Eres Lo Que Hablas

Eres lo que hablas El psicólogo James W. Pennebaker asegura poder desenmascarar la personalidad de los escritores con un

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Eres lo que hablas El psicólogo James W. Pennebaker asegura poder desenmascarar la personalidad de los escritores con un programa de análisis de textos. Las estadísticas no mienten, aduce. La polémica está servida JAN DÖNGES

1. ENTRETENIMIENTO TRAICIONERO. El lenguaje no sólo proporciona contenidos, sino que revela también algo sobre nuestro carácter.

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© FOTOLIA / KELLY YOUNG

os trabajos del psicólogo James W. Pennebaker mantienen dividido al gremio de los estudiosos de la lengua. Prescinde de los planteamientos clásicos de la investigación lingüística. Desde hace una veintena de años Pennebaker viene indagando en los escritos la personalidad de sus autores, sin analizar una sola vez la sintaxis, ni considerar los matices del significado, ni siquiera leer el texto. El psicólogo se aplica, en cambio, en el recuento de palabras.

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Queda fuera de toda discusión que la personalidad de un individuo se refleja en su lenguaje. Desde siempre, los escritores se han esmerado en encontrar las formas de expresión más adecuadas para sus personajes de ficción. Sigmund Freud (1856-1939) observó que el lapsus linguae (error o tropiezo involuntario e inconsciente al hablar) saca a la luz el subconsciente. Además, aquel que posee un pronunciado sentido del lenguaje cree adivinar, entre tantas líneas, la personalidad del autor. Mas, utilizar la estadística ciega para medir la superficie de un texto y, con ello, desentrañar el perfil del carácter del escritor, ¿funciona? Pennebaker, investigador desde 1997 en la Universidad de Texas, desarrolló su importante instrumento a mediados de los años noventa. Lo llamó Linguistic Inquiry and Word Count (LIWC). El programa de recuento de palabras por ordenador ocupa desde entonces cantidades ingentes de textos. Nuestro psicólogo social, que ha cumplido 60 años, centró uno de sus últimos análisis en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008. Publicó los resultados del estudio psicolingüístico de los candidatos Barack Obama y John MacCain en la página web www.wordwatchers.wordpress.com. Tanto en los debates como en las entrevistas, los políticos mostraban tendencias claras: McCain hablaba a sus votantes de un modo muy directo y personal; su elección de palabras resultaba emotiva e impulsiva. Por el contrario, Obama utilizaba con frecuencia relaciones causales que indicaban razonamientos complejos. Asimismo, tendía a expresarse de un modo más vago que su competidor republicano. El sistema de análisis mecánico de textos de Pennebaker nació por casualidad. Al inicio de los años noventa, el investigador mostraba especial interés en el estudio de la escritura expresiva. Dicho método permite a personas traumatizadas asimilar las vivencias negativas o desagradables a través de su proyección por escrito en un diario personal y la redacción de ensayos. Pero quería ir más allá: mostrar que no sólo aparece plasmada sobre el papel la reflexión de los afectados; sus notas también reflejan sus progresos.

RESUMEN

Dime quién eres

1

El programa de análisis lingüístico

Linguistic Inquiry and Word Count (LIWC) de James W. Pennebaker debe derivar, a partir de cualquier texto, afirmaciones referentes al carácter del autor.

2

Según Pennebaker, el contenido de

un texto no supone la clave para desentrañar la personalidad de su autor, sino las palabras aparentemente insignificantes —como pronombres, artículos o conjunciones—, ya que su uso resulta menos consciente.

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Los defensores de los sistemas asistidos

por ordenador consideran el análisis de textos electrónico más objetivo que el de los expertos humanos. Sus detractores, por el contrario, critican que el sistema descuide ingentes relaciones de contenido.

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MARSHA MILLER, UNIVERSIDAD DE TEXAS, AUSTIN

Con el objeto de probar su hipótesis, Pennebaker encargó a diversos doctorandos que examinaran cientos de redacciones con contenido, en su gran mayoría, incriminatorio. “La influencia emocional fue enorme”, recuerda Pennebaker; la evaluación de lo escrito, por lo tanto, resultaba poco fiable. “Buscaba un método más objetivo para analizar los textos. Por ello desarrollamos LIWC”, señala. El software extrae del texto las palabras que denotan alguna señal o característica: ¿Cuán optimista es el autor? ¿Le preocupan temas del pasado o, por el contrario, dominan cuestiones del futuro? ¿Utiliza expresiones que apuntan a argumentaciones complejas? Todo ello —junto al propio programa de recuento de palabras— ha propiciado la elaboración de un diccionario con 4500 entradas, distribuidas a su vez en más de 70 campos léxicos. De esa manera, se registra la frecuencia con que aparecen en el texto las palabras incluidas en las distintas categorías.

2. ENFANT TERRIBLE DE LA INVESTIGACION LINGÜISTICA:

De la A a la Z

James W. Pennebaker, inventor

“Soledad”, “llorar” o “feliz”, por ejemplo, se encuentran agrupadas bajo el epígrafe de “palabras emocionales”, que a su vez se subdivide en los grupos de “afectos positivos” y “negativos”. En estas subcategorías, se describen de manera más específica conceptos relacionados con estados emocionales concretos, como “miedo” o “duelo”. Otras de las categorías que recoge el trabajo son “palabras de percepción” inespecíficas (“ver”, “oír”, “sentir”) y de “procesos cognitivos” complejos (“debería”, “pensar”, “porque”). A ello se suma un total de 22 categorías generales referentes a partes de la oración: pronombres, verbos auxiliares, artículos, numerales o conjunciones; es decir, palabras funcionales. Sin embargo, el análisis lingüístico electrónico no es una invención de Pennebaker. Con el fin de facilitar el laborioso análisis manual, Philip Stone (1936-2006), que enseñó en Harvard, inventó en 1966 el primer procedimiento de recuento asistido por ordenador, el “General Inquirer”. Coincidiendo casi en el tiempo, en 1969 Louis Gottschalk, de la Universidad de California, y su colega Goldine Gleser (19152004), impulsaron el desarrollo de un programa similar. Los psicólogos querían, a través de la escala Gottschalk-Gleser (bautizada con el nombre de sus creadores), clasificar de manera automática cómo una determinada emoción, por ejemplo el miedo o la agresividad, influía en la comunicación del paciente.

del programa de análisis de textos Linguistic Inquiry and Word Count (LIWC).

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En 1987, una publicación de Gottschalk causó sensación. Declaraba que había observado, a través de sus procedimientos, indicios de que el por entonces presidente en funciones de Estados Unidos, Ronald Reagan (1911-2004), sufría un deterioro mental desde más o menos 1980. Años después, ya en 1994, se hizo público que Reagan padecía alzheimer. Con la llegada de ordenadores suficientemente potentes y asequibles, a comienzos de los años noventa, el método cobró mayor popularidad. El software para el tratamiento de textos, junto con Internet, posibilitaban recoger una creciente cantidad de datos en formato digital. Así, el número de instrumentos de análisis se disparó. Por lo general, la atención se centraba en el contenido. “Ha pasado inadvertido para la psicología el hecho de que las palabras ‘pequeñas’ (‘yo’, ‘nosotros’, ‘uno’ o ‘todos’ y similares), permitieran, de una manera particular, atar cabos sobre el comportamiento”, comenta Pennebaker. Los sustantivos, los verbos y los adjetivos sostenían el significado de una frase, pero su elección dependía en gran medida del azar; por ejemplo, el tema de una redacción. El “cómo”, señala Pennebaker, revela la personalidad. El estilo de un texto que se expresa a través de las palabras “pequeñas”, entre otros elementos, resulta poco accesible a la manipulación consciente. Así, la persona que quiere resultar agradable, elige las expresiones adecuadas, pero no controla el número de artículos o pronombres que utiliza para ello, indica.

El lenguaje de los terroristas Tal principio queda claro en el “estudio AlKaida” de Pennebaker: el investigador analizó en 2007, junto a otros científicos, y por encargo del FBI, un total de 58 textos de Osama Bin Laden y Aiman Al-Zawahiri, considerado este último el número dos en la jerarquía de la organización terrorista. Como escala comparativa recurrieron a 17 muestras de panfletos pertenecientes a otras organizaciones extremistas. Tres de las categorías del LIWC destacaron en la investigación. En primer lugar, Bin Laden y Zawahiri utilizaban de modo significativo un mayor número de palabras emocionales que correspondían en su mayoría, y por encima de la media, a expresiones hostiles. En segundo lugar, raramente aparecían verbos en pasado. Los científicos interpretaron este hecho como un reflejo del escaso interés por parte de sus autores de recordar acontecimientos ya suceMENTE Y CEREBRO 43 / 2010

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didos. En tercer lugar, llamó la atención de los investigadores la alta proporción de pronombres en tercera persona del plural (“ellos”, “a ellos”, etcétera). Otra de las conclusiones fue que Al-Kaida se definía, más que otros grupos terroristas, a través de la delimitación con el enemigo, según su lema: “Nosotros contra los de Occidente”. A comienzos del estudio, los investigadores compararon también los resultados del LIWC con evaluaciones de observadores independientes, lo que les permitió confirmar que el grado de extremismo de un grupo puede determinarse mediante la frecuencia de uso del pronombre en la tercera persona del plural. La comparación del lenguaje de ambos islamistas sirvió, a su vez, para determinar todo aquello que los pronombres revelan. Así, entre 2004 y 2006 se triplicó la frecuencia con la que Al-Zawahiri usaba la palabra “yo”, mientras que dicho pronombre permanecía constante en el discurso de Bin Laden. “Un alto porcentaje en el uso de ‘yo’ indica, por lo general, un fuerte egoísmo, aunque también inseguridad y una actitud defensiva. Asimismo, el contexto concreto del contenido confirma esto”, aclara Pennebaker. Otros estudios han demostrado que las palabras utilizadas para expresar ponderaciones o enunciados diferenciados (“excepto”, “pero”, “excluido”, etcétera) guardan relación con una mayor complejidad cognitiva, con mejores notas escolares, e incluso con un relato verídico

de los hechos acontecidos. El recuento de palabras en el caso de Bin Laden dio como resultado que la complejidad de los procesos de pensamiento en sus textos había alcanzado un alto nivel con el paso de los años, mientras que en el caso de su mano derecha, habían quedado estancados en un grado inferior. Las interpretaciones de Pennebaker parecen plausibles. Sin embargo, su método recuerda, en cierto modo, la lectura de posos de café. Por ejemplo, en los textos de Bin Laden, el 1,49 por ciento de todas las palabras se incluyen en la categoría “odio e ira”; en los textos de control elegidos, representa un 0,89 por ciento. Desde la estadística pura, la diferencia resulta significativa; pero, ¿hasta qué punto podemos considerar significativo tal resultado? “Las desviaciones, aunque parezcan nimias, no lo son”, apunta Markus Wolf, de la Universidad de Heidelberg. El psicólogo, con un equipo, tradujo el diccionario LIWC al alemán, versión que debe servir para el desarrollo de una futura rehabilitación terapéutica con ayuda del correo electrónico. “Para lograr desviaciones mayores, la extensión del texto debería ser también mayor o, menos compleja, la forma de expresión. Si un paciente explica que se siente triste, no suele repetir la palabra ‘triste’, por regla general, sino que describe su estado de otra manera. De ahí el interés de las ponderaciones pequeñas”, insiste el investigador. El talón de Aquiles del método de Pennebaker aflora en la interpretación de los datos.

“Yo” y la muerte ¿Se revelan pensamientos de suicidio en el lenguaje de un poema? James W. Pennebaker y su compañero Shannon Stirmann, de la Universidad de Pennsylvania, investigaron unas 300 obras de nueve poetas líricos norteamericanos suicidas y otros tantos que no se habían suicidado. El resultado fue inequívoco. Los que se habían quitado la vida, usaban casi el doble de veces las palabras “yo”, “mío”, “me” y “a mí”; en cambio pocos de ellos usaban el pronombre “nosotros”. Asimismo, raras veces empleaban, en sus creaciones literarias, conceptos de actividades relacionadas con la comunicación. Tal selección de palabras evidencia un egoísmo exagerado y un aislamiento social, indica Pennebaker, observación que coincide con las teorías sobre factores desencadenantes del comportamiento suicida. En opinión del investigador, resultó sorprendente que

Obama contra McCain: Lenguaje en la campaña electoral de EE.UU.

los dos grupos estudiados se refiriesen en sus poemas, y aproximadamente

El análisis electrónico de entrevistas, debates y discursos de Barack Obama y John McCain,

con la misma frecuencia,

durante la campaña presidencial, reveló claras diferencias en sus respectivos modos de

a sentimientos negativos.

expresión. Las palabras de las siguientes categorías se reproducían cada vez más: McCain:

Obama:

emocional, directo, orientado hacia el futuro

reservado y sensato

Empleo frecuente de: Primera persona del singular (I, me, my) Futuro (will, must) Conjunciones (and, but, also) Palabras copulativas (all, both) Afectos negativos (sad) Emociones positivas (enjoy, happy)

Empleo frecuente de: Artículos (a, the) Negaciones (never, no) Palabras excluyentes (without, except) Miedo y rabia (worry, fight) Precaución (probably, careful) Percepción (look, listen) movimiento (run, carry) dirección (around, eastern) tiempo (age, beginning) muerte (casualty, grieve)

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Así investiga los textos el LIWC Cuando yo llegué a la universidad, empecé a experimentar una mezcla de sentimientos: excitación, miedo, curiosidad, etcétera. Ante todo estaba tan contento de haber salido finalmente del colegio. ¡Lo odiaba! En un primer momento, era para mí como una huida hacia una nueva vida. Pero, naturalmente, no tenía aún ni idea de qué clase de vida debía ser. Allí, todo resultaba tan nuevo y desconocido. Y, honradamente hablando, al principio no me entendí con mis compañeros. Entonces pensé: ¿funciona ahora la cosa otra vez de la misma manera o qué? Los colores marcan ejemplos de la elección de categorías, según desglosa el LIWC en el protocolo de una sesión de terapia (no hemos tomado en cuenta los dobles sentidos): Primera persona del singular

PRO

“Fundamentalmente, palabras ‘pequeñas’ como ‘yo’, ‘nosotros’, ‘uno’ o ‘todo’ permiten sacar conclusiones sobre la personalidad.” James W. Pennebaker, Universidad de Texas en Austin

CONTRA

“Los rasgos lingüísticos extraños son los que más revelan.” Brigitte Boothe, Universidad de Zúrich

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Preposiciones

¿Qué significa una acumulación de pronombres? Una persona que utiliza muchas negaciones (“no hago eso de mala gana”), ¿es más prudente o sensata que alguien que formula las relaciones de forma directa (“prefiero eso”)? Pennebaker y Wolf se muestran de acuerdo: los métodos como el LIWC representan sólo una primera aproximación; la interpretación de los hallazgos se encuentra todavía en pañales.

Artículos

Conjunciones

Palabras de emoción

sentes”, objeta Brigitte Boothe, investigadora en la Universidad de Zúrich del lenguaje de pacientes en psicoterapia. Boothe se muestra crítica ante la evaluación de los datos asistida por ordenador. “Cuando en un texto aparece con frecuencia el pronombre ‘nosotros’, ¿significa eso que el paciente se halla socialmente bien integrado? ¿O que es tímido y busca ‘escolta’ en el grupo?”. Preguntas que resultan clave para el terapeuta que desea acceder a su paciente.

Comparación de métodos La comparación con métodos de medida ya establecidos que sondean la personalidad de un sujeto experimental por medio de las entrevistas o tests debe servir para asegurar más las interpretaciones. En este sentido, Markus Wolf comparó el potencial informativo del LIWC alemán con otros procedimientos electrónicos. Entre ellos, el “Diccionario del miedo de Dresde”, del psicólogo Hendrik Berth, de la Universidad técnica de Dresde. Su método se asemejaba en buena medida a la escala Gottschalk-Gleser. “La coincidencia fue sorprendente”, señala Wolf. Tampoco las consideraciones de expertos humanos discrepaban de forma notable. “Todo ello”, añade el psicólogo, “teniendo en cuenta que el LIWC no toma en consideración ni los dobles sentidos ni las negaciones”. De hecho, muchos críticos del software de Pennebaker subrayan que el programa no distingue, por ejemplo, si alguien dice “estoy triste” o “no estoy triste”; ambos enunciados contienen una palabra de la categoría “emoción negativa”. Sin embargo, los defensores del método aseguran que tales casos “se corrigen” gracias a la estadística, cuando la selección de textos es lo suficientemente amplia. “No obstante, son los pequeños indicios, los acontecimientos raros, los que están más pre-

Análisis según el principio Google “Hemos intentado cotejar, en la medida de lo posible, nuestros ajustes con evaluaciones de expertos. Pero tampoco éstas resultan infalibles”, se defiende Pennebaker de sus críticos. “Nos sucede como a los economistas: realizamos conjeturas justificadas en torno a una materia compleja. Aún es demasiado pronto para establecer una interpretación estandarizada.” Una posible solución sería el refinamiento de los métodos. En los últimos años, lingüistas informáticos desarrollaron programas que recopilaban por sí solos informaciones relevantes sobre el estilo y el contenido. Funcionaban según el “principio Google”. En vez de instalar en el ordenador un sistema de categorías preestablecido, los sistemas de análisis de factores, aprendían por sí solos. Por ejemplo, qué agrupaciones desempeñaban una función determinada. En cantidades ingentes de texto, encontraban las palabras y grupos de términos que aparecían con frecuencia. Esto ayudaría a despejar cualquier prejuicio por parte de otros investigadores. Junto a Sherlock Campbell, de la Universidad de Yale, Pennebaker calculó en 2003, mediante el análisis semántico latente, una escala para MENTE Y CEREBRO 43 / 2010

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medir la semejanza entre el contenido de los diarios personales de pacientes con trauma. Los textos procedían de tres estudios realizados en los últimos años. Pennebaker y Campbell se preguntaron qué rasgos habían cambiado en los textos de pacientes que mostraban una mejoría y apenas necesitaban acudir a la consulta del médico. De nuevo, se comprobó que los componentes del contenido no desempeñaban ninguna función: el factor que guardaba una vinculación nítida con el progreso del paciente era el empleo de pronombres. Por su parte, los probandos que realizaban, en sus notas, modificaciones en la perspectiva de la narración, se dejaron tratar posteriormente menos por el médico. Es posible que un paciente supere con mayor rapidez las vivencias traumáticas, cuando describe su situación desde su propio punto de vista y desde el de los otros. El éxito de tales estudios apoya la posibilidad de dejar el asunto en manos del ordenador, aunque Pennebaker aconseja precaución: si faltan datos referentes al contenido o determinadas categorías lingüísticas, los nuevos “programas Google” calculan resultados erróneos. “Para nosotros, por ejemplo, ‘la primera persona del singular’ representa un constructo bien comprensible; ‘me’, ‘mío’ y ‘a mí’ pertenecen a la misma serie. Mas, para el ordenador, el pronombre ‘nosotros’ pertenece también a esta categoría, a pesar de que indica el plural”, ejemplifica el investigador. Por esa razón, Markus Wolf considera que los programas de análisis de probada eficacia, como el LIWC, suponen ahora los mejores sistemas para lograr efectos reproducibles. Un juicio positivo que sigue tan controvertido como antes a los ojos de los investigadores de la lengua: un principio que deja de lado el contexto de la relación de palabras, frases o textos, resulta sospechoso. La perspectiva de Roderick Hart, de le Escuela de Comunicación de la Universidad de Texas, se ofrece conciliadora. Cuando dos personas quieren conocer una ciudad, una se sube a un helicóptero y la otra va a pie. Con el análisis lingüístico sucede algo parecido: quien “sobrevuela” muchos textos con el programa LIWC, puede dejar escapar cosas que quizá salten a la vista en una lectura personal. Pero como compensación, obtiene una amplia perspectiva del panorama general.

PALEONTOLOGIA Y ANTROPOLOGIA

ha publicado sobre el tema, entre otros, los siguientes artículos:

Claves de la evolución humana en el Pleistoceno, de José María Bermúdez de Castro Enero 2008

BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA WORD USE IN THE POETRY OF SUICIDAL AND NONSUICIDAL POETS. J. W. Pennebaker,

S. Stirman en Psychosomatic Medicine, vol. 63, págs. 517-522; 2001. COMPUTERIZED TEXT ANALYSIS OF AL-QAEDA TRANSCRIPTS. J. W. Pennebaker

y C. Chung en A Content Analysis Reader, dirigido por K. Krippendorff y M. Bock. Thousand Oaks; Sage, 2007. CO M P U T ERG E S T Ü T Z T E QUANTITATIVE TE X TANALYSE: ÄQUIVALENZ UND ROBUSTHEIT DER DEUTSCHEN VERSION DES LINGUISTIC INQUIRY AND WORD COUNT.

Fósiles virtuales en cenizas del silúrico, de D.E.G. Briggs, Derek J. Siveter, David J. Siveter y Mark D. Sutton Febrero 2009 Turiasaurus riodevensis: el gigante europeo, de Rafael Royo Torres, Alberto Cobos y Luis Alcalá Junio 2009 La extinción de los neandertales, de Kate Wong Octubre 2009 El origen de la cultura humana, de Zenobia Jacobs y Richard G. Robert Noviembre 2009 Nueva luz sobre el hombre de Flores, de Kate Wong Enero 2010 Origen de la piel desnuda, de Nina G. Jablonsky Abril 2010 Genes, cultura y dieta, de Olli Arjamaa y Timo Vuorisalo Junio 2010

M. Wolf et al. en Diagnostica, vol. 54, págs. 85-98;

Jan Dönges es lingüista y periodista científico en Heidelberg. MENTE Y CEREBRO 43 / 2010

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