Elementos de La Danza

Elementos de la danza Para su ejecución, la danza requiere de una serie de aspectos que convergen al unísono, para comun

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Elementos de la danza Para su ejecución, la danza requiere de una serie de aspectos que convergen al unísono, para comunicar conceptos, sentimientos humanos y otros significados de gran complejidad, que a través del movimiento corporal puedan ser recibidos por espectadores que pueden tener, diversidad de lecturas de una misma obra. Estos elementos son según Wigman (2002): tiempo, espacio y energía, que dan vida a la danza. Tomando en consideración lo anteriormente expuesto, se puede inferir que la conjunción de los dichos componentes definen la danza como el desplazamiento efectuado en el espacio por una o todas las partes del cuerpo del bailarín, diseñando una forma, impulsado por una energía propia, con un ritmo determinado, durante un tiempo de mayor o menor duración. A continuación se explicarán cada uno de estos elementos, debido a la importancia que revisten, puesto que en la ejecución de cualquier tipo de danza convergen.

El Tiempo El tiempo en la danza puede ser de varios tipos, el primero de ellos percibido subjetivamente de diferentes formas que de acuerdo con Groisman (2004), están íntimamente vinculadas a las técnicas corporales aplicadas en el trabajo del bailarín, entre estas formas se pueden distinguir: “(…) el tiempo de la percepción, del registro de sensaciones, de la nominación de estados-cuerpo, de la diferenciación sutil de superficies de contacto o de tonos y espacios corporales.”(p.14), todos estos estados de percepción, provienen de la intimidad del artista en cuyo cuerpo y consciencia transcurre el tiempo de otro modo, debido a la manera de conectar sentimientos, emociones, recuerdos y símbolos que surgen durante el desarrollo de su corporalidad. Otra modalidad del tiempo, en el trabajo del bailarín es su movimiento y cómo este va transformándose en cada cambio de peso, pausa, paso, salto, silencio u otro desplazamiento de cualquier naturaleza. ¿Por qué el artista elige moverse de una forma u otra, hacia dónde? Al respecto Groisman (2004) indica:

El tiempo-movimiento es el que nos convoca desde el deseo: qué nos mueve es su pregunta; qué nos impulsa a salir de la quietud, de la comodidad o de la estabilidad de una forma hacia la búsqueda constante, que se demora en estaciones (…) (p.15)

Por otra parte, también se puede identificar en el trabajo del bailarín el paso del tiempo por la huella que este deja en su cuerpo, transformado progresivamente en la medida que avanza su trabajo, que marca diferencias entre el cuerpo que fue y el que es ahora. Una última y más cotidiana forma de verificar el tiempo en la danza es cuando se ejecuta la danza, en un transcurrir, en el decurso temporal, que marca un ahora y un después, que puede ser percibido tanto por espectador como por bailarín de diferente forma, pauta que marca la subjetividad de lo observado y de lo sentido. Siguiendo la línea de los aspectos descritos hay que mencionar seguidamente, al espacio, otra parte fundamental de la danza, del cual, uno de los bailarines más importantes en Venezuela, José “El Negro” Ledezma citado por Rangel (2011), opina así: “Lo más importante para mí es el movimiento y la carga emotiva que conlleva; el espacio y cómo lo utilizas, sin eso, pues no hay danza” (p.29)

El Espacio Dentro de la danza la confluencia de tiempo, espacio y energía, establecen una sinergia tácita que es imposible disociar, el tiempo transcurrido en un espacio, no puede hacerse realidad más que a través del cuerpo que es energía. Entre espacio y cuerpo, entonces se establece una relación intrínseca que invita a hacer del movimiento, una unidad de formas leídas en el espacio. Para una mejor aproximación, será necesario definir el espacio dentro de la disciplina que ocupa este trabajo, respecto a lo cual Sotomayor (2002) indica:

El espacio es un fluido envolvente de infinitas dimensiones que ya existen, medio físico donde el tiempo transcurre en el espacio y éste emerge en el tiempo; es un elemento físico, afectivo, simbólico, sensible, expresivo, donde el yo se expresa y se comunica con todos

los seres y con el entorno a través del cuerpo propio y de sus sentidos, un espacio eminentemente expresivo (…) a través de los movimientos corporales sometido a leyes físicas del equilibrio y del diseño (…) Hecha la observación anterior, el bailarín no puede menos que pensar en sus movimientos de manera racional (hasta cierto punto), sobre todo si se trata de un escenario, en el que hay limitaciones impuestas a su expresión, así como aquellas del coreógrafo. Distinto sería el caso al bailar en la calle, en la sabana o en cualquier otro sitio que no sea un escenario, la inspiración, las emociones y motivaciones fungen roles de gran importancia; sin embargo, en esta relación espacio-cuerpo, el bailarín también es un ser pensante, todo ello genera dentro de la danza, diferentes ópticas y modalidades al tratar el tema espacial como la proxémica, la kinesfera, así como también ayuda a distinguir los diferentes tipos de espacio: el interno y el externo que implica: el espacio antropológico, fijo, formal o social.

La Energía

El ser humano por excelencia es emoción, cabe inferir que su movimiento también pueda serlo, pues ambos están íntimamente ligados, ya que son formas de energía, en especial cuando un bailarín se expresa en un resultado visible o sensible de esta interacción, lo cual no es posible si no deviene de una fuerza interna propulsora y psicológica de comunicar algo, esta necesidad es la que produce la energía necesaria para moverse, es por todo esto que la energía se puede equiparar al movimiento, para explicar así otro de sus elementos conformantes. Matoso citado por Bonifacio y otros (2004) lo define así:

El movimiento en lo humano es una textura escurridiza, a veces efímera y otras, insosteniblemente repetitiva. Movimiento es energía, tono, emoción, es pulsión de vida y pulsión de muerte, es pasión, ritmo, es deseo. Por tanto la corporeidad que podríamos definir como movimiento es aquella que nos da identidad como humanos: inestables, vertiginosos, alegados, sublimes, carnales y finitos al mismo tiempo. (p.47)

Es evidente entonces que la interioridad no sólo referida a un bailarín, quien primero es ser humano con toda una historia, experiencia viva, con un contexto definido por su entorno social, económico, laboral o artístico, inmerso entre pasado y presente, deja huellas de su paso en el material que le fue dado (el espacio y el tiempo), así como el pintor plasma en la bidimensionalidad de la tela, su obra; esto queda claro cuando Bonifacio y otros (2004) opinan al respecto:

Sabemos que las técnicas de trabajo corporal se ocupan del hombre contextuado: su historia personal, su ideología, sus vivencias, sus afectos están inscriptos en diferentes modos de su conciencia, como así también lo está el entorno al que pertenece. El trabajo corporal es, entonces, un encuentro con uno mismo, pero no como un “poseer” el cuerpo, sino como un serlo, habitarlo, construirlo.

Estas técnicas a las que aquí se refiere la autora, son aquellas que bien hacen énfasis en la forma producida, en la sensación de quien la produce o bien en la preparación y acondicionamiento físico que requiere todo bailarín. Si bien son muchas las técnicas que sirven para manipular el cuerpo hacia estas alternativas, se pueden citar el método Fendelkrais, la Eutonía, la Bioenergética, la Técnica Alexander, el Yoga o la Multiplicación Dramática. En esta investigación, no se ofrece una exhaustiva descripción de cada una, pues se apartaría de sus objetivos originales, sin embargo, es menester su mención. Paralelamente a las mencionadas áreas, de donde la danza en sus diferentes manifestaciones toma elementos para que el bailarín se nutra y mejore su desempeño, se encuentran otras técnicas dirigidas directamente al quehacer de la danza contemporánea que se mencionan a continuación.

María Carolina Sánchez Mujica Abril 2014 Fuentes:

Bonifacio, N. y otros (2004) Cuerpo y Movimiento. Doble Faz, No. 1, Año 1, Enero, Instituto de la Máscara. Buenos Aires, Argentina. Sotomayor, N. (2002) Hacia una definición conceptual de espacio [Artículo digital] Disponible en: http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/ap/artes/s2004691732nancy04haciaun adefin..doc. [Consulta: Diciembre 2013] Rangel, M. (2011) Al son que nos toquen. Reportaje sobre formación y crisis de la danza contemporánea en Venezuela. Universidad Católica Andrés Bello. Wigman, M. (2002) El Lenguaje de la Danza. Ediciones del Aguazul. Barcelona. Groisman, M. (2004) Los Tiempos del Cuerpo. Doble Faz, No. 1, Año 1, Enero, Instituto de la Máscara. Buenos Aires, Argentina.