El Renacimiento

EL RENACIMIENTO Se denomina Renacimiento al movimiento cultural que surge en Europa el siglo XIV, y que se muestra como

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EL RENACIMIENTO Se denomina Renacimiento al movimiento cultural que surge en Europa el siglo XIV, y que se muestra como característica esencial su admiración por la antigüedad grecorromana. Este entusiasmo, que considera las culturas clásicas como la realización suprema de un ideal de perfección, se propone la limitación en todos los órdenes, lo que explica el calificativo de Renacimiento, pues en verdad, se trataba de un renacer, de un volver a dar vida a los ideales que habían inspirado aquellos pueblos. El Renacimiento, desde luego no fue una simple exhumación de las artes antiguas. El interés por el arte grecorromano fue una consecuencia. En principio, se aspiro a una renovación en todas las parcelas de la cultura humana, filosofía, ética, moral, ciencia, etc... encaminada a la hechura de un hombre que fuera comprendido y resumen de todas las perfecciones físicas e intelectuales. El hombre integral, el genio múltiple, en el que se concilian todas las ramas del saber en una actitud fecunda, fue la gran creación del Renacimiento que cristalizo en figuras que mantienen viva la admiración atravez de los tiempos, como un LEl renacimiento tuvo su origen en Italia en los siglos XIV y XV, llegando a su apogeo al iniciarse el siglo XVI. De Italia se extiende lentamente por Europa excepto Rusia. A lo largo de los cincuenta años que van desde 1520 a 1570, discurre la madura plenitud del Renacimiento y también se percibe su ocaso. Toda la Europa de Occidente toma parte ahora en el movimiento de las artes y de las letras. La recepción de los gustos italianos se generaliza, los grandes maestros surgen ya no solo en Italia, sino en todo el ámbito de las monarquías occidentales. Pero el desarrollo normal de la cultura renacentista se ve afectada por el hecho simultaneo de las luchas religiosas derivadas de la revolución protestante. Así, en Alemania, se corto el brote renacentista, al igual que en Francia con las guerras civiles de la segunda mitad de quinientos. Además en los países adheridos a las confesiones protestantes, el credo iconoclasta de los nuevos evangelios suprimió la ocasión de ejercitar el mecenazgo eclesiástico y, al menos en la pintura y la escultura, suprimió la temática abundante de los motivos iconográficos, con la rara salvedad de los temas bíblicos. CARACTERISTICAS DEL RENACIMIENTO De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en: 1º. La vuelta a la Antigüedad. Resurgirán tanto las antiguas formas arquitectónicas, como el orden clásico, la utilización de motivos formales y plásticos antiguos, la incorporación de antiguas creencias, los temas de mitología, de historia, así como la adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no va a ser una copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. 2º. Surgimiento de una nueva relación con la Naturaleza, que va unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la Naturaleza, como en la Antigüedad, no se orienta hacía el conocimiento de fenómeno casual, sino hacía la penetración de la idea. 3º. El Renacimiento hace al hombre medida de todas las cosas. Como arte esencialmente cultural presupone en el artista una formación científica, que le hace liberarse de actitudes medievales y elevarse al más alto rango social. Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo se remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la atención sobre los restos monumentales clásicos. talia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia, Florencia, Milán, el Estado Pontificio y Nápoles. La presión que se ejerce desde el exterior impidió que, como

en otras naciones, se desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la conciencia cultural de los italianos. Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de renovación artística. En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayudará al despliegue de las fuerzas del Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen, bajo la protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al resto de Italia. Leonardo da Vinci, un Miguel Ángel, un Rafael.

ARTISTAS DESTACADOS DE LA EPOCA DEL RENACIMIENTO EN EUROPA Rafael (1483-1520), pintor renacentista italiano considerado como uno de los más grandes e influyentes artistas de todos los tiempos : Los desposorios de la Virgen (1504, Brera, Milán, obra pintada ya en Florencia) y la tabla del retablo de Città di Castello, en la que representa la Crucifixión con dos ángeles, la Virgen y los santos Jerónimo, Magdalena y Juan Evangelista (1503, National Gallery, Londres). Botticelli, Sandro (1445-1510), uno de los pintores más destacados del renacimiento florentino. Desarrolló un estilo personalísimo, caracterizado por la elegancia de su trazo, su carácter melancólico y la fuerza expresiva de sus líneas. algunas de Sus obras fueroncomo la Pietà (principios de la década de 1490, Museo Poldi Pezzoli, Milán) y sobre todo la Natividad mística (década de 1490, National Gallery, Londres) y la Crucifixión mística (c. 1496, Fogg Art Museum, Cambridge, Massachusetts) expresan una intensa devoción religiosa y un retroceso en el desarrollo de su estilo Donatello. Donato di Niccolo di Betto Bardi Conocedor de la antigüedad clásica, cuya influencia se reflejará a lo largo de su obra, sus inicios están marcados por la escultura gótica. Así, sus primeras obras son las estatuas de San Marcos, San Jorge, San Juan Evangelista y Josué, todas ellas en Florencia El David de bronce posee un modelado y proporciones clásicas si bien la actitud de la figura muestra relación con la grazia de algunos modelos de Ghiberti. La figura muestra a un joven pensativo, no exento de cierta melancolía, que ofrece, por encima de la normatividad del clasicismo, una nostálgica poética del sentimiento identificativa de las obras de Donatello. Leonardo da Vinci Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente, dibujando animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa. El primer trabajo suyo del que se tiene certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la iglesia de Santa Maria dei Fiori.

SIGLO DE ORO EN ESPAÑA A finales del siglo XVIII ya se había popularizado la expresión «Siglo de Oro» (creada a mediados del siglo por [cita requerida] Valdeflores, como dijimos, y que pronto prendió), con la que Lope de Vega aludía al suyo propio y que suscitaba la admiración de don Quijote en su famoso discurso sobre la Edad de Oro. En el siglo XIX la terminó de consagrar el hispanista norteamericano George Ticknor en su Historia de la la Literatura española, aludiendo al famoso mito de la Teogonía de Hesíodo en que hubo una serie de edades de hombres de distintos metales cada vez más degradados.Con su unión dinástica, los Reyes Católicos esbozaron un estado políticamente fuerte, consolidado más adelante, cuyos éxitos envidiaron algunos intelectuales contemporáneos, como Nicolás Maquiavelo; pero ideológicamente dominado por la Inquisición eclesiástica. Los judíos que no se cristianizaron fueron expulsados en 1492 y se dispersaron fundando colonias hispanas por toda Europa, Asia y Norte de África, donde siguieron cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano, de forma que produjeron también figuras notables, como José Penso de

la Vega, Miguel de Silveira, Jacob Uziel, Miguel de Barrios, Antonio Enríquez Gómez, Juan de Prado, Isaac Cardoso, Abraham Zacuto, Isaac Orobio de Castro, Juan Pinto Delgado, Rodrigo Méndez Silva o Manuel de Pina, entre otros. En enero de 1492 Castilla conquista Granada, con lo que finaliza la etapa política musulmana peninsular, aunque una minoría morisca habite más o menos tolerada hasta tiempos de Felipe III. Además, en octubre Colón llega a América y el afán guerrero cultivado durante las guerras medievales de la Reconquista se proyectará sobre las nuevas tierras, como asimismo sobre Europa en "la gesta más extraordinaria de la historia de la Humanidad" según escribe el historiador Pierre Vilar. Sin embargo, y sobre todo a mediados del XVI, son perseguidos o tienen que emigrar los erasmistas y los protestantes españoles, entre ellos los traductores de la Biblia al castellano, como Francisco de Enzinas, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, además de los humanistas protestantes Juan Pérez de Pineda, Antonio del Corro o Juan de Luna, entre otros. Durante el apogeo cultural y económico de esta época, España alcanzó prestigio internacional e a Europa. Cuanto provenía de España era a menudo imitado; y se extiende el aprendizaje y estudio del idioma (véase Hispanismo). Las áreas culturales más cultivadas fueron literatura, las artes plásticas, la música y la arquitectura. El saber se acumula en las prestigiadas universidades de Salamanca y Alcalá de Henares. Las ciudades más importantes de este periodo son: Sevilla, por recibir las riquezas coloniales y a los comerciantes y banqueros europeos más importantes, junto con la delincuencia internacional; Madrid, como sede de la Corte, Toledo, Valencia y Zaragoza. En el terreno de las humanidades su cultivo fue más extenso que profundo y de matiz más divulgativo que erudito, a pesar de que la filología ofreció testimonios eminentes como la Biblia políglota complutense o la Biblia regis o de Amberes de Benito Arias Montano, mientras que en el científico hubo avances importantes en Lingüística (Francisco Sánchez de las Brozas y su Minerva; las numerosas gramáticas de lenguas indias realizadas por los misioneros), Geografía, Cartografía, Antropología y Ciencias naturales (Botánica, Mineralogía etc.), como consecuencia del descubrimiento de América. Hubo también figuras eminentes en Matemáticas (Sebastián Izquierdo, Juan Caramuel, Pedro Nunes, Omerique, Pedro Ciruelo, Juan de Rojas y Sarmiento, Rodrigo Zamorano), Física, Medicina, Farmacología (Andrés Laguna), Psicología (Juan Luis Vives, Juan Huarte de San Juan) y Filosofía (Francisco Suárez). Igualmente se desarrollaron, a causa del gran impacto que tuvieron los descubrimientos de nuevos pueblos, el derecho natural y el derecho de gentes, con figuras como Bartolomé de las Casas, influyente precursor de los derechos humanos y defensor del iusnaturalismo en su De regia potestate, o Francisco de Vitoria. Véanse también: Humanismo español, Escuela de Salamanca, Arbitrismo, Ciencia y técnica en el Siglo de Oro español y Historia del cristianismo en España Edad Moderna El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento del siglo XVI (reinados de Fernando el Católico, Carlos I y Felipe II), y al Barroco del siglo XVII (reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El eje de estas dos épocas o fases puede ponerse en el Concilio de Trento y la reacción contrarreformista

NOVELA PICARESCA Novela picaresca es un género literario en prosa, muy característico de la literatura española, si bien trascendió a la europea en general. Surgió en los años de transición entre el Renacimiento y el Barroco, durante el llamado Siglo de Oro de las letras españolas. La novela picaresca nació como parodia de las narraciones idealizadoras del Renacimiento, las epopeyas, los libros de caballerías, la novela sentimental o la novela pastoril. El fuerte contraste con la realidad social

generó como respuesta irónica las llamadas "antinovelas", de carácter antiheróico, protagonizadas por anticaballeros que amaban a damas, mostrando lo sórdido de la realidad social: los hidalgo empobrecidos, los miserables desheredados y los conversos marginados frente a caballeros y burgueses enriquecidos que vivían en otra realidad observada por encima de sus cuellos engolados. Por otra parte, y según Herrero García: Un producto pseudoascético, hijo de las circunstancias peculiares del espíritu español, que hace de las confesiones autobiográficas de pecadores escarmentados un instrumento de corrección. En España el género extraía la sustancia moral, social y religiosa del contraste cotidiano entre dos estamentos, el de los nobles y el de los siervos. Durante el siglo XVII comienza a vulgarizarse y degradarse la hidalguía y personajes como don Quijote o el hidalgo pobre que se hace servir por el Lazarillo de Tormes son ilustraciones de este fenómeno en la literatura española, encontrando también su correlato reflejado por el género teatral del entremés. El humilde guitón, bigardo o pícaro de cocina como tal es un anticaballero errante en una «epopeya del hambre» a través de un mundo miserable, donde sólo se sobrevive gracias a la estafa y el engaño y donde toda expectativa de ascenso social es una ilusión; los vagabundeos de un Pablos o de un Guzmán constituyen el contrapunto irónico a los de los valientes caballeros. El Lazarillo de Tormes (1554) es el comienzo de una crítica de los valores dominantes de la honra y de la hipocresía que hallará su culminación y configuración canónica con la Primera parte de Guzmán de Alfarache (1599), de Mateo Alemán. Las características de este género son las siguientes: 

El protagonista es un pícaro, de muy bajo rango social o estamento y descendiente de padres sin honor o abiertamente marginados o delincuentes. Perfilándose como un antihéroe, resulta un contrapunto al ideal caballeresco. Su aspiración es mejorar su condición social, pero para ello recurre a su astucia y a procedimientos ilegítimos como el engaño y la estafa. Vive al margen de los códigos de honra propios de las clases altas de la sociedad de su época y su libertad es su gran bien, pero también posee una frecuente mala conciencia que, por ejemplo en Guzmán de Alfarache, se extiende a lo largo de páginas y más páginas de consideraciones éticas, morales y religiosas.



Estructura de falsa autobiografía. La novela de humor está narrada en primera persona como si el protagonista, un pecador arrepentido y antihéroe, fuera el autor y narrara sus propias aventuras con la intención de moralizar, empezando por su genealogía, antagónica a lo que se supone es la estirpe de un caballero. El pícaro aparece en la novela desde una doble perspectiva: como autor y como actor. Como autor se sitúa en un tiempo presente que mira hacia su pasado y narra una acción cuyo desenlace conoce de antemano.



Determinismo: aunque el pícaro intenta mejorar de condición social, fracasa siempre y siempre será un pícaro. Por eso la estructura de la novela picaresca es siempre abierta. Las aventuras que se narran podrían continuarse indefinidamente, porque no hay evolución posible que cambie la historia.



Ideología moralizante y pesimista. Cada novela picaresca está narrada desde una perspectiva final de desengaño; vendría a ser un gran «ejemplo» de conducta aberrante que, sistemáticamente, resulta castigada. La picaresca está muy influida por la retórica sacra de la época, basada en muchos casos, en la predicación de «ejemplos», en los que se narra la conducta descarriada de un individuo que, finalmente, es castigado o se arrepiente.



Intención satírica y estructura itinerante. La sociedad es criticada en todas sus capas, a través de las cuales deambula el protagonista en una estructura itinerante en la que se pone al servicio cada vez de un elemento representativo de cada una. De ese modo el pícaro asiste como espectador privilegiado a la hipocresía que representa cada uno de sus poderosos dueños, a los que critica desde su condición de desheredado porque no dan ejemplo de lo que deben ser.



Realismo, incluso naturalismo al describir algunos de los aspectos más desagradables de la realidad, que nunca se presentará como idealizada sino como burla o desengaño.

EL BARROCO EN ESPAÑA El siglo XVII y el auge de las premisas barrocas coincidieron en España con un brillante y fecundo período literario que dio en llamarse Siglo de Oro. Estéticamente, el barroco se caracterizó, en líneas generales, por la complicación de las formas y el predominio del ingenio y el arte sobre la armonía de la naturaleza, que constituía el ideal renacentista. Entre los rasgos más significativos del barroco literario español resulta relevante la contraposición entre dos tendencias denominadas conceptismo y culteranismo, cuyos máximos representantes fueron, respectivamente, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Los conceptistas se preocupaban esencialmente por la comprensión del pensamiento en mínimos términos conceptuales a través de contrastes, elipsis y otras y otras figuras literarias. Por el contrario, los culteranos buscaban la delectación de una minoría culta mediante el recurso a metáforas, giros e hipérboles, con modificación de las estructuras fraseológicas, en busca del máxismo preciosismo. Característica del barroco hispánico fue también la contraposición entre realismo e idealismo, que alcanzó su máxima expresión en la que estaría llamada a convertirse en una de las cumbres de la literatura universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (primera parte, 1605; segunda, 1615), de Miguel de Cervantes. En toda la obra poética de la Góngongora, figura destacada del culteranismo, se halló presente el brillante estilo que lo hizo famoso, cargado de neologismos y complicadas metáforas. Más sencillo en su primera etapa, a partir de los poemas mayores -Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613)- se acentuaron sus artificios y el carácter culto y minoritario de su poesía. Fue ensalzado por unos y ferozmente atacado por otros en su época. Entre los más sobresalientes seguidores de Góngora se cuentan Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, autor del poema mitológico La gloria de Niquea (1622), y Pedro Soto de Rojas. Como el de Gángora, el estilo de Quevedo es estructuralmente complejo, aunque utilizó siempre un lenguaje llano y no vaciló en ocasiones en recurrir a un tono procaz y brutal. Los temas que lo inspiraron fueron muy variados: morales, satíricos, religiosos, de amor, etc., y en el desarrollo de todos ellos subyace una concepción angustiada de la condición humana, común a obras tales como la novela picaresca titulada La vida del Buscón, llamado don Pablos (1626), o la alegoría Sueños (1627). En esta época se distinguió además una línea clasicista diferenciada en dos corrientes básicas: la escuela sevillana, en la que destacó Rodrigo Caro, y la escuela aragonesa, cuyos representantes de mayor entidad fueron los hermanos Bartolomé Leonardo y Lupercio Leonardo de Argensola, cultivadores de una lírica doctrinal y moralizante. En el ámbito de la prosa narrativa del período barroco halló su marco la figura de Miguel de Cervantes Saavedra, autor también de poemas y comedias, que ha sido considerado unánimemente como la gran figura a lo largo de la gestación y la evolución de las letras españolas. En el Quijote, Cervantes creó el prototipo a partir del cual nacería al novela moderna. Concebida en principio para satirizar las novelas de caballerías, los dos protagonistas de la obra, don Quijote y Sancho, han perdurado como símbolos de dos visiones enfrentadas del mundo: la idealista y la realista. Otras obras relevantes de Cervantes, siempre ensombrecidas por la universal dimensión del Quijote, fueron las Novelas ejemplares (1613) y Los trabajos de Persiles y Segismunda, novelapublicada póstumamente en 1617. La novela picaresca, que arrancaba del Lazarillo, alcanzó un notable auge y sirvió para denunciar la pobreza y la injusticia social del gran imperio español. El Guzmán de Alfarache (1599-1604), de Mateo Alemán, se caracterizó tanto por su amarga sátira de la sociedad como por su hondo pesimismo. Paralelamente ofreció reflexiones moralizantes, elemento del que carecían las restantes novelas picarescas. Destacaron entre ellas es Buscón, de Quevedo; la Vida del escudero Marcos de Obregón (1618), de Vicente Espinel; y El libro de entretenimiento de la pícara Justina (1605), de Francisco López de Úbeda. A las fórmulas teatrales que se ofrecían al público en el siglo XVI se impuso la que alrededor de 1590 fijó Lope de Vega, creador de la comedia española. Sus premisas se caracterizaron por el quebrantamiento de

las tres reglas aristotélicas del teatro clásico (unidad de acción, tiempo y espacio), la división de la comedia en tres actos (en vez de cinco) y , en general, la liberalización de la estructura de la pieza dramática. Los ideales que se exaltaban eran el monárquico y el religioso, y los sentimientos más manifestados, el amor y el honor. De extraordinaria fecundidad, Lope fue el escritor español con el que más llegó a identificarse el pueblo. Entre las creaciones representadas con mayor profusión cabe citar Fuenteovejuna, Peribáñez o el comendador de Ocaña, El caballero de Olmedo y La dama boba. Como era de esperar, dado su éxito, tuvo gran número de seguidores. La otra gran figura del drama del Siglo de Oro fue Pedro Calderón de la Barca, quien comenzó siguiendo de cerca el modelo de la comedia de Lope, pero en su madurez, aunque sin modificarlo sustancialmente, aportó ciertos rasgos personales. Su obra se caracterizó por el enfoque más meditado de los asuntos, la preferencia por lo ideológico o simbólico y la construcción más rígida de las piezas teatrales. En la técnica escénica alcanzó un virtuosismo notable. Los dos grupos más importantes de la producción calderoniana son las comedias de enredo y los dramas, históricos, filosóficos y religiosos, entre los que destacaron La vida es sueño, El alcalde de Zalamea y El mágico prodigioso.

LITERATURA MISTICA EN ESPAÑA La literatura ascético-mística, o “espiritual”, que se produce en la época de Felipe II, es una expresión literaria de suma relevancia en la literatura española. La producción escrita, en los siglos XVI y XVII, fue extraordinaria, se publicaron más de tres mil libros sobre este género. La ascético-mística es una manifestación literaria de las más auténticas y distintivas de la literatura española. No obstante, surge y florece, en nuestro suelo, ya, en época tardía. La ascética se basa en el ejercicio racional, mientras que la mística es puramente intuitiva. No se puede alcanzar la cima de la perfección espiritual, sin recorrer el camino de la ascética. Misticismo es el conocimiento experimental de la presencia divina, en que el alma siente, como un hecho real, el sentimiento de estar en contacto con Dios. La mística, pues, es la cumbre de la vida espiritual, que no se consigue sin un don especial y extraordinario de la Gracia de Dios, para lo cual, el alma ha de colaborar, con todos los medios a su alcance, hasta que, haciéndose digna, se aproxime al total estado de perfección. Exige una continuada práctica de renuncia, entrega y penitencia. Esa variada serie de esfuerzos o ejercicios del espíritu se designa con el nombre de «ascética», que se define como la pedagogía humana que conduce hacia el misticismo. La ascética, que deriva del verbo griego que significa «ejercitarse», depende, pues, exclusivamente, de la voluntad y actividad humanas; se trata del período de la vida espiritual en que, por medio de prácticas piadosas, mortificaciones y oración, logra el alma purificarse, purgarse o desprenderse del afecto a los placeres corporales y a los bienes terrenos. Siendo la mística un hecho característico del Medievo en el quehacer literario europeo, curiosamente, Castilla no dispone de una verdadera tradición medieval, salvo la leve referencia que conecta con la visión del catalán de Raimundo Lulio [1] y, tal vez, alguna reminiscencia semítica en sus vertientes, árabe y judía. De todos modos, ya tocando la Edad Moderna, España siente resurgir este género alumbrando las luminarias más brillantes, exquisitas y trascendentes de resonancia universal. El encuentro español con la ascético-mística en el siglo XVI responde a unas conocidas motivaciones históricas. La escisión protestante acarrea un enorme enfrentamiento de carácter religioso y espiritualista que crea un estado de malestar y contrariedad; sirven de fermento los contactos en esta época, con las corrientes germánicas, que habían generado relevantes

cultivadores en el marco de la mística de la Edad Media; y, en fin, en España, viene a ser, sin apartarse de la práctica ortodoxa, la contrapartida y la salida frente al fervor intimista suscitado por el erasmismo, y también por el creciente individualismo de aquel momento renaciente. Los orígenes de la literatura mística coinciden con la culminación de la Reconquista y con el balbuceo del Inicial Renacimiento, en que el espíritu español tiende a mirar hacia el interior. En la modernidad, el hombre, dice el filósofo Kojève [2], conquistador del mundo, se repliega a la conquista de su propia psique, de su mismo ser. Aparece esta corriente, la última de las grandes manifestaciones colectivas de la mística teológica, en plena Edad Moderna y alcanza su peculiar apogeo en el Siglo de Oro. Nuestra mística tiende, en su carácter más auténtico, al eclecticismo y la armonización, cuyos principales rasgos se resumen en su sincretismo ideológico de sabor platónico-agustiniano, altura doctrinal, sugestividad de imágenes, realismo, valoración del ascetismo e introspección. La literatura espiritual hispana constituye un riquísimo corpus de religiosidad de esmerado estilo y de una profundidad enorme, con vocación de influir y servir de medio en la educación moral del pueblo. El fenómeno de la literatura española «a lo divino» alcanza unas proporciones extraordinarias. Según D. Alonso [3]: «obligaría a considerar el fenómeno español de conversión de la literatura profana al plano religioso con más atención de lo que hasta aquí se ha hecho». Cronológicamente, P. Sainz Rodríquez [4] señala cuatro períodos: de importación e iniciación, en que se traduce y difunde la mística extranjera, desde los orígenes a 1500; de asimilación (1500-1560) en que las doctrinas importadas calan en nuestros escritores precursores; de plena creación y producción nacional (1560-1600, reinado de Felipe II); de decadencia o compilación doctrinal, prolongado hasta mediados del siglo XVII, representado, no por creadores originales, sino por retóricos del misticismo, que se ocupan de ordenar y sistematizar la doctrina del período anterior. Menéndez y Pelayo, en un ensayo sobre «La poesía mística en España» [5], hace una clasificación por escuelas según las órdenes religiosas de los místicos: Franciscanos: San Pedro de Alcántara, Juan de los Ángeles, Diego de Estella; jesuitas: San Ignacio de Loyola; agustinos: Alonso de Orozco, Fray Luis de León y Malón de Chaide; dominicos, Fray Luis de Granada; carmelitas: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Místicos heterodoxos: Clérigos seculares y los laicos, Valdés y Molinos. Cada Orden religiosa tiene una tradición teológica y doctrinal. En este entramado, destaca la corriente carmelitana, cuyas principales figuras de extraordinario talento literario representan un misticismo esencial; su psicologismo y eclecticismo fundamentales, adornados de originalidad y fidelidad a la tradición, logran en el Siglo de Oro Español los mejores frutos estéticos y el más notable nivel del género. Su pensamiento concordaba justamente con la sensibilidad de la época. De ahí, que se muevan en la armonía, actividad y sobriedad afectivas y se acojan, en su cristocentrismo y contrarreformismo, a los aires neoescolásticos entre agustinianos y tomistas, con sentido vulgarizador. En ello, radica que la crítica haya encontrado, en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa, los exponentes máximos del misticismo hispano. San Juan de la Cruz, una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido, es el último de los grandes místicos. En él, se agotan las

posibilidades de la poesía religiosa. San Juan cierra el capítulo más excelso de los logros hispanos en poesía del espíritu; su lírica transparente y exquisita asciende y brilla en la esfera poética con voz eminente.

TEATRO EN EL RENACIMIENTO ESPAÑOL El teatro comienza durante el Renacimiento (y particularmente durante el siglo XVI) un período de renovación y, en cierto sentido, maduración, que favoreceré el florecimiento de un enorme desarrollo teatral al final del mismo, durante el siglo XVII.Como el resto de los géneros, el teatro experimenta una progresiva separación de los cánones medievales que en su caso se manifiesta muy bien si atendemos a la variación temática. En efecto, se inicia una distinción entre un teatro de tipo religioso (vinculado a la liturgia) que continúa a su manera como heredero del teatro medieval; y un nuevo teatro profano que recibe toda la tendencia clasicista y renovadora propia de la época. Es, en efecto, entendido en su momento como una recuperación del teatro clásico. Y es, en realidad, un genuino intento de encontrar nuevos cauces que se acerquen más a los gustos del público. Hecha esta primera distinción, el teatro renacentista puede entenderse desde tres vertientes. Por un lado, la populista, en la que entrarían los ejemplos que hemos puesto anteriormente (el teatro litúrgico-religioso y el teatro profano-popular). Por otra lado, está el teatro cortesano, siempre vinculado a la nobleza y la corte. Y por último está el teatro erudito, que trata de emular el teatro grecorromano clásico según lo entendían los autores humanistas. Este último tipo de teatro se desarrolló casi únicamente en los ámbitos universitarios.Conforme avanza el siglo XVI ya se puede observan en el teatro cierta evolución. En este caso, la presencia de la Contrarreforma tuvo consecuencia la disminución del contenido crítico y satírico de las obras, muy presente en la primera mitad. No obstante, crece la actividad teatral y va adquiriendo importancia la preparación y el desarrollo de los espacios escénicos. El teatro, que antes se representaba en cualquier sitio, ahora se muda a lugares que se construyen específicamente para que en ellos se representen obras teatrales. El aumento de la popularidad de lo teatral se observa claramente con la aparición de los corrales de comedias, patios traseros de casas de vecinos en los que surge un teatro innovador de carácter marcadamente popular.En cuantos a los autores más interesantes, en España hemos de considerar a una primera generación constituida por Juan del Encina, Gil Vicente y Lucas Fernández, que puso los cimientos del teatro del principal autor del siglo XV, Lope de Rueda, verdadero referente del teatro renacentista español. Por último, Juan de la Cueva fue el más prestigioso autor en la parte final del siglo, antes de la aparición de los autores del Siglo de Oro.