Marx Karl Engels Friedrich - Escritos Sobre Literatura

ESCRITOS SOBRE LITERATURA KARL MARX FRIEDRICH ENGELS COLIH UE UN IVERSIDAD Esr(:ri-:181-739-8 l. Engcls, Fricdrich I

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ESCRITOS SOBRE LITERATURA KARL MARX FRIEDRICH ENGELS

COLIH UE

UN IVERSIDAD

Esr(:ri-:181-739-8

l. Engcls, Fricdrich II. Título- l. Crítica Literaria

Diseito duschkin, Gogol y Schtschedrin. Era vasto su conocimiento del griego 11111iguo y el latín, y de la literc~.tura escrita en esas lenguas, hecho del que ofrece yn un temprano testimonio su disertación sobre Demócrito y Epicuro. La forma1 •J•c·t·Niinlkhc

1-:rinncrungt·n ;m Karl Marx". J::n: AAVV, Molir tmd General. Et·hmenmgen :n t!-:\47; aquí, pp. :i23-325.

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ción de Engels en materia litcralia era igualmente importante, y no menos am~ plia su formación lingüística; tal como cuenta Fritz Raddatz, "a los 19 aiios le esciibió a su amigo Wilhelm Graebcr una carta alternando cJ inglés, el francés, el italiano, el cspai1ol, el portugués y el holandés. Podía mantener una conversa~ ción en checo, polaco, ruso y sueco, además de en las principales lenguas curo~ peas. Se entregó a estudios del persa, el búlg-aro antiguo y el antiguo alto ale~ mán"3 • Hacia 1860, Engels se dedicó al estudio de antiguos poemas daneses; durante la composición de su Gesdlid~te hlands [Historia de Irlanda] (1870), escribió el prólogo para una edición de poemas irlandeses, y el conocido tratado sobre Der Ursprung der Familie, des Privateigen/.ums und des Staates [Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado] (1884) se apoya en pasajes del Minnesang, de )os Nibelungos y de las f:ddas. Pero Marx y Engels no escribieron jamás tm tmtado sistemático sobre cuestiones específicamente literarias. Las ideas de ambos acerca de la literatura tienen que extraerse de una gran cantidad de artículos, cartas y pasajes de obras cíentí~ ficas, correspondientes, además, a muy diversas etapas de sus vidas. El análisiRICii ENGELS

aquellos y subyacente a. aquellos, el ser de mi representación, "el fhllo". Entonces explico la manzana. la pera, la almendra, cte. como meras formas de cxistenda, modos "de el fruto". Mi entendimiento finito, apoyado en los sentidos. difermáa, sin embargo, una man7.aua de una pera y una pera de una almendra; por cierto mi r.uún especulativa declara esta diferenciación sensorial como no esencial e irrcle>antc. Aquciia \·e en la man:~.ana lo mismo que en la pera y en (~Sta lo mismo que en la almendra. a saber, ~el fruto". Los frutos particulares y reales valen solo como frutos aparentes, cuyo verdadero ser es "la sustancia", "el fruto". De esta manera no arribamos a ninguna riqueza particular en cuanto a las determinaciones. El nüneralogist.a, cuya ciencia entera se limita a que todos los minerales son verdaderamente el mineral, sería un mineralogista... en .m irrUlginación. Ante cada mineral, el mineralogista especulativo dice "el mineral". y su ciencia se limita a repetir esa palabra tantas veces como haya minerales reales. La especulación, que hizo de los distintos frutos reales un "fruto" de la abstracción, el"fruto", a fin de alcanzar la apariencia de un contenido real, debe, por lo tanto, intentar de alguna manera volver otm vez de el"fhuo", de la sustancia a los frutos reales, heterogéneos, profanos, a la pera, a la manzana, a la almendra, etc. Ahom bien, así como resulta sencillo producir a partir de frutos reales la representación abstracta "el fruto", del mismo modo es difícil producir a parúr de la representación abstracta "el fruto" los frutos reales. Incluso es imposible Ilegar desde una ahstmcción a lo contrario de la abstracción, si no renuncio a esta abstracción. El filósof(> especulativo renuncia por eso otra vez a la abstracción de t•l"fruto", pero lo hace de una manera esjJt>cttlatiTJa, mística, a saber, aparentando 110 n~nun­ ciar a aquella. Por eso, supera la abstracción solo en apariencia. Razona aproximadamente de la siguiente manera: Si la manzana, la pcr.t, la l misterio~ en sustancia, se elc>'u tifljTnto pmhibid11. Deberá admitir que, quitándole rculati1'r' pnr medio de un progreso emjJhico. "l,a.s fmulas cnmdas" -¡escuchen, escuchen!- "lo son de aquí t'11 má.t -;de aquí en más!- "las puertas detrás de las cuales el misterio se urde, se arma, se comete".

Szcliga transformó "de aquí en más" el yo especulativo del misterio en una realidad muy empírica, muy de madera, en una jJUerta. "Con ellr;'' -a sahe1~ con la pnrta cerrada y no con el paso de una esencia cerrada al concepto -"está dada, sin e111bmgo, tambiht la jJOsibifidad de que yo lo pueda acecha!~ ati'>har y e'piat."

No es un ''misterio" descubierto por Szel~e;a d hecho de que se pueda espiar delante de puertas cerradas. El conocido refnín les atribuye incluso ort.:jas a las paredes. Por el contrario, es un misterio especulativo completamTada Familia]. En: Über Ktmsf. und Lit.eratur, 11, pp. 90-142. Tmducción de FcrnandaAren.

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K'\Rl. ~1ARX. FRIEDRICII E:-:GELS

"¡lla/mnn{lnn. ve tú ddantc, tú llevas pU lo toma b:~jo su protección. Sigamos el proceso de formación de Chourineur, guiado por aquel. Primer estadio. La primera clase que recibe Chourineur es una clase sobre l:t hipocresía, la falta de fidelidad, la malicia y el disimulo. Rodolfo utiliza a Chourineur moralizado del mismo modo en que Vitlorq utilizó a los criminak., moralizados por él, es decir, lo convierte en mourhard3 y agtmtfnmmrateto·~. Rodolfó. como si hubiera cambiado sus "prindpios de no robar", k a, Szcliga demuestra lo contrario: que ella, "para corresponder totalmente a la idea que personifica lleva a cabo en ella.

b) Fleur de Mari e Encontramos a .Marie en medio del hampa como una pwstituta, como sirvienta de la dueña de la taberna en la que se reúnen los criminales. Dentro de esa degradación conser\·a una humana nobleza de alma, una serenidad y una belleza humanas que se imponen a su entorno, la elevan hasta CO!l\'Crtirla en la flor poética del círculo de los criminales y darle el nombre de Fleur de :\faric. Es necesario observar detallaclmncnt.11itu:itin comien:~.an", a saber, en la iglesia, la única que todo lo santifica. Olvida la ingenuidad alegre del paseo, una alegría que habían producido los sacramentos de la naturaleza y la simpatía amigable de Rodolfo, }' que solo es empaliada por medio del pensamiento de tener que regresar junto a la cantinera del hampa. El fraile Laporte adquiere de inmediato una actitud sujJraten-enal. Su primera palabr-a es: "¡La miselicordia de Dios es inagotable, mi querida uiiia! Él te la demostró en la medida en que no te abandonó en pruehas muy dolorosas ... el hombr