Eric Hobsbawn El Imperialismo Resumen

La era del imperio 1875-1914JAG Eric John Ernest Hobsbawm. La era del imperio: 1875-1914. Crítica, 2005 – 404 pages. La

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La era del imperio 1875-1914JAG Eric John Ernest Hobsbawm. La era del imperio: 1875-1914. Crítica, 2005 – 404 pages. La revolución centenaria Los centenarios son una invención de finales del siglo XIX. En primer lugar, se conocían todas las regiones del mundo. Gracias al ferrocarril y a los barcos de vapor, los viajes intercontinentales y transcontinentales se habían reducido a cuestión de semanas en lugar de meses excepto en África, Asia continental y algunas zonas del interior de Sudamérica. El telégrafo eléctrico permitía el intercambio de información por todo el planeta en sólo unas pocas horas. En consecuencia un numero mucho mayor de hombres se vieron en situación de poder viajar y comunicarse en largas distancias con mucho mayor facilidad.

Al mismo tiempo, era un mundo mucho más densamente poblado. El núcleo más importante de la población mundial estaba formado por asiáticos, el siguiente núcleo formado por los europeos.

Ahora bien, mientras que el mundo se ampliaba demográficamente, se reducía desde el punto de vista geográfico y al mismo tiempo sufría una división. En el decenio de 1780, existían regiones ricas y pobres, un abismo importante separaba a la gran zona donde se habían asentado tradicionalmente las sociedades de clase, de las regiones situadas al norte y al sur de aquélla, en el seno de esa zona que se extendía desde Japón hasta América las disparidades no parecían insuperables.

En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución económica y el resto, primero lentamente y luego con creciente rapidez.

La tecnología era una de las causas fundamentales de ese abismo. Era cada vez más evidente que los países más pobres y atrasados podían ser fácilmente derrotados y conquistados, debido a la inferioridad técnica de su armamento. La revolución

industrial, que afectó al arte de la guerra inclinó todavía más la balanza a favor del mundo “avanzado” con la aparición de los explosivos, las ametralladoras y el transporte en barcos de vapor. Así pues, en 1880 no nos encontramos ante un mundo único sino frente a dos sectores distintos: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes, los ricos y los pobres. El primero de esos mundos se hallaba unido por la historia y por ser el centro de desarrollo capitalista, el segundo sector del mundo no estaba unido ni por la historia ni por la cultura.

Si era innegable la existencia de dos sectores diferentes en el mundo, las fronteras entre ambos no eran definidas. “Europa” incluía las regiones meridionales, pero que desde el siglo XVI estaban estancadas, en especial las penínsulas italiana e ibérica. Incluía también una amplia zona fronteriza oriental. En consecuencia, amplias zonas de “Europa” se hallaban en los límites del núcleo de desarrollo capitalista y de la sociedad burguesa. En Rusia la cuestión era mucho más profunda, pues prácticamente toda la zona situada entre Bielorrusia y Ucrania y la costa de Pacífico estaba plenamente alejada de la sociedad burguesa. Rusia era un país atrasado, aunque sus gobernantes miraban sistemáticamente hacia Occidente desde hacia dos siglos y habían adquirido el control sobre Finlandia, los Países del Báltico y algunas zonas de Polonia. Pero desde el punto de vista económico, Rusia formaba parte de “Occidente”. En el otro extremo de Europa, Portugal era un país reducido, débil y atrasado, una semicolonia inglesa con muy escaso desarrollo económico. Era meramente un gran imperio colonial en virtud de su historia. Conservaba su imperio africano. En el decenio de 1880, Europa no solo era el núcleo original del desarrollo capitalista que estaba dominando y transformando el mundo, sino con mucho el componente más importante de la economía mundial y de la sociedad burguesa. El Viejo Continente, a pesar de los millones de personas que de él salieron hacia otros nuevos mundos, creció más rápidamente y atrasó, prácticamente a todo el

“segundo mundo” inmerso en su zona de independencia a excepción de Japón. Esa dependencia, la imposibilidad de mantenerse al margen del comercio y la tecnología de Occidente, situó a unas sociedades víctimas de la historia del siglo XIX.

Básicamente, todos esos países estaban a merced de los barcos procedentes del extranjero frente a los cuales se hallaban indefensos y que transformaba su universo.

El mundo “desarrollado” seguía siendo agrícola. Sólo en seis países europeos la agricultura no empleaba a la mayoría: Bélgica, el Reino Unido, Francia, Alemania, los Países Bajos y Suiza.

Por el contrario la industria no existía únicamente en el primer mundo. Una parte de la industria del siglo XIX de tipo occidental tendió a desarrollarse modestamente en países dependientes como la India. Se trataba fundamentalmente de una industria textil y de procesado de alimentos. Mientras tanto, la pequeña producción a cargo de familias de artesanos siguió siendo característica tanto del mundo “desarrollado” como de una gran parte del mundo dependiente. Esa industria no tardaría en entrar en un período de crisis, al enfrentarse con la competencia de las fábricas y de la distribución moderna. Podemos afirmar también que el mundo “avanzado” era un mundo en rápido proceso de urbanización y en algunos casos era un mundo de ciudadanos a una escala sin precedentes. En 1890, el conjunto de la población se había multiplicado por seis. Tres nuevas ciudades se habían añadido a Londres en la lista de las urbes que sobrepasaban el millón de habitantes (París, Berlín y Viena).

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Si es difícil resumir las diferencias económicas entre los dos sectores del mundo no lo es menos resumir las diferencias políticas que existían entre ambos. Un país “avanzado” tenía que ser un Estado territorial más o menos homogéneo, soberano y los bastante extenso como para proveer la base de un desarrollo económico nacional. Tenía que poseer un conjunto de instituciones políticas y legales de carácter liberal y representativo, tenía que poseer un grado suficiente de autonomía e iniciativa local. Debía estar formado por “ciudadanos” que disfrutaban de una serie de derechos legales y políticos básicos. Sus relaciones con el Gobierno nacional tenían que ser directas. En una gran parte del mundo no desarrollado no existían. Estados de este tipo ni de ningún otro. Se extendían las posesiones de las potencias europeas. Otros sectores de ese mundo no desarrollado estaban formados por imperios muy antiguos como el chino, el persa y el turco.

Hacia 1875 sólo había 17 Estados soberanos en Europa (incluyendo las seis “potencias”), el Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Austria-Hungría e Italia, 19 en el continente americano (incluyendo una “gran potencia”, los Estados Unidos), cuatro o cinco en Asia (Japón, China y Persia) y tal vez otros tres marginales en África (Marruecos, Etiopía y Liberia). Prácticamente todos esos Estados eran monarquías, la mayor parte de ellas eran monarquías constitucionales. No obstante, aparte de Suiza, Francia, los Estados Unidos y tal vez Dinamarca, ninguno de los Estados representativos tenía como base el sufragio democrático.

En cuanto a la población del mundo “desarrollado”: el principio de que las personas eran libres e iguales ante la ley. La servidumbre legal no existía ya en ningún país europeo. Sin embargo, en el mundo “desarrollado” era el dinero o la falta de él lo que determinaba la distribución de todos los privilegios, salvo el de la exclusividad social. Los ricos y poderosos eran únicamente más influyentes desde el punto de vista político y podían ejercer una notable presión más allá de lo legal.

La distinción más notable entre los dos sectores del mundo era cultural en el sentido más amplio de la palabra. En 1880, el mundo “desarrollado” estaba formado por países o regiones en los que la mayoría de la población masculina y la femenina era culta. Las ciudades con una población predominantemente inculta, como sucedía en gran parte del “tercer mundo”, eran un índice aún más claro de atraso. Por otra parte, ese hecho reflejaba también el desarrollo económico y las divisiones sociales del trabajo. El analfabetismo en las personas dedicadas al comercio era la mitad del que existía entres los obreros, siendo los funcionarios, y los miembros de las profesiones liberales los sectores más cultos de la población.

La educación a escala masiva, asegurada en esta época en los países desarrollados gracias a la extensión de la educación primaria por impulso del Estado.

Es también cierto que la mayor parte de los países más “avanzados” entre los “desarrollados” cambiaron en parte, adaptando la herencia de un pasado antiguo y “atrasado”, pese a que en su seno había estratos y sectores de la sociedad que se resistían al cambio.

Lo que más habría impresionado a un observador habría sido la linealidad de ese cambio.

El progreso era especialmente evidente en la tecnología y el incremento de la producción material y de la comunicación. La maquinaria moderna utilizaba como fuente de energía casi exclusivamente el vapor. El carbón había pasado a ser la fuente más importante de energía industrial. Las nuevas fuentes energéticas, la electricidad y el petróleo, no tenían todavía gran importancia.

La tecnología moderna era innegable claramente visible. Pero, sin duda, alguna, las mayores y más potentes máquinas del siglo XIX eran también las más visibles y audibles locomotoras de ferrocarril. La tradición predominaba aún en el agua, a pesar del cambio de la madera al hierro y de la vela al vapor.

Todo el mundo estaba ansioso de nuevos inventos, cuanto más sensacionales mejor. El progreso era especialmente visible en la capacidad para la producción material y para la comunicación rápida y a gran escala en el mundo “desarrollado”. De todas formas, no se puede negar cierta mejora de la condición de la gran masa de la población en esa zona del mundo. El incremento de la altura de las personas había comenzado probablemente en 1880 en una serie de países, pero no en todas partes. La expectativa de vida aumentó considerablemente con el cambio de siglo, aunque esta tendencia fue afectada por un descenso notable en la mortalidad infantil.

En las zonas “desarrolladas” de Europa ya no se pensaba en el hambre como una contingencia posible. En lo que más tarde se conocería como el “tercer mundo”, el hambre seguía siendo epidémica.

La conquista global de la economía mundial, la marcha hacia delante de una tecnología y una ciencia triunfantes sobre las que se basaba cada vez más era innegable, en consecuencia, inevitable. Cierto también que el progreso político en forma de gobiernos representativos se aceleraría.

En 1870, el progreso del mundo burgués había llegado hasta un punto en que comenzaban a escucharse voces más excéntricas e incluso más pesimistas. Los fundamentos económicos de la civilización que progresaba se vieron sacudidos, la economía mundial se hallaba en crisis. La economía cambia de ritmo.

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Desde la crisis de 1873 la economía del mundo estaba marcada por “una perturbación y depresión del comercio sin precedentes”. Su peculiaridad es su universalidad; afecta a naciones que se han visto implicadas en la guerra, pero también a aquellas que se han mantenido en paz.

En el período transcurrido entre 1873 y mediados del decenio de 1890, la producción mundial lejos de asentarse, continuó aumentando de forma muy sustancial. Entre 1870 y 1890. El comercio internacional continuó aumentando de forma importante, aunque es verdad que a un ritmo menos vertiginoso que antes. Las economías industriales norteamericana y alemana avanzaron y la revolución industrial se extendió

preparando una crisis de deuda internacional muy similar a la del decenio de 1980, era la prolongada “depresión de los precios, una depresión del interés y una depresión de los beneficios”.

La agricultura fue la víctima más espectacular de esa disminución de los beneficios y de una competencia exterior masiva. En algunas zonas, la situación empeoró al coincidir diversas plagas en ese momento. La reacción de los agricultores varió desde la agitación electoral a la rebelión, por no mencionar la muerte por hambre.

Las dos respuestas más habituales entre la población fueron la emigración masiva y la cooperación. Mientras tanto se multiplicaron en varios países las sociedades para la compra cooperativa de suministros, la comercialización en cooperativa y el procesamiento cooperativo.

El mundo de los negocios tenía sus propios problemas. Una gran expansión del mercado puede compensar esa situación pero los cierto es que el mercado no crecía con la suficiente rapidez, en parte por el aumento del número de competidores en la producción y de las economías industriales. En algunas partes del mundo, la situación se veía complicada aún más por la caída gradual, del precio de la plata y de su tipo de cambio con el oro. Mientras, ambos metales se mantuvieron estables, los pagos internacionales calculados en los metales preciosos que constituían la base de la economía monetaria mundial eran bastante sencillos. Pero cuando la tasa de cambio era inestable, las transacciones de negocios se complicaban enormemente.

Una de las soluciones consistía en el “bimetalismo”, era sustentada por muchos que atribuían el descenso de los precios fundamentalmente a la escasez de oro. Un sistema basado en el oro y la plata, mineral cada vez más abundante podría elevar los precios a través de la inflación monetaria. La banca, las grandes empresas y los gobiernos no tenían la menor intención de abandonar la paridad fija del oro. En

cualquier caso, sólo países como México, China y la India, trabajaban fundamentalmente con la plata.

Los diferentes gobiernos mostraron una mejor disposición a proteger a los productores nacionales de la competencia de los bienes importados. La gran depresión puso fin a la era del liberalismo económico. Las tarifas proteccionistas, a finales del decenio de 1870, pasaron a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional.

De todos los grandes países industriales, sólo el Reino Unido defendía la libertad de comercio sin restricciones. Las razones eran que el Reino Unido era el exportador más importante de productos industriales, además era el mayor exportador de capital, de servicios financieros y comerciales y de servicios de transporte.

El Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo económico y al actuar así otorgó a los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de impulsar sus exportaciones.

En el siglo XIX, el núcleo fundamental del capitalismo lo constituían las “economías nacionales”: el Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, etc. Sean cuales fueren los orígenes de la “economías nacionales” que constituían esos bloques las economías nacionales existían por que existían las naciones-Estado. Estas observaciones se refieren fundamentalmente al sector “desarrollado” del mundo, es decir, a los Estados capaces de defender de la competencia a sus economías en proceso de industrialización y no al resto del planeta, cuyas economías eran dependientes.

Pero el mundo desarrollado no era tan sólo un agregado de “economía nacionales”. La industrialización y la depresión hicieron de ellas un grupo de economías rivales, donde los beneficios de una parecían amenazar la posición de las otras.

Pero ¿Cuáles fueron las consecuencias de este proteccionismo? Podemos aceptar como cierto que un exceso de proteccionismo es perjudicial para el crecimiento económico mundial. Pero en 1880-1914, el proteccionismo no era general ni tampoco excesivamente riguroso, quedó limitado a los bienes de consumo y no afectó al movimiento de mano de obra y a las transacciones financieras internacionales. El proteccionismo agrícola funcionó en Francia, fracasó en Italia. El proteccionismo industrial impulsó a las industrias nacionales a abastecer los mercados domésticos.

Ante la depresión, la respuesta económica más significativa del capitalismo radicó en la combinación de la concentración económica norteamericana, los “trusts” y “la gestión científica”. Mediante la aplicación de estos dos tipos de medidas, se intentaba ampliar el beneficio.

Entre las diferentes soluciones para solventar los problemas del capitalismo, caben destacar las siguientes:

1.- El control del mercado y la eliminación de la competencia sólo eran un aspecto de un proceso más general de concentración capitalista y no fueron ni universales ni irreversibles. La concentración avanzó a expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a expensas de las empresas privadas, los grandes negocios y grandes empresas a expensas de las más pequeñas y que esa concentración implicó una tendencia hacia el oligopolio.

2.- La “gestión científica” fue fruto del período de la gran depresión. La presión sobre los beneficios en el período de la depresión sugirió que los métodos tradicionales de

organizar las empresas y en especial la producción, no eran ya adecuados. Surgió la necesidad de una forma “científica” de controlar y programar las empresas grandes, sacando mayor rendimiento a los trabajadores. Ese objetivo se alcanzó mediante tres métodos fundamentales: a) aislando a cada trabajador del resto del grupo y transfiriendo el control del proceso productivo a los representantes de la dirección, b) descomponiendo cada proceso en elementos componentes cronometrados y c) sistemas distintos de pago de salario que supusieran para el trabajador un incentivo para producir más.

3.- Una tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo: el imperialismo. La búsqueda de nuevos mercados, contribuyó a impulsar la política de expansión, que incluía la conquista colonial.

Un resultado final, o efecto secundario, de la gran depresión fue la gran agitación social, no sólo entre los agricultores, sino también entre las clases obreras. Desde finales del decenio de 1880, la aparición de movimientos obreros y socialistas de masas en algunos de ellos. Los modernos movimientos obreros son también hijos del período de la depresión. Desde mediados del decenio de 1890 hasta la primera guerra mundial se conoce todavía en el continente europeo como la belle époque. El paso de la preocupación a la euforia fue tan súbito y dramático que buscaban alguna fuerza externa para explicarlo y que encontraron en el descubrimiento de enormes depósitos de oro en Sudáfrica. El contraste entre la gran depresión y el boom secular posterior constituyó la base de las primeras especulaciones sobre las “ondas largas” en el desarrollo del capitalismo mundial.

Dos aspectos del período: la redistribución del poder y la iniciativa económica, estos problemas, son secundarios desde el punto de vista de la economía mundial.

Como cuestión de principio, no es sorprendente que Alemania y los Estados Unidos, superaran al Reino Unido. Las exportaciones alemanas de productos manufacturados superaron a las del Reino Unido en toda la línea.

El rápido incremento de los salarios reales, característico del período de la gran depresión, disminuyó notablemente. En Francia y el Reino Unido hubo incluso un descenso de los salarios reales entre 1899 y 1913. Esto explica en parte el incremento de la tensión social y de los estallidos de violencia anteriores a 1914.

El núcleo de países industriales constituían ahora una masa productiva ingente y en rápido crecimiento y ampliación en el centro de la economía mundial. Incluían no sólo los núcleos grandes sino también un nuevo conjunto de regiones en proceso de industrialización: Escandinavia, los Países Bajos, el norte de Italia, Hungría, Rusia e incluso Japón. Constituían también una masa cada vez más impresionante de compradores de los productos y servicios del mundo: un conjunto que vivía cada vez más de las compras.

Además, gracias al descenso de los precios que se había producido durante el período de la depresión, esos consumidores disponían de mucho más dinero que antes para gastar, incluso entre los pobres. La industria de la publicidad, que se desarrolló en este período, los tomó como punto de mira. La venta a plazos permitió que los sectores con escasos recursos pudieran comprar productos de alto precio.

Así pues, estos países constituían el núcleo central de la economía mundial. En conjunto formaban el 80% del mercado internacional. Más aún, determinaban el desarrollo del resto del mundo.

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¿Cómo resumir lo que fue la economía mundial durante la era del imperio?.

1.- En primer lugar, su base geográfica era mucho más amplia que antes. El sector industrial, en proceso de industralización, se amplió, en Europa mediante la revolución industrial que conocieron Rusia y otros países como Suecia y los Países Bajos, fuera de Europa, por los acontecimientos que tenían lugar en Norteamérica y, en cierta medida, en Japón. El mercado internacional de materias primas se amplió, lo cual implicó también el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción.

Como ya se ha señalado, la economía mundial era, pues, mucho más plural que antes. El Reino Unido dejó de ser el único país totalmente industrializado y la única economía industrial.

Esepluralismo creciente de la economía mundial quedo enmascarado hasta cierto punto por la dependencia de los servicios financieros, comerciales y navieros con respecto al Reino Unido. Por otra parte, la enorme importancia de las inversiones británicas en el extranjero y su marina mercante, reforzaban aún más la posición central del país en una economía mundial.

2.- Ese pluralismo reforzó por el momento la posición central del Reino Unido. Era el Reino Unido el país que restablecía el equilibrio global importando mayor cantidad de productos manufacturados de sus rivales. El relativo declive industrial del Reino Unido reforzó, pues, su posición financiera y su riqueza. 3.- La tercera característica de la economía mundial es la revolución tecnológica. Fue en este período cuando se incorporaron a la vida moderna el teléfono y la telegrafía sin hilos, el fonógrafo y el cine, el automóvil y el aeroplano, y cuando se aplicaron a la vida doméstica la ciencia y la alta tecnología. Para los contemporáneos, la gran innovación consistió en actualizar la primera

revolución industrial mediante una serie de perfeccionamientos en la tecnología del vapor y del hierro por medio del acero y las turbinas.

4.- La cuarta característica es una doble transformación en la estructura y modus operandi de la empresa capitalista. Se produjo la concentración de capital, el crecimiento en escala que llevó a distinguir entre “empresa” y “gran empresa”, el retroceso del mercado de libre competencia. Por otra parte, se llevó a cabo el intento aplicando “métodos científicos” no sólo a la tecnología, sino a la organización y a los cálculos.

5.- La quinta característica, la transformación del mercado de los bienes de consumo. Con el incremento de la población, el mercado de masas, limitado hasta entonces a los productos alimenticios y al vestido, comenzó a dominar las industrias productoras de bienes de consumo. Contribuyeron a la aparición de productos y servicios nuevos para el mercado de masas, desde las cocinas de gas hasta la bicicleta, el cine y el modesto plátano.

Todo ello implicó la transformación no sólo de la producción, sino también de la distribución, incluyendo la compra a crédito, fundamentalmente por medio de los plazos.

6.- El importante crecimiento del sector terciario de la economía: el aumento de puestos de trabajo en las oficinas, tiendas y otros servicios.

7.- La última característica es la convergencia creciente entre la política y la economía, es decir, el papel cada vez más importante del Gobierno y del sector público. Por una parte impulsó a los gobiernos, muchas veces renuentes, a aplicar políticas de reforma y

bienestar social, así como a iniciar una acción política para la defensa de los intereses económicos de determinados grupos de votantes.

Esta fue la fauna en que creció y se transformó la economía del mundo “desarrollado”. Pero lo que impresionó a los contemporáneos en el mundo “desarrollado” e industrial, fue sin duda que estaban viviendo una época floreciente. Incluso las masas trabajadoras se beneficiaron de esa expansión. Esto permitió a la masa de europeos que emigraron a los Estados Unidos integrarse en el mundo de la industria, pero en la clase obrera. Para éstas, la belle époque era el paraíso, que se perdería después de 1914. Las perturbaciones anteriores al 1914 impidieron el retorno al paraíso perdido. La era del imperio

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Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas desarrollados tenía grandes probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países “avanzados” dominaran a los “atrasados”: en definitiva, en un mundo imperialista. Al período transcurrido entre 1875 y 1914 se le puede calificar como era del imperio no sólo porque en él se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también porque fue el período de la historia moderna en que hubo mayor número de gobernantes que se auto titulaban oficialmente “emperadores”.

El período que estudiamos es una era en que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial. La supremacía económica y militar de los países capitalistas, entre 1880 y 1914, intentó y realizó la conquista, anexión y administración formales de la mayor parte del mundo ajeno a Europa que fue dividido, formalmente, en territorios que quedaron bajo el gobierno formal o bajo el dominio político informal de uno u otro de una serie de Estados, fundamentalmente el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos,

Bélgica, los Estados Unidos y Japón. Las víctimas de ese proceso fueron los antiguos imperios sobrevivientes de España y Portugal. El único Estado no europeo que resistió con éxito la conquista colonial formal fue Etiopía.

Dos grandes zonas del mundo fueron totalmente divididas por razones prácticas: África y el Pacífico. No quedó ningún Estado independiente en el Pacífico, totalmente dividido entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y japoneses. En 1914, África pertenecía en su totalidad a los imperios británico, francés, alemán, belga, portugués y, de forma más marginal, español, con la excepción de Etiopía, en Asia existía una zona amplia nominalmente independiente, aunque los imperios europeos redondearon sus extensas posesiones. Se crearon dos imperios prácticamente nuevos: el primero, por la conquista francesa de Indochina, el segundo, por parte de los japoneses a expensas de China, en Corea y Taiwán. Estados Unidos, sus únicas anexiones directas fueron Puerto Rico y una estrecha franja del canal de Panamá. En Latinoamérica, la dominación económica y las presiones políticas necesarias se realizaban sin una conquista formal. Ciertamente, el continente americano fue la única gran región del planeta en la que no hubo una seria rivalidad entre las grandes potencias. Ese reparto del mundo entre un número reducido de Estados era la expresión de la progresiva división del globo en fuertes y débiles.

Para los observadores se abría una nueva era de expansión nacional en la que era imposible separar elementos políticos y económicos y en la que el Estado desempeñaba un papel cada vez más activo, tanto en los asuntos domésticos como en el exterior.

En efecto los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, pero el imperialismo era un fenómeno totalmente nuevo. Describir un fenómeno nuevo el “imperialismo”: es una actividad que habitualmente desaprueba y que por tanto, ha sido siempre practicada por otros. Definición algo peyorativa en el transcurrir del siglo.

Las causas del imperialismo, según el análisis leninista, era que el nuevo imperialismo tenía sus raíces económicas en una nueva fase específica del capitalismo, que, entre otras cosas, conducía a “la división territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas” en una serie de colonias formales e informales y de esferas de influencia. Las rivalidades existentes entre los capitalistas, que fueron causa de esa división, engendraron también la primera guerra mundial. Los análisis no marxistas del imperialismo establecían conclusiones opuestas a las de los marxistas. Negaban la conexión específica entre el imperialismo de finales del siglo XIX y del siglo XX con el capitalismo en general y con la fase concreta del capitalismo. Negaban que el imperialismo tuviera raíces económicas importantes, que beneficiara económicamente a los países imperialistas y, asimismo, que la explotación de las zonas atrasadas fuera fundamental para el capitalismo y que hubiera tenido efectos negativos sobre las economías coloniales. Afirmaban que el imperialismo no desembocó en rivalidades insuperables entre las potencias imperialistas y que no había tenido consecuencias decisivas sobre el origen de la primera guerra mundial. Rechazando las explicaciones económicas, se concentraban en los aspectos psicológicos, ideológicos, culturales y políticos, aunque por lo general evitando cuidadosamente el terreno resbaladizo de la política interna.

Con todo, si se puede establecer una conexión económica entre las tendencias del desarrollo económico en el núcleo capitalista del planeta en ese período y su expansión a la periferia.

El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la creación de una economía global con un tejido cada vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado. 1.- Esta red de transportes mucho más tupida posibilitó que incluso las zonas más atrasadas se incorporaran a la economía mundial.

2.- El desarrollo tecnológico dependía de materias primas que por razones climáticas o por los azares de la geología se encontraban exclusiva o muy abundantemente en lugares remotos: el petróleo, el caucho, el estaño y la demanda de metales preciosos y diamantes. 3.- Completamente aparte de las demandas de la nueva tecnología el crecimiento del consumo de masas en los países metropolitanos significó la rápida expansión del mercado de productos alimenticios, el mercado estaba dominado por los productos básicos de la zona templada, cereales y carne que se producían a muy bajo coste y en grandes cantidades. Pero también transformó el mercado de productos conocidos desde hacía mucho tiempo como productos coloniales: azúcar, té, café, cacao y sus derivados, frutas tropicales y subtropicales. Las plantaciones, explotaciones y granjas eran el segundo pilar de las economías imperiales. Los comerciantes y financieros metropolitanos eran el tercero. Estos acontecimientos no cambiaron la forma y las características de los países industrializados aunque crearon nuevas ramas de grandes negocios. Pero transformaron el resto del mundo en la medida en que lo convirtieron en un complejo de territorios coloniales y semicoloniales que progresivamente se convirtieron en productores especializados de uno o dos productos básicos para exportarlos al mercado mundial, de cuya fortuna dependían por completo.

La función de las colonias y de las dependencias no formales era la de complementar las economías de las metrópolis y no la de competir con ellas. Los territorios dependientes no tuvieron tanto éxito. Su interés económico residía en la combinación de recursos con una mano de obra barata y de coste muy bajo. Sin embargo, las oligarquías de terratenientes y comerciantes se beneficiaron durante el período de expansión secular de los productos de exportación de su región. No obstante, en tanto que la primera guerra mundial perturbó algunos de sus mercados, los productores dependientes quedaron al margen de ella. La importancia económica creciente de esas zonas, no explica por que los principales Estados industriales iniciaron una rápida carrera para

dividir el mundo en colonias y esferas de influencia. El análisis antiimperialista difiere argumentalmente:

1,- La presión del capital para encontrar inversiones más favorables que las que se podían realizar en el interior del país, inversiones seguras que no sufrieran la competencia del capital extranjero, es el menos convincente. Se suponía que eran inversiones seguras, aunque no produjeran un elevado rendimiento.

2.- Un argumento general de más peso, la búsqueda de mercados. La convicción de que el problema de la “superproducción” del período de la gran depresión podía solucionarse a través de un gran impulso exportador era compartida por muchos. Los hombres de negocios dirigían su mirada, naturalmente, a las zonas sin explotar: China era una, mientras que África, el continente desconocido, era otra. Pero el factor fundamental de la situación económica general era el hecho de que una serie de economías desarrolladas experimentaban de forma simultánea la misma necesidad de encontrar nuevo: mercados. Intentaban conseguir territorios cuya propiedad situara a las empresas nacionales en una posición de monopolio. La consecuencia lógica fue el reparto de las zonas no ocupadas del tercer mundo.

La motivación estratégica para la colonización era especialmente fuerte en el Reino Unido, con colonias muy antiguas perfectamente situadas para controlar el acceso a diferentes regiones terrestres y marítimas que se consideraban vitales para los intereses comerciales, o que, con el desarrollo del barco de vapor, podían convertirse en puertos de aprovisionamiento de carbón. Una vez que las potencias rivales comenzaron a dividirse el mapa de África u Oceanía, cada una de ellas intentó evitar que una porción excesiva pudiera ir a parar a manos de

los demás, la adquisición de colonias se convirtió en un símbolo de status, con independencia de su valor real. En efecto, si las grandes potencias eran Estados que tenían colonias, los pequeños países, por así decirlo, “no tenían derecho a ellas”. 3.- Algunos historiadores han intentado explicar el imperialismo teniendo en cuenta factores fundamentalmente estratégicos. Han pretendido explicar la expansión británica en África como consecuencia de la necesidad de defender de posibles amenazas las rutas hacia la India y sus glacis marítimos y terrestres. Pero estos argumentos no eximen de un análisis económico presente en la ocupación de algunos territorios africanos, siendo en este sentido el caso más claro el de Sudáfrica. En segundo lugar, ignoran el hecho de que la India era la pieza esencial de la estrategia británica global. En definitiva, es imposible separar la política y la economía en una sociedad capitalista. La pretensión de explicar “el nuevo imperialismo” desde una óptica no económica es poco realista.

En algunos casos, ante todo en Alemania, se ha apuntado como razón fundamental para el desarrollo del imperialismo “la primacía de la política interior”. Una política imperialista podía suponer beneficios, de forma directa o indirecta, para las masas descontentas, quizás sea la menos relevante.

4.- Mucho más relevante nos parece la práctica habitual de ofrecer a los votantes gloria en lugar de reformas costosas. De forma más general, el imperialismo estimuló a las masas y en especial a los elementos potencialmente descontentos, a identificarse con el Estado.

Sin duda, en algunos países el imperialismo alcanzó una gran popularidad entre las nuevas clases medias v de trabajadores administrativos. Es mucho menos evidente que los trabajadores sintieran ningún tipo de entusiasmo.

5.- De todas formas, la idea de superioridad y de dominio sobre un mundo poblado por gentes de piel oscura benefició a la política imperialista. Las diferentes iglesias se embarcaron en un proceso de conversión de los paganos a las diferentes versiones de la auténtica fe cristiana.

Esta fue la época clásica de las actividades misioneras. El esfuerzo misionero en gran número de ocasiones se oponía a las autoridades coloniales. En cuanto al movimiento dedicado más apasionadamente a conseguir la igualdad de los hombres, las actitudes en su seno se mostraron divididas. Aunque muchos líderes sindicales consideraban que las discusiones sobre las colonias eran irrelevantes o veían a las gentes de color ante todo como una mano de obra barata, en este sentido, es cierto que las presiones para la expulsión de los inmigrantes de color fueron ejercidas sobre todo por las clases obreras. El análisis socialista del imperialismo, integraba el colonialismo en un concepto mucho más amplio de una “nueva fase” del capitalismo, era un análisis que en ocasiones tendía a exagerar la importancia económica de la expansión colonial para los países metropolitanos.

No obstante, todos los intentos de separa la explicación del imperialismo de los acontecimientos específicos del capitalismo habrán de ser considerados. 2

Quedan todavía por responder las cuestiones sobre el impacto de la expansión occidental en el resto del mundo. El impacto económico del imperialismo fue importante, lo más destacable, la profunda desigualdad, por cuanto las relaciones entre las metrópolis y sus colonias eran muy asimétricas.

Evidentemente, de todos los países metropolitanos donde el imperialismo tuvo más importancia fue en el Reino Unido, porque la supremacía económica de este país siempre había dependido de su relación especial con los mercados y fuentes de materias primas de ultramar.

Para la economía británica era de todo punto esencial preservar en la mayor medida posible su acceso privilegiado al mundo no europeo. El éxito del Reino Unido en ultramar fue consecuencia de la explotación de las posesiones británicas ya existentes o de la posición especial del país como principal importador e inversor en zonas tales como Sudamérica.

La gran depresión fue una prueba fundamental, desembocó en una gran crisis de deuda externa internacional que hizo correr un gran riesgo a los bancos de la metrópoli

Naturalmente, el Reino Unido consiguió su parcela propia en las nuevas regiones colonizadas del mundo, fue probablemente una parcela más extensa y más valiosa que la de ningún otro Estado. Sin embargo, el objetivo británico, fuera la expansión o la defensa frente a otros, fue alcanzado.

En resumen, el nuevo colonialismo fue una consecuencia de una era de rivalidad económico-política entre economías nacionales competidoras, rivalidad intensificada por el proteccionismo.

Pero la era imperialista fue un fenómeno también cultural. La conquista del mundo por la minoría“desarrollada” transformó… por la fuerza y por las instituciones, mediante el ejemplo y mediante la transformación social. En los países dependientes, esto apenas afectó a nadie excepto a las elites indígenas. Excepto en África y Oceanía, la gran masa de la población colonial apenas modificó su forma de vida, cuando podía evitarlo.

Lo que el imperialismo llevó a las elites potenciales del mundo dependiente fue fundamentalmente la “occidentalización”.

En resumen, la época imperialista creó una serie de condiciones que determinaron la aparición de líderes antiimperialistas. Pero es un error afirmar que la característica fundamental de los pueblos y regiones sometidos a la dominación y a la influencia de las metrópolis occidentales es la resistencia a Occidente, porque, los movimientos antiimperialistas importantes comenzaron en la mayor parte de los sitios con la primera guerra mundial y la Revolución rusa.

¿Qué influencia ejerció el mundo dependiente sobre los dominadores?

La novedad del siglo XIX consistió en el hecho de que cada vez más y de forma más general se consideró a los pueblos no europeos y a sus sociedades como inferiores, indeseables, débiles y atrasados, incluso infantiles.

Sin embargo, la densidad de la red de comunicaciones globales, la accesibilidad de los otros países, ya fuera directa o indirectamente, intensificó la confrontación y la mezcla de los mundos occidental y exótico. En la era imperialista su número se vio incrementado por aquellos escritores que deliberadamente decidieron convertirse en intermediarios entre ambos mundos. Esas muestras de mundos extraños eran ideológicas, por lo general reforzando el sentido de superioridad de los “civilizado” sobre lo “primitivo”.

Pero había un aspecto más positivo de ese exotismo. Administradores y soldados con aficiones intelectuales meditaban profundamente sobre las diferencias entre sus sociedades y las que gobernaban. Realizaron importantísimos estudios. Ese trabajo era fruto y se basaba en buena medida en un firme sentimiento de superioridad. El imperialismo hizo que aumentara notablemente el interés occidental hacia diferentes formas de espiritualidad derivadas de Oriente.

Hay que mencionar brevemente un aspecto final del imperialismo: su impacto sobre las clases dirigentes y medias de los países metropolitanos. Un puñado de hombres de las clases media y alta de esos países ejercían ese dominio de forma efectiva.

El imperialismo también suscitó incertidumbres. En primer lugar enfrentó a una pequeña minoría de blancos con las masas de los negros, los oscuros.

Estas eran las pesadillas que perturbaban el sueño de la belle époque. En ellas los ensueños imperialistas se mezclaban con los temores de la democracia.