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l. Anneo Seneca - Dialogos

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los Dictiosos, de Séneca, son pie/a clave no solo para cl co/ nocí miento del estoicismo romaI a no a mediados del siglo I d.C., β J sino tam bién para ad entrarnos en cl complicado mundo de su autor: Lucio Anneo Séneca. Litera­ riam en te, esta serie de en say o s nos c o n s e r­ van m u estras de géneros que de otro modo apenas e s ta r ía n rep re sen tad o s en latín, como las C i>n\ohittt>nc\. ofrecen tra ta m ie n to s in­ novadores del género dialógico por c o m p a r a ­ ción con su a n te rio r rep resen ta n te en la lite­ r a t u r a la tin a . C i c e r ó n , c o n f i r m a n d o así la vitalidad de una l i t e r a t u r a que r e c r e a el género sobre modelos existentes e incor­ pora elem en to s to m ad o s a generos tan popu­ lares como la diatriba. Λ través de estas pá­ ginas surgen ante nuestros ojos sere s > situa­ ciones de un amplio período: reinados de C a ­ ligula, de C l a u d i o \ de N e r ó n , p e río d o decisivo en la configuración del sistem a político iniciado por \ugusto. La figura de Se­ neca, c o m p ara b le en muchos aspectos a la de C icerón , ha pasado a la historia fundam en­ talm en te como la de un filósofo circu n stan ­ cialmente entregado a la política en una e t a ­ pa del reinado de Nerón. Sin em b arg o , nada puede c o m p r e n d e rs e de nuestro au to r si no p re s ta m o s una atención equivalente a sus in­ terese s políticos, filosóficos > literarios^ Los D i á l o g o s nos facilitan esa labor.

__________I

r *

P.V.P.: 500 Ptas.

L. ANNEO SENECA

EDICION PREPARADA POR CARMEN CO DO Ñ ER

EDITORA N A C IO N A L T o r r e g a l i n d o , 10 - M a d r id - 1 6

DIALOGOS

Ilu stración d e la p o rtad a: D etalle d e «La m u e rte de Seneca», d e R u b en s. © M useo del P rado. M adrid.

Introducción, notas y traducción de Carmen Codoñer © Copyright, 1984 EDITORA NACIONAL. Madrid (España) I.S .B .N .:84-276-0656-7 D epósito Legal: M -10392-1984 Im prim e U nigraf, S.A. F u enlabrada M adrid.

BIBLIOTECA DE I A LITERATURA V EL PEN SA M IEN TO H ISPANICOS

INTRODUCCION

En una biografía hay varios aspectos que se superpo­ nen complementándose: los datos relativos a origen, actividad literaria, cronología, que podríamos decir que sitúan al personaje en un determinado contexto geográ­ fico y social; y los referentes a la actividad pública personal del sujeto biografiado: participación política. intervención en sucesos concretos, defensa de una de­ terminada ideología, etc. Los primeros pueden ser obje­ to de discusión científica: bien sabido es que este tipo de noticias sobre personajes antiguos no siempre está ex­ preso de modo directo y explícito ; los segundos, someti­ dos a idénticas dificultades que los primeros, están suje­ tos además a interpretación, interpretación que es cam­ biante según las épocas y los intérpretes. En el caso de Séneca, como en el de todos los hombres que han desempeñado un papel político de importancia, las dificultades se incrementan ya que, desde muy temprano, cualquiera de estas últimas noti­ cias se nos ofrecen siempre bajo el prisma del juicio personal del autor que las trata. El período vivido por Séneca desde su juventud —reinados de Tiberio (14 d. C.—37), Caligula (37— 41 ), Claudio (41—54) y Nerón (54— 69)— es complicado en su valoración. Im actitud de Séneca a lo largo del 9

reinado de todos ellos. el papel político evidente que desempeñó durante el controvertido período inicial del reinado de Nerón, no suelen ser juzgados por sus biógra­ fos en sus dimensiones estrictamente políticas. A ello contribuye en parte el carácter moralizante de la historia de esa época ; por otro lado, el aparente contraste entre la doctrina filosófica profesada por Séneca y muchas de sus actuaciones políticas y, por último, la incidencia que sobre los contemporáneos de Séneca, los que en última instancia están en el origen de las noticias que sobre él nos ofrecen los historiadores posteriores (Tácito, Sue­ tonio, Dión, Casio), tuvo el período histórico menciona­ do. poco adecuado para mantener una postura ecucuume. Los complicados resortes que llevan a tomar deter­ minadas decisiones en política, dada la concepción per­ sonalista de la historia en época romana, suelen concre­ tarse en actitudes individuales, cuya justificación no trasciende tampoco, en la mayoría de las ocasiones, los límites de la motivación personal. Tratar de reconstruir la imagen de Séneca supone intentar conciliar los datos — no siempre coincidentes— que proceden de los histo­ riadores citados, y las ideas sobre el mundo y el hombre que el propio Séneca nos expone a lo largo de sus extensa obra. En función de todo lo anterior intentaremos, en primer lugar, ocuparnos del primer tipo de datos, que sitúan externamente a nuestro personaje en un momento y ambiente concreto, para pasar después a la considera­ ción de su figura. No está de más repetir que también este tipo de noticias con las que iniciamos están, casi siempre, sujetas a discusión, dada la necesidad de utili­ zar textos con alusiones indirectas para la reconstruc­ ción de datos concretos: fecha de nacimiento, momento de su traslado a Roma, etc. L. Anneo Séneca es el hijo segundo de una familia provincial de la Bética, bien acomodada y perteneciente al orden ecuestre1. Es discutido si la fam ilia procedía de 1 T a c .. Anales XIV 53: ...egone equestri et prouinciali loco ortus...?; M a r t . I 61.7. 10

colonos romanos instalados en Hispania. o bien de una fam ilia autóctona romanizada2. Su hermano mayor, L. Anneo Novato, pasará con el tiempo a pertenecer a la fam ilia del retor Jimio Ga­ lion . por adopción. cambiando con ello de nombre: L. Junio Galion; se entregó a la carrera senatorial, y fue procónsul de Acaya en 52 d. C 4. Su hermano menor, L. Anneo Mela, desempeñará altas funciones de carácter administrativo, aunque sin trascender nunca de la clase a la que pertenecía por origen: la ecuestre5. Otro conocido descendiente de la fam ilia es M . Anneo Luca­ no, hijo de L. Anneo Mela y, por tanto, sobrino de Séneca. E l padre de nuestro Séneca es el conocido retor de época augustea. Nacido en torno al año 55 a. C 6.. después de finalizar la guerra civil, que tanto afectó a Hispania, parece haber pasado largos períodos de tiem­ po en Roma donde escuchó a declamadores profesionales y asistió a reuniones en círculos literarios . Es probable que alternara la estancia en Roma con esporádicas visitas a Córdoba, de donde procedía ; en esta ciudad se casa con H elvia8. El segundo de sus hijos, nuestro Séneca, nace en Córdoba9, y lo mismo parece poder decirse del mayor, L. Añneo N ovato10. Transcurridos unos cuantos años se instala en Roma, cuando Séneca es

2 M . T . G r iffin . Seneca. A Philosopher in politics, Oxford. 1976. págs. 3031. 3 M encionado con frecuencia por el padre de Séneca en sus Controversias debió de ser maestro de sus hijos. 4 P u n ., Hist. Natur. XXXI 65 lo menciona como Anneo Galion, y T ac ., Anales XV 73 le llama Junio G alion. Procónsul de Acaya bajo Claudio (H echos Apost . 18*22). 5 T a c . Anales XIV 17; H. G. Pflaum. Les procurateurs équestres sous fe Haut-Empire romain. París, 1950. págs. 165-167. 6 S u et. Rhet. I ; Μ. Τ. G r if h n , o .c.. pág. 30. coloca su nacimiento en 50 a. C. y cita para apoyarlo Controversias I p r e f 11 ; S u e t . Le. y C íe Epist. a At. XIV 12,2. 7 Sen , R et , Suas, III 6; Contr. I pref. II. 8 Tam poco se sabe nada con seguridad sobre la fecha de ese matrimonio. Sobre las distintas conjeturas, véase P. G rimal , Sénèque ou la conscience de l'Em pire, Paris, 1978, págs. 49-50. 9 Sén.. Consol, a Helvia 19,2; cf. Pd et . La t . M in. IV, pág. 62. 10E st ac ., Silvas II 7.30-32.

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todavía muy pequeño. En el viaje les acompaña la her­ manastra de Helvia y , al parecer, por el momento su madre queda en Córdoba. Ya en Roma largo tiempo, muere el viejo Séneca sobre el 39 ó 40 d. C., es decir al principio del reinado de Caligula. Su obra conservada le ha valido el nombre de rhetor, aunque sus Suasorias y Controversias no sean más que una recopilación de declamationes escuchadas a otros y enjuiciadas por él; su obra, quizá más importante, se ha perdido: la histo­ ria de las guerras civiles romanas que comienzan en el año 49 a. C u . El interés que, en nuestro caso, des­ pierta la lectura de sus Controversias y Suasorias radica en el hecho de que están concebidas como guía educativa para sus hijos. Para reconstruir la vida de Séneca son pocos los datos de que disponemos. Las referencias autobiográfi­ cas del propio Séneca son muy escasas. En la época en que nace Séneca, Córdoba es una ciudad con una larga tradición de romanización, políticamente vinculada al partido pompeyano durante las guerras civiles y, en consecuencia, mantenedora de una cierta ideología re­ publicana 12 ; la ascendencia de su madre Helvia, como la de su padre, debió de ser provincial. No se conoce la fecha exacta de su nacimiento en dicha ciudad; las hipótesis sobre este punto se basan principalmente en varios pasajes de Séneca de interpre­ tación dudosa, ya que gira en torno al valor de términos tan poco definidos como iuuenta y senectus, así como en el de una frase de carácter tan vago como: qualem Pollionem Asinium ...meminimus. De la conjunción de todos los resultados obtenidos del análisis de estos y otros pasajes se sitúa el nacimiento de Séneca entre el año 4 y 1 a. C 13 11 Sen., De uita patris (ed. Haase, frg. XV. 99): historia ab initio bellorum ctuUium unde primum ueritas retro abiit, paene usque ad mortis suae diem. 12 M ucho más m atizada en este punto es la posición de M. T. G rifh n , o. c., págs. 31-32, que acepta la posibilidad de una participación en el partido cesariano de una parte de la población de C órdoba basándose en Cés.. Guerra Civil II 19; Guerra Alej. 58, 60, etc. 13 Epist. a Luc. 108. 22; 12. 1 y 26; Sobre la serenidad 17.7; TÁC., Anales XIV 56,1 : cf. F. P rfc h a c , «La date de la naissance de Sénèque», en Rev. Et.

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Su primera infancia debió de pasarla en Córdoba, aunque la expresión con que alude a su marcha a Roma «en brazos de su tía» 14, hace suponer que su traslado a la capital del Imperio tuvo lugar cuando todavía era muy pequeño15. Se conoce muy poco sobre estos primeros años en Roma. La educación que inicialmente recibe es la tradi­ cional: la escuela del grammaticus, para pasar después a la del rh eto r16; ya se sabe que el dominio de la retórica constituye un requisito indispensable en la educación de cualquier joven con ambiciones. Por una frase suya sabemos que fu e discípulo de Sol ion11, filósofo alejandrino según Jerónimo1*, de tendencias pitagóricas 9 ; entre los preceptos doctrinales se incluía la abstención de carne en la alimentación. La aplicación personal por parte de Séneca de este precep­ to en concreto se vio interrumpida por imposición de su padre, ante el temor de que se le confundiera con un seguidor de ritos egipcios y judaicos °. También fue discípulo de Papirio Fabiano (seguidor a su vez de Q. Sextio), que coincide en algunos aspectos con Sotión. aun cuando su ascendencia estoica sea mucho más cla­ ra21. Por último, hay que contar también entre sus Lat. 12. 1934, págs. 360-375 y 15, 1934, págs. 66-67;P.Grima!, o.c., pá­ ginas 56-58: M. T. G r i f f i n , o . c . . págs. 35-36. 14 Skn.. Consol, a H eltia 19.2.

15 Si se acepta la interpretación literal del pasaje de Sobre lo serenidad 17,7 ya citado en nota 13, Séneca debió de conocer en Roma a Asinio Polión. cuya muerte sitúa Jerónim o en el 5 d . C. y Tac., Dial. 17-10 a finales del principado de Augusto. 16 S¿n.. Epist. a Im c . 58,5. 17 SÊN.. Epist. a Luc. 49.2: modo apud Sotionem puer sedi. 18 J e r o n . , Cron. ad. ann. 13. Cf. P. G r i m a l , o.c.. págs. 59 y ss. 19 Según M . T. G r i f h n . o.c.. pág. 37, discípulo de Q uinto Sextio. Véase en contra los argumentos de P. G r im a l . o .c ., pág. 247. 20 Epist. a I mc . 108. 17-23. Este dato unido a una observación de Tácito {Anales II 85) donde se nos habla de medidas represivas contra los que profesan tales creencias en el año 19 d. C.. hacen pensar a P. Grimal (o.c.. págs. 59-60) que. sobre esta fecha. Séneca, discípulo de Sotión. todavía puer. tuvo que nacer después del año 4 a. C.. porque si no ya hubiera tom ado la toga praetexta, es decir, hubiera dejado de ser puer, ya que esta ceremonia solía tener lugar en torno a los quince años. 21 Epist. a L a u \ 40,12. Sobro la escuela de los Sextios, I. L a n a . «Sextiorum noua et Romani roboris secta», en Riv.fstr.FU ol. Class. 3 1 .1 9 5 3 ,1 y ss. y 209 y ss.

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maestros a Atalo, estoico, que parece haber dejado una profunda impresión sobre Séneca22. Las otras noticias referentes a este periodo son rela­ tivas a su precario estado de salud2 , noticias que se relacionan con su estancia en Egipto, donde vivía su tía, casada con G. Galerio, prefecto de Egipto desde el año 16 al 31 d. C. No sabemos, dentro de estos lí­ mites, cuál fu e el momento en que Séneca se trasladó a Egipto, y cuál fu e la duración de su estancia. Lo único seguro es la fecha de su vuelta, el 31, acompañado de su tía y su marido, ya finalizada la prefectura de este último. Precisamente conservamos los recuerdos de Séneca sobre el dramático viaje de vuelta: el barco sufrió los embates de una terrible tempestad en el curso de la cual murió su tío 24. A partir del año 31. en un ambiente político tenso, el posterior a la muerte de Sejano, se inicia la carrera política de Séneca; el propio Séneca reconoce haber recibido para ello el apoyo de su tía25. No se conoce la fecha en que desempeñó la cuestura, primer peldaño en el cursus honorum que tiene como finalidad última el consulado. Los argumentos que se utilizan para datar tardíamente su acceso a la cuestura tienen como base la pertenencia de su tío Galerio al círculo de Sejano, la proximidad a esos mismos círculos de Junio Galión, padre adoptivo del hermano de Séneca: ese tipo de relaciones hace improbable que los comienzos de la carrera política de Séneca coincidieran con la caída en desgracia del ministro de Tiberio y la persecución consiguiente de los allegados 26. Otros motivos que se aducen para defender el carác­ ter tardío de su iniciación oficial en la política están basados en la interpretación de una frase de su padre, enunciada con posterioridad al 37, que parece aludir o 22 Epist. a Luc. 108,3. 23 IbúL 78. 1-4. 24 Consol, a Helvia 19.4 : P IR 2 G 25. 25 Ibid. 19,2. 26 Z. Stew art . «Sejanus. Gaetulicus and Seneca», en Am. Journ. Philol. 74, 1953 , 70 y ss.

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bien a su candidatura al cuestorado o al inmediatamente posterior escalón: el tribunado. A ello puede añadirse también una cierta paralización de la vida política en la última etapa del reinado de Tiberio21. Siempre aceptando como momento post quem el año 31, otros autores tienden a adelantar un tanto la toma de posesión del cuestorado. Tomando como funda­ mento los intervalos necesarios que mediaban, o debía mediar, entre una magistratura y la siguiente, se puede suponer que su cuestura se desempeñó en el 34-35, el edilazgo o tribunado de la plebe en 37-38, y que ello hizo posible el que a la vuelta de su exilio a comienzos del 49 (exilio comenzado a fines del año 41), se le pudiera nombrar ya pretor2*. No parece haber gozado de las simpatías de Caligula; conocidas son las opiniones que a Caligula le merecía el estilo de Séneca: «arena sin cal» , y también es conocida la historia, atribuida a Caligula de que éste quiso obligar a Séneca a suicidarse porque había tenido una brillante actuación en el Senado. Lo que de la anécdota se deduce con seguridad es su habilidad y fam a como orador, así como su presencia en el Senado ya en el año 5930. Por la Consolación a Helvia (2,5) sabemos que durante el reinado de Caligula perdió a su padre, se casó, tuvo un hijo y lo perdió también31. A este período que abarca el reinado de Caligula y los primeros meses del de Claudio parecen pertenecer ¡a Consolación a Marcia y el tratado Sobre la ira. Después de la muerte de Caligula, y hacia finales del año 41. primeros momentos de reinado de Claudio, Séneca fu e exiliado a Córcega en virtud de la lex Iulia 27 M. T. G r ifh n . σ χ., págs. 50 y ss. 28 P. G rim ai., o .c . , pág. 81. 29 S u e t . . Caíig. 53. 30 D ión C asio LIX 19. 31 Sobre la posibilidad de identificar a esta esposa con Pompeya Paulina, que le acompañó en su muerte, cf. F. G iancotti, Cronología dei «Dialoghi» di Serteca, Turin. 1957, págs. 111 y ss., y K. A bel, Reseña a Giancotti, Gnomon 30, 1958,610 y «Sen. Dial. 12,18.4 ff.. ein Zeugnis fur die Biographie Lucans?» Rhein. Mus. 115, 1972, 325 y ss.

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de adulteriis, dulcificada por la petición de Claudio de que se perdoftase la vida a Séneca y se conmutase la pena de muerte por el exilio 32. La acusación en concre­ to era la de adulterio con un miembro de la familia imperial: Julia Livila, hija de Germánico, hermana, por tanto, de Caligula, Agripina y Drusila. El exilio de Séneca termina en el año 49 d. C , año en que Claudiora instancias de Agripina, casada recien­ temente con el emperador, lo llama a Rom a33. En ese largo período de ocho años transcurridos en el exilio Séneca escribe con seguridad la Consolación a Helvia y ¡a Consolación a Polibio, su madre y un liberto muy influyente de Claudio, respectivamente. A través de estos escritos conocemos su situación en la isla, que adquiere tintes más o menos dramáticos en función del destinatario: animoso cuando se trata de consolar a su madre, pesimista cuando persigue obtener el perdón de Claudio por intermedio de Polibio. De cualquier modo, la estancia en Córcega debió de ser un rudo golpe para Séneca y suponer una etapa de refle­ xión forzada que posteriormente daría sus frutos litera­ ria y políticamente. La intervención de Agripina en la vuelta de Séneca a Roma lo liga inexorablemente a ella y su política. Pretor en el año 49y debe hacerse cargo de la educación de Nerón, que pronto se convierte en hijo adoptivo de Claudio. Junto a Séneca, encargado de la educación teórica del futuro emperador. Agripina coloca a Sexto Afranio Burro junto a Nerón para que se haga cargo de las cuestiones de política práctica. Esta situación se prolonga durante tres años. En el año 52 Claudio es envenenado por Agripina y Nerón sube al trono apoya­ do por Burro, prefecto del pretorio, y por Séneca. Hasta ese momento la posición de Séneca dentro de palacio no

32 D k>n C asio LX 8,5 y LXI 10,1; T a c ., Anates XIII 42, 4 y 6; S¿ n ., Consol, a ftel. 13, 2. P. G rim al, o.c.. págs. 93 y ss. justifica la acusación de adulterio contra Julia Livila y Séneca partiendo de necesidades politicas encaminadas a la supresión de la familia de Germánico. 33 S u et ., Claud. 12.

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ha tenido carácter oficial, y tampoco lo va a tener a partir de ahora. En el año 59 Agripina es asesinada por Nerón y los dos consejeros procuran, al parecer, parar el golpe a Nerón, como antes lo habían hecho en el caso del asesinato de Británico34. La influencia creciente de Ofonio Tigelino había ido aumentando y Séneca pide «retirarse» de la política, petición a la que Nerón se niega, tal vez porque la presencia de Séneca continúa suponiendo una garantía frente a la clase senato­ rial35 ; pero su continuidad no supone el mantenimiento de su influencia. Prácticamente retirado de la vida polí­ tica, a ese período, hasta su muerte, pertenecen las Cuestiones Naturales y las Epístolas a Lucilio. Antes de su retiro, y después de su vuelta del exilio, debe de haber elaborado: Sobre la brevedad de la vida, Sobre la serenidad. Sobre la firmeza del sabio, Sobre la clemencia, Sobre la felicidad, Sobre los beneficios, Sobre el ocio. En abril del año 65 se descubre la conjuración de Pisón, dirigida contra Nerón, y Séneca cae bajo las acusaciones de uno de los conjurados. La consecuencia es inevitable y Séneca recibe la orden de suicidarse. El relato de su muerte nos lo han transmitido Tácito y Dión Casio. Se abrió las venas, tomó veneno y 9a pesar de ello, tal vez lo avanzado de su edad fu e causa de la lentitud de su m uerte56. Hasta aquí los datos escuetos. A partir de ellos y del contenido de sus obras escritas conservadas se ha esta­ blecido una controversia sobre la figura de Séneca que se mantiene hasta nuestros días y que, dada su natura­ leza, es poco probable que cese. El perfil humano de Séneca adquiere una u otra dimensión en virtud de la actitud de quien interpreta los datos — en casi todos los casos susceptibles de interpretación; esta actitud se define en un sentido o en otro de acuerdo con la mayor 34 TÁC., Anales X III 21 y XIV 7. 35 TÁC., Anales XIV 53-56 y XV 45. 36 TÁC.. Anales XV 62-64; D ió n C a s io LXII 25.

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o menor exigencia de coherencia estricta entre las declaraciones explícitas de comportamiento y su realiza­ ción práctica en la persona del escritor, especialmente en ¡o que concierne al campo de la política. Como en el caso de Cicerón, la polémica suele ser apasionada, inclu­ so más en Séneca dada su confesionalidad estoica. En cualquier caso últimamente la adopción de opiniones sobre un autor de época clásica conlleva un punto de vista matizado, filológicamente hablando. La visión de la realidad no es la misma en todas las épocas, aspectos inconciliables dentro de la moral actual pasan por moneda corriente en el Imperio Romano, de ahí la necesidad de mantener una cierta flexibilidad de crite­ rios en los enjuiciamientos. Como dice F. Giacontti: «il cardine delle questioni negli studi su Senace verte su! nesso tra la vita practica e la vita mentale di lui, tra le sue azioni di uomo politico e privato e i pensieri da lui espressi con gli scritti e le parole» . Ya Dión Casio adopta una postura condenatoria ante la falta de correspondencia entre la acción y la palabra, y asimismo San Agustín 38. Para enjuiciar la figura de Séneca, como decíamos al principio, se debería partir del carácter y mentalidad de los primeros historiadores que sobre él nos informan; Tácito, Suetonio y Dión Casio. Pero, como muy bien dice Giancotti en su artículo ya citado*9, resulta com­ plicadísimo llegar en este aspecto a conclusiones definiti­ vas, por dos razones: la ausencia de una biografía coherente del encartado, en el sentido en el que actual­ mente la entendemos, en ninguno de los tres autores; y la imposibilidad de negar fiabilidad o no a los datos que nos ofrece cualquiera de ellos, apoyándonos en la su­ puesta ideología de cada uno de los escritores. Los puntos más controvertidos se agrupan en torno a dos temas centrales: la falta de coincidencia entre las ideas que se desprenden de sus escritos y su comporta­ 37 F. G iancotti,«II posto della biografía nella problemática senechiana». en Seneca (ed. A. T raína ). Milán. 1976. pág. 39. 38 D ión C asio LXI 10,2: A cijst ., Ciudad de Dios VI 10. Ο χ·.. pág. 42.

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miento personaI, y esa misma actitud con respecto a su comportamiento político. Como muestra de las opiniones a que puede dar lugar alguno de los datos que suscitan controversia, por lo que significan de disensión entre teoría y práctica, vamos a tomar dos aspectos que se refieren a su vida . J Caligula de nuevo.

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doquier se encuentran alimentos que la naturaleza ha distribuido por todos los lugares; pero pasan por su lado como ciegos y recorren todas las regiones, cruzan los mares y, pudiendo aplacar su hambre con poco, la exacerban con mucho. 6. Apetece decir: ¿por qué equipáis navios? ¿Por qué armáis vuestras manos contra fieras y contra hombres? ¿Por qué andáis albo­ rotados de un lado para otro? ¿Por qué amontonáis riquezas sobre riquezas? ¿No queréis pensar cuán pequeños son vuestros cuerpos?, ¿tal vez no es una locura, el último extravío de la mente, desear mucho cuando tienes poca cabida? De m odo que aunque aumentéis vuestros ingresos, hagáis retroceder vues­ tras fronteras, nunca, a pesar de todo, daréis de sí vuestros cuerpos. Aunque un negocio os salga bien, la guerra os suponga muchos beneficios, aunque se junten alimentos rebuscados por todos lados, no tendréis dónde colocar esos lujos vuestros. 7. ¿Por qué andáis en pos de tantas cosas? Es verdad, nuestros mayores, cuya virtud todavía sirve de apoyo a vuestros servicios, eran desgraciados. Se procuraban la comida por sí mismos, su lecho era la tierra, sus techos no brillaban todavía con el oro, sus templos todavía no resplandecían con las piedras preciosas; de modo que entonces se juraba, llenos de respeto, por dioses de barro; los que los habían invocado volvían ante el enemigo despuestos a m orir, para no faltar a lo prom etido36. 8. Es verdad, vivía con menos felicidad nuestro dictador37, el que escuchó a los legados de los samnitas mientras daba vueltas en el fuego a su malísima comida con su propia mano, con la mano con que había golpeado con frecuencia al enemigo y había depositado la corona de laurel en el regazo del Júpiter Capitolino. Digo que fue más feliz la vida de nuestro Apicio38 el cual, en la ciudad en la que una 36 Podría pensarse en el caso de M arco Atilio Régulo. Cf. Sobre la providencia 3,4. 37 M anio C urio Dentato. 38 Conocido gourmet de época de Augusto. Cf. Sobre la felicidad 11,4.

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vez habían sido víctimas de expulsión los filósofos39, como si de corruptores de la juventud se tratara, entregándose al arte culinario inficionó su época de tal disciplina. Conocer su fin merece la pena. 9. Como hubiese dedicado a la cocina cien millones de sestercios, como se hubiese tragado en numerosos banquetes tantas recompensas reales y el inmenso patrimonio del Capitolio, agobiado por las deudas y obligado a ello, inspeccionó sus cuentas por primera vez. Calculó que le quedaban diez millones de sester­ cios y, como si estuviese destinado a morir en la indigencia si vivía con diez millones de sestercios, puso fin a su vida con veneno. 10. ¡Cuán grande era el afán de lujo de quien consideró pobreza diez millones de sestercios! Anda, considera ahora que lo que im­ porta es la cantidad de dinero, no de espíritu. Alguien se aterró ante diez millones de sestercios, y lo que unos persiguen con sus deseos, él lo rehuyó con el veneno. Y para aquel hombre tan depravado la última copa fue la más saludable; constantemente ingería y bebía venenos, mientras no sólo se complacía con in­ mensos banquetes, sino que se jactaba de ellos, mien­ tras hacía ostentación de sus vicios, mientras atraía a la ciudad a com partir sus excesos, mientras procuraba que la juventud lo imitase—fácil en sí misma de llevar incluso sin malos ejemplos— . 11. Esto le sucede a quienes no someten las riquezas a un control cuyos límites están bien definidos, sino a una costumbre perniciosa cuya arbitrariedad es inmensa e inabarca­ ble. Nada es suficiente para los deseos desenfrenados, para la naturaleza es suficiente incluso lo poco. Por eso, la pobreza no comporta inconveniente ninguno para los exiliados, pues no hay exilio tan carente de medios que no sea fértil en demasía para alimentar a un hombre. 11 1. — En todo caso tiene que echar de menos

.

39 Cicerón {De oral. III 24,8) nos menciona la expulsión de los filósofos en el año 98 a. C ., por un decreto de los censores L. Licinio Craso y Cn. Domicio Enobarbo. 1

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ropa y casa el exiliado— . También esto lo necesita sólo para su uso: no le faltará un techo ni algo con que cubrirse, pues un cuerpo necesita tan poco para cu­ brirse como para alimentarse. La naturaleza no hizo costoso para el hombre nada cuya necesidad imponía. 2. Pero echa de menos la púrpura saturada de color por abundantes conchas40, entretejida de oro, ador­ nada con miles de colores y adornos; el pobre lo es, no por fallos de la fortuna, sino por su propio fallo. Aunque le devuelvas todo lo que ha perdido, no conseguirás nada, pues al exiliado le faltarán más las cosas que desea que las que tuvo. 3. Pero echa de menos su vajilla de vasijas de oro resplandecientes, y la plata, famosa por la firma de los antiguos orfe­ bres41, el bronce valioso gracias a la locura de unos cuantos42, la muchedumbre de esclavos que se apiñan en la casa por grande que sea, los cuerpos de los borricos dados de sí y obligados a engordar, y los mármoles de todas las procedencias: aunque se amon­ tonen, nunca saciarán su espíritu insaciable, al igual que ningún líquido será suficiente para saciar a un hombre cuya necesidad se origina, no por escasez, sino por el ardor de las entrañas que le abrasan. Pues no es sed, sino enfermedad. 4. Y esto no sólo sucede con el dinero y la alimentación. Es la misma la naturaleza de todo deseo que nace no de la escasez, sino del vicio. Todo lo que acumules para él no constituirá el final de su avidez, sino un paso más. De modo que el que se mantenga dentro de los límites naturales no sentirá la pobreza; al que se salga de los límites naturales, la pobreza lo seguirá, incluso aun­ que esté rodeado de los mayores recursos. Para cubrir 40 Es decir, los tejidos teñidos de púrpura, altam ente apreciados por los romanos. Se obtenía de diversos tipos de moluscos, quedaban púrpura de dis­ tintas tonalidades. El color también dependía de los baños que recibía el tejido y de la densidad del líquido teñidor. 41 La valoración de la plata se hacía, como se ve, en función de la firma de quien la había trabajado; de ahí qué una vajilla de plata simple no tuviera mucho valor (cf. Sobre ¡a serenidad 1,7). 42 Por lo que respecta al bronce, se valoraba especialmente el de Corinto, sobre todo por la escasez del mismo. Cf. Sobre la brevedad de la vida 12.2.

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las necesidades, incluso el exilio basta, para las super­ fluidades, ni los reinos. 5. Es el espíritu el que hace ricos. Este te acompaña al exilio y, en medio de las soledades más atroces, cuando encuentra lo que le es suficiente para mantener su cuerpo, hace uso de sus abundantes bienes y los disfruta; el dinero no afecta al espíritu, no más que a los dioses inmortales. 6. Todas estas cosas que valoran los caracteres poco educados y excesivamente entregados a sus cuerpos: mármoles, oro. plata, los tableros grandes y pulidos de las me­ sas , son un lastre terreno que el espíritu íntegro, consciente de su naturaleza, no puede amar, también él ligero, sin trabas y destinado a volar hacia las alturas cuando se le deje en libertad; entre tanto, en la medida en que se lo permite el obstáculo opuesto por su armazón física y la pesada carga que lo envuelve, recorre los espacios divinos con rápido y alado pensa­ miento. 7. Por eso, no puede nunca sufrir el exilio, libre y emparentado con los dioses, compañero del universo entero y de la eternidad. En efecto, sus pensamientos se lanzan sobre el espacio entero y sobre cualquier tiempo pasado y futuro. Este cuerpecillo, guardián y cadena de su espíritu, se ve zarandeado de aquí para allá; sobre él se aplican tormentos, sobre él atentados, sobre él enfermedades: el espíritu es con seguridad sagrado y eterno y no puede ser sometido. 12. I . N o pienses que para aliviar los inconvenien­ tes de la pobreza, cuyo peso nadie siente más que el que así la considera, uso sólo de los consejos de los sabios; en primer lugar, considera cuánto mayor es el número de pobres que en nada adviertes más tristes y preocupados que a los ricos. Incluso no sé si están más contentos, debido a que su espíritu se distribuye entre pocas cosas. 2. Dejemos a los pobres, pasemos a los ricos. Cuántas son las ocasiones en que son semejan­ tes a los pobres. Se recorta el equipaje de los viajeros y siempre que las imposiciones del viaje exigen rapidez. 43 Especialmente apreciados eran los tableros de cedro (P lin., Historia Natural XIII 29).

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se licencia a la muchedumbre de acompañantes. Quie­ nes están en el ejército, ¿qué parte de sus cosas llevan consigo, dado que la disciplina militar rechaza toda acumulación de trastos? 3. Y no sólo las circunstancias o la aridez de los lugares los igualan a los pobres: se toman ciertos días, cuando están hastiados de las riquezas, en que comen sobre la tierra y, alejando el oro y la plata, utilizan vasijas de barro. ¡Locos! Lo que de vez en cuando desean, lo temen para siempre. ¡Cómo los ciega la niebla de sus mentes, cómo la ignorancia de la verdad! La imitan para pasarlo bien. 4. Ciertamente me avergüenzo, siempre que echo una ojeada a los antiguos modelos, de utilizar el consuelo de la pobreza, ya que no hay duda de que el afán de lujo ha llegado a tal extremo que son mayores las dietas de los exiliados44 que lo fue en otro tiempo el patrimonio de los cónsules. Está atestiguado que Ho­ mero tuvo un esclavo, tres Platón45, ninguno Zenón (con él empezó la estricta y varonil sabiduría de los estoicos). ¿Acaso entonces alguien dirá que han vivido en medio de las desgracias, para no parecer uno mismo el más desgraciado de todos por esa razón? 5. Menenio Agripa, que fue el que consiguió la recon­ ciliación entre patricios y plebeyos46, fue enterrado gracias a una colecta. Atilio Régulo47, después de dispersar a los cartagineses en Africa escribió al sena­ do que su asalariado se había marchado y sus campos estaban abandonados: el senado decidió ocuparse ofi­ cialmente de ellos mientras Régulo estuviese ausente. ¿Fue tan importante no tener un esclavo, siendo así que el pueblo romano era su colono? 6. Las hijas de 44 A los exiliados se les privaba de sus bienes, con excepción de los necesarios para vivir. D ada la elasticidad del concepto, es de suponer que las cantidades variarían según los casos. 45 Diógenes Laercio (III 43) le atribuye cuatro. 46 Menenio Agripa (siglo v a. C.) consiguió hacer volver a los plebeyos a Rom a, de donde habían m archado en muestra de disconformidad con la política llevada por los patricios (Liv. II 31 y ss.). El discurso que les dirigió es famoso por contener la conocida fábula de las partes del cuerpo y el vientre. 47 Cf. 10.7.

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Escipión recibieron una dote del erario público por­ que su padre no les había dejado nada: era justo, lo era, que el pueblo romano aportase un tributo a Escipión por una vez, puesto que siempre lo había sacado de Cartago. Felices ios maridos de las mucha­ chas para quienes el pueblo romano actuó de sue­ gro48. Piensas que son más felices estos cuyas hijas, vulgares cómicas, se casan por un millón de sestercios, que Escipión, cuyas hijas recibieron del senado, su protector, un as antiguo, como dote?49 7. ¿Desdeña la pobreza alguien cuyos antecesores son tan ilustres? ¿Se indigna el exiliado de que le falte algo, siendo así que la dote le faltó a Escipión, el asalariado a Régulo, el entierro a Menenio, siendo así que a todos ellos se les suplió más honrosamente lo que les hacía falta, porque les había faltado? Por tanto, con estos aboga­ dos la pobreza no sólo es segura, sino incluso benefi­ ciosa. 13. 1. Puede contestarse: «¿Por qué te vales de artificios para separar estas cosas que pueden sopor­ tarse de una en una, y no cuando se las junta? El cambio de lugar es tolerable, si sólo cambias de lugar; la pobreza es tolerable, si no va acompañada de la ignominia que incluso por sí sola suele oprimir los espíritus». 2. Con respecto a éste, sea quien sea, que osa atemorizarme con un cúmulo de males, habrá que utilizar estas palabras: «Si tienes suficiente entereza frente a cualquier aspecto de la fortuna, eso mismo te sucederá ante todos; una vez que el valor ha endureci­ do el espíritu, por todos lados se ofrece como invulne­ rable.» Si la avaricia, la peste más violenta del género humano, te ha dejado de lado, la ambición no te pon­ drá trabas. Si consideras el día final, no como un casti­ go, sino como una ley natural, y con ello expulsas de tu pecho el miedo a la muerte, ningún temor se atreverá 48 Anécdota repetida en Séneca, incluso con la imagen del pueblo romano actuando como suegro (Cuesí. Naiur. 1,17,9); es recogida también por otros autores, p o r ejemplo Valerio M áximo (4.4,3) y Apuleyo (Apol. 18.9). 49 La expresión del latín es aes graue y apunta aí más antiguo tipo de moneda rom ana, valorada por el peso, no numéricamente.

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a penetrar en él. 3. Si piensas que el placer no se ha concedido al hombre para gozar, sino para propagar la especie, si no te ha violado esta ruina secreta que se fija a las entrañas, cualquier otra pasión pasará de largo, sin tocarte. La razón no acaba con cada vicio por separado, sino con todos al mismo tiempo: se vence de una vez sobre el total. 4. ¿Tú consideras que un sabio puede ser sensible a la ignominia, él que lo hizo descansar todo sobre sí mismo, que se apartó de las opiniones del vulgo? Todavía más ignominioso es una muerte ignominiosa. Sin embargo, Sócrates con la misma expresión con que él, solo, había reducido al orden a los treinta tiranos, entró en la cárcel con ánimo de librar de la ignominia al lugar incluso. Pues no podía parecer una cárcel el lugar en el que estaba Sócrates. 5. ¿Quién está tan ciego para contemplar la verdad que cree que fue doble la ignominia de Marco Catón, al ser rechazado de la candidatura a la pretura y al consulado?50 La ignominia fue la de la pretura y la del consulado; a ellas el honor les venía de Catón. 6. Nadie recibe el desprecio de ptro si antes no lo ha recibido de sí mismo. Dejemos que el espíritu humilde y rastrero sea susceptible a estas ofensas, en cambio el que se eleva frente a las situaciones más crueles y supera las desgracias que oprimen a otros, tiene esas desgracias mismas como un h o n o r51, puesto que esta­ mos hechos de modo que nada recibe mayor admira­ ción entre nosotros que un hombre valeroso en su desgracia. 7. Se conducía a Aristides a la muerte en A tenas52, y todo aquel que tropezaba con él bajaba los ojos y se lamentaba, no como si se diera cuenta de que se actuaba contra un hombre justo, sino contra la A este episodio de la vida de Catón de Utica hace referencia Séneca en otro lugar (cf. Sobre la providencia 3.14). La pretura la perdió frente a Vatinio (54 a. C.), que estaba apoyado p o r César. La derrota del consulado es del año 51 a .C . 51 Infulas, distintivo de los sacerdotes y de ahí signo de distinción. 32 Político ateniense de finales del vi y comienzos del v a. C. Participó en las batallas de M aratón, Salamina y Platea. Séneca parece haber seguido aquí la tradición de la muerte violenta, que también transm ite Plutarco en su vida de este personaje. Sin embargo se suele aceptar una m uerte natural.

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justicia misma. Se encontró, sin embargo, quien le escupió en la cara. Podía tomarlo a mal porque sabía que nadie de corazón puro se atrevería a ello; en cambio él se enjugó la cara y sonriéndose dijo al magistrado que lo acompañaba: «Adviértele a ése que no bostece tan mal la próxima vez.» Esto fue inferir una ofensa a la ofensa. 8. Sé que algunos dicen que no hay nada más duro que el desprecio, que les parece más aceptable la muerte. Yo les contestaré a estos que a menudo el exilio está desprovisto de todo desprecio; si un gran hombre ha caído, sigue siendo grande en el suelo ; no es víctima del desprecio más que lo son de las pisadas las ruinas de los antiguos templos, a las que los devotos veneran igual que si estuvieran en pie. 14. 1. Ya que, en lo que a mí respecta, no tienes nada, queridísima madre, que te lleve a derramar lágrimas sin fin, se deduce que tus propias razones te incitan a ello. Y hay dos. En efecto, o te conmueve el tener la sensación de haber perdido la protección, o el no poder soportar la ausencia por sí misma. 2. La primera parte voy a rozarla de pasada, pues conozco tu modo de ser, que no ama en los suyos nada más que eso, a ellos. Observen aquellas madres que utilizan el poder de sus hijos con la intemperancia propia de las mujeres; aquellas que, como a las muje­ res no les es posible desempeñar cargos, ejercen su ambición por mediación de ellos, que agotan y se apoderan de los patrimonios de los hijos, que los fatigan poniendo su elocuencia al servicio de otro. 3. Tú has disfrutado muchísimo con los bienes de tus hijos, los has utilizado mínimamente; tú siempre pu­ siste freno a nuestra generosidad, mientras no lo ponías a la tuya; tú, hija de familia53, aportaste dinero a tus hijos ricos; tú administraste nuestros patrimonios de modo que te dedicabas a ellos como si fueran tuyos, te abstenías de ellos como si fueran ajenos; tú has prescindido de nuestra influencia, como si utilizaras algo que no era tuyo, y de nuestros cargos 53 Es decir, no independiente y, por tanto, sin capacidad de disponer de su fortuna.

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nada te ha tocado más que placer y gastos: nunca tu bondad tuvo en cuenta la utilidad. De modo que no puedes echar de menos en tu hijo, que te ha sido arrebatado, las cosas que nunca consideraste que te pertenecieran cuando estaba a salvo. 15. 1. Todo el consuelo debo enfocarlo en la direc­ ción de donde surge la verdadera fuerza del dolor de una madre: «Entonces me veo privada de abrazar a mi queridísimo hijo. N o puedo disfrutar de su vista, tampoco de su conversación. Dónde está aquel que al verlo hacía relajar mi rostro entristecido, en quien descargaba todas mis preocupaciones? ¿Dónde las conversaciones, de las que nunca me saciaba? ¿Dónde las aficiones, en las que yo participaba con más gusto que las mujeres, con más conocimiento que las ma­ dres? ¿Dónde aquellos encuentros? ¿Dónde su alegría siempre infantil cuando veía a su madre?». 2. Añades incluso a esto los lugares de las felicidades comparti­ das y, como es lógico, las marcas de un trato reciente, eficaces sobre todo para atorm entar el espíritu. En efecto, también la fortuna ha preparado contra ti con toda crueldad el que, justo el tercer día antes de recibir el golpe, te marcharas tranquila, sin temor a nada semejante. Por suerte la lejanía de los lugares nos había separado, la ausencia de algunos años te había preparado para esta desgracia. Volviste, no para recibir alegrías de tu hijo, sino para perder la costumbre de añorarlo. Si hubieses estado ausente desde mucho antes, lo hubieses soportado con mayor entereza, incluso la distancia mitigaría la añoranza; si no te hubieses alejado hubieses recogido al menos el último fruto, ver dos días más a tu hijo. Ahora bien, el hado cruel lo ha dispuesto de modo que no estuvieses presente en mi suerte ni te acostumbrases a mi ausen­ cia. 4. Pero, cuanto más duras sean las circustancias, tanto más tendrás que recurrir a la virtud y tendrás que trabar combate más encarnizado con una especie de enemigo conocido y ya vencido a menudo. Esta sangre no fluye de tu cuerpo intacto, te han alcanzado en las cicatrices mismas. 491

16. I. No tienes por qué utilizar la excusa de tu condición femenina, a la que casi ha llegado a conce­ derse el derecho a llorar con exceso, aunque no sin medida; por eso nuestros mayores concedieron un espacio de diez meses a las que hacen duelo por sus maridos, para llegar a un arreglo con la pertinacia de la tristeza femenina por medio de una norma oficial: no prohibieron los lutos pero les pusieron un límite. En efecto, es una concesión estúpida dejarse invadir por un dolor sin límites cuando has perdido a alguien de tus seres más queridos, y una dureza inhumana el no sentir ninguno; lo mejor es el equilibrio entre el cariño y la razón, sentir añoranza y controlarla. 2. No tienes por qué fijar tu atención en algunas mujeres, a cuya tristeza una vez concebida ha puesto término la muerte. Conoces a algunas que, al perder a sus hijos, nunca se han despojado de sus ropas de luto; tu vida, más dura desde el comienzo, te exige más. No puede la excusa de tu condición femenina afectar a alguien que estuvo desprovista de todos los defectos femeninos. 3. El mayor vicio de la época, la falta de pudor, no te llevó a engrosar el número de la mayoría; no te doblegaron las piedras preciosas, tam­ poco las perlas; las riquezas no brillaron ante ti como el más preciado bien del género humano; no te torció, bien educada como estabas en una familia antigua y recta, la imitación de los peores, peligrosa incluso para la gente de bien; nunca te avergonzaste de tu fecundidad, como si te echara en cara la edad; nunca, siguiendo la costumbre de otras a quienes toda reco­ mendación les viene de su belleza, escondiste tu vien­ tre hinchado, como si fuera una carga vergonzosa, ni asesinaste dentro de tus entrañas una esperanza con­ cebida de hijos; 4. no manchaste tu cara con colores ni aceites; nunca te probaste los vestidos que no dejan al descubierto algo más cuando se quitan; tu único ornato, la belleza más extraordinaria, invulnerable a cualquier edad, la máxima distinción te pareció la honestidad. 5. De modo que no puedes sacar a relucir tu condición femenina para prolongar tu dolor; debes 492

mantenerte tan lejos de las lágrimas femeninas como de los vicios. Tampoco las mujeres te permitirán que te complaz­ cas en tu herida, sino que ordenarán que después de haber cumplido con una ligera y obligada tristeza, te levantes —si es que quieres considerar mujeres aque­ llas a quienes su esclarecida virtud colocó entre los grandes hombres. 6. La fortuna había reducido los hijos de Cornelia de doce a d o s54; si quieres enumerar los lutos de Cornelia, había perdido diez; si quieres valorarlos, había perdido Gracos. Sin embargo, a los que lloraban a su alrededor e increpaban su suerte, les prohibió acusar a la fortuna, que le había concedido hijos Gracos. De esta manera tuvo que nacer un hombre capaz de decir en una asamblea: «¿Que tú vas a hablar mal de mi madre, de la que me dio a luz?» Me parece mucho más valiente la frase de la madre: el hijo valoró mucho el nacimiento de los Gracos, la madre también los funerales. 7. Rutilia siguió a su hijo al exilio55, y se vio tan constreñida por su bondad, que prefirió sufrir el exilio a la añoranza y no volvió a la patria más que con su hijo. A ese mismo, ya de vuelta y en pleno éxito político lo perdió tan valerosamente como lo había seguido, y nadie advirtió sus lágrimas después de enterrar al hijo. Cuando se le expulsó, demostró su valor; cuando lo perdió, su sensatez. En efecto, nada la apartó de su cariño y nada la retuvo en una tristeza superflua y estúpida. Quiero contarte entre estas mu­ jeres. Siempre has imitado su vida, seguirás bien su ejemplo si reprimes y disimulas tu malestar. 17. 1. Sé que el asunto no está bajo nuestra potestad, que ningún afecto está sometido a nosotros, y mucho menos el que nace del dolor, pues es feroz y contumaz a todo remedio. Queremos mientras dura cubrirlo y 54 Cornelia, madre de los Gracos. 55 G ayo Aurelio C ota, cónsul en 75 a. C. P'ue acusado de haber incitado a la rebelión a los socii itálicos, aplicándole la lex Varia de maiestate (90 a. C.). Aunque el jurado no se pronunció, él m archó voluntariam ente al exilio: Cicerón nos habla de él en Bruto (201-203).

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devorar sus gemidos; sin embargo, a través de nuestro rostro fingido y disimulado se vierten las lágrimas. De cuando en cuando, ocupamos el espíritu en espectácu­ los de gladiadores, y en medio del espectáculo con el que se entretiene se introduce en el espíritu una leve nota de añoranza. 2. Por eso es mejor vencer el dolor que engañarlo. En efecto, si ha sido engañado por los placeres, si se le ha alejado por las ocupaciones, resurge y mientras está en reposo acumula energía para ensañarse. En cambio, todo aquel que cede a la razón se resuelve para siempre. De modo que no voy a mostrarte los procedimientos que sé que muchos han usado: el entretenerte con un largo viaje o deleitarte con uno agradable, el estar mucho tiempo ocupados en hacer cuentas y en administrar el patrimonio, el implicarte siempre en alguna ocupación nueva. Todas estas cosas sirven para muy poco tiempo y no son remedios al dolor, sino trabas. Y yo prefiero abando­ narlo a engañarlo. 3. De modo que te conduzco allí donde deben refugiarse todos los que escapan a la fortuna: a la ciencia; ella sanará tu herida, ella te arrancará cualquier tristeza. Aunque nunca te hubie­ ras entregado a ella, ahora debes utilizarla. Pero, en la medida en que te lo permitió el antiguo rigor de mi padre, aun cuando no dominaste todas las disciplinas, al menos las rozaste. 4. Ojalá, mi padre, el mejor.de los hombres, menos entregado a las costumbres de sus mayores hubiese querido instruirse en las normas de la sabiduría, mejor que iniciarte en ellas. Ahora no tendrías que procurarte una ayuda frente a la fortuna, sino aplicarla. Debido a esas mujeres que usan las letras, no con el fin de alcanzar la sabiduría, sino que se instruyen por lujo, no permitió que te entregases al estudio. Sin embargo, gracias a tu carácter ávido, sacaste más de lo normal: se pusieron los cimientos de todas las disciplinas. 5. Vuélvete ahora a ellas: te concederán la seguridad. Ellas te consolarán, ellas te deleitarán, si ellas se han introducido en tu espíritu de buena fe, nunca más penetrará el dolor, nunca la preocupación, nunca el tormento superfluo de una 494

aflicción inútil. A ninguno de estos afectos quedará expuesto tu pecho, pues a los demás vicios ya hace tiempo que está cerrado. Estos son, por cierto, los defensores más seguros y los únicos que pueden arran­ carte a la fortuna. 18. 1. Pero como mientras arribas al puerto que los estudios prometen tienes necesidad de aparejos en los que apoyarte, quiero mostrarte cuáles son tus consuelos. Fija la mirada en mis herm anos56, no te es lícito acusar a la fortuna mientras ellos estén a salvo. 2. Tienes en ambos en que complacerte por sus distintas virtudes: el uno consiguió los car­ gos entregándose a ellos, el otro los despreció sen­ satamente. Descansa en la dignidad de uno de tus hijos, en la serenidad del otro, en el cariño de am­ bos. Conozco los sentimientos íntimos de mis her­ manos: el uno cultiva la dignidad con el fin de que te sirva de ornato, el otro se ha retirado a una vida tranquila y pacífica con el fin de tener tiempo libre para ti. 3. Felizmente la fortuna te procuró dos hijos para ayuda y deleite tuyo, puedes recibir protección gracias a la colocación de uno, disfrutar de la inactivi­ dad del otro. Rivalizarán en detalles para contigo, y la añoranza de uno se verá suplida por el cariño de dos. Puedo prometer con cierta audacia: no te faltará nada más que el número. 4. Después de ellos fija la mirada también en tus nietos: Marco, un muchacho encantador, ninguna tristeza puede durar cuando se le ve. N ada tan impor­ tante ni tan reciente se ensaña en el pecho de nadie sin que él con su presencia no mitigue. 5. ¿De quién su alegría no sería capaz de suprimir las lágrimas? ¿De quién el espíritu contraído por la preocupación sus ocurrencias no serían capaz de relajar? ¿A quién su carácter juguetón no atraerá a la diversión? ¿A quién no distraerá y apartará, aunque esté clavado en sus 56 Sus dos hermanos eran N ovato y Mela. El prim ero fue adoptado por el rétor Junio Galion, y se dedicó a la política (cf. Sobre la ira 1,1; Sobre la felicidad 1.1).

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preocupaciones, su charlatanería que a nadie cansa? Ruego a los dioses: ¡Ojalá nos sobreviva!57 6. Que en mí se asiente cansada toda la crueldad de los hados. Todo lo que su madre tenga que lamentar, que pase a mí ; todo lo que su abuela, a mí. Que florezca el resto de la familia en su estado actual. N o emitiré queja alguna sobre la pérdida de mi hijo, tampoco sobre mi situa­ ción, con tal de ser yo quien redima a la familia de todo sufrimiento. 7. Retén en tu regazo a Novatila, que te ha de dar biznietos en seguida58; tanto me la había apropiado, tanto me había atraído que puede parecer huérfana porque me ha perdido, aun estando vivo su padre. Amala también por mí. Recientemente la fortuna le arrebató a su madre, tu cariño puede lograr que sienta dolor por haber perdido a su madre, no que lo lamente. 8. Edúcala ahora, fórmala ahora: las nor­ mas que se graban en los años más tiernos penetran más profundamente. Acostúmbrese a conversar conti­ go, moldéese a tu arbitrio. Le concederás mucho, aunque no le concedas nada más que tu ejemplo. Este deber tan sagrado actuará para ti como remedio; en efecto, nada puede apartar de la preocupación a un espíritu dolido en su piedad sino la razón o una ocupación honrosa. 9. Enumeraría entre los grandes consuelos también a tu padre, si no hubiese marcha­ do. Ahora bien, piensa, con todo, basándote en tu afecto, cuál es el suyo para contigo; te darás cuenta cuánto más justo es que tú te reserves para él que que que te gastes conmigo. Siempre que la intolerable violencia del dolor te invada y te mande ir tras de ella, piensa en tu padre. Tú, sin duda, dándole tantos nietos y biznietos, lograste no ser única; sin embargo, el que el fin de su vida transcurra felizmente recae

57 Se trata probablemente de M arco Anneo Lucano. Si la referencia a éste se acepta, resulta prem onitorio el deseo enunciado, ya que ambos, tío y so­ brino, murieron en la misma fecha y con la misma ocasión : la conjura de Pisón en el año 65. 58 Hija de Novato, sobrina, por tanto, de Séneca.

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sobre ti. En vida suya no es justo que te quejes por haber vivido. 19.1. Había silenciado hasta ahora el mayor de tus consuelos, tu hermana, ese pecho extremadamente fiel a ti, al que todas tus preocupaciones se trasladan como suyas, ese espíritu maternal para todos noso­ tros. Con ella has mezclado tú tus lágrimas, en su regazo respiraste por primera vez. 2. Ella sigue siem­ pre sin dudar tus sentimientos y, sin embargo, en mi caso no sólo se duele por ti. Fui trasladado a Roma en sus brazos; gracias a su alimentación cariñosa y m a­ ternal fue adquiriendo fuerzas, enfermo como estaba, durante largo tiempo: ella extendió su influencia en apoyo de mi cuestura , y ella, que ni siquiera sopor­ taba la audacia de una conversación o de un saludo en voz alta, venció su timidez por amor a mí. Nada un género de vida retirada, nada su modestia poco culti­ vada en medio de las desvergüenza de las mujeres, nada el sosiego, nada sus costumbres retiradas y dedicadas al ocio, nada le impidió el hacerse incluso intrigante por mí. 3. Este es queridísima madre, el consuelo con que puedes recuperarte. Unete a ella cuanto puedas, abrázate a ella estrechamente. Suelen las personas tristes huir de lo que más aman y buscar la libertad para su dolor: tú comparte con ella todo lo que pienses, sea que quieres conservar ese comporta­ miento, sea que quieras abandonarlo, encontrarás en ella el fin a tu dolor, o una compañera. 4. Pero si conozco bien la prudencia de una mujer cúmulo de perfecciones, no tolerará que te consumas en medio de un dolor que de nada te ha de servir y te contará su ejemplo, que yo también contemplé. Había perdido a su queridísimo esposo, nuestro tío, con el que se había casado jovencita, en el curso Su tía, casada con G ayo G alerio, prefecto de Egipto. Según Séneca mismo deja entrever, estuvo con sus tíos en Egipto, probablemente recupe­ rándose de una enfermedad. A la vuelta de Egipto (31 d. C.) murió trágica­ mente su tio. Es después cuando su tía le prestó lodo su apoyo para la consecución de la pretura, paso inicial de la carrera política, que alcanzó en el 33 ó 34 a. C.

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mismo de un viaje por mar. Sin embargo, soportó al mismo tiempo el luto y el miedo, y después de superar las tempestades, también ella náufraga, recuperó el cuerpo de su marido. 5. ¡En qué oscuridad yacen las acciones destacadas de muchas mujeres. Si le hubiese correspondido una época anterior sencilla en admirar las virtudes, en medio de qué competencia de talentos se celebraría a la mujer que olvidándose de su indefen­ sión, olvidándose de un m ar temible incluso para los hombres más valerosos, lanzó su cabeza en medio del peligro como a una sepultura y, mientras piensa en la muerte de su marido, no siente temor por sí misma! Se hace conocida en los poemas de todo el mundo la mujer que se entregó como prenda en lugar de su esposo . Esto es más: buscar con riesgo de la vida una sepultura para su marido. Es mayor el amor que persigue menos exponiéndose igual. 6. Después de esto nadie se extraña de que, a lo largo de dieciséis años, durante los que su marido estuvo al frente de Egipto, nunca se la viese en público, no admitiera a ningún provincial en su casa, nada pidiera a su marido, nada permitiera que se le pidiera a ella. De modo que una provincia lenguaraz e ingeniosa en ofender a los prefectos, en la que incluso los que han evitado la inculpación no han escapado al descrédito, la admiró como ejemplo único de santidad y, lo que es mucho más difícil para aquel que gusta de las gracias peligrosas, contuvo todo libertinaje ver­ bal ; todavía hoy sigue deseando a alguien semejante a ella, aunque no confie ya en conseguirlo. Sería 60 Alusión de Alcestes, hija de Pelias, y Adm eto su esposo. Ante la inminente muerte de Admeto, Apolo —ligado a éste por ag rad ecim ien to consiguió que los hados accedieran a aceptar la m uerte de cualquiera que se ofreciera en lugar de Admeto; Alcestes fue ia única que se ofreció y m urió el día fijado. Más tarde Hércules la rescató de las sombras y la devolvió a su esposo. Entre los poetas a que se refiere Séneca hay que citar a Eurípides, con una tragedia con el título de Alcestes, y constantes menciones en ios poetas líricos y legíacos 61 Es opinión extendida entre los antiguos que los egipcios eran ingeniosos y mordaces. Así aparecen calificados por Herodiano en su Historia del Imperio Romano (IV 9.2) y Adriano también los considera así en la carta que se le atribuye en la Historia Augusta (F l. Vop.. Quadr. Tyr. 8).

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mucho el que a lo largo de dieciséis años la provincia le hubiese dado su aprobación, es más el que la ignorase. 7. N o te estoy contando todo eso con el fin de elaborar su elogio — limitarlo es pasar por el tan de prisa— , sino con el de que te des cuenta de que es una mujer de gran coraje a la que ni las intrigas, ni la avaricia, compañeras y plaga de todo poder, la han vencido; tampoco el miedo a la muerte, una vez desarbolada la nave, impidió que, aun consciente de su propio naufragio, adhiriéndose al cuerpo exánime de su marido, no buscara cómo salir de allí, sino cómo sacarlo. Es conveniente que muestres igual valor y recuperes ánimos después del duelo y consigas que nadie piense que te avergüenzas del fruto de tus entrañas. 20. I . Por lo demás, como es lógico, aunque hayas hecho todo esto, aunque tus pensamientos vuelvan a mí constantemente y que ahora ninguno de tus hijos se te aparezca con igual frecuencia, no porque te sean menos queridos, sino porque es natural que la mano acuda más a menudo al lugar que le duele, escucha cómo debes imaginarme: contento y alegre, como en las mejores circustancias. En efecto, son las mejores, ya que mi espíritu, libre de toda ocupación, queda libre para sus obras y unas veces se deleita con es­ tudios ligeros, otras veces se eleva a la consideración de su propia naturaleza y de la del universo, ansioso de verdad. 2. Primero, investiga la tierra y su situa­ ción, después la naturaleza del m ar que la rodea, las alternativas de sus flujos y reflujos; entonces, observa todo lo que ocupa el espacio entre el cielo y la tierra, espacio lleno de temores y alborotado por los truenos, rayos, soplos de los vientos, caída de agua, nieve y granizo; más larde, después de recorrer las zonas más próximas a la tierra, irrumpe en las elevadas y disfruta del bellísimo espectáculo de la divinidad; acordándose de su naturaleza eterna, marcha en busca de todo lo que ha existido y existirá por los siglos de los siglos.

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INDICES

H

INDICE ONOMASTICO

Abruzzi, Ser. 2,13 Africa, Ira I 11,6; C. Helv. 1>2; 9,8; 12,5 Alba, C. Pol. 17,4 Alcibiades, F el, 27,4 Alejandría, Ser. 9.5 Alejandro (Magno), Firm. 6,8; Ira II 2,6; 23,2; 23,3; Ira III 17,1; 23,1 Alpes, Ira I 11,2; Brev. 4,5 Aníbal, Ira I 11,6; Ira II 2,5; 5,4; Brev. 17,6 Antenor, C . Helv. 7,6 Antigono (?), Ira III 22,2; 22,3; 22,4 Antíoco (III), Brev. 17,6 Antístenes, Firm. 18,6 Antonio, Marco, Ira II 2,3; Brev. 4,6; C. Pol. 16,1; 16,2 Apicio, F el. 11,4; C . Helv. 10,8 Apolo, Ira III 14,2 Apolodoro (tirano de Casandria) Ira II 5,2 Aquilas Ira II 2,3 Aquiles Ser. 2,12 Arcesilao Ser. 17,9 Areo (filósofo) C . M arc. 4,2 Aretusa (fuente) C. M arc. 17,3 Aristides C. Helv. 13,7 Aristófanes Fel. 27,2 Aristóteles, Ira I 3,3; 9,2; 17,1; Ira III 3,1; 17,1; Fel. 27,4; Oc. 8,2; Ser. 17,10; Brev. 14,5

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Asia, Ira I 11,4; Ira II 5,5; Brev. 4,5; C. Heiv. 7,2; Atalo de Asia, Firm . 13,3 Atenas, Ser. 5,3; C . Helv. 13,7 Atenodoro. Ser. 3,1; 4.1; 7.2 Atico (Tito Pomponio). Brev. 5,2 Augusto, Ira 11 5.5; Ira III 23,4; 24,1 ; 23,6; 40,2; Brev. 4,2; C. Pol. 12,5; 15,3; 15,4; C. M arc. 2,3; 3,2; 4,2; 15,2 Aventino Brev. 13,8 Ayax Ira II 36,5 Babilonia, Firm. 6,8; Ira III 21,1 Baso Betilieno, Ira III 18,3 Belona, Ira II 35,6 Bibulo (Marco Calpurnio), C. M arc. 14,1; 14,2 Bión, Ser. 8,3; 15,4 Boco (rey), Brev. 13,6 Bretaña, C. M arc. 14,3; C. Pol. 13,2 Bruto (Lucio Junio), C. M arc. 16,2 Bruto, (Marco Junio), C. Helv. 8,1; 9,4; 9,5; 9,6; 9,8 Caligula, Gayo (Julio), Firm. 18,1; 18,3; 18,4; Ira I 20,8; Ira II 23,4; 33,3; 33,4; ira III 18,3; 19,5; 21,5; Ser. 11,10; 11,12; 14,4; 14,6; 14,10; Brev. 18,5; 18,6; 20,3; C. Pol. 13,4; 17,4; 17,5; C Helv. 10,4 Cambises, fra III 14,1 ; 20.2 Campania, Ser. 2,13 Campo de Marte, Prov. 5,4; Firm. 122'·, ira II 8,1 Cano, Julio, Ser. 14,3; 14,6; 14,7; 14,9 Cannas, Ira II 2,5; 5,4 Capitolio, Firm. 6,8; C. M arc. 13,1; 13,2; C. Helv. 10.9 Caribdis, C. M arc. 17,2; Caméades. Brev. 14.2 Cartago, Firm. 6,8; I r a i 11,7;C. Pol. 1,2; \4 ,5 ;C . Helv. 12,6 Cástor (templo), Firm. 13,4 Catilina, (Lucio Sergio), Ira III 18,2; C. M arc. 20,5 Catón (Marco Porcio), Prov. 2,9; 2,10; 2,12; 3,4; 3,14; Firm. 1,3; 2,1; 2,2; 7,1; 14,3; Ira II 32,2; 32,3; Ira III 38,2; C. M arc. 20,6; 22,3; Fel. 18,3; 21,3; Ser. 7,5; 16,1; 16,4; 17.4; 17,9; C. Helv. 9.5; 13,5 Catón el Censor (Marco Porcio), Fel. 21,3 Cátulo, Quinto, Ira III 18,2 Celio (Rufo, Marco), ira III 8,6 Cepión, Fanio, Brev. 4,5 César Gayo (hijo de Agripa y Julia), C. Pol. 15,4 César, (Gayo Julio), Prov. 3,14; Ira III 30,4; C. M arc. 14,1; 20,6; C. Helv. 9,6

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César (cf. Claudio) César, Gayo (cf. Caligula) Cibele, Fel. 13,3 Cicerón, (Marco Tulio), Firm. 17,3; Ira II 2,3; Ira III 37,5; C. M arc. 20,5; Ser. 16.1; Brev. 5.1; 5.3 Cincinato (Lucio Quincio), Brev. 17,6 Ciro, Ira III 21,1 Claudio Caúdice, (Apio), Brev. 13,4 (Claudio) César, C Pol. 12,3; 12,4; 13,4 Cleantes, O c. 6,5; S er . 1,10 Clelia, C. M arc . 16,2; 16,3 Clito, Ira III 17,1 Clodio, (Publio), Ira II 2,3; Firm. 2,2 Corbulón, (Gneo Domicio), Firm. 17,1 Corinto, S er . 9,6; Brev. 12,2; C. Pol. 1,2 Cornelia (madre Gracos), C. M arc. 16,3; C. Helv. 16,6 Cornelia (esposa Livio Druso), C. M arc. 16,4 Coruncanio, (Tiberio), Fel. 21,3 Cosura, C. Helv. 6,4 Cota (Gayo Aurelio), C. Helv. 16,7 Craso (Marco Licinio),/W . 21,3 Cremucio Cordo, Aulo. C. M arc. 1.2; 22.4; 22,7 Creso, Ser. 11,12 Crisipo, Firm. 17,1; Oc. 3,1; 6,4; 6,5; 8,1; Ser. 1,10 Curio (cf. Dentato) Chipre, C . M arc. 20,6 Danubio, Brev. 4,5 Darío, ira III 16.3 Demetrio el cínico, Prov. 3,3; FeL 18,3 Demetrio Poliorcete, Firm. 5,6 Demetrio Pompeyano, Ser. 8,6 Democares, Ira III 23,2 Demócrito, Prov. 6,2; Ira III 6,3; FeL 27,4; Ser. 2,3; 13,1; 15,2; Brev. 14.5 Dentato (Manio) Curio, Fel. 21,3; Ser. 5,5; Brev. 13,3 Diodoro, Fel. 19J Diógenes, Ira III 38,1; Ser. 8,4; 8,5; 8,7 Diomedes, C . Helv. 7,6 Dionisio (el menor, tirano de Sicilia), C. M arc. 17,5 Drusila, Julia, C. Pol. 17,4 Druso (Marco) Livio (cónsul 112 a. C.), Brev. 6,1 Druso. ( Nerón Claudio), C. M arc. 3,1; 3,2; 5,1 (Cesón) Duilio (Nepote), Brev. 13,3 Eforo, Ser. 7,2

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Egipto, Brev. 4,5; C. Helv. 9,8; 19,6 (Marco) Egnacio (Rufo), Brev. 4,5 JElio (lenón), Prov. 5,2 Ennio, Ira III 37,5 Epicuro, Firm. 15,4; 16,1; Fel. 12,4; 13,1; 13,2; 18,1; 27,4; O c. 1,4; 3,2; Brev. 14,2 Esciato (isla), C. H elv . 6,4 Escipión (Publio Cornelio) (Africano el Mayor), ira I 11,6; Ser. 17,4; Brev. 17,6; C. Pol. 14,4; C. //e/u. 12,6; 12,7 Escipión Emiliano (Publio Cornelio) (Africano el Menor), Ira I 11,7; C. M arc. 13,3; C. /W . 14,5 Escitia, C . Helv. 7,1 Esopo, C. Pol. 8,3 Espeusipo, Ira III 12,6 Estilpón, Firm. 5,6 Eufrates, Brev. 4,5 Evandro. C . Helv. 7.6 Fabiano Papirio, C. M arc. 23,5; Brev. 10,1; 13,9 Fabio (Máximo Quinto), Ira I 11,5; Ira II 31,4 Fabricio (Luscino, Gayo), Prov. 3,4; 3,6 Fálaris (tirano de Agrigento), Ira II 5,2; Ser. 14,4 Fasis, rio de la Cólquide, C. Helv. 10,3 Fedro, Fel. 27,4 Fido Comelio (yerno de Ovidio), Firm. 17,1 Filipo (médico de Alejandro), Ira II 23,2; Ira III 23,2; 23,3; 24,1 Fócide, C. Helv. 7,8 Galia, C. Helv. 7,2 Galión L. Junio (hermano de Séneca), Fel. 1,1 Gayo, (cf. Caligula) Gayo, (cf. Graco) Germania, C. Pol. 13,2; 15,5 Germánico (Julio César), C. Pol. 16,3 Giaros (rio), C. Helv. 6,4 Gindes (rio), Ira III 21,1 (Graco), Gayo (Sempronio), C. M arc. 16,3 (Graco), Tiberio (Sempronio), C. M arc. 16,3 Gracos (Tiberio y Gayo), Brev. 6,1 ; C . Helv. 7,2 Grecia, C. M arc. 13,1; C. Helv. 7,2 Hárpago, Ira III 15,1 Heráclito, Ser. 15,2 Herculano. Ira III 21,5 Hércules, Firm. 2,1; Ser. 16,4

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Hipias, Ira IT 23,1 Hispania, Brev. 5,2; C. H elv . 7,2; 9,8 Homero, Ser. 2,12; C. A>/. 8,2 Hortensio (Hortalo, Quinto), Ira III 37,5 Ida, Firm. 18,6 Iliada, Brev. 13,2 Inferior (Mar), Prov. 3,6; C. Helv, 1 2 Isócrates, Ser. 1 2 Italia, C. Pol. 17,5; C. 7,2 Jantipa, F/mi. 18,6 Jenofonte, Ira II 2,6 Jerjes, Ira III 16,3 Jerónimo (de Rodas), Ira I 19,3 Jugurta, Ser. 11,12 Julo (Antonio). Brev. 4,6 Júpiter, Prov. 2,9; Ira I 20,8; 20,9; C. M arc. 13,1 ; Fel. 26,6; Brev. 17,6; C. 10,8 Laberio D.. Ira II 11.3 (Publio Cornelio) Lentulo (Sura), Ira III 38,2 Lépido, Marco, Brev. 4,5 Lisímaco, Ira III 17,2 Livia, C . M arc. 2,3; 2,5; 3,1; 4,2; 4,3 Livio, Tito, Ira I 20,6; Ser. 9,5 Lucania, Ser. 2,13 Lucilio, Prov. 1,1 Lucio, C. Pol. 15,4 Lucrecia, C . M are. 16,2 Lucrecio, S er . 2.14 Lúculos (Lucio Licinio y Marco Terencio Varron), C. Pol. 15,1 Macedonia, Brev. 4,5; C. Helv. 7,1 Macro Herenio, Firm. 18,4 Macrobios, Ira III 20,2 Magna G reda, C. Helv. 1 2 Manes (esclavo de Diógenes), Ser. 8,7 Marcelo (Marco Claudio), C. Helv. 9,4; 9,5; 9,6; 10,1 Marcelo (Marco Clodio), C. M arc. 2,5 Marcia (hija de Cremucio Cordo), C. M arc. 1,1; 6,1; 8,2; 10,1; 16,5; 19,3; 22,1; 22,7; 23,3; 24,2; 25,2; 25,3; 26,1; 26,7 M ario (Gratidiano, Marco), Ira III 18,1; 18,2 M ario (Gayo), Ira II 2,3; Brev. 17,6; C. Helv. 7,9 Marsella, C . Helv. 7,8 Mecenas, Prov. 3,10; 3,11

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M égara. Firm. 5,6 Menenio Agripa, C . Helv. 12,5; 12,7 Mesana, Brev. 13,5 Metelo, Lucio Cecilio, Brev. 13,8 Metilio (hijo de Márcia), C. M arc. 16,8 Mileto, C. M arc. 1 2 Mindiride, Ira II 25,2 Mitilene, C. Helv. 9,4; 9,6 Mitrídates, S er . 11,12 Mucio (Escevola). Prov. 3.4; 3.5 Murena (Lucio Licinio), Brev. 4.5 Nápoles, C. M arc. 20,4 Neptuno, Firm. 4,2 Nomentano, Fel. 11,4 Novatila. C. Helv. 18.7 Novato (Lucio Anneo), Ira I 1,1 ; Ira II 1,1 ; Ira III 1,1 ; 39,1 Numancia, Firm. 6,8; Ira I 11.7; C. Pol. 1 2 Octavia (hermana de Augusto), C. M are. 2,3; C. Pol. 15,3 Odisea, Brev. 13,2 Olimpia, Prov. 4 2 Ovidio, Firm. 17,1 Padua, C. H elv . 7,6 Papinio, Sexto, Ira III 18, 3 Pastor. Ira II 33.3: 33.4 Paulino, Brev. 1,1; 18,1 Paulo (Lucio) Emilio, C. M are. 13,3; 13,4; C. Pol. 14,5 Perseo, C. M are. 13,3; 13,4 Pirineo, C. Helv. 7,2 Pirro, Prov. 3,6; Ira II 14,3 Pisón, Gneo (Calpurnio), Ira I 18,3; 18,4; 18,5 Pitágoras, Brev. 14,5 Pitio, Ira III 16,3 Platón, Ira I 6,5; 19,7; Ira II 20.2; 21,10; Ira III 12,5; 12,7; C. M are. 17.5; Fel. 18.1; 27,4; Ser. 17,10; C. Helv. 12,4 Polibio. C. Pol. 3.5 Polión, Gayo Asinio, Ira III 23,5; 23,8; Ser. 17,7 Pompeyo (?), Ser. 11,10 Pompeyo, Gneo, Prov. 3,14; Ira II 23,4; Ira III 30,5; C. M are. 20,4; 20,6; 22,4; 22,5; Ser. 16,1 ; Brev. 5,2; 13,6 Pompeyo, Sexto, C. Pol. 15,1 Pompeyos (Gneo y Sexto) C. Pol. 15,1 Prexaspes, Ira III 14,1 Priamo. Ira Π 33.5 Priapo, Firm. 18,3

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Ptolomeo (rey de Africa), Ser . 11,12 Publilio Siro, Ser. 11,8 Pulvilo (Marco Horacio), C. M arc. 13,1 Querea, Firm. 6,8 Régulo (Marco Atilio), P rov. 3,4; 3.9; 3,11; Ser. 16,4; C. Helv. 12,5; 12,7 Remo, Brev. 13,8 Rin, Brev. 4,5 Rinocolura, ¡ra 111 20,1 Roma, Prov. 3,7; S er . 2,13; C. Pol. 14,5; C. H elv . 19,2 Rómulo, C. //e/r. 9,3 Rutilia (madre de Gayo Aurelio Cota), C. Helv. 16,7 Rutilio (Rufo, Publio), Prov. 3,4; 3,7; C. Mare. 22,3; Fel. 18,3; Ser . 16,1 Satrio Segundo, C Afarc. 22,4 Sejano (Lucio Elio), C. M are. 1,2; 1,3; 15,3; 22,4; 22,6; 22,7; Ser. 11,11 Séneca O c. 1,4; Ser. 1,1 Sereno, Firm. 6,8; Ser. 2,1; 4,1; 17,2 Serifo, C. //e/u. 6,4 Servilio (lago), Prov. 3,7 Sextio (Quinto), Ira II 36,1 ; Ira III 36,1 Sicilia, Brev. 4,5; 13,8; ,C. Pol. 17,5 Sila (Lucio Cornelio), Prov. 3.7; 3.8; Ira I 20.4; Ira II 2.3; 34,3; Ira 111 18,1; 18,2; C. Mare. 12,6; Brev. 13,6; C. Helv. 7,9 Sileno, Ira III 22,5 Siracusa, C. M are. 17,2; 17,6; 18.1 Siria, Ira I 11,4; Ira III 20,1 ; Brev. 4,5 Sirtes. C. M are. 25,3; F el . 14.1 Sócrates, Prov. 3,4;3,12;/7rm. 7,3; 18,6;/rai 15,3; /ra II 7,1 ; Ira III 11,2; 13,3; C. Mare. 22,3; Fel. 25,4; 26,4; 27,1; Oc. 8,2; Ser. 5.2; 16,1; 17.4; Brev. 14.2; C. Helv . 13.4 Solón, Ser. 17,9 Sublicio (puente), Fel. 25,1 Superior, (Mar), Prov. 3,6 Tarento, Ser. 2,13 Tauro. Prov. 5.11 Telesforo, Ira III 17.3 Teodoro de Cirene, Ser. 14,3 Teodoto, Ira II 2,3 Teofrasto, Ira I 12,3; 14,1; Brev. 14,5 Terencia, Prov. 3,11 Tersites, Ira III 23.3

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Tiber, Brev. 13,4; C. Helv. 7,6 Tiberio (J. César Augusto), Prov. 4,4; C. Λ/arc. 4,2; 15,3; 22.4; C. /W. 15.5 Tiberio, (cf. Graco) Tilio Cimbro, Ira III 30,5 Timágenes de Alejandría, Ira III 23,4; 23,5; 23,8; Tracia, Firm . 18,6 Trasimeno, Ira II 5,4 Triunfo, Prov. 4,4 Troya, C. Helv. 7,6 Turanio, Brev. 20,3 Tusculo, Brev. 5,2 Ulises, Firm. 2,1; Brev. 13,2 Valerio Asiático, Firm. 18,2 Valerio (Mésala) Corvino (Marco), Brev. 13,5 Varrón (Marco Terencio) C. Helv. 8,1 Vatinio, Prov. 3,14; Firm. 1,3; 2,1; 17,3 Vedio Polión (Publio), Ira III 40,2 Venus, Firm. 18,3 Via Sacra, C. M arc. 16,2 Virgilio, C. Pol. 8,2 Voleso Mésala, Ira II 5,5 Zenón, Ira I 16,7; Fel. 18,1; O c. 1,4; 3,1; 3,2; 6,4; 6,5; Ser. MO; 14,3; Brev. 14,5; C. Helv. 12,4

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INDICE GENERAL

I n t r o d u c c ió n ................................................................. D atos bio g rá fico s d e S é n e c a ............................. Sobre la p r o v id e n c ia .............................................. In tro d u c c ió n .............................................................. S in o p sis........................................................................ Sobre la firm eza d el sa b io ................................. In tro d u c c ió n .............................................................. S in o p sis........................................................................ Sobre la ir a ................................................................. In tro d u c c ió n .............................................................. S in o p sis........................................................................ L ib ro P rim e ro ............................................................ L ib ro I I ........................................................................ L ib ro I I I ...................................................................... C onsolación a M a r c ia ........................................... In tro d u c c ió n .............................................................. S in o p sis........................................................................ Sobre la f e l ic id a d .................................................... In tro d u c c ió n ............................................................... S in o p sis........................................................................ S obre el o c io ............................................................... In tro d u c c ió n ..............................................................

7 25 39 41 45 71 73 77 107 109 113 117 145 183 231 233 237 281 283 287 327 329

Sinopsis...............................................................

331

Sobre la se r e n id a d ...................................................

343

Introducción....................................................... Sinopsis...............................................................

345 347

Sobre la brevedad de la v id a ..........................

389

Introducción....................................................... Sinopsis...............................................................

391 393

C onsolación a P o l ib io ......................................... ..

427

Introducción....................................................... Sinopsis...............................................................

429 431

C o n so la ció n a H e l v ia ............................................

461

Introducción....................................................... Sinopsis...............................................................

463 465

I n d ic e o n o m á stic o .....................................................

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VOLUMENES PUBLICADOS

BIBLIOTECA DE LA LITERATURA Y EL PENSAMIENTO HISPANICOS 1. J u a n R u i z

2. 3.

de

A

larcón:

Tres comedias de « enredo ».

Edición preparada por Joaquín de Entrambasaguas y Peña. P e d r o A n t o n i o d e A l a r c ó n : La pródiga. Edición pre­ parada por Alberto Navarro González. L o p e d e V e g a : Teatro. Edición preparada por José María Diez Borque.

4. D o m i n g o F . S a r m i e n t o : Facundo (Civilización y barba­

rie). Edición preparada por Luis Ortega Galindo. 5. A l f o n s o d e V a l d é s : Diálogo de las cosas ocurridas en Roma. Edición preparada por José Luis Abellán García. 6. J o s é M a r t í : Antología. Edición preparada por Andrés

Sorel. 7. C a d a l s o : Cartas marruecas. 8. 9.

Edición preparada por

Rogelio Reyes Cano. B o l í v a r : Discursos , proclamas y epistolario político. Edición preparada por M ario H. Sánchez-Barba. G a r c il a s o d e l a V e g a : Obra completa. Edición pre­ parada por Alfonso I. Sotelo Salas.

10. J o r g e

de

M

ontem ayor:

L o s siete libros de la Diana.

Edición preparada por Enrique Moreno Báez. 11. I r i a r t e : Fábulas literarias. Edición preparada por Se­ bastián de la Nuez Caballero. 12. C e r v a n t e s : Novelas ejemplares (2 vols.). Edición pre­ parada por Mariano Baquero Goyanes. 13. J l a n d e M e n a : Laberinto de Fortuna. Poemas menores. Edición preparada por Miguel Angel Pérez Priego.

14. H u a r t e

de

S a n J u a n : Examen de ingenios para las

ciencias. Edición preparada por Esteban Torre. 15. F e r n á n d e z d e L iz a r d i: Periquillo Sarmiento. E dición p re p a ra d a p o r L uis Sáinz de M edrano. 16. S a a v e d r a F a j a r d o : Empresas políticas. Edición pre­

parada por Quintín Aldea Vaquero. 17. A n d r é s B e l l o : Antología de discursos y escritos. 18.

Edi­

ción preparada por José María Vila Selma. F r a n c is c o d e M ir a n d a : Diario de viajes y escritos polí­ ticos. Edición preparada por M . Hernández SánchezBarba.

19. L e a n d r o F e r n á n d e z d e M o r a t í n :

Teatro completo.

Edición preparada por Manuel Fernández Nieto. 20. La picara Justina. Edición preparada por Antonio Rey Hazas. 21. M ig u e l d e M o l in o s : Guía espiritual. Edición preparada por Santiago González Noriega. 22. A n ó n i m o : Lazarillo de Tormesy y J . d e L u n a : Segunda parte del Lazarillo de Tormes, Edición preparada por Pedro M. Piñero Ramírez. 23. F e r n a n d o d e R o j a s : La Celestina. Edición fonológica de M . Criado de Val. 2 4 . I b n H u d a y l : Gala de caballeros , blasón de paladines. Edición preparada por M aría Jesús Viguera. 25. Jo sé Z o r r i l l a : Teatro selecto. E dición p re p a ra d a p o r

Jo a q u ín de E n tram b asag u as.

26.

In fan te

don

Juan M

anuel:

E l conde Lucanor. Edición

preparada por Antonio Martínez-Menchen. 27. J u a n

de

M

ontalvo:

Siete tratados. Réplica a un sofista

seudocatólico. Edición preparada por José Luis Abellán. 28. M a r ia n o J. d e L a r r a : Antología. Edición preparada

por Armando López Salinas. 29. C a l d e r ó n d e l a B a r c a : D os tragedias. Edición prepa­ rada por José M aría Diez Borque. 30. D o n o s o C o r t é s : Ensayo sobre el catolicismo , el libera­ lismo y el socialismo. Edición preparada por José Vila Selma. 3 1 . C a m p o m a n e s : Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento. Edición preparada por Fran­ cisco Aguilar Piñal. 32. S o r J u a n a I n é s d e l a C r u z : Selección. Edición prepa­ rada por Luis Ortega Galindo. 33. Q u i n t a n a : Selección poética. Edición preparada por Rogelio Reyes Cano.

34.

R a m ó n L l u l l : Proverbios de Ramón.

Edición preparada

por Sebastián García Palou. 35.

A n ó n i m o : Libro de Alexandre.

Edición preparada por

Jesús Cañas Murillo. 36.

A n t o n i o E x i m e n o : D el origen y reglas de la música.

Edición preparada por Francisco Otero. 37. J u a n L u is V i v e s : Epistolario. Edición preparada pur José Jiménez Delgado. 38. P a d r e I s l a : H .a del fam oso predicador Fray Gerundio de Campazas. Edición preparada por L. Fernández Martin. 39. D ie g o d e T o r r e s V i l l a r r o e l : L o s deshauciados del mundo y de la gloria . Edición preparada por Manuel María Pérez. 40. J e h u d a H a - L e v i : Cuzary. Libro de grande sciencia y mucha doctrina. Edición preparada por Jesús Imirizaldu. 41 . A n t o n i o L i ñ á n y V e r d u g o : Guia y avisos de forasteros que vienen a la corte. Edición preparada por Edisons Simons. 42. F r a n c is c o M a r t ín e z M a r i n a : Teoría de las Cortes. Edición preparada por J. Μ. Pérez-Prendes. 43. Cancionero de Garci Sánchez de Badajoz. Edición pre­ parada por Julia Castillo. 44. Antología de Humanistas Españoles. Edición preparada por Ana Martínez Arancón. 45. C a r l o s d e l V a l l e R o d r í g u e z : La escuela hebrea de Córdoba.

46. 47. 48. 49. 50. 51.

: E l lazarillo de ciegos caminantes. Edición preparada por Antonio Lorente Medina. E m il ia P a r d o B a z á n : La mujer española. Edición pre­ parada por Leda Schiavo. J u a n R o d r í g u e z d e l P a d r ó n : Obras Completas. Edi­ ción preparada por César Hernández Alonso. Epica española medieval. Edición preparada por Manuel Alvar. La mentalidad maya. Edición preparada por José Vila Selma.

C oncolorcorvo

F ern á n d ez P érez

de

O

l iv a :

Diálogo de la dignidad del

hombre. Edición preparada por María Luisa Cerrón

Puga. 52.

J o sé

: Teatro completo. Edición prepa­ rada por A m ando Labandeira.

53.

F a d r iq u e F u r i ó C e r i o l : El concejo y consejeros del

de

Espron ced a

príncipe. Edición preparada por Henri Méchoulan.

54.

Juan

de

J a u r e g u i : Discurso poético.

Edición preparada

por Melchora Romanos. 55. Textos de cronistas de Indias y poem as precolombinos. Edición preparada por Roberto Godoy y Angel Olmo. 56. J u a n V i c t o r i o : E l amor y el erotismo en la literatura m edieval

57.

Y o sef B en M

e ir

B en Z

abarra:

Libro de los entreteni­

mientos. Edición preparada por M arta Forteza Rey. 58. J u a n d e l a C u e v a : Fábulas mitológicas y épica burlesca.

Edición preparada por J o s é Cebrián García. 59. L. A n n e o S é n e c a : Diálogos. Edición preparada por Carmen Codoñer.

BIBLIOTECA DE LA LITERATURA Y EL PENSAMIENTO UNIVERSALES 1. N

2.

3. 4. 5. 6.

7. 8. 9. 10.

o v a l is :

Himnos a la noche y Enrique de Ofterdingen.

Edición preparada por Eustaquio Barjau. D i d e r o t : Escritos filosóficos . Edición preparada por Fem ando Savater. A p o l o n i o d e R o d a s : El viaje de los argonautas. Edición preparada por Carlos García Gual. B a r u c h d e E s p i n o s a : Etica. Edición preparada por Vidal Peña García. A r is t ó f a n e s : Las avispas. La paz. Las aves. Lisistrata. Edición preparada por Francisco Rodríguez Adrados. K ie r k e g a a r d : Temor y temblor . Edición preparada por Vicente Simón Merchán. C i c e r ó n : Tratado de los deberes. Edición preparada por José Santa Cruz Teijeiro. Himnos Védicos. Edición preparada por Francisco Vi­ llar Liébana. L e o n a r d o d a V i n c i : Tratado de pintura. Edición pre­ parada por Angel González García. Consideraciones y demostraciones m atem áti­ cas sobre dos nuevas ciencias. Introducción y notas de

G

a l il e o :

Carlos Solís Santos. Traducción de Javier Sábana G aray. 11. H o m e r o : Odisea. Edición preparada por José Luis Calvo Martínez. 12. L u c i a n o d e S a m o s a t a : Diálogos de tendencia cínica. Edición preparada por F. García Yagüe. 13. V o l t a i r e : Cartas filosóficas. Edición preparada por Fem ando Savater.

14.

A

r is t ó t e l e s :

La Política. Edición preparada por Carlos

García Gual. 15.

P r o u d h o n : E l principio federativo.

Edición preparada

por Juan Gómez Casas. 16.

M

o l ie r e :

Tres comedias. Edición preparada por Fran­

cisco Javier Hernández. 17.

J o h a n n G o t t l ie b F

ic h t e :

Discursos a la nación ale­

mana. Edición preparada por Luis A. Acosta y María

Jesús Varela. : Dos grandes maestros del Taoísmo. Edición preparada por Carmelo Elorduy. S ó f o c l e s : A yax, Las traquinias , Antigona , Edipo Rey. Edición preparada por José María Lucas de Dios. L e ib n iz : Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano. Edición preparada por Javier Echevarría. G o t t h o l d E p h r a im L e s s i n g : Laosoonte. Edición pre­ parada por Eustaquio Barjau. D a v id H u m e : Tratado de la naturaleza humana. Edición preparada por Félix Duque. A n ó n im o : A tm a y Brahma. Edición preparada pur F. R. Andrados y F. Villar Liébana. P. B. S h e l l e y : Adonais y otros poemas. Edición prepa­ rada por Lorenzo Peraile. L u c a n o : La Farsalia. Edición preparada por Sebastián Mariner. D e m ó s t e n e s : Discursos escogidos. Edición preparada por Emilio Fernández Galiano. Textos literarios hetitas. Edición preparada por Alberto Bernabé. T h o m a s H o b b e s : Leviatán. Edición preparada por Car­ los Moya y Antonio Escahotado. J o h n W e b s t e r : E l diablo blanco. Edición preparada por Fernando Villaverde. E l Corán. Edición preparada por Julio Cortés. R o b e r t F l u d d : Escritos sobre música. Edición prepa­ rada por Luis Robledo. A n ó n i m o : L a Demanda del Santo Graal. Edición pre­ parada por Carlos Alvar. L o c k e : Ensayo sobre el entendimiento humano. Edición preparada por Sergio Rábade y Esmeralda García. A n ó n im o : Poema de Gilgamesh. Edición preparada por F. Lara Peinado. Poema babilónico de la creación. Edición preparada por F. Lara Peinado y Maximiliano García Cordero.

18. L a o T se - C h u a n g T z u

19. 20. 21. 22.

23. 24. 25.

26. 27. 28. 29. 30. 31. 32.

33. 34. 35.

36. Sendebar. Libro de los engaños de las mujeres. Edición preparada por José Fradejas Lebrero. 37. A r is t ó t e l e s , H o r a c io y B o i l e a u : Poéticas. Edición preparada por Aníbal González. 38. C h r é t i e n s d e T r o y e s : Erec y Enid. Edición preparada por Carlos Alvar. 39. Calimaco y Crisorroe. Edición preparada por Carlos García Gual. 40. K a l id a s a : Meghaduta. Edición preparada por F. Villar Liébana. 41. A. A lc ia to : Emblemas. Edición preparada por B. Daza Pinciano. 42. J e a n R a c i n e : Teatro completo. Edición preparada por J . M. Azpitarte y Emilio Náñez. 4 3 . M a r ía d e F r a n c ia : Lais. Edición preparada por Luis Alberto de Cuenca. 44. Mabinogión. Edición preparada por M .a Victoria Cirlot. 45. G o t t f r ie d v o n S t r a s s b u r g : Tristán e Isolda. Edición preparada por Bemd Dietz. 46. G

u il l e r m o i x d u q u e d e

A q u it a n ia y J a u f r e R ú d e l :

Canciones completas. Edición preparada por Luis Al­

berto de Cuenca y Miguel Angel Elvira. 47. F u z u lí : Leylâ y Mecrtün. Edición preparada por Süleyman Salom. 48. F e r n a n d o P e s s o a : Antología de Alvaro de Campos. Edición preparada por J. A. Llardent. 4 9 . B e n j a m ín

F r a n k l i n : Autobiografía y otros escritos.

Edición preparada por Luis López Guerra. 50. J a c o p o S a n n a z a r o : Arcadia . Edición preparada por Julio Martínez Mesanza. 51. S n o r r i S t u r l u s o n : Textos mitológicos de los Eddas. Edición preparada por Enrique Bernárdez. 52. Hi C hing: Libro de los cambios. Edición preparada por Carmelo Elordny. 53. W. B. Y e a t s ; J. M. S i n g e ; S e a n O ’C a s e y : Teatro Irlan­ dés. Edición preparada por Corina J. Reynolds. 54. I n m a n u e l S w e d e n b o r g : Antología. Edición preparada por Jesús Imirizaldu.