Historias de La Presa

Historias de la Presa PERSONAJES Gran Castor Café Jefe de todos los castores y de todas las colonias (Personaje referenc

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Historias de la Presa PERSONAJES Gran Castor Café Jefe de todos los castores y de todas las colonias (Personaje referencial)

Oddax Jefe de la colonia de castores

Nevi Castora que se encarga de la presa, muy dulce y paciente.

Otis Joven castor, ayuda a los castores en su aprendizaje como parte de su propio desarrollo.

Kio Castor que sufre una transformación (se empieza a convertir en Lobato o Gacela)

Tiki Ardilla; enseña a los castores el valor del trabajo y la importancia de la cooperación. Malak Lechuza; aconseja a los castores, enseñándolos a reflexionar y a pensar. Les enseña la importancia de cuidar la naturaleza. Noar Viejo castor, ayuda y enseña a los castores la Ley y el Lema. Es el mejor constructor de la colonia. Anú Ciervo, enseña a los castores a ser siempre ágiles, alertas y observadores. Whoopie Conejo travieso, amigo de los castores, les enseña a estar siempre alegres. Athos Halcón, amigo de los castores, les enseña destreza, habilidad, gentileza, agudeza visual, inteligencia y nobleza. Mapik Mapache amigo, enseña a los castores la limpieza y el orden. Fincuquis Criaturas del bosque que sólo pueden ser vistas por el Gran Castor Café. Enseñan a los castores a desarrollar sus sentidos del gusto, tacto, olfato, vista, oído, equilibrio. Trix Grillo, es alegre y siempre está cantando, enseña a los castores a estar alegres y cantar.

Maac Pájaro carpintero, enseña a los castores como hacer trabajos con sus manos. (Habilidades y destreza). EL GRAN CASTOR CAFÉ ENCUENTRA A LOS FINCUQUIS Hace ya mucho tiempo, en un bello bosque lleno de frondosos árboles y grandes ríos, vivían muchos castores y otros animales que convivían diariamente, aunque no eran muy felices. Los castores que habitaban en ese bosque no estaban bien organizados y trabajaban cada uno por su lado e incluso en ocasiones llegaban a presentarse pequeñas riñas entre ellos por la posesión de alguno árboles, ramas o territorios en los ríos. Además los castores que vivían allí, raras veces se ayudaban entre sí y mucho menos ayudaban a otros animales. Entre esos castores vivía un joven castor preocupado por la falta de armonía y fraternidad que percibía entre los habitantes de la colonia de castores. Él pasaba varias horas del día o de la noche pensando en como hacer para enseñar a su colonia de castores y también a todos los animales del bosque.

Un día, este joven castor, cayo en un pozo que estaba oculto en una vereda, al despertar en el fondo, estaba rodeado por pequeñas criaturas que no conocía. Él pensó que estaba soñando pero se dio cuenta que no. En ese momento en particular, todos sus sentidos captaban mejor las cosas, podía oír mejor con un eco especial. En la oscuridad del pozo veía todas las cosas como si hubiera un gran foco iluminando, podía sentir en su piel el aire cálido del pozo, podía oler la humedad de las paredes, del piso y todo. Se levantó muy asustado y se dio cuenta que estaba sobre una pequeñísima piedra, pero por una extraña razón no se caía y en su boca tenía el sabor de algunas raíces. En ese momento el que parecía ser el jefe le dijo: -Bienvenido a Fincuquilandia. No te asustes, nosotros somos tus amigos, al caer aquí te lastimaste y nosotros curamos tus heridas. Entonces él pensó -¡Ah! Por eso tengo ese sabor en la boca. Pero aquella criatura continuó: -Cada mil años llega a nosotros una criatura del bosque a quien le transmitimos nuestros conocimientos, para que se los enseñe a sus semejantes. -Al terminar tu entrenamiento serás llamado “Gran Castor Café”, todos te respetarán como su jefe y tú les enseñarás todo lo que sabes. Nosotros siempre te acompañaremos, pero solo tú nos podrás ver, para los demás seremos invisibles. Él preguntó: -¿Y quiénes son ustedes? -Nosotros somos los Fincuquis, dijo el jefe- pequeños duendes del bosque quienes cuidamos a todos los animales enseñándolos a cuidar la naturaleza y a desarrollar los sentidos. Pero basta de charla por hoy, debes descansar, pues a partir de mañana trabajarás hasta que estés listo para cumplir tu gran misión. Sígueme, te llevaré a tu fincuquihabitación. Y así, el castorcito inició el entrenamiento que lo convertiría en el Gran Castor Café, jefe de todos los castores y con una nueva y gran responsabilidad: Dirigir, ayudar y enseñar a todos los castores de la presa. NOAR EL CASTOR ERMITAÑO

Cuando el Gran Castor Café regresaba de su entrenamiento con los fincuquis camino hacia su presa, se encontró con Noar, el castor ermitaño. Noar, que era un castor poco sociable que había recorrido el mundo y que construyó su presa solo y vivía en ella sin compartirla con los demás castores de otras colonias, miró al Gran Castor Café y le dijo: -¿Qué haces en mis dominios y espiando mi presa? Y el Gran Castor Café le contestó: -Estaba admirando tu construcción tan bonita y bien hecha ¿quién te ayudó? Noar le contestó: -Nadie, a través del tiempo he aprendido a bastarme por mí mismo. Asombrado el Gran Castor Café exclamó: -¡¿Tú solo?!, no lo puedo creer, es una construcción magnífica. El Gran Castor Café pensó entonces que Noar podía ser de gran ayuda para la misión que le habían encomendado los fincuquis, así que le dijo: -Oye, ¿No te gustaría ayudarme? -¿A qué?, le preguntó Noar. -A compartir con los castores todos tus conocimientos. Pero... –le contestó Noar -Yo soy un castor ermitaño, arruinaría mi reputación, y en eso estaban cuando se escuchó un gran trueno. -¿Qué es eso? Pregunto Noar. El Gran Castor Café que había visto eso muchas veces le dijo: -Debe ser una gran tormenta en las montañas, pero parece que viene para acá, creo que debemos guarecernos. Grandes gotas de lluvia comenzaron a caer mojando el pelaje del Gran Castor Café y de Noar. -Adiós, Adiós, dijo Noar, tengo que guarecerme y corrió hacia su presa. Entonces el Gran castor Café le dijo: -Espera, espera, déjame guarecerme contigo. -No, no cabes, vete a tu presa ¿qué no ves que soy un castor ermitaño?, Los ermitaños vivimos solitos. Vete de aquí, y cerró la puerta. La lluvia caía torrencialmente. El Gran Castor Café trató de guarecerse cerca de la presa cuando de pronto vio que por el río venía una gran crecida. -¡Oh, oh!, el agua viene con mucha fuerza. Creo que la presa de Noar no aguantará, a pesar de que es una de las mejores que he visto, Y en eso..... ¡SPLASH!. El Gran Castor Café se sintió arrastrado por las aguas y cuando salió a la superficie volteó hacia el lugar donde estaba la presa de Noar, que había desaparecido. -¡Qué barbaridad! ¿dónde habrá quedado Noar? Tengo que ir a buscarlo, dijo. El Gran Castor Café se sumergió y en lo más profundo y oscuro del río vio a Noar atrapado en unas ramas y pensó: -Debo sacarlo deprisa. Así que nadó hasta donde estaba Noar y cruzando toda su fuerza logró desatorarlo y le ayudó a salir a la superficie. -¡Cof! ¡cof! ¡cof! ¡Oh Gran Castor Café! Creo que he sido un necio. Gracias por haberme ayudado. Ahora me doy cuenta que todos necesitamos de los demás Si tu no me hubieras ayudado, en este momento no estaría platicando contigo, le dijo Noar recuperándose. -Creo que tienes razón. Lo importante para los castores es COMPARTIR, no olvidaré esta lección. Se puede compartir todo, el trabajo, la alegría, los problemas, y . . . también ¿por qué no? Hasta las presas.

Entonces, el Gran castor Café le dijo: Noar ¿qué te parece si me ayudas a enseñarles a los castores la importancia de compartir? -¡Claro! Le dijo a su vez, desde hoy no seré mas un castor ermitaño, te ayudaré a enseñarles a los castores lo que me enseñaste hoy ¡Cuenta conmigo para esta misión, construiremos una nueva presa! Desde ese día Noar se encargó de enseñar a los castores a construir presas y a enseñarlos a compartir. LOS AYUDANTES DEL GRAN CASTOR CAFÉ Un día, el Gran Castor Café estaba sentado en un enorme tronco viendo a todos los castorcitos jugar, compartir, y pensó: -Creo que tengo que hablar con los animales del bosque para que me ayuden a enseñarles todo lo necesario a los castorcitos. -Primero buscare a Tiki. ¡Tiki!, ¡Tiki! ¿dónde estás? No te escondas, tengo que hablar contigo, gritaba el Gran Castor Café. -¿Qué pasa, qué pasa? Dijo Tiki- ¡Oh! Hola Gran Castor Café ¿para qué me buscas? -Mira Tiki, tu sabes que mi misión es enseñar a todos los castorcitos todo lo que deben aprender y yo creo que tu me puedes ayudar, le dijo. -¿Yo? Dijo Tiki -Si, dijo el Gran Castor Café, tu me puedes ayudar a enseñar a los castores lo importante que es trabajar. Ustedes las ardillas siempre están trabajando en los árboles, juntando nueces y almacenándolas para el invierno. Tu puedes enseñar a los castores que el trabajo siempre da frutos. ¿Quieres ayudarme? -¡Claro Gran Castor Café! Con mucho gusto te ayudaré. Y así muy satisfecho, el Gran Castor Café se fue caminando mientras pensaba que debía buscar a Malak. -¡Malak! ¡Malak! -Hola Gran Castor Café, ¿me buscabas? Dijo Malak volado desde lo alto de un árbol. -Si Malak, te estaba buscando porque quiero que me ayudes en una misión, le dijo el Gran Castor Café. -Y ¿Cuál es esa misión?, le preguntó. -Pues mira, tu sabes que tengo a mi cargo el enseñar a los castores todo lo que tienen que aprender y necesito que tu me ayudes en esto. Tú eres una lechuza sabia que conoces los secretos del bosque, así que puedes enseñar a los castores a tener los ojos siempre bien abiertos y a aprender de todo lo que hay en el bosque. -Claro que si Gran Castor Café, yo te ayudaré. Me encanta enseñar a los pequeños y los castores son tan activos y tan dispuestos que me va a dar mucho gusto enseñarles a ellos todo lo que sé. Cuenta conmigo Gran Castor Café. -Bueno, gracias Malak, pronto te llamaré. Y así, el Gran Castor Café siguió su camino, pensando quién más podía ayudarle, en eso dijo: -Creo que ahora hablaré con Whoopie ¿conde andará ese conejito travieso? De pronto algo cayó del cielo. -¡Hola Gran Castor Café! ¿qué estás haciendo aquí? -Whoopie, dijo el Gran Castor Café, saliendo de su asombro, -precisamente a ti te estaba buscando, -Quiero que me ayudes en la misión de enseñar a los castorcitos. -¿Yo? ¿Whoopie el conejito travieso? . . . dijo asombrado, -Pero si todo el mundo dice que siempre estoy haciendo travesuras y jugando.

-Precisamente, dijo el Gran Castor Café, eso es lo que quiero que les enseñes, a estar siempre alegres,, esa es una cualidad muy importante. -Claro, dijo Whoopie muy emocionado. Si se trata de divertirse y ayudar a los castores, lo haré, cuenta conmigo. -Gracias Whoopie, dijo el Gran Castor Café, espero verte por la presa pronto. Y así se despidieron y el Gran Castor Café observó como se alejaba Whoopie saltando de aquí a allá, orgulloso de su nueva misión. Anú, un ciervo que se encontraba por ahí vio como se portaba el conejito y acercándose al Gran Castor Café dijo: -Pero ¿qué le pasa a ese conejito loco? Si sigue así va a volar. -Lo que pasa, le dijo el Gran Castor Café, es que le pedí ayuda con los castores y se emocionó. -Eso ha de ser muy bonito, dijo Anú. -Si, dijo el Gran Castor Café, también les pedí ayuda a Tiki y a Malak, para enseñarles a los castores a trabajar, pensar y reflexionar, pero . . . no sé . . ., siento que falta algo, mmmm .... -¡Ya sé! Dijo de pronto dando un coletazo tan fuerte que hizo que Anú saltara de susto. -¡Tu! -¿Yo? Dijo Anú. -Si, tú también me podrías ayudar con mi misión. -Pero ¿yo? ¿qué podría enseñar un ciervo a los pequeños castores? -Bueno, dijo el Gran Castor Café, tú como todos los ciervos eres muy ágil ¿no? -¡Claro! Dijo Anú. -Tu siempre estás alerta y observando todo lo que te rodea. -Si, contestó otra vez Anú. -Pues eso es lo que puedes enseñar a los castores, a ser ágiles y observadores ¿qué dices? -Bueno Gran Castor Café, si tú crees que yo puedo ayudar en algo, cuenta conmigo para todo. -Gracias, dijo el Gran Castor Café, y se fue caminando de regreso a la presa mientras pensaba: -Creo que ahora voy a poder enseñar mejor a los castorcitos a ser castores amigos. Van a aprender la importancia del trabajo y la cooperación, a reflexionar y a pensar, lo importante que es el observar y estar siempre alegres, pero me falta enseñarles a ser paciente, atentos y cuidadosos, debe haber alguien que me pueda ayudar en eso. . . -Ya sé, ¿cómo no lo pensé antes? Y muy decidido se dirigió a una gran piedra que se encontraba en un claro del bosque y se puso a dar coletazos y a gritar para llamar la atención de su amigo. -¡Clap! ¡clap! ¡¡¡Athos!!! ¡¡¡Athos!!!Baja, necesito hablar contigo. Y más allá de las copas de los árboles vio descender un elegante halcón hacia la roca donde se encontraba. -¿Me llamabas Gran Castor Café? Le dijo, posándose en la gran piedra. -Si Athos, necesito tu ayuda para completar mi misión. -¿Y cuál es ésta? Le preguntó. Bueno, mi misión es dirigir y enseñar a los castorcitos en todo lo que deben aprender. -Muchos animales del bosque han aceptado colaborar, ya que así cada uno puede aportar sus conocimientos o lo que saben hacer mejor; y creo que tal vez tú también nos puedas ayudar, ya que de ti pueden aprender la fortaleza, destreza, nobleza y lealtad. -¡Vaya! Le dijo Athos, eso es gran responsabilidad, porque yo soy un halcón solitario. Sin embargo, creo que puedo tener tiempo para darle algo de mí a los demás ¡Claro que puedes contar conmigo! Siempre estaré al pendiente en el momento en que me necesiten y atenderé a tu

llamado, y observaré a cada momento para ver en que puedo ayudar a los castores en su aprendizaje. -¡Gracias! Sabía que podía contar contigo. Y el Gran Castor Café se alejó de ahí satisfecho de haber conseguido la ayuda necesaria para la realización de su gran misión. TIKI Era una mañana muy soleada. Todos en el bosque trabajaban mucho. Dentro de pocos meses el invierno iba a llegar y todo se cubriría de nieve. Tiki estaba recolectando nueces y jugando un poco entre los árboles, corría y saltaba de un lado a otro, saludó a Whoopie que recolectaba zanahorias para el invierno. En el río, cerca de la presa, los castores recolectaban madera y comida para el invierno, reían y nadaban, pero también trabajaban mucho. Tiki sonrió y pensó que la plática que les había dado acerca del trabajo les había servido mucho, ya que si todos ayudaban las cosas serían más fáciles y divertidas. De pronto, un castorcito se enojó y comenzó a nadar hacia otro lado, lejos de donde todos trabajaban, salió del agua y se sacudió. Desde el árbol, Tiki lo vio todo, saltó y llegó hasta donde estaba el castorcito enojón. Este castor había abandonado su trabajo, no estaba compartiendo y en ese momento se necesitaba su ayuda y su colaboración. Tiki se acercó y habló al castorcito. -¿Qué te pasa? -¡Ay Tiki! A mí me dejan todo, yo voy, yo traigo, yo hago . . . -No es cierto castorcito. Yo los he estado observando y todos trabajan. A veces parece que uno solo hace las cosas, pero no. Lo que pasa es que tú tienes más experiencia, haces las cosas más rápido y debes compartir lo que sabes, le dijo Tiki. -¿Sabes Tiki?, Creo que tienes razón. Yo soy fuerte, grande y pongo mis dientes para cortar la madera y ellos no lo saben. Así que en vez de enojarme, les debo enseñar y así terminaremos todo más rápido. -Claro, eso es lo que tienes que descubrir, debes compartir todo lo que sabes con los demás. -Ya no volveré a ser el castorcito enojón. Seré un castor amigo, dijo muy convencido. Y Así, el castorcito regresó a la presa para seguir ayudando a sus compañeros y Tiki sonrió satisfecha. NEVI Al fin el Gran Castor Café llegó a la presa. -¡Vaya! Creo que ahora si puedo emprender mi misión pues todos me ayudan . . . pero me faltó algo . . . ¿quién va a enseñar a los castores? -Creo que necesito a otros castores. Noar ya me va a ayudar a enseñar a los castores a construir su presa y a compartir. Necesito a alguien que me ayude con los bebés. -¡Ah ya sé! Creo que sé quién me puede ayudar. Y pensando esto el Gran Castor Café se fue nadando por el estanque y se acercó a un pequeño castor que estaba jugando y le preguntó: -Oye castorcito ¿Sabes donde está Nevi? El castorcito le dijo: -Si Gran Castor Café, la vi sentada en aquella orilla del río enseñando a nadar al pequeño castor gemelo. -Gracias, le contestó, dirigiéndose hacia la orilla.

Al llegar ahí el Gran Castor Café vio que en efecto estaba enseñando a nadar a un pequeño castorcito, con una gran ternura y paciencia. Al ver que se despedían y que terminaban la lección, se acercó y le dijo: -¡Hola Nevi! -Gran Castor Café ¡Qué honor verte!, ¿qué haces por aquí? Le dijo ella. -Vengo a buscarte Nevi, quiero pedirte que me ayudes. -Claro ¿qué puedo hacer por ti? Le contestó ella con dulce voz. -Mira Nevi, le dijo el Gran Castor Café, lo que quiero que hagas es algo que ya estás haciendo y es enseñar a los castores a ser amigos, a compartir, a dar lo mejor de cada uno de ellos y a ser felices. Tú eres la castora indicada para esta misión. Con tus conocimientos y tu experiencia y amor a los demás podemos tener una colonia que trabaje en paz. -Pues si consideras que tengo esas cualidades, te ayudaré con mucho gusto, cuenta conmigo, le dijo Nevi. ¡Gracias! Le contestó el Gran Castor Café y ahora me voy que tengo todavía muchas cosas por hacer. Adiós Nevi. Y el Gran Castor Café nadó por la presa continuando su camino. KIO Estaban todos los castores de la colonia muy trabajadores, el Gran Castor Café los observaba muy contento, cuando de pronto el bosque quedó en silencio. Los castores empezaron a mirarse unos a otros y dejaron de hacer lo que estaban haciendo. No sabían qué pasaba pero había algo raro en el ambiente. Todos fueron acercándose poco a poco a la orilla del estanque. Empezó a obscurecer y parecía como si ya fuera la tarde. De pronto surgió la luna y de ella una mágica luz como de plata empezó a caer. Todos vieron entonces que la luz estaba iluminando a Kio el castor amigo. Él, sorprendido, preguntó al Gran Castor Café qué era lo que estaba pasando y el Gran Castor Café le preguntó qué sentía. Kio le dijo que no sabía, pero que se sentía muy raro. Entonces el Gran Castor Café dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar. -Lo que pasa, Kio, es algo mágico. Poco a poco has ido creciendo, y ya los juegos y trabajos de los castores son muy fáciles para ti y has sentido ganas de explotar otros caminos. Pues bien, lo que pasa es que estás transformándote, mírate. -¡Oh! ¡oh! Dijo Kio al ver que su piel ya no era café, se estaba volviendo de otro color, sus dientes también estaban cambiando así como sus orejas. -¿Qué pasa Gran Castor Café? -Pues que ahora, le dijo él, ha llegado un momento muy importante para ti. Desde hoy ya no serás un castor, sino otro animal. Por medio de la magia de la luna, te convertirás, pero en el fondo de tu corazón siempre tendrás a ese castor que hasta ahora has sido y así recordarás todo lo que has aprendido y lo compartirás con los demás. -Todo el mundo se dará cuenta de que has sido castor y todos estaremos orgullosos de ti. Ahora te despedirás de todos nosotros y yo te acompañaré a la entrada del camino, donde te esperan otros amigos como tu, con quien vivirás desde ahora. -Gracias Gran Castor Café, dijo Kio, nunca olvidaré lo que aquí aprendí, y gracias a todos mis amigos. Hasta luego.

Todos los castores y animales del bosque vieron a Kio alejarse acompañado del Gran Castor Café y se quedaron muy contentos porque sabían que Kio iba a seguir creciendo y aprendiendo cosas nuevas.

ODDAX La vida en la colonia transcurría tranquilamente. Todos los castores trabajaban arduamente en la construcción de la presa. Los días pasaban hasta que por fin, una mañana, vieron terminada la presa que sería el hogar de su colonia. La alegría se respiraba en el ambiente y sin duda, el más contento era el Gran Castor Café, que en parte vio terminados sus esfuerzos, pero a la vez su rostro demostraba algo de tristeza por lo que sucedería mas tarde. Al caer la tarde, todos los castores se reunieron alrededor de la presa y pidieron al Gran Castor Café que dirigiera unas palabras. El Gran Castor Café nadó hacia el centro del estanque y llamó a los castores con dos coletazos en el agua y dijo: -Castores, estoy muy contento porque todos aprendieron la Ley de la presa y gracias a eso nos unimos para construir nuestra presa. Los felicito a todos. Pero estoy triste porque tengo que dejarlos. Mi misión no ha terminado, yo tengo que formar otras colonias, como hice con ustedes, y enseñarles la Ley. -Pero no estarán solos. Entre la colonia hay un castor que se ha distinguido entre todos y los guiará hasta que yo regrese por aquí. Algunos castores que se habían dado cuenta quien era ese castor gritaron: -Si sabemos quien es ese castor, ¡es Oddax! ¿verdad Gran Castor Café? -Así es, tienen razón, les dijo. Oddax, un poco sorprendido, nadó hacia el Gran Castor Café y le dijo: -Gran Castor Café te prometo que ayudaré a dirigir la colonia, a enseñarles la Ley y no te fallaré. El Gran Castor Café lo miró orgulloso, se despidió de todos y se fue nadando hacia donde se pone el sol. MAPIK En una ocasión, cuando el Gran Castor Café estaba finalizando su recorrido por la presa, le llamó la atención un simpático mapache, el cual se estaba bañando a la orilla de la presa. El Gran Castor Café se le fué acercando poco a poco, sin quitarle la vista y se decía a si mismo: "Este mapache se parece mucho a mi amigo Mapik, pero solo que tengo mucho tiempo que no lo veo" Cuando llegó a la orilla, grande fue su sorpresa al darse cuenta que Si era su amigo Mapik. ¡Hola Mapik! saludo el Gran Castor con mucha alegría -¿Dónde has estado?, tenía mucho tiempo sin verte. ¡Hola Gran Castor Café! -contestó Mapik, dando un enorme salto de gusto.- Yo también tenía mucho tiempo sin verte. Me fui a saludar a mi hermano, el mapache Pache, y me quedé un tiempo viviendo allá con él, pero ya extrañaba a mis amigos y a mi casa y por eso regresé. Mientras hablaban, Mapik continuaba bañándose, el Gran Castor Café le dijo: Veo que sigues siendo igual de limpio que siempre.

¡Claro que si!, tu sabes que es muy importante el que nos bañemos diario, ya que durante todo el día nos llenamos de muchas cosas, que aunque no las veamos, nos pueden hacer que nos enfermemos. Por eso a mi, -continuó diciendo Mapik- me gusta bañarme, aparte para estar fresco y no sentir mucho calor. El Gran Castor Café recordó su misión y le dijo a Mapik: ¡Tienes toda la razón, Mapik! Y ¿sabes una cosa?, tengo que enseñarle a los castorcitos muchas cosas, pero me gustaría mucho que tu me ayudaras. Tu les podrías enseñar lo importante que es el baño y . . . ¡Claro que sí! -dijo todo emocionado Mapik- y si tu me lo permites, también les puedo enseñar a ser ordenados con las cosas, ya que es importante para no tener tiradero en donde estemos, aparte que es más fácil encontrar las cosas si las ponemos en su lugar. ¡Qué buena idea! -exclamó el Gran Castor Café- te lo voy a agradecer mucho. Ya existen otros animales del bosque que también ayudarán a los castorcitos a ser mejor. HISTORIA DE TRIX EL GRILLO Después de un invierno, lleno de nieve, apareció nuevamente el sol con su esplendorosa luz y empezó el deshielo a llenar nuevamente el estanque. Los castores comenzaron a salir de sus madrigueras, para nuevamente reparar el dique que durante el deshielo había sido dañado. Con la aparición de la primavera empezaron a llegar nuevos animalitos que con su música alegraban el estanque. Uno de ellos era Trix, un grillito que le encantaba cantar y así alegrar todo el campo. Trix siempre llevaba con él una armónica con la que entonaba hermosas melodías. Nevi se encontraba enseñando a nadar a los pequeños castores que habían nacido durante el invierno ya que era la primera vez que salían de su madriguera, cuando se escuchó un hermoso concierto de música dulce y alegre. Los castores, como buenos niños, se acercaron a ver de donde provenía tan hermosa música y se encontraron con un grillito muy simpático que con mucho ritmo los saludaba y les daba la bienvenida. Uno de los castorcitos se le acercó y le preguntó que estaba haciendo, a lo cual Trix respondió que trataba de alegrar el día con su música para que todos los que vivieran alrededor del estanque tuvieran un motivo de alegría y así realizaran sus labores con mas entusiasmo. Los castorcitos se empezaron a contagiar con ese ritmo y le pidieron a Trix les enseñara a cantar, lo cual le dio mucho gusto a él. Empezó por decirles que la música es un don que los grillos tienen y que les ayuda a comunicarse. También les recordó que como los castores son alegres, dicha alegría la podrían manifestar por medio del canto y enseguida les empezó a enseñar todas las canciones que sabía. Los castorcitos le siguieron con mucho entusiasmo y pasaron una mañana muy contentos. Más tarde, Nevi les recordó que debían continuar con su trabajo, por lo que, como buenos castores obedientes, se despidieron de Trix, agradeciéndole de antemano su enseñanza, y de inmediato siguieron a Nevi. Trix se sintió muy satisfecho de haber logrado hacer cantar a los castorcitos y tomando su armónica se fue hacia su hogar entonando aquella canción que dice: Un castorcito se columpiaba sobre el tronco de una presa .... ANÚ

Cerca del río se encontraba un grupo de ciervos. Era difícil encontrar alimento suficiente ya que el invierno había comenzado, pero allí a la orilla del río, las hojas aún eran verdes. Sin ver el peligro un ciervo joven se acercó a la orilla para comer y cuando más ricas le sabían esas hojas se escuchó el ruido que hace el hielo al romperse: ¡crack! ¡crack!. Debajo de sus patas el hielo se había roto y se desprendía de la orilla llevado por la corriente del río. Asustado, Anú- que así se llamaba, se quedó quieto y dejó que la corriente lo llevara. Pasó un rato y por fin el hielo se detuvo y sin perder tiempo Anú saltó a la orilla, donde trató de buscar a los demás ciervos, pero ya se habían ido. Comenzó a caminar cuando oyó una voz que los llamaba: -Anú, Anú, soy el Gran Castor Café. Anú volvió su cabeza hacia donde había escuchado la voz y vio al Gran Castor Café, cerca de los troncos. -¡Hola! Gran Castor Café, voy en busca de los ciervos de los que me he alejado. -Anú, tus amigos ya están lejos, será muy difícil que te reúnas con ellos, pero si tu quieres, puedes quedarte con los castorcitos, podrías enseñarles muchas cosas. -Gran Castor Café ¿qué podría Anú enseñarles a los castores? -Bueno Anú, tu, un ciervo, puedes enseñarles a ser ágiles, veloces, graciosos e inteligentes, a saber escuchar a la naturaleza y muchas cosas más. Anú decidió quedarse y compartir con los castores muchos días felices, en los cuales convivió también con Oddax, Malak, Whoopie, Tiki, Noar, Nevi y muchos otros castores. Habían pasado ya algunos inviernos y Anú vio que ya era tiempo de regresar con los ciervos para seguir su propio camino, así que al llegar la primavera se despidió de todos para ir en busca de su destino. Al despedirse les dijo a los castores que siempre estarían en su corazón y pensamiento.

Oración Gracias Señor por enseñarnos a Compartir. Así sea.

Promesa Yo prometo: Compartir mi labor como castor y, Participar con alegría en la colonia.

Ley El castor comparte con alegría y juega con todos.

Lema "COMPARTIR"