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Janni Lee Simmer

Dark Guardians

Huesos de Hadas Janni Lee Simmer

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Janni Lee Simmer

Dark Guardians

Sinopsis La guerra entre la humanidad y las hadas devastó ambos bandos. O por lo menos eso le habían dicho a Liza. No había visto ni escuchado nada de las hadas desde entonces, y en el mundo, Liza lleva aún las cicatrices de su encuentro con la magia. El maíz se resiste a ser cosechado, los dientes de león tienen espinas. Los árboles se mueven con siniestras intenciones y el pueblo donde Liza vive, está rodeado por un bosque que amenaza con herir a cualquiera que se aproxime.

Pero Liza se siente segura todavía. Su padre es fuerte y ha protegido a su pueblo, estableciendo reglas estrictas. Entre ellas: Cualquier rastro de magia debe ser destruido, no importa donde se encuentre.

Luego de que la hermana de Liza naciera como hada, con cabello claro y pálida como el cristal, el padre de Lisa deja morir al bebé en una colina. Cuando su madre desaparece en el bosque, es entonces cuando Liza descubre que tiene la habilidad de ver a las hadas del pasado y el futuro, y no tiene más remedio que huir del pueblo.

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Capítulo 1 Traducido por Dany Corregido por Moshalutz

Tuve una hermana una vez. Era un bebé hermoso, con ojos plateados como la luna sobre el río por la noche. Desde el momento de su nacimiento, tenía las piernas y brazos largos y elegantes, el cabello era como el de un hada, pálido y claro como el cristal de Antes 1, tan pálida que casi podrías ver a través de y bajo su suave piel Mi padre era un hombre sensible. Se la llevó a la ladera esa misma noche, aunque mi madre lloró, y hasta el viejo Jayce argumentó en contra. "Si el pueblo de las Hadas la quiere, déjenlos llevársela", dijo mi padre. "Si no, será su culpa por no reclamar a uno de los suyos". Él se llevó a mi hermana, y nunca miró hacia atrás. Yo lo hice. Me acerqué antes del amanecer, para ver si realmente las hadas habían venido. No lo habían hecho. En su lugar, había acudido una criatura salvaje. Una mirada fue todo lo que pude soportar. Me volví y corrí a casa, sin decirle a nadie dónde había estado. Fuimos afortunados en ese momento, lo sabía. Había oído cuentos, de una mujer que dio a luz un niño, con una voz aguda y dulce como el canto de un pájaro, y con garras afiladas difíciles de igualar. Nadie cuestionó al padre de ese bebé cuando lo llevó fuera para morir, lejos de nuestra ciudad, lejos de donde su esposa se estaba muriendo, con las entrañas desgarradas y sangrantes. La magia no estaba destinada a nuestro mundo, decía Padre, y por supuesto que yo estaba de acuerdo, aunque la Guerra hubiera terminado y el pueblo de

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Cuando dice Antes, se refiere a antes de la Guerra.

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las Hadas vuelto a sus propios lugares antes que yo naciera. Si sólo nunca se hubieran movido de esos lugares… pero era inútil pensar de esa manera. Además, yo había oído, muchas veces, que nuestra ciudad era mejor que la mayoría. Conocíamos las reglas. No tocar cualquier piedra que brillada con luz de hadas, o la luz te quemará más ferozmente que cualquier fuego. No aventurarse a solas en la oscuridad, o la oscuridad te tragará por completo. Y expulsa la magia nacida entre ustedes, antes que pueda encenderse en tus padres. Ciudades habían muerto, en gran parte, por no entender esto. Mi padre era un hombre sensible. Pero, el recuerdo de los huesos de mi hermana, agrietados y sangrientos bajo la luz de la luna, me persigue todavía.

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Capítulo 2 Traducido por Dany Corregido por moshalutz

Tres semanas después del nacimiento de mi hermana, me apresuré a través de la ciudad, con mi aliento soplando en el aire frío, llevando un cubo vacío que golpeaba contra mi cadera. El sol estaba justo sobre el horizonte, dando vueltas sobre capas de nubes de un color entre rosa y oro. La mayor parte de la gente del pueblo ya estaba en los campos, haciendo sus tareas matutinas. Caminé rápidamente, más allá de la hilera de casas blancas que había conocido durante toda mi vida. Sus ventanas estaban firmemente claveteadas o bien, cubiertas con viejo nylon contra el frío. Mi mirada se detuvo, un momento, sobre los espacios entre las casas, pero luego volví a pensar en cómo me había quedado dormida, otra vez, esa mañana. No desperté hasta que Padre dio un portazo deliberadamente fuerte, cuando salía de casa; una advertencia para mí. Ya había estado durmiendo mal, desde que Padre se llevó a mi hermana. Mis sueños estaban llenos de sombras inquietas y de un bebé que lloraba. Una semana después, Mamá nos dejó. Desde entonces, apenas había dormido algo, salvo en las primeras horas, sólo el tiempo suficiente para que fuera difícil despertarme otra vez. Pasé por la última de las casas cuidadas de nuestra ciudad. Pasé también por las que no lo estaban, ya que eran poco más que una maraña de ambrosía hurgando en la madera astillada 2. En la horcadura del camino, tomó una bocanada de vapor metálico de la fragua 3 de Jayce. Me dirigí a la izquierda.

Planta anual de la familia de las Compuestas, de dos a tres centímetros de altura, ramosa, de hojas recortadas, muy blancas y vellosas, así como los tallos, flores amarillas en ramillete y frutos oblongos con una sola semilla. Es de olor suave y gusto agradable, aunque amargo. 2

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El camino bordeaba la orilla de los campos de maíz, que luego se reducían. Los maples y sicomoros que crecían a lo largo de sus bordes, estaban cubiertos de uvas silvestres. Verdes zarcillos serpenteaban hacia fuera de vid, mientras yo pasaba. Sabía que las vides buscaban piel para enraizar, así que me mantuve en el centro del camino, donde no me podían alcanzar. Las plantas solían estar firmemente confinadas en los lugares donde crecían, pero eso fue antes que el pueblo de las hadas viniera a nuestro mundo. Nadie sabía por qué habían venido. Nadie sabía, siquiera, qué aspecto tenían. La Guerra ocurrió muy rápido, y las personas con televisiones, que hablaron entre sí una vez, murieron el primer día. Algunos dijeron que el pueblo de las Hadas lucía como árboles, con brazos nudosos y de color marrón descascarado. Otros dijeron que eran oscuras sombras aladas, con solamente su cabello claro y sus ojos de plata visibles, a medida que nos atacaban. El cabello de esa forma, sigue siendo un signo seguro de que un niño fue contaminado con magia. Pero, como fuera que luciera el pueblo de las Hadas, todos estaban de acuerdo en que eran unos monstruos. Porque, una vez que estuvieron aquí, usaron la magia contra nosotros, ordenándoles a los árboles buscar carne humana, y a las piedras quemar con luz mortal. Incluso después que la Guerra terminara, y que las hadas dejaran este mundo, la magia que habían desatado persiste, aún matando. El camino terminaba en el río, aunque otro camino, aún más estrecho, continuaba en ambos sentidos a lo largo de su orilla cercana. Trepé por una pendiente rocosa y sumergí la cubeta en el agua. Nuestro pozo había sedimentado de nuevo, así que el río era el único lugar donde sacar agua para cocinar y para las tareas domésticas. Cuando el cubo estuvo lleno, lo saqué de nuevo, lo bajé, y ahuequé mis manos para tomar un trago. Mientras lo hacía, se levantó un viento y yo me estremecí. Fragua: Fogón en que se caldean los metales para forjarlos, avivando el fuego mediante una corriente horizontal de aire, producida por un fuelle o por otro aparato análogo. Entre herreros y cerrajeros, hacer correr por un agujero que, a este fin, tiene la fragua, la escoria que resulta del carbón y del hierro. 3

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Mamá tendría frío, a solas en una mañana como ésta. Yo sabía que no debía esperar que estuviera viva, pero aún susurraba mientras sumergía las manos en el cubo. "¿Dónde estás? ¿Dónde? " La luz destelló. Un olor dulzón, como la savia de árbol, llenó el aire. Aparté hacia atrás mis manos, pero no podía darme la vuelta. El agua en el cubo brillaba como acero al sol, sosteniendo mi mirada. El viento murió a mi alrededor. Desde algún lugar, muy lejos, Mamá gritó mi nombre. Agarré una piedra, y la arrojé al cubo. Hubo un sonido, como de hielo rompiéndose, y luego el agua dentro, no fue más que agua, nublada por las ondas y el barro de la roca. Nada más. Mi madre se había ido. ¿Por qué no aceptar eso? Debí imaginar su voz, como había imaginado la forma en que parecía que el agua se iluminara. Sin embargo, antes ya la había visto, una vez, como luz. La noche que nació mi hermana − la noche que había huido de la ladera, donde nunca debí ir, aparecían destellos en los bordes de mi visión, como relámpagos, aunque la noche era clara. No les hice caso y seguí corriendo, llamando al nombre que mi madre había elegido, pero que sólo una vez pude utilizar. "¡Rebecca! ¡Rebecca!" Tenía la garganta y el pecho apretados, pero no pude parar. La noche que Mamá me dejó allí, había sido un rayo también parpadeante, más común y corriente que una tormenta en otoño. Esa luz había iluminado su rostro, surcado de lágrimas, mientras se deslizaba en silencio dentro de mi habitación. Llegué hasta ella, pero se apartó, apretando el collar que llevaba siempre: un disco de metal con una cadena, atado con vetas estrechas. Me volví a dormir, pensando que sólo lo había soñado, pero cuando me desperté en la mañana, Mamá se había ido. "Ella conocía las reglas", había dicho mi padre, cuando ella no regresó al caer la noche.

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Busqué en su rostro algún indicio de la tristeza que sentía, y vi una tensión alrededor de su mandíbula y sus ojos, nada más. Sabía, tan bien como yo, lo improbable que era que Mamá hubiera sobrevivido a una noche a solas en la oscuridad y, sin embargo, no lloró. Dijo que no tenía sentido perder las lágrimas en cosas que no podía cambiar. Hice mi propio llanto, sola en la oscuridad, donde nadie pudiera ver. ¿Por qué nos dejó Mamá, sin antes decir dónde había ido? Yo habría ido con ella. Soy buena con el cuchillo y el arco. Me mantendría despierta para ella, o para cualquier otra cosa que necesitara. Agarré la cubeta con las dos manos y volví a subir la pendiente. Cuando llegué a la cima, vi a Matthew, que salía del camino entre el río y la ciudad. Su cabello rubio estaba recogido en una cola de caballo irregular, pero se había escapado, como siempre, y caía suelto alrededor de sus orejas. Sonrió cuando me vio. Una forma fácil para una sonrisa familiar, pero desvió la mirada. No he logrado estar cómoda cerca de Matthew, después de todo. "Hey, Liza. Tu papá te está buscando." Matthew se frotó la cicatriz blanca en la muñeca izquierda, y su sonrisa vaciló un poco. "Se pregunta por qué no estás trabajando todavía" Miré al cielo. El sol brillaba como plata oxidada a través de capas grises. ¿Cuándo había subido tanto? El sudor corría por mi cuello, y hacía que mi suéter picara contra mi piel, fría y húmeda. ¿Cuánto tiempo había mirado en el agua? ¿Y si la magia me tenía paralizada mientras que el tiempo corría a mi alrededor? No. Estaba cansada, eso era todo. Había perdido la noción del tiempo. "¿Necesitas ayuda?" Preguntó Matthew. "Estoy bien. " Pasé junto a él, hacia la ciudad. Yo pagaría por llegar tan tarde, pero eso no era motivo para preocupar a Matthew. Él se acercó a mi lado, en cualquier caso, correspondiendo a mi ritmo su propio andar al trote. Se metió las manos en los bolsillos de su chaqueta de piel de venado y dijo:

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"Tu padre está en uno de sus estados de ánimo." Por supuesto que lo estaba. Seguí caminando. El sol se hacía más brillante, convirtiendo las hojas del arce sicomoro a un verde oscuro. Mamá había dicho que, antes de la Guerra, las hojas cambiaban de color en otoño, primero como fuego ardiente en tonos de amarillo y rojo, y luego caían en silencio a la tierra, dejando atrás las ramas desnudas que se estremecían bajo las nieves del invierno. Ahora, se necesitaría un incendio para hacer que cualquier árbol dejara su agarre con tanta facilidad. Matthew levantó la cabeza y olisqueó el aire. El olor del moho de las hojas que nos rodeaba, era pesado. "Puedo ir contigo", ofreció. "Tal vez, si yo estoy contigo, Ian no…" Matthew dejó que las palabras se esfumaran. "Puedes ir más lejos". El agua se derramó sobre los bordes de la cubeta. Ya era bastante malo que mi padre, probablemente, me azotara por llegar tarde. No necesitaba que Matthew me siguiera y lo viera. Permaneció conmigo, a mi derecha, hasta llegar a la orilla de los campos. Allí vaciló y me miró. Frunció el ceño. Matthew se encogió de hombros con inquietud y se alejó en dirección a un sendero lateral entre los campos de maíz. Los largos tallos de las hojas susurraban a su paso. A lo lejos, las mazorcas de maíz gemían cuando la gente del pueblo las segaba. El maíz creció mucho por este año, también la calabaza y el frijol. Todos habíamos luchado contra nuestra cosecha y teníamos las magulladuras para demostrarlo, pero para cuando llegara el invierno, comeríamos bien. Seguí de vuelta hacia la ciudad. Esta vez, cuando llegué al espacio entre las casas, no pude evitarlo. Me detuve, pensando en la forma en que Matthew sonreía, como si no hubiera magia alguna que tocara su vida. Yo lo conocía mejor. Todos lo hacíamos. El hermano de Matthew, Cam, había llamado a las zarzamoras a su casa, hacía casi dos años, aunque al principio ignorábamos quién lo había hecho. Sólo lo

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supimos cuando nos despertamos con el sonido de los gritos de los padres de Cam. Todos los habitantes de la ciudad llegamos corriendo, y gracias a las linternas que trajimos con nosotros, vimos la casa de Cam convertida en un enjambre de espinosos tallos de mora. Las paredes de madera crujían y se quebraban, a medida que los gritos se reducían al silencio; sin embargo, cuando la casa se derrumbó, oímos a Cam riendo. No logramos hacer que él o sus padres salieran. Sólo pudimos quemar la casa, para mantener las zarzas que atacaban, alejadas de los hogares a su alrededor. Todo el mundo pensaba que Matthew había muerto con su familia hasta que, unas horas más tarde, apareció en las afueras del pueblo. Sus ropas habían desaparecido, su piel estaba cruzada con raspaduras y huesos rotos, y su muñeca aún sangraba por los tallos espinosos que lo habían agarrado. Al principio, estaba demasiado aturdido para hablar. Más tarde, nos contó lo que había sucedido, aunque seguía insistiendo que Cam no lo había hecho a propósito. Su hermano era sólo un niño dijo Matthew, haciendo una pequeña rabieta, Cam no sabía que una planta de zarzamora había echado raíces por debajo de su porche. Nadie lo sabía, por mucho que habíamos comprobado que nada creciera otra vez. Sin embargo, la planta había oído los gritos de Cam. Rompió a través del porche y se dirigió hacia él. Mi padre, dijo Matthew, era un cobarde, por huir del lugar para ir en busca de ayudo. Dijo que, incluso unos minutos adicionales, pudieron haber salvado a Cam y a su familia. Yo no sabía qué pensar, como tampoco no sabía muy bien qué decirle a Matthew después de eso. Al final, no dije nada en absoluto. Después de dos años, se había convertido en un hábito. Más tarde, Brianna, la partera, admitió haber visto unas hebras de pelo claro en Cam, ese mismo año, lo que significaba que, probablemente, había sido la magia de Cam lo que había llamado a la planta y no la simple mala suerte.

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Hasta entonces, habíamos pensado que, o la magia se presentaba al nacer, o no lo hacía, pero ahora andábamos con más cuidado. La abuela de Cam y Matthew, Kate, se reunía regularmente con los niños del pueblo para evaluar la magia en el cabello, igual que como los revisaba para detectar piojos y pulgas. Sin embargo, por lo que Kate podía decir, Cam había sido único. Me aparté de la cavidad donde había muerto la familia de Matthew y me apresuré hacia mi propia casa. Cuando comencé a subir las crujientes escaleras, vi un diente de león amarillo que crecía junto a ellas. Bajé mi balde y tiré del tallo verde. Una espina redondeada pinchó la palma de mi mano. Me la llevé a la boca, maldiciendo a la rencorosa planta. Entonces, tomé el cuchillo de mi cinturón y corté el diente de león con un solo golpe. "Volveré por tus raíces", prometí, mientras sopesaba el cubo de nuevo y entré. Una ráfaga de pie color ámbar saltó a través de la sala de estar. Dejé caer el cubo junto a Tallow, mi vieja gata color amarillo granero, que cayó en mis brazos. A pesar de mí misma, sonreí y la rasqué detrás de la oreja. "¿Dónde estabas?" Susurré. Tallow había vivido en nuestra ciudad desde que era pequeña. Cuando era una gatita, la escondía bajo las sábanas, conmigo, en la noche, hasta que mi padre se enteró. "Ella no será de utilidad como cazador de ratones, si pasa sus días descansando en colchones de plumas", había dicho. Sin embargo, Tallow se mantenía escondida, a pesar de mis esfuerzos. Hasta noche, cuando desapareció y yo salí clamando por ella, con miedo de que hubiera dejado este mundo. La llamé hasta que mi garganta empezó a picarme y a apretarse, pero Tallow no vino. Y ahora, ella ronroneaba como si nunca hubiese estado fuera. Me abrazó un momento, luego suavemente salió afuera y se sentó en las escaleras. Tallow me miró con sus grandes ojos verdes, como si le doliera, incluso considerar la posibilidad de salir. "Hay que ganarse el sustento", le dije. "Al igual que el resto de nosotros"

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Tallow bostezó, diciéndome lo que pensaba de esa idea, y se acurrucó en el escalón superior, a dormir. Volví a entrar y llevé el agua, pasando nuestro sofá − sus amortiguadores rotos, remendados, y rotos otra vez, más allá de un hogar lleno de ceniza fría hasta la cocina. Los recipientes de plástico con maíz y carne seca se alineaban en las paredes de la cocina. Sus etiquetas se habían perdido, más allá de la lectura, pero igual que el nylon viejo, podían soportarlo. Eran una de las cosas que mejor habían sobrevivido a la Guerra. Puse el cubo al lado del fregadero. La luz inundó la superficie de metal del fregadero, aunque las ventanas de la cocina estaban cerradas. La luz era brillante y clara, reflejando mi propio rostro. Un cabello de pálido hielo cayó sobre mis hombros, fluyendo como el agua en mis manos extendidas. "¡No!" Aparté mi mirada de la lejanía y tiré de mi pelo. Las hebras que se soltaron eran tan negras como nunca lo habían estado, oscuras como un rico suelo, oscuras como una noche sin luna. Sin embargo, había un rastro algo más pálido en las raíces. Apreté mis rodillas y mi cara con los fríos y destrozados azulejos de la cocina. ¿Y si la magia de Rebecca no se quedó en la ladera? ¿Y si la magia me encontraba, incluso mientras corría? ¿Era yo el hada maldita ahora? Me temblaban las manos. Y hablara o no de esto, tarde o temprano alguien lo descubriría, y destruiría, tanto a mí como a la magia. O peor, sería yo quien lo destruyera, como había hecho el hermano pequeño de Matthew. La magia siempre hacía daño, tarde o temprano. Respiré temblando y tropecé con mis pies. Cuando me volví, mi padre estaba en la puerta, mirándome.

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Capítulo 3 Traducido por Dany Corregido por Pamee

Las palabras se congelaron en mi garganta mientras miraba a mi padre. ¿Habría visto la luz en el fregadero, la palidez de mi cabello? Expulsa la magia nacida entre ustedes. Sin embargo, yo no era un bebé para sacarme en la noche. Padre me había dicho, suficientemente, cómo se habían ocupado de Cam, porque era un niño: "Con un solo golpe a través de la garganta, rápido y profundo" Mi padre mataba venados de esa manera después de cazarlos, el corte de cuchillo era tan rápido que nunca había dolor alguno. "Llegas tarde, Liza. " Padre me miraba con sus ojos duros y grises. Dejé escapar un suspiro. Me había olvidado que también podría haber razones comunes para su ira. "¿Por qué llegas tarde?". Su voz era un gruñido en la parte posterior de su garganta. Cruzó la habitación con pasos rápidos. Ojalá yo fuera como Tallow, que podía desaparecer cuando no quería ser encontrada. "¿Dónde estabas?", preguntó mi padre. "Sa-salí", balbuceé. "A por agua…" Mis palabras se perdieron en el silencio. Los dos sabíamos que no debería haberme tomado tanto tiempo conseguir agua. "Hay trabajo por hacer" Los ojos de mi padre brillaron como el hierro en la fragua de Jayce, pero su voz seguía siendo baja. "La gente que no trabaja, no come." "Lo sé. Lo siento. Yo…" Él me dio una bofetada, tan fuerte y rápida, que las lágrimas asomaron a mis ojos. Parpadeé mientras él me agarraba del brazo. "Las personas que no trabajan, se mueren de hambre. ¿No lo entiendes? "

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No dije nada. Temía cualquier mala palabra que pudiera traicionar la magia que se me había retrasado. "Cinco latigazos, niña" Yo sabía que no debía correr. Correr sólo le haría enojarse más. En su lugar, le di la espalma, me levanté el jersey e incliné la cabeza contra el dolor que sabía que iba a venir. En silencio, mi padre sacó su cinturón. Con el primer golpe, luché para no gritar. El segundo me rompió la piel y envió punzadas de dolor por mi espalda. Me mordí los labios y probé la sangre. Con cada azote, mi padre habló tranquilo, con palabras airadas, acerca de hadas de fuego y la muerte humana, sobre la gente que se moría de hambre y los niños ingratos que no lo entendían. Mi espalda palpitaba. Tres, conté. Cuatro. Con el quinto latigazo, un sollozo brotó de mis labios. "Débil", dijo mi padre mientras ataba el cinturón en su lugar. "Te hubieran matado durante la Guerra, Liza. Recuerda que…" Asentí, sin confiar en que podría hablar. "Ahora mismo, debemos aunar esfuerzos. Únete a mí en el campo. Sin más demoras. " Escuché cómo sus pasos fuertes salían de la casa, y cruzaban la puerta exterior, cerrándola firmemente detrás de él. Dejé que mis rodillas se doblaran y se hundieran temblando; el suéter volvió a caer en su lugar. Brotaron más sollozos, junto con un dolor palpitante que fue creciendo con cada inspiración. Si Mamá estuviera aquí, podría haber corrido hacia ella, para que me abrazara y murmurar algo que calmara el lejano dolor. Mamá no me creía débil o lenta. Ella no creería que, a los quince años, yo era demasiado mayor para rogar por el cariño como un niño. ¿Cómo podía haberme dejado, sin una palabra? Me tambaleé sobre mis pies y me dirigí al exterior. Apenas llegué a las escaleras, cuando el dolor se intensificó hasta una puntada y caí de rodillas, otra vez. Me di la vuelta y toqué mi espalda. Mi mano se apartó, pegajosa de sangre.

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Estaba peor que de costumbre. Traté de estirar la lana para que no tocara la piel debajo, pero la sangre había pegado lana y piel. Hacían que una nube roja brillara ante mis ojos. Sentí algo así como papel de lija viejo contra mi mejilla. Tallow me lamía la cara. Su lengua áspera me hizo daño. La aparté. Ella maulló en protesta. No podía trabajar así. Mi padre no creía en adormecer el dolor y no tenía nada del whisky de Jayce a mano. Obligué a mis pies y tropecé en el camino hacia la puerta de Kate, con Tallow pisándome los talones. La abuela de Matthew no tenía whisky, pero sí un armario lleno de té y hierbas. Algo tendría para el dolor. Y ella estaría en casa: mis rodillas se habían vuelto demasiado débiles para que pudiera ayudar con la cosecha. Dudé, entonces llamé y le di un codazo a la puerta abierta, al igual que como Kate me llamaba para entrar. Me senté en un taburete delante de su telar, con las manos en su regazo mientras miraba un trozo a medio terminar de tela color marrón rojizo. Su largo cabello gris estaba trenzado en un moño. Al otro lado, un fuego lento ardía en la chimenea. "Hola, Liza". Se volvió, sonriente hacia mí, pero su sonrisa se apretó en una línea dura cuando levantó la mirada. "¿Qué has hecho esta vez?" "No es nada." Incluso sacudir la cabeza dolía. Ya era bastante malo que mi padre se enojara. Yo no debí venir hasta aquí y dejar que Kate me viera. Nunca dejé que nadie lo viera, pero Kate siempre parecía saberlo, de todos modos. "Sólo quería pedir prestado un poco de té" Mi voz sonó más ronca de lo que esperaba. Kate se levantó, haciendo una mueca por el peso sobre sus rodillas. Una oleada de mareo me hizo tambalear. Ella puso una mano en mi brazo y me llevó hacia el sofá. Suspiré y me senté. Kate empezó a tirar suavemente del suéter sobre mi cabeza, lejos de mi piel. Respirando fuerte, me ordenó que me acostara sobre mi estómago, mientras ella examinaba mi espalda suavemente, sondeando con los dedos, haciendo una

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pausa cada vez que me estremecía. Traté de incorporarme, pero me puso una mano firme sobre el hombro. Kate desapareció en cocina, regresando momentos después con una tetera en una mano y una cesta llena de botellas de arcilla y vendas gruesas en la otra. Puso la tetera en el fuego, luego se arrodilló a mi lado y tomó un vendaje empapado con el líquido. Si sus rodillas le dolían en ese momento, no dio muestras de ello y solamente dijo: "Esto puede arder un poco, pero tenemos que limpiarlas antes que comience una infección" El líquido no ardía, quemaba. Traté de no llorar, pero otra vez no pude contenerme. A diferencia de Padre, Kate no dijo nada y pasó apenas los dedos por mi pelo, casi como lo que mamá hubiera hecho cuando era pequeña. Después del líquido ardiente, vino un bálsamo más espeso. La adormecedora frialdad embotaba el dolor. Kate cubrió la pomada con las vendas. Me advirtió de mantener la piel cubierta, luego me ayudó a sentarme y me ofreció un jersey limpio. Lo que puso en la tetera, comenzó a hervir. Kate me sirvió un poco de té. Bebí el líquido amargo. Cuando ella me miró, su boca todavía era una línea. "¿Mejor?" Asentí con la cabeza. "Gracias. Ahora puedo trabajar." Incluso mi voz parecía más estable. Intenté levantarme pero, una vez más, Kate me detuvo. Una expresión ilegible cruzó el rostro de la anciana. "Espera aquí", dijo bruscamente, y desapareció por el pasillo. Oí crujir las escaleras mientras ella subía. Dormía generalmente en la planta baja y dejaba que Matthew, que ahora vivía con ella, hiciera la escalada. Terminé el té y me quedé allí, con menos dolor ahora. Caminé despacio por la habitación, mirando los tapices coloridos de Kate y una estantería llena de volúmenes amarillento. Cuando llegué frente a su telar, algo brillante brilló junto a éste. Una de las cortinas caía torcida. La eché hacia atrás y vi un rectángulo de vidrio, más alto

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que yo, en un marco decorado con flores de oro. No, no era un cristal − era un espejo. Nunca antes había visto un espejo en perfecto estado. Los habían rotos durante la Guerra, nadie ha dicho el por qué. Yo no había visto casi nada de cristal, en absoluto, salvo por fragmentos aferrados a los marcos de las ventanas y unas viejas copas. El espejo fundido, me dio de nuevo un reflejo imposiblemente perfecto y claro, como si yo hubiera salido fuera de mí. La chica que me devolvió la mirada, parecía una extraña: el pelo oscuro cayendo sobre los hombros, ojos grandes y oscuros en su rostro tostado por el sol, pantalones de cuero sobre los tobillos. Me di la vuelta, avergonzada por mi propia mirada tímida. Sin embargo, después de sólo un momento, miré hacia atrás, con ganas de comprobar lo que había visto para comprobar quién era yo. Mientras miraba, la imagen en el espejo vaciló y fluyó lejos, en arroyos de luz. En brillo que dejó atrás vi… Yo misma, no en la casa de Kate, sino en el río por la mañana, mi mano suspendida sobre un balde lleno de luz y a mi madre, con el pelo recogido hacia atrás en su rostro cansado, deslizándose en la noche… Un joven de pelo claro, obviamente tocado por la magia, caminando por un bosque lleno de sol. No mostró ningún miedo cuando un halcón voló a través de las hojas y se posó en su muñeca extendida… Mi hermana, la respiración de sus primeros gritos mientras que la comadrona negaba con la cabeza… Una chica caminando por la noche, con el cabello hacia atrás por el viento. Una niña que, por un momento se volvió, revelando un rostro como el mío, sólo que tenía el cabello veteado claro como el cristal… Aparté mi mirada del espejo y me llevé las manos a la cara. Un Hada Mágica. Maldita magia. La magia me mostraba el pasado, me mostraba cosas que nunca había visto.

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Me temblaban las manos cuando las apreté contra mis ojos. No podía negar ahora, que la magia había echado raíces en algún lugar dentro de mí, tal vez la noche que había salido tras Rebecca, tal vez semanas, meses o años antes. Oí pasos detrás de mí y me volví, para ver a Kate sosteniendo un frasco pequeño con una mano. "Liza". Su voz suave me recordó el toque de sus dedos en mi pelo. ¿Había visto mis raíces pálidas? ¿Había visto la visión en el espejo? Yo no lo sabía. Pero sabía que la magia de Cam había destruido la familia de Kate. ¿También mi magia podría matar? No. No, si podía evitarlo. Nadie morirá por mi magia, más que yo. Me aparté de la mirada compasiva de Kate y salí corriendo. "¡Espera!". Kate corrió tras de mí, pero era demasiado lenta. Huí de mi pueblo y de los campos que había conocido toda mi vida. Huí al bosque y no miré hacia atrás.

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Capítulo 4 Traducido por Pamee

Cuando Padre me enseñó a cazar, dijo: "Nunca muestres miedo. Los animales y las plantas pueden sentir el miedo en cada movimiento. Pueden oler el miedo con cada respiración tuya." Le pregunté si eso era a causa de la Guerra, pero él sólo se rió suavemente. "No, Liza. Eso siempre ha sido cierto. La diferencia es que, ahora, los cazadores y los cazados lucen igual. Nunca puedes estar segura de cuál es cuál, no hasta el fin de la caza". Las plantas no habían estado Antes entre los cazadores, pero Padre no necesitaba decir eso. No me sentí en gran parte como una cazadora: no, cuando llegué al río y lo seguí a la carrera; no horas después, cuando el ungüento de Kate había desaparecido y mi espalda palpitante me obligó a caminar; no ahora, que el sol se hundió en el horizonte. Tallow trotó junto a mí, sin miedo. Me siguió cuando huí, y aunque había intentando enviarla a casa, la verdad me alegré de su compañía. La gata había montado sobre mis hombros la mayor parte del día, hasta que se hizo demasiado doloroso. Yo le había enseñado a montarse allí hace años, cuando era gatita. Me mantuve en el centro del sendero, apenas fuera del alcance de la ambrosía a lo largo de la orilla, pero no era ésta lo que me preocupaba más. Padre me enseñó bien: sabía que me estaban siguiendo. Mi perseguidor había estado conmigo la pasada milla, tal vez más. Helechos y zarzas crujían, cuando rehuían de las lejanas pesadas. Brotes rojos y cenizas de robles, susurraban suavemente al pasar las pisadas. Y sentía algo que me observaba desde las profundas sombras; lo sentía con una certeza que hizo que un hilillo de sudor frío bajara por mi cuello. No te aventures sola en la oscuridad, o la oscuridad te tragará por completo. Incluso cuando el sol brillaba, un árbol podía comerse un hombre desarrollado si tenía suficiente sed de sangre. Al ponerse el sol, las sombras se reunieron alrededor de los árboles y de otras plantas también, no siempre, pero sí lo suficientemente a menudo. No sólo sombras ordinarias, éstas eran más oscuras con un lento

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espesamiento como savia de árbol, y no se fueron cuando el sol se puso. Incluso en la oscuridad, los zarcillos de sombra se deslizaron a través del suelo y las ramas de sombra cortaron el aire. Esas sombras de árboles cortaban más profundo que las ramas y zarzas ordinarias. Jayce todavía caminaba con cojera, debido a que una sombra de hierba carmín le había cortado hasta el hueso cuando se quedó hasta muy tarde en una cacería. A pesar de todo, yo pensaba que, lo que me cazaba ahora, era humano. Alguien de la ciudad lo envió a buscarme, pensé, pero no podía estar segura. Me estremecí en la penumbra de la tarde. Si las plantas y animales pudieran oler el miedo, el mío les dejó un rastro fácil. Unas pocas vides silvestres se arrastraron a través del sendero. Si las llamaba, como Cam las llamó, ¿sentirían mi magia y vendrían a mí? Caminé rápido, fuera de su alcance. Algo se movía entre los árboles, más cerca que antes. Las orejas de Tallow se movieron e irguieron. El algo susurraba a través de la maleza, girando hacia el río. Hacia mí. Sus pasos eran más rápidos, más seguros que antes. Corrí una vez más, la cosa susurrante corrió también, correspondiendo a mi ritmo. El sendero entre el bosque y el río se redujo. Si tan sólo pudiera saltar por encima del agua y el bosque hacia el cielo de la tarde, del modo en que Antes lo hacían los aviones − pero apenas si podía correr más que el agua cercana. Mamá cantaba historias de Antes, a veces canciones de hadas, de un tiempo en que sólo unas pocas personas sabían que el pueblo de las Hadas era real. En algunas de esas canciones, el agua corriente detenía la magia como sólo el hierro frío lo hacía. El hierro no ayudó a los aviones, la magia se los llevó hace mucho tiempo. Pero el agua era diferente. Si el agua fluía con suficiente rapidez, ni las plantas ni la magia podrían conseguir un asimiento en sus profundidades. Me volví y salí del sendero, a través de un pequeño bosque de nogal y por la orilla rocosa del río. Jadeé cuando el agua congelada se apoderó de mis botas y empapó mis calcetines de lana, pero seguí moviéndome hacia aguas más profundas. Mi pie se pegó al lodo y resbalé, luchando por mantenerme erguida contra la corriente. Incluso mientras lo hacía, el agua a mi alrededor se quedó abruptamente inmóvil. Había subido casi hasta mi cintura. Empapó completamente mi ropa y enfrió mi piel. Tropecé de nuevo y miré fijamente. El

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aire se había quedado muy tranquilo. Cerca de la orilla opuesta, el río fluía, pero a mi alrededor nada se movía. Incluso mi perseguidor estaba en silencio. Tallow se quedó mirándome desde la orilla cercana, también en silencio. Un destello de luz atrajo mi mirada hacia abajo. El agua que me rodeaba comenzó a brillar como un espejo gigante. Huí de esa magia de la única forma en que pude: cerrando mis ojos y buceando bajo la superficie. Tal vez, si no me veía, la magia pasaría de largo y, en cambio, buscaría a alguien más para echar raíces. O, podría permanecer bajo la superficie. Podría dejarme ahogar y esperar que la magia muriera conmigo, pero incluso cuando pensé eso, irrumpí en el aire, tosiendo y con dificultades para respirar. Mis botas estaban pesadas con agua, y mi ropa empapada se aferró a mi piel fría. El río a mi alrededor dejó de brillar. Nadé hacia la orilla y, cuando lo hice, la corriente se puso en marcha de nuevo, tirando de mi ropa y arrastrándome. Nadé duro, luego me puse de pie y me tambaleé. Unos pasos más y estaría en tierra. Una roca se deslizó debajo de mí y caí dentro de un agujero de aguas profundas. Luché a ciegas, incluso cuando mi cabeza se hundía. Mis brazos y piernas me dolían por el cansancio. Realmente estaba a punto de ahogarme. Lo quisiera o no. Alguien tomó mis muñecas, y fuerte. Ese firme agarre fue suficiente para que encontrara una base sólida y saliera a la superficie una vez más. Trepé, chapoteando en la orilla, tragando aire. Detrás de mí, el río murmuró en voz baja, sólo un río. Nada más. "Liza" Miré hacia arriba. "Matthew". Tenía el cabello suelto, y una hoja de arce muerta había quedado atrapada en éste. "Casi te ahogas". La voz de Matthew era temblorosa. El sudor corría por su rostro, a pesar del frío. "¿Estás bien?" Kate debió enviarlo tras de mí. Ella debió saber que era mejor no enviar a nadie. Me puse de pie, temblando. Tallow se había movido fuera del alcance de mis salpicaduras. Se lamió el barro de su pelaje.

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El crepúsculo proyectó sombras sobre el pálido rostro de Matthew. Pasó la mano por su cabello, encontró la hoja y tiró de ella. "Te he traído comida", dijo, mientras tiraba la hoja al agua. "Ropa seca. Pedernal y acero para un fuego" "No". Mis dientes castañeaban. Mis pies eran de hielo, las yemas de mis dedos hormigueaban. "Necesitas… irte. Mantente… lejos… de mí" "Liza". La voz de Matthew era baja pero firme, un poco como la de su abuela. "Iré a buscar leña para el fuego. Te sentirás mejor una vez que te entibies. ¿Está bien?" Nada podía hacer que esto estuviera bien, pero Matthew metió una mano en la mochila junto a él, sacó una manta y la colgó en mis hombros. A continuación, extrajo una jarra de barro llena de aceite y usó una chispa de su pedernal para encender la mecha en su interior. Me acerqué a ese pequeño círculo de luz. Luego, Matthew sacó una antorcha, la encendió con la lámpara, y se colgó una bolsa de nylon para recolectar madera, al hombro. Me dejó la lámpara y se retiró al bosque, su antorcha vacilaba entre los árboles. La noche pasó de gris a negro, y la luna ascendió mientras él buscaba madera muerta en el suelo. ¿Acaso no sabe que es mejor no recoger leña, solo, por la noche? ¿No sabe, acaso, que es mejor no arriesgar su vida por una chica maldita por la magia? Pero quizás Kate no le contó acerca de mi magia. Tendré que decírselo tan pronto como vuelva. Matthew no merece sufrir cualquier daño que mi magia pueda acarrear. Matthew tomó la rama con la que removía el fuego. A través de la llama anaranjada, podía ver su miedo, el miedo que Padre me enseñó que siempre debía oculta. Se veía en sus hombros encorvados, y en la forma en que la rama temblaba en su mano. Las brasas crujían ruidosas, verdes incluso en el corazón de la madera caída que se quemaba lentamente. Tallow estaba acurrucada junto al fuego, dormida. A las orillas del sendero, las ramas se desviaban alejándose de las llamas, temiendo su calor. Escruté la oscuridad dejada por las sombras de los árboles, pero no vi nada. Algo aulló en la noche. La gata abrió los ojos y alzó una oreja. Perros salvajes, pensé. Los árboles y sus sombras no eran lo único peligroso aquí. Matthew levantó una taza de metal desde el fuego, tomándola cuidadosamente por el asa envuelta en cuero. "Toma. Necesitas algo que te caliente por dentro"

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Usando ropa seca, envuelta en la manta de Matthew, finalmente dejé de temblar. Salía vapor de la taza, la esencia de la menta y el bálsamo de limón se mezclaban con el humo y la lana mojada. Alguna criatura nocturna gritó y cayó en silencio, en un torbellino de hojas. Los perros salvajes aullaron de nuevo, un poco más cerca. Matthew dejó la taza a mis pies, y atizó el fuego con su rama. Las chispas saltaban en el aire, volviéndose ceniza, y caían suavemente. Matthew miró en mi dirección, como si estuviera inseguro de hablar. Aparté la mirada. "Debes irte", dije. Matthew rió con inquietud. "¿Y aventurarme solo en la oscuridad? ¿Qué diría tu padre?" Creo que lo dijo como broma, pero no vi nada divertido acerca de ello. Una polilla voló hacia el fuego y a través de las llamas. Voló hacia fuera otra vez, con las venas en sus grises alas brillando naranjas. Las polillas se sentían atraídas por la luz y siempre tomaba algunas, alejándolas cuando éstas la encontraban. Me puse de pie y tiré de la manta a mi alrededor como una capa, ignorando el dolor que puso rígida mi espalda. "Expulsa la magia nacida entre ustedes", dije lentamente, "antes que pueda encenderse en tus padres". Matthew cogió una pequeña olla de metal desde su mochila y, en silencio, la llenó con agua de una botella plástica. Tallow se estiró y olfateó el aire. Matthew levantó su cabeza, como si lo que sea que oliera Tallow, él lo oliera también. "Tú sabes lo que le pasó a mi hermana". El viento arreció con un lastimero sonido, como el de un bebé llorando. La mirada espantada de Matthew se endureció algo más. Sus ojos se estrecharon mientras dejaba la olla en el fuego. "Lo que hizo tu padre. No tenía derecho". La voz de Matthew era baja y fiera. Sus labios se retiraban de sus dientes. "Tenía todo el derecho. Y ahora está pasándome a mí" "Lo sé". Matthew tomó harina de maíz de una bolsa de cuero y la agregó a la olla. Levantó su cabeza, y sus ojos grises parecieron reflejar una luz distante; no la luz del fuego, sino más como la luna creciente entre los árboles.

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Aparté la mirada de él y la bajé hacia la olla hirviente. La luna se reflejaba en su superficie de metal, y cuando miré, el metal se volvió brillante, justo como el agua y el espejo detrás del telar de Kate. Intenté volverme, pero mi mirada se mantuvo firme, y en brillo vi… A mí misma, huyendo de la ciudad que había conocido toda mi vida mientras, detrás de mí, Kate me llamaba "Espera…"… Un hombre joven y pálido caminaba a través del bosque. No iba solo esta vez, sino con una joven mujer de mi edad, con cabello negro, que sonreía a su lado. El sol volvió las hojas e hizo brillar el aire alrededor de ellos, una tierra de acero y cristal, de torres de ángulos agudos. Un cielo del color de la sangre seca. La sombras llegaron como alcanzando y extendiéndose a las torres. Las torres se estremecieron y se convirtieron en polvo, mientras más allá de éstas, un río fluía con rapidez, sus aguas profundas y enlodadas. Mamá me miraba a través del agua, a través de un muro curvado de luz plateada. Mamá susurraba,"Lizzy, mi bebé, mi niña. Permanece oculta, Liza, quédate a salvo…" Me quedé mirando sus ojos tristes, cogí su mano… y grité cuando el metal caliente me quemó. Matthew alejaba mi brazo de la olla caliente, incluso cuando yo luchaba por llegar a ese calor… de mi madre… una vez más. "¡Mamá!", lloré, pero él no me dejó ir. Salieron ampollas en mis dedos. Sentí dolor, pero parecía algo lejano, menos real que las imágenes que veía. Matthew me sostuvo hasta que dejé de luchar y me hundí con cansancio junto al fuego. Él presionó un trapo frío contra mis dedos quemados. La olla de metal reflejaba la llama anaranjada, nada más. Mamá se había ido. La harina de maíz hervía en el fuego, pero Matthew no se movió para sacar la olla. Tallow tocó mi rodilla con su cabeza y, en forma ausente, empujé su espalda. "¿Qué viste?", preguntó Matthew. No quería poner las imágenes en palabras. Eso las haría más real… o menos. "Nada", dije. Matthew sacudió la cabeza, rechazando mi respuesta. "La abuela piensa que viste algo en su espejo, incluso aunque ella no pudo ver nada por sí misma. Yo tampoco pude ver nada, pero sólo alguien en las garras de la magia podría llegar al fuego, como si no supiera que está ahí"

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"¿Cómo lo sabes?" Mis ampollas latían. Mi espalda todavía dolía. ¿Cuánto me hubiera quemado, si Matthew no me hubiera alejado? En el bosque, los aullidos se volvieron más fuertes. Matthew vaciló y entonces, dijo: "No eres la única persona que he conocido con magia" "Sí, pero todos los demás estás muertos". Las palabras salieron antes que pudiera detenerlas. Mi hermana. Su hermano. Un bebé sin nombre con garras afiladas. Otros bebés, nacidos de otras mujeres, uno cada pocos años desde la Guerra. La mirada de Matthew era aguda, en nada como el chico sonriente que conocí de vuelta a casa. "Cuando Cam murió, juré que sería el último. Juré que nadie más moriría por magia, si yo podía evitarlo" "Bueno, entonces fallaste. ¿No lo hiciste?". Mi voz salió más cruel de lo que esperaba. Padre no tuvo alternativa, pensé. Él nos estaba protegiendo a todos. Me aparté de Matthew. Cuando lo hice, algo de pelaje marrón saltó desde la noche, golpeándome en el suelo. Busqué mi cuchillo con las manos y acuchillé hacia arriba, ignorando el dolor de mis ampollas reventadas. Dientes se cerraron con un chasquido, rompiendo cuero y lana. Gritos y aullidos resonaban por todas partes. Mi cuchillo golpeó profundo y la sangre salpicó mi cara. Luché por respirar cuando tiré el cuchillo lejos, mirando hacia arriba dentro de los ojos amarillos inyectados en sangre de un perro salvaje. Las garras arañaron mi mejilla. Rodé lejos, con la espalda palpitante, los brazos protegiendo mi cuello, preparándome para la mordida de los dientes contra mi piel. En cambio, la criatura gimió en lo profundo de su garganta. Abruptamente se volvió y corrió, con la cola entre las patas. Los otros perros corrieron detrás de él, la manada completa. ¿Qué podría asustar a una manada de perros salvajes? Oí jadeos detrás de mí y sentí una respiración caliente en mis brazos. Tomando mi cuchillo, me puse de pie y me volví. Vi… no un perro, no del todo. Sus ojos eran demasiado brillantes, sus dientes demasiado filosos, su pelaje más plateado que gris. La criatura gruñó cuando vio el retiro de la manada. Sus labios estaban retirados, sus orejas y cola, erguidas. Goteaba sangre de una pata trasera. Unas manchas gris oscuro, alrededor de sus ojos y nariz, le daban a la criatura una mirada extraña,

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demasiado inteligente para un perro. Una palabra vino a mi mente: lobo, aunque nunca había visto uno, salvo en los libros viejos de Kate. Me aparté, poniendo el fuego entre la criatura y yo. Tallow silbó y se retiró debajo de la mochila de Matthew. Con mi mano libre, saqué una rama ardiendo de entre las llamas. El lobo gruñó. Por un momento, estuve segura que atacaría. Pero entonces se estremeció y una luz plateada fluyó sobre su pelaje gris. Se sacudió la luz, como Tallow podría sacudirse el agua. La cola y los dientes se retrajeron. El pelaje también lo hizo de sus brazos, pecho y piernas. Los ojos de la criatura perdieron su brillo feroz cuando se paró en dos patas, dejando atrás… "¿Matthew?" Mi voz sonó lejana, como la de alguien más. Él estaba desnudo, temblando a la luz del fuego, la sangre goteando de una herida irregular en su pantorrilla derecha. Se estiró incómodo, como si no estuviera seguro de cómo usar su propia piel. "Tú…". Las palabras se atascaban en mi garganta. Matthew se pasó una mano por el pelo suelto que, de pronto, parecía fino pelaje. No parecía darse cuenta de su falta de ropa. Yo no podía dejar de notar, sin embargo, ver más de lo que debía. Matthew miró hacia su pierna sangrante, y luego hacia mí. Se veía pequeño y asustado, comparado con el lobo que había sido. Magia. Nunca había escuchado de una magia como ésta. Debía ayudarlo. Debía ofrecerle una manta, cortar un trapo para vendar su herida. Debía, al menos, darle las gracias por salvar mi vida. Pero sólo podía mirarlo fijamente. ¿Cómo podía Matthew ser, posiblemente, un lobo? Matthew miró el cuchillo que yo sostenía, con sangre goteando de su hoja. Él avanzó y yo le tendí el cuchillo, preguntándome por qué, alguien con dientes y garras podría necesitar tal arma. Mis dedos ampollados picaban. Un líquido rezumaba donde mis ampollas habían reventado. Matthew se limpió la sangre con la manta que había dejado caer cerca del fuego y luego puso el cuchillo en las llamas para limpiarlo aún más. Tomó la manta de nuevo y cortó varias tiras largas de lana. Humedeció la primera tira con agua y la usó para limpiar el corte en su pierna. Con las otras tiras, hizo vendas que envolvió en su herida.

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Matthew miró alrededor del fuego y encontró su ropa dispersa, cerca. No estaban rotas, lo que no tenía sentido. Me di la vuelta mientras se ponía los calcetines de lana y la ropa interior, sintiendo el rubor que se arrastraba por mis mejillas. "Gracias, Liza". Un Matthew completamente vestido y con botas me devolvió mi cuchillo. Su propio cuchillo colgaba ahora de su cinturón. Debió estar con su ropa. Escudriñó el suelo, recogió una tira de cuero y se ató el cabello hacia atrás. Se veía tan ordinario, sólo el mismo chico tranquilo que yo siempre había conocido. No, no el chico… bajé la mirada hacia mi cuchillo, cuando mi rostro se volvió caliente. Toqué mi mejilla y me sorprendí al sentir sangre seca. Matthew tomó la harina de maíz del fuego y puso la olla en el suelo, cojeando al hacerlo. Tallow se deslizó fuera de su escondite y se acercó a las llamas, lamiéndose la sangre de perro de su pelaje. Matthew se agachó cerca del fuego. Me encontré poniendo distancia entre nosotros, una vez más. "¿Cuánto tiempo?", pregunté con mi voz sonando extraña y ligera. "Dos años". Matthew habló suavemente, pero sin vergüenza. "Desde que…". Mi voz se desvaneció. Matthew se frotó su muñeca con cicatrices. "Cuando Cam llamó a las zarzas, ellas me agarraron, al igual que a mamá y a papá. Debí haber muerto con ellos. Las espinas se enterraron muy profundo. No podría haber escapado. Sólo entonces…". Matthew se encorvó. Aparté la mirada de las llamas. "Ni siquiera entendía lo que pasaba, no de inmediato. Sólo sabía que estaba libre y que tenía que correr. No me di cuenta que cambié hasta más tarde, cuando fui humano de nuevo". Matthew hundió con fuerza ambas manos en los bolsillos de su chaqueta. "Casi no recordé que era humano, esa primera vez" Él no era un cobarde. Corrió porque no tuvo alternativa. Yo no tenía ni idea. Ninguna. Nadie la tenía. "Mantuviste esto oculto por dos años", dije, sin estar segura de si esconderlo era la cosa correcta. Sin embargo, yo también intenté ocultarlo, al principio. "No se lo oculté a nadie", dijo Matthew.

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"¿Quién lo sabía?". No había nadie en quien yo confiara lo suficiente como para hablarle de magia, no si tuviera alternativa. Matthew suspiró y no respondió. "Los perros volverán, Liza. No se asustarán tan fácilmente la próxima vez. Necesitamos movernos". Se puso de pie y comenzó a meter los utensilios en su mochila. Pensé en sus afiladas garras y dientes. ¿Cómo yo podría saber que él recordaría siempre que era humano, incluso en ese momento? ¿Y si la próxima vez volvía esos dientes y garras contra mí? No hablé en voz alta, pero aún así, Matthew me miró bruscamente, como si leyera mis pensamientos. Esperé que no hubiera ninguna magia para eso, o sería algo que nos volvería locos a todos. "Liza". Tomó una inspiración profunda. "La Guerra terminó. Ha estado terminada por casi veinte años. La magia puede ser controlada, no importa lo que tu padre diga” ¿Al igual que Cam la controló? ¿Al igual que el pueblo de las Hadas la controló? "La magia mata, Matthew" "No siempre". Había furia real en esas palabras, la primera furia que he escuchado de él. Algo comenzó a construirse en Matthew, haciendo que el vello de su cuello se pusiera de punta. Dio un paso adelante, con los labios retirados de sus dientes, el pelaje brotando del dorso de sus manos. Pero antes que yo pudiera dar un paso atrás, antes que pudiera correr, apretó los puños y se alejó de nuevo. Tomó una profunda inspiración y el pelaje retrocedió, haciendo que se viera casi humano una vez más. Casi. Había algo demasiado brillante en sus ojos grises, demasiado salvaje. Matthew bajó la mirada a sus manos, luego la levantó hacia mí, pidiéndome sin palabras que yo entendiera. Lo que entendí fue que él no podía volver a casa más de lo que yo lo hacía. Ninguno de los dos podía estar seguro que no haríamos daño. Mejor estar lejos de nuestra ciudad y de quienes vivían ahí. Los perros comenzaron a aullar otra vez. Tomé los suministros de Matthew, ignorando el escozor de mis dedos ampollados cuando lo hice: la bolsa de leña y la bolsa de alimentos, la taza y el plato, y lo que quedaba de nuestra manta. La olla la dejé atrás; estaba demasiado caliente para empacarla y, tal vez, la harina

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de maíz podría distraer a los perros. Matthew cerró la cremallera, cuando Tallow saltó a mis hombros y escondió la nariz en mi cabello. Los aullidos se volvieron más fuertes. Matthew se puso la mochila sobre los hombros, cogió la antorcha en una mano y la prendió rápidamente en el fuego. "Vamos", dijo, y juntos huimos de los aullidos que se acercaban por detrás.

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Capítulo 5 Traducido por Pamee

Mientras corríamos, las ramas se enredaron en mi pelo y rasgaron mi suéter. Mi respiración se hizo entrecortada y mi espalda latía, pero yo seguí corriendo. Matthew cojeaba a mi lado, empuñando la antorcha. Tallow se apretaba contra mi cuello. Los perros chocaban contra la maleza y dentro del sendero, a sólo pocas yardas de nosotros. Nos apartamos de ellos, fuera del camino y dentro del bosque. Los espasmos y aullidos hacían eco, acercándose por detrás. Escuché madera rompiéndose y huesos crujiendo. Los ladridos se detuvieron, después hubo un solo aullido y luego, silencio. Matthew y yo dejamos de correr y nos miramos. Moras púrpuras machacadas colmaban el suelo a nuestros pies, llenando el aire con una enfermiza esencia dulce. Los árboles de mora nos rodeaban por todos lados. De pronto, el vacilante círculo de luz de la antorcha, parecía muy pequeño. Tallow maulló suavemente, y las ramas a nuestro alrededor se inclinaron hacia el sonido. Estaba segura que sus hojas verdes escuchaban cada una de nuestras respiraciones. Sin hablar, avanzamos de nuevo hacia el sendero, buscando un claro entre los árboles. El suelo se inclinó hacia arriba. Una raíz rompió la tierra bajo mis pies y me caí. Tallow saltó de mis hombros y se precipitó hacia el bosque. "¡Corre!", le grité a Matthew, mientras luchaba con mis pies. Sin embargo, él dio un paso hacia mí, sin alejarse. Su pierna herida cedió y cayó, aún asiendo la antorcha en una mano. Llegué hasta él. La corteza de un árbol agarró mi suéter de lana, tirándome hacia atrás. Una viscosidad se filtraba a través de mi suéter: si era sangre o savia, no podría decirlo. Los árboles estaban más cerca de nosotros que antes. "¡Liza! ", dijo Matthew en tono áspero. Estaba medio enterrado en la suciedad, con raíces que se retorcían sobre sus piernas, pecho y cuello, el rostro escarlata mientras luchaba por aire. Me estiré hacia él, pero el árbol detrás de mí no me

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dejaba ir. La corteza cortó a través de la lana, mordiendo mi piel y enviando fuego por mi espalda. Intenté zafarme de mi suéter, pero las ramas chasquearon al bajar, sujetando mis brazos. Mis pies estaban atrapados también. Miré hacia abajo y vi corteza fluyendo como melcocha 4 caliente sobre mis botas y hacia mis rodillas. Los gemidos comenzaron a nuestro alrededor, desde los árboles, el viento o, posiblemente, ambos. La corteza fluyó hasta mis muslos. Grité mientras combatía la madera, pidiendo ayuda; sin importarme que pedirlo fuera inútil, sin importarme cuánto se mostraba mi miedo. De la boca de Matthew salieron palabras que no pude oír. El dolor cortó a través de mis tobillos y pantorrillas. En cualquier momento, los huesos podrían romperse. La antorcha cayó de la mano de Matthew y se consumió. En la repentina oscuridad, la corteza se elevó más allá de mi cintura hacia mi garganta, estrangulando mis gritos a susurros. De entre los árboles, una sombra se movió hacia mí: un parche, negro como la tinta, del tamaño de un zorro, no atado a ningún árbol, más oscuro que una noche con luz de luna. Oí un grito, amortiguado por la madera alrededor de mis oídos. Alguien corrió hacia delante, más allá de la sombra, y puso las manos contra la corteza fluyente. "Deja estar", dijo firmemente una voz de mujer. "Deja ir a la sangre y el hueso. Busca suelo, busca agua, busca tierra…" La corteza se alejó, fluyendo como una inundación que retrocede. Caí hacia delante, sin aliento. La mujer se arrodilló junto a Matthew, y puso sus manos sobre las raíces que lo retenían. Cuando ella habló, las raíces azotaron de nuevo, agitándose en el aire y retrocediendo en el suelo. Matthew se sentó, tosiendo violentamente. El sabor a cobre de la sangre se mezcló con el dulce olor de las moras. Incluso con la luz de la luna, vi la preocupación en los rasgos pálidos de la mujer. La sombra se había ido. Me arrastré hasta ellos. Matthew abrió la boca, como si fuera a hablar, pero en cambio, cerró los ojos y se hundió hacia delante. Su respiración era irregular y laboriosa, el cabello le caía lacio sobre el rostro. Su ropa estaba rasgada, cubierta con suciedad o sangre, o tal vez ambas. Su mochila se había ido, dejando atrás sólo unos pocos trozos de nylon en la oscuridad. Melcocha: miel muy concentrada y caliente, que se echa en agua fría y que, al enfriarse, queda muy correosa. 4

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"¿Puedes ponerte de pie?", me preguntó la mujer, con los ojos aún sobre Matthew; su voz era la misma que le dijo a los árboles que se fueran. Era más joven que Mamá, pero mayor que yo. Su largo cabello estaba recogido hacia atrás, en una trenza. Asentí con la cabeza y me forcé a mí misma, a mis pies, mi espalda dolorida y mis tobillos palpitantes. "Bien", dijo la mujer. "Una vez que los árboles han probado el sabor de la sangre, no lo olvidan por mucho tiempo. Debemos dejar este lugar, y no puedo cargarlos a los dos" Alcancé la mano de Matthew y retrocedí. "¿Podrá Matthew…?", no pude decir lo que pensaba en voz alta. "No lo sé", dijo la mujer. "No soy una sanadora. Debemos regresar a mi pueblo, donde mi hermano puede examinarlo". Levantó a Matthew con más fuerza de la que yo esperaba, llevándolo sobre su hombro. Matthew colgó ahí, flojo como un saco de grano. "Nunca debiste seguirme", susurré. La mujer comenzó a caminar. La seguí, ignorando el dolor, determinada a no disminuir su paso. El camino delante de nosotros estaba claro, incluso cuando momentos antes los árboles estaban muy espesos. Tallow apareció de algún lado del bosque y trotó junto a nosotros, como si nada hubiera pasado. Los sonidos de la noche se pusieron en marcha: los chirridos de los grillos, el ulular de una lechuza, un gemido como el llanto de un bebé. Alcé los ojos, sabiendo que ahora no tendríamos oportunidad contra las garras de una lechuza. Las nubes se espesaron sobre la luna y la lechuza cayó en silencio. La mujer parecía no tener problemas para ver en la oscuridad. Llegamos a un sendero más ancho

y nos movimos más rápido en la tierra apisonada. El dolor

acuchillaba a través de mi rodilla, y yo luchaba para no cojear. "¿Qué los poseyó para que caminaran en el bosque por la noche?", preguntó nuestra salvadora. No oí acusaciones en su voz, sólo curiosidad. Sonaba muy ordinaria, ahora, aunque, de alguna forma, seguía haciendo que los árboles nos dejaran ir. "¿Cómo…?"

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La mujer cambió el peso de Matthew sobre su hombro. "Los árboles siempre me han escuchado, desde que era una niña. ¿Quién sabe por qué pasan esas cosas? Vamos, más rápido si es posible. Tuvieron suerte. Normalmente, no patrullo tan lejos. No sé qué me compelió a hacerlo hoy". La luna salió de nuevo e iluminó su suave y preocupado rostro. "Sólo espero que estemos a tiempo. Me llamo Karin, por cierto. ¿Y tú eres?" "Liza" La noche se hizo más profunda a nuestro alrededor, pero los árboles mantuvieron su distancia. Al final, el sendero dejó el bosque y llegó a un seto, donde espino, hiedra y zarza se entretejían juntos dentro de un muro. Karin llegó hasta las hojas verdes, y por un momento, las vides parecieron enroscarse adorablemente alrededor de sus manos. Retrocedí, temiendo que esas vides pudieran consumirnos, pero ella no mostró miedo. "Estos dos humanos son Matthew y Liza. Te pido que les concedas pasar seguros". Bajó la mirada a Tallow y sonrió un poco. "A ellos y a su compañero felino" El verdor crujió y se separó, formando un arco. "Caminen rápidamente", dijo Karin. El seto podría habernos tragado por completo. "¡Espera!". Miré alrededor con ferocidad. Una sombra, la sombra que había visto en la arboleda de moras, fluía desde el bosque al sendero, dirigiéndose hacia nosotros. Karin no parecía darse cuenta. Estaba, en ese instante, en camino, llevando a Matthew con ella. Yo no tenía alternativa. Ignorando la sombra, ignorando el frío filtrándose en el aire, cerré los ojos y me zambullí tras ella. Escuché voces en el otro lado y vi figuras corriendo hacia delante. El dolor en mi espalda y piernas se volvió más ardiente. Tropecé. Alguien me cogió y todo el mundo se oscureció.

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Capítulo 6 Traducido por Rachel Corregido por Pamee

Me arrodillé en una colina iluminada por la luna, cerniendo fragmentos de huesos irregulares a través de mis manos. Sabía que no pertenecía aquí, pero seguía buscando, sabiendo que había alguien, algo, que tenía que encontrar antes de poder irme. Una sombra pasó desde los fragmentos. La sombra llegó hasta mí y yo retrocedí, pero entonces, los aullidos cortaron la noche. La sombra se fundió en la tierra, como una criatura trotando hacia mí, más grande que un perro y con dientes relucientes. "Liza" dijo el lobo, y su voz era una voz humana, y sus ojos, ojos humanos. Cuando el lobo captó mi mirada, me aparté. Él se giró, desapareciendo en la oscuridad. Fuera de la noche, una voz me llamó,"Lizzy, mi bebé, mi niña". Tropecé con mis pies y perseguí el sonido, sabiendo que, si tan sólo pudiera atraparlo, todo iría bien, la noche se olvidaría, las sombras se verían obligadas a huir. Corrí hasta que mis piernas se acalambraron y mis rodillas cedieron. Caí entonces, y la corteza se elevó para cogerme. Intenté gritar, pero la corteza tapó mi garganta y selló mis labios, se abrió camino traspasando piel y hueso, a través de los oídos, ojos y corazón. Me desperté erguida, gritando. Fragmentos del sueño huyeron como chispas de la fragua de un herrero. Estaba sentada sobre un colchón de plumas en un armazón de madera, rodeada de paredes blancas y ventanas oscuras. Había una pequeña lámpara quemada en un aparador cercano. Alguien me había quitado las botas y unos moretones del color del jugo de las moras marcaban mis pies y tobillos hinchados. Mi suéter estaba manchado de sangre seca. El picaporte de la puerta hizo clic. Una mujer con salvajes ojos de plata, entró en la habitación. Su cabello trenzado, claro como el cristal, caía por su espalda. Tragué mis gritos mientras la observaba. ¿Era esto en lo que mi hermana se hubiera convertido, de haber vivido?

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La mujer se volvió hacia mí. "Caleb dijo que debíamos esperar que despertaras pronto" Conocía su voz. "¿Karin?". Parecía tan diferente en la oscuridad. No había dado cuenta que la magia estaba tan profundamente arraigada en ella. Sin embargo, no hablabas con los árboles sin tener magia – o si lo hacías, los árboles no te respondían. Había estado demasiado adolorida, demasiado asustada para pensar en ello. "Sí, por supuesto". Karin dio un paso hacia delante, y me ofreció una taza llena de un líquido oscuro. "Toma, esto ayudará con el dolor" Yo sólo me quedé allí, mirando. Ella era demasiado mayor para haber nacido con magia, como Rebecca. Los árboles siempre me han escuchado, desde que era niña. ¿La magia la habría encontrado más tarde, de la misma forma que había encontrado a Cam? No sabía que hubiera magia que pudiera hacer que un árbol soltara su asimiento. Sin embargo, Matthew sí lo sabía. Él había dicho que la magia no tenía por qué matar. "Matthew". Miré alrededor de la habitación. Él no estaba allí. Empujé la taza de té a un lado y traté de ponerme de pie. Unas dagas de calor me apuñalaron a través de la espalda. Mis rodillas cedieron. Me estiré, para elevarme como un nadador luchando a través de aguas profundas, pero la oscuridad me encontró, una vez más. Esta vez, soñé con luz plateada. La luz fluía a mi alrededor, sobre mí. Lenta al principio, vacilante; a continuación más fuerte, como una reunión de olas. Alcé mis brazos, oponiéndome a esta nueva magia, tratando de protegerme, pero en lugar de dolor o calor, sólo sentí frío, frío sanador.

∗∗∗

Cuando me desperté de nuevo, Tallow estaba ronroneando sobre mi pecho. Abrí los ojos y vi una niña, de unos diez años o por ahí, con el cabello rojo recogido en una cola de caballo enredada. Rascaba a la vieja gata detrás de las orejas, y Tallow inclinaba la cabeza de un lado a otro en respuesta.

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"¡Estás despierta!", dijo la niña y luego retiró la mano, con aire de culpabilidad. "Lo siento. Papá dijo que debería preguntar antes de acariciar a tu gata. Pero no te importa, ¿verdad?" "No, si a ella no le importa". Le di un codazo a Tallow haciéndola a un lado y me senté, aguardando el dolor. Tallow saltó al suelo. Mi espalda no me dolía, como tampoco lo hacía ninguna otra parte de mi cuerpo. Me estiré, sabiendo que no podría haberme curado tan rápido, a menos que hubiera dormido durante semanas y semanas. La niña sonrió. "No tengo un gato. Tengo dos cabras, pero no es lo mismo" Me puse de pie. El piso de madera crujía bajo mis pies. Mis piernas temblaron, pero logré estabilizarme. Aún no sentía dolor. Incluso las ampollas en mis dedos se habían ido. "¡Oye, realmente estás mejor!". La sonrisa de la muchacha se amplió. "¡Se los dije! Les dije que tenía la edad suficiente para ayudar, y no sólo con las cosas pequeñas como moretones en los pies y rodillas raspadas. Sin embargo, no me creyeron, hasta que no tuvieron opción. Espera aquí – se supone que tengo que avisarles a mi papá y a Caleb tan pronto como despiertes. ¿Cómo se llama tu gata?" "Tallow" "Tallow es un buen nombre. Volveré" Oí sus pasos sonando en el pasillo, luego regresaron y bajaron las escaleras. Tallow saltó desde el suelo hasta el tocador y del tocador a la ventana. Se estiró el alféizar y cerró los ojos, con el fuerte sol de la mañana brillando en su pelaje. Era de noche cuando llegamos aquí. Era de noche, cuando Matthew… Me quedé muy callada, escuchando. Oí algunas aves fuera de la ventana, así como movimiento por el pasillo. Los moretones de mis tobillos se habían ido, y alguien había sustituido mi ropa desgarrada por un camisón de lana suave. Desde abajo oí a alguien, la niña, hablando para sí mientras se movía. Salí de la habitación y me deslicé por el pasillo. El suelo, bajo mis pies, suspiró. A través de una puerta abierta, vi a Matthew, acostado e inmóvil en una cama; su piel parecía opaca y gris. Un hombre se inclinaba sobre él. Tenía el pelo

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claro, como Karin, sólo que caía sobre sus hombros. Sentí un escalofrío de familiaridad, sin saber por qué. Un segundo hombre, con el cabello de un ordinario marrón rojizo, se puso a su lado, observándolo. El primer hombre presionó sus manos sobre el pecho desnudo de Matthew. Los ojos de éste se abrieron. Abrió la boca como para gritar, pero sólo salió un gemido ahogado. El extraño presionó más fuerte, moviendo sus labios en palabras que no pude oír y una luz plateada fluyó de sus manos. Me obligué a no gritar. Matthew arqueó la espalda, y yo sabía que estaba adolorido. Estiré la mano, a por el cuchillo, antes de darme cuenta que no lo tenía. En lugar de eso, entré a la habitación, silenciosa como Padre me había enseñado, escudriñando el suelo y el tocador en busca de algo para usar como arma. El pelirrojo levantó la mirada, y sus ojos se fijaron en los míos. Me congelé en el lugar, mientras él cruzaba la habitación. "No", susurró. "Si interfieres con la curación de Caleb, podrías matarlos a ambos" ¿Curación? Eso no se veía como una curación. Pero esperé a que el hombre me diese una sonrisa de disculpa. "Soy Samuel", dijo, todavía susurrando. "Y tengo entendido que tú eres Liza" Asentí, pero mis ojos no se apartaban de Matthew. Había caído flácido sobre la cama, los ojos cerrados, el pecho moviéndose inquieto arriba y abajo. El hombre de cabello claro, Caleb, se desplomó en una silla, mirándome a través de sus ojos medio cerrados, no pude decir si con sospecha o curiosidad. "Ven", dijo Samuel. "Ya es seguro". Me acerqué a Matthew, mientras Samuel ponía una mano en el hombro de Caleb. Éste levantó la mirada. "Esto es todo lo que puedo hacer, por ahora", dijo. "Por el momento, es suficiente" Matthew abrió los ojos cuando mi mano rozó su brazo, luego los volvió a cerrar, como si eso tomara demasiado trabajo. Su piel estaba caliente. "Sus posibilidades mejoran lentamente", dijo Caleb, cansado. "Hace unas horas, no sabía si viviría toda la noche" Observé el intranquilo subir y bajar del pecho de Matthew. Él, al menos, podría haber permanecido oculto y sin embargo, me siguió en la oscuridad. Me

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obligué a mí misma a encontrar los ojos de Caleb. Eran de plata, como los de Karin, brillantes de magia. "Tú salvaste la vida de Matthew" Caleb encontró mi mirada, con firmeza. "No puedo prometer eso, aún. Pero estoy haciendo todo lo que puedo" "Con magia". Mis palabras contenían más desafío del que pretendía. Yo ignoraba que había magia que podía curar, como tampoco sabía que existía una magia que podía forzar a los árboles a soltar su agarre. Caleb asintió con la cabeza, pero su expresión se tornó más reservada. "La magia era la mejor herramienta a mano. ¿Habrías elegido otra? " Matthew se veía tan pequeño, acostado, luchando con cada respiración. Tan humano, sin ningún indicio del lobo en él. "Estamos en deuda contigo", dije, inclinando la cabeza. Caleb asintió, pero su respiración reservada se mantuvo. Samuel dijo, "Has estado aquí toda la noche, Caleb. Necesitas comer y descansar. Allie está preparando el desayuno…" "Iré pronto", dijo Caleb. "Quiero vigilar al chico un poco más" "Yo lo haré", le dije. "Tú también tienes que bajar a desayunar", dijo Samuel. "Allie, quien es mi hija, fue muy clara al respecto" Antes que pudiera preguntar por qué un niño tendría que opinar algo, Caleb dijo, "Confía en tu sanador, Liza. Allison puede ser joven, pero sus instintos son buenos" "¿Sanador?", pregunté, sintiéndome estúpida. Caleb asintió gravemente. "Matthew no era el único que necesitaba curación, cuando Karin los trajo aquí. Yo no tenía fuerzas para los dos. Tenemos suerte de que Allison estuviera a la altura de la tarea. Ahora, ve. Yo iré cuando regreses y podrás sentarte con Matthew todo el tiempo que desees" Un ceño cruzó el rostro de Matthew, entre dos respiraciones. Quería decirle que todo estaría bien, pero yo no sabía si sería así."Volveré", le prometí en cambio, y seguí a Samuel por las escaleras.

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La niña, Allie, estaba arrodillada junto a la chimenea del salón, sirviendo gachas con un cucharón en recipientes de plástico. Mi estómago rugió por el olor. "¡Liza!". Ella dejó caer la cuchara, salpicando las gachas. Samuel se rió y le tendió una toalla. Yo me quedé en la puerta, insegura. Padre me hubiera abofeteado por perder comida descuidadamente. Mamá hubiera estado más tranquila, pero no se hubiera reído. Allie limpió la avena y puso los recipientes en una mesa, cerca del fuego. "Vamos", dijo. "Tienes que comer, después de una curación. Eso es lo que Caleb me enseñó y es verdad, tanto para el sanador como para el paciente. Me muero de hambre. ¡Vamos!" Un poco de avena había salpicado su cabello y ella no parecía darse cuenta. Sus ojos eran marrones y tenía un puñado de pecas sobre la nariz. Parecía perfectamente ordinaria, sin atisbo de magia a su alrededor. Si tuviera cualquier hebra clara en su cabello, serían pocas y estarían ocultas, como habían estado las de Cam. ¿Cómo pudo, esta niña, ejercer la magia que me curó? Debería estarle agradecida a Allie pero, en cambio, sentí una oleada de cólera. ¿Por qué este pueblo debía tener magia que curaba, mientras en mi pueblo, la magia sólo mataba? Me obligué a disminuir mi cólera, mientras me sentaba con Allie y Samuel a la mesa. No quería parecer desagradecida. Samuel sirvió el té en viejas tazas de cerámica desportillada. Al igual que en casa, las tazas estaban cubiertas de palabras de Antes, que ya no tenían sentido: University of Missouri. St. Louis Cardinals. Disneyland. Las gachas tenían las orillas quemadas. No me importó. Comí con apetito, saboreando los trocitos de carne entremezclados. Samuel comió más despacio. "Está muy bueno", logró decir. "Mentiroso", dijo Allie y Samuel tampoco la abofeteó por eso. "Está mejor que bueno, es…", tragó un bocado y farfulló. "Oh" "Me gusta". Terminé rápidamente mi plato, y Allie lo llenó otra vez. Me acordé de la harina de maíz de Matthew hirviendo sobre el fuego. "De veras estás mejor, ¿no?". Cuando asentí, Allie se volvió hacia su padre. "¿Ves? Te dije que podía hacerlo." Samuel alborotó su cabello. "Tenías razón, y todos debimos confiar en ti, antes"

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"Exactamente". Allison le dirigió una sonrisa de suficiencia y luego, se volvió hacia mí "¿Cómo está tu espalda? Ésa fue la peor parte, ya sabes". Se estremeció, y la sonrisa abandonó su rostro. "Nunca he visto a un árbol atacar a nadie… sólo puedo imaginarlo. Pero todo eso está curado, ¿verdad?" Asentí con la cabeza otra vez, sin decirle que no todas mis lesiones habían provenido del árbol. Sospeché que tales cosas tampoco sucedían en su pueblo. "Así que, ¿de dónde eres?", me preguntó Samuel. Me puse tensa. ¿Kate – o peor aún, Padre – podrían haber advertido a los otros pueblos, para que se mantengan vigilantes respecto a Matthew y yo, ya sea para devolvernos a casa o para destruirnos? Pero no, los forasteros no visitaban nuestra ciudad. Desviábamos a los extraños, con palabras si era posible, o por la fuerza, si era necesario. Nadie sabía qué peligro o magia podría traer un extraño. "Espera un momento". Samuel salió de la habitación y regresó con una hoja de papel de Antes, una lámina lisa y plegada. Los bordes amarillentos se desmenuzaron cuando la desdobló. St. Louis y sus alrededores, decía el papel. "Un mapa", explicó Samuel. "Las líneas azules son los ríos. Las negras y rojas son – eran – carreteras". Los nombres de las poblaciones estaban esparcidos a través de las líneas, muy juntos en el este, más separados al oeste y al sur. El de la ciudad de St. Louis estaba escrito más grande que los otros, tachado con una gruesa línea. Líneas más delgadas tachaban la mayoría de los otros pueblos, también. "Estamos aquí". Samuel señalaba una ciudad al oeste y sur de St. Louis, encerrada en un círculo verde. "Washville. ¿Y tú?" "Franklin Falls". Revisé el mapa. No sabía que hubo un tiempo en que existían tantos pueblos. Samuel encontró Franklin Falls antes que yo. Estaba encerrado en un círculo rojo, pero no tachado. "No muy lejos", dijo. "Quince millas, tal vez menos. Pero el rojo indica que no comerciamos con ustedes". Me miró, como esperando alguna respuesta para eso.

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Allie miró el mapa con nostalgia. "Papá dice que soy demasiado joven para ir Fuera. Pero también pensaba que yo era demasiado joven para curarte y estaba equivocado al respecto" "Cada cosa a su tiempo", dijo Samuel. "Ten paciencia conmigo, Allie" "Odio ser paciente". Tomó los tazones vacíos de la mesa, mientras su padre doblaba de nuevo el mapa, cuidadosamente. Cuando regresó, me dijo: "Vamos, Liza. Tiempo de que vuelvas a la cama" "Estoy bien", le dije, pero un audible bostezo escapó de mis labios. Samuel y Allie se rieron. Bajé la mirada, con el calor corriendo por mis mejillas. Dejé que Allie me llevara escaleras arriba. Cuando trató de arrastrarme hacia la habitación donde había despertado, me resistí con firmeza y entré al cuarto de Matthew, en cambio. "¡Necesitas dormir!", protestó Allie, siguiéndome. Caleb se puso de pie cuando nos vio, haciéndome un gesto hacia la silla. "Se ha mantenido estable, por ahora". Los ojos de Matthew estaban cerrados, su pecho subía y bajaba en forma desigual, pero al menos, respiraba todavía. Dejé escapar el aliento, que no sabía que estaba conteniendo. "¡Caleb!", dijo Allie. "Ella debería estar descansando. Tú sabes que es así" Caleb cruzó la habitación y puso sus manos sobre los hombros de Allie. "Entonces, ésta es una lección que será mejor que aprendas. No todos los encargos que hagas serán lo mejor para ellos, y necesitas encontrar un modo de trabajar en eso" "¿Pero cómo?". Ella levantó la mirada hacia Caleb. Oscuras sombras se encontraban bajo sus ojos. "¡Te ves horrible! ¿Descansarás, al menos?" "Sí, Allison. Descansaré. Pero primero, tengo que hablar con Liza". Se volvió hacia mí. "Me llamarás si ves cualquier cambio en él, para bien o para mal, ¿sí?" Asentí. No tenía intención de separarme de Matthew de nuevo, no hasta que supiese que él estaba bien. "Bien", dijo Caleb."Entonces, sólo hay un asunto que discutir. Karin me dijo que una sombra los siguió la noche anterior. Una nueva sombra, una con la que ella no se había encontrado al patrullar antes. ¿Qué sabes de esto?"

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Pensé en esa pequeña sombra del color de la tinta que fluía hacia mí entre los árboles de mora y luego, nuevamente, en la orilla. "Nada". No sabía de dónde venía la sombra o por qué nos había seguido. Aunque ya la había visto antes, me di cuenta con un sobresalto – en mis sueños inquietos, luego que Mamá se fuera. Los ojos de Caleb se estrecharon, pero sólo dijo: "No necesitas temer. El Muro ha mantenido la sombra a raya. Karin se asegurará que continúe haciéndolo. Pero debemos saber qué es esta sombra, para que podamos desterrarla o ponerla a descansar". La voz de Caleb tenía un deje extraño, nada que ver con la sonrisa comprensiva de Karin. "No lo sé". Me eché hacia atrás, temiendo cólera por su parte, pero Caleb solamente frunció el ceño. "Piensa en ello", dijo. "No nos atrevemos a permitir que esto suceda por mucho tiempo" Me instalé en la incómoda silla, mientras Allie sacaba a Caleb de la habitación. ¿Por qué me seguía una sombra? ¿Mi magia, de algún modo, le habría pedido que salga de entre los árboles? Escuché la respiración irregular de Matthew. La magia le había salvado la vida. No tenía intenciones de quedarme dormida, y sólo supe que lo había hecho cuando me desperté mientras Allie me cubría con una manta. "Hay una almohada en el suelo", dijo. "Al menos, podrías recostarte" Sin embargo, me quedé en la silla. Tallow entró a pasos queditos desde el vestíbulo y saltó sobre mi regazo. Sostuve a la gata firmemente, pensando que, en esta ocasión, me mantendría despierta. Pero Allie no tenía por qué preocuparse. Pronto me dormí otra vez.

Cuando volví a despertar, ya era de noche, y Matthew estaba murmurando en sueños. "No se puede", dijo. "No se puede dejar que él…". Soltaba respiraciones superficiales entre las palabras. "¡No podemos!". Matthew se incorporó de golpe, jadeando adolorido. Me levanté y me puse a su lado, pero él alzó los brazos hacia la oscuridad exterior, empujándome hacia atrás. Me estiré de nuevo hacia delante, pero en cuanto lo hice, Caleb estuvo a mi lado, poniendo sus manos sobre los hombros de Matthew y regresándolo a la cama con facilidad.

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Yo no había oído a Caleb entrar en la habitación. Y había estado escuchando. Siempre escuchaba – Padre me había enseñado cómo. Nadie caminaba tan silenciosamente. "Descansa", le susurró Caleb a Matthew. Me recordó a Karin, hablándole a los árboles. "Busca descanso, busca comodidad, busca dormir" "Lo voy a matar", gruñó Matthew. "Desgarraré sus miembros… por sus extremidades". Su voz era ronca, como si su garganta estuviera forrada con lana. "Estás en paz", dijo Caleb. Las palabras de Matthew se hicieron más suaves. "Se lo prometí. Le prometí a Cam que… él… sería… el último" Oí pasos por el pasillo. Samuel entró en la habitación y encendió un interruptor en la pared. Una chillona luz amarilla inundó la habitación. Jadeé en voz alta, mientras Allie lo seguía, frotándose los ojos. Caleb apartó las mantas. Debajo de ellas, Matthew sólo llevaba un par de pantalones sueltos. Las manos de Caleb se movieron sobre su pecho y garganta, que estaban cubiertos de moretones. De moretones y una fina capa de pelo gris; pelo de lobo. Cubría también el dorso de las manos de Matthew y asomaba por sus orejas. Yo no lo había notado en la oscuridad. Si Caleb lo vio, no dio señales. "No me gusta el líquido que percibo en los pulmones del chico. Pero también tenemos que arreglar pronto sus costillas, Allison". Allie se trasladó a su lado. "Sé mi vigilante. Ya vez yo pueda hacer ambas cosas" Caleb cerró los ojos y sus manos se movieron sobre la piel de Matthew. La luz plateada surgía por debajo de sus dedos y luché contra el instinto de arrancar a Matthew de ahí, de rescatarlo de esa magia en lugar de dejar que lo curara. Apreté las manos y, en cambio, retrocedí un paso hacia la cómoda. Una bola de cristal desnuda brillaba en la lámpara del tocador, brillante como un sol en miniatura. Me acerqué hacia esa luz. La bola estaba caliente. Aparté la mano. Samuel se trasladó a mi lado. "Tengo el generador de metano en marcha desde hace dos años", dijo, con una sonrisa. "La magia no puede hacerlo todo, ya sabes"

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Llevé los dedos hacia mi boca. Se sentía como magia, sin importar lo que dijera Samuel. Tallow saltó a la cómoda, olfateó con desconfianza la luz, y golpeó en un punto delante de ella. Matthew gimió suavemente, y rasgó el aire. Sus brazos comenzaron a cambiar, piel dando lugar a pelaje, uñas cambiando a garras – pero entonces, eran sólo manos una vez más. Si Caleb estaba asustado, tampoco dio muestras de ello. Allie tocó su codo. "Basta", dijo ella. Caleb se echó hacia atrás, con un suspiro de cansancio."Gracias, Allison" Samuel me dijo, "Allie ha sido vigilante de Caleb durante casi un año. Desde que él comenzó a enseñarle" La respiración de Matthew era más tranquila ahora, aún más. Se incorporó lentamente y abrió los ojos. "Está bien". Su voz sonaba cansada, más allá de las palabras. "Me quedaré escondido. Me quedaré a salvo. Para proteger a los demás. Pero sólo porque Tara lo pidió" Se giró y enterró su cabeza contra la almohada. Le oí llorar en voz baja. Caleb se volvió hacia mía, en una pregunta lo suficientemente clara. Pero yo tampoco podía responder a ésta. Yo no sabía a quién quería despedazar Matthew. No sabía si realmente él lo hubiera hecho, si Tara – mi madre – no le hubiera pedido que se detuviera. Una sensación de frío se instaló en mi estómago. Mamá no le pudo haber dicho a Matthew que se detuviera, a menos que ella supiera que él era un lobo. Al escuchar los silenciosos sollozos de Matthew, me pregunté qué otra cosa sabía mi madre – y qué más no me había contado.

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Capítulo 7 Traducido por Rachel Corregido por Pamee

Dormí a ratos el resto de la noche, despertándome cada vez que Matthew resollaba, tosía o se revolvía en su sueño. Poco después del amanecer, debió de quedarse en silencio, porque entonces dormí durante mucho tiempo, y desperté cuando ya era de noche, una vez más. me desperté sobresaltada, y vi a Matthew sentado contra su almohada, mirándome. Tallow dormía a mis pies. Estuvo subiéndose y bajando de mi regazo toda la noche. "Liza". La voz de Matthew era ronca, pero ya no luchaba por respirar. "¿Estás bien?" "¿Yo estoy bien?". No sabía si reír o llorar. "Estuviste a punto de morir, ¿y quieres saber si yo estoy bien?" Matthew rió, con un sonido doloroso. "Lo tomaré como un sí. ¿Dónde estamos?" "Un pueblo. Washville". Luché por bajar la voz. ¿En realidad, él iba a estar bien? El recuerdo de las raíces de las moras estrangulando su respiración seguía enviando escalofríos por mi espina dorsal. "¿Qué recuerdas?", le pregunté. "Perros", dijo Matthew y arrugó la frente. "Árboles". Se hundió más profundo en las almohadas. Se veía tan débil, tan pálido. Su cabello caía, lacio y enredado, sobre su rostro. "¿Confías en ellos?", preguntó, al fin. "En la gente de aquí, quiero decir". Eran extraños. Se suponía que no debíamos confiar en extraños. Sin embargo, yo me fiaba de ellos – porque debido a esos extraños, Matthew estaba sentado a mi lado, respirando sin dolor, lejos de los árboles que casi nos habían matado a ambos. Caleb llamó a la puerta y entró en la habitación. Allie caminaba tras él, con un montón de ropas en sus brazos. Caleb se inclinó y pasó las manos sobre la piel

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de Matthew, inclinando la cabeza hacia un lado, como si estuviera escuchando algo. "Mejor", declaró. "Mucho mejor" Matthew cogió las manos de Caleb. "Gracias", dijo. "Por todo lo que has hecho por nosotros" Por primera vez, Caleb sonrió. La expresión apartó mi mirada de su cabello y sus ojos, tocados por la magia, haciéndolo parecer más ordinario. "De nada, Matthew de Franklin Falls". Matthew suspiró y liberó su agarre. En instantes, se quedó dormido una vez más. Allie miró a su maestro. "Él va a estar bien, ¿no es así, Caleb?". Su voz, claramente, buscaba una confirmación. Esperé la respuesta de Caleb, sin admitir que también yo la buscaba. "Uno nunca puede estar seguro. Pero sí, ahora creo que, con el tiempo, se va a curar totalmente". "Oh, gracias a los dioses", dijo Allie. "Casi no pude dormir anoche. Estaba tan preocupada". Me entregó el montón de ropa y me indicó dónde estaban mis botas, cinturón y cuchillo, que yacían junto a la cómoda. "Estás lo suficientemente curada para tomar la cena con nosotros, en los Comunes, esta noche" Negué con la cabeza y miré a Matthew. "Me quedaré aquí" "Yo me quedaré con él", dijo Caleb. "El aire te hará bien. Me comprometo a enviar por ti, si su condición cambia" "Ya han hecho tanto por nosotros". Seguramente, la paciencia y bondad de esta ciudad no podían mantenerse por siempre. La sonrisa desapareció del rostro de Caleb. La sospecha volvió a sus ojos. "Hemos hecho lo que la gente hace. ¿En tu pueblo lo habrían hecho de manera diferente, Liza?" Mi ciudad sólo hacía lo que era necesario para sobrevivir, pero la vergüenza enrojeció mis mejillas. Este pueblo también había sobrevivido, después de todo.

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"Avísame cuando estés lista para la cena", dijo Caleb. "Y yo tomaré tu lugar en esa silla". Se fue, sin mirarme de nuevo. Allie le siguió un momento después. Matthew aún parecía estar dormido, pero me alejé de él para vestirme, poniéndome la ropa interior de lana, el jersey y los pantalones de cuero. Me calcé las botas y el cinturón, deteniéndome a mirar, pensativamente, mi cuchillo. Ellos también confiaban en mí, si me lo dejaron. El sol de la tarde se reflejaba en la hoja. El resplandor golpeó mis ojos tan rápido que no pude girarme, y en esa luz, vi… Un hombre de cabello claro y ojos de plata, de pie en medio de árboles ennegrecidos por el fuego, la ceniza que caía como nieve en sus manos extendidas. Un halcón muerto yacía a sus pies, y el horizonte brillaba con llamas… Una pequeña sombra de tinta ascendía por una ladera cubierta de huesos, fluyendo sobre la tierra y alrededor de los árboles, mientras que, en algún lugar lejano, un bebé lloraba… Mamá se estiró hacia la superficie de un enorme espejo curvado, agarrando el disco metálico que siempre usaba y murmurando algunas palabras. La luz de la luna se reflejaba en el disco, en el espejo, en las lágrimas en sus mejillas. Por fin, el espejo se separó como agua y ella dio un paso a través de éste… Yo pasé después de ella. Alguien lanzó un grito. Un dolor rebajó mi palma y la visión desapareció. Caí de rodillas, apretando la hoja del cuchillo con mucha fuerza, temiendo dejarla ir. Sabía que habría dolor cuando lo hice. Otra mano tocó la mía. Caleb desdobló mis dedos de alrededor de mi cuchillo, uno por uno. Allie se arrodilló a su lado. Cuando Caleb sacó el cuchillo, ella apretó una tira de sábana amarillenta, de las de Antes, contra mi mano. Mi palma y mis dedos palpitaban mientras veía extenderse la brillante sangre roja a través del vendaje. Allie apretó otra tira sobre la primera. La sangre manchaba los dedos de Caleb y goteaba de la hoja que ahora sostenía. Me quedé mirándolo, reconociéndolo como el joven de mis visiones, el que caminaba en medio de árboles muertos. Él dejó el cuchillo sobre el tocador y puso una mano sobre el hombro de Allie. "¿Quieres sanar esto, o lo hago yo?" "Ella está a mi cargo". La voz de Allie temblaba, pero su mano, al tocar las vendas en la mía, era firme. Matthew se estiró a por mi otra mano y la apretó

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con fuerza. ¿Cuándo se había levantado de la cama? Allie presionó más fuerte las sábanas contra mi palma. Me estremecí cuando el dolor llameó por mi mano. Ella disminuyó la presión y dijo: "Cogiste muy fuerte esa hoja. ¿Por qué?" Caleb dijo, "Curación primero. Preguntas después. Siempre" Allie asintió y tocó ligeramente las vendas. Sentí el más débil de los escalofríos. Mientras miraba, la brillante sangre se oscureció y secó; su olor metálico dio paso a algo más viejo y marchito. "Bien. Primero, detuviste el sangrado". La voz firme de Caleb me recordó la primera vez que Padre puso un arco en mis manos. Allie desenvolvió las vendas. Me mordí el labio cuando arrancó sangre seca de mi piel. "Lo siento", murmuró ella. Pasó sus dedos fríos sobre dos tajos, rojos e inflamados, uno en la palma de mi mano y otro en el interior de los nudillos. "No son muy profundos". Cerró los ojos y arrugó la cara, concentrada. Sus dedos se enfriaron. Lentamente trazó el primer corte y el frío se filtró a través de mi piel, entumeciéndola. La luz de plata se arrastraba entre sus dedos. Bajo esa luz, mi piel desgarrada se entretejió en sí misma, uniéndose de nuevo, estirándose incómoda alrededor de la primera herida y luego, en la otra. El frío se adentró, los huesos se enfriaron. Justo cuando pensé que iba a gritar, Allie se apartó. Dos líneas de plata bailaban sobre mi mano y luego se hundieron debajo de la piel. El frío se extendió, pasó a formar parte de mi mano, se volvió algo bueno. No veía sangre, no sentía ningún dolor. Tracé con mi dedo las dos débiles líneas blancas, como viejas cicatrices. Me acordé de un sueño de luz plateada. Miré a Allie con asombro. Ella abrió los ojos y sonrió. "Eso fue divertido" "Bien hecho", le dijo Caleb. "Fue fácil. Liza no protesta, no como esa vez en que Jared se hirió la rodilla. Caleb asintió con solemnidad y se volvió hacia mí. "Tuviste suerte. Si Matthew no hubiese gritado o si Allison y yo no hubiéramos venido… la herida podría haber sido mucho más profunda. Podría haber cortado hasta el hueso" "Lo sé", dije, evitando sus ojos. "Esa suerte no se sostiene para siempre. Vayamos a la fuente de esto, para poder lidiar tanto contigo como con tu sombra. Dime lo que viste"

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Me quedé mirando mi palma, preguntándome cómo sabía que había visto algo. Sin embargo, también Matthew lo había sabido, a pesar que, al igual que Caleb, no podían ver mis visiones por ellos mismos. Me estremecí, recordando la suave caía de cenizas en un cielo ardiendo. La curación era una cosa, ¿pero visiones de muerte y fuego, visiones en las que Caleb representaba un extraño rol? Abrí la boca para hablar y sentí mi garganta apretarse alrededor de las palabras. No. No podía compartir esto, ni con extraños ni con conocidos. Temía que, si yo hablaba, las visiones se harían reales. Caleb frunció el ceño, sus ojos brillaban en la penumbra de la tarde. "La magia y los problemas tienen una cosa en común. No se hacen más pequeños, si los niegas. Vamos a volver a hablar de esto, pronto". Se dio la vuelta y ayudó a Matthew a volver a la cama. Allie dobló las vendas ensangrentadas, su sonrisa iba desvaneciéndose. Yo sabía que también ella quería respuestas, pero sólo dijo, "Todavía vendrás a cenar, ¿verdad?" Caleb había dejado el cuchillo sobre el tocador. Lo tomé, limpié la hoja con cuidado en un vendaje de repuesto, y me lo metí en el cinturón. Allie frunció el ceño ante eso. Yo eché un vistazo a Matthew, reacia a dejarlo solo. Tallow salió de debajo de la cama, estirándose y bostezando. Caleb se volvió hacia mí, de nuevo, con los ojos entornados. Si me quedaba allí, él sólo haría más preguntas. Tomé a la vieja gata en brazos y seguí a Allie.

Samuel se nos unió, al bajar las escaleras. Juntos, salimos al crepúsculo en una ciudad muy similar a la mía: camino de tierra, casa encaladas, campos abiertos. El cielo estaba cargado del olor húmedo que precede a la lluvia. Sin embargo, más allá de las casas y campos, obtuve un vistaza de un seto verde, más alto que un hombre adulto. Los Comunes era el edificio más grande de la ciudad. En un cartel, sobre la puerta agrietada, se leía Cofffe Pot Café. "Ese cartel solía iluminarse de rosa y verde", me dijo Samuel mientras entrábamos. "Era la cosa más vulgar en kilómetros a la redonda. Aunque, en verdad extraño el café." Una docena de personas se sentaba en una sala iluminada por lámparas brillantes, parecidas a las de la casa de Samuel. En una esquina, alguien tocaba una flauta antigua y deslustrada y otros escuchaban, mientras comían. Mamá

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solía tocar la flauta Antes, ¿pero ahora quién tenía tiempo para esas cosas? ¿Acaso los que tocaban y los oyentes no tenían trabajo por hacer en esta ciudad, tanto como en la mía? Aquí, los oyentes incluían un niño con el cabello claro, que se rizaba sobre sus hombros, pero nadie parecía preocupado – no más de lo que se veían preocupados por Karin o Caleb. En una cocina, más allá de un mostrador de metal oxidado, Samuel, Allie y yo nos servimos platos de pescado y frijol cocido, de un caldero sobre un fogón. Allie también me pasó una fruta redonda y verde, que ella llamó manzana. Me pregunté por qué, cualquier ciudad, correría el riesgo de cosechar frutas. El maíz y el frijol eran bastante peligrosos, y no creían en árboles. A menos, claro, que los árboles de manzanas escucharan a Karin, de la misma forma que lo hacían los árboles de moras. Otra pareja se unió a nosotros, en una de las mesas de acero y plástico del salón. Tenían una niña de la edad de Allie, con ellos, así como un niño un poco más joven. Sentía los ojos de todos sobre mí mientras comía, pero nadie hizo más preguntas. Por un tiempo, Allie mantuvo la mirada fija en mi cuchillo, como si temiera hallarme, en cualquier momento, agarrando el acero de nuevo. Luego, Tallow se enroscó en sus piernas, y ella volcó su atención en ofrecerle a la gata pequeños trozos de pescado. La otra chica se les unió. Tallow iba y venía entre ellas, lamiendo felizmente sus dedos. Yo mordí la manzana. Me supo tan dulce que mis dientes dolieron – más dulce que el té con dosis de menta, más dulce que el maíz recién cosechado. Mientras comíamos, Samuel y la pareja, Alan y Jan, me hablaron de su vida. La esposa de Samuel, Sara, había muerto años atrás, en el parto. Yo estaba usando su ropa y me alojaba en la casa, a la que ella y Samuel se mudaron, tan sólo unas semanas antes de la Guerra, justo después de haberse casado. Samuel me dijo que Sara estaba en la partida de caza que primero descubrió a Caleb y Karin – eran hermano y hermana – viajando a través del bosque, en las afueras de Washville. Ellos habían caminado hasta la ciudad, donde Karin había sido herida, al luchar en la Guerra. Eso me alarmó, porque eso quería decir que Karin era mayor de lo que parecía y porque yo no conocía a nadie que hubiese luchado en la Guerra.

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Mi papá tenía un hermano en el ejército, que probablemente murió en batalla, pero él difícilmente hablaba de eso. Pero, de algún modo, Karin había sobrevivido, quizás porque Caleb la había curado. Aún así, ambos estaban en muy mal estado. Al principio, nadie más que Sara quiso ayudarlos, si es porque eran extraños o por su magia, no podría decirlo. Sin embargo, nadie confiaba lo suficiente en su magia como para dejarlos sin protección, tampoco. Yo sabía cómo había resuelto eso mi pueblo: con un par de rápidos golpes a través de su garganta, como diría Padre. Pero, en cambio, la gente de Washville trajo a Caleb y Karin de vuelta con ellos. Con el tiempo, Caleb y Karin debieron de obtener la confianza de todos, porque nadie dudaba ahora de su presencia en Washville. ¿Era porque ella había luchado contra la magia, que Karin tenía tanta magia en sí misma? Pero si ella tenía magia desde que era niña, la había tenido desde antes de la Guerra. Yo no sabía que hubiera algún ser humano con magia Antes. ¿Y qué había de Caleb? ¿Su magia también lo había encontrado Antes? De donde quiera que viniese la magia de Karin, una vez que estuvo bien, ella la utilizó para crear el seto que rodeaba la ciudad. "Y ella hizo una cosa buena por nosotros", dijo Samuel. "El Muro nos protege", explicó Alan, mientras frotaba los hombros de Jan. "Nos deja decidir qué magia dejamos entrar", coincidió Jan. "Y qué magia mantener…". Sus palabras se apagaron. Se puso de pie, quitando las manos de su esposo de sus hombros. El chico junto a Allie, miraba dentro de sus manos ahuecadas, estudiando con asombro una piedra brillante. Brillaba en parches, violeta brillante contra gris apagado. Allie y la otra niña observaban también. Mis manos volaron a mi boca, con miedo. Piedras como ésa habían sido armas durante la Guerra. Sin embargo, nadie parecía asustado. "Traeré a Karin", dijo Alan, mientras Jan se movía al lado de su hijo. "Jared", dijo ella, pero la atención del niño estaba completamente en la roca. Se arrodilló y le pasó un brazo por los hombros, abrazándolo sin tocar la piedra. Yo susurré, "No toques ninguna piedra que brille…"

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"Pero es su magia", dijo Samuel, como si yo debiera saberlo. "No es una trampa dejada después de la Guerra" "¿Quieres decir que Jared hizo eso?" La habitación parecía fría de repente. Me imaginé que la luz se desbordaba de la piedra de Jared y lo consumía, al igual que la planta de la zarzamora había consumido al hermano menor y a los padres de Matthew. Alan regresó con Karin, a remolque. La mujer de cabello pálido estaba sonriendo. ¿De verdad, la piedra de Jared no era peligrosa? Karin me miró y asintió con la cabeza, pero su atención se centró principalmente en el niño. Éste levantó la vista hacia ella, su propia sonrisa se extendía hasta los bordes de su rostro. Jan y Alan se trasladaron a ambos lados de su hijo y cada uno puso una mano en uno de sus hombros. Samuel también se puso de pie, al igual que Allie y la hermana de Jared. De mala gana, me puse de pie con ellos. Otros habitantes de la ciudad se reunieron alrededor, en círculo, para ver. "¿Sabes las palabras?", le preguntó Karin. "No hay daño…", empezó Jared, pero parecía inseguro. Karin cantó:

"Bienaventurados los poderes que me conceda la magia. Prometo usar bien su regalo. Para ayudar a reparar mi mundo, Para ayudar a reparar todos los mundos. Y si me olvido de reparar, Si me niego a reparar, Aún así recordaré No hacer daño." Jared repitió las palabras, línea por línea, su voz se volvió más madura y más seria mientras lo hacía. Debería estar aliviada – claramente, él estaba bastante seguro – pero, aún así, fruncí el ceño. ¿Acaso esta ciudad te creía con sólo decir, “Honestamente, no dañaré a nadie” y toda la magia se domesticará? Si fuera así de simple, Cam no habría muerto.

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"Tu primera lección,", dijo Karin a Jared. "Será cómo apagar la luz que has creado. Ven" "¿Ahora?".Jared sonaba alarmado. "Ahora. No te irás a la cama hasta que aprendas algo de control" Karin tomó la piedra brillante en una mano y la mano de Jared en la otra. Alan dio un apretón al hombro de su hijo, antes que Karin se lo llevara. El orgullo estaba lo suficientemente claro en el rostro del hombre. Jan restregó un brazo sobre sus ojos y sonrió con tristeza, pero sin miedo. Samuel se echó a reír. "Demasiado para mi generador. Dentro de un año, estaremos iluminando todo el pueblo con las piedras de Jared, tomen nota de mis palabras. Es igual de bueno, ya que nuestras bombillas no hubiesen durado para siempre" Sólo la muchacha junto a Allie frunció el ceño. "No es justo", dijo. "¡Jared es más joven que yo!" Jan la atrajo en un abrazo. "No tengas tanta prisa, Kimi. La magia es toda una responsabilidad. Tendrás suficiente tiempo, más tarde" "Es verdad", dijo Allie. "La magia da mucho trabajo". Me miró, como si yo fuera la prueba de ese punto. "Vamos", le dijo a la otra chica. "Vamos a conseguir unos panes de maíz y a ver si Tallow se come eso". Arrastró a Kimi hacia la cocina. Tallow trotó, pisándoles los talones. La gente del pueblo empezó a hablar y otros regresaron a sus mesas. Unos pocos se detuvieron para estrechar, primero, la mano de Alan o la de Jane. "¿Eso es todo?", dije. ¿Unas palabras bonitas y todo estaba bien? Samuel se frotó la barbilla y me miró con seriedad. "Es diferente en tu ciudad, ¿no?" Eso no es culpa nuestra, grité en silencio, incluso cuando Samuel continuó. "Conocemos muy bien los peligros de la magia descontrolada, Liza. No hay un adulto en esta ciudad que no perdiera a alguien en la Guerra" "¿Pero ahora, la Guerra ha terminado y todos están perfectamente a salvo?". Ni siquiera trataba de ocultar la ira de mis palabras.

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"La magia nunca es segura". Samuel cerró los ojos un momento y volvió a abrirlos. "Sí, hemos perdido niños con magia aquí. ¿Es eso lo que querías decirme. Pero no hay una persona, nacida después de la Guerra, que no tenga algo de magia. ¿Qué podemos hacer, sino aprender a controlarla?" "No todos nacemos con magia" ¿Cómo iba a pensar eso? Me temblaban las manos, pero mi voz se mantuvo estable. "No, en Franklin Falls". Sólo Matthew y yo estábamos tan malditos. Y Cam. Y Rebecca. "La magia es tu carga", dijo Samuel. "Tu carga y tu regalo" "El mío, no". Él no podía hacerme aceptar eso. "La magia destruyó el mundo" "En efecto", asintió Samuel. "Y ahora, es la única herramienta que tenemos para repararlo" Pensé en la mirada asombrada en los ojos de Jared. En Allie, diciendo con ligereza “¡Eso fue divertido!” "Así que, he tenido la intención de preguntarte", dijo Samuel lentamente. "¿Qué es tu magia?" Pensé en mis visiones: fuego y ceniza, torres cayendo en polvo. Pensé en cómo se había reído Cam, a pesar que las zarzas los destruyeron a él y a sus padres. Sentí que podía vomitar. "No hay magia". Tropecé con mis pies. De repente, los Comunes parecían demasiado pequeños, demasiado cerrados. Le di la espalda a la mirada amable de Samuel, y huí. Corrí por la ciudad, sin saber a dónde iba y me detuve sólo cuando el gran Muro verde se alzó frente a mí. Caí de rodillas ahí. Verdes zarcillos se extendieron, enroscándose alrededor de mis dedos. Di un respigo, la piel me hormigueaba. Magia como ésta, había matado en mi ciudad. Sin embargo, Karin había construido el Muro a propósito, para protección. Unos truenos resonaron en algún lugar lejano. "Rebecca", susurré. Traté de imaginar a Padre, llevando a mi hermana en brazos, pidiéndole que repitiera algunas palabras, hablando con ella de la magia, con la misma suavidad que había usado cuando me enseñaba a cazar y sembrar maíz.

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La visión no se sostenía. En cambio, recordé los agrietados huesos y una colina iluminada por la luna. "Rebecca". Imaginé a mi hermana al otro lado del Muro, pidiéndome, sin palabras, pasar a salvo. Susurré su nombre otra vez, llegando a ella, y retrocedí. Rebecca se había ido. Sabía eso. No tenía sentido fingir. Estaba llorando, sin saber cuándo hacía empezado, con la vista levantada hacia el Muro y las nubes iluminadas desde abajo por la luna. Sin embargo, también estaba escuchando, así que cuando oí pasos, me restregué las lágrimas y miré hacia arriba. Dos pequeñas figuras se acercaron al Muro, a varios metros de distancia. No parecían haberme visto. "Vamos", dijo una chica en una especie de susurro que siempre conlleva preocupación. Kimi, que estaba enojada por la magia de su hermano. "Tú eres la que siempre dijo que quería ver el exterior" "Lo dije". La voz de Allie, más feroz y queda. "Pero no ahora. No, hasta finalizar la curación" "La extraña está muy bien. Incluso yo lo veo. Vamos" Allie se envolvió con sus brazos. "Tú no entiendes. Tal vez, cuando tu magia…" "¡Magia!", gritó Kimi. "¡Estoy tan cansada de oír hablar de magia!". Giró, apartándose de Allie y se lanzó a través del seto. La vid y las ramas se separaron, dejándola ir. "¡Kimi, no!". Allie corrió tras ella y también desapareció a través del Muro. Tal vez, el Muro sólo se preocupaba de a quién dejar entrar, no de quien saliera, o tal vez ya conocía a Allie y a Kimi. O, tal vez, era mágico y no le importaba mucho quién muriera. Me puse de pie, apartando mis pensamientos de Rebecca, sabiendo que necesitaba arrastrar a Kimi y Allie de vuelta, antes de que se hirieran. Mientras me ponía de pie, oí un grito más allá del Muro. Me zambullí hacia delante, notando apenas cómo las vides se abrían para dejarme pasar.

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Capítulo 8 Traducido por Pamee

"¿Para qué tuviste que tocarla?", gritó Allie. Corrí hacia su voz. Kimi estaba tendida en el suelo, temblando violentamente. Las manos de Allie pasaban sobre los brazos, piernas y pecho de Kimi. A pocos metros, una pequeña forma oscura yacía encharcada bajo las nubes iluminadas por la luna, la misma sombra que nos había seguido desde los árboles de mora. Sin saber por qué, me estiré a por ella. La sombra se alzó y se agitó hacia mí. Retiré mis manos. "¡Vete!", grité con pánico. "Largo de aquí". La sombra fluyó nuevamente con rapidez, desapareciendo entre los árboles. Me pareció oír un gemido bajo, pero luego no hubo ningún sonido, exceptuando la temblorosa voz de Kimi. "¡Era sólo una sombra!", gimió Kimi, como si no supiera el peligro que podían tener las sombras. Me arrodillé a su lado. Allí alzó la vista. El alivio inundaba sus facciones, como si de, alguna forma, yo pudiera hacer que todo estuviera bien. Froté las manos de Kimi, intentando calentarla y entonces me di cuenta que, esas manos, ni siquiera estaban frías. Sin embargo, ella seguía temblando. "No es j-j-j-justo", balbuceó Kimi. "¡No lo sa-a-a-a-bía!" "¿Saber qué?" "La sombra", dijo Allie. Intenté advertir a Kimi de que era mágica, pero no me escuchó. Ella no podría sentirla de la misma forma que yo, porque aún no tiene su propia magia. Así que la tocó. Pasó su mano directamente a través de ella". Allie frunció el ceño, pero se veía más asustada que cuando me vio agarrando mi cuchillo. "Pensé que te lo estabas inventando", dijo Kimi. "Ac-c-c-erca de la magia. Pero era tan f-f-f-fría"

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Ayudé a Kimi a ponerse de pie, con la culpa extendiéndose sobre mí. La sombra me quería a mí – me había seguido a mí. Cuando extendí la mano, me iba a atraer hacia ella. Kimi tembló con más fuerza. "Vamos", le dije, urgiéndola de vuelta hacia el Muro. Allie se movió al otro lado de la chica, aún cuando ésta tropezó. Kimi cayó de rodillas y se encorvó, meciéndose hacia delante y hacia atrás, negándose a ponerse de pie cuando Allie tiró de su brazo. Así que cogí a la chica, tambaleándome un poco bajo su peso y la llevé hasta el Muro. Las vides y las ramas se apartaron para nosotras, una vez más. Alan nos encontró al otro lado, jadeando como si hubiera estado corriendo. Tomó a su hija de mis brazos. Samuel también estaba allí. Allie corrió hacia él, sollozando. "No culpes a Kimi, ella no sabía, no es su culpa…" Samuel la atrajo más. "¿Estás bien?", preguntó. "Sí. Yo estoy bien, pero Kimi…" "Trae a Caleb", le dijo Samuel. "Discutiremos la culpa después". Cuando Allie corrió a por ayuda, sacudió la cabeza. "Le dije que no estaba permitido ir Afuera". Se veía más asustado que molesto. Alan meció a su hija, diciéndole una y otra vez que todo estaba bien, incluso aunque él, posiblemente, no podía saber eso. Allie volvió, a varios pasos detrás de Caleb, quien se dirigió junto a Alan. Caleb tomó a Kimi en sus brazos y la bajó al suelo, mientras su padre miraba con ansiedad. Los ojos de la chica estaban cerrados con fuerza, y había pasado sus brazos a su alrededor, como si se diera calor. Caleb movió, con lentitud, sus manos, desde la cabeza hasta los dedos de los pies y su expresión era ilegible. "Intenté curarla", dijo Allie, arrodillándose a su lado. El pánico aguzaba sus palabras. "Eso es porque no es asunto de piel, sangre o hueso", dijo Caleb sobriamente. "Es a nivel de la esencia. Del Alma, se podría decir" Allie tragó. "Eso suena mal" "No tan mal como pudo haber sido. Sólo… difícil de encontrar. Te lo mostraré aquí"

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Puso una mano sobre la cabeza de Kimi y la otra sobre su corazón. Allie situó sus pequeñas manos encima de las grandes de él. Ambos cerraron los ojos. Una luz plateada floreció debajo de las palmas de Caleb. "¡Oh!", dijo Allie. "¡Pero eso es fácil! ¿Por qué no lo vi?" La luz se hundió y desapareció. Kimi dejó de temblar y abrió los ojos. Alan se arrodilló a su lado. Ella le echó los brazos al cuello, aferrándose fuerte, como si todavía buscara calor. "Permanece con ella esta noche", dijo Caleb. "Mantenla cálida. Envía por mí, si algo pasa. No me importa lo tarde que sea. Eso lo sabes" "Lo sé, y… gracias". Alan me miró. "Y gracias a ti también, por traerla a casa". Se llevó a su hija, sosteniéndola como si fuera una niña mucho más pequeña. Caleb nos miró, a Allie y a mí. Juntó sus manos y apoyó la frente sobre ellas. "Será mejor que me expliquen qué pasó exactamente" Bajé la mirada, avergonzada, dejando que Allie contara la historia. "No sabía qué hacer", dijo, al final. "Si Liza no hubiera llegado…". Las palabras se desvanecieron. "Has hecho bien", le aseguró Caleb. Se volvió hacia Samuel. "Llévala a casa. Ha tenido un largo par de días" Allie comenzó a protestar pero, ante una mirada de Samuel, sólo suspiró. "¿Vienes también, Liza?" "Liza irá dentro de poco". El hielo en la voz de Caleb me sorprendió. Allie no pareció notarlo. "Bueno, date prisa. Sigo siendo la sanadora de Liza, ya sabes. Y ella necesita descansar" Caleb observó a Allie, que seguía a su padre, a lo lejos. "Kimberly fue afortunada. Allison también. Si alguna de ellas hubiera tocado la sombra durante más tiempo, podría haberles causado un daño real. Permitiré muchas cosas, Liza, peor no que pongas en peligro a los niños de esta ciudad". Sus ojos me recordaron las heladas antes del amanecer. Me aparté un poco. "Hay muchas sombras sobrantes de la Guerra", dijo Caleb. "Háblame de la naturaleza de tu magia y cómo esta sombra llegó a estar ligada a ti"

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"No lo sé" "Me lo dirás. Ahora."Caleb agarró mi brazo, sacó un espejo pequeño de su bolsillo y lo sostuvo frente a mí. Intenté volver el rostro, pero la luz de la luna brilló a través de las nubes y se reflejó en el cristal. La luz quemó, fría como el toque de un sanador. Grité, y mientras gritaba, vi… Un gran arco de metal, que se extendía desde el río hasta el cielo, y de vuelta otra vez. Una mujer joven, de cabello negro, con su rostro veteado por las lágrimas, caminando hacia la base del arco, cada vez más cerca, hasta que éste se elevó por encima de ella como un gigantesco espejo curvado. Siguió caminando, cruzó la superficie brillante del espejo, y desapareció. Oí una respiración jadeante y supe que no estaba sola. De alguna forma, Caleb me había seguido dentro de esta visión. Huí de él, y mientras huía vi… Altísimos robles y arces estirar sus ramas hacia abajo, hacia la tierra. Las sombras cerraban las brechas entre las hojas, y el suelo, y la tierra se estremecía a su toque. Zanjas se abrían, llenas de metal y hueso. Retrocedí, pero Caleb agarró mi hombro, obligándome a mirar – a ver el fluido oscuro que manchaba los huesos, a probar el sabor metálico en la parte posterior de mi garganta. Cerré mis ojos, y detrás de los párpados cerrados vi… Oscuridad. Fría, silenciosa oscuridad, salvo por los pasos en un suelo de madera. Una figura sombría llevaba un bulto en sus brazos. Mi padre. El bulto comenzó a llorar, y desde el pasillo, mi madre gimió en sueños, pero yo sólo observé, sin hacer nada. Padre bajó las escaleras, dejando la oscuridad tras él. Le di la espalda a la oscuridad, y mientras giraba, vi… Una mujer, arrodillada junto a un lago. El sol iluminaba los tocones ennegrecidos de los árboles a su alrededor. Oscuras cenizas cubrían la tierra. Sólo el lago brillaba rojo, el fuego bailaba bajo el agua, la luz se reflejaba en el rostro de la mujer. El rostro de mi madre. "Liza", susurró Mamá, pero ella miraba al agua, no a mí. "Fui una tonta, Liza. Marchándome por un recuerdo, un sueño, una esperanza que debía haber muerto hace mucho tiempo" Los dedos de Caleb se hundieron en mis hombros, sosteniéndome, hiriéndome.

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"La esperanza no tenía lugar después de la Guerra. Debí haber recordado eso"El fuego encendía las facciones de Mamá, el rastro de las lágrimas se secaba en sus mejillas. Algo estaba mal, peor que las lágrimas de mi madre, peor que los árboles muertos y el agua ardiente… "Lizzy", dijo Mamá, y el dolor en su voz trenzó nudos en mi estómago. "Perdóname, Lizzy" "Mamá". Me estiré hacia ella y el vidrio se separó a mi toque. Sentí el viento caliente contra mis dedos. El agarre de Caleb se apretó, cuando la percepción del error se espesó, como la sopa que se deja demasiado tiempo en el fuego. Me estiré hacia el rostro de Mamá, pero ella estaba demasiado lejos. Mamá se inclinó más cerca del agua ardiente, su cabello se arrastraba tan cerca que pensé que se incendiaría. "¿Kaylen?", susurró, luego sacudió la cabeza, como si fuera algún pensamiento tonto. "Tanto tiempo. Tanto dolor…" Me estiré a por Mamá de nuevo, esforzándome por sacarla de ese lugar y llevarla a casa. Pero las llamas se elevaron desde el agua, ocultándola y consumiéndola. En esas llamas vi… Una chica cayendo al suelo, gritando cuando sus rodillas golpearon el duro azulejo. Un hombre se alzó sobre ella, elevando su cinturón. "Débil", dijo el hombre, entre dientes. "Eres débil, Liza". El cinturón de Padre cayó, rompiendo piel. Mordí mi labio para no gritar, pasando mis brazos sobre mi cabeza para evitar más golpes… No llegaron. Oí vidrio haciéndose añicos y una voz diciendo mi nombre suavemente. Alcé la mirada hacia esos ojos plateados. No era los ojos de Caleb. Él estaba cerca, con las manos crispadas, la mirada retraída. Karin se arrodilló ante mí; había un espejo roto a su lado. "Eres un tonto", le susurró a Caleb, mientras me ayudaba a sentarme. Mi cuello estaba rígido – había estado acurrucada, exactamente como en mi visión. Jadeaba, pero no parecía obtener suficiente aire. Sobre mi rostro, caían salpicaduras de lluvia fría. Karin tomo mis manos entre las suyas, su frío apretón resultaba sorprendentemente fuerte. "Respira lentamente", dijo. "Respira profundo. Puedes respirar, sólo necesitas recordar cómo. Ahí vas. Ahora habla, si puedes. Dame alguna señal de que has vuelto y no deambulas en visiones todavía"

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Pasé mi lengua sobre mis labios y probé sangre. Miré a Caleb. Me devolvió la mirada, sus ojos brillantes eran dos espejos que vieron más allá de piel y hueso. La vergüenza apretó mi estómago. Lo había visto. Nunca nadie había visto cuando Padre… Nadie. Ni Kate, ni Matthew, ni siquiera Mamá. "No sabía…", dijo Caleb, rígidamente. "Que eras hija de Tara". ¿Cómo conocía él, el nombre de mi madre? Bajé los ojos, pero aún lo sentía mirándome. "Necesitamos hablar", dijo. "Déjamelo", dijo Karin. "Hablarás conmigo, Liza, ¿no es así?" No confiaba en mí, para hablar. Si lo hacía, gritaría o lloraría como un niño. Sin embargo, temía que no me dejaran marchar si no hablaba con alguien, así que asentí. "Pero ella es…", comenzó Caleb. "Kaylen…", lo interrumpió Karin. "Una vez, me dijiste que preservar el presente es más importante que redimir el pasado. Me sostengo de eso ahora. Ve" "Hice lo que se necesitaba hacer. Y me sostengo de eso" "Eso es hablar de la Guerra", dijo Karin con su voz fría. "Entonces, llega a la raíz de la sombra de Liza, antes que toque a otro de nuestros niños". Observé a Caleb retirarse con lentitud. Mis mejillas quemaban. "No vamos a apresurarnos en esto", me dijo Karin. Se acomodó, con las piernas cruzadas sobre la hierba, junto a mí. "La magia tiene sus propios ritmos y no se pueden forzar. Caleb debió recordar eso" Mi corazón palpitaba, como si en cualquier momento pudiera echar a correr. Unas gotas de lluvia corrían por mi cuello. Temblé y alcé la mirada hacia Karin. Con su trenza echada hacia atrás y su rostro terso, se veía demasiado joven para haber luchado en la Guerra. "Si deseas contarme qué has visto, escucharé", dijo Karin. "Las visiones tienen menos poder cuando las pones en palabras. Pero no te obligaré a hablar. Y no necesitas decir nada que no quieras" Árboles, fuego, sombra… Temí que el hablar, pudiera darle más poder a mis visiones, no menos. "Puedo marcharme", le dije a Karin. "Si la sombra está ligada a mí, puedo arrastrarla lejos"

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"No irás a ninguna parte", dijo Karin. "Al menos, no porque yo lo insista. Lo que sea que te amenace, si podemos mantenerlo afuera, podemos lidiar con ello. No hay magia tan terrible que no pueda ser enterrada" La lluvia se detuvo. El viento soplaba contra mi piel húmeda. "Pregúntale a Caleb. Él vio todo. Estaba ahí" "Te lo estoy preguntando a ti. Son tus visiones. Sólo tuyas. Por favor, confía en mí, Liza. No por mi bien, no por el de Caleb, sino por el tuyo propio". Padre decía que no podías confiar en extraños, que confiar era un cuento de niños que fuera barrido por la Guerra. "Tú me llamaste", dijo Karin. "Cuando los árboles atacaron. Tú me llamaste y yo acudí. No sé por qué, pero pon un poco de confianza en eso, si no hay nada más" La luna se deslizó más profundamente en una nube, transformando el rostro de Karin en sombras – todo excepto sus ojos, que permanecían brillantes mientras me observaba. Tomé una profunda inspiración, como cuando me tiraba bajo la superficie del río. "Vi a mi madre", dije. Karin asintió, esperando. Mi voz se hizo tan baja como el viento. "Mamá me dijo que ella había sido una tonta. Me pidió que la recordara, no sé el por qué. Me dijo que… pero ella está muerta. Nadie se aventura a salir solo en la noche, y sobrevive" "Tú lo hiciste", dijo Karin. "Yo no estaba sola". Sin Matthew me hubiera ahogado en el río o habría sido devorada por los perros. Y Karin nos había salvado, a ambos, de los árboles. "Tal vez, tu madre encontró ayuda también" Sacudí la cabeza. "Ella estaba sola" Perdóname, Lizzy. Ella se había ido más allá del perdón de nadie. Sin embargo, me escuché preguntar, "¿Se puede confiar en las visiones?" "¿Confiar cómo?" "¿Son reales? ¿Son verdaderas? ¿Se puede confiar en la magia?" "Nunca puedes confiar en la magia", dijo Karin. "Sólo pregúntale a Jared, quien se ha quemado los dedos más de una vez, esta tarde, mientras aprendía a

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controlar su luz. Pero, en cuanto a si lo que ves es real… eso no lo puedo decir. Incluso las visiones de Antes nunca fueron simples. A menudo estaban vinculadas a otra magia. ¿Qué hay de los otros niños en tu ciudad? ¿Alguno de ellos tenía visiones, y esas visiones eran verdad?" "Los otros no tenían magia", le dije, igual que le había dicho a Samuel. No podía decir si me creía o no. Ella entrelazó los dedos, apoyó la barbilla sobre ellos y preguntó, "¿Puedes decir dónde estaba tu madre en tus visiones? Eso podría ayudar" ¿Me atrevería a tener esperanzas? La esperanza no tiene lugar después de la Guerra, había dicho Mamá. Sin embargo, quería creer que ella vivía. "Estaba en un lugar de… de ceniza y árboles muertos". Debería encontrar reconfortante el recuerdo de esos troncos ennegrecidos, pero sólo trajo un sabor agrio en el fondo de mi garganta. Los cultivos no crecen en un lugar tan muerto. También las personas morirían allí. "¿Qué pudo haber matado tantos árboles?" "Reza para que nunca tengas que saberlo", dijo Karin. "Dime qué más viste" Le conté partes y trozos, fragmentos que no podrían haberle dado algún sentido. Le conté lo que había visto, en esta visión y en las otras. Un arco de metal, brillante como un espejo. Una mujer joven y mi madre, ambas pasando a través de la superficie de ese arco. Asiento árboles, cuyas sombras tiraban abajo altos edificios. Tallow llegó trotando a mi lado, con una pluma colgando de su boca. Acaricié a la gata, mientras seguía hablando. "¿Por qué Caleb?", le pregunté a Karin. Caleb había estado antes en mis visiones. Hundí mis dedos en la tierra húmeda. Incluso el recuerdo de cómo había invadido mis pensamientos, me daba ganas de arrancarme la piel. "El tiempo y el espacio son fluidos en las visiones", dijo Karin pero, por un momento, pareció muy preocupada. Hablé, contándole cómo me había estirado a través del espejo de Caleb y cómo había sentido el viento de una tierra muerta contra mi piel. La única cosa que no compartí, fueron mis visiones de Padre. Esa vergüenza no pertenecía – o no debió pertenecer – a nadie, excepto a mí.

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Por fin me quedé en silencio. Una mala hierba se enroscó alrededor de la punta de la bota de Karin y ella la empujó, con aire ausente. "¿Mis visiones son reales?", pregunté de nuevo. Me sentí extraña y tranquila, no como había esperado sentirme, después de hablar de esas visiones en voz alta. "No lo sé" "¿Podrían ser verdad?" "Podrían" Y mi madre podría esta viva. Mis manos se crisparon. "Tengo que encontrarla". No podía hacer otra cosa, no mientras aún existiera una oportunidad. Karin desenlazó lentamente sus dedos y puso las manos sobre su regazo. "Si tus visiones dicen la verdad, parece como si tu madre estuviera más allá del Arco" ¿Cómo podía existir algo, más allá de la superficie de un espejo? Sin embargo, recordé cómo se había movido mi mano a través del pequeño espejo de Caleb. "Más allá del Arco… ¿quieres decir en la tierra de los árboles muertos?" La mirada de Karin se retrotrajo, como si viera algo que yo no podía. "Ése sería Faerie, el Mundo de las Hadas", dijo. Unas pocas gotas de lluvia fría se deslizaron debajo de mi suéter. ¿Por qué el pueblo de las Hadas viviría en un lugar así? Eran árboles vivos los que pusieron en contra nuestra, después de todo. "Tengo que ir ahí", dije, mientras me preguntaba qué posibilidad tendría de ponerme en contra del pueblo de las Hadas. A pesar que la tierra había estado vacía en mis visiones. Tal vez, el pueblo de las Hadas ya no vivía ahí, tampoco. "Te entrenaré primero", dijo Karin. "Necesitarás toda la magia que tienes para sobrevivir más allá del Muro… y en Faerie" Sacudí la cabeza, cuando recordé los perros, los árboles de mora y la noche en la que Matthew y yo casi no sobrevivimos. Demasiado tiempo, había dicho Mamá, pero tuve la sensación que apenas había pasado el tiempo. Algo estaba equivocado – ahora lo sabía, tan cierto como lo había sabido en mi visión. Algo estaba mal y puede que fuera demasiado tarde para arreglar las cosas. "Necesito ir ahora"

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Karin frunció el ceño y se estiró hacia el Muro, como si tocar cosas silvestres la ayudara a pensar mejor. La hiedra se curvó alrededor de su muñeca como un brazalete, y unos pocos brotes extraviados se introdujeron en su manga. "Yo podría ir contigo, pero debo permanecer aquí para mantener el Muro. Caleb irá, si se lo pides” "¡No!". El pensamiento de viajar con Caleb después de lo que él había visto, después de lo que me había obligado a ver… "No" "Espera a que Matthew esté curado, entonces" Dudé. Matthew y yo habíamos llegado juntos a este punto, y la idea de su compañía fue más reconfortante de lo que esperaba. Pero recordé su respiración entrecortada y su pálida y magullada piel. No podía ponerlo en peligro, de nuevo. Sacudí la cabeza, una vez más. "Él estará seguro aquí". Karin podría entrenarlo, si él quería, una vez que estuviera bien. "No querrás hacer este viaje sola, Liza" No dije nada. La llovizna comenzó de nuevo. La hiedra se retiró de la piel de Karin y se estiró hacia la lluvia. Otras vides y brezos hicieron lo mismo, hasta que el Muro completo se estiró hacia el cielo. Karin frunció el ceño. "Es posible…", dijo lentamente. "Que el camino a través del Arco haya quedado abierto después de la Guerra. En ese caso, una vez que llegues, sólo necesitarás dar un paso a través de éste. Pero, por otro lado, si el camino no está abierto…entonces tendrás que confiar en tu propia magia, Liza. Tus visiones tienen poder suficiente para dejarte traspasar el Arco, exactamente como dejaron pasar tu mano a través del espejo de Caleb. Pero si fallas, podrías vagar dentro de las visiones por siempre. Preferiría que me dejes enseñarte" Puse mis brazos alrededor de mi cuerpo. "¿Cuán lejos está el Arco? ¿Sabes cómo llegar ahí?" El viento sopló algunas hebras claras de la trenza de Karin. Estuvo en silencio tanto tiempo, que pensé que, tal vez, había decidido no decírmelo, pero luego suspiró con un sonido como el de los árboles en la lluvia. "Han pasado muchos años desde que hice ese viaje, pero Samuel puede mostrarte el camino en su mapa. No estoy segura de cuánto te tomará – una semana, tal vez. Al menos, esperarás hasta la salida del sol, ¿no?"

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"Me iré al amanecer", estuve de acuerdo. Karin asintió, lentamente. "Vamos, entonces. Necesitas descansar antes de irte" Dejé que me llevara de vuelta a la casa de Samuel. Mientras caminábamos, pregunté, "¿Qué pasa con la sombra? Caleb dijo…" "No te preocupes por lo que dijo Caleb. Tienes otras cosas en las que pensar, ahora. Haré lo que pueda para evitar que la sombra te siga" Allie corrió hacia nosotras, cuando Karin abrió la puerta de la casa de Samuel. El camisón de lana de la chica se arrastraba tras ella. Su cabello rojo, suelto, estaba erizado en algunos lugares, como si se hubiera pasado las manos a través de él. "¿Qué sucede?", exigió saber. "Caleb me dijo que es posible que te fueras, pero no me dijo el por qué" Mi pecho se apretó, recordando todo lo que había visto Caleb. Sólo la firme mano de Karin sobre mi hombro me impidió salir corriendo. "No me dijo nada", se quejó Allie. "Sólo subió a donde Matthew y cerró la puerta. Ni siquiera me dejó entrar" Se me hizo un nudo en el estómago. Empujé a Allie al sobrepasarla, y corrí por las escaleras, subiendo dos peldaños a la vez. Caleb había dicho que, incluso ahora, no podía tener la seguridad que Matthew se recuperara completamente. Abrí la puerta del dormitorio y corrí junto a Matthew. Él dormía, tranquilo como un niño. La tensión había abandonado su rostro. Respiraba suavemente y sin dolor. Extendí mi mano hacia la suya, luego la retiré, incómoda. Matthew estaba bien. "Estará lo suficientemente bien para viajar en la mañana". Era la voz de Caleb, baja y débil. Levanté la vista y lo vi, desplomado en la silla. Su rostro estaba gris, sus ojos ensombrecidos. Encontró mi mirada, y ambos retrocedimos. Allie corrió junto a Caleb y puso sus manos sobre las de él. "¡Te has presionado demasiado!", dijo, como si regañara a un niño. "¡Siempre me dices que no me presione demasiado!" Caleb parecía no escucharla. Sus manos, bajo las de ella, se habían apretado en puños. Me miró de nuevo, y yo miré al suelo.

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"No puedes ir sola tras ella, y sé demasiado como para esperar que me dejes ir contigo. Pero el chico sí irá. No sé qué sean uno para el otro, pero él te siguió hasta aquí. No te abandonará ahora" Di un paso atrás. "¿Cómo sabes que voy?". No se lo había dicho a nadie, aún, excepto a Karin. "Nada más era una suposición, dado lo que vi. ¿Supuse mal?" Él no tenía derecho a ver todo lo que vio. No tenía derecho a adivinar lo que haría, antes que incluyo yo lo hubiera decidido. Escuché una conversación en voz baja y pasos en la escalera. Samuel y Karin entraron en la habitación, cuando Caleb se puso de pie, temblando, y dio un paso hacia mí. Mi pecho martillaba con el temor que pudiera entrar en mis pensamientos una vez más, pero él sólo abrió el puño y dejó caer algo en mi palma – un disco de metal, no mucho más grande que mi pulgar, colgando de una cadena. "Encuentra a tu madre, Liza". La voz de Caleb temblaba, como agua bajo el viento. "Y cuando lo hagas, dile que lo siento. Dile que tenía razón" Caleb cayó de rodillas. Allie gritó. Samuel y Karin corrieron a ayudarlo a ponerse de pie. "Necesitas descansar", dijo la niña, severamente. Caleb tropezó hacia la puerta. Allie se puso en marcha tras él, pero Karin le colocó una mano en el hombro. "Veré que llegue a salvo a casa", dijo. "Estará bien, lo prometo. Quédate aquí y ayuda a Liza a empacar, ¿de acuerdo?". Allie tragó y asintió. Karin ayudó a Caleb a salir de la habitación. "Eres un tonto", le dijo de nuevo, esta vez sin rabia. Allie susurró, "Caleb se podría haber matado, presionándose tanto sin un vigilante. ¿Por qué no me llamó? Lo hubiera ayudado. Él lo sabe" Samuel la acercó hacia sí. Si seguía molesto con ella por ir más allá del Muro, no dio señal. "Caleb sabía que tú intentarías detenerlo. Y sabía que necesitaba hacerlo, de todos modos" "No entiendo", se quejó Allie. Bajé la mirada al disco en mi mano. La superficie estaba deteriorada y empañada, peor podía decir que la metalistería era de Antes. La imagen grabada era más intrincada que cualquiera cosa que tuviésemos ahora en el oficio: en un lado, el rostro de un hombre, en el otro, un arco de plata sobre un

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río, extendiéndose de un bosque a otro. Un bote se apostaba en el río, pero fue el arco lo que atrajo mi atención. Un gran arco de metal, extendiéndose desde el río hacia el cielo. Había palabras inscritas en el disco: Missouri en un lado, Estados Unidos de América, en el otro. Palabras antiguas, palabras de Antes. Pero el Arco… ¿qué hacía en el disco que Caleb me había entregado? Eso tenía menos sentido que el que conociera el nombre de mi madre. Me sentí como Allie, sin entender nada. Deslicé la cadena alrededor de mi cuello, dejando que el disco colgara bajo mi suéter. "Liza…" Levanté la vista ante el sonido de la voz de Samuel. "Karin me ha dicho que te irás, aunque no ha tenido tiempo de decirme el por qué. No me gusta, pero… lo que sea que necesites para tu viaje, procuraré que lo tengas" "¿Por qué?", pregunté antes de poder detenerme. Era sólo una extraña aquí, y, sin embargo, ya habían hecho tanto por mí. "¿Por qué me dejaron entrar en su ciudad?" "Porque eso es lo que la gente hace", dijo Samuel, del mismo modo en que lo había hecho Caleb. Pero luego añadió, con más suavidad. "Porque es lo que olvidamos hacer durante la Guerra". Acarició el cabello enmarañado de su hija. "Porque algunos de nosotros juramos, con nuestras propias vidas, que no volveríamos a olvidarlo"

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Capítulo 9 Traducido por maka.mayi Corregido por anvi15

Samuel me dio todo lo que le pedí: un pedernal y acero, botellas plásticas de agua, una muda de ropa. Sacos de dormir y chaquetas de abrigo de cuero. Comida para varios días. También me dio cosas que no pedí, no porque no las necesitara, sino porque no me atrevía a pedir demasiado: largas capas aceitadas contra la lluvia. Una lona de cuero, aceitada también. Cacerola y calcetines extra. Un arco de caza, tan fuerte y luminoso, que yo sabía que venía de Antes. Una antorcha de plástico, también de Antes, que producía un haz de luz blanca fría con sólo pulsar un botón. Tallow olfateó cada artículo que Samuel me entregaba, cuando hice las maletas. Allie nos miraba malhumorada, desde el sofá. "La mayoría de nuestras baterías murieron hace mucho", dijo Samuel, mientras me enseñaba cómo trabajaba la antorcha. "Pero algunas han mantenido su carga, contra toda razón". Puso la antorcha en mi mano, junto con un juego extra de baterías. "He estado ahorrándolas, para cuando se necesitaran. Y voy a dormir mejor, sabiendo que tienes una luz confiable contigo". "¡Por lo menos, dime dónde vas! ", dijo Allie. Me di cuenta que, ni Samuel ni yo se lo habíamos dicho. Saqué el disco de Caleb de debajo de mi suéter y le mostré el Arco. Samuel bajó los rollos de cuerda que me estaba entregando, cuerda de nylon, buena, de Antes. "El Arco estaba donde comenzó la Guerra. El Arco, la Aguja y las Piscinas. Lo sabes, ¿verdad?" Negué con la cabeza. No lo sabía. "El Arco se encontraba en el corazón de la ciudad", dijo Samuel. "St. Louis, puerta de entrada al oeste. ¿Seguro que tienes que ir allí, Liza?" La mirada oscura en su rostro envió escalofríos helados a través de mi espalda. Yo sabía de la ciudad, por supuesto; sabía que había caído con mucha más

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dificultad que los pueblos. Obligué a mi voz a mantenerse estable, fingiendo una confianza que no sentía. "Karin dijo que conoces el camino" Samuel apoyó la cabeza entre sus manos. "Lo conozco". Parecía repentinamente cansado. "Incluso podría indicarte qué interestatal tomar" "¿Me lo dirás?" No dijo nada. "Mi madre está allí. No tengo opción" "Si ella está allí…". Samuel frunció el ceño. "Probablemente no sobrevivió al viaje, Liza. Y, si sobrevivió de alguna manera, ella no querría que la siguieras. Querría que permanecieras a salvo. Negué con la cabeza. "No puedo dejarla". Tallow metió la cabeza bajo mi mano. Rasqué a la gata detrás de las orejas. "Por favor. Si hay algo que pueda hacer por ti, a cambio…" "Está bien", dijo Samuel, pero siguió con el ceño fruncido. "Espera. Te lo mostraré" Salió de la habitación. Al momento en que se fue, Allie saltó del sofá. "¡No puedes ir, Liza! No puedes ir a un lugar tan peligroso, al que incluso mi padre teme" Cuando no di ninguna respuesta, ella meneó la cabeza, con su cabello cayéndole en la cara. Vi algunas pocas hebras claras, dispersas en medio del rojo. "No puedo prohibirte que vayas. Como tu sanadora. Al igual que no puedo prohibir que, alguien que se rompió una pierna, camine sobre ella". Respiró, tragó saliva, con su voz vacilante entre la ira y las lágrimas. "Al menos, déjame ver tu mano. Para asegurarme que está sanando bien, antes que te vayas" Le tendí la mano. Las cicatrices apenas eran visibles ahora. Allie cerró los ojos y pasó los dedos sobre las dos pálidas líneas. La lluvia caía suavemente contra el techo. "No hay señales de infección. Eso es bueno". Abrió los ojos. "Pero, todavía no me has dicho por qué lo hiciste. Por qué te cortas, a ti misma, de esta forma"

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"No lo hice a propósito". Sentí el cuchillo en su vaina. ¿Qué sucedería, si no tenía a alguien que me aleje los dedos de la hoja, la próxima vez que mi magia me lleve a tomarla? Allie contuvo el aliento mientras mis dedos se apretaban alrededor de la empuñadura. "No", dijo. "No lo haré", en silencio, dejé caer mi mano. "Promete que no lo harás. Ni aquí, ni tampoco después de salir. Las palabras tienen poder, eso es lo que dicen Caleb y Karin. Especialmente, para la gente con magia. Es como el juramento de no hacer daño. No puedes decirlo, si no hablas en serio. Promete que no te harás daño otra vez" Yo no tenía la intención de hacerme daño la primera vez. No sabía hasta dónde llegaba mi magia o el daño que podría hacer. "No lo haré a propósito", le dije. Allie se apartó el pelo de su cara con irritación, como si eso no fuera lo suficientemente bueno para ella. "¿Por qué haces todo tan difícil?", protestó. "¿Por qué tengo que renegar contigo, de todas las personas que podrían caer bajo mi cargo?" "Me curaste bien", le aseguré. "No, no lo hice. Porque no tendrías miedo de prometerlo, si lo hubiera hecho bien" Samuel regresó y extendió el mapa sobre la mesa. Me arrodillé junto a él. "Estamos aquí", dijo, señalando Washville. "Si tomas el camino principal para salir de la ciudad, con el tiempo te llevará a lo que queda de la I-44…". Tomó un viejo lápiz y comenzó a trazar una ruta al este y al norte. Si todo iba bien, esa ruta me llevaría directo hacia el Arco… y a un grueso río que bordea el Mississipi. "Tan lejos", suspiró Allie. No con ira, no con temor, sino con envidia. "Tomaría sólo una hora, más o menos, en coche", dijo Samuel. "A pie… no lo sé. ¿Cuatro días, tal vez? ¿Cinco? Depende de la carretera, los árboles y quién sabe cuántas cosas más". Su ceño fruncido se hizo más profundo. "Si fueras mi hija, no te dejaría ir" "Si fuera tu hija, no habría salido de casa en absoluto", dijo Allie, malhumorada.

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Samuel volvió a doblar el mapa y me lo entregó. "Gracias", le dije. "Voy a traerlo de vuelta, si puedo" "¡Será lo mejor!", dijo Allie. "Sigues estando a mi cargo, ya sabes. Que te vayas, no cambia eso". Cogió a Tallow, de donde la gata estaba tratando de meter la nariz dentro de mi mochila. Tallow se retorció, pero ella no le dejó ir. El equipaje estaba hecho de nylon fuerte, como la cuerda. Rebosaba de suministros. Igual que el segundo equipaje a su lado, para Matthew. Todavía esperaba dejarle atrás, a salvo. Había tenido cuidado de asegurarme que mi propio equipaje tenía una parte justa de todo lo que podría necesitar. Encajé el mapa en un bolsillo de ese equipaje y me volví hacia Samuel. "Gracias. Por todo" Extendió la mano y me atrajo a sus brazos, como si fuera tan joven como Allie. Me puse rígida, pero Samuel no me soltó. "Rezo para que me equivoque, niña. Rezo para que la encuentres"

No tenía la intención de dormir. Pensaba situarme en el sofá hasta que Samuel y Allie fueran arriba y a continuación, salir silenciosamente antes que Matthew pudiera seguirme. Pero tuve que haberme dormido, porque Matthew me despertó sacudiendo suavemente mi hombro. Me puse de pie de un salto. Matthew se paró frente a mí, completamente vestido, con su cabello recogido cuidadosamente detrás de su rostro. Su respiración era suave, sus ojos brillantes y alertas. Tenía la pierna izquierda ligeramente baldada, pero la otra parecía estar bien. Demasiado bien, como para arriesgar su vida de nuevo. "No tienes que venir", le dije. Se pasó una mano por el cabello, acomodándose las hebras sueltas detrás de las orejas, como si fuera sólo el silencioso y sonriente muchacho que había venido a decirme que Padre me estaba buscando. Que había ofrecido enfrentar a Padre, por mí. "Yo voy contigo, Liza. Así que no tiene sentido discutir, a menos que quieras perder el tiempo" "¿Al menos sabes hacia dónde nos dirigimos?"

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"Supongo que me lo dirás en el camino" Samuel, que venía de la cocina, nos entregó unas rebanadas de pan integral con mantequilla. Alguien llamó a la puerta. Temía encontrar allí a Caleb, así que me sentí aliviada al ver sólo a Karin. Ella sonrió y tomó mis manos. "No sirve de nada decirte que tengas cuidado, Liza. Eso tú lo sabes lo suficientemente bien. Te he advertido acerca de Faerie, pero no he estado allí desde la Guerra. No sé qué es lo que vas a encontrar. Escucha a tu magia. Es lo primero que le digo a los niños aquí. No tengas miedo… pero tampoco esperes que sea seguro. No esperes que sea una cosa u otra, en absoluto. La magia nunca es sencilla. Y fluye en ambas direcciones: un cambiante puede regresar a su forma humana, un sanador puede herir con su toque. Porque puedo atraer los árboles hacia mí, también los puedo alejar" Sentí el disco de metal de Caleb debajo de mi suerte. Dile a tu madre que tenía razón. ¿Razón, acerca de qué? "Karin, ¿cómo conoce Caleb a mi madre?" La sonrisa de Karin se volvió más triste. "Creo que esa historia no es mía, como para contarla. Pregúntale a tu madre, cuando la encuentres" Matthew y yo nos pusimos nuestras mochilas al hombro. Fuera, la madrugada estaba aumentando su brillo color naranja y la luz brilló a través de las nubes dispersas. Karin y Samuel nos acompañaron hasta el Muro, a lo largo de un camino húmedo por la lluvia de la noche anterior. Allie no estaba a la vista. Me pregunté si aún estaba enojada conmigo, por no hacer promesas que no sabía si podría cumplir. Tallow también se había perdido. Echaba de menos su peso sobre mis hombros, pero no dije nada. Si no podía mantener seguro a Matthew, al menos podía proteger a Tallow. Allie cuidaría de ella. Probablemente, la niña dejaría que la gata durmiera en colchones de pluma todo lo que quisiera. En el Muro, nos detuvimos un momento. Karin me observó y apartó la mirada, antes que pudiera fijar la mía. "Mantente en la ruta, no viajes de noche si puedes evitarlo, y vuelve en cuanto puedas" "Haznos saber que estás a salvo", dijo Samuel. Asentí con la cabeza, sin prometerlo ni negarme a hacerlo. Me aparté de ellos y di un paso a través de las ramas partidas del Muro.

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Un momento después, Matthew apareció a mi lado. El camino de tierra continuaba bajo

nuestros pies, tal como lo hacía en el mapa, así que lo

seguimos. Matthew cojeaba un poco, pero seguía mi ritmo con bastante facilidad. Si alguna sombra nos seguía, la mañana era demasiado brillante como para que la viéramos. Me quité la chaqueta y la até a mi cintura. El boque pronto nos rodeó, altos robles y nogales americanos, pero el camino bajo nuestros pies permaneció limpio, con sólo algunos trozos de roca negra asomando por aquí y por allá. En la maleza se advertían moras y ciruelas silvestres. La ambrosía y la uva silvestre, se mantenían cerca de los árboles. Junto a mí, Matthew dijo: "Ahora, Liza, ¿adónde nos dirigimos, precisamente?". Observé su rostro pálido, como si hubiera pasado por una larga enfermedad, la forma en que sus cabellos rubios caían alrededor de sus orejas. Él se frotó la cicatriz de su muñeca. Eso, y su cojera, parecían ser lo único que Caleb no había curado. Debí de sentirme incómoda, a solas con Matthew en el camino, pero me di cuenta que estaba contenta con su compañía, por más que me hubiera agradado mucho que se quedara a salvo. Uno de los robles lanzó una bellota hacia nosotros, la cual rozó mi oreja. "Vamos a encontrar a mi madre, como dijo Karin". Tomé la bellota y la arrojé de nuevo al bosque. "Bien". Matthew asintió, como si el hecho de encontrar a mi madre tuviera todo el sentido del mundo, como si él quisiera encontrarla también. "¿Has visto a Tara? ¿Tu magia… te la mostró de algún modo?" "¿Es realmente tan evidente?". Yo no le había contado a nadie, excepto a Karin, acerca de mi magia, pero parecía que todos los demás se lo habían imaginado por su cuenta. "No soy estúpido, Liza. Te vi agarrar metal caliente, la hoja del cuchillo. Cualquiera puede decir que has visto algo. Y no es como si tú fueras la primera persona con magia que he conocido" Él había dicho eso antes. Yo había supuesto que se refería a su hermano, o tal vez a Rebecca. Pero Samuel dijo que todos los niños tenían magia, y en su sueño, Matthew habló sobre proteger a los demás. "¿Quién más?", exigí. Si alguien más tenía magia en mi ciudad, yo lo sabría, ¿o no?

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El viento arreció, llevando el olor de la lluvia. "Hice una promesa", dijo Matthew, con inquietud. "Pero, tal vez, un día estaré librado de ella" Me quedaré escondido. Me quedaré a salvo. Pero sólo porque Tara lo pidió. "Una promesa a mi mamá", dije con rotundidad. Matthew agachó la cabeza y supe que tenía razón. Las nubes se espesaron. Me puse mi chaqueta de nuevo. ¿Cuánto sabía mi madre? ¿Cuánto había mantenido oculto? ¿Confiaba más en Matthew que en mí? Una mariposa voló a través del camino. Matthew le tendió la mano y ésta se paró allí. Él se quedó mirando las alas iridiscentes, como si dudara en hablar. "Antes que Tara se fuera, ella habló con Abuela. No oí todo. Pero Abuela le dijo que no fuera estúpida. Abuela dijo que no había nada que pudiera encontrar. Le dijo que Tara no sería bien recibida aunque fuera. No sé a qué se refería Abuela. No eres la única que guarda secretos, Liza". Matthew se encogió torpemente de hombros y cambió de tema. "Las cosas que no viste en la olla y el cuchillo, ¿te han dicho dónde está Tara?" Humo se elevaba de las alas de la mariposa. Saqué el disco de Caleb y lo señalé: "Ella está más allá de este Arco. Con las Hadas" La mariposa estalló en llamas, como lo hacían con frecuencia. Matthew sacudió la ceniza caliente de sus dedos. "Bueno, entonces es mejor que empecemos a caminar", dijo, como si ir al País de las Hadas no tuviera peligro mayor que una partida hacia el río, a por agua. Mientras caminábamos, las nubes se cerraron y el sol desapareció tras una neblina de carbón. Matthew y yo sacamos las capas de nuestros equipajes. Al mediodía comenzó a llover, ligeramente al principio, más fuerte luego. Caían relámpagos. Un arce se extendía hacia la luz. Retumbó un trueno. Otro destello de luz. Esta vez, el rayo se unió a una de las ramas del arce. El árbol pareció absorber el rayo en sí mismo y creció más alto que los árboles que lo rodeaban. Matthew y yo nos agachamos, contra el retumbo que lo siguió, y luego caminamos más rápido, inclinados contra una lluvia y un viento cada vez mayores. El barro succionaba mis botas. El agua corría por los bordes de mi capa.

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Un acantilado se alzó hacia el oeste. Robles, arces y olmos se alzaron hacia la lluvia con un suspiro feliz, cuando el agua empapó sus hojas y raíces. La lluvia continuó hasta la tarde, y luego dio paso a la fría llovizna. El viento hizo una tregua. Escuché los sonidos que el viento y la lluvia habían escondido: el escarbar de las garras, el grito de algún pequeño roedor, un gemido bajo como cuando un bebé llora. Había huellas en el camino tras nosotros, aplastadas en el barro. Aminoré el paso y suavicé mis pisadas, escuchando. Matthew olfateó el aire. Las nubes se espesaron a nuestro alrededor, la carretera se hizo más oscura. Todavía era de tarde, pero no sabría decir qué hora. No te aventures a solas en la oscuridad. "Deberíamos hacer un campamento", dije. Matthew asintió con tanta rapidez, que supe que había tenido el mismo pensamiento. Lo que sea que nos hubiera seguido, lo enfrentaríamos mejor con un fuego a nuestros pies y roca sólida a nuestras espaldas. Encontramos un lugar en la base del acantilado, donde la calle de tierra se ampliaba a un gran espacio plano. Puse la lona contra el acantilado, encajándola con unos punzones de metal hueco que Samuel nos había proporcionado. Matthew recogió madera muerta que encontró cerca de la carretera e hicimos un pequeño fuego bajo el seco interior del refugio. Los pasos se acercaban mientras el cielo se hacía más oscuro. Desaté el arco de mi mochila, salí de debajo de la lona y coloqué una flecha. Matthew se trasladó a mi lado, con los ojos brillantes a cada parpadeo de los relámpagos lejanos. Una figura rodeó la esquina, un manto salpicado de barro, un bulto envuelto en sus brazos. Llevé la flecha hacia atrás y entonces, contuve la respiración mientras la figura levantaba la vista. Un relámpago iluminó su rostro. "No", susurré. Se suponía que debía estar a salvo. A salvo con Samuel, Caleb y Karin. A salvo, detrás del Muro que había construido su ciudad para proteger a sus hijos. Puse el arco a un lado, cuando Allie salió a la luz de nuestro fuego. El bulto se retorció. Dos orejas húmedas asomaban por debajo del cuero engrasado. Allie se acercó, entregándome el paquete.

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Janni Lee Simmer "Olvidaste tu gata", dijo.

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Capítulo 10 Traducido por Pamee

Tallow trepó a mis brazos y lamió una vez mi nariz; luego saltó al suelo y anduvo con paso majestuoso hasta la lona que protegía el fuego. Su pelaje mojado sobresalía en todas direcciones. Comenzó a lamer el lodo de su pelo. Yo miré a Allie. "¿Qué estás haciendo aquí?" "Cuidarte. Porque no prometiste cuidarte a ti misma". Allie, de mal humor, se quitó su mochila, siguió a Tallow junto al fuego y se puso a calentarse las manos sobre las llamas. Su rostro estaba manchado de suciedad, su cabello goteante, sucio y enredado. Sacó un trozo de pan de su mochila y lo mordió con fuerza. "Ustedes dos caminan rápido, ¿sabían eso?" Matthew la miró, me miró a mí, luego silenciosamente llenó una olla con agua y la puso en el fuego. Allie se acurrucó cerca de las llamas. Me dolía el estómago mientras la observaba. Ella parecía más joven de lo que la recordaba, demasiado joven para estar aquí afuera. "Pensé que no tenías permitido estar Afuera", estallé, sin saber qué más decir. "Sí, bueno, tú tampoco tienes permitido rondar con las manos cortadas y abiertas, y luego decirme que ni siquiera puedes asegurar que no pasará de nuevo". La luz del fuego lanzaba sombras a su rostro. "Soy tu sanadora. Estás a mi cargo. Entiendo eso, no importa lo que digan mi padre o Caleb. También puedo hacer lo que se tiene que hacer" "Te podrían haber asesinado por ahí. No te aventures sola en la oscuridad…" "No estaba oscuro cuando me fui". Allie se arrellanó en el suelo, con las piernas cruzadas, y dejó a Tallow sobre su regazo. Le hizo mimos a la gata, embadurnando más barro sobre ambas. "No pensé que se irían sin Tallow. Es por eso que la escondí. Pero se fueron, de todas formas, así que tuvimos que seguirlos. Tallow nunca te habría abandonado"

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Me temblaron las manos. No podía encontrar las palabras. Más allá de nuestro refugio, la lluvia caía constantemente en la oscuridad. Matthew observaba la olla sibilante, con el vapor condensándose en su nariz y pestañas. Después de un tiempo, el agua comenzó a hervir. Él llenó una taza de metal, lanzó un puñado de hojas de té y le tendió la taza a Allie. La niña la agarró con fuerza, mientras Matthew vertía harina de maíz en el resto del agua. "Tu padre se preocupará", le dijo Matthew. "¿Consideraste eso?" Allie le frunció el ceño a su té. "Papá siempre está preocupado. Quiere que aguarde hasta ser una vieja para hacer algo" "¡Él quiere que estés segura!". Mi voz se elevó. "Regresarás con la primera luz" "Los seguiré de nuevo. Cuantas veces tenga que hacerlo. Estás a mi cargo" "¿Dejaste un aviso?". La voz de Matthew estaba mucho más calmada que la mía. "¿Le dijiste a alguien dónde ibas?" "Por supuesto que no. No soy estúpida" Matthew removió la harina de maíz con una cuchara de metal. "Escucha, Allie. También yo me marché para seguir a Liza, así que entiendo acerca de las cosas que necesitan ser hechas. Pero tienes que dejarle saber a tu papá que estás bien. Me aseguré que mi abuela lo supiera, antes de irme" Allie sorbió su té. "¿Tu abuela intentó detenerte?" "No. Abuela estaba preocupada, asustada, pero comprendió" "Tu abuela es diferente, entonces. Papá me hubiera detenido. Caleb y Karin también. Todos ellos" "¡Debían detenerte!", dije. "¡Vamos tan lejos de tu pueblo seguro como alguien puede ir!" Allie asintió con fiereza. "Lo sé. E iré con ustedes. Necesitan un sanador, de todas formas. Es peligros allí afuera" "No sabes cuán peligroso es". No tenía tiempo para esto. Necesitaba pensar en Mamá, no en mantener segura a esta niña. "Te llevaremos a casa". Allie bajó su té y comenzó a deshacer los enredos en el pelo de Tallow. "¿Me has oído?"

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Allie frunció el ceño de nuevo, cuando levantó la vista. "Un sanador puede decir cuando una curación no está terminada. Las cosas se sienten inconclusas, pican debajo de tu piel, ¿sabes?" "¡Lo único que sé es que irás a casa!". Agarré sus hombros. Nos ponía en peligro a todos – a sí misma, a mí, a Matthew, a Mamá. Sólo me di cuenta que la estaba sacudiendo cuando ella intentó girarse para liberarse, e incluso entonces, no podía dejar de hacerlo. "¡Liza!". Matthew agarró mis hombros y tiró de ellos, alejándome. Allie cayó de espaldas. No gritó, sólo me miró con grandes ojos asustados. Matthew me giró, para enfrentarlo. "Liza, detente". Su voz era baja ahora, como un gruñido. "Tú no eres así, Liza" "Suéltame", siseé. Allie tomó a Tallow en sus brazos, pero no huyó. Al igual que yo siempre supe que es mejor no huir. Me relajé en los brazos de Matthew. La leña húmeda chisporroteaba y explotaba. "Lo siento", susurré, pero no podía enfrentar los ojos de Allie. "No eres como él", dijo Matthew. Me liberó y yo apreté mis brazos alrededor de mi cuerpo. "Ve a casa", le dije a Allie. "Vuelve con tu familia. Vuelve a donde estás segura" Allie levantó la barbilla, su rostro asustado y desafiante. "No estás curada todavía. No voy a ningún lugar" No le hablé a Allie por el resto de la noche. Apenas me atreví a mirarla. Fue Matthew quien se aseguró que comiera, le ayudó a lavar el lodo de su piel y cabello e instaló su saco de dormir junto al fuego. Cuando me ofrecí a tomar la primera guardia, Matthew no discutió. Me quedé mirando el cielo con Tallow en mi regazo, observando las nubes dispersándose y a las estrellas asomándose a través de ellas. Mantuve ojo avizor en los árboles por encima del acantilado, pero si había alguna sombra de árbol fuera, no pude verla. Tal vez, nuestro fuego las mantuvo acorraladas. Un sinsonte cantó a través de la noche, haciendo un sonido alto y hueco que, Padre decía, imitaba una alarma para coche. No importaba que todos los coches estuvieran oxidados y silenciosos – las aves lo recordaban y repetían la llamada.

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Allie tembló, apartándose la manta. Fruncí el ceño y volví a extenderla sobre ella. Su rostro se arrugó, como si se preocupara por algo en su sueño. Para ese momento, Samuel ya sabría que ella se había ido. Matthew tenía razón – se preocuparía. Se asustaría. Vi la forma en que la había mirado cuando ella llegó ilesa a través del Muro. Estaría buscándola. ¿Qué habría hecho Padre, cuando yo me fui? ¿Declaró que conocía las reglas y siguió adelante? ¿O también estaba preocupado, aunque no dejaba verlo? Sentí otra oleada de ira, la forcé a retroceder y continué vigilando hasta que Matthew tocó mi hombro con gentileza y me relevó de la guardia.

Desperté, con Allie y Matthew hablando. "Sigues cojeando", dijo Allie. "No mucho" "¿Quieres que eche un vistazo?" Abrí los ojos a la luz del amanecer. Mi aliento se heló cuando me senté. Más allá de la lona, el cielo estaba despejado y la niebla de la mañana ya se aclaraba en la distancia. Allie se arrodilló junto a Matthew, con sus manos sobre la pierna derecha de él, y su rostro se arrugó en concentración. "Es tan extraño. Como con Kimi… la lesión no está allí, en absoluto. Está en otro lugar, y sin Caleb para mostrarme dónde, no puedo llegar a ella" "No te preocupes por eso". Matthew sonrió y le apartó las manos. "Dada la forma en que estaba hace un par de días, me conformaré con una pierna débil". Se giró y sacó una olla de las brasas agonizantes. El pueblo de las Hadas podría atacar de nuevo mañana, y Matthew continuaría hirviendo agua y atendiendo el fuego. Él echó té en botellas plásticas de agua, para después. Plástico bueno, no del tipo que se derretía con el calor. Me volví silenciosamente para empacar nuestro campamento, mientras Tallow se frotaba contra mis tobillos y bateaba trozos de ceniza fría capturados por la brisa.

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"¿Estás segura que no nos permitirás llevarte de vuelta?", preguntó Matthew. Allie sólo sacudió la cabeza. Yo no dije nada. Aún no confiaba en mí misma para hablar. No quería que ella viniera, pero en verdad no tenía idea de cómo detenerla. Allie no tenía problemas para hablar, mientras nosotros nos echábamos las mochilas al hombro y comenzamos a andar en la fría y clara mañana. "¡Tan grande!", dijo mientras caminábamos; todos los indicios de la niña hosca que nos había encontrado se habían ido. "¿Quién sabía que el mundo era tan grande?". Giró en su lugar, en el medio del camino, como si ese mundo fuera un escenario de un juego de niños y nada más. Su cabello había sido trenzado para apartarlo de su rostro, si por ella o por Matthew, no lo sabía. El cielo se oscureció, como si algo hubiera cruzado sobre el sol. Me inmovilicé, haciéndole señas a Allie para que no se moviera. Tallow siseó. Matthew hizo un sonido bajo de advertencia, como un gimoteo en el fondo de su garganta. Sobre el acantilado, un halcón de cola roja extendió sus alas contra el cielo. Un escalofrío corrió por mi columna. Hubo un tiempo en que los halcones sólo habían cazado ratones y conejos, pero ya no más. Algunos dijeron que se habían criado con los halcones de las Hadas durante la Guerra. Ahora, eran más grandes que antes y habían desarrollado un gusto por el juego mayor. Mientra observaba, el halcón fue girando hacia abajo. "Vete", susurré con fiereza, sabiendo que no tenía tiempo para desatar mi arco. "Vete" El halcón debió ver otra presa. Viró abruptamente hacia el acantilado y desapareció entre los árboles. Allie se quedó en silencio por un tiempo, después de eso. Los árboles también estaban silenciosos, como si sus ramas estuvieran entumecidas como los dedos que yo metía en mis bolsillos. Una luz en medio del camino atrajo mi mirada. "¡Miren!", dijo Allie, viéndola al mismo tiempo. Una piedra del tamaño de mi puño, que emitía una débil luz violeta. "Justo como la de Jared…" "¡No lo es!", jalé el brazo de Allie hacia atrás. No toques ninguna piedra que brille.

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Allie liberó su brazo, luciendo herida. "Sólo estaba mirando. Sé muy bien que no hay que interferir con la magia de alguien más". Caminó en un amplio círculo alrededor de la piedra, para probar su punto. Matthew la siguió, arrugando la nariz como si oliera algo desagradable. Fui última. Desde la orilla del camino, percibí un aire frío polar que frotaba mis tobillos. Pasamos una segundo piedra, ésta verde, y una tercera, naranja pálido. "Se siente frío, de la misma forma que se siente fría la sanación", dijo Allie. El camino se estrechó y las piedras se hicieron más frecuentes. Me di cuenta que eran los líquenes aferrados a sus superficies los que brillaban, no las rocas en sí mismas. Viramos incómodamente cerca de los árboles para pasarlas. Una luz blanca más adelante, nos hizo detenernos. Dimos vuelta a una curva… y vimos que un desprendimiento de rocas desde el acantilado bloqueaba la mayor parte de la senda. Docenas de piedras dentro de éstas, brillaban blancas, tan brillantes como el sol sobre hielo. Sólo un estrecho corredor quedaba entre las rocas y los árboles. Matthew olfateó el aire y se adelantó. Allie lo siguió. Cogí la retaguardia, con una mano en mi cuchillo. Los robles suspiraron suavemente. El sol estaba ascendiendo, calentando sus hojas verdes. Una sombra oscurecía las rocas adelante. Levanté la vista cuando el halcón gritó y se lanzó hacia nosotros. Allie se paralizó, mirando hacia arriba, demasiado asustada para correr. Me lancé sobre ella y vi a Matthew arrojarse a la tierra también. A nuestro alrededor, las piedras explotaron en una llamarada de nieve brillante.

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Capítulo 11 Traducido por Pamee

El halcón chilló de nuevo y se quedó en silencio. Llovieron guijarros sobre mi espalda. En algún lugar, un lobo aulló. Una lengua de gato lamió mi rostro. No veía nada, salvo fría luz blanca. "¿Liza?", gimió una voz debajo de mí. Una mano se extendió a por la mía. La tomé y la apreté con fuerza. "Liza, no puedo ver" "Estoy aquí", le dije a Allie. Unos dientes tiraron de mi manga, demasiado grandes para los de un gato. Tallow siseó y brincó a mi espalda. Los dientes se fueron. Oí un gemido ansioso. "¿Qué es eso?", la voz de Allie era la de una niña asustada por un bulto en la oscuridad. Yo también estaba asustada, pero no dejé que lo supiera. "¿Matthew?", susurré, extendiendo mi mano libre. El lloriqueo se detuvo y una nariz húmeda se metió en mi mano. Sin dientes esta vez, sólo piel, pelaje y el débil aroma de miedo. Subí mi mano lentamente por su nariz, entre sus orejas. Su pelo era áspero en la superficie, pero más suave debajo. Llevé mi mano a la espaldera de Matthew, mientras giraba para ponerme de pie a su lado. Tallow siseó de nuevo y se encaramó sobre mis hombros. Con la otra mano, urgí a Allie para que se pusiera de pie. El lobo comenzó a hacernos avanzar, pero se detuvo cuando no lo seguí. "¿Puedes ver?", le pregunté. No hubo respuesta. Ningún sonido en absoluto, salvo por un suave jadeo. Las garras de Tallow excavaron en mi suéter. ¿Qué opción tenía, salvo confiar en él y en su magia? Cuando comenzó a hacernos avanzar de nuevo, caminé con él. Sólo Allie dudó. "¿Qué pasa con Matthew?", preguntó, con su mano todavía apretando la mía.

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"Él está… aquí", le dije, dándome cuenta que ella no lo sabía. Mientras hablaba, me pregunté cuánto de esta criatura salvaje era Matthew en realidad y cuánto algo más. la luz fría pulsó contra mis ojos mientras caminábamos. Las manos de Allie temblaban en las mías. Las garras de Tallow excavaron más profundo. Sólo Matthew se mantuvo tranquilo. Sentí el ascenso y descenso de sus hombros debajo de mi mano. A nuestro alrededor, los árboles se susurraban unos a otros. Un poco más lejos, algún animal gritó como un niño. El viento rozó mi mejilla. "Mis ojos duelen", dijo Allie. "Entonces, ciérralos". Sin embargo, mantuve mis propios ojos abiertos. Vi un dejo de oscuridad contra la luz y me esforcé por ver mejor. En la distancia, sólo podía distinguir árboles de fresno y cipreses, con sus troncos enredados de hiedra. Más allá de los árboles había algo más oscuro y suave. Un arco de metal, más alto que cualquier árbol. Sólo parecía más oscuro, comparado con la blancura a mi alrededor. Apreté el paso, aunque según el mapa de Samuel, no debíamos estar en ningún lugar cercano al Arco. La tierra bajo el Arco temblaba. Una enredadera de hiedra venenosa oscilaba sobre nuestras cabezas y me agaché. Liberé mi mano del asimiento al lomo de Matthew y acerqué más a Allie. Mi cuchillo estaba en mi mano, antes que supiera que lo había sacado. Sin embargo, no sentí brisa cuando cruzamos la vid. No escuché sonido. No sentí movimiento bajo mis pies, a pesar del temblor que había visto. Alcé la vista lentamente. La escena ante mí onduló como el agua. Los árboles se desvanecieron, sustituidos por montículos de piedra y acero torcido. El Arco se alzaba sobre ellos, más brillante ahora, el humo se aferraba como la niebla alrededor de su base. De algún lugar, una bandada de pájaros de metal voló hacia el Arco, aunque el sonido que hacían me recordaba más al rugido del agua que a pájaros. Aviones, pesé. Supe entonces que lo que veía no era real, sino algún reflejo del pasado. Supe también que no todos los aviones habían sido derribados por la magia, después de todo. Cerré los ojos, pero la visión permaneció.

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Matthew ladró quedamente, una pregunta en el sonido. Enfundé mi cuchillo y extendí la mano hacia su lomo mientras los aviones volaban al Arco, de uno en uno, desapareciendo cuando las alas hacían contacto con su brillante superficie. "¿Qué pasa?", preguntó Allie, y supe que, ni ella ni Matthew lo habían visto. "Nada", susurré. "Nada real". Mi corazón palpitó. Las visiones lucían lo suficientemente reales. Matthew avanzó de nuevo y lo seguí, cuando la escena cambió una vez más. El Arco desapareció. Vi altos edificios, torres de cristal y acero. Desde abajo, los robles extendían ramas de sombra hacia los edificios. Desde arriba, los halcones dejaban caer piedras que brillaban con luz de hada. Explosiones de color naranja y blanco encendían el aire. Los edificios colapsaron. Mis piernas se sintieron débiles, como si también pudieran ceder. Supe, con suficiente certeza, que estaba viendo la Guerra. Tropecé con vidrios derramados, que tintinearon a mis pies, incluso aunque me decía que esto no era real. Vi… Un camino – un camino de piedra negra – estremeciéndose la vida, sacudiéndose coches en ruinas como un perro puede sacudirse el agua. El agarre de Allie a mi mano se apretó. El calor fluyó hacia las desvanecidas cicatrices de cuchillo en mi palma. No, no era calor – era un frío suave. Me concentré en ese frío. Me concentré en el tacto del pelaje de Matthew bajo mi otra mano. Lentamente, las visiones se desvanecieron. Vi un contorno gris junto a mí y me di cuenta que era un lobo, las orejas inclinadas hacia delante, olfateando el aire. Seguí caminando y el color comenzó a sobresalir a través del brillo: hojas verdes, cielo azul. De pronto, la luz blanca se fue. Vi, claramente, el lobo gris bajo mi mano. Miré hacia atrás y vi a Allie pasar a través de un muro de luz blanca, sin liberar mi otra mano mientras lo hacía. La pared de luz blanca se extendía hacia el cielo, tan alta como los edificios de mi visión. Las piedras debieron crearla cuando explotaron. ¿El pueblo de las Hadas habría usado piedras y luz como ésas para hacer que nuestros soldados perdieran su rumbo durante la Guerra? La cola amarilla de Tallow golpeó contra mis hombros. Las orejas de Matthew se echaron hacia atrás. Cuando saqué mis dedos de su pelaje, se giró a mirarme,

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parpadeando. Me di cuenta que Matthew tampoco había sido capaz de ver. Nos condujo por el olfato, no por la vista. Me acerqué vacilante hacia él, pero entonces Tallow siseó de nuevo y retrocedí. Matthew también retrocedió, bajó la cabeza aplastando las orejas y un sonido bajo se elevó en su garganta. Allie lo miró, y silenciosamente se movió a mi lado. El sol brilló. Una brillante luz plateada fluyó sobre el pelaje gris de Matthew. Aguardé a que el chico emergiera del lobo, esperé a por alguien a quien pudiera agradecer con palabras humanas. La luz retrocedió, pero el lobo permaneció allí. Éste tocó el suelo con la pata y gimió. "¡Está herido!", gritó Allie, en el momento en que vi sangre en su pata trasera. La herida apenas había coagulado, como si los perros salvajes nos hubieran atacado sólo momentos antes. Allie se liberó de mi mano y se precipitó hacia delante. "¡Espera!", grité, pero ella se arrodilló y puso sus manos sobre la herida. El lobo gimió de nuevo, de miedo o de dolor, pero las manos de Allie permanecieron firmes. "¡Oh!", dijo. "Oh, pero…". Sacudió la cabeza. "Curación primero. Preguntas después" Su lengua asomaba por la comisura de su boca mientras ella se concentraba en la herida. La luz flotó desde sus manos hasta la pata de él. El lobo estiró su cabeza hacia Allie, jadeando un poco, sus dientes tan cerca… pero no la hirió. Recordé cómo Matthew había arañado el aire, amenazando con matar a alguien, mientras Caleb lo curaba. Bajo su sonrisa tranquila, Matthew era tan capaz de enfurecerse como yo. Sólo lo controlaba mejor. La luz de Allie se desvaneció. Sangre vieja desprendiéndose de una herida vieja. Allie se sentó sobre sus talones, sus ojos marrones pensativos. "No sabía que eras un cambiador, Matthew" El lobo cargó su peso sobre la pata, con cautela al principio, luego con más firmeza. Se volvió y dio un golpe a las manos de Allie. Ella se rió. "¡Tienes una nariz húmeda!"

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Él levantó la cabeza, volviendo su mirada hacia mí. Nos miramos en silencio. Finalmente, di un paso adelante y me acuclillé frente a él. "Gracias", susurré, preguntándome si las palabras tenían algún significado para un lobo. Él acarició mi pecho con su nariz. Tallow siseóy saltó de mis hombros. La ignoré y moví mis manos para que descansaran sobre el lomo de Matthew. Tan suave, pensé. ¿Cómo la magia salvaje podía sentirse tan suave? "Sólo he conocido a un cambiador". Allie tomó a Tallow en sus brazos, acariciando a la temblorosa gata. "Pero sólo era una lechuza. Creo que los lobos son mucho más lindos" Miré dentro de los ojos de Matthew. Ojos salvajes, pero con un atisbo de miedo detrás de ellos. "El otro cambiador que conocías… ¿qué le pasó?" "Se fue volando. Karin era su maestra. Dijo que, sólo si volvía, tendría que recordarle cómo ser humano. Pero no creo que Adam quisiera que se lo recordaran. Creo que le gusta demasiado volar". El muro de luz tras nosotros, hacía que el rostro de Allie pareciera muy pálido. Necesitábamos seguir adelante, para poner distancia entre nosotros y esa magia. Pero, continué observando a Matthew. "¿Tú también lo olvidaste?", pregunté. Allie sacudió la cabeza, con el cabello cayendo desde la trenza sobre su rostro. "No. Matthew aún sigue ahí. Podía decirlo cuando lo curé" "Entonces, ¿por qué no puede volver a cambiar?" "No lo sé", dijo Allie. "Tal vez fue la luz. Mis manos picaban muchísimo, como si estuvieran buscando algo que curar. Tal vez, la luz también le hizo algo a la magia de Matthew, la hizo más fuerte". Sacudió la cabeza y metió las manos en los bolsillos. "No lo sé. Esto es más cercano a la magia de Karin, que a la mía o la de Caleb. Las cosas se solucionan cuando Karin les habla. Deberíamos llevarlo de vuelta…". Pero Allie miró hacia el muro de luz, y luego hacia mí. Ambas sabíamos que no podíamos volver por ese camino. Algo se movió dentro de la luz brillante. Alguna sombra… Parpadeé y ya se había ido. Tal vez, sólo era otra visión. Tal vez no. "Debemos continuar", dije, poniéndome de pie. Allie asintió. Se estiró para coger mi mano, y la apretó fuerte. Matthew olfateó hacia el camino, como si hubiera entendido. "Lo siento", le dije. Tal vez, cambiaría por su cuenta. O tal

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vez, Mamá hubiera sabido qué hacer. Ella sabía de la magia de Matthew, después de todo. Lo había sabido y no me lo había dicho. Empujé el pensamiento a un lado. El disco de Caleb se sentía frío contra mi piel, otra cuestión. Ignoré ambas y comencé a caminar. Allie y Tallow me siguieron. Mattew las siguió a ellas. Dejamos la luz de hadas detrás, excepto por unos pocos guijarros que brillaban en el camino. Incluso ésos desaparecieron después de un tiempo, pero el frío continuó mientras el sol se levantaba. Mi aliento se congeló frente a mí, otra vez. Sin embargo, tal vez eso no era tan extraño. Era otoño, y en el otoño el clima cambia rápidamente. El camino se hizo pendiente cuesta arriba, dirigiéndonos a la cima del acantilado. Cerca de la puesta de sol, llegamos a un coche oxidado – todavía quedaban unos pocos, a lo largo de las carreteras – y acampamos ahí para pasar la noche. No tenía asientos. El débil aroma de aceite para coches permanecía en el aire frío, un aroma de Antes. A veces, intentaba imaginar un mundo donde ese aroma era más fuerte que el de moho de las hojas y la salvia de los árboles, pero siempre fallaba. Allie y yo extendimos mantas sobre el piso del coche y fijamos nuestra lona sobre las ventanillas vacías. No había vidrio, por supuesto, y los neumáticos estaban agrietados y secos. A corta distancia, una casa derrumbada, yacía medio enterrada bajo un arbusto de grosellas. Rescaté la madera expuesta, e hice un fuego cerca del coche. Allie avivó las llamas mientras Tallow se enroscaba sobre su regazo. Matthew iba y venía por los límites de nuestro campamento. Lo observé, mientras ponía agua a hervir sobre el fuego. De vez en cuando, se detenía y olfateaba el aire. Me pregunté qué olía. Encontré algunas hierbas marrones cerca de la vieja casa, y las retorcí entre mis dedos, tejiéndolas mientras esperaba a que el agua hirviera. Las hierbas realmente estaban muertas – no gemían mientras trabajaba con ellas. Cuando el agua empezó a burbujear, eché algo de harina de maíz, junto con trozos de carne seca de cabra. Matthew trotó hacia el fuego, olfateó la olla con curiosidad, y se apartó de ella. Le ofrecí un trozo de carne seca, pero alejó mi mano. Sus orejas se aplastaron hacia delante. Levantó la cabeza, luego se giró y se fue, dando saltos, entre los árboles.

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"¡Matthew!". Allie se puso de pie, arrojando a Tallow al suelo. Extendí una mano para detenerla. En la distancia, unas vides chasquearon y gimieron. Escuché una agitación de hojas, y luego silencio. Allie me miró con los ojos dilatados, pero unos momentos después, Matthew regresó trotando a nuestro fuego, con un conejo colgando de sus dientes. La sangre manchaba el pelaje blanco de la criatura. Tallow le echó un vistazo, y se retiró debajo del coche. Matthew dejó caer el conejo a mis pies. Su orgullo estaba lo suficientemente claro en la forma en que mantenía la cabeza y la cola en alto. Como humano, nunca había tenido mucho de gran cazador. Allie rió con nerviosismo. "Es un regalo" Yo lo sabía e incliné la cabeza para reconocerlo. "Gracias", le dije al lobo. Tomé mi cuchillo y desollé la presa. Padre me había enseñado a despellejar la caza tan pronto como fui lo suficientemente mayor para sostener un cuchillo, guiando mis temblorosas manos con las suyas firmes, ayudándome a encontrar los sitios entre piel y músculo, entre tendón y hueso. Puse algo de carne dentro de la olla y le ofrecí el resto a Matthew. Caminó con paso majestuoso y se echó para desgarrar el cuerpo. Gemía feliz mientras comía, la cola golpeando el suelo, la saliva goteando de sus dientes. Junto a la luz del fuego, sus ojos brillaban. Pensé en el chico que Allie había conocido, al que le gustaba volar. ¿Y si a Matthew le gustaba más ser un lobo que un chico? El chasquido de los huesos entre los dientes, acompañó al crepitar y estallido del fuego. Saqué la olla de las llamas y le tendí una cuchara a Allie. Gran parte de los utensilios de cocina se habían ido con la mochila de Matthew, así que compartimos la olla. Los ojos de Allie seguían desviándose hacia Matthew. Después de la cena, ella pasó largo tiempo agachada junto al viejo coche, cuchara en mano, incitando a Tallow a que la limpiara con la lengua, pero la gata se rehusó a salir. Matthew se trasladó más cerca del fuego y se durmió; su respiración era profunda y satisfecha. "¿Cuál guardia tomo?", preguntó Allie esa noche.

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Comencé a decir que era muy joven para tomar un turno de guardia, pero ella sólo me miró y supe que tenía razón. No quedaba nadie más que se quedara vigilando, excepto nosotras. "Iré primero", le dije. Desde su lugar junto al fuego, Matthew nos observaba con la cabeza entre las patas. ¿Nos entendería si le pedíamos que tomara un turno? No había forma de saberlo. Allie me miró con suspicacia. "No olvidarás despertarme, ¿no? Sigo siendo tu sanadora y digo que necesitas dormir también. Puedo ayudar, no importa lo que digan Papá y Caleb. Puedes confiar en mí, ya sabes" "Lo sé". Le alboroté el cabello, como Mamá hacía con el mío cuando era pequeña. Me mantendría vigilando durante la parte más oscura de la noche, luego la despertaría cuando la luna estuviera alta. Finalmente, Allie convenció a Tallow para que saliera y se llevó la gata dentro del coche, con ella. Me tendió una manta. Sonreí un poco, poniéndome la manta alrededor de los hombros mientras me trepaba al capó para vigilar. Después de un rato, Matthew trepó junto a mí. Suspiró, un sonido más humano que lobuno, y apoyó su cabeza en mi rodilla. Puse mi mano tras sus orejas y, juntos, observamos elevarse a la luna, su luz haciendo que la tierra, el coche y los árboles brillaran como con magia.

Para el amanecer, la helada cubría el suelo y hacía que el lodo crujiera bajo nuestros pies. Los árboles tenían sueño y estaban aburridos, sus ramas apenas se movían a pesar de la brisa de la mañana. Tallow montaba sobre mis hombros, girándose cada cierto tiempo para sisear a Matthew, quien caminaba al lado de Allie. Allie mantuvo un flujo constante de charla con el lobo, hablando acerca de su papá, de alguna pelea que había tenido con Kimi, de su entrenamiento como sanadora. "Lo que realmente quería, era hablar con los animales", confesó. "Lo sigo esperando. Karin dice que la magia no siempre es una cosa u otra". Un poco después, la oí decir, "Vamos, Matthew, inténtalo. Un ladrido para sí, dos para no". Matthew gruñó, como si ladrar a la orden estuviera por debajo de su dignidad. No pude evitarlo… me reí.

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El sol se elevó, derritiendo la helada. Hacia el este, un rayo del sol sobre el agua, nos dijo que había un río cerca. En el mapa de Samuel, el río se llamaba Meramac 5. Pasé de meter mis manos en los bolsillos, a atar mi chaqueta alrededor de la cintura en cuestión de horas. A media mañana, la tierra se abrió. Nuestro camino se encontró, en forma abrupta, con otra carretera, más ancha que cualquier otra que hubiese visto, hacia el este. Gruesas losas de roca negra asomaban a través de la suciedad, brillando al sol. De acuerdo con las indicaciones de Samuel, ésa era la I-44 y nos llevaría la mayoría del camino hacia el Arco. A la distancia, oí el agua corriendo. Caminamos los tres, uno al lado del otro, por esa carretera, encaminándonos hacia el río. Abedules de corteza color canela y álamos gris pálido, se alineaban junto a nuestro camino. Los abedules lanzaban semillas aladas a la brisa, pero la carretera era tan ancha que iban a la deriva, hasta caer al suelo, a nuestros costados. Las semillas de abedul eran demasiado pequeñas como para hacer un daño real, siempre y cuando las cepillaras antes que pudieran echar raíces sobre tu piel. Llegamos a la cima de una cuesta y vimos al Río Meramac debajo. Por unos pocos cientos de metros descendimos hacia el agua. La carretera terminaba en la orilla. El camino continuaba al otro lado del río, pero había un par de metros de agua correntosa entre nosotros y la orilla distante. En nuestro lado, algunas vigas rotas de acero, daban indicio del puente que, alguna vez, estuvo tendido sobre el río. En las turbias aguas alrededor de las vigas, las totoras salpicaban cuando golpeaban los zancudos del agua. En cuanto a lo yo que podía decir, los tallos marrones nunca golpeaban a los insectos – con lo parecía más un juego que otra cosa. Un pequeño tramo, río abajo, dos altos postes de metal se enfrentaban, uno en cada orilla. Un par de cuerdas de guía se encadenaban entre ellos, una cerca del agua, otra varios metros por debajo. Las cuerdas brillaban al sol, y cuando me acerqué, vi que también eran de metal: docenas de finos hilos, trenzados en cordones de acero por alguien de Antes, con más fuerza de lo que cualquiera podría manejar en este momento. Una mezcla de nudos de trabajo y cables de Se encuentra en Missouri. Es una de los mayores cursos de agua de flujo libre. Vaga alrededor de 350 kilómetros a través de seis condados de Missouri Ozark Highland 5

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metal, enlazados a los postes. Cogí la más baja – se sentía fuerte y caliente al tacto. Soportaría nuestro peso. Matthew olfateó hacia la orilla. Allie paseó la mirada desde las cuerdas al agua y desde el agua a mí. Su parloteo se silenció y sus ojos se dilataron. "Tal vez, haya otro puente", su voz era aguda y extraña. "Revisa el mapa" Sacudí la cabeza. "La carretera termina aquí" "Sólo revisa". La voz de la niña se quebró al hablar. Saqué el mapa de mi mochila. El siguiente cruce estaba, al menos, a un día de distancia y no había señal de una carretera que nos condujera hasta allí. "Demasiado lejos", dijo Allie, pero alzó la mirada hacia mí, como si estuviera esperando alguna otra respuesta por mi parte. "También podría no haber otro puente", dije. Allie asintió, pero se veían infeliz. "¿Qué pasa con Matthew? ¿Y Tallow?" Tallow permanecía firmemente apostada sobre mis hombros, pero Matthew metió una pata en el río. De pronto, saltó dentro, nadó a través del río en un chapoteo de patas y pelaje húmedo. La corriente lo arrastró un poco, río abajo. Una vez en tierra, trotó nuevamente hacia nosotros, puso su nariz en el suelo y nos miró, desde el otro lado del agua. Observándolo, Allie suspiró. "Desearía ser un lobo" La miré, temerosa de hacer mi siguiente pregunta. "Puedes nadar, ¿no?". Todos podían nadar en Franklin Falls. Padre y Kate se habían encargado de ello. Allie se abrazó a sí misma. "No lo sé. Nunca lo intenté" Nunca había ido más allá del Muro. Por supuesto que no lo había intentado. Observé de nuevo el camino por el que habíamos venido. A una distancia cercana, una porción de carretera se desvanecía en la sombra. El sol ya no se reflejaba en su superficie. El cielo era claro, ninguna nube bloqueaba el sol. No debería haber ninguna sombra. Entre mis hombros se levantó piel de gallina. Mientras observaba, la sombra se deslizó hacia delante y luego retrocedió, como si estuviera insegura.

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Me había seguido, después de todo. Si Allie no hubiera estado conmigo, me alegraría haberla atraído lejos de Washville. En cambio, sólo sabía que tenía que conseguir que Allie cruzara el río, donde el agua corriente podría protegerla. "Iré primero", dije. "Para probar las cuerdas. Pero tienes que seguirme tan pronto alcance el otro lado, ¿está bien?" La trenza de Allie había caído sobre su hombro. Se la metió en la boca y asintió de nuevo. No perdí más tiempo. Me aseguré que Tallow estuviera a salvo sobre mis hombros y mi mochila sujeta a mi espalda, luego me agarré a la cuerda superior y di un paso en la inferior. La cuerda inferior osciló un poco bajo mi peso. Rápidamente, recuperé el equilibrio y avancé de costado a través del río, moviendo primero mi brazo y pierna derechos, y luego los izquierdos. La cuerda superior se enterraba en mis palmas, la inferior en las suelas de mis botas, pero ambas eran fuerte y apenas cedían debajo de mí. A mitad de camino, el agua corrió por encima de mis botas, pero sólo por pocos pasos. Más pronto de lo que pensé, estaba en el otro lado. Un lobo mojado golpeó mis manos con su nariz y pisé tierra una vez más. Tallow siseó, saltó de mis hombros y huyó a refugiarse en un tronco muerto. Me bajé la mochila, me saqué las botas empapadas y me giré de vuelta hacia Allie. "¿Lista?", grité. Allie no se movió. Sus pies parecían firmemente plantados en el suelo. "Está bien", dije. "Las cuerdas están buenas" Allie tironeó de las cuerdas de su mochila y masticó el extremo de su trenza. Dio un paso hacia las cuerdas y luego se detuvo, sacudiendo la cabeza. Se levantó un viento frío, soplando sobre el agua. Instintivamente, volví a mirar la carretera. Allie miró también, y ambas vimos la sombra, a sólo un tiro de piedra de ella ahora, flotando como un pequeño charco oscuro hacia el río. Mattthew echó la cabeza hacia atrás y aulló. La sombra se detuvo, encogiéndose como un cachorro asustado. Allie trepó, arrastrándose, a las cuerdas. Sus piernas temblaban, haciendo que la cuerda inferior se balanceara. Tenía que estirarse para alcanzar la cuerda

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superior, a la que se agarró con tanta fuerza que sus dedos se volvieron blancos. Se quedó ahí, temblando y mirándome. Tras ella, la sombra avanzó de nuevo, pero Allie no la vio. Sentí la urgencia de chillar, de gritar, de decirle que no tenía tiempo. En cambio, pensé en Padre, enseñándome cómo disparar una flecha. "Firmemente", le dije a Allie. "Firme y lentamente". Obligué a dejar de lado las dudas de mi voz. "Puedes hacerlo" Allie avanzó sobre el agua, un lento y deslizante paso a la vez. "Bien", le dije. Se levantó viento, haciendo que ambas cuerdas se balancearan. "Lo estás haciendo bien" Las cuerdas se hundieron al llegar a la mitad. Sus botas tocaron el agua. Ella se mordió el labio y continuó moviéndose. Sonreí, pero no me devolvió la sonrisa. "Eso es. Sigue moviéndote. Sólo mantente…" Algo verde y baboso se deslizó fuera del agua, cogiendo su tobillo. Las manos de Allie perdieron su asidero. Gritó y cayó al río, su mochila resbaló de su espalda mientras lo hacía. Salté al agua, mientras Allie cogía las cuerdas y luego las perdía. Su cabello se extravió en el agua, cuando ella desapareció bajo la superficie. Se suponía que el agua corriente detenía la magia, pensé insensatamente. A las plantas y a la magia. Era una regla, no una de las de Padre, pero una regla al fin. Sin embargo, yo lo sabía. El agua no detuvo mis visiones, después de todo. Las reglas no eran promesas, por más que quisiéramos pensarlo así. Nadé con fuerza, luchando contra la corriente y buceando bajo el agua, en el lugar donde Allie había caído. Ataqué la cosa verde con mi cuchillo, cortándola en dos. La mitad superior liberó su agarre de Allie, pero la inferior se deslizó hacia fuera y envolvió mi muñeca. Ésta se entumeció. Luché para conservar mi cuchillo. Surgí a la superficie, boqueando en busca de aire. Batiendo el aire, rompí la cosa con mi otra mano. Salió, con un suave sonido de chapoteo. Lucía a medias como una vid y a medias como una serpiente retorciéndose. La arrojé lejos y enfundé mi cuchillo, mientras Allie flotaba hacia la superficie, unos pocos metros más allá.

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Nadé hacia ella, la cogí alrededor del pecho y patalee fuerte hacia la orilla. Allie tosió, demasiado débil para expulsar el agua, y quedó flácida en mi agarre. Cuando alcanzamos la orilla, Matthew cogió la parte trasera de la blusa de Allie con los dientes y la arrastró a la playa. Avancé tropezando tras ella, tosiendo y temblando. Matthew golpeó a Allie con la nariz. Ella no se movió. Él gimió, profundo en su garganta. Mi corazón palpitó. No parecía captar suficiente aire. Le di la vuelta a Allie. Sus ojos estaban dilatados, sin parpadear. El agua del río se congeló contra mi piel. Me incliné sobre ella, bombeando su pecho, insuflando aire dentro de sus pulmones en la forma que me había enseñado Brianna, la partera. Allie no se movió. Su piel estaba húmeda, y demasiado fría. "Vamos, Allie". Bombeé con más fuerza, mientras el entumecimiento de mi muñeca se desvanecía. "¡Allie!", la llamé. Mi garganta se apretó alrededor de su nombre. "¡Allie!". Mi voz se volvió extraña y profunda, convirtiendo las palabras en órdenes. Una luz destelló en los bordes de mi visión. "¡Allison!" Ella comenzó a toser, expulsando el agua. Dejé de bombear. Abruptamente, Allie se sentó, con el cabello chorreando, parpadeando para sacarse el agua de los ojos. Lanzó los brazos alrededor de mi cuello, temblando y tragando bocanadas de aire, aferrándose a mí como si nunca fuera a soltarme. La sostuve, hasta que sus temblores se calmaron. Entonces, alzó la vista hacia mí, no con miedo, no con ira, sino con asombro. "Me llamaste de vuelta", dijo.

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Capítulo 12 Traducido por Valentine Belik Corregido por Mely

Hice una fogata para ella en medio del camino, recogiendo toda la madera que pude y repitiendo una y otra vez, "Lo siento, lo siento, lo siento…" Allie estaba acurrucada ante las llamas, con una manta sobre los hombros y Tallow acurrucada en su regazo. Matthew estaba tendido a su lado. Tanto lobo como gata olían a pelaje húmedo. Por una vez, no parecían importarles el otro. "Me llamaste", dijo Allie. Había un sobrecogimiento en su voz. "Nunca había conocido a alguien que pudiera llamar, hasta ahora" La oía, pero no la escuchaba. "Si Brianna no me hubiera enseñado… cómo bombear el aire de regreso… Lo siento…" "No fue el bombeo". Allie acariciaba la piel de Tallow. La miré y luego desvié la vista. "Escucha, Liza". La voz de Allie era baja, no como la de un niño. "No entiendes. Me ahogué allí y morí". Yo sacudí la cabeza, pero Allie prosiguió. "Sí lo hice. Soy una sanadora. Sé cuando las cosas se terminan, cuando no hay nada que hacer. Es como caer en el agua oscura, y darse cuenta que estás demasiado abajo para regresar jamás. Era tan oscuro… pero ni siquiera estaba enojada, porque estaba muy abajo, pero sí bastante triste. Y luego… Allie levantó la mirada hacia mí. Matthew apoyó la pata en su tobillo, como para reconfortarla. "Entonces, me llamaste, Liza. Y tuve que escucharte. Fue un largo camino para salir, pero insistías tanto que volví. Estaba asustada. Estaba cansada, pero vine" El fuego crepitaba y saltaba, pero me sentía tal fría mientras Allie me miraba. Yo no podía haberla llamado de regreso. Nadie podía hacer eso. Porque, si yo podía hacer eso, también podría haber llamado… También debería haber llamado…

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Todavía sentía frío. Me aparté de Allie y del fuego, y regresé al río. El sol estaba alto, el agua brillaba. Cruzando el agua, al final del camino, una sombra oscura yacía como un charco, en la luz. Fluctuaba hacia mí, luego se detuvo como si un muro invisible se levantara desde el río. Algo empezó a sonar: un grito ahogado, atemorizante. El llanto de un bebé. Matthew llegó a mi lado. Sus orejas se echaron hacia atrás. Observó a la sombra a través del agua y gañó suavemente, como haciendo alguna pregunta. La sombra seguía llorando. "¿Quién es ella?", preguntó Allie. "¿Tú… tú la las llamado también?" "No he llamado a nadie". Pero la sombra seguía llorando, el tipo de lloro corto y ahogado que hacen los bebés cuando saben que algo anda mal, pero no pueden decir qué. Quería correr, esconderme, pero sabía que no podía escapar de ese sonido, más de lo que podía escapar del recuerdo de los huesos en una colina iluminada por la luna. Sentí la mano de Allie sobre mi hombro y me estremecí como si quemara. "No puedes dejarla allí", dijo. "¡Vete!", le dije. "Es sólo un bebé, no entiende…" "¡Vete!" Allie se echó hacia atrás cuando me volví hacia ella, con los ojos muy abiertos, y me di cuenta que había puesto un tono de mando en la palabra, el mismo tono que usé para llamarla de vuelta. Sentí que algo oscuro se enroscaba en mi interior, detrás de ese tono. Una palabra equivocada, un gesto equivocado, y lo dejaría ir, libre para destruir como había destruido el pueblo de las hadas. Apreté las manos en puños, obligándome a controlar la tensión. Allie suspiró y dejó de retroceder. Ella era la que no entendía. Mi hermana estaba muerta. Yo había visto a Padre llevársela. Yo había visto los sangrientos y quebrados huesos que eran sus restos. Incluso los huesos se habían ido, probablemente comidos o enterrados

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por alguna criatura salvaje. Nadie podía llamar de regreso a nadie, después de eso. Nadie tenía ese tipo de poder, ni el pueblo de las hadas, ni los humanos… nadie. Sin embargo, la sombra lloraba. Mis uñas se clavaron en mis manos, sacándome sangre. El dolor relajó la tensión que aumentaba, dándole un lugar donde ir. Pensé en el cuchillo en mi cinturón. Por un momento, quise que mi padre estuviera aquí… para que tomara esa hoja y pusiera fin, tanto a mí como a mi magia, para que evitara que yo tuviera que enfrentarme a la sombra que esperaba al otro lado del río. Moví mi mano hacia la empuñadura, sintiendo alivio ante su familiar agarre. Una nariz húmeda dio un empujón a mi mano para alejarla. Levanté la mirada, hacia los ojos del lobo gris. Extendí mi mano, para apartar a Matthew. En lugar de ello, me encontré agarrándolo, sosteniéndolo. Caí de rodillas, aferrando su pelaje como Allie había aferrado mis ropas, sin atreverme a soltarlo. "No es mi culpa", susurré. Entonces, elevé la voz "¡No es mi culpa!". Mis gritos ahogaron los llantos de bebé detrás de mí. "¡No hubo nada que yo pudiera hacer, una vez que Padre lo decidió! ¡Tú lo sabes, tú estabas allí!". Mis dedos se hundieron en su pelaje, seguramente causándole dolor, pero el lobo permaneció en silencio, firme. "Matthew", dije su nombre en voz alta, pensando en el lobo gris y en el chico tranquilo, sabiendo que eran la misma persona. "¡Tú estabas allí, Matthew!". Me estremecí mientras hablaba, sintiendo el poder bajo las palabras, entendiéndolas por lo que convocaban. El pelaje se apartó de mi agarre. Mis dedos se clavaron en los hombros desnudos de Matthew cuando él se arrodilló delante de mí. Sin embargo, no se apartó. Sus brazos humanos se extendieron y me abrazaron. Mi temblor disminuyó. "No es tu culpa", repitió Matthew con suavidad. "Es culpa de él, Liza, no tuya" Recordé correr desde la colina donde Rebecca había muerto, gritando su nombre mientras lo hacía. Yo la había llamado con tanta seguridad como llamé a Allie. "Pero fue demasiado tarde". Mi voz era neutra y fría, la verdad del hecho filtrándose en mis huesos. Podría haber llamado a Rebecca de nuevo, si hubiera llegado antes. Incluso podría haberla llevado de regreso, sin magia, si tan sólo hubiera llegado a tiempo.

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Matthew me miró, pero no había acusación en sus ojos humanos. La luz del sol brillaba sobre su piel y su cabello suelto. Me aparté y me detuve, sintiendo un leve rubor por encima de todo, al pensar cómo lo había sujetado, sin vergüenza. Allie tomó el impermeable de mi mochila y se lo echó sobre los hombros. Él se envolvió distraídamente, mientras se ponía de pie. "No lo sabías" Pero ahora sí lo sabía. Sabía que había sido demasiado tarde, pero había llamado de regreso a Rebecca, de todos modos. Sabía que ella había respondido a esa llamada, tanto como le fue posible. Sabía que yo era la responsable de la sombra que me había seguido desde casa, que tocó a Kimi y obligó a Allie a cruzar el río. Me acerqué a la orilla del río y me arrodillé, para contemplar el parche de oscuridad al otro lado. Los llantos dieron paso a jadeos, respiraciones dificultosas. "Rebecca", susurré y ella quedó en silencio ante el sonido de mi voz. Allie tenía razón. No podía dejarla allí. "Rebecca", la llamé en voz más alta, poniendo un tono de mando en las palabras. "¡Rebecca!". Mi garganta se apretó en torno a esa llamada. La sombra se lanzó hacia delante, se echó hacia atrás. Entonces se estremeció, se levantó y voló a través del agua, deslizándose hacia mí como un pájaro pequeño y oscuro. Abrí mis brazos. La sombra voló hacia ellos y me acerqué. La sombra quedó laxa, desbordándose por mis brazos como una manta vieja. Sólo era una sombra. No tenía peso, pero se sentía fría como el hielo. Sin embargo, el frío no me estremeció como sucedió con Kimi. Me di cuenta que ésta era mi magia. Podía manejarla, tan seguro como Jared podía manejar sus piedras brillantes. Las piedras de Jared lo habían quemado. Recordé a Karin diciéndolo. Aún así, llevé la sombra hacia el fuego. Cuando me arrodillé a junto a las llamas, tomó forma: unos trozos de color gris que resultaron brumosas piernas que golpeaban el aire y brumosos dedos que se agitaban en busca de algo para agarrar. Un cabello lanoso cubrió la cabeza de la sombra, no con la palidez de las hadas, sino teñido en tonos de gris. Ojos oscuros que parpadearon. El bebé arrugó la cara y empezó a llorar otra vez, incluso cuando su peso se acomodó

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en mis manos. De algún modo, supe que nadie más podía sentir ese peso – que sus manos pasarían a través de ella. Era mi magia. Era mi responsabilidad. Mecí a Rebecca en mis manos. Podía ver, a través de su rostro, hasta donde mi mano acunaba su cabeza. Una brisa cálida soplaba. Envolví a Rebecca en mi chaqueta y la apreté contra mi hombro. Era más grande de lo que recordaba, pero no por mucho. "No puedo curar esto", dijo Allie. "Caleb me dijo que habría algunas cosas que no podría curar, pero no le entendí. ¿Qué haremos con ella, Liza? " "Se la llevaremos a Mamá" Matthew asintió. Tallow olfateó sus dedos con recelo. Si quedaba algún aroma de lobo, sin embargo, lo olvidó tan pronto como Matthew le rascó tras las orejas. Sus manos se movían lentamente, y él se observaba los dedos, como acostumbrándose de nuevo a ser humano. Le di mis ropas de repuesto. El suéter se tensaba sobre sus hombros y los pantalones terminaban muy por encima de sus tobillos. Sus pies quedaron descalzos porque yo no tenía un par de botas extra. Allie y yo caminamos descalzas también, nuestras botas y calcetines sujetos a las mochilas para que se secaran al sol. Le di a Allie el impermeable, que ella arrastraba tras sí. Nuestras ropas siguieron húmedas, a pesar del fuego, pero no teníamos otras para usar. Al menos, el sol estaba alto. La ropa se secaría mientras caminábamos. En silencio, dispersé el fuego y eché tierra sobre las brasas. Matthew amarró y cerró la mochila y la colocó sobre su espalda. Allie puso a Tallow sobre sus hombros. Yo tomé a Rebecca, la única cosa que nadie más podía acarrear. Caminamos rápidamente, en un acuerdo sin palabras, para poner tanta distancia como nos fuera posible entre nosotros y el río. Después de un tiempo, los sollozos de Rebecca fueron disminuyendo, y ella parecía dormir con su fría mejilla presionada contra mi hombro. Si no fuera por el frío, casi podría haber olvidado que no estaba viva. Pasé un dedo por la parte posterior de su cabeza. Su suave cabello sombrío era frío, como lana por debajo de la escarcha.

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Caminamos por el resto del día y hasta el crepúsculo. Cuando el cielo se puso demasiado oscuro, acampamos en el camino, lejos de los árboles del costado. Apilé tierra debajo de la chaqueta antes de bajar a Rebecca. Sus pies pataleaban en el aire mientras dormían. Tallow le dio un manotón a los tobillos, retrocedió como si fuera agua fría y siguió a Matthew mientras él recogía madera de la carretera. "Tus manos", dijo Allie, con aspereza. Miré hacia abajo. La criatura verde del río no me había dejado ninguna marcha, pero las palmas estaban estropeadas y rojas donde me había clavado las uñas. Allie tomó mis manos entre las suyas, pasando los dedos sobre las heridas. Una luz plateada brilló sobre mis palmas, luego se hundió en la piel, llevándose el enrojecimiento con ella y dejando un leve escalofrío detrás. "Con todo lo que puedes hacer", dijo la niña. "Al menos, podrías cuidar de ti misma" Rebecca durmió durante toda la cena, esa noche, y también durante la guardia de Matthew. La luna estaba alta y mi propio turno cerca, cuando ella se despertó y empezó a llorar de nuevo. La tomé en mis brazos y la mecí, ignorando el frío que sentía. Le canté la canción que Mamá había cantado para mí, cuando yo era pequeña. "Duerme, hija mía, y la paz estará contigo, durante toda la noche... " Allie se incorporó, apartó las mantas y se acuclilló frente a nosotras. "Llora demasiado", dijo la niña. Mi canto disminuyó hasta el silencio. No podía recordar todas las palabras. Rebecca se retorcía en mis brazos. "Eso es lo que hacen los bebés" Allie se arrodilló y empezó a arrojar trocitos de pasto muerto al fuego. Yo había estado planeando hacer una cuerda con ellos. "Ella llora porque no quiere estar muerta" Rebecca cogió mi pulgar y se calló. Su agarre era sorprendentemente fuerte. Vi mi propio dedo a través de su puño. "Soy una sanadora", dijo Allie con frialdad. Tenía los ojos clavados sobre las llamas, no en mí. "He visto gente morir. Caleb dice que tienes que saber cuándo

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dejarles ir y cuándo no. Dice que es más difícil que saber cuándo bajar la fiebre o recomponer un hueso. El paciente no siempre sabe el momento adecuado, pero tampoco el sanador. No sé cómo lo decide Caleb. No sé cómo lo decidiré, cuando tenga que hacerlo" Acuné a Rebecca hasta que dejó de removerse y su respiración se hizo profunda en el sueño. Olajá hubiera tenido una manta adicional. Ojalá una manta o una chaqueta fueran suficientes para mantenerla en calor. "¿Harás la guardia?", le pregunté a Allie. Ella había insistido en hacerlo, una vez más. Allie miró hacia el cielo. Retazos de nubes flotaban sobre la luna. "Me alegro que me llamaras de regreso, Liza. Pero la primera vez, deberías preguntar primero. Porque para alguien más, podría ser diferente. Y el sanador no puede decidirlo por sí solo"

Nuestras reservas de alimento eran escasas, con la pérdida de los equipajes de Matthew y Allie, de modo que me fui de caza al amanecer. El arco de Samuel me sirvió de mucho. Lancé mi flecha con apenas un sonido y obtuve una marmota gordita, que nos alimentaría por un par de días. Cuando regresé al campamento, Matthew y Allie estaban preparando un asador para cocinar la carne, como si no hubieran dudado de mi éxito. Matthew sonrió. "Me imaginé que le habías atinado a mi conejo. Siempre has sido la mejor cazadora" Recordé aquel conejo colgando de las mandíbulas de Matthew, el sonido de sus dientes desgarrando la piel y triturando los huesos. Si el pensamiento incomodó a Matthew, no dio señales y sólo pidió mi cuchillo para poder desollar la marmota. Les dejé ese trabajo a él y a Allie y comprobé a Rebecca. Ella dormía, envuelta en mi chaqueta, con los brazos y las piernas enroscados hacia dentro, como para estar más cómoda. Transformé mi impermeable en un cabestrillo, tipo canguro 6, para poder llevarla conmigo mientras trabajaba. Era sólo una sombra, me dije a mí misma… pero me sentía extraña, al dejarla atrás mientras cazaba.

Cabestrillo tipo canguro (canguro, desde aquí): es una especie de cabestrillo artesanal, usado para llevar un bebé. Consiste en una pieza de tela triangular, que se cuelga del cuello o va a la espalda. 6

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Janni Lee Simmer Pasamos la mañana cocinando la carne y

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almacenamos en los mismos contenedores de plástico donde Samuel había empaquetado la carne seca y la harina de maíz, contenedores amarillentos que se resquebrajaban si los manejabas mal, pero, por otra parte, con las tapas selladas estaban bien. La carne sólo duraría un día o dos, pero también nosotros podríamos terminar, para ese entonces. Salimos poco después del mediodía. Matthew tomó el equipaje de nuevo, Allie recogió a Tallow y yo llevé a Rebecca. Si el mapa de Samuel estaba en lo cierto, estábamos a menos de dos días de distancia del Arco. Piedras refulgentes aparecieron otra vez en el camino, sombras iluminadas de naranja, rojo, verde y azul. A veces, las rocas negras de la carretera también brillaban. Disminuimos la marcha, guardando cuidado de esas luces mientras caminábamos. Rebecca dormía, lloraba, dormía de nuevo. Unos mechones rebeldes de mi cabello cayeron sobre su rostro y cuando las apartó, eran claros en lugar de negro. La carretera se estrechó. Ramas de arces y sicomoros cayeron sobre nuestras cabezas, el sol cambiaba los bordes de sus hojas en oro. ¿El otoño habría sido así Antes, las hojas verdes volviéndose fuego ante la luz? Las brillantes semillas de arce rodaron por el suelo, arrastrando chispas. Unos plantones crecieron a través de grietas en la piedra negra, retrasándonos aún más mientras los rodeábamos, manteniéndonos lejos del alcance de sus ramas jóvenes. Las chispas desaparecieron a medida que avanzaba la tarde. Llegamos a un tramo más ancho del río. El puente no estaba tampoco aquí, pero había desprendimientos de roca que contenían el agua. La travesía fue difícil, pero lo logramos. Allie se aferró a mi mano todo el camino. Del otro lado del río, comenzamos una subida larga y lenta. Cerca de la cima de una colina, se nos cruzó otro camino. En el mapa había más caminos en este lugar, y se retorcían unos sobre otros en un complicado patrón de hoja de trébol, pero no había señales de ese trébol ahora. La luz se reflejaba sobre el polvo del aire, haciendo que todo el lugar resplandeciera. La luz destelló y yo aparté la mirada. No quería más visiones. Sin embargo, cuando alcanzamos la mitad del cruce, la luz estalló detrás de mis ojos. Caí sobre mis rodillas, frotándome las sienes, dispuesta a que el dolor y la

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luz desaparecieran. Rebecca se lamentó, pero el sonido se desvaneció cuando la luz brilló. En aquel brillo vi… Negras carreteras flexionándose como cuero, arrojando los coches que transitaban en su superficie. Raíces rompiendo a través de negras piedras, retorciendo metal hasta que la sangre manchaba el acero como los crayones de un niño… Personas huyendo de altos edificios, cayendo cuando las raíces rompían la tierra bajo sus pies. La tierra batiéndose como harina en un cernidor y las personas deslizándose más allá de la vista, una por una, sus manos agitándose en el aire hasta el final, dejando detrás sólo tierra, raíces y huesos quebrados… Hombres y mujeres de cabello claro y ojos plateados, cantando órdenes que otorgaron luz a las piedras, que hicieron que los árboles se inclinaran y balancearan, dándoles la fuerza para hacerlos llegar muy alto y cavar muy profundo… Gritos, gritos por todas partes, ahogándose hasta el silencio, ahogándose en el polvo… Yo también grité. Alguien me sacudía. Me impulsé a través de las visiones como un nadador en el agua. Allie me miraba ansiosamente desde arriba, las manos sobre mis hombros. Tallow se estremecía en su cuello. En el canguro, Rebecca lloraba. Miré la tierra a mis pies, consciente de lo que había debajo de ella. Sangre y hueso, metal y vidrio, todos enredados con las profundas raíces. Los árboles que nos rodeaban, claramente, se habían alimentado bien durante la guerra. Cuando levanté la vista, vi las sombras fibrosas que se extendían desde sus ramas hacia nosotros, no lo suficientemente largas como para alcanzarnos. Oí un sonido ahogado y vi a Matthew doblado a mi lado, dando arcadas. Tropezando con mis propios pies, metí la mano en la mochila que él llevaba y le entregué una botella de agua. Bebió, escupió el agua y volvió a beber. "Puedo olerlos", jadeó. Su rostro estaba muy pálido. "Dios, Liza, no podrías creer el olor" "Y yo puedo sentirlos", dijo Allie, mientras tomaba a Tallow en sus brazos y se balanceaba hacia delante y hacia atrás. "Demasiada gente. Esto nunca estará bien. Esto nunca se curará" Algo frío tiró de mi bota. Bajé la mirada y vi una mano de sombra que salía de la colina. Me aparté, pero la sombra siguió, extendiéndose como una goma de

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Antes. Mi estómago se revolvió. Me alejó, y después de varios pasos, la mano perdió su agarre y regresó a la tierra. Pero aún siguió llamándome. No, no llamándome. Anhelando ser llamada. Las sombras bajo esta colina no querían estar muertas. Caminé más rápido. Matthew y Allie me siguieron, justo detrás. Las lágrimas corrían por las mejillas de Allie, mientras que Matthew se veía como si fuera a caer enfermo de nuevo, en cualquier momento. Rebecca continuaba llorando. La acuné mientras caminaba, sin estar segura de cuál de las dos buscaba consuelo. El viento soplaba alrededor de mis tobillos a medida que descendíamos la colina. No miré hacia abajo. Sabía que vería más sombras de humanos sufriendo por mi llamada. Algo en mí sufría con ellos. Sujeté cerca a Rebecca, sin importarme el frío que se colaba por mi suéter. Las sombras debajo de mis pies desaparecieron, al dejar atrás la encrucijada y continuamos nuestro camino, que viró al noreste. Rebecca suspiró y quedó en silencio. La sombra de los árboles cercanos que nos rodeaban creció, alargando las sombras mientras se acercaba la puesta de sol y siseando mientras giraba en el aire. Seguimos caminando, no dispuestos a acampar en medio de esas sombras y menos a volver a la encrucijada. La luz se desvaneció a nuestro alrededor. El sol tocó el horizonte y las nubes se volvieron doradas por encima de la copa de los árboles. "¿Cuánto tienen que habernos odiado?", dijo Matthew. "¿Quiénes?", preguntó Allie. Oí a Tallow ronroneando sobre sus hombros. "El pueblo de las Hadas. Para haber hecho esto" "Pero, el pue…", dudó Allie. Miré hacia el horizonte naranja. Miré a los balanceantes árboles y a sus sombras. ¿Realmente esos árboles habían sido seguros Antes? "El pueblo de las Hadas no era humano. Por supuesto que nos odiaban". A nosotros y a lo que habíamos construido. "Pero ellos no…". Allie sonaba perpleja. "Quiero decir… ¡ellos no fueron peores que nosotros, Liza!"

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"¿Qué?" ¿Cómo alguien podía, viendo el mundo como estaba ahora, decir eso? ¿Acaso no les enseñaban nada a los niños en Washville? "Tú sabes todo lo que nos ha hecho el pueblo de las Hadas" Recordé a los hombres y mujeres de mi visión, cantando para darle poderes a los árboles. Los hombres y mujeres de cabello claro y ojos de plata. Hombres y mujeres como… Me detuve bruscamente y me volví. "Caleb", dije. "Y también Karin". Caleb, que caminaba tan silenciosamente que nunca lo oí venir. Karin, quien veía tan claramente, incluso en la oscuridad. "Por supuesto", dijo Allie. "Pensé que tú lo sabías. Papá pensó lo mismo. ¿Cómo podrían, si no, saber tanto sobre la magia?" Yo había asumido que ellos sólo eran seres humanos tocados por la magia, como Matthew, Allie y yo. Se suponía que el pueblo de las Hadas eran monstruos, con alas oscuras y cabello retorcido como corteza de árbol. No se suponía que se parecieran a nosotros. "Pero Karin luchó en la Guerra", dije, sintiéndome estúpida. "Sí", aceptó Allie. "Pero, Liza, ella no luchó por nosotros" Traté de imaginar a Karin cantándole a los árboles, tirando edificios abajo, mirando cómo mi gente moría. Mi garganta dolió. "Karin nos salvó la vida" Los árboles siempre me han escuchado, desde que era niña. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces. En las viejas historias populares, el pueblo de las Hadas vivía para siempre. Matthew se acercó para rascar a Tallow detrás de las orejas, con una expresión preocupada. No era sólo yo… él también lo había ignorado. Matthew se volvió hacia un lado de la carretera, tiró de una rama seca de un matorral de espino, retrocediendo antes que las ramas vivas pudieran cogerlo. Tomó un pedernal afilado y empezó a raspar los hongos de color naranja brillante del palo. Los hongos resplandecían con un color verde enfermizo, no venenoso, pero lo suficiente como para enfermar. "Necesitamos antorchas si vamos a caminar mucho más lejos", dijo. Tallow saltó desde los hombros de Allie y empezó a dar manotazos a los hongos caídos. "El pueblo de las Hadas perdió tanto como nosotros durante la Guerra", dijo Allie. "Ustedes lo saben, ¿no? Todo el mundo sabe eso"

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No estaba segura de lo que sabía. Tomé la mochila de Matthew y rebusqué dentro de ella, encontrando la antorcha plástica que Samuel me había dado. Le mostré a Matthew cómo usarla y luego dosifiqué la luz. Samuel me había dicho que las baterías perderían fuerza con el tiempo, y sólo teníamos un juego de repuesto. Matthew tomó la antorcha y puso a lado el palo. Caminamos en silencio, mientras el horizonte se desvanecía en un color rosado. El aliento de Rebecca se sentía frío contra mi cuello. Allie dijo, "Todo el mundo se puso un poco loco durante la Guerra. Es lo que dice papá" Las sombras de los árboles se redujeron en el camino. Caminamos en fila india entre ellos. "Padre dice que la Guerra, sólo mostró la gente por lo que realmente eran", le dije. "Seguramente, él lo sabría", dijo Matthew, pero cuando le devolví una mirada aguda, él desvió la suya. Di un paso para rodear una piedra sobre la que brillaba un amarillo diente de león. "Padre salvó la ciudad" Padre y Kate habían mantenido Franklin Falls unida durante la Guerra, y también durante el saqueo que siguió. Habían recuperado las antiguas técnicas como la caza con arco, el tejido y la agricultura sin máquinas. Cuando los forasteros nos amenazaron, Padre organizó a la gente del pueblo para expulsarlos. Cuando la magia nació entre nosotros… Bajé la mirada hacia Rebecca. "Padre no tenía otra opción". Sin embargo, Rebecca no había hecho ningún daño con su magia, no más que Allie o Jared. "La Guerra ha terminado", dijo Matthew. "Ian no lo entiende" "¿Terminado?". Sentí algo frío a través de mis botas y bajé la mirada, cuando una mano de sombra soltó su agarre y se hundió en la tierra. ¿Cómo alguien podía decir que se había terminado? "Si se hubiera terminado, Cam no hubiera…".

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Mis palabras se perdieron en el silencio, incluso cuando Matthew se detuvo y me miró directamente. Yo también me detuve. No había nada casual en la posición de los hombros de Matthew en ese momento. "¿Quién es Cam?". La voz de Allie chirrió, mientras su mirada inquieta iba entre Matthew y yo. "Cam era mi hermano", dijo Matthew. Continuó mirándome fijamente, su mirada tan oscura que supe que no quería ver qué pasaría si, alguna vez, su furia se escapaba de control. "Oh", murmuró Allie en voz baja. Entonces, añadió con igual suavidad. "Ustedes no tienen ningún maestro en su ciudad, ¿no?" "No", le dije. "Sí", dijo Matthew. Me volví a mirarlo – ¿qué maestros? –, pero esta vez me ignoró. "No del tipo de maestros que tienes tú, sin embargo", le dijo a Allie. Allie asintió gravemente, como si eso explicara muchas cosas. Comencé a caminar de nuevo, más rápido que antes. Una polilla revoloteó a mi lado, con sus brillantes alas vibrando. Rebecca levantó la cabeza e intentó alcanzarla, pero su mano pasó a través. La polilla se apagó. Rebecca sonrió, como si fuera un bebé común. Mi garganta se sintió repentinamente seca. El camino se estrechó aún más. Me detuve abruptamente. Delante de nosotros, las sombras de los árboles cruzaban la carretera ondeándose dentro de una red y llenando el camino de oscuridad.

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Capítulo 13 Traducido por Annalizz Corregido por Mely

Me di vuelta. El camino detrás también era oscuro. La única luz que nos rodeaba parecía ser la del crepúsculo, que ya se desvanecía a gris. Matthew avanzó a tientas con la antorcha plástica. La encendió, produciendo un ancho haz de luz. Eso debería haber disipado las sombras cercanas, pero éstas se acercaron a la luz, como yendo a por el calor. "¡Ow!". Una lengua de sombra atacó el brazo de Allie. Ella se echó hacia atrás. La sangre se extendió a través de un tajo irregular en la manga. La niña apretó su mano contra ésta, murmurando palabras que ignoraba que conociera. Otra sombra serpenteó alrededor de la antorcha. Ésta chisporroteó como la leña húmeda, parpadeó y se apagó. A nuestro alrededor, los árboles empezaron a gemir. Algo frío golpeó contra mi mejilla, cortándome la piel. "¡Vete!", grité. Las sombras se retiraron. Los árboles quedaron en silencio. El crepúsculo brilló a nuestro alrededor. Matthew tomó aire. "Sigue diciéndolo, Liza. Sólo… sigue diciéndolo" Así lo hice, gritando como un niño con miedo a la oscuridad. "Vete". Matthew encendió la antorcha una vez más. "Fuera, fuera, fuera". Las sombras seguían manteniendo la distancia, permaneciendo unos doce metros atrás, en todas direcciones. La magia fluye en ambas direcciones, había dicho Karin. Si podía llamar las cosas hacia mí, podía hacerlas retroceder. "Vete". Continuamos avanzando. Seguí ordenándole a la oscuridad que retrocediera y ésta se seguía retrayendo. La oscuridad nos hubiera tragado felizmente enteros, si no fuera por mis palabras. Si no fuera por mi magia.

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"Vete". Rebecca se movió en su canguro y agarró mi cabello. Allie caminaba detrás de mí, tan cerca como podía, sus huellas pisando sobre las mías. Su trenza estaba de nuevo en su boca, y la mordisqueaba mientras caminaba. Sobre sus hombros, Tallow siseaba y le daba manotazos a algo en la oscuridad. Detrás de ellas, los movimientos de Matthew era más lentos, más fluidos, incluso si se encorvaba bajo el equipaje. "Vete”, oré. Matthew estaba en lo correcto: la magia podía controlarse. Porque mi magia era todo lo que se interponía entre nosotros y la oscuridad. Caminamos toda la noche. Mi voz se fue enronqueciendo con el paso del tiempo. Durante un rato, la luz blanca de la antorcha se mantuvo, mucho más estable que el petróleo o la leña. Acantilados color rosado, a cada lado de nosotros, mantenían las sombras en su lugar: un brazo de sombra con una pulsera de dijes colgantes, una bota de sombra pateando el aire como para liberarse, una cara de sombra mirándonos desde el interior de una colina, con su boca de sombra abierta de sorpresa y una raíz de álamo creciendo a través de uno de sus ojos. La luz de la linterna se fue oscureciendo, de blanco a amarillo, y luego se apagó. Cambiamos rápidamente las baterías en la oscuridad, mientras yo gritaba tan fuerte como podía, para mantener lejos a los árboles. Mi garganta dolía después de eso y también mi pecho, pero no me detuve. "Vete". Pensé en Mamá, sola en la oscuridad, sin magia para protegerse. Sin embargo, si mis visiones eran verdaderas, de algún modo ella había encontrado el camino a través del Arco. Un búho ululó, pero mantuvo la distancia también. Apareció la luna, enviando finos haces de luz a través de la oscura red que nos rodeaba. Empezó a llover, humedeciendo mi cabello y convirtiendo el camino en un lodazal. La lluvia cayó directamente a través de Rebecca y se formaron charcos por debajo, en el canguro. Extendí la capa de lluvia sobre ella. Los árboles empezaron a gemir de nuevo, estirándose hacia el agua pero retrocediendo ante mis palabras. El aire se volvió frío, si por la lluvia o por las sombras, no podría decirlo. Unas nubes cubrieron la luna.

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"Vete". Cada palabra tomaba fuerzas. Como si no se tratara sólo de mis palabras, sino algo en lo más profundo dentro de mí, lo que hiciera retroceder a las sombras. Me fui cansando por el esfuerzo de empujarlas. Más adelante, a través de las brechas entre las sombras, vi manchas de pálida luz. El amanecer. Mis piernas se volvieron débiles cuando lo vi. Tropecé, pero seguí hablando. Allie chocó contra mí y dejó escapar un grito de asombro. Rebecca empezó a despertar y a hacer pequeños sonidos quisquillosos. La mecí mientras seguía caminando. Mis piernas se sentían pesadas como rocas, pero no me atreví a detenerme. El camino giró hacia el norte. Riachuelos de agua atravesaban el barro y rodeaban pedregales de roca negra. Cada paso, cada palabra, me costaba más trabajo que los últimos. Luchaba por abrir los ojos y mover los labios. "Vete" La lluvia amainó. Las nubes se retiraron, como lana cardada. La luz del sol apartó las nubosidades flamígeras, justo en el momento en que nuestra antorcha palidecía al amarillo, nuevamente. Matthew la apagó. Hacia el este, más allá de los acantilados, la luz se reflejaba en aguas distantes. Algo brillaba adelante, a la distancia. Un arco iris plateado, que comenzaba entre los árboles, pero se arqueaba por encima de ellos. La plata atrajo mi mirada más y más hacia arriba, hasta que llegó a cortarme la respiración. El metal reflejaba el sol matutino, mucho más brillante que el espejo de Kate. Me obligué a apartar la mirada, aunque anhelaba seguir mirando hacia arriba. "Así que eso es el Arco", susurró Allie. Al igual que como en mis visiones. Al igual que en el disco de Caleb. "Mamá", dije, e intenté caminar más rápido. Mis piernas no escuchaban. Todo lo que pude hacer para continuar caminando, fue levantar primero una y luego la otra. El canguro de Rebecca se clavó en mi hombro. El camino se elevaba hacia la parte superior de los acantilados. Más adelante, se le unió otro sendero. Este cruce formaba un claro más grande que el anterior. Losas de piedra negra brillaban bajo el sol. Me tambaleé mientras me acercaba al centro, pero ninguna sombra de los muertos vino a por mí, desde debajo de esta colina. Ninguna

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visión llenó mi vista. Los fresnos y cipreses nos arrojaban sombras, pero el claro era muy amplio. Las sombras no podían llegar. Caí de rodillas y dejé que mi voz se silenciara. Tal vez, podría darme el lujo de descansar aquí, sólo por un momento. Matthew se arrodilló a mi lado. Me recosté, temblando en sus brazos, apenas recordando proteger a Rebecca con los míos mientras lo hacía. Estaba demasiado cansada. "Liza". Los brazos de Matthew se apretaron alrededor mío. Olía a lluvia y a lana mojada. "Nos tienes que cruzar" Negué con la cabeza. "Todavía no". Quedaban aún más bosque y sombras, entre nosotros y el Arco. Teníamos que seguir caminando. Tropecé con mis pies, caminé unos pasos y tropecé de nuevo. Allie gritó. Esta vez, entre ella y Matthew me ayudaron a recostarme. Intenté sentarme y sentí la mano firme de Matthew sobre mi hombro. "Si alguien podría hacerlo, ésa serías tú, Liza. Pero incluso tú necesitas descansar, después de una noche como ésa" Yo negué con la cabeza, pero cuando cerré los ojos, no pude encontrar la energía para abrirlos de nuevo. "No te preocupes", dijo Matthew. "Yo vigilaré" No tuve la fuerza para protestar. Pero, incluso en el suelo, sentía el camino bajo mis pies y veía las sombras, alcanzándome en la oscuridad. *

*

*

Me desperté en lo que parecían ser minutos más tarde, y me encontré con la luz del mediodía. Moví suavemente el peso de Rebecca mientras me sentaba. Su mano fría me rozó la mejilla. Matthew me tendió una botella de agua. La bebí profundamente. Mi garganta dolía cuando tragaba. "Gracias". Mi voz salió áspera y ronca. "Gracias a ti", dijo Matthew. "Por mantenernos vivos anoche"

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Allie dormía sobre una manta, junto a nosotros, con el rostro descansando en su mano. Tallow estaba apretad contra la espalda de a chica, con una zarpa enredada en su cabello, la mayor parte del cual se había soltado de su trenza. Las sombras de los árboles se habían ido, ahora que el sol estaba en lo alto, y cualquier otra sombra humana permanecía debajo de la tierra, ya sea llamando o esperando ser llamada. Este cruce de caminos no era, ni remotamente, tan malo como el otro, ya sea porque menos personas habían muerto aquí, o porque habían muerto en forma más completa. No lo sabía. Me levanté, estiré mis piernas… y respiré hondo. Desde la cima de la colina, vi con claridad, tanto el Río como el Arco. El Río se extendía cuesta abajo hacia el este, tan cerca que casi podría haberle disparado una flecha. El Mississippi… hacía que el Meramec pareciera más pequeño que un arroyo. En la orilla más cercana, las ramas eran arrastradas por el agua. La orilla más lejana estaba a una media milla de distancia, tal vez más. Entre las barrancas, el agua verde-marrón fluía sin cesar hacia el sur, con cintas de luz ondulando sobre su superficie. Me quedé mirando, pero ninguna visión me capturó. Ninguna magia en mí, podía evitar que el fluir de este Río para hacer que se refleje como metal o vidrio. Oí el murmullo del Río, incluso desde donde estaba parada. Mi respiración se fue ralentizando, para coincidir con el sonido. El Arco estaba aguas arriba, un cuarto de milla al norte por lo menos, elevándose por encima de los árboles que lo rodeaban. Brillante como un espejo, alto como una docena de árboles… el sol brillaba en su punto más alto, haciendo que yo desviara rápidamente la mirada. El Arco podía atraparme en visiones sin siquiera intentarlo, y una vez que lo hiciera, no estaba segura si me dejaría ir. Tenía que ser mágico. Nadie podía construir o hacer crecer algo como eso. "Impresionante, ¿no?". Matthew me tendió algo de carne de marmota, y la mastiqué con apetito, retornando mi mirada hacia el Río mientras lo hacía. Allie bostezó, se levantó y caminó a mi lado. Buscó mi mano. "No tenemos que cruzar éste, ¿verdad?". Su voz sonó muy pequeña. Yo sacudí mi cabeza. Nadie podría cruzar ese Río, y no habría puente que pudiera abarcarlo, no sin el consentimiento del Río. Pero no teníamos que

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cruzarlo. Sólo necesitábamos alcanzar el Arco. Saqué el disco de Caleb y deslicé, pensativamente, los dedos sobre el Arco trazado allí. "De todos modos, ¿para qué Caleb te dio eso?", preguntó Allie. "Ni siquiera sabía que él tenía algo así" "No lo sé". Ésa era una de mis preguntas para Mamá, cuando la encontrara. Aunque no mi primera pregunta. Mi primera pregunta sería por qué me dejó, en primer lugar. "Vamos", dije. "Debemos partir mientras el sol esté en lo alto" Matthew, Allie y Tallow me siguieron a través del claro, y bajamos el otro lado de la colina. Había enormes acantilados al oeste, una vez más, pero al este, la tierra forestada estaba nivelada. Más allá de los árboles, el Río murmuraba. Descubrí que mis pies se dirigían hacia allí, me forcé a apartarme, y me encontré desviándome de nuevo. Rebecca se agitó, inquieta. Allie dio un paso hacia la derecha del camino y Matthew la tiró hacia atrás. Forcejeó con él por un momento y luego sacudió la cabeza, como un sonámbulo despertándose. "El Río me llama", dijo ella. "Como Liza me llamó. Dice que no tenía derecho a escapar como lo hice. Dice que tengo que volver" Matthew gruñó con suavidad y apretó su brazo con más fuerza. Me giré hacia el agua. "Vete", dije con tanta firmeza como pude. Más firmemente, el murmullo del Río me respondió, Ven aquí. El sudor corría por mi cara, aunque el aire era fresco. Di un paso hacia el agua, sin darme cuenta, y luego retrocedí con esfuerzos. Rebecca empezó a llorar, y sus gritos se sincronizaron con el fluir del Río. Ven, Liza. Vamos a terminar lo que empezamos. En una de mis río hijas, no hace mucho, tú buscabas mi oscuridad. Hundí mis talones fuertemente en el camino. Si pude mantener las sombras atrás en la noche pasada, hoy podía resistir la llamada del Río. "Yo no lo escucho", dijo Matthew. Pero él nunca había estado tan cerca de ahogarse, como Allie y yo. "Vigila a Allie", le dije y comencé a caminar de nuevo. Pero no hacia el agua. Siguiendo el camino, hacia el Arco.

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Ven, Liza. Busca el silencio, busca la oscuridad, busca descanso. Yo levantaba un pie a la vez, de la forma en que Padre me había enseñado para cazar, apoyándolo firmemente sobre el suelo, antes de levantar el otro. Después de unos cien pasos, el camino se terminó, dejando sólo bosque entre nosotros y el arco. Disminuí el paso hasta detenerme, ignorando los sollozos de Rebeca mientras agarraba un mechón de mi cabello. El Arco estaba muy cerca ahora, y muy brillante. Estiré el cuello, para mirar la parte superior. Las bases estaban escondidas por los árboles, pero debía haber cientos de metros de distancia entre ellas, tanta distancia como altitud tenía el Arco. A mi lado, Matthew continuaba sujetando la mano de Allie. Tallow se enroscaba alrededor de sus pies. Los labios de Allie estaban apretados y sus ojos cerrados, como si peleara contra algo que yo no podía ver. Sin embargo, podía sentirlo, arrastrándose en algún lugar muy dentro de mí. Flujo y reflujo, flujo y reflujo, un pequeño tirón tras otro. Ven, Liza. "Tenemos que atravesar el bosque", dije. Matthew asintió con la cabeza. Poco a poco me abrí camino entre los árboles, hundiendo cada pie en la tierra en cuanto lo bajaba. Los fresnos y cipreses no parecían preocuparse por nosotros. Los árboles se inclinaban hacia el Río, gimiendo suavemente, estrechando sus ramas hacia abajo. Yo anhelaba ir hacia el agua también, pero seguí caminando hacia delante. Detrás de mí, Allie gritó. Tallow se echó hacia atrás. Incluso entonces, me moví lentamente, clavando mis botas antes de voltear la cabeza. Matthew agarró a Allie por debajo de las axilas. La chica mordió y pataleó, tratando de escapar. "¡Está llamando!", lloró. "No lo entienden. ¡Está llamando y tengo que escucharlo! ¡Tengo que hacerlo!" Matthew forcejeó un momento para equilibrar a la chica y el equipaje. "Está todo bien. No la dejaré ir" Asentí y me obligué a prestar atención a mis propios pasos. Un paso más. Luego otro. Y otro. Levanté mi pie izquierdo de la tierra y lo puse sobre piedra blanqueada. Mi pie derecho lo siguió, un momento después. Había agua, rodeada de más piedras, a unos doce metros de distancia. Unos pasos más y me

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detuve en la base del Arco. Seguí adelante, caminando alrededor de su borde inferior.

El aire brillaba sobre mí con un sonido, un zumbido bajo que amortiguaba la llamada del Río. Rebecca se quedó en silencio y apretó su puño contra mi pecho. El metal brillaba junto a mí, sobre mí… incluso en la base del Arco, que era varias veces más ancha que mi estatura. El zumbido se hizo más fuerte, haciendo eco incómodamente entre mis oídos. Sin embargo, mantuve cuidadosamente mi mirada sobre la tierra, aunque me dolía mirar hacia arriba. El sol y el metal me mareaban. Allie se quedó callada mientras Matthew llegaba hasta mí. Sus manos estaban aferradas a su suéter, como si ahora fuera ella quien no quisiera ir. Tallow los siguió, olfateando la piedra con recelo. Ven. El impulso del Río era más débil debajo del Arco y más fácil de resistir. La superficie metálica del Arco estaba a sólo un brazo de distancia. ¿Encontraría a Mamá al otro lado de aquel metal? ¿Encontraría una forma de atravesarlo? Miré a Matthew. É bajó a Allie y ella le cogió la mano, como solía hacerlo. Tallow trepó sobre los hombros de Allie. Caminamos juntos, Matthew, Allie y yo, orando para que el camino estuviera abierto y el Arco nos dejara pasar. El metal continuó siendo metal, nada más. Lo empujé, lo golpeé, pero no cedió. Tomé una profunda inspiración. Karin dijo que eso podría depender de mis visiones, pero Mamá había encontrado una forma de atravesarlo y sin visiones, ¿verdad? Ella había sostenido ese disco de metal en sus manos y pronunciado unas palabras. Mamá había tenido ese disco toda su vida. No podía ser magia. Tomé el disco de Caleb en mi mano y lo alcé de nuevo. El metal no cedió. Si había palabras que necesitaba decir, yo no las sabía. El Arco se volvió más brillante cuando lo miré, tan brillante como un espejo o incluso más. "Lizzy", susurró Mamá. La busqué y luego lo intenté con más empeño.

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Y lo intenté de nuevo. El metal era más sólido que nunca. Pero, un momento antes, cuando Mamá me llamó, mi mano lo había atravesado, como Karin dijo que pasaría. "¿Cómo…?", dijo Allie. "¿Cómo lo hiciste?" Karin también dijo que, si fallaba, podría vagar en visiones para siempre. Miré a Matthew y a Allie. Puede que yo no fuera la única en quedar atrapada, si algo salía mal. Matthew se encogió de hombros. "Tu magia nos trajo tan lejos" Tragué saliva con fuerza. "Incluso si lo atravieso, ustedes podrían no ser capaces de seguirme. Y quizás, si me siguieran…" "Yo confío en ti", dijo Matthew. "No lo entiendes". Mi miedo se transformó en ira. "No tengo idea de lo que pasará. ¡Incluso si no nos perdemos en mis visiones, podríamos quedar atrapados en el metal o dar al Río o acabar en cualquier otro lugar, quién sabe dónde… ¡Mi magia podría matarnos!" "Él nunca dijo que confiaba en que tú supieras todo". Allie retorció la manga del suéter de Matthew alrededor de su muñeca, estirándola. "Nadie lo sabe. Sólo haz lo que puedas, ¿sabes? Y veremos qué pasa después" Acerqué más a Rebecca, temblando. El bebé se retorcía en mis brazos. No había hecho todo lo que pude por ella. O mejor dicho, lo hice demasiado tarde. Podía ser demasiado tarde para Mamá también. Rebecca alargó la mano y tiró de mi cabello. La miré. Ella sonrió y yo tragué fuerte. Hasta que supiera que era muy tarde, tenía que hacer todo lo que pudiera. Matthew tomó mi mano. Su apretón fue fuerte y reconfortante… Me enfoqué en éste, mientras miraba en el metal y las visiones venían a mí. Por un momento, lo único que vi fue mi reflejo… cabello oscuro, veteado con hebras pálidas… y luego… Luz. Luz brillante como la luz de la luna, luz que pulsaba contra mis ojos. Luché para no apretar mis nudillos contra mis párpados. "Mamá", llamé. Y luego más fuerte: "¡Mamá!"

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Fuego. Fuego lloviendo desde aviones y cayendo sobre las ramas en movimiento. El calor quemaba mi cara, como el aire de la fragua de Jayce. Las hojas daban paso a las llamas, como si no fueran más que alas de mariposa. Las ramas ardían como antorchas y cedían. Las bellotas se sentían como lluvia. Jugo de baya manchaba la tierra y se evaporaba en el caluroso y seco viento. Los árboles gemían mientras morían, como viento antes de la tormenta. El fuego se multiplicaba por la tierra, tragando hombres y mujeres con cabello claro y ojos color plata, con tanta rapidez que ni siquiera podían emitir un sonido. Ceniza caía en toda la zona, silenciosa como nieve. No quedó ningún hueso o rama… Más allá del fuego, unos pocos troncos negros sobrevivieron, como astillas que sobresalían de la tierra. Caleb… ¿por qué siempre Caleb?... caminaba entre la tierra muerta con el rostro sombrío. Se acercó a un lago hirviente, entró en el agua y desapareció. Mi madre caminaba a través de la tierra muerta, sus mejillas manchadas de ceniza, su cabeza inclinada como un árbol en el viento. Incluso cuando la alcancé, cayó sobre sus rodillas. Su rostro brilló en color naranja, iluminado por las llamas. Cerré los ojos, retrocediendo en la oscuridad. El viento quemaba en la parte posterior de mi cuello. "Liza", dijo Matthew, aún sosteniendo mi mano. Su voz sonaba seca y ronca. El calor quemaba mi cara. El aire olía a ceniza y árboles muertos. "Lo hiciste", dijo Allie, pero su voz no sonaba alegre. Abrí mis ojos. Por encima, vi un cielo azul fundido y delante de mí, una llanura negra, sin fin. Algunos troncos carbonizados sobresalían de la tierra muerta. No había nada más: sólo Matthew, yo, Allie y Tallow junto a ella, Rebecca en su canguro, con los ojos cerrados arrugados y su cabeza hundida en mi hombro. Me puse de pie, tambaleándome. El cielo parecía tan pesado, presionando como plomo hacia la tierra. Matthew se enderezó conmigo, sin soltar su agarre. La ceniza crujía bajo nuestros pies. El agua perlaba mi chaqueta, el canguro de Rebecca, la espalda de Matthew y mis manos, evaporándose en el aire seco. Mi cabello también estaba húmedo, así como el de Matthew. El agua caía a la tierra, pero se evaporaba antes de alcanzarla. Por encima, el sol brillaba como cobre martillado. Tallow empujó la mano de Allie, pero ella no se movió para acariciarle las orejas a la gata. En cambio se

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agachó, y levantó un puñado de cenizas entre sus dedos húmedos. El viento se levantó, soplando la ceniza, que dejó manchas negras en sus manos y rostro. Ningún pájaro cantaba. Ningún animal reclamaba. Ningún árbol susurraba al viento. Era Faerie… sin embargo, yo sabía que Faerie no siempre había sido así. "Esto es peor de lo que Caleb me contó", susurró Allie. "No tenía idea". Bajó la mirada, hacia la ceniza que sostenía en sus manos. "Las Hadas no viven para siempre, ¿sabes?, a pesar de lo que piensa la gente. Difícil de matar, difícil de sanar. Eso es lo que dice Caleb" El pueblo de las Hadas ha perdido tanto como nosotros durante la Guerra. Mi gente había hecho esto. La ceniza voló a mis ojos y obstruyó mi garganta. Cualquiera fuera el poder que había hecho esto, estaba mejor desaparecido, junto con los modos de fabricar nylon, plásticos y cuchillos que mantenían su ventaja. Detrás de mí, alguien comenzó a cantar con una voz seca, como viejas hojuelas de maíz. "Suaves las horas de sueño se arrastran, Por colinas y valles para dormir en el sueño Durante toda la noche... " Me puse rígida. El viento quemaba el sudor de mi cara. Lentamente me volteé, casi sin atreverme a respirar, sabiendo que la esperanza no tenía lugar en esta tierra muerta. Detrás de mí había un pequeño lago, con un puente de piedra que lo atravesaba. Llamas anaranjadas bailaban bajo su superficie, como si el fondo del lago se estuviera quemando. El lago era perfectamente redondo y estaba perfectamente calmo. A menos de cien pasos, había una figura acurrucada en la orilla opuesta, meciéndose hacia atrás y adelante mientras cantaba. Mi garganta se secó, pero eso pudo ser por el calor. Caminé hacia ella, ignorando el calor, ignorando el viento, ignorando el cielo. Matthew, Allie y Tallow me siguieron, pero sus pasos parecían lejanos. Sólo la mujer en el lago importaba. Me arrodillé a su lado y me acerqué lentamente, temiendo que fuera una visión que se disolvería con mi toque. "Mamá", dije, y le puse una mano en el hombro.

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Mamá empezó a entrar al agua, cantando como si yo no hubiera hablando, como si yo no estuviera allí en absoluto.

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Capítulo 14 Traducido por maka.mayi Corregido por maweyumi

Las llamas subieron por debajo del agua y desaparecieron de nuevo. Mamá extendió sus manos hacia el lago, como si buscara algo. Sus brazos estaban enrojecidos, quemados… y ella parecía no notarlo. Tenía los labios agrietados y ensangrentados. Marcas rojas y cenizas manchaban su cara y su cuello. Había un paquete abierto junto a ella, medio lleno de polvo negro. Vi una bolsa de lona y un par de botellas de agua vacías, en su interior. Un peso como de plomo cayó en mi estómago. Rebecca estiró las manos hacia Mamá, hizo un sonido indefinido y se echó hacia atrás. Sacudí el hombro de Mamá, primero suavemente, luego con más fuerza. Ella se ladeó apartándose de mí, su cabello suelto cayó sobre el lago. Me incliné frente a ella, para encontrar su mirada. Sus ojos estaban opacos como la ceniza. "¡Mamá!". Puse fuerza en esa llamada, tanta como pude. Mamá cantaba, sin oírme. Pensé que podía vomitar. El sudor corría por mi cuello, evaporándose antes de llegar a mi suéter. Sentí algo frío en mi piel, y busqué por debajo de la tela, para tomar el regalo de Caleb. Me quité la cadena de alrededor del cuello y se la ofrecí a Mamá, orando para que hubiera algún poder en el disco. Por un momento, sus ojos se enfocaron y su canción se silenció. Ella cogió el disco, deslizando la cadena de mi mano. Entonces, su mirada cambió a otra, joven y muy lejana. "Tara", susurró Matthew. Sus pies desnudos estaban negros de ceniza. Se frotó la cicatriz, como si le hubiera picado algo feroz. Allie extendió tentativamente la mano y tocó la mejilla de Mamá. "Algo está mal", dijo la chica. "No lo entiendo. Ella está perdida, pero no sólo perdida. Algo está mal"

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Los labios de Mamá se movieron, formando palabras que no pude oír. Alrededor de su cuello colgaba su propio disco, con el metal veteado brillando bajo el sol. "Mamá". Ella tenía que responder. Yo la haría responder. Ella miraba dentro del agua resplandeciente, como si viera algo que yo no podía. Visiones, pensé, pero ignoraba si las visiones provenían del lago o de algún lugar en su interior. Apreté su hombro con más fuerza. Recordé a Caleb, agarrando mi brazo para obligarme a mirar en el espejo. Él me había seguido. Aparté mi mano, bruscamente. Yo no podía entrar en los pensamientos de mi madre, como Caleb había entrado en los míos. No tenía ningún derecho. Pero también podía perderla. No podía dejar que la oscuridad se la tragara, no después de haber llegado tan lejos. Me volví hacia Matthew. "Sé mi vigilante", le dije. Allie tomó una profunda inspiración. "Las lesiones de la mente no son como las otras heridas, Liza. No puedes entrar y sanarla como si fuera una fractura o una fiebre" Me obligué a mantener mi voz firme. "No estoy tratando de sanarlo. Sólo intento encontrarla". Me preocuparía por curarla más tarde. Desaté el canguro de Rebecca y la puse a mi lado. "¿Matthew?" Él miró primero a Mamá, y luego a mí. "Te vigilaré. No dejaré que te pierdas" Nadie podía prometer que no me perdería, no cuando estaba involucrada la magia. "Confía en mí", dijo Matthew y me dio una sonrisa torcida. Yo confiaba en él, sin importar si eso tenía sentido o no. Tallow se acostó al lado de Rebeca, como manteniendo un ojo en ella. Allie arrojó un puñado de cenizas hacia la llanura. "Ten cuidado, Liza. No te curé para que puedas hacer que te maten de otro modo, ya sabes" "Ya lo sé", le dije. Mamá seguía aferrada al disco de Caleb. Yo coloqué suavemente mi mano sobre las suyas. Su piel estaba caliente. Seguí su mirada hacia el agua. Las

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llamas rugían y, por un momento, sentí que estaba cayendo a través del fuego. Todo a mi alrededor ardía, y en las llamas vi… Sol a través de hojas, una suave brisa meciendo las ramas altas. Caminé sin miedo a través de bosque verde-azulado. Ninguna vid intentó enlazarme, ninguna espina rasgó mis botas. La tierra musgosa se sentía suave bajo mis pies. Un pequeño pájaro pasó volando, con una ramita en su pico; estaba construyendo un nido entre las hojas. Esas hojas eran perfectamente redondas y brillaban con la luz del atardecer. O tal vez, la luz provenía de las hojas. No podía decir… Un joven y una joven caminaban por el bosque, con los dedos entrelazados. Un halcón montado en el hombro del hombre. Era Caleb, otra vez, y con él… Yo ya la había visto antes, pero no la reconocí hasta ahora. ¿Cómo podrían, ella y Caleb…? Él tendría que haber sido más joven, en ese entonces, pero, ¿quién sabía por cuánto tiempo vivían el pueblo de las Hadas? Estiré la mano, para tomar la de la mujer. “Mamá” Ella retrocedió, girándose hacia Caleb. “No entiendo”, dijo. A Caleb, no a mí. “Es hora que tú regreses con tu propia gente, Tara. El tiempo terminó. Mamá sacudió la cabeza. “No. No hay nada para mí, en ese lugar. Y, si regreso, mi padre no volverá a dejar que me aparte de su vista” “Esto ni siquiera es real”, dijo Caleb, con sobriedad. “Esto es pasado, esto es recuerdo. No puede deshacerse”. Deslizó sus dedos de entre los de ella. “Debes irte. Nuestros comandantes han cumplido, Karinna entre ellos. La Guerra se acerca, a tu tierra y a la mía” Mamá se rió, un sonido triste. “La mayoría de mi pueblo ni siquiera cree en tu tierra. Es una balada, una canción, un cuento para niños” “Pero algunos de los que sí creen ostentan poder en tu mundo, incluido tu padre. Así como algunos de los que desdeñan hablar con tu gente, tienen poder en el mío. La ira ataca en todos lados, como fuego en la madera caída. El tiempo en que las palabras podían saciarla, ha pasado” Mamá miró hacia arriba, como si fuera a protestar, pero Caleb se inclinó y rozó sus labios con los de ella. Yo quería gritar, decirle que la dejara en paz… pero había deseo en sus ojos, cuando ella se apartó. Caleb sacó algo de debajo de su camisa: un disco de plata en una cadena, el disco que Mamá había llevado toda mi vida. Si no fuera tan

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claramente de metal, podría haber sido una hoja caída de uno de los árboles. Mamá extendió la mano para cogerlo, pero luego la bajó. “Tómalo”, dijo Caleb. “Es un regalo que te seguirá, desde mi mundo hasta el tuyo”. Deslizó la cadena alrededor del cuello de ella. “La hoja de quia, por debajo del platinado, es lo suficientemente real” “Tengo muy poco que ofrecerte a cambio. Siempre he tenido menos para ofrecer”. Mamá rebuscó en sus bolsillos, sacando un disco propio. “Ten” Caleb le dio vueltas en sus manos. Había un arco inscrito en su superficie, un río, y palabras de Antes. “Lo atesoraré” Mamá rió, un sonido frágil, como el crujido del plástico viejo. “Sólo es un quarter 7. No vale casi nada en mi mundo” “Yo lo atesoraré, de igual modo” “No es tan simple, ya sabes. Mi mundo, tu mundo. Tú eres el único que me dijo que nuestros mundos están unidos por más que el Arco. Hay menos lugar para mí allí, que aquí” “No hay lugar aquí para ti, lo siento. Si todavía te importa mi mundo, cuando la Guerra haya pasado, regresa entonces. La hoja de quia abrirá el camino a la tierra de su nacimiento, incluso si nadie de mi gente está aquí para darte la bienvenida. Y si escoges no regresar, incluso así la hoja te protegerá cuando camines en el bosque oscuro” “Esta despedida es tu elección, Kaylen, no la mía”. Los hombros de Mamá se pusieron rígidos cuando se giró hacia él. “Si deseas volver a verme cuando esto haya pasado, ven a mi mundo y encuéntrame” Caleb cerró los ojos, como si algo le doliera. “Todo saldrá bien. Adiós, Tara” Mamá se alejó, sin llorar, sin mirar atrás. Caminé junto a ella y cogí su mano de nuevo. Esta vez, me dejó tomarla. “Vamos, Mamá. Nos vamos a casa”. Mamá se estremeció ante esa palabra, pero me siguió por el bosque frío. El sol sobre nosotras se hizo más brillante. Cerré mis ojos para contrarrestarlo, y cuando los abrí de nuevo…

Cuarto (quarter, en el original): moneda norteamericana de un cuarto de dólar (25 centavos). A partir del año 1999 y, a raíz de un programa conmemorativo, se modificó el tradicional diseño, conservándose la efigie de G. Washington al anverso y cambiando el águila americana del reverso por una imagen representativa de cada estado. En este caso, es el estado de Missouri. 7

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Estaba de rodillas con Mamá, junto al lago. Las llamas danzaban bajo la superficie. El sol quemaba contra mi cara. La mano de Mamá cayó inerte y el quarter rodó hacia el suelo. La miré fijamente, recordando a una mujer joven, a una extraña. Ella se volvió hacia mí, sus ojos apagados como carbones viejos. "Debiste dejarme allí", dijo. Eso me sacudió como si me abofeteara, incluso mientras Mamá se volteó hacia el agua una vez más. Agarré su brazo, tratando de alejarla. Ella luchó contra mí, y mientras forcejeaba, empezó a toser, toses secas que sonaban rasposas en su pecho, como viento a través de papel viejo. No me importaba. La sacudí con más fuerza.Ella había escapado, ella me había dejado; yo no quería que me vuelva a dejar. ¿Cómo pudo Mamá abandonarme por Faerie, por Caleb, por un desconocido que ni siquiera era humano? Sentí unas manos que intentaban alejarme, pero nadie podía hacer que la soltara. Empecé a llorar o a gritar, no podía decirlo. Mi pecho y mi garganta ardían bajo los malditos soles de Fearie. Como si fuera una respuesta, Rebecca empezó a llorar desde donde yo la había dejado. Mamá cayó, lánguida en mis brazos. Yo también me quedé quieta. "¿Rebecca?". El dolor relampagueó en los ojos de Mamá como un relámpago. "No, tú eres Liza. ¡Oh, Dios, Lizzy! Lo siento, lo siento tanto. Yo sólo buscaba un lugar seguro para todos nosotros. Te fallé…". Tropezó con sus pies, y le ayudé a levantarse, pero sus piernas cedieron. La sujeté y la ayudé a volver al suelo. Matthew sostuvo una botella de agua contra sus labios. Debí pensar en esto. Yo temblaba como una hoja luchando contra el viento. Quizás Mamá sólo necesitaba agua o comida. Mamá tomó un trago, tosió agua, flema y unas pequeñas gotas de sangre. Cerró los ojos, gimiendo como un niño. Matthew me miró y se veía tan perdido como me sentía yo. Él abrió la boca, como si fuera a hablar, pero las palabras no salieron. Sostuvo el agua de nuevo y Mamá lo apartó. La botella voló de las manos de Matthew y se derramó en el suelo. Las cenizas absorbieron el agua, dejando atrás la tierra reseca.

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Allie se aproximó al lado de Mamá, vacilante como un gato que se acerca al fuego. Movió lentamente sus manos sanadoras por todo el cuerpo de Mamá, y luego se echó hacia atrás como si quemara. Yo sabía, por la mirada en su cara, que se trataba de más que deshidratación o hambre. "¿Allie?", dije. Sus manos temblaban y ella no me miró a los ojos. En su lugar, miró a Matthew. "Es como si algo se estuviera desenredando en su interior. No lo entiendo. Necesito más tiempo, pero si la toco por más rato… si trato de curarla… voy a empezar a desenredarme también" "No lo hagas", dijo Matthew, tajante. Bajo el sol, su rostro tenía una palidez cenicienta. "No podemos perderla", dije. Allie asió y desasió sus manos. "No me lo pidas de nuevo, Liza. Si lo haces, no seré capaz de decirte que no" Me mordí el labio, tragándome mis palabras. El viento soplaba a través de mi silencio. Allie se levantó y se alejó. "Hay más. Creo que lo que la hizo enfermarse, todavía está en el aire de aquí. Creo que, si nos quedamos demasiado tiempo, nos enfermaremos también" Aparté el cabello de la frente de mi madre. Su piel quemaba bajo mi tacto. "Mamá", susurré. Quería que ella me dijera que todo estaría bien, pero sólo cerró los ojos y no dijo nada. Con una voz pequeña, Allie preguntó "¿Cómo podemos salir de este lugar, Liza?" No había un Arco aquí, no había salida. Sólo polvo, calor y cenizas. Matthew miró a Mamá, luego a mí y vi la desesperación en sus ojos. Pero sólo dijo, "A través del lago, otra vez, ¿verdad?" Casi pregunto qué quería decir, pero luego recordé mi visión de Caleb, dando un paso en el agua ardiente. Pensé en cómo el agua no lo había quemado, ni ahogado. Él no había muerto, a menos que fuera el futuro lo que yo había visto.

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Me pasé una mano por el pelo. Estaba duro… el viento y el calor habían secado el agua que tenía. Recordé el agua en mi chaqueta y en el pelaje de Tallow. Por supuesto, habíamos llegado a través del lago. Tuvimos que entrar a este mundo, desde alguna parte. Perdida en las visiones que nos habían traído aquí, yo no lo había visto… pero el camino tenía dos extremos. El Arco en mi mundo. El lago en éste. Fuego ardía a través de la superficie del lago, brillante contra el cielo azul. Tallow dio un manotazo a un guijarro. Sus patas estaban cubiertas de hollín. Al igual que mis manos y pantalones. El fuego retrocedió, y el lago aún estaba en calma. Quieto, como el agua que había extraído en aquel cubo y donde mi magia me encontró por primera vez. El agua que corre sostiene un poco de magia, pero el agua calma era como metal, como cristal, como un espejo. Sin embargo, si cruzábamos a través del lago y emergíamos seguros a través del Arco del otro lado… ¿entonces qué? Serían cuatro o cinco días hasta Washville. A lo largo del camino tendríamos que resistirnos al Río y frenar las sombras de nuevo, todo eso mientras arrastrábamos o llevábamos a Mamá con nosotros. "¿Cuánto tiempo tenemos… tiene Mamá?", le pregunté a Allie. La cara de Allie se arrugó, pero su voz se mantuvo firme. "Nadie puede saberlo a ciencia cierta, Liza. Caleb siempre lo dice" Me obligué a no flaquear ante la verdad que oí en su voz. "Pero tú no crees que sea mucho" Allie se volvió y cogió a Tallow en sus brazos. La gata se retorció, pero Allie no la dejó ir. Matthew buscó mi mano. Mamá empezó a toser otra vez. Pensé en cómo ella había pasado a través del Arco, confiando en que la hoja de quia de Caleb la guiaría, sin saber que podría morir del otro lado. O, tal vez, sí lo sabía. Deberías haberme dejado allí. Tal vez, ella lo supo todo el tiempo. "La Guerra es estúpida", dijo Allie. "Tan estúpida"

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Yo pensé en el Arco, alzándose como un espejo hacia el cielo. Pensé en Mamá, y en la joven mujer que Mamá había sido una vez, ambas traspasándolo. "Un espejo". Mi mano había pasado a través del espejo de Caleb con bastante facilidad, pero éste había sido demasiado pequeño para que pasara algo más. "¿Hay algún espejo lo suficientemente grande como para hacerlo?" Todavía sin mirarme, Allie dijo. "Es tu magia. Tú deberías saberlo, mejor que nosotros" Eché un vistazo a Matthew. Sus ojos se agrandaron. "El espejo de Abuela", dijo. Asentí con la cabeza. El espejo de Kate era más alto que cualquiera de nosotros. "Abuela dijo que el espejo era una reliquia familiar, que no podía soportar la idea de destruirlo durante la Guerra", dijo Matthew. "¿Crees que funcionará, Liza? Abuela no tiene ningún tipo de magia, pero entiende de curación. Ella puede saber qué hacer" Allie bajó a Tallow y miró dentro del agua. "Parece profunda". Dio un paso atrás, temblando a pesar del calor. "Ya lo sé", dije, pensando en que Allie y yo sabíamos demasiado acerca de ahogamientos. "Si mi magia falla…" La chica se volvió hacia mí, con una expresión feroz. "Pero, si nos quedamos aquí, moriremos con seguridad" "Eso lo hace más fácil, entonces". Traté de reír, pero el sonido salió estrangulado y extraño. Mamá tosió calladamente. No luchó cuando, entre Matthew y yo, la ayudamos a levantarse, pero tampoco nos miró. El sol brilló sobre la moneda de Caleb. Cogí el collar y me lo colgué al cuello otra vez. Dejé a Mamá apoyándose en Matthew y me colgué el canguro de Rebecca. Rebecca lloriqueó. Mamá se tensó ante el sonido. "Rebecca. Lizzy. Mis bebés, mis hijas…" Tomé la mano de Mamá. Matthew continuaba sosteniéndola del otro costado. Allie puso a Tallow sobre su hombro y se colocó junto a Matthew, agarrando su mano con la misma fuerza con la que había sujetado los cables guía sobre el río.

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Matthew se giró hacia mí. Su rostro y cabello estaban llenos de hollín oscuro, sus ojos hinchados, como si quisiera llorar pero no se atreviera. Incluso así, se las arregló para sonreír… como si estuviera diciendo, sin palabras, que aún confiaba en mí tanto como yo confiaba en él. Tomé aliento y miré hacia el lago ardiente, buscando visiones que nos guiaran a casa.

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Capítulo 15 Traducido por Lizzyinthesun Corregido por mawayumi

Las visiones no llegaban Vacilante entré en el agua, con mis ojos en las llamas bajo su superficie. El agua no ardía. Fluyó sobre mi rostro, tibia pero no caliente. La luz se reflejaba, desde el sol sobre el agua y desde las llamas por debajo de ésta. Di otro paso, y en la luz del lago vi… pero las llamas estallaron cerca de mi codo y la visión se desvaneció. Sacudí mi brazo, ignorando el hedor de la lana carbonizada. Rebecca gimió suavemente. Mamá tropezó, intentando liberarse de mi agarre. Apreté mis dedos y miré dentro del lago, una vez más. De algún modo, yo sabía que esta agua… que cualquier otra agua… era diferente del metal y el vidrio, más difícil de mirar y más difícil de controlar. Miré dentro del lago y me imaginé el espejo de Kate: su marco de oro, su cristal plateado. Me imaginé mi propio reflejo perfecto, devolviéndome la mirada. El agua brilló más aún. Permanecí con la vista fija en el brillo y vi… Mamá… la joven que se había convertido en mi madre… arrodillada en un bosque verde, junto a un lago azul, tocando una flauta. Caleb caminaba detrás de ella, así como Karin, y añadían sus voces a la música… La mano de Mamá se puso tensa en la mía, y yo supe que tendríamos una visión, una vez más. Vi a Mamá, corriendo en medio de una marea irregular de refugiados, que huían de una ciudad derrumbada e incendiada tras ellos… Mamá, en el fondo de nuestro propio pueblo, sus ojos bajos y abatidos, mientras Padre y Joyce intentaban alejarla. Pero Kate estaba allí, también, diciendo: “Es apenas mayor que una niña. Por amor a la piedad, dejen que se quede”…

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Padre, sosteniendo a Mamá cerca de sí, susurrándole, “Te mantendré a salvo”. Ellos ya eran mayores, pero no mucho… La superficie del agua pasaba de mi cintura. Me aferré a la mano de Mamá. El espejo de Kate, pensé. Mantuve firme mi mirada, y vi… A Mamá y a Kate, observando las ruinas de una casa incendiada, mientras Kate susurraba. “Cam no es el único, Tara. Necesito tu ayuda…” Mamá y Kate, observando cómo Matthew gruñía y se sacudía en su sueño, cómo el hijo de Stefan y Emma llamaba a las hojas de maíz, a través del aire, hacia su mano extendida, cómo la nieta de Joyce encendía madera seca con sólo una mirada. “Quédense escondidos”, les advirtió Mamá, a cada uno de ellos, por turno. “Quédense a salvo…” Mamá, frunciendo el ceño cuando Padre me sacaba a cazar con arco y flecha, pero girándose cuando Kyle, el hijo más joven de Brianna, tiró de su manga. “Puedo hablar con las hormigas”, dijo el niño. “¿Quieres verlo?” El ceño de Mamá se hizo más pronunciado. Se llevó un dedo a los labios. “No se lo digas a nadie”, dijo. “Por supuesto que no”, respondió Kyle. “No se lo diremos a nadie, excepto Kate y tú. Todos los niños lo sabemos…” Todos los niños, excepto yo. Mientras Padre me enseñaba a cazar, Mamá les enseñaba a los otros niños cómo ocultar su magia. Y cuando se marchó, habló con Kate… no conmigo. Nunca conmigo. Las manos de Mamá se escaparon de las mías. La sujeté otra vez. "Esta vez no", dije. "No me dejarás esta vez" Me aferré, cuando el agua empapó mi suéter. La visión estuvo a punto de desaparecer pero, de alguna forma, la cogí de nuevo y vi… Kate, de pie frente a la cama de Mamá, con una expresión feroz. “Déjalo estar”, dijo Kate. “Incluso si pudieras encontrar el camino de vuelta a Faerie, incluso si alguien ha sobrevivido allí… y tú sabes cuán poco probable es eso, dado las armas que utilizamos… no te darán la bienvenida” Mamá se sentó en la cama. Su rostro estaba descolorido y pálido, su cabello despeinado. “Ellos no envían los niños lejos, una vez que saben sobre su magia. ¿No lo ves, Kate?

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Rebecca no será la última, como no lo fue Cam. Los niños ya no están a salvo aquí. Debemos encontrar algún lugar así para ellos” “¿Y qué hay con tu otra hija?”, reclamó Kate. “¿Vas a dejarla aquí, preguntándose dónde te habrás ido?” Mamá cerró los ojos. “Sabes que no puedo decírselo a Liza. Si a ella se le escapa algo con Ian… no. Él los matará a todos. Doy gracia a que ella no tenga nada de magia propia. Nunca podríamos esconderla de Ian. Estoy protegiéndola a ella, también” La boca de Kate se torció, en un gesto enojado. “Si quieres protegerla, llévatela contigo. Aléjala de él” Mamá sacudió la cabeza y se alejó. En su lugar, vi… Padre caminando por las escaleras, con un bulto en sus brazos. Yo observaba desde mi habitación, silenciosa como una sombra, sabiendo que no había nada que pudiera hacer… El agua subió a mi alrededor. El peso del canguro se clavó en mi hombro. Una mano helada tocó mi mejilla. Tenía algo que hacer… Corrí tras Padre, hacia el hall, bajando las escaleras. Pero, incluso mientras corría, sabía que era demasiado tarde… “Llegas tarde, Liza”. Padre se giró hacia mí, cinturón en mano. Yo quería hacer que él se apartara, como hice con los árboles, pero las palabras se atascaron en mi garganta. Era débil, como él decía. Demasiado débil para luchar, demasiado débil para correr. El cinturón bajó sobre mi espalda. Caí sobe mis rodillas, luchando por no llorar. Si gritaba, me ahogaría, y si me ahogaba, nunca podría encontrar… ¿Encontrar qué? El cinturón de Padre rompió la piel, mientras yo me esforzaba por pensar. El canguro se hizo más pesado, llenándose de agua. Todos dependían de mí, confiaban en mí… Me puse de pie, forzándome a sacar la cabeza del agua. Padre quedó congelado, con su cinturón a medio camino. Caminé alejándome de él: atravesé el cuarto y salí por la puerta. Mi espalda dolía, pero yo ya no estaba tan débil como para no hacer lo que debía hacer. Caminé por el pueblo, despacio como si me estuviera moviendo a través del agua, pero caminé. Abrí la puerta de Kate, crucé su

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sala, y aparté los tapices. El espejo seguía allí. Continué caminando, hacia el vidrio plateado… El vértigo se apoderó de mí. Hubo un sonido, similar al agua rompiendo contra la orilla, y un momento de oscuridad… Y entonces, salí del espejo de Kate, tosiendo agua, con mi cabello y mi ropa chorreando, y Rebecca lloriqueando en su canguro. Kate levantó la vista de su telar, con los ojos muy abiertos por el asombro. Mi mano, aún con la mitad en el espejo, aferraba la de Mamá. Traté de tirar de ella tras de mí, pero Mamá jalaba en dirección contraria. Por un instante, vi las oscuras aguas y supe que Mamá buscaba sus profundidades. "Esta vez no", dije de nuevo. Y luego, más alto. “Mamá. Tara. Ven aquí”. Mamá tropezó a través del cristal, temblando violentamente. Matthew salió tras ella, luego Allie y Tallow. La sonrisa de Mamá era amarga. "No vas a dejarme ir, ¿verdad?" "No" Ella suspiró y se desplomó en el suelo. Kate se apresuró a correr a su lado. Los llantos de Rebecca se redujeron a sollozos apagados. "Tara", dijo Kate. Mamá levantó la mirada. "Me dijiste que era una tonta", le susurró a Kate y cerró los ojos. Kate se arrodilló junto a Mamá. Si sentía dolor en las rodillas, lo ignoró. Comprobó el pulso y la respiración de Mamá, examinó las marcas de quemaduras y puso una mano sobre su frente. "Matthew", dijo, con el rostro tenso. "Un cubo de agua fría y unas cuantas toallas" Matthew dejó caer la mochila y salió corriendo de la habitación. Yo cogí la mano de Mamá. Su piel estaba muy caliente. "Soy una sanadora", dijo Allie. "Puedo ayudar" Kate asintió. "Dime todos sus síntomas. Excepto por la fiebre. Ya la he notado"

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Allie le contó todo. Kate parpadeó una vez, cuando Allie describió su sondeo mágico, pero continuó escuchando. El modo con el que miraba a Mamá me retorcía el estómago. Matthew volvió con el agua. Kate hundió una toalla en el cubo y la apretó contra la frente de Mamá. "Esto es importante", dijo. "Tengo que saber exactamente dónde ha estado" Allie levantó la vista. "Fue el aire, ¿no es así? Sabía que había algo en el aire. Podía sentirlo" "¿Dónde estuvo?", preguntó Kate con clara tensión en su voz. "Fearie", dije yo. "¿Por cuánto tiempo?" "No sabemos cuánto tiempo estuvo Mamá" "¿Y el resto de ustedes?" "Una hora", dije. "Tal vez, dos" Kate asintió. La tensión se relajó un poco, pero entonces, levantó las manos de la toalla y hundió su cara en ellas. "No creo que estés familiarizada con el término ‘envenenamiento por radiación’, ¿no? No, por supuesto que no". Se levantó, dejando la toalla sobre la frente de Mamá. "Quiero que se quiten la ropa y se laven cada centímetro de piel, hasta que no quede ni el más pequeño trocito de ceniza. En especial, al bebé" El canguro cubría la cara de Rebecca. Mientras hablaba, Kate extendió la mano y lo tiró hacia atrás. Se congeló. "¿Rebecca?", susurró. "Tardé demasiado”. Mi voz era un hilo. Kate apretó los labios. "Todos tardamos demasiado, de un modo u otro". Me apretó en un abrazo rápido, y luego hizo lo mismo con Matthew. "Ver a ambos de regreso, y a salvo, es mucho más de lo que había esperado. Ahora, quítense esa ropa. Los efectos de la radiación tienen mucho que ver con la longitud de la exposición y la ropa puede contener partículas que ni siquiera pueden ver" "Yo siempre tardo demasiado". No solté la mano de Mamá.

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"Liza". La ira en la voz de Kate me sorprendió. "No te atrevas a culparte de esto". Me obligó a ponerme de pie y giró mi rostro para enfrentarla. "Esto empezó antes que tú nacieras. Hiciste todo lo que cualquiera podía esperar, e incluso más. Ahora, quítate esas cosas de la cabeza. Puedes lavarte en la cocina. Me quedaré con tu madre, y cuando hayas terminado, la lavaremos también a ella" Suspiré, apartando un mechón de cabello de la cara de Mamá, mientras Kate abrazaba de nuevo a Matthew y después, a Allie. "Lo siento", le dije, después me levanté, y seguí a Matthew y a Allie fuera de la habitación. El pozo volvía a funcionar. Allie y yo llenamos los cubos y los llevamos al interior. Afuera, el sol estaba bajo y el aire frío me provocaba piel de gallina, por debajo de mi suéter y mi chaqueta húmedos. Pronto, los robles, arces y sicomoros comenzarían a temblar por el frío, sacudiéndose de sus verdes hojas, la nieve del invierno. Matthew se reunió con nosotras en la cocina, trayéndonos jabón, toallas y mudas de ropa, desde el piso superior. Me incliné, para quitarme las botas y luego vacié. Miré, incómoda, a Matthew. Él me devolvió la mirada embarazosa, y su cuello se puso rojo. "Vamos", dijo Allie. Ya se había quitado la chaqueta, las botas, y se estaba despojando de los calcetines. "Um", dije, aunque pensaba que ya había visto a Matthew sin ropas, antes, como si eso no tuviera importancia. "Iré a ver si Abuela, necesita algo de ayuda", dijo Matthew, con rapidez. "Volveré cuando hayan terminado" Allie puso los ojos en blanco cuando se fue. "Los chicos son tan tontos, ¿lo sabías?" Yo no respondí. Nos frotamos concienzudamente con el agua fría, temblando todo el tiempo. Nos tocó a las dos lavar a Tallow. Cuando terminamos, la vieja gata se sacudió y se apartó lejos, siseando de indignación. Pusimos toda la ropa cubierta de ceniza en un recipiente de plástico, y nos vestimos con unas limpias. Matthew también nos había traído una manta, para un nuevo canguro. Cuando envolvimos a Rebecca en la manta, me miró y sonrió, una sonrisa de bebé

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tranquila, libre de lágrimas. Mi corazón se apretó en mi pecho. Ella nunca sería más que una sombra. Allie se puso los pantalones y el jersey. Nuestros pies continuaban desnudos. Tendríamos que encontrar o hacer nuevas botas. Dudé, pero después volví a colgar el disco de Caleb alrededor de mi cuello. Allie trató de trenzar su cabello enredado, pero rápidamente se dio por vencida y lo dejó caer suelto, como el mío. "Quizás las cosas salgan bien, después de todo", dijo, llena de esperanza y me siguió hacia la puerta de la cocina. Desde el salón, escuché la voz de Kate. "Nunca he deseado tanto que hubiera una perfectamente ordinaria sala de emergencia, o un teléfono para poder discar nueve-uno-uno 8. Pero dudo que eso la ayudaría". La voz de Kate sonaba vieja y cansada. "La verdad es, Matthew, que no hay mucho que podamos hacer. Mantenerla cómoda. Darle algo para el dolor" "Liza", jadeó Allie. Agarró mi mano con tanta fuerza, que me hizo daño en los dedos. "Antes hubiera sido diferente", dijo Kate. "Antes siempre había algo más que pudiéramos intentar" En mi estómago se formó un nudo. Me arrastré hacia delante y me asomé por la puerta. Kate había apoyado a Mamá en algunas almohadas. Las cenizas habían desaparecido de su piel, y debajo de la manta sólo llevaba un camisón. Matthew vertía, lentamente, el agua de una taza en su garganta. Mamá no se movía, ni siquiera tomar, en sus propias manos, la taza. "Puedo volver a llamarla". Mis palabras fueron altas y extrañas. "Tantas veces como tenga que hacerlo" "Eso no la hará mejorar", dijo Allie. Continuaba sosteniendo mi mano. Miré a Rebecca. El bebé respiraba suavemente en su nuevo canguro, como si estuviera dormida. "¡No me importa! ¡Lo voy a hacer, de todos modos!"

Novecientos once (911): es el número de emergencias, gratuito y accesible desde todo teléfono, en EE.UU, así como en varios otros países.

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Matthew levantó la vista y nos vio, le entregó la taza a Kate y vino hacia la cocina, con los hombros encorvados. No dijo nada, mientras pasaba a nuestro lado, hacia los cubos y el jabón. "Odio esto", dijo Allie. "¡Lo odio, lo odio, lo odio!". Y entonces, añadió. "Ojala Caleb estuviera aquí. Él sabría cómo curarla, o si realmente es demasiado tarde. Él lo sabría" Me tragué una réplica fuerte. También deseaba que Caleb estuviera aquí. "¿Qué tan lejos piensas que está nuestro pueblo, Liza? Quizás podríamos lograrlo. Puede que, si nos vamos de inmediato…" "Un día de distancia", dije, al recordar el mapa y pensando cuánto tardaríamos en ir y volver. "Oh", dijo Allie en voz muy baja, y yo supe que era demasiado lejos. "¡Esto no es justo!", gritó. Kate miró hacia nosotros. "Quisiera que Caleb no estuviera tan lejos. ¡Me gustaría sólo llamarlo y decirle que venga!" "¡Allie!". Mi corazón empezó a latir con fuerza. "Quizás yo pueda hacerlo" Entré corriendo al salón, sabiendo que era mejor tener esperanzas, que quedarse esperando sin más. "¿Qué pasa, niña?", preguntó Kate, pero pasé corriendo a su lado, a por el espejo. Rápidamente, desaté el arnés y lo puse a mi lado. En el cristal, mi cabello estaba listado con hebras claras, pero no me importó. Agarré el quarter de Caleb, mientras miraba el espejo. "¡Caleb!". Él estaba demasiado lejos para llamarlo sólo con la voz, pero tal vez en las visiones, podría encontrarlo. Después de todo, Mamá me había visto a través de cristal y agua. Tal vez, Caleb me vería también. Quizás, el tiempo que ahorraríamos, si él contestaba mi llamada, sería suficiente. El espejo se volvió plateado, mi reflejo se desvaneció en el brillo. Seguí observando, seguí llamando, hasta que vi… Caleb y Karin caminando a través de nuestra ciudad en ruinas, el Arco haciéndose cada vez más pequeño tras ellos, un dolor enorme en ambos rostros. Karin se apoyaba en

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Caleb como si estuviera herida, aunque no había ninguna lastimadura que yo pudiera ver… Caleb guiando las manos de Allie sobre la pata herida de una cabra. Allie riendo cuando la pata se curó. Caleb sonriendo, una sonrisa diferente a la de Antes, más vieja y más triste, por más que su rostro permaneciera joven… Empujé a través de las visiones. Éstas estaban en el pasado, y yo necesitaba el presente. "¡Caleb!"

Samuel y Caleb reclinados sobre un fuego, en un atardecer tardío. Había un pequeño recipiente sobre las brasas. Samuel miraba, silencioso, hacia la distancia, mientras que el rostro de Caleb era sobrio y duro como una piedra. No estaban en Washville. Por supuesto que no. Estaban fuera, buscando a Allie. "¡Caleb!", llamé, incluso mientras me preguntaba… ¿por qué Padre no había salido a buscarme? Caleb estiró la mano para verter algo en el recipiente. Su mirada fue atrapada por la superficie de metal, y su mano se paralizó en mitad del movimiento. Me miró directamente, y abrió la boca, como si fuera a hablar… Oí pasos detrás de mí. Caleb se desvaneció, y en el brillante espejo vi… Padre se aproximaba, un paso lento a la vez, con un tambaleo enfermizo. Yo supe que eso no era una visión. Lo observé, sabiendo que era mejor, que siempre era mejor, no correr. La mano de Padre cayó sobre mi hombro. Me giró firmemente hacia él. "Liza", dijo, y su voz era tan dura como metal que se negaba a ceder. "¿Dónde has estado?"

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Capítulo 16 Traducido por maka.mayi Corregido por Malu_12

Las palabras se congelaron en mi garganta, mientras miraba a mi padre. Tal vez, sólo tenía que explicarle. Tal vez, una vez que entendiera… "¿Te has vuelto demasiado estúpida para hablar?" Kate apareció y se puso a mi lado. "Déjala ir, Ian" "Mantente fuera de esto. Le he hecho una pregunta a mi hija" "M-mamá", logré balbucear. "Mamá estaba enferma. La encontramos y la trajimos aquí…" Padre me dio una bofetada. Yo me tambaleé hacia atrás. "¡Puedo ver eso! Dime cómo pasó. Dime dónde han estado las dos" Se me hizo un nudo en la garganta. Odié el modo en que salieron mis palabras, con mi voz cerca de quebrarse. "Fui a buscarla, después que ella se marchó". Eso era bastante cercano a la verdad. Yo ignoraba lo que él se imaginó ante la magia en el espejo de Kate… aunque seguramente no pudo ver más que mi propio cabello… pero la ira en su rostro era suficiente para decirme, que yo no debía hablarle de magia, sin importar quién curara o dejara de curar. "Fui a buscarla, la encontré y la traje a casa". Por lo menos, eso lo había hecho bien. Traje a Mamá a casa. Seguramente, incluso Padre podía ver tal cosa. "Ella conocía las reglas", dijo él. "Tú conoces las reglas. ¿Por qué las has roto, entonces? ¿Por qué te aventuraste sola, en la oscuridad?" Porque yo temía que, si me quedaba, haría daño… pero sabía que ésa también sería una respuesta equivocada. Padre volvió a levantar la mano.

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"¡Ian!" Kate se interpuso entre nosotros. "Déjala en paz. ¡Debes salir de mi casa!" Padre la empujó a un lado, sin apartar los ojos de mí. Kate cayó al suelo con un grito, mientras Padre me agarraba por los hombros. "¡Respóndeme!" Empezó a sacudirme. Por el rabillo del ojo, vi a Allie agarrar una rama de la pila de leña, como un arma. Si yo hubiera podido hablar, le habría dicho que corriera. Ella era un extraño. Él la lastimaría mucho más de lo que me lastimaría a mí. Padre me sacudió con más fuerza y su cara estaba roja de rabia. Me dolían los hombros, y mi respiración salía en jadeos. Yo no podría haberle contestado, incluso si lo intentara. Caí de rodillas, y él echó mano a su cinturón. Matthew salió por la puerta de la cocina, evaluando el lugar de un solo vistazo. La furia oscurecía sus rasgos. Matthew nunca se enfada, solía pensar yo, aturdida, pero ahora sabía más. Él corrió hacia Padre, cambiando mientras lo hacía: los brazos alargándose en piernas, la cara en hocico, la piel fluyendo como plata fundida sobre su piel. Incluso mientras Matthew saltaba, Padre se dio la vuelta, elevando un brazo frente a su garganta y colocando su cuerpo entre el lobo y yo. Matthew hundió sus dientes en el brazo de Padre. El rostro de mi padre se torció de dolor, pero se mantuvo firme, alcanzando su cuchillo con la mano libre. Los dientes de Matthew se hundieron más, rompiendo huesos, mientras la sangre empapaba la manga de Padre. Yo me acordé de la rabia de Matthew, mientras él permanecía medio inconsciente, bajo el cuidado de Caleb. Lo desgarraré, miembro a miembro. Con una sensación de frío mareo, me di cuenta que Matthew iba a matar a Padre. Luché para ponerme de pie. Sin previo aviso, Padre lanzó su peso hacia delante, golpeando a Matthew en el lomo y presionando la rodilla sobre su pecho. Oí el crujido de sus costillas. El pelaje retrocedió rápidamente, dejando detrás a un muchacho humano. Padre ni siquiera dudó, al llevar su cuchillo hacia la garganta de Matthew. "Al menos, Cam era demasiado joven para saber más", gruñó.

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"¡Padre!", puse todo el tono de mando que pude, en esa llamada. Era la misma llamada que había usado para traer a Allie desde el río, para traer a Mamá desde Fearie, "¡Padre, detente!" La hoja se detuvo contra la piel de Matthew. Éste lo fulminó con la mirada, con los ojos ardientes de ira, los ojos de un lobo, todavía. No me atreví a desviar la mirada, mi tono de mando vacilaba "Padre, ven aquí" Poco a poco, luchando contra la compulsión todo el tiempo, Padre se enderezo, agarrando el cuchillo en una mano. Su otro brazo colgaba en una forma extraña, a su costado. Más lento todavía, se volvió hacia mí. Sujetando su rama con aire incierto, Allie se situó detrás de él. Tallow se agazapó tras las piernas de la niña, siseando. "¿Qué brujería es ésta, Liza?" "Dame el cuchillo", exigí, tendiendo la mano y pidiendo el cuchillo para mí. Su brazo temblaba, pero él se adelantó y me lo entregó. Sus ojos fueron hacia mi pelo como si lo viera… como si me viera… por primera vez. "Tú no, Liza. Esa maldición de la magia, no puede haberte tocado a ti" Hablé lentamente, manteniendo el control, pues no confiaba en él. ¿Alguna vez, confié en él? "La magia no es lo tú crees". Una esperanza traicionera surgió en mí. Tal vez, realmente él no lo entendía, como yo no lo había comprendido. "La magia no siempre mata" Los ojos de Padre no se apartaron de mí. "¿Qué puedes entender tú, acerca de la magia? Tú no estabas allí, durante la Guerra. Tú no tienes idea de lo que puede hacer la magia" Yo había visto tanto de la Guerra como él, ahora. Y lo entendía, quizás por primera vez. "La magia es una herramienta, como un cuchillo o un arco. Podemos aprender a manejarla". Pensé en Cam, y, supe que, aunque ninguna herramienta es totalmente segura, podíamos aprender a manejar esta. Teníamos que aprender, si queríamos sobrevivir. Padre escupió, y yo sabía que, incluso hacer eso mientras yo le sujetaba, le representaba un gran esfuerzo. Su cuchillo pesaba en mi mano.

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"Ésa es tu madre la que habla, Liza, no tú. Yo debí saber que tu madre estaba maldita por la magia en el momento en que llegó a este pueblo, sin conocer a nadie, jugando a la inocente. Pero me engañó bastante bien, hasta que dio a luz ese monstruo. Entonces lo supe. Ella también lo supo, ¿o por qué se hubiera ido, de lo contrario? Debió hacernos un favor, y marcharse antes" Yo lo escuchaba , paralizada por el tranquilo odio en sus palabras, preguntándome quién retenía a quién. "Pero tú, Liza. Tú no eres como ella. Tú sabes lo que se necesita hacer y no tienes miedo de hacerlo". Todavía no podía moverse, pero su mirada se volvió hacia la hoja. Su voz adquirió una pena extraña, dura. "Dame el cuchillo, Liza. Te juro que no habrá ningún dolor" Esa pena fue lo que me dijo, más que cualquier rabia, que él nunca entendería. Aún así, lo intenté una vez más. "La magia puede curar. Lo he visto" "La magia mata", dijo Padre. "¡No!", chilló Allie detrás de él. "Liza tiene razón. Mira…". Dejó caer la rama y extendió la mano hacia su brazo lesionado. Vi la luz plateada y supe que los huesos estaban recomponiéndose. Padre se apartó como si lo quemara y perdí mi control sobre él. Se dio la vuelta y agarró a Allie por la camisa. Me arrojé sobre ellos, en el momento en que Tallow malló y saltó a la cara de Padre. Las garras de la gata se clavaron en su piel. Padre maldijo e intentó sacarse a Tallow de encima con una sola mano. La agarró por el pescuezo y la arrojó por la habitación. Ella dio un único maullido sobresaltado, a continuación, golpeó la pared con un ruido sordo, y se quedó inmóvil en el suelo. En su canguro, en el suelo, Rebecca empezó a llorar. Padre se quedó inmóvil ante el sonido. Todos lo hicimos. Por un momento interminable, Padre miró el canguro; el rostro de sombra de Rebecca apenas era visible entre sus pliegues. Entonces, con furia en cada paso, avanzó hacia donde ella estaba. Algo cruzó por su rostro… remordimiento, perdón, quizás amor. Pronto desapareció, sustituido por algo más feroz. Miró hacia donde yacía Mamá, con los ojos cerrados y la piel enrojecida por la fiebre.

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"No podías dejarla ir, ¿no, Tara?" Mamá se estremeció al oír sus palabras, pero no abrió los ojos. "Vamos a ponerle fin a esto, en este momento". Padre llegó al canguro de Rebecca. Ella gritó, un sonido animal que nunca había oído de un niño humano. Tiré el cuchillo de Padre y me arrojé sobre mi hermana, sin importarme que ella fuera sólo una sombra. Sólo sabía que no le dejaría tocarla, nunca más. "Liza", dijo él. "Esto debe hacerse" Levanté la mirada hacia él, acunando a Rebecca en mis brazos. Estaba tan fría… pero yo podía manejar el frío. Yo podía manejar un montón de cosas. "Eso es alguna brujería de tu madre, nada más. Déjala ir" Negué con la cabeza. "Mamá no llamó a Rebecca de regreso, yo lo hice". Me puse de pie, aún sosteniendo a Rebecca y enfrentándolo. Era más alto que yo, pero no tanto como lo recordaba. "Esta es mi magia", le dije. "Sólo mía" La cara de Padre se retorció por un momento, en algo así como dolor. Luego se fue, y él se abalanzó sobre el cuchillo que había dejado en el suelo. Yo lo pateé fuera de su alcance. Allie agarró el cuchillo, mientras los gritos de Rebecca se volvían tranquilos sollozos. "Padre", le dije. Su rostro no conservaba ningún dolor ahora, sólo rabia. Se puso de pie, observándolo todo. Mi enojo se elevó, al conocer el suyo. Por tantos años, yo había tratado de ser lo suficientemente buena, lo suficientemente fuerte. Éstos no significaban nada para él, nada en absoluto. Cenizas y polvo. Eso era lo único que las Guerra nos había dejado a cualquiera de nosotros. "Vete", le dije, sintiendo el poder y el tono de mando que crecían dentro de mí. Si yo podía llamar las cosas hacia mí, también podía mandarlas lejos. Podía enviar lejos a mi padre, tan lejos como yo quería. Él se tambaleó hacia atrás, el brazo herido colgando a un lado, su rostro pálido. "Vete". Tan lejos como el lugar desde donde había llamado a Allie, que era lo más lejos que podría enviarlo.

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Por primera vez, vi al miedo cruzar la cara de Padre. Se sentía bien, que fuera él, el que tuviera miedo. Unas pocas palabras más, un poco más de magia, y él nunca me molestaría otra vez. "Vete". La mano de Padre se movió hacia su pecho, como si tuviera algún dolor. "Liza", susurró Matthew. Él aún yacía sobre el suelo, haciendo muecas por su propio dolor. No intentó detenerme, pero parecía asustado también. Asustado de mí. Tú no eres como él, había dicho Matthew, ¿pero y si lo fuera? ¿Qué pasaría si todos lo éramos? Pensé en los árboles, triturando la carne hasta polvo. Pensé en el fuego, cayendo desde un cielo azul caliente. Las personas… hadas o humanos… habían comandado a los árboles y también al fuego. Pensé en el cuchillo de Padre sobre la garganta de Matthew. Pensé en los huesos sobre la ladera de una colina. Si lo mataba, él no sería capaz de hacerle daño a alguien, nunca más. Matarlo sólo tenía sentido. Rebecca se sentía tan fría en mis brazos. Luché para no temblar. Padre era un hombre sensato. Si él hubiera estado en mi lugar, yo ya estaría muerta. "Vete". Mi voz temblaba, pero había poder detrás de mis palabras. "Aléjate de esta ciudad. Vete tan lejos y tan rápido como puedas, y nunca molestes a los que viven aquí de nuevo" El miedo en los ojos de Padre, dio paso a la rabia una vez más. Todo su cuerpo temblaba, mientras luchaba contra mi orden. "Yo salvé este pueblo. Cada persona en él hubiera muerto, si no fuera por mí" "Tú nos has salvado", acepté. "Pero eso fue antes. La Guerra ha terminado. Vete" Padre mantuvo la mirada firme, cuando mis ojos encontraron los suyos. "Este pueblo morirá sin mí. Espera y verás" Se alejó, sin decir otra palabra, por el salón y salió por la puerta. Yo lo seguí hasta el umbral. Los vecinos del pueblo, que venían de los campos, se detuvieron en sus casas y lo observaron marcharse. Ninguno de ellos intentó detenerlo. Pero tampoco habían tratando de detener ninguna de las cosas que él había hecho.

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Seguí observando hasta que Padre desapareció de la vista, más allá del pueblo y dentro del bosque. "Vete", susurré, sintiéndome muy joven. "Vete, vete, vete" La sombra en mis brazos sollozó. Me volví, para ver a Allie colocar cuidadosamente el cuchillo de Padre en la pila de leña. Ella miró a su alredor, de Kate a Matthew y a Tallow, como si no estuviera segura de qué hacer a continuación. Empezó a caminar hacia Matthew, pero él negó con la cabeza. "Abuela primero. Las costillas sanan, incluso sin magia". Allie asintió y se trasladó a un lado de Kate. "Rebecca". Mamá se sentó, lenta y dolorosamente. Me miró, con los ojos repentinamente claros. Rebecca se quedó en silencio. Mamá tendió los brazos, como un niño esperando un regalo. Rocé con un dedo la mejilla fría de Rebecca. ¿Qué magia habría hecho, si hubiera crecido? Yo nunca lo sabría. Deshice el canguro y sostuve cerca a mi hermana, sin importar qué tan profundo me quemara el frío. "Lo siento", le dije. "Te enviaría de vuelta, si pudiera". Pero algunas cosas realmente estaban más allá del poder mágico de curar. Me arrodillé al lado de Mamá y coloqué la sombra entre sus brazos. Rebecca gorgoteaba, y toda señal de lágrimas se había ido. Una triste sonrisa cruzó la cara de Mamá. "Rebecca", susurró. Le acarició el cabello al bebé de sombra y cantó. "Yo soy la custodia amorosa que vigila, durante toda la noche... " La sombra se hundió profundamente entre los brazos de Mamá, traspasando piel y hueso. Oí un sonido, como la risa de un bebé, y luego Rebecca se había ido, dejando sólo a Mamá cantando, mientras se abrazaba a sí misma. Después de un rato, el canto también se detuvo y Mamá se hundió de nuevo en las almohadas. Cuando toqué su frente, estaba fresca. Ella alargó la mano y apretó las mías entre las suyas. "Todo saldrá bien", susurró, y luego cerró los ojos, una vez más.

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Capítulo 17 Traducido por Estefy KR. Corregido por Verittooo

Mis brazos se sentían vacíos, sin sostener a Rebecca. Anhelaba volver a llamarla, pero empujé lejos a esa ansiedad. El tiempo para eso, había pasado. Cenizas. Polvo. Huesos quebrados a la luz de la luna. Por un tiempo, permanecí al lado de Mamá, sosteniendo su mano fría, observando su pecho subir y bajar. Allie compuso los huesos rotos en la cadera y la pierna de Kate y luego, examinó a Matthew. Revisé la habitación y encontré a Tallow recostada contra la pared, donde Padre la había tirado. La gata estaba quieta, sus ojos abiertos y fijos, su pelaje aún húmedo del baño. "Tallow", susurré. No se movió. Recordé cómo la había llamado, antes, en la noche. Me había sorprendido cuando la vieja gata vino a mí, en ese entonces. Sólo ahora me di cuenta que debí haberla llamado con mi magia, tal como había llamado a Allie. "Tallow", volví a intentar, más alto, pero la gata ni siquiera se movió. Quizás no quería regresar, esta vez. Quizás, si seguía llamándola, volvería, tanto como si quisiera, como si no. El sanador no puede decidir solo. Tomé a Tallow en mis brazos, la rasqué detrás de las orejas, y no dije absolutamente nada. Matthew cambió a su forma de lobo mientras Allie lo sanaba, luego cambió nuevamente cuando ella finalizó. Él se dirigió a la cocina para vestirse, y Allie tropezó conmigo. Sus ojos estaban ensombrecidos, debido a la falta de sueño y algo más. Su mirada se fue sobre Tallow, pero no lloró. Simplemente encontró un trozo de tela vieja, al lado del telar de Kate, y silenciosamente me la entregó.

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Envolví a Tallow y la coloqué sobre el viejo sillón de Kate. "No es una cama de pluma", susurré. Mis propios ojos me picaban. "Pero esto debe funcionar". Más tarde, la enterraría. Con su pequeña voz, Allie dijo, "Creo que será mejor que descanse. Me parece que me presioné demasiado" Kate trató de conducir a Allie hacia las escaleras, pero la niña sacudió la cabeza. "Demasiado lejos". En cambio, se acurrucó en el sofá y levantó la mirada hacia mí, con cansancio. "¿Liza, ése era…?". Bostezó y lo intentó de nuevo. "¿Ése era tu padre?" Yo asentí. Allie restregó su rostro. "No lo entiendo", dijo. "Tantas cosas que no…". Pero luego bostezó nuevamente, cerró los ojos y se quedó dormida. De repente, parecía tan joven acurrucada allí. Kate retiró un mechón del enmarañado cabello rojizo de su rostro. "Esa niña es una maravilla", dijo. Allie se abrazó a sí misma, llamando a Tallow y comenzó a sollozar en sueños. Tragué con fuerza, regresé al espejo de Kate y traté de llamar a Caleb, otra vez. El espejo se llenó de visiones: de Caleb, de Mamá, de mí misma en el camino, con Matthew y Allie. Pero todas ellas eran en el pasado. No podía encontrar el presente. Quizás Caleb también necesitaba estar cerca de vidrio, metal o agua. O quizás, la falla era enteramente mía. No había manera de saberlo. Al final, regresé al lado de Mamá y tomé su mano, una vez más. Podía notar que su respiración había disminuido, y supe que bajar su fiebre no había sido suficiente. Kate, Matthew y yo nos quedamos con Mamá toda la noche, casi sin pronunciar palabra. Después de un rato, Matthew colocó su mano sobre la mía. Me sostuve de él, tan fuerte como cuando me sacó del río, la noche que dejé Franklin Falls. La gente del pueblo vino a visitarnos, solos o en parejas. Al principio, venían a preguntar acerca de la partida de Padre, pero una vez que supieron que Mamá estaba allí, venían a visitarla también. Los adultos susurraban, calmadamente, torpes palabras. Los niños, en su mayoría, permanecían en silencio, manteniendo todavía su magia oculta, tal como Mamá les había enseñado.

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Jayce, el herrero, me sorprendió al descansar su mano en mi hombro, diciendo con su ronca voz. "Debimos enviar lejos a Ian, hace años. Gracias, Liza, por encontrar el coraje que nos faltó a nosotros" Nadie parecía lamentar la ida de Padre. Yo lo intenté, pero tampoco lo lamentaba. Pero igualmente, me sentía extraña y vacía por dentro. Como si Padre hubiera dejado un espacio frío y entumecido detrás, y yo no estuviera segura con qué llenarlo, o si podía ser llenado.

Cuando Allie despertó la mañana siguiente, sacó algo de carne seca de la cocina de Kate e insistió en que debíamos comer. Lo intenté, pero mi estómago se cerró luego de unos pocos bocados y dejé la comida a un lado. Allie se dirigió a Mamá. Sostuve sus manos contras las mías, deteniéndola pero sin querer detenerla. Allie tragó, asintió, y dejó caer las manos sobre su regazo. El pecho de Mamá continuó subiendo y bajando. Nada importaba más que la siguiente respiración, y la siguiente a ésta. "No debiste haber ido", susurré, sabiendo que Mamá no podía oírme. Kate dijo, "El dolor es algo complicado. Ella hizo lo que pensó que había que hacer" "Sola", dije yo. "Porque no confió en mí". Incluso ahora, las palabras dolían. Kate acarició mi cabello. "Ella estaba asustada, Liza. No quería saber nada más con la magia, pero yo pedí su ayuda. Al principio, sólo supuse que ella había estado

en

Fearie…

una

suposición

desesperada,

porque

necesitaba

urgentemente a alguien que entendiera la magia. Tara insistió en que no la comprendía en realidad, pero sabía más de lo que pensaba. Nos enseñó cómo controlarla, y a tener vigilantes. Se aseguró que los niños nunca olvidaran que eran humanos. Pero siempre estaba aterrorizada de que tu padre se enterara. Pensó que estaba protegiéndote, al asegurarse que nunca supieras nada" Me abracé a mí misma. Al final, no me había protegido de nada. La puerta crujió al abrirse, detrás nuestro. Kate se puso de pié, y yo esperé, esperando más visitantes del pueblo. "¡Papi!", chilló Allie. Entonces, me giré.

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Allie se arrojó a través de la habitación, tan fuerte y rápido, que casi hace caer a Samuel. Él la abrazó, mientras ella estallaba en sollozos estrangulados. Había círculos debajo de sus ojos y su cabello estaba erizado. Miró a Allie, como si no creyera que la estaba sosteniendo, como si temiera que ella fuera a desaparecer si alejaba la mirada. Supe, por su mirada, que nada le importaba más que la niña en sus brazos. ¿Mi padre me había abrazado alguna vez así? No podía recordarlo. A mi lado, Caleb dijo lentamente, "Pensábamos que estaban muertos. Cuando vimos el deslizamiento de rocas, la luz, y los jirones, que fue todo lo que pudimos encontrar de sus mochilas". Al contrario de Samuel, la cara y la voz de Caleb eran inexpresivas. "Pensamos que estaban muertos y creímos que su pueblo debería saberlo" Me puse de pie y encontré su mirada, sin importarme lo que él viera. "Mi madre se está muriendo". Mi garganta se contrajo ante las palabras. "¿Puedes salvarla?" Caleb miró más allá de mí, y su rostro se volvió aún más impasible, como de piedra. Cruzó la habitación, hacia donde yacía Mamá. Me arrodillé a su lado. Él pasó sus manos sobre el cuerpo de ella, una serie de leves toques, como plumas, ninguno demasiado largo. "No pude sanarla", dijo Allie, con voz chica. Samuel aún la abrazaba. "Lo intenté, pero no pude… es decir, no sin…" Caleb se giró hacia ella. "Hiciste bien", dijo, y por un instante, su expresión se suavizó. "Estoy agradecido de que no hayas intentado nada más" "Pero tú puedes curarla, ¿no?", preguntó Allie. Yo no me atrevía a hablar, por miedo a su respuesta. "Por los poderes que tengo, voy a intentarlo" "Bien, entonces". Allie cuadró los hombros, se alejó de su padre y se colocó al lado de Caleb. Caleb sacudió la cabeza. "No esta vez, Allison. Esto debo hacerlo solo" "Irás demasiado lejos, si no estoy allí. Sabes que lo harás"

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Caleb colocó sus manos, gentilmente, sobre los hombros de Allie. "Tú eres una sanadora tan talentosa como cualquier hada, que haya tenido el honor de instruir Antes", dijo. "Pero como tu maestro, te dijo que no estás preparada para esto" "Por lo menos, déjame ser tu vigilante" Caleb echó una mirada difícil de leer, en mi dirección. "Liza será mi vigilante" "¿Pero, por qué…?" "Confía en mí, Allison" Allie soltó el aliento. "Vas a ver que tenga cuidado, ¿no, Liza? ¿Te asegurarás de que no llegue muy lejos?" "Lo prometo", dije, pero mis pensamientos estaban con Mamá, esperando, y sin atreverme a tener esperanzas, que hubiera algo que Caleb pudiera hacer. "Yo me quedaré también", dijo Matthew. Caleb sacudió la cabeza. "Sólo Liza". Había algo en su voz… Aún no confiaba en él, no completamente. Pero, cualquiera fuera el riesgo, lo tomaría. Matthew sostuvo mi mano, de nuevo. Sus dedos se sentían fríos sobre los míos. "Llama si me necesitas. Estaré afuera.". Le dio un apretón a mi mano, y luego se fue. Kate, Samuel y Allie lo siguieron, dejándome sola con Caleb y Mamá. Caleb apartó el cabello de la frente de Mamá, y gentilmente, pasó los dedos por la plateada hoja de quia que ella llevaba. Algo se deslizó por su rostro, dejando aparecer el dolor. "Tenías razón, Rata. Nunca debí forzarte a irte. El error fue mío. Ahora lo sé" Caleb se giró hacia mí, y su cara se endureció nuevamente, recordándome al hombre que me había sostenido frente a un espejo. Sin embargo, no aparté la mirad de él. "Dos cosas", dijo, y su voz sonaba tan dura como su rostro. "Primero, una disculpa. No tenía derecho a forzar las visiones en ti o de entrar en tus pensamientos para ver a dónde guiaban esas visiones. Había otras maneras y debí recordarlas. Te pido que me disculpes".

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No dije nada. Lo hecho, hecho estaba. Como la Guerra… que permanecía allí, detrás nuestro, dijéramos lo que dijéramos. Luego de un largo momento, Caleb continuó, "Segundo: una vez que comience esta curación, no debes detenerme. Sin importar lo que pase. ¿Entiendes?" Entendía demasiado bien. Pensé en la promesa que le había hecho a Allie y la vergüenza ardió en mis mejillas, pero permanecí en silencio. Caleb asintió, tomando mi silencio como la respuesta que era. "Al menos, la fiebre se ha ido. Eso es una ayuda" Él colocó su mano sobre el pecho de Mamá. Por un momento, dos momentos, su expresión permaneció en calma. Luego, su cara se contrajo, como si estuviera sufriendo. Mamá se sentó erguida, gritando. Mi corazón latió tan fuerte, que pensé que iba a salirse de mi pecho. Caleb forzó a Mamá a recostarse sobre las almohadas de nuevo, mientras la luz fluía de sus manos como agua. La luz fluyó sobre el pecho y el abdomen de Mamá, sobre sus brazos y piernas. Sus gritos dieron paso a gemidos, mientras luchaba con Caleb. Sus ojos se abrieron de par en par, pero lo que sea que vio, no fuimos nosotros. Continuó forcejeando. Yo no podía respirar. No podía apartar la mirada. Los dedos de Caleb apretaron los hombros de Mamá. Ella se sacudió de nuevo, y exhaló con violencia, escupiendo sangre y vómito sobre sus ropas y las de él. Cuando cayó de nuevo sobre las almohadas, la giré sobre su costado, mientras Caleb caía a su lado. Él se levantó con un esfuerzo visible, y colocó sus manos a ambos lados del rostro de ella. "Tara", susurró, y yo no pude distinguir si el nombre era un llamado o una súplica. Mamá abrió sus ojos, y unas lágrimas se derramaron sobre sus mejillas. Caleb trazó un camino sobre ellas con un dedo, luego suspiró y se derrumbó en el suelo, con sus labios curvándose en una sonrisa. Mamá se sentó y me miró, con sus ojos despejados y centrados, observándome al fin. "Liza", susurró, como si todavía sintiera dolor. "Lizzy, mi bebé, mi niña". Me acercó y me apretó en un feroz abrazo. Yo pensé en todo lo que me había ocultado, en todo lo que no me había confiado para que supiera. Pensé en cómo la había encontrado, y cómo ella no

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había querido ser encontrada. Pero le devolví el abrazo, dejando escapar suspiros temblorosos, aferrándome como una niña. Me llevó varios latidos del corazón darme cuenta cuán silencioso estaba Caleb y algunos más alejarme de Mamá. Puse mi mano sobre su cuello. La piel estaba cálida, pero no sentía su pulso. "Caleb", lo llamé. No hubo respuesta. Convertí mis palabras en una orden. "Caleb. Kaylen". Todavía nada. Mi garganta se secó. Se lo prometí a Allie, pensé nuevamente. Mamá extendió la mano como para sacudirlo, y luego la apartó, con la pena asestándose aún más profundamente sobre sus facciones. Yo había estado dispuesta a aceptar lo que Caleb me había pedido, pero ¿y Mamá? ¿Y Allie? Los plateados ojos de Caleb todavía estaban abiertos. Miré en su interior, viendo de nuevo cuánto se parecían a los espejos. ¿Cuán lejos era demasiado lejos? ¿Cuánto pasa hasta que no tienes más remedio que dejar ir a alguien? Los ojos de Caleb se volvieron más brillantes, luminosos como metal, brillantes como la luz de la luna. No aparté la mirada. Miré fijo a esos ojos, y mientras miraba, vi… Caleb, arrodillándose debajo de un cielo gris, tamizando tierra oscura entre sus manos. A su alrededor, ennegrecidos árboles se alzaban como huesos desde la tierra muerta. Yo estaba de pie sobre esa misma tierra y vi esos mismos árboles. “Caleb”, llamé. No me escuchó. Caminé hacia él, y mis piernas se sentían como plomo, casi demasiado pesadas para levantarlas. Las cenizas crujían bajo mis pies. Por encima, brillaba un pálido sol, que no daba calor. Mi piel estaba pálida también. Mis ropas estaban desprovistas de todo color. Supe que estaba aquí, solamente en mi mente, que de regreso en la casa de Kate, mi cuerpo se desplomaba inmóvil, igual que el de Caleb. Volví a decir su nombre. Intenté caminar más rápido, pero no podía. Sólo podía dar un paso, y luego el siguiente, y luego el siguiente. Estiré mi mano para tocar el hombro de Caleb. Él levantó la mirada, y no había sorpresa, ni dolor, ni curiosidad en ésta.

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“Está terminado”, dijo. “No todavía”. Alcancé su mano y tiré, para ponerlo de pie. Él no me ayudó, ni me lo impidió. Su peso era como un saco de granos. Pero, cuando me giré y comencé a caminar nuevamente, no me pidió que lo dejara ir. Caminó conmigo. Nuestros pasos eran lentos, sin embargo, muy lentos. Sentía la tierra arrastrando mis pies. Quería detenerme, juntar fuerzas, sólo por un momento o dos. Polvo soplaba en el aire, nublando mi vista. Mis piernas eran como plomo, más pesadas que el plomo. Sin previo aviso, caí de rodillas. La mano de Caleb se deslizó de la mía. Miré fijo la tierra ennegrecida, sabiendo que necesitaba levantarme, pero sin acordarme cómo se hacía. Entre las cenizas, vi oscuras semillas de arce, moras grises, bellotas negras. Aferré una nuez pequeña y oscura en una mano… perfectamente redondea, que no pertenecía a ninguna de las especies que yo conocía. Muerta, pensé. Muerta y enterrada. Yo era la que había ido demasiado lejos, más allá de algún lugar donde crecieran las cosas. A pesar de eso, la semilla se sentía fría en mi mano. Sentía el profundo verde dentro de la nuez llamándome, suplicando ser llamada. Las semillas no eran como las personas. Incluso, cuando parecían dormir durante años y años, algo vivo permanecía en ellas, esperando la llamada del sol y la lluvia. Padre me había advertido, más que suficientes veces, de los peligros que contenían las semillas. Pero Padre se había ido. Y el verde en la nuez continuaba llamándome, suplicando ser llamado. Recordé las vides verdes que se habían entrelazado en las manos de Karin. Recordé las malezas alrededor de nuestra casa y cómo luchaban, año tras año. Recordé cómo el maíz y la calabaza luchaban contra mí, contra mi pueblo y toda su cosecha. Me aferré más fuerte a la nuez. Recordé cómo mi pueblo luchaba contra el maíz y la calabaza por turnos, porque sabía que nos mantendrían vivos. Recordé a Matthew, esforzándose por respirar mientras Caleb lo sanaba. Recordé, cuán fuertemente Allie había agarrado la cuerda, mientras cruzaba el río. Recordé cómo había pedido la ayuda de Karin, cuando los árboles nos habían atacado. Recordé como había alcanzado la mano de Matthew para salir de un río oscuro porque sabía, sin pensarlo, sin razón, que yo también quería vivir. Recordé el llanto de Rebecca. Recordé cómo mi hermana había vuelto ante mi llamado, aferrándose a las sombras cuando nada más quedaba.

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La mayoría de las cosas querían crecer, que se les diera una oportunidad. Encontré las fuerzas para ponerme de pie y alcanzar la mano de Caleb, una vez más. La semilla, en mi otra mano, temblaba y el verde luchaba por liberarse. A nuestro alrededor, la tierra gris se volvió plateada, de un brillante reluciente. El plateado nos rodeaba, veteado con verde por todas partes… Parpadeé en el brillo, y al siguiente momento estaba mirando hacia abajo, a Caleb, y él me devolvía la mirada, mientras Mamá nos observaba a ambos, con lágrimas derramándose en sus mejillas. Caleb abrió la boca, como si fuera a hablar, pero no salieron las palabras. "Lo siento", dije. Mi voz sonaba entumecida, como si no fuera útil para hablar. "Sé que debí haber preguntado. Allie dice que siempre debes preguntar, antes de llamar a alguien para que regrese. Pero yo sólo puedo ver con claridad que Mamá te necesita aquí, y Allie también, así que no podía sólo dejarte ir. Y bueno, no parecía que te molestara, como tampoco a Tallow" Caleb tomó una inspiración larga y desigual, luego otra más firme. Se sentó erguido y, solemnemente, levantó mi mentón. "No te disculpes, Liza. Estuviste bien" Lloré entonces. No por Mamá, no por Caleb, ni siquiera por mí misma. Era por el recuerdo de una semilla que temblaba en mi mano, sin entender que estaba en un lugar sin vida, ni color, ni esperanza. Me di cuenta que sostenía algo. Miré hacia abajo, separando mis dedos mientras lo hacía. Una nuez rojiza y pequeña estaba en el hueco de mi palma, perfectamente redonda, excepto por una pequeña rajadura en la cáscara, delgada como un buen hilo de nylon, de los de Antes.

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Capítulo 18 Traducido Por nere-chan Corregido por Verittooo

Tuve una hermana, una vez. Era un bebé precioso, de largas extremidades y ojos gráciles, oscuros como sombras a través de las moreras. Un mes después de su nacimiento, me escabullí antes del amanecer. Seguí la carretera, con una lámpara de aceite en una mano. El aliento se congelaba frente a mí. Arces y sicomoros susurraban entre ellos, pero no les tenía miedo. Les escuché, ya que Padre me había enseñado a hacerlo siempre. Sabía que tenía la suficiente magia para mantener los árboles a raya. La ladera de la colina, donde Rebecca había muerto, era un mosaico de zarzamoras y zumaques. "Váyanse", susurré, y los arbustos se apartaron gentilmente, dejándome pasar. Busqué durante mucho tiempo, pero no quedaba ningún hueso, ningún signo de nada, excepto las raíces marrones que habían agitado la tierra. Finalmente, la luz llegó al horizonte, y apagué la lámpara con un bufido. El cielo era gris, como iluminado por ascuas viejas. Abrí mi otra mano, y miré fijamente la semilla que se encontraba en mi palma. La grieta en su cáscara aún era pequeña, pero sentía el anhelo del verde que había en su interior, del mismo modo en que las sombras de los muertos habían anhelado ser convocadas. Cavé un agujero en la tierra con mis dedos, y planté allí la semilla. "Crece", le susurré. "Busca el sol, busca el agua, busca el aire" Esperé, pero no pasó nada. A veces, lo que queremos, o lo que no queremos, al final no importa. A veces, la magia no escucha, después de todo. Me sacudí la suciedad y volví a la carretera.

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Escuché los pasos de Allie, antes de girarme. "Ya deberías ser lo suficientemente sensata, para no dejarnos atrás", dijo. Su mano descansaba sobre el lomo de un lobo y éste había estado olisqueando el suelo, mientras caminábamos. Allie apartó la mano, y el lobo se sentó, contemplándome. Yo le contemplé también, reconociendo sus ojos grises. Yo siempre le reconocería, fuera cual fuera la forma que tomase. "No me estaba marchando", dije. Allie le dio un tirón a la trenza. Samuel le había desenredado el cabello con paciencia. "Eso era lo que pensaba Matthew también, pero yo no estaba tan segura. Así que Matthew dijo que vendría conmigo, y papá estuvo de acuerdo. Los chicos no son siempre estúpidos, ¿sabes?" "Lo sé". Extendí la mano para rascar a Matthew detrás de las orejas, y luego la aparté, avergonzada. La nariz de Matthew golpeó suavemente mi mano, para devolverla a su sitio. Allie rió. Después de un momento, yo también me reí. "Tú sí que tienes una nariz húmeda", dije, arrodillándome para rodear su cuello con mis brazos. Matthew apoyó su cabeza en mi hombro, con un suspiro de satisfacción. Pensé en cómo él me había seguido, contra toda razón. Unos cuantos copos de nieve cayeron, y los vi aterrizar en su pelaje. Quizás, no todo era polvo y ceniza, después de todo. "¡Miren!", gritó Allie. Me aparté de mala gana, mirando hacia donde señalaba. Entre las zarzas de moras y los sicomoros, se alzaba desde la ladera, un joven árbol de color verde, y de él brotaban ramas, brotaban hojas que alcanzaban el cielo. Y mientras yo miraba, el tronco central se oscureció hasta volverse de un marrón canela. Las hojas verdes se volvieron brillantes, cada vez más brillantes, y, de repente, todas a la vez, pasaron del verde a un brillante rojo-anaranjado… como si las hojas hubieran capturado un poco de sol y no lo quisiesen liberar. Esas hojas eran perfectamente redondas. Hojas de quia. Hojas de Fearie. Allie me cogió de la mano. A nuestro lado, Matthew se irguió, con las orejas en alto y el pelaje del lomo erizado. El árbol siguió creciendo, hasta que fue tan alto

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como yo, y aún más. Las zarzamoras y sicomoros que lo rodeaban también cambiaron, sombreándose de óxido y escarlata. Repentinamente asustada, grité, "¡Alto!" El árbol de quia siguió creciendo, haciendo caso omiso, como el Río, de mi orden. Una rama liberó una hoja naranja. Ésta revoloteó hasta el suelo. El viento sopló otra hoja hacia la carretera. Ésta aterrizó en el cabello de Allie, y yo se la quité apresuradamente. La hoja no estaba caliente, a pesar de la fiereza de su color. Era una hoja, nada más, nada menos. Otras hojas empezaron a caer también, sin hacer ningún daño. Matthew atrapó una hoja bajo su pata, y la olisqueó, inquieto. Los copos dejaron de caer, pero el aire aún olía a nieve. Una vez, las hojas habían cambiado de color en otoño, quemándose con la fiereza del fuego y cayendo con la suavidad de la nieve. Miré fijamente la hoja naranja en mi mano, pensando en la semilla que había traído de vuelta, desde un lugar más allá de mi mundo, y del Mundo de las Hadas, un lugar en el que el tiempo de crecer ya había pasado. "Creo que está bien", dije lentamente. "Creo que es sólo… el otoño. La forma en que solía ser el otoño Antes" Durante un tiempo, el árbol continuó creciendo, y nosotros seguimos mirándolo. Al fin, dejó de crecer. El árbol de quia era de la altura de un joven cornejo para entonces, y la mitad de sus ramas estaban desnudas. ¿Cuánto tiempo pasaría, me pregunté, hasta que le crecieran nuevas hojas? No hasta que la nieve se derritiera, quizás. Miré una vez más a la ladera, en la que mi hermana había muerto, y en la que ahora se encontraba el árbol de quia. "Descansa en paz", susurré. Y luego, me di la vuelta. Volvimos a la ciudad en silencio, viendo cómo las moreras y los olmos cogían color frente a nosotros; rojos, amarillos y naranjas, saltando de árbol en árbol, avanzando por el bosque como un incendio sin calor. Magia, pensé. Quizás, siempre hubo algo parecido a la magia en este mundo. En los límites de la ciudad vacilé, echando una mirada a Matthew. Él caminaba sin detenerse, la cabeza y la cola en alto, como si hubiéramos dejado de escondernos. Me pregunté si de verdad era seguro, aún con Padre fuera. Pero,

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si alguien intentaba hacerle daño, nos tendría a ambos para responderles, quizás a otros también. Quizás, con el tiempo, pudiésemos dejar de escondernos. La mayoría de la gente estaba fuera, en el campo… los copos de nieve eran recordatorio suficiente de la necesidad de acabar de cosechar. Fuera de la casa de Kate, ella y Samuel miraban las hojas cambiantes más allá de las casas, en silencio. La puerta estaba abierta, tras ellos. Samuel se aproximó a su hija, mientras nos acercábamos. No la había perdido de vista desde ayer, ni siquiera cuando fuimos a enterrar a Tallow. Allie había llorado mientras dejaba a la vieja gata en el fondo del agujero, incluso mientras me decía que estaba en lo correcto al dejarla ir. Ahora, Allie le entregó a su padre, con aire solemne, la hoja amarilla de un roble que había recogido de la carretera. Samuel la apretó en su mano. "Creo que los árboles dormirán este invierno". Sonrió. "Casi como Antes" Allie rió. "Eso es una tontería. Los árboles no duermen" Samuel lanzó la hoja hacia arriba. Ésta danzó en el aire por un momento, antes de descender. Allie la cogió de nuevo, justo antes de que llegara a tocar el suelo. Tras nosotros, Caleb apareció en la entrada. Mamá le siguió, y él la ayudó a bajar las escaleras. Ella estaba débil, pálida, pero se recuperaría. Caleb lo había dicho, y yo intentaba creérmelo. Ella ahora quería curarse. No necesitaba que Caleb me lo dijera. Al final de las escaleras, Caleb retrocedió. Él y Mamá mantenían una cuidadosa distancia, como si aún no se sintiesen cómodos el uno con el otro. Pensé en cómo habían caminado juntos entre los árboles, sin miedo. Pero eso era Antes, y fuera otoño o no, dudaba que los árboles volviesen a ser completamente inofensivos, de nuevo. Caleb miró fijamente las brillantes hojas. Luego volvió la mirada hacia mí, con la misma atención. "Muy bien hecho, en verdad", dijo, y asintió con la cabeza. Le tendí la hoja de quia que tenía en la mano. Caleb se puso rígido. Tomó la hoja que le tendía, con tanta seriedad como lo hizo una vez con la moneda que le dio mi madre, y le dio vuelta en sus manos.

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"Habrá semillas", dijo con suavidad. "Dentro de unos cuantos años. Volveremos, entonces. Correremos el riesgo, aunque sea el tiempo justo para plantarlas". Sonrió con una sonrisa pequeña, pero real, recordándome al joven de mis visiones. "Siempre hubo un vínculo entre nuestros mundos, Liza. Lo olvidamos durante la Guerra. No deberíamos haberlo olvidado nunca" "Lizzy". Mamá empezó a avanzar, y entonces se detuvo, como si se sintiese igual de insegura respecto a mí, que a Caleb. Así que fui yo la que avanzó hacia ella, lentamente, con paso seguro… hasta que, con lo que quizás fuera un sollozo, o quizás una carcajada, ella me apretó contra sí. Quizás todo vaya a ir bien. Yo casi lo creía así. No como una promesa. Nadie podía asegurar eso, no después de la Guerra, no después de tantas otras cosas que no podían deshacerse. Pero, los árboles estaban dejando caer sus hojas. ¿Quién sabe que más podía pasar? Allie retorció el tallo de su hoja de roble. Matthew se apoyó contra su abuela, y Kate pasó distraídamente el brazo por su espalda. Las hojas seguían cayendo. Copos de nieve empezaron a descender de nuevo. Y mi madre continuó abrazándome, abrazándome muy fuerte, como si esta vez no pensara dejarme ir.

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Fin del primer libro

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Agradecimientos  Foro Dark Guardians

http://darkguardians.foros-activos.es/  Traductora a cargo Pamee

 Traductoras

 C orre ct ora s

Dany

anvi15

Pamee

Pamee

Rachel

Mely

maka.mayi

maweyumi

Valentine Belik

Malu_12

Annalizz

Verittooo

Lizzyinthesun

moshalutz

Estefy KR.

 Revisión General

nere-chan

CairAndross

 Diseño Dany

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Faerie Winter

Liza es una convocadora. Puede llamar vida, incluso desde más allá de la tumba. Y debido a que la magia funciona en ambas direcciones, puede quitar la vida. Meses atrás, usó sus poderes para desterrar a su peligroso padre y rescatar a su madre, perdida en sueños, de la arruinada tierra de las hadas. Nacida a raíz de la guerra entre la humanidad y las hadas, Liza vivía en un mundo donde las cosas verdes nunca dormían, donde los árboles buscan arraigarse en carne viva y huesos. Pero ahora que los bosques han quedado en silencio. Incluso las ramas de hoja perenne están desnudas. Los cultivos de invierno no crecen y se cierne la amenaza del hambre. Y en medio del bosque, una voluntad oscura y malévola está trabajando. Para enfrentarla, Liza tendrá que encontrar en su interior algo más poderoso que la magia.

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