Hora Santa contemplativa

Hora Santa contemplativa Motivación: Exposición del Santísimo (Canto durante la exposición) Estación 1. Adoremos y demos

Views 157 Downloads 0 File size 101KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Hora Santa contemplativa Motivación: Exposición del Santísimo (Canto durante la exposición) Estación 1. Adoremos y demos gracias a cada instante y momento… (x3) Señor, ¡Cuánto me amas! (breve silencio) Padre nuestro… Ave María… Gloria…Canto 2. Adoremos y demos gracias a cada instante y momento… (x3) Señor, ¡Cuánto me amas! Tanto que moriste por mí (breve silencio) Padre nuestro… Ave María…Gloria… Canto 3. Adoremos y demos gracias a cada instante y momento… (x3) Señor, ¡Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero! (breve silencio) Padre nuestro… Ave María…Gloria… Canto Presidente: Amado Jesús, en el ocaso de este día, te damos gracias porque nos has reunido aquí, en torno a ti, para alabarte, glorificarte, bendecirte y contemplarte. Contemplarte en el santísimo Sacramento del Altar, que te has hecho para mostrarnos que nos quieres mucho. Aquí estamos Señor, dispuestos para dejar todo lo que en estos momentos nos distrae y gustar de tus delicias que sólo de ti vienen. Gracias Señor por Tu presencia, gracias Jesús por el llamado, gracias Señor. (Canto al Espíritu Santo) (Proclamación de la Palabra) Del libro del profeta Isaías (Is 43, 1-5ª) Y ahora, así dice el Señor; el que te creó Jacob; el que te formó, Israel: No temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre y eres mío. Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo; en los ríos no te ahogarás. Si pasas por el fuego, no arderás, la llama no te quemará. Porque yo soy el Señor, tu Dios; el Santo de Israel, tu salvador. He entregado a Egipto, como precio de tu rescate, a Etiopía y Saba a cambio de ti: y es que tú vales mucho para mí, eres valioso y yo te amo. Por eso entrego hombres a cambio de ti, pueblos a cambio de tu vida. No temas, que yo estoy contigo. Palabra de Dios. (Silencio) Canto

Contemplación de textos de Escrivá de Valaguer “Dios está junto a nosotros de continuo” Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Entonces, ¿cómo está Dios? Está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–,

ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. ¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! -Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre de mijo, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos. (Camino, 267) Silencio Canto “El amor a Dios se muestra en el amor al prójimo” La caridad no la construimos nosotros; nos invade con la gracia de Dios: porque El nos amó primero. Conviene que nos empapemos bien de esta verdad hermosísima: si podemos amar a Dios, es porque hemos sido amados por Dios. Tú y yo estamos en condiciones de derrochar cariño con los que nos rodean, porque hemos nacido a la fe, por el amor del Padre. Pedid con osadía al Señor este tesoro, esta virtud sobrenatural de la caridad, para ejercitarla hasta en el último detalle. Con frecuencia, los cristianos no hemos sabido corresponder a ese don; a veces lo hemos rebajado, como si se limitase a una limosna, sin alma, fría; o lo hemos reducido a una conducta de beneficencia más o menos formularia. Expresaba bien esta aberración la resignada queja de una enferma: aquí me tratan con caridad, pero mi madre me cuidaba con cariño. El amor que nace del Corazón de Cristo no puede dar lugar a esa clase de distinciones. Para que se os metiera bien en la cabeza esta verdad, de una forma gráfica, he predicado en millares de ocasiones que nosotros no poseemos un corazón para amar a Dios, y otro para querer a las criaturas: este pobre corazón nuestro, de carne, quiere con un cariño humano que, si está unido al amor de Cristo, es también sobrenatural. Esa, y no otra, es la caridad que hemos de cultivar en el alma, la que nos llevará a descubrir en los demás la imagen de Nuestro Señor. (Amigos de Dios n. 229) Silencio Canto “La decisión de tomar el amor de Jesús en nosotros” Miremos constantemente a Jesús que, sin dejar de ser Dios, se humilló tomando forma de siervo, para poder servirnos, porque sólo en esa misma dirección se abren los afanes que merecen la pena. El amor busca la unión, identificarse con la persona amada: y, al unirnos a Cristo, nos atraerá el ansia de contribuir su vida de entrega, de amor inmensurable, de sacrificio hasta la muerte. Cristo nos sitúa ante el dilema definitivo: o consumir la propia existencia de una forma egoísta y solitaria, o dedicarse con todas las fuerzas a una tarea de servicio. (Amigos de Dios n. 236) Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón..., para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor! (Forja 913). Silencio Canto

“Conclusión” Vamos a pedir ahora al Señor, para terminar este rato de conversación con El, que nos conceda repetir con San Pablo que triunfamos por virtud de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, ni lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni cualquier otra criatura podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está en Jesucristo Nuestro Señor. (Amigos de Dios n. 237) Oración final: Jesús, que mi pobre corazón se llene del océano de tu Amor, con oleadas tales que limpien y expulsen de mí toda mi miseria... Vierte las aguas purísimas y ardientes de tu Corazón en el mío, hasta que, satisfecha mi ansia de amarte, no pudiendo represar más afectos de divino incendio, se rompa —¡morir de Amor!—, y salte ese Amor tuyo, en cascadas vivificadoras e irresistibles y fecundísimas, a otros corazones que vibren, al contacto de tales aguas, con vibraciones de Fe y de Caridad. Amén. (Forja 933).