EL JUICIO DE JESUS

EL JUICIO DE JESUS Análisis jurídico de cómo fue el juicio a Jesús en el contexto de su época. ¿Fue justo el juicio a J

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EL JUICIO DE JESUS Análisis jurídico de cómo fue el juicio a Jesús en el contexto de su época.

¿Fue justo el juicio a Jesús? Estamos en la cuaresma de 2016 y, ciertamente, me produce gran curiosidad como persona, jurista y cristiano, el poder reflexionar cómo fue el juicio a Jesús, es decir, el proceso seguido contra uno de los “delincuentes” (permitidme la palabra) más determinante de la Historia del Universo y, que aún hoy, 2000 años después, levanta todo tipo de debate social. 

 Sinceramente, ¿Porqué fue detenido?



¿Qué delitos le son imputados?



Al ser juzgado… ¿estamos ante dos procesos distintos?



¿Los testigos de este  juicio serán falsos?



¿Será una revancha y convendrá que muera un hombre por todo el pueblo judío?



¿Sabrán algo de esto en Roma?

Solo os puedo decir que no hay textos legales, judiciales, tan sólo nos podemos basar en escritos como los evangelios y breves estudios de investigación, quizás debido a que, en aquella época, este caso no era tan conocido y no despertó tanto interés para los romanos como pudiéramos pensar. Pero imaginaros por un momento que hubiéramos tenido la “oportunidad histórica de defenderle”, de estudiar su demanda, de preparar su juicio, de ejercer nuestra profesión de abogado. ¿Qué haríamos? Pues estudiar, analizar, preparar su defensa. Y yo empezaría por analizar.

LA IMPORTANCIA DEL LUGAR Estamos en Jerusalén, una palabra que en hebreo se dice Yerushalayim, que significa ciudad de la Paz de Dios, y podemos decir que en ninguna ciudad se ha muerto y matado tanto. Un contrasentido.

Y ¿por qué? Ya que esta ciudad no está en ninguna ruta comercial, nunca tuvo importancia económica, ni estratégica, está de espaldas al mar y es de difícil acceso. Pero la clave está en que allí David hizo su templo con el candelabro de 7 brazos, allí Mahoma galopó hacia los cielos, allí Caín mato a Abel y allí murió Jesucristo.

MARCO HISTÓRICO Y SOCIOPOLÍTICO Por otro lado, analizaría no sólo el lugar, sino el marco histórico y sociopolítico de la época de Jesús para poder ver las circunstancias que rodean al pleito que preparamos. Veamos las claves. El territorio es Judea, una provincia procuratoria («campo vencido«) de Roma. Está sometida a la administración de Roma y la justicia correspondía a las autoridades locales. El procurador -nombre que todavía hoy se mantiene en nuestro derecho romano- actuaba de forma supletoria. Así respetaba las costumbres del lugar y sólo intervenía cuando el pueblo le requería. De igual forma es bueno saber que la capital de Judea era Cesarea Marítima y la capital religiosa era Jerusalén, que se encontraba con dos circunstancias claves, para entender la situación política del momento en que se iba a celebrar el Juicio: 

Por un lado, era Época de Pascua: un tiempo en el que los fanáticos campaban a sus anchas y era un periodo de insurrección.



Y en segundo lugar, una ciudad de unos 20.000 habitantes, en la que podían convivir en aquel momento alrededor de 3 millones de habitantes.

¿Podemos imaginar el caos en todos los sentidos?

PERSONAJES DE LA ÉPOCA DE JESÚS Determinado el lugar de los hechos, otra de nuestras propuestas a la hora de preparar un juicio supone conocer los personajes de la época de Jesús, su importancia y, sobre todo, si alguno de ellos podría servirnos para nuestra defensa. Así tenemos que referirnos, por un lado, a que el Emperador de Roma era Tiberio César, de quien podemos decir que no nos interesa ya que seguramente no participaría en ningún sentido en nuestro juicio. Ahora bien, no olvidemos que en un momento se argumenta que Jesús habla de “rebelión” cuando dice que el dinero del César es para el César, algo que seguramente creó cierto temor en los dirigentes romanos, ante el miedo de que tuvieran conocimiento de ello en Roma.

El Procurador de Judea era Poncio Pilato, la verdadera autoridad judicial. Dicen que era natural de Sevilla (¡vaya por Dios!); de carácter, astuto, irascible, obstinado, indeciso y con enormes cambios de humor. En tercer lugar, podríamos hablar del Tetrarca de Galilea, autoridad representada por Heródes Antipas, quien suponía la autoridad política, es decir, el Gobernador de la Zona. El llamado Pontificado Judío lo ostentaban Anás y Caifás, quienes además eran suegro y yerno. El verdadero pontífice era Caifás, pero Anás, a quien le había sustituido su yerno después de muchos años, estaba enojado con Jesús por el episodio del templo en el que desalojó a los mercaderes, entre otras cosas, y, además, era muy fuerte el vínculo del viejo pontífice, quien aun retirado, ostentaba mucho poder fáctico como autoridad en la zona. Por último, me gustaría referirme e investigar al Sanedrín. Este órgano, que significa en su traducción literal reunión, era la autoridad local de Judea y, en principio, la clave para la “denuncia” a Jesús. Podían legislar en materia civil y religiosa, pero nunca en materia penal, lo que se acreditará en nuestro juicio con la imposibilidad de ejecutar lo que luego ocurrió. Su composición: el Sumo Sacerdote, los Escribas y los Doctores en Leyes. Este órgano tenía su propia guardia de seguridad, compuesta por criados y personas de su servicio, se regía por las sentencias o torot, que emanaban de sus reuniones,  y en cualquier casi eran inapelables. Y por último, sería interesante conocer que se regía por las siguientes normas: 

El Talmud



La Ley Mosaica



Las Normas consuetudinarias o sus costumbres no escritas



Las sentencias o Torot, que emanaban del propio sanedrín y sus autoridades

FASES DEL JUICIO A JESÚS Con todos estos datos, nos atrevemos a profundizar en el procedimiento seguido en el juicio a Jesús y así poder ver, jurídicamente, las fases de este proceso. Por un lado, podemos hablar de dos

juicios paralelos (en la historia esta situación se ha repetido demasiadas veces). En primer lugar, hablemos del proceso judío: Todo se inició tras la sagrada cena -dicen que en casa de pariente de Marcos, uno de sus seguidores-, de allí se marcharon a orar y a descansar al huerto de Getsemaní. Fue, en ese momento, cuando se produjo la detención (lo que en Sevilla llamamos «el prendimiento»). Se produjo por criados del Sanedrín que, hasta tal punto no le conocían, que tuvieron que preparar una señal: el beso de Judas. Tras su detención, trasladaron a Jesús al foro del Sanedrín para ser interrogado por Anás, quién ordenó su detención ¿Podemos hablar de detención ilegal pues no tenía poder legal aunque si fáctico? Posteriormente, fue conducido ante Caifás y el propio Sanedrín. Por último, en este llamado proceso judío, hablaríamos de cual fue la acusattio o prueba de cargo. En un primer momento, las autoridades judías le acusaron de disturbios por decir “demoleré el templo y lo erigiré en 3 días”; además blasfemaba porque ante la pregunta de “¿Eres el hijo de Dios?» Él contestaba: «tú lo has dicho”. Desde luego, pruebas de cargo que son fáciles de desacreditar y más en un proceso penal. En un segundo momento, podemos hablar de un verdadero proceso romano, en el que la autoridad que se encuentra en plena conquisat de un territorio hostil, interviene según sus normas y con las siguientes circunstancias a tener en cuenta. Se produce su entrega a Pilatos una vez detenido, ya que era el responsable del lugar de detención. Y es ahí, donde nuevamente surge un enorme conflicto procesal, ya que Pilatos decide enviarlo para un nuevo interrogatorio ante Heródes Antipas, quien era el responsable del lugar de nacimiento, Nazaret, en Galilea. En definitiva, se trataba de definir como en cualquier juicio por delito, si la competencia era del “Forum originis” o “Forum aprehensionis”, la competencia según el lugar de su detención o del lugar de donde era natural. El Gobernador se inhibe del asunto y es, en ese preciso momento, con su comparecencia de nuevo ante Pilatos, cuando ante la duda se le imputa el delito de “Ius Gladii” y se aumenta la prueba de cargo con la circunstancia de que no pagaba tributos y podía ser una amenaza para el imperio (siempre recordaremos la palabra de los testamentos donde refiere “Al César lo que es del César”). Posteriormente, se produjeron nuevos interrogatorios, incluso de forma absolutamente ilegal se procede al castigo y flagelación (de 120 a 220 latigazos), en un trato absolutamente inhumano con un detenido. Por último, y tras todo ello, lo que conocemos como “Provocatio ad Populum”, Jesús fue

llevado a la plaza y ante un “supuesto” jurado, se produjo la provocación por Pilatos de cuestionar si le liberaban a Él o a un preso llamado “Barrabás”. No obstante, y eso ya es determinante para su “inocencia» y, por tanto, para la defensa jurídica, que se produjo por Pilatos, la decisión de no imputar culpabilidad alguna al detenido y el anuncio de su inocencia. Podemos decir que sus palabras como juez proclamaba que era “inocente”, pero como político sucumbió ante el “temor a revueltas”. Y, a pesar de todo, se produjo su condena y su Crucifixión con el “Titulus Damniatonis” como exigía la Ley y su sentencia INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum), a modo de sentencia escrita. Realmente, los delitos imputados a Jesús fueron: 

Crimen de Laesae Maiestatis: delito contra la autoridad romana o su seguridad.



Crimen Soladiciorum: asociación para fines ilícitos.



Seditio: delito de causar tumultos  o clamores populares.

Y no nos queda más que pensar que, si hubiéramos tenido la oportunidad de “salvarle”, nos hubiéramos centrado en su defensa por la vulneración de los sistemas de garantía en los procesos de la época y, por supuesto, en las irregularidades que se produjeron en el juicio de Jesús y que también me gustaría compartir para que tengamos todo “sobre la mesa”: 

El proceso criminal de la época no se podía iniciar de noche y, si se iniciaba, las normas obligaban a que fuera con declaraciones de testigos por separado y no de forma tumultuaria.



La prueba testifical solo se admitía si había dos o más testigos coincidentes en lo que se imputara a cualquier delincuente y la ejecución de una sentencia absolutoria se podía hacer en el mismo día. Ahora bien, si se producía una condena, no se podía ejecutar hasta el día siguiente para poder ver la posibilidad de una apelación, algo que incomprensiblemente no se produjo.



Y más errores: ausencia de acusación fundada, arresto ilegal (lo demuestra la reacción de Pedro cuando cortó la oreja de un criado, Malio, y que él no fuera detenido por este hecho, lo que acredita que no ostentaban autoridad para detener), y la famosa ausencia de pruebas que supone la aplicación del conocido Principio in dubio pro reo, en caso de duda se estaría a favor del reo.

Con estos datos, no he querido pretender más que acercarles a un proceso judicial, a la dificultad de la aplicación de la justicia, a la interpretación de la misma y, sobre todo, a que sepamos analizar, como hacemos los abogados, las circunstancias que muchas veces la “balanza” de la justicia se decanta por un lado u otro con más o menos razón, con más o menos justicia. Feliz Cuaresma. http://www.loyolaandnews.es/analisis-juicio-a-jesus/

https://www.alaluzpublica.com/el-juicio-jesucristo/

10. El juicio de Jesús La Pasión de Jesús. Al acabarse el juicio ante el Sanedrín todo ha quedado claro. Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net  Se suele decir que Jesús fue juzgado dos veces antes de la condena a muerte. Más bien fue juzgado seis veces, ante personajes bien distintos. El Inocente comparece ante diversas personas. Anás, Caifás, el Sanedrín, Pilatos, Herodes y las masas representan otras tantas actitudes que condenarán -y serán condenadas- por el verdadero Juez que se presenta despojado de todo poder externo, pero con la verdad y la justicia. Jesús se presenta ahora inerme, sin armas; pero armado sólo con la fuerza de un amor que no va a detenerse ante la injusticia, el odio o la debilidad. Los juicios van a mostrar la verdad de cada uno. Jesús será quien conduzca los diálogos. Calla cuando conviene y habla cuando es necesario. En cada juicio queda claro un aspecto de su identidad y de su misión. Y, por contraste, quedan en evidencia la ambición y la utilización del poder y la avaricia y personales de Anás, o la verdad religiosa de Jesús ante Caifás, la debilidad de Pilatos, la corrupción de Herodes y la furia de las masas.

El juicio ante Pilatos Al acabarse el juicio ante el Sanedrín todo ha quedado claro. Jesús ha manifestado la verdad ante la máxima autoridad de Israel y con todas las garantías de ser escuchado. Los que creen en Él están consternados y no saben que hacer. Los que dudan están más inclinados a la condena, y los conspiradores se alegran del éxito tan fácil que han tenido. Pero conviene explotar el éxito y darse prisa, antes que se provoque un motín en el pueblo, quizá entre los galileos, o entre los poderosos creyentes en Jesús. Por eso "condujeron a Jesús de Caifás al pretorio. Era muy de mañana". Lo tienen todo previsto se trata de comprometer al romano para que condene a Jesús. De este modo, los seguidores de Jesús culparán al extranjero, y Pilatos puede quedar, públicamente, como ejecutor de la decisión. Los comienzos son desafiantes y despectivos con el procurador "ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua". No les abandona la mentalidad hipócrita; observan la tradición, mientras mienten, odian, traicionan y buscan la muerte injusta. Pilatos "Entonces Pilato salió fuera donde estaban ellos". Es de suponer el malhumor con que atiende Pilatos a los judíos. Había sido elegido procurador en tiempos de antisemitismo, pues lo judíos habían sido expulsados de Roma. Pilato era el típico gobernador de provincias; aunque su matrimonio con Claudia Prócula, de la familia imperial, debió ser uno de los motivos de su nombramiento: duro, expeditivo, pero conocedor del derecho romano. Le molesta el carácter judío, y lo exterioriza despreciando sus costumbres tan puntillosas. Se repone de su estado de ánimo y pregunta: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?". Quizás, sorprendido de la calidad de los acusadores, pues muchos son del sanedrín y sus doctores, se da cuenta de que están allí por una cuestión importante. Sin embargo, el primer paso es intentar manipularle como mero ejecutor de las decisiones del Sanedrín. Por eso le respondieron: "Si éste no fuera malhechor no te lo hubiéramos entregado. Les dijo Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según

vuestra ley. Los judíos le respondieron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie"(Jn). El sanedrín tenía jurisdicción religiosa, y Pilato tenía el poder militar y el judicial. En la fortaleza Antonia, situada en la esquina del Templo, había unos seiscientos soldados además de la guardia de Pilato, que se había desplazado allí aquellos días desde Cesarea marítima. Pero Pilato no consiente en ser mero ejecutor, y quiere acceder a un verdadero juicio. Él sabía bien cómo funcionan los juicios. "Así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué muerte había de morir". Preocupación de los judíos Los judíos sienten que se les escapa la primera intentona, y que todos sus propósitos pueden fracasar si Pilatos hace un juicio en toda regla. Se agitan y preparan un acusación: "Y comenzaron a acusarle diciendo: Hemos averiguado que éste perturba a nuestra nación y prohibe pagar los impuestos al César y se llama a sí mismo Mesías rey" (Lc). La mala voluntad y la deformación de la verdad es patente. Jesús no perturba a la nación, sino que anuncia un mensaje de amor hasta el fondo del corazón. En cuanto al tributo sus palabras fueron “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Nada de rebelión en este punto. Es impensable que Pilatos no estuviese enterado de estas cosas. Tenía buenos sistemas de información, y no podía pasar inadvertido un personaje tan singular con tantos partidarios. Es posible que en el mismo pretorio algunos soldados o funcionarios fuesen más o menos creyentes en el nuevo profeta, como era el caso del centurión de Cafarnaúm. Comienza y termina el proceso Pero quedaba aún la acusación definitiva. El reo se proclamaba rey, y eso debía aclararse. Es cierto que no le constaba ningún movimiento rebelde, pero podía estar incubandose un nuevo levantamiento de los muchos que ocurrían en aquellas tierras. Por eso Pilato aceptó la acusación. Y empieza el proceso al modo romano, "entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?". Primero había que escuchar al reo: lo imponía la ley romana y el sentido más elemental de justicia, saber la verdad para poder juzgar. Ante el interés por conocer la verdad Jesús no calla y contestó: "¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?". Pilato respondió: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los pontífices te han entregado a mí: ¿qué has hecho?". Quiere saber si es un rebelde al poder de Roma, o si es un aspirante a rey; no le importan las ideas judías; las desprecia. Una vez aclarado esto, Jesús respondió algo de una gran importancia: "Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí"(Jn). Si no es de este mundo, ni es de aquí, ¿de dónde es? no puede ser más que espiritual, y dejando los reinos de los hombres a su libre disposición, lo único que pretende es reinar en los corazones y las intenciones. Se trata de un reino religioso. No entra por tanto en el ámbito del juicio de Pilato. Esto coincidía con la información que tenía el gobernador respecto a Jesús. Sin embargo, puede más su curiosidad, y Pilato le dijo: "¿Luego, tú eres Rey?" ¿En qué consiste tu realeza? Jesús contestó: "Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz"(Jn). Hay como un acento amoroso de Jesús hacia Pilato como diciéndole que si ama la verdad podrá acceder a ella, pues esa es la meta de la venida al mundo de quien es el camino, la verdad y la vida. La reacción de Pilato revela lo que lleva dentro: es un escéptico, y le

dijo: "¿Qué es la verdad?"(Jn). La única verdad que entendía era la del poder, la del triunfo social, la del dinero y la fama y los honores. ¿La verdad? era una cuestión que interesaba a unos pocos iluminados casi siempre marginales en la sociedad. La única verdad era la suya, que era poderoso. La sentencia El juicio había concluido. Ya podía darse sentencia. Pilato ya sabía a qué atenerse. "Y en diciendo esto, salió de nuevo a los judíos y les dijo: Yo no encuentro en él culpa alguna" (Jn). Lo lógico era, pues liberarle; era lo justo, lo que marca el derecho y la conciencia humana. Pero las cosas no eran tan fáciles como deberían ser, y Pilato fue débil ante las presiones de los judíos. "Y aunque lo acusaban los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, nada respondió. Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti? Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador quedó admirado en extremo"(Mt). Jesús calla, pues todo ha quedado claro en el juicio ante Caifás y ante el Sanedrín. Él sólo quiere la verdad y entregarse en sacrificio. Pilato se sorprende del griterío que contrasta con la paz de Jesús. Algo nuevo le sorprende; pero en vez de cortar las acusaciones, escucha las presiones, sin fuerza para plantarles cara. Y repite su dictamen, pero cada vez con menos fuerza: "Dijo Pilato a los sumos sacerdotes y a la muchedumbre: No encuentro ningún delito en este hombre. Pero ellos insistían diciendo: Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí"(Lc). Al oír la palabra Galilea se le hace una luz para solucionar ese enojoso problema: enviará a Jesús a que lo juzgue el rey de Galilea, que es Herodes. Y aquí comienza una nueva serie de injusticias que concluirá de mal modo. Jesús es llevado a Herodes Los soldados cogen a Jesús y lo llevan al palacio de Herodes que estaba cerca de la casa de Caifás en la parte alta de la ciudad. Todo el mundo en Jerusalén pueden enterarse que Jesús ha sido detenido. El factor sorpresa pretendido por los sanedritas para matar a Jesús sin tumulto se ha perdido. Y comienza el cortejo, atravesando toda la ciudad en momentos en que la gente bulle de un lado a otro, todos se enteran. Herodes "estaba también aquellos días en Jerusalén"(Lc). Y va a empezar el sorprendente proceso. "Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, pues deseaba verlo hacía mucho tiempo, porque había oído muchas cosas acerca de Él y esperaba verle hacer algún milagro. Le preguntó con mucha locuacidad, pero Él no le respondió nada"(Lc). La actitud de Cristo ante Herodes contrasta de nuevo, con la que tuvo ante Pilato. Jesús "no respondió nada" a la locuacidad del que le podía conseguir la libertad de sus acusadores. La postura del Salvador es de sencillez y, por otra parte, de severidad. Su silencio es como un castigo ejemplar por la conducta anterior de Herodes, y en el mismo juicio. Herodes quiere convertir a Jesús en protagonista principal de un espectáculo en un acto de frivolidad extraordinario.

"Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco, y le envió a Pilato"(Lc) Y..."Herodes y Pilatos se hicieron amigos aquel día, pues antes eran enemigos entre sí"(Lc). Va a ocurrir varias veces en este proceso que se hagan alianzas y amistades a causa de las injusticias cometidas contra el inocente. Durarán poco, pero da la impresión de que cada uno piensa en justificar la propia conducta con el hecho de que los otros también han obrado mal y contra todo derecho. Jesús vuelve a Pilato Por tercera vez Jesús cruza Jerusalén. Las gentes se enteran de lo que está pasando. El factor sorpresa ya no existe. Corre la voz del prendimiento de Jesús. Amigos y enemigos se enteran. Pero los amigos se dejan ver poco, o casi nada. El miedo y el desconcierto es mayor que la fe. Los enemigos en cambio están activos, y se reúnen en torno al Pretorio. No son muchos, pero son un grupo que lo llena todo, y se hace notar con sus gritos. Los judíos conocen y manejan bien el poder de los agitadores de masas. Jesús calla ante la injusticia, las burlas y las humillaciones. Parece que las quiere. Es un misterio. Sólo habla cuando se trata de declarar la verdad de su identidad como Mesías rey e Hijo de Dios. Hay un propósito silencioso en el corazón de Jesús: convertir aquellas injusticias en un verdadero sacrificio. Por eso no se defiende ni con su poder divino, ni con los medios humanos. Quiere realizar una justicia que supere la forma humana de impartir justicia. Quiere que los hombres recuperen su condición de hijos de Dios y sean perdonados por el Padre. Él será la víctima del sacrificio que se ofrece en una entrega de amor y de obediencia. Pilato se disgusta al volver a ver a Jesús, y ante el resultado de la gestión ante Herodes, y se vuelve a encarar con los judíos. Pero no hace lo único honrado que es liberar al justo. Y “convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Y he aquí que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he hallado en este hombre delito alguno de los que le acusáis; ni tampoco Herodes, pues nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte. Así que, después de castigarle, lo soltaré"(Lc). A pesar de su inocencia Dos sentencias de absolución. Evidencia de la inocencia en tribunales distintos. Pero no lo suelta. Es débil ante las presiones de los judíos. Y decide contra toda justicia castigarle. Es como una explosión de malhumor propia del que es débil y no quiere aceptarlo. Ningún motivo hay para castigar a Jesús, que a partir de aquel momento va a ir descendiendo cada vez más a lo más profundo de la escala de la humillación. La declaración de que después de castigarle le soltará agita a los judíos que quieren que Jesús

muera, y reúnen gente alrededor del pretorio para presionar con sus gritos. El ambiente es cada vez más violento, y Pilato lo fomenta con su indecisión y con su debilidad. La indecisión de Pilato En aquella indecisión Pilato advierte una jugada que, en su ingenuidad, le parece maestra: aprovechar la tradición de soltar a un preso por la Pascua, comparando al justo Jesús con el asesino Barrabás. Pilato, en vez de salir en defensa abierta del inocente, como era su deber, y se lo dictaba la conciencia, no quiere enfrentarse con los sanedritas. Pilato vuelve al sitial de justicia y pregunta ¿A quién queréis que os suelte?; parece convencido de que su juego político le hará salir bien de aquel embrollo; pero escucha con asombro que ellos dijeron: "A Barrabás". La primera elección está hecha; piden la libertad de un preso, pero en realidad están pidiendo la ejecución de un inocente. Pilato queda desconcertado, no puede creer lo que oye: piden la libertad de un criminal, en lugar de un inocente; repite la pregunta, dos veces más, manifestación de su debilidad: "¿Qué haré entonces con Jesús, el llamado Cristo?"(Mt). Lo que tenía que hacer estaba claro: dejar a Cristo libre, pero una cuestión mal planteada no tiene fácil arreglo. Y la muchedumbre grita con furor: "Crucifícale, crucifícale". Pilato permite la condena de un inocente haciéndose responsable ante la ley y ante su conciencia. https://es.catholic.net/op/articulos/17760/cat/709/10-el-juicio-de-jesus.html#modal

testigos de jehova

El juicio más infame de la historia ENTRE los casos judiciales de la antigüedad, pocos han llegado a ser tan famosos. Existen cuatro relatos bíblicos, conocidos como Evangelios, que describen la forma en que Jesús fue arrestado, enjuiciado y ejecutado. Pero ¿por qué debería importarnos el juicio que acabó con su vida? Primero, porque él mandó a sus seguidores que conmemoraran su muerte; segundo, porque hemos de saber la verdad sobre los cargos en su contra, y tercero, porque el hecho de que Jesús haya ofrecido su vida como sacrificio repercute significativamente en nuestro futuro (Lucas 22:19; Juan 6:40). En aquella época, Palestina estaba bajo el dominio del Imperio romano, el cual concedía a las autoridades religiosas judías el derecho de administrar justicia entre el pueblo según sus propias leyes, pero al parecer no les confería el derecho legal para ejecutar a los delincuentes. Por eso los romanos le dieron muerte a Jesús,

aunque fueron los líderes religiosos judíos quienes lo arrestaron. A estos últimos les incomodaba tanto la predicación de él, que decidieron matarlo. No obstante, trataron de dar una apariencia legal a su ejecución. Un profesor de Derecho que analizó este caso lo describió como “el peor delito del que se tiene constancia en la historia de la jurisprudencia”.*

Un atropello tras otro La Ley que Moisés dio al pueblo de Israel ha llegado a conocerse como “el mayor y más avanzado sistema de jurisprudencia nunca antes promulgado”. Sin embargo, para el tiempo de Jesús los rabinos legalistas le habían añadido un sinnúmero de reglas orales, muchas de las cuales se pusieron por escrito más tarde en el Talmud (véase el recuadro “Las leyes judías en los primeros siglos”, en la página 20). ¿Hasta qué grado tuvo el juicio de Jesús fundamentos bíblicos y extrabíblicos? Concentrémonos primero en su arresto. Para que este fuera legal, tenían que presentarse dos testigos ante el tribunal acusándolo de un delito específico. En la Palestina del primer siglo, quien creyera que se había violado una ley tenía que formular los cargos ante un tribunal en sus sesiones regulares. Los tribunales no actuaban de fiscales, sino que se limitaban a investigar las acusaciones. Los únicos fiscales eran los testigos del supuesto delito. El proceso se abría solo cuando concordaban las declaraciones de un mínimo de dos testigos, cuyo testimonio constituía el cargo y conducía al arresto (Deuteronomio 19:15). Ahora bien, en el caso de Jesús, las autoridades judías sencillamente “busca[ron] de qué manera les sería eficaz deshacerse de él”. Así pues, pensaron que “una buena oportunidad” para arrestarlo “sin que estuviera presente una muchedumbre” sería de noche (Lucas 22:2, 5, 6, 53). Cuando arrestaron a Jesús, nadie había imputado cargos en su contra. No fue sino hasta que lo detuvieron que los sacerdotes y el Sanedrín —el tribunal supremo judío— se pusieron a buscar testigos, pero ni siquiera hallaron dos que concordaran en su testimonio (Mateo 26:59). Fuera como fuera, no le correspondía al tribunal buscar  testigos. El jurista y escritor A. Taylor Innes comentó: “Celebrar un juicio capital sin especificar con antelación el delito que se le imputa al acusado es una verdadera atrocidad”. La turba que arrestó a Jesús lo llevó a la casa de Anás, quien había sido sumo sacerdote. Anás comenzó a interrogarlo (Lucas 22:54; Juan 18:12, 13). Lo que hizo violaba la ley, pues las acusaciones de un delito castigado con la pena de muerte no debían atenderse de noche, sino de día. Además, cualquier investigación tenía que hacerse en audiencia pública, no a puertas cerradas. Consciente de que tal interrogatorio era ilegal, Jesús respondió a Anás: “¿Por qué me interrogas? Interroga a los que han oído lo que les hablé. ¡Mira! Estos saben lo que dije” (Juan 18:21). Y es que eran los testigos —no el acusado— quienes se suponía que declararan. Con las palabras de Jesús, un juez honrado habría entendido que debía seguir el procedimiento correcto, pero esa no era la intención de Anás. La respuesta de Jesús solo logró que uno de los oficiales le diera una bofetada, una de tantas agresiones que tuvo que soportar aquella noche (Lucas 22:63; Juan 18:22). La ley sobre las ciudades de refugio —registrada en el capítulo 35 del libro bíblico de Números— señala que el acusado tenía derecho a ser protegido mientras no se le declarara culpable. Jesús merecía tal protección. Luego, sus captores lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde el juicio ilegal continuó durante la noche (Lucas 22:54; Juan 18:24). Allí, por encima de los principios de justicia, los sacerdotes “busca[ron] testimonio falso contra Jesús a fin de darle muerte”, aunque ninguno de los testigos concordó en cuanto a lo

que Jesús había dicho (Mateo 26:59; Marcos 14:56-59). De modo que Caifás lo instigó a hacer algo que lo inculpara preguntándole: “¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos testifican contra ti?” (Marcos 14:60). ¡Qué táctica tan sucia! Taylor Innes, antes citado, afirmó: “Plantearle preguntas al acusado y condenarlo en función de su respuesta constituyó [una] violación de la justicia formal”. Finalmente, el sumo sacerdote le preguntó: “¿Eres tú el Cristo el Hijo del Bendito?”. A lo que Jesús contestó: “Lo soy; y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo con las nubes del cielo”. Los sacerdotes interpretaron esta respuesta como una blasfemia, y “todos ellos lo condenaron, declarándolo expuesto a muerte” (Marcos 14:61-64).* De acuerdo con la Ley mosaica, los juicios se debían realizar en público (Deuteronomio 16:18; Rut 4:1). Pero el de Jesús se celebró en secreto. A nadie se le permitió siquiera intentar decir algo a su favor. Tampoco se comprobó si era el Mesías, como afirmaba ser, ni se le dio la oportunidad de presentar testigos en su defensa. Además, el jurado nunca emitió un veredicto oficial.

Ante Pilato Como se dijo antes, parece que los judíos no tenían autoridad para ejecutar a Jesús. Por tanto, lo llevaron ante el gobernador romano Poncio Pilato, quien les preguntó: “¿Qué acusación traen contra este hombre?”. Sabiendo que la blasfemia no era un delito en Roma, trataron de que lo condenara sin presentar pruebas. “Si este hombre no fuera delincuente, no te lo habríamos entregado”, replicaron (Juan 18:29, 30). Pilato rechazó tal argumento, lo cual los obligó a fabricar el siguiente cargo: “A este hombre lo hallamos subvirtiendo a nuestra nación, y prohibiendo pagar impuestos a César, y diciendo que él mismo es Cristo, un rey” (Lucas 23:2). De modo que cambiaron astutamente la falsa acusación de blasfemia por la de traición. Jesús jamás prohibió pagar impuestos, y los judíos lo sabían. De hecho, él había enseñado lo contrario (Mateo 22:15-22). Ahora bien, ¿cómo reaccionó Pilato ante la acusación de que Jesús se había hecho rey a sí mismo? Era tan obvio que el acusado no suponía ninguna amenaza para Roma, que declaró: “Yo no hallo en él ninguna falta” (Juan 18:38). Pilato sostuvo esa misma postura durante todo el juicio. Este gobernante romano trató de liberar a Jesús valiéndose de la costumbre de soltar a un preso con motivo de la Pascua. No obstante, terminó liberando a Barrabás, quien era culpable de sedición y asesinato (Lucas 23:18, 19; Juan 18:39, 40). En un nuevo intento de liberar a Jesús, Pilato ofreció una solución intermedia: mandó que lo sometieran a la flagelación romana y dejó que lo ataviaran de púrpura, le pusieran una corona de espinas, lo golpearan y se mofaran de él. Entonces volvió a declararlo inocente. Fue como si les hubiera dicho a los sacerdotes: “Ya estarán satisfechos, ¿verdad?”. Quizás pensó que si veían a Jesús flagelado se compadecerían un poco o saciarían su sed de venganza (Lucas 23:22). Sin embargo, no fue así. “Pilato siguió buscando cómo ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaron, diciendo: ‘Si pones en libertad a este, no eres amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César’.” (Juan 19:12.) Tiberio, el emperador romano de aquel tiempo, tenía la fama de asesinar a todo el que considerara infiel, aun si se trataba de un oficial de alto rango. Como Pilato ya había provocado la ira de los judíos, no podía arriesgarse a empeorar las cosas, y mucho menos a que lo acusaran de traidor. Los gritos de la muchedumbre suponían una amenaza indirecta para Pilato, un chantaje que le infundió miedo. De modo que cedió a la presión e hizo que Jesús, un hombre inocente, fuera fijado en un madero (Juan 19:16).

El recuento de los hechos FUE REALMENTE UN JUICIO Muchos comentaristas jurídicos que han analizado el relato evangélico del juicio de Jesús han llegado a la conclusión de que fue toda una pantomima, pues no se hizo verdadera justicia. Taylor Innes declaró: “Un juicio que iniciara, concluyera y en el que se pronunciara formalmente la condena, entre la medianoche y el mediodía siguiente, se oponía por completo a las reglas de la ley hebrea y a los principios de justicia”. Un profesor de Derecho señaló: “Todo el proceso estuvo lleno de ilegalidades tan crasas e irregularidades tan flagrantes que el resultado puede considerarse un verdadero asesinato jurídico”. Jesús era inocente. Con todo, sabía que la salvación de la humanidad obediente dependía de que diera su vida (Mateo 20:28). Tanto fue su amor por la justicia que se sometió a la injusticia más atroz nunca antes perpetrada. Sí, Cristo murió por los pecadores, entre los cuales nos contamos nosotros. ¿Verdad que es algo que jamás debemos olvidar?

[Notas] Las iglesias de la cristiandad han utilizado el relato bíblico sobre la muerte de Jesús para generar aversión contra los judíos. Sin embargo, los escritores de los Evangelios, que por cierto eran judíos, jamás tuvieron dicha intención. La blasfemia consistía en usar de forma impía el nombre divino o en usurpar el poder o la autoridad que le pertenece solo a Dios. Los acusadores de Jesús no aportaron ninguna prueba de que él hubiera blasfemado. [Ilustración y recuadro de la página 20] Las leyes judías en los primeros siglos La tradición oral judía, de gran antigüedad, se puso por escrito en los primeros siglos de nuestra era. He aquí algunas de sus reglas. ▪ En los procesos de pena capital, primero se escuchaban los argumentos de absolución ▪ Los jueces hacían todo lo posible por evitar la pena de muerte al acusado ▪ Los jueces podían pelear a favor  del acusado pero no en su contra ▪ Se advertía a los testigos sobre la seriedad de su cometido ▪ No se interrogaba a un testigo ante la presencia de otro, sino por separado ▪ El testimonio tenía que concordar en todos los datos esenciales del acto imputado (fecha, lugar, hora, etc.) ▪ Los asuntos con posible pena de muerte se debían juzgar de día y concluir de día ▪ Los procesos de pena capital no podían celebrarse en la víspera de un sábado o de una fiesta ▪ Los casos que implicaban la pena capital debían comenzar y terminar el mismo día si el veredicto era a favor del acusado; pero si era en su contra, concluía al día siguiente, cuando se anunciaba el veredicto y se ejecutaba la sentencia ▪ Un mínimo de veintitrés jueces atendían estos casos

▪ Comenzando por el de menor antigüedad, los jueces votaban uno a uno por la absolución o la condena; los escribas anotaban las alegaciones tanto a favor de la absolución como a favor de la condena ▪ Se requería un voto de diferencia para absolver al acusado pero dos votos de diferencia para condenarlo; si la mayoría ganaba por un solo voto a favor de la condena, se añadían dos jueces, tantas veces como fuera necesario, hasta que se llegara a una decisión legalmente válida ▪ Si no había al menos un juez a favor del acusado, el veredicto de culpabilidad no era válido; un veredicto unánime de condena se consideraba “indicio de conspiración” Irregularidades en el juicio de Jesús ▪ El tribunal no solicitó argumentos ni testigos a su favor ▪ Ninguno de los jueces intentó defenderlo; todos estaban en su contra ▪ Los sacerdotes buscaron testigos falsos para condenarlo a muerte ▪ El caso se atendió de noche a puertas cerradas ▪ El juicio comenzó y terminó el mismo día, en la víspera de una fiesta ▪ Antes de su arresto no existía ninguna denuncia o cargo contra él ▪ No se hicieron investigaciones sobre la acusación de blasfemia por llamarse a sí mismo Mesías ▪ Al presentar el caso ante Pilato, se cambió la acusación ▪ Los cargos eran falsos ▪ Pilato lo declaró inocente; aun así, lo mandó ejecutar [Recuadro de la página 22] Una gran carga de responsabilidad Antes de que los testigos presentaran su testimonio en los procesos con posible pena capital, los tribunales judíos les hacían la siguiente advertencia relacionada con el valor de la vida: “¿Lo que ustedes dicen no estará basado en suposiciones, o en rumores, o en lo que les dijeron otros testigos, o en lo que les dijo una persona digna de confianza? ¿Ustedes saben que sus declaraciones las vamos a someter a investigaciones e indagaciones? Tengan en cuenta que los juicios criminales no son como los procesos por dinero. En las causas por dinero [el testigo] puede indemnizar y expiar de ese modo [el daño]; en los juicios criminales responde por la sangre [derramada], y la de sus descendientes hasta el fin del mundo.” (El Talmud de Babilonia,  “Sanedrín”, 37a.) Cuando al acusado se le declaraba culpable, los testigos tenían que participar en la ejecución (Levítico 24:14; Deuteronomio 17:6, 7).

CAUSA JUDICIAL Asunto que se tramita ante un tribunal judicial; audiencia o juicio. El principal verbo hebreo que tiene que ver con causas judiciales es riv,  que significa “reñir; contender; conducir una causa judicial”. (Gé 26:20; Dt 33:8; Pr

25:8.) La forma sustantiva se traduce “controversia; disputa; litigio; causa judicial”. (Éx 23:2; Dt 25:1; Sl 35:23; Isa 34:8.) La palabra hebrea din  (juicio) a veces se traduce “causa judicial; reclamación legal; litigio”. (Job 35:14; Sl 140:12; Pr 22:10.) Entre los siervos de Dios, el propósito principal de las causas judiciales era satisfacer los requisitos divinos y, en segundo lugar, hacer justicia a la persona o personas implicadas. Dios se interesaba personalmente hasta en las ofensas entre seres humanos, como lo muestran las palabras que Moisés dirigió a los jueces israelitas y que se registran en Deuteronomio 1:16, 17. En el jardín de Edén se celebró una causa judicial para poner al descubierto los hechos y las implicaciones de aquel caso, hacerlas de conocimiento público y también sentenciar a los ofensores. Jehová llamó a Adán y Eva ante su presencia para interrogarlos. Aunque sabía todas las cosas, celebró una audiencia, aclaró las acusaciones, puso al descubierto los hechos por medio de preguntas y les permitió expresarse en defensa propia. Los ofensores confesaron. A continuación Jehová tomó su decisión y aplicó la ley con justicia y bondad inmerecida, a la vez que mostró misericordia a la prole futura de Adán y Eva retrasando cierto tiempo la ejecución de la sentencia de muerte dictada contra ellos. (Gé 3:6-19.) Jehová Dios, el Juez Supremo, fijó así el modelo para todos los procesos jurídicos que habrían de efectuarse en su pueblo. (Gé 3:1-24.) Las causas judiciales que se celebraban según las regulaciones de Dios tenían el propósito de conocer y discutir los hechos para hacer justicia, justicia que, de ser posible, se templaba con misericordia. (Dt 16:20; Pr 28:13; compárese con Mt 5:7; Snt 2:13.) Con todo este procedimiento se pretendía mantener a la nación de Israel libre de contaminación y también contribuía al bienestar individual de los israelitas, así como de los residentes forasteros y pobladores que hubiese entre ellos. (Le 19:33, 34; Nú 15:15, 16; Dt 1:16, 17.) La Ley dada a la nación indicaba el procedimiento que debía seguirse en las causas civiles y también en los casos de infracción o delito (como los cometidos contra Dios y el Estado), malos entendidos, riñas personales y problemas a nivel individual, familiar, tribal y nacional. Procedimiento. Si los casos en disputa eran de naturaleza personal, se animaba a las partes interesadas a evitar riñas y solventar los asuntos en privado (Pr 17:14; 25:8, 9), pero si no eran capaces de llegar a un acuerdo, se les permitía acudir a los jueces. (Mt 5:25.) Jesús dio un consejo a sus discípulos que iba en esta misma línea. (Mt 18:15-17.) No había ningún procedimiento formal o complicado para encargarse de las causas judiciales ni antes de Moisés ni bajo la Ley (aunque después de la formación del Sanedrín empezaron a introducirse algunos formalismos), pero los casos se llevaban a cabo de una manera racional y ordenada. Para que la justicia pudiera administrarse a todos, los tribunales estaban abiertos a las mujeres, a los esclavos y a los residentes forasteros. (Job 31:13, 14; Nú 27:1-5; Le 24:22.) El acusado estaba presente cuando se presentaba testimonio contra él y se le permitía defenderse. Ni en los tribunales patriarcales ni en los israelitas había un equivalente al fiscal moderno; tampoco era necesario un abogado defensor. Los procesos en los tribunales se efectuaban sin coste alguno para los litigantes. Las cuestiones de naturaleza civil o criminal se presentaban ante los jueces. Se llamaba a las dos partes, se reunían testigos y se celebraba la audiencia, por lo general en un lugar público, normalmente en las puertas de la ciudad. (Dt 21:19; Rut 4:1.) Los jueces interrogaban a los litigantes y examinaban las pruebas y el testimonio presentados. A menos que no hubiese suficientes pruebas o que el asunto fuese demasiado difícil, en cuyo caso lo remitían a un tribunal superior, los jueces pronunciaban el veredicto sin demora. Las sentencias, hasta cuando se trataba de flagelación o pena de muerte, se llevaban a cabo de inmediato. La Ley no disponía que se

encerrase a nadie en prisión. Solo se mantenía a alguien bajo custodia en los casos en que se tenía que consultar a Jehová para tomar una decisión. (Le 24:12; véanse DELITO Y CASTIGO; TRIBUNAL JUDICIAL.) La culpabilidad siempre se sancionaba; no había excepciones. Tampoco podía ser sobreseída. Según lo que la Ley exigiese, se administraba el castigo o se hacía compensación. Luego, el culpable tenía que presentar una ofrenda en el santuario para hacer las paces con Dios. Estos sacrificios de expiación eran obligatorios siempre que alguien pecaba. (Le 5:1-19.) Hasta los pecados involuntarios conllevaban culpa y exigían que se hiciesen ofrendas para expiación. (Le 4:1-35.) Cuando alguien que cometía delitos del tipo de engaño, fraude o extorsión se arrepentía voluntariamente y confesaba, tenía que hacer compensación y también presentar una ofrenda por la culpa. (Le 6:1-7.) Pruebas. Si una persona era testigo de apostasía, sedición, asesinato —que contaminaba la tierra— u otros delitos graves, tenía la obligación de informarlo y de testificar lo que sabía; de lo contrario, estaría sujeta a la maldición divina, que se proclamaría públicamente. (Le 5:1; Dt 13:8; compárese con Pr 29:24; Est 6:2.) Sin embargo, para establecer un asunto no bastaba con un testigo, sino que se requerían dos o más. (Nú 35:30; Dt 17:6; 19:15; compárese con Jn 8:17, 18; 1Ti 5:19; Heb 10:28.) La Ley ordenaba que los testigos hablasen la verdad (Éx 20:16; 23:7), y en algunos casos se les ponía bajo juramento (Mt 26:63), en especial cuando aquel en quien recaían las sospechas era a su vez el único testigo. (Éx 22:10, 11.) Como se pensaba que cuando se estaba en una causa judicial ante los jueces o en el santuario, era como si se estuviera en pie delante de Jehová, los testigos tenían que reconocer que eran responsables ante Dios. (Éx 22:8; Dt 1:17; 19:17.) Un testigo no debía aceptar soborno ni dejarse persuadir por ningún inicuo para mentir o tramar violencia. (Éx 23:1, 8.) Ni la presión de la muchedumbre ni la riqueza o la pobreza de los implicados en el caso tenía que influir en su testimonio. (Éx 23:2, 3.) Nada debería retenerle de testificar contra un violador inicuo de la Ley, como un apóstata o un rebelde, ni siquiera los vínculos familiares. (Dt 13:6-11; 21:18-21; Zac 13:3.) El testigo que resultaba ser falso recibía el castigo que se hubiera impuesto a la persona acusada en caso de haberla hallado culpable. (Dt 19:17-21.) A los testigos de todas las sentencias capitales se les obligaba a arrojar la primera piedra en la ejecución del convicto. De modo que tenían la obligación legal de demostrar su celo por la adoración limpia y verdadera y por eliminar lo que era malo de Israel. Ese requisito también servía para disuadirles de dar falso testimonio. Solo una persona muy cruel sería capaz de levantar una falsa acusación, sabiendo que luego tendría que ser el primero en dar comienzo a la ejecución del acusado. (Dt 17:7.) Pruebas materiales y circunstanciales.  Cuando una fiera mataba a un animal encomendado al cuidado de alguien, la persona responsable tenía que presentar como prueba el cuerpo despedazado del animal para quedar exonerada de responsabilidad. (Éx 22:10-13.) Si un esposo acusaba a su mujer de haber alegado falsamente ser virgen cuando se casó, el padre de la muchacha podía llevar el manto del lecho matrimonial como prueba de su virginidad y presentarlo ante los jueces con el fin de librarla de la acusación. (Dt 22:13-21.) Bajo la ley patriarcal, en algunos casos también se aceptaban las pruebas materiales. (Gé 38:24-26.) Otras pruebas a las que se daba consideración eran las circunstanciales. Por ejemplo, si se atacaba a una muchacha comprometida en la ciudad, el que no gritase se consideraba una prueba de que se había sometido voluntariamente y se la juzgaba culpable. (Dt 22:23-27.) Adulterio secreto.  Si un hombre sospechaba que su esposa había cometido adulterio, pero no tenía testigos presenciales y ella no lo confesaba, podía llevarla delante del sacerdote para que Jehová la juzgara, puesto que Él había visto y conocía todos los hechos. No se trataba de ordalías. En el procedimiento mismo  no había nada

que perjudicara a la mujer o que hiciera manifiesta su inocencia o culpabilidad, sino que era Jehová quien la juzgaba y daba a conocer su veredicto. Si era inocente, no le ocurría nada, y su esposo tenía que ponerla encinta. Si era culpable, sus órganos reproductivos quedaban afectados y no podía tener hijos. En caso de que hubiera los dos testigos que requería la Ley, el asunto no se llevaba ante Jehová de este modo, sino que los jueces la juzgaban culpable y se la lapidaba. (Nú 5:11-31.) Documentos.  Se utilizaban registros o documentos de varias clases. Un esposo que despedía a su esposa estaba obligado a darle un certificado de divorcio. (Dt 24:1; Jer 3:8; compárese con Isa 50:1.) Había registros genealógicos, como se observa en Primero de las Crónicas. También se hace mención de escrituras que registraban la venta de bienes raíces. (Jer 32:9-11.) Además, se escribieron muchas cartas, algunas de las cuales puede que se conservasen y figurasen en ciertas causas judiciales. (2Sa 11:14; 1Re 21:8-14;2Re 10:1; Ne 2:7.) El juicio de Jesús.RESEÑA

HISTORICA La peor parodia que jamás se ha hecho de la justicia fue el juicio

de Jesucristo y la sentencia que se dictó contra él. Antes de su juicio, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se habían confabulado para darle muerte. De manera que los jueces ya estaban predispuestos y habían decidido el veredicto aun antes de que tuviese lugar el juicio. (Mt 26:3, 4.) Luego sobornaron a Judas para que traicionase a Jesús. (Lu 22:2-6.) Debido a la improcedencia de sus acciones, no le arrestaron en el templo a plena luz del día, sino que esperaron el amparo de la noche, y entonces enviaron una muchedumbre armada con garrotes y espadas para arrestarle en un lugar solitario fuera de la ciudad. (Lu 22:52, 53.) Primero se llevó a Jesús a la casa de Anás, el antiguo sumo sacerdote, que todavía tenía gran autoridad, aunque en aquel entonces el sumo sacerdote era su yerno Caifás. (Jn 18:13.) Allí lo interrogaron y abofetearon. (Jn 18:22.) Después lo llevaron atado a la presencia del sumo sacerdote Caifás. Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaron testigos falsos. Se presentaron muchos para hablar contra Jesús, pero no se podían poner de acuerdo en su testimonio; solo lo hicieron dos, que tergiversaron las palabras de Jesús registradas en Juan 2:19. (Mt 26:59-61; Mr 14:56-59.) Por fin, el sumo sacerdote puso bajo juramento a Jesús y le preguntó si era el Cristo, el Hijo de Dios. Cuando Jesús respondió afirmativamente y aludió a la profecía de Daniel 7:13, el sumo sacerdote rasgó sus prendas de vestir y pidió al tribunal que lo declarase culpable de blasfemia. Este fue el veredicto, y se le sentenció a muerte. Después de esto le escupieron en el rostro, le dieron puñetazos y lo desafiaron con escarnio, lo que constituyó una violación de la Ley. (Mt 26:57-68; Lu 22:66-71; compárese con Dt 25:1, 2;Jn 7:51 y Hch 23:3.) Después de este juicio nocturno ilegal, el Sanedrín se reunió muy de mañana para confirmar su veredicto y ‘consultar entre sí’. (Mr 15:1.) Entonces llevaron a Jesús, atado de nuevo, al palacio del gobernador, a Pilato, pues decían: “A nosotros no nos es lícito matar a nadie”. (Jn 18:31.) Allí se le acusó de prohibir pagar los impuestos a César y de decir que era Cristo, un rey. La blasfemia contra el Dios de los judíos no hubiera sido una acusación muy seria a los ojos de los romanos, pero la sedición sí. Después de intentar en vano que Jesús testificara contra sí mismo, Pilato les dijo a los judíos que no lo hallaba culpable de ningún delito. Sin embargo, cuando descubrió que era galileo, lo envió a Herodes, que tenía la jurisdicción sobre Galilea. Herodes interrogó a Jesús, esperando verle realizar alguna señal, pero Jesús rehusó. Entonces Herodes lo deshonró, burlándose de él, y lo envió de nuevo a Pilato. (Lu 23:1-11.) Pilato intentó libertar a Jesús basándose en una costumbre de aquel tiempo, pero los judíos rehusaron y en su lugar pidieron la liberación de un sedicioso y asesino. (Jn 18:38-40.) A continuación, Pilato hizo flagelar a Jesús

y los soldados lo maltrataron de nuevo. Después de eso Pilato le sacó afuera e intentó conseguir su liberación, pero los judíos insistieron: “¡Al madero! ¡Al madero con él!”, de manera que por fin dio la orden de que lo fijasen en un madero. (Mt 27:15-26; Lu 23:13-25; Jn 19:1-16.) ¿Qué leyes de Dios violaron los sacerdotes judíos en el proceso contra Jesús? Algunas de las leyes que los judíos violaron descaradamente en el juicio de Cristo son las siguientes: soborno (Dt 16:19; 27:25); conspiración y perversión del juicio y la justicia (Éx 23:1, 2, 6, 7; Le 19:15, 35); falso testimonio, con la connivencia de los jueces (Éx 20:16); la puesta en libertad de un asesino (Barrabás), con lo que trajeron sobre sí y sobre la tierra culpabilidad por derramamiento de sangre (Nú 35:31-34; Dt 19:11-13); formación de una chusma, o ‘seguir tras la muchedumbre para efectuar el mal’ (Éx 23:2, 3); la ley que prohibía seguir los estatutos de otras naciones, pues clamaron que a Jesús se le fijase en un madero, y también la que estipulaba que a un criminal se le tenía que apedrear o dar muerte antes  de ser fijado en un madero, y no torturado hasta morir (Le 18:3-5; Dt 21:22); aceptar como rey a un pagano (César) que no era de su propia nación, rechazando al Rey que Dios había escogido (Dt 17:14, 15), y, finalmente, fueron culpables de asesinato. (Éx 20:13.) https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2011248#h=55

EL JUICIO DE JESUS 1. 1. “EL JUICIO DE JESUS” 2. 2. ANÁLISIS JURIDICO DE LA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE JESÚS DESDE LA PERSPECTIVA DE LA LEY JUDÍA1.MARCO HISTORICOLos acontecimientos descritos tuvieron lugar en laprovincia romana de Judea, cuando el emperadorTiberio (14-37 d.C.) gobernaba el Imperioromano y su gobernador Poncio Pilatoadministraba la provincia (26-36 d.C.) Losprefectos, como administradores senatoriales,poseían la alta justicia, el derecho a imponer lapena capital. 3. 3. 2. EL PROCESO RELIGIOSO DE JESÚS 4. 4. 2.1 Cronología• Arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní.• Ante proceso en casa de Anás (únicamente mencionado por Juan).• Jesús es llevado ante Caifás• Acusación y respuesta.• Sentencia a muerte. Le escupen, le abofetean y también los guardias le daban golpes (Marcos 14, 60-65).• Al amanecer del siguiente día Jesús es conducido a la sala del Gran consejo.• Jesús es declarado culpable. EL ARRESTO 5. 5. Recordemos que el proceso religioso de Jesús sedesarrolló en tres momentos. Primeramente, en casa deAnás; después en casa de Caifás y finalmente en elproceso oficial ante el Sanedrín, que tiene lugar en lasesión matinal.2.2 Ante proceso en casa de Anás.Anás no tenía derecho alguno a interrogar a Jesús, ya queno ejercía la autoridad religiosa en aquel momento.En materia criminal, no se admitían más que testigos oculares. Misná,Sanedrín, iv, 5. ¿De que manera se amonestaba severamente a los testigos quedeponían en procesos de sangre? Se les introducía en el interior de un recinto yse les infundía temor, que no hablaran por mera suposición, por oídas, por ladeposición de otro testigo, por la declaración de un hombre digno de fe quehubieren oído o que no fueran a creer que en ultimo termino no seríaexaminada y analizada su deposición. Habéis de saber (-se les decía-) que losprocesos pecuniarios, una persona devuelve el dinero y expía así su culpa, enlos procesos de sangre, en cambio, la sangre (del reo) y hasta el fin del mundo. 6. 6. 2.3 Proceso nocturno en casa de Caifás.Desde el punto de vista del judaísmo ortodoxo, Jesús erarealmente un blasfemo y un destructor del cultoestablecido; y estos delitos estaban castigados por la leycon la muerte.A pesar de no estar los miembros necesarios, la

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asambleale declaró culpable de delito capital. El Sanedrín no tenía elderecho de hacer ejecutar una sentencia de muerte. JESÚS ANTE EL SUMO SACERDOTE CAIFAS 7. Desde la presencia de Anás, Jesús es llevado anteCaifás. (Mt. 26,57-66; Mc 14, 53-64; Lc 22,54).Aunque era de noche y se trataba de un procesoirregular.Misná. Los procesos de sangre se celebran de día y la decisión hade ser tomada de día. Los procesos de sangre se pueden cerrar enel mismo día si media sentencia absolutoria, pero al día siguientesi la sentencia es condenatoria. Por eso no puede realizarse unproceso de sangre en la vigilia del sábado o de un día festivo.Misná. Todos son aptos para participar en un proceso pecuniario,pero no todos son aptos para participar en un proceso de sangre,son tan solo los sacerdotes, los levitas y los israelitas que puedencasar a sus hijas con miembros del grupo sacerdotal.Misná. El sumo sacerdote puede juzgar y ser juzgado, puedetestificar y puede ser objeto de testificación. 8. Misná. Por boca de dos testigos. Otra explicación, por boca de dostestigos, esto significa que el sanedrín no puede oír (la acusación) porboca de un intérprete. Dt. 17,6 El tribunal ha de entender la lenguade los testigos.El libro del Deuteronomio expresamente señalaba quese requería el testimonio acorde de dos o tres paracondenar a muerte a un reo. Pero que no se podíacondenar por la palabra de un solo testigo (Deut 17,6).Marcos nos recoge uno de estos testimonios falsos ycontradictorios acerca de una presunta amenaza deJesús de destruir el templo de Jerusalén. De los dostestigos que se presentaron, el uno afirmaba: “Jesús hadicho que puede destruir el templo de Dios yreconstruirlo en tres días”. Y el otro en cambio,aseguraba: “Jesús ha dicho: yo destruiré este temploedificado por hombres y en tres días construiré otro noedificado por hombres”. 9. Las acusaciones de aquellos testigos, los únicos que seencontraron, eran contradictorias, estaban falseadas, y enningún caso bastarían para condenar a muerte a Jesús.La intervención del sumo sacerdote constituye unairregularidad procesal. Su papel era presidir, pero no hacerdirectamente de interrogador, ni menos de acusador. Yaunque el presidente del tribunal, a falta de pruebastestificales, no podía legalmente obtener del acusado laspruebas de su condenación, Jesús, sin embargo, no pudopermanecer en silencio ante la pregunta de Caifás, porqueese silencio podría ser interpretado como una negativa.La última hipocresía y habilidad de Caifás consiste en nopronunciar él mismo la condenación, sino logra que seanlos otros miembros del Sanedrín los que lo pronuncien.Con esto, la instrucción del proceso religioso quedaterminada y el sumo sacerdote puede estar satisfecho deléxito logrado. 10. La Misná y el Antiguo Testamento especificanclaramente que la condena por blasfemia era lalapidación.Los siguientes han de ser lapidados:Misná. El blasfemo. El blasfemo no es culpable en tanto nomencione explícitamente en Nombre.Lev. 24, 10ss13 Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 14Saca al blasfemo fuera delcampamento, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre lacabeza de él, y apedréelo toda la congregación. 15Y a los hijos deIsrael hablarás, diciendo: Cualquiera que maldijere a su Dios,llevará su iniquidad. 16Y el que blasfemare el nombre de Jehová, hade ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjerocomo el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.Unos le escupen a Jesús en el rostro, otros le golpean yabofetean. 11. 2.4 Sesión diurna ante el SanedrínLa sesión nocturna habida en el palacio de Caifás,fuera del recinto oficial del Sanedrín, no poseía todoslos requisitos legales para su validez, y había de serratificada durante el día y en el local oportuno. Jesús fue conducido a la sala del Gran Consejo muy de mañana, casi al amanecer. Ya que después de él había de sucederse la fase civíl del mismo ante el procurador romano. JESÚS ANTE EL SANEDRÍN 12. Misná. No se puede juzgar a una tribu, ni a un falso profeta, ni aun sumo sacerdote, a no ser por un tribunal compuesto de setentay un miembros.¿Quién eres tú? No duda en reconocer claramente sucondición divina. Ya no había necesidad de testigos.El proceso de Jesús se da por concluido ante eltribunal religioso y se levanta la sesión.Misná. No se puede juzgar a una tribu, ni a un falso profeta, ni aun sumo sacerdote, a no ser por un tribunal compuesto de setenta yun miembros.

13. 13. Según el Talmud, existían ciertos requisitos que había queobservar para la validez en las

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causas criminales: Se establecía que el tribunal no podía reunirse de noche. Si la sentencia era capital, no podía ser dictada sino al día siguiente del proceso.  Nadie podía ser condenado sino a causa de, al menos, dos testigos ajenos.La verdad es que, excepto por esta última norma, queprocedía del Pentateuco, no sabemos si las otras teníanvigencia en tiempos de Jesús, ya que la codificacióncontenida en el Talmud fue redactada en el siglo IIdespués de Cristo.En el proceso de Jesús se había dictado sentencia capital,por ello el proceso realmente estaba incompleto, ya enaquella época la autoridad romana se había reservado elderecho de dictar una sentencia efectiva de muerte. 14. 3. EL PROCESO CIVÍL DE JESÚS 15. 3.1 Cronología Jesús Es conducido ante Poncio Pilato Los acusadores, ante el tribunal de Pilato Pilato no encuentra culpa en Jesús y lo envía a Herodes (únicamente mencionada por Lucas) Herodes desprecia y humilla a Jesús y lo remite de nuevo a Pilato Pilato anuncia que solamente le va a castigar y lo va a soltar La turba pide que sea crucificado El pueblo elige la libertad de Barrabas y la crucifixión de Jesús Jesús es azotado y le colocan una corona de espinas y representan una escena de burla del pretendido rey Jesús así es presentado a Pilato 16. 3.2 Procedimientos de presentación de laacusación ante Pilato• Repetir las acusaciones de tipo religioso por las que el Sanedrín había antes condenado a Jesús.• Transformar la acusación religiosa contra Jesús en otra de naturaleza política, que podía influirLucas precisa también la acusación que los sumossacerdotesel presentaron contra su competencia. más en romano y que era de el "rey" Jesús:"Hemos encontrado que éste seduce a nuestropueblo y le impide pagar impuestos al emperador, yafirma de sí mismo ser un rey ungido" (23, 2). 17. 3.3 La ContumaciaPilato preguntó a Jesús ¿eres tú el rey de los Judíos?"Tú lo dices". La escueta respuesta es ambigua. Lossinópticos dicen que Jesús calló después. Talcomportamiento ante un gobernador era contumacia.Como contumacia se incluía expresamente que unacusado callara a las preguntas del juez. En el casode los provinciales que no tenían derecho deciudadanía romana y por tanto derecho de apelación,el gobernador podía imponer la pena de muerte antela contumacia. 18. Jesús persistió en su silencio y satisfizo así losrequisitos jurídicos de la contumacia. El silencio deJesús es el núcleo exacto del proceso. Pilato lejos de convencerse de la culpabilidad de Jesús, resiste hasta entonces la presión que vienen ejerciendo los miembros del Sanedrín. JESÚS GUARDA SILENCIOApenas Pilato oyó el nombre de Galilea, pensó que lomás acertado era renunciar a su jurisdicción,endosándole el caso a Herodes. 19. Lucas es el único que nos ha recogido estacomparecencia de Jesús ante Herodes (23,612).Herodes, no tenía ningún título para interrogarle yJesús calla ante él. Ante este silencio, Herodes,propiamente, no sentencia a Jesús, se limita adespreciarlo y a humillarlo.Herodes haexaminado alpresunto reo;pero nada se haencontrado dignode muerte. Se loregresa a Pilato. JESÚS ANTE HERODES 20. El procurador romano piensa en una sentenciaabsolutoria. Pero ahí mismo entra la política. AunqueJesús sea inocente, Pilato anuncia que va a castigar alreo.La elección del pueblo que prefiere a Barrabas, creemosque constituye el clímax del proceso: Pilato manda aazotar a Jesús.3.4 La Flagelación.En el momento de aplicarse este castigo a Jesús, todavíano se hallaba oficialmente condenado a muerte.La flagelación, que se expresaba por la palabra latinaflagellatio, era el castigo de azotes que se aplicaba comopena tanto en el área judía como en la romana. La leyjudía estaba mitigada por la limitación de no sobrepasarlos 40 azotes, para lo cual la aplicación de la pena sequedaba en 39. Pero en la legislación romana no habíalimite. 21. La flagelación era el preliminar ordinario delsuplicio de la cruz. La ley estaba en peligro si no secastigaba con la muerte al seductor. Misná. ¿Cuántos azotes reciben? Cuarenta menos uno, porque está escrito: en número de cuarenta.Se le estimaba los azotes demodo que se

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pudieranrepartir en tres partes. Si sele estimó capaz de recibirlos cuarenta azotes, y unavez que ha recibido unaparte se juzga que no escapaz para recibir los LA FLAGELACIÓNcuarenta, se le deja libre. 22. ¿Cómo se daban los azotes? Se le ataban las manos a una columnaa ambos lados, luego el servidor de la sinagoga le agarraba de losvestidos y si se desgarraban, se desgarraban y si se destrozaban, sedestrozaban, hasta que le quedaba el pecho descubierto. Tras élhabía colocada una piedra y sobre ella se subía el servidor de lasinagoga teniendo en su mano una correa de ternero. Esta estabaprimeramente doblada en dos y las dos en cuatro; otras doscorreas subían y bajaban en ella.Si se le estimó capaz para recibir dieciocho azotes, y después dehaberlos recibido se le juzga capaz para recibir los cuarenta, se ledeja libre. Si cometió una trasgresión quebrantando dosprohibiciones, se hace una estimación única, recibe los azotes y sele deja libre. En caso contrario recibe los azotes y se le dejarestablecer, luego vuelve a recibir los azotes (que faltan). 23. Su empuñadura tenía un palmo de largo y otro palmo de ancho; elextremo llegaba hasta la mitad del vientre. Se le azotaba un terciopor la parte delantera y dos por la trasera. No se le azotaba ni de pieni sentado, sino inclinado, como está escrito: el juez lo dejará caer.El que azotaba, lo azotaba con una mano con toda su fuerza.Deuteronomio 25, 2Y si el delincuente mereciere ser azotado,entonces el juez le hará echar en tierra, y le hará azotar en supresencia; según su delito será el número de azotes. 3Se podrá darcuarenta azotes, no más; no sea que, si lo hirieren con muchosazotes más que éstos, se sienta tu hermano envilecido delante detus ojos.El proceso ha entrado en una fase final, a Pilato se leve indeciso, inseguro, en actitud defensiva ycambiando de táctica. Los sacerdotes, que adviertenesta indecisión del juez, han cambiado la acusaciónreligiosa (blasfemia) por una de carácter político paraobligar a Pilato a condenar. 24. 4. PROCESO POLÍTICO DE JESÚS 25. 4.1 Cronología Se le acusa de hacerse llamar rey en contra del César Los sumos sacerdotes reconocen que no tienen mas rey que el Cesar. (Juan) Pilatos se lava las manos y entrega a Jesús para que lo crucifiquen Jesús cargando sobre sí la cruz, salió hacia el sitio llamado calavera, que en hebreo se dice Gólgota Jesúsacusación4.2 La es crucificadoJuan dice expresamente que fueron los sacerdotesquienes profirieron la increíble afirmación: “Notenemos más rey que al César”. “Aquí no hay -decían– otro rey que el emperador, y todo el que seproclame rey se coloca frente al emperador. 26. Todos los magistrados romanos debían su cargo alnombramiento del César. Podía, por tanto, temerseque cualquier denuncia de flojedad en condenar a losenemigos del César hubiese resultado fatal para elprocurador.Pilato, estaba enterado de las actividades de Jesús através de su gente, que no había observado en lasactividades de Jesús ninguno de los signos de unarebelión política.Misná. Los procesos concernientes a la propiedad y a los delitos sujetosa la pena capital son iguales en lo que se refiere a la investigación y a laexploración (de los testigos), puesto que está escrito: tendréis un solojuicio. Los procesos pecuniarios son decididos por tres jueces, losprocesos de sangre por veintitrés. Los procesos de sangre pueden volvera ser vistos para absolver, pero no para condenar. Pero en los procesosde sangre pueden todos aducir razones a favor de la absolución, aunqueno pueden aducir todos razones a favor de la condenación. 27. 4.3 Condena y Asesinato de Jesús. Finalmente la condena de Jesús se debe a su proclamación como rey de los judíos. La ejecución de Jesús por contumacia ha de defenderse contra la discutida suposición de que LA CONDENA encima de su cabezaen la cruz, un letrero "Rey de los judíos" informaba atodos de la razón de la ejecución. Pero había la costumbrede que en los castigos públicos o en las ejecuciones seacompañara un título puesto en un palo, que describía eldelito. 28. Jesús es obligado a llevar la cruz y es crucificado. LA CRUCIFIXIÓN

29. 29. Una ley judía prohibía que se dejaseun cadáver suspendido del patíbulopasada la tarde

del día de la ejecución.No es probable que esta regla seobservase en las ejecuciones hechaspor los romanos.Deuteron. Xxi, 22-23; Josué, viii, 29,Misná, Sanedrín, vi, 5.R. Meir dice: cuando el hombre sufre,¿qué expresión usa la Divinidad? “Micabeza es demasiado pesada para mi, mibrazo es demasiado pesado para mi”. EL DESCENDIMIENTOSi Dios se aflige de tal modo por la sangre del prevaricador que esderramada, ¡con cuánta mas razón no se ha de afligir por la sangre de losjustos! Pero no solo esto, todo el que deja pernoctar a su muerto quebrantaun precepto negativo. Si lo dejó pernoctar por su propia dignidad, comopara procurarle un ataúd o para proporcionarle una vestidura, no quebrantael precepto. No se le enterraba en la sepultura de sus padres, sino queexistían dos sepulturas que estaban habilitadas para el tribunal, una paradecapitados. 30. 30. 5. RESUMEN DE LAS VIOLACIONES A LA LEY EN EL PROCESO DE JESUS1. La detención de un acusado no podía hacerse por la noche.2. Primeramente se le lleva ante Anás que no tenía cargo alguno ni autoridad que le facultase a interrogarle.3. El traslado después ante Caifás por la noche y sin la presencia completa de los miembros del Sanedrín.4. Se requería el testimonio de dos o tres testigos para condenar, pero sus testimonios debían concordar.5. Caifás debía presidir el juicio, no ser el acusador.6. Jesús es escupido, abofeteado y golpeado.7. Se le juzga por la mañana del día viernes, y se le condena por afirmar que era Hijo de Dios, y realmente lo es.8. Si la sentencia era de muerte debía ser dictada al día siguiente del proceso. 31. 31. 9. Se presenta ante Pilato, con una acusación distinta, ya no religiosa sino política por atentar contra la realeza del César.10.Aunque Pilato reconoce la inocencia de Jesús, ordena la flagelación.11.Cuando Jesús es flagelado aún no está sentenciado oficialmente a muerte por Pilato.12.Flagelado se presenta ante Pilato y en esa condición no era permitido estar en presencia de una autoridad romana del rango de Pilato.13.El inicio del proceso fue por blasfemia y termino por sedición, pero se establecía que el acusado sólo debía tener un juicio, y en todo caso si había otro era para absolución.14.Aunque no encontramos información al respecto, es de suponer que los acusados debían tener derecho a un defensor. 32. 32. 6. BIBLIOGRAFÍADIOS LA BIBLIA Distintas versionesLEGASSE, SIMON EL PROCESO DE JESÚS La Pasión en los Cuatro Evangelios Editorial Desclée De Brouwer Bilbao, España 1996DEL VALLE, CARLOS LA MISNÁ Segunda Edición Ediciones Sígueme Salamanca España 2003DE SOBRINO, JOSE A. ASI FUE JESÚS Vida informativa del Señor Biblioteca de Autores Cristianos Madrid 1984A. CODESAL, MARTÍN EVANGELIOS CONCORDADOS 4ª. Edición Bigsa Industria Gráfica Sevilla España, 1994DEMMANDT, ALEXANDER LOS GRANDES PROCESOS, Barcelona, España 1993 https://es.slideshare.net/oscarandragogia/el-juicio-de-jesus

¿Qué juicios enfrentó Jesús antes de Su crucifixión? Pregunta:

"¿Qué

juicios

enfrentó

Jesús

antes

de

Su

crucifixión?"

Respuesta: La noche en que fue arrestado, Jesús fue llevado ante Anás, Caifás y la asamblea de los líderes religiosos llamada Sanedrín (Juan 18:19-24; Mateo 26:57). Después de esto, fue llevado ante Pilato, el gobernador romano (Juan 18:23), enviado a Herodes (Lucas 23:7), y llevado nuevamente de regreso a Pilato (Lucas 23:11-12), quien finalmente lo sentenció a morir. Los juicios de Jesús constaron de seis eventos: tres de ellos en una corte religiosa y tres ante una corte romana. Jesús fue juzgado ante Anás el sumo sacerdote saliente; Caifás, el sumo sacerdote en funciones, y el Sanedrín. Él fue acusado en estos juicios “eclesiásticos” de blasfemia, por afirmar ser el Hijo de Dios y el Mesías. 

Los juicios religiosos ante las autoridades judías, mostraron el grado en que los líderes judíos odiaban a Jesús, porque ellos desatendían descuidadamente muchas de sus propias leyes. Hubieron muchas ilegalidades involucradas en estos juicios desde la perspectiva de la ley judía: (1) Ningún juicio debía llevarse a cabo durante alguna celebración, y Jesús fue juzgado durante la Pascua. (2) Cada miembro de la corte debía votar individualmente para condenar o absolver, pero Jesús fue condenado por una gritería de protestas y desaprobación. (3) Si se daba la pena de muerte, debía pasar una noche antes de que la sentencia fuera llevada a cabo; sin embargo, solo pasaron unas cuantas horas antes de que Jesús fuera puesto en la cruz. (4) Los judíos no tenían autoridad para ejecutar a nadie, sin embargo, se las ingeniaron para ejecutar a Jesús. (5) Ningún juicio debía llevarse a cabo por la noche, pero este juicio se hizo antes del amanecer. (6) Se debía proporcionar al acusado consejo y representación, pero Jesús no tuvo ninguno. (7) No debían hacerse preguntas de auto-incriminación al acusado, pero a Jesús se le preguntó si Él era el Cristo.  Los juicios ante las autoridades romanas comenzaron con Pilato (Juan 18:23) después que Jesús había sido golpeado. Los cargos llevados contra Él eran muy diferentes a los cargos de Sus juicios religiosos. Él fue acusado de incitar a la gente a una revuelta, prohibiéndole al pueblo pagar impuestos, y clamando ser un rey. Pilato no encontró razón para matar a Jesús, así que lo envió a Herodes (Lucas 23:7). Herodes ridiculizó a Jesús, pero queriendo evitar la responsabilidad política, lo envió de regreso a Pilato (Lucas 23:11-12). Este era el último juicio, por lo que Pilato mandó azotar a Jesús, tratando de aplacar la animosidad de los judíos. La flagelación judía era un castigo terrible y posiblemente consistía de 39 latigazos. En un esfuerzo final por soltar a Jesús, Pilato ofreció que el prisionero Barrabás fuera crucificado y Jesús liberado, pero fue en vano. La turba gritó que Barrabás fuera liberado y Jesús crucificado. Pilato les concedió su demanda y les entregó a Jesús (Lucas 23:25). Los juicios de Jesús representan la máxima mofa de la justicia. Jesús, el hombre más inocente en la historial del mundo, fue encontrado culpable de crímenes y sentenciado a morir por crucifixión.

Las irregularidades en el juicio a Jesús Antonio Miguel Jiménez  | 09 de abril de 2017

El camino que llevó a Jesús hasta la Cruz es, sin duda, uno de los juicios de mayor trascendencia para la historia de la Humanidad.

Se puede comenzar asegurando, sin temor a errar, que se han vertido auténticos ríos de tinta sobre la cuestión del “Jesús humano” o “Jesús histórico”, con el objetivo de desentrañar lo mejor posible los elementos de veracidad en la vida del “personaje histórico más

excepcional –como lo definía G. K. Chesterton en El hombre eterno– de la historia de la humanidad”. Desde la perspectiva de la fe católica, es un absurdo o, al menos, un sinsentido, intentar separar las dos dimensiones de Cristo, al que definimos en el Credo como “Dios y hombre verdadero”. Pero desde la perspectiva histórica, cuyo “credo” se asienta principalmente en la corriente de pensamiento del materialismo histórico, esto no solo no es absurdo, sino que es necesario. Y, dicho sea de paso, a más de un católico no le vendría nada mal lanzar una atenta mirada a esta perspectiva, ya que le haría entender y fundamentar mejor su fe cristiana. A este respecto, y de todas las obras que se han escrito, cabe destacar El Jesús histórico (Ediciones Sígueme, 2012), donde se hace una excelente recopilación de la bibliografía sobre Jesús de Nazaret. Pues bien, dentro de esta perspectiva histórica encontramos un episodio sobre el que también ha abundado la bibliografía, aunque desde distintas perspectivas: el juicio a Jesús y la subsiguiente condena, lo que los cristianos denominamos la Pasión de Cristo. Las últimas perspectivas en ser abordadas han sido la histórico-jurídica y la forense, donde cabe destacar dos títulos con especial relevancia en español publicados en los últimos años: Proceso a un inocente, ¿fue legal el juicio a Jesús?(Liberman, 2012), de José Raúl Calderón Peragón, y Proceso a Jesús. Derecho, religión y política en la muerte de Jesús de Nazaret (Almuzara, 2013), de José María Riba Alba. Estos dos autores, ambos juristas, aunque en ciertos aspectos han arrojado más luz sobre el tema, también han puesto de manifiesto las dudas que todavía entraña la cuestión y sus obras, que apenas tienen un año de diferencia, son el mejor ejemplo de ello, pues encarnan las dos posturas opuestas sobre la interpretación del juicio a Jesús: su legalidad.

Condenado irregularmente por «blasfemo» Pero, ¿qué se puede decir sobre el proceso a Jesús de Nazaret? No cabe duda de que las fuentes principales son los textos evangélicos y, de entre estos, especialmente el de san Juan, que es el que más detalles da del proceso y quien, además, supuestamente estuvo presente a los pies de la cruz en el último momento, lo que podría significar que pudo haber presenciado también, con el debido disimulo, el resto del juicio. Y como fuentes secundarias, aunque no menos importantes, destacan los historiadores contemporáneos o inmediatamente posteriores al suceso, como Flavio Josefo, Tácito o Plinio el Joven, además de los hallazgos arqueológicos y epigráficos y, como culmen bibliográfico, las leyes judías y el derecho procesal y penal romano.

Pilato hubo de acceder a aprobar el ajusticiamiento para mantener el orden público El proceso a Jesús, llamado el Nazareno por proceder de este pequeño pueblo galileo, tuvo lugar el día 13 del mes de Nisán del año 3790 del calendario hebreo, en algún momento del reinado del emperador Tiberio, es decir, en el siglo I d.C.,  posiblemente en torno al 32 y el 34 d.C. Pero aun siendo el juicio que más ha trascendido e influido en la historia, curiosamente no contamos con exceso de datos sobre el mismo. Así, el historiador romano Tácito señalaba en su obra Annales que “el tal Cristo” había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato (Ann. 15, 44), nombre este último que aparece junto al del emperador Tiberio en una inscripción hallada en las excavaciones arqueológicas de Cesarea Marítima. Y, en efecto, Tácito no se equivocaba. Como relatan los evangelios, Jesús no fue condenado por Pilato, sino ajusticiado por este, ya que la condena por “blasfemo” había tenido lugar en dos irregulares juicios, el primero en casa del que fuera sumo

sacerdote, Hanán (Anás en griego), y del entonces sumo sacerdote del Templo, Yosef Qayyafá (Caifás). En este último juicio se le encontró culpable de blasfemia y se decidió condenarlo a muerte. Son muchos los interrogantes que surgen a este respecto y de los hechos subsiguientes. En primer lugar, ¿no esperaban los judíos la venida del Mesías? ¿No cabía la posibilidad, pues, de que fuera Jesús? Por otra parte, y en lo referente a la condena y a la tipología de la misma, ¿por qué no ajusticiaron ellos mismos a Jesús, como habían hecho con tantas y tantas mujeres acusadas de adulterio en las plazas públicas? Y, por último, ¿por qué pedir una condena ajena a la ley judía, como la crucifixión, y que fuera llevada a cabo por el poder romano?

La pena de muerte por crucifixión entrañaba una especial crueldad y dureza La primera cuestión es de sencilla respuesta. El mensaje de Jesús, fuera o no Mesías para los judíos de entonces, había criticado fuertemente el poder y la riqueza que ostentaban los sumos sacerdotes y los escribas y había liberado a aquellos que lo habían escuchado de unas leyes que esclavizaban al hombre, predicando la ley del amor a Dios y al prójimo y la fraternidad de todos los hombres mediante la filiación divina con Dios. En nuestra civilización occidental actual, la igualdad de todas las personas ante la ley parece una obviedad, algo básico, pero en la Judea del siglo I d.C. una idea así era implanteable, totalmente tabú. En definitiva, Jesús desacreditó el poder del Sanedrín y sus miembros no podían consentirlo. Además, la procedencia humilde de Jesús y su tierra natal, Galilea, a cuyos habitantes despreciaban como bárbaros en Judea, hacían imposible a los sumos sacerdotes creer que

de aquí surgiría el Mesías, recordando las palabras de Natanael: “¿Puede salir algo bueno de Nazaret?” (Jn. 1, 46). El segundo interrogante es algo más complejo. ¿Por qué no podían los sumos sacerdotes ajusticiar a Jesús? La respuesta sencilla sería: por la ley romana. Judea había sido un reino clientelar de Roma desde quePompeyo Magno derrotase al rey Mitrídates VI del Ponto en el año 63 a.C., pero con sus reyes títere, como Herodes el Grande, se mantuvo cierta autonomía legislativa. Cosa distinta pasó tras el reinado de Herodes Arquelao, hijo del anterior y hermano de Antipas, que disgustó profundamente al poder romano, y en pro de un control político definitivo se creó la provincia romana de Iudæa (Judea). Desde el año 6 d.C. pues, la ley vigente pasó a ser la romana, en detrimento de la judía. Hasta aquí todo claro. Pero entonces encontramos otra incongruencia, ¿por qué sí ajusticiaban a las mujeres acusadas de adulterio? En los evangelios queda muy clara la disposición de apedrear hasta la muerte a mujeres sorprendidas en adulterio siguiendo la ley mosaica (Dt. 22, 23-24) e incluso en una ocasión quisieron apedrear al mismo Jesús públicamente por blasfemo (Jn. 8, 59), ¿por qué en esta ocasión no fue así? Pierde sentido, ante la comparación con la suerte sufrida por las mujeres acusadas de adulterio recurrir al tópico de que los sumos sacerdotes debían obedecer la ley romana y al César, lo que no parece sino una impostura por parte del Sanedrín para mantener las formalidades con las fuerzas de ocupación romanas que, dicho sea de paso, mientras se guardara el orden eran bastante pasivas respecto a estas cuestiones. Además, la pena judía por blasfemia era exactamente igual que la pena por adulterio, según el libro del Levítico (24, 16): la lapidación. ¿Por qué entonces los sumos sacerdotes pidieron, primero, al prefecto romano que ajusticiara él a Jesús y, segundo, que lo hiciera por crucifixión?

En busca de la mayor humillación posible La única lógica es la del desprestigio y la humillación. El mismo Pilatos se extrañó, inquiriendo a quienes le presentaban a Jesús: “Tomadlo y juzgadlo según vuestra ley” (Jn. 18, 31), lo que indica que la práctica ejecutoria por parte de las autoridades judías era algo habitual. Pero los sumos sacerdotes eran conscientes de que algunos consideraban a Jesús como el Mesías esperado, que muchos lo consideraban “un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios” (Lc. 24, 19), como lo definieron los dos discípulos de Emaús, y que casi todos lo tenían como un hombre santo. En cualquiera de los casos, y desde la perspectiva de los sumos sacerdotes, sus palabras no podían tener repercusión si querían mantener sus privilegios ante el pueblo y ante Roma. Por ello, la acusación de blasfemo era perfecta para desacreditarlo y, para que dicho descrédito sonara en toda la provincia, lo llevaron, con la acusación esta vez de agitador contra Roma, al prefecto del pretorio, Poncio Pilato, quien, pese a que no encontró “ningún motivo en él para condenarlo” (Jn. 18, 38), hubo de acceder a aprobar el ajusticiamiento para mantener el orden público. Pero aquí tuvo lugar otra irregularidad. Antes de autorizar el ajusticiamiento, Pilato hizo ejecutar otra sentencia. “Pilato mandó entonces azotar a Jesús”, escribe san Juan (19, 1). Aspecto este sumamente curioso. Theodor Mommsen, en su obra titulada Derecho penal romano, aclaraba que los azotes no eran una pena en sí misma, sino que servían como coerción o humillación pública para pobres o esclavos que no tenían dinero para afrontar penas pecuniarias y en tiempos del principado se aplicaba a aquellos con una pena más leve. ¿Por qué entonces Pilato mandó azotar a Jesús, para quien pedían la muerte en cruz, propia de ladrones y proscritos? ¿Por qué torturar a un hombre que en el interrogatorio había hablado? Posiblemente, la razón sea acorde

con el dato evangélico: Pilato no quería ajusticiar a alguien que no parecía aquello de lo que se le acusaba (Jn. 19, 12), pero la fuerte presión de los sumos sacerdotes pudo con él.

La historia de Jesús resultó ser el más absoluto fracaso a ojos de los hombres Finalmente, Jesús de Nazaret fue entregado por el prefecto romano al Sanedrín, quien, con una cohorte romana, se encargó de crucificar al reo. Este hecho es también muy significativo: hubieron de ser los romanos quienes crucificaran a Jesús, pues eran los que sabían hacerlo, ya que en la ley judía no se contemplaban ejecuciones de aquellas características, ideadas para hacer sufrir al condenado hasta el extremo. La pena de muerte por crucifixión entrañaba una especial crueldad y dureza. De origen posiblemente persa, aplicada a sediciosos, traidores y rebeldes, su modus operandi radicaba en la lenta asfixia del reo, causada por la posición a la que este era obligado a estar, clavado de manos y pies a sendos maderos de la cruz, impidiendo la respiración. Aunque el caso de Jesús fue especialmente grave, ya que a semejante suplicio se añadía la pérdida de sangre provocada por los azotes y la corona de espinas. Ante esto solo cabe una pregunta, ¿era normal la aplicación de penas tan severas a personas que se autoproclamaban mesías? La respuesta es no. En la zona de Palestina siempre los hubo, antes y después de la llegada de Roma, y nunca se les aplicó semejante pena. De hecho, normalmente eran tomados por desequilibrados. ¿Por qué el caso de Jesús de Nazaret fue distinto a todos, a los anteriores y a los posteriores? Por muy avanzada que se encuentre la disciplina histórica, hay cuestiones que siempre serán un misterio. Pero, en definitiva, puede decirse que el proceso a Jesús de Nazaret, tanto en la vertiente judía como en la romana, tuvo numerosas irregularidades legales que no

dejaron de apuntar en la misma dirección: la ignominia y la humillación del reo. Y lo cierto es que, curiosamente, desde el punto de vista cristiano esto es algo esencial para entender el sacrificio de Cristo por los hombres. La historia de Jesús, llamado Cristo, resultó ser el más absoluto fracaso a ojos de los hombres pero, poco tiempo después, su doctrina se extendería por Oriente Próximo, primero, y por todo el Imperio romano, después, como la pólvora. Los cristianos, como los llamaron por primera vez en Antioquía no más de 20 años después de aquel proceso en Jerusalén, revolucionaron el mundo. https://eldebatedehoy.es/religion/irregularidades-juicio-a-jesus/

El juicio a Cristo La aristocracia judía condenó a muerte a Jesucristo y lo entregó al poder romano para que lo ejecutase. Ese juicio es sin duda el más resonante de la historia de la humanidad. En él, el Sanedrín violó numerosas leyes del pueblo judío: no menos de una veintena.

En estos días, los cristianos recuerdan en la liturgia y en las lecturas evangélicas la Pasión de Cristo. Ésta comienza con la detención de Jesucristo por los criados del sumo sacerdote y la guardia del Templo. El siguiente paso es el juicio realizado por el Sanedrín, en el que sus miembros condenan a Jesucristo a muerte. Aunque el juicio se recubrió de apariencia legal, la sentencia ya estaba dictada de antemano, para lo cual el sumo sacerdote, Caifás, y sus acólitos no dudaron en vulnerar las leyes y los precedentes judíos. Los hermanos Agustín y Joseph Lémann, judíos franceses que se convirtieron al catolicismo y se ordenaron sacerdotes, escribieron un libro, La asamblea que condenó a Jesucristo, en el que encuentran hasta veintisiete ilegalidades. Las fuentes documentales principales que usan son los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, los escritos del historiador Flavio Josefo –procedente de una familia de sacerdotes–, el Talmud y la Mishná. El Sanedrín era el tribunal supremo de los judíos y lo formaban setenta y un miembros repartidos en tres cámaras: la de los sacerdotes –la más importante–, la de los escribas y la de los ancianos. El sumo sacerdote en esos años era, como ha quedado dicho, Caifás, y fue él quien presidió las deliberaciones contra Jesús. Su suegro, Anás, había desempeñado el mismo cargo, y aunque lo había

dejado hacía tiempo seguía siendo consultado por su autoridad; sus hijos (Eleazar, Jonatás, Teófilo, Ananías y Matías) eran también sacerdotes y miembros del Sanedrín. El procedimiento para una condena Entre las normas que regulaban el Sanedrín como tribunal penal estaban las siguientes: 

No podía juzgar ni reunirse en sábado ni en día de fiesta; tampoco lo podía hacer en la víspera de un sábado o de un día de fiesta.  No podía instruir un asunto capital durante la noche, ni comenzar la sesión antes del sacrificio matutino y continuarla después del sacrificio vespertino.  Los testigos debían ser dos, como mínimo. Declaraban por separado y en presencia del acusado. Se les tomaba juramento, y sus declaraciones debían ser coincidentes en todo; de lo contrario, sus testimonios se anularían. Por ejemplo, si se acusaba a alguien de idolatría, delito gravísimo, y un testigo decía que el reo adoraba al Sol y otro a la Luna, la acusación se anulaba.  Si se debatía una sentencia de muerte, ésta sólo podía dictarse al día siguiente del juicio. Además, los jueces tenían que reunirse por parejas para volver a analizar la causa; a fin de garantizar su ecuanimidad, la ley les prohibía beber vino y darse comilonas. Cuando llegaba la votación, un escriba anotaba apuntaba las absoluciones y otro las condenas.  Para aprobar la pena capital, los votos favorables tenían que superar en dos a los absolutorios. Y la condena había de pronunciarse en la llamada sala Gazit o de sillería, una de las dependencias del Templo. Caifás, juez y fiscal De acuerdo con los Evangelios, el Sanedrín dedicó al juicio de Cristo dos sesiones. La primera comenzó de noche, después del sacrificio vespertino y el primer día de ázimos, víspera de la Pascua. Ya hemos enunciado tres infracciones. A partir de aquí se acumularon. Caifás interrogó a Jesús a la vez que se sentaba entre los jueces. Los miembros del Sanedrín permitieron que un guardia abofetease al acusado. Los guardias del Templo presentaron a individuos del populacho como testigos de cargo, y muchos de ellos se contradijeron en sus testimonios; dos llegaron a declarar juntos. Todo esto contravenía las normas. Sólo por las contradicciones entre los testigos, el Hijo de Dios debió haber sido absuelto.

Ante el silencio de Cristo, Caifás trató de hacerle hablar: "Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías". A los testigos se les debía hacer jurar para que dijesen la verdad, pero no a los acusados, porque se les ponía en la alternativa de perjurar o acusarse a sí mismos. Una nueva ilegalidad. Cuando Cristo respondió "Soy yo", Caifás se rasgó sus vestiduras, vulnerando así no sólo los códigos de conducta sino el mandato que le prohibía romperlas porque representaban el sacerdocio. Calificó él mismo el delito ("¡Blasfemó!"), detuvo el juicio ("¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?") y pidió la opinión de los demás jueces ("¿Qué os parece?"). Los miembros del Sanedrín dictaron la sentencia de muerte sin deliberación, en el acto, sin aguardar al día siguiente, y de manera tumultuaria. Tampoco aparecieron los dos escribas que anotaban los votos. La sede del tribunal, una casa particular Al día siguiente, el Sanedrín se reunió para debatir cómo presentar al pueblo judío la condena a muerte de Jesús, totalmente nula por la cantidad de irregularidades cometidas. La reunión comenzó al amanecer, antes del sacrifico matutino, y el día de la gran fiesta de Pascua: dos vulneraciones más. De nuevo se interrogó a Jesús, que reconoció ser Hijo de Dios, y por segunda vez se produjo una votación en masa, no individual, y sin guardar los plazos exigidos. La última de las irregularidades se cometió al principio del juicio: la sentencia de muerte se dictó en la casa de Caifás (el evangelista Juan dice que primero llevaron a Jesús a la casa de Anás, pero que luego le trasladaron a la de su yerno), cuando sólo podía haberse pronunciado en la sala de sillería. Y así aparece escrito en el Evangelio de San Juan: "Llevaron a Jesús desde casa de Caifás hasta el pretorio de Pilatos". De esta manera, Cristo pasó de las manos del Sanedrín a las de Roma, porque ésta había arrebatado a las autoridades judías el derecho de dar muerte a condenados (ius gladii). Los ejecutores de la condena tenían que ser los romanos. Y para persuadir a Poncio Pilatos, que no encontró culpa en Jesús, los sacerdotes montaron por medio de sus criados un motín para forzarle a crucificar al Mesías. Los hermanos Lemánn se preguntan al final de su libro:

¿Quién es Éste contra quien el Sanedrín violó toda justicia? https://www.libertaddigital.com/opinion/historia/el-juicio-a-cristo-1276240028.html

JUAN 18 – EL ARRESTO Y JUICIO DE JESÚS A. Traición y arresto en el huerto. 1. (Juan 18:1) Jesús entra al huerto.

Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. a. Al otro lado del torrente de Cedrón: Cuando Jesús salió de Jerusalén y cruzó el torrente de Cedrón, el torrente estaba rojo de la sangre de miles de corderos de la Pascua. Esto debe haber sido para Jesús un recordatorio muy vivo de su cercano sacrificio. b. Había un huerto: La última vez que había habido una batalla como ésta en un huerto, había sido en el huerto del Edén. Jesús entra a este huerto como el segundo Adán, listo para tener una lucha con Satanás. El primer Adán esperó a que Satanás se acercara a él, pero este Adán toma la iniciativa. 2. (Juan 18:2-6) El ejército confronta a Jesús.

Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. a. Una compañía de soldados: Es sólo Jesús contra un pequeño ejército, pero Jesús es más poderoso que esta compañía de soldados. b. ¿A quién buscáis?….Yo soy: Los soldados vienen con armas y antorchas para capturar a un galileo campesino, pero se encuentran con Uno quien habla como Dios, diciendo el divino Yo soy. c. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra: Cuando Jesús declara quien es (Yo soy,) los soldados se desploman. Aunque es impresionante, es una humilde demostración del poder

de Jesús – después de todo, Él pudo haberlos destruido a todos con fuego del cielo. Jesús siempre mostró su majestad en maneras que hablaban de humildad y debilidad. i. Jesús nació como un humilde bebé, sin embargo fue anunciado por ángeles. Fue acostado en un pesebre, sin embargo fue anunciado por una estrella. Fue sometido al bautismo, pero luego escuchó la voz Divina de aprobación. Durmió cuando estaba exhausto, pero se despertó para calmar la tormenta. Jesús lloró ante la tumba, pero después llamó al muerto a la vida. Se sometió a los soldados que lo arrestaban, después proclamó Su majestad y los derribó. Jesús murió en la cruz, pero en ella venció al pecado, a la muerte y a Satanás. 3. (Juan 18:7-10) Jesús va por su propia voluntad con el ejército que le arrestaba.

Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. a. Dejad ir a éstos: Jesús realmente no fue “arrestado,” Él voluntariamente se dejó llevar para proteger a Sus discípulos. Después de todo, Él podría haber continuado diciendo YO SOY, y alejarse de ahí! b. Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos: Es el mismo amor que llevó a Jesús a la cruz por todos nosotros. Al llevar nuestro juicio por el pecado, Él dijo lo mismo a la justicia del Padre. c. Pedro, ansioso de probar que nunca negaría a Jesús, cortó la oreja del siervodel sumo sacerdote. “Es excesivamente inconsciente por parte de Pedro el tratar de probar su fe por medio de la espada, cuando no lo pudo hacer por medio de su lengua.” (Calvin)

B. El juicio de Jesús ante Anás; la negación de Pedro. 1. (Juan 18:12-14) Jesús es llevado ante Anás.

Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo. a. Anás no era el sumo sacerdote oficial, pero como suegro de Caifás. Él era “el poder detrás del trono.”

2. (Juan 18:15-18) La primera negación de Pedro.

Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose. a. Hasta este momento, Pedro está lleno de contradicciones. Fue muy valiente con una espada en la mano, pero un cobarde delante de una sencilla sierva. 3. (Juan 18:19-24) Jesús delante de Anás.

Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. a. El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina: Anás pregunta por los discípulos de Jesús, tal vez por temor, o por celos. Jesús no menciona a Sus discípulos para nada, protegiéndolos hasta el final. b. ¿Por qué me preguntáis a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yohablado: No es que al decir esto, Jesús no haya querido cooperar, sólo estaba haciendo valer su derecho legal. No habría de haber cargo legal hasta que se hubiese escuchado a los testigos y su testimonio hubiese sido demostrado como verdadero. i. Era deber del Sumo Sacerdote llamar a los testigos primero, comenzando con los de la defensa. Las protecciones legales básicas para los acusados bajo la ley judía, no se siguieron en el juicio de Jesús.

4. (Juan 18:25-27) Pedro niega a Jesús dos veces más.

Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo. a. Notemos que no es la fe de Pedro la que falla, sino su valor. Después de su fracaso, él llora amargamente, porque realmente ama a su Señor.

C. Jesús es llevado ante Pilato. 1. Otros evangelios enfatizan el juicio de Jesús ante el Sanedrín judío; Juan enfatiza Su juicio ante la autoridad romana – Poncio Pilato.

a. Pilato en ese tiempo se caracterizaba como “naturalmente inflexible e implacable en su vanagloria” y fue acusado de corrupción, violencia y extorsión. b. En el pasado había mostrado gran insensibilidad hacia las tradiciones y asuntos religiosos de los judíos y los judíos se habían quejado de él anteriormente. c. El emperador Tiberio era sospechoso de conspiración, y no estaba de humor para tolerar cualquier deslealtad, por lo tanto Pilato, el gobernador, estaba en la cuerda floja. 2. (Juan 18:28-32) Jesús es llevado a Pilato.

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. a. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse: Con gran ironía, Juan expone la hipocresía de los sacerdotes. Ellos están por asesinar a Jesús quien era inocente, sin embargo tenían temor de la deshonra ceremonial.

b. Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley: Pilato prefería no tomar el caso, sin embargo los judíos querían que lo tomaran para poder, legalmente, matar a Jesús. i. Puede ser que en parte los judíos hayan empujado la crucifixión para traer sobre Jesús la maldición de Deuteronomio 21:22-23. Él llevó esa maldición para redimirnos de la maldición de la ley (Gálatas 3:13) c. Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho: La manera que Jesús murió también cumpliría Sus propias palabras (que el Hijo del Hombre sea levantado (Juan 3:14) Si los judíos hubieran matado a Jesús, hubiera sido apedreado en vez de crucificado y Su profecía sobre Su muerte no se hubiera cumplido. 3. (Juan 18:33-35) Pilato pregunta. Jesús aclara.

Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? a. La pregunta de Pilato revela duda. Él pregunta, ¿Eres tú el Rey de los judíos? Pregunta porque Jesús no se veía como un revolucionario o un criminal quienes hubieran sido los únicos tontos en proclamar, en la cara de Roma, que eran el Rey de los judíos. b. ¿Dices tú esto por ti mismo? Jesús debe aclarar esta pregunta debido al concepto romano de rey. Para los romanos, “rey” significaba un rival político. Aunque Jesús era un Rey, no era un rival político en el sentido que Pilato pensaba. 4. (Juan 18:36) Jesús explica Su reino a Pilato.

Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. a. Mi reino no es de este mundo: Aquí Jesús declara la gran y permanente diferencia entre el Reino de Dios y los reinos de este mundo. El reino de Jesús se origina en el cielo (Mi reino no es de este mundo.) El fundamento del reino de Jesús es paz (sus servidores no pelearán.) b. Mi reino no es de aquí: Agustín observó en este versículo que los reinos terrenales están basados en la fuerza, el orgullo, el amor a la vanagloria, el deseo de tener dominio y un interés propio – todos mostrados en Pilato y el Imperio Romano. i. Los imperios terrenales tienen un propósito en el que contienen la maldad y preservan el orden, pero son muy diferentes del reino de Dios, y deben permanecer separados, distintos.

c. El reino celestial ejemplificado por Jesús y la cruz está basado en amor, sacrificio, humildad y justicia – y es para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura (1ª Corintios 1:23) d. Los Cristianos deben cuidar el vivir y servir con el poder demostrado en la cruz, no con el poder de Roma. La clave para vivir en el reino de Jesús no está en querer mandar sobre otros o sobre cosas, sino en ser completamente gobernados por Dios. i. “Este es el punto crucial. Mientras que la política humana está basada en la premisa de que la sociedad debe cambiar para que la gente cambie, en la política del Reino es la gente la que debe cambiar para cambiar la sociedad. (Charles Colson- Reinos en Conflicto) ii. En los tiempos de Jesús, estaban condicionados a buscar la salvación en soluciones políticas – nosotros también nos vemos tentados a promover los propósitos del reino por el poder de este mundo; la historia muestra que cualquier beneficio ganado es grandemente contrarrestado por los compromisos con el estado religioso. e. Mi reino no es de aquí: Puede ser que Pilato se haya sentido aliviado con la respuesta de Jesús que su reino no era de este mundo porque no sabía cuál de los dos reinos era el más fuerte. i. El Rey eterno que gobierna sobre las almas de los hombres es más poderoso que un enemigo externo con ejércitos poderosos. Roma se ha ido, Napoleón se ha ido, Hitler se ha ido, pero el Reino de Jesús prevalece. 5. (Juan 18:37-38) Jesús y Pilato discuten la verdad.

Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. a. ¿Qué es la verdad? “Esa era la pregunta de un político práctico, quien no le daba importancia a las especulaciones de los filósofos ni a los sueños de los entusiastas. Si la verdad era lo único que le preocupaba a Jesús, no había necesidad, según Pilato, de tomarlo seriamente.” (McClymont) b. Para Pilato los soldados, los ejércitos eran la verdad, Roma era la verdad, César era la verdad, el poder político era la verdad, pero Jesús sabía lo que era la verdad, mientras Pilato la seguía buscando. ¿Por qué los Cristianos tratan de promover la verdad de Jesús por medio de la verdad de Pilato? c. Yo no hallo en él ningún delito: Con esto, Pilato declara a Jesús “inocente.” Es difícil decirlo de una manera más clara. Jesús juzgado por un gobernador romano, es declarado inocente – aun así fue llevado a la cruz.

6. (Juan 18:39-40) Pilato trata de liberar a Jesús, pero la multitud pide a Barrabás.

Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón. a. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Pilato trata de encontrar una salida fácil respecto a Jesús, pero no la encuentra. b. No a éste, sino a Barrabás: Pilato esperaba que la multitud liberara a Jesús, en vez de eso, lo condenó. Debido a esto, para Pilato fue imposible ir en contra de los líderes judíos y de la multitud. i. Es una escena extraña, casi una locura: un gobernador romano cruel y despiadado tratando de ganar la vida de un maestro judío que hacia milagros, en contra de los esfuerzos de tanto los líderes judíos como de las multitudes. ii. ¿Cómo era posible que las multitudes se volvieran en contra de Jesús tan rápido? Hay varias explicaciones posibles. Primero, muchos de ellos probablemente estaban decepcionados que este Mesías que entró montando un pollino a Jerusalén no hizo lo que ellos querían que un Mesías hiciera. Segunda, existe una tendencia en mucha gente de destruir a los héroes que ellos mismos han levantado; podemos ver esto en nuestra cultura en estos tiempos. iii. Entonces la multitud rechazó a Jesús y aceptó a Barrabás, cuyo nombre significa “hijo del padre,” y quien era un terrorista y un asesino. Si alguien debiera poder decir, “Jesús murió por mí,” debiera ser Barrabás. Él supo lo que era que Jesús muriera en lugar su, el inocente por el culpable. https://www.blueletterbible.org/Comm/guzik_david/spanish/StudyGuide_Jhn/Jhn_18.cfm

El Juicio de Nuestro Señ or ante el Sanedrín Selecciono esta frase en particular porque la costumbre exige un texto; pero en realidad seguiremos la narrativa entera del juicio de nuestro Señor ante el sumo sacerdote. Veremos cómo el Sanedrín llegó a su injusta sentencia, y lo que hicieron posteriormente, y así, en un sentido, nos estaremos apegando a nuestro texto. Acabamos de leer tres pasajes: Juan 18: 12-24; Marcos 14: 53-65; y Lucas 22: 66-71. Por favor, ténganlos en mente mientras repaso la aciaga historia. La narración de la aflicción de nuestro Señor, si se estudia cuidadosamente, es en extremo desgarradora. Uno no puede meditar en ella por largo rato sin derramar lágrimas; de

hecho, yo he me he visto forzado a abandonar mis meditaciones sobre este tema debido al exceso de emoción. Contemplar los sufrimientos de un Ser tan codiciable en Sí mismo y tan amoroso para con nosotros, es suficiente para hacer que el corazón de uno se parta por completo. Sin embargo, este desgarramiento de los sentimientos es sumamente útil: su efecto posterior es en verdad admirable. Después de dolernos por Jesús somos transportados por encima de nuestro dolor.  No hay en absoluto ninguna consolación bajo el cielo como esta, pues las aflicciones de Cristo eliminan el aguijón de nuestras propias aflicciones, y las tornan inocuas y soportables. Una contemplación condolida de la aflicción de nuestro Señor empequeñece de tal manera nuestras congojas, que llegamos a considerarlas como ligeras aflicciones, demasiado nimias, demasiado insignificantes para ser mencionadas en el mismo día. Cuando hemos acabado de contemplar los agudos quebrantos del Varón de Dolores, no nos atrevemos a registrarnos en absoluto en la lista de los afligidos. Las heridas de Jesús destilan un bálsamo que sana todas las dolencias mortales.  Y esto no es todo, aunque sería mucho en un mundo de angustia como este; pero hay un estímulo incomparable en lo relativo a la pasión del Señor. Aunque hubieren sido casi estrujados por el cuadro de las agonías de su Señor, se han alzado de allí fuertes, resueltos, fervientes, consagrados. Nada conmueve más las profundidades de nuestros corazones como la angustia de Su corazón. Nada es demasiado difícil para que lo intentemos o lo soportemos por Uno que se sacrificó a Sí mismo por nosotros. Ser vilipendiados por la amada causa de quien sufrió tanta vergüenza por nosotros, no se convierte en una gran aflicción; incluso el reproche mismo, cuando es soportado por Él, se torna en mayores riquezas que todos los tesoros de Egipto. Sufrir por Él en el cuerpo y en la mente, incluso hasta la muerte, es un privilegio más bien que una exigencia: tal amor inflama nuestros corazones de tal forma, que ansiamos vehementemente encontrar una manera de expresar nuestro adeudo. Nos aflige pensar que nuestra mejor voluntad sea una cosa muy pequeña; pero estamos solemnemente resueltos a no dar nada que no fuera lo mejor de nosotros a Quien nos amó y se entregó por nosotros.  Yo creo también que, muy frecuentemente, muchos corazones indiferentes han sido grandemente afectados por los sufrimientos de Jesús: han sido turbados en su indiferencia, convencidos de su ingratitud, apartados de su amor por el pecado, y atraídos a Cristo al oír lo que soportó en lugar suyo. Ningún imán puede atraer a los corazones humanos como la cruz de Cristo. Sus heridas hacen que incluso corazones de piedra sangren. Su afrenta avergüenza a la propia obstinación. Los hombres no caen tan abundantemente frente al grandioso arco de Dios, como cuando sus flechas son remojadas con la sangre de Jesús. Esos dardos que están armados con Sus agonías, causan heridas que nunca pueden ser curadas, excepto por Sus propias manos traspasadas. Estas son las

armas que matan al pecado y salvan al pecador, eliminando de un golpe tanto su confianza en sí mismo como su desesperación, y convirtiéndolo en un cautivo de ese conquistador cuya gloria es hacer libres a los hombres.  Esta mañana no solamente quiero predicar las doctrinas que salen de la cruz, sino la cruz misma. Yo supongo que esa fue una de las grandes diferencias entre la primera predicación de todas y la predicación después de la Reforma. Después de la Reforma resonaban claramente desde todos los púlpitos la doctrina de la justificación por la fe y otras gloriosas verdades, que yo espero que les sean otorgadas más y más prominencia; pero los primeros padres de la iglesia proclamaron las mismas verdades de una manera menos teológica. Si ellos trataban poco sobre la justificación por fe, predicaban con maravillosa profusión sobre la sangre y su poder limpiador, sobre las heridas y su eficacia sanadora, sobre la muerte de Jesús y nuestra vida eterna.  Nosotros retomaremos su estilo por unos momentos, y predicaremos los hechos acerca de nuestro Señor Jesucristo, en vez de hablar sobre sus inferencias doctrinales. Oh, que el Espíritu Santo lleve las aflicciones de nuestro Señor tan cerca de cada corazón, que cada uno de nosotros conozca la comunión con Sus sufrimientos, y posea fe en Su salvación y un reverente amor por Su persona.  I. Vamos a comenzar nuestra narración esta mañana, pidiéndoles primero que piensen en el INTERROGATORIO PRELIMINAR DE NUESTRO BENDITO SEÑOR Y MAESTRO, REALIZADO POR EL SUMO SACERDOTE. Ellos trajeron a nuestro Señor desde los linderos del huerto; y cuando lo trajeron, lo sujetaban firmemente, pues leemos: "los hombres que custodiaban a Jesús." Evidentemente estaban temerosos del prisionero, aun cuando lo tenían enteramente en su poder. Él era toda benignidad y sumisión; pero la conciencia los acobardaba a todos ellos, y por eso tenían todo el cuidado que los cobardes emplean para retenerlo entre sus garras. Como la corte no se había reunido en número suficiente para un interrogatorio general, el sumo sacerdote resolvió que ocuparía el tiempo interrogando personalmente a su prisionero.  Dio principio a su maligno ejercicio. El sumo sacerdote preguntó a Jesús cosas acerca de Sus discípulos. No podemos decir cuáles fueron las preguntas, pero yo supongo que eran algo parecido a estas: "¿Cómo es que te has rodeado de un grupo de hombres? ¿Qué hacían ellos contigo? ¿Qué era lo que te proponías lograr con ellos? ¿Quiénes eran ellos? ¿No eran un conjunto de fanáticos, hombres descontentos y listos para la sedición?"  Yo no sé cómo el astuto Caifás haría sus preguntas; pero el Salvador no dio respuesta a esta indagación particular. ¿Qué habría podido decir si hubiese intentado responder? Ah, hermanos, ¿qué cosa buena habría podido decir de Sus discípulos? Podemos estar seguros

de que no diría nada malo. Pero podría haber dicho: "en lo concerniente a mis discípulos, uno de ellos me ha traicionado; tiene todavía en su mano el dinero de sangre que ustedes le dieron como mi precio. Otro de ellos, allá en el patio, antes de que cante el gallo, negará haberme conocido alguna vez, y añadirá juramentos y maldiciones a su negación: en cuanto a los demás, todos me han abandonado y huyeron." Por lo tanto, nuestro Señor no dijo nada acerca de Sus discípulos, pues no se convertiría en acusador de los Suyos, a quienes vino, no a condenar, sino a justificar.  El sumo sacerdote también le preguntó cosas acerca de Su doctrina. Yo supongo que le preguntaría: "¿qué nueva enseñanza es esta tuya? ¿Acaso no bastamos nosotros para enseñar al pueblo: ya que los escribas son tan entendidos en la ley, los fariseos son tan cuidadosos del ritual y los saduceos son tan filosóficos y especulativos? ¿Por qué necesitas injerirte en este dominio? Yo te considero sólo un poco más que el hijo de un campesino: ¿cuál esta extraña enseñanza tuya?" A esta indagatoria nuestro Señor sí respondió, ¡y qué triunfante respuesta dio! ¡Oh, que siempre pudiéramos hablar, cuando es conveniente hablar, tan mansa y sabiamente como Él! Él le respondió: "Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho." Oh, hermanos, ninguna réplica a la calumnia puede compararse con una vida intachable. Jesús había vivido en el pleno resplandor del día donde todos podían verlo, y, sin embargo, fue capaz de desafiar la acusación y decir: "Pregunta a los que han oído." Bienaventurado es el hombre que no tiene necesidad de defenderse porque sus obras y palabras son sólidos testimonios de su rectitud y bondad. Nuestro Salvador respondió a Su interrogador muy apaciblemente, y, sin embargo, muy eficazmente, apelando a los hechos. Él se presenta ante nosotros tanto como el espejo de la mansedumbre como el dechado de la perfección, y la calumnia se retuerce a Sus pies como una serpiente herida. ¡Qué gran deleite es contar con este triunfante intercesor como abogado nuestro, que argumenta Su propia justicia en defensa nuestra! Nadie podría impugnar Su absoluta perfección, y esa perfección cubre a todos Sus santos en este día. ¿Quién nos acusará, ahora que Cristo ha asumido interceder por nosotros?  Esta sobrecogedora respuesta, sin embargo, atrajo sobre el Salvador una bofetada de uno de los alguaciles de la corte que estaba allí. ¿No fue este un acto sumamente repulsivo? Aquí tenemos la primera de una nueva categoría de agresiones. Hasta este punto no nos habíamos enterado de bofetadas y golpes; pero ahora se ha cumplido lo dicho: "Con vara herirán en la mejilla al juez de Israel". Este fue la primera de una larga serie de agresiones.

Yo me pregunto quién sería el hombre que abofeteó de esta manera al Señor. Yo desearía que la réplica del Señor para él pudiera haber influido su corazón hacia el arrepentimiento; pero si no fuera así, es seguro que figuraba a la vanguardia de la caravana de agresiones personales dirigidas contra la persona de nuestro Señor: su mano impía fue la primera en golpearlo. Seguramente si murió en la impenitencia, el recuerdo de ese golpe habrá de permanecer como un gusano que nunca muere dentro de él. Hoy grita: "yo fui el primero en golpearlo: yo le di un golpe en Su boca con la palma de mi mano."  Los escritores de antaño que escribieron sobre la Pasión, nos dan diversos detalles de las lesiones infligidas contra el Salvador por ese golpe; pero nosotros no le otorgamos ninguna importancia a tales tradiciones, y, por tanto, no las citaremos, sino que diremos simplemente que había una creencia generalizada en la iglesia que este golpe fue muy cruel, y le causó al Salvador mucho dolor. Sin embargo, aunque sintió ese golpe, y tal vez fue sacudido por él, el Señor no perdió Su compostura, ni mostró el menor resentimiento. Su respuesta fue todo lo que debía ser. No hay ninguna palabra de más. Él no dice: "¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!", como lo hizo el apóstol Pablo. Nosotros no censuraremos al siervo, pero encomiaremos mucho más al Señor. Él dijo mansamente: "Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?" Eso habría bastado, seguramente, si hubiera quedado algún remanente de benevolencia en el corazón del agresor, para hacerle girar su mano hacia su propio pecho movido por un dolor penitencial. Uno no se habría sorprendido si hubiera clamado: "perdóname, oh Tú, que eres divinamente manso y benevolente, y permíteme desde este momento que sea Tu discípulo."  De esta manera hemos visto la primera parte de los sufrimientos de nuestro Señor en la casa del sumo sacerdote, y la lección de ella es justo esta: seamos mansos y humildes de corazón como lo fue el Salvador, pues allí radica Su fuerza y dignidad. Ustedes me dirán que ya he dicho eso antes. Sí, hermanos, y tendré que decirlo muchas veces más ante ustedes y he aprendido bien la lección. Es difícil ser manso cuando uno es falsamente acusado, ser manso cuando uno es duramente interrogado, ser manso cuando un astuto adversario está a la caza, ser manso cuando uno se duele bajo un atroz golpe que fue una afrenta para una corte de justicia. Ustedes han oído hablar de la paciencia de Job, pero aquella empalidece ante la paciencia de Jesús. Admiren Su paciencia, pero no se contenten con la admiración; imiten Su ejemplo, descrito bajo este encabezado y sigan cada trazo. Oh Espíritu de Dios, aun teniendo a Cristo como un ejemplo, no aprenderemos la mansedumbre a menos que Tú nos enseñes; y aun teniéndote a Ti como un maestro, no la aprenderemos a menos que tomemos Su yugo sobre nosotros y aprendamos de Él; pues es únicamente a Sus pies, y bajo Tu unción divina que nos volveremos mansos y humildes de

corazón,

y

hallaremos

descanso

para

nuestras

almas. 

Por tanto, el interrogatorio preliminar ha concluido, y no ha finalizado en absoluto con un éxito para el sumo sacerdote. Él ha interrogado a Jesús y lo ha golpeado, pero la ordalía no produce nada que pueda contentar al adversario. El prisionero es supremamente victorioso, ya que el agresor fue frustrado. II. Ahora viene una segunda escena, LA BÚSQUEDA DE TESTIGOS CONTRA ÉL. "Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban." Es una extraña corte la que se reúne con el designio de encontrar culpable al prisionero, resueltos de una manera u otra a lograr su muerte. Ellos deben proceder de acuerdo a las formas de la justicia, y así emplazan testigos, aunque todo el tiempo violan el espíritu de la justicia, pues rebuscan en Jerusalén para encontrar testigos que perjuren para acusar al Señor.  Cada miembro del concilio está escribiendo el nombre de alguien que pueda ser traído de fuera, pues la gente ha venido desde todas las partes de la tierra para guardar la Pascua, y seguramente algunos podrían ser rastreados, en un lugar o en otro, que le hubieren oído decir alguna forma de expresión que pudiera ser procesable. Introducen, por tanto, a todo el que puedan encontrar de esa clase degradada que se aventure a perjurar, si hubiere un soborno disponible. Ellos escarbaron en Jerusalén para descubrir testigos contra Jesús; pero tenían mucha dificultad para lograr su designio, porque estaban obligados a examinar al testigo aparte, y no podían hacer que concordaran. Es difícil lograr que las mentiras concuerden, pero en cambio las verdades son cortadas con el mismo molde.  Además, había muchos tipos de testigos que podían encontrar con facilidad pero que no se atrevían a presentarlos. Tenían muchos testigos que podrían testificar que Jesús había hablado en contra de la tradición de los ancianos; pero en cuanto a eso, había en el concilio algunos, esto es, los saduceos, que estaban de acuerdo con Él en gran medida. No tenía caso presentar un cargo acerca del cual no tenían una unanimidad consensual. Sus denuncias de los fariseos no podían ser presentadas como cargo, pues estas complacían a los saduceos; tampoco podían alegar Su clamor en contra de los saduceos, pues en esto, los fariseos estaban de acuerdo con Él.  Ustedes recordarán cómo Pablo, cuando fue presentado ante este Sanedrín, se aprovechó de esa división de opinión y clamó: "Yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga"; y de esta manera creó una disensión en el cónclave, que por un tiempo obró a su favor.  Nuestro Señor se posesionó de un terreno más elevado y más noble, y no se inclinó par

convertir la insensatez de ellos en algo que lo beneficiara; sin embargo, estando ellos conscientes de sus disensiones internas, evitaron cautamente esos puntos sobre los cuales no estaban en armonía. Ellos podrían haber presentado su antigua queja de que el Señor Jesús no observaba el sábado a la manera de ellos; pero, entonces, se haría más público que había sanado a los enfermos en el día sábado. No les ayudaría publicar ese hecho, pues ¿quién pensaría en matar a una persona por haber abierto los ojos de uno que nació ciego, o por haber restaurado una mano seca en el día sábado? Ese tipo de testimonio fue por tanto desechado.  Pero ¿no podrían haber encontrado algunos testigos que juraran que había hablado acerca de un reino que estaba estableciendo? ¿No podría esto haberse interpretado prontamente como que implicaba sedición y rebelión? Sí, pero entonces ese era un cargo que habría que alegar más bien ante la corte civil de Pilato, pero el suyo era un tribunal eclesiástico. Además, había herodianos en el concilio que estaban muy inquietos bajo el yugo romano, y no habrían podido tener la cara de condenar a alguien por ser un patriota; y, además, el pueblo afuera habría simpatizado con Jesús mucho más si hubieran supuesto que los guiaría en una rebelión contra César. Por tanto, ellos no podían forzar ese punto. Deben haberse sentido grandemente confundidos sin saber qué hacer; especialmente cuando incluso en aquellos puntos en los que decidieron presentar a los testigos, tan pronto abrían sus bocas, se contradecían entre sí.  Por fin los tenían. Vinieron dos cuya evidencia más o menos concordaba; y estos aseveraron que en una cierta ocasión Jesucristo había dicho: "Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano." Aquí había una blasfemia en contra de la santa y hermosa casa del Señor, y eso bastaría.  Ahora, el Salvador había dicho algo que era semejante al testimonio de estos falsos testigos, y un malentendido lo había hecho todavía más semejante; pero aun así, el dicho de esos testigos era una mentira, y no menos mentira porque una sombra de verdad hubiere caído sobre él, pues el peor tipo de mentira es la que es producida a partir de una verdad: hace mucho mayor daño que si fuera una falsedad de principio a fin. El Salvador no había dicho: "Yo voy a destruir este templo"; Él dijo: "Destruid este templo", es decir, "Ustedes lo destruirán, y lo pueden destruir." Él no se había referido al templo de Jerusalén para nada; esto dijo concerniente al templo de Su cuerpo que sería destruido. Cristo nunca dijo: "Destruid este templo hecho a mano, y edificaré otro hecho sin mano": en Su lenguaje no hay ninguna alusión a las manos en absoluto. Estos refinamientos procedían de la propia invención de ellos, y Su lenguaje no tenía ningún vínculo con el de ellos. Él no había dicho: "Yo edificaré otro"; Él había dicho: "lo levantaré", que es algo muy diferente. Él quería decir que Su cuerpo, después de ser

destruido, sería levantado otra vez en el tercer día. Ellos habían alterado una palabra aquí y una palabra allá, el modo de un verbo y la forma de otro, y así hicieron decir al Señor lo que nunca había pensado. Sin embargo, incluso en la acusación no concordaban. Uno dijo una cosa al respecto, y otro dijo otra, de tal forma que incluso esta vil acusación no podía ser utilizada en contra del Salvador. Su parchada falsedad estaba hecha de un material tan podrido que las piezas no se habrían sostenido juntas. Ellos estaban listos a jurar cualquier cosa que viniera a sus imaginaciones perjuras, pero no se podía lograr que dos de ellos juraran por el mismo testimonio. Mientras tanto el Señor permanece callado; como oveja delante de Sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió Su boca; y yo supongo que la razón fue en parte para cumplir la profecía, y, en parte, porque la grandiosidad de Su alma no se podía rebajar a contender con mentirosos, y sobre todo, porque Su inocencia no necesitaba ninguna defensa. El que es culpable en alguna medida, está ávido de excusarse y de paliar las cosas: sus excusas sugieren usualmente a los hombres de experiencia la creencia que podría haber alguna base para la acusación. El que es perfectamente inocente no tiene ninguna prisa para responder a sus calumniadores, pues muy pronto ellos se responden entre sí. Nuestro Señor no deseaba entrar en una pendencia con ellos, para no provocarlos a que expresaran más falsedades. Si las palabras no pueden ayudar, entonces, en verdad, el silencio es sabio: cuando el único resultado habría sido provocar a Sus enemigos a añadir a sus iniquidades, fue una compasión magnánima la que condujo al calumniado Salvador a no decir nada.  No debemos dejar de advertir el consuelo que en alguna medida había sido ministrado a nuestro Señor por la acusación que fue presentada como la mejor. Él está allí, y sabe que están a punto de sentenciarlo a muerte, pero ellos mismos le recuerdan que el poder de ellos sobre Él tiene un contrato de arrendamiento no mayor de tres días, y al final de ese corto período, Él será levantado de nuevo, y ya no estará más a su disposición. Sus enemigos le dieron testimonio de la resurrección. No digo que Su memoria fuera débil, o que posiblemente lo hubiera olvidado en medio de Sus aflicciones, pero, sin embargo, nuestro Señor era humano, y algunos modos de consuelo que son valiosos para nosotros, eran útiles para Él.  Cuando la mente es torturada con una falsedad maliciosa, y el hombre entero es sacudido por dolores y aflicciones, es bueno que se nos recuerden las consolaciones de Dios. Leemos acerca de algunos que fueron "atormentados, no aceptando el rescate", y fue la esperanza de la resurrección la que los sostuvo.  Nuestro Señor sabía que Su alma no sería dejada en las moradas de la muerte, y que Su carne no vería corrupción, y los falsos testigos trajeron esto vívidamente delante de Su mente. Ahora, en verdad, nuestro Redentor podía decir: "Destruid este templo, y en tres

días lo levantaré." Estos cuervos le han traído al Salvador pan y carne. En estos leones muertos nuestro glorioso Sansón ha encontrado miel. Sostenido por el gozo puesto delante de Él, desprecia la vergüenza. Extraño es que de las bocas de aquellos que buscaban Su sangre, proviniera el memorial de una de Sus mayores glorias.  Ahora, hermanos, aquí además aprendemos otra vez la misma lección, es decir, crezcamos en mansedumbre, y demostrémosla guardando silencio. La elocuencia es difícil de adquirir, pero el silencio es mucho más difícil de practicar. Un hombre puede aprender más rápido a hablar bien que a no hablar del todo. Tenemos tanta prisa por vindicar nuestra propia causa que la dañamos con un lenguaje irreflexivo: si fuéramos calmados, benevolentes, tranquilos, pacientes como lo fue el Salvador, nuestro sendero a la victoria sería mucho más fácil.  Observen, además, la armadura que cubría a Cristo: vean el escudo invulnerable de Su santidad. Su vida era tal que la calumnia no podía fraguar una acusación en contra Suya que durara lo suficiente para poder ser repetida. Los cargos eran tan frágiles que, como burbujas, se desvanecían tan pronto como veían la luz. Los enemigos de nuestro Señor estaban totalmente desconcertados. Ellos lanzaban sus dardos contra Él, y como si cayesen sobre un escudo de ardiente diamante, cada flecha era quebrada y consumida.  Aprendamos también esta otra lección: que habremos de ser tergiversados. Podemos contar con que, para oídos hostiles, nuestras palabras tendrán otros significados que el que nos proponíamos darles; podemos esperar que cuando enseñamos una cosa que es verdadera, ellos inventarán que hemos expresado otra cosa que es falsa; pero no debemos sobrecogernos por esta prueba de fuego como si fuese algo extraño. Nuestro Señor y Maestro la ha soportado y los siervos no han de escaparse de ella. Por tanto, soporten la aspereza como buenos soldados de Jesucristo, y no tengan miedo.  En medio del estrépito de estas mentiras y perjurios, oigo el silbo apacible y delicado de una verdad sumamente preciosa, pues a semejanza de cuando Jesús estuvo ante el tribunal por nosotros, y ellos no podían lograr que alguna acusación prevaleciera contra Él, así cuando estemos en Él en el último gran día, lavados en Su sangre y cubiertos con Su justicia, nosotros también seremos absueltos. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios?" Si Satanás se presentara como el acusador de los hermanos, será recibido por la voz: "Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?" Sí, amados, nosotros también seremos absueltos de la calumnia. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. La gloriosa justicia de Aquel, que fue falsamente acusado, librará a los santos y toda iniquidad cerrará su boca. 

III. Pero no debo demorarme demasiado incluso en temas como estos, y, por tanto, prosigo AL INTERROGATORIO PERSONAL que siguió al fracaso de querer presentar testigos. El sumo sacerdote, demasiado indignado para quedarse sentado, se pone de pie y se inclina sobre el prisionero como un león rugiente sobre su presa, y comienza a interrogarlo de nuevo. Estaba haciendo algo injusto. ¿Acaso el juez que tiene el oficio de administrar la ley, habría de darse a la tarea de demostrar la culpabilidad del prisionero, o, lo que es peor, habría de tratar de extraer una confesión del acusado que pudiera ser usada en su contra? Esto implicaba una confesión tácita de que se había demostrado la inocencia de Cristo hasta ese momento. El sumo sacerdote no habría necesitado sacarle algo al acusado si hubiese habido suficiente material en su contra por otro lado. El juicio había sido un completo fracaso hasta ese punto, y él lo sabía, y estaba rojo de rabia. Ahora él intenta intimidar al prisionero, para poder arrancarle alguna declaración que pudiera solventar cualquier problema de conseguir testigos, y así terminar con el asunto.  La pregunta fue formulada con una solemne orden imperiosa, y alcanzó su propósito, pues el Señor Jesús en efecto habló, aunque sabía que con eso estaba proporcionando un arma en Su contra. Él se sintió bajo la obligación de responder al sumo sacerdote de Su pueblo cuando usó tal conjuro, a pesar de que ese sumo sacerdote era un hombre malo; y no podía evadir una acusación tan solemne para que no pareciera que por Su silencio estaba negando la verdad sobre la cual está asentada la salvación del mundo.  Así que, cuando el sumo sacerdote le preguntó: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?", cuán clara y franca fue la respuesta del Señor. Aunque Él sabía que esto le acarrearía Su muerte, dio testimonio de una buena confesión. Él claramente dijo: "Yo soy", y luego agregó a esa declaración: "y veréis al Hijo del Hombre", -y de esta manera expone Su humanidad así como Su deidad- "sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo."  ¡Qué fe tan majestuosa! Es maravilloso pensar que estuviera tan calmado como para confrontar a los que se burlaban de Él, y reivindicar Su gloria cuando se encontraba sumido en las profundidades de la vergüenza. Fue como si dijera: "ustedes están fungiendo como mis jueces, pero pronto Yo los estaré juzgando a ustedes: les parezco un insignificante campesino, pero Yo soy el Hijo del Bendito; ustedes creen que me aplastarán, pero nunca lo harán; pues muy pronto me sentaré a la diestra del poder de Dios, y vendré en las nubes del cielo." Él habló audazmente, como era lo apropiado. Yo admiro la mansedumbre que podía estar callada, y admiro la mansedumbre que podía hablar suavemente, pero admiro todavía más la mansedumbre que podía hablar con valentía, pero que seguía siendo mansa.  De alguna manera u otra, cuando nosotros respondemos al valor, dejamos entrar a la

dureza por la misma puerta, o si dejamos fuera nuestra ira, somos propensos a olvidar nuestra firmeza. Jesús nunca elimina una virtud para dejar espacio a otra. Su carácter es completo, íntegro, perfecto, de cualquier manera que lo veamos.  Y seguramente, hermanos, esto debe haber traído otro dulce consuelo para el corazón de nuestro divino Maestro. Mientras se dolía bajo ese duro golpe, mientras se retorcía bajo esas inmundas acusaciones, mientras soportaba tal contradicción de pecadores en contra Suya, debe haberse sentido satisfecho internamente en la conciencia de Su condición de Hijo y Su poder, y ante la perspectiva de Su gloria y triunfo. Un manantial de agua brota de dentro de Su alma cuando ve por anticipado que se sentará a la diestra de Dios, y que juzgará a los vivos y a los muertos, y que vindicará a Sus redimidos.  Es sabio tener estas consolaciones siempre listas a la mano. El enemigo podría no ver su poder consolador, pero nosotros sí lo vemos. Para nosotros, de debajo del altar procede un río cuyo suave fluir provee a nuestros espíritus de una tranquila alegría con la que las aguas terrenales no pueden rivalizar. Aun ahora oímos también que el Padre dice: "Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande." Noten, antes de que dejemos este punto, que, prácticamente, el juicio y el interrogatorio concluyeron con la condenación de nuestro Señor, debido a Su confesión de Su deidad. Ellos dijeron: "Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte."  Yo no puedo entender del todo a esas personas que se llaman 'unitarianos', y niegan la deidad de nuestro Señor. Nosotros también somos unitarianos, pues creemos en un Dios, y en un Dios únicamente; pero ellos nos dicen que este Cristo bendito, nuestro Señor, no es Dios, y, sin embargo, reconocen que Él fue el más excelente de los hombres, el más perfecto de los seres humanos. Yo no puedo verlo así. Me parecería que es un blasfemo, y nada más, si no fuera Dios; y los judíos, evidentemente, sostenían esa opinión, y lo trataban de conformidad a ella. Si no hubiera dicho que Dios era Su Padre, ellos no habrían estado tan enojados en Su contra. Ellos lo condenaron a muerte debido a la afirmación de Su deidad, y la declaración de que se sentaría a la diestra del poder y juzgaría al mundo.  Hoy día, hay multitudes que están dispuestas a tomar a Cristo como un maestro, pero no lo aceptarán como el Hijo de Dios. Yo no dudo que la religión cristiana podría ser recibida en muchos lugares si su fuerza fuese trasquilada, si, de hecho, su propia alma y sus entrañas le fueran arrancadas, al proclamar a Jesús como uno de los profetas y nada más. Miren cómo nuestros sabios hablan de Él como uno de una línea de grandes reformadores, tales como Moisés, Samuel, Elías, y con frecuencia agregan a Confucio y a Mahoma. 

¿Le abrimos un espacio nosotros a esto? No, ni por un instante. Él es verdaderamente el Hijo del Bendito. Él es divino, o falso. La acusación de blasfemia debería ser lanzada contra Él, si no fuera el Hijo del Altísimo.  IV. Ahora debemos proseguir y quedarnos por un segundo o dos en el tema de LA CONDENA. Lo condenaron por Su propia boca: pero esto, aunque tenía una apariencia de justicia, era realmente injusto. Ante el tribunal, el prisionero ha afirmado que Él es el Hijo de Dios. ¿Cuál es el problema? ¿Acaso no puede decir la verdad? Si es verdad, Él no ha de ser condenado, sino adorado. La justicia requiere que se haga un interrogatorio para verificar si es el Cristo, el Hijo del Bendito, o no. Él ha reclamado ser el Mesías. Muy bien, todos los que están en la corte, están esperando al Mesías; algunos de ellos esperan que aparezca muy pronto. ¿No podría ser este el enviado del Señor? Que se haga un interrogatorio en cuanto a sus argumentos. ¿Cuál es su linaje? ¿Dónde nació? ¿Lo ha confirmado alguno de los profetas? ¿Ha obrado milagros? Algunas de esas preguntas son debidas a cualquier hombre cuya vida esté en juego. No pueden condenar a muerte justamente a un hombre sin un examen que se adentre en la verdad de su defensa, pues podría resultar que sus pronunciamientos fueran correctos. Pero no, ellos no quieren escuchar al hombre que odian, y su mera afirmación lo condena; es blasfemia, y ha de morir.  Él afirma ser el Hijo de Dios. Vamos, entonces, Caifás y el concilio, convoquen a testigos para la defensa. Pregunten si ojos ciegos han sido abiertos, y si los muertos han resucitado. Pregunten si Él ha obrado milagros tales como nadie obró en medio de Israel a lo largo de todos los tiempos. ¿Por qué no hacer esto? Oh, no, por cárcel y por juicio Él ha de ser quitado, y Su generación, ¿quién la contará? Entre menor sea el interrogatorio, más fácil será condenarlo injustamente. Él ha dicho que Él es el Cristo y el Hijo de Dios, por lo tanto, es digno de muerte.  Ay, cuántos hay que condenan la doctrina de Cristo sin hacer las debidas investigaciones acerca de ella; y la condenan por los argumentos más triviales. Vienen a oír un sermón, y tal vez encuentran fallas en los gestos del predicador, como si eso bastara para negar la verdad que él predica; o tal vez digan: "esto es muy extraño; no podemos creerlo." ¿Por qué no? ¿Acaso las cosas extrañas no son algunas veces verdaderas, y no son muchas verdades sorpresivamente extrañas hasta que se familiarizan con ellas? Estos hombres no quieren condescender a oír la demostración de la aseveración de Cristo: no quieren hacer ninguna pregunta. En esto, como los sacerdotes judíos, prácticamente gritan: "¡Muera! ¡Muera!" Él es condenado a muerte, y el sumo sacerdote rasga su vestidura. Yo no sé si llevaba en

aquel momento las ropas con las que ministraba, pero sin duda llevaba algún traje peculiar a su oficio sacerdotal, y este es el que rasgó. ¡Oh, cuán significativo fue eso! La casa de Aarón y la tribu de Leví rasgaron sus vestiduras, y el templo, en unas cuantas horas, rasgó su velo de arriba abajo: pues los sacerdotes y el templo fueron igualmente abolidos. Ellos lo desconocían, pero en todo lo que hacían había una significación singular: esas vestiduras rasgadas eran un índice del hecho que ahora el sacerdocio aarónico había sido rasgado para siempre, y el grandioso sacerdocio de Melquisedec había entrado, pues el verdadero Melquisedec, en ese instante y en ese lugar, estaba delante de ellos en toda la majestad de Su paciencia.  Observen que todos concordaban; no había disidentes; ellos se habían cuidado, no lo dudo, de no dejar que Nicodemo y José de Arimatea supieran algo acerca de esta reunión suya. La convocaron en la noche, y sólo la ensayaron muy temprano en la mañana, con el objeto de guardar su antigua ley rabínica que establecía que debían juzgar a los prisioneros cuando hubiera luz del día. Ellos apresuraron el juicio, y cualquiera que pudiera haber hablado en contra de la sentencia sedienta de sangre, fue mantenido fuera del camino.  La asamblea fue unánime. ¡Ay de la unanimidad de los corazones impíos en contra de Cristo! Es sorprendente que haya tales altercados entre los amigos de Cristo, y tal unidad entre Sus enemigos, cuando el punto es sentenciarlo a muerte. Yo no he oído nunca de altercados entre los demonios, ni he leído nunca de sectas en el infierno: todos ellos son uno en su odio en contra de Cristo y de Dios. Pero aquí estamos divididos en secciones y partidos, y con frecuencia, estamos en guerra unos con otros. Oh Señor de amor, perdónanos: Rey de concordia, ven y reina sobre nosotros, y condúcenos a una perfecta unidad alrededor Tuyo.  La sentencia fue: "muerte". No digo nada de ella excepto esto: la muerte era la sentencia debida a mí, la sentencia debida a ustedes, y ellos la impusieron sobre nuestro Sustituto. "Digno de muerte", -dijeron- todos ellos. Todas las manos fueron levantadas; todas las voces dijeron: "Sí, sí" al veredicto. Sin embargo, no había delito en Él. Más bien digamos que toda excelencia se encontraba en Él. Cuando oigo que Jesús es condenado a morir, mi alma cae a Sus pies y clama: "bendito Señor, ahora has asumido mi condenación; no hay, por tanto, ninguna condenación para mí. Ahora has tomado mi copa de muerte para beberla, y a partir de este momento, está seca para mí. Gloria sea a Tu bendito nombre, desde ahora y para siempre." V. Casi me da gusto que mi tiempo haya avanzado tanto, pues debo necesariamente colocar delante de ustedes la quinta y más dolorosa escena. Tan pronto como estos malvados hombres del Sanedrín lo decretan culpable de muerte, los siervos, los guardias, y aquellos que custodiaban el salón donde se encontraban los principales sacerdotes, ávidos

de agradar a sus señores, y todos ellos tocados por el mismo espíritu brutal que moraba en ellos, de inmediato comenzaron a ultrajar la infinita majestad de nuestro Señor.  Consideren EL ULTRAJE. Permítanme leer las palabras: "Algunos comenzaron a escupirle." "¡Comenzaron a escupirle!" Así fue expresado el menosprecio más efectivamente que por medio de palabras. Quédense pasmados, oh cielos, y sientan un horrible miedo. Su faz es la luz del universo, Su persona es la gloria del cielo, y ellos "¡Comenzaron a escupirle!" ¡Ay, mi Dios, que el hombre sea tan vil! Algunos fueron más lejos, y "comenzaron a cubrirle el rostro."  Es una costumbre oriental cubrir el rostro de los condenados, como si no fueran aptos para ver la luz, ni aptos para contemplar a sus semejantes. Yo no sé si fue por esta razón, o como simple burla, que cubrieron Su rostro para que no pudieran verlo, y para que Él no pudiera verlos. Cómo podían de esta manera apagar al sol y tapar a la bienaventuranza. Luego, cuando todo era oscuridad para Él, comenzaron a decir: "Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?" Entonces otro hizo lo mismo, y muchos fueron los crueles bofetones que propinaron a Su bendito rostro.  Los escritores medievales se deleitaban en hablar acerca de los dientes que fueron quebrados, de las heridas en las mejillas, de la sangre que fluía, de la carne que fue golpeada y amoratada; pero nosotros no nos atrevemos a imaginarnos esto. La Escritura ha corrido un velo, y dejemos que allí se quede. Sin embargo, debe de haber sido un espectáculo horrible ver al Señor de gloria con Su rostro todo manchado con la maldita saliva de ellos y herido por sus crueles puños. Aquí el insulto y la crueldad se habían combinado: el ridículo de Sus títulos proféticos y la deshonra de Su divina persona. Nada fue considerado lo suficientemente malo. Inventaron toda la vergüenza y el escarnio que pudieron, y Él permaneció paciente allí, aunque un solo destello de Sus ojos los habría consumido en un momento.  Hermanos, hermanas, esto es lo que nuestro pecado merecía. ¡Algo vergonzoso eres tú, oh pecado! ¡Tú mereces que te escupan! Esto es lo que el pecado le está haciendo constantemente a Cristo. Siempre que ustedes y yo pecamos, por decirlo así, escupimos Su rostro: también tapamos Sus ojos tratando de olvidar que Él nos ve; y también le golpeamos siempre que transgredimos y afligimos Su Espíritu. No hablemos de los crueles judíos: pensemos en nosotros, y hemos de ser humillados por ese pensamiento. Esto es lo que el mundo impío le está haciendo siempre a nuestro bendito Señor. Ellos también pretenden tapar Sus ojos que son la luz del mundo: ellos también desprecian Su Evangelio, y lo escupen como algo totalmente desgastado y sin valor: ellos también desprecian a los miembros de Su cuerpo a través de Sus pobres santos afligidos que tienen que aguantar calumnias y ultrajes por Su amada causa. 

Y, sin embargo, por sobre todo esto, me parece ver una luz sumamente bendita. Cristo ha de ser escupido, pues Él ha tomado nuestro pecado: Cristo ha de ser torturado, pues Él está ocupando nuestro lugar. ¿Quién habrá de ser el verdugo de todo este dolor? ¿Quién asumirá la tarea de avergonzar a Cristo? Nuestra redención fue obrada de esta manera, pero ¿quién será el esclavo que ejecutará ese miserable trabajo? Echen los racimos más ricos que las uvas de Escol; échenlos, pero ¿quién los hollará y extraerá laboriosamente el vino, el generoso mosto que alegra a Dios y al hombre? Los pies serán los pies dispuestos de los propios enemigos de Cristo: ellos extraerán de Él lo que nos redimirá y destruirá todo el mal.  Yo me regocijo de ver a Satanás vencido en su astucia, y su malicia convertida en el instrumento de su propio trastorno. Él piensa destruir a Cristo, y mediante ese acto, se destruye a sí mismo. Él atrae el mal sobre su propia cabeza y cae en el hoyo que él ha cavado. Así, todo mal obrará siempre para bien del pueblo del Señor; sí, su mayor bien muy a menudo precederá de aquellos que amenazaban con su ruina, y que les provocaban la mayor angustia.  Tres días ha de sufrir el Cristo y morir y yacer en el sepulcro; pero después de eso, Él debe herir la cabeza de la serpiente y llevar cautiva la cautividad, y eso, por los medios del propio sufrimiento y vergüenza que Él está ahora soportando; de igual manera ocurrirá a Su cuerpo místico, y Satanás será herido bajo nuestros pies dentro de poco.  Dejo este tema, esperando que ustedes lo continúen en sus meditaciones. Aquí hay tres observaciones.  La primera es: cuán prestos hemos de estar a soportar la calumnia y el ridículo por causa de Jesús. No te encolerices, ni pienses que sea algo duro que la gente se burle de ti. ¿Quién eres tú, querido amigo? ¿Quién eres tú? ¿Qué podrías ser cuando eres comparado con Cristo? Si le escupieron, ¿por qué no habrían de escupirte a ti? Si lo abofetearon, ¿por qué no habrían de abofetearte a ti? ¿Acaso el Señor habrá de soportar toda la dureza? ¿Habrá de tener Él toda la amargura, y tú toda la dulzura? ¡Bonito soldado eres tú, que demandas una mejor suerte que tu Capitán! A continuación, cuán sinceramente hemos de honrar a nuestro amado Señor. Si los hombres estaban tan ávidos de avergonzarle, nosotros debemos ser diez veces más denodados en darle gloria. ¿Hay algo que pudiéramos hacer hoy por lo cual Él pudiera ser honrado? Pongámonos a ejecutarlo. ¿Podemos hacer algún sacrificio? ¿Podemos realizar alguna tarea difícil que le glorifique? No debemos deliberar, sino que hemos de hacerlo de inmediato con todo nuestro poder. Hemos de ser creativos en los modos de glorificarlo a

Él, así como Sus adversarios fueron ingeniosos en los métodos de Su vergüenza.  Finalmente, cuán seguramente y cuán dulcemente pueden, todos los que creen en Él, venir y descansar sus almas en Sus manos. Ciertamente yo sé que quien sufrió esto, puesto que era verdaderamente el Hijo del Bendito, tiene la capacidad de salvarnos. Tales aflicciones han de ser una plena expiación por nuestras transgresiones. Gloria sea dada a Dios, porque esa saliva en Su rostro significa un rostro limpio y resplandeciente para mí. Esas falsas acusaciones contra Su carácter significan que no hay condenación para mí. Esa sentencia de muerte para Él, demuestra la certeza de nuestro texto que vimos el domingo pasado por la mañana: "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna." Descansemos dulcemente en Jesús, y si nuestra fe se ve agitada alguna vez, vayamos a la sala de la casa de Caifás, y veamos al Justo estando en el lugar de los injustos, al Inmaculado soportando la condenación por los pecadores. Juzguemos y condenemos cada pecado y cada duda en la sala del sumo sacerdote, y salgamos gloriándonos porque el Cristo ha vencido por nosotros, y ahora esperamos Su aparición con deleite. Que Dios los bendiga, hermanos, por Cristo nuestro Señor. Amén.  Porciones de la Escritura leídas antes del sermón: Juan Marcos 14: 53-65; Lucas 22: 66-71. http://www.spurgeon.com.mx/sermon1643.html

18:

12-24;

¿Fue nulo el proceso judicial de Jesús de Nazaret? FUE REALMENTE UN JUICIO Hace unos años se publicó  Proceso a Jesús (Almuzara, 2013), una obra que ha adquirido cierta fama y en la que su autor, José María Ribas Alba, profesor de Derecho Romano de la Universidad de Sevilla, defiende que el proceso judicial a Cristo fue justo y legítimo, de acuerdo con la legalidad de su momento. Según el profesor Ribas, a Jesús no lo mataron los fariseos ni los romanos, sino la ley y el Derecho. Pero nada más lejos de la realidad, dado que como aquí expondremos a Jesús lo mataron los intereses de la clase social que ostentaba el poder en el pueblo judío. Mi propósito por tanto con este ensayo es demostrar, en base al texto histórico recogido en los Evangelios, así como en base a la historiografía de fuentes romanas y judías, la nulidad de la sentencia de muerte a Jesús de Nazaret, sobre la base la nulidad de los procesos judiciales que dieron lugar a dicha sentencia.   Nulidad

La nulidad es un concepto jurídico que declara que un acto, hecho o negocio jurídico no reúne los requisitos necesarios para su válida existencia, por lo que se debe tener por inexistente: nunca realmente ha llegado a nacer válidamente, y no despliega por tanto ningún efecto; todo lo que se haya hecho en base al mismo debe retrotraerse, para que las cosas queden como si nunca hubiese existido dicho acto, hecho o negocio jurídico declarado nulo, pues jurídicamente no ha llegado a existir. La nulidad puede ser parcial (afecta solo a una parte del acto, hecho o negocio) o total. En el caso del proceso judicial a Jesús debemos entender que es total, pues no habría ninguna parte válida de los distintos procesos seguidos. Coyuntura política y jurídica. Judea y Galilea eran reinos clientelares, formaban una provincia perteneciente al Imperio Romano, que la había ocupado y se la había anexado en el año 63 a.C. En la época de Jesús, la región de Judea contaba como autoridad romana con Poncio Pilatos, y la de Galilea con Herodes Antípas. La ley vigente era la del Derecho Romano, y el pueblo estaba sometido a la jurisdicción de los magistrados y las autoridades del Imperio. No obstante los romanos permitían que los representantes del pueblo judío ejerciesen la autoridad moral y juzgasen en base a la ley y normas del pueblo judío, recogida desde miles de años antes en sus Escrituras. Este órgano era el Sanedrín o  Consejo Supremo Judío, formado por el sumo sacerdote y 70 hombres prominentes de Israel.     Así por tanto, había una doble autoridad: 



Imperio Romano: 

Judea: Poncio Pilato



Galilea: Herodes Antipas

Moral o Religiosa: El Sanedrín, sometido a su vez a la autoridad imperial.

  Diversidad de procesos judiciales El proceso judicial a Jesús de Nazaret fue doble: 

Por un lado fue juzgado por el Sanedrín, la autoridad judía, bajo la acusación de blasfemia: declararse un Dios a sí mismo. Al declararse “Hijo de Dios” se ponía al mismo nivel de Dios mismo, y esto iba en contra de

la ley judía. La pena en caso de demostrarse la comisión del delito era de muerte. Este proceso se inició e impulsó por buena parte de los altos representantes de los fariseos. 

Por otro lado fue procesado por la autoridad romana, bajo la acusación de lesa majestad  y sedición: declararse un Rey y agitar al pueblo contra el Cesar. Al declararse “Rey de los Judíos” atenta contra el César, y la pena en caso de demostrarse la comisión del delito era de muerte. Este proceso se inició e impulsó por los representantes del Sanedrín.

  Los fariseos En la época de Jesús de Nazaret había distintos grupos o sectas religiosas judías, que se distinguían por su distinta interpretación de las ley judía o Escrituras Sagradas: 

Fariseos



Esenios



Saduceos



Zelotes

De todos ellos, los que mayor aceptación por parte del pueblo, y también mayor poder habían alcanzado eran los fariseos, que ocupaban los puestos más prominentes en la jerarquía judía, y eran por lo general hombres ricos, con posesiones y formación. Eran la élite del pueblo, y representaban por así decirlo el judaísmo oficial. Sus creencias religiosas se caracterizaban por enfatizar el formalismo: para ellos las formas eran lo más importante. Partían de la premisa de que no se podía explorar el interior de un hombre, por lo que el exterior, es decir, sus actos y lo que hacía, determinaban el fondo. Esto chocó fuertemente con las enseñanzas de Jesús, que predicaba una visión de Dios menos formal y más afectiva, basada en el amor al prójimo. Valga aquí en aras a la brevedad este burdo resumen, para poner en situación y contexto al lector, ya que este choque  doctrinal es desde luego mucho más amplio, y requeriría de un análisis e informe mucho más profundo, en tanto que la doctrina impartida por Jesús desbancaba de manera absoluta a lo que durante siglos había predicado y establecido la élite de los fariseos.   Lo buscaban para matarlo. La sentencia de muerte a Jesús de Nazaret ya estaba dictada antes del proceso. El citado enfrentamiento entre Jesús y los fariseos, que como ya dijimos antes eran hombres poderosos, se había recrudecido a lo largo de los años de vida pública de Jesús. Su gran autoridad a

la hora de enseñar era acompañada de signos y milagros, y muchos ciudadanos tanto del pueblo judío como de otros pueblos creían en su mensaje. Esto le convirtió en un hombre de gran prestigio y, según nos indican los Evangelios en distintas ocasiones, los fariseos lo buscaban para matarlo. Cada milagro que se hacía público y adquiría relevancia suponía un duro golpe contra el poderoso Sanedrín. Tras uno de sus más importantes milagros, el de devolver a la vida a Lazaro, nos dice el Evangelio de Juan que se reunió el Sanedrín, preocupados por la gran fama que había adquirido Jesús. Dado que gracias a la resurrección de Lazaro muchos judíos creían en él como el Cristo, el hijo de Dios. Y decidieron que era un peligro y debían matarle. ¿Cómo puede ser justo un juicio si, antes de que se inicie el mismo, y sin contradicción ni pruebas, ni existiendo posible defensa para el acusado, ya se ha decidido la sentencia? Ésta sería la primera prueba de la absoluta nulidad, por tanto, del proceso seguido contra Jesús.   El prendimiento. No fue ni mucho menos un proceso justo, sino una trama que tenía por objetivo asesinar a un opositor que ponía en entredicho el gobierno religioso de los poderosos fariseos. Éstos, aprovechando su poder económico, compraron (con 30 monedas de plata) a uno de los discípulos del Nazareno, concretamente a Judas Iscariote, como infiltrado en el círculo privado de Jesús, a fin de señalar su paradero y entregarlo al Sanedrín. Debemos aquí tener en cuenta que Jesús no tenía una residencia fija, se movía por un territorio extenso, y contaba con muchos seguidores que lo protegían, por lo cual no resultaba una misión fácil para los jefes fariseos el darle caza; de hecho los Evangelios nos indican que varias veces habían ya intentado apresarlo. Además en su prendimiento tenían que tratar de no escandalizar al pueblo y a los seguidores de Jesús, debía tratarse de una acción rápida y efectiva. Finalmente, antes de la celebración de la Pascua (para no levantar escándalo durante la fiesta sagrada) y con nocturnidad y alevosía, mediante la ayuda de Judas Iscariote pudieron los hombres del Sanedrín apresar a Jesús mientras oraba en el huerto de Getsemaní. Desde luego, la injusticia del proceso se vuelve aquí a poner de manifiesto, y es que el miedo por parte de los fariseos a capturar al Nazareno de forma pública revela que no estaban haciendo bien las cosas, no hubiesen tenido problemas en capturar a un verdadero delincuente a plena luz del día y sin tantos rodeos.  El proceso ante el Sanedrín.

El primer proceso judicial que afronta Jesús es ante el máximo órgano judicial y de poder religioso judío. La acusación que se le realiza es la de blasfemia, y se pide para él la pena de muerte. Nada más detenerlo, y siendo de madrugada, se lo llevan a casa de Anás, que había sido sumo sacerdote. Un juicio ordinario nunca se podría producir de noche, sino que se habría producido de día y con una convocatoria pública ordinaria. Reunirse de noche y tan extraordinariamente es otro indicio más de la injusticia del proceso. Desde luego, y según todo lo ya expuesto, podemos afirmar que no se trataba de juzgar de manera objetiva el delito, sino que perseguían obtener a toda costa la sentencia que buscaban los propios jueces, esto es, la muerte de Jesús. Por ello, no existió defensa posible ni principio de contradicción entre las partes. Y tampoco declararon testigos objetivos. De hecho, se comenzó interrogando al acusado, y solicitando de él una declaración autoinculpatoria, mientras un guardia le pegaba. La ley judía exigía audiencia pública y la defensa del acusado ante un delito penado con pena capital, pero nada de eso se dio aquí. De casa de Anás lo llevan a casa de su yerno Caifás, actual sumo sacerdote, donde está reunido el Sanedrín. Allí la táctica de los juzgadores fue la misma, siguieron intentando una declaración inculpatoria por parte del propio acusado. Dado que los testigos tenían una gran relevancia en el proceso judicial de los judíos, pues según su ley varias declaraciones en contra suponían una prueba muy firme, llevaron los acusadores a falsos testigos que declaraban contra Jesús. Pero al no haber preparado adecuadamente dichos falsos testimonios, se contradecían unos con otros. Desesperados, seguían pidiendo al acusado que se declarase culpable. “Plantearle preguntas al acusado y condenarlo en función de su respuesta constituyó [una] violación de la justicia formal” como bien indicaba en sus escritos el famoso abogado inglés Alexander Taylor Innes. Finalmente el sumo sacerdote le pregunta bajo juramento divino “Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios” a lo que Jesús le respondió “Tú lo has dicho”. De lo cual Caifás dijo a los demás “Ha blasfemado, ¿qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia ¿qué decís?” y los demás sacerdotes dijeron “Es reo de muerte”. Ya habían conseguido por tanto su objetivo, la pena de muerte. Todo el proceso violaba la justicia formal y los más elementales principios del derecho procesal judío. Es decir, el proceso era nulo de pleno derecho.  

El Gobernador Pilato. Dado que bajo la soberanía romana el Sanedrín no tenía poder para ejecutar su propia sentencia, puesto que solo el Imperio Romano podía ordenar la muerte de un reo, llevaron al sentenciado al palacio del gobernador Pilato. El delito de blasfemia por el que lo habían sentenciado quedaba en la esfera de la religión judía, y por tanto no era motivo de muerte ante el derecho romano. Fue por ello que los sacerdotes judíos presentaron a Jesús ante Pilato como “Rey de los Judíos”, es decir, como rebelde ante el Imperio Romano. Además indicaron a Pilato que Jesús era un elemento subversivo para el pueblo, y predicaba que no se pagasen impuestos al Cesar. Estas falsas acusaciones lo convertían en reo de sedición contra el Imperio, lo cual si podía dar lugar a su condena a muerte. Sin embargo, debía ser tan evidente que Jesús no lo era que Pilato indicó que no veía delito alguno en él, y no quiere firmar su sentencia de muerte. Interrogándolo de nuevo, Pilato descubre que Jesús es natural de Nazaret, perteneciendo esta localidad a la jurisdicción de Galilea, bajo el mandato de Herodes Antipas. Y dado que Herodes se encontraba esos días en su palacio de Jerusalen para celebrar la Pascua lo envía a él. Es decir, se declara incompetente judicialmente para condenar a un ciudadano de otra región.   En el Palacio de Herodes Antipas. Así por tanto los fariseos se vieron obligados a llevar a Jesús ante Herodes. Y éste, que había oído hablar mucho de él, pues debía ser como dijimos antes un hombre de gran fama y prestigio sobre el pueblo, le pidió que hiciese un milagro. Dado que Jesús no le respondía, Herodes se enfadó y se burló de él, pero no atreviéndose a condenarlo a muerte lo devuelve a Pilato concediéndole a éste la jurisdicción.   De nuevo ante Pilato. El gobernador Pilato sigue sin creer en la culpabilidad de Jesús como reo de sedición, pues no existen pruebas ni antecedentes, ni tampoco testigos fiables, y se nota que solo es una estratagema del Sanedrín para matar al nazareno por motivos religiosos. Así por tanto, y buscando de nuevo eludir su responsabilidad, saca al balcón a Jesús. Dado que tenía otro delincuente apresado para crucificarlo, llamado Barrabás, sacó a ambos a su balcón, y concedió al pueblo por estar en ciernes de la fiesta de la Pascua que pudiesen liberar a uno de ellos. Desde luego es lógico deducir que pretendía con esta estrategia que no quisiesen

soltar al criminal real, Barrabás, mientras que liberarían al hombre que nada había hecho, Jesús de Nazaret. Aquí resulta clave lo que nos dice el Evangelio de Lucas: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad. Sin embargo, los judíos allí presentes gritaron que liberase a Barrabás y crucificase a Jesús. ¿Cómo pudo ser esto así? Debemos tener en cuenta que todos los sacerdotes, junto con sus familiares, amigos y dirigentes fariseos habían sido quienes habían llevado allí a Jesús pidiendo su muerte, por lo que éstos debían estar allí en primera línea, agitando al pueblo. No era una representación real y homogénea del pueblo, sino que estaba muy sesgada por la presencia de los fariseos.   Sentencia de muerte. Nos indican los evangelios que ante esto, Pilato se lavó públicamente las manos, en señal de que reconocía la profunda injusticia que se iba a cometer al soltar a un delincuente real y crucificar a un inocente. Pero no queriendo asumir más problemas con el pueblo judío, firmó finalmente la sentencia de muerte, indicando en una tablilla para público conocimiento que el reo se había declarado Rey de los Judíos.   Nulidad absoluta del proceso. De todo lo expuesto se concluye la total y absoluta nulidad del proceso judicial seguido contra Jesús de Nazaret, siendo por tanto también nula la condena de muerte dictada contra el Nazareno. 

La sentencia de muerte estaba decidida antes del proceso, por motivos políticos y religiosos, dado que Jesús amenazaba el poder de los fariseos.



La detención se realizó con nocturnidad y sin ningún tipo de garantías para el imputado.



El proceso ante el Sanedrín se desarrolló igualmente de noche, de manera sumaria, rápida, privada y sin audiencia pública.



No se respetaron los más elementales principios de un proceso justo, sin ningún tipo de garantías procesales para el acusado.



No se presentaron pruebas de cargo de entidad suficiente, ni testigos de cargo reales y fidedignos. No se probó la acusación de ninguna manera.



La culpabilidad y condena por blasfemia se derivó de una afirmación indirecta del propio acusado: “Tú lo has dicho”.



El Sanedrín lo presentó como culpable de sedición contra el Imperio Romano ante el gobernador: una falsa acusación, dado que lo habían condenado por blasfemia. El objetivo único de esta acusación en falso era obtener con dicha mentira la condena de muerte que ellos no podían ejecutar.



El gobernador romano Pilato indicó que era evidente que el reo era inocente del delito imputado, y lo quería soltar. Por ello no se atrevía a firmar la condena.



Herodes Antipas, gobernador de Galilea (y por tanto con jurisdicción sobre Nazaret) tampoco quiso firmar la condena, lo cual reafirma de nuevo la evidente inocencia de Jesús de los delitos de los que le acusaban.



Devuelto por Herodes a Poncio Pilato, este intentó de nuevo salvar a Jesús, entendiendo que se trataba de un inocente, pero la manipulación de los fariseos logró salvar al delincuente Barrabas y obligar a Pilato a condenar a Jesús.



Finalmente, se vuelve a evidenciar la inocencia cuando Pilato se lava las manos y firma la sentencia de muerte solo porque no ve otra salida para no crear conflicto con los poderosos del pueblo judío.

En definitiva, un proceso a todas luces injusto y nulo tanto en el fondo como en las formas. http://queaprendemoshoy.com/fue-nulo-el-proceso-judicial-de-jesus-de-nazaret/

SEMANA SANTA 2019: ¿Quién condenó a Jesús? El proceso que derivó en la condena de Jesús a morir por crucifixión es objeto de estudio no sólo de historiadores y teólogos, sino también de juristas La conmemoración de la pasión y muerte de Jesús de Nazareth constituye, a no dudarlo, el hecho histórico que año con año convoca a más integrantes de la Iglesia Católica, alrededor del mundo, para participar en muy diversas formas de los variopintos rituales de la Semana Santa.

  Uno de estos rituales es el Víacrucis, escenificación que recrea los momentos finales de la historia del Mesías nacido en Belén: su aprehensión, juicio, condena y crucifixión.   Este pasaje de la vida de Cristo reviste interés no solamente para historiadores y teólogos, sino también para juristas a quienes ha importado escudriñar en los detalles del proceso judicial que derivó en la condena a muerte del Nazareno. El análisis ha dado lugar a una interesante polémica: la relativa a si los responsables de la condena fueron los judíos, los romanos o ambos.   Al respecto, los estudiosos del derecho coinciden en la identificación de los siguientes aspectos problemáticos:   1. Más allá de los hechos reseñados en los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan prácticamente no existen otras fuentes históricas que permitan conocer los detalles técnicos del proceso penal.   2. El juicio se llevó a cabo en un territorio ocupado, Judea, de tal suerte que existía concurrencia de normas susceptibles de ser aplicadas en el caso, así como de autoridades responsables de hacerlo.   3. No está claro si sobre Jesús recayó sólo una sentencia (la de la autoridad romana), o fueron dos: la de la autoridad judía, primero, y la de la romana después, como ratificación de la primera.   4. Aún cuando fuera el Sanedrín -la autoridad judía- la responsable de haber condenado a muerte a Jesús, la sentencia no podía ejecutarse sin la ratificación de ésta por parte del pretor romano Pilatos.   5. Existe discordancia entre los delitos imputados a Jesús y la condena impuesta pues, por un lado, la muerte por crucifixión no formaba parte de la ley hebrea sino de la romana y, por el otro, dicha pena estaba reservada a los responsables de delitos graves

como la piratería, la sedición y la rebelión, pero no para la blasfemia, un delito religioso que, además, no existía en el derecho romano.

Los ‘vicios’ procesales A MANERA DE CONCLUSION   El eminente jurista mexicano Ignacio Burgoa Orihuela, a quien se reconoce sobre todo por su obra en materia de amparo, es uno de los autores que se ocupó del tema en el libro “El proceso de Cristo”, cuya primera edición se publicó en el año 2000.   En el texto, Burgoa analiza, a partir de las normas romanas y hebreas vigentes en la época, los elementos que desde su perspectiva viciaron el procedimiento ante el Sanedrín y ante el pretor romano. La conclusión de su análisis es tajante: “hubo condena sin delito, pues el juez que la impuso, Pilato, lo creó”.   Por lo que hace a la legislación hebrea, Burgoa plantea que los integrantes del Sanedrín violaron diversos principios de las normas que regían su vida comunitaria. Tales normas derivaban, esencialmente, del Pentateuco, los primeros cinco libros del antiguo testamento que para los judíos constituye la Ley, o Torah.   que los integrantes del Sanedrín violaron diversos principios de las normas que regían su vida comunitaria. Tales normas derivaban, esencialmente, del Pentateuco, los primeros cinco libros del antiguo testamento que para los judíos constituye la Ley, o Torah.   Desde la perspectiva de Burgoa, ninguno de los principios anteriores fue respetado en el juicio conducido por el Sanedrín, constituyéndose en vicios de procedimiento que “invalidaron la sentencia condenatoria con la que culminó”.   Por lo que hace al derecho romano, el jurista señala que en este caso el juicio simplemente “no existió”, pues Pilato fue colocado por la autoridad hebrea ante un dilema político y no jurídico: ratificar una sentencia por un delito inexistente en el derecho romano, o condenar a Jesús por un delito previsto en las normas romanas pero que no había cometido.   Debido a ello, Pilato intentó diversas estrategias para librarse de la obligación de pronunciarse: remitir el caso a Herodes, conmutar la pena por azotes y contrastar el caso de Jesús con el de Barrabás. Al fracasar en su intento, y por temor a que su negativa provocara una insurrección en Judea, lo cual pondría fin a su carrera política, cedió ante el Sanedrín, no sin antes lavarse las manos. Otros textos para consultar  

>> Proceso a Jesús, de José María Ribas Alba, editorial Almuzara, 2013.   >> El proceso de Jesús visto por los juristas, del Consejero C. Laplatte, publicado en revista Ecclesia, número 73, 1954.   >> ¿Fue justo el juicio de Jesús?, de Francisco Javier Alés, disponible en  http://www.loyolaandnews.es/analisis-juicio-a-jesus/   >> La pasión de Jesús según los cuatro evangelios, en “Los relatos de la pasión”, editado por Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra. Traducción de Miguel Montes.   >> El proceso de Cristo: aspectos jurídico-penales y procesales, de Juan Antonio Martos Núñez, publicado en Revista de Derecho Penal y Criminología, número 4, 1994. https://vanguardia.com.mx/articulo/semana-santa-2019-quien-condeno-jesus