Ensayo Psicologa

“PONER EN TELA DE JUICIO LA NORMALIDAD, NO LA ANORMALIDAD. ARGMENTOS Y FALTA DE ARGUMENTOS CON RELACIÓN EN EDUCACIÓN” A

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“PONER EN TELA DE JUICIO LA NORMALIDAD, NO LA ANORMALIDAD. ARGMENTOS Y FALTA DE ARGUMENTOS CON RELACIÓN EN EDUCACIÓN”

ANORMALIDAD; UN CONCEPTA HACIA UNA EDUCACIÓN INCLUSIVA

INTRODUCCIÓN Según el autor hay una pregunta en educación que parece no desaparecer nunca, que parece retornar siempre: la pregunta sobre los cambios en la educación, y los argumentos acerca de los mismos. Hay argumentos educativos que parecen ser perennes y que conforman una cierta realidad distante, y abstracta, del mundo educativo. Se trata de aquellos argumentos que si bien respiran cómodamente en las leyes y en los textos, ellos también suelen hablar en nosotros mismos, nos exigen a argumentar siempre acerca de la imperiosa necesidad de la escuela, nos obligan a ser, nosotros mismos, argumentos vivos de esos argumentos. En consecuencia debemos preguntamos por la oposición binaria entre exclusión e inclusión además: ¿de quién o de quiénes resulta ser el argumento de la diferencia? ¿Y de quién o quiénes el argumento de la tolerancia, el respeto, y la diversidad? Para descubrir que son solo eufemismos y diferencialismos en la pedagogía: son solo nombres impuestos a los otros; cambian los parámetros curriculares nacionales, regionales; cambian las leyes de accesibilidad de la población a las escuelas de sus comunidades de origen; cambian las ideas acerca de la universalización de la enseñanza; cambian las fuerzas de la obligatoriedad de la educación; cambian los planos para la formación de maestras y maestros; cambian las imágenes de escuelas excluyentes volviéndose, casi por fuerza de ley, casi por fuerza de texto, imágenes de escuelas inclusivas.

En primer lugar… ¿Por qué la educación no parece preocupada por las diferencias, sino con aquello que podríamos denominar como una cierta obsesión por los “diferentes”, por los “extraños”, o tal vez en otro sentido, por “los anormales”?. El hecho de traducir algunas de las diferencias como “sujetos diferentes” vuelve a posicionar esas marcas como opuestas y negativas a la idea de la “norma”, de lo “normal” y, entonces, de lo “correcto”, lo “positivo”, lo “mejor”, etc. Se establece, así, un proceso de “diferencialismo” que consiste en separar, en distinguir de la diferencia algunas marcas a las que podríamos denominar como “diferentes” y de hacerlo siempre a partir de una relación despectiva y subalterna. La preocupación por las diferencias en la escuela puede haberse transformado, así, en una obsesión por los diferentes. Las palabras actuales, mágicas y ambiguas, cada una de ellas con su parte de verdad y su parte de manipulación, son democracia, comunidad, cohesión, diálogo y otras palabras a ellas relacionadas como tolerancia, aceptación, inclusión, reconocimiento de los derechos del otro, etc. La palabra “diversidad” (pero no “diferencia”, ni “anormalidad) ha sido impuesta por el discurso político, cultural, educativo y empresarial. “Diversidad” es, al mismo tiempo, todo y nada, de aquello que debe tener un nombre para ser excluido o incluido y luego, otra vez, ignorado. Enunciar la “diversidad” para, de ese modo, ocultar la radicalidad que suponen las diferencias. Las concepciones de diferencia o diversidad

que tienen los actores de las

instituciones educativas, están relacionadas con el proceso de atención educativa que han ido generando en torno a poblaciones vulnerables. En el país se ha ido apropiando la vulnerabilidad -entendida como una situación producto de la desigualdad que, por diversos factores históricos, económicos, culturales, políticos y biológicos, se presenta en grupos de la población, impidiéndoles aprovechar las riquezas del desarrollo humano y en este caso como diversidad.

las posibilidades educativas-,

Parece entonces imposible hablar de diversidad

sin hablar de exclusión o

inclusión, ya que han sido las diferencias o las semejanzas entre los sujetos, las cuales han llevado a que se esté

incluido o excluido en cualquier ámbito.

Considerar y reconocer la diversidad es poder pensar en el otro sin enajenado, cuando esto ocurre, ese otro está incluido. Pero, esto no es fácil en una sociedad que históricamente ha establecido categorías entre las personas, han llevado a la construcción de estereotipos Se pretende construir por medio de reformas al sistema Educativo Nacional en una “escuela justa”, pero el argumento del cambio como nos menciona Carlos Skliar (2005) se instala solo en algunas regiones de la educación: pretenden cambiar

los

parámetros

curriculares

nacionales,

regionales,

estatales

y

municipales; cambiar las leyes de accesibilidad de la población a las escuelas de sus comunidades de origen; cambiar las ideas acerca de la universalización de la enseñanza; cambiar los planes para la formación de maestras y maestros; cambian lar imágenes de escuelas excluyentes volviéndose, casi por fuerza de ley, casi por fuerza de texto, imágenes de escuelas inclusivas, etcétera. Es muy cierto que en la actualidad se habla sobre todo esto, pero en realidad son puras palabras, puesto que esto no se ve en las poblaciones alejadas de un medio urbano, en las cuales se viven condiciones de pobreza y desigualdad. “Por una parte, parece que la escuela, toda escuela, debería abrir sus puertas de un modo incondicional, sin administrar la entrada de aquellos que aún no están en ella; y debe hacerlo sin que una ley o un texto lo indique. Pero cuando el cambio ocurre en virtud de una obediencia debida al texto, ingresamos en aquello que puede ser llamado como la “burocratización” del otro y de lo otro. Por lo tanto, hay aquí una primera discusión que no se refiere al futuro (¿qué haremos con los “diferentes”?) sino mucho más al pasado (¿qué hemos hecho con las diferencias hasta aquí?).” (Skliar, 2005:17)

Parece claro que construir un sistema educativo socialmente justo, no es sólo cosa de políticos y administradores, depende de las decisiones, de los

comportamientos y de las actitudes de toda la comunidad educativa. Así, sería posible hablar de una escuela justa en un sistema injusto, incluso de un aula justa.

Conclusión. Al hablar de las diferencias en educación, no estamos haciendo ninguna referencia a la distinción entre “nosotros” y “ellos”, ni estamos infiriendo ninguna relación o condición de aceptabilidad acerca de lo otro y de los otros. La diferencia, sexual, de generación, de cuerpo, de raza, de género, de edad, de lengua, de clase social, de cuerpo, de etnia, de religiosidad, de comunidad, etc., todo lo envuelve, a todos nos implica y determina: todo es diferencia. En definitiva la diferencia es un valor que hay que preservar y desarrollar, es lo original, lo inédito, lo que nos distingue de otra persona, lo que nos libera de la uniformidad, de la rutina, la masificación. Contribuye a afirmar nuestra identidad como personas, permite la creatividad e impide que nos transformemos en objetos seriados y sustituibles. Crear una escuela será justa en la medida que haga un reparto diferenciado de los recursos y los esfuerzos en función de las necesidades de los alumnos. Lo será en la medida que reconoce y valora las diferencias personales y sociales de todos los niños y niñas, y en la medida en que potencia la participación de todos y todas, especialmente de aquellos tradicionalmente excluidos. Pero también será una escuela justa en la medida en que contribuya a la construcción de una sociedad más justa.

BIBLIOGRAFÍA Skliar, Carlos (2005). “Poner en tela de juicio, la normalidad, no la anormalidad” en Ensayos y Expeiencias.