Justicia en La Epoca Colonial

JUSTICIA EN LA EPOCA COLONIAL Durante la Colonia, el sistema de castas en la Nueva España abusaba de la población i

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JUSTICIA

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LA

EPOCA

COLONIAL

Durante la Colonia, el sistema de castas en la Nueva España abusaba de la población indígena y el mestizaje entre españoles, aztecas y africanos que vivían y trabajaban en las Haciendas y Casonas de las grandes ciudades. No existían abogados ni leyes que defendieran a los indígenas, a veces los sacerdotes franciscanos y dominicos defendían a los nativos de la explotación en la agricultura, minería y construcción de palacios de los nuevos nobles españoles. Los criollos que eran españoles, nacidos en México, no tenían derecho a puestos de poder publico, razón por lo que Miguel Hidalgo y su fraternidad masona, se levantaron en contra de los invasores franceses en España, deseando que la Corona española regresara a la familia real Española. Podríamos decir que no había justicia por las injusticias y las desigualdades de la sociedad colonial se manifestaban en todos los aspectos de la economía. Actividades fundamentales, como minería, comercio e industria, eran controladas por los españoles; por su parte, criollos y mestizos sólo se ocupaban de la pequeña industria y de otras actividades secundarias; los indios y las castas permanecían al margen, sirviendo a la gente acomodada y viviendo de su trabajo. En el aspecto político, los españoles también mantenían un estricto control de los principales cargos públicos, dejando a los criollos puestos y empleos secundarios.

La sociedad colonial se desarrollaba bajo el dominio de los peninsulares, mientras que la mayoría de la población vivía relegada o en la miseria. Esta situación generaba una gran inconformidad, un ambiente de intranquilidad que en muchas ocasiones desembocaba en rebeliones armadas en las que participaban distintos sectores de la sociedad, como las comandadas por el indígena maya Jacinto Canek en Yucatán o el negro Yanga en Veracruz, y que fueron cruelmente reprimidas.

JUSTICIA

EN

LA

EPOCA

INDEPENDIENTE

La guerra insurgente no destruyó del todo los signos de adelanto en la vida humanística e intelectual de León, como es natural, algunas de sus manifestaciones sufrieron considerables retrocesos merced a los trastornos sufridos por las instituciones nacionales gracias a los avatares de la guerra. Desde fines del virreinato debió existir en León una escuela de pintura más o menos académica, pues conocemos, por lo menos, tres retratos al óleo de personajes que vivieron en los últimos años del régimen español. El primero de ellos es el de don Juan Antonio de Alegre y Agreda, Administrador de la Real Hacienda; el segundo, el del Regidor del Ayuntamiento, don Manuel José David Doblado gallardo y Barrera, abuelo del procér don Manuel Doblado, y el tercero, el de la fundadora del Templo de los Angeles, doá Mariana Caballero de Acuña y Pérez-Quintana. Además, una cuarta pintura del siglo XVIII representa a un personaje del siglo XVI: el fundador y primer párroco, Bachiller don Alonso Espino. Este último retrato se halla firmado por Rafael Carnesio, pero no tiene señalado el lugar de su manufactura. Además de los cuatro óleos citados, debió haber en la Villa imagineros encargados de la confección de los retablos a la Madre Santísima de la Luz y a San Sebastián, como ocurría en la mayor parte de las villas y pueblas de la Nueva España; pero sus nombres no han llegado hasta nosotros, como tampoco los de los autores de los tres retratos, sin que podamos afirmar que el retrato hecho por Carnesio hubiese sido pintado en la Villa o en otro sitio concreto. El primer pintor que realiza en León una obra haciendo constar inequívocamente su actuación local es Mariano Borja y Zúñiga, que fecha en 1816 una pintura de grandes dimensiones hecha a devoción del Padre Bachiller don Joaquín Leal, Notario de la Parroquia de la Villa. Poco se sabe de Mariano Borja: ni siquiera si fue leonés o laguense, pues si la pintura de 1816 (el Alma en Gracia) fue realizada en León, el eminente historiador de Arte, Gonzalo Obregón y Pérez-Siliceo localizó un retrato de un militar firmado en Lagos por el mismo pintor.