Fundamentos de Etica y Moral

FUNDAMENTOS DE ETICA Y MORAL LICDO Y PSICOLOGO. ALEJANDRO RIOS ORTIZ INTRODUCCION. Cuando hablamos de inmoralidad públi

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FUNDAMENTOS DE ETICA Y MORAL LICDO Y PSICOLOGO. ALEJANDRO RIOS ORTIZ

INTRODUCCION. Cuando hablamos de inmoralidad pública o administrativa, cuando acusamos a alguien de falta de ética profesional o decimos de él que no tiene conciencia, estamos dando por supuesta la existencia de la moral como un fenómeno social. Existen en toda sociedad patrones de conducta, tanto en el ámbito profesional, individual como en lo colectivo, cuya observancia se impone a todos como un deber. Así, por ejemplo, se prohíbe salir desnudo a la calle, agredir a las personas, etc.

CONCEPTO DE ETICA. Etimológicamente el término ética es de origen griego ÉTHOS” que significa moral, costumbre. Y la podemos definir como la ciencia normativa de la rectitud de los actos humanos por los últimos principios de la razón. Es ciencia por que es un conjunto lógico y coherente de conclusiones y leyes deducidas de principios evidentes, normativa por que enseña no lo que el hombre hace sino lo que debe hacer y rectitud significa el orden moral al cual debe conformar el hombre sus acciones como ser racional.

FUENTES DE LA ETICA. Las fuentes de la ética son: a- La razón humana b- la experiencia c- la historia d- la revelación 1. la razón humana es la principal fuente de la ética. Nuestra razón encuentra y conoce claramente algunos principios morales ciertos y universales, y deduce otros principios que se derivan de ellos. 2. la experiencia y la historia son una fuente secundaria de gran valor. La experiencia es interna y externa y la historia amplía incalculablemente el campo de nuestros conocimientos y experiencias. 3. la revelación sobrenatural es un complemento en cuanto a los preceptos.

DIVISION. La ética se divide en general y concreta. La primera establece los principios fundamentales del valor moral o moralidad, la segunda se ocupa de los derechos y deberes del hombre en las condiciones concretas de su vida individual, profesional y social.

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EL TEMA DE LA ÉTICA El asunto fundamental del que la Ética se ocupa es la felicidad humana, mas no una felicidad ideal y utópica, sino aquella que es asequible, practicable para el hombre. Al menos así aparece en lo que podríamos llamar la tradición clásica de pensamiento moral desde Aristóteles hasta Kant, excluyendo a éste último. Como todo ser vivo, el hombre no se conforma con vivir simplemente. Pretende vivir bien. Una vez garantizado el objetivo de la supervivencia, se plantea otros fines. Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la finalidad de la vida humana no estriba sólo en sobrevivir, es decir, en continuar viviendo; si la vida fuese un fin en sí mismo, si careciese de un "para qué", no tendría sentido. Tener sentido implica estar orientado hacia algo que no se posee en plenitud. Ciertamente algo de esa plenitud hay que poseer para aspirar inteligentemente a ella: al menos algún conocimiento, a saber, el mínimo necesario para hacerse cargo de que a ella es posible dirigirse. Con todo, el dirigirse hacia dicha plenitud se entiende desde su no perfecta posesión. Soy alguien a lo que algo le falta. Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo se da cuenta de que con vivir no tiene suficiente: necesita vivir bien, de una determinada manera, no de cualquiera manera. Dicho de otro modo: vivir es necesario pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta: para qué vivir (la cuestión del sentido) y, en función de ello, cómo vivir. Justamente ahí comienza la Ética. La felicidad se nos antoja, en primer término, como una plenitud a la que todos aspiramos y, por tanto, de cuya medida completa carecemos. Sin embargo, esa "medida" no es en rigor cuantificable. La felicidad más bien parece una cualidad. Podríamos describirla como cierto "logro". Así lo hace Aristóteles, para quien la felicidad es "vida lograda" (eudaimonía), a saber, una vida que, una vez vivida y contemplada a cierta distancia – examinada, analizada, reflexionada, comparece ante su respectivo titular como algo que sustancialmente ha salido bien; una vida, en fin, que merece la pena haber vivido. Tal característica de lo "logrado" se especifica, a su vez, en dos modos prácticos del bien: lo que me sale bien y lo que hago bien. En la vida hay acontecimientos que me salen al paso, sin que yo los busque, y otros que hago yo surgir de manera propositiva. En la biografía de todo ser humano se articulan elementos que él ha hecho intervenir por su propia iniciativa, de manera planificada, con acontecimientos imprevistos, y a menudo imprevisibles. Tanto unos como otros implican una importante carga ética: lo que hago, porque lo he traído yo al ser, a la realidad de mi vida o del cosmos; y lo que me pasa, porque aun no habiéndolo planificado yo, me pide una respuesta, me desafía, supone un reto que me obliga a poner en juego los recursos de mi propia identidad moral, identidad que quedará en evidencia por la forma de encarar el destino. Si bien en el segundo aparece más bien como re-activo, en ambos casos se advierte que el ser humano es un ser activo. Y la ética pone de relieve, en primer término, esta índole activa: se refiere a la praxis humana,

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al obrar –activo o reactivo que implica libertad y que, por tanto, no está sujeto a una determinación unívoca. El Ser humano puede actuar o reaccionar ante una concreta situación de muy variadas maneras, y entre ellas la ética pretende poder dilucidar cuál es la mejor, la más correcta o conveniente de cara al sentido último de la existencia humana, a esa plenitud que, a fin de cuentas, resultará, en conjunto, del buen obrar (eupraxía). ORIGEN Como todo saber la ética puede ser analizada etimológicamente, investigando sus raíces lingüísticas. El término ética se deriva de la palabra ethos. Parece ser que el primero que utilizó esta palabra fue el poeta Homero, quien entendía por ethos " Lugar habitado por hombres y animales". Otra interpretación interesante de esta palabra se encuentra en el filósofo griego Zenòn de Citio, quien sostiene que el ethos " es la fuente de la vida, de la que manan los actos singulares." La acepción más conocida y difundida del vocablo ethos se presenta a partir de Aristóteles, ligado a un conocimiento llamado precisamente ética. Según esta acepción, ethos significa temperamento, carácter, hábito, modo de ser. De acuerdo con el significado etimológico, Ética seria una teoría o un tratado de los hábitos y las costumbres. El vocablo ^ethos sin embargo, tiene un sentido mucho más amplio que el que se da a la palabra ética. Lo ético comprende la disposición del hombre en la vida, su carácter, costumbre y moral. Podríamos traducirla "el modo o forma de vida" en el sentido profundo de su significado. En efecto, el ethos según la tradición griega implica una serie de costumbres adquiridas por hábito y no innata; el ethos significa una conquista del hombre a lo largo de su vida. Que se traduce en modo o forma que cada uno de nosotros vive frente a la sociedad de la cual hace parte. Aristóteles distingue entre virtudes Éticas o morales y virtudes dianoéticas o intelectuales. Las primeras se generan por una repetición de actos y costumbres. Las virtudes Éticas son, pues, fruto de la costumbre y se llegan a conquistar por medio de un modelo sistemático de vida. Comenta Aristóteles: " Las virtudes no nacen en nosotros ni por naturaleza ni contrariamente a la naturaleza, sino que, siendo nosotros naturalmente capaces de recibirlas, las perfeccionamos en nosotros por la costumbre." En cuanto a las virtudes intelectuales o dianoéticas, estas se fundan en una comprensión racional o intelectual de la conducta. Para no caer en la amplitud de la definición etimológica de la Ética, se formulará otra definición en relación a su objeto de estudio.

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Toda ciencia tiene un objeto de estudio llamado campo de investigación. De acuerdo con esto, puede afirmarse que Ética es la ciencia filosófica encargada de estudiar o reflexionar sobre la moral, pero como la moral tiene un carácter humano y social, puede ampliarse esta definición señalando que : La Ética es la disciplina filosófica que estudia el comportamiento moral del hombre en sociedad. La filosofía se interesa por si misma en muchas cosas, pero hay tres en las que pone un esencial interés: 1º. Debemos aprender a pensar tan clara y lógicamente como nos sea posible. 2º. Debemos mostrar la relevancia de esa manera de pensar para hacer frente a los problemas que se nos presentan... 3º. Debemos pensar de tal forma que surjan alternativas nuevas y se abran nuevas opciones. El fenómeno moral es una creación exclusiva del hombre. Solo ciertos actos humanos pueden ser calificados de buenos o malos desde el punto de vista de la moral. Solamente el hombre tiene un sentido Ético o una conciencia moral. La ética florece a partir de nuestros valores que nos dictan si algo esta bien o mal (correcto o incorrecto) en un acto humano. Mayor relevancia adquiere cuando el acto afecta a un tercero. MORAL: El hombre a través de su vida va realizando actos. La repetición de los actos genera "actos y hábitos" y determinan además las "actitudes". El hombre de este modo, viviendo se va haciendo a sí mismo. El carácter como personalidad es obra del hombre, es su tarea moral, es el cómo "resultará" su carácter moral para toda su vida... Podemos aproximarnos a la conceptualización de la palabra "moral" (origen del latín) como la adquisición de "Modo de Ser logrado por apropiación", o por niveles de apropiación, donde se encuentran los sentimientos, las costumbres y el carácter. En otras palabras podemos decir que es un sistema de juicios de valor que forman parte de la cultura de una sociedad o comunidad humana, mediante el cual esa comunidad califica como buenos o como malos los actos de las personas que pertenecen a ella. El término tiene connotación teológico-religiosa. Se reserva el concepto de moral para la acción práctica o vivencial. Moral deriva del latín mos, moris, que significa costumbre, modo de comportarse. La moral es la costumbre que tiene la sociedad de calificar la conducta de las personas. Por ejemplo, se acepta la verdad y se rechaza la mentira. La moral está ligada a la tradición, a la cultura, a las creencias religiosas, a la época, al grupo al que se pertenece. Costumbres que son aceptadas en una región pueden ser condenadas en otra, algunas que son alabadas en una época pueden ser castigadas en otra, normas aceptadas por una religión son inaceptables para otra. VIRTUD: Es la fidelidad o actuación consecuente con los propios principios. Es la forma habitual de obrar una persona de acuerdo con sus principios. La virtud tiene carácter

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absoluto, no admite términos medios. Por ejemplo, se es honesto o no. No se puede ser medio honesto o medio deshonesto. PRINCIPIOS : Normas o reglas de conducta que asume una persona y por las cuales rige sus actos, sobre la base de la tradición moral de su religión o de su sociedad, o en la reflexión ética que haya hecho sobre la racionalidad de la conducta humana. Es necesario indicar en esta breve introducción la no muy clara diferenciación entre la moral personal y la Ética profesional. La Ética abarca las normas que permiten la convivencia de personas y grupos y la moral abarca la conciencia individual, que se considera subjetiva, por razones obvias. La Ética estudia actos voluntarios, que el hombre controla consciente y deliberadamente y de los que es fundamentalmente responsable y los actos involuntarios, son los que obviamente ejecuta inconsciente o involuntariamente y no poseen significado Ético alguno. La conducta moral significa un comportamiento que se conforma al código moral del grupo social. “Moral procede de la palabra latina mores, que significa modales, costumbres y modos populares de hacer las cosas. La conducta moral se ve controlada por los conceptos de moralidad, las reglas de conducta a las que se han acostumbrado los miembros de una cultura y que determinan los patrones esperados de comportamiento de todos los miembros del grupo” Por el contrario la conducta inmoral es el comportamiento que no se conforma a las expectativas sociales. Esta conducta no se debe a la ignorancia de esas expectativas, sino a la desaprobación de las normas sociales o la talla de sentimientos de obligación de apegarse, y finalmente la conducta amoral o no moral, se debe a la ignorancia de lo que el grupo social espera, mas a que a una violación intencional de las normas colectivas. Parte de la mala conducta de los niños pequeños es amoral más que inmoral. Al nacer, ningún niño tiene conciencia ni escala de valores. En consecuencia se pudieran considerar como no morales según ciertos autores. Además no se puede esperar que ningún niño desarrolle por si solo un código moral. En lugar de ello se les debe enseñar a cada uno de ellos las normas del grupo sobre lo que es o no es correcto. El aprender a comportarse de un modo socialmente aprobado es un proceso prolongado y lento que se extiende hasta la adolescencia. Sin embargo, la Ética se ha caracterizado como una disciplina práctica. Esto es aceptable siempre y cuando se aclare que su normatividad procede de la naturaleza de su objeto: la moral. Y como se sabe, la moral está constituida por una serie de normas, costumbres y formas de vida que se presentan como obligatorias, valiosas y orientadoras de la actividad humana. Por el solo hecho de estudiar y reflexionar sobre estas normas o reglas de conducta que forman el mundo de la moral se dice que la Ética es una ciencia normativa. Es la ciencia del orden moral de la vida individual y social del hombre.

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Algunos autores señalan dos niveles de Ética: La Ética crítica, la cual es propiamente teórica; y se encarga de determinar cuales "opiniones o creencias morales son validas y la Ética aplicada, también llamada normativa y consiste en guiar la conducta para decidir cual es la decisión mejor entre las posibles de realizar en una situación concreta. De acuerdo al normativismo, la Ética no se propone comprobar lo que es, sino determinar lo que debe ser; ella se encarga de suministrar las reglas y normas de conducta que han de seguirse. Está claro que los códigos de Ética no pueden suplir la responsabilidad de la decisión personal. Una sociedad mejor no se logra con códigos. Pero muchas veces ocurre que quienes mas critican su existencia piensan que los códigos Éticos se limitan a vaguedades. Un código tiene que aspirar a ser verdaderamente regulador, sin abusar de ideales abstractos; debe proteger el interés público y de aquellas personas a quienes sirve la actividad profesional regulada.

LENGUAJE ETICO MORAL. Lo ético moral esta presente en la vida de todos nosotros y colorea todas las relaciones sociales. Desde muy pequeños aprendimos que hay cosas buenas y cosas malas, que unas actividades fueron toleradas, otras premiadas y otras castigadas. A medida que crecimos, los actos empezaron a ser más complejos empezamos a distinguir y valorar las normas de conducta de acuerdo a su origen. Así, lo bueno y lo malo puede referirse a diferentes aspectos de la vida humana, pueden referirse al ámbito de las costumbres sociales, la comunicación, la religión o a los valores que nos conducen a la perfección humana, independientemente de toda prescripción religiosa, social o política. Cada uno de estos ámbitos posee su propia criteriología. Y a este nivel ya estamos hablando de moral o inmoral, de lícito e ilícito, de permitido o prohibido, honesto o deshonesto, ético o no ético justo e injusto, etc. Las actitudes positivas son denominadas virtudes y las negativas vicios. Y de acuerdo al grado de virtud o vicio que encontramos en las personas las clasificamos. Unas como buenas, decentes, honorables, dignas, magnificas. Otras son indecentes, ruines, vulgares, deshonestas, perversas, inmorales bajas. La moral no es algo yuxtapuesto a la persona, sino su misma vida evaluada desde un determinado criterio de perfección o de realización.

UTILIDAD SOCIAL DE LA ETICA Y LA MORAL. La vida en sociedad necesita una serie de normas que aseguren la paz y el orden entre los individuos, de forma que los intereses particulares no atenten contra los intereses de otros o con los intereses comunes. Acordes con la racionalidad surgen elevados ideales de perfección que la sociedad, los gremios o grupos difunden e imponen como principios de comportamiento que todos deben obedecer: respeto a la vida, a los bienes, a la fama de los

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demás, amor a los semejantes, cumplimiento de la palabra dada, respeto a las personas, instituciones, la verdad, la justicia, etc. Estos principios representan el bien moral por cuanto miran directamente a la perfección y al bienestar social; sus contrarios constituyen el mal moral. Sin esta distinción entre el bien y el mal la sociedad no podría subsistir. De ahí que la moralidad sea definida por todo sistema social como código de comportamiento aceptado y respetado por todos. La conciencia de cada individuo es más eficaz que las leyes escritas.

UNIVERSALIDAD DEL HECHO ETICO MORAL. El fenómeno que venimos describiendo posee un carácter universal. El hombre en cuento hombre es un ser moral. De ahí también el hecho de que en todos los pueblos, incluso en los más primitivos, aparezca siempre la estructura de lo moral. Las diferencias entre los pueblos y los mismos individuos residen no en el hecho de ser morales, sino en los contenidos de su vida moral. No siempre lo que es bueno para unos resulta bueno para otros, ni lo que es considerado bueno hoy lo ha sido siempre.

PRINCIPALES TIPOS DE ÉTICAS. Son numerosos los sistemas éticos elaborados a lo largo de la historia. Cada una de dichas teorías encierra una parte de verdad. No existe, pues una ética verdadera frente a numerosas falsas o equivocadas. Cada sistema de los que vamos a exponer corresponde a una actitud moral que es destacada frente a las demás. Son las actitudes corrientes del hombre de la calle unas personas se caracterizan por una y otras por otras. Hay quienes viven pensando en el placer, otros luchando por el poder, otros consagrados a la practica de la virtud o a la lucha revolucionaria otros obsesionados por el cumplimiento estricto de los deberes, etc.

1. ÉTICA DE VIRTUDES. En nuestra sociedad, de tradición occidental y cristiana, esta fuertemente enraizado el modelo ético del hombre virtuoso. La máxima aspiración del hombre consiste en la felicidad que no consiste sino en Dios, fin último de la vida humana. Y esa felicidad se alcanza mediante el ejercicio de las virtudes: justicia, templanza, fortaleza, verdad, etc. El origen de esta ética se encuentra en los griegos.

2. EPICUREISMO. Es la ética del placer. Vivir rodeado de placeres y satisfacciones es el ideal que la sociedad de consumo difunde a través de los medios de comunicación en la actualidad. El criterio último de moralidad de este sistema ético se denomina hedonismo y su máximo representante es Epicuro, quien dijo que el principio de todo bien se halla en el 7

placer pero deben ser placeres tranquilos y equilibrados. Los placeres corporales cuando no se saben controlar llevan consigo al sufrimiento, de ahí que los verdaderos placeres sean más bien del espíritu. Saber seleccionar los placeres y saber calcular su medida, con el fin de eliminar lo más posible el sufrimiento, sería la máxima de la actividad moral que brinda el epicureismo para los hedonistas de todos los tiempos.

3. ESTOICISMO. El estoicismo es una escuela filosófica contemporánea y antagónica de la anterior. Su doctrina es fundamentalmente de carácter moral. El ideal del hombre consiste en vivir conforme a la naturaleza, de ese modo, se adapta al orden universal y consigue la felicidad. El camino de la perfección reside en la apatheia, una actitud de indiferencia positiva frente a los acontecimientos. Para alcanzarla el hombre debe comenzar por cultivar la ataraxia o imperturbabilidad; no dejarse perturbar por nada sea bueno o malo. A esta actitud se une la conciencia de la dignidad humana, basada en que todo el universo es divino. Como seres humanos todos los hombres somos iguales, tenemos la misma dignidad.

4. NEOPLATONISMO. Esta corriente es marcadamente religiosa y recoge la tendencia mística del hombre a sumergirse en la divinidad. El cultivo de la sabiduría mediante la contemplación y la mortificación de todos los deseos sensuales que provienen del cuerpo la parte inferior y perecedera del hombre. A través de la contemplación de las ideas debemos llegar al éxtasis de la intimidad total con Dios, privilegio de las almas puras y anticipo de la felicidad que nos espera después de la muerte.

5. ETICA KANTIANA O DEL DEBER. El interés de Kant consiste en darle a la moral un fundamento autónomo: que la moralidad misma del hombre constituya el fundamento último y la fuente original de todas las normas morales. Esto equivale a decir en lenguaje sencillo: no importa si el objeto de mi acción es en si mismo bueno o malo lo importante es la intención que me mueve a realizarla. El hombre encuentra la perfección moral en el cumplimiento del deber por el deber mismo. No importan las consecuencias de las acciones, el beneficio o perjuicio que de ellas se siga; lo importante es haber cumplido exactamente con el deber; y el deber me lo indican las leyes de la sociedad.

6. UTILITARISMO. El utilitarismo es sin duda el modelo ético mas seguido en la actualidad. Su principio fundamental consiste en la felicidad, que se consigue buscando el placer y rechazando el dolor. Bueno es lo que produce placer; malo lo que produce dolor. Esto se deduce del criterio de utilidad que constituye el móvil último de todas nuestras acciones. La conducta debe regirse solo por el interés. Toda la sabiduría moral consiste en un frío cálculo de

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intereses. El sacrificio, el ascetismo, el destierres son ideales falsos. La virtud es el hábito de hacer bien las cuentas.

7. ÉTICA DEL SUPERHOMBRE. La crisis de valores del siglo XX y de nuestros días es en el fondo un vacío de valores. Nietzsche es su máximo testigo, toma una actitud negativista frente a todos los valores de la sociedad. Los hombres poderosos muy escasos y solitarios constituyen una raza superior caracterizada por los valores opuestos a los de la raza inferior, para ellos no existe otra regla moral que el desarrollo de su propia personalidad en vistas al poder y la grandeza. El que realiza en su vida el ideal del hombre poderoso se convierte en un superhombre; valor y meta suprema de la humanidad. El superhombre es duro sin sentimientos, hace todo lo que sirve a sus fines sin necesidad de justificar nada, ya que está más allá del bien y el mal. La moral es conveniente, más aún indispensable para los hombres inferiores.

8. ÉTICA MARXISTA. Marx impone como criterio último de verdad la praxis. La acción, la producción, el trabajo, la eficacia histórica, son lo indicadores de la verdad y consiguientemente de la bondad moral. La moral marxista es ante todo una moral revolucionaria; sus virtudes son la lucha, la solidaridad, el sacrificio por la causa, el trabajo colectivo. Quien asume en su vida actitudes revolucionarias a favor del socialismo obra el bien, quien entorpece la revolución socialista o se desentiende de ella, obra el mal. Y el hombre que está moralmente alienado orienta sus aspiraciones según falsos ideales creados por la clase burguesa para mantener el dominio y la explotación de los trabajadores.

9. ÉTICA CRISTIANA. La ética cristiana hunde sus raíces en las antiquísimas normas morales del pueblo Hebreo, sintetizadas en el decálogo o diez mandamientos, que aún hoy aprenden nuestros niños de memoria. La ética Cristiana que hoy conocemos posee rasgos Aristotélicos, Neoplatónicos, estoicos, Kantianos y hasta Marxistas. Sin embargo podemos decir que la moral cristiana original se basa en la creencia de que todos los hombres somos hermanos, hijos del mismo y único Dios, a quien le debemos nuestro ser y quien nos comunica una nueva vida, su propia vida, para que vivamos conforme a su Espíritu y no conforme a los apetitos del instinto, propios de la animalidad. Quien obra según el Espíritu es bueno; quien no, esta en pecado. El amor a los demás es el mandamiento fundamental en el que se resumen todos los demás. Sólo quien ama a los demás, comenzando por los más necesitados, demuestra ser de Dios. El modelo de vida cristiana lo encontramos en Jesús de Nazaret, hijo de Dios enviado por El para enseñarnos sus caminos y darnos su vida.

FUNDAMENTACION DE LA MORARALIDAD. Limitándonos al problema de la moralidad, vemos que el único animal moral es el hombre. A diferencia de los demás seres vivos el hombre es un ser que se esta haciendo permanentemente. Existe en el hombre una conciencia de su ser, de sus posibilidades y 9

sus limitaciones. Deseoso de saber, mas de vivir mejor, se reconoce limitado; pero al mismo tiempo es conciente de que puede trascender sus limites. Este permanente vivir creando nuevas posibilidades, no solo afecta las relaciones del hombre con la naturaleza, si no que afecta también con la misma fuerza la conciencia de su propia vida. Frente a ella la persona se siente responsable de su actuar cotidiano. El ideal, enfrentado al propio ser, es el que engendra el sentimiento del deber de la culpabilidad, de la imperfección.

LA VIDA HUMANA TOTAL, EL BIEN MORAL POR EXCELENCIA. Venimos hablando de una realidad trascendente que constituye el ideal de perfección para nosotros. Este ideal es el que nos permite establecer el valor moral de nuestros actos y la conducta es buena o mala, mejor o peor, según se acerque o se aleje de él. Toda vida moral esta definida por el ideal o bien moral que la oriente. Toda ética arranca de una acción fundamental de este tipo. ¿ cuál es esa realidad trascendente, ese ideal, ese bien último que sustenta todos los bienes inmediatos? Nosotros creemos que es la vida humana. Ahora bien ¿qué entendemos por vida? Entendemos por vida la realización singular en un mundo de valores espirituales, con unas aspiraciones trascendentes, con un deseo de felicidad total y de inmortalidad, con una conciencia de fraternidad universal; además de la vida fisiológica, el bienestar material y la salud física. Es uno de los principios que busca la escuela en todos sus estudiantes de naturopatía. La vida así entendida, como realización plena de todas las dimensiones que constituyen el ser humano en cuanto tal, es el máximo bien que podemos aspirar. A ella están subordinados todos los valores: bienestar, seguridad, sabiduría, justicia, ciencia, religión, etc.

LA VIDA DE LA PERSONA EN SU PLURIDIMENSIONALIDAD El ser personal del hombre se manifiesta como una potencialidad de orden superior al nivel orgánico animal, producida por un mayor desarrollo y complejidad del cerebro. A estas manifestaciones de ese núcleo de conciencia profunda, la persona, las denominamos dimensiones de la vida personal.  INTERIORIDAD. Nuestra vida, a diferencia de los demás animales esta dotada de una dimensión de profundidad que nos permite ser conciente no solo de nuestros propios actos, sino de nuestro mismo ser. El valor de una persona crece a medida que se despoja de la necesidad de tener cosas, hasta que puede presentarse a través de su propio ser y no de las cosas que posee. Para alcanzar nuestra perfección humana debemos abandonar esa tendencia al anonimato, esa pasividad, ese dejarnos llevar por los acontecimientos y las presiones sociales que terminan por volvernos hombres masa, maquinas automáticas de producción y consumo, objetos numerados sin rostro.  ENCARNACION. 10

Otra dimensión que actúa como contrapeso: la corporeidad o exterioridad corporal. A ella se dedica buena parte de la existencia a satisfacer necesidades fisiológicas: comer, dormir, descansar, trabajar, asearse, cuidar a la familia, etc. Por eso decimos que esta dimensión constituye una especie de contrapeso para la interioridad. El ser humano no es un puro espíritu ni un puro cuerpo es un ser vivo corpóreo animado por la razón que le confiere una nueva dimensión de vida conciente, transformadora de todo su ser corporal. Frente a la naturaleza física tenemos la capacidad de transformarla y adaptarla de acuerdo a nuestras necesidades. El hombre alcanza su perfección apoyándose unas veces en todas las fuerzas y provisiones que le brinda la naturaleza. Y otras veces se perfecciona enfrentándose a las fuerzas con que la misma naturaleza entorpece o amenaza el desarrollo de su vida personal.  COMUNICACIÓN. La persona humana no se realiza en el aislamiento. La comunicación constituye una dimensión clave de nuestra existencia. La totalidad de nuestras actividades o son comunicación directa o se asientan sobre algún hecho de comunicación. La entendemos como una capacidad y una actitud básica en el ser del hombre. El amor es una fuerza de benevolencia; al decir que es fuerza estamos afirmando su carácter activo, su dinamismo, su impetuosidad. Al decir que es benevolente, queremos significar que esta fuerza se configura como una pretensión o un deseo de bien para la otra persona. Gracias al amor cada persona extraña se convierte en familiar para el sujeto que ama. Un él se convierte en un tú para el amor. De la unión del yo y el tú surge un nosotros, es decir, una comunidad de personas. La comunicación como potencialidad del hombre se desarrolla en el amor.  AFRONTAMIENTO. La vida personal se caracteriza también por la capacidad de hacer frente, de afrontar. Cada uno debe hacer frente a todos los obstáculos que se le presenten en su vida si quiere desarrollar todas sus capacidades. El hombre vive expuesto ante el mundo. Para alcanzar las metas que se propone necesita expresarse, responder a las provocaciones del medio. Una veces sus respuestas son afirmativas: consisten en decir sí, en aceptar, en adherir. Otras veces son negativas: consisten en decir no, en protestar, en rechazar. Toda acción constituye una afirmación del sujeto. En la base de una acción se encuentra siempre una elección, aunque sea inconsciente. No importa que la elección sea de adhesión o de ruptura.  LIBERTAD. Otra de las dimensiones de la vida personal es la libertad. En ella hemos querido poner el énfasis de nuestro discurso ético. No pretendemos por eso que sea ésta la dimensión más

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importante de la vida humana. Todas las dimensiones tienen el mismo valor y son complementarias. La libertad es algo vital y objetivo en el hombre, que nos permite hablar de grados en su posesión y afirmar que una persona es más libre que otra o es más libre hoy que ayer. La libertad se conquista. No nacemos libres sino con capacidad de ser libres. La libertad se explica por su racionalidad. La libertad es ante todo una capacidad y una actitud. Es la afirmación de la persona con autonomía frente a sus posibilidades concretas. La libertad se acredita mediante la superación del obstáculo y no mediante su desconocimiento.  TRASCENDENCIA. La vida de la persona esta abierta y dirigida hacia realidades, que la trascienden, lo que permite al hombre no estancarse en un determinado modo de vida. La creatividad, la insatisfacción, el perfeccionamiento, la admiración la intencionalidad, son algunas de las manifestaciones del movimiento de trascendencia. El bienestar, la ciencia, la verdad, el arte, la libertad, la vida sobrenatural, etc. son valores trascendentes para el hombre; porque se revelan como llamados hacia la plenitud del ser personal.  ACCION. La persona humana se realiza, finalmente, en y por la acción. Para que una acción sea personalizada debe promover la realización del hombre en todas sus dimensiones. La acción plenamente humana debe transformar la naturaleza, perfeccionar al agente, enriquecer el universo de valores trascendentes, intensificar la comunicación humana y facilitar la liberación. LOS VALORES DENTRO DE LA ÉTICA. Toda nuestra actividad moral se resuelve en una valoración, teórica o practica. Cuando juzgamos un acto o una conducta lo que hacemos es valorarlos de acuerdo con algún criterio preestablecido. Los valores no son cosas reales ni tampoco objetos ideales; son conceptos, es decir elaboraciones para identificar y expresar cualidades propias de los seres. LOS VALORES AL SERVICIO DE LA VIDA. La vida humana total constituye nuestro bien máximo. Todos los demás bienes o valores se subordinan en ella. LA CONCIENCIA MORAL. La conciencia entendida como conocimiento reflejo del propio ser y se su operatividad, permite al hombre comprenderse asimismo como poder ser, como proyecto. La conciencia

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moral es la misma conciencia psíquica en cuanto establece una valoración de la conducta humana. Cuando el hombre no solamente comprende sus actos como propios sino que los comprende como sentido de perfección esta ejerciendo su conciencia moral. Resulta obvia la íntima relación entre conciencia y moralidad. Por eso la llamamos conciencia moral. La conciencia tiene, por tanto, una importancia clave en nuestra vida. Constituye el núcleo profundo de nuestra existencia. Ahora bien para que la conciencia actúe perfectamente como norma de moralidad debe reunir las siguientes condiciones: rectitud, verdad y certeza. La conciencia es recta cuando actúa con autenticidad, de lo contrario es una conciencia viciosa o torcida: actúa guiada por otros intereses distintos a los principios optados como valiosos. Se da esta conciencia cuando actuamos en forma precipitada (inconsciente o maliciosa). Conciencia verdadera es aquella que esta de acuerdo a la verdad objetiva es decir, que conoce y comprende la realidad de las situaciones y de los principios universalmente aceptados, y se mantiene acorde con ellos. Finalmente por certeza de conciencia entendemos la seguridad en el juicio moral sobre determinada posición de los valores y principios que nos permiten realizar dicho juicio. Si en la conciencia existen dudas, es necesario salir de ellas antes de obrar. Sólo una conciencia cierta Al menos con certeza práctica, puede ser norma de moralidad.

LOS SIETE PECADOS CAPITALES ESPIRITUALIDAD Y PSICOLOGIA Hasta el individuo más primario intuye que la calidad de vida no depende sólo de cosas materiales; trabajo, estudios, dinero, tiempo de ocio, entre otros, hay otros factores que inciden en nuestro bienestar emocional. En nuestra dimensión espiritual y psíquica hay unas situaciones nefastas que influyen negativamente en la salud de los seres humanos, a esos factores se les conoce como pecados capitales. Los Pecados Capitales y las Virtudes que los vencen (Virtudes Capitales) Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados. Catecismo #1866: Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza. Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete: vanagloria (orgullo), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. San Buenaventura (Brevil., III,ix) enumera los mismos. El número siete fue dado por San Gregorio el Grande (Lib. mor. in Job. XXXI, xvii), y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media. Escritores anteriores enumeraban 8 pecados capitales: San Cipriano (De mort., iv); Cassian 13

(De instit. cænob., v, coll. 5, de octo principalibus vitiis); Columbanus ("Instr. de octo vitiis princip." in "Bibl. max. vet. patr.", XII, 23); Alcuin (De virtut. et vitiis, xxvii y sgtes.) El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o imaginario. Pecados Capitales

Virtudes para vencerles

1-Soberbia ante el deseo de alto honor y gloria Humildad Reconocer que de nosotros mismos solo tenemos la nada y el pecado. 2-Avaricia ante el deseo de acaparar riquezas Generosidad Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten. 3- Lujuria ante el apetito sexual Castidad. logra el dominio de los apetitos sensuales 4- Ira ante un daño o dificultad Paciencia. Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades. 5- Gula ante la comida y bebida Templanza. Moderación en el comer y en el beber 6- Envidia resiente las cualidades, bienes o logros de otro porque reducen nuestra autoestima Caridad. Desear y hacer siempre el bien al prójimo 7- Pereza del desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales Diligencia. Prontitud de ánimo para obrar el bien LOS SIETE PECADOS CAPITALES Introducción: En contraste con nuestra época, la ética medieval poseía claras delimitaciones. De esta manera el hombre medieval cuenta con una suerte de código de conducta que le señala claramente como debe ser su actuar. Esta codificación tiene su base, por un lado, en las llamadas “Virtudes Cardinales”, verdaderas llaves maestras que posibilitan el ejercicio de una conducta conforme con lo que es éticamente correcto. Por otro lado, los “Pecados Capitales” (denominados así por ser “cabeza” o principio de todos los demás pecados) muestran claramente la cuna de todo lo moralmente reprobable. Esta codificación moral, que si bien fue formulada en el medioevo tiene una sorprende actualidad, está cruzada transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger hospitalariamente al “otro”, al prójimo (el que está próximo) como una persona válida por sí misma. Dicho de otra manera el entender a los seres humanos que están frente a mí, cualquiera sea su condición, como un “interlocutor válido”, como un fin en sí mismo. Como veremos más adelante, Lo que verdaderamente constituye el mal moral es entender al “otro” como un “medio”, como un objeto que puede ser utilizado para el propio beneficio, en conformidad al principio del “amor a sí mismo”. Veamos a continuación una síntesis de la definición de cada uno de estos concepto, nos hemos basado en un antiguo 14

pero esclarecedor “diccionario de teología” (se han alterado la redacción, la extensión y la ortografía castellana antigua en función de la comprensión, así mismo se han traducido algunas citas que en el texto original aparecen en latín)

Pecados Capitales 1.

La Soberbia.

Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es “un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores: • La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás. • La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros. • El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas. • La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso. • La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento • La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen. 15

• La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes. • La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor. • La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión. El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14) 2.

La Acidia (Pereza).

Es el más “metafísico” de los Pecados Capitales en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple “pereza”, más aún el “ocio”, no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de “acidia” o “acedía”. Tomado en sentido propio es una “tristeza de animo” que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos. Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y

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deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal. Son efectos de la pereza:

• La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto. • la inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada. • Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción. • La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones. •

La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.

• La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver, oír, que constituye la actividad casi exclusiva del perezoso. En el fondo, la acidia se identifica con el “aburrimiento”. Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular. Más bien se refiere al “aburrimiento” que sentimos frente a la existencia toda, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa “horror”; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho ‘aburrimiento’ significa originariamente “ab horreo” (horror al vacío). Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales parque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe. 3.

La Lujuria.

Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última 17

especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales. Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por “amor” algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte a sí en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción bacía, sin sentido, que de alguna manera nadifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios. 4.

La Avaricia.

La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como “amor desordenado de las riquezas”, es desordenado, continua, “porque lícito es amar y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc. El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.” “La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.”

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En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por una lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado, el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo. Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el hurto, la tacañería, la usura, etc. 5.

La Gula.

Como “uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida” es definido este pecado. La definición teológica se complementa con que “el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta”. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en: proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo en los días de ayuno señalados por la Iglesi; laute: cuando se comen manjares que superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebe o se come en perjuicio de la salud de la persona; ardenter: cuando se como con extrema voracidad o avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:

• Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad. •

Cuando el deleite en el comer se reduce a un fin único y preponderante en la vida.



Cuando es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia.

• Cuando trasgrede los preceptos en los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos. •

Cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida.

• Cuando se auto infiere grabe daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean.

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Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que no debemos dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro. 6.

La Ira.

“Appetitus inordinatus vindictae” es decir, un “apetito desordenado de venganza”. “Que se excita –continua la definición latina– en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado”. De esto ultimo se desprende que habría una ira “buena y laudable” si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y reestablecer un bien. “El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando se desea el castigo al que no lo merece, o si se le desea mayor al merecido, o que se le infrinja sin observar el orden legítimo, o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable. Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión. De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia. Son hijos de la Ira: el maquiavelismo, el clamor, la indignación, la contumelia, la blasfemia y la riña”. De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal que trasgrede los límites de la legitima restitución de un bien ofendido. La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro. En el leguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro. Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida propia o de terceros. Tal es el caso de la “guerra legítima” que procura evita la propia muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro, evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe. La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo. 20

7.

La Envidia

La envidia es definida como “Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae” De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo. De esta manera la envidia no es pecado cuando • Nos entristecemos por el cargo, potestad o bienes materiales alcanzado por quien no los merece y podría hacer mal uso de esa autoridad causando grave daño a sus semejantes. • sentimos insatisfacción por los bienes que posee quien no los merece y en vista de que nosotros le daríamos mejor fin. Por ejemplo, el que abunda en riquezas haciendo mal uso de ellas: los avaros que no hacen uso de sus bienes ni para beneficio propio ni para el de los demás. • otras veces, nos entristecemos, no tanto de lo que el otro posee como del hecho de que nosotros carecemos de ese bien, si esta constatación nos muestra el tiempo y las oportunidades perdidas y alienta nuestro propio sentido de superación. La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes. Los "Siete Pecados Capitales", Son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas Cristianas católicas para educar e instruir a los seguidores sobre moralidad. La Iglesia católica romana divide los pecados en dos categorías principales: "veniales", aquellos que son relativamente menores y pueden ser perdonados a través de cualquier sacramento de la Iglesia; y los pecados "mortales", los cuales, al ser cometidos, destruyen la vida de gracia y crean la amenaza de condenación eterna a menos que sean absueltos mediante el sacramento de la confesión, o siendo perdonados después de una perfecta contrición por parte del penitente. Comenzando a principios del siglo XIV, la popularidad de los Siete Pecados Capitales como tema entre los artistas europeos de la época eventualmente ayudó a integrarlos en muchas áreas de la cultura y conciencia Cristiana a través del mundo. Listados en el mismo orden usado por Gregorio I, el Magno (c.540(?)-604) en el siglo VI y después por Dante Alighieri en la Divina Comedia (c.1308-1321), los Siete Pecados Capitales son los siguientes: Lujuria, Gula, Avaricia, Pereza, Ira, Envidia y Soberbia. Cada uno de los Siete Pecados Capitales tiene un opuesto correspondiente en las Siete Virtudes. Así mismo, el octavo pecado capital Vanagloria fue eliminado por Santo Tomás de Aquino FIN. 21