Escritos Sobre Materialismo Histórico, Karl Marx

Karl Marx Escritos sobre materialismo histórico Selección, in trod u cción y notas de César Rendueles K Alianza edit

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Karl Marx

Escritos sobre materialismo histórico

Selección, in trod u cción y notas de César Rendueles

K

Alianza editorial El libro de bolsillo

Traducción de: César Ruiz Sanjuán («Introducción a la crítica de la econo­ mía política de 1857», Grundrisse, «Carta a la redacción del Otetschestw ennyje Sapiski» y «Proyecto d e respuesta a la carta de Vera I. Zasulich»); Instituto de Marxism o-Leninism o de M oscú, con revisión técnica de César Ruiz Sanjuán (Tesis sobre Feuerbach, «Feuerbach: oposición entre las concepcio­ nes materialista e idealista», «Prólogo de la Contribución a la economía p o­ lítica» y Critica alprograma de G otha); Pedro Ribas (.M anifiesto Com unista); y Manuel Sacristán (E l capital) Diseño de colección: Estudio de Manuel Estrada con la colaboración d e Roberto

Turcgano yLyndaBozarth Diseño de cubierta: Manuel Estrada Fotografía de Juan Manuel Sanz Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeron o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

€> déla selección, introducción y notas: César Rendueles, 2012 © de la traducción de «Introducción a la crítica de la economía política de 1857»» Grundrisse, «Carta a la redacción del O tetschestw ennyje Sapiski» y «Proyecto de respuesta a la carta de Vera I. Zasulich»: César Ruiz Sanjuán © de la traducción del M anifiesto Comunista: Pedro Ribas © de la traducción de E l capital: Herederos de Manuel Sacristán buzón © Alianza Editorial) S. A., Madrid, 2012 Calle Juan Ignacio Lúea de Tena, 15; 28027 Madrid; teléfono 91 393 88 88 www.alianzaeditorial.es ISBN: 978-84-206-7151-2 Depósito legal: M . 6.677-2012 Printed in Spain Si quiere recibir información periódica sobre las novedades de Alianza Editorial, envíe un correo electrónico a la dirección: [email protected]'

índice

9 In tro d u c ció n

33 41

Tests sob re Feuerbach «F eu erb a ch . O p o s ic ió n entre las co n ce p cio n e s m a­ terialista e idealista» (C ap ítu lo I d e La id eología alem ana, d e Karl M a rx y F ried rich Engels)

103 «B urgueses y p roleta rios» (C ap ítu lo I del M a n ifies­ to d el P artid o C om unista, d e K arl M a rx y F ried rich Engels)

121 Introducción a la crítica d e la econom ía política d e 1857 143 E lem en tos fu n d a m en ta les para la crítica d e la eco n o ­ m ía p olítica (G ru n d risse)

145

Formas que preceden a la producción capitalista (Cuaderno IV)

166

G eneral intellect (Cuaderno VII)

171 P r ó lo g o d e la C on tribu ción a la crítica d e la eco n o ­ m ía p olítica

181 E l capital. C rítica d e la econ om ía p olítica 183 Prólogo a la primera edición 189 Epílogo a la segunda edición 194 El carácter de fetiche de la mercancía y su secreto 207 C rítica d e l Program a d e G otha. G losa s m arginales al program a d el P a rtido O b r e r o A lem án

239 «C arta a la red acción d el O tetsch estw en n yje Sapiski» 247 P royecto d e respuesta a la carta d e Vera I. Zasulich

Introducción

La recepción habitual d e la obra d e Karl M arx considera el materialismo histórico co m o su teoría más característica. L os textos en los que M arx se hace cargo d e las cuestiones generalmente asociadas con esta doctrina son, c o n m uch o, los m ejor con ocid os. Sentencias co m o «lo s filósofos n o han h echo más que interpretar el m undo d e diversos m odos, p ero de lo que se trata es d e transformarlo», « n o es la con ­ ciencia d e los hom bres la que determina su ser sino, p or el contrario, su ser social es lo que determina su con cien cia » o «la historia d e todas las sociedades es historia d e luchas de clases» han pasado a form ar parte d e nuestro a cerbo co n ­ ceptual, seguramente con connotaciones que tienen p o c o que ver co n su sentido original. D e igual m o d o , m uchos textos escolares d e filosofía o ciencias sociales que se ocu pan d e las tesis d e M arx presen­ tan marginalmente su teoría d e la explotación o sus análisis políticos, cuestiones que elaboró cuidadosam ente co n vis­ tas a su difusión. En cam bio, privilegian un conjunto de

planteamientos generales acerca del cam bio histórico y la estructura de las sociedades humanas que se encuentran dispersos en la obra d e M arx, en textos dedicados a temas muy distintos o incluso n o pensados para su publicación. Sin ir más lejos, M arx nunca em pleó la expresión «materia­ lism o histórico» y m u ch o m enos «m aterialismo dialéctico». A diferencia d e otros pioneros d e las ciencias sociales, co m o Émile Durkheim o M ax W eber, nunca se o c u p ó sistemáti­ camente d e cuestiones m etodológicas. Su teoría o sus teo­ rías d e la historia y el ca m bio social, si es q ue es legítim o atribuirle alguna, han d e ser extractadas a partir d e fuentes heterogéneas y plantean importantes problem as d e inter­ pretación. En buena m edida, esta extraña recepción tiene q ue ver con las coyunturas políticas d el siglo XX. P o r ejem plo, un conjunto de dogm as agrupados b a jo la expresión «m ateria­

lismo d ialéctico» eran, literalmente, la filosofía oficial d e la URSS, A unque en los países d e la órbita soviética h u b o m u­ chos lectores sensibles y cuidadosos de la obra d e M arx, los ideólogos gubernamentales travistieron sus teorías redu­ ciéndolas a un credo sencillo y de fácil transmisión cuya fi­ nalidad era legitimar la experiencia totalitaria. En este p ro ­ yecto desem peñó un papel fundamental la afirmación d e l ' carácter medular del materialismo histórico entendido, eso sí, en términos m uy reduccionistas. La intervención soviéti­ ca, p or espuria que resulte, tuvo una inmensa ond a expan­ siva. C on d icion ó los términos del debate en torno al legádo intelectual de M arx, aunque sólo sea p orq u e ob lig ó a m u­ chos e importantes autores marxistas a marcar distancias frente al «m arxism o vulgar». N o obstante, sería absurdo atribuir exclusivamente el in­ terés p o r la con cep ción d e la historia de M arx a causas p o ­ to

líticas o a la propaganda soviética. A lgunos d e lo s m ejores científicos sociales e historiadores se han sentido atraídos p o r sus propuestas. Incluso sus adversarios teóricos, co m o M ax W eber, reconocían la potencia d e su enfoque. Puede que resulte difícil o incluso im posible fijar un con jun to de tesis precisas y coherentes sobre el cam bió histórico en la obra d e M arx, p ero algunas de las reconstrucciones d e sus posiciones sobre este tema fueron y continúan siendo p od e­ rosas fuentes d e inspiración intelectual y política.

M a te ria lism o e id ea lis m o M arx fue un con vencid o adversario del idealismo, al' que op uso el exam en d e las con dicion es materiales d e la exis­ tencia humana co m o fundam ento d e la investigación social. A pesar d e las apariencias, se trata d e una dicotom ía alam­ bicada. Para empezar, el idealism o es una escuela filosófica sofisticada y n o un tip o d e personalidad p o c o práctica y dada a las ensoñaciones. L a posición d e M arx tam p oco tie­ n e nada que ver co n un elogio del sano sentido com ú n fun­ dam entado en la solidez d e las cosas materiales frente a las brumas especulativas d e los filósofos. L o s ataques d e M a rx se dirigieron específicam ente c o n ­ tra una form a d e idealism o, el posthegelianism o, q u e era la filosofía hegem ón ica en Alem ania e im pregnaba d e arriba a ba jo lo s debates p olíticos d el m om en to. N o o b s ­ tante, M a rx nu nca d e jó d e ser recep tivo a ciertos aspectos d e la filosofía hegeliana, c o m o él m ism o se o c u p ó d e re­ cordar. años más tarde. L a sensibilidad d e H eg el para com p ren d er la com pleja retroalim entación entre las p ro ­ d u ccion es sim bólicas y la facticidad material guarda una n

íntima afinidad c o n los desarrollos más fructíferos d e las ciencias humanas. L o que en rigor rechazaba M arx, era la pretensión d e los hegelianos de que la solución de los problem as em píricos y, sobre to d o , los conflictos políticos se jugaba primeramente en el ám bito d e los con ceptos. L os idealistas trataban de en­ tender las form aciones socio-históricas co m o totalidades expresivas coherentes, c o m o si cada elem ento de esos siste­ mas quedara m arcado p o r la influencia d e un principio or­ ganizador que determina el carácter del conjunto. Las es­ trategias d e transformación social idealistas se centraban en una negociación conceptual con ese principio que da el ton o general d e una estructura social. M u chos filósofos d e­ fendían q ue la m odernización d e Alemania pasaba, grosso m odo, p or una transformación filosófica, p o r un cam bio de mentalidad, y n o p o r los convulsos p rocesos políticos que habían vivido otros países com o Francia o Inglaterra. En su versión decim onónica, estas estrategias h oy nos re­ sultan m uy exóticas. En La ideología alem ana M arx y Engels satirizan sin m ucha dificultad la tendencia d e los idea­ listas a reducir los brutales y ambiguos con flictos materiales a con cep tos universales co m o el «espíritu absolu to» o el «ú n ic o ». En realidad, los discípulos d e H egel a los que cri­ ticaban M arx y Engels forzaron hasta la caricatura un m e­ canismo intelectual m uy habitual. N o es m uy distinto del m o d o en que hoy, en épocas d e crisis econ óm ica, los gurús d e las finanzas y los manuales d e autoayuda nos animan a ~ reinterpretar nuestras dificultades materiales c o m o una oportunidad d e cam bio y realización personal. P o r eso la estrategia d e M arx sigue siendo interesante. L o que p ro p on e el joven M arx es, básicamente, un retorno a las tradiciones filosóficas que dan prioridad ontológica a la

realidad material frente a las elaboraciones subjetivas. D i­ ch o en términos kantianos: los pensamientos sin con ten ido em pírico están vacíos, son especulación huera. Es una p osi­ ción com patible con una amplia gama d e escuelas d e pen­ samiento que van desde el em pirism o al materialismo spinoziano pasando p o r la filosofía transcendental. T am poco la idea de que la realidad material influye en las ideas y las form aciones sociales era una tesis revolucionaria sino un lugar com ún ilustrado. L o q u e M arx añade - c o n particular claridad en las Tesis sob re F eu érb a ch - es una p reocu pación p o r la com plejidad d e este proceso, que el Idealism o había com p ren did o.correctam¿nte. T ím e n o s en el caso del m und o histórico, nuestra subjetividad n o es un m ero receptor pasivo de estímulos, sino que mantiene una relación reflexiva con las construcciones culturales que, al fin y al cabo, son en buena m edida nuestra creación. P or eso n o es d e extrañar que las observaciones m etodológicas q ue hace M arx se limiten, casi sin excep ción , a las ciencias sociales, co n m uy p ocas referencias a las ciencias naturales. D e ahí también el lugar peculiar que o c upa su teoría social, a caballo entré el relativism o d e las corrientes sociológicas "hermenéuticas y los cam inos cegados del positivism o natu­ ralista. Es una tensión que se observa en la «In trod u cción a la critica d e la econom ía p olítica » de 1857 v. aún más clara­ mente, en E l capital: en la am bigüedad entre el P ró lo g o a la primera edición, d on d e se em plea una jerga positivista; el E p flo g o a la segunda e d ic ió n ,d o ñ d e M arx matiza su op osi­ ción al idealismo; y el fam oso capitulo sobre el «fetichism o U eTa m ercancía»,"Sonde se esboza la retroalim entación de "lasE GKSraaóoésgp IE oB cáryd as estructuras económ icas. M ás allá d e sus virtualidades científicas, la fuerza del m ateriaUsmahisJÓJÍcaresidé.easi^ r g a .p o líu ^ . M a rx asp ira-

b a aJacrem entar..nuestfo. con ocim ien to, d e la socied ad mediante, un a.críticadel papel legitimador del orden esta­ b le cid o que desem peñábanlas ciencias sociales d e su ép ocayPero, sobre to d o , quería p rop on er una con cep ción de la em ancipación que nqestuviera supeditada al advenimiento d e un camb io antro p o ló g ico radical, a la a p a íí3 on "3 e una nueva generación de seres humanos justos, sabios y bellos capaces d e crear ex nih ilo una sociedad nueva. Creía que mediante el análisis del m p d o en q u e la m o d e rn id a d ha ar­ ticulado socialm ente su gu ba sten ck material- seria potable encontrar alternativas coherentes co n esta form ación histó­ rica, y p o r tánto, realistas y factibles, E O hitfitiálisínodiistó rico intenta limitar el con jun to d e posibilidades políticas a aquellas form as d e liberación que podrían entenderse co m o un desarrollo. más o m enos traumático. d eTas S fr u c turas productivas, económ icas y culturales presentes.

Determinismo tecnológico y lucha de clases L o más p arecido a una sistematización del materialismo histórico que M arx llegó a publicar es el P rólog o d e 1859 a la C ontribución a la crítica de la econom ía política. E n ape­ nas una página vertiginosa, M arx enuncia taquigráficamen­ te lo que tiérie la apariencia de ser él resumen d e una teoría d e la historia d e largo alcance: En la producción social d e su vida, los hombres contraen [...] relaciones de producción que corresponden a una determina­ da fase de desarrollo d e sus fuerzas productivas materiales [...] [y que] forman la estructura económica d e la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y

política. [...] Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes [...] y se abre, así, una época de revolución social. A l cambiar la base económica, se altera, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. El filósofo Gerald C ohén dem ostró convincentem ente que se puede reconstruir una teoría com pleta y coherente a partir de estas someras indicaciones. Básicamente el p rólo­ go relaciona tres elementos: las fuerzas productivas, las re­ laciones de p rod u cción y la superestructura. En prim er lu­ gar, las fuerzas productivas son recursos utilizados p o r las personas en el proceso de interacción con su entorilo a par­ tir del cual obtienen su sustento. Pueden ser m edios d e p ro­ d u cció n -elem en tos de carácter físico, co m o materias pri­ mas o herramientas- o bien fuerza d e trabajo. A su vez, la fuerza de trabajo, entendida en sentido am plio, incluye tan­ to la fortaleza física co m o las habilidades y conocim ientos técnicos. A m edida que las fuerzas productivas evolu cio­ nan, va adquiriendo cada vez más p eso la fuerza d e trabajo y, dentro d e esta, el conocim iento. E n segundo lugar, las re­ laciones d e p rod u cción -c u y o conjunto form a la estructura e co n ó m ica - son las relaciones d e p o d e r entre las personas y las fuerzas productivas, es decir, las relaciones d e p rop ie­ dad en sentido efectivo, n o meramente form al. Algunas re­ laciones d e p rod u cción b ien con ocidas son el esclavismo, los vínculos feudales de vasallaje o las relaciones entre tra­ bajadores y empresarios en el capitalismo. P or último, aun­ que M arx es am biguo respecto al con ten id o de la superes­ tructura, deja claro que al m enos incluye el aparato jurídico que controla las relaciones d e propiedad.

A partir d e la con exión d e estos elementos M arx postula dos tesis. En prim er lugar, que las fuerzas productivas tien­ den a desarrollarse a lo largo del tiem po. En segundo lugar, que la naturaleza de las relaciones de prod u cción se explica p o r el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que, en último térm ino, se identifica con el nivel d e desarrollo d e la tecnociencia. La unión de ambas da lugar a una hipótesis sobre el cam bio social bien conpcida. Las fuerzas prod ucti­ vas progresan hasta que, en cierto m om ento, se topan con los límites impuestos p or las relaciones d e prod u cción ; este con flicto obliga a transformar las relaciones d e prod u cción para que las fuerzas productivas se sigan desarrollando., D esde este punto de vista, la teoría de la historia d e M arx se basa en el determinismo tecnológico. s. E l carácter acumulativo d e la ciencia útil es un h echo evidente, y en el caso d e l caoita« v ia lr e prpfim das £ d e jktfgQ iccorpdn.... Sin

está-d aro -qué

puede querer decir que exista una tendencia histórica al flesarrollo d e las fuerzas productivas. ¿Existe esa com pulsión también en sociedades q ue perm anecen siglos estancadas o incluso experim entan retrocesos tecnológicos? En cuanto a la s e g u n d a l ^ k ^ d p ^ l g m a es q ue con frecuencia la prioridad explicativa se invierte. N o es extraño que recurramos a factores culturales para explicar p o r qué la ciencia útil avanza en cierto m om ento y n o en otro: las relaciones de p rod u cción y la superestructura influyen decisivamente en el desarrollo d e las fuerzas productivas. Para algunos autores, estos dilemas son un síntoma d e la in­ corrección de una concepción general de la historia basada en el determinismo tecnológico. Además, m uchos intérpretes re-

chazan con vehemencia que se pueda reconstruir una teoría de la historia a partir del prólogo d e 1859. N o sólo consideran que se trata de una carga hermenéutica excesivamente pesada para tan exigua base textual, sino que op onen otrps ensayos donde M arx mantiene puntos d e vista diferentes. P or una parte, Marxsuhraya^-menudo—por-ejemplo en fa«Introducd ó n a la crftica deJa,ecQnQmía.EQlítica»>_de 1857- la específicidad histórica de la so ciedad m oderna: la centralidad del cam bio t e c n o í ^ c o ® J c a ^ ^ a 2 j ¿ á U m a H s S S > i y n o una tendencia general transhistórica. P o r otra parte„en-m ucbas ocasionesiviarx.parec&optar.pQiümia.versiónjdistinta del cajnbio^histórico, en la q u e la tm o ridad gxpÜcattKa_recae.sobre los conflictos asociados a las relacione? efe p r o d u c d ó n O a lucha de clases- v no. sobre d desarrollo-tecnológico. Desde este punto deyista,,eLcambío.sodalAgtaiXfiSí^autenclriiaujue ver preferentemente con la disputa entre distintos grupos p or e ia c 9¿ § p j p j | ^ ^

unalitñea argu-

mental que aparece en escritos propagandísticos, c o m o el Ma­ nifiesto com unista, pensados para movilizar a la da se trabaja­ dora, p ero también en textos históricos m uy técnicos. P or ejemplo, en los capítulos d e E l capital y los Grundrisse dedica­ dos a analizar la transidón del feudalismo al capitalismo, Marx explica los cambios en las reladones de p rod u cd ón com o resultado d e luchas políticas contingentes.

El problema de la causalidad Se privilegie la lucha d e clases o el desarrollo, tecn ológ ico co m o fundam ento del cam bio social, la p o sid ó n teórica de M arx plantea un problem a adidonal. L a e lu d d a d ó n del

tivas, las_re]aciones de p rod u cción y la superestructura ha

sidp_jffla.iorim díilde-fi^te,cfc,apojíasi,.p?ei^,^{id^s[ón marxista. Resulta m uy dificQ determinar e l ám bito d e in­ fluencia d e cada u n o d e estos elementos sobre los demás y la form a en q ue dicha influencia tiene lugar efectivamente. A lo largo d e los años han aparecido una gran cantidad d e propuestas m etodológicas que han lidiado co n este p rob le­ ma con m uy desigual sofisticación, p ero siem pre co n resul­ tados ambiguos. La hipótesis más popular, aunque d e nin­ gún m o d o la única, es que los elementos básicos del materialismo histórico mantienen una «relación dialécti­ ca». N o obstante, m uchos autores contem poráneos Consi­ deran que el recurso a la lógica dialéctica n o hace más que reform ular el problem a sin contribuir a esclarecerlo. En realidad, l o m ism o ocu rre co n otras formas idiosincrásicas de causalidad populares entre los marxistas, c o m o la ver­ sión estructuralista d e la «sobredeterm inación» (una forma oscura de pluralismo causal). M uchas supuestas soluciones al problem a d e la causali­ dad en el materialismo histórico han incurrido en alguna form a de funcionalism o. Se trata d e ese tip o d e teorías -e n ocasiones cercanas a las metáforas organicistas- qu e consi­ deran q ue un acontecim iento o un p roceso se pu ed e expli­ car apelando a sus efectos benéficos para el sistema del que form a parte. A unque puedan parecer intuitivas, estas expli­ caciones n o son aceptables ni siquiera en el caso d e que el acontecim iento en cuestión sea efectivamente b eneficioso para el sistema. P o r ejem plo, imaginemos un m atrim onio que atraviesa una crisis sentimental que se resolvería si tu­ vieran un hijo, que los uniría d e huevo. La pareja tiene un h ijo y, en efecto, su unión sale fortalecida tras el nacimiento. C o n esa inform ación, n o se puede mantener que la pareja

con cib ió un hijo porque así estaría más unida, pues puede haberlo hech o p o r cualquier otro m otivo. Posiblem ente, la op ción más razonable sea rebajar las aspiraciones d e exactitud n o sólo del materialismo histórico sino de las ciencias sociales en general. E n sociología o en historia se utiliza el con cep to d e «ca u sa » con m ucha más laxitud que en ciencias naturales, d o n d e es prácticamente sinónim o d e regularidades universales y matematizables. Las ciencias físicas han fijado en nuestro imaginario una versión d e las causas co m o dispositivos disparadores de efectos que se pueden rastrear con precisión: típicamente, un cu erpo que golpea a otro y altera su tra yectoria.^ erp en upestrasprácticas co^ tiv a s.cotid ia n a s^ en las.qBg„sólp p o dem osidentificarias.cadenasxausalfis.co n u p qlto g r a d o d e im precisión, a m enudo llamam os «cau sas» más bien a los sistemas d e r e l a c i ó n

resistencia relativa al cambio. L a s c am flspn ptt* g^nridn, a m p h o,son jq u eU o.q y ^ lim ita ..d j:a n g o«d e.p osib ilid a d ^ y n o tantolQ,qpeproyQca,TO eieptp,:b i^ .d e fin id o . P o r ejem plo, la prioridad causd d e k s relaciones d e p r o d ucción sobrg, la,. superestructura significaría, d esd e psta pefspectiya, jju e las m edips.de p rod u cción

u fo

los al ram lA » histó­

rico que otros fenóm enos, co m o los instrumentos jurídicos que codifican esa propiedad, que pueden adoptar una gran variedad d e formas. P ero esa atribución causal n o p ro p o rciona en sí misma ninguna inform ación sobre k manera es­ pecífica en que las reladóñes d e p rod u cción influyen, ju es que ,lo hacen, sobre la superestructura. En esta interpreta­ ción limitada, k s tesis del materialismo histórico se han in­ co rp ora d o al bagaje com ún d e los científicos sociales. Los historiadores, sociólogos y antropólogos -in clu so los que se

ocu pan d e p rocesos estrictamente culturales- analizan có m o su cam p o d e estudio se recorta sobre un paisaje más am plio d e regularidades que, m uy a m enudo, tiene que ver co n el sustento material, el acceso diferencial a los m edios de p rod u cción o las relaciones d e parentesco y afinidad. El precio a narrar es, desde luego, un m enoscabo d e l a c aM dd a d -exp lka ñ ya L .44 fflateróJiamo histórico. P ero m uy posib lemente esto sea congruente i que nunca escrib ió un i cigLreom o. p or cierto, sí hicieron m uchos otros paleosociólo g o s - y, en cam bio, d ed icó grandes esfuerzos a estudiar co n la mayor con creción la sociedad capiti

¿Evolucionismo? En cualquiera de sus versiones -com otpeterm im sm o 1 CloeicoJo ^ o m o t e ^ í a d e l con flicto sociaP- eT m atenáüsm o histórico ha sido acusado de n o íiaíier roto con el idealismo, en la m edida en que habría heredado una con cep ción d e la historia evolucionista («finalista» o «teleológica », en la jer­ ga filosófica). U n im portante corolario d e las tesis d e H egel es la co n cep ción de la totalidad d e la historia humana co m o un proceso direccional, co m o un progreso con tinu o co n un destino determ inado. D esde esta perspectiva, es posible rescatar un sentido coherente de entré la infinidad d e tribu­ laciones y hechos insignificantes que com p on en el devenir histórico. La historia es ira proceso articulado d e racionali­ zación progresiva que hace avanzar a la humanidad en su conjunto. Se traU.de.im j )iuUQjd ^ ^ !a ^ x p h c ita m en teh ere¿ a d o d e la te od icea cristiana, q u e trataba d e justificar la com patibi-

lidad d e un D ios om nisciente, om nipotente y b o n dadoso co n la existencia del m al en el m undo. E l idealismo trasvasó esta a r g u m e n t é

cá m p o hisfórxco. L o que n os parecen

d e g r a d a s sin sentido son, en realidad, m om entos necesa­ rios del p rogreso de la civilización. Si n o alcanzamos a co m ­ prender ese p roceso en el m om en to en el que se está p rod u ­ cien d o, es p orq u e s ó lo disponem os d e una perspectiva parcial d e él. S ólo retrospectivamente, cuando tenem os ac­ ceso a tod os los hechos relevantes, entendem os la lógica subyacente a los acontecim ientos históricos que, finalmen­ te, ha devengado un resultado positivo. A unque la term ino­ logía hegeliana pu ed e sonar pom p osa en este contexto, realmente logra captar co n m ucha precisión una form a de legitimación ubicua en nuestra cultura. P o r ejem plo, a un ciudadano de Bagdad cuya familia haya m uerto bom bar­ deada co n proyectiles d e uranio em p obrecid o, tal vez n o le resulte convincente la argumentación d e los partidarios d e la ocu pación militar d e Irak, que piensan que es un paso d o loroso p ero necesario en el p roceso d e civilización: co n ­ cretamente, la dem ocratización y m odernización econ óm i­ ca de un país q ue consideran fanático y autoritario. ¿Adoptá.M are,este, PUQtQ.de vista? Sus críticos dicen que sen cjiiróen te.se lim itó » tnlnM f ei

la

lud» de das» m d tonar dd Din» de,la tflodiVra rrisriana o del Espíritu hegeliano. En efecto, lo crucial de la teleoloidea d e que la historia tiene un sentido determ inado cnie está inscrito a i los hechos m ism os. Sin em bargo, qpa veaunás, las pruebas son ambiguas. D esde luego, el M arx evolucionista existe. H ay textos m uy claros en los que afirma que hay fases dolorosas p o r las que las sociedades deben pasar co m o precio a pagar p o r el

progreso histórico. Por ejemplo, en «La dominación britá­ nica en la India», ün escrito de 1852, Marx analiza sin mu­ cha nostalgia cóm o el colonialismo británico está destru­ yendo la estructura social tradicional de la India: P o r m uy lamentable q u e sea desde un p u n to d e vista hum a­ n o ver c ó m o se desorganizan y d escom p on en en sus. unida­ des integrantes esas decenas d e miles d e organizaciones s o­ ciales laboriosas, patriarcales e inofensivas, [...] n o debem os olvidar al m ism o tiem po que esas idílicas com unidades rura­ les constituyeron siempre una sólida base para el despotism o oriental; que restringieron el intelecto hum ano a los límites más estrechos, convirtiéndolo en un instrumento sumiso d e la superstición, som etiéndolo a la esclavitud d e reglas tradi­ cionales y privándolo d e toda grandeza y d e toda iniciativa histórica. [...]. Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el im pulsojde los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de im poner esos intereses. Pero n o se trata d e eso. D e lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fon d o en el es­ tado social d e Asia. Si n o puede, entonces, y a pesar d e todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, p or penoso qué sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: «¿Q uién lamenta los estragos / Si los frutos son placeres? / ¿N o aplastó miles de seres / Tamerlán en su reinado?». Sin em b a rg o;'cuando posteriorm ente M arx se.ocu p ó con detalle d e e s te p r o c e s o de.desarticulación d e la s eom u n id a -

des tradicionales, fa e m u ch o menos entusiasta. En E l capíal capitalismo y n o c o nsidera q ue la destrucción d e las c o ­ munidades histótig*s.ddba ser.efitendidajcofqo.iin p rogreso, más bien al contrario. Explícitamente, en la « Carta a la redac­ ción ó d O tetfí& estiw n nyjeS apkki» M arx negó q ue su r*esbozo histórico del surgimiento del capitalismo en Europa^ O cddental [se pueda interpretar com o] una teoría histéri­ co-filosófica de la evoludón general que se impone fatídica­ mente a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circuns^j ^ tandas históricas en las que se encuentren . j Todavía más importante, cuando al final de su vida se vio ob ligado á pronundarse explícitam ente sobre el evolu cio­ nismo, M arx lo dem andó sin ambages. E l ca p /W había teni­ d o una gran acogida en Rusia entre los revoludonarios lo ­ cales a los que h oy con ocem os con el n om b re d e «p opulistas» (una etiqueta bastante imprecisa, en realidad). Algunas facd o n e s d e los populistas creían que Rusia podía convertirse en una sociedad posrevolucionaria próspera, libre e iguali­ taria sin pasar p o r una fase previa de m odernización capita­ lista. Para ello pretendían apoyarse en ciertas form as d e or­ ganización vernáculas del cam pesinado ruso, que poseían una larga tradición de coop eración comunitaria. E n 1881, la populista Vera I. Zasulich consultó su opinión sobre esta posibilidad a M arx, que se m ostró m uy receptivo. En muchos escritos, M arx sugiere la necesidad histórica del comunismo, que sería el resultado lógico del progreso de la JhrnnatiS^HTKKi^tánte^es posible-dar una interpretaeién no evolucigm stadeesta§ tesis .sin violentar laargumentación-de Marx; El capitalismo ha liberado gigantescas fuerzas sociales y

productivas; su limitación consiste en que es incapaz d e apro­ vechar sus propias potencialidades. N o sólo es un sistema injüsto y alienante, sino también ineficaz. P or ejem plo, el tiemp o liEre que genera la maquinizadón n o se puede disfrutar coiq o un lüqadSáo ma: d desempleo. El capitalismo, com o cualquier otro m od o de p rod u cd ón , terminará y puede ser reemplazado p or dife­ rentes formas sociales, algunas m ucho peores y tecnológica­ mente más primitivas (la cienda ficción nos ha proporcionado un amplio imaginario d e distopías futuristas). El comunismo tam p oco es necesariamente la única alternativa igualitaria al

afirma emancipación coherente con la realidad capitalista y com pren­ sible desde d ía .l^Tiromu n S m o a lSTpTófígffiá ^ ^ iB a e im t i- ‘ zad ón social -u n d d a rr o llo , p or tanto, de lasreyolucionespolíücas m od ernas- que pretende a p ro v e c h a rá m áxim o-ios recursos productivcS"“cont¿mporáneos -u n a optimización, pdr táñtÓVde lFréTOludófi^ ifid iS n S -. Esto marca una gran diferencia respecto a los proyectos políticos basados en un hia­ to histórico radical, p ero también frente a quienes consideran la transformadón social cóm o un puro ideal normativo cuya consistencia con nuestro presente es sólo tendencia! El evolucionism o era d medioambiente intelectual del siglo X K . En una época de grandes choques políticos, prácticamen­ te el único punto de consenso entre socialistas, liberales y re­ formistas era la fe en d progreso. Los únicos, que se rebelaron contra esta unanimidad fueron un puñado d e autores reacdonarios y unos cuantos movimientos populares clarividentes pero marginales. En muchas ocasiones Marx se deió llevar p or esta inerria intdectnaLNo-ohstante no desempeña ntipapd ceptral en sn teoria.sQCÍaLv-fue.desprendiéndose d e dla.-En

distij^si?£asioj3^xu«ido^seado,QbJiga.dQj^Pxdac^plíci-

tamente el tema, rechazó con decisión el evolucionism o e hizo una reivindicación de la contingencia histórica prácticamente única en su tiempo. Tal vez n o sea inútil recordar que en los años treinta del siglo XX el filósofo Walter Benjamín, el más influyente crítico del evolucionismo histórico, consideraba que al denunciar la idea de progreso estaba reformulando en términos más precisos el materialismo histórico.

L o s te x to s Seguramente existe un corpüs intelectual razonablemente

dS®3o™aTyie‘ip(53e®6*$$_ ¿Tñbmfiiry ' ^ ‘mytf^aTSiwo K s toricp, jg gro m ás q m .m .< m im w ^ ñ J ts s k .g e o a s ie s es una caja de herramientas, un elenco d e estrategias d e investigación a las q u e M arxfueuJando distintajm portaneia'a lo largo de su vida y q ue mantienen una relación d e e q uilibrio tenso: determ inism o te cn o ló g ic o y leología y antievoluciqnism o. positivism o v hermenéutica^ ^ jetivid ácT cien tífica y CQpipromisa.rievolucionarjor,