Ensayo de Oliver Twist

Oliver Twist’, la destrucción de la infancia 11 Miércoles jul 2012 “ Era una noche inhóspita, oscura y puzante de frío,

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Oliver Twist’, la destrucción de la infancia 11 Miércoles jul 2012

“ Era una noche inhóspita, oscura y puzante de frío, que parecía hecha a propósito para que los que gozan de buena casa y buena mesa se reuniesen en torno a un luminoso fuego, dando gracias a Dios por encontrarse en su confortable hogar, mientras que los desgraciados hambrientos y sin techo mueren desamparados. Efectivamente, es en momentos así cuando los numerosos y famélicos parias cierran sus ojos para siempre perdidos en las calles desnudas y sin que nadie, cualesquiera que hayan sido sus pecados, pueda hacer que los abran de nuevo.” Decía Karl Marx sobre Charles Dickens que en sus libros se proclaman más verdades que en todos los discursos de los políticos y los moralistas de su época juntos. No le faltaba razón, incluso yo añadiría, viendo sus obras con la perspectiva que da el tiempo, que sus verdades no sacarían los colores sólo a sus políticos coetáneos, sino a todos los que han existido desde que este hombre golpeara las conciencias de millones de personas, hará ya más de 150 años. Han pasado más de dos siglos desde el nacimiento de Dickens y todo sigue tal y como él dibujó y denució en su obra, todo continúa dominado por la miseria, la injusticia y la locura -y parece que ahora más que nunca-. La situación asfixiante de muchas personas que retrató magistralmente en sus escritos, era quizás consecuencia de una época oscura, inculta e inconsciente, y la de hoy parece una imagen especular de aquella, donde hemos llegado a un punto de no retorno que acabará con la devastadora extensión de la pobreza más cruel, que ya está azotando a muchos ciudadanos de este mal llamado “mundo civilizado”. Dickens creía que aquello cambiaría, y claro está que se equivocaba, quizás tenía demasiada fe en el ser humano.

Esa pobreza y miseria son las detonantes de la en un principio triste segunda novela que publicó, ‘Oliver Twist’, obra que apareció por entregas, al igual que muchas otras del genial escritor inglés. La historia de Oliver es un fortísimo y demoledor grito de denuncia, un clamor para dirigir la vista hacia los niños que son atormentados y torturados por la ruindad, la indigencia y la falta de escrúpulos de unas sociedades sumidas en la más oscura corrupción humana. El único pecado que comete el pequeño Oliver para ser condenado a una vida de penuria y dolor, es que su madre lo trae al mundo en un infecto hospicio y fallecer ésta tras el parto. Y el infortunado neonato queda en manos de la peor calaña posible, unos funcionarios que desprecian al pobre como si de un animal se tratara, castigando sin misericordia a aquellos que imploran algo de compasión, como un simple plato de comida que no sean gachas aguadas. En esta primera parte de la novela, Dickens introduce al lector en un opresivo y tenebroso ambiente en el que Oliver ve pasar y perder sus primeros años, atormentado por el hambre y la soledad más absoluta. Ya aquí se puede apreciar una profunda denuncia a estos tugurios que se destinaban a “dar cobijo” a los huérfanos, regentados por auténticos monstruos que sólo veían en los pobres y abandonados un problema molesto que no hacía falta ni siquiera tomarse en serio. Uno no puede dejar de sentir un profundo asco hacia ese señor Bumble, al igual que hacia todos los trabajadores del hospicio, incapaces de sentir el más mínimo afecto para con los niños. Tras tener un par de trabajos -recordemos, Oliver es un niño que aún no ha cumplido ni los 10 años de edad-, decide marcharse de ese infierno que lo ha acompañado desde el mismo instante que vio la luz de este mundo enfermo. Es en este momento, en su huida, cuando encuentra a su amigo Dick, un pequeño que lo ve marcharse y le dice que está muy enfermo, que cree que va a morir. Oliver, en cuyo corazón, pese a todos sus padecimientos, mantiene viva una llama de bondad y esperanza, le promete que volverá a verlo, y que será muy dichoso, a lo que el pequeño Dick responde: “eso espero, pero creo que será después de muerto, nunca antes”. Este tramo posee una belleza a la vez que un patetismo extraordinarios, donde los dos niños se consuelan mutuamente pese a que viven en el infierno más ardiente que podamos imaginar. Y Dick, para despedirse, bendice a Oliver, que oye estas dulces palabras por primera vez en su vida, unas palabras que deberían alimentar la infancia de cualquier pequeño, y que la injusticia se encarga de privarlas de muchas vidas.

Ya en Londres, lejos de sus infaustos recuerdos, es captado por una banda de ladrones, unos delincuentes que pretenden hacer de Oliver uno de los suyos e iniciarlo en las malas artes del robo y el hurto. Aquí vemos igualmente otra bofetada de Dickens hacia una sociedad corrupta y podrida; la delincuencia soterrada, con largos tentáculos capaces de corromper las almas más límpidas. El judío Fagin está al frente de esta organización, un hombre que es el paradigma del deshonor, la maldad y la mezquindad; pero es un ser muy listo, cuyas dotes para embaucar y someter a sus víctimas con la palabra son extraordinarias. Hay un momento en el que le dice a Oliver que “puede llegar a ser un gran hombre” si sigue el camino que él le marca, que no tiene más que aprender de ellos y todo le favorecerá en la vida, tal es su habilidad para enredar y manipular las mentes más débiles (no puede el lector evitar pensar que lleva parte de razón, incluso a día de hoy, donde vemos que son los más grandes ladrones los que encabezan el liderazgo de cualquier país). Pero la suerte de Oliver va a cambiar, cuando en un intento de robo queda herido y es recogido por los inquilinos de la casa que iban a asaltar, y es en este momento donde la vida del pequeño va a dar un giro radical, rodeado de cariño y una dignidad que hasta entonces no había conocido. No es casualidad que este periodo de felicidad coincida con una primavera floreciente, clara y radiante, sepultando todo ese tiempo sombrío en las más oscuras y pestilentes calles de Londres donde Oliver se movía -muy a su pesarjunto a los malhechores. Pero Dickens no modela los sentimientos ni el alma del pequeño según sus circunstancias, Oliver es el mismo niño lleno de luz y esperanza tanto en la miseria como en la abundancia. Quizás quisiera decirnos que no hay mal capaz de quebrar las espectativas de una vida mejor, una vida alejada de la pobreza y la desesperación. ‘Oliver Twist’ parece que está escrita con rabia, con la indignación de un hombre que realmente conocía de los males que golpeaban a los parias, y se pone en la piel de todos aquellos que intentaban sobrevivir en la indigencia, cosa que casi nadie hacía en aquella época ni hace en esta. Pero no deja igualmente de acordarse de las almas nobles que aún poseen un rastro de humanidad, pese a que son pocas, y la noble Rose, el buen señor Brownlow o el excéntrico doctor Losberne son un ejemplo de ellas. Dickens expresa en varias ocasiones su inmenso malestar con todas las injusticias que él mismo retrata en su novela, e incluye varios interludios en verdad memorables:

“Mi mayor deseo sería que algún bien nutrido filósofo, de esos a quienes la comida y la bebida se les torna hiel en las entrañas, de los que tienen sangre de hielo y corazón de hierro, hubiera podido contemplar a Oliver Twist aplicado a aquellos sabrosos bocados que habían sido despreciados por un perro. Mi mayor deseo sería, en efecto, que ese filósofo hubiera podido ser testigo de la horrible avidez con que Oliver devoró aquellas sobras. Tan sólo habría una cosa que desearía más: ver a ese mismo filósofo comer idénticos manjares con la misma fruición.” ‘Oliver Twist’ no sólo denuncia la lógreba situación de muchos niños o la caída de la sociedad en el profundo agujero de la perversión moral, igualmente se pone de manifiesto la inoperancia de la Justicia -la misma que ahora- o el maltrato descarnado a las mujeres, que existe desde que el mundo es mundo. Porque el episodio de Nancy, que no voy a exponer aquí, pone, sencillamente, los pelos de punta. Pero esto era la realidad, es la realidad. Por ello esta obra se erige como una gran proeza, un pequeño milagro que pone el grito en el cielo por los más desfavorecidos de las sociedades, que siempre son los mismos, y que se hace aún más sangrante cuando son los niños los que sufren. Pero no llega a ser la obra redonda del todo, aunque casi. Esas trampas de guión, si se me permite la expresión, para encajar todas las piezas de la historia son un poco forzadas, y son demasiados los cabos que se unen de una manera algo débil, aparte de que la historia en su tramo final se complica demasiado cuando quizás no era necesario. Esto empaña quizás un poco el excelso relato que nos regala Dickens. ‘Oliver Twist’ es una portensosa novela cuyos perdonables defectos no prevalecen sobre un relato duro y a la vez excelente sobre una de las mayores injustias que pueden darse en este infeliz mundo; la novela tiene las suficientes virtudes y aciertos para ser disfrutada como lo que es, una portentosa y feroz mirada hacia una realidad aterradora que tenemos demasiado cerca y quizás no queremos ver.