Ensayo - Etica y Politica

ETICA Y POLITICA – Sociedad Democrática Por Adriana Moreno Razo Etica y Valores LIC. JOAQUÍN G. PÉREZ PONCE Programa

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ETICA Y POLITICA – Sociedad Democrática

Por

Adriana Moreno Razo Etica y Valores LIC. JOAQUÍN G. PÉREZ PONCE

Programa educativo:

LIC. EN FINANZAS Y CONTABILIDAD PÚBLICA

Experiencia Educativa:

ÉTICA Y VALORES

Docente:

LIC. JOAQUÍN G. PÉREZ PONCE

Trabajo:

INVESTIGACIÓN – ETICA Y POLITICA. Sociedad democrática.

Alumna:

Adriana Moreno Razo

Primer Cuatrimestre

06 de Noviembre del 2014.

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ETICA Y POLITICA La ética y la política son, para Aristóteles, ciencias prácticas, saberes que investigan el modo recto de comportarse los agen-tes humanos capaces de decidir libremente sobre sí mismos. Esta capacidad de decisión libre no debe darse por suministrada por la na-turaleza, puesto que el hombre natural está sometido a las necesidades de subsistencia y reproducción, y en ese ámbito carece de poder de decisión (no puede decidir no ser productivo, pues en tal caso no subsistiría). CONCEPTO DE POLÍTICA. Según su etimología, "político/a" es lo relativo a la polis, término con que los griegos designan la "comunidad" más amplia, última, no englobada en otra posterior y superior, resultado y condición de la plena realización humana. Por "política" se entiende también tradicionalmente un "arte" (forma de saber práctico inmediato o simple actuar prudencial de quien posee dotes especiales, más naturales que adquiridas, para la dirección, gobernación o pastoreo de "hombres" en colectividad). Según otras acepciones, usuales también en referencia a ámbitos ajenos a su sentido más propio, "política" es, en general, un conjunto de supuestos, principios, medios, actividades con que se organiza y dirige un grupo humano para la consecución de determinados objetivos ("la política de nuestra empresa"); conjunto de criterios y objetivos, proyectos, planes y programas de acción, global o sectorial, de agentes individuales o colectivos, públicos ("la política fiscal del gobierno"), o privados ("la política de ventas de nuestra Casa"). Y "con política" o "políticamente" se quiere decir, según el contexto, "con cuidado", "suavidad", "cortesía". La ciencia política puede definirse como un conjunto de enunciados descriptivos sobre las instituciones y acciones políticas. Estas instituciones y acciones consisten básicamente en relaciones de autoridad, gobierno y poder. La acción política será, por tanto, el ejercicio de esas relaciones. Ejemplos de acciones políticas son las decisiones legislativas de una asamblea soberana, o las decisiones ejecutivas de un gobierno legítimo. CONCEPTO DE ETICA La ética determina, por medio de enunciados normativos, qué debe hacerse (a qué se está obligado o, en general, qué debe ser). Esta determinación se realiza por dos vías: mediante la formulación de principios generales y particulares, o mediante la elección de un procedimiento ecuánime y generalmente aceptado, capaz de permitir una decisión sobre cada acción éticamente relevante.

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Cabe una distinción entre los enunciados de la ética: deontológicos y axiológicos. Los primeros se refieren al deber (por tanto se aplican a una acción o a un agente en tanto que obligatoria u obligado). Los segundos se refieren al valor (se aplican a objetos o estados de cosas en tanto que objetivamente valiosos o simplemente valiosos para alguien). LA ETICA POLITICA La ética política puede definirse etimológicamente como la ética propia del estado o la organización social. En este sentido estaría constituida por las normas de acción que efectivamente permiten la convivencia y la cooperación social y coordinan las acciones individuales para fomentar el bienestar general. Por otro lado, desde un punto de vista moderno podemos definir la ética política como la parte de la ética que se ocupa de los principios o normas de acción que deben regir el comportamiento del político en su calidad de gobernante o legislador, responsable, en última instancia, del bienestar y seguridad de todos los miembros del estado. La ética política adquiere su personalidad a partir de las difíciles relaciones históricas entre ética y política. Mientras la ética filosófica se halla comprometida con la formulación de principios universalmente válidos, que han de generar obligaciones (y, en contrapartida, derechos) irrenunciables, la práctica política se ve abocada a la toma de decisiones que, para hacer compatibles valores en conflicto, han de negar o limitar algunos de los derechos que la ética considera inalienables. Aspectos tópicos de esta vieja disputa son el debate libertad vs seguridad; derecho individual vs interés nacional; derecho de resistencia vs obediencia política, etc. La ética política es ética aplicada y, «desde la perspectiva de su aplicación, la ética debería ser entendida como el impulso del buen hacer y el rechazo de lo que está mal hecho. Si pensamos en el hacer político, habrá que decir que la ética es el impulso de la buena política y la crítica de la mala política. De algún modo, pues, el discurso ético se encuentra antes y después de la práctica política: antes, porque fija horizontes; después, porque critica sus fallos, desviaciones y omisiones. Si es difícil determinar en qué consiste la buena política, no lo es tanto decir en qué se está equivocando la política, cuando incurre en maldades. De una parte, la política es mala si utiliza procedimientos y medios impropios para fines supuestamente justos y democráticos. La mala política es, en una palabra, la política corrupta. También es mala la política que no se dedica a combatir el mal del mundo: las injusticias, las catástrofes, los privilegios, la violencia, la discriminación, el terror. Ahí es donde entra, como consecuencia, la buena política, dirigida a corregir lo que no es como debería ser» (Camps, V., "El segundo Rawls, más cerca de Hegel", Daimon. Revista de Filosofía, nº 15, 1997, p. 64). Tradicionalmente se buscaron caminos para someter la política práctica al imperio de los mandatos morales. Este intento proscribiría la injusticia, llenando de contenido ético la acción

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política. Sin embargo, este anhelo histórico de la filosofía moral se vio contrariado, paradójicamente, por la ética kantiana. En efecto, el rigorismo, universalismo y formalismo kantianos elevaron tanto la exigencia moral que parecía imposible que una práctica política no acabase por dar la espalda a la ética. Hegel supo ver que la moral pura jamás podría llegar a ser práctica. Ante él se abría un dilema: o justificar la aceptación de un imperativo categórico irrealizable o admitir la práctica impura como única alternativa al quietismo. Hegel optó por esto último. Ahondando en esta escisión entre principios éticos irrealizables y pragmatismo político sin límites externos, Max Weber formuló una distinción clásica en el campo de la ética política: la distinción entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad o de las consecuencias. Desde Weber seguimos haciendo uso de esta distinción cada vez que abordamos las relaciones entre ética y política. La acción política se debe al cálculo de las consecuencias de sus actos, mientras que una ética basada en principios inamovibles acaba por no poder dar cuenta de las consecuencias de los actos. Así Victoria Camps sostiene, refiriéndose a la distinción de Weber, que mientras una ética pura juzga, critica y niega la acción (sobre la base de los principios), la acción política acaba ensuciándose las manos. Desde esta perspectiva es imposible que la ética pueda iluminar una teoría de la acción. Pero precisamente la tarea de la ética política es tratar de salvar ese abismo entre los principios y la acción, entre el individuo y la comunidad política. El contenido de la ética política, así como su alcance y el optimismo con que ha afrontado su cometido, han variado históricamente, dependiendo de la concepción ética dominante. Por eso, creemos que el mejor modo de abordar el carácter y contenido actual de una ética política, e incluso su misma posibilidad, es recorrer las etapas históricas más significativas de la relación entre ética y política, aunque sin perder de vista que nuestro objetivo no es el mero análisis histórico, sino la mejor comprensión del momento actual de esta relación. Con vistas a esta comprensión, nos centraremos en la comparación entre el mundo antiguo y la modernidad, comparación que nos llevará a los problemas contemporáneos y nos sugerirá la solución. POSIBLES VISIONES Y ALTERNATIVAS DE LA POLITICA Y LA DEMOCRACIA El destino de la política está estrechamente ligado al destino de la democracia. La restitución de la idea de la democracia a su sentido más pleno como expresión de la voluntad colectiva, es también la restitución de la idea de la política, en tanto construcción de consensos y definición de marcos institucionales que hacen posible la existencia de la sociedad y el Estado. En este sentido, conviene recordar que, como dice Federico Mayor Zaragoza, “la democracia verdadera no consiste en contar ciudadanos; sino que los ciudadanos cuenten”. El contenido esencial y estratégico de la política, hoy, debe ser el de la construcción de la democracia que exigen los tiempos que estamos viviendo. Democracia como idea del Estado y la

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ciudadanía y de las necesarias relaciones entre ambos, pues el Estado, es la forma más compleja y orgánica de la sociedad. Los contenidos de la política deben orientarse a la reestructuración de las profundas rupturas en el Estado, la sociedad y la economía, y en la elaboración del diseño de un nuevo sistema que inevitablemente debe construirse si se quieren preservar algunos de los valores fundamentales de la civilización. La acción política en su mejor sentido debe responder a la ética, a una idea teleológica, necesaria para restablecer o crear los referentes comunes de la sociedad de nuestro tiempo. La idea de la política y la democracia incluyen las ideas de: la gobernabilidad democrática, desarrollo humano sostenible, sistema institucional, capacidades políticas, económicas y sociales y arquitectura social en la que todos se sientan participes. Asimismo, requiere construcción de consensos, sistema de seguridad jurídica, verdadero Estado de Derecho, legalidad con legitimidad e interdependencia entre los aspectos económicos, políticos, sociales, culturales y medioambientales y, sobre todo, honestidad en el desempeño de la función pública. El Nuevo Contrato Social para modernizar la sociedad requiere la concertación institucional, educativa, económica y social, Sociedad Civil autónoma, sistema de partidos modernos y un sistema institucional que propicie tanto la eficacia económica como la equidad social. Como señala Joan Prats Catalá, “un número creciente de filósofos políticos insiste en la necesidad de un criterio moral para la acción colectiva. Para ellos la gobernabilidad democrática debe contribuir no sólo a un intercambio equilibrado y estable entre actores desiguales, sino también a la justicia. Ello implica la búsqueda de nuevos equilibrios entre actores e intereses, guiados por una idea de justicia y solidaridad que va más allá de la mera cohesión social. No hay garantía de que la distribución de la virtud se corresponda con la distribución de la riqueza, el poder o la competencia”. Contribuir al diseño del nuevo Estado y la nueva sociedad, lo mismo que al sistema de relaciones con el Mercado, es uno de los grandes retos de la política y de la democracia en nuestros días. Los grandes conflictos del mundo contemporáneo requieren de soluciones políticas globales y especificas, lo que conduce a la búsqueda de los términos apropiados de un Nuevo Contrato Social Planetario. Todo esfuerzo de racionalidad política es ya, por sí mismo, un esfuerzo de restablecimiento moral, de responsabilidad y compromiso con el sentido de dignidad esencial a la naturaleza y función de la política. La búsqueda de un Nuevo Contrato Social Planetario es imprescindible si se quiere evitar el caos, o el orden autoritario y uniformador. La identificación de los referentes comunes que hagan posible la unidad en la diversidad, como forma plural de convivencia intercultural, es tarea de todos: de los poderes mundiales, de los líderes políticos y, por supuesto de los intelectuales. Ese Nuevo Contrato Social, condición de una paz verdadera y de un sentido civilizado de la vida, excluye la idea de una propuesta cerrada como alternativa única que se impone a las otras, sea que se trate de una visión del mundo proveniente de la cultura anglosajona, hispánica, asiática, musulmana o de cualquier naturaleza que sea.

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Los tiempos que vivimos exigen más que cruzadas, acuerdos; más que afirmaciones herméticas, imaginación: pues el futuro hay que imaginarlo para poder construirlo. La solución no vendrá por el camino de los dogmas teológicos, ideológicos o económicos, sino por la ruta de las concertaciones y acuerdos políticos, pero también de una voluntad y una inteligencia capaces de identificar principios comunes de valor universal, como son el derecho a la vida, a la dignidad, libertad y justicia, con los valores propios de cada unidad cultural que confieren identidad a las diferentes comunidades humanas. La creencia de que en política se es poseedor de la verdad absoluta ha sido la causa de los Gulags, Kosovos y Auschwits. Esta es la mayor de las amenazas, cuando no la mayor de las tragedias históricas. Por ello, como dice Lequier, “cuando uno cree detentar la verdad, debe saber que lo cree, no creer que lo sabe”.11La idea de civilización, al menos la idea deseable de civilización, entendida más que como realidad, como exigencia ética y como construcción conceptual, debe ser diferente a la de aquellas unidades cerradas, introvertidas y cercadas de murallas medioevales que acertadamente identificaron, cada uno en su momento, Toynbee, en su obra Un Estudio de Historia, Spengler en La Decadencia de Occidente y más recientemente Huntington en The Clash of Civilizations and the Remarking of World Order. La idea de civilización, debe ser la de la Unidad en la Diversidad, la de una síntesis que no anule a las culturas particulares, pero que las trascienda, la idea de confluencia e intercomunicación de culturas diversas, que son huella y testimonio del paso del ser humano sobre la tierra, de su presencia y permanencia en el tiempo, a pesar del tiempo. En algún sentido, sea de forma directa o indirecta, lejana o cercana, todos somos herederos de todo. En cada uno de nosotros, en cada cultura y en cada civilización hay presencia de plurales visiones, de diferentes formas de entender el mundo. Cada ser humano es síntesis de múltiples expresiones, cada tiempo que se vive, es vértice de otros tiempos ya vividos y será base, antecedente o condición de otros vértices futuros. Toda cultura es síntesis, toda civilización es proceso de integraciones continuas, por eso, la actitud que debemos asumir es aquella que tienda a la inclusión y no a la exclusión, a la incorporación de valores plurales y no a la negación hermética de las diferencias. Además, está la solidaridad con los excluidos, como principio ético, pues como dice Albert Camus, “uno no puede ponerse al lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen” y como recuerda Oscar Wilde, “donde hay dolor hay un suelo sagrado”. La democracia es un sistema político, pero sobre todo, como decía Aranguren, es “un sistema de valores”.12En este sentido, no sólo es una forma en la que la política se organiza y organiza la sociedad y el Estado, sino también una ética que da a ambos un sentido teleológico y que hace de la democracia y la política, una axiología, una corporación de valores que las humaniza y les confiere dignidad.Agregar un gráfico de apariencia profesional es muy sencillo. De hecho, si agrega un gráfico o diagrama SmartArt desde la pestaña Insertar, se adaptará automáticamente a la apariencia de su informe.

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FUENTES DE INFORMACION http://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/hf/soff_26.html http://www.monografias.com/trabajos41/etica-politica-mexico/etica-politica-mexico.shtml http://polis.revues.org/7541

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