Jean Luc Lagarce, Music-hall

JEAN-LUC LAGARCE MUSIC-HALL Traduccion de Mariana Vlahossich – Adaptacion Gabriela Velasquez Paredes Esta obra fue es

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JEAN-LUC LAGARCE

MUSIC-HALL

Traduccion de Mariana Vlahossich – Adaptacion Gabriela Velasquez Paredes

Esta obra fue estrenada en Besançon en el Espace Planoise en octubre de 1989 y repuesta en París en el Théâtre Ouvert-Jardin d’Hiver en enero de 1990 en una puesta en escena del autor. Personajes La Chica.Boy 1 Boy 2 Siempre existe un lugar así, en ese tipo de ciudad, que se piensa puede servir de musichall: es en ese lugar que la acción transcurre. La canción interpretada por Josephine Baker se llama De temps en temps.

-1-

La Chica.- La Chica venía así, del fondo, de allá, entraba, caminaba lentamente, desde el fondo del escenario hacia el público y se sentaba. A veces, pasó varias veces, a veces porque la posibilidad de entrar por el fondo o porque el escenario no era lo suficientemente profundo, a veces también porque las luces habían tenido que ser puestas de otra manera, la Chica entonces, era una costumbre que tenía para enfrentar este tipo de situación, la Chica entraba por el costado en el fondo del escenario y entonces, debo decir que con bastante habilidad, realizaba un pequeño semicírculo para alcanzar el centro y avanzar, como si nada, hacia el público y sentarse en el mismo lugar, de la misma manera, lenta y desenfadada. A veces también, una o dos veces, hace un año, a veces también, en el fondo del escenario, no había entrada alguna y, en esos casos extremos, pero que había que prever por si acaso, ya que hace un año y otras veces más, y en situaciones no previstas eso podía ocurrir, se había previsto que la Chica, aunque debía ser una excepción, la Chica estuviera ya allí, esperando en el fondo y cuando empezaba el espectáculo –pero siempre fue ella la que decidió cuando empezaba- cuando ella empezaba, avanzaba en línea recta hacia el público y se sentaba, siempre de la misma manera lenta y desenfadada. Así, como si nada ocurriera. También a veces, una vez, o dos, ya no lo sé y francamente es lo que pienso, a veces, una o dos veces, tres, admitamos cuatro, cuento, reflexiono y cuento, pongámosle cuatro veces, a veces, no sólo no había puerta de entrada en ningún lugar, ni en el fondo ni sobre el costado y, por otra parte –y esto es a lo que quiero llegar- y hay que reconocer que no era cualquier cosa –cuando vi eso hubiera llorado y aunque esa eventualidad estaba prevista nunca imaginé que un día debería utilizarla –recurrir a ella- por otra parte, el escenario era tan pequeño, de acá a acá, no más, que no permitía caminar, lentamente y con soltura, nada, absolutamente nada, había que admitirlo –hubiera llorado, es cierto, no me creen, parezco así, pero hubiera llorado- tan pequeño, sí, que la Chica, era la solución, estaba allí, ya sentada, como si nada, sí, ya, apretujada entre el fondo y el público, tan cerca uno del otro.

-2-

Boy 1.-

Cuando la Chica iba hacia el público –ella está en apagón y nosotros detrás, en la oscuridad, aún más lejos que el fondo del escenario y el público no puede verla- nosotros la seguimos, lentamente, con desenfado...

Boy 2.-

Siempre oí eso, “lento y desenfadado”... El último consejo, ni siquiera nos mira, está tiesa allí, delante de nosotros, respira hondo, dice “lento y desenfadado” y arranca, entra, la puerta del fondo, y nosotros la seguimos, como si nada, uno de cada lado, cuatro pasos de distancia, lento y desenfadado, como quien no quiere la cosa...

Boy 1.-

En los famosos casos extremos, cuando la puerta de entrada estaba en el costado, al fondo, la seguíamos de la misma manera, el mismo semicírculo y frente al público, sonriendo, recuperada la misma línea, sin problemas.

Boy 2.-

Igual que ella. Cuando está bloqueada en el fondo del escenario.

Boy 1.-

Cuando había escenario. (se ríe)

Boy 2.-

Cuando espera en el fondo sin puerta de entrada esperamos cerca de ella, más cerca, para reducir la pérdida de distancia y la seguimos cuando empieza.

Boy 1.-

No puede evitarlo. Murmura apenas, estoy seguro de que la ven, que el público la ve mover los labios...

La Chica.- ¡No me ven! Boy 1.-

Ella murmura “lento y desenfadado” y empieza. No puede evitarlo.

La Chica.- No me ven, no me oyen, ¡hago lo que se me da la gana!

-3-

La Chica.- ¡Quédense sentados! les dice. Boy 1.-

Fatalmente, hacía que se rieran y ella empezaba.

Boy 2.-

algo que, como si nada, había sacado ya no sé de dónde, de alguien en otro espectáculo.

La Chica.-. ¡Quédense sentados!

-4-

La Chica.- La última vez -¿en qué nos habíamos quedado? No me acuerdo, no tomo apuntes, creo recordar y más tarde, los años subsiguientes, un día como hoy, cuando nos encontramos –nos encontramos siempre, es de temer- estoy perdida... Boy 2.-

El comienzo, la Chica, tú, ella, allí, el comienzo, la Chica está en el taburete y ella habla en primer lugar. No sé. Dice algo, no me acuerdo, tengo dificultad en acordarme de mí mismo, y después, ella sigue, lo que dice, hablo yo, me toca a mí, y me acordaré del resto, me tengo confianza, son cosas que no se olvidan, es como.... como...

Boy 1.-

Montar bicicleta.

Boy 2.-

Eso, montar bicicleta, ya no me acordaba.

-5-

(se oye la música, es Josephine Baker) “Ne me dis pas que tu m’adores mais pense à moi de temps en temps... (Ellos están ahí esperando como si fueran a empezar)

-6-

Boy 1.-

La música, lo que está escrito y después se ve a la Chica, ahí...

La Chica.- Yo. Boy 2.-

Claro, ¿quién si no? ¡Francamente!

Boy 1.-

Está sentada en el taburete, con las piernas cruzadas –para ella eso es importantísimo. Con las piernas cruzadas y la música por detrás, de fondo. La gente cree, es la idea, que es ella la que canta, algo así.

-7-

El Boy 2 canturrea: “Ne me dis pas que tu m’adores embrasse-moi de temps en temps, un mot d’amour c’est incolore mais un baiser c’est éloquent...”

-8-

La Chica.- A veces, ocurrió una o dos veces, ocurrió, a menudo no, me olvido, a menudo, muy a menudo, ahora lo recuerdo, ocurrió, la mitad de las veces es lo que ocurre, no había cómo poner la música... Es decir, -a menudo tiene que ver con que no hay puerta de entrada en el fondo y a veces con lo estrecho que es el escenario y el espacio entre el telón y el público- quien puede lo más puede lo menos, no sé, una expresión así que diga que todo iba cada vez peor o al revés- a veces no había magnetófono de cinta magnética, eléctrico, naturalmente. A menudo la banda sonora, la musiquita –es preciso saber que al principio, y es así como siempre lo vi, era más bien una obra, bueno una especie de obra Ayayay! A dónde hemos llegado!... Es preciso saber que al principio, eso es lo que estoy contando, era más bien una obra musical y, fatalmente, fatalmente, sin música, ¿cómo decirlo? No era más eso. No. Ya no. A veces también, en los casos extremos, también lo había previsto, teníamos esperanzas de tener un magnetófono para cintas magnéticas a pilas, independiente y con todo lo demás... pero quien puede lo más... Bueno... siempre el mismo cuento... Si de tener un magnetófono se trata, tanto da que tenga cinta magnética o no tenga cinta magnética, no se puede esperar otro medio de reproducción. A veces también, pero en los casos extremos... (el Boy 2 canturrea) “Ne me dis pas que tu m’adores

embrasse-moi de temps en temps, Un mot d’amour c’est incolore mais un baiser c’est éloquent...”

-9-

La Chica.- ¡Quédense sentados!... Y las luces, de golpe, al oír mi voz... “como al oír mi voz” las luces se apagaban. Es decir las luces de la sala, y yo estaba ahí, bañada por los... bañada por el reflector, y todo empezaba; y yo, la Chica, me olvidaba de todo ¡qué importa! ¡qué podía importarme! Me olvidaba de todo y empezaba, les hablaba y lo demás: el magnetófono, la falta de magnetófono, eléctrico, a pilas, todo eso, en el fondo de mi alma... Bueno, no en el fondo de mi alma, en el fondo de mí misma, para mis adentros ¿es así como se dice? En mi fortaleza interior, ya no importaba. Yo sonreía, algo como esto que yo ya había probado bastante y que me ha dado satisfacciones. (sonríe largo rato)

-10-

Boy 2.-

¿Por qué yo?

Boy 1.-

Yo no sé cantar

Boy 2.-

¿Y tú crees que yo sé?

Boy 1.-

Tú no tienes miedo.

-11-

La Chica.- El taburete, este taburete es nuestro. Nosotros lo compramos; es, en cierta manera, nuestra propiedad, mi propiedad, puse más plata que ellos ya que lo

utilizo más que ellos dos y también –ya hemos convenido que cuando nos separemos, pero definitivamente, “para siempre”, cuando nos separemos definitivamente, lo llevaré conmigo. Al principio, hace mucho tiempo, cuando empezamos, del mismo modo que reclamábamos la entrada en el fondo y el magnetófono con cinta magnética – pero la entrada del fondo, lógico, no nos la íbamos a llevar, lógico, y el magnetófono con cinta, no hay que soñar, después no digo, sueño pero no lo digo, el magnetófono era imposible, no había plata y ése, el otro, ése, nos saca de apuros, dos en uno; canto y nadie se da cuenta, o casi nadie. -¡Ayayay! A dónde hemos llegado!... Al principio pedíamos el taburete, estaba previsto, tenía que estar allí para cuando llegáramos; y en el lugar adecuado, y nos era absolutamente indispensable, era lo que decíamos para meterles miedo y que busquen y encuentren y que no falte. Lo pedíamos. ¡Si habré visto taburetes! Grandes, pequeños, de tres patas, de cuatro patas, pero de diferente altura, algunos con respaldo, y ya no era un taburete, yo les decía ya no es un taburete y ellos se reían y decían: “¿qué importa?” “Quien puede lo más puede lo menos”, y una silla –porque, francamente, ¡llamemos las cosas, las malditas cosas por su nombre, su maldito nombre!. Una silla, me decían, una silla es mejor que un taburete. ¡Vaya ud. a hacerles entender! Nunca entendieron nada. ¿Cómo dar una vuelta circular completa en una silla? Eso era lo que les preguntaba, cómo dar una vuelta completa, así... Bueno, ¡lo lograba! Y yo giraba. Daba la vuelta completa, bueno... ¡Si habré visto taburetes! Si habré visto! Sin embargo, viéndolo en perspectiva, ahora que lo pienso, esos no eran los peores, no, más bien serviciales y creyendo hacer bien las cosas, ayudando. No entendían nada pero tenían buena intención –parten de buenos sentimientos, confunden el confort con el arte, bueno llamémoslo como queramos! el arte y confunden una silla con un tabureteNo. Los peores, los más terribles eran, y eso ocurría a menudo, muy a menudo y cada vez más hasta que al final nos decidimos a invertir –al final sólo eso quedaba- los peores eran los que ponían a modo, en vez y en lugar de un taburete con patas altas, una cosa baja y chata y ridícula, alta así, chiquita así, no más alta que eso, menos aún, bueno, si me agacho más me caigo. Un taburete para ordeñar las bestias bovinas, tres patas y una tabla. He visto de ésos. A veces lloraba, no existe otra palabra, lloraba, estaba ahí, con las piernas cruzadas, altas, muy altas, con las rodillas a la altura de la frente, era una vaca sobre un taburete para vacas, lenta y desenfadada.

-12-

Boy 2.-

(canturrea) “Ne me dis pas que tu m’adores embrasse-moi de temps en temps..”

Boy 1.-

(intenta retomar) “Ne me dis pas que tu m’adores...”

Boy 2.-

“Ne me dis pas que tu m’adores..”

Boy 1 y 2.- “embrasse-moi de temps en temps....” (se ríen como niños)

-13-

La Chica.- Pero a veces también, siempre la misma historia, nunca conocí otra cosa, esta estúpida sucesión de inconvenientes unos tras de otros, pero a veces también, estos dos me habían avisado... Boy 1.-

¡Lo dijimos!

La Chica.- ¡Lo dijimos, lo dijimos!... Pero a veces también, y cada vez más a menudo, incluso hoy, ahora en la tarde, y a menudo también en cuanto bajábamos del barco, o del avión, apenas habíamos estacionado el auto en el lugar reservado a esos efectos... Boy 1.-

En cuanto entrábamos a la ciudad, con los pies sangrando y agotados por una demasiado larga caminata

Boy 2.-

Porque a decir verdad, las más de las veces...

La Chica.- A veces también rechazan el taburete, el taburete que es mío, no lo quieren, dicen que no, y se burlan y en el peor de los casos, y a menudo, en el peor de los casos, lo que es frecuente, hay que admitirlo, no es agradable pero hay que admitirlo, en el peor de los casos –es decir en los lugares y las ocasiones en las podrían ponerse violentos y brutales y dispuestos a algunas crueldades físicas, aquellos que deben, manera de decir, acogernos- a veces, y esta tarde y ayer también y el año pasado en la misma época –debe ser la estación, mala influencia- quieren prohibirme el uso del susodicho taburete, mi más estricta

propiedad, e impedirme su uso y obligarme a que lo deje en la entrada, en la puerta exterior, con el riesgo probable de que me lo roben; quieren prohibirme con el pretexto falaz –una palabra que me gusta especialmente- con el pretexto falaz de que no estaría conforme a las normas vigentes en ese teatro, este escenario, que no sería ubicable en este lugar, que podría incendiarse; el fuego es su preocupación favorita. ¡Son bomberos y tienen miedo del fuego! Podría encenderse, podría prenderse fuego de golpe y propagar el fuego, es lo que dicen, son cachacientos(chistositos), siempre cachacientos. Yo, bajo del barco agotada por la travesía, bajo del avión enferma por los zarandeos atmosféricos o del auto y las curvas o bueno, ¡ayayay, adónde hemos llegado!, agotada por una larga caminata, si eso es lo que te gusta, y ellos, en mi cara pelada, son cachacientos, me miran y miran mi taburete y son cachacientos. ¡Esa es otra expresión que dice bien lo que quiere decir! Podría prenderse fuego y propagar el incendio que devoraría todo y con eso no se bromea, su herramienta de trabajo, están aferrados a su salón de baile de un suburbio gris y no quieren verlo desaparecer en el incendio súbito de un taburete ardiente... Boy 2.-.

(canturrea) “Hay fuego en el 23, en el 23”

La Chica.- Y yo, pero es inútil, no me creen, yo, bromeo –yo lloraría, si me ven no lo creen, no parece, pero lloraría y bromeo- un taburete, les decía eso como con un humor travieso, un taburete, sencillo con cuatro patas, estable, ya no un taburete, a lo sumo un soporte, verlo prenderse fuego, y así, ¿no exageran un poco? Bella exageración, no digo que no y digna de un poeta, reconfortante en cuanto a la calidad de la audiencia cuando el espectáculo haya empezado, si es que empieza, pero ¿no divagan un poco? Un taburete no es un montón de paja, y papel que pruebe su voluntad de no incendiarse, documento, no, no lo tengo y nunca tuve, no tengo “recordación” – francamente pido mil disculpas no recuerdo que se pueda decir “recordación”papel-prueba de resistencia al fuego, no, ya lo dije, no, lo siento, tuviera, mostraría, lógico, no soy boba, penoso, pero mostraría. ¡Ayayay, a dónde hemos llegado! Pero cuando lo compré no me hablaron de eso, mírenlo, al mirarlo, no es la primera idea que pasa por la mente, y un taburete no es un perro, con pedigree, no es nada, me es necesario, sin él, no cuenten conmigo, pero no es nada más – y quien puede lo más puede lo menos, lo que siempre digo- no es nada más que un objeto de consumo corriente. Ello, sin nada que hacer, cachacientos y mordaces, esperan que yo ceda. Y ceder, no es complicado: un billete para cada uno en el mejor de los casos, como esta tarde también, un billete a cada uno ¿qué importa? Todo podría incendiarse, ahora se les paga el doble para que apaguen el incendio y veo desaparecer, en el mejor de los casos, la mayor parte de la taquilla entre sus valientes patas.

Si para mí el taburete es necesario, no deberían prohibírmelo...

-14-

Boy 1.-

Yo estoy del lado derecho de la Chica, a la izquierda para el público, los de enfrente, y de hecho, más cerca de los bastidores que llamamos la caja izquierda del espectador. ¿Cómo es que esto ocurrió? Ya no lo sé. Por casualidad, es posible. Cuando llegué, remplazaba a un tipo que desempeñaba ese papel, es una manera de decir, y que los había abandonado a él y a ella, a la Chica y a éste, el cantante. (se ríe)

Boy 2.-

¡Te ríes y ya no cuentas conmigo!

Boy 1.-

No me río. No cambia nada. No me río. No lo tomes a mal ¿es tan grave reirse? No me río de ti, ¿en qué te afecta? Cuando llegué, remplazaba a ese tipo y ese tipo ocupaba ese lugar y es así que pasó, natural y simplemente. No teníamos mucho tiempo, era esa noche y ya era de tarde y yo, sinceramente, no quiero decir con esto que me importaba un bledo, pero estar ahí o del otro lado de la Chica, no era lo esencial, ocupé el lugar que quedaba y allí me instalé. Después no se volvió a hablar del asunto. No es nuestro estilo.

Boy 2.-

¿Quieres cambiar? ¿Acaso quieres destrozar esta armoniosa disposición?

Boy 1.-

¡No, no, no! (se ríen como niños)

-15-

(El Boy 1 baila apenas, solo. Se oye siempre la misma canción: “Ne me dis pas que tu m’adores embrasse-moi de temps en temps, Un mot d’amour c’est incolore mais un baiser c’est éloquent...” Quien canta es Josephine Baker pero el Boy 2 canturrea también, como quien sigue torpemente la letra de una canción oída en la radio o en un disco y el Boy 1 baila solo, apenas, con esa música.

La Chica, ella, los mira, eso creo)

-16-

La Chica.- ¡Ah! El vestido, por suerte, nunca preguntaron. “¿Para el vestido también, tiene un papel que pruebe que es resistente a las diversas llamas devastadoras, un documento que pruebe su buena fe?” Nunca pidieron y yo cuidándome mucho de no tocar el tema, evidentemente, dejando que la sombra de la duda se cirniera en ese punto y no decía nada, muda, boca cosida, una tumba, rogando al Cielo, manera de hablar, rogando al Cielo, -nada más ni nada menos!- que me dejaran tranquila, y papel y documento y prueba manuscrita también ¡qué se yo! Blanco y negro, con la rúbrica bajo el visto y bueno, y papel, y documento y prueba -¿por qué no? a donde hemos llegado!- referido a mí, a mi propia resistencia al fuego, haciendo la prueba si fuera necesario, y lo espero, ya nada me sorprendería, y hace cosa de una semana o dos, y también el año pasado, me acuerdo, creí que la hora de esa broma postrera acababa de resonar en mis oídos, probando que no podría, por una razón desconocida, prenderme fuego y destruir, como una “antorcha humana” toda su miserable empresa... Cachacientos, deberían pedírmelo, no me sorprendería, podrían... Boy 2.-

(canturrea) “Hay fuego en el 23, en el 23...”

-17-

Boy 2.-

Yo, estoy del otro lado. La Chica está en el medio.

La Chica.- Yo. Boy 2.-

Sí, claro, ¿quién más? ¡Tú, tú, tú, tú! Francamente, ¿quién más?

Boy 1.-

Déjala, ella sólo quería aportar la precisión y no le hace mal a nadie, siempre es un poco meticulosa pero no lo tomes a mal...

La Chica.- Bueno. Boy 2.-

Entonces yo estoy del otro lado, la chica está en el centro y yo, cuando ella entra, la entrada del fondo, o cuando en el peor de los casos, aunque son los más frecuentes, cuando está sentada en su taburete incendiario... (se ríe) Disculpen.

Yo tomo el lugar que queda, el otro del otro lado ¿qué puede importar? ‘tuve siempre allí y no es esencial, me da lo mismo; no es que me importe un bledo, realmente no, pero no es nada esencial, a su derecha o a su izquierda, me dicen dónde me pongo, ahí me pongo y no me muevo, manera de decir, no soy un muchacho que traiga problemas y otras tonterías y dificultades anecdóticas, no. Cuando llegué, ella estaba con otro tipo, ido después –la dejó- o muerto y de muerte natural y de agotamiento, lógico, o seducido por otro oficio más lucrativo o menos desesperante. Basta de caminatas, porque (hay que decir la verdad cada tanto) más a menudo a pie que en los barcos trasatlánticos y suntuosos y más a menudo en los caminos vecinales y caminos de tierra para llegar a lugares como éste, que los aviones de lujo y aeropuertos internacionales. Fugado, entonces, el otro, ése, que tu remplazas más o menos –no es maldad pero hay que admitir que...No es maldad pero la lucidez (y estoy bastante orgulloso de ello) la lucidez es probablemente lo único que me queda de mi infancia- Fugado luego, entonces, pero antes reinaba a la derecha de la Chica y me dejó el lugar que hoy ocupo, y a mí, me daba lo mismo. Remplazaba a otro fugitivo y ya estaba por terminar la tarde, se acercaba la noche y no me iba a hacer el complicado; tomé lo que quedaba, me acostumbré... La Chica.- El número catorce a la izquierda y el número quince, lógico y simétrico, el número quince a la derecha. No saber qué hacer para que se queden, se encariñen, se hartan de la marcha a pie y de lugares como éste, demasiado triste, sin futuro “queremos dejarla, señora”, terminan diciéndome tarde o temprano y se van y justo al final de la tarde, tomamos al primero que aparece. Siempre hay un tipo ahí, con la boca abierta, que cree que, mirándome como si fuera un sueño y cree nuestras historias, y se deja llevar y nos sigue, nos sigue y se pone la ropa del otro – algunos retoques en los costados y en la espalda, nunca se ve su espalda, y la ropa les quedará tan bien como al anterior- ¡ayayay, a dónde hemos llegado!... Lo que digo siempre y acepta entender, y toma el lugar del que falta, el fugitivo traidor y canalla que nos abandonó allí, y hace como el otro, el que se queda, y cree que el éxito ha llegado, sonrisa idiota, dice ser bailarín y me sigue a cinco pasos de distancia, hace lo que se le dice que haga, “lento y desenfadado”, hasta el día en que querrá irse a su vez o se irá sin avisar, sin decir nada, sin dejar una palabra de despedida, siempre al final de la tarde, descorazonado, una vez más, abandonándonos como si huyera de nosotros, con ánimo aventurero, manera de decir, llevándose su saber (se ríen los tres), llevándose su saber y haciendo algún número solista lamentable y sin ritmo pero más lucrativo, no hay que repartir las ganancias entre tres... Boy 1.-

¿Ella? ‘tuvo siempre ahí.

Boy 2.-

‘tuvo siempre ahí, desde el inicio, armado alrededor, nunca oí hablar de un reemplazo, de una sucesora, nunca.

La Chica.- Creadora del papel. (Sonríe largo rato como lo hizo al final de la escena 9)

-18-

(Boy 1 muestra a Boy 2 el paso que hacía, como podía, en las escena 15 y los dos canturrean a modo de acompañamiento: “uno, dos, tres, cuatro, Uno, dos, tres, cuatro...” El Boy 2, canturreando y tratando de reproducir el paso: “Ne me dis pas que tu m’adores, uno, dos, tres, cuatro... un, dos, tres, cuatro...” La Chica, ella, los mira, creo)

-19-

Boy 1.-

El primero, lado derecho, es lo que dejé que me dijeran y oí aún en los lugares más alejados por los que volvíamos a pasar y en donde podían acordarse de ella y sus acompañadores.

Boy 2.-

Lugares que todavía no habían cerrado sus puertas y quebrado o hundido las más de las veces en un marasmo poco apto para este tipo de entretenimiento y lugares en los que todavía consentían en aceptarla, porque no habría que olvidarse de cómo son las cosas y siempre lo fueron...

Boy 1.-

El primero, lado derecho, yo, en mi sitio, fundador de esta parte en el inicio, fue su marido, y el otro, tú, ahí, de tu lado...

Boy 2.-

Su más cercano amante...

Boy 1.-

Bella historia, pero demasiado bella para ser exacta, y si exacta fuere, no sabría mantenerse en la tradición...

Boy 2.-

Sí, si quieres, algo así.

-20-

La Chica.- Bañada por el reflector cuando todo empezaba, siempre fue así y me gustaría sinceramente que se perpetuara, sinceramente, ellos en la oscuridad, los otros, ahí, y en aquel entonces eran muy numerosos y atentos, lo cual no es poco. Boy 2.-

y “quien puede lo más...”

La Chica.- Después de sonreír, largamente, lentamente, como ya lo demostré enantes, siempre (fue) así que ejercí mi fuerza y mi poder sobre ellos, y los exhortaba a que se callaran, les imponía orden, y renunciar a tomar su cerveza y terminar su comida deglutiendo ruidosamente, una vez que finalmente el silencio se instalaba, yo empezaba, empezaba de verdad.

-21-

Boy 1.-

Pero el amante, bailarín lado izquierdo, mató al marido.

Boy 2.-

La Chica y él tomaron para remplazarlo al primero que pasó, siempre hay un tipo ahí, con la boca abierta, dispuesto a creer que, demasiado contento, el idiota, de ponerse el traje. Al terminar la tarde y cuando el tiempo no sobraba.

Boy 1.-

Le enseñaron el baile y el canto, pero menos talentoso – y le dedicaron poco tiempo- menos talentoso que el marido asesinado...

Boy 2.-

Se convirtió en amante a su vez, entienden rápido, es lógico, pero era menos hábil que yo.

Boy 1.-

Mató –ya se veía en su lugar- mató o hizo huir al primer amante, el original, en no me acuerdo bien, alguna ciudad en que estaban de gira...

Boy 2.-

Puerto Maldonado, Madre de Dios

Boy 1.-

Sí, sí, si quieres...

Boy 2.-

Bueno, continuaron igual, agarraron para remplazarlo, al primero que pasó, siempre hay un tipo ahí, con la boca abierta, dispuesto a creer que, demasiado contento, el idiota, de ponerse el traje... Al terminar la tarde y cuando el tiempo no sobraba.

Boy 1.-

Y le enseñaron el baile y el canto...

Boy 2.-

Un, dos, tres, cuatro..Un, dos, tres, cuatro...

-22-

La Chica.- Pero, ¿y el argumento? Yo los miraba, tengo mi sonrisa experimentada y no dudo jamás en utilizarla en todas las circunstancias útiles, yo, los miro, y hago como que, algo que desde siempre sé hacer especialmente bien –podríamos decir que en el tema de “hacer como que” incluso me he convertido en una especie de reina- yo, hago como que no entiendo la pregunta, ¿qué se meten, crápulas autóctonos?, incluso como que no la oigo. Yo soy así cuando estoy en dificultad total. “Sí, le pido disculpas, señora”. ’ llaman señora, siempre ’llaman así, y no guardo recuerdo de que me hayan llamado de otra manera, en mi cara, desde hace mucho tiempo. Son siempre, si así se quiere, y se quiere, son siempre deferentes y corteses y me llaman señora, a veces “ñora” pero ahistá la idea, no se puede negar, la idea está, y la cortesía y la deferencia también. “Pero señora, repiten –son corteses pero tercos y quieren una respuesta- sí, señora, el argumento ¿cuál es? Porque, al fin y al cabo, no podemos quedarnos sólo con historias sueltas, el taburete, la historia del taburete, sus múltiples aventuras, y el vestido, y la entrada del fondo y, más a menudo, la lateral, en los casos difíciles, todo eso lo hemos entendido, pero el argumento, no sabríamos hacer como que, tiene que haber un argumento, ¿cuál es? Estaríamos encantados de conocerlo....” Cachacientos, esperan ahora en el silencio y ese agujero negro ahí, frente a mí.

-23-

Boy 1.-

Antes, hace tiempo, dos o tres años e incluso –parece ser, no sé- incluso no hace un año, antes, los dos chicos, nosotros, ellos, tú y yo y los que nos precedieron, los dos chicos bailaban y cantaban concertados, acoplados, bueno otra expresión poco feliz, juntos, quiero decir. Retomaban los estribillos y realizaban juntos una linda coreografía.

Boy 2.-

A veces, y ya lo había notado perfectamente y esperaba hacértelo notar –la ocasión se me presenta y la aprovecho- exageras las cosas y las vuelves, de hecho, inverosímiles o incluso demasiado lejanas e inútiles, lo que es lo mismo.

Boy 1.-

Francamente “Puerto Maldonado, Madre de Dios”, francamente, ése no fui yo!

Pero, poco a poco, los dos chicos, pero poco a poco, cambiaban demasiado seguido de partenaire, no lograban habituarse el uno al otro y reciprocidad, perdían el gusto por el trabajo bien hecho; los suburbios grises y los pueblitos hostiles –ya no los querían en ninguna parte“Puerto Maldonado, Madre de Dios”, francamente! Tenían frente a ellos, lado del público, cada vez menos gente entusiasta y a Ella, ahí, a la Chica, parecía no importarle. Poco a poco, y es mejor así ¿qué importa? poco a poco, y en esas estamos hoy, ahora en la noche y de ahí en adelante, poco a poco se repartieron la tarea – llamemos las cosas por su nombre- uno baila y el otro imita, el segundo canturrea y el primero canta el estribillo. Boy 2.-

¿Quieres cambiar? ¿Destruir esta armoniosa disposición?

Boy 1.-

No, no.

Boy 2.-

No se dan cuenta, no les importa, miran para otro lado. No miran. No están.

-24-

La Chica.- Al inicio –oh!, hace casi diez o quince años, quince años el mes que viene, no el mes pasado, quince años- al inicio, “mis inicios” –la expresión que se usa- él y yo, mi marido –así lo llaman estos dos- mi marido y yo íbamos así, creo recordar, un solo bailarín y cantante y se ocupaba de todo y revisaba la taquilla y les hacía escenas cuando las cosas no estaban como se había previsto –la puerta de entrada siempre al fondo, jamás hubiera permitido que no estuviera ahí- y la plata, ah! la plata, porque, francamente la plata o la falta de plata – lo más probable- también cuenta y la plata con él, mi marido -¿así les gusta? Ni siquiera casados, pero bueno, admitámoslo- nos pagaban en cuanto desembarcábamos, plata en mano, sin ambigüedades financieras, desembarcábamos, sí, los barcos, es verdad, en aquel entonces, y buenos barcos, primera clase, blanco y azul,... y del telón del fondo –las exigencias de mi marido- y del telón del fondo hasta el público, y público había, y sin cerveza y sin permiso para comer en la sala, desde el telón del fondo hasta el público, distancia respetable y necesaria y fácil de recorrer, leve inclinación y buena visibilidad... Bueno, bailaba y cantaba –ya termino- y aseguraba la fluidez y en ese entonces no era fluidez lo que faltaba y sonreía con gracia, cosa que los otros – y ustedes dos también- no es maldad, pero hay que reconocerlo, cosa que los otros harán siempre sólo con aplicación y buena voluntad. Boy 2.-

(Canturrea: “Ne me dis pas que tu m’adores, embrasse-moi de temps en temps..”)

Boy 1.-

(Canturrea también, apenas, siguiendo la letra y marcando los pasos de baile en el suelo)

La Chica.- Al inicio, no más que hoy y no menos que... Y (se ríe) “quien puede lo más...” etc. Al inicio, tampoco había argumento: Él y yo, cantábamos, esbozábamos algunos pasos, bailábamos, y actos de magia y adivinanciones –¿adivinaciones?- diversas, “sí, me concentro, esta señora ha nacido bajo el signo de Escorpio...” Cosas como ésas, que habíamos aprendido y que volvíamos a hacer una y otra vez. No había argumento, no. ¿Qué argumento? Un número, así lo llamábamos y con eso basta. (El boy 2 canturrea y el otro lo imita, los dos se mueven apenas: “Ne me fais pas de longs poèmes ne parle pas de tes émois, Pour me prouver combien tu m’aimes, De temps en temps, embrasse-moi...”) La Chica.- Un día, fue. Así vivía él. –Se fue, no lo asesinaron- (se ríe) ¡Qué idea, chicos! Un día fue y no volvió, harto probable, de la vida errante –cada vez menos barcos, aviones casi nunca- las carreteras y el carro y guardar la utilería inmediatamente, cada vez peor pagados y no pagados para nada casi siempre, nunca más un céntimo, “porcentaje de la taquilla” –el famoso cuento. Cansado -¿cansino? Cansado entonces de todo eso, probable, o incluso seducido, posible, seducido otra vez por alguna otra, más (atractiva), bailarina y cantante despierta- ¿acaso lo sé? Nunca supe. Nada de amante asesino, no. Nada de argumento, para nada. Previsible desde el principio, ¿no? (sonríe largamente como en la escena 9) (Boy 1 y Boy 2 canturrean: “Dans tes bras, serre-moi vite Car demain, tu me quittes... Un, dos, tres, cuatro, Un, dos, tres, cuatro... Quatre jours, c’est bien long, sois prudent, chéri Et surtout, rappelle-toi, si tu m’écris: Ne me dis pas que tu m’adores, Mais pense à moi de temps en temps...”

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La Chica.- Entonces, el otro, su jefe –el más gordo siempre y él que se agarró la plata para no ver el taburete- entonces, el otro, cachaciento jefe, “el más cachaciento de los cachacientos”, yo no le pedía nada, me gustaría concentrarme –palabra que no figura en su vocabulario y “vocabulario” otra palabra que no figura en su vocabulario y así sucesivamente- no hay que soñar, el jefe cachaciento, entonces, cediéndome el lugar: “La casa es suya, señora” ¡Casa! Esta masa informe del suburbio gris, local de polladas “Pero le advierto –lo dice ahora, para terminar su obra- con un argumento así, no hay que contar con que venga mucha gente, no esperar gran cosa y taquilla. Porcentaje sobre el bar, porque bar también ¿no le habían dicho? Ni hablar de porcentaje, está soñando la señora- no esperar mucho en cuanto a taquilla, y aplausos tampoco, evidente, son lentos y retorcidos por aquí, y poco proclives al entusiasmo, pero aplausos, no se comen, ¿no?, ¿ah? ¡qué esperanza! Para la gloria nada más y eso! –agrega cachaciento-jefe, con su banda en silencio esperando detrás de él- además no es seguro que se molesten en venir hasta aquí, son desconfiados y poco proclives a lo liviano y liviandad es lo que parece su falta de argumento, ¿no? ¿no?” Y yo, siempre lo mismo, algo antiguo que puse a punto, desde hace ya un buen tiempo y que uso y me sirve una y otra vez, esta tarde incluso, esta misma tarde, y yo, sonriente, lenta y desenfadada, la Chica que pasó por muchas y siempre salió del pantano, porque pantano es, acá también, ríanse, acá también, esta misma tarde... Dicen “Puerto Maldonado, Madre de Dios”, el hueco del culo del culo del fin del mundo, pero acá también, bueno saberlo y verdad que no siempre debe ser dicha pero liberadora si se hace oír, acá también, ¡ríanse, ríanse, ya pensarán después! Acá también, ¡ayayay, a dónde hemos llegado! Acá también, pantano y apestoso y hueco de cachacientos. Lo dije. Yo, sonriente, entonces –no lo vuelvo a hacer, todos entienden a qué hago alusión, siempre lo registran- yo, sonriente, lenta y desenfadada: “Ya veremos, hijito” –una frase que aprendí cuando era chulilla de otros y que adapté a mis necesidades personales- y el tipejo se va con su banda cachacienta pisándole los talones, a beberse el dinero del taburete y hacer imitaciones sardónicas de la princesa – así que apodan a las hembras que no pueden pagarse. “Pero lo que a mí me parece, ñora, -insiste en transmitirnos sus apasionantes opiniones- lo que me parece a mí, es que conmigo, por cierto, no podrá contar y mis colegas, ya los vio, mis colegas tampoco...” Con la palabra “colega” haré un día un poema, cuestión de proponérmelo. “Y mis colegas tampoco, nunca vendrán, y las familias de los colegas, ya las imagina, las familias de los colegas, lo mismo – siempre tienen mujer e hijos y

a montones, los hijos y chiquitos, los cachacientos padres de una numerosa familia, eso es lo que los distingue; serían menos cachacientos si solterosY si nosotros que queremos esta casa y en ella trabajamos y tenemos abonos y asientos reservados –bancos de madera, no exageremos- y una tajada del bar, porque bar y se lo dijimos, pero ya no escucha, si nosotros no venimos y deben ser la mayoría de la gente, si nosotros no venimos, es necesario saberlo, ¿quién vendrá? ¿Ah? ¿Ah? Y se van, muertos de risa y “Princesa” queda ahí, con mis dos acólitos despatarrados en un rincón, esperando que me las arregle, y “Princesa” queda ahí, contando con pasos largos, la ridícula distancia que separa el telón del fondo del taburete en la corbata, triste agrimensor.

-26-

(Los tres bailan apenas o ensayan, parecen ensayar la entrada, el comienzo del espectáculo. Se oye la música, es Josephine Baker y ellos, los tres, retoman su lugar y canturrean la letra como un esbozo de los que hubiera podido ser o de lo que había sido.)

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Boy 1.-

El otro muchacho –tú- ya no sé: lo perdimos a su vez o huyó...

Boy 2.-

Olvidado ahí, una mañana. Se van y me olvidan y cuando me despierto –me había dormido y no estaba atento), ya no sé dónde están y quedo ahí. ¿Te sirve? Lloro una hora o dos por mi pobre vida perdida, toda mi juventud, enseguida seco mis lágrimas, y me abandono de nuevo. Estoy solo. Respóndeme, ¿eso te serviría?

Boy 1.-

Me da lo mismo. Se queda ahí y espera que otra gira se lo lleve, siempre tipos como tú en el borde de las carreteras, esos muchachos rezagados que quieren ayudar en el montaje y desmontaje y desean secretamente que se los llevarán y esperas que pasen otros, una chica como Ella –no será eso lo que falte- y un muchacho como yo. Estás apoyado en la barra de un bar, al lado, el Gran Café Deportivo y Teatral y cuentas tus recuerdos, giras en diversos barcos y cruceros por las islas.

Boy 2.-

¡Ah, las islas!

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Boy 2.-

¿Y tú?

Boy 1.-

¿Yo? Un día me hartaré, la dejaré ahí –al terminar la tarde- sólo de pensar en ponerme ese traje gastado, nunca limpio, nunca el tiempo suficiente en un lugar para lavarlo, sólo de pensar en empezar, con un nudo en el estómago por sólo la tercera parte de la taquilla, y sin taquilla y taquilla menos los gastos suplementarios y gastos suplementarios que se comen la mayor parte, sólo de pensar en verla y oírla, y de espaldas, contar su vida –porque, valgan verdades, sólo se habla de su vida- y moverse apenas, y buscarlos en apagón, y no verlos más, demasiado oscuro, o no están, posible, probable, nadie, ni un gato, ausentismo crónico... Un día, me voy, me las tomo, abandono el cargo, desertor... Volveré a mi casa –jamás debí dejarla- veré a mi padre, mi madre, y retomar la tienda. Actúo dos veces al año, fiesta de verano y aniversario “Tú, que hiciste de artista, que me dirán, haznos reír.” Unos pocos pasos esbozados en medio de vasos vacíos y platos sucios, cachaciento a mi vez, seguramente.

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La Chica.- A veces, y el año pasado también, creo, pero ustedes no estaban allí. El año pasado, sí, a veces, son suficientemente en número suficiente, y se quedan hasta el final. Puedo terminar, a veces. A veces, me interrumpen, pero me da igual, desde acá, no se oye, o tan poco, y no se ve, y lo que no veo –lo que digo siempre, y lo que decía mi marido, llamémoslo así, me da igual también, si esto facilita la comprensión- lo que no se ve, no existe, a veces, me interrumpen o quisieran hacerlo, y gritan cosas -¿qué palabras? Vulgaridades, eso, pero nada representativas de la obscenidad, porque obscenidades y no otra cosa, digamos las cosas como son y fueron siempre- y me alientan –manera de decir- me alientan a terminar, a desaparecer, largarme... Bueno.

Boy 1.-

Lanzan cosas y eso yo lo he visto y con mis propios ojos visto y sentido, a veces tiran tenedores y cucharas y botellas de cerveza...

Boy 2.-

Vacías.

Boy 1.-

Y zapatos también, lo hemos visto...

Boy 2.-

Desparejados. Los zapatos. Desparejados.

La Chica.- Lloraría, no lo parece, al verme no parece, pero lloraría. Boy 1.-

Pero siempre termina. Vino para eso, nada se lo impedirá.

Boy 2.-

Y los chicos, ellos, tú, yo, los tipos de antes, siempre, ella no les perdonaría que la abandonaran a mitad de camino y es probable aún que los siguientes, si siguientes hay, ésos que tomarán nuestro lugar, harán lo mismo, evitando mal que bien los proyectiles, lentos y desenfadados, juego peligroso, los chicos bailan y cantan, escuchan los insultos y sonríen, largamente, al estilo de Ella a quien imitan y usan en los lugares más sombríos.

-30-

La Chica.- Y a veces, también, casi siempre, la semana pasada y ayer también, y esta noche también, seguro, se les ve, uno lo adivina desde que llega a la ciudad, a veces pero casi siempre -¿qué importa? no siempre decir mentiras- a veces, ni siquiera están ahí, no vienen, no les importa y no ven realmente por qué –así dicen- no ven realmente por qué se molestarían en venir, acá no, totalmente ausentes, y nosotros, los tres y el taburete, vestuario puesto e intenso maquillaje en el rostro, ahí, esperando y extrañando ya los tenedores, cucharas y botellas de cerveza de las más primitivas tribus –eran los buenos tiempos!Ahí, esperando, y para nada, y plata perdida relativa al incendio del taburete, y taquilla fácil de repartir a tercios iguales y comida hipotética, y disputas diversas y melancolía otra vez, y no es lo menos... Boy 2.-

“Y quien puede lo menos...”

La Chica.- Y nueve y veinte y ya no vendrán y actuemos de todas maneras, hagamos como que, tramposos hasta el extremo, y ensayemos una vez más, para nada, por supuesto, ¿qué importa? ¡ayayay a dónde hemos llegado! Y como en cámara lenta, y contemos falta de argumento y marido, y amante y las fugas de los hombres y mis pequeñas anécdotas desopilantes -¿no? ¿no? Sobre los cachacientos de las antiguas ciudades, y llenemos el tiempo, hagamos como que

existimos, y actuemos de todas maneras –lloraría, no lo parece, pero lloraría y a veces lloro, pero discretamente, con lentitud y desenfado, y tan sólo hace cinco minutos, sin que me vean, lloro bajo maquillaje y disfraz, sin resoplidos intempestivos, soy hábily hago trampa hasta los límites de la trampa, y están bien lejos esos límites, y nunca los agoto, hago trampa hasta los límites de la trampa, con los ojos clavados en ese agujero negro, donde sé que no hay nadie. (Boy 1 y 2 canturrean y bailotean, apenas: “Ne me dis pas que tu m’adores, mais pense a moi de temps en temps...”

Febrero de 1989.