Foucault

FOUCAULT Relaciones de poder ¿Cómo entender al poder según Foucault?  Como una multiplicidad de relaciones de fuerza, i

Views 368 Downloads 3 File size 665KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

FOUCAULT Relaciones de poder ¿Cómo entender al poder según Foucault?  Como una multiplicidad de relaciones de fuerza, inseparables al dominio en que se ejercen.  Como el juego que por vía de las luchas y confrontaciones incesantes las transforma, las refuerza, las invierte.  Como sistema de apoyos que esas relaciones encuentran en otras y como desfasajes, contradicciones que las aíslan unas de otras.  Como las estrategias en las que se hacen efectivas y cuya cristalización se encarna en aparatos de Estado, leyes, hegemonías sociales. Relaciones de Poder = Relaciones de Fuerzas La fuerza, excede a la noción de violencia, supone una acción sobre acciones actuales o eventuales. Una fuerza no se define por lo que es, no tiene esencia, ni naturaleza; se define por lo que puede. Una fuerza se define por su capacidad de afectar a otra fuerza -capacidad de incitar, suscitar, provocar, etc.- o de ser afectada por otra fuerza.  Postulados acerca del poder De la propiedad: En las teorías contractualistas, la cesión de poder que realizan los individuos en el momento en que suscriben el pacto a favor del soberano (o Estado) supone que renuncian, de manera parcial o total, a su ejercicio. Para el marxismo el poder es propiedad de la clase dominante cuyos intereses se expresan en el Estado. Para Foucault el poder no es un atributo de un individuo o de una institución. El poder atraviesa todo el cuerpo social, todos los cuerpos y cualquiera es portador en sus intereses, en sus deseos. Se ejerce a partir de innumerables puntos. El poder no es algo que se tiene, que se da o que se toma; no se posee, se ejerce, y su ejercicio supone la puesta en juego de múltiples procedimientos. Debe ser comprendido entonces como una estrategia. De la localización: Para Foucault el poder no está localizado en el estado, el cual es conceptualizado como un “efecto de conjunto”, en tanto anexa a su estrategia procedimientos desarrollados en otros espacios y con objetivos diversos. El poder en su ejercicio va mucho más lejos, es mucho más ambiguo, porque cada uno es en el fondo titular de un cierto poder y en esta medida, vehicula el poder. El poder, para Foucault, no se ubica en un término (del lado de dominador) sino que es el nombre que le asigna a la relación misma. El poder es relación (se produce en cada relación de un término a otro) y es relación de fuerzas (es una acción sobre otra acción real o posible). El carácter estrictamente relacional del poder significa que donde hay poder hay resistencia. La resistencia es el otro término en la relación de poder, el elemento enfrentado, aquella fuerza sobre la que se aplica otra fuerza. El poder no está distribuido democráticamente. Significa que el poder no es un fenómeno de dominación macizo y homogéneo, que no ejerce desde el centro hacia los costados ni desde arriba hacia abajo. De la subordinación: Apunta a cuestionar la concepción del poder como superestructura, como edificio jurídico ideológico cuya única función es mantener y reproducir las relaciones de producción. Lo que Foucault cuestiona es la postulación marxista de la funcionalidad económica del poder. Este tipo de explicación supone que el poder se ubica en una relación de exterioridad respecto a las relaciones económicas y es determinado por ellas. Para el autor, el poder atraviesa todas relaciones, no está por encima ni por debajo de las mismas, es inmanente a todo tipo de vínculos. 1

De la esencia o del atributo: Otras perspectivas conciben al poder como un atributo propio de una persona, clase o institución. Foucault afirma que el poder tiene que ser analizado como algo que circula, como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allí, no está nunca en manos de algunos, no es un atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. El poder se pone en acto, se actualiza. El individuo es un efecto del poder, y al mismo tiempo, o justamente en la medida en que es un efecto, el elemento de conexión. El poder circula a través del individuo que ha constituido. Del modo de acción: Cuestiona a aquellas teorías que plantean que el poder se ejerce mediante el recurso a la represión o en términos de ideología. El poder concebido en su faceta ideológica supone que funciona mediante un engaño, encubriendo así la dominación de clase. El poder para Foucault no tiene un afuera: el sujeto se constituye en la trama histórica. El poder cumple un papel esencialmente productor: produce saberes, produce sujetos y produce verdad poniendo en acto una serie de procedimientos, de técnicas. Supera así la imagen del poder como pura negatividad. Hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de como una instancia que tiene por función reprimir. De la legalidad: Si el poder es una relación de fuerzas y no hay una distribución igualitaria del poder en nuestra sociedad, la ley no será para Foucault, ni la suspensión del enfrentamiento ni un enunciado que equilibre estas relaciones. La ley es, fundamentalmente, dos cosas: el resultado posible y transitorio de estos enfrentamientos, y un instrumento en la composición estratégica de las fuerzas. Modos de ejercicios  Ejercicio soberano del poder Para dar cuenta cómo, en el siglo XIX, surge un nuevo modo de ejercicio del poder que se hace cargo de la vida, Foucault trabaja la teoría clásica de la soberanía, la cual parte del supuesto que el derecho de vida y muerte es uno de los atributos fundamentales de la soberanía. Decir que el soberano tiene derecho de vida y de muerte significa que puede hacer morir y dejar vivir; que la vida y la muerte no son fenómenos naturales, que están fuera del poder político. Es decir, el sujeto no es sujeto de derecho. Desde el punto de vista de la vida y de la muerte, es neutro, y corresponde a la decisión del soberano que el súbdito tenga derecho a estar vivo o muerto. ¿Qué es el poder de soberanía? Foucault señala una serie de características: 1. Es una relación de poder que liga al soberano y al súbdito según un par de relaciones asimétricas: por un lado la sustracción, por otro, el gasto. Lo importante en esta relación es que el soberano sustrae, se apropia, más de lo que gasta. 2. La relación de soberanía siempre lleva la marca de una anterioridad fundadora. Para que haya relación de soberanía, es preciso que exista algo semejante a un derecho divino o a una conquista, una victoria, un acto de sumisión, etc., y alguien que a cambio, se compromete, o es necesario un nacimiento y los derechos de sangre. 3. Las relaciones de soberanía no son isotópicas. Con ello quiere decir que se entrelazan unas con otras de una manera que hace imposible establecer entre ellas un sistema tal que la jerarquía sea exhaustiva y planificada. La soberanía funda la integración de una sociedad, precisamente en la existencia de un soberano. La relación de soberanía es una relación en la cual el elemento-sujeto no es casi nunca un individuo, un cuerpo individual. Esta relación no se aplica a una singularidad somática sino a multiplicidades que, de alguna forma, están por encima de la individualidad corporal (familias, usuarios). Foucault señala que la función 2

sujeto se desplaza y circula por encima y por debajo de las singularidades somáticas. De allí la importancia de los rituales (de lo simbólico), ya que las mismas permiten esa discontinuidad que requiere que la función sujeto se fije a un cuerpo, de modo incidental en ceremonias, homenajes. La portación de una insignia, implica una marca que liga el cuerpo del individuo en la relación asimétrica con el soberano.  Ejercicio del biopoder Poder que inviste la vida biológica de la especie y busca ‘hacer vivir y dejar morir’. Articula dos tipos de tecnologías: anatomopolíticas y biopolíticas. Anatomopolíticas: supone la utilización de una serie de procedimientos que son las disciplinas. Foucault sostiene que al poder disciplinario puede oponérselo casi término a término con el poder de soberanía: 1. En primer lugar, el poder disciplinario no pone en juego el acoplamiento asimétrico de la sustracción y el gasto. Este poder significa una captura total, o en todo caso, que tiende a ser una captura exhaustiva del cuerpo, los gestos, el tiempo, el comportamiento del individuo. Es una captura del cuerpo y no del producto. 2. En segundo término, el sistema disciplinario, para funcionar, no necesita ese juego discontinuo y ritual, más o menos cíclico, de las ceremonias y las marcas. El poder disciplinario no es discontinuo; implica, al contrario, un procedimiento de control constante. En este sistema uno no está a la eventual disposición de otra persona, son perpetuamente bajo la mirada de alguien o, en todo caso, en situación de ser observado. 3. Los dispositivos disciplinarios son isotópicos. En un dispositivo disciplinario, cada elemento tiene su lugar bien determinado, tiene elementos subordinados y sus elementos superordinados. Y busca suscitar fuerzas, controlarlas, docilizarlas, volverlas útiles. Biopolíticas: no excluye la técnica disciplinaria sino que la engloba, y la modifica parcialmente. A diferencia de la disciplina, que se dirige al cuerpo, esta nueva técnica de poder no disciplinario se aplica a la vida de los hombres, se destina no al hombre/cuerpo, sino al hombre vivo, al hombre ser viviente, al hombre/especie. Además está destinada a la multiplicidad de los hombres, pero no en cuanto se resumen en cuerpos sino en la medida en que forma, al contrario, una masa global, afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la enfermedad, etc. No intervienen sobre la vida o la muerte sino en la medida en que regulan natalidad, morbilidad, mortalidad. Foucault aborda tres temas relevantes: 1. En esta nueva tecnología no tiene que vérselas exactamente con la sociedad, ni con el individuo cuerpo. Se trata de un nuevo cuerpo, es la idea de población; la cual, por tanto, es pensada como un problema biológico y como problema de poder. 2. Lo segundo, que hay que poner de relieve después de la aparición de la población, es la naturaleza de los fenómenos tomados en consideración. Se trata siempre de fenómenos colectivos, que aparecen con sus efectos económicos y políticos, los cuales deben ser considerados dentro de cierto límite de tiempo, son fenómenos en serie. 3. Lo tercero, es que esta biopolítica, va a introducir mecanismos que tienen una serie de funciones muy diferentes a las de los mecanismos disciplinarios. En los mecanismos introducidos por la política, el interés estará en las previsiones, las estimaciones estadísticas, las mediciones globales; se tratará, igualmente, de intervenir en el nivel de las determinaciones de esos fenómenos generales, esos fenómenos en lo que tienen de global. Será preciso, bajar la morbilidad, alargar la vida, estimular la natalidad. Y se trata de instalar 3

mecanismos de seguridad alrededor de ese carácter aleatorio que es inherente a una población de seres vivos, optimizar un estado de vida. No se trata de tomar al individuo en el nivel del detalle, sino de actuar mediante mecanismos globales de tal manera que se obtengan estados globales de equilibrio y regularidad; en síntesis de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización.

Crisis de la medicina o crisis de la antimedicina Para analizar el fenómeno de la crisis de la medicina (o de la antimedicina) Foucault partirá del famoso Plan Beveridge (1942), que garantiza el derecho a la salud. Éste índica que el Estado se hace cargo de la salud, transformándose ésta en objeto de preocupación de los Estados, no básicamente para ellos mismos, sino p/los individuos. A partir de la segunda mitad del Siglo XX aparece un concepto, que va a desplazar la “obligación de la limpieza” y la higiene para gozar de buena salud, el derecho a estar enfermo cuando se desee y necesite. Con el Plan Beveridge la salud entra en el campo de la macroeconomía. Los déficit debidos a la salud, a la interrupción del trabajo y a la necesidad de cubrir esos riesgos dejan de ser simplemente fenómenos que podían ser resueltos con las cajas de pensiones o con los seguros más o menos privados. A partir de entonces, la salud, el conjunto de las condiciones en virtud de las cuales se va a asegurar la salud de los individuos, se convierte en un desembolso por su cuantía, integrado en las grandes partidas del presupuesto estatal. Es así como la salud empieza a entrar en los cálculos de la macroeconomía. Tomando como punto de referencia simbólica el Plan Beveridge, entre 1940 y 1950, se marca el nacimiento de un nuevo derecho, nueva moral, nueva política y nueva economía del cuerpo, convirtiéndose éste último en uno de los objetivos principales de la intervención del Estado. Foucault plantea que en la actualidad, está surgiendo lo que en realidad ya se venía preparando desde el siglo XVIII, una somatocracia. Es precisamente el nacimiento de esta somatocracia, que desde un principio vivió en crisis, lo que el autor trata de analizar. En el momento en que la medicina asumía sus funciones modernas, mediante la estatalización que la caracteriza, la tecnología médica experimentaba uno de sus raros pero enormes progresos. El descubrimiento de los antibióticos, es decir, la posibilidad de luchar por primera vez de manera eficaz contra las enfermedades infecciosas, fue contemporáneo al nacimiento de los grandes sistemas del seguro social. Fue un proceso tecnológico vertiginoso, en el momento en que se producía una gran mutación política, económica, social y jurídica de la medicina. A partir de este momento se establece la crisis, con la manifestación simultánea de dos fenómenos: el avance tecnológico importante que significó el progreso capital en la lucha contra las enfermedades y el nuevo funcionamiento económico y político de la medicina, sin conducir al mejor bienestar sanitario que cabía esperar, sino a un estancamiento de los beneficios posibles resultantes de la medicina, y de la salud pública. Foucault procura demostrar que la medicina, por lo menos desde el siglo XVIII, constituye una actividad social. La medicina fue siempre una práctica social y lo que no existe es la medicina “no social”, la medicina individualista, clínica, del coloquio singular, puesto que fue un mito con lo que se defendió y justificó cierta forma de práctica social de la medicina: el ejercicio privado de la profesión. Más allá de eso, el problema no debe ser el de si requiere una medicina individual o social, sino el del modelo de desarrollo de la medicina a partir del Siglo XVIII, cuando se produjo lo que podríamos denominar su “despegue”. Despegue sanitario del mundo desarrollado acompañado de un desbloqueo técnico y 4

epistemológico de considerable importancia de la medicina y de toda una serie de prácticas sociales. Y son estas formas de “despegue”, las que conducen hoy a la crisis. La cuestión estriba en saber ¿Cuál es el modelo de desarrollo? ¿Puede ser corregido y aplicado a otros lugares? Cientificidad y eficacia de la medicina Surge desde comienzos del siglo XX el hecho de que la medicina podría ser peligrosa, no en la medida de su ignorancia y falsedad, sino en la medida de su saber, en la medida en que constituye una ciencia. Lo que resulta interesante y plantea el verdadero problema es la iaotrogenia positiva, los efectos médicamente nocivos debidos no a errores de diagnóstico ni la ingestión accidental de una sustancia, sino a la propia acción de la intervención médica en lo que tiene de fundamento racional. En la actualidad, los instrumentos de que disponen los médicos y la medicina en general, precisamente por su eficacia, provocan ciertos efectos, algunos puramente nocivos y otros fuera de control, que obligan a la especie humana a entrar en una historia arriesgada, en un campo de probabilidades y riesgos cuya magnitud no pueden medirse con precisión. Así pues, entramos en una dimensión bastante nueva de lo que podría denominarse riesgo médico. El riesgo médico, el vínculo difícil de romper entre los efectos positivos y negativos de la medicina, no es nuevo, sino que data del momento en que un efecto positivo de la medicina fue acompañado, por su propia causa, por varias consecuencias negativas y nocivas. Foucault da como ejemplo el descubrimiento de los anestésicos y de la técnica de anestesia general. A partir del momento en que se logra adormecer a las personas desaparece la barrera del sufrimiento y se puede proceder a cualquier operación. Pero en ese momento, en ausencia de asepsia, no cabe duda de que cualquier operación constituía un riesgo y podía ir acompañada de la muerte. Este es un ejemplo de la manera en que siempre ha funcionado la medicina: sobre la base de sus propios fracasos e inconveniencias, y de que no existe un gran progreso médico que no haya pagado el precio de las diversas consecuencias negativas directamente vinculadas con el progreso que se trate. Otra cosa a analizar, es lo que Foucault llama la cuestión de la “biohistoria”. El médico y el biólogo ya no trabajan en el círculo del individuo y de su descendencia, sino que empiezan a hacerlo en el nivel de la propia vida y de sus acontecimientos fundamentales. Estamos en la biohistoria y éste es un elemento muy importante. Las técnicas de que dispone la medicina, la posibilidad de modificar el armamento genético de las células no sólo afecta al individuo o a su descendencia, sino a toda la especie humana; todo el fenómeno de la vida entera entra en el campo de acción de la intervención médica. El no saber ya ha dejado de ser peligroso y el peligro radica en el propio saber. El saber es peligroso, no sólo por sus consecuencias inmediatas para el individuo o para un grupo de individuos, sino para la propia historia. Esto constituye una de las características fundamentales de la crisis actual. Medicalización Indefinida La segunda característica es lo que Foucault denominó el fenómeno de la medicalización indefinida. Con frecuencia se afirma que la medicina en el siglo XX comenzó a funcionar fuera de su campo tradicional definido por las demandas del enfermo, sus síntomas, malestar, su sufrimiento. Foucault sostiene que si éste es su ámbito propio, la medicina actual lo ha rebasado por varias razones. En primer lugar, la medicina responde a otro motivo que no es la demanda del enfermo. Con mucha más frecuencia la medicina se impone al individuo, enfermo o no, como acto de autoridad. En segundo lugar, tampoco el espacio de objetos de la intervención médica se refiere a las enfermedades sino a otra cosa. De un modo más general, se puede afirmar que la salud se convirtió en un objeto de intervención 5

médica ¿Qué quiere decir esto? Que todo lo que garantiza la salud del individuo, es hoy un campo de intervención médica que, en consecuencia, ya no está vinculado exclusivamente con las enfermedades. Hoy la medicina está dotada de un poder autoritario con funciones normalizadoras que van más allá de la existencia de las enfermedades y de la demanda del enfermo. En el siglo XX los médicos están inventando una sociedad, ya no de la ley, sino de la norma. Los que gobiernan en la sociedad ya no son los códigos sino la perpetua distinción de lo normal y lo anormal, la perpetua empresa de restituir el sistema de la normalidad. Esta es una de las características de la medicina actual, aunque se puede demostrar que se trata de un viejo fenómeno, de una manera propia del desarrollo del “despegue” médico. Desde el siglo XVIII la medicina siempre se ocupó de lo que no se refería a ella, es decir, de otros aspectos distintos de los enfermos y las enfermedades, y precisamente así logro el desbloqueo epistemológico de fines de este siglo. Hay cuatro aspectos que caracterizan a la medicina del siglo XVIII: 1. Aparición de una autoridad médica social, que puede tomar decisiones relativas a una ciudad, un barrio, una institución, un reglamento. 2. Aparición de un campo de intervención de la medicina distinto de las enfermedades: el aire, el agua, las construcciones, los terrenos, los desagües, etc. se convirtieron en objeto de la medicina. 3. Introducción de un aparato de medicalización colectiva, a saber, el hospital, que antes sólo era una institución de asistencia a los pobres en espera de la muerte. 4. Introducción de mecanismos de administración médica, registro de datos, comparación, establecimiento de estadísticas, etc. Más allá de estas características, Foucault plantea que lo que caracteriza a la medicina de los últimos decenios, es que además de ocuparse de otros aspectos distintos de los pacientes y las enfermedades, comienza a no tener campo exterior. En la situación actual, lo diabólico es que cuando queremos recurrir a un territorio exterior a la medicina hallamos que ya ha sido medicalizado. Y cuando se quiere objetar a la medicina sus deficiencias, sus inconvenientes y sus efectos nocivos, esto se hace en nombre de un saber médico más completo, más refinado y difuso. Foucault da un ejemplo a este respecto, que ocurre en el campo de la psiquiatría. Puede afirmarse que una de las primeras formas de antipsiquiatría fue el psicoanálisis, que a fines del siglo XIX constituyó un proyeto de desmedicalización de varios fenómenos que la psiquiatría había clasificado como enfermedades. Esta antipsiquiatría, el psicoanálisis, afecta la histeria y a la neurosis, que Freud trató de retirar de los códigos psiquiátricos, pero supone también una medicalización importante, pues la propia conducta cotidiana está actualmente sujeta a la actividad psicoanalítica, y aunque ahora se opone al psicoanálisis una antipsiquiatría o un antipsicoanálisis, se trata todavía de una actividad y un discurso de tipo médico más o menos elaborado con una perspectiva o con base en un saber médico. La medicina ya no tiene campo exterior. Se podría afirmar en relación con la sociedad moderna que vivimos en “Estados médicos abiertos”, en los que la dimensión de la medicalización ya no tiene límites: ciertas resistencias populares a esta medicalización se deben precisamente a esta investidura de predominio perpetuo y constante. Economía política de la medicina Otra característica de la medicina moderna que Foucault expone es lo que podría denominarse la economía política de la medicina. En otros momentos lo que se exigía a la medicina era el efecto económico de dar a la 6

sociedad individuos fuertes, capaces de trabajar y de asegurar la constancia de la fuerza laboral. En la actualidad la medicina entronca con la economía por otro conducto. No simplemente porque es capaz de reproducir la fuerza de trabajo sino porque puede producir directamente riqueza en la medida en que la salud constituye un deseo para unos y un lucro para otros. La salud en la medida en que se convirtió en objeto de consumo, en producto que puede ser fabricado por unos laboratorios, farmacéuticos, médicos, etc y consumido por otros, los enfermos posibles y reales, adquirió importancia económica y se introdujo en el mercado. El cuerpo humano se vio doblemente englobado por el mercado: en primer lugar en tanto que cuerpo asalariado, cuando el hombre vendía su fuerza de trabajo, y en segundo lugar por intermedio de la salud. Contrariamente a lo que cabía esperar, la introducción del cuerpo humano y de la salud en el sistema de consumo y mercado no elevó de una manera correlativa y proporcional el nivel de salud. El nivel de consumo médico, y el nivel de salud no guardan relación directa, lo que revela una paradoja económica de un crecimiento de consumo que no va acompañado de ningún fenómeno positivo del lado de la salud, la morbilidad y la mortalidad. Otra paradoja de esta introducción de la salud en la economía política es el hecho de que las transferencias sociales que se esperaban de los sistemas del seguro social no desempeñan la función deseada. La igualación del consumo médico que se esperaba del seguro social, se adulteró en favor de un sistema que tiende cada vez más a restablecer las grandes desigualdades ante la enfermedad y la muerte que caracterizaban a la sociedad del siglo XIX. Hoy, el derecho a la salud igual para todos pasa por un engranaje que lo convierte en una desigualdad. De ahí nace la pregunta ¿Cuál es el destino de la financiación social de la medicina, el lucro derivado de la salud? Los que realmente obtienen la mayor rentabilidad de la salud son las grandes empresas farmacéuticas. En efecto, la industria farmacéutica está sostenida por la financiación colectiva de la salud, y la enfermedad, por mediación de las instituciones del seguro social, que obtienen fondos de las personas que obligatoriamente deben protegerse contra las enfermedades. Situación que no está del todo presente en la conciencia de los consumidores de la salud, pero que los médicos conocen perfectamente, convirtiéndose en intermediarios casi automáticos entre la industria farmacéutica y la demanda del cliente. Foucault finaliza el texto destacando lo siguiente: La situación actual no se debe considerar en función de medicina o antimedicina, de interrupción o no interrupción de los costes, de retorno o no a una especie de higiene natural. Estas alternativas carecen de sentido. En cambio sí tiene sentido tratar de comprender en qué consistió el despegue sanitario y médico de las sociedades de tipo europeo a partir del siglo XVIII. La revisión de la historia de la medicina que podamos realizar tiene cierta utilidad: se trata de conocer mejor no tanto la crisis actual de la medicina sino cuál fue el modelo de funcionamiento histórico de esa disciplina desde el siglo XVIII para saber en qué medida hoy se puede modificar. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 “El Poder Psiquiátrico” El poder psiquiátrico tiene la función de ser un operador de la realidad, intensificándola frente a la locura. La cura se espera como un proceso automáticamente reactivo a partir de la combinación de cuatro elementos que combinados componen el marco de la cura, sin proponer una explicación teórica: 1. El aislamiento en el asilo. 2. Una serie de medicamentos de orden físico o fisiológicos (opiáceos, etc.) 3. Una serie de coerciones propias de la vida asilar: disciplina, obediencia a reglamento, alimentación determinada. 7

4. Una medicación psicofísica. La cura psiquiátrica se desarrollaba con una serie de planes, procedimientos tácitos y estratégicos que son importantes en cuanto a la constitución misma del saber psiquiátrico. Una serie de dispositivos o maniobras que Lauret, un psiquiatra alienista, nunca teoriza ni da algún tipo de explicación. Primer maniobra: Desequilibrar el poder. Consiste en transferir el poder de entrada al médico; durante el “ritual general del asilo” el primer contacto entre médico y paciente es una demostración inicial de fuerza, es decir, la demostración de que el campo de fuerzas asilar está desequilibrado, no hay coparticipación ni reciprocidad. A partir de esta diferencia de altura se desenvuelve el proceso de cura. El “principio de voluntad ajena” consiste en sustituir la voluntad del paciente por la voluntad del médico. Este principio tiene dos objetivos: 1) establecer un estado de docilidad necesario para que el enfermo acepte prescripciones del médico durante el tratamiento 2) vulnerar la omnipotencia que hay en la locura. La omnipotencia de la locura puede manifestarse de dos maneras: dentro del delirio de grandeza y dentro del delirio de grandeza en ejercicio. Esta primera maniobra intenta vulnerar, reducir la omnipotencia de la locura mediante otra voluntad con un poder superior. Segunda maniobra: Reutilización del lenguaje. Es necesario que el paciente vuelva a aprender los nombres y sepa asignar a cada uno el que corresponde. Lo obligan a repetirlos hasta saberlos, leer libros y recitar versos, con el objetivo de que aprenda el uso de las formas del lenguaje de la disciplina. Lo meten en la bañera y ordenan a vaciarla varias veces hasta que incorpore el mecanismo de orden-obediencia, que interprete el lenguaje de órdenes. En estas operaciones que se refieren al lenguaje, se trata de corregir el delirio de nominaciones polimorfas y obligar al enfermo a devolver a cada uno el nombre en virtud del cual tiene su individualidad dentro de la pirámide disciplinaria del asilo. El aprendizaje de la nominación será al mismo tiempo el de la jerarquía. La nominación y la manifestación de respeto, la distribución de nombres y la jerarquización de los individuos en el espacio disciplinario constituyen una misma cosa. El imperativo del lenguaje se remite y ajusta a un sistema de poder, es el lenguaje propio del asilo. El lenguaje que le obligan al enfermo a reaprender deja ver la realidad de un orden, una trama de poder. Tercer maniobra: Ordenamiento u organización de las necesidades. El poder psiquiátrico asegura el avance de la realidad, la autoridad sobre la locura y el surgimiento de nuevas necesidades por la creación, sustento y prolongación de una serie de necesidades. Se trata de generar en el enfermo un estado de carencia cuidadosamente alimentado: es preciso mantenerlo por debajo de una línea media de su existencia. Lauret utiliza una serie de tácticas con un destino prolongado en la institución asilar: La táctica de la ropa, de la comida, de la actividad laboral; además la gran carencia que es la falta de libertad. Esta administración e institucionalización de carencias tiene 4 efectos: 1. Imponer la realidad de lo que se necesita. 2. Se esboza una realidad del mundo externo inaccesible durante la locura, será real de dos maneras: el mundo de la ausencia de penurias en comparación con el asilo por lo que será deseado, y al mismo tiempo es un mundo donde el paciente se las arregla solo para sus necesidades, por lo tanto también hay penurias y el asilo sería una especie de entrenamiento (Propedéutica). 3. El enfermo percibe la realidad no solo del mundo externo sino también la de su propia locura, por el sistema de carencias que se establece a su alrededor. 8

4. Organización de la carencia asilar: aprende de la realidad, que como enfermo, debe subvenir a sus propias necesidades por medio del trabajo, para que la sociedad no pague su precio. La locura se paga en el asilo por las necesidades artificiales, pero, la curación se compra mediante la disciplina, el rendimiento. Al haber carencia el asilo crea una moneda con la cual se pagará la curación, una retribución moral de la locura. Cuarta maniobra: Enunciado de la verdad. Es preciso lograr que el enfermo diga la verdad, no lo que se percibe, sino que diga algo. El hecho de decir algo que sea verdad tiene por sí una función: mayor eficacia terapéutica que una idea justa o una percepción exacta que no se expresa. El enfermo debe enunciar primeramente la verdad en una serie de episodios biográficos, el enunciado más eficaz no se referirá a cosas, sino al propio enfermo. Esa verdad biográfica es el corpus biográfico establecido desde afuera por todo el sistema de la familia, el empleo, observación médica, etc. Es eso lo que el enfermo debe finalmente confesar, y allí debe producirse uno de los momentos más fecundos de la terapia; de no existir ese momento hay que desesperar de la enfermedad. Se trata de proseguir esa suerte de intensificación de la realidad que constituía una de las misiones del asilo. La cura debe actuar en el plano de la realidad y en el nivel del placer, y no solo del obtenido por el enfermo en su locura, sino el placer que le da su propio tratamiento. Hay que sacar al enfermo del asilo y privarlo del placer de la enfermedad, el hospital y la cura. Se lo pone en circulación y se lo hace funcionar de un modo no médico. El personaje médico se convertirá en personaje benéfico se situará como intermediario de la dura realidad del asilo y el enfermo, pero éste ya no podrá obtener placer ni de su enfermedad que provoca esas consecuencias fastidiosas, ni del asilo y ni de su médico, pues como tal, este habrá desaparecido. El asilo es un dispositivo de curar donde el accionar del médico se confunde con la acción de la institución, los reglamentos y los edificios. Se trata de un gran cuerpo único, cuya función esencial es producir un efecto de conjunto. El plus de poder se fija tan pronto sobre el sistema general de vigilancia como sobre el médico o sobre el aislamiento espacial. El asilo fue el lugar de formación de varias series de discursos. Sobre las observaciones fue posible constituir una nosografía (clasificación de enfermedades). Pero no hubo verdaderas teorías de curación y ni tentativas de explicación de ella. Solo hubo corpus de tácticas, conjuntos estratégicos y eso es todo lo que se puede decir de tratar locos. Hay una gran tautología asilar en cuanto el asilo es lo que debe proporcionar una intensidad complementaria a la realidad y a la vez ese mismo asilo es la realidad en su poder desnudo, la realidad médicamente intensificada, es la acción medica, el poder–saber médico que no tiene otra función que la de agente de la propia realidad. La especificidad del asilo radica en ser exactamente homogéneo a aquello de lo cual se diferencia en virtud de la línea divisoria entre locura y no locura. La disciplina asilar es a la vez la forma y la fuerza de la realidad. CLASE DEL 15 DE ENERO DE 1975 “Los Anormales” Según los términos del código penal de 1810 “no hay ni crimen ni delito, si el individuo se encuentra en estado de demencia en el momento de cometerlo.”; La pericia permite dividir entre enfermedad o responsabilidad, entre terapéutica o castigo, medicina y penalidad, hospital y prisión. La justicia debe desprenderse del loco desde cuando lo reconoce como tal: Principio de la puesta en libertad, en el sentido jurídico de la expresión. A lo largo del siglo XIX los jueces mismos aceptan hasta cierto punto esta especie de emparejamiento, porque a veces los vemos decir que un individuo puede ser enviado a un hospital psiquiátrico, pese al crimen que ha cometido, ya que en definitiva no tiene más probabilidades de salir de él que de una cárcel. 9

La pericia contemporánea puso en juego la “doble calificación” médico–judicial. Esta práctica organiza el dominio de la perversidad, noción que empieza a aparecer en la 2da mitad del siglo XIX y domina todo ese campo de la doble determinación y autoriza la aparición, en el discurso de expertos, a toda una serie de términos o elementos manifiestamente anticuados, irrisorios o pueriles. Esas pericias médico–legales tienen una función: intercambiar entre las categorías jurídicas definidas por el código e indican que solo pueda castigarse si hay verdadera intención, y nociones médicas como inmadurez, debilidad del yo, falta de desarrollo del súper-yo, etc. Hay 2 nociones enfrentadas: 1) la “perversión” que permite coser la serie de conceptos médicos y la serie de conceptos jurídicos, y 2) la noción de peligrosidad, de individuo peligroso que justifica y funda la existencia de una cadena ininterrumpida de instituciones médico–judiciales. La unión de lo médico y lo judicial es asegurada por la pericia médico-legal y se efectúa por la reactivación de categorías elementales de la modalidad, es decir se lleva a cabo por la reactivación de un discurso esencialmente parento-pueril, parento-infantil: el discurso de padre a hijo, de la moralización del niño. Un discurso infantil que lo descalifica como sabio cuando se convoca en ese concepto, y por un discurso del miedo que lo ridiculiza cuando habla en un tribunal; está despojado de cualquier poder. Ahora lo que vemos es una pericia absolutamente desenganchada del saber psiquiátrico de nuestra época, puesto que no importa del discurso actual de los psiquiatras, lo que dice un perito psiquiátrico está mil veces por debajo del nivel epistemológico de la psiquiatría. Desde principios del siglo XIX no deja de reivindicarse el poder médico del juez. En el fondo el problema del poder médico en el aparato judicial era un problema conflictivo, en el sentido de que los médicos reivindican el derecho a ejercer su saber dentro de la institución judicial. Fines del siglo XIX se trama una especie de reivindicación común de los jueces a favor de la medicalización de su profesión, su función, decisiones. Sirvió como punto para toda una serie de reformas que introdujeron a fines del siglo XIX y XX, y organizaron poder médico judicial cuyos principales elementos o manifestaciones son: 1. Obligación a que todo el que se presente en audiencia, haya sido examinado por peritos psiquiátricos, de tal modo que no llegue al tribunal sólo con su crimen, sino también con el informe de la pericia. 2. Existencia de tribunales especiales para menores donde la información de la que está encargado el juez es esencialmente psicológica, social, médica. El menor se presenta ante un tribunal de la perversidad y el peligro y no ante uno del crimen. Los servicios médicos psicológicos de la administración penitenciaria se encargan de decir cuál es la evolución del individuo durante el cumplimiento de la pena; si llega a un nivel suficientemente bajo de una y otro, podrá ser liberado al menos condicionalmente. Estamos ante un sistema por partida doble: médico y judicial que se estableció en el siglo XIX y que la pericia con su muy curioso discurso constituye la pieza en cierto modo central. La pericia médica viola la ley desde el principio: en materia penal ridiculiza el saber médico, y el psiquiátrico lo hace desde su primera palabra. No es homogénea ni al derecho ni a la medicina, aunque tenga un papel capital para su ajuste institucional; sería injusto poner el saber médico y el saber psiquiátrico a la altura de lo judicial. En la pericia médico–legal la justicia y la psiquiatría se adulteran. No están frente a su propio objeto, no ponen en práctica su propia regularidad. La pericia médico–legal se dirige a la categoría de “anormales”, en ese campo, no de oposición, sino de gradación de normal a lo anormal. Propone un poder de normalización, pero con la pericia hay una práctica que concierne a anormales, cierto poder de normalización que tiende poco a poco, por su propia fuerza, por los efectos de unión que asegura entre lo médico y lo 10

judicial, a transformar tanto el poder judicial como el saber psiquiátrico a constituirse como instancia de control del anormal. CLASE DEL 12 DE MARZO DE 1975 “Los Anormales” La sexualidad del niño y adolescente se plantea como problema en el siglo XVIII. En primer lugar el problema del autoerotismo y la masturbación como peligro fundamental. En ese momento los cuerpos, gestos y actitudes, se ponen bajo vigilancia. Es necesario que los padres salgan a la caza de olores, huellas o signos. Comienza una especie de gran cuerpo a cuerpo, padre-hijos, una forma determinada de familia en la época moderna. Pero al mismo tiempo que se asiste a la reducción de la carne cristiana a ese problema extraordinariamente simple y algo así como esquelético, se presentan tres transformaciones: 1) el problema de la carne tiende a convertirse cada vez más en el problema del cuerpo físico–enfermo, 2) infantilización– adolescencia se organiza esencialmente alrededor de sexualidad o autoerotismo, y 3) medicalización puesta que en lo sucesivo ese problema se refiere a una forma de control y racionalidad que se pide al saber y al poder médico. Un peligro físico y todas las precauciones materiales para conjurarlo. La caza de la masturbación se constituyo poco a poco, la familia restringida y sustancial. Uno de los medios para coagular la familia conyugal fue hacer a los padres responsables del cuerpo de sus hijos, de la vida y de la muerte de ellos, por intermedio de un autoerotismo que en y por el discurso médico se había convertido en fabulosamente peligroso. Culpabilización y responsabilización simultaneas de los padres y los hijos sobre ese cuerpo, organización de un espacio familiar restringido y denso. Si se admite ese esquema se imagina que la intensidad pudo alcanzar, fines del siglo XIX el incesto, es decir la dificultad y a la vez la facilidad con la que se acepto. Era árduo admitir que los padres ya estaban alcanzados, investidos por el deseo incestuoso de sus hijos, siendo que desde hace seis años se los tranquilizaba con el argumento de que la sexualidad de sus hijos estaba íntegramente localizada, bloqueada, encerrojada dentro del autoerotismo. Se puede decir que toda la cruzada antimasturbación dentro de la cual se inscribe ese nuevo miedo al incesto, hizo hasta cierto punto fácil que los padres aceptaran que sus hijos los deseaban incestuosamente. De allí 3 efectos esenciales: 1. El incesto no va de ustedes a ellos, al contrario son los niños los que desde el origen empiezan a desearlo. Es el primer beneficio moral que hace aceptable la teoría psicoanalítica del incesto. 2. Se le da a los padres una garantía complementaria, ya que sus hijos le pertenecen en un sentido más profundo, porque el deseo de sus hijos se dirije a ellos, en esa medida no solo disfrutan de la posesión material del cuerpo del niño sino que disponen del deseo mismo por el hecho de que se dirige a ellos. 3. Se fortaleció la posibilidad de que la tecnología médica tuviera una justificación en el az de relaciones intrafamiliares, se aseguraban la conexión de la familia con el poder médico. Descubren que ellos mismos pueden ser sujetos de un saber racional, sobre sus relaciones con los hijos, simplemente no tengo que descubrir lo que desea el niño como un criado dudoso, se lo que desea con un saber científicamente autenticado, porque es un saber médico. Esto no vale para la sociedad general o para cualquier tipo de familia. La cruzada antimasturbación se dirige casi exclusivamente a la familia burguesa. Otra campaña se dirigía a la familia popular, o más precisamente a la familia del proletariado. Consiste en “casarse, no tener hijos antes para después abandonarlos”. Toda una campaña contra la unión libre, concubinato, fluidez extra o para-familiar. Hasta el siglo XVIII el matrimonio estaba ligado a todo un sistema de intercambio de bienes, aún entre la gente relativamente pobre. Estaba vinculado a la transformación de los estatus sociales. 11

Al principio del siglo XIX todos esos pesos que le dan su solidez y su necesidad se vuelven inútiles, se desarrolla una especie de sexualidad extramatrimonial. No se mezclen, distribúyanse, ocupen el mayor espacio posible, que haya entre ustedes el menos contacto posible, que las relaciones familiares mantengan dentro del espacio así definido, sus especificaciones y las diferencias entre individuos, edades, sexo. Campaña contra dormitorios comunes, camas compartidas por padres e hijos, contra las camas compartidas por niños de diferentes sexos. En las ciudades obreras que se proyectan por entonces, lo ideal es la famosa casita de tres habitaciones, una para los padres, una para el nene y otra para la nena. Por lo tanto nada de cuerpo a cuerpo, nada de contacto, nada de mezclas. Es el peligro del incesto hermano-hermana, padre-hija. Lo esencial es evitar que de una generación a la siguiente se establezcan una promiscuidad responsable de un incesto posible. Dos procesos de formación, dos maneras de organizar la familia alrededor del peligro de la sexualidad, dos formas de marcar en él el punto de anclaje de una intervención autoritaria. A los peligros de la sexualidad infantil que los padres examinan, debe responder la intervención y la racionalidad médica. En la sexualidad, a partir del apetito incestuoso y peligroso de padres a hijos mayores, también exige un poder externo que es de tipo judicial (juez, gendarme). Ahora querría tratar de ver como se ajustaron una a otra la problemática del monstruo y el instinto y la problemática masturbador y sexualidad infantil. Intentar mostrar la formación de un engranaje psiquiátrico judicial y a partir de ahí tres cosas importantes: 1) definición de un campo común a la criminalidad y la locura, 2) instancia médico judicial representada por el psiquiatra, que empieza a hacer el criminalista; el único poseedor de separar crimen-locura y juzgar lo peligroso dentro de cualquier locura, 3) la aparición como concepto privilegiado: noción de instinto como pulsión irresistible, conducta normalmente integrada o anormalmente desplazada en el eje de lo voluntario y lo involuntario. A partir del pecado de la carne en el siglo XVII se forma un engranaje que es psiquiátrico familiar, no constituido a partir del gran mounstro, sino del personaje muy cotidiano del adolescente masturbador, convertido en monstruo o peligroso, por las necesidades de la causa. Ese engranaje también manifiesta la necesidad de una instancia médica de recurso, intervención y racionalización interna del espacio familiar. Y por último ese ámbito común a la enfermedad y a la masturbación está atravesado por un elemento cuyo concepto se está elaborando en esa época: la noción de inclinación o instinto sexual va a escapar a la norma heterosexual y exogámica. Se deducen dos consecuencias 1) una enorme ganancia extensiva en el ámbito de injerencia posible de la psiquiatría, control de la familia y la intervención necesaria en el dominio penal, 2) aparece, debe aparecer y funcionar como una tecnología del individuo indispensable para el funcionamiento de los principales mecanismos de poder. Al mismo tiempo no podrá ejercer esa función general, omnipresencia o polivalencia y ejercerla verdaderamente sino con la condición de ser capaz de organizar un campo unitario del instinto y la sexualidad. Si quiere recorrer efectivamente, tendrá que mostrar el juego entrecruzado del instinto y la sexualidad. La psiquiatría del siglo XIX tiene por tarea abarcar ese gran dominio que va desde la irregularidad familiar hasta la infracción legal. Su misión no será aislar la masturbación sino lograr que se comuniquen entre sí todas las irregularidades intra o extra familiares. Es preciso que la psiquiatría elabore o esboce el árbol genealógico de todos los trastornos sexuales donde encontramos los grandes tratados de psicopatología sexual del siglo XIX, el primero es “Psychopathia sexualis” de Henris Kaan, que resalta cierta cantidad de puntos importantes. Por una parte es natural que el instinto anormal, segundo ese desfasaje entre naturalidad y normalidad del instinto aparece de una manera privilegiada y determinante en la infancia. Tercero existe un vinculo privilegiado entre instinto sexual y la phantasia o imaginación en tanto que instinto sexual descripto 12

por Kaan tiene una vinculación directa con la imaginación. Esta es la que abre el espacio donde va a poder desarrollar su naturaleza anormal; a partir del mecanismo del instinto y la imaginación, el instinto sexual va a ser el punto de origen, no solo de trastornos somáticos. En términos generales, 1844 y 1845, representa el final de los alienistas, el inicio de una psiquiatría o una neuropsiquiatría organizada en torno de los impulsos, instintos y automatismos. Es también la fecha que marca el fin de la fábula, de la masturbación o la emergencia de una psiquiatría, de un análisis de la sexualidad que se caracteriza por el señalamiento de un instinto sexual que atraviesa todo el comportamiento, desde la masturbación hasta el comportamiento normal. Momento que a partir de ese libro se define el papel primordial y etiológico de la imaginación, o de la imaginación acoplada al instinto, y es el momento en que las fases infantiles de la historia de los instintos y la imaginación cobran un valor determinante en la etiología de las enfermedades y específicamente de las mentales. Hay un segundo momento, en 1849 un psiquiatra Michéa no hace una geneología de los síntomas a partir de erotismo, pero plantea el marco general de una posible, dice que “el instinto sexual es, de todas formas, la más importante y la mas imperiosa de las necesidades que estimulan al hombre y los animales”. Ahora bien, ese instinto sexual, encuentra satisfacción o es producto de placer, de otra manera que a través de los meros actos que aseguran la reproducción, es decir hay una falta de adecuación entre placer y acto de fecundación. Y ve la prueba de ésta inadecuación en la masturbación de los niños antes de la pubertad, en el placer de las mujeres embarazadas, o después de la menopausia, es decir en un momento que no se pueden fecundar. Producto de un placer no ligado por naturaleza a la generación, el instinto sexual podrá dar lugar a toda una serie de comportamientos que no se ajustan a la generación (bestialismo, atracción por objeto, atracción por cadáveres) como productores de placer. Así, por su fuerza, el instinto sexual es el más importante y el dominador en la economía general de los instintos. Con el análisis de Michéa vemos entrar en la psiquiatría un objeto o concepto novedoso. El placer va a convertirse ahora en un objeto psiquiátrico o psiquiatrizable. Los mecanismos de placer aseguran la desconexión del instinto sexual con respecto a la reproducción, y esta desconexión permitirá constituir el campo unitario de las aberraciones. El placer no ajustado a la sexualidad normal es el soporte de toda las serie de conductas instintivas anormales, aberrantes, susceptibles de psiquiatrización.

13