Exilio y Exilio Interior-Paul Ilie

INTRODUCCION Mi propósito es abordar el concepto de exilio un pas o más allá d e sus estructuras históricas y colectiva

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INTRODUCCION

Mi propósito es abordar el concepto de exilio un pas o más allá d e sus estructuras históricas y colectivas. Los estudios sobre el exilio se centran, con bastante propiedad, sobre la historia de un traslado geográfico. Las circunstancias políticas de la emigración, el destino demográfico y económico del grupo desheredado, y el trabajo realizado en distintos países por individuos separados d e su tierra natal, todo esto forma parte de los primeros temas de investigación. Una vez que tiene lugar la ruptura territorial, sin embargo, una segunda dimensión se despliega y plantea cuestiones n o .menos dignas de consideración. La separación del país de uno significa algo más que la falta de contacto físico con la tierra y los edificios Es también un conjunto de sentimientos y creencias que aislan de la mayoría al grupo expulsado. Una vez que reconocemos que' el exilio es una condición mental más que material, que aleja a unas gentes de otras gentes y d e su manera de vivir, entonces queda definir la naturaleza de esta separación, n o como un despegue unlateral, sino como algo más profundo. La escisión es una relación recíproca; el separar a un segment o de la población del resto de ella es también dejar al segmento más grande separado del pequeño. La cuestión que estoy planteando es la de si las estructuras internas del exilio son lasfundamentdes,siendo

la localización geográfica d e una importancia secundaria. ;No hay nada aparte de la incomunicación territorial con la propia tierra, ni aislamiento interno en la patria que llene el exilio, a ambos lados de la grieta, de sus esenciales contenidos intelectuales y espirituales? Si el exilio manifiesta una psicología y ética propias, ;emanan estas manifestaciones necesariamente sólo de la separación física? Yo afirmaría que el exilio es un estado de ánimo cuyas emociones y valores responden a la separación y ruptura como condiciones en s í mismas. Vivir aparte es adherirse a unos valores que están separados de los valores predominantes; aquel que percibe esta diferencia moral y que responde a ella emocionalmente vive en exilio. Así, un ciudadaii puede experimentar descontento respecto a la mayor&, incluso aunque esté viviendo en su seno. Su exilio se ' a m e j a , en su morfología interna, a la dimensión psicomoral del emigrado. Además, una población residente vive en exilio respecto del segmento expulsado tanto como este último respectd del primero. Efectivamente, rara vez una emigración deja a una nación completamente vacía de las gentes políticamente descontentas. En el éxodo español de 1939, muchos ciudadanos que permanecieron atrás compartieron la marginación, la separación y la sensación general de pérdida respecto a su tierra natal que experimentaron los que dejaron el territorio. Las historias externas de las emigraciones han recibido una atención exhaustiva (1). Bastaría una ojeada a la bibliografía del caso concreto de España en 1939 para caracterizar nuestro conocimiento de gran cantidad d e casos. Existe una abundante información relativa a los siguientes hechos: el éxodo republicano; el destino de diversos grupos emigrados en distintas actividades culturales, económicas y políticas; las circunstancias de las sucesivas emigraciones durante el periodo de dictadura franquista; las obras intelectuales y literarias de determinados emigrantes. Todas las versiones históricas, cosa que no debe sorprender, dan testimonio del tema

en términos de salida de la tierra natal seguida de experiencias forzadas en países extranjeros, experiencias establecidas sobre las razones de la derrota y posterior dispersión. ;Esto es todo lo que hay respecto del exilio? Pocos habrá que pretendan que el tema se agota con las circunstancias externas de un trasplante material a otras tierras. También se debe dar cuenta de los factores subjetivos, emocionales y conceptuales, presentes en la sensibilidad del exilio. De nuevo en este caso, los investigadores han señalado las características psicológicas de la vida en emigración, tanto respecto a sentimientos como a pensamientos sistematizados. Y una vez más la definición que se da de exilio recalca su escisión geográfica enmarcada en la esfera de la creatividad en territorio extranjero. Apenas nadie se ha preguntado por el hueco dejado por el éxodo, por las repercusiones que tuvo sobre los ciudadanos que compartían los valores de los emigrados, pero que hubieron de permanecer en su patria. El tema del exilio se ve complicado a veces por otros tipos de emigración, de motivos más económicos que políticos. Entre los más dramáticos se encuentra la salida de millones de trabajadores españoles en busca de empleo en el extranjero. Sociólogos e historiadores de la economía conocen bien este fenómeno, pero no se han preguntado si tal salida afectó también al conocimiento de la población que rodeaba a los emigrados. Y cuando estos trabajadores vuelven, ;se desvanecen de pronto los estigmas de la separación, o más bien ocurre que los emigrantes vueltos a su tierra se sienten "distintos" de sus camaradas? En realidad, dado que muchos otros millones en las mismas circunstancias escogieron no emigrar, ;no será la emigración una elección llevada a cabo por ciudadanos que ya albergaban una tendencia al exilio, y por razones de peso? La historiografía externa no suele abordar estos problemas, dado su carácter cualitativo y subjetivo. Sin embargo, al tratarlos contemplamos un dominio único de interés psicológico y cultural, en el que la separación de individuos de su na-

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ción puede adoptar multitud de formas: separación voluntaria, expulsíón, autoexclusión temporal, separación, marginalidati, desplazamiento fuera del centro, etc. El paradigma de la mayoría de los exilios -es mi sugerencia- comprende algo más que los grupos adyacentes de emigrados tras la catástrofe, junto con una generación más joven de rdugiados económicos del sistema represivo- En la tipificación que ofrece el exilio español, muchos republicanos huyeron de España en 1939, pero muchos más siguieron viviendo allí; si numerosos trabajadores e intelectuales emigramn en los años 50 y 60, fueron incontables quienes, con similares motivos, no lo hicieron. A cada ruptura que tenía por vehículo la emigración, correspondieron con creces traslados por motivos laborales de4nas regiones a otras, y formas aún más sutiles de desarraigo interno : prisión, clandestinidad política, ostracismo h n ó m i c o , escisión moral por parte de una sociedad triunfalista, repatriación carente de ilusiones, y todavía otras formas bien conocidas para el marginado. Estos componentes evasivos del paradigma exjlico indican interesantes áreas de investigación interpretativa a filósofos y críticos literarios, ahora que los hechos internos han sido establecidos. Mi enfoque de estos temas puede ser formulado en dos proposiciones. Primera, puede decirse que existe una relación bilateral entre la emigración y la brecha que abre en la nación. El ciudadano ausente deja un vacío, pero la masa que rodea al vacío permanece y debe reaccionar. En ambas direcciones ha tenido lugar una ptivación, porque mientras el segmento extirpado está territorialmente exiliado de la tierra natal, la población residente se ve reducida al exiiio interior. Cada segmento está incompleto y ausente del otro. La segunda proposición se deriva de la necesidad que tiene el exilio residencial o interior de remodelarse y llenar la forma ausente. Los mecanismos y consecuencias de este proceso de adquisición de una nueva forma tienden o bien a apoyar la cultura franquista o bien a rechazarla. La cultura vencedora - e n este caso, el franquismo-

busca compensar el segmento perdido mediante su autosuficiencia, que lleva a cabo negando el valor de lo que se ha perdido ("la anti-España"). Más allá de este centro exclusionicta se halla la periferia marginada en la que los ciudadanos, por diversas razones, deciden conservar su residencia incluso sin beneficiarse de los frutos de la ortodoxia establecida. Las tendencias de ambos segmentos, centrípeta y centrífuga, ejercen su interacción dentro de las mismas fronteras geográficas, del mismo entorno nacional, y las mismas privaciones. Y en consecuencia constituyen y funcionan como un solo enraizamiento cultural ("la Eopaíía solariegaw), a pesar de sus antagonismos, a diferencia de la entidad culturd ausente ("la Espaiia peregrina"). Pero dentro de la cultura del país, sigue permaneciendo la otra distinción entre los segmentos ortodoxos y disidentes, división que puede ser descrita en otros términos pero que siempre exhibe las incompatibilidades de una ruptura original más amplia. Hablando con propiedad, pues, mi terminología tendría que hacer la diferenciación entre exilio " " d e n cial", que afecta a la totalidad de la población de la España peninsular en lo que se refiere a emigrados y emigrantes, y el exilio "interior", limitado a los sectores descontentos dentro de esa población en relación con esa cultura oficial. No obstante, no voy a adherirme a esa distinción de modo muy d r i c t o en los capítulos inmediatos. Una razón es que hay algunas implicaciones y pasos ocasionales de un campo geográfico al otro. Otra es que cualquier esfuerzo que yo pueda hacer para trazar unas líneas dramáticamente claras, incluso si esto fuera posible, requeriría más de una digresión sobre la historia intelectual. Mi interés en este estudio radica en la relación misma, tal y como la describen las dos proposiciones, y especialmente en el hecho d e que la relación entre el exilio exterior e interior se duplica dentro del exilio interior. En este punto comienza el papel esencial de la literatura imaginativa y otras formas de escritura-seria. Estas fuentes confirmarán la mayor parte del análisis

que se puede desarrollar sobre el tema. Para cualquier lector familiarizado con la literatura española de la posguerra, debería estar claro intuitivamente que un segmento turbulento de la población residente manifiesta su desafección de la cultura franquista. Este segmento comparte las motivaciones que hay tras la emigración a pecar de no haber emigrado, y sus pautas psicológicas compartidas formarán parte del material que me propongo discutir explícitamente en los capítulos siguientes. A pesar de todo,mi discusión tratará de interesar a todos los lectores cultos que crean que el tema del exilio es absorbente tanto en su vertiente literaria como en la humana, y que deseen adaptar mis formulaciones sobre evidencias literarias y modelos analíticos. Así pues, mi propósito no es repetir la abundante información objetiva que se halla a disposición de todos, y ttm centrada en 14descripción de las penas que afligieron a un selecto grupo de exiliados, cuya energía democratizadora y vigor intelectual se reconcentró en un designio gigantesco de actividades, perdido para la madre patria. En vez de ello, mi plan es tomar ocasionalmente préstamos de los estudios existentes y de varios ensayos claves, escritos por los mismos emigrados, que servirán de contra-modelos para mi propia descripción de la sensibilidad exílica. El crecimiento acelerado de la investigación sobre el exilio en España después de la muerte de Franco en 1975, paralelamente a la urgencia que marca el flujo torrencial de investigación histórica en otras áreas de la vida española contemporánea, da idea de un empeño ansioso por recuperar el pasado. Efectivamente, durante treinta y cinco años los españoles han estado en exilio respecto a su propia vida nacional, una vida renacida en la República de 1931, diezmada por la guerra civil y posteriores emigraciones, y parcialmente ocultada por la censura y la historiograf ía oficial. Mi propio estudio enfoca su exilio con categorías conceptuales y también marcos intuitivos que confío hagan visibles las percepciones inherentes en esa sociedad reprimida. A otro nivel, mi investigación probará el dolor que agujereó

a España, el cuerpo colectivo de sentimientos, lejos así de identificarlos sólo en las formas evasivas cantadas o narradas por los poetas y novelistas que quedaron detrás. Al buscar las actitudes intelectuales y emocionales que caracterizan al exilio interior. me doy cuenta de que en el transcurso de la discusión tienen que surgir problemas de enjuiciamiento y de evidencia válida. Pondré de relieve muchos de estos aspectos metodológicos, pero sin intentar sistematizar en exceso mis interpretaciones, ni mucho meiios adelantar una teoría del exilio. De manera seniejanlc.. los límites en la documentación deben tenerse en cuenta, no solamente porque ya hay tantísima información, sino por la razón obvia de que los ejemplos textuales exhaustivos pertenecen a la historia literaria, y mi objetivo aquí no es ese. En vez de eso propongo identificar los componentes axiológicos y psicol~gicos de una estructura mental común a muchas sociedades, autoritarias y de otro tipo. Esto significa describir los modelos de pensamiento y de respuesta entre los residentes alienados de una cultura, que pongo como modelo, y estos discretos proscritos demostrarán ciertos rasgos característicos que se pueden considerar homólogos al exilio de los emigrados. Desde luego, este enfoque se basa en la hipótesis de que la literatura constituye una importante expresión de pensamiento y de respuesta dentro de una cultura determinada. De hecho, se ha llegado a decir que la literatura es la voz de la cultura hablando consigo misma. Al aceptar este axioma, debo evitar, y de hecho evitaré, la terminología usual en las ciencias sociales, y trataré de buscar, en términos humanísticos, los valores y los sentimientos de un exilio que no se puede cuantificar, quizás la enfermedad más fundamental de las civilizaciones, y que tiene un claro ejemplo en la sociedad dictatorial española que se extendió desde 1939 hasta 1975.

CAPITULO I

HISTORIA Y SEMANTICA DEL EXILIO

El exdio es uno de los primeros fenómenos en la historia de la condición social del hombre. Los griegos lo practicaban en la modaiidad del ostracismo, UM tostumbre basada en votaciones secretas que decidían si el ciudadano debía ser desterrado. Por eso el origen del exilio involuntario ofrece una irónica lección a los observadores de las sociedades represivas que provocan el exilio! no fue la justicia ni la persecución, sino un proceso democrático lo que determinó la primera imposición de residencia y expatriación,. Por lo tanto, la palabra " e ~ o tiene n implicaciones negativas. Dado que mi interés radica en el modelo ofrecido por el contexto español, contexto marcado por su sufrimiento y fealdad, d e la pena recordar la perspectiva equilibrada ofrecida por Paul Tabori sobre la historia universal del exilio. Es "la historia dei Buen Samaritano y del horno homini lupus combinados; una historia de compasión y de caridad que corre pareja con la inhumana crueldad del hombre para el hombre" (1). Traducido a términos actuales, la opinión de la mayoría llama la atención sobre los inintencionados beneficios que se derivaron del desarraigo: la hospitalidad que se despertó en el país anfitrión no inferior a su hostilidad; la contribución llevada a cabo por

los emigrados a la vida literaria e intelectual de la nueva patria. Al buscar un enfoque equilibrado, Tabori nos recuerda el vínculo inmemorial entre exilio y conducta humana, vínculo patente en lo que conocemos de historia española, y quizás de otros lugares: algunassociedades primitivas practicaban la expulsión y que ciertas especies del reino animal, como los conejos, matan a miembros de aspecto distinto. Pero incluso si seguimos sus pasos retrocediendo en la historia y hacemos una pausa hacia el año 2000 a.J.C. en el cuento en papiro de Sinuhé, el primer caso de exilio registrado, vislumbramos un componente necesario del moderno desarraigo. El acto de echar a sus semejantes y el sentido de obligación personal de emigrar están ambos arraigados, al parecer desde el origen, en los princi'pios fundamentales de ciertas naciones. La crónica buena de todas las naciones también ha sido citada p o s t o d o s los estudios religiosos y literarios -los judíos, los puritanos, Ovidio, Dante, Voltaire y así sucesivamente. La experiencia espagola, desde el Conde Julián en el siglo VII, y del Cid en el siglo XI, a través de los siglos, ha sido ampliamente tratada por Juan Goytisolo y Vicente Lloréns, entre otros. ' Dado el contenido múltiple del fenómeno del exilio, el hispanista puede aprovecharse de la rigurosa atención que le presta Tabori a sus variaciones semánticas. El emigrante o emigrado es una denominación frecuentemente asociada a las salidas de principios de la época moderna y anteriores al siglo XX;el refugiado, la persona desplazada ("P.D."), y los "fugitivos de la injusticia" evocan los trastornos derivados de la segunda guerra mundial; los buscadores d e asilo no se hallan reconocidos en los protocolos, y generalmente tienen que pedir una oportunidad de supervivencia y asimilación. En el vocabulario de Tabori, el refugiado, o bien no tiene nacionalidad o bien se le identifica por su miedo a permanecer bajo la protección normal de su país, y por su negativa a quedarse. El exiliado significando una individualidad a diferencia de una condición- es una persona forzada a

abandonar su país o a permanecer fuera de su límites por miedo a persecuciones, pero, a pesar de todo, una persona que espera regresar cuando las circunstancias lo permitan. Estas diferencias léxicas y substantivas se ven complicadas por la terminología española, que incluye desterrados, exiliados, emigrados, transterrados, peregrinos, despatriados, y transplantados. Cualquier mérito que pueda haber en ser partidario de estas distinciones, o por el contrario, en embarcarse en un estudio filológico de su sinonimia relativa, tal esfuerzo no será de ninguna ayuda para mis argumentos en este caso. Me propongo ofrecer interpretaciones relacionadas con la literatura y el exilio, una discusión en la que la palabra "exiliado" debe aparecer tantas veces como la pura conveniencia me fuerce a utilizar tantos sinónimos como puedan hallarse a fin d e conservar una apariencia de estilo crítico. No sólo la historia política del exilio territorial será secundaria para mis propósitos, y quizá por eso perdonand o una cierta negligencia en los términos, sino que mi tesis intentará reunir éxodo y residencia en una más amplia y general experiencia exilica cuya estructura central admite todas las formas de migración, física y psicológica, espacial y emocional, externa .e interna. Esta estrategia debe por supuesto reconocer la diferencia entre el exilio territorial y el exilio interior o espiritual, pero también hallará más útil un vocabulario que encubra distinciones entre, digamos "emigrado", "exiliado", y "refugiado" a fin de hacer hincapié cobre la separación respecto del centro que toda condición de marginalidad, falta de integración y alienación tienen en común. La semántica, sin embargo, tendrá que preocupamos de otra manera. El término "exiliado" se convirtió, durante la dictadura franquista, en una palabra en clave que evocaba asociaciones contradictorias. Usada normalmente, connotaba guerra y política refiriéndose, primero, al éxodo republicano de 1939, y después, o bien a la oposición política o bien al olvido. Pero en la criptografía de los significados a medias palabras, "exiliado" des17

encadenaba un conjunto de connotaciones subsiguientes que funcionaban según cómo se considerara la guerra civil. En el espíritu de los vencedores, agnificaba traición, y la impresión de que los emigrados ya no eran verdaderos españoles. Este punto de vista mezclaba sentimientos de hostilidad y desprecio con indiferencia, y siguió creyendo que la ausencia era permanente y sin ningún impacto en el futuro de España. En el espíritu d e los derrotados, "exiliado" significaba campos de detención franceses, sufrimientos físicos como refugiados, injusticia mientras se afincaban de nuevo, o repatriación después de la guerra. Entre el grupo de los vencidos el exlio significó, para los emigrados proletarios, una nueva vida y la probabilidad de que sus hijos lograran una total asimilación, Para los intelectuales, significó ser testigos de cómo una energía transplantada continuó floreciendo, y conocer Ndolor de ser invisibles para la España residencial. En resumen, la España franquista se horrorizó de la mancha del exilio y declaró tabú la importación de sus publicaciones. La España republicana se desvaneció en el recuerdo y sus partidarios se alejaron mentalmente de la realidad geográfica. Hasta los años sesenta, la mayoría de los emigrados se negaron a visitar la Península, y a cambio, la España oficial evitó mencionar públicamente los nombres de las celebridades exiliadas. Mientras que algunos exiliados se agitaban contra el régimen, todos se vieron perjudicados por su agresividad ante los ojos de los nuevos patriotas, que creyeron en la propaganda del régimen y confundieron la parte con el todo. Finalmente, el término "exiliado" significó para los emigrados una percepción ambigua de su mndición, a la vez temporal e irrevocable. Ansiaban regresar de nuevo a casa y nunca dudaron de la legitimidad de su reivindicación de participar en una futura España democrática. Pero sabían, como tal vez los españoles residentes no lo supieran tan bien, que ni los exiliados ni el país serían nunca los mismos. Estas implicaciones fueron ciertas sobre todo durante

los años cuarenta y cincuenta. Desde entonces el problema vino a complicarse con otras fonnasdeseparación. Finalizando la década de los cincuenta una segunda generación de jóvenes escritores, así como trabajadores esañol les de todas las edades empezaron a marcharse. El hecho de que el exilio difiera de otras fonnas voluntarias de emigración indica la importante distinción entre los motivos poiíticos y económicos. A primera vista la diferencia parece crucial. La etimología de exilio, del latín solire, "saltar", evoca la naturaleza agresiva del acto: echar fuera, desterrar, provocar un salto forzado desde el propio hogar o el propio país; y por extensión el de una persona que es expulsada por una autoridad. Pero jcómo podemos separar la segunda oleada migratoria de las condiciones dictatoriales que la provocaron? Las presiones del desempleo y la censura suscitaron descontentos semejantes a los que conocieron los republicanos. Además de los exiliados que se vieron forzados a huir temiendo por su vida, tanto el grupo voluntario como el involuntario compartieron la misma orientación con respecto a la dictadura, aunque el trauma de la partida variaba considerablemente. Por eso, la distinción entre las emigraciones basada en la b-uena voluntad, parece forzada. Hay una razón todavía más importante para considerar todos los exilios del período franquista como un rnacrofenómeno. Las implicaciones pscológicas de la separación tienen un interés mayor que su causa momentánea, porque los sentimientos duran o evolucionan y constituyen la esencia de la experiencia exilica a ambos lados de la separación. Una vida edificada cobre la escisión, deja las mismas cicatrices ya sea por éxodo involuntario o por emigración detiberada. Por lo que respecta a la nación y sus heridas, queda dañada por la pérdida de sus ciudadanos activos sin que cuente de qué manera los pierde. La semejanza se hace más acentuada en un enfoque que tenga en cuenta la filología: la palabra española exilio es un galicismo moderno en vez del término antiguo destierro, literalmente, un traslado desde la propia

tierra, y por lo tanto un desplazamiento obligatorio que pone el acento sobre la "aterritorialidad" de lasituación. La misma desvinculación respecto a las prerrogativas nacionales se anuncia en el título de la novela Juan sin tierra (1975), del autoexiliado Juan Goytisolo, en la que la pérdida política y cultural llega al extremo de abandonar la lengua nativa. El daño psicológico y cultural sufrido a ambos lados de la frontera está pobremente expresado por un vocabulario diferenciado. La convergente semántica del exilio al nivel más profundo describe a la mayoría de los emigrados en una dislocación común respecto de España y de sí mismos sin tener en cuenta si se marcharon en los primeros tiempos de la era franquista o más tarde. Y el tener o no tener 1a.opción de regresar tenia poco efecto sobre las mutaciones causadas por el tiempo, que n o permaneció inmóvil h$para el individuo ni para los historiadores elegir el término exiliado para contextos políticos, emigrado para contextos personales y económicos, y transterrado -una invención de José Gaos adoptada por Max Aub y por otros- para el contexto filosófico de lealtad a la propia tierra espiritual: la propia lengua. Tales usos nos recuerdan que los matices del término "exiliado" se multiplicaron después de 1960, y que un cuidadoso estudio de cada etapa semántica antes y después está esperando todavía a algún diligente erudito. La tarea en s í de estudiar las frecuencias semánticas puede arrojar una luz sobre e1 estado conceptual de las costumbres en un determinado periodo histórico. Y hasta puede describir la evolución de actitudes a lo largo de una dictadura de cuarenta años. Por ejemplo, el context o y las veces que aparece la palabra "exilio" en los años cuarenta puede compararse con su empleo en los años cincuenta. La evocación en ellos de la derrotada República podría ser contrastada con la frase "la España peregrina", inventada por el exiliado José Bergamín y adaptada en España por la burocracia franquista en los años sesenta durante una campaña para rehabilitar a los expatriados. Las modificaciones personales de Bergam ín

de la palabra "peregrino", tienen que ser comparadas con ciertas condiciones, desde 1960 en adelante, es decir, cuando el plan de estabilización del régimen empezó a dar resultados -condiciones tales como redescubrir a 10s escritores proscritos, como García Lorca y Hernández y la mención cada vez más frecuente en la prensa española de los escritores exiliados. Podría hacerse un fascinante estudio de las referencias periodísticas a Picasso y a Casals desde 1945 en adelante: las opiniones de estas figuras simbólicas que rehusaron regresar a España en vida de Franco, la fecha exacta en que se las reclamó corno parte de una herencia perdida y las razones por las que su "españolidad" se exigía de una manera tan posesiva. El problema de cómo esta historia semántica tiene que ver con las implicaciones psicológicas del exilio puede expresarse de otra manera. ¿Que circunstancias, a mediados de los años sesenta, permitieron a la palabra "exiliado" ganar tolerancia o simpatía en primer lugar, y después respetabilidad,~de qué manera se hallaban relacionadas estas circunstancias con acontecimientos tales como el callado regreso de los emigrados, no solamente de visita, sino para comprar apartamentos, y en el caso de los escritores el volver a publicar sus libros para un público español? El regreso del exilio, de los comunistas Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri, una idea impensable después de la muerte de Franco en 1975 e incluso después del Decreto de Amnistía en el verano de 1976, ¿se hizo posible solamente por la fuerza lógica de los acontecimientos políticos? o ¿había existido un clima de opinión distinto durante un largo periodo, que hizo muy probable lo impensable? (2). En otras palabras, es una visión muy superficial la que mira el primer año del reinado de Juan Carlos en 1976 como el final del exilio, el año en el que figuras de renombre como Madariaga y Snchez Albornoz regresaron para recibir todos los honores, incluyendo la admisión en la Real Academia, y en el que Guillén ganó el Premio Cervantes. Tras la re-

presentación de AdefCasarjefe de CssaresBuiroga,se~u menos espectaculares que rse remmkron a -jcuúido?¿a la primera representación de una obra de teatro de Loma, Yerma, en lWI? Tras 1a historia conceptud.de1 exilio hay un desanoIlo psicológico colectivo. Una atmosfera en evolución condiciona actitudes y decisiones futuras. h resultados de esta preparación se hicieron patentes hacia 1977, un año en el que la transición democrática estaba decididamente en camino, y en el que las implicaciones del térmmo AAexiliado"se habían transformado considerablemente. Tres ejemplos con un nuevo matiz bastarán. En un estudio sobre ~cr'&isis del estodo franquista, los pmfaores Esteban y &$pez Guerra, describían e1 d a d o enclave intelectual de'f 970 como viviendo "condenado al exilio interior" (3). Un vida cultural utilizaba la frase de "emigrantes de la c tura espaíída" refiriéndose a los hombres de edad q regresaban a una Espaiia irreconocible que les resulta extraña; el artículo reservaba el término "exüiados en interior" para los escritores españoles que no se fuero nunca y que habían descrito la redidad viviente más

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h tres cssos hacen hin España residente, sin d había tennmado desde el ímpacto psicdógico terior. La nostálgica imagen del

vio nacer ilustra lo que Tabori llamaba "bacillicus emigraticusW,el virus de la del país cuya wkntia varía según la edad de la partida de cada uno. igual que otras caracCerí&,icasdel exilio, no se limitaea condiciones geográficas previas.