juan pegoraro, el empedrado camino al cielo

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"E l empedrado camino ai cielo’’ Crítica al pensamiento abolicionista

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•1 La visita de Massimo Pavarini y de Roberto Bergalli al Seminario "Delito y Sociedad" de la Catrera de Sociología de la UDA, dislocó, gratamente, lá se­ cuencia programada: el dercclio de la sociedad a casti­ gar y la función que cumple la pena, temas abordados por ellos, estaban diagramados para ser tratados como culminación del programa. Y como es obvio en es­ tos casos, reapareció en lá segunda parte del Semina­ rio este inquietante tema ahora enmarcado en una So­ ciología del Control Social. Porque de esto hablamos, de la no autonomía del discurso y de las prácticas penales y por lo tanto de su dependencia de una vasta y compleja red de institu­ ciones, códigos, relaciones y personificaciones socia­ les que configuran tanto una estructura como un obje­ tivo: el control social. Y el "abolicionismo penal" (de esto hablaremos) desde esta perspectiva no puede tampoco autonomizarse de la sociedad en cuanto se desplegará en una formación social concreta; quizás en algún momento podrá autonomizarse del Estado, si es que éste es entendido sólo en su aspecto coerciti­ vo, ¡péro no si se lo concibe a la manera gramsciana como el conjunto de orgnnismos públicos y priva­ dos, en fin, el espacio social de la hegemonía. Por ello, el control social es el pivote o bisagra articula. dora de los discursos y las prácticas de las fracciones sociales dominantes que tienen el poder de definir, en forma interaccional, qué o cuál comportamiento (y en algunas circunstancia histórica, las ideas) constitu­ ye un delito y cuál no. En suma, las instituciones de control social y pe­ nal existen porque la sociedad civil lia enajenado su soberanía para ser ejercida por un órgano especial, el Estado. Éste, como imaginario colectivo es soberano en la medida que ha expropiado la soberanía de los in­ dividuos transformándolos en súbditos. Reasumir la soberanía expropiada es reasumir el control social, "ser un individuo que 110 sólo puede pastar las ovejas a la maflana, tejer a la larde y filosofar a lattoche", si­ no, dentro de la perspectiva abolicionista, juzgar (aunque sin ejecutar las penas por haber sído aBoMas) las conductas do los otros. Cosi sc po3rrá décIr,Ta msUtucionalizactón de un gcneralÍ7J(lór gigantcsco y difuso control sódal no recortado cspaciaímenic, 110 delimi­ tado o depositado en órgano alguno, o sea laTiitcíiüSzacióii dcl>"amor del censor". El pensamiento marxisla por otra parte, tiene al­ go que decir sobre esta temática; por ejemplo el Esta­ do, la institución estatal debería preservar pn sus ac­ ciones los intereses o bienes de las clases subalter­ nas. La justificación del Estado es tal,' ci» lá medida en (jtie cumple una función reparadora de los dados que el mercado y su mano visible producen á la socie­ dad. Es el juego de los egoísmos y apetitos insaciaF lttn fK ll 39



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bles del "atesorador raciopál", protegido por ía ideolo­ gía y lá realidad del mercado lo que destruye y hietc los bienes dé los "súbditos"; en este sentido, Saint Simon, Lásalle, Bistüarck o la Constitución de Wéiniar fueron la mala conciencia de la justificacioón del Estado. : El tema del "abolicionismo penal" tuvo su naciinicnlo (quiero decir su reconocimiento) en los países nórdicos a finales de Ids 60’; quizás fue tardío porque el advenimiento de la crisis fiscal del Estado que seña­ lara O’Connor; láinéonvefübilidad del dólar, la crisis petrolera y sus jeques ¿Ion las 7 Hermanas, la ingobernabilidad de la democracia que ponía nerviosa a la nueva derecha o a jos realistas del orden social, desen­ cantó esperanzas y ei abolicionismo penal pasó a ser para muchos un sot^cenleiulido: que era para otro mo­ mento. FundanicnUiióicntcsunacimientocsüivo liga­ do a un contexto o clima cultural en el que la vieja criminología estaba elaborando sus limitaciones en­ tre las que podemos scflalar el fracaso (já vergüenza) de la cárcel ya sea egsü función de prevención como de rcsoc!alizaa3rit|wq ‘ J ' ■ For otro lado si la vieja criminología estaba en crisis, las corrientes radicales o críticas también adver­ tían, el fracaso de los enfoques "escépticos" de la des-1 v,^ ,óniasí como los cnlt^ues^ronntóiüeos". qucjsostcnidos por el radicalismo burgués, estudiaban la dicoino otra fonna de conUpl social. tal como Alvin Gouldner pusiera de manifiesto" eií su polémica con Howard Decker. Recordemos que lo que se denomina cnfoqucjjscépüetpsc basa en la nenación de reconocer princi"pios^ucos (bueno o malo, normal o patológico, ino­ cente o culpable, sagrado o profano, etcétera) (lsLque presumían códigos y leyes. Partiendo de la diversidad^

Ihieraclívos,

l>cr61j«T¿ados en relaciones de Tuerza ñiás que en el dcrccíTó, reivindicaban en el desviado-dciinóuen te una rariónalidad que el positivismo determinista les nega­ ba. iin éfbetó, el reconocimiento de la diversidad o pluralidad cultural, el iclntivismó ético que socavaba los.principios del derecho natural y por consiguiente süs políticas correccionales o terapéuticas, fueron la báse que pcicniitió avanzar en lá critic^ de la crimino­ logía tradicional y con ello la búsqueda de nuevas for­ mas de control social; quiero decir que estos "descu­ brimientos’* fueron también incorporados por los orgamsiños do poder para iinplemcntar pblíücas rieutraliMdorásdcJfniyder coiuestatanoque yacía súpuéstanicriieciUl^ubicüvIJad-xaamialidacI de cstóg~grapos dcuQitiiiiacjds genéricamente movimientos antimilita­ ristas: los hippies, los fumadores de, marihuana, la boííeíma amanecida, los músicos de la noche, los ho­ mosexuales, las feministas, etcétera. Así no tardaron

culpa con la debida obediencia de ios civiles a los mi-. en incorporarse a las propuestas de análisis sociológlitares, también se sostiene esta sociedad. Son dos ca­ cos, lecturas o predicciones románticas acerca del ras de la misma moneda. , comportamiento actual y sobre todo potencial o futu­ ro de estos grupos contra el sistema. Es necesario remarcar la revolución copemicana Paralelamente en la década de los 70' ya se adver­ que se produjo en la criminología cümWalTñTIúJo tían una serie de transformaciones del aparato estatal de corrientes sociológicas, el foco de análisis se des­ que apuntaban más al "warfare" que ni" welfare " con plazó de la búsqueda dé las causas dcia criniaiaLidad los programas de recorte a los gastos asisleñctales al sistema penaf., r que en los principios de los 80' largaron una carrera Es éste, el sistema penal como expresión de la rede pragmáticas justíficacibñes. Tero junto con clio, acción socíal institucional ct que cae bajo el análisis con los marginales, los herederos de los 60' se organi­ de la "nueva criminolo^fai"; y así se ha podido arribar zaron como movimientos cucsüonadores dcl uso del "aconclusiones táiuñquictantcs como ratificar científi­ derecho penal y de su sislCma/ cdntó tos^móyjmiencamente lo que el sentido común intuía, a saber: desi­ tos ecológicos, los feministas o sexistas, oUe los dcgualdad real ante la ley, criminalización selectiva en rechos civiles, minorías raciales o étnicas. Todoesto función de políticas coyuntura!es, penalización en ba­ amplió el espectro de los sectores 'so cssM M ijtañ se a relaciónes de fuerzas sociales donde el poder eco­ "tocados" por el sistema penal, al involucrai también nómico es una variable fundamental, la no resociaíia otros tradicionalmente inmunes por su inserción spzación ni reeducación por medio de la reclusión carce­ cial a los liorrores que éste conlleva; ñor lo tanto el laria, la exclusión social por medio de las políticas tema de las garantías individuales y de la preserva­ de estigmatizoción, la reproducción de formas delicti­ ción del individuocf^^iiTCCsariarncatecoitlaspoJCvas por medio de supuestas políticas de prevención, ticas del orden púbHetTy