El Gran Error Del Siglo 21 - Vicente Monroy

EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21 Vicente Monroy © 2015 Vicente Monroy @ pentente Primera Edición Ciudad de México www.editor

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EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21 Vicente Monroy

© 2015 Vicente Monroy @ pentente Primera Edición Ciudad de México www.editorialmalospasos.net Diseño editorial: Belén Bretón @ belenchews

EL GRAN ERROR DEL

SIGLO 21

Nota Conocí a Iñaki en septiembre de 2014, poco antes de cumplir los 25. Un día me di cuenta de que aunque pasáramos juntos los 86 años que quedaban del siglo 21, los 14 primeros ya eran irrecuperables. Aquella idea me puso supertriste, porque hubiera querido pasar el siglo entero con él. Por suerte soy escritor. Decidí escribir los recuerdos de la amistad que no tuvimos durante esos últimos 14 años. Que las palabras inventaran la realidad. Este poema es el resultado. Ahora las palabras son más fuertes que el pasado, porque ellas existen y él no.

“entonces un hombre se giró y me dijo: Aunque me encanta el pasado, su oscuridad, su carga que no nos enseña nada, su pérdida, su todo que nada reclama, el siglo 21 me va a gustar aún más” - Mark Strand

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/ / VICENTE MONROY

Este poema empieza donde termina la última palabra anteriormente escrita. Cosas como esa o como estar tirados en el medio de la noche, en el medio del verano, ya borrachos y si no lo estamos es porque estamos a punto de estarlo. Tú salías a nadar a última hora, cuando el sol se recogía entre las rocas. Yo escribía hasta tarde. Por aquel entonces trabajaba en un libro que hablaba de nosotros tirados en el medio del verano, g¿gŠ¿g_ƒ”¿_g¿Š>¿¡Š>Ó>\¿>¿¡ÉÁ”¿_g¿ƒµ”¸¿_g¿Úg¸Á>\¿ siempre intentando ser felices aunque no siempre consiguiéndolo. Entonces pensé que era mediados de agosto, así que seguramente mis poemas hablaban de la noche anterior. Una cerveza caliente semienterrada en la arena. Una >Ѓ¸¡>¿×ɍL>_”¿>Š¿”Áµ”¿Š>_”¿_gŠ¿Uµƒ¸Á>Š\¿Û”Á>_”¿Á>¿ _g¸¡>Uƒ”¿ªÉg¿¡>µgUg¿ƒ•ÐƒŠ¦¿ ¸ÁµgŠŠ>¸¿µgÛgˆ>_>¸¿g¿gŠ¿ mar, cuando ya te salías. Tú corriendo para entrar en calor, sacudiéndote el agua del pelo como un perro. Las estrellas arriba mirándote y pidiendo un deseo. Amigos que parecen poemas y poemas que parecen amigos.

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Era bonito saber cómo hablar de las cosas que teníamos. Ahora me gusta pensar en ti como algo que a veces está y otras veces se ha ido, pero que siempre se puede sentir. Ejemplo: llegas con la toalla, pero la lanzas por los aires y las chancletas también. Sin manos. Caminas por vallita como un niño. Las boyas son enormes. La cara de que te deslumbra el sol, entre genial y da risa. Quedan aquí y allá cosas que nos hubiera gustado cambiar. Echas una carrera hasta la orilla y saltas las olas hasta que te caes al agua, chas, todo lo largo que eres. Sales riéndote y es porque has confundido la alegría con el frío. 10

Traté de escribir un poema que explicara no lo que se sentía, sino la sensación de saber lo que se podría haber sentido. Desde la sombra, tumbado no aguantabas el rumor de la depuradora. O saltabas en silencio, tratando de alcanzar algo en un muro. Escapamos de Š>¸¿”LŠƒy>Uƒ”g¸¦¿ ”¸¿ƒµ>”¸¿g¿¸ƒŠgUƒ”¿Úˆ>gÁg\¿ sin haberlo pactado. Leímos hasta que se fue la luz pero no entendimos nada. El bañador te iba a dejar ɐ¿U”µÁg¦¿Š¿Ú>Š¿_g¸ƒ¸Áƒ¸Ág¿Ó¿Ág¿ÁɍL>¸Ág¿U”¿U>µ>¿_g¿ derrota. Volvimos a la casa y la encontramos vacía.

/ / VICENTE MONROY

,gUÉgµ_”¿ªÉg¿_g¿¡µ”Á”\¿g¿g_ƒ”¿_g¿É>¿Úg¸Á>¿g¿ preguntaba cómo recordaría aquel momento cuando pasara el tiempo, o si lo recordaría. Es el mar soñando que lo atraviesas a nado, y le gusta. Otro email con fotos de paisajes tropicales que ha dado la vuelta al mundo, de ordenador en ordenador. Y al ڐ>Š¿_gŠ¿¸Ég’”¿Ág¿gU”Áµ>L>¿g¿Š>¿¡Š>Ó>\¿Ó¿_gÁµ?¸¿_g¿ la playa había un bosque. Mirando cómo los árboles se agitaban también se podía pensar en el mar. Parecía a veces azul, a veces verde y a veces negro, pero estaba hecho de una única materia. Tú nadabas a última hora y yo intentaba escribir un poema que hablara de otros poemas que alguna vez quise escribir pero no supe cómo. O si hubiera sabido cómo es que estaba >Uƒg_”¿”Áµ>¸¿U”¸>¸¿U””¿g¸Á>µ¿_g¿Úg¸Á>\¿”¿ÁɍL>_”\¿ o fumando, o jugando a las cartas, o abrazado. A veces era necesario hablar también de lo que no teníamos, aunque no se quisiera.

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Veinte farolas encendiéndose en línea, una detrás de otra. Estar tirados en la cama o andar por la calle o mirarnos de lejos y darnos cuenta de algo. Algo que ya sabíamos pero que no nos habíamos parado a ¡g¸>µ¦¿-ƒŠgUƒ”¿>¸Á>¿Š>¸¿ÐgµˆƒÁ>¸¿_gŠ¿Ú>Š¿_gŠ¿¡>¸g”¿ y detrás la autopista. También recuerdo la felicidad como el email de un amigo de vacaciones en otro país que escribía diciendo que la noche anterior soñó conmigo. Yo había soñado que este poema lo escribíamos todos los poetas de mi generación, cada uno un verso. 12

Mi generación va a inventar la poesía. Habrá un poema que sea todo el siglo 21 resumido. Animales que los faros iluminan cuando pasamos con el coche sólo ɐ¿¸gyɐ_”¦¿ ”Ug¸¿Ó¿”Ug¸¿Áƒµ>_>¸¿g¿Úg¸Á>¸¿Ó¿Š>¸¿ fotos que nos quedan. Puedo llevar con los nudillos la cuenta de los meses que llevamos perdidos. Como en una cárcel. Pero ahora entre las sábanas no quieres escucharme.

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Abrimos bolsas de comida. Otras veces nos reímos como enfermos para no tener que hablar. Cuando la bolsa está abierta descubrimos que no es lo que nos apetecía. ¿Cuál es la vez que más triste has estado g¿ÁɿЃ_>«‚¿¡µgyɐÁ>¸¦¿9¿Š”¿¸h¿¡gµ”¿Úˆ”¿”¿¸>LgµŠ”¦ Luego te duchas y te vistes y apoyado en el marco de la puerta con la gorra Billabong me preguntas si estás guapo. Que sí, te respondo. Que me dé prisa, _ƒUg¸\¿ªÉg¿”¸¿Uƒgµµ>¿gŠ¿¸Ê¡gµ¦¿*gµ”¿>Š¿Ú>Š¿”¿”¸¿_>¿ tiempo, así que vamos a cenar al McDonald’s. Mis poemas no eran mis recuerdos pero había algo de ellos. Una tarde que nos escapamos de la casa. El dinero tirado en muchas noches que se juntaban en una sola, superlarga. La verja estaba rota. El hormigón desnudo y los hierros oxidados. Hablamos del futuro como de algo que ya hubiera ocurrido. Rompimos más la verja para entrar cómodamente. Después hay una foto de aquel verano en la que saltas desde una roca al mar, por lo menos cuatro metros. Rutas en mapas que nunca seguimos. Durante el día intentábamos dormir la resaca. Hay otra foto en la que hemos aguantado hasta ver amanecer y con las sombras largas y borrachos por la arena gritamos algo a la cámara que no se escucha porque es foto, dices,

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no video. El calor reventaba las ruedas de los coches.

”¡µ>”¸¿¸”ÉÐgƒµ¸¿ªÉg¿”ŠÐƒ_>”¸¿>ŠŠ„¦¿”¸¿yµ>ÚÁƒ¸¿ decían cosas que no queríamos saber. Intentamos no hacer caso. Grabamos el temporal con la cámara del móvil, aunque no llovió tanto como se había predicho. Supusimos que así eran las cosas, y que no había nada que pudiéramos hacer.

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La adolescencia no es igual que la poesía. Sí hay cosas, imágenes que de pronto van y se le parecen. Para otras no hay palabras y de eso uno se da cuenta pronto. Basta con estar donde hay que estar, en el momento preciso. Pero, ¿y si no es estar en las cosas, y es que las cosas estén en nosotros?¿Y si nuestro interior, contrariamente a lo que vemos –de hecho, según lo que vemos en secreto- si nuestro interior fuera el exterior del universo y no al revés? Cosas como éstas nos las hemos preguntado mil veces.

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Como entonces. Veías series de anime japonesas pero de verdad sólo sabías que estabas solo. Yo de ti podía ver: rastro de sonrisa, pantalla del portátil, capa de polvo sobre las teclas. De noche los mosquitos no nos dejaban dormir. Hubo cosas que no eran premoniciones, pero lo parecían. Una vez subimos hasta los depósitos y vimos la ciudad ardiendo debajo del sol. Los pájaros caían en picado, fulminados. Es posible que nunca nos comprendamos, dijiste, aunque también es posible que de pronto me mires así y todo cambie.

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Tirados en el medio del verano, en el medio de la playa con el corazón roto. Uno abre una cerveza. Otros dos en un banco fuman en silencio. Otro tira una foto. Juntaos –dice. Una lechuza pasa volando y se posa en unos cables de la luz. Ahí se queda mirándonos y nosotros a ella. Detrás la luna, alta. Una sensación de que nunca sabremos nada de nadie. Con todas estas cosas sería posible hacer cuadros o poemas o esculturas.

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Cada cosa ocupaba un lugar en la casa, y tú rozabas todos los lugares. El ventilador estaba estropeado. El fregadero rezumaba. Bajamos hasta el mar callejeando. Los chicos patinaban en el borde del paseo, ajenos a nosotros. Si uno se caía, el otro le ayudaba a levantarse y era así de fácil, así de cálido. Pensamos a la vez que ojalá nos invitaran a su casa, o a fumar entre los hierros del skate park. Pero no nos invitaron.

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Llamamos a nuestros padres. Nos manchamos de arena. Les dijimos que no se preocuparan, que comíamos bien y todavía nos quedaba dinero. Pero lo cierto es que estábamos hambrientos. Los skaters se fueron patinando hacia el oeste y se fundieron con el atardecer. Te enseñé un poema que contaba todo esto, pero no te gustó. También estaba ese otro poema que escribí con 15 años y que es el más viejo que guardo en el Mac. Los anteriores los perdí porque estaban escritos en libretas. Hablaba de unos chicos en el medio del verano, muy borrachos, coreando a gritos una canción de Disney y que lo mismo después fuimos nosotros. Todo grande, brillante, como que da gusto verlo, y detrás la luna, alta. Flores a un lado del muro, al otro lado una moto que pasa y en el centro tú apoyado, pensando algo

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que por la postura parece profundo. Luego dices: pon un temazo. Y en el medio del verano, en el medio de la noche alguien lo pone. Por un momento fue bonito saber que algunas de las cosas que escribíamos podían cumplirse.

¿Has pensado que alguna vez el universo tuvo la misma edad que tú? Eres como el remix de las tres de la mañana, cuando sube la pastilla. Eres como lo que queda de la noche en el resto de las cosas cuando ya no es de noche. Esa frescura casi invisible que tienen aunque les esté dando el sol. Puedo hacer poemas que no quedan en ninguna parte, simplemente los escribo con el dedo en tu espalda. Luego los olvidamos, pero es posible que algo de lo que decían se te pegue en la piel y te convierta. También de noche las cosas guardan algo del calor del sol. ¿Como un recuerdo?, preguntas. Y te digo que no, que no es como un recuerdo porque el sol va a volver y eso se sabe.

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Había un tiempo en que hubiera sido imposible pensar en nosotros ahora. Aquí, sentados el uno enfrente del otro en un McDonald’s. Tú miras algo extraño por encima de mi hombro que lo mismo es un pájaro que ha entrado sin querer. Yo escribo en una servilleta versos sueltos que nunca podrán ser un poema. El viento que venía del mar a última hora de la tarde, cuando tú salías a nadar. Caminos perpendiculares a la autopista y que ningún coche recorre. Vinieron nubes que después se fueron.

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Yo solía escribir hasta tarde, pero eran versos sueltos en hojas que era difícil saber dónde llevaban o qué estilo tenían, o si podrían convertirse en un poema, y tú mientras te secabas en el mar. Solía hacerte bromas. Eh sirenita, te decía. Eh Ariel. Tú me mirabas con el pelo despeinado de perro, primero muy serio y luego te reías y lo mismo te ponías a bailar. Era una felicidad que hubiera merecido la pena intentar describir.

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>¸¿g¸ÁµgŠŠ>¸¿_g¿Š>¿¡µƒgµ>¿”µ>¿_g¿Š>¿”Ug¿¸g¿µgÛgˆ>ban en el agua del mar, y entonces se movían con las olas. Que parece que el cielo es distinto todo el tiempo, dices. Hubiera sido fácil abandonarse a la melancolía, pero nos duchábamos, nos vestíamos y salíamos a buscar a nuestros amigos. También recuerdo haber caído en la cuenta de que en el universo hay más cosas sin nombre que cosas con nombre.

Aquello nos puso tristes. Aparcamos el coche y miraste fuera con ojos inexpresivos. Había algo dentro enorme que podía ser lo mismo que antiguamente derribaba imperios. Vuelve a arrancar, dijiste. Y arranqué. Pusimos rumbo al norte. Cerramos viejos asuntos. Aunque habíamos crecido, nos seguíamos sintiendo como niños hablando con adultos. Casi nada sirvió y gastamos el dinero antes de lo que pensábamos. De vuelta a casa hablabas de un perro que tenías de chico y que murió atropellado. Ahora era yo el que no escuchaba. Hacía muchos años que no escribía así, tan directo.

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Algunos recuerdos que si los piensas cuando estás triste te pones triste, si los piensas cuando estás alegre te pones alegre.

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6>µƒ”¸¿g_ƒÚUƒ”¸¿LŠ>U”¸¿U”¿µ”¡>¿Ág_ƒ_>¿ªÉg¿_>¿>Uƒ>¿ la calle, hacia palmeras. Todo el sol parece bajar por Š>¸¿ƒ¸>¸¿U>ŠŠg¸\¿g¿µ>Ӕ¸¿µgL”Á>_”¿>¸Á>¿U”ÛɃµ¦¿ La sombra del porche está algunos metros por delante del porche, y de vez en cuando uno avanza y mete los pies en la piscina. Podríamos estar así, tumbados en silencio hasta que se hiciera de noche o hubiera ”Áµ>¿Úg¸Á>¿Ó¿Ðƒƒgµ>¿>¿LɸU>µ”¸¦¿"¿>¸Á>¿?¸¿Á>µ_g\¿ piensas con el cielo entero encima. Pero entonces alguien dice: pon un temazo.

Al principio las cosas eran diferentes. Como de un resplandor distinto, dinámico. Vendimos todo lo que ”¸¿ªÉg_>L>¦¿ ”¸¿ƒÐƒÁ>L>¿>¿Úg¸Á>¸¿Ó\¿>ɐªÉg¿”¿”¸¿ invitaran, nosotros íbamos. No todos se acordaban de cómo nos llamábamos, pero eras un misterio que intentaban revelar.

/ / VICENTE MONROY

Una vez en un taxi te pusiste a llorar y nadie preguntó qué te pasaba. Nos limitamos a escuchar tus sollozos en silencio. Supongo que era invierno porque estaba gÐ>_”¦¿"Áµ>¿Ðg×\¿ÁɍL>_”¿g¿É¿¸ƒŠŠ•\¿g¿É>¿Úg¸Á>¿ en la que ya no quedaba nadie, eras el más serio pero Á>Lƒh¿gŠ¿ªÉg¿¡g_„>¿É¿Uƒy>µµ”¿U”¿Ð”׿ڵg¦¿/g¿ªÉgdaste dormido unos minutos y soñaste que te perseguía una jauría de perros. Cuando te alcanzaron y empezaron a morderte, te diste cuenta de que estabas solo.

Desde allí era difícil pensar en nosotros ahora, después de algunos años, pero ahora es fácil pensar en nosotros entonces. A veces se intenta escribir un poema pero te das cuenta de que el poema se escribe solo. Es mejor dejar que se termine y mientras hacer otras cosas. Ver fotos de los mejores paisajes del mundo. Tú googleabas cosas U””¿¯UŠ>¸g¿g_ƒ>°¿”¿¯ªÉ>µ‰°¿Ó¿Š>¸¿_gڐƒUƒ”g¸¿Ág¿ hacían llorar durante largas horas, y eras inconsolable.

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Por aquel entonces, a mis dieciocho años, hubiera dado cualquier cosa por publicar un libro de poemas. Recuerdo haber llorado de desesperación porque ningún editor respondía a mis emails. Quería que se escuchara lo que tenía que decir. Pero entonces aquello no era poesía, dices, no eran más que poemas.

El siglo 21 fue pasando.

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Todas las palabras se quedaban cortas para contar la calidez de las noches, la temperatura del agua superagradable, el color de la arena. Parecía que todo iba a cámara lenta. Uno gritaba ¡tiburón! ¡tiburón! y otro cogía a una de las chicas que no quería bañarse y la tiraba al agua. Hubo un tiempo en que escribía porque me sentía solo. Ahora escribo porque estoy contigo, para que te recuerden.

/ / VICENTE MONROY

Había soñado que este poema lo escribíamos todos los poetas de mi generación, cada uno un verso. Y te lo dedicábamos –te digo, queriendo darte una alegría. Pero tumbado en la cama, envuelto en esa luz te pones triste. Que por qué, pregunto. Que por nada, dices, y te giras. "Áµ”¿µgUÉgµ_”¿ªÉg¿Ágy”¿g¸¿gŠ¿_g¿É¿¸ÉµÚ¸Á>¿¸”Š”¿g¿ medio del mar, pero aquella tarde no había olas.

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Con el poquito de sol que queda del día en casi la noche, estás hablando. En el marco de la puerta, con el pelo húmedo de perro. El siglo 21 será un poema, dices. Estás triste. Que por qué, pregunto. Por la gente a la que no le van a dedicar nunca un libro de poemas. Luego está esa historia. Leo Scheer habla de una joven judía muy guapa a la que un SS obliga a bailar antes de ser enviada a morir en la cámara de gas. Pero el baile fascina al SS, que queda en estado de shock. Así que la joven judía se acerca lentamente, le roba el arma y le mata.

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Los hielos se habían derretido en un rincón. La bebida se aguaba y el ritmo de la música era demasiado lento, una playlist suicida vibrando en las copas monótonamente. Alguien decía algo del trabajo y alguien le respondía que sí, sólo asintiendo. También alguien parecía a punto de llorar por algo que había explicado pero que nadie terminó de entender. Miraba el móvil agitado. En un momento de la noche desapareció sin ªÉg¿”¸¿_ƒhµ>”¸¿UÉgÁ>¦¿ µ>¿Š>¿Úg¸Á>¿?¸¿Áµƒ¸Ág¿g¿ la que nunca hubiera estado. Con un gesto me hiciste saber que querías irte. Salimos sin abrigo. Nos colamos en la casa abandonada. Nos colamos en el viejo hospital. El viento nos lanzó por avenidas donde no había árboles. O sí que había árboles pero no los vimos. Fue alegre sentir el frío en la cara y correr hasta que la nicotina nos ardía en el pecho y entonces nos tumbamos. Bocarriba en el medio de la noche, en el medio del césped, con los ojos cerrados escuchamos a lo lejos la autopista, y con un esfuerzo nos imaginamos que era el ruido del mar. Quiero hacer un poema que suene de esta forma, te dije, y con el cielo entero encima susurraste: un himno extraño para un extraño siglo.

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En el mundo real te quedaste dormido y era un sueño en el que te quedabas dormido y soñabas con el mundo real. Una pequeña brisa que mueve las hojas de un libro, pero el mantel sujeto con piedras en las esquinas no se vuela. La televisión en mute con imágenes viejas. La sirena de un barco más abajo, en el pueblo. Amigos viniendo a vernos desde lejos, pero el tren llega tarde y estamos preocupados. El tren llega. Cosas que si te paras a pensarlas te dan las horas. Todos buenos principios para un poema. Tirados en el medio del césped, en el medio del verano, hay otros que hubiera querido escribir pero que hubieran hecho llorar. También hay nuevos amigos o amigos viejos que de pronto, a la luz de una farola parecen nuevos. Hubiera preferido no recordar y en lugar de eso quizás ser recordado. Aquel verano, ¿era acaso de verdad?

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Recuerdo haber tenido poemas buenísimos en la cabeza, pero cuando trataba de escribirlos no era capaz. También recuerdo un poema de nosotros bajando por la calle, tú con la gorra Billabong y el sol pegado a la espalda como una mochila, yo con el sol en la frente y los ojos semi cerrados. Deseaba secretamente que ese sol se nos metiera en el cuerpo. Aunque lo mismo aquello tampoco era un poema y era una foto. Estaban en cualquier caso nuestros amigos.

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Escribo “nuestros amigos” pero pienso “las estrellas”. A veces no soy capaz de ver los hechos como son, sólo como podrían haber sido o como yo hubiera querido que fueran. O cosas como una foto en la que un grupo de chavales se bañan desnudos en el mar, de noche, muy borrachos, en el medio del verano, y parece que el universo entero sirve para ese momento.

Creo que las vacaciones duraron una semana, pero en mi recuerdo parecen mucho más largas. Pronto nos dimos cuenta de que olvidábamos cosas. Al principio eran olvidos pequeños. Cosas que se dicen sólo para rellenar los huecos entre frases de verdad importantes.

/ / VICENTE MONROY

Fuimos a la playa y todos se quedaron dormidos por la resaca de la noche anterior. Se van a quemar, dijiste con voz átona. Probablemente tu cabeza estaba en otra parte. Lo que sí recuerdo es que entrabas en el mar y nadabas hasta que ya no se te veía. Yo escribía hasta tarde. En mi poema decía que acabarías ahogándote. Había un perro que entraba unos metros en el agua y luego echaba a correr hacia fuera, y era imposible saber si estaba asustado o divertido, aunque tú hubieras dicho que las dos. Lo que pisa el hombre lo posee. Por eso la primera foto del hombre en la luna es de una huella. Por eso a veces, cuando pasa el tiempo, es huella lo que deja.

Haz lo mismo conmigo. Camina sobre mí sin importar lo que rompas, porque algo roto por ti es algo roto con brutal belleza. Detrás la luna, alta. Yo quería escribir un poema que hablara de nosotros debajo del cielo, y el cielo debajo de otras cosas más grandes.

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1¿µgÛgˆ”¿g¿É¿Ð>¸”¿_g¿Ðƒ”¿>¿Š>¸¿Áµg¸¿_g¿Š>¿Á>µ_g¦¿ El sol detrás de los estores pero medio tapado. El olor de un limón recién cortado. Un OVNI que vimos y que nos dio la sensación de estar perdido y solo. El borde de una piscina donde se siente un poco de frescor. Hablar de todo esto y de otras cosas sin tener la sensación de estar perdiendo el tiempo.

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Estar tirados en la cama o andar por la calle o mirarnos de lejos y darnos cuenta de algo. Algo que ya sabíamos pero que no nos habíamos parado a pensar. Un poema que no se parece a ningún otro poema que hayas leído antes. Hay cosas que de no saber cómo decirlas no sería este siglo.

Saber contarlo así hubiera sido un superpoder, pero también hubiera sido peligroso. Sácame guapo en la foto, decías. Sácame guapo en tus poemas. Pero yo ahora quería olvidarme, verte correr por la orilla levantando el agua con los pies. Se puede pasar por delante de la belleza sin darte cuenta. Por delante de ti con el pelo mojado de perro era imposible.

/ / VICENTE MONROY

Sin embargo, de entre los poemas un sentimiento no exactamente alegre pero al menos tibio empezaba a brotar. Nos convertimos en pequeños estrategas. Andabas por el barrio y parecía que las cosas sobre ti se agolpaban. Sobre ti quedaban agolpados: nubes _gŠ¿Ú>Š¿_gŠ¿ƒÐƒgµ”\¿g_ƒÚUƒ”¸¿>Áƒyɔ¸\¿g_ƒÚUƒ”¸¿”dernos. En el asfalto hay marcas que bien miradas son todas las letras del mundo, todas historias. Flores a un lado del muro, al otro lado una moto que pasa y luego tú apoyado, pensando algo que parece profundo. Que si estás guapo, preguntas, y no sé cómo sonaban mis poemas pero nunca así de bien. 31

Recuerdo uno que intenté escribir sobre nosotros aquí, sentados ahora pero vistos desde entonces. Era un poema capaz de adivinar.

Casi todo intacto si hubiera sido por nosotros. Aquello era una enciclopedia de triunfos: de la noche sobre el día, del mar sobre la tierra, de sol sobre la cerveza. Mientras unos se echaban la siesta, dos luchaban en el mar. Era una adivinanza que (misterio) tenía dentro su propia solución.

• • EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21

Y escribí poemas sobre nosotros, pero ninguno estaba a la altura. Ejemplo: Sales del agua hambriento con el pelo mojado de perro y la cara ladeada. Pero no sirve. Sácame guapo en tu poema dices, pero no sé. Mirarte de supercerca da una sensación de mareo ¡>µgUƒ_>¿>¿Š>¿_g¿g¸Á>µ¿ÉÓ¿>ŠÁ”¦¿>Ó¿?¸¿Û”µg¸¿_gŠ¿ lado del que estamos que de cualquier otro lado, lo ves. Hay más sol. 9¿ƒ¿yggµ>Uƒ•¿ƒ×”¿gŠ¿¡”g>¿_g¿É¿¸ÉµÚ¸Á>¿¸”ŠƒÁ>µƒ”¿ en una tarde sin olas.

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Hay un recuerdo que somos tú y yo bastante tristes, sin decir nada. Por delante está la playa y por detrás hay un bosque, y si miras agitarse las copas de los árboles también se puede pensar en el mar. Hay una música subiendo que es la de un vecino que lo mismo >Ug¿É>¿Úg¸Á>¦¿ Primero la poesía soñaba contigo y luego yo con la poesía. El sol era tremendo. Se negaba a irse. Recuerdo haber escrito: ojalá que tu cuerpo crezca como un tallo. ¿Por qué? Por razones que sólo entendamos tú y yo y que no pienso dejar por escrito. Que de qué te ríes, pregunto. Que de nada, respondes.

/ / VICENTE MONROY

Tienes el pelo mojado de perro y la boca entreabierta. Podría intentar descubrir lo que piensas, pero seguramente fracasaría y no sé si podría soportar otro fracaso. Durante años todo lo que he podido conseguir con mis poemas eran frases bonitas pero encerradas en ellas mismas. Un poco como este siglo, me dices. Asiento. Caen las primeras hojas del otoño g¿Š”¸¿¡>µªÉg¸¦¿/”_”¿ªÉg_>¿ÚŠ>_”¦¿ Unas gotas de agua que se escurren por el borde de la mesa. Una luz en el fondo del mar, parpadeando. Una foto oscura hecha con un móvil donde se intuyen dos caras que sonríen. Un pájaro que ha entrado en el McDonald’s porque la puerta estaba abierta y ahora no sabe salir. Todo esto escrito de manera que guste. De manera que haga pensar. Había soñado que este poema lo escribíamos todos los poetas de mi generación, cada uno un verso. Los que estaban tristes eran compensados por los que estaban alegres. También tuve otros sueños y podría hablar sobre ellos, pero no creo que sea el momento.

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• • EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21

Mira lo que recuerdo, te digo (tú tirado en la cama boca abajo). Pero no recuerdo nada. Lo que en realidad quiero decir es: mira todo esto, porque algún día habrá que recordarlo. Somos todos los amigos a la hora de la siesta, con la mesa todavía sin recoger y las moscas alrededor, todo una sensación de algo a medias, en el apartamento que hemos alquilado, y a lo lejos la autopista cruzada de coches para un lado y para otro, a 130 por hora.

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Alguien dice que su iPhone no tiene batería, pide un cargador. Otro le da un cargador. Gracias, dice el primero lisamente, enchufándolo. Pero fíjate bien, porque lo que importa no es lo que dicen ni cómo. Que qué es, preguntas. Que “hacia dónde”, te digo. Era empezar a beber y subir la música y todo a nuestro alrededor se animaba. No siempre se podía pensar en algo que no fuera lo que recordaríamos. Pero era posible cruzarnos de un lado a otro sólo a través de la alegría. Ese sentimiento, sabes, nunca desaparece. Por más que pase el tiempo siempre va a quedar algo.

/ / VICENTE MONROY

Un email que llega desde el siglo 22, mandándonos recuerdos. Sé que hay cosas que están sin necesidad de verlas. De los sitios de los que me acuerdo destacaría su frescura y a veces un chaval en moto que saluda o una cierta emoción inexplicable. En una de esas dices: si miras de cerca las rocas aparecen nuevos paisajes que son igual que los grandes pero en pequeño. Y corríamos por la orilla del mar dando patadas al agua para mojarnos, y delante de eso sólo valía quedarse callado. g¿>ªÉgŠ¿¸ÉµÚ¸Á>¿¸”Š”¿g¿gŠ¿g_ƒ”¿_gŠ¿>µ¿Á>Lƒh¿ quería escribir un poema. O lo mismo lo hice. Quién sabe todo lo que los poemas podían decir que yo no entendí entonces, mientras los escribía, y que quizás nunca voy a entender. Porque era en lo que vendría después, no en lo que pasaba ahora que estábamos. Siempre adelantados un segundo al grito que dábamos, a la historia que otro contaba. Hubiera hecho falta registrarlo todo, tirar fotos de todo, porque de verdad estábamos haciendo historia. Un poema así no lo vamos a poder hacer nunca.

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• • EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21

Y hubo que dejar caer la noche poco a poco, como fruta.

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Hubo un poema por el que tuve que pedir perdón. Siempre hubo poemas que me arrepentí de haber escrito y otros poemas que hubiera preferido no tener que escribir. Si hubiera podido volver atrás, a veces lo habría hecho. Pudiera ser también que este poema no fuera tanto un poema como algo que se vive y luego ¸g¿µgUÉgµ_>¿g¿L>µg¸¿”¿g¿Úg¸Á>¸\¿gÁµg¿”Áµ>¸¿U”¸>¸¿ que también se recuerdan y que juntas forman una historia que podría llamarse “la historia de la amistad”. ¿Qué es la poesía?, preguntaste alguna vez, pero como divertido. Como si no importara.

/ / VICENTE MONROY

Tú salías a nadar y yo escribía hasta tarde, y una vez Ð>¿gŠ¿¸ÉµÚ¸Á>¿¸”ŠƒÁ>µƒ”¿Ó¿¸g¿¸ƒgÁ>¿>¿ƒ¿Š>_”¦¿ Š¿UÉgµ¡”¿ a contraluz bien musculado. Sobre todo había un músculo que iba de arriba abajo, del brazo a la cadera, supersexy. Me daban ganas de preguntarle por qué salía a hacer surf en una tarde sin olas, pero me dio miedo sonar maleducado. Era como pensar en algo y que de pronto, por que sí, por puro darse, se diera. Lo desnudo de la tarde si es que las nubes pueden considerarse la ropa del cielo. Trocitos de vidrio que el mar ha redondeado. Bonito eh, _ƒUg¿gŠ¿¸ÉµÚ¸Á>¦¿9¿µg¸¡”_”¿ªÉg¿¸„¿”Ѓg_”¿Š>¿U>Lg×>¦¿ Luego se va, pero antes me pregunta lo que escribo. No le digo que poemas, porque pienso que le va a parecer ridículo. Y allí mismo me quedo dormido, con el sonido de las olas. Y el viento pasando las hojas de mi cuaderno. Y sueño que aunque las vacaciones ¡>µgU„>¿ƒÚƒÁ>¸\¿>Š¿Ú>Š¿>ŠyɃg¿¡µgyɐÁ>¿UÉ?_”¿ volvemos a casa.

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• • EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21

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El mar parecía estático, intocable, y una moto de agua lo cruzaba dejando una línea de espuma detrás. Desde aquí no se escuchaba el ruido del motor, pero sí se te escuchaba preguntar en voz alta: cuando acabes el poema, ¿qué va a ser de mí? Señalabas el sol en alguna parte del cielo y me dieron ganas de llorar porque pensé que había sido perfecto escribir sobre nosotros, sobre todos nuestros amigos de esta forma, y debajo estabas tú nadando en el mar desnudo con la piel morena en todas partes y el pelo mojado de perro. Lo hacías para que con el agua no me diera cuenta de que estabas llorando, y nada de lo que escribiera en adelante podría arreglar lo que ya estaba terminado. Escribí el último verso de este poema aquella tarde y dejé la libreta en la playa, tirada entre las rocas. Sé que la encontrarían más tarde porque eso se sabe, mucho más tarde, cuando ya nadie se acordaba de nosotros y sobre todo de ti, y las cosas habían cambiado demasiado como para que alguien pudiera entender lo ªÉg¿¸ƒyƒÚU>L>¿Š>¸¿¡>Š>Lµ>¸¦

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• • EL GRAN ERROR DEL SIGLO 21

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De camino a casa, cuando volvía para siempre de la playa había parado en una gasolinera, y mientras hojeaba revistas pensé en tu sombra hundida en el >yÉ>\¿µgU”µµƒ_>¿_g¿g¸¡>¸”¸\¿Û”Á>_”¿L”U>¿>L>ˆ”¿Á>Š¿ y como unos segundos antes había escrito. No me bastó con matarte, también tuve que mirar. ¿Qué es la poesía?, recuerdo que habías preguntado alguna vez. El gran error del siglo 21.

/ / VICENTE MONROY

Toledo, 2015

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Ésta es la edición digital de un libro de Malos Pasos que se puede adquirir impreso.