Filosofar para Seguir Creciendo

Filosofar para seguir creciendo La Filosofía atesora la sabiduría de los principales pensadores de todos los pueblos. A

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Filosofar para seguir creciendo La Filosofía atesora la sabiduría de los principales pensadores de todos los pueblos. A este acervo se llega por el Filosofar, momento de producción intelectual en respuesta a las trascendentales preguntas que sabe plantear la Filosofía. Se trata de un proceso dinámico que debe involucrar integralmente a cada persona que en él participa, sin importar cuánto de lo que se logre permanecerá en el depósito de sabiduría de los grandes filósofos

978-970-26-1495-1

PEARSON CUSTOM PUBLISHING

“FILOSOFAR para seguir creciendo” va dirigido de modo especial a quienes se están formando como profesionales, pero puede ser de provecho para toda persona que se niegue a vivir en pequeñez intelectual o en rutina existencial.

Filosofar

para seguir creciendo

Carlos E. Echeverría

®

Laureate International Universities

CMAN

F I L O S O FA R para seguir creciendo

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F I L O S O FA R para seguir creciendo

Carlos Eduardo Echeverría Coto

Universidad Gregoriana en Filosofía Roma, Italia Maestría en Tecnología Educativa ILSE Grupo de Investigación Universidad Almeira Profesor de Filosofía, Axiología y Ética Universidad Tecnológica Centroamericana

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Datos de catalogación bibliográfica Echeverría, Carlos E. FILOSOFAR PARA SEGUIR CRECIENDO PEARSON EDUCACIÓN, México, 2008 ISBN: 970-26-1495-3 Área: Filosofía. Universitarios Formato: 18.5 × 23.5 cm

Páginas: 128

Editor: Supervisor de producción:

Maria Elena Zahar Arellano e-mail: [email protected] José Hernández Garduño

Diseño de Portada:

Diana Echeverría Mondragón

PRIMERA EDICIÓN, 2008 D.R. © 2007 diseño y tipografía por Pearson Educación de México, S.A. de C.V. Atlacomulco 500-5° piso Col. Industrial Atoto, C.P. 53519, Naucalpan de Juárez, Edo. de México Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Reg. Núm. 1031. © Carlos E. Echeverría, sujeto a licencia de Pearson Educación Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito del editor. El préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso de este ejemplar requerirá también la autorización del editor o de sus representantes. ISBN 10: 970-26-1495-3 ISBN 13: 978-970-26-1495-1 Impreso en México. Printed in Mexico. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 0 - 10 09 08 07 [email protected] www.unitec.edu

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Estimados estudiantes y docentes de UNITEC: Me da mucho gusto saludarles y poner en sus manos este libro de texto que es parte de un innovador proyecto dirigido a Ustedes. La Universidad Tecnológica Centroamericana está comprometida desde 1987, año de su fundación, con la calidad y la excelencia académica al punto de ser un estilo de vida en permanente mejora, que les involucra a Ustedes y también a los recursos y metodologías de enseñanza y aprendizaje propios de las diversas carreras profesionales que ofrecemos. A inicios de los 90’s UNITEC incorporó el modelo educativo centrado en el estudiante y apoyado en tecnologías de vanguardia para dar respuesta a los retos que el mundo global plantea, a tal punto que actualmente esta Universidad forma profesionales y ciudadanos en Honduras que sean capaces de desenvolverse competitiva y exitosamente en los escenarios del mundo globalizado. La alianza estratégica que hemos emprendido con el Grupo Editorial Pearson es garante de la calidad que encontrarán, no sólo en los contenidos temáticos de los libros de texto con estándares internacionales, sino también en su diseño didáctico y a la incorporación de los recursos que permitirán el trabajo autónomo y personalizado vía web, tan característico del estilo de aprendizaje en la sociedad del siglo xxi. Este esfuerzo complementa la sistemática profesionalización de los docentes mediante el Sistema de Excelencia en la Enseñanza, conocido como Programa SENECA, que les posibilita el perfeccionamiento de su práctica, convirtiéndose en el sello de la docencia en UNITEC. Auguro condiciones muy favorables donde el aprendizaje será inevitable, no sólo durante sus años de formación profesional sino durante toda su existencia: Que les persiga el deseo por avanzar, por descubrir nuevas cosas, por ampliar el conocimiento acerca de lo que somos y a dónde vamos, pero sobre todo ayudando a construir el camino que elegimos ¡Que cosechen muchos éxitos y satisfacciones! Fraternalmente

Román Valladares Rector de UNITEC

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A Vilma Mondragón, compañera en la vida y permanente asesora profesional, por ser quien es; por sus sugerencias oportunas en materia didáctica y por su diálogo filosófico. A mis alumnos del CEUTECT-UNITEC del 2007, y a todos aquellos para quienes el filosofar no sólo es una obligación, sino un placer.

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Es mi deber agradecer a Diana Echeverría por la realización de la portada, a Beatriz Echeverría por su apoyo en la impresión de borradores y escaneo, y a todos mis hijos por los comentarios y críticas valiosas que me permitirán mejorar mi pensar y mi actuar. Anticipo agradecimientos a mis nietos Diego, Sebastián, Andrea e Isabella por la misma razón, ya que, aunque aún no lo saben, me ayudarán a validar lo que aquí escribo.

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Contenido

Introducción

xv

Capítulo 1

Mirando dentro de sí Autoconocimiento Ser en contexto Lectura Ejercicio

1 1 6 7 8

Capítulo 2

El sentido de la vida Lectura Ejercicio

13 19 23

Capítulo 3

Del conocer al conocimiento

La temprana necesidad del conocimiento Lectura Ejercicio

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27 27 35 37

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XII CONTENIDO Capítulo 4

Filosofía, ciencia y método El conocimiento científi co La fi losofía y las ciencias El método Lectura Ejercicio

39 39 41 42 45 48

Capítulo 5

El mundo de los valores

Los omnipresentes valores La axiología Naturaleza del valor Origen del valor Categorías y jerarquías del valor El valor como criterio de selección y de acción Coherencia y compromiso Lectura Ejercicio

51 51 52 53 54 57 59 60 61 63

Capítulo 6

Los valores y la cultura

Cultura y diversidad de valores Dinámica social de los valores Confl ictos axiológicos interpersonales Lecturas ejercicio

65 65 67 69 72 75

Capítulo 7

De la moral a la ética

Moral y ética Fundamentación de la moral El acto moral y el juicio moral Libertad La conciencia moral Problemática actual y relativismo moral Lectura Ejercicio

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CONTENIDO XIII

Capítulo 8

Profesionalismo emprendedor

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La profesión El valor del trabajo Ética profesional Compromiso personal y comunitario Formando emprendedores El espíritu emprendedor El liderazgo El espíritu de servicio Lectura Ejercicio

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Referencias

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Introducción

Los últimos años del siglo XX y primeros del XXI han estado dominados por el posmodernismo. Sin tratar de hacer un balance entre sus elementos, que considero positivos (apertura hacia el pensamiento de otros, tolerancia, etc.) y los negativos (relativismo moral, relativismo epistemológico, etc.) —tarea en la que se involucraron en años recientes autores de todo el mundo (como Camacho, 2002),1— es pertinente en el presente texto referirse al llamado “desfondamiento de la racionalidad”. Esto equivale a cuestionar la validez de la razón para llegar a una verdad aceptable y aprobada universalmente, cual conviene a la ciencia, o, al menos, admisible y aceptada por amplios colectivos que suscriben una visión similar del ser humano, el mundo y la vida (por ejemplo, desde la fi losofía) o que comparten una misma vivencia cultural. No es la primera vez que se pone en duda la capacidad racional, desde el escepticismo griego, pasando por otros escepticismos, relativismos y antiintelectualismos de toda laya, ni será la última. Y como antes, también ahora se debe enfrentar la paradoja de afi rmar la inseguridad universal, con la sola certeza de esta única afi rmación. Si la época reciente ha cuestionado de tal modo la racionalidad, mal negocio es para la fi losofía, que tiene en la actividad racional su principal herramienta creativa y su principal instrumento de crítica y de cambio. No es de extrañar el poco aprecio que, junto con el abierto desprecio y la mucha ignorancia en relación a ésta, se le ha otorgado hasta en la propia

1Camacho, Luis (2002), ”Las voces de la resistencia: reacciones contra el relativismo en epistemología y fi losofía de la ciencia”. Revista de Filosofía, Universidad de Costa Rica, volumen XL, núm 100, EUCR, San José, Costa Rica pp. 29-35.

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XVI INTRODUCCIÓN institución universitaria que la fi losofía misma contribuyó a fundar —en el doble sentido de establecer y de fundamentar—, y en donde, históricamente, ha tenido también su baluarte. Aun con el anti posmodernismo que recientemente ha surgido como resultado de una inevitable razón dialéctica, se intenta todavía minimizar y hasta desterrar la racionalidad fi losófi ca de los centros educativos.2 En un siglo de extraordinario desarrollo científi co y tecnológico, el fi lósofo continuará dando su aporte, por lo menos en tanto subsistan brechas —carentes de razón científi ca, pero existentes y profundas—. El fi lósofo construirá puentes entre las ciencias naturales y las sociales, entre el tecnologismo y el humanismo, entre la ciencia y la ética, fomentando el pensamiento crítico y alertando en contra de los dogmatismos de la razón y la arrogancia de quienes creen ser dueños de la verdad. Pese a ello, algunos insisten en que la fi losofía podría haber agotado su quehacer. ¿Habrá llegado al fi n o a la muerte de la fi losofía? “Desde que el hombre moderno se atrevió a pensar por su propia cuenta, nos ha invitado ya a la ‘muerte de Dios‘, a la ‘muerte del capitalismo‘, a la ‘muerte del socialismo‘, a la ‘muerte de la metafísica‘, a la ‘muerte de la fi losofía‘, a la ‘muerte del hombre‘, al ‘fi n de las ideologías‘, al ‘fi n de las utopías‘, al ‘fi n de los imperios‘, al ‘fi n de los colonialismos‘, al ‘fi n de la historia‘. No es necesario ir muy lejos para tropezar con una procesión o con una iglesia llena de fi eles fervientes, para ver que Dios no ha muerto. Tampoco se necesita indagar muy profundamente para toparse con ideologías, utopías y otros ‘difuntos vivos‘.”3

Estoy convencido de que, pese a pretéritos y futuros atentados, la racionalidad seguirá tan campante como siempre y, con ella, su hija predilecta: la fi losofía. Lo que, como sabemos, no es ningún antídoto contra el error, ni —peor aún — ninguna garantía de que atenderá como es debido la que yo considero su más noble misión: contribuir a orientar, dar rumbo y sentido a la vida cotidiana de los millares de mujeres y hombres que transitamos por la vida durante unas cuantas décadas. A esa misión están dedicadas las siguientes páginas, a sabiendas de que no puede alcanzarse fácilmente sin el auxilio del profesor-facilitador o del fi lósofo -amigo que oriente, conduzca la refl exión o la discusión, y permita que fl uyan con espontaneidad, pero con método, la tertulia, el debate y el diálogo entre muchos pensantes o deliberantes. Si tan sólo se lograra con estas páginas sacar de la modorra existencial o intelectual a algunos, nos sabríamos caminando en la dirección correcta.

2Savater, Fernando (2005), “¿Adiós a la fi losofía?” El País, España, 25 de mayo, citado en El heraldo, 26 de junio, año xxv, edición 8142, Tegucigalpa. 3Serrano, Augusto (1995), La aventura del conocimiento, Ediciones S.e.H., Tegucigalpa, p. 428.

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INTRODUCCIÓN

XVII

Este libro pretende ser una refl exión acerca de uno mismo y de su entorno. Quiere ayudar a comprender al mundo y la vida, pero sobretodo a comprenderse y a comprometerse. Aunque está dirigido a jóvenes universitarios, no tiene por qué ser necesariamente un libro de texto. No obstante, podría servir a ese propósito con un sílabo o una guía didáctica adecuada. En varios de los programas de educación secundaria en Centroamérica, el curso de fi losofía está dedicado a hacer un apretado cuento (mejor que recuento) de la historia de la fi losofía, y a pasar revista a las principales disciplinas fi losófi cas. Aunque tales contenidos hayan sido bien manejados, pudiesen objetarse, ya sea por su pretensión enciclopédica o por la distancia que guardan con las realidades de nuestra sociedad. Pero su existencia obliga a hacer otra cosa a nivel superior, por lo que parece oportuno recuperar el carácter cuestionador y formativo que un primer curso universitario puede tener en la perspectiva de una formación general como parte constitutiva, no divorciada, de la formación profesional. No es vano recordar que el éxito de tal curso no se mide por una califi cación aprobatoria, sino por los conceptos, procedimientos y actitudes que pudieren desde él ser generados, tanto más si no duran un periodo académico sino que tienen un efecto residual durante muchos años. Por cierto, no hay formación profesional integral sin formación humana. No se entienda esto como esferas separadas, ni siquiera complementarias; el profesional es una unidad que no se maneja de modo esquizoide; es decir, por un lado, su ejercicio profesional y, por otro, su vida privada. Aunque lo anterior no descarta que debe haber momentos en que lo uno no debe interferir con lo otro, no es menos cierto que no puedo escindir lo que soy, lo que creo, lo que pienso o lo que siento. Los diversos ámbitos en los que actuamos reciben de nosotros el efecto de nuestra única personalidad. Las personas que nunca se pudieron acercar al auténtico fi losofar, o no recuerdan con agrado la fi losofía que alguna vez quizá mal estudiaron, tienen muy consecuentemente una idea muy peregrina acerca del asunto. He oído decir, por ejemplo, que la “fi losofía” de tal entrenador de fútbol consiste en “ablandar” primero al adversario. También escuché recientemente a un profesional mencionar que él no perdía tiempo “fi losofando”, sino que se dedicaba de lleno a la acción. Espero que estos tales y otros prójimos que piensan o simplemente hablan de esta suerte puedan entender —si es que llegan a leer y a interiorizar todo esto — que la fi losofía es una actividad muy digna y muy seria, absolutamente vinculada con la vida y la cotidianidad (aunque, claro está, con una gran capacidad para trascenderlas) y que puede llegar a ser apasionante y, para algunos de nosotros, francamente adictiva. Vale la pena dedicarle tiempo. En Garabandal de la Ciénega, Santa Lucía, octubre de 2007.

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Capítulo

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Mirando dentro de sí Tienen ojos y no ven… Jeremías, V, 21

Autoconocimiento La primera tarea de la filosofía, no en el orden de aparición histórica sino en importancia —por lo que debería ser también la primera al iniciarse en el filosofar—, es la del propio conocimiento. Se atribuye a Sócrates el haberlo planteado en primer término: —SÓCRATES. ¿Sabríamos cuál es el arte que mejora la calidad del calzado si no conociésemos el zapato? —ALCIBÍADES. Imposible. —SÓCRATES. Y según esto, tampoco sabríamos qué arte perfeccionará la hechura de los anillos si no conociésemos el anillo. —ALCIBÍADES. Cierto. —SÓCRATES. Avancemos otro paso. ¿Podríamos saber qué arte mejora al hombre de no saber quiénes somos nosotros mismos? —ALCIBÍADES. Imposible. —SÓCRATES. ¿Y puede darse que sea una bagatela conocerse a sí mismo y que fuese un bobo quien escribió aquellas

1

2 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO palabras sobre el templo de Delfos4, o se trate, por el contrario, de una cosa difícil y no apta para todos? —ALCIBÍADES: Me ha parecido, Sócrates, que es cosa de todos, pero tal vez se trate de una tarea extremadamente difícil. —SÓCRATES. ¡Bien! Puede, Alcibíades, ser fácil o no, pero para nosotros el problema es éste: si nos conocemos a nosotros mismos, conoceremos también el cuidado que debemos tener con nosotros mismos; si no, no lo conoceremos nunca.5

Y el dilema sigue siendo conocerse o no conocerse. Pero desde el punto de vista del proceso de humanización, entendido en el orden generacional como el conquistar nuevos y superiores estadios de humanidad, y en el orden individual como la tarea de realización personal; no cabe otra alternativa real: hay que conocerse. O dicho de otra manera: no podemos —moralmente hablando— dejar de interrogamos acerca de nosotros mismos, como individuos y como especie. De esta suerte, la primera pregunta filosófica es: ¿quién soy? Pero atención con dar respuestas superficiales. En el plano de las relaciones sociales, cuando se me hace tal pregunta, me basta con contestar: “soy Carlos, Diego, Sebastián o Gerardo” o bien “Vilma, Marcela, Beatriz o Diana”. Nuestro nombre resume nuestro ser. Pero en el horizonte filosófico tal respuesta se revela ampliamente insuficiente. Hemos de ahondar acerca de lo que somos. Si agrego: “soy filósofo, arquitecto, ingeniera, profesora o albañil” podría recibir el siguiente comentario: “te pregunto quién eres, no qué eres”. Si alego que lo que soy es parte de quien soy, no habrá mayor problema para recibir la aprobación de mi interlocutor. Pero no es menos cierto que apenas estoy al inicio de un camino. Se trata de un viaje que ha de llevarme al interior de mí mismo. Hace unos años vi una película en la que unos científicos viajeros —sólo recuerdo (para regodeo de los psicoanalistas) a la actriz Raquel Welch— eran miniaturizados con su nave submarina, e inyectados al torrente sanguíneo de un paciente. Se trataba con certeza de un viaje alucinante al interior de un ser humano. En el ejercicio de iniciación filosófica se invita a penetrar en una interiorización aún mayor: la del espíritu, aunque unos preferirán hablar de él como pensamiento, otros como psiquis, en tanto que otros, más habituados al lenguaje técnico, como Noùs. Pero eso no importa mucho, al menos por ahora; lo importante es entrar, a ver qué hallamos. 4En

el templo de Delfos estaba escrito: “Conócete a ti mismo”. (2004), Alcibíades, citado en Atlas Universal de Filosofía, editorial Océano, Barcelona, p. 606. 5Platón

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

Por supuesto, no hay una única ruta para realizar esta introspección, ni propongo algo nuevo. Pero hay algunos temas que no se pueden soslayar, independientemente del orden en que se aborden. La pregunta ¿quién soy? puede ser desagregada en muchas otras: ¿en qué o en quién creo?, ¿a qué le doy importancia?, ¿cuáles son mis principales valores?, ¿cómo los jerarquizo?, ¿qué significa para mí la vida?, ¿qué espero yo de ella?, ¿cuáles son mis mayores fortalezas?, ¿cuáles mis debilidades?, ¿a quiénes quiero?, ¿qué significado tiene para mí la familia?, ¿qué quiero yo para mi país?, ¿cómo quiero que sea mi vida profesional?, ¿por qué quisiera ser recordado?, ¿qué representan para mí religión, política y dinero?, ¿cuáles son mis principales metas a corto y largo plazos?, ¿qué cosas o situaciones me gustan o me disgustan más? ¿Qué me haría profundamente feliz? Y así el individuo podría seguirse preguntando y reaccionando ante la respuesta con nuevos cuestionamientos. El hacerlas con un asesor especializado y respetuoso podría llevar a muchos a profundidades insospechadas que, tal y como postulara Sócrates, nos darían, además del conocimiento de nosotros mismos, la posibilidad de nuestro propio mejoramiento o superación. Por eso no nos sorprende que al hablar del humano como especie, algunos lo definan como “un ser de posibilidades”, tal como lo hicieran existencialistas italianos (Abbagnano). Al ahondar sobre la naturaleza humana destaca, en efecto, esa capacidad —puede decirse que permanente— para la superación. Que se aproveche o no, es otra historia. No se habla de posibilidad de cambio en el orden físico, químico o biológico, natural en muchos seres, sino de superarse; entendiendo por ello que se logran cambios positivos en lo esencial de la persona. La superación no cabe en la agenda de Dios. Eres libre de creer en Él o no, pero si crees, me parece que no crees en un dios devaluado, susceptible de mejoras, sino en uno perfecto, todopoderoso y omnisciente. Por otra parte, la superación o perfeccionamiento esencial no es viable en el animal. A éste se le puede amaestrar, lo que podría significar una degradación de su condición esencial. Puede aprender trucos un caballo, un perro, un mono, etc. Algunos animales interactúan con los seres humanos en forma extraordinaria y sorprendente, lo que nos hace decir que son realmente inteligentes; pero la cuestión es si ese aprendizaje representa o no un perfeccionamiento. Recuerdo muy claramente cierta ocasión en que cuando era niño fuimos toda la familia al circo. Había un mono realmente encantador. Vestía pantalones vaqueros azules, una camisa rojiza a cuadros, de manga larga, y un sombrero de paja. Daba vueltas al escenario

3

4 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO en un triciclo rojo, igualito al que teníamos mi hermano y yo. Comió, no recuerdo qué, en un bol, para lo cual utilizaba torpemente una cuchara, tiraba comida en la mesa y a su alrededor, pero no creo que haya sido mayor que los estragos que algunos de nosotros hacíamos. Cuando el chimpancé finalizaba su presentación, iniciaba los aplausos que todos nos apresurábamos a continuar, acompañados con gritos capaces de asustar a otro animal menos acostumbrado a estas efusiones de la multitud. Al crecer perdí muchos recuerdos, sin embargo no he olvidado al monito y sus monadas. Hoy sé que no eran monadas sino “humanadas”, es decir, cosas de humanos y no de monos. De hecho, si se hubiese devuelto a aquel primate cirquero a su hábitat natural en alguna selva mesoamericana, es probable que no hubiese podido ya “ganarse la vida”, pues se encontraba francamente “desmonizado”. De tal forma que no se perfeccionó su esencia de mono, sino que, por el contrario, se deterioró irreversiblemente. Pero cuando cada uno de nosotros nos preguntamos: “¿puedo ser mejor?, ¿puedo ser más humano?”, la respuesta siempre será: “sí”. Siempre puedo ser mejor persona, un profesional más eficiente, alguien mejor preparado. Puedo amar más a los míos y ser más amable con los demás. Puedo conocer más cosas, aprender otro idioma, estudiar nuevos procedimientos. La realización personal no debería tener un punto terminal, salvo el caso de enfermedades totalmente incapacitantes que concluyen con la muerte. He tenido el privilegio de conocer ancianos que aprenden, que hacen planes, que contribuyen a un mejor futuro para los demás. Creo, al igual que José Ingenieros (1956), que: “Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y seniles. Y sólo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que en ellos parece primavera, es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apagamiento de crepúsculo. Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir, por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años. Nada puede esperarse de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven, hay que adquirir la juventud, y sin un ideal no se adquiere”.6

Se trata pues de vivir a plenitud. Y para poderlo hacer hay que empezar por conocerse, mirando hacia uno. No se crea que es reciente la invitación a mirar dentro sí. El filósofo estoico Marco Aurelio —que también fue emperador de Roma— proponía buscar allí la fuente del bien:

6Ingenieros,

José (1956), El hombre mediocre, EUDEBA, Buenos Aires.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO “[...]Retirarse en uno mismo es posible en cualquier momento que se desee. ¡Oh sí! En ningún lugar más que en su propia alma podrá retirarse un hombre con mayor tranquilidad y de la manera más sencilla. Sobre todo aquel que guarde en su interior cosas tan preciadas, que sólo con mirarlas se obtenga paz para el corazón, y por esa paz entiendo una disposición de orden perfecto. En consecuencia, regálate continuamente con este lugar de retiro y renueva tu vida”.7

Por supuesto que la filosofía tiene una compleja misión, fruto de su activar a lo largo de los últimos 26 siglos. O, dicho de otro modo, tiene varias misiones, por lo general interrelacionadas. Las más sobresalientes tienen que ver con las áreas fundamentales que giran alrededor de tres problemas básicos: el ser, el conocer y el actuar, a los que se refieren la metafísica, epistemología y ética, respectivamente. La misión que aquí se reivindica para el filosofar se ubica en el cuerpo de las disciplinas éticas. Precisamente se enfatiza actualmente la llamada Ética del desarrollo, que prefiero denominar Ética de la superación o Ética de realización; según la cual, el sentido moral no consiste únicamente en evitar el mal y hacer el bien, sino también en desarrollar o realizar al máximo nuestras potencialides como individuos y como especie. En este sentido, es misión de la filosofía y, consecuentemente, es misión del filósofo, apoyar a los demás en este esfuerzo de ver claro en su vida y en su entorno. En el marco de la tradición socrática, así lo plantea Platón como moraleja del “Mito de la caverna” (Libro VII de La República). Y en la actualidad se vuelve a insistir en esta tarea.8 Acostumbro exhortar a mis alumnos diciendo: “piensa, que no duele”. No obstante, he tenido que cuestionarme últimamente este comentario, pues tengo la impresión de que para algunos individuos el pensar por sí mismos representa un esfuerzo bastante grande, casi diríase doloroso. Gente de mis años, y hasta de muchos menos, al descubrir en el espejo una silueta francamente regordeta o constatar en la báscula esos kilos de más, acuden presurosos al gimnasio más próximo, dispuestos a edificarse una nueva imagen, volviendo al ejercicio con determinación y entusiasmo. Esa noche, o al día siguiente, el dolor les recuerda la ubicación exacta hasta del más discreto de sus músculos. ¿Será posible, de manera semejante, que por falta de una gimnasia mental pueda dolerles el cerebro a estos no pensantes arrepentidos? Sea como fuere, en este caso, como en el de la gimnasia física, vale la pena sobreponerse y perseverar en el intento. Para conocerse será necesario aprender a pensar. Y esto se consigue a base de ejercicio, redescubriendo el porqué y el para qué del pensamiento y estudiando el pensamiento de los grandes hombres y mujeres de la filosofía, las ciencias, las artes, la tecnología, etcétera. 7Marco

Aurelio (2004),Coloquios con uno mismo, citado en Atlas Universal de Filosofía, Océano, Barcelona, pp. 670-671. 8Cfr. Marinoff, Lou (2001), Más Platón y menos Prozac, Ediciones B, S.A., Barcelona.

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6 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Jiménez Guerrero (1994) se pregunta en qué consiste fundamentalmente saber pensar y, aunque admite que se trata de una pregunta compleja que requeriría de una respuesta detallada y rigurosa, adelanta una respuesta sencilla y clara, de carácter aproximativo: “La educación de la inteligencia abarca, esencialmente, los siguientes aspectos: • Conocer las propias capacidades y limitaciones; aceptarse como se es, proponerse mejoras concretas. • Plantearse proyectos valiosos y saber los medios para lIevarlos a la práctica. • Tener actitudes positivas de confianza, apertura, receptividad, etcétera. • Tener capacidad crítica; detectar y saber contrarrestar las manipulaciones. • Pensar coherentemente en términos lógicos. • Saber inferir conclusiones correctas. • Adquirir el hábito de reflexionar. • Saber observar, definir, comprender, analizar, sintetizar, aplicar y valorar. • Seguir un método de estudio o trabajo eficaz. • Tener una escala de valores acorde con la realidad total de la persona. • Saber resolver inteligentemente los problemas o situaciones que se plantean. • Saber tomar decisiones prudentes, valorando las alternativas. • Saber adaptarse a nuevas situaciones y a procedimientos nuevos. • En resumen, saber pensar es saber lo que se quiere y cómo conseguirlo".9

Ser en contexto La meditación que resulta del esfuerzo por tener conciencia de sí conduce inexorablemente a una paradoja: soy, pero no soy solo, soy en contexto, estoy en el mundo, en la historia, con los otros; soy “yo y mi circunstancia”, como decía Ortega y Gasset. Al identificarme me descubro como ser humano; es decir, un ser psicobiosocial, compartiendo el reino de los vivos, con todo lo que ello significa en términos físicos, químicos, biológicos y antropológicos. Pero sobre todo, mi contexto es humano, con sus determinaciones históricas, temporales, geográficas y, especialmente, sociales. “No hay un yo sin tú. Una persona sola no existe como persona, porque ni siquiera llegaría a reconocerse a sí misma como tal. El conocimiento de la propia identidad, la conciencia de uno mismo, sólo se alcanza mediante la intersubjetividad”.10

9Jiménez Guerrero, Antonio (1994), Enseñar a pensar, Colección Hacer Familia, Ediciones Palabra, S.A., Madrid. 10Yepes Store, Ricardo, Fundamentos de Antropología. Un ideal de excelencia humana, Eunsa, Pamplona, p. 82.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

LECTURA Una filosofía propia Marinoff, L.11 Todo el mundo tiene una filosofía de la vida, pero pocos gozamos del privilegio o el tiempo libre necesario para sentarnos a esclarecer sutilezas. Tendemos a irlo haciendo sobre la marcha. La experiencia es una gran maestra, pero también precisamos reflexionar sobre nuestras experiencias. Necesitamos pensar con una postura crítica, buscando pautas de conducta y situándolo todo en un contexto general para abrimos camino en la vida. Comprender nuestra propia filosofía puede ayudarnos a evitar, resolver o abordar muchos problemas. Nuestra filosofía también puede ser el origen de los problemas que padecemos, de modo que debemos evaluar las ideas que sostenemos para modelar un punto de vista que obre en favor nuestro, no en contra. […]Pese a la fama que ostenta, la filosofía no tiene por qué resultar intimidante, aburrida o incomprensible. Gran parte de lo que se ha escrito sobre el tema a lo largo de los años sin duda encaja en una o más de esas categorías pero, en el fondo, la filosofía investiga cuestiones que todos nos preguntamos: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué es el bien? ¿En qué consiste la vida? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué debería obrar correctamente? No son preguntas fáciles, y sus respuestas tampoco lo son; de lo contrario no seguiríamos dándoles vuelta una y otra vez. Dos personas distintas nunca llegarán automáticamente a las mismas respuestas. No obstante, todos contamos con un conjunto de principios como puntos de partida, tanto si somos conscientes de ellos y podemos enumerarlos como si no. Lo mejor de disponer de miles de años de pensamiento en los que inspirarse, es que muchas de las mentes más sabias de la historia han profundizado en estos asuntos y nos han cedido un legado de ideas y directrices que cabe aprovechar. Ahora bien, la filosofía también es algo personal; usted también es filósofo. Tome cuanto pueda aprender de otras fuentes, pero si lo que quiere es encontrar una forma de ver el mundo que le dé resultado, tendrá que tomarse la molestia de pensar por su cuenta. La buena noticia es que, con el debido incentivo, usted es perfectamente capaz de pensar por sí mismo.

11Marinoff,

Lou (2001), op.cit., p. 18-19.

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8 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

EJERCICIO Objetivo Conocerse a sí mismo.

Propuesta Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, por lo menos 15 de las siguientes preguntas. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas 1. ¿Quién soy y qué soy?

2. ¿En qué o en quién creo?

FILOSOFAR, PARA SSEGUIR CRECIENDO

3. ¿A qué le doy importancia?

4. ¿Cuáles son mis principales valores?

5. ¿Cómo los jerarquizo?

6. ¿Qué significa para mí la vida?

7. ¿Qué espero de ella?

8. ¿Cuáles son mis mayores fortalezas?

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FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

9. ¿Cuáles son mis principales debilidades?

10. ¿A quiénes quiero?

11. ¿Qué significado tiene para mí la familia?

12. ¿Qué quiero yo para mi país?

13. ¿Cómo quiero que sea mi vida profesional?

14. ¿Por qué quisiera ser recordado?

FILOSOFAR, PARA SEEGUIR CRECIENDO

15. ¿Qué significa para mí la religión?

16. ¿Qué significa para mí la política?

17. ¿Qué significa para mí el dinero?

18. ¿Cuáles son mis principales metas a corto plazo?

19. ¿Cuáles son mis principales metas a largo plazo?

20. ¿Qué cosas o situaciones me gustan más?

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FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

21. ¿Qué cosas o situaciones me disgustan más?

22. ¿Qué me haría profundamente feliz?

23. ¿Por qué vale la pena luchar?

24. ¿Qué debería escribirse en mi epitafio?

Capítulo

2

El sentido de la vida El sentido no puede ser inventado, debe ser descubierto. Joseph Fabry

Quizá una de las preguntas de mayor raigambre filosófica de todos los tiempos y en todas las latitudes sea la relativa al sentido de la vida, entendiendo por tal el significado y la razón de ser de la existencia humana. Prueba de ello es que está presente en todas las culturas, aunque no necesariamente en textos deliberadamente filosóficos. En poesías y reflexiones sobre la muerte, prosa de carácter religioso, cuentos, novelas, etc., son abundantes las referencias a este inquietante asunto. Para ilustrarlo no recurro inicialmente a textos de la antigüedad clásica de Egipto, Grecia o Roma, ni a tratados teológicos, ni a los siglos de oro de las diversas literaturas de las grandes lenguas actuales. Comienzo con algo más cercano a nosotros: el pensamiento amerindio, tanto el precolombino como el registrado en los primeros años de contacto con el colonizador europeo. En la literatura náhuatl hay gran cantidad de ejemplos: 13

14 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Sobre la tierra, ¿acaso puedes ir en pos de algo?…12

La pregunta no puede ser más clara ni más apremiante, se quiere saber la razón misma de nuestra existencia. Aunque circunstancialmente es cuestionable la capacidad del ser humano para llegar a un conocimiento verdadero: ¿Acaso hablamos algo verdadero aquí…? Nadie habla aquí de verdad.13

Pero también se dan afirmaciones fuera de toda especulación: No es verdad que vivimos, no es verdad que estamos aquí en la tierra. ¡Yo tengo que dejar las bellas flores, tengo que ir en busca del sitio del misterio! Pero por breve tiempo hagamos nuestros los hermosos cantos.14

Aquí ya no se trata de una pregunta, sino de un primer desconcierto acerca de una vida sorprendentemente corta, a cuyo final se impone ir tras el misterio; en tanto, hay que cultivar bellas flores y entonar hermosos cantos. Además se tiene la certeza de que la vida es irrepetible: ¿Acaso una vez más vendremos a vivir? Tu corazón lo sabe así: ¡Sólo una vez venimos a la vida!15

En el Popol Vuh los formadores crearon a los hombres para tener quien les rindiera culto y sumisión: Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz…: “Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear, nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros”.16

E hicieron a los hombres de madera, pero no tenían alma ni entendimiento:

12León-Portilla, M. (1979), La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, Editorial IASA, México, p. 57. 13Ibidem, p. 60. 14Garibay, A. (1979), La literatura de los aztecas, Editorial Joaquín Mortiz, p. 57. 15Ibidem, p. 53. 16Recinos, A. (1969), [Traducción, introducción y notas] Popol Vuh (1544), FCE, p. 28.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

[…]ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo un intento de hacer hombres… En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo y recibieron la muerte.17

Entonces se intentó de nuevo: De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña. […]Pero no pensaban, no hablaban con su Creador y su Formador, que los habían hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados.18

Hasta que tuvieron éxito en su tarea: A continuación entraron en pláticas acerca de la creación y formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y piernas del hombre. […]Y como tenían apariencia de hombres, hombres fueron: hablaron, conversaron, vieron, oyeron, anduvieron… Fueron dotados de inteligencia, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo. […]Grande era su sabiduría. […]Y en seguida acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador y al Formador: “En verdad os damos gracias dos y tres veces. Os damos gracias por habernos creado”.19

Se ve claro el sentido del vivir propuesto por los sabios para del pueblo maya-quiché: llevar una vida conforme a la voluntad de su Creador, darle gracias y rendirle culto. Pero también la vida tiene una finalidad en el conocer y en el socializar. En la literatura incaica encontramos elementos análogos: En los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves, eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión ni policía. […]Nuestro padre el Sol, viendo los hombres tales, se apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos, para que los doctrinasen en el conocimiento de nuestro padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su dios, y para que les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, y viviesen como hombres racionales y no como bestias.20

17Ibidem,

p.30. p.30. (El tzité es el fríjol de las vainas rojas del árbol de pito; la espadaña es una planta herbácea que se usa para tejer petates.) 19Ibidem, pp. 104-106. 20De la Vega (Inca) G. (1606), “Comentarios reales”, citado en Tradiciones peruanas (1986), Canoa Editores, San Salvador, pp. 78-79. 18Ibidem,

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16 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Si se fuerza una síntesis entre los pensamientos azteca, maya e inca habría que indicar que para las grandes culturas amerindias hay tres grandes sentidos de la vida: el primero es de naturaleza religiosa, pues religa al ser humano como criatura con su Dios, en tanto que el Creador se acuerda del hombre y es providente. Un segundo sentido es de índole ontológica, con implicaciones epistemológicas: somos seres racionales, capaces de conocer y destinados a interactuar con nuestro medio. El tercero es claramente social, pues cada generación de seres humanos tiene como misión contribuir a edificar una sociedad más organizada y al servicio de los individuos que la integran. En éstas y en otras sociedades, el encontrar y declarar un sentido a la existencia no implica necesariamente actuar en forma consecuente, según se puede apreciar. Muchas son las respuestas de la Filosofía a lo largo de su historia, a tal grado que se ha llegado a sostener que la vida no tiene sentido, esto como resultado de un desencanto radical. Incluso hay opiniones idénticas o similares, que surgen y ceden su lugar a otras para de nuevo aparecer. Veamos algunas de ellas. HENRY DAVID THOREAU: Ser filósofo no consiste en el mero formular pensamientos sutiles, ni siquiera en fundar una escuela… Consiste en resolver algunos de los problemas de la vida, no en el ámbito teórico, sino en el práctico. CONFUCIO: A los quince me dediqué en cuerpo y alma a aprender. A los treinta había plantado el pie firmemente sobre la tierra. A los cuarenta ya no sufría ante las perplejidades. A los cincuenta sabía cuáles eran los mandatos divinos. A los sesenta los escuchaba con oído dócil. A los setenta podía seguir los dictados de mi propio corazón, pues ya no deseaba ir más allá de los límites del bien. SIMONE DE BEAUVOIR: Declarar que la existencia es absurda es negar que se le pueda dar sentido alguna vez; decir que es ambigua es afirmar que su significado nunca es el mismo, que constantemente ha de ser adquirido. MARTIN BUBER: ¿Cómo podría existir el hombre si Dios no le necesitara y cómo existirías tú? Necesitas a Dios para ser, y Dios necesita de ti, pues es éste el significado de tu vida. ZHUANGZI: El hombre sabio contempla lo inevitable y decide que no es inevitable… El hombre común contempla lo que no es inevitable y decide que es inevitable.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

DALAI LAMA: Si contribuyes a la felicidad de otras personas, encontrarás el verdadero bien, el auténtico significado de la vida. JEREMY BENTHAM: La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Son sólo ellos que señalan lo que debemos hacer y quienes determinan lo que finalmente haremos. ARISTÓTELES. La felicidad alcanza hasta donde llega la facultad de pensar, y cuanto mayor sea la facultad de pensar de una persona, mayor será su felicidad. BHAVAGAD GITA: Es mejor cumplir con nuestro deber, por defectuoso que pueda ser, que cumplir con el deber de otro, por bien que uno lo pueda hacer. THOMAS CARLYLE: Todo trabajo es noble; una vida de ocio no está hecha para ningún hombre, ni hace ningún bien. GOTTFRIED LEIBNIZ: Ningún hecho puede ser cierto y existir, ni ninguna afirmación verdadera, sin una razón suficiente para que sea así y no de otro modo; aunque con mucha frecuencia estas razones permanecen ocultas para nosotros. PLATÓN: El más alto objeto del conocimiento es la naturaleza esencial del Bien, de donde procede todo el valor que otorgamos a todo lo bueno y correcto. PITÁGORAS: El hombre que no sea dueño de sí mismo nunca será libre. JEAN PAUL SARTRE: El hombre no es más que lo que hace de sí mismo. Éste es el primer principio del existencialismo. JUAN PABLO II: Muchas personas avanzan por la vida dando traspiés al borde del abismo sin saber adónde van. A veces esto ocurre porque aquellos cuya vocación es conferir una expresión cultural a su pensamiento ya no miran a la verdad, puesto que prefieren el éxito fácil a la labor de investigar pacientemente lo que hace que la vida merezca la pena. FRIEDRICH NIETZSCHE: El hombre es el animal que se hace promesas a sí mismo. ALBERT EINSTEIN: Sólo es digna de vivirse una vida consagrada a los demás. ALBERT CAMUS: Si los hombres no siempre pueden conseguir que la historia tenga sentido, siempre pueden actuar de tal forma que sus propias vidas lo tengan.

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18 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO LOGAN PEARSALL SMITH: El buscar sin desmayo una perfección inalcanzable, es lo único que da sentido a nuestra vida. EL TALMUD: No estás obligado a terminar tu obra, pero tampoco estás en libertad de renunciar a ella. OG MANDINO: Sólo el hombre, a su modo, tiene la última decisión sobre cómo vivir su vida.

Las diversas opiniones de los filósofos son otras tantas propuestas para cada uno de quienes reflexionan sobre este tema. Nos indican posibles respuestas para crear la propia y que íntimamente nos convence. Se puede coincidir con grandes pensadores, o bien se puede inaugurar una nueva respuesta. Lo que sí queda claro es que el encontrarla nos permite dar orientación a nuestra existencia. En el lenguaje coloquial, más cercano a nosotros, antes que ser ingenieros, empresarios, médicos, astronautas, pedagogos, etc., somos hombres y mujeres que nos inquietamos —desde nuestra infancia— por nuestra misión en el mundo, por el sentido de nuestra vida. El sentido de la vida no es independiente de los contextos en los que cada uno de nosotros llega a la vida, crece y se desenvuelve laboralmente. La mayoría de las familias en el mundo entero proponen algunas respuestas a sus hijos desde el ámbito de sus más caros valores. La sociedad en la que vivimos nos presenta la vida cargada de significados desde la interpretación de su propia cultura. Lo mismo proponen las iglesias y las asociaciones a que se pertenece. Y, por supuesto, las organizaciones en las que se trabaja contribuyen al proponer misión, visión, valores y principios organizacionales. No es menos cierto que cada quien debe decidir y conservar un equilibro sano, con coherencia e integridad, entre lo que el entorno quiere, sugiere y demanda, y las propias convicciones. Lo que no se vale, es pasar por la vida sin cuestionarse al respecto, sin hacer la respectiva elección, o sin proponerse vivir en consecuencia.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

LECTURA La vida humana total Luis José González Álvarez21 La vida humana total, (es) el bien moral por excelencia. […] ¿Cuál es la realidad trascendente, ese ideal, ese bien último que sustenta todos los bienes inmediatos? Nosotros creemos que es la vida personal. La máxima aspiración del ser humano, en cualquier época, cultura y religión, consiste en vivir. La vida es aquello que todos defendemos por encima de cualquier cosa. Ahora bien, ¿qué entendemos por vida? […] La vida humana es una vida racional, la vida de un ser personal, con un sentido de realización singular en un mundo de valores espirituales, con unas aspiraciones trascendentes, con un deseo de felicidad total y de inmortalidad, con una conciencia de fraternidad universal. La vida fisiológica, el bienestar material, y la salud física, son apenas una dimensión del vivir humano en plenitud. […] La vida así entendida, como realización plena de todas las dimensiones que constituyen al ser humano en cuanto tal, es el máximo bien a que podemos aspirar. A ella están subordinados todos los valores. […] Algunos bienes son prioritarios para garantizar una vida digna, como son los bienes que aseguran la subsistencia. Para quien no tiene asegurado el pan cotidiano, el pan constituye una aspiración prioritaria, aunque en sí mismo no sea un bien muy elevado. A un pueblo que se debate por subsistir en medio de la miseria, de poco sirve que le prediquen elevados ideales de vida. El resultado de una vida plena es la felicidad. Si queremos alcanzarla, tenemos que aprender a vivir como personas. ¿Cuáles son las posibilidades y también las exigencias de una vida personalizada? […] Se hace necesario intentar una descripción de la vida del ser humano en cuanto persona. La riqueza de facetas que presenta nuestra vida hace difícil cualquier intento de describirla. Pero de su clarificación depende el que encontremos el camino para la realización personal y para la liberación y el desarrollo social. El ser humano se manifiesta como una potencialidad de orden superior al nivel orgánico animal, producida por un mayor desarrollo y complejidad del cerebro. Cada uno de nosotros percibimos esa potencialidad como un núcleo de conciencia profunda que se autoposesiona y se responsabiliza de todos nuestros actos. Dicho núcleo de conciencia, por denominarlo de alguna forma, se prolonga en diversas direcciones que constituyen las dimensio-

21González,

Luis José (2002), Ética, Editorial El Búho, Bogotá, pp. 78-80 y 85-99.

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20 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO nes de la vida personal. […] Nuestro propósito consiste en describirlas con toda su potencialidad para poder identificar lo que sería la vida personal perfecta, la plenitud de vida personal, tanto colectiva como individual.

Interioridad Nuestra vida […] está dotada de una dimensión de profundidad que nos permite ser conscientes no sólo de nuestros propios actos, sino de nuestro mismo ser. No somos cosas, objetos que están ahí sin más, a merced de las fuerzas y presiones de la naturaleza o la sociedad. Somos sujetos dotados de una vida interior que nos invita a recogernos y renovar las fuerzas en la interioridad del ser. Mientras el hombre viva perdido entre las cosas, totalmente distraído, alienado, sin vida interior, su existencia será inauténtica. La perfección de la vida personal crece a medida que el hombre se diferencia del medio y se recoge sobre sí mismo para autoimprimirse una vida de conciencia y de autodominio. La meditación es el motor que impulsa el desarrollo de esta dimensión profunda. Ella enriquece su mundo interior de valores, ideales y consagraciones que se convierten en fuente de vitalidad hacia el exterior.

Corporeidad El que hayamos comenzado a presentar el ser personal por la dimensión de la interioridad, obedece exclusivamente a que ella constituye la faceta más relevante de la vida humana frente al mundo animal. La corporeidad nos resulta más familiar por ser algo sensible y porque la sociedad contemporánea la ha valorizado, tratando de colocar en la satisfacción de sus apetencias la fuente segura de bienestar. […] Debemos evitar dos deformaciones que trastornan frecuentemente el equilibrio que debe reinar entre interioridad y corporeidad. La primera consiste en menospreciar nuestro cuerpo, con todas sus tendencias y manifestaciones, como la parte degradante del compuesto humano. Según ella, lo que definitivamente tiene valor en el hombre es su alma, su espíritu, a cuyo cuidado debe dirigir todos sus esfuerzos. La segunda deformación consiste en despreciar todo lo que tradicionalmente ha sido vinculado al alma, al espíritu, a la vida interior. En este caso se reduce la existencia humana a su animalidad, desconociendo o negando cualquier asomo de una realidad inmaterial constitutiva de su ser. Ambas posturas son insostenibles debido a su reduccionismo. El hombre es un ser vivo corpóreo, animado por la razón, que le confiere una vida consciente, transformadora de todo ser corporal. […] Estamos encarnados en la naturaleza desde nuestra concepción. Debemos luchar con la naturaleza o en contra de ella para hacer de nuestra vida una vida más humana, es decir, más confortable y digna. Y esto lo mismo nos obliga como individuos que como pueblos.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

Comunicación La persona no se realiza en el aislamiento. Desde que nacemos vivimos vinculados a un grupo y en él desarrollamos nuestras capacidades. La comunicación constituye una dimensión clave de la existencia humana. […] Cada persona se encuentra rodeada de un mundo de personas, en el que puede sentirse acogida o rechazada. A pesar de las doctrinas de amor desarrolladas en el seno de las grandes religiones, el enfrentamiento y la violencia han proseguido su desarrollo dentro de la vida social. […] La comunión sólo se alcanza cuando se han adoptado una serie de actitudes que ponen a una persona al servicio de otras. Es necesario comenzar por salir de uno mismo y abrirse al otro. Luego se debe comprender al otro. Una vez comprendido se le debe aceptar responsablemente, con todos sus valores y sus necesidades. Al mismo tiempo uno se da, entrega sin reserva su propio ser al otro. Y finalmente se busca que la relación sea duradera, manteniendo fidelidad al otro. Apertura, comprensión, aceptación, donación, fidelidad, constituyen los actos básicos que perfeccionan el amor y sobre los que se edifica la comunión entre personas.

Afrontamiento La vida de la persona se caracteriza también por la capacidad de hacer frente, reafrontar. Tanto la naturaleza como la misma sociedad ofrecen mil obstáculos a su desarrollo. Sólo el que da la cara, que no vuelve la espalda a los acontecimientos, alcanza la singularidad de su vida personal. Es el mismo esfuerzo por superar las dificultades lo que hace de cada persona un ser singular, original frente a los demás. El hombre necesita responder a las provocaciones del medio. Unas veces las respuestas son afirmativas: consisten en decir sí, en aceptar, en adherir. Otras veces son negativas: consisten en decir no, en protestar, en rechazar. La elección puede ser de adhesión o de ruptura. […] La fuerza interior crece poco a poco, a medida que la voluntad se afirma una y otra vez mediante actos de decisión. La fuerza del afrontamiento se revela como una pasión indomable propia del hombre libre, por la cual él se levanta y ataca en cuanto huele la amenaza de servidumbre o degradación. La revuelta contra la domesticación, la resistencia a la opresión, el rechazo del envilecimiento constituyen un privilegio inalienable de la persona humana.

Libertad La libertad del hombre se explica por su racionalidad. Cuanto mayor sea su capacidad crítica o lucidez de juicio, mayor y más eficaz será su libertad. Esto no nos debe inducir a pensar que la libertad humana es ilimitada o absoluta. […] Estas limitaciones no constituyen en ningún modo un empobrecimiento de la libertad. Cada opción concreta supone una renuncia y un

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compromiso. Aparentemente ellos reducen el campo de las posibilidades; pero en realidad lo acrecientan: la persona habrá crecido en el ejercicio de la libertad. […] El hombre libre no es el que rechaza todo vínculo que lo comprometa. El verdadero hombre libre es aquel que responde, que se compromete. Sólo así la libertad fortalece la unión, la responsabilidad y la consagración de las personas.

Trascendencia La vida de la persona está abierta y dirigida hacia realidades que la trascienden. El sujeto humano va adquiriendo año tras año la identidad como persona, en un movimiento de autosuperación, orientado por la atracción de realidades que no forman parte de su ser actual. Lo que permite al hombre no estancarse en un determinado modo de vida es su capacidad para descubrir realidades superiores, por las que se siente atraído. Sin estas realidades, que le proporcionan nuevos horizontes de vida, su necesidad de superación se crisparía sobre sí misma en una actitud de rumia masoquista y destructiva. […] Cual sea el término de ese movimiento de trascendencia o la realidad trascendente para el hombre, constituye otros temas de opción personal. […] Para el hombre religioso la divinidad constituye su máxima realidad trascendente. Hacia ella dirige su admiración y sus aspiraciones. En ella sitúa el conjunto de cualidades que constituyen la perfección del ser en cualquier orden. Esas mismas cualidades del ser perfecto, u otras similares, son el ideal trascendente del hombre no religioso. Si prescindimos de la creencia en Dios, el común denominador, tanto para el creyente como para el no creyente, reside en las manifestaciones de perfección del ser.

Acción La persona humana se realiza, finalmente, en y por la acción. La acción, entendida en su sentido más amplio y comprensivo como actividad integral del hombre o la fecundidad de su ser, es la mejor expresión del desarrollo personal. En ese sentido, podemos decir que la existencia humana es acción y que el grado de su perfección es proporcional a la perfección de su acción. Ahora bien, no cualquier acción contribuye al desarrollo del hombre. […] Su actividad puede perfeccionarlo o degradarlo. Depende de que en ella se desarrollen con equilibrio todas las dimensiones del ser personal que hemos venido analizando. El hombre que es consciente de ellas proyectará su acción como un compromiso de perfeccionamiento propio y colectivo. Su acción dejará de ser un distractivo o un medio penoso para conseguir el sustento diario y se convertirá en la expresión gozosa de toda su fuerza creativa. En otras palabras, su acción dejará de resultarle un elemento de opresión para convertirse en el instrumento eficaz de su liberación y realización.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

EJERCICIO Objetivo Ayudarte a hacer un esfuerzo de reflexión muy personal para determinar qué significado o razón le encuentras tú a la vida en general y, en particular, cuál es el sentido de tu propia existencia.

Propuesta Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, a por lo menos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden en que se plantean. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas 1. ¿Cuánto vale para ti la vida, es decir, cuánto valoras el hecho de estar vivo?

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24 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

2. ¿Cómo valoras tu modo de vida, dicho en otras palabras, la manera habitual que tienes de vivir?

3. Con el transcurrir de los años, ¿si descubres enfoques más integrales o que te apasionan más, crees que vale la pena revisar tus tradicionales respuestas a estas dos preguntas?

4. Si tuvieras que asociar tres valores muy importantes al estilo de vida que llevas, ¿cuáles serían?

5. ¿Qué tan bien te sientes actualmente contigo mismo(a)? ¿Estás consciente de cómo vives, o no acostumbras reflexionar sobre ello?

6. ¿Crees que tienes el control de tu vida o simplemente te dejas llevar en la vida?

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

7. ¿Cómo encajan los demás en tu vida? (Puedes distinguir entre quienes son más especiales para ti y quienes lo son menos.)

8. Si tienes metas profesionales y laborales, ¿cuáles son?

9. Si tienes metas familiares o sentimentales, ¿cuáles son?

10. Si tienes metas de otro tipo, ¿cuáles son?

11. ¿Crees en Dios y en la trascendencia a una vida después de la vida?

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Capítulo

3

Del conocer al conocimiento Si bien nuestro conocimiento comienza en la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia. E. Kant

La temprana necesidad del conocimiento Desde los albores de la humanidad, no se tuvo tan sólo una curiosidad por conocer, sino una verdadera necesidad de ello. A medida que ésta cobraba conciencia de sí misma, poco a poco fue comprendiendo que esta necesidad estaba asociada a la sobrevivencia misma de la especie.. El instinto primario llevaba al Homo sapiens del horizonte primitivo a satisfacer sus necesidades elementales como cazador-recolector. El descubrimiento, y posteriormente la fabricación, de las herramientas que le facilitaron las labores de caza y recolección de frutos y hierbas comestibles, fue un paso decisivo. Luego vino la tarea de perfeccionar esos indispensables utensilios. Otro salto enorme fue la domesticación del fuego, con la siguiente tarea de conservarlo y reproducirlo cada vez más fácilmente. Finalmente, 27

28 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO vendría la domesticación de algunas plantas y animales, lo cual habría de marcar la transición entre las sociedades nómadas y las primeras sedentarias. Esto es una rápida descripción de un lento proceso de progreso desde el puro y simple conocer, es decir, percibir, recordar y tratar de entender lo que se tiene delante, hasta el conocimiento, como depósito del saber lo que quiero o necesito saber, que abarcó miles de años. En éste hay dos elementos fundamentales, de los cuales es necesaria su presencia: la observación y la experimentación. Sólo así puede explicarse todo este avanzar en el dominio del entorno. Hubo que observar la consistencia y forma de las rocas para determinar cuál podría ser la herramienta de mejor calidad. Y se tuvo que hacer múltiples experimentos para finalmente escoger el material más resistente, así como la empuñadura más adecuada o la técnica de ataque más eficaz. Luego aparece otro elemento característico de los procesos cognoscitivos, al igual que los dos anteriores: la representación. Ciertamente las primeras representaciones fueron cerebrales, aunque no se tuviera plena conciencia de qué cosas fuesen esas imágenes mentales o aun las más abstractas ideas del cazador. En tales actividades, la memoria era ampliamente exigida, hasta que un día a alguien se le ocurrió crear representaciones pictóricas que ayudaran a ese afán. De esa forma, el relato de una escena de caza queda grabado en la pared de una caverna. Se socializa aún más la comunicación, ya iniciada con el habla. Y con los primeros petroglifos se va cimentando los primeros pasos de la escritura. El ser humano descubrió, además, que entre más se adentraba en el conocimiento de la naturaleza, mayores se revelaban los campos por conocer y que, entre más ampliaba su conocimiento, más vasto se le hacía el horizonte por conquistar, iniciándose así un proceso de carácter prácticamente infinito. Y habiendo asociado correctamente que el conocimiento de las cosas le facilitaba las actividades cotidianas, sintió la necesidad de ampliar la esfera de sus conocimientos. En este intento abandonó parcialmente el sentido común para abrazar otras formas de apropiarse del mundo, lo que no siempre produjo los más felices resultados.

Diversas formas de apropiación de la realidad El sentido común, fruto de la cotidianidad, permite acceder al conocimiento ordinario. Por la experiencia acumulada pronto se entendió que un golpe dado con un palo en la cabeza, inmediatamente sería seguido por un gran dolor; que entre más inclinado era un terreno, era más difícil caminar en él; y que, a pesar de la montañas, el paisaje parecía extenderse en un plano indefinido. Hoy comprendemos que el sentido común no podía darnos, de primera intención, la idea de una Tierra esférica. La imaginación permitía anticipar lo que podía ser o suceder, en base a la experiencia y el sentido común. Pero se empezó a escuchar más a la imaginación que a lo comprobado, por lo que se cayó en el terreno fantás-

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

tico del mito, aunque no exento de cierta lógica. Así, el fuego del volcán era explicado por un ser que atizaba una enorme fragua en las entrañas de la Tierra. Una deidad, con su carro de fuego, aparecía todas las albas por el Este, y se retiraba al ocaso por el Oeste, dando lugar al ciclo del día y de la noche. No obstante, el mito tiene en el fondo el mismo propósito de la ciencia, pues trata de explicar cómo funciona el mundo natural al igual que el social. En efecto, hay mitos de conducta, que al mostrar los castigos a que fueron sometidos quienes se apartaron del orden social prescrito, o las recompensas obtenidas por quienes lo siguieron, indicaban claramente un camino moral al pueblo. El término mito significa “decir o narración”, y generalmente se le identifica como fábula, engaño, ilusión, etc., este significado es de larga tradición, puesto que fue introducido por el racionalismo griego cuando llevó a cabo su crítica demoledora contra la mitología clásica.22

La magia, por su parte, manifiesta el mismo propósito de la tecnología, ya que trata de dominar las fuerzas de la naturaleza y las de la sociedad para ponerlas a su servicio. Es válido el intento de sustraerse a la gravedad, o evitar que la enfermedad acabe con un ser querido, o desear el amor recíproco de la mujer amada. Pero el camino del mago es limitado e inadecuado: se pretende ganar la partida mediante conjuros y ritos no proporcionados al objeto perseguido. Pero sin gente dedicada al mito y a la magia no habríamos llegado aún al conocimiento científico y al desarrollo tecnológico que por ahora tenemos. A través de la magia el ser humano ya no se siente a merced de las fuerzas naturales, ya que el mago cree efectivamente que puede lograr determinados fines, e incluso provocar algunos fenómenos naturales como, por ejemplo, hacer llover mediante su voluntad, la que puede verse favorecida obteniendo el apoyo de seres sobrenaturales. Tales prácticas son llevadas a cabo por medio de complicados ritos, los que para ser efectivos deben realizarse repitiendo ciertas frases y observando ciertas reglas en un orden que no puede variar.23

Ni el mito ni la magia han desaparecido. Además de que aún hay en nuestros días poblaciones al margen de la civilización, en ésta viven no sólo gente sencilla y crédula, que transmite oralmente viejas creencias, sino que hasta profesionales, políticos, estudiantes y otros, rinden culto a numerosas supersticiones, consultan adivinos, encargan “trabajos” a brujas y hechiceros, actúan guiados por el horóscopo, la cartomancia o el vudú, evitan los gatos negros y eligen hoteles que han hecho desaparecer como por encanto el piso decimotercero. Otros buscan saberes esotéricos, algunos de los cuales 22Mondragón, V.

et al., comp. (2006), Filosofía, antología comentada, UNAH, Tegucigalpa, p. 5. 23Álvarez de Bittner, María Cayetana (1986), Filosofía, SUED-EDUNAH, Tegucigalpa, p. 37.

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30 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO son fruto de conocimientos milenarios, capaces de generar nuevos rumbos científicos, mientras que otros se enraizan en creencias quizá atractivas pero sin ninguna posibilidad de ubicarse en el camino de la racionalidad. Una mención especial merece la religión. En ella encontramos maneras de entender la realidad circundante, aunque también la trascendente por el hambre de inmortalidad que aqueja al ser humano desde siempre. Algunos enfoques emparentan a la religión con una u otra forma de apropiarse la realidad, ya que hay religiones mítico-mágicas; pero también se encuentran religiones con teología y con revelación, tales como el judaísmo, el cristianismo o el islam. En estas últimas, la creencia en Dios no lleva a la divinización de las fuerzas de la naturaleza, no se descarta la actividad científica y más bien se emplea la razón humana para analizar la coherencia del dogma en la actividad teológica. Además, la revelación es indicativa de un Dios que sale al encuentro de sus criaturas, en lugar de ser el producto de ellas, como en el caso de las religiones mítico-mágicas. En otras palabras, se constata que la mayoría de los creyentes y practicantes de las religiones teológicas no descartan una apropiación racional del mundo. No obstante, hay dos fenómenos que contrastan con ello: por una parte, la ignorancia religiosa, que hace que junto con la fe se den un sinnúmero de prácticas mítico-mágicas entremezcladas; por otra, se registra un avance del fundamentalismo religioso, capaz de presentar batalla a los logros de la ciencia y la tecnología en nombre de una interpretación literal, antihistórica y desculturizada de sus textos sagrados. El enfoque actual de numerosos líderes religiosos ha superado el viejo antagonismo entre fe y razón. Una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad cómo, en distintas partes de la Tierra marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay después de esta vida? Estas mismas peguntas las encontramos en los escritos sagrados de Israel, pero aparecen también en los Veda y en los Avesta; las encontramos en los escritos de Confucio y Lao-Tse y en la predicación de los Tirthankara y de Buda; asimismo, se encuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurípides y Sófocles, así como en los tratados filosóficos de Platón y de Aristóteles. Son preguntas que tienen su origen en la necesidad de sentido que desde siempre acucia el corazón del hombre. De la respuesta que se dé a tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia. La Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar los objetivos que hagan cada vez más digna la existencia personal. Ella ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen.24 24Juan

Pablo II (1998), Fides et Ratio, Carta Encíclica, El Vaticano.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

El conocimiento racional, propio de la filosofía y de las ciencias, es el modo de apropiación de la realidad que debemos considerar hoy en día como verdadero conocimiento. Cuanto se hable de aquí en adelante del conocimiento pertenece a este orden racional. Ello no significa, por supuesto, que se descarten o minimicen los aportes históricos de las otras formas de apropiación o que se desconozca su presencia en la sociedad de hoy, así como el valor que a cada una de ellas corresponde. En efecto, encontramos, por ejemplo, mil formas en que se manifiestan magias y mitos contemporáneos, que van desde arraigadas prácticas supersticiosas, hasta formas más sofisticadas que, arrogantemente, se autodenominan filosóficas o científicas, aunque claro está, habrá que admitir que la racionalidad no es el único camino transitable para el ser humano. Pero el camino de la racionalidad es por cierto antiquísimo. No resulta fácil al pensamiento contemporáneo conceder a los pueblos primitivos la capacidad —o tan siquiera la posibilidad— de romper, parcialmente al menos, con el mito, la magia y el sentido común, para instaurar un pensamiento incipientemente sistemático. Lienhart (1953) trazaba una línea de separación entre nuestras formulaciones y las del hombre primitivo, ya que nosotros “pensamos acerca del pensamiento” y el primitivo no.25 Criticando esa forma de pensar, Radin (1968) escribía: Creo que mucho yerra Lienhart […]por creer que la necesaria reflexión elaborada y sistemática sobre el pensamiento mismo no pudo haberse realizado a falta de un método para conservar los pensamientos, reflexiones, demostraciones de verdad y falsedad, etc., a través de una larga lista de pensadores; es decir, a falta de escritura. A prima facie no hay nada en las civilizaciones primitivas que impida las tentativas de reformulación filosófica. Existen en ellas individuos de temperamento filosófico, las lenguas son adecuadas, la estructura social no pone obstáculos en el camino. Dado que los pueblos aborígenes no conocían la escritura, toda la información se recogía oralmente. Y personas extrañas —misioneros, viajeros, etnógrafos— indujeron a los indígenas a proporcionarla (y la pusieron por escrito).26

25Lienhart,

G. (1953), Modes of Thought in Primitive Society, Blackfriars, Oxford, pp. 269-278. 26Rodin, Paul (1968), El hombre primitivo como filósofo, EUDEBA, Buenos Aires, pp. 27-28.

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32 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO En otro orden de ideas, tres tópicos fundamentales han interesado a los filósofos sobre el conocimiento: su posibilidad, naturaleza y origen. Posibilidad del conocimiento Una de las preguntas que se ha hecho la filosofía a lo largo de su historia es la de si el conocimiento es posible. Pareciera que está fuera de lugar, pero tiene su lógica. Al observar que las cosas cambian, ya sea por aparecimiento, nacimiento, crecimiento, movimiento o desaparecimiento, caben las preguntas: ¿cómo conocer realmente las cosas, si hoy está de un modo y mañana de otro?, ¿se puede afirmar algo con certeza de ellas si están en permanente cambio? Se han dado numerosas respuestas, según se resume:27 DOGMATISMO (Presocráticos). Exagerada confianza en la razón humana. El conocer no es problema. IDEALISMO (Platón). Es posible llegar al conocimiento superando el mundo sensible; concentrándose en las esencias y no en las apariencias. ESCEPTICISMO (Pirrón, Arcesilao, Sexto Empírico). Imposibilidad de formular juicios. RELATIVISMO/SUBJETIVISMO (Protágoras, sofistas). No hay verdades absolutas, la verdad depende del sujeto (subjetivismo) o de las cualidades del objeto (objetivismo). CRITICISMO (Aristóteles, Descartes, Kant). El conocimiento es posible, pero hay que fundamentarlo críticamente. PRAGMATISMO (Nietzche, James, Dewey). Se conoce, pero la verdad es práctica, útil o valiosa. FENOMENOLOGÍA (Husserl). Se puede conocer mediante un proceso de depuración para llegar a la cosas mismas, a las esencias. Sujeto contemplativo. FILOSOFÍA DE LA PRAXIS (Antonio González). Realismo consciente, dialéctica entre sujeto y objeto.

Sin desconocer la importancia de cada una de estas posturas, me parece que el estado actual de las discusiones filosóficas y sobre todo científicas se ubican sin mayores sobresaltos en el Criticismo.

27Cfr.

Mondragón, V. et al., (2006), op. cit., p. 93.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

Origen del conocimiento Una segunda cuestión que ha interesado a los filósofos de todos los tiempos fue acerca del origen del conocimiento. O lo que es lo mismo: ¿dónde comienza?, ¿qué es lo que lo desencadena?, o ¿ acaso son las ideas eternas? Se tuvo claro que en todo esto la razón y los sentidos deberían de desempeñar algún papel importante. Se han dado numerosas respuestas, según se resume:28 REMINISCENCIA (Sócrates, Platón). El alma recuerda las ideas previamente contempladas en el mundo de las ideas. Es necesaria una estrategia para ello: la mayéutica. INTELECTUALISMO (Aristóteles, santo Tomás). Los sentidos suministran el material que ha de ser pensado. Las ideas tienen fundamento en la realidad. RACIONALISMO (Descartes, Espinoza, Leibniz). El origen del conocimiento está en la razón. Las cosas no son como son en sí mismas sino como las pensamos. EMPIRISMO (Hobbes, Locke, Berkeley, Hume). La fuente del conocimiento está en la experiencia y en los sentidos. El conocer es un fenómeno sensible. APRIORISMO (Kant). El conocimiento surge por síntesis entre los datos aportados por la experiencia y la estructura a priori del sujeto. CONSTRUCTIVISMO (Piaget, Vigostky, Bruner, Cole). Los conocimientos son construidos por cada individuo, en base a sus experiencias de aprendizaje.

Podemos sentirnos cómodos con la perspectiva intelectualista, tanto como con la constructivista. Naturaleza del conocimiento El tercer gran tema de los teóricos del conocimiento es el referido a su naturaleza. Algo así como preguntarse: ¿de qué está hecho el conocimiento?, o bien ¿qué debemos entender por conocimiento? Se han dado numerosas respuestas, según se resume:29 REALISMO (Aristóteles, santo Tomás). Conocer es reproducir la realidad. Los objetos tienen existencia independientemente del sujeto que los conoce.

28Cfr. 29Cfr.

Mondragón, V. et al., (2006), op. cit., p. 96. Mondragón, V. et al., (2006), op. cit., p. 84.

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34 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO IDEALISMO (Berkeley, Fichte, Schelling, Hegel). Confusión de lo real con lo percibido. Lo real es creación del espíritu. Ruptura con el plano real objetivo. Conocer es actividad del sujeto. POSITIVISMO (Comte, positivistas, neopositivistas). Prevalece el objeto cuantificable y verificable frente al sujeto. Lo objetivo garantiza la verdad. CONSTRUCTIVISMO y DECONSTRUCTIVISMO (Guba, Lincoln, Foucault, Dérrida). Conocimiento no es descubrimiento sino construcción. Se reivindica la identidad del sujeto, con sus pensamientos, afectos, valores, conductas y productos simbólicos.

El realismo y el constructivismo son capaces de reunir una mayoría de opiniones en nuestros días con otras posturas fuertemente representadas.

Generalización del conocimiento El conocimiento riguroso fue en la antigüedad patrimonio de pocos: filósofos, científicos, médicos, matemáticos y arquitectos. Con la instrucción pública, la cantidad y variedad de científicos, la globalización y las comunicaciones, hace que la universalización sea un hecho, pese a sus contradicciones internas. Aun así, tal parece que el conocimiento no está resolviendo las ingentes necesidades del hombre de hoy. No. Los tiempos no han llegado a la mayoría de edad. Precisamente no, porque las dos cosas que parecían condición suficiente (la ciencia desarrollada y la abundancia en la producción) no han logrado eliminar los disparates sociales que día a día nos toca sufrir. Las matanzas entre los pueblos, las hambrunas actuales en lugares precisos del planeta, cuando todos sabemos que hay alimentos suficientes, son sólo dos ejemplos, entre otros, que dan fe de esta situación. Y, sin embargo, estamos hoy, a pesar de estos horrores, más cerca de las etapas soñadas que hace 200 años. Aunque sólo sea porque el mundo malgré lui, ha generado relaciones, dimensiones, riqueza, posibilidades inéditas, que podrían servir de cimiento sobre el quehacer, lo que hasta ahora sólo soñado: que haya pan, paz y justicia de verdad, esto es, simplemente para todos.30

30Serrano, Augusto (1995), La aventura del conocimiento, Colección LOGOS, Ed. BCH, San Miguel de Tegucigalpa, pp. 362-363.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

LECTURA El sentido común Wartofsky, M. (1968)31 Gran parte de nuestro conocimiento es saber práctico: se refiere, con los pies muy en el suelo, a cómo hay que hacer las cosas, cómo se alcanzan los objetivos y cómo hay que actuar en situaciones corrientes. Este conocimiento “de sentido común” es común porque es de esperar que cualquiera lo posea, y constituye, por tanto, un cuerpo de verdades familiares y ubicuas que apenas se articulan con vistas a la reflexión crítica por lo frecuentes que son y lo bien atrincheradas que se encuentran en el comportamiento y en el lenguaje práctico. Es cierto que gran parte de él se expresa en la literatura de un pueblo, así como en su acervo de máximas y técnicas. […] Pero el contenido de sentido común de este patrimonio se asimila de tal manera que pasa a formar parte del entendimiento tácito: sus “verdades” son obvias, se dan por sentadas y sobre ellas no se reflexiona, aunque se encuentren incorporadas en forma lingüística y se expresen en el lenguaje ordinario de los hombres como dichos proverbiales, giros lingüísticos o remedios caseros. Lo característico de tal conocimiento de sentido común es que no es ni explícitamente sistemático ni explícitamente crítico. […] Es a grandes rasgos completo y se encuentra listo para su utilización inmediata, como corresponde a la propiedad común de una cultura, al conjunto de previsiones certeras referentes a lo que todo el mundo debiera saber de las actividades corrientes y básicas de la vida cotidiana, y en consecuencia proporciona previsiones seguras en materia de actividad humana. Las funciones que desempeña posibilitando del trabajo ordinario y la vida social, y delimitando la aleatoriedad y el peligro en la acción, son de importancia inapreciable. El sentido común no es ni tan invariable ni tan universal como para no cambiar según los entornos y periodos históricos. El sentido común de una generación resulta ser, a veces, el sin sentido de la generación siguiente; en otros tiempos era de sentido común cerrar las ventanas al pernicioso aire nocturno; actualmente es de sentido común mantener las habitaciones bien ventiladas por la noche. […] En defensa del sentido común cabe decir que se forma lenta y cuidadosamente, que se ensaya de modo eficaz en áreas de la más amplia

31Wartofsky, Marx W. (1968), Introducción a la filosofía de la ciencia, Alianza Editorial, Madrid.

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36 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO experiencia común, que su núcleo ha estado formándose durante quizá un millón de años y que constituye la condición de la sociabilidad y de la comunidad en los aspectos prácticos de la vida y el trabajo. […] La creencia de sentido común se toma, con toda la (inconsciente) buena fe, como indudable; y el mero desafío a tal fe se considera como inconcebible, o como una señal clara de la irracionalidad o de la extrema idiotez del desafiador. Por eso Pierce (1955) ha caracterizado al sentido común como acrítico por su propia naturaleza, y es aquí donde el sentido común, con toda su amplitud y potencia inductiva, se separa del pensamiento científico y del análisis filosófico, que son críticos por naturaleza.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

EJERCICIO Objetivo Profundizar críticamente la capacidad de pensar y el desarrollo del conocimiento, valorando su función, sus límites y dificultades.

Propuesta Contesta con la mayor honestidad y sin palabras complicadas a por lo menos siete de las siguientes preguntas. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con un maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, o una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas 1. ¿Has dudado de tu capacidad de pensar?

2. ¿Cuál es para ti la mayor ventaja de poder conocer?

3. ¿Sabes qué te interesa conocer más y qué menos?

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38 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

4. ¿En quién confías más, en tu mente o en tus sentidos?

5. ¿Te inclinas a la magia o a la superstición?

6. ¿Qué papel representa para ti la religión?

7. ¿Ahora que eres universitario, sigues empleando tu sentido común?

8. ¿Te sientes cómodo con el pensamiento crítico?

9. ¿Cuál es tu principal dificultad de aprendizaje?

10. ¿Crees que el conocimiento pueda resolver los diversos problemas de la sociedad mundial actual?

Capítulo

4

Filosofía, ciencia y método La obra de la ciencia no es nunca definitiva. E. Cassirer

El conocimiento científico Desde la antigüedad diversos pueblos y culturas aprendieron tempranamente la diferencia entre el saber común y el conocimiento científico, lo cual no quiere decir que todo lo que la antigüedad consideró ciencia deba hoy ser considerado como tal. La ciencia, como todo producto humano, es fruto de un proceso de perfeccionamiento. Si bien en varias épocas se ha creído haber llegado a decirlo todo en un campo determinado (“el fin de la física”, “el fin de la historia”), se acepta hoy como algo lógico y necesario la temporalidad o, por decirlo de una mejor manera, la transitoriedad y provisionalidad de los paradigmas científicos. Por “ciencia” entendemos un conocimiento riguroso, posible gracias a una metodología que ha de seguirse estrictamente y que se expresa en conceptos y leyes científicas, o, como sue39

40 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO le decirse, en teoría científica. Los griegos distinguieron bien entre la “dóxa” (δóχα) —la opinión— y la “epistéme” (επιστη′με) —conocimiento conceptual—. No es menos cierto que se trata de una generalización, pues en estricto sentido, con independencia del idioma utilizado, no hay “ciencia”, sino “ciencias”. Cada ciencia es un abordaje especializado a un segmento de la realidad. La filosofía en cambio mira la generalidad, es decir, lo común de todas ellas, su raíz o fundamento, por lo que desarrolla una filosofia de la ciencia. Examinemos esto más detenidamente. Grandes aportes han hecho a la filosofía de la ciencia pensadores de la talla de Popper, con su teoría de la falsación; o de Kuhn, con la provisionalidad de los paradigmas científicos, abonando con ello el pensamiento crítico y precaviendo en contra de los dogmatismos en las ciencias. Tal parece que a partir de estos postulados los filósofos podrían tener cada vez menos trabajo. Pero, “[…]mientras haya filósofos de la ciencia empeñados en enfundar a ésta en intolerables corsés de hierro —filósofos que ayer eran metafísicos, hoy positivistas y mañana quién sabe— …quienes deseen entretenerse en arrancar de la filosofía la mala hierba del dogmatismo tendrán trabajo asegurado para largo”.32

Cada ciencia objetiva la realidad desde el punto de vista que le es propio o específico. Consideremos un río caudaloso, un físico podría ver en él una energía potencial que, con ayuda de ingenieros electricistas, podría convertirse en energía cinética y ser aprovechada en forma de energía eléctrica. Un biólogo vería tanto en el río como en su cuenca un determinado nicho ecológico, hábitat natural de especies de varios reinos bióticos, que con ayuda de naturistas y ecologistas hay que preservar. Un administrador de empresas turísticas captaría de inmediato el potencial del lugar que, con ayuda de inversionistas, arquitectos e ingenieros civiles, puede convertirse en lugar de esparcimiento para unos y generación de empleo y de riqueza para otros. Un químico estaría interesado en examinar esta agua y determinar su pureza, su eventual contaminación y sería capaz de proponer, con auxilio de limnólogos y microbiólogos e ingenieros hidráulicos, su aprovechamiento para el consumo humano. Un teólogo establecería de inmediato una conexión entre esta agua y el bautismo, y recordaría numerosas referencias bíblicas al agua como elemento purificador y restaurador. Y se trata, no hay duda, del mismo río. Durante mucho tiempo, en particular desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, se propuso aceptar como ciencias únicamente a las llamadas “ciencias positivas”; es decir, a las comprobables empíricamente, de preferencia con instrumental matemático. Se pretendió llegar a una máxima objetivación, excluyendo cualquier contaminación subjetiva, como si la ciencia no 32Maguerza, Javier (1973), Introducción a Lakatos, I. y Musgave, A. (1975), La crítica y el desarrollo del conocimiento, Grijalbo, Barcelona.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

fuese también un producto humano. No es menos cierto que con frecuencia las llamadas “ciencias sociales” incurrían en innecesarios vicios especulativos y en falta de rigor y exactitud. Hoy en día se tiende a reconocerle a ambas su “estatus” científico, siempre y cuando sigan un método preciso, reconociendo que el objeto de estudio de las ciencias naturales tiene un comportamiento regular o constante, sin perjuicio de los enfoques relativistas; mientras que el objeto de estudio de las ciencias sociales, siendo en última instancia el ser humano, tiende a comportarse en forma distinta, tanto a nivel individual como colectivo, por el sólo hecho de estar dotado de voluntad. A comienzos del siglo XXI se constata que se ha establecido una sociedad de la información y de la comunicación. El Homo sapiens actual puede ser denominado “homo reticularis”33 por estar contextualizado por un sinnúmero de redes y relaciones. Por ello mismo se está convirtiendo en un anacronismo hablar de países periféricos, al menos desde el punto de vista de la información. Un estudiante de Centroamérica, por ejemplo, tiene prácticamente el mismo acceso a fuentes del conocimiento que sus coetáneos de Nueva York, Madrid, París, Nairobi, Beijing, Sydney o Santiago, aunque requiere del dominio de idiomas y un conocimiento tecnológico elemental. La diferencia estará en lo que hagamos de esta información. Procesada mediante herramientas del pensamiento crítico puede abrirnos las puertas a la sociedad del conocimiento, en la que el presente siglo pretende convertir a la humanidad. Habrá que aprovechar —o fabricar— las oportunidades. Una sociedad del conocimiento será también una sociedad de alta tecnología, puesto que ésta es consecuencia natural de la ciencia. Aquí se impone una visión desde la filosofía, concretamente desde la ética, pues importa que toda esta ciencia y tecnología estén al servicio del desarrollo humano sostenible, equitativo y solidario, mas no a merced de la dominación, la destrucción o la muerte.

La filosofía y las ciencias Quedó establecido que las ciencias tienen un interés y una visión diferenciada al abordar el conocimiento e interpretación de la realidad. La filosofía, por el contrario, no se interesa en tal o cual segmento o particularidad de la realidad, sino que se pregunta: ¿qué es la realidad? Cada ciencia formula un conjunto de hipótesis, leyes y conceptos en base al método que le es propio. Toca a la filosofía preguntarse: ¿cómo formular una buena hipótesis?, ¿cómo se establecen las leyes científicas?, ¿qué es un concepto? y ¿cuál es la importancia y naturaleza de los métodos científicos? Es propio de la filosofía buscar la totalidad, vale decir, una visión global o de conjunto de las cosas, indagar sobre los elementos comunes. Le

33Cfr. Echeverría, C. (1992), “La educación del Homo reticularis”, en Paradigma, núm. 11, marzo, p. 38.

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42 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO interesa buscar el sentido y el contexto de los seres. En primer lugar se preocupa por la propia existencia humana, lo que somos, el significado de nuestra vida y de nuestra vocación social. Se interesa por su interior, saber cómo se piensa, cómo se conoce, cómo estar seguro de llegar a la verdad. Indaga también acerca de la conducta humana, cómo comportarse adecuadamente a nivel personal y colectivo, tanto en el ámbito profesional como empresarial. Se interesa por productos humanos muy concretos y establece, además de una filosofía de la ciencia, del arte, derecho, de la historia, de la educación, de la religión, de la política, etcétera. La filosofía da, a la postre, una visión generalizada, integradora e integral del universo, el hombre y la sociedad, penetrando en causas y efectos, en naturalezas y contextos, en comportamientos y en prospectivas. Históricamente, la filosofía ha tenido un interés focalizado. En la primera etapa griega el énfasis se le dio a la reflexión sobre la naturaleza, en la época de oro de la Filosofía Ática el interés se centró en el ser humano. Con los estoicos y epicúreos se enfocó en la ética. Los neoplatónicos se preocuparon por el mundo de las ideas. La patrística primero y la escolástica, luego, reflexionaron primordialmente sobre la intervención de Dios en el mundo, así como la relación entre fe y razón. El empirismo habría de hacer énfasis en el conocimiento experimental, mientras que el racionalismo debe su nombre a su afán por indagar en el mundo de la razón. La crítica, el pensamiento positivo, la existencia humana, el conocimiento lógico, la sociedad, la vida, el lenguaje y hasta la sinrazón han sido temas preferentes de estudio de las distintas escuelas. A modo de simplificación, podría decirse que son tres los temas explorados por las diversas filosofías: el ser, el conocer y el actuar, todos referidos al ser humano en sus dos entornos: el natural y el social.

El método Vale la pena recordar las dos raíces griegas de esta palabra para descubrir su función: metá (μετα´ ) “a través” y odós (οδο´ ς) “camino”. En efecto, el método es el camino a través del cual llegamos a una conclusión, o para decirlo mejor, a la verdad, pues tal ha de ser la pretensión tanto del científico como del filósofo. En el método científico se encuentra precisamente la garantía de que llegamos a comprobaciones ciertas, con tal de que haya sido seguido fielmente. De la variedad de objetos científicos se deriva la diversidad en la naturaleza de las ciencias y, por tanto, los distintos métodos científicos que le convienen a cada una de ellas. Podemos hablar de métodos matemáticos de naturaleza diferente a los de la biología, y más distantes aún de los concernientes a la psicología, medicina o derecho. Otro tanto ocurrirá con los diferentes métodos que usan o han usado los filósofos. No obstante, es posible determinar algunos elementos comunes, aunque no siempre son aplicados integralmente o en el mismo orden en las di-

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

versas disciplinas. Se parte de la percepción de que hay un problema o bien algo interesante que investigar o analizar. Al llegar a este nivel conviene que el investigador describa con claridad la tarea que se ha propuesto. Aquí también se delimita el alcance de lo que va a estudiar, es decir, desde qué perspectiva teórica, en cuántos individuos, bajo qué condiciones. El método científico es nada más que un procedimiento controlado, ordenado por medio del cual llegamos a saber plantear problemas científicos... El punto de partida del método científico está en saber formular problemas: se parte siempre de un examen detenido de los hechos, es decir, de un cuerpo de conocimientos. Dentro de esos hechos se descubre alguna incoherencia o dificultad. Se busca entonces formular esa incoherencia a nivel del problema. Luego viene la invención de hipótesis centrales, es decir, suposiciones o conjeturas acerca de los nexos entre los distintos fenómenos; formuladas las hipótesis se les busca bases tanto racionales como empíricas. Se ponen las hipótesis a prueba […] se clasifican y ordenan los datos, se levantan estadísticas. Se contrastan las hipótesis con los resultados obtenidos hasta elaborar nuevos conocimientos.34

Un paso importante de la ciencia es la elaboración de hipótesis. Me gusta definir una hipótesis como una sospecha científicamente documentada; sospecha plausible de que las cosas discurran de tal o cual manera, y científicamente documentada, pues no se trata de corazonadas o de intuiciones, aunque estas últimas han acortado, no pocas veces, el camino del científico. Estas hipótesis indican una ruta que se ha de seguir sin apartarse de ella, sin despreciar descubrimientos sobre otros tópicos que puedan hacerse en el intento. En efecto, no pocas veces al indagar sobre un asunto se llega a descubrimientos imprevistos, y no pocas veces de gran valor. La hipótesis no es más que una salida tentativa de aclaración entre dos variables y que es posible comprobarla a nivel de la experiencia. Es una solución provisional, posible, ante el problema que se ha planteado. Para ello habrá que mostrar la verdad o falsedad de dichas hipótesis. […] La hipótesis es siempre un “supuesto”, premisas que se utilizan con una gran probabilidad de explicar adecuadamente un fenómeno o problema; sólo el proceso demostrativo o de verificación nos dirá si eran objetivas o estaban mal planteadas.35

Las herramientas de procesamiento de la información suelen ser de carácter estadístico, tanto en ciencias naturales como sociales. Ello no ha de impedir valoraciones cualitativas que hace pocas décadas eran vistas como algo espurio y anticientífico. Pero no se debe quedar en la sola descripción cuantitativa de los hechos; menester es interpretar, originando inferencias capaces 34Barragán L., Hernando (1977), Epistemología, Universidad Santo Tomás de Aquino, Bogotá, p. 98. 35Barragán L., Hernando (1977), op. cit., p. 104.

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44 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO de explicar la realidad que se analiza. Sólo así se podrá enriquecer la teoría científica e incluso ayudar a formular nuevas leyes. A partir del camino preferentemente inductivo de las ciencias positivas se llega, según se ha dicho, a las generalidades de las teorías y leyes científicas, con ayuda de las cuales es posible predecir. Esta predicción es uno de los frutos más estimables de la ciencia, pues el conocimiento se pone, o al menos inaugura la posibilidad de ponerse, al servicio del bienestar humano. La predicción científica, lejos de arte de adivinación o ritual mágico, se basa en el comportamiento regular de la naturaleza. A iguales condiciones y puntos de vista las cosas se comportan siempre del mismo modo. No sucede con tanta regularidad cuando de los comportamientos humanos, individuales o colectivos se trata, pero siempre es válido el intento por acercarse lo mejor posible a ella. Más allá de estas generalidades, cada disciplina procede con arreglo a su naturaleza y especificidad, lo cual es particularmente válido para la filosofía; aunque en este punto se debería hablar de filosofías dada la riqueza y variedad de los diversos enfoques que a lo largo de la historia han surgido, alguno de modo efímero, pero muchos otros para permanecer como parte importante del acervo filosófico. Finalmente, se hace necesario recordar que filosofía y ciencia no son colección de saberes. Se trata de actividades vivas y vigentes del espíritu humano que se alimentan gracias a la investigación. Al respecto dice Serrano A. ( 2002) lo siguiente:36 Cuando hablamos de “investigación científica” estamos hablando de un modo de proceder, de una actividad que indaga, que busca dentro de un campo científico y que es un momento, una dimensión más de ese campo científico. […] Desprovista de investigación una ciencia deja de serlo. Y la transmisión que se haga de los conocimientos llamados científicos, desprovistos de la investigación y de lo que ésta comporta, es una transmisión ingenua, no científica.

36Serrano,

Augusto (2002), De las ciencias y de sus métodos, Paraninfo, año XI, núms. 20-21, pp. 147-148.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

LECTURA Relación entre filosofía y ciencia González, A. (1991)37 Muchos filósofos han pretendido una unidad perfecta entre ciencia y filosofía. Así, por ejemplo, para el idealista Hegel, la filosofía es la ciencia suprema del espíritu. Para otros pensadores de tendencia también idealista, la filosofía, aunque no es de hecho una ciencia, debería llegar a constituirse como tal; es decir, debería trabajar con los mismo métodos, el mismo rigor y exactitud que son propios de las ciencias positivas. Y nos les falta razón a estas posturas en cierto sentido: la filosofía verdadera se ha caracterizado siempre por un deseo de rigor y exactitud. Los que la confunden con la poesía o con la literatura difícilmente pueden ser considerados auténticos pensadores. Ahora bien, el que en filosofía no sirve el mero discurso literario o propagandístico no quiere decir que ciencia y filosofía sean la misma cosa. Para ver las diferencias entre un modo de saber y otro, comencemos por considerar en qué consiste el conocimiento científico (tanto en el campo de las ciencias naturales como en el de las ciencias humanas). Lo que caracteriza la actividad cotidiana del científico es la búsqueda y el descubrimiento de las leyes por las que se rige el universo o las sociedades e individuos humanos. Así, por ejemplo, los físicos y los astrónomos pretenden hallar, al cabo de sus investigaciones, las leyes matemáticas que describen adecuadamente los movimientos de determinados cuerpos celestes. Igualmente, un biólogo investiga las leyes según las cuales se transmiten, por ejemplo, los caracteres hereditarios en una cierta especie. Se puede decir, en general, que una ciencia ha alcanzado un grado alto de madurez cuando es capaz de formular leyes matemáticas que le permiten predecir con la mayor exactitud posible, el comportamiento de los objetos con los que trabaja. La gran posibilidad que las leyes científicas aportan a los hombres es la de hacer predicciones. Así, por ejemplo, una ley me sirve para saber no sólo cómo discurrió la trayectoria del Sol o cómo se comportó un determinado ser vivo, sino también para saber cómo lo hará en lo futuro. El conocimiento exacto de un comportamiento futuro entraña una riqueza enorme de posibles aplicaciones prácticas —técnicas— de los avances en el conocimiento humano. Ciertamente, esta exactitud se logra más fácilmente en las ciencias natura-

37González,

Alberto (1991), Introducción a la práctica de la filosofía, UCA, San Salvador.

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46 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO les que en las ciencias humanas y sociales. Dados una serie de datos, por ejemplo, sobre los movimientos de los planetas en el sistema solar, podemos predecir con gran precisión el momento en que se producirá un eclipse de Sol. En otras ciencias, como la economía o la sociología, que trabajan con fenómenos humanos, es más difícil la formulación de leyes tan rigurosas: no es fácil predecir una crisis económica o una revolución social. Pero no cabe duda de que, a pesar de tales limitaciones, la intención de los científicos sociales es también la de descubrir las leyes que rigen los fenómenos humanos; y el acierto en un buen número de sus pronósticos atestigua que tal descubrimiento se logra, al menos parcialmente. La filosofía no pertenece a las ciencias positivas de la naturaleza o del hombre, sino a las ciencias críticas. Esto no quiere decir que el filósofo puede prescindir en su trabajo del conocimiento de las leyes que descubren las ciencias positivas. Una filosofía que no tenga en cuenta los datos de las ciencias se convierte inmediatamente en una mera especulación vacía. Muchos filósofos, al tratar, por ejemplo, del mundo natural, cometieron verdaderos disparates, fruto de su ignorancia del estado de las ciencias en su época: la filosofía de la naturaleza de Hegel es un buen testimonio de ello. Pero una filosofía que quiere tener bien anclados sus pies en la tierra ha de tener muy en cuenta esa fuente inagotable de conocimientos sobre el mundo real que las ciencias positivas representan. Ahora bien, la filosofía, por su carácter crítico, aunque debe tener muy en cuenta los datos y leyes de la ciencia positiva, se diferencia muy notablemente de aquéllas: la filosofía tiene unos caracteres —radicalidad, desenmascaramiento y voluntad emancipadora— que la diferencia notablemente de las ciencias positivas. La filosofía, como saber racional, comienza justamente donde terminan las ciencias positivas. El filósofo es alguien que se pregunta justamente por la raíz misma de las ciencias. Éstas nos pueden describir con gran exactitud un gran número de leyes que rigen el mundo físico. Pero la pregunta filosófica va más allá del mero descubrimiento de esas leyes; puede preguntarse, por ejemplo, qué es una ley. Y esto es algo que las ciencias positivas ya no pueden responder. […] La cuestión filosófica es más radical y comienza cuando nos preguntamos, por ejemplo, cómo es posible que una ley que está solamente en nuestra cabeza describa con tanta precisión lo que sucede a distancias enormes de nuestro planeta: ¿será que la naturaleza tiene escrita en sí misma estas leyes, de modo que no están solamente en nuestra cabeza, sino también en las cosas? Y entonces, ¿cómo está hecha nuestra mente para que tenga esa capacidad de reflejar con tanta precisión las leyes que están fuera de ella en el mundo natural? Las preguntas filosóficas son por esto mucho más radicales que las científicas, y no pueden responderse de una forma meramente científica. Una ley no responde a las grandes interrogantes de la filosofía, justamente porque la filosofía se puede preguntar por el sentido mismo de las leyes. La radicalidad del filósofo puede llegar hasta el punto de cuestionarse, como lo hizo Leibniz, por qué hay algo en lugar de nada.

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[…] La filosofía se diferencia de la ciencia por su actitud de sospecha y de desenmascaramiento. Las ciencias, con todos sus enormes avances a lo largo de los últimos siglos, pueden proporcionarnos un enorme acervo de datos sobre la realidad, organizados según rigurosas leyes matemáticas. Pero las ciencias difícilmente pueden reflexionar sobre sí mismas. Cuando el científico reflexiona sobre su propia tarea deja de ser científico para pasar a ser filósofo. La mera búsqueda de leyes no puede responder a preguntas filosóficas por el valor de las ciencias, su contribución al progreso, su papel en la sociedad o en la historia, etc. El filósofo, aunque sea un científico-filósofo, es quien llega a hacerse, por ejemplo, la pregunta insidiosa: ¿ha sido beneficioso el desarrollo de las ciencias para la humanidad? Y ésta ya no es una cuestión científica, sino una cuestión sobre la ciencia, que se hace desde fuera de la misma. […] Las ciencias positivas, además de descubrirle al hombre verdades de suma importancia, pueden servir también para ocultarle su verdadera realidad. En el mundo moderno es frecuente que las ideologías que legitiman una determinada sociedad se presenten a sí mismas como “científicas”. […] De ahí que la actitud filosófica, en lugar de consistir en un culto a la ciencia, ha de sospechar e indagar los usos sociales que de la ciencia se hacen. El buen conocimiento de la ciencia que ha de tener el filósofo necesita ser complementado con un desenmascaramiento respecto a su uso ideológico: la filosofía es crítica de la ciencia como ideología. Todo este carácter radicalizador y crítico que hemos atribuido al saber filosófico no descansa sobre sí mismo. Es decir, en filosofía no se trata de desarrollar un mero gusto por la crítica, sino que toda crítica filosófica auténtica está siempre al servicio de la emancipación del hombre. Una crítica que no pretenda ir más allá de sí misma es un puro ejercicio mental que solamente beneficia a quien la ejerce y a quienes desean que todo siga como está. La filosofía, al poner en ejercicio su carácter crítico, lo hace en función de un proyecto más o menos concreto de transformación de los hombres y de las sociedades. La filosofía pretende convertirse en un instrumento para la toma de conciencia de los hombres sobre su propia situación y en un estímulo para el desarrollo de una actividad emancipadora. […] En definitiva, la filosofía es un modo de saber que necesita inexorablemente de las ciencias —naturales y sociales— como modos de conocimiento privilegiados de la realidad. Pero al mismo tiempo, la filosofía, por su carácter crítico, es un saber que va más allá de las ciencias, para revisar sus fundamentos, e incluso para poner en tela de juicio sus pretensiones de neutralidad y de objetividad desinteresada. De ahí la autonomía de la filosofía respecto de la ciencia; la filosofía es un saber netamente autónomo, [es] como decía Kant, “atreverse a usar el propio entendimiento sin la dirección de otro”, aprender a pensar.

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EJERCICIO Objetivo Ayudarte a hacer un esfuerzo de reflexión personal para que puedas autoevaluar hasta qué punto comprendes la naturaleza de las ciencias y el papel diferente de la filosofía en la sociedad.

Propuesta Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, a por lo menos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden en que se plantean. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas 1. ¿A qué se llama ciencia?

2. ¿Por qué se afirma que no existe la ciencia sino las ciencias?

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3. ¿En qué se parecen la filosofía y las ciencias?

4. ¿En qué se diferencian la filosofía y las ciencias?

5. ¿Cuáles crees que son las cualidades que debe tener un buen científico?

6. ¿Cuáles crees que son las cualidades que debe tener un buen filósofo?

7. ¿Cuál es tu opinión sobre el desarrollo de las ciencias y las tecnologías en nuestro país?

8. ¿Cuál es tu apreciación sobre la filosofía en nuestro país?

9. ¿Qué semejanzas y diferencias puedes establecer entre los métodos de la ciencia y los métodos del filosofar?

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10. ¿Hasta qué punto crees que nuestro país puede dar contribuciones científicas y filosóficas a la humanidad?

Capítulo

5

El mundo de los valores 32

Los valores plasman ideales de perfección que el hombre capta intuitivamente y frente a los cuales se siente atraído en orden a una realización o práctica concreta de los mismos. L. J. González Álvarez

Los omnipresentes valores En la actualidad no creo posible que se pueda hacer reflexión filosófica alguna, al menos de la buena; es decir, de esa que está continuamente referida al ser humano, sin que tengamos que vérnosla, tarde o temprano, con el mundo de los valores. Es interesante constatar que las ciencias de la administración, de tanta influencia en el mundo contemporáneo, aluden reiteradamente al concepto de valor, sin referirse exclusivamente al económico. Se le encuentra al hablar de calidad, cliente, administración del personal, servicios, negociación y cada vez que se quiere subrayar que el factor humano hace la diferencia. Centremos ahora nuestra atención en la axiología y sus principales cuestiones, para ganar la dimensión teórica necesaria al posterior estudio de los valores en la dimensión fáctica. 32Versión corregida de Echeverría C. (1995), Axiología, filosofía de los valores para el profesional emprendedor, capítulos III y IV, EDUNITEC, Tegucigalpa.

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52 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO La axiología Del vocablo griego “áxios” (αξιος), que significa tanto valor como lo que tiene valor, se acuñó el término de axiología, que se define como la teoría o, mejor aún, la filosofía de los valores. Aunque desde la filosofía griega está presente el tema de los valores, aumentó su auge con los grandes filósofos áticos, de tal forma que la filosofía de los valores data del siglo XIX y propiamente reconocida como axiología tan sólo desde principios del siglo XX. Es en Alemania donde se habría de desarrollar primero el interés por la filosofía de los valores con F. Nietzsche, F. Lange, R. Lotze, H. Rickert y W. Windelband. Entre los principales filósofos que han dedicado su atención a la axiología destacan de manera relevante los también alemanes Scheler y Hartmann. Max Scheler (1874-1928), fenomenólogo, propone la ética material de los valores, opuesta al formalismo de la ética de la ley y el deber de Kant. Los valores son para él cualidades especiales de los seres, los cuales se captan a través de la intuición emocional. Los valores no se inventan ni se acuñan de nuevo mediante una transmutación de valores, son simplemente descubiertos, y lo mismo que las estrellas en el cielo, también ellos van apareciendo, con el progreso de la cultura, en el ámbito visual del hombre. No son valores antiguos; no son valores nuevos; son los valores.33

Nicolai Hanmann (1882-1950) también desarrolla una ética material de los valores en la que introduce valores ya presentes en la obra de Aristóteles y los propios del cristianismo. Escribe en contra de una concepción relativista de los valores. La relatividad de los sistemas axiológicos a lo largo de la historia, la geografía y las culturas es, para él, “relatividad en el descubrir y sentir los valores, no en los valores mismos”.34 En Francia, Louis Lavelle, existencialista cristiano, desarrolla una axiología ontológica, en la que es la clave el concepto de que el yo participa del ser, teniendo la posibilidad de alcanzar el ser en distintos grados. El ser humano es posibilidad y realización. De modo semejante el valor es un acto del espíritu y el espíritu es actividad valorante. El valor se encarna materialmente, en un bien, pero es espiritual. El concepto de valor, que ya había sido rescatado por los economistas clásicos, se ha hecho ahora presente en los más diversos campos teóricos, especialmente en la ética y la estética. Preguntarse por la naturaleza del valor equivale a cuestionar la naturaleza del valor y tratar de brindar una definición conceptual. Indagar acerca 33Scheler,

M. (1977), “Ética, nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético”, Revista de Occidente, Madrid, p. 42. 34Cfr. Hartmann, Nicolai, Ética.

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del origen, significa penetrar en el problema de su formación o, al menos, de su aparición en nuestra conciencia. Esta distinción conceptual no anula el hecho de que ambos temas están muy estrechamente relacionados, al punto de que la visión que se tenga sobre uno de ellos condiciona necesariamente lo que sobre el otro se diga con carácter teórico. Naturaleza del valor Se puede empezar a comprender qué es el valor analizando el uso que le damos al vocablo o a sus derivados en distintas situaciones. “¿Cuánto vale el texto de contabilidad de costos?”, “¡qué valor el de fulano, ir a esa boda sin haber sido invitado!”, “don Eugenio María Hostos ha sido, sin duda, uno de los americanos más valiosos”, “¿conoces el valor de la oración?”, “él demostró valor en los momentos de mayor tensión”, y expresiones por el estilo. Todo lo anterior nos lleva a ver el valor como precio, arrojo, notabilidad, aprecio, importancia, valentía, notoriedad, etc. En efecto, el valor es todo eso, y más: aquello que vale la pena, aquello en lo que creo o por lo que estoy dispuesto a sacrificarme; lo que se destaca, es importante o sobresale; lo que se distingue y es, por tanto, preferible. En términos rigurosos podemos definirlo como: “Valor es cualquier objeto de predilección”.

Repárese en que objeto no se emplea aquí en su acepción ordinaria de cosa, sino como determinación del intelecto. A la vez, la predilección participa de la doble naturaleza de lo que es preferible o preferido y, por eso mismo, de lo que es eligible o elegido. Esta íntima relación no impide establecer la diferencia conceptual, frecuentemente reflejada en la práctica, entre la preferencia y la elección. Y también hay valor negativo, el llamado antivalor. iY vaya si es sobresaliente!, aunque mucho nos disguste. El racismo es un antivalor para mí. No por ello dejo de ver cómo los xenófobos hacen de él un credo, precisamente su objeto de preferencia y de elección. Tomemos anticipada nota de esta especie de mundo del espejo, en el que casi todos los valores tienen su correspondiente antítesis: amor-odio; altruismo-egoísmo; valentía-cobardía; sabiduría-necedad; diligencia-pereza. Como las cualidades no se pueden subsistir por sí mismas, los valores pertenecen a los objetos que Husserl llama “no independientes”, es decir, que no tienen sustantividad. Esta propiedad, aparentemente sencilla, es una nota fundamental de los valores. […] Por ser cualidades, los valores son entes parasitarios —que no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales— y de frágil existencia, al menos en tanto que adjetivos de los “bienes”.35

35Frondizi,

Riseri (1995), ¿Qué son los valores?, Colección Breviarios, FCE, México, p. 17.

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54 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Se hace necesario distinguir entre los valores, cualidades de intrínsecamente apetecibles y buenas, y los bienes, que son los receptáculos de tales cualidades. Una pintura es un bien que contiene valores estéticos y, eventualmente, otros tales como económicos, emocionales, místicos, etcétera. Otra distinción que se impone es la que existe entre el bien, en el sentido de lo que es bueno (ontológico y moral) y el valor. Es más, no pocos críticos de las morales axiológicas insisten en que no se debe sustituir el concepto de bien, entendido dentro de la categoría ontológica trascendental (el ser es uno, bueno y verdadero), cuya finalidad general es el acto moral (el ser humano actúa persiguiendo siempre un bien), por el concepto de valor, que contiene la inconsistencia del original subjetivismo que aparece en los primeros axiólogos. No obstante, hay tendencia a armonizar bien con valor. Origen del valor El tema del origen del valor ha sido profusamente tratado por los axiólogos, quizá aún más que otro que me parece de mayor importancia: el conflicto de valores. Esto tiene su razón de ser, pues dependiendo del origen teóricamente establecido de los valores, van surgiendo las distintas escuelas axiológicas. De modo semejante, del origen concreto que tengan los valores de un individuo dependerá en gran medida su manera de ver el mundo y encarar la vida y, por supuesto, su conducta a nivel personal o en contexto colectivo. El origen del valor ha sido colocado por algunos autores en el objeto, o lo que es lo mismo: el valor se considera algo objetivo, una característica o incluso una emanación del objeto. En palabras sencillas, lo que se quiere decir es que todo valor depende del objeto. Se dirá que el valor de la rosa, que es tanto como la resultante de su perfume, la belleza de su forma, el color y la textura de sus pétalos, está en la rosa, no en quien la aprecia. De igual modo se hablará del valor nutritivo de la espinaca, que existe en las sustancias que contiene, independientemente de eso que llamamos gusto y que no debe de ser confundido con el valor —aunque el valor guste y el gusto tenga su valor—. En sentido opuesto, otros teóricos establecen el origen del valor en el sujeto, o lo que es lo mismo: el valor se considera algo subjetivo, una creación o incluso una proyección del sujeto. Quienes identifican al valor con el gusto —en el caso de las espinacas— se ubican en este enfoque. Pero aun escapando a tal confusión, se expresa que el valor depende del sujeto. Se pondrá de ejemplo la belleza de una mujer, que es apreciada por unos, mas no por otros. Consideremos el valor de dos estampillas, de igual tamaño, que aparecen juntas en una misma emisión y en cuya producción se ha invertido igual cantidad de dinero, ¿por qué una vale 25 centavos, mientras que la otra vale 90? Y si reparamos en las diferencias culturales, veremos que para un pueblo hay gran valor en determinada

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música, comida o parentesco, mientras que para otro o no lo hay tanto, o hasta puede encontrarse allí un antivalor. ¿No estarán ratificando estos ejemplos la subjetividad del valor? A criterios tan antagónicos se ha sumado una tercera vía que libera, por decirlo así, de esa grave responsabilidad tanto al objeto como al sujeto, al colocar el origen del valor en elementos total o relativamente independientes de ellos, como puede ser el contexto. Así, el valor que tenga el agua puede variar dependiendo de si el escenario —real o hipotético— de una eventual discusión al respecto, es una zona húmeda o un desierto. De modo semejante parece operar la ocasión —no es el mismo valor cuando se bebe para celebrar que cuando se bebe para olvidar—. De igual manera, el tiempo también es una variable que presiona sobre el valor: aquel juguete ya no es para mí lo que antes fue... o quizá, aquella novia o aquel amigo. La tentación simplista nos empuja a preguntar, a fin de cuentas, ¿en qué quedamos o a quién creerle? El origen del valor ¿es objetivo, subjetivo, circunstancial o no puede ser establecido? No ha de extrañarnos el surgimiento de escuelas relativistas y escépticas que, a su modo, zanjan de una vez la cuestión, aunque, claro está, generando otra suerte de problemas de naturaleza teórica y práctica. Como muchos otros, escojo la vía ecléctica, aprovechando la ocasión teórica que brinda este transitar del segundo al tercer milenio, al que le sabe muy mal el empecinamiento de los unos y de los otros. Son momentos en que las ideologías, que naturalmente no han muerto como quisieran quienes desean el reino soberano de la propia, ciertamente no se cotizan alto. En todo caso, no deben confundir su respuesta con respecto a los intereses de grupo, aunque sean muy válidos, con la búsqueda de la verdad por encima de éstos o aquellos intereses, que es lo propio de la filosofía. Así las cosas, el eclecticismo ha dejado de tener una connotación exclusivamente negativa para convertirse, en numerosos casos, en la opción filosófica correcta. Creo que éste es uno de esos casos. El origen del valor habría que situarlo en el encuentro amistoso, quiero decir no antagónico, entre el sujeto, el objeto y su circunstancia. Esto podría ser cierto también para el origen del conocimiento, pero volvamos a lo nuestro. No existe un abismo insondable entre el sujeto valorante y los objetos valorados, y todo ello tiene lugar en circunstancias precisas que envuelven a ambos. Hablamos de un valor, aunque no pocas veces se trata de un valor conjunto, que se aprecia en la medida en que se estimen los elementos que a él pertenecen. Casi todos los valores son polivalentes. Así, el valor de una pintura se determina por sus características objetivas: materiales empleados, colorido, armonía, perspectiva lograda, etc., pero también por su realizador, qué decir del valor de las obra de pintores como Leonardo da Vinci, Van Gogh, Picasso, Velásquez, Ruiz Matute, Rivera, Frida Kahlo, Guayasamín, Botero y tantos otros.

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56 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO El valor variará, por lo que yo llamo circunstancias objetivas, tales como la iluminación que se le dio a la pintura en una exposición, el enmarcado, o quizá el deterioro en que se encuentra. También oscilará por circunstancias subjetivas: mi estado de ánimo, mi conocimiento de la escuela pictórica, mi afecto por el pintor, mi experiencia en materia de pintura y, ¿por qué no?, mis defectos visuales. Además, siempre es posible encontrar circunstancias más independientes, tales como el precio en el catálogo, los comentarios contaminantes del juicio personal, música ambiental o bien ruidos molestos en la sala de exposición. La vida es rica en determinaciones, es en ese marco en el que valoramos. Así como el origen del valor puede discutirse en esta perspectiva teórica de amplio sabor gnoseológico, es necesario plantearlo también desde el punto de vista de la relación individuo y sociedad. Por ello se pregunta si el valor es una opción original o al menos originaria de la persona o viene dado, no impuesto, por la sociedad, y más exactamente por una determinada, y posiblemente bien identificada, sociedad. El cuestionamiento puede ser hecho en primera persona: mis valores, ¿son realmente míos?, o bien, ¿qué tan míos son? Hay casos claros donde es evidente la patética falta de personalidad y de criterio de muchos. Allí los valores no son propios, tal y como sentencia el saber popular: “¿A dónde vas Vicente? ¡A donde va toda la gente!” Otras personas son influenciables en distinto grado. Pero, ¿qué tan cierto es que individuos reconocidos por su independencia de criterio y de acciones, o bien de recia personalidad, tienen valores auténticamente propios? Cuando Freire plantea, entre otros, que “no hay un pienso sino un pensamos”, hace alusión a la ubicación de cada uno de nosotros en ese contexto teórico vivencial que se denomina cultura. Lo cierto es que los valores en gran medida nos son dados desde muy temprano en la familia, la escuela, el pueblo o barrio. No se trata tanto de una transmisión sino de una herencia. Esto parece haber sido así por siglos, pero ¿será algo semejante ahora, en los días de la aldea global, en la que por obra y gracia de los medios de comunicación nos son lanzados al rostro otros valores con pretensiones universales? Pudiera ser que, efectivamente, haya una globalización despersonalizada y despersonalizante de los valores. Lo importante en este asunto del origen no es tanto si todos los valores ya existen, o si está registrada alguna nueva patente de invención al respecto. De lo que se trata es de saber qué valores asumo como míos, qué es lo que realmente me importa, en qué y sobre todo en quién creo, y por qué vale la pena luchar. Y es que, sin evadir nuestra participación en la polémica que se establece entre el peso real que tiene la cultura y sus transmisores en los valores personales, quiero señalar la importancia del establecimiento de los valores en la conciencia personal como valores propios, capaces de orientar mis decisiones más difíciles y mis más profundas convicciones.

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Por lo demás, suscribo la tesis que ve a las personas en su integralidad e integridad, que son ahora lo que son por haber interiorizado consciente o inconscientemente su herencia biológica, su herencia cultural y cada una de sus experiencias personales vividas minuto a minuto. El vivir me ha dado mis valores. Al afirmarlo no se pretende aupar determinismos de ninguna clase. Se verá luego el papel de primer orden que juega la libertad en la elección de esos valores que finalmente puedo identificar como míos. Categorías y jerarquías del valor El mundo de los valores es enormemente rico y variado. Es, además, muy complejo, en tanto los valores son apreciados en distinta forma, según pasemos de una cultura a otra, de un sujeto a otro, o de una circunstancia a otra. Adicionalmente, los valores pueden cambiar, en razón del tiempo individual y de la historia. Se afirma el carácter del valor como criterio de decisión para la acción. Pero, ¿cómo compaginar esta función con la variedad y complejidad que se señala? El ser humano en su actividad racional de abstracción, tiende a crear una organización mental en relación a los seres que pueblan la naturaleza, la sociedad o la propia mente humana. A veces, estos seres están de alguna manera naturalmente clasificados. Es lo que ocurre con las taxonomías sobre los reinos animal o vegetal. No es una antojadiza construcción mental el poner a los peces en un orden y a los mamíferos en otro, pues su hábitat, su modo de reproducción o la temperatura de su sangre exhiben diferencias muy marcadas. Pero allí mismo el científico no se limita a copiar el orden natural, pues tiene que resolver las situaciones límite que a veces se le presentan, en este caso representadas, por ejemplo, por la especie de los cetáceos. Cosa diferente ocurre en las ciencias sociales. Al clasificar las tareas administrativas por funciones: planificación, organización, dirección y control, no hay orden natural, ni siquiera estrictamente social que copiar; el teórico de las ciencias administrativas hace un esfuerzo para organizar el mundo conceptual que le corresponde, pero haciendo referencia, claro está, a la práctica administrativa concreta. Los axiólogos también se han dado a la tarea de poner orden en la variedad y complejidad del mundo de los valores. Pero, a diferencia de los científicos de la naturaleza, que a lo largo de los siglos han ganado una óptica común que permite acuerdos e internacionaliza sus taxonomías, los teóricos del valor recién inician su faena. De ahí que se

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58 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO den diversos criterios de clasificación y ordenamiento, dando por resultado categorías de valor muy diversas. Veamos unos pocos ejemplos. Nietzsche, al igual que otros, apunta a dos grandes categorías: la de lo santo y lo profano, pero proponiendo una transmutación de valores, pues ve en la moral cristiana una radical debilidad, la exaltación de lo débil, de los ideales de tipo apolíneo que representan una línea ascética. Él propone, en cambio, el predominio de lo dionisíaco, que es voluntad de dominio, aceptación del placer, la moral de los fuertes. Scheler, por su parte, dice que los valores más altos son los del espíritu y, dentro de ellos, los religiosos, espirituales, del conocimiento, de la justicia y estéticos, en orden descendente. Una categoría intermedia corresponde a la de los valores vitales, y la tercera, y más baja, es la de los valores de lo agradable y lo desagradable, o sea, del placer y del dolor. Se observa que no aparecen jerarquizados los valores morales que constituyen para el autor una categoría aparte, no sujeta al más y al menos de las jerarquías. A riesgo de simplificar demasiado, puede decirse que lo moral en Scheler consiste en actuar de conformidad a la jerarquía de los otros valores. El valor moral se manifiesta únicamente en ocasión de la realización de los otros valores; no se realiza por sí mismo. Scheler afirma que proponerse el bien como fin de la voluntad es puro fariseísmo. Scheler clasifica y jerarquiza, poniendo como los más altos o estimables, los valores de lo santo y lo profano, es decir, los religiosos. Le siguen los espirituales, entre los que están los valores de la justicia, los estéticos y los del conocimiento. Luego aparecen los vitales y finalmente los de lo agradable y lo desagradable.36 Lavelle desarrolla una clasificación que parte de los valores de la mística, pasando por la ética, la biótica, la erótica, la lógica, hasta llegar a la economía. Con base en su trabajo se puede proponer la siguiente taxonomía: • • • • • • •

Valores religiosos, como los de la divinidad o de la fe. Valores morales, como la honradez o la integridad. Valores vitales, como los de la vida y la salud. Valores afectivos, como los del amor y los sentimientos. Valores estéticos, como los del arte y la belleza. Valores de razón, como los de la lógica o la ciencia. Valores económicos, como el de los bienes o el dinero.

Este orden bien puede ser una jerarquía, es decir un orden —no de necesidad, ni de temporalidad ni siquiera de elección— sino de preferencia. Otro ordenamiento señalaría, por supuesto, una jerarquía diversa. En todo caso, es importante que cada quien reflexione acerca de la propia, la importancia de estabilizarse en ella y de conducir su vida congruentemente.

36Cfr.

Frondizi, R. (1995), op. cit., pp. 135-136.

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Scheler señala cinco criterios de jerarquización:37 1. EXTENSIÓN DEL VALOR: siempre se ha preferido los valores y bienes duraderos a los pasajeros y cambiantes. A mayor extensión o duración, mayor valor. 2. DIVISIBILIDAD DEL VALOR: se prefieren los valores que no pueden ser repartidos o subdivididos, entre estos últimos se encuentran muchos de los valores materiales que pueden fraccionarse, mientras que los vitales o espirituales conservan su integridad. 3. FUNDAMENTACIÓN DEL VALOR: hay valores que derivan su importancia de otro, el primero es fundamentado y vale relativamente menos; el segundo es el fundamentador y vale relativamente más. Si una moral es de origen religioso, por ejemplo, sus cultivadores tendrían en más alta estima la religión que la moral en ella fundamentada. 4. LA SATISFACCIÓN DEL VALOR: se da una relación directamente proporcional entre la preferencia que se da a un valor y el grado de satisfacción que ese valor produce al sujeto valorante. Se advierte que la jerarquía no es el grado de satisfacción ni se deriva de él, sino que éste es tan sólo un indicador de la altura del valor en una tabla jerárquica. 5. RELATIVIDAD DEL VALOR: se prefieren siempre los valores absolutos, luego los menos relativos y por último los más relativos. El valor como criterio de selección y de acción Se denomina habitualmente criterio a una regla para discernir y distinguir lo verdadero, de lo falso; o bien, lo que hay que hacer, de lo que no hay que hacer. Nos referiremos ahora a lo segundo. El valor es ciertamente un criterio fundamental, aunque no el único, para la toma de decisiones. Para ello consideremos tres momentos. a) El primero es de la preferencia, que, según se dijo, se descubre en la jerarquía de valores que ella misma determina. La preferencia es la manifestación, generalmente declarada, de una inclinación, apetito, deseo o tendencia hacia algo. Los valores orientan las preferencias, pues si una persona descubre o decide, según el caso, que algo tendrá más valía que otra cosa, tenderá lógicamente a preferirlo. b) El segundo momento es el de la escogencia. No basta preferir algo, hay que decidirse por ello. Escoger es seleccionar entre otras posibilidades que también tienen valor. Es, precisamente, decidirse por la que relativamente tiene mayor valor. 37Cfr.

Frondizi,R. (1995), op. cit., pp. 132-137.

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60 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Al seleccionar hacemos un acto volitivo que se dirige a la realización, sin serlo todavía. c) El tercer momento es el de la acción, en donde sí realizamos los actos que hemos seleccionado en base a preferencias. Eventualmente se podría actuarse sin más, aunque no es el camino ideal para la toma de decisiones. El profesional es invitado a decidir basándose en criterios (axiológicos) y a concretar la opción elegida. Si hay una secuencia clara y gradual que va de la preferencia nacida del valor a la acción, es evidente que es el valor el que sirve simultáneamente de criterio de selección y acción.

Coherencia y compromiso El valorar exige coherencia, entendida como una correspondencia entre los contenidos de la mente y los de la acción. Las valoraciones suelen empezar como procesos mentales a nivel interno de la persona. Luego se prosigue a un plano intermedio interno-externo, típico de la comunicación. Se dice o declara lo que se piensa. Naturalmente se espera que, en la persona madura, haya conguencia entre lo que piensa y dice. Finalmente se llega al campo de la exterioridad, es el nivel fáctico, donde nos toca actuar. De nuevo es deseable esperar coincidencia entre la acción y lo que se ha declarado y pensado. Al fin y al cabo, “por sus frutos los conoceréis”. Es la conciencia la facultad capaz de dirigir todo ese proceso. Se trata de una relación intrínseca del ser consigo mismo, mediante la cual es capaz de conocerse y juzgarse a sí mismo. Este ejercicio de libertad de conciencia no es optativo. Es un imperativo para el ser humano en general y para el profesional en particular. Se determina, pues, un compromiso para consigo mismo, la comunidad profesional a la que se pertenece, y, por supuesto, para con los suyos, ya sea familia, gremio, compatriotas, etc. El valor nos lleva, en definitiva, a ver claro, tomar decisiones y honrar estos compromisos adquiridos en el acto de vivir auténtico y contextualizado.

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LECTURA La jerarquía de los valores Risieri Frondizi (1995)38 El problema de la escala de valores es uno de los más complejos y controversiales en la axiología contemporánea. Muchos confunden la existencia de una escala con una tabla fija, inmutable, absoluta; y al rechazarla niegan toda tabla. Que exista alguna clase de ordenamiento jerárquico no significa que sea necesariamente fijo y absoluto; puede sufrir cambios similares al de los valores. El tipo de jerarquía depende de la naturaleza del valor. Si lo interpretamos como una cualidad estructural dentro de una situación, tendremos que llegar a una conclusión similar al referirnos a la jerarquía. Antes de exponer nuestras propias ideas será conveniente analizar, aunque en forma breve, el problema de la existencia de un orden jerárquico. Lo que digamos de lo mejor se aplica [analógicamente] a lo peor. Partamos de la realidad cotidiana. Todos consideramos que hay cosas, acciones, hombres e instituciones que valen más que otras, y no identificamos “lo mejor” con nuestras preferencias personales. No sólo los individuos sino también las comunidades reconocen un orden jerárquico, aunque no sea siempre coherente y estable. La noción de bueno implica la de mejor. Quien niegue la idea de lo mejor tendrá que negar la existencia de lo bueno y lo malo, pues mejor significa más bueno. Por otra parte, la convivencia exige un mínimo de orden jerárquico que es imprescindible para resolver conflictos axiológicos. Nadie duda de la existencia de tales conflictos ni de la necesidad de establecer criterios adecuados para resolverlos. Si no hubiera ninguna jerarquía de personas, actividades y cosas, no nos esforzaríamos por mejorar, careceríamos de aspiraciones, ideales, y la educación y las reformas moral y política no tendrían sentido. Lo tienen porque hay posibilidades de ascender de un valor bajo a uno más alto, de lo malo a lo bueno, y de éste a lo mejor. Esa posibilidad es lo que justifica el esfuerzo continuo de individuos, grupos y naciones por superar la pobreza, el hambre, la injusticia social, la rutina, la ignorancia y la esclavitud. Quizá no sea prudente hablar de una tabla de valores o de un orden jerárquico, pues sugieren una jerarquía lineal vertical e inmutable; sino de los criterios para determinar cuándo un valor es superior a otro dentro de una

38Frondizi,

Riseri (1995), ¿Qué son los valores?, FCE, México.

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62 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO situación concreta. O, más bien, de las condiciones que deben reunir los criterios para tener validez. Otra concepción tradicional que hay que descartar es la del valor o bien supremo. Como la jerarquía del valor depende de los tres factores señalados, sujeto, objeto y situación, no puede haber un bien supremo común a toda la humanidad. Para cada individuo o comunidad será distinto, porque distinta es la vocación y capacidad de los hombres y la situación en que se hallan. Para unos el arte es la expresión máxima de su personalidad, para otros la ciencia, la filosofía o la reforma social. En cada caso, la acción específica se orientará por cauces concretos, porque arte, ciencia y filosofía también son abstracciones. El problema de la jerarquía depende, como es natural, de la concepción que se tenga del valor. Si éste es a priori, la jerarquía será también a priori; si el valor se reduce a agrado, deseo o interés, el mayor valor equivaldrá a mayor agrado, deseo o interés. A su vez, si es una cualidad estructural que surge de la relación de un sujeto con un objeto dentro de una situación, la jerarquía del valor dependerá de todos estos factores. Por otra parte, también ”mejor”, en términos abstractos, carece de sentido; siempre es “mejor” para un sujeto en una determinada circunstancia. El sujeto puede ser individual o colectivo. En la vida diaria rara vez se produce un conflicto entre dos valores aislados, sino entre dos constelaciones de valores que adquieren significado distinto según el “fondo” axiológico de cada cual. El valor que figura como fondo modifica el otro. Así, el valor de la pintura, por ejemplo, disminuye si el que le sirve de fondo es meramente económico. Pintar cuadros para vender tiene menos valor que pintar por razones estéticas, religiosas o sociales.

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EJERCICIO Objetivo Ayudarte a comprender mejor la naturaleza de los valores y favorecer tu compromiso personal.

Propuesta Realiza todas las tareas que se te piden a continuación. Es correcto escribir una primera respuesta provisional para luego mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus resultados en grupo, con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que se trate de una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella qisieran que lo hicieras.

Actividades 1. Haz una lista de los 12 valores más comentados en tu entorno familiar o de trabajo. 2. Haz un lista de los seis antivalores más repudiados en tu entorno familiar o de trabajo. 3. Revisa los grupos de valor propuestos por Louis Lavelle y enumera al menos dos valores nuevos para cada grupo. 4. Toma de nuevo los grupos de valor de Lavelle y ordénalos según su mayor importancia. 5. Luego explica la razón de tu jerarquización.

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Capítulo

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Los valores y la cultura La cultura es el crisol donde surgen los valores, en el que se dibujan las preferencias y se establece su jerarquía. Mircea Malitza

Cultura y diversidad de valores Los valores son parte esencial de toda cultura, los cuales forman verdaderos sistemas de valores. Por ello, una cultura es identificable, entre otras características, por su sistema de valores. Los valores se ubican en el pensamiento y en el sentimiento, pero indudablemente se crean muy concretamente en diversas formas. Adicionalmente, los diferentes rasgos culturales reflejan, a su vez, dichos valores. De suerte que la relación cultura-valor recorre un camino de ida y vuelta: los valores caracterizan una cultura; la cultura reproduce y transmite esos valores. Nos detendremos un poco en esta interacción, para concentrar luego la atención en dos aspectos centrales de la dinámica de los valores: la transmisión y la crisis. Finalmente se ahondará en los conflictos axiológicos interper65

66 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO sonales que marcan, tan frecuentemente, las relaciones entre los seres humanos. Pocos conceptos tienen una gama tan amplia de definiciones como el concepto de cultura. Sin pretender zanjar una polémica aún abierta, y aprovechando coincidencias entre los especialistas, entendemos por cultura como un conjunto de ideas, valores, símbolos y relaciones sociales que identifican a un conglomerado humano. Desde el punto de vista sociológico, en la cultura están implícitos instrumentos de comunicación y pensamiento, un determinado acervo común de conocimientos y técnicas, cierta jearquización de valores, orientación de las conductas colectivas y expresión artística. Son muy variadas las expresiones culturales, desde las más fáciles de adquirir y reproducir, como la lengua, el arte popular, la cocina autóctona, etc., hasta las más complejas y elaboradas, consideradas por muchos inadecuadamente como las únicas expresiones cultas, tales como el arte refinado, el pensamiento filosófico, las ciencias y tecnologías que en ese marco se cultivan. En no pocos casos, la religión está ligada muy estrechamente a cierta cultura, como sucede con el shintoísmo y la cultura japonesa. En contextos católicos se ha desarrollado recientemente el concepto de “inculturación del evangelio”, dando a entender la necesidad pastoral de tomar en cuenta las variables culturales para predicar y vivir el mensaje evangélico. También se propone la influencia inversa denominada “evangelización de la cultura”. La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida cuando penetra en el sustrato cultural de un pueblo. […] El encuentro de la fe con las culturas las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece.39

Valores aparentemente más universales, como podrían ser los morales, económicos o científicos, tienen en la cultura determinaciones diferenciadas o, cuando menos, condicionamientos y realizaciones particularizados. La cultura posee, por tanto, modos de vida creados, aprendidos y transmitidos de una generación a otra entre los miembros de una sociedad particular. Por ello, a veces tiene límites geográficos, que son los de una región, un país, o conjunto supraregional de países con cierto grado de homogeneidad; otras veces se restringirá a los límites históricos. Ello no es obstáculo para un trasiego más o menos libre de productos culturales, dando lugar tanto a la adopción de elementos foráneos, que no encajan con la cultura local, como al surgimiento de sincretismos o a la aparición de adaptaciones que buscan asimilar en la propia cultura los elementos exógenos. 39CELAM (2007), Documento Conclusivo V Conferencia General, CELAM, Aparecida, pp. 217-218.

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Los valores, que surgen y se desarrollan al interior de las culturas, sufren, por tanto, idénticos procesos de intercambio con consecuencias de rechazo, asimilación o modificación.

Dinámica social de los valores En el actual proceso de globalización, presente en las redes mundiales de información y comunicación, el intercambio de saberes y procedimientos, así como el desplazamiento creciente de personas por negocios, turismo o migración, se hace evidente la multiplicidad de encuentros multiculturales con el consiguiente trasiego de valores, unas veces deseados, otras temidos; unas veces adoptados y otras rechazados. Los valores que hoy consideramos vigentes, rara vez acaban de surgir. Son el resultado de generaciones y a veces siglos de paciente decantación. Incluso valores nuevos, o de las cosas nuevas, suelen tener una raigambre muy antigua, por mucho que aparezcan terminologías renovadas y actualizadas. Y es que los valores se transmiten. La ocasión y el instrumento de esa transmisión es la educación, al punto que muchos especialistas en asuntos educativos sostienen que la verdadera educación no consiste tanto en el compartir información, cuanto en el compartir y proponer valores capaces de generar cambios de conducta. Se señala, empero, que en el proceso los valores son modificados al pasar de una a otra generación, en respuesta a las nuevas necesidades y ante el influjo de nuevas mentalidades. El educador no puede derivar de la razón la multiplicidad de los valores, porque es una derivación en sí imposible. La comprensión de la totalidad y conexión de los valores ha de construirse sobre los bienes vividos. Y es la comunicación de estos bienes vividos al alumno, la transmisión de un mundo pletórico de bienes, lo importante para la educación. Tales bienes solamente prosperan cuando son cuidados de manera continua por generaciones sucesivas, enlazadas entre sí, de una comunidad que en todo caso está determinada y limitada por la historia.40 La educación en los valores comienza a tempranísima edad, en el seno del hogar. Hoy sabemos que esto se puede iniciar desde el vientre materno. En efecto, se han registrado casos de padres que acostumbran a sus hijos por nacer a que escuchen determinados sonidos, voces y música, comprobándose ciertos niveles de temprano aprendizaje. Aquí se asimilan los primeros valores que permitirían, por ejemplo, tener más tarde preferencia por la música clásica. Las técnicas de estimulación temprana, en la primera infancia, son propicias por la fijación de ciertos valores. Cualquier educador podrá explicar desde su experiencia lo difícil que es, por ejemplo, inculcar el valor de la 40Arévalo, Juan José (1946), La filosofía de los valores en la pedagogía, Tipografía Nacional, Guatemala.

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68 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO responsabilidad o de la cortesía, en jóvenes que no los han aprendido en su casa siendo niños. Es allí donde se forma el carácter y se adquieren los valores más fundamentales que, con frecuencia, se convierten en los más duraderos en la vida de cada quien. No obstante, la escuela —en todos sus niveles— se presenta como la segunda instancia de transmisión de valores. Se discutirá entonces si la escuela puede proponer o no valores discrepantes con los del hogar. Es por ello que las instituciones educativas, incluyendo las universitarias, deben poner en claro su filosofia educativa, a fin de indicar cuál es la orientación axiológica que da sello y personalidad a sus graduados. En ese contexto, la libertad de contratación académica, así como de cátedra del profesor, deben encontrarse en un sano equilibrio, pues cada filosofía educativa sirve de marco y de referente para los planteamientos de profesores y alumnos. En todo caso, se asiste a un saludable reencuentro con la misión educativa esencial cuando también se educa en valores. Una tercera instancia es todo aquello que conocemos con el nombre genérico de medio social, concepto que no tiene siempre la misma dimensión, pero que se refiere a la comunidad en la que niños y jóvenes crecen y conviven. Por razones económicas, no siempre se puede escoger el medio más apto. Pero, de todas maneras, siempre hay que buscar una estrategia consciente para interactuar con su medio. Otra instancia privilegiada es la de la institucionalidad, que bien puede ser artística, deportiva o juvenil. Indudablemente, cuando esta organización es una comunidad religiosa, suele dejar una huella más profunda en lo que a opciones axiológicas se refiere. La fe supone un alto grado de adhesión a lo que se cree y, a la vez, un fuerte compromiso de vivir de conformidad con ello. Una quinta instancia a mencionar, de influencia nada desdeñable, es la de la amistad; en efecto, en el amigo se encuentra cierta imagen idealizada que luce de por sí atractiva. Los valores compartidos al calor de la amistad suelen fijarse de modo a veces imborrable a lo largo de la vida. En la sociedad actual, los medios de comunicación social cumplen también su parte en el proceso de transmisión de valores, a veces en sentido positivo, otras no tanto; tal es el caso de medios como la televisión, que llega a complementar el papel de los padres o amigos, incluso sustituye parcial o totalmente este rol. Con no poca frecuencia estos medios transmiten valores producidos en otras culturas, algunas veces en una labor saludablemente informativa, otras, conscientemente o no, promociona tales valores como los más idóneos y deseables. Reflexión aparte merece la transmisión de antivalores por alguna de esas instancias, particularmente los medios

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de comunicación. Psicólogos especializados en el desarrollo humano han cuantificado el número de veces promedio que un niño de clase media, en determinados países, oye y ve, sin juicio crítico y, por tanto, como práctica rutinaria, normal y aceptable, que se asesina, se viola, se engaña, se incumplen las promesas, se traiciona a las personas, se veja a niños y ancianos, todo ello en total impunidad en muchos de los casos. Esos mismos especialistas vinculan el hábito de los antivalores con conductas que llegan a niveles de grave perjuicio para hechores y víctimas: adolescentes que integran bandas de delincuentes, grupos satánicos, pandillas de violadores y hasta asesinos. La sociedad presencia con espanto —o, peor aún, sin él— cómo adolescentes matan a sus padres, o cómo niños de escuela primaria acaban con la vida de coetáneos y de bebés. No es casual que del discurso sobre la transmisión de valores hayamos pasado al de la crisis de valores; los cuales generalmente se colapsan ante las fallas de su transmisión. Cabe hablar de crisis cuando los valores de una sociedad dada empiezan a ser abandonados sin ser sustituidos por otros de igual o superior nivel, o cada vez que se producen, promocionan o se ignoran los atentados a la integridad o dignidad de las personas. No ha de pensarse que estamos en presencia de conceptos absolutos. No hay, en efecto, una estabilidad tal de valores que tenga que negarse el necesario y saludable dinamismo axiológico que permite la adaptación de éstos en la sociedad por parte de las nuevas generaciones, o en repuesta a los nuevos retos. No nos referimos a estos cambios orgánicos y paulatinos, sino a saltos cualitativos que suponen un acercamiento evidente al reino de los correspondientes antivalores. Pero tampoco hay que condenar, a priori, todo cambio radical, incluyendo el que termina en transmutación de valores. El juicio de valor que pueda hacerse, dependerá de la dirección del cambio, a la luz de la jerarquía de valores del individuo o sociedad que emite ese juicio. Se aceptará, por ejemplo, como positiva la crisis personal que termina en conversión moral o religiosa, mediante la cual una persona adopta una nueva jerarquía personal fundamentada en valores más altos. No obstante, el concepto de crisis de valores parece reservarse a los cambios en dirección negativa a cargo de un grupo social dado.

Conflictos axiológicos interpersonales Tal parece que, tomando como base la libertad de cada quien, cabría esperar una jerarquía de valores por persona. Desde el punto de vista estrictamente numérico, si se tienen que jerarquizar unos siete grupos de valor —según la clasificación anteriormente propuesta—, se podrían dar 5 040 jerarquías diferentes, antes de repetirse. Las diferencias que a partir de aquí se establecerían entre las personas, podrían ser fuente de muchos conflictos axiológicos. Pero en realidad esto no sucede exactamente así.

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70 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO En la práctica, la gente que comparte cultura, o intereses, suele compartir igualmente muchos valores. Pese a ello, siempre habrá diferencias de opinión en esta materia. Tómese nota de que la discrepancia no es conflicto, aunque puede dar lugar a éste. El caso puede ilustrarse con un individuo cuyos valores chocan con los del resto de su grupo social, de tal manera que se acabe con la tolerancia y surja el conflicto. Ante esta situación problemática, se busca una salida, que no necesariamente representa una auténtica solución. Esta salida puede ser provocada por el propio sujeto discrepante, por un líder o la autoridad constituida, o incluso por un mediador. El grupo social en donde ocurre el conflicto puede ser cualquiera: familia, centro laboral, comunidad de residencia, etcétera. Así las cosas, las eventuales salidas al conflicto interpersonal pueden ser algunas de las siguientes: 1. EVASION: el individuo discrepante (o cualquiera de los otros) evita referirse a las diferencias, adopta una ”paz barata“ y evidencia que, en el fondo, poco le interesa la cuestión. 2. SILENCIO: el individuo discrepante renuncia a la polémica, o le obligan a no manifestar sus diferencias; se origina una relativa calma ante la ausencia de hostilidades, pero no hay un cambio real en su jerarquía de valores. 3. AISLAMIENTO: el individuo discrepante se aísla en su casa o en su oficina, interrumpe el comercio fluido con las personas, o bien es marginado. Algunos administradores recurren al “ascenso marginal”. 4. CONFINAMIENTO: el individuo discrepante se encierra físicamente, interrumpiendo radicalmente las relaciones con sus semejantes, o es forzado a ello, con razón o sin ella, al ser llevado a prisión. 5. RENUNCIA: el individuo discrepante se va o renuncia, o bien es obligado a ello (ostracismo o despido), buscando quizá un grupo social que le sea más afín. Es la historia de los exiliados y refugiados por causas políticas. Y en el mundo laboral, se entiende que quizá llegó la hora de cambiar de empleo. 6. ASIMILACIÓN: el individuo discrepante pierde su identidad en el grupo y decide cómodamente renunciar a su postura inicial para pensar, decir y hacer como el resto del mundo. 7. RECTIFICACIÓN: el individuo discrepante se convence o es lealmente convencido de que su posición es equivocada y acaba aceptando las razones de la mayoría. 8. LIDERAZGO PERSUASIVO: el individuo discrepante persuade a los demás que la razón le asiste y los lleva a suscribir sus posiciones. 9. LUCHA SOLIDARIA: el individuo discrepante se percata de que existen otras personas que piensan de modo muy semejante a él y las busca, o es por ellas buscado; se organizan en un grupo de interés, que eventualmente podría evolucionar como grupo de presión e incluso convertirse en un nuevo grupo de poder.

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Si se repara en ello, casi cualquier discrepancia entre las personas, las organizaciones o los pueblos son, en última instancia, conflictos axiológicos. Quizá se exceptúen las disputas basadas en el ansia de poder, las discusiones por cuestión de gustos y los debates teóricos al interior de las comunidades científicas. Al discrepar sobre valores, es muy probable que el origen y motivación del diferendo sea también de naturaleza axiológica, pues frecuentemente se aducen razones económicas, políticas, religiosas, estéticas, vitales, entre otras. Ha existido desde el siglo anterior una marcada tendencia hacia la tolerancia, lo que no impide que cada quien se defina en materia de valores. La tendencia pareciera estarse revirtiendo en esta última década, pese a la desaparición de la bipolaridad política mundial, que condujo a la guerra fría. Se registran radicalizaciones de posturas políticas, nacionalismos exacerbados, neonazismo, xenofobia, guerras santas, terrorismo y otros males por el estilo. En Latinoamérica se asiste, por otra parte, a un repliegue en los debates, por una suerte de apatía motivada por el conformismo, la decepción o la pereza mental. Se observa en la presente década un aumento en la abstención en materia de participación política; los jóvenes lucen un poco más distantes, y a veces más apáticos que sus mayores, a la hora de participar en los debates sobre la vida nacional. Pero también está surgiendo en la juventud un espíritu de mayor independencia y, sobre todo, de mayor confianza en sí mismos, en sus propias fuerzas. Esta última tendencia, en dirección coincidente al espíritu emprendedor, de la que se hablará más adelante, empieza a ser el síntoma de que la sociedad está cambiando su forma de comportarse de manera colectiva. Por ello, es importante abrir el debate sobre las cuestiones axiológicas, para confirmar las opciones propias, conocer otras perspectivas, ampliar el radio de acción de la conciencia y mejorar nuestro conocimiento de los seres humanos.

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LECTURA Neutralidad y beligerancia Jaume Trilla Bernet (2006)41 Puesto que estamos ante un tema teórico-práctico en el que las polémicas son a menudo discusiones sobre las propias palabras y conceptos que en él se manejan, se impone la necesidad de estipular inicialmente el sentido en el que son usados en este trabajo los conceptos básicos que constituyen su objeto. Sin apartarnos de una noción básica de diccionario, entenderemos que asume una postura de neutralidad “aquella instancia que, ante un conjunto de opciones existentes respecto de un objeto determinado, no apoya a una (o unas) de ellas por encima de las demás”. La postura contraria u opuesta a la de la neutralidad la designamos mediante el término “beligerancia”. En el contexto de las discusiones pedagógicas aparecen a veces como contrapuestos a “neutralidad” conceptos como “adoctrinamiento”, “manipulación”, “propaganda”, “proselitismo”, “parcialidad”, “tendenciosidad”, etc. Dado que todos estos términos casi siempre vienen connotados peyorativamente, hemos optado por elegir la palabra “beligerancia” que, al menos en el lenguaje pedagógico, aparece con menos adherencias. Así pues, en consonancia con la definición dada de neutralidad, entenderemos que es beligerante “aquella instancia que, ante un conjunto de opciones existentes respecto de un objeto determinado, apoya a una (o unas) de ellas por encima de las demás”. Estas definiciones, no obstante, resultan todavía insuficientes para acotar convenientemente el uso que haremos en este trabajo de las palabras “neutralidad” y “beligerancia”. Al menos, es preciso determinar a qué clase de objetos las referimos, a qué sujetos atribuimos estas maneras de actuar y en qué situaciones pueden ser pertinentes las reflexiones que hagamos. 1. Delimitación del objeto. ¿En relación a qué utilizamos los conceptos neutralidad-beligerancia? Como puede deducirse de lo dicho hasta aquí, nos referiremos no a cuestiones de hecho sino a cuestiones de valor. Es decir, a objetos que impliquen distintas opciones y que la superioridad de unas respecto de las otras no sea, en un momento dado, 41(2007, julio) www.rieoei , Trillas-Bernet, Jaume, Educación y valores controvertidos. Elementos para un planteamiento normativo sobre la neutralidad en educación (1995 enero-abril), Revista Iberoamericana de Educación, núm. 7, Madrid.

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discernible científicamente. En definitiva, se trata de temas penetrados por contenidos de carácter moral, político, religioso, estético y, en general, ideológico. Los ejemplos son obvios: aborto, pena de muerte, eutanasia, moral sexual, despenalización de las drogas, política nuclear, ingeniería genética, intervención bélica, desarrollismo vs. ecologismo, etcétera. 2. Delimitación del sujeto. ¿Neutralidad-beligerancia de quién? Naturalmente, a quien se suelen referir tales posicionamientos es al agente educativo, sea personal o institucional. Sin embargo, en este trabajo los referiremos sobre todo al educador docente y a las instituciones escolares en sus diversos niveles. Por tanto, excluiremos de nuestra consideración el problema de la neutralidad-beligerancia en el caso de los padres o de la familia. Y ello no por creer que este tema sea irrelevante respecto de tales agentes educativos, sino por el hecho de que sin duda se trata de un problema con implicaciones distintas. 3. Delimitación del contexto. Aunque queda implícito en el punto anterior, queremos recalcar que de lo que trataremos aquí es de la neutralidadbeligerancia del educador en cuanto actúa en el contexto institucional de la escuela. No nos referiremos pues a las actuaciones de neutralidadbeligerancia en actividades extraprofesionales del docente. Aquí nos interesa lo que hace el educador en la clase y no si milita en un partido político o es miembro de una confesión religiosa. Después de la delimitación del objeto, del sujeto y del contexto, se imponen todavía algunas puntualizaciones que será bueno explicitar de entrada para, en lo sucesivo, evitar discusiones infructuosas que nos desvíen del núcleo del problema. a) Neutralidad y beligerancia no son tanto maneras genéricas de ser o de pensar cuanto maneras de actuar en determinadas situaciones. Asumir una postura de neutralidad o de beligerancia no se refiere necesariamente al hecho de tener o no preferencias personales frente al objeto de que se trate, sino al hecho de manifestarlas o no, y de actuar o no en función de tales preferencias en el contexto de la actividad educativa. Está claro que la opción por la neutralidad quedaría tácitamente desprestigiada si se presupusiera que quien asume tal opción frente a un determinado objeto hubiera de ser indiferente respecto al mismo: sólo podrían actuar con neutralidad presuntos educadores ideológicamente indiferentes, irreflexivos y asépticos, y tal no parece ser un perfil muy recomendable de educador. Como dice L. Stenhouse (1975), la neutralidad es un procedimiento, una estrategia, y no un atributo de la persona. b) Neutralidad no es necesariamente igual a inactividad, inhibición, no intervención, abstención, etc. El sentido en el que se usa en la discusión la palabra “neutralidad” no es el que le daría un significado

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74 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO antagónico a actividad. Quien asume una postura de neutralidad puede intervenir y, además, hacerlo de forma muy activa en ciertos aspectos; lo que ocurre es que interviene sobre la forma de la discusión y, si lo hace sobre el contenido, omite juicios de valor sobre las opciones enfrentadas. Más adelante estableceremos la distinción entre neutralidad activa y pasiva que puede resultar pertinente para clarificar esta confusión entre neutralidad e inhibición. c) Neutralidad y beligerancia no necesariamente se corresponden con relativismo y absolutismo axiológicos. Ya hemos dicho que se podían adoptar posturas de neutralidad sin ser necesariamente neutral a nivel interno o personal en relación al objeto de que se trate. Por tanto, las concepciones morales, políticas o religiosas que se tengan son, parcialmente, al menos, independientes de la decisión procedimental que se asuma en torno a la neutralidad y a la beligerancia. Hay que aclarar este punto puesto que es corriente asimilar la defensa de la neutralidad a posturas relativistas, escépticas, etc., y, por ello, la defensa de la beligerancia a posicionamientos próximos a la creencia en valores absolutos. Pues Bbien, es verdad que existe una cierta tendencia o predisposición a que el absolutismo axiológico abone la beligerancia y el relativismo la neutralidad, pero tales asociaciones no son lógicamente necesarias.

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EJERCICIO Objetivo Proponerte hacer una reflexión personal para valorar y comprender las discusiones y conflictos que se dan cuando los valores se expresan activamente en un marco cultural dado.

Propuesta Atiende con diligencia la ejecución de actividades que aquí se indican. Se vale dar una primera respuesta provisional para luego mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con tu maestro, con un familiar, con un amigo, con un filósofo, con un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Actividades 1. Enumera por lo menos 10 valores que caracterizan tu entorno cultural y prepárate a explicar con propiedad cómo se manifiestan.

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2. Escoge una de las instancias típicas de transmisión de valores y escribe un pequeño ensayo al respecto.

3. Indica cuáles son tres de los principales conflictos valorativos que se dan en nuestro medio y recomienda posibles soluciones.

4. ¿Prefieres el camino de la neutralidad o el de la beligerancia y por qué?

Capítulo

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De la moral a la ética Dos cosas me inclinan a la reverencia: el cielo estrellado por encima de mí y la ley moral dentro de mí. Kant

Moral y ética Aunque sinónimos en el habla diaria, moral y ética se diferencian en el vocabulario técnico, propio de la filosofía. La moral es un conjunto de valores, principios, criterios y normas que determinan el comportamiento humano, individual o colectivo aceptable en una sociedad determinada. La ética es el estudio sistemático de las morales y —por extensión— es el modo habitual de comportarse que puede ser racionalmente explicado. Toda persona responsable debería querer comportarse conforme a la moral y, de hecho, la mayoría de las personas en el mundo entero viven de conformidad a códigos morales, aunque éstos puedan ser muy diferentes. Aun así, siempre habrá quienes, pese a conocer la dimensión moral, deciden ir en contra, ya sea por debilidad de carácter o por perversión del mismo. Una señora de nuestros mercados, de escasas a ningunas letras, que vende vegetales y frutas diariamente, la vemos con frecuencia acompañada de dos y hasta tres hijos pequeños a quienes educa, a su modo, para 77

78 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO que sean el día de mañana adultos con moral. A ella no le exigiremos ética, es decir, no le pediremos que dé cuenta por qué hay que comportarse así y no de otra manera. No se le demandará que fundamente o explique comportamientos. Pero a quienes se han profesionalizado y tienen algo más que educación elemental sí les podemos demandar ética, es decir, reflexión sistemática acerca de su comportamiento moral y de los demás. Por ello, se invita a transitar desde la moral hasta la ética. Pese a todo, el saber ético no garantiza en absoluto el comportamiento moral. Es, pues, la moral el objeto de estudio de la ética y ésta es parte constitutiva de cualquier filosofar que se precie de integral.

Fundamentación de la moral Toda moral está fundamentada, aunque no siempre se conoce a cabalidad esta fundamentación. Largo y prolijo —probablemente imposible— sería enumerar las diversas razones y justificaciones que diversa gente de todos los pueblos han dado a lo largo de la historia. Pero es bueno detenerse en algunas que nos son más cercanas y que, por ello mismo, quizá hayamos escuchado más. Por que así nos han enseñado, es una razón que a primera vista parece dictada por pereza mental. Puede ser que así sea, pero para muchos éste es un fundamento no sólo cierto sino hasta sagrado. Se trata de seguir la tradición, el comportamiento de los padres y los abuelos que debe ser adoptado por las personas sensatas que han madurado y han superado las violaciones de conducta propias de la adolescencia. Por la necesidad de convivencia social, ya que muchas personas, aunque pudieran eventualmente tener diferencias por razones de religión y de cultura, se dan cuenta que deben vivir en comunidad y que esto supone un compromiso, un entendimiento entre todos. Esto se aplica tanto en la comunidad familiar, en donde hay diferencias generacionales, como en el mundo laboral, donde hay diferencias de formación, educación y mentalidad, al igual que en comunidades mayores. Por que es lo que conviene a la naturaleza humana, si se da una respuesta de naturaleza filosófica, psicológica o sociológica. Quienes aducen este fundamento al comportamiento moral obviamente demuestran tener cierto nivel formativo que les permite analizar la situación con herramientas propias de las ciencias humanas. Por estar legalmente establecido, fundamentación harto frecuente y pese a ello bastante débil, pues tiende a confundir la norma moral con la norma jurídica, siendo que la primera es más bien el fundamento de la segunda y ésta aparece con frecuencia cuando aquélla es violada. La ética se distingue bien del derecho, aunque el estudio de éste es de suma importancia para quienes profundizan más en los estudios del comportamiento humano. De hecho, psicología, sociología y derecho son las ciencias capaces de ayudarnos a entender mejor el comportamiento moral humano.

FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

Porque el ser humano está llamado a alcanzar la virtud, a cumplir con su deber, a ser coherente con su jerarquía de valores. Se trata sin duda alguna de tres fundamentaciones de naturaleza filosófica, la primera acuñada en la Grecia clásica, la segunda es típicamente kantiana, la tercera es propia de los axiólogos de los siglos XIX y XX. En nuestro medio son argumentos propios de algunos pocos intelectuales. Porque se trata de un ideal evangélico; es evidentemente una fundamentación de carácter religioso que justifica ampliamente el comportamiento moral de millones de seres humanos en el mundo entero, expuesta aquí al modo cristiano, por ser éste el contexto religioso dominante en nuestro entorno. No sólo hay evidencias abundantes de esta fundamentación en la religión sino que también se ha desarrollado una especialidad en torno a ella: la teología moral. Porque estamos llamados a ser más. No se trata de una fundamentación moral que escuchemos con frecuencia, ni siquiera en contadas ocasiones. Pero sí se trata de la fundamentación preferida de quien conduce un filosofar al escribir estas líneas. Tiene la particularidad de poder englobar alguna de las anteriores expresiones, pero sobre todo cambia la perspectiva de una moral represiva, de prohibiciones, de premios y castigos, fomentadora del temor y de la conciencia de culpa. Se trata de la fundamentación de una moral de desarrollo y de realización personal y colectiva, propia de los espíritus jóvenes y generosos, de la gente emprendedora y con visión de futuro que conoce las posibilidades humanas y que ha optado por la excelencia. Es la moral de quien no se contenta simplemente con cumplir y de quien ha decidido convertirse en un valor agregado para su comunidad y en el mejor aliado de sí mismo. Compárense fundamentos o razones del actuar moral a lo largo de la historia con algunas que pueden invocarse en nuestros días. RAZONES ACTUALES DEL ACTUAR MORAL

RAZONES HISTÓRICAS DEL ACTUAR MORAL

Para conseguir un estado de virtud (Sócrates). Para satisfacer los intereses del Estado (Platón). Para alcanzar una felicidad intelectual (Aristóteles). Para el disfrute del legítimo placer (epicúreos). Para lograr la impasibilidad (estoicos). Para llegar a la visión beatífica (varias religiones). Para cumplir con el deber (Kant). Para vivir conforme a los valores (Scheler).

Para la realización personal del individuo. Para la superación de cada sociedad. Para la convivencia internacional. Para la solidez de las instituciones. Para la legitimidad profesional. Para la evolución cultural. Para la preservación de la paz y la civilización. Para la construcción de una nueva humanidad.

FUENTE: Elaboración del autor, notas de clase, 1999.

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80 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO El acto moral y el juicio moral La moral regula el actuar humano, por lo que todos nuestros actos son susceptibles de análisis moral. De este análisis resultará que podamos juzgar algunos de nuestros comportamientos como “actos morales”, mientras que otros no lo son, ya sea porque son francamente inmorales o bien porque su naturaleza no tenga que ver con la moral, al menos directamente. Digamos algo primero sobre estos últimos. Hay actos que son automáticos en el ser humano, en donde la voluntad no interviene: respiramos, dormimos, soñamos, etc. Sobre ellos no se nos pide cuenta ni tienen relieve moral. Otros actos son consecuencia de nuestra corporeidad y sus características: caemos, comemos, vemos, etc. Caemos por la acción de la ley de gravedad al perder el equilibrio; esto es irrelevante desde el punto de vista moral. Pero si caemos porque nos arrojamos de un puente, esto ya es otra cosa, pues aquí interviene nuestra voluntad... Comemos porque tenemos hambre; esto lo compartimos con animales y plantas. Pero nuestro comer ha de ser humano, pues hemos desarrollado modalidades culinarias, maneras sociales de comportarse en una mesa y tenemos la posibilidad de ahondar más en materia de nutrición y de dietética. Probablemente alguien me pedirá cuenta (en nombre de la sociedad —esté o no consciente de ello—) si decido comer mi carne cruda, si mi comida se cae del plato o hago ruidos al beber, o si conscientemente como los chicharrones que me ha prohibido el médico. Vemos en forma natural, por el simple hecho de tener los ojos abiertos; pero también puedo escoger lo que veo y aquí podría estar infringiendo normas morales, por violar la privacidad de alguien o leer la correspondencia ajena. En los ejemplos anteriores se puede ir entendiendo las características de un acto moral, cuya ausencia le calificará indiferente a la moral (amoral) o bien contrario a ella (inmoral). Veamos cuáles son estas características: 1. Visión del acto como posible. Es decir, el acto tiene que verse como realizable, al alcance de las capacidades y fuerzas de quien va a actuar. Todo acto moral es un acto humano, por lo que debe poder ser efectuado por la persona en circunstancias ordinarias o con los auxilios proporcionales. Nadie se tiraría de un avión pretendiendo volar o sin el auxilio de un buen paracaídas; tampoco lo sustituiría por un paraguas, ya que entonces habría que hablar no de deporte, sino de suicidio. Tampoco saldríamos de vacaciones dejando la administración de la casa y el cuidado de su hermanita menor a un niño de cuatro años, pues esto supera sus posibilidades reales.

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2. Intencionalidad de actuar. Vista la posibilidad del acto es necesario decidir hacerlo. Y hacerlo finalmente, porque me puedo arrepentir, tanto de hacer el bien, como de hacer el mal. A la hora del juicio moral es de capital importancia descubrir si se tuvo o no la intención de actuar en un determinado sentido, aunque se alegue distracción o accidente. Es aceptado en el juicio moral —y en algunas ocasiones en el legal— sancionar actos frustrados, al determinarse la intención de hacer el mal de quienes no llegaron a realizarlo. 3. Elección de los fines compatibles con el código moral. Elegir los fines es tanto decidir qué voy a hacer, o hasta dónde quiero llegar. Yo puedo intentar enamorar a la persona por quien suspiro, pero atención: ¡ya está casada! Quiero cobrar un nuevo impuesto selectivo: ¿le vamos a cobrar más a quien gana menos y menos a quien gana más? Cuando nos referimos a un “código moral” estamos aludiendo a lo moralmente aceptable o no aceptable para una determinada comunidad, empresa o familia, o bien para el conjunto de valores y principios personales. 4. Elección de los medios compatibles con el código moral. No basta que el fin sea bueno, los medios para llegar a él han de serlo también. Yo puedo escoger un procedimiento democrático aceptable para elegir la directiva de una asociación, pero de nada me sirve tanta pulcritud si se tratase de una asociación para traficar drogas o apalear en favor de adversarios políticos. 5. Realización (no basta la elección; hay que actuar). Un acto se juzgará normalmente por su realización efectiva. Tanto en materia jurídica, como en materia moral se analizan los hechos, los protagonistas, las circunstancias y demás aspectos, no sólo para deslindar responsabilidades sino también para descubrir agravantes o atenuantes y hasta eximientes, así y poder dar un juicio certero. 6. Resultado (que podría ser diferente al previsto). El accidente y la casualidad no son otra cosa más que causalidades que alcanzaron un fin imprevisto. Conocí la historia de un ladrón frustrado que al intentar forzar una casa descubrió un incipiente incendio, salvó a los niños y a la abuela y se convirtió en héroe —además de ladrón arrepentido—. O el cazador que disparándole a su presa mató sin proponérselo al compañero de caza. O el muchacho que al salirse de la carretera se llevó por delante la vida de una persona. Pero ¡cuidado!: no se juzga únicamente por el resultado y la intencionalidad, hay que ver todos los aspectos. Participar en un atentado frustrado no exime de responsabilidad a los involucrados. Atropellar personas con un coche puede deberse a imprudencia temeraria al conducir a mayor velocidad que la permitida o bajo los efectos del alcohol. Como puede inferirse, sólo los actos que se relacionan con la bondad de la conducta, libremente escogida, pueden ser objetos de la moral.

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82 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO En suma: el acto moral es una totalidad o unidad indisoluble de diversos aspectos o elementos: motivo, fin, medios, resultados y consecuencias objetivas. Lo subjetivo y lo objetivo son aquí como dos caras de la misma medalla. El acto moral no puede ser reducido a uno de sus elementos, sino que está en todos ellos, en su unidad y relaciones mutuas.42

Libertad La libertad es el requisito indispensable de todo acto moral. La libertad es la capacidad, la posibilidad, el derecho y el deber de autodeterminación. Debe entenderse la autoridad como función subsidiaria de la libertad y nunca como su opuesto. La autoridad es la capacidad, la posibilidad, el derecho y el deber de decidir por otros. La capacidad de autodeterminación viene dada generalmente por la madurez que alcanza gradualmente una persona. Decíamos que a un niño no se le puede encargar la administración de un hogar, pero la autoridad deberá ir mermando en la medida en que el proceso de maduración del niño, primero, y el adolescente, después, avanza. La autoridad correspondiente hará el servicio de decidir por aquellas personas momentáneamente privadas de conciencia, o con enfermedades que les incapaciten mentalmente. Esta capacidad para la toma de decisiones podría ampliarse mediante el estudio y es imprescindible a la hora de realizar acciones especializadas propias de determinadas profesiones u oficios: no se tiene espontáneamente la capacidad de decidir en materia quirúrgica, hay que estudiar para cirujano. No se puede decidir qué hacer ante una emergencia en un avión si no se ha formado alguien como piloto. También es cierto que es necesario que en la casa, en la escuela y hasta en la universidad se entrene a los niños y jóvenes en el arte de tomar decisiones oportunas en tiempo y forma. Se ve claro también, entonces, que quien tiene conocimientos o domina técnicas por sus estudios o experiencia, está revestido de autoridad legítima en los temas de su competencia. La libertad es posibilidad, o si se quiere poder, potestad. Y si no se tiene por cualquier razón, tocará a la autoridad correspondiente su ejercicio. Puedo tener la capacidad para decidir, pero si se me impide, o si estoy privado de libertad de movimiento en una cama o en una cárcel, entonces mi libertad se ve impedida o, cuando menos, disminuida. Aquí conviene citar a Aristóteles en su Ética a Nicomaquea: “Si alguien te amenaza con la espada y te obliga a hacer lo que no quieres, no incurres en culpa… ¡pero siempre puedes decir que no!”.43 Se hace necesario considerar también el caso de los sujetos colectivos integrados por individuos cuyo número

42Sánchez Vázquez, 43Aristóteles

Adolfo (1987), Ética, Grijalbo, México, pp. 69-70. (1977), Obras completas, Aguilar, Madrid.

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hace imposible el ejercicio directo de su capacidad de autodeterminación, por lo que este poder debe enajenarse en una autoridad constituida con arreglo a la voluntad mayoritaria. Este es el basamento que legitima la autoridad tanto en los estados como en las organizaciones. Que la libertad sea un derecho es algo fácil de compartir, pues la mayoría de las personas ya lo han aceptado así, como algo fundamental y característico del ser humano. Y es por esa razón que es un derecho, pues el hombre se caracteriza por estar dotado de razón y voluntad para determinar libremente lo que desea hacer, se trata de algo propio por naturaleza. Que la libertad sea un deber, muchos lo olvidan. A algunos les parece hasta absurdo el planteamiento y preguntan: “¿pero es que acaso hay alguien que no quiera ejercer su libertad?”. Por desgracia son demasiados. Hay personas que no quieren tener que decidir. Quieren evitar el compromiso que ello encierra. Prefieren buscarse líderes o, a falta de éstos, caudillos a quienes seguir en todo. Hasta en sus relaciones sentimentales y familiares pasan a otros la “carga” de lo que deberían ser sus propias decisiones. Esta gente debería entender lo que quiso decir Jean Paul Sartre al escribir: “Estamos condenados a ser libres”. En contrapartida hay que recordar que también la autoridad, ante la falta o insuficiencia de capacidad o de posibilidad, es un deber, por lo que no ejercerla en los colectivos, particularmente en la familia, constituye una grave falta moral. Otra definición dice: “Libertad es la voluntad gobernadora por motivos morales” (Alatorre). Nosotros la consideramos como la posibilidad real de elegir entre varias alternativas. Es una posibilidad real en cuanto puede ser factible de hacerse o de realizarse y es elegir al intervenir la voluntad y darse cuenta de que se selecciona una u otra alternativa (lo que es llamado por algunos autores “libre albedrío”).44 La conciencia moral El tema de la conciencia está siempre ligado a la cuestión moral. Aunque se ha escrito mucho al respecto, hay coincidencia de que se trata de la facultad de discernimiento que nos permite orientarnos a la hora de comprender entre el bien y el mal, y nos sirve de guía en la toma de decisiones libres. 44Varela,

Guadalupe (1982), Ética, Instituto Politécnico Nacional, México, p. 81.

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84 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Al respecto conviene mencionar dos temas importantes: el de los grados de conciencia y el de la recta conciencia y sus opuestos. Hablar de grados de conciencia es tanto como decir que ésta procede por etapas y que cada una de ellas representa un elemento nuevo que se acumula a los ya obtenidos en etapas anteriores. Cada grado o etapa recibe también el nombre de “conciencia”. Así tenemos: 1. Conciencia fisiológica, entendida por tal un conjunto de funciones orgánicas que nos permiten toda clase de percepciones y sensaciones. Se da en condiciones de salud física y mental, pudiendo ser perturbada por factores tales como drogas o enfermedades neuronales. 2. Conciencia psíquica, estado de atención o de vigilia que nos permite interiorizar lo percibido y percatarnos de nuestras posibilidades de acción y sus contextos en el marco de nuestra peculiar manera de ser. No se posee en estados de inconsciencia o durante la actividad subconsciente. 3. Conciencia cognoscitiva, que no es más que la captación de datos, el apropiarnos de información y de conocimientos básicos para delimitar la forma de actuar. 4. Conciencia axiológica, que aparece cuando se valora y justiprecia los datos previamente obtenidos, entendiendo su problemática, alcances y limitaciones. 5. Conciencia activa, la que se manifiesta en la acción y que la orienta durante su realización. 6. Conciencia evaluativa, la que, a posteriori, valora lo actuado. A ella nos referimos cuando se hace examen de conciencia, o cuando aludimos a que a alguien le remuerde la conciencia. Estos grados de conciencia se explican a la luz del proceso inherente al acto moral y su complejidad. En otras palabras, la conciencia no es un destello momentáneo que nos ilumina de golpe, sino una facultad permanente, siempre presente en nuestra vida moral. La conciencia es una realidad decisiva en la vida de cada hombre y para la vida de toda la comunidad. El fondo insobornable de toda persona está en su conciencia, que es donde acontece la autenticidad más profunda. Es el lugar donde el hombre se encuentra consigo mismo y es donde se define su autenticidad más genuina. Erich Fromm ha dicho: “No existe aseveración más soberbia que el hombre pueda hacer que la de decir: ‘Obraré de acuerdo a mi conciencia’.”45

45Bernardo,

Juan D. (1993), Ética de los negocios, Ediciones Macchi, Buenos Aires, p. 11.

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El otro aspecto que merece nuestra atención es el de la recta conciencia y sus opuestos. Por recta conciencia entenderemos un discernimiento que se desarrolla sin obstáculos y con apego a nuestro código moral. Como puntos opuestos tenemos la conciencia errónea y la conciencia laxa. Son varios obstáculos al discernimiento de la conciencia. Entre los más notables están la falta de formación en la vida moral, que da por resultado una carencia de sensibilidad frente a los retos de la propia dignidad personal o en contra del respeto que merecen las personas, instituciones y normas. Otro obstáculo notable es la ignorancia, que puede ser o no culposa: no culposa cuando se ignora simplemente algo que podría saberse; culposa cuando se ignora algo que debe conocerse; por ejemplo, algo que es propio de la profesión que se ejerce. También es obstáculo la pasión irrefrenable, que llega a obnubilar el juicio. Y lo son también las drogas y estupefacientes capaces de alterar nuestra conciencia psíquica y fisiológica. Se considera obstáculo el miedo, mayor, cuanto más profundo o incontrolable sea. Consideramos conciencia errónea igualmente a la que se da en “morales” antitéticas —no simplemente distintas— a la nuestra. Puede decirse, en este contexto, que la mafia tiene su código de honor, como parte de su moral. El hecho de lavar con sangre las ofensas hechas a la familia repugna a nuestra conciencia y, por ello, se considera erróneo. En razón del primer obstáculo citado, el de la falta de formación moral, por una mala educación, por ejemplo, lleva frecuentemente a una conciencia laxa, propia también de aquellos que, habiendo sido educados en la moral, se alejan de ella por la influencia de amistades, por las penurias de la vida, o por caer con harta frecuencia en vicios y excesos de toda clase. Esta conciencia laxa, también denominada “ancha” no sigue un código moral estricto, es descuidada y permisiva. El cinismo frente al cumplimiento de deberes y responsabilidades, el alejamiento de toda religión y el materialismo exacerbado pueden conducir a los individuos de conciencia laxa a la conciencia errónea. Problemática actual y relativismo moral Acabamos un siglo y empezamos otro bajo la confusión de tres falacias posmodernistas: “La moral es un asunto personal”. “Toda moral es buena”. “La moral siempre es relativa”. La moral sí es un asunto personal, pero no es solamente un asunto personal. En todos los tiempos de todas las culturas la moral, incluso la personal, siempre ha estado sometida a juicio social. Tan es así que esta falacia se presenta frecuentemente bajo la forma de ley universal, es decir, válida para todos.

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86 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO El que toda moral sea buena se deriva de la primera y tercera falacias aquí citadas. Si todos los caminos llevan a Roma, todo camino es bueno. Como también es bueno cualquier camino cuando no se sabe a dónde ir. El carácter falaz de esta afirmación queda evidenciado por la contrariedad que producen los comportamientos opuestos a los propios criterios, incluso entre quienes proclaman la bondad de cualquier moral, a menos que tengan conciencia laxa o sean relativistas empedernidos. Que la moral sea relativa es una gran verdad; el que sea siempre relativa podría ser falso, según se entienda. En primer lugar, la moral absoluta ha sido postulada en más de una ocasión por grandes pensadores, quizá el más notable de ellos haya sido Kant. Una moral absoluta sería un conjunto de valores, principios, criterios y normas válidos en todo tiempo y lugar. O sea, una moral capaz de regular y condicionar la conducta humana, independientemente de los contextos sociales, históricos o geográficos que diferencian un pueblo de otro —dentro de un mismo pueblo— o un grupo humano de otro. La evidencia empírica demuestra que esto no es así. De lo anterior se concluye que la moral es relativa; por lo que cabe preguntarse ¿relativa a qué? Son varias las respuestas y válidas más de una a la vez: a la cultura de una sociedad determinada, a la educación que se ha recibido, a la religión que se practica, a las exigencias del grupo al que se pertenece. Pero cuando se expresa que siempre es relativa se puede también querer expresar que no hay manera de tener un referente, un punto nodal al cual dirigirse para saber a qué atenerse. Propicia es la distinción entre relatividad y relativismo. En la primera se identifican los condicionantes de la moral, pero a sabiendas que ante la presencia de idénticas condiciones se tendrá siempre la misma respuesta moral. En el segundo absolutiza la relatividad para convertirla en un sin sentido, por lo general de corte subjetivista.

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LECTURA La conciencia Martínez-Huerta, M. (2007)46 No hay nadie, ni aun el peor bribón, que, si está habituado a usar de su razón, no sienta, al oír referencias de ejemplos notables de rectitud en los fines, de firmeza en seguir buenas máximas, de compasión y universal benevolencia (unidas estas virtudes a grandes sacrificios de provecho y bienestar), no sienta, digo, el deseo de tener también él esos buenos sentimientos. Pero no puede conseguirlo, a causa de sus inclinaciones y apetitos, y, sin embargo, desea verse libre de las tales inclinaciones, que a él mismo le pesan (Kant). En ética no existen respuestas fijas y seguras para todo lo concerniente al universo moral. Los principios son generales y abstractos, y no responden necesariamente a los conflictos en que puede encontrarse el ser humano. Queda siempre un margen de ambigüedad: en él se juega el hombre su propia decisión. El propósito del presente escrito es mostrar que la verdadera fuente normativa de los actos humanos es la misma persona en su realidad concreta inmersa en su devenir. El hombre es un ser moral porque debe construirse a sí mismo. Y la conciencia moral es la facultad por medio de la cual el hombre descubre este “deber ser”, esta llamada a hacerse una persona, y es también la facultad por la que tiende activamente a llevarla a la práctica. En otras palabras: es preciso entender la conciencia moral como la facultad, como la capacidad a través de la cual el hombre puede llegar a conocer lo que es bueno y lo que es malo. Se trata, pues, de un juicio del entendimiento o razón que nos permite reconocer el valor moral de un acto concreto que pensamos realizar, estamos realizando o hemos realizado. El juicio valorativo de la conciencia moral abarca tres niveles: antes del acto, durante su ejecución y después de ella. Antes del acto, la conciencia actúa como consejero, por la apreciación que el entendimiento hace del valor moral de las varias alternativas que se le ofrecen. Así, por ejemplo, Marco Aurelio se convierte en nuestra conciencia cuando nos pregunta: “¿Cómo te has portado hasta ahora con los dioses, con tus padres, hermanos, mujer, hijos, maestros, ayos, amigos, familiares, criados? ¿Observaste hasta ahora con todos ellos el precepto de ‘no hacer ni decir nada malo a nadie’?”. 46Martínez-Huerta, Miguel (2001, diciembre), “La conciencia”, Razón y Palabra, núm. 24, en: www.razonypalabra.org.mx (2007).

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88 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Durante la ejecución del acto, la conciencia se manifiesta dándonos el sentimiento de que somos agentes libres y responsables de nuestra acción. Al respecto escribe J. G. Fichte: “Esta voz interior de mi conciencia me dirá en cada situación de mi vida lo que debo hacer y lo que debo evitar; me acompañará, si la oigo atentamente, en todas las vicisitudes de mi vida, y ni me escatimará la recompensa si soy diligente”. Después del acto, la conciencia interviene como juez y ejecutor de una sentencia. La conciencia aplica en el acto su sentencia, representada por diversidad de sentimientos morales: satisfacción, tranquilidad, remordimiento, vergüenza, arrepentimiento, etc. “Por otra parte, —escribe Hume—, ¿quién no sufre una profunda mortificación al reflexionar en su propia insensatez y conducta disoluta, y no siente una punzada o compunción secreta cada vez que se le viene a la memoria alguna ocasión pasada en la cual se comportó estúpidamente o con torpes modales?”. Si la experiencia nos demuestra que todo hombre juzga de la moralidad de los actos, también ella nos dice que no todos juzgan de igual manera. No es raro que la falta de instrucción o ignorancia, los prejuicios de cierta forma de educación, las pasiones, el medio ambiente, el interés, etc., logren, si no anular los dictámenes de la conciencia, sí consiguen falsearlos y desvirtuarlos. De acuerdo con su manera de apreciar los actos morales, la conciencia puede ser (cfr. Blázquez, 1999): 1) conciencia antecedente (precede a la acción); 2) concomitante (acompaña a la acción); 3) consiguiente (posterior a la acción); 4) auténtica (cuando se actúa con honradez); 5) viciosa (se obra con malicia); 6) verdadera (se ajusta a la norma o principio de moralidad); 7) errónea (juzga como bueno algo que no lo es); 8) dudosa o vacilante (carece de seguridad y certeza en lo que se hace o pretende hacer); 9) cierta (juzga de la bondad o malicia de la acción con firmeza y seguridad); 10) laxa (poco exigente, exageradamente permisiva); 11) perpleja (ante dos normas o principios no sabe cuál de ellos elegir); 12) farisaica (moral de apariencias, hipócrita); 13) rigorista (tendencia a juzgar las acciones propias y ajenas con excesiva severidad); 14) escrupulosa (da vueltas a lo que va a hacer, temiendo siempre equivocarse). Pregunta Epicteto: “Si tu razón, que es quien ordena todos tus actos, está desordenada, ¿quién la ordenará?” Porque estrictamente hablando no puede llamarse conciencia bien formada cuando con este nombre se encubre la arbitrariedad, el deseo del placer propio, la conveniencia, el agrado personal, o la superficialidad de opiniones carentes de todo esfuerzo de clarificación. La ética ofrece una serie de reglas y principios que ayudan al esclarecimiento de los problemas que pueden ofrecerse de acuerdo con las diferentes clases o estados de conciencia. Algunos de ellos son los siguientes: 1. Hay que obedecer a la conciencia cuando ciertamente manda o prohíbe. Escribe Hortelano: “Ya san Pablo había insistido que lo que hacemos de acuerdo con la conciencia, es bueno, y lo que hacemos en contra de la conciencia es malo”. Y en realidad esta doctrina del

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primado de la conciencia, como último criterio que decide nuestro quehacer, ha sido teóricamente y en principio la doctrina de la Iglesia en todos los tiempos. 2. Nadie debe obrar si su conciencia no está moralmente cierta de que el acto es bueno (o indiferente). 3. En caso de perplejidad la conciencia debe optar por lo que se considere el mal menor. Si las razones se equilibran, puede tomarse cualquiera de las alternativas. 4. En caso de duda el remedio puede estar, en parte, en un consejero prudente. “Tampoco será ajeno que para resolvernos en los casos dudosos consultemos a los hombres doctos y experimentados, y veamos lo que les parece de cualesquiera géneros de obligaciones” (Cicerón, 1993). 5. Una ley dudosa no obliga. De manera que puede seguirse una opinión sólidamente probable. 6. En la duda hay que declararse en favor de quien la sufre. 7. Un hecho no se presume, debe probarse. 8. Un acto se presume válido hasta prueba de lo contrario. 9. En la duda hay que presumir en favor del superior (o intérprete de la ley). 10. Hay obligación de procurarse, en cuanto sea posible, una conciencia verdadera, y normal o delicada. Como hemos visto, la ética está al servicio de la madurez y de la sinceridad de la conciencia humana. Mejor dicho, debe comprometerse constantemente a la formación de la misma: debe ser como fermento de la educación en la reflexión, de tal forma que los hombres aprendan a tomar sus decisiones y a valorarlas rectamente. Igual que se educa la inteligencia con el fin de que el hombre progrese en su capacidad de razonamiento, se puede y debe educarse la conciencia moral. Algunos medios para la educación de la conciencia pueden ser los siguientes: 1. El cumplimiento fiel de los deberes de cada día. “¿Qué cosa es el deber? —se pregunta Hegel (1975)—. Para esta determinación no existe, primeramente, otra cosa que esto: realizar el Derecho y cuidar del bienestar, el propio bienestar particular y el bienestar como determinación universal, el bienestar de los otros”. 2. Trazar un plan de vida como base para la tarea formativa. Al respecto vale la pena recordar las conocidas palabras de Benjamín Franklin conservadas en su Autobiografía (1989): “siempre he creído que un hombre con ingenio puede ocasionar grandes cambios y poner en práctica grandes empresas en la humanidad, si antes construye un buen plan y deja a un lado todas las diversiones y empleos que puedan desviar su atención, y hace del cumplimiento de este plan su único estudio y su único negocio”.

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90 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO 3. Una adecuada distribución del día. He aquí un programa así. Se titula Sólo por hoy, escrito por el Dr. Frank Crane: “Sólo por hoy, trataré de vivir únicamente este día, sin abordar a la vez todo el problema de la vida… Sólo por hoy, tendré un programa. Consignaré por escrito lo que espero hacer cada hora. Cabe que no siga exactamente el programa, pero lo tendré. Eliminaré dos plagas, la prisa y la indecisión”. 4. Práctica del examen general de conciencia. “Hermosa costumbre la de hacer cada día un examen de todas nuestras acciones —señala Séneca (1992, 50)—. ¡Qué tranquila se nos queda el alma cuando ha recibido su parte de elogio o de censura, siendo censor ella misma que, contra sí misma, informa secretamente! Esa es mi regla: diariamente me cito a comparecer ante mi tribunal... No disfrazo, no adultero nada, no olvido cosa alguna. ¿Qué puedo temer del reconocimiento de mis faltas, cuando puedo decirme: no vuelvas a hacerlo, por esta vez te perdono?”. 5. Lectura cuidadosa de buenos moralistas y vidas ejemplares. “Tener así —dice A. D. Sertillanges (1984)— en los momentos de depresión intelectual o espiritual autores favoritos, páginas reconfortantes, tenerlos cerca de uno, siempre listos para inyectar su buena savia, constituye un recurso inmenso”. 6. Sacrificio (renuncia) y ejercicio de la voluntad. Al hombre le precisa mantener viva la facultad del esfuerzo voluntario, sujetándola, diariamente, a un poco de ejercicio desinteresado. Esta clase de ejercicio es excelente para fortalecer el carácter y templar la voluntad. “Practica —expresa James— un poco de heroísmo y ascetismo cada día, con el único fin de fortalecer tu voluntad… de manera que cuando sobrevenga la tentación, no te encuentres sin energía y sin preparación para la lucha” (cfr. Vargas, 1979). 7. Respetar la naturaleza. Como enseña Baden Powell: “El hombre que ha crecido entre las grandes obras de la naturaleza cultiva la verdad, la independencia y la confianza en sí mismo, tiene impulsos de generosidad y de lealtad para sus amigos” (cfr. Cuadrado, 1988, 48). 8. La frecuentación y trato de personas de buen criterio moral. La conversación o diálogo con un interlocutor visible (o invisible) también contribuye a la sana formación de la conciencia para una correcta vida moral. “¿Por qué no probar a Dios, usted que tiene un pecado en su vida? —pregunta Norman Vincent Peale (1983)—. Me refiero al Médico de las Almas que, cuando coloca su mano sobre la vida de un paciente bien dispuesto, sabe limpiarle de modo infalible del oscuro veneno que ha infectado su mente y alma, y destruido la paz y felicidad de su vida. Lo ha hecho por muchos hombres y mujeres felices a través de los años. Y puede hacerlo por usted. ¿Por qué no probar con Dios?”.

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Ya para concluir podemos decir que consideramos hombre de conciencia al que ha desarrollado el sentido de responsabilidad en relación con el prójimo y la familia, en la vida profesional, en las cuestiones sociales y civiles. Es decir, la persona, cuya conciencia es sensible y delicada, ha comprendido que no puede ser verdaderamente ella misma, si no ha logrado ser vigilante, abierta y disponible a los demás. “En el pasaje evangélico del Buen Samaritano, el sacerdote y el levita son el prototipo del hombre dotado de seudoconciencia. El que se atiene escrupulosamente a un complejo código de prescripciones es un hombre rutinario. Por el contrario, el Samaritano, que ve al hombre que ha sido maltratado por los ladrones y que está medio muerto, es el prototipo del hombre que tiene una conciencia sensible y obra en conformidad con ella. ’Lo vio y se compadeció‘ (Lc. 10:33)”.

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92 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO

EJERCICIO Objetivo Ayudarte a hacer una reflexión personal sobre tu comportamiento moral, para que puedas autoevaluar hasta qué punto comprendes sus alcances y puedas orientar mejor tus compromisos para contigo mismo y tu sociedad.

Propuesta Contesta con la mayor honestidad y sin palabras complicadas a por lo menos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden en que se plantean. Es correcta dar una primera respuesta provisional para después afinarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas 1. ¿Por qué se te propone transitar de la moral a la ética?

2. ¿Qué importancia tiene la ética en el ejercicio profesional?

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3. ¿Cómo razonarías para defender la afirmación de que “el fin no justifica los medios”?

4. ¿Sabes con claridad cuál es el fundamento del código moral al que te sientes ligado?

5. ¿Cuál es la importancia de saber analizar los actos morales y efectuar juicios sobre el comportamiento moral personal o ajeno?

6. ¿Te sientes cómodo en tener el deber de ejercer tu libertad?

7. ¿Cómo se entiende eso de que la autoridad es una función supletoria o complementaria de la libertad?

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8. ¿De los grados de conciencia, cuál crees que debe ser el que más debes trabajar para desarrollarlo?

9. ¿Qué piensas del imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal manera que pueda convertirse tu forma de actuar en norma universal”?

10. ¿Por qué debe de ser combatido el relativismo moral?

Capítulo

8

Profesionalismo emprendedor El Emprendedor del Futuro deberá convertirse en un personaje indispensable. Sérvulo Anzola

La profesión La profesión universitaria es un trabajo altamente calificado, producto de una preparación teórica, de carácter científico, y un entrenamiento práctico, de carácter tecnológico. Toda profesión es un trabajo socialmente diferenciado, cuya finalidad es satisfacer alguna de las múltiples necesidades de la sociedad, a la vez que posibilita la realización personal. Desde esta perspectiva, la profesión modifica profundamente al ser humano que la ejerce, pues el proceso formativo, primero, y la experiencia en el actuar profesional, luego, cultivan su personalidad con conocimientos, destrezas y valores, al punto de imprimir en él un verdadero carácter. La profesión implica cultivar los valores del trabajo, la ciencia, la tecnología y la sociedad. Bajo el enfoque formativo que se ha propuesto, nuestro profesional evidencia los 95

96 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO valores de un líder emprendedor, con alto espíritu de servicio e integridad en el actuar. Para nadie es un secreto el alto prestigio que la condición de profesional otorga en la escala social a quien la posee. Tal ascendiente está fundado en un respeto casi místico de la comunidad hacia la ciencia y la técnica, que quizá no intuye correctamente el carácter y fundamento que proporciona real superioridad al saber universitario y a las profesiones. La ciencia no es un saber que venga de lo alto, ni la profesión un quehacer de seres dotados extraordinariamente por la madre naturaleza. Si no hay seres ni saberes extraordinarios no podemos ni debemos menospreciar lo que diga o haga el hombre común que no ha podido asistir a la universidad.47

Si se ve al ser humano como un ser orgánico, se demandará en él coherencia y correspondencia total entre lo que es y conoce, y su conducta habitual, pues el conocimiento modifica al ser, que se da a conocer en el actuar. Por tal razón, los valores en el ejercicio profesional más que ser poseídos por la persona, son por ella vividos y se realizan en la acción profesional. El valor del trabajo Toda profesión es esencialmente trabajo. Y el trabajo es la actividad o el esfuerzo humano, orientado a un fin. Dos son, pues, las notas distintivas del trabajo: primera, actividad esforzada; segunda, que persigue fines. El esfuerzo humano se valora en función de lo que persigue. Es la finalidad la que, a la postre, identificará al profesional como el que produce, enseña, cura, construye, etc., o, más genéricamente, como el que sirve a la comunidad. Tiene pues el trabajo el valor del servicio, que lo pone en una perspectiva trascendente: el trabajo no se queda exclusivamente en quien lo realiza. Por supuesto que, al trabajar, el ser humano se transforma a sí mismo, se dignifica, gana experiencia, crea y modifica sus ideas. Pero también cambia, o al menos influye, la vida de los seres humanos a los que su actividad alcanza directamente, o por la mediación del producto, del bien, o del servicio correspondiente. Aún se mantienen muchas de las concepciones que dominaban el panorama en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Entre ellas, la visión del trabajo en las ópticas capitalista y socialista. De la polémica surgieron también no pocas ideas distorsionadas acerca de la esencia del trabajo. Muchos vieron en el trabajo exclusivamente un instrumento de explotación, por lo que el trabajo adquirió una cierta connotación negativa. En el folclor latinoamericano se llega incluso a cantar que “el trabajo lo hizo Dios como castigo”. 47Gutiérrez,

Claudio (1982), De la gente universitaria, Editorial Universidad de Costa Rica, San José, pp. 55-56.

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Se impone rescatar conceptual y axiológicamente al trabajo. Determinarlo como una vía válida de superación personal y colectiva. El éxito es la mejor recompensa del trabajo; e inversamente, no hay éxito o logro que no haya sido obtenido mediante el trabajo. El trabajo profesional del emprendedor exige excelencia en el desempeño, esto es, procedimientos y resultados de alta calidad, motivado no sólo por el orgullo de hacer las cosas bien, sino también por una necesidad de obtener logros significativos y posicionarse en el mundo empresarial y profesional. Además, el espíritu de servicio a la comunidad así lo exige. El trabajo profesional ha de desarrollarse con integridad. Esto se inserta en un plan personal de vida en donde la ética no es barrera, sino la lógica aliada de las causas por las que vale la pena luchar. En Latinoamérica está surgiendo un nuevo tipo de profesional y ciudadano cansado del atropello a la ley y a las personas, que está convencido de que el juego limpio es el mejor negocio. La profesión se ejerce en espíritu de libertad, lo que quizá sea una expresión más adecuada que la de “profesión liberal”. Independencia, autonomía, que únicamente surgen con la madurez y con la seguridad que dan la sólida formación y el recto proceder. El profesional emprendedor de inicios del siglo XXI buscará ciertamente armonía al negociar y concertar, convencido de que el éxito no consiste en ganarle con malicia a un cliente, o en aplastar a la competencia de cualquier índole, sino que es menester tomar en cuenta el interés y las preocupaciones del otro. El profesional cabal tiene excelentes relaciones con los demás y se regocija sanamente con el triunfo ajeno. La racionalidad en la toma de decisiones es tan fundamental como la creatividad, pues se trata de soñar y hacer posible los sueños, no de añorar imposibles.

Ética profesional Para orientar su actividad en medio de la colectividad, el profesional, al igual que todo ser humano, recurre a la moral. La podemos definir como un conjunto de valores, principios, criterios y normas que determinan la aceptabilidad de un comportamiento individual o colectivo para un grupo social. Todo individuo responde a algún código moral propio del grupo al que pertenece, aunque se trate de delincuentes, y condenemos dicho código los que estemos fuera. Desde este punto de vista, po-

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98 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO dría aceptarse que todo ser humano tiene alguna moral. No ocurre lo mismo con la ética. La ética es el análisis filosófico de las morales, con auxilio de las ciencias que estudian directa o indirectamente la conducta humana. Se trata pues de una reflexión acerca de la legitimidad y el sentido de los actos que realizamos. Se denomina aquí principio a un valor importante que está siempre presente al momento de fundamentar u orientar acciones humanas. El acto moral se basa en tales principios. Criterio es una regla que permite juzgar, discernir o evaluar el alcance y la naturaleza de los actos humanos. Sirve de metro o medida ya sea para determinar los actos aceptables (buenos), como los que no lo son (malos). La norma moral es un precepto que un grupo social impone con carácter de obligatoriedad a sus individuos. Por esta razón, las normas morales deberían estar siempre en la base de las normas jurídicas. La moral de un grupo social puede tener diverso origen o fundamento: la cultura, una filosofía, ideología, religión, etc. En base a estos orígenes diversos, a veces muy dispares, se constata la presencia de numerosos códigos morales, a lo ancho y largo de la geografía y de la historia humana. En nuestro medio es usual que los gremios profesionales se doten de su respectivo código moral. Alcanzar la excelencia en el mundo del trabajo y del mercado se ha convertido en un ideal de vida, el cual, además de satisfacción económica y bienestar, produce el reconocimiento de la sociedad mediante premios a la calidad y al mérito empresarial. Esta axiología del desempeño profesional, generada por el sentido empresarial del capitalismo, debemos someterla al juicio moral. En ella encontramos aspectos positivos y negativos. Entre los aspectos positivos podemos destacar los valores de la productividad, la superación y la creatividad. Y son tres los fenómenos más notorios donde se revela el desequilibrio de valores en nuestra sociedad: la fetichización de la economía, la deshumanización de las relaciones sociales y el olvido de que la vida es el valor supremo.48

Compromiso personal y comunitario Hay una dimensión personal absolutamente legítima y válida, en toda profesión. Se trata de la satisfacción de las necesidades primarias mediante el trabajo, al igual que la realización personal, al lograr progresivamente las diversas metas que para su vida privada profesional cada quien se autoimpone. Un profesional deberá realizarse como persona al ejercer la profesión. Entusiasmarse con todo lo que a ella concierne. Llegar a sentir por ella ver-

48González

A., José Luis (2002), Ética, editorial El Búho, Bogotá, pp. 287 y 289.

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dadero amor y pasión. Si así sucede, él y la comunidad a la que pertenece estarán bien servidos. Obsérvese que no se puede disociar, más que conceptualmente, la vida personal de la profesional. Son muchos los autores que plantean que el profesional nunca deja de serlo, aunque se encuentre físicamente lejos de su empresa, consultorio u oficina. En su hogar, en su pueblo, en vacaciones, la profesión va consigo. Aunque no fuera así, no se podría tampoco aislar más allá del plano mental los actos del ejercicio profesional de los actos de la persona mientras no ejerce. Tal dualismo es irreal, la unidad de la persona así lo determina. Repárese en que la vida privada, a la que lógicamente se tiene derecho, condiciona el actuar total. El conjunto de actitudes que un profesional ha de tener para con su comunidad constituyen un auténtico compromiso. Este concepto puede indicar una obligación que se asume resignadamente, pero también puede significar entrega y dedicación entusiasta a la misma. Es en este sentido que se quiere proponer la vida profesional. La profesión cobra sentido cuando el ser humano, dentro de la sociedad, se contextualiza histórica, social y geográficamente, tanto en el plano óntico y como en el biológico. Nuestro compromiso es con la sociedad, nuestro país y nuestra familia; con nosotros mismos y con las futuras generaciones. Se lleva a la práctica con claridad y resolución al tener una sólida jerarquía de valores, capaz de orientar nuestras preferencias y decisiones. Al hacerlo, bueno es recordar ese aforismo, que no por repetido pierde su fuerza: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.

Formando emprendedores Toda universidad debe constituirse en institución pionera en la formación de emprendedores, entendidos como profesionales independientes, capaces de irradiar energía de trabajo, tomar oportunas y acertadas decisiones, encarando riesgos calculados, con sed de realización personal y haciendo partícipes a cuantos les rodean de su compromiso solidario en las metas comunes. Para lograrlo, la universidad debe aprovechar al máximo y con responsabilidad la triple dimensión del activar académico universitario: investigación, extensión y docencia. Las dos primeras, al tiempo que le mantienen en contacto con la dinámica nacional, permiten generar una docencia actualizada y profundamente contextualizada. El rigor del método científico identifica la forma de hacer las cosas en el nivel superior, sin por ello sacrificar las grandes realizaciones prácticas. Se concibe, en efecto, la ciencia y la tecnología como poderosas herramientas teóricas y prácticas al servicio del mejoramiento de la calidad de vida de los

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100 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO seres humanos. El carácter formativo de la profesionalización compromete a los participantes en tal proceso con un conjunto de valores del espíritu. Por ello, hay que estructurar la actividad académica alrededor de cinco ejes estratégicos: la calidad académica, el espíritu emprendedor, el liderazgo, la formación espiritual y moral, y el espíritu de servicio. La formación en valores es la contribución universitaria al desarrollo espiritual, el que, al igual que en el caso del desarrollo moral, ha de tener sus firmes cimientos en el hogar de cada quien. La ética profesional de muchos graduados llega a identificarse con la llamada ética de los negocios, pues su profesión o su espíritu emprendedor le pueden haber llevado a desempeñarse en la esfera empresarial. Es éste un campo en pleno desarrollo desde hace relativamente poco tiempo, y hoy día abarca también la esfera de los negocios internacionales. La ética de los negocios es un estudio de normas morales y de cómo éstas se aplican a los sistemas y organizaciones a través de los cuales las sociedades modernas producen y distribuyen bienes y servicios, y a la gente que trabaja dentro de esas organizaciones. La ética de los negocios, en otras palabras, es una forma de ética aplicada, y comprende no sólo el análisis de normas y valores morales, sino que también trata de aplicar las conclusiones de este análisis a la serie de instituciones, tecnologías, transacciones, actividades y procedimientos que llamamos “negocios”.49

A todo graduado se le exigirá ante todo capacidad profesional, fruto de un aprendizaje científico y tecnológico, que se convierte en algo esencial y permanente en la vida profesional, y que se expresa en forma de competencias, integradas por conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores. Un valor fundamental en la vida universitaria y profesional es indudablemente el estudio, que es, por otra parte, característica por excelencia del filosofar. El estudio supone una disposición de ánimo favorable al esfuerzo y una cierta pasión por el rigor conceptual y metodológico. Estos dos aspectos son el componente fundamental de lo que se suele llamar amor al estudio. Los especialistas en el perfil psicoeducativo de los universitarios señalan que la perseverancia parece ser el rasgo más notable de los mejores estudiantes, independientemente de cuán fácil o difícil sea una materia para quien la estudie. Amor y perseverancia en el estudio acompañarán siempre al estudiante universitario, antes y después de la graduación, ya que nunca dejará de serlo, mientras quiera ser un profesional responsable y actualizado. La herramienta teórica del estudio superior es la ciencia; su correspondiente herramienta práctica es la tecnología. Existe tal vínculo entre ambas

49Velásquez, Manuel (1970), Ética en los negocios, Prentice Hall-Pearson Educación, México, p. 15.

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que tan sólo metodológicamente, con propósitos de análisis, por ejemplo, han de separarse. Es la ciencia un conjunto de procedimientos rigurosamente establecidos a lo largo de su propia historia, que nos permiten un camino seguro, aunque no infalible, para llegar a la verdad. Por su parte, la tecnología se constituye en el grado superior de la técnica. Ésta se conceptúa como un saber hacer, en los más diversos campos de la actividad humana. La tecnología tiene en su favor la luz del conocimiento científico para guiar sus pasos. La exigencia de capacidad profesional que la sociedad impone, demanda estudiantes y graduados con una inclinación permanente por el estudio y el conocimiento, los métodos de la ciencia y la utilización continua de las tecnologías que son propias del campo especializado con el que se ha comprometido.

El espíritu emprendedor El espíritu emprendedor se ha definido como una fuerza interior que nos impulsa a realizar aquellos retos que imaginamos posibles de lograr. Y es que emprender una ruta o una aventura, al igual que iniciar cualquier empresa, significa no únicamente comenzarla, sino, lo que es más importante y apasionante, perseverar en ello, poner entusiasmo, vida y corazón, “echarle ganas” hasta alcanzar la anhelada meta. Si en el camino surgen dificultades o incluso serias adversidades, el espíritu emprendedor nos hace levantarnos para volverlo a intentar con perseverancia. Esto supone cierto carácter o temple que se adquiere con decisión y mucha práctica. También exige una formación de calidad para saber correr riesgos que razonablemente podemos asumir. La tenacidad y perseverancia deben acompañarse de una elevada motivación al logro y. deseo de superación. Bastante mediocridad y conformismo nos han envuelto durante mucho tiempo. Los emprendedores rompen el círculo vicioso al buscar fuentes de inspiración dentro y fuera de sí mismos. El optimismo y la autoconfianza son valores que se cultivan en el interior de uno mismo. Para lograrlo hay que deponer la actitud cómoda de culpar siempre a otros por lo que no resultó como se esperaba y creer que nuestra participación fue decisiva en lo que salió bien. Se trata de asumir su propia responsabilidad, en las buenas y en las malas y, a partir de allí, saber que dependemos en grandísima medida de nuestro propio esfuerzo. Se hace necesario abandonar las actitudes lacrimales o de lamentación y encarar el porvenir con optimismo. Si de niño no fue alguien inducido a la autoconfianza y a la automotivación, puede aprenderlo de adulto, a costa de un gran esfuerzo, sobre todo cuando se es todavía joven. La mayoría de los especialistas consultados opinan que no hay emprendedor sin creatividad e innovación. La creatividad, hermana diligente y productiva de la imaginación, nos induce a construir algo donde antes no había

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102 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO nada. Creativo es el artista que mancha el blanco lienzo hasta reflejar en él un pedazo de su alma; creativa es la ejecutiva que decide formar su propia empresa; creativo es el alcalde que se las ingenia para brindar servicios con los exiguos fondos del tesoro edilicio. La creatividad se acompaña bien si viene junto con la innovación, que es el arte de producir lo nuevo. Innovador es el filósofo o el científico que propone un nuevo modelo conceptual para mejor interpretar la realidad; innovador es el industrial que lanza un producto nuevo para atender alguna vieja necesidad; innovador es el mercadotecnólogo que pone al descubierto un nuevo mercado; innovador es el especialista en sistemas que programa un software más amigable. El espíritu emprendedor exige que además de producir lo que se espera de cada uno de nosotros, en virtud de la formación que tiene, elevemos la productividad, esto es, que rindamos al máximo, como trabajadores, por supuesto, pero ¿no sería válido decir que también como seres humanos? Como si fuera poco se pide que nuestra productividad sea con efectividad. Ya existe tradición en la exigencia de calidad, entendida como eficiencia; la nueva tradición que se está gestando es la de la efectividad. Esto implica que nuestro actuar sea trascendente, deje huellas positivas y duraderas en el marco social donde nos desempeñamos. Eficiencia, si cumplimos las metas y seguimos los procedimientos, eficiencia o efectividad, si alcanzamos los objetivos y la misión propuestos. La efectividad supone excelencia en el desempeño. Y la excelencia parte de la calidad de lo que hacemos, pero va más allá, pues crea en nosotros un compromiso, tanto con nosotros mismos, como con la comunidad en la que estamos insertos. Excelencia es deseo y logro de las metas más altas. Excelencia es crecer como profesionales y como seres humanos. Excelencia es no contentarse con lo justo para los demás, sino llegar a identificarse con ellos; es no aceptar simplemente lo bueno, sino aspirar siempre a lo mejor; es no conformarse con obtener las actuales metas, sino en perseguir las metas del mañana; es no caminar con el prójimo hasta la salida del pueblo, sino acompañarle hasta el próximo. Desde el punto de vista filosófico, puede decirse que el espíritu emprendedor es una determinada actitud frente al mundo y la vida, y que puede convertirse en una forma de apropiación de la realidad, implícita en el profesional de cara al inicio del siglo XXI. Este espíritu no nace, aunque hay aptitudes y condiciones que, por supuesto, favorecen su temprana aparición: los valores de seguridad, responsabilidad, esfuerzo y entusiasmo forjados en la niñez, están propiciando el surgimiento del emprendedor en su temprana juventud. La universidad deberá, por tanto, hacer lo suyo para procurar formar los emprendedores que el mundo profesional y el desarrollo de la sociedad reclaman.

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El liderazgo Más allá de la pluralidad de definiciones y la variedad de actividades humanas donde ejercer el liderazgo, se destacan tres características constantes en todo líder: su visión del futuro, su capacidad de influir positivamente en sus semejantes y su relación democrática con las personas con quienes trabaja, emprende, lucha o simplemente convive. En efecto, al líder no le interesa —como al caudillo— mirar hacia atrás para contar el número de seguidores; su mirada está puesta al frente, literal y figuradamente, ve más allá de su nariz. Otea el futuro auscultando los signos premonitorios de cualquier tendencia o de cualquier cambio; analiza el presente y saca lecciones del pasado para construir de una mejor manera su futuro. Por esa capacidad analítico-prospectiva, el líder entusiasma y su acción y su palabra son suficientemente convincentes para que otros vean la conveniencia de coincidir con él en el camino a recorrer. Aparentes seguidores, las personas que reconocen al líder se convierten en los mejores compañeros de viaje. Desarrollan la capacidad de crecer juntos, son positivamente influenciados por él, mas no manipulados. El manipulador no respeta a sus semejantes; se sirve de ellos. Al líder le interesa y le conviene rodearse de gente capaz, talentosa o esforzada, pues las empresas en solitario suelen convertirse en hermosos sueños, pero con mucha frecuencia condenadas al fracaso. El verdadero líder se enorgullece de sus compañeros. Warren Bennis y Bun Nanus (Líderes, Enciclopedia Gerencial del Ejecutivo Moderno) consideran mitos, contra los que hay que luchar, los siguientes: 1. 2. 3. 4. 5.

El liderazgo es una destreza rara. Los líderes nacen, no se hacen. Los líderes son carismáticos. El liderazgo sólo existe en la cima de la organización. El líder controla, dirige, empuja, maneja.

El espíritu de servicio Durante su formación profesional, y como parte esencial de ella, el universitario debe escuchar mensajes alusivos y tener la oportunidad de ir cimentando en él un sólido espíritu de servicio. El análisis teórico, las acciones de vinculación universitaria, el trabajo voluntario, la práctica profesional orientada y el servicio social son las herramientas preferentes para su crecimiento.

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104 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO Toda profesión es un saber y un quehacer especializado que, por tanto, únicamente puede darse gracias a la división social del trabajo, en donde unas personas dan su tiempo y su capacidad para atender necesidades y resolver problemas de carácter específico, mientras que otras se ocupan de las restantes necesidades y problemas que individuos y sociedad enfrentan. No es pues posible entender una profesión sin este mutuo compromiso. Esta contextualización social, es el marco básico de toda responsabilidad profesional, sin la que no puede hablarse de ética profesional. Pero ahondando más allá, la universidad invita a los estudiantes a no contentarse con el mínimo, pues no es la conducta propia de los emprendedores ni tampoco de los líderes que quiere ver en sus graduados. Por eso, los esfuerzos educativos no estarán únicamente orientados a que el profesional generado en sus aulas desarrolle sin más el trabajo profesional que de él se espera; hay que pedir que dé más en términos de solidaridad no deformante, en favor del desarrollo económico y social de su contexto humano. El espíritu de servicio se basa en el respeto a la persona. Esto indica que en modo alguno debe generar acciones paternalistas, o que conviertan a otros en seres dependientes. En cambio deberá ayudar a los demás a crecer y a realizarse personalmente, empezando con los más cercanos trabajadores y pobladores. En síntesis, el espíritu de servicio es disposición de ánimo y plataforma de acción para que todos juntos, cada cual desde su esfera de competencia y con arreglo a sus capacidades y posibilidades, construyamos una nación más integrada, justa y democrática. Este espíritu profesional fundamentará, a su vez, la práctica de la responsabilidad social empresarial (RSE) que las organizaciones socioproductivas están desarrollando desde fechas relativamente recientes. Diversas organizaciones nacionales, regionales e internacionales definen actualmente su correspondiente RSE en el área centroamericana. Los administradores deben ocuparse de la maximización del rendimiento financiero a largo plazo. Para tal fin, éstos deben aceptar algunas obligaciones sociales y los costos que se asocian a ellas. De modo que hay que proteger el bienestar de la sociedad no contaminando, no discriminando, no involucrándose en publicidad engañosa y otros semejantes. A su vez, deben asumir un rol positivo para mejorar la sociedad, involucrándose en sus comunidades y contribuyendo a las organizaciones de asistencia social. Las empresas modernas de negocios ya no son simplemente instituciones económicas.50

50Robbins,

Stephen (1994), Administración, 4ª edición, Prentice Hall, México, p. 127.

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LECTURA Misión del emprendedor del siglo XXI Sérvulo Anzola R. (1995)51 Una invitación muy especial: únete a la gran familia del éxito emprendedor. […] Todos poseemos espíritu emprendedor. El potencial está en nosotros mismos, es inherente al ser humano, pero necesitamos despertarlo, pero con saltos, no a pasos. [...] El ser emprendedor, entonces, se convierte en una filosofía de la vida que obliga al hombre a tomar muy en cuenta sus deseos y los toma en obligación hacia su medio. Esta fuerza interior le dará orientación a sus acciones llevándolo a soñar lo grande que de la vida quiere lograr, enseñándole a ser más soñador, más perceptivo y calculando cada vez más sus acciones. El emprendedor será un gestor de su propio destino. [...] Todo aquel que hace posible la aparición de una empresa es un emprendedor; aquí radica la esencia de su misión, esta es la raíz que le da la vida, y acción a su quehacer. Es la filosofía que lo mueve al pensar y actuar. El emprendedor del futuro deberá ser el gestor de una acción creativa inicial, deberá ser el centro en quien reside la responsabilidad de la empresa; teniendo una orientación marcadamente tecnológica, siendo un inventor y un descubridor de oportunidades aprovechadas por la empresa mediante su propia acción y destreza personal. Este emprendedor deberá estar dotado de talentos y cualidades que adquiere e incorpora a la empresa dándole uso y aprovechamiento real. Él establecerá las políticas y directrices generales concernientes a la marcha de su organización. Será el miembro más importante de las juntas y de las funciones a realizar. El emprendedor deberá fijar metas y apuntar a la empresa hacia ellas con un ordenamiento estable y flexible. Su eficiencia, residirá en la capacidad constante de desarrollar la empresa en su gestación, planeación, creación, implantación, operación y desarrollo. Su función de dirigir estará en decidir acerca de las políticas que deben guiar la marcha de su empresa: trabajando sobre objetivos concretos, 51Anzola, Sérvulo (1995), “Misión del emprendedor del siglo XXI”, en el V Congreso Latinoamericano sobre el espíritu empresarial, México.

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106 FILOSOFAR, PARA SEGUIR CRECIENDO abstractos y conceptuales. Su perspectiva será la visión en conjunto y sobre objetivos duraderos. Su papel de ejecutivo lo llevará a realizar actos decisorios, siguiendo las normas generales que se ha trazado y trabajará frente a situaciones particulares o conjuntas ejerciendo liderazgo sobre su equipo de trabajo. El emprendedor del futuro deberá ser un líder dotado de capacidad para concentrar y lograr la aceptación de personas que le acompañarán en su actividad creativa e innovadora. Surgirá al liderazgo donde se presenten nuevas posibilidades y detectará e inducirá a sus compañeros a hacer uso de ellas en actividades específicas. Deberá ser auténtico consigo mismo y con su medio. Será una persona que nadará contra la corriente y será capaz de sobrepasar las restricciones a la creatividad que le imponen los reglamentos. Será innovador, pues sabrá combinar factores estableciendo cooperación de grupo, produciendo, dando mantenimiento y seguimiento a sus ideas. El emprendedor del futuro estará dotado de una capacidad de insistencia en la persecución de sus objetivos. Su acción dinámica residirá en la voluntad de conquista, en el impulso de lucha, se manifestará superior a los demás, con sencillez y humildad, teniendo éxito por el medio mismo más que por sus frutos. Será el gozoso creador de hacer las cosas o simplemente de ejercitar energía e ingenio. El emprendedor del futuro buscará dificultades con el objetivo de verse obligado a realizar alteraciones en las tradiciones. Serán personas dotadas de un alto potencial creador y realizador, que se proyectan formativamente ejercitando su creatividad hasta en simples situaciones de su vida. El emprendedor del futuro deberá convertirse en un personaje indispensable, será un líder de los desarrollos esperados, será un creador haciendo posible la aparición de una empresa, será un directivo como continuador de su acción creativa, será un ejecutivo investido de facultad para tomar decisiones que son guías para su equipo de trabajo y será un trabajador en las acciones constantes de la vida de su empresa. […] La acción emprendedora del futuro se ha convertido en una necesidad y es al mismo tiempo un objetivo y un reto más dentro del marco tradicional de la enseñanza. Su objetivo será crear la infraestructura necesaria en el área académica y en la empresarial, para fomentar y desarrollar en los jóvenes las habilidades y talentos y proporcionar los conocimientos necesarios para la creación de sus empresas exitosas. Sus políticas deberán estar enmarcadas en la enseñanza teórico-práctica, donde presenten ejercicios vivenciales, logrando con esto la creación y formación más integral del emprendedor, como una manifestación, como una extensión de cada uno. Como resultado, se espera lograr la maduración del alumno al adquirir por cuenta propia la responsabilidad de la empresa, aprender a valorar el costo de la vida y del esfuerzo humano para ganarse el sustento diario, presentar un cambio más de actitud hacia el futuro, pues verá como una fuerte posibilidad el poner su propia empresa en lugar de buscar quién le dé trabajo.

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EJERCICIO Objetivo Analizar y valorar las responsabilidades profesionales para contribuir a la realización colectiva, mediante la iniciativa personal.

Propuesta Investiga con precisión al menos dos de los temas que aquí se proponen. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia Comparte tus conclusiones con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo, un profesional de las ciencias empresariales, siempre que sea una persona que te inspire confianza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Actividades 1. Averigua cuáles son las competencias profesionales generales que tu universidad se ha propuesto formar en sus graduados. 2. Entrevista a algún directivo de tu colegio profesional sobre algún tema de actualidad para el gremio que ha trascendido. 3. Busca en la Web un buen artículo sobre la formación profesional o sobre el ejercicio profesional, y escribe un resumen crítico del mismo.

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Referencias (Bibliografía del medio interno)

ÁLVAREZ, C. (1993), Filosofía. CASTILLO, R. (1995), Filosofía y pensamiento hondureño. FLORES R. (2006), Filosofía, obra completa. MORALES, O. (2004), Los valores en la educación. MONDRAGÓN V. et al., Compil. (2007- 7ª reimpresión), Antología de filosofía. PERDOMO, C. R. (1998,) Fundamentos de la filosofía. SERRANO, A. (1990), Por la filosofía. SERRANO, A. (1983), Textos clásicos del pensamiento filosófico y científico.

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