Epigramas venecianos

Epigramas venecianos 1 SEPTIEMBRE, 1999 Johann Wolfgang von Goethe Johann Wolfgang von Goethe Serpientes y escaleras

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Epigramas venecianos 1 SEPTIEMBRE, 1999

Johann Wolfgang von Goethe

Johann Wolfgang von Goethe

Serpientes y escaleras El 24 de agosto se cumplieron doscientos cincuenta años del nacimiento de Goethe, uno de los artífices de la cultura occidental. En 1790, el año en que su amor por Italia recibió un golpe mortal, Goethe publicó los Epigramas venecianos, más reflexivos y hasta turísticos que satíricos. José María Pérez Gay eligió algunos de ellos. Que el lector tenga la confianza de que le darán una imagen del mundo que ya era moderno.

El 24 de agosto de 1999, Alemania celebra los doscientos cincuenta años del nacimiento de Johann Wolfgang von Goethe

(1749-1832), una de las leyendas de la cultura occidental. No fue un filósofo sino un poeta, un artista y un científico, un soñador y un visionario y, no obstante, un político. Un teórico apasionado y un hombre de acción. Amó la lucidez y defendió la oscuridad, le fascinaban los nobles y los aristócratas, pero nunca rechazó las manifestaciones plebeyas, ni despreció lo que otros críticos llamaron la “inevitable vulgaridad”. Ninguna expresión literaria le fue ajena; ningún género artístico, indiferente. Goethe dominó los estilos más diversos, intentó todas las formas y los géneros, nunca se sintió mejor que cuando transitaba por la poesía de todos los tiempos. En el transcurso de su vida presenció transformaciones radicales de la vida cotidiana, de las ciencias, las artes y la literatura, vivió la guerra de los siete años que destruyó el imperio germánico de su época, la revolución norteamericana y, sobre todo, la francesa: los veinticinco años de las guerras napoleónicas, sus heroicos clamores, sus himnos triunfantes y su segura secuela de dolor, devastación, sangre y muerte. A sus ochenta años, el anciano Goethe presenció a distancia la revolución de 1830 en Paris, el regreso y el triunfo de la restauración y la reacción. Asistió al cambio del barroco al rococó, del periodo clásico al romántico, se convirtió en el representante de la inteligencia y la crítica, y llevó a la literatura alemana de su indigencia provinciana al florecimiento crítico y radical. Por él la pequeña ciudad de Weimar llegó a ser el centro de la cultura europea, el lugar de peregrinación de tantos jóvenes escritores y artistas ingleses, italianos, franceses, escandinavos, rusos y norteamericanos. A partir de la publicación del Werther (1774), siempre combatió las muchas ediciones piratas de sus libros, pero se alimentó de las obras de otros escritores y no pocas veces se los apropió sin el menor escrúpulo. Goethe tomó del fondo internacional de la

poesía lo que más le gustaba y podía usar, fue muy poco severo en cuanto a la propiedad intelectual, y esa negligencia ante los derechos de autor —por lo demás muy común en esa época— le permitió escribir obras extraordinarias. Goethe fue un renovador y un consumador, un defensor de la tradición y un fanático de los experimentos, se transformó incesante y permaneció fiel a sí mismo. Los dioses le dieron todo a su hijo predilecto: todas las alegrías y todas las desdichas. De esas alegrías y desdichas nacieron sus poemas. La mayor parte de ellos no fueron sino improvisaciones poéticas. “Siempre transformé en un poema o en un cuadro” ——escribe—— “lo que me deleitaba, me entristecía o me preocupaba”. El poema de ocasión, es decir, el que atrapa sus temas en la vida cotidiana. fue siempre, para Goethe, el primero y más auténtico de los géneros poéticos. Los Epigramas venecianos (1790) son el fruto del segundo viaje a Italia de Goethe. Si en lasElegías romanas se exaltaba la pasión amorosa y la imagen de una ciudad, en los Epigramastiene lugar la desmitificación de Italia. Si en las Elegías Faustina se reveló como la amante de la ciudad eterna y el idilio intemporal superaba la muerte, en los Epigramas Goethe se volvió intolerante contra las calles sucias de Venecia, la miseria de las clases desposeídas en contraste con el lujo de los potentados, la corrupción de los funcionarios, el catolicismo romano que no lograba, como el protestantismo alemán, cohesionar a la sociedad de sus creyentes y las despreciables intrigas y maniobras del gobierno. Los Epigramas son el puesto de un vigía, pequeños ejercicios de crítica y admiración, su manera de ver la época en que vivía. Goethe escribe todo lo que se le ocurre, defiende y amonesta a sus contemporáneos.

El 4 de mayo de 1790, Goethe le confiesa al duque de Weimar que su amor por Italia ha recibido un golpe mortal y, al mismo tiempo, le anuncia que las Elegías romanas están listas para su publicación. Si Italia había dejado de ser el país del corazón y sus deseos, entonces ya no existían obstáculos para convertir a la ciudad de Weimar en una Roma antigua o moderna. Si el santo patrono de las Elegías fue Propercio, el de los Epigramassería Marcial: “Son los frutos que crecen en una gran ciudad”, anota Goethe, “se dan por todas partes y no se necesita mucho tiempo para levantarlos. Serán tan diversos como la vida de una ciudad: generosos, malignos y obscenos”. En realidad, los Epigramas venecianosno pertenecen al género de la sátira personal; Goethe no conocía la sociedad veneciana, ni le interesaba, y la sociedad de Weimar no hubiera tolerado a Marcial, ni a Juvenal a quien Goethe leía en esos meses. Los Epigramas reúnen las reflexiones sobre Italia, su relación con Christiane Vulpius y un grupo de poemas en torno a la Venecia turística. Goethe se queja de la lluvia y las calles sucias, la falta de árboles y follaje, se burla de los sacerdotes católicos y el nuncio papal en las fiestas de la Pascua. Una serie de epigramas se ocupan de la Revolución francesa, el “triste destino de Francia”: “Quieres liberar a muchos, atrévete primero a servir a muchos”. Según Goethe, la intolerancia se escondía detrás de los apóstoles de la libertad. Los Epigramas venecianos (1790) son la primera obra anticristiana de Goethe, no hay uno solo de sus escritos posteriores que pueda compararse con la severidad de esta primera crítica. El cristianismo se presenta como una serie de ilusiones, un “estoicismo moral” o un “deismo”, y “ninguna de las dos” —escribe—“es una religión que le convenga a los hombres”. Goethe partía de la certeza de que sólo el epicureismo tenía la respuesta “a los enigmas Dios, hombre y mundo”. Los individuos debían regresar a la doble necesidad de Epicuro: la de eliminar el

temor a los dioses y la de desprenderse del temor a la muerte. Los dioses eran tan perfectos que estaban más allá del alcance de los hombres, pero sobre todo eran indiferentes a su destino. De acuerdo a la celébre reflexión de Epicuro, el temor a la muerte era un engaño, porque mientras se vive no se tiene la sensación de la muerte y cuando se está muerto no se tiene sensación alguna. El secreto más profundo de la vida es la vida misma. Si el poeta viviera siglos no desearía el mañana más que el día de hoy. Jesucristo era un iluso enloquecido que sacrificó su vida y, con la ayuda de su doctrina, condenó a sus seguidores a que repitieran lo mismo. Sus discípulos, los bribones dice Goethe, se llevaron su cuerpo de la tumba y, al mismo tiempo, hablaron de la resurrección. Cristianos, judíos y musulmanes no eran sino ilusos intolerantes y furiosos. A la pregunta religiosa “¿Qué debo esperar?”, Goethe nos da una respuesta inmediata y erótica: ¿Cuál es mi esperanza? Sólo la que hoy me ocupa: llegar a ver mañana a mi amada, a quien hace ocho días que no veo. El autor de Las tribulaciones del joven Werther, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister,Egmont, Torcuato Tasso, Ifigenia en Taúride, Poesía y verdad, Las afinidades selectivas yFausto resumió también en los Epigramas venecianos su convicción de que la sexualidad era una de las fuerzas motrices del espíritu. Un siglo antes de Sigmund Freud y sus investigaciones sobre la psicopatología de la vida cotidiana, los Epigramas son también la continuación de esa etapapriápica en la sensualidad de Goethe, que coincidió con la publicación de sus Escritos y el nacimiento de su primer hijo. Aquí, la esperanza y el deseo aparecieron en su forma más obvia: el prurito sexual, la única realidad detrás del engaño de los sacerdotes y los políticos. Las expresiones o

alusiones sexuales le dieron a un grupo de poemas la fuerza retórica suficiente, pero su contenido fue siempre religioso o político. Muchos epigramas se conocieron sólo ciento veinte años más tarde, ningún editor se atrevió entonces a publicarlos. Goethe escribió sobre temas imposibles, como la desnudez, la erección, la masturbación del hombre y la mujer, la prostitución, las enfermedades venéreas y el coito anal. Por ese entonces le obsesionaba la relación entre el cristianismo y la represión sexual, y desde esa perspectiva Príapo encarnó siempre para él un tratamiento más efectivo contra la histeria religiosa que los principios cristianos. Los Epigramas venecianos están llenos de opiniones y puntos de vista, Goethe jamás escribió de una forma tan poco dramática, aquí el único personaje es él mismo, por eso lasElegías romanas son su forma antagónica. En los Epigramas no hay ficción, ni en Venecia ni en Weimar; sus poemas no quieren ser la renovación de una forma literaria antigua o de un modo de vida antiguo, las alusiones mitológicas son muy pocas. El mundo intemporal y simbólico de las lámparas y el vino, de la cama y del rey Midas que constituía la atmósfera de las Elegías romanas desaparece, el hechicero feliz ha renunciado al ejercicio de su magia. El mundo de los Epigramas venecianos es el mundo moderno de la incertidumbre, de la parodia, de los cafés, las góndolas, las transacciones financieras, la Revolución francesa y, por primera vez, el juego del yoyo. n

Goethe en la campiña romana (1786) de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. Óleo sobre lienzo, 164 x 206

cm. Dominio público via Wikimedia Commons

Epigramas Venecia, 1790

Esta es la Italia que dejé. Los caminos siguen polvorientos; haga lo que haga, se sigue estafando al forastero. En vano buscas la honradez alemana por todos los rincones, aquí hay vida y estrépito, pero no hay ni orden ni disciplina. Cada uno cuida sólo de sí mismo, desconfía de los otros, es vanidoso. Y los gobernantes se interesan sólo por ellos mismos. El país es hermoso; pero no volveré a encontrar a Faustina.1 Esta ya no es la Italia que abandoné con dolor. Acostado en la góndola pasaba entre los barcos del Gran Canal, muchos de ellos cargados con diversa mercancía para nuestras necesidades: trigo, vinos y verdura, leños, así como arbustos ligeros. Pasamos por en medio de los barcos veloces como una flecha; entonces un laurel perdido me rozó bruscamente las mejillas. Yo exclamé: Dafne2: ¿me hieres? Más bien hubiera esperado una recompensa. La ninfa susurró sonriendo: los poetas no pecan mortalmente. La pena es leve. ¡Adelante! Quietos junto al arsenal hay dos leones de la Grecia antigua: a su lado parecen pequeños torre, puerta y canal. Si la madre de los dioses descendiera, los leones se doblegarían ante el carro, y ella los pondría adelante como caballos. Pero ahora descansan tristes; el nuevo gato alado3 ronronea por todas partes, y Venecia lo denomina su patrón. Entre los príncipes de Alemania, el mío4 es pequeño. Su país es limitado y estrecho, apenas puede hacer algunas cosas. Pero si cada uno aplicara su fuerza hacia adentro, hacia afuera, qué gozo sería ser alemán entre alemanes. Pero ¿por qué lo elogias?, sus obras y hechos lo pregonan. Tu admiración puede parecer tal vez soborno. Me ha dado lo que los Grandes raras

veces conceden: afecto, ocio, confianza, campos y jardín y casa. A nadie le debo nada, sólo a él, y le debo mucho porque, como poeta, yo entendía muy poco de ganancias. ¿Europa me ha elogiado? ¿Y qué me ha dado Europa? Nada. He pagado muy caro mis poemas. Alemania me imitó, y Francia quería leerme. Inglaterra, recibió gentil al huésped trastornado. ¿De qué me sirve que incluso el chino pinte sobre el cristal con mano temerosa a Werther y Lotte5? Ningún emperador preguntó jamás por mí, ningún rey me hizo caso. Y sólo él fue mi Augusto y mi mecenas. Brueghel confunde, demoniaco y sombrío, la mirada indecisa y entrelaza figuras con una turbia arbitrariedad. Durero transtorna también nuestro sano cerebro con cuadros apocalípticos: personas y al mismo tiempo quimeras. El poeta despierta gran curiosidad en el oído asombrado, cantando esfinges, sirenas y centauros. El sueño conmueve al hombre preocupado,cuando cree atrapar algo y avanzar,pero todo transita inconstante. De igual modo nos confunde Bettina contemplando sus dulces miembros; pero nos llena de alegría cuando camina con pie firme. Que los grandes reflexionen sobre el triste destino de Francia; no obstante, los pequeños debieran reflexionar más todavía. Los grandes sucumbieron, ¿pero quién protegió a las masas de las masas? Las masas se convirtieron en tiranos de las masas. *** He vivido tiempos locos, y no me ha faltado ocasión de enloquecerme también, como los tiempos me ordenaban. ***

Dime, ¿no actuamos bien? Debemos engañar a la chusma. Mira qué torpe y salvaje es, mira qué estúpida se muestra”. Te parece torpe y estúpida, porque la están engañando. Sean honestos y la chusma, créanme, será humana y sensata. *** Los príncipes acuñan muchas veces en cobre casi plateado su efigie inminente; el pueblo se engaña demasiado tiempo. Los fanáticos acuñan en mentiras y sandeces el sello del espíritu; quien carece de la piedra de toque, las considera oro molido. “Esos hombres están locos”, dice la gente de los oradores apasionados que en Francia gritan en las calles y mercados. Yo también creo que están locos; pero un loco en libertad pronuncia sentencias sabias, mientras, ¡ay!, la sabiduría enmudece en el esclavo. Los grandes hablaron mucho tiempo la lengua de los franceses, apenas tomaron en cuenta a quien no la hablaba de corrido. Ahora el pueblo balbucea encantado el idioma de los francos. ¡No enfurezcan, poderosos! Lo que desearon sucede. *** Soy capaz de soportar muchas cosas. Soporto casi todo lo que me fastidia, como me lo ordena un Dios, con ánimo tranquilo. Muy pocas cosas me repugnan tanto como el veneno y las serpientes, son cuatro: el humo del tabaco, las chinches, el ajo y el signo de la Cruz ***

Si fuera una mujer de mi casa y tuviese lo que necesito, desearía ser fiel y feliz, acariciar y besar a mi marido. Esta canción, entre otras vulgares, me la cantó una putilla en Venecia, jamás escuché una canción más piadosa. “Epigramas, no sean tan cínicos”. ¿Por qué no? Nosotros sólo somos los títulos; el mundo posee los capítulos del libro. Así como al gran apóstol le fue mostrado un paño lleno de animales, con purezas e impurezas, así se te presenta, amigo mío, este librito. No puede maravillarme que los hombres quieran tanto a los perros, pues tanto el hombre como el perro son traidores detestables. *** No es de extrañar: me he convertido en un cínico. Los dioses saben, y no sólo ellos, que soy también fiel y piadoso. *** ¿No has visto a nadie de la buena sociedad? Tu librito nos presenta casi sólo a los impostores y al pueblo, incluso a los que están más bajo. —He visto a la buena sociedad, la llaman buena, cuando no se presta para escribir el menor poema. *** ¿Qué se ha propuesto el destino conmigo? Sería temerario preguntarlo, porque, en general, con muchos se propone muy

pocas cosas. El destino cree que está formando un poeta, y lo hubiera conseguido si el lenguaje no se hubiese mostrado invencible. *** ¿Te ocupas de la botánica? ¿De la óptica? ¿Qué haces? ¿No es una ganancia más hermosa conmover a un corazón tierno? Ah. los corazones tiernos. Un charlatán es capaz de conmoverlos. Que sea mi única dicha conmoverte a ti, naturaleza. *** Newton hizo el blanco a partir de todos los colores. Les ha contado varias patrañas que se creen desde hace un siglo.6 “Todo encuentra su explicación” —me dice un discípulo— “en aquellas teorías que nos enseñó sabiamente el maestro”. Después de construir una fuerte cruz de madera, está claro que todo cuerpo vivo se adapta a ella para ser castigado. *** Cuando en sus largos viajes un joven anhele encontrarse con su amada, que lea este librito, es ameno y, al mismo tiempo, consuela. Y si la muchacha algún día ha de esperar a su amado, que lea este librito y no lo tire hasta que él llegue. *** A la manera de la muchacha presurosa que al pasar, gentil y con disimulo, por toda seña me roza sólo el brazo, las musas le dan al viajero poemas breves. Oh, reserven al amigo una gracia mayor.

Cuando, envuelto en vapor y nubes, el sol envía sólo horas de melancolía, pasamos en silencio por los caminos. Cuando la lluvia acosa al caminante, qué placer refugiarnos en una casa de campo. Qué apacible el reposo en la noche de tormenta. Pero la diosa regresa, disipa de inmediato las nieblas de tu frente. Debemos vivir a imagen y semejanza de la naturaleza. *** Si quieres gozar con un sentimiento puro las alegrías del amor, aparta de tu corazón el cinismo y la solemnidad. Aquel quiere ahuyentar a Amor, ésta pretende encadenarlo; Cuando el picaro Dios sonríe nos deja ver cómo se opone a ambos. *** Divino Morfeo, en vano agitas las hermosas amapolas, mis ojos seguirán abiertos si no me los cierra Amor. *** Me infundes temor y deseo; lo siento y me quemo. Mujer complaciente, infúndeme ahora confianza. *** Ah, te conozco, Amor, como te conoce cualquiera. Ahí traes tu antorcha que nos ilumina en la oscuridad De improviso nos llevas por caminos tumultuosos; sólo entonces necesitamos tu antorcha verdadera y, ¡ay!, la falsa se apaga. *** La única noche junto a tu corazón. —Lo demás se nos dará por añadidura. Sí, ya llega la mañana en que Aurora acecha a los

amigos en su abrazo, y Febo, Dios de la luz, el tempranero, los despierta. Si vas en serio ya no vaciles, hazme feliz. ¿Querías bromear? Ya basta, mi amor, de bromas. *** ¿Te molesta que permanezca en silencio? ¿Qué iba a decir? No te das cuenta de la callada elocuencia de suspiros y miradas. Una diosa es capaz de romper el sello de los labios. Es Aurora. Ella me despertará un día junto a tus pechos. Sí, entonces cantaré mi himno a los dioses matinales, como el cuadro mnemónico,7 dulce revelador de secretos. *** Qué juego tan divertido. El disco se me escapó de la mano y regresa para enroscarse en el hilo. Al parecer, así arrojo mi corazón, primero a una hermosa dama, luego a otra; pero mi corazón siempre regresa volando. *** Di, ¿de qué modo vives? Vivo. Y aunque al hombre se le concedieran cientos, y cientos de años, desearía el mañana tanto como el día de hoy. Oh. cómo tenía en cuenta todas las estaciones del año, saludaba la primavera próxima, añoraba el otoño. Ahora no es verano ni invierno desde que a mí, afortunado, me cubren las alas de Amor, y me envuelve una eterna primavera.

*** Dioses, cómo puedo agradecerles. Me han concedido todo lo que implora el ser humano; pero casi nada en cuanto a las reglas y las normas. *** Al rayar el alba ascendía a la cima más alta, saludaba muy de mañana al mensajero del día, a ti, estrella cordial. Luego esperaba con impaciencia las miradas de la princesa del cielo, deleite del joven. Cuántas veces me hiciste salir siendo aún de noche. Ahora veo a los mensajeros del día, los ojos celestiales de mi amada, y el sol llega demasiado pronto. Te asombras y me muestras el mar: parece arder. Cómo se mueven ardiendo las olas alrededor del barco en la noche. Yo no me asombro, el mar nos trajo al mundo a Afrodita, ¿y no nació de ella una llama, su hijo? Vi el fulgor del mar y el centellear de la marea, flamantes partieron las velas con buenos vientos, mi corazón no sintió nostalgia, la mirada anhelante se volvió hacia atrás, hacia la nieve de las montañas. En el sur hay muchos tesoros, pero en el norte hay uno que, como un imán enorme, me atrae irresistible. *** Ah, mi muchacha se va de viaje. Aborda el barco Eolo, guardián de los vientos, poderoso soberano, detén las tempestades. —¡Necio!, me grita el dios, no temas las devastadoras tempestades: teme el soplo ligero cuando Amor mueve sus alas. ***

La muchacha estaba pobre y sin vestido cuando la hice mía. Me gustó entonces desnuda, y así sigue gustándome. Me he equivocado muchas veces, y he vuelto a encontrarme a mí mismo, pero nunca más feliz. Mi dicha es ahora esta joven. si es también un error. Sean indulgentes conmigo, dioses juiciosos. y no me arrebaten hasta que se encuentre en la otra orilla. n

Presentación y traducción de José María Pérez Gay.

1

Faustina. Personaje femenino de las Elegías romanas de Goethe.

2

Dafne, ninfa que huyó de Apolo y se convirtió en laurel.

3

El gato alado figura en el escudo de Venecia.

4

Karl August von Sachsen-Weimar.

5

Los personajes principales del Werther.

Un juego de palabras intraducibie. Weiss: blanco; machen: hacer. Weissmachen: contar patrañas. Goethe creyó siempre que la teoría de la luz de Newton era errónea y que él tenía la razón. 6

Cuando recibía los primeros rayos de sol, una de las estatuas del Coloso de Memmon producía sonidos. 7