Fahrenheit 451

FAHRENHEIT 451, una obra plenamente actual, más incluso que en el momento en que se publicó por vez primera. FAHRENHEIT

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FAHRENHEIT 451, una obra plenamente actual, más incluso que en el momento en que se publicó por vez primera. FAHRENHEIT 451 es la utopía más negra, horrorosa y apocalíptica que nos ha ofrecido la literatura de ciencia-ficción. En esta obra insuperable, Bradbury nos describe una sociedad en la que los libros y la lectura están proscritos, en la que impera el culto al hedonismo puro y duro y en el que los poderes públicos persiguen sañudamente a todo aquel que posea libros, a todos los que todavía, a escondidas, se entregan al nefasto vicio de la lectura. En el país descrito por el autor hay que ser feliz por decreto, y la gran mayoría de la gente lo es. Claro que se trata de una felicidad vacua, implantada en los débiles cerebros de las masas a través, sobre todo, de la televisión. Leer obliga a pensar por uno mismo, y por lo tanto, impide ser estúpidamente feliz. Por eso en el país de Montag atesorar libros es un delito y leerlos un crimen severamente castigado por las leyes. Esa conducta asocial debe ser erradicada como sea, a fin de que los nuevos apestados, los que no sólo osan leer, sino que además tratan de que otros lean, no contaminen al resto con sus perniciosos hábitos. Montag, protagonista de esta inmortal historia, es un bombero. Pero en este mundo de pesadilla los bomberos ya no son lo que eran. Su función no es apagar incendios, sino provocarlos. En lugar de extintores emplean lanzallamas, porque su trabajo consiste en quemar libros, en reducir a cenizas hasta la última página impresa que caiga en sus manos. Son una nueva clase de policía política, consagrada a la destrucción del patrimonio literario de la humanidad, para así proteger el Nuevo Orden imperante. Montag es miembro de esta curiosa versión de la Gestapo o la KGB. Pero, a pesar de la propaganda con que se bombardea constantemente a la población, a pesar del sutil pero continuo lavado de cerebro a que es sometida la gente por medio de la televisión, Montag se hace preguntas y alberga en lo más íntimo de su ser terribles dudas sobre esa sociedad, aparentemente feliz, a la que sirve. Un día, durante un servicio, sin saber muy bien por qué, coge uno de los libros que debía destruir y lo oculta bajo sus ropas. Ese gesto marcará su vida para siempre. Porque desde el momento en que comience a leer, furtivamente, con miedo, pero cada vez con más ansia, Montag ya no volverá a ser el mismo. Cuando Bradbury escribió esta novela, la caja tonta estaba en plena etapa de expansión. Aunque ya entonces se alzaron algunas voces advirtiendo de lo que podría ocurrir si el entretenimiento televisivo sustituía progresivamente a la lectura, nadie se tomó realmente en serio tales predicciones. Tal vez fuera eso lo que impulsó al autor, maestro indiscutible del género, a escribir este libro tan apasionante como oscuro. Como dije antes, las cuestiones que plantea esta obra están hoy de rabiosa actualidad, sobre todo en nuestra desdichada España. Nunca antes tuvo la caja tonta tanta influencia sobre la sociedad como ahora, en que medio mundo vive pegado a su pantalla. La tele de antaño buscaba, en principio, entretener. La de hoy es un instrumento político, con el cual se busca adormecer la conciencia ciudadana, crear opiniones favorables a los poderes instituidos y, en fin, controlar al máximo posible a las masas. La caja tonta ha terminado por convertirse en la caja imbécil, repleta de reality shows y otros programas basura, destinados a satisfacer la voraz curiosidad de unos espectadores sólo interesados en tonterías que poco o nada tienen que ver con su realidad diaria. Se busca atraer al público y mantenerle pendiente de la pantalla, y para eso cualquier cosa es buena. Conscientes del poder que proporciona este medio de comunicación, los políticos de toda laya se enfrentan entre sí encarnizadamente cuando de controlar una emisora de tv se trata. Y una vez que logran su control, hacen todo lo posible por conservarlo indefinidamente.

Sí, el mundo descrito por Bradbury ya casi es una realidad, al menos en nuestro país. Aunque en España se publican muchos libros, es un hecho comprobado que cada vez hay menos gente aficionada a la lectura. Lo más preocupante es que la inmensa mayoría de los jóvenes confiesen que nunca han leído un libro, y que probablemente, jamás lo leerán. Prefieren otras cosas, entre ellas, la televisión, que les ofrece un buen abanico de programas y series pensados para ellos, para hacerles más dóciles y receptivos a las ideas modernas y progresistas con las que les bombardean constantemente. Más de un treinta por ciento de los escolares españoles adolecen de una total falta de comprensión lectora; es decir, no entienden ni jota de lo poco que leen. Y el porcentaje crece cada año imparablemente, mientras los ministerios competentes, el de Cultura y el de Educación, malgastan recursos financieros y humanos en absurdos proyectos tales como la Educación para la Ciudadanía, curiosa asignatura ésta cuyo objetivo principal es el de adoctrinar a los críos a fin de que, una vez alcancen la edad adulta, sean buenos ciudadanos, en la acepción políticamente correcta de la expresión. Mientras tanto, se descuida algo tan vital como es la lectura. Abundan los idiotas que defienden que leer en voz alta en el aula no es educativo. Lo preocupante es que muchos de esos idiotas están al cargo de la educación de nuestros jóvenes, u ocupan altos cargos en los ministerios competentes. Como consecuencia de todo esto, se está incubando una generación de iletrados, incapaces de redactar un párrafo de cuatro líneas sin meter doce faltas ortográficas, de leer sin seguir las líneas del texto con el dedo, como hacen demasiados universitarios, y de comprender y asimilar correctamente los textos que se vean obligados a leer. Obviamente, estos nuevos ciudadanos mostrarán una aversión patológica hacia la palabra impresa, y transmitirán sus complejos a sus hijos, en una cadena sin fin que acabará convirtiendo nuestra sociedad en un gigantesco corral en el que pastarán, estultamente felices, millones de aborregados ciudadanos, convenientemente pastoreados por la politiquería de turno. La pesadilla de Bradbury hecha realidad. Por todo lo argumentado, y por muchas cosas más que, sin duda, me dejo en el tintero, considero FAHRENHEIT 451 la novela de ciencia-ficción más importante que se haya escrito. Un relato que debería ser de obligada lectura y comentario en todos los colegios, una obra que tendría que figurar en todas las bibliotecas universitarias; un libro que todo docente escrupuloso haría bien en recomendar a sus alumnos… antes de que su argumento se convierta en realidad. Para lo cual, ciertamente, no falta mucho ya. © Antonio Quintana Carrandi, 16 de enero de 2009 Créditos Comentar este artículo (Ya hay 10 cometarios)

Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. Así es como comienza esta histórica obra maestra del género. En un futuro no muy lejano, un cuerpo de bomberos con el anagrama 451 en el casco, conduciendo vehículos con apariencia de salamandra, no se dedica a extinguir fuegos, si no a provocarlos. Un millón de libros han sido prohibidos, libros que se contradicen entre sí, que sostienen argumentos opuestos, y que por ello impiden que la gente sea feliz. Guy Montag, y la brigada de bomberos, acuden a la emergencia de cada propietario de libros localizado, con las salamandras y las mangueras que lanzan petróleo, para incinerar hasta la última hoja. FAHRENHEIT 451 esconde una cruda crítica a la sociedad norteamericana de 1953, después de Hirosima y Nagasaki, cuando a toda costa había que conservar la ilusión de que el mundo era maravilloso y feliz, que las opiniones opuestas eran incinerables y la vida agradable era el único y verdadero objetivo a preservar.

Como el Bernard Marx de UN MUNDO FELIZ, el protagonista,Montag, es un miembro de esa farsa en precario equilibrio, un equilibrio que se rompe al conocer al salvaje, el inadaptado, el insocial, el que, descubre paradójicamente, posee una vida mucho más satisfactoria. En ese descenso de Montag/Bernardencuentra que no se halla solo, si no que, clandestinamente, ese distinto orden social subsiste como parias a ojos de lacivilización pero como héroes a sus propios ojos. Si alguien ve que cambio mi registro lingüístico al hablar de este libro, que no se sorprenda. El lenguaje que emplea Bradbury es un desafío en sí, una alteración del orden habitual de las secuencias, de las metáforas, incluso de las normas de uso convencionales. Más que narrar, lo que Bradbury hace es expresar, transmitir las ideas sin los rígidos obstáculos del lenguaje para dotarlas de esa extraordinaria capacidad sensible de FAHRENHEIT 451. Una capacidad necesaria para transmitir su devastador mensaje. Montag no es en realidad el protagonista de esta novela. Él simplemente cae, es empujado, huye, a veces avanzando en bruscos saltos hacia esa rebelión. Los verdaderos protagonistas de FAHRENHEIT 451 son las personas con las que Montag entra en contacto: Clarisse, la salvaje que perturba el equilibrio de Montag; Beatty, un magnífico antagonista que golpea moralmente a Montag a golpes de cita; Mildred, la no-existente mujer de Montag; Fader, el antiguo maestro de literatura... Y, desde luego, el Sabueso: la fuerza mecánica e inhumana que persigue al hombre, que huele al criminal, que se abate sin misericordia y ejecuta su sentencia... en una palabra, la Ley. Y no hay que dejar atrás otros aspectos ineludibles. La televisión, la despreocupación por la juventud, la publicidad, la cultura del ocio en general, aparecen aquí sin sus adornos, sin sus colores y llamativas melodías. Es posible sentir horror al verse cara a cara con ello: Denham, Denham Dentífrico Denham Denham. Deletreado: D-e-n... Hay que leer FARENHEIT 451. Como hay que leer UN MUNDO FELIZ. Es la ciencia ficción más inolvidable que jamás se haya escrito.

Calificación: Narrativa: 7, Argumento: 7, Originalidad: 6, Global: 7 © Francisco Ontanaya, 4 de octubre de 1998 Créditos Comentar este artículo (Ya hay 5 cometarios)

Tema Una civilización donde la libertad no está permitida. Donde la lectura está absolutamente prohibida. Donde charlar, pasear, o cualquier actividad que induzca al pensamiento está mal vista. Tan solo está permitida y fomentada la T.V. pública. Un lugar donde el papel de los bomberos es el de una policía represora que se encarga de QUEMAR casas enteras para destruir los libros que en ellas hay.

Personajes Guy Montag: protagonista, Mildred(Millie): esposa Capitan Beatty: capitan

es de

bombero. de Montag. bomberos.

Clarisse McClellan: joven Faber: profesor de literatura Granger: amigo de Montag.

amiga retirado, amigo

de Montag. de Montag.

El título fue ingeniosamente puesto, ya que es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama arde. El libro (en la colección de Orbis) antes del comienzo de la primera parte pone la siguiente frase en una página en blanco: Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado de Juan Ramón Jiménez. Según uno de los personajes del libro, Faber, las tres condiciones necesarias para conseguir la libertad son: 1. Calidad de información. 2. Ocio para asimilar la información. 3. Derecho a emprender acciones basadas en lo que aprendemos por la interacción o por la acción conjunta de las dos primeras condiciones. Como he dicho en otra ocasión, esta novela es todo un canto a la libertad. En la forma en que está escrita se ve que tiene sus añitos, pero no queda nada desmerecida gracias a la acción (en su justa medida) que contiene y a su lenguaje, muchas veces poético y lleno de metáforas, que te permiten tener multitud de visiones de lo que estás leyendo. Todo un clásico de la C.F. absolutamente recomendable. © Antonio Pérez, 30 de septiembre de 1998 (Area de Ci-Fi de Fido) Créditos

Ediciones El libro fue publicado por primera vez en 1953, para criticar la censura de libros en Estados Unidos, como resultado del "Macarthismo" del senador Joseph McCarthy, al igual que la quema de

libros

en

la Alemania Nazi en 1933 y

el

lanzamiento

de

las

bombas

nucleares

en Hiroshima y Nagasaki. El libro fue publicado por primera vez en episodios en la recientemente iniciada revista Playboy. En 1967 se publicó una versión censurada, sin conocimiento de Bradbury, donde se omitían las palabras "Damn" y "Hell" ("maldito" e "infierno"). Poco después se publicó otra versión con todas sus palabras y una explicación por parte de Bradbury acerca de lo que pasó con el anterior libro. Una distopía,1 llamada también antiutopía, es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. El término fue acuñado como antónimo de utopía y se usa principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia (frecuentemente emplazada en el futuro cercano) donde las consecuencias de la manipulación y el adoctrinamiento masivo —generalmente a cargo de un Estado autoritario o totalitario— llevan al control absoluto, condicionamiento o exterminio de sus miembros bajo una fachada de benevolencia.

El jefe de Montag, Beatty, le dice que los libros sólo sirven para hacer sentir mal a las personas. Es un hombre astuto que sigue los ideales utópicos del gobierno, confiando plenamente en el sistema que rige a toda la sociedad.

Beatty representa al gobierno. Aquí el gobierno no aparece de forma explícita, sino es el capitán de bomberos quien intenta convencer a sus subordinados que los libros hacen infelices a las personas, para que así crean sólo en los ideales del gobierno. Pero no es nada tonto, pues utiliza los mismos libros para atacarlos contraatacando una cita con otra del mismo autor para demostrar la confusión que estos generan, asegura que todo el que esté contra el gobierno y los bomberos, está loco. Clarisse representa a parte de una sociedad diferente, que no sigue los ideales del gobierno y que por ello es rechazada y criticada. Es quien hace reflexionar a Guy Montag. Montag representa a otra parte de la sociedad, la que siempre creyó en las leyes y lo que el gobierno indicaba, sin embargo al darse cuenta que no es feliz se rebela contra este gobierno. Faber; el profesor de literatura, representa a la sociedad que se da cuenta de lo que pasa, que sabe que las cosas no andan bien, pero que no hace nada.

En esta época se señala que a los niños los mandan desde pequeños a estudiar, mientras más antes mejor, aseguran, pero no les enseñan con libros, sino que utilizan películas para educarlos. Pues con las películas es difícil poder tener una propia interpretación, sino que aprendes lo que el gobierno quiere que aprendas. Es una de las razones por las que a Clarisse se la tachaba de antisocial, porque en vez de responder preguntas ella las formulaba.

Ray Bradbury es un autor contemporáneo, nació en Estados Unidos en 1920 y aún continúa vivo. Es conocido por escribir obras de ciencia-ficción y de fantasía, seguramente lo conocen por su libro de cuentos Crónicas Marcianas sobre la colonización de Marte. Bradbury sigue los movimientos de Naturalismo (mostrar la realidad de forma objetiva en todos sus aspectos) y el Modernismo, que se desvincula de las movimientos anteriores. El no estudió en la Universidad, pero tuvo una formación autodidacta que le permitió escribir gran cantidad de libros. El libro que les presento se titula Fahrenheit 451, el nombre es debido a la temperatura en grados Fahrenheit en que el papel se inflama y se quema. La novela nos presenta un mundo distópico, como entenderán, es lo contrario a utopía donde se presenta un mundo ideal, en esta distopía se muestra una sociedad ficticia, donde un gobierno perverso mantiene controlados a los habitantes bajo una fachada de benevolencia. Los personajes principales son los bomberos que han dejado de apagar incendios, en este supuesto futuro las casas son incombustibles, por ello su misión es provocar los incendios y quemar los libros que se les ha prohibido a las personas leer y todo aquel que posea un libro es detenido. Fahrenheit 451 no es sólo un libro que nos habla de la importancia de la literatura y que nos invita a leer más, sino que da una fuerte crítica a la época en dos aspectos: una crítica al gobierno y otra a la sociedad, que también puede ser aplicable a los tiempos actuales. Para comprender mejor el libro, debemos conocer el contexto histórico en el que fue escrito por Ray Bradbury: fue publicado en 1953 en medio de la Guerra Fría. Tiempo en que se enfrentaban dos bandos rivales, Estados Unidos defendiendo su ideología política neoliberal y por su parte la Unión Soviética intentando prevalecer el socialismo. Por ello el presidente estadounidense, Joseph McCarthy, mandó a retirar de las bibliotecas los libros considerados “corruptos”, en este periodo conocido como Macartismo, para que las ideas socialistas no llegaran a las personas y además convencerlos de que su sistema era el mejor para vivir (ya antes se había hecho cosas parecidas en la Alemania Nazi y otros regímenes). Y el otro hito histórico importante es el auge de la televisión, llamada de forma crítica “la caja tonta”, su expansión se da por todo el mundo y la gente comienza a dedicarles horas a este aparato en vez de leer. ¿Pero de qué forma critica el autor estos dos hechos en su libro Fahrenheit 451? El protagonista es Guy Montag, un bombero que provisto del kerosene y un lanzallamas ama quemar. Nació en este régimen en que les hacen creer que los libros sólo hacen infelices a las personas, por lo que cumple la misión de quemarlos. Los bomberos aquí son una especie de policía que intenta mantener los ideales del gobierno, algo así como la Gestapo. Luego Montag conoce a una joven llamada Clarisse, considerada loca por pensar, llamada antisocial por querer conversar cosas más profundas que el resto de los jóvenes. Ella provoca que Montag comience a reflexionar y crea en él la duda si es realmente feliz. Es casi una ley que la gente deba ser feliz y ellos creen que realmente son felices. Pero es una felicidad vana, pues se ven influenciados constantemente por la televisión y por la publicidad.