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Enfermedades mentales en el cine: esquizofrenia y múltiples personalidades Beatriz Maldivia Un artículo del blog cienci

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Enfermedades mentales en el cine: esquizofrenia y múltiples personalidades Beatriz Maldivia

Un artículo del blog ciencia vs ficción comenta el libro imágenes de Locura, en el que la en la que se explica los diferentes tipos de enfermedades mentales y cómo las ha mostrado el cine a lo largo de su historia. Como al autor nos resultan muy interesantes en concreto dos síndromes que se asemejan mucho en cuanto a sus síntomas, pero que no son ni mucho menos iguales: la esquizofrenia y el trastorno de identidad disociativo, es decir, las múltiples personalidades. Algunas películas reflejan uno y otras, el otro. Existen films que los confunden o que no se “mojan” lo suficiente como para que sepamos si están tratando uno u otro. A continuación trataré de establecer las diferencias y de dar ejemplos de películas para cada caso. Advierto, sin embargo que, ya que estas enfermedades dan pie a muchos giros de guión, éste va a ser un artículo tuneado, es decir, plagado de spoilers (y pido perdón por el pésimo chiste). En general son películas muy difundidas que casi seguro que ya conocéis, pero por si acaso, yo lo aviso. Al final de casi todos estos films, descubriremos el giro de guión que ya se ha hecho constante en las cintas que tratan ambos trastornos: era él. Giro que ya es muy difícil que nos sorprenda al haberse utilizado tantas veces y que aparece analizado en este

Esquizofrenia La persona enferma de esquizofrenia puede sufrir alucinaciones de muchos tipos. En un caso extremo, estas visiones le llevan a ver a otras personas que no existen, a hablar con ellas y creer que están ahí. Quien sufre este problema lo que hace es “proyectar” otra u otras personalidades hacia fuera. En palabras de la autora del libro, se produce un “desdoblamiento externo”. Según tengo entendido, estas otras personalidades (que ya las ve como si existieran) son reflejo de sus anhelos frustrados, de su ira o de cualquier otro sentimiento reprimido. Como no es capaz de comportarse de determinada manera, crea a otro ser que sí lo hace. ‘Imágenes de la locura’ hace hincapié en que habitualmente los esquizofrénicos no son violentos y que tampoco se trata de psicópatas, como nos ha hecho creer el cine.

Un ejemplo que nos parece que es canónico de cine que representa la esquizofrenia es ‘El club de la lucha’ (‘Fight Club, 1999), de David Fincher, basado en la novela de Chuck Palahniuk. Hablaremos más adelante con detenimiento de esta película y explicaré por qué la pongo de ejemplo de esquizofrenia, mientras Vera Poseck la sitúa en el trastorno de identidad disociativo. Otros títulos que comenta la autora en su libro como representaciones de la esquizofrenia son: SPIDER (2002), de David Cronenberg; ‘Una mente maravillosa’ (a beatiful Mind, 2001), de Ron Howard, o ‘El resplandor’ (the shinning, 1980), de Stanley Kubrick; entre muchos otros.

Trastorno de identidad disociativo (TID) La persona que sufre trastorno de identidad disociativo, en lugar de ver a otros que no existen, lo que hace es “alternar” sus personalidades. Como dice Vera Poseck, “en el TID, el desdoblamiento es interno”. Unas identidades pueden tener o no tener consciencia de las demás. Y es muy frecuente que entre ellas entren en conflicto. Es una enfermedad que no ha sido catalogada oficialmente hasta hace muy poco tiempo y que muchos achacan a los tratamientos hipnóticos de los propios psiquiatras en pacientes muy fáciles de sugestionar. A pesar de eso, el cambio es tal que cada personalidad puede tener diferentes capacidades físicas o incluso pueden no compartir achaques como el asma o las alergias. Se suele dar más en mujeres y casi todos los casos se han documentado en EE. UU.

Dos psicólogos publicaron en 1957 un libro que narraba el caso de Chris Costner Sizemore, que desarrolló hasta cuatro personalidades. Fue tal el éxito del libro, que ese mismo año se rodó ‘Las tres caras de Eva’ (‘The Three Faces of Eve’, 1957) de Nunnally Johnson. ‘Sybil’ fue un libro en 1973 y una película en 1976, que también trataban el caso real de una joven con dieciséis personalidades y de su psicóloga. Otro caso paradigmático es el de ‘El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde’, que al parecer representaba la preocupación del propio Stevenson por sentir dos personalidades convivir en su interior. Un buen ejemplo de TID en el audiovisual sería el

capítulo 11 de la 1ª temporada de ‘A golpe de bisturí’ (‘Nip/Tuck’), titulado ‘Montana/Sassy/Justice’,

como los distintos nombres de las personalidades de la paciente. En la actualidad, el cine ha tratado este trastorno para mostrarnos psicópatas y asesinos, cosa

poco frecuente en estos enfermos. ‘El escondite’ (‘Hide and Seek’, 2005), de John Polson; ‘The Crowded Room’ (2006), de Joel Schumacher; ‘Session 9’ (2001), de Brad Anderson, y varios films de Brian de Palma, además de los ya mencionados, son algunos de los títulos que analiza Vera Poseck en su libro. La autora también menciona ‘Psicosis’, aunque la engloba dentro de la esquizofrenia. Más abajo comentaré detenidamente la película de Hitchcock. Diferencias en la representación cinematográfica En cine se podría decir que la esquizofrenia y el trastorno de identidad disociativo se distinguen en si la persona que sufre la enfermedad es interpretada por el mismo/a actor o actriz o por diferentes actores y actrices. Lo normal es que, si se trata de síndrome de múltiple personalidad, siempre sea el mismo/a actor o actriz — ayudándose a veces de disfraces y maquillaje— y en el caso de esquizofrenia sean distintos. La película ‘Identidad’ (‘Identity’, 2003), de James Mangold, sería una excepción, pues presenta la gran trampa de guión de que lo que vemos está ocurriendo dentro del cerebro del protagonista y por eso se trata de numerosos actores. ‘Psicosis’: un caso polémico

Se ha debatido mucho sobre si películas como ‘Psicosis’ (‘Psycho’, 1960), de Alfred Hitchcock, confunden o no estos dos trastornos. Siguiendo la regla de uno o varios actores, ‘Psicosis’ debería tratar el TID. Ya que nunca vemos a Norman Bates y a su madre al mismo tiempo, se podría entender que el personaje de Anthony Perkins sufre disociación de identidad, con distintas personalidades internas que son capaces de hablar entre sí, contestarse y replicarse, porque cambian de una a otra muy rápidamente. Las personalidades múltiples pueden entrar en conflicto porque cada una quiere una cosa y, como comparten el cuerpo, o bien unas tienen que hacer lo que otra quiera, o bien llegar a un acuerdo. Ya que entran en conflicto es posible que discutan como se escucha en ‘Psicosis’. Lo que hace que la película resulte confusa es que Norman habla a Marion (Janet Leigh) de su madre como si ésta existiera. Esto sólo se daría en los casos de esquizofrenia, en los que el enfermo pierde la conexión con la realidad y ve como reales sus alucinaciones. En el TID la conexión con la realidad no se pierde. La única explicación posible a este hecho sería que Norman, conscientemente, quisiera dar una justificación a las voces que sabe que Marion ha oído, pues sabe que padece la enfermedad. Para adaptar esta película tanto a una enfermedad como a la otra, hay que forzar mucho las suposiciones, como las que yo he dado de que las personalidades cambian ipso facto y lo de que Norman sea consciente y finja que su madre vive. El hecho de que el film sea anterior al establecimiento de la definición oficial de la enfermedad puede influir bastante en su ambigüedad.

‘El club de la lucha’: yo, pero más guapo, más fuerte y más atrevido En ‘El club de la lucha’ (‘Fight Club’, 1999), de David Fincher, Jack (Edward Norton) ha proyectado en Taylor Durden (Brad Pitt) las características que él desearía tener o que tiene, pero que esconde. Taylor es más fuerte, más guapo y más atrevido que Jack. Entonces, Taylor no sólo actúa en su lugar, sino que también martiriza física y psicológicamente a Norton por no comportarse al 100% como le gustaría. La violencia de la cinta es la catarsis del yuppie adocenado que interpreta Norton, actor que representa a un personaje con trastorno de identidad disociativo en ‘Las dos caras de la verdad’ (‘Primal Fear’, 1996), de Gregory Hoblit. No podemos decir con claridad si las películas son correctas o incorrectas a la hora de tratar estos temas debido a que ello depende de cómo interpretemos cada uno las imágenes y sonidos que aparecen en ellas. Por ejemplo, en ‘El club de la lucha’, Beatriz Vera Poseck entiende que Brad Pitt está mostrado como un cuerpo aparte a modo de licencia narrativa o de estrategia de Fincher y, por tanto, estamos ante un caso de TID. Pero me parece menos rebuscado ver al personaje de Pitt como una alucinación externa de Edward Norton y, entonces, claramente nos encontraríamos ante la esquizofrenia, como afirman otros entendidos. Así se cumpliría también la regla de: varios actores, esquizofrenia. Lo que dice Vera Poseck es que se trata de identidad disociada porque a veces Norton tiene que sufrir las consecuencias de lo que ha hecho Pitt mientras Jack se había transformado en Taylor Durden, sin embargo, ella misma explica que en este síndrome “las distintas personalidades se presentan por lo general como si se controlaran secuencialmente, apareciendo una detrás de la otra” y en ‘El club de la lucha’ es frecuente verlos a los dos, no solo juntos, sino incluso enfrentados. Biografía dramatizada del matemático John Forbes Nash Jr., un genio de los números que realizó en los primeros años de su carrera un sorprendente descubrimiento (una teoría sobre la competencia que se estudia en Economía como la teoría del equilibrio de Nash), cayó luego en un oscuro y largo período de esquizofrenia para resurgir de su locura muchos años más tarde y lograr reconocimiento internacional, incluyendo el Premio Nobel. Historia hecha a la medida de Hollywood, fue llevada a la pantalla por un director de la industria como Ron Howard, quien -montado sobre la enorme potencia emocional del guión y las actuaciones- logró construir el mayor éxito comercial de su carrera. La película comienza con Nash en sus años jóvenes, se concentra en su período más dramático y emerge con él en un último tercio de film que recibió críticas aun de sus defensores por su apego a la sensiblería y su voluntad de hacer digerible una historia dolorosa y triste. Una mente brillante recibió ocho nominaciones al Oscar, entre ellas para Russell Crowe, quien gracias al papel de genio atormentado cosechó todavía más aplausos que con el protagónico de Gladiador, película con la cual ganó un año antes la primera estatuilla de su vida.