Entrelineas - Seamos Felices Mientras Estamos Aqui

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13:38

Página 23

Informe: las idas y vueltas de la oposición en La Costa Política

Aire libre

Entrevista

Historias

Qué reunió a Scioli con los intendentes de la zona

Claves para salir de pesca en la región

Reportaje a quemarropa al intendente de Dolores

Quiénes hacen bailar a General Lavalle

AÑO 1. Nº 5. JUNIO 2013. PUBLICACIÓN MENSUAL DE ENTRELÍNEAS.INFO (WWW.ENTRELINEAS.INFO), EL SITIO DE LA REGIÓN. PROHIBIDA SU VENTA.

Valeria, Daiana y Lucía viven en la residencia estudiantil de Dolores en La Plata.

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CRÓNICA > LAS CASAS ESTUDIANTILES DE CASTELLI Y DE DOLORES

Estudio y dedicación. Lucía, Valeria y Daiana, tres de las diez chicas que viven en la residencia de Dolores. Las comunas exigen buenas notas para seguir viviendo allí.

Por Mariano Vázquez [email protected]

E

mpezar a estudiar una carrera universitaria, vivir en una ciudad extraña y tener la obligación de realizar tareas que antes eran “impensadas”, se convierte en un desafío diario nada menor. Un desafío que, a grandes rasgos, puede esbozarse como un tópico común para los miles de jóvenes que cada año se mudan desde sus localidades hasta la ciudad de La Plata para comenzar a transitar lo que muchos llaman “el camino hacia una vida adulta”, la consecución de una profesión y la tan preciada independencia económica. Este panorama se “complica” cuando debe sumarse que, el espacio privado, ese donde discurre lo cotidiano, debe empezar a compartirse con desconocidos. Aunque el pueblo es chico, y todos dicen al menos conocerse de vista, la convivencia es otro cantar. Y ya sea voluntario o involuntario, desde que se empieza a participar de ese espacio común -como los pasillos, la cocina, las heladeras- los lazos comienzan a forjarse. La Municipalidad de Castelli alquila en La Plata dos casas en la que hospeda a casi una treintena de estudiantes que decidieron empezar una carrera, ya sea terciaria o universitaria, en la universidad pública o privada, y que no pueden afrontar los costos económicos que implica vivir 16

solo o con un amigo. Una de las residencias queda cerca de la terminal de ómnibus, la otra, a unas pocas cuadras de la Catedral, sobre la calle 16. En esta última viven once jóvenes –chicos y chicas, hermanos y amigos– con proyectos muy diversos y que vinieron a intentar concretarlos a la ciudad de las diagonales.

Hermanos Daiana tiene 21 años y está cursando el último año del magisterio. Quiere ser maestra jardinera y empezar a trabajar cuanto antes. Tiene pensado seguir estudiando: ya está decidida por fonoaudiología. Hace tres años que vive en la casa universitaria de Castelli y, como mucho de sus compañeros de residencia, se decidió por esa opción por cuestiones económicas. Cuando llegó no era la única mujer, pero acaso esos primeros días fueron los más difíciles. Es que no conocía a los otros residentes más que de vista, La Plata le era ajena y extrañaba mucho a su abuela, con quien tenía una relación muy próxima. Sin embargo, el pesar duró poco y, paradójicamente, aunque no tardó en

entrar en confianza, reconoce que tampoco pensó que iba a tardar tan poco en adaptarse. “Por suerte no hubo mayores conflictos en estos tres años, nada que no se pueda resolver en el día a día”, aclara Daiana y agrega: “El año pasado me tocó ser la única mujer, pero por suerte este año entraron cinco chicas más y eso está bueno”. Cuando consiga trabajo tiene ganas de mudarse a un departamento junto a su hermano Santiago, que tiene 19 años, trabaja y estudia mecánica dental mientras reside en la misma casa. Antes de la hora de la cena, el comedor de la casa se convierte en un punto de encuentro insoslayable. En torno a una pava castigada por los años y unos sabrosos mates, unas galletitas con dulce o queso y la televisión de fondo, algunos revisan su cuenta de Facebook, otros mensajean a la familia por el celular y también charlan sobre lo que fue su día e intercambian chismes que llegan desde el pueblo. Durante la entrevista, Santiago, el hermano de Daiana, anota en un papel un listado de canciones que tocará el próximo fin de semana en un

Lezama ha puesto el acento en la educación. La comuna invirtió 132 mil pesos para una serie de reformas en la casa del estudiante que está en La Plata.

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DE DOLORES

SEAMOS FELICES MIENTRAS ESTAMOS AQUÍ

bar de Castelli. Junto a él, cerca de una de las puntas de la mesa rectangular que divide al comedor en dos, estaba su amigo, Santiago también, que empuña una guitarra en la que no dejó de enhebrar algunos tímidos arpegios. Antes y después de la entrevista, ensayaron varias canciones. Santiago, el hermano de Daiana, es uno de los más nuevitos de la casa, llegó hace un mes y medio, pero ya se siente a gusto con los demás habitantes. Por su parte, el tocayo, vivió tres años en ese lugar y aunque hoy vive con un amigo, es un asiduo visitante. Fabián es un dedicado estudiante de psicología, que cursa la licenciatura y el profesorado. Cuenta que los primeros años no fueron nada fáciles, no sólo porque la casa estaba habitada por más personas –en su habitación eran cuatro–, sino porque se le dificultaba para encontrar un lugar para ponerse a estudiar. A pesar de todo, se reconoce como muy adaptable y las pruebas son evidentes: lleva las carreras al día y ya tiene planificado, una vez que termine el profesorado, comenzar a dictar clases. Su hermana, Camila, también estudia psicología y comparte la habitación con sus compañeras de secundario, Valeria, Alejandrina y Valeria.

Miles de jóvenes de la región estudian en las

La dinámica de la casa

residencias estudiantiles que los distritos de la

Castelli queda a unos 145 kilómetros de La Plata, que se recorren en un viaje de algo más de dos horas en ómnibus o una hora y 45 minutos en auto. Estudiar lejos del pueblo donde uno creció implica un gran costo económico, que puede paliarse viviendo con amigos, con algún hermano que haya llegado antes a la ciudad o trabajando, pese a que esto último complica por quitarle horas al estudio... Muchos de los estudiantes de Castelli trabajan los fines de semana y durante el verano en un conocido parador a la vera de la Autovía 2. Cada año que pasa llegan nuevos chicos a la casa. Son chicos que cubren las vacantes de aquellos que se van porque terminan sus estudios o porque ya trabajan y deciden mudarse con amigos. Cada nuevo residente es integrado a la dinámica de la casa, sin embargo, como parte de una sinergia inevitable, los recién llegados aportan lo propio y esa correlación vuelve a cambiar. El momento en común suele darse por las noches, en la cena, cuando todos culminan con sus actividades diarias y suelen acordar para cenar de manera colectiva. Con el tema de la limpieza tienen una organización sui generis. En una época había planificaciones que establecían por día, quién se encargaba de la cocina, del baño y el patio... Hoy lo hacen a medida que hace falta:

zona tienen en la ciudad de La Plata, gracias al apoyo estatal. A modo de ejemplo, visitamos las casas de Castelli y de Dolores. Y te contamos cómo viven. De qué se trata este cambio de vida. De sueños y anhelos. De estudios e ilusiones. Qué piensan y qué sienten.

Acerca del título No es casualidad el título de la nota: refiere a un excelente libro del periodista Carlos Ulanovsky, que narra crónicas de su vida en la década del 70, en el exilio... Un exilio que, aunque por muy distintos motivos, también sienten los jóvenes que dejan la vida de la localidad “de siempre” para pasar a “la gran ciudad”.