El Laberinto de La Soledad

EL LABERINTO DE LA SOLEDAD: UN ANÁLISIS TRANS- GENERACIONAL DEL IMAGINARIO COLECTIVO MEXICANO. José Sarzi Amade

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EL

LABERINTO

DE

LA

SOLEDAD:

UN

ANÁLISIS

TRANS-

GENERACIONAL DEL IMAGINARIO COLECTIVO MEXICANO.

José Sarzi Amade1 y Leonor Taiano Campoverde2

“[…]Me di cuenta de que los mexicanos teníamos la posibilidad de convertirnos en ese ser oprimido, marginal que es el pachuco. Me reconocí en los pachucos y en su loca rebeldía contra su presente y su pasado. […] Recurso del vencido: el uso estético de la derrota, la venganza de la imaginación. Volví a la pregunta sobre mí y mi destino de mexicano.1”

Introducción El laberinto de la soledad es uno de los ensayos más importantes a nivel del estudio de la idiosincrasia mexicana. La soledad, dilucidada como el hilo conductor del laberinto espacial y temporal mexicano, nace como una toma de conciencia de la contradictoria índole mexicana. En el ensayo de Octavio Paz, se colige que la sensación de soledad mexicana tiene como base la dualidad. México es una nación en la que sustratos y superestratos culturales conviven, creando la existencia de dos caracteres distintos dentro él mismo individuo, que conducen a la falta de identidad y a la soledad. Según Octavio Paz2 el ser mexicano es eternamente dúplice y necesita de dimensiones antitéticas para demostrar su propia existencia, por ello oscila entre el mundo de los vivos y de los muertos, entre la alegría y la tristeza. Estos extremos lo hacen sentirse protegido, la muerte lo protege de la vida, la vida lo protege de la muerte, etc. La figura de la Gran Madre 1 Máster II en Lenguas Extranjeras, Università degli Studi la Sapienza, Italia. 2 Máster (Laurea Magistrale) en Estudios Interculturales (Hispanística), Università degli Studi Roma III, Italia. 79

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La madre es considerada a nivel universal como garante del patrimonio genético y espiritual, es la encargada de la transmisión de determinadas características de sus descendientes, su papel en el desarrollo de cada ser humano es tan importante que su representación a nivel psicológico y su influjo en el comportamiento humano forman los cimientos de los estudios psicoanalíticos. Según las conclusiones de Jung3, los arquetipos del imaginario colectivo pertenecen al código genético de los individuos y sirven para expresar información que ha sido transmitida hereditariamente. En este tipo de estudios, el laberinto ha sido identificado con la matríz y con el arquetipo de la gran madre. El paradigma materno puede tener tanto un significado positivo como negativo. A nivel mexicano, en su fase positiva este arquetipo ha sido retratado con la figura de la virgen de Guadalupe, cuya adoración es un sustrato cultural del culto de Tonantzin. Esta Gran Madre positiva tiene su alter ego en la imagen de la madre carnal de la raza mexicana: Malinche4.. El fuerte fervor que el pueblo mexicano manifiesta hacia la imagen de la virgen de Guadalupe encarna la lucha por la conservación de la verdadera tradición mexicana. A través de la devoción a una virgen de su misma raza, los mexicanos recuperan la adoración a Tonantzin. La virgen de Guadalupe prueba la preservación del patrimonio precolombino, que fue contaminado por la traición de Malinche.

“No es un secreto para nadie que el catolicismo mexicano se concentra en el culto a la Virgen de Guadalupe. En primer término: se trata de una Virgen india; enseguida: el lugar de su aparición (ante el indio Juan Diego) es una colina que fue antes santuario dedicado a Tonantzin, "nuestra madre", diosa de la fertilidad entre los aztecas.”5.

“La virgen morena”, personificación de la madre que provee, convive con la imagen de Malinche, responsable tanto de la falta de identidad del mexicano como de su hibridismo que lo conducen a la soledad.

“[…]El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja de serle

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útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche.[…]6.

Los hijos de estas dos Gran Madres, incompatibles entre ellas, tratan de encerrarse al exterior para poder negar su natura híbrida que tanto denuesto les causa. El mexicano es el Minotauro Mesoamericano, su natura híbrida está en eterno conflicto, su mestizaje es un problema existencial que nunca será resuelto.

“Nuestro grito es una expresión de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo, cerrados frente al pasado. En ese grito condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo. La extraña permanencia de Cortés y de la Malinche en la imaginación y en la sensibilidad de los mexicanos actuales revela que son algo más que figuras históricas: son símbolos de un conflicto secreto, que aún no hemos resuelto”7.

La permanencia de la imagen de Malinche, quien condena con su traición a toda una raza, ha contribuido a la asociación de la figura femenina con la perfidia; por ello, para el colectivo mexicano, la mujer desempeña un papel de inferioridad, su natura les induce a entregarse, como la Malinche entregó a sí misma y a su nación.

“[…] Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su "rajada", herida que jamás cicatriza.”8.

La imagen de la mujer para la sociedad mexicana es una imagen contradictoria, cuya parte positiva viene identificada con el plano divino y por ello es inalcanzable; mientras que su parte negativa identificada con el plano terrenal, hace de la mujer un ser indigno de confianza e inferior.

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El laberinto de la soledad analiza la función de la mujer en la idiosincrasia mexicana. Paz parte de las dos figuras antitéticas que son la virgen de Guadalupe y Malinche, para explicar la soledad a la que se ve inducido el mexicano. Malinche, la Pasífae mexicana, copula con Cortés para dar lugar a la maldición de los dioses y se convierte en la responsable del nacimiento del híbrido hombre mexicano.

El arquetipo del Gran Padre. En el imaginario colectivo; al gran padre se le pueden atribuir tanto características positivas como negativas. Positivamente, el gran padre tiene una función constructiva y espiritual, es la imagen del padre fundador, del padre espiritual, etc. Negativamente, en cambio, el gran padre desempeña una función destructiva, es la base del desastre, es un ser con características demoníacas. Si en el arquetipo materno, el pueblo mexicano ha elegido claramente tanto el aspecto positivo como negativo en la figura de la virgen y de Malinche, en el arquetipo paterno presenta diversos patrones en su aspecto positivo y un paradigma negativo concentrado en Hernán Cortés. La gran gama de padres positivos envuelve un significado de insuficiencia. El padre positivo de los mexicanos no tiene un verdadero epitoma; por ello, la necesidad de representarlo en diferentes individuos, como analiza claramente Paz:

“El "macho" no tiene contrapartida heroica o divina. Hidalgo, el "padre de la patria", como es costumbre llamarlo en la jerga ritual de la República, es un anciano inerme, más encarnación del pueblo desvalido frente a la fuerza que imagen del poder y la cólera del padre terrible. Entre los numerosos santos patronos de los mexicanos tampoco aparece alguno que ofrezca semejanza con las grandes divinidades masculinas. Finalmente, no existe una veneración especial por el Dios padre de la Trinidad, figura más bien borrosa. En cambio, es muy frecuente y constante la devoción a Cristo, el Dios hijo, el Dios joven, sobre todo como víctima redentora. En las iglesias de los pueblos abundan las esculturas de Jesús —en cruz o cubiertas de llagas y heridas— en las que el realismo desollado de los españoles se alía al simbolismo trágico de los indios: las heridas son flores,

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prendas de resurrección, por una parte y, así mismo, reiteración de que la vida es la máscara dolorosa de la muerte.”9.

El ideal paterno positivo del pueblo azteca es una figura inconsistente, que generalmente sirve como identificación de su sensación de fracaso. La imagen paterna de un ser inerme tiene como base la tradición pre-hispánica, el hombre mexicano siempre ha sido un sirviente de los dioses. La interpretación del destino, para el mesoamericano, es una representación fatalista. El ser humano trata de calmar a los dioses con sacrificios, pero estos sacrificios sólo sirven para retardar un final fatalista marcado por el abandono de la divinidad. La representación masculina de hombres caídos, es solo una manera de simbolizar la creencia de un individuo cuyos dioses lo han renegado, abandonándolo a su propia suerte.

“Cuauhtémoc quiere decir "águila que cae". El jefe mexica asciende al poder al iniciarse el sitio de México-Tenochtitlán, cuando los aztecas han sido abandonados sucesivamente por sus dioses, sus vasallos y sus aliados.10”

El perfil del gran padre positivo es casi inexistente, pues tiende a ser eliminada por su alter ego negativo. Si en el arquetipo de la madre, tanto la madre positiva como la negativa tienen su propias individualidades y actúan en sus determinados sectores, la figura positiva del padre es eliminada por su opuesto. El padre positivo mexicano es un subyugado, es una imagen de la derrota de la raza mesoamericana, es la figura del hombre traicionado por una mujer que se entrega y que da origen a la falta de identidad de la raza mixta resultante de su alevosía. El padre bienhechor de los mexicanos no existe. La imagen del sometido es solamente un reflejo del mexicano mismo:

“Y esto mismo lo lleva a reconocerse en Cuauhtémoc, el joven Emperador azteca destronado, torturado y asesinado por Cortés.”11.

El arquetipo del padre, para el mexicano, es una figura que aunque posee ciertos puntos de referencia, carece de precisiones. Pues, si consideramos sus multi-padres positivos constituyen solamente la explicación de su estado actual y que la imagen negativa del padre es al mismo tiempo

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temida y casi desconocida; podemos considerar que este arquetipo no tiene exponentes capaces de ejemplificarlo, restando insuficiente.

“Don Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo con su vacía y vocinglera presencia. Está en todas partes y en todos los sitios tiene amigos. Es banquero, embajador, hombre de empresa. Se pasea por todos los salones, lo condecoran en Jamaica, en Estocolmo y en Londres. Don Nadie es funcionario o influyente y tiene una agresiva y engreída manera de no ser. Ninguno es silencioso y tímido[…]” 12.

Una sociedad en la que el icono positivo del padre es deleznable y la imagen negativa marca la sensación de raza vencida, trae como secuela que, a nivel material, los sentimientos destructivos del arquetipo negativo sojuzguen y sean una fuente de angustia o de carencia de identidad. El proceso de individuación del mexicano como etnia es obstaculizado por su naturaleza mezclada, de la lucha en una doble natura que comporta la índole dual del vencedor y el vencido. La inconsistencia de un arquetipo paterno del pueblo mexicano, contribuye a su sensación de desprotección, de soledad. El abatimiento de su padre positivo lo hace un huérfano, el escarnezco de su padre negativo lo renden un bastardo. Según Paz, ambos arquetipos lo condenan a la soledad: la soledad se identifica con la orfandad13.

El mexicano como Minotauro mesoamericano El pueblo mexicano prueba una sensación de nostalgia que lo hace encerrarse en sí mismo, es como una creatura dentro un laberinto, cuyas venas están irrigadas por el gran hilo de la soledad. El ser, que se encuentra en la mitad del laberinto, es un ser adolescente constantemente cambiante, cuya identidad él mismo desconoce porque dual. Si Asterión poseía el cuerpo de hombre y la cabeza de toro, el Minotauro del índole mexicana, es el de un ser que sufre por su identidad mestiza, por su natura mitad aborigen-mitad española. Este mestizaje lo hace sentirse solo, pues se percibe diferente.

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El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión —como a veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos14.

El mexicano es un híbrido como Asterión, ambos nacen de una afrenta, ambos son el fruto de una unión ignominiosa. El hijo de Cortés y la Malinche debe ser encerrado en el laberinto de la soledad, pues es el lugar que le corresponde por su procreación dual e indigna, es su soledad el único instrumento que puede retenerlo. El nacimiento de Asterión nace del engaño de Pasífae, el nacimiento mexicano nace de la traición y de la violación. Asterión necesita carne humana para sobrevivir; el mexicano necesita enmascararse para disimular la ambivalencia de su propia naturaleza, necesita esconderse en su propia soledad.

“VIEJO O ADOLESCENTE, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra…”15.

Según Octavio Paz, el mexicano necesita poner distancias entre él y los demás, es un ser que debe estar lejos del mundo y de todo lo que este conlleva. Porque cuando se acerca a los demás, arriesga su pérdida de identidad, como ocurrió cuando se encontraron la Malinche y Cortés. El encuentro con otros pueblos lo conduce a la debilidad:

“ [ …] Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, "agacharse", pero no "rajarse", esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad”16.

El Asterión mesoamericano, necesita atreverse a existir. La soledad es el único instrumento que le permite demostrar su existencia; el mexicano necesita establecer una relación consigo 85

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mismo, necesita conocerse sin testigos. Solamente la soledad le socorrerá en su búsqueda del ser, sólo la soledad le permitirá salir del laberinto: vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser17. El mexicano constituye una nueva raza, una etnia adolescente que se siente diversa porque apenas adolescente. En esta fase de adolescencia, el mexicano se percibe como Asterión, se considera una creatura ambigua, renegada por el género humano. Cuando el mexicano sobrepase esta fase adolescente de su propia índole, logrará mutar su natura asteriona por una índole nueva que lo convertirá en su propio Teseo. El mexicano tiene que eliminar a su Minotauro para terminar con su angustia, pues es la única manera de salir del laberinto cuyas paredes están marcadas por la inestabilidad, debe encontrar la plenitud reconciliando su naturaleza dúplice y reuniéndose junto a los demás mexicanos. El día en que el adolescente mexicano crezca será su liberación del laberinto, de la soledad. La soledad, que es la condición misma de nuestra vida, se nos aparece como una prueba y una purgación, a cuyo término angustia e inestabilidad desaparecerán. La plenitud, la reunión, que es reposo y dicha, concordancia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la soledad18.

Conclusión El Laberinto de la Soledad incorpora la heterogeneidad del ser mexicano en una sociedad que él se niega a integrar. Paz trata de descifrar las causas de la alienación de una etnia que se cuestiona el propio origen. La obra de Paz es de un gran poder analítico; no puede limitarse a una simple crítica de la modernidad mexicana, ni a un rescato de los estratos sagrados de la cultura mesoamericana original. Paz propone la solución del problema de la soledad que está consumando al mexicano como parte integral de una nación, su obra parte del análisis del presente y del pasado mesoamericanos para proponer la solución del futuro. La sociedad mexicana, marcada por su historia e influenciada por sus mitos, debe madurar para poder salir de su estado de aislamiento. La única manera para salir de su estado actual es la comunicación consigo mismo y con los demás; el mexicano debe aceptarse a sí mismo para tomar las riendas de su destino.

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A medida que se lee el libro, se puede interpretar que para el autor la historia mexicana ha servido como hilo conductor de la soledad, que incluso es una suerte de enfermedad mexicana. La caída del imperio azteca, la conquista, la colonia, la independencia, la revolución, han contribuido a una continua mutación que impide que la nación mexicana salga de su adolescencia. El laberinto de la soledad nos presenta al mexicano como un ser ensimismado en un gran dilema intelectual a causa de su naturaleza dúplice. El pachuco, el criollo, el mestizo, el indio, la mujer, el hombre; todos los mexicanos desean entender el verdadero fondo de ellos mismos. La búsqueda de su propia natura, les dificulta su interrelación con el otro. La soledad es un estado de purgatorio en el que el mexicano se encontrará hasta que no decida salir de su laberinto. Las máscaras que el mexicano utiliza para esconder su falta de identidad lo sumergen en una incomunicación profunda. El mexicano se esconde en la fiesta, en la celebración e incluso en la violencia. El comportamiento del mexicano es un gran código que sirve para esconder una naturaleza que ni siquiera él mismo conoce. Las máscaras, que según Paz tienen un origen histórico-mítico-psicoanalítico que se relaciona con la concepción del mexicano, tienen una función que se basa en la deformación de la realidad. En el laberinto de Paz confluyen todos los elementos que constituyen la idiosincrasia mexicana. La soledad del laberinto surge como una expiación que eliminará la angustia y la inestabilidad del ser mexicano.

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NOTAS: 1. Palabras extraídas de la entrevista intitulada “OCTAVIO PAZ POR ÉL MISMO” publicada en la Primera edición del periódico Reforma, 9 de abril de 1994, pp. 12D y 13D. 2. Véase La parola danzante: Octavio Paz tra poesía e filosofía, de Annelisa Addolorato, Mimesis, Milano, 2002, pag 87. 3. Véase Letterature Comparate de Armando Gnisci, Mondadori, Milano, 2002, pg.75 -79. 4. Un interesante análisis sobre este argumento, lo ha hecho Margo Glantz en su libro intitulado La malinche sus padres y sus hijos, Taurus Historia, Mexico, 2002, pp. 199 - 204. 5. El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz. Cátedra, Madrid 1993, pag 222 . Todas las citaciones sobre el Laberinto de la Soledad que aparecen en el artículo han sido extraídas de esta edición. Por consiguiente, evitaremos mencionar la fuente y sólo pondremos el número de página. 6 . Ibídem pág. 224. 7. Ibídem pág. 111. 8. Ibídem pág. 165. 9. Ibídem pág. 220 10. Ibídem pág. 75 11. Ibídem pág. 221. 12 Ibídem pág. 180 13. Ibídem pág. 201 14. Ibídem pág. 40 15. Ibídem pág.50 16. Ibídem pág. 165 17. Ibídem pág. 208. 18 Ibídem pág. 228.

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BIBLIOGRAFÍA: ADDOLORATO Annalisa, La parola danzante: Octavio Paz tra poesía e filosofía, de Annelisa Addolorato, Mimesis, Milano, 2002. ARTEAGA Alfred, Chicano Poetics, Cambridge University Press, Cambridge, 1997. CASTAÑÓN Adolfo, ”El evangelio y la literatura mexicana”, en Simposio: Presente y futuro de la literatura mexicana. Memoria, Julio Ortega y Dante Medina (coord.). Universidad de GuadalajaraLotería Nacional, Guadalajara, 1993. CHEVALIER Jean y Alain GHEERBRANT, Diccionario de los símbolos, trad. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez. Herder, Barcelona, 1991. GARCÍA BARRAGÁN María Guadalupe, “Principios de identidad nacional y cultural en los orígenes de la literatura colonial mexicana”, en Identidad cultural de Iberoamérica en su literatura, Saúl Yurkievich (coord.). Alhambra, Madrid, 1986. GLANTZ Margo, La Malinche sus padres y sus hijos, Taurus Historia, Mexico, 2002. GNISCI Armando, Letterature Comparate, Mondadori, Milano, 2002. PAZ Octavio, El Laberinto de la Soledad, Cátedra, Madrid, 1993. SHERIDAN Guillermo y Gustavo JIMÉNEZ AGUIRRE (Selección y Montaje de textos versión on-line), “OCTAVIO PAZ POR ÉL MISMO”, Reforma, 9 de abril de 1994, pp.12D y 13D. Disponible on line en www.horizonte.unam.mx/cuadernos/paz/paz2.

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