ensayo de los 7 saberes

NEGOSIACIONES DE PAZ EN LA ABANA PRESENTADO POR: LUIS ANGEL CHIVARA SANCHEZ ASIGNATURA: UNIVERSIDAD REGION Y MEDIO ANB

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NEGOSIACIONES DE PAZ EN LA ABANA

PRESENTADO POR: LUIS ANGEL CHIVARA SANCHEZ

ASIGNATURA: UNIVERSIDAD REGION Y MEDIO ANBIENTE

PRESENTADO A: EVER PEREZ

UNIVERSIDAD DE LA AMAZONIA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACION LIC. MATEMATICAS Y FISICA VI SEMESTRE FLORENCIA-CAQUETA 25 04 5015

LOS SIETE SABERES DE EDGAR MORIN

El educar es un proceso por el cual los individuos o las personas se forman de manera integral en el sentido de un conocimiento, y de unos principio y valores de manera crítica, permitiendo el desarrollo de una mejor Nación, y como futuros educadores debemos estar interesados en que nuestros alumnos tengan una formación integral, donde desarrollen capacidades y habilidades en relación con diferentes situaciones, en su diario vivir. Partiendo de lo anterior considero que la Educación es trivial en la formación integral de cada individuo u persona, por eso es importante estudiar aquellos paradigmas que a futuro expresan unos principios claves o saberes, que busca contribuir en el quehacer de cada educador. Por lo tanto, partiré del siguiente interrogante: ¿Cuál es la importancia de la Educación, desde los siete saberes que propone Edgar Morín? Desde el punto de vista de Edgar Morín en Los Siete Saberes necesarios para La Educación del Futuro considera siete principios claves, o saberes, necesarios para la educación del futuro, con éstos busca contribuir en el quehacer de los educadores, así como aclarar su pensamiento sobre este tema vital de la humanidad: la educación del futuro. En lo que se refiere al primer saber, Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión, Morín habla sobre los riesgos más comunes que acompañan al ser humano en la búsqueda de la construcción del conocimiento. En lo que respecta a El talón de Aquiles del conocimiento, advierte de la siempre presente amenaza del error y la ilusión, otorgando a la educación el deber de avocarse a la identificación de los orígenes de errores, ilusiones y cegueras del conocimiento. Los errores mentales, los errores intelectuales, los errores de la razón y las cegueras paradigmáticas son los primeros peligros. La mente, las emociones, la percepción, la palabra, la idea, la teoría, las emociones, la afectividad y la inteligencia. Y es a partir de la interacción de éstos como se suscitan dichos errores. En el imprentan y la normalización, el poder imperativo y prohibitivo de los paradigmas, doctrinas reinantes y verdades establecidas; que determina los estereotipos cognitivos, bajo este conformismo cognitivo, señala Morín, “hay un imprentan cultural, huella matricial que inscribe a fondo el conformismo y hay una normalización que elimina lo que ha de discutirse.” Por tanto, Morín concluye que si la primera tarea es la de enseñar un conocimiento que forme a la humanidad para criticar el conocimiento; el primer objetivo de la educación del futuro será apropiar a cada uno de los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del mismo, en un escenario social de re flexibilidad, crítica y, sobre todo, de confidencialidad ideológica. En el segundo saber Los principios de un conocimiento pertinente, es primordial percibir el conocimiento en el contexto global. Acceder a la información sobre el mundo, considerarla y organizarla en todas sus dimensiones. Para ello es necesaria una reforma de la educación, que se encuentra parcelada y especializada, y lograr una integración de las partes en el todo, para hacerlo evidente, y del todo en las partes. La educación debe promover una inteligencia general capaz de referirse de manera multidimensional a lo complejo, al contexto dentro de una concepción global. La educación del futuro debe saber estimular a la mente para la solución de problemas, estimular la

curiosidad, básica para el descubrimiento. Debe empujar a la mente a utilizar los conocimientos que posee superando las antinomias, la dispersión y disgregación de los conocimientos a la que nos hemos visto llevados por la especialización. Debe seguirse una visión global del mundo, pero sin olvidar las partes. El no ver lo global lleva a perder el sentimiento de responsabilidad que tenemos del mundo. Esta pérdida de conciencia de formar parte, de ser causa y consecuencia de un todo, lleva al debilitamiento de la solidaridad, al sentir o pensar ajenos y aislados de lo que pase en el todo del que no se es parte. Hablando de los problemas esenciales que tiene el conocimiento para lograr ser un conocimiento pertinente, se tiene la disyunción y especialización cerrada, que dificulta la contextualización; la reducción, que limita el conocimiento del todo al conocimiento de las partes, y la disyunción que nos impide organizar todo el saber disperso en un saber general contextualizado; y la falsa racionalidad de la que somos víctimas los seres humanos, creyendo ser los únicos poseedores del conocimiento y de la razón, en nuestra ilusión de ser omnipotentes, sabios y los únicos racionales, cuándo estamos en camino de convertirnos en unos subordinados de nuestra propia ciencia y tecnología. Nos deberíamos librar de la falsa racionalidad, cambiar nuestro pensamiento por un pensamiento que reúna, un conocimiento que sintetice el todo y las partes, conjugue el análisis y la síntesis, que nos permita un análisis lo más acertado posible de la realidad y por tanto, un comportamiento consecuente. En el tercer enfoque Una educación que enseñe la condición humana: Morín confirma que conocer el ser humano es situarlo en el universo y, al mismo tiempo, separarlo de él: la humanidad debe reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural implícita en todo lo humano. En cuanto al arraigo y desarraigo, es necesario recordar las condiciones del ser humano: la cósmica, la física, la terrestre y la humana. Parte de la formación del Cosmos, ubicando ahí la creación de nuestro Sistema Solar y de nuestro Planeta Tierra como auto-organización relacionada con el sistema planetario y el Universo. Lo humano del humano es una descripción de la especie a partir de su condición biológica y social. No podemos escapar ni negar lo animal. Además, la relación cerebro-mente-cultura se presenta como inseparable, pues la mente o conciencia surge por la capacidad cerebral, pero sólo a partir de lo social en la cultura. Así esta última requiere de seres consientes para ser creada, conservada y transmitida. En el plano de lo antagónico, pero sin dejar de ser complementario, se describe la existencia de lo afectivo y lo racional; la relación inestable pero permanente entre estos y, a la vez, con la impulsividad humana. El capítulo termina con la unidad y la diversidad humana. Aquí se encomienda a la educación del futuro para velar que “la idea de unidad de la especie humana no borre su diversidad, y que la de su diversidad no borre la de unidad.” Los campos a considerar en esta encomienda son lo individual, lo social, la diversidad cultural y plural de los individuos y sus dualidades (racional-delirante, trabajador-lúdico, empírico-imaginado, económicodilapidador, y prosaico-poético). En este capítulo nos damos cuenta de la inevitable visión miope de lo humano, pues todo aquello que negamos de nosotros mismos o de los demás no nos libera de ello, lo deseable y lo indeseable van de la mano y, así somos, encontramos una invitación a reconocer todo lo que implica lo humano, nos guste o no, sea o no aceptable por el individuo o por el contexto.

En el cuarto saber Una educación que enseñe la identidad terrenal, el horizonte planetario es fundamental en la educación de hoy y del futuro: el desarrollo de un auténtico sentimiento de pertenencia a nuestra tierra, es imprescindible para el desarrollo de la conciencia antropológica, ecológica, cívica y espiritual. Hoy, la tecnología acerca la diversidad humana y todos aquellos lenguajes secretos a nuestros oídos ya son más claros y podemos, por fin, comenzar a caminar de la mano hacia un nuevo destino, que es volver a relacionar las culturas, volver a unir lo disperso. Para Morín, el “planeta no es un sistema global sino un torbellino en movimiento, desprovisto de centro organizador”. Aquí habla con una escenificación de lo que es la mundialización, a partir de dos descripciones tan distantes geográfica como económicamente. Por un lado un europeo vistiendo, escuchando, deglutiendo y viendo los más extravagantes bienes producidos en países tercermundistas, y por otro lado, en los países en donde prevalece la miseria, personas viviendo día a día las repercusiones de un mundo globalizado, que se ven desde la erosión de sus medios de producción hasta los estampados de sus playeras con temas de cualquier parte del mundo. Si bien esta mundialización se presenta a sí misma como unificadora, pero la realidad que se ve en lo cotidiano: el Norte–Sur, la riqueza y la pobreza, democracia–dictadura, Oriente– Occidente, entre otros. En este mismo capítulo en la segunda parte nos pone frente a los legados del siglo XX. El legado es de muerte, de las decenas de millones de muertes por guerras y campos de concentración, además de las dos nuevas potencias de muerte (las armas nucleares y la posibilidad de la muerte ecológica). Es importante reconocer que la muerte que se hereda es de auto aniquilamiento de los humanos. Sin embargo, frente a esto está la esperanza, pues Morín escribe “...podemos avizorar para el tercer milenio una nueva creación: la de una ciudadanía terrestre, para la cual el siglo XX ha aportado los gérmenes y los embriones. Y la educación, que es a la vez transmisión de lo viejo y la apertura de la mente para acoger lo nuevo, está en el corazón de esta nueva emisión”. El cierre de este capítulo se escribe con invitaciones a la humanidad en un solo sentido: avanzar en la noción Tierra- Patria, pero que conlleva lograr la construcción de reflejan, si no que la traducen, y como en cualquier traducción pueden producirse errores. Siempre hay algo de lo que existe que es invisible para nosotros en cualquier situación real, que escapa de nuestro conocimiento. Tomar conciencia del carácter incierto del el hecho de pensar, del acto cognitivo, es lo que puede llevarnos a acercarnos a un conocimiento pertinente, un conocimiento que nos exija exámenes, verificaciones, cohesión. La incertidumbre de la acción deriva del bucle riesgo−precaución, del bucle fines−medios, del bucle acción contexto y de la predictibilidad a largo plazo. Los bucles son parejas inseparables e interrelacionadas. La doble necesidad del riesgo y precaución, la incertidumbre de la finalidad y de los medios, ya que la pureza de uno no implica la bondad del otro y viceversa, además, nadie nos asegura que se logre la finalidad deseada y no una contraria, mediante la contaminación de los medios, y las interacciones entre la acción y el contexto, en las que el autor deja de llevar el mando y la acción puede escapar a su voluntad al entrar en el juego de las acciones, interacciones y retroacciones que se dan en el medio. A estos bucles problemáticos se les une la imperceptibilidad de las acciones a largo plazo, pues no hay garantía de que a largo plazo los efectos de una acción no sean contrarios a su intención. Resumiendo, la educación del futuro debe armar al pensamiento para que sepa afrontar la incertidumbre, los posibles riesgos que conllevan las oportunidades y viceversa. No podemos creer en un progreso legislado y predecible, pero esto no quiere decir que no

podamos creer en un progreso, aunque incierto, frágil, cambiable. Debemos confiar en lo que creemos, por más imposible que nos parezca, ya que la historia nos ha demostrado que muchas veces lo más inesperado sucede, pero tenemos que estar también preparados para el fracaso de lo que consideramos seguro, la desaparición de lo que pensamos inmortal, en fin, para cuando suceda lo inesperado y no suceda lo esperado. Continuando con el Sexto saber: Enseñar la comprensión, se señala dos tipos de comprensión: la intelectual u objetiva por un lado, y la humana e intersubjetiva por el otro. “La comprensión humana sobrepasa la explicación. La explicación es suficiente para la comprensión intelectual u objetiva de las cosas anónimas o materiales. Es insuficiente para la comprensión humana”. Comprender, en lo humano, “incluye necesariamente un proceso de empatía, de identificación y de proyección. Siempre intersubjetiva, la comprensión necesita apertura, simpatía, generosidad.” La propuesta por una Educación para los obstáculos de la comprensión implica reconocer las amenazas que vienen de lo externo, de las ideas y palabras de los otros. Los obstáculos que se mencionan son el ruido, la polisemia, la ignorancia de los ritos y costumbres del otro, los valores de las otras culturas, los imperativos propios de cada cultura, la imposibilidad de incomprensión desde una estructura mental hacia otra. Por otro lado se señalan los obstáculos de lo interno para ambas comprensiones: la intelectual y la humana. Se hace a una descripción de la amenaza que representa cada uno de estos obstáculos: el egocentrismo, el etnocentrismo, socio centrismo y el espíritu reductor. Pero Morín también presenta en este capítulo la posibilidad de trascender, no de negar, los obstáculos ya mencionados, para lo cual desarrolla La ética de la comprensión. La describe como “...un arte de vivir que nos pide, en primer lugar, comprender de manera desinteresada. Pide un gran esfuerzo ya que no puede esperar ninguna reciprocidad. “La Ética de la comprensión nos pide comprender la incomprensión”. Pues bien, además el autor describe dos prácticas que favorecen la comprensión: el bien pensar y la introspección. Al final del capítulo, el apartado Comprensión, ética y cultura planetarias nos lleva a los deberes del humano y de las culturas. Según esto, debemos “ligar la ética de la comprensión entre las personas con la ética de la era planetaria que no cesa de mundializar la comprensión. La única y verdadera mundialización que estaría al servicio del género humano es la comprensión, la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. El último saber La Ética del Género Humano: el género humano, en su concepción compleja, comprende la triada individuo−sociedad−especie, inseparables y coproductores unos de otros. Una atropo−ética, una ética propiamente humana, debe contemplar al individuo en esta triple dimensión, que es la que nos hace humanos. También lleva a la aceptación consciente de nuestro deber de asumir la complejidad del género humano en la complejidad de nuestra era, de realizar la humanidad y de asumir nuestro destino común como humanos. Conlleva una misión antropológica que nos pide que sumamos, que consiste en trabajar para la humanización de la humanidad, obedecer la vida a la vez que guiarla, respetar a los demás tanto en sus semejanzas con nosotros como en sus diferencias, desarrollar la solidaridad, la comprensión, y enseñar la propia ética del género humano. La ética del género humano, al ser inseparables el individuo y la sociedad, debe enseñar la sociedad y enseñar la democracia, que permite la expresión de toda la sociedad y la guía de la sociedad por la propia sociedad. La democracia necesita de la diversidad, como la

diversidad de la democracia, es por eso que en una sociedad democrática es dónde supuestamente podemos encontrar una diversidad de culturas y personas que enriquece a la misma sociedad y a la democracia que las permite y que es fuente de ellas. La atropo−ética no debe olvidar enseñar la ciudadanía terrestre, la génesis y el destino común de todos y la solidaridad que esto nos impone. Debe enseñar la humanidad como conciencia común, la humanidad como realidad vital en la que todos somos ciudadanos terrestres y debemos ser solidarios y estar unidos en nuestra diferencia y en nuestra semejanza, como colectividad y como individuos, como un todo y como sus partes. La humanidad está en peligro, y sólo puede salvarse si la realizamos en todos y cada uno, tomando conciencia de ella, de su existencia y de su necesidad. La hominización debe continuar, pero debe continuar la humanización, en la conciencia de ciudadanía terrestre. Y para concluir los siete saberes se consideran indispensables a la hora de educar en el futuro, para cambiar el mundo en la medida de lo posible, afrontar los problemas que nos invaden y que en su gran mayoría podemos solucionar si logramos un cambio de mentalidad, una reforma en nuestros pensamientos en la que la educación tiene mucho que decir. La educación del futuro debe enseñarnos saberes fundamentales que lleven a tomar conciencia de nuestra identidad común, respetando las diferencias, y nos guíe para solucionar los problemas de los que somos víctimas y causa, y convertir la aventura de la vida en eso, en una vida, vida para todos y en todo, vida en la unidad, en el bienestar, en el respeto, en la existencia una existencia plenamente vivida, de todos y para todos, no de unos por medio de los otros.

REFERENCIA

Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO