras que encontramos en las carracas, donde ambos castillos eran de similar tamaño. Castillos de proa Galerias

Carraca

Galeón

El cambio en las proas de los galeones se debe a que con anterioridad se había obs ervado como el gran tamaño de esas estructuras disminuía la c apacidad de maniobra de las carracas. Por lo tanto, aquella reducción les ayudaba a los galeones a navegar con más facilidad, particularmente contra el viento. Es más, la misma reducción movió hacia abajo el centro de gravedad del barco, y por ello no oscilaban tanto, para sus artilleros esa era una gran ventaja, que les ayudaría a dar con más facilidad en el blanco. Por otra parte es interesante observar las características que compartían los nuevos galeones con las antiguas carracas y naos. Como ejemplo tomemos la popa de esas naves; por cient os, ó quizás por miles de años, galeras y barcos-aparejados tuvieron popas redondas, pero en los galeones, carracas y naos la popa terminaba abruptamente en un cort e vertical, con ello se mejoraba la capacidad de maniobra de esas naves. Pero aún hay más, justo bajo la base del castillo de popa habían sido instalados pequeños balcones que corrían a o largo de cada costado de la nave. A esos balcones los oficiales de la nave tenían acceso desde sus camarot es; ellos podían salir a esas estaciones a descansar, pero el ocio de los oficiales no era su función más importante, de hecho es el uso bélico de las mismas el que nos interesa. En una batalla grupos de soldados armados con arcabuces serían asignados a pelear desde ese lugar, desde donde descargarían sus armas contra el enemigo. Galeones, carracas, y naos de gran tamaño tendrían tres a cuatro cubiertas internas. Recordemos que la cubierta es el nombre con el que se conoce al piso de madera que divide horizontalmente al interior de un barco, y gracias al mismo se puede aprovechar el espacio vertical que encontramos dentro de un navío. Bajo la línea de flotación de cada uno de esos barcos podríamos hallar una ó dos cubiertas, y en barcos de guerra, es allí donde se acumularían provisiones y mercancías. Mientras que sobre la línea de flotación hallaríamos una ó dos cubiertas, a la cubierta que encontramos más cerca de la línea de flotación se le conocería como cubierta-inferior, y en ella se instalarían las piezas de artillería de mayor tamaño. S í existía una segunda cubierta, a ésta se le llamaría cubiert a-superior, en ella se instalaban también piezas de artillería, aunque de menor tamaño. Además, sobre la segunda cubiert a se construirían los castillos de proa y popa, estructuras a las que también se les dividiría en diferent es niveles con sus propias cubiertas; el castillo de popa de un galeón de gran tamaño podría tener dos cubiertas, las que a su vez estarían equipadas con armas de fuego, pero serían muy pequeñas, de esta forma, al ir reduciendo progresivamente el peso de las armas, se esperaba

tener una adecuada distribución del peso, evitando que el cent ro de gravedad estuviera lejos de la línea de flotación. Esas eran las características principales de los galeones -españoles. Ahora veamos las características de los galeones construidos en astilleros ingleses, los cuales eran conocidos como naves-de-carrera ó race-built. La característica principal de los mismos, y que les distinguían clarament e del galeón español, era que tant o el castillo de proa como el de popa eran de 25% a 45% más pequeños. Esta Cubiertas disminución sustancial en el tamaño de las de-batalla estructuras implicaba que los galeonesingleses eran más maniobrables y rápidos que sus hermanos españoles. Esta modificación en los galeones-ingleses comenzó a efectuarse en la déc ada de 1570 y quien lo sugirió fue John Hawkins, el mismo personaje que había luchado en 1567 contra Bodegas las autoridades españolas cuando le habían impedido comerciar en las colonias del Nuevo Mundo. Previamente los galeones ingleses eran idénticos a los españoles, pero ahora en los astilleros de la reina sus artesanos retiraron las cubiertas superiores de los castillos de proa y de popa en aquellas naves que ya habían sido construidas bajo el diseño ibérico, y se modificaron todas aquellas que estaban a medio-construir, y para 1575 salía de un astillero la primera nave inglesa que había sido construida desde un principio como race-built. Era el Revenge, barco que marca el inicio de una nueva fas e dentro de la evolución de los barcos de guerra. A primera vista las naves de guerra inglesas parec ían ser un poco más pequeñas que las españolas, sin embargo el desplazamiento entre ellas era similar, y por ello los galeones de la reina Elizabet h podían transportar un peso en piezas de artillería igual al que encontramos en los galeones-españoles y como veremos más adelante, algunas veces sería mayor.

Galeón español

Galeón inglés

Tanto el galeón español, como su hermano inglés, eran operados por cientos de marineros, artilleros y soldados, pero la proporción que encont ramos de ellos en cada barco variaba entre las naves españolas e inglesas. Como ejemplo tomemos al galeón de 800-toneladas San Felipe, esta nave de guerra española entró a la campaña de 1588 transportando 108 marineros y 362 soldados y artilleros; 470 almas, 23% de ellos eran marineros y 77% soldados. Por ot ro lado tenemos a la nave inglesa, como el Ark Royal, otra nave de 800-toneladas, de un tot al de 425 tripulantes, 270 eran marineros, 34 artilleros y 126 soldados, lo que nos da una proporción de 60% de marineros y un 40% de artilleros y soldados. La relevancia de estas proporciones las daré más adelante. Todos ellos comerían y dormirían en las c ubiertas que encontramos sobre la línea de flot ación. Las dos naves anteriores estarían equipadas con 40 y 32 piez as de artillería. A primera vista parece que el San Felipe tenía una ventaja al tener un may or número de armas de fuego, sin embargo existía una desigualdad cualitativa, ya que la mayor parte de las piezas de artillería del galeón español eran armas relativamente pequeñas, lo que nos indic a, que en términos del peso acum ulado de balas disparadas en una sola andanada, las piezas de la nave inglesa lanzarían más metal. La relevancia de este dato , junto con la relevancia de los porcentajes de marineros y soldados en cada barc o será explicada con mayor det alle en el segmento correspondiente.

Como última not a con res pecto a los galeones de ambos bandos , sabemos que estos tenían uno a dos botes que eran transportados sobre la cubierta-superior y a estos solo se les lanzarían al agua cuando se esperaba entrar en combate, cuando la nave estuviera en peligro de hundirse, o cuando fuera necesario desembarcar a la tripulación en un punto donde no se enc ontrara un puerto. Galeras-ordinarias y galeaz as Estas naves de guerra las encontramos exclusivamente en la flota española, ellos tenían una gran cantidad de estos híbridos que usaban remos y velas puesto que eran especialmente útiles en la lucha en el Mediterráneo. La galera-ordinaria tenía una sola cubierta horizont al que se extendía a todo lo largo y ancho de la nave, bajo ella eran acumuladas las provisiones para la tripulación, las balas para las piezas de artillería y la pólvora, además de todos los repuestos neces arios para mantener la nave. Pero de gran importancia es que sobre esa cubierta encont ramos las largas bancas de los remeros, las cuales estaban colocadas en sólidas estructuras que sobresalían sobre los costados de la nave. Precisamente eran los remeros quienes proveían la principal fuerza motriz que impulsaba a la nave sobre las aguas, pero además tenemos como una fuerza de propulsión auxiliar a uno ó dos mástiles en los cuales se instalarían grandes velas, las que solo serían desplegadas cuando las condiciones atmos féricas fueran apropiadas. De hecho, las velas les darían a estas naves una gran velocidad, pero sí, y solo s í, el viento soplaba suficientemente fuerte, el mar estuviera muy calmo, y el casco estuviera libre de moluscos; con todas esas variables a su favor una galera-ordinaria podían alcanzar una velocidad de 12 -nudos. Impresionant e para una época en la cual los pesados galeones solo podían alcanzar una velocidad máxima de 5 a 6-nudos. Pero cualquier marinero sabe que no todo el tiempo se pueden tener a todas aquellas variables a su favor, que una galera-ordinaria pudiera alcanzar es a velocidad era más la excepción que la regla. Es más, rara vez las galeras entraban en combate con sus velas desplegadas , puesto que por tener muy pocas de las mismas podrían ser destruidas con relativa rapidez por las balas enemigas. Mientras que en los barcos aparejados la gran cantidad de velas que podían transportar tomarían más tiempo en ser destruidas, además ayudaban a aprovechar hasta el último soplo de viento, por ello en casi cualquier circunstancia se podía tener una cierta capacidad de movimiento. Las Galeras-ordinarias Podían tener un desplazamiento cercano a 200-toneladas, por ello eran naves de guerra relativament e ligeras cuando observamos que el promedio de pes o de las naves de guerra de velas en la flota española era de 700-t oneladas. En cada galera-ordinaria encont ramos cerca de 150 remeros, quienes estarían divididos en grupos de tres, y cada grupo trabajaría con un solo remo. A ellos les hemos de agregar un centenar de marineros, soldados y oficiales. Por lo tant o, el 60% de hombres en una nave de este tipo estarían asignados a los remos. Es interesante comparar una galera-ordinaria c on una nave-aparejada que des plazara 200-toneladas, tomemos como ejemplo al B ull, una nave de guerra inglesa. La nave de velas tendría un centenar de tripulantes y sus bodegas eran mucho más amplias, lo que le darían la oportunidad de cargar una mayor cantidad de provisiones para su tripulación, gracias a ello la nave-aparejada podría permanecer por mucho más tiempo en el mar sin tener que tocar puerto. Era una clara vent aja estratégica, pero las galeras ordinarias habían sido construidas para ser extremadamente rápidas, y esto se debe a su relación entre ancho y largo; una galera-ordinaria podría tener un largo de 50metros, por un anc ho de solo 5, lo que nos da una relación de largo sobre ancho de 10 a 1. Una galera podría cortar las aguas sobre las que navega como un cuchillo en mantequilla, por ello podría avanz ar muy rápidamente sobre aguas tranquilas, sin embargo intentar girar a estribor o a babor sería relativament e difícil. Pero en esas ocasiones los remeros podían entrar en juego, sí toda la bancada de uno de los costados dejaba de remar, y solo los remeros de la otra contin uaban haciéndolo, y además el timón se aplicaba hacia el lado deseado, se podría realizar un giro en un ángulo relativamente agudo. Una galera-ordinaria podría efectuar maniobras que dejarían atrás a una nave de velas de la época. Sí, las galeras podían ser muy rápidas y maniobrables, pero a su vez eran muy poco resistentes a los temporales. En primer lugar, por su largo eran muy vulnerables a olas que les estuvieran golpeando de costado. En segundo lugar, para aprovechar la energía de los remeros, las estructuras en las que ellos trabajaban tenían que encontrarse lo más cerca posible del agua, muy cerca de la línea de flotación, y he aquí el segundo problema, por lo bajo de los costados de su casco, s í una de estas naves era sorprendida por una torment a, el mar podría ponerla en serio peligro de hundirse.

Galeraordinaria

Además, como armamento una galera-ordinaria solo tenía cinco piezas de artillería de gran tamaño, todas instaladas en un pequeño castillo en la proa, de tal forma que solo podrían ser disparadas hacia delante, y también estaba equipada con algunas piezas de artillería ligera m ontadas sobre el castillo de proa, los costados y la popa. Su pot encia de fuego era muy limitada. Las Galeazas Las primeras de estas naves fueron venecianas y en la Batalla de Lepanto jugaron un rol fundament al en la victoria que alcanzaron los europeos sobre la flota turca. Gracias a este exitoso debut los españoles pronto construyeron y comisionaron para su flota a varias de estas naves. La galeaza también era una nave hibrida en las que se fusionaba la fuerza del viento con la fuerza de seres humanos. En estas naves observamos que habían sido instalados tres grandes mástiles, con un cuarto más pequeño en la proa. Junto con los mástiles tendrían 28 bancas para remeros por cada costado de la nave, y en cada banca se sentaría un grupo de cuatro hombres quienes operarían un remo. Por lo t anto en la galeaza española podríamos encontrar a 224 remeros, a quienes hemos de agregarles los reemplazos, quienes elevan al número de hombres asignados a este trabajo hasta 300. Junt o a ellos hallaríamos a 300 tripulant es más, entre soldados, marineros y artilleros. Entonc es una galeaza de 600-toneladas tendría una tripulación de 600 hombres. No logre encontrar información sobre las dimensiones exactas de las galeazas españolas, sin embargo existen datos sobre una galeaza construida para los monjes guerreros de la orden de Malta, la cual ten ía un des plazamiento de 525-toneladas. El largo de esa nave era de 55 metros y el ancho de 7.

Galeaza

Galeraordinaria

En la Bat alla de Lepanto estas naves fueron usadas como bat erías flotantes ; sobre la proa tenía una estructura con dos niveles repletos de piezas de artillería de diferentes tamaños. Mientras que sobre las cabezas de los remeros fue instalada una segunda cubierta, sobre la cual colocaron más piezas de artillería. De esta forma, seis grandes armas podrían disparar hacia el frente, cuatro lo harían hacia la retaguardia, mientras que 20 piezas de artillería -media podrían ser disparadas hacia los costados. Complementando el fuego de todas esas piezas de artillería encont ramos otras 20 muy livianas las que estarían instaladas a todo lo largo de la galeaza. En t otal, una galeaza estaría equipada con 50 piezas de diferentes tamaños, lo que hacía de ella fuera un poderoso adversario. Pinaces, carabelas y zabras Los pinaces, las carabelas, y las zabras, eran las naves-aparejadas de menor tamaño que podríamos encontrar en ambas flotas. Aunque estas aparecieron en una gran cantidad de formas y diseños, podemos encontrar ciertas características que las distinguían. Estas tendrían un peso promedio de unas 70toneladas, tendrían una sola cubierta, bajo la cual encontraríamos las provisiones de la tripulación y las

mercanc ías. Mientras que sobre ella se colocarían de 6 a 12 piezas de artillería, las cuales serían en general piezas ligeras, del tipo que disparaban balas de 2-libras de peso ó menos. Otra característica que distinguía a estas naves es que generalmente tendrían un único par de mástiles para sus velas. Pero además, gracias a su baja altura de sus costados, muchas también tendrían remos los cuales serían usados cuando el viento menguara. Por lo ligero de su armamento, y por la pequeña cantidad de hombres que las tripularían, no s e esperaba que estos barcos fueran usados directamente en una batalla contra naves enemigas de gran tamaño. Pero aún así tendrían su lugar durante una acción, porque podrían ser usadas como naves de reconocimiento que navegarían varias millas delante de la flota para prevenir a sus camaradas contra la presencia de naves hostiles, mientras que durante una batalla serían usadas para llevar mensajes de un punto a otro. Un dato interesante sobre estas naves. Existe evidencia que sugiere que una nave de 60-toneladas era estructuralmente mucho más resistente a los embates de una tormenta que un galeón de 400. Además serían mucho más rápidas que las pesadas y grandes naves de una flota de guerra, un atributo que les ayudaría a llevar a cabo sus misiones de reconocimiento y de enlace. Barcos de transporte La flota es pañola estaría ac ompañada por una docena de naves de transporte las cuales variaban en tamaño ent re 800 a 200-toneladas, y llevarían sus bodegas atiborradas con grandes cantidades de provisiones, municiones y todo tipo de vituallas esenciales para la campaña que realizarían sobre suelo inglés. Como solo se esperaba que transportaran materiales de guerra, se embarcaría en las mismas muy poca artillería y una reducida cantidad de soldados. Por lo general las naves de transporte serían carracas y naos que tendrían encima una buena cantidad de años. Por esa razón no se las usaría en combate. Generalidades que se aplican a todas las naves de la época En primer lugar una característica común en todas las naves, era la deplorable condición sanitaria a la que estaban expuestas sus tripulaciones. Al iniciar un viaje la nave dejaría s u at racadero lo más aseada posible, pero con cada día que pasaba desechos de todo tipo se acumularían dentro del casco de la nave , hasta tal punto que en cuestión de semanas tendría que ser encont rado un santuario para poder efectuar urgentes trabajos de limpieza. Una nave de 600 -toneladas, como el Elizabeth Bonaventure, tripulada por unos 250 hombres, llegaría a ser un verdadero basurero flotante en unas siete u ocho semanas después de haber salido de su puerto de partida. Este era el resultado de la putrefacción de alimentos, la falta de medios para eliminar plagas y alimañas, y las pobres condiciones sanitarias. De particular importancia para que existieran estas deplorables condiciones de vida, es el hecho de que en las naves de la época los sanitarios, de proa y de popa, habían sido construidos sin ningún tipo de protección cont ra los elementos. Por lo t anto en muchas ocasiones en las que la nave se enfrentaba a una tormenta, los tripulant es tenían que limitarse a usar cubetas como let rinas provisionales y cuando estas se habían llenado aquellas personas que tuvieran necesidad de usar un sanitario tendrían que dirigirse a las cubiertas inferiores, donde procederían a liberarse de su c arga. Obviamente la acumulación de los desperdicios humanos en ese, y en otros lugares, pondrían en peligro la salud de la tripulación. Junto con los desperdicios humanos encontramos que al salir de un puerto las naves de todo tipo también llevarían otros seres vivos dent ro de sus bodegas, entre las vituallas encont raríamos ratas, cucarachas y pulgas, las cuales se reproducirían con gran rapidez dado que encontrarían las condiciones ideales para sobrevivir. Todo esto cont ribuía a que fuera imperativo que a cada cierto tiempo las naves alcanzaran un puert o seguro, para que el interior de las mismas fuera limpiado. Una vez se encontrara un puerto, ó una franja de costa que fuera adecuada, las naves de una flota serían encalladas. Los miembros de la t ripulación de la nave descenderían a tierra para alimentarse con provisiones frescas y recibir los cuidados médicos necesarios, pero además se procedería a limpiar de arriba abajo el interior y el exterior de la nave. Por dentro los marineros eliminarían los desperdicios humanos y las plagas, y por fuera tendría que limpiar el casco de la nave. Este último trabajo también era muy importante. Por un moment o ret rocedamos en el tiempo, hasta aquel momento en la historia de la humanidad en el cual las primeras embarcaciones fueron botadas al agua de mar, pronto los tripulantes de las naves se dieron cuenta que, tras un corto período de tiempo, grandes cantidades de organismos marinos se acumulaban en el casco de sus barcos, justo bajo la línea de flotación, los cuales por su volumen interferían con la maniobrabilidad y velocidad de sus naves. Por es a razón, al encontrar un puerto seguro, ó al encallar a propósito en alguna playa, se dejaría el casco expuesto para que los marineros pudieran realizar su operación de limpieza.

Las armas que encontramos dentro de las naves La tripulación de un barco tienen la responsabilidad de que una nave logre llegar de un punto a otro, pero ellos no solo se han de preocupar de los obstáculos que puede ponerles la naturaleza en su camino, además tenían que estar armados para repeler ó lanzar un ataque contra una nave que los intentara intercept ar. Las individuales Como su nombre lo indica, estas son las armas que pueden ser usadas por una sola persona para defenderse, ó para somet er a un oponente. A c ontinuación daremos una explicación de las m ismas, comenzando con las armas blancas, las cuales serán usadas a muy corta distancia. Arma s individuales de corto-alcance: Dagas, cuchillos y e spadas: Estas simples armas punzo-cortant es pueden ser usadas por un hombre mientras que tenga fuerzas, por lo tanto desde el principio de la historia de los conflictos armados estas armas han sido usadas como efectivos instrumentos de guerra para la lucha cuerpo -a-cuerpo. En un momento dado de la historia los soldados en tierra adoptaron elaboradas armaduras par a defenderse de las heridas que podrían producir estas armas, pero el us o de estas pes adas caparazones no se generalizó ent re los tripulantes de naves de guerra, imagínese el lector por un momento que un desafort unado hombre que tiene una pes ada coraza cae al mar, sus posibilidades de morir ahogado s erían extremadamente altas. Sin embargo, obs ervamos como algunos oficiales en una nave de guerra y algunos soldados optaban por usar algunas versiones de blindaje para poder tener una vent aja táctica en la lucha cuerpo-a-cuerpo. Para finales del siglo XV I los infant es de marina y los oficiales adoptaron petos y cascos de hierro relativament e livianos, que aun cuando no les daban una gran protección contra un impacto directo de balas, le daría una protección parcial contra las armas blancas.

Dagas

Espadas

Picas

Armas de corto-alcance

Las pica s: Esta es otra versión de la lanza que había sido usada en la antigüedad por griegos, persas, romanos y cartagineses. La variedad de picas que aparecieron en esta época fue extensa, no nos det endremos a est udiarlas, lo único que tenemos que saber es que la diferencia básica entre cada una de ellas la hallamos en la c abez a metálica con las que podrían estar equipadas y en el largo de su vara. Soldados quienes peleaban en tierra recibirían picas de cuatro a cinco y medio metros de largo, pero para la infantería -de-marina se crearon picas más cortas, las que podían ser usadas con mayor facilidad en el estrecho espacio de una nave. Estas armas eran conocidas como medias-picas, pero aún cuando eran más cortas, el largo de su vara le daba a un soldado una vent aja de alcance sobre dagas, cuchillos y espadas. Arma s individuales de largo-alcance: Granadas: Para aquellos días en los que españoles e ingleses lucharon a lo largo del Canal de la Mancha la pólvora ya habían estado en manos de soldados por más de doscientos años, es por ello que para estos días ya se habían hallado nuevas formas para usar este mat erial ex plosivo. Sabemos que los españoles llenaban tinajas cerámicas con pólvora y las arrojaban sobre las nave s enemigas, allí rudimentarias mechas las detonaban; fragmentos del recipient e y la onda expansiva de la detonación causarían estragos entre las apretadas filas de las tripulaciones enemigas. Esas eran las granadas. Lo interesante es que en algunas oc asiones los recipientes de cerámica no solo eran atiborrados con pólvora, en ot ros casos los contenedores se llenaban con una mezcla líquida de elementos incendiarios, los cuales, al esparcirse sobre una nave enemiga producían un voraz incendio, mientras que en ot ros casos el contenido de las granadas era jabón, en este caso el material esparcido sobre las cubiertas enemigas harían que el enemigo no pudiera mantenerse en pie para combatir. Sin embargo estos dos materiales, el

líquido inflamable, y el jabón, eran armas de doble filo, sus efectos negativos serían experiment ados tant o por los hombres que defendían la nave contraria como por aquellos hombres que intentaban ocupar la cubierta de la nave atacada. Pistolas: De las armas de fuego individuales esta era la más pequeña, era muchas veces más ligera y pequeña que un arcabuz, por lo t anto el soldado equipado con ella solo necesitaba usar una mano para manejar y dispararla, además, a pesar que la bala disparada sería del mismo tamaño a aquella que era disparada por las armas de mayor tamaño, c ausaría un poco menos de daño, porque la pistola usaba menos pólvora, de lo contrario podría romperle la muñeca al operario. Esa reducción, sumado a lo corto que era su barril, causaba que las balas disparadas por estas armas tuvieran un alcance extremadament e reducido cuando se les comparaba con un arcabuz. Un tirador experimentado usando una pistola lograría alcanzar un blanco situado a unos 25-metros un 80% de las veces. Ese era el alcance-efectivo, pero sí una persona era desafortunada, podía ser alcanzada por la bala disparada hasta una distancia de 70-met ros, y podría tener tanta fuerza como para causar una herida de muerte. Las pistolas manufacturadas en este siglo usaban el mecanismo-de-rueda para efectuar cada dis paro; en este caso, al jalar el gatillo del arma un muelle muy tenso hacia girar una rueda de superficie rugosa, la cual hacia contacto con un trozo de pirita de hierro, lo que c reaba una lluvia de chispas necesarias para provocar la explosión de la pólvora que encontramos dentro del arma. No s abemos donde fue inventado este mecanismo, sin embargo sabemos que para el año 1525 grandes cantidades de estas armas eran producidas por los armeros de la ciudad de Nuremberg. Esta era un arma de fuego útil para el combate a corta distancia, pero su precio era tan alto que solo pocos soldados podían costearse la compra de uno o más ejemplares, generalmente se las reservaban a los oficiales. El arcabuz-común y el mosquete-e spañol: Hacia el siglo XV I existían dos tipos de grandes armas de fuego individuales, el arcabuz y el mosquete -español, ambos tenían una longitud aproximada de 1.5-metros, y un peso mayor a las 10-libras, por lo tanto eran necesarias ambas manos para usar esta arma. Tanto el arcabuz -común como el mos quet e-español tenían el mismo mecanismo de ignición el cual era diferent e al de las pistolas y conocido como el mecanismo-de-mecha. En este caso al jalar el gatillo del arma se activaba un resort e que lanzaba una mecha encendida hacia una abertura en el tubo del barril del arma que haría estallar a la pólvora que propulsaría al proyectil del arma hacia delante. Y es e proyectil tendría un alcance-efectivo de unos 50-metros, pero un individuo con poca suert e podría ser herido por pura casualidad a una distancia de 200. La gran diferencia ent re el arcabuz y el mosquete se halla en su peso y en el peso de las balas que disparaban. El arcabuz pesaba unas 10-libras y el mosquete cerca de 20. La diferencia de peso de cada arma nos da otra característica ent re ambas, para poder operar al mosquet e durante largos períodos de tiempo se incluía como parte del equipo una larga baqueta de hierro, sobre ella se apoyaba el arma. La diferencia en el peso de estas armas estaba relacionada con el peso de las balas que dispararían. El liviano arcabuz disparaba balas de 15 a 20 -gramos de pes o, mientras que el pesado mosquete disparaba balas de unos 50 a 70 -gramos. La diferencia de peso ent re las balas disparadas sería sentida en la c arne de aquel desafortunado individuo que fuera alcanzado por una de ellas. La energía cinética que una bala transmite a una s uperficie 2 es calculada por la formula siguiente: e = ½ m v ; donde “e” significa energía, “m” es masa, y “v” es la velocidad. S í consideráramos que la velocidad con la que partían las balas de las armas de fuego era similar, la mayor masa de los pesados proyectiles disparados por los mosquetes transmitiría el triple de energía c ontra el objetivo que golpeara. No hay más que decir, el pesado mosquete era difícil de manejar y el soldado que lo tenía que usar se agotaría con relativa rapidez, sin embargo la desafortunada persona que se interpusiera en el c amino de una de las balas disparadas desde el pesado mosquete t endría muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Piezas de artillería Dada la importancia de las piez as de artillería t anto para la guerra naval como terrestre quiero t omar unas cuantas páginas para hablar sobre ellas. Hacia la segunda mitad del siglo XV I la manufactura de las grandes piezas de artillería estaba a punt o de alcanzar su madurez. En estos días podemos observar que los primeros pasos para estandarizar la producción de estas armas ya se había dado, además podemos obs ervar que la nomenclatura para poder

distinguir a las mismas ya había sido acuñada. Para reconoc er a las diferentes piezas de artillería se les agrupó usando una formula en la que consideraba el largo de los barriles con respecto al calibre de los 3 proyectiles disparados; las piezas de artillería que tenían un largo de 25 a 45 veces su calib re eran conocidas como culebrinas. Estas podían venir en dos variedades, las piezas de avancarga y las de retroc arga. En las primeras se introducía la pólvora y los proy ectiles por la boca del arma, mientras que en las segundas, se usaba una c ámara móvil, en forma de tarro de cerveza, que s e introduciría por la part e trasera del barril, ésta contenía la pólvora y el proyectil, y se acostumbraba que cada una de estas armas tuvieran dos o más de aquellas recamaras móviles, y gracias a las mismas se podría ma ntener una cadencia de fuego relativamente alta; los artilleros simplemente retiraban la recamara usada e int roducirían una nueva para que su culebrina pudiera ser disparada contra el enemigo. Piezas de artillería del siglo XV I: retroc arga y avancarga

Eso sí, a pesar que la cadencia de fuego de las armas de retrocarga era alta, solo se produc ían versiones de la misma que eran relativamente ligeras, el arma de ret rocarga de mayor tamaño solo pesaba 800-libras y disparaba proy ectiles de 3-libras. ¡Era un arma ligera! Porque una nave de la época podía transportar piezas de artillería de hasta 6,000-libras que dispararía proyectiles de 42. Pero, ¿a qué s e debe que las primeras fueran tan pequeñas?, todo se debe a las limitaciones físicas de las mismas recamaras móviles. Para disparar una bala de 3-libras los artesanos de la época ya estaban construy endo recamaras relativamente grandes, lo cual era neces ario para resistir la presión que ejercía la pólvora al ser detonada; para disparar proyectiles de mayor tamaño hubiera sido nec esario crear recamaras mayores, que serían difíciles de usar en una situación de combate. Por ot ra part e, la unión entre la recamara móvil y el barril de la culebrina no era perfecta, por lo tanto al ser disparada escaparía una gran cantidad de gases, y por lo tanto, a menor fuerza de empuje, menor fuerza para que el proyectil causara daño. Una última nota sobre las armas de retroc arga. Para estas fechas las piezas de artillería de este tipo y a no eran tan populares, porque su costo de manufactura era muy alto. Debido a que eran construidas en dos partes separadas. Esas eran las piezas de artillería conocidas como culebrinas, ahora pasemos al segundo grupo, las armas que conocemos con el nombre de c añones, y las cuales solo serían de un tipo, de avancarga. Estas eran armas cort as las cuales tenían un largo de 15 a 20 veces el diámetro de su boca, pero no solo el barril era más corto, además el interior de cada cañón era muy diferente al interior de las culebrinas. En el caso de las últimas el anima era recta, mientras que en el caso del cañón el anima se estrec haba a medida que se acercaba hacia el final del barril. Pero ¿qué ventajas y des ventajas existen entre estas dos armas?, por un a parte gracias al largo de s u barril y a la cantidad de pólvora con la que se cargaba, la culebrina podía disparar sus proyectiles con gran fuerza a una gran distancia, pero al mismo tiempo el largo de los barriles de es as armas hacía que ellas fueran muy pesadas. Las versiones más grandes de estas armas serían muy difíciles de mover de un punt o a otro. Tomemos como ejemplo a la Culebrina-bastarda, su barril pes aba 3,000-libras y disparaba proyectiles de 12-libras hasta una distancia de 540 metros.

3

El calibre es el diámetro de la boca de la pieza de artillería.

Comparemos esa arma con un cañón que disparara un proyectil del mismo peso, el Cuarto-de-c añón. Esta arma tendría un barril que pesaría 2,000-libras, una diferencia sustancial de 1,000-libras, sin embargo su alcance era menor, sus proyectiles de 12-libras solo tenían un alcance de 360 metros. Los cañones eran más livianos y por lo tanto más fáciles de usar en un campo de batalla, pero tendrían menos alcance, de manera que una batería de culebrinas podría pulverizar con relativa impunidad a una batería de cañones que estuviera a una gran distancia. Cort e trans versal de dos piezas de artillería de avanc arga

Cañón Culebrina

Es interesante, pero el interior del anima de los cañones, al ser mucho más gruesa en la parte más profunda, donde iría colocada la pólvora, ayudaba a que estas armas pudieran disparar proyectiles mucho más pesados que los disparados por las culebrinas. Por ejemplo, la culebrina de mayor tamaño solo podía disparar proyectiles de 32-libras, mient ras que el mayor de los cañones dispararía proyectiles de 90 -libras. El último tipo de pieza de artillería era conocido como el mortero y tenía al barril más corto de los tres tipos de armas. El barril del mortero solo tendría un largo de 3 a 5 veces su calibre. Si cortáramos por la mitad el barril de una de estas armas veríamos que eran construidas de la misma manera que un cañón. Nombre

Peso del barril Peso del proyectil Largo del barril Alcance (metros ) (en libras) (libras) (metros) Clase I: Culebrinas el largo del barril es de 25 a 44 veces su calibre Esmeril ‫٭‬ 200-lbs 0.3-lbs 0.75 180 m Serpentina‫٭‬ 400-lbs 0.5-lbs 0.9 225 m Falconet‫٭‬ 500-lbs 1.0-lbs 1.1 250 m Falcon‫٭‬ 800-lbs 3.0-lbs 1.8 360 m Minino 1,000-lbs 6.0-lbs 2 405 m Pasavolante 3,000-lbs 6.0-lbs 3 900 m Saker 1,600-lbs 9.0-lbs 2 450 m Culebrina-bastarda 3,000-lbs 12.0-lbs 2.5 540 m Media-culebrina 3,400-lbs 10.0-lbs 2.5 765 m Culebrina 4,800-lbs 18.0-lbs 3.3 1,530 m Culebrina-Real 7,000-lbs 32.0-lbs 4.8 1,800 m Clase II: Cañones, el largo del barril es de 15 a 20 veces su calibre Cuarto-de-cañón 2,000-lbs 12.0-lbs 2.1 360 m Medio-cañón 4,000-lbs 32.0-lbs 3.3 405 m Cañón-bastardo 4,500-lbs 42.0-lbs 3 360 m Cañón-serpentino 6,000-lbs 42.0-lbs 3.6 450 m Cañón 7,000-lbs 50.0-lbs 3.9 540 m Cañón-Real 8,000-lbs 60.0-lbs 3.6 675 m Basilisco 12,000-lbs 90.0-lbs 3 675 m Clase III: Morteros, el largo del barril de 3 a 5 veces su calibre Mortero-medio 1,500-lbs 30.0-lb. 0.6 450 m Pedrero-medio 3,000-lbs 30.0-lb. 2.7 270 m Mortero-pesado 10,000-lbs 200.0-lb. 1.8 900 m ‫ ٭‬Culebrinas de retrocarga

Los barcos de guerra de aquella époc a estaban equipados con una variedad de armas de diferentes tamaños. Las piezas de artillería ligeras eran todas aquellas que tenían un peso menor al de 800 -libras, siendo exclusivamente armas pertenecientes a la familia de las culebrinas: los esmeriles, serpentinas, falconetes y falcones. Mientras que las restantes piez as podrían tener un peso igual o mayor al de 1,000 libras, llegando hasta un máximo de 7,000. Como veremos más adelante las versiones livianas de las piezas de artillería solo eran útiles para ca usar heridas a los tripulantes de una nave y para causar daños superficiales a un barco, mient ras que solo las piezas pes adas podrían causar suficientes daño para poner a una nave en peligro de hundimiento. Municiones de las piezas de artillería: En los barc os de esta época encontramos un solo tipo de bala que podría ser disparada por las piezas de artillería, y esta era la munición-s ólida. Su nombre lo indic a claramente, una munición de este tipo es, ni más ni menos, que una bala hecha de hierro . Pero a pesar de que existía un solo tipo de munición existían dos versiones de la misma. En primer lugar tenemos a la bala-redonda, que en inglés es conocida como round-shot, en este caso la munición tiene un diámetro muy similar al diámetro de la boca del arma. Por ejemplo, una pieza de artillería del tipo-36 del ejército Imperial francés de principios del siglo XI X, dis pararía una bala redonda de 36 -libras cuyo diámetro sería de 168.7-milímetros, mientras que la boca del arma tendría un diámetro de 175.3 milímetros, había una diferencia de 4% entre aquellos diámet ros. Pero ¿por qué razón?, bueno, es a diferencia existe en todas las armas de fuego; el diámetro de la bala tiene que ser más pequeño al tamaño de la boc a del arma, solo de esa forma la bala pueda ser introducida dentro del barril del arma y disparada. De esta forma la bala-redonda era relativamente grande. El segundo tipo de munición sólida era conocida como el racimo-de-uvas o grape-shot. En este caso, en lugar de introducir una sola bala de gran tamaño dentro del barril del arma, se introduciría un paquet e de tela ó madera que estaba atiborrado con proyectiles de un tamaño mucho menor al de la bala-redonda, de hecho el tamaño de los proyectiles en el racimo-de-uvas podría variar desde ser similares al de los balas disparadas por mosquetes y arcabuces, o podrían ser balas de hasta tres veces el tamaño de l as disparadas por los mosquete. De cualquier forma las municiones en el racimo-de-uvas siempre serían de un tamaño mucho menor al de las balas-redondas. Ambas municiones tenían sus propias características. En el caso de la bala -redonda este tipo de munición era muy útil para agujerear el casco de un barco. Mientras la bala fuera de may or tamaño transmitiría más energía contra la superficie que estuviera golpeando y por ende las paredes de madera del casco podrían ser penet radas con relativa facilidad cuando la distancia fuera c orta, sin embargo la cadencia de fuego de las armas de gran tamaño sería relativamente lenta, los artilleros que tenían que cargar balas de 42- a 32-libras de peso pronto se agotarían y solo lograrían disparar s us armas tras períodos de tiempo relativamente largos. Por ello a menor peso de la bala, mayor la cadencia de fuego, pero al mismo tiemp o las balas que eran más ligeras no podrían penetrar con facilidad las gruesas paredes del casco de un barco. Esto nos lleva al racimo-de-uvas, como las balas disparadas por este tipo de munición eran muy pequeñas, no se podía esperar que las mismas pudieran penet rar las sólidas paredes de m adera de un barco, sin embargo la utilidad de esta munición era observada cuando una pieza c argada con un racimo-deuvas era disparada contra un grupo de marineros; tras la detonación de la pólvora dec enas de balas surcarían el cielo y formarían una nube d e proyectiles que choc aría cont ra los des afortunados individuos. En efecto este tipo de munición tornaba a las piezas de artillería en gigantescas y peligrosas escopetas. Pero no solo la tripulación de una nave peligraría ante el fuego del racimo-de-uvas, también las velas y los aparejos de un barco podrían sufrir graves daños al ser alcanzadas por este tipo de munición. Bala redonda

Tiro-de-uva

Por último, es relevante informarle al lector que para este siglo ya existía otro tipo de munición, pero que era usada exclusivamente en batallas terrestres. Este era el proyectil-explosivo ó common-shell, era una bala muy diferent e a la munición-sólida y a que su interior era hueco y estaba lleno con pólvora, pólvora que sería detonada usando una primitiva mecha, y es precisamente la mecha la que creaba un problema al que ningún capit án de navío quería enfrentarse, para estos días ant es de disparar una bala de este tipo un artillero tenía que prenderle fuego a la mecha para que el proyectil, una vez disparado, fuera a estallar entre las filas del enemigo, sin embargo siempre existía la posibilidad de que la carga explosiva de la munición fuera detonada prematuramente, por lo tanto, en los limitados confines de un barco de guerra una explosión de este tipo podría causar la muerte de nume rosos marineros, y podría iniciar un peligroso inc endio. Como un barco era una gigantesca pila de madera y cuerdas secas, el lector puede imaginarse que es lo que pasaría en pocos minutos sí el fuego no era controlado a tiempo. Por ello los proyectiles-explosivos no eran usados en barcos. Como última nota sobre las piezas de artillería. Tanto los ingleses como los españoles tenían puntos de vista desiguales sobre la cantidad y el tipo de piezas de artillería que t endrían que ser instaladas en sus barcos. Eso es algo que veremos más adelante.

EL COMBATE-NAVAL Como hemos visto, a medida que cada avance tecnológico era aplicado a la constr ucción y al cuidado de los barcos y sus tripulaciones, el radio de acción de las flotas de guerra iba aumentando, de tal forma que gradualmente cada vez una mayor área de la superficie marina era reclamada por un monarca como suya. Y eso no es todo, a bordo de grandes transportes un ejército, y sus suministros, podía ser llevado a puntos cada vez más lejanos para poner fin a aquellas disputas que existieran entre rey es y emperadores. En el libro anterior observamos como, ya desde la antigüedad, era posible efectuar operaciones combinadas entre ejércitos en tierra y flotas de guerra. En el primer ejemplo observamos como un ejército persa apoyado por una gran flot a de navíos de guerra avanz ó exitosamente sobre gran parte del territorio griego, pero la exitosa ofensiva de las fuerz as armadas de ese imperio asiático fue finalmente detenida cuando su flota fue derrotada en la famosa Batalla de S alamina, sin la flot a no era posible mantener aprovisionado al ejército. En el segundo ejemplo observamos como, durante la Primera Guerra Púnica, una flota romana protegió a naves de transporte que llevaron a un ejército italiano hasta las costas de África, y en el último ejemplo obs ervamos como la flota del poderoso Sultán Selim II logró proteger a los barcos que llevaron un ejército a efectuar la invasión de Chipre. Obviamente cualquier reinado de importancia que tuviera acceso a las aguas de algún mar u océano tendría que financiar la construcción de una flota de guerra. En un conflicto armado su función sería clara, ésta sería usada para despejar el camino para que sus transportes llevaran hasta las playas enemigas a los soldados, el material de guerra, y las provisiones necesarias para invadir el territorio contrario. Por otro lado, el monarca defensor buscaría la manera de det ener a los invasores, ya sea estableciendo un bloqueo de los puertos de los que saldrían las naves enemigas o po r medio de la destrucción de la flota de guerra cont raria, sin la cual los vulnerables transportes enemigos no podrían partir. En las flotas de guerra del siglo XVI enc ontramos una gran variedad de naves, todas tendrían misiones específicas en una batall a, y de ellas, en primer lugar tenemos a los galeones de guerra. Estos grandes barcos formarían el núcleo-principal de la flota, y su uso adecuado daría una victoria o produciría una derrota en una batalla. Claro está, la doctrina táctica que seguiría c ada capitán en una batalla variaba mucho de reino en reino, por lo que en la sección siguient e encontraremos más información sobre como pelearía un capitán inglés, comparado cont ra un español. Junto a los grandes galeones, el núcleo de una flota de guerra s e aumentaría al agregarle carracas y naos de gran tamaño. Aunque estas naves eran relativamente obsolet as, su tamaño y su capacidad de transportar una gran cantidad de piezas de artillería, y una gran cantidad de soldados, les ayudaría a tener un lugar de importancia en una batalla. Luego tenemos a las naves de menor t amaño, los pinaces, las carabelas y las zabras, las cuales no podrían enfrentarse a un gran galeón de guerra, sin embargo la rapidez y maniobrabilidad de estas pequeñas naves les concedían un papel importante, ya que serían usadas en misiones de rec onocimiento, alertando a los oficiales de la flota contra los movimientos de l enemigo. Pero además podrían entorpecer el trabajo de las unidades de rec onocimiento contrarias y, de tener éxito en su tarea, mantendrían al almirante enemigo en la oscuridad. Por último tenemos a las pesadas naves de transporte, las cuales podrían ser usadas como auxiliares de la flota. En ellas se embarcarían materiales para la reparación de naves de guerra, cantidades ext ras de pólvora, balas y aliment os. Gracias a las vituallas transportadas en estas naves una flota de guerra podría operar lejos de un puerto amigo por una buena cantidad de tiempo.

La doctrina española Hemos de dividir el estudio de la doctrina militar española en dos secciones, en primer lugar tenemos que estudiar los principios estrat égicos que habrían de regir los planes de los almirantes que planearon esta ofensiva. Por el otro lado, estudiaremos el despliegue táctico que usarían. El principio estrat égico de esta campaña era ponerle fin al reinado de Elizabeth I, para eso Felipe II enviaría un gran ejército hasta Inglaterra. Pero el reino de aquella soberana está rodeado de agua, por lo tanto el gran ejército español tendría que ser transportado por barc os. La participación de las naves de guerra de la flota española sería fundament al, sería una ofensiva en la que se c ombinaría la flota con el ejército. Una ofensiva que tendría que se r dividida en tres fases. En primer lugar la función primordial de la flota sería acompañar a los barcos del convoy -de-invasión desde España hasta Inglaterra derrotando en el proceso a las unidades navales enemigas que se pusieran en su camino, hasta llegar a alguna playa inglesa donde las naves de transporte desembarcarían al ejército y sus valiosas provisiones. En ese momento comenzaría la segunda fase de la campaña, las naves de guerra protegerían a los transportes y al ejército mientras se realizaban las operaciones de desembarco en la playa deseada; galeones, naos, y carracas, mantendrían a los escuadrones enemigos alejados del área, pero además, sí las unidades del ejército encontraban a tropas inglesas defendiendo la costa, galeazas y galeras-ordinarias serían usadas en operaciones de apoyo directo para facilitar el desembarco de los soldados españoles en la playa deseada. En este tipo de misión las galeras podrían ser usadas con gran efectividad por una simple razón: gracias a su escaso calado ellas podrían adentrarse en una play a para disparar a quemarropa sus piezas de artillería contra cualquier grupo de defens ores. Así, luego de afianzar su cabeza de playa, la tercera fase de la campaña comenzaría, uno de los principales objetivos a partir de ese momento sería establec er una base de operaciones en suelo inglés, y la flota de guerra permanecería en el área manteniendo abiertas las líneas de comunicación entre España y el ejército de invasión, algo que sería fundamental, ya que una invasión de la magnitud planeada tardaría varios años en completar su objetivo final: derrocar a la reina inglesa. Sería indispens able mantener un constante flujo de reemplazos y materiales de guerra para que el ejército invasor pudiera cumplir c on s u cometido. Esta es, a grandes rasgos, la campaña naval en la que se embarcarían los españoles. Ahora bien, de enc ontrar a los ingleses en alta mar, ¿cómo lucharían los españoles? Para estos días dos generaciones de capitanes iberos habían aprendido s us lecciones en el arte de la guerra luchando contra dos poderosos enemigos, los turcos y los franceses. En 1571 ochent a y seis galeras de guerra de España, y de sus aliados, junto con un contingente de 108 galeras de guerra venecianas se enfrentaron contra una poderosa flota turca int egrada por más de 200 galeras. Este encuentro terminó con la destrucción del grueso de la flota t urca. Once años más tarde, durante las operaciones ofensivas contra los defensores de las islas Azores, una flota francesa de 58 barc os de velas fue derrotada por 60 naves de velas es pañolas. Lo interesante es como combatieron los españoles. El factor común de estas bat allas es que en ambas ocasiones los capitanes españoles habían dirigido s us barcos en línea recta contra el enemigo, abrumándolo en el combate cuerpo-a-cuerpo entre tripulaciones. Esto nos lleva a un dato interesant e, la cadena de mando que encont ramos en cada una de las naves de guerra españolas, las cuales eran comandadas por dos oficiales. Por un lado tenemos al capitán-de-mar, quien tendría bajo su mando a los marineros de la nave y a los servidores de las piezas de artillería; en los primeros minutos de una batalla el capitán-de-mar se encargaría de ordenar todas las maniobras de la nave, que incluirían colocar al barco en una posición adecuada para poder dis parar todas, o la mayor parte de las piezas de artillería. Podemos imaginar que el piloto de cada barco tendría que hacer girar su nave hacia babor y estribor para darle un campo de tiro adecuado a los artilleros. Luego, a medida que la distancia disminuía, serían disparadas las piezas de artillería li vianas, y como estaban emplazadas en monturas giratorias, podrían ser disparadas con mayor facilidad, el piloto del galeón no tendría que realizar maniobras muy complicadas y podría dirigir a su nave en línea recta contra el barco contrario, hasta colocar a su nave costado contra costado c on el barco enemigo. A partir de ese moment o los soldados podrían lanzar s u propio ataque. Mosquet eros, arcabuceros y hombres equipados con armas blancas se habrían apiñado en la cubiertaprincipal, los castillos de proa y popa, y en los balcones . Desde sus puestos los soldados equipados con armas de fuego dispararían constantemente sus armas hacia el enemigo, mientras que hombres equipados con armas blancas esperarían en sus puestos hasta que les dieran la orden de saltar sobre el barc o enemigo. Todos ellos estaban bajo el mando del capitán-de-guerra, un oficial del ejército regular español, porque todos estos hombres que estaban equipados con armas de fuego y los que pertenec erían a las unidades de abordaje eran del ejército, y solamente eran embarcados en el momento que un barco de guerra z arpara a realizar una operación ofensiva.

El ataque español: Cada nave ejecuta las maniobras necesarias para poder disparar sus armas contra el enemigo. Primero se dispararan las de un costado y luego las del otro, hasta que finalment e se cerrará la distancia para que las unidades de asalto se lancen sobre el barc o enemigo.

Ahora bien, desde el momento en el c ual el galeón quedaba firmemente enganchado con el barc o enemigo, el mando de la nave sería cedido al capitán-de-guerra, sería suya la responsabilidad de ganar la batalla de abordaje. Tan pronto como fuera posible los Unidad de abordaje Mosquet eros marineros del galeón lanzarían garfios de abordaje para enganchar a su barco contra la nave atacada. Ese era un paso indispensable para poder lanzar una operación de abordaje, pero previo a ese tipo de ataque los soldados armados con mosquetes y arcabuces, y los artilleros que operaban piezas de artillería-ligera prepararían el camino para el combat e cuerpo-a-cuerpo. Todos ellos lanzarían una lluvia de proyectiles sobre la cubiert a contraria, y para lograr su propósito ocuparían los castillos de proa y de popa, desde esas atalayas tendrían un amplio campo de tiro y colocarían bajo su fuego la cubierta de una nave de menor tamaño. El fuego de los artilleros y de los soldados continuaría hasta que se pudiera observar un claro debilitamiento entre las filas enemigas, entonces s oldados armados c on espadas y alabardas saltarían a la cubierta enemiga para acabar con la resistencia. Es interesante observar que previo a la batalla, varios soldados, o varios marineros, se les asignaría el trabajo de ay udar a cada uno de los artilleros a preparar las armas de gran tamaño para ser disparadas. Estos ayudantes le llevarían al artillero la pólvora y la munición apropiada con las que se cargaría el arma, pero una vez el cañón, o la culebrina, estuvieran listos, los hombres que habían ayudado al artillero regresarían a sus propias estaciones de batalla. La evide ncia indica que desde ese momento el artillero permanecería solitario junto a su arma, esperando hasta que la nave girara en la dirección adecuada para poder disparar, y una vez efectuado su único disparo el artillero permanecería inactivo, esperando que l a batalla fuera decidida en el combate cuerpo-a-cuerpo. Este es un claro ejemplo de la doctrina militar de los españoles : sus piezas de artillería-pesada solo serían disparadas una vez antes que las naves chocaran y se diera paso a la lucha cuerpo-a-cuerpo. Pero no es el caso de la artillería-ligera. Las culebrinas de menor tamaño tendrían soldados permanentement e asignados a ellas, quienes continuarían ay udando a los artilleros a dispararlas antes y durante las operaciones de abordaje, hasta que el enemigo fuera derrotado. Cuando consideramos que solo es peraban disparar una vez las grandes piezas de artillería se nos hac e evidente el porque de otra realidad: los españoles colocaban sus piezas de artillería sobre un armazón parecido al usado en armas similares desplegadas en un campo de bat alla terrestre, estarían montadas sobre carret ones de dos ruedas, un armazón difícil de manejar, pero por ser usadas una sola vez en combate, no se consideraba necesario cambiar el diseño de las monturas de las piezas de a rtillería.

Artillería española: La pesada y poco práctica armazón sobre la cual se colocaban las piezas de artillería en las naves españolas.

Como los españoles esperaban que la acción entre las naves de guerra fuera decidida en un combat e cuerpo-a-cuerpo, las piezas de artillería-ligera t endrían mucha más importancia que aquellas culebrinas y cañones de gran tamaño que encontramos en las cubiertas inferiores. Aún así siempre es int eresante hacer un análisis del peso de las descargas de artillería que podrían efectuar las diferentes naves de guerra españolas. En primer lugar, las dos baterías colocadas en los costados de los galeones de mayor tamaño podían disparar ent re las dos 400-libras de proyectiles, ó sea, 200-libras por costado. Galeones, carracas, y naos de menor tamaño dis pararían entre 105- a 25-libras de proyectiles desde cada uno de sus costados, mient ras que las naves de transporte dispararían de 58 - a 8-, y las pequeñas naves de reconocimiento dispararían solo entre 28 - a 4-libras de proyectiles por costado. Finalmente tenemos a las poderosas galeazas, las cuales podrían lanzar hasta 300-libras de proyectiles contra un objetivo que se encontrara directamente frente a sus proas, mient ras que contra un costado los artilleros podrían dirigir 150-libras de proyectiles y hacia la popa 50. La relevancia de estos números la encontramos más adelante, al comparar el peso de estas descargas contra las que podían ser lanzadas por las naves inglesas.

El poder de fuego de las naves e spañolas: 300

200

200

65

65

150

150

50

Galeón pesado

Galeón mediano

El número en cada cuadro representa la cantidad en libras que las piezas de artillería de cada nave podían dirigir hacia la proa, los costados y la popa.

Galeaza

Como última. Sabemos que en todos los barcos de velas de la época se instalaban algunas armas de artillería en la popa y en la proa para ser disparadas directamente hacia el frente ó hacia la retaguardia, sin embargo esas armas eran poco numerosas y por lo tanto no las consider o como relevantes para ser incluidas en la ilustración anterior. ¿Qué harían los ingleses? Ahora evaluemos las realidades estrat égicas y tácticas a las que se debían de enfrentar los defensores de Inglaterra. Para este conflicto el objetivo principal de los líderes de esa isla sería más sencillo , ellos 

Aquellas naves de un desplazamiento que variaría entre 800 a 1,000-toneladas.

tenían que detener al enemigo a toda costa para preservar en el poder a la rei na Elizabeth, y parar cumplir con su objetivo reunirían una flota de naves de guerra y un ejército; la flota formaría la primera línea de defensa, int entando detener el avance de la armada enemiga, y sí sus barc os de guerra no lograban cumplir con su cometido, el ejército tendría que det ener a los soldados españoles. De acuerdo con este único objetivo asignado a su marina, los ingleses tendrían que buscar la mejor forma de usar sus naves. Bueno, después de haber observado los éxitos navales españoles en Lepanto y las islas Azores, y tras haber tenido muchos años de experiencia en inc ursiones contra las líneas de comunicación de aquel imperio, los ingleses llegaron a la siguiente conclusión: siempre que fuera posible un capitán ibero buscaría la manera de efectuar una acción de abordaje, buscando que la lucha c uerpo -acuerpo les diera la victoria. Esa era la especialidad de los españoles, por lo t anto los ingleses no pelearían de dicha manera, en lugar de ello mantendrían una prudent e distancia, confiando en q ue sus piezas de artillería les darían la victoria. Es más, cada barco se movería independientemente de las demás naves de guerra de su propia flot a realizando la siguiente maniobra: con el viento soplando sobre su popa la nave inglesa se acercaría lo suficiente para disparar primero sus piezas de proa, luego daría los giros necesarios para poder disparar las baterías de babor y estribor, y en la maniobra final se buscaría que las culebrinas de popa lograran apuntar contra el objetivo para efectuar una última descarga. P ero ahora, en lugar de cerrar la distancia, la nave inglesa s e alejaría para que sus artilleros volvieran a cargar sus armas, para luego regresar y volver a disparar sus armas contra el enemigo siguiendo las maniobras ant eriores. Esa es la gran diferencia con los españoles, los iberos se lanzarían a conquistar la nave enemiga tras haber disparado contra ella todas las piezas de artillería que tuvieran a su disposición, pero en el caso de los ingleses, momentos después de que los artilleros hubieran disparado todas las piezas de artillería, el piloto establec ería un curso que alejaría a su galeón del enemigo, y des de ese moment o mantendría su nave a una distancia segura dándoles tiempo a los artilleros, y a sus ayudantes, para que El ataque inglés recargaran sus armas. Esto nos lleva a un punto int eresante. Recordaremos que en el galeón español a los artilleros encargados de las piezas de mayor tamaño se les asignarían ayudantes temporales, quienes, tras efectuar todos los procedimientos para preparar la gran pieza de artillería se retirarían a sus propios puestos de batalla mucho ant es que el combate hubiera comenzado. En contraste directo sabemos que los artilleros de todas las armas de fuego de un galeón inglés tendrían a un grupo de ayudantes permanentemente asignados que estarían con ellos durant e toda la batalla, ayudando a recargar las piezas de artillería una y otra vez. Por otro parte, a los artilleros ingleses se les asignaría como ay udantes exclusivamente a marineros. Ellos podrían manejar con más facilidad las pesadas piezas de artillería, ya que estarían más ac ostumbrados a trabajar sobre una cubierta resbalos a que estuviera en constante movimiento. Esta práctica de disparar sus armas una y ot ra vez nos lleva a un segundo punto de interés. Los españoles habían instalado sus grandes piez as de artillería s obre monturas muy pes adas que eran difíciles de manejar dentro de los confines de un barco, sin embargo, evidencia demuestra que los ingles es habían creado una estructura más simple y liviana para las piezas de artillería que serían usadas en alta mar. La evidencia demuestra que des de mediados del siglo XV I los ingleses ya instalaban sus cañones sobre pequeños cochecitos de cuatro ruedas, siendo estas estructuras mucho más fáciles de manejar, por lo tant o los artilleros ingleses podrían recargar una y ot ra vez sus piezas de artillería con relativa facilidad. Ejemplos de las mismas sobrevivieron hasta nuestros días gracias al desafortunado incidente del Mary Rose. En 1545 esta nave inglesa se fue a pique y gracias al recient e descubrimient o de la misma los arqueólogos modernos lograron determinar el tipo de armamento que podríamos encontrar en una nave de guerra de la época. El cargamento de este barco incluía 15 grand es piezas de artillería, más una gran cantidad de piezas de artillería ligeras. Como era de es perarse las piezas de menor t amaño estaban montadas sobre ejes giratorios, mient ras que las culebrinas y los cañones de gran t amaño estaban montados sobre una pequeña armazón, la cual, con algunas modificaciones, sería la usada durant e los siguientes 300 años por t odas las marinas del mundo.

Artillería española

Artillería inglesa

Porque los ingleses querían ganar una batalla usando su artillería, sus galeones de guerra podían disparar un mayor peso de proyectiles a la disparada por los barcos españoles; dos barcos de guerra promedio de la flota inglesa, el Vanguard y el Rainbow, de 500-toneladas de desplazamiento cada un o, tendrían la capacidad de disparar de 230 - a 286-libras de proyectiles des de c ada costado. Comparado con los mejores galeones de guerra de la A rmada Invencible, los cuales eran grandes barcos de guerra de 800 a 1,000-t oneladas de des plazamiento, las naves inglesas podían disparar andanadas del 15 al 40% de mayor peso al de sus enemigos. Por lo tanto, el barco de guerra promedio de los Barcos de guerra de la marina inglesa ingleses tenía más poder de fuego que las y su poder de fuego mejores naves de guerra españolas, porque la mayor parte de las piezas de artillería que estarían embarcadas en las naves inglesas serían armas de gran tamaño, mientras que en las naves españolas tendrían una gran cantidad de armas livianas. 70 250 250 70 Es pertinente en este momento hacer la salvedad que no todos los barcos de guerra que integraban a la flota inglesa le pertenec ían a la corona, de hecho, la mitad de las naves que participarían en esta Galeón de guerra Trans port es artillados guerra habían sido contratadas con fondos privados. Los individuos que habían financiado esas naves no solo buscaban defender a su nación, pero también esperaban lucrar con la capt ura de naves enemigas. Una interesant e realidad que nos habla de lo ac ostumbrado que estaban los ingleses a usar sus naves civiles en operaciones militares con la finalidad de tener una ganancia económica. La gran mayoría de los barcos que fueron financiados con fondos privados eran naves de t rans port e que podrían tener de un desplazamiento de 400- a 150-toneladas. Las naves privadas eran relativament e pequeñas, además al haber sido creadas como transportes no eran, por lo general, tan eficientes c omo los galeones de guerra ingleses, sin embargo entrarían a la lucha armadas hasta los dientes. En promedio tendrían un desplazamiento de cerca de 200-toneladas, pero podrían disparar desde uno de sus costados 70-libras de proyectiles, un 15% más al de naves de transporte españolas de similar tamaño. Una nota final sobre galeones ingles es y españoles que participaron en las batallas de 1588: las naves de los advers arios eran similares en desplazamiento, aunque las inglesas eran un poco más livianas. Como ejemplo citaremos a la nave de más desplazamiento de la A rmada, la Regaz ona, esta tenía un desplazamiento de 1, 294-toneladas, mientras que el barco de mayor tamaño inglés, el Triumph, tenía 1,100. Pero en las naves de guerra inglesas encontraremos una gran cantidad de piezas de artillería de gran tamaño; en el Elizabeth Bonaventure, de 600-t oneladas, encontramos un total de 51.5 toneladas en piezas de artillería, equivalente a un 8% de su peso. Al mismo tiempo en una nave española de 700-toneladas, el San Cristóbal, se transportaban 20 toneladas en piezas de artillería, lo que equivale a un 3% de su peso. Además s abemos que el Elizabeth Bonaventure estaba armado c on 37 piezas de artillería, mientras que el San Cristóbal tenía 36. Como el número de estas armas era similar, solo puede significar que el peso de las piezas de artillería de la nave ingles a era mucho may or al de las armas embarcadas en la nave española. Pero aun cuando las naves españolas no tenían una gran cantidad de artillería-pesada, sí t enían sus cubiertas repletas de soldados. En el galeón español de 800-toneladas San Felipe hallaríamos a 470

individuos, el 25% serían marineros y el 75% soldados. Mientras que en la nave inglesa Ark Royal, otra nave de 800-t oneladas, de un total de 425 tripulantes, el 60% eran marineros y un 40% eran artilleros y soldados. Obviamente los españoles deseaban la lucha cuerpo-a- cuerpo. -------------------------Ahora veamos la cadena de mando que hallamos en una nave inglesa, pero primero recordemos que en un barc o español tenemos a dos oficiales que tomarían cada uno su turno al mando de la nave: el capitánde-mar se encargaría de llevar al galeón al lugar adecuado para poder realizar operaciones de abordaje, mientras que el capitán-de-guerra tomaría el mando de los soldados y artilleros cuand o la distancia de abordaje fuera alcanzada. En cambio los capitanes de Elizabeth no seguirían esa forma de mando, en sus naves solo existía un capitán. Gracias a esta simplificación, la t oma de decisiones en un momento critico recaería sobre los hombros de una sola persona, quien se esperaba que fuera tan diestro en el manejo de su nave, como en el uso de todas las armas que fueran llevadas a bordo. Con esa nota dejamos atrás a las naves y tripulaciones de las flotas que se enfrentarían.

ESTALLA EL CONFLICTO La guerra es ya inevitable, preparativos iniciales En España, el 12 de marzo de 1586 el Marqués de Santa Cruz le presentaba al rey Felipe II un primer listado de todos los recursos que necesitaría para efectuar la invasión de Inglaterra; él s olicitaba 150 naves de guerra, incluyendo a todos los galeones de la flota española, junto con una gran cantidad de c arracas y naos los cuales tendrían que ser adecuadamente armados con piezas de artillería, a ese tot al le agregó 40 naves de trans port e de gran calado y 320 naves ligeras; para un total de 510 naves de velas, a las que se les agregarían 40 galeras-ordinarias y 6 galeaz as. Por lo tanto la armada incluiría una flota-de-guerra y una flota-de-invasión, las que transportarían un ejército de cerca de 64, 000 soldados, mientras que las naves requerirían de 30,000 marineros y remeros, un total cercano a las 100,000 almas. Todas las tripulaciones de las naves, los soldados, y las provisiones, serían embarcados en distintos puertos españoles, luego los escuadrones convergerían en un punt o para partir como una únic a flota hacia Inglaterra. Las naves de guerra de esta gigant esca armada serían usadas para ganar el control de las aguas del Canal de la Mancha, mient ras que las galeras y las galeazas apoyarían las operaciones de desembarco, y una vez que se encontraran en tierra firme las unidades del ejército avanzarían c on uno de sus flancos apoyado sobre el río Támesis. De esta forma las galeras-ordinarias podrían viajar por ese cuerpo de agua y continuarían apoyando a sus camaradas. Pero c on la situación económica enfrent ada por la corona española ¿s ería posible financiar a éste gran ejército y a su respectiva flota? Era una gran lista, tenían que comprarse piezas de artillería de todos los tamaños para equipar a las naves mercantes, era necesario c omprar más arcabuces, espadas, anclas, municiones, pescado salado, aceite, vino y todo lo que la expedición necesitaría durante los próximos ocho meses; la corona española tendría que desembolsar cerca de 3.8 millones de ducados. Para poner esta cifra en contexto, observemos que en 1587 barcos provenientes del Nuevo Mundo habían traído a España tesoros valuados en 14 millones de ducados, de los cuales el 20% serían para la corona, o sea un total de 2.8 millones de aquellos ducados. Por lo tanto ni siquiera asignando más de un año de los ingresos provenientes de las ricas provincias del Nuevo Mundo bastaría n para financiar la invasión de Inglaterra. Ante sus altos costos algunos otros líderes católicos se comprometieron a financiar la expedición. De gran importancia sería la ayuda del Papa Sixtus V, quien había prometido entregarle al monarca español 1 millón de duc ados de oro, lo interesante es que este monto solo serían pagado cuando los primeros elementos del ejército español pusieran pie en playas inglesas. Esa suma no podría ser usada para financiar los preparativos iniciales de la campaña.

1586, 1er. plan: Toda la invasión sale de España

Felipe II tenía que enfrentarse a la realidad: por razones ec onómicas tenía que encontrar la manera de simplificar el plan que le había ent regado el marqués. Pero pronto halló una solución: solo enviaría desde España una flot a-de-guerra, y la may oría de los soldados que formarían el ejército de invasión provendrían de las unidades bajo el mando del Duque de Parma, las cuales se hallaban combatiendo contra los rebeldes holandes es y por ello se encontraban a solo un paso de la costa ingles a. El monarca español no solo no tendría que invertir en organizar y equipar una gran cantidad de nuevas unidades terrestres, además no tendría que usar una gran cantidad de barcos para transportar a esos soldados desde España hasta Inglaterra. S anta Cruz solo tenía que llevar a la flota-de-guerra hasta las aguas del Canal de la Mancha, reunirse en Holanda con la flota-de-invasión que organizaría el Duque de Parma y luego formar un escudo protector alrededor de las naves que llevarían al ejército hasta Inglaterra. Con el nuevo plan el marqués español solo requeriría de 130 a 140 naves de guerra y de transporte que llevarían unos 10,000 marineros y 20,000 soldados. Siguiendo el plan del monarca la flota tendría que partir casi un año más tarde, el 25 de octubre de 1587, y solo un par de semanas después de haber zarpado la flota-de-batalla se uniría a la flotilla de naves de la flota-de-invasión del Duque de Parma. Así, para los primeros días del mes de noviembre de 1587 esperaba que c omenz aran las operaciones t errestres en la invasión de Inglaterra. -----------------------------Aquí tenemos que detenernos un momento y observar que el rey de Es paña deseaba que su flot a partiera de sus puertos en la temporada de invierno. Durante todo el trayecto sus barcos podrían sufrir los embates de tormentas que se repiten c on gran frecuencia en esa t emporada en el Atlántico. No sabemos con seguridad porque decidió que esa era la mejor opción, pero existe evidencia que sugiere que él deseaba sorprender a los ingleses, porque era de conocimient o general, que en los meses de invierno la reina Elizabeth acostumbraba a desmovilizar a su flota-de-guerra. De esta manera la monarca inglesa podía ahorrar dinero al no tener que conservar en servicio activo a las tripulaciones y además durante ese período de tiempo podría efectuar reparaciones a sus naves. Por lo tanto, es posible que Felipe II esperara que los ingleses no estuvieran preparados para defenderse en aquella temporada.

-------------------------Bueno, continuemos, los 27, 000 soldados bajo el mando de Parma c ruzarían las aguas del Canal en cerca de 200 naves ligeras que construirían en Holanda y Bélgic a y establecerían una cabeza de play a cerca del puerto inglés de Margate, donde también desembarcarían 6,000 de los 20, 000 soldados que eran transportados en los barcos de la flota-de-batalla, con ellos desembarcarían provisiones y entre el equipo estarían 12 piezas de artillería de gran tamaño, las que jugarían un papel de suma importancia en la destrucción de castillos y fortificaciones ingles as. Tan pronto como fuera posible los 30,000 soldados marcharían sobre su objetivo principal, Londres, donde esperaban capturar a la reina inglesa. Mientras tanto la flota mantendría las líneas de comunicación abiertas con España.

1586, 2o plan: La flota sale de España y se une al ejército de Flandes

El plan de acción ya estaba trazado, y el 2 de abril de 1586 el rey Felipe II envió órdenes a los distintos comandantes que tendrían que liderar a la flot a y al ejército. Durante la primera y la segunda fase de la campaña el almirant e de la flota sería Don Álvaro de Bazán, el Marqués de S anta Cruz. Este hombre no s olo había sido responsable de trazar el primer plan de acción, si no que ahora se encargaría de reunir y preparar las naves que integrarían a la gran armada. Don Alons o Pérez de Guzmán, el Duque de Medina Sidonia, reuniría las provisiones y las unidades de infant ería que serían embarcadas en la flota, por último Alejandro Farnese, el Duque de Parma, tendría que conquistar, por lo menos, un puerto de modestas dimensiones en Holanda, y luego tendría que supervisar en es a localidad la construcción de doscientas lanchas de asalt o en las que llevaría a sus 27,000 hombres al otro lado del canal, y una vez en Inglaterra tendría bajo su mando al ejército. La parte fundamental en la primera fase de la ofensiva sería reunir a la flota-de-batalla con las tropas de Parma, pero, ¿en cuánto tiempo podría esperarse que estos grupos se unieran? En primer lugar con vientos favorables una nave que partiera de La Coruña, un import ante puert o al norte de España, llegaría hasta el puerto inglés de Southampton en una semana de viaje. Por lo tanto, como Holanda estaba mucho más

lejos, podemos asumir que la flota es pañola llegaría hasta la zona controlada por Parma en un par de semanas. Luego se esperaba que una vez llegaran las naves de la armada hasta Holanda el cruce del canal se efectuaría en un par de horas, sí las condiciones climáticas eran fa vorables. Luego se lanz aría la operación terrestre, y se esperaba que para principios de diciembre los españoles ya tendrían una base de operaciones sólidamente establecida en la parte sur de Inglat erra; a un año y nueve mes es desde el moment o en el cual las órdenes del rey Felipe II habían salido de su despac ho. Fue un esfuerz o increíble el que los españoles se lanzaron a efectuar en el año de 1586, lo interesant e es que los preparativos iniciales para esta guerra pasaron totalmente desapercibidos para los miembros del servicio de inteligencia inglés. P or un momento pareció que los ingles es habían recibido noticias de la ofensiva española; en diciembre de ese mismo año Elizabeth ordenó que fuera desplegado uno de sus escuadrones en el Canal de la Mancha. Pero no era un despliegue contra España, la reina solo había oído rumores que un grupo de frances es católicos intentaría liberar a la reina María de Escocia, quien era s u prisionera, y contra ellos fue desplegado el grupo de barcos de guerra ingles es. Sí, Elizabeth no sabía nada de los planes españoles. --------------------------------Esta última realidad, que una reina católica estaba encarcelada en Inglat erra, aument aba la presión sobre los líderes católicos para actuar a favor de la reina María. Pero no solo los líderes de la religión católica estaban siendo presionados para actuar, también los ministros de la reina Elizabeth estaban conscientes del peligro que representaba la presencia de la reina escocesa en una de sus prisiones. Ellos tenían que hallar una solución a tan delicada situación. En lo personal no tengo ni una remot a idea de cuales podrían ser las posibles medidas que podría haber t omado la monarca inglesa para solucionar el problema, sin embargo creo que la solución que fue hallada fue excesiva: en el mes de febrero de 1587 la reina Elizabeth I de Inglaterra firmaba la orden de ejecutar a su prisionera. Algunos historiadores sostienen que Elizabeth firmó la orden a regañadientes y que solo fue convencida tras un elaborado complot organizado por los más agresivos de sus ministros. De cualquier forma la reina María de Escocia era decapitada el 18 de febrero de 1587. Ahora más que nunc a todo el mundo católico esperaba que algún monarca lanzara una invasión contra Inglaterra. En poco tiempo la noticia de la muert e de la monarca escocesa llegó hasta oídos de Felipe II, quien reaccionó con gran energía. El 31 de marzo de 1587 cientos de órdenes partieron de su despacho, los preparativos para la invasión tenían que expeditarse. Los diferentes elementos de la flota comenzaron a concentrarse en sus puertos de partida, cientos de piezas de artillería fueron traídas desde tod os los arsenales del reino, miles de armas individuales se apilaron en almacenes y miles de barriles para alimentos tendrían que ser construidos. Centenares de toneladas de provisiones, materiales, y equipos que tendrían que ser usados para la invasión eran llevados hasta los puertos de embarque. Pero, ¿qué hacían los ingles es?, la evidencia indica que aún para el mes de marzo de 1587 no s abían nada de las intenciones de Felipe II, pero poco des pués los preparativos para la operación ya habían sido desenmascarados por miembros de los consulados de otros reinos , y en poco tiempo alarmantes informes comenzaron a llegar a la corte de la reina Elizabet h. Desde ese moment o los ministros de la reina le urgieron a su monarca que preparara sus fuerzas armadas para la lucha, y su primera línea de defensa la compondrían las naves de su flota-de-guerra. Ellos tenían a su disposición 34 barcos, 22 de ellos eran barcos de un desplazamiento may or a las 200-toneladas, incluyendo a tres de un desplazamiento cercano a las 1,000-toneladas. Pero como explicamos anteriormente, no solo aquellos 34 barcos estaban a la disposición de la reina. En caso de ser nec esario podrían ser llamadas a prestar servicio activo las naves de la flota-mercante, y aun cuando estas naves no eran tan poderosas como las que encont ramos en la flota-de-guerra, su número aumentaba dramáticamente la capacidad de defensa de Inglaterra. Pero he aquí que los ingleses se enfrentaban a un gran problema: aunque tenían una flot a compuesta por modernas naves de guerra y numerosas unidades auxiliares, su ejército era extremadamente débil. En un momento de crisis el pequeño ejército inglés integrado por unos cuantos miles de hombres podría ser reforzado por una enorme cantidad de milicianos, hasta llegar a tener 100,000 efectivos. El problema es que estos últimos eran meras masas de individuos deficientemente equipados, que carecían tant o de entrenamiento como de disciplina. El numeroso ejército inglés que llamarían a las armas en este tiempo de crisis tendría muy pocas posibilidades de detener a los 30,000 veteranos españoles. No quedaba más, la defensa de Inglaterra c aía directamente sobre la flota, aun así por los siguientes meses la reina no autorizó que s us capitanes prepararan s us naves de guerra, ni que los regimientos de milicianos fueran llamados a las armas para recibir un entrenamiento extra, sin embargo s í tomó algunas medidas para reforzar las defensas: comenz aron a repararse las antiguas fortalezas que defendían la part e sur de Inglaterra y se confiscaron armas a todos los miembros de la iglesia católica que aún vivían en la isla;

pero aún hay más, desde 1585 la monarca inglesa ya había vislumbrado que sus actos, y los de Felipe II, podrían llevar a sus reinos a la guerra, por lo tanto emisarios de su corte fueron enviados a Holanda , para intentar mediar a través del Duque de Parma un tratado de paz. Tal vez la monarca inglesa tenía un deseo genuino de llegar a un acuerdo de paz, y podría ser que ésta fuera la razón por la cual no llamó a las armas a sus soldados y marineros en los primeros meses de 1587, cuando los preparativos de la A rmada Invencible ya estaban adelantados. Sin embargo las de Elizabet h también podrían haber sido promesas vacías diseñadas solo para ganar tiempo, porque es este moment o en el cual otro personaje entra en la historia, y él era Francis Drake, quien buscó y logró la aprobación de la reina para llevar a cabo un osado plan en contra de España. Para ese hombre, y para muchos de los ministros de Elizabeth, la única opción viable para defender s u isla sería lanzar un ataque preventivo, y ellos proponían atacar alguno de los puertos donde se estaban reuniendo los element os de la flota española antes de que ésta zarpara. Desde el punto de vista de este capitán un nutrido escuadrón de naves de guerra, tripulado por marineros y soldados experimentados, podría causar irreparables daños al plan de invasión enemigo, pero además, esperaba ganar un valios o botín capturando naves españolas provenientes del Nuevo Mundo. ¡Otro ataque contra España! Cualquier esfuerzo por lograr un trat ado de paz se esfumaría. Drak e persistió y finalmente su reina le otorgaba el 25 de marzo de 1587 la aprobación para realizar su osado plan; tres semanas después, el 12 de abril, un escuadrón de 16 naves de guerra y 7 pinaces part ía de Plymout h hacia España, todas bajo el mando del mismo Drake. Pero solo cuatro de los grandes barcos y dos pinaces le pert enec ían a la reina, los restantes barc os habían sido aparejados y aprovisionados con fondos privados. De las naves de guerra tres eran galeones privados y cuatro eran de la reina, los cuales tendrían un desplazamiento aproximado de 500-toneladas cada uno, mientras que las restantes unidades de guerra eran mercantes armados cuyo desplaz amient o variaría entre 200 - a 150-toneladas por cabeza. El primer objetivo de esta flota privada sería el puerto de Cádiz, en el extremo sur de la península ibérica. Para este mes de abril los preparativos españoles habían alcanzado un punto crítico. La mayor parte del equipo necesario para la invasión de Inglaterra, toneladas de armas, materiales de construcción, municiones, y pólvora, ya había llegado a sus puertos de embarque, sin embargo t oneladas de alimentos aún no habían llegado. Hay dos factores de importancia que hemos de considerar en lo que se refiere a los víveres que se distribuirían a un ejército y una armada de esta época. En primer lugar el excedente en producción de alimentos durante el siglo XVI era limitado, por lo tanto acumular las provisiones para un ejército de decenas de miles de hombres sería una tarea herc úlea, tarea que debería ser llevada con varios meses de anticipación para tene r disponibles toneladas de productos. En segundo lugar, no solo era indispensable que llegaran las toneladas de provisiones hasta los puertos de partida, también era imprescindible que inmediatamente después de que estos arribaran a su destino la flota partiera. En una época en la que no se conoc ían aún la forma de mantener alimentos por largos períodos, ni como refrigerarlos, productos como las verduras y las frutas se pudrirían en unas cuantas semanas. Mientras que los bizcochos, panes, carne salada, pes cado salado, e incluso el agua pura, se mantendrían frescos por un poco más de tiempo, pero no durarían mucho. He allí la importancia estratégica de Cádiz, porque a sus almacenes estaban llegando toda clase de víveres desde el Mediterráneo. Toneladas de alimentos para la flota española, los cuales de un momento a otro serían enviados hacia los puertos del centro y el nort e de España donde enc ontramos a los barcos, y sin esos víveres, la flota-de-guerra no podría zarpar. El ataque contra Cádiz paralizaría a los españoles por un buen tiempo. Pero, ¿por qué no atacar Lisboa, donde se estaba reuniendo el grues o de las naves de guerra de la armada española? La respuesta es obvia, las 16 naves de guerra de Drake no podrían penetrar las defensas de aquel puerto, y de poder hacerlo, no serían oponent es para los cientos de naves de guerra enemigas que allí encontrarían. Atacar Lisboa sería un suicidio. En cambio Cádiz estaba escasamente defendida, ese era un blanco ideal. Casi tres semanas después de partir de Plymouth la escuadra de Drake arribaba a su destino. Aunque no conozco con exactitud la ruta tomada por el capitán inglés, puedo asumir que habría tomado un gran des vió hacia el oeste para evitar ser detectado por naves españolas. De cualquier forma a las cuatro de la tarde del día 29 de abril el escuadrón penetraba la bahía exterior del puerto.



Interesante, la palabra privat eer, usada por los ingleses para designar a una nave que era financiada por fondos privados, y que era usada para atacar naves de ot ro país, podría haber originado la palabra pirata.

En Cádiz fue dada la señal de alarma. Plymouth Dos galeras-ordinarias del escuadrón de defensa s alieron a investigar la intención de las naves que ingresaban al puerto, las cuales llegaban sin ondear bandera alguna, 29 abril 1587: Drake más atrás las tripulaciones de ot ra decena de llega a Cádiz, a partido galeras esperaban en sus puestos. Los de Plymouth el 12 de españoles cerraron rápidamente la distancia y sus oficiales demandaron a los desconocidos abril. que anunciaran sus int enciones. Como respuesta, el par de galeras fueron fulminadas por varias descargas de artillería. Era un combate desigual; c ada uno de los 7 galeones ingleses que estaban ingresando al puerto tendrían entre 30 a 40 piezas de artillería, la mayor parte de ellas de media no o de gran tamaño, para un total de 210 a 280 armas de todos los calibres. En las dos galeras que habían partido para interc eptar el Cádiz paso de los extraños solo habríamos hallado 10 piezas de artillería de mediano ó gran tamaño. El desenlace de tan disparejo encuentro no puede quedar en duda. El par de barcos españoles fueron retirados del paso sin dificultad alguna, sin embargo las tripulaciones de las restantes 10 galeras españolas pronto salieron de sus amarraderos para lanzarse de lleno a la lucha. Pero incluso ésta decena de naves estaba condenada al fracaso. A pes ar de que ninguna de las galeras fue hundida por el fuego de las armas inglesas, no pudieron hacer nada para detener el avance del enemigo. Con la primera línea de defensa neutralizada los ingleses procedieron a at acar el gran puerto. La sorpresa había sido total, desde los castillos cercanos los españoles estaban lanz ando un inefectivo fuego de artillería, los intrusos pronto comenzaron a desembarcar en un número cada vez mayor en los muelles. Sin otra opción los defensores tuvieron que retirarse a los castillos cercanos, dejando a la ciudad y a la población civil a merced del enemigo. Por los siguientes dos días los invasores actuaron con impunidad apropiándos e de provisiones y de barcos, y destruyendo todo aquello que no pudieran llevarse consigo. En los atracaderos del puerto s e encontraban cerca de sesenta barcos de velas de todos los tipos, muchas eran pequeñas naves de pescadores, pero algunas eran grandes naves de transporte, y cuatro de ellas de gran tamaño ya estaban cargadas con vino y galletas para la Armada. Pronto fueron saqueadas, as í, desde el 29 de abril hasta el 2 de mayo, los españoles reportaron la captura o la destrucción de dos docenas de naves y la perdida de toneladas de provisiones. Todo valuado en cerca de 172,000 ducados. Obviamente el valor de las provisiones y las pérdidas sufridas en naves de transporte eran importante, pero estas palidecieron en comparación a los siguientes ataques que lanzó el escuadrón de Drak e a lo largo de la costa de España. De Cádiz pusieron rumbo al Cabo de S an Vicente, donde encontraron una bahía sin defensores donde procedieron, por t urno, a efectuar reparaciones menores, y a limpiar el sucio interior y exterior de sus barcos. Desde que arribaron a ese atracadero improvis ado, el 5 de mayo, algunas unidades de la flota se dedicaron a lanzar ataques contra cualquier tipo de embarcación que se encontrara en su radio de acción; de ésta manera las líneas de comunicación ent re los puertos Atlánticos del cent ro y nort e de la península ibérica quedaron incomunicadas con la parte sur de España y el Mediterráneo , y una de las naves capturadas fue la gran carraca San Felipe, en la cual se encontraba un increíble cargament o de especias procedentes de la India, el cual estaba valorado en ₤140,000 (420,000 duc ados) . Era impresionante el valor que tenía un solo barco cargado con especies y joyas que llegaba de ultramar, en Cádiz las dos docenas de naves, y las toneladas de provisiones que perdieron los españoles solo 

Recordemos que las naves inglesas ya tenían casi un mes de haber salido de sus puertos de partida, por lo tanto en el int erior de las mismas ya se habrían ac umulado peligrosas cantidades de desperdicios humanos y de otras clases, los cuales tendrían que ser eliminados para evitar enfermedades.  Un ducado de Castilla estaba valorado en $2.273 (de 1932), mientras que una libra esterlina estaba valuada en $6.89 (de 1932), usando estas cifras se puede determina r el factor de conversión de libras esterlinas a ducados. Para más información referirse al libro Naval Warfare Under Oars, paginas 241 y 251

representaban un 41% del valor de las especies capturadas en el San Felipe. Esa es una interesant e realidad de la importancia que siempre ha tenido el comercio en la historia de nuestra humanidad. La captura del San Felipe, efectuada el 18 de junio, marcaba el segundo mes de ope raciones de la escuadra de Drake desde su partida de s uelo inglés, pero ahora algunos de los mayores enemigos de cualquier marinero se hicieron pres entes; las enfermedades que podían sufrir al estar largos períodos de tiempo en el mar sin alimentos frescos, y las deficient es condiciones sanitarias, ya habían comenzado a diezmar a sus tripulaciones. Drake estaba satisfec ho, les había causado graves daños a los preparativos españoles y además las bodegas de sus barcos estaban llenas con el fruto del pillaje. Sí, estaba satisfecho, y decidió que era tiempo de dar media-vuelta y regresar a Inglaterra. Dos semanas más tarde, el 6 de julio, sus barcos ingresaban al puerto de Plymouth.

Abril a junio 1587: Las líneas de comunicación entre el Medit erráneo y los puertos del oeste de España son cortadas por Drake

Lisboa

Cabo de San Vicente Cádiz

Ubicación de Drake En sí mismo, el monto tot al de los daños causados nos da una clara idea de la victoria material que los ingleses habían alcanzado, pero eso no es todo, entre las pérdidas report adas enc ontramos la destrucción de varias toneladas de barriles y los materiales que serían usados para construirlos. La importancia es que en ellos se esperaba guardar las provisiones que ya estaban siendo acumuladas en varios puertos . Ahora tendrían que ser comprados materiales de reemplazo, y su adquisición, ensamblado, y envío a los puertos de partida tardaría bastante tiempo. Por lo tanto la pérdida de los barriles sería ot ra razón por la cual la armada no podría zarpar el 25 de octubre de 1587. Este atraso a su vez implicaría que para la próxima fecha de partida, tendrían que volver a adquirir toneladas de aliment os, que ya para entonces se habrían echado a perder. La corona española tendría que des embolsar más dinero. Y para colmo de males, al intent ar hacer frente a este ataque los españoles increment aron sus gastos. El 16 de julio part ía de Lisboa un poderos o escuadrón a interceptar a los ingleses, pero para este moment o Drak e ya habían arribado a Plymouth, diez días atrás. Los 37 barc os de guerra españoles simplement e peinaron el área por los siguientes tres meses sin hallar rastro alguno del enemigo, y finalmente, cuando en el mes de septiembre regres aban a su puerto de partida, fueron atrapados por un mar embravecido. La tormenta que siguió causó graves daños a varias naves, por lo tanto, a su regreso, tuvieron que efectuars e costosas reparaciones. -------------------------------Antes de continuar con la narración de los event os hay que darles algo de crédito a los españoles. El escuadrón que zarpó el 16 de julio también partió a proteger un import ante convoy de 106 barcos que estaba programado para zarpar el 19 de julio del puerto de la Habana. De ac uerdo a su itinerario aquella flota partió de América en el día planeado y en s us bodegas traían mercadería y minerales preciosos valuados en cerca de 16 millones de ducados. Sí, las unidades que zarparon de Lisboa también tenían otra misión de gran importancia por cumplir. El 26 de agosto, un mes y

una semana después de que las naves del convoy partieran de la Habana, las 37 naves de guerra de Lisboa se unían al convoy, escoltándolo hasta el puert o de Sevilla, donde arribó sin sufrir una sola baja. -------------------------------Pero el daño ya estaba hecho. Con gran pesar en su corazón, y en su bolsillo, el rey de España tendría que suspender la invasión de Inglaterra por otro año. Mientras tanto muy lejos de allí, en Holanda el Duque de Parma continuaba con sus propios preparativos. Como recordaremos los españoles necesitarían más puertos en Holanda desde donde pudieran partir las naves de asalto que t ransportarían a su ejército, de hecho, ya desde algún tiempo atrás habían capturado tres localidades que se acoplaban a sus necesidades: Antwerp, Nieuwpoort y Dunkerque. Sin embargo existía un grave problema, dichas localidades estaban bajo constante bloqueo llevado a cabo por los escuadrones de los pequeños, pero peligrosos, barcos de guerra de los rebeldes holandeses. Pero a pesar de ese inconveniente, el Duque de P arma continúo con sus operaciones militares, porque el tenía un plan en mente, y en el mes agosto capt uraba el importante puerto de Sluys. Precisamente, l a ubicación del mismo era de gran importancia en la estrategia que seguiría Parma; tan pronto como es a ciudad cayó en sus manos, el duque ordenó que se realizara una importante proez a de ingeniería. Entre Antwerp, Sluys, Nieuwpoort y Dunkerque, sus hombres se dedicaron a cavar milla tras milla de canales que interconectarían a estas localidades. Gracias a ello podría llevar de un punto a ot ro a sus barcazas de asalto, y mantendría a los holandeses siempre preguntándose donde estarían las naves españolas, por lo que tendrían que pasar más tiempo en el mar bloqueando los cuatro puertos y sufriendo un progresivo desgaste de sus recursos. De esta forma, para aquel momento en el cual llegara la flota -de-batalla que Felipe II había prometido, los holandeses no estarían en c ondiciones de intervenir en la lucha. Con la captura de Sluys el Duque de Parma había mejorado su posición estratégica, además cientos de artesanos continuaban construyendo las doscient as naves de asalto que t enían que transportar a sus soldados hasta el ot ro lado del Canal de La Mancha. Pero he aquí que existe algo de confusión sobre el estado de las naves de la flotilla de Parma, algunos historiadores nos aseguran que para noviembre de 1587 centenares de barcazas de as alto ya estaban preparadas para partir, otros aseguran que no era as í. De cualquier forma la flota-de-batalla que tendría que escoltar a las naves de asalto no estaría lista para partir hasta el año próximo, así que hablaremos sobre el estado de la flotilla española más adelant e. ------------------------------------Así, durante el tiempo que les tomaría a los españoles preparar la partida de su armada, los ingleses procedían a reforzar las defensas de su isla. P or un lado un extenso sistema de alarma fue instalado a todo lo largo de la costa sur de Inglaterra: cuando la flota es pañola fuera avistada, se prendería fuego a grandes pilas de madera que se encontraban cerca de puestos de observación, y desde ese momento una tras otra pilas de madera que encontramos en ot ros puntos lejanos serían encendidas, y como un gigantesco dominó la señal se esparciría a todas las provincias del sur de Inglaterra. Estas hogueras indicarían que los españoles se acercaban, y en c uestión de horas, incluso de minut os, todos los milicianos tenían que reunirse en las plazas de los pueblos. En teoría decenas de miles de hombres pronto estarían listos para repeler una invasión española. Además, aún s e estaban llevando a cabo trabajos de reparación en antiguas fortalezas que defendían la costa sur. Muchas de estas fortalezas eran obsoletas y hubieran sido fácilment e demolidas por la artillería de gran calibre de la época, sin embargo el simple acto de reparar sus antiguas fortificaciones elevaba la moral de los pobladores de la región. El ataque por sorpres a de Drake les había dado a los ingleses todo un año para que sus milicianos pudieran entrenarse aún más, y para que los obreros que trabajaban en las derruidas fortificaciones pudieran afianzar más piedras sobre piedras. Pero lo vieran de la manera que lo quisieran ver, los bien intencionados milicianos y sus viejas fortalezas tendrían pocas posibilidades de detener a los españoles una vez hubieran desembarcado. Solo la flota-de-guerra podría detener al enemigo. Para diciembre de 1587 la flota inglesa había sido dividida en dos grandes grupos, el escuadrónoccidental y el escuadrón-oriental. En Plymouth s e encontraba Drake, quien por su éxito había recibido el mando del escuadrón-occidental; mientras que hacia el este, en la región de la desembocadura del Támesis, estaba el escuadrón-oriental, bajo el mando del Lord del Almirant azgo, Lord Charles Howard de Effingham. De esta forma los ingleses protegían la entrada occidental y oriental a las aguas del Canal de la Mancha. La distribución de la flota inglesa es important e, pero antes de hac er un análisis del mismo veremos lo que estaba pasando con los españoles. Ellos seguían preparándose para partir.

Noviembre 1587: Puertos desde donde saldría la flotilla de invasión española

Mar del Norte

Antwerp

Canal de la Mancha

Sluys Dunk erque Nieuwpoort

Francia

Londres

Plymouth

Escuadrón Occidental

Portsmouth

Margate

Escuadrón Oriental

Diciembre 1587: distribución de la flota inglesa

La Armada Invencible parte Los días y luego los meses pasaron inex orablemente, y con cada nuevo amanecer las finanzas de Felipe sufrían aún más; no solo tenía que pagarles a los soldados que languidecían en sus barracas de España y Holanda, además tenía que pagar intereses a los banqueros que le habían prestado dinero para financiar la compra de armas y municiones para la invasión de Inglaterra. Pero, no solo las finanzas del rey

sufrían, la inactividad de los soldados provocaba una disminución en s u moral y en su disciplina. La armada tenía que zarpar tan pronto como fuera posible. El almirante español que tenía a su cargo a la flota-de-batalla, el Marqués de Sant a Cruz, entendía la precaria situación en la que se encontraba su monarca e hizo todo lo humanamente posible para partir en los primeros días del mes de febrero de 1588. Pero este hombre de avanzada edad no pudo soportar la terrible carga de s u puesto y el 30 de enero de 1588 el marqués falleció. Súbitamente todo el aparat o administrativo en Lisboa, donde ahora se estaban reuniendo las naves de la Armada y estaban las oficinas del marqués, se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos. Pero la muerte de aquel hombre no podía detener la empresa en la que Felipe II se había embarcado. En poc os días el monarc a español nombró a un substituto que él consideraba capaz de tomar el mando de la situación. Mucho tiempo atrás, desde el momento en el cual los engranajes de la máquinaría de guerra española habían comenzado a girar, Don Alonso Pérez de Guzmán, el Duque de Medina Sidonia, se había encargado de reunir provisiones y unidades de infantería para la flota, ahora él tendría que agregar a sus obligaciones el comandar a la A rmada Invencible. Don Alons o era un hombre con amplia experiencia administrativa. Por años había supervisado la organización de grandes convoyes que partían de la provincia de Andaluc ía hacia el Nuevo Mundo. Además conocía las intrincadas maneras de manejar naves de velas, por desgracia su conocimiento en éste último punto solo era teórico; nunca había comandado un galeón, y nunca había sufrido los rigores del combate en alta mar. El duque sabía perfectamente que él era un hombre ideal para llevar a cabo los trabajos administrativos, pero no deseaba tomar el mando de la flota. En dos ocasiones intent ó excusarse del cargo que le querían conferir, pero Felipe II no estaba dispuesto a acept ar esta negativa, aunque reconoció la falt a de experiencia de su súbdito y t omó medidas adecuadas para remediar ese problema. Él nombró a Don Diego de Valdez como Consejero Naval del duque. Este era un oficial que tenía amplia experiencia naval. Pero eso no fue todo, además el rey modificó el plan estratégico de una forma extraña: Don Alonso sería el comandante-en-jefe de la flota desde el momento que partiera de España hasta llegar a Holanda, lo interesante es que al unirse con la flotilla-de-invasión, Don Alonso cedería el mando de la expedición al Duque de Parma, aunque s olo lo haría durante la fase de desembarco de las unidades del ejercito, pero de estar la flot a enfrentándos e con los ingleses el mando de la misma permanecería con Don Alonso . Es una decisión extraña, cambiar de mando una y otra vez podría crear confusión, pero bueno sigamos adelante. Pero ¿por qué estaba tan empecinado Felipe II en coloc ar en aquel puesto a Don Alonso? Bueno, entre las fuerzas navales españolas encontramos a oficiales con mayor experiencia quienes habrían podido ocupar el puesto del fallecido Marqués de S anta Cruz, sin embargo solamente el Duque de Medina Sidonia tenía un rango en la nobleza española lo suficientemente alto para que los oficiales de la flota l e siguieran sin discutir sus órdenes. Por ello Felipe necesitaba al duque. Aún así Don Alonso se enfrentó a una gran cantidad de vicisitudes; muchísimas de las naves t enían pocas provisiones en sus bodegas, y en aquellas que y a tenían provisiones las mism as se habían echado a perder; otros barcos no tenían municiones para sus piezas de artillería; mientras que los que s í tenían balas y pólvora no tenían c añones; no existían suficient es armas individuales para todos los soldados; no s e habían pagado salarios; y la lista continuaba y continuaba. Pero fue gracias a su talento administrativo que logró alcanzar un nivel de preparación aceptable, y para el mes de abril de 1588 en la flota podíamos encontrar suficient es provisiones para aliment ar a 30,000 hombres por oc ho meses, mientras que en 11,000 barriles de agua tenía suficiente líquido para s aciar la sed de aquellos por c uatro mes es. Incluso el meticuloso duque logró cons eguir suficientes mapas del área donde la flot a estaría operando y los distribuy ó a todas las naves. Tras tres meses de arduo trabajo la flota estaba lista para partir. Dos años de ardua preparación, pero ahora todos los barcos que conformaban a la Armada Invencible ya estaban listos para partir del puerto de Lisboa. Era una poderos a agrupación de naves que tenía 150 barcos de todos los tipos, los cuales fueron divididas en nueve grupos: seis serían escuadrones-de-batalla, uno sería un escuadrón de transportes y dos estarían conformados por naves auxiliares. La estructura de mando de cada u no de los escuadrones-de-batalla sería el siguiente: cada escuadrón estaría bajo el mando de un capitán-general elegido directamente por el rey. Bajo él estaba el almirante, quien habría sido escogido por el capitán-general. El almirante tenía la responsabilidad de mantener en buen estado a todas las naves del escuadrón, lo que incluía velar por la seguridad y el bienestar de las tripulaciones. Además el almirant e le sugeriría al capitán-general cual sería la mejor formación para navegar y para entrar en bat alla, pero aunque el almirante se encargaba de las operaciones de rutina en alta mar, se esperaba que ambos oficiales tuvieran suficiente experiencia en el manejo de un barco, porque la responsabilidad última del escuadrón caía sobre los hombros del capit án-general. Cada uno de los escuadrones-de-batalla tendría de 11 a 16 barcos; dos de ellos serían las unidades-demando, y uno estaría bajo el mando del capitán-general y el otro bajo el mando del almirante, y por su importancia aquellas naves serían las más poderosas, las cuales por lo general tendrían de 1,200 - a 700toneladas de desplazamient o. De las restantes naves del escuadrón la gran mayoría serían unidades de un

desplazamiento de 700- a 200-toneladas, mient ras que de 2 a 4 serían naves de reconocimiento. A grandes rasgos esta es la composición de un escuadrón de guerra español, y de los seis que encontramos en la Armada Invencible, el Escuadrón-de-P ortugal y el de-Castilla, tenían las naves más poderosas de la flota. Con respecto al escuadrón-de-transporte, este grupo de barcos t ambién tendría a dos barcos bajo el mando de un capitán-general y un almirante, y cerc a de 22 barcos de transporte de un des plazamiento que variaría entre las 750- a las 200-toneladas. Por lo general eran naves relativamente grandes, pero la gran mayoría estarían pobrement e armadas, y serían de escaso valor militar. Por último tenemos a los dos grupos de naves auxiliares, en el primero encontramos a cerca de 22 naves de reconocimiento, mientras que en el segundo tenemos a las galeras y galeazas de la flota, habiendo un total de 8 de estas naves de remos, 4 de cada una de las clases. Sí, a grandes rasgos esos eran los grupos de barcos en los cuales estaba dividida la flota española, la cual tenía 66 barcos de guerra; 25 de un desplazamiento que variaría ent re las 1, 000- a las 800-toneladas y que estarían equipados con 35 a 30 piezas de artillería; 31 tendrían un desplazamiento entre las 799- a 500toneladas y estarían equipados con 30 a 25 piezas de artillería; mient ras que las restantes 10 tendrían un tonelaje entre las 499- a 200-toneladas con 25 a 15 armas. Además los españoles tenían 22 naves de transporte, 4 galeazas, 4 galeras-ordinarias y c erca de 54 naves de reconocimiento; de todas estas últimas solo las 4 galeazas podrían considerarse como naves de guerra que podrían enfrentars e contra los barcos ingleses. Se cree que las naves españolas estaban equipadas con 1,124 piezas de artillería, de las cuales 489 serían cañones y 635 culebrinas. No sabemos con exactitud cual sería su tamaño, pero sí podemos estar seguros que la mayoría serían piezas de artillería ligera. Existe otro dato: para cuando los barcos españoles estuvieron listos para partir estaban tripulados con una menor c antidad de marineros a lo acostumbrado, sol o 7,000 para los 150 barcos de la armada, pero 19,000 soldados del ejército los acompañaban, estos últimos tenían que haber ayudado a los marineros con las operaciones diarias; obviamente los individuos de tierra no serían un buen sustituto para un mariner o experimentado, sin embargo reconozcámoslo, los españoles ni usarían maniobras, ni la velocidad de sus barcos para ganar una batalla. E n cambio esperaban que sus soldados, y su artillería de corto-alcance, les dieran la victoria sobre cualquier grupo de barcos ingleses. El rey de España tenía que estar s atisfecho su A rmada Invencible pronto partiría, sin embargo fue atrapado por un temor: cabía la posibilidad que los ingleses no combatirían de la forma tradicional. He izo lo correcto, a partir del 1º de abril el rey le envió una serie de importantes instrucciones a Don Alonso, y entre otros punt os le indicó a su comandante que existía la posibilidad que los ingleses combatieran a gran distancia solo usando la artillería de sus naves, y evitando por todos los medios el combate c uerpo-acuerpo. Ése era el análisis correcto, sin embargo Felipe II no sugirió una solución para el problema, después de todo, era la obligación del comandante-en-jefe hallar las maniobras adec uadas para poder enfrentar al enemigo en cualquier tipo de combate. Esto nos lleva a un punto import ante, los oficiales españoles ya tenían su propio plan de acción. Desde Lisboa hasta la ent rada occidental del Canal de La Mancha las naves de la Armada Invencible navegarían maniobrando independientemente distribuidas dentro de sus propios escuadrones. En otras palabras estaría desplegada en columnas-de-marcha, y las proas de los barcos simplemente apunt arían hacia el norte. Pero tan pronto como avistaran las islas de Scilly (al sur-oeste de la costa inglesa), la flot a entera se desplegaría en una gigantesca formación de bat alla que tendría de izquierda a derecha un ancho de 5, 400metros, mientras que de frente a retaguardia tendría 1,485, con t odos los barcos formados en cuatro grandes grupos: la vanguardia, el flanco izquierdo, el centro y el flanco derecho. Como es de suponers e la vanguardia viajaría al frente y se dedicaría a explorar las aguas del Canal de la Manc ha a medida que los españoles se adentraran en el, pero a diferencia de otras vanguardias, la función de la avanzadilla española la llevaría más allá de las operaciones de exploración. En otras ocasiones las vanguardias eran integradas por barc os relativamente pequeños y rápidos que, en caso de toparse con la flota enemiga, podrían replegarse con gran rapidez. Sin embargo la vanguardia española tenía 8 galeones de gran tamaño cuy o peso promedio era de 980-toneladas, lo que implica que allí encontramos a un tercio de los 25 barcos de guerra de mayor tamaño de la flot a.

Pero ¿por qué? Asignar aquella c antidad de naves a la vanguardia se debe a dos razones: en primer lugar allí encontramos a la nave del comandant e-en-jefe de la expedición, y en s egundo lugar, se esperaba que la vanguardia fuera la primera agrupación en luchar, porque no solo continuaría avanzando después de hallar a los barcos ingleses, pero sería el primer grupo que chocaría contra ellos. Es por ello que además de los 8 grandes galeones, se asignaron a la vanguardia las 4 galeazas, Islas Scilly dándole a ésta agrupación de barcos un total de 12 poderos as naves de guerra, que viajarían en un bloque de cuatro barcos de frente por tres de fondo. A cierta distancia tras la vanguardia viajaba el resto de la flota, la cual estaba dividida en tres grandes grupos que viajaban uno a la par del ot ro. Luego, en cada grupo todos los barcos estaban desplegados en líneas -de-batalla; la primera de ellas sería la más densa, y tendría cerca de 20 barcos de guerra y transportes de mediano o de pequeño desplazamient o junto con uno o dos galeones pesados, los cuales durante una bat alla serían el punto de reunión para naves de menor tamaño. Inmediat amente detrás de ella encontramos de tres a cuatro líneas de menores dimensiones, la primera t endría una docena de naves ligeras de reconocimiento; la segunda tendría una decena de barcos de guerra de gran tamaño, mientras que la última tendría la menor cantidad de barcos, cuat ro o seis naves de reconocimient o. Visto desde arriba, cada uno de los tres grupos de barc os parecerían triángulos invertidos cuya base estaría dirigida hacia el frente. La formación triangular española

Galeones, naos y carracas

pinaces

Para ver como usarían los españoles a su formación de batalla hemos de considerar lo siguiente, en cualquier batalla-naval, después de haber hallado al enemigo el almirante siempre intent ará ubicarse en una posición ventajosa que le dará una may or oportunidad de salir triunfante del encuentro. Precisament e, al entrar a las aguas del canal los españoles esperaban que de inmediato encontrarían a la flot a inglesa cerrándoles el paso hacia el oeste, y la única manera que los ingleses podrían detenerlos, pensaron los españoles, sería colocando una línea-de-bat alla justo frente al camino por el que pasarían los españoles, de tal manera que los galeones de la Armada Invencible se estrellaría n contra las proas de las naves ingles as; de idéntica manera como había sucedido en la Batalla de Lepanto.  Por esa razón es que las formaciones triangulares serían de gran utilidad. Por un lado la primera líneade-batalla haría que el frent e español fuera muy extens o, lo que le impediría a los ingleses efectuar maniobras de envolvimiento, forzándolos a chocar de frente cont ra la línea española. Por ot ra parte los 

Ver el libro Combate-Naval 1: Galeras de Guerra

barcos que se enc ontraban en la retaguardia, las unidades ligeras y los otros barcos de gran calado, formarían una reserva que sería usada para reforzar a los barcos en la primera línea. Desde el punto de vista español, pront o los barcos de ambos bandos quedarían inmóviles los unos contra los otros y se daría paso a la lucha cuerpo-a-cuerpo. Y eso no es todo, además se usaría a la poderosa vanguardia como una punta de lanza que rompería el centro de la línea-de-batalla inglesa, para luego caer sobre la retaguardia enemiga. En resumen, podemos observar que los oficiales españoles habían preparado un plan de acción siguiendo la forma de combatir que ellos ya conocían, y que les había dado las victorias en las islas Azores y Lepant o. Flota inglesa

5,400metros Así, con las bodegas de sus barcos atiborradas de provisiones y un plan de batalla ya trazado, las primeras unidades de la flota recibieron las órdenes de partir de Lisboa, era el 14 de mayo de 1588. Casi dos años después de que el rey Felipe II hubiera ordenado la creación de la Armada Invencible. En este momento observamos una realidad int eres ante sobre la influencia del clima sobre las naves propulsadas por la fuerza del viento. Desde aquel 14 de mayo y por las próximas dos semanas, los barcos de la Armada Invencible quedaron atrapados en Lisboa es peraron a que la brisa y el clima, se pusieran a su favor. Durante es e período de tiempo vientos huracanados, atípicos a estas fechas, llegaban desde el Atlántico, por ello, sí la flota se aventuraba a salir a alta mar corría el innecesario riesgo de s ufrir graves daños, y solo hasta el día 30 comenzó un clima favorable. La Armada había logrado partir, pero el vient o no siempre fue el idóneo, y llegaba hasta las cercanías del puert o de La Coruña el día 18 de junio. Poco más de dos semanas después de haber partido de Lisboa. El itinerario se estaba derrumbando. S abemos que una nave adecuadamente tripulada y con vientos favorables podría llegar en una semana desde el puerto de La Coruña hasta S outhampton, un viaje de 800kilómetros; sí de Lisboa a La Coruña existen solo 490-kilómet ros, el viaje sobre este trecho tendría que haber sido solo de cinco días. Obviamente, el progreso de la flota española era extremadamente lento. Existían dos razones para ello, como vimos, en primer lugar las condiciones climáticas eran desastrosas. En ocasiones la dirección del vient o cambiaba de norte a sur y de este a oeste en cuestión de minutos, y otras veces ni siquiera había una brisa, mient ras que en otros días el océano se tornaba violent o. En segundo lugar la Armada era un gigantesco convoy, y en diferentes momentos la flot a tenía que esperar a los barcos que quedaban rezagados o a los que eran más lentos. Sí, los españoles estaban avanz ando muy lentamente, s in embargo tenía que continuar el viaje hacia Inglaterra, pero el día siguient e al arribo a La Coruña el comandante-enjefe de la flota tomó una decisión de importancia. Este día los capitanes de varias de sus naves habían entregado reportes alarmantes. Grandes cantidades de alimentos ya no eran comestibles, y lo que era peor, la mayoría de las reservas de agua de las naves se había perdido, los barriles en los que se había almacenado eran defectuosos y el agua fresca se había arruinado, o se estaba derramado. Era fundamental entrar al puerto para hallar las provisiones necesarias. Una tras de otra, las naves dejaron al convoy y entraron al puerto; el proceso habría seguido durante la noche, sin embargo el clima volvió a tornarse en su contra. Súbitamente una gran tormenta golpeo el área donde ellos estaban. Una torment a que continuó hasta el día siguiente. Reportes posteriores indican que ocho naves se fueron a pique, además la gran mayoría de los barcos se dispersaron en todas las direcciones, tomaría algo de tiempo poder reagruparlos a todos. Así, al día siguiente a aquella violenta tormenta Don Alonso vió que su flota había perdido naves, podían verse los restos de algunas flotando en las aguas cercanas, y como muchas no estaban a la vista, temió lo peor, y pensó que muchos barcos se habían hundido. Desalentado envió un mensaje urgente a su monarca,

el comandante simplement e expres aba que la operación tenía que ser suspendida. El mensaje partió en una nave rápida, pero ahora tendría que esperar hasta que llegara una respuesta del rey .

18 de junio 1588: La Armada llegada a La Coruña.

La Coruña Lisboa

Los preparativos ingleses Y así, mientras el comandante-en-jefe de la Armada Invencible esperaba en La Coruña por una respuesta de su monarca, los ingleses se preparaban para presentar batalla, y como lo indiqué antes, desde un principio los líderes de la isla habían dividido su flota en dos grandes escuadrones, uno apostado en la entrada oriental del Canal de la Mancha, y el otro en la entrada occidental. Para 1588 la flota de la reina, y las naves que habían sido alistadas para la lucha usando fondos privados, llegaban a ser un total de 203. Era una gran cantidad de barcos, incluso eran más que todas las que los españoles habían reunido para formar a s u Armada Invencible, sin embargo el 75% de ellas, 160 naves, eran de un desplazamiento menor al de 150-toneladas, y de los restantes 43 barcos de mayor tamaño, 21 eran originalmente naves de transporte que habían sido artilladas, las cuales tendrían un desplazamiento que variaría ent re las 500 - y las 200-toneladas, las cuales por lo general estarían armadas con solo un par de docenas de piezas de artillería; pero las restantes naves de gran tamaño le pertenec ían a la reina Elizabeth I de Inglat erra. De sus poderosos galeones de guerra, 5 eran naves de un desplazamiento de 1,000- a 800-toneladas, y estaban armadas con 40 a 30 piezas ; otras 8 desplaz arían de 799- a 500-t oneladas y estarían armadas con 35 a 25 piezas de artillería; y las restantes 9 tendrían un desplazamiento de 499- a 200-toneladas, y estaban equipadas con 30 a 20 piezas de artillería. Desplazamiento

Flota Inglesa de la reina Privadas 5 8 9 21 18 142 40 163

Flota Española Total

Muy pesadas: 1000-800 Pesadas: 799-500 Medianas: 499-200 Reconocimiento Trans port e Galeras y galeaz as Total Tripulaciones  97 de estas naves eran financiadas con fondos del estado

5 8 30 160 203 16,000

25 31 10 54 22 8 150 30,000

En el análisis final 43 naves inglesas de mediano y gran tamaño se enfrentarían cont ra 66 barcos-develas españoles de similares dimensiones y contra 4 galeazas. Es obvio, los iberos tenían una gran ventaja numérica en lo que respecta a naves de guerra de mayor desplazamiento, sin embargo cada nave ingles a estaba equipada con una mayor cantidad de piezas de artillería, lo que nos da el siguiente resultado: en

todas las naves de guerra de la reina Elizabeth encontramos 1,972 piezas de artillería, 98 eran cañones y 1,874 culebrinas, contra estas armas los españoles enfrentarían 1,124 piezas de artillería, de las cuales 489 eran cañones y 635 culebrinas. En otras palabras, gracias a que ellos tenían una superioridad de 3 a 1 en culebrinas los ingles es tenían una clara ventaja en la lucha a gran distancia. ---------------------------Esa era la flota inglesa, pero ¿quiénes serían sus líderes? P or un lado tenemos al comandant e-en-jefe, Lord Charles Howard de E ffingham, elegido para ocupar dicho puesto por la reina el 21 de diciembre de 1587. Este hombre tenía a su cargo al grues o de la flota, la c ual se encont raba en puertos cercanos a la desembocadura del río Támesis en la entrada oriental del canal. En aquel escuadrón encontramos a Sir John Hawkins y Martin Frobisher como segundos al mando. En el otro lado del canal estaba el escuadrónoccidental de Sir Francis Drake, y sus barcos estaban estacionados en el puerto de Plymouth. Drak e era el hombre que pos eía más experiencia de combate, seguido por Hawkins y Frobisher; además Hawkins fue uno de los personajes más importantes en la historia naval inglesa, él fue el visionario que tomó a los antiguos galeones de Elizabeth y los convirtió en los rápidos y maniobrables galeones-decarrera que ahora encontramos en la flota. Por lo tanto, de todos aquellos líderes el comandante-en-jefe de la flota, Lord Howard, era el que tenía menos ex periencia en situaciones de combate, sin embargo 18 años antes había t enido la oportunidad de comandar uno de los escuadrones de la reina, por lo que tenían, al menos, un poco de experiencia práctica en el manejo de un gran grupo de naves. Ahora bien, ¿cuál era la composición de cada escuadrón de los defensores? Para noviembre de 1587 el escuadrón de Plymouth solo tenía cerca de 20 naves de guerra de todos los tipos, mientras que ot ras 120 se hallaban en los puertos cercanos a la desembocadura del río Támesis ; las 60 naves restantes del inventario inglés tendrían que haberse enc ontrado en otr os puertos a lo largo de la costa sur de Inglaterra. Sí, existía una gran disparidad en el número de barcos asignados a cada escuadrón, lo que se debía a que desde un principio los ministros de la reina le habían ac onsejado mant ener al grues o de sus fuerzas protegiendo la sección de Inglaterra que se encontraba más cerc a de Flandes,  evitando de esta forma que las pequeñas naves-de-asalto de P arma lograran efectuar un desembarco por sorpres a en la c osta inglesa. Para noviembre de 1587 ese era el peligro más grande que los ingleses tenían que enfrentar. Pero para principios de 1588 entró en escena Sir Francis Drake. Como recordaremos ese hombre había regresado a Inglaterra en el mes de julio del año 1587. Desde ese momento aquel oficial había permanecido inactivo, pero para el mes de marzo de 1588 comenzó a exigir que se efectuara una redistribución de la flota. Tres meses después saldría de Lisboa la Armada Invencible. Desde un principio Drake esgrimió un importante argumento: es cierto, se había detectado la presencia de una gran cantidad de embarcaciones-de-asalt o en varios puertos de Flandes, sin embargo dichas embarcaciones eran extremadamente vulnerables al fuego de artillería de un barco, por lo tant o se podía estacionar frente a la desembocadura del Támesis solo algunas naves de gran tamaño reforzadas por un enjambre de naves de menores dimensiones, las cuales podrían destrozar a las naves de Parma con espantos a facilidad. De ésta forma los ingleses mant endrían a raya a las naves -de-asalto del enemigo. Por lo tanto, seguía el argumento de Drak e, para que una invasión pudiera ser llevada a cabo los españoles tendrían que llevar hasta Holanda una poderosa flota-de-guerra, para despejar las aguas del canal, y para que esa agrupación de barcos pudiera lle gar a Flandes desde España existían dos posibles caminos que podría tomar: 1. Navegar a lo largo de la costa de Francia, y 2. Navegar sobre las aguas del Mar del Norte, rodear Irlanda y Escocia, para luego llegar hasta el acceso oriental del canal. Ésta última rut a sería extremadamente larga, por lo que los españoles tardarían semanas, e incluso meses para llegar a s u destino final, además, forzosamente la gran flota enemiga sería avistada, por lo que las medidas apropiadas para lidiar con un ataque desde esa dirección podían ser tomadas con suficiente antelación. Por ello Drak e esperaba que la Armada Invencible tomaría la ruta más corta y entraría al Canal de la Mancha por s u acceso occidental. Esa era la razón por la cual quería concentrar al grueso de la flota en Plymouth. Pero el vicealmirant e no solo buscaba concentrar la flota en ese puerto, también des eaba lanzar otro ataque por sorpresa contra España. El 9 de abril formalizó su propuesta al consejo de guerra por medio de una carta, en la cual solicitaba que el grueso de la flota fuera concentrada en Plymouth, y además pedía que le autoriz aran partir con 50 naves hacia el sur, para sembrar el pánico y la confusión en la costa española. Con el tiempo el perseverant e Drake logró su cometido, el 3 de junio de 1588 el grueso del escuadrón oriental arribaba a Plymouth dejando cerca de Flandes a solo 34 barcos de guerra; solo trece de ellas eran naves de la reina, y de las mismas solo tres eran de mediano tonelaje. Con el arribo de los importantes refuerzos el escuadrón-occident al llegó a estar compuesto por 105 naves de guerra, las cuales incluían a 19 galeones y 46 naves de transporte artilladas (el autor del reporte que nos da ese último report e ha de haber 

Con éste nombre se conocían los territ orios ocupados por los españoles en Bélgica y Holanda.

incluido algunas naves que tendrían un tonelaje menor al de 200-t oneladas). Gracias al esfuerzo de Drak e los ingleses habían conc entrado al grueso de su flota en el lugar indicado, pero a pes ar de su análisis acertado el escuadrón ahora ya no estaba bajo su mando, no, ahora pasaba a ser comandando por Lord Howard. Para Drake perder el mando de aquella agrupación de naves ha de haber sido una derrot a personal, sin embargo la reina le aut orizó partir hacia España para realizar el ataque que él deseaba efectuar. Bueno, había perdido una batalla, pero había ganado otra. Además había otra noticia de interés. Para mediados de julio los servicios de inteligencia ingleses confirmaron que una gran parte de la flot a española había sido dispersada por una terrible tormenta y los diferentes element os de la misma se estaban reuniendo en el vulnerable puerto de La Coruña. De pront o existía una clara oportunidad para destruir una parte sustancial de la flota enemiga mientras se encontrara dispersa. Las órdenes pronto partieron del escritorio de la reina y el 17 de julio el grueso del escuadrónoccidental salía de Plymout h; 90 naves de guerra de todos los tipos bajo el mando de Howard, Drake y Hawkins. En poco más de una semana los ingleses llegarían al área donde sus espías les habían informado que se encontraba la desorganizada armada enemiga.

Escuadrón Occidental: 105 barcos

Escuadrón Oriental: 34 barcos

3 de junio: Redistribución de la flota inglesa

17 de julio: Sale de Plymouth una expedición inglesa con 90 barcos

Sí tomamos como ejemplo el ataque que había realizado Drake contra Cádiz con solo 23 naves de guerra el año previo podemos asumir que la operación contra La Coruña con 90 barcos podría s er un rotundo éxito, los ingleses es peraban atacar a la A rmada Invencible mientras ésta se encontrara dispersa y por ende estaría vulnerable a un ataque bien organizado; la derrota de la flotade-batalla española aplastaría los planes de Felipe II y sin esa agrupación de barcos el testarudo monarc a tendría que darse por vencido. Pero por primera vez el clima favoreció a La Armada Invencible los españoles. Cuando los ingleses aún se se encuentra en la encontraban en el extremo norte del Golfo de Coruña Vizcaya, a casi un tercio del camino de La Coruña, la dirección del viento cambio súbitamente. Inicialmente estaba soplando hacia el sur, la flota de la reina había avanzado rápidamente. Pero ahora su avance hacia España había sido detenido por una fuerte brisa que sopl aba hacia el norte y así lo hizo por varios días. Sabemos que l os ingleses podían navegar contra el viento efectuando sucesivas maniobras de tacking, sin embargo el ritmo de viaje disminuía extrem adamente, por lo tanto no podrían llegar hasta la Coruña el 24 de julio, como lo tenían programado. Y entonces entró la duda ent re ellos: con seguridad los días de respiro que ganaron los españoles habían sido usados para reorganizar a su flota, de tal forma que su des ventaja táctica había desaparecido. Los ingleses no podían darse el lujo de perder a sus 90 barcos, por lo tant o la opción más sensata fue dar media-vuelta y retornar a Plymout h. Cinco días después de su partida las naves de guerra de la reina volvían a entrar a su puerto.

Recordemos que los españoles habían llegado hasta el puerto de La Coruña el día 18 de j unio, pero estando allí su armada había sido golpeada por una gran tormenta, la cual había causado algo de daño material, pero por sobre todo, había llenado al corazón del comandante-en-jefe ibero con la duda s í continuar ó no con la ofensiva. Necesitaba la confirmación de s u monarca, y desde ese moment o permaneció junto a aquel puerto con sus barcos. Pero los españoles no permanecieron inactivos, porque mientras esperaban la res puesta continuaron preparándos e para poder seguir avanzando. En el puerto las naves cargaron apresuradamente provisiones, al mismo tiempo las que habían sido esparcidas por la tormenta se reint egraron a la flota y las que habían sido dañadas fueron reparadas . Ese era el estado de la situación cuando llegó la respuesta de Felipe II: la ofensiva tenía que continuar. De acuerdo, Don Alonso tenía que partir hacia Inglaterra nuevament e, pero para que la flot a estuviera nuevamente lista tuvieron que esperar a que pasara todo un mes. Fue una triste historia de atraso tras atraso, pero finalmente el 23 de julio los capitanes de la flota volvieron a estar listos y pronto toda la armada enfiló sus proas hacia el nort e. Dos días después, el 25 de julio, uno de los barcos de reconocimient o desplegó todas sus velas y dejó atrás a la flota. Pronto desapareció hacia el norte. El capitán de la pequeña nave llevaba consigo un importante mensaje para el Duque de Parma: la flota española ya estaba a medio camino, era el momento de comenzar con los preparativos iniciales para embarcar a las tropas, porque en poco tiempo arribaría la Armada Invencible. Ahora el viento que había det enido a los ingleses favorecía a los es pañoles, las velas se hincharon y empujaron a sus embarcaciones hacia el nort e con gran facilidad. Durante dos días y medio la Armada avanzó cerca de 560-kilómetros con gran rapidez. El clima era perfecto, y habían logrado alcanzar una impresionante velocidad promedio de 5 -nudos. Pero oh desgracia, nuevamente el clima intervino en s u contra. El 26 de julio otra gran torment a golpeó el área del océano sobre el cual navegaban. Durante ese, y el siguiente, la brutal fuerza del temporal dispersó en todas direcciones a las unidades de la flota , y para la mañana del 28 de julio, cuando salió el sol sobre un mar c almado, las poderos as naves de guerra del comandante del escuadrón de Andaluc ía y del escuadrón de Vizcaya, más otros 40 barc os, habían desaparecido. Para aquel momento en el cual el temporal amainó la nave de Don Alonso se enc ontraba junto a la flota. El comandante-en-jefe nuevamente tenía que tomar una decisión: esperar a que los elementos que se habían dispersado se le unieran donde estaba o continuar con su marcha. No había tiempo que perder, su itinerario ya había sido demorado anteriormente, por lo tanto ésta vez decidió continuar hasta el próximo punto de reunión, allí esperaría a los rezagados. Pero al mismo tiempo tomó una medida apropiada, en lugar de desplegar todas las velas ordenó que solo fueran desplegadas algunas de ellas, disminuyendo la velocidad de la flota y dándole suficiente tiempo a los rezagados para que se le unieran. La decisión fue la apropiada. Una tras otra naves y escuadrones se fueron reintegrando a la flota, y para la mañana del día 29 todas las naves, excepto cinco, lograron unirse a sus 26 de julio: La Armada es camaradas. De hecho, las cinco faltantes nunca golpeada por una tormenta se les unirían; cuatro eran las galeras-ordinarias y la quinta era un poderoso galeón. Todas habían sufrido daños de importancia, por ello a sus capitanes no les quedó otra opción que encontrar un puerto s eguro para efectuar reparaciones de urgencia. E vent ualmente las cansadas tripulaciones de estos barcos lograron dirigir sus naves hacia diferentes santuarios. Pero de las cuatro galeras solo dos lograron llegar a los puertos a los que se dirigían, las otras dos tuvieron que ser tac hadas de los inventarios españoles; una fue destrozada mientras intentaba adentrarse a un puerto, mientras que en la otra los convictos que t rabajaban en los remos aprovecharon la situación y se alzaron en armas capturando la nave. El quinto barc o era el gran galeón de guerra Santa Ana, el cual tuvo que refugiarse en un puerto francés. Por el resto de la campaña esta nave tuvo que permanecer

en esta localidad, éste era el barco en el cual viajaba el comandante-en-jefe del Escuadrón de Vizcaya, y era una poderos a nave que desplazaba 768-toneladas y que estaba equipada con 30 piezas de artillería. La perdida de las galeras implicaría una disminución significativa del poder de fuego que podrían dirigir los españoles contra una playa hostil durante un asalto anfibio, sin embargo, con o sin la ayuda de esas naves, las unidades de milicianos ingleses tenían poc as posibilidades de detener un determinado asalto de la infantería-pesada española. Por lo tanto, la pérdida de aquellas naves y la del galeón, a pesar que eran importantes, no provocaban que la flota dejara de ser una poderosa agrupación de batalla. Es más, la Armada Invencible continuaba c on su marc ha. El extremo sur de Inglaterra ya estaba a muy corta distancia. Hacia las tres de la tarde del día 29 de julio de 1588 los vigías en la vanguardia es pañola reportaron que hacia el nort e podían divisarse las formaciones rocosas de la P unta Lizard. ¡Finalment e, tras dos años y más de dos meses de preparativos y de viaje, los españoles estaban acercándose a la entrada occident al del Canal de La Mancha! Esa misma tarde se realizó un consejo de guerra a bordo del barco de Don Alonso, en ella participaron todos los consejeros de alto rango del duque. Los españoles sabían que sus enemigos habían reunido una pode rosa flota de guerra para detenerlos, pero como no se observaba en el horizonte a ninguna nave inglesa, asumieron que el enemigo había sido sorprendido y que su flota se encontraba aún anclada en Plymouth. Inmediatamente los capitanes Recalde y Leiva le propusieron al duque que dirigieran a la totalidad de su flot a contra aquel puerto, allí at raparían a los ingleses y los destruirían en un solo ataque por s orpresa. En ese momento Plymouth estaba a solo unos 72-kilómetros de distancia. Sí el viento continuaba soplando a su favor, era posible que los españoles entraran al puerto enemigo al amanecer del día siguiente. La propuesta era t entadora. Es cierto que existía la oportunidad de propinarle un golpe devastador a los ingleses, pero por un momento pongámonos en los zapatos del duque. E n una batalla siempre existen situaciones imprevistas que pueden tornar una posible victoria en una derrota. Por ejemplo, podría ser que las cartas marinas españolas no estuvieran actualizadas y los barcos que intentaran entrar en Plymout h podrían terminar varados en algún banco de arena, por otro lado existía la posibilidad de que las defensas del puerto fueran muy poderos as y que las mismas ya estuvieran preparadas para rechazar un asalto, incluso podría ser que la flota inglesa ni siquiera se encontrara en ese puerto, etc. En fin un millar de variables podrían estar en su contra, porque no se había realizado un reconocimient o de la localidad y sí la Armada era derrotada no se podría efectuar la programada invasión de Inglaterra. Y ésa era su misión principal. No, para Don Alons o el objetivo en esta etapa de la c ampaña era llegar con su flota intacta hasta la parte más angosta del canal, unirse con las tropas del Duque de P arma y cubrir el desembarco en la costa inglesa. La orden de continuar navegando hacia el este fue dada. Para el amanecer del 30 de julio, un día sábado, el avance de la armada continuaba hacia el este, pero para el atardecer de ese mismo día las condiciones climáticas cambiaron, no cayó una tormenta, sin embargo se alzó una ligera neblina que redujo la visibilidad, y es en ése momento cuando sucedió algo de gran importancia. En la sección de babor de la flota, la cual se encontraba más cerc a de la costa inglesa, los vigías de algunas naves lograron distinguir, vagamente, como salía de Plymouth una gran cantidad de barcos. ¡E ran los ingleses!, sin embargo no se dirigían en línea recta a interceptar a los españoles, en lugar de ello el enemigo simplemente enfiló sus proas hacia el oeste, navegando tan cerca como fuera posible de la costa. ¡Los ingleses estaban evitando entrar en contacto! ----------------------------------En este momento quiero detener la narración de los eventos que estaban aconteciendo el día 30 de julio, porque quiero determinar la ubicación exacta de la Armada Invencible. Para ello t enemos que darle un rápido vistazo al área de operaciones: en primer lugar la distancia ent re Plymouth y la costa frances a directamente al sur es de 160-kilómetros aproximadamente. Dudo que en éste momento los españoles navegarían muy cerca de la costa inglesa, ya que podrían ser descubiertos fácilmente por el enemigo, pero al mismo tiempo no navegarían muy cerca de la costa francesa, porque de hacerlo podrían perder su capacidad de maniobra y quedar acorralados contra el continent e. Por lo tanto puedo creer que el grues o de la flot a española se hallaría navegando muy cerca de la sección central del c anal, lo que nos lleva a un punto interesante; c on las condiciones climáticas adecuadas un vigía apostado en lo alto de un mástil en un barco de guerra del siglo XI X podía observar los mástiles de una nave enemiga hasta una distancia de unos 16-kilómetros. Sin embargo, las condiciones climáticas imperantes el 30 de julio eran poco favorables y habrían reducido la distancia que podrían mantener bajo vigilancia los españoles hasta que solo fuera de algunos kilómetros. Pero entonces, ¿a qué naves de la Armada Invencible pertenecían aquellos vigías que habían visto la partida de los barcos enemigos de Plymouth? En realidad no lo sé, lo único que puedo decir es que el barc o en el que viajaban aquellos hombres se encontraba muy cerc a de la costa ingles a, tan cerca como para que fuera posible que ellos la pudieran mantener bajo vigilancia. ---------------------------------

Ahora regresemos a nuestra historia, pero al hacerlo nos topamos con nuevas preguntas ¿qué estaban haciendo los ingleses?, ¿por qué estaban viajando hacia el oeste alejándose de los españoles? Pocos días antes los ingles es habían asignado cuat ro pe queñas naves de reconocimiento a la entrada occidental del canal. S u misión: mantener bajo constante vigilancia las aguas que se extendían hacia el sur y hacia el oeste de su posición. El 26 de julio una tremenda tormenta azotó el área, por lo tanto no fue hasta el día 29 que la presencia de la A rmada Invencible fue detectada por una de aquellas naves. Fue el Golden Hind el que hizo tan importante descubrimiento, y al atardecer de ese mismo día llegó a Plymouth para dar la alarma, ¡los españoles finalmente habían llegado y se hallaban, al momento de ser detectados, a cerc a de 144 kilómetros hacia el sur! Al día siguient e los galeones enemigos podrían aparecer ant e la entrada del puerto. Había que actuar. Inmediatamente se comenzaron a embarcar hombres y pro visiones en las naves inglesas, pero por ahora eso era t odo lo que podían hacer, dos factores estaban en c ontra de los ingleses: en primer lugar el vient o soplaba en la dirección contraria. P ara poder salir del puerto se requería que el vient o soplara hacia el sur, y en este momento lo hac ía hacia el nort e. En segundo lugar, en este moment o la bahía de Plymouth se estaba llenando con las aguas de la marea alta, lo que dific ultaría la salida de las naves. Pero momento, a pesar de que sería difícil salir de a quel puerto, no era imposible hacerlo, porque s e podrían usar pequeños botes de remos para remolcar a la flota fuera de Plymouth, sin embargo por el moment o los ingleses decidieron esperar. --------------------------------Por esta razón es posible creer una leyenda inglesa. Una vez que había llegado a Plymouth el capitán del Golden Hind corrió a informarle a Drake que la Armada Invencible estaba a solo unas cuantas horas de distancia. Justamente en ese momento aquel hombre se hallaba jugando un partido de bolos, y a pesar de que era una noticia era de gran importancia, el inglés, con gran aplomo y compostura, simplemente le respondió a su subalterno que aún había tiempo suficiente para terminar con el juego. --------------------------------De cualquier forma, para el día siguiente las naves de guerra inglesas estaban listas para partir, y además las condiciones climáticas ya eran suficientemente favorables. Cuando el reloj marcaba las 16:00 horas del día 30 de julio, los primeros barcos de la flota comenzaron a salir de Plymouth. Podría asegurar que entre los primeros que salieron al mar abierto estarían los galeones de Howard y Drake. De cualquier forma 54 naves de guerra partieron esa tarde. No existe un dat o exacto de las características de todos los barcos anteriores, pero podemos asumir que l a gran mayoría han de haber sido galeones de guerra y naves mercant es artilladas de gran tamaño. El moment o de salir a presentar batalla había llegado y es probable que pocas de las unidades de reconocimiento habrían salido en este momento para acompañar a la flota. Pero como lo relaté los vigías españoles habían visto como los ingleses dirigieron las proas de sus naves hacia el oeste, momentáneamente alejándose. Mientras tanto las naves españolas contin uaban con su inexorable avance hacia el este, cada kilómet ro que avanzaban los ponía más cerca del ejército del Duque de Parma. -------------------------------Pero, momento, ¡los ingleses estaban dejando que la Armada Invencible ingresara al Canal de la Mancha sin oposición alguna!, ¿no era el objetivo primordial de los súbditos de la reina detener el avanc e enemigo? Obviamente t enía que existir una razón de gran importancia para dejar que esto pasara. Lo interesante es que la razón por la cual los ingleses estaban dejando que sus enemigos siguieran su camino tenía mucho que ver con la nat uraleza misma de las naves de guerra de la época. Para estos días los capitanes ingles es habían llegado a comprender una simple realidad. Coloc ar a sus naves entre el viento y los barcos enemigos les otorgaba a ellos una gran ventaja táctica. Ilustrémoslo, por un momento consideremos que dos naves de guerra se encuentran navegando una tras la otra y que el viento ésta soplando directament e contra sus popas. En este caso consideremos que la nave que está al frente está huyendo, y que navega a un kilómetro frente a la proa de la nave que l e persigue. S í las dos naves tienen el mismo peso y la misma capacidad de maniobra tendrían una velocidad similar, por lo tant o la nave que está al frente mantendría su distancia por un tiempo indefinido mientras que el viento siguiera soplando en la dirección actual; solo un accidente, o un error c ausaría que las naves acortaran la distancia.

Ahora consideremos un segundo ejemplo. Otra nave intenta escapar de un perseguidor, ambas se 30 de julio: Movimient o encuentran navegando en la misma inicial de la flota ingl esa dirección una tras de la otra, y además el viento sopla sobre sus popas, pero en este caso la nave que ésta escapando es más pesada y menos maniobrable, por lo tanto su velocidad es menor. Con cada minuto que pasa la distancia comienza a disminuir y en poco tiempo ambos barcos se hallarían a tal distancia que las piezas de artillería podrían ser usadas. A partir de ese instante el capitán que estuviera efectuando la persecución podría atacar a su enemigo a la “española”, ó a la “ingles a”. En el El viento primer caso el piloto maniobraría su sopla hacia nave trazando una “S ”, al hacerlo las el noreste armas de su barco instaladas en la proa y en los costados de babor y estribor, podrían ser disparadas contra el objetivo, y luego de descargar todas sus armas, el pilot o llevaría su barco contra un costado de la nave atacada, dándole la oportunidad a su tripulación para que ésta se lanzara al abordaje. De ésta forma terminaría la acción. Por otro lado tenemos el ataque tipo “inglés”; en este caso el piloto trazaría un “8” con sus maniobras, de tal forma que todas las piezas de artillería de la nave, incluyendo las de popa, podrían ser disparadas contra la nave contraria. Es más, al ejecutar la última parte de la maniobra en 8 c olocaría a la proa de la nave atacant e en sentido cont rario a la dirección en la cual navegaba el barco atacado. P or varios minutos el agresor se alejaría de su presa, y durante ese tiempo los servidores de las piezas de artillería s e dedicarían a recargar sus armas, y para cuando su trabajo hubiera concluido el piloto de la nave atacant e volvería a apuntar la proa de su barco hacia su objetivo. As í continuaría la cacería y la gradual destrucción de la nave contraria. Una y otra vez la maniobra sería repetida, hasta que finalmente el enemigo hubiera sufrido tal cantidad de daño que se vería obligado a rendirse. Pero es cierto, siempre el capitán de la nave que estaba siendo hostigada podría ordenar dar la mediavuelta, para atacar a su perseguidor, sin embargo desde éste momento tendría que efectuar la maniobra de tacking y le tomaría algo de tiempo para alcanzar al barco contrario, pero sí consideramos que desde un principio la nave que estaba huyendo lo hacía porque tenía alguna d es ventaja, es poco probable que s u comandante ordenara que la misma diera marc ha atrás para perseguir al enemigo. De hecho, las características que hacían que la nave atacante fuera más rápida durante la persecución harían que aquella pudiera escapar con más rapidez de necesitar hacerlo mientras navegaba cont ra el viento. ------------------------------Es por ello que los ingleses primero habían viajado hacia el oeste y luego hacia el sur, hasta que lejos del enemigo se reagruparon para luego virar las proas de sus naves hacia el noreste. Desde es e moment o en el día 30 de julio los ingles es tendrían el viento sobre la popa de sus naves, mientras que los españoles estarían navegando frente a ellos, en una clara posición de des ventaja. Pero ya era tarde, por lo tanto aquel día las armas no tronaron y ambas flotas simplemente continuaron con su avance hacia el este. A la mañana siguiente, las naves de guerra de Lord Howard, y su subalterno Drake, se encontraban al suroeste de la posición ocupada por los españoles. A la distancia podían observar con claridad al bosque de mástiles de las cerca de 150 naves españolas. Era una muralla de madera y tela que s e alzaba en el horizonte, y con una inferioridad de t res a uno, los marineros, soldados y oficiales ingleses han de haber quedado impresionados por la armada que se hallaba des plegada frent e a ellos, sin embargo los súbditos de la reina tenían consigo la ventaja táctica. -----------------------------Es cierto, los españoles no se habían lanzado a perseguir a los ingleses que habían salido de Plymouth, sin embargo, esto no significa que se hubieran quedado cruzados de brazos. Al despuntar el alba de aquel 31 de julio los oficiales de la flota ibera se reunieron para realizar una reunión de emergencia del consejo de guerra. El dilema al que se enfrentaban era inesperado: el enemigo había partido hacia el oeste y por el momento no se le veía por ningún lado. Pero ninguno de los presentes en la reunión pensaba que los ingleses habían escapado. Lo más probable era que se estaban formando en algún lugar hacia el oeste para luego atac ar su retaguardia. Ante esa posibilidad los oficiales españoles

tuvieron que preparar un plan de batalla alternativo al previamente t razado. Pronto lo hicieron, y aquellos hombres partieron a sus res pectivas naves para desplegar a sus escuadrones en la nueva formación. Horas más tarde en esa misma mañana las naves inglesas fueron descubiertas hacia el suroeste. Entonces del barco de Don Alonso fue disparada una pieza de artillería, y con gran precisión todas las naves de guerra de la Armada Invencible comenzaron a dirigirse hacia sus nuevos puestos de batalla. Pronto, muy pronto, fue desplegada la flota en una formación que luego sería conocida como el famos o “cuart o-de-luna”. Un despliegue muy diferente al inicial. Inicialmente se había decidido colocar frent e a la flota a una vanguardia con 12 naves (8 galeones y 4 galeazas), tras ella viajaría el resto de la flota dividida en tres grandes grupos desplegados uno a la par del otro. Ese era un despliegue con el que enfrentarían a un enemigo que estuviera obstaculizando su camino, pero ahora el enemigo estaba tras ellos, por lo tanto se tomó la decisión de diluir a la vanguardia, retirando de ella a la mayor parte de las unidades p esadas y enviándolas a unirse con el grues o de la flot a. No sé con exactitud cuantas naves fueron retiradas de este grupo, pero la evidencia sugiere que en ella dejaron a varios galeones de menor tamaño del Escuadrón-de-Castilla y todas las galeazas.

L Trans port es y naves ligeras

Ubicación de los diferentes escuadrones de la Armada: A = Andalucía C = Castilla G = Guipúzcoa L = Levante P = Portugal V = Vizcaya

P A, P, G

Trans port es y naves ligeras V

N

Además sé cambió el despliegue de los restantes barcos de la flot a; las naves ligeras y de t rans port e ahora estarían asignadas a dos largas líneas-de-batalla que unirían a tres grupos de galeones, a dos de ellos los encont raríamos en los flancos y al tercero se le colocaría en la parte central de la formación de cuarto-de-luna. En la formación ant erior los vulnerables transportes habían sido asignados a formaciones triangulares para que tuvieran una mayor protección contra un ataque enemigo que llegara desde el frente, pero ahora que los ingleses estaban en su retaguardia los barcos de t rans porte viajaban solo acompañados por naves ligeras las cuales tenían una limitada capacidad de fuego, sin embargo en los flancos de cada una de las líneas-de-batalla encontramos a grupos de galeones medianos y pesados, pero ¿porqué?. Bueno, de ésta forma los españoles esperaban anular la ventaja táctica de los ingleses, s í ellos lanzaban un ataque directo contra los vulnerables transportes los galeones que s e encontraban en los extremos exteriores de la flot a podrían abandonar sus puestos para colocarse tras las naves inglesas, de tal forma que la ventaja táctica de tenían, encontrarse entre el viento y los barc os españoles, sería anulada, y gracias a la maniobra de los galeones de los cuerpos exteriores lograrían empujar a los barcos ingleses contra el grueso de la flota, donde serían rodeados y aniquilados en la lucha cuerpo-a-cuerpo.

Escuadrón inglés

Escuadrón inglés

N

Ese era el plan español, y pronto sus barcos estarían en sus nuevos puestos de batalla. A la distancia los ingleses han de haber observado con gran int erés las maniobras españolas. Ha de haber sido todo un espectáculo, porque pronto sus barcos estuvieron desplegados en s u nueva formación de batalla, la cual, a primera vista, ha de haber parecido inexpugnable. Sin embargo hemos de reconocer una realidad. Para mantener la complicada formación los capitanes españoles tendrían que disminuir la velocidad de sus naves; des de este moment o el avance de la A rmada Invencible hacia el este sería lento, mucho más lent o. Pero como no había enemigos frent e a ellos, los españoles podían continuar con el avance hacia Flandes.

COMIENZA LA LUCHA Las flotas se enfrent an (31 de julio 1588) Así comenzó la actividad en las naves españolas, y mient ras que una gran cantidad de marineros trabajaban en mástiles o en aparejos para llevar a sus barc os hasta sus respectivas posiciones, otros hombres limpiaban las cubiertas de todo obstáculo que pudiera bloquear el c amino de los soldados. Era un caos organizado; las órdenes gritadas a todo pulmón se han de haber escuchado a t odo lo largo del barco, mientras que artilleros y sus ayudantes se dedicaban a poner a punto las armas de a bordo; a los polvorines se dirigieron marineros y soldados de donde extrajeron sacos de pólvora y pesadas balas para las piezas de artillería. P ronto los cañones y las culebrinas estuvieron listas, y una tras de otra las escotillas de las armas fueron abiertas, para que las bocas de las armas asomaran amenazadoras hacia el exterior. También uno tras de otro los mosqueteros y arcabuceros comenzaron a ocupar sus puestos en los castillos de proa y de popa de los grandes barcos. Mientras que soldados armados con espadas y picas s e formaron en la c ubierta-principal de las naves, cuando la orden fuera dada ellos saltarían a los barcos enemigos, listos para derrotar a los ingleses; y otros distribuyeron barriles llenos de agua a lo largo de las estaciones de batalla. El precioso líquido que llenaba estos barriles no solo sería usado para calmar la sed de los combatientes, pero también se usarían para extinguir incendios. En sus cabinas los oficiales también se preparaban, la may oría de ellos tenían suficiente dinero para proveerse de costosas armaduras, las cuales les prot egerían contra proyectiles y armas blancas. Pront o ellos ocuparon sus puestos en el castillo de proa de cada uno de sus barcos. Mient ras tanto, el médico y sus ayudantes preparaban en el interior del barco el área donde trabajarían y también sus instrumentos, porque pronto tendría sus manos llenas. También el carpintero y sus ayudantes se preparaban, era su responsabilidad reparar cualquier daño que sufriera la nave bajo la línea de flotación, ellos no podían fallar en su trabajo. El bullicio producido por cientos de hombres corriendo de un lado a ot ro, de órdenes gritadas a todo pulmón, de t rompetas y tambores llamando a todos a sus puestos, todo fue disminuyendo a medida que las tareas s e iban completando y que los hombres llegaban a s us puestos, hasta que finalmente el tumult o fue sustituido por el pesado silencio que precede a cualquier batalla. Solo el clamor producido por el vient o agitando banderas y velas, y el chocar de la proa contra las olas impedía que el silencio fuera total. Los españoles pronto estuvieron listos para la acción, pero también los ingleses. La misma tormenta de actividad que había azotado las cubiertas de las naves ibéricas cayó sobre las naves de la reina de Inglaterra, y al igual que en las primeras el bullicio que l as había sobrecogido fue desapareciendo poco a poco, hasta que el mismo silencio abrumador rodeo a las tripulaciones. Sabemos que la flota inglesa se había reunido a un par de millas hacia el suroeste de la A rmada Invencible, y como tenían el viento a s u favor, poco a poco cerraban la distancia que les separaba. Pronto el tronar de las piezas de artillería llenaría de ensordecedores truenos el área sobre la cual navegaban las flotas.

Pero aún faltaba un último formalismo que tenía que cumplirse. De acuerdo a una costumbre aceptada universalmente por los guerreros navales de la época, un pequeño pinace inglés des plegó todas sus velas y se dirigió en línea recta hacia la parte central de la flota enemiga. Cuando llegó a una cierta distancia fue disparada una sola pieza de artillería de aquella nave; el disparo no caus aría daño físico a los españoles, no, solo significaba que era un des afío entre caballeros. La batalla podía comenzar. Eran las 0900 horas, las naves de guerra españolas ya habían dejado at rás Plymouth y ahora se hallaban a varios kilómetros hacia el este, poco a poco los ingleses acortaban la distancia. Para ese momento todos los barcos ingleses se enc ontraban formando una sola columna que se dirigía en línea recta hacia el centro de la flota española ¡Estaban atacando de la forma que los españoles deseaban; podrían ganar la batalla después de todo! La distancia fue disminuyendo, cuando de pronto aquella esperanza se esfumó de los corazones españoles, porque minutos después las naves ingles as comenzaron a virar; la flot a inglesa se dividía, y una parte se dirigió hacia el norte, mientras que la otra se dirigió hacia el sur. Al frente de la columna nort e encontramos a la nave de Lord Howard, el A rk Royal, un galeón de 800-toneladas equipado con 32 piezas de artillería. Esta nave fue pront amente seguida por otras unidades de la flota inglesa. El curso que tomaron los llevaría a luchar contra el Escuadrón-de-Levante en el extremo norte de la flota española.

0900: Ataque inglés contra los extremos norte y sur de la Armada Invencible

Howard Medina Sidonia

Drak e

N Dirección del viento El Ark Royal casi había llegado a la posición adecuada para disparar sus piezas de artillería del costado de estribor contra la popa de la nave es pañola que viajaba en el extremo norte de ese escuadrón, cuando súbitamente ese barco cambio de rumbo. En el último momento posible, el comandante de La Rata Santa María Coronada, (820 toneladas y armada con 35 piezas), ordenó que se efectuara un viraje hacia el noreste, ese oficial no iba a esperar pacientement e el ataque enemigo. Las piezas de artillería del costado de babor del barco podían ser usadas contra los ingleses, pero además la orden para el pilot o de esta nave fue que su giro lo llevara a disminuir la distancia que l es separaba de las naves inglesas. Pero no solo La Rata Coronada se separó de la Armada, pronto fue seguida por La Regazona (1,294 toneladas, 30 piezas) y por otras unidades del Escuadrón de

Levante. P ront o los ingleses y españoles formaban dos columnas paralelas que por el momento navegaban hacia el noreste. Poco a poco la distancia fue disminuyendo, hasta que finalmente los artilleros de las naves inglesas comenzaron a descargar sus armas contra las naves españolas. La batalla había comenzado. No sabemos con exactitud a que distancia se encontraban los adversarios, sin embargo sabemos que los artilleros de Elizabeth dispararían sus grandes culebrinas a una distancia mayor a la que los artilleros españoles estarían acostumbrados a disparar sus propias piezas de artillería. Sí, la batalla había comenzado, decenas de piezas inglesas fueron disparadas una tras otra, mientras que los pilot os de cada barco ejecut aban la maniobra del 8 y mantenían a sus naves a una distancia prudente de sus advers arios. Mientras tanto los cañones españoles permanec ían en silencio; usando toda su pericia los pilotos españoles int entaban cerrar la distancia que les separaba del enemigo para poder usar sus propias armas, sin embargo cada uno de sus intentos se veía frustrado por la mayor maniobrabilidad de los galeones ingleses, y tras varios minutos los españoles llegaron a la conclusión correcta: el enemigo no estaba dispuesto a luchar a corta-distancia, y simplement e se cont entaría con mantener un intenso fuego de artillería. Frustrados, los capitanes le ordenaron finalmente a sus artilleros que abrieran fuego.

La Rata Coronada

Dirección del viento

Una nota de importancia es que las naves de guerra inglesas y españolas no fueron desplegadas en columnas -de-batalla como aquellas que se conocerían en el siglo XIX: esa era una formación en la cual cada nave seguía una tras la otra en una larga columna. En lugar de ello en ésta campaña cada barc o navegaba siguiendo el rumbo tomado por la nave-capitana, sin embargo maniobraría de forma independiente. Así es como l as naves de Lord Howard habían iniciado la acción, hacia el sur las de Drake t ambién s e dirigían a atacar a los españoles, pero aquí los ingleses atacarían el extremo inferior de la media-luna española. El ataque estaba dirigido contra naves del Escuadrón-de-Vizcaya. Expuesta en el extremo sur de aquella unidad estaba el galeón San Juan de Portugal, bajo el mando de Juan Martínez de Recalde. Este barco de 1,050 toneladas era el mejor armado de todos los galeones españoles, tenía 50 piezas de artillería. Al igual que el capitán de La Rata Coronada, Mart ínez de Recalde esperó a que la líder del escuadrón inglés se encontrara a punto de disparar sus piezas de artillería contra la popa de su nave, pero antes de que eso sucediera súbitamente ordenó a su piloto que efectuara un giro hacia el suroeste, intentando cerrar la distancia con el enemigo. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el sector norte de la batalla, éste galeón español fue el único en virar hacia el enemigo. El barco de Recalde tendría que s oportar por s í solo todos los ataques ingles es; el Revenge, Victory, Triumph y otras naves inglesas de menor tamaño se acercaron hasta una distancia de 270 metros del español para abrir fuego contra su costado de estribor. E n las tres naves anteriores encont ramos respectivamente a Drake, Hawkins y Frobisher, en ese orden, pero no solo por esto esas naves eran importantes, además, como eran naves-de-comandantes tenían un buen complemento de artillería, las tres estaban equipadas con 115 armas de fuego de gran tamaño, siendo la gran mayoría culebrinas de un buen tamaño. Por la siguiente hora el trío de naves y las que les seguían concentraron el fuego de todas sus piezas de artillería sobre el San Juan. Pero los artilleros de Recalde no se mantuvieron inactivos. Tras haber soportado los minutos iniciales de bombardeo, sin que su piloto lograra cerrar la distancia que les separaba de las naves inglesas, el capitán español ordenó que su artillería fuera disparada. Era una lucha desigual. El reporte de Recalde indica que los ingleses dispararon contra su nave cerca de 300 balas de artillería en aquel período de una hora. Trescientas grandes balas es un número impresionante y es seguro que varios de los proyectiles tenían que haber golpeado a la nave española. Sin embargo solo dos alcanzaron de lleno a uno de los mástiles del barco de Recalde, y el daño causado al mismo no fue suficiente para derribarlo. Tras un bombardeo de una hora el San Juan de Portugal aún estaba en c ondiciones de pelear, el ataque de los ingleses estaba siendo inefectivo, sin embargo el c añoneo continuaba. Pieza tras pieza era

descargada cont ra el solitario barco español. La cantidad de humo negro de polvo quemado ha de haber cubierto aquel pequeño s ector donde la lucha contra un solo barco español continuaba, y p ront o el barc o español ha de haber desaparecido entre ellas. A la distancia los tripulantes de otras naves de la Armada Invencible han de haber asumido que ese barco pronto sería reducido a astillas. No sé por que razón los restantes barc os del escuadrón-de-Vizcaya no cambiaron de rumbo Flanco sur de la para socorrer al San Juan. Se ha es peculado que Armada Invencible este comportamiento era parte de un elaborado plan español, en el cual ellos esperaban que los ingleses intentaran lanzarse al abordaje de la solitaria nave, y tan pronto c omo es o sucediera los restantes barcos del escuadrón efectuarían un giro de 180 grados cayendo como una tormenta sobre el enemigo. Esta teoría nos lleva a un punto interesante: sí los españoles tenían que usar una trampa de este tipo, implica que los hombres de aquel escuadrón ya habían llegado a la conclusión que sus enemigos solo lucharía a una gran San Juan de distancia y que solo de tener alguna gran ventaja Portugal se arriesgarían a la lucha a corta-distancia. Por ello se cree que Recalde se había ofrecido con su Revenge nave para ser una carnada que obligaría a los (Drake) Dirección ingleses a luchar de acuerdo a las tácticas del viento españolas. De cualquier forma Don Alonso decidió terminar con tan desigual contienda. Desde su barco podía ver como hacia el norte el Escuadrón del-Levante ya estaba luchando contra los ingles es, pero hacia el sur solamente uno de s us galeones estaba deteniendo el ataque inglés. Por lo tanto el duque ordenó a su piloto que girara la proa de su nave hacia el sureste, siendo esta maniobra seguida por ot ros galeones. El San Mart ín navegaba al frente de la columna española que se lanzó hacia el sur. Al mismo tiempo varias de las naves del Medina flanco derecho español c ambiaron Sidonia de rumbo para apoyar al San Juan; pronto convergerían en la posición de Recalde. Uno tras otro los barcos españoles que llegaban dispararon sus armas, y tras un corto cañoneo con los ingleses, estos últimos observaron que también se acerc aban las naves de Don Alonso, por ello los súbditos de la reina decidieron retirarse. Tras un par de horas de lucha ellos se alejaban para ya no pelear más en aquel día. Hacia el norte el ataque ingles también disminuía de intensidad y a las 1300 horas Howard ordenó una retirada general hacia el oeste. La batalla de este día había concluido. Aquella había sido la acción del día 31 de julio del año 1588, y la misma requiere de un análisis simple: durante todo el encuentro l os ingles es habían disparado cerca de 2,000 balas de artillería, las cuales causaron solo caus aron la muerte de 7 hombres y 31 más res ultaron heridos entre los españoles, y solo una de las naves españolas, el San Juan de Portugal, había sufrido algún daño de importancia. Es más, durant e toda la acción solo los barcos de guerra de mayor tamaño de la flota española habían participado en la

acción, mientras que el grueso de la Armada Invencible había continuado su avance hacia el este sin dificultad alguna. Sí su avance continuaba a este ritmo pronto llegarían a Flandes. -----------------------------Tomemos un momento para analizar lo sucedido en el San Juan de Portugal, contra ese barco fueron disparados 300 proyectiles de gran calibre y solo dos de ellos alcanzaron una parte vital de la nave. Esto implica que los artilleros ingleses solo tuvieron una puntería de menos del 1% contra algún punto vital del galeón es pañol, es cierto ese porcentaje sería mayor sí le agregamos el número de impactos que han de haber alcanzado el casco de la misma nave, pero la poca cantidad de heridos y muertos reportados por las bitácoras de la Armada, sugieren que la gran mayoría de las balas que habían dado en el blanc o simplement e habían rebotado contra los costados de los galeones sin haber logrado penetrar las gruesas capas de madera. La evidencia nos lleva a una conclusión muy sencilla: el fuego de artillería de aquella época era muy poco efectivo cuando se intentaba alcanz ar a un blanco que se enc ontrara a gran distancia. La falta de puntería de los artilleros radica en la realidad de que un barco es una plataforma de combate que s e encuentra en constant e movimient o, la cual no solo esta viajando de un punto a otro y efectuando complicadas maniobras de babor a estribor, pero además la nave se bambolea de arriba abajo cada vez que una ola golpea su casco. Por lo tanto, lograr pegarle a un objetivo distante sería una tarea muy difícil de lograr, requiriendo de una gran pericia del artillero. Y es o no es todo. Además, un proyectil que viaja por un gran trecho de espacio pierde una gran cantidad de energía, y de no tener suficiente de ella, el proyectil no podría penetrar las pesadas planchas de madera del casco de un barco.

Las maniobras y las olas que constantemente golpean el casco de un barco provoc arían que a grandes distancias la cantidad de impactos directos sería muy baja.

Esa tarde Lord Howard reunió a sus capitanes para evaluar lo sucedido, y llegaron a la amarga conclusión: había quedado demostrado que los pesados galeones de la Armada Invencible podían resistir sin dific ultad alguna los ataques ingleses. S í querían detener a los españoles necesitarían más refuerzos para incrementar el número de piezas de artillería que usarían contra el enemigo. E n Plymouth aún s e encontraban ot ras 40 naves de guerra de todos los tipos, las cuales recibieron órdenes de unirse a la flota lo más pronto posible, además, se envió un veloz pinace hacia el este, llevando una import ante orden para Lord Seymour, comandante-en-jefe del Escuadrón-Oriental, de inmediato él y todos sus barcos tenían que partir hacia el oeste y unirse a la lucha contra la flota española. Mientras tant o otras naves partieron con mensajes igualmente urgent es hacia Plymouth, era nec esario que más balas y pólvora fueran llevadas hasta la flota, porque aquella había cons umido sus municiones a un ritmo mucho más alto de lo espera do. Por último Lord Howard y sus oficiales decidieron c ontinuar c on la persecución del enemigo durante la noche, para reanudar la acción tan pronto como fuera posible. --------------------------------Sí, en términos estratégicos los españoles habían ganando el primer día de acción. Sin embargo, los reportes oficiales, y los diarios pers onales de varios de los oficiales de más alto rango de la Armada nos indican que estos hombres no estaban nada satisfechos con el desarrollo de los acontecimientos. Durant e las cuatro horas que duró la batalla los pilotos de los grandes galeones y carracas fueron urgidos por sus capitanes a maniobrar sus naves para cerrar la distancia que les separaba de sus enemigos para poder efectuar una operación de abordaje. Sin em bargo todos los esfuerzos por realizar este tipo de at aque fueron evitados con gran facilidad por los ingleses, y ellos se mantuvieron a una distancia tal, que solo las piezas de artillería fueron usadas. Aquel día solo una de sus naves había sido dañada levemente, pero los españoles temían que s í los ingleses podían reunir más barcos podrían sufrir aún más daño, y de ser as í, solo sería cuestión de tiempo para que sus naves fueran destrozadas. ---------------------------------

La intención de los ingleses era continuar con la acción al día siguiente tan pronto como fuera posible, sin embargo en la mañana del 1º de agosto descubrieron que la flota se había dispersado. E ra imposible lanzar un ataque, lo interesante es que la razón por la cual los barcos ingleses se habían dispersado tenía que ver con un conflicto de interés de uno de los comandantes de la flota. Desde las 1300 horas del día anterior la A rmada Invencible había continuado su viaje hacia el este, y mientras los carpinteros t rabajaban reparando los pocos daños sufridos, ocurrieron desafortunados accidentes que les costarían a los españoles dos de sus grandes naves de guerra. Los pes ados galeones, Nuestra Señora del Rosario (1,150 toneladas, 46 c añones) y S an Salvador (958 toneladas, 25 cañones) fueron las desafortunadas naves que perderían los españoles . Por alguna razón Nuestra Señora del Rosario colisionó cont ra otro galeón, y lo hizo con tal fuerza que perdió el bauprés; la nave estaba fuera de cont rol y de inmediato se estrelló contra ot ro barco, dañando su mástil de proa, el cual no tardaría en partirse y caer al mar. Con la pérdida de dos mástiles la situación en el galeón español era precaria. Pero en el San Salvador la situación era muchísimo peor, porque pocos minutos después aquel barc o estallaba. La explosión destruyó dos c ubiertas de la popa de esta nave y daño s u timón. La fuerza de la detonación y las resultantes llamas mataron o hirieron a 200 hombres de un total de 400. Durante las restantes horas del día 31 de julio los españoles intentaron efectuar trabajos de reparación en es ta última nave, pero el daño era extenso y se decidió abandonarla. Por el contrario la tripulación de Nuestra Señora del Rosario permaneció en el galeón intentando repararlo. Pero pronto fue dejada atrás por el resto de la Armada, los españoles no podían det ener su avance hacia el este. Ellos habían perdido el 8% de sus naves de mayor tamaño.

Nuestra Señora del Rosario

San Salvador

Al día siguiente ambas naves serían c apturadas por los ingleses. E l abandonado S an S alvador fue una presa fácil que fue llevada hacía al puert o de Weymout h, pero la captura del Rosario fue la causante del contratiempo que interferiría con el ataque de la flota inglesa en el día 1º de agosto. Es aquí donde obs ervamos el conflicto de intereses de uno de los oficiales de la reina. El vicealmirant e de la flota, Francis Drake, había recibido la orden de guiar a la armada ingles a durante la persecución nocturna, por lo tanto su nave, el Revenge, tomó la delantera. Como era costumbre se encendieron varias linternas en la popa de aquella nave inglesa para que las demás la pudieran seguir, pero en algún moment o de la noc he las luces de aquel barco fueron apagadas y las otras naves de la flota inglesa perdieron el rumbo y se esparcieron. Al amanecer solo tres galeones ingleses se encontraban cerca de la Armada española y no había señales de las restantes naves. No sabemos con ex actitud el porque Drake dio la orden de apagar las linternas de su barco, lo que s í sabemos es que en las primeras horas de luz de la mañana siguiente el capitán del Rosario observó como se acercaba hacia su nave un galeón de guerra inglés y un pequeño pinace. Era el Revenge. El Rosario no estaba en condición alguna de presentar batalla, y bajo una bandera de tregua el capitán español decidió hablar con el vic ealmirante enemigo. Tras un corto interc ambio de palabras entre aquellos hombres el español decidió que su mejor opción era rendirs e. Era una gran victoria para Drake, porque en aquella nave se transport aban 50,000 ducados de oro, y con seguridad gran parte del bot ín t erminaría en su bolsa, pero había fallado su objetivo principal como oficial de la marina de la reina. Su obligación era mant ener la cohesión de la flota para poder continuar presionando a los españoles, pero su codicia lo había seg ado. Drak e había cometido un grave error estratégico, sin embargo el clima estaba a su favor. Desde la noche del domingo 31 de julio, hasta el atardecer del lunes 1º de agosto, el viento sopló con poquísima

intensidad. Por ello, durante todo ese período la A rmada Invencible no pudo avanzar más allá de un par de kilómetros hacia el este de Portland Bill, y como desde Plymouth hasta ese punto existen cerca de 112 kilómetros, implica que durante aquellas 48 horas, la velocidad promedio de la Armada a de haber sido de poco más de 1-nudo por hora. Y eso no es todo, durante la noche del 1 al 2 de agosto el viento dejó de soplar por completo. Por el momento ningún barc o podría moverse.

El segundo día de batalla (2 de agosto) Si el 1º de agosto fue marcado por la inactividad, el siguient e día fue caracterizado por un a dura pelea. En la madrugada del 2 de agosto los españoles recibieron una agradable sorpresa, el viento comenzó a soplar, pero además lo estaba haciendo hacia el suroeste, esta vez sus galeones podrían lanz arse contra el enemigo c on el viento sobre sus popas. Podrían luchar en condiciones favorables. Así, tan pronto como los rayos del sol terminaran con la oscuridad de la madrugada, podrían observar donde se encontraban los ingleses y los atacarían, pero antes de que los capitanes españoles pudieran aprovechar esa ventaja táctica el enemigo ya se encontraban en plena actividad y estaba dirigiéndose hacia Portland Bill cerrando la distancia que les separaba. Para este moment o el grueso de la Armada Invencible aun navegaba en su formación de Portland Plymouth media-luna, con todos los Bill escuadrones desplegados en los puestos de batalla anteriormente asignados, pero una nueva unidad había sido formada; se habían tomado de 12 a 16 galeones de gran tamaño y las 4 galeazas de los escuadrones-de-batalla y habían sido unidos en un solo grupo que se encontraba directamente tras la flota. Este grupo de barcos podría ser usado 2 de agosto: Los ingleses en la defensa de cualquiera de los se lanzan a pers eguir a sus extremos de la Armada que fuera enemigos atacado. Ahora bien, ant eriormente el comandante-en-jefe inglés había observado que la flota española estaba navegando a varios kilómetros de la costa inglesa, y ahora que el viento soplaba hacia el suroeste, decidió ex plotar esa realidad. En la madrugada de aquel día ordenó a sus barcos que comenzaran a efectuar maniobras de tacking para navegar contra el viento, su intensión: pasar entre la brecha que existía entre los españoles y la costa, para colocar nuevamente al viento tras las popas de sus naves. Pero su avance fue menos rápido de lo esperado y la oscuridad que había cubierto los moment os iniciales de s u avance comenzó a desaparecer con los primeros rayos del sol. A la distancia Don Alonso pudo observar como las naves inglesas intentaban escabullirse entre la costa y su flota. ¡Era el momento de actuar! Con suerte lograría aniquilar al enemigo al empujarlo contra las playas de Inglaterra. Una a una las pesadas naves de guerra españolas viraron y se dirigieron hacia el noroeste. Ellos intercept arían a la flota inglesa. Pero Lord Howard, y sus capitanes, no eran novatos. Tan pronto c omo las grandes naves de guerra españolas com enzaron a maniobrar hacia ellos se dieron c uent a que su intento por escabullirse a través de la costa había fallado y de continuar en la misma dirección podría n quedar atrapados. Por lo tanto no le quedó otra opción que ordenar una retirada hacia el suroeste. Una a una las naves inglesas viraron hacia el sur, pero no todas efectuaron esta maniobra, por alguna razón desconocida el Triumph (1,100 toneladas, 36 cañones), el galeón de mayor tonelaje de la flota de guerra de Elizabet h, continuó navegando hacia el norte, seguido por cinco trans port es artillados de median as dimensiones, los cuales le pertenec ían a los mercaderes de Londres. Los movimientos de ese pequeño grupo fueron enmascarados por el masivo cambio de curso de las decenas de naves de la flota inglesa, por lo que los españoles no se percat arían de esta maniobra hasta más tarde. El cambio de rumbo de los ingleses no pasó desapercibido para Don Alonso, quien ordenó un giro hacia el suroeste para poder interceptar al enemigo. No sé con exactitud cuantas naves seguían al buque del

almirante español, sin embargo podemos asumir que ese barco fue seguido por la mayoría de galeones de gran tamaño que formaban la nueva retaguardia española. Tampoco conozco con exactitud cuant os barcos seguían a Howard, sin embargo también podemos asumir que inmediatamente tras el barco de es e comandante navegarían las naves de gran tamaño y que a una distancia prudente encontraríamos a las unidades de menores dimensiones, esa sería su mejor ubicación; su reducida cantidad de artillería hacía que las naves pequeñas solo fueran un estorbo en los momentos iniciales de una batalla. De cualquier forma, pronto la distancia entre los elementos de ambas flotas se había reducido a solo un par de cientos de metros, pero en esta ocasión, en lugar de permanecer relativamente lejos como lo habían hecho los ingleses el día 31 de julio, siguieron cerrando la distancia, hasta hallarse a menos de un centenar de metros. De hecho, era tan corta la distancia que incluso los mosqueteros comenzaron a disparar sus armas contra los barcos de la reina. Todo apunta a que esta acción comenzó a las 0900 horas. Portland Bill

2 de agosto: ataque contra la Armada

Flota inglesa Medina Sidonia

Los ingleses habían decidido cerrar la distancia para que su fuego pudiera caus ar más daño, pero no se arriesgarían a ser abordados. Otra vez los barcos de cada flot a maniobraron independientemente de sus compañeros; los ingleses se retiraban del área de la batalla el tiempo suficient e para poder recargar sus piezas de artillería para luego regres ar a descargarlas a quemarropa contra sus enemigos. Mientras tant o los iracundos capitanes españoles intentaban por todos los medios abordar a las naves inglesas, pero una y otra vez las naves inglesas evitaban con gran facilidad ese tipo de ataque. Las descargas de artillería se repet ían con gran frecuencia, pero gracias a la mejor calidad de su equipo y al debido entrenamiento de sus artilleros, los ingleses podían disparar sus piezas con muc ha más frecuencia que sus enemigos. Sin embargo el fuego español no cesaba. Su resistencia estaba lejos de ser vencida. Hacia el norte el Triumph y sus compañeros de menor tamaño seguían navegando hacia la península de Portland Bill. Con la intensidad del combate al sur parecía que su avance había pasado inadvertido. Aquel galeón lideraba al grupo y ya se encontraba muy cerca de esa masa de tierra cuando súbitamente s e detuvo en seco. Desde su barco Don Alons o pudo observar que aquel gran barco se había detenido, a la distancia que se encontraban ninguno de los españoles podía det erminar la causa de aquello, pero ¡probablemente había enc allado! ¡Era una oportunidad dorada que no podían dejar escapar! Como la mayor parte de las naves de guerra españolas ya estaban comprometidas en la lucha contra el grueso de la flot a inglesa, el almirante español mando una señal a sus galeazas: los cuatro grandes híbridos tenían que partir hacia la península y capturar o destruir a la na ve enemiga. En aquellos barcos pronto se izaron las velas y los convictos se pusieron a trabajar sobre sus remos. En cuestión de minutos habían cerrado la distancia y pronto los cañones del Triumph, y los de sus cinco acompañantes, comenzaron a lanzar andanada tras andanada contra las naves españolas, las cuales han de haber podido responder con s us propias bat erías.

Por la siguiente hora y media las naves españolas se enfrentaron a las inglesas, sin embargo durante todo ese tiempo las galeazas no lograron cerrar la distancia con el Triumph para poder lanzar una operación de abordaje, y eventualmente los ingleses se retiraron del área. Bueno, la realidad es que los ingleses les habían tendido una trampa; el Triumph no había encallado, simplement e su capitán había ordenado que el ancla fuera lanzada al mar, por esa razón el barco inglés estaba inmóvil, mientras que sus escoltas aún podían maniobrar. La trampa que habían tendido estaba diseñada para tentar al enemigo a acercarse, porque al este y al sureste de Portland Bill se hallaban grandes bancos de arena, en los cuales barcos de gran calado podrían quedar varados . Pero las galeazas desplazaban menos agua que los grandes galeones, lo que disminuía su posibilidad de encallar, además, el comandante español había mantenido a sus naves a una distancia prudente, eso t ambién le salvó de sufrir una catástrofe. Por lo tanto en un momento dado el capitán del Triumph decidió que su trampa no estaba funcionando, el ancla de esa nave fue izada y el escuadrón simplement e pus o rumbo hacia el sureste, lanzándose contra el Santa Ana y otros barcos que apoyaban a las galeazas. Los ingleses estaban aprovechando un cambio repentino en la dirección que soplaba el viento; ahora soplaba hacia el noreste. Mientras tant o la lucha al sur continuaba. El grueso de la flota inglesa se encontraba peleando contra las principales unidades de la Armada Invencible, cuando el viento cambio de dirección y Lord Howard decidió lanzar sus naves a ayudar al Triumph. Varios barcos ingleses, incluyendo al del comandante-en-jefe, viraron y se lanzaron hacia el norte. Don Alonso estaba alert a y decidió perseguir al comandant e enemigo, a él lo siguieron varios de sus galeones.

Triumph

Howard

Medina Sidonia

2 de agosto: frente a Portland Bill

Pero en un momento de su marcha hacia el norte el galeón San Martín (1,000 toneladas, 48 piez as), y el San Juan (1,050 toneladas, 50 piezas), quedaron en una posición expuesta y los ingleses pront o tomaron la oportunidad que se les ofrecía. El primer barco era el de Don Alonso, el segundo de Recalde. En poc o tiempo los galeones españoles fueron rodeados y recibieron la desagradable atención de los artilleros de la reina. Una tras otra las naves inglesas que se encontraban c erca de los españoles pasaron maniobrando para poder disparar todas sus armas a quemarropa. Una lluvia de proyectiles rodeó a las naves de Don Alonso y Recalde, sin embargo los artilleros y mosqueteros de aquellos barcos continuaron respondiendo al fuego con todas sus energías. Por cerca de media hora las tripulaciones de estas dos naves españolas tuvieron que soportar este asalto, hasta que finalmente varios galeones llegaron en su ayuda. Este último acto marcó el fin de la acción de este día. Nuevamente parec e ser que eran las 1300 horas.

Tras varias horas de intensa lucha los marineros y soldados de ambos bandos han de haber estado agotados. Pero lo que era más crítico para los ingles es, sus bodegas de municiones estaban casi vac ías. El gasto de proyectiles efectuado por los ingleses había sido aú n mayor al que realizaron 31 de julio, por ello esta vez esperaban que los españoles habrían sufrido una gran cantidad de daño, es más, los ingleses habían cerrado la distancia para que más balas dieran en el blanc o. Pero la realidad era descorazonadora, el daño observado en las naves españolas era mínimo, es más las dos naves enemigas que habían soportado el más intenso de los ataques, el San J uan y el San Martín, habían logrado escapar sin dificultad alguna. Efectivamente, los ingleses habían lanzado un diluvi o de proyectiles contra aquella pareja de naves, la bitácora del San Martín indica que ese barc o había sido alcanzado 500 veces por proyectiles de diferentes calibres, varios habían golpeado el casco y los mástiles, pero el daño sufrido era mínimo. La situación de los ingleses era crítica, ni combatiendo a corta-distancia lograban caus arles suficient e daño a los españoles. Ese día el part e oficial report aba la pérdida de 50 muert os y 70 heridos y daños ligeros a varias naves, se habían incrementado las bajas, sin embargo 120 heridos y muertos es una cifra insignificante al compararlo con los 26,000 soldados y marineros que viajaban en la armada. Materialment e los ingleses no estaban logrando nada, pero lo que no podían saber, era que estaban socavando c ada vez más la moral de sus enemigos. Es cierto, cuando finalmente la batalla había terminado las naves españolas simplemente continuaron con su viaje hacia el este, pero cuando toda la conmoción de la acción y la adrenalina desaparecieron, los comandantes de los galeones se encerraron en sus cabinas para redactar sus reportes, y es allí donde muchos se sinceraron. Por segunda vez habían demostrado ser impotentes, la escasa velocidad y capacidad de sus naves era deprimente. A hora más que antes los c apitanes españoles comenzaron a perder la confianza que habían depositado en sus naves. Este día el vient o había estado a su favor, sin embargo sus pesadas naves no eran ni s uficientemente rápidas, ni maniobrables. E ra imposible alcanzar a los ingleses. La frustración pesaba cada vez más sobre los capitanes españoles, pero el avance de la Armada Invencible continuaba, y lo hacía sin más contratiempos que los dados por la naturaleza , sin embargo un importante elemento de toda la ofensiva aún no se había comunicado con la flota-de-bat alla. Des de aquel moment o en el cual la armada había partido de Lisboa se habían enviado pinaces hacia Flandes, los cuales le llevaban al comandante-en-jefe del ejército la import ante noticia de que la flota ya había partido y que pronto llegaría hasta la sección orient al del Canal de la Mancha. La flota-de-invasión tenía que estar lista para el moment o que la Armada Invencible fuera avistada, pero lo extraño era que ninguno de los pequeños barcos mensajeros había regresado con noticias; era imperativo que el Duque de Parma reportara el estado de sus preparativos. Ese mismo día fue enviado otro pinace para investigar lo que estaba pasando.

La acción continúa (3 y 4 de agosto) Durante los próximos dos días no hubo descanso para las tripulaciones de las flot as. Y en las batallas que se suc edieron los comandantes de ambas armadas intent aron diferentes estratagemas para derrotar a sus enemigos. Y he aquí la táctica usada por los españoles. En los minutos que precedieron a las acciones de ambas fechas los ingleses pudieron obs ervar como alguna nave española se encontraba navegando solitaria entre la Armada Invencible y los ingleses. Esos barc os se encontraban peligrosamente expuestos y al parecer estaban en problemas, por lo que parec ía que serían blancos fáciles. El día 3 de agosto fue el turno del Gran Grifón, una nave de 650 toneladas, armada con 38 piezas de artillería (en otras palabras un 650, 38), este barco se hallaba navegando a una gran distancia de la retaguardia española, y en cuestión de minutos los ingleses se lanzaron sobre el como una jauría de depredadores hambrientos. En su expuesta posición la nave española sufrió at aque tras ataque de artillería, pero tras un corto período de tiempo los españoles extendieron las velas de su barco y lograron aumentar la velocidad, dirigiéndose hacia la retaguardia de la Armada. Para ese momento los galeones de la retaguardia ya habían cambiado de rumbo y se dirig ían a apoyar a su camarada. Con seguridad los españoles esperaban que sus enemigos intentaran abordar al Gran Grifón, pero no fue así y cuando los ingleses observaron el contraataque decidieron retirars e hasta una distancia prudente, desde la cual comenzaron a efectuar su usual cañoneo. Al día siguient e fue el turno de los barc os Duquesa S anta Ana (900, 23) y San Luis de Portugal (830, 38). Al igual que el día anterior, estos barcos viajaban entre la retaguardia española y la flota inglesa, presentando una clara oport unidad de ser abordados. Sin pérdida de tiempo los ingleses se lanzaron al ataque, pero nuevamente se contentaron con lanz ar una lluvia de proyectiles sobre las naves españolas,

retirándose a una distancia prudente cuando los barcos de la retaguardia enemiga se acerca ron. La frustración de los capitanes y del comandante -en-jefe español no alcanzaba límites. Pero sí las trampas españolas habían sido evitadas, tampoco podemos reportar que los ingleses encontraron forma alguna de detener el avance enemigo. Durant e ambas acciones los pilotos de los galeones y los transportes artillados ingleses demostraron la gran habilidad con la que ellos podían maniobrar sus naves, además, los artilleros descargaban una y otra vez con gran rapidez sus piezas contra los barcos españoles. Pero estas habilidades no tenían efecto alguno. Incluso en la furiosa batalla del día 4 de agosto podemos observar que Lord Howard había cambiado la distribución de las naves de su flota. En esa ocasión el centenar de barcos ingles es que ya participaba en la lucha fueron divididos en cuatro escuadrones de cerca d e 25 naves c ada uno, y ese día, mientras que uno de los escuadrones se dedicaba a atacar al par de naves españolas que se encontraban rezagadas, los restantes escuadrones fueron dirigidos contra los flancos izquierdo y derecho de la Armada. Con esta división de sus fuerzas los ingleses lograron una mayor flexibilidad, ya que cada comandant e podía dirigir una parte sustancial de la flota hacia los ex puestos flancos de la Armada Invencible, intentando de esta manera desbordar a las unidades de la retaguardia española para poder alcanzar a los vulne rables transportes. Sin embargo la retaguardia española estaba comandada por oficiales experimentados quienes a pesar de todas sus frustraciones no perdieron la calma, por lo que esta unidad fue dividida de manera que cada uno de los escuadrones ingles es fuer a interceptado por algún galeón de gran tamaño, evitando que el enemigo lograra alcanzar a los pesados y vulnerables transportes. Sí, la nueva organización inglesa probó ser tan inefectiva como las trampas españolas.

4 de agosto: La flota inglesa se lanza al ataque

Frobisher

Hawkins

Howard

Drak e

Así es como la situación extremadamente delicada de los ingleses empeoró aún más. Tras cuatro días de int ensos combates los ingleses habían gastado una impresionante cantidad de proyectiles, la s fuentes españolas nos indican que los ingleses habían disparado en su contra cerca de 10,000 balas de artillería de todos los calibres, las que en total les habían causado 167 muertos y 241 heridos. De tal forma que por cada baja sufrida habían tenido que disparar los ingleses cerc a de 40 proy ectiles. Lo único que habían logrado los artilleros ingleses había sido vaciar las bodegas de s us naves , y sin municiones sería imposible reanudar la acción el día siguiente. El día 4 de agosto Lord Howard simplemente observó desde la cubierta de su nave como los barcos enemigos izaban sus velas y volvían a tomar sus posiciones dentro de la formación defensiva.

La Armada Invencible continuaba su viaje hacia el este, y sí el almirante inglés quería reanudar la acción tendría que esperar la llegada de barcos que le trajeran municiones, además, aún esperaba el arribo de los barcos del Escuadrón-Orient al.

Una madrugada caótica (8 de agosto) El atardecer del jueves 4 de agosto trajo a los agot ados marineros, soldados y artilleros de ambos bandos un merecido descanso; ellos habían luchado por tres días consecutivos. A la mañana siguiente los españoles fueron llamados nuevamente a sus puestos, la flota inglesa se podía discernir a la distancia, sin embargo, por los siguientes tres días los barcos de la reina simplement e siguieron de lejos a la Armada Invencible. La única actividad que se podía observar era el constante arribo y la partida de una gran cantidad de naves de escaso tamaño. Aquellas traían las balas y la pólvora que Lord Howard había solicitado. Desde la distancia los españoles les observaban atentament e, y desde los capitanes hasta los marineros, todos sabían lo que significaba, pronto se reanudaría la acción. Y mientras los soldados, marineros, y oficiales, de la A rmada esperaban, Don Alonso tenía que t omar algunas decisiones de import ancia. Desde el inicio de la campaña una gran cantidad de pinaces habían sido enviadas a Flandes urgiendo a Parma a que diera un reporte de la situación de su ejército. Pero hasta ahora ninguna de las naves enviadas a ese bastión español había regresado con informe alguno. La falta de comunicación con la flota-de-invasión era preocupante, pero también había una fuente de alegría, el sábado 6 de agosto la flota había llegado a inmediaciones del puerto franc és de Caláis, de dicha localidad hasta Dunkerque, uno de los puertos donde podrían hallar al Duque de P arma y sus soldados, solo quedaban c erca de 40 kilómetros. A una velocidad de un par de nudos los es pañoles estarían frente a Flandes en menos de once horas. Ya estaban muy cerca de realizar la tan esperada unión con la flota-deinvasión. Y he aquí que llegar hasta Flandes presentaba otro dilema para Don Alonso. Las aguas en las que se encontraban en este momento los españoles, c erca de Caláis, eran relativamente calmas, ese era el extremo oriental del Canal de la Mancha, pero s í la flota continuaba con su avance hacia el este, para llegar a Dunkerque y a los restant es puertos españoles en Flandes, se adentraba a las aguas del Atlántico Norte, las cuales usualmente eran barridas por peligrosas tormentas. Y lo que era peor, más allá de Caláis no existía ningún puerto español que pudiera albergar a la totalidad de la Armada Invencible, ni a las unidades de mediano y gran tamaño de la flot a, porque estas últimas eran de gran calado. Por lo tanto, de tener que esperar a las naves de la flotilla-de-invasión de Parma frente a Flandes, en las aguas del Atlántico Norte, los españoles se arriesgaban a que su armada fuera dispersada por alguna tempestad, dejándola vulnerable a un ataque. Esto no sería ningún problema sí la flotilla-de-invasión de Parma estuviera preparada para partir, los barcos de la armada simplemente llegarían hasta Flandes, se reunirían con las barcazas de Parma y las escoltarían a través de la flota inglesa. Los cañones y culebrinas de la reina no los podrían detener. Y he allí el problema de Don Alons o, él tenía que tomar una decisión: aventurarse más allá de las aguas relativamente s eguras del c anal, internándos e en las aguas del Atlántico Norte y arriesgándose a que s u flota fuera dispersada por una repentina tormenta ó anclar cerca de Caláis  hasta que llegaran noticias del ejército. Don Alonso no podría arries garse a que su flota fuera derrotada. L a A rmada Invencible esperaría en donde se hallaba hasta que llegaran noticias de Parma. La decisión ya había sido estaba tomada, cuando ese mismo sábado arribó, finalmente, uno de los pinaces que con anterioridad había partido hacia Flandes. El comunicado que traía el oficial de esa nave fue como una cubetada de agua fría sobre las es peranzas de Don Alonso: la flotilla y los soldados de P arma no estaban listos, es más tendrían que pasar 6 días más para que la totalidad de la fuerza de invasión estuviera lista para partir. Don Alonso no tenía ot ra alternativa, la flot a tendría que esperar donde s e encontraba y resistir durante los siguientes seis días los ataques de un enemigo al cual no podían derrotar. 

Los franceses se mantuvieron neutrales en este conflicto y no podían permitir el ingreso de naves españolas a ese gran puerto.

Margate Dover

Flota inglesa

Flota española

Dunk erque

Caláis

Anochecer del 8 de agosto

Pero, ¿qué había pasado?, ¿porqué Parma y sus soldados no estaban listos para partir? Bueno, los españoles tenían que culpar al frágil sistema de comunicaciones de la época y a la desafortunada cadena de event os que había enfrentado su flot a. Desde el momento en el cual la Armada Invencible había dejado Lisboa, el 30 de mayo de 1588, los españoles habían enviado varias naves de enlace para informarle al comandant e del ejército que la flota y a había partido, desde es e momento tendría que iniciar sus preparativos para partir, sin embargo, como recordaremos, en el camino los españoles tuvieron que enfrentarse a varios temporales que detuvieron su avance, primero t uvieron que internarse en La Coruña por varios días, y solo hasta el 23 de julio la Armada pudo ponerse nuevamente en marcha. Con casi t odo un mes de retraso, las tropas y provisiones de P arma no podían ser embarcadas hasta recibir una clara confirmación de la situación y la ubicación de la flota. Luego, cuando la Armada se hallaba a medio Golfo de Vizcaya, y a medio camino de Flandes, el 25 de julio, part ía otro pinace con la nueva ubicación en la que se encontraba la flota. Siete días más tarde, el 1º de agosto, el importante mensaje llegaba a manos de Parma: la flota estaba a medio camino y pront o llegaría a Flandes. Tenía que actuar de inmediato. El comandante del ejército no perdió tiempo alguno y desde ese momento mensajes partieron de su cuartel-general en todas direcciones, en las alforjas de los oficiales de enlace iban órdenes de partida para las unidades del ejército que participarían en la ofensiva, pero tomaría algo de tiempo para poder reunir y embarcar a los 27,000 soldados del ejército, sus caballos, piezas de artillería y provisiones. No existía otra opción, la Armada Invencible tendría que esperar. Sí, los españoles tendrían que esperar frente a Caláis, pero a menos de un kilómetro y medio de donde ellos se encont raban los comandantes ingleses deliberaban sobre cual tendría que ser su próxim o paso. Por el momento Lord Howard ha de haber sentido algo de aliviado, la Armada Invencible había detenido su avance. El almirante inglés no sabía porque razón los españoles habían decidido detenerse, sin embargo su enemigo podría levar anclas en cualquier momento y res umir su avance. Era imperativo actuar tan pront o como fuera posible. Y mientras Lord Howard y sus consejeros buscaban la forma de asestar un golpe de muert e a los españoles, las naves de abastecimiento continuaban arribando con municiones y provisiones. Además, hacia el este se divisaron las velas de un gran número de naves , finalmente, tras seis días de espera, las 34 naves del Escuadrón-Oriental arribaban al área de batalla, elevando el número de naves ingleses hasta 140, incluyendo 42 galeones y transportes artillados de mediano y gran tamaño. Obviamente la llegada de esas naves ha de haber aumentado la moral de los ingles es, mientras que al mismo tiempo, al presenciar el arribo de refuerzos para el enemigo, el estado de ánimo de los españoles ha de haber sufrido otro golpe. Los ataques en su contra se reanudarían en poco tiempo y con seguridad serían mucho más intensos. Pero aquel día no habría combate, la unión de los escuadrones ingleses se había efectuado entrada la tarde y pronto cayó la noche. Temprano al día siguiente se volvió a convocar a los oficiales de alto rango de la flota a otra reunión a bordo del Ark Royal, y ésta pronto rindió frut os, porque se acordó que el mejor método de ataque contra la Armada Invencible, que ahora estaba inmóvil, sería lanz ar contra los españoles varios barcos-incendiarios, y lo harían en un moment o en el cual el enemigo estaría poco preparado, lo

harían en la madrugada del día lunes 8 de agosto, y dependiendo del éxito del ataque lanzarían a toda su flota cont ra los españoles. Según lo planeado se preparó una pequeña flotilla de 8 barcos-incendiarios, el más pequeño con un desplazamiento de 90-t oneladas, y los restantes siet e tendrían de 150 a 200. Obviamente no eran grandes ni eran las más modernas de las naves inglesas , sin embargo no nec esitaban serlo, porque lo único que s e esperaba de ellas era atiborrarlas con materiales combustibles a los que s e les prendería fuego, y antes de ser cons umidas por las llamas las lanzarían c ontra los barcos españoles , y aquellas naves que fueran chocadas o que quedaran en el camino de los barcos -incendiarios podrían convertirse en piras funerarias. Así de simple. Tan pronto como las órdenes arribaron a las naves elegidas los capitanes se dedicaron a preparar sus embarcaciones para ser sacrificadas. Obviamente los tripulantes de aquellas naves reunieron sus escasas pertenencias para ponerlas a salvo, y luego se ocuparon de llenar las bodegas de las mismas con todos los materiales inflamables que pudieron reunir. Para la madrugada del lunes los ingleses estaban listos. Los fuegos artificiales podían comenzar. A la hora indicada las velas de los barcos-incendiarios fueron desplegadas, y poco a poco aquellos comenzaron a ganar velocidad. Por varios minutos las tripulaciones de aquellas naves tomaron todo el cuidado posible para dirigirlas en la dirección correcta, y en el último momento posible los timones de las embarcaciones fueron trabados para seguir con el rumbo, y antorchas fueron lanzadas a diferentes lugares. Ahora las tripulaciones podían escapar hacia los botes que les esperaban. A la distancia los restantes ingleses en la flota observaban ansiosos la partida de las naves y como la int ensidad de las llamas iba en aumento . E n cuestión de minut os 8 barcos-incendiarios golpearían el fondeadero donde cerca de 150 naves españolas se hallaban ancladas. La bibliografía que he consultado no indica que aquella fuera una noc he iluminada por la luz de luna, sin embargo sabemos que desde el momento que las llamas comenzaron a esparcirse a lo largo de los barcos incendiarios los vigías españoles gritaron a todo pulmón la señal de alarma. ¡Naves ingles as se acercaban! Pero desde aquel momento en el cual Don Alons o había decidido anclar frent e a la costa francesa, reconoció que su posición era extremadamente vulnerable a un ataque enemigo, por lo tanto había desplegado varios pinaces en un perímetro defensivo que le mantendrían bajo alerta, y de acuerdo a sus órdenes, tan pronto como reconocieron el peligro que se acercaba las tripulaciones de aquellas naves entraron en acción. Ellos tenían que detener a los barcos en llamas que se ac erc aban, y para ello se les acercarían y usarían garfios de abordaje para enganchar a la nave enemiga, para luego alterar su rumbo, evitando que siguieran con su marcha hacia el atracadero de la Armada. Los marineros españoles no solo tenían que tener una gran habilidad para poder interc eptar y remolcar a las naves enemigas, pero además ellos tenían que actuar con rapidez, con cada minuto que pasaba las llamas que se alzaban en las cubiertas de los barcos ingleses pasaban a ser más intensas y dificultarían su trabajo. Pero a pes ar de que era una tarea peligrosa, los marineros españoles lograron des viar al primer par de barcos -incendiarios. Más naves del perímetro defensivo se unieron a los es fuerzos de sus c amaradas, pero es en este moment o recibieron una desagradable sorpresa. Como parte del plan inglés se había ordenado que las piezas de artillería de los barcos-incendiarios no fueran retiradas y eso no es todo, se les había cargado con pólvora y proyectiles. Y he allí la desagradable sorpres a que les esperaba a los españoles, a medida que ellos se acercaban a las restantes 6 naves inglesas sus piezas de artillería, calentadas al rojo vivo, c omenzaron a dispararse por sí solas. Una tras de otra aquellas armas dispararon su letal carga, obviamente no era un fuego controlado, sin embargo las descargas aumentaban dramáticamente el peligro al que se exponían las tripulaciones españolas, y eso no es todo, los disparos han de haber convencido a los capitanes españoles que existía otra posibilidad, las bodegas de los barc os-incendiarios podrían estar repletas de explosivos; ante es e peligro los oficiales a cargo de los ligeros pinaces optaron por alejarse a toda velocidad de la zona. Ahora los barcos-incendiarios podían continuar con su marcha sin interrupción algun a. Para ese momento ya las cubiertas de las restantes naves de la Armada estarían atiborradas con cientos de marineros, soldados y oficiales, quien es observaban con gran angustia los intentos de sus camaradas por detener el ataque de los barcos-incendiarios; inicialmente habían visto como dos naves enemigas eran alejadas de su atracadero y llevadas hacia una playa francesa donde no causarían daño alguno, pero, como vimos, aquel momento de regocijo duraría poco, porque repentinamente pudieron escucharse una tras de otra las detonaciones de las piezas de artillería que encontramos en las naves inglesas, y con cada descarga part ían hacia el cielo grandes nubes de chispas y restos ardientes de las naves atacantes. Y desalentados vieron como sus pinaces se aleja ban a toda velocidad, ahora nadie detendría a aquellas naves. Ha de haber sido un espectáculo aterrador, al que se le unía aquella t errible idea, todos pens aban que las naves inglesas podían estar repletas de ex plosivos, que podrían estallar en cualquier moment o. De

inmediato las tripulaciones de las naves ancladas se lanzaron a sus puestos. ¡Tenían que huir! Las velas fueron desplegadas de inmediat o, además no había tiempo para levar anclas, y simplemente cortaron los cables. Atención lector, los españoles no izaron sus anclas. Para partir con mayor rapidez los marineros simplement e cortaron los cables, sin siquiera marcar el lugar donde las habían dejado y partieron hacia mar abierto. Ese acto nos lleva a un punto muy interesant e: Don Alonso había reconocido que existía una gran posibilidad de que su flota fuera atacada por barcos -incendiarios, y por ello había asignado varias naves a su perímetro exterior para detener ese ataque, pero en caso de que sus naves fallaran en su misión existía un plan de emergencia. Todos los barcos de la flota tenían autorización de cort ar los cables de sus anclas, pero al mismo tiempo tenían que dejar boyas que marcaran el lugar donde las habían dejad o, de es a manera luego las recuperarían. Solo después de realizar esa operación las naves podrían partir hacia mar abierto. Pero en esa madrugada los españoles no lo hicieron y simplement e escaparon a toda pris a. Ese es un claro indicio que el pánico se había apoderado de ellos. Los barcos-incendiarios se acercaban, y las naves de la Armada Invencible se esparcieron hacia el este. Es interesante observar que los españoles tuvieron tiempo suficiente para escapar y que ninguna de las naves de s u flota fue alcanzada por los barcos-incendiarios. Aquel ataque no había causado ningún d año material a parte de la perdida de las anclas, es más los ingleses no habían atiborrado las bodegas de sus naves con ex plosivos, por lo que las tan esperadas explosiones no se produjeron. Pero más allá del desalentador efecto material, el efecto moral del as alto fue descomunal. Al amanecer de aquel caótico día solo cinco grandes galeones de guerra de la Armada Invencible habían seguido las órdenes de su comandante, que eran retornar de inmediato al punto en el que los barcos habían estado anclados horas antes. Estas naves eran el S an Martín (1,000, 48), el San Juan (1,050, 50), el San Marcos (790, 33), y probablemente el S an Felipe (800, 40) y el San Mateo (750, 34). El primero de aquellos era el barco de Don Alonso, el segundo era el galeón del vicealmirante. Además todas estas naves pertenecían al Escuadrónde-P ortugal. Pero lejos, hacia el este y hacia el norte estaban los restantes 145 barcos de la Armada Invencible.

Los ingles es habían reconocido que la fortaleza de los españoles se encontraba en dos cualidades, la primera; los galeones iberos podían absorber con relativa facilidad el daño causado por el fuego de las culebrinas inglesas, la segunda; mientras que el gran convoy de trasportes pudiera ser protegido por los galeones la Armada Invencible podría llevar a cabo su misión de lanzar una invasión cont ra Inglaterra. Pero ahora la situación era favorable. Después de todo el ataque de los barc os-incendiarios les había dado a los ingleses una gran ventaja: la flota española había sido dispersada y no podría efectuar una defens a coordinada, era el momento adecuado para lanzar un at aque contra los vulnerables transportes, y con suerte un gran número de ellos podrían ser capturados o hundidos. En las naves inglesas las jubilosas tripulaciones ocuparon s us puestos de batalla. Los artilleros y sus ayudantes prepararon sus armas, y los escasos soldados prepararon mosquetes y armas blancas, mientras que experimentados marineros trabajaron afanosamente los aparejos con los cuales controlaban las velas y los mástiles. Pronto 13 galeones pesados y medianos de la reina Elizabeth formaron cinco puntas de lanzas, y tras esas poderosas unidades llegaban decenas de galeones y transportes artillados de menor tamaño. Pronto las proas de esas naves se dirigieron hacia el este en busca de presas fáciles. ---------------------------------Desde el primer encuentro entre las flotas los españoles habían confiado su defens a a una poderos a escolta integrada por cerca de dos docenas de galeones modernos y de gran tamaño. Pero ahora solo cinco de ellos estaban en posición de interc eptar a los ingleses , y desde los castillos de popa de esos barcos los oficiales allí reunidos pudieron obs ervar como el enemigo desplegaba sus velas y se dirigía hacia los dispersos elementos de su Armada. Con frecuencia cuando leemos lo que ha sucedido en más de alguna batalla, vemos como los últimos sobrevivient es de una unidad diezmada ya no pueden tolerar la situación, y cuando ellos observan que se acerca un enemigo, en un abrir y cerrar de ojos estos últimos hombres rompen filas y huyen a toda prisa. No fue el caso de los españoles. Los capitanes de esos cinco galeones exhortaron a sus hombres a que ocuparan sus puestos y se prepararan para defender a sus camaradas. Pronto las velas de sus naves fueron desplegadas y los pilotos simplemente trazaron cursos de intercepción. -----------------------------Cuat ro de las columnas inglesas se dirigieron en línea recta contra las cinco naves de Don Alonso, decenas de barcos c ontra solo cinco galeones españoles, era un blanco tentador, mientras que la quint a columna, aquella que estaba bajo el mando de Lord Howard, se lanzó cont ra otro blanco fácil que había sido descubierto en las cercanías de Caláis. Cerca del puert o francés se podía observar como una de las grandes galeazas de la Armada se dirigía con dificultad hacia el puerto francés. Era el S an Lorenzo (600,

50), el cual había sido gravemente dañado durante la desbandada de las naves españolas. Por un moment o pareció que aquella nave lograría llegar al puerto francés ant es de ser interceptada, pero la suerte no les sonrió a los españoles. Antes de llegar al santuario que era aquel puerto neutral el barco encalló. La nave española ya no podría escapar, y contra ella fueron enviados numerosos botes de remos atiborrados de soldados y marineros ingleses. Los españoles no estaban dispuestos a rendirse y se defendieron con todo lo que t enían a su disposición, pero era una lucha desigual, y tras varios minutos la gran galeaz a fue capturada, pero solo después de que su capitán muriera cuando una bala le destrozó el cráneo. Finalmente, tras varios días de intensos combat es, otra nave española había sido capt urada, pero no fue una victoria total, porque no se le pudo liberar del banco de arena contra el cual había encallado. Todo lo que pudo ser movido fue retirado de la nave, pero los restos de la misma simplement e se pudrieron frente al puert o de Caláis hasta que desaparecieron por completo.

La Armada

Don Alonso

Ingleses

Madrugada 8 de agosto: La Armada Española es desorganizada por el ataque nocturno inglés La captura de la valiosa galeaza tomó su tiempo, el escuadrón de Lord Howard estuvo entret enido en esta acción durante un par de horas, sin embargo cuando finalizaron con su tarea, las detonaciones de centenares de piezas de artillería aún se oían hacia el noroeste, por ello los pilotos de las naves de aquella columna pronto dirigieron las proas de sus naves en aquella dirección. Hacia las 0800 horas el escuadrón de Drake fue el primero en entrar en contacto con las 5 naves de Don Alonso. El primer barc o de su columna era su propio Revenge (500, 40) seguido de c erca por el Nonpareil (500, 39) y tras ellos llegaba el resto. Uno tras otro aquellos barcos descargaron sus armas contra los galeones españoles, pero en lugar de dar media-vuelta y continuar manteniendo la presión sobre el enemigo Drake simplemente continúo con su viaje hacia el este. Obviamente, su objetivo principal eran l os vulnerables transportes y el valioso contenido de sus bodegas. Es muy probable que la motivación de Drake fuera puramente financiera, como lo había demostrado anteriormente, pero al lanzar a su escuadrón contra el desorganizado grueso de la flota española lograría mantener a los españoles dispersos. Y he aquí que su codicia podría ayudar a la causa común inglesa. Una de las razones por la cual los españoles habían logrado llegar hasta Caláis era que mientras la Armada pudiera recuperar su formación defensiva lograría defenderse de los asaltos ingleses , por lo tanto, consciente o inconscient emente, el oficial inglés estaba actuando de la manera correcta, mientras los españoles no lograran unir sus unidades sus posibilidades de resistir los ataques disminuían. Así, mientras Drake partía hacia el noreste tres escuadrones de la flota ingles a se lanzaron contra los cinco galeones que les cerraban el camino. Que lucha más desigual. En un momento dado solo el San Martín tuvo que soportar sucesivos ataques de 24 naves de guerra. Pero desde los arruinados castillos de proa y de popa de las naves españolas los mosqueteros y arcabuceros dis paraban sus armas, mientras que en los puentes inferiores los agotados artilleros respond ían el fuego. Pero esta vez, una tras otra las piezas de gran calibre de las naves españolas fueron silenciadas al sufrir impactos directos. Aun así, los españoles se defendían, mientras los cascos de sus naves soportaran la violenta lluvia de balas ellos seguirían luchando. Es más, el sacrificio de aquellos marineros, soldados, y oficiales, no fue en vano. El ataque contra

los cinco galeones mantuvo ocupado al grueso de la flot a inglesa, ganando el tiempo s uficiente para que los capitanes de los restantes galeones de gran tamaño de la Armada recuperaran su compostura. No sabemos con claridad la forma en la que la acción se des arrolló. Sin embargo algunos de los galeones de guerra es pañoles lograron interponerse entre Drake y los trans port es. Mientras que otros arribaron al lugar donde los cinco barcos de Don Alonso mantenían ocupado al grueso de la flota inglesa. Pronto varios galeones españoles se habían formado a los costados del barco de su comandante-en-jefe. Nuevamente el combate fue a muy, pero muy corta distancia. Una acción que dur ó des de las 0800 hasta las 1600 ó 1700 horas. Nueve horas de intensa lucha, las cuales fueron finalmente int errumpidas por el agotamiento de las tripulaciones, por una intensa lluvia qu e cayó sobre el área de batalla y por la falt a de municiones en las naves inglesas. Gracias a las detalladas bitác oras mantenidas en las naves españolas podemos conocer con lujo de detalle los daños sufridos por las unidades de la Armada Invencible. En el galeón S an Felipe cinco grandes cañones de estribor y un gran cañón de popa fueron silenciados por el fuego de las naves inglesas, además los castillos de proa y de popa, y las velas y aparejos, habían sido acribillados por las balas; en el S an Mart ín se reportaban 107 impactos en su casco, de estos, algunos pusieron en peligro a la nave, ya que por primera vez le agujerearon el casco cerca de la línea de flotación. Solo la acción de carpinteros, quienes se lanzaron a sellar los boquetes con parches de plomo, pudieron detener al agua que se precipitaba dentro del casco. Y la lista continuaba, el San Juan de Sicilia, el Gran Grifón, La Trinidad Valencera y el Santa María de la Rosa, ent re otros, sostuvieron graves daños bajo la línea de flotación pero aún as í para la noche de ese día los tripulantes de estas naves lograron repararlas y se integraron a la flota. Pero no todas las unidades de la Armada lograron sobrevivir a la acción del 8 de agosto. Durante la intensa batalla de es e día los es pañoles sufrieron su primera perdida ocasionada directament e por el fuego de las naves inglesas. Fue tal el daño recibido en el María J uan (665, 24), que esta nave se fue a pique durante la tormenta que azotó el área donde la batalla se había desarrollado. Más tarde otros barcos se unirían a la triste lista de naves p érdidas. El San Mateo recibió tal cantidad de daño durante la acción, que es a noche su piloto recibió la orden de guiar su nave hacia Flandes, donde s e esperaba encallar cerca de alguna playa controlada por sus compatriotas. Más tarde otro barco siguió es e rumbo, era el San Felipe. Ninguno de ellos lo lograría. A la mañana siguiente, tras una corta pero dura lucha, naves holandesas capturaron ambos galeones. Como resultado de los combates del 8 de agosto los españoles perdieron a tres barcos de guerra y varios más estaban seriamente dañados, junto a cerca de un millar de muertos, heridos ó prisioneros. Las mayores pérdidas sufridas por los españoles en un solo encuentro. Es más, ellos habían sido empujados fuera de las aguas del canal, y al anoc hecer se hallaron en el peligroso Mar del Norte, y ya no podían regresar, porque los ingleses les bloqueaban el camino de vuelta.

Una decisión dif ícil Desde el 31 de julio, hasta el 8 de agosto, las naves de la Armada Invencible del rey Felipe II, monarc a de España, se habían enfrentado en un duelo a muerte contra las naves de la reina Elizabeth de Inglat erra. Durante aquellos nueve días ambas flotas se habían enfrentado cinco veces, y en t odas esas ocasiones las naves inglesas demostraron que eran tecnológicamente superiores a los galeones españoles, no solo podían maniobrar con mayor facilidad y eran más rápidas, escogiendo el mejor momento para luchar, pero además tenían una may or cadencia de fuego. Sin embargo los barcos españoles habían sido capaces de absorber el terrible castigo inflingido por las piezas de artillería inglesas. Durante esas cinco acciones las naves de la reina habían disparado miles de proyectiles de t odos los tamaños c ontra los españoles, una gran cantidad de aquellos barc os sufrieron impactos directos, pero solo tres galeones y una galeaza fueron hundidos o capturados por la acción directa de los ingleses, las otras dos naves que había perdido la A rmada Invencible en aquel período de tiempo solo habían sido capturadas tras sufrir accidentes. Además, es cierto que el día 8 de agosto una gran cantidad de naves de guerra españolas habían sido dañadas, sin embargo ellas estaban aún en posibilidad de continuar navegando. La Armada Invencible aún era una enemiga formidable al que los ingleses tendrían que enfrentarse. El martes 9 de agosto el viento sopló hacia el noreste, si los españoles deseaban regresar a las aguas del canal tendrían que realizar las complicadas maniobras de tacking, para poder viajar contra el viento, pero al hacerlo se expondrían a sufrir ataques, por ello el almirante español y sus consejeros, que s e encontraban en este momento en el San Martín efectuando una reunión del consejo -de-guerra, decidieron que por el momento no era prudente enfilar hacia el oeste, y solo lo harían hasta que el viento soplara en

aquella dirección. Pero eso no es todo, aquel día tomaron una decisión trascendental, sí la dirección en la que el viento soplaba no cambiaba en los próximos días, se ordenar ía una retirada-general hacia España, y como el viento estaba soplando hacia el nort e, el viaje de regres o hacia su patria lo harían circunvalando las islas inglesas. Con ese plan en mente terminó la sesión y cada comandante regresó a su res pectiva nave, mientras tanto se organizó nuevamente una retaguardia, integrada por la misma nave de Don Alonso, la cual era escoltada por cuatro galeones y las tres galeazas restantes. A la distancia se podían observar a los 109 barcos de la flot a ingles a. En el camarote del Ark Royal, Lord Howard y sus capitanes se reunieron para elaborar su propio plan de acción. A lo lejos los vigías de s u nave podían obs ervar como las unidades de la A rmada Invencible volvían a formar una sólida mas a. Tomando en cuent a la posibilidad que el ejército español ac antonado en Flandes pudiera partir en sus lanchas de asalto hacia Inglat erra, Lord Howard tomó la decisión de despachar el escuadrón de Seymour de vuelta hacia la desembocadura del Támesis, donde aquellas naves podrían reaprovisionarse de municiones y vituallas y además, estarían en una posición ideal para interceptar cualquier intento de los españoles por invadir Inglaterra. Pero eso no es todo, la crónica escasez de municiones había llegado a su punto más crítico. Ya no tenían más balas en sus bodegas, la acción no podría reanudarse hasta que fueran reaprovisionadas sus naves, así que el comandante-en-jefe inglés y sus capitanes tendrían que esperar hasta que más vituallas llegaran, por el momento solo se mantendrían una distancia prudente de sus enemigos, rezando por que los españoles no intentaran regresar al canal. Era una situación delicada para ambos bandos, cuando algo interesante sucedió. Ese mismo día 9 de agosto, el comandant e-en-jefe español creyó que los ingleses se disponían a lanzar un nuevo ataque. A bordo de las siete naves de su retaguardia las tripulaciones prontamente oc uparon sus puestos de batalla, además Don Alonso envió a varias naves ligeras a comunicar a los capitanes de las restantes naves de la Armada que regresaran a apoyarle. Le es peraba una desagradable sorpresa. Más de la mitad de los capitanes de galeones que viajaban con el grueso de la flora rehusaron seguir sus órdenes y simplemente permanecieron en el norte. Este fue un momento decisivo. La moral de una buena parte de sus oficiales finalmente había sido aplastada tras varios días de frustrante acción. La Armada Invencible había perdido su temple. Afort unadamente para los españoles el ataque inglés nunca s e materializo, sin embargo el acto de abierta rebeldía no podía ser pasado por alto. Un par de días después veinte oficiales que des obedecieron las órdenes fueron llamados al S an Mart ín, donde se les enjuicio. A t odos se les reprendió severamente, pero para uno de ellos la pena fue la máxima, ho ras más tarde ese oficial moría en la horc a. Es important e observar que aquel hombre era un amigo cercano de Don Alonso, con ese acto el comandant e-en-jefe les daba un claro ejemplo a los demás capitanes cual sería el castigo a una fut ura insubordinación. Pero eso no es todo, esa fue la gota que colmó el vaso. Don Alonso reconoció que la ofensiva había fracas ado, era el moment o de llevar de vuelta a España a la flota que su monarca le había confiado. Lo interesant e es que para ese momento su flota-de-batalla estaba, en términos materiales, aún intacta. Desde el 10 de agosto las proas de las naves es pañolas fueron dirigidas hacia el norte, alejándose con cada día que pasaba un poco más de las aguas del Canal de la Mancha, a la distancia se podían obs ervar como los escuadrones ingleses les seguían el paso, hasta que finalmente, en la mañana del sábado 13 los vigías iberos ya no lograron detectar la presencia de la flota enemiga. Lord Howard había decidido ya no continuar siguiendo a los españoles para que sus naves pudieran reaprovisionarse con municiones y alimentos, en cambio dejó atrás a un puñado de pinaces para que continuaran vigilando los movimientos del enemigo. En los primeros días del viaje de retorno el viento sopló en la dirección deseada, de esta manera la flot a logró avanzar con gran facilidad a lo largo de la costa este de Inglaterra y Escocia, llegando el día 21 de agosto a las Islas Orkneys, las cuales se hallan entre el Mar del Norte y el Océano Atlántico. La Armada Invencible había recorrido cerca de 560 kilómetros en una semana. Sí el clima se mantenía relativament e tranquilo Don Alonso podría regresar a España con el grueso de la flota, sin embargo no sería así. El 18 de septiembre dos depresiones t ropicales se adentraron en el Atlántico, uniéndose el 20 de septiembre al noroeste de Escocia. ¡La flota española había sido atrapada por un furioso huracán!



Aunque ya se habían ido a pique algunos de los galeones que habían sufrido daños en los comb ates anteriores.

Lo que no habían logrado los ingleses con el fuego de su artillería lo logró la naturaleza. La Armada Invencible fue destrozada por el embate de grandes olas y vientos huracanados. De 130 naves que habían ingresado a las aguas del Canal de la Mancha, solament e 70 lograron regresar a puertos españoles. La Armada Invencible había perdido 60 barcos: 4 eliminadas por las armas inglesas y holandesas, 2 capturadas por los ingleses tras sufrir accidentes, 19 encallaron en las costas de Escocia e Irlanda, y 35 simplement e desaparecieron sin dejar rastro alguno. Aquella cifra representa una perdida del 46% de las embarcaciones que habían partido de La Coruña. En lo que respecta a las pérdidas en vidas humanas los españoles reportaron la muerte de cerca de 3, 000 marineros y 10,000 s oldados un 44% de los hombres que habían sido embarc ados. En directo contraste los ingleses no perdieron 10 de agosto: una sola de sus naves en las bat allas que se comienza el sucedieron a lo largo de las aguas del Canal de la viaje de vuelta Mancha. Además, solo report aron un centenar de de la Armada muert os y heridos en combate. Sin embargo existe Invencible hacia una muy triste nota sobre pérdidas ingles as que se España sucedieron en los días posteriores a la victoria sobre la Armada Invencible. Días después que la flota de la reina Elizabet h regresara a sus puertos una terrible epidemia diezmó a las victoriosas tripulaciones. De los 16,000 marineros y soldados que partieron de Inglaterra prestos a defender su tierra, 8,000 habían fallecido a finales de ese mismo año.

El final de la guerra Los súbditos de la reina Elizabet h I, habían alcanzado una impresionante victoria sobre un poderos o enemigo, sin embargo España aún representaba una seria ame naza, ya que sus recursos podían ser nuevamente acumulados para continuar c on el conflicto, y efectivamente, esta guerra se extendió por otros dieciséis años, llegando a su final en 1604, pero nunca más verían los ingleses aparecer ante sus costas a una fuerza de invasión española. Como parte de los acuerdos de paz firmados por representantes de am bas naciones los españoles reconocieron la creación de un estado protestante independiente que tendría bajo su jurisdicción a los territorios que habían liberado los holandeses durant e su cruenta y larga lucha de independencia, sin embargo los españoles continuarían controlando las provincias de Flandes. Pero aquel trat ado de paz no trajo una solución al problema fundamental: la intolerancia religiosa que existía entre protestantes y católicos. Los líderes de ambas corrientes siguieron ejerciendo su obstinada política de cero-tolerancia contra la propagación de ideas y costumbres opuestas a las propias. Este estado de tensión constante no podría tener más que un solo desenlace, un par de décadas después de la firma de los tratados de paz los ejércitos protestantes y católicos volvieron a enfrentarse sobre suelo europeo, en un conflicto que sería conocido como la Guerra de los Treinta Años, el cual estaría marc ado por terribles actos de brutalidad contra civiles católicas y protestantes.

Conclusiones desde el punto de vista del combate-naval Este es el cuarto ejemplo de batallas-navales presentado en esta serie de libros. En este caso los principales protagonistas fueron los barcos-aparejados, ó equipados con un sistema de propulsión que requería de la fuerza del viento. Desde el punto de vista estratégico el desastroso final de la Armada Invencible no trajo consigo el final del conflicto, España aún tenía los recursos necesarios para continuar con la lucha, y su monarca no estaba dispuesto a rendirse ante los ingleses ni ante los rebeldes holandeses. Sin embargo la derrota que había sufrido influiría en el desenlace de la guerra, en el cual tuvo que renunciar a los territorios holandeses.

Desde el punto de vista táctico, la maniobrabilidad y velocidad de los nuevos galeones-de-carrera le dieron a los ingleses una superioridad que los españoles no podían igualar de ninguna manera, y era tan marcada aquella superioridad que convenció a los españoles que todo estaba perdido, aún cuando ellos no habían sufrido daños materiales de import ancia. Tengo que hacer énfasis en ese punto: las piezas de artillería con las que estaban equipadas las naves inglesas probaron ser amarga ment e ineficientes, inclus o cuando esas armas eran disparadas a corta-distancia no lograban causar una verdadera impresión en los galeones españoles, y solo en el último día de batalla, el 8 de agosto, cuando la totalidad de la flota ingles a se enfrent ó contra solo cinco galeones españoles y se combatió c asi a quemarropa, lograron las piez as de artillería causar una cantidad sustancial de daño. Reconozcámoslo nuevamente, los barcos son plataformas móviles que requieren de un adecuado balance entre su capacidad ofensiva y defensiva. Los galeones-de-carrera eran el logró tecnológic o naval más grande de su época, pero sin la artillería adecuada, esas naves no podrían cumplir con su cometido. La Armada Invencible solo fue derrotada porque los hombres que encont ramos en sus barcos habían perdido la fe en su causa. Eso les trajo un amargo final. Así de simple.

Bibliografía recomendada para la Armada Invencible : 1. J.F.C. Fuller, A Military Hi story of the Western World, Da Capo Press, 1955; 2. J.F.C. Fuller, Armament & Hi story, Da Capo Press, New York, 1998; 3. Victor Aguilar-Chang, Combate-Naval 1: Galeras de Guerra, Guatemala, 2005; 4. Victor Aguilar-Chang, Conventional Warfare, Guatemala, 2004; 5. Nathan Rosenberg & L. E. Birdzell, Jr., How the West Grew Rich, Basic Books, Inc., Estados Unidos de América, 1986; 6. Philip J. Haythornthwaite, Invincible General s, Indiana University Press, Indianapolis, 1991; 7. Peter Young, Máquinas de Guerra, Editorial Grijalbo, México, 1975; 8. William Ledyard Rodgers, Naval Warfare under oars, Naval Institute Press, Annapolis, Maryland, 1940; 9. Brian Tunstall, Naval Warfare in the Age of Sail, Wellfleet Press, New Jersey, 1990; 10. Brian Lavery, Nel son’ s Navy, Naval Institute Press, Maryland, 1989; 11. Angus Konstam, Renai ssance War Galley, Osprey Publishing Ltd. Oxford, United Kingdo m, 2002; 12. Angus Konstam, Spani sh Galeon 1530-1690, Osprey Publishing, Oxford, 2004; 13. Garret Mattingly, The Armada, Houghton Mifflin Company, Boston, 1959; 14. Trevor N. Dupuy, The Evolution of Weapons and Warfare, The Bobbs-Merrill Company, Inc. Indianapolis/New York, 1980; 15. Colin Martin y Geoffrey Parker, The Spani sh Armada, Mandolin, Manc hester, Gran Bretaña, 1999; 16. Philip J. Haythornthwaite, Weapons & Equipment of the Napoleonic Wars, Arms & Armour, Londres, 1996; 17. Bert S. Hall, Weapons and Warfare in Renai ssance Europe, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1997; Páginas de Internet de interés: 1. Capitulo #3, p.3, articulo bajado del Internet, 26 de septiembre 2004, http://www.angelfire.com/ga4/guilmartin.com/chapter3.html; 2. The two-masted ship, p.01 articulo bajado del Internet, 08 de febrero 2005, www.greatgridlock.net/Sqrigg/t wo-mast.html 3. The Ship in the Sixteenth Century, p. 1, articulo bajado del Internet el día 26 de septiembre 2004, del sitio http://cma.soton.ac.uk/HistShip/shlect90.htm; th 4. The Galleon: The Mid-16 Century, articulo bajado del Internet el día 08 de febrero 2005, p. 1, www.greatgridlock.net/Sqrigg/ galleon.html;