El Juicio Moral Sobre Las Acciones Humanas

EL JUICIO MORAL SOBRE LAS ACCIONES HUMANAS Los actos humanos son objeto de valoración o juicio ético porque son posibles

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EL JUICIO MORAL SOBRE LAS ACCIONES HUMANAS Los actos humanos son objeto de valoración o juicio ético porque son posibles (no están totalmente determinados ni por la naturaleza ni por la sociedad) y porque dependen delas decisiones que toman las personas, conscientes o no de su libertad, de las determinaciones y de sus limitaciones individuales. Asi, todas las acciones (u omisiones) que dependen de nuestra determinación voluntaria son éticamente valorables. Los actos morales son los que implican intencionalidad, voluntad y una cierta conciencia de los fines y consecuencias, por lo que también conllevan responsabilidad. Por ejemplo, no podemos juzgar como un acto bueno o malo que alguien tenga la necesidad de dormir muchas horas o que llore si sufre dolor extremo, pues estos fenómenos no dependen de su voluntad y de su libre determinación. Tampoco podríamos juzgar moralmente a quien, por una causa fortuita y sin desearlo, causa un mal a otros..En cambio, juzgamos como moralmente bueno o malo a alguien que ha dicho la verdad o no, a alguien que ha intentado o no salvar la vida de otro —si estaba en su poder hacerlo—, a alguien que discrimina y maltrata a otras personas, o bien a quien se deja llevar siempre por el miedo y se convierte en cobarde. Para darle a la vida individual y social el sentido que consideramos preferible es preciso deliberar entre alternativas y tomar una decisión respecto de ellas; es decir, el sentido ético de nuestra existencia implica un proceso permanente de deliberación y decisión. La vida humana implica ejercer la reflexión racional y deliberativa para analizar, comparar y argumentar en pro y en contra de las opciones que se nos presentan para, finalmente, establecer un juicio claro sobre la opción que vamos a elegir. Los elementos que intervienen en nuestros actos y sobre los cuales hemos de meditar son los siguientes: las causas y motivos que nos llevan a hacer o no hacer algo, los fines que queremos cumplir, la intención que tenemos al actuar, los medios de los que nos valemos para realizar la acción y por último, los resultados y consecuencias de nuestra acción. Componentes de la acción moral Causas y motivos Todo acto moralmente valorable tiene una causa y unos motivos más o menos conscientes. El contexto en el que nos encontramos nos motiva a actuar en un sentido o en otro. Motivar viene del latin movere que significa "mover': Sin embargo, no solo nos motiva la situación concreta y la manera en que la interpretamos, sino también los ideales y las creencias que tenemos, el temperamento los hábitos que nos distinguen, así como el carácter que hemos logrado formarnos. Nos movemos por causas externas y por nosotros mismos. Las causas externas reciben el nombre de necesidades o determinaciones y estas son, por ejemplo: el cuerpo, el ambiente familiar, el contexto histarico-social. Ahora bien, la libertad se ejerce junto a las determinaciones a las que estamos sujetos de manera irremediable. Es decir, los seres humanos somos libres, pero también estamos determinados

por la necesidad social o natural, de suerte que tiene que darse una interacción entre libertad y determinación. Para que un acto sea etico o moralmente positivo, es decir, libre y voluntario, el individuo no tiene que situarse al margen de las necesidades y determinaciones, sino estar consciente de ellas y de cómo puede enfrentarlas. Esto es, un hombre libre no es el que no está determinado o no se ye coaccionado por la necesidad, sino el que sabe enfrentar la necesidad para preservar hasta las últimas consecuencias la capacidad de decidir por si mismo. Pensemos en un héroe (por ejemplo, Miguel Hidalgo) que ante una de las situaciones menos libres y más determinantes —la guerra civil contra la MetrOpoli colonial— tiene que decidir sacrificarse para salvar a otros y lograr que su naciOn se independice. En este caso, el acto de auto sacrificio es forzado por la necesidad de las circunstancias, pero él lo elige convencido de que es la manera más libre, más digna, de enfrentar la necesidad (a pesar de que desembocar irremediablemente en la muerte). En la tradici6n filosófica, las teorías éticas dualistas (que separaban el alma y el cuerpo como dos entidades distintas) han considerado que si actuamos siguiendo los impulsos del cuerpo, movidos por el hambre o la pasión (el odio o el amor), nos dejamos determinar y los actos se convierten en exteriores y no voluntarios y, por ende, en actos no eticos. Sin embargo, hay que preguntarse si en verdad el ser humano puede prescindir o liberarse totalmente de sus impulsos biológicos y fisiológicos. En todo lo que hacemos las determinaciones biologico-corporales están presentes, junto a las determinaciones sociales, culturales, históricas y particulares de nuestra propia historia personal. En una concepción del hombre inmanente (como la que busca la etica actual) el ser humano se entiende de manera integral: el cuerpo y el "alma" o la razón' forman una unidad inseparable. El problema para la ética consiste más bien en alcanzar una clara conciencia de estas motivaciones y determinaciones para que el individuo se convierta en sujeto activo (más que pasivo o reactivo) de su propia vida, es decir, para que sea capaz de resiilverse a actuar por si mismo, motivado por su propia reflexión y ponderaci6n de las opciones, y guiado por sus sentimientos y emociones. De acuerdo con esta concepción inmanente y sintética del hombre como ser libre y auto determinado, lo que conviene evitar es el "dejarnos llevar" por las causas y necesidades exteriores o por los impulsos y las pasiones solamente, pues de este modo nos moveríamos mecánica o automáticamente: como la piedra que es movida por una palanca o por un impulso externo. En la medida en que nos hacemos conscientes de las determinaciones y nos preguntamos que deseamos hacer realmente, emergen nuestros verdaderos motivos, debido a que iniciamos un movimiento en nosotros mismos. Así, nos convertimos en la causa de nuestros actos y del sentido que anhelamos darle a la vida. Desde este punto de vista, la alternativa que ha de juzgar el hombre que actúa éticamente y sobre la cual ha de deliberar, no está entre seguir los impulsos y pasiones los ideales de su razón, sino entre actuar de forma consciente y responsable, o de forma indiferente y mecánica.

Al actuar conscientemente, no solo realizarnos la autoforma, sino también un aspecto central de la vida ética que es el llamado "autodominio': Auto dominarse no significa reprimir lo que queremos o lo que somos, sino tomar las riendas de nuestra vida, es decir, tener motivos propios, saber por qué actuamos y hacia donde queremos llegar, ver claramente los fines que deseamos realizar, y ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos. Fines, intenciones y medios Sentido significa "dirección': "rumbo" y, por ende, implica un objetivo, un fin al que se quiere llegar. Los fines por excelencia de las decisiones éticas son los valores; darles realidad a estos es lo que, en Última instancia, conforma el actuar ético. La intención es la disposición con la cual aceptamos realizar tales fines, e implica la percepción que tenemos de las circunstancias en las que vamos a realizar cierto fin. Desde luego, fines e intenciones están íntimamente relacionados. El fin puede ser, por ejemplo, la solidaridad, mientras que la intención se expresaría en el afán de ayudar a determinadas personas. Pero en las acciones éticas concretas es indispensable tomar en cuenta que existen dos grandes grupos de fines: los finales, que corresponden a los valores básicos, y los fines inmediatos que, por lo general, se cumplen a corto plazo. Ejemplos de estos últimos son la satisfacción del hambre y el afan de supervivencia, evitar la muerte, la obtención de bienes materiales, el disfrute del placer sensible. Para actuar éticamente es muy importante distinguir estos dos tipos de fines, pues los de corto plazo generalmente son, en realidad, medios para realizar los valores. Ahora bien, es un hecho que para ser libres, justos, solidarios y tolerantes hemos de satisfacer la necesidad de comer, buscar medios de supervivencia, huir de la muerte y gozar de los placeres. Es difícil pensar que en un grado extremo de pobreza y sufrimiento encontremos motivación para realizar los valores. Pero evitar este grado extremo de malestar no es más que un medio, algo necesario pero no suficiente para lograr una vida etica. Para esto es preciso conceder un lugar primordial a los auténticos fines; por ello, conviene preguntarnos siempre si aquello que decidimos es un medio o un fin para hacernos más humanos; conviene establecer una Jerarquía entre lo que realmente importa para realizarnos como seres humanos y lo que es menos importante, aunque pueda ser urgente y necesario. Existe una historia clásica de la literatura hebrea que ejemplifica lo anterior. Esaú, primogénito de una familia, estaba destinado a heredar el patrimonio familiar, pero en un día de mucho trabajo sintió un hambre incontrolable y le pidió a su hermano Jacobo que le diera de comer del plato de lentejas que había preparado. Jacobo le pidió a cambio los derechos de la primogenitura. Puesto que Esaú sentía un hambre atroz, be pareció que lo más importante en ese momento era alimentarse, pues idea que le serviría la primogenitura si algún día iba a morir? El futuro le pareci6 incierto, mientras que en el presente el necesitaba comer. Entonces, dio a cambio su patrimonio, el honor y los derechos del primogénito por un plato de lentejas.

No convenía más a Esaú subordinar lo inmediato a lo mediato? Aunque esto Último parece estar lejano y perder importancia ante el presente, el actuar con conciencia ética implica dar realidad plena a los ideales, al futuro, y tener confianza at actuar. Claro está que al hacer esto se nos pide renunciar a la satisfacción inmediata en cierto momento, pero ello no significa que hayamos de renunciar siempre a los bienes materiales y corporales. Por eso es muy importante establecer un juicio adecuado de cada una de las diferentes situaciones en que nos encontramos y ver si no estamos comprometiendo lo de mayor valor por obtener algo que vale menos, de acuerdo con el sentido ético que deseamos darle a nuestra vida. Un alto en el camino 1. Comenta con tus compañeros de equipo la historia de Esaú. Guíate por las siguientes preguntas: • • • •

Consideras adecuada la decisión de Esaú? iQuien actuó bien y quien lo hizo mal: Esaú o su hermano? iCamo consideras la peticiOn de Jacobo? Si hubieras estado en esa circunstancia, ¿qué habrías hecho?

2. Traten de llegar a conclusiones y compártanlas con los otros equipos. Hay que tomar en cuenta, además, que los medios de los que nos valemos para realizar los fines no siempre consisten en la satisfacción de las necesidades, sino también en el ejercicio de una facultad. Por ejemplo, el pensamiento puede ser considerado como tal en tanto nos permite elegir una opción con mayor claridad, o bien, las juntas de vecinos son un medio que nos permite llegar a acuerdos y aspirar a una buena convivencia, así como los acuerdos internacionales es un medio para alcanzar la paz mundial. Puesto que los medios pueden ser muy variados, es preciso tener claro que estos han de concordar con los fines; no es suficiente que los fines sean buenos, sino que los medios deben ser proporcionados al fin. Por ejemplo, algunos Estados han credo que para conseguir la paz es preciso hacer una guerra sin cuartel. Pero una guerra de este tipo es aniquilante, y como el medio no está proporcionado al fin, este se elimina: ninguna guerra total que busca aniquilar al enemigo consigue la paz.' Asimismo, algunos individuos consideran que para hacerse respetar tienen que imponer su opini6n e incluso ser intolerantes con los demás; pero la intolerancia no es un medio adecuado para alcanzar la autoridad sobre otros, sino más bien para provocar su resentimiento. Asi, para lograr la paz y el respeto, ni la guerra aniquilante ni la intolerancia resultan ser medios adecuados.

De este modo, la elección de los medios es ya la gestación del fin; y si los medios no son adecuados y justos, no podrán realizar fines benéficos. Dicho de otra forma: los fines están al final en nuestra previsión, Pero se van gestando con los medios que elegimos, con nuestros actos concretos y cotidianos. De modo que si queremos la paz y el respeto tenemos que dirigirnos a los demás en términos no violentos y respetuosos; asimismo, si queremos que los demás sean solidarios, justos o amorosos con nosotros, hemos de comenzar por comportarnos de esta manera con ellos. Resultados, consecuencias y coherencia en el actuar La acción etica no puede quedarse solo en tener la intención de hacer algo positivo o benéfico; por lo contrario, busca tener resultados, llegar a concretarse de forma efectiva, es decir, que estén de acuerdo con lo previsto en la intención. Como dice el refrán popular: "de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno': En efecto, muchas veces, con toda la intención de ayudar y ser solidarios, creamos problemas a otras personas. De suerte que no basta con tener la intención de hacer el bien: es preciso buscar las condiciones y los medios para hacerlo. Ello nos exige reflexionar sobre la objetividad de nuestros actos. Estos se insertan en el mundo real, en un conjunto de otros actos que imponen condiciones y limites espaciales y temporales a los proyectos personales. No todo lo que queremos se puede realizar en cualquier Lugar ni en cualquier tiempo, y no es lo mismo ofrecer ayuda o proponer la justicia en un cierto momento que macho tiempo después. La ética nos pide ser realistas y esforzarnos por llevar a término nuestras intenciones. Por otro lado, al insertarse en el mundo real, los actos éticos no quedan aislados sino que traen consigo una serie de consecuencias para nuestra vida y para la de la comunidad, frente a las cuales tenemos que responder. La responsabilidad no consiste solo en enfrentar nuestros actos, sino también lo que ellos suscitaran con el tiempo. Es preciso, por tanto, prever tales consecuencias y tomar en cuenta que algunas de ellas no son siempre evidentes. Es necesario prever lo que nuestros actos pueden ocasionar en el futuro, cuando la situación cambie y existan nuevas condiciones y nuevos riesgos. Hemos de pensar, por ejemplo, ?qué consecuencias puede traernos el no decidir con autonomía y depender de la opinión de otras personas?, no corremos acaso el riesgo de fortalecer la sumisión y adormecer nuestra capacidad de iniciativa?, zpodemos dejar para otra ocasión la decisi6n de ser autónomos?, zafecta esto a la comunidad o solamente al individuo? Las consecuencias de los actos nunca son estrictamente individuales, pues se inscriben en el mundo enel que estan los otros. Si ocultamos hoy una verdad, sino nos decidimos a actuar en una circunstancia que exija nuestra acción, o si dejamos de participar en los asuntos sociales que nos competen, con seguridad afectaremos a otras personas. La responsabilidad no se funda solamente en lo que hacemos, sino también en lo que dejamos de hacer. En otras palabras, no solo somos responsables por las acciones, sino también por las omisiones.

Como también se verá en el bloque III, un ámbito de acción ética en el que cobra particular importancia en la actualidad el pensar en las consecuencias— es el de las acciones tecnológicas que afectan al medio ambiente. Por ejemplo: que efectos producir en algunos arios para la población actual y para las generaciones futuras la liberación de los gases y-sustancias tóxicas que se emplean en la industria? Asi pues, la responsabilidad por las consecuencias de nuestros actos nos obliga a prever y anticipar los acontecimientos futuros. La decisión ética y la valentía Para poder actuar éticamente es necesario tener claros los elementos de nuestras decisiones, porque ellas implican renunciar a otras opciones; por lo menos implican, en un momento determinado, un "sacrificio" de lo que podría satisfacernos en la inmediatez y, por ende, un esfuerzo por trascender, por it más allá de los fines a corto plazo. Toda decisión implica, pues, una renuncia. La persona ética sabe que no todo es posible, que es preciso poner límites a la acción y que estos deben estar de acuerdo con "lo mejor" y lo más adecuado para la realización del individuo y de la comunidad. La renuncia, por tanto, ha de hacerse con pleno convencimiento; de lo contrario, se convierte en una represi6n y mutilación de la voluntad. Dicho de otra forma, el "sacrificio" ético, el dejar una opción de lado, ha de hacerse desde una plena aceptación de lo que si queremos y una afirmación de nuestro ser en ello. Si no se dan esta afirmación y convencimiento, caemos entonces en la negación de lo que en verdad queremos y nuestro acto se torna falso. Pero el problema más fuerte al que nos enfrentamos con la decisión y la renuncia es que ellas implican soledad y miedo. Nadie puede decidir por nosotros, aunque pidamos consejo, la decisión emana del individuo y es este el que ha de enfrentar las consecuencias. Pero además surge el temor a equivocarse, a no tomar la decisi6n correcta o a no poder realizar aquello que se elige.

Soren Kierkegaard (1813-1855), filósofo danes, iniciador de la filosofía existencial, plantea que decidir es confiar en lo posible sin tener ninguna seguridad de que esto pueda llegar a ser. Cuando decidimos damos un salto —dice Kierkegaard hacia lo incierto y esto nos provoca miedo. Ícono vencer el miedo al fracaso cuando tomamos una decisión? En sentido estricto, el miedo no se vence, no se elimina, pues nunca tenemos la seguridad de que triunfaremos. Lo único que podemos hacer, por paradójico que parezca, es: "no tenerle miedo al miedo", es decir, enfrentar la sensación de temor y por encima de ella luchar por los fines que nos hemos propuesto. La diferencia entre el hombre valiente y el cobarde no reside en que el primero no sienta miedo y el segundo si, sino en que el primero se mantiene firme en su elección, a pesar del temor, mientras que el cobarde se deja llevar por el temor y hace a un lado sus propósitos. No hay pues, decision sin valentia.