Historia Sobre La Musica

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La Música folclórica de Panamá, tiene un desarrollo de mestizaje, con influencia española, africana e indígena. En el canto tradicional panameño es infaltable la saloma, la utilización de maracas y flautas, denominadas en las distintas regiones como "pitos" que son provenientes de los nativos americanos panameños. Lo anterior, no es óbice para decir que, en las comarcas indígenas, su música es eminentemente de su estirpe con pocas influencias foráneas. La música folklórica es una manifestación cultural de importancia y que despierta inusitado interés en muchos de los que conforman el sector erudito en la música folklórica de un país. Decimos en muchos y no en todo, porque hay quienes no sean amigos de ella y la consideran desechable, sin reparar en que antes que irrumpiera en el escenario mundial la composición erudita, estuvieron las

composiciones primitivas y folklóricas. La música folklórica tiene todas las cualidades que posee la materia folklórica; así es folklórica la música de las mejoranas, la del tamborito, de las cumbias, la música de las Danzas de Corpus, la música con que se cantan los rosarios de la aurora, los juegos de ronda, las salomas, los mismos arrullos y otros. El Ritmo: La música folclórica panameña es generalmente en compás binario en división 2/4 y 6/8. Normalmente las canciones son ejecutadas con un compás único y uniforme en toda su duración. Sin embargo, también es común que ambos compases alternen en una misma canción, característica identitaria de la música panameña. Esta estructura sonora y de ejecución está ligada directamente a los ritmos musicales de origen Bantú en África, presente en muchos géneros folclóricos de Latinoamérica, sin embargo, en Panamá tiene la particularidad de que su instrumentación le posibilita un tono más agudo, por medio del uso de la Churuca. Una característica identitaria de los ritmos folclóricos de Panamá, es su celeridad que le da un tono festivo y alegre, son pocos los géneros musicales donde se tengan ritmos con tempo lento. La Melodía: La mayoría de los géneros musicales folclóricos de Panamá tienen una influencia melódica eminentemente europea, proveniente principalmente de Andalucía, este fenómeno es

notado principalmente en las provincias centrales de Panamá, donde sus habitantes tienen una

fuerte ascendencia hispánica. En las comarcas indígenas la melodía será propia de su estirpe, así mismo en las localidades donde exista una población afrodescendiente mayoritariamente. El Canto: El canto panameño es predominantemente alegre con expresiones muy particulares como: ¡aje!, ¡jombe!, ¡ay! y el infaltable ¡ejue!, siendo este último el más utilizado al cantar. La música folclórica panameña es cantada comúnmente en el siguiente formato: La voz principal (cantalante) entona la melodía y marca el compás cantando un estribillo seguida por el cajero y otros tambores que se suman a la voz; posteriormente entra el coro repitiendo el mismo estribillo cantado por la cantalante principal, posteriormente la cantalante pasa a cantar

una frase corta o una estrofa larga y de nuevo vuelve el coro a repetir el estribillo inician mientras una especie de diálogo cantado entre la cantalante. La

predominancia

de

aquel

formato

pudiese provenir de Galicia o de África donde se tienen cantos similares. Una característica identitaria del canto panameño es la utilización de la saloma, emisión vocal o gutural de ascendencia indígena, propia del canto campesino del interior de Panamá. Dicha modulación proveniente de las cuerdas vocales que va desde un grito rudimentario de alta sonoridad hasta la emisión de un sonido uniforme que conforma una melodía musical. El contenido de las canciones normalmente tiene motivos festivos y picarescos. Sin embargo, las canciones románticas y de cortejo amoroso son también comunes y en último lugar de predominancia, las de contenido triste y melancólico. Provincia de Panamá: La música de la provincia de Panamá, está fuertemente influenciada por los géneros musicales del Caribe, que fueron traídos por los trabajadores antillanos que llegaron para construir el Canal de Panamá. Como resultado de aquel fenómeno migratorio, en la actualidad es muy prolífica la producción del reggae, soca, Calipso y demás géneros que derivan de los anteriores, de parte de los descendientes de aquellos trabajadores. Lo mismo ocurre con otros géneros folclóricos como el tamborito santeño o el Congo, que fue

traído por migraciones de otras provincias. Sin embargo, en la provincia de Panamá se tiene el

tambor y la cumbia chorrerana, géneros que poseen una conformación rítmica e instrumental única

en todo el país. Otro género musical que destaca es el tamborito de la Isla de San Miguel, donde se amplía la orquesta de tambores, añadiéndole guitarras y violines. El Pasillo, fue un género musical que tuvo mucha acogida en esta provincia a finales del siglo 19 y principios del 20. En la actualidad no existe producción musical de este género, sino que ha quedado relegado a eventos sociales y culturales revestidos de formalidad, donde es ejecutado como recuerdo de un periodo musical que se dio en la provincia. Algunas músicas tenemos: Calipso Cumbia panameña Cumbia Chorrerana Cumbia de la Isla de San Miguel Pasillo Reggae Soca Tamborito panameño Tamborito santeño Tambor Chorrerano Tamborito con Guitarra y Violín de la Isla de San Miguel Tambor de la Noneca de la Isla de San Miguel Tamborera

La historia de la música patriótica en Panamá comienza mucho antes de 1903.

Con anterioridad incluso a la independencia de Panamá de España, en el país se cantó el Himno

Istmeño, de la autoría de Juan Agustín Torres, al que el maestro Santos Jorge le compuso la música. Santos Jorge, músico español llegado a Panamá en 1889, no solo creó la música del Himno Nacional, sino que compuso varias piezas patrióticas. En el libro españoles en Panamá. Su aporte cultural, de Laurentino Díaz López, se señalan varias de ellas como Panamá (pasacalles) 1892, El Istmeño (pasodoble), Recuerdo de mi Patria y las marchas A la Banda Republicana, A la Banda Departamental, Recuerdo del 28 de noviembre, entre otras. Otro destacado músico de inicios de la

República fue Alberto Galimany, también de nacionalidad española. Algunas de sus creaciones musicales son, de acuerdo con el texto de Díaz López, la marcha del cuerpo de bomberos Disciplina, honor y abnegación (letra de Eduardo Maduro); La Republicana,

Soldados

de

la

independencia y Ecos de mi Patria.

También dio música a las dos marchas más conocidas:

La

Bandera

Panameña

y

Marcha a Panamá. Sobre esta última, el instructor musical de la Banda del CIMI y compositor Gil Vicente Flores comenta que, en su opinión, “es la marcha más hermosa que tiene Panamá. Está bien armada, porque el clarín está en el si bemol y el coro de la marcha se adapta a este, además presenta un alto grado de dificultad”. Mario García Hudson, historiador y experto en música panameña, destaca que “el maestro Galimany

también dejó temas como el Capricho típico panameño, que es un número emblemático que escribió en la década de 1920 y del cual se hicieron grabaciones en Estados Unidos”. El músico istmeño Eduardo Charpentier Herrera, profesor fundador del Instituto de Música o Conservatorio (1941), escribió también algunas marchas como La Ciudad de Panamá, marcha dedicada al Consejo Capitalino (1968); Centenario de la Banda Republicana, marcha; Homenaje al Maestro Chichito, marcha, según la reseña del músico en el archivo de biografías de la Biblioteca Nacional.

Por otro lado, existe una gran variedad de piezas marciales que están asociadas a momentos

específicos de la historia del país. En ese sentido puede mencionarse el Himno de Acción Comunal, con letra de Ignacio J. Valdés y música de Ricardo Fábrega. “Esta marcha se creó en apoyo al golpe de Estado del 2 de enero de 1931 que encabezó Acción Comunal contra el presidente Florencio Harmodio Arosemena y, aunque no es una loa a la Patria, vuelve a salir a la palestra después que se da la invasión a Panamá y con el gobierno de Endara”, explica García

Hudson. También puede señalarse en la misma línea a Colonia americana... no, cuya música y letra está firmada por Luis

Bejarano.

apareció

en

la

“Dicho época

número de

la

negociación de los Tratados Torrijos Carter”, acota García Hudson. Panamá primero, de la autoría de Tony Fergo, es una de las marchas que más ha sufrido el embate de las asociaciones históricas. “Sucede con las marchas patrióticas que X o Y partido político pone en boga en un momento dado. Panamá primero y los militares es uno de esos ejemplos. De modo que los instructores de banda profesores de música

que adversaron a tal partido, no quieren tocarlas, aun cuando son himnos de esta Patria”, señala Javier Isaza, instructor general de la Banda del CIMI. Cabe hacer constar que grandes poemas sobre Panamá han sido musicalizados. El músico y compositor panameño Avelino Muñoz hizo arreglos musicales para Patria de Ricardo Miró, como también lo hizo Gonzalo Brenes Candanedo. Canciones Populares Asimismo, dentro del repertorio nacional patriótico, entran otras piezas, si bien no de tipo marcial,

son tradicionales.

Han sido adaptadas a compás de banda temas como La Cocaleca del poeta Mario H. Cajar y música

de Víctor Cavalli y La reina roja, mejor conocida como Pescao, con letra de Cajar y música de Máximo Arrate Boza; el Tambor de la alegría, de Juan Pastor Paredes y música de Carmen Lagnon; Guararé, de Ricardo Fábrega y Panamá soberana, de Gladys de La Lastra, un tema que surge en los años 1950, entre muchos otros. E s mucho lo que se ha escrito sobre la música típica panameña y grande el aporte de estudiosos como los esposos profesores Zárate, que nos han dado luces sobre el origen de nuestra música vernacular, que hoy llamamos típica panameña. No cabe duda de que la influencia española

marcó su esencia en el caso de la música autóctona de Azuero, específicamente en la de la Región de Las Tablas, que es muy diferente a la de la Región de Ocú o a la de la Región de La Colorada; regiones que se definieron

claramente

en

el

aspecto

folclóricos desde la época de la colonia. Quedan muy claras evidencias de dicha influencia. Estas tres regiones manifiestan diferencias, más que nada de forma en algunos aspectos tanto en el vestuario femenino, como en el masculino, utilizado para bailar dicha música; en las diversas formas de interpretar y bailar la cumbia cerrada o abierta, en las formas del canto del tamborito, en las variantes del tamaño y sonoridad de los tambores y cajas utilizadas para marcar con la percusión el ritmo cadencioso de nuestra música, entre tantas otras, sin entrar en el tema del canto de la mejorana y la instrumentación de la misma; de las controversias entre trovadores o en el caso muy aparte de los ‘PUYADORES’, cuyo significado es claro y estimo exclusivo de la provincia de Veraguas. La música típica popular bailable, objetivo de este humilde trabajo, tiene variantes como es lógico suponer. Así tenemos como ejemplo que el Tamborito, aunque es un evento colectivo de alcance nacional, se baila en parejas, pero en ningún momento en el desarrollo del baile existe un contacto directo, cuerpo a cuerpo de la pareja, igual ocurre con el Punto, en el que, aunque hay en algunos momentos de su coreografía un acercamiento coqueto entre la pareja, no se llega a concretar el mencionado contacto, igual ocurre con el baile de la Cumbia Santeña y la Ocueña. Son bailes de gran estilo y donaire que cada intérprete sabe impartirle para darle mayor lucidez y prestancia a los mismos.

Las cumbias (cerradas y abiertas), originalmente y hasta donde conocemos, eran interpretadas

con violines y guitarras ‘españolas’, acompañadas con ‘maracas’ o ‘güiros’ y un triángulo. Poco a poco se le ha ido agregando o incorporando el acompañamiento de un tambor para mejorar o marcar el ritmo y que, dicho sea de paso, no es de mi agrado. Podemos agregar que surgieron otras modalidades con los violines y que fueron producto de creaciones de los compositores de la época como: el danzón, el danzón cumbia, la cumbia atravesada, los pasillos, el punto que enriquecieron aún más esta maravillosa música, que tuvo su mejor época en el siglo pasado en las décadas de los 40, 50, 60 y hasta en los 70, básicamente y que permitieron que las parejas, en muchos de estos ritmos pudieran bailar ‘agarrados’,

permitiendo ese contacto cadencioso, cuerpo a cuerpo. Los violines y guitarras que llamamos ‘españolas’ llegaron a estas regiones desde Europa, principalmente de España, país al cual la península de Azuero estuvo plenamente ligada, desde la fundación de la antigua ciudad de Panamá, la cual tenía como objetivo principal preparar desde allí, la conquista del Perú. Un nutrido grupo de bandidos, violadores y criminales fueron a parar a las costas de Mensabé, luego de que el galeón donde viajaban al Perú zozobrara; muchos de sus ocupantes náufragos fueron a parar a la región del Canajagua donde fundaron un villorrio, que a la postre con la llegada de Santa Librada y los escapados de la ciudad de Panamá, destruida por el

Pirata Morgan muchos años después, fundaron la hoy floreciente ciudad de Las Tablas.

Al aparecer en el panorama musical figuras de la talla de Juan Gómez, músico académico de un gran conocimiento musical y loable maestro, quien preparó muchas figuras propias de la región de Las Tablas, como el caso de Francisco ‘CHICO PURIO’ Ramírez, quien fuera uno de sus mejores alumnos, porque, no solo destacó como músico interprete del violín y como compositor, sino que se encargó muy a pesar de las condiciones de transporte entre los pueblos que era rudimentaria y cuyo mejor medio era el caballo, mismo que permitía viajar por los senderos a los diferentes

pueblos de la región santeña a llevarles alegría con su música e impartir sus conocimientos.

La música navideña es tan antigua como la propia música, es decir, como la música que se conserva registrada en partituras. En el canto gregoriano, la forma musical más antigua de la tradición occidental y que se puede saber cómo era gracias a su escritura, ya aparecen numerosos cantos con textos alusivos a la Navidad, ya que ésta era una de las dos celebraciones fundamentales de la tradición católica y el canto gregoriano y sus variantes se interpretaron en la Iglesia Católica durante más de 10 siglos.

Cuando hacia la Edad Media surge y se desarrolla la llamada “música polifónica”, también de uso

básico en la liturgia católica (y posteriormente, en la iglesia anglicana, ortodoxa y otras), la Navidad alimentaba el contenido temático de la música. En esos tiempos, la música vocal y coral religiosa polifónica encontraba su cauce en letanías, himnos en formas musicales más elaboradas como los motetes (piezas para coro casi siempre en una sola parte o movimiento y con un texto bíblico), misas (conformadas por composiciones musicales que usaban como texto las diferentes partes de la liturgia cristiana y que en esa época, era la música que se cantaba durante los oficios religiosos, según la fecha o celebración respectiva) y cantatas (género más elaborado, conformado casi siempre por varias partes o movimientos y podía llevar solistas además del coro). Dentro de estos

géneros, que, además, estuvieron entre los primeros existentes en el desarrollo de la música occidental,

hubo numerosas obras que se inspiraban o utilizaban textos que describían o meditaban sobre la gran celebración de la Navidad.

En la música polifónica,

incluso en las misas, eran utilizados temas “populares” que eran convertidos en el estilo religioso, antes de ser elaborados y variados. Así se daba una gran retroalimentación musical entre el pueblo y la Iglesia. Mientras tanto, en el contexto que hoy denominamos “profano”, el pueblo de las diversas regiones y reinos de Europa también hacía su propia música, de un carácter más informal e improvisado y

que en muchos casos, utilizaba y transformaba la música religiosa y la convertía en una expresión musical propia, con un carácter autóctono o regional. Así como en la Iglesia, los compositores a su servicio creaban obras alusivas a la fiesta natal de Jesucristo para ser cantado en las celebraciones litúrgicas, entre la población también surgían cantos y danzas para expresión y disfrute de las fiestas populares de la temporada “navideña”, que no se “componían” ni se escribían en el sentido académico del término, pero que afortunadamente, su tradición se ha conservado hasta nuestros tiempos. Tal vez el primer canto “navideño” como tal proceda del siglo IV, es decir, de los albores del

cristianismo, con texto en latín y con el carácter del canto religioso temprano, con fuerte

influencia de los cantos de los primeros cristianos, deudor de los salmos hebreos. Sin embargo, se

calcula que hasta el siglo XIII aparecieron en Italia los primeros ejemplos de cantos que podrían compararse con los que hoy consideramos villancicos, todavía cantados en latín. De ahí pasaron a Francia, Alemania y a Inglaterra. En el ámbito inglés se fue desarrollando un género semejante, el de los carols (del griego choraulein y del francés caroler): canciones de relativa sencillez, que se entonaban al tiempo que los participantes hacían círculos o rondas, con un contenido religioso no navideño y en las que predominaba un carácter alegre o festivo. Estos cantos eran interpretados por las calles y llevados de casa en casa. Al menos, hacia el siglo XV se hizo la primera recopilación de estos carols en idioma inglés y para entonces es posible que el nombre fuera asociado con el contexto navideño. Sin embargo, es sorprendente saber que, durante un periodo histórico, el del gobierno inglés conocido como la Commonwealth de Oliver Cromwell, el canto navideño popular fue prohibido en el país inglés por ser considerado una expresión pagana y por darse en un ámbito popular y no eclesiástico. Hasta el siglo XVII se logró restaurar la autorización para que se pudieran interpretar estas canciones navideñas en las calles y en los hogares y hacia el siglo XIX, pudo entrar al propio interior de los templos e iglesias católicas anglicanas. Pronto en ellas se

volvió

una

tradición

cantarse

en

plenas

celebraciones navideñas. Incluso fue común que tales canciones se entonaran en las calles con el propósito de pedir ayuda para causas nobles. Por supuesto, los textos de la mayoría de estas obras estaban en latín, que era el idioma generalizado para la liturgia cristiana. Sin embargo, durante el periodo barroco (siglo XVII y parte del XVIII) y con la evolución que para entonces tenían los diferentes géneros musicales, se componían obras de carácter sacro, ya no necesariamente litúrgicas, con textos diversos que casi

siempre estaban en el idioma regional; por ejemplo, en Francia, Marc-Antoine Charpentier componía en francés su Pastoral sobre el Nacimiento de Jesucristo y en el ámbito germano y dentro de la iglesia luterana era aún más común que se escribieran obras sacras en el idioma alemán, como la Historia de la Navidad de Heinrich Schütz y las diversas cantatas de Johann Sebastian Bach, quien dentro de sus más de 300 cantatas, compuso varias obras pensadas para ese periodo, incluyendo el famoso Oratorio de Navidad. En nuestro idioma, el término con que se denominaron las canciones de navidad, villancico, procede del calificativo para las personas que habitaban villas y poblados, de ahí, también lo de villanos,

que con el tiempo adoptó otro significado y de la misma manera, cierto tipo de poesía castellana

recibía el nombre de villancico (Sor Juana Inés de la Cruz escribió muchos) y antes el de villancete.

En el principio el villancico musical no tenía un contenido religioso, incluso había villancicos renacentistas de tema pícaro y amoroso. El nombre ya aparecía en las colecciones de cantos de la época, conocidos como “cancioneros”, los más famosos en el contexto hispano fueron el Cancionero de Palacio y el Cancionero de la Colombina y en ellos ya se utiliza el término, si bien el uso aún no era necesariamente religioso o navideño.

Lo interesante es que el villancico era

predominantemente alegre y ya estaba dividido en dos partes, que incluían coplas y un estribillo que se repetía. Sin duda nacía la canción moderna. Promovido por las autoridades eclesiásticas españolas, el villancico fue introduciendo temas

religiosos y hacia el siglo XVII ya forma parte de la liturgia de ciertas celebraciones como Navidad, Adviento y otras. Los maestros de capilla de las iglesias se encargarían de suministrar cantos y villancicos, con su sencillez y su optimismo característicos, aunque aún eran piezas de mayor complejidad de lo que fueron después, con todo y acompañamiento. Pronto, los villancicos comenzaron a formar parte no sólo de la liturgia sino de las representaciones teatrales, misterios, óperas y el género temprano de la zarzuela, que ya tenían, cada vez más, la influencia de la melodía italiana. Para el siglo XVIII, el villancico había sido erradicado de la liturgia y de los eventos teatrales religiosos, por ser considerados libertinos y hasta heréticos en algunos casos. La iglesia adoptó nuevamente los típicos cantos gregorianos y polifónicos y el villancico esperó a mejores tiempos en que se fue imponiendo en el gusto popular como el más auténtico e interpretado canto de Navidad. Regresando al desarrollo histórico, recordemos que uno de los dos temas más famosos de toda la música navideña, el Aleluya del oratorio El Mesias (Messiah) de George Frideric Händel fue escrito sobre un texto en inglés; resulta interesante saber también que la intensión del compositor no fue precisamente navideña, que se estrenó en un teatro de Dublín, en abril de 1742 (en un concierto para recaudar fondos para la fianza de deudores que estaban encarcelados) y que su estreno en Londres, en donde sí fue ya denominado Un Oratorio Sacro, fue en febrero de 1743 (Händel lo había escrito dos años antes, durante el verano). La tradición de ser interpretado en conciertos de la temporada de Navidad procede del siglo XX. Sin embargo, la otra pieza más famosa de Navidad, el más representativo de los villancicos, se originó del modo más modesto y sencillo: el maestro de música Franz Gruber la compuso en 1818 en un pueblito austriaco, cuyo párroco, Joseph Mohr escribió el sencillo poema que sirvió como texto. Se cuenta que Gruber enseñó la canción a sus alumnos y todos la entonaron por primera vez acompañados por el compositor con una guitarra (por supuesto, como era de esperarse, esa noche el órgano de la parroquia tenía que estar descompuesto). Desde entonces, Noche de Paz

(Stille Nacht) se convirtió en el más popular de los cantos navideños en todo el mundo y una de las

canciones más bellas y conmovedoras de toda la música.