Ensayo - Basta Ya

FACULTAD DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA Trabajo Pedagógico en Comunidades en Condición de Desplazamiento Fabio Steven Jaimes Gó

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FACULTAD DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA Trabajo Pedagógico en Comunidades en Condición de Desplazamiento Fabio Steven Jaimes Gómez – 2013140022 Licenciatura en Matemáticas

¡Basta Ya! Colombia: Memoria de Guerra y Dignidad. Capítulo 1 Dimensiones y Modalidades de la Violencia del Conflicto Armado El conflicto armado en Colombia ha permanecido por poco más de 50 años dejando desastres que a vista de muchas personas son “poco observables”, la magnitud de los daños que ha producido la guerra se confunden de manera constante con otras violencias que vive la sociedad. La guerra en Colombia ha sido estremecedora y ha dejado huellas imborrables que junto a su larga permanencia merecen una reflexión. Desde la aparición (histórica) de los grupos subversivos en Colombia en 1958 hasta el año 2012 se produjo la muerte de 220.000 personas, esto, desde una visión más amplia, implica que una de cada tres muertes violentas en el país era originada por la guerra, además, que en los 54 años de conflicto, en promedio, cada día murieron 11 personas a causa de la guerra. Pero, ¿de dónde provenían tantos muertos? ¿Eran integrantes de los grupos subversivos? ¿Eran miembros de las fuerzas armadas colombianas? Es claro que muchas de estas víctimas efectivamente eran miembros de estos grupos y de las fuerzas armadas, sin embargo, el 81% de las victimas totales (180.000 personas) eran civiles, gente que en parte debió ser “ajena” a la situación, gente que no tenía la culpa de dicho conflicto, la guerra colombiana no ha sido una guerra de combatientes, sino que todos han apuntado sus armas contra quienes están desarmados. La enorme cantidad de civiles asesinados en la guerra tenía intenciones de fondo: mantener la lealtad de quienes sobrevivían, debilitar al enemigo, acumular poder militar y además, doblegar y castigar a la comunidad, el hecho de atacar a un grupo de civiles daba a los grupos armados una fama de “temibles e indolentes”, facilitándoles así la dominación de tierras y asegurándoles las intenciones descritas antes, en ocasiones dichos ataques estaban guiados por la venganza a sus enemigos en un ciclo de odio reproducido y alimentado por las acciones combatientes. Aunque las intenciones eran claras, éstas estaban justificadas por una señalación a las comunidades de ser un “pueblo guerrillero” o “pueblo paraco” o “guerrilleros de civil” según el grupo armado que cometiera el crimen. Pero, todo el daño que recibieron las comunidades finalmente no era accidente del conflicto ni mucho menos un daño colateral imprevisto a causa de la guerra, todo ese daño era parte de las estrategias de los diferentes grupos para sacar ventaja, para controlar territorios, para controlar la economía e ir un paso delante de su enemigo. El momento de la llegada de un grupo a un territorio que quisiera dominar era el momento en el cual se presentaba una violencia mayor, pues el arribo al lugar era realizado a base de sangre y fuego, dejando una gran cantidad de víctimas en el camino y haciéndose así del control, luego de esto la violencia no culminaba, sino que se volvía más “selectiva” y se seguía reproduciendo a una baja intensidad. Toda esta violencia era vista como una “cotidianidad” a los ojos de mucha gente, tanto así, que incluso los medios de comunicación dejaron de lado la información de esto porque parecía rutinaria y pequeña frente a muchas otras noticias, sin embargo, es necesario resaltar que existía una clase de silencio impuesto a estos medios por parte de los actores armados quienes realizaban una interferencia violenta para hacer que esa “violencia cotidiana” se viera como algo natural y que no era algo que se pudiera cambiar. En casi todas las guerras, por lo general, son los civiles quienes más sufren, no obstante, la guerra en Colombia presentaba dos rasgos

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particulares, el primero es que la mayoría de las muertes pasaron inadvertidas por ser silenciosas, selectivas y alejadas de zonas urbanas, y la segunda es la crueldad y el terror con el que estas se ejecutaron. Los asesinatos en pueblos y veredas en un contexto de guerra eran atribuidos a ajustes de cuentas, delincuencia común, limpieza social o narcotráfico, y esto era lo que los medios comunicaban, limitando así la visibilidad de estos hechos frente las sociedades. En ocasiones era la comunidad quien se encargaba de darle visibilidad a los hechos violentos perpetrados por algún grupo armado, mostrando a la gente la crueldad a la que eran capaces de llegar por sus ideales y venganzas. El grupo de memoria histórica (GMH) estima que sean aproximadamente 150.000 las víctimas de esta modalidad de ataque, aproximadamente 9 de cada 10. La desaparición forzada (DF) es otra modalidad que los grupos armados han utilizado contra los civiles, que de la misma manera, ha sufrido de invisibilidad y ocultamiento. En el periodo 1985 – 2012 se reportaron 25.007 casos de DF, aunque esta cifra se puede elevar aproximadamente a 27.000, pues las denuncias se remontan a la década de los años 70. Los desparecidos eran sacados de sus casas, sitios de trabajo, interceptados y nunca más se supo de ellos, según testimonios de familiares, es posible que los cuerpos se hundieran en ríos, enterrados en fosas anónimas, cremados en hornos artesanales y posiblemente hayan sido torturados. Para cualquier grupo la desaparición era “el crimen perfecto”, pues si no hay cuerpo no hay manera de señalar a un autor y por tanto, se facilita la impunidad. La “invisibilidad” también se dio en algunas masacres, sobre todo en aquellas pequeñas con 4, 5 o 6 víctimas. Algunos de los nombres más recordados por las matanzas ocurridas son: Mapiripán, El Salado, Segovia, Naya, Honduras, La Chinita y La Rochela. Sin embargo, de las masacres que se lograron documentar, el 75% de ellas pasaron inadvertidas, se quedaron en el anonimato, fueron rápidamente olvidadas, debido a la mínima cantidad de víctimas en ellas y al ser menos espectaculares no tuvieron la misma importancia mediática. No solo la muerte ha sido una referencia y consecuencia de la guerra en Colombia, algunas modalidades de violencia que no son letales pero igual de dolorosas y destructivas también han permanecido latentes en el largo camino de esta guerra: el secuestro, realizado con fines económicos o políticos; el desplazamiento forzado, cuya cifra oficial asciende a 4.744.046 y por lo menos 8,3 millones de hectáreas; la violencia sexual, dejando 1.754 víctimas y usado principalmente para humillar y castigar a las mujeres líderes; y el reclutamiento ilícito, que es uno de los hechos menos reconocidos por los grupos, ya que se trata de un crimen de guerra sancionado por la justicia internacional. En definitiva, es muy difícil apuntar a alguien y culparlo por algún crimen cometido en el desarrollo de la guerra, no obstante, todos los grupos realizaron crímenes como los descritos anteriormente, pero con intensidades distintas. Los paramilitares optaron por atentar directamente contra la integridad de las personas. Han matado de manera masiva (masacres), desparecido víctimas, despojado tierras, y ejercido la violencia sexual, además la exhibición de cuerpos desmembrados y cadáveres buscando generar una reputación temible y de dureza. Las guerrillas, a pesar de también haber matado y realizado los crímenes de los paramilitares, lo hicieron en menor intensidad, en cambio optaron

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por usar el secuestro, los ataques a los pueblos y la infraestructura, atentados terroristas y uso de minas antipersonal. Unos de los ataques emblemáticos y más recordados es la masacre de Bojayá, en Chocó, realizada por las FARC al lanzar una pipeta llena de explosivos que voló en mil pedazos la iglesia donde se resguardaban los habitantes de ese humilde caserío, y que le causó la muerte a 79 personas. Y el incendio de Machuca, en Segovia, Antioquia, que ocurrió cuando el ELN dinamitó un oleoducto. 73 personas murieron en la conflagración, que dejó a por lo menos 30 más con cicatrices imborrables en sus cuerpos. Y por último, se estima que la Fuerza Pública tuvo participación en 158 masacres y 2300 asesinatos selectivos. Muchos de estos casos se presentaron como bajas en combate cuando fueron en realidad ejecuciones extrajudiciales (Falsos Positivos); otros fueron perpetrados como retaliación por una acción guerrillera, y unos más persiguiendo la idea profundamente ideologizada de los implicados según la cual solo se podía derrotar a la guerrilla si se golpeaba a la población civil. La violencia en Colombia ha dejado muchas víctimas, sobre todo víctimas civiles, personas que en su mayoría debieron ser ajenas a las situaciones, personas que sirvieron de fichas en un juego realizado entre diferentes grupos armados, personas que pudieron ser grandes, pero finalmente, personas que hoy ya no están. La guerra es algo que a vista de muchas personas puede resultar sin importancia si esto no le afecta directamente, pero, ¿Realmente no nos afecta? ¿O simplemente somos tan ajenos e indiferentes a la situación que no vemos lo mucho que nos afecta? Hago una invitación a hacernos estas preguntas, a reflexionar, a ponernos en los zapatos de las personas que han sido víctimas, a que aportemos desde nuestra cotidianidad en la “reconstrucción” del país para que no haya más víctimas, y finalmente, ¡Basta ya!

Bibliografía: Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013) ¡Basta Ya! Colombia: Memoria de Guerra y Dignidad. Resumen. Bogotá.