Kusama

22 viva 16.06 2013 Lunática Yayoi Kusama lleva 35 años internada en un sanatorio mental. 23 viva 16.06 2013 KUSAMA

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22 viva 16.06 2013

Lunática

Yayoi Kusama lleva 35 años internada en un sanatorio mental.

23 viva 16.06 2013

KUSAMA Una artista infinita

Pop naciente. Por primera vez se verá en la Argentina, a partir del 30 de este mes, la obra de la japonesa que influyó a Warhol.

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Algunas de las obras de Yayoi Kusama que se verán en la muestra de Malba. “Infinity Room”, ambiente de madera y vidrio con objetos blandos cosidos que representan su fobia por el sexo masculino. Luego, fotografías de sus legendarias performaces de “autoborramiento” de 1966 y 1967. Kusama decía que tenía pesadillas recurrentes que la llevaban a la repetición maníaca de lunares.

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Texto: Fernando

García

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ichard Nixon tomó la carta entre sus manos y leyó enarcando las cejas: “Olvidémonos de nosotros queridísimo Richard y hagámosnos uno con el Absoluto, todos juntos en el todo”. La frase rubricaba una invitación más directa. Nixon, el presidente más odiado de la juventud mundial, estaba siendo tentado a tener una noche intensa de sexo a cambio de que abandonase Vietnam. La desechó. Estados Unidos, como todos saben, siguió firme en el pantano hasta 1975. ¿Y si hubiera aceptado, si se hubiera revolcado con la exótica Princesa de los lunares? ¿Hubiéramos tenido tantísimas películas de veteranos resentidos por la infame vuelta a casa? Lo único cierto es que la japonesa Yayoi Kusama –entonces de 44 años, un cuerpo menudo, hermoso; una psiquis maltrecha– habría llegado al límite de su actitud sacrificial. ¿Acostarse ella, una japonesa de Matsumoto que sufrió en carne propia los rigores de la II Guerra Mundial, con el presidente de los Estados Unidos? ¿Hacerle el amor a uno de los hombres más repudiados del mundo? Kusama, que había llegado a Nueva York desde Japón en 1957, llevó a cabo una revolución aparte que podríamos llamar “Dot&roll”, siguiendo su marca de estilo que era la aplicación de lunares (“polka-dots”, en inglés) sobre cualquier superficie ya fuera para crear un ambience (ambiente, género artístico del que es pionera) como para proyectarse en un cortometraje montando un caballo con la desnudez de Lady Godiva. La Princesa de los lunares, así la bautizaría la prensa neoyorquina, se abrió paso en el cerrado mundo masculino de la ciudad exhibiendo tempranamente junto a Warhol (a quien dice haber influenciado), Claes Oldenburg, Robert Rasuchenberg y demás popes del Pop. Dot&roll, ahí en esa forma reconocible, pero también por su actitud para abjurar de los límites.

Perfil. Historia de una dama que conquistó

Nueva York pero eligió recluirse para sobrevivir.

Rebelde a lunares

Desnuda, apenas cubierta por sus omnipresentes lunares, Kusama se posicionó al frente del escándalo mediático cuando empezó a convocar sus “Happenings nudistas”. Como una Gatúbela asiática reclutaba a sus secuaces entre hippies y convocaba un ritual de ademanes orgiásticos en lugares de alta densidad como la Bolsa de Nueva York. Una danza frenética colectiva al ritmo de congas que la policía desarticulaba lo más rápido posible. Mientras tanto, se repartía un volante o flyer. En este, el happening de La Bolsa, decía en letras capitales: “BORREMOS A LOS HOMBRES DE WALL STREET CON LUNARES”. ¿Alguien pensó en el movimiento Occupy Wall Street? Seguro que no. Hoy, Madame Kusama tiene 84 años y lleva treinta y cinco borrada del mundo desde que se internó voluntariamente en la clínica Seiwa para enfermos mentales de Shinjuku, cerca de Tokio. Cinco minutos en auto separan su dormitorio en Seiwa del atelier-factoría donde trabaja todos los días asistida por sus ayudantes, a quienes reclutó en el neouropsiquiátrico. Paradojalmente, el tiempo de internación terminó haciéndola más visible y prestigiosa que en sus días de Venus a lunares. A partir de los años noventa su nombre y estética fueron recuperados con retrospectivas en el MoMA, el museo Whitney y la fenomenal muestra en la Tate Gallery en 2012. En esa espiral de éxito alcanzó el precio récord para una artista viva cuando Christies de Nueva York vendió una obra suya por cinco millones de dólares en 2008. El mismo tipo de obra que remataba por 200 dólares en los años sesenta cuando podía pasar días enteros pintando obsesivamente: sin dormir ni comer. No es extraño entonces que marcas globales como Lancome y Louis Vuitton se hayan asociado a su estética para producir series especiales o que cada vez más ciudades del mundo (Tokio, Singapur, Lisboa, Los Angeles, Brisbane) le comisionen esculturas monumentales para el espacio público. En los ‘60, en cambio, intervenía ese mismo espacio sin invitación. En la Bienal de Venecia de 1966 (que consagró a nuestro Julio Le Parc) ubicó cientos de esferas espejadas en los jardines del pabellón italiano con el nombre de “Jardín de Narciso”. Empezó a

Otro sello: los “happennings nudistas”.

LA MUEST

RA

49 e van de 19 z obras qu tiva ec sp o Ciento die tr re ponen la a 2012 com ma que Malba presa u K i o de Yay y Latinouenos Aires obras de senta en B s uchas de la américa. M nita vienen directafi in Japón. Obsesión estudio en mente de su

venderlas a razón de dos dólares cada una hasta que los organizadores dijeron “basta”. El daño, la escandalosa propagación en los medios y un señalamiento al mercado del arte, ya estaba hecho. Puro Dot&roll que el mundo ahora celebra. Su “Jardín de Narciso” fue re-instalado, con invitación oficial y permiso, en el Central Park de Nueva York (2004) y en el Jardín de las Tullerías de París (2010). La vemos ahora en el tráiler de un documental sobre su vida. Tiene una peluca color zanahoria radioactiva, una túnica roja a lunares blancos y sus ojos son fijos e intensos como los de un pez. Habla a espasmos, como quien acaba de confesar un crimen o como una niña asustada que despierta de una pesadilla. “Sufría alucinaciones.

Podía ver cómo los lunares se repetían por todas partes y como yo quedaba inmersa en eso y desaparecía en mi obra. Así nació mi idea de los ambientes”. Tan pronto como 1959 había escrito: “Mi arte me borra y borra a los otros con el vacío de una red tejida con una acumulación astronómica de puntos”. Con mayor precisión la describía David Pilling, periodista del Financial Times de Londres que peregrinó al atelier de Shinjuku antes de que abrieran la muestra en la Tate. “En su silla de ruedas a lunares azules tiene la apariencia de un bebé, la clase de bebé interpretado por un adulto que veríamos en una parodia inglesa. Su cara es larga para una japonesa promedio y fuera del arco de rouge que atraviesa su boca hay algo masculino en sus maneras. La impresión de bebé se refuerza por el comportamiento de sus ayudantes, acólitas que orbitan en torno a ella. La llaman sensei, que significa maestra, pero la tratan como si fuera una niña privilegiada. En ocasiones, festejan sus excentricidades con indulgencia”. Además de los lunares, a principios de los ‘60, Kusama desarrolló una serie de “esculturas blandas” donde cubría objetos cotidianos (sofás, sillas, zapatos) con objetos de apariencia fálica. Cualquier idea de una fiera sexual sublimada en el arte se da de bruces con la motivación original de la repetición: el más absoluto disgusto por la forma del pene. “Cuando era pequeña mi padre tenía muchas amantes y vi todo. Mi madre me mandaba a espiarlo. No quise tener sexo con nadie por años”, contó. Más aún, algunas biografías de Kusama apuntan que su única relación duradera fue con el artista Joseph Cornell: una relación asexuada. En su sitio de internet podemos ver a la niña Kusama de la prefectura de Nagano, alpes japoneses. En la foto tiene diez años, un ramo de flores y una expresión tristísima. En perspectiva, se diría que el arte vital y expansivo del Dot&roll hubiera venido para borrar esa pesadumbre. Veamos, al fin, todo lo que cabe en un lunar según Kusama: “Un lunar tiene la forma del sol, que es el símbolo de la energía del universo, pero también la forma de la luna, que es calma. Circular, blando, colorido, sin sentido ni conocimiento… Los lunares son una puerta al infinito…” Un arte circular, infinito, de nunca acabar.

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