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Guerra del Chaco1. Exposición 19 de noviembre. Materia. Americana III. Tiempo estimado: 20 min. Aprox. Introducción La Guerra del Chacho se inició formalmente el 9 de septiembre de 1932 y finalizó el 12 de junio de 1935. La región en la cual se llevó acabo es conocida como Chaco Boreal, una de las tres regiones que comprenden el Gran Chaco. El Chaco Boreal es un área de aproximadamente 500.000 km², ubicada al norte del Río Pilcomayo, en la región del Gran Chaco, en la zona limítrofe entre Bolivia Argentina y Paraguay. Una zona completamente despoblada con un clima sumamente hostil. Las causas del conflicto pueden ser entendidas como un conflicto en problemas de límites, recursos de explotación mineral o la intención boliviana de poder concretar su necesidad de salida al mar, luego de que ésta fue frustrada por la Guerra del Pacífico (1879) a fines del siglo XIX. Sin embargo hay autores que señalan que este conflicto tiene sus orígenes en la época colonial. El resultado final de este conflicto fue la fijación de límites definitivos entre Paraguay y Bolivia. Con un saldo total de 370 mil hombres implicados en el conflicto, esta guerra fue la más importante en sur América durante el siglo XX. En los 3 años de duración, Bolivia movilizó 250 000 soldados y Paraguay 120 000, y el saldo total de bajas represento para Bolivia 60 mil hombre y para el Paraguay unos 30 mil aproximadamente. El enfrentamiento implico un gasto fundamental para ambos países debió a la cantidad de hombres movilizados y las características físicas del terreno sobre el cual se libró la guerra, cuyo mayor conflicto era el abastecimiento de agua de la tropa y de las comunicaciones entre ejércitos. El contexto histórico: Bolivia. A fines del siglo XIX Bolivia tenía una fuerte producción de estaño -que había sustituido a la producción minera de la plata-, la cual estaba controlada por básicamente tres familias 2. La declinación de la plata coincidió con la ‘Revolución Liberal’ de 1899, -en la cual los conservadores fueron desplazados- la cual implicó varios ejes: reforma política, intereses regionales (federalismo), cuestiones sociales (reclamos indígenas por las tierras), política más firme con Chile. Nada de esto fue cumplido por los liberales: reconocieron la ocupación chilena a cambio de la construcción de un ferrocarril, no hicieron ninguna reforma política y reprimieron a las masas indígenas. El predominio liberal acompañó los años de mayor expansión del ciclo del estaño. En 1914 se fundó el Partido Republicano, que en 1920, a través de una revuelta, desplazó a los liberales del poder. Los republicanos estaban divididos en dos alas, dirigidas por Bautista Saavedra y Daniel Salamanca. El primer mandato republicano lo ocupo Saavedra, quien dictó algunas leyes sociales pero reprimió 1

La historia política, militar y diplomática de la guerra del Chaco está conformada por un corpus bibliográfico y documental que permite conocer y analizar los principales aspectos de la confrontación. Conviene aclarar que la producción escrita referida a la guerra del Chaco es enorme, de modo que cualquier estado de la cuestión que se pretenda hacer sobre la materia exige efectuar recortes en su organización. 2 -Patiño, Aramayo y Hoschild-.La “Patiño Mines & Co.”, constituida en 1924 en los Estados Unidos por el poderoso millonario Simón Patiño asociado con accionistas estadounidenses, controlaba a través de las minas de Uncía y Llallagua el 50 % de la producción boliviana de estaño.

severamente a los sectores subalternos: masacre de Jesús de Machaca (1921) y de Uncía (1923), contra campesinos indígenas y mineros, respectivamente. Bajo el gobierno de Saavedra se profundizó la dependencia de Bolivia con los Estados Unidos, a través de los préstamos y el petróleo. A Saavedra le sucedió Hernando Siles, quien se hizo cargo de la presidencia en 1926. En 1928 comenzaron los incidentes fronterizos con Paraguay en el Chaco. Sin embargo, Siles aceptó la mediación de los países limítrofes evitando en ese momento el conflicto. En 1929 Bolivia será afectada por la crisis, que provocará un desequilibrio económica-financiero en su economía. Como consecuencia del desplome del precio internacional del estaño, se contrajeron las exportaciones y las importaciones, y aumentó el déficit presupuestario. En julio de 1930 Siles fue derrocado por un golpe militar, y reemplazado por una Junta encabezada por Blanco Galindo quien acentuó la represión al movimiento obrero y la política de concentración económica. La elite política, hizo un “pacto de honor” y junto a los militares golpistas, proclamaron presidente en 1931 a quien llevaría a Bolivia a la guerra: Daniel Salamanca. Paraguay. La situación del Paraguay durante las primeras décadas del siglo XX no era más esperanzadora que la de Bolivia. El país apenas pudo sobrevivir como nación independiente tras la guerra de la triple alianza, perdiendo grandes extensiones de territorio. Sin embargo, logró conservar buena parte del Chaco Boreal gracias a una mediación internacional que le resultó favorable. El estado paraguayo comenzó lentamente a reconstituirse a partir de una política sumamente liberal. Hacia 1880 se formaron los que se convertirían en los partidos tradicionales del país, colorados y liberales. Estos partidos no se diferenciaban ni desde el punto de vista ideológico ni por su composición social, sino en relación a su afinidad con los intereses de los países vencedores en la pasada guerra, Brasil y Argentina, respectivamente. Sus dirigencias estaban constituidas por terratenientes y elites urbanas, y sus bases por campesinos vinculados a las dirigencias a través de redes clientelísticas. Los colorados gobernaron el país desde 1876 hasta 1904. Ese año, una “revolución” liberal terminó con el ciclo colorado, alternándose por varias décadas gobiernos liberales pertenecientes a distintas facciones del partido. Eduardo Schaerer y Manuel Gondra fueron los dirigentes que lideraron estas luchas, que desembocaron en una guerra civil abierta que duró catorce meses entre 1922 y 1923, a cuyo fin fue elegido presidente Eligio Ayala, quien dictó una ley electoral que garantizó la libre participación de las fuerzas políticas y la representación de las minorías. Bajo el predominio de los liberales se afianzaron en el país los intereses argentinos ligados a los británicos, a través de grandes empresas que explotaban el tanino, la madera y la yerba mate, y que también monopolizaban los transportes fluviales, vitales para la comercialización de la producción paraguaya. Este proceso había comenzado en 1870, cuando la constitución autorizó la venta de las tierras fiscales a ínfimo precio. Para la época del conflicto, se calculaba que de las veintidós millones de hectáreas en disputa, diez millones eran propiedad anglo-argentina. La crisis del ’29 repercutió duramente en Paraguay. La disminución de las exportaciones y la baja del precio de las materias primas se sintieron fuertemente en el

país, y las consecuencias fueron el encarecimiento de los precios en el mercado interno y la caída de los salarios. Aspectos Comunes. Bolivia y Paraguay fueron las naciones sudamericanas que resultaron más perjudicadas en los procesos de conformación territorial de los estados nacionales de fines del siglo XIX. Bolivia, en el transcurso de la guerra del Pacífico con Chile (1879-1880), perdió su litoral marítimo; mientras Paraguay casi desaparece tras su derrota en la guerra contra la triple alianza (1865-1870), siendo gran parte de su territorio repartido entre Brasil y Argentina y su población seriamente diezmada. Esto fue conllevando a que ambos países vivieran una crónica inestabilidad política, crisis de legitimidad de las elites dominantes por su incapacidad para conducir la nación, pérdida del control de los recursos económicos más importantes a manos del capital extranjero, serán algunas de las consecuencias de los procesos que se suceden en la conformación de estas dos naciones, algunos de los cuales siguen presentes hasta hoy. Causales de la Guerra. La guerra del Chaco puede entenderse como consecuencia directa de las pujas por el petróleo desatadas por los grandes monopolios, en este caso la Standard Oil, norteamericana, titular de los yacimientos bolivianos, y la Shell, inglesa, con fuertes intereses en Paraguay y Argentina, que intentaba impedir la expansión de su rival en los territorios entonces sin delimitar del Chaco. El control de la riqueza petrolífera era el gran disparador de la rivalidad anglo-estadounidense en la región, que la cuenca petrolífera tenía entonces gran importancia geopolítica pues no existía tecnología para transportar el petróleo boliviano a través de los Andes hacia el Pacífico. Sin embargo los intereses que impulsaron la guerra fueron mucho más complejos. Numerosos factores terminaron interrelacionados entre sí en el desencadenamiento de los acontecimientos que condujeron a la guerra. La bancarrota financiera del Estado boliviano ocasionada por la caída de los precios del estaño agravaba la crisis política y social del país, haciendo urgente encontrar nuevos recursos. La explotación intensiva del petróleo podría proveerlos, pero requería la búsqueda urgente de una vía que permitiera su transporte a bajo costo. Esa vía no podía ser otra que un puerto sobre el río Paraguay, que abriera el paso hacia la cuenca del Plata, y aquí es donde se producía el choque con los intereses británicos que controlaban las grandes vías fluviales. Por su parte, la minería boliviana si bien había tenido un repunte económico en 1933 volvería desplomarse y a tomar precios similares a los anteriores al '29. Esto originó despidos y reducción salarial en la masa de trabajadores mineros, y disminución de los ingresos fiscales, por ende, agravamiento de la crisis social y drástica reducción de los recursos estatales para enfrentarla. A poco tiempo de iniciado su gobierno, Salamanca se encontraba frente a un escenario similar al que había precipitado la caída de Siles. Creyó entonces encontrar una salida en la expansión boliviana en el Chaco, detrás de la cual pensaba unificar la nación, aislar y reprimir a los díscolos y descontentos con su política.

En el trasfondo de todo esto jugaba la necesidad de los grupos dominantes bolivianos de resolver la histórica falta de legitimidad producto de la humillante derrota en la guerra del Pacífico. Fue el propio Salamanca quien redondeó la idea que circulaba en la elite gobernante del Altiplano: “Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra victoriosa, para que el carácter boliviano no se haga de día en día más y más pesimista. Así como los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para salvar sus almas en la vida eterna, los países como el nuestro que han cometido errores de política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay. Por un lado, es el único país al que podemos atacar con seguridades de victoria, lo que fortalecería nuestro débil sentimiento patrio, y por otro, la guerra exterior haría desaparecer las fronteras partidistas, indispensable acontecimiento para terminar con la vergonzosa cadena de revoluciones caudillistas, que nuestro país muestra en su historia”.

Cuando Bolivia y Paraguay se volvieron estados independientes heredaron una vaga determinación de los límites de esa zona inhóspita y despoblada por lo que tuvieron que fijar sus respectivas jurisdicciones de acuerdo con documentos muchas veces contradictorios. Los cuatro tratados de límites que se acordaron entre 1879 y 1907 no fueron aceptados definitivamente por ninguna de las partes. Cuando Bolivia perdió la salida al océano Pacífico, como consecuencia de la Guerra del Pacífico, esa región adquirió un valor estratégico para ese país: la ocupación del Chaco Boreal fue necesaria para salir al océano Atlántico por el río Paraguay. Otra causa fue la supuesta existencia de petróleo en el subsuelo chaqueño que la Standard Oil ya extraía en sus bordes serranos. Esa empresa había fracasado en su intento por sacar el petróleo boliviano por un oleoducto en territorio argentino hasta la refinería que tenía una subsidiaria suya sobre el río Paraná quedándole como única opción cruzar por el Chaco Boreal hacia el río Paraguay, lo más al sur posible. Otra de las causas fue el estado financiero del Paraguay, como consecuencia del terrible conflicto internacional que lo postró durante muchos años, obligó al Gobierno a ofertar, a precio irrisorio, miles de kilómetros cuadrados de territorio nacional, en la Región Oriental y en la Occidental o Chaco. La venta de tierras públicas, con el propósito de oxigenar la desesperante situación del país, permitió la adquisición de ellas por varias empresas, la mayoría de capital extranjero, especialmente argentinas3. Quizás la causa más interesante para presentar es la postura que ve al Chacho como región perteneciente a uno u otro país desde tiempos coloniales. A partir de las independencias se apeló a una figura jurídica conocida como Uti possidetis juris, que en el caso de Bolivia le otorgaba cierta calidad de sucesora de la antigua Audiencia de Charcas, aunque esta condición tenía poca consistencia, porque nunca, en todo el periodo colonial, fueron definidos los límites exactos de las circunscripciones españolas4. 3

Una de estas fue la empresa de Carlos Casado del Alisal, que adquirió miles de leguas cuadradas y estableció en ella un importante complejo industrial, iniciando la producción del Tanino que ubicó al Paraguay, poco tiempo después, como el mayor generador mundial de dicho producto durante más de sesenta años. Además de la venta de extensas tierras para el establecimiento de empresas extractivas, numerosos establecimientos ganaderos se ubicaron en la región. 4 Justamente esa situación fue la que originó los problemas que el Paraguay tuvo con sus vecinos directos y que desembocaron, tanto en el conflicto con la Triple Alianza (1864-1870) como en el conflicto paraguayo-boliviano, entre 1932 y 1935.

Si el Uti possidetis de juris le daba a Bolivia ciertos derechos sobre el territorio chaqueño, al Paraguay le amparaba el Uti possidetis de facto, pues a lo largo de su historia hizo acto de presencia, sino en todo el territorio, en parte importante del mismo. Hay que tener presente que el centro neurálgico de Bolivia (La Paz) se encontraba a más de 2.000 km de distancia de la región en conflicto, mientras que la del Paraguay (Asunción) solo se alejaba 300 km. Con el propósito de ocupar el territorio chaqueño, desde los años de la época colonial, las autoridades de Asunción realizaron numerosas acciones en el sentido de establecer la soberanía del Paraguay en el Chaco. La fundación de poblados y guarniciones militares fue parte de ese objetivo. Al concluir la guerra contra la Triple Alianza de Brasil, Argentina y Uruguay, y el conflicto chileno-boliviano de 1879, es cuando la posesión del Chaco sale a relucir como punto conflictivo en la historia regional, convirtiéndose en tema de discusiones diplomáticas. Desarrollo y desenlace de la contienda En términos generales, se puede considerar a Bolivia como mejor preparada que Paraguay para un enfrentamiento. En contrapartida, el ejército paraguayo era muy débil en los años previos a la guerra y no hay que olvidar los enfrentamientos civiles de 1922-23. Desde el punto de vista político, tanto el presidente Guggiari como su sucesor Ayala, convirtieron la reivindicación del Chaco en un punto central de su programa político, y lanzaron una campaña propagandística a nivel nacional e internacional, presentando la causa paraguaya como una guerra de defensa nacional contra un agresor mucho más fuerte, apoyado por los Estados Unidos. En 1927 se produjo el primer enfrentamiento en el Fortín Sorpresa, en el cual fue muerto el teniente paraguayo Adolfo Rojas Silva. Un año después, en 1928, el ejército boliviano resolvió establecer Fortín Vanguardia, cercano al río Paraguay. Los choques comenzaron en diciembre, cuando el mayor paraguayo Rafael Franco, ordenó por su cuenta un ataque por sorpresa destruyendo el fuerte. Bolivia reaccionó rápidamente ocupando dos fortines paraguayos. Ambos gobiernos ordenaron la movilización general, pero la rápida intervención de las naciones vecinas y una mediación internacional conjuraron provisoriamente el estallido del conflicto. En 1932 se repitieron los incidentes, pero esta vez a una escala mucho mayor. El 15 de junio los bolivianos tomaron el fortín Carlos Antonio López, que controlaba el acceso a la estratégica laguna Chuquisaca/Pitiantuta. El alto mando paraguayo ordenó retomar el fortín, lográndose cumplir el objetivo un mes después. La respuesta de Bolivia no se hizo esperar: tomó Boquerón, que se encontraba no muy lejos de Asunción, y posteriormente ocupó otras dos fortines, Corrales y Toledo. Paraguay -donde Guggiari había entregado el mando presidencial a Eusebio Ayala, y el coronel Estigarribia quedó al frente del ejército- respondió con la movilización general a la ofensiva boliviana. El 29 de septiembre de 1932, tras 20 días ininterrumpidos de duros combates, se rindieron los últimos defensores de Boquerón. El ejército boliviano se retiró desmoralizado, mientras para los paraguayos la victoria representó una inyección de optimismo.

En Boquerón quedaron delineadas las tendencias que marcarían la contienda en los tres siguientes años. Sería una guerra de movimiento, con grandes desplazamientos de hombres y materiales. Una guerra donde las penurias de los combatientes se multiplicaban, al librarse en un territorio inhóspito, con escasa población, muy poco agua, sin recursos, carente de rutas, bajo un clima agobiador. También los soldados paraguayos se adaptaban mucho mejor a las duras condiciones del “infierno verde” que los indígenas del altiplano boliviano, movilizados por millares a los campos de batalla. El gobierno boliviano confió el mando de sus tropas al general alemán Hans Kundt, basado en su trayectoria y experiencia en la primera guerra mundial. Kundt, fue un completo fracaso: en medio de los sucesivos avances y retrocesos de ambos ejércitos, perdió todas las batallas que libró. La situación logística de Bolivia se complicó al declarar Paraguay oficialmente la guerra el 10 de mayo de 1933, como consecuencia de lo cual Chile y Argentina cerraron sus fronteras con el país del Altiplano, clausurando sus vías de aprovisionamiento desde el Pacífico y a través de los ríos Pilcomayo y Bermejo. En Julio de 1933, un nuevo ataque boliviano contra varios fortines paraguayos, incluyendo la importante plaza de Nanawa, fracasó sufriendo graves bajas. Estigarribia sitió a los contingentes bolivianos en Pampa Grande y Pozo Favorito, y obtuvo, el 11 de diciembre de 1933, la gran victoria de Campo Vía, donde se rindió el grueso del ejército boliviano. En esas circunstancias tuvo lugar un cese provisorio del fuego hasta los primeros días de 1934, en que prosiguieron las hostilidades. En el ínterin Kundt fue relevado, siendo reemplazado por el general Enrique Peñaranda, quien en marzo de 1934 sufrió una derrota en Cañada Tarija, pero ese mismo mes el ejército boliviano obtuvo su única victoria significativa en la guerra: Cañada Strongest. Sin embargo, el ejército paraguayo prosiguió su avance, y el 16 de noviembre de 1934, el coronel Carlos Fernández obtuvo la victoria de El Carmen. Por primera vez los paraguayos penetraron en territorios ocupados por los bolivianos que no estaban en disputa al principio de la guerra. En ese mismo mes de noviembre, Ballivián, sede del cuartel general de Peñaranda, tuvo que rendirse al encontrarse sin suministros. Ante la consumación de esta sucesión de derrotas, los jefes del ejército boliviano decidieron deponer al presidente Salamanca, cuyas discrepancias constantes con el estado mayor del ejército constituían uno de los factores de la incapacidad boliviana para revertir la situación. Es así como a fines de noviembre el vicepresidente Tejera Solórzano fue ungido por el alto mando como nuevo presidente de la nación. El ejército boliviano intentó un contraataque, pero Estigarribia eludió un combate frontal, y ocupó los vitales pozos de agua de Yrendagué. Sin una gota de agua, miles de bolivianos sufrieron una muerte espantosa por sed, abrazados por el calor del desierto, mientras otros miles debieron rendirse al enemigo. Los paraguayos obtuvieron de esta manera vía libre para su avance, llegando hasta las márgenes del río Parapití (enero de 1935), ocupando territorios que desde el siglo XIX estaba bajo jurisdicción boliviana. En abril de 1935 se apoderaron de la ciudad boliviana de Charagua, quedando a su alcance los ricos territorios petrolíferos que tenían a Camiri como centro neurálgico. Una última y desesperada contraofensiva boliviana logró detener el avance paraguayo en los contrafuertes andinos, recuperando parte del territorio ocupado.

En julio de 1935, con ambos ejércitos virtualmente agotados y sin posibilidades de proseguir las operaciones, se acordó un alto el fuego, reuniéndose en Buenos Aires una conferencia internacional con asistencia de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. El 21 de julio de 1938 Paraguay y Bolivia firmaron en Buenos Aires el tratado definitivo de paz. Paraguay no logró retener todo el territorio que sus ejércitos habían ocupado, en particular no logró instalar la frontera en las márgenes del río Parapití, como era su aspiración de máxima, pero no cabe duda que se quedó con la mayor parte del territorio en disputa, reafirmando además su soberanía sobre Bahía Negra, sobre el río Paraguay. En cuanto a Bolivia, un puerto libre concedido sobre el Paraguay y la entera posesión de la cuenca del río Parapití, no alcanzaron a disimular la enorme pérdida territorial sufrida. Una nueva frustración se abatía pesadamente sobre la nación del altiplano. Consideraciones Finales Como hemos dicho anteriormente, en las investigaciones actuales la disputa por el petróleo entre la Standard Oil y la Shell está fuertemente relativizada por los distintos autores al analizar los orígenes de la guerra del Chaco. Un elemento subyacente que contribuye a apuntalar este razonamiento es que, finalizada la contienda, en los territorios en disputa no se hicieron nuevos hallazgos de yacimientos petrolíferos. A su vez, el desplazamiento de la tradicional hipótesis explicativa de la guerra implica poner el foco de análisis en los acontecimientos internos de ambos países que habrían precipitado el estallido bélico, relativizándose, por lo tanto, la responsabilidad histórica atribuida tradicionalmente a las multinacionales petroleras y a sus países de origen. Por último, al poner énfasis en la situación interna de ambos contendientes en las vísperas del

inicio de las hostilidades, el gobierno boliviano -y el presidente

Salamanca especialmente- es quien aparece precipitando la hecatombe, mientras que las autoridades paraguayas solo habrían atinado a impulsar la “defensa nacional” ante la invasión extranjera, como arguyeron sus voceros y diplomáticos. Debemos advertir sin embargo sobre los límites de estos razonamientos. El petróleo chaqueño tenía en la década del ’30 una enorme importancia estratégica para las grandes potencias, que va a disminuir notoriamente a partir de la segunda posguerra, al abrirse a la explotación las grandes reservas de Medio Oriente. Por otro lado el transporte masivo de la riqueza chaqueña sólo podía hacerse a través de las vías fluviales de la cuenca del Plata, controladas por los británicos a través de sus intereses en Paraguay, y solo accesible a Bolivia mediante un triunfo militar en el Chaco. Es cierto que estos acontecimientos fueron precipitados por los efectos de la crisis del ’29 en ambos países, pero aun cuando los intereses de las elites (especialmente la boliviana) no pueden soslayarse a la hora de establecer responsabilidades en la tragedia, esto no quita el carácter ‘criminal’ de la contienda que, como es habitual en estos casos, se intentó disimular con abstractas invocaciones a la “defensa de la patria”, formuladas desde los dos bandos. Este discurso tuvo eficaces efectos al principio del conflicto especialmente en Paraguay, donde sus dirigentes se esforzaron por mostrar un país pequeño e indefenso amenazado e invadido por un vecino poderoso y hostil. Sin embargo, después de Boquerón esos efectos

fueron desvaneciéndose, al quedar en evidencia el avance del ejército paraguayo, que trastocó el carácter supuestamente defensivo de la guerra para ese país, llegando a ocupar territorios que nunca antes habían estado en disputa entre los dos países. Territorios que por otra parte, no pertenecían ni al pueblo boliviano ni al pueblo paraguayo, sino que estaban repartidos en grandes estancias y yerbatales, la mayoría de las cuales eran propiedades anglo-argentinas y estadounidenses. El carácter fratricida e injusto de la guerra, así como la denuncia del mismo y los esfuerzos antibelicistas de la izquierda, los dirigentes sindicales y numerosos intelectuales de la época, quedaron sepultados bajo el peso de la transmutación operada a partir del surgimiento de un proceso de construcción de la nacionalidad en ambos países, que llevó a la caída de los regímenes que impulsaron la guerra y la conformación de nuevos procesos sociopolíticos en Bolivia y Paraguay. Lo interesante de esta guerra estribaría en intentar entender por qué dos naciones en situación crítica a modo genérico, como lo estaban Paraguay y Bolivia, se embarcan en un conflicto bélico sumamente costo en todos los sentidos por una región de amplia hostilidad en todos los sentidos. Cuando la guerra comenzó, Bolivia tenía la ventaja de una población tres veces la de Paraguay. No obstante, tenían la gran desventaja de la apatía de la población y un ejército sin deseos de luchar. Paraguay contaba con el apoyo de sus ciudadanos, líderes competentes y la logística de las líneas de comunicación cinco veces más cortas que Bolivia. Una guerra sin sentido, de masacres insensatas, de cambios vertiginosos de comandantes solo por el hecho de promoción y obtener su "boleto de combate", resultó ser la ruina de las Fuerzas Armadas bolivianas. Después de tres años extenuantes, Paraguay ganó paulatinamente suficiente terreno y declaró la victoria. El verdadero vencedor fue Argentina quien apoyó al Paraguay para proteger sus intereses en el extranjero en la forma de exploraciones de petróleo, ganado y haciendas. La guerra del Chaco tuvo consecuencias de enorme importancia en los procesos políticos y sociales posteriores de ambos países sudamericanos. En el transcurso de la contienda comenzaron a constituirse los actores sociales que protagonizarán las grandes transformaciones de la posguerra. La conformación de una nación moderna, aspiración de las mayorías nacionales en ambos países, seguirá caminos distintos, pero en ambos países los contenidos de la conflagración bélica serán re-significados, pasando a integrar un nuevo imaginario nacional. Lo interesante de esta guerra que fue mortal en saldo humano y material para ambos países 5, es sin embargo, que en los procesos socio-políticos posteriores en ambas naciones hubo una re-significación de la memoria del conflicto bélico, que pasó a constituirse en episodio constituyente de la identidad nacional, desdibujándose, a medida que pasaba el tiempo, sus contornos más nítidos. Se inició así un complejo proceso de transmutación por el cual, lo que fue para los contemporáneos un doloroso conflicto, se convirtió para las generaciones posteriores (pero también para sus propios protagonistas sobrevivientes) en piedra angular de la construcción de una nueva nacionalidad, vinculada ahora a la modernización de la nación y a la extensión de la ciudadanía a los sectores subalternos anteriormente excluidos. . 5

Decenas de miles de muertos, heridos, mutilados, prisioneros de guerra en condiciones durísimas, fue el saldo de la guerra.

Desde el punto de vista historiográfico el terreno donde se evidencia con más nitidez este proceso está constituido por los testimonios recogidos a través de la historia oral. En el caso de Bolivia, los excombatientes, hoy beneméritos de la patria, ofrecen testimonios en los cuales los hechos heroicos, los sacrificios consumados en aras de la defensa de la patria, reemplazan las descripciones de las duras condiciones de vida en el frente, la desorganización, la improvisación y el maltrato de los oficiales a los soldados rasos. Incluso en un ejército como el boliviano, estructurado durante la guerra en términos de casta -oficiales blancos, suboficiales cholos, soldados indígenas- las diferencias étnicas aparecen también ocluidas en los testimonios de los ex-combatientes. La memoria, a través del mecanismo del recuerdoolvido, ejerce un filtro que diluye los aspectos más dramáticos de la experiencia chaqueña, poniendo en primer plano aquello que mucho tiempo después justifica -en el discurso de sus portadores- la posición social en que éstos se encuentran en una sociedad muy distinta de aquella que un día los precipitó en el horror de la guerra.

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Archivo Fotográfico:



Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima. Archivo de Carlos Sanctis: Un médico argentino

voluntario

en

la

Guerra

del

Chaco.

Disponible

http://www.histarmar.com.ar/ArchivoFotosGral/ArchDiSanctis/DiSanctis-Prologo.htm

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