Exiliados y Desterrados

EXILIADOS Y DESTERRADOS DEL CONO SUR DE AMÉRICA 1970-1990 © Universidad de Chile XXXX XXXXX XXX ISBN XXXX N° de inscri

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EXILIADOS Y DESTERRADOS DEL CONO SUR DE AMÉRICA 1970-1990

© Universidad de Chile XXXX XXXXX XXX ISBN XXXX N° de inscripción: XXXXX Edición de textos Francisco Conejera Diseño y diagramación Blanco Pantoja Queda prohibido cualquier tipo de reproducción de esta obra sin autorización escrita del editor.

EXILIADOS Y DESTERRADOS DEL CONO SUR DE AMÉRICA 1970-1990 María Eugenia Horvitz y Carla Peñaloza (Coord.)

Índice Los exilios y destierros del Cono Sur de América. Militancias políticas, solidaridades y retorno

I. Solidaridades y Política Cristina García Gutiérrez Las calles españolas contra las dictaduras del cono sur: protestas, manifestaciones y conciertos María Eugenia Horvitz El Chile del Exilio 1973-1988: Desterrados, solidaridad y política Silvina Jensen Las luchas de los exiliados contra la institucionalización del terror en Argentina: desde la denuncia de la legislación represiva al repudio de la legalización de las desapariciones (1976-1981) Soledad Lastra El Estado y los retornos del exilio. “Privilegios”, conflictos y alcances de las políticas institucionales en Argentina y en Uruguay (1984-1989) Cristina Mansilla De las reconfiguraciones del discurso militante bajo el influjo del exilio y del derecho de asilo Pablo Yankelevich De exiliados a ArgenMex. Un recorrido por el exilio argentino en México

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II. La represión concertada entre las dictaduras Natalia Casola Los camaradas. La colaboración del PCA con el exilio del comunismo chileno

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Carla Larrobla El exilio tupamaro, un escenario de acción política. Trayectos políticos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en el espacio conosureño, 1972-1976 Carla Peñaloza Partir no siempre es sobrevivir: Refugiados del cono sur víctimas de la operación cóndor

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III. Las vivencias, los retornos Jimena Alonso Uruguayos en Chile: de la solidaridad al exilio (1970-1973) Enrique Coraza Uruguayos, uruguayos donde fueron a parar: los exilios en Europa y España 1973-1985 Silvia Dutrenit Momentos emblemáticos del exilio uruguayo: asilo diplomático mexicano y viaje de los niños Patricia Flier El largo regreso a casa. Historia de la experiencia exiliar de un trabajador bancario

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Carmen Norambuena Carrasco Esperanza Díaz Cabrera Irene Magaña Frade Exilio en cuerpo de mujer: experiencias de españolas y chilenas

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Loreto Rebolledo El exilio de la segunda generación

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Los exilios y destierros del Cono Sur de América Militancias políticas, solidaridades y retorno

El exilio político forma parte del terror que se ejerce por las armas de los poderes fácticos cuando la razón es superada por la fuerza. Es una expulsión que nunca es voluntaria, es la pérdida de una comunidad que no puede ofrecer seguridad. Nuestros poetas en América Latina, que por opción y por ideas sufrieron el exilio, han dejado algunas palabras que sirvieron para expresar esta pérdida. Mario Benedetti escribió: “Ayer pasó el pasado lentamente / con su vacilación definitiva / sabiéndote infeliz y a la deriva / con tus dudas selladas en la frente”. Con reflexiones como éstas los exiliados, emigrantes forzados, acompasaron sus días: Neruda, Mistral, las canciones de Quilapayún y de Intillimani, Pablo Milanés diciéndole a los Chilenos “yo pisaré las calles nuevamente”; el Cuarteto Cedrón; “El pueblo Unido jamás será vencido”, cantado con no poca amargura. Y los españoles republicanos, ahora con dos destierros a cuesta, y de nuevo Antonio Machado, ahora cantado por el amigo de los expatriados: Joan Manuel Serrat… y los versos de García Lorca y Miguel Hernández, asesinados en la guerra Civil. De estas memorias y nostalgias vivieron, y siguen viviendo, los que se vieron forzados a partir; dependían de las noticias que podían conseguir, porque lo que interesa no es lo oficial, lo que se quiere saber es lo que se esconde: los asesinados, los desaparecidos, la dificultad para subsistir. Nos hemos puesto a mirar desde el presente el periodo de los años setenta y ochenta en el Cono Sur de América En nuestros países, los destierros masivos no eran una costumbre. Las dictaduras de la “doctrina de seguridad nacional”, regímenes de excepción que aplicaron métodos del terror de Estado, perseguirán sistemáticamente a los contrarios, sembrando el miedo en las comunidades, obligando al asilo diplomático para asegurar la vida. Llevarán a una parte de la población a pasar las fronteras, muchas veces en la clandestinidad. En Argentina, Chile

Exiliados y desterrados del Cono Sur de América. 1970-1990

y Uruguay, un importante porcentaje de la ciudadanía salieron en un corto plazo. Tanto en Uruguay como en Argentina antes de la instalación efectiva de los regímenes de excepción. En Chile se produce con la derrota del Presidente Allende y de las fuerzas políticas de la Unidad Popular. Bajo estas circunstancias, fechar las salidas de los distintos países se hace más complejo: a Chile habían llegado los uruguayos, tanto los pertenecientes a los partidos políticos de izquierda como los miembros del movimiento Tupamaro, cuando el clima represivo se hizo patente al comienzo de los años setenta. Grupos de ciudadanos argentinos vivieron en Chile durante la Dictadura de Onganía y permanecieron hasta el Golpe de Estado der septiembre del 73. En el caso chileno, Argentina fue de los primeros lugares socorridos por los militantes; y luego, con la aplicación de las políticas neoliberales, el paso hacia Argentina por la porosa frontera del sur se mantuvo durante los 17 años de la Dictadura. En un principio, el exilio fue comprendido como una forma de salvar la vida. Los ciudadanos de estos países, que estaban acostumbrados a brindar asilo a los desterrados y perseguidos, o a los migrantes en general, no entendían lo que estaban viviendo. Lo que sabían provenía de experiencias vividas con otros y para otros, lo que causó una inusitada forma de tratar de resolver situaciones, convencidos de que estas circunstancias durarían poco tiempo. Las mejores experiencias, particularmente para los chilenos, fueron las manos tendidas por la solidaridad internacional, en un principio representadas por los embajadores de México, Francia y Suecia, que incluso rescataron personas de las manos de la policía. Se abrió un amplio espectro de posibilidades para los asilados y, más adelante, para los que fueron expulsados del país, luego de estar confinados en campos de concentración. La emigración de la “la pobreza y el terror” que se desencadenó en Chile, con el desempleo y el fin del “estado bienestar”, también fue acogida por los más de 60 gobiernos que brindaron la solidaridad a los expatriados y expatriadas. Paralelamente a la unión de fuerzas entre los países solidarios con los desplazados, se vio una unión de fuerzas entre las dictaduras, que se concertaron para la “Operación Cóndor”, costándole la vida a decenas de personas, principalmente de Argentina, Uruguay y Chile, que fueron secuestradas, devueltas a las policías políticas de sus respectivos países, torturadas, y finalmente asesinadas o desaparecidas. Esta práctica la siguió reiteradamente el Régimen de Pinochet, que con ayuda de diversos grupos atentó contra personalidades políticas del gobierno de la Unidad Popular, como el General Prat y su esposa en Argentina, y al ministro del Presidente Allende Orlando Letelier, luego de haberle quitado su nacionalidad, en Washington. Afortunadamente no lo lograron en otros casos. Un rasgo singular de estos exilios, el argentino, el uruguayo y el chileno, fue la solidaridad que se generó entre los grupos. Por una parte, el hecho de

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Los exilios y destierros del Cono Sur de América

que en los tres casos se diera que un importante contingente de músicos, pintores y académicos se contara entre los desplazados significó la organización de muestras de expresión en distintas áreas culturales: el exilio de artistas populares de la “Nueva canción Chilena” —Quilapayún, IntiIllimani, Los Parras—, el Cuarteto Cedrón, Daniel Viglietti; los pintores y escultores que crearon brigadas entre los exiliados de los tres países; le dio un cariz único a estas manifestaciones y afiató fuertemente la solidaridad. Pero por sobre todo, la búsqueda de la solidaridad política internacional para contener el terrorismo de Estado, a través del seguimiento y denuncia sobre las violaciones de derechos humanos —las prisiones, las casas de tortura y principalmente la situación de los detenidos desaparecidos—, logró aunar esfuerzos entre los desterrados de los tres países. Los chilenos lograron resoluciones de la Asamblea de las Naciones Unidas, la Unesco, la OIT y la OMS, condenando la violación permanente de los derechos humanos y conminando a la Dictadura a terminar con los crímenes. Uno de los esfuerzos coordinados por los exiliados del Cono Sur fue la condenación y el establecimiento de una jurisprudencia internacional especial y al reconocimiento del delito de lesa humanidad de desaparición forzada, perseguido por el Tribunal Penal Internacional, que derivó en la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas (1994). También el análisis de las derrotas de la vida política fue una temática de los desterrados, al poner en cuestión los lineamientos de los programas y expectativas que no se habían cumplido. Aunque a estas acciones solidarias y culturales, cuya noticia llegaba al interior de los países por la vía de las radios internacionales, de las agencias de noticias de los países democráticos, además del intercambio de ida y vuelta entre los del “interior y el exterior”, se opuso la propaganda contra las denuncias que hacían las dictaduras, tratando de enfrentar a unos y otros, dadas las supuestas buenas condiciones de vida de los exiliados, la relación se mantenía con bastante vivacidad. Sin embargo, esa confraternidad no se expresaría de la mejor forma con el retorno de los exiliados. A pesar de algunas aperturas de los gobiernos, como en el caso de Chile para entregar una ayuda para la instalación del retornado, en el espacio público fue menos efusiva la vuelta al país. Las políticas comunicacionales de las dictaduras habían surtido algún efecto y los dolores de todos los demócratas había sido lo suficiente fuertes como para producir las incompatibilidades. Es significativo tener presente estos desencuentros, porque los que venían con otras experiencias y visiones de los lugares donde habían estado, los afectos no daban abasto para la comprensión de la distancia. Desde el punto de vista de la historiografía es importante tenerlo en consideración, porque en los estudios que se han realizado, el exilio no aparece con claridad entre las violaciones a los derechos de las personas. No aparece como un “derechos a vivir en paz”, como dice una de las canciones queridas y populares entre los

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chilenos. Se hace difícil el solo pensar que el temor al terrorismo de Estado, a los crímenes, no toque al desarraigo, se hace difícil no ver en el exilio una posibilidad de mejoramiento cultural y social de cada persona. Más aún si consideramos que el destierro era la penalidad política más grave en la antigua Grecia, junto con no dar la debida sepultura a los cercanos. En esa cultura estamos inmersos todavía. Los antecedentes históricos y demográficos delimitan los perfiles de los destierros en el Cono Sur, y han sido de los primeros estudios realizados para precisar la proporción y el sentido, para las personas y las comunidades, de las acciones terroristas de las dictaduras. Las investigaciones han ido ganando en apertura y acercamiento a las víctimas de los exilios y la emigración forzada desde las perspectivas de la historia reciente y comparada, reconociendo las subjetividades de los desterrados que viven las experiencias de otros lugares, los modos de ser distintos y las solidaridades que les abren perspectivas para volver a pensar y sentir las convivencias democráticas. El campo de investigación sobre los exilios y las inmigraciones forzadas está cada vez más abierto por la multiplicidad de experiencias y creaciones que surgen de los distintos grupos de desterrados, junto al reconocimiento de los intensos dolores que la soledad y el desamparo pueden crear como una ansiedad suplementaria que necesita el encuentro con la comunidad real. La mantención del desarraigo por parte de las dictaduras agrega una nueva violación de la existencia de la persona que pierde todos sus derechos sociales y políticos. Aunque las investigaciones demuestran que la represión y el asesinato político son parte de la vida cotidiana de los exiliados, la suspensión de los miedos, los silencios y los dolores de la represión les recuerdan la naturaleza del terrorismo de Estado. Los trabajos presentes en este libro muestran estos distintos acercamientos, en que para alcanzar las hipótesis y objetivos se hace necesario el cruzamiento de metodologías provenientes de distintas disciplinas: la historia, la demografía, las ciencias políticas, la antropología y la psicología. El investigador va buscando los intercambios para dar cuenta de una problemática compleja, puesto que durante cierto tiempo se consideró que el resguardo de la vida física no producía el desarraigo; sin embargo, el sueño constante de una patria imaginada o las dificultades entre las distintas generaciones de la familia, hacía de la necesidad de buscar constantemente la cercanía con el país, algo muchas veces difícil o imposible. Este libro, así como las Jornadas de trabajo sobre el Exilio que se han celebrado desde el 2012, bajo el primer empeño de la Universidad de La Plata, no pretende ser reivindicativo, pero hay que subrayar que quiere ser un aporte a la memoria social. Se trata de recordar cada una de las violaciones a los derechos humanos, y a la vez enriquecer nuestro patrimonio colectivo

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de tantas historias que muestran la versatilidad de la memoria ciudadana, de adentro y de afuera, y de las dos orillas. De las diferentes historias de destierro y sufrimiento individual y colectivo, en que el terror y la precariedad fueron los flagelos más evidentes para las familias que emprendían el exilio, tratan las investigaciones que presentamos en este libro. Decidimos no hacer una recopilación por encargo, le pedimos a distintas investigadoras e investigadores que propusieran lo que estaban produciendo en el periodo que precedía a las Terceras Jornadas del Exilio del Cono Sur. Estos estudios han ido construyendo una visión interdisciplinaria que se verá representada en estas páginas. La historia, la demografía, las ciencias políticas, la antropología y las lecturas epistemológicas y filosóficas enriquecen los textos y han estado presentes en nuestras reuniones. El reconocimiento en que se debe situar los exilios y las migraciones forzadas en la historia, entre subjetividades y antecedentes precisados desde las distintas disciplinas, le han dado pertinencia y desarrollo a este campo de estudio. Del mismo modo, estas investigaciones se afincan en las representaciones de la memoria colectiva y sus vínculos con el respeto o las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Entre los autores hay algunos con contribuciones que desde hace tiempo han abierto esta arista de las consecuencias del terror de Estado. Las investigaciones sobre exilio y migraciones de Carmen Norambuena, que en Chile abrieron desde hace dos décadas estos trabajos, a los que ha sumado importantes publicaciones sobre el exilio español “en las dos orillas”; Pablo Yankelevich, que desde el Colegio de México ha investigado permanentemente el exilio argentino y ha propuesto preguntas teóricas y metodológicas. Loreto Rebolledo, que desde la Antropología y la Historia, usando la entrevista, ha trabajado sobre las voces del exilio, entregando importantes avances sobre estadísticas, necesarias para cifrar el número de desterrados, en estas páginas se refiere a la segunda generación, a los hijos/hijas. Silvia Dutrénit Bielous ha dedicado sus esfuerzos a mostrar los desarraigos y apoyos a los uruguayos o argentinos y la recepción solidaria del Estado Mexicano, su interés más reciente ha sido la segunda generación, en un libro dedicado a los niños chilenos en México, y que hoy recuerdan ese tiempo. Silvina Jensen ha tratado diversas aristas del exilio, entre los lugares de refugio, la solidaridad y el trabajo político solidario de denuncia y acuerdos internacionales que realizaron los exiliados, lo que en parte presenta en este libro. Enrique Coraza de los Santos investiga las migraciones, y tiene siempre presente estudiar el carácter y características del exilio en Uruguay. En investigaciones relativas a las migraciones, así como en la organización de las Jornadas para investigadores está, en un primer término, Patricia Flier, que desde la Universidad de La Plata en Argentina ha estado promoviendo

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los encuentros e intercambios, en este libro presenta la escucha en el testimonio y una propuesta metodológica de envergadura. María Soledad Lastra, también de la Universidad de La Plata, escribe un interesante capítulo sobre los retornos del exilio en Argentina y Uruguay. La investigadora de la Universidad de la República, Jimena Alonso, se refiere a los uruguayos en Chile entre 1970 y 1973. Carla Peñaloza, que ha producido numerosos artículos y contribuido a darle relieve a esta temática, se refiere al exilio chileno en Argentina y la represión instalada por la Operación Cóndor. Carla Larrobla trabaja sobre el exilio Tupamaro como escenario político entre 1972 y 1976. Cristina Luz García Gutiérrez presenta las situaciones vividas por los exilios del Cono Sur en la primera parte de la transición española a la democracia. María Eugenia Horvitz trata los problemas del terrorismo de Estado, las características del exilio entre la solidaridad y la política en la situación de Chile desde 1973. Y Cristina Mansilla Decesari presenta una investigación acerca del sentido de las reconfiguraciones del discurso militante como influencia del exilio, Se han ordenado los textos de acuerdo a tres ejes temáticos: I.- Exilio, Solidaridades y Política, que incluye los capítulos de Cristina García Gutiérrez, María Eugenia Horvitz, Silvina Jensen, Soledad Lastra, Cristina Mansilla y Pablo Yankelevich. II.- Exilio, La represión concertada entre las Dictaduras, con los capítulos de Natalia Casola, Carla Larobla y Carla Peñaloza, y. III.Exilio, Las vivencias, los retornos, con los capítulos de Jimena Alonso, Enrique Coraza, Silvia Dutrenit, Patricia Flier, Carmen Noranbuena y Loreto Rebolledo. La existencia de este texto se debe a los Encuentros que nos han hecho conversar, conocernos y obrar en común. Agradecemos particularmente a la Iniciativa Bicentenario del Campus Juan Gómez Millas, que nos entregó una parte del financiamiento para lograr este objetivo, al valorar este trabajo mancomunado que nos ha ligado y esperamos seguir. Igualmente le agradecemos a la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Chile por los recursos entregado sobre la misma premisa de contribuir al trabajo internacional. Tenemos una deuda muy importante con Francisco Conejera que nos ayudó de modo importante y decisivo a editar los textos. A la editorial Pehuén, en especial a Daniel Blanco, que ha publicado el libro. Santiago, Septiembre de 2016.

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I Solidaridades y Política

del

Las calles españolas contra las dictaduras Cono Sur: protestas, manifestaciones y conciertos Cristina Luz García Gutiérrez Universidad de Santiago de Chile Universidad Autónoma de Madrid

Son múltiples las manifestaciones, actos, artículos, en los que desde mitad de los años setenta hasta finales de los ochenta, se denunció desde España las violaciones de los Derechos Humanos cometidas en el Cono Sur. Al igual que desde el plano político, los partidos de la naciente democracia española usaron el contexto latinoamericano para generar opinión e introducir el lenguaje de los derechos humanos en su imaginario político; también en el plano de la sociedad civil, la transición a la democracia y los años posteriores sirvieron de fortalecimiento de una cultura cívica que se vivía en la calle, en las aulas o en las casas. Para entender el por qué de la gran cantidad de referencias sobre Chile y Argentina en esos años, tenemos que incidir en la especial relación que había con estos países en materia cultural e histórica, pero también en lo que implicó la emigración española antes y el exilio de ciudadanos de estos países a España. La comunidad exiliada latinoamericana en España era muy amplia. En el caso de Chile, debido a que el golpe se dio cuando todavía se vivía en una dictadura, los principales movimientos migratorios se produjeron hacia otras latitudes, especialmente el norte de Europa (República Democrática Alemana, Suecia, Bélgica…) mientras que en el caso argentino, la coyuntura en 1976 ya había cambiado y animó a venir a España a un gran número de exiliados.1 Si bien muchos de ellos denunciaron que la acogida oficial en España fue peor que la de otros países, es cierto que la lengua en común y esas raíces cul1. Sobre el exilio argentino en España véase Jensen (2010).

Exiliados y desterrados del Cono Sur de América. 1970-1990

turales e incluso familiares, hicieron que muchos optasen por España como lugar de exilio. Había una diferencia clara entre lo que era la acogida popular y la acogida oficial: “existe una gran dualidad entre la sociedad española; por un lado, que es bastante más hospitalaria con ellos que la del resto de Europa y, por otro, la superestructura jurídico-gubernamental que crea el máximo de problemas”.2 El contexto socioeconómico no ayudaba a la inserción de trabajadores en plena crisis económica. Eso hacía que incluso los partidos de izquierda tuviesen poco margen al plantear un cambio en el Estatuto del Refugiado. Carlos Villar, exiliado argentino en España, de cuarenta años y periodista de profesión comentaba: Son los partidos políticos los que más se podrían ocupar de nuestra situación, pero no sé si éste es un tema “político” y “simpático” para ellos. Se necesitaría una concepción muy internacionalista para que fuera así, teniendo en cuenta el paro que hay aquí dentro. A nosotros este argumento, que es el que normalmente escuchamos cuando se expone la situación, nos resulta particularmente doloroso, porque Argentina no puso ningún tipo de veto en ninguna circunstancia a la emigración.3 Este sentimiento de moneda que debía pagar la sociedad española a la sudamericana debido a la acogida de esos países desde finales del siglo XIX, y sobre todo después de la Guerra Civil española, está presente en varios de los discursos de los exiliados argentinos y chilenos de ese momento. Otros como, Eduardo Duhalde, planteaban que se trataba de contextos diferentes: “No pienso que los argentinos tengan ninguna deuda que cobrar. Las circunstancias políticas e internacionales son diferentes; la carga emotiva que producía la caída de la República en España no tiene parangón con la actual situación argentina, esto es algo muy claro”.4 Lo cierto es que desde el año 1974, pero sobre todo desde la muerte de Franco, España pasó de ser un país de emigrantes a recibir inmigrantes. Así definían en los medios este nuevo tipo de inmigración que se estaba asentando en suelo español: En general los latinoamericanos que viven aquí podrían catalogarse, al margen de su nacionalidad, en tres grupos: los perseguidos formalmente en sus países por haber desarrollado una actividad política o sindical; los profesionales e intelectuales que tienen que abandonar sus países al implantarse regímenes que ahogan todo tipo de actividad creativa y en2. Latinoamericanos en España: un hogar contra el miedo. Cuadernos para el Diálogo, Madrid, España, 22 abril 1978, p. 33. 3. “No llores por mí Argentina”. Opinión, nº 35, Madrid, España, 10 junio 1977, p. 35. 4. Ibídem, p. 36.

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Las calles españolas contra las dictaduras del Cono Sur

cuentran obstaculizado su trabajo y un lumpen especialmente localizado en la Costa Brava e Ibiza y que se pasea por las ferias folklóricas nacionales tipo Fallas de Valencia, Feria de Sevilla etc. traficando con cosas variadas, desde artesanía “hippy” a la marihuana.5 El número de exiliados era, y sigue siendo, un interrogante, ya que muchos de ellos entraban como turistas y mantenían así su condición con tal de no dar a conocer en la embajada o consulado su presencia en España. Como se apuntaba en un reportaje de la época: “en círculos argentinos en Madrid se baraja la cifra de 180.000, pero en realidad nadie los ha censado, con el mismo fundamento se podría decir que hay 300.000 o 50.000”6. Si eso era el caso de los argentinos, lo mismo sucedía con el exilio chileno. A la altura de septiembre de 1977, la Embajada de Chile en España solicitaba al Ministerio de Asuntos Exteriores de España: “la información más completa posible sobre el número de chilenos que han ingresado a España desde el 11 de septiembre de 1973 en calidad de asilados o residentes”.7 La justificación de la petición era la siguiente: “en atención a que, en muchos casos, su presunto desaparecimiento ha servido para montar una activa e injustificada campaña internacional contra el Gobierno chileno”.8 Tanto para la Embajada argentina en España, como para la chilena, los exiliados fueron un problema constante, ya que generaban un punto candente de información sobre lo que se vivía en los países de origen, algo que tuvieron que contrastar con una campaña informativa paralela. Por otra parte, los ciudadanos españoles, inmersos en los años de cambio que implicó la Transición, consideraron que las denuncias públicas y movilizaciones no debían circunscribirse solamente a los problemas internos, sino que, al igual que otros habían hecho con la situación española durante los años del franquismo, debían salir a la calle en contra de situaciones similares en otros países. El aporte del exilio, junto con el de muchos españoles, afilados o no a partidos y sindicatos u organizaciones de barrio, generaron núcleos desde donde reflexionar, denunciar y reunirse durante esos años. Hubo múltiples asociaciones en toda España, aunque las más importantes estuvieron en Madrid y Barcelona. Entre ellos podemos citar los Comités chilenos y uruguayos, la Asociación para el Estudio y Solidaridad con Latinoamérica (AESLA), los Comités de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA), con sedes en Madrid y Barcelona, o el Instituto para Estudios Políticos de 5. Latinoamericanos en España: un hogar contra el miedo. Cuadernos para el Diálogo, Madrid, España, 22 abril1978, p. 32. 6. Ibídem. 7. Carta del embajador de Chile en España al ministro de Asuntos Exteriores en España. 22 de septiembre de 1977. Sección España. Año 1977. Oficios. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (AMRECH). 8. Ibídem.

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América Latina y África (IEPALA)9. Los grupos de exiliados también crearon sus propias revistas, entre las que destacan para el caso argentino Presencia Argentina, y en el caso chileno Araucaria, ambas editadas en Madrid. ¿Cuáles fueron los modos y lugares desde donde realizar la denuncia de la situación que se vivía en Chile y Argentina? A pesar de que son innumerables y heterogéneos, se podrían agrupar del siguiente modo: las manifestaciones públicas en la calle, los comités de denuncia y, por último, la importancia que tuvo la música y el cine en el acercamiento de la realidad del Cono Sur. Analizaremos por tanto cada uno de estos aspectos en los acápites siguientes. El poder está en la calle: manifestaciones en contra de las dictaduras

Las manifestaciones en las que se mostró la denuncia de la situación que se estaba viviendo en Chile y Argentina tuvieron diferentes formas. Estuvieron aquellas que utilizaron las llamadas fechas clave, vinculadas a la historia de ambos países: fiestas patrias en Chile –18 y 19 de septiembre– y 25 mayo para los argentinos, y en el caso chileno, además, el 11 de septiembre, día del golpe. En estos casos se intentó o bien boicotear la celebración oficial que se realizaba en las embajadas y consulados, o bien realizar una celebración alternativa en la cual protestar sobre la situación en estos países. En el caso de Madrid, la estatua de San Martín fue un lugar de encuentro tanto para las manifestaciones chilenas como argentinas. El 11 de septiembre de 1976, la Agrupación Socialista Madrileña del PSOE organizó una manifestación en el entorno de la estatua situado en el Parque del Oeste: “La fuerza pública cerró los accesos a la zona de la Ciudad Universitaria donde se encuentra el Monumento al General San Martín, lugar previsto para la concentración, e invitó a disolverse a los grupos que trataban de acercarse al mismo, así como a las personas que procedentes de la parroquia universitaria, donde Monseñor Iniesta, obispo auxiliar de Madrid, había oficiado una misa por Allende, se dirigían hacia el monumento”.10 Al ser disuelta la manifestación que agrupaba a unas 2.000 personas, los manifestantes avanzaron por la calle Princesa para reunirse enfrente de las oficinas de la compañía estatal de líneas aéreas chilenas LAN, lugar también de encuentro para muchas de las protestas.11 Las oficinas de LAN en España sufrieron en varias ocasiones atentados con cócteles molotov durante los años que estuvo vigente la dictadura en Chile.12 9. El IEPALA editó algunos de los documentos más interesantes de las diferentes ODH argentinas en España, junto con documentos argentinos que se encuentran en su archivo (Amorós 2011) 10. “Incidentes en un acto en memoria de Allende”. El País, Madrid, España, 12 septiembre 1976. 11. “Manifestación Pro-Allende”, Arriba, Madrid, España, 12 septiembre 1976. 12. “A las 6 de la mañana del 18 de junio fueron arrojadas dos “bombas molotov” contra las oficinas de

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Las calles españolas contra las dictaduras del Cono Sur

En otras ocasiones se utilizaban otros foros, como teatros o estadios. En octubre de 1977 se realizó en la Plaza de Toros de Vistalegre un “Acto de solidaridad con los trabajadores latinoamericanos”, convocado por diversas centrales sindicales y partidos políticos. En el mismo acto, un representante de la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT) habló sobre la situación de los trabajadores de su país, solicitando a España que rompiese sus relaciones con todas las dictaduras del continente.13 En 1979, el acto para “recordar la muerte de Salvador Allende y rendirle un homenaje popular” se hizo en el cine Quevedo de Madrid, el cual llenó su capacidad, que rondaba las 2.000 personas. En este tipo de actos acudían todo tipo de exiliados políticos, pero mayoritariamente el público era local, lo que demuestra la afinidad del pueblo español ante las reclamaciones de justicia y de cese de las dictaduras al otro lado del Atlántico. Sobre este acto el embajador de Chile en España escribía al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile: “La gran mayoría de los asistentes no eran chilenos. Se veían banderas de los tupamaros uruguayos y de los sandinistas nicaragüenses. La única insignia partidista de origen chileno era la bandera del MIR. En la mesa presidencial había representantes de las juventudes de UCD, del PSOE, PCE y de la ex Unidad Popular chilena”.14 Los consulados y las embajadas, al ser el poder vicario de Chile y Argentina en España, eran el punto contra el que enviar todos los ataques, tanto en modo de misivas como de ofensivas directas. Las ocupaciones de las embajadas y consulados fueron continuas. Las mismas solían seguir el mismo esquema: un comité de solidaridad, o un partido político o sindicato, hacía el llamamiento para reunirse frente al consulado o embajada y desde ahí un pequeño grupo se introducía en el mismo, solicitaba hablar con el máximo responsable (cónsul o embajador) para entregarle un escrito dirigido a los gobiernos militares en donde se denunciaba la situación vivida en estos países. En algunos casos se aprovechaba para hacer pintadas condenatorias en el edificio, o repartir octavillas en la calle a la gente que pasaba. Este tipo de protestas solían ser muy efectivas, ya que en su mayoría fueron cubiertas por los medios de prensa y radiotelevisión. En la documentación diplomática podemos percibir la preocupación de las sedes por la inseguridad que este tipo de actos les ocasionaba. En muchos casos escribían a los ministerios de Exteriores del país pidiendo un refuerzo en la seguridad, o directamente al la Línea Aérea Nacional de Chile (LAN-Chile). También hubo una llamada anónima amenazando al director de LAN, Fernando Mansilla. Esta voz, y la que posteriormente reivindicó el hecho, tenían un inconfundible acento chileno. Se pide que se adopten las medidas necesarias para poner fin a las actividades políticas de los chilenos que se autodenominan ‘exiliados’”. Carta de la Embajada de Chile en España al Ministerio de Asuntos Exteriores de España, 19 de junio de 1978. Fondo España, Informes 1978, AMRECH. 13. “Acto de Solidaridad con los trabajadores latinoamericanos”. ABC, Madrid, España, 25 octubre 1977. 14. Despacho del embajador de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores. 26 de septiembre de 1979. Fondo España, Informes 1979, AMRECH.

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Ministerio de Interior Español advirtiendo de posibles concentraciones en fechas claves, como las anteriormente indicadas. A modo de ejemplo, podemos destacar la manifestación en contra de la Junta Militar argentina en Barcelona en 1979, frente al consulado, y por parte chilena, una campaña que se hizo a nivel nacional a los diez años del golpe militar. Así relataba el cónsul argentino en Barcelona la situación que se produjo el 18 de septiembre de 1979: Ayer, martes 18, alrededor de las 19:30 horas, un grupo de aproximadamente unas cuatrocientas personas organizó una manifestación por el Paseo de Gracia, con un recorrido de poco más de cien metros, deteniéndose alrededor de cinco minutos en el número 11 de dicho Paseo. En apariencia los manifestantes no eran argentinos, por lo menos en su gran mayoría, y que se trataba casi sin excepción de gente muy joven y de aspecto descuidado, que más parecía cumplir una consigna que expresar una convicción.15 En el despacho se adjuntaba un panfleto firmado por la Coordinadora Latinoamericana y Ecuato-guineana que había sido entregado por parte de los manifestantes, en el que rezaba: “Luchemos por la vida de los desaparecidos; No a la legalización del Genocidio”. En el caso del décimo aniversario del golpe chileno, hubo una coordinación a nivel nacional y numerosos ayuntamientos locales aprobaron mociones de censura contra el Gobierno chileno coincidiendo con el 11 de septiembre.16 La manifestación que se produjo en Madrid, en la que participaron más de 200.000 personas, abrió la portada del diario El País al día siguiente. En medio de una foto multitudinaria, destacaba una joven que estaba subida en los hombros de alguien, con las manos el alto. Más de veinte años después, el diario eligió esta foto como representativa en su colección de iconos de la historia del periódico. La protagonista de la foto recordaba, ante las preguntas del periodista, el por qué de esa manifestación: “Estábamos en contra de cualquier tipo de dictadura. Nosotros habíamos vivido una y sabíamos lo que era. No queríamos eso para nadie”. Navegando en su memoria, Virginia, como así se llamaba la chica de la portada, ahora ya una mujer madura, también nos introduce en las dos Españas que todavía convivían en esa época: “El cura de mi barrio me dijo que en vez de preocuparme tanto por los que estaban allí lejos, en Chile, tendría que cuidar de los que estaban allí cerca. Mi madre pensó que estaba loca, y mi padre me dijo que él no me conocía”.17 15. Carta del cónsul de Argentina en Barcelona al encargado de negocios de la Embajada. 19 de septiembre de 1979. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y de Culto de Argentina (AMRECA). 16. Despacho del embajador de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores de Chile. 22 de septiembre de 1983. Reservado. Fondo España, Informes 1983. AMRECH. 17. Extraído del especial del diario El País: La Mirada del tiempo: memoria gráfica de la historia de España y la sociedad española en el siglo XX. “Manifestaciones por la libertad”. . [consultado 27 septiembre 2015]. 18. La declaración en solidaridad con la protesta nacional se produjo en agosto de 1983, coincidiendo con la misma en Chile. El llamamiento estaba firmado por el Partido Demócrata Cristiano, Partido Comunista de Chile, MAPU Obrero y Campesino, Partido Izquierda Cristiana, Partido Radical, Partido Socialista de Chile, Convergencia Socialista de Chile y decía lo siguiente: “comprometidos en estos propósitos, llamamos a redoblar los esfuerzos unitarios tendentes a la democratización de nuestra patria e invitamos a participar en el Acto de Solidaridad con la Jornada de Protesta Nacional, el próximo jueves 11 a las 20 horas frente a la Embajada de Chile, en la calle Lagasca 88”. Carta del embajador de Chile en España al encargado de Política Bilateral del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. 17 de agosto de 1983. Reservado. AMRECH. 19. Esta iniciativa la dirigían un grupo de asociaciones de mujeres reunidas en el Centro Cultural de la Mujer en Madrid. Una vez se produjo el triunfo de Raúl Alfonsín, enviaron una carta felicitándole y anunciándole que “nosotras, mujeres españolas que sufrimos una situación parecida, seguiremos viniendo todos los meses a esperar una respuesta al lema que, recogido de las M. M. de Plaza de Mayo, hacemos nuestro: Ni olvido, ni perdón”. Carta de las Asociaciones de Mujeres al embajador de Argentina en España. 1 de diciembre de 1983. AMRECA. Años antes en 1978 un llamado de un grupo de mujeres españolas rezaba lo siguiente: “Un llamado de las mujeres españolas en solidaridad con las mujeres argentinas. Todas somos ‘las locas de Plaza de Mayo’”, en (Amorós, 2011, p. 187). 20. “Las centrales sindicales Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT) y la Unión Sindical Obrera (USO), celebraron una reunión en la Bolera Municipal de Cádiz, en la que estuvo presente el dirigente comunista Marcelino Camacho, y a la que asistieron unos 3.000 tra-

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caso de Barcelona, debido al gran número de exiliados chilenos que habitaban en la ciudad condal. El barco venía con una serie de averías producidas por el choque con un buque griego en el Mediterráneo, con lo cual llegó al puerto de Cádiz con una necesidad imperante de ser arreglado para poder continuar la travesía transatlántica. Con lo que se encontró la tripulación del Esmeralda fue con una ciudad preparada para boicotear la visita. Todos los trabajadores del puerto se declararon en huelga, desde los astilleros de La Bazán a los de la compañía estatal Astilleros Españoles S. A. (AESA) o los de Construcciones Aeronáuticas S. A. (CASA), en repudio de la presencia del buque escuela Esmeralda. Pero no fue sólo la presencia de los trabajadores en huelga, sino que a Cádiz se trasladaron lo más granado del mundo sindical español para apoyar el boicot. Incluso se invitó a Carlos Altamirano, quien viajó expresamente a la capital gaditana para protagonizar los diferentes actos que se hicieron en protesta de la presencia del buque21. Acompañando a Altamirano se encontraban representantes de la CUT, el exalcalde socialista de Valparaíso, el conjunto musical Quilapayún y los hermanos Parra.22 También hubo presencia de personas que fueron torturadas en el Esmeralda, o en los otros barcos que sirvieron de centros de detención. Entre ellos Carlos Lima23, dirigente sindical chileno, o el llamado “Don Panchito”, que no era otro que el sacerdote Francisco Puig.24 No era la primera vez que el barco tenía un rechazo en su recibimiento, ya se había encontrado con manifestaciones en muchos puertos e incluso con un atentado en Japón25. Los trabajadores de La Bazán gritaban: “Allende está presente”, “Chile mañana será libre” y otros abucheos referidos a Pinochet y a la situación chilena, así como contra las detenciones y torturas que habían sucedido en el barco. La prensa española en general entendió la visita del buque escuela chileno como una afrenta a la España democrática: La presencia de “El Esmeralda” en aguas españolas no parece oportuna para la recién estrenada democracia española. Sin embargo, no es bajadores. En la misma hicieron público un comunicado en el que informan que promoverán todo tipo de acciones de ‘boicot’ contra el ‘Esmeralda’” en: Carta del ministro consejero de la Embajada de Argentina en España al Departamento de Europa Occidental del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina. 12 de julio de 1977. AMRECA. 21. El viaje de Carlos Altamirano se hizo a pesar de que la Embajada chilena pidió expresamente al Ministerio de Asuntos Exteriores de España “que no se permita el ingreso al territorio español de la persona antes señalada”. Carta del embajador de Chile en Madrid al ministro de Asuntos Exteriores de España. 19 de julio de 1977. AMRECH. 22. “Esta tarde acto de solidaridad con el pueblo chileno”. Diario de Cádiz, Cádiz, España, 20 julio 1977. 23. “Carlos Lima, dirigente sindical: Yo fui torturado en el buque escuela Esmeralda”. Diario de Cádiz, Cádiz, España, 26 julio 1977. 24. “El sacerdote Don Panchito relata su detención en Chile”. Diario de Cádiz, Cádiz, España, 13 julio 1977. 25. “Buque prisión chileno en España”. Posible, Madrid, España, nº 131, 14 al 20 de julio de 1977.

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probable que las autoridades españolas se nieguen a reparar al hermano gemelo de “Juan Sebastián Elcano”. Tanto el código del mar, de ayudar a un barco averiado, como el carácter de “producto español” del “Esmeralda”, son factores a favor de que sea reparado en Cádiz.26 Incluso Hubo oferta de pagas extra a los trabajadores de astilleros, para que aceptasen arreglar los desperfectos del barco. Aun así les costó encontrar a gente para que lo hiciese. Para el agregado de prensa de la Embajada chilena, la campaña contra el buque estaba orquestada directamente por la URSS, y se atrevía a afirmar ante los medios que: “estoy en situación de asegurar que jamás, jamás, se ha torturado en ‘El Esmeralda’”.27 Esta opinión también era compartida por algunos sectores de la sociedad española. El periodista Emilio de la Cruz Hermosilla decía sobre la afirmación de que en El Esmeralda hubiese habido torturas: Es preciso salir del paso de la venenosa afirmación, porque ofende a la verdad y a una de las instituciones más honrosas de las Fuerzas Armadas de Hispanoamérica: la Marina de Guerra chilena. La Armada de Chile es una escuela de caballeros y un ejemplo de formación, competencia y patriotismo. También se omite cuidadosamente que el gobierno de la Unidad Popular tenía previsto hacer en la base naval de Valparaíso lo mismo que en Cartagena llevó a cabo el comunismo con los oficiales de nuestra Armada, sacrificarlos alevosamente en masa, lo que allá por fortuna pudo evitarse a tiempo. Asegurar que el “Esmeralda” fue cámara de tortura es creer que somos deficientes mentales los demás. Algún día, cuando se escriba la historia de este periodo, se esclarecerán muchos episodios. Entre tanto, quienes no se dejan arrastrar por la propaganda interesada ni por la demagogia fácil, tienen motivos para recordar la técnica que se emplea y que es la misma que utilizaba Goebbels: “Una mentira, repetida mil veces, se convierte en una verdad.28 La historia parece que no le dio la razón al periodista. Otras opiniones particulares incidían en la incoherencia de la utilización de los sindicatos para una protesta estrictamente política: No se deben utilizar los sindicatos y la huelga por motivos de esta índole. Porque si se quiere protestar ordenadamente contra el régimen chileno se constituya un movimiento legalizado de protesta, pero que no 26. “Esmeralda: con la tortura a otra parte”. Cambio 16, Madrid, España, nº 293, 24 de julio de 1977, p. 33. 27. Según el agregado de prensa de la Embajada de Argentina: La campaña contra “El Esmeralda” está organizada por la URSS. YA, Madrid, España, 12 julio 1977. 28. “La verdad de mil mentiras”, ABC, Madrid, España, 7 julio 1977.

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se utilicen organismos que tienen su razón de ser en otras motivaciones. La actitud politizada de nuestros trabajadores sureños, es una actitud radical, que de ser cierta debería ser utilizada contra los barcos y camiones de la gran mayoría de los países que no respetan o están alterando los Derechos Humanos. Es decir casi todos. Es necesario pues, una mayor ecuanimidad en las conductas. Democracia no significa decir no a lo que no nos gusta.29 Lo cierto es que, en los años de Transición, las huelgas tuvieron un carácter marcadamente político, y no sólo para marcar el ritmo de las reformas internas, sino también para demostrar que se encontraban lo suficientemente maduros democráticamente como para protestar en contra de otras situaciones que consideraban antidemocráticas. El Esmeralda era así un símbolo de la represión y su presencia en las aguas de una nueva España democrática causaba rechazo a todos los movimientos políticos, sindicales y sociales que estaban luchando por un cambio dentro de España. Podemos comprobar cómo esta situación que se dio con El Esmeralda no se dio ni antes ni después con los barcos de otros países, muchos de ellos en situaciones parecidas a la de Chile. Incluso el buque escuela argentino Libertad visitó durante los años de Dictadura varias veces las costas españolas, teniendo un acogimiento popular muy bueno. El mismo año que atracó El Esmeralda en la costa española lo hizo el buque escuela Libertad en Vigo. Los tripulantes fueron acogidos en una recepción con el Rey en La Zarzuela y rindieron homenaje a la estatua de San Martín y a la de la reina Isabel La Católica en Madrid.30 Los vigueses vivieron como una fiesta la llegada del buque. Colas de vecinos de la localidad se aglutinaron para visitar la embarcación por dentro, mientras los niños eran obsequiados con banderitas argentinas. Así relataba el cónsul argentino en Vigo lo que significó la llega del buque escuela Libertad: “La cálida recepción, emotivas despedidas y atenciones brindadas a los marinos argentinos durante su llegada, partida y estadía en Vigo y otros lugares de Galicia, por autoridades, personalidades, instituciones, prensa y población prueban, una vez más, la existencia indestructible de lazos de unión entre los pueblos de Argentina y España. Otra vez, nuestro Buque Escuela ha sido gallardo portavoz del fraterno saludo de Argentina a la madre patria”.31 Varias razones podemos argumentar para explicar la diferencia de trato entre los dos barcos y sus tripulaciones. Tanto para la clase política española como para su sociedad, fue Chile quien atrajo la mayor parte de las denun29. “Protesta laboral: Derechos Humanos”. ABC, Madrid, España, 26 julio 1977. 30. “Audiencia del Rey a la oficialidad del ‘Libertad’”. El Pueblo Gallego, Vigo, España, 4 noviembre 1977. 31. Informe del Consulado General de la República Argentina en Vigo al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina. Asunto: Presencia del Buque Escuela Libertad en aguas españolas. 9 de noviembre de 1977. AMRECA.

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cias en relación a las violaciones de los Derechos Humanos hasta 1978. Por otra parte, El Esmeralda no sólo era un barco de un país en dictadura, sino que expresamente había funcionado como centro de detención y torturas, lo que le daba un significado añadido. En la última parada del buque chileno en Las Palmas de Gran Canaria, la recepción no fue mejor que en Cádiz: Es interesante como, al día de hoy en la sociedad española El Esmeralda sigue sembrando la controversia. El nuevo alcalde de Cádiz, del partido Por Cádiz Sí Se Puede, se negó en fechas recientes a subir al barco que volvía a atracar en las costas gaditanas, como vemos la memoria de lo ocurrido en las dictaduras del Cono Sur y lo que significó en la España en transición sigue teniendo un peso en las percepciones de las nuevas generaciones.32 Congresos, conferencias y seminarios Otro punto interesante en la denuncia desde España a las dictaduras del Cono Sur durante esos años fueron los congresos, conferencias y simposios que atrajeron la atención de exiliados, intelectuales españoles, políticos de toda clase y partido, estudiantes; en definitiva, a gran parte de la sociedad española que quería reflexionar sobre conceptos como democracia, dictadura y solidaridad internacional. Durante los años que duraron las dictaduras de Chile y Argentina hubo innumerables encuentros de este tipo. A veces patrocinados por universidades, colegios profesionales o asociaciones vinculadas a los grupos de exiliados. De especial interés fueron la llamada Conferencia Mundial de Solidaridad, de la cual hubo una en relación a Chile y otra a Argentina. La idea de realizar una Conferencia Mundial de Solidaridad con Chile en Madrid, en el año 1978, partió de una reunión que se celebró ese mismo año en Moscú, donde participaron parte del exilio chileno, y que fue dirigida por el presidente del Consejo Mundial de la Paz.33 El dirigente sindical chileno Hernán del Canto, dijo después de esa reunión por radio Moscú: “Esta será la conferencia más grande, más representativa que logrará reunir a todo el espectro político ideológico del mundo contemporáneo. Será la muestra de mayor solidaridad, de mayor condena al régimen del Señor Pinochet”.34 No por casualidad se elegía Madrid. El dirigente comunista chileno Luis Guas32. “El alcalde de Cádiz se niega a subir al barcos de las torturas”, [en línea] Eldiario.es. 15 de septiembre, 2015. http://www.eldiario.es/andalucia/cadiz/alcalde-Cadiz-niega-barco-torturas_0_431157800.html [consulta: 27 septiembre 2015] 33. Carta del embajador de Chile en Madrid al ministro de Asuntos Exteriores de España. 18 de octubre de 1978. Fondo España, Informes 1978, AMRECH. 34. Ibídem.

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tavino, subrayó en una entrevista previa al encuentro: “La importancia que tenía la designación de Madrid como sede de la conferencia, por la significación del proceso y por la experiencia española hacia la democracia y por la solidaridad que el pueblo español, ha mostrado con la causa democrática chilena”.35 La Conferencia estaba planeada para los días 9, 10, 11 y 12 de noviembre y se contaba con que participasen como ponentes 350 personalidades extranjeras de conocida oposición al Gobierno chileno y para ello se utilizó la ayuda de la mayoría de los partidos políticos españoles. En un primer momento todos los del arco parlamentario menos AP.36 Esta situación hizo saltar todas las alarmas en la Embajada de Chile en Madrid, la cual veía cómo se iba a instalar en España el núcleo duro del exilio chileno, junto con apoyos internacionales de toda clase y amparado por el partido de Gobierno, lo que le iba a dar mayor legitimidad. Las gestiones para neutralizar la Conferencia se hicieron al más alto nivel. El Embajador comenzó enviando una nota al director general de Iberoamérica alertando sobre la situación y las consecuencias que podía tener para las relaciones bilaterales entre los dos países. Pero no sólo se quedó ahí la cuestión, sino que el embajador se entrevistó, para hablar sobre la reunión, con Marcelino Oreja, Rodolfo Martín Villa e incluso con el Rey.37 Si bien la Conferencia se acabó celebrando, las gestiones que realizó la Embajada ayudaron a reducir el perfil de la misma. El mayor castigo se produjo cuando, un día antes de su inicio, UCD, el partido en el Gobierno, anunció oficialmente que no participaría en ella, quitándole su patrocinio.38 Esto, junto con la coincidencia en el tiempo con la Internacional Socialista en Canadá contribuyó a la ausencia de muchas de las personalidades que se esperaban para los actos. A pesar de ello, figuras del peso de Carlos Altamirano, Hortensia Bussi o Luis Corvalán sí participaron en las jornadas, que comenzaron el día 9 de 35. “Convocada la Conferencia Mundial de Solidaridad con Chile en Madrid”. El País, Madrid, España, 31 octubre 1978. 36. La Conferencia se presentó en un acto el 19 de julio de 1978, en el Club Internacional de Prensa de Madrid, allí: “Se dio lectura luego a una parte de la lista de personalidades y entidades que se han adherido a la Conferencia y se agradeció a Unión de Centro Democrático, al Partido Socialista Obrero Español y al Partido Comunista de España, así como a otras organizaciones como Izquierda Democrática, el apoyo que desde la gestación de la idea prestaron para la realización del certamen mundial. Guillermo Medina, por UCD; Manuel Azcárate, por el PCE; Teresa de Borbón Parma, por el Partido Carlista, y Joaquín Ruiz Jiménez, líder de Izquierda Democrática, representaron a sus respectivas formaciones en la rueda de prensa, que contó además con la asistencia de las centrales sindicales Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores. La UGT ha brindado sus locales de la calle de Cadarso como sede de la oficina organizadora en Madrid”. “Madrid sede de la Conferencia Mundial de Solidaridad con Chile”. El País, Madrid, España, 20 julio, 1978. 37. Despacho del embajador al ministro de Relaciones Exteriores de Chile. 6 de octubre de 1978. Secreto. Fondo España, Informes 1978, AMRECH. 38. Además de la presión de la Embajada, pudo pesar que la Democracia Cristiana Chilena no participase en el encuentro.

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noviembre de 1978. Altamirano, ante la respuesta y apoyo de la Conferencia, dijo en la inauguración: “Tal vez pocas veces se haya congregado un número tan importante de fuerzas políticas distintas, de personalidades esclarecidas, intelectuales, religiosos, artistas y organizaciones sindicales, de mujeres y de jóvenes al conjuro de una palabra: Chile”39. Por su parte Luis Corvalán, que era su primera vez en España, se asombró de la cálida acogida del pueblo español: “Por motivos que son perfectamente comprensibles, para un chileno, para un latinoamericano, es conmovedor venir a España por primera vez, sentir el calor de la solidaridad de su pueblo y observar cómo este país tan entrañable ha tomado el camino de la democracia”.40 A pesar del buen ambiente del comienzo, las diferencias entre socialistas y comunistas mantuvieron la tensión durante los días que duró el encuentro. Hubo un incidente con la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), de tendencia maoísta, los cuales se retiraron de la Conferencia ante unas declaraciones que se hicieron contra el Régimen chino. La ORT expresó ante los medios: “el repudio a los participantes que aprovechándose de la hospitalidad española, utilizaron el acto para atacar a China, llamando inclusive a ese pueblo a levantarse en contra de su Gobierno”.41 Otros detalles pueden demostrarnos cómo las previsiones de público e impacto que se hicieron en un principio no fueron las previstas. Se pensó en el Palacio de los Deportes como el lugar donde se realizarían todos los actos y finalmente se optó por un espacio mucho más reducido: el Hotel Convención; la reunión terminó un día antes de lo esperado y las actividades culturales anexas a esos días no tuvieron mucha audiencia. La Embajada de Chile en España estaba satisfecha del resultado de su presión a todos los niveles: Estoy seguro que los dirigentes de la ex Unidad Popular no pensaron nunca en que nuestra acción pudiera provocar el mayor inconveniente a su conferencia. Este hecho tiene que haberles impactado muy profundamente, ya que les da a conocer que, por lo menos España, no es el país que ellos creían y que querían convertir en la capital o centro internacional de ataque al Gobierno de Chile.42 Según el embajador, la inclusión del MIR en los actos tuvo una repercusión negativa: 39. Carta del embajador de Chile en Madrid al ministro de Asuntos Exteriores de España. 18 de octubre de 1978. Fondo España, Informes 1978, AMRECH. 40. Ibídem. 41. Despacho del embajador de Chile al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, 17 de noviembre de 1978. Secreto. Fondo España, Informes 1978. AMRECH. 42. Ibídem.

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Un error cometido por los organizadores y que, en definitiva, me sirvió muchísimo para reforzar mis argumentaciones frente a los políticos y autoridades españolas, es que en la convocatoria se mencionó que el Chile Democrático estaba también formado por el MIR. En los momentos en que España vive una escalada de violencia terrorista sin precedentes, la presencia de un conocido grupo clandestino armado, constituyó un hecho irritante para numerosos sectores, especialmente políticos y castrenses.43 Menos de un año después de la Conferencia Mundial de Solidaridad con Chile, se produjo la Campaña de Solidaridad con el Pueblo Argentino, que contó con el apoyo de UCD, PSOE, PCE, UGT Y CCOO. Los actos duraron varios días y los organizadores lanzaron una campaña para que se consiguiese un millón de firmas de españoles para enviarlas junto con una carta a Videla exigiendo la liberación de todos los presos políticos y sindicales, el cese de la tortura, el pleno restablecimiento de los Derechos Humanos, la publicación de las listas de desaparecidos y la derogación de la legislación represiva y el estado de sitio.44 En la información aportada en el tríptico del encuentro tenían un lugar relevante los nombres de los españoles desaparecidos en Argentina.45 Como hemos podido comprobar, hubo una cantidad innumerable de actos políticos y académicos en esos años que reflexionaron sobre la situación que sufría el Cono Sur. Lo más interesante de nuevo es apuntar cómo, a pesar de que en muchos de ellos nos encontramos a importantes figuras del exilio, la mayor parte de la participación es local, lo que demuestra los importantes lazos de solidaridad y de compromiso que se generaron entre las dos orillas.

43. Ibídem. Esa relación entre ETA y el MIR volverá a hacerse presente en la preocupación del embajador de Chile en España por la similitud de ciertos atentados entre ambas organizaciones. En relación con el atentado producido contra la mayor de Carabineros Ingrid Oldercoch Berhard en julio de 1981, el embajador escribía lo siguiente al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile: “La forma de ser ejecutado el homicidio, con un tiro en la cabeza, el hecho de haber sido cometido en las cercanías de su domicilio, amén de otro detalles sobre la manera en que se realizó este ignominioso acto, permiten al suscrito considerar una evidente semejanza entre este hecho y la forma en que actúa el ETA en España. El grupo aludido se ha caracterizado por la selectividad de su acción, dedicada a las fuerzas del orden y seguridad, con el propósito de provocar a éste y crear un clima de tanta tensión entre uniformados y civiles, que al fin logran que la convivencia nacional no sea posible. Señalan la concomitancia cada vez más clara del MIR, con el terrorismo internacional y con ETA en particular”. Despacho del embajador de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores de Chile. 17 de julio de 1981. Reservado. AMRECH. Para más información sobre el tema véase: Re y García Gutiérrez (s/f ). “La colaboración violenta: las conexiones entre ETA y MIR”, en Azcona (Coord.), Emigración y relaciones bilaterales España Chile (1810-2015). Madrid: CSIC. (En prensa). 44. Despacho del embajador de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores de Chile. 15 de febrero de 1979. Fondo España, Informes 1979, AMRECH. 45. Campaña de solidaridad con el pueblo argentino. Libertad y democracia para Argentina. En: (Amorós, 2011, pp. 206- 209).

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La cultura como vertebrador de luchas transatlánticas Por último queríamos reflexionar sobre un aspecto de este intercambio que suele ser menos analizado al trabajar temas del exilio y de su aporte en el exterior, pero que tuvo una fuerza inigualable en la creación de imaginarios comunes. Nos referimos a los llamados productos culturales que, más que ningún otro agente transnacional, es capaz de cruzar fronteras con un mismo lenguaje universal que logra conmover a gentes de muy diferentes latitudes y unirlas en una lucha común. Esta parte que podríamos enmarcarla dentro de la llamada diplomacia cultural o soft power46 en las relaciones internacionales tuvo una importancia clave para entender la empatía que se generó entre dos realidades, la española y la del Cono Sur, aparentemente tan alejadas físicamente. Si Joan Manuel Serrat significó para toda una generación de latinoamericanos un canto a la libertad, en España también lo fueron las canciones de Violeta Parra, cantadas en los conciertos que dieron sus hijos durante esos años, o de grupos de la “Nueva Canción Chilena” como Quilapayún o Inti Ilimani. El poder oficial también intentó controlar esta ola de interés por la cultura chilena y argentina en España. Desde la Embajada de Chile se solicitó al Ministerio de Asuntos Exteriores de España la prohibición de la actuación de los Hermanos Parra en 1976,47 o requisar el material discográfico de la “Nueva Canción Chilena”, alegando que muchas de las grabaciones se realizaron durante la Unidad Popular con fondos CORFO, con lo cual se entendería que eran propiedad del fisco chileno y que su reproducción no se podría realizar sin la autorización del Gobierno chileno.48 Este control no surtió efecto y a la altura de 1978, en las segundas fiestas del Partido Comunista de España (PCE), el grupo Quilapayún actuó junto a Nicolás Guillén o cantantes españoles como Ana Belén.49 Unos días antes el mismo grupo llenó durante dos noches la Ciudad Deportiva del Real Madrid.50 Ese mismo año, el sello discográfico Moviplay sacó al mercado un número muy elevado de grabaciones de cantantes chilenos vinculados a la “Nueva 46. A pesar de que el llamado “poder blando” acuñado por Joseph Nye aludía principalmente a la capacidad de un Estado para hacer uso del mismo (Nye, 1990), consideramos que otros agentes del sistema internacional: ONGs, Partidos Políticos o grupos de exiliados, en este caso, pueden hacer uso del mismo para sus propios intereses. 47. “La embajada de Chile se atreve a solicitar al Ministerio de Asuntos Exteriores, que teniendo en cuenta los estrechos vínculos y cordiales relaciones existentes entre los Gobiernos de España y Chile, tenga a bien interponer sus buenos oficios ante las autoridades que corresponda para que estas prohíban la actuación de estos artistas comunistas”. Carta del embajador de España en Chile al ministro de Asuntos Exteriores de España. 13 de abril de 1976. Fondo España, Informes 1976. AMRECH. 48. Despacho del embajador de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, 22 de mayo de 1975. Reservado. Fondo España, Informes 1975, AMRECH. 49. “Medio millón de personas asistieron a las fiestas del PCE”. El País, Madrid, España, 3 octubre 1978. 50. Despacho del embajador de Chile en Madrid al ministro de Relaciones Exteriores. 27 de septiembre de 1978. Fondo España, Informes 1978, AMRECH.

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Canción Chilena”. Desde la Embajada se trasmitía lo siguiente al ministro de Relaciones Exteriores de Chile: “Esta embajada concuerda con US. acerca de la importancia que tiene la puesta en venta y difusión de una cantidad tan notable de grabaciones musicales referidas a nuestro país y que sin duda están destinadas a deformar la imagen de Chile, como parte de la bien sincronizada campaña internacional que se desarrolla en estos momentos”.51 La gira de los hermanos Parra el verano de 1980 fue seguida de cerca por la Embajada y enviaron información al Ministerio relatando con detalle los conciertos: “hacen gala de un repertorio evidentemente antichileno, destacando sus canciones de protesta además, de pseudocanciones en contra del Gobierno militar. Estas ‘giras’ son preparadas por entidades musicales controladas por el PCE”52. La información remitida llevó a la publicación del decreto de prohibición de ingreso de vuelta a Chile de los cantantes: “Estos antecedentes fueron puestos a disposición del Ministerio del Interior, organismo el cual ha comunicado a esta Dirección la dictación del Decreto Nº 297 de 25/8/80, por el cual se prohíbe el ingreso al territorio nacional a Luis Ángel e Isabel Violeta Cereceda Parra”.53 Si la música era la principal fuente de referencia en esos años de la cultura de protesta chilena, en el caso argentino fue el teatro. Muchos actores llegaron a España en ese periodo renovando el panorama de los escenarios con nuevas propuestas temáticas y novedosos métodos dramáticos. Entre ellos podemos destacar a Marilina Ross, Héctor Alterio, Nacha Guevara, Cipe Linkovsky, Los comediantes de San Telmo o la escuela de arte dramático que creó la argentina Cristina Rota y que se convertiría en la cuna de muchos de los actores españoles durante las posteriores décadas. Las letras argentinas también tenían un especial trato por parte de los lectores españoles. En noviembre de 1977 se organizó en Madrid una reunión al más alto nivel de escritores argentinos, entre ellos Jorge Luis Borges, Manuel Múgica Laínez, Ernesto Sábato y Julio Cortázar. Menos Julio Cortázar, que sí se manifestó públicamente en contra del Gobierno argentino en sus intervenciones públicas, el resto evitaron realizar declaraciones en este sentido.54 Desde el punto de vista cinematográfico, el cine de protesta chileno se hizo presente en cine fórums, festivales de cine de autor o proyecciones en colegios mayores. Dentro de las muchas creaciones que se proyectaron fue La Batalla de Chile, de Patricio Guzmán, la más aclamada por el público y la que generó más expectación en los medios oficiales. La película, que consta 51. Carta del ministro consejero de negocios de la Embajada de Chile en Madrid al ministro de Relaciones Exteriores, 29 de noviembre de 1978. Reservado. Fondo España, Informes 1978, AMRECH. 52. Carta del encargado de negocios de la Embajada de Chile en España al ministro de Relaciones Exteriores. 5 de agosto de 1980. Reservado. AMRECH. 53. Despacho del ministro de Asuntos Exteriores al embajador de Chile en España. 4 de septiembre de 1980. Reservado. AMRECH. 54. Carta de la Embajada de Argentina en España al Departamento de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina. 12 de noviembre de 1977. AMRECA.

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de dos partes (la primera: “La insurrección de la burguesía” y la segunda: “Golpe de Estado”), es una película documental que realizó el director chileno en los años de la Unidad Popular. En ella se mezclan las imágenes del momento junto con entrevistas a diferentes agentes sociales y políticos, y es acompañada por una voz en off con apreciaciones del director. La primera vez que se proyectó fue en la VIII Semana Internacional de Cine de Autor, que se celebró en Benalmádena (Málaga) del 5 al 14 de noviembre de 1976. El embajador de Chile en España escribió urgentemente al Ministerio de Asuntos Exteriores para que se prohibiese la exhibición de los filmes antedichos.55 A partir de ese momento, La Batalla de Chile pasó a la Junta de Calificación y Apreciación de Películas, es decir a la censura cinematográfica, que todavía en ese momento estaba a cargo de Ministerio de Información y Turismo. El 24 de enero de 1977 se emite un informe en el que se desestima la proyección del filme en las salas españolas.56 De los 7 censores, 6 la desestiman y sólo uno da un voto positivo pero condicionado a su exhibición en salas especiales. Eugenio Benito consideraba que el filme en sí no tendría problema, por su formato documental, pero la voz en off era “tendenciosa y panfletaria”, por lo que consideraba que “fundamentalmente el problema que se plantea es diplomático. Chile tiene embajada aquí”.57 Cuando se volvió a pasar por la Junta de Calificación unos meses más tardes, el mismo censor argumentó: “Si se entiende que no hay problema diplomático con Chile para dar esta película, no tengo ningún inconveniente en aprobarla tras la decisión gubernamental de legalizar al P.C.”58 Otra censora, Elisa Lara, argumentaba que: Aquel Chile fue indudablemente terreno de juego entre el comunismo y el anticomunismo, por encima del propio Presidente Allende, hombre sin duda honesto y bien intencionado. Situación repetida hoy en el mundo entero. Pero aparte de su oportunidad o no, en estos momentos de España, es evidente que no podemos aprobar un film contrario al Chile hoy representado diplomáticamente en nuestro país.59 55. Carta del embajador de Chile en España al ministro de Asuntos Exteriores, 30 de noviembre de 1976. AMRECH. 56. Expediente nº 85.630 del Ministerio de Información y Turismo. Dirección General de Cinematografía. Junta de Calificación y Apreciación de Películas. 25 de enero de 1976. Nº 318. Del secretario de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas al jefe de negociado de Distribución y Exhibición. Archivo General de la Administración (AGA). 57. Acta de la reunión de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas. 24 de enero de 1977, en: Expediente nº 85.630 del Ministerio de Información y Turismo. Dirección General de Cinematografía. Junta de calificación y Apreciación de películas. 25 de enero de 1976. Nº 318. Ministerio de Información y Turismo. AGA. 58. Acta de reunión de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas, 15 de abril de 1977. Sección: Junta de Calificación y Apreciación de Películas. Ministerio de Información y Turismo. AGA. 59. Acta de la reunión de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas. 24 de enero de 1977. Sec-

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Otros censores incidían en que era una propaganda marxista o comunista, utilizando indistintamente los dos términos (Jesús Carnicero y José Francisco Mateu).60 Fernando Merelo, guionista, consideraba tendenciosa la película y tergiversadora de la realidad de los años de la Unidad Popular: Si alguna vez se han manipulado las imágenes, es en este largo documental, azuzado por unas alocuciones en contraposición con la realidad. La huelga de los camioneros, los obreros del cobre, y las amas de casa no eran elementos fascistas sino chilenos también. ¿Dónde estaban esas masas que iban a dar sus vidas por Allende y por el partido comunista? Sin un verdadero, auténtico e indiscutible apoyo popular de las masas silenciosas, no hubieses triunfado Pinochet con parvos elementos.61 Cuando se volvió a pasar por la Junta de Calificación unos meses después, debido a que la película se visualizaba en dos partes, se volvió a desestimar por mayoría. Eugenio Benito fue el único que cambió su voto y entraron otros censores, como el padre reverendo Celedonio Gutiérrez Maroto, que consideraba que la película hacía una “exaltación del marxismo, llamado socialismo y de la figura de Allende”62. El fundador del NO-DO,63 Pío García Viñolas, también daba un voto desestimatorio por “el lenguaje aplicado, la forma de presentar los hechos y el momento político estimo no permiten aprobar esta película”.64 La lucha por la exhibición de la película no pararía con los dos informes desestimatorios. La productora que la comercializaba, Filmax S.A., envió una carta a la Junta de Calificación para intentar convencerles de la “objetividad” de la película: La película no es política, es un film totalmente histórico, y esa historia pasada e irrepetible es la que puede observarse en la pantalla. No es manifiesto político de ningún partido en particular, plantea y hace ver los juicios y opiniones más variados respecto a la gestión de Allende y su gobierno, desde el rechazo a su defensa, desde el apoyo a la contestación. En una palabra: la película, llena de objetividad, nos muestra un proceso histórico acaecido hace un par de años que es irrepetible.65 ción: Junta de Calificación y Apreciación de Películas. Ministerio de Información y Turismo. AGA. 60. Ibídem. 61. Ibídem. 62. Acta de reunión de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas, 15 de abril de 1977. Sección: Junta de Calificación y Apreciación de Películas. Ministerio de Información y Turismo. AGA. 63. Abreviatura de Noticiario y Documentales, noticiero que se proyectaba obligatoriamente en los cines españoles, entre los años 1942 y 1976, antes de cada película y que fue usado por el franquismo como propaganda oficial del régimen. 64. Ibídem. 65. Carta de Filmax al Ilmo. Sr. director general de Cinematografía de la Junta de Calificación y Apre-

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A pesar de que la Junta de Calificación se volvió a reunir y desestimó esta vez por 5 votos en contra y dos a favor la exhibición de la película, el presidente de la Junta de Calificación y Apreciación de Películas resolvió dejar nulo y sin efecto el dictamen desestimatorio que figuraba en el acta y, en consecuencia, quedó autorizada para salas especiales, mayores de 18 años exclusivamente, en versión original íntegra. Finalmente se aprobó para su exhibición en todas las salas comerciales el 28 de octubre de 1977. Como comprobamos, en estos años de transición española convivía una administración del Estado donde, con importantes figuras del antiguo régimen (censores) junto con una nueva dirigencia (en este caso el presidente de la Junta de Calificación) que, a pesar de los informes desestimatorios de la Junta, decide aprobar su distribución. Son especialmente interesantes las razones por las que los censores consideran que no se debía exponer la película en el año 1976-1977. La película se centra en un periodo de la Unidad Popular especialmente convulso y que ellos comparan con el que estaban viviendo en esos momentos en España. Por lo mismo, consideraban que transmitir el discurso de lucha de clases que se entreveía en la voz en off del documental no era, según ellos, recomendable en ese contexto. Así podemos comprobar cómo a partir de la mirada hacia el otro, en este caso el Chile de la UP, los diferentes actores de la transición española se posicionaban y buscaban paralelismos entre las dos historias, unos para sacar lecciones en positivo, otros en negativo. La película, que al día de hoy es considerada una fuente de primer nivel para analizar los prolegómenos del golpe de Estado en Chile, demuestra cómo los productos culturales son potentes agentes para crear imágenes que son adquiridas e interpretadas por diferentes colectivos, tanto dentro como fuera de las fronteras en las que se producen. Conclusiones Como hemos podido comprobar a lo largo de este trabajo, desde España, durante los años de las dictaduras de Chile y Argentina, hubo un continuo interés por lo que acontecía en esos países. Si bien otros trabajos se han encargado de trabajar lo que sucedió desde el Parlamento (Martínez y García, 2013), en éste queríamos centrarnos en la importancia del exilio como punto aglutinado de ideas y trasmisor de ellas. Diferentes organizaciones y asociaciones ciudadanas españolas no sólo acompañaron a este exilio sino que protagonizaron en muchos casos las luchas que consideraban legítimas de sus hermanos latinoamericanos. Los debates fueron tan apasionados, que demuestran cómo los que estaba sucediendo en el Cono Sur se sentía como ciación de Películas. (Sin fecha, pero tiene que ser anterior al 12 de junio de 1977). Ministerio de Información y Turismo. AGA.

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algo propio. El exilio tuvo una importancia clave en concientizar a todos los actores sociales españoles durante la transición española. Un tiempo que no hizo sino ayudar a incrementar los vínculos generados durante todo el siglo XX, una historia de emigraciones continuas entre las dos orillas que habían generado culturas políticas comunes y lazos de solidaridad que se reforzaban en situaciones de crisis (Norambuena y Garay, 2002). Si durante las dictaduras el interés fue constante, no lo fue menos al comienzo de los procesos transicionales en el Cono Sur. Estos vínculos que generaron el exilio chileno y argentino en España sirvieron posteriormente para iniciar procesos judiciales, como los denominados “Juicios de Madrid” en la Audiencia Nacional o para, actualmente, reabrir casos de justicia retrospectiva española en Argentina ante la imposibilidad de realizarlo en territorio nacional. Para analizar las propias coyunturas actuales, en las que se sigue generando un transvase de experiencias comunes entre las dos orillas, es necesario retrotraernos a las raíces de estos fenómenos. Esperamos que con este trabajo hayamos podido ayudar a incrementar el conocimiento sobre esta relación entre España y el Cono Sur en un momento transcendental de la historia de las dos regiones: la época de las dictaduras de la Seguridad Nacional, por un lado, y la transición democrática española, por el otro. Bibliografía Amorós, Mario (coord.) (2011). Argentina en el Archivo de IEPALA (19761983). Madrid: IEPALA. Jelin, Elizabeth y Langland, Victoria (Comps.) (2003). Monumentos, Memoriales y Marcas Territoriales. Madrid: Siglo XXI. Jensen, Silvina (2010). Los Exilados. La lucha por los derechos humanos durante la dictadura. Buenos Aires: Sudamericana. Norambuena, Carmen y Garay, Cristian (2002). España 1939: Los frutos de la memoria. Disconformes y exiliados: artistas e intelectuales españoles en Chile. 1939 – 2000. Santiago: Imprenta Von Plate. Martínez Lillo, Pedro y García Gutiérrez, Cristina-Luz (2013). “Derechos Humanos y política exterior: teoría y práctica del proyecto socialista”, en Soto, A. y Mateos, A. (Dirs.), Historia de la época socialista. España: 1982-1996. Madrid: Silex. Nye, Joseph (1990). Bound to Lead: The Changing Nature of American Power. Nueva York: Basic Books. Re, Matteo y García Gutiérrez, Cristina-Luz (s/f ). “La colaboración violenta: las conexiones entre ETA y MIR”, en Aazcona, J.M. (Coord.), Emigración y relaciones bilaterales España Chile (1810-2015). Madrid: CSIC. (En prensa).

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El Chile del Exilio 1973-1988: Desterrados, solidaridad y política María Eugenia Horvitz Universidad de Chile Caminante son tus huellas el camino y nada más Caminante no hay camino, Se hace camino al andar Al andar se hace camino y al volver la vista atrás Se ve la senda que nunca se ha de volver a pasar Caminante no hay camino sino estelas en el mar Antonio Machado Refiriéndonos al exilio que siguió al Golpe de Estado en Chile en 1973, entramos directamente en el camino de reparar la memoria de los errantes que, por razones de represión política o por la aplicación de políticas económicas de parte del Estado, debieron mantenerse desterrados. El exilio tiene un doble rostro: es un refugio contra el terror o la precariedad de la vida y es un duelo permanente. Este se representa en el sufrimiento de múltiples pérdidas: la comunidad histórica, los lugares de referencia cultural, del afecto familiar, la fraternidad de los próximos. La identidad se resquebraja y, afortunadamente, entran por los intersticios otras voces y lugares que van enriqueciendo al exiliado de modos de ser diferentes, de solidaridades, que le abren nuevas esperanzas para un reencuentro con los suyos y con el proyecto de ciudadanía que quedó inconcluso. También las expectativas producen nuevas miradas sobre las diferencias o la unidad cultural, expandiendo la capacidad creativa, la reafirmación de los valores democráticos y, en especial, la defensa de los derechos humanos. La expulsión del país ha sido menos estudiada en comparación a otras violaciones de derechos humanos, se podría pensar que el interés social e historiográfico se ha centrado en la muerte irreparable: los detenidos desapare-

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cidos, fusilados, y se deja en un segundo plano a quienes conservaron la vida. No obstante, el problema que se plantea se refiere más bien a cómo entender a la Dictaduras del Cono Sur, y en particular a la Dictadura cívico-militar que se estableció en Chile hasta 1990. La Dictadura mostró sus objetivos usando el terror en su primer acto: El bombardeo del Palacio de Gobierno: La Moneda. La decisión no tenía sentido militar, el Presidente estaba acompañado de una treintena de personas, entre ellas diez civiles que eran sus asesores más directos. El problema era otro, y tenía una doble connotación, el final de una democracia sólidamente asentada desde los años treinta del siglo XX, y el emblema de la presidencia de la República y su Presidente. Los sublevados, ya dirigidos por Pinochet, en las conversaciones que pudieron ser grabadas, insisten en la necesidad de ofrecerles un avión al Presidente Salvador Allende y a su familia, pudieron ser los primeros exiliados. Sin embargo, en el lenguaje soez de Pinochet en esa oportunidad, insistía que esta medida será necesaria “para matar la leva”. Pinochet parecía desde ese momento convencido de que el terror, y un ejemplo de abandono del Presidente a los suyos, eran cartas necesarias para hacerse del poder. El terror y el crimen contra los opositores se aplicarían durante una largo tiempo. Nos parece que lo primeros pasos para reflexionar sobre el exilio deben abordar el sendero del terror y las formas del poder político. Cuando hacemos alusión a la primera imagen y las primeras palabras del Dictador, a nuestro modo de ver, abordamos la investigación sobre los elementos fundantes del exilio, como decisión de Estado, en primer término, y la necesidad de los ciudadanos de conservar la vida y poder continuar la acción política por otros medios. Hannah Arendt, en La Promesa de la política, se refiere a estas temáticas diciendo: “El miedo surge de la impotencia general, y de este miedo provienen tanto la voluntad del tirano para someter a todos los demás como la predisposición de sus súbditos a soportar la dominación… Las tiranías están condenadas al desastre porque destruyen el estar juntos de los hombres: al aislarlos entre sí buscan destruir la pluralidad humana” (p. 105). La destrucción de la democracia exigía instalar el miedo y las expresiones de la fuerza de modo visible y vívido para toda la población. Se instaló muy rápidamente un aparato represivo que creó campos de concentración visibles, lugares de detención clandestinos, expulsiones masivas en universidades y la administración pública, todo unido a medios de comunicación complacientes y a Tribunales de Justicia que no ejercían su labor como lo enuncia y describe el Informe Valech sobre Prisión Política y Tortura.1 Por cierto, la violencia política, el exilio y la emigración no habían estado ausentes de la historia de Chile antes de 1973, pero la racionalidad de los 1. 2006, realizado bajo la Presidencia de Ricardo Lagos.

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métodos empleados por la Dictadura no habían sido conocidos en calidad y cantidad, dejando una memoria que resiste al olvido. Esta racionalidad consistía en la individuación de las víctimas sobre su pertenencia ideológica y política y, al mismo tiempo, en sembrar el terror para evitar la disidencia activa. Hoy sabemos que esta modernización del terror fue objeto de investigaciones en los que colaboró la CIA, y aún antes, fue materia de las enseñanzas y manuales que desde la Escuela de las Américas, con sede en Panamá, se impartía en cursos para los militares latinoamericanos que debían combatir a “los enemigos de la seguridad interna”. Esta pedagogía del terror tenía sus antecedentes en “las catástrofes humanas del siglo XX”, pasando por las guerras mundiales, las dictaduras europeas y la guerras coloniales. En 1975, cuando se reunió la comisión del Senado Norteamericano presidida por el Senador Church, luego de la renuncia del Presidente Nixon, se supo en el mundo, con la excepción de los chilenos en el interior del país, que el golpe de Estado contra Salvador Allende había contado con la asesoría directa de la CIA y que el Track Nº12 consideraba la necesidad de sembrar el pánico —la “operación ruinas”— en la población y ocuparse de difamar a las personalidades del gobierno destituido. Ambas acciones fueron puesta en ejecución de modo acucioso: el bombardeo del Palacio de La Moneda, en donde se encontraba el Presidente Allende, fue la demostración del uso indiscriminado de la fuerza para producir el terror masivo. En cuanto al descrédito del Gobierno diversas publicaciones sirvieron para este efecto, en particular el llamado Plan Z, según el cual serían asesinados los opositores al Mandatario derrocado, actos que serían llevados a cabo por sus partidarios políticos, personeros de su Gobierno, entre los que no faltaban miembros de las FFAA Con el tiempo hemos sabido que fue la obra de un historiador de derecha Gonzalo Vial. También el Bando Nº10 llamaba a diversas personalidades del Gobierno o dirigentes de los partidos a entregarse o serían ajusticiados al momento de encontrarlos. Los que estaban en funciones, o que habían sido encontrados, fueron enviados hacia el extremo sur del país a un lugar inhóspito, llamado Isla Dawson. En nombre de estas aseveraciones, las imágenes y las medidas extremas contra los personeros del Gobierno, fueron llevadas a los campos de concentración, más de 100.000 personas, y otras fusiladas o hechas desaparecer, como fuera el caso de la mayor parte de los prisioneros capturados el 11 de Septiembre en La Moneda. El ciclo de “la moderna” represión política comenzaba sin referencias históricas en un país que había sufrido en múltiples ocasiones periodos de violencia política (1830, 1851, 1859, 1891, 1924-1931), que por cierto habían tenido sus muertos y exiliados. Sin embargo, esos actos violentos “no alteraron el que se puede ver, a la larga, como un desarrollo esencialmente 2. Informes del Senado norteamericano: Comisión Church (1975), Comisión Hinsley (2000) y documentos desclasificados de la CIA y de la correspondencia diplomática.

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lineal hacia un mayor nivel de competitividad y participación” (Moulián 2006. P.175). En cuanto a estudios comparativos sobre la violencia en el Tercer Mundo, Chile aparece con un bajo índice de conflictividad hasta 1973. El análisis histórico de nuestro “violento siglo XIX” muestra los reacomodos de las elites para asegurarse el poder de las instituciones del Estado, entre la conservación de los modos de ser tradicionales y la modernidad liberal, hasta llegar a enfrentarse en una guerra civil en 1891 entre proyectos políticos y sociales referentes al desarrollo del país, que llevaron a una división de las FFAA, dejando una secuela de cientos de víctimas civiles y militares. Las políticas represivas en el siglo XX fueron destinadas a contener a los movimientos sociales emergentes y a los dirigentes políticos que entre 1924 y 1931 conformaron un arco bastante amplio que fue desde liberales a comunistas que se proponían echar las bases de una institucionalidad democrática, lo que se logró terminado los conflictos. Esta institucionalidad tuvo cortos periodos de excepción, emparentados con la guerra Fría en su periodo Macartista, con la exclusión del Partido Comunista, través de lo que irrisoriamente se llamó Ley de Defensa de la Democracia y popularmente “Ley Maldita”. Entre los efectos de dicha ley hubo hitos premonitorios de lo que ocurriría en 1973: se inauguró por primera vez un campo de concentración en la localidad de Pisagua, que según confesión propia lo tuvo a su cargo Augusto Pinochet por un corto tiempo, lo que no olvidó, puesto que estuvo entre los primeros campos de concentración de la Dictadura. También debió exiliarse en ese tiempo, el senador comunista Pablo Neruda, que en su Yo acuso en el Parlamento chileno y en sus obras: El Canto General de Chile y sus memorias, Confieso que he Vivido, relata sus recuerdos del exilio y de la solidaridad recibida de tantos en el mundo. Sin embargo, como lo piensa Moulián, los periodos de violencia o exclusión no impidieron el reforzamiento de la democracia en sus expresiones políticas y sociales. El Frente Popular, entre 1938 y 1948, amplió las libertades públicas y los derechos económicos, sociales y culturales en el país, erigiendo un estado bienestar que fue consolidándose hasta llegar a su representación más profunda en la década de los 60. Esta continuidad se expresó de manera clara en los gobiernos de Eduardo Frei Montalba y Salvador Allende, que pusieron el acento en el desarrollo de los servicios públicos de educación y salud, la extensión de los derechos previsionales. En el caso del gobierno de Allende, la nacionalización de los yacimientos de cobre en manos de empresas norteamericanas y la consolidación de la reforma agraria le valieron una poderosa oposición interna y externa. Como lo expresara Henry Kissinger en sus Memorias, Chile representaba el peor de los ejemplos para América Latina. En la misma época, el derecho a sufragio se extendió a los ciudadanos —hombres y mujeres— a partir de los 18 años y a los analfabetos. Según el historiador Eric Hobsbawm:

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En Chile, el enemigo de los EEUU era la unión de una izquierda de socialistas, comunistas y otros progresistas, es decir, lo que la tradición europea ( y en este caso, chilena) conocía como un ‘frente popular’. Un frente de este tipo ya había ganado las elecciones en Chile en los años treinta, cuando Washington estaba menos nervioso y Chile era un paradigma de constitucionalismo civil... Agregando a propósito del derrocamiento de Allende: Trajo a Chile los rasgos característicos de los regímenes militares de los años setenta: ejecuciones y matanzas, grupos represivos oficiales y para oficiales, tortura sistemática de prisioneros y exilio en masa de opositores políticos. (p. 441) Por otra parte, algunos historiadores chilenos de tendencia conservadora consideran que el Golpe de Estado tuvo sus razones en un quiebre institucional, producto de la excesiva ampliación de las libertades y derechos públicos y privados que no iban de la mano con las escasas posibilidades de expandir la riqueza económica sin despertar un conflicto de magnitud con los sectores sociales que veían amenazado sus intereses. Estos análisis, así como las formas empleadas para la represión política le han dado a la Dictadura de Pinochet una cualidad especial internacionalmente, en comparación con los terrorismos de Estado instalados en las décadas de los setenta y los ochenta en América Latina y en otras latitudes del mundo. Nos referimos a la calidad de los problemas, puesto que los números de prisioneros en campos de concentración, detenidos desaparecidos, torturados, exonerados, exiliados o inmigrantes por razones económicas en el caso de otros países podrían ser de mayor magnitud. También debe considerarse la política económica, “el Shock de los Chicago Boys” como se la describe coloquialmente en Chile. En cuanto a la cantidad de migrantes chilenos, la Iglesia Católica en 1981, aseveraba que el 10 % de la población se encontraba en el exilio, algo más de un millón de personas, basándose en los registros del Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas.3 El anuncio de la Iglesia respondía a la petición de los exiliados políticos de volver al país o cuando menos a tener el derecho de transitar libremente con un pasaporte nacional. La mayor parte de los exiliados portaban un documento de identidad como refugiados —el blue jeans, por el color y género que los recubría4— o un pasaporte chileno que llevaba una letra “L” impresa en grandes caracteres y en la parte de las observaciones rezaba: “ válido para circular internacionalmente con la excepción de Chile”. La letra L equivalía a la exclusión de la comunidad, seña y contraseña que recordaba la “letra escarlata” puritana, la casulla de la Inquisición o la estrella de David de la época nazi; pero más todavía impedía a su portador pisar 3. Más tarde, otros estudios, como los elaborados por La Dra. Carmen Norambuena, consideran algo más de 400.000. 4. Ver anexo.

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el territorio nacional. También, la dictadura había señalado a un grupo de esos exiliados con sanciones mayores, privándolos de la nacionalidad, en un gesto que mostraba conjuntamente, la autoimagen de perennidad que tenía el Régimen y la inexistencia de la acción de otros poderes del Estado, particularmente los Tribunales de Justicia que en apariencia seguían funcionando.5 Es necesario hacer presente que un grupo no determinado de estas personas había abandonado el país buscando refugio debido a las transformaciones económicas que habían destruido el estado bienestar. La aplicación de políticas neoliberales fueron impulsadas por un grupo de economistas formados en la Universidad de Chicago, bajo la dirección del profesor Milton Friedman. Chile, para muchos el primer laboratorio de estas políticas, se adelantaba a las puestas en práctica en Inglaterra por Tatcher y en los EEUU por Ronald Reagan. En el ámbito del sufrimiento humano provocado por estas transformaciones, fue trascendente la disminución drástica de empleos estatales, fuere por la exoneración política de funcionarios o a partir de 1973, por el despido de cerca del 20 % de los trabajadores, a lo que se unió la privatización de empresas nacionales pertenecientes al Estado. Del mismo modo, desde 1981, un nuevo Código del Trabajo hizo perder gran parte de sus garantías a los trabajadores, entre estas los seguros de desempleo, que solo han sido repuestos en 2001. En cuanto a la educación, la salud y la previsión, se crearon sistemas basados en el ahorro personal que produjeron distorsiones considerables para la redistribución de la riqueza al modificarse los fondos solidarios que existían en Chile desde la década de 1920, a lo que se agregó la precariedad para insertarse en el mercado laboral por la flexibilidad impuesta jurídicamente y el decrecimiento de los puestos de trabajo. La educación superior recibió embates de consideración al expulsarse a un grupo importante de profesores y estudiantes.6 según diversas estadísticas cerca del 40 % de las personas fueron expulsadas, siendo las universidades estatales —Universidad de Chile y Universidad Técnica del Estado— las más afectadas. El control continuo hasta el final de la Dictadura de las universidades, intervenidas por las distintas ramas de las Fuerzas Armadas.7 a lo que se sumó en 1980 la aplicación del autofinanciamiento de las funciones universitarias, que repercutió directamente en los aranceles para los estudiantes, significando una disminución en el número de inscritos de 1,5 a 1,1% de la población, lo que fue, contrario sensus, de lo que ocurría en el resto del Conti5. Entre los privados de nacionalidad se contaban: Orlando Letelier ex ministro del Presidente Allende, el que fuera asesinado en Washington por orden de Pinochet; el senador comunista Volodia Teitelboim; Bernardo Leighton, ex Vicepresidente de la República, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana que salvará de un atentado perpetrado por la DINA en Roma,lugar de su exilio. 6. La situación de las universidades chilenas fue objeto de múltiples denuncias y de medidas de UNESCO y la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El Sindicato de la Educación Superior de Francia posibilitó a los académicos exiliados publicar el libro: Pour les Universités Chiliennes. 7. En el caso de la Universidad de Chile, la intervención terminó en 1987 por el gran movimiento de repudio de los universitarios a los interventores y las políticas aplicadas.

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nente. Al mismo tiempo, en ese periodo se cercenó a las universidades de sus sedes provinciales, se suprimió en la Universidad de Chile la formación de profesores de los distintos niveles de la educación; se promovió la fundación de universidades privadas. En la actualidad, la reforma de la educación que se está debatiendo en el país pretende terminar la desregulación en el total del sistema educativo que causaron estas medidas de la Dictadura. En el plano general, los cambios producidos en la estructura económica del país, unidos a la recesión mundial de comienzos de los años ochenta, trajo consigo cifras de desocupación desconocidas en el país. Entre 1981 y 1987, oficialmente se registró que la crisis afectaba al 24% de la masa laboral, otros estudios independientes han demostrado que la cifra se elevó a un promedio de 30% anual de desempleados entre 1980 y 1983(Meller, 1984). Por estas razones, se hace difícil discernir las cifras y las causales de los exilios, puesto que en todos los casos el miedo, la vida difícil estuvieron en la base del disciplinamiento por la fuerza que vivió la sociedad chilena desde 1973 y 1990. Tampoco, hemos podido recuperarnos de nuestra memoria escindida entre las distintas “orillas del mundo”, restableciendo la confianza en la unidad nacional y buscando los reencuentros fructíferos, a pesar de que se han ido poniendo en prácticas políticas de reinserción y reconocimiento a las que me referiré posteriormente. La expulsión sistemática de chilenos por diferencias políticas e ideológicas, como ya decíamos, comenzó de inmediato, a raíz de la acogida que numerosas embajadas de los países europeos y latinoamericanos posibilitaron. La Dictadura trató de darse una imagen de legalidad, porque era difícil en esos primeros años la imagen de legitimidad, para firmar resoluciones basadas en el Decreto Ley 81 de 1973, y el Decreto Ley 604 de 1974, que facultaban al gobierno para disponer la expulsión o abandono del país de determinadas personas fueran estas nacionales o extranjeras. También establecía que las personas afectas a tal disposición podían elegir libremente su destino. El mismo decreto expresaba que las personas expulsadas o que hubieran sido obligadas a abandonar el país, no podrían regresar sin autorización del Ministerio del Interior. También se podía extender la prohibición a aquellos que propagaran de palabra o por escrito o por cualquier otro medio, doctrinas que tendieran a destruir o alterar por la violencia el orden social o su sistema de gobierno. También se advertía que las personas afectadas por dicha prohibición que la incumplieran serían afectadas con la pena de presidio mayor en su grado máximo (Norambuena 2000. p. 175). Del mismo modo, se dictó el Decreto 504 de 1975, pactado con organismos internacionales de derechos humanos, como ACNUR, CIDE, CRUZ ROJA, actuando junto al Comité Pro Paz y luego la Vicaría de la Solidaridad, que permitió la salida de los presos que estaban en los campos de concentración. Por este medio, como lo reporta FASIC desde el mes de

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junio de 1975 se acogieron a él 1205 personas condenadas por delitos políticos en los tribunales militares, y hasta octubre de 1976 se trató de 1082 lo que equivalía al 90 % de las personas.8 Más adelante y particularmente en los años ochenta se aplicó el Decreto Nº 640, referido a relegación es decir extrañamiento dentro del territorio nacional. Reflexión sobre el exilio y la migración forzada: Carácter de las represalias, derechos de las víctimas El exiliado y el emigrante merecen una reflexión más allá de las formas que permita comprender el papel que les asignó la Dictadura a las transgresiones a sus derechos que hemos sucintamente descrito. Hanna Arendt plantea la categoría del paria, que es el excluido de toda forma de ciudadanía, “vive una situación de verdadera acosmia, lo que es siempre una forma de barbarie” (1990). Según Enzo Traverso, que ha seguido estas ideas en la obra de Arendt, más tarde la autora se refiere al paria como una categoría eminentemente política que designa a quienes han sido excluidos de la ciudadanía, a quienes “no tienen derecho a tener derechos” (Arendt 2006, p. 599). En el siglo XX los parias por excelencia son los apátridas, los individuos “sin Estado”, los refugiados y los exiliados (Traverso 2014, pp. 119-120). Lo que nos interesa resaltar es que la expulsión y la mantención de los exiliados fuera del país, proscritos de la comunidad, tiene el sentido de una violación permanente de sus derechos, y en especial de sus derechos políticos. La mantención de esta medida durante toda la dictadura hasta 1988, lo demuestra. Podemos agregar que los grupos políticos que siguieron a Pinochet no han querido aceptar la participación electoral de los chilenos en el extranjero, bajo diferentes excusas que lleva a pensar, en una primera instancia, que se debería a una modificación de los resultados electorales. Sin embargo, se trata del nacionalismo ultramontano que permanece en la idea del castigo. Solo en los últimos meses de 2015 se ha modificado la ley de elecciones y los chilenos en el extranjero podrán votar en las próximas elecciones presidenciales en 2018. Sin embargo, en los años 70 y 80 en el Cono Sur de América, así como ahora, ¿qué pasa con los perseguidos políticos, los sin trabajo que permanecen al interior del país o de la región? ¿No estará en los resabios de lo que vivieron esperando un cambio de rumbo, las dificultades para juntar las memorias heridas por la represión de afuera y adentro? Por el momento, teóricamente podemos asumir que el símbolo de las dictaduras es suprimir todos los derechos; los del interior, solo se distinguen porque pueden lograr 8. FASIC: Documentos de resultado de la aplicación del Decreto Nº 504 sobre conmutación de penas privativas y restrictivas de libertad por extrañamiento. Archivo Museo de la Memoria.

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inscribirse en una comunidad que tiene objetivos precisos para desplegarlos en su propio entorno, aunque el encuentro primordial solo sea sobrevivir. Los desperdigados entre realidades diversas tienen la carga del “paria” recibido, pero solo para estar presentes. La solidaridad internacional: Vivencias, proyectos y sensibilidades de los exiliados Ni los desterrados, y aún menos la dictadura, y a lo mejor el mundo de la década de los años setenta imaginaron que los chilenos recibiríamos una gran solidaridad en todo el mundo con excepción de las dictaduras latinoamericanas. Para los exiliados, la imagen que resurge fue la solidaridad que permitió que los chilenos pudieran repararse en 40 países y se crearan comités especiales para la acción en defensa de los derechos humanos. Lo ocurrido vale la pena revisarlo, una vez conocida la noticia de la muerte del Presidente Allende, aterrizaba en el Aeropuerto de Santiago el primer avión autorizado, enviado por el Gobierno de México, para rescatar a la familia Allende, otros colaboradores y miembros de la Embajada de Cuba, para partir y recibir la solidaridad del pueblo de ese país. Las relaciones entre Chile y México tenían muchos encuentros: Ambos países habían rescatado a republicanos españoles después de la Guerra Civil; México había recibido a Pablo Neruda huyendo de la represión en el año 1948, en el marco de la “Ley Maldita”. Las embajadas empezaron a recibir personas en busca de amparo: Argentina, Panamá, Colombia y Venezuela en el Continente; los europeos abrieron las puertas y se distinguieron las embajadas de Francia y Suecia por el trabajo de sus embajadores que defendieron a los exiliados incluso impidiendo por la fuerza los intentos de la dictadura de detenerlos. Domingo 25 de noviembre de 1973: Un llamado de teléfono del Embajador de Suecia. Pide que Pierre vaya a ayudarlo a defender a una de sus refugiadas, llevada de urgencia a una clínica. La policía quiere sacarla e interrogarla. El asunto se pone serio. Arrojan al suelo al Embajador de Suecia y éste se aferra al lecho de la enferma. A las tres de la tarde es el fin. Se llevan a la enferma en medio de un gran despliegue de fuerzas. El Embajador de Suecia viene a nuestra residencia hacia el final de la tarde. La policía lo sigue hasta la puerta misma y registran su automóvil a la entrada y a la salida. En la reja se apretujan muchos refugiados, que lo aplauden. Domingo 3 de febrero 1974: Veo que alguien se precipita hacia la puerta, y que salta la reja. Abro la ventana y le pregunto qué desea: “Asilo”. El pobre muchacho tiembla y

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nos dice que lo persiguen, a su mujer también. Le explicamos que aquí no hay solución alguna. Se le ve desesperado. La cacería humana continúa. No podemos ponerlo en la puerta. Le escondemos algunos días y conseguimos trasladarlo a una embajada sudamericana. Ese día dejó de tomar notas, que ya llenaban dos libretas. Nos mantuvimos en contacto estrecho con los refugiados de la Cancillería. Los últimos partieron a principios de julio, unos pocos días antes de que nosotros abandonáramos Chile. Se mostraron reconocidos con nosotros. Comprendieron que habíamos hecho todo lo posible por ellos. Su calor humano y sus sufrimientos ensancharon mi corazón, mi espíritu. Deseo que hayan encontrado trabajo en Francia y que vivan felices, a pesar de la mucha tristeza por no poder vivir más en Chile… Pero con la esperanza…9 La oportunidad de ser acogidos en realidades políticas y culturales distintas hizo comprender el símbolo que representaba una causa, y en particular la imagen del Presidente Allende, que reforzó la necesidad de continuar por otros medios el Proyecto que había sido interrumpido por la fuerza. En este contexto pueden mirarse las experiencias del exilio chileno, donde resalta de inmediato el empeño de mantener los lazos con la nación pérdida. La permanencia de una acción pública para hacer presente el sufrimiento individual y colectivo, le entregó una fuerza unitaria a los exiliados, más allá de sus diferencias políticas o ideológicas. En los países en que funcionaban comités de solidaridad con los que permanecían en Chile, se denunciaban los campos de concentración, los lugares de tortura, las desapariciones forzadas, las políticas represivas. En todas partes se contó con el apoyo de las más variadas organizaciones y personalidades políticas e intelectuales que prestaron la voz para pedir a los organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas —Asamblea de Naciones Unidas; Comisión de Derechos Humanos, UNESCO;10 Organización Mundial de la Salud, OIT— u entidades no gubernamentales que se amparara a las víctimas del interior del país. Las peticiones fueron recogidas y la Dictadura fue condenada por la violación de los derechos humanos en Chile desde 1974 hasta 1988, instando a la Dictadura a restablecer las libertades democráticas. Un instante, especialmente emotivo por la importancia y simbología fue la participación en la Asamblea de Naciones Unidas en octubre de 1974 de Hortensia Bussi, viuda del Presidente Allende, que denunciara los crímenes que estaban ocurriendo en el país, presentando 9. Diario de Françoise de Menthon, esposa del embajador de Francia en Chile, publicado en la Revista Araucaria de Chile Nº12, 1980. El embajador sueco en Chile era Harald Edelstam. 10. El Consejo de Unesco entre 1974 y 1980 condenó a la Dictadura por las reiteradas expulsiones de profesores e intelectuales y la intervención militar de las universidades. El Director General de la UNESCO, Mr. M´Bow, intervino personalmente para que se liberara al ex. Ministro de Educación y ex rector de la Universidad de Concepción, Edgardo Enríquez, la misma gestión realizó para liberar de Isla Dawson al ex rector de la Universidad Técnica: Enrique Kirgberg.

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un informe elaborado por abogados exiliados y organismos no gubernamentales de derechos humanos. En ese momento se abrieron las compuertas de la denuncia que eran sostenidas por un abanico político de gran amplitud entre los países miembros de Naciones Unidas, desde la Unión Soviética a los Estados Unidos para que se iniciara un estudio en profundidad de la situación de los derechos humanos en Chile. También se sumaron a esta iniciativa, la Comisión Interamericana de derechos humanos; las organizaciones sindicales mundiales que representaron la situación a la OIT. Entre los organismos no gubernamentales particularmente activos estuvo Amnistía internacional; la Comisión Internacional de Juristas y la Asociación de Juristas democráticos. Estas acciones fueron productivas no solo para los chilenos, ya que la investigación de Naciones Unidas sobre los detenidos desaparecidos y los convenios internacionales sobre esta práctica antihumanitaria sirvió para hacer presente lo ocurrido en Argentina y otros países de América Latina, lo que continúa siendo un foco de especial interés para paliar otras situaciones similares.11 No podemos dejar de recordar algunos de los momentos trascendentes que vivieron los exilados en sus distintos países de residencia e iluminaron los días aciagos en que gran parte del tiempo trataban de seguir a diario lo que ocurría en el país para poner todo el empeño en salvaguardar la vida y la seguridad de la población y especialmente, la de los prisioneros en “ el interior” Las Conferencias realizadas en diferentes países fueron los momentos de la participación para hacer presente directamente los antecedentes acumulados.: Las reuniones de Helsinki y Roma fueron particularmente importantes, porque se creó en Helsinki un núcleo importante de investigación sobre la violación de derechos humanos. La celebración del Tribunal Russell en que participó Julio Cortázar, representando las angustias de las personas expatriadas. Cortazar, ya en 1974, había dirigido la publicación del Dossier Negro de la Dictadura Chilena, la primera investigación que daba cuenta de la transformación del país “estable” de América Latina en una Dictadura, echando por tierra la ambición de muchos en el mundo de lograr transformaciones sociales y económicas, a partir de un proceso democrático sin enfrentamientos bélicos. Como se ha podido constatar en estudios posteriores, el Proyecto político, social y cultural de la Unidad Popular era seguido con interés por varios países europeo, —Francia, Italia, España—, se veía como la esperanza de salida de la Guerra Fría y la posibilidad cierta de aunar una mayoría de voluntades para lograr una mayor equidad social y un nuevo aliento para las democracias, para lograr un socialismo con rostro humano. Era sin duda el Proyecto chileno y Salvador Allende era su líder de los últimos treinta años que había logrado que cada vez se ampliara el núcleo político y social de las 11. Convención contra la desaparición forzada de Naciones Unidas que, entre otras cláusulas, la declara crimen de lesa humanidad

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fuerzas que habían pasado del Frente Amplio del Pueblo —FRAP— a la Unidad Popular. Su muerte acentuó el respeto y el aprecio, su último discurso fue traducido a diversos idiomas, puesto que demostraba “su lealtad con los suyos”, pero era sentido como una advertencia para muchos. A pesar del resultado desfavorable del agrupamiento de fuerzas de la izquierda en Chile, en Francia se formaría un bloque de izquierdas que llevaría a la Presidencia de la República Francesa a François Mitterand; en España, el Partido Comunista llamaría a forjar una nueva política de alianzas más amplias: el Eurocomunismo. La discusión en profundidad sobre el carácter político y las alianzas necesarias para construir pacíficamente una sociedad más democrática e inclusiva para forjar el socialismo, se produjo en el partido comunista italiano, en el que su Secretario General Enrico Berlinguer publica tres artículos a fines de Septiembre de 1973 en la Revista Renascita, órgano oficial de ese Partido, titulados: Las reflexiones sobre Italia tras los hechos de Chile, que en lo esencial proponía crear una mayoría cultural y política, el compromiso histórico, a fin de posibilitar una alianza amplia que incluyera a las capas medias, para lograr un proyecto inédito de desarrollo democrático, anti autoritario, anticapitalista y de redistribución socioeconómica. El texto pone de relieve la teoría marxista de Gramsci, lo que tendrá repercusiones en las aproximaciones que tendrá entre ciertos grupos de exiliados chilenos, así como también las tendrá en las universidades europeas y luego en la paz lograda en América Latina (Berlinguer 1977, p. 41). Hubo otras lecturas del fracaso de la Unidad Popular, lo que se produjo en Cuba y en Alemania Democrática, considerando que el haber excluido “la vía armada” había terminado por posibilitar el golpe de estado. También era la posición de algunos chilenos que tuvo su seguimiento en ciertos periodos de la Dictadura. Aunque las cercanías e intereses políticos para analizar lo ocurrido en Chile no fue la única base que abrió la solidaridad internacional, las decisiones del presidente Allende en el largo camino democrático recorrido que concitaba cada vez más apoyo, considerando desde el Frente Popular en 1938 hasta 1973, podía demostrar que la democracia con los avatares de la época de los fascismos hasta la Guerra Fría habían permitido una estabilidad democrática que esa izquierda política en Chile contribuía a mantener y esperaba ampliar, a pesar de la intervención sistemática de la CIA en la vida política del país y el comportamiento muchas veces sedicioso de la derecha política. También en los años setenta los excesos cometidos como violaciones de los derechos humanos, el listado es largo: los horrores de la guerra de Vietnam; los golpes organizados por los EEUU en América Central, así como la lucha por los derechos civiles en ese país; el apartheid en Sudáfrica; las primeras denuncias sobre la existencia del “gulag” en la URSS, hizo que fuera posible en este periodo histórico que tomara un lugar fundamental en

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los movimientos sociales la lucha por el respeto de los derechos humanos, que en primera instancia ocupó la causa chilena en los distintos países que junto a los organismos internacionales, como lo enunciábamos, exigieron reiteradamente el respeto a las libertades y los derechos. Al mismo tiempo, a pesar de las diferencias políticas entre los grupos de desterrados, lo que siempre llevó a acuerdo y trabajos emprendidos en común fue la denuncia de los crímenes que la Dictadura cometía y la búsqueda de ayudas para lograr sostener a grupos que se estaban creando en Chile, y tratar de que pudieran salir del país las personas a las que se pretendía dejar detenidas. Estas experiencias también sirvieron para buscar acuerdos y trabajos comunes con los exiliados argentinos y uruguayos y, en los años ochenta, organizar los comités de solidaridad y ayuda al frente Sandinista de Nicaragua y el Frente Farabundo Martí de El Salvador, luchas en que participaban contingentes chilenos. Durante los primeros diez años del exilio se crearon Comités de enlace entre los partidos políticos de la Unidad Popular y al final de este tiempo con el MIR. En las oficinas instaladas en Roma, Ciudad de México, Berlín Oriental se pudo coordinar los trabajos siendo el más memorable entre muchos otros, la ola de huelga de hambre apoyando a la Agrupación de Familiares de los detenidos desaparecidos: Vivo se los llevaron, Vivos los queremos, que se mantuvo activa en 40 países. Este movimiento será considerado en 1979 por la Comisión de Derechos Humanos Naciones Unidas porque en Chile se había sostenido la huelga en un organismo Internacional: CEPAL. En la misma resolución de expresa “su horror ante el reciente descubrimiento de cadáveres no identificados en una fosa común en Lonquén (localidad cercana a Santiago) algunos de los cuales han sido identificados como las personas que se suponía detenidas y posteriormente desaparecidas y su preocupación y desaliento constantes ante la negativa de las autoridades chilenas a aceptar su responsabilidad por el gran número de personas que, según se informa, han desaparecido por motivos políticos” Estas resoluciones estuvieron en la base de la Convención de Naciones Unidas sobre la “desaparición forzada “ que como lo mencionamos ha jugado una especial importancia para la verdad y justicia por estos crímenes de lesa humanidad en América Latina”.12 El movimiento cultural y político como identidad del país arrebatado

Las acciones solidarias estuvieron acompañadas por un gran movimiento cultural. Con todo quedó tiempo y energía para mostrar lo que había sido la explosión creativa de los años sesenta y de la Unidad Popular. 12. Declaración apoyada en la Resolución 31/124 de la Asamblea General de Naciones Unidas

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Los conjuntos musicales formados por jóvenes universitarios al calor de los acontecimientos de transformación del país trajeron “la nueva canción chilena” que pretendía revitalizar los instrumentos y los sones latinoamericanos recorrieron el mundo. Victor Jara el forjador del estilo musical y su puesta en escena había sido asesinado el 15 de Septiembre, pero sus canciones, junto a las de Sergio Ortega y los integrantes de los propios conjuntos fueron escuchadas en las voces del Quilapayún, Inti-illimani, Aparcoa, Karatzú. Algunas de esas canciones de carácter político, como El pueblo unido jamás será vencido o Venceremos se transformaron en himnos en distintos lugares, así como las creaciones de la Guerra Civil Española lo habían sido en Chile en las décadas anteriores. También nuestra Historia pasaba a cantarse como la Cantata Santa María, El Canto General bajo la Dirección de Teodorakis; Joaquin Murieta con el texto de Neruda y la música de Sergio Ortega. Estas potencialidades permitieron que la música fuera escuchada en los principales estadios y teatros europeos y en México El muralismo, como creación pictórica-político-colectiva, que había nacido en Chile a mediados de los sesenta y desarrollado por Brigadas como “Ramona Parra” o “Elmo Catalán”, entre las más conocidas en la Unidad Popular, expresión en la que incluso participó y ayudó Roberto Matta pintando junto a la Brigada Ramona Parra un mural en San Miguel en 1970 (comuna de Santiago), se difundió en los países de acogida gracias a la Brigada de artistas exiliados chilenos, como José Balmes, Guillermo Nuñez, Gracia Barros, Sotelo, Irene Domínguez, Arestizabal, José García, Cecilia Boissier y a la que se unieron a poco andar pintores de distintos países como Gamarra, Cueco, Ernest Pignon, Felipe Noé, Vittorio Bassaglia. Los murales dejaron mucho de nuestro imaginario latinoamericano estampado en edificio y plazas europeas. El Museo de la Solidaridad Salvador Allende recorrió el mundo mostrando las obras de pintores y escultores nacionales y extranjeros, gracias a los esfuerzos de Miria Contreras, Miguel Rojas Mix, José Balmes, Pedro Mira, que rememoraba al Museo de la Solidaridad que se inauguró en Santiago de Chile en 1972, gracias al apoyo brindado por artistas como Miró, Calder, Matta, Lamb etc. En el teatro la creación y recreación de grupos teatrales daban cuenta de las vivencias cotidianas como fue el caso en Francia de la obra El Exiliado Mateluna y el General Peñaloza del teatro Aleph dirigido por Oscar Castro, que no sólo mostró las vivencias del exilio sino que además permitió el reconocimiento a través de la obra de una comunidad traumatizada que iniciaba su vida entre el drama y la tragicomedia, o posteriormente, en el Cabaret de la dernière chance, mostraba una visión más humorística de ese exilio que se eternizaba. El “cine chileno del exilio” se desarrolló extraordinariamente, llegando los creadores a producir 176 películas entre 1974 y 1984, lo que no había ocurrido en el pasado, y tampoco en la actualidad. Las primeras exhibiciones

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correspondieron a Diálogo de exiliados de Raúl Ruiz, La tierra prometida de Miguel Littin en 1974 y al año siguiente, la trilogía de La Batalla de Chile. La lucha de un pueblo sin armas de Patricio Guzmán. A nuestra mirada se agregó la de los otros, cuando nos vimos en 1975 en las películas de Heynowsky y Scheumann: EL golpe blanco, La guerra de los momios y Yo fui, yo soy, yo seré, o en La Espiral de Armand Mattelart y Cris Marker, más tarde Pinochet y sus tres generales de José maría Berzosa, quien visita Chile en 1976 a 77 y logra entrevistar a los tres generales, así como a las familiares de los detenidos desaparecidos. El imaginario y su memoria que transportaban tuvieron un impacto particular y todavía lo tiene, en los registros cinematográficos de esa época. Al te acuerdas y me acuerdo, la imagen fílmica agregó el relato de otros, cumpliendo el papel de una sanación colectiva para un duelo inconcluso. La crudeza de algunos documentales permitieron acercarse a lo que se estaba viviendo y la reacción solidaria de otros ayudó a sobrepasar la ausencia y el desarraigo para impulsarnos a continuar con el proyecto de re democratizar el país. Entre La Batalla de Chile para revivir los acontecimientos pasados y las dolorosas imágenes de Yo fui, yo soy, yo seré, como la narración de Costa Gavras de Missing se obtuvo una ilación individual y colectiva de las secuelas de 1973. Desgraciadamente, ninguna de las películas mencionadas y de todas las producidas en ese tiempo han sido exhibidas comercialmente o en los medios de comunicación masivos en Chile, lo que ha creado una escisión en la memoria nacional y un desconocimiento de gran parte de los chilenos de los registros de su pasado reciente. En el rescate de la memoria de chilenos y latinoamericanos Este recuento que no podría ser exhaustivo, ya que otros están investigando este periodo por la magnitud de los archivos con que se cuenta, ha tenido por objetivo mostrar las distintas formas de mantener y crear nuevas expresiones políticas y culturales. Sin embargo, me parece imprescindible subrayar dos visiones que enriquecieron a la diáspora chilena. La primera se refiere al descubrimiento de nuestra pertenencia latinoamericana, luego de haber estado mirando hacia el norte —Europa, la URSS y los EEUU—, fue apareciendo en un mismo tiempo los problemas políticos y sociales que nos afectaban y las capacidades particulares de la comunidad histórica y cultural que conformábamos. Si bien es cierto que Neruda y Mistral habían redescubierto América, o historiadores como Miguel Rojas Mix demostraban cómo nos mirábamos en el espejo del imaginario europeo, fueron las vivencias del exilio, entre la confraternidad con los otros latinoamericanos y la necesidad de comprender nuestra identidad, que llegamos a compartir la doble pertenencia.

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La segunda percepción se encaminó a crear los receptáculos y redes de la diáspora para preservar la memoria y la producción cultural, asumiendo que estábamos haciendo una historia distinta, pero con el afán de recomponer los fragmentos de la sociedad escindida. Estos objetivos los cumplieron las revistas político-culturales. Primero Chile-América, fundada en Roma en 1975 que subsistió hasta 1985, que estaba dedicada fundamentalmente a proponer debates en el terreno político- ideológico y de las ciencias sociales. En 1978, se creó Araucaria de Chile, que subsistió hasta 1989, con una periodicidad de cuatro números anuales, editándose en una primera etapa en París, y asentándose luego en Madrid. Araucaria pretendía registrar la totalidad del movimiento cultural y de ideas de chilenos y latinoamericanos, recorriendo desde la plástica a las ciencias sociales y la historia, haciendo su fuerte en la literatura y el ensayo. Fueron colaboradores de la revista los intelectuales latinoamericanos más relevantes. A estas revistas se agregaron otras dos que cubrían campos específicos: Literatura chilena, dirigida en EEUU por el escritor Fernando Alegría y Nueva Historia editada en Londres. Pero la memoria individual y colectiva perduró en las comunidades de emigrantes y exiliados, que históricamente ha sido menos explorada y que entregará antecedentes esenciales para comprender tanto el movimiento cultural que echaron andar, como también, y probablemente más importante, los lazos identitarios con la sociedad chilena. Como ha planteado Pierre Nora: llamando a los historiadores a ocuparse del estudio de los lugares de la memoria, considerando que “la memoria es la vida, siempre llevada por grupos existentes, y por ello está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia... Porque ella es afectiva y mágica, la memoria se acomoda a los detalles que la confortan, se nutre de recuerdos, vagos, globales o flotantes, particulares o simbólicos, sensibles a todas las transferencias, pantallas, censura o proyección” (Nora 1997, p. 17). En los estudios que se están realizando en Chile, sobresalen los de la Dra. Norambuena que desde la demografía histórica ha incursionado en las metáforas de los exilios en el siglo XX, tratando la España de 1939, los viajeros rusos, para establecer las claves que le posibiliten tratar “nuestras metáforas”. También ha sido importante la recopilación de 56 artículos sobre diferentes ámbitos del exilio recopilados por Pedro Milos y Mario Garcés, publicado como: Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX. Una preocupación particular ha habido por el tratamiento de las distintas facetas del retorno a Chile, especialmente en estudios interdisciplinarios con participación de psicólogos, psiquiatras y antropólogos, línea que se inauguró en 1984 con la publicación de María Eugenia Rojas y Fanny Pollarolo, titulada Escritos sobre el exilio y el retorno (1978-1984)

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Del difícil reencuentro a una memoria en curso Oh Chile, largo pétalo / De mar y vino y nieve Ay, cuando / Ay, cuándo y cuándo Ay cuando, / Ay cuándo me encontraré contigo enrollarás tu cinta / de espuma blanca y negra en mi cintura, desencadenaré mi poesía / sobre tu territorio Pablo Neruda En la actualidad se puede constatar una gran cantidad de obras testimoniales en formatos literarios y audiovisuales que interesan y conmueven a la sociedad chilena, pero continúa la deuda por la unidad identitaria de la memoria común de los perseguidos en el “interior y exterior” por la Dictadura, compartiendo vivencias sensibilidades y proyectos. El interés de muchos por activar el retorno de los exiliados, uniendo los deseos de la comunidad dividida, se activó desde los años 80, contando con la solidaridad de los organismos de derechos humanos que funcionaban en Chile: la Vicaría de la Solidaridad, la Fundación de Ayuda Social a las Iglesias Cristianas, FASIC, el Servicio Universitario Mundial, WUS, El Instituto Católico de Migraciones, y el Alto Comisionado de la Naciones Unidas que reclamaron constantemente por los derechos de los exiliados para volver al país. En la medida que se fue abriendo la frontera, algunos de estos organismos prestaron ayuda material y psicológica a quienes podían volver a Chile. El proceso de retorno al país comenzó en los años 80, en la medida que las protestas contra la Dictadura en Chile se hicieron más potentes y los organismos internacionales insistieron en presionar a la Dictadura para abrir las fronteras. En septiembre de 1984, se publicó una lista de 3280 personas privadas de la libertad de volver al país, los listados que siguieron fueron disminuyendo los números de personas con prohibición, hasta l988 cuando se celebró el Plebiscito que perdiera el Dictador para iniciar el periodo de transición a la Democracia. La importancia que la Dictadura concedía a la negativa de conceder el permiso de entrada o permanencia de los exiliados en Chile, lo denota el que todos los decretos los firmaba directamente Pinochet.13 Desde la recuperación de la democracia se han tomado diversas medidas de apoyo a los exiliados que quisieran regresar al país entre las que destacan: la Oficina de Retorno, la creación temporal de una comisión parlamentaria para la validación de títulos profesionales, asimilación de los exiliados de leyes de exención de impuestos de internación anteriormente solo para diplomáticos o funcionarios en el extranjero entre otros, así como el servicio de asistencia en salud gratuita para todas las víctimas de la represión del periodo 13. Ver decreto en anexo

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dictatorial. Este proceso ha continuado avanzando, como lo mencionábamos, aceptándose el derecho a voto a los chilenos que viven en el extranjero. Sin embargo, lo que surge con mayor claridad y espesor en este proceso es la solidez de los lazos y la memoria común que se construyó en el extranjero, que se ha hecho evidente en momentos particulares, como fuera la detención de Pinochet en Londres o en el empeño continuo de los intelectuales que viven fuera de volver, a través de sus obras, de volver a estar, puesto que muchas tienen a la sociedad chilena como objeto navegando entre las orillas del mundo.14

A modo de Conclusión. He navegado entre mi experiencia del exilio y los antecedentes acumulados. Pienso haber cumplido mi cometido de presentar el exilio y la migración forzada como parte de las estrategias del terrorismo de Estado. En el enorme sufrimiento de los que debieron partir y abandonar sus comunidades, las familias y el hacer para continuar el Proyecto político, social y cultural del Presidente Allende, con todo pudieron constatar que muchos en el mundo nos esperaban para albergarnos y posibilitar lo que aspirábamos. Era parte de un emblema en los modos de ser de mayorías en varios lugares del mundo que trataban de salir de la Guerra Fría y tutelar a los perseguidos de distinto signo por sus opiniones, su color de piel, incluso sus religiones que les valía la represión de algún modo. Ganamos de inmediato una vocación por el respeto a los derechos humanos, que nos llevó a unirnos con argentinos y uruguayos, y más tarde defender las causas de los pueblos nicaragüenses y salvadoreños. También percibimos que la Dictadura no podía enfrentar a la mayoría del mundo, y tampoco a nosotros que habíamos recibido del Presidente Allende una lección de lealtad con la memoria y la ética. Creo que una parte del trabajo político, los haceres culturales los he anotado, lo que no he podido hacer los están haciendo otras: Silvia Dutrénit cono la segunda generación de exiliados, lo mismo ha investigado Loreto Rebolledo. Antes me habían sorprendido las películas que trataban el problema de la fidelidad de todos los miembros de la familia que no reclamaban, y en muchos casos vivían sufrimiento y silencio para reencontrarse con un país, y comunidades que le eran ajenas. Entre los primeros llamados de atención los recibí de La culpa es de Fidel de Julie Gavras de 2006 o Volver a Vernos (2003) de Paula Rodríguez, Porque aparecían los hijos que estaban o no estaban en las ideas y acciones políticas centrales, pero que las vivían a su modo con rechazo o compren14. Esta temática ha sido tratada exhaustivamente por algunos autores como Loreto Rebolledo y Carmen Norambuena

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sión. En ese conocimiento vuelve a plantearse los problemas del exilio con lo que significa en verdad la vulneración de los derechos. En ese mismo registro hoy tenemos muchas producciones culturales de “la segunda generación”. Al mirar las preguntas posibles en el periodo de los años setenta y ochenta aparecen las metodologías de la historia reciente que posibilitan entrar escuchar y tener presente las subjetividades que permiten ir haciendo el esbozo de una totalidad o de las partes del significado de los exilios y la emigración forzada como la violación de la totalidad de los derechos como plantea Hanna Arendt. Sin embargo, se debe subrayar la importancia de los movimientos históricos que permitieron crear mundos solidarios para quienes sufrían el destierro En la actualidad estos estudios que hemos estado realizando en el Cono Sur nos lleva a preguntarnos una vez más si el terror sistemático aplicado a las personas para desterrarlas o el miedo y las inclemencias que desatan ciertos regímenes se han detenido.Hoy son otros lugares en el mundo que muestran el miedo y el dolor, cuando miles de personas deben huir del Cercano Oriente, perseguidos por razones religiosas y la guerra desatada, embarcándose en el Mediterráneo con difíciles posibilidades para sobrevivir. No es distinta la situación en la frontera de Guatemala y México, que entre las condiciones impuestas por la violencia y las dificultades para sobrevivir económicamente deben pasar ese límite para lograr un asilo que puede ser imposible, y esperar en campos de refugiados lo que puede sobrevenir, buscando evitar la deportación Parece importante tenerlo presente porque las manos tendidas de la solidaridad ciudadana y política no se han podido expresar en un mundo sometido a inseguridades, imaginadas o reales, que no permiten buscar soluciones en el campo de los intercambios democráticos. Quizás el aporte de estas investigaciones por limitadas que sean podría recordar la políticas “de las manos extendidas” para no dejar las soluciones solo en manos de las organizaciones internacionales Bibliografía Archivo Museo de la Memoria Arendt, Hannah (1990). Hombres en tiempos de oscuridad. Reflexiones sobre Lessing. Barcelona: Gedisa. __________ (2006). Los Orígenes del Totalitarismo. Madrid: Alianza. __________ (2008). La Promesa de la política. España: Paidós. Berlinguer, Enrico (1977). “Escritos después de Chile”. En Rinascita. Barcelona: Ed. Fontaram. Dutrénit Bielous, Silvia (2016). Aquellos Niños Del Exilio. Cotidaniedades en-

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Anexos

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Las luchas de los exiliados contra la institucionalización del terror en Argentina: desde la denuncia de la legislación represiva al repudio de la legalización de las desapariciones (1976-1981) Silvina Jensen Universidad nacional del Sur, Bahía Blanca CONICET En los últimos años, la Historia Reciente argentina está problematizando las características del sistema represivo que en los años 1970 produjo miles de “desaparecidos”, muertos, torturados, presos y exiliados, haciendo foco tanto en la temporalidad represiva y evaluando si el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 supuso una cesura abrupta o si debe ser leído también en una continuidad de normas y prácticas; como en su estructura, operatoria, modalidades, ejecutores, blancos y articulaciones locales/regionales. En esta línea, la evaluación de lo que tempranamente se definió como un Estado “bifronte” que operaba represivamente desde lo público, legal o legalizado, pero también desde lo secreto y clandestino, vuelve al debate historiográfico desde la consciencia de que la primera producción sobre el tema ha estado atravesada por la impronta del “sistema desaparecedor” (y su ligazón con lo oculto, lo que se realizó fuera de toda legalidad, el submundo de la excepción por excelencia) y sus efectos de oscurecimiento sobre la pseudojuricidad represiva y sobre las razones que tuvieron los militares del “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983) para afanarse en construir una fachada normativa a su política de eliminación de organizaciones político-militares, sus estructuras de superficie y más extensamente actores con escasa o nula significación pública. Este capítulo pretende reconstruir las luchas encaradas por los exiliados en torno a la denuncia de la legislación represiva utilizada o impulsada por la primera Junta militar argentina (1976-1981) tanto en orden a la represión abierta del enemigo “subversivo”, como a la cobertura jurídica ex post de los

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crímenes perpetrados en el universo concentracionario, cuando en el contexto de la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) (7-20/9/1979), el régimen castrense avanzó hacia un cierre legal y simbólico al “problema de los desaparecidos”. El trabajo se divide en dos partes. La primera analiza cómo aparece tematizada en las fuentes del exilio argentino la represión realizada por los militares, o bien haciendo uso de una legislación aprobada por el gobierno democrático de Juan D Perón-Isabel Perón (1973-76), o bien desde las normas producidas en las semanas siguientes al golpe y dirigidas a anular el potencial disruptivo de la “subversión”. Se intentará ponderar por qué los exiliados se preocuparon por denunciar el aparato legal represivo de la dictadura y cómo explicaron a la opinión pública internacional su carácter violatorio de los derechos y libertades amparados tanto por la Constitución Nacional, que no fue cancelada por la intervención castrense, como por los tratados internacionales (del sistema mundial o interamericano) a los que la Argentina estaba suscripta. La segunda parte hace foco en la intensa campaña internacional de denuncia de las llamadas “leyes sobre desaparecidos” aprobadas por el presidente Jorge R. Videla en vísperas de la visita de la CIDH al país (Ley 22.062/1979 y 22.068/1979) y como un intento de “legalizar” el asesinato de oponentes políticos que se había producido por fuera de toda legalidad, incluso la legalidad de la guerra. El capítulo intenta aportar al conocimiento de las intrincadas relaciones de las llamadas faces “legal” y “clandestina” del sistema represivo desplegado durante la última dictadura militar argentina, tratando de desvelar cómo los exiliados se posicionaron ante un régimen que tanto hacia el “frente interno” como hacia el “frente externo”, no solo supo administrar la exposición de su accionar represivo, sino utilizar narrativas (de la democracia, los derechos humanos, el respeto de los principios republicanos, el altruismo y el respeto del dolor de los deudos) y proponer soluciones (incluso “legales”) que le permitieran eludir, retrasar o minimizar resistencias interiores y condenas internacionales.

de la

Los exiliados y la denuncia “avalancha legisferante”1 de la Junta militar

La Junta militar que ocupó el centro del Estado argentino tras el golpe del 24 de marzo de 1976, destaca en el contexto dictatorial de la región por 1. Comisión Argentina de Derechos Humanos. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. Colección CADHU, Caja 28: Cuadernillos/Volantes y Catálogos, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires.

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dos cuestiones que hacen peculiar su desempeño represivo. Por una parte, como explica Anthony Pereyra (2010, p. 183), bajo la presidencia de Jorge R. Videla se procedió a crear una “matriz institucional verdaderamente nueva”, expresión de la decidida vocación normativa castrense orientada a perseguir y reprimir ese amplio abanico de sujetos y comportamientos que calificaban como “subversivos”. La proliferación de actas, estatutos, decretos y resoluciones abiertamente contrarios al respeto de los derechos y garantías individuales consagrados por la Constitución Nacional y amparados por los tratados internacionales, ponen de manifiesto que el régimen militar argentino pretendió hacer del aparato legal una piedra fundamental de estabilidad, legitimación y aceptación interna y externa. Pero, al mismo tiempo, la Junta no sólo administró discrecionalmente, puso en suspenso o eludió ese entramado pseudojurídico aprobado en los meses siguientes al golpe y que dificultosamente intentó hacer cohabitar con una Constitución Nacional “subordinada” y “reformada” (Groisman, 2001, p. 10); sino que actuó por fuera de esa legalidad represiva pública, operando desde procedimientos extrajudiciales, básicamente clandestinos y extremadamente violentos, pero igualmente normativizados aunque carentes de traducción pública. Si al decir de Pilar Calveiro (2001, p. 27), Emilio Crenzel (2008, p. 27) y Almeida Teles (2014, p. 102) el eje de la actividad represiva en la Argentina fueron la metodología de la desaparición forzada de personas, el accionar de los grupos de tareas y la existencia de centros clandestinos de detención; esto no implica que el entramado legal público pueda ser mirado como una mera excrecencia, un adorno o una simple máscara de la represión clandestina. Aunque irrelevante en términos de producción de víctimas2 —personas cuyos derechos fundamentales (vida, libertad, seguridad, integridad física) han sido restringidos, vulnerados o anulados a partir de este conjunto normativo—, su significación debe evaluarse tanto como expresión de la naturaleza del poder que encarnó la Junta militar, como en función de sus inequívocos lazos con aquellas otras prácticas represivas (el asesinato extrajudicial vía ley de fugas; el secuestro, la tortura, el centro clandestino y la desaparición forzada) que expresaban el reino de la excepción por excelencia; y en no menor medida, en su eficacia política en la preparación de la sociedad para responder desde la aceptación, el consentimiento o el miedo. Como afirma Victoria Crespo (2007, p. 168) “aunque fuera un orden jurídico ficticio, fue real. Se trata de una ficción legal real y reconocer esta dimensión jurídica es central para entender la lógica de la dictadura”. 2. En un estudio comparado sobre los tipos de legalidad autoritaria de las dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional en el Cono Sur, Pereira (2010, p. 200) —en base al informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) — pone en relación el número de víctimas de la represión legal-pública (presos políticos) con el de la represión extrajudicial y clandestina (desaparecidos), para mostrar que en Argentina predominó el uso de la fuerza directa y los métodos de la “guerra sucia” : 8.625 presos políticos y 30.000 detenidos desaparecidos.

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Los exiliados parecieron percibir tempranamente que la denuncia de la dictadura debía incluir la caracterización de las dimensiones jurídicas de la represión cuanto más la Junta se arrogaba estar restablecimiento el Estado de derecho contra la amenaza del desgobierno, la guerrilla, la violencia, la corrupción y la demagogia. En marzo de 1977, la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU)3 publicaba en Madrid un contundente informe sobre la situación del país y explicaba que pese a que las Fuerzas Armadas afirmaban estar sólo protagonizando un “proceso de reorganización nacional” en base al “accionar de las instituciones constitucionales revitalizadas” y a la “vigencia plena del orden jurídico y social” (CADHU, 2014, p. 49); lo que sobrevino después del 24 de marzo fue el establecimiento de una “institucionalidad ilegal”4 orientada a “perseguir” y “aniquilar física y psicológicamente” a todos aquellos que respond[ía]n a “imperativos políticos e ideológicos enfrentados a la concepción que le es propia al poder sancionador”.5 En tal sentido, en Argentina se estaba operando la completa “cesación del Estado de derecho” porque, más allá de que la Junta Militar “juró solemnemente respetar y hacer respetar la Constitución Nacional” (CADHU, 2014, p. 49), introdujo una compleja legislación represiva que, lejos de “impedir el ejercicio arbitrario del poder” o de constituirse en un “obstáculo para el ejercicio de la violencia”6 3. Organización civil y no partidaria, conformada por personalidades políticas, científicas, culturales, religiosas y hombres de derecho y cuyo objetivo fue coordinar la denuncia y solidaridad a escala transnacional, apelando al respeto del Derecho Internacional Humanitario y la Constitución Nacional. Formada en Argentina en abril de 1976, tras la persecución, asesinato y desaparición de sus principales referentes, pasó a estar representada por su “Delegación Internacional” que tuvo sus principales sedes en Madrid, París y Washington, aunque además alcanzó una presencia menos orgánica en México, Holanda, Bélgica, Suiza y Suecia. Sus principales referentes en el exilio fueron Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Mattarollo, Gustavo Roca, Carlos González Gartland, Lidia Massaferro y Lucio Garzón Maceda. Para la Junta Militar. Para conocer su historia, véanse entre otros: Mira Delli-Zotti (2004), Franco (2008), Yankelevich (2010) y Alonso (2010). Según los organismos de inteligencia militar, “la CADHU es el resultado del acuerdo establecido entre Montoneros, PRT-ERP, Partido Comunista Marxista Leninista, Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos. Asimismo han participado del acuerdo subversivo otras bandas tales como el Grupo Obrero Revolucionario, Frente Revolucionario 17 de Octubre y Juventud Irigoyenista. Sus integrantes son los Delincuentes Terroristas”. Dossier Acciones contra Argentina sobre Derechos Humanos. Marco exterior (s.f.) (Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), La Plata (Argentina). 4. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. Colección CADHU, Caja 28: Cuadernillos/Volantes y Catálogos, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires. 5. CADHU. Informe n° 2: Hechos generales hasta el 7 de julio de 1976, Madrid. Colección CADHU, Caja 29, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires. 6. Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). Documento de denuncia de la situación de los Derechos Humanos en Argentina. Sin lugar, circa 1979/1980. Colección CADHU, Caja 20: Informes y declaraciones, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires. El COSPA surgió en México en vísperas del golpe de Estado y nucleó durante los primeros años a buena parte del exilio argentino en ese país, aunque siempre fue identificada como una organización alineada con Montoneros y el peronismo revolucionario. Tuvo sedes o representaciones en diferentes países de Europa, por caso España e Italia. Sus más emblemáticos referentes fueron Rodolfo Puiggrós, Ricardo Obregón Cano y Carlos Gonzalez Gartland. Para un estudio pormenorizado, véanse Mira (2004) y Yankelevich (2010).

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y en favor de la protección de la persona jurídica, sus derechos y sus libertades, conculcaba no sólo el texto constitucional, sino todos los instrumentos internacionales del sistema humanitario: Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, Protocolos Adicionales, Convenciones Internacionales de Ginebra, Convenciones 87 y 89 de la Organización Internacional del Trabajo y Cartas de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos, de las cuales la Argentina era signataria.7 En este contexto, los exiliados hicieron foco por un lado, en alertar sobre la pretendida “vocación legalista”8 de la Junta que más se parecía a una “fiebre” represivo-legal (CADHU, 2014, p. 51); y por el otro, en denunciar el carácter “enmarañado”9, “difuso”, “confuso”, “indefinido” y “vago”10 de las leyes y actas punitivas puestas en vigencia tras el golpe, que no sólo eran aplicadas de manera arbitraria y discrecional11 por quienes detentaban el “poder absoluto” o la “suma del poder” (CADHU, 2014, p. 50), sino que eran masiva y sistemáticamente rebasadas desde la implementación de una violencia homicida clandestina y/o extrajudicial. La CADHU señaló que a partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 Argentina había dejado de ser una república porque se había arrasado con la división de poderes y en cambio se había instaurado un régimen autoritario, sustentado en la voluntad omnímoda de las FFAA, que se propusieron instalar una “nueva institucionalidad” fundada en la fuerza de las armas.12 La transformación operada en el sistema jurídico argentino tuvo su piedra fundacional en los “Objetivos básicos del Proceso de Reorganización Nacional” (Acta del 24/3/1976) y el “Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional” (26/7/1978), que venían a sumarse al ya vigente Estado de sitio y que se vieron reforzados por varias decenas de decretos-leyes de carácter punitivo que vulneraban un sinnúmero de derechos y libertades ciudadanas. Como puntualizaba la CADHU, “la actividad de las Fuerzas Armadas en la Argentina no configura un simple golpe de estado, sino el intento de 7. En Argentina Proceso al Genocidio, la CADHU enumeraba los derechos conculcados por la Junta militar en el marco jurídico nacional e internacional, a saber: a la vida, la libertad y seguridad individuales, prohibición de la tortura, detención arbitraria y destierro, al debido proceso, al asilo, a la soberanía popular, libertad sindical, opinión y expresión, reunión y asociación y derechos culturales y sociales (CADHU, 2014, pp. 173-174). 8. La CADHU hizo especial hincapié en la situación de la Justicia y el rol de juristas y abogados durante la dictadura. Al denunciar la compulsión legalista de la Junta, atacó a aquella “cohorte de juristas que encuentran justificación “constitucional” a las más aberrantes monstruosidades jurídicas y que cubren afanosamente, a través de diversas y complicadas “leyes”, la necesidad de “legalizar” la represión y la persecución política e ideológica” (CADHU, 2014, p. 51). Sobre la situación de la Justicia y de los abogados defensores de presos políticos y gremiales durante la dictadura, véanse entre otros: Moreno Ocampo (1996), Chama (2007, 2010), Vecchioli (2011), Defensoría General de la Ciudad de Buenos Aires (2014) y Nino (2015). 9. Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). Documento de denuncia de la situación de los derechos humanos en Argentina. Sin lugar, circa 1979/1980. 10. CADHU. Informe n° 2: Hechos generales hasta el 7 de julio de 1976, Madrid. 11. Esto es, “no sometido a reglas ni controlable judicialmente” (Groisman, 1984, p. 63) 12. CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983.

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conformar un nuevo Estado según pautas impuestas por la fuerza de las armas. Poder ‘de facto’ pero ni tan siquiera dispuesto a respetar mínimamente las disposiciones de la Constitución vigente, sino por el contrario lanzado ab initio a su reforma por vía de actas”.13 Como explicaba la CADHU, “el 24 de marzo, cuando las tres armas de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada y Aeronáutica) derrocaron al Poder Ejecutivo y apresaron a la Presidente de la Nación, dictaron una suerte de estatuto destinado a regir la nueva “institucionalidad ilegal” introducida. El instrumento se denominó “Acta para el Proceso de Reorganización Nacional”14 y comenzó por declarar la caducidad de los mandatos de todas las autoridades civiles, desde el presidente de la Nación hasta los gobernadores y vicegobernadores de las provincias. Complementariamente, el Acta “disolvió el Congreso federal, las legislaturas provinciales y los Consejos Municipales en todo el país; removió los ministros de la Corte Suprema de Justicia Federal, el Procurador General de la Nación y a los integrantes de los Tribunales Superiores de Justicia provinciales; […] y suspendió la actividad política y sindical sine die”.15 Como sentenciaba el Tribunal Permanente de los Pueblos frente al que los exiliados habían presentado reiteradas denuncias16, los “textos normativos” dictados entre el 24 y el 31 de marzo intentaron “insertar el funcionamiento de autoridades nuevas en el marco institucional existente”, manteniendo la Constitución sólo como una “referencia formal” porque “al concentrar todos los poderes del Estado en las manos de la Junta y del Presidente de la República, la misma Constitución e[ra] revocada por la Junta unánimemente. Las nuevas disposiciones [eran] incompatibles con el principio de la separación de los poderes inscriptos en la Constitución y solemnemente afirmado en el artículo 29 que inculpa de traición a la Patria a aquellos que tienden a concentrar los poderes de la Nación en un solo organismo”. Ni siquiera el Estado de sitio previsto en la Constitución y vigente desde el 6 de noviembre de 1974 y reiteradamente prorrogado y mantenido a lo largo de todo el “Proceso de Reorganización Nacional” habilitaba la “modificación de poderes constitucionales” o no al punto de que el Ejecutivo se arrogara facultades legislativas y judiciales, deteniendo 13. Ibídem. 14. Junta Militar. Documentos básicos y bases políticas de las Fuerzas Armadas para el Proceso de Reorganización Nacional. Buenos Aires, Junta Militar, 1980. 15. CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. 16. En su trabajo internacional, los exiliados interactuaron con diversas organizaciones internacionales, intergubernamentales, no gubernamentales y privadas que fueron fundamentales en la denuncia. Entre otras la Comisión Internacional de Juristas (a la que pertenecía Rodolfo Mattarollo de la CADHU), Amnistía Internacional o la Organización de Estados Americanos. Uno de los voceros en el Tribunal Permanente de los Pueblos fue Louis Joinet, magistrado francés, figura clave del Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay (SIJAU) y artífice del Coloquio sobre Desaparición Forzada de Personas reunido en París los días 31 de enero y 1º de febrero de 1981.

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personas por tiempo indeterminado, y aplicando penas y castigos sin intervención de ningún tribunal.17 Desde el exilio se denunció que la batería de leyes, actas y disposiciones punitivas dictadas por la Junta amparaban la restricción de libertades civiles, la pérdida de derechos políticos y sindicales, la pérdida de la ciudadanía para argentinos naturalizados, la expulsión de extranjeros del país sin que mediara la acción de tribunales18, la pérdida de la estabilidad laboral del personal de la administración pública (derecho protegido por el art. 14 bis de la Constitución Nacional, en su reforma de 1957) (CADHU, 2014, pp. 40 y 147)19, la vulneración de los derechos procesales (derecho de defensa, proceso público. jurisdicción correspondiente), la pérdida de derechos y conquistas laborales y la violación del principio de soberanía popular como única fuente de poder legítimo (CADHU, 2014, p. 50). Como explicaba la CADHU, no contenta la Junta con el cuerpo legal represivo-político que dio a conocer la primera semana posterior al golpe, decidió avanzar en la modificación del Código Penal y en la aprobación de un conjunto de disposiciones que tornaron más severas las penas vigentes e incluso equipararon simples contravenciones con delitos graves20; definieron nuevas figuras delictivas recortadas de modo vago e impreciso (“asociación ilícita”, “propagación y difusión de actividades subversivas”, “incitación a la violencia y/o alteración del orden público”) de modo de convertirlas en una vasta, severa y densa red punitiva21; establecieron tri17. Tribunal Permanente de los Pueblos. Resolución sobe la situación de los Derechos Humanos en la Argentina. Ginebra, 3-4/5/1980. Colección CADHU, Caja 19: Informes y declaraciones, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires. 18. La CADHU (2014, p. 147) denunció que entre la legislación represiva contra el movimiento obrero debía atenderse a los efectos del Comunicado nº 44 de la Junta militar que suponía la reimplantación de la “Ley de Residencia contra la cual lucharon largos años los trabajadores en la Argentina –un país de fuerte inmigración obrera–, disponiendo la expulsión del territorio nacional de los extranjeros que afecten la ´paz social´”. En realidad la posibilidad de expulsar en forma perentoria a extranjeros por delitos por delitos contra “el orden institucional y la paz social de la Nación” ya estaba contemplada por la ley 20.840 (28/9/1974). El golpe sólo agravó la situación de los extranjeros en el país, quienes ya desde 1975 habían visto su vida, libertad e integridad amenazadas sea por la acción de bandas paraestatales y por aplicación de la ley represiva del gobierno democrático. Para una aproximación a la situación de los extranjeros en el tránsito del gobierno peronista y durante la última dictadura militar, véanse entre otros Halpern (2009), Azconegui (2014), Abattista (2014) y Lastra y Peñaloza (en prensa). 19. Ley 21.274 que autoriza a dar de baja por “razones de servicio” a personal de diversos organismos del Estado” (B.O.R.A., 29/3/1976) y que remitía a la ley 21.260/24/3/76, que autorizaba a dar de baja por “razones de seguridad” al personal de planta permanente, transitorio o contratado que preste servicio en la administración pública nacional y que haya estado vinculado a “actividades de carácter subversivo”. 20. Pocos meses después del golpe, la CADHU señalaba que “lo difuso de las disposiciones, su confusión en algunos casos con simples contravenciones y en otros con verdaderos delitos contra la seguridad nacional, es característica dominante. Con figuras con amplitud y poca definición dogmática en muchas de las cuales se prescinde de principios clásicos para probar culpabilidad y respecto de las cuales se conminan penas desorbitadas, permitía caracterizarlas como una reforma persecutoria de actividades disidentes”. CADHU. Informe n° 2: Hechos generales hasta el 7 de julio de 1976. 21. La CADHU señaló que la “fluidez” de las “figuras penales introducidas” permitía “incriminar con-

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bunales militares (Consejos de Guerra Especiales Estables22) para juzgar los delitos de nuevo cuño (“delitos contra la seguridad nacional” y a “quienes atentaran o crearan peligro contra personas y bienes” (Ley 21.264/197623); restablecieron la pena de muerte24 para los condenados “por comisión de actos subversivos”25 y restringieron severamente los derechos de habeas corpus26 y opción (CADHU, 2014, pp. 40-41). ductas que claramente no podrían adecuarse a los dispositivos respectivos y, además, establecían un principio de culpabilidad no individualizado por los actos de los acusados, generando una suerte de responsabilidad objetiva y solidaria (en materia de asociaciones ilícitas) contrario a principios universalmente aceptados en materia penal” CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. 22. Como señalaba la CADHU, “los procesos castrenses son adelantados ante tribunales de legos (militares), sin la intervención de defensores letrados, y sin que las sentencias sean recurribles ante los Tribunales ordinarios federales, correspondiendo al Presidente de la Nación disponer del cumplimiento final de las decisiones de ellos emanadas. Vale decir que los tribunales castrenses (de muy dudosa constitucionalidad salvo casus belli) son dependientes del Poder Ejecutivo. El sometimiento a ellos de civiles hace más notorio el proceso autoritario de concentración del poder en manos del jefe de la Junta militar”. CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. 23. La ley publicada en el Boletín Oficial el 26 de marzo de 1976 definía un castigo de reclusión de hasta 10 años para aquellas personas que “públicamente, por cualquier medio, incitaran a la violencia colectiva y/o alteraran el orden público” (art.1). Por su parte, “el que atentara contra medios de transporte, usinas o instalaciones de gas o agua” sería reprimido con “reclusión perpetua por tiempo determinado o muerte” (art. 2). Según lo previsto por el Código de Justicia Militar, habilitaba a las Fuerzas Armadas y de Seguridad a hacer “uso de las armas en caso de que la persona incurriera en alguno de los delitos previstos por la ley” y no “se entregara a la primera intimación o hiciera armas contra la autoridad” (art. 5). Creaba los Consejos de Guerra Especiales Estables previstos por la Justicia Militar, que junto con los Consejos de Guerra Permanente para el personal subalterno de las Fuerzas Armadas entenderían en el juzgamiento de los delitos previstos por la ley (arts. 7 y 8). Por último establecía que “la pena de muerte se aplicaría de conformidad con las disposiciones del Código de Justicia Militar” (art. 11) y que la ley “sería aplicable a toda persona mayor de 16 años de edad” (art. 10). 24. Como denunciaba la CADHU, con estos actos se violaban “varios principios constitucionales, algunos ya incorporados a instrumentos internacionales, entre ellos el principio de que no hay pena sin ley (en sentido formal) previo al hecho del proceso, y en el caso argentino, específicamente el artículo 18 de la Constitución que eliminó la pena de muerte por causas políticas”. CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. 25. Como explicaba la CADHU en su lapidario informe de 1977, “la imposición de la pena de muerte, […] no responde a otro criterio que a la necesidad de las Fuerzas Armadas de explicitar normativamente lo que es su diaria acción. Dentro de su propia concepción de guerra interior es imprescindible la muerte del enemigo, su aniquilamiento físico. Más ese enemigo no está normativamente individualizado. Tras el genérico mote de “subversión” está el amplio espectro político contra el cual las Fuerzas Armadas apuntan sus armas. Enemigo es así, no solamente el combatiente revolucionario o el político o el dirigente sindical que profesa ideas revolucionarias, sino que lo es también, en igual medida, el clásico demócrata liberal que no se resigna a ver caer los principios tradicionales que informan su mundo; el intelectual, el científico o el estudiante que se inquieta por los problemas que agitan la cambiante y compleja realidad contemporánea; el obrero que reclama salarios y mejores condiciones de trabajo y de vida; el delegado de fábrica que reclama el cumplimiento de las leyes laborales vigentes aún; el abogado que defiende los derechos y la dignidad humana; el médico que brinda asistencia al militante herido; el poeta que canta el futuro; el artista que reclama libertad para su obra; el familiar que se angustia y llora por la persecución a un ser querido” (CADHU, 2014, pp. 47-48). 26. El COSPA señaló que “el habeas corpus, medio natural de conocer si una persona se encuentra detenida y sus causas, ha dejado de tener eficacia en razón de que la creación de jueces especiales bajo la aplicación del procedimiento del Código de Justicia Militar imposibilita la ubicación del desaparecido y justifica la negativa de los distintos organismos que deben expedirse, como el Jefe de Policía

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Para la CADHU, los dos instrumentos jurídicos que mejor permitían conocer no sólo “la ideología”, sino los “fines” últimos de la Junta Militar eran el “Acta para considerar la conducta de aquellas personas responsables de ocasionar perjuicios a los superiores intereses de la Nación(18/6/1976)”27(CADHU, 2014, p. 49); y la batería de actas y leyes que permitieron instalar la excepción dentro del Estado de excepción, esto es, convertir un recurso constitucional extraordinario y transitorio (el Estado de sitio28) en una situación permanente, amén de haber suspendido, restringido y administrado discrecionalmente, el único reaseguro legal contra el poder omnímodo que concentraba el Ejecutivo: el derecho de “opción” a salir del país para los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (CADHU, 2014, p. 35). A poco de darse a conocer el Acta del 18 de junio, la CADHU la calificó como un proyecto de “justicia revolucionaria”, una “enormidad jurídica y una aberración moral” de un gobierno que asumía “por sí y ante sí, sin intervención de ningún orden judicial, el rol de juzgar la conducta de quienes hubieran ocasionado ‘perjuicios’ a los superiores intereses de la Nación” (CADHU, 2014, p. 49). Para los exiliados argentinos, el Acta implicaba la violación expresa y global de todos los principios constitucionales, se reserva[ba] para sí la facultad omnímoda de aplicar contra los ciudadanos, sin juicio ni forma alguna de juicio, sanciones de “pérdida de los derechos políticos o gremiales”, “pérdida de ciudadanía a los argentinos naturalizados”, “inhabilitación para ejercer cargos, empleos y comisiones públicas y para desempeñarse en cargos honoríficos”, “internación en el lugar que determine el Poder Ejecutivo Nacional” y “prohibición de administrar y disponer de sus bienes […] hasta tanto justificaran la legitimidad de la adquisición de los mismo”, y de “ejercer la profesión para la que estuvieran facultados legalmente en su caso, durante aquel lapso”(CADHU, 2014, pp. 49-50). y el Ministerio del Interior. […] La imposibilidad de esgrimir argumentos legales frente a las fuerzas represoras deja inermes a los familiares de los desaparecidos, que se ven así rodeados de negativas y reenvíos a dependencias que niegan información.” (Amorós: 2011, pp. 54-55). 27. El Acta estaba acompañada por las resoluciones 1 a 6 que enumeraban los nombres de los sancionados por los artículos 1 y 2 del Acta del 18 de junio, entre otros ex presidentes, parlamentarios, ex gobernadores, sindicalistas, militantes revolucionarios, periodistas y una larga listas de empresas, a saber María Estela Martínez de Perón, Héctor J y Héctor P. Cámpora, Raúl Lastiri, Alberto Martínez Bacca, Ricardo Obregón Cano, Carlos S. Menem, Juan Manuel Abal Medina, Eduardo Duhalde, Rodolfo Ponce, Casildo Herrera, Carlos Ruckauf, Alberto Taiana, Juan, Isidoro y David Graiver, Lidia Papaleo, Jacobo Timerman (Boletín Oficial de la República Argentina (BORA) 5/7/1976, 3/9/1977 y 5/9/1977). 28. Contemplado en el artículo 23 de la Constitución Nacional: “En caso de conmoción interior o de ataque exterior que pongan en peligro el ejercicio de esta Constitución y de las autoridades creadas por ella, se declara en estado de sitio la provincia o territorio en donde exista la perturbación del orden, quedando suspensas allí las garantías constitucionales. Pero durante esta suspensión no podrá el presidente de la República condenar por sí ni aplicar penas. Su poder se limitará en tal caso respecto de las personas, a arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro de la Nación, si ellas no prefiriesen salir fuera del territorio argentino”.

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Pero la Junta no sólo aplicó en forma retroactiva esta norma que impedía el debido proceso y abolía la división de poderes porque el Ejecutivo se arrogaba la facultad de imputar y condenar; sino la usó en otros dos sentidos. Para la CADHU, por una parte, el Acta sancionaba en el mismo paquete a miembros del régimen derrocado y a personas sin vinculación o responsabilidad en la corrupción oficial, a militantes de la derecha y la izquierda peronista; “probos y réprobos, honestos y deshonestos, justos y pecadores, víctimas y victimarios[…] Y quienes aplica[ba]n estas sanciones[eran] justamente los tres miembros de la Junta militar que formaron parte del gobierno que ahora condena[ba]n” (CADHU, 2014, pp. 50-51). Por otro lado, la CADHU explicó que el Acta planteaba una confusión entre “lo político y lo moral” porque se penalizaba la “inobservancia de principios morales básicos en el ejercicio de funciones políticas, públicas, gremiales o actividades que compromet[ía]n el interés público”, el “incumplimiento de mandatos”, y las “acciones y omisiones que hubieran facilitado la subversión disociadora” o hubieran tolerado “la corrupción administrativa o [la] negligencia que la facilitara”.29 Con respecto a las innumerables modificatorias del derecho de “opción”,30 la CADHU planteó dos cuestiones. La primera, que no conformes con la absoluta vulneración de los restos de garantías ciudadanas en vigencia del Estado de sitio, los militares suspendieron en forma retroactiva “la facultad constitucional de optar por salir del país para los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo”,31 luego la rehabilitaron y la administraron de forma discrecional y la utilizaron como forma de castigo, porque aquellos que por la gracia de las todopoderosas FFAA eran beneficiados con la salida del país, convertían esa decisión en un destierro de hecho porque su regreso estaba penalizado “salvo autorización del Poder Ejecutivo”. La segunda, que el Estado de sitio no había sido instaurado por la Junta militar 6/11/74.32 Las FFAA sólo mantuvieron esta disposición excepcional y la transformaron en algo permanente (31/10/198333). Pero, además, la vaciaron del sentido constitucional y “extendieron las facultades emergentes del Estado de sitio”,34 porque 29. CADHU. Informe n° 2: Hechos generales hasta el 7 de julio de 1976. 30. Sobre la compleja maraña de decretos, actas y leyes referidas al derecho de “opción” bajo imperio del Estado de sitio, véase nota 6 del Capítulo “El derecho a la libertad” del Informe de la visita de la CIDH de la Organización de Estados Americanos a la Argentina, en: www.cidh.org/countryrep/Argentina80sp/ Cap.4.htm 31. COSPA. Antecedentes para el Symposium de Madrid sobre “Los Desaparecidos en el Cono Sur (Chile-Argentina-Uruguay)”, Madrid, mayo 1977 (Amorós; 2011, p. 53). La revista española Triunfo (14/5/1977) calificó el Symposium no sólo como el “acto de solidaridad más grande que se recuerde en la España postfranquista, sino una de las mayores reuniones de las fuerzas políticas, organizaciones y personalidades democráticas españolas de los últimos tiempos”. Además de las personalidades españolas, estuvieron presentes entre otros, Luis Joinet, Rafael Alberti, Raimundo Ongaro, María Isabel Matamala, Fernando Ostornol, Patricia Feeny y Fernando Claudín. 32. Decreto 1368, en: B.O.R.A., 7/11/1974. 33. Decreto 2834, en B.O.R.A., 1/11/1983, 34. Mignone, Emilio (Centro de Estudios Legales y Sociales de Buenos Aires). El caso argentino: desapariciones forzadas como instrumento básico y generalizado de una política. Documento presentado en

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si el artículo 23 facultaba al Poder Ejecutivo unipersonal a detener y trasladar a una persona detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), la dictadura desnaturalizó su esencia, transformando esta detención en una pena sin límite de tiempo, aplicable sin necesidad de imputación de delitos por el Poder Ejecutivo, en violación flagrante de la normativa constitucional que le prohíbe dictarlos, que prohíbe impone penas sin ley previa y que prohíbe asimismo, sustraer a los reos de sus jueces naturales. El régimen carcelario de la dictadura confirmaba el carácter de pena que el poder imperante en la Argentina atribuye a esta detención al calificar a los prisioneros a disposición del Poder Ejecutivo como “Delincuentes Terroristas”.35 Si la denuncia exiliar estuvo dirigida a desnudar el contenido represivo y abiertamente violatorio de los DDHH de la legislación pública puesta en acto por la Junta, del mismo modo apuntó a mostrar que los militares no inauguraron esa tradición normativo-autoritaria o abiertamente punitiva, sino que fueron su más aberrante continuación. De hecho, desde el exilio, tempranamente se intentó ponderar cómo se había desenvuelto ese conjunto de disposiciones fundadas en el Estado de necesidad y que ahora constituían la nueva “institucionalidad ilegal” de la Seguridad Nacional, colofón de una espiral ascendente de supresión de derechos, libertades y garantías ciudadanas iniciada —en el pasado próximo— en el gobierno democrático de Juan D. Perón y Estela Martínez de Perón.36 El dilema que enfrentaban los exiliados no era menor: ¿cómo explicar que el golpe implicó la cesación completa del Estado de derecho, cuando la Junta presentaba su trabajo legislativo como reaseguro de las instituciones republicanas y cuando resultaba evidente que ya antes del 24 de marzo la Constitución “regía formalmente”, pero con “profundos baches institucionales”?37 En este contexto, la CADHU fue muy precisa. Por un lado mostró que los argentinos estaban acostumbrados al Estado de sitio, la tortura, la cárcel política y la “legislación represiva política, social e ideológica de inspiración y contenido inocultablemente fascista”. En tal sentido, el “Proceso de Reorganización Nacional” no implicó una cesura absoluta ni con el régimen militar de la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), ni tampoco con los gobiernos democráticos que la sucedieron (1973-1976), que si bien comenzaron ordenando la “inmediata liberación” de los “presos políticos”, el Coloquio Internacional “La política de desaparición forzada de personas”. Senado de la República francesa, 31/1-1/2/1981. En Amorós (2011, p. 310). 35. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981. Colección CADHU, Caja 20: Informes y declaraciones, Archivo Nacional de la Memoria, Buenos Aires. 36. CADHU. La ruptura de la legalidad constitucional en Argentina, 1983. Colección CADHU. 37. CADHU, op. cit.

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derogando la “legislación penal específica que había servido […] para ‘legalizar’ tortura, asesinatos y persecuciones”, y suprimiendo la “Cámara Federal en lo Penal de la Nación”38 (ley 19.053, 28/5/71)” (CADHU, 2014, p. 35); poco a poco fueron reinstalando el aparato legal represivo mediante reformas al Código Penal que reintrodujeron muchas figuras delictivas derogadas (enero 1974), aprobaron una legislación de contenido abiertamente punitivo (Ley de Seguridad 20.840, 28/9/197439), y reinstalaron de forma permanente el Estado de sitio, que abolió “la seguridad jurídica para los habitantes de la Nación” (noviembre de 1974) (CADHU, 2014, p. 36). Desde el exilio, ya en los primeros meses tras el quiebre institucional de 1976, resultaba evidente que los militares no operaban punitivamente sólo ni principalmente desde esa normatividad pública. Según la CADHU, “el derecho en este tipo de Estado no es un obstáculo para el ejercicio de la violencia, en efecto ésta se efectuará dentro de la legalidad cuando no sea una valla a los fines perseguidos, pero nada obstará que se pueda actuar y como de hecho lo es en la realidad cotidiana al margen de la legalidad”.40 Como sentenciaba esta organización de DDHH del exilio, en julio de 1976, “más allá de las estructuras jurídicas represivas, la represión es llevada por los cauces de una guerra sucia y despiadada contra el conjunto del pueblo argentino, para lo cual las Fuerzas Armadas instrumentan a discreción todos los resortes del Estado.”41 En este contexto, los exiliados pusieron el acento en dos cuestiones. Por una parte, que sólo bastaba repasar las declaraciones públicas de los militares y sus adláteres42 para comprender que el objetivo del golpe había sido, como declaró el general Videla, “matar toda la gente que sea necesaria para que se retome la paz” (CADHU, 2014, p. 46). Pero, junto con la denuncia del propósito homicida del entramado punitivo puesto en marcha tras el golpe, los exiliados denunciaron que si la “represión opera de hecho antes que de derecho, […] ello no significa que estemos frente a una anarquía: todo lo contrario las reglas de juego están perfectamente delimitadas, los secuestros 38. La CADHU refirió a ese tribunal especial “creado para el juzgamiento de todas aquellas personas acusadas por a la presunta comisión de delitos políticos […], sobre los que muy pocos pesaba condenas judiciales y los restantes estaban detenidos a disposición del PEN, sin acusación ni causa judicial alguna […] aplicaba a los imputados una legislación política específica, dictada y ajustada durante el curso de esos años para reprimir bajo apariencia legal toda resistencia obrera y popular y para castigar eficaz y ejemplarmente a combatientes, activistas, opositores y meros disidentes” (CADHU, 2014: 35). Para un análisis funcionamiento del llamado “Camarón” durante el gobierno del general Lanusse, véanse entre otros, Eidelman (2008). 39. Ley de Seguridad Nacional o sobre “penalidades para las actividades subversivas en todas sus manifestaciones” (BORA, 2/10/1974). Norma que habilitaba la “represión ideológica” y que los militares del “Proceso de Reorganización Nacional” utilizaron de forma sistemática con el único agregado de un inciso al art 2 (ley 21.886/78). 40. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981. Colección CADHU, Caja 20. 41. CADHU. Informe n° 2: Hechos generales hasta el 7 de julio de 1976. 42. En Proceso al Genocidio, la CADHU recogía declaraciones de otros integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad (generales Luciano Jáuregui y Roberto Viola y el Jefe de la Policía de Rosario, comandante, Agustín Francisco Feced) y del vicario castrense, monseñor Víctor Bonamín.

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no son al azar, ni fruto de meras decisiones personales de los ejecutores, su carácter no público, no le quita el carácter de reglas ‘obligatorias’”43. En tal sentido, Eduardo Duhalde explicaba que no había que dejarse confundir por las disputas en torno a las metodologías represivas entre “duros” y “blandos” dentro de las FFAA,44 ni por los características inhumanas de estos supuestos “tiranuelos de republiquetas”; ni caer en aquellos argumentos que pretendían reducir lo ocurrido a la suma de “excesos y errores” en el contexto de una “guerra contra la subversión”. Era necesario “no omitir la racionalidad del proyecto represivo ejecutado por el conjunto de las FFAA argentinas”,45 que operaban en un doble nivel punitivo, desde una normativa pública y desde una “legalidad paralela o secreta, que es una forma de racionalizar y organizar la represión que no se puede efectuar dentro del aparato legal”.46 Como puntualizaba en 1977 el abogado Rodolfo Mattarollo (Pax Romana y CADHU) ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Argentina se habían producido dos clases de violaciones de los DDHH: “las abiertas, las que no se encubren y resultan de la legislación y las medidas que aplica la Junta militar” y “las violaciones encubiertas, de hecho, resultados del abuso del poder, la arbitrariedad y el terrorismo de Estado” (CADHU, 2014, p. 284). Pero si en 1977, los exiliados atribuían esa violaciones encubiertas al accionar de “grupos armados que innegablemente forman parte de las Fuerzas Armadas”, que habían secuestrado y continuaban secuestrando a “2.300 personas al mes” que eran sometidas a las “más crueles torturas y vejámenes en campos militares de concentración, cárceles clandestinas y locales policiales” (CADHU, 2014, p. 284); al final del gobierno de Videla enfatizaban que esta operatoria secreta obedecía también a una “normatividad que ordena y pauta la organización y acción de los servicios de inteligencia y de los estados mayores de las tres fuerzas” y que todas estas disposiciones habían sido 43. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981. Colección CADHU, Caja 20 44. La revista Cambio 16 de Madrid (23/8/76, pp. 40-43), en un artículo titulado “El bife del miedo”, recogía testimonios de familiares de víctimas que describían los indicios de una nueva metodología represiva que iba generalizándose en Argentina: “cada sector militar y policial opera con métodos propios, con identificaciones falsas y matrículas de los coches rayadas e inexistentes, y oculta el organismo al que pertenecen en el momento de efectuar las detenciones”. También explicaba que existían “lugares donde se practica la tortura, como el Campo de la Rivera, en Córdoba y Campo de Mayo y la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires”. Respecto a esta última, citaba relatos de “testigos presenciales” que aseguraban “haber visto serrar a una mujer a lo largo por la matriz porque no quería confesar. A otra le cortaron ambas manos delante de su marido y la dejaron desangrarse hasta morir. Estos cadáveres aparecen luego volados con dinamita”. En la misma nota, los familiares de las víctimas reconocían dos fracciones dentro de las FFAA: la “partidaria de lucha con medios legales, aunque sean drásticos” y los “partidarios del body count o guerra salvaje”. El periodista de Cambio 16 afirmaba que recién ahora Argentina había reinstalado la pena de muerte porque “han descubierto que es más fácil el asesinato que el fusilamiento legal”. 45. Duhalde, Eduardo. Argentina, a dos años del golpe de Estado. La lucha por el poder militar. Triunfo, Madrid, 1/4/1978, p. 50. 46. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981. Colección CADHU, Caja 20

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aprobadas por la Junta (Amorós, 2011, p. 307). Así lo manifestaba Emilio Mignone (Centro de Estudios Legales y Sociales de Buenos Aires) en el “Coloquio sobre Desaparición Forzada de Personas” celebrado en París en 1981 y que reunió a la oposición interior y en el exilio,47 además de prestigiosos juristas internacionales. En esa ocasión, Mignone denunció que amén la “normatividad pública de excepción” (Amorós, 2011, p. 308), colocada por encima de la Constitución Nacional y de los Tratados Humanitarios Internacionales; la Junta operó masiva y sistemáticamente desde un segundo “nivel normativo secreto” —“doctrina del paralelismo global”(Amorós, 2011, p. 307)— sancionado para la “guerra antisubversiva”, que terminó por convertirse en el “verdadero y único marco promotor, orientador, organizador, ejecutor e incluso protector del total de las estructuras volcadas a la acción represiva (Amorós, 2011, p. 311). En tal sentido, consideraba que más allá del “inmenso arsenal [legal-público] represivo, las FFAA optaron por llevar adelante sus operaciones en forma clandestina, de manera paralela pero con sometimiento global a la conducción militar y política del Estado” (Amorós, 2011, p. 314). Como denunció Mignone, “la concepción del paralelismo global [estuvo] destinada a mantener la ficción del funcionamiento normal de las instituciones del Estado”, de modo de permitir a las FFAA mantener formalmente —y a diferencia de Chile— el ejercicio de habeas corpus “cuando en la práctica ese recurso era sistemáticamente rechazado, tras la respuesta invariable que “el beneficiario de la acción judicial no se encuentra detenido” (Amorós, 2011, p. 30). Si la dictadura podía acreditar el “invento” de la “técnica de desaparición” (Amorós, 2011, p. 314) como dispositivo fundamental de su aparato represivo, su opción por los procedimientos extrajudiciales, secretos, pero no por ello menos normativizados y controlados, se debió entre otras razones a la necesidad de retardar la condena internacional. El modelo chileno les bastó para comprender que actuar “con dureza pero dentro de un sistema sancionado legalmente, fundado en el funcionamiento de tribunales militares ordinarios en jurisdicción ampliada y la aplicación en determinados casos de medidas extremas”, no había sido el remedio más “eficaz y rápido para eliminar la subversión”, ni había evitado a sus pares del país trasandino las “influencias y presiones internas y externas” (Amorós, 2011, p. 315). En Argentina, la elección de un sistema de doble faz (represión “legal” y extrajudicial) apoyado en un doble nivel normativo (público y clandestino), permitió a la Junta militar, al mismo tiempo, producir una sensación de normalidad institucional y amedrentar y desmovilizar a la población desde el secreto, la negación y la exhibición de dosis justas de violencia homicida;48 47. Entre los impulsores del Coloquio destaca la CADHU París y en concreto la figura de Rodolfo Mattarollo. 48. La CADHU explicaba que “cuando hablamos de terrorismo de Estado, queremos significar no sólo un tipo de Estado cuyo principal basamento es el terror, sino que también este terror adquiere

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y mantener por algún tiempo cierta “legitimidad” interna y externa, retardando la organización de formas de resistencia y oposición. Como explicaba la CADHU en 1977, la “Junta militar necesita[ba] vitalmente ocultar a la opinión pública nacional y sobre todo mundial, el número de prisioneros políticos para ‘cuidar’ su ya deteriorada imagen internacional y para intentar diferenciarse de las dictaduras militares chilena y uruguaya, ya definitivamente condenadas por los actos de verdadero genocidio cometidos contra sus pueblos” (CADHU, 2014, p. 69). Los exiliados contra la “legalización del genocidio”49 Aunque al decir de Emilio Mignone (IEPALA, 2011, p. 307) la “detención seguida de la desaparición de personas consideradas sospechosas, disidentes o ideológicamente peligrosas, con la negativa de la participación oficial en el hecho” se encuadraba dentro de ese “segundo plano de normatividad”, al que denominó “doctrina del paralelismo global”. En vísperas de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) al país, la Junta pretendió clausurar el “problema de los desaparecidos” aprobando dos leyes de carácter público subsidiarias de la legislación de Seguridad Nacional, que regulaban por una parte el tema de “jubilaciones, pensiones y prestaciones no contributivas” de los “ausentes del lugar de su residencia o domicilio”;50 y por la otra, habilitaban por vía express certificar el fallecimiento presunto de los “desaparecidos”.51 ciertas peculiaridades. Así el actuar terrorista del Estado no siempre se oculta sino que en muchas oportunidades es autopublicitado por el Estado mismo por medios indirectos. Es harto conocido por todos los fusilamientos públicos; la liberación de prisioneros de campos de concentración y el pago de sus boletos a Europa, a sabiendas de que sus testimonios iban a ser utilizados para la lucha contra la violación de los derechos humanos. La aparente irracionalidad de esta forma de actuar de la dictadura, cobra racionalidad cuando observamos que una de sus finalidades es no sólo torturar, sino hacer saber que se tortura y para que nadie dude de que en la Argentina se lo hace, para que de esta manera la represión actúe como elemento intimidatorio”. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981. Colección CADHU, Caja 20. 49. Consigna utilizada por diversas organizaciones argentinas del exilio en España con motivo de la campaña de denuncia contra las leyes sobre desaparecidos aprobadas por la Junta militar en vísperas de la vista de la CIDH al país. Contra la legalización del genocidio. Presencia Argentina. Periódico del Centro Argentino de Madrid, año 1 (1): 1-2, octubre 1979, p. 2. 50. La Ley 22.062 (5/9/79) pretendía “regularizar la situación que aflige a un número de familias argentinas, motivada por la ausencia prolongada y el destino de algunos de sus integrantes, como consecuencia de los graves eventos que afrontó nuestro país en el pasado reciente” (BORA; 12/9/79). Como explicaba la CIDH, esta ley establecía que, transcurrido de un año de la ausencia de una persona, se “facultaba a quienes tuvieran un derecho reconocido por las leyes nacionales de jubilaciones y pensiones o de prestaciones no contributivas, subordinado a la muerte de esa persona, a ejercerlo en la forma prescrita por la presente Ley” (CIDH, 1980, pp. 137-139). 51. La Ley 22.068 (12/9/1979) establecía que “podría declararse el fallecimiento presunto de la persona cuya desaparición del lugar de su domicilio o residencia, sin que de ella se tenga noticias,

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Aunque los exiliados comprendían que el dispositivo represivo excedía en mucho la legislación pública —recortada dentro de normas de excepción, configuradas antes y después del golpe del 24 de marzo de 1976 y atadas a jurisdicción castrense—, en la coyuntura de la visita de la Comisión de la OEA y cuando las miradas del mundo se focalizaban en la Argentina y el cerco internacional era verdaderamente denso,52 la lucha contra las leyes públicas sobre “desaparecidos” se convirtió en la piedra angular del trabajo de denuncia de los desterrados. Para los exiliados resultaba claro que la Junta militar ya no usaba el entramado normativo abierto sólo para amparar y “legitimar la represión política”53 y para “institucionalizar el despotismo”;54 sino también para evitar una contundente condena internacional —como la que finalmente se produjo tras el informe de la CIDH55— y para borrar el crimen hubiese sido fehacientemente denunciada entre el 6 de Noviembre de 1974, fecha de declaración del Estado de sitio […] y la fecha de la presente ley” (CIDH, 1980, pp. 137-139.). Al momento de su derogación (27/10/1983), el último presidente de facto Reynaldo Bignone y su Ministro del Interior Llamil Reston explicaban que la ley 22.068 fue una disposición de “carácter excepcional destinada a regularizar la situación que afligía a un cierto número de familias argentinas motivada por la ausencia prolongada y el destino de algunos de sus integrantes, como consecuencia de la gravedad de la situación originada en las circunstancias de conmoción interior que alteraron la vida institucional de la Nación”. Para el último presidente militar, su propósito fue “definir de manera cierta dichas ausencias estableciendo un proceso que simplificaba la actividad judicial a cumplir para obtener la declaración del fallecimiento presunto del ausente” (BORA; 9/11/1983). 52. Cabe señalar que la Junta sólo aceptó la visita in loco de la CIDH tras sufrir varios reveses internacionales, no sólo condenas de organizaciones no gubernamentales (Amnistía Internacional, Comisión Internacional de Juristas) a las que consideraba infiltradas de “subversivos”, sino del propio gobierno estadounidense (Enmienda Humphrey-Kennedy a la “Ley de Asistencia a la Seguridad”). El cerco fue cerrándose y tras la publicación del informe de la CIDH, un sector del exilio peronista de Barcelona señalaba: “Durante la segunda mitad de 1979 el gobierno argentino afrontó dificultades crecientes. En el orden externo, la repulsa hacia las violaciones sistemáticas de los derechos humanos abracaba un vasto abanico: desde la administración Carter hasta la Democracia Cristiana italiana, desde el gobierno francés, que con acritud le reclamaba por sus súbditos desaparecidos hasta la UCD española que…impulsaba una reunión de partidos moderados de la que emergía una condena a las dictaduras. En la ONU […] tan sólo el voto soviético salvaba al régimen, agónicamente, de ser objeto de sanciones. Por si fuera poco, el Papa lo aludió en uno de sus “angelus” dominicales…El gesto papal se vio amplificado por cuanto fue una implícita respuesta al clamor de las Madres de Plaza de Mayo, que durante un mes ocuparon simbólicamente una iglesia de Roma y consiguieron que, en quince parroquias, se leyesen sus súplicas para que Wojtila ´hablase´”. Argentina: el síndrome de Nüremberg. Testimonio Latinoamericano, Barcelona, año I, (1): 3-10, marzo/abril 1980, p. 3. 53. Cabe recordar que tras intentar postergar la visita, y en medio de una campaña de persecución de los denunciantes y de hostigamiento de los “inspectores” o “juzgadores”, la Junta procuró reducir la acción de la Comisión al estudio de la legislación pública aprobada para encarar la “lucha contra la subversión”. Hecho que fue rechazado por la CIDH en la convicción de que el principal dispositivo represivo se expresaba desde metodologías extralegales, en la clandestinidad y a través de la desaparición forzada de personas. Sobre el análisis de la CIDH sobre la “nueva situación jurídica” y las “fuentes formales” del derecho durante el “Proceso”, véase Capítulo I del Informe de la CIDH de 1979. 54. Tribunal Permanente de los Pueblos. Resolución sobe la situación de los Derechos Humanos en la Argentina. Ginebra, 3-4/5/1980. 55. En diciembre de 1979, la versión preliminar del Informe estaba concluida. Tras ser aprobada en el seno de la Comisión, fue enviado al gobierno militar para su consideración (febrero 1980) y finalmente publicada en abril de 1980. Los desterrados dijeron que se trataba de un Informe “lapidario”. Desde

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clandestino, diluir las responsabilidades penales de sus ejecutores y cercenar cualquier posibilidad de justicia futura para los familiares de las víctimas. Las leyes sobre “ausentes para siempre”56 fueron el colofón de una doble estrategia exculpatoria dirigida a la opinión pública nacional e internacional. Por una parte, la Junta había procurado por “todos los métodos y procedimientos” —tanto desde las “contrapresiones y chantajes internacionales”, como “desde las negociaciones” y “aún con la complicidad activa y pasiva de gobiernos y fuerzas políticas y económicas internas y externas”57— impedir el arribo de la Comisión para su investigación in loco. Como explicaban los exiliados del Centro Argentino de Madrid58, cuando la visita fue un hecho irreversible, entonces la Junta procedió a “liberar algunos detenidos políticos sin causa ni proceso, ‘adecentó’ las cárceles y ‘prisiones oficiales’, liberalizó formalmente los inhumanos regímenes de detención existentes, suprimió o clausuró algunos campos de concentración y otros lugares clandestinos de detención ya detectados, ‘blanqueó’ las listas de ‘desaparecidos’ asesinando a muchos secuestrados, [y] liberando a unos pocos”. Para los exiliados, las leyes fueron el último recurso para “legitimar el genocidio mediante la declaración judicial de fallecimiento de los “desaparecidos”.59 Por otro lado, las leyes venían a dar continuidad a una política oficial en torno a las violaciones a los DDHH fundada en “la rotunda negativa inicial”, en la “descalificación” de los denunciantes y la “minimización de las denunParís, Hipólito Solari Yrigoyen lo analizó como un “cuadro objetivo y equilibrado de las violaciones graves, generalizadas y sistemáticas de derechos y libertades fundamentales del hombre ocurridas entre 1975 y 1979”. Este documento ponía en “tela de juicio la actuación de las tres Fuerzas Armadas”. Quedaba fehacientemente comprobado que no fue un “supuesto estado de necesidad o derecho de defensa lo que los obligó a transgredir las normas aceptadas por el mundo civilizado” (Solari Yrigoyen, 1983, p. 112). Para el abogado Roberto Bergalli, exiliado en Barcelona, el Informe establecía en forma palmaria que las violaciones atribuibles a las FFAA y de seguridad del Estado, involucraban el derecho a la vida; a la libertad personal por haberse detenido en forma indiscriminada y retenido a disposición del Poder Ejecutivo por tiempo ilimitado; a la seguridad personal por el empleo sistemático de la tortura; al debido proceso por las limitaciones del Poder Judicial, por la falta de garantías en tribunales militares y por la vulneración del recurso de habeas corpus. Argentina en la O.E.A. Una cuestión moral. Testimonio Latinoamericano, Barcelona, año II, (6): 16, enero/febrero 1981. 56. Esta fue la calificación incluida en las leyes para referirse a los “desaparecidos”. Según explicaba la prensa española, ya en julio de 1979, el general Roberto Viola —futuro presidente de la segunda Junta militar— había hablado de los “ausentes para siempre”. En la coyuntura de aprobación de las leyes, el Ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, confirmó que en Argentina “no había desaparecidos, sino muertos no registrados” y aclaró que en el país no había “más presos políticos que los reconocidos oficialmente”. El reconocimiento de las “desapariciones”, un cambio de postura del gobierno argentino. El País, Madrid, 25/8/1979. 57. La OEA y el terrorismo de Estado. Presencia Argentina. Periódico del Centro Argentino de Madrid, año 1 (1): 6, octubre 1979. 58. Aunque la investigación sobre la historia del Centro Argentino de Madrid no es muy abundante, en principio se trató de una organización de denuncia, alineada tempranamente con las Madres de Plaza de Mayo, que agrupaba a la militancia revolucionaria peronista y de izquierda no peronista y muy próxima a la CADHU. Sus principales referentes fueron Gustavo Roca, Eduardo Duhalde, Alipio Paoletti y Lidia Massaferro. Para un análisis más pormenorizado, véase Alonso (2010). 59. Ibídem.

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cias”, y en la propaganda de la “cruzada patriótica en defensa del ‘modo de vida occidental y cristiano’ en el contexto de una “guerra sucia”60, librada por una “subversión apátrida”, que agitaba en el exterior junto a los organismos internacionales, difundiendo una auténtica “leyenda negra” empleada políticamente como “otro medio de agresión contra la Nación” (Junta militar, 1980, p. 62). Según los exiliados, cuando los pseudo argumentos castrenses sobre los “desaparecidos”61 se tornaron inútiles, la Junta se abocó a crear una “cruel farsa legal”, expresión del “cinismo de la dictadura y del ingenio de los juristas”62. Un intento de formatear por medio de un decreto-ley un “pasado a la carta”63. Recuperando las palabras del obispo auxiliar de París, los exiliados afirmaban que si “hasta ahora la Junta ha[bía] pretendido no saber nada de ellos, [ahora] se dispon[ía] a proclamar su ‘óbito legal’”.64 Como explicaba la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, el mundo “asiste a uno de los Decretos más aberrantes que conozca […]: el régimen de Videla ha declarado la muerte pública y civil de todos aquellos desaparecidos que en el término de noventa días no aparezcan […] para comprobar que, efectivamente existen”. Y agregaba: “El Decreto de Videla insiste en la esquizofrenia: ya no hay desaparecidos, ahora sólo hay muertos; las esposas se convertirán en viudas; los hijos, en huérfanos. Para nacer se necesitan dos (a lo sumo una mujer y una probeta); para estar muerto es necesario un decreto, nueva arma del régimen”.65 En el contexto de la aprobación de estas leyes, el trabajo de los exiliados se concentró en mostrar que las mismas constituían una “aberración jurídica” con implicancias presentes y futuras. Presentes, porque facultaban al Poder Judicial a dar “oficialmente por muertos a los desaparecidos” de manera unilateral,66 y todo esto, como señalaba la CIDH, sin que el Estado movilizara sus recursos para identificar y castigar a los responsables de las desapariciones, para esclarecer las circunstancias de los secuestros o para localizar los lugares donde pudieran haber sido inhumados aquellos detenidos que estuvieran muertos (CIDH 1980, p. 145). 60. Ibídem 61. La Junta enumeró las circunstancias que a su juicio explicaban la existencia de los llamados “desaparecidos”: “muertes en combate de guerrilleros que actuaban con nombres falsos”, “asesinados por las mismas organizaciones armadas que castigaban a los arrepentidas por desertores o traidores”, “subversivos fallecidos enterrados por sus pares en lugares desconocidos” y “terroristas huidos al exterior, que habían emigrado voluntariamente o que habían sido beneficiarios de la ´opción´ y que ocultaban su existencia por miedo a las represalias de ex compañeros” (Junta militar, 1980, p. 69). Asimismo, la Junta señaló que la “desaparición” fue un procedimiento “que utilizaban frecuentemente los delincuentes terroristas para fabricar casos que permitieran imputar al gobierno una responsabilidad directa en las desapariciones” (Junta militar, 1980, p. 110). 62. La OEA y el terrorismo de Estado. Presencia Argentina. 63. Protestas argentinas por “muerte” de desaparecidos. El Periódico de Catalunya. Barcelona, 1/9/1979. 64. Pezeril, Daniel. Inquietud mundial. Tele/éXpres. Barcelona, 6/9/1979. 65. Peri Rossi, Cristina. Argentina. Maneras legales de morir. Triunfo. Madrid, 22/9/1979, p. 39. 66. Salvemos a los Desaparecidos en Argentina. Tele/éXpres. Barcelona, 28/8/1979.

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Asimismo, los exiliados señalaron la perversidad dictatorial que pretendía involucrar a los familiares en la certificación de muerte de sus deudos.67 Como explicaba un periodista catalán, “el dictador parec[ía] pretender que los mismos familiares de los desaparecidos certifi[caran], al hacer la petición de los beneficios jubilatorios del mencionado decreto, la muerte de sus deudos y aún más que firm[aran] la sentencia de muerte de los que pudieran estar vivos.68 Para la Comisión de Solidaridad de Familiares de Muertos, Presos Políticos y Desaparecidos de Barcelona (COSOFAM) y la Casa Argentina a Catalunya,69 tras este manto legislativo podría estar consumándose el “asesinato masivo de los desaparecidos que pudieran estar vivos”.70 Según Cristina Peri Rossi, las leyes “no solicitaban a los secuestradores que los liberen, ni arbitraban medio alguno para que el gobierno investig[ara] esas desapariciones; sino que decret[aba] lisa y llanamente que los desaparecidos han muerto, con lo cual se admitía públicamente la libertad de matarlos. ¿Quién va a conservar la vida de un secuestrado si está legalmente muerto? A todos los efectos —dice el decreto— se considerarán muertos”.71 Pero las leyes también generaban nefastos efectos futuros. Como denunciaban las citadas organizaciones del exilio catalán, la Junta estaba desarrollando un “burdo intento por lavarse las manos ante los por lo menos quince mil detenidos desaparecidos que el terrorismo de Estado torturó y asesinó72, buscando, como denunciaba la CIDH, incapacitar a los familiares para proseguir acciones penales futuras o incluso para recurrir al habeas corpus con el fin de investigar la desaparición (CIDH, 1980, p. 145). Como señalaba el presidente de la Casa Argentina de Barcelona, el invento de esta “solución jurídica” podría “bloquear a futuro y definitivamente el esclarecimiento de las causas que habían dado lugar a tal estado de cosas”.73 En este contexto, el exilio manifestó que el pasado no pasaría por medio de decretos. Frente a la estrategia militar de cimentar un “doble cementerio” (“muertos reales y legales”74), los exiliados levantaron una bandera con 4 consignas fundamentales: “aparición con vida de todos los desaparecidos”, 67. El artículo 2 de la ley 22.068 señalaba que la declaración de fallecimiento presunto sería decretada por el Juez Federal y que “podría ser promovida por el cónyuge, por cualquiera de los parientes por consanguinidad o afinidad hasta el cuarto grado o por el Estado Nacional a través del Ministerio Público de la jurisdicción respectiva” (BORA, 12/9/1979). 68. Vila, Pau. Les inquietuts del general Menéndez. Argentina: una broma de mal gusto. Treball. Barcelona, (14) 4-10/10/1979. 69. Para un estudio pormenorizado, véase Jensen (1997). 70. Pezeril, Daniel. Inquietud mundial. Tele/éXpres. Barcelona, 6/9/1979. 71. Peri Rossi, Cristina. Op. cit. 72. Campaña de solidaridad con presos y desaparecidos en la Argentina. El Periódico de Catalunya. Barcelona, 9/7/1980 73. Tieffenberg, David y María Elisa Glass. Carta de la Casa Argentina en Catalunya a la CIDH, Barcelona., 6/9/1979. 74. Palomares, Alfonso. Argentina: muertos reales, legales. El Periódico de Catalunya, Barcelona, 8/9/1979.

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“derogación de toda norma jurídica que intentara legalizar el genocidio”, “liberación de todos los presos políticos” y “plena vigencia de los derechos humanos”.75 Para finalizar, quiero retomar la pregunta que orientó este trabajo: ¿por qué los exiliados vieron necesario denunciar la “represión oficializada”76 cuando lo clandestino fue la regla punitiva en la Argentina? Quizás una de las claves la dio el propio derrotero jurídico de la Junta, que comenzó utilizando la normativa pública para “ordenar y racionalizar la violencia” y terminó convirtiéndola en el único modo de seguir sosteniendo las “ficciones” que ya no servían como “filtros disimuladores” de la represión y para que ésta pudiera ser considerada algo “natural” o “necesario” por la sociedad. Como afirmaba un editorial de El País (25/8/1979), “no pudiendo resucitar a los muertos”, los militares optaron por reconocer […] que esos hombres y mujeres permanecerán ‘ausentes para siempre’”. Para ello, la Junta se valió de esa normativa pública que durante los primeros años del “Proceso” había funcionado como paraguas legitimador de aquellas violaciones abiertas a los Derechos Humanos —justificadas en el marco de la “defensa del Estado de derecho”, la “salud republicana” y la “guerra contra la subversión” —, y que ahora quería hacerla jugar como mecanismo de visibilización de aquellas víctimas producidas al cobijo de ese otro nivel normativo que regía el universo de lo clandestino. Se trataba según COSOFAM de un macabro reconocimiento destinado a instalar un “ominoso manto de olvido”, sustentado en la persistente voluntad de los perpetradores de no “rendir cuentas de sus actos” (Amorós, 2011, pp. 346-347). En este contexto, los exiliados percibieron que era importante desvelar el nítido “concubinato” entre “legalidad dictatorial” y “violencia”. No se trataba de dos “conceptos antagónicos”, sino que se “retroalimentaban”.77 Sólo desde una clara denuncia de su imbricación podían denunciarse la “ideología de la Junta” y su “política de dominación” (CADHU; 2014: 46). En síntesis, en el mediodía del “Proceso de Reorganización Nacional”, el exilio percibió que para acallar las denuncias que se acumulaban en la esfera pública internacional, desmovilizar a la sociedad y aniquilar toda forma de resistencia y oposición, los militares se venían sirviendo tanto de una “institucionalidad ilegal” y pública, como de una “normatividad secreta”. La sanción de las leyes sobre “ausentes para siempre” convencieron a los exiliados de que cuando los militares ya no pudieron organizar ni administrar las desapariciones en el territorio de lo clandestino, decidieron pasarlas al “aparato legal” aunque convertidas en meras certificaciones oficiales de muerte (de esa peculiar modalidad de muerte violenta, sin cadáver, autores o causas). De allí 75. Contra la legalización del genocidio, p.2. 76. Comisión de Familiares de Víctimas de la Represión en Argentina. Dos años de la dictadura. Cada Voz, Tel Aviv, marzo 1978, año 1 (1): 4-6 (4). 77. CADHU. Documento de denuncia, spi, circa 1980/1981.

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la urgencia de reforzar el trabajo de denuncia integral de la dictadura, tanto en su faz represiva legal (o pseudolegal), como extrajudicial y clandestina. Bibliografía Alonso, L. (2010). Defensa de los Derechos Humanos y cultura política entre Argentina y Madrid, 1975-2005. Tesis de Maestría. Santa María de la Rábida: Universidad Nacional de Andalucía. Abattista, M. L. (2014). “La política estatal del peronismo ante el exilio chileno: el caso de la atención a los asilados en la Embajada argentina en Santiago tras el golpe de 1973”, en II Jornadas de Trabajo sobre Exilios Políticos del Cono Sur. Montevideo: Universidad de la República, noviembre 2014. sp. Disponible en: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar/ii-jornadas/ actas-2014/Abbattista.pdf/view?searchterm=None, consulta 31/10/2015. Almeida Teles, J. “Ditadura e repressao. Paralelos e distincoes entre Brasil y Argentina”, en Taller (Segunda Época). Revista de Sociedad, Cultura y Política en América Latina 3 (4). Buenos Aires: UBA, pp. 99-117. Amorós, M. (Coord.) (1977). Argentina en el Archivo de IEPALA (19761983). Madrid: IEPALA. Azconegui, C. (2014). “Chilenos en Argentina, entre la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la política de expulsión de la dictadura militar”, en Jensen, S. y Lastra, S. (Edits.), Exilio, represión y militancia. Nuevas fuentes y nuevas formas de abordaje de los destierros de la Argentina de los años setenta. La Plata: EDULP, pp. 215-250. CADHU (2014). Argentina: Proceso al Genocidio. Buenos Aires: Colihue. Calveiro, P. (2001). Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina. Buenos Aires: Colihue. Chama, M. (2007). “Movilización y politización: abogados de Buenos Aires entre 1968 y 1973”, en Perotin-Dumon, A. (Dir.), Historizar el pasado vivo en América Latina. Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado, pp. 1-51. Disponible en: http://etica.uahurtado.cl/historizarel pasadovivo7es_contenido.php, consulta 20/10/2015. __________. (2010). “La defensa de presos políticos a comienzos de los´70: ejercicio profesional, derecho y política”, en Cuadernos de Antropología Social 32. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp. 195– 217. CIDH (1980). Informe sobre la situación de los Derechos Humanos en Argentina. Washington: O.E.A. Disponible en: http://desaparecidos.org/nuncamas/web/document/internac/cidh79/index.htm, consulta 28/10/2015. Crenzel, E. (2008). La Historia Política del Nunca Más. La memoria de las

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“Privilegios”, conflictos y alcances de las políticas institucionales en Argentina y en Uruguay (1984-1989) María Soledad Lastra Universidad Nacional de La Plata Universidad Nacional San Martín Introducción Durante las transiciones democráticas en Argentina y Uruguay, se produjo un fuerte movimiento de regreso de los exiliados políticos. Desde la esfera estatal, estos retornos no pasaron desapercibidos y fueron objeto de distintas políticas por parte de los nuevos gobiernos constitucionales. En ambos casos se diseñó e implementó la creación de comisiones nacionales específicas para su recepción y asistencia. En Argentina se creó, por decreto presidencial en junio de 1984, la Comisión Nacional para el Retorno de los Argentinos en el Exterior (CNRAE); mientras que en Uruguay, la Comisión Nacional de Repatriación (CNR) fue fundada en el marco del artículo 24 de la Ley de Amnistía (Ley núm. 15.737 sancionada en marzo de 1985). Este artículo se propone analizar en clave comparada la creación, funcionamiento y alcance de estas comisiones, identificando similitudes y diferencias que permiten problematizar otras tensiones de trasfondo. Para ello consultamos distintas fuentes estatales —como informes y documentos de trabajo— y de prensa, así como hemos realizado entrevistas a actores que fueron claves en la gestión institucional.1 En general, los estudios que se han realizado en clave comparada sobre los retornos,2 han arrojado resultados de diagnóstico sobre las políticas estatales, 1. El presente artículo forma parte de una investigación doctoral de más largo aliento, realizada entre 2010 y 2014 en la Universidad Nacional de La Plata. Los análisis que aquí se presentan se apoyan en dicha investigación pero han sido reelaborados en algunos puntos específicos de este tema. 2. Hasta la fecha, el tema de los retornos del exilio en el caso de Argentina y de Uruguay ocupa lugares

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subrayando una asistencia visible y de amplio alcance en el caso uruguayo con respecto al caso argentino.3 El presente estudio se distancia de ese tipo de enfoques con el objeto de problematizar históricamente esas diferencias en las políticas estatales. Para ello, partimos de una perspectiva comparada que alumbra las similitudes y diferencias con el propósito de explicarlas en el marco de los procesos históricos específicos de cada país. Esto implica, por tanto, evitar las lecturas de diagnóstico que sólo presentan la comparación de las políticas institucionales en términos de éxitos o fracasos para analizar, en su lugar, por qué tomaron esas formas y no otras, y cómo se articulan sus límites y alcances con los procesos de transición política más generales que vivieron Argentina y Uruguay en esos años. Si aquí interesa analizar las respuestas que desde el ámbito estatal se dieron ante las personas que regresaban del exilio, lo haremos tomando una parcela de un tema que es claramente más amplio. Nos situamos en un actor institucional que fue común a ambos casos y que nos sirve como arena desde la cual comenzar a deshilar las similitudes y las diferencias. Las comisiones nacionales son, entonces, el objeto “comparable” a los ojos de las preguntas de investigación que nos guían: cuáles fueron las tensiones políticas internas que marcaron los derroteros de cada comisión y cómo se explican en el marco de las transiciones democráticas. A lo largo de este trabajo nos detendremos a examinar cómo fueron diseñadas e implementadas las asistencias que brindaron cada institución, pues en ellas vemos un problema más profundo y de difícil resolución: cómo evitar que las ayudas fuesen interpretadas socialmente como políticas que “privilegiaban” a los exiliados en detrimento de otros sectores. Veremos que, si nos detenemos a examinar sus objetivos, modos de trabajo y dinámicas internas, los sentidos políticos depositados en sus misiones institucionales fueron particulares y cristalizaron los contextos transicionales específicos en los que se desenvolvieron. Comisiones estatales… ¿para qué? Las primeras diferencias que afloran de la clave comparada, las vemos cuando analizamos los objetivos que persiguieron las dos comisiones creadas para el retorno del exilio. En Argentina, la CNRAE se creó por el decreto 1798/84 (8/06/1984) y funcionó en la órbita de la Secretaría General de la Nación. Su vida institucional fue muy corta, según el decreto, iniciaba en junio de 1984 y terminaba el 31 de diciembre de 1985 y, además, su creación no tuvo importantes repercusiones públicas como sí la tuvieron otras problemáticas marginales en la agenda académica del campo de estudios (Lastra, 2014a). 3. Ver por ejemplo el trabajo pionero de Mármora, Gurrieri, Hensel, Notaro, y Szwarcberg, 1987.

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del pasado inmediato. En particular, porque en el año 1984 hubo varios sismos mediáticos vinculados a los crímenes del período anterior: primaron las noticias sobre la aparición de cadáveres NN, la búsqueda de los niños desaparecidos, los reclamos por “verdad y justicia” y las denuncias de los organismos de derechos humanos, así como las disputas entre éstos y el gobierno acerca de las investigaciones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y de los caminos que seguiría la justicia para juzgar a los responsables. Así, la CNRAE no tuvo una importante presencia en la prensa ni fue anunciada a través de actos públicos por el gobierno radical. Su proceso de creación fue más bien abrupto si se lo compara con el caso uruguayo, como veremos más adelante. En su decreto, la CNRAE apuntaba a la recuperación de recursos humanos calificados. Este fue un tema recurrente en la prensa argentina y en los discursos de los funcionarios del gobierno, dado el aporte científico, cultural y económico que significaba para el desarrollo nacional. Su objetivo consistía en “facilitar el regreso de todos los argentinos en el exterior y de sus familias, así como arbitrar procedimientos para consolidar los vínculos con aquellos que permanecieran fuera del país pero que pudieran contribuir al desarrollo cultural, económico y científico” (Decreto 1798/84, Presidencia de la Nación). Desde esta formulación, se subrayaba claramente el carácter de repatriación de cerebros de ese espacio institucional. Jorge Albertoni, integrante de la comisión, insistía sobre este punto, afirmando: “Lo que quería [la CNRAE] era que retornaran los profesionales, sobre el resto no había posición tomada, no tenían idea de los exiliados que formaban parte de estamentos intermedios como los sindicatos, los estudiantes” (Testimonio de Jorge Albertoni en Mármora, et. al., 1987, p. 39). Para Horacio Ravenna —integrante de la CNRAE—, en cambio, el objetivo no era ese. Su origen se explicaría por una propuesta que él había recibido de una funcionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), insistiendo en que el gobierno argentino formulara un proyecto para recibir y asistir a los retornados del exilio en el marco de programas de asistencias por razones humanitarias. Ese primer proyecto habría sido conversado y evaluado por Hipólito Solari Yrigoyen y Raúl Alfonsín en el viaje que realizaron a España en mayo de 1984 quienes luego dieron su aprobación (Entrevista a Horacio Ravenna, 3/12/2012, Buenos Aires).4 Los orígenes de la comisión, entonces, son confusos. Esta imprecisión puede tener su explicación, también, en que el gobierno argentino mantuvo entre 1985 y 1986 algunas conversaciones con funcionarios del Comité Intergubernamental para las Migraciones (CIM)5 para llevar adelante un Programa 4. Otras versiones adjudican su creación a una iniciativa tomada por Manuel Sadosky y Jorge Roulet, que le habrían acercado a Alfonsín la inquietud por el retorno de los exiliados como un imperativo ético (Mármora. et. al., 1987, p. 38). 5. Actualmente el CIM se denomina Organización Internacional para las Migraciones.

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de Retorno de Talentos —que también se aplicó en el caso uruguayo—, y que posicionó al entonces presidente Alfonsín en un lugar importante frente a la comunidad internacional, como uno de las voces preocupadas por el retorno de sus exiliados, especialmente de los “calificados” (CIM, Despacho Mensual, núm. 75, mayo, 1985). A diferencia de Argentina, la creación en Uruguay de una comisión para asistir a retornados del exilio aparece ligada a una política de “reencuentro y pacificación nacional”, que si bien incluía la recuperación de recursos humanos calificados, no llegó a ocupar su objetivo principal. Cristalizada en el art. 24 de la Ley de Amnistía (Ley 15.737), se anunciaba que la CNR facilitaría y apoyaría el regreso al país de todos aquellos uruguayos que desearan hacerlo. La razón de la asistencia se planteaba en una clave humanitaria que alcanzaría a los uruguayos más allá del tipo de migración que los hubiera empujado a dejar el país. Pero sobre todo, la CNR fue resultado de una lenta y consolidada trama de relaciones entre actores políticos y sociales que articularon la demanda del retorno del exilio como un reclamo político en la “arena transicional”. Este proceso, de más largo aliento, incluyó a distintos actores sociales, políticos, gremiales, del movimiento de derechos humanos y a los mismos exiliados, que instalaron este reclamo en la escena pública uruguaya antes de las elecciones presidenciales. En particular, el fuerte reclamo social por una amnistía general e irrestricta, que liberara a los presos políticos, pero que también permitiera el retorno de los exiliados uruguayos, caló hondo en el proceso de transición democrática y fue uno de los puntos nodales de la conversaciones de los partidos políticos. En contrapunto, este aspecto nos permite señalar a la CNRAE argentina como un “gesto político” hacia afuera y hacia dentro, más que como un proyecto político integral como es el caso uruguayo. Este “gesto” se dirigiría hacia afuera como una respuesta a las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria6 y a los gobiernos europeos, que se habían preocupado tempranamente por el regreso de los argentinos exiliados, y hacia adentro, porque habría estado impulsado por los intereses de una parte del equipo de gobierno radical, como Horacio Ravenna y Solari Yrigoyen.7 En el caso uruguayo, en cambio, la CNR se inscribió como un proyecto político enraizado en las demandas sociales y políticas previas que veían en el retorno de los exiliados uno de los ejes para la nueva democracia. En este sentido, es clave que haya nacido en el seno de la Ley de Amnistía, que fue una de las estrategias de “pacificación” del nuevo gobierno (Rico, 2005). En definitiva, la creación de un espacio institucional específico para aten6. Como una “gestualidad de la voluntad de la convocatoria de ACNUR” ante la comunidad de naciones para legitimar ese llamado (Entrevista a Horacio Ravenna, 3/12/2012, Buenos Aires). 7. Esta idea de la comisión como un gesto se apoya, como veremos, en el corto alcance que tuvo en la ayuda concreta a los argentinos que retornaban, hecho que no implica que sus integrantes no hayan estado consustanciados con el trabajo de la comisión.

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der las problemáticas de los retornados políticos no tuvo en Argentina la misma articulación como proyecto político que sí tuvo en Uruguay. Ahora bien, las condiciones políticas que intervinieron en la creación de estas comisiones evidencian fuertes contrastes cuando indagamos en las estructuras de trabajo y en las dinámicas internas que fueron adquiriendo. Aquí debemos remarcar una diferencia sustancial: mientras la CNRAE fue de carácter “asesor y consultivo”, la CNR tomaba decisiones operativas en relación a los programas de asistencia, los gestionaba y se encargaba de evaluar los casos que recibía para aprobar o no su asistencia. Este aspecto no estuvo presente en la CNRAE, pues delegó en organizaciones sociales creadas por organismos de derechos humanos esta tarea de evaluación. Estas diferentes capacidades de respuestas frente a las problemáticas de los retornados políticos son justamente las que nutren los diagnósticos que mencionamos en la introducción y que reducen la comparación a los alcances de cada gestión institucional. Si analizamos los espacios físicos que cada una ocupó en la capital de su país, vemos que los lugares fueron distintos y que esto tuvo efectos en términos simbólicos, sobre todo para los exiliados que retornaban. En Uruguay, la CNR funcionó en el Palacio Estévez, en la Plaza Independencia de la ciudad de Montevideo, un edificio histórico en el cual actuaron los gobiernos anteriores al de Sanguinetti. Para su presidente, Víctor Vaillant, que la CNR funcionara desde allí era un símbolo de garantía para los que retornaban: “allí donde hasta ayer estaba instalado el dictador hoy estaba la oficina que los recibía para asistirlos, a ellos que habían luchado contra la dictadura” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). Esta percepción sobre el lugar físico de la CNR como una “garantía de estabilidad institucional” y una muestra de interés del gobierno nacional por el regreso de uruguayos, se repite en el caso de algunos de sus trabajadores.8 Mientras en el caso argentino, la comisión tendría “una oficina modesta en un noveno piso” (El Periodista de Buenos Aires, núm. 13, 8 al 14/12/1984). Las gestiones diferentes se traducen, además, en los equipos de trabajo. Aunque ambas comisiones funcionaron de forma similar, con un presidente y una comisión directiva, hay diferencias importantes para destacar. En relación a los presidentes, cada uno provenía de experiencias personales y políticas distintas. El de la CNRAE, Jorge Graciarena era un sociólogo que se había exiliado en 1966 en distintos lugares de la región —Montevideo y Chile entre ellos—, y que había trabajado como funcionario de las Naciones Unidas, regresando al país luego de la guerra de Malvinas en 1982. Pero su lugar en la CNRAE fue esporádico, pues renunció a su cargo seis meses después de 8. Por ejemplo, D.B. -que se sumó al equipo de asistentes sociales a su regreso del exilio en Francia en enero de 1986- recuerda: “para mí era una cosa reparatoria, o sea que a vos te expulsen de un país y después regreses a trabajar a la Casa de Gobierno, si bien podés no estar de acuerdo con el gobierno, para mí era muy simbólico” (Entrevista a D.B., 24/10/2012, Montevideo).

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asumir9, debido a la “falta de voluntad política para concretar las políticas públicas necesarias, tendientes a promover el retorno de los exiliados” (Aruj y González, 2007, p. 41). En la CNR, en cambio, la presidencia fue ocupada por Víctor Vaillant, una figura sindical importante del Centro de Asistencia del Sindicato Médico de Uruguay, que había sido presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Partido Colorado y presidente de la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos, una organización no gubernamental que se creó en 1983 para asistir el “vuelo de los niños”.10 Las dos comisiones estaban integradas por representantes de los ministerios públicos de cada país; la CNRAE tenía a funcionarios de alto rango y a figuras reconocidas públicamente —por ejemplo, Hipólito Solari Yrigoyen, Manuel Sadosky y la escritora Aída Bortnik que habían sido exiliados11— mientras que la CNR tuvo mayor presencia de retornados que se sumaron como trabajadores de base, muchos de ellos eran asistentes sociales, economistas, abogados y psicólogos colaborando en distintas áreas de recepción.12 En sintonía con la elección del lugar físico, la incorporación de estos retornados apuntaba a generar “garantías y credibilidad” de la institución, evitando los prejuicios que podían tener quienes venían del exilio a la hora de entrar en una oficina pública, identificarse y contar su historia y a ganar tiempo en la atención, conociendo de antemano los problemas que podrían tener los uruguayos que se acercaran a solicitar ayuda.13 Pero sobre todo, Vaillant menciona que la incorporación de estos trabajadores fue una forma de evitar “que se flecharan políticas”, es decir que en la selección de casos, los trabajadores “otorgaran privilegios” a unos repatriados en detrimento de 9. Ver Presidencia de la Nación, Resolución núm. 26, 7/02/1985. 10. Se trató de 154 niños que, estando en el exilio con sus padres, viajaron a Montevideo en diciembre de 1983 en un operativo que implicó a organizaciones humanitarias internacionales y a partidos políticos uruguayos en el exilio. 11. La CNRAE estuvo constituida de la siguiente manera: Esteban Roulet como secretario de la Presidencia de la Nación y Manuel Sadosky por la secretaria de Ciencia y Técnica del Ministerio de Educación y Justicia; Hipólito Solari Yrigoyen y Ángel Federico Robledo en carácter de asesores presidenciales, Horacio Costa como Subsecretario de Acción de Gobierno, Carlos Ramón Alconada Magliano como coordinador del área administrativa del Ministerio de Educación y Justicia; Miguel Pi de la Serra como subsecretario de Seguridad Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; Raúl Alfredo Galván como subsecretario del Ministerio del Interior y Florencia Vicente Galíndez como subsecretario de Promoción Social del Ministerio de Salud y Acción Social. Junto a ese elenco de funcionarios, se sumaba la participación por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Horacio Ravenna, y la integración honoraria de Eduardo de Robertis, Aída Bortnik, Juan José Giambiagi, Elena Julia Palacios y el ingeniero Jorge Luis Albertoni (Decreto 1789/84, Presidencia de la Nación). 12. La comisión ejecutiva estuvo integrada por Domingo Bellagamba, delegado del Ministerio de Educación y Cultura; por el embajador Mateo Marques Seré y luego por Joaquín Piriz en representación del Ministerio de Relaciones Exteriores; el director de Migraciones Luis Rúa que luego fue reemplazado por Lidia De Souza, como representantes del Ministerio del Interior; Julio Herrera por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; Francisco García Percovich por el Banco Hipotecario del Uruguay y finalmente Hugo Villar por la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos (CNR, Informe al senador Lacalle, 1987). 13. Ver Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo.

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otros, ya sea por haber compartido geografías de destino del exilio o por haber sido compañeros de militancia política. El criterio para ello fue incorporar a personas que regresaban desde geografías distintas —Suecia, Francia, Holanda, España, Italia y Cuba— y hacerlo, además, con un sentido de “realidad política”, integrando a trabajadores de experiencias políticas y militantes diferentes —tupamaros, comunistas, militantes de los Grupos de Acción Unificadora y del Partido por la Victoria del Pueblo, entre otros— para que funcionaran como “factor de contralor interno en el otorgamiento de las ayudas” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). Resulta casi exagerada la diferencia cuando vemos el caso argentino, que no tuvo un criterio metódico sino que habría estado integrada por un reducido personal administrativo: dos secretarias, un analista de sistemas informáticos y un auxiliar,14 que fueron designados por la Secretaría General de la Presidencia, todos de forma transitoria.15 Las diferencias en estructura y en equipo de trabajo, pueden alumbrarnos sobre algunos problemas que atravesaban a las comisiones y que estarían estrechamente vinculados a los modos en que los exiliados eran vistos por los gobiernos de posdictadura. Mientras la CNRAE se ocupaba de explorar estadísticamente el universo de exiliados argentinos, para luego definir con el comité directivo las medidas a seguir; la CNR “acortó camino”, incluyendo en su equipo de trabajadores a retornados del exilio que podían inferir algunos problemas recurrentes que tendrían los uruguayos al regresar, operando con un horizonte de gestión más amplio y más activo. Así, la CNR tuvo una estructura mucho más compleja que su homónima argentina, porque contó con más trabajadores y más programas de asistencia y ayudas destinadas para una población amplia de exiliados y otros afectados. Parte de estas diferencias pueden explicarse porque el retorno tuvo visibilidades distintas en las agendas políticas de cada país. En Uruguay, el retorno formaba parte de un proyecto político gestado en la salida democrática por una demanda articulada entre distintos actores sociales y políticos, mientras que en Argentina no. Por ello, en el caso argentino, la CNRAE se pareció mucho más a una respuesta de corto plazo, con una menor visibilidad pública y un espacio de acción limitado a la tarea de orientación para quienes volvían. Ambas tuvieron tensiones internas en la asistencia, como veremos a continuación.

14. Ver Decreto 2108/84 (5 de julio de 1984) y Resolución de Secretaría General de la Presidencia, números 243 y 245 (julio de 1984). 15. Estas últimas personas se habrían incorporado con el propósito de realizar un análisis estadístico que le permitiera al Estado argentino conocer con más precisión la potencial magnitud de la oleada de retornados, tema que evidentemente preocupaba a la CNRAE, pues manejaba un número de exiliados que fluctuaba entre 500 mil y 3 millones de personas (El Periodista de Buenos Aires, núm., 13, 8 al 14/12/1984).

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Los problemas de asistir sin privilegiar En Argentina y en Uruguay, las comisiones estatales coincidieron en la necesidad de asistir a los retornados políticos para facilitar su reinserción, pero para ambas, esta tarea tuvo un desafío importante que atravesó sus dinámicas y propuestas de trabajo: evitar situaciones que “privilegiaran” a los que regresaban del exilio en detrimento de otros sectores afectados por la violencia estatal que legaron las dictaduras a las nuevas democracias. Para ambas, el “privilegio” fue la tensión principal a la que dar respuesta. Veamos de qué se trató este problema en las dos comisiones. En una primera mirada, el “problema del privilegio” surgió en relación con las críticas condiciones económicas en las que se encontraban ambos países, situación que podía generar conflictos si se otorgaba una ayuda material de reinserción a las personas que regresaban y no se ofrecían los mismos “beneficios” a la población residente en el país. Este dilema es el primero que aparece en ambos casos y tiene sus raíces más profundas en la confrontación entre “los que se fueron” y “los que se quedaron”. Este conflicto no era nuevo; la disputa había ganado lugar durante la dictadura militar y, además, se alimentaba de los imaginarios que circulaban en la prensa nacional, sobre la idea de un exilio “dorado”, en que se disfrutaba de las comodidades de vivir afuera mientras en el país las penurias eran sobrellevadas por una parte importante de la población.16 Por ejemplo, en Argentina, hubo distintas declaraciones de funcionarios del gobierno nacional aclarando que el Estado no crearía ningún tipo de “privilegio” hacia los retornados con respecto a las personas que estaban en el país (El Tribuno, 7/05/1984). En Uruguay, la CNR no había hecho declaraciones públicas sobre este asunto, pero en la comisión directiva se hablaba de evitar los regresos turísticos, es decir, “no promover la venida de exiliados con unas vacaciones pagas por tres meses, en dólares y [que] luego retornen nuevamente al lugar en que se encontraban” (CNR, Acta núm. 5, 30/04/1985).17 Si bien es cierto que ambas comisiones tuvieron en común la ausencia de fondos propios que se desprendieran del presupuesto nacional, sólo en el caso de la CNR este hecho aparece vinculado al criterio de evitar rispideces con otros afectados que no fueran exiliados. Para Vaillant esto era clave: “era importante que el financiamiento que se destinaba para ellos no significara 16. El conflicto “adentro/afuera” remite a una categoría poco analizada en la historiografía de los exilios y que se expresa en las memorias sociales de la época. Se trata de la idea del “insilio” o del “exilio interior”. En general, los de “adentro” subrayaban su lugar de “resistencia callada” (Clarín, 28/10/1983) y el frente opositor que a nivel microsocial habían desplegado durante los años del terror, mientras que señalaban al exiliado como el que habría “abandonado” el país a su suerte. Sobre estos imaginarios que circularon en la transición argentina sobre los exiliados, ver Jensen, 2008. 17. Se referían sobre todo a los regresos desde Buenos Aires, ciudad que históricamente había sido centro de atracción para los migrantes económicos y que había refugiado durante la dictadura militar, sobre todo desde 1983, a una numerosa comunidad de exiliados uruguayos.

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un retaceo de otras políticas sociales para los uruguayos que aquí estaban” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). De manera que en el primer año de trabajo, se desarrolló una situación paradójica para la CNR, pues tenía la visibilidad pública necesaria, pero los apoyos económicos para la asistencia no estaban consolidados pues no podían recurrir al dinero del Estado. Esto se resolvió utilizando la plataforma de contactos creados por los exiliados en su estadía en el exterior, logrando el apoyo de organizaciones internacionales, gobiernos europeos —sobre todo de Suecia y Holanda—, del CIM y de otros organismos internacionales. Una de las raíces más visibles para explicar el problema del “privilegio” en Argentina y en Uruguay, tenía que ver con las cuestiones económicas que, además, podían significar una carga inútil en los gastos del Estado, si no se aseguraba que los retornados políticos permanecieran en el país. Junto a esta situación, desde ambas comisiones se decidió “no promover el retorno”, pues nadie tendría su reinserción garantizada. En Argentina, Graciarena comentaba que aunque el presidente Alfonsín y Solari Yrigoyen habían invitado a todos los argentinos a regresar, lo cierto era que el Estado no alentaba “campañas para el retorno”, es decir, que si los exiliados deseaban regresar podían hacerlo sabiendo que las condiciones económicas eran críticas y que el país no podía ofrecerles un camino laboral sin graves tropiezos y desánimos (El Periodista de Buenos Aires, núm. 13, 8 al 14/12/1984). Solari Yrigoyen reafirmaba esta lectura, explicando que los límites para la asistencia estaban marcados por problemas económicos y que las invitaciones formuladas por él mismo ante la comunidad de exiliados en distintas embajadas de Europa en 1984 fueron “claras”: se sabía que el país transitaba por una gran crisis donde no podría resolver los problemas de trabajo ni de vivienda de los que volvieran (Solari Yrigoyen en Parcero, Helfgot, Dulce, 1986, p. 142). En Uruguay, Vaillant coincidía con este criterio y explica que si la CNR hubiera incentivado el regreso, hubiera sido una “enorme frustración” para quienes volvían, pues no estaban dadas las condiciones económicas y laborales para lograr la reinserción de “una avalancha de gente” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo).18 Otras alarmas tenían que ver con el carácter “desorganizado” de los regresos. Preocupaban los retornos que se hacían sin planificación, a partir de decisiones impulsivas, poco programadas de la vuelta y que podían impactar profundamente en la experiencia personal de quien regresaba y en las 18. La decisión de no incentivar el retorno puede deberse a los números que circulaban en la prensa sobre la magnitud de exiliados que esperaban por regresar. Para el caso argentino se hablaba de dos millones de personas de los que se calculaba que 60 mil eran refugiados y asilados reconocidos por el ACNUR y los gobiernos extranjeros (El Tribuno, 7/05/1984), mientras que la CNR estimaba que al menos 3 mil regresarían entre los meses de junio y agosto de 1985 (CNR, Acta núm. 5, 30/04/1985) y confirmado que, ya para el segundo semestre de ese año, habían retornado más de 5 mil personas en una oleada que se habría iniciado en noviembre del año anterior (El Día, 10/08/1985).

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estructuras del Estado. En Uruguay, la CNR y el Ministerio de Relaciones Exteriores elaboró un boletín oficial que informaba a los uruguayos en el exterior que no se promovía el regreso sino que se les brindaba información “para saber cuál era la situación en el Uruguay para que no se vinieran masivamente, de golpe, sino que hicieran un retorno programado [porque] el Estado no podía responsabilizarse por esa decisión” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo).19 Para ello, se apuntó a fortalecer la comunicación entre la CNR y las comunidades de exiliados en el exterior y los consulados funcionaron como espacios de “desaliento” ante los retornos “compulsivos”.20 En el caso argentino estas comunicaciones entre el Estado y los exiliados para organizar sus regresos fueron mucho menores.21 Hasta aquí, el “problema del privilegio” respondería a cuestiones de índole económica y de las imposibilidades que habrían tenido ambos países para ofrecer una estructura adecuada para la reinserción, de manera que incentivar los regresos no era una opción ajustada a la realidad económica y laboral. Sin embargo, existió un trasfondo de tensiones políticas que hicieron suyas ambas comisiones y que se articulan con los procesos específicos de las transiciones democráticas, donde “privilegiar” a una población por sobre otra se inscribía en las disputas entre “los que se fueron” y “los que se quedaron”. En Argentina, Jorge Graciarena aclaraba, para el caso argentino, que “el cuerpo creado por el gobierno no [iba] a ofrecer oportunidades y recursos a los argentinos exiliados o residentes fuera del país distintos a los que tienen los habitantes en territorio nacional” (Noticias Argentinas, 19/07/1984). En este punto, operaba la imagen de un exiliado “privilegiado”, que “no la había pasado tan mal”, en relación a los que se habían quedado. Solari Yrigoyen agregaba: “cierto sector de la prensa —la derecha autoritaria— ha querido hacer aparecer a los exiliados como unos privilegiados que vuelven al país llenos de dádivas que les da el gobierno. Eso es falso, no ha habido ninguna prebenda ni ningún exiliado la ha querido. Por el contrario, el gobierno hubiera deseado haber hecho más de lo que ha hecho pero no cuenta con los medios necesarios” (Solari Yrigoyen en Parcero et. al., 1985, pp. 142-143). Podemos pensar que aquí es claro el interés del gobierno argentino por desligarse de aquellas miradas que podían señalar su gestión como “dadivosa” con 19. Al respecto, la prensa uruguaya recogía también en agosto de 1985 la experiencia de una familia retornada un mes atrás: después de almorzar en un café con sus dos hijos, la madre avisó que no tenía dinero para pagar la comida lo que implicó que interviniera la policía y quedara un juez a cargo del caso. La noticia fue señalada con una profunda indignación por la prensa, remarcando el “trasfondo social y humano” que tenía para toda la sociedad uruguaya, ya que las ayudas no alcanzaban para asegurar el alimento de sus hijos, ni podía recuperar su trabajo (El Día, 11/08/1985). 20. Por ejemplo, se les sugería a los exiliados uruguayos que modificaran las fechas de viaje y se reforzaba la información sobre la crítica situación económica del país en el momento en que los uruguayos se acercaban a gestionar sus documentos y pasajes para el regreso. 21. En Argentina este rol informativo lo cumplieron las organizaciones sociales que también desalentaron los regresos compulsivos. Según OSEA, fue a partir de 1985 y 1986 que los retornos se realizaron con una mejor planificación (OSEA, Informe a HEKS y Diakonía 1987/1988).

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los que regresaban. ¿Por qué esta mirada podía ser un problema? Porque el tema de los exilios estaba atravesado por las representaciones de los “retornos amenazantes”, sobre todo de líderes y militantes de las organizaciones armadas, como Montoneros y el ERP, aspecto que preocupaba mucho al gobierno, no sólo por las representaciones de la “subversión”, sino por la imagen que podría dar el Estado si atendía a esos sectores.22 Son claras las palabras de Federico Storani expresadas públicamente en un simposio en 1984: “creo que el sector mayoritario [del exilio] comparte un enfoque de reivindicación democrática, por eso tenemos actualmente una política de repatriación; si pensáramos que se trata de un exilio ‘desestabilizador’, ‘tirabomba’, no lo repatriaríamos” (Storani en Bruno, Cavarozzi y Palermo, 1985, p. 77). Junto a ello, el gobierno tenía un fuerte interés en recuperar recursos humanos calificados, de manera que, como explicaba un funcionario del gobierno, se trataba de diferenciar a los “realmente sospechosos” de los “profesionales o trabajadores”. Jorge Minervino, funcionario de la CNRAE, declaraba: El 95 % de todos ellos [los exiliados] no tiene ningún problema pendiente con la justicia. Muchos se fueron porque temieron que se cometieran injusticias contra ellos. Fueron los casos de muchos profesionales o trabajadores que advirtieron la inseguridad en que vivían porque a amigos o a parientes se los apresaba […] los argentinos deben tener la seguridad de que los que retornarán no tienen problemas. Hay estudios serios realizados que así lo permiten asegurar. (Somos, 20/4/1984.) En el caso uruguayo, en cambio, el problema político de “privilegiar” aparece vinculado a la premisa de la “reconciliación”: evitar rispideces entre los retornados, los ex presos políticos liberados y la población que había vivido en el país en lo que fue denominado como el “insilio”. Bajo esa premisa política, en que la democracia sería el espacio del “reencuentro”, la CNR se ubicó como uno de los ámbitos estatales para lograrlo. Así, Vaillant respondía al “problema del privilegio”, aclarando que no se trataba de asistir a un sector en detrimento del otro, sino de reparar las “dificultades adicionales” que tenían los retornados del exilio en relación a la población de uruguayos que había permanecido en el país: Yo sabía que si los programas de asistencia al retorno no funcionaban bien, se podía generar una enorme, una situación política y social muy negativa, esto es, una situación que terminara en el mutuo reproche. Entonces, los compatriotas que estaban en Uruguay, que muchos de ellos no tenían trabajo, que tenían enormes dificultades para tener trabajo, o no tenían asistencia sanitaria para sus hijos o no tenían vivienda, eran enor22. Sobre este aspecto ver Lastra y Jensen, 2014c.

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mes las dificultades, podían sentirse avasallados por la presencia masiva de quienes venían a disputar por los mismos lugares que ellos estaban aspirando. Podían plantearse fuertemente los reproches en ese sentido. Entonces las políticas a desarrollar tenían que tener en cuenta fundamentalmente esto: […] que debíamos asistir al retorno para que este no fuera traumático pero en el marco de una estrategia que significara nunca poner al que venía por encima de la situación que tenía el que estaba […] No hubiese podido ser aceptable que el Estado invirtiera recursos para asistir a quienes venían de allá sin tener trabajo cuando quienes estaban aquí sin trabajo no tenían asistencia. (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo.) La comisión uruguaya hizo suyo el problema del privilegio en clave de la reinserción laboral. Una de las decisiones nodales para enfrentarlo se tradujo en la incorporación, desde 1986, de los ex presos políticos como población a asistir. La articulación de presos y exiliados no era nueva en la asistencia porque ya estaba presente en el trabajo de las organizaciones no gubernamentales, al menos desde 1983, antes de la recuperación democrática. Esto fue posible por la fuerte impronta que tuvo en la sociedad uruguaya la modalidad represiva del encierro y de las detenciones arbitrarias, con una alta proporción de presos políticos sobre el total de la población, que generó fuertes disputas dentro de las organizaciones políticas —el Partido Comunista de Uruguay, el Frente Amplio y el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros—, entre los que se fueron y los que se quedaron. Así, la dictadura uruguaya dejó importantes saldos de militantes presos, exiliados y clandestinos durante todo el período autoritario, que coadyuvaron a entretejer la imagen de una sociedad fracturada.23 En ese escenario, las comisiones lidiaron puertas adentro con ciertos dilemas que impactarían en sus trabajos diarios, en las prácticas de recibir y asistir a las personas que se acercaban solicitando su ayuda. ¿A quiénes les correspondía la asistencia? ¿Cómo saber quién era un exiliado? ¿Qué hacer ante las demandas de otros afectados? La compleja definición de la asistencia y sus alcances El criterio de “no privilegiar” marcaba el espíritu de ambas comisiones. Sin embargo, sus sentidos políticos fueron distintos conforme los modos en que se fueron posicionando los gobiernos frente al pasado reciente. La puesta en 23. Sobre estas divisiones al interior de algunos partidos políticos uruguayos y del MNL puede consultarse Allier (2007) y algunos relatos testimoniales, para el caso del Partido Comunista de Uruguay, Decia (2013); para el Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros algunos testimonios en Aldrighi (2009).

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marcha de la asistencia requirió de un esfuerzo programático que reflejara la premisa de mantener cierta igualdad entre los que regresaban y los que nunca se habían ido; esta cuestión se concretó con mayor “fidelidad” en el caso de la comisión uruguaya —que, como anticipamos abarcó a exiliados y luego también a presos políticos—, mientras que en Argentina, las ayudas brindadas podrían caracterizarse como contradictorias. Veamos en lo que sigue dos aspectos centrales del problema: la definición de los programas de asistencia y de los sectores sociales a los que alcanzarían. En el caso de la comisión argentina, el principal programa del que podemos dar cuenta, fue el llamado Programa de Rehabilitación de Retornados24 que se realizó desde octubre de 1984 y hasta diciembre de 1985 con el financiamiento del ACNUR.25 El trabajo de los asistentes sociales para la evaluación de casos fue aportado por distintas organizaciones sociales que atendían a los retornados desde mucho antes26 y que funcionaron como agencias responsables en recibir y seleccionar las solicitudes, aunque la lista final de beneficiarios se decidía con la participación de un delegado de la CNRAE en carácter de “observador”. El objetivo de este programa consistía en “asistir al gobierno argentino a fin de asegurar una rápida inserción social, económica y profesional de exiliados argentinos necesitados” (Proyecto de Rehabilitación de Retornados, 1984/1985). Se contemplaba que la reinserción dependía de dos dimensiones: la obtención de vivienda y de un empleo a partir de la formulación de pequeños proyectos independientes. En ambos casos se otorgaba por única vez una suma de dinero que respondía a las necesidades que evaluaba la comisión ejecutora del programa formada por los representantes de cada organización. En el caso de la vivienda se otorgaba un porcentaje de dinero que permitiera iniciar algún alquiler o comprar enseres para el hogar, y en lo laboral se financiaba la compra de herramientas, materiales de trabajo o la contribución económica para obtener un espacio donde funcionara una empresa familiar.27 La escasa incidencia que efectivamente tuvo ese programa se debió a la modalidad de la ayuda: un aporte económico puntual que desconocía toda una gama de problemas de otra naturaleza y que afectaban seriamente a los retornados. 24. Es llamativo que se considerara la reinserción al país como un momento de “rehabilitación”, lo que parece problemático pues supone que algo fue “inhabilitado” y que puede ser corregido, en este caso, con ayudas económicas puntuales, desconociendo otras dimensiones significativas del registro subjetivo de una experiencia exilar. 25. Otras tareas realizadas por fuera de este programa habrían sido de orientación legal y de asesoramiento en los trámites para gestionar las reválidas de títulos o el ingreso de enseres domésticos a través de la aduana, pero de ello no se tienen mayores precisiones. 26. Nos referimos a la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino, la Comisión Argentina para los Refugiados y la Comisión Católica Argentina para las Migraciones. 27. Aunque no se tiene certeza de la cantidad de solicitudes recibidas, una lista hallada en la Comisión Argentina para los Refugiados indica que se habrían beneficiado aproximadamente 210 casos (704 personas), de las cuales un 61% (450 personas) correspondía a casos del interior del país y el resto (254 personas) a familias de Capital Federal (CAREF, Lista de casos. Programa de Rehabilitación, 1984).

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Aunque el decreto expresaba que la comisión argentina se formaba para “facilitar el regreso de todos los argentinos en el exterior”, en la práctica, el universo de asistidos se limitó a los que contaban con el estatus de refugiado del ACNUR, que funcionó como filtro para ser “beneficiario” del programa de reinserción impulsado por el mismo organismo. Esto se debía a la necesidad de ser consecuentes con los escasos recursos económicos que tenían para ese proyecto.28 Además, la categoría del ACNUR operaba otorgando un manto de legitimidad a la asistencia que brindaba el gobierno, por un lado, frente a los que regresaban del exilio y a las organizaciones no gubernamentales, se posicionaba reconociendo a través de esa categoría la condición política del desplazamiento migratorio de la persona beneficiada. La etiqueta del “refugio” era un marco simbólico importante que evitaba instalar las dudas sobre los beneficiarios. Por otro lado, la categoría operaba hacia afuera, cuando en los medios de comunicación se transmitía que el gobierno argentino estaba asistiendo a retornados “refugiados” por ACNUR, esto le permitía evitar las sospechas de que estuviese otorgando una ayuda a “subversivos”. Luego de este primer gran filtro, de los que tenían categoría de refugiados y de entrevistas con los asistentes sociales de las organizaciones no gubernamentales, en las solicitudes se requería que cada persona completara una planilla con algunos datos precisos y, a partir de toda esa información, se desprendía una grilla de puntajes.29 Todos aquellos que reunían menos de 25 puntos quedaban automáticamente afuera de la ayuda.30 28. Así explicaba Ravenna esta decisión: “En mil novecientos ochenta y cuatro, en el medio de que nos sentamos arriba de un polvorín, porque nos dejaron todo un campo minado, nos sentamos ahí y uno tenía que hacer definiciones concretas y puntuales. Hay ninguna duda de que todo aquél que tuvo el estatus de refugiado. “Hay otros”, y sí, posiblemente, pero dónde corto. ¿Le voy a dar a todos? Y caen los exiliados económicos también. Y entonces no alcanzan los fondos” (Entrevista a Horacio Ravenna, 3/12/2012, Buenos Aires). 29. Las primeras solicitudes al Programa de Rehabilitación llegaron en septiembre de 1984 y fueron aprobadas sin mediar este sistema de puntajes. Las grillas fueron aplicadas desde mediados de octubre de 1984, cuando se consideró que los fondos económicos que tenía la CNRAE del ACNUR no iban a ser suficientes. El sistema de puntajes tenía además un trasfondo acordado entre todas las agencias, que consistía en dar prioridad a los casos del interior del país. (Actas del Programa de Rehabilitación, 1984/1985; OSEA, Informe, 1986). 30. Los puntajes se distribuían de la siguiente manera: Se partía con 3 puntos ya otorgados si había sido refugiado con constancia del ACNUR, o exiliados (demostrado en la entrevista). Luego se evaluaban los siguientes ítems: 1. Tiempo de exilio: un punto por año de permanencia en el exilio (a partir de septiembre de 1974) 2. Composición del grupo familiar: - persona sola o pareja sola: 1 punto y 1 punto más si es mayor de 50 años. - pareja con hijos o mayores a cargo: 2 puntos y 1 más por cada carga familiar - persona sola con hijos/mayores a cargo: 3 puntos más 1 por cada carga familiar. 3. Situación jurídica-legal: - Opcionado: 2 puntos - Liberado sin opción: 2 puntos - Con antecedentes: 1 punto - Con causa pendiente: 2 puntos

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El sistema de puntajes aparece como un laboratorio de tensiones políticas que nos permite profundizar en las lecturas que el gobierno argentino realizó sobre los exilios. En primer lugar, la posibilidad de obtener puntajes altos dependía del tiempo del exilio, cuya fecha de inicio se definió en septiembre de 1974. Al contrario de otras políticas estatales en las que se consideraba que el daño comenzaba con el golpe militar de 1976 hasta la asunción de Alfonsín, en este programa se incluía al exilio generado por la represión paraestatal y estatal del gobierno constitucional previo, especialmente a los argentinos afectados por la Ley de Seguridad Nacional,31 una medida parlamentaria sancionada con el objetivo de establecer penas por “actividades subversivas” que se había aprobado durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y sostenida durante el régimen militar. En sintonía con esta contradicción, los puntajes se engrosaban si la persona que solicitaba la ayuda tenía causas pendientes. Irónicamente, se reconocía que aquellos involucrados en problemas de índole penal tenían mayor acceso a la asistencia del Estado. Lo mismo sucedía con quienes habían estado requeridos por medio de pedidos de captura, aunque no siguieran vigentes, “sumaban” la misma cantidad de puntos que en el caso anterior. Junto a ello, la situación de los exiliados “opcionados”32 también era contemplada con un buen puntaje. Esto significaba que los argentinos que habían sido detenidos en los períodos previos al golpe militar, muchos de los cuales habían podido salir del país luego de varios años en prisión, reunían una mejor posición para la asistencia. Este es otro dato irónico, cuando en esos mismos años se limitaba la posibilidad de una amnistía que liberara a los presos políticos por ser potenciales amenazas para el orden social. Es posible que las organizaciones sociales que tenían una activa intervención en el trabajo para el programa hayan incidido en este recorte temporal desde 1974, y en que se hayan incluido las experiencias de encierro y persecución penal.33 También podemos - Con pedido de captura anterior: 2 puntos 4. situación habitacional: si tenía vivienda propia no sumaba ningún punto. - Si alquila: 1 a 3 puntos - Otros casos: de 3 a 5 puntos según la cantidad de ambientes y de habitantes. 5. Estado de salud: sumaba de 1 a 3 puntos según el lugar que ocupaba el enfermo en el grupo familiar y si se trataba de enfermedades crónicas físicas, con alteración mental o enfermedades agudas (Programa de Rehabilitación, Acta del día 16/10/1984). 31. Además de las penas de prisión por actividades que “alterasen el orden institucional” o por difusión de ideologías para el “adoctrinamiento”, la ley establecía penas de pérdida de la ciudadanía y expulsión del país para los argentinos naturalizados y los extranjeros (Boletín Oficial, Argentina, 2/10/1974). 32. La opción es un derecho constitucional explicitado en el artículo 23, que funciona en situaciones de conmoción interna. Este derecho le permitió a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional salir del país con previa autorización de las autoridades, pero fue una pena de destierro en tanto quien salía perdía la ciudadanía y se le prohibía regresar. 33. Por otro lado, si consideramos que el problema de la “subversión” atravesaba los conflictos sobre el retorno, tampoco se ponderaban aquí algunos datos de las biografías exilares relacionadas con geografías de destino, en las cuales podía insinuarse que si un argentino había estado exiliado en México,

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pensar que algunos representantes del gobierno en la CNRAE estuvieron consustanciados con este programa de reinserción y que no necesariamente fue pensado por los actores como una medida que contrariaba la política general del gobierno. En este sentido, subrayamos la importancia de mirar al Estado desde una perspectiva “humana” que lo interrogue en sus heterogeneidades y matices, sin pensarlo como un bloque homogéneo (Bohoslavsky y Soprano, 2010). Pero había “datos” que no eran considerados en este sistema de puntajes y que podrían haber sido significativos a la luz de los intereses del gobierno sobre qué tipo de retornados eran “más deseables”. Por ejemplo, si el problema de la “fuga de cerebros” era fundamental, aquí no se ponderaba la calificación profesional del exiliado, su trayectoria laboral en el exterior, su inserción académica o sus conocimientos específicos sobre algún tema vinculado al desarrollo del país. El programa no respondía a las declaraciones estatales que vinculaba la repatriación con la recuperación de saberes. Para los responsables de llevar adelante el programa, este sistema de puntajes fue una “solución práctica” para agilizar las evaluaciones y establecer un criterio “neutral” de otorgamiento de los beneficios que fue mucho más cercano a una lógica de la administración pública que a un acercamiento a los problemas específicos de reinserción. En consecuencia, los puntajes ocultaban variados conflictos de la experiencia del exilio que no podían ser reflejados en esos números y que tampoco podían solucionarse por medio de una asistencia económica puntual. Veamos ahora el caso uruguayo. En la delimitación de la población que se asistiría, la ley que dio origen a la CNR, establecía que se trataba de “todos los uruguayos que deseen regresar”. Esto significó una compleja selección de criterios para determinar a quién asistir. Como vimos, la comisión no era ajena a los “problemas del privilegio” y debía ajustar los criterios y programas respondiendo a esa tensión. En su primer año, la CNR trabajó sobre la población de retornados de un exilio político pero, a medida que se fueron acercando las solicitudes de ayuda, se decidió no discriminar entre éstos y los emigrados económicos. Y, posteriormente, en 1986, se incorporaron los presos políticos liberados. Para evaluar las solicitudes de estos tres sectores se recurría a procedimientos similares a los de otras organizaciones sociales: el área de asistencia social realizaba entrevistas y en las evaluaciones de la comisión directiva se decidía a quién correspondía otorgarle la asistencia. En los criterios de selección de casos, un primer dato consistía en conocer cuánto tiempo había estado el migrante en el exterior, priorizando que, al menos, debían tener dos años fuera de Uruguay y que, como máximo, debía tomarse el año 1968 como fecha de salida del país y 1984 como fecha mínima de regreso (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). en Cuba o en Nicaragua, podía estar relacionado con la “subversión”.

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Al igual que para el programa de la CNRAE, se precisaba algún tipo de documentación probatoria de los solicitantes para conocer si la persona se adecuaba a esos criterios establecidos. Entre ellos, contar con el estatus de refugiado y haber tenido asilo diplomático34 funcionaba como una carta de presentación sobre la que no hacían falta mayores indagaciones. Algo similar sucedía con los ex presos políticos, pues si bien los que habían tenido condena por la Justicia Militar podían acreditar el tiempo de prisión a partir de documentación probatoria,35 hubo detenciones de las que no quedaron registros y allí se recurría a testigos que avalaran la narración del entrevistado. Ante los casos que no podían acreditar sus exilios o detenciones, la CNR ponía en juego los conocimientos de sus trabajadores sociales que contaban con su propia experiencia exilar y con el acceso a una red informal de datos que circulaban en los ámbitos de militancia política a los que habían estado vinculados. Las redes funcionaban, entonces, para detectar cuáles eran las “condiciones reales” de cada caso.36 La inclusión de los emigrantes económicos no es un dato menor. En esta decisión pesó otro tipo de “privilegio” que desplazaba el binomio adentro-afuera por el que ponía en cuestión las motivaciones de la salida del país. Así lo narra uno de los integrantes de la CNR: “tampoco quisimos ser muy estrictos en distinguir porque de alguna manera el exilio económico era producto de un escenario político, entonces tampoco ibas a discriminar a un compatriota que retornaba… calificando el tipo de exilio” (Entrevista a Jorge Machado, 19/10/2012, Montevideo). Vaillant también promovía esta idea: “un exiliado político es aquella persona que se tuvo que ir porque en función de sus ideas políticas si no se iba, lo metían preso. Pero ¿no es un exiliado político aquél que por sus ideas se tuvo que ir, porque si no, no conseguía trabajo? El exiliado económico, al final de cuentas, ¿no es víctima de una situación política?” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). La compleja definición del exilio fue uno de los desafíos más importantes a los que se enfrentaron las organizaciones que asistieron al retorno. No sólo porque en las modalidades de salida del país, argentinos y uruguayos tuvie34. Sobre el otorgamiento de asilo político y los distintos usos e historicidades del mismo ver Dutrénit Bielous y Rodriguez de Ita (1999). 35. Esto tiene que ver con la modalidad de las detenciones y liberaciones de los presos políticos, plagado de arbitrariedades, irregularidades en los procedimientos y en los registros durante la dictadura uruguaya, ver UDELAR (2008, Tomo II: 13-29). 36. Así lo explica quien fue presidente de la CNR: “Si la persona que se acercaba nosotros nos dábamos cuenta que estaba en una situación que no justificaba la asistencia, que no estaba con una dificultad adicional con respecto al resto de los uruguayos, cosa que muchas veces en la relación, en el diálogo que tenían con los propios repatriados y el hecho de tener a los propios repatriados asistiendo. […] Hay quien vino a la Comisión de Repatriación, […] hicieron los trámites y hay quien dijo: “¿qué está haciendo acá? Yo lo conozco, estaba en Suiza, este tiene dos Mercedes y es un bacán”. Se había ido coincidiendo en esa época, estuvo más de dos años, no tenía nada que ver con la actividad política o sí pero… ¡no necesitaba para nada esa ayuda!” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo).

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ron huidas silenciosas, clandestinas y disfrazadas de viajes turísticos, sino porque en muchos casos se sospechaba del carácter forzado de esa migración. En contraste con la comisión argentina, los proyectos que gestionó la CNR fueron diversos y se dividieron por áreas de inserción social. En el año 1985 se implementaron programas de emergencia en los cuales se brindaba una suma de dinero equivalente al salario mínimo nacional y apuntaron a solventar los primeros gastos cotidianos de los emigrantes políticos de retorno.37 Desde 1986, cuando se afianzaron los recursos económicos de la CNR, se iniciaron programas sistemáticos destinados a lograr una primera inserción de trabajo y la obtención de una vivienda y, a partir de ese momento, se incluyeron a los ex presos y a los emigrados económicos. En este análisis no nos detendremos sobre todos los programas que implementó la comisión uruguaya, sólo recuperamos algunos de los que resultan más ilustrativos a los fines de los conflictos que nos interesan mostrar. Estos programas son: las becas laborales, los proyectos laborales y el retorno de “talentos”. Las becas laborales fueron implementadas entre 1986 y 1987, y se proponían que los retornados y ex presos políticos lograsen un primer puesto de trabajo; esto se resolvía ofreciendo al sector público o privado el pago del salario del trabajador por un tiempo determinado.38 Se buscaba generar un antecedente laboral para el retornado/ex preso que, generalmente, era el más difícil de lograr dadas las sospechas que generaban en los empleadores. Si al uruguayo ya le costaba tener empleo, cuánto más le costaba cuando salía a competir en el mercado laboral y le preguntaban “antecedentes laborales” tenía que decir: vengo del exilio. Lo que era automáticamente asociado a comunista o tupamaro […] Tenía que tener un programa de apoyo que le permitiera superar esa diferencia en su contra, ese problema adicional. (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo.) La misma CNR reconocía ese estigma, que era una marca diferencial del exilio político frente a la emigración económica a la que también asistía. Los Proyectos Laborales proponían otro tipo de acceso a un empleo, apuntando a la creación de pequeños emprendimientos en los cuales se reunieran retornados y ex presos con el objetivo de llevar adelante una actividad productiva que les permitiera solventar en el corto plazo sus gastos de mayor urgencia.39 37. En el programa de emergencias se atendieron 255 grupos familiares que reunían a 835 personas (CNR, Informe al senador Lacalle, 1987, p. 5). 38. Con las becas laborales se atendieron aproximadamente 500 casos y los destinos principales de los empleos fueron: la Imprenta Nacional, Universidad de la República y Registro Civil, entre otras (CNR, Informe al senador Lacalle, 1987, pp. 5, 11). 39. Entre 1986 y 1987 el Programa de Proyectos Laborales puso en marcha 38 proyectos, de los cuales 11 pertenecían al área de la industria, 7 a comercio, 6 a actividades socio-culturales, 5 a servicios, 4 a agropecuario, 2 proyectos en cada área de artesanías y salud y finalmente 1 tenía fines asistenciales.

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En la búsqueda de que estos proyectos funcionaran como espacios de integración social para retornados y ex presos políticos, se comenzó a sumar a las personas que se encontraban desocupadas en ese momento. Para Vaillant, en esta decisión pesó que algunos proyectos requerían de conocimientos que podían ofrecer otras personas que no necesariamente habían vivido una experiencia represiva como la cárcel o el exilio pero que estaba “igual de afectadas” por la situación económica y laboral crítica que atravesaba el país. La CNR no invertía en el proyecto si el titular era un desocupado, porque su presidente entendía que la comisión “no era una agencia de empleo” sino que la iniciativa podía partir de un afectado directo por prisión o exilio y luego sumar otros trabajadores que igual se beneficiaran del emprendimiento. Pero, sobre todo, detrás de esa decisión estaba la necesidad de no convertir a los proyectos en “guetos de exiliados” (Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo). Aquí vemos cómo sigue operando la búsqueda por evitar las divisiones entre sectores, incorporando en este caso a los desocupados. Por último, el Programa de Retorno de Talentos fue financiado por la Comunidad Económica Europea (CEE) para repatriar uruguayos calificados a través del CIM. La puesta en marcha de este programa en 1985 requirió de un registro exhaustivo sobre los uruguayos que se encontraban en el exterior y que deseaban volver al país, elaborando una encuesta a través de embajadas y consulados con el objetivo de conocer con precisión no sólo los conocimientos con los que contaba cada uno, sino las expectativas que tenían sobre sus regresos en relación a remuneración salarial, espacios de trabajo, etc. Este programa había generado algunos dilemas en su ejecución. Por un lado, porque para la CNR implicaba asumir una postura de mayor “responsabilidad” en relación a los programas generales para retornados políticos y, por el otro, porque el exiliado regresaba con un empleo confirmado por la comisión, es decir que en este caso sí alentaba el regreso, a contramano de los problemas que había tratado de evitar. En una de las reuniones de discusión con el CIM, Vaillant transmitía esta preocupación: Aquí tenemos un programa especial solicitado por el gobierno donde de alguna forma está promoviendo el regreso. […] En el Uruguay no se le va a impedir a nadie que retorne. El que quiera venir por sus propios medios será recibido y es una realidad que no tenga trabajo ni vivienda. […] Tratamos de crear fuentes de trabajo, de tener conocimiento de quiénes son los exiliados y seleccionando cada una de estas consideraciones para quienes van a retornar. El gobierno es consciente de la responsabilidad que observa puede significar la antipatía de presuntos o posibles seleccionados. Su selección trae como consecuencia que los que han sido elegidos se sientan felices y los que no lo han sido se sientan despreciados. (CNR, Acta núm. 5, 30/04/1985)

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Desde abril de 1985 se estaba discutiendo sobre la puesta en marcha de ese programa de “talentos” y, en parte, esto tenía que ver no sólo con los cuidados por el “privilegio”, sino por evitar que los repatriados regresaran a sus países de exilio si tenían condiciones de trabajo precarias en Uruguay. Para “retener” a los retornados calificados, la CNR otorgó un complemento salarial que equiparara algunas remuneraciones en relación a la que los exiliados obtenían en el exterior.40 Pero los temores ante las rispideces sociales que tanto alarmaban a la CNR parecían cumplirse, ya que para ese año, los reproches hacia el gobierno nacional por la asistencia a los exiliados se tradujeron en las siguientes voces: Señor Presidente: deseamos referirnos en el día de hoy a la particular situación que viven actualmente los emigrantes uruguayos que han retornado al país, pero no a los que intentaron perturbar la paz, creando confusión, alentando huelgas y empeñando armas y que luego se fueron, ya que para ellos se han propuesto y realizado planes de reubicación, subvencionándoles el costo del pasaje de regreso, restituyéndolos a sus trabajos anteriores, etc. […] Concretamente vamos a referirnos al otro emigrante que en la época del gobierno de facto se encontró en el medio de una lucha fratricida que no buscó y que mucho menos deseó, pese a lo cual tuvo que irse del país porque no conseguía trabajo […] Deseamos que se haga justicia con este tipo de emigrantes que se fueron silenciosamente, empujados por las situaciones adversas y que retornaron con la apertura de la democracia para seguir colaborando por la reconstrucción del país. Ya que tanto se ha hecho por los revoltosos de ayer y por los que arrojaron al país al desconcierto, redimiéndolos, opino que otro tanto puede hacerse por quienes ansían vivir definitivamente en su país en completa paz. (Junta Departamental de Canelones, Sesión del 25/09/1987). El marco del reclamo es elocuente, porque evidencia que el “privilegio” fue un síntoma de un problema mayor: no tenía solo que ver con asistir económicamente a “los que se fueron”, sino con quiénes eran esas personas que volvían. Para el edil, el Estado estaba brindando asistencia a los responsables de generar las condiciones políticas para que se realizara el golpe de 1973. Así, se manifestaba que “los revoltosos de ayer” formaban parte de ese exilio asistido que no podía ser equiparado a las emigraciones de quienes habían salido del país por las condiciones adversas en la que se encontraba. En los derroteros que siguió la CNR a lo largo de su vida institucional, po40. Este programa se puso en marcha en marzo de 1987 y tuvo una importante demanda: por lo menos 950 uruguayos se inscribieron aunque, hasta octubre de 1987 se habían repatriado a 132 personas. La mayoría de los repatriados en el Programa del CEE-CIM comenzaron a trabajar en la Universidad de la República (49 personas), otros se sumaron a la CNR (26 personas) y el resto se distribuyó en distintos ámbitos públicos y privados (CNR, Informe al senador Lacalle, 1987, pp. 51-56).

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demos ver cómo mientras el problema inicial tenía que ver con el “reencuentro de sectores fracturados” por experiencias represivas “claras” —principalmente la cárcel y el exilio— posteriormente se fueron sumando sectores que también fueron reconocidos como afectados por causas o marcos políticos más amplios, como los migrantes económicos y los desocupados. La idea del “reencuentro” fue una noción política generosa que obligó en la práctica a dar esos giros. Como explica Rico (2005), estos signos políticos funcionaron reinstalando la representación de un “orden” democrático e institucional recuperado, que no podía incluir el disenso ni los conflictos de la sociedad de postdictadura. La operación amplificadora, entonces, fue alejando a la comisión de una asistencia que atendiera las consecuencias específicas del exilio político, equiparando en los programas y ayudas a sectores que provenían de experiencias diversas y con afecciones propias de los modos en que cada uno había vivido la represión estatal. Si bien el objetivo era “equiparar para no privilegiar”, en esa decisión se ocluyeron las diferencias. En síntesis, la vida institucional de las comisiones rioplatenses fue diferente en su inicio, desarrollo y en sus modos de cierre.41 Las dos tuvieron desempeños diferentes en la recepción y asistencia a los retornados del exilio, logrando la CNR tener una mayor presencia en el marco general de las políticas del gobierno colorado aunque, como vimos, esto no significó que estuviera libre de tensiones políticas. La comisión argentina, por su parte, tuvo un lugar mucho más limitado en relación a la asistencia, y los conflictos políticos que la atravesaron en relación a los retornos del exilio se tradujeron en contradicciones en el trabajo realizado. Conclusiones El punto de partida de este trabajo fue una afirmación de diagnóstico: las medidas y respuestas dadas por el gobierno argentino ante el retorno de sus exiliados fueron de menor presencia y de más corto alcance en relación con las que se desarrollaron en Uruguay para la misma problemática. Visto en clave comparada, las comisiones traslucen entonces intereses diferentes y distantes en la reparación del exilio político; sin embargo, esta es una mirada relativa que se construye con estos dos casos enfrentados y que, seguramente, cambiaría si incorporásemos otros casos o si optáramos por analizarlos individualmente. Por otro lado, en ese contraste, este trabajo intentó mostrar cómo los diagnósticos ocultan otras tensiones, problemas y procesos que se fueron dando en relación a las políticas estatales para asistir a los retornados 41. Si desde el inicio la CNRAE no había tenido una visibilidad en el escenario de las políticas del alfonsinismo, de su cierre no tenemos registro en los medios de prensa ni en informes finales de la gestión realizada. La CNR, en cambio, tuvo un cierre paulatino desde 1988 cuando comenzó a derivar a sus trabajadores a otros ámbitos de la gestión pública y privada.

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y que, como vimos, se encuentran en estrecha relación con los contextos políticos de las postdictaduras de cada país. Si las dos comisiones se enfrentaron al problema de que sus asistencias fuesen criticadas como políticas del “privilegio”, los sentidos depositados allí, así como los modos que finalmente fueron adoptando para resolverlo, fueron diferentes en cada caso. La CNRAE escondió tras los reparos por asistir a retornados su preocupación por dispensar una ayuda a personas que podían no merecerlo. Por un lado, se trataba de evitar que, en una situación de profunda crisis económica, las políticas ayudaran a los que provenían de un exilio “dorado” y que volvían con más y mejores formaciones para competir en lo laboral. Por otro lado, y sobre todo, preocupaban los regresos de “subversivos” que podrían generar nuevas oleadas de violencia y caos político a la incipiente democracia y que, por lo tanto, no eran plausibles de ningún tipo de reparación. En esa matriz política, en Argentina, la comisión habría sido mucho más un gesto de ayuda humanitaria que un proyecto integral de asistencia a los retornados, es decir, un guiño de solidaridad con los problemas puntuales e individuales de familias argentinas que retornaban lo que no significaba que se reconociera desde el Estado al exilio como un daño de la represión estatal. En contraste, el problema del privilegio para la CNR parece responder a un proceso político distinto, pues encontramos en él múltiples caras y matices de sentidos. La tensión más importante se desprende del binomio “se fueron / se quedaron”, de manera que los “guiños” de la comisión uruguaya están dirigidos hacia los migrantes económicos pero sobre todo hacia adentro, hacia los presos políticos liberados, hacia los familiares de desaparecidos, hacia los desocupados. Múltiples rostros que encarnan problemáticas específicas pero con un denominador común: todas nacen de la dictadura y, a diferencia de Argentina, son reconocidas por el gobierno colorado bajo la semántica de una transición para el “reencuentro”. La estrategia política de apelar a un “reencuentro de todos los uruguayos” operó no sólo discursivamente, sino con alcance de gestión institucional que buscó reparar las consecuencias del exilio que se harían sentir en el retorno. Como señala Demasi, estas medidas de reparación específica, “vicarizaron la reconstrucción del daño social global en algunas de sus manifestaciones particulares: hasta cierto punto estas reivindicaciones parciales actuaron como indemnización a la sociedad como totalidad” (Demasi, 1995, p. 37). En definitiva, indagando en los caminos recorridos por las comisiones, podemos afirmar que el lugar que los retornos del exilio tuvieron en las agendas estatales no puede leerse por fuera de las condiciones políticas en las que se produjeron las transiciones democráticas, ni mucho menos desoyendo las consecuencias que la represión de las dictaduras cívico-militares heredaron a cada país. En ese sentido, las comisiones, en sus vidas institucionales, estuvie-

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ron atravesadas por tensiones que en este trabajo se muestran como puertas de acceso a problemáticas más generales e integrales de ese período. Bibliografía Entrevistas realizadas por la autora Entrevista a Víctor Vaillant, 4/10/2012, Montevideo. Entrevista a Horacio Ravenna, 3/12/2012, Buenos Aires. Entrevista a Jorge Machado, 19/10/2012, Montevideo. Entrevista a D.B., 24/10/2012, Montevideo. Aldrighi, C. (2009). Memorias de insurgencia. Historias de vida y militancia en el MLN-Tupamaros 1965-1975. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Allier, E. (2007). “La (no) construcción de memorias sociales sobre el exilio político uruguayo” en Eduardo Rey Tristán (Dir.), Memorias de la violencia en Uruguay y Argentina. Golpes, dictaduras, exilios (1973-2006). Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 273-292. Aruj, R. y González, E. (2008). El retorno de los hijos del exilio. Una nueva comunidad de inmigrantes. Buenos Aires: Prometeo. Bohoslavsky, R., y Soprano, G. (Editores), (2010). Un Estado con rostro humano. Funcionarios e instituciones estatales en Argentina (desde 1880 a la actualidad). Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento-Prometeo. Bruno, A., Cavarozzi, M., y Palermo, V., (Comps.), (1985). Los derechos humanos en la democracia. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Decia, C. (2013). “Sobre avatares del ser social en las experiencias uruguayas recientes de exilio y desexilio”, ponencia presentada en el VI Seminario Internacional Políticas de la Memoria. Buenos Aires: Centro Cultural Haroldo Conti, 7, 8 y 9 de noviembre de 2013. Demasi, C. (1995). “La dictadura militar: un tema pendiente”, en Achugar, H. (Comp.), Uruguay: cuentas pendientes. Dictadura, memorias y desmemorias. Montevideo: Trilce, p. 29-50. Dutrénit B., S. y Rodríguez de Ita, G. (Coords.), (1999). Asilo diplomático mexicano en el Cono Sur. México: Instituto de Investigaciones José María Luis Mora. Jensen, S. (2008). “¿Por qué sigue siendo políticamente incorrecto hablar del exilio? La dificultosa inscripción del exilio en las memorias sobre el pasado reciente argentino (1983-2007)”, en Páginas. Revista digital de la Escuela de Historia, 1(1). Rosario: Universidad Nacional de Rosario, pp. 131-148.

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De las reconfiguraciones del discurso militante bajo el influjo del exilio y del derecho de asilo

Cristina Mansilla Decesari Ministerio de Relaciones Exteriores República oriental del Uruguay A la memoria de Virginia Ogando, porque su lucha floreció.1 A Juan Cano y Carlos Palleiro, exiliados de su patria, el Uruguay, que jamás dejaron de crear arte maravilloso y de tener el corazón al sur. A Rubén Espinoza y Nadia Vera, porque la lucha continua. Introducción Acercarse al estudio del asilo/refugio, implica toparse con una diferenciación entre estos estatutos, al tiempo que evidencia la asignación de procedencias geográficas claramente distintas. El asilo seria entonces una categoría latinoamericana, ajena a otras tradiciones geográficas, muy especialmente la europea. El refugio se ubicaría en esta última zona del globo, siendo un instituto de características diferenciadas. Resulta necesario, al comenzar estas líneas, realizar las precisiones oportunas de los términos y su alcance. En primer lugar, volver2 a sostener la identidad actual existente entre los términos de asilo y refugio, siendo el único distingo del primero, como una especie, el asilo diplomático, es decir aquel que no se invoca en el territorio distinto del que se es nacional, sino en una sede diplomática. En segundo término, debe tenerse presente que el hecho 1. Virginia era hija de Jorge Ogando y Stella Maris Montesano, ambos detenidos desaparecidos por la dictadura argentina, el 16 de octubre de 1976. Su madre estaba embarazada de su hermano, al que busco sin pausa por años. En el 2011, la carga de la ausencia de su hermano fue demasiado. El 5 de noviembre de 2015, Abuelas de Plaza de Mayo anuncio la restitución de Martin Ogando Montesano. 2. Esta posición ha sido sostenida en diferentes trabajos anteriores.

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de que América Latina y el Caribe tengan una larga tradición de utilización del mecanismo del asilo, no radica en un origen local del estatuto, el cual, resaltamos, posee un carácter universal y de vieja raigambre, sino en una historia política que requirió incorporar prontamente resguardos frente al poder absoluto y al vendaval definitivo que pretendía llevarse a los derrotados de turno,3 y que vio, en éste, una forma de hacerlo. Señalaba el jurista argentino Roque Sáenz Peña, en su rol de relator de la comisión de Derecho Penal del Congreso de su país: La calificación de estos delitos se siente, por otra, parte sujeta a la veleidad de las instituciones políticas que se modifican y se cambian con más frecuencia que las leyes comunes; de ahí que el delincuente y traidor a la patria, que ayer era perseguido como autor de crimen oprobioso contra la corona de su rey, por ejemplo, sea recibido más tarde como redentor de las libertades de su patria y como el prócer de la república naciente. Y terminaba advirtiendo: “el refugio político tiene además el poder de hacer factible las grandes reparaciones que se volverían póstumas si la extradición hubiera permitido la venganza. (Figallo y Cozzani s/f ) Es necesario resaltar un tercer punto: el asilo/refugio consiste en un instituto abordado a través de instrumentos internacionales, normativas nacionales, con protocolos para su reconocimiento, protección y ejercicio, pero también es una categoría ética, una práctica solidaria, un ejercicio de humanidad frente al perseguido. Sobre esa base es dable identificar ejemplos dentro de la diáspora generada por las dictaduras del Cono Sur, donde los nacionales del estado A procedieron a guarecerse en el estado B, sin haber tramitado nunca ni la condición de asilado ni la de refugiado, o dejándola de lado al arribar a aquel. Legalmente no fueron para esos estados receptores ni asilados ni refugiados, ellos mismos no se adjudicaron la condición de tal, ni en documentos ni simbólicamente4. Si eran exiliados, una categoría política que no arrojaba necesariamente la derrota como primer indicador, sino que revindicaba una temporalidad acotada, un estatus que terminaría pronto para reiniciar la lucha, en la tierra de la que partieron desterrados. 3. Derrotados y poder absoluto no son atributos esencialmente latinoamericanos, desde luego ambos son parte fundamental de la historia universal y, en consonancia, quienes huían en busco de refugio: Un factor accidental que reforzaría el internacionalismo de 1830-1840 fue el exilio. La mayor parte de los militantes de las izquierdas continentales estuvieron expatriados durante algún tiempo, muchos durante décadas, reunidos en las relativamente escasas zonas de refugio o asilo: Francia, Suiza y bastante menos Inglaterra y Bélgica. [...] El mayor contingente de exiliados lo proporciono la gran emigración polaca entre 5 y 6 mil personas —fugitivas de su país a causa de la derrota de 1831—, seguida de la italiana y alemana (Hobsbawm 2015, p137). 4. Caso emblemático es el de los uruguayos asilados en la Embajada de México en Uruguay, quienes en el país de asilo, no conservaron esta condición sino que pasaron a ostentar la categoría de migrantes (Dútrenit, 2011).

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Este no pretende ser un artículo de historia comparada, pues de seguro no cumplirá con los requisitos para tal categoría. Pero si referirá a la experiencia atravesada por dos grupos políticos latinoamericanos de izquierda —que sostuvieron, entre otras cosas, la legitimidad de la vía armada para la liberación de sus pueblos— frente a la obligada salida del territorio, desplegados sin cortapisas los planes represivos de sus respectivos países de origen. Analizará cómo, provenientes de una tradición donde el exilio y el asilo/refugio eran categorías casi obligadas para militantes de izquierda, los integrantes del Movimiento de Liberación Tupamaros (MLN–T) en Uruguay, y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile, declinaron, rechazaron, al menos inicialmente —a veces colectivamente— otras individuamente, acogerse al amparo que existía bajo aquellas figuras. Los militantes del MLN-T, quienes, a partir de 1970, esto es tres años antes del golpe de estado de 1973 dado por el presidente democráticamente elegido Juan María Bordaberry5, empiezan a abandonar el Uruguay camino a Argentina, Chile (Aldrighi y Waksman, 2015) y Cuba, principalmente, no usaron, por lo menos hasta antes del cambio de situación del 73, en absoluto las categorías de protección enunciadas. La categoría jurídica que sí emplearán, una vez deje de ser negada por el gobierno uruguayo, violentando con esta postura el mandato constitucional, es lo dispuesto por el Artículo 168, numeral 17: Al Presidente de la República, actuando con el Ministro o Ministros respectivos, o con el Consejo de Ministros, corresponde: […] Tomar medidas prontas de seguridad en los casos graves e imprevistos de ataque exterior o conmoción interior, dando cuenta dentro de las veinticuatro horas a la Asamblea General, en reunión de ambas Cámaras o, en su caso, a la Comisión Permanente, de lo ejecutado y sus motivos, estándose a los que estas últimas resuelvan. En cuanto a las personas, las medidas prontas de seguridad solo autorizan a arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro del territorio, siempre que no optasen por salir de él. También esta medida, como las otras deberá someterse, dentro de las veinticuatro horas de adoptada, a la Asamblea General en una reunión de ambas Cámaras o en su caso, a la Comisión Permanente, estándose a su resolución. El arresto no podrá efectuarse en locales destinados a la reclusión de delincuentes. Tras el golpe, el asilo diplomático se vuelve una necesidad que tenía pocas oportunidades logísticas de concretarse, dado el número de Embajadas 5. Las características del golpe de estado de 1973 en Uruguay conllevan a que sea preciso hablar de golpe cívico-militar. En este punto agradezco las conversaciones mantenidas con Mariana Díaz Crottogini.

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que en Montevideo lo ofrecieron, pero que se ejerció como ultima razón de salvación. Mismo año, distinta capital: Santiago de Chile. En esta ciudad, bombardeada a sangre y fuego por las huestes de Augusto Pinochet, buscar el amparo de una representación diplomática para abandonar el Chile de Allende, transmutado en el Chile de la Junta Militar, fue el único camino para cientos de chilenos, pero también para cientos de extranjeros que habían llegado a ese confín del sur, entre ellos decenas de militantes uruguayos integrantes del MLN. Pero eso no significó ni el alejamiento de los peligros, ni la efectividad de los instrumentos de protección, cuando siguieron jugando su amparo sobre militantes que continuaron en actividad desde la clandestinidad, en los países del Plan Cóndor, lo que ocurrió en muy pocos los casos. Luis Enrique Latrónica Damonte, militante del MLN, quien en noviembre de 1973 se habría asilado en la Embajada Argentina en Chile e ingresado a territorio argentino en febrero de 1974, habiéndosele tramitado el estatus de refugiado durante su estancia en la sede diplomática,6 será secuestrado en septiembre de 1974, siendo hallado muerto junto con Guillermo Jabif y Daniel Banfi, también uruguayos, en octubre de ese año en la Provincia de Buenos Aires. Por su parte, el ciudadano uruguayo Natalio Dergan Jorge, otro militante del MLN, también asilado en la Embajada de Argentina en Chile, fue detenido y desaparecido entre el 28 y 29 de noviembre de 1974 en la vía pública, en las proximidades de las oficinas de la Comisión de Ayuda a los Refugiados (CAREF) en Buenos Aires. Según la ficha realizada por la Dirección Nacional de Información e Inteligencia,7 área clave en el 6. Testimonio brindado por Fernando O’ Neill: “Conocí a Latrónica en la Embajada argentina en Santiago de Chile, en dónde nos refugiamos aprox. 106 uruguayos cuando el golpe militar en Setiembre del 73. Posteriormente, en 1974, nos volvimos a ver muchas veces en Bs. As. Con excepción de unos pocos compatriotas que aceptaron el traslado directo desde la Embajada argentina de Santiago hacia países europeos en calidad de refugiados, los demás fuimos trasladados en tres etapas a diversas ciudades argentinas (Bahía Blanca, Santa Fe, Corrientes, etc.) en condición de “asilados en tránsito”, fórmula jurídica inventada por el gobierno de Perón para negarnos el derecho de radicación en Argentina. Consultado el 10 de diciembre de 2015. URL: http://sdh.gub.uy/wps/wcm/connect/sdh/ a3c18f7b-052f-45eb-b421-04ba14c096b9/LATRONICA+DAMO 7. Sobre los archivos producidos por la represión, a diferencia de los usos más pragmáticos, el abordaje de estos acervos como objeto de análisis histórico, sociológico, antropológico permite hallar verdades, mentiras, errores, ambigüedades y contradicciones. Poco a poco se descubre que mucho de lo que policías y militares guardaron fueron los materiales que ellos mismos robaron y secuestraron. Los folletos, libros, cartas, apuntes, diarios, fotos que cada policía llevaba como un trofeo a los cajones y carpetas de sus archivos, como forma de prueba contra el “enemigo”, hacen de estos archivos una fuente inagotable para reconstruir la historia de partidos políticos y movimientos de lucha armada, de movimientos estudiantiles y sindicales, etc. Creados para la represión, hoy estos papeles sirven para reconstruir las historias fragmentadas de sus víctimas. Entre los documentos que se encuentran en los archivos de la represión hay, por ejemplo, declaraciones realizadas bajo tortura, o documentos que inculpan a terceros, asignados a personas concretas pero muchas veces con firmas falsificadas. Verdades o mentiras adquieren un valor diferencial cuando son nominativas, cuando se realizan apreciaciones o juzgamientos asociados a individuos, a personas allí registradas. De ser meros comentarios o notas periodísticas o apuntes de investigación, pasan así a invadir la intimidad. La publicación

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accionar de las fuerzas represivas uruguayas, Dergan habría salido del país haciendo uso de la mencionada opción constitucional del Art. 168, numeral 17, en enero de 1971.8 Por su parte el MIR, colectiva y orgánicamente enunció su política sobre el asilo: “el MIR no se asila”. La crudeza de los días que sucedieron al 11 de setiembre de 1973, día del golpe de estado contra el presidente elegido democráticamente Dr. Salvador Allende, desarmó aquella decisión política por la vía de los hechos y forzó a sus defensores a buscar el refugio imprescindible, antes de que el terrorismo de estado cegara sus vidas. Evidenciar estas posturas sobre un estatuto integrado al imaginario político de las izquierdas latinoamericanas,9 pero que fuera abordado de manera definitivamente diferente por los militantes que enfrentaron a las dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional, supone evidenciar que, en aquel momento, se gestaba una nueva praxis respecto a este elemento al tiempo que resalta, como primera reacción a los quiebres institucionales, la certeza de la continuidad de la lucha, sin asumir la derrota, más allá de la dureza de la represión. Sera de forma posterior a los golpes que se asume que la permanencia, fuera de los confines de la patria, no es mera cuestión circunstancial sino que se abre un compás de espera sin final cercano. Del asilo/refugio antes del Cóndor Yo voy a Francia a recoger españoles y dales el refugio de Chile. Porque en mi patria manda el pueblo y es este uno de sus mandatos… Que no se oiga en estos meses de angustia, y sobre España, sino estas palabras: españoles a América, españoles a las tierras que ellos entregaron al mundo. Pablo Neruda10 En diciembre de 1933 se firmaba, en Montevideo, la Convención sobre Asilo Político.11 Una fina ironía del destino, si se quiere, ya que justamente de este tipo de papeles necesariamente impone un debate serio respecto a la indiferenciación de estos documentos, a la necesidad de preservar el honor y la intimidad de las personas y a imponer plazos más extensos para su publicidad o controles al acceso. (da Silva Catela 2002). consultado el 15 de diciembre de 2015. URL: http://www.corteidh.or.cr/tablas/r29766.pdf 8. http://sdh.gub.uy/inicio/documentos/fichas_de_desaparecidos/argentina/dergan_jorge_natalio 9. En 1924, Haya de la Torre sostenía que: “El destierro es la mejor escuela de rebeldía”. […] (L)a doble convicción en la autoridad moral que se extrae de la circunstancia de ser perseguido, y en el ancho campo de acción proselitista que se juzga disponible a partir del cruce con miles de latinoamericanos dispuestos a escuchar y a contagiarse de la encendida verba antiimperialista […]. (Bergel, 2009). consultado 15 de diciembre de 2015 URL: http://eial.tau.ac.il/index.php/eial/article/view/1332 10. Winnipeg. El exilio circular. S/D. P. 26 11. Consultado el 10 de diciembre de 2015. URL http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-37. html

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ese año sería el que fungiría como parteaguas de la tradición uruguaya respecto a brindar asilo/refugio. Cambiaría el signo histórico y quedaría en la memoria como el año de los destierros, aquel donde fueron los uruguayos quienes debieron partir de su tierra para alcanzar puntos más beneficiosos a su condición vital y a su libertad.12 Emilio Frugoni, Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República al momento del golpe de estado que el entonces presidente electo, Dr. Gabriel Terra, diera contra las instituciones democráticas, fue uno de ellos. Pero los hechos de marzo de 1933, es decir los destierros, eran realmente excepcionales en la práctica estatal. El control social no contaba dentro de sus herramientas diarias con la expulsión de quienes, con su pensamiento o práctica, distorsionaban la cotidianeidad, a juicios de los autodeterminados garantes del statu quo. Quizás esta premisa de no utilización de la expulsión como forma de dirimir el conflicto social, abonó lo que Roniger (2012) define como la “construcción de la identidad nacional en términos de civilidad”. Sostener que el Uruguay edificó una tradición singular en América Latina respecto a ser tierra de asilo/refugio no significa determinar ni que la misma fue monolítica ni tampoco ajena a vaivenes relevantes que, por momentos, la neutralizaron o limitaron (Mansilla Decesari, 2014). Al mismo hay que abandonar el supuesto de una excepcionalidad respecto a la violencia política en el desarrollo histórico del Uruguay. Roniger (2012) “sugiere ver al gobierno militar como parte integral de la historia uruguaya, dado que preservó y empleó mucho de los elementos definitorios de la vida política del país, mientras puso de manifiesto la tradición de violencia y represión que el modelo hegemónico anterior trató de relegar al olvido”. El continuo histórico que llevó hasta las márgenes orientales a argentinos de todos los tiempos: antirosistas, radicales, socialistas, peronistas, antiperonistas; a anarquistas de todas las nacionalidades, principalmente, otra vez, de Argentina desde principios de siglos hasta comienzo de la década del 20; españoles en la década del treinta, europeos perseguidos por ser judíos en la década del cuarenta; guatemaltecos en la década del 50; brasileños en la del 60, fue consolidando la idea del Uruguay como tierra de refugio, muy especialmente Montevideo, su capital. Con el fin de los sesenta se inició la escalada represiva, dándose por rota la “civilidad uruguaya”, que desde mediados del siglo XX trataba de consensuar una democracia en crisis con estamentos altamente reaccionarios, decididos a no ampliar la base del pacto social y a volver inexistente el reparto de la riqueza ante la crisis económica en ciernes. El argentino Esteban Echeverría publicaría en 1846 su “Dogma Socialista” en Montevideo, donde escapando de Rosas se hallaba desde 1841 y en donde moriría en la pobreza, vendiendo sus amados libros;13 en 1892 se 12. El antecedente era de 1875, deportación de la Barca Puig. Ver De Vedia (1965). 13. Ver: “Vida y obra de Esteban Echeverría”. Consultado el 14 de diciembre de 2015. URL: http://

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declara el estado de sitio en Argentina bajo la amenaza de supuestos movimientos revolucionarios de miembros de la Unión Cívica: decenas de sus militantes detenidos en barcos son deportados a Montevideo (Figallo y Cozzani s/f ), en tanto que Virginia Bolten, militante anarquista, lo será en 1905. Con ella, muchos otros de su misma condición serán expulsados. La Protesta, publicación emblemática de esa corriente política, deja de publicarse en Buenos Aires para imprimirse en la vieja ciudad de San Felipe y Santiago.14 De estos anarquistas, muchos terminaran en Montevideo, temporal o definitivamente. La Embajada del Uruguay en Argentina recibiría a los radicales que huían del golpe dado contra el presidente Hipólito Yrigoyen, mientras este era desterrado a la Isla Martin García. Por la acusación realizada por Argentina de la supuesta presencia de un asilado de esa nacionalidad en un barco de la armada uruguaya en 1932, romperá relaciones el Uruguay con su vecino (Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay, 1932).15 Españoles y refugiados judíos irán arribando, aunque nunca de forma masiva, al puerto principal del Uruguay. Cándido Portinari, el inmenso pintor brasileño, llegaría al Uruguay en 1947, escapando de la nueva ilegalización del Partido Comunista Brasilero. Permanecería algún tiempo en este país siendo sus actividades vigiladas por el Servicio de Inteligencia y Enlace (Aparicio et al., 2013 p.29). Años después, Jacobo Arbenz, el presidente guatemalteco, considerado por sus enemigos un agente comunista, por implementar una reforma agraria que quitaba a la United Fruit sus derechos feudales sobre los trabajadores y las tierras de su país, arribaría en 1957, siendo también objeto de seguimiento por parte de la inteligencia uruguaya. El 31 de marzo de 1964 comenzaba el golpe de estado en Brasil. El 4 de abril, el derrocado presidente brasileño Joao Goulart arribaba a Montevideo. Cientos de brasileros se radicarán en esa ciudad, en un número impreciso entre 500 y 1000, muchos de los cuales harán uso del instrumento del asilo (Aldrighi, 2012. pp. LXXIX, LXXXIII). En este punto, en el que asignamos al Uruguay una tradición en el tema que nos ocupa, solo quebrada para la década del setenta, y nunca del todo recuperada luego de los años de dictadura, resulta cardinal indicar que ésta supone poseer una diferencia de matiz respecto a la que podríamos imputar a Chile, ya que en cuya historia se acumulan un número mucho más alto de episodios que implicaron la aplicación, por los hechos y el derecho, de penas de destierro. Una diferencia que resulta fundamental en su comparación con el Uruguay, que para 1911 discutía si no debía eliminarse la pena de destierro de su legislación, dado que la misma, o no se aplicaba o su cumplimiento era irrelevante: www.cervantesvirtual.com/portales/esteban_echeverria/autor_vida_obra_trayectoria 14. La antigua denominación de Montevideo era San Felipe y Santiago. 15. Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay (1932). Antecedentes de la Ruptura de relaciones diplomáticas y su reanudación entre la República O. del Uruguay y la República Argentina. Montevideo: Imprenta Militar.

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Primero a causa de las guerras de la independencia, luego de las guerras civiles de 1851 y 1859 y, al finalizar el siglo XIX, debido a la Guerra Civil de 1891. Durante el siglo XX, bajo la tiranía de Carlos Ibáñez del Campo entre 1927 y 1931, algunos chilenos vivieron el exilio y bajo el gobierno del radical Gabriel González Videla éste fue legalizado bajo la “Ley de defensa de la democracia” de 1948.16 Asimismo, el control social manifestado a través de limitar la presencia del individuo sobre el territorio, tuvo expresiones que no existieron en Uruguay, por ejemplo el relegamiento o el extrañamiento. Incluso, aunque en lo fáctico ambos países, en los años de dictadura, compartieron la existencia de un andamiaje administrativo que, de no haber podido eliminar al sujeto en el territorio, promovió su permanencia definitiva fuera de la patria, Chile acompañó al mismo de un esquema legal, montado sobre leyes, decretos y resoluciones que impidió el retorno de los exiliados, por décadas, de forma explícita, de un modo no registrado en tierras uruguayas. Los decretos leyes 81 y 604, violatorios de la Constitución de 1925, y el 788, que le daba la calidad de modificatorios de esta a todos los decretos leyes sancionados hasta ese momento, son un ejemplo fundamental (Aguirre Argomedo y Chamorro Martínez, 2008, p. 24). En Chile cohabitó la tensión entre la receptividad —manifestada en la solidaridad con los que huían de la avanzada franquista sobre la II República Española, experiencia signada por la llegada del Winnipeg17 y la acción llevada a cabo por Pablo Neruda así como la bienvenida a los numerosos refugiados de la II Guerra Mundial—, con el destierro, el relegamiento y el extrañamiento, medidas tomadas desde el poder público para que neutralizar o forzar a abandonar el territorio chileno, aquellos signados de ser elementos subversivo o alteradores de la paz, aunque esta fuera un espejismo, según los vaivenes de la historia. La práctica del asilo, anclada en el proceder de las autoridades chilenas de turno, se vio viciada de una ambigüedad importante, que no le pertenecía en exclusiva, ya que fue expresada por varios países del continente, pero que resta, en esta primera parte del siglo XX, sustancia a 16. Biblioteca Nacional de Chile. «Una constante en la historia de Chile. El exilio.» Consultado el 11 de diciembre de 2015. URL: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3413.html 17. El 31 de agosto de 1939, unos días antes de la llegada del barco, el diario conservador El Ilustrado expone en su editorial: en varias ocasiones nos hemos preocupado, desde estas columnas, de la situación gravísima traerá la instalación en nuestro país de dos mil setenta y siete españoles rojos, autorizados por el gobierno del Frente Popular para refugiarse en Chile. Hasta ahora habíamos hecho ver los inconvenientes de orden social. Obrero y social – político que significa esta autorización, y habíamos manifestado lo absurdo que resulta traer obreros extranjeros al territorio de la República, mientras hay centenares de obreros chilenos que no tienen en que ganarse el pan, como aparece de una conciencia anti-patriótica continuar llenando las ciudades de Chile de elementos de ácratas, comunistas, anarquistas o socialistas, que solo contribuirán a envenenar aún más el ambiente ingrato que vive la República. Pero la situación es más grave de lo que habíamos previsto. Winnipeg. El exilio circular. S/D. P, 5.

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una práctica que se presentó como excepcional, motivada por la tarea titánica de militantes políticos y sociales que denodadamente lucharon para abrir esas compuertas, convenciendo en cada oportunidad a los gobernantes de turno. Lo que sí fue una política de estado, fue la expulsión del diferente, de quien subvertía en acción e idea, la inexistente paz social. Los patriotas que en plena guerra de independencia, tras la batalla de Rancagua, fueron desterrados al inhóspito archipiélago de Juan Fernández, en 1814, cohabitan con los argentinos, como Domingo Sarmiento, integrante de la Generación del 37, que buscaran refugio tras la cordillera esperando la caída de Juan Manuel de Rosas; los derrotados de cada una de las guerras civiles chilenas se desparramaran sobre el territorio latinoamericano, mientras que los militantes involucrados en la rebelión encabezada por el Comodoro del aire Marmaduke Grove, terminarán purgando destierro por sus intenciones revolucionarias de 1930 en la Isla de Pascua. Al mismo tiempo, los militantes peruanos del APRA conformarán en Chile uno de los comités más activos del continente, esperando la hora del retorno (Subercaseaux, 2008). Mientras Chile recibía refugiados europeos, su burocracia, igual que la uruguaya, resulta imprescindible señalar, iba poniendo trabas que dificultarían la llegada de ciudadanos judíos: Un miembro del cuerpo diplomático chileno, en correspondencia confidencial dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores, aludiendo a un documento que anuló el permiso de inmigración a israelitas, de 6 de diciembre de 1939, señalaba que “por todos los medios a su alcance ha evitado que desde Génova se embarque a Chile a los inmigrantes de esa raza”. Dos años más tarde, una circular confidencial sobre visación de pasaportes insistía, en una de sus instrucciones específicas, que “queda prohibido estrictamente extender visación alguna en los pasaportes de semitas salvo que el Cónsul haya recibido orden expresa del Ministerio y que conste en oficio o telegrama en clave (Estrada Turro, 2012). Pero en clara expresión de las tensiones que, insistimos, rodearon a la práctica del asilo en Chile, iluminadas por individualidades magnificas que lograron quebrar en algunas oportunidades los cercos impuestos, en sesión del Senado de julio de 1938, el legislador oficialista Rafael Gumuccio reafirmaría su creencia de que era un “deber humanitario ordenar dar generosa acogida a los perseguidos que vengan a pedir asilo en nuestra tierra, que es la tierra de las libertades”, solicitando a su gobierno que abriera “ampliamente la puerta a toda persona de buenos antecedentes que haya sido expulsada de Alemania” (Hernández Ferrada, 2015). Mientras tanto, Natalio Berman, diputado chileno por el Partido Socialista —él mismo, un refugiado que tuvo que huir de Odessa, Rusia, tras lo cual

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fue detenido en 1914 junto a sus padres en un campo de concentración alemán— integrando la delegación chilena al Congreso de las Democracias que se realizaba en Montevideo en marzo de 1939, al tomar conocimiento que: [A] veintisiete judíos no se les permitió entrar a la Argentina, porque sus documentos habían sido extendidos recurriendo a fraudes, en los países de embarque, por los intermediarios que comerciaron con su desgraciada condición, [i]mpus[o] de esta condición a los delegados chilenos y todos estimaron, que debía(n) cablegrafiar a S.E don Pedro Aguirre Cerda, solicitándole asilo para estos huérfanos de patria, anclados en medio del océano. […] Firmaron el cablegrama junto [con él]: González Videla, Contreras Labarca, Pradenas, Rossetti, Cesar Godoy, Latcham, González von Marées, Hubner y Vargas Molinar. […] A pesar de ser oficialmente 27 los refugiados judíos por los cuales intercedieron los delegados chilenos, posteriormente esta cifra se verá incrementada con aquellos refugiados judíos que se encontraban prontos a retornar a Europa desde en los puertos de Montevideo y Buenos Aires y que se inscribieron a la travesía a Chile (Feldman S/D). En 1949, el gran poeta Pablo Neruda, quien había sido destituido de su cargo en 1948, es una víctima más de la “Ley Maldita” y debe cruzar clandestinamente la Cordillera de los Andes. Saldrá para Europa, tras haber llegado a Buenos Aires, con el pasaporte de Miguel Ángel Asturias, agregado cultural de Guatemala en ese país. Serán tres años de exilio (Martínez Pérsico S/D). La publicación de su “Carta Intima para millones de hombres”, por el diario El Nacional de Caracas, el 27 de noviembre de 1947, significó para el poeta la firma de su sentencia. Luego sobrevendrá el terrible periodo que se extenderá entre septiembre de 1973 hasta 1990, donde miles y miles de chilenos y chilenas verán cómo las medidas de la dictadura de Augusto Pinochet les impide pisar su tierra natal. Las razones o sin razones de las expulsiones, de las listas prohibiendo ingresar, de los pasaportes marcados a fuego con la letra “L”, avanzaran durante estos años, multiplicándose sin pausa. Uno de los expulsados del régimen será el entonces presidente de la Democracia Cristiana, indudablemente un sector político que no podía catalogarse de socio de la Unión Popular: en noviembre de 1974, el Ministerio del Interior decreta la expulsión de Renán Fuentealba “por comprometer el prestigio del país con declaraciones en las que expresaba su concordancia con las decisiones de Naciones Unidas tomadas contra Chile”. Sobre la expulsión, el General Pinochet hará hincapié en la necesidad de impedir la acción de los que provocan “cizaña”. En un artículo de Luis Hiriart, en el diario La Segunda de noviembre de 1974, éste referirá a que las declaraciones de Fuentealba se produjeron fiándose

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de la “bonhomía” de la Junta Militar.18 Sobre esta expulsión, dirá el diario Excélsior de México: El mismo día que se dio a conocer la decisión de México [de ruptura de relaciones diplomáticas con Chile], el gobierno de Pinochet expulsó al ex jefe del Partido Demócrata de Chile, Renán Fuentealba Moena. La expulsión de un ciudadano fuera de su patria es pena gravísima. Pues le priva del elemental derecho a vivir en el suelo donde nació. Entre los atenieses era la pena política máxima y al reinado del terror de Francia se le sustituyó por el de las proscripciones no menos arbitrarias (Ortuzar, 1986. P.101). Del rechazo al asilo como acción política a su aceptación como instrumento de derechos humanos

Libertad o muerte: ¡¡Volveremos!!19 Denis Merklen (2007) analiza, en su artículo “Sufrir lejos, quedarse juntos. El exilio de los uruguayos en Francia”, las dificultades que atraviesa la vida del exiliado en esta comunidad de acogida, las que trascienden el supuesto término de esta condición, si es que alguna vez se deja de ser exiliado. Significativamente, el término es empleado setenta y cuatro veces en el artículo de referencia, mientras que el de refugiado solo una. Indudablemente, el análisis de la salida forzada del territorio se halla centrada, en este artículo y en otros tantos, en la categoría exiliar, pero no tanto por ser escogida por quienes se acercan al tema, sino porque puede inferirse en los testimonios de forma abrumadora y porque la categoría asilado/refugiado, empíricamente fue sustancialmente menor. Lo que los sujetos de estudio revindican es que esa experiencia exiliar es la que está por sobre todo, es omnipresente, totalizadora, a la vez que una experiencia que no parece tener punto final. De forma significativamente mayor, se es exiliado antes que asilado/refugiado. Con la esperanza de reagruparse y fortalecerse a fin de luchar contra la dictadura, un importante número de tupamaros se refugia en Cuba tras el golpe de estado de Chile. Pero este refugio se hace en condiciones de clandestinidad, lo que impide a los refugiados integrarse en la sociedad 18. Referencias de Prensa; Renán Fuentealba Moena, periodo 1972-1973, consultado el 17 de diciembre de 2015.URL:http://www.bcn.cl/historiapolitica/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/11205/1/ ref_prensa_fr_1972_1973.pdf 19. “Esta fue una de las consignadas bajo la cual militantes de diversos sectores se reunieron, el 19 de abril de 1974, en Buenos Aires, en un acto organizado por la ROE, Resistencia Obrero – Estudiantil, de filiación anarquista.” (Markarian 2004, p.5)

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cubana. Cuando comprenden que toda tentativa de regreso al Uruguay es suicida, deciden dejar Cuba. Para ello, muchos viajan hacia países del Este europeo e ingresan clandestinamente en Francia para pedir el definitivo refugio político (Merklen 2007, p. 67). Recién, en lo que pudiera ser la tercera estación del peregrinar, es que los militantes tupamaros, referidos buscaran el amparo de los instrumentos de protección. La imposibilidad del retorno en lo inmediato, la derrota de los medios empleados hasta el momento para llevar la lucha adelante, la necesidad de que ésta adopte no solo otros modos, sino un lenguaje que hasta ese momento no se había incluido, como es el de los derechos humanos, es que la tragedia impuesta por el terrorismo de estado, que se cobraba en innumerables vidas truncadas por la muerte, la tortura, la desaparición forzada, la prisión política prolongada, transforman lo discursivo en otras elucubraciones a la vez que también aquellos primeros planteos sobre la salida del país. Obliga a la reformulación no solo de la acción reactiva a la avanzada represiva, sino de las ideas militantes sostenidas una vez la misma son puestas en valor tras el debate con los demás exiliados/refugiados/asilados de América Latina así como con luchadores sociales y políticos de otros puntos geográficos con los que no se habría podido necesariamente intercambiar sino hubiera sido porque los vientos los empujaron a todos a la misma orilla. Pero estas modificaciones en el discurso, sutiles y lentas, fueron particulares según cada origen militante. Aunque se compartían las historias de lucha y derrota, cada colectivo poseía frente al exilio, y a los modos como se había llegado al mismo, pensamientos muy diversos. De todos, el MIR, fue, en una fase inicial, quizás el más radical, decretando una consigna inicialmente poderosa, en el sentido de invocar estoicamente el rechazo a un posible artilugio para salvaguardar la vida de modo individual dejando, según esta visión, atrás el destino colectivo del pueblo chileno. Esta política, definida por su máximo órgano de dirección: Fue usada para subrayar sus históricas diferencias con la izquierda tradicional, la que —desde la perspectiva mirista— traicionaban nuevamente a la clase obrera al huir cobardemente del país. “La impotencia reformista y la vacilación centrista de las semanas previas al golpe, después de este se transformaron, salvo en excepciones, en deserción y asilo masivo de sus direcciones (Ruiz, 2013). La voluntad de la dirección del MIR de resistir dentro del territorio, adjudicando a los que iban a guarecerse bajo el amparo diplomático notas de deslealtad o traición, no pudo vencer la dureza de la realidad impuesta y

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la estrategia manifestó su absoluta improcedencia. En abril de 1975, el dirigente Humberto Sotomayor,20 quien se había asilado en la Embajada de Italia, enviaba a la publicación El Rebelde, haciendo una dura autocritica por haber puesto su vida a salvo; pero en octubre de ese año, toda la dirección superviviente del MIR había buscado asilo diplomático: Andrés Pascal en la Embajada de Costa Rica y Nelson Gutiérrez en la Nunciatura. Pedro Naranjo recuerda que la decisión de no asilarse, “se levantó fundamentalmente desde el punto de vista de que había que quedarse aquí para conducir al pueblo, conducir un repliegue o, de lo contrario, sería abandonar a la clase obrera y al pueblo […] y lo hizo en un momento muy especial, donde ,no digo todos, pero para una parte importante de la dirigencia de otros partidos, tenía como objetivo la embajada, salir y mandarse a cambiar […] entonces el MIR levantó una política muy fuerte al comienzo, hasta el punto que eso impregnó mucho en los militantes o sea nadie se asilaba”. Dejando en claro que asilarse no era una opción, y que la fortaleza del partido era prioridad si se querían desarrollar los objetivos fijados para el período; esta decisión tenía además una arista valórica muy importante, ya que el hecho de asilarse fue visto como traición, como deserción a la causa del pueblo chileno y para el MIR, con esta actitud “se renunciaba por decisión consiente a la revolución en Chile, desaprovechando las condiciones favorables concretas y dejando a la clase obrera y al pueblo a su suerte (Calderon 2009). Bien puede sostenerse que la voluntad del MIR de permanecer fiel al pueblo y al mandato que, horas antes de morir Allende habría transmitido a través de su hija Beatriz a Miguel Enríquez, declinando dejar La Moneda como le ofrecían, y transmitiéndole que ahora le tocaba a él (Guzmán Jasmen, 1998, pp. 46-47), en el sentido de una especie de traspaso simbólico de la lucha, supusieron claves éticas de las cuales no fue posible traducir políticamente otra cosa que la resistencia expresada en la permanencia en el territorio, para realizar la lucha contra los usurpadores aunque esto implicara el aniquilamiento:21 en los veintidós meses que transcurrieron entre di20. “Al otro día ‘Tonio’ y su mujer, María Luz García (‘Marisa’), lograron llegar a la Embajada de Italia y pidieron asilo. Asilarse en una embajada sin autorización contravenía la política de la organización. Posteriormente el MIR obligó a ‘Tonio’ a viajar hasta Cuba para dar explicaciones por su comportamiento. En La Habana algunos miembros del partido no le hicieron la vida agradable, pues lo culpaban de abandonar a Miguel Enríquez en pleno combate; incluso muchos militantes exigieron que fuera ejecutado por traidor. Condolido por la situación que enfrentaba, fue protegido por uno de los hombres más poderosos de Cuba, el comandante Manuel Piñeiro (‘Barbarroja’). Éste lo sacó de La Habana hacia una ciudad provinciana donde no había chilenos. Para normalizar su situación en la isla, se vinculó al Partido Comunista de Chile y durante algún tiempo cumplió tareas clandestinas para esta organización.” (Pérez, 2003). 21. Lista de militantes del MIR asesinados por la dictadura chilena: consultada el 18 de diciembre de 2015: URL: http://www.mir-chile.cl/heroes_del_mir.htm

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ciembre de 1973 y octubre de 1975, el MIR perdió a 347 de sus militantes, asesinados o desaparecidos, 1.200 estaban detenidos y el exilio engrosaba sus filas día a día. El establecimiento de la consigna no parece hacer tenido márgenes de discusión, sea por la compartimentación de la organización, sea por su verticalismo. Pero su poderoso mensaje de lealtad, de entereza y tenacidad frente a una realidad tan cruda; de permanencia a pesar de la sucesión de golpes tan devastadores, no resultó posible, porque su adopción desconoció la estrategia desarrollada por la Junta Militar, que implicaba la eliminación definitiva y total de aquel otro, con el que habían decretado que no se podía coexistir. La ruptura que el MIR pretendía realizar con la izquierda tradicional, respecto al modo de militar y a la forma de manifestar su lealtad al pueblo chileno, tuvo, en esta consigna la última parada antes del impacto. Por su parte el MLN-T escribía en 1970 una “Carta a los militares”. En ella señalaba: Se dice y se afirma con voz muy engolada, que vivimos en un Estado de derecho donde impera la ley. Pero hoy vemos que se suprime un partido político, mañana se cierra un diario, otro día se suprimen palabras del diccionario, se allanan domicilios, se apresan padres, hermanos o novios de las personas a las que se desea encontrar [repugnante política del rehén], se tortura, se ofende, se hiere y finalmente se mata (Aldrighi, 2001, p. 95). A cuatro años de su creación, aunque sus antecedentes se deben rastrear en 1962, y tres años antes de la fractura democrática, el movimiento denunciaba el irrefrenable ascenso de las prácticas represivas que el estado uruguayo llevaba adelante desde mitad de la década del sesenta. El inicio de los setenta inauguraba una sangría de militantes, donde los Tupamaros surtirían el canal que desembocaba en Chile, de forma preferente; pero a diferencia del MIR, ni en ese momento ni cuando efectivamente se da el golpe, adoptó postura alguna frente al asilo, ni tampoco frente al exilio. Esto es, no instruyó a sus militantes la permanencia en el Uruguay, no teorizó sobre la actitud a adoptar. Por el contrario, sus militantes emplearon las opciones constitucionales existentes para dejar el territorio, ya que hacerlo en aquellas condiciones significaba poder, desde tierras en principio más amigables --el Chile de Allende o la Argentina de la primavera camporista-- continuar la lucha En este sentido, cabe señalar la peculiaridad de la consigna mirista. Pero la no adopción formal de una política sobre el punto no implica que los militantes, individualmente, no hayan elaborado posiciones respecto a la salida forzada del Uruguay. Aun cuando la organización pudo tomar decisiones respecto a enviar militantes al exterior, estableciendo vías para hacerlo, así como recursos, ni

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todos los militantes pudieron hacer uso de los mismos; ni la salida fue organizada del mismo modo, ni mucho menos puede catalogarse de ordenada. La escalada que la organización delictiva compuesta por funcionarios del Estado uruguayo generó como respuesta a la conflictividad social, implicó la salida masiva de militantes, afines, familiares y uruguayos que se sentían envueltos en el clima kafkiano de la época, donde todos eran culpables hasta demostrar lo contrario: Las nuevas condiciones [impuestas tras los sucesos de abril de 1972] conducen a la detención de un número muy grande de integrantes de las organizaciones de lucha armada, de personas que habían colaborado con ellos y también de gente que apenas los conocían por motivos ajenos a su militancia política. Una cantidad considerable de tupamaros, por razones de seguridad, debe dejar sus domicilios y empleos y pasar a la clandestinidad, desbordando la capacidad de refugio con que contaba la organización. Muchos otros, ya sea por decisión orgánica o por opción personal, resuelven abandonar el país, aunque sea transitoriamente (una aspiración que con frecuencia se volvía imposible, porque el solo hecho de cruzar la frontera los convertía en sospechosos). Se expatriaban no solo para evitar la cárcel, sino especialmente la tortura (Aldrighi y Waksman, 2015, pp. 52-53). La salida del territorio fue vista como una forma de salvaguardar la existencia, la integridad física, la libertad para continuar la lucha en otro terreno, tal como lo sostiene Efraín Martínez Platero, quien fuera militante tupamaro: “No me sentí exiliado hasta que renuncié a mi organización política. Hasta entonces fui un militante que, a partir de determinado momento, estuve en el exterior por decisión de mi organización. Es una situación psicológica, mental y de movilidad completamente distinta. Estar con una responsabilidad desde el punto de vista político, desarrollar una labor fuera del país, es diferente a estar exiliado (Aldrighi y Waksman, 2015, p. 74)”. Dicen los autores sobre esto: Algunos tupamaros no admitían su condición de exiliados. Habían cambiado el territorio donde desplegar su lucha política: como revolucionarios profesionales ignoraban las fronteras. Por su parte Jimena Alonso resalta que: Una de las principales aspiraciones del núcleo de militantes que se hallaba en la Argentina, era la de fortalecer una “contraofensiva” que tenía como propósito un regreso masivo de guerrilleros a Uruguay desde Argentina, para lo cual la organización contaba con unos 400 hombres entrenados en Cuba. Ya que en los primeros años, la reorganización se fue produciendo (en una perspectiva de trabajo tanto política como militar),

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bajo la idea de que estar fuera del país tenía sólo el principal propósito de generar condiciones para la resistencia interna (Alonso, 2012). Resulta de sumo interés la tesis que la autora presenta respecto de aquel grupo que eligió cumplir el mandato dado por la organización saliendo al exterior, planteando la interrogante de si aquella salida, en este caso a la Argentina, fue una reorganización, una etapa más en una estrategia política, o si fue desde el inicio un exilio. De lo discursivo En tanto los militantes se mantuvieron en la cercanía geografía al “paisito”, Chile y Argentina, o preparándose en Cuba, rodeados de una revolución en pleno desarrollo y victoriosa, la estrategia era derrocar la dictadura cívico-militar en lo inmediato. Cuando no fue posible mantenerse en los primeros países, ya que el riesgo se volvió literalmente mortal, la búsqueda llevó a la lejanía. Los que se quedaron en aquellos primeros espacios de solidaridad mantuvieron perfiles sumamente bajos, se mezclaron entre los lugareños sin querer despertar las sospechas del leviatán genocida. La militancia debió reconfigurarse no solo a los vaivenes personales, sino a lo que implicaba ser militante de izquierda uruguaya fuera del Uruguay, ser militante de izquierda latinoamericana en los confines de la tierra; debió/debieron aprender otros lenguajes: realizar otras lecturas. Este es el gran cambio en el discurso de los exiliados uruguayos, esos que en primera instancia no se ampararán bajo las formas de protección internacional. Primero, porque esta práctica tan vinculada a la izquierda del continente le era desconocida en tanto categoría que se le aplicara a la izquierda uruguaya, ya que esta, aun con marcos relevantes de persecución, logro resistir y existir, así como desarrollarse, en el Uruguay de la primera parte del Siglo XX, de una forma que no se dio en el resto de Latinoamérica. Y en segundo lugar, porque encartados en un esquema de pertenencia política, los marcos de amparo estaban dados por las redes de solidaridad entre pares. Cuando la realidad determinó que las dictaduras del Cono Sur no serían eventos transitorios, sino que más bien de largo plazo, las redes cedieron y debieron tenderse nuevos puentes con sectores muy diversos, al tiempo que se empezaba a hacer uso de las instituciones de protección que la izquierda latinoamericana siempre había utilizado. Esto también se aplica al caso del MIR chileno, aunque posee el distingo particular de que, en una primera etapa, decidió rechazar la salida del país, visto como una traición, un abandono a los principios.

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[Los uruguayos exiliados] logran llevar sus reclamos a las más altas instituciones. Los “héroes” de la lucha aparecen como “víctimas” de violaciones a los DD.HH. en los informes de AI u ONU. Sus reclamos dejan de lado sus aspiraciones últimas de cambio social para poder moverse en el lenguaje del activismo transnacional, donde las cuestiones ideológicas eran minimizadas y donde mencionan a los protagonistas, ya no como “héroes” que mueren mártires en una revolución, sino como “víctimas”. Para ello, sus informes o denuncias se detendrán en denunciar los métodos usados por el gobierno dictatorial: la tortura, las condiciones de encarcelamiento, la restricción de derechos civiles y políticos, etc. (Schelotto, 2013) En este marco, el asilo/refugio sí se convierte, entonces, en una posibilidad práctica, en un recurso empleado por los uruguayos en particular y por los latinoamericanos en general para evidenciar, de otra forma, la conducta criminal de sus países de origen. Y se vuelve parte de un nuevo discurso que se va anclando en el de los derechos humanos, donde el asilo/refugio no solo resulta una garantía frente a las vulnerabilidades políticas, sino que va siendo abordado como un derecho. […] los exiliados uruguayos empezaron a usar el lenguaje de los derechos humanos al reconocer que su espacio de militancia revolucionaria en el Cono Sur se estaba reduciendo drásticamente. Este reconocimiento fue lento pero la gran mayoría de los grupos y partidos de izquierda había llegado a esa conclusión hacia fines de 1976 (Markarian, 2004). No será el elemento principal, ni mucho menos, en las preocupaciones de los exiliados uruguayos cuando se desarrollen las estrategias de denuncia. Lo serán los/las compañeros/as desaparecidos/as o presos/as en los penales de Libertad y Punta de Rieles, Pasos de los Toros o en cuarteles del Interior de la Republica, en centros clandestinos de detención, tanto en el Uruguay como en la Argentina. Pero sí se volvió principal revindicar la solidaridad de aquellos países que procedieron a brindarles efectivamente asilo/refugio, reconociéndoles expresamente como luchadores políticos a través de un discurso de derechos humanos. Fueron indudablemente los menos, la gran mayoría se integró a las sociedades desde la posición de exiliado y estableció con ellas lazos de solidaridad, y desde allí desarrolló todos los mecanismos para la liberación de la patria, la libertad de los compañeros/as, la aparición con vida de los desparecidos, pero rechazó mayoritariamente el amparo a largo plazo. El coyuntural, el asilo en la Embajada, era al fin un recurso desesperado en una situación desesperante. El objetivo era, en primer lugar, salvar la vida; en segundo lugar, seguir luchando; y el asilo diplomático fue el último puente.

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Conclusiones Analizar el asilo/refugio en el Cono Sur de los setenta, década en que furibundos cruzados pretendían aniquilar a sus “enemigos”, supone plantearse como línea de investigación el rechazo inicial al instrumento y su uso posterior, pero de forma acotada, sumado al hecho de que la categoría principal de reconocimiento entre los desterrados fue la de exiliado. Las otras categorías son subsumidas en la principal. Resulta interesante reflexionar en qué mecanismos operan para que sea el exilio la categoría invocada casi con exclusividad. A la máxima, todo asilado/refugiado es un exiliado; se le opone, en pureza terminológica, que no todo exiliado es un asilado/ refugiado. Esto no fue puramente aleatorio. Implicó, dentro de los márgenes posibles, decisiones individuales y colectivas, desde que lugar seguir la lucha. Reconocerse como víctima de un plan orquestado para determinar su eliminación, fue un proceso largo y accidentado. Primeramente eran luchadores, quizás vencidos momentáneamente, pero en pie para seguir dando pelea. No era víctimas, no era asilados/refugiados, eran exiliados/expatriados/desterrados. La imposibilidad del regreso, la irrealidad de consignas como la del MIR, las tensiones y divisiones, seguidas del pretender continuar peleando fuera de las tierras, de reivindicaciones pero para esas tierras, el desamparo de quedarse sin querencia y luego, en muchos casos, sin el marco de referencia; la figura del detenido – desaparecido persiguiendo los sueños de los que se salvaron, el avance de las redes tejidas para denunciar los crímenes, el cambio discursivo; todo esto supuso un cambio de perspectiva frente al mecanismo de protección que aquella izquierda tradicional, a la que habían mirado con recelo, había usado con frecuencia. Fue entonces visto como lo que es en puridad: un derecho. No una traición, no una derrota. Un derecho. Bibliografía Aguirre Argomedo y Chamorro Martínez (2008). Gráfica del Exilio Chileno. 1973 -1989. Santiago de Chile: Ocho libros editores. Aldrigui, Clara (2001). La Izquierda Armada. Ideología, ética e identidad en el MLN–Tupamaros. Montevideo: Trilce. __________. (2012). Conversaciones reservadas entre políticos uruguayos y diplomáticos estadounidenses. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Aldrigui C. y Waksman, G. (2015). Tupamaros exiliados en el Chile de Allende 1970 – 1973. Montevideo: Mastergraf SRL. Alonso (2012). “¿Exilio o reorganización? Un análisis de la experiencia del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros en Argentina”, en Jornadas de Trabajo Exilios Políticos del Cono Sur en el Siglo XX. consultado

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Un recorrido por el exilio argentino en México Pablo Yankelevich El Colegio de México A partir del golpe de Estado de 1976, las Fuerzas Armadas Argentinas instituyeron un régimen fundado en el terrorismo de Estado (Duhalde, 1999; Vezzetti, 2002; Novaro y Palermo, 2003; Lida, et. al., 2008). Sin embargo, la violencia y los crímenes políticos comenzaron un par de años antes, cuando a las fracturas en el interior del movimiento peronista se sumó el resurgir de la guerrilla y la actuación de grupos paramilitares. Al caer última dictadura (1966-1973), la izquierda del peronismo acompañó el breve gobierno de Héctor J. Cámpora (marzo-junio de 1973) y comenzó a perder posiciones cuando Cámpora renunció para permitir el ascenso a la presidencia de Juan Domingo Perón, exiliado durante casi dos décadas. El distanciamiento de la izquierda devino en ruptura durante el tercer gobierno de Perón, y con ello el enfrentamiento entre sectores del peronismo escaló en violencia. Aparecieron entonces grupos paramilitares organizados y financiados por el gobierno amenazando y asesinado a opositores. Con la muerte de Perón en julio de 1974, el accionar de estos grupos fue ocupando el centro de una escena política atravesada por la disputa en torno a la dirección de un proceso político que había quedado acéfalo por la desaparición del líder histórico. La fractura del peronismo fue irreparable. Por un lado, se agrupaba una heterogénea izquierda que incluía a sectores cercanos al ex presidente Héctor J. Cámpora, junto a una ancha zona del peronismo genéricamente simpatizante de la organización político-militar Montoneros. Por otro lado, una derecha tradicional junto a extrema derecha filo fascista, ambas con un fuerte anclaje en el movimiento sindical, habían conseguido encaramarse en el gobierno de María Isabel Martínez, la viuda de Perón, que como vicepresidenta había asumido la titularidad del Poder Ejecutivo del país. Bajo esta administración comenzó a ge-

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neralizarse una práctica fundada en la persecución, el acoso y asesinato de los referentes políticos de la oposición, muchos ellos vinculados al camporismo y a los Montoneros (De Riz, 1981; Franco, 2012). Desde el segundo semestre de 1974, la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A) se encargó de sembrar el terror en Argentina. Centenares de militantes políticos, abogados vinculados a la defensa de presos políticos, intelectuales, artistas, sindicalistas, periodistas, estudiantes y profesores universitarios fueron amenazados de muerte. En algunos casos se los conminó a abandonar el país, y en otros se atentó contra sus vidas colocando explosivos en sus casas u oficinas; muchos fueron los asesinados en sus domicilios, en lugares de trabajo o en las calles a plena la luz del día. Este escuadrón de la muerte era dirigido y financiado por altos funcionarios y por las fuerzas policiales del gobierno que presidía la viuda de Perón (Verbitsky, 1985; González Janzen, 1986; Larraquy, 2004; Bufano, 2005). En este entorno se dio inicio el éxodo de argentinos. Se trató de grupos reducidos que salieron del país en espera de tiempos mejores. Esos grupos en buena medida fueron los responsables de construir las primeras redes de solidaridad para con un exilio que se masificó cuando los militares asaltaron el poder en marzo de 1976. Las cifras Dar cuenta de la dimensión cuantitativa del exilio obliga a considerar el fenómeno desde una doble perspectiva. La primera, entender el éxodo como una de las consecuencias de una mecánica represiva inscrita en la Doctrina de la Seguridad Nacional. Abandonar el país fue una forma de escapar a la represión, muchos salieron de manera legal, otros lo hicieron de manera clandestina. Algunos salieron desde las cárceles, cuando el gobierno de la viuda de Perón, y después las Juntas Militares; autorizaban a permutar el encierro por el exilio. También hubo quienes dejaron el país escapando a amenazas después de ser liberados de centros de detención clandestinos. La segunda perspectiva de aproximación a este exilio resulta de entenderlo como un proceso colectivo; pero desarrollado a partir de una sumatoria de acciones individuales. No se trató de una migración organizada o financiada por algún organismo político o humanitario nacional o internacional, como fue el caso de los refugiados españoles en México, por ejemplo, sino que se asiste a un fenómeno de carácter personal o familiar, preparado y decidido de manera individual, que cristalizó en una salida permanente de perseguidos a lo largo de casi una década. Delimitar cuantitativamente el universo de la emigración argentina entre 1974 y 1983, año del retorno al orden constitucional, resulta particularmen-

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te difícil, tanto por el tipo de fuentes disponibles, como por las dificultades que esas fuentes presentan para discriminar las motivaciones políticas en el universo general de razones que explican la emigración. No existen registros demográficos, ni en Argentina ni en el extranjero, que permitan extrapolar de entre todas las salidas de Argentina, o de las entradas a otros países, sólo aquellas que obedecieron a persecución política. Con la única excepción de los pocos argentinos que estuvieron bajo protección de ACNUR o que obtuvieron asilo o refugio político en diferentes naciones. En Argentina, a partir de 1984, distintos estudios desmintieron las cifras fantasiosas que sostenían que la emigración en los años setenta había involucrado a casi dos millones de personas (Orsatti, 1982). Aunque las investigaciones coincidían en la imposibilidad de fijar un volumen exacto, se aceptó el medio millón como una cifra aproximada a lo largo de segunda mitad del siglo XX (Latttes, Comelatto y Levit, 2003, p. 77). Según la indagación que se consulte, las magnitudes varían entre 400.000, un valor conjetural derivado del análisis de fuentes censales nacionales, y 300.000 a 500.000, magnitud elaborada con información proveniente de datos censales de los países receptores (Bertoncello y Lattes, 1986, pp. 29 y ss.). En América Latina, los destinos privilegiados de los perseguidos fueron Brasil, México, Venezuela y Cuba; mientras que en Europa fueron España, Italia, Francia y Suecia. No existen estudios en profundidad sobre la migración argentina a todos estos países; quizá el caso español sea el más indagado, aunque tampoco hay acuerdo sobre el número de argentinos radicados durante la década de 1970. Las cifras varían entre 20 mil y 60 mil personas (Mira Delli-Zotti y Estebán, 2003; Jensen, 2004a, p. 36, p. 278; Actis y Esteban, 2007, p. 156). Mientras que para Venezuela, investigaciones basadas en censos nacionales elevan el volumen de argentinos a 11.500 para 1981 (Pellegrino, 1986, p. 106). México fue uno de los principales lugares de residencia del exilio argentino en América Latina. Con anterioridad al golpe de Estado, la comunidad argentina era pequeña, tanto si se la compara con los volúmenes totales de la emigración argentina, como en su representación en la cantidad de residentes extranjeros en México. Sin embargo, las cifras que arrojan los censos de población muestran un incremento significativo en la década del setenta. Entre 1970 y 1980 el volumen de argentinos creció en casi 350%, en un país donde, además, la participación de extranjeros en el total de la población es muy reducida.

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CUADRO 1 Población nacional y extranjera en México 1960-2000 Año Nacionales Extranjeros % 1960 34.699.661 223.486 0.64% 1970 48.225.238 191.184 0.39% 1980 66.846.833 298.900 0.44% Fuente: Censos Generales de Población. México CUADRO 2 Población argentina en México 1960-1990 Año Argentinos Crecimiento 1960 2.456 1970 1.585 -35% 1980 5.503 347% 1990 4.635 -16% Fuente: Censos Generales de Población. México Los conteos generales de población entre 1960 y 1990 solo permiten observar la distribución por sexos, edades y lugar de residencia de los argentinos en México, y no aportan datos sobre los niveles de escolaridad, calificación profesional e inserciones laborales, indicadores que podrían ayudar delimitar las características específicas de una migración fundada en motivos políticos. Para indagar esas características sociodemográficas de la inmigración argentina durante los años del exilio se utilizaron los registros migratorios del Instituto Nacional de Migración de México.1 A partir de esta serie documental ha sido posible obtener tasas anuales de ingreso que permiten seguir el ritmo de las llegadas durante los años del exilio. Estos datos confirman algunos de los guarismos con los que Mario Margulis (1986) estimó que el stock de argentinos en México habría sido de entre 8.000 y 9000 personas hacia mediados de 1982, cifras que contrastan notablemente con el millar y medio de argentinos contabilizados el censo de Población de 1970 (pp. 96-97). La fuente migratoria mexicana, como en el resto de los países a donde se dirigió el exilio, no permite discernir quién migró por motivos políticos y quién por otras razones. Existe evidencia que entre 1960 y 1983 iniciaron trámites de documentación más de seis mil argentinos a través de un procedimiento que comenzaba con el canje de una visa de turista por alguna otra que permitió una estancia legal por periodos más prolongados. La única excepción radica en aquellos que ingresaron al país como asilados políti1. La totalidad de la información que se presenta fue extraída del fondo documental Base de Datos FM1 del Instituto Nacional de Migración.

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cos diplomáticos, junto a los que, una vez en México, tramitaron el asilo político territorial. En ambas circunstancias, la motivación política resulta consustancial al tipo de visado que obtuvieron; pero como se explicará más adelante, estos casos fueron muy reducidos. A los fines de comparar dos momentos en la composición del flujo de argentinos a México, se realizó un corte temporal en el interior del periodo 1960-1983. Interesa observar similitudes y diferencias entre el período previo a la llegada del exilio (1960-1973), y un segundo momento (1974-1983) marcado por la persecución y los crímenes políticos en Argentina. Entre 1960 y 1973 se documentaron con una residencia permanente 1.479 argentinos, a un promedio de 106 personas por año, cifra que contrasta con los 4.608 argentinos que lo hicieron entre 1974 y 1983 a una tasa de 460 personas por año. Resulta evidente cómo el deterioro de la situación política argentina a partir de 1974 impactó en la llegada de argentinos, hasta alcanzar la cifra record de 784 argentinos que ingresaron en 1976. A fin de dimensionar esta cantidad, es ilustrativo señalar que solo en 1976 ingresó más del 50% del total de argentinos que lo hizo entre 1960 y 1973. Si bien hay marcados contrastes en los volúmenes en cada subperíodo, los comparativos por distribución de edad, sexos, religión, lugar de origen, estado civil y lugar de residencia en México no manifiestan diferencias substanciales. Se está en presencia de colectivos relativamente similares, caracterizados por una predominancia de hombres sobre mujeres, las pirámides de edades son parecidas, en la mayoría se trató de adultos jóvenes y maduros, con marcada incidencia en la franja comprendida entre los 20 y los 39 años. En ambos subperíodos, poco menos de las dos terceras partes fueron originarios de la Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires, lugares de mayor densidad demográfica en Argentina, seguidos muy lejanamente por las dos provincias con ciudades más pobladas: Córdoba y Rosario en Santa Fe. Por último, el Distrito Federal y su área metropolitana fueron los principales espacios de residencia, seguido por los estados con los centros urbanos más importantes del país: Guadalajara, Puebla y Monterrey. Antes de la llegada del exilio, el Distrito Federal concentraba el 80% de los argentinos, mientras que durante el periodo del exilio en la capital mexicana vivió el 76% de los argentinos. El análisis de registros migratorios permite afirmar que una diferencia sustancial en la migración argentina durante la dictadura radicó en la calificación profesional. En el volumen de argentinos que inició un trámite de residencia durante la dictadura, algo más del 40% tuvo un grado o postgrado universitario, frente al 27% del periodo previo. Además, durante el exilio disminuyó significativamente el volumen de argentinos empleados en cargos de alta dirección en empresas o dedicados al comercio. También se advierte una disminución elocuente en el volumen de mujeres dedicadas al

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Argentinos en México: flujo anual de ingresos. 1960-1983 900

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0 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983

Fuente: Instituto Nacional de Migración. México hogar durante los años del exilio. Otra diferencia radica en la distribución por sexos dentro de las ocupaciones y profesiones: entre 1960 y 1973 el 5% de las mujeres fueron profesionales, en la etapa del exilio esa participación se cuadruplicó. Por último, como consecuencia de esta modificación en el perfil ocupacional, se observa un fuerte contraste en los ámbitos donde fueron empleados. Mientras el sector privado de la economía mexicana absorbió el 82% de los argentinos entre 1960-1973, esta proporción decreció a poco más del 50% en el siguiente subperíodo, y en consecuencia el sector público vio incrementar su participación en el empleo argentinos del 11% entre 1960 y 1973, al 37% entre 1974 y 1983. En México, los profesionales universitarios argentinos encontraron espacios laborales donde insertarse. En este sentido, no se puede soslayar la particular coyuntura en la que estos exiliados arribaron al país. México experimentaba un acelerado crecimiento económico al beneficiarse de recientes descubrimientos petrolíferos, y estas circunstancias, entre otras, hicieron posible la expansión de instituciones educativas de nivel superior e inclusive la fundación de nuevas universidades e institutos de investigación científica. Fue un momento de ampliación del aparato estatal que pasó a asumir nuevas responsabilidades en la gestión de proyectos de desarrollo social y económico, así como en la ejecución de políticas culturales en diversas ramas: teatro, cine, música, publicaciones culturales. La centralidad del sector público como fuente de empleo resulta evidente. Las dos terceras partes de los académicos argentinos fueron contratados por instituciones de educación superior públicas: el 33% por la Universi134

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dad Nacional Autónoma de México (UNAM); el 11% por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), seguidos en menores porcentajes por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), El Colegio de México, (COLMEX) la Universidad Autónoma de Chapingo (UACH), la Universidad Veracruzana (UV) y el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) Por su parte, casi el 60% de los profesionales que no se insertaron en el sector universitario, fueron contratados por secretarías de Estado, por los gobiernos de los estados y el del Distrito Federal. Prácticamente todas las secretarías de Estado están representadas, y entre ellas las más concurridas fueron la de Educación Pública. Al tiempo que organismos como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSTE), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT) y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) se distinguieron por haber empleado a un elevado número de profesionistas argentinos. El papel del Estado como principal empleador se invirtió en la medida en que la capacitación de los inmigrantes fue disminuyendo, de suerte que más de cuatrocientas empresas privadas contrataron al 75% de los técnicos y trabajadores argentinos sin título universitario. Por otra parte, sobre el total de argentinos que entre 1974 y 1983 tramitaron una residencia en México, solo 189 fueron asilados políticos. Este reducido universo desentona con otras experiencias de asilo mexicano a perseguidos sudamericanos. Dar cuenta de esta diferencia obliga a dirigir la mirada a las condiciones políticas que determinaron la búsqueda de asilo diplomático en Argentina, pero también al comportamiento de la diplomacia mexicana en las peculiares circunstancias que rodearon a la embajada mexicana en Buenos Aires una vez producido el golpe de militar. Sobre estas cuestiones volveremos más adelante. Sin embargo, cabe precisar que aquellas circunstancias condujeron a que el número de asilados diplomáticos argentinos no admita comparación con los poco más de 700 casos registrados en las sede diplomática de México en Santiago de Chile y los casi 400 uruguayos que obtuvieron asilo en la embajada mexicana en Montevideo (Díaz Prieto, 1998; Martínez Corbalá, 1998; Salas Guerrero, 1999; Serrano Migallón, 2002; Mendoza y Caamaño, 2004; Dutrenit, 2011). El deterioro de la situación política argentina a partir del ascenso a la presidencia de Isabel Perón en julio de 1974 y el golpe de Estado en marzo de 1976 marcan claramente dos etapas en el flujo de los asilados diplomáticos en Buenos Aires. Un primer momento, se despliega a lo largo del segundo semestre de 1974, cuando casi una treintena de personas recibieron asilo diplomático, y un segundo momento, durante los primeros siete meses de 1976,

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en el que se concedió protección diplomática a cerca de cuarenta argentinos. El conjunto de estos asilados tuvo un perfil socio-demográfico claramente definido. Se trató de gente joven, un 52% tenía entre 20 y 39 años de edad, en su mayoría casados (80%), en buena medida las solicitudes de asilo fueron formuladas por matrimonios en compañía de sus hijos, de ahí el elevado porcentaje menores de edad (36%). El 77% de los asilados adultos tenía un título universitario y el 90% de ellos reconocían o vincularon su persecución a una adscripción política ligada al peronismo de izquierda. El mayor aporte de asilados correspondió a quienes lo solicitaron una vez que ingresaron a México. Se trató de poco más de un centenar de argentinos, en la mayoría adultos jóvenes de entre 20 y 39 años de edad (45%), casados (76%), y con una elevada representación de menores (38%). La distribución por sexo es muy similar (49% de mujeres y 51% de hombres) y la correspondiente a profesiones y ocupaciones muestra que casi una cuarta parte contaba con un título profesional, mientras que el 7% fueron estudiantes, el 17% empleados, el 5% comerciales y 12% obreros y técnicos. Del resto del universo se carece de información. A diferencia de los asilados diplomáticos, el arribo de este contingente no se concentró en un determinado periodo, sino que su llegada a México se verificó a lo largo de toda la dictadura militar. Fue un goteo permanente, producto de una variedad de razones, entre las que destacó un proceso de reubicación geográfica del exilio. La mayoría de estos argentinos salieron hacia otros países y desde allí se dirigieron a México. Esta circunstancia explica que más de la mitad llegaron México a partir de 1979, después de residir en otros destinos de América Latina y de Europa. Una minoría se trasladó a México desde Argentina, por lo general con documentación falsa o saliendo desde cárceles o centros clandestinos de detención. Regularizar esta situación ante las autoridades migratorias mexicanas conducía inexorablemente a solicitar asilo bajo el argumento de persecución política. Los registros migratorios mexicanos arrojan información presentando al exilio como una comunidad conformada en su mayoría por segmentos de la clase media profesional. Este dato indica, por un lado, que la posibilidad de salir del país estuvo reservado a quienes tenían los recursos materiales y las redes profesionales indispensables como para enfrentar un destierro, asuntos de los que carecían los sectores populares, sobre quienes, por cierto, recayó el mayor peso de la represión. Y por otro lado, el elevado componente de clase media no fue ajeno a la lógica de la represión. Para la dictadura el enemigo era la “subversión” y ésta incluía tanto a aquellos militantes de organizaciones armadas como a sus “ideólogos”, en la jerga de los militares. En la categoría de “ideólogos” quedaron incluidos todos los que desarrollaban una actividad intelectual de contenido crítico. De esta forma, la dictadura identificó a los

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intelectuales y a hombres de la cultura en general como agentes privilegiados de la “subversión”. El espacio del pensamiento crítico por excelencia era la universidad, calificada prontamente por los militares como “escuela de subversivos”. Por ello, las autoridades universitarias fueron separando a profesores catalogados como factores reales o potenciales de perturbación ideológica. Estas expulsiones significaban no sólo la imposibilidad de ejercer la docencia en cualquier dependencia oficial, sino que abría la puerta a la persecución que podía derivar en asesinato, tortura, detención o “desaparición”. De esta forma, frente al despido laboral, y la imposibilidad de conseguir otro empleo, el exilio apareció como una opción posible. Las leyes represivas aplicadas a los universitarios también afectaron a núcleos importantes de estudiantes, que fueron expulsados de las aulas sin ninguna posibilidad de ingresar a otra universidad. También la represión alcanzó a muchos profesionales que trabajaban en dependencias del Estado: ingenieros, arquitectos, médicos y psicólogos fueron separados de sus cátedras, pero también expulsados de sus empleos en dependencias oficiales. Estos fueron los sectores que mayoritariamente nutrieron el exilio argentino en México. Rutas de escape Entre los exiliados, solo una parte estuvo integrada por dirigentes y militantes con una definida adscripción política. Un considerable segmento de quienes decidieron y pudieron exiliarse, lo hicieron por temor a una brutalidad represiva que no hacía distingos entre quienes eran activos opositores y aquellos que de alguna manera estuvieron vinculados a lo que genéricamente se denominó “la subversión”. Entre ellos, amigos y familiares de detenidos, asesinados o “desaparecidos”, personas que figuraban en una libreta telefónica de un perseguido o individuos que realizaban actividades de tipo gremial en el ámbito de sus profesiones. Desde el segundo semestre de 1974, atmósferas de terror impregnan la decisión de abandonar el país, sobre todo a partir de que la Triple A comenzó a cumplir sus amenazas. En algunos casos se trató de funcionarios gubernamentales o universitarios, en otros de militantes o simpatizantes de organizaciones armadas, o bien figuras sin una manifiesta adscripción política pero con posiciones críticas al régimen y con una notable exposición en espacios académicos, periodísticos y culturales. En este contexto apareció la embajada mexicana en Buenos Aires como una posible vía de escape. El primer contingente de asilados estuvo conformado por ex funcionarios o personas cercanas a la gestión presidencial de Héctor J. Cámpora. El primer asilado en la embajada fue el historiador y ex rector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós. Se trataba de un prestigioso intelectual y líder po-

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lítico, que pronto pasó a desenvolver un papel central en la organización del exilio, destacando también en el periodismo y en la cátedra universitaria en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional. Las circunstancias que rodearon la salida de Puiggrós son evocadas por su esposa: Después de que le pidieron la renuncia al rectorado de la Universidad de Buenos Aires, seguimos viviendo en Buenos Aires, hasta que sucedió la amenaza real de la Triple A. Rodolfo fue incluido en una lista de la Triple A […] En julio de 1974 empezamos a escondernos, ya no habitamos más nuestra casa, salimos de Buenos Aires y en ese momento asesinaron a Silvio Frondizi, y un poco antes asesinaron a Atilio López. […] Finalmente volvimos a Buenos Aires y a fines de septiembre a Rodolfo los compañeros le dijeron que nos fuéramos. […] entonces, desde un teléfono público hablé al embajador de México preguntando si nos daba asilo, eran las once de la noche más o menos, nos dijo que sí. Yo lo pasé a buscar a Rodolfo en un taxi, […] llegamos sin nada a la Embajada de México que estaba toda iluminada, por supuesto había policías armados, pero, tan inesperado fue todo que entramos. Una vez adentro, […] el embajador consultó al Presidente Echeverría. A los dos días nos fuimos, […] adelante iba un coche de la policía, atrás nosotros y atrás un coche de la cancillería. […] La cuestión es que llegamos hasta Ezeiza flanqueados por la policía, entonces el embajador nos tomó a los dos, a uno de cada lado de sus manos y nos llevó hasta el avión en medio de gente que nos estaba apuntando.2 No todos los perseguidos buscaron asilo en la embajada mexicana, muchos, sobre todo académicos universitarios, decidieron abandonar el país bajo su propio riesgo. Una psicóloga esposa de un científico, ambos involucrados en la gestión universitaria durante el rectorado de Rodolfo Puiggrós, señala: Viene la muerte de Perón, la caída de la Universidad en manos de la derecha. La Alianza Anticomunista Argentina empieza a matar gente, […] hay una […] seguidilla de matanzas, […] empiezan a correr listas, empiezan primero las amenazas […] te avisaban que te iban a matar […], el problema es que no tenías a dónde ir porque todos tus amigos estaban en lo mismo. […] entonces, decidimos que hay que […] desaparecer por un tiempo, nos dicen que estamos en las listas, empiezan a llamar a casa, recibimos amenazas por teléfono […] entonces yo empecé a tener la convicción de que nos iban a matar a todos. […] Había que salvar la vida y había que irse; fue una decisión que tomamos y salimos.3 2. Entrevista a Delia Carnelli realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires, Argentina, 9 de agosto de 1999, Archivo de la Palabra del Exilio Latinoamericano en México. APELM-UNAM, PEL/2-A-3, pp. 4-6. 3. Entrevista a Mara La Madrid realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 10

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Una buena parte de este primer exilio aprovechó una red de contactos previos, sobre todo de índole profesional, para fincar en el extranjero una residencia que se pensaba temporal. “Me fui porque teníamos miedo, mucho miedo. Mi mujer estaba embarazada de nuestro primer hijo […] Fue en la primavera de 1974 […] estaban siendo asesinados de manera casi cotidiana periodistas, abogados y militantes” rememora un periodista que partió al exilio primero a Caracas, después a Estados Unidos y finalmente a México.4 El golpe de 1976 convirtió en política de Estado la impunidad de que gozaron las brigadas paramilitares bajo el amparo del gobierno de Isabel Perón. El terror se instaló en la sociedad argentina de la mano de las Fuerzas Armadas, arrasando todo resquicio de legalidad. Fue entonces que la condena a muerte dejó de ser una amenaza a personajes públicos y a reconocidos activistas, para extenderse sobre buena parte de la sociedad. El general Ibérico Saint Jean, gobernador de la provincia de Buenos Aires, expuso los objetivos de la represión: “Primero mataremos a los subversivos, luego a sus colaboradores, luego a sus simpatizantes, luego a los indiferentes, y por último a los tímidos.”5 En ese entorno, y semanas después del golpe militar, la embajada mexicana en Buenos Aires otorgó asilo al ex presidente Héctor J. Cámpora, a su hijo Pedro y a Juan Manuel Abal Medina, dirigente de la rama juvenil del Movimiento Peronista. La negativa de la dictadura a entregar los salvoconductos para que estos perseguidos pudieran abandonar su país, congeló las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, y en cierta forma inhibió el otorgamiento de nuevos asilos a otros argentinos. Cámpora pudo abandonar la sede diplomática una vez que le fue detectado un cáncer terminal. Sólo con un diagnóstico que garantizaba una pronta muerte, los militares entregaron el salvoconducto después de tres años y medio de intensas negociaciones. El hijo del ex presidente fue autorizado a salir del país a finales de 1980, una vez que su padre falleciera en la capital mexicana. Y Juan Manuel Abal Medina, se convirtió en el asilado político que más tiempo permaneció encerrado en una sede diplomática. Después de una espera que se prolongó por más de seis años, recibió el salvoconducto en mayo de 1982. El asilo político dejo de ser un opción viable después del golpe de Estado y, por otra parte, el simple hecho de viajar a México despertaba sospechas dada la protección que este país otorgó a figuras políticas contrarias al gobierno de Isabel Perón y que de inmediato fueron opositores a la dictadura. Si bien la puerta del asilo prácticamente se cerró en abril de 1976, no sucedió lo mismo con una velada solidaridad de miembros del servicio consular. Pocos días antes del Golpe, un perseguido político rememora: de septiembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-11, p. 14 y ss. 4. Testimonio de José Eliaschev en Gómez; 1999, p. 47. 5. Internacional Herald Tribune, París, 26 de mayo de 1977.

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Ya había toda una situación en la embajada, mucha gente, no un control de acceso pero sí mucha vigilancia, uno suponía que vigilancia policial o de los servicios de inteligencia. Entro y una señora me pregunta por cuánto tiempo quiero quedarme en México, entonces yo contesté. “Eh… pues lo más que se pueda”. Entonces me miró y me dijo “¿problemas?”. Yo hice más un gesto que una afirmación. Entonces me dio ciento ochenta días, una visa muy amplia. Y esto no fue un hecho excepcional, yo sé que fue muy reiterado.6 Muchos perseguidos decidieron abandonar el país saliendo por Brasil. En algunos casos se trató de evitar las sospechas que despertaba tener un pasaje con México como destino final. Otros salieron hacia Brasil por vía terrestre, porque los controles policiales en la frontera eran más laxos que los apostados en los aeropuertos. Irse de Argentina no era sencillo, había una cantidad de leyendas de gente apresada en el propio aeropuerto, entonces el viaje fue planeado para llegar vía Brasil, viajando por una empresa que no volada directo a México […] Me fui bien vestido, de traje y con la única corbata que tenía. Yo recuerdo ese viaje al aeropuerto, todos los alrededores estaban tomados por el ejército argentino, y el interior del aeropuerto estaba totalmente lleno de gente de civil armada.7 Se conocían casos de personas que fueron detenidas en las oficinas centrales de la Policía Federal al momento de gestionar el pasaporte, por tanto no todos abandonaron el país de manera legal. Una pareja de militantes políticos, tras recorrer varias ciudades de Argentina huyendo de la persecución que ya había cobrado la vida de un familiar, llegaron a la capital del país: […] intentando salir del país nos fuimos a Buenos Aires, […] mi cuñada estaba en Buenos Aires pero es detenida y desaparecida al tiempito, [nuestra organización] nos hace documentos […] nunca fuimos a sacar pasaporte, […] no íbamos a salir por Ezeiza, […] salimos por la frontera, […] nos pasamos a Brasil y de Brasil hicimos un trayecto larguísimo, ahí sí tomamos ya el avión, porque salíamos con documentos falsos pero nombres legales, porque queríamos entrar en México ¡legales! Queríamos estar con nuestros nombres en México.8 6. Entrevista a Horacio Crespo realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 19 enero de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/A-38, p.78. 7. Entrevista a Antonio Marimón realizada por Concepción Hernández, (Quinta entrevista), Ciudad de México, 7 de noviembre de 1997, PEL/1/A-17, pp. 178. 8. Entrevista a Delia Ferreira realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, 23 de julio de 1999, APELM-UNAM, PEL 2/A-15, p. 10.

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Abandonar el país en los momentos previos al golpe, o en los primeros meses posteriores a la asonada militar conllevaba un riesgo alto. Se huía en condiciones de precariedad, pero también de gran incertidumbre. Un militante huye de Córdoba a Buenos Aires semanas antes del golpe de Estado: El golpe fue el 24 de marzo, el 17 de marzo consigo mi pasaporte, y el 18 de marzo me voy en autobús a Sao Paulo […] yo ya tenía captura recomendada […] 48 horas de viaje a Sao Paulo, una cosa horrenda, sin un centavo, la despedida de mi mujer, […] para mí fue muy terrible separarme de mi hija […]. La niña tenía unos meses, seis meses, ocho meses. […] Yo no tenía nada de nada, no tenía ropa ¿has visto alguna vez un tipo que no tiene nada?9 Además del miedo, entre los militantes otra sensación marcó la salida: la derrota. Para algunos era sólo una sospecha, para otros se trató de una certeza: En las últimas charlas serias sobre el rumbo que habíamos tomado […] veíamos que […] nos mataban a todos […] recuerdo una conversación última con amigos de los cuales me despido de la Argentina: tenía la firme convicción de que estábamos derrotados.10 México a la vista Desde el miedo y con el fantasma de la derrota se desembarcó en México. Pero ¿qué se sabía y por qué se escogió a México? Los testimonios son coincidentes en sus referencias a imágenes estereotipadas esparcidas por la industria cinematográfica mexicana y estadounidense. Abundan las referencias a María Félix, Pedro Vargas y a Cantinflas, a la musicalidad de los boleros, alusiones al pasado prehispánico, a la Revolución Mexicana y sus caudillos más populares: Emiliano Zapata y Pancho Villa. Entre los exiliados de mayor edad, está presente la solidaridad mexicana con los refugiados de la Guerra Civil española, el antifascismo del general Lázaro Cárdenas y las posturas de México frente a la Revolución Cubana. Sobre la política mexicana, prácticamente no había conocimientos, a excepción de los sucesos de Tlatelolco en 1968 y algunas informaciones periodísticas en torno a la política exterior del presidente Luis Echeverría, en particular la solidaridad con los chilenos tras el golpe de Estado en septiembre de 1973: 9. Entrevista a Horacio Crespo realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 12 enero de 1998, PEL/1/A-38, p.59. 10. Entrevista a Elvio Vitali realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires, 6 de agosto de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-2, p. 3.

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De México tenía […] la impresión solo de las películas mexicanas, quiero decir sabía quien era Pedro Infante, Negrete y […] había leído algo de Tlatelolco y de la Revolución Mexicana, estos eran mis datos. Siempre me pareció simpático y atractivo, Cantinflas me parecía un tipo brillante, toda la vida me hizo reír y esa era la imagen que tenía de México, la imagen de las películas.11 La decisión de dirigirse a México se fundó en la noción vaga de que el país se mostraba receptivo a los perseguidos, muestra de ello era la resonancia que tuvieron las actividades de los asilados políticos todavía durante el gobierno de Isabel Perón. Había referencias de la labor periodística que desempeñaba Rodolfo Puiggrós, así como de la llegada de algunas figuras políticas. Estos pocos datos, alentaron el éxodo de quienes eran perseguidos y optaron por México en tanto lugar de encuentro con compañeros y amigos con similares afinidades políticas. Por otra parte, se inició una salida con un perfil más académico que de militantes políticos. Profesores expulsados de las universidades, periodistas y abogados amenazados, psicoanalistas víctimas de la persecución. En este primer contingente se produjo una rápida inserción laboral. Estos recién llegados enviaban noticias a amigos y familiares, y a partir de estas referencias se construyó una cadena migratoria que involucró a miles de perseguidos. Por esas noticias, trasmitidas a través del correo o de llamadas telefónicas, “de una manera difusa […] pero bastante generalizada […] se empezó a correr la voz de que acá había mucho trabajo, de que acá había formas de sobrevivir mejores que en otros lados.”12 Por contactos previos con colegas mexicanos, argentinos con destacados antecedentes profesionales consiguieron empleo de manera casi inmediata, sobre todo los que llegaron en el último tramo del gobierno de Luis Echeverría. La UNAM, El Colegio de México, la recién fundada UAM, así como el Centro de Estudios Avanzados del IPN, fueron instituciones que dieron cobijo a los primeros académicos exiliados. Esta primera oleada, que involucró a unas pocas decenas de argentinos, comenzó a ensancharse a partir del marzo de 1976. La consecución de empleo, por lo general, siguió pautas que, en primer término, favorecían a quienes ya tenían un título profesional y antecedentes laborales; mientras que para aquellos sin ninguna calificación o con estudios incompletos, las opciones fueron menores y precarias, aunque con posibilidades en el mediano plazo de obtener un empleo mejor remunerado y más cercano a aspiraciones personales. A medida que crecía la comunidad exiliada, los contactos y vínculos para hallar un trabajo se ampliaban como círculos concéntricos. 11. Íbidem. 12. Entrevista a Nora Pasternak realizada por Renée Salas, Ciudad de México, 29 de septiembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-13, p. 35.

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El exilio argentino tuvo un fuerte impacto en los ámbitos editoriales. La presencia de Arnaldo Orfila Reynal desde la dirección de la editorial Siglo XXI, dio cobijo a un pequeño grupo de exiliados que habían colaborado en la sede que tenía esa casa editorial en Buenos Aires. Quizá la figura más destacada de ese contingente fue José “Pancho” Aricó, quien comandó, entre otros emprendimientos, la publicación de los Cuadernos de Pasado y Presente y la colección Nuestra América, de gran repercusión en los medios académicos mexicanos vinculados a las ciencias sociales. También Orfila Reynal ayudó a través de contratos eventuales para el desempeño de labores de corrección y traducción de obras, así como de orientación para negocios de distribución y comercialización de libros. Junto a la editorial Siglo XXI, el Fondo de Cultura Económica fue una empresa que contrató los servicios de correctores y traductores argentinos. Por otra parte, Mauricio Achar, el propietario de la librería Gandhi, fue el centro de un entramado de iniciativas editoriales y culturales, entre ellos el foro Gandhi, espacio dedicado la difusión de la música y el teatro en que se involucraron un buen número de rioplatenses; mientras que la cafetería de Gandhi no tardó en convertirse en el lugar de encuentro por excelencia del exilio argentino. Entre tanto, comenzaron a desembarcar periodistas, algunos consiguieron empleos permanentes en medios de prensa, otros obtuvieron contratos eventuales. Desde su llegada a México, Rodolfo Puigross colaboró en El Día, periódico que no tardó en contratar los servicios de otros como Roberto Bardini, Ignacio Gonzalez Janzen y Victoria del Piero. Por su parte, Carlos Ulanovsky trabajó en distintos diarios y revistas, entre ellas la revista Proceso, pero su empleo principal estuvo en la Dirección de Comunicaciones del Instituto de Defensa al Consumidor (Ulanovsky, 1983, p. 35), mientras que el Miguel Angel Piccatto encontró su primer trabajo en El Día, en las páginas de espectáculos, y más tarde fue gerente de prensa del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores, para luego volver al periodismo en las páginas del Uno más Uno. Académicos e intelectuales se emplearon en distintos espacios pero siempre contaron una puerta abierta en la prensa periódica. Así, por ejemplo, el cuentista Pedro Orgambide fue creativo en una empresa de publicidad, el novelista y ensayista David Viñas impartió clases en la UNAM. Jorge Luis Bernetti trabajó en El Universal y luego en el Uno más Uno. En este último periódico, Oscar González llegó a ser editor de la sección internacional, y Antonio Marimón inauguró una nueva forma de acercarse al periodismo deportivo. De todos los periodistas argentinos, el lugar más sobresaliente fue ocupado Gregorio Selser. Sus columnas en El Día dedicadas al análisis de la realidad continental constituyeron una referencia obligada para los lectores interesados en el acontecer latinoamericano, quizá para valorar la dimensión de la obra periodística de Selser, baste señalar que en los años que duró su exilio mexicano publicó más de mil quinientos columnas (Ramos Savslavsky, 2005, p. XIV).

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Mientras secretarías de Estado y organismos públicos abrieron espacios para los argentinos con algún tipo de formación profesional, un sector nada despreciable desarrolló una cantidad de empleos, muchos de ellos inimaginables en la nación de origen. Jóvenes con educación media inconclusa o con estudios aniversarios interrumpidos, se emplearon en distintos oficios: Yo consigo trabajos […] esporádicos, el primer trabajo […] es de ayudante de albañil en una obra de una escuelita que estaban haciendo unos argentinos en el estado de México. […] Paulatinamente voy cambiando […] después trabajo en una editorial donde vendíamos libros, […] después en una empresa de audiovisuales, donde hacía la parte del archivo, después cantaba en peñas folclóricas, cantaba música argentina y latinoamericana.13 Yo llegué y empecé a buscar un trabajo […] como mi hermano ya estaba empezando a trabajar como electricista […] entonces primero miré un poco, me di cuenta que era mucho más difícil conseguir un trabajo que trabajar con mi hermano, entonces trabajé con él y con otros muchachos mexicanos; […] había que romper paredes, poner caños, cablear y conectar.14 Una alta proporción de esos jóvenes pudieron iniciar o continuar carreras universitarias truncadas por la represión militar. En este sentido, la UNAM, la UAM, la ENAH y la FLACSO fueron las instituciones donde mayormente estos exiliados se formaron a nivel de grado y posgrado. Espacios de organización política Desde finales de los años sesenta, el campo de la izquierda argentina estuvo atravesado por una triple fractura. La primera se fundaba en el giro izquierdista que tomaron sectores juveniles en el interior del movimiento peronista; la segunda estuvo marcada por las relaciones no exentas de conflicto entre esos sectores del peronismo y una izquierda de matriz marxista; y la tercera fractura fue producto del surgimiento y auge de la lucha guerrillera tanto en su vertiente peronista, cuyo principal referente fue la organización Montoneros, como en la vertiente marxista capitaneada por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El conjunto de estas contradicciones se agudizaron a partir de la renuncia de Héctor J. Cámpora a la presidencia, pero se acrecentaron durante el corto mandato de Perón y alcanzaron altos niveles de violencia durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón, cuando los sectores de la derecha peronista iniciaron un combate criminal 13. Entrevista a Gonzalo Vaca Narvaja realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, el 19 de julio de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-1, pp. 19 y 37. 14. Entrevista a Jorge Hirsch realizada por Gabriela Díaz, (Primera entrevista) Ciudad de México, 15 de noviembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-26, pp. 23 y 24.

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contra toda oposición dentro y fuera del peronismo, y como contrapartida las organizaciones guerrilleras respondieron incrementando su accionar contra objetivos civiles y militares. Los exiliados pertenecían al campo de esa izquierda, pero las fracturas estuvieron presentes en el exilio; por ello, nada más alejado de la realidad que la noción de unidad en la conducta política de los argentinos que abandonaron el país. El exilio, lejos de borrar diferencias, acrecentó las disputas que, en el caso mexicano, condujeron a experiencias asociativas marcadas por la confrontación, muchas de ellas irreconciliables. Desde finales de 1974, representantes de todas esas corrientes se dieron cita en México, constituyendo un heterogéneo grupo que reunió alrededor de treinta personas. En un principio pareció existir un acuerdo para encarar acciones conjuntas de básica solidaridad entre quienes iniciaban un destierro, sin imaginar que se prolongaría por casi una década. La figura central de este primer grupo fue Rodolfo Puiggrós. Cuando llegó a México en septiembre de 1974, tenía 65 años, era el exiliado de mayor edad, pero también el de mayor experiencia y trayectoria política. Pero no sólo estas circunstancias lo convirtieron en el referente por excelencia del exilio argentino, sino que, además, contaba con una vasta experiencia en México, toda vez que en este país había residido durante la primera mitad de la década del sesenta. De forma que el ex rector de la Universidad de Buenos de Aires no era un desconocido en el medio mexicano, poseía una a red de vínculos políticos y académicos que a la postre sostuvieron muchas actividades y emprendimientos que desarrolló un sector de los exiliados argentinos (Acha, 1997). Los contactos de Puiggrós transitaban por ámbitos privilegiados de la política nacional. Desde el presidente Luis Echeverría Álvarez, el intelectual y político Jesús Reyes Heroles y Pablo González Casanova, el ex rector de la Universidad Nacional, quien le dio cobijo en esta Casa de Estudios, donde no tardó en involucrarse en proyectos docentes y editoriales. Las primeras redes del exilio argentino necesariamente confluían en la persona de Puiggrós, personaje de una extraordinaria generosidad pero con una apuesta política muy comprometida con la organización Montoneros. De manera que duró muy poco la armonía en aquellas primeras reuniones de exiliados. Hacia mediados de 1975, Montoneros decidió pasar a la clandestinidad, declarando la guerra al gobierno de Isabel Martínez de Perón, junto a ello, un incremento de las acciones militares del ERP marcaron el inicio de una reactivación de la lucha guerrillera. El apoyo o la crítica al accionar de estas organizaciones armadas dividió las aguas en la izquierda argentina, y como no podía ser de otra forma, sucedió lo mismo entre los argentinos exiliados en México. Montoneros comenzó a diseñar lo que poco después sería su estrategia en el exterior. Emisarios de esta organización viajaron al extranjero y llegados a Mé-

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xico cooptaron la naciente estructura organizativa del exilio, con la idea de que ese grupo podía llegar a constituir una plataforma para las relaciones exteriores de la organización guerrillera. Un grupo minoritario encabezado por antiguos colaboradores de ex presidente Cámpora, como Esteban Righi, que había integrado el gabinete presidencial, junto a otros con una adscripción alejada del peronismo, como el literato Noé Jitrik, entonces profesor en El Colegio de México, manifestaron su desacuerdo, produciéndose de esta manera la primera escisión entre los exiliados. El sector encabezado por Rodolfo Puiggrós, en febrero de 1976, fundó el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). El liderazgo político e intelectual de Rodolfo Puiggrós, ciertos apoyos financieros que recibió del gobierno del Distrito Federal, y la llegada masiva de perseguidos políticos, muchos de los cuales reconocían una militancia cercana a Montoneros, inyectaron un inmediato dinamismo al COSPA, organización que el exilio recuerda también bajo la denominación de “ La Casa Argentina” o “La Casa de Puiggrós”. Si bien es cierto que el peronismo de filiación montonera era la fuerza mayoritaria, en una primera etapa, confluyeron en el COSPA militantes de otros segmentos políticos, tanto del mismo peronismo, como de otras organizaciones como el ERP, junto grupos provenientes del maoísmo y el trotskismo. El COSPA, desde un comienzo tuvo un fuerte tono militante, se trataba de gente comprometida políticamente, para quienes el exilio era también una trinchera desde donde continuar la lucha por trasformar radicalmente la sociedad argentina. Hasta 1980, el COSPA fue el más importante centro de solidaridad y de permanente denuncia del terrorismo de Estado puesto en marcha por el gobierno del General Jorge Rafael Videla. Esas actividades se desarrollaban en distintos ámbitos: actos en sindicatos y universidades, manifestaciones callejeras, conferencias de prensa, huelgas de hambre, misas a cargo de sacerdotes exiliados, junto a una permanente presencia en una prensa mexicana cada vez más sensible a los asuntos políticos del cono sur latinoamericano. Durante los primeros años, y mientras su sede estuvo en la calle Roma en la colonia Juárez, los sábados por la noche funcionó una “peña” folclórica, donde grupos de música argentina y latinoamericana actuaban en un improvisado foro. Ese fue un espacio de reunión, esparcimiento e intercambio entre los que recién llegaban y quienes ya estaban establecidos en México. La “peña” de los sábados, con su servicio de venta de comida y bebidas, fue además una de las fuentes de financiamiento del organismo. Por otra parte, entre las primeras actividades, destacó la organización de talleres para niños y adolescentes exiliados. La idea era proporcionar contención afectiva frente a la experiencia de la persecución o asesinato de sus padres. Se inauguraron

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talleres que funcionaban los viernes, sábados y domingos, donde tenían lugar actividades recreativas como el teatro y música. Para muchos exilados México fue un territorio donde continuar la militancia, y hacia 1977, el COSPA claramente era un apéndice de un proyecto político liderado por Montoneros. En este sentido, el COSPA mostró una homogeneidad política, que no fue representativa del conjunto de los exilados. Por el contrario, un buen sector se autodefinió como “independiente”, y a pesar de tener las más diversas adscripciones políticas, compartía el común denominador de sostener posturas críticas frente a las organizaciones armadas. Ese sector, con un marcado componente intelectual, en su mayoría profesionales, continuó elaborando la idea de constituir un ámbito donde pudieran tener cabida otras alternativas. Así nació, a mediados de 1977, la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS), presidida primero por Esteban Righi y años más tarde por Noé Jitrik. La fundación de la segunda organización que tuvo el exilio argentino en México remite a los vínculos que se lograron tender con Luis Echeverría. A comienzos de 1977, el ya ex presidente, había fundado el Centro de Estudios Sociales sobre el Tercer Mundo, en esa institución trabajaron varios exilados quienes le plantearon la existencia de otro sector del exilio, distinto al nucleado en el COSPA. Un diligente ex mandatario, de inmediato procedió a buscar una casa, adelantar el alquiler por seis meses, remodelarla y amueblarla. “él hizo todo, él la decoró con sus muebles mexicanos y sus artesanías, lo único que nosotros hicimos fue la parrilla, en realidad, con el diseño hecho por nosotros, los albañiles hicieron la parrilla […] y aquel lugar quedó maravilloso”.15 Y aquel lugar, poco a poco se fue llenando de gente. La CAS fue un punto de reunión, un espacio para la reflexión, un lugar solidario para con los perseguidos, un centro de denuncia y acción política, y un territorio de cruzamientos culturales hacia México y América Latina (Mercado, 1992, 1998; Yankelevich, 2010; Bernetti y Giardinelli, 2003).16 A diferencia del COSPA, la pluralidad de posiciones abrió espacios para distintas iniciativas no exentas de encendidos debates. Sectores socialistas, peronistas e independientes competían en elecciones periódicas por la dirección de la CAS. Los asuntos que marcaban la coyuntura argentina, fueron temas de grandes polémicas como fue el caso de las posiciones frente al campeonato mundial de futbol de 1978, o más grave aún, de la guerra de las Malvinas en 1982. Las diferencias entre ambos organismos fueron notables, el alineamiento del COSPA a la guerrilla peronista se reflejada en la composición social, en su mayoría militantes de origen universitario, con un núcleo intelectual y profesional al principio nada desdeñable, que a la postre abandonó la organi15. Entrevista a Ricardo Nudelman realizada por Bertha Cecilia Guerrero, ciudad de México, 23 de octubre de 1997, APELM-UNAM PEL/1/A-14, p. 125. 16. Mercado, 1992, 1998; Yankelevich, 2010; Bernetti y Giardinelli, 2003.

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zación. Frente a esto, la CAS no representaba necesariamente a nucleamientos políticos con expresiones partidarias en el escenario argentino, muchos de sus integrantes eran individuos, algunos de los cuales, con el correr del tiempo, conformaron corrientes de opinión, cuya existencia no ponía en tela de juicio un pacto original fundado en el respeto a una pluralidad de visiones. Desde 1980 la CAS creció aceleradamente y lo hizo por su propia capacidad de convocatoria, pero también por el trasvase de gente que originariamente se adscribió al COSPA. Sucedió que a partir de 1979, “La Casa Argentina” fue sacudida por la conjunción de dos acontecimientos; el primero fue la fractura de la organización Montoneros, a raíz de que una buena cantidad de voces críticas impugnaron la estrategia de los jefes máximos, llamando a realizar una contraofensiva militar, que terminó en fracaso y en la muerte de decenas de militantes, muchos de los cuales habían vivido en México (Gillespie, 1987; Méndez, 1999; Ramus, 2001).17 El segundo acontecimiento que signó la vida del COSPA, fue la muerte de Rodolfo Puiggrós acaecida en La Habana en noviembre de 1980. Puiggrós era una figura con la suficiente autoridad moral como para tratar de conciliar en medio de una atmósfera cargada de tensiones, en tal sentido; su muerte no hizo más que profundizar una crisis de la que el COSPA ya no se recuperaría.

17. Gillespie, 1987; Méndez, 1999; Ramus, 2001

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Un sector de esta disidencia del COSPA se incorporó a la CAS. A medida que la CAS pasaba a convertirse en la principal organización del exilio, el COSPA comenzó a languidecer. Y esto fue así, no sólo por el distanciamiento de buena parte de sus integrantes, sino además porque aquellos que decidieron permanecer, pronto se vieron enfrascados en polémicas que reproducían las divergencias en el interior de Montoneros. De manera que hacia 1981, “éramos cuatro personas que estábamos ahí, cerrando el COSPA, […] ya no era nada, estaba vacío.”18 Hasta 1980, y de manera evidente, el COSPA y la CAS compitieron por la representación del destierro argentino, y lo hicieron en todos los ámbitos del quehacer exilar. Desde las actividades inherentes a todo organismo de solidaridad, la ayuda en la búsqueda de alojamiento, de empleo y trámites migratorios, hasta en los aspectos más visibles de una tarea fincada en desenmascarar el carácter criminal de las políticas de los militares argentinos. La competencia se desplegó en los más diversos asuntos, tales como el sentido de las conmemoraciones o en las propias actividades culturales desarrolladas por uno y otro organismo. Sin embargo, mientras la CAS ganaba en heterogeneidad política, el COSPA cayó víctima de una ortodoxia montonera que terminó por enajenar voluntades, ideas y, sobre todo, vidas humanas. Las dos “casas” constituyeron las organizaciones más importantes. Sin embargo, junto a ellas, a veces de manera independiente y otras compatibilizando la pertenencia a una u otra, surgieron instancias vinculadas a la defensa de los Derechos Humanos. Entonces, se inauguraron filiales de organismos que tenían sus sedes en Europa o en la propia Argentina. Fue el caso de la Comisión Argentina de Derechos Humanos y de la Comisión de Solidaridad de Familiares de Presos, Muertos y Desaparecidos por Razones Políticas en Argentina. Estas organizaciones, no sin dificultad, se constituyeron en el único punto de confluencia. Así, las diferencias exiliares pudieron coincidir en la lucha por el respeto a los Derechos Humanos, representado por organismos que guardaron distancia ante las pugnas políticas, privilegiando tareas que ya tenían el emblema de los pañuelos blancos portados por las Madres de Plaza de Mayo. Casas y escuelas A excepción de los asilados diplomáticos, de cuyo hospedaje temporal se hizo cargo el gobierno contratando cuartos en hoteles; el grueso del exilio hizo un recorrido que se iniciaba en casas de amigos y conocidos, o en pensiones, hasta tanto la consecución de un empleo permitía el alquiler de una vivienda. 18. Entrevista a Cristina Carnevale realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 3 de agosto de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-22, p. 23

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Las informaciones sobre zonas y tipos de hospedajes se trasmitían de boca en boca. Para aquellos que habían conseguido un empleo, o llegaron con algunos recursos, las primeras opciones fueron alquilar departamentos amueblados, entre ellos destacó un edificio ubicado en el número 479 de la Avenida Mariano Escobedo en la colonia Polanco. Pero los que llegaron con escaso dinero, la opción, una vez agotada la solidaridad de amigos y conocidos, era acudir a pensiones y entre ellas destacó la de “Doña Lupita”, en la calle José Alvarado en la colonia Roma. Todos llegaban a la pensión […] y para mucha gente del exilio la pensión de Lupita pasó a ser un lugar de referencia. Cuando yo me fui siguió […] circulando gente […] Doña Lupita era una […] señora de Colima, tendría unos sesenta y cinco años, […] era una persona estupenda, […] fantástica, le tengo un agradecimiento total, no porque únicamente nos aguantaba el pago […] sino que ella tenía una actitud, no diría maternal, pero sí una actitud protectora, de gente como nosotros que estaba tan mal.19 La distribución espacial el exilio en el Distrito Federal, en buena medida estuvo determinada por las zonas de concentración de los empleos, sobre todo instituciones de educación superior y oficinas de la administración pública. Colonias como Condesa, Narvarte, Del Valle, Roma, Anzures, Polanco, y las delegaciones de Coyoacán y Tlalpan, fueron las más frecuentadas. Unas pocas familias se establecieron en el norte de la zona metropolitana, en Ciudad Satélite, por ejemplo, buscando la proximidad con trabajos ubicados en aquella dirección. En su mayoría el exilio se radicó en espacios de residencia de sectores medios Un hecho notable fue la manera en que porciones de las comunidades de latinoamericanos exiliados en México se ubicaron en las unidades habitacionales al sur de la ciudad. Además de la cercanía a escuelas o centros de trabajo y de las comodidades que ofrecían tanto los departamentos como los espacios comunes, las razones por las que se prefirió estas unidades fue la posibilidad de desenvolver una vida cotidiana con el apoyo de familias de amigos y conocidos convertidos en vecinos, pero también en la posibilidad de participar de una sociabilidad que potenció patrones de identidad. Varias fueron las unidades habitacionales que, en cierta forma, resultaron colonizadas por la presencia de argentinos: Copilco 76 y 300, las Torres de Mixcoax, El Altillo en avenida Universidad 1900, los edificios Ritz en el extremo sur de la avenida Insurgentes; pero entre todos estos sitios, la Villa Olímpica destacó de manera emblemática. Las memorias coinciden en reconocer ese 19. Entrevista a Horacio Crespo realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 12 de enero de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/A-38, pp. 73 y 78.

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espacio como “el gueto máximo”20: “Nosotros, prácticamente todo el exilio lo vivimos en la Villa, y la Villa estaba llena […] de argentinos, chilenos, uruguayos, era como un gueto.”21 Pero no sólo en el recuerdo de los adultos la Villa Olímpica adquiere una significación relevante, sucede lo mismo con los recuerdos de los niños y jóvenes que allí residieron: “Éramos una tribu” afirma quien llegó siendo un niño y allí ha residido desde entonces.22 Auténticas “bandas” integradas por decenas de sudamericanos, que desenvolvieron años de infancia y adolescencia en y entre los edificios de ladrillo rojo, los senderos y jardines, los columpios, las plazoletas y el club: Todos los años que estuve en México […] fueron siempre en la Villa Olímpica y ahí nos juntábamos y había muchos argentinos, yo creo que era una especie de gueto. Te relacionabas con gente que estaba con tu misma problemática, […] para mí era una cosa maravillosa porque […] tenías ochenta mil tíos y ochenta mil primos. […] Te sentías protegido y todos te querían […]. Era una sensación muy placentera.23 Una cuarta parte de la población exiliada estaba comprendida por niños y adolescentes en edad escolar. De ahí que la búsqueda de escuelas constituyera una preocupación desde el momento mismo de la llegada. Los vínculos interexiliares determinaron que los colegios fundados por los refugiados republicanos españoles fueran las primeras referencias y los primeros destinos de los menores que salieron de Argentina. El Colegio Madrid ocupó un lugar destacado: “inmediatamente elegimos el Colegio Madrid […] pero los cursos ya habían empezado […] la directora nos hizo sentar, nos explicó que ya había niños chilenos […] y algunos niños uruguayos, pero no había vacantes: Me acuerdo de una caminata por los jardines de escuela […] con la maestra Leal, que era en ese momento la directora de primaria, […] ella me decía que no tenían vacantes, […] yo la escuchaba con un poco de desesperación y de pronto, esa mujer, de pelo blanco, ya de edad, muy española, se paró, me miró, me dijo: “Pero sabe qué, yo llegué a México a la edad de su hija, o algo así, y, aunque no hay vacantes, sus niñas acá tienen lugar. ¡Esa era una republicana!24 20. Entrevista a Enrique Guinsberg realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga (Primera entrevista), Ciudad de México, 26 de febrero de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/ A-49, p. 78. 21. Entrevista a Ana María Vaca Narvaja realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, 20 de julio de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-12, p. 38. 22. Entrevista a Pablo Gershanik realizado por Gabriela Díaz, (Primera entrevista), 17 de mayo de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/A-54, p. 4. 23. Entrevista a Matías Salguero realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, 28 de julio de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-16, pp. 6 y 7. 24. Entrevista a Mara La Madrid realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 10 de septiembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-11, pp. 24-25.

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Cuando aumentó el volumen de niños exiliados, el Colegio Madrid constituyó un fondo de becas para a los hijos de argentinos, como ya lo habían establecido para los chilenos y luego para los uruguayos (Alba Pastor, 1991, p. 150).25 Pero la red escuelas vinculadas a los republicanos era más amplia y hacia allí se dirigieron los argentinos, entre ellas, el colegio Luis Vives y la escuela Bartolomé Cosío. También hubo otras instituciones de más reciente creación, entre las que sobresalieron la escuela Herminio Almendros en educación primaria y el Centro Activo Freire para el ciclo medio y medio superior. Escuelas más pequeñas, con novedosas propuestas pedagógicas y una manifiesta vocación de izquierda. En esas instituciones fue mayor la concentración de hijos de exiliados sudamericanos, de manera que nuevamente emerge la evocación de un gueto. El Herminio Almendros, bajo la dirección de una exiliada argentina, se convirtió pronto en una escuela con un fuerte componente sudamericano: “con muchos argentinos, chilenos, […] las maestras eran exiliadas, me acuerdo que en una reunión de padres una señora mexicana dijo que estaba mandando a su hija a una escuela bilingüe, porque la chica había aprendido a hablar argentino perfecto.”26 Aunque hubo excepciones, la mayoría de los hijos del exilio fueron a colegios privados. La escuela pública, reservada a sectores populares, define bien el perfil mayoritario del exilio argentino. La oferta privada abría alternativas pedagógicas y académicas, pero además permitía atender ámbitos de naturaleza afectiva. Definir el tipo de escuela a donde enviar a los hijos fue parte de dilemas que trascendían lo estrictamente académico. Las decisiones que finalmente se tomaron no dejaron de estar vinculadas a la transitoriedad con que era pensada la experiencia mexicana. El gueto habitacional encontraba cierta continuidad en los guetos escolares, especie de reaseguro en donde anclar una argentinidad que ponía en riesgo el exilio. Estos asuntos fueron parte de polémicas en donde era difícil discriminar la voluntad por preservar un sentido de pertenencia, con el deseo por mejor proteger a niños con padres, madres o familiares cercanos encarcelados, muertos o “desaparecidos”. De manera similar a cualquier experiencia migratoria, los exiliados se refugiaron entre sus congéneres, buscando restituir el sentido a una vida fracturada por la represión y el destierro. Pero esa fractura sólo en parte pudo ser contenida por el gueto, el mundo de lo privado se estructuraba desde la argentinidad, pero el “afuera” no podía ser más que mexicano.

25. Véase Alba Pastor; 1991, p. 150. 26. Entrevista a MP realizada por Gabriela Diaz, Ciudad de México, 19 de agosto de 1997, APELMUNAM, PEL/1/A-7, p. 32.

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Argenmex Perplejos, los exiliados se internaron en un laberinto de gestos, modismos y rituales que colocaban a propios y extraños frente a interpretaciones equívocas, frente a un universo de códigos que no hacían mas que demostrar la incapacidad de los recién llegados para oír a sus diferentes. El propio espacio generaba desconcierto. Las dimensiones del Distrito Federal rompían la escala de lo conocido. La ciudad impresiona: “los carteles, los coches, las calles, todo me parecía más grande”27 pero también confundía. Monumentalidad y perplejidad parecen formar una díada indisoluble en las primeras impresiones. “El zócalo me aplastaba, me parecía una cosa tan fuerte, porque no había un árbol […], yo no había visto, yo no recuerdo un lugar tan grande, era la pura piedra y tenía una carga muy pesada.”28 Las primeras impresiones, los paisajes urbanos, los colores de una ciudad se matizan en un abanico contrastante como el que ofrecen los recuerdos de dos mujeres. La primera señala: “Esto me pareció horrible, me parecía horrible”,29 mientras que la segunda evoca: “la primera mañana que salí a la calle en México, fui al mercado de Mixcoac. Tuve la sensación de que estaba en Asia, eso fue para mí un shock, la sensación de lo diferente [y] de que para mí iba a ser glorioso, esas imágenes que estaba viendo […] eran una cosa inesperada que me caían en la vida.”30 Las sensaciones de extrañeza ante el estallido de colores en las fachadas de las casas y en el interior de los mercados, parecen condensarse en la comida, puerta de entrada a un nuevo mundo: “El olor a la tortilla para mi empezó a ser el olor de México. La guanábana con un sabor y un olor totalmente inédito, entonces supe que estaba en otro lugar, en otro sitio, en otro país.”31 Pero desde estas confrontaciones iniciales, los recuerdos se desplazan hacia los mexicanos, portadores de una cultura indígena y mestiza, que rápidamente devino en una distancia étnica que no admitía comparación. Los exiliados descubrieron la densidad histórica en la constitución de la sociedad mexicana: “Hay una historia caminando por las calles, en la fisonomía de las gentes, en la comida, […] la relación con lo indígena es dramática, terrible, dolorosa, pero también muy fuerte.”32 27. Entrevista a Miguel Socolowsky realizada por Gabriela Díaz (Primera entrevista), Ciudad de México, 13 de marzo de 1998, APELM-UNAM, PEL1/A-51, p. 11. 28. Entrevista a Miriam Laurini realizada por Diana Urow, Ciudad de México, 23 de septiembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-12, p.17. 29. Entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 19 de agosto de 1997, APELMUNAM, PEL/1/A-7, p. 26. 30. Entrevista a Tununa Mercado realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de México, 10 junio de 1997, APELM-UNAM, PEL/I/A-2, p. 56. 31. Entrevista a Carlos Zolla realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México, 9 de febrero de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/A-42, p. 52. 32. Entrevista a Alfredo Furlán realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México, 17 de marzo de 1998, APELM-UNAM, PEL/1/A-52, p.62.

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Pese a los desconciertos iniciales, la vida se desplegó en una atmósfera de libertad que respiraron los exiliados desde su llegada: “Un signo que nos alborozaba era cuando nos dábamos cuenta de que no necesitábamos documentos de identidad para andar por la calle” (Ulanovsky, 1983, p. 21). Por otra parte, un científico recuerda: “cuando entré a Gandhi por primera vez, quedé alelado al ver escaparates repletos de libros de Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao y el Che Guevara” (Cereijido, 1997, p. 95). Inclusive para aquellos que creyeron protegerse en una vida de gueto, el contacto con la sociedad mexicana no podía más que suceder, la disyuntiva radicaba en qué posición asumir ante la inevitable convivencia. Algunos, desde su llegada, apostaron por vivir “la experiencia mexicana”, dispuestos a derribar las barreras que parecían afirmar que más allá de Argentina el misterio carecía de interés, “y México abruptamente implicaba un encuentro con el misterio, con el enigma tanto más interesante cuanto más compacto: la identidad racial y los rostros de piedra de la gente, las inflexiones verbales, relativamente ininteligibles, los múltiples sistemas de signos arquitectónicos, arqueológicos, gustemáticos, la Revolución […], la contradictoria generosidad, el controlado pintoresquismo, el fervor intelectual” (Jitrik, 1993, pp. 159-160). Pero este entusiasmo no fue la norma, y tampoco una decisión fundada en mero acto de voluntad. Se trató de un aprendizaje lento, de una travesía donde la nostalgia impedía zarpar hacia nuevas experiencias. Los relatos refieren a una experiencia de tránsito asociada a mexicanos que se fueron filtrando por las grietas de los guetos, a amigos que antes fueron vecinos, compañeros de trabajo, padres de hijos compañeros de los hijos del exilio. Mexicanos con el común denominador de la solidaridad. Se nos acabó la plata y ya no teníamos para comer […] fue muy difícil, entonces alquilábamos un departamento […] muy precario, […] me acuerdo de que teníamos unos amigos mexicanos, […] ellos nos daban de comer […] ahí aprendimos a comer frijoles, maíz, tortillas, y arroz. […] Fue un ir aprendiendo los códigos, cuando los aprendimos y también adaptamos […] nuestra situación mejoró mucho […]. Nuestros amigos mexicanos, y también sus padres, fueron una familia muy generosa con nosotros, […] había una situación familiar muy linda.33 Aquí tuvimos cabida, fuimos escuchados, fuimos apoyados, de distinta manera, de distintas formas, por los mexicanos, por instituciones mexicanas […] y más allá de […] la dificultad de los códigos, yo creo que hubo un lenguaje común, que se expresó en términos de solidaridad […]. No acabaría en un día de hacer una recopilación del […] anecdotario 33. Entrevista a Liliana Vanella realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, 29 de julio de 1999, APELM-UNAM, PEL/2/A-17, pp. 10 y ss.

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[…] sobre el comportamiento solidario que hubo en México con todos nosotros.34 El ingreso a la sociabilidad mexicana corrió a cargo de amigos que cada vez con mayor frecuencia, aparecían en la cotidianidad exiliar, “salvo cuando se trata de alguna reunión política o de solidaridad, es muy reducido el núcleo de argentinos que frecuentamos, y es cada vez más amplio el de mexicanos, que son muy difíciles para darse en plan de amigos, pero que cuando lo hacen no tienen medida”.35 Los hijos resultaron fundamentales en la incorporación de México a la vida de sus padres: “gracias a ellas, escribe el periodista Carlos Ulanovsky (2001) refiriéndose a sus hijas, entendí la esencia de eso que nos modificó para siempre, la cultura que cruzó y sumó lo argentino y lo mexicano” (p. 9). En buena medida, México y los mexicanos fueron responsables de convertir el exilio en una experiencia positiva. Ellos dieron las herramientas para que una desventura pudiera trasmutar en oportunidad. Los exilios, señala García Canclini (1998), a veces son ocasiones para que un destino impuesto deje de ser una fatalidad, siempre y cuando el exiliado permita ser instruido por lo diferente, para así expandir lo propio y contribuir a que el lugar de origen y el nuevo se comuniquen (p. 72). Concluido el ciclo dictatorial el regreso estuvo en el horizonte de todos los exiliados (Lastra, 2014). La mayoría retornó tras largas despedidas. Algunos después de tentar suerte en Argentina regresaron a México, mientras que otros decidieron convertir su exilio en una residencia definitiva. Un lugar privilegiado desde donde se consumó una vinculación profunda y duradera al país de exilio, estuvo constituido por los espacios de trabajo, la formación y oportunidades académicas y el desarrollo profesional. Después de un periodo relativamente breve, quizás un par de años, las inserciones laborales mostraron rasgos de definitividad. Se cambiaba de actividad o de institución, se alcanzaba la legalidad migratoria. Fue entonces cuando el espacio mental comenzó a reorganizarse. Hacer lo que se quería con absoluta libertad, recibiendo una remuneración que permitía una vida digna. Tras una serie de empleos poco gratificantes, una especialista en filosofía política señala que su ingreso a la UNAM, el hecho de “enseñar, escribir, empezar a investigar, me sirvió mucho para armarme, para armarme identitariamente en México. Eso para mí fue México”. Las huellas de la identidad en aquellos que finalmente optaron por permanecer en el país se racionalizan por y desde las definiciones profesionales. “Para mí el trabajo es un referente muy fuerte, acá escribo, acá pienso, […] tengo que confesarlo, me gusta mi trabajo, 34. Entrevista a Enrique Zylberberg realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 11 de noviembre de 1997, APELM-UNAM, PEL/1/A-2, p. 65. 35. Carta de Miguel Ángel Piccato al Dr. Reatti, Ciudad de México, 3 de diciembre de 1977, en http:// sites.google.com/site/ppiccato2/MAP/introduccion

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cuento con una enorme libertad y un enorme apoyo, me gusta lo que hago, me gusta el país”.36 Ser un exiliado es aprender a ser minoría (García Canclini, 1999, p. 216), y ser diferente entre diferentes obliga a un ejercicio de confrontación de culturas. Penetrar otras formas de vivir, y hacerlo en circunstancias de exilio permitió la gestación de un extraño hibrido denominado argemex. A comienzos de la década del noventa, reflexionando sobre su propia experiencia, la escritora Tununa Mercado (1992) dio forma a ese ambiguo sentido de pertenencia instalado en buena parte de los que regresaban: A mí me hace mucha gracia ahora ver cómo hacemos nuestros templos, verdaderos altarcitos de muertos mexicanos, con ofrendas, ollas sin mole, ficción de la harina de nixtamal y de los chiles; y comienza a resultarme patética la conversación obligada acerca de dónde se puede conseguir chile y dónde tomatillos, y todo el mundo dice que cilantro sí hay cuando todos, todos lo sabemos, que a los argentinos el cilantro les producía nausea y las tortillas de harina los llenaba de frustración, porque siempre esperaban la de trigo, cuando se sabe que apenas unos pocos comieron frijoles; y también me produce compasión ver a nuestros compatriotas llamados argenmex pedir a cualquier viajero que les traiga chile chipotle, que vaya a saber por cuáles razones gustemáticas es el único que admitieron en sus carnes; me da mucha pena advertir que su relación con el chile cobra una magnitud que no tenía in situ […] y me da mucho aburrimiento oír y oírme hablar, en largas conversaciones anodinas, de hábitos alimentarios mexicanos con gente que, sospecho, no comió más que milanesas con papas fritas, […] y más cansancio me produce comprobar que con nada podremos paliar las nostalgias así como tampoco pudimos paliar las nostalgias con dulce de leche y otras fatuidades de desterrados (p. 29-30). Con los años esa desbordada sociabilidad mexicana se ha diluido. Las memorias sedimentaron y México dejo ser una referencia cotidiana para convertirse en permanente inquietud. Ser argenmex “es una marca en nuestra piel, escribieron Jorge Bernetti y Mempo Giardinelli (2003), es una demostración que el paso por México tuvo un significado profundo” (p. 159).37 A diferencia de la generación de los mayores, hay otra que, como afirma Nora Rabotnikof (2007), quizá sea la generación de los verdaderos argenmex. Se trata de los niños que llegaron con sus padres o que nacieron en México, los “que fueron construyendo la memoria de esa tierra en la que no vivieron 36. Entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 19 de agosto de 1997, APELMUNAM, PEL/1/A-7, pp. 26, 46 y 52. 37. Bernetti y Giardinelli, 2003. p. 159.

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o en la que vivieron muy poco tiempo y en la que se desplegó la historia de sus padres. Los que vivieron el exilio de rebote y a México de primera mano” (p. 56).38 Son hombres y mujeres que hoy tienen más edad de la que tenían sus padres cuando salieron al exilio. Algunos regresaron con sus familiares, otros permanecieron en México, no han sido pocos los que después de vivir en Argentina han vuelto a México o se han desplazado a otras naciones. Se trata de los hijos de argentinos que crecieron compartiendo el drama de tener algún familiar asesinado, “desaparecido” o preso por la dictadura, pero también se trató de quienes se fueron convirtiendo en mexicanos por sus escuelas, sus amigos y una vida desenvuelta en este país. Micaela Gramajo nació en Buenos Aires dos días antes del Golpe de Estado, con cinco meses de edad llegó a México y aquí se ha convertido en actriz y directora teatral: “yo no me considero argentina cien por ciento, ni mexicana cien por ciento, yo siento que tengo cosas de ambos países. Yo soy así, tengo dos países y ni modo.”39 Mientras en Buenos Aires, un hijo de exiliados interrogado por un periodista mexicano acerca de sus vivencias durante el destierro de sus padres, respondió: “Mi identidad argenmex la explico de la siguiente manera: a la Villa Olímpica es donde quiero que vayan mis cenizas cuando muera. Así de simple y claro.”40 Entre los exiliados que decidieron permanecer en México o que después de regresar a Argentina optaron retornar, han sido los jóvenes los principales responsables de alimentar la identidad argenmex. Los hijos de los exiliados han expandido y recreado esta identidad, a la que se han sumado otros jóvenes producto de nuevas migraciones que desde los primeros años de este siglo engrosan la comunidad argentina en México. Argenmex se ha convertido en un apelativo con una variedad de sentidos, pero en su origen fue un término gestado durante los años del exilio, y esa voz condensa la nostalgia y la tristeza por la pérdida de un pasado irrecuperable, y también la sorpresa y la perplejidad de incorporar como propio un mundo de experiencias y oportunidades que México puso a disposición de millares de argentinos perseguidos por la barbarie militar. Bibliografía Acha, Omar (1997). La nación futura, Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX. Buenos Aires: EUDEBA. Actis, Walter y Fernando O. Esteban (2007). “Argentinos hacia España, sudacas en tierras gallegas. El estado de la cuestión”, en Susana Novick 38. Rabotnikof, 2007, p. 56. 39. Entrevista a Micaela Gramajo realizada por Diana Urow, Ciudad de México, 19 de enero de 1998, Archivo de la Palabra del Exilio Latinoamericano en México, UNAM, PEL/1/A-41, pp. 13 y 14. 40. Reforma, México, 30 de julio de 2007.

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II

La represión concertada entre las dictaduras

Los camaradas

La colaboración del PCA con el exilio del comunismo chileno Natalia Casola Universidad de Buenos Aires CONICET El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que derrocó al gobierno de la Unidad Popular en Chile, tuvo un inmediato y profundo impacto en Argentina. Manifestaciones públicas de repudio y acciones de solidaridad se sucedieron en todo el país, congregando a buena parte del espectro político. Dirigentes, personalidades del ámbito de la cultura y la intelectualidad manifestaban su rechazo a Pinochet y su honda preocupación por lo que percibían como un nuevo avance del autoritarismo en América Latina. En Buenos Aires, durante la noche misma del 11 de septiembre, cientos de personas se congregaron en la puerta de la Embajada chilena para expresar su solidaridad con el pueblo hermano. Acciones como ésta se desarrollaron a lo largo de todo el último trimestre de 1973. Junto con ellas fue conformándose una red de organizaciones sociales de asistencia a los exiliados que diariamente atravesaban la cordillera. A pesar del contundente rechazo a la dictadura de Pinochet, la situación de los exiliados chilenos en Argentina distaba mucho de ser cómoda, porque, como varios autores han señalado ya, la política del peronismo hacia los chilenos fue inicialmente ambigua y combinó acciones de integración con otras de hostigamiento y expulsión —septiembre 1973-agosto 1974— para luego decantar en políticas abiertamente hostiles —desde agosto de 1974 en adelante—, (Azconegui, 2014, 2016; Peñaloza y Casola, 2016). La acogida de cientos de refugiados en la Embajada Argentina en Santiago de Chile, sumado a los miles de exiliados que “espontáneamente” cruzaban la frontera buscando escapar de la represión pinochetista, representó un serio problema para el gobierno peronista (Bufano y Teixidó, 2015; Lastra y Peñaloza, 2015;

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Abattista, 2014). La supuesta “afinidad política” con la Unidad Popular se puso a prueba y con el tiempo fue quedando en claro que Perón tenía planes de apaciguamiento político para la Argentina más parecidos a los del dictador que a los del Presidente depuesto.1 Si bien el interés acerca de la experiencia de los chilenos exiliados en nuestro país ha crecido en los últimos años y existen varias investigaciones en curso que lo abordan, de conjunto, el conocimiento que tenemos sigue siendo parcial y fragmentario (Paredes, 2013; Gatica, 2012; Jensen, 2011; Perret, 2015; Azconegui, 2014, 2016). Exilio masivo y extendido en el tiempo constituye un objeto de estudio de características poliédricas que, como tal, debe ser abordado en su complejidad. A pesar de los valiosos avances que se han realizado en este campo, aún faltan trabajos que aborden los distintos mecanismos de asistencia, control, regulación y persecución estatal, así como estudios que profundicen acerca del papel jugado por los partidos políticos y organizaciones sociales con los exiliados. Especialmente faltan trabajos que desarrollen el impacto del golpe en la izquierda marxista, considerando que desde el mismo día del golpe comenzaron a elaborar sus propios balances en torno de las causas de la derrota de la Unidad Popular. La necesidad de encontrar las razones que precipitaron el golpe militar resultaba de extrema importancia para la izquierda, en cuanto el escenario chileno mostraba un posible desenlace para la Argentina que, con sus propias características y peronismo mediante, también se debatía entre la “revolución” y la “contrarrevolución”, o al menos así lo percibían los principales actores de aquellos años. Menos aun se ha indagado sobre los años 80, a pesar de que durante esa década Argentina volvió a recibir nutridos contingentes de chilenos en virtud de las transformaciones políticas en ambos países. La “transición a la democracia” en un caso y la crisis económica en el otro, sumado a la dinamización de las entradas y salidas de exiliados en el marco de las luchas contra el régimen militar, convirtieron a la Argentina en una especie de “sala de espera” y/o “base de operaciones” hasta poder volver a ingresar a la tierra prohibida. La agenda de trabajos pendientes, como puede verse, es muy amplia e incluye elementos variados, muchos de los cuales se explican atendiendo 1. El diseño de una política para los refugiados en la Embajada (chilenos, argentinos y latinoamericanos) no resultaba sencillo, toda vez que Perón quería evitar que Argentina fuera considerada una especie de Cuba del Cono Sur, un país amigo de los “parias” izquierdistas, sin querer, o sin poder aún, romper lanzas con esos sectores entre los que tantos votos había cosechado. Así, la política consistió en el recibimiento de los refugiados por tandas, con la condición de que permanecieran transitoriamente en Capital Federal y provincia de Buenos Aires, para luego reubicarse en regiones del interior destinadas especialmente, en coincidencia con la política de población y migración que se buscaba fomentar, o bien en la elección de un tercer país como destino. Durante todos los meses que llevó concretar el plan (los últimos de 1973 y primeros de 1974) los refugiados fueron sometidos a un intenso examen y, en más de una ocasión, fueron tratados como delincuentes y no como víctimas de una dictadura. A partir de agosto de 1974 la posibilidad de reasentamiento interno quedó cancelada y comenzó un periodo en el que se multiplicaron los pedidos de salida hacia un tercer país.

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al escenario local, y otros a partir de las mutuas implicaciones propias de la escala transnacional. En esta investigación nos centraremos en la acción del Partido Comunista argentino (PCA) con relación a Chile, y en especial su política para atender las necesidades logísticas del comunismo hermano. La mayoría de los estudios sobre los PP.CC. latinoamericanos adolecen de considerar las articulaciones propiamente regionales que existían entre ellos. Sin embargo, para el caso que nos ocupa, demostraremos que buena parte de la política desenvuelta por el Partido Comunista chileno (PCCh) se apoyó en la estructura militante del partido argentino. El exilio del comunismo chileno no tuvo a la Argentina como lugar de residencia, en buena medida porque así había sido discutido oficialmente, considerando el clima de hostilidad política y coordinación represiva que se instaló con anterioridad al golpe militar de 1976. Sin embargo, Argentina, y más precisamente Buenos Aires y Mendoza, constituyeron una escala frecuente y necesaria para la entrada y salida de personas, dinero, documentación y armas. Esa cualidad se mantuvo con distinta intensidad desde el inicio hasta el final de la dictadura de Pinochet, razón por la cual considerar las articulaciones entre ambas organizaciones contribuye a iluminar aspectos de la historia del exilio del PCCh poco considerados hasta el momento. Además, amén los lazos fraternales que unían a ambos partidos en su común pertenencia al Movimiento Comunista Internacional, la situación de Chile era especialmente valorada por los argentinos, y tanto la “tradicional” línea del PCCh de 1973, como la “renovadora” de los años 1980, sirvieron al PCA como modelo y justificación de su propia política. Sin embargo, con relación a la situación de cada partido bajo la dictadura militar de su país, no pudieron seguir caminos más opuestos, o al menos así parece si se mira la cuestión superficialmente. En realidad, pensamos que los caminos divergentes se explican más por las características de cada régimen dictatorial y el lugar del comunismo en los planes del enemigo, que por diferencias profundas en las maneras de interpretar el mundo. No obstante, lo cierto es que mientras el PCCh fue uno de los enemigos principales de Pinochet y debió enfrentar una arremetida represiva profunda que lo obligó a exiliarse, reestructurarse y reinventarse (Álvarez, 2003), el PCA gozó de ciertas prerrogativas que, si no lo blindaron contra la represión, les permitió conservar todo su aparato y dirección partidaria intacta (Casola, 2015). Por eso, el colectivo de exiliados comunistas argentinos fue minoritario y su incidencia se limitó a repetir en el extranjero la línea oficial, cuya moderación los dejaba relativamente aislados respecto de otros grupos de connacionales en el mundo.2 Con todo, y a pesar de estas notables diferencias, ambos partidos dieron 2. Para el PCA el golpe militar del 24 de marzo de 1976 no había cancelado la posibilidad de luchar por un gobierno de “coalición cívico-militar”, en la medida que la Junta Militar quedaba presidida

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inicio a un proceso de deliberación interna que ocupó buena parte de los años 80 y concluyó en un cuestionamiento a la histórica política moldeada por los presupuestos de la “revolución democrática” y la “coexistencia pacífica”, y la asunción de otra, marcada por la radicalidad de los métodos en el marco de la experiencia triunfante de la revolución en Nicaragua. Asimismo, en ambas organizaciones, mientras duró el proceso de deliberación, se registraron niveles de democratización inéditos que, otra paradoja, quebraron las otrora estructuras monolíticas dando lugar a una serie de fraccionamientos de los cuales no se recuperarían. En rigor, el inicio de los debates comenzó en el partido chileno y luego en el argentino, dato no menor para la historia del comunismo regional, si tomamos en cuenta que la influencia del primero sobre el segundo fue nada desdeñable. Analizar estas implicaciones políticas excede ampliamente los modestos objetivos de este trabajo. No obstante, advertir sobre las potencialidades analíticas de las comparaciones de sus trayectorias se vincula a la poca atención que los estudios sobre el comunismo han otorgado a la dimensión regional, a pesar de que la inscripción internacional fue un rasgo fundacional y permanente en la historia de sus partidos. Estos vínculos se materializaron en formas de cooperación que no se explican solo por el imperativo moral propio de cualquier misión “solidaria”, sino por la común pertenencia a un espacio político que los abarcaba. Finamente, hemos dicho que faltan trabajos que encaren seriamente los debates que el golpe en Chile suscitó en la izquierda argentina. Porque los mismos dilemas que desgarraban a la izquierda chilena y los llevaba a culparse mutuamente por haber granjeado el camino a la derecha –mucho antes que revisar su propia responsabilidad política, cuestión que vendría después–, también fueron sostenidos por la izquierda argentina. Unos y otros veían la necesidad de sacar conclusiones sobre Chile para corregir el rumbo en Argentina, aunque la “corrección” suponía invariablemente la confirmación de su propia estrategia, sus tácticas y línea política. Insuficiencia armada, debilidad del partido revolucionario, “reformismo” o “ultraísmo”, lo cierto es que, en todos los casos, cada una de las fuerzas creía hallar en la situación del país hermano el vacío que ellas mimas se proponían llenar en Argentina. En este trabajo tampoco pretendemos llenar este vacío, pero sí pensamos que es necesario tomar en cuenta su existencia, porque las posiciones del PCA adquieren sentido puestas en el contexto de estas batallas por explicar la derrota. En forma resumida, puede decirse que el Partido Comunista argentino reproducía los balances de su organización hermana en Chile y, en esencia, responsabilizaba a la “ultraizquierda” por, como se dice popularmente, tirar de la cuerda más de lo que la cuerda daba. Más allá de que los análisis del por un ala “moderada” de los uniformados encabezada por Videla. Para ampliar las características, fundamentos y evolución de esta línea véase Casola (2015).

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comunismo argentino carecían de originalidad y se limitaban a repetir lo que llegaba desde Chile, lo cierto es que tales posiciones fueron muy funcionales a la explicación de su línea para la Argentina. De acuerdo con el PCA las acciones de la “ultraizquierda” contra un gobierno democráticamente elegido solo podían beneficiar a la derecha o, para asumir el lenguaje del momento, al “pinochetismo” y, por tanto, resultaba perentorio defender al gobierno peronista de los ataques de la guerrilla. Y cuando el propio PCA no pudo ignorar más el giro del gobierno peronista hacia la derecha ni sus ataques contra sus propias filas, modificó parcialmente la línea para proponer la “convergencia cívico militar”, pero sin dejar de advertir sobre los efectos catastróficos de una política de “ultraizquierda”. Las definiciones sobre el rol del imperialismo estadounidense, el balance sobre el trabajo del partido con los uniformados democráticos, la política de alianzas amplias con los partidos tradicionales en nombre de la defensa de la democracia y las consecuencias de las presiones de la “ultraizquierda”, son los cuatro elementos que conforman la explicación sobre la derrota de la UP (Casola, 2015). Durante los años 80, Chile volvía a ser central para el balance de los comunistas argentinos, especialmente por el papel dado a la acción armada en caso de golpe de Estado: “ […] librar las batallas democráticas necesarias y si el enemigo se resistía entonces quedaban habilitadas otras formas de lucha.”3 Aunque tampoco se trataba de una premisa original, durante años había constituido una formulación sin aplicación práctica. Los grupos entrenados militarmente nunca habían entrado realmente en combate. De manera que su revalidación era novedosa y se vinculaba tanto al balance sobre la actuación del partido en el pasado reciente, como a la enorme influencia que ejercía el contexto continental moldeado por las experiencias de Nicaragua, El Salvador y, claro está, Chile.4 Sin embargo, y más allá de la espectacularidad verbal y estética del PCA y su juventud, la Federación Juvenil Comunista (FJC) de los años 80, las inconsistencias teóricas y el ambiguo papel dado a la violencia, fueron ele3. Entrevista a Patricio Echegaray, Buenos Aires, mayo de 2010. 4. En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llegó al poder en 1979, encabezando una insurrección popular que derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza. En El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se convirtió en una fuerza beligerante, con capacidad de poner en jaque al régimen dictatorial. Dichos sucesos repercutieron con fuerza al interior de los partidos de izquierda en América Latina. En el caso de caso Chile, la situación de Nicaragua fue un factor influyente pero secundario en la implementación de la llamada “Política de Rebelión Popular” (PRP) del comunismo en Chile, que daría lugar a la posterior creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Mucho más importante es el proceso de evolución interna que hace el partido dentro y fuera de Chile, que lleva a varios sectores a convencerse acerca de la necesidad de radicalizar al partido y comenzar un periodo de ofensiva militar contra Pinochet. Dicho debate fue verdaderamente intenso y dividió al partido en, por lo menos, tres tendencias (la Dirección Exterior, el Equipo de Dirección Interior y los “oficiales cubanos”) de acuerdo al grado de convencimiento sobre la implementación o no de la línea armada. Como demuestra Rolando Álvarez (2014, pp. 193-253) demuestra tales debates no fueron saldados y se transformaron en la base de la crisis y sucesivas rupturas partidarias a lo largo de toda la década de 1980.

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mentos de disenso durante y con posterioridad al XVI Congreso de 1986, el intento más serio de institucionalizar los cambios. Los militantes más antiguos, sobre todo el grupo de los “viejos” que resultaron expulsados del partido, entendían que las renovadas simpatías hacia la lucha armada podían culminar en un ingreso en el “guerrillerismo”. Para un sector de la juventud, en cambio, el desencanto sobrevino al descubrir la poca disposición de la nueva dirección para llevar a la práctica esa nueva combatividad. En cambio, los préstamos teóricos del PCA hacia el PCCh no parecen haber sido importantes. Por el contrario, entre algunos militantes del comunismo chileno en el exilio, cuya convivencia con los argentinos era habitual, existían dificultades para comprender la política del partido hermano ante la dictadura de Videla.5 Con todo, las debilidades teóricas del comunismo argentino contrastaban con su enérgica militancia en función de las necesidades políticas del partido chileno y, para ser rigurosos, con las de todo el colectivo de refugiados. Porque en el terreno de la solidaridad con Chile no hubo partido que sostuviera acciones más sistemáticas y prolongadas en el tiempo que el PCA. El comunismo nativo estaba mejor preparado que otras organizaciones de la izquierda argentina para viabilizar la colaboración y sostenerla en el tiempo. Tenían una larga trayectoria política en la defensa de los derechos humanos, especialmente a través de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH), que despertaba la envidia de otros partidos. Asimismo contaban con sendos contactos internacionales en virtud de su pertenencia al Movimiento Comunista Internacional. Además, a diferencia de lo que ocurrió posteriormente con el resto de la izquierda, debe considerarse que la situación del PCA durante la dictadura no fue acuciante y que, desde el momento que permaneció en la legalidad, el partido contó con los resortes necesarios para soportar los embates represivos y conservar su estructura medianamente a salvo. Por eso, antes, durante y después de la dictadura militar argentina, el PCA fue una de las organizaciones políticas (excluyendo del análisis a las iglesias y organizaciones sociales) más solidarias, sino la más, con las que contó el exilio chileno en Argentina. Un aparato para la retaguardia Cuando el 5 de octubre de 1973 se constituyó el movimiento llamado “Coordinación de Movimientos de Ayuda a Chile” (COMACHI), el PCA se encontraba entre las principales organizaciones impulsoras. En la reunión constitutiva se acordó impulsar diversas formas de solidaridad e intentar coordinarlas. Se formaron comisiones del COMACHI en Mendoza, San Juan, Córdoba, Santa Fé, Chaco, Corrientes, Rio Negro, Neuquén, Entre 5. Entrevista con María Eugenia Horvitz, Buenos Aires, octubre de 2015.

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Rios, La Pampa y Tucumán. Una de las primeras acciones fue la visita por parte de la Junta Promotora al Hotel Internacional de Ezeiza, para constatar la situación de los asilados. Asimismo declararon el 25 y 26 de octubre “jornadas nacionales de solidaridad con Chile”, en las que cada organización participante podía impulsar su propia actividad.6 El COMACHI consiguió transformarse en un elemento de cooperación efectiva con los refugiados chilenos, en virtud de lo cual sus miembros fueron especialmente seguidos por los servicios de inteligencia (Peñaloza y Casola, 2016). Lo cierto es que COMACHI consiguió presionar al gobierno peronista para que agilice el traslado de las personas alojadas en la embajada argentina en Santiago de Chile y ratifique la política de asilo. Para el seguimiento del COMACHI, el PCA encargó a Ernesto Giudice, María Vaner, Jorge Kreynes, Armando Tejada Gómez, entre otros destacados militantes7. En la misma dirección, ni bien se conoció la noticia acerca de la detención de Luis Corvalán, el partido llamó a movilizarse para obtener su liberación. El 4 de octubre, una delegación de la LADH se presentó ante el Ministerio de Relaciones Exteriores para solicitar su intervención en favor del líder comunista y de los cientos detenidos políticos. Ese mismo día una delegación del Comité Central del PCA había formulado idéntica solicitud al ministro del Interior Benito Llambí, en una entrevista que mantuvo con él. En ella le pedían que intervenga por la vida de Corvalán: “en consonancia con la política popular que proclamaba seguir del gobierno.”8 Acciones de este tipo se multiplicaban día a día en todas las regionales del país y frentes de organización partidaria. En las fábricas, en las universidades, en los colegios secundarios, los militantes comunistas eran los primeros en proponer la formación de comisiones solidarias y, por esa vía, difundir lo que estaba pasando en Chile. Muchas de estas actividades podemos conocerlas a través de la documentación de los servicios de inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que comenzó a realizar un seguimiento estricto sobre las acciones políticas de los refugiados chilenos y sobre las de la izquierda nativa. Solamente en Buenos Aires, la DIPBA registró decenas de actividades vinculadas a Chile, recopiladas en cinco Legajos muy voluminosos que, contabilizados juntos, sobrepasan las mil fojas. En ellas es posible rastrear la participación amplia de la izquierda argentina y sus posiciones, y también detectar aquellas para las cuales, como el PCA, la cuestión de Chile constituía una prioridad. Otro frente de militancia comunista vinculado a Chile fue sostenido por la sección argentina de la agencia de noticias soviéticas TASS, por entonces dirigida por el periodista Isidoro Gilbert. La experiencia de TASS en nues6. Nuestra Palabra, 17 de octubre de 1973 7. Nuestra Palabra, 17 de octubre de 1973 8. Nuestra Palabra, 10 de octubre de 1973

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tro país tuvo características que la distingue de otras secciones en América Latina, sobre todo porque su principal corresponsal no era soviético y, por tanto, si bien respondía a la línea y requerimientos burocráticos de la potencia socialista, tenía un conocimiento de la situación política local mayor al que podía tener un extranjero. Pero, además, hacia 1973, Buenos Aires era el único lugar donde TASS funcionaba, razón que la transformó en un punto de centralización y distribución de la información para todo el comunismo conosureño. En los demás países no permitían tener un corresponsal de TASS, había dictaduras, bueno, acá también, pero yo ya venía trabajando y, además, eran decisiones políticas de Estado. En Chile, durante el gobierno de la Unidad Popular, TASS tenía toda una oficina, pero los echaron y apresaron. Lo mismo en Brasil, en Rio de Janeiro. Así que llegó un momento determinado que en los únicos lugares que había sobrevivido era acá, en Caracas, en Lima, Costa Rica y México.”9 Esta situación no se modificó con el golpe de Estado de 1976, y TASS continuó funcionando con relativa normalidad. En buena medida esta situación se explica porque, a diferencia de lo que había ocurrido durante otros periodos dictatoriales, la Junta Militar presidida por Videla no cortó relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Por el contrario, los vínculos políticos y económicos entre ambos países fueron inusualmente fraternales. De igual modo, en la medida que el PCA permaneció legal, pudo sostener gran parte de su estructura militante funcionando y sortear mejor los embates represivos.10 Aunque TASS no era el PCA, llevaba toda la impronta del partido argentino porque de allí reclutaba a sus funcionarios, los cuales, a su vez, nunca dejaron de rendir cuentas ante el Comité Central local. […] a ver, nosotros habíamos discutido así: antes del golpe estábamos armados y habíamos dicho, si viene la triple A nos baleamos. Alberto Nadra era el que manejaba el arma, él la limpiaba, después del 24 de marzo pensamos, si vienen estamos jodidos, no nos vamos a balear con el Ejército. Ahora, no tuvimos nunca un allanamiento. No nos pidieron nunca nada ni nos dijeron esto se puede o no se puede hacer. Eso sí, cuando había 9. Entrevista con Isidoro Gilbert, Buenos Aires, octubre de 2015. 10. Por el Decreto Nº 6, la Junta Militar suspendió la actividad política y los partidos políticos en jurisdicción nacional, provincial y municipal por el plazo que tomara la “recuperación del Estado”; y por el Decreto Ley del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) 21.323, toda actividad política quedaba suspendida bajo amenaza de represión, razón por la cual, el conjunto del sistema político argentino fue inhabilitado. Sin embargo, en junio de 1976 se dictó la Ley 21.322, cuyo alcance era más específico y disolvía, y/o declaraban ilegales, numerosas organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles peronistas y marxistas; en esa ocasión, el PC, la Federación Juvenil Comunista (FJC) y varias organizaciones de masas asociadas al comunismo, no estuvieron incluidas.

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información muy sensible, por ejemplo, si había que mandar ANCLA, la mandábamos en un sobre e iba por vía diplomática. Porque estaba la Policía y controlaba Entel, sabían todo.”11 El papel de TASS en Buenos Aires fue especialmente importante para el comunismo chileno. La Unión Soviética se jugaba en Chile buena parte de su influencia en la región, y por eso estaban dispuestos a colaborar y financiar las necesidades del partido trasandino. En esencia, la política soviética hacia los países de América Latina buscaba contrarrestar la histórica influencia de Estados Unidos en el continente y apuntalar su propia presencia. Dentro de este esquema, el Perú de Velazco Alvarado y el Chile de la Unidad Popular cobraron una gran importancia, tanto por su contenido antiimperialista, como por su delimitación respecto de los movimientos revolucionarios de inspiración guevarista.12 El PCCh y su principal dirigente, Luis Corvalán, estaban entre los favoritos del PCUS. Por eso aceptaron albergar a parte del Comité Central en Moscú y aportar financieramente a las necesidades de la resistencia, además de movilizar al conjunto del Movimiento Comunista Internacional en favor de la solidaridad. Entre todas estas acciones destaca la puesta en funcionamiento en 1974 del programa radial “Escucha Chile”, que se transmitía para toda América Latina por Radio Moscú. […] a las pocas semanas [del golpe] llegó José Maldasky a quién yo conocí porque era parte del plantel de El Siglo, y yo era corresponsal de El Siglo, el diario del Partido Comunista. Así que, bueno, me encontré con un profesional y no con un aparato y él era el que mantenía los contactos con el interior de Chile. […] Entonces ya Chile pasó a ser casi tan importante como la información de Argentina. Para lograr que se pudiera cubrir a cualquier hora, usábamos todo lo que teníamos a mano, porque para el año ´73 todo era muy artesanal. 11. Entrevista con Isidoro Gilbert, Buenos Aires, octubre de 2015. 12. El agente Leonov de la KGB, narra: “Chile y América Latina sí representaban para la Unión Soviética un factor político de enorme importancia. Como existía la idea de que el rebaño latinoamericano era una máquina de votación en la ONU a favor de Estados Unidos, de que los países latinoamericanos estaban bajo la esfera de influencia de Estados Unidos, de su capital, entonces para la Unión Soviética era políticamente muy importante debilitar al máximo el dominio que ejercía Estados Unidos en esta región. De ahí que todos los esfuerzos políticos del gobierno soviético y, por ende, de la Inteligencia de nuestro país, estaban dirigidos a ocasionar el mayor daño posible al dominio norteamericano en este territorio. Por eso apoyamos políticamente, a veces con el envío de armamentos o con otra ayuda, a todos los que estaban en contra del dominio de Estados Unidos, a cualquier gobierno, a cualquier movimiento de liberación nacional, a cualquier grupo revolucionario. Sin embargo, con pocas excepciones, la extrema izquierda no gozaba de gran popularidad en el Kremlin de entonces. Se la temía y, por eso, siempre se la relegaba. Pero las fuerzas patrióticas razonables en Latinoamericana, de centroizquierda, siempre encontraron un fuerte apoyo de parte de la URSS. Personalmente participé en muchas operaciones de este tipo. Trabajé con muchos líderes latinoamericanos, procurando al menos alentarlos, ayudarlos en lo que fuera posible en su posición antinorteamericana.” (Leonov, 1999, p.7)

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[…] Entonces, cuando vino el golpe del ‘76 yo llegué a la conclusión de que, sabiendo que había contradicciones menores, pero contradicciones al fin, entre los militares argentinos y chilenos, teníamos suficiente espacio para trabajar sobre Chile sin que pasara nada, sin que la presión de Pinochet, que sabían que de acá salía información, porque éramos nosotros los que surtíamos gran parte, no toda, pero gran parte de la información. […] Como en el año 1977 conseguimos —después de diez años de gestiones burocráticas— que me pusieran el teletipo. Entonces ya teníamos la posibilidad de mandar cantidad de información, de todo tipo… Y a Chile le dimos mucha bola, porque de argentina nosotros mandábamos, pero sabíamos que se publicaba poco. Salvo en casos especiales, si secuestraban a alguien del Partido Comunista, pero mataron a Rodolfo Walsh y no apareció. […] La información de Argentina se filtraba mucho e iba a boletines que circulaba por la elite del Movimiento Comunista. De Argentina se hacía un programa en Radio Moscú, pero lo principal era “Escucha Chile”, porque se habilitaba más y que en Chile se escuchaba muchísimo, no digo furor pero era muy conocido, y con el tiempo, nosotros manteníamos la cosa con el interior, después venían viajeros que traían sobres con materiales con informes locales, con cosas de lo que pasaba en la comuna tal, otras cosas.13 Como puede verse, si la acción de la TASS no movía un centímetro el amperímetro para medir la situación de los exiliados argentinos, que en todo mundo peleaban por captar la atención de lo que ocurría en el país, en cambio, fue verdaderamente útil para la difusión de la grave situación de los chilenos bajo el imperio de Pinochet. La relación de la URSS con Argentina y Chile era opuesta y, en virtud de esos vínculos, TASS consiguió sostener un nivel de trabajo impensable bajo otras condiciones. De este modo, resulta interesante registrar las múltiples paradojas de esta historia y considerar que el exilio chileno pudo beneficiarse del trato preferencial que la URSS recibió de la dictadura argentina. De igual modo, reparar en las diferentes apuestas políticas de la Junta Militar presidida por Videla toda vez que, la tolerancia hacia el comunismo convivió con acciones de coordinación represiva que afectaron a militantes de ambos lados de la cordillera. Como se sabe, la cooperación entre Chile y Argentina fue intensa y alcanzó un mayor nivel de profundidad a partir de abril de 1974, con la formación de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), un organismo represivo que, a partir de su Departamento Exterior, buscaba neutralizar las acciones 13. Entrevista con Isidoro Gilbert, Buenos Aires, octubre de 2015.

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contra el gobierno llevadas a cabo fuera del país. Esto suponía desarrollar tareas de inteligencia y de eliminación del llamado “enemigo chileno”, Para ello contó con un enlace en Buenos Aires, Arancibia Clavel, en coordinación con el Servicio de Informaciones del Ejército argentino (SIE) —más conocido como Batallón 601— que centralizaba la inteligencia e integraba a representantes de todos las agencias de espionaje14. Esta colaboración les permitió a ambas dictaduras fraguar documentación para “blanquear” desapariciones, trasladar clandestinamente detenidos desde Argentina a Chile y realizar sus propios operativos extraterritoriales en el marco de lo que habitualmente se conoce como Operativo Cóndor (Slatman, 2008; Mc Sherry, 2005). En ese contexto, el PCA puso a disposición del PCCh sus propios recursos para la organización de la resistencia en el exilio: dinero, cuentas bancarias y una red de casas de seguridad y puestos de trabajo que eventualmente podían ser utilizados para el traslado, alojamiento o resguardo de los camaradas. Aunque en muchos casos estas acciones fueron exitosas, fue en el marco de esa actividad que secuestraron en Buenos Aires a once militantes del PCA.15 En mayo de 1977, un equipo especial del PCCh concluía los preparativos de una operación de traslado de dinero para financiar la actividad en Chile. El cometido formaba parte de los esfuerzos por recuperar los contactos entre la Dirección Exterior e Interior del partido, los cuales habían quedado prácticamente interrumpidos desde mayo de 1976, cuando gran parte de la dirección interna fue desaparecida.16 El principal enlace para llevar adelante la operación era el ciudadano suizo-chileno Alexei Jaccard, exiliado en Ginebra desde 1974. Jaccard, ingresó en Argentina el 15 de mayo de 1977 y fue secuestrado al día siguiente en el Hotel Bristol. El 17 debía viajar a Chile con el dinero17. Con su desaparición se desencadenó una serie de se14. El origen de la DINA se remonta a abril de 1974. Véase entre otros, Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación Febrero de 1991. Santiago, Chile, Dos Tomos, 1991, p. 889. Mario Amorós, (2009). 15. También hubo cinco militantes del Partido Comunista Uruguayo (PCU) desaparecidos en Argentina, en virtud de la coordinación represiva entre las distintas dictaduras militares de la región. Sin embargo, la solidaridad del PCA con los comunistas del otro margen del Plata fue menor comparada con los recursos puestos a disposición del PCCh. Con excepción de un corresponsal en el periódico Nuestra Palabra, la totalidad de las actividades desarrolladas por el PCU en Argentina fueron financiadas y desenvueltas con recursos propios. Véase, Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos. Tomo 1. Partido Comunista. On line: http://www.presidencia.gub.uy 16. El primer golpe al partido se produjo en mayo de 1976, con la caída del equipo de dirección presidido por Víctor Díaz. En el segundo semestre, las caídas de dirigentes clandestinos se volvieron periódicas, lo que dejó al partido del interior desarticulado con el exterior. A partir de agosto, con mucha dificultad consiguen reorganizarse. Sin embargo, en diciembre de 1976, caen 13 miembros de la dirección que pasan a engrosar la lista de desaparecidos. Gracias a la compartimentación de los equipos el golpe no fue mortal y dirigentes intermedios debieron ascender rápidamente en la escala partidaria y asumir las responsabilidades (Álvarez, 2014, pp. 110-112). 17. En realidad, la situación de Alexei Jaccard fue investigada por la Comisión Rettig en el marco del caso del matrimonio de Jacobo y Matilde Stoulman, ambos secuestrados al bajar del avión que los traía desde Santiago de Chile a Buenos Aires, el día domingo 29 de mayo de 1977. A los 43 años, Jacobo Stoulman Bortnik era el principal socio de la empresa Cambios Andes, que había captado a los más

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cuestros a militantes comunistas argentinos y chilenos en ambos márgenes de la Cordillera. El mismo 16 de mayo fueron detenidos Ricardo Ignacio Ramírez Herrera, encargado de organización y finanzas del PCCh en Buenos Aires, designado por la dirección del partido en Moscú, y Héctor Heraldo Velásquez Mardones, también militante comunista chileno.18 Los Grupos de Tareas capturaron en un mismo día a los tres ciudadanos chilenos y a varios militantes argentinos. Según el informe Rettig, la DINA y los servicios de inteligencia argentinos fueron los responsables en los secuestros y en la puesta en escena de una estrategia de falsa información dirigida a encubrirse mutuamente frente a la presión que el gobierno helvético comenzó a ejercer. La desaparición de Jaccard provocó reacciones de la prensa de Suiza y en Ginebra se constituyó un “Comité Alexei Jaccard”. Entre los militantes argentinos secuestrados estaban Rodolfo Sánchez Cabot, que públicamente simulaba ser el empleador de Velásquez; Marcos y Mauricio Leder, que habían dado albergue a Ricardo Ramírez; Mario César Clar y su hijo Sergio Andrés Clar, quienes participaban de la operación en calidad de asesores empresarios; el chileno Oscar Hueravillo y su mujer argentina Mónica Alonso, embarazada de seis meses. Al parecer, Hueravillo no estaba involucrado en el operativo. Sin embargo, es posible que, en aquellos días de cacería, el solo hecho de ser chileno haya llamado la atención de las fuerzas represivas. También fueron secuestrados siete militantes argentinos vinculados a tareas de organización o con funciones dentro del aparato del partido. Cuatro de ellos continúan desaparecidos: Carmen Candelaria Román, Juan Cesáreo Arano Basterra, Ricardo Isidro Gómez y Luis Justo Agustín Cervera Novo. Todos fueron detenidos en la puerta del local central del partido de las avenidas Callao y Corrientes en la Capital Federal.19 Como solía suceder en estos casos, en todo el operativo que rodeó el secuestro de los ciudadanos chilenos, las fuerzas represivas chileno-argentinas falsificaron documentación. En el caso de Jaccard, montaron un supuesto viaje a Santiago de Chile desde Ezeiza con fecha 26 de mayo. En el vuelo 630 de Varig registraron su supuesta salida en un pasaporte que le adjudicaba como fecha de nacimiento el 30 de marzo de 1951 y nacionalidad argentina. La esposa no reconoció la escritura de su marido. El 1 de julio de 1977, el codiciados inversores, en particular los de la comunidad judía. También era dueño de una empresa de turismo llamada Top Tour. Aunque no tenía militancia política, su empresa se había convertido en el nexo para enviar el dinero del PCCh a Chile. “Él nunca supo el origen ni el destino que tendrían esos dineros”, relató el dirigente comunista Carlos Toro, quien estimó en un millón de dólares la suma que aquél recibió. El plan incluía el viaje del joven economista suizo-chileno Alexei Jaccard, residente en Suiza, a quien Ramírez Herrera instruiría en Buenos Aires. Para ampliar sobre el caso Stoulman véase: Lila Pastoriza, “Las dos manos del Cóndor”, Página/12, 23 de enero de 2000. 18. De acuerdo con Rolando Álvarez (2014, p. 129), Ramírez, era el encargado de preparar la “Operación Retorno” de los integrantes de la Comisión Política (CP) Chile. 19. Entre los liberados se encontraba el ex diputado comunista por la APR, Juan Carlos Cominguez. El 1 de diciembre de 1978, Jesús Mira y Comínguez participaron en una reunión en “El Molino” con Videla. Gente, 7 de diciembre de 1978.

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gobierno chileno informó que Jaccard había abandonado el país el 12 de junio de 1977 con el mismo documento argentino antes mencionado y que había partido del aeropuerto de Pudahuel con destino a Uruguay. Sin embargo, durante la supuesta permanencia de Jaccard en Chile, ni la embajada Suiza, ni su esposa tuvieron noticias de su paradero. En el caso de Ramírez, la Policía Internacional de Chile informó falsamente al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino sobre supuestos viajes realizados entre 1977 y 1983. Otro informe, recopilado por la Comisión Rettig, muestra que la víctima solo viajó desde Santiago a Alemania en marzo de 1976, fecha en que logró salir para exiliarse en Hungría.20 Es decir que las dictaduras de ambos márgenes de la Cordillera intentaban encubrir y legitimar sus crímenes. El fracaso del operativo de dinero tuvo enormes consecuencias para la resistencia del PCCh en el interior del país. Sin lugar a dudas, 1976 y 1977 fueron los años más oscuros de la historia partidaria en la clandestinidad. Al exterminio y exilio de sus principales cuadros siguió un periodo de fuerte escasez de dinero y una obligada reestructuración interna que descargó responsabilidades en militantes menos experimentados, pero que habían logrado sobrevivir a la ofensiva represiva. Entre julio de 1978 y el inicio de 1980 comenzó una fase de la lucha caracterizada por el regreso secreto de algunos cuadros y la presencia en Chile de Gladys Marín, que encabezó el Equipo de Dirección Interior (EDI). La Central Nacional de Informaciones (CNI), cuyas facultades eran similares a las de la otrora DINA, esta vez no fue capaz de llegar a la nueva dirección de los comunistas, lo que muestra que el partido había hecho un aprendizaje de lucha en la clandestinidad. Emergieron prácticas de organización que implicaron una fuerte disciplina y hábitos de militancia: la asunción de nombres de guerra, el mínimo contacto entre estructuras superiores y de base, la compartimentación de las actividades y de las tareas. También hubo modificaciones en las formas de vida cotidiana, a saber, la manera de vestirse, la prensa leída etc. Como afirma Rolando Álvarez Vallejos, con el pasaje a la clandestinidad, el partido se vio obligado a recrear sus vínculos con el mundo social. Una nueva realidad operó transformaciones profundas en la subjetividad del militante comunista, que se desplazó del ideal de sujeto constructor del socialismo 20. Como el caso Jaccard hubo otros operativos de coordinación entre Chile y Argentina que involucraron a militantes comunistas chilenos. Por ejemplo, entre el 29 de noviembre y el 20 de diciembre de 1976 fueron detenidas trece personas: once pertenecían al PCCh y las otras dos al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Según informó la dictadura de Pinochet, todos registraban salida de Chile a Argentina entre fines de diciembre de 1976 y los primeros días de enero de 1977. Posteriormente quedó establecida la falsedad de esta información y la colaboración del gobierno argentino en la confección de documentación utilizada para respaldar el supuesto viaje. Para ampliar, véase on line los siguientes documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos:http://www. foia.state.gov/documents/Argentina/0000A315.pdf; http://www.foia.state.gov/documents/Argentina/0000A321.pdf; http://www.foia.state.gov/documents/Argentina/0000A337.pdf. Además, puede consultarse el siguiente sitio: http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-C/cep-mar.htm

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al del combatiente revolucionario. Para Álvarez, esas transformaciones fueron las que crearon las condiciones necesarias (inexistentes antes del golpe) para la transición de la línea “frentepopulista” o “frente antifascista” hacia la insurreccional “Política Rebelión Popular de Masas” (PRPM), enunciada a comienzos de los años 80, que ponía a la violencia en el corazón del enfrentamiento a la dictadura. En aquellos años el PCA comportó una estructura de apoyo logística importante para el PCCh. A pesar de que la caída de 1977 fue muy dura para los argentinos, la cadena de secuestros se detuvo y muchos de los cuadros implicados en el Frente Internacional lograron sobrevivir. Entre ellos, nada más ni nada menos que Edith Glaif, también conocida como “Daniela”, que oficiaba de responsable de las relaciones internacionales del PCA con los países de América Latina. De temperamento dulce y estructura menuda, Edith encaraba todo tipo de tareas, muchas de las cuales comportaban dosis altas de peligrosidad. Desde 1973 era la encargada de recibir a los camaradas chilenos que llegaban a Buenos Aires, encontrarles alojamiento y gestionar los trámites para encontrarles un tercer país que los recibiera de manera permanente. La política del partido, al respecto, era que los exiliados comunistas partieran a otros destinos más seguros. Casi siempre el itinerario incluía un paso por Montevideo y, desde allí, la salida hacia algún país europeo donde los esperaba alguien del PC local. De modo que Argentina fue siempre una escala en el exilio del comunismo chileno, pero no un destino permanente, excepto para aquellos funcionarios que tuvieran destinada alguna tarea específica, por ejemplo, sostener el funcionamiento de una oficina en Buenos Aires que articulaba su actividad con el PCA a través de Edith Glaif. Las necesidades logísticas eran muchas y costosas. A los pasajes, alojamiento, alimentación, a veces los salarios de los camaradas, se le fueron sumando los requerimientos propios de una política de ingreso clandestino a Chile desde finales de los 70 por parte de numerosos cuadros, en el marco de los inicios de una política más ofensiva de lucha contra la dictadura. Todas esas situaciones requerían de dinero que, según Edith, fue proporcionado mayormente por la República Democrática Alemana. Mirá, recibíamos una ayuda muy, muy grande sobre todo de la República Democrática Alemana. En ese momento yo me veía con los compañeros chilenos para entregarles el dinero en el Club que está en Reconquista y Corrientes, en una pileta, ahí les entregaba los maletines con dinero. Ahora, los alemanes me lo entregaban en la calle. Una vez, yo tenía lentes de contacto en ese momento y los tenía que cambiar así que no veía nada, y estaba parada en una esquina esperando al contacto de la embajada y, sin querer, ¡me subo a otro coche! El hombre [que estaba al volante] obviamente se sorprende y me dice: ¡¿A dónde va?! ¡Yo me

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quería morir! me bajé y al rato cayó el hombre este y todo solucionado. De ahí lo llevaba a la pileta que había y me esperaba el compañero de Chile.”21 Otra tarea prioritaria para el éxito de los traslados desde y hacia Chile por parte de los cuadros comunistas, era la confección de documentos de identidad argentinos, lo que implicaba la transformación estética de las personas implicadas, las cuales, además, debían sacarse una foto carnet con ese aspecto para la confección del documento propiamente dicho. Esa responsabilidad también era sostenida por Edith. Era interesante, porque nunca me pasó nada, pero imaginate que me podría haber pasado cualquier cosa. Yo viajaba para traer o llevar documentos que se fabricaban acá, eran documentos de identidad argentina y las fotos las ponía en las cajas de fósforo. Por eso, [cuando iba a Santiago] yo paraba en hoteles, no paraba en la casa de nadie.”22 Con el inicio el de la PRPM, las necesidades logísticas se multiplicaron y hubo un salto en calidad. Los traslados fueron más numerosos y desde distintos puntos del mundo. Cuando comenzaron los debates al interior del PCCh en torno de interpretación sobre la naturaleza y los alcances de la línea militar, cuya máxima expresión fue la conformación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el PCA se mantuvo leal a las posiciones del Equipo de Dirección Interna (EDI)23. En buena medida esta decisión se explica porque, como ya hemos dicho, sus posiciones sirvieron de insumo para el balance interno de los argentinos a la salida de la dictadura militar. Entonces, a la fuerza del imaginario proporcionado por la revolución sandinista, se unía una experiencia de lucha armada en el comunismo mucho más cercana. Estas acciones de cobertura logística y técnica se combinaron con un trabajo de agitación política amplia que dio origen a la formación del CASCHI, una comisión de solidaridad similar a lo que había sido el COMACHI entre 1973 y 1976. Sin embargo, a diferencia de la comisión formada luego del golpe, esta nueva experiencia estaba mucho más identificada con las posiciones del comunismo. De allí que en su propia acta fundacional de 1986 se identifique a ese año como el “decisivo” para la derrota del régimen, en consonancia con la caracterización que hacía el PCCh.24 21. Entrevista con Edith Glaif, Buenos Aires, marzo de 2015. 22. Entrevista con Edith Glaif, Buenos Aires, marzo de 2015. 23. El EDI intentaba mediar y hacer equilibrio entre el sector que más reparo ponía a la “militarización” del partido, posición encarnada por el Equipo de Dirección Exterior, y el ala más radical de los oficiales formados en Cuba. 24. Documento del Encuentro Nacional de Solidaridad por “Chile libre hoy”, 8 y 9 de mayo de 1986, Museo de Memoria y los Derechos Humanos, Fondo Hertz Carmen.

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Paradojalmente, o no, la crisis política del comunismo en ambos márgenes de la Cordillera no afectó decisivamente las articulaciones entre ambos partidos, y las tareas de solidaridad y apoyo con la “resistencia” chilena. Quizás, y a pesar de los numerosos vasos comunicantes que existen entre los debates de uno y otro partido, considerando, por ejemplo, que ambos eran hijos de un mundo socialista en crisis, fue en el terreno de la solidaridad donde menos cuestionamiento hubo. De alguna manera, la causa por Chile excedía ampliamente a los argumentos de tendencias. Si bien es cierto que el propio PCA debió acomodarse a las erráticas posiciones del comunismo hermano luego del fracaso del atentado a Pinochet el 7 de septiembre de 1986, no es menos cierto, que su propio debate interno fue igualmente caótico y que la cuestión de Chile, entonces, pasó a un segundo plano. Bibliografía Abbatista, María Lucía, (2014). “La política estatal del peronismo ante el exilio chileno: el caso de la atención a los asilados en la Embajada argentina en Santiago tras el golpe de 1973”. Ponencia presentada en las II Jornadas de trabajo Exilios Políticos del Cono Sur en el siglo XX. Montevideo, Uruguay. Álvarez Rolando (2003). Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista, Santiago de Chile: LOM. __________. (2014), Arriba los pobres del mundo. Santiago de Chile: LOM. Azconegui, Cecilia, (2014). “Chilenos en Argentina, entre la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la política de expulsión de la dictadura militar”, en Jensen, Silvina y Lastra, Soledad (Editoras), Exilio, represión y militancia. Nuevas fuentes y nuevas formas de abordaje de los destierros de la Argentina de los años setenta. La Plata: Editorial de la Universidad de la Plata, pp. 215-250. __________. (2016). “El gobierno peronista frente al exilio chileno. La experiencia de la red nacional de asistencia a los refugiados (1973-1976)”, en Izquierdas, N° 26, enero 2016, pp. 1-25. Disponible en: http://www. izquierdas.cl/ediciones/2016/numero-26-enero Fecha de última consulta: abril de 2016. Bufano, Sergio y Teixidó, Lucrecia, (2014). Perón y la Triple A. Buenos Aires: Sudamericana. Casola, Natalia (2015). El PC argentino y la dictadura militar. Buenos Aires: Imago Mundi. Cassola, Natalia y Peñaloza Carla, (2016). “El exilio bajo sospecha. Vigilancia y represión a chilenos exiliados en Argentina (1973-1976)”, en VII Jornadas de Historia Reciente. Facultad de Humanidades, UNR.

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un escenario de acción política Trayectos políticos del de

Movimiento Liberación Nacional-Tupamaros en el espacio conosureño 1972-1976 Carla Larrobla Universidad de La República

El 27 de junio de 1973, el presidente electo Juan María Bordaberry firmó, junto a los Ministros de Defensa e Interior, el decreto de disolución de las cámaras del parlamento uruguayo. En ese momento se produjo el golpe de Estado que daría comienzo a la dictadura cívico-militar que duraría hasta 1985. El proceso que condujo a este episodio comenzó hacia fines de la década del 60, en un contexto de debilitamiento de las instituciones democráticas, además de una crisis económica devenida a social y política; todo ello generó un clima de violencia política y de creciente autoritarismo por parte del Estado. El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros1 desarrolló sus prácticas políticas en este escenario, convirtiéndose en uno de los “elementos subversivos” que fueron objeto de persecución y represión estatal. Es así que, a partir de 1971, cuando las Fuerzas Armadas quedan encargadas de la “lucha antisubversiva”, los militantes tupamaros fueron uno los principales objetivos de las prácticas represivas estatales. Y es a partir de ese momento, que comienza a configurarse lo que podríamos llamar el “exilio tupamaro”. En este capítulo abordaremos las principales características de los trayectos recorridos por los tupamaros, principalmente en Argentina, entre los años 1972 y 1976; entiendo que la vida en el exterior del país de estos militantes quedó configurada por un exilio entendido como un campo de acción política. 1. El MLN-T surgió como tal en 1966, aunque sus inicios suelen remontarse a la formación de un grupo denominado “El coordinador”, que comenzó a funcionar entre 1962 y 1963.

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En términos generales, puede decirse que el exilio político se encuadra dentro de las dimensiones del terrorismo de Estado que implementaron las dictaduras como un mecanismo de exclusión y expulsión de los “enemigos internos”, en el marco de los lineamientos ideológicos impulsados por la Doctrina de Seguridad Nacional. En el caso uruguayo, desde fines de los años ‘60 y en los primeros años de la década del ‘70, miles de uruguayos partieron del país motivados por la inestabilidad económica y política producto de la crisis que azotaba al país desde mediados de los ´50. Si bien no todos los uruguayos que emigraron lo hicieron por causas políticas, puede estimarse que la gran mayoría se encontraba relacionado de forma directa o indirecta con algunas de las organizaciones políticas, sociales o sindicales que fueron objeto de persecución estatal.2 Es así que, muchos militantes detenidos bajo Medidas Prontas de Seguridad o que ya habían sido procesados por la justicia, hicieron uso de la opción constitucional que les permitía ser expulsados de Uruguay con algún destino predeterminado.3 También muchos uruguayos que aún no se encontraban requeridos por las fuerzas de seguridad salieron del país de forma legal; otros debieron tramitar el status de refugiados en las sedes de ACNUR, para luego volver a exiliarse en otro país. Por otra parte, buena parte de los militantes tupamaros —como tantos otros pertenecientes a otros grupos políticos— salieron del país de forma ilegal, sea bajo la utilización de documentos falsos o por medio de traslados clandestinos que se realizaban atravesando el Río Uruguay para cruzar hacia tierras argentinas. Los primeros destinos de los uruguayos que emigraron fueron, por un lado Chile, bajo el gobierno de la Unidad Popular y la presidencia de Salvador Allende (1970-1973) y, a partir de 1973, Argentina, bajo el gobierno progresista del Dr. Héctor J. Cámpora y el retorno de Perón tras la caída de la dictadura del Gral. Alejandro Agustín Lanusse. El exilio tupamaro: un campo de acción política En el caso uruguayo, los primeros militantes que salieron de Uruguay eran, salvo excepciones, integrantes del MLN. Muchos de ellos hicieron uso de la opción constitucional ya mencionada y otros huyeron del país de forma ilegal. Hacia 1971, el MLN decidió conformar una columna en Chile — 2. Entre las organizaciones políticas uruguayas que se organizaron en el exilio se encuentran: el Partido Comunista del Uruguay (PCU), el Frente Amplio en el Exterior (FAE), los Grupos de Acción Unificadora (GAU), el Partido Comunista Revolucionario (PCR), algunos sectores del Partido Colorado y del Partido Nacional y algunas agrupaciones anarquistas. A su vez, en el exterior se fundará el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) y la Convergencia Democrática en Uruguay (CDU), así como también se organizarán el Frente Amplio en el Exterior (FAE) y la Comisión Exterior de la Central Nacional de Trabajadores (CNT). 3. Artículo 168, Inciso 17, de la Constitución de la República.

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denominada “La Guacha”—, para poder organizar el trabajo político de los militantes que debían salir de Uruguay al tiempo que se promovía la formación política y militar y se establecían relaciones con otras organizaciones armadas de la región. Una de las principales características del exilio tupamaro radica en que, en la amplia mayoría de los casos, quiénes integraban la organización, vivieron la experiencia exiliatoria como la continuidad de la lucha política en el exterior. Es por ello que el exilio puede pensarse como un campo de acción política, fruto del encuadre que los propios militantes le dieron a su experiencia en el destierro y que da cuenta de que las prácticas políticas dieron sentido a los itinerarios recorridos. Es así que, en la casi totalidad de las entrevistas realizadas, se insiste particularmente en señalar que la palabra exilio no era un término que se utilizara para dar cuenta de la experiencia que se estaba viviendo. Si todos los estudios acerca del exilio coinciden en caracterizarlo como un proceso traumático podríamos llegar a afirmar que, para buena parte de los militantes tupamaros que se fueron de Uruguay, el exilio no es recreado de tal manera, pues parece primar en el discurso la idea de que el exilio solo supuso un cambio de escenario para continuar con la misma lucha y que el revolucionario se debe a su causa por sobre todas las cosas. El horizonte de los tupamaros seguía siendo la revolución y por ello, durante los primeros años de la dictadura, estaban avocados a reorganizarse y retornar al Uruguay. Si bien los exilios de otros militantes pertenecientes a otras organizaciones políticas estuvo caracterizado por organizarse en torno a la lucha antidictatorial y de solidaridad con las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos, en el caso del MLN primaba la lucha revolucionaria. Ello no significa que se hayan mantenido al margen de las diversas acciones de solidaridad y denuncias desplegadas por los uruguayos en el exterior;4 sino que, en una primera instancia, y sobre todo en el Cono Sur, el objetivo era prepararse, reorganizarse y retornar. Al mismo tiempo, y aunque no serán abordadas en este trabajo, es importante señalar que las experiencias militantes de los tupamaros también estuvieron marcadas por la participación en otros procesos revolucionarios, como el de Cuba o como combatientes en Nicaragua. Por otra parte, la vida de la mayoría de los militantes estuvo signada por la clandestinidad y el trabajo político. En muchos casos debieron realizarse acciones que permitieran sostener económicamente la vida clandestina de los militantes: robos, asaltos, secuestros, que permitieran la obtención de rescate, por ejemplo. 4. Por ejemplo, los tupamaros que residieron en Francia crearon en 1973 el Comité de Défense des Prisionniers Politiques en Uruguay (CDPPU) y, posteriormente, formaron el Collectif pour la Défense de Raúl Sendic.

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En este capítulo nos centraremos en dos aspectos que fueron fundamentales en la conformación del exilio tupamaro: la formación de la unidad revolucionaria regional, concretada en la Junta de Coordinación Revolucionaria, y el proceso de redefinición ideológica y fraccionalismo de la organización. En ambos casos los escenarios de gestación y desarrollo de estos aspectos fueron Chile y Argentina. El exilio como formación de espacios transnacionales para la lucha revolucionaria: la estrategia guevarista de la continentalidad Uno de los aspectos que moldeó la vida de la organización en el exterior fue la coordinación con otras organizaciones revolucionarias que se generó en torno a la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR). Si bien los contactos políticos con éstas comenzaron antes, el exilio permitirá un acercamiento mayor entre militantes de distinto origen. La estadía en Chile generó el escenario propicio para que se mancomunaran los esfuerzos de unidad revolucionaria y se gestara la conformación de la JCR integrada por el MLN, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR), el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo de Argentina (PTR-ERP) y el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN). La gestación de la unidad regional revolucionaria A partir de 1971, y al mismo tiempo que el MLN organizaba la militancia política, se hicieron frecuentes los intercambios con distintas organizaciones revolucionarias cuyos militantes también se encontraban exiliados en Chile. A fines de dicho año, con la llegada del dirigente tupamaro, Lucas Mansilla, los tupamaros aunaron lazos con los distintos grupos políticos y militantes que se encontraban refugiados allí. Hacia mediados de 1972, y debido a la fuerte represión desatada en Uruguay contra el MLN, un número cada vez mayor de tupamaros fue arribando a Chile, al mismo tiempo que desde Argentina llegaban militantes y cuadros de dirección del PRT-ERP.5 5. A mediados de 1972 un número importante de militantes y cuadros de dirección del PRT- ERP se encontraban detenidos en la cárcel de Rawson en la provincia de Chubut (Argentina), debido a lo cual se decidió organizar una fuga con el apoyo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y en acuerdo con Montoneros. El 15 de agosto de 1972 se llevó a cabo la fuga del penal de Rawson, en la cual solo pudieron huir cinco dirigentes del PRT- ERP que se dirigieron a Chile en un avión de la empresa Austral que había sido previamente secuestrado por un comando guerrillero. Días después, el 22 de agosto, dieciséis guerrilleros fueron asesinados en la Masacre de Trelew. Los integrantes del ERP fueron enviados de forma inmediata por el gobierno chileno a Cuba y, una vez instalados en la isla,

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Si bien los contactos entre las organizaciones guerrilleras databan de tiempo atrás, es en ese momento en donde surgió la necesidad de darle un carácter más formal a los mismos. La estrategia de la continentalidad esbozada por el Che Guevara se amalgamaba con la necesidad de cooperación en momentos difíciles para las organizaciones mencionadas. Es así que se decidió crear un frente revolucionario sin fronteras que se enfrentara al imperialismo en aras de la liberación de América Latina. Los primeros días de noviembre de 1972 se realizó en Santiago de Chile una reunión tricontinental, en la cual participaron la Comisión Política del MIR en pleno, tres miembros de la dirección nacional del MLN y tres miembros del Buró Político del PRT. Un documento elaborado posteriormente por la JCR, y que reseña su propia historia, plantea que aquel noviembre de 1972 se definió “Unir a la vanguardia revolucionaria que ha emprendido con decisión el camino de la lucha armada contra la dominación imperialista, por la implantación del socialismo, es un imperativo de la hora.”6 A comienzos de 1974, las cuatro organizaciones prepararon un proyecto de declaración conjunta; allí se dirigen a “los obreros, a los campesinos pobres, a los pobres de la ciudad, a los estudiantes e intelectuales, a los aborígenes, a los millones de trabajadores explotados de nuestra sufrida patria latinoamericana” y presentan a la JCR como producto “[…] de la necesidad de cohesionar nuestros pueblos en el terreno de la organización, de unificar las fuerzas revolucionarias frente al enemigo imperialista, de librar con mayor eficacia la lucha política e ideológica contra el nacionalismo burgués el reformismo”7. La Junta representaba la materialización de una de las principales ideas estratégicas guevaristas: la de la continentalidad y, en ese mismo sentido, se hace referencia al Che Guevara, señalando que la JCR “recoge su nombre […] de la visión estratégica del Che que vislumbró la necesidad de crear juntas de coordinación entre las organizaciones de lucha de los distintos países para impulsar el combate contra las burguesías nativas y el imperialismo en una perspectiva cierta de victoria”8 El objetivo a largo plazo de esta organización apuntaba al fortalecimiento de la práctica internacionalista que permitiera formar una fuerza revolucionaria capaz de derrotar al imperialismo y, en ese sentido, la nueva guerra revolucionaria permitirá convertir al continente latinoamericano en un nuevo “Vietnam”, dando cumplimiento así a la prédica guevarista. Con respecto a los elementos que permitían la conjunción de estas organizaciones, se exlos argentinos definieron regresar clandestinamente a Argentina, pasando nuevamente por Chile. 6. “Orígenes de la JCR”, Revista Che Guevara, N° 2, 1974. En: Documentos y Archivos de la Lucha Armada- Colección Dávid Cámpora (DALA), Archivo del Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHUCE). 7. “Declaración constitutiva de la JCR: A los pueblos de América Latina”. En: Revista Che Guevara, N°1, Noviembre 1974. En: DALA, CEIU, FHUCE. 8. Estatutos Provisorios de la JCR. En: DALA, CEIU, FHUCE.

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presa que uno de los pilares que sostenían esta unión era la comprensión y convicción de que no existía otra “estrategia viable en América Latina que la estrategia de la guerra revolucionaria.”9 En el transcurso de los años 1974 y 1975 se logró consolidar la estructura de la JCR, montando una infraestructura capaz de producir boletines informativos como la Revista Che Guevara, pero que también tuviera la capacidad de desarrollar la producción de armas, como la ametralladora JCR-1. En 1974 comienza a funcionar un equipo de la JCR en Europa, con sede central en París. También se instaló un grupo en Suecia donde “el MLN asume la responsabilidad de representar a las organizaciones restantes y encargarse de la difusión de la JCR”,10 en tanto no existían núcleos organizados de ninguna de las otras tres organizaciones. En materia de difusión y propaganda, no sólo se lanzó la revista mencionada, sino que también se creó en 1975 una agencia de prensa, “Agencia de Prensa América Latina” (APAL), que se instaló en Venezuela y desarrolló una corta actividad en algunas zonas del continente europeo y de América. Para 1975, la Secretaría General de la JCR funcionaba en Buenos Aires y se había establecido una organización interna, donde la Conferencia Anual de representantes de las organizaciones miembro se instituyó como el órgano máximo de decisiones. El estatuto provisorio de la Junta establecía a su vez la existencia de un Consejo consultivo y de un Secretariado Ejecutivo. Éste último estaba compuesto por cinco miembros que tenían a su cargo las siguientes tareas específicas: Secretario Ejecutivo, de Organización, de Finanzas, de Propaganda y de Relaciones. A su vez se encargaba de dirigir y controlar los secretariados zonales y locales de la JCR, los cuales se establecieron en América, Europa y África. Por otro lado, en los Estatutos Provisorios, se señala la formación de una Comisión de Estudios Militares, cuyo “objetivo central será el dominio de la ciencia militar proletaria, la sistematización de la experiencia militar de las organizaciones de la JCR y el estudio atento de las experiencias militares de todas las organizaciones revolucionarias latinoamericanas.”11 Los momentos de mayor actividad de la JCR pueden ubicarse entre 1973 y 1976, en esos años, según expresa Luis Mattini (1990) “coordinaba la solidaridad entre los perseguidos del Uruguay y Chile, la reorganización del MLN Tupamaros en su exilio de Buenos Aires, la reinserción del ELN en Bolivia y por supuesto, todo el apoyo a los resistentes chilenos” (p. 407). Hacia 1976, sobre todo luego del Golpe de Estado en Argentina, las actividades de la Junta comenzaron a menguar hasta casi desaparecer. No obstante, existían “jefaturas” de la JCR funcionando orgánicamente en Suecia, Italia, Francia 9. Ídem. 10. Informe de Pepe. Estocolmo, 11 de marzo de 1976. En: DALA, CEIU, FHUCE. 11. Estatutos provisorios de la JCR. DALA-

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y Portugal, las cuales realizaban encuentros regulares, según consta en los documentos de los servicios de inteligencia uruguayos que registraron estas reuniones hasta los primeros años de la década del 80. En noviembre de 1976 se elaboró un documento de difusión, analizando la situación que se atravesaba, aludiendo a que la escalada militar y represiva había logrado golpear a las organizaciones que conformaban la Junta; al mismo tiempo se expresaba que ello no había provocado la derrota de las mismas, ya que: “la Revolución Latinoamericana se desarrolla como un proceso de avances y retrocesos, en un marco general de avance y fortalecimiento de las fuerzas revolucionarias y del movimiento de masas hacia la victoria del socialismo en nuestro continente.” En dicho proceso “se forjan invencibles las fuerzas político-militares de la clase obrera y el pueblo, que aplastarán a las fuerzas de la contra-revolución, llevarán a cabo la Revolución proletaria y construirán el socialismo, la nueva sociedad de obreros y campesinos”.12 En lo que refiere a la influencia de la Junta en el itinerario político recorrido por el MLN durante su exilio, podría afirmarse que la misma mantuvo la actividad del movimiento en tanto le permitió el desarrollo de una logística que hubiera sido inaccesible para la organización, debido a los golpes sufridos y a la compleja situación que vivían las finanzas de la misma. Al mismo tiempo, el estrecho contacto que, sobre todo luego de 1973, se mantuvo con el PRT-ERP, provocó que se elaborara una narrativa sobre el exilio tupamaro basada en la idea de la perretización del MLN.13 El exilio como escenario de autocríticas, redefiniciones y fragmentaciones

Como señala Vezzetti (2009), el exilio representó un espacio político que nucleó militancias y experiencias de diversa índole y en “esa comunidad de ideas y experiencias se desplegaron debates, consensos y desacuerdos, incluso fracturas; tomaron cuerpo intervenciones y discusiones sobre el país lejano y el tiempo político que quedaba atrás, sobre la derrota de los programas y los sueños, en fin, sobre los métodos y las responsabilidades de las organizaciones revolucionarios en la catástrofe sufrida…” (p. 81). El MLN es un claro ejemplo de esta situación, a continuación desarrollaremos algunos de los episodios y procesos que dan cuenta de ello. Debido a la necesidad de reorganización del MLN, otra las características de este exilio estará dada por las redefiniciones ideológicas y organizativas que sufrirá el movimiento en los años inmediatos a la derrota del 72.14 En 12. Informa JCR, 1976. En: DALA. CEIU. FHUCE. 13. Esta narrativa está claramente representada en el libro En la Nuca del ex tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro. 14. La derrota del 72 hace alusión al proceso de cercamiento represivo vivido por el MLN en el correr

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ese sentido, dos episodios son cruciales: la realización en Chile del Simposio de Viña del Mar en febrero de 1973 y el Comité Central llevado a cabo en Argentina en octubre de 1974. Las resoluciones allí tomadas presentarán un giro de timón en algunas cuestiones fundamentales e identitarias del MLN, por ejemplo la definición de la construcción del Partido. Otro elemento que configuró la vida en el exterior de la organización, fue el fraccionalismo que se vivió en la interna del MLN, que provocó, por una parte, el alejamiento de algunos dirigentes y una tensa situación entre las distintas tendencias que coexistieron dentro del movimiento. A partir de 1976, la reunificación de estas tendencias será una de las preocupaciones fundamentales que afrontarán los tupamaros para poder mantener con vida la organización. Con respecto a la etapa de redefiniciones ideológicas, el momento fundamente se produjo en Chile, entre enero y febrero de 1973, en el llamado Simposio de Viña del Mar.15 Dicho evento, que reunía a una cantidad considerable de militantes y poseía carácter resolutivo, respondió a la necesidad de valorar las razones de la derrota de 1972, para luego definir la estrategia política a seguir; entre los temas abordados se encontraban: el balance de la etapa 1970- 1972, la estrategia política y militar, la estructura organizativa y la revisión de las bases ideológicas. De forma sucinta, podría decirse que en el Simposio se establece que la derrota del 72 fue un punto de inflexión que significó, “en lo político, el fin de una etapa: la derrota táctica del MLN. En lo militar, no había capacidad de respuesta ni de continuidad en el accionar.”16 Los simposistas plantearon una fuerte crítica a las concepciones —consideradas desviaciones— militaristas, las cuales eran entendidas como parte del predominio de militantes provenientes de la clase media y en su mayoría estudiantes. Este análisis condujo a la necesidad de plantear nuevos criterios organizativos con un nuevo contenido político definido por la adopción del marxismo leninismo, afirmándose que “[…] surge la necesidad de crear una organización que guíe y vanguardice las diversas formas de lucha de clases en nuestro país.” 17 La constatación de que las desviaciones pequeño-burguesas de la organización fueron una de las causas de la mencionada derrota, provocó la imperiosa necesidad de comenzar a realizar un trabajo de masas para reclutar militantes de 1972, luego de que la organización lanzara el llamado “Plan Contra-ofensivo 72” que se basaba en el ajusticiamiento de quienes estaban identificados como integrantes del Escuadrón de la Muerte. Dicho plan se llevó a cabo el 14 de abril del año mencionado y, a partir de ese momento, se desató una fuerte represión sobre el movimiento. 15. Los promotores fueron Lucas Mansilla, Kimal Amir, Luis Alemañy y William Whitelaw. Aproximadamente unos treinta tupamaros se reunieron en Viña del Mar los últimos días del mes de enero de 1973, algunos de ellos llegaron desde Montevideo o desde Cuba, debido a que los dirigentes que se encontraban en Chile los habían convocado. 16. “Simposio de Viña del Mar”. Documentos Exterior- MLN. En: DALA. CEIU. FHUCE. 17. Ídem.

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entre los obreros, los asalariados rurales, los trabajadores manuales y entre los marginados. Así como también quedó planteada la necesidad de generar una lucha ideológica que no podía resolverse solamente en el plano teórico, sino que se expresaba materialmente en el antagonismo de clase; en ese sentido, el documento del Simposio aclaraba que: “la lucha ideológica […] es la lucha que tiene cada clase o sectores entre sí, por imponer su estilo de vida y defender sus intereses”18 En ese sentido, la organización debía prepararse para enfrentar esta lucha ideológica, sustituyendo los intereses de clase por el interés común: “la formación del cuadro revolucionario y el interés único de hacer la revolución, guiado por la ideología marxista- leninista y su amor al pueblo”.19 Por otro lado, se impulsó fuertemente el comienzo de un proceso de proletarización, también conocido como “peludización”, en clara referencia al cañero20 como sujeto revolucionario. Se partía de la premisa que dicho proceso borraría y evitaría las “desviaciones pequeño- burguesas” que habían propiciado la derrota. De esta forma, los militantes de extracción “pequeño-burguesa” tenían la posibilidad de re-educarse por medio del trabajo en centros fabriles o la vida comunitaria en los campamentos, al mismo tiempo que se avocarían al estudio del marxismo leninismo que se presentaba como un camino de redención. Uno de los tupamaros que vivió este proceso afirma que: “lo de la proletarización o peludización fue una locura… recuerdo que mi compañera estuvo en un campamento en las afueras de Santiago, con veinte militantes más y un responsable… Allí pasaban un hambre, pero descomunal. Estaban en la montaña y se los hacía hacer sacrificios… como por ejemplo hacer guardias. ¿Para qué? ¿Qué iba a pasar? Era el tema de proletarización… como si el sacrificio te salvara de las desviaciones pequeño burguesas y te convirtiera en obrero.”21 La proletarización se fue convirtiendo en el arma principal de la lucha contra los elementos disolventes y vacilantes que serían depurados no sólo ideológicamente, sino también moralmente. La moral del proletario, en oposición a la moral burguesa, comenzó a encuadrar la vida cotidiana de los tupamaros, que de no ceñirse a las normas y comportamientos adecuados, iban quedando por fuera de la lógica de la organización; incluso aquellos que mantenían un estilo de vida “aburguesado” eran acusados de traición.

18. Ídem. 19. Ídem. 20. El cañero hace referencia al trabajador de la caña de azúcar. En este caso se refiere a los cañeros del Departamento de Artigas que conformaron, guiados por Raúl Sendic, la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), sindicato que participó en los orígenes del MLN-T. Los cañeros también fueron llamados “peludos”. 21. Entrevista a Aníbal DE LUCÍA. Realizada por Carla Larrobla y Magdalena Figueredo. 10 y 12/12/2008.

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Tupamaros en Argentina La salida desde Chile hacia tierras argentinas comenzó a realizarse tiempo antes del Golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973, ya que la dirección del MLN que allí se encontraba había decidido instalarse en Buenos Aires debido al clima enrarecido e incierto se vivía en el país trasandino y a los cambios políticos que se venían registrando en Argentina. Hacia setiembre de 1973, la dirección del MLN se encontraba en Buenos Aires; a mediados de ese mismo mes, la organización brindó una conferencia de prensa donde se declaró estar transitando por un período de acumulación de fuerzas, al tiempo que se sostenía que el sistema político uruguayo con características “fascistas” no hacía más que empujar al pueblo “a empuñar las armas”, siendo la tarea de los tupamaros “llevar a los más amplios sectores, una línea política correcta, que contemple los intereses fundamentales del pueblo con el fin de que, en forma paulatina, vayan accediendo a la práctica de la violencia en los más diversos planos”.22 Una de las prioridades políticas del MLN se encontraba en fortalecer el núcleo de la retaguardia, para poder organizar una contraofensiva que consistiría en el ingreso de un numeroso contingente de guerrilleros a Uruguay desde Argentina. Este grupo debía estar conformado por profesionales, es decir por aquellos militantes entrenados y formados militarmente capaces de llevar a cabo un embate guerrillero contra la dictadura uruguaya. Estas aspiraciones se verán truncadas por la situación interna de la organización, una situación crítica donde comenzaban a manifestarse enfrentamientos y discrepancias. La crisis que conducirá al fraccionamiento del MLN comenzó a fines de diciembre de 1973, cuando quedaron en evidencia las dos grandes tendencias23 dentro de la organización: la que luego será denominada como “Los Renunciantes”24 y la “Tendencia Proletaria”.25 22. Dirección Nacional de Información e Inteligencia. Departamento 3. Asunto: Conferencia de Prensa del Comité Central del MLN (en Argentina) publicada por la Revista YA considerando seis puntos para la continuación de la lucha armada en Uruguay. Informe Nro. 252, 28 de setiembre de 1973. En: Presidencia de República. Actualización de la Investigación Histórica. Cronología documentada- MLN-T. Acceso: http:// sdh.gub.uy/inicio/institucional/equipos/Equipo+de+historiadores/ 23. Si bien éstas no eran las únicas tendencias que existían, eran las que presentaban una mayor visibilidad, ya que nucleaban a un número importante de dirigentes y militantes. Andrés Cultelli señala que a lo largo de 1974 se fueron gestando cuatro grandes grupos o “tendencias”, dos de ellas provenientes de la dirección del MLN, otra conformada por quienes integraban el sector Logística y por último la Proletaria; al respecto señala que: “entre las dos tendencias de la dirección, no había diferencias esenciales. Incluso entre éstas y la de Logística; aunque luego esta última se fue diferenciando de más en más de aquellas para concluir, finalmente, aliándose a la Tendencia Proletaria.” (2006: 128) 24. Los principales referentes fueron: Luis Alemañy, William Whitelaw, Lucas Mansilla y Kimal Amir, quiénes en ese momento integraban la dirección del MLN. 25. Algunas de las figuras claves de la tendencia fueron: Humberto de los Santos (El Chato), Andrés Cultelli (Bruno), Raúl Rodríguez (Juan de Europa), Pedro Lerena (El Caudillo), Carlos Julián Hernández Machado (El Hippie), Celso Fernández (Valentín), Ataliva Castillo (Enrique).

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La ausencia de liderazgos unificadores, sumado a las disputas internas del poder, fueron generando un contexto de incertidumbre, donde las lealtades personales cobraron mayor fuerza, lo que comenzó a incidir fuertemente en el clima político interno. A esta situación de tensión interpersonal se le sumaban las discusiones políticas y estratégicas. Quizás una de las más importantes se dio en torno a la continuidad de la lucha armada y a la viabilidad de organizar la contraofensiva. Las principales diferencias entre ambas corrientes quedaban claras en cuestiones relativas a las definiciones políticas. La Tendencia Proletaria insistía con la idea de la continuidad de la lucha armada dentro de Uruguay, planteando la necesidad de ingresar gente al país, mantener la clandestinidad y apoyar la resistencia a la dictadura. Si bien adhería a la idea de la formación de un partido de masas, entendía que éste no podía desconocer los principios de la organización revolucionaria. Mientras que el otro grupo presentaba una postura bastante ortodoxa con relación a la transformación del MLN en un partido marxista- leninista, al tiempo que venía madurando la idea de abandonar la lucha armada, lo que los condujo a plantear la necesidad de un repliegue de los militantes hacia Europa, por ejemplo, en aras de reformular la estrategia política. El clima de tensión entre las dos grandes tendencias que coexistían en la organización era casi insostenible. En la Comisión Política Ampliada que se realizó el 3 de junio de 1974, se planteó el problema de definir con claridad las prioridades, surgiendo nuevas contradicciones debido a los golpes represivos recibidos por la organización en Montevideo,26 “si la tarea principal era la construcción del partido, el ver la situación nacional o el trabajar sobre la táctica”.27 Para ello, se entendió necesario resolver estas cuestiones en un Comité Central al tiempo que se prepararía la III Convención. A partir del mes de julio, algunos de los principales dirigentes de la organización comenzaron a presentar sus renuncias a los cargos políticos y de dirección que ocupaban; el 6 de julio fue Luis Alemañy, quien renunció a sus responsabilidades tras presentar una extensa carta. También lo hizo William Whitelaw, quién entendía que había fracasado en el intento de poder convertir a la organización en un verdadero partido marxista–leninista; afirmando que “el adoptar una forma de lucha sin estar comprendida en la concepción ideológica de la clase obrera, sin tomar la historia de la lucha de clases en la situación concreta de que se trate, sin tomar la clase obrera como 26. A partir del mes de enero de 1974 y hasta fines de mayo del mismo año, se sucedieron en Montevideo una serie de detenciones de militantes tupamaros que generaron el desmantelamiento de varios zonales y comandos. Ver: Actualización de la Investigación histórica, Operativos Represivos, Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros. Publicada en diciembre de 2014. Acceso: http://sdh.gub.uy/ inicio/institucional/equipos/equipo+de+historiadores/1era+seccion+operativos+represivos+y+cronologias+documentadas/mln-t 27. Grabaciones del Comité Central transcritas. Casette 1 Lado 1. En: DALA. CEIU. FHUCE.

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eje para conducir a las demás clases y sin tender a construir el instrumento que la clase obrera se dará para poder practicar todas las formas de lucha, lleva inexorablemente al fracaso y a la derrota”.28 Esta imperiosa necesidad de tomar como referencia a la clase obrera cobró fuerza en la medida de que el análisis de la derrota de 1972 se situó en la desviación pequeño-burguesa de la organización tupamara. Whitelaw insistió en este punto, expresando que el MLN se había construido “teniendo como matriz a la pequeña burguesía, la clase más desorganizada de la sociedad”;29 de allí la necesidad de revertir tal sostén estructural. En la misma línea se encuentra la carta de Lucas Mansilla, fechada el 14 de julio de 1974, donde presentaba los fundamentos que sostenían su renuncia, expresando que en primer lugar “para nosotros lo primordial es la revolución y después la organización. Con esto queremos decir que, más allá de sentirnos miembros del MLN, en la situación actual aspiramos a ser Marxistas Leninistas consecuentes con nuestro pueblo y la revolución, conscientes de lo que significa la inexistencia del partido en Uruguay”.30 Antes de la realización del Comité Central, la Tendencia Proletaria emitió un documento, donde se señalaba que la contradicción principal que reinaba en la organización estaba vinculada a cuestiones de clase, y no meramente entre la tendencia militarista y la construcción del partido. Para los integrantes de este grupo no se trataba de asumir la teoría marxista- leninista como salvación, sino que el camino para superar la crisis era asumir que la contradicción principal era de clase y la lucha era entre la pequeña-burguesía “adueñada arteramente de la dirección —y sin ánimo de largarla— y la clase obrera marginada realmente de la conducción, sin poder contribuir efectivamente en la elaboración y aplicación de las líneas política y militar” (Cultelli, 2006, p. 126). El Comité Central de 1974 El episodio más polémico de esta etapa estuvo dado por la realización del Comité Central31 “Miguel Enríquez”, que comenzó el 8 de octubre de 1974 28. Cartas Renuncias: Marcelo, Maciel, Prudencia, José. Julio 1974. En: DALA. CEIU- FHCE. P. 7. 29. Ídem. P. 7. 30. Ídem. P.11. 31. Según el Memorándum I- 40/974 del Departamento III del SID los integrantes del Comité Central fueron los siguientes: Atalivas Castillo (Enrique), Antonio Bandera Lima (Pedro), Walter González (Pocho o Cholo), Félix Maidana Bentín (Juan), Gabino Falero Montes de Oca (Beto), Emilia Carlevaro (Flora), Lucas Mansilla (Marcelo), Aníbal de Lucía (Raúl), William Whitelaw (Maciel), Luis Alemañy (Prudencio) y Kimal Amir (José). Ver: Junta de Comandantes en Jefe, Servicio de Información de Defensa, Departamento III- Planes, Operaciones y Enlace, Memorándum, I- 40/974, 5 de diciembre de 1974. En: Presidencia de República. Actualización de la Investigación Histórica… A ellos hay que sumarle los representantes del PRT que asistieron y otros integrantes del MLN, cuya participación se desprende de la lectura de las transcripciones de las jornadas: Humberto de los Santos (Chato), Carlos Julián Hernández Machado (Heber); y varios tupamaros más que figuran (como

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y se extendió por varios días. Este encuentro tuvo como principal objetivo la reorganización del MLN en aras de la construcción del partido. Para ello, primero debió abordarse la situación crítica que se vivía en la interna de la organización y que era necesario superar para poder desarrollar la línea y estrategia política planteada desde el Simposio de Viña del Mar. Los ejes que estructuraron la discusión sobre la situación interna fueron: las renuncias presentadas por algunos dirigentes, el enfrentamiento de tendencias, la lucha ideológica y de clases en el seno de la organización y los problemas interpersonales. La tensión existente entre las distintas tendencias llevó inclusive a que se planteara la necesidad de la realización de juicios revolucionarios y que se cruzaran acusaciones de conspiración y de intentos de fraccionalización. El tema de las renuncias presentadas por los integrantes de la dirección del movimiento estuvo presente en reiteradas ocasiones, los “renunciantes” participaron del Comité y en una de sus intervenciones, Kimal Amir se refirió al tema afirmando: creí de una manera errónea, idealista, que podía desarrollarse la ideología proletaria dentro de nuestra organización, el marxismo-leninismo, la teoría científica de la clase obrera, sin que la organización en su conjunto cambiara la práctica […] En cuanto a la cuestión de la renuncia […] nosotros renunciamos personalmente a la CP [Comisión Política] porque nos sentíamos cuestionados por la base, nos sentíamos que no representábamos a una muy amplia corriente del MLN, quizá la inmensa mayoría.32 En el Comité Central se resolvió aceptar las renuncias, por lo que los llamados “renunciantes” (Lucas Mansilla, Kimal Amir, William Whitelaw y Luis Alemañy) se alejarán de la organización y conformarán un nuevo grupo, denominado “Nuevo Tiempo”. Otra temática abordada profusamente, y que despertó diversas discusiones, fue la lucha ideológica dentro de la organización, es así que Antonio Bandera Lima inició su exposición aclarando que “voy a hablar como miembro de la Dirección, como miembro del MLN y como Peludo […] una idea proletaria en medio de 20 pequeñoburguesas no puede triunfar”, señalando que “el problema de fondo era ese fenómeno de la pequeñoburguesía en el seno de la organización”. Al mismo tiempo estableció una diferenciación entre la pequeñoburguesía en sí y las ideas pequeñoburguesas, entendiendo que muchos “compañeros de origen de proletario” se vieron contaminados “por ideas desviacionistas”.33 todos) con sus alias y de los cuáles no se ha podido establecer su identidad. Por otra parte, también se enviaron informes de los distintos regionales, que llegaron por medio de los “delegados” en formato papel o casette. 32. Grabaciones del Comité Central transcritas. Casette 16.Hoja Nro. 9. DALA. CEIU. FHUCE. 33. Ídem. Casette 12. Lado 1. Hoja Nro. 3. DALA. CEIU. FHUCE.

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En sintonía con lo planteado, Atalivas Castillo (alias “Enrique”), expresó que “[…] la contradicción principal es entre la pequeña burguesía y el proletariado. Y si nosotros somos conscientes de esta contradicción tenemos que buscar todos los medios para combatir a la pequeña burguesía”.34 El delegado del PRT planteó que la intervención de su partido y de la JCR (a quién también representaba en esta instancia) tenía como uno de sus objetivos fundamentales: […] colaborar desde nuestra posición en que se desarrolle y se concrete el deber más sagrado que tenemos con el pueblo uruguayo, con los compañeros presos, con los compañeros muertos, con la revolución latinoamericana, que es la unidad de nuestra organización. Por supuesto que destacando que no tiene que ser una unidad afectiva sino que tiene que ser una unidad política, una unidad ideológica”.35 En el marco de la discusión acerca de las desviaciones pequeño-burguesas se planteó que la ausencia de una sólida formación teórica en marxismo-leninismo de los tupamaros permitió el desviacionismo, impidiendo la conformación de una conciencia proletaria. Como ya hemos visto, este tema fue una preocupación recurrente desde la realización del Simposio en Viña del Mar. La mayoría de los expositores no dudó en afirmar la necesidad de fortalecer la formación de los militantes, insistiendo con la urgencia de dar prioridad a la escuela de cuadros y al trabajo de masas. Por esta misma razón ya se habían iniciado cursos teóricos en Chile y en Argentina, como resultado de los balances del Simposio. El “Gringo” (representante del PRT y de la JCR) fue determinante en su opinión al respecto: “[…] es lo que insistíamos antes, hay que establecer una dictadura del proletariado […] lo que esto significa es que acá se va a imponer el punto de vista del proletariado. A muerte! Sin concesiones”.36 Otro de los grandes temas que se abordó en esta instancia fue el regreso a Uruguay. En torno a esto, se abrieron varias líneas de discusión. Por un lado decidir si se organizaba y se llevaba a cabo una operación retorno al país, y en qué condiciones. Por otro, si la vuelta a Uruguay se hacía con el objetivo de construir el partido o de re-impulsar la lucha armada. Estas disyuntivas planteaban, a su vez, la necesidad de discutir acerca de la vigencia de la lucha armada como camino para el triunfo revolucionario, y si la misma debía darse durante el proceso de construcción del partido o si la organización debía abocarse a una cosa y luego a otra. El tema de la vuelta al Uruguay también estuvo presente en la exposición del representante de la PRT: “hoy la consigna fundamentalmente estraté34. Grabaciones del Comité Central descasetadas. Casette 15. Lado 1. DALA. CEIU. FHUCE. 35. Ídem. Casette 6 Hojas 3 a 7 DALA. CEIU. FHUCE. 36. Ídem. Casette 19.Hoja Nro. 7. DALA. CEIU. FHUCE.

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gica es volver a Uruguay para reanudar la actividad revolucionaria, no para desarrollar la lucha armada, no para desarrollar la actividad sindical, para reanudar la actividad revolucionaria, para que el pueblo vea otra vez que los tupas están ahí […].”37 Carlos Julián Hernández Machado se expresó a favor de la postura de regresar al país: “Yo creo que lo que nosotros nos planteamos acá, en cuanto a las cuestiones principales, es que nosotros tenemos que ir al frente y que la Revolución no se puede hacer desde el exterior y que tiene que ir la Organización, que la Organización tienen que estar en el frente, no sólo la Dirección. […] tenemos que formar el Partido en el frente”.38 Por su parte, Humberto de los Santos (alias “Chato”) insistió en salvaguardar el objetivo principal de los tupamaros: “nosotros estamos intentando, creo que ese es nuestro deseo, hacer la Revolución en serio. Entonces no se trata de planes cortoplacistas que nos van a llevar a la ruina. Se trata de tomar las medidas mínimas y máximas para asegurar en primera instancia y en su totalidad, que la revolución proletaria salga adelante, o sea que la revolución socialista del Uruguay, que va a favorecer a la revolución mundial en última instancia, de que salga adelante, compañeros.”39 Una de las tareas del Comité era el nombramiento de la nueva dirección o Comisión Política. Debido a las discusiones que se llevaron a cabo, se definió que los nuevos integrantes debían ser de origen proletario. Es por ello que en el Comité Central se decidió formar una nueva dirección integrada, justamente, por elementos “proletarios”. Es así que se afirma “Para la tarea de reconstrucción del Partido debemos escoger un grupo de compañeros muy seleccionados, tomando en cuenta su práctica anterior, su identificación plena con nuestra ideología, con nuestra línea, con un estilo de vida proletario […].”40 De esta forma quiénes toman las riendas de la organización serán los “peludos”, cuatro viejos cañeros de Artigas que tendrán en sus manos la tarea de conducir la organización del partido: Juan Bentín, Ataliva Castillo, Pedro Bandera Lima y Walter González. De las resoluciones tomadas se destacan la elección por unanimidad de la Comisión Política y la definición de que “la tarea principal hoy es la construcción del Partido en el Uruguay”.41 Puede constatarse una continuidad con los planteamientos generales de Viña del Mar en el entendido de enmarcar la autocrítica en la persistencia de conductas pequeño-burguesas. En ellas pue37. Grabaciones del Comité Central descasetadas. Casette 6 Hojas 3 a 7 DALA: 38. Grabaciones del Comité Central descasetadas. Casette 15. Lado 1. DALA 39. Grabaciones del Comité Central descasetadas. Casette 20.Hoja Nro. 10. DALA 40. Resoluciones del Comité Central. En: Junta de Comandantes en Jefe- Servicio de Información de Defensa- Departamento III– Planes, Operaciones y Enlace, MEMORÁNDUM No. I – 39/974. Montevideo, 21 de noviembre de 1974. Archivo DNII. En: Presidencia de la República. Actualización de la investigación histórica sobre detenidos- desparecidos. Publicación digital. Tomo I. Sección 2. Cronología Documental. Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros. 41. “Reunión del Comité Central “Miguel Enriquez” del MLN- Tupamaros. Documentos Exterior, DALA.

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de leerse que “[…] la crisis que vive nuestra Organización, es producto de la agudización en el seno de la misma de su principal contradicción; contradicción que tiene un carácter de clase que se expresa en: proletariado-pequeña burguesía.”42 Como ya hemos visto, los participantes del Comité expresaron que esta contradicción no fue superada y que para que ello fuera posible se volvía necesario profundizar el proceso de proletarización: “[…] nuestro Partido no se ha proletarizado en lo fundamental; consideramos fundamental el cambio de la correlación de fuerzas en lo interno a favor del proletariado.”43 Por lo tanto, y como ya mencionamos, se estableció como tarea prioritaria la formación del Partido, “[…] el Partido proletario, clandestino y armado.” Para ello se constituyó una Comisión de Obreros Tupamaros que tenía como principal tarea la construcción del mentado partido, cuya organización se conformó de la siguiente manera: “células de tres a cinco compañeros de acuerdo al principio de territorialidad, es decir, actuando en una zona determinada y concentrada en los frentes de masas principales, en especial de los centros fabriles”.44 Al mismo tiempo, se determinó que los organismos de dirección debían tener su sede en Uruguay, para lo cual comenzaron a organizarse viajes clandestinos entre ambos países. Otras de las tareas que se iniciaron luego de octubre de 1974, fue la organización de una escuela de cuadros para la formación en marxismo-leninismo y para la re-caracterización de la militancia. Esa re-caracterización estaba diagramada en aras de proletarizar a quiénes no provenían de sectores obreros, es así que se señalaba que “Estamos llevando a la práctica las resoluciones del CC que rompen con las concepciones separatistas y que cambian el estilo de vida. Comenzamos a insertarnos en barrios bajos, con obreros nuestros que ya trabajan en fábricas, bajo la conducción del PRT.” 45 Fraccionalismos, represión y reorganización Un Memorándum del Departamento III del Servicio de Información y Defensa, fechado en diciembre de 1974, presenta un breve análisis de la situación del MLN en Buenos Aires, donde se sostiene que en dicha ciudad residía la dirección del movimiento y funcionaban entre 200 y 300 tupamaros.46 42. Resoluciones del Comité Central. En: Junta de Comandantes en Jefe - Servicio de Información de Defensa- Departamento III– Planes, Operaciones y Enlace, MEMORÁNDUM No. I - 39/974. 43. Ídem. 44. Ídem. 45. Ídem. 46. Junta de Comandantes en Jefe- Servicio de Información de Defensa - DPTO. III - Planes - Operaciones - Enlace. Memorándum I - 40/974. 5 de diciembre de 1974. Archivo DNII CAJA DE PLÁSTICO - MLN / Nº 1-2-3. En: Presidencia de la República. Actualización de la investigación histórica sobre detenidos- desparecidos. Publicación digital. Tomo I. Sección 2. Cronología Documental. Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros.

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Para esa fecha, en el Regional Buenos Aires, se encontraban funcionando los siguientes sectores: el Frente de Masas, que atendía al Comité de Defensa de Presos Políticos, la Casa de emigrados uruguayos y mantenía contacto con algunas organizaciones obreras ubicadas en el partido de San Martín; también funcionaba el sector de Informaciones, el Militar y el de Prensa y Propaganda. El sector Logístico, que estaba encargado de la técnica tanto pesada como liviana; en lo referente a la técnica pesada era el responsable de fabricar sellos, papel de documentos, tablillas de numeración de cédulas, etc. Estos implementos representaban los insumos para el trabajo de técnica liviana, que se encarga de confeccionar los documentos falsos. Dentro de Logística, uno de los talleres especializados en los que trabajaban algunos integrantes del MLN dependía de la Junta Coordinadora Revolucionaria y era denominado el Taller Fábrica de Sub-Ametralladoras. La percepción que el MLN tenía sobre el rumbo tomado en los últimos meses de 1974 quedó plasmada en la siguiente apreciación públicamente difundida: “El año 1975 se inicia con buenos augurios para la revolución uruguaya. Por primera vez, la dirección del MLN está compuesta en su totalidad por compañeros que responden a una extracción de clase proletaria. Esta dirección acaba de ser fortalecida y dinamizada, a consecuencia de las resoluciones de la Comisión Política ampliada del 1.1.75”.47 Para febrero de 1975, la Tendencia Proletaria resolvió disolverse en la medida que entendió que los objetivos por los cuales se había conformado ya habían sido alcanzados. De esta manera, tanto este grupo como el de Logística y las distintas corrientes que existían, quedaron nuevamente unificados dentro del MLN. Sin embargo, los personalismos siguieron operando, y ello supondrá el mantenimiento de ciertas lealtades y la permanencia de grupos definidos dentro de la organización. Una de las definiciones tomadas por el MLN fue la reactivación de un foco político y guerrillero en Uruguay, ya que era necesario que la línea política se elaborara “sobre la base de la más íntima relación con la realidad uruguaya” […] “a partir de las exploraciones y actividades que la propia dirección y demás trabajadores de vanguardia vienen realizando en el frente.”48 Para ello, en los primeros días de marzo de 1975, se definió enviar un contingente de unos 30 militantes para territorio uruguayo. Entre los tupamaros que viajaron a Montevideo se encontraba Ari Quiroga (a) Paco, quién tras ser detenido comenzó a colaborar con las fuerzas de seguridad. Según analiza Andrés Cultelli, la información que éste brindo permitió el desarrollo de un operativo, llamado Operación Dragón, en tierras argentinas que desmantelará parte de la estructura existente. 47. “Balance de la situación actual y perspectivas” Febrero de 1975. En: DALA. CEIU- FHCE. El documento fue elaborado por la Comisión Política y fue publicado en la revista “Che Guevara” N° 1 de febrero de 1975. 48. Tupamaros Documentos y Comunicados 19741975. DALA.CEIU.FHUCE.

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En el correr de marzo de 1975, unos 34 tupamaros fueron detenidos en Argentina, muriendo dos de ellos en la llamada “Operación Dragón”, un operativo enmarcado en las prácticas represivas del Plan Cóndor, donde participaron conjuntamente fuerzas de seguridad argentinas y uruguayas. El 24 de marzo las Fuerzas de Seguridad argentinas “tomaron conocimiento de que en la calle Teniente Barboza Nº 2874, Ituzaingó, Provincia de Buenos Aires, estaba ubicado el local de Técnica pesada del MLN (Tupamaros)”49 En el operativo fueron identificados los lugares donde funcionaban las áreas de “técnica pesada” y “técnica liviana”, el 5 de abril fue localizada “La Escuelita” (escuela de cuadros), cuyo responsable era Andrés Cultelli, quien también fue detenido. Por otra parte, fueron identificados locales pertenecientes al PRT - ERP donde se encontraban militantes tupamaros. Uno de ellos fue el de Propaganda, donde, según los informes militares, se produjo un enfrentamiento: “En la práctica se concretó un solo caso de resistencia armada real, y lo fue en un local de propaganda de la Junta Coordinadora Revolucionaria, atendida por el MLN (Tupamaros).” 50 El mencionado local estaba ubicado en Caseros, en la Provincia de Buenos Aires y al llegar los servicios de seguridad argentinos, se produjo un enfrentamiento en el que perdieron la vida Julio César Rodríguez Molinari y Eduardo Edison González Míguez. Por su parte, la primera lectura que realizaron los servicios de inteligencia al respecto de estos operativos fue que tras éstos, la Tendencia Proletaria perdió a “todos sus cuadros de Dirección Política y de Comando Militar y Logístico, siendo además capturados el noventa por ciento de los militantes que “funcionaban” en la Provincia de Buenos Aires, se les capturó además el armamento, la infraestructura política y logística, el dinero que disponían y todo otro elemento por ellos utilizado para concretar sus tareas subversivas.”51 Los efectos de estos procedimientos represivos pueden verse reflejados en una carta de abril de 1975, escrita por “Juan de Europa”, quien se encontraba en Montevideo, y en sus líneas daba cuenta de la situación de fragilidad en la que había quedado la organización. En éstas puede leerse: estamos sin plata, sin fierros, sin técnica casi, con menos compañeros capacitados para la etapa que estamos viviendo. Es indudable que otro golpe de estos y podrían reducirnos a cero. […] Nuestra primera batalla contra el enemigo es preservar lo poco que tenemos, a pesar de que ellos saben ya a esta altura que estamos, cuantos y casi quienes estamos. […] De estos hechos sacar esta conclusión: sigue vigente el problema ideoló49. Junta de Comandantes en Jefe - Servicio de Información de Defensa-Departamento III - PlanesOperaciones- Enlace. Memorándum I - 09/975. En: Presidencia de la República. Actualización de la investigación histórica sobre detenidos- desparecidos. Publicación digital. Tomo I. Sección 2. Cronología Documental. Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros. 50. Ídem. 51. Ídem.

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gico que se ve claramente en las cantadas, las traiciones, el liberalismo en la compartimentación de los locales y los métodos en general, como se sigue trabajando.”52 Pese a la vulnerabilidad del MLN, tanto en tierras uruguayas como argentinas, los tupamaros continuaron con las tareas que se habían propuesto; en ese sentido, quiénes habían logrado ingresar a Uruguay se concentraron en reorganizar y reactivar focos en la ciudad de Montevideo. Uno de los responsables de dicha línea era Walter González, quien fue reconocido por un policía en la vía pública; a partir de ese momento, los servicios de inteligencia uruguayos montaron un operativo de vigilancia llamado Operación Conejo. Desde el 30 de abril de 1975 hasta el 25 de mayo, se realizaron seguimientos de todas las actividades de González y los tupamaros con los que éste tuvo contacto. En este marco de vigilancia es que se averiguó la realización de una reunión el 25 de mayo, de la que participarían varios integrantes del MLN que se encontraban en la clandestinidad.53 De esta manera, el día 25 son detenidos, en Uruguay, cerca de veinte tupamaros; tres resultan heridos de muerte tras el enfrentamiento. Pese a este nuevo embate represivo, el MLN continuó operativo en Buenos Aires y prosiguió sus vínculos con los militantes que se encontraban en Uruguay. Sin embargo, el mayor problema que presentaba la organización era la persistencia de distintas tendencias dentro de la misma; los informes elaborados por los servicios de inteligencia daban cuenta de tres corrientes claramente delimitadas, una de ellas encabezada por Ataliva Castillo, otra por Beto Falero Montes de Oca y otra con Félix Bentín como referente. Si bien las pujas internas profundizaban la fragilidad de la organización, las distintas corrientes pudieron acercarse nuevamente para sortear los duros momentos que se estaban transitando. Luego de las sucesivas caídas en ambos márgenes del Plata en el correr de 1975, el MLN quedó en una situación de suma precariedad y fuertemente desmantelado, en tanto las detenciones que se produjeron supusieron la caída de los locales que la organización poseía. La situación se complejizó aún más con el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, en la medida que había que reforzar los criterios de seguridad y clandestinidad. A ello hay que sumarle que la ayuda brindada por el PRT-ERP no podía mantener la fluidez de la etapa anterior, ya que la organización argentina también debía enfrentar una nueva situación y sostenerse en la clandestinidad. De esta manera, nos encontramos frente a una nueva etapa de la vida del MLN en exterior, que estará caracterizada por los esfuerzos de reorganizarse 52. Informe de Juan de Europa. Montevideo, Abril de 1975. En: Documentos Exterior- MLN. Colección David Cámpora. Archivo CEIU-FHCE. 53. Memorándum de Información Conjunto sobre la Operación Conejo, del 14.06.1975. En Archivo de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia. Bultos. Bulto 459. En: Actualización de la Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos. Portal de la Presidencia de la República, 2011.

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en Argentina para poder intentar un nuevo ingreso al Uruguay y por el inicio del proceso de reunificación del movimiento en aras de realizar una III Convención que permitiera limar las asperezas y finalizar con las divisiones. En la publicación Correo Tupamaro de octubre de 1976, se expresaba lo siguiente: Hoy la situación es de debilidad, fundamentalmente por falta de organización y por la sorpresa que significó todo el peso de una represión feroz y asesina […] la correlación de fuerzas militarmente hablando nos es desfavorable hoy, el enemigo tiene la razón de la fuerza, pero cuando un pueblo está decidido a vencer y cuenta con la experiencia y coraje como el nuestro, y fundamentalmente defiende una causa justa, que es la de la mayoría, es invencible y está históricamente demostrado. No tenemos la organización, la lograremos en la lucha; no tenemos las armas, se las quitaremos al enemigo.54 Muchos militantes comenzaron a viajar por el mundo, tanto para realizar reuniones con los diversos grupos de tupamaros, como para recaudar fondos y ayuda para la sobrevivencia de la organización. Los trayectos recorridos por el MLN con posterioridad a 1976 podrían dividirse en dos grandes caminos: por un lado, y hasta 1978, los tupamaros intentarán mantener la organización en Argentina, que será objeto de dos operativos represivos en los que doce militantes serán detenidos y desaparecerán.55 Por otro lado, el escenario europeo convocará a la mayoría de los tupamaros, desde dónde se iniciarán las arduas tareas de reunificar y reorganizar al movimiento. Paralelamente, es importante señalar que las tareas políticas de los tupamaros no sólo se circunscribieron a estos dos espacios mencionados, sino que muchos de ellos se instalaron en Cuba y otros participaron de otros procesos revolucionarios de América Latina y de países africanos y asiáticos. A modo de cierre Como hemos señalado al principio, el exilio tupamaro estuvo caracterizado por la preeminencia de la actividad política, por la conformación de un es54. Correo Tupamaro. Reencuentro Año I, No. 6. Buenos Aires, octubre de 1976. EN: DALA. 55. Entre el 23 y el 30 de diciembre de 1977 son detenidos y desaparecen en Buenos Aires: Aída Sanz (embarazada) y Elsa Fernández, Atalivas Castillo Lima, Miguel Ángel Río Casas, Eduardo Gallo Castro, María Asunción Artigas Nilo (embarazada), Alfredo Moyano. En agosto de 1978 un grupo formado por Félix Maidana Bentín, María Rosa Silveira Gramont, Ignacio Arocena Linn y José Luis Urtasún Terra arribó a Buenos Aires, el 13 del mismo mes fueron detenidos y desaparecieron en las inmediaciones de la Estación de Ferrocarril José C. Paz, en la Provincia de Buenos Aires.

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pacio de acción donde la revolución seguía siendo el horizonte, y dónde los militantes orientaron su vida en función de ella primero y de la sobrevivencia de la organización después. Como las distintas experiencias personales no admiten generalizaciones, es importante señalar que nos hemos dedicado a pensar el exilio en función de ese horizonte revolucionario, y las lecturas sobre ese pasado se han realizado intentando identificar las trayectorias de la organización en sus aspectos políticos. Un exilio plagado de discusiones, incertidumbres, redefiniciones que generó un proceso de resquebrajamiento de la organización que será saldado en el retorno de la democracia. Allí, el MLN, en 1986, realizará su III Convención, donde se llevará a cabo el denominado “Gran abrazo”, donde las distintas tendencias “olvidarán” sus diferencias para dar lugar a una nueva etapa: el MLN como organización legal en democracia. Bibliografía Aldrighi, C. (2001). La izquierda armada. Montevideo: Trilce. __________. (2009). Memorias de la insurgencia. Historias de vida y militancia en el MLN-Tupamaros. 1965-1975. Montevideo: EBO. Alonso, J. (2011). “Tupamaros en Chile. Una experiencia bajo el gobierno de Salvador Allende”. Encuentros Uruguayos. http://www.encuru.fhuce. edu.uy/ Cultelli, A. (2006). La revolución necesaria. Contribución a la autocrítica del MLN- Tupamaros. Buenos Aires: Colihue. Fernández Huidobro, E. (2000). En la nuca. Montevideo: EBO. Gorriarrán Merlo, E. (2003). Memorias de Enrique Gorriaran Merlo: De los sesenta a La Tablada. Buenos Aires: Planeta. Mattini, L. (1990). Hombres y Mujeres del PRT- ERP. Buenos Aires: Contrapunto. Marchesi, A. (2008). “Geografías de la protesta armada, guerra fría, nueva izquierda y activismo transnacional en el cono sur, el ejemplo de la Junta de Coordinación Revolucionaria (1972-1977)”, Presentación para II Jornada Académica “Partidos Armados en la Argentina de los Setenta. Revisiones interrogantes y problemas”. Buenos Aires: CEHP-UNSAM. Roniger, L. (2008). “El exilio político y los límites de las Doctrinas de Seguridad Nacional”. Revista de Estudios sobre el Genocidio, N°2. Buenos Aires: Centro de Estudios Sobre Genocidio. Vezzetti, H. (2009). Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos. Buenos Aires: Siglo XXI.

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Refugiados del Cono Sur víctimas de la Operación Cóndor Carla Peñaloza Palma Universidad de Chile ¿Dónde estarán? pregunta la elegía de quienes ya no son, como si hubiera una región en que el Ayer, pudiera ser el Hoy, el Aún, y el Todavía. Jorge Luis Borges, “El Tango” La tarde del 11 de septiembre de 1973 la imagen del Palacio de La Moneda en llamas dio la vuelta al mundo, iniciándose uno de los mayores movimientos de solidaridad internacional de la segunda mitad del siglo XX. La solidaridad al pueblo chileno en la lucha contra la dictadura de Pinochet, que se instaló ese día a través de un violento golpe de estado, derrocando al presidente democráticamente electo, Salvador Allende, se expresó de múltiples maneras. Otorgando refugio a los perseguidos, denunciando la represión en los organismos internacionales, entre otras manifestaciones que tuvieron como protagonistas tanto a chilenos víctimas de la violencia, como a ciudadanos de todo el mundo que se condolieron con sus padecimientos y abrazaron su causa política. El gobierno de la Unidad Popular se había propuesto abrir Chile al mundo, y lo había hecho procurando mantener relaciones diplomáticas con la mayoría de las naciones, restableciéndolas con los países de la órbita socialista y Cuba. Del mismo modo, se integró al grupo de países no alineados y fue sede de la III conferencia de la Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo en 1972. En su mensaje ante el pleno de las Naciones Unidas, en el mismo año, el presidente Allende había señalado:

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Chile no está solo, no ha podido ser aislado ni de América Latina ni del resto del mundo. Por el contrario, ha recibido infinitas muestras de solidaridad y de apoyo. Para derrotar los intentos de crear en torno nuestro un cerco hostil, se conjugaron el creciente repudio al imperialismo, el respeto que merecen los esfuerzos del pueblo chileno y la respuesta a nuestra política de amistad con todas las naciones del mundo. Es por esto que podemos señalar que la solidaridad con Chile no comenzó con el golpe de estado, sino durante el gobierno de la Unidad Popular y se expresó en términos materiales, por medio de préstamos de los países del primer mundo, así como a través del arte y la cultura, con la formación, por ejemplo, del Museo de la Solidaridad, inaugurado en 1972 a instancia de los artistas e intelectuales más relevantes de la época, que apoyaban la vía chilena al socialismo. Sus obras encontraron cobijo en Santiago de Chile, y el golpe las sorprendió en el edificio de la UNCTAD. Así mismo, miles de extranjeros se encontraban en este lejano país, pues habían llegado a ver de cerca el proceso chileno, en calidad de observadores curiosos o militantes solidarios, dispuestos a colaborar en esta tarea. De la misma manera, muchos encontraron en Chile un refugio al que acudieron cuando sus gobiernos los expulsaron o persiguieron. Brasileros, uruguayos, argentinos, bolivianos eran parte de los casi veinticinco mil extranjeros que había en Chile, en calidad de refugiados a comienzos hasta el golpe de estado. En 1972, el gobierno de la Unidad Popular había ratificado la Convención de Ginebra sobre Refugiados de 1951; en ella se señala: Un refugiado es una persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él1. Para fortalecer este propósito, el gobierno de Salvador Allende solicitó a Helmut Frenz, en su calidad de obispo de la Iglesia Luterana en Chile, que organizara actividades de ayuda económica a los refugiados. En sus memorias el obispo alemán relata: Muchos refugiados de otros países latinoamericanos afluyeron a Chile en el tiempo del Presidente Allende. Correspondiendo a una tradición 1. Convención sobre Refugiados ACNUR, 1951

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latinoamericana se sobreentiende que sean recibidos los refugiados de los Estados vecinos. El gobierno no organiza en tales casos un programa especial para refugiados. Los refugiados sencillamente llegan y tienen que ver cómo sobreviven. El gobierno estima que desde 1970 han llegado a Chile cerca de 25. 000 refugiados, entre ellos muchos argentinos, bolivianos, uruguayos y brasileros. Huyen de la persecución política de crueles dictaduras militares. La mayoría de ellos vive en Santiago. El gobierno se siente obligado a ayudar a los refugiados, sin embargo carece de los medios burocráticos y financieros para darles una ayuda rápida (Frenz, 2006. p.95). El gobierno cita entonces a los dirigentes de las iglesias con presencia en el país y les pide ayuda en esta tarea. La iglesia luterana, tradicionalmente conservadora, se toma en serio la iniciativa y, junto con buscar recursos en el extranjero, organiza una “diaconía” en su seno, que acoge a los refugiados. Señala Frenz: Este campo de acción me parece especialmente indicado porque es, sin más ni más, imprescindible que sea conformado y porque contamos con la aprobación oficial de gobierno. Sin entrar en el detalle de las muchas dificultades, puedo decir, que llegamos a un resultado razonable. Es prioritario ocuparse, en primer lugar, de medidas para procurar trabajo a los refugiados. Instalamos diversos talleres; entre otros, talleres costura para la fabricación de los uniformes escolares…; dos talleres de reparación de autos; varios talleres de pintura y finalmente incluso algunos quioscos de comida. No obstante, hacemos alarde con la instalación de un restaurante con una cocina colectiva en el elegante barrio de Providencia. Este restaurante folklórico es administrado por una agrupación de refugiados brasileños a los que se han incorporado casi cien familias de la misma nacionalidad. En la mañana se prepara en la cocina colectiva una gran cantidad de almuerzos a precio de costo para familias de refugiados. En la noche el restaurante se transforma en uno elegante para la pudiente población burguesa de Providencia (p.96). Esta solidaridad desplegada por el gobierno chileno y las organizaciones sociales en su nombre, fue devuelta con creces y de manera muy generosa por ciudadanos y estados de todo el mundo, que solidarizaron con los chilenos que debieron salir del país porque eran perseguidos por la dictadura, en una continuidad de gestos humanitarios, para paliar las tragedias del siglo XX. A partir del 11 de septiembre, la feroz represión desatada en contra de los partidarios de la Unidad Popular se hace extensiva a todos los extranjeros. Para el régimen, cada uno de ellos es un potencial enemigo de la patria, por lo que se les conmina a abandonar el país a la brevedad; paralelamente, se le

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pide a la población delatarlos. “El 15 de septiembre, la Junta anunció que había detectado a más de trece mil extranjeros en situación irregular y los calificó como ‘en su mayoría extremistas’. El 16 de septiembre exhortaron al país a “denunciar a los ciudadanos extremistas extranjeros que han venido a matar chilenos”. En ese ese contexto se publicó una lista que incluía a “cuatro mil ochocientos siete bolivianos, dos mil ciento treinta y nueve argentinos, novecientos ochenta y siete cubanos, mil trecientos brasileños y tres mil doscientos sesenta y seis uruguayos” (Abbattista. 2014). La hostilidad era evidente. La mayoría de ellos intenta abandonar el país cuanto antes; sin embargo, durante la primera semana en el poder, la dictadura cerró las fronteras impidiendo la salida de cualquier persona, chilena o extranjera. Por otra parte, muchos de estos extranjeros no pueden acudir a sus embajadas, pues sus gobiernos les persiguen y no desean volver a sus países de origen. Dado el clima de persecución, una gran cantidad de chilenos y extranjeros buscaron protección en las embajadas, a las que no fue fácil acceder, pues los militares se instalaron en sus alrededores para evitar que los perseguidos encontraran auxilio en ellas. Además, la Junta de Gobierno puso enormes dificultades para que la ACNUR pudiera hacer su trabajo. El 20 de septiembre se constituyó en Chile, y un par de días más tarde se instala la Comisión Nacional para los Refugiados (CONAR), aprovechando la experiencia previa con los refugiados, se constituye con el apoyo de todas las iglesias con presencia nacional y la Cruz Roja Internacional. De acuerdo al trabajo de Clara Aldrighi, se crearon 26 centros de recepción de refugiados. Estos centros eran exclusivamente para los refugiados extranjeros que se encontraban en Chile. Para el nuevo régimen, estos debían ser devueltos a sus países de origen, no obstante, de acuerdo a las políticas de Naciones Unidas debían ser instalados en un tercer país, pues en el propio corrían peligro. A pesar de lo anterior, no todos los extranjeros en Chile lograron este objetivo. Según Abbatista (2014), más de trescientos ciudadanos bolivianos fueron devueltos a su país. En el caso de los uruguayos, 64 fueron detenidos y llevados al Estadio Nacional; posteriormente, y gracias a las gestiones del embajador sueco, y la decidida actuación de Belela Herrera, esposa del embajador uruguayo, que tras el golpe de estado en Chile se convierte en voluntaria de ACNUR, pudieron salir rumbo a Suecia. No obstante, once uruguayos fueron detenidos y asesinados o desparecidos hasta hoy (Alonso, 2011). Existiendo certeza de que fueron apresados en los días siguientes al golpe militar y exterminados por agente chilenos. En total fueron más de sesenta los extranjeros muertos en nuestro país a manos de funcionarios del estado de Chile. El caso más conocido es Charles Horman, cuyo caso es relatado por Costa Gavras en la película Missing.

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La lucha del pueblo chileno es también nuestra lucha La figura del presidente mártir, la moneda en llamas, la vía chilena al socialismo truncada, pero sobre todo la percepción de que lo ocurrido en Chile tenía características de barbarie, sensibilizaron de manera casi transversal a buena parte del mundo, creando una especie de consenso acerca del rechazo que producía. Argentina no fue la excepción y la preocupación y solidaridad con el pueblo chileno no se hizo esperar. El día 12 de septiembre la prensa dio cuenta de lo ocurrido el día anterior, y de las reacciones que el golpe de estado causó en diversos sectores de la sociedad argentina. El diario La Opinión destaca que todos los sectores políticos de la Argentina condenaron el golpe militar ocurrido en Chile. El Bloque de La Alianza Popular Revolucionaria repudia el golpe de estado y señala: “sabemos que el pueblo chileno encontrará el camino para derrotar a la reacción y lograr su definitiva liberación”, más adelante expresa “su más ferviente solidaridad con el gobierno y el pueblo chilenos en sus comunes esfuerzos por llevar adelante su propio proceso de liberación nacional y social” (La opinión, 12 de septiembre de 1973, Pág. 8). En una línea muy similar, el Frente Justicialista de Liberación Nacional, expresa su dolor por los hechos y su certeza que el pueblo chileno encontrará rápidamente el camino para su liberación. No deja de llamar la atención las palabras la Unión Conservadora, que en la persona de Francisco Falabella argumentó: “si el ejército ha avasallado la soberanía popular a título de necesidad, ha reincidido en el error de sangre caliente sudamericana. Es decir que maduren los procesos. Allende habría caído solo. Con lo ocurrido se le repone y reincorpora polémica e históricamente. Estoy convencido que Allende habría perdido la próxima elección, pero los militares lo malogran todo, no quieren que la democracia viva sus procesos naturales” (ibídem). Habrá que reconocer que Francisco Falabella tiene un espíritu cívico y democrático del que la derecha chilena careció. Angel Moral, a nombre del Partido Demócrata Progresista, expresa su temor de que el caso chileno tiente a militares en otros países del continente. “Confiamos —señaló— en que la cordura se imponga. Que reflexionen estos militares y predomine el respeto al pensamiento mayoritario. Deseamos fervientemente que el gobierno de Allende se consolide y no sean los militares lo que gobiernen”. Menos tajante y más cauteloso que su propio partido fue el General Perón, que dijo esperar a tener más antecedentes para opinar. A posteriori, la política del gobierno argentino con respecto al reconocimiento de las nuevas autoridades chilenas se resumía en “no podemos ser los primeros ni los últimos” no podemos ser los primeros por respeto a la legalidad, ni los últimos para que Brasil no saque ventajas comerciales de la situación, ni crear resenti-

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miento entre los militares chilenos. De todos modos, para Perón la situación era al menos preocupante en la región. Las Fuerzas armadas argentinas, por su parte, manifestaron que los hechos de Santiago no alentaban de ninguna manera el golpismo local y que el ejército argentino pierde un aliado en las conferencias internacionales, ante Brasil. Por otra parte, La muerte de Salvador Allende crea en la zona un ingrediente emocional de tremenda fuerza, solamente comparable a los casos de Patrice Lumumba y Ernesto Guevara. El diario Nuestra Palabra, órgano oficial de partido comunista, tituló su editorial “A la calle por Chile”, y manifestó su más absoluto rechazo al golpe de estado y su solidaridad con el pueblo chileno, lo mismo hicieron diversos sectores sindicales, y de otros ámbitos. En definitiva, matices más o menos, todos repudiaron el golpe de estado encabezado por Pinochet y la muerte del presidente democráticamente elegido. No era el momento de decir una cosa distinta. Lo que venía era la solidaridad que se demostró por parte de la sociedad argentina ante la llegada masiva de exiliados y durante toda su estadía. Por otra parte, al día siguiente del golpe de estado, en los jardines de la Universidad de La Plata, se realizó un acto organizado por la Federación Universitaria de La Plata, la Franja Morada y la Juventud Universitaria Peronista. Adhirieron algunas organizaciones políticas argentinas y también el Centro de Estudiantes Peruanos y la Agrupación Reformista Peruana. Ese mismo día, el Rector de la Universidad, profesor Rodolfo Mario Agoglia repudió en nombre de la comunidad universitaria el golpe de estado ocurrido en Chile. El día 15 de septiembre de 1973 en La Plata fueron repartidos en la calle panfletos que repudiaban el golpe de estado en Chile, firmado por el Partido Comunista, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Comunista Maoísta. El día 18 de septiembre, frente a la plaza del congreso en Buenos Aires se organizó un funeral simbólico al presidente Allende, que fue convocado por decenas de organizaciones políticas, estudiantiles y obreras de la Argentina al que asistieron más de veinte mil personas, según estimaciones de la policía. La más importante de ellas fue COMACHI —Coordinación de Movimientos de Ayuda a Chile—, que reunía un número importante de afiliados y organizaciones adherentes, así como un gran despliegue de actividades. Presidía la organización el doctor Oscar Eduardo Allende, médico de profesión y fundador del Partido Intransigente. La COMACHI organizó numerosas reuniones y manifestaciones masivas en contra de la dictadura chilena. En la organización se fueron integrando obreros, estudiantes, profesionales y partidos políticos argentinos, conformando sedes en distintos lugares del país, siendo la más grande la de Bahía Blanca.

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La organización demandaba, entre otras cosas, “que sea levantado en Chile el estado de guerra interno, la ley marcial y el toque de queda. Que cesen los fusilamientos, las torturas y la ley de fuga. Que los presos deportados a regiones inhóspitas sean devueltos a sus respectivos lugares de origen. Que los presos políticos pasen de la jurisdicción militar a la justicia civil, que sean puestos en libertad todos los patriotas presos y que todos los exiliados puedan volver a su patria. Que el gobierno de nuestro país (Argentina) otorgue asilo irrestricto a todos los fugitivos del terror fascista en Chile” Con respecto al exilio, en particular, la COMACHI “reclama a favor de todos los refugiados políticos que han arribado a la Argentina fugitivos del régimen de terror implantado por la Junta Militar de Chile, chilenos y no chilenos, un asilo amplio, sin odiosas restricciones y conforme a los derechos humanos consagrados en la declaración universal y la legítima y honrosa tradición argentina en la materia. Terminan diciendo “La lucha del pueblo chileno es también nuestra lucha”. El exilio después del exilio Una canción de gesta se ha perdido entre sórdidas noticias policiales Jorge Luis Borges, “El Tango” Si bien no existe una cifra precisa sobre el total de exiliados, los cálculos de las organizaciones de derechos humanos señalan que fueron entre 200 y 400 mil las personas qué de diversas formas, abandonaron el país. Según la Liga Chilena de Derechos del Hombre fueron 400.000 los chilenos y chilenas que debieron abandonar el país por razones políticas, cifra que duplica a las entregadas por otros organismos. De acuerdo a los datos manejados en 1990 por la Oficina Nacional de Retorno, el Servicio Universitario Mundial y CIM, los exiliados políticos representaban alrededor de 200.000 personas dispersas entre los cinco continentes. Esta cifra del exilio político es cercana a la de la Vicaría de la Solidaridad, que registra unas 260.000 personas que fueron obligadas a vivir fuera del país por razones políticas. Sin embargo, a partir de las propias fuentes de la Vicaría, Carmen Norambuena calcula que habrían salido del país 408.000 personas. La mitad de ellos salió rumbo a Argentina. Sin duda que una de las motivaciones principales para elegir Argentina como país era la cercanía, lo que permitía volver fácilmente si se daban las condiciones. Por otra parte, aunque feble, era una las pocas democracias de la región. Argentina el año 1973 vivía un proceso complejo. Después de 21 años se volvía convocar elecciones libres donde el favorito para ocupar la primera

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magistratura era Juan Domingo Perón, exiliado en España desde 1955, lo que le impide ser candidato en primera instancia. En su nombre es elegido Héctor Cámpora, que a los pocos meses renuncia para que se convoquen nuevas elecciones en las que Perón pueda ser candidato. Al momento del golpe de estado en Chile, al mando del país trasandino está Lastiri, presidente de la cámara, en espera de la trasmisión de mando al jefe del Justicialismo. A él le tocará enfrentar los primeros días de crisis de refugiados chilenos, argentinos y latinoamericanos en general, que pedían asilo en la embajada argentina de Santiago. Declarará tres días de duelo oficial y la voluntad de acoger en la embajada argentina en Santiago a los chilenos y a todos los latinoamericanos perseguidos. No obstante, el jefe de la legación no estaba en Chile, y no volverá en todo el período de asilo, y serán funcionarios intermedios los que, de acuerdo a criterios personales, intentarán resolver la crisis de refugiados. Para Perón, el golpe militar fue un hecho condenable; sin embargo, responsabilizó al propio presidente Allende y su manga ancha con el “ultra izquierdismo”, de su derrocamiento. Ese discurso se ha interpretado como la confirmación de una advertencia que venía planteando desde su regreso a Argentina: que los movimientos de izquierda no tendrían cabida en su gobierno, incluida la izquierda peronista. En octubre, Perón asume la presidencia, con lo que los conflictos no desparecen, si no que, por el contrario, se agudizan, en la medida en que las tensiones internas del peronismo se van resolviendo por la derecha, lo que incluye la aceptación de la persecución a la militancia de izquierda. Argentina vivía en un clima de alta tensión política, marcada por hechos violentos. Tanto los grupos paramilitares como un sector de la izquierda hacían uso de las armas para desestabilizar el país. La existencia de la triple A, fundada y organizada por López Rega, ministro de Bienestar Social, no hace más que agudizar este conflicto, y su poder aumentará tras la muerte de Perón, en 1974. La izquierda chilena nunca tuvo un vínculo particular con el peronismo. Más bien existió una distancia ideológica con este movimiento que no tenía paralelo en Chile, lo que no favoreció las relaciones fraternales, por el contrario, más bien primó cierta desconfianza mutua, especialmente desde el triunfo de Salvador Allende. No obstante este escenario, una serie de factores permiten explicar la masiva afluencia al país vecino, siendo la primera de ellas, precisamente, su carácter fronterizo, que permitió cruzar clandestinamente la extensa frontera compartida. Por otra parte, la cercanía también permitía sostener la ilusión de un pronto retorno y, por cierto, la solidaridad expresada por su pueblo, como ya hemos señalado. En la mayoría de los casos, Argentina fue un asilo de paso antes de em-

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prender un nuevo exilio, más lejos de Chile, sobre todo después del golpe de estado de marzo de 1976. Una vez instalada la dictadura de Videla, la represión fue en aumento y cada vez fueron más los chilenos que cayeron producto de ella y, por lo mismo, cada vez menos los que se quedaron en ese país. Es el reverso de la medalla de la solidaridad. La coordinación represiva del Cono Sur para vigilar, perseguir y exterminar a los militantes y simpatizantes de la izquierda criolla, incluidos los extranjeros que habían encontrado refugio en cada uno de los países en el marco de un proyecto de sociedad fraterna, fue un contraste brutal con el pasado reciente y convirtió a la región en un lugar muy peligroso de habitar. A grandes rasgos, y como han demostrado otros estudios, la política del peronismo hacia los exiliados chilenos fue inicialmente ambigua y combinó acciones de integración con otras de hostigamiento y expulsión —entre septiembre de 1973 y agosto de 1974—, para luego decantar en políticas abiertamente hostiles —desde agosto de 1974 en adelante—2. La acogida de cientos de refugiados en la Embajada Argentina en Santiago de Chile, sumado a los miles de exiliados que “espontáneamente” cruzaban la frontera a diario buscando escapar de la represión pinochetista, representó un serio problema para el gobierno peronista. La supuesta “afinidad política” con la Unidad Popular se puso a prueba y con el tiempo fue quedando en claro que Perón tenía planes de apaciguamiento político para la Argentina más parecidos a los del dictador instalado que a los del Presidente depuesto. De modo que el diseño de una política para los refugiados en la Embajada —chilenos, argentinos y latinoamericanos— no resultaba sencillo, toda vez que Perón quería evitar que Argentina fuera considerada una especie de Cuba del Cono Sur, un país amigo de los “parias” izquierdistas, sin querer, o sin poder aún, romper lanzas con esos sectores entre los que tantos votos había cosechado. De este modo, la política consistió en el recibimiento de los refugiados por tandas, con la condición de que permanecieran transitoriamente en Capital Federal y provincia de Buenos Aires, para luego reubicarse en regiones del interior destinadas, especialmente, en coincidencia con la política de población y migración que se buscaba fomentar (Novik, 1992), o bien en la elección de un tercer país como destino. Durante todos los meses que llevó concretar el plan —los últimos de 1973 y primeros de 1974—, los refugiados fueron sometidos a un intenso examen y en más de una ocasión fueron tratados como delincuentes y no como víctimas de una dictadura. A partir de agosto de 1974 la posibilidad de reasentamiento interno quedó cancelada y comenzó un periodo en el que se multiplicaron los pedidos de salida hacia un tercer país (Casola y Peñaloza, 2016). La acogida de exiliados chilenos en Argentina no fue en absoluto una política de estado, sino más bien respondió a la voluntad de algunos fun2. Véase, Sergio Bufano y Cecilia Teixidó (2015), Lastra Soledad y Peñaloza Carla, (2015), Abattista Lucía, (2014) y Cecilia Azconegui, (2012; 2014; 2016).

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cionarios intermedios de la embajada en Chile. Por una parte, el gobierno decretaba tres días de duelo por el derrocamiento de Allende y, por otra, imponía una condición suplementaria para otorgar refugio, que consistía en pedir una carta confidencial que justificara la petición, lo que hacía más difícil o incluso no deseable la petición. Según señala Azconegui “La preocupación por la seguridad de los chilenos llevó a los agentes migratorios a hacer una doble recomendación a los recién llegado: primero: que optaran por radicarse como migrantes en lugar de acceder al estatus de refugiados: y, segundo, que si decidían obtener la protección del ACNUR, que buscaran un tercer país, ya que como la Argentina no los reconocería como tales su situación sería de extrema vulnerabilidad” (Azconegui, 2014 p.220). Esta aprehensión tenía un dramático origen en la realidad, pues una vez cruzada la frontera no se encontraron a salvo. Mediante diversos mecanismos, la policía argentina los vigiló, siguiendo la mayoría de sus pasos, guardando un cuidadoso registro de sus actividades presentes y pasadas, entre las que se incluyó su militancia en Chile y sus contactos en Argentina. También los argentinos que se organizaron para apoyar la causa chilena fueron vigilados, perseguidos e incluso eliminados. Para la policía argentina, estas manifestaciones de solidaridad con Chile, que desde septiembre de 1973 se incrementaron, contaron con el apoyo de “subversivos locales”, a quienes la solidaridad les costaría la persecución e incluso la muerte. La coordinación entre los organismos de seguridad de los gobiernos de Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, y también el de Argentina antes del golpe de estado de 1976, conocida como Operación Cóndor, tuvo como propósito la represión coordinada de los militantes de izquierda del Cono Sur, prestándose una cooperación mancomunada en dicho objetivo. Esta “internacional del terror”, funcionó de manera eficiente, lo que significó la desaparición y muerte de un importante número de personas, sin importar el país en el que estuvieran o hubieran encontrado refugio. De acuerdo a las investigaciones de organismos de derechos humanos, 62 personas de nacionalidad chilena fueron ejecutadas o detenidas, y hechas desparecer, fuera de las fronteras (Rojas, Muñoz y Ortiz 1996). Hemos Revisado cada uno de los casos, cruzando información entre el Informe de Verdad y Reconciliación, el trabajo hecho por los investigadores de CODEPU y el Informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas de Argentina (CONADEP), para conocer con mayor precisión la cifra y las circunstancias de su desaparición. A partir de esa investigación podemos señalar que, en primer lugar, salvo tres de ellos, todos encontraron la muerte en Argentina. De estas personas, trece de ellas residían en Argentina desde hacía años, allí hicieron su vida y se vincularon a la militancia política. Por lo mismo, sus casos aparecen denunciados en los organismos de derechos humanos de ese país. Las otras

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cuarenta y siete personas, incluidas tres argentinos residentes en Chile y casados con chilenas, eran personas en condición de exiliados políticos, es decir, que habían abandonado Chile tras el golpe de estado. En esta investigación nos concentraremos en estos casos. La mayoría de los chilenos sufre las consecuencias de la ola represiva desatada a partir del golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Sin embargo, diez personas fueron detenidas y desaparecidas o asesinadas, antes de esta fecha, es decir, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón o, posteriormente, del de su viuda María Estela, mientras que treinta y siete son víctimas de la dictadura militar. En todos los casos mencionados, la Comisión de Verdad y Reconciliación llegó a la convicción que se trataba de víctimas de violaciones a los derechos humanos, cometidas por agentes del estado, o víctimas de la violencia política, sin poder determinar a los responsables. Esto quiere decir que no existe constancia de la participación directa de agentes del estado chileno, pero de acuerdo a los antecedentes, es evidente la motivación política del crimen. Pocos días después del golpe de estado, Juan Vera, de 53 años, y Néstor Castillo, de 23, militantes del Partido Comunista de Coyhaique, cruzaron clandestinamente la frontera, pues sabían que estaban siendo buscados por su militancia política para detenerlos. El día 20 de septiembre llegan a Argentina, siendo detenidos dos días después. A pesar de que los dos hombres estaban tramitando una petición de asilo, son trasladados al Escuadrón nº 38 de Río Mayo. En ese lugar ya había otro grupo de chilenos, entre los que se encontraba José Rosendo Pérez, militante del MAPU de 24 años de edad. A fines de octubre, los tres fueron sacados del lugar, apartados del resto de prisioneros chilenos y llevados a la frontera donde los entregaron a la policía chilena, desconociéndose hasta ahora su paradero. Estas son las primeras víctimas consignadas fuera de Chile por el Informe Rettig, cabe destacar la participación de la policía argentina en su detención, su vínculo con los aparatos de seguridad de la dictadura chilena, su desaparición en Chile. Por otra parte, la detención se produce incluso antes de que Perón asumiera el gobierno. Es decir, no se condice con la voluntad expresada por Lastiri de otorgar protección a los refugiados. Estos, habían salido de Chile por su conocida militancia política y su condición de dirigentes sociales y solicitado asilo. Esta condición no fue respetada, contra todas las convenciones y normas internacionales. Un año después, en septiembre de 1974, es asesinado en Buenos Aires el general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Su condición de exiliado político era reconocida internacionalmente. Su posición de militar constitucionalista lo había enfrentado al general Pinochet, incluso antes del golpe de estado. La embajada chilena en Argentina no solo estaba al tanto de su presencia en el país, sino que además retrasó la tramitación de renovación de

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su pasaporte, que necesitaba para salir de Argentina en busca de un nuevo lugar de exilio debido a las numerosas amenazas recibidas. Su muerte es uno de los atentados más graves cometidos por el régimen fuera de las fronteras nacionales y da cuenta de la voluntad de acallar las voces disidentes sin importar donde estuvieran. El mismo año, en el mes de noviembre, Guillermo Roberto Beaussire Alonso, ingeniero de 24 años de edad, de nacionalidad chileno-británica, desembarca en Ezeiza con el propósito de continuar viaje a París dos días más tarde. Sin embargo, es detenido en el mismo aeropuerto, mientras que en Santiago son detenidas simultáneamente su madre y su hermana, casada con Andrés Pascal Allende, dirigente del MIR. Tres días después es entregado a la policía chilena, que lo devuelve al país, pasando por diferentes centros clandestinos de detención, hasta que se pierde todo rastro de él. Para la Comisión de Verdad, es evidente la acción coordinada de ambas policías. Beaussire estaba de paso en Argentina pues pensaba radicarse en París. Sin embargo, es evidente que tanto la policía argentina como chilena sabían que hacía escala en buenos Aires, de otra manera no se explica su detención, que además se produce al mismo tiempo que la de sus familiares en Chile. El blanco de la operación era Andrés Pascal Allende, y para ello se desplegaron esfuerzos, agentes y dependencias de ambos lados de la cordillera. El detenido fue visto en distintos centros de detención clandestinos de Chile, lo que al igual que en otros casos, da cuenta del traslado de prisiones de un lado a otro de la cordillera, con los recursos de ambos estados. Los casos del año 1975 refuerzan lo señalado, pues siguen un comportamiento similar de los agentes de seguridad. Cuatro chilenos desparecen en Argentina y una en Paraguay. Leandro Llancaqueo es agricultor, dirigente sindical y militante del Partido Comunista. Por estos antecedentes es perseguido y se va a la ciudad de Mendoza. Desde allí mantiene una comunicación permanente con su familia hasta un día de 1975 en que se pierde todo contacto con él. Sergio Montenegro tenía 34 años. Estuvo detenido en el Estadio Nacional y tras su liberación siguió siendo hostilizado por desconocidos. Por esta razón viaja a Buenos Aires, donde instala un pequeño negocio para vivir y obtiene la calidad de Refugiado Político; sin embargo, el 24 de enero dos individuos llegan hasta su lugar de trabajo y lo asesinan. Para la Comisión es víctima de la violación de sus derechos humanos, por agentes del estado, sin poder precisar si la responsabilidad material corresponde a chilenos o argentinos. El 2 de junio, Juan Carlos San Martín, de 17 años fue detenido en Buenos Aires por la policía Federal de argentina. Había ido en busca de trabajo y se alojaba en un hotel donde había numerosos exiliados chilenos. Víctor Oliva Troncoso tenía 22 años, era estudiante de pedagogía en castellano y militante del MIR, se encontraba en Bahía Blanca bajo la pro-

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tección de ACNUR, en calidad de refugiado político. El día 2 de julio fue violentamente ejecutado. Para la Comisión, el método es similar al utilizado por la Triple A; sin embargo, se forma la convicción de que los autores intelectuales son agentes de la DINA. “Ponderando los antecedentes específicos de este caso, y considerando el contexto de las acciones que se ha comprobado la DINA realizaba en la Argentina en ese período, la Comisión llegó a la convicción de que en la muerte violenta de Víctor Oliva le cupo responsabilidad a la DINA, aunque sus agentes no hayan sido los autores materiales del asesinato. El método de la ejecución corresponde al padrón de actuación del grupo extremista argentino ‘La Triple A’, que actuó en coordinación o colaborando con la DINA en Argentina. La Comisión estima también que es muy probable que tal asesinato formó parte de una maniobra de desinformación de la DINA, cuyos episodios más publicitados (el caso Colombo y las listas de los ‘119’ a que se ha hecho referencia repetidamente en este capítulo) tuvieron lugar poco después de la muerte de Víctor Eduardo Oliva. También es probable que se buscara intimidar a los chilenos militantes de izquierda que vivían en Argentina” (Rettig, 1991 p.870). Jean Ives Claudet Fernández, ciudadano franco-chileno, químico farmacéutico, tenía 32 años y era militante del MIR. Estuvo detenido en el Ministerio de Defensa y en el estadio Nacional. Tras cinco días fue puesto en libertad, después de haber sido brutalmente torturado. Pocos días después fue nuevamente detenido y sometido a proceso. Estuvo alrededor de un año preso en la Penitenciaría de Santiago, para luego ser sobreseído y repatriado a Francia. Desde ese país viajó hacia Argentina para cumplir tareas militantes durante el año 1975, el 1 de noviembre fue detenido en el Hotel Liberty por agentes de la DINA en colaboración con la policía argentina. Entre sus labores estaba la rearticulación del MIR y, según algunos antecedentes, su muerte podría estar vinculada con la de Issac Fuentes, que desapareció en Paraguay en mayo de 1975. De acuerdo a diversos testimonios, Claudet intentaba dar con el paradero de Fuentes, también militante del MIR, del que no se tenía noticias en los últimos meses. Este último había cruzado desde argentina a Paraguay con Mario Roberto Santucho, hermano del líder del ERP. Ambas organizaciones eran parte de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), que reunía a las organizaciones de la izquierda armada del cono sur. Fuentes había salido desde Argentina con Santucho, desde donde los organismos de seguridad le siguieron la pista, hasta Paraguay, que era parte, también, de esta coordinación del terror. Es importante tener en cuenta que durante 1974 la DINA había desarticulado al MIR por medio de la desaparición forzada de sus militantes. La mayoría de las víctimas de ese año eran miembros de este movimiento, y en octubre muere su dirigente más importante, Miguel Enríquez. Tras los primeros meses del golpe de estado, el MIR decidió que sus militantes no se asi-

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laban ni salían del país, para organizar la resistencia en Chile. Sin embargo, tras la dura represión que enfrentaron durante todo el año 1974, decidieron revisar esta postura y enviar militantes fuera de las fronteras para rearticular el partido. Un lugar importante en este propósito lo ocupa Argentina, por su cercanía y por ser el lugar en donde funcionaba la JCR. De la misma manera los uruguayos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaro se concentraban en la capital argentina, corriendo la mima suerte que sus camaradas chilenos. Paralelamente, la represión se hacía cada vez más dura en argentina y la política de asilo más restrictiva, primero “fue la caducidad de las facilidades que permitían la radicación de los extranjeros en agosto de 1974”. Junto con esta medida, el propio jefe de la Dirección Nacional de Migraciones, Lelio Mármora, tuvo que exiliarse en Perú, tras sus reiterados y cada vez más graves conflictos con López Rega. “Finalmente en noviembre de 1975 se comunicó al comunicó al ACNUR la decisión del gobierno peronista de no aceptar refugiados” (Azconegui 2014, p. 222). Ante esta situación, a los chilenos les quedaban prácticamente una sola alternativa, irse lo más rápidamente posible de Argentina, cuestión que la mayoría hizo. En 1976 la hostilidad y represión aumentan ostensiblemente con el golpe de estado del 24 de marzo y con ella el número de víctimas chilenas. Entre esa fecha y 1981, se registran treinta y cuatro víctimas chilenas. Tras el golpe de estado, la comunidad de exiliados chilenos en Argentina coincide en señalar que fueron muchísimos los que partieron a vivir a otros países. Algunos testimonios señalan que se quedó sólo el 10% de los chilenos que habían pasado por allí. Lo cierto es que, aunque no existen cifras exactas, la población chilena en Argentina disminuyó considerablemente. Entre quienes se quedaron están los que no tuvieron otras posibilidades o que, a pesar de todo, no quisieron comenzar un nuevo exilio, más lejos de Chile. Trataron de pasar desapercibidos, pensando que la represión se dirigiría hacia los argentinos. Pero también existía un numeroso contingente de chilenos que estaban en Argentina de paso para cumplir tareas militantes, relacionadas con la lucha contra la dictadura en Chile. En 1976 trece chilenos desaparecen en el extranjero, tres de ellos eran militantes del partido socialista y habían salido hacia Argentina tras sufrir la represión en Chile. Los tres son detenidos el mismo día —4 de abril de 1976—, dos de ellos estaban bajo la protección que otorga el asilo, sin embargo, eso no evitó su detención, su posterior traslado a Chile y desaparición. Lo mismo ocurrió con Edgardo Enríquez, hermano de Miguel, y que estaba bajo la protección de ACNUR. “Su tarea era organizar el comité exterior del MIR para buscar recursos económicos que permitieran financiar la clandes-

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tinidad y la resistencia a la dictadura. En Europa se enteró de la muerte de su hermano Miguel, ocurrida el 5 de octubre de 1974. Ese golpe fue clave en su decisión de volver definitivamente a Argentina y hacerse cargo de la Dirección de la Junta Coordinadora Revolucionaria, siempre con la idea de ingresar clandestino a Chile y así integrarse a la resistencia”3. Fue detenido en Argentina, estuvo en centros clandestinos de tortura de Buenos Aires, para luego ser traslado a Chile, desde donde desaparece, a pesar de la notable campaña internacional llevado a cabo para exigir su liberación. Al menos otros cinco militantes del MIR desparecieron en similares circunstancias. Entre ellos está el caso de Frida Elena Laschan y Angel Omar Athanasius, su esposo argentino radicado en Chile, que fueron aprehendidos en Buenos Aires después de haber salido de Chile, donde eran perseguidos por su militancia. Al momento de su detención, el 15 de abril de 1976, el hijo de ambos, nacido en argentina, tenía seis meses de edad. Lo llamaron Pablo. Fue secuestrado junto a sus padres. Ellos desparecieron y él se convirtió en “Botín de Guerra”. En 2013 fue encontrado por las abuelas de Plaza de Mayo, restituyéndole su verdadera identidad. Era el Nieto 109. Pablo Athanasius Laschan se quitó la vida dos años más tardes. Sus padres continúan desparecidos. Ese año también despareció Julio Valladares, que contaba con refugio de la ACNUR y se encontraba en Bolivia, fue asesinado por la DINA. Ese mismo año el ex canciller Orlando Letelier es asesinado en Washington. El año 1976, la DINA detuvo e hizo desparecer a dos direcciones del Partido Comunista Chileno (PCCh), siendo el más duro golpe dado a esta organización. Después de estos hechos, los más altos dirigentes que había tenido el Partido hasta el golpe de estado, estaban muertos o en el exilio. De la misma manera que los comunistas continúan su lucha contra la dictadura, a pesar de todo, la represión continúa persiguiéndolos. El año 1977 va a ser particularmente duro para la organización. En este caso, nos encontramos ante un nuevo perfil de víctimas, son exiliados que no viven en Argentina, si no que en otros lugares del mundo, pero sus tareas militantes los hacen viajar a ese país para encontrarse con sus contactos que entran a Chile, llevando información y, sobre todo, dinero. En estos casos, las detenciones son encadenadas y en sincronía con los militantes que los esperaban en Chile y Argentina, dando cuenta de una operación de inteligencia de altos niveles de coordinación. Alexei Jacard había sido detenido en octubre de 1973 y liberado tres meses más tarde, exiliándose en Suiza. En mayo de 1977 viaja a Chile para visitar a su padre, pero nunca llegará a su destino. Hace una escala en Buenos Aires, para reunirse con otros militantes chilenos exiliados y para entregarles dinero proveniente de Europa y que debía ingresar a Chile. Es detenido el 3. La Nación, 20 diciembre de 2009, Chile

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día 16 de mayo de 1977 por la policía federal argentina, para luego ser conducido al centro clandestino de detención situado en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). Pero no será el único. Otros dos militantes del PCCh son detenidos en el mismo operativo. Se trata de Ricardo Ignacio Ramírez Herrera, que había salido de Chile después de ser intensamente perseguido, para exiliarse en Hungría. En abril de 1977 viajó a Buenos Aires por ser el encargado de organización y finanzas del PCCh, donde se une a Héctor Heraldo Velásquez Mardones, con trayectoria similar, pero que al momento de la detención vivía en Argentina de forma permanente. Ambos debían reunirse con Jacard, pero esta cita no llegó a concretarse. Junto con ellos fueron detenidos cinco ciudadanos argentinos, miembros del Comité de Solidaridad con Chile, que hasta hoy se encuentran desaparecidos. El matrimonio compuesto Jacobo Stoulman y Matilde Pessa, que actuaron como intermediarios, fue detenido cuando regresaban de Santiago, en el aeropuerto de Ezeiza. Paralelamente, en Santiago, dos militantes comunistas son detenidos, vinculados con la misma operación de ingreso de dinero a Chile: Ruiter Correa Arce el 27 de mayo, quien al día siguiente de su detención apareció muerto en el río Mapocho, y Hernán Soto Gálvez, detenido el 7 de junio del mismo año, y quién hacía de enlace financiero entre Chile y Argentina. Los cuerpos de Ramírez, Stoulman, Pessa y Soto fueron encontrados en la Cuesta Barriga, entre Santiago y Valparaíso, y de acuerdo a las investigaciones judiciales, todos ellos estuvieron detenidos en el cuartel Simón Bolívar, en Santiago, desde donde fueron hechos desparecer. En total fueron 19 las detenciones vinculados a esta operación, en uno y otro lado de la cordillera (Pastoriza 2000). Esta ola represiva vuelve a golpear de manera importante a la dirección del PCCh. De acuerdo con Rolando Álvarez (2003): “la detención del aparato que encabezaba Ramírez retrasó varios meses la decisión que se había tomado en el exilio del reingreso programado de dirigentes del CC (comité Central) y de la CP (Comisión Política) en el exterior a Chile” (p. 146), al mismo tiempo que dejó en evidencia que se enfrentaban a unos aparatos represivos transnacionales altamente especializados, con un gran nivel de efectividad que no habían podido imaginar. No obstante, al año siguiente, dentro de esa operación de retorno, también cae Cristina Carreño, que había llegado a principios del mes de julio proveniente de Hungría. Su plan era regresar a Chile, pero antes de ser detenida había buscado ayuda en CEAS, dependencias de la Iglesia Católica que trabaja con ACNUR, pues había notado que era seguida por la DINA y necesitaba refugio, pero es detenida en Argentina el 26 de julio de 1978, se le vio en el centro de detención El Banco y en Garage Olimpo. Su cuerpo

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apareció en una playa de La Plata el año 2005. Al parecer la responsabilidad recae en agentes del estado argentino. También el MIR, en el contexto de la operación retorno, que tenía por objetivo el regreso clandestino de una parte de su militancia para luchar contra la dictadura, se vio enfrentado a esta represión. Dos militantes de sus filas, José Alejandro Campos Cifuentes y Luis Quinchavil Suárez, fueron detenidos cuando intentaban ingresar de manera clandestina a Chile en el marco de la operación retorno. Campos estaba afectado por la pena de extrañamiento, tras haber sido condenado por un consejo de guerra a una condena de quince años, fue expulsado a Dinamarca y Quinchavil, por similares circunstancias partió a Holanda. Todos estos casos que han servido para mostrar judicialmente la existencia del Plan Cóndor y la cooperación entre las policías chilena y argentina, han servido a su vez para condenar judicialmente a las dictaduras y a los agentes que actuaron en estos crímenes, tanto en Chile como en Argentina. A modo de conclusión En el reino del silencio cavernario de oropeles un concilio de miserias, de rodilla en los cuarteles Fito Páez, “La casa desaparecida” Podemos decir que, en definitiva, el exilio político no fue ni la primera ni la última escala de la represión. También, que los militantes políticos que cruzaron la cordillera buscando protección contra la persecución que los afectaba no siempre la encontraron. Como hemos visto, la mayoría abandonó Chile tras haber sido detenido, incluso más de una vez, o porque temían ser asesinados. Esos temores se fundaban en el hecho objetivo de la eliminación física de cercanos, familiares o amigos, compañeros de militancia. El exilio político fue un intento por sobrevivir; una respuesta a esa persecución. Sin embargo, ésta se extendió más allá de las fronteras, por lo que es necesario estudiar el fenómeno de manera regional, tanto desde esta particular tendencia dictatorial que se instala en la década de los setenta en el Cono Sur, como de los mecanismos represivos que se implementaron. Este fenómeno provocó una movilidad de población en distintas direcciones y con distintas estaciones; primero hacia Chile, cuando “el asilo contra la opresión” se hizo carne, en medio del proyecto político de alta inclusión social de la Unidad Popular, y luego desde Chile, cuando el golpe de estado puso fin a una de las más importantes utopías latinoamericanas del siglo XX. Este fenómeno nos permite entender de mejor manera, el carácter tran-

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sitorio del exilio. Nunca nadie se fue para nunca más volver. Quienes partieron, lo hicieron para ponerse a salvo, y cuando esas condiciones no se dieron, debieron volver a partir. Desde lugares diversos, lucharon por crear las condiciones para poner fin al exilio, es decir, acabar con la dictadura. La continuidad del vínculo con Chile y la militancia política planteó también el dilema y la urgencia del regreso, aun cuando las condiciones no fueran seguras. Su militancia política los hizo correr riesgos vitales. El exilio político debe entenderse como una forma de violación a los derechos humanos, en tanto no puede analizarse de manera separada de otras formas represivas en la medida en que quienes lo padecieron, fue por causas de la persecución política. Un perseguido puede ser, en distintos momentos, un prisionero político y un exiliado. De la misma manera, un exiliado nunca está del todo a salvo de nuevas persecuciones, por cuanto continúa su trabajo político. La lucha que cada uno de ellos daba era una amenaza para las dictaduras del Cono Sur, por lo que éstas dedicaron esfuerzos y recursos para combatirlos: se perseguía el trabajo de denuncia y condena de las violaciones a los derechos humanos y el trabajo por la recuperación de la democracia. Se quería atentar contra su capacidad de organizarse, internacionalmente y de manera fraterna, por su país o por otras causas con las que se sintieron convocados. Bibliografía Abbattista, Lucía (2014) “La política estatal del peronismo ante el exilio chileno: el caso de los asilados en la Embajada argentina en Santiago tras el Golpe de 1973”. En: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar/ii-jornadas/actas-2014/Abbattista.pdf Alonso, Jimena (2011) “Tupamaros en Chile. Una experiencia bajo el gobierno de Salvador Allende”. En: http://encuru.fhuce.edu.uy/index. php?option=com_content&view=article&id=59:tupam Alvarez, Rolando. (2003) Desde las sombras: Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980). LOM, Santiago. Azconegui, Cecilia (2012). “Triple Alianza para el Refugio: las Iglesias, el ACNUR y el gobierno peronista en la protección y asistencia a los refugiados chilenos (1973-1976)”, ponencia presentada ante las VI Jornadas de Historia Reciente, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe. __________. (2014). “Chilenos en Argentina, entre la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la política de expulsión de la dictadura militar”. En Exilios: Militancia y Represión. Nuevas Fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta. Jensen, S; Lastra, Soledad (editoras). Editorial de la

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II

La represión concertada entre las dictaduras

Uruguayos en Chile: de la solidaridad al exilio (1970-1973)1 Lic. Jimena Alonso Universidad de la República Vamos subiendo la cuesta que el tren que fue a Chile va a parar en ésta2 El triunfo de la Unidad Popular (UP), en septiembre de 1970, que llevó a Salvador Allende a la Presidencia de la República captó la atención internacional, no sólo porque representaba la primera elección libre de un jefe marxista de gobierno, comprometido firmemente con una transformación fundamental del orden socioeconómico vigente, sino también porque el nuevo gobierno prometía realizar sus transformaciones revolucionarias dentro del marco constitucional y legal chileno. […]. En un contexto histórico diferente, Chile sería el pionero en establecer un segundo modelo para la construcción de una sociedad socialista, un modelo basado no en la destrucción violenta del orden antiguo, sino en su reemplazo pacífico de acuerdo con su tradición democrática, pluralista y libertaria. (Valenzuela, 1989, p. 127) El historiador Peter Winn (2013), afirma que esta experiencia alcanzó tal notoriedad, que el país se fue llenando de observadores internacionales —tanto europeos como latinoamericanos— que esperaban seguir el ejemplo en sus países de origen. “El camino democrático al socialismo interesaba e inspiraba 1. La investigación que da origen a los resultados presentados en la presente publicación recibió fondos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación bajo el código POS_EXT_2014_1_105851. 2. Tomado de la obra presentada en el Teatro El Galpón Libertad, libertad en el marco de la campaña electoral del Frente Amplio en 1971.

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a los izquierdistas de todo el mundo porque era un proceso único que podía convertirse en un nuevo modelo revolucionario y constituir un fuerte llamado a sociedades que, con firmes tradiciones democráticas, eran reticentes a comprometerse con una revolución violenta como Cuba.” (p. 11). En este contexto, dos contingentes diferentes de la izquierda uruguaya vivieron este proceso. En primer lugar, la izquierda llamada “legal” —es decir tanto el Partido Comunista como el Partido Socialista—, organizaron brigadas de jóvenes militantes que fueron a colaborar en las Jornadas de Trabajo Voluntario que se realizaron en Chile desde 1971. En segundo lugar, la izquierda armada —aunque no exclusivamente—, perseguida ya desde 1968 por el avance del autoritarismo en Uruguay, vio en Chile un lugar de refugio, de exilio y de reorganización. Nos proponemos aquí reconstruir la visión de ambos colectivos sobre lo que estaba ocurriendo en Chile y la experiencia de estos militantes en un período clave para la historia latinoamericana. Uruguayos en las brigadas de trabajo voluntario Si la montaña no viene anda hacia ella las metas de Recabarren son las estrellas. Qué cosa más linda es ser voluntario construyendo parques para el vecindario levantando puentes, casas y caminos Siguiendo adelante con nuestro destino ¡Sí! Dale pala campesino dale al arado ahora son tiempos mejores pa tu sembra’o. Dale martillo a la mina dale minero dale mas techo a las casas de los obreros “Que lindo es ser voluntario”, Víctor Jara La organización de las Jornadas de Trabajo Voluntario, durante el período de la Unidad Popular, fue el principal eje que permitió a miles de ciudadanos nacionales y extranjeros involucrarse directamente en el proceso transformador del gobierno, en la construcción de un nuevo Chile. Los trabajos voluntarios durante la Unidad Popular, fueron la manifestación de que Chile vivía una revolución cultural. Junto a los cambios estructurales de la economía, el país experimentaba el desarrollo de una subjetividad cotidiana que cuestionaba las prácticas culturales dominantes. Un nuevo ethos, basado en la solidaridad y en recompensas no materiales, intentó convertirse en el eje de los valores alternativos impulsados por la UP. (Álvarez, 2014, p. 174)

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El trabajo voluntario se volvió el símbolo de un país que estaba dispuesto a sacrificarse por mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas. La experiencia del trabajo voluntario no fue una creación chilena, la misma había sido desarrollada en la Unión Soviética, en la República española y, fundamentalmente, en los primeros años luego del triunfo de la revolución cubana, intentando crear una experiencia directa de participación popular3. En este caso, si bien fue impulsado fuertemente por los partidos de izquierda, no fue para nada excluyente la participación de otros sectores, como la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica ó la Juventud Demócrata Cristiana, que se encontraba en la oposición. El éxito del gobierno fue justamente que logró hegemonizar esta experiencia, identificándola como parte del carácter revolucionario de su propuesta política. Siguiendo al historiador Rolando Álvarez (2014), afirmamos que si la Unidad Popular tuvo una dimensión de fiesta, una de las aristas de ésta fueron los trabajos voluntarios, que tenían la enorme fortaleza de permitir a millones de personas colaborar y sentirse constructores del proceso de la Unidad Popular. […] Sueños, esperanzas, solidaridad, fraternidad, algunos de los principales conceptos llamados a construir el “Chile nuevo”, se sintetizaban en los trabajos voluntarios. (p. 178) La mística de solidarizarse con el desposeído, de abandonar los estímulos materiales y la posibilidad de generar una mentalidad basada en lo colectivo, se expresaban claramente en esta tarea. El hombre nuevo, era el horizonte que impregnaba de una nueva consciencia y de nuevos valores, y se forjaba en los trabajos voluntarios. Carlos Pérez recuerda: 3. Incluso en Chile, tampoco fue una experiencia exclusiva de la Unidad Popular. Ya el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei (1964-1970), había creado en 1967 la Oficina Nacional del Servicio Voluntario (ONSEV) con un programa de cooperación entre la Asesoría para Actividades de Juventud de la Presidencia de la República y el Ministerio de Educación. Las principales áreas de voluntariado que abarcaron fueron: las campañas de desarrollo comunitario, programas de alfabetización, asistencia médica y dental, asistencia jurídica en función de variadas situaciones de carácter legal, construcciones escolares y de servicios comunitarios, capacitación comunitaria, campañas de divulgación, plazas de juegos infantiles, casas en poblaciones de autoconstrucción, caminos, alcantarillados, escuelas populares de animación socio cultural, trabajo educativo recreacional con niños, modas, cerámica, técnicas de preparación y conservación de alimentos, educación cívica, sindicatos, cooperativas, clubes deportivos, cursos de electricidad, de mecánica, técnicas agrícolas, brigadas forestales que establecían convenio con el Servicio Agrícola Ganadero SAG para combatir y prevenir incendios forestales en los parques nacionales ubicados entre Valparaíso y Osorno, en donde los voluntarios comenzaban sus trabajos desde diciembre hasta fines de febrero. (Molina, 2007, p. 40). En 1968, se creó Asociación Chilena de Voluntarios (ACHV), a partir fundamentalmente de los trabajos voluntarios universitarios, con una gran participación de las federaciones de estudiantes universitarios. Ya en estas brigadas, habían participado contingentes de estudiantes universitarios de otros países latinoamericanos, entre ellos, uruguayos.

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en el verano de 1972, se presenta la oportunidad de ir a Chile con un grupo de la juventud socialista […]. Nos juntamos mucha gente, muy variado porque fue “el que quiera ir”, no había nada muy organizado. […]. Todos queríamos ir a Chile en ese momento porque se estaba haciendo algo completamente nuevo para nosotros. Incluso diferente de Cuba, lo veíamos como diferente. Para los socialistas además era muy importante porque estaba el Partido Socialista en el gobierno. […] íbamos a colaborar con la construcción del socialismo en Chile, en lo que se llamaban: brigadas internacionales.4 En este primer grupo viajaron aproximadamente unos 40 jóvenes uruguayos. Con el fin de impulsar estas actividades, el gobierno chileno creó dos entidades que se encargaron directamente de la coordinación de estos trabajos, la Secretaría General de la Juventud5 —por un lado— y la Oficina Nacional de los Trabajos Voluntarios. Manuel Guerrero6, quien estaba a cargo de ésta última, señala en 1972 que “la labor realizada asienta y crea la semilla del desarrollo de nuevos valores. Aprendemos a valorar el trabajo de la clase obrera. Empiezan a surgir los nuevos héroes, los que, sobre su formación individualista, empiezan a comprender, a aplicar, a vivir el trabajo colectivo y social.” (Álvarez, 2014, p. 181). En el verano de 1971, la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT), organizó las “Brigadas Luis Emilio Recabarren” para que los jóvenes trabajadores se integraran a las mismas en sus vacaciones de verano7. En estas 4. Entrevista a Carlos Pérez, realizada por la autora el 12.05.2016 en Montevideo. 5. Hasta su creación, estuvieron a cargo de la Coordinadora Nacional Juvenil de los Trabajos Voluntarios, dándonos el dato del grupo etario mayoritario que participaba de las mismas. En el decreto de creación de la Secretaría se señala: “Corresponderá a la Secretaría General de la Juventud, dependiente de la Presidencia de la República proponer al Ejecutivo planes concretos, relativos a la participación organizada de la juventud en las grandes iniciativas de trabajos voluntarios, alfabetización, forestación, construcción de casas, por ejemplo, divulgación y ejecución de medidas de gobierno, difundir el programa de la Unidad Popular y elevar el nivel político de las masas chilenas.” (Modak, 2008, p. 359) 6. Militante del Partido Comunista y de la Asociación Gremial de Educadores de Chile, fue durante el gobierno de Salvador Allende el encargado de la Organización Nacional de los Trabajos Voluntarios. Luego del golpe de Estado de 1973, continuó su militancia a nivel clandestino, siendo finalmente detenido el 14 de junio de 1976 por miembros del Comando Conjunto y trasladado al centro clandestino de detención Cuatro Álamos y un mes después a Tres Álamos. Fue liberado el 19 de noviembre del mismo año, partiendo días después al exilio en Suecia, donde permaneció por 6 años, trabajando en los grupos de solidaridad con el pueblo de Chile. En noviembre de 1982 retornó a Chile y se sumó al trabajo gremial en la Asociación Gremial de Educadores de Chile. El 29 de marzo de 1985 fue secuestrado en la entrada del Colegio Latinoamericano de Santiago, junto a José Manuel Parada. Al día siguiente, sus cuerpos aparecen junto al de Santiago Nattino (quién había sido detenido la noche anterior), en el camino a Quilicura. Forma parte de lo que se conoce como el “Caso degollados”. 7. Los trabajos voluntarios de verano se realizaron todos los meses de febrero entre 1971 y 1973. Si bien, fueron los que tuvieron mayor repercusión mediática, y contaron con la participación de extranjeros, no fueron la única experiencia de trabajo voluntario que se realizó. A comienzos de 1971 comenzó a celebrarse anualmente el “Día del Trabajo Voluntario”, donde se desarrollaron cientos de

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primeras jornadas, realizadas en febrero, ya se integraron delegaciones provenientes de países vecinos: Argentina, Uruguay, Bolivia y Cuba, junto con delegaciones de estudiantes secundarios chilenos. El trabajo se realizó en las provincias de Concepción, Coquimbo, Talca, Cautín, Ñuble y Osorno. El comienzo del gobierno, contaba aún con el clima de fiesta y apoyo popular. Desde la derecha se denunció la ilegalidad y la intervención extranjera, fundamentalmente cuestionando la participación de brigadistas cubanos, que luego sería el argumento —entre otros— para confirmar la intervención del “marxismo internacional” en Chile. Un lugar relevante fue el trabajo realizado en las minas de carbón en Lota, dónde la tarea era recuperar los materiales que los mineros iban dejando dentro de los túneles por la rapidez de su trabajo. Las jornadas de los voluntarios eran de ocho horas, al igual que la de los mineros. Raúl Legnani, recuerda: nosotros no teníamos la más mínima idea de lo que era la vida de minería […], a mi me impactó mucho esa mina, porque había que bajar mil metros y después trasladarse mil metros bajo tierra. Lo cómico es que no se podía ir con mujeres, nosotros estábamos con una compañera y la disfrazamos, lo que era muy peligroso porque realmente los prejuicios eran muy grandes, pero pudo bajar […].8 Roberto Markarián era por entonces un joven militante comunista; en el verano de 1971, estaba en Chile recién casado y disfrutando de su luna de miel. Igualmente, coincidió allí con la brigada de uruguayos y recuerda haber visitado las tareas que se estaban realizando en la mina. me metí en la mina de Lota, una mina de carbón que tenía una actividad sindical muy grande […]. El carbón no se saca a granel, se saca el carbón, entonces las vetas [por donde se baja] son muy finitas y me metí por una de esas vetas. Dormí en casa de mineros […], una o dos noches. […]. Había una visión muy esperanzada […], en ese momento era todo alegría y vamos para adelante y trabajo voluntario que vamos a salir con lo que actividades locales. A diferencia de las jornadas de verano, no había un llamamiento centralizado. Otra experiencia a destacar fueron los trabajos voluntarios laborales, que se desarrollaron de forma ininterrumpida durante todo el gobierno de la UP. A diferencia de los anteriores, no fueron organizados por el gobierno, sino que partieron de iniciativas propias de cada industria, donde jugaron un rol fundamental los trabajadores militantes de los partidos de gobierno. Por ejemplo, se organizó lo que se conoció como el “Tren de la Salud”, integrado por médicos, dentistas, trabajadoras sociales, etc., logró recorrer lugares que el Servicio de Salud no alcanzaba a cubrir. En el caso de los trabajadores estatales, fue común la realización de horas extras sin cobrárselas a la empresa estatal. El movimiento logró organizarse en lo que se llamó “Voluntarios de la Patria”, que articuló a todos aquellos ciudadanos que quisieran participar de las diversas tareas. Su punto máximo estuvo en el paro de camioneros de octubre de 1972, donde lograron organizar a choferes y camioneros voluntarios que se ofrecieron para defender al gobierno. 8. Entrevista a Raúl Legnani, realizada por la autora el 16.05.2016 en Montevideo.

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sea. Estamos hablando de 1971, porque después es otra cosa. […]. Ellos mismos estaban empezando la cosa, entonces había actividad universitaria, actividad obrera, trabajo de base […].9 Para celebrar la finalización de las jornadas, se realizó una concentración en el Estadio Chile, que contó con la participación de los músicos Víctor Jara, Ángel Parra, Payo Grondona e Inti Illimani. Allí fue que se anunció que los trabajos voluntarios continuarían realizándose ininterrumpidamente cada verano. Un tema no menor, pero que excede los límites de este trabajo, son los profesionales que se presentaron voluntariamente a ofrecer sus servicios en la Embajada. Por citar un ejemplo, en diciembre de 1971, el entonces Embajador de Chile en Uruguay, Raúl Elgueta, informa al Ministerio de Relaciones Exteriores de su país que en el curso de los últimos dos meses se han hecho presentes a esta Embajada no menos de veinte médicos, cuya consulta casi siempre consiste en el deseo de saber cómo se puede revalidar el título en nuestro país y si hay plazas de médicos en Chile. No les interesa en qué lugar de Chile se encuentran las plazas, tampoco […] si serían de Salud Pública o particulares […]. El nuevo camino emprendido en nuestra Patria ha despertado entre estos profesionales uruguayos gran fervor por conocer de cerca el desarrollo de la revolución dentro de la ley que se opera en Chile.10 Finalmente, un grupo de cerca de 25 médicos viaja a este país en 1972 y tuvieron un importante rol durante la huelga médica de 1973, que como medida de apoyo al gobierno resolvieron no acatar. Estuvieron instalados en los hospitales públicos de El Salvador y Potrerillos, en pleno desierto de Atacama. Se fueron luego del golpe de militar, y la mayoría volvió a reencontrarse trabajando en Argelia11. Las jornadas voluntarias de 1972 se realizaron ya en un clima distinto al del año anterior. Carlos Pérez recuerda que el clima de tensión se vivía incluso dentro del Partido Socialista chileno: llegamos y nos dimos cuenta que dentro del Partido Socialista había facciones, […] había gente que pensaba de una manera y otra de otro, pero 9. Entrevista a Roberto Markarián, realizada por la autora el 19.05.2016 en Montevideo. 10. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971. 11. Hasta 1971 había funcionado en esa zona la Andes Cooper Mining Company, transformada en Cobresal luego de la nacionalización del cobre en julio de 1971. Hasta ese momento, los médicos que trabajan allí, fueran chilenos o norteamericanos, ganaban en dólares. Luego de la nacionalización, la mayoría de los médicos abandonó su lugar de trabajo y por ello fueron recibidos allí los profesionales uruguayos.

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que lo llevaban al extremo de no hablarse. […] Nosotros pensábamos si el propio partido de gobierno es así, como será la Unidad Popular! […] vimos en manifestaciones gente armada, cosa que para mí era absolutamente insólita […]. Había una compañera que dijo: esto es una locura, si Allende tiene no sólo la presión de la burguesía y de todos los poderes económicos […] sino que además tiene esta presión del propio partido que lo apoya […] esto no va a durar mucho. Más adelante agrega, “yo me desayuné y me saque el velo de cantidad de cosas que tenía en la cabeza: que la revolución no era fácil y que había muchos problemas”12. Raúl Legnani, en este mismo sentido afirma que “una cosa que me impactaba, era que en locales del Partido Socialista había pintadas del MIR y eso para mí mostraba que había un desajuste político”13. La discusión sobre el gradualismo (es decir, la necesidad o no de acelerar el camino) de la “vía chilena al socialismo”, así como si era necesario desarrollar una vía armada que acompañara el proceso, se estaba viviendo claramente en este momento y los uruguayos que participaron de esta experiencia no quedaron fuera de la misma. De hecho, esta misma discusión sobre los caminos de la revolución se estaban procesando en buena parte de la izquierda latinoamericana y también, particularmente, en Uruguay. En esta oportunidad, el objetivo varió de generar conciencia a ganar la batalla por la producción y la defensa del Área de Propiedad Social14. El avance de la derecha y la necesidad de defender con movilización los logros del gobierno, estaban instalados. Si bien las jornadas serían nacionales, los esfuerzos centrales estarían puestos en la Pampa de Tamarugal (dónde se reforestarían 800 hectáreas de tamarugos); en Cabildo (con el fin de construir una represa subterránea) y en Isla Rey (en dónde se construiría un tramo de vía entre Valdivia y Corral). La brigada de jóvenes socialistas uruguayos, que participaron de esta experiencia, estuvieron poco más de un mes en Chile, concentrados principalmente en la construcción de la represa subterránea de Cabildo: nos bajamos en un Club deportivo que habían conseguido para que nos quedáramos, y la gente que había ahí era gente de otros sectores u otros países que iba para trabajar en lo mismo. […] Había juventud colombiana, boliviana, brasilera, argentina, chilena y nosotros éramos los representantes uruguayos. […] a nosotros nos tocó cavar una fosa de 200 metros 12. Entrevista a Carlos Pérez, realizada por la autora el 12.05.2016 en Montevideo. 13. En 1965, un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Concepción, escindidos del Partido Socialista fundan el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). A la luz de la revolución cubana, reivindicaban la lucha armada como camino de lucha necesario para derrocar el orden burgués. 14. Los aumentos salariales promovidos por el gobierno, provocaba –entre cosas– presiones inflacionarias que debían solucionarse con el aumento de la producción.

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a pala y pico […], quedamos descalabrados la primera noche, la segunda noche quedábamos molidos. […] no había camas, no había nada […].15 En marzo de 1972, en el Estadio Nataniel, con la presencia del Presidente Allende y una delegación de ministros de Estado, se dieron por finalizadas las jornadas. Si las jornadas del verano de 1972 se habían dado en un contexto difícil, el clima para las de 1973 era ya de clara tensión, con un ambiente político absolutamente polarizado. La consigna para la convocatoria de este año “Por la Patria, todo”16, mostraba claramente el clima que se vivía. Al igual que las anteriores, el objetivo central estuvo marcado nuevamente en la producción: se realizaron trabajos en las mineras y en el campo, fundamentalmente en las provincias de O´Higgins y Colchagua, y tareas de alfabetización en las zonas de Combarlá, Linares, Bío-Bío, Los Ángeles, y Valdivia, entre otras. El 11 de enero de 1973, un conjunto de profesores uruguayos —sin militancia declarada— se presenta ante la Embajada de Chile en Uruguay “para integrarse a los llamados trabajos voluntarios […]. Ofrece al mismo tiempo dictar cursillos sobre trabajo con títeres y funciones de los mismos como contribución al proceso social de Chile”. 17 El éxito de estas jornadas radicó, en primer lugar, por su capacidad de movilización de masas, lo que conllevaba el claro objetivo de ir logrando cada vez más apoyo; en segundo lugar, el carácter amplio que tenían, ya que —como dijimos— el poder de convocatoria superaba a los militantes de izquierda, involucrando incluso a brigadistas extranjeros. Por último, le otorgaban cierta mística al gobierno de la Unidad Popular, generando la convicción de que un nuevo hombre y un nuevo Chile se estaba creando. Chile como lugar de refugio: Medidas Prontas de Seguridad

la llegada de detenidos por

Si nos preguntan, contestaremos con el arado, con el martillo y el guerrillero, cientos de miles, por todo Chile. Todos hermanos, por todo Chile. “Por todo Chile”, Daniel Viglietti El proceso de avance del autoritarismo en Uruguay comenzó varios años antes de consumado el golpe de Estado de junio de 1973. La presidencia de Jorge Pa15. Entrevista a Carlos Pérez, realizada por la autora el 12.05.2016 en Montevideo. 16. “Por la Patria, todo” también había sido la consigna planteada en octubre de 1972 para defender al gobierno ante los paros de los camioneros. 17. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1973.

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checo Areco (1968-1972), y luego la de Juan María Bordaberry (1972-1973), se caracterizaron por la instalación de las Medidas Prontas de Seguridad y por la pérdida de las libertades individuales. El aumento de detenidos por razones políticas se acrecienta considerablemente en este período, razón por las cual varios de los militantes que se encontraban requeridos optan por salir del país. Sumado a estos, llegan varios detenidos que, haciendo uso de la opción constitucional18, eligen Chile como lugar de destino, fundamentalmente luego de la asunción de Salvador Allende el 4 de noviembre de 197019. A fines de 1970, Chile se convirtió en el lugar de privilegio del exilio uruguayo20. En el Télex 140, del 3 de diciembre de 1970, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile le informa a la Embajada de dicho país en Montevideo de las implicancias de la opción constitucional para salir del país. En el mismo se señala, que 1. Art. 12 de la Constitución establece que nadie puede ser penado ni confinado sin forma de proceso y sentencia legal. […]. 2. Opción constitucional para abandonar el país a detenidos bajo el régimen de Medidas Prontas de Seguridad la establece inciso 2 del número 17 del art. 168 de la Constitución, que dice a la letra: en cuanto a las personas, las medidas prontas de seguridad solo autorizan a arrestarlos o trasladarlas de un punto a otro del territorio, siempre que no opten por salir de él […]. 3. Aquellas personas detenidas bajo medidas prontas de seguridad respecto a las cuales interviene la justicia ordinaria, pueden acogerse a opción con autorización de la justicia. […]. 4. Las personas detenidas bajo medidas de seguridad acerca de las cuales no ha intervenido la justicia ordinaria, pueden acogerse a opción con simple autorización del Poder Ejecutivo […].21 18. El inciso 17, del artículo 168 de la Constitución uruguaya permite a los detenidos bajo el régimen de Medidas Prontas de Seguridad, la opción de optar por salir del país. 19. Antes de 1970, algunos uruguayos buscaron refugio en Chile pero fueron casos excepcionales. Según la historiadora Clara Aldrighi, uno de los primeros en llegar fue Alberto Giménez, vinculado al Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros, exiliado en 1967, que había sido detenido por el asalto a un banco, aunque la justicia lo condenó como un delito común. De hecho, las vinculaciones entre la izquierda uruguaya y el MLN-T comenzó tiempo antes del triunfo de la Unidad Popular. En abril de 1970, el director de Carabineros de Chile, general Vicente Huerta, informó al Embajador de Uruguay, Manuel Sánchez Morales que dentro de las organizaciones activistas chilenas actúa una célula que denominan “célula celeste”, la cual tiene directas conexiones con elementos subversivos uruguayos (Adrighi y Waksman, 2015, p. 22) 20. Por otro lado, la colonia uruguaya residente en Chile, sumaba también a varios que no habían salido de Uruguay por razones políticas. Recordemos que en ese momento, Santiago era la sede regional de varios organismos internacionales como la CEPAL, FLACSO y Escolatina. En esas instituciones, también hubieron varios funcionarios e incluso becarios uruguayos, que siempre estuvieron en contacto con los que iban llegando y realizaron una importante tarea de solidaridad en materia de alojamiento o incluso con la posibilidad de conseguir trabajo. 21. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios

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Si bien no existen registros de cuántos fueron los uruguayos que llegaron a Chile en esas fechas, algunas investigaciones nos dan algunos datos aproximados. El historiador Aldo Marchesi, señala que entre 1971 y 1973 entre 1.500 y 3.000 fueron los uruguayos de todas las tendencias que pasaron por Chile. Eleuterio Fernández Huidobro y Graciela Jorge, plantean que cerca de 2.000 uruguayos estuvieron en Chile en este período, la mayoría de ellos tupamaros. Manuel Contreras —jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional de la dictadura chilena— incluyó como anexo en su libro un listado de 1100 uruguayos22. A su vez, en un telegrama del entonces Embajador de Chile en Uruguay, Raúl Elgueta, al Ministro de Relaciones Exteriores chileno del 19 de diciembre de 1972, se señala que la afirmación de que en Chile habría 2000 tupamaros, [es] absolutamente exagerada y que, […] podría impactar a la opinión pública haciendo creer que en Chile se preparaban acciones destinadas a perturbar el orden interno uruguayo.[…] Le manifesté [haciendo referencia a una reunión con el Subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo] que era absurdo hablar de 2.000 en nuestra Patria cuando, razonablemente, no podía sino tratarse de unos cientos, 3 o 4 cientos. […] Le precisé que debían tener presente que los tupamaros estaban en Chile no porque nosotros los hubiéramos llamado, sino porque el gobierno uruguayo los dejó ir.23 El periódico La Tercera de Santiago, informa el 19 de setiembre de 1973, una semana luego del golpe de Estado, de la presencia de 3256 uruguayos en Chile24. La campaña realizada por los periódicos de la derecha chilena, será feroz con respecto a la alarma generada por los “extremistas extranjeros” que se encontraban en Chile. El gobierno de Salvador Allende tuvo una política muy amplia con respecto al ingreso de refugiados de otros países latinoamericanos. La solidaridad con los refugiados políticos será una de las medidas centrales de su gobierno, y unos de los temas que le provocarán más conflictos con la derecha chilena25. De hecho, el gobierno de la Unidad Popular no les otorgó el carácter de Confidenciales y aerogramas. Año 1970. 22. Nos referimos al libro de Contreras (2000). La verdad histórica. El ejército guerrillero. Primer período de la guerra subversiva. Abril de 1967 al 10 de setiembre de 1973. Santiago de Chile: Encina. 23. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios y aerogramas. Año 1972. 24. Biblioteca Nacional de Santiago. Hemeroteca. La Tercera. 19.09.1973. 25. El 5 de setiembre de 1973, pocos días antes del golpe de Estado, se publica en el diario “El Día” de Uruguay, un cable despachado desde Santiago que se titula Chile concedió empleos públicos a 700 Tupamaros. Y luego agrega: “la presencia de doce a quince mil extranjeros, todos ellos de ideología extremista y que trabajan en empresas e industrias controladas por el Estado, denunció el senador de la Social Democracia chilena Américo Acuña. El parlamentario de oposición especificó que desde que asumió el gobierno el presidente Allende, hace tres años, no menos de setecientos tupamaros

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asilados –que ellos tampoco exigieron–, permanecieron en calidad de turistas y al vencerse la visa simplemente la renovaban o gestionaban un permiso de residencia que los habilitaba a trabajar. Las autoridades chilenas tampoco realizaron ningún tipo de vigilancia especial respecto a los extranjeros, bajo la condición de que no debían realizar actividades políticas ni hacer declaraciones públicas que pudiesen tensar las relaciones entre ambos gobiernos. Juan Trímboli, por ese entonces militante del Movimiento Revolucionario Oriental (MRO)26, llegó a Chile el 27 de noviembre de 1970, haciendo uso de la opción constitucional. El Consulado uruguayo en Santiago de Chile envía al Ministro de Relaciones Exteriores una información aparecida en el día de ayer en el vespertino “Ya” de esta capital, mediante el cual señala que viajó en el día de ayer a nuestro país, el ciudadano uruguayo Juan Antonio Trímboli, que se encontraba detenido en el Cuartel de San Ramón. El ciudadano en cuestión, según la citada información, habría hecho uso de la opción que prevé la Constitución uruguaya, que permite elegir a los detenidos bajo el régimen extraordinario entre salir del país o permanecer detenidos en dependencias militares.27 Trímboli también recuerda recuerda, estando prisionero en Uruguay, que: alguien de los que estábamos detenidos ahí se acordó de que existía esta cuestión en la Constitución, que permitía salir del país si no estabas procesado. Entonces llamaron a un abogado y ahí creo que todos estuvimos de acuerdo en decir: pidámosle que haga las gestiones para salir. Hicimos las gestiones, no sabíamos si iba a resultar […]. Y un día x, me llaman a mí: fulano, recoja todas sus cosas, se va. Yo pensé que me iba para mi casa. […]. No, me fui a la Jefatura y ahí me dijeron: usted mañana sale para Chile. […] Ya tenían todo arreglado, habían hablado con mis padres, comprado el pasaje, todo.28 El 2 de diciembre del mismo año llega también a Santiago Arbelio Ramírez Dosil29, quien se encontraba también detenido bajo medidas prontas uruguayos han llegado al país, la mayoría de los cuales han sido contratados en distintas empresas con injerencia del Estado y en particular en las de la llamada área social”. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1973. 26. El MRO fue fundado en abril de 1961 por Ariel Collazo y Mario Rossi Garretano, luego de un viaje a Cuba e influenciados por el proceso que allí se estaba viviendo. En 1967 organizan su brazo armado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales (FARO). Son fundadores del Frente Amplio en 1971 y miembros de esa colectividad hasta 1993. Su sector juvenil es denominada Juventud Guevarista. 27. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Consulado. Año 1970. 28. Entrevista a Juan Trímboli, realizada por la autora el 28.04.2015 en Santiago de Chile. 29. Hijo de Arbelio Ramírez, Profesor de Historia y militante del Partido Comunista Uruguayo, asesi-

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de seguridad. El informe de la Embajada señala que la Jefatura de Policía, me informa que, por gestiones del Diputado señor Ariel Collazo, se está tramitando ante el Poder Ejecutivo, la opción constitucional para Arbelio Ramírez Dosil, uruguayo, pueda viajar a Chile próximo jueves por Alitalia.30 Este primer grupo, que llega a fines de 1970, se organiza y todas las semanas va al aeropuerto a esperar la llegada de otros compañeros que iban saliendo de Uruguay para refugiarse en Chile. Pablo Blanco, militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, señala “a la semana siguiente vinieron otros, porque nosotros abrimos la ruta, empezaron a salir y salían todos para Chile […]. Todas las semanas íbamos a esperar el vuelo de Alitalia […]”.31 El 17 de diciembre de 1970, la Embajada de Chile en Montevideo es informada por la Jefatura de Policía de Montevideo del listado de otros seis uruguayos que viajarían al día siguiente a Santiago también por Alitalia. La información proporcionada consta de los nombres completos, las fechas de detención y el delito cometido (no la pertenencia partidaria); en la mayoría de los casos de “asociación para delinquir”. Según informa el entonces Embajador de Chile en Uruguay, se había realizado un acuerdo verbal, por el cual el Ministerio del Interior le informaba sobre el listado de personas que iban a viajar: “nombre, nacionalidad, edad, estado civil y ocupación del procesado, […] el motivo de la detención, antecedentes estos que pueden ser útiles para la individualización de estos extranjeros”.32 El 28 de diciembre se informa de la llegada de otros tres uruguayos, contando con los mismos datos33. Al día siguiente, la Embajada de Chile en Montevideo informa de la llegada de otros seis uruguayos, y a los datos personales agrega que la “justicia los autorizó a acogerse a opción constitucional, pues de acuerdo a la ley no pueden abandonar el país hasta dentro de un plazo de 5 años por el hecho de haber sido procesados y condenados, aun cuando hayan cumplido su pena”.34 El 7 de mayo de 1971, un nuevo comunicado de la Embajada de Chile informa de nueve uruguayos más que llegaron a Santiago, ahora sí con la aclaración de que ocho de ellos eran militantes tupamaros35. nado en un confuso episodio el 17 de agosto de 1961 en un acto en el Paraninfo de la Universidad, cuyo orador principal fue Ernesto Guevara. Por más información ver: Baccetta (2010). El asesinato de Arbelio Ramírez: la república a la deriva. Montevideo: Ed. Doble Clic. 30. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Confidenciales y areogramas. Año 1970. 31. Entrevista a Pablo Blanco, realizada por Jimena Alonso y Carla Larrobla el 27.08.2009 en Montevideo. 32. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971. 33. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Confidenciales y aerogramas. Año 1970. 34. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Confidenciales y aerogramas. Año 1970. 35. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios

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La excepción la constituía Gustavo Inzaurralde, militante en ese entonces de la Resistencia Obrero Estudiantil36 y que sería finalmente detenido en Paraguay, trasladado ilegalmente y desaparecido en Argentina en 197737. En Chile trabajó en una fábrica donde la organización sindical era fuerte, clasista, combativa y apoyaba al gobierno de Allende. En esa fábrica Gustavo tuvo un buen recibimiento, en gran parte por su experiencia (era casi maestro). Quedó impactado por las actuaciones de los obreros simpatizantes o afiliados al MIR y por los socialistas de Altamirano. De hecho se hizo partidario de la Unidad Popular y del gobierno de Allende, poniendo mucho el acento en la necesidad de organizar desde abajo. (Aldrighi, 2015, p. 77) El 1º de julio de 1971 se informa del arribo de otros diez uruguayos, esta vez se contaba con una breve descripción de sus antecedentes informados por la Dirección Nacional de Información e Inteligencia del Ministerio del Interior38. Entre quienes viajaron se encontraba Ignacio Arocena Linn, militante tupamaro, quien también será detenido-desaparecido en Argentina en 197839. Diez días después, llega otro contingente con cuatro detenidos y el 19 de ese mismo mes, tres más40. El 28 de octubre de 1971, otros tres uruguayos arriban a Chile41, entre quienes se encontraba la militante tupamara Graciela Estefanell, quien será luego secuestrada en Argentina, trasladada ilegalmente a Uruguay y asesinada. Su cuerpo, junto al de otros cuatro militantes tupamaros aparecerá acribillado en la localidad de Soca (Canelones, Uruguay) en diciembre de 1974.42 Tres días después —el 31 de octubre de 1971— arriban seis más. Entre noviembre y diciembre de ese mismo años, llegan varios contingentes que suman un total de 27 ex detenidos43. Es imposible reproducir aquí los cientos de comunicados que semanalmente llegaban desde la Embajada, informando los nombres de los uruguayos que iban llegando a Santiago. Con estos ejemplos, queremos efectivamente mostrar que, si bien los viajes Ordinarios. Año 1971. 36. Fundada en el año 1968, producto del aumento de la movilización popular, es el brazo encargado de atender el “frente de masas” de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). En 1971, la FAU organiza su brazo armado, conocido como Organización Popular Revolucionaria “33 orientales” (OPR 33). En 1975, un desprendimiento de la FAU, fundara en Buenos Aires el Partido por la Victoria del Pueblo. 37. Por más información, ver: http://sdh.gub.uy/inicio/institucional/equipos/Equipo+de+historiadores/3ra+Seccion+Detenidos+Desaparecidos/ 38. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971. 39. Por más información, ver: http://sdh.gub.uy/inicio/institucional/equipos/Equipo+de+historiadores/3ra+Seccion+Detenidos+Desaparecidos/ 40. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971. 41. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971. 42. Por más información, ver: http://sdh.gub.uy/inicio/institucional/equipos/equipo+de+historiadores/ 2da+seccion+asesinados+politicos/fichas+personales/fichas+personales+crono 43. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Ordinarios. Año 1971.

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eran pequeños en cuanto a número (a veces sólo de tres o cuatro personas), la asiduidad de los mismos (llegando a ser por momentos semanal) nos da una pauta de la cantidad de uruguayos que arribaron a dicho país en este período. El 1º de setiembre de 1971, en una circular enviada a la Cancillería, se informa de la intención del Poder Ejecutivo de frenar la numerosa cantidad de detenidos que optaban por salir del país. En la misma se afirma que desde que las actividades de los tupamaros adquirieron entidad y clara notoriedad, el Gobierno se mostró renuente a facilitar la salida de detenidos políticos, demorando los trámites policiales y administrativos […]. Sin embargo, tal precepto de la Carta Constitucional es tan claro y preciso que no le quedó otro camino al Poder Ejecutivo que permitir la salida de recluidos políticos […]. En número aproximado a sesenta, se han dirigido a Chile personas en las condiciones indicadas.44 Un elemento de tensión entre ambos países lo constituyeron los militantes que volvieron a Uruguay clandestinamente y fueron nuevamente apresados, cuándo se suponía que parte del acuerdo era un cierto control por parte de las autoridades chilenas para que no pudieran salir del país. Varios fueron los militantes que a fines de 1970 salieron clandestinamente por Mendoza, rumbo a Buenos Aires y luego a Montevideo45. De igual manera, un segundo grupo arribó luego de la derrota militar del MLN-T del 14 de abril de 197246. Según Eleuterio Fernández Huidobro y Graciela Jorge (1993), desde el segundo trimestre de 1972, la emigración en Chile al principio pequeña y ordenada, se fue transformando en un alud. La crisis de Uruguay arrojaba sus resultados sobre Chile. Los mecanismos que el MLN había montado para recibir fueron desbordados. Comenzaron a llegar los/ las que el MLN enviaba más o menos ordenadamente y comenzaron a llegaron los/ las que se venían por su propia cuenta. Familias enteras. Gente joven vinculada aproximadamente con el MLN y sus estructuras orgánicas duramente perseguidas, buscaban refugio en Chile […]. (p. 36) Jorge Selves, militante tupamaro que había llegado a Chile haciendo uso de la opción constitucional, señala que “después empezamos a ser miles. An44. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Confidenciales. Año 1971. 45. Regresaron a Uruguay clandestinamente Julia Armand Ugon, Jorge Becca Tessa, Pablo Blanco, Samuel Blixen, Yanduy Cabrera, Emilia Carlevaro, Líber De Lucía, Pedro Dubra, Luis García, Pablo Harari, Miguel Ángel Olivera, Jorge Ramada, Américo Rocco, Mario Teti Izquierdo, y Walter Sanzó. Todos ellos militantes tupamaros. (Aldrighi, 2015, p. 25) 46. 1972 es señalado, como el año de la derrota militar del MLN. El 14 de abril de ese año, en un duro enfrentamiento militar fueron asesinados por los tupamaros cuatro miembros del llamado “Escuadrón de la muerte”. En respuesta, las Fuerzas Armadas asesinaron a 8 tupamaros. A partir de allí, se produjo la detención y la salida del país de cientos de sus militantes.

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tes del 14 de abril ya éramos varios cientos. […] fijate que sale un avión semanal”. (Aldrighi y Waksman, 2015, p. 280) En este segundo contingente, varios fueron los militantes que llegaron a Chile de forma clandestina y no sólo haciendo uso de la opción constitucional. De hecho, el 9 de junio de 1972 el Embajador de Chile le informa al Ministro de Relaciones Exteriores “que las Fuerzas Conjuntas uruguayas habían ubicado “un laboratorio clandestino […], del Movimiento de Liberación- Tupamaros en el cual se fabricaban toda de clase documentos de identidad, de viaje, de estado civil, etc., etc, y que entre el material capturado había pasaportes nacionales, españoles, argentinos, chilenos y norteamericanos”. 47 Varios testimonios señalan que Chile no sólo fue un lugar de refugio, sino que también constituyó un espacio fundamental para la discusión política, tanto interna como con miembros de otras guerrillas latinoamericanas que se encontraban allí. Si bien se mantenían compartimentados y —en algunos casos— con documentos falsos, la situación de estar en un país que no los perseguía, les permitió discutir algunas cosas con cierta apertura entre sus militantes. Jorge Selves, señala: “en el exilio chileno es la primera vez que la izquierda latinoamericana tiene la posibilidad de conocerse, juntarse e intercambiar. En todos los ámbitos. Pienso que fue desde el punto de vista político, ideológico y hasta cultural, de los exilios más ricos que hubo en años. Para mí, más que el europeo.” (Aldrighi y Waksman, 2015, p. 269) Juan Trímboli, militante en Uruguay del MRO, en Chile se involucra directamente en las actividades del MAPU chileno. “Yo empecé a trabajar en Chile al poco tiempo de haber llegado. Los muchachos del MLN en general siguieron en la estructura y en la lógica del MLN […]. Yo me formalicé […]. Y me vinculé al MAPU. No fui el único, hubo otra gente que también. Fue decir: estoy acá, para mí era una oportunidad histórica vivir la Unidad Popular.” 48 La permanencia de los exiliados tupamaros fue organizada a través de un acuerdo político entre la dirección del movimiento y el presidente Allende. Fue tan importante el afluente de militantes, que el MLN-T incluso creó dentro de su organigrama una columna de militantes en Chile, a la que denominaron “la guacha”. En 1971, en el marco de la visita de Fidel Castro a Chile, viajaron a Santiago Adolfo Wasem y Mauricio Rosencof —ambos en ese entonces miembros de la dirección del movimiento—, para discutir las condiciones de la ayuda que brindaría el gobierno chileno a la organización uruguaya. Jorge Selves, recuerda: el primer acuerdo que plantea Allende es que el MLN no tenga ningún tipo de contacto ni apoyo al MIR, que era su piedra en el zapato. Porque 47. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Oficios Confidenciales. Año 1972. 48. Entrevista a Juan Trímboli, realizada por la autora el 28.04.2015 en Santiago de Chile.

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desde antes de que asuma ya le está ocupando tierras, por ejemplo. […]. ¿A cambio de qué? De una cierta ayuda y cobertura a los compañeros. Se logra el acuerdo. Siempre con la posición Allende de que los tupamaros no le complicaran la vida. […] Bueno, nosotros no estuvimos de acuerdo con eso y no bien llegamos a Chile empezamos a dar vuelta la cosa. (Aldrighi y Waksman, 2006, p. 37) Efectivamente, comienzos de 1971, un grupo de militantes cuestionó esta política, llegando incluso algunos a separarse de la organización. Entre ellos se hallaban José Ernesto Surra, Cándida Rodríguez, Pedro Lerena49, Natalio Dergan50, William Whitelaw51, Fernando Barreiro y Alejandro Lerena, quienes se vincularon al Partido Socialista y al MIR y también recibieron apoyo solidario. Pese a las divergencias, el MLN-T mantuvo con ellos un contacto periódico. Algunos testimonios señalan que, por intermedio de los socialistas chilenos, Dergan –mecánico de profesión– fue contratado en el taller donde se reparaban los automóviles de la custodia presidencial, conocida como “Grupo de Amigos del Presidente” (GAP)52. Allí trabajaron y residieron hasta 1972 también Whitelaw, Barreiro y Alejandro Lerena. (Aldrighi y Waksman, 2006, p. 40) “En el […] taller […] la tarea era […] controlar que los vehículos de Allende, o cercanos a él, no estuvieran “envenenados” con trampas como las que pocos años después costaron la vida de Letelier o del Gral. Prats”.53 (Fernández Huidobro y Jorge, 1993, p. 17) 49. Poco antes del golpe de Estado, Pedro Lerena se traslada a Buenos Aires y reingresa clandestinamente al Uruguay. Será detenido el 25 de mayo de 1975 al salir de una reunión clandestina junto a otros miembros del MLN-T. Luego de recorrer varios centros de detención, morirá a causa de torturas el 29 de setiembre de 1975 en dependencias del Regimiento de Caballería Nro. 9. 50. Asilado en la embajada Argentina luego del golpe de Estado en Chile, se exiliará en dicho país hasta su secuestro a fines de 1974. Entre el 28 y el 29 de noviembre de ese año fue detenido por varias personas de civil, en las cercanías de la oficina de la Comisión de Ayuda a los Refugiados. Sobre las 23 horas lo trasladan a su domicilio, con claros signos de violencia. La casa es saqueada. Bajo torturas se le interroga a él y a Ana Luisa Borraza (esposa, de nacionalidad chilena) acerca de refugiados políticos chilenos. Su esposa es inducida bajo amenazas a abandonar el país en un plazo de diez días. El 11.12.1974 intentan su secuestro en la vía pública. Natalio Dergan fue visto por última vez en los fondos de una comisaría. Aún permanece desaparecido. 51. Poco antes del golpe de Estado, William Withelaw, parte hacia Argentina donde permanecerá hasta su asesinato en el año 1976. El 18 de mayo de ese mismo año es secuestrado junto a su compañera Rosario Barredo y los hijos de ésta, de su domicilio en la Provincia de Buenos Aires. Dos días después, su cuerpo junto al de su compañera y el de los ex legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Guitérrez Ruiz aparecerán asesinados en el interior de un automóvil particular sin chapa. Muere a causa de heridas de bala en el cráneo. Sus manos se encontraban maniatadas. 52. Existen varias referencias que ubican a William Whitelaw como parte GAP. Según Jorge Selves, la compañera de Whitelaw era en ese entonces la secretaria de Allende (de nombre Isabel y a quien llamaban “la rucia”), con quien tiene un hijo. Ese fue el principal vínculo de acercamiento entre este grupo y el GAP. Un testimonio anónimo, citado por la historiadora Clara Aldrighi, señala que convivió con Whitelaw y con los miembros de la custodia presidencial y asegura que ningún uruguayo integró el GAP. (Aldrighi, 2015, p. 29) 53. Orlando Letelier fue el embajador en Estados Unidos del Chile de Allende. En 1973 llegó a ser Ministro de Relaciones Exteriores y del Interior y Defensa. Fue asesinado en la ciudad de Washing-

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A mediados de 1971 llega a Chile Lucas Mansilla, ex miembro del Comité Ejecutivo de la organización, quién imprimió al exilio chileno una nueva orientación. A partir de ahora la columna del MLN-T de Chile comenzó a dedicarse a los contactos políticos con otras guerrillas latinoamericanas y con los partidos de la Unidad Popular, e intentó terminar con el abroquelamiento que la organización estaba viviendo. Se proporcionó ayuda a otras organizaciones, documentación falsa y asesoramiento en materia de seguridad. En un balance del Regional Santiago de enero de 1973, se explicita “el apoyo y la alianza estratégica con el MIR y los primeros planteos acerca del reformismo de la UP”.54 Fernando Butazzoni asegura que la dirección del MLN-T en Chile mantenía contactos con el MIR. “Eran contactos sobre todo de discusión política. Creo que también hubieron algunos contactos de pasarle plata unos a otros […].”55 Hasta este momento se pensaba que era el MIR quien tenía mayores similitudes ideológicas y políticas dentro de Chile con las propuestas del MLN-T. Ambas organizaciones descreían de la viabilidad del camino pacífico al socialismo propuesto por Allende, y advertían los riesgos de que los sectores populares no estuvieran preparados militarmente para una reacción contrarrevolucionaria. […] El MIR trataba de ofrecer apoyo logístico a las crecientes necesidades que el MLNT tenía como consecuencia del cada vez más numeroso contingente de militantes que llegaba desde Uruguay, mientras que el MLNT ofrecía asesoramiento en aspectos técnicos y operativos al MIR. (Marchesi, 2008, p. 11) Fue en este momento, entre los grupos dirigentes de las distintas guerrillas que se encontraban en Chile, cuando nació la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR)56. Estas conversaciones continuaron en Argentina, donde a comienzos de 1973 comenzó el funcionamiento efectivo de la JCR. Las primeras acciones en conjunto fueron para mejorar el tema del financiamiento ton mediante una bomba activada por control remoto que se encontraba colocada debajo del coche en que se desplazaba, por orden de Augusto Pinochet el 21 de setiembre de 1976. Carlos Prats fue el Comandante en Jefe del Ejército durante el gobierno de la Unión Popular, llegando a ser su Ministro de Defensa. Luego del golpe de Estado se exilia en Argentina, donde es asesinado junto a su esposa, también por un agente de la DINA, el 28 de setiembre de 1974. Al igual que en el caso anterior, una bomba colocada en su coche estalló, manejada desde un control remoto. 54. Archivo del Centro de Estudios Interdisciplinario Uruguayo (CEIU), Colección David Cámpora. Balance partidario del Regional Santiago. Setiembre 1973, pág., 6. 55. Entrevista Fernando Butazzoni, realizada por Jimena Alonso y Carla Larrobla el 18.08.2009 en Montevideo. 56. Recordemos que en agosto de 1972 diez argentinos pertenecientes al PRT, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y a los Montoneros, se fugaron del cuartel de Trelew y se refugiaron en Santiago. Los dirigentes tupamaros les brindaron asistencia y estrecharon amistad con Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna, entre otros.

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y obtener el dinero para los viajes de dirigentes, la manutención del resto de los militantes y otros gastos de la organización. En octubre de 1972 —al comenzar a valorar la complejidad de la política chilena, luego de la feroz huelga de camioneros— empezó la emigración hacia Cuba. Igualmente, como veremos, no todos salieron de Chile y varios continuaron allí luego del golpe de Estado. La salida de Chile: Buenos Aires y Cuba Para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte matar y matar más para seguir matando y condenarse a la blindada soledad para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse sin el pueblo. “Para matar al hombre de la paz”, Mario Benedetti El exilio en Chile fue breve, debido a que consumado el golpe militar el 11 de septiembre de 1973, la opción más segura comenzó a ser Argentina, que estaba viviendo una “primavera democrática” con la asunción de Héctor Cámpora como Presidente ese mismo año. El exilio de Chile duró tres años (1970- 1973), el mismo plazo que luego se daría en Argentina (1973- 1976). Debido a las fuertes presiones de la derecha, los militantes uruguayos comenzaron a avizorar el golpe de Estado y advirtieron que los extranjeros serían los primeros perseguidos. En varias reuniones tanto con el MIR, como con miembros del gobierno, se comenzó a planificar la salida de Chile. El mismo día del golpe de Estado todos los extranjeros residentes fueron convocados a presentarse a la unidad militar o policial más cercana, con el fin de explicar los motivos de su residencia en el país. Incluso, en otro comunicado del mismo día, se exhortaba a la población a denunciar la presencia de extranjeros. Cuando se trataba de procedimientos en fábricas ocupadas o cualquier otra actividad de resistencia57, la primera orden de las fuerzas militares era la identificación de los extranjeros, y ese reconocimiento podía representar directamente la muerte. Ante esta situación, la primera salida fue utilizar los apoyos que brindan algunas embajadas y refugios, como la de Suecia y Argentina, ya que la embajada de Cuba fue expulsada de Chile ese mismo día. 57. Recordemos que la central de trabajadores difundió, en las primeras horas del 11 de setiembre, un llamamiento a los trabajadores para ocupar las fábricas y organizar la resistencia.

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Juan Trímboli, por ejemplo, acude a la embajada de Siria. Después [del golpe] tomo contacto con la gente del MAPU y ellos me dicen que lo posible es que yo me meta en la embajada de Siria. […]. Ahí no hay guardia, no hay nada. Vos toca timbre y entras, porque había un muchacho sirio en el MAPU […]. Un rato después llegó el embajador, un tipo muy cordial, a hablar conmigo […]. Y me dijo: si tú te quieres quedar acá, te quedas acá, pero desde el momento que tú te quedes yo tengo que informar […], luego al único lugar al que puedes salir es a Siria. […]. Tenes idea de a dónde vas a ir? […]. [Yo le respondí] la verdad que no tengo idea, de lo que si tengo idea es que a la calle no vuelvo. […]. Me quede dos noches en la embajada y ahí el embajador me dijo que se estaba viendo con un grupo de embajadores la posibilidad de ofrecer al gobierno militar junto con Naciones Unidas la apertura de unos refugios. […]. Si eso se concreta, yo personalmente te llevo a un refugio […]. Y así fue […], terminé en el refugio del Padre Hurtado.58 Ana Julia Herrera, militaba en el MLN-T, había dado a luz pocos días antes del golpe de Estado y, finalmente, se asila con su bebé en la embajada de Argentina. Recuerda de ese día que el camino a la embajada fue espantoso, sentimos ametrallamientos, gente muerta en la calle tapada con cartones, con diarios, y nosotros esquivando […] y en la esquina de la embajada, me dice Tencha, Ana bájate y corre, porque venían los tanques, rodeando la embajada. Y ahí me bajé, y con los gritos de los chilenos, bajé, agarré a mi hijo y empecé a correr […]. En la embajada éramos 1500, con un hacinamiento total […]. El ser humano en momentos difíciles puede convertirse en una bestia […], había mercado negro y éramos todos latinos. Los chilenos muchos volvían a salir, y los ametrallaban cuando salían. […] y empezó a faltar la comida, comían los niños y el resto de vez en cuando. Y más adelante agrega “finalmente nos sacan con asilo en tránsito para la Argentina. […] Toda la embajada se vacía”. 59 Se calcula que en los días siguientes al golpe de Estado llegaron a estar en la embajada argentina 800 extranjeros, de los cuáles alrededor de 120 eran uruguayos. Cinco uruguayas dieron a luz allí mientras se encontraban asiladas. Finalmente, al llegar a Argentina, los asilados fueron identificados y fichados, y sus fotografías enviadas a sus países de origen. Tiempo después, estos documentos sirvieron para 58. Entrevista a Juan Trímboli, realizada por la autora el 28.04.2015 en Santiago de Chile. 59. Entrevista a Ana Julia Herrera, realizada por Jimena Alonso y Carla Larrobla el 24.08.2009 en Montevideo.

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la identificación de los muchos de los militantes de izquierda que se encontraban en Argentina, muchos de los cuales serán victimas del Plan Cóndor60. El mismo 11 de setiembre de 1973, otros uruguayos fueron detenidos y trasladados al Estadio Nacional. Según el listado publicado por Manuel Contreras, citado anteriormente: 65 hombres y 16 mujeres. La mayoría de los extranjeros —que no pudieron salir de Chile— fueron detenidos en días cercanos al golpe de Estado. Fue muy importante en este período el papel que jugó el embajador de Suecia en Chile, Harald Edelstam, por la libertad de los uruguayos detenidos en el Estadio. Las autoridades de la cárcel habían decidido que todos los extranjeros serían enviados a las embajadas y trasladados a sus países de origen61. En el caso de los uruguayos, ello implicaba años de prisión en las cárceles de la dictadura uruguaya. Luego de varias tratativas ante ambas embajadas, el embajador sueco logra que en el caso de los uruguayos, sean trasladados a Suecia, en calidad de refugiados. Más allá de la decisión de evacuar a los extranjeros que se encontraban en Chile antes del golpe de Estado, por diversos motivos hay algunos que se quedan. De los nueve uruguayos que desaparecieron en Chile durante la dictadura militar, siete eran militantes tupamaros. Ariel Arcos, Juan Ángel Cendán Almada, Julio César Fernández, Alberto Mariano Fontela Alonso, Arazatí López López, Julio Enrique Pagardoy, Juan Antonio Povaschuk Galeazzo, eran militantes del MLN-T y fueron secuestrados y desaparecidos por la dictadura militar chilena. Nelsa Gadea Galán, era una uruguaya militante del Partido Obrero Revolucionario y del MIR en Chile, también secuestrada y desaparecida por la dictadura chilena. En el año 2008, fueron ubicados en el desierto de Arica los restos de otra ciudadana uruguaya afiliada al Partido Comunista en Uruguay. Nos referimos a Mónica Benaroyo Pencu, uruguaya desaparecida en Chile durante el período de la dictadura militar y de cuya desapareción no había denuncia hasta su hallazgo.62 60. Desde 1973 existió una estrecha vinculación entre la Policía Federal argentina y la Jefatura de Policía de Montevideo. Con la muerte de Perón (01.07.1974) se impulsó una mayor coordinación y la presencia de miembros de la SIDE en Uruguay, así como de miembros del Servicio de Información de Defensa uruguayo en Argentina. Entre el 25 y el 30 de noviembre de 1975 se firma, en Santiago de Chile, el Acta fundacional del Plan Cóndor entre los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas de los países de la región: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. En el documento se acuerda: “la creación de una base centralizada de información sobre los movimientos guerrilleros, partidos y grupos de izquierda, sindicalistas, religiosos, políticos liberales y otros reales y supuestos enemigos de los gobiernos autoritarios involucrados en el plan. […] La segunda fase consistía en pasar a la acción, identificando y atacando a estos enemigos políticos a nivel regional”. Tomado de: sdh.gub.uy 61. El 6 de octubre de 1973, el Vicealmirante Ismael Huerta, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, autoriza al Embajador de Uruguay “para que personalmente, o por quien designe del personal diplomático de su Embajada, visite en el Estadio Nacional de Santiago, a los detenidos de nacionalidad uruguaya que deben abandonar el país, para requerir las informaciones del caso y efectuar los trámites relacionados con la salida del país”. Ministerio de Relaciones de Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo países. Notas. Año 1973. 62. Por más información ver: http://sdh.gub.uy/inicio/institucional/equipos/Equipo+de+historiado-

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Estas historias se unen a la de los muchos uruguayos que permanecieron detenidos en varios regimientos de Santiago y son una parte importante de la suerte que los militantes de la izquierda uruguaya vivieron en la tierra de Allende, luego del golpe de Estado. Algunas apreciaciones finales Como hemos señalado, la experiencia de la “vía chilena al socialismo” mostró al resto de la izquierda latinoamericana que el camino de la revolución por la vía electoral, y respetando la legalidad vigente, también era posible. En el caso uruguayo, la izquierda venía intercambiando desde mediados de la década del 50 las posibilidades de su unificación. No nos parece casual que este proceso —que finalmente culmina con la fundación del Frente Amplio el 5 de febrero de 1971—, haya comenzado en octubre de 1970, semanas después del triunfo de Salvador Allende en Chile. Carlos Pérez era en ese entonces militante de la Juventud Socialista del Uruguay. Recuerda que dentro del Partido Socialista se pensó “si Allende pudo ganar, si una organización de izquierda puede utilizar determinados resquicios que nos da la democracia capitalista, burguesa, o como quieran llamarla, para ganar el gobierno, bueno se puede utilizar. Y eso fue, lo que de alguna manera fue llevando a la conformación del Frente Amplio. Igual que en Chile, ganemos acá las elecciones […]”63. Raúl Legnani, por ese entonces también militante socialista en Uruguay, recuerda que el triunfo de la Unidad Popular marcó el camino “sin duda. Porque la discusión salió del plano de la teoría o del deseo, a la concreta. En Chile, que era acá al lado, ganaron, vamos a dejarnos de joder. […] Lo de Allende concreta.”64 Roberto Markarián, en ese entonces militante comunista en Uruguay, afirma que el triunfo de Salvador Allende “fue un factor muy importante en la creación primero de grupos de unidad de izquierdas […] y después del Frente Amplio, no cabe ninguna duda.”65 En este sentido, podríamos afirmar que los debates sobre la vía legal, o la vía armada por los que estaba transitando la izquierda latinoamericana en general, y la uruguaya en particular, comienzan a contar con dos experiencias triunfantes: la vía chilena y la revolución cubana. El destino, entonces, de lo que pasara en Chile determinaba también los caminos y las estrategias tomadas por el resto de la izquierda. Por ello, nos parece determinante poder rescatar las experiencias vividas por los militantes de la izquierda —en este caso uruguaya— sobre lo que allí sucedía, ya que avivó las discusiones sobre las alianzas, los grados de avance en res/3ra+Seccion+Detenidos+Desaparecidos/#_ftnref4. 63. Entrevista a Carlos Pérez, realizada por la autora el 12.05.2016 en Montevideo. 64. Entrevista a Raúl Legnani, realizada por la autora el 16.05.2016 en Montevideo. 65. Entrevista a Roberto Markarián, realizada por la autora el 19.05.2016 en Montevideo.

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el camino revolucionario, la necesidad o no de tener un aparato armado que defendiera el proceso en caso de avance del autoritarismo, etc. En segundo lugar, es interesante señalar que Chile fue también un lugar de refugio para miles de militantes que escapaban de los procesos autoritarios de sus países, y que encontraron allí un lugar no sólo de sobrevivencia, sino también de rearme organizacional, de intercambio y de discusión con otros sobre cómo seguir. Pensar el exilio en Chile, no sólo centrado en su variable autoritaria, cuándo miles de chilenos debieron salir del país por lo feroz de la dictadura pinochetista, sino también pensar en la solidaridad que miles de chilenos tuvieron antes con el resto de las organizaciones de izquierda, y que va a ser un pilar fundamental para la caracterización del exilio latinoamericano en Europa luego de 1973. La vía chilena al socialismo, como modelo de transformación implementado por el gobierno de la Unidad Popular, aparece como una ventana de acceso a muchas de las discusiones por las que transitaba la izquierda en los años 70, varias de las cuales sería incluso saludable que fueran retomadas por nuestras izquierdas actuales. Bibliografía y fuentes Aldrighi, Clara (2001). La Izquierda Armada. Montevideo: Editorial Trilce. __________ (2009). Memorias de insurgencia. Montevideo: Banda Oriental. Aldrighi, Clara y Waksman, Guillermo (2006). “Chile: la gran ilusión”, en Dutrenit Bielous, Silvia (Coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Editorial Trilce. __________ (2015). Tupamaros exiliados en el Chile de Allende (1970-1973). Montevideo: Mastergraf. Álvarez, Rolando (2014). “Trabajos voluntarios: el hombre nuevo y la creación de una nueva cultura en el Chile de la Unidad Popular”, en Pinto, Julio (Ed.), Fiesta y drama. Nuevas historias de la Unidad Popular. Santiago: Ed. LOM. Fernández Huidobro, Eleuterio y Jorge, Graciela (1993). Chile roto. Montevideo: Ediciones TAE. Jensen, Silvina y Lastra, Soledad (2015). “El problema de las escalas en el campo de estudio de los exilios argentinos recientes”, en Avances del CESOR, Año XII, V. XII, Nº 12. Rosario: Universidad Nacional de Rosario. Marchesi, Aldo (2008). “Geografías de la protesta armada, guerra fría, nueva izquierda y activismo transnacional en el cono sur, el ejemplo de la Junta de Coordinación Revolucionaria (1972-1977)”, presentación para II Jornada Académica “Partidos Armados en la Argentina de los Setenta. Revisiones, interrogantes y problemas”. Buenos Aires: CEHP-UNSAM.

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Marchesi, Aldo y Yaffé, Jaime. (2010). “La violencia bajo la lupa: una revisión de la literatura sobre violencia y política en los sesenta”, en Uruguay, Revista Uruguaya de Ciencia Política, Vol. 19, N° 1. Modak, Frida (Coord.) (2008). Salvador Allende: pensamiento y acción. Buenos Aires: Ed. Flacso. Molina, Sandra et al. (2007). Los parteros de la Nueva Era: los Trabajos Voluntarios durante el gobierno de la Unidad Popular. Tesis para optar el grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Universidad ARCIS. Inédito. Pinto, Julio (2005). Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular. Santiago: Ed. LOM. Valenzuela, Arturo. (1989). El quiebre de la democracia en Chile. Santiago: Ed. Flacso. Winn, Peter (2013). La revolución chilena. Santiago: Ed. LOM. Fuentes inéditas Archivo del Centro de Estudios Interdisciplinario Uruguayo (CEIU), Colección David Cámpora. Carta de Uruguay. Chile. (Publicación interna del MLN-T en Chile) Nº 1, 11 de setiembre de 1972 al Nº 34 de agosto de 1973. Circular interna Nº 1. Regional Santiago. 05 de junio de 1973. Balance partidario del Regional Santiago. Setiembre 1973. Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. Archivo General Histórico. Fondo Países: Uruguay. Años 1970-1973. Sitios web: Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente. Informe del Equipo de Historiadores: sdh.gub.uy Entrevistas Ana Casamayou, realizada el 20 de marzo de 2009 por la autora, Carla Larrobla y Magdalena Figueredo. Fernando Butazzoni, realizada el 18 de agosto del 2009 por la autora y Carla Larrobla. Ana Julia Herrera, realizada el 24 de agosto del 2009 por la autora y Carla Larrobla. Pablo Blanco, realizada el 27 de agosto del 2009 por la autora y Carla Larrobla. Carlos Sanz, realizada el 28 de agosto del 2009 por la autora y Carla Larrobla. Juan Trímboli, realizada el 28 de abril de 2015 por la autora.

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Carlos Pérez, realizada el 12 de mayo de 2016 por la autora. Raúl Legnani, realizada el 16 de mayo de 2016 por la autora. Roberto Markarián, realizada el 19 de mayo de 2016 por la autora.

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Uruguayos, uruguayos... dónde fueron a parar: los exilios en Europa y España 1973-19851 Enrique Coraza de los Santos El Colegio de la Frontera Sur A partir de la crisis que se desencadena en Uruguay desde fines de los años 50 hasta los años 70 del siglo XX, se produce, primero, la implantación de una democracia autoritaria y posteriormente un quiebre institucional con la irrupción de una dictadura cívico militar entre 1973 y 1985. Una de las consecuencias de estos procesos fue el exilio de miles de uruguayos por América Latina, Europa, África e incluso Asia. En este texto intentaré reflejar las experiencias de estos exilios en Europa en general, en forma comparativa, y en España en particular, para señalar sus características, similitudes y diferencias. Los años 60 y 70 del siglo XX fueron para Uruguay años de crisis múltiples y que, al igual que gran parte de América Latina, derivaron primero en una democracia autoritaria y posteriormente en una dictadura, en este caso cívico militar, que asoló el país hasta 1985. Siempre se relaciona el exilio con las dictaduras y en la imagen de muchos, el exilio de los países del Cono Sur —Argentina, Chile y Uruguay— más aún. Sin embargo, en el caso de Uruguay, el exilio es una migración forzada que comienza a darse antes del golpe 1. El título está inspirado en la letra de una murga “Los Olímpicos” del cantautor uruguayo Jaime Roos y cuya letra completa dice: Se nos viene fin de año, festejamos navidad,/los ensayos se complican preparando carnaval./Ya está cerca fin de año en Holanda, en Canadá;/los muchachos congelados recordando carnaval.../Uruguayos, uruguayos.../Dónde fueron a parar/por los barrios más remotos/de Colombes o Ámsterdam./Antes éramos campeones, les íbamos a ganar,/hoy somos los sinvergüenzas que caen a picotear./Trabajador inmigrante es la nueva profesión/al que agarran sin papeles lo fletan en un avión/Uruguayos, uruguayos.../Ayer recibí una carta directa de Nueva York/de mi amigo el Horacio trabaja de soldador,/ahora tiene cola chata alfombra y calefacción./Parece cosa de locos les va cada vez peor./Extraña la gente nuestra que te habla sin despreciar,/extraña el aire del puerto cuando anuncia el temporal/y sin embargo recuerda las cosas por la mitad./Se olvida las que pasaba antes de irse para allá/Uruguayos, uruguayos.../Volver no tiene sentido, tampoco vivir allí,/el que se fue no es tan vivo, el que se fue no es tan gil./Por eso si alguien se borra que le podemos decir,/no te olvides de nosotros y que seas muy feliz/Uruguayos, uruguayos...

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de estado que el presidente Bordaberry da contra las instituciones democráticas con apoyo militar. Esta migración está provocada por el sentido autoritario y represivo originado en los gobiernos del Partido Colorado de Pacheco Areco (1966-1971) y Bordaberry —en su período constitucional entre 19711973—. La reacción autoritaria de los sectores de la oligarquía uruguaya y el conservadurismo político reaccionó de forma violenta a los movimientos sociales y las protestas por la situación que se estaba viviendo en Uruguay. El gobierno de Pacheco Areco respondió abusando de los mecanismos de la Constitución de 1966, especialmente de las “medidas prontas de seguridad”, que incluían la opción de los detenidos a salir del país. En estos años previos al golpe de estado, ya sea utilizando la referida opción constitucional o huyendo por las fronteras, salieron los primeros exiliados pertenecientes a los movimientos de la izquierda armada, principalmente al MLN-T. Una de las consecuencias humanas de estos procesos de crisis institucional fue la huida, la migración forzada a la que se vieron obligados miles de uruguayos por razones políticas o ideológicas. Estos exilios, que continúan siendo parte de las memorias individuales y grupales, pero no de las sociales o históricas, alcanzaron diferentes puntos, desde la proximidad de América Latina a las distancias de Europa y hasta África inclusive. El relato que aquí se presenta pretende cubrir una parte de la realidad de esos exilios, los que se produjeron en Europa en general y en España en particular. El primer objetivo es señalar las características generales que los exilios uruguayos representaron en los distintos países de Europa, así como sus relaciones con las características políticas y/o personales de los exiliados. El segundo de estos objetivos es realizar un análisis en profundidad de las características de los exilios uruguayos en España, a fin de presentar su particularidad respecto a los demás. El sentido de la primera parte de este trabajo es incorporar una visión general de los exilios uruguayos en Europa; es una labor de síntesis a partir de los materiales publicados con relatos sobre los exilios en los principales lugares de destino. Con un objetivo contextual, permitirá comprender e integrar los exilios uruguayos en España dentro de un ámbito más amplio y general. De ello se podrán observar las similitudes, pero también las diferencias y particularidades. La metodología seguida para la elaboración del presente texto ha sido la combinación de diferentes técnicas que intentan cubrir el universo de análisis expresado en al principio. Por un lado, se ha realizado un trabajo de síntesis a partir de fuentes secundarias que cubren, tanto el proceso histórico del Uruguay reciente, como las experiencias de los exilios uruguayos en otras latitudes de Europa. Para el caso español, se ha trabajado a partir de un análisis documental de fuentes primarias, material de archivo (archivos particulares, institucionales, políticos y sindicales), e historia oral a través de entrevistas semi estructuradas. Los testimonios orales han servido, a la vez, de fuentes y

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de generadores de fuentes, aportando información de enorme valor. A partir de esta información se ha realizado un cruzamiento de las mismas como forma de verificación y contrastación de la información. Finalmente, se ha realizado un análisis de la información contenida en la gran cantidad y variedad de las fuentes gráficas y audiovisuales. Si bien se busca reflejar la presencia de uruguayos en Europa a partir de una situación particular y excepcional, como la representada por los exilios, se incluirán, además, algunas referencias a otros países de América Latina, como Chile, Argentina y México. El sentido de tal referencia radica en que estos países representaron los primeros lugares de exilio para muchos que, finalmente, terminaron exiliándose en Europa como destino final. Los exilios uruguayos tienen diferentes fases y períodos, coincidiendo con las coyunturas nacionales y regionales que condicionarán los destinos y las características de las salidas y de los países de recepción. Asimismo, las redes, relaciones y contactos entre partidos políticos, sindicatos, gobiernos y organizaciones marcarán esas particularidades en los diferentes países, así como los retornos a partir de 1984. Analizando el caso español, puede verse que muchas de las decisiones para adoptar este país como uno de los destinos, guardan relación con las migraciones españolas a Uruguay y, especialmente, con el exilio republicano español en este país. De esta forma podemos ver los movimientos de población entre España y Uruguay en un sentido dialógico, donde es importante el capital cultural y simbólico generado por cada una de las corrientes migratorias a la hora de adoptar decisiones como los destinos. Dentro de las características generales de los exilios uruguayos podemos mencionar la unidad que proyectó el exilio como imagen dentro de los otros exilios en Europa, especialmente los latinoamericanos; también podemos destacar la dispersión en diferentes países de varios continentes, producto de redes de parentesco, culturales y políticas. Otros aspectos que lo caracterizan tiene que ver con la ausencia de esta migración dentro de las memorias sociales e históricas del Uruguay actual, reservándose aún en las memorias individuales y grupales2. Finalmente, el último punto que caracteriza a los exilios es la ausencia y las dificultades a la hora de consignar cifras, más o menos cercanas o fiables, que calculen la cantidad de exiliados y exiliadas que permanecieron en los distintos destinos de su huída. En algunos casos la ausencia de estadísticas de emigración desagregada en Uruguay, o la imposibilidad de encontrar registros en esos países de destino, o el mismo carácter clandestino que obligaba la salida, dificultan tal tarea. 2. Sobre este punto se pueden consultar los artículos de quien suscribe esta contribución que analizan la memoria del exilio a partir de un estudio bibliográfico publicados en el 2001 y una actualización publicada en 2007. Asimismo, la investigadora mexicana Eugenia Allier Montaño ha incursionado en las memorias de los exilios uruguayos en un panorama más amplio y global en una obra de reciente publicación: ver Dutrénit Bielous, S; Allier Montaño, E. y Coraza de los Santos, E. (2008).

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Del autoritarismo a la dictadura. Las primeras salidas Esta primera etapa, los inicios de la década del 70 del siglo XX, estuvo caracterizada por la violencia política (Rey Tristán, 2005, pp. 313-344), tanto dentro del período democrático como también en los primeros años del período dictatorial. En ella, los países de la cercanía constituyeron los primeros destinos (Dutrénit Bielous, 2006, pp. 7-12); por ello Brasil (muchas veces como puente o como refugio de reorganización), el Chile de Salvador Allende y la Argentina, tanto de la “primavera” de Cámpora como del peronismo, concentrarán la mayor parte de los exiliados. Razones que tienen que ver con la idea de un posible retorno no demasiado lejano en el tiempo, y las redes o conocimientos del medio previos, fueron aspectos a tener en cuenta. Este exilio, muchas veces considerado como “temporal”, también sirvió como oportunidad de reorganización o entrenamiento con vistas a un futuro posible donde retomar la lucha (Adrighi, 2001, pp. 115-118). Estos destinos en el futuro se demostraron inseguros y peligrosos, no sólo para los integrantes de las organizaciones de la izquierda revolucionaria, sino para otros militantes que a partir del 27 de junio de 1973 también huirán hacia Argentina y Chile. El golpe de estado contra Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, por los militares al mando del Gral. Augusto Pinochet, y el de la Junta Militar encabezada por Jorge Rafael Videla contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón, el 24 de marzo de 1976, obligaron a nuevos exilios: Cuba (especialmente para los integrantes del MLN-T, que también se dirigieron a Argentina entre 1973 y 1976), México, Venezuela, Suecia, Francia, Holanda, Alemania, Italia, el bloque soviético, España, Suiza, Angola, estarán entre los principales destinos, ya en un largo exilio que se prolongará hasta 1985. Las salidas, con diferentes grados de urgencia, se realizaron de diferentes formas y por distintos medios; algunos a través de las fronteras; otros, con pasaportes vigentes, consiguieron salir a través de los aeropuertos o de similar forma en barcos; otros debieron solicitar refugio en alguna de las pocas embajadas que los otorgaron, tanto en Uruguay como en Chile y Argentina (Buriano de Castro, Dutrénit Bielous y Rodríguez de Ita, 2000), o a través de ACNUR. También la documentación representó un problema, muchos debieron salir con documentación falsa, de otras personas, o recurrir a salidas y re entradas en los países de la región, incluso la búsqueda de ascendencia —principalmente de un país europeo o judía— como mecanismo que les diera la opción de acceder a una documentación que permitiera la salida del país con relativa seguridad. Algunos dirigentes políticos saldrán al exilio en el momento mismo de la disolución del parlamento o en los días siguientes, porque ven peligrar

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su vida, huyendo a los países fronterizos, especialmente Brasil y Argentina3. En otros casos, algunos líderes políticos serán encarcelados en dependencias militares para ser interrogados; en una primera instancia, a la mayoría se los va a liberar, pero serán requeridos nuevamente en reiteradas ocasiones. Esta situación de inseguridad permanente, sumada a la proscripción de la vida pública decretada el 28 de noviembre de 19734, el aumento de la represión y el conocimiento de los encarcelamientos de compañeros y amigos, hace que muchos decidan emprender el exilio; en su mayoría a Buenos Aires. En Uruguay, inmediatamente después del golpe de Estado el 27 de junio de 1973, se lanzó un llamado a una Huelga General por la CNT (Convención Nacional de Trabajadores) secundada por la Universidad de la República —programada en un plenario sindical el año 1964 como reacción inmediata al golpe—. La misma se concretó no sólo con el cierre de algunos comercios, ausencia en las oficinas públicas y/o privadas, cierre de la casi totalidad de los bancos, la Universidad y demás locales de enseñanza, sino también en la ocupación de fábricas por parte de los obreros. Otra de las medidas de resistencia fue el llamado, también desde la CNT, a una marcha pacífica para el 9 de julio por la principal Avenida de Montevideo —Avenida 18 de julio— que fue brutalmente reprimida, terminando con la detención de cientos de manifestantes. La Huelga General no será levantada hasta el 11 de julio, después de un amplio operativo represivo y la decisión de militarizar al personal de la Administración pública. Con la Huelga, General el Presidente de la República declara ilícita la CNT, disponiendo su disolución (sus integrantes pasan a la clandestinidad) y en días posteriores procede a la detención y encarcelamiento de varias decenas de dirigentes. El resultado de estos días de enfrentamientos de la sociedad y las organizaciones políticas y sindicales a la dictadura recién instaurada llevará también a la clausura de locales partidarios, sindicales y periodísticos, que respondían a las diferentes líneas de la izquierda. De la misma forma se van a cerrar locales de enseñanza y se intervendrá la Universidad de la República.

3. En un primer momento, los países limítrofes se convertirán en una escapatoria segura, pero después se demostrará que no lo son para su permanencia: la dictadura que hacía casi una década ya se había establecido en Brasil y la acción impune de los militares, fuerzas policiales, ultraderecha y otros grupos en Argentina, expondrá la poca seguridad que en la práctica existe en ellos. En Chile, el 11 de septiembre de 1973 el Gral. Pinochet da un golpe militar al gobierno de Salvador Allende y la situación cambia radicalmente en el país trasandino. Con el correr del tiempo van a conocerse cada vez más casos de uruguayos secuestrados (o incluso asesinados) en Buenos Aires y/o ciudades de Brasil. En el caso de los secuestrados, algunos serán trasladados a Uruguay dentro de una estrategia de colaboración de las fuerzas militares y civiles de las dictaduras de los países del Cono Sur, en lo que se conoce como el Plan Cóndor. 4. En esta fecha, el gobierno de la dictadura ordena la ilegalización y disolución de gran parte de las organizaciones y partidos de la izquierda, así como la persecución y detención de sus dirigentes.

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Destinos de cerca y lejos en las primeras huídas del horror: Latinoamérica Como ya mencionáramos, Chile representará un refugio considerado como posible para muchos militantes de las organizaciones armadas y de la izquierda en general. La mayor parte de los exiliados que van a llegar a Chile —si bien se registran desde noviembre de 1970— lo harán entre mediados de 1972 y mediados de 1973, en un número difícil de determinar y en contacto con organizaciones políticas y revolucionarias chilenas. Para algunos, Chile representó un destino transitorio para dirigirse a su destino final con apoyo de la organización de pertenencia, destacándose Cuba y Argentina. Cuando se produce el golpe de estado, el 11 de septiembre de 1973, los exiliados uruguayos entraron dentro de la población objeto de la represión a los extranjeros desarrollada por los militares chilenos. Gracias a la acción de embajadores y embajadas, como las de Suecia, entre otras, o a organizaciones como ACNUR, pudieron salir hacia otros destinos (Waksman y Aldrighi, 2006, pp. 33-97). La salida se realizó en buena parte hacia Argentina, aunque también existieron otros destinos como México y Cuba, a la vez que Europa, representando para una buena parte el destino final de ese exilio que se prolongará hasta 1985 o, en otra buena parte, la residencia permanente o con alternancias hasta el día de hoy. En Uruguay, en los meses posteriores al golpe de Estado, tanto dirigentes políticos, como sindicales, algunas autoridades de la enseñanza, especialmente universitaria, militantes de otras organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles, se van a dirigir a Buenos Aires. Allí, además de la necesidad de la reconstrucción de su vida personal y la búsqueda de un sustento, van a comenzar a reorganizarse políticamente a fin de denunciar la situación que se estaba viviendo en Uruguay y servir de resistencia frente al golpe de Estado. Para el período 1974/77 la Dirección Nacional de Migraciones Argentina registra la radicación de más de 350.000 uruguayos (entre exiliados e inmigrantes económicos). El aumento de la violencia política en Argentina, y el posterior golpe de Estado en 1976, obliga a estos exiliados a considerar su salida de Buenos Aires en forma urgente, acelerada por las noticias de la muerte y/o detención de amigos y compañeros de militancia por personal armado. Con este aumento de la represión, muchos que hasta ese momento habían desarrollado su actividad personal y hasta política con relativa seguridad, pues lo hacía en la clandestinidad, evaluando que todavía era posible hacer cosas desde dentro sin la necesidad de re exiliarse, empiezan a pensar, o a indicársele, que era conveniente, por su seguridad, pensar en otro destino para el exilio. En Argentina, para muchos se iniciará un segundo exilio, una segunda huida, ya más desgarradora que la primera, porque había que plantearse un

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destino más lejano y, además, donde aquellos planes y realidades de reconstrucción de sus vidas otra vez se veían frustrados, volviendo la sensación de derrota. Para los que están en Buenos Aires el salir de Argentina va a ser un nuevo problema, junto al apremio de muchos frente al peligro que podían correr sus vidas o las de sus familias. Después de Chile y Argentina, México fue el país que se comportó ejemplarmente, y fue el salvavidas, para muchos uruguayos a través de la opción del asilo en su embajada. Este destino, estudiado por Dutrénit, Rodríguez de Ita y Buriano, contó en su sede de Montevideo con un total de 400 asilados entre 1975 y 1977. La llegada de exiliados se había dado desde 1973, pero este período puede considerarse como de los más trascendentes. Está ligado también a la protección de los militantes del PCU, que desde octubre de 1975 serán perseguidos en forma generalizada y que, por tanto, se ven obligados en forma urgente a buscar la salida o la protección para ellos y sus familias. También recibieron a militantes de otras agrupaciones u organizaciones, aunque en menor número, como el PSU, el PVP, el MLN-T, los GAU, el Movimiento 26 de marzo y el POR, militantes sindicales, estudiantiles y del mundo de la cultura. Quienes se asilaron en la embajada o consulado mexicanos debieron esperar un salvoconducto del gobierno uruguayo que les permitiera salir del país, en muchos casos con pasaportes que solo les daba la opción de México como único destino, gestiones que se demoraron y se obstaculizaron al punto de tener que permanecer en las sedes diplomáticas hasta 3 y 5 meses. Una buena parte pudo partir rumbo a México, pero en algunos casos, este país fue una escala hacia terceros países europeos occidentales o, en menor medida, algunos del bloque socialista. En el ¿centro? de la Revolución: la URSS La Unión Soviética es un caso complejo de estudio, debido a las fuertes connotaciones ideológicas y a los relacionamientos entre el liderazgo de los PC y el gobierno comunista. Este exilio está caracterizado por un ajuste de la relación de la URSS con las dictaduras del Cono Sur —que fue dispar dependiendo del país— y aplicando una política restrictiva en el plano numérico y partidario de aceptación de los exiliados. Asimismo, también se caracteriza por haber recibido exclusivamente a militantes y dirigentes del PCU y cuadros de dirección y medios de los distintos sectores partidarios. La llegada fue mediada a través de los órganos de dirección del Partido y en ningún caso —excepto la deportación desde Uruguay después de la salida de prisión del Secretario General de PCU, Rodney Arimsendi en enero de 1975— resultado de un viaje directo, sino más bien a partir de la huida de Argentina, por Cuba, México y países europeos. También se dieron casos de

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personas que permanecieron períodos temporales como resultado de reuniones, contactos, formación o establecimiento de redes en otros países del exilio uruguayo. La mayoría de los que llegaron fueron alojados fuera de Moscú —excepto algunos que permanecieron en la capital—, especialmente a las repúblicas de Ucrania y Uzbekistán. En el plano laboral, fueron integrados en el proceso productivo soviético, atendiendo su formación o posibilidades de desarrollar la actividad con diferentes resultados desde el punto de vista personal y anímico. En cuanto a las actividades políticas que caracterizaron el exilio en otros países, fueron divergentes, en algunos casos escasas, cuando no nulas o de una trascendencia menor, aunque algunos exiliados manifiestan cierta actividad, especialmente relacionados con la dirigencia del PCU. (Buriano, 2006, pp. 257-294) Por el socialismo europeo: Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria y la RDA Si bien no todos los residentes uruguayos en estos países eran exiliados, una parte de ellos sí llegaron bajo esa condición, especialmente desde Argentina, después de 1976; también vía México, con características similares a otros que contaban con la ayuda de este país para servir de puente hacia otros destinos. Las características de estos exilios es que corresponden a militantes del PCU, en su mayoría enviados allí a partir de las gestiones hechas por los dirigentes de este partido con diferentes gobiernos del bloque socialista (como ya lo hemos visto en el caso de la URSS). La excepción la constituye los que llegaron a la RDA, pues lo hicieron vía Chile, y es parte del grupo de latinoamericanos que, después del golpe de Pinochet, fueron requeridos por su condición de extranjeros y buscaron asilo y refugio en forma inmediata en diferentes ámbitos. Otro elemento en común es que fueron enviados a residir en provincias, excepto en Bulgaria, al igual que también lo hemos visto para muchos exiliados en la URSS. En Bulgaria, el número fue reducido y su vida allí fue la oportunidad para formarse en su mayoría, pero no para quedarse, retornando posteriormente a Uruguay o a otro país de la Europa Occidental. En Checoslovaquia existieron dos grupos de exiliados: unos fueron destinados a los organismos internacionales y a la Revista Internacional, que allí tenían su sede, con tareas específicas a desarrollar en ellos, y otro grupo llegó como refugiados; éstos fueron enviados a provincias, se incorporaron al proceso productivo y su experiencia fue similar a la de otros exiliados en otros puntos de los países socialistas. En Hungría también se radicó un reducido número de exiliados, se insertaron primero en el proceso productivo y muchos tuvieron después posibilidades de estudiar. Su actividad política fue exclusivamente partidaria, aunque también desarrollaron labores de denuncia y de finanzas.

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A la RDA llegan, como dijimos, especialmente uruguayos desde Chile, en su mayoría pertenecientes al MLN-T. Posteriormente, en 1978, se suman integrantes del PCU que provenían de México y Venezuela, principalmente. En este país desarrollaron —además de las actividades comunes a los demás países socialistas—, una actividad política importante de solidaridad y finanzas, que incluyó hasta un espacio en Radio Berlín de Onda Corta, que era escuchada en Uruguay. En general, la vida en estos países, si bien estuvo apoyada y asistida por el Estado, librándose de los problemas económicos o laborales vividos por los exiliados en países occidentales, sí permanecieron más sujetos al control y la estructura partidaria, tanto del PCU como de los gobiernos de los países donde residieron. (Israel, 2006, pp. 295-317) Suiza: solidaridad internacional Suiza no fue un país que recibió a muchos refugiados, ni tampoco sus embajadas fueron de las que practicaron las puertas abiertas en los golpes de estado o dictaduras del Cono Sur; sin embargo, Gallardo y Waksman nos muestran las particularidades del exilio uruguayo en ese país. Una de las características que le imprime este país es el ser la sede de importantes organismos internacionales, como dependencias de la ONU o la central de la Cruz Roja Internacional, ambos protagonistas de la salvación de muchos perseguidos en América Latina. En Ginebra nació el GRISUR en 1973, formado por uruguayos que habían llegado a Suiza por diferentes circunstancias —aún no lo habían hecho refugiados— y extranjeros movilizados en torno a la solidaridad con Uruguay. Los objetivos de esta organización, al igual que otras de similares características en esta época, eran la solidaridad con los perseguidos políticos y la denuncia e información sobre la violación de los derechos humanos en Uruguay. Tuvo dos áreas de acción muy concretas: la relación con los organismos internacionales —por su posición en Ginebra— y, a través de su boletín, que se llegó a distribuir por casi todo el mundo, por el cual los exiliados uruguayos tuvieran información y combatieran el desarraigo por medio de este vínculo con el país. A través de diferentes comisiones, y no exenta de problemas internos, la organización desarrolló una importante labor de nucleamiento de la colonia uruguaya, actos culturales, campañas y contactos y relaciones con otras agrupaciones similares en Europa, incluso de representación de otras colectividades latinoamericanas. A partir de 1980, después del triunfo del NO5, y con el objetivo de sumar esfuerzos y presentar una plataforma lo más amplia posible, se incorporan nuevos militantes y 5. Opción que rechazaba la posibilidad de reforma constitucional promovida por el gobierno de la dictadura y que pretendía ser un instrumento de legitimación y plasmación de las características del “proceso de reconstrucción nacional”.

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surge el CURS-GRISUR. Del reducido número de exiliados uruguayos en Suiza, los primeros llegaron en torno a 1973 provenientes de Chile, algunos también por tener algún tipo de ascendencia o relación con Suiza, y otros por estar relacionados con empresas u organismos internacionales con sede en ese país. Sin embargo, la mayoría ingresará después de 1976, y van a provenir como refugiados de la embajada en Argentina a través de ACNUR, de Cuba como destino transitorio después de haber salido de Chile en 1973, así como otros que, estando ya en Suiza, al no poder renovar su documentación uruguaya, se les concedió este estatuto. La mayoría de los que ingresaron en la primera etapa pertenecían al MLN-T, dentro de las diferentes divisiones que se produjeron en el exilio de esta organización; posteriormente, después del golpe de Estado en Argentina llegan personas del PVP, PCU, PCR, PSU y de los GAU. Los exiliados contaron con un apoyo inicial del gobierno suizo canalizado a través de organizaciones de solidaridad —muchas pertenecientes a confesiones religiosas— y después la posibilidad de trabajar desde el primer día, pero con pocas opciones para estudiar o continuar con ciertas profesiones. (Gallardo y Waksman, 2006, pp. 318-339) Un destino desde tempranas fechas: Francia Francia es uno de los destinos que tiene una profundidad temporal más amplia del exilio uruguayo. Se identifican cuatro grupos de llegada de exiliados a Francia: uno, anterior a 1973, formado jóvenes militantes sindicales, políticos o estudiantiles, integrantes de las organizaciones ilegalizadas, especialmente el MLN-T; un segundo grupo, entre 1973 y 1976, provenientes de Uruguay o de Chile, en su mayoría también pertenecientes al MLN-T y en menor medida al PCU u otros grupos políticos o sindicales; una tercera ola a partir de 1976, relacionada con el golpe de Estado en Argentina y el recrudecimiento de la represión en Uruguay, en su mayoría militantes del PCU, PVP, anarquistas, militantes del FA en general, algún militante del Partido Nacional y militantes sindicales; finalmente, un cuarto grupo, que coincide en fecha, entre 1976-77, y corresponde a los integrantes del MLN-T evacuados de Cuba que antes, en 1973, habían llegado de Chile. Además de esta identificación de grupos y oleadas, Allier y Merklen refieren la presencia de universitarios, o que ya estaban en Francia y deciden quedarse, o aquellos que se ven obligados a salir por la represión y persecución dentro del ámbito educativo. Francia fue un destino considerado, entre algunas razones, por la presencia importante que la civilización francesa tenía en la sociedad de la clase media uruguaya, símbolo de cultura y humanismo, pero también por el desarrollo de ciertas ideas progresistas y revolucionarias, por opción constitucional, ya que fue un país que acogió a aquellos que obtenían el

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estatuto de refugiados por parte de ACNUR. El poder permanecer con una residencia como estudiante, o trabajador, fue la forma de quedarse en el país para muchos, que se sumaba a los que llegaban, o lo solicitaban ya estando en Francia, la condición de refugiados de la ACNUR. También se identifica un grupo que permaneció en la ilegalidad, integrantes del MLN-T que la organización había decidido que permanecieran en la clandestinidad y que ingresaron como turistas a través de los países del Este y que tomaron la estancia europea como un tránsito, o para retornar a Uruguay o Argentina, o integrarse en otros movimientos guerrilleros (en Nicaragua, El Salvador o Colombia). En cuanto al apoyo, lo recibieron de instituciones de solidaridad con América Latina, como CIMADE o el CDTIM/CICP y los partidos políticos franceses, comunistas, socialistas, troskistas, la LCR. Del Estado francés recibieron ayudas para alojamiento, salud, transporte y aprendizaje del idioma, dependiendo de la Intendencia donde se hallaban radicados. En Francia se establecieron sedes del FA en el exterior y de la CNT en el exilio y se mantuvieron contactos con las organizaciones políticas y sindicales francesas como la CFDT y la CGT. Estos fueron los ámbitos de interacción donde se desarrolló uno de los objetivos fundamentales del exilio: la denuncia de la dictadura uruguaya, que se sumó a las acciones frente al gobierno francés, las ONG de derechos humanos y los organismos internacionales. Desde París se lanzaron una multiplicidad de campañas relacionadas con la denuncia de la violación de los derechos humanos por la dictadura uruguaya, en solitario o en colaboración con organizaciones de derechos humanos como AI y ACAT. Desde el punto de vista financiero, se realizaron muchos actos culturales con la participación de los cantautores uruguayos exiliados en Europa. También se crearon espacios desde el exilio, como el CDPPU, surgido antes del golpe de estado de 1973 en Uruguay, y que tenía como objetivos la solidaridad con los presos, denuncia de las violaciones de los derechos humanos y apoyo a los uruguayos que llegaban. Además, se editó un boletín llamado Uruguay Informations, con noticias de la situación que se vivía en Uruguay y los uruguayos y que era enviado a toda Francia, Europa y América Latina. Otra de las organizaciones importantes fue la SIJAU, que también tenía representación en España, y que desde el plano jurídico cumplió un papel fundamental en la condena a la dictadura uruguaya. Desde el punto de vista de los espacios de referencia identitaria, se creó la Casa del Uruguay como punto donde condensar “lo uruguayo” en un espacio social, también surgió La Parrilla definida como “un centro de todo y para todo” (Allier Montaño y Merklen, 2006, pp. 340-369).

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En el norte del norte: Suecia Suecia se presenta como uno de los destinos importantes del exilio uruguayo —a la vez que poco estudiado—, especialmente si se refiere a ciertas organizaciones de la izquierda armada o la izquierda revolucionaria; Magdalena Broquetas, a partir de entrevistas, nos permite tener una primera aproximación. Las rutas de llegadas son variadas, destacándose los acuerdos por los que muchos llegan directamente desde las cárceles uruguayas, a otros que lo hacen partiendo de la huida desde Santiago de Chile en 1973. Llegarán en varios grupos, reconociéndose como el primero, el formado por los militantes del MLN-T desde Chile en 1973-74 (algunos después siguen hacia Cuba); el segundo grupo lo haría en 1976-78, también del MLN-T, desde las cárceles en Uruguay, o de Argentina. De este último, también llegan integrantes del PVP en un primer grupo, al que le seguirá un segundo en 1979. En cuanto a los militantes del PCU también llegan en dos grupos, algunos después de 1975 por el aumento de la represión en Uruguay, y otros a partir de 1979, directamente de las cárceles uruguayas. Los exiliados llegaban bajo el régimen de asilados con documentación del ACNUR, y contaban con una importante ayuda y apoyo del gobierno sueco, con períodos de adaptación, ayuda social y psicológica y enseñanza del idioma, la protección de un sólido estado de bienestar que tuvo diferentes reacciones entre los exiliados. En cuanto a la distribución geográfica, se ubicaron en las principales ciudades con el objetivo de estar cerca de las colectividades latinoamericanas, pero también espacios desde donde desarrollar la actividad objetivo en el exilio: la solidaridad y la denuncia. Esta labor se desarrolló principalmente a través de dos organizaciones: Uruguay-Kommitten (independientes) y el Föreing-Uruguay (ligados al PCU y PSU) y una labor independiente desarrollada por la escisión del MLN-T denominada “seispuntisas”. Además de las actividades políticas, se organizaron importantes campañas de finanzas —como colectas o festivales—, o se administraron las ayudas económicas de organismos internacionales como AI con destino, principalmente, a los familiares de presos políticos. También se generaron órganos de difusión, revistas o boletines como el Uruguay Bulletinen, en idioma sueco, del Uruguay-Kommitten; la Revista Aportes, por militantes y ex militantes del MLN-T, y Mayoría, que pertenecía a la gente del PCU. En todos los casos, eran mecanismos de un doble objetivo: informar a la sociedad receptora de lo que estaba sucediendo en Uruguay y mantener a la colectividad uruguaya informada y unida pensando en el retorno. Otra de las acciones importantes fueron las campañas de denuncia y solidaridad tendientes a lograr una mejora en las condiciones de los presos políticos o sensibilizar sobre su situación, por la liberación de los rehenes de la dictadura, o de prisioneros gravemente enfermos (Broquetas San Martín, 2006, pp. 385-401).

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España: la refundación de la madre patria En los años 70 del siglo XX, cuando muchos uruguayos se vean obligados a pensar en un destino para su exilio y comiencen a buscar recursos que les permitan o les faciliten la salida del Uruguay o de los países donde se encontraban —como Argentina, por ejemplo—, harán uso del capital acumulado y sedimentado a partir de la inmigración y el exilio español. Ante la necesidad de la salida, más o menos urgente y en diferentes momentos, de una comunidad importante de uruguayos definidos como enemigos para los sectores conservadores y autoritarios del “nuevo” Uruguay, es cuando se puede calibrar las consecuencias que esa migración, principalmente de fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, va a tener para el país, o para una parte de éste. Esa comunidad estará formada, en algunos casos, por los mismos españoles que años antes habían llegado como exiliados, mayoritariamente por sus descendientes, o también por aquellos que los habían acompañado en su lucha a través de su labor y sus contactos con el resto del exilio. Más allá de la proximidad o no a esa realidad del exilio español, lo cierto es que para gran parte de la comunidad definida como de izquierdas o progresista, España era un referente importante a la hora de pensar en un lugar para un posible destino para su exilio. La demostración de ello estará en la elección, no sólo por relaciones familiares, sino también por proximidad cultural, idioma o, en forma más estrecha, por ciertas redes consolidadas a través del tiempo con las organizaciones políticas y sindicales españolas en el exilio. A su vez, las razones que los primeros exiliados tendrán para radicarse en España serán la cabeza de puente que permitirá después a otros exiliados uruguayos pensar en este país para su huida. Este fenómeno, que con ciertas similitudes también se cumple para la inmigración económica —en sus dos sentidos de destino—, es el que permite vislumbrar esa relación dialógica y abierta que une a España y Uruguay. Observando en forma comparativa el exilio uruguayo en España, con referencia a otros destinos, podemos observar ciertos aspectos que les son comunes, pero también ciertas particularidades, especialmente en el relacionamiento con las diferentes estructuras locales, regionales y nacionales que, en definitiva, se deben (en el caso de España como destino) a esa conexión existente entre ambos países. Si bien en cuanto a las rutas de llegadas no existen muchas diferencias, ya sea a través de los viajes directos entre salidas y llegadas, como la existencia de estancias que se transformaron en temporales —Chile, Argentina, México o Cuba, por ejemplo—, éstas, sí aparecen en otros puntos. A pesar de vivir España los últimos años del franquismo o la transición, y no tener una legislación que les permitiera a los exiliados ingresar como refugiados, muchos de ellos —no contando los que poseían nacionalidad española o la posibilidad de conseguirla por sus ascendientes— la eligieron igual como lugar de destino. Comparado con otros países, no era

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un destino fácil para establecerse, frente a México, Cuba, Francia, Holanda o Suecia —entre otros—, que brindaban no sólo refugio, sino diferentes grados de ayuda, inserción (como posibilidades en ciertos espacios laborales) o residencia. Es aquí donde se comienza a valorar los elementos ya reseñados. Hasta ahora hemos pensado solamente en las razones para la elección del destino, pero si atendemos a las condiciones de acción que los espacios generados por el exilio uruguayo tuvieron en España, y las comparamos con las existentes en otros países, también se pueden observar esas diferencias. En España, la colaboración y la ayuda fue inmediata y con mayor facilidad, cimentada en las redes que previamente se habían establecido a lo largo de los años. De esta forma, muchos exiliados se integraron laboral y políticamente en los partidos políticos y organizaciones sindicales españoles; y para el resto, existió una ayuda y cobertura permanente facilitada, además, a partir del año 1982 con la llegada del PSOE al gobierno. El gran caudal de documentación existente, así como los testimonios orales y gráficos, dan muestra de la estrecha relación entre la sociedad y las instituciones y organizaciones españolas con el exilio uruguayo, así como la sintonía política que fue fundamental en todos los sentidos: organizacional, jurídico, psicológico, simbólico y hasta financiero. Las condiciones favorables señaladas del exilio uruguayo en España no deben tampoco hacer olvidar que también existieron importantes dificultades, especialmente en la resolución de una vida aceptable como residentes. La no existencia de un estatuto de refugiados, unido a la coyuntura del final del franquismo y el inicio de la transición, se convirtieron en un importante y a veces peligroso escollo, que tuvo momentos dramáticos vividos por aquellos sobre los que pesó una amenaza de expulsión. Sin embargo, también aquí se observa cómo la historia pasada y las relaciones presentes con el espectro político y sindical español, así como una sociedad receptiva, sirvieron de elemento de presión para frenar esos intentos de cierto contenido autoritario de los primeros gobiernos españoles. También existieron dificultades a la hora de insertarse laboral y profesionalmente, pero aún con ciertas ventajas comparativas frente a otros países —idioma, cultura, códigos—, sin llegar tampoco a los niveles de ayuda oficial que existieron en aquellos otros. Dentro de los exiliados existieron diferentes actitudes personales, familiares y grupales adoptadas en los destinos: algunos se dirigieron a lugares donde por diferentes razones podían recomponer su vida (razones familiares, culturales —comunidad gallega, catalana, etc. — o laborales), otros se refugiaron en su vida privada sin mantener demasiados o ningún contacto con el resto de la comunidad exiliada, y otros dieron un sentido a su vida a partir de la militancia. De estos grupos, nuestra investigación ha incursionado en el recorrido de aquellos que generaron o se integraron a espacios donde su exilio tenía sentido en cuanto militancia, en función de objetivos concretos y determinados. Para

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este grupo, existe una anulación —con diferentes grados según los casos— de su vida privada, no considerándola como relevante o importante más allá de representar la base sobre la que podían mantener la militancia. Para nosotros, este grupo es el que define el exilio a la vez que marca los exilios, es decir, es el que define el espacio, que no sólo los protagonistas del mismo, sino también la sociedad de recepción, identifica como “su” exilio. En este punto, es donde me parece importante establecer la diferencia entre exiliados y exilio. Exiliados son todos aquellos que se vieron obligados a salir de Uruguay por determinadas circunstancias, y exilio es el espacio dialógico fundado que adoptamos como referencia. En cuanto a las características que reviste el exilio uruguayo en España, se puede señalar una serie de elementos característicos. Se concentró principalmente en las ciudades de Madrid y Barcelona, por razones que van desde su constitución como referentes simbólicos a la hora de pensar en ciudades dentro de España, razones laborales, familiares y/o culturales, y también por el hecho de constituir las principales sedes de las organizaciones políticas y sindicales españolas con las que se tenían o se desarrollarán importantes redes de ayuda y apoyo. Por este motivo, allí se constituirán los espacios de representación de esos exilios, con características propias en cada una de las ciudades. En Barcelona es donde existió la mayor concentración de exiliados uruguayos en España y donde van a constituir el abanico más amplio de formas, en función de intereses y grupos diversos: grupos políticos, espacios de identificación nacional o de género, espacios culturales y de contención social. En Madrid, por su parte, tendrán su sede las principales representaciones de las organizaciones políticas y sindicales uruguayas —como el FAE, la CNT en el exilio o la CDU— y los diferentes grupos de exiliados se concentrarán en un espacio de mayor unificación, pero de constitución heterogénea, a la vez que funcionaban en forma independiente diferentes grupos políticos (que para la acción general se integraban a ese espacio mayor). Si los consideramos a todos en su conjunto, observamos que respondieron a diferentes intereses grupales y permitieron a los exiliados insertarse e integrarse en uno o en varios de ellos, atendiendo a sus roles, funciones o adscripciones diferentes. La acción de todos ellos fue muy diversa y cubrió amplios espectros locales, regionales, nacionales e internacionales; pero presentaba a la vez que la dispersión una importante unidad a la hora de las grandes campañas de denuncia o solidaridad. La existencia de tensiones, que las hubo, no se reflejó mucho más allá de los ámbitos internos y generó la idea de un exilio unido y con un alto grado de cohesión, como proyección hacia la sociedad y el ámbito político, sindical y de la solidaridad española. En cuanto a su número, si bien seguimos manteniendo las dificultades y poca fiabilidad de las cifras, se maneja un total de entre 10 y 15 mil uruguayos en Barcelona y un número no mayor a 500 en Madrid.

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Dentro de las características a destacar, es importante la generación de espacios que se perpetuarán en el tiempo, como el Centro Uruguayo de Madrid y la Casa del Uruguay en Barcelona, con un carácter no sólo identitario nacional, sino también dinámico, que le ha permitido cambiar su sentido a la vez que cambian las características de los uruguayos que la componen: de exiliados a inmigrantes económicos. También la existencia de espacios que se constituyen a partir de su identidad de género, como la Comisión Permanente de Mujeres Uruguayas, en Barcelona, o la Asociación de Mujeres Uruguayas Lourdes Pintos en Madrid. La visibilidad de las mujeres como protagonistas de la militancia política y sindical —algo poco frecuente en otros exilios— es un rasgo muy importante a la hora de concebir y asentar la idea de los exilios. La confluencia de tradiciones culturales españolas y uruguayas, que asignaban roles sociales a las mujeres, pero en coyunturas de cambio, representa un aporte fundamental a la hora de concebir a la sociedad como una complejidad, donde no sólo identificar claves políticas, sino también sociales y culturales. Los aportes de la presencia de las mujeres en ese período de cambio de roles y de empoderamiento serían fundamentales para la historia futura de ambos países, así como para las organizaciones políticas, sociales, sindicales, educativas, etc. Los exilios, no pueden ser identificados solamente como espacios de pérdida y destrucción de elementos como la ciudadanía o la identidad, sino también como espacios de construcción, en algunos casos, y de reconstrucción en otros. Podemos decir que conviven ambos aspectos, los de la destrucción y los de la creación, dependiendo de los casos analizados, las particularidades o las coyunturas. Es en el caso de la cultura, donde tal vez esta afirmación de los exilios como espacios de creación se pueda ver con mayor nitidez —no siendo la única: pensemos en el crecimiento familiar, cultural, personal o profesional como otros ejemplos—. El exilio de muchos representantes de la cultura uruguaya, y la elección de unir su creación artística a la militancia política o a la colaboración y ayuda con la labor que los grupos de la militancia realizaban —labor que ya muchos desempeñaban antes del exilio—, es un ejemplo del importantísimo aporte de los exilios uruguayos a la proyección de los artistas y la cultura uruguaya por el mundo. Los conciertos y las letras de los cantautores o intérpretes, las artes plásticas y las artesanías, el teatro, la literatura y hasta la gastronomía dan un cabal ejemplo de lo expresado. Para finalizar, respecto a lo que consideramos son los aportes principales del presente trabajo, nos debemos referir a las características que va a asumir el retorno o las posibilidades del retorno para aquellos exiliados que estaban en España. Respecto a los espacios del exilio, gran parte de ellos desaparecieron, especialmente los que estaban más unidos a una labor política o sindical. Esta desaparición evidencia su carácter coyuntural, lo hacen cuando se extinguieron las circunstancias que los generaron. En otros casos ya men-

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cionados, los que presentaban una funcionalidad más abierta y plural, pudieron adaptarse y reformularse en función de nuevas necesidades y de una nueva coyuntura. Muchos de los exiliados relacionados directamente y con un fuerte protagonismo en los espacios primero reseñados (políticos y sindicales), optaron por el retorno, ya que para ellos o las organizaciones a las que pertenecían, la continuidad lógica de su sentido de vida estaba en Uruguay, para reconstruir el país y la democracia. De éstos, algunos se quedaron en Uruguay y otros retornaron nuevamente a España. En cuanto a los segundos espacios mencionados (más abiertos y plurales), buena parte de sus integrantes permanecieron como residentes o re-emigraron, después de un corto período en Uruguay, incorporándose nuevamente a estos espacios, y dando una continuidad importante a una forma de vida desarrollada en España. El retorno tuvo una primera experiencia que preanunció lo que la mayoría de los exiliados estaban esperando desde su salida de Uruguay: volver. El viaje desde Madrid a Uruguay, en 1983, de 154 niños hijos de exiliados y presos y presas políticas uruguayas que estaban en Europa, constituye un hito importante en la historia de los exilios uruguayos. Éste radica no sólo en el hecho en sí mismo de la organización de tal acontecimiento, sino también en la respuesta que la sociedad uruguaya daba a su llegada a Montevideo, tal vez con poca relación con la actitud que pocos años después tendría hacia los exiliados que retornaban. En su momento, el viaje de los niños representaba una forma de afirmar la resistencia a la dictadura, una oportunidad de manifestarse públicamente y, a partir del recibimiento, dar una señal a la dictadura de lo que opinaba sobre ella una parte importante de la sociedad. Una actitud diferente será la que sentirán los exiliados cuando retornen y, pasados los primeros momentos de la euforia, se enfrenten a su reinserción en la sociedad, en las organizaciones políticas y sindicales y en los diferentes ámbitos de la vida del Uruguay. Las respuestas de los gobiernos, que han tardado en reconocerles sus derechos, las crisis dentro de las organizaciones generadas entre los que se fueron y los que se quedaron, entre los antiguos líderes y los nuevos surgidos a partir de la resistencia interna dan muestra de un presente de negación constante. Tal vez el ámbito universitario, y con matices, es donde se observaron mayores oportunidades de reinserción, pero tampoco este campo estuvo exento de conflictos. Objetivos, prácticas, estrategias y discursos Como mencionáramos al comienzo, la síntesis realizada sobre los exilios uruguayos en Europa es un recorrido por los diferentes destinos, rutas, estrategias y particularidades que los exiliados uruguayos vivieron durante las décadas del 70 y 80 del siglo XX.

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La dimensión comparativa nos permite insertar el exilio uruguayo en España como uno más de esos destinos. La intención es que el lector o lectora retenga algunos elementos esenciales que le permitan servir de guía, de eje comprensivo para leer el exilio en España, encontrar en él las similitudes y las diferencias, en definitiva comprender qué particularidades tuvo y cómo se inserta en esta fotografía humana general. 1. Los momentos y las rutas. Éstas se pueden considerar en función de los destinos y de las fechas para establecer diferentes etapas. Podemos considerar una primera etapa en el período previo a la dictadura —1972/73—, protagonizada principalmente por militantes del MLN-T en su mayoría, y otros grupos ilegalizados en menor número. Se dirigen fundamentalmente a Chile y en algunos casos a Francia. Una segunda etapa se corresponde con un doble hecho en 1973, los golpes de Estado en Chile y Uruguay. Los que permanecían en Chile se ven obligados a huir hacia otros destinos, principalmente Argentina, Suecia, Cuba y Francia. Mientras que aquellos que frente al golpe de Estado en Uruguay deben salir, lo hacen principalmente hacia Argentina. Un tercer momento lo representan los años 1975-77, en el que también coinciden dos hechos, el aumento de la represión en Uruguay alcanzando principalmente a militantes del PCU y otras agrupaciones, y el golpe de Estado en Argentina en 1976. Desde Uruguay, a partir de 1975 salen algunos hacia Argentina, pero también comienzan a multiplicarse los destinos, como México, Francia, Suecia, la URSS, los países socialistas, Venezuela, Cuba, España, RDA; algunos como destinos finales y otros como puentes transitorios hacia otros destinos. Desde Argentina, con el golpe de estado se da una salida masiva hacia una gran variedad de lugares que coinciden con los destinos ya mencionados para los que salen de Uruguay desde 1975. La última etapa no tiene una fecha concreta, pero entre 1979-80 las deportaciones desde las cárceles a Suecia, o las salidas de las cárceles de algunos prisioneros políticos, hace que también existan experiencias personales con destinos variados. 2. Las formas de salida o llegada. También en este punto existe una gran variedad de fórmulas, éstas tienen que ver con las situaciones particulares de cada uno, las condiciones impuestas por el gobierno de la dictadura uruguaya, las posibilidades de conseguir documentación, las facilidades o dificultades de las legaciones extranjeras y la acción de los Organismos Internacionales. Muchos exiliados se ven obligados a salir de Uruguay desde su situación de clandestinidad o de requerimiento, por lo que o no tienen pasaportes, o están caducados sin posibilidades de presentarse para renovarlos, o no los pueden exhibir para cruzar las

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fronteras. Otros logran conseguir documentación falsa que les permite burlar los controles fronterizos, o realizan entradas y salidas de los países de la región con diferentes documentaciones para lograr alguna forma de regularización que, posteriormente, les da acceso a un documento de salida. En otros casos, a través de relaciones familiares o de diferente índole, se consiguen permisos o pasaportes de otros países que les franquea la salida. Finalmente, encontramos el grupo que logran obtener estatutos de refugiados o asilados, ya sea a través de ACNUR, Cruz Roja o en países que los conceden. A esta variedad debemos sumar las circunstancias por las que el gobierno uruguayo para otorgar un pasaporte, exige un certificado de “buena conducta” y, por lo tanto, imposible de conseguir para aquellos que eran perseguidos, requeridos o estaban en la clandestinidad y, como otra dificultad, la de negar en forma sistemática en todos los consulados en el extranjero la renovación de pasaportes a los uruguayos exiliados, convirtiéndolos automáticamente en apátridas. En aquellos países donde no puedan ingresar bajo el amparo del refugio o el asilo, lo harán como turistas, pasando por diferentes grados de clandestinidad o residencia después de largas y riesgosas gestiones. 3. El papel de las organizaciones políticas. Las organizaciones políticas, especialmente el PCU y el MLN-T, fueron agrupaciones altamente jerarquizadas y cerradas, con una férrea disciplina partidaria. Esto hizo que las propias organizaciones dictaminaran a muchos de sus militantes los destinos, las permanencias, las acciones a desarrollar y hasta los retornos. 4. Las situaciones de llegadas. Aquí existen también experiencias muy divergentes, desde la protección de un estructurado y generoso estado de bienestar, como Suecia, hasta la inexistencia de ayudas, como se observa para el caso español. Esta variedad condicionará la percepción que cada exiliado y exiliada, y cada grupo, tiene de su propio exilio, debido a las “facilidades” o “dificultades” para poder desarrollar su vida y la de su familia, que sumaba, en muchos casos, el exilio a las crisis provenientes de la integración en medios socio culturales muy diferentes, las dificultades laborales o profesionales, y la actitud de la sociedad receptora. 5. El sentido del exilio. En todos puede identificarse la continuidad de la militancia como un deber, como el objetivo que daba sentido a sus vidas, vidas “de cara al Uruguay”, pensando siempre en el retorno como máxima. Esa militancia —que es cierto que no se dio en todos los casos— se concentró en establecer relaciones políticas y sindicales con gobiernos, partidos políticos, organizaciones sindicales, ONGs de derechos humanos y de solidaridad, organismos internacionales y

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hasta asociaciones de vecinos. Esas relaciones y redes se sumaron a los espacios generados por los propios exiliados, algunos como representación de las organizaciones políticas en el exilio —el FA, la CDU o las diferentes tendencias políticas de la izquierda uruguaya— o sindicales —la CNT en el exilio—; otros, como Comités de ayuda o solidaridad; y otros, como espacios de sociabilidad con un fuerte componente étnico. Como tercer aspecto, se puede mencionar el desarrollo de importantes campañas de denuncia y reclamo ante la violación de los derechos humanos de diferente índole: jurídica, académica, cultural, social, política, sindical, etc. 6. Las experiencias de vida. En este aspecto es donde reside la mayor variedad y tiene que ver con elementos muy diversos que muestran la complejidad de este tema y las limitaciones que los estudios, incluido el presente, tienen aún para evidenciar los exilios. Las experiencias previas, las formas de salida, de llegada, los abandonos y los reencuentros, las mujeres, los hombres, los niños, las pertenencias políticas y las crisis de todo tipo —identitarias, políticas, relacionales, afectivas, etc.—, y las relaciones con la sociedad o sociedades de recepción, son algunos de los elementos que influyeron, y siguen influyendo, en este punto. Un aspecto en común que puede observarse es la construcción de diferentes espacios con sentido identitario, no sólo como sociabilidad necesaria, sino también como forma de establecer anclajes, que se consideraban fundamentales con el país dejado. Estos espacios estaban destinados a las necesidades de recrear el espacio perdido y obligado a dejar, pero también como forma de socialización hacia los niños que vivían o nacían en el exilio. El componente nacionalista se puede observar como un objetivo buscado y evidenciado a través de elementos como la música, la danza, los héroes, la patria, la historia y la geografía. 7. La cultura. Se puede hablar de una cultura en el exilio, porque muchos creadores y pensadores fueron perseguidos y obligados al exilio, pero también porque fue un vehículo fundamental para desarrollar varios objetivos. Primero, la necesidad de aquellos a continuar con su profesión y su vida, pero también porque se convirtieron en un vehículo de conocimiento del Uruguay, de acción política y de recaudación de finanzas fundamental para los exiliados y los que padecían en Uruguay. La cultura se convirtió a la vez en tarjeta de presentación y en bandera de lucha. 8. La convivencia política. Por un lado las relaciones y redes con las organizaciones políticas y sindicales de los países de recepción, instrumento fundamental de apoyo para desarrollar los objetivos del exilio. Pero también en este punto hay que tener en cuenta las experiencias

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de unidad o de conflicto entre las distintas agrupaciones políticas de la izquierda uruguaya, con realidades muy diversas dependiendo de los sectores, movimientos u organizaciones, y de las formas que adoptaron en cada uno de los países de destino. 9. Las coyunturas políticas de los países. Es importante tener en cuenta para cada uno de estos destinos la realidad política que estaban viviendo, a la vez que su tradición histórica de solidaridad con las causas de América Latina —como Francia—, del tercer mundo en general —como Suecia— o de proveer refugio y asilo —como México— para comprender por qué estos países se convirtieron en destino para los exilios uruguayos. Asimismo, relacionar los lugares de acogida de muchos exiliados pertenecientes al PCU con los países gobernados por Partidos Comunistas, como Cuba o la Unión Soviética y los países del Este de Europa. Finalmente, también hay que destacar que uno de los aspectos presentes en todos los trabajos es la dificultad para establecer el número de exiliados en cada uno de los destinos del exilio. En aquellos puntos donde su número fue muy reducido la dificultad es menor, pero en aquellos países, como es el caso de España, donde la presencia fue mayor, todos los investigadores e investigadoras señalan la misma dificultad. Reflexiones finales Los exilios hoy no han sido incorporados a la sociedad uruguaya como un valor a considerar. Esta es una más de las consecuencias traumáticas para el país que se quedó y el país que se tuvo que ir, mostrando que el proceso de reconciliación está todavía en marcha. La lentitud de la sociedad y la historia para incorporar el importante capital que representa el exilio del retorno y el exilio que permanece fuera es tal vez un rasgo distintivo de la sociedad uruguaya actual. Por esto consideramos que este y otros trabajos emprendidos en los últimos años contribuyan a un conocimiento de esos exilios, para que puedan ser incorporados ya no sólo en la memoria histórica, sino también en la memoria social del Uruguay actual y futuro. La historia de los exilios es una página de la historia reciente del Uruguay que nos hace preguntarnos no sólo sobre el pasado y el presente, sino también sobre los componentes actuales de la identidad uruguaya. Las migraciones, como pérdida o como ganancia, en definitiva como decisiones humanas, constituyen una realidad de máxima actualidad, donde la comprensión de su complejidad nos permite situarnos frente a nosotros mismos y la sociedad global de la que formamos parte. Pero también los exilios entre España y

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Uruguay nos hacen repensar y reflexionar sobre nuestras propias identidades, las bases sobre las que las construimos y las consecuencias que tienen los cambios que las circunstancias o nuestras propias decisiones tienen para el futuro. Bibliografía Aldrighi, C. (2001). La Izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros. Montevideo: Trilce. Aldrighi, C. y Waksman, G. (2006). “Chile, la gran ilusión”, en S. Dutrénit Bielous (Coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce. Allier Montaño, E. (2003). “La mémoire et l’oubli dans l’espace public: les violations des droits humains en Uruguay, 1985-2001”, en C. Barril, M. Carrel, J.-C. Guerrero, A. Márquez (Eds.), Le public en action. Usages et limites de la notion d’espace public en sciences sociales. Paris: L’Harmattan. Allier Montaño, E. y Merklen, D. (2006). “Milonga de andar lejos. Los que se fueron a Francia” en S. Dutrénit Bielous (Coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce. Barrán, J. P.; Caetano G. y Porcekansky, T. (1997). Historias de la vida privada en el Uruguay. Tomo III, Individuo y soledades 1920-1990. Montevideo: Santillana. Boix Storace, A. (1988). “La inmigración uruguay en España, 1970-1985”, en Del Olmo Pintado, M; Boix Storace, A; Huguet, M; Quijada, M; Tabanera, N y Licitra, A., Inmigración, integración e imagen de los latinoamericanos en España (1931-1987). Apuntes introductorios. Madrid: Cuadernos sobre Cultura Iberoamericana. Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Blixen, S.; Bergalli, R. (Coord.) (1998). Operación Condor: del Archivo del Terror y el asesinato de Letelier al caso Berríos. Barcelona: Virus. Broquetas San Martín, M. (2006). “En Suecia: descubrimiento, inserción y (des) encuentros” en S. Dutrénit Bielous (Coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo, Trilce. Buriano Castro, A.; Dutrénit Bielous, S. y Rodríguez de Ita, G. (2000). Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la Operación Cóndor. México: Instituto Mora. Buriano Castro, A. (2006). “URSS: paradojas de un destino”, en S. Dutrénit Bielous (Coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce. Caetano, G. y Rilla, J. (1991). Breve Historia de la Dictadura. Montevideo: Centro Latinoamericano de Economía Humana y Ediciones de la Banda

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FER. Frente Estudiantil Revolucionario. FER-68. Frente Estudiantil Revolucionario-68. FFCC. Fuerzas Conjuntas. FSM. Federación Sindical Mundial. FUCVAM. Federación Uruguaya de Cooperativas de Ayuda Mutua. GAU. Grupos de Acción Unificadora de Uruguay. GRISUR. Groupe d´Information et Solidarité Uruguay. IEPALA. Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África. LCR. Liga Comunista Revolucionaria. MC. Movimiento Comunista de España. OEA. Organización de Estados Americanos. OIM. Organización Internacional de las Migraciones. OIP. Organización Internacional de Periodistas. OIT. Organización Internacional del Trabajo. ONU. Organización de las Naciones Unidas. OPR 33. Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales. PCC. Partido Comunista Cubano. PCE. Partido Comunista de España. PCU. Partido Comunista de Uruguay. PCV. Partido Comunista del País Valenciano. PDC. Partido Demócrata Cristiano. PDCU. Partido Demócrata Cristiano del Uruguay. PIT. Plenario Intersindical de Trabajadores. PN. Partido Nacional o Blanco. PNV. Partido Nacionalista Vasco. POR. Partido Obrero Revolucionario. PSA. Partido Socialista de Andalucía. PSC. Partido Socialista de Cataluña. PSOE. Partido Socialista Obrero Español. PST. Partido Socialista de los Trabajadores. PSU. Partido Socialista del Uruguay. PSUC Partido Socialista Unificado de Cataluña. PVP. Partido por la Victoria del Pueblo. RDA. República Democrática Alemana. ROE. Resistencia Obrero Estudiantil. RTVE. Radio Televisión Española. SERPAJ. Servicio de Paz y Justicia. SIJAU. Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay. UCD. Unión de Centro Democrático. UGT. Unión General de Trabajadores. UIE. Une organisation Internationale d’Étudiants UJC. Unión de Juventudes Comunistas.

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URSS. Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. USO. Unión Sindical Obrera. UTAA. Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas.

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Momentos emblemáticos del exilio uruguayo: asilo diplomático mexicano y viaje de los niños Silvia Dutrénit Bielous Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora CONACYT Los estudios sobre los exilios, y del exilio uruguayo en particular, constituyen hoy un campo explorado desde distintas miradas que, aunque fértil, muestra la necesidad de que se multiplique el interés por cultivarlo.1 Los exilios son circunstancias que se refieren tanto a contextos políticos y sociales, como a las características de regímenes violatorios de los derechos humanos y de otros que, bajo diferentes estrategias, cumplen con proteger a los perseguidos. También los exilios contienen y exhiben las vivencias de hombres y mujeres relativas a sus decisiones de huir, a alcanzar refugio en otro país, al rechazo y a la adaptación en tanto están despojados de lo propio en una tierra ajena. A la vez, en la cotidianidad de los exilios convergen distintas generaciones en un torrente de miles y decenas de miles de personas que produce, en lo inmediato y con el andar del tiempo, experiencias y sentimientos disímiles inherentes a las subjetividades de cada persona. En las tierras de acogida los protagonistas de los exilios coinciden o se distancian en la medida que permanecen con el compromiso político, o buscan alejarse de todo aquello que seguramente incidió para que fuera imposible la permanencia entre los “suyos”. Quienes se mantienen con ese compromiso transforman su exilio en una cotidianidad militante. En tanto los exilios sean flujos humanos, como lo 1. Desde la diversidad de métiers académicos e intelectuales, varios autores uruguayos y de algunas otras nacionalidades han abonado a un importante y multifacético acervo bibliohemerográfico. Una rápida enunciación de nombres y apellidos, sin pretensiones de jerarquizar y dejando constancia expresa que son muchos más los no mencionados, es la siguiente: Clara Aldrighi, Claudio Bolzman, Ana Buriano, Mario Benedetti, Nelson Caula, Enrique Coraza, Federico Fasano, Soledad Lastra, Eduardo Galeano, Eduardo Gómez Mango, Lelio Mármora, Vania Markarian, Eugenia Meyer, Cristina Peri Rossi, Luir Roniger, Eva Salgado, Marisa Silva, Mario Sznajder y los referidos en el texto.

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han sido el uruguayo y otros latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, las estructuras organizativas y las acciones que se derivaron de su presencia potenciaron su intervención pública en distintas sociedades. Los exilios, siendo una multiplicidad de experiencias surgidas de manera diferente, repercuten tanto en las sociedades de expulsión como en las receptoras. Son varias y disímiles aquellas experiencias que permiten visualizar esas repercusiones; una de ellas es la solidaridad internacional, desde el momento de la huida hasta aquel del retorno. Este texto pone atención sobre dos episodios emblemáticos, distantes en el tiempo y disímiles en el tipo de emociones que generan y que se caracterizan, de manera común, por ser catalizadores de la solidaridad internacional, uno fue inaugural en la trayectoria del exilio y el otro simbólico del retorno.2 Uno es el asilo diplomático que la embajada de México otorgó ante la persecución de los opositores, esencialmente en el periodo 1975-1977, dando cumplimiento a la “Convención de Asilo Diplomático”, firmada en la X Conferencia Interamericana de Caracas en 1954.3 En ese periodo el embajador era Vicente Muñiz Arroyo. Se trata de un acontecimiento y sus circunstancias que contribuyeron sustantivamente a la constitución del exilio uruguayo como entidad política con gran poder de actuación internacional. El otro episodio es el “viaje de los niños”, que desde Madrid, y con un importante apoyo de España, protagonizaron un retorno simbólico en diciembre de 1983 durante el proceso de apertura que iba pautando el fin del régimen dictatorial. El viaje contribuyó al planteamiento social y político del retorno del exilio.4 El asilo diplomático mexicano El exilio como hecho social y político se da por la llegada organizada, o por la organización inmediata, de decenas, cientos, miles de exiliados con una postura de denuncia del régimen dictatorial y de la situación de las víctimas que la represión dejaba en el Uruguay y por la solidaridad que generaba esa postura en distintos actores sociales y gubernamentales del mundo. 2. El texto no tiene, como otros de la autora, una perspectiva del exilio como fenómeno social o de sus generaciones sino que enfoca dos acontecimientos cuyas aristas y repercusiones son relevantes para la trayectoria del exilio como comunidad política. Esas miradas y otras más han sido plasmadas en obras de su autoría o en coautoría. 3. También en la X Conferencia Interamericana (Caracas, 1954) quedó firmada la Convención de Asilo Territorial, que México aprobaría en 1980. Díaz, Luis Miguel y Guadalupe Rodríguez de Ita, “Bases históricas-jurídicas…” y las respectivas convenciones en: www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-47.html y www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-46.html [consulta: 15 de enero de 2008]. 4. Ahora esa investigación de muchos años sirve de apoyo para realizar este recorte reflexivo e intentar una argumentación sobre el mismo. Al mismo tiempo, las fuentes que apoyan lo narrado en estas páginas y su argumento son las habituales bibliohemerográficas y audiovisuales pero comprenden, también, ese archivo imperceptible que la memoria organiza de comunicaciones y de experiencias personales que guardan los recuerdos de la autora.

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¿Qué provocó el exilio en un país como Uruguay, acostumbrado a recibir a perseguidos políticos de países cercanos y lejanos? Un sostenido y acrecentado autoritarismo, que tiene como año consensuado de inicio a 1968 y que desembocó en el golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Este golpe inauguró una dictadura que concluyó en marzo de 1985.5 Ese mismo escalonamiento ascendente, que desembocó en la ruptura institucional, se observa también en el camino al exilio. Éste comenzó en los primeros años setenta y se impuso finalmente como tendencia cuantitativa importante del Uruguay dictatorial.6 Durante algunos años el flujo migratorio fue continuo debido a un principal propósito: garantizar la libertad, proteger la vida y, en mucho menor escala, aunque no debe obviarse, por estrategias de las organizaciones políticas para rearmar las estructuras en el exterior. Más tarde el flujo se nutrirá por motivos relativamente ajenos a la represión directa pero que son su consecuencia amplificada: la cotidianidad del terror que provocó sensaciones y percepciones que se materializaron en opresión y miedo. Esa huida, esa fuga que todo exilio conlleva, disparó en lo inmediato, en la inmensa mayoría de las experiencias, el reto de hacia dónde salir, hacia dónde huir en los casos más apremiantes, cuál sería entonces el destino próximo, cómo ejecutarlo sin perder la libertad o la vida en el propósito.7 5. De acuerdo al ordenamiento constitucional, primero se instala en febrero el Parlamento electo (en este caso de 1985) y luego, en marzo (en este caso de 1985) toma posesión el presidente de la República. Lo sucedido entre febrero y marzo de 1985 responde a los resultados de la elección nacional de noviembre de 1984. Un recorrido documentado del polémico proceso de apertura, desde los acuerdos de las negociaciones del Club Naval hasta llegar a esos meses de 1985 en que se restablece la institucionalidad democrática, se encuentra en Diego Achard (1992); Charles Guy Gillespie (1991); Carlos Demasi (2009) y Silvia Dutrénit Bielous (1994). 6. Sin que hasta el presente se tenga una cifra precisa de los miles y decenas de miles de exiliados, es útil el dato estimativo basado en los censos nacionales, registrado por Adela Pellegrino (2003), que indica que entre 1963 y 1985 existe una pérdida de población respecto a la tasa natural de crecimiento de 310 mil personas. La especialista señala que se trata de un equivalente al 12 % de la población media del periodo y un 20% de la población activa. En este guarismo está contemplada la emigración económica, que comenzó en los primeros años sesenta junto con el exilio. 7. Un breve raconto de los destinos inaugurales más recurridos por los exiliados uruguayos, antes de que se totalizara el área conosureña como espacio de dictaduras de seguridad nacional, considera lo siguiente. Lo fue primero Chile, con la experiencia socialista hasta 1973, y Argentina en los mismos años (con la experiencia de la primavera de Cámpora y sin ella en los años inmediatamente posteriores) esencialmente hasta 1976, y Brasil en muchísimo menor medida. El golpe de Estado chileno del 11 de septiembre de 1973 selló la impronta de las dictaduras y del exilio en el mundo mientras que el argentino del 24 de marzo de 1976 totalizó esos procesos en todo el Cono Sur. La vecindad geográfica, como en otras experiencias internacionales, contribuía en parte a soportar y sobrellevar la ajenidad de manera contraria a la que se impone cuando la distancia es mayor en kilómetros y también en lo cultural y hasta en lo lingüístico. No obstante, la proximidad a la vez permitía sostener un mayor y mejor vínculo con el Uruguay, las estructuras partidarias y las organizaciones opositoras que tornaban más riesgoso el exilio. El mayor o más eficiente vínculo por la corta distancia corría siempre el alto riesgo que implicaba el trabajo coordinado de los servicios de inteligencia. Pese a ello muchos exiliados permanecieron con mayor o menor fuerza, debido a los embates de la represión, sosteniendo el apoyo a la oposición que internamente luchaba contra la dictadura. Véanse algunos aspectos de la vida de estos exiliados vinculados a la estructura clandestina del Partido Comunista de

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La solicitud de asilo diplomático, formulada y experimentada protagónicamente por sujetos adultos, puso en evidencia y en práctica un atajo y una forma de traspasar las fronteras y de asentarse en otras tierras. Este instrumento interamericano ha demostrado ser el más logrado en cuanto a la definición del concepto mismo de asilo diplomático, aun cuando muchos aspectos quedan sujetos a la discrecionalidad de los funcionarios del Estado asilante, en especial a la sensibilidad del diplomático en el lugar donde se solicita la protección, y del Estado territorial respecto a las estrategias para facilitar u obstruir el otorgamiento del salvoconducto (documento necesario para la salida del país bajo protección diplomática).8 La embajada de México en Montevideo ocupó un lugar destacado entre sus pares en los años del más socorrido camino al exilio. Mientras esta representación diplomática otorgó asilo a cerca de 400 personas durante la dictadura, las otras embajadas acreditadas en Uruguay, en su totalidad, no sobrepasaron un total de 20 de asilados.9 No es extraño que, por su historia como tierra de exilio durante el siglo pasado, fuera México el país que sobresaliera. Muy citados ejemplos en la primera mitad del siglo XX ilustran sobre el refugio dado a importantes y señeras personalidades de la historia política regional e internacional, así como al voluminoso contingente de los republicanos españoles.10 La embajada mexicana en Montevideo se transformó en espacio de acogida para esos cientos de personas. Por momentos muchos de ellos coincidieron en los estrechos espacios de las instalaciones diplomáticas durante el periodo de mayor afluencia, 1975 a 1977, siendo 1976 el año hito en el otorgamiento de protección. La ruta iniciada en el asilo mexicano, siendo Muñiz Arroyo quien tenía a su cargo la gestión diplomática, puso en evidencia, a partir de noviembre de 1975 y de manera preponderante, una red partidaria, la del Partido Comunista del Uruguay (PCU). La demanda de asilo comenzó en un periodo de focalizada e intensa represión contra la importante estructura de dirigentes y militantes comunistas que actuaba en Uruguay en Buenos Aires, en Ana Diamant y Silvia Dutrénit (2015). 8. Estos temas se desarrollan in extenso en distintos textos de autoría y coautoría. Véase por ejemplo Dutrénit Bielous (2011) y el libro en coautoría, Ana Buriano (Ed.) Silvia Dutrénit y Guadalupe Rodríguez de Ita (2000). 9. Información respaldada en la documentación desclasificada por la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, Ministerio del Interior, Uruguay. 10. No se debe olvidar que México, por las características de su sistema político, tenía una política exterior de no intervención con una práctica recurrente de protección y asilo a los perseguidos, mientras mantenía una política interna represiva contra todo movimiento que impugnara a las corporaciones oficiales. Pero también hay que recordar lo que estremeció a los exiliados: el encuentro con la riqueza cultural, con una historia milenaria, a la vez que, con una sociedad solidaria, de fuertes contrastes culturales y con una pronunciada polarización social y racial. Descifrar este enigma no fue sencillo para los exiliados de distintas épocas y, en particular, para los uruguayos de los setenta. Por ello el exilio era y es también un reto de entendimiento y aprendizaje de códigos políticos por momentos inimaginables.

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el país. Otros partidos y organizaciones tuvieron presencia dentro de las instalaciones diplomáticas de México en Montevideo. Asilados pertenencientes al Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN), al Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), a los Grupos de Acción Unificadora (GAU), al Movimiento 26 de Marzo, al Partido Socialista (PS), al Partido Obrero Revolucionario (POR) como también sin identificación política específica.11 Sin duda, la diversidad que mostraban estos asilados permite afirmar que eran casi fiel representación de las identidades, adhesiones y simpatías, distanciamientos y animadversiones, de la izquierda nacional de esos tiempos. Pero aquel refugio diplomático habitado por esa generación adulta, identificada fuertemente por un contexto de época y de posicionamiento ante el mismo, mediante códigos políticos y culturales compartidos, fue también compartido con adolescentes y niños de muy diversas edades que coincidieron en un particular encierro cotidiano. Los recuerdos y sus resignificaciones, como es natural, son distintos, propios de la subjetividad de cada uno; pero, sin duda, según la pertenencia a una u otra generación, dado el papel protagónico de quienes al vivir la represión o el temor a ella tomaron o no las decisiones respecto a la “huida”, la búsqueda del refugio y la nueva cotidianidad que, ya asumida, no tenía posibilidad de cambiar. Es decir, estaba dado el ingreso a la embajada de México y de allí el comienzo del periplo exiliar. El asilo que otorgó México en su embajada entre 1975-1977 puso al exilio uruguayo como tema relevante e internacional. ¿Debido a qué? Hasta entonces había existido un trasiego de militantes de distintas organizaciones, en forma individual o en pequeños grupos, que producía llegadas a distintas tierras con las mismas características, es decir, no se transformaban en fenómenos colectivos, representativos de fuerza numérica ni adquirían carácter de fenómeno político. Ello no niega que entre 1972 y 1975, en ese trasiego de opositores de distintas organizaciones, se encendieron focos de solidaridad internacional. Pero el asilo desde la embajada de México en Montevideo le da fuerza colectiva y mayor trascendencia al exilio y lo convierte en un catalizador que actúa sobre diferentes dimensiones culturales, jurídicas y políticas de la solidaridad internacional con la lucha interna contra la dictadura. Un proceso continuo, y numéricamente importante, de otorgamientos de asilo en una misma embajada, de colapsos por aglomeración humana por las negativas, dificultades o demoras para la expedición de los salvoconductos, dio como resultado una vida cotidiana variopinta, en donde la política estaba presente junto con los nacimientos y las actividades culturales convivían y convergían con una “escuelita” para niños y adolescentes”. La conjunción de asuntos y acciones de la vida diaria en la embajada mexicana fue lo que contribuyó a cristalizar y difundir de manera superlativa el tema 11. Ana Buriano (2008) da cuenta del significado del asilo diplomático y del destacado papel que jugó el embajador Muñiz Arroyo.

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del exilio.12 Esa experiencia diplomática, recogida por los medios de prensa de otros países, fue una expresión que convocó por su carácter épico a la solidaridad internacional con los exiliados y con la lucha que encarnaban. Es un episodio sin duda situado en una estrategia del Estado asilante y que fue posible y enaltecido por la gestión excepcional que cumplió Muñiz Arroyo. El embajador fue la principal figura en la conducción de ese episodio de asilo, en las decisiones dentro de la embajada y, posiblemente, en otros hechos concatenados que se fueron haciendo públicos toda vez que la distancia temporal se acompaña de develaciones.13 El contenido político del episodio fue mucho más allá de la contundente protección que la embajada mexicana, en tiempos de Muñiz Arroyo, concedió a las personas perseguidas; constituyó un factor de temor para el régimen dictatorial y una fuente de animadversión contra el embajador, de enfrentamiento con la embajada y de reclamaciones ante el gobierno mexicano y de conflictos diplomáticos. La reacción de la dictadura se debió tanto a la eficacia demostrada en gestionar la ruta diplomática para evadir la detención de cientos de opositores al régimen como, concomitantemente, a que originó la idea de que el embajador y sus asilados eran un canal exitoso para retroalimentar la denuncia internacional del régimen. Mediante esa confrontación político diplomática iniciada por el asilo en la embajada mexicana, el exilio toma nueva fuerza constitutiva y política y es rodeado por una solidaridad internacional que desde el territorio mexicano repercutirá fuertemente sobre la resistencia interior al régimen dictatorial. Algunos ejemplos de lo que se dispara a partir del asilo mexicano son los siguientes. La presencia de los comunistas que se asilaron y llegaron a México hizo patente la robustez de una estructura organizativa que, a la vez que era disciplinada, arribaba a este país con una profusa tradición de asilo donde 12. Una de las facetas de esa cotidianidad variopinta fue la de hacer funcionar lo que acordaron en llamar “la escuelita”. Fue una escuela sui generis, sencilla, sin aula fija. Una escuela laica y vareliana, como lo recordó Raúl Legnani (2003) hace unos años, como un pequeño y sentido homenaje en el momento de su fallecimiento, a quien fuera figura central de ese espacio, la maestra Emilia Anyul. Las escuelitas como estructura formativa e informativa de aspectos históricos, geográficos, culturales y de lengua se fueron creando en tierras de exilio en donde las comunidades de uruguayos tenían una buena organización. 13. Una referencia significativa, a propósito de que la gestión diplomática del embajador Muñiz Arroyo llegara a su fin en el primer semestre de 1977, se relaciona con un suceso de extrema gravedad. Dicho suceso identifica un momento de las relaciones diplomáticas entre México y Uruguay en que las voluntades y propósitos de las cancillerías convergieron para llevar al límite el castigo y la represión de los opositores a la dictadura uruguaya y de los diplomáticos que cumplían con su mandato de dar protección a los perseguidos políticos. En Uruguay se produjo la detención, desaparición y ejecución del maestro Julio Castro, acusado de ser uno de los vínculos con la embajada para el otorgamiento de asilo a los perseguidos políticos. En esas circunstancias, a la vez, en México se ordena el retiro abrupto de uno de sus funcionarios diplomáticos, Cuitláhuac Arroyo Parra, acusado, sin investigación, de ser parte de una red que hacía posible tanto el ingreso como el traslado de información de la oposición uruguaya al exterior. Para mayor información sobre lo acontecido, véanse: Pablo Manuel Méndez (2012), Telemundo on line y Silvia Dutrénit (2011).

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destaca la presencia significativa de los refugiados republicanos y sus organizaciones.14 Este arribo reforzó el contingente organizado del exilio uruguayo de distintas tiendas políticas mediante un destacamento que aunaba, al sostenido compromiso militante que compartía con los demás grupos, habilidades operativas, capacidades organizativas y recursos políticos que se potenciaron en el ambiente mexicano. Tampoco es menor, cuantitativamente, si se considera que los asilados de la embajada mexicana fueron casi 400 y el número aproximado de exiliados en México se estimó entre 2.500 y 3.000.15 Es significativo que muchos de los asilados con familias que llegaron a México, luego siguieron su camino hacia Cuba, países del campo socialista y de reciente independencia en África. La presencia en otros espacios nacionales de los asilados en la embajada mexicana, constituyó el aporte de un grupo que portaba estrategias y experiencias de solidaridad discutidas previamente y puestas en práctica en México que sirvieron para continuar tejiendo redes de solidaridad internacional. Desde una estructura básicamente organizada por el contingente comunista de la embajada, se construyó en México la negociación con principales figuras del gabinete del gobierno federal, protagonistas de ese Estado de partido fuerte y de ese sistema político complejo, tornasolado, contradictorio, que era aquel del priismo nacionalista, pero que comenzaba a albergar contingentes importantes surgidos de la legalización del Partido Comunista Mexicano y otras fuerzas de izquierda. Este tejido de relaciones hizo posible negociar la entrada, e incluso su salida desde Buenos Aires, de los uruguayos que allí estaban atrapados cuando se concretó el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y era ya evidente el accionar de la Operación Cóndor.16 Y en el momento del retorno, esa red del exilio uruguayo creó las condiciones para que los exiliados en Cuba pudieran volver con una salida documentada desde México (Lastra, 2016).17 Al decir de un asilado que formaba parte de los enlaces con el gobierno mexicano, la llegada de una estructura organizada desde la embajada mexicana contribuyó a dejar de lado la política de living, que se practicaba entre los 14. En otra dimensión podría referirse también a los exilios centroamericanos. 15. Dicha cifra es la que guarda la memoria del colectivo uruguayo en México. No obstante, la cifra registrada en el censo mexicano de población de 1980 es de 1.533 inmigrantes originarios de Uruguay. Este guarismo se precisa mediante información censal adicional que indica que casi el 70% llegó a México en los años de ingreso del mayor volumen de asilados, además anota que un 20% no respondió respecto al año de llegada. Si consideramos que ambas cifras son falibles por distintas razones, como parecería serlo también respecto a los asilados políticos (diplomáticos o territoriales), se está hablando de un universo no demasiado amplio en comparación con otros exilios de uruguayos en países como Argentina y España. Zuleika Crosa (2013), Enrique Coraza de los Santos (2007) e Israel Wonsewer, Ana María Teja y Martín Rama (1983). 16. Estructura de cooperación de los servicios de inteligencia militar de varios países de la región para actuar indistintamente en los distintos territorios con la finalidad de detectar, secuestrar, desaparecer y, en muchos casos, trasladar a los opositores a sus lugares de origen. Véanse sobre este pacto el libro de J. Patrice Mc Sherry (2005) y Operación Cóndor (2016). 17. María Soledad Lastra (2014).

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exiliados mismos, para entrar en la política de las poderosas corporaciones del Estado mexicano.18 Al mismo tiempo, se construyó el relacionamiento con los grupos y partidos de izquierda mexicanos pertenecientes a la oposición al régimen priísta que, siempre solidarios, pese a sus dificultades operativas en un contexto de permanente persecución que apenas comenzaba a ceder con la reforma política, dio lugar a muchas acciones de apoyo entre organizaciones sociales y sectores de la sociedad civil. Una y muchas más redes, con el oficialismo y con la oposición, tejidas por el exilio, potenciado por el episodio del asilo político en la embajada mexicana, fueron las que hicieron posible ubicar a México como plataforma de grandes actividades solidarias con la oposición a la dictadura, que fueron replicadas en otras realidades nacionales. Bastan como ejemplos señeros mencionar a las Jornadas de la Cultura uruguaya en el exilio en 1977, al lanzamiento de la campaña mundial por la libertad del general Líber Seregni encabezada por uno de sus defensores, el escritor y abogado penalista exiliado en México, Carlos Martínez Moreno, en 1979 y la conformación y presentación ante el mundo del grupo Convergencia Democrática en Uruguay, constituido por políticos que representaban tanto a la izquierda uruguaya como a sectores de los partidos tradicionales, en 1980 (Palleiro, 2008).19 El viaje de los niños La España de los años ochenta había dejado atrás el franquismo; vivía la primavera de la transición democrática desde la segunda mitad de los setenta. El poder estaba, a partir de 1982, en manos de un Partido Socialista Obrero Español (PSOE) resplandeciente, eufórico, aunque también chispeado de distintas formas de ver el proceso que se había comenzado a recorrer. Era una España de alegría, que cobijaba a los exilios y retribuía lo recibido desde la guerra civil y el franquismo y que tenía vasos comunicantes desde finales del siglo XIX, y con mayor fuerza en el amanecer del siglo XX, con la migración que llegó al Río de la Plata. La experiencia española exhibía el signo de la reutilización de redes familiares de la migración constitutiva de la sociedad sureña y de las otras: sociales, políticas y sindicales, del refugio republicano cuando el Uruguay se transformó en un país dolido, agredido, vulnerado.20 Los exiliados uruguayos fueron acogidos en diversos espacios de la geografía española. Barcelona y Madrid destacaron por el volumen de las comu18. Entrevista realizada por Silvia Dutrénit a un asilado comunista, en México, DF, 10 de noviembre de 2002. 19. Carlos Palleiro (2008), “Discurso de Juan Raúl Ferreira…”, CMM (1979): “Por Seregni, por todos los presos políticos” y Desde Uruguay… 20. Una profusa investigación sobre las redes y su reutilización se encuentra en la tesis doctoral de Enrique Coraza de los Santos (2007) y en su texto “España de mil destierros” (2006).

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nidades (la memoria del exilio indica que se trató de entre 15 y 20 mil para la primera y 500 para la segunda), a la vez que fueron sobresaliendo por las actividades del exilio uruguayo y la solidaridad que despertaron en diferentes ámbitos sociales, culturales, sindicales y políticos.21 Ese exilio, al igual que otros, muestra como impronta de presentación en la sociedad receptora aquello de que “se está en tanto no cambian las condiciones que obligaron a exiliarse” o de que “el compromiso social y político está allá, en la otra tierra, en donde se tiene el corazón pero no en donde se vive”. Impronta que guarda principios, ideales y afectos que se mantienen en el destierro y que apuntalan con fuerza al posible retorno. Y ese posible retorno comenzó a vislumbrarse. Una revisión fugaz de hitos del movimiento opositor tendientes a la finalización de la dictadura en Uruguay se sintetizan en: 1) el pronunciamiento ciudadano por el No a la reforma constitucional llevada a plebiscito por el régimen dictatorial en 1980; 2) las elecciones internas de los partidos autorizados en 1982, con un claro pronunciamiento por los sectores que se oponían a la dictadura; 3) la conmemoración del 1º de mayo de 1983, en un acto masivo con el lema “Libertad, trabajo, salario y amnistía”; 4) las primeras y, a la vez, fracasadas conversaciones entre civiles y militares celebradas en el Parque Hotel; para acordar la salida de 1983 y 5) el multitudinario acto por las libertades en el Obelisco de Montevideo, llamado el “Río de libertad”, con la consigna “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”, también en 1983. Comenzó así la “cuenta regresiva” de la dictadura así como la del exilio mientras la represión no daba tregua. Para entonces se desataron iniciativas y estrategias concretas tendientes a reforzar el acercamiento al final de la dictadura. Un hecho de gran magnitud política, que buscó marcar presencias estigmatizadas por el régimen dictatorial, se produjo desde España: el retorno simbólico del exilio mediante el viaje de algunos niños y adolescentes en diciembre de 1983. Por distintas razones, personas, organizaciones y organismos oficiales e internacionales se conjuntaron para el éxito de esta iniciativa muy original e impactante. Aún en el Uruguay de la dictadura aún, las organizaciones de sindicalistas, activistas de los grupos defensores de derechos humanos, de familiares de desaparecidos, presos y exiliados, unificaron esfuerzos para gestar un momento conmovedor en medio de las estructuras represivas: acompañar el retorno de los niños del exilio (Rómboli, 2013). 22 Sin duda, no se puede obviar el lugar privilegiado que resultó aquella España para el exilio y para el despliegue de la solidaridad internacional. Solo en estas condiciones pudo idearse, y sobre todo concretarse, el viaje de los 21. Diferentes actividades, producto del aprovechamiento de las redes y de la capacidad del exilio uruguayo de generar hechos políticos en varios ámbitos, se encuentra también en la tesis doctoral de Coraza (2007). 22. Luis Rómboli (2013).

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niños en aquel diciembre de 1983. 154 niños residentes en distintos puntos de Europa —Austria, Bélgica, España, Francia, Holanda, Italia, República Democrática Alemana, Suecia y URSS —, reunidos en Madrid, partieron a Montevideo en un vuelo chárter de IBERIA. Eran hijos de exiliados, presos políticos, desaparecidos, acompañados por un grupo de senadores, diputados y representantes de organizaciones españolas; viajaron bajo la protección (en el sentido de patria potestad) del Rey de España y la Cruz Roja Internacional y, sin duda, del gobierno encabezado por Felipe González. Así, durante el tiempo que permanecieron en Uruguay, estuvieron respaldados por esa protección emanada de cláusulas de salvaguarda. La idea germinó entre uruguayos y españoles. Luego fue creciendo y afinándose durante visitas de uruguayos de dentro del país a España, hasta volver a cruzar el océano para que en Uruguay se promoviera y coordinara con detalle el recibimiento, la protección y la gran movilización. Lo realizado permitió cobijar desde la llegada, el 26 de diciembre de 1983, hasta la partida escalonada de los 154 niños durante el caluroso mes de enero de 1984. La decisión fue tomada y operativamente concretada por los adultos, como lo fue la solicitud de asilo. No obstante, en el primer caso, los protagonistas visibles fueron los adultos y, en este último, los niños y adolescentes. Llegaron menores de distintas edades, entre 3 y 17 años; muchos que ni siquiera conocían Uruguay, o que apenas lograban hilvanar sus recuerdos, junto con otros muchos a los que les era ajena su biografía familiar y personal en el país. ¿Cómo fue posible un acontecimiento de este tipo? Tuvo una estrategia difícil, de no ser concebida con una finalidad política; fue una operación espinosa en su puesta en práctica por el riesgo para sus protagonistas, y parecería que se gestó con ajenidad respecto del multifacético efecto emocional que provocó en la vida de los niños de entonces y de los adultos jóvenes de hoy. Fueron entonces 154 viajes en virtud de sus historias y subjetividades y constituyen hoy, claro está, 154 trayectorias singulares.23 Según información proporcionada por la televisión española, el viaje de niños palestinos organizado por los socialistas españoles que recorrieron el tramo Lisboa-Madrid, fue el antecedente que permitió concebir la exitosa 23. Las narrativas que en el presente evocan algunos de quienes fueron protagonistas de aquel viaje resultan divergentes. Al revisar documentos, escritos y audiovisuales, se advierten resignificaciones incluso contrapuestas de lo que fue aquel simbólico “regreso del exilio” en dictadura. Algunos lo consideran un episodio concebido como una estrategia política, otros como combinación de propósitos políticos y humanitarios, y hay quienes sostienen que el objetivo estuvo alejado de esa intención. Es más, en la textualidad de sus recuerdos, tienden a contradecirse o a confundir en virtud quizás del impacto que dejó esa llegada a Uruguay. Pero especialmente, en esas resignificaciones compartidas por los adultos jóvenes que hoy son, están quienes rememoran con una valoración que sitúa a los niños como personas que no fueron tomadas en cuenta y resultaron parte de una operación política. María Isabel Castillo et al. (2014); Pablo Martínez Pessi (2015); Débora Quiring (2015) y Radio Uruguay (2015).

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experiencia de los uruguayos.24 De esta y otras fuentes testimoniales se desprende que hubo distintos momentos en que se fue formalizando la idea. Un destacado papel cumplió el exiliado uruguayo en Madrid, Artigas Melgarejo, quien fue acompañado por Hugo Villar, Presidente del Frente Amplio en el exterior, Sofía Otero, Haydée Ballesteros y Alberto Caraballo. Y del lado español, destacó el papel del secretario de las Juventudes Socialistas, Enrique “Quico” Mañero. Coincidió en el tiempo con la gira por países europeos de los integrantes de la dirección del semanario opositor uruguayo, Convicción. Ellos eran Víctor Vaillant y Ernesto de los Campos, que sumaron esfuerzos y desplegaron iniciativas para concretarlo (Radio Uruguay, 2015). Del lado español estuvieron Jesús Vacca y otros jóvenes activistas de los derechos humanos. Finalmente, se concretará el viaje durante la visita a Madrid del sindicalista uruguayo Eduardo “Lalo” Fernández. Entonces se ajustan los detalles y se obtiene el apoyo del presidente del gobierno español, Felipe González.25 En tanto en Uruguay, Vaillant junto a activistas de derechos humanos como Mariela Fernández y Graciela Salomón, militantes políticos, sindicales y del periodismo, entre los que estaban Silvia Ferreira, hija del líder opositor Wilson Ferreira Aldunate, y el periodista Zelmar Lissardy, conformaron la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos.26 Participaron numerosas y diferentes organizaciones y organismos españoles, uruguayos y otros de carácter internacional. En un breve recuento, en España, se involucraron en la concepción y organización del viaje el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), las Juventudes Socialistas, la Cruz Roja, la Asociación Española de DDHH, el Centro Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) y la Confederación General de Trabajadores (CGT). Además de los referidos estaban el gobierno español, los partidos y gobiernos de la social democracia europea y la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA).27 Asimismo, a propósito del retorno, se creó el Comité Internacional Pro Retorno del Exilio Uruguayo, encargado de seleccionar el total de los 154 niños y adolescentes dentro de las comunidades de exiliados en Europa. En Uruguay, para la organización y concreción del viaje y su recibimiento, conjuntaron esfuerzos los sindicatos reunidos en torno al Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), la Asociación de Escribanos, el Colegio de Abogados, la Asociación Rural, la Federación Rural, la Federación Uru24. Se trata de un antecedente interesante como experiencia disparadora de lo que resultaría el viaje de los niños. Es extraño su poca difusión y que solo se vea reflejado en el texto de Coraza (2007), en donde se refiere la fuente: Informe semanal de TVE, nº 1168 del 7 de enero de 1984. 25. Entre el 11 y 12 de diciembre de 1983 se concretó el apoyo del presidente español Felipe González. En ese contexto estuvo el compromiso de disponer de un avión de Iberia para el traslado de los niños. Las dificultades económicas de la empresa demoraron la concreción del proyecto hasta finales de diciembre. http://www.rel-uita.org/internacional/ddhh/con_lalo_fernandez.htm 26. La Comisión constituida en 1983 se ocupará en adelante del retorno de los exiliados como de la asistencia a los presos políticos en la medida que eran liberados. 27. Entrevista realizada por Rubén Yizmeyián.

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guaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) y algunas empresas comerciales, como CX 30 La Radio, y en particular, el periodista Germán Araujo. Cuando aterrizó el vuelo chárter de IBERIA con los 154 niños, una cadena humana de miles de personas custodió y cubrió el recorrido de la comitiva, desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco hasta el local de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) en la ciudad vieja montevideana. El recorrido se prolongó por casi cuatro horas bajo el sol abrasador de diciembre de 1983 y el asombro de los niños y adolescentes que saludaban sin entender demasiado lo que acontecía.28 “Tus padres volverán” era la consigna sostenida coreada con euforia por una multitud en ese recorrido. Este volver, aunque para muchos de los protagonistas de ese viaje no era un volver, era más bien un llegar, fue imponiendo un espacio para el reencuentro de las distintas experiencias del Uruguay reprimido y violentado. La iniciativa provocó entonces la irritación del gobierno uruguayo. No era cualquier ingreso a Uruguay, fue el encuentro de la resistencia interna con una representación de la oposición tras fronteras. Hubiera sido o no diseñado como estrategia política, encarnaba el retorno del exilio. En este sentido muchas fueron las trabas impuestas para su concreción y muchas, a la vez, las precauciones para que los sucesos y hasta las entrevistas a los adolescentes que llegaron, no irradiaran y multiplicaran slogans contra la dictadura. Es decir, con el cuidado necesario de los organizadores del viaje, en ese contexto dictatorial, de expresar con mayor énfasis el carácter humano del viaje, el reencuentro familiar. Finalmente el viaje fue posible, la protección fruto de la solidaridad internacional resultó efectiva e hizo posible el sentido simbólico y práctico del episodio. Conclusiones Las páginas anteriores recrean dos episodios del exilio uruguayo. Su narración, y el argumento que se tejió, tuvieron el propósito de ubicar las experiencias exiliares en uno de los escenarios en que acontecieron. Aquel no es exclusivo del exilio uruguayo, pero sí se ha observado desde este proceso nacional. Es el exilio como compromiso militante, disparador y multiplicador de la solidaridad internacional, e incluyente, tanto del protagonismo adulto, como del de la niñez y la adolescencia. Este protagonismo comprometió a los sujetos adultos tanto en la definición de la estrategia que definió el camino 28. Intuiciones, percepciones, transmisiones verbalizadas o mediante códigos no explicitados son parte de la forma de relación intergeneracional que al menos resultan recurrentes en las cotidianidades de los exilios. Véase por el ejemplo el libro de Dutrénit (2015).

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del exilio —la vía del asilo diplomático—, como en la militancia durante los años en que transcurre la vida en la tierra que les dio refugio. En esta estampa del exilio que muestra la actitud de prolongar el quehacer político desde otro campo y con otras dimensiones, los episodios acotados y recreados evidencian el valor que tienen, para hacer efectiva la estrategia de desplegar la solidaridad internacional –en un caso para proteger la salida y en otro para organizar un retorno simbólico– y las características de los regímenes de los países de acogida involucrados. Y en ello no es menor la fuerza y tradición de México, que permite hacer cumplir los instrumentos internacionales e interamericanos de protección a los perseguidos políticos. Como tampoco es una trivialidad en tales circunstancias la gestión de organismos internacionales que coadyuvan para defender y proteger a esas poblaciones desamparadas por su estado nacional. Ahora bien ¿cuánto de lo realizado para el despliegue de la solidaridad internacional hubiera sido factible de concebirse y tornarse exitoso, si el exilio ocurría de manera individual, aislada, pausada, sujeta al ritmo de la vida cotidiana? Sin duda, la fuerza grupal que significó el asilo tanto en lo acontecido en la embajada mexicana durante el corto periodo 1975-1977 —concentrado en 1976— como en su aterrizaje e inserción en la tierra de acogida con un sector perteneciente a un solo partido muy estructurado y disciplinado, repercutió favorablemente para despertar y multiplicar el objetivo de la solidaridad internacional. Al mismo tiempo, otras características que relacionan exilio y tierras de acogida hace posible visualizar el aprovechamiento efectivo de viejas redes de otros flujos exiliares, de la incesante y diversificada actividad de los grupos organizados de los exiliados, y la fuerza de una sociedad y una política plasmadas en el esplendor de un amanecer español por décadas postergado. Solo así es posible comprender aquella estrategia, sin duda política, de embarcar a 154 niños en un vuelo chárter con enormes apoyos simbólicos y efectivos para provocar aquel “baño de reencuentro entre el Uruguay de adentro y el Uruguay de afuera”. Nada de ello habría sido factible si, pese a la permanencia de la dictadura y su sistemática represión, no se estuviera vislumbrando y despuntando el avance del movimiento resistente que había tenido principales hitos de triunfo en aquel año 1983. Ese retorno en el que se involucró de manera protagónica a los niños y adolescentes fue, se ha dicho, una estrategia política; aun cuando se discute cuál fue el peso del componente, —sin duda humanitario— en el que poco se consideró el impacto inmediato o que, con el tiempo, tendrían esos 154 viajeros. Cada uno con su historia, y cada uno hoy con sus huellas, sus trayectorias y sus resignificaciones en cuanto a las circunstancias vividas, testimonian la persistencia simbólica que el acontecimiento tiene en la memoria de los protagonistas.

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Uno y otro episodio permiten resaltar la fuerza del exilio, visto como grupos organizados cuya eficiencia política hizo posible momentos exitosos en sus estrategias de desplegar la solidaridad internacional. El primero contribuyó a uno de los episodios más significativos de la salida, y el otro revirtió, de manera simbólica, el alejamiento del exilio con su ingreso al territorio uruguayo cuando se vislumbraba la posibilidad de que la dictadura llegara a su fin. Recreados y observados desde el presente, aunque la memoria colectiva no necesariamente los preserve de manera destacada, estos episodios del exilio, como otros, facilitan identificar construcciones políticas e identificar prácticas, así como valorar la diferencia de lo personal con lo grupal y organizado y la magnitud de la fuerza organizada y estructurada para generar exitosas estrategias políticas. Y, finalmente, más allá de las organizaciones involucradas, muchas de ellas reprimidas, es visible que de ese periodo de la vida humana, con su inicio, su fin y sus acontecimientos emblemáticos, las personas que lo vivieron, tal como los protagonistas de los episodios recreados, nunca vuelven del exilio porque éste es inmanente. Bibliografía Achard, D. (1992). La transición en Uruguay. Montevideo: Instituto Wilson Ferreira Aldunate. Aldrighi, C. (2014). Tupamaros en Chile. La gran ilusión (1970-1973). Santiago de Chile: Ediciones Escaparate. Benedetti, M. (1982). Primavera con una esquina rota. Madrid: Alfaguara. Buriano, A. (2008). “Los brazos del mundo”: México en Uruguay a través del asilo diplomático. El Embajador Vicente Muñiz Arroyo”, en S. Dutrénit y F. Serrano Migallón (Coords.), El exilio de los uruguayos. México: Cátedra México: país de asilo/Facultad de Derecho/UNAM-Editorial Porrúa, pp. 3-10. Buriano, A. (Ed.), S. Dutrénit y G. Rodríguez de Ita. (2000). Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la operación Cóndor. México: Instituto Mora - ICC del Gobierno del Distrito Federal. Castillo, María Isabel, et al. (2014). “El viaje de los niños”, en Encuentros Uruguayos, vol. VIII, Nº 1. Montevideo: CEIU, Universidad de la república, pp. 24-50. _________. (2015). Los niños del reencuentro. Montevideo: IMM-MUME. Caula, N. (1998). El Diario de Enrique Erro. La cárcel, el exilio y la transición. Montevideo: Rosebud Ediciones. Centro cultural Carlos Martínez Moreno/CCCMM, “CMM (1979): POR

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Historia de la experiencia exiliar de un trabajador bancario Patricia Flier Universidad Nacional de La Plata CONICET Llega un momento que no sabés donde es allá y donde es acá. Y te trastabillás con los lugares, con los acentos, con las dudas y los afectos. Horacio Abdala, Entrevista, 2015 El acontecimiento El 13 de mayo de 2015 ingresó Horacio Abdala a la Secretaría de Derechos Humanos, Género e Igualdad (SDHGI) de la Asociación Bancaria. Habían pasado 38 años desde que el destierro forzoso, por razones políticas, lo obligó a abandonar nuestro país y su trabajo en el Banco Ganadero Argentino. Regresó a la Asociación Bancaria atravesado por viejas y nuevas búsquedas, las que sin dudas están teñidas de ansiedad, de miedos, de silencios y, por qué no, también de esperanzas. Este regreso no le resultó sencillo: por un lado habían pasado muchos años, durante los cuales había vivido muchos trayectos y proyectos que lo habían alejado de su identidad construida en la juventud; y por otro, la pulsión por la verdad, por recuperar los hilos de su vieja y nueva identidad, por reencontrar su historia, hizo que atravesara puertas y que intentara fisurar el largo silencio y el miedo que permanecían en él. Nerviosamente pudo susurrar que traspasó las puertas de la institución porque le habían dicho que esta Secretaría, que se ocupaba de la defensa de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, tal vez lo podía ayudar

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a constatar fehacientemente si los servicios de inteligencia lo habían espiado, fichado y perseguido por haber sido un dirigente gremial bancario, entre otras tantas preocupaciones… Los trabajos de la memoria en la Asociación Bancaria Esta Secretaría Nacional fue creada en el año 2013, y en 2015 se establecieron sus homónimas en cada una de las 53 seccionales del país. Se las concibe como un paso innovador en una asociación gremial argentina, ya que si bien existen experiencias y emprendimientos de larga data en otras organizaciones, esta entidad sindical le ha dado un lugar protagónico a una política activa en la defensa de los derechos humanos y al ejercicio de rescate de las memorias y de reparación simbólica a los trabajadores bancarios víctimas del terrorismo de Estado en Argentina. La SDHGI recobró la larga militancia de los dirigentes y trabajadores bancarios, quienes desde los albores de la recuperación de la democracia trabajaron para contribuir a la búsqueda de verdad, justicia y memoria; y se propuso, en este nuevo ciclo, focalizar los esfuerzos y desarrollar un programa político y ético de acción basado en el deber de Memoria con los compañeros detenidos desaparecidos y con todas las víctimas de terrorismo de Estado, como así también con sus familiares y sus afectos más directos. Entre un conjunto amplio emprendimientos de activación de las memorias1, y con la intención de recobrar en particular las voces, en 2015 se lanzó el Archivo de Voz de los trabajadores Bancarios, el que se inspira en que “Las fuentes orales nos dicen no sólo qué hizo la gente, sino también qué quiso hacer, qué creyó estar haciendo y qué cree haber hecho”, como tan bien escribió Alessandro Portelli2, uno de los principales estudiosos de la subjetividad y de los aportes de la Historia oral para comprender las múltiples fracturas sociales en el mundo contemporáneo. Este archivo se propone conformar una recopilación de testimonios que deje plasmado las historias de vidas de los actores sociales, donde la grabación audiovisual contribuya a perpetuar y a guardar las voces, las que por su propia inmaterialidad están destinadas al olvido. Pensamos a la voz como un patrimonio intangible, que queremos atesorar para pensarnos en el presente, para revisitar el pasado a través de los recuerdos y para legar a nuestros jóvenes una historia que no debiera ser olvidada. Este archivo está destinado también a la construcción de fuentes para el conocimiento crítico de la identidad de los trabajadores. (Como sabemos, 1. Se confeccionó una plataforma virtual denominada Arqueologías de las ausencias de los trabajadores bancarios, el listado de trabajadores detenidos desaparecidos en la dictadura, un mural por la memoria. Ver en: http://www.arqueologiaausencia.com.ar/ 2. http://alessandroportelli.blogspot.com.ar/2006/05/una-proposta-di-lavoro-culturale.html

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la cultura no viene de lo alto; la cultura que todos hacemos, todos los días.) La importancia de estas fuentes orales es que son capaces de informarnos sobre acontecimientos vividos, pero especialmente sobre el significado que tuvieron los mismos para el entrevistado, es decir, trasmiten la subjetividad del narrador. Dicho de otro modo: estas entrevistas informan no solo los hechos, sino sobre lo que estos significaron para quien los vivió y los relata; no solo sobre lo que las personas han hecho; sino sobre lo que querían hacer, sobre lo que creían hacer, o sobre lo que creían haber hecho; sobre las motivaciones; sobre sus reflexiones, sobre sus juicios y racionalizaciones (Portelli, 2015). Entre varios testimonios resguardados escogí uno. Si bien es único y original, y pertenece a un trabajador bancario, posee la capacidad de convertirse en modélico de la experiencia exiliar, pues posee los tonos comunes y las líneas fuerzas que describen la travesía vivida de muchos otros actores, no solo la experiencia de los exiliados del mundo laboral. La porfiada búsqueda por reencontrar los sentidos del pasado y su ilación con el futuro, sus preguntas dolientes sobre las fracturas que el exilio impuso a su vida y su ansiedad por recobrar la voz silenciada por el miedo, entre otras cuestiones y razones, hizo que esta serie de entrevistas3 mantenidas con un ex trabajador bancario — Horacio Abdala— reuniera todos los requisitos necesarios para impulsar esta reflexión académica sobre la experiencia del destierro vivida por un integrante del mundo del trabajo argentino. Abdala fue un dirigente gremial de un banco privado, cuyos dueños —los Ocampo— fueron unos de los actores centrales que impulsaron el desarrollo de la estrategia aperturista, ese nuevo modelo de acumulación fundado en la desindustrialización y en la primacía del sector financiero en alianza estratégica con la Fuerzas Armadas. Este trabajador bancario fue impulsado a dejar el país, marchándose al exilio en 1977. Pocos años después comienza a transitar los derroteros del retorno a Argentina, por primera vez, en las postrimerías de la Dictadura. Eran tiempos en los que no podía reclamar su puesto de trabajo, de modo que se dedica, en su primer retorno, a la producción textil encarada como un emprendimiento familiar, el que se funde cuando la crisis de mediados de los años 90 pulveriza a los pequeños y medianos emprendimientos industriales. La bancarrota lo lleva a regresar a España, donde las redes sociales construidas en el primer exilio le abrieron nuevas oportunidades laborales. La actual crisis económica española pone en tensión su trayectoria laboral y abre una “caja” que estuvo clausurada: emergen las búsquedas de caminos y de sentidos identitarios, se reabren viejas heridas condenadas al silencio, que reclaman recuperar la voz y dar sentido a una experiencia exiliar de aquel joven trabajador bancario que aún busca 3. Entrevista realizada con Horacio Abdala en la secretaria de DDHH, Género e Igualdad de la Asociación Bancaria, 27 de mayo de 2015. Para reconstruir la historia de vida fue necesario una serie de contactos posteriores que se realizaron a través de cuestionarios semi- estructurados y diálogos por email y skype.

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caminos y, por qué no, encontrar el rumbo definitivo del retorno al país o, como él señala, para “regresar a su hogar”. Algunas cuestiones teóricas y metodológicas La historia de vida, la dictadura, la experiencia exiliar, la escritura del exilio y, muy especialmente, el o los retornos, son algunas de las categorías analíticas con las que pretendo lidiar en este escrito. Por supuesto que en esta trayectoria exiliar que analizo, la memoria, con sus caras de olvidos y silencios, así como los distintos soportes de las representaciones del pasado, tienen un lugar destacado. Vayamos por partes. Es habitual en las observaciones críticas sobre los debates de la historia oral, de la historia de vida y del método biográfico, la pregunta de si es posible generalizar a partir de documentos individuales. Dicho de otro modo ¿cómo se puede ligar lo personal, lo biográfico y lo subjetivo, con lo social, lo histórico y lo colectivo? Cuando se recurre a la expresión, o la categoría, “historias de vida”, muchos investigadores hacen hincapié en la materialidad de la experiencia, en la vida verificable a través de los hechos, de los datos concretos. Ahora bien, quizás sea más significativo asentarnos en la historia, ya que los hechos pueden ser concretos y verificables, pero lo que tenemos a nuestro alcance no es la experiencia, lo vivido, la realidad, sino su relato, una construcción verbal en la que el narrador, gracias a la oportunidad y al desafío del investigador, da forma narrativa a su propia vida. Como señala Portelli (2015), la autenticidad y la inmediatez de la experiencia siempre se nos escapa; en compensación, tenemos un objeto que tiene al menos una relación formal con la experiencia misma. Después de todo, también el relato de vida hace parte de la vida4. Intentaré, entonces, a partir de una historia de vida específica, interrogarme sobre cómo se relacionan los marcos culturales y sociales de la experiencia exiliar y, si es posible, describir cómo los rasgos compartidos se relacionan con aquellos que los hacen únicos. Mi observación no parte de un colectivo, como podrían ser los exilios políticos en España, y desde allí indagar sobre las características generales del fenómeno y del proceso de emigración política de argentinos hacia España, o realizar un intento más global de describir una experiencia heterogénea, como advierten algunos estudios (Franco, 2006; Jensen, 2007). Mi intención está acotada, pero no por ello es menos imprescindible, pues parto de una experiencia individual y concreta de un actor que no formó parte de un grupo que tuviera actividad política durante el exilio, ni integró ese colectivo 4. Un capítulo inspirador y particularmente significativo para los temas en estudio es el número 12: Tener razón en frente del patrón. Estructura y eventos en la vida de Valtéro Peppoloni, trabajador.

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emigrado que estuvo signado por “la lógica de la confrontación antidictatorial de la Argentina interior, monopolizada por la demanda de respeto de los Derechos Humanos” (Jensen, 1998). Todo lo contrario, es la voz de un actor que trató de tener los menores contactos posibles con los compatriotas exiliados, por razones imaginarias o reales que recorreremos y que tuvieron un fuerte peso e impacto en su vida. Este escrito se propone contribuir también a dar visibilización a la historia de los exilios de los trabajadores, al que se vieron forzados millares de argentinos; colectivo social de los cuales muy poco conocemos, como lo advierte y reclama Victoria Basualdo (2007) en uno de los pioneros y, por qué no señalarlo, el único artículo académico sobre el exilio obrero y sindical. Es la historia exiliar de un trabajador bancario que integró el conjunto de lo que denominamos “el exilio de los miedos”. La dictadura y el exilio La violencia política fue la nota distintiva de los años setenta en Argentina. Los debates, las disputas y los enfrentamientos ingresaron en una espiral sin límites que abrió las puertas a la más sangrienta de las dictaduras que asoló nuestro país. El terrorismo de Estado, que detentó y esgrimió una violencia inusitada para cumplir con un plan sistemático de exterminio, marcó a la sociedad dejando profundas heridas. En particular durante la Dictadura, las prácticas represivas implementadas por el régimen militar llevaron a una gran cantidad de argentinos a dejar el país, ya fuera obligadamente expulsados por las disposiciones extralegales del poder militar, ya fuera por decisión personal ante situaciones que se juzgaron de alto riesgo para la sobrevivencia propia o de los seres cercanos, o porque las condiciones represivas prohibían el ejercicio de una profesión u actividad política, cultural, laboral.(Franco, 2006; Jensen, 2007). Esta violación a los derechos humanos de hombres y mujeres que fueron condenados al exilio, no ha podido ser cuantificada ni ha recibido ningún tipo de reparación5. Se puede observar, además, que los síntomas más significativos de esta relación inseparable que existe entre exilio y pasado traumático ha sido el silencio y el “olvido” que durante mucho tiempo rodearon la experiencia del destierro, acompañados también por los silencios de los propios emigrados sobre muchos aspectos de la experiencia vivida. Silvina Jensen (2014) —también otros destacados colegas— han iluminado los problemas que este binomio ha concitado, y sigue concitando, en 5. Duermen en los distintos despachos del poder legislativo nacional los proyectos de reparación económica para exiliados. Retomado el debate por impulso de la agenda del presidente Kirchner, un nuevo proyecto obtuvo sanción de Senadores en marzo de 2005, luego de transitar por varias comisiones ha quedado definitivamente estancado. (Jensen, 2014: 12)

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distintas oportunidades y en múltiples textos. Se ha demostrado cómo su abordaje ha sido relegado tanto por los propios actores como por distintos actores políticos, académicos e institucionales. Si bien se observan actualmente algunos importantes avances en el plano académico, en la profusa producción intelectual y política sobre los años 70, sobre la militancia revolucionaria, la represión paraestatal y estatal y la lucha antidictatorial, temas que integran la agenda del campo de los estudios de la Historia Reciente, los análisis sobre el exilio político de la última dictadura siguen recogiendo expresiones que van desde el “tabú”, el “silencio”, la “ausencia en el ‘Nunca Más’”, la “impunidad”, “el olvido” y el “velo”; hasta la demanda de “esclarecer”, “sanear”, “reconocer”, “despertar” y “profundizar” la memoria pública del exilio. Curiosamente, nos explica la autora citada, que en una coyuntura donde la exhibición pública del recuerdo de los setenta resulta abrumadora, parece que sigue “siendo políticamente incorrecto hablar de exilio” (Jensen, 2008), en tanto su inscripción en las memorias sobre el pasado reciente de los argentinos continua enfrentando numerosos obstáculos, o al menos así lo plantean los que pasaron por el exilio en aquellos años. Se ha demostrado cómo el discurso construido y divulgado por la Dictadura, en clave de la narrativa del “exilio dorado”, ha sido tan poderoso que ha contribuido y contribuye al olvido del sentido político de aquel movimiento de población, que transitando el miedo debió salir del país, para conservar la libertad y preservar la vida. De modo que la continuidad del olvido es la nota destacada. Independientemente de sus reelaboraciones a lo largo de los diferentes gobiernos democráticos y de sus renovados y hasta conflictivos usos y usuarios, de la previsible ampliación de la información disponible con el paso del tiempo y de la creciente acumulación de registros que dan cuenta de la experiencia —comenzando por la profusión de films, literatura de ficción, eventos culturales, producción científica y aún en el extremo de una investigación que avanza cada vez más y hasta los más mínimos detalles del evento exiliar—, los relatos públicos acerca del exilio siguen en buena medida anclados en la demonización, la culpabilidad, la traición, la cobardía, la jerarquía de sufrimientos y los escalafones de lucha, que son subsidiarios de la matriz del “exilio privilegio”. Dejo momentáneamente de lado las narrativas que intentan responder a esa carga de refugio dorado, para detenerme en aquella zona gris del exilio, a aquellos “exiliados del miedo”, habitada por cesados, amenazados, agobiados, aterrorizados, perseguidos; esto es, todos aquellos que salieron del país sin ser “opcionados”, ni contar con el status de “asilado” o “refugiado”, cuyos análisis han sido menos transitados. De hecho, creo que este es un aporte original de este artículo: recuperar la experiencia exiliar de Horacio Abdala, quien se va de Argentina el 27 de junio de 1977 acompañado por su

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esposa, cuando los tiempos de la violencia del terrorismo de Estado, con el despliegue de intimidación impuesto a través de la muerte y “desaparición” de compañeros y las noticias que otros compañeros estaban presos y con un historial de allanamientos a su domicilio, le impusieron la marca del miedo con la que Abdala va a transitar la experiencia exiliar: un hecho que se origina en la violencia, como la forma de eludir la muerte o de conservar la libertad y que marca indeleblemente su vida. La experiencia exiliar estábamos muy cerrados y casi no sabíamos nada de nadie con lo que no me reencontré con ningún bancario… excepto conmigo… Horacio Abdala, Entrevista, 2015 Ya lo advertía Jensen, que el exilio es un objeto poliédrico y móvil que impone fuertes desafíos6. Hacer Historia de los exilios requiere combinar niveles y escalas de análisis múltiples (local, nacional, regional, internacional, transnacional). Constituye un reto, porque hace indispensable abordar a la vez el territorio que expulsa y que produce “víctimas” de un viaje no deseado originado en la violencia; como la sociedad de destino, o sea el territorio habitado por los sujetos exiliados devenidos en “extranjeros” y por aquellos que son construidos como “nativos” por los recién llegados. La vida de los exiliados transcurre en la encrucijada entre un “aquí” y un “allá”, una dualidad que no remite sólo a dos geografías, sino a dos tiempos políticos, existenciales y simbólicos. Esta dualidad fundante del exilio suele acompañar el retorno al país de origen. En no pocos casos, el regreso, lejos de anular el descentramiento vital que condiciona la relación de los desplazados con el mundo y los lleva a definir “adentros” y “afueras”, se reedita y/o profundiza. Con estos trazos esenciales, y con estos desafíos a cuestas, intento esta empresa. El punto de partida lo encuentra solo, sin encuadres políticos o institucionales que amparasen la salida. Todo lo contrario, la soledad, el miedo y el terror lo impulsaban a salir del país, pero como bien dice nuestro entrevistado: Bueno la realidad es que la elección del exilio no existe, el exilio te atrapa, uno no decide exiliarse porque de hecho muchos que intentaron el exilio no lo consiguieron, o sea que no lo decidís, casi es… te lleva el camino al exilio, y hay veces es exitoso y hay veces no, hay gente que no 6. http://www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar/numeros/numero-2/exilio-e-historia-reciente.-avances-y-perspectivas-de-un-campo-en-construccion

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tenia forma real de exiliarse, hay gente que se fue al interior porque no tenía alternativa ni de siquiera contar con el pasaporte en forma… El exilio es una de las vías que tiene uno para esconderse, es la realidad, eh… nosotros de hecho estos episodios que te conté… no sabíamos dónde esconderlos ¿verdad? De lo que te conté antes. Eh… de algo a lo que nos enfrentábamos casi, por eso uno llega a que no sabe cómo llega porque ¿de qué nos teníamos que esconder si no habíamos hecho nada? Nada que tuviera que ser escondible. Representar a mis compañeros en un banco era suficiente para que me secuestraran y desaparecieran, como iban cayendo gotitas alrededor mío, entonces la falta de entendimiento hace más dura la decisión o el tránsito, más que la decisión, entonces el caso mío en particular fue que tuve acceso a llegar a un avión, sin garantías de que iba pasar cuando me sellaran el pasaporte. El primer contacto, que operará como anclaje inicial, fue la recepción de un amigo, que por razones personales, se había marchado a España dos años antes. La primera etapa de la experiencia exiliar en España, la que duró cuatro años fue narrada así: Desde que llegué en 1977, pasé primero por Palamós, costa catalana, donde tenía mi único contacto afectivo, mi amigo Ramón. Decidimos que no, y fuimos al País Vasco, donde una pareja de argentinos nos recibió en el pueblo de Algorta, hasta que encontré un trabajo en San Sebastián, en un periódico local. Alquilé un bonito departamento y compré un perro. Un absurdo razonamiento nos hizo dejarlo y pasar a compartir piso con unos chicos en un barrio obrero, hasta que para poder recibir a otros que llegaban como nosotros nos mudamos a un barrio del centro de la ciudad: Amara, pero apareció un ratoncito y mi esposa no podía, y nos fuimos a Zarauz precioso pero lejos para nuestro trabajo. Volvimos a San Sebastián a un departamento de la madre de un amigo, donde duramos hasta que la compra de un precioso departamentito que reformé, nos llevo al barrio de El Antiguo. Y allí, cuando parecía que ya estaba, aparecieron las patadas de Mariano en la panza de su madre, que necesitó volver. Y volvimos. No te molestes en recontar, escuchaste bien, en cuatro años empezamos cuatro casas, y las cerramos todas. Queda más que claro que los números de viviendas no coinciden y al poco al tiempo, rectifica las cifras. Preocupado por los lapsus de la mente o por los curiosos juegos del inconsciente se corrige: “empezamos OCHO casas y las cerramos todas”. ¿Cómo son las vinculaciones con la sociedad receptora? ¿Cuáles son las relaciones con los locales y con los otros exiliados latinoamericanos o con los

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“nuestros” en el exilio? Me interesa indagar sobre las condiciones y la materialidad de esta experiencia. Nuestro narrador, quien no huye a los relatos, descubre los intentos realizados para invizibilizarse en la nueva tierra, por olvidar, por silenciar. Nos recibieron, nos ayudaron, y no hablamos. Era suficiente estar ellos y nosotros allí. No era época de hacerse amigo de los mismos, se necesitaba aire fresco, gente sin nuestra pesada carga, aunque tuvieran cargas pesadas con las que viajar. ¿Y el contacto con otros argentinos? Sabía perfectamente que había otros cuatro argentinos en el pueblo donde vivía, pero entendía que era más seguro cortar todos los lazos con el pasado. “¿Otros? Ni hablar. No sería raro que alguno fuera un pobre delator de ex ¿qué? ¿Ex amigos? ¿Ex? Ni soñar. Lejos, cuanto más, mejor…” La necesidad de encontrar un empleo se conjuga con una oportunidad. En ese tiempo, en el País Vasco se transitaban los primeros años de la transición a la democracia y se estaban acomodando las viejas demandas que el franquismo había prohibido. El recientemente creado diario vasco, Egin, perteneciente a ETA, cuya sede central estaba en San Sebastián le da un lugar de trabajo y también un espacio de acogida […] justo fue que caí en el periódico eh… que se llaman Egin, que quiere decir Hacer en vasco, eh y después el nombre extendido era hacer nuestra prensa, Egin Egunkaria y hacer nuestra palabra, algo así… y… que respondía a la rama política de la ETA más suave, allá había dos ETAS había una ETA militar y una ETA político militar, y… de casualidad no hubo ninguna coincidencia, yo no tenía ninguna coincidencia, ni política, ni ideológica, ni quería… yo iba buscando paz, y me entero que termino… pero bueno yo tenía que comer, y esta gente entiende muy bien, y nos acogen, y nos defiende, es decir, claramente nos dan un tratamiento de gente de necesidad por el exilio, y me lo dicen eh… nosotros tenemos un compromiso con cualquier luchador que no esté en su país, eso fue bueno. Y vino también un baño de juventud, porque eran todos jóvenes, un periódico nuevo, un periódico muy grande todos ávidos de saber de nuestra experiencia […] Con un ambiente receptivo y con un trabajo motivador, relata que lo primero que realiza es mirar a sus alrededor para convencerse que realizó una buena elección. Entonces, lo primero que hace uno o lo que, yo puedo hablar por mí, lo que haces, es buscar serenidad, en creer que tomaste una buena decisión.

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Lo necesitás para sobrevivir, lo necesitás para intentar integrarte, aunque te integres y necesitaras todo lo contrario para poder hacerlo, te alejás de tu país y te alejás de tu realidad, de tus convicciones, de tus amores, de tus desamores, de todo. No podés sobrevivir si no, es como cuando a Maradona lo hacen esperar en el banco y no jugar. Se desespera, no lo pueden tener en el banco. Maradona no puede mirar desde el banco. Bueno, uno decía no pude mirar desde el banco el partido, desde el banco mirá que casualidad ¿no? O qué juego de…entonces lo que hacés es eso: mirar todo lo bueno que conseguís, engañarte, es muy burdo decir engañarte. Yo no me engañé; es cierto, los beneficios que te da el vivir en Europa, en mi caso en particular, viviendo en una ciudad espectacular como San Sebastián, todo te parece más fácil, porque parece que estás medio de vacaciones y tenés que, inmediatamente, clausurar lo otro, porque por donde entran los recuerdos también entra el peligro. Decís estar cerca es estar cerca, es un mecanismo un poco extremadamente por ahí psicoanalítico, por ahí… yo soy medio andaluz, soy un poco exagerado pero es tanta la necesidad de que a través del recuerdo no te llegue todo lo que viviste que lo tenés que clausurar… Y esa es la primera etapa. Después las cosas se empiezan a asentar y pasás a ser menos conformista con lo que tenés y menos lejano a lo que dejaste. Ese fue mi tránsito. ¿Se entiende? Luego comienza la extrañeza también del país natal. Entre el país real y el imaginario. Entre el país vivido y el actual. Extrañeza y tristeza, por una patria que ya no era la misma. Una Argentina cooptada por los que ahora detentaban el poder y que hacían alarde de su autoridad. Tan solo estás, que compartís la final del la copa más deseada, con dos vascos, un catalán y un zaragozano, en la soledad de la sala de televisión del trabajo, vacío porque es domingo. Y llega el vacío de verdad. Con timidez te alegrás de ganar, pero no tanto. Te emocionás, pero casi no es tuyo. La más mínima lágrima saldrá a festejar esto. Y aparece. Con sus bigotes oscuros y prolijos, usurpando el lugar de quien tendría que estar en el lugar de la alegría. Y mi instinto, solo el mío, me llevó a verlo. Girar con violencia la vista, hacia alguien que haría que no se viera lo que ellos no querían que se vea. Y entregó la copa. Nos fuimos del periódico cabizbajos sin ganas del brindis de rigor que nadie fue capaz de invitar. Por que se olía el dolor de lo que acabamos de ver. Todos, hasta los catalanes dejaron las bromas de lado. El abrazo de mi amigo, de aquel que me recibió el primer día. ¿Estás bien? Sí. Mentira. Sí, estoy bien. Dicen que las bocinas y ver la gente festejando fue majestuoso. También sé, que como paso aquel día en la soledad del estudio de no

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sé qué, es probable que si dejo de lado mi dolor y mi rencor y mi espanto y mi sin razón razonablemente entendible, si lo logro, entienda que lo necesitaban. Yo no lo compartí con nadie, porque tenía miedo de que nadie fuera un traidor. De lejos, escuché las bocinas y los gritos, de esos cuatro que vivían en mi ciudad y di vuelta la cabeza para no mirarlos. El miedo calaba los huesos y seguía intacto. Una constatación semanal eran las cartas que llegaban de Argentina: Allí, detrás de cada silencio al abrir las cartas, sabiendo que ya habían sido abiertas, espiadas, controladas, vejadas, detrás de cada silencio, encontrábamos esa verdad aplastante. Ganaban por goleada, nos habían metido el miedo hasta el fondo del bolsillo, donde no se encuentran ni las monedas de un centavo de lo abajo que están. Era un guerrero, peleador, con más huevos que cabeza. Pero con la suficiente cabeza para distinguir razón de imposición. Sabía perfectamente que no podía reaccionar, porque me tenían aterrorizado. Y cada carta sin pudor abierta antes de recibirla era un aviso: lo hacemos porque podemos. Conseguido el empleo, trabaja incansablemente “como un animal”, para demostrar que no todo los sudamericanos eran gente deshonesta. La “viveza criolla” lo avergonzaba, ya que era habitual escuchar la descripción de acciones reñidas con la moral llevadas a cabo por los latinoamericanos en el exilio. Y pasaron a ser de la secta del no quiero saber nada, no vale la pena. Hablan fatal de la mayoría, que roban, que estafan, que subalquilan lo insubalquilable, los sudacas. La puta madre, los sudacas. Esos que recibimos en una tierra fértil como ninguna a todos, los sudacas. Trabajé como un buey, porque necesitaba triunfar y decir que era honesto. Hasta la última cuota de la última compra en cuotas pagué cuando me fui. O cuando volví […]. Entre tanto si volvemos a poner el acento en la experiencia del exilio, una casa, una pareja, los días de playa, un trabajo que cada día le brindaba oportunidades: ser fotógrafo en un nuevo periódico deportivo, donde podía anudar su pasión por captar los sentimientos de las personas con una maquina que técnicamente se lo permitía. Podía dar rienda suelta a su pasión por

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la fotografía testimonial,7 viviendo los tiempos interesantes de la transición democrática española y sin embargo […] caés en un… en un hueco del, no sé, del vivir, del pensar que no te termina de dejar de afianzarte sin más y es muy difícil… recuperarte. El exilio aunque lo dibujes como lo quieras dibujar… yo digo, yo tengo fotos…de a los tres días de llegar estar en una playa así, no importa… el mar…no importa…todo vos fuiste un exiliado, hacé lo que quieras, que eso no te lo quita nadie es como con la muerte de un hijo quien te quita el dolor de tu hijo cada vez que lo conmemorás o lo rememorás, no te lo quita nadie, lo arrinconás, lo suavisás, lo compensás. El dolor no desaparece jamás, y el exilio es un dolor. Los retornos: el primer retorno Llega un momento que no sabés donde es allá y donde es acá. Y te trastabillás con los lugares, con los acentos, con las dudas y los afectos… hoy, si me apurás, sigo con miedo de mi pasado Horacio Abdala, Entrevista, 2015 En los retornos se ponen en juego no sólo las dimensiones subjetivas e identitarias, sino también los lazos y relaciones tejidos con la sociedad a la que se regresa. Además, debemos considerar que los retornos no son necesariamente el último eslabón del proceso emigratorio, pues son frecuentes los regresos al destino de emigración del que se había decidido volver. Este movimiento conlleva fuertes sismos subjetivos en la persona y en su núcleo familiar, tensando además los imaginarios, las expectativas y las relaciones del pasado y del futuro con el presente, explican los especialistas en esta problemática. De modo que me gustaría poder contribuir a este entretejido personal y colectivo, que adopta insistentemente el lado más oculto de la experiencia exiliar: transcurridos los años y cuando los marcos sociales habilitan los procesos de retornos y pareciera que todo a “vuelto a la normalidad”, la marca está latente en muchos de los actores que vivieron y siguen viviendo el destierro. Una 7. “La fotografía deportiva me gustaba, pero testimonial, es decir, yo no quería la foto de un gol, yo quería verle la cara de dolor de un jugador que acaba de perder o cosas así. Entonces, era bien aceptada porque era una visión que allá todavía, no todavía, si no que no era muy común. Yo era... iba a rascar adonde el primer partido entre los dos grandes equipos vascos que se jugó en San Sebastián después de que murió el dictador, mi amigo Franco, entraron los dos equipos con la bandera vasca, que estaba prohibida y yo tuve la suerte de estar en el campo de San Sebastián, entonces estaban todos los fotógrafos chhhhhhh (hace un ruido) los dos equipos formados, con la bandera en el medio y yo ¿qué hice? Me fui por atrás y tenía la foto de todas las camisetas con los números mezclados de los jugadores desde atrás, no desde adelante, porque buscaba esa parte que los otros no buscaban.”

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frase emitida por mi entrevistado condensa lo que señalo: “hoy, si me apurás, sigo con miedo de mi pasado”. El embarazo y la imperiosa necesidad, especialmente de la madre, de que el niño naciera en Argentina hicieron que se planificara el primer retorno. Sin pensar en las consecuencias, y con la esquiva esperanza de que aquí no les pase nada, regresaron a fines de 1980. La ayuda económica del suegro para la adquisición de una vivienda les creaba una oportunidad. La llegada al país fue descripta de esta manera: La decadencia de mis viejos era palpable desde el aeropuerto, al que fue medio mundo a buscarnos. Y nosotros, ingenuos confiados de que era buen momento. Nada había pasado, nada pasaría. Y sin embargo, mi intuición. —Vamos. Después nos saludamos más. Vayámonos de acá por favor. Cuando conseguí que no hicieran más circo en Ezeiza y nos repartimos para ir a la primer parada, la casa de mis viejos, empecé a respirar. Una nueva trayectoria laboral Horacio señala, naturalmente, que no podría regresar a su antiguo trabajo de bancario. Yo estaba fuera de mercado, mi trabajo bancario de antes de partir era irrecuperable, y no imaginaba que otra cosa hacer que no fuera meterme con mi viejo y mi cuñado en un proyecto de hacer crecer ese resabio de empresita rechiquitita que quedaba del pasado. Con algunos dineros traídos y con el proyecto aportado por su cuñado, dieron lugar a la creación de una pequeña fábrica de buzos de algodón — la que debía producir más de 6.000 por temporada para sostener a las tres familias- a la que denominaron la “Textil 24”, sita en San Martín, provincia de Buenos Aires. Seguimos empujando, llegó el local propio en el Once, donde ya no dependíamos de los mayoristas buitres, y los clientes nos traían los cheques y el efectivo. Tres en el Once eran los locales. Uno en el núcleo duro de la venta. Salieron departamentos, coches, y demasiado personal. Y demasiadas compras para compensar —si uno compra, como no van a comprar los demás- y vino el puto 85, donde las cosas se torcieron, donde cada cheque perdía todos los días parte de su valor hasta pulverizarse antes de cobrarlo.

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La década de los 80 se caracteriza por cambios apreciables en las condiciones de funcionamiento de la economía argentina, en el comportamiento de los agentes económicos y en la propia estructuración de los sectores productivos, adaptándose para el nuevo modelo. La espiral inflacionaria sin techo, provoca que Argentina ostente el triste récord mundial en que no hubo ninguna otra economía moderna sometida a una inflación tan alta durante tanto tiempo. De modo que, como bien explica Jorge Schvarzer (1998), “pocas economías, pocas sociedades, podrían resistir este flagelo sin desmoronarse. La Argentina no lo atravesó airosa, por cierto, dada la notable intensidad y persistencia del proceso” (p. 73). Las políticas de shock, la liberalización de precios, la política de fijación artificial de tipo de cambio, crisis productiva y endeudamiento externo, las devaluaciones, los constantes sucesión de shock y minishock, los planes de estabilización, el ajuste y el cansancio del ajuste hicieron la tarea. Los pequeños establecimientos comenzaron a cerrar sus puertas, ya que la reforma económica hizo trizas a los sectores que no pudieron competir en la libertad de mercado, entre ellos la Textil 24 y los locales de expendio al público. La búsqueda de nuevas oportunidades laborales llevó a nuestro entrevistado a probar suerte en Brasil, la que tampoco ofreció resultados positivos. Un regreso transitorio a Buenos Aires para emprender una nuevo camino, para volver a regresar a San Sebastián. Retorna a España con una nueva pareja y una familia ampliada. Hoy mira a ese pasado y se interroga de esta manera: “¿Fue el exilio el que me enseñó y empujó una y otra vez a buscar el camino de irme a otro lado como primera opción?” En el relato sobre este retorno aparece una relación entre la culpa y los distintos niveles de la responsabilidad ante lo que considera un fracaso económico, pero también la constatación del aislamiento y el silencio que envolvió su estancia en Argentina entre los años 1980 y 1997. HA: No pude consolidar un proyecto… Económico de trabajo… yo me achaco bastante culpa mía, no… Y… finales de los 80 habíamos logrado hacer una buena fabriquita textil, trabajábamos en el Once, teníamos nuestro local en el Once, podíamos haberlo salvado…yo estaba de… la sensación que tengo… PF: No sos el único que estaba de… HA: No ya sé, yo creo…y me estás agarrando cosas que yo creo que no las pensé nunca... Yo creo que internalicé: si no podés, andate… si te vas a caer, andate, como primera opción, que fue la opción. PF: Fue la opción?… HA: La primera opción fue esa…

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Un dato no menor es que en su estancia en Argentina, no pudo contactase con sus amigos de militancia. Explica con angustia que no los pudo ver. HA:…15, 15 o 16. Me fui y vine en el ‘96 a ver si había posibilidades, cuando ya veía que me iba para atrás, en esos 16 años a amigos de éstos de toda la vida no los ví, no los pude ver. A María, mi amiga María… PF: O sea, todo eso, aquellos amigos que tenían que ver con esa vida antes del exilio. HA: No los pude ver. Sólo a uno, porque era como un hermano, y así y todo vuelto a España no sabía cómo localizarlo, absurdo si tenía 16 personas cercanas que hoy te podría dar siete caminos distintos que me hubieran llevado a él y él no, tampoco. El tampoco me buscó, teniendo lazos comunes es como es, como lo ves, así pasó. PF: ¿Una clausura de un período de la vida? HA: Sí. Y esa clausura, yo no sé porque nunca me relacioné con exiliados ni siquiera me llegué a acercar hasta estos días a gente que sufrió cosas peores, como el encarcelamiento. La recuperada democracia en 1983, y en particular el presidente Raúl Alfonsín, se hizo eco de las demandas de justica de los organismos de Derechos Humanos y se modifican muchas de las definiciones que anteriormente habían sustentado al poder militar, es decir, los desaparecidos ya no eran aquellos subversivos que pretendían tomar violentamente el poder para modificar el estilo de vida nacional, sino que aparecen , en su mayoría, como víctimas inocentes ya no de una guerra interior, sino de los crímenes perpetrados por un Estado terrorista. (Lvovich y Bisquert, 2008, p. 34) La CONADEP y el Nunca Más imprimían el sentido social sobre la Dictadura. La memoria social y la narrativa en clave humanitaria, se sostenían en un imperativo moral basado en la adscripción a derechos considerados inherentes a la persona humana y no establecía, en general, relaciones entre el crimen y el orden social, no historizaba la violencia política y tampoco, ponía en evidencia los compromisos políticos de los desaparecidos (Crenzel, 2008, p. 183). Las representaciones del pasado cercano se popularizaron en la teoría de los dos demonios, que creaba los marcos para el silencio sobre las militancias. Al demonio de la violencia revolucionaria se opuso una aún más condenable violencia estatal, y frente a ello se ubica una sociedad ajena a ese enfrentamiento y víctima inocente de sus consecuencias. Un “nosotros” homogéneo, que aunque reconociendo que la sociedad argentina tenía un conocimiento parcial de las políticas represivas de la Dictadura, se justificaba su pasividad como consecuencia del miedo. En esta apreciación se desconocen las compli-

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cidades y los modos de consenso que diversos sectores prestaron a la “guerra antisubversiva”. Así como cualquiera de los miembros de esta sociedad podía convertirse en el blanco de la represión. De este modo se despolitizó a las víctimas, quitándole toda referencia ideológica o partidaria (Lvovich y Bisquert, 2008, p. 38). Prevalece la necesidad de mantener la armonía social y dotar a la democracia refundada el marco de legitimidad en torno a las defensa de los derechos fundamentales y a la condena del terrorismo de Estado. Las disputas de las memoria que prosiguieron en el espacio público, pero toma un lugar destacado aquellas que consideraban necesario “dar vuelta la página” de la historia y seguir adelante, irrumpiendo, de este modo, las políticas de olvidos y de silenciamientos. Las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida y luego las leyes de amnistía del presidente Menen, apuntaron al olvido. Se usó la prerrogativa presidencial del indulto para liberar a los militares presos, así como a algunos líderes de la guerrilla que estaban presos y procesados. La sentencia de impunidad fue dictada dentro del orden democrático. El pacto de impunidad, no cabe duda, fue conquistado por la presión de la espada: la democracia había perdido su batalla librada desde el campo de la justicia. (Flier, 2007). En la implantación del modelo neoliberal y con una política de “pacificación nacional” se apela a la reconciliación en pos de la unidad nacional, apareciendo con toda su potencialidad la teoría de la reconciliación nacional. Importantes sectores de la sociedad apostaban al futuro sin preocuparse por conseguir verdad, ni justicia y apostaban al olvido. Solo la perseverante lucha de los organismos de DD HH, que intensificaron su tarea ante las instancias internacionales debido a la negación de justicia en el plano nacional, se activa, para encontrar canales creativos y novedosos para la acción de la justicia y alcanza reconocimiento internacional al generar el concepto de “derecho a la verdad y al duelo”, una de las motivaciones centrales de lo que hoy conocemos como “Causas por el Derecho a la Verdad” como hitos que sostienen una política de memoria, tratando de encontrar algunas grietas en el olvido. Esas grietas aparecieron en 1995/96 en los tiempos del “boom de la memoria”, las confesiones de Scilingo, la autocrítica del entonces jefe del ejército, general Martín Balsa, la aparición de la agrupación HIJOS- reivindicando el pasado militante de sus padres-, nuevas prácticas y renovadas coberturas periodísticas. Cuando la memoria de la represión recupera el espacio público es, justamente, cuando nuestro entrevistado regresa a España. Los últimos 18 años en España El último retorno a San Sebastián está narrado con un tono más aplacado. La sensación del fracaso económico le marcaba el escenario y no tenía dudas que

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debía volver a marcharse de Argentina. Un viaje que realizó unos meses antes fue el preparatorio para la nueva etapa que se inició en enero de 1997 y la que se prologó por muchos años, los que transcurrieron sin regresar al país de origen. Una etapa que, narrada desde el presente, pone en escena nuevamente su empuje para ganarle a los desafíos y por su dedicación al trabajo. Nueva familia, nuevos emprendimientos comerciales, todos ellos promovidos como mucho entusiasmo, los que reiteradamente fracasaron. La España pulcra y ordenada, me dio la espalda, las leyes no ayudaban a proteger a un emprendedor con 20 trabajadores a su cargo. Las limpias instituciones europeas, robaron por todos lados, y la solución fue sencilla: que paguen los de abajo. Me sentí estafado. Aquí se hablaba y se habla de que vergüenza Argentina, Bolivia, Brasil... etc... y la verdad que como robaron los del gobierno de acá... nadie Los fracasos comerciales y las pérdidas económicas, sumados al largo desarraigo, le pesaron más de lo esperado. En particular gravita en él su ausencia física en dos acontecimientos que achicaron su familia: las muertes de su padre y la del hijo que había vivido en un hogar para niños especiales por una discapacidad acarreada desde el nacimiento. La vida continúo con altibajos, empresas movilizadoras pero fugaces, visitas de familiares y siempre hablando como argentino, lo que resultaba llamativo a los amigos y vecino españoles. También lo acompañaba un deseo no compartido: una fantasía fue si me va muy bien económicamente no creo que pase mi vejez en San Sebastián. Cambios en el entorno familiar también provocaron reacomodamiento: en mi proyecto llegué con mi hijo y él después decidió no seguir. Eso cambia mucho. También se marcharon los otros hijos, que provocaron ausencias y acomodos, que fueron minando otros sentimientos. Hasta que un acontecimiento familiar los trajo a Buenos Aires en 2014, visita que se convirtió en un parteaguas en su vida. ¿Por qué llegué a Buenos Aires en marzo de 2014? Estaba desplomado, necesitaba aire fresco, de ese que se huele en mi barrio. Y cuando vine el año pasado, que estaba necesitando aire, dije: el único lugar que me puede dar aire es mi casa, es mi país, y vine. Vine, yo había hecho un corte tremendo. No podía volver, estaba… era como que me hacía temblequear. La vine a ver a mi vieja después de tantos años, sabiendo que venía a lo que venía. A escarbar. No pude escarbar mucho porque me daba miedo, y empecé escarbando en el barrio, me recorrí mi barrio, reencontré lugares, escuelas, árboles detrás de los cuales di besos, amigos, los primeros compañeros que recuperé, a María, a Roberto, que

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son dos grandes compañeros míos y mucho no… más no tenía ni tiempo siquiera porque tenía que volver y recuperé aire y dije: menos mal que tengo claro por dónde viene la corriente de aire y me fui sabiendo que una de las cosas que quería era dar testimonio. Y quién mejor que yo mismo para dar testimonio y escribí un libro. La estadía en Buenos Aires fue breve. Pero lo suficiente para volver a tensionar viejas cuestiones: volver le sacó la anilla a la granada: “Volví tristón, sabiendo que volvía al lugar en el que no me sentía que fuera el mío. Y volví a ir, con más fuerzas, como para derribar los muros que me separaban y no me dejaban ver. Y mi libro. Y… tantas cosas…” La escritura como antesala del regreso Quizás una cronología sea necesaria. Desde el año 1997 hasta la actualidad se prolonga su segundo destierro en España. En marzo de 2014 vino a Buenos Aires, en un viaje breve. En mayo de 2015 regresa a Buenos Aires y nuevamente se vuelve a San Sebastián. Nuestro entrevistado recurre a metáforas para describir el impacto de estos viajes: quitar la anilla a la granada, mover los armarios —esos armarios que nunca se mueven, porque si los movés ya no vuelven a entrar en el mismo lugar que estaban — como antesalas que preanuncian sus proyectos. Volví envuelto en un huracán de sentimientos. Y escribí. Y mi escritura creció junto con mi convencimiento. Quería volver. Mi María recuperada después de tanto, me ayudó. Mis queridos bueyes al recibir el primer resultado con tachaduras, sin comas, y con el amor reventando por cada uno de mis rincones me afianzaron. Y apreció la excusa: una boda a la que nadie puede faltar. Y no falté. No por la boda. Tenía que terminar el libro con María, tenía que ver cómo sería lo que yo quería: volver. La escritura siempre ha sido una fiel compañera de Abdala. Desde muy niño ha escrito. Escribe como respira. Naturalmente. Sin academias ni lecturas formativas. Todos sus textos y sus relatos poseen el tan preciado don de la trasmisión simple y efectiva. También afectiva. Una vieja anécdota sigue teniendo validez explicativa: HA: Bueno el problema es que yo soy un contador, soy un contador, es…lo empecé a ser de chiquito y casi me echan del colegio la primera vez que escribí, porque faltó una maestra, una maestra no, una profesora de segundo año de castellano y vino un preceptor, que era lo que se usaba

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en aquella época; cerró la puerta y dijo: “No hay clase porque la profesora no vino… que está en castellano una composición, El árbol caído”. No me voy a olvidar jamás. Vale... Y todos empezaron a boludear, era y no me salía nada y cuando miraba el reloj, decía “me van a algo tengo que poner”. Empecé a escribir y me salió una poesía, pero yo nunca en mi vida había escrito nada, inclusive era eh…gramaticalmente correcta, estaba compuesta por sonetos, ya no me acuerdo, yo no lo sabía, no podría ni describirlo; y cuando llegó la hora de escribir yo escribí esto con un poco de miedo, y se llevó todas las cosas y a las dos horas viene un preceptor, interrumpe la clase: “usted a dirección” y yo dije ¿Qué hice? si no había hecho nada. Que me iban a expulsar por plagiar, por haber copiado una, una poesía. Horas estuvimos discutiendo. El Director del colegio era el caballero Demichelis, que había sido el director del Colegio Militar, es decir, nos controlaban el pelo, las uñas, afeitados, nada de pelos, nada de algún rasgo homosexual, nada ..ex director del Colegio Militar, imaginate. Nos dejaban a los de deporte tenían unas dádivas porque el deporte… y al final tuvieron que reconocer y el director este me mandó una felicitación. Ahí empecé a escribir, a narrar cosas. PF: ¿Y seguís escribiendo? HA: Y sigo escribiendo. He escrito impactos de mi vida, en muchas versiones, arriba de aviones en servilletas, tuve una segunda fase de, de mala suerte que también se perdieron todos mis originales. Cuando yo me fui perdí todos mis libros, todos mis discos y todo lo que había escrito lo dejé a una persona y desapareció. No tengo nada de mis cuentos. Cuando vine… seguí escribiendo porque me gusta porque, igual que la fotografía, es una forma de transmitir, yo lo vivo como una forma de querer explicar cosas, no de… de vanagloriarme ¿no? Sin embargo, la escritura del exilio8 le llega como una ráfaga que acelera el aire del retorno. Pudo volcar en un texto de autoficción su larga vida de errante. El título del mismo esconde el sentido más profundo de la escritura: Los bueyes perdidos de la señora presidenta. Si bien el autor anida la profunda esperanza de que el texto llegue a las manos de la actual presidenta de Argentina9, para quien escribió la historia, también aspira a contar esta historia para que lo más jóvenes escuchen su voz, una historia que recupera las voces de las ausencias, que recupera los ideales y proyectos de una generación que fue derrotada, y que tiene un punto de inflexión el día en que: 8. Denominamos escrituras del exilio, puesto que se considera que hay algo en el trabajo de la escritura, en el deslizamiento escriturario, que se relaciona intrínsecamente con la situación de exilio. (Bocchino, 2005, Flier, 2014). 9. Este texto fue escrito antes de que terminara el mandato de Cristina Fernández de Kirchner en la Presidencia de Argentina, el 10 de diciembre de 2015. (Nota de las coord.).

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Hace cuarenta años en esta Asociación, vinimos los cuatro… cabezas de una Comisión Interna de mil trabajadores, llamados por el señor interventor, así se hacía llamar, un teniente, interventor de nuestra asociación, y nos sentó en la mesa y nos dijo “basta de hacer quilombo ¿o quieren tener problemas?” Y nos levantamos y nos fuimos… en silencio, en ese ascensor, cruzamos la plaza con la cabeza gacha ¡y ninguna vergüenza eh! Estábamos conmocionados… sabíamos que nos habían puesto fecha de caducidad y empezó el silencio de nuestra voz, pero no el que querían ellos porque ellos, querían matar nuestra voz y yo mi voz la tengo vivita y coleando. Horacio Abdala vivió su vida con la marca indeleble del exilio, con miedo, con silencios, para finalmente escribir en la página inicial del libro — próximo a editarse— una frase que reúne sentidos trascendentes de su propia experiencia: “Si tan solo recordara que no hay paz en el olvido, si tan solo…” No la pudo leer. Me pidió que fuera yo quien la leyera. “Conseguí algo que no lo puedo leer, porque no lo hice para leerlo yo… justamente lo hice para que alguien lo pueda leer, y esto será lo que abra mi libro, cuando lo publique… yo no lo puedo leer. Ahora ya te dejo que me preguntes lo que quieras… necesitaba sacarme esto de adentro.” Encuentros, Caminos, Preguntas Hay momentos que creo que no sé cosas mías hasta que vos me preguntás por ellas. Horacio Abdala, Entrevista, 2015 Con mi lectura de la frase “Si tan solo recordara que no hay paz en el olvido, si tan solo…”, emprendimos las entrevistas que realizamos en la Secretaria de Derechos Humanos, Género e Igualdad de la Asociación Bancaria, con las que pudimos revisitar algunos pedazos de la vida de Horacio, una construcción verbal en la que el narrador, gracias a la oportunidad y a mis preguntas, dio forma narrativa a su propia vida. Ya lo ha explicado Alessandro Portelli (2000), que la “historia de vida” es una forma narrativa que no existe en estado natural. Este tipo de relatos es, de hecho, el producto de la intervención de un oyente e “interrogador” especializado, un historiador oral con un proyecto, que da inicio al encuentro y crea el espacio narrativo para un narrador que tiene una historia que contar pero que no la contaría de aquella manera en otro contexto o a otro destinatario. Cada entrevista documentada, escribe Comer Vann Woodward (1985), “tiene dos autores: la persona que hace las preguntas y la persona que las res-

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ponde” (p. 6); a lo que yo agregaría solo que, una vez encaminado el diálogo, la distinción entre estas dos funciones no es nunca rígida ni absoluta. La entrevista significa “mirar entre”, es un intercambio de miradas, que requiere de empatía y confianza entre el entrevistado y el entrevistador. Pero lo que hace significativa a la historia oral es el esfuerzo por conducir el diálogo entre y más allá de las diferencias, reconociendo siempre que la entrevista es una experiencia de aprendizaje. Era nuestro narrador quien poseía el conocimiento de lo que estaba buscando y yo tan sólo tenía que disponerme a escuchar. Yo tenía que disponerme a aprender, y aprendí. Sabemos también que la entrevista es un proceso de trasformación. Yo tenía fundados deseos por conocer la experiencia exiliar, y a Horacio Abdala le interesaba relatar su propia historia, sobre todo a sí mismo, para reconstruir el sentido de su pasado. Este diálogo me condujo a repensar las categorías y herramientas con las que encaro mi trabajo de historia oral, así como las trascripciones en la escritura de textos de Historia, en tanto el entrevistado relataba su historia, y en más de una ocasión señaló que: “hay momentos que creo que no se cosas mías hasta que vos me preguntás por ellas”. Tuve el privilegio de entrevistar a un contador empedernido, quien atravesó por distintos estados de ánimos: se emocionó, se conmocionó, se sorprendió y siempre tuvo la amabilidad de entregarme, con infinita disposición de ánimo, representaciones significativas de su vida. En más de una ocasión pidió detener el relato, para poder tomar aire para trasmitir recuerdos que horadaban su corazón. Atravesó el miedo, la incertidumbre y puso palabras a una historia que estaba envuelta en la pervivencia de silencios y soledades. Ante mi preocupación por esquivar temas o evitar la posibilidad de volver abrir heridas o de lastimar nuevamente a una víctima del terrorismo de Estado, fue su voz la que condujo el diálogo: “No, que va, necesito decírtelo, porque a nadie más”. Como historiadora tuve la posibilidad de emocionarme frente a la narración y a la entrega de un entrevistado que, al finalizar el diálogo, tuvo la franca amabilidad de señalarme que me brindó su historia y que con ella: “van mis dolores, mis lágrimas, y mi alivio de entregarlas”. Ahora bien, en estos encuentros también nacieron mis nuevas preguntas, las que cuestionan mi quehacer profesional y me retrotrajeron a la vieja y clásica pregunta sobre el ¿para qué? de la Historia. No hay dudas de que las advertencia de Walter Benjamin (1995) de pasar el cepillo a contrapelo de la Historia o de las narraciones consagradas, y apelar al “principio constructivo”, que es el único que permite “articular históricamente el pasado” dando sentido y coherencia a nuestros esfuerzos de rescate crítico y comprehensivo de ese mismo pasado, recobraron una centralidad nunca desmentida en mi reflexión académica y en mi trayectoria profesional. Esta orientación nos propone la recuperación selectiva de ciertos

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hechos, sucesos y procesos, definida desde el establecimiento de ese “principio selectivo”, que es el único que permite descifrar y dar sentido al complejo rompecabezas del proceso histórico que estudiamos. Horacio Abdala regresó a la Asociación Bancaria en 2015 y nos legó una historia que debe ser resguardada, para los trabajadores bancarios, para sus dirigentes y para la sociedad toda. Abrigo el deseo de que la reparación simbólica ante tanto dolor y silencio no sea solo la recepción de una historia y la posibilidad de la trasmisión de las memorias sociales silenciadas de los exilios del miedo, sino que podamos contribuir a elaborar las heridas y, de ser posible, colaborar a que encuentre nuevos caminos. En particular el camino que lo regrese al hogar, aquel que fue obligado a dejar. Para cerrar una historia dolorosa, en la que la partida fue una imposición y en la que el regreso final, pueda ser una elección. La expresión regreso final nos conduce a la reflexión sobre los retornos y sus múltiples implicancias. Sus intrincados efectos en la subjetividad de los actores centrales y sobre el grupo familiar, sobre los descentramientos y los posibles reencuentros, los que ¿seguirán permeados por la experiencia exiliar? ¿El retorno es el regreso esperado? ¿La recepción será la anhelada? ¿Existe el espacio de acogida? En el plano social, los mismos interrogantes. Esta memoria individual, que también es constitutiva de la colectiva, nos lega la advertencia social de que transitamos una historia que no pasa, que nos interpela y nos desacomoda. Se sostiene enfáticamente que vivimos en Argentina, desde el año 2003, los tiempos de políticas públicas de memoria, enmarcadas en espacios institucionales, legislativos y judiciales de reconocimiento y de reparación a las violencias del terrorismo de Estado. Sin embargo, los silencios y las dilaciones son la nota distintiva ante los exiliados. La inexistencia de la sanción de una ley de reparación frente a este tipo de violación a los derechos humanos, es la prueba más categórica de que la sociedad argentina no está dispuesta a reparar este agravio social. Y volvemos sistemáticamente a violentar a las víctimas, las que cargan con los dolores no aminorados y con el pudor por tener que hacer un reclamo de un derecho, que no solo es justo, es un derecho conculcado. Bibliografía Basualdo, V. (2007). “Una aproximación al exilio obrero y sindical”, en Yanquelevich, P. y S. JENSEN (Comps.), Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar. Buenos Aires: Libros del Zorzal, p.187. Benjamin, W. (1995). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago de Chile: ARCIS-LOM. Bocchino, A. (2005). “Escritura y exilio durante la última dictadura argen-

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El largo regreso a casa. Historia de la experiencia exiliar de un trabajador bancario

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Exilio en cuerpo de mujer: experiencias de españolas y chilenas Carmen Norambuena Carrasco Esperanza Díaz Cabrera Irene Magaña Frade Universidad de Santiago de Chile

Introducción “Exilio en cuerpo de mujer” es una buena sentencia para comenzar una disquisición acerca del exilio femenino, español y chileno. Desde distintas disciplinas se ha escrito acerca de los destierros, un temática que no se agota y que, en la medida que disponemos de nuevos recursos metodológicos, volvemos con nuevas interrogantes, en escenarios históricos distintos. En este caso, focalizaremos nuestra atención en mujeres españolas y chilenas, un grupo que no es parte de una excepcionalidad, sino, mujeres comunes que las circunstancias las llevaron a una decidida participación y compromiso, en un giro enérgico, en un recodo doloroso de la historia de sus respectivos países. Esta narración es fruto de una conversación entre mujeres, plática que se fue tornando tan viva que decidimos darle forma. Nuestro desafío fue recoger y urdir esos relatos para que fueran conocidos, dada la intensidad con la que fueron experimentados. Las vivencias de España de 1939 y de Chile de 1973, no obstante el tiempo que media entre una y otra situación de conflicto, siguen despertando reflexiones diversas, particularmente por las reacciones similares que tuvieron y que se manifestaron al momento de este extrañamiento, particularmente femenino.

Exiliados y desterrados del Cono Sur de América. 1970-1990

Por qué escribir de mujeres Las migraciones han acompañado el desarrollo de las comunidades humanas a lo largo de toda su historia, sin embargo, las vividas en el tiempo presente se han convertido en objeto de estudio desde distintas disciplinas, en tanto se constituyen en un proceso que influye y tensiona a las sociedades actuales (Norambuena, 2000). En este contexto se enmarca el exilio, el que supone una decisión dramática en términos personales y familiares así como también, en los distintos ámbitos en los cuales participa el individuo, “el exilio se constituye en una modalidad de sobrevivencia forzada que ha vulnerado un derecho fundamental y que ha producido consecuencias en los seres humanos, sus familias y también en la experiencia histórica del país” (Programa Médico Psiquiátrico, 1982, p. 5). Lo anterior queda reflejado a cabalidad en los exilios vividos en tiempos contemporáneos, los que se encuentran fuertemente imbricados a gobiernos dictatoriales o autoritarios que impulsan una sistemática política de terrorismo de Estado. El exilio, al igual que la mayoría de los procesos históricos, ha sido abordado principalmente desde una perspectiva masculina, como consecuencia de una tradición historiográfica fuertemente androcéntrica, tributaria de la cultura patriarcal que somete a las mujeres en todas las esferas de la vida. Lo anterior, extiende un manto de invisibilidad sobre las acciones y experiencias de las mujeres en la historia al subsumirlas en los relatos masculinos; al respecto, la historiadora Radkau (1986) señala que “posiblemente a ningún grupo humano se le ha negado una presencia histórica propia a tal grado como a las mujeres” (p. 77). Dicha invisibilización provoca que, generalmente, los sujetos prioritarios para entender los procesos históricos sean los hombres, es decir, la investigación histórica subordina a las mujeres. Sin embargo, gracias al aporte, principalmente de la historiografía de las mujeres, se ha constatado que esta invisibilidad no significa ausencia en los procesos históricos; por el contrario, su presencia es real y efectiva. Cómo reseña Amorós (1990) “entramos y salimos de las escenas sin que haya registro, sin pedir que se nos dé nada a cambio. Las mujeres han participado en guerras de liberación nacional, han formado parte de guerrillas, han sido partisanas sin que exista registro histórico de ello…” (p. 16) Esta constatación invita a revisar el proceso del exilio español y chileno desde esta nueva perspectiva, en tanto dista bastante de englobar a un grupo humano homogéneo. Es en esta nueva mirada, alejada de la mirada masculina hegemónica, que se puede descubrir y comprender la vivencia del exilio desde las mujeres. En este sentido, Nash (1984) propone que se debe “entender que la experiencia histórica del sexo femenino no puede concebirse, obligadamente, igual a la del hombre, sino como experiencia y existencia separable de aquél”. 320

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La huella de la historia En el caso de España, es necesario remontarse a los primeros años de la Segunda República y destacar algunos hechos y acontecimientos que marcaron la situación de las mujeres en aquellos tiempos. No obstante, en la España monárquica que se extiende hasta entrado el siglo XX, hubo ciertos avances que la colocan cercana a los logros alcanzados por otros países de la Europa Occidental. Dichos cambios impactaron, directa o indirectamente, los fundamentos de la sociedad española. “El tiempo había traído una progresiva liberación femenina, que empezó por la lencería. Desterradas las enaguas, las sayas y el corsé, el cuerpo de la mujer se revestía tan solo de una combinación y un pantaloncillo” (Abella, 1996, p. 23), dicho de manera casi poética, pero era lo que efectivamente estaba ocurriendo en la vida de las mujeres españolas al entrar en la tercera década del siglo XX. En el marco de la Segunda República, el establecimiento de la Constitución de 1931 supuso un cambio sustantivo respecto de los derechos de la mujer. A la letra, el artículo 23 establecía: “No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas, ni las creencias religiosas”. Por otra parte, el artículo 36 instituía: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”. Estas disposiciones tenían gran alcance en cuanto a los derechos civiles de las mujeres, pues ponía a resguardo su libertad e igualdad. Situación similar se observa en temas como el matrimonio, declarando la igualdad entre los cónyuges, al establecer en el artículo 43 que “la familia está bajo la salvaguardia especial del Estado. El Matrimonio se funda en la igualdad de derechos para uno y otro sexo, y podrá disolverse por mutuo disenso o a petición de cualquiera de los cónyuges con alegación en este caso de justa causa”. Más tarde, la Ley del divorcio (1932) supuso otro hito en la consecución de los derechos de la mujer. Puede afirmarse, entonces, que fue justamente en la Segunda República cuando la mujer alcanzó una presencia en la vida social y política que había sido desconocida hasta ese momento y que, operando como causa y consecuencia de las transformaciones culturales y políticas de la época, motivaron enormes batallas al interior de la democracia. Las mujeres españolas, junto al resto de la sociedad, fueron testigos tanto de los cambios profundos que se observaron, particularmente durante la Segunda República, cuanto de la imposibilidad de sortear las diferencias insalvables que quedaron al descubierto al abordar cuestiones de fondo. Al decir de Josefina Cuesta Bustillo el binomio democracia y derechos de las mujeres pasaron a constituir “un binomio de intensa relación”. Sin embargo, sus opciones de estudio se ampliaron, lo que les permitía optar a 321

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un trabajo remunerado fuera de casa, principalmente, en el ámbito de los servicios públicos. Así afirma esta autora “La República española tuvo el mérito de reconocer a las mujeres como ciudadanas y como sujetos de su propia existencia y, a la vez que aplicaba el seguro de maternidad largo tiempo esperado, les reconocía libertades en el campo de las relaciones familiares —el divorcio— y de su propio cuerpo —el aborto”1. Conforme lo que señala Alicia Alted (1997), declarada la guerra, la mujer sirve de elemento discursivo de ambos bandos, no solo para alentar a sus seguidores sino también integrándose activamente en la contienda, pues hubo mujeres que se enrolaron para combatir. Sin embargo, por disposición del gobierno republicano se decidió la retirada de las mujeres de las zonas de enfrentamiento y su destinación a tareas de auxilio e intendencia. Dice Alted: “Como siempre había ocurrido, afrontaron los mismos riesgos y peligros que los hombres, pero siempre tuvieron que demostrar que eran doblemente heroicas y abnegadas, porque heroica a secas no bastaba” (p.21). El avance de los nacionales en territorio republicano hizo que tanto las líneas de batalla cuanto la retaguardia retrocediera. En esos movimientos las mujeres debieron preparar toda una estrategia para evacuar a los más desvalidos y llevar consigo lo necesario para enfrentar la inseguridad de lo que vendría. Tal ocurrió con la caída de Barcelona y el inicio y abandono del territorio rumbo a Francia. El cruce de los Pirineos ha sido quizás la más heroica acción que a estas mujeres comunes les tocó medio organizar y conducir.

Historia... del otro lado del “charco” Por su parte, para comprender la situación de las mujeres durante la Unidad Popular, se hace necesario repasar los vaivenes de su historia en Chile. La presencia organizada de las mujeres en la historia chilena se remonta a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando se instituyen los primeros esfuerzos por la lucha de sus derechos civiles y laborales. Como resultado de este primer influjo se conformaron diversas organizaciones de mujeres obreras y de clase alta, que serán las encargadas de sentar las bases de una incipiente formación de conciencia feminista. A partir de ahí, se articulará un importante movimiento que tendrá gran protagonismo en la escena pública durante las décadas de 1930-1940, y que se expresará, principalmente, a través de dos organizaciones de mujeres, el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH) y la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), las que de manera transversal “buscaban tanto el mejoramiento de las condiciones de vida como la conquista del derecho a voto” (Valdés y Weinstein, 1993, p. 1. http://www.tnc.cat/sites/default/files/documents/josefina_cuesta.pdf Revisado en junio de 2016.

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39). En consecuencia, el año 1935, las mujeres logran el voto municipal y el año 1949 obtienen el voto presidencial bajo el gobierno de Gabriel González Videla. Este importante logro, así como otros, se traducirá paradójicamente en un repliegue dentro del movimiento feminista, entre otros motivos, por la suposición de que una vez obtenido el derecho a voto ya no era necesaria una organización solo de mujeres. En estas circunstancias, las mujeres buscaron otros caminos a través de los cuáles encausar su participación; las más “políticas” pasaran a engrosar las filas de los partidos políticos, asumiendo que la “única manera justa, verdadera, de hacer política, [era] la realizada por los departamentos femeninos de los partidos tradicionales” (Kirkwood, 1990, p. 171), situación que conlleva a que sus demandas específicas queden subsumidas en los intereses del partido. Otro importante grupo de mujeres tomarán la opción de vincularse con organizaciones de carácter asistencialistas impulsadas por la Iglesia Católica y por el Estado, que se cristalizarán de manera certera en los Centros de Madres (CEMA) durante la administración de Frei Montalva y su programa de Promoción Popular (Valdés y Weinstein, 1993, p. 60). Esta pérdida de protagonismo de la lucha de las mujeres no será revertida durante el gobierno de Salvador Allende, por el contrario —en palabras de la historiadora Margaret Power (1997)— la Unidad Popular desarrolló una política y un discurso imbuido de “masculinidad”2 que resaltaba el papel tradicional de ambos géneros, es decir, hombres proveedores y mujeres dueñas de casa, madres y esposas. Es decir, más allá de las medidas tomadas para este sector de la sociedad, tales como facilitar el acceso a la educación en todos sus niveles, a la salud a través de programas públicos y, más aún, nombrar a Mireya Baltra, militante comunista, a la cabeza del Ministerio del Trabajo y Previsión Social y la propuesta de formar un Ministerio de la Familia que, al no prosperar, deriva en la creación de la Secretaría Nacional de la Mujer (SERNAM) en el año 1972; son acciones que no logran responder ni atacar la raíz de la opresión de las mujeres. Lo anterior encuentra eco en lo planteado por Kirkwood (1990), quien señala que la lucha ‘protagónica’ durante este período fue la denominada ‘liberación global’3, la que responde al paradigma político de la época, que hablaba de una revolución marxista en la cual el obrero y el proletariado serían la vanguardia del proceso y que una vez salvado el conflicto de clases, se solucionarían todas las problemáticas de los demás grupos excluidos de la sociedad, entre ellos las mujeres. En este contexto, la acción de las mujeres se entenderá en virtud de sus papeles tradicionales de género y desde una óptica subsidiaria. Señala 2. Ver: Power, Margaret, 1997. 3. Revisar Kirkwood, 1990.

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Elizabeth Lira (2010): “la ampliación de la conciencia de derechos en la sociedad no necesariamente se replicaba en un reconocimiento de las mujeres y sus derechos en el ámbito privado y público. Algunas mujeres participaban activamente en las organizaciones sociales y los partidos políticos, aunque la visión predominante consideraba que debían dedicarse a las labores propias de su sexo como se solía describir la actividad de las mujeres en el documento de identidad” (pp. 141-142). Este tipo de participación de las mujeres fue potenciado desde diversos espacios durante la Unidad Popular. De una parte, los discursos oficiales de la época, entre ellos, una alocución de Salvador Allende en donde refleja esta mirada tradicional de las mujeres, “nadie puede imaginarse una revolución emancipadora, constructora de una nueva sociedad, sin la presencia activa y combatiente de la mujer, amiga, hermana y compañera; de la mujer presente en todos los niveles de trabajo y la cultura. De la mujer asumiendo la responsabilidad, por su capacidad; de la mujer junto al hombre (…) de la mujer entregando a la revolución su ternura y firmeza, que nace con un contenido más profundo porque es la madre la que siente más de cerca el dolor que emana del hambre de su hijo y del sufrimiento de los suyos por la injusticia de un régimen marcado todavía por la explotación imperialista” (Tapia, 1990, p. 50) Y, de otra parte, desde los partidos políticos de izquierda no se avizoraba una situación muy diferente en relación a las mujeres, la que se agravaba en tanto ellas manifestaban una nula o escasa conciencia feminista, “las mujeres mismas desde la izquierda tampoco la admiten: ya se han integrado a protestar por cambios en la sociedad en su conjunto y no hablan más de ‘problemas femeninos” (Kirkwood, 1990, p. 61). A pesar de esta escasa participación dentro de la política formal, cabe destacar la presencia de un grupo de mujeres que son electas como diputadas y senadoras. Es el caso de Gladys Marín, Julieta Campusano, Carmen Lazo, María Elena Carrera, entre otras. En definitiva, durante la Unidad Popular las mujeres habían logrado transgredir el espacio privado y participar del espacio público de manera activa, comprometiéndose con un proyecto de profundos cambios sociales; pero no habían experimentado avances sustantivos desde su condición y situación de género. Una vez impuesta la Dictadura, esta importante participación de las mujeres fue fuertemente castigada, en tanto transgredieron los papeles tradicionales, transformando brutalmente sus vidas. No siendo el centro del estudio el tema de la prisión política, de las torturas y desapariciones, es perentoria una referencia a tales sucesos. Elizabeth Lira plantea que, de acuerdo a la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de 1991, de las 957 personas registradas como desaparecidas, 138 casos corresponden a mujeres ejecutadas y desaparecidas. En tanto que la Corporación Nacional de

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Verdad y Reconciliación del total de 899 denuncias acogidas, 57 correspondían a mujeres. El mismo escrito, en comento, señala que el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, de los 3.185 casos comprobados, 193 serían mujeres que murieron o se encuentran desaparecidas, alcanzando a 70 el número de estas últimas (Lira, 2010, p. 150). Concluye Lira señalando que las cifras analizadas muestran la escasa representación en la “dirigencia partidaria, social y sindical de la época, así como una “participación pública y política limitada” (Lira, 2010, p. 157). En tanto que sus mayores niveles de participación se encontraban en orgánicas de base. A la política de detención, desaparición y muerte de mujeres desde el inicio de la dictadura, sobreviene otro episodio no menos traumático: el exilio. Los documentos, testimonios y cifras que hemos manejado o trabajado nos han impactado desde temprano, quizás no tanto por las representaciones porcentuales, sino por el impacto de cada caso en el entorno, sea este familiar, vecinal, profesional. Como hemos señalado en otros escritos, el exilio chileno fue un exilio familiar y, por cierto, de sello masculino 66%, aunque destaca un 33% de mujeres titulares de exilio4. Y estas son, precisamente, las historias, los relatos que nos interesa abordar.

Estudios Conectados: ideas para el sustento teórico-metodológico Hoy, gracias a los estudios comparados, pretendemos analizar estos procesos con enfoques que nos permiten ampliar nuestras miradas. Con los años hemos aprendido una lección que hace algún tiempo la reseñó Charles Bergquist, en un artículo señero, en que manifiesta su perspectiva respecto de los estudios de carácter comparado. En primer lugar, la importancia de acercar temas no solo en los países de una misma región, sino también entre países que comparten lengua y cultura. Expresa el maestro, “Los historiadores somos muy buenos para explicar a partir de la mención de una infinidad de causas, pero sin duda, algunas son más importantes que otras, y la comparación nos ayuda a separar las variables y a sopesarlas” (Núñez, 2010), continúa, “Yo creo que la historia comparada nos muestra, por un lado, que eso es cierto y, por otro, que hay mucho que compartimos tanto en términos culturales como históricos” (ibíd.). Lo que nos importa en el desarrollo del tema del exilio femenino es la insistencia en abrir los enfoques al mismo tiempo que permitir la doble lectura de procesos similares, pero en distinto tiempo y espacio geográfico. 4. Ver artículos Norambuena, Carmen, “Exilio chileno: mujeres y novela testimonial”, en Chaves, Julián (Ed.) La larga memoria de la dictadura en Ibero América. Argentina, Chile y España, Prometeo, Buenos Aires, Argentina, pp. 181-225; “Con Chile en la distancia. Exilio y Memoria más allá de los Andes”, en Estrada, Baldomero (Ed.) Inmigración Internacional en Chile. Un Tema en desarrollo, Viña del Mar, 2014.

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Sin entrar en la discusión acerca de la vigencia de la metodología de la historia comparada más tradicional, frente a las más recientemente nominadas historias conectadas o historia transnacional, optamos por la línea francesa, que nos viene mejor a nuestra presentación y reflexión sobre dos exilios. En los casos en estudio, la referencia a la metodología de las historias de vida cobra relevancia entre otras formas narrativas (Feixa, 2006). Carles Feixa señala al respecto que “la imaginación autobiográfica es fruto de la cooperación creativa entre un sujeto y un investigador, implicados en la construcción de una escritura sobre la subjetividad. Aunque la forma pueda ser literaria, el contenido es cognoscitivo: leer una historia social a través de una historia de vida” (ibíd.). En otras palabras, la imaginación autobiográfica es la capacidad para cooperar en la construcción de una escritura biográfica abierta y sugestiva, capaz de ayudar a comprender un tiempo y un espacio humanos. Feixas, citando a Lewis, refiere a las historias cruzadas (ibíd.). Sin lugar a dudas que esta propuesta metodológica de historia comparada, o historias conectadas, permite una reflexión especial para el caso femenino, de varias voces que se entrelazan, se entorpecen y luchan por sacar a la luz historias pasadas que aún permanecen en la memoria de quienes fueron protagonistas, de quienes heredaron los relatos y de quienes los sacan de archivos olvidados como verdaderos tesoros de historias vividas. Son los que a continuación transcribimos y que, a nuestro juicio, muestran el acontecer enmarañado de nuestra historia entrelazada. Maruja y Elena, exiliadas españolas en Chile; Beatriz e Irene, sus hijas, que llevan la carga del exilio materno y del propio cuando salen de Chile. Carmen y Edelmira, dos chilenas provincianas cuyas historias entran en el campo de lo común y excepcional a la vez.

La voz de Beatriz5 La palabra exilio… Mis padres nunca se reconocieron como exiliados propiamente tal, y nunca utilizaron la palabra “exilio”, porque ellos eran, y se sentían, refugiados. Era un “algo” para un tiempo, un refugio que los iba a mantener seguros, para después volver a la normalidad… jamás exiliados, porque eso sería permanente. Extraños en tierra ajena… A mí lo que más me marcó fue eso de no ser como todos, ese algo de no ser como las demás personas. Los demás niñas y niños de mi alrededor, que tenían padre y madre que habían venido también, a partir de sus 5. Adaptación. Entrevista realizada en Valparaíso el 16 de Agosto de 2016.

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abuelos o bisabuelos, de alguna parte eran, o bien yo lo sentía así, plenamente chilenos. Yo nunca terminaba de encajar en ese esquema, ya que siempre estaba el referente de España, y yo sentía un rechazo hacia España, que para mí era el horror, el pensar que alguna vez tuviera que volver a España. Pero cuando vivo mi propio exilio, siento que me exilio y no me refugio, a pesar de que yo tenía siempre presente que a la primera posibilidad de volver volvería. Desde ese momento yo tomé, de alguna manera, consciencia de que el exilio de mi padre y de mi madre fueron de alguna forma distintos, su forma de asumir el exilio, y que yo quería ser como mi madre y no como mi padre. Yo no quería un exilio culposo, como el de mi papá, que siempre se sintió culposo de no haberse muerto, de no haber triunfado, de no haberse quedado hasta la última posibilidad de resistencia en Madrid. Quería enfrentarlo como lo había hecho mi Mamá. Y yo lo decidí igual en España, como una imagen muy clara en mi vida, el convencimiento de que yo me iba a integrar a España, no obstante me volviera después. A los pocos meses de estar en España, viviendo en un departamento horroroso… me compré una planta… Y decidí, que hasta que me toque volver, yo voy a hacer vida española. Mi papá, hasta el año 1978, en que él se fue de acá, era un español en Chile. Y cuando se volvieron a España, mi papá sintió que nunca volvió a España, porque no encontró la España a la que el pretendía volver. Así, él se había perdido la posibilidad de que Chile fuera su país, y llegaba a un país que no era el que él esperaba […] Eso yo no lo quería para mí, ni para mis hijos. Yo creo que en ese sentido, y lo pude ver no solo en mi madre, que las mujeres somos mucho más resistentes que los hombres. Así, cuando a mi mamá le tocó volverse –porque Chile ya no daba para más, y ellos pensaban: ahora que en España hay democracia, me voy a vivir allá, no voy a vivir la dictadura chilena, no habiendo vivido la mía– se volvió a España y volvió a ser española, con un tremendo aprovechamiento de su vida chilena. En España volvió a ser feminista y aprovechó todos los movimientos que en ese momento estaban como levadura, surgiendo, con esta apertura española, con ese destape español, ella se insertó, con mucha comodidad. Sin embargo, se mantuvo con muchas amistades chilenas que estaban allá, y de hecho formó parte de grupos de chilenas que estaban en Madrid.

La España que Elena dejó… Mi madre tiene una historia dentro de esa guerra de España, que es un poco atípica, pensando en los exilios tradicionales. Mi mamá trabajaba en el Museo del Prado, en el momento de la República cuando estalla la 327

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guerra en el año 1936. Ella había estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Dentro del museo del Prado, ella formó parte de ese grupo de gente que catalogó y embaló todo el tesoro artístico español para protegerlo de la guerra y se lo llevó a Ginebra, a la Sociedad de Naciones. Hay una película que se llama “Las Cajas Españolas” (2004) en la que sale mi mamá, en que se relata todo ese proceso, que ocurrió no sólo con el Prado. Mi mamá estaba en Ginebra y vivía en la casa del embajador mexicano ante la Sociedad de Naciones, quien le ayudó a ella a localizar a sus padres que habían quedado en España y pasado la frontera a Francia. A través de la Cruz Roja consiguió ubicar a mis abuelos, que estaban en campos de concentración distintos en Argelés, Francia. Y en ese momento se produce el tema del Winnipeg, el señor Neruda que organiza este embarque, y que mi mamá se entera porque la Cruz Roja se lo dice. Ella se inscribe y también a mis abuelos, para viajar en ese barco, los aceptan y así llegan ellos a Chile. En el exilio de mi mamá no hubo el trauma del paso de los Pirineos, con la nieve, no hubo esa vivencia trágica de la derrota. Que si la tuvo mi papá, quien tuvo que pasar como militar de la República derrotado. Él contaba muy poco, pero de lo poco que contaba, decía que al llegar a la frontera lo primero que le piden los guardias es que entreguen las armas, mi papá dice que no. Entonces vuelven a España, dejan las armas y luego pasan por la frontera, pero no le entrega las armas a los senegaleses. Esa simbolización de la derrota, digamos, mi mamá no la tuvo. Entonces, tenía también otra postura. …Ya que como republicana y como comunista era, también absolutamente derrotada, pero no había vivido en carne propia esa sensación trágica, dolorosa, humillante de la derrota. A ver, es cierto que también mi mama viene de una familia distinta a la de mi papá. Mi papá es de una familia de ocho hermanos, y fue el único que estudió, curiosamente, no sé cómo, bellas artes… En cambio mi mamá venía de una familia de intelectuales, de una familia donde las mujeres contaban.  Mi abuela y sus hermanas eran unas señoras que se ponían en traje de baño e iban a remar al Retiro, en esas épocas. De hecho ya era distinto el que ella fuera a la universidad, ya que eran muy pocas las mujeres que iban en esa época. Creo que por eso fue tan importante para ella volver a España en el año 1978 y encontrarse con este surgir o resurgir, en el fondo, de esta postura feminista, que en realidad había tenido siempre, fue fundamental recuperar ese legado de la República, en ese ambiente del destape, tan parecido a su ambiente original de la República.

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Beatriz, entre ser española en casa y chilena en el colegio… Cuando te digo que yo resentía el ser distinta porque mis padres eran españoles, tenía varias razones. Estaba el hecho de que eran españoles, que no habían nacido en Chile; que yo no tenía una familia... La familia eran los amigos… Pero también me hacía distinta, pues mis padres eran comunistas. Comunistas durante el gobierno de Alessandri, de Frei, donde ser comunista no era cualquier cosa. Entonces eso también era ser distinto, y después estaba que yo también era distinta, porque mi mamá no estaba en la casa, mi mamá era la única mamá de todo mi curso que trabajaba, que tenía una carrera universitaria y que ejercía. Yo decía: “esto es lo que yo quiero hacer”. Mi mamá, cuando recién llegó, tuvo sus primeros trabajos gracias a contactos que le proporcionó el Partido Comunista, y trabajó de secretaria. Mi mamá hablaba bastante bien francés; entonces, supongo que la colocaron en alguna empresa francesa.  A mí me pusieron en el colegio alemán, porque en Valparaíso no había colegio francés; nunca obtuve una respuesta que me dejara muy conforme, pero la respuesta que ellos me daban: “lo que nosotros queríamos por encima de cualquier cosa era un colegio “mixto” y en Valparaíso solamente habían dos, que eran el colegio alemán y la escuela italiana. Y entre fascismo italiano y nazismo alemán pero con un idioma que sirve para algo: “Nazismo Alemán”. Entonces esa fue la razón. Claro que era el absurdo total. Mi mamá, después de sus primeros trabajos, se movía un poco entre su posición como militante comunista e hija de mi abuelo. Mi abuelo fue radical y masón, renunció a la nacionalidad española y se nacionalizó chileno. Mi abuelo se incorporó absoluta y totalmente a la vida chilena...Y a través de estos contactos, conoció a Alberto Romero, que era un escritor chileno, que fue siempre muy solidario con el exilio español. Su hermana que era la directora de una revista de ese entonces, “Ecran”. Doña María Romero, metió a mi mamá en Zigzag como periodista, y después le ofrecieron la dirección de la revista “Eva”, que era una revista para mujeres, y ahí es donde mi mamá realmente se vuelca a su trabajo con todo, a esa vivencia que traía de España, promoviendo la posibilidad de posicionar a las mujeres en la sociedad, en que las mujeres no tenían mucha presencia. Ahí mi mamá logra ser feliz. Es en ese momento en donde ellos deciden irse a Valparaíso. Santiago no les gustaba para criar hijos, y yo nací en Valparaíso. Mi mamá opta por otro periodismo, empieza a hacer periodismo radial, en algunas radios de Valparaíso y Viña… y me acuerdo que decía que eso le permitía trabajar en la casa. Ella sacrificó una carrera que podría haber sido mucho más exitosa en los términos profesionales, por la familia, y yo creo que ese sacrificio era harto más aspiración de mi papá que de ella. 329

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Las vueltas de la vida… Cuando llegué a España, primero llegué a la familia de mi padre, una familia muy tradicional, que habían vivido profitando del franquismo. El ambiente de la familia de mi padre a mí me resultaba bastante agobiante. Afortunadamente, también estaba la familia de mi madre, que era como una especie de oasis, de gente con la que se podía hablar de cualquier cosa. Después hubo una cercanía con amigos, que coincidía en que eran hijos de unos españoles que habían estado en Chile. Entonces a mí me empieza a pasar lo mismo que a mi mamá. Tengo una gran facilidad para ambientarme, pero para mi marido, que era mucho mayor que yo, tenía 17 años más, no fue fácil. Entonces yo, que sabía alemán porque me habían mandado al colegio fascista ese y había aprendido muy bien alemán y bastante bien inglés, entre a trabajar de secretaria, y todo lo que había significado mi carrera de historiadora, quedó entre paréntesis… me dije, soy joven, ya la retomaré. Porque había que parar la olla también. A través de contactos, Gilberto, entra a trabajar como funcionario público en la Transmediterránea, una empresa estatal. Ya habían pasado 7 u 8 años, habíamos tenido 2 hijos más de la que traíamos de Chile. Nunca perdí los vínculos académicos en los 14 años que viví en España. A través de investigaciones periféricas, nosotras fuimos acogidas por el instituto de la mujer, como una agrupación Chilena en España, que nos financiaba proyectos, nos daba una sede para funcionar. El retorno al país que no era y sí era el suyo… Y en algún minuto, cuando ya se visibiliza la posibilidad de volver, cuando están haciendo el referéndum en Chile, a Gilberto, mi marido, le detectan cáncer. El murió en septiembre de 1988, yo en diciembre vine a Chile… Sentía que ya no quería más esa vida, yo tenía la esperanza de recuperar los vínculos académicos aquí en Chile y aproveché los contactos políticos dentro del PSOE y les dije mira, me vuelvo, necesito apoyo. Y me dijeron que se estaba abriendo la oficina de la Cooperación en Santiago y salió un puesto como funcionaria. Dejé de sentirme culpable, ya no me volvía a la aventura, no traía a los niños a la aventura. Y ahí me quedé hasta que jubilé el año pasado (2015), para mí eso fue providencial… pero me hubiera vuelto igual. No es fácil entenderlo para la gente que no ha vivido el exilio. Es difícil entender que uno pueda dejar esa seguridad, esa comodidad… por una luz. Pero yo estaba dispuesta a hacerlo. Cuando estaba en España, sentía… nada concreto, pero había una sensación de extrañar unos sonidos, y echar de menos esos sonidos me provocaba una profunda tristeza, los sonidos del puerto, no del mar, sino del puerto. Era una profunda tristeza, una melancolía.

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Lo que si me provocaba, como decía Mafalda, esa basurita en el ojo, era el año nuevo nevando… para mí el año nuevo era en la calle, en Valparaíso, con la gente, cálido. Y, volví. Hoy vivo en Valparaíso.

La voz de Irene6 La voz de Irene, invención a dos voces Difícil tarea es la de narrar mi experiencia de exilio y la de mi madre, y sobre todo hacerlo por mi madre. Quizás porque estas historias juntas son un relato único e ineludible, reverberante, de mi exilio. Sobre todo ahora que son mías, y ambas son parte de mi propio exilio. Quizás también porque ellas fueron tantas veces contadas, tantas veces revividas, soñadas, representadas e interiorizadas hasta la médula, que finalmente se han hecho una sola, convirtiéndose en “experiencia”, “krisis”, en el sentido escrito en sus postrimerías por el existencialista Husserl, o quizás más exactamente “carne” y “cuerpo”, en el más puro concepto Merleaupontiano. Así, estos relatos…ambos, que para mí son marcados por una especie de carácter trascendental, de destino fatídico, dan un rumbo inagotable a mi existencia, que inevitablemente me obliga, al reconstruir mi historia, a partir de otra historia anterior, la historia de mi madre. Una doble historia, plena en subjetividad esencial de exilio, que me invadió por siempre, y que ahora lo hace transformada en sombra de mi propia historia, haciendo que ésta necesariamente comience con una generación de adelanto, con la de mi madre, Maruja. Compromiso y amor Maruja era muy joven cuando llegó a Madrid y cuando comenzó la guerra. La verdad nunca contó mucho acerca de cómo o por qué llegó a enrolarse a trabajar en la retaguardia de las milicias republicanas, en una fábrica de bombas, que por cierto dirigía mi padre, ingeniero químico; o quizás no lo recuerdo, porque esta historia fue opacada por una de sus otras historias, las que quizás solo eran explicables en el contexto del fragor de la guerra y su delirante realidad, como la de celebrar un matrimonio y casarse al quinto día de conocerse, en ceremonia oficiada por el general Lister, comandante del famoso quinto regimiento. Ella lo explicaba como un arrebato de amor, que por cierto duraría toda la vida. Desde su llegada a Madrid, proveniente de Oviedo, se involucró rápidamente en la política española, aunque siempre confesó que todo fue más por corazón que por ideología, más por pasión que por razón, más por empuje y convicción que por conocimiento y reflexión. Así, su auto6. Adaptación. Entrevista realizada en Santiago, el 20 de julio de 2016.

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definición preferida, cuando le preguntaban sobre lo que había hecho o sido, era la de identificarse como “roja”, ella afirmaba ¿Yo? soy roja y antifascista, jamás daba adscripción partidista, aunque defendía a ultranza al partido comunista. Situación que hace sorprendente entender el hecho de que Maruja llegó a participar incluso en actividades de alta estrategia política militar, y nada menos que del partido comunista soviético. Ella actuó como secretaria de uno de los grandes personajes políticos rusos, enviados semi-clandestinamente a España, Antonov Ovseenko, quien durante el levantamiento ruso fue muy cercano a Trostky y dirigió el famoso asalto al Palacio de Invierno en Rusia. Durante la guerra civil española, este personaje fue Cónsul General de la URSS en Barcelona. Retirada y exilio… Maruja, al igual que gran parte de los republicanos movilizados en la guerra, tuvo que ir replegándose a medida del avance franquista, terminando en Barcelona, último bastión republicano. Dejó a toda su familia en Madrid, pensando que era por poco tiempo, que volvería pronto; pero en realidad nunca volvió a ver a sus padres...y solo muchos años después, a causa de su segundo exilio en Francia, por el golpe de Pinochet en Chile, pudo reencontrarse con sus hermanos. Creo ese fue siempre su mayor dolor, era el episodio de la guerra y del exilio que ella contaba con mayor angustia… El hecho de no haber visto nunca más a su madre y, según ella contaba, solo poder ver el fantasma de su padre, una noche oscura en un pueblito costero cerca de Barcelona, justamente el día y la hora en que este murió, inesperadamente. Fue en Barcelona donde nació su primera hija, casi en el pasillo de un hospital, que estaba siendo bombardeado, justo al momento y lugar de su alumbramiento. Siempre decía que felizmente y por suerte logró mirar a su hija inmediatamente, ya que en el caos del bombardeo le cambiaron a la guagua por un robusto niño barón, pero pudo darse cuenta de este error. Cuando las tropas de Franco entraron en Barcelona se produjo uno de los grandes éxodos de la república. Miles de personas huyeron a Francia. Maruja contaba que supuestamente las esperaría un pariente de su esposo en la frontera francesa, cosa que por la debacle no ocurrió. Maruja partió en un auto, con 18 años y su hija en brazos, con su suegra, su cuñada y otra guagua, su sobrina, casi dos meses mayor que la suya... A poco andar, la multitud se hizo incontrolable, tanto, que el auto y las pocas pertenencias que llevaban tuvieron que abandonarlas, para seguir caminando. La cuñada entró en crisis, quedando casi inconsciente, siendo socorrida y llevada por la Cruz Roja, a un hospital de campaña. Sin pensarlo, Maruja tomó la otra niña en brazos. Siguió entonces, caminando, con un bebé en

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cada brazo y con su suegra agarrándose de su falda, y sin saber que pasaría en Francia. Entraron a la frontera francesa no por un paso controlado ni a unas oficinas de inmigración, sino por debajo de una alambrada, y lo primero que recibió de Francia fue un culatazo en la espalda, propinado por uno de los guardias senegaleses que el gobierno francés había puesto para resguardo fronterizo. En la frontera francesa las mujeres, viejos y niños fueron embarcados en trenes de carga, y enviados a distintos destinos de Francia, y a algunas, las con suerte, llevadas a campos cercanos. Las transterradas Maruja, suegra y ambas niñas llegaron a uno de los campos femeninos de destino; y con suerte, porque sería relativamente cerca de donde también llevaron a su marido. En Argelés, a las mujeres las confinaron en “refugios” y a los hombres los llevaron a una playa, sin techo, ni agua, ni comida... ni nada. El único destino posible de estas mujeres en los campos era encontrar a sus maridos o familias para que las sacaran de la reclusión... Es por esto que muchas mujeres se casaron con hombres voluntarios que las solicitaban desde fuera. Luego de un tiempo, mi padre pudo sacar del campo a su mujer e hija y a sus propios padres. Su hermana y sobrina habían salido y estaban esperando ser embarcadas en el Winnipeg para venir a Chile. Mis padres partieron a París, en un viaje clandestino, escapándose de la fábrica francesa en que trabajaba mi padre, y que ya estaba en manos de la Gestapo alemana. Planeaban abordar el siguiente barco que habría en la expedición organizada por Neruda, pero cuando estaban ya en París y con todos los papeles listos para partir a Chile, comenzó la invasión alemana a Francia, se cerraron todos los puertos franceses y, el barco ya no partió. Maruja y familia, entonces, se quedaron diez años más en Francia, toda la guerra mundial y parte de su posguerra. En el zodiaco, mi madre era Leo y así la viví yo siempre, era una leona, protectora de sus crías o de quien adoptaba como cría. Para una luchadora como ella, nunca hubo otro camino que el de la resistencia, y así se integró a colaborar con el llamado maquís francés. También en esas épocas, en un pueblito de los pirineos franceses, se fue convirtiendo en campesina, cultivó su pedacito de tierra y ordeñó su vaca, jamás se doblegó a los alemanes y siempre siguió “roja” y decididamente antifascista. Luego de diez largos años y sin poder regresar a España, decidieron venir a Chile, donde ya estaba parte de la familia de mi padre, y donde pensaban encontrarían la libertad tan anhelada. Yo nací después, aquí en Chile, y formo parte del otro cuento de Maruja, el cuento más calmo y reflexivo, pero también trabajado y luchado hasta el cansancio, y que nuevamente fue interrumpido por otra dicta-

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dura, el que cerrando por lo demás un gran ciclo, nos llevó a mirar desde otras playas, esta vez añorando Chile desde Francia… país de dos exilios, donde finalmente descansan sus restos, en un pequeño cementerio del pueblito de Gif Sur Ivette, en las afueras de París y en la Francia que tanto amó, a pesar de todo, y que tanto le debe a Maruja. Crecer en un hogar de exilio En mis recuerdos de infancia, entonces, siento aún enredados los conflictos que me producían la nostalgia de mi madre y mi propia desazón, quizás producida por ese tratar, a toda costa, de ser solo chilena, sin dilemas, totalmente diferenciada de mis padres, única distinta en la familia, y por tanto, haciendo otra historia. Con toda la tradición del exilio de mis padres, con sus derrotas y sus glorias cargadas a mis espaldas, yo nací, crecí y viví en este Chile que se hizo internacionalmente conocido por el corto tiempo del gobierno de la Unidad Popular. En esa época, todas y todos éramos políticos y nos confrontábamos a un complejo y contradictorio proceso de transformaciones sociales que, no imaginábamos, iba a terminar en un golpe militar casi tan prolongado y cruento como el español. Peor chilena que exiliada En la salida al exilio, yo, como mi madre cruzando los Pirineos, iba con mi pequeña hija en brazos, y también salía sola, dejando a mi familia atrás. Creo desde que subí al avión que me llevaría a mi primer destino de destierro, La Paz, me prometí a mí misma que yo iba a volver, cosa que me tomó varios años, pero que quizás, cuando ya lo estaba olvidando, logré hacerlo. El primer tiempo en Bolivia fue para mí casi una primera prueba de fuego, pues a los tres o cuatro meses de la reunión familiar, mi marido, por razones políticas y de probabilidades de mejor subsistencia, debió viajar a Argentina, quedándome nuevamente sola con mi niña. Bolivia no era un país de exilio para los chilenos, no habían otros como yo, y quizás mi mayor diferencia y efecto social era la de ser precisamente chilena, no exiliada. En esos meses de soledad trabajé en la Universidad Católica Boliviana, estaba decidida a integrarme y competir en ese medio académico y creo fue una de mis primeras validaciones profesionales y de vida. Era un desafío difícil, la única mujer entre varios hombres, casi todos extranjeros. Asumiendo el destino Sola en La Paz, descubrí que vivía allí pero estando en otra parte, un poco aún en Chile, otro poco en Francia, donde se había ido mi familia, y también en Argentina, donde estaba mi marido, donde se suponía nos

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íbamos a instalar cuando obtuviera la anhelada beca. Y entonces, a pesar de éste estado de tránsito, decidí hacer mi lugar a mi pinta. Saqué todos los muebles y objetos que no eran míos y no tenían ninguna relación estética conmigo, todo era parte de un departamento que nos había dejado mi suegra, y entonces eso fue un gran conflicto familiar… pero también un gran alivio. Así partí de nuevo, con un par de colchones, algunos cojines que me hice y varias plantas. Luego de ese duro primer tiempo, y con el proyecto Argentina fracasado por otro golpe de Estado, logré asentarme en Bolivia, trabajar bien, tener queridas amistades, integrarme a una familia política que casi hice propia y vivir solo con algunas crisis temporales de nostalgia. Me faltó siempre la cordillera, el mar y sobre todo el otoño, sus dorados y rojizos colores, el olor al rocío sobre las hojas secas caídas, y cada año que pasaba, también la primavera. De nuevo en familia y en París Mi segundo periplo de exilio fue Francia, la bella París, la “blonde”, como dice la vieja canción francesa. Allí había ido mi familia y había una gran cantidad de chilenos escapados de la dictadura, era el lugar de vivir la identidad del exilio “a concho” y acompañada, y nuevamente ser parte de un proyecto común. Viví en las afueras de París, cerca de mi familia y nuevamente con la ayuda de mi madre. Fue una época donde, curiosamente, nuestro exilio había cambiado, aunque por supuesto permaneciendo, vivíamos todos con su vivencia, pero ya no de España, estábamos todos, mis padres incluidos, inmersos en el submundo de latinoamérica y de la chilenidad. Celebrábamos más el 18 de septiembre que el 14 de julio, comíamos cazuelas y carbonadas y hasta hacíamos empanadas, cosa que por supuesto nunca mi madre hizo cuando vivíamos en Chile. En lo individual, sin embargo, mi mundo claramente giró en otra órbita, la de mi propio designio y de la academia, la de la construcción de un proyecto personal diferenciado, y autocentrado. Y diría que un proyecto que necesitaba salir de esa condición de chilenidad en los márgenes e integrarse a lo francés. Viviendo Paris e, incluso, Madrid Así, me dediqué a estudiar y lograr mi doctorado, me introduje también a mundos que, si bien siempre me habían interesado, nunca me había sido posible abordarlos. El mundo del feminismo y del nuevo pensamiento francés en el arte y la cultura me fascinaron, me enamoré del cine, me introduje en discursos de la diferencia, también nuevas lecturas del psicoanálisis y varios otros. Fui tesista de uno de los clínicos y psicoanalistas más connotados de Francia, trabajé con él en el famoso Hospital de la

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Salpetiére (mismo en el que el joven Freud fue a estudiar con Charcot); y, diría, tuve éxito como cualquiera de allí, incluso mejor, ya que eran muy pocos quienes accedían en aquella época a poder estudiar con Daniel Widlöcher. Sin embargo, siempre tuve claro, y sentí, que yo era “otra” distinta a ese mundo francés, del que logré ser parte, del que me apropié y que, debido a la historia de mis padres, siempre sentí que también me pertenecía, pero sabiendo que un día iba a partir. En esa época, en Francia, también me reconcilié con mi origen español, fue allí donde por fin entendí a mis padres, viajé varias veces con ellos a España y, curiosamente, siempre me sentí como en casa. Tanto así que decidí recuperar mi nacionalidad española. Mi exilio francés, podría decirse, fue de alguna manera intermitente, viajé entre medio por poco tiempo a Bolivia. Tiempo en el cual proseguí mi tesis y tuve a mi segundo hijo. Creo que a Francia le debo ser lo que soy, claro que todo teñido y entramado con mis otros lugares de exilio que también marcaron y determinaron mucho mi vida. De nuevo en el Sur del Sur Mi último lugar de exilio fue Buenos Aires, la ciudad del viento y del agua, como decía Borges. Mi vida en Buenos Aires quizás fue la mejor y la peor de mi recorrido por el exilio. Llegué allí con partes importantes de mi vida ya fracturadas, muchas de ellas casi escindidas de mí misma. Creo que el problema de mi ida a Buenos Aires era que nunca fue mi proyecto, tuvo que ver entonces con mis esfuerzos por mantener una idea de familia, armada, de proyecto común, pero de esfuerzo individual, al que tanto adherimos las mujeres. No obstante, ahora, cuando me preguntan sobre ella, yo siempre pienso en que es una ciudad de la transtierra, un palimpsesto multicolor de identidades, una ciudad camaleónica, disfrazada, travestida, de espalda a su conexión con el mar, con graves problemas de identidad y que por eso quizás fue una de las que más me acomodó y donde también logré asentarme y dejar gente de mis más queridas, con “saudades” que permanentemente me hacen, como dice el tango… “Volver”. Más cerca de Chile Sin embargo, en Buenos Aires muy pronto me integré a la comunidad exiliada chilena, y la de mí partido. Me integré nueva y activamente a la preocupación por Chile y la militancia en el núcleo John Lennon, y con el mismo entusiasmo de antaño. Emprendí la cruzada, que por supuesto resultó a medias, de que habláramos internamente el tema de las mujeres, tratando de analizar el machismo y patriarcalismo de nuestras dirigen-

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cias. Sin gran éxito y con muchos cuestionamientos pero, remeciendo al menos algunas posturas. Vine varias veces a Chile, voté y participé en la preparación del plebiscito, y eso me acercó y recordó mi auto compromiso de volver a Chile. Luego de siete años de Argentina, nuevamente sola y con mis dos hijos, regresé del exilio.

La voz de Carmen7 La circunstancia Salí al exilio a los 25 años de edad, con la ayuda del comité Pro Paz de la Vicaría de la Solidaridad, a fines de 1973; después de haber estado en prisión en el Estadio Regional de Concepción. Mi detención se debe a mi cargo de secretaria del Gerente General de la Empresa del Carbón, que fue la primera empresa nacionalizada por Allende; además, en ese tiempo era dirigenta social, había sido presidenta de mi junta de vecinos y participaba en un grupo folclórico. Luego de mi liberación, integrantes del comité Pro Paz le avisaron a uno de mis hermanos que tal día y a tal hora debía estar en un lugar preciso de Santiago –yo no recuerdo dónde es porque no era capitalina– para entrar a la Embajada de Francia. Llegué al lugar y se acercó una camioneta doble cabina, adentro venían dos curas y uno de ellos era José Aldunate. Desde la embajada, y en posesión de un salvoconducto, nos fuimos al aeropuerto y de ahí salimos en un avión primero a Buenos Aires y luego a Paris. Fue un viaje larguísimo… Mi llegada a Francia fue…, me cuesta expresar mi estado de ánimo, porque hay que vivirlo…, estábamos como perdidos... Pero ahí estaban esperándonos las organizaciones de solidaridad que ya se habían creado muy pronto, muy rápido; y que ya nos tenían distribuidos. A mí me tocó un lugar, un hogar que era de trabajadores y se ubicaba en el gran París, que en esa época era la cintura roja de lo que rodeaba París. Teníamos dudas, nos preguntábamos ¿dónde vamos a llegar?, pero eran hogares muy bonitos, y además, nos acogieron muy bien. Fuimos recibidos por el encargado cultural de la municipalidad que nos explicó que ahí podíamos estar, mientras tramitábamos nuestra documentación para poder estar en Francia y buscar trabajo. Bienvenida de dulce y asentamiento de agraz Estando en el exilio conocí personas con diferentes experiencias y de diferentes lugares; al final, uno en el exilio comienza a crear familia, tratas 7. Adaptación. Entrevista realizada en Santiago, el 26 de julio de 2016.

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de insertar raíces, que son necesarias, entre esa gente que estaba viviendo realidades iguales o parecidas a la nuestra; muchos solos, porque después se sumó la familia de los que eran casados; y los que eran solteros, trajeron a los padres, pero al principio éramos casi todos solos…, se creó una comunidad a raíz de la misma necesidad, porque teníamos algo en común: el idioma y era una forma de ir escapando de una cosa horrorosa. El desarraigo fue horrible, es como si te dieran vuelta los pies, porque todo es diferente, yo llegué a Francia, acá era el verano, allá el invierno… te cambia todo, lo cultural, el idioma. Intentas querer entender lo que te hablaban, ellos querían saber; nos preguntaban y querer contestar pero no poder…, eso era agotador. Pero también se dio otra situación con los hijos pequeños, porque en muchos casos, los hijos se convirtieron en los traductores y tuvieron que explicarle a los papás que esto y que esto otro, fueron los que transmitieron, ellos aprendieron el francés, porque tenían que ir al colegio y porque los niños, además, son más transparentes, son más espontáneos, no tienen miedo a equivocarse como lo puede tener un adulto. El desarraigo es tan difícil de demostrar, el desarraigo está adentro, una cuestión que es sicológica, que es mental; en las fechas importantes sufríamos terriblemente, y también cuando le pasaba algo a algún familiar; y vivíamos pensando que el otro año íbamos a estar allá: el 18’ próximo estoy allá, la próxima navidad, el próximo cumpleaños de mi mamá, pensábamos que a la próxima sí o sí, y la próxima se prolongó y se prolongó, para algunos para siempre, porque hay mucha gente que nunca volvió. Militancia activa Yo estuve 16 años en el exilio… durante estos años mi trabajo se abocó al mundo sindical, en la Central Única de Trabajadores (CUT); y como muchos de sus dirigentes salieron al exilio, prontamente crearon –en el año 74’– el Comité Exterior de la CUT en Francia. Yo trabajé ahí y terminé siendo la última Presidenta y al revés de muchos partidos políticos que se fraccionaron, los comités CUT en todo el mundo se mantuvieron unidos. A raíz de este trabajo sindical nos persiguieron mucho y entre esas acciones nos quitaron la nacionalidad a un grupo grande de dirigentes sindicales, ya que fuimos considerados traidores a la patria, yo ni siquiera tuve el pasaporte que la gente relata que nos permitía ir a cualquier parte del mundo salvo a Chile; yo no lo tuve porque me quitaron la nacionalidad, es decir, no existía, no soy chilena, no existo no más, pero tenía mis documentos de refugiada en Francia y me casé con un francés y en consecuencia me dieron el pasaporte francés. Entonces yo viajaba con mi pasaporte francés y como después era presidenta de la CUT se me permitía viajar a cualquier país, pero esto hizo

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que, además, mi exilio fuera larguísimo porque sin tener la nacionalidad no tenía objetivo venir a Chile, no estaba protegida por nadie. Así y todo yo estuve en Chile en varias ocasiones, como invitada a grandes eventos sindicales que se hicieron durante la Dictadura, pero fueron períodos cortos y como francesa; aunque igual corriendo peligro, incluso una vez que vine salió en el diario La Época de ese tiempo, “hoy llega al aeropuerto la presidenta de la CUT, con nombre y apellido”. Dentro de todas las cosas falsa que nos acusaron a los sindicalistas es que fuimos los instigadores del envenenamiento de la uva con cianuro. Pero más allá de esa acusación falsa, nosotros sí hicimos muchas campañas para boicotear la Dictadura, por ejemplo, una vez logramos que a Pinochet se le negará la entrada a Filipinas a raíz de denuncias que hicimos en la ONU, en Ginebra, con dirigentes sindicales filipinos. Quienes nos exiliamos en Francia, le debemos mucho al gobierno Francés por lo que hizo por nosotros, yo creo que fuimos el primer gran exilio masivo que Francia acogió, incluso se hicieron leyes a propósito de esto, lo que sirvió después para que llegaran argentinos y uruguayos. Se crearon Comités de apoyo y la mayoría encontramos trabajo en esos Comité de apoyo. Mujeres y mujeres... La mayor parte de los exiliados eran hombres, y las mujeres que salimos por nuestros propios méritos era porque estábamos involucradas, éramos dirigentes, pero fuimos un porcentaje menor, éramos como el 30%. Entonces, hubo una tendencia, creer que el exilio fue de hombres y que las mujeres que llegaron fue más por un reagrupamiento familiar; aun cuando la mayoría llega, efectivamente, por ese motivo y no estaban involucradas con algún movimiento social o político; sin embargo, poco a poco se tuvieron que meter en esto, porque éramos refugiados políticos, eso era innegable y por eso empezaron a colaborar poco a poco en las redes de solidaridad, o sea una mayoría, no podría decir que todas se involucraran. Hubo muchas mujeres que se comprometieron en otras luchas de mujeres que existían allá en Francia, con las mujeres árabes, con las mujeres turcas, porque Francia es un país que tiene mucha inmigración; claro que no se dedicaron mucho a la política en Chile; además, por la cultura chilena de que las mujeres son de la casa y se tienen que quedar a cuidar a los hijos y tenerle las cosas listas al marido; pero allá se dieron cuenta, en Francia, de que podían hacer cosas por sí mismas, y estaba una cosa así como obligatoria, porque no iban a estar allá con los brazos cruzados, algo había que hacer. Además, las mujeres se involucraron más porque tenían, como se dice, que preocuparse de los niños, del colegio, y porque hubo mucha organización cultural que se creó y en cada grupo que ha-

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bía exiliados, se desarrollaban grupos folclóricos, coros, grupos de teatro. Había mucha actividad, porque de algún modo había que botar toda esa pena, esa tristeza que había, por último conversar. En definitiva, la mayor parte de las mujeres, como el 60% diría yo, de las que llegaron a Francia, no tenían actividad fuera de la casa y el exilio les dio esa oportunidad, fue forzada, pero oportunidad al fin y al cabo, algunas la tomaron mejor que otras y yo creo que ahí también influyó o no la experiencia masculina: un hombre que la dejó o no la dejó; porque también hay que señalar que hubo muchas fracturas, muchos matrimonios que se desarmaron, algunos hombres siguieron con la idea machista de que la mujer tenía que estar en la casa y otros que apoyaron y que se dieron cuenta que tenían que darle esa oportunidad. Aunque no sé si fue un despertar…, es difícil llamar despertar, simplemente se está en una realidad diferente y algunas tomaron esa posibilidad y otras no pudieron u otras no quisieron. Personalmente, hubo una experiencia que me caló hondo, en una oportunidad, cuando yo trabajaba en la CUT, me mandaron a una actividad que estaba organizada por mujeres chilenas, yo llegué a ese lugar y fui con otra persona que era del partido comunista, entonces me preguntaron de dónde vienen y yo dije que era la representante de la CUT en el exilio y la otra de otro movimiento y nos dicen pero aquí nosotras somos mujeres apolíticas… yo no quise ir más. Y volver, volver, volver... Siempre tuve la esperanza de volver, por ejemplo, los primeros tres o cuatro años la gente no compraba nada y vivíamos con lo mínimo, con cosas que nos regalaban los propios franceses, porque había que cuidar la plata para volver, y porque debíamos estar ligeros para regresar en cuanto pudiéramos. Sin embargo, después de un tiempo, algunos tuvieron que empezar a adaptarse, porque los niños que iban al colegio no querían invitar a sus amigos a sus casas porque eran casas pobres. En este contexto, comenzaron a salir las listas de la gente que podía volver y también eso era desesperante, porque había algunos que querían volver y no podían porque no tenían cómo y los que querían y podían no estaban autorizados. “El desencanto del Chile lindo” Yo siempre tuve en mente que quería volver… Ahora yo no sé si eso fue correcto o no, porque nadie calcula esas cosas y muchas veces me he cuestionado si fue bueno traer a mis hijos acá, porque ellos nacieron en Francia, tienen la mitad de la vida francesa y el desarraigo fue peor para ellos que para nosotros. Nosotros llegamos allá huyendo del horror del terror, algunos habíamos estado en prisión, otros habían sido torturados,

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habíamos sido torturadas… pero allá nos acogieron, nos abrazaban, volvimos acá y los niños no tuvieron esa contención, muchas veces ni de sus propios familiares, ni menos de la sociedad. Para mí el retorno fue horrible… yo soñaba con volver a Chile y después cuando llevaba 15 días acá, deseaba partir de nuevo, tampoco quería deshacer las maletas esta vez.

La voz de Edelmira8 Mi peripecia Salgo al exilio por la falta de trabajo y los riesgos que corría en Chile después de haber pasado por una de las cárceles de la dictadura. Fui hecha prisionera el 19 de septiembre de 1973 en Valdivia, tuve una condena de 541 días de los cuales 6 estuve en Valdivia y 6 meses en Temuco, en la cárcel del Buen Pastor. En ese entonces yo me desempeñaba como asistente social y trabajaba en el hospital regional, en labores de asesoría regional en Servicio Social. Estábamos en reunión cuando se presentaron los militares, vinieron a revisar específicamente mi oficina, yo era dirigente gremial, por tanto tenía muy poca esperanza de ser ignorada… Mujer y violencia. La venganza del género En ese lugar me detienen junto a una compañera sueca del voluntariado de ese país … nos llevaron una manera sumamente violenta, un trato soez, agresivo, vejatorio para una mujer, un trato que se fue tornando cada vez más violento y vejatorio. Más tarde, analizábamos en nuestra celda con otras mujeres presas políticas de la época, la saña brutal de los militares chilenos contra las mujeres, en el fondo habíamos roto el esquema de las mujeres obedientes y silentes que no cumplían el rol asignado por el patriarcado y andábamos en la calle “como los hombres”… Éramos las únicas dos mujeres… nos subieron a un camión lleno de militares con metralletas apuntándonos, nos pasearon por Valdivia para que nos vieran con la intención de humillarnos. Luego me llevaron a interrogatorio en el servicio de inteligencia militar y empezaron las torturas, las amenazas de muerte, y ahí me digo ‘ya estamos en esta’, vamos a ver cuánto soportamos… y soportamos, el ser humano soporta mucho más de lo que creemos… se descubre una fuerza interior que acompaña toda la vida, yo llevo una fuerza interior aquí adentro que me acompaña toda la vida y la apapacho, la cultivo, la quiero, porque creo que eso nos salva de muchos peligros y también de muchas indignidades. Las sesiones 8.

Adaptación. Entrevista realizada en Concepción el 15 de julio de 2016.

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de torturas se alargaron hasta noviembre de 1973 y luego fui llevada a la cárcel, puesto que en un juicio frente a un “Consejo de Guerra” me pidieron 15 años por el cargo de terrorista, según ellos, yo tenía escondida armas, luego me lo bajan a tres y finalmente a un año y medio… tenía 33 años y con una compañera, la profesora Leda Santibáñez (Q.E.P.D.), asumimos el consuelo, la contención de las compañeras más jóvenes que llegaban… eran niñas, dirigentes estudiantiles de 15 años, que no podían entender la violencia brutal y desgarradora en su contra. Teníamos que conversar mucho, teníamos que comprender que las mujeres no podíamos sentirnos culpables si nos golpeaban o nos violaban, era responsabilidad de la violencia machista-patriarcal y brutal del sistema neoliberal que se empezaba a imponer en ese momento. Creo que fue una buena decisión porque tú no centras el tema en ti misma, lo centras en todo, en la comunidad vejada. Durante la UP nosotros estábamos bien, estábamos contentos, cuando viene este vendaval y nos deja sin país, peor, nos deja sin muchos amigos, nos deshace toda la vida de un plumazo. Cumplo mi condena, y salgo… Libre y con los brazos cruzados Una vez en libertad me puse a probar si yo, ex presa política de la dictadura, podía quedarme en Chile, y no, no pude quedarme… estaba completamente aislada, intente incorporarme y fui hablar con una amiga, ella me ofreció un empleo como cajera en su farmacia, pero empezó el acoso de los militares y por tanto comenzó mi preocupación ya que no podía arriesgar a mi amiga en ningún sentido. Entonces, tomo en serio la propuesta del colegio de asistentes sociales en Suecia, quienes me habían ofrecido un pasaje para allá, –mi amiga sueca fue la gran gestora de esta salida– y llegué a la casa de una amiga y luego vivo sola, le cancelo el arriendo al Estado sueco con la propia ayuda que el gobierno nos daba. Mi casa era chiquitita, desde el punto de vista de las necesidades, yo no necesitaba nada, porque los de Chile Comité sacaban las cosas que botaban los más pudientes y me amoblaron la casa, con eso yo tenía suficiente. En relación a la organización Chile Comité, ésta estaba formada por suecos, chilenos y latinoamericanos que quisieron sumarse, y se encargaban de recabar fondos y enviarlos a Chile, si bien no sé qué suerte tuvo ese dinero, porque más tarde nos enteramos que muchos de los fondos que enviamos pasaron primero por los partidos políticos y no siempre llegaron a su destino. Cuando se decide partir, viene un proceso muy duro en Chile y que haces sola, porque si te vas tu familia está angustiada por el hecho de que un miembro de la familia no va estar más y no se sabe hasta cuándo, todo el mundo decía que la dictadura iba a estar algunos meses y estuvo 17

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años… que es toda una vida. En el exilio te encuentras con otro mundo, distinto desde el punto de vista negativo y positivo; porque el punto quizás que más nos dolió a los exiliados en un principio fue el desarraigo total, un desarraigo sobre el cual no tienes ninguna preparación, un desarraigo que nunca había visibilizado en mi vida, un desarraigo cuyas consecuencia nunca comprenderemos, porque en Chile el tratamiento a los retornados fue de mucha indiferencia y falta de apoyos reales… Sumándole a ésta situación de desarraigo la profunda soledad que pasamos, porque nadie puede comprender esa situación de absoluto aislamiento, de una absoluta desconexión con lo que tu más amabas: con tu cultura, con tu idiosincrasia, con tu familia, con tus olores, con tus sabores. Pero mi discurso siempre fue: pero tú estás viva o sea tú no reclames nada: estás viva… y a partir de la vida se pueden hacer muchas cosas. En un caluroso país frío Suecia fue un país sumamente generoso y nos brindó un recibimiento más allá de lo que podía pensar… Estando en Suecia, nos adscribimos a Chile Comité, porque el mayor compromiso, estuviéramos donde estuviéramos, era Chile y la terrible situación que vivían tantos compatriotas. No iba a Suecia a pasarlo bien, porque no podíamos pasarlo bien, el trauma que habíamos vivido había sido muy grande. Mujeres y mujeres En el exilio pude ver que las mujeres fueron mucho más proactivas. Yo creo que como las mujeres no somos patriarcales y no nos creemos importantes, entonces nunca pensamos desde nuestro ombligo, como los hombres. Nosotras, que no estábamos tan enamoradas del poder, teníamos otra forma de hacer política, una forma democrática, benigna, una forma en donde todos y todas tenemos conocimientos y teníamos que sumarlos. Habían diferencias entre las mujeres, se veían las diferencias… yo era una mujer sola, que no tenía compromisos de tipo ‘familiar’, porque había decido dedicarme a esta revolución en la que creía profundamente. Las mujeres que salieron con los esposos, siguieron siendo esposas que consolaban y que agarraban a los compañeros de la mano y los ponían en los espacios que debían ponerlos. Las mujeres somos más corajudas para enfrentar este desarraigo, este cambio de olores, de comidas, de formas de movilizarnos. Pienso que desde el punto de vista del género las mujeres fuimos, en su momento, las que seguimos insistentemente y aprovechamos bien todos los espacios de apoyo. Teníamos claro que estábamos siendo las mujeres dignas que salimos. Éste, podríamos decir que fue el sector más consciente, las mujeres comprometidas, militantes, esas mujeres tuvieron reacciones extraordinarias. Por otro lado, las mujeres que lle-

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garon con sus esposos a Suecia, y eran dependientes de sus esposos, poco a poco se fueron dando cuenta que estaban viviendo un anacronismo. Muchas optaron por seguir siendo dependientes de sus esposos, pero muchas otras se dieron cuenta de que seguir con aquello era una estupidez, considerando las posibilidades que había en Suecia. Entonces ese fue un grupo de mujeres que estaba consciente de que el exilio, aparte del dolor, era una oportunidad. Muchas otras vivieron la situación de la separación y, en ese contexto, se dieron cuenta de que no podían lloriquear, no había familia donde ir y cobijarse, así que debían llorar rápidamente el dolor de su separación y rearmarse. Yo creo que las mujeres que antes le aceptaban todo al marido, tienen que agradecer haber estado ahí, porque la situación de las mujeres en Suecia y en general en toda Europa era buena, ellas ya tenían un lugar conquistado, en las organizaciones, en los sindicatos, en los partidos políticos… De candencia y feminismo… Después de cuatro años de permanecer en Suecia me casé y me fui con Juan a Venezuela. Allí todo fue distinto y más cercano: el idioma, la forma de ser, la gente, el clima exquisito: del suelo blanco de Suecia pasamos al calor de Venezuela, era una cosa bien impactante. Cuando llegamos, ese país ya había recibido mucho exilio chileno y habían buenos, pero también muy malos, recuerdos del exilio chileno... Estuvimos diez años allá y ahí nació nuestra hija. Aquí conocí mujeres feministas, lo que fue muy importante para mí; por ejemplo, haberme encontrado con Zoraida Vera me cambio bastante la vida, junto con trabajar con la hermana de Zoraida, doña Esperanza Vera, que era una dirigente nacional de la Pequeña y Mediana Industria, interesada en la prensa popular. Este período lo viví con los ojos muy abiertos, aprendiendo de estas mujeres bien extraordinarias, que te llevan necesariamente a la reflexión de preguntarte de nuestra situación y posición en la sociedad. Evidentemente en Chile aun no teníamos conciencia de eso, para nada teníamos conciencia de eso, no comprendíamos muchos fenómenos de la violencia que vivíamos. En relación a las organizaciones de izquierda, no me gustaba su accionar, era un trabajo de elaborar teoría acerca de cómo debían los chilenos salir de la situación en la que estaban, cuestión que yo encontraba una falta de respeto, porque sabíamos que en Chile había gente inteligente y debía liderar los procesos allá, lo que había que hacer era ofrecer apoyos de otro tipo. El regreso… Yo tenía mucha nostalgia de Chile…, siempre la tuve, siempre estaba mirando para acá, era una especie de enajenación. Yo había venido dos veces antes a Chile, pero en la visita del año 89’ me decido quedar. Insertarse

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acá fue terriblemente difícil… La gente no comprendía lo terrible del desarraigo, siempre pensaron que había sido un exilio dorado… Vivimos un proceso de profundo aislamiento, había desconfianza, había una envidia mal concebida, porque si hubieran visto lo que fue el exilio para muchos chilenos: hubo mucho suicidio, muchas enfermedades, mucho de cáncer, mucho de neurosis, nunca hubo estabilidad emocional. Tuve que darme cuenta que no conocía a mi pueblo, que no era el pueblo que yo conocí, era un tipo de gente muy desconfiada. Sin embargo, nunca pensamos en irnos del país porque es el país que más conocemos y es el país donde Mayarí tenía las posibilidades de crecer, estudiar, ser independiente.

Historias del exilio: relatos inconclusos Son tan intensos los relatos, tan vivos, con tanta fuerza contados, que siempre quedaremos en deuda al momento del cierre de esta polifonía de voces. Tanto quienes son las protagonistas y relatan sus historias, como quienes las escriben, se ven compelidas a volver al pasado, revivirlo para luego darle cuerpo y textura con nuestras plumas, a girones, hilvanando retazos de historias. Mujeres escribiendo sobre mujeres. Pinceladas que intentan rescatar a muchas otras mujeres olvidadas, tan valientes, activas y desafiantes como ellas, y que quedan sumergidas en recuerdos que solo acompañan a lo masculino, quedando sin historia y sin identidad. El tenor del escrito mezcla la esencia de nuestra intención, desafío y pasión por narrar un exilio vivido en cuerpo de mujer, en clave femenina, y este es el resultado, la síntesis de esa conversación iniciada por una profesora, una estudiante y la voz de una doblemente “beneficiada del exilio”.

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El exilio de la segunda generación Loreto Rebolledo Universidad de Chile

Introducción En un país con una historia reciente de violencia política, como es Chile, las disputas por la memoria son permanentes y la vigencia de ciertos temas cobra actualidad en el momento en que aparece nueva información sobre un hecho específico. Sin embargo, hay otros temas que han sido relegados al silencio y, dadas sus características, es difícil que puedan salir de allí, excepto por la voluntad expresa de alguien de sacarlos del aparente olvido en que se sitúan. El exilio, aunque afectó a varias generaciones de chilenos: los que tuvieron que salir de Chile obligados, expulsados, o asilados; los hijos de ellos, que se criaron en un país diferente al de sus padres, los abuelos —padres de los primeros—, que vieron crecer a su nietos/as a través de fotografías, grabaciones en cintas de casettes o dibujos; no ha logrado salir de la zona de silencio al que ha sido expulsado, aunque tampoco se puede hablar de olvido. Sin embargo, aunque el exilio ha sido un tema incómodo de abordar cuando se trata de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura, por el estigma con que cargaron los exiliados, tanto para la derecha como para algunos militantes de izquierda1, lo que da cuenta de la ambigüedad y polivalencia que genera su mención; en determinados momentos ha cobrado cierta vigencia y se han escuchado algunas voces que dan cuenta de lo que implicó esta experiencia. Uno de esos momentos fue 1. Hay frases hechas, algunas peyorativas, como “exilio dorado” y otras en que el lenguaje humorístico no logra esconder la incomodidad del tema, por ejemplo la “beca de Pinochet”. Por otra parte — cuando estaba ocurriendo— en la vertiente doliente y comprensiva se hablaba de los desterrados y expatriados y en la negativa: los “vende patria”, “los que arrancaron”, “los que abandonaron la lucha” y cuando regresaron a un sector de los retornados se los llamaba la “whiskizquierda” o el “red set”.

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cuando comenzaron a llegar los primeros retornados, y luego cuando regresaron del exilio algunas figuras conocidas de la política o del arte, a las que los medios de comunicación, de una u otra manera, les dieron la palabra a partir de entrevistas e incluso reportajes. Posteriormente, han sido escasas las ocasiones en que ha reaparecido el tema del exilio en los medios de comunicación o en los espacios públicos, una de esas fue el 2014, cuando el Museo de la Memoria organizó seminarios, debates y ciclos de cine; o bien cuando se ha organizado algún coloquio o seminario sobre el exilio en algún país específico, por ejemplo en Italia, dado el lugar preponderante que ocupó Roma como centro de discusión y articulación de la estrategia política que permitió la conformación del conglomerado de partidos políticos que encabezó la transición. En general, el silencio del exilio como tema se hace más profundo cuando se analiza específicamente a quienes se les ha negado la palabra: hombres y mujeres que no tenían cargos políticos importantes y, especialmente, los hijos de los exiliados, cuyo “exilio 2.0”, en el decir de una de ellos, comenzó cuando sus padres volvieron a Chile. La ambigüedad que rodea al exilio se hace evidente en los representantes de la segunda generación. La dificultad en nombrarlos y de autodefinirse da cuenta del “no lugar” que ocupan en la memoria ¿son hijos de exiliados o son exiliados ellos mismos? ¿Son retornados, si muchos de ellos nacieron y se criaron en otro país? Esta ambigüedad, además. se acrecienta ante la dilución de fronteras entre hijos y padres en la mirada de los “otros”, que tendían asimilarlos a sus progenitores cuando volvieron a Chile. En este artículo nos interesa dar cuenta del exilio de la segunda generación, la que ha logrado subvertir la omisión a la que se había relegado su experiencia de exilio, utilizando nuevos derroteros para salir del pozo de silencio al cual se les había condenado. A diferencia de la generación de los padres, donde el testimonio autobiográfico escrito en primera persona y en los primeros años de exilio ocupó un lugar central en el modo de dar cuenta de sus vivencias del desarraigo, los jóvenes han dejado pasar los años, decantando sus experiencias y plasmándolas en novelas, documentales y testimonios escritos puestos en circulación a partir del año 2000. Mientras el retorno de una u otra manera suturó una herida de los progenitores, en los hijos es un quiebre en sus biografías. Ello explica las memorias divididas del exilio entre padres e hijos, donde las decisiones y expectativas de donde vivir fueron tomadas por los primeros y los segundos debieron obedecer. El drama del exilio de los padres, con todas las pérdidas que conlleva una situación como esa, se convirtió en la realidad de muchos niños y adolescentes hijos de exiliados chilenos cuando sus padres decidieron retornar a Chile. Abordaremos el tema del exilio de los hijos buscando rescatar los elementos que permiten construir una memoria colectiva de su experiencia de vivir

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en otro país y luego volver a Chile, más allá de la dispersión y de la diversa manera de poner en circulación sus recuerdos. Consideramos que, al igual que en el exilio de la primera generación, que tuvo una sola causa —el golpe de estado y la represión —, pero que produjo varios “exilios”, ya que los modos de vivirlos fueron diversos dependiendo de distintas variables —partidos políticos de procedencia, edad y estado civil, forma de salida del país, país de llegada, años de retorno, entre otros —; la generación de los hijos también muestra diferencias en los modos en que se lo vivió, tanto respecto a sus padres como según la edad en que se salió de Chile y la edad en que se volvió, el aprendizaje o no del castellano, la mayor o menor politización, etc. No obstante, las memorias diversas, es posible construir una memoria colectiva sobre el exilio de los hijos de los exiliados chilenos, tal como ha podido hacerse a partir de las memorias sueltas de hombres y mujeres adultos que experimentaron esta situación. Entendemos que una generación da cuenta de las particularidades de un grupo etario que comparte experiencias históricas comunes que, de una u otra manera, configuran su manera de situarse en el mundo. En este sentido, aquellos nacidos en la misma época comparten una sensibilidad que los diferencia de la generación anterior y de la siguiente. Así, aunque los niños del exilio comparten con sus padres la experiencia del desarraigo, el modo en que ésta se inscribió en sus vidas es diferente.

El exilio de los hijos/as Podemos distinguir diversos momentos en los que se ha tocado el tema de los niños del exilio, donde además de temporalidades diversas —mientras se vivía en el exilio, al comienzo del retorno, luego de varios años de retorno — las voces y los énfasis en determinados temas van cambiando. En una primera etapa, entre los años 70 y comienzos de los 80, el tema de los niños/as hijos de exiliados, especialmente en lo referido a aspectos de su salud mental, fue una preocupación de los psicólogos y psiquiatras en algunos países de Europa donde residían grupos de chilenos, argentinos y uruguayos exiliados, quienes realizaron intervenciones y estudios respecto a los problemas de adaptación que enfrentaban en los países de acogida. Es el caso del COLAT (1979) en Bélgica, donde destacan los escritos de Jorge Barudy (1979). También se ocuparon de estos temas Claudio Bolzman (1990), CIMADE (1978), Ana Vázquez (1980) en Francia, Helia López (1991) en Inglaterra y P. Araya y otros (1981) en Holanda. Posteriormente, en la primera mitad de los 80, cuando comienza el retorno de los exiliados chilenos a partir de la publicación de las listas que levantaban la prohibición de ingreso al país, FASIC (Fundación de Ayuda

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Social de las Iglesias Cristianas) y PIDEE (Programa para la Infancia Dañada por el estados de Emergencia) diseñaron programas para apoyar a las familias retornadas, especialmente en lo referido a apoyo psicológico y educativo para los niños y adolescentes, ya que la dictadura seguía gobernando y por tanto no existían facilidades para la instalación de los retornados y sus hijos/as enfrentaban diferentes problemas de adaptación que se revertían en dificultades en el plano educativo. En esta etapa fueron psicólogos, educadores y trabajadoras sociales quienes se encargaron de dar cuenta de estos problemas y buscar cómo resolverlos, ellos /as son quienes escriben sobre esta experiencia: En ese tiempo de trabajo con profesores y niños pudimos comprobar que para éstos el camino de abrirse paso y ganarse un lugar en esta nueva forma de jugar y estudiar se acompaña de gran inseguridad y momentos de mucha soledad. Hay innumerables conocimientos, hábitos e informaciones necesarias en la nueva realidad que se desconocen y mucho de aquello que se sabe, no aparece necesario ni valorado en la nueva situación. Pudimos compartir sus nostalgias por lo que dejaron atrás y su gran preocupación por la realidad de sus padres. (Domínguez y Del Piano, 1987, p. 28) Los alumnos que asistían al PIDEE se quejaban del comportamiento discriminatorio y prejuiciado de sus compañeros y profesores “Algunos se sentían humillados cuando el profesor/a les decía “déjate de hablar como Cantinflas” o “hasta cuando te crees gaucho”? (López, 1995, p. 87). En 1984, FASIC inicia el Programa de apoyo Educativo y de Salud Mental a la Familia retornada”2, de manera casi paralela el PIDEE daba apoyos pedagógicos a niños retornados. Estos últimos continuaron la labor de FASIC hasta una parte de los 90, gracias a un convenio firmado con la Oficina Nacional de Retorno (ONR) en 1991. Sin embargo, más allá de estos apoyos puntuales, la gran mayoría de los hijos e hijas de los exiliados debieron enfrentar solos y soportar de manera individual las dificultades del retorno. Para los adultos, volver fue un proceso difícil, con desencuentros con el país y con la gente, lo cual no facilitó la adaptación de niños y jóvenes a un país que les era conocido por visitas esporádicas o a través de fotos y cartas de sus abuelos, y del cual los mayores tenían recuerdos donde se mezclaban el terror de los allanamientos y situaciones de represión enfrentados por sus padres antes de salir de Chile, con el recuerdo cálido de la familia extensa. La inexistencia del exilio como un tema de conversación pública, que 2. Este programa se realizó en dos fases. La primera se centró en las comunidades escolares del colegio Francisco de Miranda y Latinoamericano, y del trabajo realizado surgió el diapofilm Volver, que recogía las reflexiones y vivencias de varios niños que vivieron el exilio en diferentes países; en una segunda fase, se recorrió colegios y se realizó encuentros con grupos de educadores.

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afectó y dolió a los retornados cuando llegaron a Chile, en el caso de los hijos fue una herida que se conservó, agazapada en la memoria durante un tiempo largo. La posibilidad de hacer oír sus voces y salir de la sombra de sus padres, cuando ni siquiera la voz de los adultos encontraba un lugar para hacerse escuchar, era nula. La asimilación de hijos y padres dificultaba que los primeros fueran percibidos como seres diferentes de sus progenitores; así, para los otros, en los colegios, eran los exiliados o los retornados, dependiendo del lugar geográfico en que se inscribían. A modo de ejemplo, en el documental de Peter Chaskel Niños Chilenos, cuentan que los niños cubanos les decían que eran unos cobardes, porque habían arrancado, y que ellos no lo habrían hecho. En la llegada a Chile se vuelve a producir la misma situación. […] yo tuve reacciones de los dos bandos políticos, unos como a recriminarme. no sé… no podría explicar… porque yo había vivido una parte del exilio de oro, que no sabía nada de Chile y que me sentía mucho más que ellos, probándome... los de derecha, que yo era como hijo de comunista… entonces al final más eso de la inseguridad… entonces andaba siempre a la defensiva; dice un adolescente que regresó de Francia con sus padres. (en López, 1995, p. 86) Con el paso del tiempo, una vez finalizada la infancia y adolescencia y la llegada de la adultez, acompañada de una mayor reflexividad acrecentada por la distancia de la experiencia del vivir afuera y las decepciones de la llegada a Chile, la palabra propia de los hijos fue recuperándose, madurando y buscando diversas vías para hacerse escuchar. Ya no fueron los testimonios derivados de entrevistas donde otros —profesionales o investigadores — eran los que hacían las preguntas y ponían los temas, ahora eran ellos los protagonistas y voceros de sus experiencias de desarraigo, de la nostalgia por su país de crianza, de sus reflexiones sobre la política y sobre las opciones de vida y de militancia de sus padres. Para hacerse escuchar, utilizaron los medios que mejor podían dar cuenta de su experiencia sin esquivar toda la carga subjetiva de las emociones, sensaciones, rabias, alegrías y dolores que acompañaron su transitar por diversos países. Uno de los recursos más utilizados por los hijos/as ha sido el audiovisual, donde hacen oír las voces de su generación, hablada en primera persona en algunos casos, o a través de entrevistas en otros. Otro recurso utilizado es el testimonio escrito en primera persona y puesto en la página que el Museo de la Memoria abrió, con el propósito de documentar el exilio, a lo que se agregan los análisis sobre la experiencia del exilio de los hijos/as realizados por cientistas sociales e historiadoras de la misma generación, y que vivieron fuera del país3 o bien tienen un familiar cercano que vivió en el exilio. 3. Fanny Jedlicki (2002), María Elena Acuña (s.f ), Teresa Lavín y Margarita Hurtado (2013), entre

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Si bien el audiovisual ya había sido utilizado en los 80 para referirse al exilio, a partir de documentales autobiográficos4 de carácter testimonial realizados mayormente por mujeres exiliadas, en ellos los protagonistas son los adultos5 y los niños, cuando aparecen, lo hacen de manera marginal. Una excepción a ello es el documental Con los ojos de mi papá de Pedro Chaskel, hecho en La Habana en 1979, donde niños, hijos de exiliados chilenos, argentinos, uruguayos y bolivianos cuentan sus experiencias de tránsito por diversos países. Los niños chilenos dan cuenta del miedo que habían sentido en Chile para el golpe y en los meses anteriores a su salida, el que se activaba al escuchar truenos o al ver a los soldados cubanos en el aeropuerto. El 2003, Leonor González dirige Eterno Retorno, donde se entrevista a mujeres chilenas de dos generaciones que habían llegado exiliadas a Italia. En otra película en la que se da cuenta del exilio y el retorno en la voz de un adulto es en Desterria de Carmen Castillo (2008), quien profundiza en estos temas a partir del regreso de su hija y nieta a vivir en Chile. Recién a partir del año 2000 la generación de los hijos comienza a documentar su exilio, con producciones audiovisuales de Alejandra Carmona (2003)6, Germán Berger (2009)7, Macarena Aguiló (2010)8, Antonia Rossi (2010)9, Diego Zurita (2013)10, Camila Iturra y Lautaro Vargas y Kip Loades otras/as. 4. El documental autobiográfico, conocido también como autoetnografía es aquella producción audiovisual que narra en primera persona una situación de índole familiar o ligada a la esfera de lo íntimo y lo privado (Cfr. Johansson, 2014) 5. Marilú Maillet (1982) Diario inconcluso; Angelina Vázquez (1983) Fragmentos de un diario inconcluso. En 1989 Claudio Sapiaín dirige Eran unos que venían de Chile; Re-torno (1984), dirigida por Joaquín Eyzaguirre, da cuenta del regreso a Chile de Isabel Allende B. y el reeencuentro con su familia. David Benavente, en el marco de un taller hecho en Rotterdam, filma testimonios de chilenos; posteriormente, el 2007, Alison Larrea dirige el documental Memorias de un soñador; el 2009, Constance Latourte filma Khanimambo Mozambique sobre profesionales chilenos exiliados allí; en 2013 Daniela Bichi y Markus Toth hacen Vuelta y Vuelta, y el 2014 Daniel Wyss dirige La Barque N est pas pleine. 6. Alejandra Carmona, en su documental En algún lugar del Cielo, narrado en primera persona, da cuenta de su experiencia de exilio y de retorno, así como la búsqueda de las huellas de su padre asesinado. Usa fotos de infancia, recorre lugares en Alemania, muestra manifestaciones políticas en Chile, entrevista gente en la calle. Lo político en lo referente a Chile gravita siempre en las imágenes. Lo público y lo privado se superponen constantemente. 7. En el documental Mi Vida con Carlos (2009), Germán Berger si bien se centra en la búsqueda de su padre desaparecido y la lucha de su madre por encontrarlo, toca tangencialmente el tema de su exilio con su madre, lo que se evidencia en los lugares donde se filma. 8. El Edificio de los chilenos, de Macarena Aguiló, es un documental autobiográfico sobre su experiencia y las de otros niños chilenos con padres sociales en Cuba, donde los dejaron sus padres para poder volver a Chile clandestinos en el marco del Plan de Retorno del MIR. Toca además el tema de las relaciones padres-hijos y su voz es acompañada por la de otros/as que vivieron en el Edificio de los chilenos. 9. El eco de las canciones de Antonia Rossi (2010) es un documental autobiográfico donde indaga sobre su identidad y el lugar al que pertenece. En la película están muy presentes sus sueños y pesadillas como hija de exiliados en Roma donde se combinan imágenes reales con animaciones, mapas dibujados a mano y grabaciones a personeros de la dictadura, así como de manifestaciones. 10. Los descendientes (2013), dirigida por Diego Zurita, tiene como protagonistas a una pareja joven, hi-

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(2013)11 y en el 2014 Gabriel Osorio, de la tercera generación, a través de un corto animado, da su visión de la soledad del exilio inspirándose en la experiencia de su abuelo12. Si bien es entre el 2010 y 2014 cuando se concentra la producción audiovisual y testimonial de esta generación, ya en 2006 Judith Silva entrevistaba en forma audiovisual a los integrantes de Makiza, Ana Tijoux y Seo2, hijos de exiliados en Francia, a propósito del éxito de su canción “Los Hijos de la Rosa de los vientos”. Entre los documentales realizados por hijos de exiliados, hay cine documental de carácter autobiográfico que no por ello excluye las voces de otros integrantes de su generación con los que comparten vivencias. Por otra parte, hay cine documental generacional, que sin ser autobiográfico pone en circulación las voces de los hijos de los exiliados siendo, en algunos casos, los propios directores parte de esa experiencia. Los documentales autobiográficos, y donde las experiencias de exilio ocupan un lugar importante, son los de Alejandra Carmona, Macarena Aguiló y Antonia Rossi; siendo las tres hijas de militantes de izquierda, representan diferentes situaciones que marcaron sus biografías y que reflejan a lo que se vieron expuestas siendo niñas a partir del golpe de estado. Los padres de las dos primeras, militantes del MIR, estuvieron clandestinos, lo cual incide directamente en el exilio de sus hijas. La diferencia entre ambas es que mientras Alejandra sale al exilio con su madre y allí se entera del asesinato de su padre; Macarena centra su documental en su experiencia en Cuba, adonde fue dejada por su madre a cargo de “padres sociales” para poder ingresar clandestina a Chile. Por su parte, Antonia Rossi, hija de un dirigente del MAPU, vivió en Roma con sus padres y hermana.13 Los documentales dan cuenta de las experiencias personales de directoras que pertenecen a una generación que creció fuera de Chile y que produce sus obras cuando cuentan con alrededor de treinta a cuarenta años y son madres. En los tres documentales, la narración se hace en primera jos de exiliados chilenos en Londres que se quedaron viviendo allí y han sido invitados al cumpleaños de un sobrino en el que se hará un “ tea party”, a partir de ello revisan su experiencia como hijos de exiliados en Londres. 11. Hora chilena (2013) de Camila Iturra y Lautaro Vargas se concentra en la experiencia de chilenos de dos generaciones que llegaron exiliados a Cambrigde y que a 40 años del golpe siguen viviendo allá; Iturra y Vargas son parte de la generación de los hijos. 12. Gabriel Osorio (2014) en el corto de animación Historia de un oso narra a través de un teatro de marionetas la historia de la vida del oso que fue violentamente apartado de su familia, y que vive su exilio en soledad. Lo interesante de este corto que es dirigido por un nieto de exiliado, es que explícitamente reconoce haberse inspirado en la historia de su abuelo para la realización de la animación. 13. A propósito del documental de Antonia Rossi El eco de las canciones María José Bello plantea que ésta hace un relato innovador relato sobre la memoria, basado en retazos de sueños, imágenes, música, pensamientos y sensaciones, cuya narración evoca la forma en que se recuerda. Simultáneamente el cine se vuelve, además de un instrumento de memoria, un proceso de autoconocimiento, reflexión y reconstrucción identitaria. (Bello, 2011)

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persona, pero se incorporan las voces de otros integrantes de su generación, que vivieron experiencias similares, donde lo subjetivo ocupa un lugar importante en el relato, y aunque el tema político aparece a través de trozos de noticieros, marchas y movilizaciones, o retazos de entrevistas, no es el eje del guión, aunque es el trasfondo ineludible. Se pasa de los espacios privados e íntimos —la familia, el hogar — a otros públicos sin transición, lo que sin duda contribuye el género de las realizadoras, ya que para las mujeres lo público y privado no son espacios separados Además están presentes emociones y sensaciones que acompañaron los diversos momentos de su transitar en Chile y otros países. En los documentales no hay un relato lineal, se va y se viene entre países, entre tiempos y momentos que se segmentan en un vaivén constante que, a la vez, da cuenta de las rupturas y quiebres. Esta discontinuidad trasmite la sensación de desarraigo y el desgarro de la separación de seres queridos y del mundo propio que caracterizó la infancia de quienes dirigen y que se materializa en despedidas en aeropuertos, ya sea yendo o viniendo a Chile, “es dejar…”; dejar, dice Carmen Castillo en Desterria, “un ir y venir y recomenzar una y otra vez”, en palabras de Alejandra Carmona. Es especialmente significativo que tres de los documentales autobiográficos sean dirigidos por mujeres, en los que se aborda con mayor profundidad el tema del exilio a través del recorrido por lugares, países y conversaciones con otros que comparten la misma sensación de desarraigo, de vidas escindidas entre diversas culturas, en las que se pone en juego la identidad y la pertenencia, así como la relación con la política y la generación de los padres y los efectos que esto tuvo sobre sus vidas. Una aproximación, similar donde gravita el tema de la pertenencia a un lugar y a una historia y la reconstrucción familiar y personal, es la de Carlos Berger, en el que el montaje acentúa la sensación de discontinuidad espacial, así como el uso del travelling y otros recursos fílmicos que construyen un sentido de errancia y movilidad (Johansonn, 2014). Los tres temas omnipresentes en los documentales autobiográficos y en los generacionales, profundamente imbricados entre sí, son Chile, la política y la familia. Chile aparece en las imágenes a través de escenas del golpe, las manifestaciones o la represión y en aquellos que siguen viviendo fuera del país en la música, grupos de baile folklóricos y canciones. La política está presente a través de las imágenes de Chile, o referidas a Chile como es el caso del piquete de Londres, en los documentales hechos con gente que se quedó viviendo en Inglaterra; así como en el relato de experiencias propias, por ejemplo el haber sido parte de grupos de pioneros siendo niños (Carmona) o haber respondido a preguntas sobre el padre desaparecido (Berger). También la política aparece imbricada fuertemente con la familia, a partir de las decisiones de salida y regreso a Chile que han implicado dolorosas separaciones de padres o hermanos (Carmona, Aguiló).

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Otra de las vías de expresión de la generación de los hijos/as ha sido la escritura. El Museo de la Memoria abrió el 2014 la página web memorias de exilio, donde hombres y mujeres de diversas edades escriben sobre su experiencia de exilio a partir de preguntas orientadoras, respecto a cómo fue la salida, la instalación en el país de acogida, sus impresiones del país al regresar a Chile, qué le produce la palabra Chile; entre otras. Es sorprendente cómo una parte importante de los testimonios escritos corresponden a personas de la generación de los hijos, que salieron de Chile siendo muy pequeños o adolescentes. No todos ellos viven en Chile, hay algunos que se han quedado viviendo —después de un intento de vivir en Chile — en el país que los acogió y en el cual se criaron. Los que escriben sus memorias vivieron en diversos países de Europa, en América Latina y África, algunos pasaron su infancia en países socialistas y la mayoría de los testimonios son mujeres. Pese a que los testimonios se organizan a partir de preguntas, hay ciertos tópicos recurrentes en la forma de rememorar que no son tan evidentes en otros testimonios. Así aparece por ejemplo claramente el recuerdo de las situaciones vividas antes de la salida de Chile: los allanamientos, la clandestinidad de los padres, el que los escondieran en casa de abuelos a amigos, pero también la falta de explicaciones de los padres respecto a lo que estaba sucediendo y lo que vendría posteriormente. A diferencia del documental, donde la narración era más flexible y con la posibilidad de utilizar otros recursos además de la voz y la imagen (como dibujos, caricaturas, fotos, trozos de noticieros, etc.), los testimonios escritos son menos libres y se ajustan más al canon del testimonio oral. El relato, pese a las limitaciones de las preguntas, tiende a ceñirse más a un orden temporal, relatándose primero los acontecimientos más antiguos. Estos testimonios no presentan grandes diferencias en las formas respecto al exilio con los testimonios autobiográficos publicados por integrantes de la generación de los padres, sin embargo, en cuanto a contenidos, son claramente diferenciables y se asemejan a los de sus pares de generación al incorporar la dimensión subjetiva en su relato: los dolores, los desencuentros, las dudas sobre la pertenencia y la identidad, aparecen claramente reflejadas en los textos. Respecto de la música, así como la canción Vuelvo de Patricio Manns fue una especie de himno de los retornados adultos, ya que resumía los sentimientos que acompañaron el regreso a Chile, la canción de Makiza Los hijos de la Rosa de vientos, grabada en 1998, permitió abrir la conversación entre los hijos de exiliados (los “Ulises sin tierra prometida” como dice la canción) y reflejar su malestar y confusiones, también que fue parte de un proceso personal de sus autores “una forma una forma de exorcizar un poco y no hablar del tema: soy retornada, hija de exiliados” dice Ana Tijoux en el documental de Judith Silva. La canción sintetiza el sentimiento identitario de los jóvenes “Ciudadanos del planeta tierra, ser humano que no cree en las fronteras, mi lugar es tanto aquí como allá”.

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En la literatura hay novelas y cuentos que de una u otra manera abordan el exilio de los jóvenes, y que tienen resonancias biográficas de sus autores. Destacamos cuatro novelas que corresponden a diversos momentos y situaciones. La más antigua es Los Bigotes de Mustafá de Jaime Pinos (1993) que da cuenta del tema del exilio a través de Lina, amiga del protagonista retornada de Francia, que finalmente decide regresar a París, donde vivió en el exilio con sus padres, ya que pese a sus esfuerzos por integrarse no logra superar la nostalgia y la sensación de ajenidad. En la novela Bosque Quemado (2007), Roberto Brosdky, a partir del alzheimer del padre, aborda el tema del exilio en Venezuela, donde vivieron juntos, y revisa su relación con él, así como las rupturas y reencuentros familiares al regreso. Alia Trabucco es la autora más joven y nacida en Chile al retorno de sus padres, su novela La Resta (2015) tiene como protagonistas a una pareja de amigos, hijos de militantes políticos de izquierda, que debieron salir de Chile al exilio y en cuyas vidas actuales gravita el pasado militante de los padres, dificultando su propia construcción identitaria. La más autobiográfica de las cuatro novelas es Pasajeros en Tránsito, de Rossana Dresdner (2012) que narra las vivencias de una niña que vivió en Suecia y regresa a vivir a Chile y que muestra sus dificultades para definir quién es. En dos de estas novelas la política, y las reflexiones sobre ésta, son omnipresentes. En la de Pinos, a partir de los amigos que militan en Chile contra Pinochet y que discuten sobre la viabilidad del plebiscito; y en la de Trabucco, donde se evidencia la decepción de los jóvenes con el proceso de transición y se busca saldar cuentas con la madre y, a través de ella, con la generación de los padres cuyas opciones políticas implicaron incluir a sus hijos en situaciones de vida en las cuales no tuvieron poder de decisión y que les pesan hasta el presente, dificultando su proceso de individuación.

Las memorias de los hijos/as “Todo recuerdo necesita ser trasmitido de una persona a otra para que genere, por un lado, una memoria y, por otro lado, identidad. No solo hay trasmisión de recuerdos, también hay trasmisión de olvidos.”, (García, 2011, p. 2) y los exiliados y sus hijos, no escaparon a este mandato. En la trasmisión intergeneracional de la memoria, de los padres a sus hijos, se entiende que hay una generación que tiene el sentido del pasado y que lo trasmite, y que la otra lo recibe en un proceso más o menos simple, con más o menos dificultades (Acuña, s.f.). Sin embargo, esa trasmisión se dificulta cuando las dos generaciones han vivido en el exilio. Los exiliados chilenos buscaron trasmitir a sus hijos/as tres tópicos centrales —Chile, la familia, la política — que la generación de los hijos evoca

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en sus testimonios. Los dos primeros fueron siempre temas explícitamente abordados por los padres en la búsqueda de generar un vínculo con el país lejano en la perspectiva del regreso. Respecto de Chile, lo que se les trasmitió fue la belleza de los paisajes concentrados en la cordillera, la dulzura y abundancia de la fruta; en relación a la familia, se da cuenta de la familia extensa, del cariño de los abuelos alimentado a la distancia con regalitos, fotos y cartas, de los primos y tíos que quedaron en Chile. En relación a la política, si bien hay padres que no dan detalles del golpe y la represión que sufrieron forzando su salida de Chile, prefiriendo que sus hijos vivan su infancia; hay otros, residentes en países socialistas, que los hacen ir a escuelas de pioneros en donde son adoctrinados. En todos los casos, los niños/as participaban junto a sus padres en peñas de solidaridad, marchas y actividades de la colonia chilena marcadas por la actividad política, que eran además una manera de reforzar una identidad chilena en los niños/as. Para los hijos de chilenos cuyos padres tenían como único proyecto de futuro el regreso a Chile, éste fue siempre una referencia obligada que se inculcó cotidianamente a través de la música, la lengua, la cocina y las historias familiares a nivel del hogar, y en su vinculación con otros chilenos a partir de la formación de grupos folklóricos, donde a los niños se les enseñaba los bailes chilenos; o bien por su participación en las escuelas sabatinas —en los países que éstas existían— donde se les enseñaba historia de Chile y castellano. No obstante lo anterior, la imagen de Chile construida por los niños era confusa y se alimentaba tanto de lo trasmitido por los padres, lo que escuchaban en las noticias y por sus propias elucubraciones. Por parte de los padres les llegaba la belleza de los paisajes y las anécdotas cariñosas de la familia extensa, pero no siempre se explicitaba las razones de la salida de Chile, o las situaciones vividas por la persecución ó detención de los padres, buscando protegerlos de recuerdos amargos. Sin embargo, ese silencio paterno-materno fue llenado por algunos niños con fantasías de terror, exacerbadas por la información recibida a través de los noticiarios o de lo escuchado a hurtadillas en las reuniones políticas de los adultos, o a través de la escucha de Radio Moscú. Alejandra Rojas, en su testimonio publicado en la página del Museo de la Memoria, recuerda “a los siete años sabía que en mi país se torturaba, se hacía desaparecer gente, se ejecutaba a personas que luchaban por sus ideales”. La palabra Chile ha tenido siempre presencia en mi vida […] cuando chica significó una esperanza […] Chile representaba la estabilidad de poder proyectarse y hacer planes de vida. Porque afuera, uno siempre se instalaba a medias, porque ante cualquier iniciativa, idea o mera fantasía, uno pensaba “para qué?, si el otro año volvemos a Chile”. Y esa frase, se

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repitió en mi caso, doce años antes que se hiciera realidad” escribe (Valeria Matus, Francia). En los diversos momentos en que se hicieron las investigaciones y entrevistas —o en que se documenta la experiencia de los hijos de los exiliados—, los acentos en determinadas temáticas son recurrentes: los desencuentros con Chile y la sensación de desarraigo y de no saber quiénes son y de dónde. Los desencuentros con Chile en los niños y adolescentes entrevistados en los años 80 y 90, recogidos a partir de las intervenciones de educadores, psicólogos y trabajadoras sociales, se sustentan en la incompatibilidad entre lo narrado por sus padres y la realidad y en las dificultades de adaptarse al sistema educacional chileno, intensificado por la nostalgia por el país en que crecieron y la vida que dejaron atrás. Las primeras impresiones de la llegada a Chile son muy coincidentes entre los que testimonian, del país mítico nostalgiado y trasmitido por sus padres se llega al país real. “El Chile del relato no existía, era oscuro, plomizo y asustadizo”, escribe María José Cepeda, que venía de Ecuador. Chile era un país con miedo y ello lo perciben a su llegada niños y adolescentes que se habían criado en países con más libertad, sin toque de queda, donde se podía jugar tranquilamente en la calle. La desilusión pronto se apoderó de los adolescentes que volvieron del exilio: “no llegué al Chile que me contaron, llegué a otro mundo; o sea como si el avión no hubiera llegado a Chile y me habrían dejado en otro lugar,” dice un adolescente que volvió de Francia; otro, que volvió de Argentina, afirma: “Me habían dicho que todo era muy bonito, mis padres lo pintaban como un cielo, pero se equivocaron, yo lo encuentro el infierno (en López, 1995, p. 39). La llegada a Chile fue dura, ya sea cuando vinieron por primera vez o cuando intentaron retornar, por el choque cultural y por la sensación de haber perdido su mundo y amigos; y los documentales generacionales dan cuenta de ello. Una mujer relata que estuvo seis meses negándose a hablar en castellano; otro se queja de que les preguntaban cosas que nadie en Inglaterra les habría preguntado jamás, lo cual los hacía sentir a la gente como impertinente; además que “en Chile todos te juzgan inmediatamente”. En 1979, dos años después que su padre fuera asesinado, la madre de Alejandra Carmona decide regresar a Chile: para su madre, Santiago parecía una ciudad de sobrevivientes. Ella recuerda que, a sus 14 años, el país que encuentra no era el que conocía, lo que le hizo sentir amenazada, Chile era “un país gris, un país con miedo”, por lo cual se alegra de regresar a Alemania. Para los que venían de países desarrollados, el constatar la existencia de pobreza apareció como algo chocante y demasiado desconocido, pues eso no estaba en el relato de los padres y esto no contribuyó a una mejor aceptación del regreso.

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miraba la sala y me acordaba de una película de la Segunda Guerra Mundial. Antigua, piso de madera [,] Y las mesas todas rayadas, mobiliario viejo, las paredes de concreto, feo po’, feo, feo. Después de pasar de una sala de clases allá en Australia que teníamos computación y acá estábamos a años luz de eso, impensado. Pasar del colegio con la cancha de fútbol enorme, dos bibliotecas con todos los libros que quisierai llevar pa’ la casa... acá ni siquiera había una biblioteca. Era un colegio antiguo, entonces de ahí como que me empezó a caer la imagen de Chile”. (Alejandro Soto en Lavín y Hurtado, 2013, p. 100) La pobreza era, además, una amenaza bastante real en sus propios cotidianos, en la medida de que no siempre los padres encontraron trabajo en un primer momento, y la calidad de vida desmejoró respecto a la que tenían en el exilio. En los ojos de niños y adolescentes, Chile era un país gris y triste. Para quienes venían de países latinoamericanos o de Africa, si bien no les sorprendía la pobreza, sí repararon en la falta de alegría de la gente; aspectos que se acompañaban de una sensación de temor respecto a lo que podía pasarles a sus padres. Por las edades en que regresaron los niños, su mundo más cercano al llegar fue la escuela, por lo cual sus impresiones sobre Chile aparecen muy marcadas por sus experiencias con compañeros y profesores. La incomprensión y la intolerancia acompañaron en muchos casos la llegada a las escuelas y colegios. En Chile, donde la tendencia nacional a la homogeneidad tiende a rechazar lo diferente, “nosotros llegábamos con cortes de pelo raros, palabras y entonaciones extrañas, morenos y quemados por el sol, con vestimentas rojas y fucsias, era imposible no distinguirnos de los que deseaban homogeneidad” (María José Cepeda, vivió en Ecuador). El choque cultural comenzó con el uso obligatorio de uniforme y el autoritarismo de los profesores, a lo que se agregaron otros problemas, derivados de lo político, las dificultades en las clases de castellano, el desconocimiento de la historia y el clasismo y racismo chileno, especialmente aquel que se produjo en los colegios particulares de colonias (alemán, italiano, francés), donde los padres pusieron a sus hijos para conservar el idioma o para facilitar su integración al sistema escolar. López documenta esto a partir de las entrevistas a los niños/as y el tema se reitera en otras investigaciones. Ana Tijoux, en el documental de Silva, también lo consigna al relatar que en la Alianza Francesa sus compañeros de curso la discriminaron por su apariencia. “Mira, cacha la cara de india fea”, fue un comentario de sus compañeros de colegio. Estas discriminaciones, en muchos casos, se vivieron en soledad y obligaron a callar. A veces fueron los padres los que recomendaron a sus hijos no mencionar que venían del exilio, por temor a las represalias, lo que los dejaba

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en la incómoda situación de tener que negar un aspecto importante de su vida anterior, como callar que se era retornado: “Trato de no decirlo en mi nuevo colegio, porque en los años anteriores tuve muchos problemas, sobre todo con profesores que eran de la dictadura”, dice un adolescente llegado de Francia (en López, 1995, p. 45). El sentimiento que acompaña los recuerdos de la experiencia en la escuela en quienes eran niños o adolescentes en los años 80-90, es la rabia provocada por la frustración. Rabia con los padres, que se los trajeron sin pedirles su opinión antes de tomar la decisión. Rabia que se explica, además, porque la mayoría de los entrevistados en esta época se encontraban en un momento del ciclo vital que se caracteriza por la rebeldía e inconformismo. La Escuela es uno de los nodos centrales de la memoria de exilio-retorno que se puede rescatar en los testimonios autobiográficos recogidos después del 2000, donde quienes rememoran ya son adultos jóvenes, pero donde la escuela, tanto en el país donde crecieron como en Chile, se asocia a su infancia. En ese sentido, hay una diferencia importante en el modo de recordar, mientras los que eran niños o adolescentes en los 80 -90 se refieren a sus experiencias y desencuentros escolares en Chile, sin mencionar explícitamente las experiencias negativas en el país de exilio, en los testimonios del 2000 en adelante aparecen recuerdos sobre las vivencias en la escuela en los países donde se criaron, y aunque los recuerdos más negativos están asociados al sistema escolar chileno, en estos testimonios aparecen también el choque cultural y las dificultades enfrentadas en los colegios de “allá”. Rápidamente iniciamos la rutina cotidiana y nos incorporamos a la vida escolar. “International School of Maputo” otro espacio radicalmente distinto a la escuela pública en periodos de dictadura “D-156” de Ñuñoa, con uniforme, brigadieres y la canción nacional todos los lunes, izando la bandera, de menor a mayor manteniendo un brazo de distancia uno de otro, con sus “nobles valientes soldados […], para encontrarse de golpe y porrazo en una escuela inglesa, con niños provenientes de todas partes del mundo, sin uniforme, con mesas grupales, con salas por ramo.” (María Paulina Manríquez, Mozambique) Las dificultades en las escuelas de los países de acogida también están presentes en los testimonios de aquellos que llegaron a países donde se hablaba castellano. “tuve que aprender a leer de nuevo, porque allá no se enseña con sílabas: pa, pe, pi, po, pu; sino letra a letra: la p con la a, pa” escribe Leonardo Holgado sobre su llegada a la escuela en Argentina. “Mi primer día en el 5to básico de la escuela del sector —Ericskolan— fue a menos de una semana de haber llegado a Uppsala. Me sentí como un animalito de zoológico en exhibición” (Rosana Dredsner).

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Además del sentirse extraños en un mundo ajeno, con rutinas escolares muy diferentes a las que habían tenido en Chile, los hijos de los exiliados sufrieron diversas discriminaciones, pero las que más se recuerdan por la indefensión en que se encontraban en tanto niños y extranjeros, fue la burla de algunos profesores: “Crecer como extranjera en tiempos de guerra fría, tenía sus costos, con mi hermano teníamos que enfrentar la áspera burla y cuestionamiento incisivo de los profesores (pues el éxodo suramericano ya había saturado la escuela). Y en la casa, la culpabilidad reiterada de que debíamos agradecer estar vivos, configuró una áspera deuda imposible de saldar”. Escribe Paula León, que reside en Costa Rica. El deseo de pasar inadvertidos en el país en que vivían, en los espacios públicos, y parecerse a los “otros”, chocaba frontalmente con el deseo de los padres de que los hijos/as no perdieran su identidad chilena en la perspectiva del regreso, lo cual tensionaba sus identidades. Comenzaron las reuniones cada domingo, recordando Chile, hablando de política y bailando cueca, para no olvidar nuestra cultura. Pero nosotros, los hijos, empezamos a olvidar. Yo dejé de hablar Castellano. Quería parecerme a mis nuevas amigas inglesas, para no ser diferente. No quería que me traten mal. Los profesores de la escuela fueron buenos conmigo, pero uno de ellos no le gustaba los extranjeros, y la idea de una niña de cabello negro en su clase le caía mal. Él se burlaba de mi acento español al hablar inglés, y me hacía sentir invisible. Decidí hablar inglés mejor que los ingleses, para no llamar la atención, pero el cabello negro no se puede teñir. Hice lo posible para pasarlo bien, pero nunca me sentí inglesa, y nunca me olvidé de lo que nos pasó (Paula Iturra, Inglaterra).

La identidad escindida Chile es esa patria que los papeles dicen mía, pero que no piso. Es mi pasaporte. Y mi virginidad en el voto. Es el pago anual, (que no es leve) por ser residente legal en este país. Es haber crecido con familia chica. Sin primos ni abuelos. Es tener costumbres, que explicar y compartir. Es tomar vino, tomar once Paula León El tema de la identidad, saber quién soy, de dónde soy, está presente en los testimonios de los exiliados de la segunda generación en los diferentes momentos, en los años 80-90 y después del 2000. “Mi exilio, en realidad, comenzó

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el día de nuestro retorno en familia. Allí sí yo sentí pena, angustia, no sabía quién era, para dónde iba, qué hacía. Aquí no tenía historia, no tenía amigos, no tenía nada salvo mi familia” (Wladimir Morales, vivió en Bulgaria). Distintos factores concurrieron a intensificar la incertidumbre respecto a la identidad propia en niños y adolescentes del exilio; por una parte, la sobreidentificación con los padres; por otra, el vivir en un lugar, responder a los códigos culturales de éste e incluso a la lengua pero, simultáneamente, no decepcionar a los progenitores, cuyo objetivo en la vida era volver a Chile; alguno de ellos recuerda que su madre les hizo prometer que regresaría; a otros, los padres les recomendaban no hacer grandes amistades en los países de acogida, porque pronto volverían a Chile. La tensión de responder a las necesidades de adaptación al medio, y además a los deseos de los padres, que necesitaban que sus hijos fueran y se sintieran chilenos, tampoco se resolvió con el retorno a Chile. La vivencia del desarraigo fue fuerte y se mantuvo durante un periodo mayor o menor, dependiendo de la edad en que los hijos/as retornaron a Chile. Mientras más edad, más difícil que la adaptación e integración al país de sus padres. Estos recuerdos se quedaron muy enquistados en los niños y adolescentes. Tanto, que entre el 2000 y 2004 todavía estos tópicos eran los centrales en las conversaciones, de los que ya eran jóvenes, aunque una manera de exorcizarlos era diciendo que eran ciudadanos del mundo, cuya contracara es no sentirse perteneciendo a ninguna parte: experiencia que, de acuerdo a Acuña, caracteriza a los hijos de los retornados “cuya experiencia compartida es la extranjería, la ajenidad” (Acuña, s.f., p. 3). Con 19 años decidí, después que fuimos por primera vez a Chile, de irme allá a estudiar. […] El comienzo no fue bueno y aún me recuerdo muy bien de una tía que se dio el lujo de expresar lo que se sentía en Chile entonces: Llegaron los Exiliados a quitarnos el puesto de trabajo y el plato de comida […] ¿Acaso ya no éramos bienvenidos? ¿No teníamos ya derecho a estar en nuestra patria? ¿No somos chilenos? Esa época nuevamente me marcó, Me enfermé de cuerpo y alma. No era nuevamente: NI CHICHA NI LIMONADA! […] volvimos a pasar el Deja vu del Exilio, pero hoy se llamaba Retorno. […] Amo a Chile, y me dolió irme (Tania Torrealba, residente en Alemania). Jedlicki sostiene que, frente a un país que no los acogía, algunos desearon pasar inadvertidos, querer ser uno más. “Los jóvenes retornados, con sus acentos o su español extravagante, sus maneras de ser, de hacer, de vestirse, de pensar, forjadas en parte en otras sociedades, representan lo extranjero. […] Estigmatizados, son a menudo insultados, rechazados o maltratados. Asimilados políticamente a sus padres, considerados como “falsos chilenos”,

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mientras que sus experiencias en el extranjero son negadas o usadas hostilmente” (Jedlicki, 2012, p. 6). Aquellos/as que regresaron a Chile y decidieron instalarse acá, pese a los costos del primer momento, ahora en su adultez, reconocen cómo les afectó el sentirse con una identidad escindida, por lo cual optan por no moverse de Chile, de modo de no repetir esta experiencia en sus hijos brindándoles la seguridad de un espacio y de una familia ampliada. En su documental, Alejandra Carmona plantea que decidió volver a Chile porque se sentía extranjera allá, “deseaba pertenecer a algún lugar, quería que mi hija tuviera las raíces que yo no tuve. La vida y la de muchos de mis amigos fue ir y venir”. Los que volvieron al país donde se criaron después de un intento fallido de vivir en Chile, al igual que los integrantes de la primera generación que se quedaron fuera, siguen añorando Chile y sintiéndose divididos. Mi padre murió a los 50 años de profunda tristeza, en país ajeno. Hace mucho se le había destrozado su proyecto político, de a poco su matrimonio y también su espacio laboral (único refugio de resistencia). Por estrictas razones de sobrevivencia, mi hermano y yo, aún extranjeros, seguimos acá lejos; nunca hemos votado, nunca hemos sido ciudadanos, cada uno alquilamos casa, estamos en tránsito. Y enfermamente, siempre hemos creído que vamos a volver (Paula León que reside actualmente en Costa Rica). Por su parte, aquellos que optaron por quedarse viviendo fuera de Chile, y que están integrados en los países donde vivieron su exilio, tampoco quieren romper su lazo con el país y su historia. Uno de los entrevistados en el documental de Zurita dice que puso Salvador a su hijo en memoria de Allende y para que tenga vínculos con Chile y con la historia de su familia. La política, razón del exilio de los padres, fue un aspecto central en los cotidianos de los chilenos y los niños no fueron ajenos a ella, acompañando a sus padres a actos, marchas y peñas de solidaridad, escuchando noticias de Chile a través de radios de onda corta, oyendo los relatos de lo que venía recién llegando. Pero en algunos casos se evitó dar mayores explicaciones, como recuerda la pareja joven entrevistada en el documental de Zurita, quienes recuerdan que siendo niños iban a marchas, protestas; sabían que en Chile había una dictadura, que Pinochet era malo; pero no sabían por qué. Recién cuando cae preso Pinochet en Londres y ya eran jóvenes, se enteraron de detalles de la dictadura y la represión, de la prisión del padre de él y la madre de ella en Villa Grimaldi. En otros casos, los padres explícitamente indujeron a sus hijos a adoptar sus ideas políticas, lo que se vio facilitado por la residencia en países socialis-

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tas donde existían pioneros a los cuales se envió a los niños para ser instruidos. “Empuñaba sus puñitos y decía venceremos… a nosotros nos llenaba de orgullo verla tan fuerte y grande”, dice la madre de Alejandra Carmona. Ella, por su parte, agrega que mientras estaba a salvo en la RDA, su padre enfrentaba el acoso de la dictadura, haciéndose así parte de la culpa expresada por militantes exiliados. La dificultad, especialmente en la infancia, de tomar distancia de los padres y sus opciones políticas, llevó a algunos niños a adoptar discursos de militantes adultos. En el documental de Chaskel, un niño cuyo padre había muerto en un enfrentamiento, sostiene que “han muerto como verdaderos revolucionarios. Han defendido hasta lo último la causa por la que lucharon”. Sin embargo, siendo adolescentes o adultos, algunos de ellos, para poder construirse como sujetos, tomaron distancia de las opciones políticas de sus padres, de su militancia política, especialmente cuando estuvieron en contacto con otras maneras de vivir y donde los viajes, la música y el cine abrieron sus sentidos a otras experiencias. A diferencia de la generación anterior, y especialmente de los padres exiliados, donde la política era el centro y leit motiv de sus vidas, “la generación de los hijos enfatiza el carácter no ideológico de sus opciones de vida. Estas afirmaciones hacen efectivo el alejamiento de las retóricas testimoniales de la generación precedente, subrayan el quiebre con una narrativa unívoca y las fisuras de los presupuestos ideológicos heredados”, plantea Johansson a propósito de los documentales autobiográficos de esta generación (Johansson, 2014, p. 102). La toma de distancia con las opciones militantes de los padres permite en la adultez tener una actitud más reflexiva respecto a las ideologías y a los compromisos políticos, ya que se calibra con los efectos que tuvieron en sus propias vidas. Ello, sin embargo, no implica cuestionar a sus padres, pero sí implica tener una postura diferente y crítica que no pretenden repetir con sus hijos. Esto se hace especialmente evidente en los documentales autobiográficos dirigidos por mujeres, cuyas características permiten profundizar en los aspectos subjetivos involucrados en su experiencia y, a partir de ello, en la relación con las elecciones y decisiones de sus padres. Yo creo que el desafío mayor que tenía la película era lograr hablar de la historia de un país, pero a través de la intimidad; vincular cosas que no vinculamos normalmente, y desde ahí poder conversar sobre cosas que pueden ser cotidiana y mundanas. Relaciones entre padres e hijos existen en todos lados y para siempre; entonces, las acciones que emprendemos como padres en relación a nuestros hijos van a generar siempre una consecuencia que a nosotros nos va a costar asumir. Por lo tanto, esa conversación instalada en un marco y contexto históricos, habla del

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compromiso con el colectivo, con el país, con el intento de cambiar una sociedad y la contradicción que eso genera inmediatamente, porque en ese intento estás dejando lo mejor de ti, a tus hijos. (Macarena Aguiló en la entrevista de Cinechile) Alejandra Carmona, en su documental En algún lugar del cielo, se pregunta: “¿valió la pena este sacrificio, morir y salir desterrado por unas ideas que nadie se acuerda demasiado bien?”. La generación de mis padres fue una generación muy inocente, consecuente con sus sueños, y nos arrastraron a su destino”. La opción de no participar en política partidaria en muchos de ellos no ha implicado dejar de tener posturas políticas; sin embargo, estas se manifiestan de otra manera, más cercanas a movimientos sociales claramente progresistas, como el feminismo, el ecologismo, las luchas antidiscriminación y antirracistas. Situaciones parecidas han sido documentadas por Ribert (2011) respecto a los hijos de republicanos españoles exiliados en Francia, así como como por Jedlicki en referencia a los hijos de chilenos exiliados que siguen viviendo en Francia: “Los hijos tienen sus compromisos en algunas luchas puntuales, tales como por los indocumentados, la defensa de la escuela pública, la ecología; las elecciones de trabajo que hacen reflejan igualmente sus inclinaciones políticas, o más bien cívicas (así muchos quieren o ya se dedican al derecho); las actividades artísticas de algunos en el movimiento hip hop […] y las letras de sus canciones de rapero, expresan un compromiso, quizás menos politizado, pero totalmente ciudadano” (Jedlicki, s.f., p. 70). Una memoria no trasmitida por los padres de manera directa, pero muy presente en los testimonios escritos por hombres y mujeres en la página web del Museo de la Memoria, es respecto a la salida de Chile, precedida por la represión. Aunque los recuerdos más vívidos son relatados por mujeres que, siendo niñas, se vieron expuestas al final de su mundo infantil. Sin duda el acto más adulto e inhumano que tuve que vivir, fue mi último día de clases en el jardín infantil” Bambi”, lo viví con una pena tremenda, el no poder decirle adiós a mis amiguitas y contarles que ya los muebles estaban vendidos, los libros de cuentos se los dejábamos a los primos, y que me iba a subir por primera vez a un avión. La tranquilidad ya estaba presente, el saber que mi papá estaba a salvo y nos esperaba en París, sueño que me colocaba en una situación de felicidad inmensa (Kelly Molina, Francia). Para los niños/as cuyos padres estaban en el exilio y habían estado presos o perseguidos, la salida del país, más allá de las pérdidas y la tristeza que implicaba dejar a los abuelos y amigos, se mezclaba con la alegría de reencontrarse

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con el padre o la familia; Pese a que los sentimientos encontrados también son parte de las vivencias de los exiliados adultos, la diferencia la hace la capacidad de comprensión de la situación de contexto que los niños/as más pequeños no tenían. 1974. Recién cumplidos nueve años, infancia arriba de los árboles, de la bicicleta […] Temprano despertar al miedo, el padre ausente por meses, un día sin nombre salgo en auto desconocido de la casa familiar […] sin juguetes, sin despedidas, sin colegio, sin hablar con nadie, sin explicaciones de nada. Repentinos y seguidos viajes al aeropuerto a dejar a los hermanos mayores, dormir en un sillón de la casa de una tía extraña. Trámites con la mamá que no me hablaba, temor a todo, caminatas rápidas, fotos, huellas, visitas a sacerdotes, calles del centro, no pasar por ciertos lugares. Quise aprender a leer labios para enterarme. Nadie recordaba mi existencia, que mi cerebro aún funcionaba, que mi piel sentía. Que era una niñita nada más…Días de abril de 1974, los últimos de la familia en salir de Chile. La última en enterarme que estaba exiliada… Mañana nos vamos mijita, dijo mi madre una noche, nos vamos a encontrar a tu papá, vamos a tomar un avión… Me paré de la mesa y vomité la comida, la tía se enojó, la mamá me limpió. Nadie comentó. (Bernardita Santis, Argentina) La falta de herramientas para comprender lo que estaba ocurriendo, unida a la sensación de miedo que percibían en los padres y adultos, hizo que algunos niños buscaran inútilmente sus propias explicaciones a lo ocurrido, y en su afán de tratar de entender lo que acontecía convirtieron el mundo en blanco y negro; un mundo sin matices, donde en un lado estaban los malos y en otro los buenos; pero como en este caso habían ganado los malos, nada de lo que sabía o en lo que creía hasta entonces era ya seguro, escribe Rossana Dresdner. En otras situaciones, la conciencia respecto a lo que estaba sucediendo no mitigó la angustia, más cuando delante de los niños y adolescentes detuvieron a los padres, lo cual implicó a los mayores tener que comportarse como adultos, como relata Yolanda Arellano, quien reside actualmente en Luxemburgo. La madrugada del martes 11 de septiembre de 1973 en Limache… Nos despierta nuevamente un bombazo, gritos, disparos, ruidos de pasos, de muchos pasos, mi familia y yo todos saltamos de nuestras camas, … Salimos todos a mirar y descubrimos que en nuestra propiedad estaba rodeada […] No era el mediodía en Chile, y nosotros ya habíamos perdido materialmente casi todo... Mamá me anuncia: hija mía ante esta

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situación no pueden seguir aquí los niños, debes ser muy fuerte, tienes una misión… tú y tus hermanos menores no pueden seguir aquí… y yo le pregunté aquí ¿en Limache? no en Chile, debes asumir la responsabilidad y partir con tus hermanos pequeños hacia Argentina… en tren se irán hasta Buenos Aires, con el transandino partiendo del Puerto de Valparaíso hasta Los Andes, Mendoza y luego Buenos Aires. Los tres solitos. ¡Qué miedo!, ¡Qué angustia!... Pensar que me tenía que ir lejos, me dio frio, tenía miedo, quería gritar… Erwin y Archie se abrazaban a mí, teníamos pánico. Los tres, ligeros de equipaje. Anónimos viajantes… Exilando “nuestra nada”, … Privados de futuro, a la espera de volver a llenarse, pero todavía no sabíamos de qué.

A modo de conclusiones En primer lugar, es importante relevar el hecho de que la generación de los hijos ha logrado salir de la sombra de sus padres tomando la palabra, previo a lo cual tuvieron que autorizarse para hacerlo y, en ese proceso, se fueron constituyendo como sujetos con una individualidad propia, cuya historia de exilio, aunque contemporánea a la de sus padres y fuertemente signada por ella, tiene particularidades otorgadas por su pertenencia a otra generación. En la necesidad de hacer oír sus voces, lograron innovar en las formas de contar sus experiencias de exilio, utilizando soportes que permiten recoger los testimonios de otros coetáneos que pasaron por la experiencia del exilio, por ejemplo la música, la literatura, el documental audiovisual e incluso aquellos que han optado por el testimonio escrito, encontraron un lenguaje, característico de su generación, que les permite incorporar la subjetividad , las sensaciones y sentimientos que acompañaron su transitar por el mundo. Esto marca un alejamiento respecto al modo de testimoniar de la generación de los padres, quienes en sus memorias dan gran importancia al tema político, tanto como razón de su salida, como de su actividad en los países de acogida y en el sueño de volver. En el recordar de los hijos/as, lo político es un telón de fondo, que entra y sale de escena, ya que los relatos se hacen desde lo íntimo, más que desde lo público. Esto parece ser una característica generacional, ya que HIJOS en Argentina logró renovar el discurso respecto a los derechos humanos, diferenciándose de las Madres y Abuelas a través de los escraches (cfr. Martin, s.f.), al igual que los exiliados chilenos de la generación de los hijos que han podido construir su propio lenguaje y particularizar sus memorias, demarcando fronteras con las de sus padres. En ese proceso han podido revindicar un protagonismo que les permite salir del limbo de ambigüedad en que se encontraban y que les impedía resolver su problema de identidad, a la vez que, al agregar nuevas

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voces a los relatos de la memoria, dan un paso hacia una mayor democratización de éstos. Respecto a las memorias, constatamos que los tres temas centrales que los padres buscaron trasmitir a sus hijos están presentes: Chile, la política y la familia; sin embargo, ellos han sido resignificados y reinterpretados por los hijos, especialmente en la adultez, poniendo su impronta, lo que es especialmente evidente en su manera de asumir la política y la responsabilidad respecto a los hijos. En relación a Chile, esas memorias destacan el desencuentro con el país, ya fuera como resultado de las contradicciones entre el país trasmitido por los padres desde sus propias añoranzas y deseo de retorno, como por su propia experiencia de discriminación en colegios y escuelas chilenas. Ello hace que los primeros testimoniantes, en los 80 y 90, guardaran silencio sobre sus propios desencuentros escolares con el país donde se criaron, ya fuera por discriminación, autoritarismo o incomprensión cultural; a diferencia de quienes recuerdan su experiencia de exilio siendo adultos. Con respecto a la política, si bien en la infancia participaron en manifestaciones y actos de los exiliados acompañando a sus padres y algunos asumieron un discurso parecido al de ellos, en la adultez hicieron una reapropiación de la herencia de sus padres, ubicándose claramente en corrientes progresistas, pero en muchos casos sin militancia partidaria y más cercanos a las luchas por derechos humanos en un sentido amplio, que por una sociedad socialista. En relación a los sentimientos que acompañaron sus vivencias de salida de Chile y experiencia de exilio y retorno, en los adolescentes cuyos testimonios se recogieron en los 80-90, aparece la rabia con sus padres por haberlos traído a Chile sin consultarlos; la cual se morigera en los adultos que testimonian después del 2000, para los cuales el mayor problema reside en no haberles explicado lo que estaba ocurriendo cuando se toma la decisión de llevarlos al exilio. En estos adultos aparece la memoria del miedo y la angustia, sentidos antes de salir de Chile, acrecentado por la falta de comunicación de los padres. Respecto de la familia, lo que ha quedado en la generación de hijos que vivió el exilio es la importancia de ésta. Cuando se regresó a Chile, muchas veces fue la familia ampliada el único lugar acogedor que encontraron. Los que rememoran siendo adultos toman distancia de sus padres y sus compromisos militantes, ya que les afectaron directamente por las ausencias, sensación de un cierto abandono producto de la clandestinidad, prisión, muerte, aunque a diferencia de los niños y adolescentes entrevistados en los 80-90, no se sienten “victimas” de sus padres y logran explicarse por qué hicieron las elecciones que hicieron; sin embargo, no siempre las comparten y sus memorias son de luces y sombras fruto de la realidad vivida.

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En síntesis, la visión respecto a Chile y al país de acogida va variando a medida que transcurre el tiempo, dando paso a percepciones más cercanas a lo real y menos teñidas por las pasiones. Sin embargo, la idea de transitoriedad de la vida en el exilio con el deseo del retorno a Chile de los padres, se traspasó al cotidiano de los hijos, generando una situación de inestabilidad y precariedad que muchos de ellos han logrado superar con esfuerzo y con el paso del tiempo y que hoy buscan no repetir con sus propios hijos.

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Testimonios publicados en Museo de la Memoria: www.memoriasdelexilio.cl: Alejandra Rojas, Inglaterra; María José Cereceda, Ecuador; Valeria Matus, Francia; Leonardo Holgado, Nicaragua; Rossana Dresdner, Suecia; Paula León, Costa Rica; Paula Iturra, Inglaterra; Tania Torrealba, Alemania; Kelly Molina, Francia; Bernardita Santis, Argentina; Yolanda Arellano, Luxemburgo; María Paulina Manríquez, Mozambique; Wladimir Morales, Bulgaria

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