Historias en la Tierra

· NDRE C R NDINI HISTORI S EN L TIERR anual de excavación arqueológica PRÓLOGO L EDICIÓN ESP ÑOL traducción espa

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NDRE

C R NDINI

HISTORI S EN L TIERR anual de excavación arqueológica

PRÓLOGO

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EDICIÓN ESP ÑOL

traducción española de Starie dalla terra. Manuale di scava archeaLaaparece, aparentemente, con algunos años de retraso ya que la primera edición italiana vio la luz en 1981. En realidad, el lector se halla frente a la traducción de una nueva edición, de 1991, ampliamente renovada y que con llevó no sólo una actualización de sus contenidos, sino el volver a escribir el La

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Oueda n ri gurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo l s sanciones esta bl ecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier oio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático , y la distribui n de ejemplares de e ll a mediante alquiler o préstamo públicos. ( (tu lo o ri gin al: ST RlE DALLA TE RRA Mal/ l ale di scavo archeologico

ubi er ta: Enrie Satué llu tración de la cubiert a: Templo de los Castores y Macellum, Nápoles. Muestra del Proyecto u b e a en el Museo Nacional de Nápoles. Reconstrucción del Proyecto Eubea Campi Flegrei, 1990 y Eubea , 1990). Contracubierta: dibujo de Giancarlo Moscara. Dibujos de GIANCARLO MOSCARA ( 199 1 Y 1996: Gi uli o E in audi e di tore s.p.a. , Turín ( 1997 de la tr ad ucción castellana para España y América: RÍTlCA (Gr ij a lb o Mondadori, S. A.), Aragó, 38 5 08013 Barcelona I BN : 84- 7423- 764-5 Depósito lcga l B. 1.282-1997 1mi rcso cn España

original, la eliminación apéndices de lal pri mera edición in corporación de un a seriededelosnuevos textosfinales del autor. También hay quey tlaener en cuenta que la primera versión de esta obra no es desconocida para los ar  queólogos de nuestro país, más bien al contrario: muchos somos quienes la leímos hace ya bastantes años en su versión original. Pero también es cierto que la riqueza y profundidad de las reflexiones del autor y, especialmente, su perfecto uso de la lengua italiana -Carandini no utiliza un italiano fácil, sino que hace gala de un dominio extremadamente culto del mi s mo- dificultan al lector extranjero que no tenga un óptimo conocimiento del idioma de Dante la comprensión total, en profundidad, de los conceptos en este texto expresados. 2 A través de las páginas de este libro se da respuesta a todos o casi todos los temas sobre los que el investigador se interroga al afrontar el trabajo de campo y por ello su lectura, necesaria para los estudiantes universitarios, es, en mi opinión, imprescindible para aquellos arqueólogos que no se plantean muchas preguntas, que no dudan, y se convierte en especialmente recomen dada pa ra aquellos, por suerte cada vez menos, que ven en la arqueología de campo y en las cuestiones estratigráficas un mero divertimento que, aunque a veces pueda ser útil, poco afecta a los verdaderos problemas de la «Histo ria ». Este manual, que es fruto de y al mismo tiempo, incorpora las experien cias y los progresos de la arqueología anglosajona, se enriquece gracias a la experiencia personal del autor al que , aparte de otros méritos, hay que reco1. Esta segunda edición ha sido publicada recientemente, en un formato más económico, en la colección «Biblioteca Studio» (número 25) de Einaudi , Turín, 1996. 2. Los errores en el título de este manual Sloria della terra, Storie della terra en vez de Stori e dalla terra), observados en diversas referencias al mi smo en hihli o r of{o 1-

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noce rl e el de haber creado un a verdadera escuela que ha revolucionado la arqueología ita li ana. La simple comparación entre la edición de 1981 y la de 1991 permite obse rv ar có mo , durante la década de lo s ochenta, una parte de la arqueología italiana, aglutinada en torno a Carandini y al departamento de ar queología de la Universidad de Siena y más tarde al de la Universidad de Pisa, ha sido capaz de desarrollar muchos de los aspectos metodológicos que, en 1981, habían sido sólo meramente esbozados. A esta labor progresiva, fru to de un intenso debate teórico a ú n en curso- 3 y de una experimentación constante en el trabajo de campo , hay que sumar algo tan importante como el haber luchado para que la arqueología oficial - s i emp r e con tendencia al inmovilismo- incorporase a sus procedimientos los resultados obtenidos por la práctica. Los progresos de la interdisciplinaria escuela de Carandini, quien actualmente es catedrático de la Universidad de Roma «La Sapienza» , se reflejan en una rica serie de publicaciones que se hallan incorporadas en la bibliografía final de este volumen. 4 En esta ocasión creo que debe desta carse, por su carácter de ejemplo de aplicación de los presupuestos expues tos por el autor e n la primera edición (1981) de Storie dalla terra, la publica

que afronta también aspectos tun 'necesarios co m la intefJ retación ti los indicios y la reconstrucci ón de las dive rsas hi sto ri as. Hi sto ri as cuyos pocos in  dicios, contenidos en los estratos, tan sólo pu eden ca ptarse a partir de un a ex  cavación metodológicamente corre cta y de un a justa lectura de la secuen ia estratigráfica. Carandini ilustra un modo concreto d e pensa r la a rqueo lo fa , un modo de reflexionar sobre las cosas y, en la parte final del libro, ex pon con gran profundidad los fundam entos intelectual es de e ste nue vo mod d afrontar el estudio de los restos d el p as ado . La estratigrafía arqu eológica y 1 cultura de los indicios constituyen, para el autor, una unidad .? Para comprender en su justa medida el texto de Andr ea Carandini , el lector español debe ser consciente de algunas de las muchas diferencias qu existen entre el panorama arqueológico italiano y el de nuestro país. D eseo por ello, someramente, ilustrar mi opinión p o r lo tanto, subjetiva- sobre algunos de los aspectos que distinguen la arqueología española de la italian a. En lo que respecta a la administración del patrimonio arqueológico hay que tener en cuenta que la realidad italiana es, por ahora, muy distinta de la es  pañola. La competencia exclusiva, de derecho y de hecho, del Ministero per

ción de sus excavaciones en la villa romana de Settefinestre.5 Sin duda alguna dicha experiencia de trabajo de campo contribuyó a la gestación de la edición (1991) que ahora se traduce al español y cuya aplicación práctica se ha ma terializado en las excavaciones realizadas por Carandini y su equipo en la ladera septentrional del Palatino; la inminente publicación de esta nueva ex cavación experimental, de gran importancia para el conocimiento de los orí genes de Roma, sin duda perfeccionará y completará, desde una óptica me todológica, los contenidos de este manua1. 6 Pero la verdadera aportación de este libro consiste en no ser solamente un manual de excavación arqueológica. El lector se halla frente a un texto

i Beni Culturali e Ambientali contrasta claramente con la estructura del ll a mado Estado de las Autonomías y con la capacidad normativa y ejecutiva d las diecisiete regiones y nacionalidades españolas en materia de cultuf'l y. consecuentemente, en el campo de la gestión y protección del patrimonio él l' queológico. La omnipresencia de las soprintendenze archeologiche est ru ' turas estatales de ámbito regional adscritas al ministerio 8 tiene defenso r s detractores 9 pero, sin duda alguna, contrasta con la realidad española por '1 reconocimiento social, en tanto que autoridad en la materia, de que di spon ' la figura del soprintendente y, en muchos casos, por su prestigio científico. lu Pero, al margen de lo dicho , el elemento más significativo es la existe nci a de un Estado central que gestiona directamente su patrimonio y que dispon e d instrumentos para coordinar aspectos tan importantes como el inventario del patrimonio arqueológico (Istituto Centrale per il Catalogo e la Documenta-

3. Un r eciente congre so celebrado en Roma I materiali residui nello scavo archeologico, Roma, 16- IlI-1996) , fue un excelente ejemplo de cómo aquella arqueología italiana que se sien te di scípula de Carandini , sigue debatiendo acerca de los más diversos aspectos relativos a la co mprensión de los procesos de formación de los depósitos estratigráficos, del valor de los ma ter iales a rqueológicos estratificados y de los caminos que deben seguirse para llegar a su co rrecta interpr etación. La masiva participación de los integrantes de los equipos, italianos y ex tra nj eros, que excavan en Roma contrastaba con importantes ausencias de un sector del mundo universit a ri o, más interesado en una arqueología que.podríamos definir tradicional. 4. Véa ns e además las obras recientes de Franco Cambi y Nicola Terrenato, lntroduzione all archeolog ia dei pa esaggi, «La Nuova Italia Scientifica», Roma, 1994, y de Tiziano Mannoni y E nrico Giannichedda , Archeo logia della produzion e «Biblioteca Studio », 36 , Einaudi , Tu rín, 1996. Los autores de este último e interesante libro pertenecen a un instituto de la Univer id ad sGé d e Gé nova , significa tiv amente llamado «Instituto de Historia de la Cultura Material de nova». 5. Andrea Carandini , ed ., Settefinestre. Una vil/a schiavistica nel/ Etruri a romana, Móde na, 1985 , 2 v. Reflejo de las expectativas despertadas en España por la publicación de esta obra fue el seminario «Estrategia i Analisi Estratigrafica en l'Arqueología del anys 80 », impartido por Andrea Carandini en la Universidad de Lleida (Estudi General de Lleida) en 1985. 6. Andrea Carandini , ed., Palatium e Sacra Via 1, monografía del Bollettino di Archeolo gia Roma (en prensa).

7. Ilustran esta cuestión los tres ensayos finales ( Lo ordinario y lo importante» «Proce der hacia atrás» «Análisis de lo sumergido »), incorporados en la edición italiana de 199 1. 8. En algunas regiones como el Lacio coexisten diversas soprinte enze arqucológicas (Lacio, Etruria Meridional, Roma , Ostia) mientras que en las regiones autónomas Si cili a, VH  lle de Aosta .. ) las competencias son regionales. 9. El monopolio casi total que sobre la arqueología de un determinado territo ri o ejerc 11 ciertos soprinte enti es justamente criticado por aquellos profesionales, much as veces prov ', nientes de la universidad, que ven como se les niega el acceso a determinados conjuntos de mil teriales, cerrados bajo llave incluso durante decenios, o se les impide con falsas excu sas interv '

nir en ciertos yacimientos. 10. Si tomamos como ejemplo la ciudad de Roma, veremos que al fr ente de las soprinlell de z e arqueológicas de la antigua Urbs se encuentr an Adriano La Re gina (Ministe ri o) y E ug nio La Rocca (Ayuntamiento). La figura equivalente en la estructura administr a tiv a es pafiola sería un jefe del Servicio de Arqueología de una Comunid ad Autónoma. Salvo pocas - poquf. si m a s- excepciones estos puestos se hallan ocupados por funcionarios con incipientes ca rre ras en el campo de la investigación, en ningún caso catedráticos, y cuy as opiniones ti enen poca in  cidencia en la sociedad.

HISTORIAS EN LA TIERRA

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

zione). Este instituto fue el que, en colaboración con el equipo de Carand ini, elaboró los diversos tipos de fichas de registro que, desde 1984, utilizan todas las administraciones italianas. En España, el Ministerio de Cultura a h o r a ya englobado en un nuevo Ministerio de Educación y C ul t ura ha dejado desde hace mucho tiempo de ejercer buena parte de las pocas pero necesa ri as competencias que le reserva la Ley del Patrimonio Histórico Español (Ley 16/1985) y, en el ejemplo concreto del inventario, no existe una verda dera colaboración y complementación entre las diversas Comunidades Autó nomas para catalogar nuestro patrimonio arqueológico.ll La realidad de la gestión del patrimonio arqueológico hispánico es muy heterogénea y existen grandes diferencias entre los planteamientos y las medidas adoptadas por las diver sas comunidades. Destaca en este panorama la labor desarrollada por la Junta de And alucía e n mi opinión, la única región española que cuenta desde hace más de diez años con una verdadera política de patrimonio a la que Carandini dedica las únicas referencias a nuestro país en este manual.J2 Sirva como ejemplo de lo dicho el Programa Especial de Arqueología Urba na, promovido por la Junta de Andalucía en colaboración con las universi dades de dicha comunidad, para el que se ha diseñado y desarrollado un sis tema de documentación específico. 13 Otro factor de diversidad entre los arqueológicos italianos y españoles reside en el elevado espíritu crítico y la predisposición al debate de la comunidad científica italiana. Uno de los primeros preceptos que la uni versidad de aquel país inculca al estudiante de arqueología es el escepticismo y el espíritu crítico con el que debe analizar todas las noticias que se le trans mita n. No basta que un insigne profesor dictamine que la interpretación de un d eterminado número de indicios sea x: debe demostrarlo .l 4 Esta situación generaliz ada es la causa del rico debate científico, a veces exagerado, exis tente en Italia y cuyos resultados son altamente positivos para el mundo de

la investigación. De la misma manera que Nino Lamboglia tuvo q ue sufrir los duros ataques que personajes como Giuseppe Lugli e l hombre de la técni  ca edilicia- hacían al método estratigráfico, Andrea Carandini y los repre sentantes de su escuela han sido objeto de críticas por parte de aquellos qu e creen que la obsesión por la metodología lleva a olvidar los objetivos finales de una intervención arqueológica o por aquellos que dan más valor al cono  cimiento de las fuentes clásicas que a la utilización de una adecuada meto  dología en el trabajo de campo. Una correcta lectura de este libro permite observar como Carandini defiende la realización de excavaciones metodoló  gicamente correctas sin por ello menospreciar, más bien lo contrario, ni a los autores clásicos ni a las otras muchas fuentes de información histórica. A pe sar de ello, los detractores de la llamémosle «cultura material» han llegado a acusar al propio Carandini c r e o que injustamente- de hab er traicionado a Ranuccio Bianchi Bandinelli, el gran maestro de una generación de impor tantes arqueólogos italianos incluido el propio autor de este libro o Ca randini y su escuela no han despreciado en nada la tradición de estudios so 

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11 . Pi enso que, sin menoscabar las competencias de las diversas Comunidades Autóno el Ministerio debería promover, como hacía en los años ochenta, foros de discusión enca minados a la coordinación de criterios y líneas de act uación. A propósito de los inventarios: A. .Iim eno Martínez J. del Val Recio y J . J. Fernández Moreno, eds., Inventarios y ca rtas arqueo lógicas (So ria 1991), Valladolid, 1993; AA.VV., Catalogación del Patrimonio Histórico , Instit uto Anda lu z del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Sevilla, 1996. Véase también M.A. Que rol y B Martínez, La ge stión del Patrimonio Arqueológico en España, Alianza Ed itorial, Ma d ri d, 1996 . 12. Véanse los trabajos de Fernando Molina y Fernando Contreras en la bibliografía final ti • este volumen. A propósito de la opinión de Carandini sobre la situación de la arqueología en And a lu cía, que e n este libro califica de «Paraíso ci entífico e institucional.. .» véase también a lal/ rea non f a l archeologo ( Ta vola rotonda, Roma, 8 ma gg io 1992), Padus s.c.a. , Padua, 1993 , es pecia lm ente las inte rv e nci ones de A . Carandini (pp. 106-107) Y X. Dupré (p. 108). 13. Fe rn ando Molina et al. , «Un sistema de información arqueológica para Andalucía » en ¡fal ogación del Patrimonio Histó ri co, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Ju nta de And alucfa , Sevill a, 1996, pp. 76-85. 14. Q ui en haya tenido la oportunidad de e nseñar una excavación a un arq ueólogo ita li ano r co rda rá un a se ri e int ermin a bl e de preguntas que pueden ll egar a sorprender. En realidad no

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bre lo bello de la antigüedad, han complementado con el estudio y el análisis de lo menossimplemente bello, de lo los cotidiano, incluso de lo sórdido pero igualmente importante para la comprensión del pasado, para la com  prensión de las historias conservadas en la tierra. Sin embargo, la propensión a la crítica y al debate de nuestros colegas ita lianos, tan positiva en ámbitos científicos, se convierte en un factor negativo cuando las discusiones se centran en aspectos de tipo práctico u organi za i  vo. Pongamos un ejemplo. A pesar de lo mucho que c r e o se ha di scuti do al respecto, todavía no se ha encontrado una fórmula para articular uno s mecanismos de coordinación entre el mundo de la gestión del patrimonio ar queológico, representado por las sop rintendenze, y los estamentos universi tarios que, a parte de sus tareas docentes , se dedican fundamentalmente a la investigación: la colaboración generalizada entre los profesionales de ambos campos de actividad representaría un avance importante en el buen gobier no del extraordinario patrimonio arqueológico italiano. 15 Contrasta con esta realidad el poco debate existente en España 16 y qu e, en el caso que nos ocupa, explica la escasez de una crítica metodológica o que las sucesivas ediciones italianas de Storie dalla terra no hayan sido objeto d 15. Evidentemente se dan algunas excepciones, debidas a la existencia de una buena relu ción a nivel personal. En la propia ci udad de Roma, por ejemplo, no existe un marco in stitucio nal en el que los representantes (ministeriales y municipales) de la gestión del patrimo ni o nr

queológico , de la universidad y del mundo de la investigación puedan debatir conjuntame nt e lo s problemas que afectan al patrimonio arqueológico de la capital del Imperio. 1\ André Bazzana, ed., Castrum 3, Guerre, fortification et habitat dans l monde m éditerran é ll (1I moyen iige (Madrid, 24-27 novembre 1985), Madrid-Roma, 1988, pp. 173 ss. 31. Un a parte del colectivo profesional, desinteresada en los progresos metodológicos l pli  cados al trabajo de campo, sigue todavía pensando que «excavar en extensión» significa a(cC lllr grandes superficies de un yacimiento. 32. AA.VV. 1984; d Empúries, , El Fórumyroma Barcelona, al sistema 25 ss. especialmente el aparta do dedicado a metodología de registro utilizado, pp. véase 33 . Mercedes Urteaga, que había colaborado con el Department of Urban Ar chaeology del Museo de Londres, fue quien lo introdujo en Euskadi; genera li zándose a partir del Curso de Ar queología de Intervención (San Sebastián, 1987). Años más tarde (1991), el propio Edward . Harris participaría en las en Curso de m ec ánica y tecno lo gía de los edificios antiguos, Co legio Oficia l de Ar  quitectos de Madrid, Madrid, 1987, pp. 13 ss.; Antoni Oonzá lez, «Por una metodología de la in 

ee dell archeologia, Roma, 12/15-6-1991), en Eutopia, 1.2, Roma, 1992, pp. 43 ss.; «Organizzazio ne dell arc heologia in ambito urbano: il Taller Escala d Arqueologia (TED A) in Tarragona (Spagna» >, Ocnus , 2, Universitil degli Studi di Bologna , Bolonia, 1994, pp . 53 ss. Valoraciones crfticas cn Jo scp M. Nolla «E l T E D A i l arqueologia urbana a Catalunya», Revista d A rqueolo ¡¡ill de /J II Cllt, 1, LIcida, 1991, pp . 326 ss.; Simon J. Keay, «New li ght on the colon ia Iulia Urbs li iul1lpllllli s 1111111 0 (Tarragona) during the late emp ire», Journal of Roman Archaeology, 4, Mkhil\l l , 11 01 1, pp, . H ss.; ar mcn Aranegui y Vicente Lerma, «Archéologie urbaine: évo lu1 1111 11 0 0 111 0 do 1 1 , 111 11110 11 \ 11 I\spnp,nc», Nouvelles de I Archéologie, 55 , París, 1994, pp. 30 ss .

te rvención en el patrimonio arquitectónico (E l monumen to como documento y como objct arquitectónico)>>, en Monumentos y Proyecto . Jornadas sobre criterios de interv ención en el Pa  trimonio Arquitectónico, Minist er io de Cultura, Madrid , 1987, pp. 37 ss. ; Agustín Azcáratc , «Aportaciones al debate so bre la arquitectura prerrománica peninsular: la iglesia de San Rom á n de Tobillas (Alava) , Archivo Español de Arqueología, 68, Madrid, 1995, pp. 188 ss.; Alberto López, ed., Investiga cions arqueológiques i histófiques al Bergueda 1I). Sant Lloren{: de Pedret prop Baga. Sant Quirze de Pedret, «Q uaderns Científics i Tecnics» , 6, Servei del Patrimoni Ar  quitectonic Local, Barcelona, 1995.

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los arqueólogos, y también arquitecto s, que en nuestro país dedican sus es fuerzos a la comprensión de la evolución histórica de edificios. Estoy convencido que la lectura de Historias en l tierra . Manual de excavación arqueológica ayudará a resolver muchas dudas a quienes dedican sus esfuerzos a recuperar el pasado mediante, pero no solo, el trabajo de cam  po. También servirá para que - c r e o haber entendido que este es uno de los objetivos de Andr ea Carandini- los jóvenes arqueólogos y los estudiantes de arqueología asimilen las muchas y magistrales lecciones contenidas en las páginas de este libro que e l lector se dará cuenta de e l l o - es mucho más que un manual de excavación arqueológica. De ellos también se espera que reflexionen sobre los numerosos temas planteados y se cuestionen acerca de importantes problemas como p o r poner un ejemplo- el hecho que, mien tras en cualquier ciencia «seria» los avances metodológicos son inmediata mente aplicados o criticados en publicaciones especializadas; en arqueología, ciertos colectivos profesionales pue den permitirse el lujo y la veleidad de no aplicar a sus trabajos los nuevos métod os de investigación sin ni tan siquiera exponer las razones que les han inducido a una tal decisión . Si la publicación de este libro contribuye a mejorar algunas de las situaciones aquí brevemen te expuestas, la arqueología española estará en deuda con su autor. Xavier Dupré Raventós

Escuela Española de Historia y Arqueología en Noviembre de 1996

Roma

(CSIC)

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Estratigrafía y técnica

de

excavación

Este libro es, en su primera parte, un manual de estratigrafía arqueol ógi  ca (el adjetivo es necesario para distinguirla de la geológica, que ha sido su creadora). En él se trata de la filología y del método histórico aplicados al mundo de los objetos. La crítica de las cosas se fundamenta en los principios que permiten dede monumentos sumergidos la tierra o en el ye n uso y permit mar, la lecturalaenexcavación profundidad los que están a la vista en relacionar entre sí las partes cubiertas y las descubiertas de cualquier edifi cio, tumba u otro tipo de estructura. Estas páginas no contienen una histori a concreta, pero explican cómo se pued en llegar a narrar muchas historia de sentrañando el universo material. Los principios de la estratigrafía han sido inventados por una tradi ci n de estudios reciente, principalmente de nuestro siglo, que ha alcanzado su punto culminante en la arqueología británica de la última generación. Adop  té por primera vez el método de excavación británico en Cartago en 197 3 y lo apliqué en Italia en la excavación de Settefinestre desde 1976 (Carandini et al. 1983; Carandini, 1985a). Una primera edición de este manual se publi có en 1981 (Carandini, 1981), contemporáneamente a la traducción del el e Barker (Barker, 1977) y antes ele que se desarrollase en Italia una verdadera «arqueología urbana». Esta segunda edición es una reelaboración completa y una actualización de la anterior, fruto de contaminaciones entre experien cias del mundo septentrional y del Mediterráneo (de Italia al África sept en trional) que ha durado más de quince años (mis experiencias de excavaci ón anteriores, entre la segunda mitad de los años sesenta y los primeros setenta, se guiaban por el método de N. entonces el mejor que había Italia pero que ah ora debe considerarse superado). Ahora puedo tener en cuenta las primeras experiencias de arqu eolo gfa urbana en Italia (pp. 23, 30), la edición de la excavación de Settefin estre, qu ha permitido comprobar los enunciados originales y que representa a su vez un primer manual en lengua italiana de cómo se puede publicar una excava ción, la excavación casi acabada de la vertiente septentrional del Palatino , uno de los lugares estratigráficamente más complejos (siglos VIII a. c.-x vI d.C.): en consecuencia, un campo perfecto para una ult erior precisión meto-

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doJógica , y, finalmente, los últimos avan ces de la propia arqueología británi ca que sigue todavía en la vanguardia , J lector perdonará las abundantes citas relativas a nuestro grupo de investigación, por ejemplo a la edición de la excavación de Settefinestre, necesarias por la voluntad de mantenernos en el ámbito de una propuesta orgánica de formas y de procedimientos estratigrá ficos, Este manual no incluye una historia de las excavaciones ni de sus mé todos, per o sí la exposición de una tradición metodológica, que tiene sus orí genes en Gran Bretaña y que está conquistando Francia e Italia. Mientras tanto, el clima cultural ha cambiado en Italia. En 1981 la ar queología de campo moderna comenzaba a desarrollarse con dificultades. Hoy, en cambio, se halla oficialmente aceptad a pienso en el sistema de ca talogación de los bienes arqueológicos finalmente elaborado por el Instituto central del catálogo) y se difunde cada vez más, elevando notablemente el ni vel de estos estudios en las diferentes regiones e incluso en Roma, gracias a los programas de la Soprintendenza arqueológica estatal, ideados por A. La Regina. Se han iniciado incluso las excavaciones en los Foros imperiales, an tes bloqueadas por un enfrentamiento ideológico, ahora menos furibundo aunque no desvanecido) gracias a una conciencia más difusa de las necesi dades urbanísticas de la capital y de la nueva memoria que la actual arqueo logía urbana se halla en grado de ofrecer. El libro conserva algunas limitaciones presentes ya en el texto original. Es un manual válido para los hábitats rurales y urbanos y algo menos útil para las estructuras o los restos submarinos Gianfrotta-Pomey, 1981) y para las necrópolis. Dedica, voluntariamente, mayor atención a los estratos que a los bienes muebles y a los restos paleoecológicos contenidos en aquéllos. Ha sido escrito por un arqueólogo clásico no por un geoarqueólogo), po r lo que es válido para la Antigüedad y también para la protohistoria, la Baja Edad Media y la época moderna, pero es insuficiente para la prehistoria y quizás también para la Alta Edad Media. e hecho, son diferentes las circunstan cias en las que la actividad humana es la principal generadora de la estratifi cación de aquellas en las que, al contrario, la naturaleza es la que desempe ña el papel primordial. En estas últimas el estudio d e las sedimentaciones, de las erosiones, de los transportes y de las pedogénesis es esencial. Por otro lado, la ciencia de la historia no podrá jamás reducirse a la ciencia de la tie rra. Pondría incluso en guardia a los jóvenes arqueólogos protohistóricos, clásicos y pos clásicos contra el peligro de descuidar los estudios tradicionales para dedicarse desmesuradamente a los cambios biogenéticos. Con toda mi admiración por este tipo de estudios, tengo que admitir una limitación: cam biaría tres geoarqueólogos por un historiador del arte o de la arquitectura cautivado por la estratigrafía. La primera edición concluía con apéndices, debidos a otros autores, so bre materias específicas o afines al tema principal, materias que aquí se han suprimido porque merecen por sí solas un manual: de la topografía, al dibujo , la tipología, la ecología, la geología y la restauración arqueoló  gicos.

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La exposición de las reglas del juego estratigráfico, acompañada por figuras concebidas por mí y realizadas por G. Moscara, ahora revisadas y am  pliadas, ofrece una guía lógica a los problemas de la estratificación. Cada guía constituye una traición a la realidad concreta y como cualquier abstrac ción de la práctica presupone una tolerancia al menos provisional con la teo ría, que se convierte frecuentemente en brújula indispensable para orientar se cuando nos hallamos inmersos en el laberint o de las cosas. No he incluido gráficos ilustrativos de estratigrafías reales, para lo que invito a consultar otras publicaciones y en particular, la edición de la excavación de Settefi nestre, que constituye la verdadera ilustración de este manual en lo que res pecta a cosas concretas. Para poder extraer excavando el máximo de información y para poder comparar los resultados de diferentes excavaciones se requiere un mínimo común denominador en el método que se usará en el trabajo de campo, por debajo del cual se está fuera del procedimiento útil para la reconstrucción histórica y se entra a formar parte de lo que, hasta hace poco, era el grupo de los destructores de la documentación arqueológica depositada en el territo rio, grupo en el que había que incluir no sólo a los excavadores clandestinos, sino también a los propios arqueólogos. Se trata, por lo tanto, de identificar reglas de conducta para aplicar en la excavación, de forma más sistemática o concisa según las circunstancias, para individualizar el mayor núm ero posible de acciones naturales y humanas, de acumulación o de sustracción, intencio nadas o casuales. Para ello es necesario analizar tales acciones en el orden inverso a aquel en que se han producido, como ocurre en el juego de los pa lillos chinos. Por otro lado, sin reglas no se crea una verdadera comunidad científica, que es la premisa esencial para cualquier avance serio en la inves tigación. El talento se muestra cada vez menos enemigo de la norma, espe cialmente en un trabajo que es también manual. ¿Quizás no es el excavador un artesano al servicio de la memoria?

stratigrafía y cultura de los indicios

Pero la excavación implica no sólo desmontar sino también remontar, es decir, la construcción de una historia en las tres dimensiones del espacio, lo que no es un hecho exclusivamente instrumental o una cuestión de mera téc nica estratigráfica. Por otro lado, cada técnica se relaciona con una cultura particular, con un sistema de pensamiento más amplio. La estratigrafía es además método científico bastante joven respecto a la tradición humanis ta de la un arqueología histórico-anticuaria e histórico-artística. Es natural que, en el intento de acreditarse, incluso ante las resistencias de quien la querría subalterna, la estratigrafía vaya en busca de las disciplinas herma nas consoli dadas, de su propio contexto ideal. Se trata de parecidos en las formas y de contactos reales que unen los diversos conocimientos indiciarios hijos de la sintomatología médica Ginzburg, 1979). Por dicha razón, el libro contiene

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en su segunda parte tres ensayos dedicados a argumentos de carácter más general. Se trata también en este caso de reflexiones abstractas, pero que surgen de experiencias de campo y se refieren a cuestiones muy concretas, ¿Cómo reflexionar sobre Longhi o Bianchi Bandinelli describiendo un almacén de la Roma imperial, cómo analizar el método de Sherlock Holmes entrando en las casas de los cónsules de la Repú blica y cómo enten der el significado de las metáforas arqueológicas de Freud entre los lagartos de las fortificaciones palatinas? La narración histórica requiere fluidez más que excursus metodológicos, Pero no siempre conviene renunciar al género metodológico, por muy imperfecto que éste sea, convencidos de que «la perfección del filosofar está en haber superado la forma provisional de la teoría abstracta y en pensar la filosofía de los hechos particulares narrando la historia, la historia pensada»,l Tras haber expuesto las reglas para el desciframiento del universo de los objetos, ha llegado el momento de encontrar alguna incertidumbre. ¿Qué es la arqueología? Quizás su secreto reside en la superficie que la separa de las otras disciplinas indiciarias, que con ella jamás se habían realmente comparado: desde la historia del arte, a la investigación y al psicoanálisis. El estudio vienés de Freud - p e r o no su casa, que estaba en el mismo p i s o - se mostraba como un gabinete de maravillas arqueológicas clásicas y orientales. El paciente se tumbaba bajo una reproducción del templo de Ramsés JI en Abu Simbel, mientras el analista se sentaba en el sillón vigilado por un retrato romano. En aquellas habitaciones no había ningún objeto medieval o moderno porque allí la cuestión era sumergirse en los tiempos antiguos y omnipresentes de las civilizaciones y de los inconscientes. Aclaradas las relaciones de parentesco entre los diferentes conocimientos indiciarios, se perfilan nuevas colaboraciones culturales que podrían contribuir a recobrar y preservar la materia de nuestro patrimonio cultural. Entre estos diversos conocimientos la arqueología, siendo como es curiosa de lo bello y de lo feo, ávida del placer estético y del histórico, representa un puente entre los diferentes mundos del arte, del trabajo y de la naturaleza. Es quizás la disciplina más isomorfa a la vida, en la que el orden y el desorden surgen y mueren continuamente, como pasa, por cierto, en la estratificación. Los hechos y las cosas de la vida, nuestro primer objeto de indagación, son en sí mismos inerte s y opacos como las piedras,2 pero mientras que solamente la escritura literaria puede dar un toq ue final de liviandad, también la reconstrucción histórica, que no es una reproducción, sino una reinvención verosímil y formal de la confinada realidad, puede a la gravedad. Allí donde se halla sólo laaportar bellezaligereza segmentada de los valores del contexto, como en tantas colecciones de museos, la admiración p or lo sublime inerte se acompaña frecuentemente con un sentimiento de tristeza. En este querer aislar la belleza y el lujo del tejido polimorfo de la existencia, los italianos han superado a cualquier otro pueblo, con todas las ventajas y también las distorsiones que tal inclinación conlleva: «la belleza para mí ha sido

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siempre cosa de it a li anos y de sp ghetttlrtli del espíritu; algo sin nada < ' alemán. En es ta esfera [alemana] la ética prevalece sobre la estética o más exactamente en e ll a se sopesan dos conceptos, por lo que a lo feo se de di ca honor, amor y cuidado » 3 Incluso una fealdad o una patología pueden r epresentar una verdad. Más allá de la estética de las cosas hay una ética de lo s contextos. Si el pasado nos parece todavía vivo es también porque el tiempo de h hi storia puede siempre encarnarse de nuevo en el espacio de las cosas y así retomar alguna forma de existencia terrenal. No se trata tanto dé extra r pensamientos de los objetos, como piensan algunos historiadores sólo lite ra tos. La fábrica de las cosas es de hecho uno de los modos en que los pensamientos y los sentimientos humanos alcanzan autónomamente a expresarse, materializarse y conservarse. Dar prioridad al mundo de lo escrito respecto al de la materia elaborada (Momigliano, 1962) o viceversa, estar abiertos a lo bello y ciegos ante lo feo o al contrario, son unilateralidades que nos quitan lo mejor de la vida, es decir, la compenetrabilidad entre los diferentes lenguajes que se derivan de nuestras diversas percepciones. Casi todo el pensamiento del siglo XIX, de matriz liberal o marxista, no supo impedirse jerarquizar. Pero la cultura que podemos llamar de la mecá nica del s y de los qu nt siente y razona de forma diversa, difundida en nuestra cultura, si bien con un retraso de dos generaciones sobre los descu brimientos del primer cuarto de siglo (Pais, 1986). Sólo rozando el año 2000 se tiene la sensación de vivir plenamente el espíritu del siglo xx y la nueva perspectiva nos obliga a considerar las obras del ingenio y del esfuerzo bajo una nueva luz. Este libro debe mucho a Riccardo Francovich, Daniele Manacorda, Maura Medri, Emanuele Papi, Nicola Terrenato y a los otros arqueólogos con los que trabajo. No habría nacido nunca sin la curiosidad de Salvator e Settis y de Walter Barberis.

Ac Julio de

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ESTR TIGR FÍ Y TÉCNIC DE L EXC V CIÓN l estudio de la antigüedad debe saber hacer hablar a los documentos arqueológicos desde las estatuas los arcos de triunfo hasta los más humildes fragmentos ce rámicos su elocuente lenguaje. Y a los jóvenes se les

debe enseñar ya a dirimir Mommseno laa paleoet nología como no «ciencia de loscon analfabetos» insultar junto con algunos seguidores italianos de Mommsen a los «buscadores de cerámica » sino a integrar el análisis de la tradición con el estudio de las tumbas y de las es taciones. GAETANO DE S A N c n s

Dado que existen infinitos modos desordenados las cosas irán siempre hacia la confusión. - No me veis en realidad sino que veis un montón de información sobre mí. - Las cosas pueden entrar en el mundo de la co municación sólo por medio de informes. - El número de diferencias potenciales en un objeto es infinito. Sólo poquísimas se convierten en diferencias eficaces en informaciones. - La información está concentrada en los contornos. - El claroscuro es una cosa óptima pero los hombres sabios ven los contornos y por esto los trazan. G

BATESON

INTRODU na

IÓN

conquista moderna

las culturas campesinas el hombre aparece todavía relativamente uni do a la madre tierra. M ira al subsuelo con ingenuo y ancestral respeto p ero al mismo tiempo lo profana arrebatándole sus tesoros escondidos . Desde me diados del siglo VIII a c , en las ciudades griegas en formación se descubren y En

se veneran tumbas principescas de época anterior como si fueran de héroes Berard, 1982). Durante la purificación de Delos en el 426 a c , lo que conlle vó la remoción de todas las tumbas existentes , se descubrió que la mitad de las mismas eran carias por el tipo de armas y por la forma de enterrar, entonces todavía en uso en dicha población anatólica Tucídides, 1.8.1 . Al volver a Co rinto un siglo después de su destrucción, los romanos saquearon su necrópolis recupe rando terracotas y bronces con los que llenaron Roma Estrabón, VIII.6.23). Desde la época homérica los descubrimientos casuales o la bús queda d e objetos preciosos han sido las únicas formas de una arqueología em brion aria Mana corda , 1988; Pucci, 1988). Las excavacio nes en Miseno y en Sanguigna de Fabrizio del Dongo , en La cartuja de Parma reflejo de las del propio Stendhal en Italia, todavía forman parte, aunque nos hallemos en la se gunda generac ión del siglo XIX, de esta misma mentalidad. Con el desarrollo de la industrialización y el predominio de la ciudad so bre el campo el hombre se aparta de la tierra y puede moverse hacia un libre conocimiento del subsuelo, así como de las cimas montañosas el alpinismo es tan joven como la arqueología) . Las actividades productivas hieren la tie rra cada vez con mayor profundidad y la investigación científica desvela los secretos más impenetrables de las cosas. La sección de un terreno se con vierte en imagen habitual y por todas partes emergen los restos de los hom bres más antiguos. Solame nte a part ir de mediados del siglo pasado los pocos milenios historia que la Biblia nos concedía setodavía han dilata do en un de tiempo inabarcable. Algúnavaramente fanático religioso protesta hoy, como ocurre en Jerusalén, contra la profanación arqueológica de las tumbas de los antepasados, así como en Roma lo hacen los amantes de la belleza, por temor a las heridas infligidas por la excavación al paisaje urbano conservad o. Es como el retraerse ante la disección de un cuerpo, las extravagancias del alma o la rareza de los elementos. Al encerrarse en los viejos ritos y recorri-

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HISTORIAS EN LA TIERRA

dos mentales afloran, en el contexto frenéticamente analítico de nuestra épo  ca, formas de sentir propias de pasadas y más espontáneas culturas. «Vene rar» e «i ndagar» son formas diversas y rivales de amar la tierra en la que se viv e E l arqueólogo estratígrafo, fruto típico de la modernidad, inspecciona cajones del mundo jamás abiertos, queriendo saber de los muertos más de cuanto ellos supieron o dejaron entender que sabían de su propia vida. Re sucitar el pasado, no sólo en su palabra sino también en su apariencia - « me jor un a cosa vista que cien relatadas»-, ya no es la perversión de pocos es pecialistas sino la tendencia de una época, que mientras aún se esfuerza en seguir al progreso llora siempre con mayor amargura los paraísos que ha per dido. La sensación de haber estropeado el mundo, que lo mejor de la vida so bre la tierra haya ya pasado , ha desarrollado la capacidad de razonar hacia atrás, refiriéndose a los primeros dolores , a los primeros autores, a los estra tos más antiguos de la existencia. En la sociedad en la que los viejos son más numerosos que los jóvenes se desarrolla una atención nueva hacia desencan tos y ruinas. La Ciudad Prohibida de Pekín resurge espléndida en la proyec ción cinematográfica y el palacio del Louvre, el mayor museo del mundo, no se ha olvidado de excavar ningún detalle del París subyacente , exponiéndo lo como museo del mismo museo. He aquí un rasgo típico de esta nuestra época .

Proceder hacia atrás

Una casa debe ser continuamente objeto de mantenimiento si se quiere co nservarla, al igual que se sustituyen las células de un organismo, de lo con  Ua ri o inicia su degradación. Las rocas duras y los castillos fortificados tien  dcn a convertirse en polvo (hay plantas que saben nutrirse de cal descal zando los ladrillos de los muros) . Metrópolis enteras duermen ahora bajo ·lImpos de trigo. La tierra lo gana todo y es de la tierra que el arqueó logo es trutfgrafo fundamentalmente se ocupa, como si fuera un campesino de la his toria. Mirando haciendas y fábricas con los techos hundidos sobre restos de ut \nsilios él aprende los procedimientos de la ruina, como la vida clara y nlUlti(orme tiende naturalmente hacia una única dura oscuridad. Observar I;IS razones progresivas de un hundimiento no es difícil, porque se trata en ualqui er caso de proceder hacia delante, que es la dirección de la vida a la quc estamos acostumbrados. Arduo es al contrario seguir el camino inverso, '8 decir, penetrar en las espigas de trigo para reconstruir en la imaginación la ciudad destruida subyacente, porque la ruina oblitera y cubre los frag  mentos de todo lo todavía conservado, de tal modo que el investigador está ob gado a descender de forma antinatural, hacia atrás, en lo desconocido. Pero para utili zar la destrucción a favor de la reconstrucción hay que agudi za r el ingenio, como quien ha perdido un objeto y debe volver a reconstruir In jornada en ti empos y lugares invertidos. Por dicho motivo hay que desa rrnl llr r 1 rl r cl

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INTRODUCCIÓN

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uestiones disciplinarias

La arqueología de la excavación se basa en principios peculiares y autó nomos que sólo en un segundo momento se relacionan con los otros modos más tradicionales de entender esta disciplina, como el histórico-anticuario y el histórico-artístico. No se puede leer un epígrafe romano sin conocer el la tín, ni una obr a de ar te sin estar familiarizado con las imágenes. De la misma manera no se puede indagar en el subsuelo sin conocer las reglas de la estra tigrafía. Esto parece obvio pero mientras que interpretar mal un texto o el estilo de un pliegue desacredita a un investigador, destruir un a estratificación todavía no ha creado problemas de conciencia o retrasado la carrera de na die. Esta situación deriva del hecho de que tras la idea corriente de interdis ciplinariedad se esconden todavía saberes que predominan sobre otros y que las filologías nobles, descubiertas ya en el Renacimiento, quieren continuar mandando sobre las innobles de formación más reciente. Por otro lado, so mos cada vez más conscientes de que la calidad de un muro o de una tierra y la naturaleza de una semilla poco tienen que ver directamente con el tradi cional método histórico y de que todas las fuentes, sean literarias o estrati gráficas , tienen igual dignidad, aunque no igual linaje, porq ue facilitan datos de género diverso, en el buen uso de los cuales existe un mismo deber. Bajo esta perspectiva las diferentes filologías apare cen como lenguas diversas, que no pueden estar subordinadas las unas a las otras, ni ser unificadas en un úni co idioma, pero si comparadas y traducidas las unas en las otras. Las compa raciones y las versiones son operaciones delicadas en las que hay siempre algo que ganar y también que perder.

Preguntas y respuestas

Las la

que siempre preceden y acompañan a una excavación

tabula rasa es siempre imposible e indeseable- deberían nacer no sólo

del diálogo entre el his toriador excava dor y las fuentes literarias o arqueoló gicas ya conocidas, es decir, ajenas a la investigación de campo, sino también del coloquio directo con las estructuras, el terreno y los objetos de la exca vación en curso. Sería necesario por ta nto que el estratígrafo supiera silenciar de vez en cuando su elaborada memoria histórica para poder captar las im previsibles novedades que cualquier porción de terreno guarda en su inte rior. Mucha documentación estratigráfica ha sido destruida desenterrando porque no respondía a las cuestiones planteadas previamente y desde fuera de la excavación. Evidencias más tardías han sido sacrificadas para alcanzar con rapidez aquellas subyacentes, testimonios evidentes han hecho descartar aquellos más recónditos y documentos juzgados más importantes han lleva do a la destrucción de otros considerados menospreciables. En la arqueo logía del territorio debería, en cambio, interesar cualquier cosa que pudiera '

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con se ntir ace le rar la excavación en algunas circunstancias más obvias pa  ra pod er recoger mejor otras más insólitas y llegar así a conocer a fondo la estratificación, en toda su duración. Toda excavación tiene de hecho una limitación de tiempo y de medios, por lo que debe recuperar el máximo de información posible. Cuanto más amplio sea el espectro de las fuentes to madas en consideración a partir de la propia excavación, más amplio el de las cuestiones históricas, mejor se conducirá la investigación y con mayor riqueza aparecerá , al final , la r econstrucción histórico-monumental. No exis te una cuestión histórica, por muy fundamental que sea , que pueda justificar el abandono del procedimiento estratigráfico. La fase de contextualización de una excavación en el conjunto más amplio de los conocimientos adquiri dos es esencial para una bu ena reconstrucción ci entífica, pero dicha fase resulta mucho más eficaz cuanto menos ha interferido en la fase que lógica mente la precede, la de la comprensión de la estratigrafía. El latín y las len guas románicas permit en una mejor comprensión del italiano, solamente a partir del mo m ento en que se ha estudiad o su gramática peculiar. De lo con trario se comparan confusiones en vez de cosas diversas. La especialización,

la posibilidad de dar una forma al movimie nto casual de la vida, de tran sformar la tierra en un libro.

más que un mal necesario, es el presupuesto de cualquier saber general de tipo moderno. Cuanto más amplio, profundo y sistemático haya sido el aná lisis de los detalles, tanto más ardua pero también rica será la construcción de la síntesis capaz de comprenderlos. Preparado para multiplicar las pre guntas, el estratígrafo avanzará y rechazará las respuestas a medida que la evidencia las convierta en má s o menos plausibles, evitando introducir su propia subjetividad antes de que los datos más objetivos hayan sido comple tamente aprovechados .

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Calidad y cantidad

Si lo escrito y las imágenes no son ya los únicos lugares del valor his  tórico, entonces resulta claro que no se excava para encontrar estatuas ni papiros, es decir, para colonizar lo subterráneo con nuestros conocimientos inveterados. La excavación enriquece cualitativamente la evidencia, acer cándose cada vez más a la vida pretérita. El subsuelo no es sólo una reser va de sobresuelo sumergido que sacar a la luz , así como un alma no es sólo un armario que forzar. En la ruina y en la tierra las cosas se degradan en modos particulares, que son distintos de los destinos de los edificios con servados todavía en uso. Lo «enterrado » es más bien «lo enterrado ». l descender entre los contextos estratificados la evidencia frágil, latente, in coherente y heterogénea se revela de forma sorprendente y más dÍfícil mente integrable en nuestros conocimientos habituales de aquello que es ya literaria, artística y anticuariamente conocido. Se trata de saber manejar sustancias pesadas y opacas, que se levantan al plano aéreo del conoci miento, con todos los riesgos de empobrecimiento e imprecisión que se co rren cuando se quiere traducir un texto o una dimensión, pero también con

Construcción ruina y estratificación El modo en que la vida se transforma por el abandono y acaba bajo tie es una de las curiosidades principales del arqueólogo . Las construcciones se hacen de aportaciones y sustracciones de materiales que se suceden pe riódicamente en el tiempo interfiriendo las unas en las otras en una misma porción de espacio. sí es la vida en el mundo de los objetos. Las constru cciones acaban sepultadas e inmovilizadas en el terreno. Esta es la condición final de las cosas en su muerte. Pero ¿cómo se ha desarrollado la agonía y la descomposición de un edificio? A veces las construcciones acaban bajo tie rra momificadas y, por lo tanto, casi intactas, como Pompeya bajo la erup ción. Otras veces sufren diversos grados de alteración y de homogeneización, por deterioro físico y alteración de las relaciones espaciales, hasta convertir rra

en difícilmente comprensibles o incluso perderse totalmente. Esto ocurre cuando el edificio es abandonado y permanece expuesto a la intemperie, caso en el que se produce la transición de la condición de construcción a la de de

posición. Erosiones, acumulaciones y transformaciones, debidas a fuerzas na  turales y humanas, al teran el edificio tal como era en su última fase de vida. i entramos en una granja, en una fábrica o en una manzana de casas aban donadas podremos observar los diversos estadios de esta ruina progresiva . Nada hay más instructivo que conocer estos procedimientos de deterioro en curso por de introspección arquite ctónica y estratigráfica. Cada rup tura es un nuevo punto de vista sobre las peculiaridades secretas de un mo  numento Carandini , 1989d). Deberes del excavador La primera obligación del excavador no es la de contar agradablemente historia sobre la base de impresiones e indicios dispersos, sino la de es tablecer, sobre el fondo del relato en formación y más allá del aparente de sorden e impenetrabilidad de la estratificación, la secuencia de las acciones y de las actividades naturales y humanas acumuladas en la estratificación, dentro de unos determinados espacio y tiempo, primero individualmente se paradas y después puestas en relación entre sí. Se trata de relaciones de con  tigüidad entre las unidades que permiten determinar la secuencia cronológi ca relativa. Serán después los materiales contenidos en los estratos los que permitirán pasar del tiempo relativo al absoluto. Dos estratos , uno encima del otro, implican que el superior se ha formado después del subyace nt e y esto es cierto aunque la cerámica contenida en los mismos indique lo contra rio. clarada y periodizada la secuencia estratigráfica pueden finalmente una

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emerger los acontecimientos. El relato secundario deviene entonces prota gonista, pero siempre dentro de los ámbitos razonables de la secuencia, que constituye el imprescindible cañamazo. Historias obtenidas apresuradamen te de montones de materiales desorganizados en el espacio y en el tiempo constituyen proyecciones sobre aquella pobre evidencia de otras experien cias ya conocidas, en busca de una ulterior confirmación. e aquí no provie nen historias originales y sinceramente dirigidas hacia la verdad. Cuántas ex cavaciones y sus respectivas publicaciones, con unas pobres metodologías topográfica, estratigráfica y tipológica, se han visto sacrificadas a las necesi dades repetitivas de los demasiado desenvueltos hacedores de historias. No existen fases preparatorias e instrumentales de la investigación subordinadas a otras más nobles y determinantes, siendo cada fase de la investigación pre supuesto de la siguiente. Un excavador analfabeto es tan parcial como un historiador que no sabe leer el mundo de los objetos (léase el pasaje de e Sanctis en el epígrafe). Los riesgos de preparaciones unilaterales y mera mente tecnicistas se van multiplicando hoy en día en cada uno de los campos de la investigación científica. Pero no se escapa a la paradoja de la moderni

ex pl ora dores que señalaban en los mapas islas apenas divisad as . Pe ro el mun  do de las estructuras y de los objetos es muy variabl e, sin una anatom ía  ja, por lo que es imposible ser especialista de las manufactura s de todas la . épocas y de todos los lugares. Esto no significa , gracias a la universalidad del método estratigráfico, que en la excavación de un lugar pluriestratificado el director deba irse sustituyendo en función de las épocas que se encuentren al descender. Es en el laboratorio, contemporánea o posteriormente a la exca  vación, donde deben confluir las competencias de los diferentes especialistas llamados a intervenir. Conocemos excavaciones bien dirigidas por estrat grafos que no eran especialistas de los contextos explorados. No conocemos , en cambio, excavaciones bien dirigidas por historiadores, historiadores del arte y anticuarios especialistas de aquellos contextos pero ignorantes del m é todo estratigráfico. Las peores destrucciones se deben a la presunción inver sa. Pienso en el joven H. Hurst que había destacado como un óptimo exca vador en Gloucester y había sido sabiamente nombrado director de la misión arqueológica británica en Cartago, aunque no estaba particularmente fami liarizado con la cerámica, el arte y la arquitectura norteafricanas. Los gran

dad , por la que cuanto más se estudia una cosa más ignorante uno se con vierte en los campos limítrofes, escondiendo las propias carencias detrás de las de los demás. Ya no serán las relaciones jerárquicas, globales o superfi ciales, las que reconduzcan la angosta técnica de las disciplinas en el álveo unitario de la cultura histórica, sino más bien el respeto recíproco entre los saberes especializados y la habilidad de convertirlos el uno en el otro en los modos y momentos más apropiados.

des resultados de su excavación se debieron sin duda a su capacidad de cap tar los problemas fundamentales del yacimiento , pero quizás también al parcial desconocimiento de aquellos lugares y de las preguntas de los inv es tigadores de la tradición poscolonial franco-italiana y a su familiaridad con la arqueología provincial de la Europa septentrional, habituada a buscar forti  ficaciones, edificios de madera, muros expoliados y otras realidades que muy poco habían interesado a los viejos amantes de aquellas materias (Hurst  Roskams, 1984). Si hubiese sido un topógrafo de Roma, un etruscólogo o un especialista de historia arcaica habría investigado de forma diversa las v er tientes septentrionales del Palatino, condicionado por mis intereses pr ece dentes, mientras que en las condiciones en las que me hallaba pude excavar con mayor ingenuidad aquella colina como si hubiese sido un oppi um cual quiera. Fue así como alcancé a encontrar las trazas de lo que me pareció era la fortificación ritual palat ina y quizás también las de su pomerium lo que en los círculos especializados más acreditados resulta todavía de buen gust o cuestionar.

Un juego universal En su aspecto más físico la excavación sigue procedimientos válidos pa ra cada lugar y tiempo (lo que muy difícilmente sucede en la investigación his tórica tradicional). Las características de una fosa , por las que su cor te en los estratos precedentes es siempre anterior a su relleno, son válidas en Roma, en Pekín, bajo los Flavios y bajo los Ming. Por esto la arqueología estrati gráfica no ve los yacimientos como una selección de bellos restos, sino como una concatenación continua de acontecimientos en espacios y tiempos deter minados, mientras otras ópticas arqueológicas focalizan más bien sobre cul turas y lugares concretos. Se crean de este modo la Etruria etrusca, la Mag  na Gre cia griega, etc. (Carandini, 1985b). El desarrollo, reciente en Italia, de la arqueología urbana (pp . 2 , 30) ha reforzado el punto de vista de la con  tinuidad diacrónica, propio de la cultura estratigráfica. El arqueólogo estra tígrafo aparece cada vez más como un tipólogo de las intervenciones natu  rales y humanas en un monumento y una especie de iconógrafo de sus con secuencias sobre el terreno. Es un servidor del mundo de las cosas más que del de las disciplinas académicas. Para él es importante identificar, describir y poner en relación estas intervenciones antes de comprenderlas, como los

Objetividad y subjetividad

No debe creerse, no obstante, que la construcción de la secuencia estr a tigráfica sea una actividad científica completa mente objetiva y exacta. La es tratigrafía no es la estratificación. El procedimiento de extraer acciones y sus relaciones de una estratificación es, al menos en teoría, un viento más fuerte trans porta partículas más pesadas que pueqen estrato diferente del anterior, compuesto por partículas similares pero á s ligeras, porque un estrato de relleno puede distinguirse según se ·baya formado utilizando una carretilla o una pala y una palada repleta puede distin-

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guirse de una escasa, y así indefinidamente. Incluso un hecho tan concre to como la unidad estratigráfica, es decir, una sola acción de la naturaleza o del hombre, puede convertirse en algo ulterior o diversamente divisible, se gún el grado y el tipo de análisis que se haya querido escoger. De hecho, po demos individualizar sólo lo que nos parece reconocible y diferente, pero la propia capacidad de reconocer depende de la de saber captar diferencias y de la potencia de los instrumentos que se haya querido adoptar para obser var los fenómenos. Excavar con inteligencia significa ser conscientes de esta relatividad, de este abismo que se abre siempre bajo nuestros pies, y al mis mo tiempo superar el espanto que provoca escogiendo dónde separar en aquel desorden y dónde impedir continuar separando. El buen excavador permanece siempre perplejo ante las piezas las unidades estratigráficas) en las que divide el subsuelo. Las percibe como unidades, de lo contrario no las distinguiría y no basaría en ellas su construcción científica, pero al mismo tiempo no se cansa de escrutarlas para comprender el secreto de su forma ción, y si descubre diferencias, alternancias, preponderancias y secuencias que le parecen significativas, le asalta la duda: «¿estamos en el mismo estra

Augusto en el Palatino, bien conservada bajo el relleno del palacio di é de Domiciano, sólo se ha podido excavar muy lentamente y por desgracia to davía sabemos poco de lo que se esconde debajo de la misma, por culpa de los importantes trabajos de restauración a los que ha sido sometida y que han absorbido gran parte de los medios disponibles. En la excavación de la ver  tiente septentrional del Palatino, en cambio, hemos conseguido alcanzar sin mucha dificultad los niveles del siglo VIII a.e y el suelo virgen de aquella c lina por el mal estado de conservación de los edificios más tardíos y de su de coración, motivado por el incendio neroniano y por las excavaciones de épo  ca moderna. En dichas condiciones, privilegiadas desde el punto de vista de la estratigrafía y desafortunadas desde el de la restauración, ha sido fácil re mover alguna preparación, cloaca y muro, además de los normales estratos de tierra, para llegar a leer hasta el primer capítulo de aquel enclave Terre nato, 1988). La arqueología de excavación aspira a conocer, donde ello es po sible, la secuencia estratigráfica total y para un área lo más amplia posible, con el fin de reconstruir la historia de un barrio entero. Pero para leer una estratificación se necesita mucho más tiempo que para leer un libro. Las lo

to o ante uno nuevo?». Se halla contradictoriamente empujado a englobar y neutralizar aquellas diferencias divisadas en el estrato considerado y al mis mo tiempo tiende a separarlas como algo ajeno, creando así otros estratos . En este vaivén entre divisible e indivisible el arqueólogo reconoce su tor mento, sin darse cuenta quizás de que se trata del mismo de cualquier otra disciplina. ¿Los estratos existen y el excavador los reconoce con mayor o me nor exactitud, o es el excavador quien inventa sus estratos? Quizás sean cier tos ambos puntos de vista. La virtud está en el término medio y en éste está la unidad estratigráfica. «Perplejamente convencidos» y «lentamente apresu rados» son los mejores estados de ánimo con los que podemos in tenta r trans formar la opaca estratificación en una clara estratigrafía.

sas son más pesadas e impenetrables que las páginas. La excavación es, por lo tanto, un proceso largo y arduo, y sólo la documentación analítica de las unidades estratigráficas y su recomposición en la reconstrucción ideal pue den reparar el daño de la destrucción que aquélla inevitablemente conlleva. Así la excavación traduce forzada e irreversiblemente la pesadez de los ma  teriales y de la tierra en la ligereza de las palabras, de los dibujos y de las fo  tografías. Por otro lado, sin esta transformación la estratificación sería sólo silencio y oscuridad, existiendo para nosotros solamente en potencia.

Monumentos e indicios

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Cada fuente debe ser usada con análogas exigencias pero con distinto grado de rigor, una lectura errónea no daña un texto, ni una mirada falaz des gasta una imagen, pero una excavación equivocada o una remoción destru yen para siempre la evidencia enterrada. Equivale a quemar las páginas del único ejemplar existente de un libro inmediatamente después de su lectura. ¿Qué quedaría del mismo sin una transcripción o, al menos, un resumen fi-

Ingenuamente se podría pensar que sólo pueden ser interpretados con un cierto grado de verosimilitud los grandes monumentos y que los frágiles in  dicios están condenados a la incomprensión. ¿Qué decir de los restos de mu  ros aparecidos a lo largo de la vertiente oriental del Foro y que han sido interpretados como la basílica Emilia, mientras la hasta ahora así identifica  da sería, en cambio, la basílica Pauli? Steinby, 1988). De la antigüedad queda todo, pero en diversos estados de conservación. Limitarse sólo a interpretar, especialmente en el centro de Roma, los edificios con plantas claras y sig  nificativos alzados significa seguir las vías de la suerte en vez de las de la to

dedigno? se muro puedesin levantar un estrato, la preparaciónsignificativos de un pavimento, una cloacaNo o un destruirlos. Sólo revestimientos como mosaicos, frescos y estucos merecen las complicadas y costosas extracciones no destructivas realizadas por los restauradores. Cuanto mejor es el estado de conservación de una fase de un monumento, más difícil se convierte el descender a las fases precedentes subyacentes. No se puede ver una cosa cu bierta por otra sin extraerla y si resulta incoherente, destruirla. La casa de

pografía. la toma en consideración de los pequeños indiciosdesería como paraRechazar un detective interesarse solamente por aquellos homicidios los que se dispusiera casualmente de la película. No se trata de descartar las tra  zas frágiles, sino de utilizarlas en interpretaciones provisionales, útiles hasta que no se dispone de otras mejores. La vieja arqueología monumental no puede aceptar este relativismo, al no haberse todavía implicado en los cam bios de la moderna hermenéutica, por lo que continúa creyendo ingenua -

estrucción y documentación

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mente en la simple objetividad de lo real. Desgraciadamente, los propios mo numentos de Roma, entre los menos conocidos y publicados de todo el mun do romano, demuestran que la conspicuidad volumétrica no siempre es la causa de los mejores estudios y de las interpretaciones más seguras. Lo que aparece más evidente puede revelarse especialmente oscuro, como bien en tiende Dupin en a carta robada de Poe, tanto mejor escondida cuanto más ampliamen te expuesta. Las dificultades de la escasa conservación agudizan el ingenio y obligan a aprovechar cualquier minucia, como sabe hacer el listo mercader, mientras las fastuosas ruinas tienden a relajar a quien las observa, como las rentas enflaquecen al señor, a no ser que se las trate con el mismo rigor aprendido al indagar el más pobre de los indicios. Tampoco se puede distinguir entre indicios significativos e insignificantes, desde el momento que el más insignificante detalle unido a otros puede llegar a constituir un elemento importante de otra opinión es Giuliani, 1990). Cada gran monu mento está siempre formado por un cúmulo de detalles y solamente el reco rrido lógico a través de cada uno de ellos puede permitir su comprensión glo bal. Ha sido a través de los pequeños y desagradables síntomas de las

Un monumento puede ser tomado legítimamente e n con id e ra ci n d ;  de el punto de vista histórico-anticuario, prefiriendo la tradición lit eraria textos, inscripciones , monedas) a la lectura analítica de la realidad materi a l ada óptica consiste de hecho en privilegiar un aspecto respecto a otro y sólo el ojo de Dios sabe ver cada cosa de forma ilimitada. Por dicho motivo, tam bién es respetable tomar en consideración un monumento desde el único punto de vista de su decoración arquitectónica. Mosaicos, pinturas, capiteles, arq uitrabes y estucos tienen sus tipologías, su historia interna , que es esencial para comprender la mentalidad de los constructores de aquellos edificios. Lo mismo puede decirse de las técnicas edilicias, a través de las cuales podemos comprender los diversos modos de trabajar de los albañiles antiguos. Estos son los diversos estratos de piel y de músculos del esqueleto arquitectónico , si n los cuales un edificio antiguo no podría existir. Otro punto de vista es el estratigráfico, que identifica las diversas partes de las que se compone una construcción estratos de tierra y sus correspondi entes materiales) para po nerlas a todas en relación temporal entre sí Existe fina lm ente la óptica que investiga el esqueleto de un monumento, su lógica estructural y su estática.

enfermedades que se ha comprendido el funcionamiento del cuerpo huma no, funcionamiento que el hermoso físico del atleta no revela. Es gracias a los pequeños lapsus que puede entenderse el funcionamiento del cerebro. El an ticuarismo monumental sólo puede ser demasiado pru dente o imprudente en demasía. La arqueología estratigráfica puede ser, en cambio, prudentísima y audaz al mismo tiempo, desde el momento en que el abandono de una hipó tesis no impide la presentación filológica de un monumento que solamente aquélla sabe plenamente comprender. Ya no hay pues razón de inhibirnos el deseo de historia y la necesidad de interpretación si ponemos a los demás en condición de contradecirnos a través de nuestro propio análisis y si acepta mos que nuestras verdades sean en gran parte sólo probables y provisionales Carandini, 1989b).

Solamente la toma en consideración conjunta de todos estos puntos de vista, sin considerar aquella en que se es tá más especializado como la más im portante, permite esperar acercarse a la verdad de un monumento. Sería por otro lado deshonesto no reconocer que nuestra arqueología está especial mente rezagada en lo que respecta a los dos últimos puntos de vista el es tratigráfico y el estructural), porque el estratigráfico es un conocimiento re ciente sin una gran tradición y porque el estructural es un saber tan antiguo como el hombre pero lamentablemente olvidado por culpa del predominio del cemento armado, que ha sustituido a todos los sistemas tradicionales de construir. Para recuperar los conocimientos de un capataz antiguo, mejor que el ingeniero moderno y sus cálculos, sirven documentos y tratados sobre este tema, a partir de época medieval. De nada serviría la experiencia en la obra sin la comprensión estratigráfica, esto es tan cierto que los monumentos de época moderna históricamente comprendidos y publicados se cuentan con los dedos de una mano, aunque no falten arquitectos restauradores e histo riadores de la arquitectura que los hayan estudiado. l mismo tiempo nin guna relación estratigráfica, por esencial que sea, es capaz de explicar por qué una construcción permanece en pie o se derrumba. Bienvenidos sean por lo tanto los estudios histórico-anticuarios, iconográficos y tipológicos de cualquier tipo, pero la lectura histórico-estructural de un monumento no pued e prescindir de las lógicas estratigráficas ni de las estáticas. 2

Regreso a

l

arquitectura

La verdad es que los arqueólogos, siguiendo las huellas de los historia dores del arte al menos desde Longhi en adelante), han traicionado a la arquitectura. Es bastante raro que en una facultad de letras se enseñe de forma satisfactoria «Dibujo y análisis de monumentos» o «Historia de la ar quitectura». A pesar de ello todas las disciplinas arqueológicas en muchas para

ocasioneslosseproblemas ocupan deque edificios antiguos aypartir debendeprepararse poder afrontar éstos plantean, las enseñanzas funda mentales de la arqueología clásica y medieval. No se trata de enfatizar ex clusivamente el lado técnico o ingenierístico o de exaltar solamente lo histó rico-artístico y cultural. Más bien el proble ma consiste en combinar del mo do más satisfactorio la precisión cuantitativa de las cuatro dimensiones espacio temporales con la precisión cualitativa d e la investigación histórica.

¿Dejar de excavar

Hay quien piensa, especialmente entre los historiadores del arte, que no se debería excavar más, limitándose a conservar y conocer lo que se halla a la vista. Es como decirle a alguien: «reordena tu memoria y no aprendas

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más». Conservar una biblioteca significa estudiar en ella, reordenarla, incre mentarla y no limitarse a quitar el polvo de los estantes. La excavación es la premisa necesaria de cualquier estudio y restauración de lo visible y conoci do. Solamente sometiendo un edificio a análisis antes de su conservación, se entiende ya su última fase de vida e inmediatamente afloran, entrelazadas en una misma porción de espacio, sus fases preced entes y las construcciones que lo han precedido en aquel lugar. Mientras en superficie las construcciones aparecen diferenciadas unas de otras, en el subsuelo esto no ocurre y todo está fragmentariamente preservado en un formidable enredo. Por otro lado, un edificio sólo es comprensible si se halla inscrito en la serie de sus períodos de existencia y en el contexto de las otras construcciones que le han precedi do y seguido en su mismo espacio. No existe una capa de rebozado o una su perficie pavimental en la que uno puede legítimamente pararse y decir: «no quiero s aber más». La investigación es como una desmalladura que avanza y que no se sabe dónde acabará. Dejar de excavar significaría dejar de conocer la actualidad del mundo material, en sus contextos. ¿Qué sentido tiene para nosotros una ruina entendida acumulativamente y por lo tanto, superficial mente? El objeto que tenemos delante no es jamás uno solo, pues siempre se halla compuesto por una pluralidad de cosas conectadas de forma diversa y comprendidas en poco espacio, como los tejidos de un organismo. Tocar un eslabón significa hallarse inmediatamente ante toda la cadena a la que éste pertenece. A no ser que uno se conforme con bellos paisajes, ruinas bordea das de acaritos y fachadas venerables en una visión encantada que se teme al terar. Desgraciadamente las carrozas del grand tour ya han salido todas. La excavación es inevitable por ser uno de los modos de conocimiento de la mo dernidad, la cual, si se vive plenamente, hace al encanto amigo del desen canto, que el estilo mane de lo prosaico y a la iconografía buena compañera de la anatomía y de la apariencia, entendida con todo lo que esconde. Así, explicación y fantasía alcanzan a convivir por primera vez.

xcavación y ahorro

Si se quiere conocer todo hay que excavarlo todo, por lo que cada evi dencia resulta devorada por propio deseo de comprenderla. Donde antes había estratigrafía pred ominaría el vacío incontrastable. Sin embargo, la con gruencia y lo placentero de los testimonios no siempre permiten esta des trucción impune para el saber. Resulta inútil destruir estructuras si no hay una estratificación importante para inspeccionar, así como es absurdo demo ler muros cuyas cimentaciones hubieran cortado toda la estratificación. Se trata de escoger, caso por caso, si debe prevalecer la lógica de la excavación porque lo más importante está debajo) o la de la valorización porque lo más importante ya ha sido descubierto). Pero el ahorro detrae conocimiento y el conocimiento supone la eliminación del ahorro. n este campo rara mente se puede realizar una elección unívoca. l reino del espacio tridimen -

sional es el del compromiso in evitable, al no poder haber dos cosas en e lm i H mo lugar y no siendo la materia transparente. Por otro lado, no todas la s ex cavaciones deberían ser conservadas abiertas. Los sondeos pueden rellenar se, los muros repicados para ser analizados pueden ser de nuevo revocados al menos en los edificios aún en uso) y el resultado de las investigacion es puede ser difundido median te textos, gráficos, fotografías y maquetas. Los ar queólogos frecuentemente tienden a sobrevalorar lo que han encontrado y someten estructuras ínfimas a inútiles y costosas restauraciones, dejando mu chas veces importantes restos sin atención ni explicaciones. La protección cognoscitiva en la que al conocimiento no sigue la conservación material de las estructuras) tiene sus riesgos pero también sus ventajas. Ha permitido a Lon dres, ciudad en la que se practica ampliamente, el conocimiento sistemá tico de casi un tercio de la ciudad antigua, hecho sin paralelo. l frenesí por el palimpsesto tiene tan poco sentido como la fe en la inviolabilidad de los suelos. ra de justicia excavar la Piazza della Signoria de Florencia. Para le  gitimar una excavación basta sólo la información histórica que mediante ella se obtiene, y no tiene sentido pretender resultados espectaculares desde la óptica histórico-artística. Ha sido también correcta la pretensión de conser  var en cierta forma visibles los restos por medio de soluciones subterráneas. Ha sido un error, en cambio, prolongar excesivamente las investigacione s desdeñar el contacto con el público y prever la posibilidad de una visión transparente del subsuelo, porque aquella plaza es un lugar que no puede aceptar acciones comune s y soluciones incongruentes. Al no tratarse de una excavación cualquiera, era necesario establecer acuerdos de cooperación con otras instituciones con competencias diferenciadas para elevar el nivel de la investigación y ampliar las posibilidades de consenso. Debía haber sido una verdadera «excavación urbana», en el sentido actual del término p. 30). Al supervalorar el resultado de la intervención arqueológica, sin tomar en cuen ta los aspectos estéticos, arquitectónicos y urbanísticos, se corre el riesgo de desencadenar reacciones negativas, que luego resultan difíciles de frenar. Di ferente es el caso de los foros imperiales en Roma, excavados sólo en parte respecto a las propias intenciones de los años treinta) y que esperan salir de sus estrechas fosas para confluir en el amplio paisaje del Capitolio, del Pala  tino, del Foro romano y del «Paseo arqueológico». Esta es la única creación de la Roma umbertina verdaderamente bella Lanciani, 1876-1913), univer salmente acogida como una gran conquista a favor del conocimiento y del paisaje arqueológico urbano, que tras esta legitimización debemos com pletar con coherencia y prudencia en sus presupuestos. \.

Méritos

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una generación

Cada generación conoce sus propios méritos, mientras que la generación precedente tiende a infravalorarlos, sosteniendo que la siguiente se ha limi  tado a derribar puertas abiertas. La arqueología no se ha desarrollado gra-

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HISTORIAS E N

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dualmente, sino en fases , especialmente en países como Italia donde, entre las dos guerras, el trabajo de campo decayó significativamente. Esto ha dificultado la comprensión entre los que se formaron entre los años treinta y los sesenta y los que lo hicieron entre los setenta y los noventa. La primera de estas dos generaciones es la que en Europa ha generalizado el descubrimiento de la estratigrafía, que se remo nta a finales del siglo pasado, y que ha visto en Italia los primeros arqueólogos de campo verdaderamente modernos, como Lamboglia y Bernabo Brea: figuras, junto a pocas más, tan ejemplares como aisladas en un mar de escasa competencia. La segunda generación es la que ha asistido y participado en aquel eno rme desarrollo y difusión en todos los sentidos de la disciplina que los más conservadores se obstinan en negar. De oscuro y personal pequeño artesanado, cuyos secretos conocía solamente quien lo .practicaba, la arqueología se ha convertido en los últimos decenios en un gran juego universal, con sus reglas y sus conocimientos, sus prácticas y sus teorías, su ciencia y su profesionalidad. Es ta madurac ión no se puede en términos continuidad, como todo desarrollo huma-. no quecomprender pasa por estadios muy de diversos: infancia, adolescencia, juventud Hoy en día, también en Italia, la arqueología ha madurado gracias a incomprensiones y esfuerzos dolorosos. El cambio de mentalidad con la época anterior, especialmente en el centro de la península y sobre todo en Roma (en el norte estaba Lamboglia y en el sur Bernabo Brea), era verdaderamente enorme. Para superarlo era necesaria una sacudida. Los jóvenes que han participado en la transformación, penalizados por el aislamiento y el retraso en su carrera , han sido algunas veces intempestivos y presuntuosos (el clima todavía era el del 68), pero han tenido el mérito de traer Europa a Italia en lo que respecta a la arqueología de campo, importando nuevas técnicas, adaptándolas y replanteándoselas desde el punto de vista cultural. Sus teorías, ideas y conciencias han sido consideradas por los defensores del pasado como pura ideología. Sus escritos sobre la historia de la historiografía arqueológica, los primeros que han arrojado luz sobre la era fascista y la posguerra, han generado escándalo y se han tomado como un ataque a la nación. Las simpatías por la arqueología británica han despertado resentimientos contra la pérfida Albión. Los nuevos descubrimientos han sido considerados como banalidades. Y, sin embargo, aquellos jóvenes no han negado jamás los méritos de la generación precedente, incluso la han valorado en lo posible, para fundar sobre dichos principios las bases de su más moderna arqueología. ¿Qué sentido puede tener un manual de excavación para los que piensan que cada monumento debería ser excavado a su manera? Proliferaban los manuales de excavación más allá de los Alpes. Éramos tan buenos que ni uno solo ha sido escrito por nosotros. istorias en la tierra es, por lo tanto, uno de los muchos resultados de aquella segunda generación, harta del desorden sin genio como norma de investigación. Quiere explicar las razones de dicha gen eración valorizarla d efe nd er la o r u e el a ta u e en su c on tr a todavía no

INTRODUCC IÓN

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ha acabado. ¡Qué tranquila debe ser la vida para quien considera que todo es obvio, previsible y dado de una vez por todas ¿Sabremos nosotros entender las quejas ya existentes de los más jóvenes mejor de cuanto hemos sido capaces de tolerar el descrédito de los mayores? Los jóvenes que nacen modestos nacen ya viejos, porque la potencia creativa del que se embarca por primera vez en la vida no puede dejar de enorgullecer a quien la posee y no irritar a quien se halla más allá del ocaso . Pero las iras de los adultos hacia los jóvenes, frecuent emente justificadas, no deberían llegar nunca a neutralizar sus méritos. Vengarse de la inteligencia es como castigar la vida. La mo destia se aprende con los años.

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HISTORI Y PRINCIPIOS ESTR TIGR FÍ

DE L

Geología y arqueología

La estratigrafía arqueológica, inicialmente y durante un cierto tiempo, se ha servido de los principios de la estratigrafía geológica. Esto ha ocurrid o con especial intensidad en aquel centro del poder mundial que era Gran Br etaña en el siglo pasado e incluso en la primera mitad del presente siglo. Sigui endo las huellas de los estudios promovidos por los investigadores de la tie rra , e pecialmente de Charles Lyell, que en 1830 publicó sus Principies of Geology aparecía en 1865 Prehistoric Times de J. Lubbock, el primer libro en la lín ea de la moderna arqueología. Desde la segunda mitad del siglo pasado los r queólogos europeos habían comenzado a fechar los estratos de origen antró pico con las manufacturas, así como los geólogos habían fechado , desde el i glo XVIII, los estratos de origen natural con los fósiles contenidos en los mismos. En Italia este aspecto más científico de la arqueología se desarrolló con retraso. Tras una breve y rápidamente truncada temporada positivista , in spi rada en la cultura del otro lado de los Alpes, floreció el idealismo , que no supo valorar adecuadamente, por ejemplo, todo lo que los museos londin en ses habían ido recogiendo y sometiendo a tipologías desde época victorian a: desde los objetos naturales a las manufacturas de todo tipo y especie Ca randini, 1979a; Peroni, 1976-1977) . Las colecciones de nuestros museos re flejan todavía hoy una cultura sustancialmente premoderna. Nuestras re vi s tas científicas, aun siendo meritorias en otros aspectos, tienen una impronta análoga, como por ejemplo el Annuario della Scuola Italiana di ten e qu pone en primer plano los estudios de carácter histórico-científico e histórico anticuario y recoge los informes de las excavaciones en la parte final y su bordinada a los « ui » Compárese con el paralelo nnual of th e British School o f Athens en el que los trabajos de campo constituyen el objeto p r in  cipal de la revista véanse, por ejemplo, las excavaciones ejemplares en la vieja Esmirna: Nicholls, 1958-1959). No es fácil explicar las causas de es te retraso en Italia, siendo todavía ra ros por el riesgo que implican para la propia carrera) los estud.ios sobre la

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HISTORIAS EN LA TIERRA

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historia de la historiografía arqueológica contemporánea en lo que respecta a las actividades de campo.1 Téngase en cuenta que el primer congreso na cional celebrado en Italia en Siena) sobre Come l archeologo opera sul campo. Per un minimo comune denominatore nei metodi dell archeologia degli in sediamenti fue en 1981, el mismo año en que apareció la primera edición de Storie dalla terra, el primer manual de arqueología estratigráfica escrito por un arqueólogo italiano, por muy extraño que parezca. 2 Desde un primer momento las estratificaciones en los yacimientos huma nos debieron presentarse más complejas que las producidas por los agentes naturales, al menos por el carácter inc oherente y frágil de los estratos acumu lados por los hombres respecto a las sólidas sedimentaciones rocosas. Tam bién las manufacturas humanas debieron parecer menos constantes y extra vagantes respecto a la evolución regular de los vegetales y de los animales, al menos por la ausencia de todo tipo de selección natural y por la presencia de los cambiantes gustos del hombre, que sustituye un objeto más elemental por otro más perfeccionado y otras veces hace lo contrario por amor a la tradición . A pesar de ello, los arqueólogos se han dado cuenta con notable retraso que

tos de la arqueología de excavación italiana y mediterránea explican la des confianza sustancial en este ámbito geográfico hacia la estratigrafía, por lo que hasta hace pocos años ha prevalecido la datación de los monumento s a través de las técnicas edilicias Lugli, 1957) en vez de utilizar los materiales procedentes de los estratos. Dos casos ejemplifican este modo de ver. El pri mero es el de G. Lugli, quien a las justas críticas de N. Lamboglia la pol6mica había surgido a raíz de la datación del teatro de Ventimiglia) respond ía despreciando sin duda el método estratigráfico: «con dos cacharros [Lam boglia] hace la historia del monumento » Lamboglia, 1958; Lugli, 1959).3 E l segundo caso es el de P Romanelli, quien en los años sesenta todavía res pondía a R. Meiggs 1960), incluso demasiado airosamente crítico con las la  bores de excavación en Ostia entre 1938 y 1942, defendiendo qu e en Ostia las excavaciones estratigráficas no eran posibles o eran mucho menos determi  nantes que en otros lugares Romanelli, 1961). Incluso M. Pallottino 196 3

su ciencia era por diversas razones diferente de la de los geólogos Harris, 1979). Pero aquel mimetismo casi a la letra, con un siglo de r etraso , de lo que daneses, norteamer icanos e ingleses habían ido descubriendo sobre la historia de la tierra no fue inútil para la arqueología de campo, que conservó un nexo esencial con el paradi gma de los indicios. La mejor arqueología de la primera mitad de nuestro siglo pertenece to  davía a la primera época del saber estratigráfico moderno. Alcanza su vérti ce con M. Wheeler 1954) y K. M. Kenyon 1956), cuyos trabajos se concen traron entre los años treinta y cincuenta. En los años veinte la excavación podía consistir todavía en desenterrar, como indican los principios metodo  lógicos de L. Woolley publicados en 1930 y reeditad os a principios d e los cin cuenta con la siguiente y significativa nota del autor: «me he ocupado aquí de principios y éstos cambian poco o nada». Las excavaciones en Oriente esta ban especialmente mal dirigidas, funcionaban a base de propinas (baksheesh) y era ya una conquista si el arqueólogo se ocupaba de plantas de edificios además de los objet os muebles Woolley, 1954). La primera arqueología es tratigráfica no nace pues en las ciudades soleadas de Oriente y del Medite  rráneo, sino en los grises centros fortificados prerroma nos de Inglaterra, para ser exportada a todas partes, como ha ocurrido con el método Wheeler, rá  pidamente divulgado y adoptado a nivel internacional. Marcó una época la excavación en los años treinta de Maiden Castle Wheeler, 1943). En las sec ciones de este Hillfort las unidades estratigráficas aparecen perfectamente definidas y numeradas, incluso para certificar la procedencia de los materia les. Esto ocurría por primera vez, es decir, que aquellas secciones marcaron una época y crearon escuela, lo que desgraciadamente no ocurrió con el son deo de Boni en el Comicio, a los pies del Capitol io Boni, 1900). En estas sutilezas de importancia fundamental no pensaba en cambio A. Maiuri 1938) , el gran excavador de Pompeya. En sus publicaciones, las es-

se alineó poco después cont ra la «s obrevaloración » de la estratigrafía él pro movió las excavaciones de necrópolis más que las de hábitats). Entre finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta la arqueología oficial italiana era contraria o no veía con buenos ojos el nuevo método Manacorda , 1982b). En tal clima desfavorable se excavaron en Ostia desde 1966) las Termas del Nuotatore Carandini-Panella , 1968-1977). Recuer do todavía las acusaciones que se nos hicieron no sólo por parte de los arqueólogos más ancianos) de excesiva minuciosidad y de extrema lentitud en la distinción de estratos y en la clasificación de los materiales. Pero con el paso de los años aquellas pu blicaciones se han convertido en puntos de referencia de la arqueología ro mana en el Mediterráneo y nadie plantearía ahora las reservas de entonces. La defensa de la cultura estratigráfica fue en aquellos años especialmente di  fícil, más de lo que los jóvenes puedan imaginar. Este desfase en la arqueología de campo se originó en Italia entre las dos guerras mundiales. Antes la situación era diferente. Piénsese en el Museo E t nográfico creado por L. Pigorini en el Collegio Romano más tarde traslada do al Eur por el Ministero dei Beni culturali que, mientras tanto, ocupó el San Michele, la mejor sede para un nuevo museo arqueológico de la ciudad) , en el Bullettino di Paletnologia Italiana , en el que desde 1882 aparecían sec ciones de yacimientos, en las investigaciones pioneras de P Orsi y en los in  formes de excavación de G. Bon i y de algunos más publicados en las Notizie degli Scavi de los tres prim ero s lustros de este siglo Boni, 1900, 1913) Yque se interrumpieron D 1Errico-Panto, 1985). La imagen de la base de la Co lumna Trajana seccionada, con las cimentaciones y los respectivos estratos Boni, 1907), representa un magnífico prólogo sin continuidad y una acusa ción a las destrucciones y remociones de las que después Roma fue escena rio preferido. Esta regresión de la arqueología es una realidad que se inici a antes del fascismo implicando al propio G. Boni, de quien se conocen am-

Lru cLur as arquitectónicas aparecen, excepto en dos ocasione Ma iuri , 1< . , figuras 28, 56), completamente liberadas de los estratos , por lo que las rela  ciones entre muros, estratos y materiales se han perdido. Es Le y otros defec

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II I STO RI AS

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N LA TI E RRA

plias excavaciones sin publicar y que consistieron en desente rrar restos: Ca randini et al., 1986) Y se extiende casi hasta nue stros días (condicion ando la mentalidad de quienes, tan sólo partidarios de la arqueología histórico -artís tica y monumental, todavía rechazan la estratigráfica considerándola como un componente pu ramente técnico y secundario de esta disciplina). No es una casualidad que la recuperación de la arqueología estratigráfi  ca tenga lugar en Italia una generación más tarde, discretamente y en una zona marginal de la península, con las excavaciones de N. Lamboglia en Al bintirnilium (Ventimiglia), en los años 1939-1940, y las de L. Bernabo Brea en las Arene Candide, cerca de Finale Ligure, en los años 1940-1942. Ambos están influenciados por la arqueología de más allá de los Alpes y por la pa leontología italiana, especialmente de la escuela florentina , a la que se debe el mérito de la primera excavación sistemática del paleolítico superior italia no, publicada por G. A. Blanc en 1920 (Bietti, 1990). La excavación de Ven timiglia (Lamboglia, 1950) es la primera de época clásica que puede compe tir con las de Wheeler s i bien Lamboglia nunca siguió dicho método, en realidad se convirtió en un poswheeleriano ante litteram- , y la de las Arene Candide (B ernabo Brea , 1946) es la primera que, con iguales características, se ocupó de nuestra prehistoria menos remota. Estas dos excavaciones ligu  res, ambas publicadas en Bordighera, dedicaban una especial atención a las secciones, algo natural para aquella época , dibujadas además con criterios gráficos muy parecidos (Lamboglia, 1950, figura 2; Bernabo Brea, 1946, figu  ra 4). Tan sólo durante la última generación la arqueología estratigráfica ha conseguido emanciparse de la geología y de la paleontología para autodefi nirse como una disciplina histórica específica. Esta última revolución ha te nido lugar, una vez más, en Inglaterra, donde ya a finales de los cincuenta se comenzaba a supe rar el método de M. Wheel er y se inventaban nuevos prin cipios y prácticas, que se afirmaron a lo largo de los sete nta y que todavía son sustancialmente válidos. Pensemos en las excavaciones de S. S. Frere (19711983) en Verulamium, de B. Cunliffe (1971a, 1971b, 1975-1976) en Fishbour ne y en Porchester, de M. Biddle (1975) en Winchester y de P. Barker (1975, 1980) en Wroxeter, sólo por citar los más famosos de aquel afortunado mo  mento. Entre la segunda mitad de los años setenta y los ochenta los nuevos mé todos británicos cruzaron el canal de la Mancha estableciéndose desde el Louvre al Palatino. De las excavaciones en Cartago y en Settefinestre en Etrur ia se ha hablado ya en el prefacio (p. 1) Yotras similares también se po drían citar,Después incluso llegó de época medieval (Francovich, 1986; Francovich-Paren ti, 1987). la experiencia de las excavaciones urbanas en Italia, decisiva para el progreso de estos estudios en nuestro país.4 En estos últimos años los procedimientos de excavación no han hecho gra ndes progresos. Los temas sobre los que la arqueología británica está aho ra trabajando se refieren a otros aspectos, como el uso de los ordenadores, la pllk' ) . ologfa, la arq ueo metría y los sistemas de archivo y de publicación, es

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Erosión, movimiento, deposición.

decir, la transición del análisis de la secuencia estratigráfica a la síntesis del discurso histórico. El método estratigráfico, entendido en un sentido amplio, es todavía un campo de investigación en expansión y el Museo de Londr es aún es un punto de referencia fundamental Site manual, 1990).

Estratificación en general

Todas las formas de estratificación, geológicas o arqueológicas, son el re  sultado de 1) erosión/destrucción, 2) movimiento/transporte, 3) deposición/ acumulación (figura 1). Pero mientras que la estratificación geológica se debe exclusivamente a fuerzas naturales, la arqueológica es el resultado de fuerzas naturales y humanas, separadas o combinadas entre sí por lo que erosión, movimiento y deposición se entremezclan con obras de destrucción , transporte y acumulación o construcción (figura 2). El fenómeno de la estra tificación tiene siempre, por lo tanto, una doble faz, presuponiendo siempre la ruina del equilibrio anteri or y la formación de uno nuevo. Una cabaña implica un corte de leña, un muro de tierra la excavación de unas arcillas y un muro de piedra una cantera (figura 3). En la naturaleza se dan erosiones, abrasiones, desprendimientos y depo siciones, aluviones, caídas de detritus, morrenas, dunas y deslizamientos, y to -

FIGURA

2.

blanco) .

Alternancia de estratos de origen natural (con trama) y antrópico (en

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4. 3 Y 5: superpuestos; 2: acción de corte la separación de 3 implica su re numeración); 2: result ado del corte la separación de 5 implica su renumeració n ; 2: comienza a llenarse; 2: está rellenado por 1. Para la numeración, cf figuras 55 -63.

FIGURA

2 2

5. La superficie de 2, aunque frecuentada y, por lo tanto, al menos mínima mente alterada o consumida, no muestra sustanciales transformaciones en e l curso de su vida, antes de la formación de 1. FIGURA

FIGURA

3.

Destrucción y construcción.

dos ellos conllevan desplazamientos de materiales. Por dicho motivo, las cir cunstancias estratigráficas de los yacimientos ubicados en colinas o en mon tañas son diferentes de las de los yacimientos en llanuras sedimentarias, por que cambian, por ejemplo, los criterios interpretativos en lo relativo a la deposición de los materiales. l flujo de las aguas superficiales arrastra los materiales hacia abajo y las cerámicas aparecen rodadas Mannoni, 1970). Se conocen también modificaciones de materiales preexistentes sin que se hayan desplazado, debidas a compresiones, cocciones, perturbaciones bio genéticas y metabolismo inducido. 5 l análisis de una estratificación presu pone siempre el análisis de los procesos naturales y/o antrópicos que la han determinado, con el fin de reconocer las condiciones históricas y paleoam  bientales que han provocado su formación. La formación de una estratificación tiene lugar por ciclos, es decir, a tra vés de períodos de actividad y de menor actividad o de pausa. Durante las pausas pueden aca ecer muchos fenómenos, pe ro no procesos de crecimiento de la estratificación. La acción está representada por los estratos y la pausa por las superficies de los estratos. Dichas superficies son películas intangibles a las que los geólogos han llamado interfacies y represe ntan el período que puede ser muy corto) de estrato exposición de uny estrato, decir, el lapso de tiem po transcurrido entre un formado uno queescomienza a formarse en cima del primero, algo así como su vida. Una acción de deposición/acumulación conlleva siempre un estrato el dato material) y su superficie o interfacies el dato inmaterial). Generalmen  te se presta mayor atención al primero que al segundo, pero se trata de un error, porque la reconstrucción histórica debe tener e n cuenta las lagunas de

a

b

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d

e

FIGURA 6. La superficie de 2 ha sido frecuentada y su vo lumen ha disminuido sensi blemente durante su vida, antes de la formación de 1, pero de forma tan uniforme que resulta irreconocible.

la documentación estratigráfica e imaginar incluso lo que, habiendo existido, no ha llegado a convertirse en una estratificación positiva. Una acción de e rosión/destrucción nunca conlleva un estra to, per o sí una falta de estrato o de estratos el dato material ha sido desplazado a otro lu gar) que podemos denominar interfacies o superficie en sí. La superficie que no presupone un estrato representa la acción de erosión/destrucción y tam  bién la vida de la superficie misma figura 4). Por todo ello resulta funda  mental saber distinguir en cualquier los estratos de las superfiy de las superficies cies de estrato en estratificación sí. Unas veces el resultado de las acciones de erosión/destrucción y de trans formación es tan mínimo o uniforme que no se reconoce fácilmente Arnol dus Huyzenveld-Maetzke, 1988), mientras que otras veces es evidente y sig nificativo y debe ser documen tado figuras 5-7). Los estratos, sus superficies y las superficies en sí pueden ser a su vez objeto de acciones de deposi-

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HI STO RI A

E N LA T IE RR A

7. La superficie de 6 ha sido frecuentada y su volumen se ha alterado en vida, antes de la formación de 1, por los cortes 4 y 5, perfectamente identificables, posteriormente rellenados por 2 y 3.

II I S1

RIA Y I ION

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I ll

I ,A Il STRA1 1 R A r t A

FIGURA

F IGURA

11.

Superficies de estratos horizontales y verticales.

F IGURA

12.

Perímetro y relieve de la superficie de un estrato con curvas de nivel aco 

FIGURA 8. 5 Y7 han sido c ortados por 4, más tarde rellenados por 3; posteriormente se ha efectuado e l segundo corte 2, después rellenado por 1.

tadas.

9. Diversas cuencas de deposición, naturales y artificiales, contienen distin tas estratificaciones a y b).

4

100

6

2 00

c. C

FIGURA

13 . 1 es posterior a 2, a pesar de que los materiales indiquen lo contrario, ya que en este caso deben considerarse materiales residuales procedentes de 4 = 5 y de 6 = 7. FIGURA

Para deter minar si una realidad estratigráfica concreta es de origen natu  ralo antrópico hay que tener presente: 1) el tipo de material estratificado; 2)

ción/acumulación y de erosión/destrucción figura 8). Esto puede suceder du

el modo en que ha sido erosionado o excavado; 3) el modo en que ha sido des plazado o transportado; 4) el modo en que ha sido depositado o acumulado. Las características principales de un estrato son las siguientes. 1) El es trato posee una superficie que puede ser horizontal, inclinada o vertical fi gura 11). 2 La superficie de un estrato está delimitada por un perímetro y po see un relieve que puede represe ntarse con curvas de nivel acotadas figura

ranteLos su estratos formación, durant e suenvida y también después dese ella. se acumulan un área determinada que llama cuenca de deposición formada normalmente por una depresión natural o artificial y también por un espacio cerrado por muros o terraplenes. Cuencas diferentes presuponen estratigrafías diversas figura 9). La forma de la deposición de pende de los materiales depositados y del tipo de fuerza ejercida por la na  turaleza o por el hombre al moverlos figuras 10,21-23).

12). 3)subyacentes Del relieve y adyacentes, superficiesedeobtiene un estrato, c ombinado con68). el de4)los es tratos su volumen figura Todo estrato tiene una propia posición topográfica en las tres dimensiones espa  ciales. 5) Todo estrato tiene una propia posición estratigráfica es decir, una propia posición relativa en el tiempo en relación a los otros estratos, posición que se obtiene de las relaciones entre las superficies o las interfacies y no d los materia les en él conte nidos figura 13). 6 Todo estrato tiene una propia

FIGURA

10 .

Diversas formas de depósito, natural y artificial.

de-J.a

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HI STO RI A S BN LA T I ' RR A

14 a) Material residual de otro estrato más antiguo triángulo); (b) mate rial coetáneo a la formación del estra to círculo) ; c) material de intrusión proceden te de otro estrato más tardío rectángulo).

1 TOI{ I A

I ION( I PIUS I) I LA I3ST R AT IG RA FfA

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FIGUR

15 . Secuencia estratigráfica de un muro. Si no se numera y distingue la trin chera de fundación 7 de los estratos 4 y 5 que la rellenan, el conjunto resultante pue de ser considerado anterior al cimiento 6 lo que es cierto para 7 pero no para 4 y 5 o posterior lo que es cierto para 4 y 5 pero no para 7),

16 . Secciones vistas revelan una continuidad original interrumpida en un se gundo momento. FIG URA

2

FIGUR

FIGUR

17 ,

Una estratigrafía geológica invertid a.

Estratos naturales y antrópicos

en condiciones sedimentarias son las siguientes: 1) ley de la originaria superposición por la que el estrato más alto es también el más reciente, bajo el presupuesto de que los estratos no hayan sido alterados y se hallen en su forma de yacer original; 2) ley de la originaria horizontalidad por la que los estratos que se han formado bajo el agua tienen generalmente superficies horizontales; las superficies de estrato inclinadas comportan modificaciones sucesivas de su ubicación primitiva; 3) ley de la originaria continuidad por la que los estratos no tienen bordes visibles; en el caso de existir se deben a sucesivas acciones de erosión figura 16); 4) ley de la sucesión faunística por la que los estratos se fechan en función de los fósiles que contienen; ello conlleva que los estratos desplazados o invertidos se fechan más bien por los fósiles que contienen que por su superposición en la estratificación figura 17). Al igual que la estratigrafía geológica , la arqueológica se basa en princi pios aplicables en parte, ya que ~on iern al aspecto de las acciones humanas, y este sIgue a la regulan dad de la naturaleza mas que a la

Con el danés Steno, el inglés Smith y los escoceses Hutton y Lyell 1830), que vivieron entre los siglos XVIII Y XIX, la geología ha adquirido las nociones fundamentales necesarias para establecer las estratigrafías de la ti erra : fósiles, estratos, interfacies, relación fósiles-estratos y datación de los estra tos con los fósiles a parti r de la evolución de las especies) . Las leyes que permiten reconstruir la secuencia de los estratos rocosos depositados

en irrepetibilidad la historia.disciplinarias Esta es la razón porpor la que es tratigráfica las de distinciones acaban revestirarqueología un significado relativo. El excavador es un especialista en estratigrafía en sentido general, capaz de actuar en los más diversos contextos, al estar las relaciones estrati gráficas determinadas por la contigüidad entre las superficies o interfacies y no por los materiales contenidos en los estra tos figura 13), de forma contra ria a lo que ocurre en geología por la ley de la sucesión faunística. Esta dife-

cronología absoluta que se establece en función del material datable más moderno contenido en sí mismo y que le es coetáneo siempre que no se tra te de un residuo o de una intrusión figura 14), y gracias a la cronología ab soiuta de los estratos que le preceden y le siguen en la sucesión estratigráfi ca pp. 153 ss.). Es justo recordar que los geólogos siempre han reconocido las superficies de los estratos llamándoles interfacies), mientras que los arqueólogos sólo en los últimos años las han tomado sistemáticamente en consideración Ha rris, 1979). Antes de que esto acaeciera no se podía transformar integral mente una estratificación en una secuencia estratigráfica y, por lo tanto, en una estratigrafía figura 15).

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HI STO RIA

III STO RI A

E N LA T I RR A

6

I ll I NC II I ) S

. LA EST R AT IGRAFfA

.