Entrevista Con La Historia - Fallaci Oriana.pdf

Libros de bolsillo Noguer 39 Entrevista con la historia nueva edición ampliada y revisada Orlana Fa11aci Entrevista

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Libros de bolsillo Noguer 39

Entrevista con la historia nueva edición ampliada y revisada

Orlana Fa11aci

Entrevista con la historia nueva edición ampliada y revisada

Editorial Nogu~.

s. A.

Barcelona - Madrid

11.' edic:ión RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Título ~ de la obra: Intervilta con la Storia Traliucaon: Miria Cruz POlI y AlItoáio S8mona la nueva entrevistas Diseño cubierta: Mipel Ortiz ISBN: 84-279. .1.... ~ 1epI: B. 31.236-1978 © kizzoli I!diton, Milán, 197. © Editorial Noper, S.A~ Paseo de Gracia, 96, Barcdona, 1978 para la publiceCi6n en ICll8Ua espIIioIL Printed m Spál 1978 Grifica I.ar, S.A~ Constitución, 19, BlI'CdotIa-I.

'I..e

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A toJos illJ"'llos gllSta" Jel poJw, Y

a la ",tmoria

Je ",i madrt, Tosca Fallaci, y Je ",i c011Ipañtró, Alejandro Panagulis

Prologo Este libro no q*i", ser mtis de lo q*e es: es deNr, *n testimonio diruto - . ",¡ntislis personajes pol/licos de 14 histot'itl c01lllfllPorá1fl4. No (jIIi", ~ naJa fllás q*e lo que prOfltete ser: es deNr, 1m aOfUmmto a fliballo etúrt el periodismo y 14 historia. Pero tampoco q*i", pnsmtarse COfltO tma .ple rlfopi14NÓfI de mtrevistas para los que IStUdian el poder y. el anlipoder. Yo no me.simto, ni 10Uari jamássmti""e, 1m frio registrador tÚ lo fJ'II eSfUcho y veo. Sobre toda experimcia profesional dejo jirones del alma, partidpo con aq*el a q*im esc*cho y veo COfltO si la cosa me afictase perso1Ja/mente o hllbiese de tomar posición (y, m efecto, la tOfltO, siempn, a base de una pnNsa selección moralj, y ante los veintiséis personajes no me COfltportQ con el desasimimto del anatomista o del cronista imperturbable. Me cOfltporto oprimida por mil rabias y mil interrogantes q*e antes de acometerlos a ellos me acometieron a mí, y con la espera1l7,!l de comprender de qué modo, estando en el poder * oponiindose a él, ellos determinan nuestro destino. Por ejemplo: ¿la historia está hecha por todos opor unos pocos? ¿Depende de mil leyes universales o solamente de algunos individ*os? Éste es un antiguo dilema que nadie ha resuelto ni resolver4 nunca. Es tambiin una vieja trampa en la que caer, y es peligrosísimo porque cada respuesta lleva consigo su contradicción. N ofor a7",ar muchos responden con la cOfltponenda y sostienen que la historia está hechapor todos 1 por unos pocos que llegan al mando porque nacen en el momento íusto 1 saben interpretarlo. Tal VI\: Pero el que no se engaña respecto a la absurda tragedia de la vida, acaba por seguir a Pascal cuando dice que si la narrzde Cleopatra hubiese sido más corta, habría cambiado la fa'\. de la tierra; acaba por temer lo que teme Bertr* Russell cuando escribe: «No te preocupes. Lo que sucede en el mundo no depende de ti. Depende del señor Kruschev, del señor Mao Tse-tun~ del señor Foster Dulles. Si ellos dic"! "morid", moriremos. Si dken • vivid" viviremoS>J. N o consigo aceptarlo. N o consigo prescindir de la idea de que nuestra existencia dependa de unos pocos, de los hermosos sueños o de los caprichos de unos p/lCOS, de la iniciativa o de la arbitrariedad de unos pocus. De estos pocos que, a través de las ideas, los descubrimientos, las revoluciones, las guerras, tal ve'\. de un simple gesto, el asesinato de un tirano, cambian el curso de las cosas y el destino de la mayoría. Cierto que es U1la hipótesis atro'\; Es un pensamiento que ofende porque, en tal caso, ¿qué somos nosotros? ¿ Rebaños impotentes en manos de un pastor ora noble ora infame? ¿Material de relleno, hojas arrastradas por el 9

,,;mlo?

r para ",tI'rlo abr~os i",I*ID las lisis '" los 1IIarxisJIIs .".. "1*,1,,, C01l 14 I.cba Je daus, J,,-bisloriA-Úl-baml-los-

ÚIs "",I,s loJo

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p"J,los-a-trallis-Je-l4p/.tÑ-tle-&I4sts. Pero protúo SI Ja ."0 """'" Je f'U 1, "aliJad colidiAna la1llbim a ,1I0s los JeS1lliml" "0 s, tarJa en objiJlW qMl si" Mar", "0 exislirf" ti marxismo (nadi, jnI'¿' nostrar qw si Mar", "0 b.bitst naciJo o no b.biera tsmlo El capital, Jom. S",ilb o Mario Rossi no lo habrúzn ,smlo). Y, Jesco"sol4Jo, "no CflJlthrtt qMl S01l pocos los fllt, m I.gar Je un (ambio, Jan otro, IJII' S01l pocos los qu, en l.· gar dt bacernos lomar un ",mi"o "os haten lomar otro, 1 q.t S01l pocos los qlle pa"" ideas, átstllbri",ienlos, rttlolutiones, gU'"'II) mala" tira"os. E,,lon"s, ",ds d,sconsol4Jo atin, uno s, pr'gunla cómo SO" 'sos pocos: ¿11Iás inItligmtts qUt nosotros, más fuerlll qut "osotros, mds ilu1llinados qUt "osotros, más emprmJedons qUt nosotros? ¿ O bien inJi"iduos como nosotros, "i mtjo"s ni ptortS qUt nosotros, maluras tual,sq.iera q.t no mertem nMlstr" (ólera, nu,stra ad",iratión o nutstra m"idia? La ;rtgllnta Je ",'i",Je /11 paJIlJo, mtis .bim ti. MlI pilSado remoto Jel q.' (ono'tmouóJo IlqMeJlo.lJllt.1I.0J han ¡mpMes/D, parlllJue, iJbu/imt,s, lo aprendiésemos m la tscutla. ¡Quién nos asegura qut m la tSOlda no nos han msmado mmliras? ¿Quién nos aporla prutbas ",Pat,S dt demoslr4r la ""Jadtra naluralrI.!' dt JtrjtS, dt Julio César. o dt ESparla(o? Lo sabemos lodo sobrt sus balallas) naJa sobr, su dimmsión humana, sus debilidaJes o sus mmliras o, por ,jemplo, sobr, sus (hirridos intelteluales o moral,s. No Imtmos un solo do(ummlo del que multe que V trtingéto,;", fuera un bribón. Ignoramos si Jesumsto fue alto o bajo, rubio o moreno, OIlto ° sentillo, si dijo las cosas que afirman san Lu(as, san Mateo, san Marcos) san Juan. ¡Ah! ¡Si alguim lo hubiese mtrtvistado con un magnetófono para conservar su vo'1" sus ideas, sus palabras! ¡Si alguien hubiese taquigrafiado lo que Juana dt Ar(o dijo en el promo antes de subir a la pira;' jAh, si alguien hubiese interrogado con un tomavistas a Cromwelly N apoSeón! N o me/io de las crónicas transmitidas de oído, de los relatos "da(tados demasiado tarde) sin posibilidad de prutbas. La historia de ayer es una novela llena de huhos que nadie putde (ontrolar, de juitios a los que nadie puede "plicaro La historia de hOJa no. Porque la historia de hoy .se trcrihe. m el mismo inflllnll. de Sil a(ilm"tr. S, puede fotouafiar. filmar. uabar m tinta, (omo las. l1CtrtllistlJs con IQS PO(OJ que (onlrolan el mundo J u1IlbjIJ1J. ru (urso. Se la puede difundir en seguida, desde la prensa, la radio, la televisión. Se puede interpretar y discutir m (alimlt. Amo el periodismo por esto. Temo al periodismo por esto. ¿Qué otro oficio permite a uno vivir fa historiA en el instante mismo de su devenir y también ser un III/imonio diruto? El ptrio10

á_o 1$ tnI pri,,;úgio extraordinario y tmibú, no es raro si SI es t()1lKÍlflll

M/NItirst ", ",il tOtJlplejos tk i",ptittui. N o es raro, ant,'un at01úlCiflrúnt; o tnI ltIQIIfItro i",portanll, flll silnta tOtJlO una angustia, elmi"'o tk no tI. , lulstantes ojos, bastantes o~os J bastante ureliro para ver J olr J tOtJlpmuJer, tOtJlO una tartpa ",filtrada en la ",aJera dt la historia. No IXllgero eua"¿o digo fue en taáa experiencia profesional dtjo jiro",s tkl 41""" N o me es ftkil (J,tir para ",is atkntros: no es necesario ser Herodoto j l10r "",1 qUl vaya aportar' tina pi"'"tita útil para tomponer el mosaico, íJari informadon~s útiús para hacer pensar a la gente. Y si se equivoca, patim&ia. Mi libro 1111" tnf. In el espado tk sitie años:aquellos en los fUI hice las tltintisiete entrlvistas para mi iwitfdico~ L 'EurojHo>J. Y en los personajIJ flll ",uestro me guió la misma inten(ión: btlscar, junto a la noticia, una respuesta a la 1reguntll "'-qtlé~son-distintos-tk~nosotros. Encontrarlo, que fU"" claro, fue una ""presa extenuante. A la solicitud de una cita oponlan tasi siempre helaJos silencios o negativas (en efecto, los veintiséis del libro no son los únicos a quienes intent' entrMstar), J si luego respondían con un sI, habla de esperar meSls para que me concedieran una hora' o m"'ia hora. Sin embargo, una vt'.\. allí era un juego tocar la verdad J descubrir fue ni siquiera un criterio selectivo justificaba su poder: quien det"",ina nUlSlro tkstino no es realmente mejor que nosotros, no es más inteligente, ni más fuerte ni más iluminado que nosotros. En todo caso es más emprmlkdor, más ambicioso. Sólo en ransimas circunstancias tUtlt la certt7,!l de encontrarme ante criaturas nacidas para guiarnos o para hacernos t01llar un camino en lugar de otro. Pero esos casos eran los de hombres que no se hallaban en el poder: es más, lo habían combatido J lo combatían con el riesgo de su propia tlÍda. En cuanto se refiere a aquellos que de un moJo ti otro me gustarpn o me sedujeron, ha llegado el momento de confesarlo, mi cerebro mantiene una especie de reserva J mi cortrrin cierta insatisfacción. En el fondo me disgustaba que estuviesen sentados en el vértice de una pirámide. N o consiguiendo creerlos como hubiese querido, no podía jU7.garfos inocentes. Y menos aún compañeros de ruta. QuÍ7.,!Í porque no comprendo el poder, el mecanismo por el cual un hombre o mujer se sienten investidos o se ven investidos derderecho tk mandar sobre los demás J de castigarles si no obedecen. Venga de un soberano despótico'o de un presidente electo, de un general asesino ode un llder venerado, veo el poder como un fenómeno inhuman0.1 odioso. Me equivocaré, pero el paraíso terrenal no acabó el día en que Adán J Eva fueron informados por D~os. de q~e en adelante trabajarían. con ~udor J parirlan con dolo~. Termino el dia en que repararon en laextsteneta de un amo que les proh,bía co(t

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. , ... ...."".y, IX/IIdwios por ... ~, SI JnuÜro" ¡Jfmue" ... ".;¡", y SI In prohi6ió intltno c,..,. umu ,1 rJimus. D, """,Jo: ptIr" mM ", fI"IPo IS lIfaSIWÍII tI1III lIIIIoritldJ fJtII gobimu, si "0 IS ,¡ CIIOS. Pwo /sil . , p.nu J ~o 1MIJs trágko M la ctniiJiciÓtl ~: tI1IIr tllmidMJ M tI1III lIIIIorúiMi fJtII gobimu., M"" jefi j la ñica cosa S'F" IS fII' 110 SI ¡, prwú cOtllrolar J fJtllfIIIIhI 1M libwitiJ. Plor: ts la 1MIJs ...rgtl (J,.. .0000MiÓtlM fJtllla li""'l"" "0 aiste m IIbsolllto, "0 h" aislüio "."'" y "0 prwú uislir. AIItIfJtII h.., fJ'" c01/lporlars' c".o si uisti".a y bllScaf'Úl. CIIISI, lo fJtII Cno .i lÚbIr """",t;" all,aor fJIII ,stoy COtltlltlcitJa M ,stO) MI hecho fJtlllas 1U1I7{It14S nacm para s". c¡¡»das, fJ"' la ca"" SI prudI c".". ;,,cltiSo ", ";1rtIIS. C",o ta1llb;¡" ",i tiJ". recordar¡' fJ".', m la 1IIinna ","'üI. fJ'" "0 c"./WItIIio ,¡ poJ"., c".pr.mJo a fJ"m. s, OpOtll al poder, fJ"im ,,,,s"ra ,1 pok, fJ"im "'Plica al poder, solm todo a fJ"im s, rebela cOtllra ,1 poder i.ptllSlo por la fmnalUUJ. La MsobeJ;",a". /:wzml los prepotmt,s la 1H cOtlSiiJw""o si""pre c".o ,1 único 1IIodo M IlSar ,1 ",ilagro M haber naciJo. El si¡"'cio M 70S fJlI' "0 reaccionan, inc/lISo aplatulin, lo h, COtlsÍtÚ1'''''0 si""pre e".o la 1II"".t, "",JalÚra M tina "'''j''' o d, "n h".bre. Y old.,: ,¡ 1fIás bello ",on"",mto a la dignidad h"",ana 's ,1 fJ'" vi sobre ""a colina MI P,lopotllso, j"nto con ",i compañero, Alejandro Panagulis, ,1 dla m fJ"' 111' 1I,,,ó a cono,,,. a unos cuantos ",i,mbros d, la resistencia. Era ,1 ",rano M 1J 7J Y P ap""opoulos ,staba todavía m ,1 poder. N o ".a "na estatua ni ta"'poeo una banJ".a, sino tres letras: OXI, que m griego significa NO. Hombres sedientos de libertd la hablan escrito mtre los árboles durantt la ocupación ntnifascista y, dllrante treinta años, aquel N o habla est""o alll, sin desteñirse COtl la lluvia· o el sol. Después" los coroneles lo hicieron borrar con una capa de cal. Pero en seguida, casi por sortilegio, la lIu"ia y el sol disol"ieron la cal. As'que, día tras día, el N o reaparecía, terco, d,ses",.""o, inMleble. Est, libro no prtlmde ser wa ",ás de lo que es. N o quiere promet". nada ",ás que lo que pro",ete, es decir, un testi",onio directo que procede de "na treintena de personajes de la historia ctm1""poránea, dot""o, caJa litiO, M S" propio signifie""o si",bólico. Lo cierto es que al rei",pri",ir el IiIwo m esta nueva "'ición, ",ueho 11Iás rica que la precedmte, no h, querúJo reeOtlS/rllir n;"g"na de las mtre"istas, y he ",odifie""o las presmtaciOtlIS sólo .I1Ii. .11IItIte: Ii",itándome, m algunos casos, a alterar los ti""!Jos verbal,s, es d,cir,po1Jimdo m indefinido o en pretirito perfecto los "erbos qllt antes fig"raban m presmte. Igual prineipio he seguido en cuanto al aJita",mto de din.. de las ",ás i",portant,s ent","¡stas que llevé a cabo después M la aparición del libro: la de Giulio Andreotti; la de Giorgio A",mdola;

""si'.

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la átl a'\9bispo Ma1(arios; la del jefi de la CIA, William Colby; la át adfltrsario, Otis Pi1(e;.la de Santiago Carrillo; la de Álvaro Cunhal; las de Mario Soaresy la que mantuve con Yamani. C011IO es obvio, el juicio que un encuentro o un personaje nos ha merecido va haciéndose más amplio ) profunáo con los años. Pero, de haber )0 sucumbido a la tentación át comentarios conforme a la visual del Tiempo, habrian perdido su valor át documentos cristali7...ados en el instante en que los viy los presenté: su carácter de inmediatos se hubiese visto alterado cual una fotografía que se s011lete a retoques. Sólo en el caso de la entrevista con Alejanáro Panagulis, que emblemáticamente cierra el libro, he j~ado oportuno añadir un amplio retll7,9 que da cuenta de lo que fue de él. Los motivos no son sentimentales, es dúir, que no obedecen al hecbo de que Ale1(os llegase a ser mi c011lpañero en la vida, tambiin en lo moral. Murió víctima del mismo Poder que este libro denuncia. conáena y odia. Lo que he intentado decir con esta obra mía debe, pues, ya mayor rtnln después del asesinato át Alejanáro Panagulis, ser leído teniendo presente ese N O que reaparece terco, desesperado, indeleble, entre los árboles de una colina del Peloponeso. SIl

Oriana FALLACI

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Henry Kissinger Este hombre tan famoso, tan importante. tan afortunado. a quien llamaban Supermano Superstar, Superkraut. que lograba paradójicas alianzas y conseguíá acuerdos imposibles. tenía al mundo con el alma en vilo. como si el mundo fuese su alumnado de Harvard. Este personaje incrable. inescrutable. absurdo en el fondo, que se encontraba con Mao Tse-tung cuando quería. entrab~ en el Kremlin cuando le parecía. despertaba al presidente de los Estados Unidos y entraba en su habitación cuando lo creía oportuno, este CllcUentón con gafas ante el cual James Bond queda convertido en una ficción sin alicientes. que no dispara. no da puñetazos. no salta del automóvil en marcha como James Bond, pero aconsejaba guerras. terminaba guerras, pretendía cambiar nuestrO destino e incluso lo cambiaba. En resumen. ¿quién es Henry Kissinger? Se han escrito libros sobre él como se escriben sobre las grandes figuras absorbidas ya por la Historia. Libros como el que ilustra sobre su formación político-cultural: Kissi,,&tr J ,1 liSO del potitr. debido a la admiración de un colega de la universidad; libros como el que canta sus dotes de seductor: QrmitJo Kissi,,&". debido al amor no correspondido de una periodista francesa. Con su colega de la universidad no ha que· rido hablar nunca. Con la periodista francesa no ha querido acostarse jamás. Alude a ambos con una mueca de desprecio y liquida,a los dos con un despectivo ademán de su gruesa mano: «No comprenden nadaJl. ",No "S ,cierto nada. JI Su biografía es objeto de investigaciones rayanas en el culto. 'Se sabe todo: que nació en Furth, en Alemania. en 1923. hijo de Luis Kissinger. profesor de una escuda secundaria. y de Paula Kis· singer. ama de casa. Se sabe que su familia es hebrea, que catorce de sus parientes murieron en campos de concentración. que con su padre. su madre y su hermano Walter, huyó a Londres en 1938 y después a Nueva York; que tenía en aquel tiempo quince años y se llamaba Heinz. no Henry. y no sabía una palabra de inglés. Pero lo aprendió muy pronto. Mientras el padre trabajaba en una oficina postal y la madre abría un , negocio de pastelería. estudió lo bastante para ser admitido en Harvard y obtener la licenciatura por unanimidad con una tesis sobre Spengler, Toynbee y Kant. y convertirse en profesor. Se sabe que a los veintiún años fue soldado en Alemania, donde estuvo en un grupo de G I seleccionados por un test, considerados inteligentes hasta rozar el genio. Que por esto. y a pesar de su juventud, le encargaron la organización del gobierno de Krefeld. una ciudad alemana que había quedado sin gobernantes. De hecho, ro Krefeld aflora su pasión por la política, pasión que apagaría convirtiéndose en consejero de Kennedy, de Johnson y. después. en asistente de Numn. No por azar se le consideraba el segundo hombre más poderoso de América. aunque algunos sostienen que era bastante más, como lo demostraba el chiste que circulaba por Washington en la épóca de mi entrevista: «Imagina lo que sucedería si muriese Henry Kissinger: Ri· chard Nixon se convertiría en presidente de los Estados Unidos».

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Le llamaban la nodriza mental de Nixon. Para él y para Nixon habían acuñado un apellido maliciOso y revelador: Nixinger. El presidente no podía prescindir de éL 10 quería siempre cerca: en cada viaje. en cada ceremonia. en cada cena oficial. en cada período de descanso. Y sobre todo. en cada decisión. Si Nixon decidía ir a Pekín. Ile· nando de estupor a la derecha y a la izquierda. era Kissinger quien le había metido en la cabeza la idea de ir a Pekín. Si N ixon decidía trasladarse a Moscú, confundiendo a Oriente y a Occidente, era Kissinger quien le había sugerido etviaje a Moscú. Si Ni· xon decidía pactar con Hanoi y abandonar a Thieu. era Kissinger quien lo había lle· vado a dar ese paso. Su casa era la Casa Blanca. Cuando no estaba de viaje haciendo de embajador. de agente secreto. de minis&ro del Exterior, el negociante entraba en la Casa Blanca al amanecer' y salía ya de 'loche. A la Casa Blanca llevaba a lavar sus mudas. envueltas despreocupadamente en paquetes de papel que no se sabía dónde iban a parar. (¿A la lavandería privada del presidente?) En la Casa Blanca comía a menudo. No donnía alli porque no hubiera podido llevar mujeres. Divorciado desde hacía nueve años. había hecho de sus aventuras galantes un mito que alimentaba con cuidado aunque muchos no crean ni la mitad. Actrices. figurantas. cantantes, modelos, periodistas. bailarinas, millonarias. Se decía que todas le gustaban. Pero los escépticos replicaban que no le gustaba ninguna: se comportaba así por juego. consciente de que eso multiplicaba su encanto. su popularidad y sus fotografías en los semanarios. En ese sentido era también el hombre más comentado en América. y el que estaba más de moda. Eran moda sus gafas de miope. sus rizos de hebreo. sus trajes grises con coro bata azul, su falso caminar de ingenuo que ha descubierto el placer. Por eso el hombre seguía siendo un misterio. como su éxito sin parangón. Y la ra· zón de ese misterio era que acercarse a él y comprenderlo resultaba dificilísimo; no concedía entrevistas individuales. hablaba sólo en las ruedas de prensa acordadas por la presidencia. Y yo. lo juro. aún no he comprendido p.or qué aceptó verme apenas tres días después de haber recibido una carta mía sobre la que no me hacía ilhsiones. Dijo que era por mi entrevista. con el general Giap. hecha en Hanoi. en febrero del se· senta y nueve. Tal vez. Pero subsiste el hecho de que después del extraordinario «sí», cambió de idea y aceptó verme con una condición: no decirme nada. Durante el en, cuentro hablaría sólo yo y de lo qU'e dijera dependería que me concediera o no la en· trevista; suponiendo que tuviera tiempo para ello. Nos encontramos en la Casa Blanca. el jueves. 2 de noviembre de 1972. 10 vi llegar apresurado, sin sonreír y me dijo: «Good morning. miss Fal1aci». Después, siempre sin sonreír, me hizo entrar en su estudio, elegante. lleno de libros. teléfonos. papeles, cuadros abstractos. fotografías de Nixon. Alli me olvidó y se puso a leer. vuelto de espaldas, un extenso escrito meca· nografiado. Era un tanto embarazoso estar alli. en medio de la estancia. mientras él leía. dándome la espalda. Era incluso tonto e ingenuo por su parte. Pero me permitió estudiarlo antes de que él me estudiase a mí. Y no sólo para descubrir que no es seduc· tor, tan bajo y robusto y prensado por aquel cabezón de camero, sino para descubrir que ni siquiera es desenvuelto ni está seguro de sí. Antes ,de enfrentarse a alguien neceo sita tomar su tiempo y protegerse con su autoridad. Fenómeno frecuente en los tími·

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dos que intentan ocultar su timidez. y que. en este empeño. acaban por parecer descorteses. O serlo de verdad. Terminada la lectura, meticulosa y atenta a juzgar por el tiempo empicado. se: volvió por fm hacia mí y me invitó a sentarme en el diván. Después se sentó en el sillón de aliado. más alto que el diván. y en esta posición estra~gica, de privilegio. empczá a interrogarme c()n el tono de 'un profesor que examina a un alumno del qUl: desconfía un poco. Recuerdo que se parccia a mi profesor de matcmiticas y física en el Instituto Ga1iko de Florencia; un tipo al que odiaba porque se divertía asustándome, con la mirada irónica. fija en mí. a través de las gafas. De aquel profesor. tenía hasta la voz: de barítono más bien gutural y la rrumera de apoyarse en el respaldo del sillón ciñéndolo con el brazo derecho; el gesto de eruue las gruesas piernas mientras la chaqueta tiraba sobre el hinchado vientre y amenazaba con hacer saltar los botones. Si pretendía ponerme incómoda, lo consiguió perfectamente. La pcsadiIla de mis días escolares era ~'1 viva, que a cada pregunta suya pensaba: «¿Sabré contestar? Porque si no m' suspenderá». La primera pregunta fue sobre el general Giap: «Como le he dicho ya, no concedo nunca entrevistas individuales. La razón por la cual me dispongo a considerar la posibilidad de concedlrle una a USted es porque he leído su entrevista con Giap. Vcry interesting. Muy interesante. ¿Qué clase de individuo es Giap?» 10 preguntó con el aire de quien tiene muy poco tiempo disponible. lo que me obligó a resumir con una frase efectista. Y contesté: «Un esnob francés. en apariencia. Jovial y a(fOgante al mismo tiempo pero, en el fondo. aburrido como un día de lluvia. Más que una entrevista. aquello fue una conferencia. Y no me ~tusiasmó. Sin embargo, toC" lo que me dijo resultó exacto». Minil1~izar a los ojos de un norteamericano el personaje de Giap es casi un insulto; ,odos están un poco enamorados de él como lo estuvieron de Rommel. La expresión «esnob francés» lo dejó perplejo. Tal vez no la comprendió. La revelación de que era I'aburrido como un día ge lluvia». lo turbó: sabe que sufre también este estigma de tipo aburrido y por un par de veces su mirada azul relampagueó de modo hostil. Pero lo que realmente le af~ó fue que yo diese crédito a Giap al haberme previsto cosas ~ctas. Me interrumpió: «¿Exactas. por qué?» «Porque Giap había anunciado en 1969, loque sucedería en 1972». repliqué. «¿ Por ejemplo?» «Por ejemplo. el hecho de que los norteamericanos se. retirarían poco a poco y después abandonarían aquella guerra que les costaba siempr~ demasiado dinero, y que amenazaba con llevarlos al borde de la inflación.» La mirada azul relampagueó de nuevo. «¿Y cuál fue. asu parecer. la cosa más importante que le dijo Giap?» «El no haber reconocido. en sustancia, la ofensiva del Tet. arribuyéndola únicamente a los vietcong.» Esta vez no hizo coinentarios. Sólo preguntó. «¿Considera que la iniciativa partió de los vietcong?» "Tal vez sí. doctor Kissinger. Todos saben que a Giap le gustan las ofensivas con carros armados. a lo Rommel. De hecho. la ofensiva de Pascua la hizo a lo Rommel y... » «j Pero la perdió!» «¿ La perdió?», le rebatí. «¿Qué le hace pensar que no la haya perdido?» «El hecho de lue haya aceptado un acuerdo que a Thicu no le gusta. ~ Kissin~.» Y, tratando de ananearle alguna noticia, añadí en tono distraído:

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..Thicu no cederá nunca». Cay6 en la trampa y rrpuso: .. úderá. Debr hacerlo ... Drspuñ, terrmo minado, se concmtr6 m Thicu. Me pregunt6 qut pmsaba.de Thicu. Lr dije que nunca me había gustado...¿Y por qué nunca le ha gustado?.... Doctor Kissinger, lo sabe mrjor que yo. Usted se ha fatigado trrs días con Thicu, más bien aJrm ~ irr~~diabl~rnt~ al~­ mán. Por cj~plo, el h~o d~ qu~, como hd>rm y como al~ trasplantado a un país qu~ aún mira con pr~mci6n a 1m hd>r_ y a los al~ana. arrastr~ un montón d~ problemas. contradicciona. ramtimimtos y tal vtt una humanidad oculta. Sí, h~

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dicho humanidad. A veces se encuentran tipos parecidos. Con un poco dc esfuerzo. se pueden encontrar·en Kissinger dementas dd personaje quc se enamora dc Marlme Dietrich en El á"UI "{/lI. y se pierdc por ella. Su frívola persccuci6n dc mujeres le ha costado 'fa un matrimonio; tarde o temprano. dicen. perderá la cabcu po~ una de estas bellezas quc .se lo disputan sólo porquc es tan famoso y garantiu la publicidad. Es posiblc. Desdc mi punto de vista es d típico httoe de una sociedad donde todo es posible: hasta quc un tímido profesor de Harvard. habituado a escribir aburridísimos libros dc historia y ensayos sobre d control dc la energía ~t6mica. sc convima en una especie de divo que gobierna .junto al presidente. una especie de playboy que regula las rdaciones entre las grandes potencias e interrumpe las guerras. un enigma que intentamos descifrar sin advmir que. probablemente. no hay nada o casi nada que descifrar. Como siempre. cuando la aventura 'c vistc de gris

Publicólda íntegra cn d semanario "Ncw Republic». reproducida en sus aspectos más impOrtantes por los.diarios de Washington. dc Nueva York. y más tarde en casi todos los periódicos de los Estóldos Unidos. 101 enuevista con Kissinger levant6 unos comentuios cuyas consecuencias me asombraron. Evidentemente babíól subvalorado al personaje y el inter~ que despertaba cada una de sus pilibras. Evidentemente hólbía minimiudo la import~ncia de ólquelJ;¡ intmninable hora con tI. Esto se transformó. de repente. en d tema dd díól. Y. rápidamente. comcnz6 01 circubr d rumor dc que Nixon estólból furioso con Henry. que rehusaból incluso verlo. quc eról inútil que H cnry Ic tdefoncase. le pidiese óludienciól. fueról a busarlo 01 la residencia dc San Clemente. Las verjas de San Clemente estaban cerradas. la audiencia no se concedía y el tdifono no contestaból porquc el presidente continuaba negándo.se. El presidente. en· tre otras cosas. no pcrdonólba a Hmry lo que Hmry mc había dicho sobre la razón dc su éxito: "lA razón principal Dólce dd hecho de babcr actuado siempre solo. Esto les gusta mucho 01 los norteammanos. Les gusta el cowboy que avanu solo sobre su abalJo. el cowboy quc entról solo en 101 ciudad. en d poblado. con su caballo y Dólda más... íi Tambiin la prCllSól lo aitiaba por esto. La prensa siemprc hól sido generosól con Kissinger. despiadada con Nixon. Pero en este CólSO. los partidismos se alteraron y ada periodista babía condenado la presunci6n. o por lo menos 101 imprudenciól. de unas frases como ~us. ¿Cómo se ólUCVÍól Hmry Kissinger a arrogane d mmto de aquello que obtenía como envitado el- alto el fuego es asunto suyo. no nuestro. Los kmtt rojos no

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acqnarin nunca un alto elfutgo. Nunca descenderán a pactar. Nunca.

MI1tI#i11",",¿hA ;"tmltlJo "/&111111 lIt't hAblar co" Kissinger? Uh. la la! Desde luego. mademoiselk Cuando fue a China le hice saber a través de Chu En-lai que desearía una entrevista. Y le contestó a Chu En-lai que el presidente Nixon no le había autorizado a v.enne. Cuando se trasladó a Hanoi.le hice saber de nuevo. a través de Pham Van Dong. que desearía un encuentro y le dio a Pham Van Dong la misma respuesta. Ni siquiera sé cómo es este Kissinger: lo conozco sólo a través de lo que dicen los demás y de la entrevista que .Ie hizo usted. M&demoisdle. he intentado incluso ponerme en contacto con Nixon; a través del presidente del Senegal. a través del presidente de Guinea. a ~ravés del rey de Marruecos. Le he manciado decir que. si dejaba de proteger a Lon Nol. mi ejército de liberación aceptaba un contacto. Me ha hecho contestar que mis mensajes no le interesaban~ Después se ha arrepentido y. para no descender a pactos conmigo. ha ordenado a Lon Nol que levante el arresto a mi madre y a mis hijos que es~ en Phnom Penh. Demasiadb tarde. Incluso aquella gran mujer que es mi madre me ha mandado decir: «No les hables. Deja que nos arresten de nuevo». Mademoiselle. aceptar un diálogo equivaldría a l'ttODOCer la legitimidad de Lon Nol; aceptar un alto el fuego equivaldría a dividir Camboya en dos. Como Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. Corea del Norte y Corea del Sur. Lon Nol permanecería en Phnom Penh y los kmer rojos tendrían que retirarse de nuevo a la selva. No. gracias. No queremos un trOZO de Camboya. queremos Camboya entera.

Pero si no /0 han constgllido los norvittnamilas y los vieteong, ¿cómo piensa constgllirlo IIsttd, Monstigntllr? Se lo explico en seguida. Ante todo nosotros no tenemos el talón de Aquiles que tienen los norvietnamitas: nadie puede minarnos el puerto de Haiphong o los diques o Hanoi. No tenemos puertos. no tenemos diques. no tenemos ciudades: Tenemos sólo ríos y bosques sobre los cuales los B 52 contimían descargando toneladas de bombas sin con~eguir nada. En resumen. estamos en una situación geográfica mucho más cómoda que la. de los norvietnamitas. Además. no tenemos en contra un traidor inteligente como Van Thieu ni un ejército fuerte como el de Thieu. Tenemos un incapaz que se llama Lon Nol y un ejército que huye a la primera escaramuza. abandonando no sólo las armas sino los zapatos. Y. finalmente. controlamos casi toda Cam-

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boya. Más dc dos te:reios del país cstin CD DUCSa'U manos y no DOS queda más quc liberar Pbnom Prnh y algunas ciudades. Incluso hemos bloqucado todas las carreteras dc acceso a Phnom Prnh. La única cosa quc, por ahora, nos impidc entrar en Phnom Prnh es la aviaci6n norteamericana. Y ésta, tarde o temprano, tendrá que dejar de bombardeamos. Nixon se encuentra en una situación muy difícil. El escándalo Watergate le ha prestado un pésimo lIerVicio; el Senado y d Congreso acabarán oponiéndose a los gastos de Camboya. Pero aunque encontrase la manera de engañar al Senado y al Congreso, porque en esto es un experto, esperaríamos c6modamente el fin de su mandato. Porque, repito, no somos vulnerables como Vietnam del Norte.

Monseigneur, en su opinión, ¿quiin ha ganado la guerra de Vietna1lf? Nadie. Por ahora. nadie. Quién vencerá mañana no lo sé. Pero sé que los norvietnamitas son muy inteligentes y miran lejos. Si en este momento han aceptado pararse quiere decir que en este momento les convenía hacerlo; excllLYo que hayan olvidado el testamento de Ho Chi Minh sobre la reunificación del Vietnam. Excluyo que se dejen enredar por los norteamericanos por segunda vez. Algunos creen que los vietcong han sido sacrificados por los norvietnamitas y por Le: Duc TIto. Yo no lo diría. Lo que Le: Duc TIto ha firmado es una espera. Tanto los norviernamitas como los vietcong conocen bien la táctica de la espera. la paciencia. Con la paciencia lo obtienen todo. Nixon no durará siempre, dicen; por tanto. en este tiempo intentemos normalizar las relaciones con los norteamericanos y después, lentamente. las cosas cambiarán a nuestro favor. Ni tampoco Thieu dlLrará siempre y. una vez desaparecido, no habrá nadi~ para sustituirle. No hay una tercera fuerza en Vietnam. Los budistas. cero. Los haodaístas. cero. La única fuerza organizada son los comunistas. El destino del Vietnam del SlLr es el comunismo. Por ahora es inevitable y quien no es comunista puede agradecérselo a los norteamericanos. Siempre lo he dicho: ¡atención!. no es Mao Tse-tung quien amenaza el Sudeste asiático. no es Ho Chi Minh. Si toda Indochina se vuelve comunista hay que agradecérselo a los norteamericanos, a los erroresnorteamericanos. a los fallos norteamericanos. a los crímenes norteamericanos, al imperialismo norteamericano que protege o reconoce sólo a regímenes corrompidos, dictatoriales. antipopulares. sólo porque son anticomunistas. El único país que hubiera podido librarse de un destino comunista era Camboya. Echándome. han ahierto las puertas al comunismo. Tal vez ha sido mejor así.

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MtJtISIÍ!JI"'f', ¡" WIIIM f'I' • 1M "pnulo ,.¡.,.., INutiIfIIIlisOlljml zJ), .".IIS P"'"" .. ¿, 111

rap.ao" Tb;",. lA 1M ~¡""¡;",,..

Pienso de Blo que he dicho a Pham Van Dong cuando le hablé de

Loo Nol: «Monsicur, me alegro por su raza porque de ella salen s610 hombres inteligentes. Hasta cuando son traidores. Mi raza ha dado un traidor como Lon No!. Pero la suya ha dado un traidor inteligente como ThicuJl. Y Pham Van Dong me contestó : «Vous ava raison. Tiene razOOJI. En su pcrñdia, en su egoísmo, Thicu es un.hombre de gran valía. Es un campesino lleno de intuición y también de valor. Todo lo que le dijo a usted en aquella entrevista era cierto. Y además... no quisiera hacer humor negro, pero cuando se presta..., me ha prestado tantl;)S servicios este Thicu. Terminada la guerra incluso quiero ir a verle para agradecérselo. También le he dicho esto a Pham Van Dong: «Me muero de ganas de invitarle a comer para darle las gracias por todos los detalles que ha tenido conmigo». El primer fa~ vor ha sido el de enviar a Camboya a sus brutalísimas tropas. Uh, la la! Sirik Matak decía que los norvietnamitas y los vietcong se portaban duramente en Camboya. Pero cuando ha visto a los soldados de Thicu. aqudlas fieras que asesinan niños, violan mujeres, incendian casas, destruyen templos, ha tenido que admitir: «Eran mejor los norvietnamitas de Sihanuk». Total, que si Thicu no me hubiese enviado a sus fieras, no habría tantos laner rojos: los jóvenes camboyanos no se hubieran unido a los grupos guerrilleros a docenas y docenas de miles. El segundo favor que me ha liecho Thicu ha sido el de sembrar cizaña entre Hanoi y Washington. Aún lo hace, y cada vez que lo hace, le encendería una vela. Oh, es un hombre delicioso este TIUeu, es un encanto. Lo amo. Basta que Washington y Hanoi estén a punto de llegar a un acuerdo para que él se ponga a chillar: «¡ No, no, no! ¡No lo permito. no quiero! ¡Sabotaje, sabotaje, sabotaje!» A mí me presta. un servicio inmenso porque a nosotros los camboyanos no nos va nada bien que aquellos dos se entiendan demasiado o demasiado rápido. Ay, si lós norvietnamitas y los norteamericanos se ponen pronto de acuerdo: los norvietnamitas acabarán por meter la nariz en nuestros asuntos. Los intereses de Hanoi no siempre coinciden con los intereses de Camboya. Sí. le debo mucho a TIUeu. Si lo ve, dígaselo.

Volvamos a sus /cm" rojos, Monseigneur. Y permltame recordarle gue, alltlfue boy están con IIsted, m el pasAdo no los trató precisammte bim. Basta pensar m las mata~s de la región de Battambang.

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Usted puede creerme o 00, pero le puedo demostrar que Jas matan· zas de Battambaog fueron obra de lon NoI y de Sirik Matak mien· tras yo me estaba recuperaJ'ido en un hospital de la Costa Azul. Y 00 se.trataba de kmer rojos sino de campesinos a quienes aquellos dos bri. bones habían renir~ que nació en Ki~. en 1898. con el nombre de Golda Mabovin. que creció en Norteam&ica, en Milwaukee. y que se casó con Morris Meyerson en 1917. que con ~I ~migtó a Palestina en 1918. que el apellido de Meir se lo impuso Bm Gurion para que sonase más hebraico. que su éxito se inició cuando era embajadora en Moscú en tiempos de Stalin. que fumaba por lo menos sesenta cigarrillos al día. que se alimentaba principalmente de caf~. que su jornada laboral duraba dieciocho horas. que. como primer ministro. ganaba la miserable cantidad de veinte mil pesetas al mes. No buscar~ el secreto de su leyenda. La entr~ista que sigue la explica por sí misma. La compuse siguiendo la cronología de las citas con ella y traduci~ndola del inglés. la lengua que probablemmte conoce mejor, y en la cual hablamos.

Naturalmente. la policía no descubrió nunca el misterio del robo de aquellas cintas. O si lo descubrió, se guardó muy mucho de informarme. Pero un indicio que no tardó en ser más que un indicio. se mostró de suyo. Y vale la pena contarlo. aunque sea para dar de los poderosos una idea más. Casi al mismo tiempo en que solicit~ la entr~ista con Golda Meir pedí tambim una a Gaddafi. Y éste. a través de un alto funcionario del Ministerio de Información libio. me hizo saber que me la concedería. Pero de pronto. días después del robo de

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las ántas, citó a un periodista de un seminario de la competencia de ..t'Europeo•. El periodista se precipitó a Trípoli y, qué casualidad, Gaddafi le regaló frases que sona~ ban como las respuestas que me había dado Golda Mcir. Ni que decir tiene que el pobre periodista ignoraba este detalle. Y ni que decir tiene también que yo sí me di cuenta de ello. E hice una pregunta más que legítima: ¿cómo era posible que el ~ciiór Gaddafi pudiese responder a algo que no había sido nunca publicado y que nadie, excepto yo, conocía? ¿ Había escuchado mis cintas el señor Gaddafi? Y, además, ¿habú hecho que me laS robaran? E inmediatamente mi memoria registró un detalle no olvidado. Al día siguiente del robo me convertí en un detective improvisado, y, sin decir ni pío, me fui a hurgar en el cubo de la basura de la planta del hotel en la que se había cometido el delito. Allí, y aunque en el hotel me juraron que desde hacia días no se ha· bía hospedado ningún árabe, descubrí un papel escrito en árabe. Junto con mis preguntas se lo entregué a la policía política. Esto es todo. Y Gaddafi no me conccdiq la entrevista prometida. Nunca me citó en Trípoli para disipar la infamante sospecha que todavía hoy estoy autorizada a sentir con respecto a él. Por lo demás, si la prensa italiana le interesa tan profundamente y tiene la desfachatez de pedir el despido de un periodista en Turín, ¿por qué no había de tener la osadía de hacer robar mis ántas en un hotel de Roma?

GOLDA MEIR.- Buenos días, querida. buenos días. Estaba mirando su libro sobre la guerra y me preguntaba si las mujeres reaccionan ante la guerra de manera distinta a los hombres... Yo digo que no. En los últimos años y durante la guerra de desgaste me he visto muchas veces en la necesidad de tomar determinadas decisiones: por ejemplo. enviar a nuestros soldados a lugares de los que no regresarían u ordenar operaciones que costarían la vida a quién sabe cuántas criaturas de ambas partes. Y yo sufría.... sufría. Pero daba estas órdenes como las hubiera dado un hombre. Incluso. ahora que pienso en ello. no estoy en absolqto segura de haber sufrido más de lo que hubiera sufrido un hombre. Entre mis colegas masculinos he visto algunos oprimidos por una tristeza más profunda que la mía. N o es que la mía fuese pequeña. Pero no influía. no. no influía en mis decisiones... La guerra es una inmensa estupidez. Estoy convencida de que un día todas las guerras terminarán. Estoy convencida de que un día los niños. en la escuela. estudiarán la historia de los hombres. que hacían la guerra.como se estudia un absurdo. Se asombrarán. se escandalizarán. como hoy se escandalizan del canibalismo. También el canibalismo ha sido aceptado durante mucho tiempo como una rosa normal. Y hoy. al menos físicamente. ya no se practica.

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ORIANA FALLACI.- SeQra Mm,

1IIe

akgro de 'lIU baya t1IIpt-

~ afto'lllaNJo ISI, t""" jIorf/lll esprecisatllente por el 'l'"yo 'luma

etIIJ1t-

v-r. Señora Mm, ¿C1IIltu/O lligará la Ja7.. a Oriente Meáio? ¿,Lltgarrtllos a tItr esta

Ja7.. ni ,1

Iratuamo

de

"",slra

viáa?

Usted sí, supongo. Espero... Quizá... No lo sé seguro. Creo que la guerra en Oriente Medio durará aún muchos. muchos años. Y le diré por qué. Por la indiferencia con que los dirigentes árabes envían a morir a su propia gente, por lo poco que cuenta para ellos la vida humana. por la incapacidad de los pueblos árabes para rebelarse y decir basta. ¿Rcroerda cuando Kruschev denunció los delitos de'Stalin durante d vigésimo congreso dd partido comunista? Se alzó una voz dd fondo de la sala que dijo: «Compañero Kruschev, ¿y ti! dónde estabas?» Kruschev escruteS a los asistentes en busca de su rostro, no lo encontrÓ y preguntó: «¿Quién ha hablado?» Nadie contestó. «¿Quién ha hablado?». preguntó de nuevo Kruschev. Y tampoco esta vez nadie contestó. Entonces Kruschev exclamó; «Compañero. yo estaba donde tú estas ahora». Pues bien, d pueblo árabe está precisamente donde estaba Kruschev, donde estaba d que lo acusaba sin atreverse a mostrar su cara. A la paz con los árabes sólo se podría llegar a través de una evolución por su parte, que incluyera la democracia. Pero vudva a donde wdva los ojos, no veo ni sombra de democracia. Veo solamente regímenes dictatoriales. Y un dictador no tiene por qué dar cuentas a su pueblo de una paz que no hace. Ni siquiera tiene por qué rendir cuentas de los muertos. ¿Quién ha sabido jamás cuántos soldados egipcios han muerto en las dos últimas guerras? Sólo las madres. las hermanas, las esposas, los parientes que no les han visto volver. Los dirigentes no se prmaspan ni de saber dónde están sepultados. ni si están sepultados. Nosotros, en cambio...

¿UstlJes•.• ? Mire estos cinco volúmenes. Son las fotografías de cada soldado, hmnbre o mujer, muertos en la guerra. Cada muerte, para nosotros, es una tragedia. A' DOIOtI'OS no nos gusta hacer la guerra. ni siquiera cuando la ganamos. Después de la última no había alegría en nuestras calles. No había bailes, ni cantos, ni fiestas. Y hubiera tenido que ver a nucstroi soldados que regresaban victoriosos. Eran, cada uno de ellos, d vivo retrato de la tristeza.· No sólo porque habían visto morir a sus hermanos sino porque habían tenido que matar a sus enemigos. Muchos se encerraban en su habitaci6n y no volvíar. a hablar. 0, a veces,

lOS

abrían la boca para repetir como una cantinela: «He tenido que disparar. He matado». Precisamente lo contrario que los árabes. Después de la guerra ófrecimos a los egipcios un intercambio de prisioneros. Setenta de los suyos por diez de los nuestros. Contestaron: «Pero los vuestros son oficiales, los nuestros son fellahin. Imposible». Fellahin, C2JIlpesinos. Temo...

¿ Teme que la guerra entre Israel y los árabes pueda estallar de nuevo? Sí. Es p~~ible, si. Porque, verá usted, muchos dicen que los árabes están dispues\os a firmar un acuerdo con nosotros. Pero en estos regímenes dictatoriales ¿quién nos asegura que un acuerdo signifique algo? Supongamos que Sadat firme y luego sea ases~nado~ O simplemente eliminado. ¿Quién garantiza que su sucesor respetará el acuerdo firmado por Sadat? ¿Acaso fue respetado el armisticio que todos los países árabes habían firmado con nosotros? A pesar de tal armisticio nunca hubo paz en nuestras fronteras y hoy estamos permanentemente a la espera de cualquier ataque.

Pero hoy se habla de un acuerdo, señora Me;r. Hasta Sadat habla de ello. ¿N o es más fácil negociar con Sadat de lo qUé lo fue negociar con Nasser? En absoluto. Es exactamente lo mismo. Por la sencilla razón di! que Sadat no quiere negociar con nosotros. Yo estoy ya preparada a nege-ciar con él. Hace años que le vengo diciendo: «Sentémonos alrededor de una mesa y miremos de arreglar las cosas, Sadat». Pero él no esta preparado en absoluto para sentarse a una mesa conmigo. Sigue hablando de la diferencia que hay entre un acuerdo y un trata-io. Dice que está dispuesto a un acuerdo, pero no a un tratado de paz. Porque un tratado de paz significaría el reconocimiento de Israel, relaciones diplomáticas con Israel. ¿Me explico? A lo que alude Sadat no es a una conversación definitiva que establezca el final de la guerra: alude a una especie de alto el fuego. Y, además, rehúsa tratar directamente con nosotros. Quiere negociar a través de intermediarios. j No podemos hablar a través de intermediarios! j N o tiene sentido y es inútil t Ya en 1949, en Rodi, después de la guerra de la Independenoa, firmamos un acuerdo con los egipcios, los jordanos, los sirios y los libaneses. Y fue a través de intermediarios, :l través del doctor Bunch, que por cuenta de las Naciones Unidas se reunía con un grupo, con otro... j Bonito resultado!

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y el que Russein hable de ptn" ¿tampoco esto s;!l'ifica naJa ..... ? Recientemente he dicho cosas amables sobre Hussdo.. Le he hc9t0 aunplidos por haber hablado públicamente de paz. Diré más: aeo en Hussein. Estoy convencida de que ahora se ha dado cuenta de lo funesto que resultaría para él embarcarse en otra guerra. H ussdo. ha comprendido que cometió un tremendo error en 1967 cuando entro en la guerra contra nosotros y no tomó en consideración· el mensaje que Eshkolle había enviado: uNo entre en la guerra y no le sucederá nadaD. Ha comprendido que fue una trágica estupidez escuchar a Nasser y. sus mentiras sobre Tel Aviv bombardeada. Por tanto, ahora quiere la paz. Pero la quiere bajo sus condiciones. Pretende la orilla izquierda del Jordán, la West Bank, pretende Jerusalén, invoca la resolución de las Naciones Unidas... Nosotros ya hemos aceptado una vez la resolución de las Naciones Unidas: cuando nos pidieron dividir Je-rusalén. Para nuestros corazones fue una herida profunda, pero la aceptamos. y las consecuencias son sabidas. ¿Fuimos nosotros los que atacamos al ejército jordano? No, el ejército jordano entro en Jerusalén. Los árabes son verdaderamente extraños: pierden la guerra y luego pretenden vencernos. Pero, finalmente, la guerra de los Seis Días ¿la hemos ganado nosotros o no? ¿Tenemos o no el derecho a imponer nuestras propias condiciones? ¿Desde cuándo, en la historia, el que ataca y pierde tiene derecho a dietar condiciones al que gana? No hacen más que decir: devolvednos esto, devolvednos aquello, re-nunciad a esto, renunciad a aquello...

¿ Renunciarfan ustedes a Jerusalén, señora Meir? No. Jamás. No. A Jerusalén, nunca. Inadmisible. Jerusalén está al margen. Ni siquiera aceptaremos discutir sobre Jerusalén.

¿ Renunciarían a la orilla h,guierda del Jordán, al WeSl Ba"l(? Sobre este punto hay, en Israel, diferencias de opinión. Lo que significa que es posible que estemos dispuestos a negociar sobre el Wtst Bank. Me explicaré mejor. Me da la impresión de que la mayoría de israelíes nunca pedirían al Parlamento que renunciara completamente al West Bank. No obstante, si llegásemos a negociar con Hussein, la mayoría de israelíes estaría dispuesta a restituir parte del West Bank. He dicho una parte, que quede claro. Y, por ahora, el gobierno no ha decidido ni sí ni no. Ni yo tampoco. ¿Porqué tenemos qué pelearnos entre. nosotros antes que el jefe de un Estado árabe se declare dis110

discutir con nosotros? Personalmente, creo que si Husscin se aecidiera a negociar podríamos restituirle una parte del West Bm. Sea por decisión del gobierno o del Parlaniento, o a partir de un referéndum. Desde luego, podríamos convocar un referéndum para este asunto.

puatP a

¿Y G~? ¿Rmllndarúm a G~, smora Me;r? Yo digo que Gaza debe, debería formar parte de Israel. Sí, ésta es mi opinión. La nuestra, diría yo. Pero para negociar, no exijo a Husscin o a Sadat que estén de acuerdo conmigo sobre un punto determinado. Les digo: «Mi opinión, nuestra opinión, es que Gaza debe quedar para Israel. Sé que ustedes opinan de otro modo. All righ~, sentémonos alrededor de una mesa y pongámonos a negociar». ¿Está claro? Nt? ~ absolutamente .in~spcnsab!e~~:.6~)l'?D acuerdo antes de las negoaaaones; las negoaaaones se lijeco preasamente para llegar a un acuerdo. Cuando afIrm.o que Jerusalén no será jamás dividida, que Jerusalén seguirá en Israel, no pretendo que Husscin o Sadat eviten citar Jerusalén. Ni tampoco pretendo que no citen Gaza. Pueden citar lo que quieran en el momento de negociar.

¿ y las alturas ¿el Galán? Más o menos, se trata de lo mismo. Los sirios quisieran que descendiéramos de las alturas del Golán para disparar sobre nosotros, como hacían antes. Inútil decir que no tenemos la menor intención de hacerlo. Nunca descenderemos del altiplano. Lo que no impide que estemos. dispuestos a negociar con los sirioS. Bajo nuestras condiciones. Y nuestras condiciones consisten en defInir entre Siria e Israel una frontera que asegure nuestra presencia en el altiplano. En otras palabras: los sirios están exactamente en el límite donde debería fIjarse la frontera. Sobre esto no creo que cedamos. Porque sólo si se quedan donde están en. la actualidad pueden dejar de disparar sobre nosotros como han hecho durante diecinueve años.

¿Y el Sitial? Nosotros no hemos dicho nunca que queramos todo el Sinaí o la mayor parte del Sinaí. No queremos todo el. Sinaí. ~ueremos el co~­ trol de Sharm. El Sheikhy una parte del desierto, digamos una franja de dcsiClto '!-ue una Israel con Sharm. El Sheikh. ¿Queda claro?, ¿Debo repetirlo? No queremos la mayor parte del Sinaí. Tal vez no queramos siquiera la mitad del Sinaí. Porque no nos importa en abso-

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ola O liO ",ndreotti • Giorgie I\lII8nd ni liam colby •. oÜs pi.karu• '1ama tiag carrillO • "'lv a o . o 50 p,rzobisPO tAaK ares

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Libros de bolsillo Noguer 39

Entrevista con la historia nueva edición ampliada y revisada

Orlana Fa11aci

Entrevista con la historia nueva edición ampliada y revisada

Editorial Nogu~.

s. A.

Barcelona - Madrid

11.' edic:ión RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Título ~ de la obra: Intervilta con la Storia Traliucaon: Miria Cruz POlI y AlItoáio S8mona la nueva entrevistas Diseño cubierta: Mipel Ortiz ISBN: 84-279. .1.... ~ 1epI: B. 31.236-1978 © kizzoli I!diton, Milán, 197. © Editorial Noper, S.A~ Paseo de Gracia, 96, Barcdona, 1978 para la publiceCi6n en ICll8Ua espIIioIL Printed m Spál 1978 Grifica I.ar, S.A~ Constitución, 19, BlI'CdotIa-I.

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A toJos illJ"'llos gllSta" Jel poJw, Y

a la ",tmoria

Je ",i madrt, Tosca Fallaci, y Je ",i c011Ipañtró, Alejandro Panagulis

Prologo Este libro no q*i", ser mtis de lo q*e es: es deNr, *n testimonio diruto - . ",¡ntislis personajes pol/licos de 14 histot'itl c01lllfllPorá1fl4. No (jIIi", ~ naJa fllás q*e lo que prOfltete ser: es deNr, 1m aOfUmmto a fliballo etúrt el periodismo y 14 historia. Pero tampoco q*i", pnsmtarse COfltO tma .ple rlfopi14NÓfI de mtrevistas para los que IStUdian el poder y. el anlipoder. Yo no me.simto, ni 10Uari jamássmti""e, 1m frio registrador tÚ lo fJ'II eSfUcho y veo. Sobre toda experimcia profesional dejo jirones del alma, partidpo con aq*el a q*im esc*cho y veo COfltO si la cosa me afictase perso1Ja/mente o hllbiese de tomar posición (y, m efecto, la tOfltO, siempn, a base de una pnNsa selección moralj, y ante los veintiséis personajes no me COfltportQ con el desasimimto del anatomista o del cronista imperturbable. Me cOfltporto oprimida por mil rabias y mil interrogantes q*e antes de acometerlos a ellos me acometieron a mí, y con la espera1l7,!l de comprender de qué modo, estando en el poder * oponiindose a él, ellos determinan nuestro destino. Por ejemplo: ¿la historia está hecha por todos opor unos pocos? ¿Depende de mil leyes universales o solamente de algunos individ*os? Éste es un antiguo dilema que nadie ha resuelto ni resolver4 nunca. Es tambiin una vieja trampa en la que caer, y es peligrosísimo porque cada respuesta lleva consigo su contradicción. N ofor a7",ar muchos responden con la cOfltponenda y sostienen que la historia está hechapor todos 1 por unos pocos que llegan al mando porque nacen en el momento íusto 1 saben interpretarlo. Tal VI\: Pero el que no se engaña respecto a la absurda tragedia de la vida, acaba por seguir a Pascal cuando dice que si la narrzde Cleopatra hubiese sido más corta, habría cambiado la fa'\. de la tierra; acaba por temer lo que teme Bertr* Russell cuando escribe: «No te preocupes. Lo que sucede en el mundo no depende de ti. Depende del señor Kruschev, del señor Mao Tse-tun~ del señor Foster Dulles. Si ellos dic"! "morid", moriremos. Si dken • vivid" viviremoS>J. N o consigo aceptarlo. N o consigo prescindir de la idea de que nuestra existencia dependa de unos pocos, de los hermosos sueños o de los caprichos de unos p/lCOS, de la iniciativa o de la arbitrariedad de unos pocus. De estos pocos que, a través de las ideas, los descubrimientos, las revoluciones, las guerras, tal ve'\. de un simple gesto, el asesinato de un tirano, cambian el curso de las cosas y el destino de la mayoría. Cierto que es U1la hipótesis atro'\; Es un pensamiento que ofende porque, en tal caso, ¿qué somos nosotros? ¿ Rebaños impotentes en manos de un pastor ora noble ora infame? ¿Material de relleno, hojas arrastradas por el 9

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p"J,los-a-trallis-Je-l4p/.tÑ-tle-&I4sts. Pero protúo SI Ja ."0 """'" Je f'U 1, "aliJad colidiAna la1llbim a ,1I0s los JeS1lliml" "0 s, tarJa en objiJlW qMl si" Mar", "0 exislirf" ti marxismo (nadi, jnI'¿' nostrar qw si Mar", "0 b.bitst naciJo o no b.biera tsmlo El capital, Jom. S",ilb o Mario Rossi no lo habrúzn ,smlo). Y, Jesco"sol4Jo, "no CflJlthrtt qMl S01l pocos los fllt, m I.gar Je un (ambio, Jan otro, IJII' S01l pocos los qu, en l.· gar dt bacernos lomar un ",mi"o "os haten lomar otro, 1 q.t S01l pocos los qlle pa"" ideas, átstllbri",ienlos, rttlolutiones, gU'"'II) mala" tira"os. E,,lon"s, ",ds d,sconsol4Jo atin, uno s, pr'gunla cómo SO" 'sos pocos: ¿11Iás inItligmtts qUt nosotros, más fuerlll qut "osotros, mds ilu1llinados qUt "osotros, más emprmJedons qUt nosotros? ¿ O bien inJi"iduos como nosotros, "i mtjo"s ni ptortS qUt nosotros, maluras tual,sq.iera q.t no mertem nMlstr" (ólera, nu,stra ad",iratión o nutstra m"idia? La ;rtgllnta Je ",'i",Je /11 paJIlJo, mtis .bim ti. MlI pilSado remoto Jel q.' (ono'tmouóJo IlqMeJlo.lJllt.1I.0J han ¡mpMes/D, parlllJue, iJbu/imt,s, lo aprendiésemos m la tscutla. ¡Quién nos asegura qut m la tSOlda no nos han msmado mmliras? ¿Quién nos aporla prutbas ",Pat,S dt demoslr4r la ""Jadtra naluralrI.!' dt JtrjtS, dt Julio César. o dt ESparla(o? Lo sabemos lodo sobrt sus balallas) naJa sobr, su dimmsión humana, sus debilidaJes o sus mmliras o, por ,jemplo, sobr, sus (hirridos intelteluales o moral,s. No Imtmos un solo do(ummlo del que multe que V trtingéto,;", fuera un bribón. Ignoramos si Jesumsto fue alto o bajo, rubio o moreno, OIlto ° sentillo, si dijo las cosas que afirman san Lu(as, san Mateo, san Marcos) san Juan. ¡Ah! ¡Si alguim lo hubiese mtrtvistado con un magnetófono para conservar su vo'1" sus ideas, sus palabras! ¡Si alguien hubiese taquigrafiado lo que Juana dt Ar(o dijo en el promo antes de subir a la pira;' jAh, si alguien hubiese interrogado con un tomavistas a Cromwelly N apoSeón! N o me/io de las crónicas transmitidas de oído, de los relatos "da(tados demasiado tarde) sin posibilidad de prutbas. La historia de ayer es una novela llena de huhos que nadie putde (ontrolar, de juitios a los que nadie puede "plicaro La historia de hOJa no. Porque la historia de hoy .se trcrihe. m el mismo inflllnll. de Sil a(ilm"tr. S, puede fotouafiar. filmar. uabar m tinta, (omo las. l1CtrtllistlJs con IQS PO(OJ que (onlrolan el mundo J u1IlbjIJ1J. ru (urso. Se la puede difundir en seguida, desde la prensa, la radio, la televisión. Se puede interpretar y discutir m (alimlt. Amo el periodismo por esto. Temo al periodismo por esto. ¿Qué otro oficio permite a uno vivir fa historiA en el instante mismo de su devenir y también ser un III/imonio diruto? El ptrio10

á_o 1$ tnI pri,,;úgio extraordinario y tmibú, no es raro si SI es t()1lKÍlflll

M/NItirst ", ",il tOtJlplejos tk i",ptittui. N o es raro, ant,'un at01úlCiflrúnt; o tnI ltIQIIfItro i",portanll, flll silnta tOtJlO una angustia, elmi"'o tk no tI. , lulstantes ojos, bastantes o~os J bastante ureliro para ver J olr J tOtJlpmuJer, tOtJlO una tartpa ",filtrada en la ",aJera dt la historia. No IXllgero eua"¿o digo fue en taáa experiencia profesional dtjo jiro",s tkl 41""" N o me es ftkil (J,tir para ",is atkntros: no es necesario ser Herodoto j l10r "",1 qUl vaya aportar' tina pi"'"tita útil para tomponer el mosaico, íJari informadon~s útiús para hacer pensar a la gente. Y si se equivoca, patim&ia. Mi libro 1111" tnf. In el espado tk sitie años:aquellos en los fUI hice las tltintisiete entrlvistas para mi iwitfdico~ L 'EurojHo>J. Y en los personajIJ flll ",uestro me guió la misma inten(ión: btlscar, junto a la noticia, una respuesta a la 1reguntll "'-qtlé~son-distintos-tk~nosotros. Encontrarlo, que fU"" claro, fue una ""presa extenuante. A la solicitud de una cita oponlan tasi siempre helaJos silencios o negativas (en efecto, los veintiséis del libro no son los únicos a quienes intent' entrMstar), J si luego respondían con un sI, habla de esperar meSls para que me concedieran una hora' o m"'ia hora. Sin embargo, una vt'.\. allí era un juego tocar la verdad J descubrir fue ni siquiera un criterio selectivo justificaba su poder: quien det"",ina nUlSlro tkstino no es realmente mejor que nosotros, no es más inteligente, ni más fuerte ni más iluminado que nosotros. En todo caso es más emprmlkdor, más ambicioso. Sólo en ransimas circunstancias tUtlt la certt7,!l de encontrarme ante criaturas nacidas para guiarnos o para hacernos t01llar un camino en lugar de otro. Pero esos casos eran los de hombres que no se hallaban en el poder: es más, lo habían combatido J lo combatían con el riesgo de su propia tlÍda. En cuanto se refiere a aquellos que de un moJo ti otro me gustarpn o me sedujeron, ha llegado el momento de confesarlo, mi cerebro mantiene una especie de reserva J mi cortrrin cierta insatisfacción. En el fondo me disgustaba que estuviesen sentados en el vértice de una pirámide. N o consiguiendo creerlos como hubiese querido, no podía jU7.garfos inocentes. Y menos aún compañeros de ruta. QuÍ7.,!Í porque no comprendo el poder, el mecanismo por el cual un hombre o mujer se sienten investidos o se ven investidos derderecho tk mandar sobre los demás J de castigarles si no obedecen. Venga de un soberano despótico'o de un presidente electo, de un general asesino ode un llder venerado, veo el poder como un fenómeno inhuman0.1 odioso. Me equivocaré, pero el paraíso terrenal no acabó el día en que Adán J Eva fueron informados por D~os. de q~e en adelante trabajarían. con ~udor J parirlan con dolo~. Termino el dia en que repararon en laextsteneta de un amo que les proh,bía co(t

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. , ... ...."".y, IX/IIdwios por ... ~, SI JnuÜro" ¡Jfmue" ... ".;¡", y SI In prohi6ió intltno c,..,. umu ,1 rJimus. D, """,Jo: ptIr" mM ", fI"IPo IS lIfaSIWÍII tI1III lIIIIoritldJ fJtII gobimu, si "0 IS ,¡ CIIOS. Pwo /sil . , p.nu J ~o 1MIJs trágko M la ctniiJiciÓtl ~: tI1IIr tllmidMJ M tI1III lIIIIorúiMi fJtII gobimu., M"" jefi j la ñica cosa S'F" IS fII' 110 SI ¡, prwú cOtllrolar J fJtllfIIIIhI 1M libwitiJ. Plor: ts la 1MIJs ...rgtl (J,.. .0000MiÓtlM fJtllla li""'l"" "0 aiste m IIbsolllto, "0 h" aislüio "."'" y "0 prwú uislir. AIItIfJtII h.., fJ'" c01/lporlars' c".o si uisti".a y bllScaf'Úl. CIIISI, lo fJtII Cno .i lÚbIr """",t;" all,aor fJIII ,stoy COtltlltlcitJa M ,stO) MI hecho fJtlllas 1U1I7{It14S nacm para s". c¡¡»das, fJ"' la ca"" SI prudI c".". ;,,cltiSo ", ";1rtIIS. C",o ta1llb;¡" ",i tiJ". recordar¡' fJ".', m la 1IIinna ","'üI. fJ'" "0 c"./WItIIio ,¡ poJ"., c".pr.mJo a fJ"m. s, OpOtll al poder, fJ"im ,,,,s"ra ,1 pok, fJ"im "'Plica al poder, solm todo a fJ"im s, rebela cOtllra ,1 poder i.ptllSlo por la fmnalUUJ. La MsobeJ;",a". /:wzml los prepotmt,s la 1H cOtlSiiJw""o si""pre c".o ,1 único 1IIodo M IlSar ,1 ",ilagro M haber naciJo. El si¡"'cio M 70S fJlI' "0 reaccionan, inc/lISo aplatulin, lo h, COtlsÍtÚ1'''''0 si""pre e".o la 1II"".t, "",JalÚra M tina "'''j''' o d, "n h".bre. Y old.,: ,¡ 1fIás bello ",on"",mto a la dignidad h"",ana 's ,1 fJ'" vi sobre ""a colina MI P,lopotllso, j"nto con ",i compañero, Alejandro Panagulis, ,1 dla m fJ"' 111' 1I,,,ó a cono,,,. a unos cuantos ",i,mbros d, la resistencia. Era ,1 ",rano M 1J 7J Y P ap""opoulos ,staba todavía m ,1 poder. N o ".a "na estatua ni ta"'poeo una banJ".a, sino tres letras: OXI, que m griego significa NO. Hombres sedientos de libertd la hablan escrito mtre los árboles durantt la ocupación ntnifascista y, dllrante treinta años, aquel N o habla est""o alll, sin desteñirse COtl la lluvia· o el sol. Después" los coroneles lo hicieron borrar con una capa de cal. Pero en seguida, casi por sortilegio, la lIu"ia y el sol disol"ieron la cal. As'que, día tras día, el N o reaparecía, terco, d,ses",.""o, inMleble. Est, libro no prtlmde ser wa ",ás de lo que es. N o quiere promet". nada ",ás que lo que pro",ete, es decir, un testi",onio directo que procede de "na treintena de personajes de la historia ctm1""poránea, dot""o, caJa litiO, M S" propio signifie""o si",bólico. Lo cierto es que al rei",pri",ir el IiIwo m esta nueva "'ición, ",ueho 11Iás rica que la precedmte, no h, querúJo reeOtlS/rllir n;"g"na de las mtre"istas, y he ",odifie""o las presmtaciOtlIS sólo .I1Ii. .11IItIte: Ii",itándome, m algunos casos, a alterar los ti""!Jos verbal,s, es d,cir,po1Jimdo m indefinido o en pretirito perfecto los "erbos qllt antes fig"raban m presmte. Igual prineipio he seguido en cuanto al aJita",mto de din.. de las ",ás i",portant,s ent","¡stas que llevé a cabo después M la aparición del libro: la de Giulio Andreotti; la de Giorgio A",mdola;

""si'.

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la átl a'\9bispo Ma1(arios; la del jefi de la CIA, William Colby; la át adfltrsario, Otis Pi1(e;.la de Santiago Carrillo; la de Álvaro Cunhal; las de Mario Soaresy la que mantuve con Yamani. C011IO es obvio, el juicio que un encuentro o un personaje nos ha merecido va haciéndose más amplio ) profunáo con los años. Pero, de haber )0 sucumbido a la tentación át comentarios conforme a la visual del Tiempo, habrian perdido su valor át documentos cristali7...ados en el instante en que los viy los presenté: su carácter de inmediatos se hubiese visto alterado cual una fotografía que se s011lete a retoques. Sólo en el caso de la entrevista con Alejanáro Panagulis, que emblemáticamente cierra el libro, he j~ado oportuno añadir un amplio retll7,9 que da cuenta de lo que fue de él. Los motivos no son sentimentales, es dúir, que no obedecen al hecbo de que Ale1(os llegase a ser mi c011lpañero en la vida, tambiin en lo moral. Murió víctima del mismo Poder que este libro denuncia. conáena y odia. Lo que he intentado decir con esta obra mía debe, pues, ya mayor rtnln después del asesinato át Alejanáro Panagulis, ser leído teniendo presente ese N O que reaparece terco, desesperado, indeleble, entre los árboles de una colina del Peloponeso. SIl

Oriana FALLACI

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Henry Kissinger Este hombre tan famoso, tan importante. tan afortunado. a quien llamaban Supermano Superstar, Superkraut. que lograba paradójicas alianzas y conseguíá acuerdos imposibles. tenía al mundo con el alma en vilo. como si el mundo fuese su alumnado de Harvard. Este personaje incrable. inescrutable. absurdo en el fondo, que se encontraba con Mao Tse-tung cuando quería. entrab~ en el Kremlin cuando le parecía. despertaba al presidente de los Estados Unidos y entraba en su habitación cuando lo creía oportuno, este CllcUentón con gafas ante el cual James Bond queda convertido en una ficción sin alicientes. que no dispara. no da puñetazos. no salta del automóvil en marcha como James Bond. pero aconsejaba guerras. terminaba guerras, pretendía cambiar nuestrO destino e incluso lo cambiaba. En resumen. ¿quién es Henry Kissinger? Se han escrito libros sobre él como se escriben sobre las grandes figuras absorbidas ya por la Historia. Libros como el que ilustra sobre su formación político-cultural: Kissi,,&tr J ,1 liSO del potitr. debido a la admiración de un colega de la universidad; libros como el que canta sus dotes de seductor: QrmitJo Kissi,,&". debido al amor no correspondido de una periodista francesa. Con su colega de la universidad no ha que· rido hablar nunca. Con la periodista francesa no ha querido acostarse jamás. Alude a ambos con una mueca de desprecio y liquida,a los dos con un despectivo ademán de su gruesa mano: «No comprenden nadaJl. ",No "S ,cierto nada. JI Su biografía es objeto de investigaciones rayanas en el culto. 'Se sabe todo: que nació en Furth, en Alemania. en 1923. hijo de Luis Kissinger. profesor de una escuda secundaria. y de Paula Kis· singer. ama de casa. Se sabe que su familia es hebrea. que catorce de sus parientes murieron en campos de concentración. que con su padre. su madre y su hermano Walter, huyó a Londres en 1938 y después a Nueva York; que tenía en aquel tiempo quince años y se llamaba Heinz. no Henry. y no sabía una palabra de inglés. Pero lo aprendió muy pronto. Mientras el padre trabajaba en una oficina postal y la madre abría un , negocio de pastelería. estudió lo bastante para ser admitido en Harvard y obtener la licenciatura por unanimidad con una tesis sobre Spengler, Toynbee y Kant. y convertirse en profesor. Se sabe que a los veintiún años fue soldado en Alemania, donde estuvo en un grupo de G 1 seleccionados por un test, considerados inteligentes hasta rozar el genio. Que por esto. y a pesar de su juventud, le encargaron la organización del gobierno de Krefeld. una ciudad alemana que había quedado sin gobernantes. De hecho, ro Krefeld aflora su pasión por la política, pasión que apagaría convirtiéndose en consejero de Kennedy, de Johnson y. después. en asistente de Numn. No por azar se le consideraba el segundo hombre más poderoso de América. aunque algunos sostienen que era bastante más, como lo demostraba el chiste que circulaba por Washington en la épóca de mi entrevista: «Imagina lo que sucedería si muriese Henry Kissinger: Ri· chard Nixon se convertiría en presidente de los Estados Unidos».

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Le llamaban la nodriza mental de Nixon. Para él y para Nixon habían acuñado un apellido maliciOso y revelador: Nixinger. El presidente no podía prescindir de éL 10 quería siempre cerca: en cada viaje. en cada ceremonia. en cada cena oficial. en cada período de descanso. Y sobre todo. en cada decisión. Si Nixon decidía ir a Pekín. Ile· nando de estupor a la derecha y a la izquierda. era Kissinger quien le había metido en la cabeza la idea de ir a Pekín. Si N ixon decidía trasladarse a Moscú, confundiendo a Oriente y a Occidente, era Kissinger quien le había sugerido etviaje a Moscú. Si Ni· xon decidía pactar con Hanoi y abandonar a Thieu. era Kissinger quien lo había lle· vado a dar ese paso. Su casa era la Casa Blanca. Cuando no estaba de viaje haciendo de embajador. de agente secreto. de minis&ro del Exterior, el negociante entraba en la Casa Blanca al amanecer' y salía ya de 'loche. A la Casa Blanca llevaba a lavar sus mudas. envueltas despreocupadamente en paquetes de papel que no se sabía dónde iban a parar. (¿A la lavandería privada del presidente?) En la Casa Blanca comía a menudo. No donnía alli porque no hubiera podido llevar mujeres. Divorciado desde hacía nueve años. había hecho de sus aventuras galantes un mito que alimentaba con cuidado aunque muchos no crean ni la mitad. Actrices. figurantas. cantantes, modelos, periodistas. bailarinas, millonarias. Se decía que todas le gustaban. Pero los escépticos replicaban que no le gustaba ninguna: se comportaba así por juego. consciente de que eso multiplicaba su encanto. su popularidad y sus fotografías en los semanarios. En ese sentido era también el hombre más comentado en América. y el que estaba más de moda. Eran moda sus gafas de miope. sus rizos de hebreo. sus trajes grises con coro bata azul, su falso caminar de ingenuo que ha descubierto el placer. Por eso el hombre seguía siendo un misterio. como su éxito sin parangón. Y la ra· zón de ese misterio era que acercarse a él y comprenderlo resultaba dificilísimo; no concedía entrevistas individuales. hablaba sólo en las ruedas de prensa acordadas por la presidencia. Y yo. lo juro. aún no he comprendido p.or qué aceptó verme apenas tres días después de haber recibido una carta mía sobre la que no me hacía ilhsiones. Dijo que era por mi entrevista. con el general Giap. hecha en Hanoi. en febrero del se· senta y nueve. Tal vez. Pero subsiste el hecho de que después del extraordinario «sí», cambió de idea y aceptó verme con una condición: no decirme nada. Durante el en, cuentro hablaría sólo yo y de lo qU'e dijera dependería que me concediera o no la en· trevista; suponiendo que tuviera tiempo para ello. Nos encontramos en la Casa Blanca. el jueves. 2 de noviembre de 1972. 10 vi llegar apresurado, sin sonreír y me dijo: «Good morning. miss Fal1aci». Después, siempre sin sonreír, me hizo entrar en su estudio, elegante. lleno de libros. teléfonos. papeles, cuadros abstractos. fotografías de Nixon. Alli me olvidó y se puso a leer. vuelto de espaldas, un extenso escrito meca· nografiado. Era un tanto embarazoso estar alli. en medio de la estancia. mientras él leía. dándome la espalda. Era incluso tonto e ingenuo por su parte. Pero me permitió estudiarlo antes de que él me estudiase a mí. Y no sólo para descubrir que no es seduc· tor, tan bajo y robusto y prensado por aquel cabezón de camero, sino para descubrir que ni siquiera es desenvuelto ni está seguro de sí. Antes ,de enfrentarse a alguien neceo sita tomar su tiempo y protegerse con su autoridad. Fenómeno frecuente en los tími·

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dos que intentan ocultar su timidez. y que. en este empeño. acaban por parecer descorteses. O serlo de verdad. Terminada la lectura, meticulosa y atenta a juzgar por el tiempo empicado. se: volvió por fm hacia mí y me invitó a sentarme en el diván. Después se sentó en el sillón de aliado. más alto que el diván. y en esta posición estra~gica, de privilegio. empczá a interrogarme c()n el tono de 'un profesor que examina a un alumno del qUl: desconfía un poco. Recuerdo que se parccia a mi profesor de matcmiticas y física en el Instituto Ga1iko de Florencia; un tipo al que odiaba porque se divertía asustándome, con la mirada irónica. fija en mí. a través de las gafas. De aquel profesor. tenía hasta la voz: de barítono más bien gutural y la rrumera de apoyarse en el respaldo del sillón ciñéndolo con el brazo derecho; el gesto de eruue las gruesas piernas mientras la chaqueta tiraba sobre el hinchado vientre y amenazaba con hacer saltar los botones. Si pretendía ponerme incómoda, lo consiguió perfectamente. La pcsadiIla de mis días escolares era ~'1 viva, que a cada pregunta suya pensaba: «¿Sabré contestar? Porque si no m' suspenderá». La primera pregunta fue sobre el general Giap: «Como le he dicho ya, no concedo nunca entrevistas individuales. La razón por la cual me dispongo a considerar la posibilidad de concedlrle una a USted es porque he leído su entrevista con Giap. Vcry interesting. Muy interesante. ¿Qué clase de individuo es Giap?» 10 preguntó con el aire de quien tiene muy poco tiempo disponible. lo que me obligó a resumir con una frase efectista. Y contesté: «Un esnob francés. en apariencia. Jovial y a(fOgante al mismo tiempo pero, en el fondo. aburrido como un día de lluvia. Más que una entrevista. aquello fue una conferencia. Y no me ~tusiasmó. Sin embargo, toC" lo que me dijo resultó exacto». Minil1~izar a los ojos de un norteamericano el personaje de Giap es casi un insulto; ,odos están un poco enamorados de él como lo estuvieron de Rommel. La expresión «esnob francés» lo dejó perplejo. Tal vez no la comprendió. La revelación de que era I'aburrido como un día ge lluvia». lo turbó: sabe que sufre también este estigma de tipo aburrido y por un par de veces su mirada azul relampagueó de modo hostil. Pero lo que realmente le af~ó fue que yo diese crédito a Giap al haberme previsto cosas ~ctas. Me interrumpió: «¿Exactas. por qué?» «Porque Giap había anunciado en 1969, loque sucedería en 1972». repliqué. «¿ Por ejemplo?» «Por ejemplo. el hecho de que los norteamericanos se. retirarían poco a poco y después abandonarían aquella guerra que les costaba siempr~ demasiado dinero, y que amenazaba con llevarlos al borde de la inflación.» La mirada azul relampagueó de nuevo. «¿Y cuál fue. asu parecer. la cosa más importante que le dijo Giap?» «El no haber reconocido. en sustancia, la ofensiva del Tet. arribuyéndola únicamente a los vietcong.» Esta vez no hizo coinentarios. Sólo preguntó. «¿Considera que la iniciativa partió de los vietcong?» "Tal vez sí. doctor Kissinger. Todos saben que a Giap le gustan las ofensivas con carros armados. a lo Rommel. De hecho. la ofensiva de Pascua la hizo a lo Rommel y... » «j Pero la perdió!» «¿ La perdió?», le rebatí. «¿Qué le hace pensar que no la haya perdido?» «El hecho de lue haya aceptado un acuerdo que a Thicu no le gusta. ~ Kissin~.» Y, tratando de ananearle alguna noticia, añadí en tono distraído:

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..Thicu no cederá nunca». Cay6 en la trampa y rrpuso: ..Crderá. Debr hacerlo ... Drspuñ. terrmo minado. se concmtr6 m Thicu. Me pregunt6 qut pmsaba.de Thicu. Lr dije que nunca me había gustado...¿Y por qué nunca le ha gustado?.... Doctor Kissinger. lo sabe mrjor que yo. Usted se ha fatigado trrs días con Thicu. más bien aJrm ~ irr~~diabl~rnt~ al~­ mán. Por cj~plo, el h~o d~ qu~, como hd>rm y como al~ trasplantado a un país qu~ aún mira con pr~mci6n a 1m hd>r_ y a los al~ana. arrastr~ un montón d~ problemas. contradicciona. ramtimimtos y tal vtt una humanidad oculta. Sí, h~

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dicho humanidad. A veces se encuentran tipos parecidos. Con un poco de esfuerzo. se pueden encontrar·en Kissinger dementas dd personaje que se enamora de Marlme Dietrich en El á"UI "{/lI. y se pierde por ella. Su frívola persecuci6n de mujeres le ha costado 'fa un matrimonio; tarde o temprano. dicen. perderá la cabcu po~ una de estas bellezas que .se lo disputan sólo porque es tan famoso y garantiu la publicidad. Es posible. Desde mi punto de vista es d típico httoe de una sociedad donde todo es posible: hasta que un tímido profesor de Harvard. habituado a escribir aburridísimos libros de historia y ensayos sobre d control de la energía ~t6mica. se convima en una especie de divo que gobierna .junto al presidente. una especie de playboy que regula las rdaciones entre las grandes potencias e interrumpe las guerras. un enigma que intentamos descifrar sin advmir que. probablemente. no hay nada o casi nada que descifrar. Como siempre. cuando la aventura 'e viste de gris

Publicólda íntegra en d semanario "New Republic». reproducida en sus aspectos más impOrtantes por los.diarios de Washington. de Nueva York. y más tarde en casi todos los periódicos de los Estóldos Unidos. 101 enuevista con Kissinger levant6 unos comentuios cuyas consecuencias me asombraron. Evidentemente babíól subvalorado al personaje y el inter~ que despertaba cada una de sus pilibras. Evidentemente hólbía minimiudo la import~ncia de ólquelJ;¡ intmninable hora con tI. Esto se transformó. de repente. en d tema dd díól. Y. rápidamente. comcnz6 01 circubr d rumor de que Nixon estólból furioso con Henry. que rehusaból incluso verlo. que eról inútil que H enry le tdefonease. le pidiese óludienciól. fueról a busarlo 01 la residencia de San Clemente. Las verjas de San Clemente estaban cerradas. la audiencia no se concedía y el tdifono no contestaból porque el presidente continuaba negándo.se. El presidente. en· tre otras cosas. no pcrdonólba a Hmry lo que Hmry me había dicho sobre la razón de su éxito: "lA razón principal Dólce dd hecho de babcr actuado siempre solo. Esto les gusta mucho 01 los norteammanos. Les gusta el cowboy que avanu solo sobre su abalJo. el cowboy que entról solo en 101 ciudad. en d poblado. con su caballo y Dólda más... íi Tambiin la prCllSól lo aitiaba por esto. La prensa siempre hól sido generosól con Kissinger. despiadada con Nixon. Pero en este CólSO. los partidismos se alteraron y ada periodista babía condenado la presunci6n. o por lo menos 101 imprudenciól. de unas frases como ~us. ¿Cómo se ólUCVÍól Hmry Kissinger a arrogane d mmto de aquello que obtenía como envillstruy~ron la India. La IUl'ha pur la indrpendmllJ se de'arrolló ante sus ojos; 5U pnmera escuela d~ vida (ue la policía que llegaba d~ noche P.lfd arr"'ar Se cu~nta qu~. lu~¡(o. ahría la puerta a lus aml~os y d~cía. "Lo "~nt qu~ no si~mpr~ s~ limitaban a jugar a la gu~rra. SinO que alacahan. a \'ec~s. los maneles Illglrsrs. Guiados por ella. 1)~ esta época son las cartas 'JU~ N ehru l~ escnbia desde la cárcel: "Luna mía. ~ r~currdas cómo t~ fascinaba Juana de Arco y cú""''' querías parrc~ru a ~Ua? Purs bi~n, ~n la Ind,a rstamos hacirndo la hislOflJ. como en la ~poca de Juana d~ Arco. Tú y yo h~mos sido lo bastant~ afortunados para Vil ,rlJ. .. " H ov eSlas cartas ~stán r~copiladJ.s en dos libros qu~ s~ ""n en las l"'luelas También ella de L Historia. La historia que importa. en realidad. es la caída de Jndira. Sucedió de im proviso, cuando esa mujer increíble crcÍa poder imponer su personalidad en una ~, dijo usted un día. Pero tienen problemas que no admiten tregua, seamos justos. Piense en el éxodo del campo: centenares de miles de familias que irrumpen desordenadamente en las ciudades para encontrarse en brusco contacto con otra realidad. Piense en el vertiginoso desarrollo de la escuela: una población estudiantil que pasa de menos de dos millones a más de siete millones en ocho años, sin que la estructura escolar y la dirección didáctica sean adecuadas. Piense en la reforma tributaria, sanitaria, urbanística, la organización de las regiones...

¿Admite ahora que es usted pesimista, senador Nenni? No. Nada está irremediablemente comprometido. Hay una sola eventualidad ante la cual estaríamos sin defensa: una crisis económica, monetaria, una crisis de producción asociada a la inestabilidad gubernamental. Entonces sí que los diques se desbordarían y se lo llevarían todo. Pero también esto se puede conjurar: a condición de poner manos a la obra, acelerar las reformas, dejar de perder el tiempo con la polémica sobre el nuevo equilibrio en el ámbito de un proceso histórico por venir. Y esto a concluir en los próximos diez años. Yo no soy profeta ni hijo de profetas. pero digo que toda esta historia sobre el nuevo equilibrio se apoya sobre un equívoco y sobre una perspectiva muy discutible: la evolución del Partido Comunista. Perdiéndonos en ciertos rompecabezas corremos el riesgo de recurrir a una ilusión y destruir lo que se ha hecho, de interrumpir la aportación de la Democracia Cristiana a una política de progreso social y lanzarla en brazos de la derecha.

Senador Nenm, su renuncia al pesimismo sería aceptable si el Partido Socialista fuese lo que usted había soñado. No lo es. Es un partido dividido J a través del cual no puede usted determinar Jos acontecimientos del país. Me atrevo a hacerle una pregunta brutaJ J tal tle'ZmaJ intencionada. 253

Cuando usted consiguió la unificación, dijo: «Ahora ya puedo morir tranquilo». ¿ Y hoy? Hoy... considero las cosas con gnn pena, pero sin complejo de culpa: He perdido mi bat.alla política, pero hay que saber aceptar una derrota. Tanto más cuanto que, a los ochenta años, un hombre no tiene muchas posibilidades de desquite. Reconocer la derrota no significa, sin embargo, considerarla como absoluta y definitiva. Aporté mi contribución, valga lo que valga. Y volvería a aportarla si viese en peligro las instituciones republicanas, la libertad democrática de las masas. Creo haber contribuido de modo relevante a determinadas conquistas: mi mayor victoria fue la República; ninguno la deseaba con tanto interés como yo. Y si no he conseguido consolidar la unificación socialista es porque he creído que tenía una base en la conciencia y en la voluntad de los militantes. Y esta conciencia y esta voluntad no han resistido la prueba. La prueba del fracaso relativo de las elecciones de 1968, de la polémica sobre nuestra actuación. de la discusión sobre el nuevo equilibrio. ¿Qué quiere que le diga? Es un fenómeno típicamente italiano el de las divisiones. las escisiones. Nadi(~ espera que los acontecimientos digan si tiene razón o está equivocado. todos quieren tener razón en seguida. Yo quería un partido consciente de su autonomía, empeñado en reconquistar las masas obreras y las posiciones perdidas después de la escisión de 1947. Quería un partido en condiciones de crear una alternativa socialista en el propio ámbito del centro-izquierda. Desvanecida esta posibilidad, sólo me queda desear que el centro-izquierda tome conciencia de sí mismo y se emplee a fondo en la política de las cosas.

Senador N enni, ¿ no será que los italianos'sólo se encuentran bien con ¡os dogmatismos y con las iglesias? No, también se encuentran bien con el poder. Pero aún no se han librado de la herencia de siglos anteriores transcurridos entre la servidumbre al extranjero y la subordinación a tiranías internas. «Tengo familia. Tengo seis hijos, ocho hijos», te dicen siempre. Y es un aspecto de aquella herencia, alimentada por la inseguridad social de muchas clases. Diciendo «tengo familia» renuncian a la lucha. O renuncian a través de una inteligencia escéptica, corrosiva, disolvente. Una inteligencia enemiga de lo concreto. Criticar todo y a todos es una manera de no criticar a nadie: sirve sólo para permanecer apartado de la lucha. Y en esto somos únicos. Pero no es exacto decir que los italia-

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nos sólo se encuentran bien con los dogmatismos y con las iglesias. A la opresión y al compromiso reaccionan de manera activa. Digamos incluso que siempre acaban por reaccionar. Y esto compensa largamente la herencia negativa de una formación nacional. social. política que, sin duda. marcha con retraso respecto a otros países.

A propósito de inteligencia disolvente: 5chlesinger ha dicho en la entrevista del «Europeo» que la verdadera tragedia para la Italia moderna fue la muerte del Partido de Acción. Schlesinger ha conocido al grupo dirigente del Partido de Acción y lo ha apreciado justamente porque reunía a hombres ricos en cualidades morales e intelectuales: hombres que contribuyeron en gran medida a la lucha contra el fascismo, el advenimiento de la República. al nacimiento de la Constitución. Pero era un partido fuera de la realidad, destinado a no gobernar con el tiempo adecuado al tipo de inteligencia a la que aludíamos: aquella que lo deshace todo y no crea nada. Además. tuvieron la desgracia de alcanzar la prueba del poder después de haber perdido a su animador de más prestigio: Carla Rosselli. Conocí a Carlo Rosselli muchos años antes de que los fascistas lo asesinaran en Francia junto con su hermana. Fue en 1925. después de haber escrito a mis compañeros una carta en que sostenía la necesidad de dar un aspecto europeo a nuestra lucha y no perdernos en hechás de naturaleza anarquista como los atentados. Una mañana un desconocido llamó a mi puerta. Lo hice pasar y me dijo poco más o menos esto: «Soy Carlo Rosselli. profesor de la universidad de Génova. He leído su carta a la dirección del partido y la he apreciado en lo que vale. Soy rico y no tengo los problemas económicos que obstaculizan a tantos de ustedes. Vengo a pedirle que trabajemos juntos». Trabajamos juntos. Juntos fundamos «Quarto Stato». la revista en la que colaborarían algunos de los hombres más dignos del futuro Partido de Acción. Pero, cuando el Partido de Acción murió...

...aquellos hombres dignos se dispersaron por otros partidos y todos ustedes acabaron por contagiarse del espíritu disolvente de su hermosa inteligencia. Efprimero el Partido 5ocialista. ¿Quería decir esto? Sí, pero las dificultades del Partido Socialista fueron de distinta naturaleza. El Partido Socialista es un partido de frontera, con un espacio político a la derecha y a la izquierda: en estas condiciones se defiende siempre mal. Basta un pequeño paso a la izquierda y se arriesga a ser absorbido por los comunistas, un pequeño paso a la derecha y se 255

arriesga a parecer moderado. Se necesitan ideas claras si no se quiere caer en la órbita de unOS y de otros y se quiere defender el socialismo.

Senador N enni, ¿qNi qNiere tUtu/ decir exa&ta1llenle CNanáo habla de sociaJis1IIo? ¿SN socialis1ll0 de hoy es el 1IIis1ll0 de hace cinalenta años? Sí Y no. El socialismo de hace cincuenta años se proyectaba hacia metas en parte utópicas o aún utópicas. Vivía,.y cómo, la realidad de la lucha cotidiana, la lucha de los obreros y de los campesinos, pero tenía modelos de la «ciudad del mañana». En cambio, hoy, estos modelos existen de forma concreta. Existen' en dos tipos de socialismo que se han ido configurando: el comunista y el sueco. El comunista ha realizado la abolición de la propiedad privada; pero 10 ha hecho en el contexto de una sociedad cerrada a cualquier resquicio de libertad mdividua! y de vida democrática, a través de sociedades-cuartel donde la opresión estatal es feroz. El sueco ha conducido la libertad humana, la igualdad entre los hombres, la vida democrática de las masas, al más alto nivel hasta ahora alcanzado: pero no ha quebrantado el sistema de la propiedad capitalista. Yo me siento más cómodo en Estocolmo que en Leningrado. Pienso que en Estocolmo hay una nueva forma de concebir la 'vida que no existe en Leningrado. Sin embargo~ el problema no se resuelve con una elección elemental: se resuelve tenl diendo.a una síntes~s de las dos experiencias, o sea. a un sistema donde la socialización de los medios de producción se asocia a la máxima li~ bertad del hombre. Porque, en el fondo, ¿cuál es la máxima aspiración del hombre? Conseguir el máximo de libertad: estar libre de toda explotación, de todo tipo de tiranía... Pero éste es discurso más apu) para un círcúlo de estudio que para una entrevista sobre la Italia de hoy.

(lO

N o treo. Les interesa a 1IINchos italianos d~ los años setenta. Les interesa a todos los qNe se han dado CNenta de qNe no pueden aceptar el socialis1ll0 científico, el socialis1llo dogtnático qNe se impone a travis de la negación de la libertad. ¿ Piensa qNe SN socialismo es alCll1l7,{lble? Sí. aunque no sepa de qué manera concreta. Y le digo esto porque no me afecta esta enfermedad de la prefiguración de una sociedad futura. Es una enfermedad que todos pasan, tarde o temprano. pero de la que yo me he librado. Además, ¿no es este socialismo el que se está ya realizando en Italia y en gran parte del mundo? En un siglo se ha convertido en' el motor de cualquier lucha por la libertad y la igualdad, el móvil de cualquier batalla por la independencia de los hombres

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y de las naciones. Ha penetrado en las más diversas sociedades, incluso en las que parece que no existe. Ha transformado no sólo las condiciones de vida y las relaciones de clase sino también las relaciones entre los hombres y su modo de pensar, de ser. ¿Por qué? Porque en su devenir concreto, el mismo concepto de socialismo ha asumido características nuevas. Y se ha demostrado que, en las sociedades democráticas, el Estado tiende a convertirse en el Estado de todos. En cambio en los países comunistas, no. La dictadura del proletariado fue concebida por Marx como una forma excepcional de poder a ejercer durante la transición de la sociedad capitalista a la socialista. Pero, en los países comunistas, la dictadura del proletariado se ha convertido en la dictadura del Partido Comunista sobre la sociedad y sus trabajadores. Y en el partido se ha llegado a la dictadura del aparato sobre el partido. Yen el aparato del partido se ha lJ.~adoa la dictadura de un jefe carismático como Stalin. En suma, se ha visto que incluso una revolución proletaria, si no está animada por el espíritu de democracia y libertad, puede degenerar en burocracia, tecnocracióJ, policía, tiranía. La misma abolición de la propiedad capitalista no ha resuelto el problema de la socialización y de la autogestión de los medios de producción y de cambio. Ha desembocado en un capitalismo de Estado que no se diferencia del capitalismo privado, y que oprime y aliena como el capitalismo privado. El hecho es que los principios son siempre seductores cuando vienen expresados en una fórmula. Nunca se da uno cuenta de que traducidos a la realidad pueden tener efectos imprevisibles. Precisamente porque nacen de una fórmula.

.y pensar que esta fórmula, la dictadura del proletariado, ha conven-

ciJo a tantos italianos! Emprzando por usted. Pero ¿no se dio cuenta de es-

tas cosas la primera vrz que fue a Rusia?

Naturalmente. Ya entonces era socialista y no comunista. Pero no había necesidad de ir a Rusia para darse cuenta de estas cosas. Nosotros, los socialistas, siempre hemos rechazado el modelo soviético. Antes de que la Unión Soviética llegase a la misma altura que los Estados Unidos en el plano del poderío militar, habíamos defendido la revolución bolchevique, es cierto. Pero porque interpretábamos ciertos hechos como dificultades debidas al carácter atrasado de la sociedad rusa, dificultades nacidas del proceso de industrialización en un país eminentemente campesino. Hay más: empeñados como estábamos en la lucha contra el fascismo, teníamos que buscar la colaboración de los comunistas ene! interior y el apoyo de la Unión Soviética en el campo 257

internacional. Y usted me dirá: ¿ cómo? ¿ Y los procesos de Moscú? ¿Y el exterminio, después de aqudios procesos, de gran parte del grupo bOlchevique que había dirigido la revoluci6n de octubre? Yo escribí cuatro artículos en «Nuovo AvantilD que publicábamos en París. En aqudios cuatro artículos denunciaba los procesos de Moscú y les negué cualquier valor moral o jurídico. Pero no saqué de ello conclusiones drásticas, no hice de dio motivo de mptura clamorosa. ¿ Por qué? Porque comunistas y socialistas estábamos juntos en España, expuestos a los miSmos riesgos y esto no era ~portante, ligados políticamente al éxito o al fracaso de la guerra civi\ española y esto era muy importante. Sabíamos que nuestra victoria hubiera sido un golpe durísimo para el fascismo y que nuestra derrota aceleraría la carrera de Hitler hacia la guerra. Y los fusaes con los que disparábamos eran fusaes soviéticos, los pocos carros a.rmados de que disponíamos eran de fabricación soviética; únicamente Rusia nos ayudaba. Francia e Inglaterra simpatizaban sólo de palabra. El shock vino más tarde. Vino con Hungría. Y fue un shock verdaderamente violento. La única cosa que jamáS habíamos creído es que un país comunista pudiera aplastar con carros armados un motín popular. provoca,do por una exigencia de libertad.

Y ¡., mlonces cuanáo devolvió ,1 premio Stalin d, la Pa-r.: Devolver es un verbo que no me gusta porque presupone un gesto teatral que no va con mi temperamento. Digámoslo así: en 1952 había recibido aquel premio y cuando estalló la crisis.de Hungría, paralela a la crisis de Oriente Medio, pensé que aq~el premio concedido por la paz tenía que ser usado por la paz. Entregué el dinero a la Cruz Roja InternaciQnal, para los refugiados húngaros y para las víctimas de la guerra anglofrancesa en Egipto. Pero ¿de qué sirve hablar de esto?

Si,.", para demostrar que en Italia queda algtin hombre honrado. Y, tJolviendo a Italia, ¿cómo VI su posición en el contexto europeo? Hablar de Italia en el contexto europeo significa hablar de Europa. y cuando Allsop dice que Europa no existe, que Europa no cuenta, dice una amarga verdad. También yo pienso que el porvenir del mundo, hoy, ya no se decide en Europa. Como tampoco se decide s6lo en América. Hay ahora una componente asiática que los europeos y americanos deben tener en cuenta, y no hablo sólo de China. Hablo del Japón, de la India. Europa hubiese tenido un gran papel en el 258

mundo si hubiera realizado su unidad política y económica: la gran idea nacida de la segunda guerra JDundial. Pero han transcurrido veinticinco años y Europa no se ha construido ni se construirá. El.particularismo de los Estados ha prevalecido sobre la comunidad 'de los intereses y ¿cómo no comprenderlo en la Italia donde ni siquiera se superan los particu!arismos municipales entre Catanzaro y Reggio Calabria, Aquila y Pescara? El particularismo, en d marco de la unidad europea, empezó en Inglaterra. Luego pasó a Francia, donde se convirtió en el error histórico de De Gaulle. Desde este punto de vista,De Gaulle le ha hecho un gran daño a Europa, y también se lo na hecho a Francia. Es cierto que le ha evitado pruebas angustiosas; probablemente era d único que podía liquidar la tremenda aventura argelina. Pero, en conjunto, su acción ha provocado muchos retrasos. Retrasos en d campo de la libertad, de la democracia, de la política exterior. Y Europa no ha llegado a unirse también por culpa suya.

También le conocía usted, ¿verdad? Sí, le conocí inmediatamente después de la guerra, discutiendo con él d tratado de paz con Italia. Un hombre complejo. No digo fascinante porque hablando miraba siempre desde muy arriba, y esto no podía por menos que fastidiar. Pero sobre los problemas de nuestras fronteras resultó un hombre abierto. Sobre d valle de Aosta, por ejemplo, había rechazado las sugerencias de los militares y de los políticos que pedían su anexión a Francia. Había recibido las mismas sugerencias respecto a Briga y a Tenda, me dijo, porque se deseaba una «sanción moral» contra la Italia que había entrado en guerra contra Francia sin ninguna justificación. Sin embargo, hay un gaullismo al que soy fid: d dd 18 de junio de 1940 cuando De Gaulle se rebeló contra la rendición sin condiciones de Francia. Pero hay un gaullismo que no puedo aceptar: el de 1958, el de la supervivencia de la concepción monárquica del Estado. También de allí surge la aversión de De Gaulle por la unidad de Europa. Usted me dirá: pero dijo no a la NATO. Para decir no a la NATO, había que decir sí a Europa. Por sí solos, los países europeos no están en condiciones de sustraerse a la influencia de uno u otro bloque. Si hoy d mundo está dirigido por una especie de «mediatría» de los Estados Unidos y la Unión Soviética, es precisamente porque no hemos conseguido construir Europa. Sobre esto no hay dudas.

Senador N enni, ¿en qué medida la duda ha marca,d{} su vida? 259

En gran medida, siempre. llevo la duda en mí, algunas veces incluso de manera exagerada. Sobre la duda tuve una vez una polémica con Gramsci. Y me parece que esto lo dice Renan: aSin la presencia de la duda, perdemos la exacta valoración de los hechos y de las cosas, la manía de la certeza es la antesala dd fanatismo». Con la manía de la certeza se acaba por no escuchar las opiniones de los demás. Yo, en cambio, siempre estoy dispuesto a escuchar las opiniones ajenas y a buscar en ellas los dementos positivos. La duda va con mi person~~ dad porque reclama libertad y no comporta necesariamente la pérdida de la fe, de la voluntad de combate. Aunque sea a través de inevitables errores.

y los inevitables dolores, las inevitables renuncias, la inevitable ama,rgura. Todo esto que usted ha tenido en abundancia. Senador N enni, ¿se ha preguntado alguna Ve'\. si valía la pena? Nunca. Ni siquiera ahora que ya declina mi vida. Cuando miro atrás y pienso en los ideales de mi juventud, en d precio que he pagado, no lo lamento. Porque creo haber hecho simplemente lo que tenía que hacer, y porque vale la pena luchar por una humanidad más justa. Vale la pena, créame. He visto crecer a tres generaciones: la mía, la de mis hijos, la de mis nietos. Y ahora me preparo a ver la de mis bisnietos. Mirándolo pienso: no han sido inútiles estos decenios de lucha, hoy se está mucho mejor de lo que se estaba en mis tiempos. Sí, hoy la vida es infinitamente menos dura. No se puede comparar con j:l mundo en que yo he nacido, y no hablemos del mundo en que nacieron mis padres y mis abuelos. Hemos alcanzado un nivel mucho más alto de vida civilizada, hemos conseguido progresos formidables en todos los campos. También en el de la liben'ad. Me parece usted perdida ante esta Italia en fermentación, de descontentos. Y la comprendo. Y le digo má~: toda persona perdida debería ser un toque de alarma que tenemos que escuchar. Pero demasiado a menudo no lo escuchamos. Analizando sector por sector, parcela por parcela, cosa por cosa, parece que todo está a punto de venirse abajo. Pero analizando el conjunto, uno se da cuenta de que la estructura sigue en pie.

Entonces, ¿por qué tanto miedo, tanta violencia, tanto recha7.!J a lo que la está hecho? Porque, resuelto un problema, se plantea en seguida otro. U otros. Es una característica del hombre. El hombre no acepta nunca el statu quo, no llega nunca a decir "ya no hay más problemas». Desgraciado

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si lo hiciese. Todo se ensuciaría, se envilecería y llegaría a faltar el acicate que hace aceptable la vida. Es decir. la búsqueda constante de algo mejor. Querida amiga, la vida se ve con el pesimismo de la inteligencia. con el sentido crítico de la duda. pero también con el optimismo de la voluntad. Copla voluntad, nada es fatal. nada es inevitable. nada es inmodificable. Se lo he dicho al principio: creo en el hombre. En el hombre creador de su propio destino.

Gracias. senador N enni.

Roma. abril 1J 71

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Giulio Andreotti Hablaba con aquella voz suya. lenta y educadll. de confesor que te impone en penitencia cinco padrenuestros. cinco salves y diez , . . . MtmI41Ir. Y yo experimentaba un malestar al que no conseguía dar nombre. Luego. repentinamente. comprendí que no se trataba de malestar. Era miedo. Aquel hombre me daba miedo. Pero ¿por qué? Cordial. me había recibido con una gentileza exquisita. Agudo. habíame hecho reír a mandíbula batiente. Y su aspecto no era. cirnamente. amenazador: aquellos hombros. estrechos como los de un niño. caídos; aquella ausencia casi conmovedora de cuello; aquel cutis terso que no conseguía imaginar con barba; aquellas manos delicadas. de dedos largos y blancos como bujías; aquella actitud de perpetua defensa. Replegado en sí mismo. la cabeza engullida por la camisa. tenía el aire de un enfermito que se acurruca bajo un paraguas para protegerse de un chaparrón. o de una tortuga asomándose tímidamente al exterior. ¿Quién puede asustarse de un pequeño enfermo. a quién puede dar miedo una tortuga? ¿A quién podrían dañar? Fue más tarde. mucho más tarde. cuando me di cuenta de que el miedo me lo inspiraban precisamente aquellas cosas: la fuena que se escondía tras aquellas cosas. El verdadero poder no precisa de arrogancia. de luengas barbas. de voces ladradoras. El verdadero poder te estrangula con cinta de seda. con el donaire. con la inteligencia. E inteligencia a fe que tenía. Tanta como' para permitirse el lujo de no exhibirla. A cada pregunta escabullías e como un pez. y. tras describir. retorciéndose. mil piruetas y espirales. regresaba para ofrecerle a uno una plática llena de modestia y concreción. Su humor era sutil. pérfido. como de alfl1crazos. Alfl1crazos que no sentía uno en el instante mismo. pero que luego sangraban y dolían. Le miré con rabia. Estaba sentado ante un escritorio sepulto de papeles. Tras él. sobre el terciopelo color de avellana que tapizaba la pared. tenía una imagen de la Virgen y el Niño. La diestra de la Virgen avanzaba. en bendición. hacia su cabeza. No: jamás lo destruiría nadie. Sería él quien destruyese a los demás. A fuerza de calma. de tiempo. de la firmeza de sus convicciones. ¿O de la de sus dogmas? Cree en el cielo y en el infierno. Va a la misa del alba y la atiende mejor que un monaguillo. Frecuenta a los Papas con la desenvoltura de un secretario de Estado. y apuesto j ay!. a que consigue despertar la silenciosa ira de aquéllos. Al provocarle yo con una pregunta descortés. no movió un músculo del cuerpo ni a1tCtÓse su rostro marmóreo. Mas sus ojos se iluminaron con un relámpago de hielo que aún hoy hace que me sienta acrecida. Dice que en la escuela sacaba diez en conducta. Pero yo apuesto a que. bajo el pupitre. largaba puntapiés de los que dejan cardenales. De Giulio Andreoni se podría escribir un ensayo. Un ensayo fascinante. porque cuanto le concierne va mucho más allá del individuo. Representa una Italia. La Italia católica. democristiana. conservadora. contra la cual se lanzan puñetazos que no con-

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siguen sino herir los nudillos, y nada más. La Italia de Roma, con su Vaticano, su escepticismo, su sabiduría, su capacidad de siempre sobrevivir y siempre salir adelante, ya vengan los bárba,ros, ya vengan los marcianos: a unos y otros los llevará a San Pedro, a rezar. Andreotti no llegó a "la política a cosa hecha: ignoraba tener talento para ella. El poder no lo alcanzó mediante la lucha y el riesgo: no había combatido a los fascistas. A una y a otro arribó por destino, y permanece en ellos por voluntad. La envidiable y extraordinaria voluntad de los empollones, capaces de levantarse cuando aún es oscuro, para trabajar. Nos viene gobernando desde hace casi treinta años, es decir, desde cuando él contaba veinticinco. Y seguirá gobernándonos de una manera u otra hasta el día en que le administren la extremaunción. Íntimo de De Gasperi, miembro del Consejo de Estado, diputado ante la Cámara Constituyente, y sin interrupción ante el Senado, seis veces subsecretario de la Presidencia, secretario del Consejo de ministros, delegado parlamentario, ministro del Interior y ministro de Hacienda, dos veces ministro de Comercio e Industria, siete veces a cargo de la Defensa y dos veces presidente del gobierno. Hasta los niños conocen todo eso, junto con las historias que integran su personaje y que le procuran toneladas de votos: votos de los ricos, de los pobres, de los jóvenes, de los viejos, de los eutos, de los analfabetos. Le gusta el fútbol, adora las carreras de caballos, le agrada Rischiatutto, colecciona campanillas, ignora los vicios, es marido devoto y feliz de una profesora de literatura que le ha d~do cuatro hijos guapos, buenos y aplicados. Tiene debilidad por América, por las carreras tie caballos y por las rubias exangües y luminosas, como la difunta Carole Lombard. Debilidad, esta última, platónica, se entiende. Posee grandes dotes de escritor, lo cual hace que sus libros jamás pasen inadvertidos. Lástima que sólo se ocupe de ternas que huelen a inciensp. y ahí va la entrevista. Se produjo en su despacho del centro de estudios, se desarrolló en tres etapas y duró cinco horas. Cinco horas durante las cuales yo, que fumo como una desesperada, encendí un único cigarrillo. Yeso, al final. Antes no me atreví a hacerlo. Él no soporta el humo. Ninguna clase de humo, ni aun el de la hoguera donde se consume lo viejo para construir lo nuevo. Los combate -el humo y lo nuevo- con una vela. cual si se. tratara de Satanás.

ORIANA FALLACI.- Usted, señor diputado, es el primer democristiano con quien me careo, y siento cierta preocupación porque... Bueno, sí, formulémoslo de esta manera: porque nunca les he comprendido a ustedes, los democristianos'- Para mi representan un mundo tan nebuloso, tan gelatinoso... Un mundo que no consigo asir. GIULIO ANDREOTTI. Me recuerda usted a Giannini cuando, en.un discurso ante la Cámara, dijo: