L Amino Spiritual: Por Matías Méndez López

EL CAMINO ESPIRITUAL1 Por Matías Méndez López2 Bajada: Cuando sentimos que esta vida no nos completa, buscamos respuesta

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EL CAMINO ESPIRITUAL1 Por Matías Méndez López2 Bajada: Cuando sentimos que esta vida no nos completa, buscamos respuestas más allá de esta vida. El comienzo de la senda espiritual se inicia con la búsqueda del propio camino, pero… ¿el que busca siempre encuentra?

Texto: La Iluminación y el camino. Se dice que detrás de cada una de las grandes tradiciones místicas del mundo yace un núcleo común. Una comprensión universal, una profunda verdad espiritual a la que han accedido los grandes maestros, quienes posteriormente la han compartido con sus discípulos. Esta verdad es el regalo que espera al buscador al final de la senda, su recompensa, el sentido último de su caminar: la Iluminación. Iluminación, Nirvana, Samadhi, Fana, Satori, Unión Mística… son distintos nombres para una misma vivencia: la experiencia de ser uno con el Absoluto. Más allá de la identificación con el Ego y la mente condicionada, más allá de la “cápsula de piel”, más allá de cualquier tipo de distinción y frontera existe la posibilidad de establecer un contacto íntimo y directo con la fuente de todo lo manifestado, la Unión trascendente con Dios, la Diosa, Brahma, Atman, la Conciencia Pura, etc. De la vivencia y el testimonio de los maestros iluminados se desprenden diversas enseñanzas y tradiciones. Estas son el fundamento de las religiones que hoy conocemos (Budismo, Cristianismo, Hinduismo, Sufismo, etc.), así como de otras sendas espirituales que si bien no han alcanzado el nivel de organización de éstas también constituyen caminos válidos para el buscador. Todos estos caminos conducen a la experiencia final de gozo definitivo, donde las fronteras del Ego se disuelven y se actualiza nuestra verdadera naturaleza esencial. Pero pese a compartir un mismo “fin”, cada tradición se distingue de las demás en cuanto a la naturaleza de sus propias prácticas rituales, técnicas, filosofía, códigos ético-morales, etc. Y si observamos con detenimiento el panorama actual, es fácil reconocer que la “oferta espiritual” es prácticamente infinita.

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Artículo publicado en Revista Uno Mismo (Chile), Año 20, N° 246, Agosto 2010, pp. 8-11 / Revista Uno Mismo (Argentina), Año 26, N° 326, Agosto 2010, pp. 16-19. 2 Psicólogo, psicoterapeuta humanista-transpersonal. Contacto: [email protected]

La decisión del buscador. De cara a la encrucijada, el buscador tiene la difícil tarea de elegir un camino para sí. Y al momento de tomar esta decisión (quizás la más importante de su vida), ¿cómo va a decidir? ¿Cuáles son los criterios para elegir un camino espiritual? ¿Cómo poder estar seguro de que se ha elegido el camino correcto? Ante esta situación tan problemática, podemos proponer algunos criterios orientadores. Por un lado, el buscador puede optar por elegir entre los métodos que le son más cercanos tanto cultural como geográficamente. Así, por ejemplo, para una persona que nace en India, lo más lógico (ojo, recuerde esta palabra) sería adoptar uno de los caminos espirituales señalados por las enseñanzas predominantes en la cultura india (principalmente Budismo e Hinduismo). Es decir, esta persona no consideraría dentro de sus opciones adoptar la fe cristiana o participar de rituales chamánicos andinos, ya que ambas posibilidades le resultarían demasiado “ajenas”. Ahora bien, debido a los procesos de globalización e intercambio cultural a escala mundial, personas de todos los rincones del mundo tienen acceso a información sobre las distintas tradiciones espirituales que existen más allá de su entorno cultural inmediato. Por lo mismo, no es extraño que en Chile, Argentina, Brasil y el resto de nuestro continente existan practicantes budistas, hindúes, sufís, taoístas, etc. cuyos padres y abuelos nunca tuvieron contacto con dichas tradiciones. De este modo, ante tal realidad el buscador puede considerar más apropiado expandir sus opciones y considerar como posibles caminos personales todas las religiones y enseñanzas espirituales del mundo. El abanico de posibilidades se amplía considerablemente y, en consecuencia, hay que buscar nuevos criterios específicos para orientar la búsqueda. Estos nuevos criterios pueden ser muy variados. El buscador puede elegir de acuerdo a cuáles enseñanzas van con su personalidad, con sus intereses personales, con su disponibilidad de tiempo, con sus habilidades físicas, sus habilidades intelectuales, su tolerancia a la frustración, su capital financiero, sus principios ético-morales, y un gran etcétera que contiene todas las posibilidades imaginables.

Más allá de la elección. ¿Cómo elegimos entonces? ¿Cuál es el criterio que debiese orientar nuestra búsqueda espiritual? Si existen tantos caminos y tantas variables a ser consideradas antes de emprender la marcha por uno de ellos, ¿cómo saber que nuestra decisión fue la correcta? Y si elegimos erróneamente… ¿hay vuelta atrás? En definitiva, la pregunta es: ¿cuál es la lógica secreta y misteriosa que nos indica qué camino es el que debemos tomar? La respuesta es bastante sencilla… Si tratamos de desentrañar el misterio de la lógica tras la elección del camino espiritual correcto, no importa cuánto nos esforcemos ni cuán comprometidos estemos con esta

empresa, no llegaremos a ningún lado. Cuando buscamos esta lógica oculta, lo que estamos haciendo es dar vueltas en círculos, pues la verdad es que ¡la espiritualidad no es lógica! Lo único que estamos haciendo al formularnos estas y tantas otras preguntas es alejarnos del verdadero camino, alejándonos también de nuestra propia autorrealización. La búsqueda del buscador va más allá de la lógica, más allá de la razón. Y, en realidad, la búsqueda del buscador ni siquiera consiste en “buscar” un camino correcto, sino más bien en “encontrar” la propia senda. En el “encuentro” parece estar la clave. Si nos dedicamos a buscar cuál de todas las infinitas posibilidades sería la más apropiada para nosotros, lo que estamos haciendo, como decíamos más arriba, es dar vueltas en círculos… y el círculo que recorremos una, otra y otra vez está demarcado por las fronteras de nuestro Ego. Si trato de “elegir”, ¿quién es el que elige? ¿Quién propone los criterios para elegir? ¿Quién evalúa las opciones disponibles? La respuesta es siempre: el Ego. En otras palabras, cuando optamos por un camino que se adecúa a nuestras expectativas y preferencias, lo que estamos haciendo en realidad es optar por aquella senda que se acomoda a las expectativas y preferencias de nuestro Ego. ¡Porque siempre es el Ego el que elige en esta vida! Y el Ego nunca va a tomar aquello que lo amenace; ¡nunca va a firmar su propia sentencia de muerte! Así pues, si nos hacemos estas preguntas enfrascándonos en un debate interno sobre las ventajas y desventajas de los diversos caminos disponibles, nunca empezaremos a caminar realmente. Estaremos aplazando, aplazando y aplazando… porque las partes que participan en esta discusión son sólo aspectos de nuestra mente condicionada que conversa consigo misma, boicoteando nuestro desarrollo espiritual. Y es por esto que la búsqueda del buscador no debiese consistir en “buscar”, sino en “encontrar”.

Responde al llamado. Todos los grandes maestros han insistido una y otra vez en que la adopción de una senda espiritual no es cuestión de lógica, sino más bien de “sentimiento”. Y para describir este sentimiento usualmente se ha usado la metáfora del “llamado”. Cuando ha llegado la hora de iniciar un proceso de autodescubrimiento y desarrollo espiritual, la persona siente el llamado del Espíritu y misteriosamente (que no lógicamente) “aparecen” en su vida los maestros, los métodos y las enseñanzas. Este llamado conduce a la persona al encuentro con su propio camino, siguiendo los misteriosos designios de la sincronía. Porque nunca es el Ego el que decide emprender un camino espiritual para trascenderse a sí mismo, sino que es el Espíritu (Dios, la Diosa, Brahma, Atman, el Gran Espíritu, etc.) el que convoca al Ser esencial de la persona a recorrer el camino de la individuación y la liberación espiritual. Esto quiere decir que, a final de cuentas, no hay cómo decidir; no existe manera de controlar el proceso de nuestro desarrollo espiritual. Pues es el Espíritu el que nos llama a re-unirnos con él (o ella) y no el Ego el que decide caminar en dirección al abismo.

Lo único que nos queda entonces es escuchar con paciencia y humildad el llamado de Dios y caminar por donde la sincronía nos conduzca. Y lo hermoso de todo esto es que siguiendo este llamado siempre estaremos donde tenemos que estar, conociendo los maestros que tenemos que conocer, escuchando las enseñanzas que tenemos que escuchar, practicando las técnicas que tenemos que practicar, leyendo los libros que tenemos que leer y descubriendo las experiencias que hemos de experimentar para alcanzar la divinidad en nuestro interior. Vemos entonces que en este proceso de descubrimiento no hay lógica que valga. La lógica es sólo el disfraz del Ego, una de sus muchas caretas. El Alma no sabe de argumentos ni de criterios. El Alma sólo recibe el llamado y se abre camino entre los pensamientos, las resistencias y los prejuicios en dirección a su verdadera naturaleza. Nuestro Ser esencial no busca, sólo encuentra. Así, ya no hay buscador, no hay búsqueda y no hay camino… sólo existe el Espíritu tratando de reconocerse a sí mismo en sí mismo. Y cuando esta comprensión se hace carne en nosotros, ¡PLAF! Nos damos cuenta que ¡ya encontramos nuestro camino!, sin elegir, sin buscar. Porque a final de cuentas, nosotros somos nuestro propio camino y no hay afuera camino alguno que sea más digno de ser recorrido que el sendero que nos conduce hacia nuestro interior, hacia nuestra Esencia.