K. Marx - Escritos de Juventud..pdf

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"· :..,.,., .VÚ~o~,J y Antístenes, en las 3..00oxat~,k cuentan que viajó a Egipto para aprender geometría con los sacerdotes, y a Persia, para estudiar con los caldeos, habiendo llegado hasta el mar Rojo. Algunos afirman que se renuió también con los gimnosofistas en la India y que pisó Etiopía(19). Sentíase acicateado, de una par. te, por el afán de saber; pero, de otra parte le impulsaba a viajar su insatisfacción con lo verdadero, es decir con el saber filosófico. El saber que él tiene por verdadero carece de contenido, y el que le da con. tenido carece de verdad. Es posible que sea una fábula, pero una fábula que refleja la verdad, porque pinta lo contradictorio de su na. turaleza, la anécdota que de él cuentan los antiguos. Dicen que Demócrito se privó de la vista para que la luz sensible del ojo no empaJ Homónimos.

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Sucesiones.

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Es, por tanto, algo tan múltiple como lo son las determinaciones esenciales y actividades humanas. (Nota de Marx.)

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sesión en cuanto medíos de vida y como la vida a que sirven de medios, la vida de la propiedad privada es trabajo y captialización. Todos los sentidos físicos y espirituales han sido suplantados, así, por la simple enajenación de todos estos sentidos, por el sentido de la tenencia. A esta pobreza absoluta hubo de verse necesariamente redu.. cicla la esencia humana para poder alumbrar de su propia entraña su riqueza interior. (Sobre la categoría de la tenencia, véase Hess, en los 21 Pliegos. [212 l) La superación de la propiedad privada representa, por tanto, la plena emancipación de todos los sentidos y cualidades del hombre; pero representa esta emancipación precisamente por cuanto que estos sentidos y cualidades se han convertido en humanos, tanto subjetiva como objetivamente. El ojo se ha convertido en ojo humano, lo mismo que su objeto se ha convertido en un objeto social, humano, que procede del hombre y se destina al hombre. Los sentidos se han convertido, por tanto, inmediatamente y en su práctica, en sentidos teóricos. Se comportan hacia la cosa por la cosa misma, pero la cosa misma es un comportamiento humano objetivo hacia sí mismo y hacia el hombre,t y viceversa. La necesidad o el disfrute han perdido, por tanto, su carácter egoísta y la naturaleza ha perdido su mera utilidad, al convertirse ésta en utilidad humana. Así mismo, mis sentidos y el disfrute de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. De ahí que, además de estos órganos inmediatos, se formen órganos sociales, en la forma de la sociedad; que, por ejemplo, la actividad inmediata con otros, etc., dentro de la sociedad se convierta en un órgano de mi manifestación de vida y en un modo de apropiación de la vida humana. Es evidente que el ojo humano disfruta de otro modo que el ojo tosco, inhumano, el oído humano de otro modo que el oído tosco, etcétera. ' Ya lo hemos visto. El hombre sólo deja de perderse en su objeto cuado éste se convierte para él en objeto humano o en hombre objetivo. Lo cual sólo es posible cuando se convierte para él en objeto social y cuando él mismo se convierte en un ser social, del mismo modo que la sociedad se convierte en esencia para él en este objeto. Así, pues, mientras que, de una parte, para el hombre en sociedad la realidad objetiva se convierte en la realidad de las fuerzas humanas esenciales, en realidad humana y, por tanto, en la realidad de sus propias fuerzas esenciales, todos los objetos pasan a ser, para él, la objetividad de sí mismo, los objetos que corroboran y realizan su individualidad, sus objetos; es decir, que él mismo se hace objeto. Cómo se conviertan en suyos estos objetos dependerá de la naturaleza del objeto y de la naturaleza de la fuerza esencial congruente con ella, ya que es precisamente la determínabílidad de esta relación la que constituye el modo especial y real de la afirmación. Para el ojo el obt Prácticamente, solo puedo adoptar un comportamiento humano hacia la cosa cuando ésta se comporta humanamente hacia el hombre y viceversa. (Nota de Marx.)

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jeto deviene distinto del objeto del oído y el objeto del primero es distinto del segundo. Lo peculiar de cada fuerza esencial reside precisamente en la peculiaridad de su esencia y también, por tanto, en el modo peculiar de su objetivación, de su ser vivo, objetivo-real. Por tanto, en el mundo objetivo el hombre no es afirmado solamente en el- pensamiento, JjVIII J sino con todos los sentidos. Por otra parte, vista la cosa subjetivamente, así como sólo la música despierta el sentido musical del hombre, de tal modo que para un oído no musical la más bella de las músicas no tiene sentido alguno [no es un] objeto, pues mi objeto sólo puede ser la confirmación de una de mis fuerzas esenciales y, por tanto, sólo puede ser para mí como sea para sí mi fuerza esencial en cuanto capacidad subjetiva, ya que el sentido de un objeto para mí (que sólo tiene sentido para un sentido a tono con él) llega precisamente hasta donde llega mi sen. tido, y por eso los sentidos del hombre social son otros que los del hombre no social, así también es la riqueza objetivamente desplegada de le esencia humana la que determina la riqueza de los sentidos subjetivos del hombre, el oído musical, el ojo capaz de captar la belleza de la forma, en una palabra: se desarrollan así y en parte nacen así los sentidos susceptibles de goces humanos, los sentidos que actúan como fuerzas humanas esenciales. Es la existencia de su objeto, la naturaleza humanizada, lo que da vida no sólo a los cinco sentidos, sino también a los llamados sentidos espirituales, a los sentidos prácticos (la voluntad, el amor, etc.), en una palabra, al sentido humano, a la humanidad de los sentidos. La formación de los cinco sentidos es el resultado de toda la historia universal anterior. El sentido aprisionado por la tosca necesidad práctica sólo tiene también un sentido limitado.> Para el hombre hambriento no existe la forma humana de la comida, sino solamente su existencia abstracta de alimento; y lo mismo exactamente podría presentarse bajo la más costosa de las formas, sin que fuera posible afirmar en qué se distingue esta actividad alimenticia de la actividad nutritiva puramente animal. El hombre que vive en la angustia y en la penuria no puede sentir o captar ni el más bello de los espectáculos; el traficante en minerales sólo capta el valor mercantil, pero no la belleza ni la estructura natural de los minerales en que trafica; no tiene el menor sentido mineralógico. Es necesaria, por tanto, la objetivación de la esencia humana, así en el aspecto teórico como en el práctico, para que los sentidos del hombre se conviertan en sentidos humanos y para que pueda crearse el sentido humano adecuado a toda la riqueza de la esencia humana y natural. ; Se ve cómo el subjetivismo y el objetivismo, L..--

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el espiritualismo y el materialismo, la actividad y la pasividad, sólo pierden su antítesis, y por tanto su existencia como tales antítesis, en el estado social ¿Qué pensar, en términos generales, de una ciencia que de antemano se abstrae elegantemente de una parte tan grande del trabajo humano y no se siente en sí misma como algo incompleto, mientras una esfera tan rica y tan extensa de la acción humana no le dice sino lo que puede expresarse con una palabra: "necesidad", "necesidad común y corriente"? Las ciencias naturales han desarrollado una enorme actividad y se han asimilado un material sin cesar creciente. Sin embargo, la filosofía se ha mantenido tan extraña ante ellas, como ellas, a su vez, se mantienen extrañas ante la filosofía. Su asociación momentánea no ha pasado de ser una fantástica ilusión. Existía la voluntad, pero faltaba la capacidad necesaria para ello. La misma historiografía sólo toma en cuenta incidentalmente las ciencias naturales como un factor de la ilustración, de la utilidad, de algunos grandes descubrimientos sueltos. Por su parte, las ciencias naturales, por medio de la industria, han influido tanto más, prácticamente, en la vida humana y la han transformado, allanando así el camino para la emancipación del hombre, aunque por este camino no tuviera más remedio que completarse directamente la deshumanización. La industria es la relación histórica real entre la naturaleza, y por tanto las ciencias naturales, y el hombre; si, por tanto, se la concibe como la revelación exotérica de las fuerzas

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humanas esenciales, se comprenderá también con ello la esencia humana de la naturaleza o la esencia natural del hombre y la ciencia natural perderá así su tendencia material abstracta, o más bien idealista y desaperecerá la base de la ciencia humana, que ya ahora -siquiera sea bajo una forma enajenada- se ha convertido en base de la vida humana real, puesto que el admitir una base para la vida real y otra para la vida es sencillamente una falacia. La sensoriedad (véase Feuer. bach) tiene que ser la base de toda ciencia. Sólo partiendo de ella, bajo la doble forma de la conciencia sensorial y la necesidad sensorial -es decir, solamente si la ciencia parte de la naturaleza-, será una ciencia real. Para que el "hombre" se convierta en objeto de la conciencia sensible y la necesidad del "hombre en cuanto hombre" se con. vierta en necesidad, hay que pasar por toda la historia, como historia de desarrollo y preparación. La historia es de por sí una parte real de la historia natural, de la transformación de la naturaleza en hombre. La ciencia natural se convierte más tarde en la ciencia del hombre y, a su vez, la ciencia del hombre englobará a la ciencia natural y sólo habrá, así, una ciencia. IIXI El hombre es el objeto inmediato de la ciencia de la naturaleza, pues la naturaleza sensible inmediata, para el hombre, es de un modo inmediato la sensibilidad humana (dos términos idénticos), del mismo modo inmediato que el otro hombre existe para él por medio de los sentidos, pues su propia sensibilidad sólo existe para él como sensibilidad humana a través del otro hombre. El objeto primordial del hombre -el hombre- es la naturaleza, la sensibilidad, y las especiales fuerzas sensibles del hombre, del mismo modo que sólo encuentran su realización objetiva en los objetos naturales, sólo pueden encontrar, en general, su autoconocimiento en la ciencia del ser natural. El elemento del pensamiento mismo, el elemento de exteriorización de vida del pensamiento, el lenguaje, es también de naturaleza sensible. Realidad social de la naturaleza v ciencia natural humana o ciencia natural del hombre son términos equivalentes. --

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5. Un ser sólo se considera independiente cuando es dueño de sí mismo, y sólo es dueño de sí mismo cuando debe a sí mismo su existencia. El hombre que vive por obra y gracia de otro se considera que depende de éste. Y vive por obra y gracia de otro quien no sólo debe a éste el sustento de su vida, sino que tiene en él, además, a quien ha creado su vida, a su fuente de vida, y su vida tiene necesariamente ese fundamento fuera de sí cuando no es su propia creación. La creación constituye, por tanto, una idea muy difícil de desarraigar de la conciencia del pueblo. En efecto, éste no alcanza a concebir que la naturaleza y el hombre puedan ser por sí mismos, porque eso se halla en contradicción con todas las cosas tangibles de la vida práctica. El conocimiento de la creación de la tierra ha experimentado un poderoso impulso gracias a la geognosia, la ciencia que estudia la formación y génesis de la tierra como un proceso, como una autogeneración. La generatio aequivoca g es la única refutación práctica de la teoría de la creación. Es fácil, ciertamente, decirle al individuo lo que ya le había dicho Aristóteles: has nacido de un padre y una madre, eres fruto de la unión de dos seres humanos y es, por tanto, la procreación entre ellos lo que te ha hecho nacer como ser humano. También físicamente, como ves, debe el hombre su existencia al hombre. Por ello, no debes fijarte solamente en uno de los aspectos, el del progreso infinito, como cuando preguntas: ¿quién engendró a mi padre, quién a su abuelo, etc.? Debes fijarte también en el movimiento cíclico que se manifiesta visiblemente en aquel proceso y por virtud del cual el hombre, en la procreación, se reproduce a sí mismo, razón por la cual permanece siempre como sujeto. Sin embargo, ante esta pregunta podrás cantes. tarme: concedido este movimiento cíclico, debes concederme aún a mí el progreso que sin cesar me impulsa, hasta llegar a la pregunta de ¿quién engendró al primer hombre y, en general, a la naturaleza? Pero esta pregunta es ya, por sí misma, un producto de la abstracción. Párate a pensar por qué caminos has llegado a ella y si esa pregunta no se formula en términos que impiden toda respuesta, por tratarse de una pregunta absurda. Recapacita si ese progreso, en cuanto tal, existe en realidad para un pensamiento racional. Cuando te preguntas por la creación de la naturaleza y del hombre, te abstraes del hombre y de la naturaleza. Los postulas como no existentes y pretendes, sin embargo, que yo te los demuestre como algo que existe. Pues bien, yo te digo: si renuncias a tu abstracción, renunciarás también a tu pre. gunta; pero si te aferras a tu abstracción, debes ser consecuente y si, al pensar. concibes al hombre y la naturaleza como algo que no existe. debes pensarte a tí mismo como no existente ]lXI], ya que también tú eres n~turaleza y hombre. No pienses ni te preguntes, pues desde el momento en que piensas y te preguntas, tu abstracción acer. ca del ser de la naturaleza y del hombre pierde todo sentido. A meg Nacimiento de seres orgánicos a base de materias inorgánicas. (Generación espontánea.)

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nos que seas un egoísta de tal calibre, que, estatuyéndolo todo como la nada, a pesar de ello, te consideres tú mismo dotado de existencia. A esto puedes replicarme: no pretendo afirmar la nada de la naturaleza, etc., sino que pregunto por su acto de nacimiento, a ·la manera como pregunto al anatomista por el nacimiento de los huesos, etcétera. Pero, como para el hombre socialista toda la llamada historia universal no es más que la creación del hombre por el trabajo humano, el devenir de la naturaleza para el hombre, tiene en ello la prueba tangible e irrefutable de que el hombre ha nacido de sí mismo, de su propio proceso de nacimiento. Por cuanto que la esencialidad del hombre y la naturaleza, por cuanto que el hombre se convierte en algo práctico, sensible y tangible para el hombre, en cuanto existencia de la naturaleza, y la naturaleza para el hombre en cuanto existen. cía de éste, se torna prácticamente imposible el problema de un ente extraño, de un ente situado por encima de la naturaleza y del hom. bre, problema que lleva consigo la confesión de la inesencialidad del hombre y de la naturaleza. El ateísmo, en cuanto negación de esta inesencialidad, carece ya de sentido, pues el ateísmo es la negación de Dios y estatuye, con esta negación, la existencia del hombre; ahora bien, el socialismo, en cuanto tal socialismo, no necesita ya de seme. jante mediación; comienza con la conciencia teórica y práctica sensi. ble del hombre y de la naturaleza como la esencia. El socialismo en cuanto tal es la autoconciencia positiva del hombre, sin que necesite que le sirva de mediadora la superación de la religión, del mismo modo que la vida real es la realidad positiva del hombre, y no necesita que le sirva de mediadora la superación de la propiedad privada, el comunismo. El comunismo es la posición de negación de la negación y, por tanto, el momento real, necesario de la emancipación y la recuperación humanas. El comunismo es la forma necesaria y el principio energético del futuro inmediato, aunque no es, en cuanto tal, la meta del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana. lXIII l 213 l

[Necesidad, producción y división del trabajo)

IIXIVI 7. Hemos visto cuál es, partiendo de la premisa del socialismo, et significado que tiene la riqueza de las necesidades humanas y, por consiguiente, tanto un nuevo modo de producción como un nuevo objeto de ésta. Una nueva confirmación de la fuerza humana esencial y un nuevo enriquecimiento del ser humano. Dentro del cam. po de la propiedad privada, [encontramos] el significado inverso. Cada hombre especula con crearle al otro una nueva necesidad para obli. garle a un nuevo sacrificio, para imponerle una nueva dependencia e inducirle a un nuevo modo de disfrute y, con ello, de ruina económica. Cada cual trata de crear sobre el otro una fuerza esencial ajena, para encontrar en ella la satisfacción de su propia necesidad egoísta. Con la masa de los objetos aumenta, por tanto, el imperio de lqs seres

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extraños a que se ve sojuzgado el hombre, y cada nuevo producto es una nueva potencia del fraude mutuo y del mutuo despojo. El hombre va empobreciéndose así como hombre, necesita cada vez más dinero para apoderarse del ser que se le enfrenta y el poder de su dinero disminuye exactamente en proporción inversa a la masa de la producción; es decir, sus necesidades aumentan a medida que aumenta el poder del dinero. La necesidad de dinero es, por tanto, la verdadera necesidad producida por la economía política y la única necesidad que ésta produce. La cantidad de dinero va convirtiéndose cada vez más en el único atributo de su potencia; y al reducir a todo ser a su abstracción, él mismo se reduce en su movimiento, como ser cuantitativo. Su verdadera medida consiste en la falta de medida y en lo desmesurado. Desde el mismo punto de vista subjetivo, tenemos que, al menos en parte, la extensión de los productos y de las necesidades, se convierte en esclava inventiva y siempre calculadora de apetitos inhumanos, refinados, antinaturales e imaginarios: la propiedad privada no sabe transformar la tosca necesidad en necesidad humana; su idealismo es la imaginación, la arbitrariedad, el capricho, y ningún eunuco adula más vilmente a su déspota ni trata de excitar su embotada capacidad de disfrute recurriendo a medios más infames, para beneficiarse él mismo, que el eunuco industrial, el productor, con objeto de obtener unas cuantas monedas, arrancándolas al bolsillo de su prójimo, al que se halla unido por el amor cristiano (todo producto es un cebo con el que se trata de captar la esencia del otro, su dinero, toda necesidad real o posible una tentación para hacer al otro morder el anzuelo-explotación general de la esencia humana común, a la manera como toda imperfección del hombre es un vínculo con el cielo, un resquicio por el que su corazón es accesible al sacerdote; toda penuria constituye una ocasión para presentarse ante el prójimo bajo la más amable de las apariencias y decirle: querido amigo, te doy lo que más necesario te es, pero ya conoces la conditío sine qua non; ya sabes cuál es la tinta con que tienes que firmar la escritura; te estafo, procurándote un disfrute), se somete a sus caprichos más reprobables, actúa de alcahuete entre él y sus necesidades, suscita en él, apetitos morbosos, acecha todas sus debilidades, haciéndose pagar este servicio amoroso. Esta alienación se manifiesta en parte en el hecho de que lo que por un lado es el refinamiento de las necesidades y de sus medios produce de otro lado un salvajismo bestial y una simplificación : tosca, abstracta y total de las necesidades; o, mejor dicho, no hace más \ que reproducirse a sí misma en sus significado contrario. La misma necesidad de aire libre deja de ser una necesidad para el obrero, y el hombre retorna a los tiempos de las cavernas, pero envenenadas por el hálito metífico de la civilización y en las que ahora sólo habita a título precario, bajo una potencia extraña que de un día para otra le puede deshauciar, si JJXVI no paga. Pues tiene que pagar porque se le permita morar en este sepulcro. Para el obrero, deja de existir la morada luminosa que el Prometeo de Esquilo ensalzaba como uno de

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los grandes dones por medio de los cuales había convertido al salvaje en hombre. La luz, el aire, etc., la más simple limpieza animal, de. jan de ser una necesidad para el hombre. La suciedad, el empanta. namiento y la putrefacción del hombre, el estercolero (tomando esta palabra al pie de la letra) de la civilización, se convierte para él en elemento de vida. El abandono totalmente antinatural, la naturaleza pútrida y fétida, se convierten en elemento de vida del hombre. Ninguno de sus sentidos existe ya, y no sólo no existe en su modo humano, pero ni siquiera bajo un modo inhumano, incluso animal. Los más toscos modos (e instrumentos) del trabajo humano reaparecen, como el lagar de pies de los esclavos romanos, en el régimen de producción, vuelven a convertirse en modos de existencia de muchos obreros ingleses. El hombre no sólo no tiene ya necesidades humanas, sino que incluso dejan de existir para él las necesidades animales. El irlandés sólo conoce ya una necesidad, la de comer, pero la de comer sola. mente patatas, las patatas de,peor calidad que se encuentran. Y cada ciudad industrial de Inglaterra y Francia es, hoy, una pequeña Irlanda. El salvaje, la bestia, conoce la necesidad de la caza, del movimiento, etc., de la sociabilidad. La simplificación de la máquina y del trabajo se aprovechan para convertir en obrero al hombre que aún no lo es, al hombre futuro, al niño, del mismo modo que el obrero se convierte en un niño abandonado. La máquina se acomoda a la debilidad del. hombre con el fin de convertir al hombre débil en una máquina.

Cierto es que en el campo de la economía política se suscita una c6ntroversia. Una de las partes (Lauderdale, Malthus, etc.) recomienda el lujo y condena el ahorro; la otra (Say, Ricardo, etc.) preconiza el ahorro y reprueba el lujo. Pero los primeros confiesan que quieren el lujo p:ua producir el trabajo (es decir, el ahorro absoluto); los otros, por su parte, confiesan que recomiendan el ahorro para producir la riqueza, es decir, el lujo. Los primeros abrigan la romántica creencia de que la avaricia no debe determinar solamente el consumo de los ricos y contradice sus propias leyes cuando reputa el despilfarro directamente como un medio de enriquecimiento, mientras que los segundos le demuestran, por tanto, muy en serio y muy en detalle, que el despilfarrador disminuye su caudal, en vez de aumentarlo; y la parte contraria incurre en la hipocresía de no confesar que son precisamente el capricho y el primer impulso los que determinan la producción; olvida las "refinadas necesidades"; olvida que sin consumo no se produciría; olvida que la producción, mediante la competencia, se hace necesariamente más variada y más lujosa; olvida que es el uso el que determina el valor de las cosas y que el uso obedece a la moda; sólo desea que se produzcan cosas "útiles", pero olvida que la producción de demasiadas cosas útiles produce demasiada población inútil. Ambas partes olvidan que despilfarro y ahorro, lujo y penuria, pobreza y riqueza son términos equivalentes. h

Palabra difícilmente legible, en el original.

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Y no sólo debes ahorrar en cuanto a tus sentidos inmediatos, en el comer, etc., sino también en tu participación en los intereses generales, compasión, confianza, etc., debes ahorrar en todo esto, si quieres ser económico, si no quieres arruinarte a fuerza de ilusiones. ¡pcvn¡ y delimita un determinado círculo de actividad esencial enajenada; cada una de ellas se comporta de un modo enajenado ante la otra enajenación. Así, vemos cómo el señor Míchel Chevalíer le reprocha a Ricardo el hacer caso omiso de la moral. Pero lo que hace Ricardo es dejar que la economía política hable el lenguaje que le corresponde. Si este lenguaje no es precisamente el de la moral, no culpemos de ello a Ricardo. M. Chevalier, por su parte, hace caso omiso de la economía cuando se dedica a moralizar y deja a un lado, necesaria y realmente, a la moral cuando dedica su atención a la economía política. La relación entre la economía política y la moral, si no se trata de algo arbitrario, casual y, por tanto, infundado y acientífico, si no se trata de una mera apa. ríencía, sino de algo verdaderamente esencial, no puede ser otra que la relación que media entre las leyes de la economía política y las leyes de la moral; y si esta relación no se da, sino que se da todo lo contrario, ¿qué puede hacer Ricardo? Por lo demás, tampoco el anta. gonismo entre economía política y moral pasa de ser una apariencia. Y en cuanto antagonismo, tampoco lo es. La economía política sólo expresa las leyes morales a su modo.

El sentido de la producción en lo tocante a los ricos se manifiesta y se revela en el sentido que tiene para los pobres; hacia arriba, la manifestación es siempre sutil, recatada, ambigua, apariencia; hacia abajo, en cambio, es tosca, franca, abierta, esencia. Las toscas necesidades del obrero constituyen una fuente mucho mayor de ganancias que las delicadas necesidades del rico. Los tugurios de Londres suministran a sus arrendadores rentas más cuantiosas que los palacios; representan para ellos una riqueza mayor y por tanto, para expresarnos en términos de economía · política, una mayor riqueza social. Y, del mismo modo que la industria especula con el refinamiento de las necesidades, especula también con su tosquedad, pero con una tosquedad artificialmente provocada, cuyo verdadero goce consiste, por tanto, en aturdirse a sí mismo, en esa aparente satisfacción de las necesidades, en esa civilización dentro de la tosca barbarie de la necesidad. Los expendios ingleses de aguardiente son, por tanto, representaciones plásticas de la propiedad privada. Su lujo revela la verdadera actitud que el lujo industrial y la riqueza adoptan ante el hombre. De ahí que sean también, y con razón, las únicas diversiones dominicales del pueblo que la policía inglesa trata, por lo menos, con un poco de indulgencia. JXVII[J [215J JJXVIIIJ Ya hemos visto cómo el economista establece de múltiples modos la unidad de trabajo y capital. 1) El, capital es traba¡o acumulado; 2) la determinación del capital dentro de la producción, que es en parte la reproducción del capital con su ganancia y en parte el capital como materia prima (material del trabajo), y en parte instrumento que trabaja por sí msimo -la máquina es el capital identificado directamente con el trabajo- es trabajo productivo; 3) el obrero es un capital; 4) el salario figura entre los costos del capital; 5) por lo que se refieren al obrero, el trabajo es la reproducción de su capital viviente; 6) en lo que atañe al capitalista, es un momento de la ac. tividad de su capital. Por último, 7) el economista parte del supuesto de la unidad originaria de ambos como la unidad de capitalista y obrero: es el estado paradisiaco primigenio. El modo como estos dos momentos JJXIXJ se enfrentan entre sí como dos personas constituye para el economista un suceso fortuito, que, por tanto, sólo puede explicarse extcriormen"t~/ (Véase Mili.) Las naciones, fascinadas todavía por el brillo sensual de los metales preciosos y que, por ello, siguen rindiendo un culto fetichista al dinero metálico, no son aún las naciones pecuniarias perfectas. Antítesis de Francia e Inglaterra. Hasta qué punto la solución de los enigmas teóricos es una tarea práctica a la que la práctica sirve de mediadora, pues la verdadera práctica es condición de toda teoría

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real y positiva, lo revela por ejemplo el fetichismo. La conciencia sensible de quien rinde culto a un fetiche es otra que la del griego, porque su existencia sensible es también otra. La hostilidad abstracta entre los sentidos y el espiritu es una hostilidad necesaria y seguirá siéndolo mientras el sentido humano hacia la naturaleza, el sentido humano de la naturaleza y también, por tanto, el sentido natural del hombre, no sea todavía el sentido del trabajo propio del hombre. La igua~ dad no es otra cosa que la fórmula alemana Yo Yo traducida al francés, es decir, expresada en forma política. La igualdad, como fundamento del comunismo es su fundamentación política, y equivale al fundamento que el alemán se da al decir que concibe al hombre como la Autoconciencia general. De suyo se comprende que la superación de la enajenación se lleva siempre a cabo partiendo de la forma de la enajenación que representa el poder dominante: en Alemania es la AUtoconciencia, en Francia la Igualdad, que es la política, y en Inglaterra la necesidad práctica real y material, que sólo se mide por sí misma. Desde este punto de vista, hay que criticar y valorar a Proudhon. Si ca. racterizamos el comunismo por sí mismo -por cuánto es la negación de la negación-, como la asimilación de la esencia humana, que sirve de mediadora de sí misma a través de la negación de la propiedad privada y, por tanto, no todavía como la verdadera posición, la que arranca de sí misma, sino como la que arranca más bien de la propiedad privada, [ ... ] 1 a la manera de la vieja Alemania -a la ma. nera de la Fenomenología de Hegel- [ ... ] considerarse como llevado ahora como un momento superado y se [ ... ] puede y se podría tranquilizar en su conciencia [ ... ] de la esencia humana solamente mediante la real superación de su idea como antes [ ... ], ya que con él permanece la enajenación real de la vida humana, y una enajenación, además, tanto mayor cuanto mayor es la conciencia que de ella se tiene, esa superación sólo podrá operarse poniendo en práctica el comunismo. Para superar la idea de la propiedad privada basta la idea del comunismo. Pero, para superar la propiedad privada real, hace falta la acción real del comunismo. La historia se encargará de llevarla a cabo, y ese movimiento que idealmente nos representamos ya como autosuperación tendrá que recorrer en la realidad un proceso muy duro y muy largo. Sin embargo, debemos reconocer como un progreso efectivo el hecho de que tengamos ya de antemano la conciencia tanto de la limitación como de la meta de este movimiento histórico, y una conciencia, además, que se eleva por encima de él. La finalidad primordial de la agrupación de los trabajadores comunistas, deberá ser la doctrina, la propaganda, etc. Pero, a la par con ello, van asimilándose de ese modo una nueva necesidad, la necesidad de asociarse, y lo que parecía ser un medio se convierte en un fin. Quien desee contemplar este movimiento práctico en sus resultados más brillantes, no tiene más que fijarse en los ouvriers socialistas fran.

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En esta página del manuscrito hay un trozo roto.

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ceses ya asociados. El fumar, el comer, el beber, etc., no son ya, aquí, los medios que mantienen en pie la agrupación, los nexos sociales. Les bastan la sociedad, la asociación, la conversación, cuyo fin es, a su vez, la sociedad; la confraternidad entre los hombres no es, para ellos, una frase, sino una verdad, y la nobleza de la humanidad resplandece ante nosotros en estos rostros endurecidos por el trabajo. · JJXXJ