Hombre de las Ratas Resumen

Capítulo 1. EL HISTORIAL CLÍNICO Marcelo Estudiantes Psi FREUD (1909) – “A PROPÓSITO DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA –

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Capítulo 1. EL HISTORIAL CLÍNICO

Marcelo Estudiantes Psi

FREUD (1909) – “A PROPÓSITO DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA – EL HOMBRE DE LAS RATAS” Un joven de formación universitaria padece representaciones obsesivas, ya desde su infancia, pero con particular intensidad desde hace 4 años. Principalmente, que les suceda algo a dos personas especiales: su padre y una dama a quien ama. Además dice sentir impulsos obsesivos (cortarse por ejemplo) y producir prohibiciones referidas aún a cosas indiferentes. La lucha contra esas ideas lo han hecho perder años de estudio y trabajo. Sus relaciones sexuales son raras, su potencia es normal, 1er coito a los 26 años. El onanismo ocupa un lugar ínfimo.

Introducción del tratamiento Tiene un amigo a quien respeta mucho. Acude a él siempre que lo asedia un impulso criminal. Él lo apoya. Antes, otra persona ejerció sobre el parecido influjo, luego lo traicionó (le gustaba su hermana). Esta fue la primera conmoción de su vida.

La sexualidad infantil Se acuerda de escenas con una gobernanta que tenía a la edad de 4-5 años. La primera, yacía ella sobre el sofá, le pidió permiso para deslizarse bajo su falta. Ella lo permitió, mientras no dijera nada. Tocó su vientre y sus genitales. Desde entonces le quedó curiosidad por ver el cuerpo femenino desnudo. A los 6 años, con otra gobernanta, que tenía abscesos en las nalgas, y él la espiaba al momento de estrujárselos. Recuerda una escena con la señorita, la cocinera y otra muchacha, ella decía “con el pequeño una lo podría hacer, pero Paul (él) es demasiado torpe, seguro no acertaría”. La señorita lo consoló; cuando se metía en su cama la destapaba y la tocaba. Ya a los 6 años padecía de erecciones, y una vez acudió a su madre para quejarse. Tuvo la idea enfermiza de que los padres podían leerle los pensamientos. Creía que podía suceder algo si él pensaba (en ver desnudeces), y debía hacer toda clase de cosas para impedirlo. Ya a esta edad de 6 años, Freud dice, que podemos encontrar una neurosis obsesiva. Se ve al niño bajo un imperio de un

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componente pulsional sexual, el placer de ver, cuyo resultado es el deseo de ver desnudas a ciertas señoritas que le gustan. Es evidente la presencia de un conflicto en la vida anímica del pequeño; junto al deseo obsesivo, hay un temor obsesivo que se anuda a el (toda vez que lo haga, sucederá algo terrible). Una pulsión erótica y una sublevación contra ella, un deseo (todavía no obsesivo) y un temor (ya obsesivo) que lo contraría… el inventario de la neurosis está completo. Y aún hay una suerte de algo más: una suerte de delirio o formación delirante, que era que sus padres adivinaban sus pensamientos. También antes del sexto año, podemos inferir, sobrevinieron vivencias traumáticas, conflictos y represiones que, si bien cayeron bajo la amnesia, dejaron como residuo ese contenido del temor obsesivo. En la neurosis obsesiva, nunca se echa de menos el carácter de la actividad sexual prematura.

El gran temor obsesivo “Quiero empezar hoy con la vivencia que fue la que me empujó a acudir a usted. Ocurrió durante las maniobras militares en X. Antes me había martirizado con pensamientos obsesivos, que, empero, se retiraron durante las maniobras. Me he interesado en mostrar que uno puede soportar bastante. Un día hicimos una marcha. Durante el alto perdí mis quevedos, no quise postergar la partida y renuncié a ellos. Tomé asiento junto a dos oficiales, uno de ellos estaba destinado a volverse significativo para mí. Tenía yo cierta angustia ante ese hombre, pues evidentemente amaba lo cruel. Durante el rancho había abogado por la introducción de los castigos corporales. El capitán contó de haber leído sobre un castigo particularmente terrorífico”. Luego cuenta que este castigo se trata de atar al condenado, sobre su trasero es puesto un tarro en donde hacen entrar ratas (ratten) que penetran en el ano. Interrumpe el relato para argumentar cuán ajenos eran estos pensamientos a él. Simultánea con la idea, siempre aparece la sanción, la medida de defensa. Se devela en una frase un plural, lo cual resulto extraño ya que hasta ese momento Freud había notado noticia solamente de una idea: que el castigo de las ratas se cumpliría en la dama. Pero se puede ver entonces, que también recaerá sobre el padre, lo cual es aún más disparatado, ya que el padre está muerto.

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Al día siguiente el capitán le alcanza un paquete con los quevedos que llegó del correo y le dice “el teniente A pagó el reembolso por ti. Debes devolvérselo”. En ese momento se le plasmó una sanción: no devolver el dinero, de lo contrario sucede aquello (ratas). Dos días después terminan las maniobras el tiempo transcurrido lo llenó con empeños por devolver al teniente A ese dinero. En la tercera sesión, completa el relato de sus empeños por cumplir el juramento obsesivo: no había sido el teniente A, ni el teniente B entonces quien había pagado el reembolso (él siempre lo supuso) sino que era la empleada del correo. Otro capitán le comunicó que la señorita había estado preguntando por él.

La introducción en el entendimiento de la cura Relata la historia de la enfermedad de su padre, muerto de enfisema 9 años atrás. No se le pasó por la mente que su padre pudiera morir, entonces fue a su casa, y cuando despertó se enteró que su padre había muerto. Se hizo reproche de no haber estado presente. Su fantasía jugaba también con el padre, cuando entraba a una habitación esperaba hallarlo ahí, la expectativa de esa aparición era algo deseado. Un año después este recuerdo del reproche empezó a martirizarlo, a punto tal de tacharse de criminal. Ocasionamiento de ello fue la muerte de una tía. Empieza la sesión siguiente diciendo que tiene que relatar algo de su infancia. A los 12 años amaba a una niña, hermana de un amigo, pero ella no era con él todo lo tierna que él deseaba. Y entonces le acudió la idea de que ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia: se le puso en la cabeza que podría ser la muerte de su padre. El mismo pensamiento le apareció un año antes de la muerte del padre, él ya enamorado de aquella dama, pero a causa de impedimentos materiales no podía pensar en una unión. Una tercera vez la misma idea, el día anterior a la muerte del padre. Sin embargo está seguro que la muerte de su padre nunca puede haber sido objeto de su deseo, siempre fue un temor. Freud responde que justamente ese amor intenso es la condición del odio reprimido. Es el mismo gran amor el que no permite que el odio permanezca CC. El problema es averiguar de donde proviene este odio.

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Dice que ha sido el mejor amigo de su padre, salvo unos pocos ámbitos donde solían discernir. Freud entiende que acaba de dar una respuesta: la fuente de la cual la hostilidad contra el padre obtiene su indestructibilidad pertenece a los apetitos sexuales, a raíz de los cuales ha sentido al padre como un perturbador. El deseo de eliminar al padre como perturbador se habría generado en épocas en que las constelaciones eran del todo punto diversas: quizá no amara entonces al padre con más intensidad que a la dama, o bien no era capaz de tomar una decisión clara; fue en su muy temprana niñez, antes del 6to año, cuando se instaló su recuerdo continuado, y esto puedo haber permanecido así para siempre. En la sesión siguiente retoma el mismo tema. Dice no poder creer haber tenido alguna vez ese deseo contra el padre. Es algo sabido que a los enfermos su padecer les procura cierta satisfacción. Quiere hablar de una acción criminal en la que no se reconoce, con su hermano menor. “antes de los 8 años teníamos armas de juguete, cargué la mía, le dije que tenía que mirar dentro del caño y cuando miró le disparé. Mi propósito había sido causarle un gran daño. Me arroje al suelo y pregunté ¿Cómo lo hice? Pero lo hice”. Dabe además de mociones de la manía de venganza contra aquella dama a quien adora. Se le plasmó una fantasía CC: se haría rico, se casaría con otra, y luego visitaría con ella a la dama para mortificarla. Luego, su esposa, debería morir.

Consigna todavía que la enfermedad se ha acrecentado desde la muerte de su padre, y Freud le da razón en tanto reconoce al duelo por el padre como la principal fuente de la intensidad de aquella. El duelo ha hallado en la enfermedad una expresión patológica. Algunas representaciones obsesivas y su traducción Las representaciones obsesivas aparecen sin sentido, y la tarea consiste en dárselo. Se lo consigue situándolas dentro de un nexo temporal con el vivenciar del paciente, o sea, explorando la primera emergencia de cada idea obsesiva y las circunstancias externas bajo las cuales suele repetirse. Se comienza con un ejemplo, el impulso suicida. Perdió algunas semanas en el estudio a raíz de la ausencia de su dama, que había partido para cuidar a su abuela enferma. En ese momento se le

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ocurrió precipitarse al armario para tomar una navaja y pensó “tienes que viajar hasta allí y matar a la señora”. A eso sigue el mandamiento: “mátate a ti mismo como autocastigo por semejantes pensamientos”; y todo el proceso marcha en secuencia invertida. Algo parecido le sucedió una vez que pensó que debía adelgazar, y una vez en los montos le fue pronunciado el mandamiento de saltar abajo. Otras representaciones obsesivas orientadas también a la dama, permiten discernir un mecanismo y una descendencia pulsional diversos. Todos estos productos de la enfermedad dependen de un episodio que en ese tiempo dominaba la relación con su dama. Cuando ella se despidió en Viena antes de ir a veranear, interpretó uno de sus dichos como si quisiera desmentirlo ante los circunstantes. Otros mandamientos obsesivos como la compulsión protectora (que se ponga su capa) puede significar la reacción frente a una moción opuesta. La duda de compulsión de comprender es una duda en cuanto al amor de ella.

Tales acciones obsesivas de dos tiempos, cuyo primer tiempo es cancelado por el segundo, son de ocurrencia típica en la neurosis obsesiva. Desde luego el pensar CC las dota de una motivación secundaria: las racionaliza. Pero su significado real reside en la figuración del conflicto entre dos mociones opuestas de magnitud aproximadamente igual, siempre se trata de la oposición amor-odio. Ellas permiten discernir un nuevo tipo de formación de síntoma. Aquí los dos opuestos son satisfechos por separado; aunque no sin que se intente establecer entre esos algún tipo de enlace lógico. El conflicto amor-odio también se hacía ver en otros indicios. Por ejemplo si decía “Dios lo proteja” le venía la idea de blasfemar. Una vez trajo un sueño que contenía la figuración del mismo conflicto en su transferencia al médico: “mi madre ha muerto. Quiere presentar sus condolencias pero tiene miedo de producir la risa. Por eso prefiere escribir una tarjeta con “p.c” pero estas letras se mudan al escribirlas en “p.f”. La querella de sus sentimientos hacia la dama era demasiado nítida para que pudiera sustraerse del todo a su percepción CC. Se alternaban épocas en que creía amarla con otras de indiferencia.

Muchas veces solía decir en el tratamiento que no la quería tanto. Confesó que en ocasiones estaba bajo impulsos de hacerle algo malo.

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Ocasionamiento de la enfermedad En la histeria es regla que las ocasiones recientes de la enfermedad sucumban a la amnesia, lo mismo que las vivencias infantiles. Toda vez que un olvido total sea imposible, el ocasionamiento traumático reciente será empero roído por la amnesia y despojado al menos de sus componentes más sustantivos. En la amnesia vemos la prueba de la represión. En la neurosis obsesiva sucede de otro modo. Es posible que las premisas infantiles sucumban a una amnesia, en cambio, las ocasiones recientes se encuentran conservadas. La represión se ha servido de otro mecanismo: en lugar de olvidar al trauma, le ha sustraído la investidura de afecto. El contenido anémico indiferente sólo rara vez es reproducido y no desempeña papel alguno en la actividad CC de la persona. Por eso enfermos obsesivos no es raro que le den a los médicos la información correcta y luego diga, “pero nada me importa de ello”. En cuanto al ocasionamiento de la enfermedad. Su madre había sido criada en el seno de una familia que explotaba una gran empresa industrial. Su padre entró al servicio de aquella empresa. Por burlas entre sus padres, supo que antes de conocer a la madre, su padre había hecho la corte a una muchacha pobre y linda. Tras la muerte del padre, la madre comunicó al hijo que se había hablado sobre el futuro de él, y uno de los primos había expresado su disposición para entregarle una de sus hijas. Este plan encendió el conflicto: si debía permanecer fiel a su amada pobre o seguir las huellas del padre y tomar aquella esposa. Solucionó ese conflicto, enfermando. El esclarecimiento no halló aceptación ninguna por parte del paciente. El complejo paterno y la solución de la idea de las ratas El hombre se encontró en una situación igual a la que el padre había pasado antes, y pudo identificarse con él. El conflicto de la enfermedad era en esencia una querella entre la voluntad del padre y su inclinación enamorada. Según las noticias, el padre fue un hombre de excelentes dotes. Cuando sus hijos crecieron, él no pretendió elevarse a la altura de una autoridad inatacable, sino que se habían tratado como amigos, salvo en un único punto. Era fuerza que se

debiera a ese punto que el pensamiento de la muerte del padre lo ocupara al hombre con intensidad.

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En el ámbito de la sexualidad algo se interponía entre padre e hijo; el padre había entrado en una oposición con el erotismo del hijo, tempranamente despertado. Varios años después de su muerte, se le impuso al hijo cuando experimentó una sensación de placer en un coito, esta idea: “esto es grandioso, por ello uno podría matar a su padre”. Antes de su muerte, el padre notó que buscaba la compañía de aquella dama y lo desaconsejó.

El onanismo de los años de la pubertad no es más que el refrescamiento del hasta hoy desdeñado onanismo de la infancia, en donde podemos ver, la expresión más nítida de la constitución sexual del niño. Bajo este disfrazo los enfermos inculpan a su sexualidad infantil. La nocividad del onanismo es sólo en mínima parte autónoma. Este paciente no desarrolló ningún onanismo en la pubertad, su quehacer emergió a los 21 años, poco después de la muerte del padre. Quedaba avergonzado tras cada satisfacción y pronto volvió a dejar esta práctica, la cual afloraba solamente en raras ocasiones. Al mismo nexo pertenecía también su rara conducta en una época que estudiaba para rendir un examen y jugaba con esta fantasía: su padre aún vive y puede retornar en cualquier momento. Entre las 12 y la 1 suspendía su estudio, abría la puerta como si el padre estuviese enfrente y tras regresar contemplaba el espejo del vestíbulo desnudo. Freud forjó una construcción: de niño, él había cometido algún desaguisado sexual entramado con el onanismo, y recibió del padre una reprimenda. Este castigo habría puesto fin al onanismo, pero dejó como secuela una inquina inextinguible contra el padre, y fijó para todos los tiempos su papel como perturbador del goce sexual. Su madre le había contado de esto, pero él no lo recordaba. El relato de su madre, fue que él de pequeño emprendió algo enojoso, por lo cual el padre le pegó. El niño, preso de una ira terrible, no conocía aún palabras insultantes y nombraba todos los objetos que se le ocurrían: Lámpara! Plato! El padre dijo: “este chico será un gran hombre, o un gran criminal”. A partir de esto durante toda su vida tuvo una gran angustia ante los golpes. Luego se enteró de que el castigo fue por morder a alguien.

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Por el camino de la transferencia pudo adquirir el convencimiento de que su prelación con el padre exigía real y efectivamente aquel complemento ICC. Pronto le sucedió en sus sueños, fantasías diurnas y ocurrencias, insultar a Freud; no obstante en su conducta le demostraba el mayor respeto. Luego de una situación así, se paraba del diván y paseaba por la habitación, sería por miedo a que Freud le pegase. Empezó a recordar que su padre había sido colérico. El primer enigma era porqué los dos dichos del capitán checo, el cuento sobre las ratas y su reclamación de devolver el dinero, le provocaron tanta emoción y reacciones patológicas tan violentas. Por aquellos dichos habían sido tocados unos lugares hiperestésicos de su ICC. Un importante elemento fue que el padre había perdido en un juego de naipes una vez, una suma de dinero, y las habría pasado muy mal si un camarada no le hubiese prestado un dinero. Luego buscó a este camarada para devolvérselo y nunca lo encontró. El recuerdo de este pecado de juventud de su padre le resultaba penoso. La comunicación de que la empleada de la estafeta postal había saldado en reembolso, reforzó la identificación con el padre en otro campo. En la realidad efectiva, el objeto de su añoranza era la empleada, que se hallaba en ese sitio particular, y el teniente A no era más que un buen sustituto de ella, pues había vivido en el mismo lugar.

En cuanto a la representación del castigo consumado con las ratas, había estimulado una multitud de recuerdos, y por eso las ratas habían adquirido significados simbólicos. El castigo de las ratas despabiló sobre todo el erotismo anal, que en su infancia había desempeñado considerable papel y se había mantenido durante años por un estímulo constante debido a los gusanos (intestinales). Así las ratas llegaron al significado de “dinero”, lo cual reforzó además en la reclamación del capitán a devolver el dinero del reembolso. Ahora bien, la rata además era consabida como portadora de peligrosas infecciones, y por eso pudo ser empleada como símbolo de la angustia ante la infección sifilítica; tras lo cual se escondían las dudas sobre al conducta del padre mientras estuvo en servicio de armas. En otro sentido, el portador de la infección era el pene. El pene, puede ser descrito como un gusano, y en el cuento del capitán las ratas cavaban en el ano como en su infancia lo hacían los gusanos. Así el significado de pene de las ratas descansaba en el erotismo anal.

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Más adelante se pudo ver que en muchos de sus delirios obsesivos las ratas significaban también hijos. La génesis de este significado nace una vez que estaba visitando la tumba de su padre, y había visto un animal grande, una rata. Supuso que vendría de la tumba de su padre y se habría dado un banquete con su cadáver. La dama a quien admiraba, estaba condenada a no tener hijos.

La rata es cruelmente perseguida y aplastada. Muchas veces había sentido pena por ellas. Él mismo era un tipejo así de asqueroso y roñoso, que en la ira podía morder a los demás. Efectivamente podía hallar en las ratas la viva imagen de sí mismo. Cuando el capitán contó el castigo de las ratas, primero lo sobrecogió el carácter cruel, pero enseguida se estableció conexión con aquella escena infantil en que él mismo había mordido; el capitán se le situó en el lugar del padre. La idea que le afloró se traduciría mediante esta moción de deseo: “a ti habría que hacerte algo así” moción dirigida a quien hizo el cuento, pero tras el, el padre. Cuando el capitán le reclama devolver las 3,80 coronas, él ya sabe que el se equivoca, y que su deuda es con la señorita de la estafeta postal. Desde el complejo paterno y desde el recuerdo de aquella escena infantil se le plasma esta respuesta: “si, devolveré el dinero al teniente A si mi padre y mi amada tienen hijos”. Así se había cometido la blasfemia de él contra las dos personas que le eran más importantes, y la punición consistió en imponerse un juramento imposible de cumplir: “ahora tienes que devolverle el dinero al teniente A”. Es preciso también tener en cuenta la constelación en la que hubo de formarse la gran idea obsesiva. En virtud de una prolongada abstinencia, él había devenido libidinoso, y además había entrado en cierta enajenación respecto de su dama. Este acrecentamiento libidinal lo inclinó a retomar la lucha antigua contra la autoridad del padre, y osó pensar en una satisfacción sexual con otras mujeres. Se dejó arrastrar a la blasfemia contra ambos, y luego se castigó por ello. Cuando vaciló cumplir el juramento, lo que en verdad hacía era figurar en una unidad los dos conflictos que desde siempre lo habían movido: si debía obedecer al padre y si debía permanecer fiel a la amada. Capítulo 2. SOBRE LA TEORÍA

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Algunos caracteres generales de las formaciones obsesivas Freud decía en un principio que las representaciones obsesivas son unos reproches mudados que retornar de la represión, y están referidos siempre a una acción de la infancia sexual realizada con placer. Aquí va a decir en su lugar, que es más correcto hablar de un pensar obsesivo, y poner en relieve que los productos obsesivos pueden tener el valor de los más diferentes actos psíquicos. Cabe definirlos como deseos, tentaciones, impulsos, etc.

En la lucha defensiva secundaria contra las representaciones obsesivas que se han filtrado en su CC, se producen formaciones que merecen denominación particular: delirios. El valor de distingo entre la lucha defensiva primaria y la secundaria se ve limitado por el discernimiento de que los enfermos no tienen noticia del texto de sus propias representaciones obsesivas. El psicoanálisis hace crecer no sólo el coraje del enfermo, sino también el de su enfermedad, la cuals e atreve a dar exteriorizaciones más nítidas.

Los sueños pueden brindar el genuino texto de un mandamiento obsesivo que en la vigilia devino consabido sólo de manera desfigurada. Estos textos afloran en el sueño como dichos. Por otra parte, en la indagación analítica a menudo varias representaciones obsesivas que se siguen unas a otras pero cuyo texto no es idéntico, son en el fondo una misma. La representación obsesiva fue rechazada la primera vez, retorna otra vez en forma desfigurada y a causa de esta desfiguración, puede afirmarse mejor en la lucha defensiva. La oficialmente llamada representación obsesiva lleva en su desfiguración respecto del texto original, las huellas de la lucha defensiva primaria. Ahora bien, su desfiguración la hace viable. El malentendido del pensar CC se puede mostrar no sólo en las ideas obsesivas, sino también en las fórmulas protectoras, por ejemplo. Este paciente utilizaba como fórmula el “aber” = (pero) pronunciado con rapidez, acompañado de un movimiento con la mano. El “abér” 8cambio de acento) era una asimilación de “abwehr” (defensa), término del cual él tenía noticia y lo había empleado de forma abusiva para reforzar una fórmula defensiva. No todas las ideas obsesivas de este paciente eran tan complejas como la de las ratas; en algunas se había empleado simplemente la omisión, por ejemplo: “si yo me caso con la dama, a mi padre le sucede una desgracia (en el más allá)”. La

técnica de desfiguración por carencia parece ser típica de la neurosis obsesiva. A veces en la neurosis obsesiva también irrumpen en la CC los procesos anímicos ICC en la forma más pura y menos desfigurada.

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Algunas particularidades psíquicas de los enfermos obsesivos; su relación con la realidad, la superstición y la muerte Algunos caracteres anímicos de los enfermos obsesivos son muy particulares, como en este paciente. El hombre de las ratas era supersticioso en alto grado, y al mismo tiempo no lo era. Parecía comprender que esto dependía de su pensar obsesivo. Tan pronto se hacía dueño de una obsesión, ridiculizaba su credulidad, y tan pronto volví a caer bajo el imperio de una compulsión, vivenciaba las más raras contingencias. Su superstición era la de un hombre culto, creía en signos premonitorios, sueños proféticos, etc. Tenía necesidad de hallar en el vivenciar algunos puntos de apoyo APRA su superstición, por eso reparaba en las casualidades inexplicables de la vida cotidiana. Esto particular de la N.O podemos explicarlo, en esta perturbación la represión no se produce por amnesia sino por desgarramiento de los nexos causales a consecuencia de una sustracción de afecto. Sin embargo, a estos vínculos reprimidos parece restarles una cierta virtud premonitoria, de esa suerte son introducidas en el mundo exterior por el camino de la proyección y allí dan testimonio de lo interceptado en lo psíquico.

Otra necesidad anímica común es la de la incertidumbre en la vida, o la duda. Es uno de los métodos que utiliza la N.O para sacar al enfermo de la realidad. Nuestro paciente había desarrollado facilidad para evitar noticias que le habrían facilitado tomar una decisión en su conflicto. La duda se les convierte en motivo para adherir sus pensamientos; preferentemente en aquellos temas en que la incertidumbre de los hombres es universal, como la filiación paterna, la muerte, la memoria, etc. De la incertidumbre de la memoria se sirve la N.O para la formación de síntoma. Se refiere a la omnipotencia de sus pensamientos y sentimientos, de sus buenos y malos deseos. Este enfermo está compelido a sobrestimar el efecto que sus sentimientos hostiles producen sobre el mundo exterior. Su amor, o más bien su odio, son hiperpotentes y crean aquellos pensamientos obsesivos cuyo origen no comprenden.

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Este paciente tenía además una relación particular con la muerte. Tomaba cálida participación en todos los fallecimientos. Sabemos cuán temprano lo ha ocupado el pensamiento de la muerte del padre. Una compensación por esos deseos de muerte contra el padre es la extraña extensión de sus temores obsesivos al más allá. Ella se introdujo cuando el duelo por el padre experimentó un refrescamiento y estaba destinada a volver a cancelar la muerte del padre en desafío a la realidad. Otros enfermos, necesitan de la posibilidad de la muerte para solucionar conflictos que dejan sin resolver. En cada conflicto acechan la muerte de una persona significativa para ellos. La vida pulsional y la fuente de la compulsión y la duda Este paciente enfermó alrededor de los 30 años, cuando se vio ante la tentación de casarse con una muchacha que no era aquella a quien amaba desde hace tiempo, y se sustrajo de la decisión de este conflicto posponiendo todas las actividades que se requerían para prepararla. Tanto en relación a su amada como a su padre, hubo en él una querella entre amor y odio. Fantasías de venganza y fenómenos obsesivos como la compulsión a entender atestiguan esa bi-escisión en su interior.

Su relación con la amada compuesta por ternura y hostilidad, caía en buena parte dentro de su percepción CC. En cambio, la hostilidad contra el padre le había sido sustraída desde mucho tiempo atrás y sólo contra su más violenta resistencia pudo ser devuelta a su CC. Los conflictos de sentimientos del paciente no son independientes, sino que están soldados de a parejas. El odio contra la amada tuvo que sumarse a la fidelidad hacia el padre, y a la inversa. Pero las dos corrientes conflictivas, la oposición padre-amada, la contradicción amor-odio, nada tienen que ver entre sí.

Una coexistencia crónica de amor y odio hacia la misma persona, ambos sentimientos en su intensidad máxima, causa asombro. Semejante persistencia de opuestos sólo es posible bajo particulares condiciones psicológicas y por cooperación del estado ICC. El amor no ha podido extinguir el odio, sino sólo esforzarlo hacia lo ICC; y en lo ICC es capaz de conservarse y aun de crecer. El amor CC suele hincharse hasta alcanzar intensidad elevada, a fin de retener en la represión a su adversario. Una división muy prematura de estos dos

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opuestos en la infancia, sería la condición para esta constelación de la vida amorosa. En todas las neurosis se descubre, como portadoras de síntoma, las mismas pulsiones sofocadas. El odio retenido por el amor en la sofocación de lo ICC desempeña un importante papel también en la patogenia de la histeria y de la paranoia.

En los casos en cuestión de odio ICC, el componente sádico del amor se ha desarrollado constitucionalmente con particular intensidad, por eso ha experimentado una sofocación prematura, y así los fenómenos observados derivan por una parte de la ternura CC elevada por reacción, y por otra parte del sadismo que en lo ICC sigue produciendo efectos como odio. Si un amor intenso se contrapone, ligándolo, a un odio de fuerza casi pareja, la consecuencia tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad para decidir.

En cuanto a la compulsión, es un ensayo de compensar la duda y de rectificar el estado de inhibición insoportable de que esta da testimonio. Se exterioriza en mandamientos y prohibiciones, puesto que es ora el impulso tierno, ora el hostil. Si el mandamiento obsesivo no se cumple, la tensión es insoportable. Pero el camino mismo hacia la acción sustitutiva desplazada a algo ínfimo, solo puede imponerse como una medida protectora en empalme con un impulso sobre el que recae la defensa.

Además, mediante una suerte de regresión, actos preparatorios reemplazan la resolución definitiva, el pensar sustituye a la acción y en vez de la acción sustitutiva se impone algún estadio que corresponde al pensamiento previo de la acción. Acciones obsesivas sólo son posibles por haberse producido dentro de ellas una suerte de reconciliación entre los dos impulsos que se combaten mutuamente. Las acciones obsesivas se asemejan cada vez más a las acciones sexuales infantiles del tipo del onanismo. Entonces se llega a actos de amor, pero sólo con el auxilio de una nueva regresión: ya no a actos dirigidos hacia una persona, sino a acciones autoeróticas como en la infancia. La primera regresión, del actuar al pensar, es promovida por otro factor: la temprana emergencia y la represión prematura de la pulsión sexual de ver y de saber. El proceso mismo del pensar es sexualizado, pues el placer sexual se vuelve hacia el acto mismo del pensar, y la satisfacción de alcanzar un resultado cognitivo es sentida

como satisfacción sexual. Así con ayuda de la pulsión de saber, la acción sustitutiva puede ser reemplazada por actos preparatorios de pensamiento.

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Compulsivos se vuelven aquellos procesos del pensar que se emprenden con un gasto de energía que de ordinario sólo se destina al actuar; o sea, unos pensamientos que regresivamente tienen que subrogar a acciones. Ahora, lo que ha irrumpido en la CC como pensamiento obsesivo tiene que ser asegurado contra los empeños disolventes del pensar CC. Esa protección se logra mediante la desfiguración, aunque no es el único medio. Lo característicos de esta neurosis no ha de buscarse según Freud en la vida pulsional, sino en las constelaciones psicológicas. El paciente estaba fragmentado, en tres personalidades: en una ICC y dos PRCC, entre las cuales podía oscilar su CC.