El Cuerpo a La Carta

Kathy Davis I EL CUERPO A LA CARTA Estudios culturales sobre cirugía cosmética Título original: Dubious Equalities an

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Kathy Davis

I EL CUERPO A LA CARTA Estudios culturales sobre cirugía cosmética

Título original: Dubious Equalities and Embodied

Differences

Cultural Studies on Cosmetic Surgery © Rowman & Littlefield Publishers, Inc., 2003.

Diseño de la colección: www.mostro.tv Ilustración

de portada: Diego ÁJvarez Zanollo

Diseño de interiores: Belem Romero García [email protected]

© De esta edición: La Cifra Editorial 2007 ISBN: 978-970-95326-3-0

© De la traducción: Ingrid Ebergenyi Salinas

© Fotografía:

Karhy Davis

I EL CUERPO

A LA CARTA

Estudios culturales sobre cirugía cosmética

Caria Schoo

Traducción de Ingrid Ebergenyi Salinas

LA

CIFRA

Ellogotipo de La Cifra está basado en la obra Mano Piedra de César Rangel Ramos Artemio Del Valle Arizpe 14-603 Colonia Del Valle c.P. 03100 Teléfono 5536 1491 www.lacifraeditorial.com Impreso en México EL CUERPO DESCIFRADO

LA CIFRA EDITORIAL

Índice Presentación

9

Kathy Davis, una voz diferente

Reconocimientos

13

Introducción

15

¿Has visto esto? Los discursos de equidad y las diferencias Teorizando la cultura del cuerpo

encarnadas

Bordo sobre H.esbaPing the Female Body El problema de la agencia Crítica cultural Acerca de este libro

1

La cirugía cosmética en otra voz Madame Pioneros El texto

37

Noel quirúrgicos

Justificando a la cirugía cosmética Técnicas y procedirnientos Riesgos y resultados El género y la ética quirúrgica ¿Puede una feminista ser cirujana cosmética?

5

2

Las autobiografías como textos culturales La historia Construcciones El pionero El científico

61

de identidad

La política de la belleza Michael ]ackson y la "cuestión La cirugía cosmética Conclusión

6

La retórica de la cirugía cosmética

81

La retórica de los servicios de salud El caso holandés Lineamientos éticos Diferencia

de Orlan

utópica?

147

Una equidad incierta Representaciones

en los meclios de comunicación

Textos méclicos Masculinidad Diferencias de género en la cirugía cosmética

Relatos quirúrgicos

97 Epílogo

Ser normal

La cirugía facial para el Síndrome

Trayectorias de sufrimiento Trabajo biográflco ]ustiflcaciones y explicaciones Negociando la identidad ¿Sujetos encarnados?

133

"Mi cuerpo es arte" El arte corporal

Relatos quirúrgicos Transformando el cuerpo, transformando La historia de Diana

6

racial"

y la ética de la diferencia

El arte y la vida La cirugía cosmética como utopía feminista ¿Requiere la cirugía cosmética una respuesta

7

Particularidad Necesidad Conclusión

4

113

Pase quirúrgico Cirugía cosmética étnica: un bosquejo histórico Discurso quirúrgico: de "la raza" al "realce inclividual"

El idealista El creador El esteta Historias masculinas Masculinidad y medicina

3

5

el ser

165 de Down

Esperanzas y promesas Dilemas morales Diferencias encarnadas

Bibliografía

179

7

Presentación Kathy Davis: Una voz diferente La búsqueda de cuerpos perfectos, el culto a la belleza y las prácticas corporales tendientes a lograr el objetivo marcado por los modelos de mujer y de hombre, no es una característica especial de la modernidad tardia, lo novedoso es, en todo caso, su coexistencia con los discursos del reconocimiento de la diversidad (racial, cultural, étnica) y el de la libertad de los sujetos para actuar sobre sí mismos y sobre sus vidas. De igual manera, los avances tecnológicos y el cambio en el estatus científico de la cirugía cosmética, la proliferación de métodos y prácticas para embellecer y mejorar los cuerpos, así como la preeminencia de los medios de comunicación, han permitido que las prácticas tendientes al embellecimiento corporal de hombres y mujeres sean actualmente un fenómeno masivo. Resulta evidente, entonces, que las nuevas preocupaciones por el cuerpo, las formas para perfeccionado y su amplia difusión a lo largo y ancho del mundo global transitando a través de clases sociales y minorías raciales y étnicas, haya despertado también la curiosidad de los científicos sociales por encontrar explicaciones a estas acciones de los individuos en las sociedades postindustriales. Es así como una vertiente bien definida de los llamados estudios culturales se ha dirigido al estudio del cuerpo humano desde todos los enfoques disciplinarios. Numerosos textos han aparecido, en particular desde la década de los ochenta en países europeos y con algún retraso temporal, en América Latina. Hacia el año 2000, ya interesada en la construcción cultural de los cuerpos y en la importancia que su control tiene para la definición de los géneros y para el establecimiento de órdenes sociales bien delineados, llegaron a mis manos dos textos muy significativos para los estudios sobre el cuerpo. Uno era Embodied Practice: Feminist Perspectives on tbe Body, publicado en Londres en el año 1997; el segundo, Resbaping tbe Female Bocfy: The Dilemma of Cosmetic Surgery, publicado en 1995 en Nueva York, ambos libros, y otros más, producto de las investigaciones realizadas por la socióloga Kathy Davis, investigadora en la Universidad de Utrech, Holanda y adscrita al Departamento de Estudios Culturales, quien es profesora asociada de Estudios de las Mujeres y Humanidades. Estos sugerentes libros, muestran el permanente interés que desde hace casi 20 años tiene Davis en los procesos de construcción del 9

género y el poder desde diversos aspectos del ejercicio de prácticas profesionales como la psicoterapia, la fisioterapia, y en particular desde la práctica médica de la cirugía cosmética. Un tema fundamental en sus estudios ha sido el de la interacción entre los profesionistas encargados del cuidado de la salud mental y física de los individuos y los pacientes o clientes que acuden a ellos. Sus planteamientos más conocidos e influyentes son los que se refieren a los sistemas médicos cuya finalidad es proporcionar servicios y cuidados encaminados al embellecimiento tanto de hombres como de mujeres y los efectos que estos tienen en la construcción de los géneros. Desde un enfoque sociológico y psicológico y con una incisiva mirada feminista, ha desarrollado un trabajo pionero en el desvelamiento de los procesos que implican las transformaciones corporales. Sus peculiares puntos de vista han propiciado una discusión muy enriquecedora con feministas académicas de la talla de Susan Bordo, quien en su libro Tu)ilight Zones: The Hidden Life of Cultural Images from Plato to O.]., debate sobre dos de los puntos en los que Davis ha profundizado, me refiero a la cuestión de la agencia de las mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos y la dimensión ética que implican estos procesos de transformación corporal. Sería importante recordar brevemente que fueron las feministas quienes durante la llamada "segunda ola" del feminismo trajeron a la discusión cultural y politica el cuerpo de las mujeres. Las demandas por el derecho al aborto, a la ~nticoncepción, en contra de la violencia sexual planteaban una crítica frontal a la apropiación que la cultura patriarcal vía la relación desigual entre hombres y mujeres, lleva a cabo de la capacidad reproductiva de las mujeres. Decidir sobre el propio cuerpo se convirtió en la piedra de toque que llevó teóricamente al desarrollo de la categoría de género que partía del cuestionamiento de la elaboración cultural que son la masculinidad y la feminidad cuyo punto de arranque es el cuerpo sexuado. Este cuestionamiento feminista trajo además de esa puesta a debate del cuerpo de las mujeres, un proceso teórico tendiente a desnaturalizar la corporeidad de los sujetos de género y a sustentar la idea de que tanto el sexo como el género son construcciones culturales, como lo propuesto Judith Butler en su clásico libro El género en disputa. Los trabajos de Kathy Davis adoptan una perspectiva compleja que retorna la sociología médica y el discurso psicológico desde la visión transdisciplinaria que ofrecen los estudios culturales En su agenda teórica propone al menos cuatro aspectos fundamentales de 10

análisis, el primero, es la construcción de las mujeres como enfermas, irracionales, desagradables físicamente, y el papel del sistema de salud física y mental en la construcción de tales representaciones de la feminidad. En segundo lugar, le preocupa la agencia de las mujeres y su participación consciente en los procesos del diseño de su propia identidad. En tercer término, Davis busca desarrollar una teoría feminista de la corporalidad basada en las prácticas y experiencias corporales de hombres y mujeres en su vida cotidiana. Y, finalmente, propone el desarrollo de una crítica y una autocrítica de la teoría feminista dirigida a sus marcos conceptuales. Kathy Davis utiliza diversas fuentes para alimentar sus estudios y alcanzar sus objetivos: biografías de médicos cirujanos, de textos médicos, entrevistas e historias de vida de hombres y mujeres que han cumplido el papel de pacientes y se han decidido a practicarse alguna o varias cirugías cosméticas. En octubre de 2005 Kathy Davis estuvo en México para ofrecer una conferencia magistral cuyo tema central giró en torno a la relación entre ética y cirugía cosmética. Habló sobre la cirugía facial en niños con síndrome de Down, tema estremecedor, un caso limite que llevó a la audiencia a pensar en la trascendencia y la importancia de esta práctica médica tan de moda en nuestros días. Esta presentación de Davis llegó acompañada, para ese momento, de su más reciente libro titulado Dubious Equalities & Embodied Dif.ferences.Cultural Studies on Cosmetic Surge1J~ publicado en 2003. Ahora este libro aparece en México con el título El cuerpo a la carta. Estudios culturales sobre cirugía cosmética. En él, de nueva cuenta aparece su discusión con la crítica feminista a cualquier forma de adecuación corporal para alcanzar los estereotipos de belleza y se hace eco de la ética plasmada en la práctica médica de la primera cirujana plástica Suzanne Noel quien como la misma Davis, era una voz diferente en la defensa de la cirugía estética como un medio de corregir problemas físicos que redundan en una mejor situación psicológica para muchas mujeres. El rescate de esta toma de posición por parte de la primera cirujana plástica nos lleva por una rica recreación de ese momento en el que una mujer dedicada a una profesión de hombres y con un estatus científico menor se convierte, no solo en una promotora de dicha práctica sino en una científica creadora de métodos propios y novedosos. La relación ética-cirugía cosmética es llevada por Davis al plano de la disyuntiva: lujo o bienestar, disyuntiva que para muchos puede ser falsa pero que plantea en el fondo dos temas de discusión 11

Dubravka Zarkov no sólo fue la primera persona en sugerir que todo esto "podría ser un libro", sino también de quien obtuve muchas observaciones críticas que me ayudaron a refinar mis argumentos. Anna Aalten me ayudó a desenmarañar una buena cantidad de nudos teóricos y me ayudó a mantener la cordura con peliculas americanas, bagels y un más que necesario fin de semana en el campo. Willem de Hann leyó cada capítulo varias veces y -a menudo milagrosamenteparecía saber no sólo dónde se encontraba el problema sino también cómo solucionarlo. Agradezco profundamente que él sea la persona con la que yo -esperoenvejeceré y tendré cerca también para el próximo libro. Partes de este libro han aparecido en las siguientes versiones anteriores. Capítulo 1, "Cosmetic Surgery in a Different Voice," en Women} Studies International Forum 22, núm. 5 (1999): 473-88. Capítulo 2, "Pygmalions in Plastic Surgery," en Health:An Interdisciplinary Journal for the Social Stucfy of Health, Illness and Medicine 2, núm. 1 (1998): 23-40. Capítulo 3, "The Rethoric of Cosmetic Surgery: Luxury or Welfare?'~en Enhancing Human Traits: Ethical and Social Implications, editado por Enck Parens. Washington, D.c.: Georgetown University Press. 1998. Capítulo 4, 'From Objectified Body to Embodied Subject," en Feminist Social P.rychologies: lnternatzonal Perspectives, editado por Sue Wilkingson. Philadelphia: Open University Press, 1996. Capítulo 6, "My Body is my Art:' Cosmetic Surgery as Feminist Utopia?" en European Journal of Women} Studies 4, núm.1 (1997): 23-28. Capítulo 7, ''A Dubious Equality': Men, Women and Cosmetic Surgery", en Body & Sociery 8, núm. 1 (2002): 49-65.

14

Introducción Hace varios años escribí ReshaPing the Female Bocfy (1995), un libro sobre la experiencia de las mujeres en la cirugía cosmética. Como ocurre casi siempre, después de invertir tanto tiempo y energía en un tema, estaba más que lista para pasar a otro. Sin embargo, pronto descubrí -un tanto consternadaque el tema de la cirugía cosmética no podía dejarse atrás. Para empezar, porque este campo de estudio está en expansión y, aunque hubiera querido olvidar la cirugía cosmética, los medios nos bombardean con su incansable cobertura de las últimas y, con frecuencia totalmente bizarras, técnicas para re modelar y embellecer el cuerpo: correcciones de orejas, eliminación de arrugas del ceño fruncido a través de la paralización de músculos faciales con inyecciones de botox, reducciones de vulva -la lista es interminable. Abundan esquemas de las intervenciones disponibles, utilizando con frecuencia las mismas imágenes, el mismo diagrama del cuerpo de una mujer con flechas apuntando partes del cuerpo con el nombre de las operaciones y su precio: la única diferencia es el idioma y la moneda. Invariablemente, clinicas de todo el mundo anuncian sus servicios con la foto del antes y el después'. Sin embargo, los blancos potenciales de la "compostura quirúrgica" se han expandido más allá de las mujeres para incluir a los hombres, a las "minorías étnicas" o a los discapacitados (por ejemplo, el alargamiento de piernas para los enanos) y las historias de atrocidad se han vuelto más dramáticas. Las hazañas quirúrgicas de Cher y Michael Jackson, que engalanaron las páginas de revistas para mujeres a lo largo de los noventa, parecían burdas junto a la dramática historia de Lolo Ferrari, la actriz y cantante francesa cuyos implantes de pecho, de cuatro kilos, pudieron haber contribuido a su prematura muerte a la edad de treinta años", La cirugía cosmética continúa provocando controversia pública -¿en dónde termina la reconstrucción y en dónde empieza la cirugía estética?, ¿a quién se le debe permitir practicarla y en dónde?', o ¿qué clase de intervenciones deben o no ser cubiertas por el seguro médico? Recientemente, los debates se han centrado en cuestiones éticas más amplias como, por ejemplo, dónde se debe establecer un limite para las alteraciones al cuerpo "natural" o si las biotecnologías deberían utilizarse para resolver problemas sociales o culturales. Pero no fue únicamente la continua atención prestada a la cirugía cosmética en los medios lo que mantuvo mi curiosidad. Durante la década pasada se registró un aumento significativo en el interés académico por el cuerpo. Abundan congresos sobre el tema 15

y no existe reunión anual en las ciencias sociales, los estudios culturales o las humanidades que se considere completa sin, al menos, dedicarle una sesión. Han surgido series enteras de libros sobre el cuerpo, e incluso hay una publicación dedicada enteramente a la materia. Esta tendencia, que ha sido apodada como la "nueva teoría del cuerpo", no muestra señales de estar perdiendo fuerza (ver Davis 1997). Dentro de los estudios interdisciplinarios sobre el cuerpo, la cirugía cosmética se mantiene como un tema que aborda interesantes asuntos teóricos concernientes a la identidad y la encarnación. Ilustra de manera perfecta la obsesión que existe en las culturas occidentales de la modernidad tardia acerca de la "maleabilidad" del cuerpo. Por último, pero no menos importante, ofrece la posibilidad de explorar las implicaciones políticas y éticas de la expansión biotecnológica. De este modo, aun cuando hubiera querido olvidarme de la cirugía cosmética, su omnipresencia en el discurso científico y popular lo habría vuelto imposible. Aun así, el aliciente para escribir otro libro sobre el tema requería un empujón extra -y este empujón vino con un poco de ayuda de mis amigos. "¿Has visto esto?" Mi esposo me entrega un libro gastado, maltratado, con una tipografía pasada de moda y páginas amarillentas, y con una risa traviesa dice: "No me pude resistir". Y en efecto ¿có~o podría? El libro tenía el intrigante título Doctor Pygmalion: Tbe Autobiograpby of a Plastic Stlrgeon. La portada era una fotografía sonriente del autor, Maxwell Maltz, quien parecía una estrella de cine de los cuarenta con cabello ondulado y ojos adormecidos. Descubrí que Maltz fue uno de los pioneros de la cirugía cosmética moderna quien, al final de su ilustre carrera, consideró apropiado escribir su autobiografía. Yo estaba fascinada. En mi previa investigación tuve, por supuesto, amplia oportunidad de hablar con cirujanos plásticos, muchos de los cuales -fieles al estereotipo-eeran competitivos, arrogantes, machos conductores de Porscbe. Mientras que el título parecía expresar la familiar y excesiva arrogancia, el orgullo y la misoginia que había llegado a esperar entre cirujanos cosméticos, el formato -una autobiografíaprometía una m.irada más íntima, un vistazo detrás de la apariencia profesional exterior. Con un poco de curiosidad, comencé a leer sobre el Dr. Pigmalión y, a la par, otras biografías de cirujanos que finalmente dieron pie al segundo ensayo de este libro.

16

Mi curiosidad se despertó. Pronto descubrí a otros pioneros, entre quienes estaba la indomable Madame Néiel-la primera (y una de las pocas) mujeres cirujano plástico. No sólo había representado un papel muy importante en el desarrollo del lifting facial, sino" que también fue una famosa feminista. En este punto, comenzaba a disfrutar la investigación de pistas interesantes. Descubrí que Noel había escrito uno de los primeros libros sobre cirugía plástica y, después de buscar en las bibliotecas de los Países Bajos, me encontré con la antigua copia de una traducción alemana (el original era en francés) en la biblioteca de la Universidad de Leyden. El bibliotecario estaba visiblemente sorprendido de que alguien pudiera interesarse en ese libro en particular (no lo habían sacado en cuarenta años), pero aun así me lo envió. Una mirada bastó. No lo pude dejar. Lo leí en una sentada, hipnotizada al ver cuan diferente era este texto de todo lo que había encontrado en el mundo de la medicina. Este encuentro me llevó a escribir el primer ensayo de este libro, en el cual exploro los fundamentos basados en el género de la cirugía cosmética desde una "voz diferente". Estas dos incursiones podrían haber permanecido sólo como eso -breves y hasta cierto grado idiosincráticas incursiones en los principios de la cirugía plástica moderna. Sin embargo, mientras husmeaba en los archivos, mi libro ResbaPing tbe Female Bor!Y estaba generando algo de controversia. Frecuentemente me pedian que proporcionara la perspectiva feminista sobre la cirugía cosmética en programas de radio y televisión, generalmente junto con un cirujano plástico y un representante de la "industria de la belleza". Además de lo último en cirugía estética o de la inevitable pregunta sobre si yo pensaba que los hombres estaban en peligro de convertirse en las nuevas víctimas del mito de la belleza, se me pedía comentar acerca de la artista de performance Orlan, cuyo arte involucraba reconstruir quirúrgicamente su rostro frente a una videocámara. Los periodistas no sólo se preguntaban lo que diferenciaba a la cirugía cosmética considerada como arte de la cirugía cosmética "ordinaria", sino que colegas feministas, admirando las posmodernas manipulaciones de identidad de Orlan, encontraron similitudes en nuestros proyectos teóricos. Poco a poco estaba cada vez más involucrada en discusiones sobre el significado de la cirugía cosmética en la vida cultural contemporánea: ¿Qué suponía el proyecto de Orlan para la agencia" de las mujeres?, . Utilizamos

el término

agencia,

para

referimos a la acción

de los sujetos

sobre

sí mismos,

a la capacidad

de

y sus vidas. Las activistas de habla inglesa han difundido el uso de la palabra agency la cual no tiene traducción adecuada al español. Más adelante la autora hace explícito el significado sociológico del término (N. del Ed.).

decisión

de los sujetos,

en particular de las mujeres

para decidir

sobre: sus cuerpos

17

¿por qué los hombres eran diferentes a las mujeres en términos de belleza? o ¿qué tenía de malo someterse a una cirugía para corregir una nariz "étnica"? Estas discusiones generaron cuestiones teóricas y normativas que fueron lo suficientemente controversiales como para que yo respondiera, frecuentemente motivada por el deseo de "dejar las cosas en claro". Varios de los ensayos en este libro son el resultado de los intentos por afrontar mi inquietud teórica o moral sobre diferentes manifestaciones de la cirugía cosmética. Finalmente, ReshaPing the Female Body provocó controversia entre las académicas feministas. Lo había escrito en contra del trasfondo de la larga y sostenida crítica feminista al sistema de belleza que considera a la cirugía cosmética como una práctica de belleza particularmente reprobable que no sólo representa un riesgo para la salud de las mujeres sino que refuerza las nociones culturales de inferioridad femenina (Bartky 1990; Young 1990b; Morgan 1991; Bordo 1993). Después de escuchar algunas historias de mujeres que sufrían por su apariencia y que luchaban para vencer tal sufrimiento, la crítica a la cirugía cosmética como práctica de belleza me dejaba insatisfecha -una crítica que permitía incluso a las bien intencionadas feministas trivializar las razones de las mujeres para someterse a cirugías o reducirlas a mistificaciones ideológicas. Los relatos quirúrgicos de las mujeres contaban una historia diferente. Mostraban cómo la cirugía cosmética podía ser una manera poco satisfactoria de revestir una situación que resulta demasiado dolorosa de soportar, ambos, problema y solución, todo en uno. Como resultado de mis indagaciones, la cirugía cosmética se convirtió en un dilema que requería nada menos que un acto de equilibrismo entre una crítica a las tecnologías, las prácticas y los discursos que definen al cuerpo de las mujeres como deficiente y con necesidad de ser modificado y un entendimiento sociológico de la razón por la cual las mujeres podrían ver a la cirugía cosmética como su mejor -y, en algunos casosúnica opción para aliviar el insoportable sufrimiento. Mi acercamiento hizo eco y en algunas ocasiones alentó a otras académicas feministas para explorar la agencia de las mujeres en otras -igualmente raras- prácticas que van desde el uso de maquillaje (Dellinger y Williams 1997), el ballet (Aalten 1997), la terapia de reemplazamiento de hormonas (Klinge 1997), la pornografía (Chancer 1998), los concursos de belleza (Banet-Weiser 1999) y la transexualidad (phibbs 2001) hasta las reconstrucciones de himen (Saharso 2002). Ellas también se involucraron en "equilibrismos" feministas semejantes en los que combinaron un análisis crítico de prácticas potencialmente problemáticas sobre el cuerpo con una lectura 18

respetuosa de las experiencias de mujeres y las razones para llevarlas a cabo. Sin embargo, otras académicas feministas estaban consternadas por mi enfoque en la agencia, y lo etiquetaron de teártcamente mal guiado y políticamente peligroso (Bordo 1993 y 1997). Sus críticas a mi trabajo me brindaron una buena oportunidad para elaborar algunos temas que no habían sido tratados lo suficiente en aquella obra y que, indirectamente, condujeron a este nuevo libro. Este libro está basado en una serie de ensayos que fueron escritos desde la publicación de Reshaping the Female Bocjy, con frecuencia como respuesta a nuevos desarrollos en el campo de la cirugía cosmética. En su conjunto, constituyen una crítica al proceso a través del cual la cirugía cosmética ha sido entendida por las culturas occidentales de la modernidad tardía. Retorno una amplia gama de manifestaciones culturales relacionadas con la preocupación actual por la cirugía cosmética, tomando mis ejemplos de diversas fuentes: los medios de comunicación, el arte del peiformance, biografías de cirujanos reconocidos, relatos quirúrgicos de pacientes, debates públicos y textos médicos. Algunos de los textos son históricos -por ejemplo, las autobiografías de los pioneros en cirugía cosmética o algunos de los primeros libros de consulta sobre cirugía cosmética. Otros textos son contemporáneos por ejemplo, la cobertura que los medios de comunicación han realizado de intervenciones novedosas como los alargamientos de pene, los debates médicos sobre las implicaciones financieras y éticas de la cirugía cosmética o las representaciones de la cirugía cosmética como "arte corporal". No fue mi intención presentar casos típicos -aunque algunos son definitivamente representativos y serán familiares para la mayoría de los lectores. Muchos de mis casos han sido elegidos precisamente porque parecen, a primera vista, atípicos como, por ejemplo, una cirujano plástico feminista o la artista Orlan, quien usa la cirugía cosmética como una forma de expresión artística. El tema subyacente del libro tiene que ver con la tensión que existe entre la equidad ("cada uno de nosotros tiene derecho al cuerpo que desea") y las diferencias corporales como una parte integral e inevitable de la condición humana. Esta tensión está representada en los discursos y las prácticas de la cirugía cosmética en la medicina, las historias personales, los debates públicos y en la cultura popular. Las nociones de equidad y discurso ofrecen a las prácticas médicas un significado de "normalidad" o de apariencia deseable así como aquello que se considera una intervención quirúrgica apropiada. Dichas nociones son parte integral de las formas en que los individuos dotan de significado el sufrimiento que padecen debido a su apariencia y cómo justifican las 19

decisiones para alterar quirúrgicamente sus cuerpos., Ellos dan forma -explicita o implicitamentea los debates contemporáneos sobre las politicas y la ética de la cirugía cosmética y también se manifiestan en las representaciones de la cirugía cosmética que tienen lugar en la cultura popular, los medios de comunicación y las artes. Los discursos de equidad y las diferencias encarnadas La cirugía cosmética está basada en definiciones de normalidad física. Se desarrolló para mitigar las desviaciones en apariencias normales y, en efecto, la reciente "revolución" en cirugía cosmética avala la creciente autoridad de los cirujanos plásticos para establecer la diferencia entre cuerpos normales y anormales. En la cultura occidental, el macho blanco dominante ha gozado de la posición normativa con la que se mide a todos los demás -mujeres, clases trabajadoras o grupos étnicamente marginadosy la cual anhelan. No es de sorprender que las mujeres hayan sido el blanco específico de la cirugía cosmética. Ésta no fue intencionalmente pensada como una intervención a la feminidad. Sin embargo, en una sociedad sexista, racista o clasista, ciertos grupos (las mujeres, los grupos étnicamente marginados, las personas mayores, los homosexuales, los minusválidos o los gordos) son definidos como "feos, aterradores o repugnantes" mediante un proceso al que Iris Marion Young (1990) denomina como "la medida estética de los cuerpos" (123-24). Estos individuos, representantes de grupos que caen fuera de las normas de blanco occidental de clase media, son definidos por sus características corporales y construidos como diferentes, como "Otros". Se encuentran bajo la presión de, al menos, lucir "normales" y, consecuentemente, están listos para tomar decisiones extremas para tener un cuerpo que luzca normal. En una cultura donde se idealiza a la belleza femenina, "la medida estética de los cuerpos" determina las dinámicas de opresión de género, presentando a mujeres de aspecto ordinario como feas y deficientes, atrapándolas en una carrera sin esperanza por un cuerpo perfecto. 0, como Bernice Hausman (1995) señala de una manera un tanto irónica, "si las mujeres no pueden ser normales a causa de su sexo, pudieran entonces ser perfectas" (65). En Reshaping tbe l~male Body demostré cómo las categorías de "normalidad" y "anormalidad" son retornadas tanto por el discurso médico que habla de la cirugía cosmética -la manera en que los cirujanos plásticos justifican su práctica profesional, estableciendo los parámetros para debatir las implicaciones profesionales, técnicas y éticas de la cirugía cosméticacomo en los recuentos de los individuos sobre 20

sus experiencias quirúrgicas -la forma en que han dotado de sentido al sufrimiento que les provoca su apariencia o cómo han justificado las decisiones para alterar quirúrgicamente sus cuerpos. La cirugía cosmética se convierte en una reacción legitima al deseo de parecer normal ("ser como todos los demás"). Los cirujanos han tenido que defender la cirugía cosmética contra acusaciones de charlatanería (al operar cuerpos sanos), trivialidad (consintiendo la vanidad del paciente) y capricho (la cirugía cosmética como un lujo). Para este fin, han argumentado que la cirugía cosmética es necesaria en una cultura donde la apariencia es importante para la felicidad de las personas, un requerimiento para el bienestar del paciente (ver capítulo 3). No obstante, desde que escribí aquel libro, no sólo el interés de los medios de comunicación y de la cultura popular por la cirugía cosmética ha aumentado. Los discursos culturales sobre los cuerpos y la encarnación han cambiado, alterando también la manera en que la cirugía cosmética se representa. La diferencia se ha vuelto una "mercancía" sin ninguna de las asociaciones negativas imbuidas con lo "anormal". Se festejan las diferencias de color, sexo y sexualidad o nación (Lury 2000). El multiculturalismo es el ideal pretendido en imágenes alteradas, como el SimEve que engalana la portada de la revista Time (Haraway 1997). "Raza" o "sexo", alguna vez marcadores de desigualdad, se han convertido ahora en material de elección estilística, algo que puede ser combinado como las prendas de ropa. El cuerpo es simplemente un vehiculo para reconocer nuestros deseos y proyectos individuales. En resumen, el ideal de Benetton es el dominante. En este contexto cultural, la cirugía cosmética se presenta con mayor frecuencia como una tecnología neutral, idealmente adecuada para alterar el cuerpo de acuerdo con las preferencias personales de un individuo. Esto puede incluir el realce de la feminidad o la erradicación de rasgos físicos asociados con la etnicidad o la "raza". Después de todo, ¿por qué serían diferentes los implantes pectorales en un hombre a los implantes de silicón en una mujer?, ¿y cuál es la diferencia entre los dreadloces en un adolescente blanco y la extendida práctica de alaciar el cabello entre las mujeres afroamericanas (Rook 1996; Bank 2000)? El discurso de "todos somos diferentes", junto con la elección individual y la tecnología neutral, parece haber puesto a la cirugía cosmética fuera del "viejo" discurso de normalidad/ anormalidad y le ha permitido trascender del todo esas categorías. La cirugía cosmética promete un cuerpo diferente, pero esta vez un cuerpo que no tiene nada que ver con restricciones normativas asociadas con el género, la "raza" o la nacionalidad. Ciertamente, parece prometer una 21

sociedad donde las diferencias problemáticas -diferencias asociadas con desigualdades sociales estructuradas o sistemáticashan limado asperezas, han sido homogeneizadas o del todo eliminadas. Una vez invisibles, ostensiblemente dejarán de existir. 0, como Michael ]ackson, uno de los principales beneficiarios de la cirugía cosmética ha señalado: "¿Blanco o negro? Estoy cansado de ser un color" 01er capítulo 5). El festejo de la individualidad y la destrucción sistemática de las diferencias encarnadas parecen sugerir un tipo deseable de equidad (todos somos individuos, iguales, sin importar cómo luzcamos o cuál sea la circunstancia particular de nuestras vidas). Este enfoque en la equidad es, sin embargo, problemático, como ya varias críticas culturales desde el feminismo han demostrado de manera convincente". Aplicándolo a fenómenos culturales actuales de la cirugía cosmética yo veo, en particular, tres problemas en el discurso de la equidad. El primer problema es que el discurso de equidad minimiza la importancia de la cirugía cosmética, trivializando sus peligros y transformándola en una tecnología neutral que puede ser utilizada por cualquier individuo para el interés de su "proyecto de identidad" personal. Mientras la cirugía cosmética fue vista como una solución para tener una apariencia "normal" (por más falaz que esa categoría haya sido en el pasado), pudo ser tratada como una solución excepcional a un problema excepcional. Sin embargo, si todos los individuos son "igualmente" diferentes, entonces cualquiera puede ser un potencial candidato para la intervención quirúrgica. La cirugía cosmética -como cualquier otro bien de consumoes una cuestión de preferencia personal y de contar con los medios para pagarla. De este modo, el umbral para llegar al consultorio del cirujano se reduce y la cirugía plástica se convierte en una opción para individuos que podrían no haberla considerado anteriormente. El segundo problema con el discurso de equidad es que desvía la atención de las desigualdades estructurales basadas en el género, la etnicidad, la nacionalidad, la edad u otras categorías de diferencia. Ignora las historias específicas y las condiciones actuales de desigualdad, que otorgan a las prácticas del cuerpo significados diferentes. La decisión de Cher de sumirse el ombligo o de quitarse un par de costillas no es la misma que la de una adolescente asiático-americana que elije occidentalizar sus ojos. El equiparar estas intervenciones -ambas son cuestión de elección individual, ambas responden a los ideales de belleza actualesdespolitiza a la cirugía cosmética, le resta universalidad a la norma blanco de apariencia occzdental que forma en el individuo la 22

percepción de lo que considera una apariencia deseable, así como el tipo de intervenciones consideradas como aceptables. No todo el mundo es candidato, ni todas las diferencias son iguales en la cultura occidental. Rara vez los ojos se modifican para que parezcan más "orientales" o las narices más "judías". De este modo, un ideal-el modelo blanco occidentalse convierte en la norma a la que todos aspiran explícita o implícitamente. La cirugía cosmética se descontextualiza y despolitiza cuando los cambios en apariencia se ven como si tuvieran el mismo significado cultural y el mismo valor político (o normativo). En efecto, esto significa que la cirugía cosmética no tiene significado cultural y no [las cursivas son de la autora] tiene valor político (Bordo 1993, 253). El tercer problema que plantea el discurso de equidad es que ignora las interacciones del individuo con su materia, su carnalidad y, a través de este cuerpo, con el mundo exterior. Los cuerpos no son como las prendas de ropa, que se pueden quitar y poner a placer. Los individuos tienen historias específicas de sufrimiento con sus cuerpos, nacidas de sus interacciones con los demás. Su encarnación toma forma dentro de restricciones culturales específicas, que requieren de una continua negociación. Cuando los medios de comunicación proclaman que los hombres se han convertido en las "nuevas" víctimas de la manía de la belleza 01er capítulo 7), no sólo se disminuye la importancia de la larga tradición de sufrimiento de las mujeres "por la belleza per se", sino que también se ignoran las experiencias específicas de los hombres con sus cuerpos en el contexto de discursos y prácticas culturales específicos de masculinidad. El discurso de equidad borra la especificidad que nos permite entender la experiencia vívida de la encarnación dentro de contextos históricos, sociales y culturales concretos. En suma, el discurso de equidad parece interponerse en el camino de un entendimiento crítico de la cirugía cosmética precisamente porque ignora la diferencia encarnada. Sin embargo, mi inquietud no se limita a la forma en que la cirugía cosmética se presenta en los medios de comunicación y la cultura popular. Algunos de los problemas de este discurso pueden también encontrarse en tratados un poco más académicos sobre el cuerpo y la cultura de belleza contemporánea. Teorizando

la cultura del cuerpo

La cultura contemporánea del cuerpo ha sido objeto de importantes aproximaciones teóricas, particularmente entre las feministas 01er Davis 1997). Su interés se ha centrado en la manera en que las prácticas de 23

belleza forman parte integral de la construcción de lo femenino dentro de un orden social que se define por sus diferencias de género. Originalmente, las mujeres eran consideradas como víctimas de un "sistema de belleza" opresivo conformado por los medios de comunicación, la industria de los cosméticos, los ideales culturales de belleza y, por supuesto, la cirugía cosmética. Bajo la influencia de la teoría postestructuralista --en particular Foucault- gradualmente se han desarrollado marcos de trabajo más sofisticados para explorar la forma, insidiosa y ambivalente, en que los cuerpos de las mujeres son disciplinados a través de prácticas y discursos de belleza (Bartky 1990; Bordo 1993). La feminidad se ha considerado cada vez menos como un guión cultural y más como una serie de performances, pro~esos continuos y siempre sujetos a subversión o "del género en disputa" (Butler 1990 y 1993). Se han elaborado ciertas nociones simplificadas del poder que relegan a las mujeres al papel de víctimas engañadas por un "sistema de belleza" uniformemente opresivo para, de este modo, incluir una preocupación por la agencia de las mujeres y por la complejidad y ambivalencia de su participación en las prácticas de belleza. Aun cuando estos cambios en la teoría feminista han sido productivos, no han estado exentos de problemas. La teoría postmoderna del cuerpo ha sido considerada, con frecuencia, una actividad cerebral, esotérica e -irónicamentedesencarnada, lo cual nos aleja de las experiencias y prácticas diarias de la encarnación de los individuos. Existe una ambivalencia, inequívoca, en torno al cuerpo material y una tendencia a privilegiar la concepción del cuerpo como metáfora. La "experiencia", alguna vez pilar del 'feminismo académico, se ha convertido en objeto para la deconstrucción más que en un punto de partida para entender cómo la experiencia se construye continuamente como "significado en acción" (Young 1990b)5. El enfoque postrnoderno que considera cualquier identidad como fragmentaria, fluctuante y con múltiples capas, se ha transformado en una categorización estructural a partir de nociones como género, raza y clase, mientras que el dominio y la restricción son relegados en favor de una preocupación por la agencia individual y la subversión. He tenido algunas dificultades con los problemas inherentes a los estudios feministas postrnodernos sobre el cuerpo. Por ejemplo, en un ensayo con el elocuente título Emboqying Theory: Bryond Modernist and Postmodernist Readings of the Boqy, critiqué ciertas teorías del cuerpo que ignoraban las particularidades de las experiencias y prácticas individuales, así como los contextos sociales, culturales e históricos concretos en los que se llevan a cabo (Davis 1997, 15). En ReshaPing the Female Bocfy, ofrecí una lectura feminista de la cirugía 24

cosmética basada en las historias específicas de sufrimiento contadas por mujeres que decidieron someterse a W1a cirugía y en una crítica a la cultura, que hace parecer la alteración quirúrgica de los cuerpos como una "solución" para su sufrimiento. Debido a la relación ambivalente que sostengo con la teoría feminista posmoderna del cuerpo, fui relegada de ese campo por una de sus más respetadas críticas, Susan Bordo. Dado que comparto varias de sus críticas a la teoría feminista posmoderna y a que me he referido extensamente a su trabajo tanto en ReshaPing tbe Female Boqy como en el presente volumen, siento la necesidad de aclarar algunos de los temas que parecen de mayor interés en su crítica hacia mi trabajo. Me parece que estos temas son fundamentales para cualquier discusión crítica del significado cultural de la cirugía cosmética. Bordo sobre Reshaping the Female Body Filósofa de formación, Susan Bordo nos ha brindado un penetrante análisis de la actual obsesión cultural con la esbeltez, incluyendo los desórdenes alimenticios, la manía por estar en forma y, finalmente, por la cirugía cosmética. Gran parte de su trabajo conlleva una deconstrucción crítica de la representación del cuerpo femenino en la cultura popular (publicidad, cine, televisión). Retornando nociones foucaultianas de poder muestra cómo los procesos de normalización (el medir los cuerpos de las mujeres con los ideales contemporáneos de ferninidad) y de homogeneización (la contención de las inquietantes diferencias corporales) forman parte integral de la cultura contemporánea del cuerpo. Sin embargo, aún más pernicioso es el discurso de elección y la mentalidad de empoderamiento personal (fust Do It! ) que permea la cultura popular. En la visión de Bordo, este discurso no sólo se emplea en los medios de comunicación o es repetido por las mujeres que defienden la decisión de "estirar" su cara o su abdomen. También es utilizado por postfeministas como Naomi Wolf (1993) o Katie Roiphe (1993), quienes critican a las "viejas feministas" por ver a las mujeres como víctimas y negarse a respetar sus elecciones. Pero aun ellas, sus "más moderadas, sobrias y académicas hermanas", quienes, bajo la influencia de la teoría postestructuralista, "celebran" la agencia de la mujer, son culpables de comprar la idea de la libertad (Bordo 1997, 35). Es a este tipo de feminismo posterior, que Bordo llama "feminismo de agencia", al que pertenece mi trabajo sobre cirugía cosmética. 25

Según Bordo, exageré al tomar tan en serio la palabra de las mujeres que se sometieron a una cirugía cosmética (Bordo 1997,35-36). El simple hecho de que ellas aseguren que la cirugía cosmética es su mejor opción, dadas las circunstancias, no significa que deba tomar su palabra como irrefutable. Al dirigir mi atención a las experiencias individuales de algunas mujeres con sus cuerpos y a su decisión de someterse a una cirugía, en Reshaping the Female Bocfy perdi de vista el contexto. No solo negué las restricciones sistemáticas que operan en las mujeres y las obligan a alterar sus cuerpos quirúrgicamente, sino que también soy culpable de aprobar la cirugía cosmética y la industria de la belleza como si de hecho "representara un rol importante en el empoderamiento de las mujeres" [las cursivas son mias] (Bordo 1997,35-36). Bordo (1997) afirma que ReshaPing the Female Bocfy está "dominado" por metáforas de elección y libertad de las mujeres "tomando sus vidas en sus propias manos (35)". Limitaciones estructurales como el sexismo y el racismo no son nada más que "obstáculos a vencer" o "retos personales a superar (34)." Debido a que las mismas metáforas de elección y libertad pueden encontrarse en las campañas de publicidad contemporáneas, Bordo concluye que mi análisis, sin darse cuenta, apoya el discurso pernicioso del individualismo y del empoderamiento personal, endémico a la cultura occidental contemporánea. Ella no niega que yo -o las feministas como yo- estoy al tanto del poder que tienen las imágenes culturales y de su contribución al hecho de que las mujeres vean sus cuerpos como defectuosos e inaceptables. Sin embargo, al enfocarse ''primero y princtpalmente [sus cursivas] en la agencia de las mujeres" y al describir sus decisiones como un "recinto de creatividad, poder y autodefinición," ReshaPing the Fe771aleBocfy no puso atención suficiente a las limitaciones sistemáticas que operan en las mujeres y las obligan a someterse a una cirugía cosmética (Bordo 1993,20; Bordo 1997,36,42). Un análisis crítico-cultural de la cirugía cosmética implicaría colocar los rasgos sistemáticos e institucionales de la cultura de la belleza por encima del análisis, en lugar de explorar y dar crédito a las experiencias y elecciones individuales de las mujeres. Aunque Bordo ha sido crítica de las representaciones de poder del feminismo temprano por ser demasiado simplistas, me reprende a mi por acusar injustamente a las "viejas feministas" (su término), de "regodearse en el estado de víctima" y negarse a "honrar y respetar" las elecciones que las mujeres toman (Bordo 1997,35-36). A este respecto, no soy mejor que Naomi Wolf y Katie Roiphe. Bordo no coincide conmigo en que el feminismo "necesita corregirse," argumentando que yo he contribuido a los recientes contragolpes que difaman 26

cualquier análisis feminista que se refiera a las desigualdades estructurales "no populares" como "pasadas de moda", innecesarias o demasiado políticamente correctas. Bordo asume que uno de los problemas primordiales de la cultura contemporánea es que sus mecanismos no son obvios para la mayoría de nosotros. De hecho, somos continuamente "engañados" por promesas falsas de libertad individual, de elección y de la posibilidad de controlar nuestras vidas al manipular nuestros cuerpos. Es difícil para la mayoría de nosotros ver estructuras de desigualdad basadas en el sexismo o el racismo, cuando constantemente son opacadas por los discursos de individualismo y la primacía de la "mente" sobre la "materia". Por lo tanto, Bordo considera su misión como "evaluadora" de la cultura. Ella se sitúa a sí misma como alguien que debe "excavar y explorar" los "ocultos e indiscutidos aspectos" de la cultura occidental que tratan a las mujeres y a otros individuos marginados como aberrantes o inferiores y niegan las estructuras sistemáticas de dominación bajo la apariencia de la libertad individual (Bordo 1997, 174). Desde su punto de vista, cualquier análisis cultural que se precie de serlo debe proveer una "fotografía de todo el paisaje" y no sólo "fotos instantáneas individuales" (43). En realidad, sospecho que Bordo y yo tenemos agendas teóricas y normativas muy similares. Sin embargo, sus críticas también sugieren que existen diferencias en la forma en la que nos acercamos a fenómenos culturales como la cirugía cosmética. En particular, diferimos en cuanto al uso del concepto de "agencia" y en nuestra concepción de lo que debe implicar una crítica cultural feminista. Como ambas nociones son centrales para entender el significado cultural de la cirugía cosmética y, consecuentemente, de la presente investigación, realizaré una breve réplica".

El problema de la agencia "Agencia", como concepto sociológico, tiene un papel central en mis averiguaciones sobre las experiencias de las mujeres en la cirugía cosmética. Retorné a la "agencia" para ayudarme a entender la forma en que las mujeres podían ver a la cirugía cosmética -una práctica costosa, dolorosa, peligrosa y degradantecomo su mejor y, en algunos casos, única opción en determinadas circunstancias. Bordo confunde el uso que hago del concepto de "agencia" con los discursos de "elección" y "libertad" que encuentra en los medios de comunicación y en la cultura popular. ''Agencia'', como término, rara vez aparece en 27

los medios de comunicación, menos aun en la jerga publicitaria. Es un concepto sociológico y se refiere a la participación activa de los individuos en la constitución de la vida social. No representa la "libre elección", aunque los individuos generalmente tienen cierto grado de libertad en sus acciones en el sentido de que, en la mayoría de los casos, podrían actuar de otra forma. La agencia individual se sitúa siempre en relaciones de poder, que ofrecen las condiciones de posibilidad y restricción bajo las que toda acción social sucede. No hay un "espacio libre" en donde los individuos ejerzan una "elección" en el sentido absoluto de la palabra. Las "elecciones" son siempre asuntos complicados, en raras ocasiones son asumidas con perfecto conocimiento de las circunstancias, menos aún de resultados certeros o predecibles. La relación entre agencia y estructura ha sido el tema de uno de los más duraderos e importantes debates dentro de las ciencias sociales durante el siglo pasado". La cuestión central en el uso sociológico de la agencia es cómo entender las maneras en que la acción social y las estructuras sociales se constituyen y sustentan mutuamente, sin caer en la doble trampa del individualismo metodológico, por una parte, y el determinismo estructural por la otra. La agencia está invariablemente conectada a estructuras sociales y, aun así, nunca es enteramente reducible a ellas: siempre se encuentra en múltiples capas, involucrando una mezcla complicada de intencionalidad, conocimiento práctico y motivos inconscientes. Es en este contexto que mi enfoque en la agencia de las mujeres (incluyendo mi uso de otra noción sociológica, "inepto cultural") debe servir como un correctivo necesario a las concepciones demasiado deterministas de la acción social que percibí en algunos estudios feministas sobre la experiencia de las mujeres en el "sistema de belleza". Nunca fue mi intención "acusar" o "culpar" a las feministas, como lo sugiere Bordo (1997, 35). Dada la generalización de las limitaciones que re caen sobre las mujeres para cumplir con los ideales culturales de la apariencia femenina, no es necesario decir que las feministas se inclinarán a ver a las mujeres que se han sometido a una cirugía cosmética, la práctica de belleza más dramática, como víctimas de una manipulación ideológica. Esta fue también mi respuesta inicial como feminista, algo que expliqué ampliamente en la introducción de Reshaping tbe Female Bocjy (Davis 1995, 1-5). Sin embargo, fue una respuesta que también me pareció demasiado fácil. Como Giddens (1976), una de las principales teóricas sociales de la agencia, ha señalado: "cada actor competente tiene un amplio, pero íntimo y sutil, conocimiento de la sociedad a la que él o ella pertenece" (73). Al señalar esta 28

capacidad de conocimiento que posee cada individuo o actor, la acción social no se convierte súbitamente en una cuestión de "hacer lo que cada quien quiera", pero tampoco puede reducirse a un simple acto reflejo de fuerzas sociales impuestas sobre individuos engañados y sin conciencia. Un enfoque en el concepto de agencia abre la puerta a una exploración sociológica sobre la manera en que la gente retoma el conocimiento que tiene de sí mismo y de sus circunstancias mientras enfrenta su vida cotidiana. Fue en este sentido, análogo al de Giddens", que traté de evitar lo que, como feminista, hubiera sido relativamente fácil para mí: es decir, tratar a las mujeres como engañadas por las falsas promesas del sistema femenino de belleza, como "ineptas culturales". En lugar de esto, tomé una postura más analítica e intenté darle sentido a lo que -al menos inicialmenteno lo tenía para mí. En contra de mi propia resistencia a definir a las mujeres que se han sometido a una cirugía cosmética como "ineptas culturales", yo las consideré como "actores competentes" con un "conocimiento íntimo y sutil de la sociedad", incluyendo los discursos y las prácticas dominantes de la belleza femenina. Este acercamiento me permitió entender lo que no había podido entender antes, concretamente porque, dadas las experiencias específicas con sus cuerpos y las posibilidades disponibles para aliviar su sufrimiento, la cirugía cosmética podía ser un acto de elección, una solución y un problema, que a la vez empodera y desempodera'. Sin embargo, aunque acordara con Bordo en que nuestra diferencia de opinión en el problema de la "agencia" es meramente teórica o que obedece a nuestros bagajes disciplinarios, creo que en su crítica a mi trabajo hay algo más importante que la agencia. Lo más importante es, quizá, el preguntarse si la consideración de las historias individuales de las mujeres es relevante para una crítica feminista cultural de la cirugía cosmética y, más ampliamente, qué es lo que implica una crítica cultural de prácticas ética o políticamente problemáticas, como la cirugía cosmética. Crítica cultural En ReshaPing tbe Female Bocjy, decidí explorar lo que Bordo ha llamado "fotografías instantáneas individuales", esto es, las historias de las mujeres y sus intentos por superar su angustia a través de la cirugía cosmética, tales historias tienden a perderse en debates sobre las implicaciones éticas y políticas de la cirugía cosmética. Difícilmente se 29

trata de una nueva estrategia de investigación y, como muchas académicas feministas estarían de acuerdo, las voces de las mujeres con frecuencia requieren de cierto "rescate" ya que tienden a perderse entre las grietas. Bordo ha admitido que fue algo bueno "escuchar a esas mujeres"!", Sin embargo, los problemas comienzan cuando no sólo "escucho" lo que dicen, sino que trato lo que ellas tienen que decir como base para la formulación de una crítica con perspectiva feminista de la cirugía cosmética. Al basarme en los recuentos de estas mujeres, me encontré con que, frecuentemente, tienen "buenas" razones -esto es, justificables y creíbles- para querer operarse. Esto no significa que yo "apruebe" la práctica, menos aún las normas culturales que hacen que las mujeres odien sus cuerpos hasta el punto de querer alterarlos. De hecho, descubrí que la mayoría de las mujeres con las que hablé tampoco aprueban la cirugía cosmética y son, por lo general, muy críticas al respecto, afirmando que sólo es defendible en casos específicos (evidentemente, los suyos) para aliviar el sufrimiento que rebasa el límite que una persona debería soportar. Sin embargo, tomar en consideración la palabra de las mujeres no es sólo cuestión de "honrar sus elecciones". Fue precisamente mi interés por la continua popularidad de la cirugía cosmética -aun ante la creciente cobertura de los medios sobre sus riesgos y deficiencias-lo que me obligó a entender la razón por la que las mujeres estaban tan decididas a operarse. La cirugía cosmética no es sólo popular, también es controversial. Los receptores luchan contra los efectos secundarios y los riesgos que implica la cirugía, los burócratas de seguridad social y las compañías aseguradoras se preocupan por sus costos e incluso los cirujanos expresan sus objeciones sobre si la cirugía debería realizarse en cuerpos que en cualquier otra situación podrían considerarse sanos tan sólo para "verse mejor". Estas preocupaciones no conducen necesariamente a un rechazo de la cirugía cosmética. Las dudas expresadas por quienes son partícipes de tal práctica se encuentran presentes en la memoria de los debates públicos sobre el tema y nos dan la oportunidad de observar lo que vuelve a la cirugía cosmética una práctica deseable, pero también problemática. Observar las ambivalencias que la cirugía cosmética conlleva puede ayudamos no sólo a entender lo que está en juego, también nos permite ver cómo, bajo diferentes circunstancias, habría sido posible otro curso de acción. Contrariamente a Bordo, yo no me veo como una "excavadora" de verdades ocultas. La suposición de que yo podría adoptar la postura privilegiada de alguien que desentierra verdades desconocidas sobre la 30

cultura presenta algunas obvias dificultades. ¿Con base en qué estaría yo en posición de descubrir la verdad oculta de la cultura a la que pertenezco mientras los demás están sentenciados a estar confundidos, cegados por su cultura y, contrariamente a mí, a ser incapaces de darle sentido? Pero incluso si fuera capaz de justificar el tomar una posición tan privilegiada, mi concepción de lo que constituye el análisis cultural crítico difiere del de Bordo. En Reshaping the Female Bocfy, me describo a mi misma comprometida en un "acto de equilibrismo feminista", manteniendo el equilibrio "en el filo de la navaja": ... entre una crítica feminista más de la ideología deseo igualmente negocian género.

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Para comprometerme con este acto de equilibrismo, tuve que darme cuenta de mi propio "íntimo y sutil conocimiento de la sociedad". El formar parte de la misma cultura a la que estaba criticando fue UD recurso indispensable que me ayudó a reconocer los dilemas a los que se enfrentaban las mujeres que se sometían a una cirugía cosmética, así como los discursos culturales que utilizaban para explicar, criticar, pero también justificar o defender, dicha práctica. Si tenía algo especial que ofrecer como crítica, no era el hallazgo de la verdad ni mucho menos un campo moralmente elevado. En lugar de esto demostré un deseo de aliviar la inquietud y, en ocasiones, la rotunda inconformidad que provoca la cirugía cosmética -particularmente entre las feministas- y hacerlo durante un tiempo suficiente para desenredar lo que podría estar en juego en algunos de sus dilemas. La cirugía cosmética provoca una fuerte aprensión y arnbivalencia. En la presente investigación yo me he acercado, una vez más, a los aspectos de la cirugía cosmética como fenómenos culturales que 31

resultan confusos, problemáticos o simplemente sin sentido para mí y los usé como materia para futuras exploraciones. Me he comprometido con ciertos puntos de vista, precisamente porque expresan sentimientos que eran diferentes y en ocasiones incluso antitéticos a los míos. Mientras que esto a veces me hacía sentir incómoda, también me daba la oportunidad de entender aspectos de "nuestra" obsesión cultural con la maleabilidad del cuerpo que de otra forma no me hubieran sido accesibles. Pero, aún más importante, me permitió mantener una discusión abierta acerca de lo que el filósofo Paul Ricoeur (1999), en su ética del conflicto, llamó "desacuerdo razonable"!'. Conclui Reshaping the Female Borfy con la frase: "como críticos feministas de la cirugía cosmética, no nos podemos permitir la comodidad de la frase correcta". Dada la visibilidad y el impacto de la cirugía cosmética en el panorama de nuestra cultura contemporánea, me parece aun más esencial que como críticos culturales encontremos maneras de mantener abierta la discusión sobre la cirugía cosmética, para así poder explorar lo que la hace tanto popular como problemática. Acerca de este libro Este libro comienza con una breve incursión en la historia de la cirugía cosmética. Tomando a una de las pioneras como ejemplo, muestro cómo la inventora del tan conocido "Iifting facial" también fue una feminista comprometida. Dado el papel que la cirugía cosmética -y, en general, el sistema femenino de belleza-, juega al disciplinar y denigrar los cuerpos de las mujeres, una cirujana cosmética feminista parecía una combinación altamente improbable. Sin embargo, con base en el análisis de su vida y su trabajo, muestro cómo es posible practicar la cirugía cosmética desde "una voz diferente". Al mismo tiempo, abro el análisis de los cimientos basados en el género que existen en la profesión y la práctica de la cirugía cosmética. El siguiente capítulo ofrece un caso contrastante. Enfocándome en una autobiografía de otro pionero de la profesión, muestro cómo la masculinidad y la cirugía cosmética están entrelazadas. Uso una autobiografía que lleva el elocuente título de Doctor Pygmalion como un recurso para entender los discursos que formaron -y continúan formandola profesión de cirujano plástico. Al analizar las prácticas textuales que emplea el autor para construir su vida como la historia idealizada de un cirujano plástico, exploro tanto la ideología profesional de la cirugía cosmética como la construcción de la masculinidad.

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Desde los comienzos de la cirugía cosmética, las intervenciones médicas en el cuerpo humano han florecido. Cirugía a corazón abierto, transplantes, terapia de genes: las posibilidades para realizar mejoras tecnológicas parecen casi ilimitadas. Sin embargo, estas intervenciones que supuestamente prolongan la vida, mejoran la salud y promueven el bienestar, en la práctica, frecuentemente, son peligrosas, costosas y moralmente problemáticas. En el tercer capítulo, exploro algunos de los problemas que se han utilizado para justificar la cirugía cosmética, una de las nuevas biotecnologías más controversiales. Para demostrar mi punto, hago referencia a debates públicos en Holanda donde -en contraste con Estados Unidos y otras naciones occidentales europeasla cirugía cosmética estaba cubierta por la Seguridad Social y defendida como una "cirugía de bienestar". Con base en este -sin lugar a dudasexcepcional caso, analizo algunas de las limitaciones de una retórica moral basada en la igualdad, la universalidad y la justicia distributiva; además, con la ayuda de la ética feminista contemporánea, propongo un acercamiento a la cirugía cosmética que asume una política de la diferencia, la particularidad y la interpretación de las necesidades como su punto inicial normativo. Después de haber visto el rostro público de la cirugía cosmética, en el capítulo 4 reviso historias personales narradas por aquellos que se sometieron a esta práctica. Con base en el análisis biográfico de testimonios quirúrgicos muestro cómo los pacientes dotan de sentido a las relaciones problemáticas que sostienen con sus cuerpos y, a través de éstos, con el mundo que los rodea. Tomando en consideración los estudios psicológicos, sociológicos y feministas sobre la preocupación de las mujeres por su apariencia, muestro cómo el deseo de someterse a una cirugía cosmética puede tener su origen en el querer ser ordinario ("como todos los demás") más que en un deseo de ser bello. Desde una perspectiva narrativa de la identidad, propongo que la cirugía cosmética sea considerada como una ocasión para renegociar la identidad propia y, paradójicamente, para convertirse en un sujeto encarnado más que "sólo un cuerpo". La cirugía cosmética no es sólo un medio para "mejorar" la apariencia. Tradicionalmente, ha significado la erradicación de marcadores de "diferencia" -esto es, diferentes de los grupos étnicos dominantes o más aceptados. En el capítulo 5, planteo una pregunta sobre cómo "la cirugía cosmética étnica" (que se ha presentado como una "nueva" rama de esta práctica) es diferente a otros tipos de cirugía cosmética, incluyendo la cirugía para realzar la feminidad. Retomando el análisis de textos médicos, así como el caso de 33

Michael ]ackson, muestro la razón por la que una perspectiva interseccional resulta esencial para explicar los fundamentos raciales de la cirugía cosmética, así como la relativa comodidad o incomodidad que la cirugía cosmética provoca en sus diferentes manifestaciones. A primera vista, la cirugía cosmética parece representar el epítome de la colonización y la victirnización de la mujer a través de su cuerpo. En años recientes, sin embargo, académicas feministas posmodernas han comenzado a explorar las posibilidades del cuerpo femenino tecnologizado como un sitio para la acción feminista. En el capítulo 6, exploro un ejemplo de esta estrategia. La artista de performance Orlan ha convertido a la cirugía cosmética en una forma artística, por lo cual ella proclama su cuerpo como vehículo para su propio proyecto de identidad. Muestro por qué el intento de tratar la diferencia corporal como algo que puede ser alterado de acuerdo con los deseos individuales puede ser una poderosa afirmación sobre la flexibilidad de las identidades postmodernas, pero de utilidad limitada como respuesta de la crítica feminista a la cirugía cosmética. Mientras que en el pasado la cirugía cosmética estuvo asociada exclusivamente con las mujeres, debido a su auge actual el número de casos en que los hombres alteran su apariencia ha aumentado considerablemente. Tanto los medios de comunicación como la profesión médica han aprovechado este fenómeno como evidencia de la creciente igualdad entre los sexos, argumentando que es sólo cuestión de tiempo antes de que los hombres se sometan a tantas cirugías cosméticas como las mujeres. En el capítulo 7 hablo sobre la noción de la "nueva" igualdad sexual en las políticas de la apariencia. Mi argumento opta por un entendimiento contextualizado de la cirugía cosmética que tome en cuenta las particularidades concretas de las experiencias encarnadas de los individuos, así como los discursos culturales de la diferencia, históricamente situados. El libro cierra con una de las aplicaciones más dramáticas e inquietantes de la cirugía cosmética para eliminar las diferencias corporales: la cirugía facial en niños con síndrome de Down para que tengan una apariencia "normal". Servirá esto como una advertencia al lector de que la investigación crítica sobre la cultura de la cirugía cosmética apenas ha comenzado.

Notas: me gustaría agradecer a Anna Aslten, WilJem de Haan y Henri Wijsbek por su ánimo y amables comentarios. 1. Ver, por ejemplo, "Our Quest to be Perfect" 2. Volkskranr, March 7, 2000.

ewsweek, August 9, 1999, 52-29.

3. El debate entre los cirujanos plásticos con licencia y otros practicantes es largo y acalorado. En sus comienzos, a principios de siglo, la "cirugía de belleza" fue considerada como el ámbito de médicos ilegales y "charlatanes" (ver capítulo 1). Una interpretación más reciente de esta controversia puede encontrarse entre los cirujanos que trabajan en clinicas privadas y aquellos que trabajan en hospitales públicos. 4.

Me he beneficiado particularmente del trabajo de Bordo (1993), Wiegrnan (1995), Haraway (1997) y Lury (2000).

5. Joan Scott (1992) ciertamente merece crédito por este desarrollo con Su crítica serninal a los usos (y abusos) feministas de "experiencia". Aunque su trabajo fue un correctivo importante por tratar la experiencia como una autentica o con fiable fuente de conocimiento y ha sido tomada por muchas feministas modernas como un argumento contra el esencialismo y el fundacionalismo, ha llevado a una falta de atención sobre la manera en que se construyen las experiencias en las narrativas de los individuos, lo que ha sido perjudicial para los estudios feministas. 6. Después de discutir los méritos relativos de Bordo y mi enfoque en clases de estudios sobre mujeres, he llegado a la conclusión de que estas son precisamente las preguntas que necesitan ser discutidas para poder desarrollar una crítica cultural de la cirugía cosmética. En este sentido, nuestras posiciones son -como mis estudiantes nunca se han cansados de señalaropuestas.

complementarias más que

7. Ver Mc ay (2000) para una excelente explicación de las implicaciones de estos debates para la teoría feminista de género. S. Resulta interesante el hecho de que Bordo no haya hecho ninguna crítica al uso de Giddens del término "inepto cultural". De hecho, ella lo elogia por develar los aspectos recurrentes y reproductivos de la sociedad y por mostrar que la "socialización" no ocurre a espaldas de la gente, sino que requiere de su participación activa y conciente (Bordo 1993, 303-4). 9. Esta paradoja se discute ampliamente en el capítulo 4. 10. En un debate que tuvo lugar en el Hasting Center, donde ambas nos presentamos, Bordo reconoció, por ejemplo, que "claro, fue bueno que hablaras con esas mujeres", pero después continuó enfatizando la necesidad de enfocarse en las estructuras más que en las palabras de mujeres individuales. 11. Ricoeur se refiere a la noción de Karl Jasper de "conflicto amoroso" para describir los peligros del consenso ("si perdemos el consenso, pensamos que hemos fracasado"), la imposibilidad de una historia común o idéntica y la importancia de asumir y vivir los conflictos como una especie de sabiduría práctica (Ricoeur 1999, 12).

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La cirugía cosmética en otra voz:

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el caso de Madame N oél

El principal requisito para ser un buen cirujano es ser hombre: un hombre valiente. Edmund Andrews, The surgeon. La cirugía tiene que ver con los cuerpos -tanto de los cirujanos como de los pacientes ... ¿Qué sucede cuando el cuerpo del cirujano -el observador indiscreto, el violador, el receptor de agresiones sensoriales- es el de una mujer? Joan Cassell, The Surgeon in tbe Womans Body. Cuando comencé mi investigación sobre cirugía cosmética, la asumí como un fenómeno reciente. Vagamente, recordaba haber leído sobre el aumento de senos a principios de los años sesenta, cuando Carol Dada, una bailarina topless de California, llegó a los titulares por haberse inyectado silicón en los senos. La enorme expansión que la cirugía cosmética tuvo en los años siguientes parecía un producto típico de la cultura occidental en la modernidad tardía -una cultura en la que la tecnología médica ha convertido a la alteración quirúrgica del cuerpo en una opción disponible y socialmente aceptada, en la que reina la creencia en la maleabilidad del cuerpo. Sin embargo, conforme avanzaba mi investigación, descubrí que la cirugía cosmética no era tan reciente como en un principio imaginé; de hecho, a principios del siglo XX era muy popular y, para mi sorpresa, entre los pioneros se encontraba una mujer, una cirujana francesa conocida por sus colegas como Madame Noél, Ésta mujer ejerció en el periodo en que la cirugía cosmética se estaba convirtiendo en una rama respetable de la medicina, y en 1926 escribió uno de los primeros libros sobre cirugía cosmética, sentando las bases para la profesión tal cual la conocemos hoy en día (Rogers 1971). Sin embargo, Madame Noél no era solamente una cirujana cosmética; también era feminista: sufragista defensora del derecho de las mujeres a trabajar y una de las fundadoras del Soroptimismo, una organización internacional de mujeres. Estaba intrigada. ¿Quién era esta mujer y cómo se las arreglaba para reconciliar lo aparentemente irreconciliable: ser feminista y a la vez cirujana cosmética? Después de todo, la cirugía cosmética, como todas las cirugías, es una especialidad médica fundamentalmente masculina'. Las cirujanas cosméticas son pocas y raras. La cirugía 37

es inhóspita para las mujeres, en parte por el largo periodo de entrenamiento y horarios de trabajo demandantes que dificultan combinar la profesión con la familia. Sin embargo, la ética quirúrgica también parece notoriamente masculina. La antropóloga Joan Cassell (1991), después de estudiar a los cirujanos en el ejercicio de su profesión, llegó a la conclusión de que, como grupo, tienden a ser arrogantes, aventureros, implacables y competitivos. En resumen, los cirujanos poseen características que en la cultura occidental suelen estar asociadas con los hombres y la masculinidad" Como lo expresa Cassell, para ser cirujano se tienen que tener -de forma literal y 6gurada"agallas" (35). Mientras que los médicos de especialidades más "suaves", como medicina interna o general, son una especie de estadistas en espera de ver el progreso de la enfermedad, que intentan ayudar al cuerpo con pastillas y pociones, e! cirujano actúa como un guerrero armado hasta los dientes. Actúa (o corta) primero y piensa después. En e! mundo de la cirugía predomina e! canibalismo y los cirujanos tienden a ser altamente competitivos. Según Cassell, los cirujanos son los machos consumados del mundo médico. Están preparados para operar durante siete horas seguidas, a menospreciar a la gente que se queja o se ve agotada, y a vivir "en el límite" (Cassell 1991, 42-43). Los cirujanos pertenecen al mundo masculino de los autos y los deportes, y muchos tienen opiniones polarizadas sobre las mujeres, ya sean las mujeres "buenas" con las que se casan o las "malas" con las que se divierten (Cassell 1991, 41). Debido a los fundamentos "masculinos" de la cirugía cosmética como especialidad médica, así como al papel que desempeña en la "inferiorización" de la mujer mediante sus cuerpos, una cirujana cosmética feminista podría parecer una contradicción de términos. Resulta difícil imaginar cómo una feminista podría convertirse en cirujana cosmética o, del mismo modo, cómo la cirugía cosmética podría ser practicada en una forma que por definición no desempodere o degrade a las mujeres. En el presente capítulo exploraré esta insólita combinación, utilizando a Madame Noél como un ejemplo de lo que puede suceder cuando una feminista se dedica a la profesión más masculina de todas: la cirugía cosmética. Aunque se trata únicamente de un caso, éste nos ofrece una visión de una ética y una práctica quirúrgicas que difiere considerablemente de lo que Cassell encontró entre los cirujanos de la actualidad. Después de analizar brevemente la vida de Noél y el contexto en el que practicó la cirugía cosmética, examiné el libro que escribió en 1926, La Cbirargie estbétique, son 38

róle social, en el que describe su visión de la profesión, sus técnicas y procedimientos, así como los resultados de sus operaciones. En conclusión, abordo la cuestión de si el enfoque de Noél puede verse como una forma "femenina", o hasta feminista, de practicar la cirugía- una instancia de la cirugía a través de una "voz diferente"? y lo que esto puede significar para una crítica feminista a la cirugía cosmética como algo perjudicial por definición para las mujeres. Madame Noél La vida y obra de Suzanne Noél han sido narradas por Paule Regnault (1971), quien estudió cirugía con ella de 1942 a 1950 \ y por Jeannine ]acquemin (1988), quien fuera comisionada por el Soroptirnismo Internacional para escribir una biografía de Noél como una de sus "madres fundadoras". Ambas ofrecen elogiosos relatos de Noél como una mujer valiente y poco común, una cirujana altamente preparada y original y una apóstol famosa y respetada del movimiento internacional de mujeres. Suzanne Blanche Marguerite Gros nació en 1878 en Laon, Francia, en el seno de una familia acaudalada. Al ser la única superviviente de cuatro hijos, sus padres la dotaron de la educación reservada para las niñas de la clase media: los clásicos, bordado y pintura. A los diecinueve años contrajo "buen" matrimonio con un doctor nueve años mayor que ella, Henri Pertat. En 1905 comenzó sus estudios de medicina, los cuales probablemente no habría podido seguir sin e! consentimiento y apoyo de su esposo (jacquemin 1988, 13). (posteriormente, Noél argumentaría que se había convertido en médico para trabajar con su esposo en la práctica dermatológica.) Sobresalía en sus estudios y, después de una enfermedad y de tener a su hija, pasó con éxito e! altamente competitivo Internat des Hópitaux de Paris en 1912, quedando en el cuarto lugar de 67 estudiantes. Era un desempeño excepcional para tratarse de una mujer -el cual, como lo menciona su biógrafa oficial "sólo podría haber sido logrado por un trabajo intenso y una inteligencia extremadamente brillante" (Iacquemin 1988, 16). En 1919 murió su esposo y ella contrajo matrimonio con un estudiante de dermatología, André Noél, quien acababa de regresar de combatir en la primera guerra mundial. Terminó su Internat (siendo el último de su clase) y entregó una tesis probablemente basada en el trabajo que su esposa había realizado en el doucbe filiforme (una instalación para bañar a pacientes con problemas en la piel). Su matrimonio fue corto. Después de la muerte de la hija de Suzanne, André cayó en una severa depresión y en 1924 se lanzó al río Sena frente a su 39

esposa. Devastada, Suzanne Noél encontró en el trabajo su refugió, el cual se convirtió en su pasión hasta su muerte en 1954. Fue en 1912 cuando Noél se interesó por primera vez en la cirugía cosmética, al percatarse de que la famosa actriz Sarah Bernhardt había regresado de su gira por Estados Unidos milagrosamente rejuvenecida. (En ese momento, Bernhardt tenía más de 60 años.) Curiosa, oél comenzó a experimentar pinchando la piel de su propia cara en diferentes lugares para ver si conseguía el mismo efecto. Sorprendida por sus logros, comenzó a experimentar de manera más seria, operando a conejos anestesiados cuya piel es similar "por su delicadeza y elasticidad" a la piel humana (Noel 1932, 7). El advenimiento de la Primera Guerra Mundial permitió a Noél adquirir experiencia en el tratamiento de soldados con heridas faciales y en 1916 comenzó un entrenamiento quirúrgico para poder operar ci~ catnces que desfiguraban el rostro y continuó con su viejo pasatiempo, el rejuvenecimiento de caras arrugadas. N oél ubica el comienzo de su devoción a la cirugía cosmética en uno de sus primeros 1iftings faciales, realizado a una mujer que "debido a su edad no podía ganarse la vida"; se trató de una operación en apariencia tan exitosa que la paciente inmediatamente consiguió trabajo. Noel manifestó haber quedado tan impresionada por este resultado que decidió que su vocación sería la cirugía cosmética, y a partir de ese momento no volvió a mirar atrás

(Noel 1932, 9). La carrera médica de Noel se extendió de 1916 a 1950, y puede separarse en dos periodos. Cuando comenzó a ejercer, la cirugía plástica no era una especialidad establecida y los hospitales no admitían a cirujanos que se dedicaran exclusivamente a ella. Noél abrió su propia clínica en su casa y se convirtió en uno de los primeros cirujanos plásticos de Francia. Sus operaciones se limitaban a cirugías menores, sobre todo 1iftings faciales y correcciones de párpados. Pronto se volvió famosa, atrayendo a "personalidades mundialmente reconocidas del mundo de la moda y de la aristocracia europea" (Regnault 1971, 134). Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial cerró su clínica privada y realizó operaciones en la C1inique des B1euets en París, donde tenía la oportunidad de realizar cirugías mayores. Según su alumna Regnault, Noel era una cirujana versátil que realizaba intervenciones diversas y con frecuencia atrevidas: operaciones de senos, adelgazarniento de abdomen y brazos, extracción de grasa de las piernas y eliminación de arrugas en las manos mediante la inyección de una solución esclerótica en las venas. Aunque se le atribuye el inicio del método Biesenburger de mamoplastia en Francia, fue su técnica de 40

1ifting facial, en particular la petite opération o el mini 1ift por el que hasta la fecha continua siendo reconocida (ver, por ejemplo, Stephenson 1970; Rogers 1971; González-Ulloa 1985). . En una época en la que las mujeres luchaban por ganar un espacIO en el ejercicio de la profesión médica, Noél parece haber ganado .~n reconocimiento considerable por su trabajo. Le fue otorgada la Legión de Honor en 1928 por ser una "doctora con habilidades inusuales" cuyas cátedras y métodos eran un honor para su país Gacquemin 1988, 33). Además de haber escrito un libro ampliamente leído sobre CIrugía cosmética que fuera traducido al alemán en 1932 (Dze .Aesthetiscbe Cbirurgie und ibre soziale Bedeutung), médicos de todo el mundo visitaban París para observar su trabajo. Viajó ampliamente por Estados ~l11dos, Alemania y Austria, dictando conferencias y demostrando sus tecnicas quirúrgicas. En 1930 se realizaron dos filmes documentales, en la Charité de Berlín y posteriormente en Mediziniscbe Welt, que mostraban a Noél operando. Fue la primera mujer en Francia en convertirse en presidente de una sociedad médica -la de morfobiología ,estética. Su nombre está incluido en la mayoría de los recuentos históricos de la cirugía cosmética moderna, donde ser refieren a ella como "la primera cirujana plástica famosa del mundo" (Rogers 1971). La carrera de Noél como feminista corrió de forma paralela a su carrera profesional como cirujana cosmética. Creía fervientemente en los derechos de las mujeres a votar y participó en discursos y desfiles utilizando un listón en su sombrero con las palabras Je veto: uoter (quiero votar). En un intento por avergonzar al gobierno con el fin de que otorgara a las mujeres el derecho a votar, organizó una huelga en contra del pago de impuestos, convenciendo a las mujeres de que no debían pagar impuestos por algo sobre lo que no tenían ningún control Gacquemin 1988, 23). Estudió medicina en una época en la que las mujeres europeas todavía se enfrentaban a considerable~, dificultades para entrenarse y calificar como médicos y se compromeno firmemente con el derecho de las mujeres a ocupar un lugar en el mundo profesional y de negocios. En 1923 conoció el Soroptimismo, cuando una representante del movimiento que en Estados Unidos crecía con ra~ pidez visitó París para reclutar a nuevas 111tegrantes. El Soroptimismo era una organización de mujeres vinculada con el Club Rotario para hombres que promovía el apoyo a mujeres profesionistas, así como los ideales de servicio e internacionalismo. Embelesada por los pnnc1pIOs del Soroptimismo, Noél se acometió a la tarea de organizar la primera sección europea, la cual fue fundada en París en 1924. Durante los siguientes treinta años, desempeñó un papel crucial en la expansión de 41

la organización en el mundo. Dio múltiples conferencias y viajó hasta China e India utilizando su renombre como cirujano para establecer nuevos clubes. Noél es más conocida por el papel que desempeñó como iniciadora de las organizaciones de Soroptimismo en Europa (de forma individual, fundó secciones en once capitales europeas). En 1930 se convirtió en la primera presidenta de la Federación Europea, y en 1943 se creó el Fondo Noél para fomentar la expansión del Soroptimismo internacional (jacquemin 1988, 46). Incluso después de casi perder la vista y ya entrada en sus setenta, continuó asistiendo a las reuniones internacionales hasta su muerte, a los 76 años. En resumen, la imagen que se revela de Suzanne Noél, con base en los relatos de sus alumnas y de sus hermanas soroptirnistas, no carece de heroísmo. A primera vista, pareciera que logró lo imposible -combinar el ejercicio de la cirugía cosmética y un compromiso activo con el feminismo. Pero ¿qué significaba esta combinación en el ejercicio de la cirugía cosmética de Noél? Antes de mirar más de cerca su aproximación a la cirugía cosmética echemos un vistazo al contexto en el que practicó este nuevo tipo de medicina. Pioneros quirúrgicos Suzanne Noél pertenece al grupo de los pioneros de lo que ahora se conoce como cirugía cosmética moderna", La cirugía cosmética -es decir, la cirugía realizada únicamente con la finalidad de mejorar la aparienciasurgió al final de! siglo XIX en Estados Unidos y en Europa (Alemania, Inglaterra, Francia). La cirugía plástica, que incluye las cirugías cosmética y estética, así como la cirugía reconstructiva, es más antigua. La primera rinoplastia (reconstrucción de nariz) se registró en la India en épocas tan tempranas como el año 1000 d. C. En la India se le podía cortar la nariz a un ladrón como castigo o, en el caso de una esposa adúltera, e! esposo agraviado podía arrancarle la nariz de una mordida. Gaspare Tagliacozzi, conocido como "e! padre de la cirugía plástica", escribió e! primer libro sobre e! tema en 1597, en el cual, haciendo uso de ilustraciones, presentaba la ex.itosa reconstrucción de la nariz de un noble que había sido rebanada durante un duelo. La cirugía plástica no se volvió popular sino hasta el siglo XIX, cuando el descubrimiento de la antisepsia y la anestesia hicieron posibles las operaciones; e incluso entonces, la mayoría de los cirujanos estaban más interesados en las cirugías internas que en la reparación de la superficie del cuerpo (McDowell 1978). No fue sino hasta comienzos del siglo XX cuando comenzó a practicarse la cirugía cosmética a gran escala. 42

Dos acontecimientos separados, pero vinculados, tienen que ver con su aparición en ese momento específico de la historia (Haiken 1997). El primer acontecimiento, con frecuencia ignorado en las historias oficiales de la cirugía plástica, fue e! culto masivo a la belleza que floreció a principios de siglo. Se dejaron atrás las prohibiciones culturales que impedían a las mujeres mayores buscar verse jóvenes y bellas, y surgió una ideología democrática de superación que ponia al alcance de todas las mujeres las herramientas para ser bellas, sin importar su condición socio económica (Banner 1983). Aunado a los salones de belleza y a los estilistas, que brotaron por todo Estados Unidos, se abrieron "salones" cosméticos, donde la gente podía ir a "estirarse" la cara y arreglarse la nariz. Aparecieron anuncios en los diarios de cirujanos que exponian las maravillas de la cirugía cosmética. Varios de los primeros cirujanos estéticos operaban al margen del establishment médico. La cirugía cosmética estaba asociada con el "curanderismo" -charlatanes sin formación o "doctores irregulares" interesados únicamente en ganar dinero rápido operando a mujeres vanidosas y tontas preocupadas por su apariencia. Aunque estos cirujanos no eran tomados en serio por los médicos profesionales, desarrollaron muchas de las técnicas que continúan siendo utilizadas por los cirujanos estéticos hoy en día. Rogers (1971) sostiene que muchos de estos pioneros demostraban tener una gran inventiva y visión, pero fueron "hechos a un lado e ignorados" erróneamente por sus contemporáneos cirujanos. El segundo acontecimiento que llevó al surgimiento de la cirugía cosmética fue la Primera Guerra Mundial, y con ella una gran cantidad de soldados con heridas en el rostro, quemaduras y costillas rotas que requerían de una cirugía reconstructiva. Esto dio a los cirujanos la oportunidad de practicar sus técnicas quirúrgicas y de ganar experiencia en la realización de operaciones. Las asociaciones negativas de la deformidad del cuerpo con la sífilis o con castigos divinos por los pecados cometidos se desvanecieron frente al noble y meritorio soldado, desfigurado en la defensa de su país. La cirugía plástica y reconstructiva se volvió aceptable o, como lo planteó Raymond Passot, un contemporáneo de Noél, la guerra se ganó "las llaves de la ciudad" (Rogers 1985, 13). La cirugía cosmética siguió siendo controversial para muchos cirujanos plásticos, una controversia aún presente en el debate contemporáneo sobre los propósitos de la cirugía reconstructiva (desfiguraciones de nacimiento o por accidente) y de la cirugía cosmética. Sin embargo., para 1921, los cirujanos plásticos, ansiosos por encontrar 43

un mercado para sus nuevas técnicas, decidieron incluir a la cirugía cosmética como una subespecialidad de la cirugía plástica. La primera asociación profesional de cirugía cosmética se creó en Chicago, sentando las bases de lo que posteriormente se convertiría en una de las mayores especialidades en la medicina estadounidense (Haiken 1997). Suzanne Noél, como muchos de los primeros cirujanos plásticos, obtuvo experiencia operando a los soldados heridos durante la primera guerra mundial. Sin embargo, después de la guerra, dirigió su atención a un nuevo grupo de pacientes y comenzó a operar en su mayoría a mujeres que querían mejorar su apariencia. Al igual que sus contemporáneos, reunió los campos de las cirugías reconstructiva y cosmética. Como muchos pioneros, estaba interesada en obtener reconocimiento por una nueva y controversial práctica médica, así como en el perfeccionamiento de sus procedimientos y técnicas. Para lograr este fin, escribió La Chirurgie esthétique, son róle socia¿ que apareció en 1926, convirtiéndose en el cuarto libro dedicado por completo a la cirugía cosmética". Su libro no sólo sirvió para recopilar y documentar varias décadas de trabajo en el campo de reciente surgimiento de la cirugía cosmética, sino que durante muchos años se convirtió en un texto clásico sobre el tema. Según Rogers (1971), el libro de Noél marcó el fin del "periodo pionero" de la cirugía cosmética; desde entonces los cirujanos sólo se han ocupado de "variaciones técnicas y mejoras a las operaciones realizadas por sus predecesores" (266). El texto Los libros de texto médicos en el campo de la cirugía cosmética tienden a adoptar el mismo formato. Comienzan con un intento de justificar la importancia de la cirugía cosmética como una especialidad médica. Esta postura defensiva se debe a las características controversiales de este tipo de cirugía -características que hacen que el autor tenga que explicar la utilidad o la conveniencia de una cirugía, en un paciente saludable, por motivos de belleza. A esto le siguen los motivos por los que los pacientes se someterían a una cirugía cosmética. Se busca aconsejar al cirujano sobre los pacientes que pueden ser candidatos a una cirugía y en qué momentos se debe actuar con cautela. Finalmente, se brinda al futuro cirujano información necesaria sobre técnicas quirúrgicas, así como sobre los resultados que se pueden esperar. Para este fin, se incluye material gráfico: dibujos anatómicos, fotografías de operaciones, secuencias de antes y después que permiten al lector evaluar los resultados de la cirugía. 44

El libro de Noél (1926/1932) también tiene el formato típico de un libro de texto y, en consecuencia, se parece a muchos de los libros sobre cirugía cosmética posteriores. Está dividido en dos partes. En la primera (una tercera parte del libro), presenta la importancia de la cirugía cosmética y ofrece varias viñetas de pacientes que fueron ayudados por este tipo de cirugía. El resto del libro (dos terceras partes) está dedicado a la forma en que realizaba las operaciones, incluyendo la descripción de los instrumentos utilizados, varias técnicas para realizar incisiones, la forma de hacer suturas y aplicar vendajes y los resultados. Termina con un comentario sobre los posibles efectos secundarios negativos y otras aplicaciones de la cirugía cosmética. El libro es relativamente corto, con sólo 71 páginas. Su principal característica es la riqueza de fotografías e ilustraciones, todas realizadas por la autora. Fue uno de los primeros cirujanos estéticos en presentar fotografías de una operación completa, en lugar de los ubicuos dibujos de las clásicas cabezas femeninas griegas, que sus contemporáneos parecían preferir, en los cuales se mostraba el lugar correcto para realizar incisiones mediante líneas punteadas y flechas, o la más reciente predilección en los textos quirúrgicos por fotografías de partes aisladas del cuerpo. El libro de Noél también contiene una considerable colección de fotografías de antes y después, tanto de sus operaciones exitosas como de las no tan exitosas, las cuales permiten al lector evaluar los resultados de sus procedimientos. Ahora realizaré un análisis más profundo del texto, poniendo énfasis en la razón por la cual N oél pensaba que la cirugía cosmética era importante (la forma en que la justificaba), la forma en que creía que debía, o no debía, realizarse y lo que ella consideraba una operación exitosa. Al compararla con otros cirujanos de su época, mostraré lo que hace a su enfoque de la cirugía cosmética distintivo. Luego entraré a la cuestión de si puede ser considerada "una voz diferente" en la historia de la cirugía cosmética. Justificando a la cirugía cosmética: "la amarga necesidad" (Noel1932, 10)8. Noél, al igual que sus contemporáneos, creía fervientemente en la cirugía cosmética; la describía como una "bendición para la humanidad" (9). A la vez que reconocía que, por tratarse de una nueva profesión, la cirugía cosmética con frecuencia se enfrentaba al ridículo o a la indiferencia (10), no hacía demasiado hincapié en tales escepticismos. A diferencia de sus contemporáneos, no defendía su especialidad en 45

contra del incrédulo establishment médico; en lugar de eso, proclamaba su inamovible convicción de que tales actitudes desaparecerían en cuanto los cirujanos comprendieran la "amarga necesidad" detrás de los deseos de los pacientes de alterar quirúrgicamente su apariencia (10). La "amarga necesidad" a la que hace referencia es la económica. Sus pacientes -la mayoría mujeresacudían a ella porque temian perder sus trabajos al mostrar los primeros signos de envejecimiento en sus rostros. Procede a ofrecer una serie de "casos" dramáticos con los que estableció su defensa de la cirugia cosmética: la estrella de ópera que comienza a envejecer y ya no la llaman para cantar ("a pesar de su fama y hermosa voz ... ni siquiera se le permitia cantar de manera gratuita en hospitales para veteranos," [11]), la viuda que no puede mantener a su hijo ("abandonada por su esposo y en la ruina, se vio obligada a buscar trabajo," [12]) y la costurera en la maquiladora que quiere mejorar su situación al convertirse en supervisora (pero "al igual que a otras trabajadoras parisinas, los largos años de trabajo duro, la falta de sueño y una mala nutrición han cobrado su cuota," [14]). Noél justifica su profesión con explicaciones comprensivas de por qué sus pacientes desean una cirugía y cómo ésta representa una diferencia en sus vidas. Veamos más de cerca uno de estos casos: su descripción de una "distinguida anciana de sesenta años cuya belleza es claramente visible en su semblante ... a pesar de las arrugas" (10): Viene a pedirme ayuda. La guerra y su apariencia de vieja la han hecho perder su empleo como gerente de una pequeña empresa de bienes suntuarios. Sus excelentes referencias y experiencia así como su notable buen gusto no la ayudaron: en donde fuera que solicitara empleo recibía la misma respuesta: "Nosotros nos comunicamos", y hasta ahí llegaba siempre. Estaba profundamente angustiada; m comprometí a rejuvenecer su apariencia. Incluso después de la primera operación agarró valor. Me di cuenta de cuánto necesitaba mi ayuda inmediata el día que le quité las puntadas. Se desmayó y tuvo que aceptar que no había comido nada en las últimas 48 horas. Le ofrecimos comida y la animé con todas mis fuerzas. Al siguiente dia encontró un trabajo, y fue en una de las empresas en las que antes la habían tratado tan mal. Operé a esta paciente tres veces más en el transcurso de dos meses. Desde entonces, ha sido capaz de ganarse la vida con la misma facilidad que en los pasados quince años, y estuvo tan ocupada los últimos

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tres años que ni siquiera tuvo tiempo de someterse a una cuarta operación que yo consideraba necesaria. La veo con frecuencia; se ve considerablemente más joven y emana un sentimiento de seguridad frente a lo que el destino le depare. Definitivamente, ese es el mejor pago para un cirujano. (10-11) Mientras que los contemporáneos de Noél solian defender la cirugia cosmética haciendo referencia al valor de la belleza en términos abstractos o a la angustia psicológica de sus pacientes, Noél justificaba las operaciones por razones sociales o materiales. Como sugiere el titulo de su libro, consideraba a la cirugía cosmética como una necesidad social, especialmente de las mujeres. Veía su vocación como una forma de ayudar a las mujeres a valerse por si mismas o a mantener sus posiciones laborales. Como feminista, Noél era una acérrima defensora del derecho de las mujeres a trabajar y tenia experiencia con los obstáculos a los que se enfrentaban las mujeres trabajadoras en su época (fue obligada a ejercer la medicina en su hogar, ya que los cirujanos mujeres no eran admitidos en los hospitales). En su libro, Noél hace comentarios en tono irónico sobre los esposos de sus pacientes, quienes se rehusaban a dejar a sus esposas someterse a una operación, haciendo énfasis en que los franceses muestran "la más enérgica resistencia" a la cirugia cosmética y que "el deseo de sus esposas de preservar su belleza y apariencia joven los inquieta enormemente". Al recordar sus propias actividades como sufragista, Noél concluye: Es lo mismo que con el derecho a votar. En ninguna parte las mujeres se enfrentaron con una resistencia tan fuerte, en ningún lugar fue tan difícil admitir abiertamente su deseo de permanecer jóvenes. (19-20) Con esto explica la razón por la cual muchas mujeres prefieren ocultar a sus maridos el hecho de haberse sometido a una cirugia. Otras pueden recurrir a lo que Noél llama, con una inconfundible ironía, "pequeño subterfugio de guerra". Al animar a sus esposos a someterse a una cirugia para rejuvenecer su apariencia, estas astutas mujeres abrieron el camino para sus propios liftings faciales -la estrategia de "lo que es bueno para el ganso también lo es para la gansa" (20). En resumen, Noél justifica la cirugia cosmética en términos de una necesidad material y del derecho de las mujeres a lucir jóvenes. Utiliza un discurso feminista en el cual las mujeres tienen derecho a cambiar 47

una "cara fea" o un "cuerpo humillante" de la misma forma en que tienen derecho a votar y a demandar derechos políticos: una cuestión de tener la posibilidad de "escoger el propio destino" (citado en Haywood 1985, 30). Hace referencia a las jerarquías de poder que existen en las relaciones de género en recuentos irónicos acerca de la resistencia al cambio de los hombres y la forma en que las mujeres pueden emplear sus artimañas femeninas para conseguir lo que buscan en la batalla entre los sexos. Técnicas y procedimientos: "tal vez haya sido mi carácter femenino el que me llevó a escoger este método en particular."

(57) Noél escribió su libro en una época en la que muchas de las técnicas y procedimientos de la cirugía cosmética no habían sido registrados aún, y muchos se encontraban todavía en la etapa experimental. Al igual que a sus contemporáneos, a Noél le habría interesado reclamar sus derechos en un nuevo campo. Sin embargo, la forma en que exponía sus técnicas y procedimientos contrastaba con los escritos de sus contemporáneos. Mientras ellos utilizaban un lenguaje abstracto o técnico en sus textos y tendían a ubicarse como observadores a distancia, listos para abrir el cuerpo y revelar sus secretos", los textos de Noél carecen totalmente de tecnicismos. Escribía con un estilo fresco, práctico, con frecuentes anécdotas y observaciones graciosas. Por ejemplo, utilizaba la metáfora casera del bordado para describir la técnica con la que quitaba las "bolsas bajo los ojos": Utilizo ... una aguja derecha o medio curva y un dedal común

previa-

mente esterilizado, al igual que el resto de los instrumentos. Tal vez haya sido mi naturaleza femenina la que me llevó a elegir este método en particular, pero me parece que es más difícil que la abertura que pasa la aguja se deforme y mis costuras

si recibe un soporte

siempre son perfectas.

por la

firme (con el dedal).

(57)

Desmitificó a la cirugía, presentándola más como un oficio que como un poder mágico, algo que debe aprenderse mediante la práctica y prestando atención a los detalles. Sus descripciones son accesibles; parece escribir para sus colegas con la intención de ayudarlas a realizar operaciones de tal manera que se logre el mejor resultado posible, más que con la de acaparar parte del mercado quirúrgico. 48

Era frecuente entre los pioneros de la cirugía cosmética moderna presentar recuentos detallados sobre los instrumentos que utilizaban, el lugar en el que debían ponerse las pinzas y el tipo de material que debía utilizarse para suturar, así como la manera en que había que vendar la herida. Sin embargo, mientras la mayor parte de estos primeros cirujanos se concentraba en la incisión -la anestesia de la piel, el corte y el cierre de la heridaoél ponía más atención a la operación como un todo (Stephenson 1985). Comenzando con la preparación previa a la operación, describe la experimentación de diferentes posibilidades con la paciente, jalando su piel y ajustando la dirección de acuerdo con sus deseos. Al preparar la operación activaba las habilidades de sus pacientes, pidiéndoles que experimentaran en sus casas frente al espejo para ver cuál estiramiento daba mejores resultados. Mi experiencia

es que la paciente es siempre la que encuentra

lugar (para realizar las incisiones]. recomendar

Es un pequeño

el mejor

truco que puedo

de corazón a cualquiera que realice cirugía cosmética.

(24)

Una vez que oél determinaba el mejor lugar para realizar la incisión, hacía diseños en forma de arco que colocaba en diferentes lugares a lo largo del nacimiento del cabello. Elaboró una banda rnedidora llamada "craniómetro", que colocaba al centro de la frente de la paciente y la utilizaba como guía para asegurar que ambos lados de la cara quedaran alineados. La atención que prestaba a los detalles del procedimiento es evidente en las descripciones que hace de la operación. Por ejemplo, ofrece una lista de los instrumentos que se utilizarían durante la operación, la cantidad de cada uno y el mejor tipo de agujas y de material de sutura, así como el tipo de vendajes que resultaban más efectivos. Es casi como leer una receta que brinda al cocinero toda la información necesaria para preparar un platillo. Recuerda a los cirujanos que no olviden revisar si la cara de la paciente está dormida después de administrar la anestesia local, así como cubrir a la paciente con una cobija para que no le dé frío durante la operación (24). Noél fotografió el procedimiento completo, comenzando con los preparativos (la medición del cráneo, la aplicación de los patrones) y terminando con la paciente sentada en su cama después de la operación, arreglándose el cabello y tomando una taza de café. De esta manera, ofrece al lector una descripción detallada de la operación, más que un diagrama que indique el lugar en el que se debe realizar la 49

in isi' n. El paciente aparece en las fotografías, al igual que Noel-a veces de cuerpo entero, otras sólo como una mano reposando sobre la cabeza de la paciente después de la operación. La preocupación de oel por el bienestar de sus pacientes iba más allá de la cirugía. Se anticipaba al momento en que la paciente tenía que regresar a casa después de la cirugía y confrontar a su familia y colegas, muchos de los cuales no sabían que se había sometido a una operación. Noél se ponía en sus zapatos y hacía las incisiones detrás del nacimiento del cabello o teñía los vendajes para que se parecieran al cabello de la paciente, o le aconsejaba cambiar de corte de pelo o comprar un sombrero para no tener que explicar la razón por la que se veía tan bien. Su objetivo era que su paciente "regresara a casa e inmediatamente se incorporara a sus actividades cotidianas" sin tener que explicar sus acciones a familiares o amigos curiosos (37). Para la mayoría de los cirujanos que ejercieron durante la primera mitad del siglo :XX, el paciente era una presencia ausente; su atención se concentraba en la parte del cuerpo que sería operada. En los casos en que los pacientes aparecen en los primeros textos sobre cirugía cosmética, es sólo para advertir al cirujano en ciernes sobre los peligros de la "persuasión femenina". Por ejemplo, Eugen Hollander (1932) escribe de forma retrospectiva haber sido "víctima" de una aristócrata polaca quien insistió en que le realizara un lifting facial en 1901, cuando dicha operación era totalmente desconocida (citado en Rogers 1971, 274). Cirujanos como Charles Conrad Millar elaboraron las dificultades que se pueden presentar al realizar operaciones a mujeres a las que definía como "del tipo moderno, que sufren ya suficiente de los nervios" y les aconsejaba mantener una postura serena y evitar exponer a la paciente a la sangre (Millar 1925, citado en Stephenson 1985, 32). En contraste, Noél se refiere a la operación como un esfuerzo conjunto. En su libro, la paciente está presente en la operación como una participante activa y enterada. Desde la primera consulta hasta el seguimiento incluye a la paciente en el procedimiento, haciendo uso de sus ideas sobre la mejor manera de llevar a cabo la operación. Reconoce que con frecuencia los pacientes están "más alerta" a los primeros signos de envejecimiento y, por lo tanto, se encuentran en mejor posición que Noél para decidir si es necesaria una operación (41). Nunca menospreciaba a las pacientes nerviosas, pero sostenía que todas sus pacientes "se comportan de una forma tranquila y sensible durante la cirugía" (10). Noél comentaba con humor que si una paciente no regresaba para realizarse otra operación, probablemente era porque estaba demasiado ocupada con su trabajo como para molestarse. 50

En suma, Noél retrató las técnicas y los procedimientos como una habilidad ordinaria, no muy diferente a la costura. Valora la experiencia, la paciencia, el cuidado de los detalles y la destreza más que el conocimiento científico y la incisión osada. Era cooperativa con sus colegas cirujanos; le interesaba más compartir sus conocimientos que obtener crédito por sus innovaciones. Pero más importante aún, adoptaba una postura respetuosa y de colaboración frente a sus pacientes, sin perder de vista el contexto en el que tomaban la decisión de someterse a una operación, así como a vivir con el resultado. Riesgos y resultados: "esta rama de la cirugía está llena de emboscadas ... hay que tener cuidado si se quieren evitar los accidentes trágicos." (70) Durante la primera mitad del siglo :xx existía gran controversia sobre la mejor técnica para realizar lifttings faciales 10. Noél era una acérrima opositora de las medidas heroicas apoyadas por muchos de sus contemporáneos como Sir Harold Gillies, Robert Ivy, Otto Bames y Erich Lexer. Ella recomendaba lo que llamaba ''petite oPération" para realizar lifttings faciales (también llamadas "intervenciones tímidas"). Lo anterior consistía en realizar pequeñas extirpaciones elípticas a lo largo del nacimiento del cabello, donde quedarían escondidas, y suturar la piel sin extirpar el tejido subyacente. Quitaba únicamente la piel necesaria para generar suficiente tensión como para lograr una mejora. Esta práctica contrastaba con la de sus contemporáneos, quienes experimentaban realizando incisiones más gruesas, estirando desde la sien hacia atrás del lóbulo de la oreja, o recomendaban debilitar grandes áreas de tejido subcutáneo con el fin de lograr un resultado más duradero. Por ejemplo, el cirujano estadounidense Otto Bames se expresaba con desprecio de lo que él llamaba los cirujanos timorato s que temían realizar procedimientos radicales (los suyos, por lo general) con la intención de lograr "resultados permanentes" (Bames 1927, 86, citado en González- lloa 1985, 46). Aunque oél no era la única que miraba con escepticismo "tagrande opération", su preocupación por evitar las cicatrices y su cautela frente a la experimentación no eran comunes. Sus intervenciones invariablemente estaban diseñadas con la intención de evitar la formación de cicatrices. Prefería hacer una serie de pequeñas intervenciones en un periodo que podía durar años; hacer primero un lado de la cara y esperar a ver los resultados antes de hacer el otro. Creía que era mejor no dejar marcas y evitar los riesgos de formación de coágulos o de parálisis facial (un posible efecto 51

L

secundario del debilitamiento), incluso si significaba realizar cirugías posteriores. No veía la necesidad de lograr todo en una sola operación. Los contemporáneos de Noél ponían mucho énfasis en las espectaculares mejoras que podían lograrse mediante la cirugía cosmética y estaban preparados para tomar cualquier riesgo con la intención de refinar sus técnicas. Rara vez mencionaban alguna operación fallida 1l. En contraste, Noél también presentaba fotografías de los resultados no tan satisfactorios. Dedicó un capítulo entero de su libro a las cicatrices, mostrando lo que podía suceder cuando se realizaban incisiones de manera inadecuada (incisiones realizadas en el lugar equivocado, cicatrices antiestéticas debidas al desarrollo de tejido queloide o cicatrices en las que el lóbulo de la oreja sufrió alguna deformación). Para Noél, las cicatrices no eran una consecuencia inevitable de la cirugía, ni culpaba al paciente por ser demasiado melindroso. Aceptaba con facilidad que su trabajo era experimental y que con frecuencia comenzaba una operación sin saber bien a bien en lo que se estaba metiendo. Sin embargo, era menos displicente que muchos de sus contemporáneos respecto a los peligros que podían conllevar las intervenciones. Por ejemplo, al describir una de sus primeras cirugías, destacaba que su paciente, un hombre, "se negaba estoicamente a ser anestesiado", y que cometió errores que no sólo complicaron el procedimiento, sino que provocaron que la operación durara más de lo planeado y que la herida sanara de manera más lenta. Afortunadamente, los resultados fueron excelentes y, en retrospectiva, anota que en esa operación aprendió más que en cualquier operación posterior" (8). Por supuesto que algunas de sus operaciones falJaron. Eso no es de sorprender, dado que oél realizaba operaciones en una época en la que los cirujanos no tenían acceso a la tecnología actual y cuando las precauciones para evitar infecciones eran menos rigurosas. Por ejemplo, el libro de Noél contiene numerosas fotografías en las que aparece operando a sus pacientes sin guantes, y una de sus alumnas recuerda que en una ocasión Noél se dejó puesto el reloj durante la cirugía y luego comentó divertida que no había de qué preocuparse, pues se trataba de un reloj "muy fino" (Regnault 1971,137). Sin embargo, parece ser que Noél quedaba devastada cuando cometía fallas más severas. Por ejemplo, en una ocasión, la extracción de grasa de una pierna salió tan mal que mucho tiempo después siguió agobiada por elJo, tendiendo a justificarse y a hablar "en un tono tan cortante que hasta sus amigos desconocieron" (Iacquemin 1988, 33). Dentro de todo, los resultados de las intervenciones de Noél eran sorprendentemente buenos. De acuerdo con Regnault (1971), 52

.. .la delicada forma en que manejaba los tejidos (evitando los forceps, la presión y la tensión) era definitivamente

un factor muy importante

para el logro de buenos resultados. Si estuviera viva, su técnica quirúrgica seguramente incluiría los últimos avances pero sin duda su filosofía básica sobre el lugar de la cirugía estétic~ sería el mism~ de siempre. (13)

Fue la atención que puso oél en los resultados, así como su deseo de evitar efectos secundarios, lo que le permitió lograr resultados que, a Juzgar por las fotografías de sus pacientes, eran al menos tan buenas como muchos de los lijtings faciales de hoy en día. Aunque tal vez Noél habría modificado sus "tímidos" procedimientos si hubiera vivido más tiempo, es poco probable que hubiera adoptado la postura heroica que favorecieron sus colegas del género masculino hacia la cirugía cosmética. Como ella misma lo dijo, probablemente siempre habrá mujeres que se abstendrán de obtener mejoras más espectaculares si con ello pueden evitar que su trabajo o sus situaciones de vida se vean afectados. Para estas pacientes, dos o tres operaciones en un periodo de varios años serían preferibles a una intervención única y más radical. Para Noél, cada paciente era un individuo con diferentes deseos y necesidades. Incluso cuando desde el punto de vista quirúrgico era recomendable una intervención más radical, había que dejar la decisión en manos de la paciente. Las circunstancias especiales de una mujer pueden contraponerse a una cirugía radical, haciéndola elegir una cirugía no tan evidente y que fácilmente pueda integrarse a su situación actual de vida. Desde su punto de vista, es el paciente y no el cirujano el que toma la última decisión. El género y la ética quirúrgica La ética quirúrgica, descrita al principio de este artículo, no se limita a los cirujanos modernos; también encuentra eco en los escritos de los pioneros. González-Ulloa (1985), en el prólogo a su historia de la cirugía cosmética, la llama: ... una historia de descubrimiento.

Describe

sivas son de la autora] exploraron dades, generando

nuevas actividades

cómo los hombres [las cur-

y graficaron

un reino de posibili-

que hoy en día -en

te eraconstituyen una guía geográfica (González-UlJoa 1985, i)

integrada

la presen-

hacia lo posible.

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Los primeros cirujanos cosméticos, como Charles Conrad Millar, Jacgues Joseph u Otto Bames, mantuvieron y ayudaron a construir la imagen del cirujano cosmético como un explorador robusto, gue se embarcaba en aventuras excitantes dentro de territorios ignotos. Estos hombres eran héroes solitarios altamente competitivos, gue no dudaban en atribuirse e! crédito por los descubrimientos de otro (Rogers 1971). Los primeros libros sobre cirugía cosmética estaban llenos de experimentos atrevidos realizados por hombres de medicina gue estaban más interesados en encontrar soluciones novedosas gue en e! cuidadoso proceso de ensayo y error. Solian tratar a sus pacientes como meros objetos para sus esfuerzos científicos, y algunos eran buenos para ridiculizarlas, presentándolas como mujeres de sociedad vanas, ocupadas en la búsgueda trivial de la belleza. Uno de esos casos era Charles Conrad Millar, e! primer cirujano en escribir un libro de texto sobre cirugía cosmética, guien era bien conocido por su "megalomanía" y su "egotismo mesiánico", y guien literalmente pensaba gue no era capaz de eguivocarse (Rogers 1971, 267). Miller experimentaba con varios materiales de dudosa calidad para realizar implantes faciales, incluyendo seda trenzada, esponja de hule, piezas de marfil o gutapercha gue molia en un molinillo común. Inyectaba parafina al rostro de sus pacientes y osadamente recomendaba cortar nervios y músculos faciales como una medida preventiva contra "las lineas de expresión", hacia las gue, según él, eran más proclives las mujeres (Millar 1923, citado en Rogers 1971,269; Haiken 1997,25). También infringió la ley al poseer de forma ilegal farmacias de curandería en Chicago, en las gue vendía estupefacientes sin receta. Sin embargo, los historiadores médicos todavía se refieren a Millar como "una especie de visionario guirúrgico, muy adelantado a sus colegas más académicos" (Rogers 1971,266) o le dan crédito por haber reconocido las fuerzas sociales gue llevaban a muchas mujeres al consultorio de un cirujano y por convencer a sus colegas de no burlarse del deseo de sus pacientes por mejorar su apariencia (Haiken 1997, 25-29). Los errores de un cirujano parecen difuminarse a la luz de sus contribuciones al desarrollo de una profesión -una profesión gue en apariencia demanda cierta cantidad de arrogancia y audacia. Con sus particulares puntos de vista sobre la profesión y la práctica de la cirugía cosmética, Madame Noél representa un punto de partida radical tanto para sus contemporáneos como para sus sucesores. Contrasta de forma considerable con e! arguetípico cirujano descrito por Cassell (1991) -ague! héroe invisible imbuido de todo "lo correcto" reguerido para realizar e! trabajo. Noél no era sólo una mujer trabajando 54

en un mundo de hombres; manejaba una ética gue no correspondía a los valores y e! comportamiento gue históricamente han sido vistos como e! sine qua non de la cirugía. Al igual gue a otros pioneros de la cirugía cosmética, a N oél le interesaba promover y desarrollar su área. Como ellos, estaba involucrada en la experimentación de nuevas técnicas y procedimientos. Sin embargo, también era cauta; prefería ir por e! camino largo para evitar riesgos innecesarios. Le entusiasmaba su profesión, pero nunca fue arrogante, siempre dispuesta a admitir sus errores. Se consideraba una artes ana más gue un mago con poderes misteriosos para transformar e! cuerpo humano. Su meta era enseñar y comunicarse más gue defender su territorio y colocarse en un lugar diferente al de otros cirujanos. No describía sus operaciones como un espectáculo público donde e! cirujano corta primero y piensa después. Más bien describía la cirugía como un evento mundano, no muy diferente de cocinar o coser, gue reguiere de paciencia, experiencia y "buen ojo". Noél estaba menos obsesionada con la incisión, como e! momento de gloria, gue con la operación como un todo -un proceso gue iniciaba antes de gue llegara el paciente a su consultorio por primera vez y terminaba meses, o incluso años, después de la primera intervención. Para ella, el resultado inmediato de la operación era menos importante gue las consecuencias a largo plazo para e! paciente, guien también podría reguerir de tiempo para reconsiderar sus opciones o decidir gue estaba demasiado ocupado como para someterse a otra cirugía. Noél no aparece como una descubridora solitaria explorando los secretos del cuerpo humano. Más bien, pareciera estar comprometida con una interacción de mucha y continua colaboración con el paciente -desde darle al posible candidato patrones para gue se los pruebe en casa y la mano amable gue reposa en el hombro de! paciente (como se ve en las fotografías de las operaciones), hasta su constante interés en los éxitos y fracasos de sus pacientes durante los años posteriores. Noél no sólo era respetuosa de los deseos de sus pacientes; no tenía ningún problema en aceptar gue un paciente pudiera saber mejor gue el cirujano lo gue era necesario. Finalmente, Noél era especialmente comprensiva con los pacientes del sexo femenino. Se interesaba de manera personal en sus problemas y entendía las razones para desear una cirugía cosmética. Situaba su deseo de rejuvenecer sus rostros o de mejorar sus cuerpos en las dificultades gue enfrentaban las mujeres de su época para conseguir y retener un empleo remunerado. Para Noél, la cirugía cosmética era un derecho para las mujeres, igual gue el derecho a trabajar o incluso a votar. 55

En suma, Madame Noel ofrece una visión de otra forma de ejercer y practicar la profesión. Si la ética de la cirugía es típicamente "masculina", entonces la ética quirúrgica de Noél podría verse como vinculada a valores que generalmente han sido asociados con lo femenino: empatía, paciencia, preocupación por las particularidades de cada caso y una modestia respecto a sus logros que le permitía compartir el éxito con sus colegas y tener dudas respecto a su propio desempeño (Keller 1983). Como tal, su caso puede ser considerado un ejemplo de la cirugía cosmética desde otra voz. ¿Puede una feminista ser cirujana cosmética? Al comienzo de este capítulo planteé la pregunta de si una feminista podría ser cirujana cosmética o, de forma más general, si practicar la cirugía cosmética sería, por definición, antitético a los valores del feminismo. Las feministas son críticas respecto a la cirugía cosmética, no sólo porque resulta peligrosa, sino también por razones ideológicas. En el mejor de los casos, puede proveer un alivio temporal a los problemas que una mujer tenga con su apariencia. En el peor, la cirugía cosmética representa la capitulación a las normas culturales que victimizan a las mujeres en nombre de la belleza. Como tal, la cirugía cosmética con frecuencia es vista como "definitivamente opuesta" a las metas de la liberación y la emancipación que representan el sustento del feminismo (Haiken 1997,275). En la época en que Madame Noél ejercía, la cirugía cosmética se trataba de una especialidad médica más bien marginal y un poco desprestigiada que valientemente intentaba ganar aceptación en la corriente médica dominante. La "primera ola" del feminismo en Francia y otros lugares estaba fundamentalmente preocupada por temas como el sufragio, el acceso a la educación, el derecho de la mujer a tener un empleo remunerado o la protección de mujeres pobres frente a la prostitución o a condiciones deplorables en fábricas y maquilas (Boxer 1982). La belleza no era un tema importante para las feministas de la primera ola, con la notable y excéntrica excepción de Amelia Bloomer y los reformadores del vestido, quienes hicieron campaña en contra de los corsés y las rígidas faldas que dictaba la moda y a favor de ropa más holgadal2. Sería anacrónico descartar la importancia de Noél por no haberse suscrito a la actual crítica en contra de la cirugía cosmética, planteada por las feministas en respuesta a la presente proliferación de técnicas para mejorar el cuerpo y a las presiones culturales ejercidas sobre las mujeres para alcanzar los ideales de belleza femenina. Para 56

poder evaluar las contribuciones de Noél como cirujano cosmético y la relevancia de su trabajo para una crítica feminista hacia la cirugía cosmética, necesitamos situar tanto su feminismo como su práctica médica en el contexto en el que los ejerció. Como feminista, Noél perteneció a una organización de mujeres que, ante todo, estaba preocupada por lograr el acceso al trabajo, principalmente al trabajo profesional. Aunque Noél era sensible a las presiones económicas que afectaban a las mujeres de todas las clases sociales (decía, por ejemplo, que estaba preparada para operar de forma gratuita a sus pacientes menos acaudaladas), no cuestionaba las normas que permitían perder su trabajo a las mujeres que comenzaban a envejecer o legitimaban el que los hombres abandonaran a sus esposas por mujeres más jóvenes. Se burlaba de los hombres que obstaculizaban el deseo de sus esposas de mejorar su apariencia, pero les recomendaba a sus pacientes utilizar estrategias "femeninas" de manipulación o engaii.o más que la confrontación directa. Aunque Noél pudo haber adoptado la postura de algunas de sus contemporáneas feministas de que la belleza -particularmente la modaera trivial en comparación con temas más apremiantes como la emancipación, es poco probable que esto cambiara su creencia en que la mujer tenía derecho a mejorar su apariencia. Estaba convencida de que la cirugía cosmética aliviaba el sufrimiento y de que era una herramienta útil para ayudar a las mujeres a ser seguras de sí mismas, prósperas y profesionales para lograr la independencia financiera y el reconocimiento social. Como tal, la visión de Noel acerca de la cirugía cosmética podría parecer de poca relevancia para la actual crítica feminista hacia el sistema de belleza femenino y el papel que desempeña la cirugía cosmética en disciplinar y normar a las mujeres a través de sus cuerpos. Podríamos concluir que la defensa del derecho de la mujer a tener un rostro de apariencia joven no ayuda a desmantelar las desigualdades de una sociedad que trata a sus mujeres entradas en años como no aptas para el trabajo. La creencia ciega de Noél en la cirugía cosmética como la solución a los problemas profesionales de las mujeres podría parecer la representación de un feminismo complaciente más que de un feminismo de rebelión y resistencia. Sin embargo, en mi opinión, tales conclusiones estarían cortas de miras, particularmente si situamos el trabajo de Noél en el contexto de la medicina. Es ahí en donde sus opiniones sobre la cirugía cosmética, las técnicas y los procedimientos que desarrolló, así como sus ideas sobre la forma en que debían realizarse las operaciones pueden apreciarse como una innovación radical en la práctica médica, tanto 57

en su época como en el presente. Su aproximación a la cirugía cosmética ofrece un antídoto espectacular a la ética masculina de la cirugía, con sus preferencias por la intervención "heroica", su falta de preocupación por las realidades encarnadas en las circunstancias de los pacientes y, al final, su reticencia a ser críticos respecto a sus propias prácticas. En vista de la actual expansión de las tecnologías médicas para alterar el cuerpo y la disposición de la profesión médica a actuar primero y pensar en las consecuencias después, la aproximación de Noél a la cirugía cosmética es un oportuno recordatorio de la importancia de combinar "la compasión con la ciencia" (Morante-Sanchez 1985). Ofrece una visión de otra forma de ejercicio médico -un ejercicio respetuoso, responsable y reflexivo. Es aquí donde debemos buscar las contribuciones de Madame oél al feminismo, no en sus intentos de otorgarle poder a mujeres en lo individual a través de liftings faciales, sino más bien en el tipo de profesionalismo que representó. Aunque esto no sea suficiente para tener una cirugía cosmética feminista, es un ingrediente que la crítica feminista hacia la cirugía cosmética no debería ignorar. Notas: me gustaría agradecer a Willem de Maan, Barbara Henkes, Renée Hoogland y Dubravka Zarkov por sus comentarios reflexivos a una versión anterior de este capítulo. También estoy en deuda por su ayuda con la Sra. Bakker-Leentvaar de la organización de Soroptimismo en Holanda. 1. En 1995, 23.5 por ciento de los especialistas en medicina familiar y 30 por ciento de los ginecólogos eran mujeres, mientras los cirujanos mujeres siguieron siendo pocas y espaciadas, entre 8.8 por ciento de los cirujanos en general, 8.7 por ciento de los cirujanos plásticos, 2.5 por ciento de los cirujanos urólogos y sólo .02 por ciento de los cirujanos torácicos (American Medical Association 1996-1997). Mientras que en 2001, el número de mujeres cirujano plástico se calculaba en 1 a 9 (P/astic Jurgery In/oona/ioll Service, versión ampliada 2001 Estadisticas). 2. "Masculino" no es lo mismo que específico de género. CasseU (1991) señala que muchos cirujanos hombres no resumen la ética de la cirugía en sus acciones, mientras algunas mujeres sí. Culruralmente, sin embargo, los valores y comportamientos que ejemplifican al cirujano ideal son percibidos como masculinos, así como e! paciente prototipo es asociado con cualidades tipicamente "femeninas", como la dependencia o la fragilidad. 3. Tomo este término prestado del conocido In a Differen! Voice de Carol Gilligan (1982) sobre las diferencias de género en cuestiones de moralidad y la enorme propensión de las mujeres a adoptar una ética de cuidado. 4. RegnauJt(1971) describe así su encuentro, en 1942, con la Noél de, entonces, 64 años:

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Sentada frente a un escritorio, en un consultorio en la Clínique des Bleuets, con un sombrero de pluma negra y un abrigo negro, se veía tal cual aparece en la fotografía que aquí se muestra. Tenía un rostro suave y ovalado sin arrugas, ya que se había sometido ella misma a varios liftings faciales y blefaroplastia. Me impresionó su dignidad. De inmediato daba la impresión de ser una gran dama, aunque no media más de 1.60 metros ... sus palabras eran simples y directas. Revelaban una mente clara. Sabiduría, serenidad y confianza en sí misma ernergían de su apariencia y sus modos. (133-134) 5. El término Soroptimismo combina soenr (hermana/ mujer) con opti11la. Significa, literalmente, "la mejor de las mujeres". Ver Haywood (1985) para una historia de! movimiento Soroptimista internacional. 6. Entre los pioneros de la cirugía cosmética están Charles Conrad Millar, Frederick Strange Kolle, Eugen Hollander, Erich Lexer, Raymond Passot, Adalbert G. Bettman, Julián Bourguet, Jaeques Joseph, Harold Napier Lyons Hunt y Suzanne Noel. Ver Stephenson 1970; Rogers 1971; Regnault 1971; González-Ulloa 1985. 7, El primer articulo médico sobre una cirugía cosmética se piensa que fue escrito por John Roe de Rochester, Nueva York, en 1887, Se titulaba "La deformidad conocida como "nariz chata" y su corrección mediante una simple operación". Hay trabajos sobre correcciones de nariz, cirugías de párpado y liftings faciales desde principios del siglo XX, La primera historia médica completa sobre cirugía cosmética fue escrita por Charles Conrad Millar de Chicago, en 1907, apareciendo una versión ligeramente aumentada en 1908. Frederick Strange Kolle, un estadounidense de origen alemán, fue el segundo en escribir una historia médica sobre cirugía cosmética en 1911, Y su libro fue mucho más extenso -"un enorme tomo compuesto por 511 págínas y 522 ilustraciones" (Rogers 1971). 8. Las subsccuenres referencias a La Cbimrgie e.rtbétiqueen este capítulo estarán indicadas únicamente por el número de págína y son tomadas de la traducción alemanao

9, Tomen, por ejemplo, e! famoso tratado sobre corrección de "bolsas de ojos" de Julien Bourguet (1928), descrito ampliamente por Stephenson (1985,32-37). tiliza términos como "grasa intraorbital herniada" y "mucosa de! fondo de saco conjuntivo", habla en primera persona de! plural ("si examinamos la figura 1 nos percatamos que en algunos sitios hay huecos") y generalmente se coloca en la posición de observador del cuerpo del paciente, listo para diseccionarlo y descubrir sus secretos. 10. El "rnini-lift" ha sido objeto de controversia entre los cirujanos cosméticos. Stephenson (1970) rastrea su historia, mostrando cómo la intervención de Noel fue retomada en la "operación en 15 minutos" tan popular a [males de los sesenta. La controversia continúa respecto al mejor método para los liftings faciales. Dado que

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incluso los liftillgs extensivos generalmente tienen que volver a hacerse, parece que la última palabra aún no ha sido dicha con relación a este tema. 11. Esto no ha cambiado. No fue sino hasta 1972 cuando Robert Goldwyn compiló la primera colección de trabajos dedicados al "desafortunado resultado" en cirugía cosmética e intentó dar explicación a la reticencia de los médicos a aceptar sus errores. 12. No todas las feministas estaban a favor de la reforma en el vestido, ya que las nuevas modas, como las bombachas, les parecían inadecuadas para las mujeres respetables. Incluso los argumentos a favor de ropa más cómoda se enmarcaron en términos de salud más que de belleza )',de hecho, se puso considerable atención a idear una reforma moderna en el vestido. Ver Newton (1974).

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Héroes solitarios y extraordinarios dioses blancos: historias médicas, historias masculinas

La cirugía plástica es una de las especialidades médicas más marcadas por el género. Mientras que los receptores más comunes de la cirugía plástica son mujeres (más de 91 por ciento de todos los pacientes), el cirujano generalmente es un hombre. Sólo uno de cada nueve cirujanos plásticos es mujer', La brecha de género en especialidades médicas como la cirugía plástica suele explicarse por la incompatibilidad de los largos internados y los horarios irregulares con la presión de la crianza de los hijos para las mujeres. Sin embargo, el cultivo de una especialidad médica también puede ser masculino, resultando más atractivo para los hombres que para las mujeres. En su análisis sobre la masculinidad en diversas profesiones, David Morgan (1981, ver también 1992) ha subrayado que el género tiende a ignorarse cuando se trata de entender a los hombres en profesiones predominantemente masculinas. Mientras que en las investigaciones sobre actividades femeninas se recurre con frecuencia al género, las actividades masculinas en general son descritas en términos neutros. Ilustra lo anterior haciendo una autocrítica a sus investigaciones previas sobre las biografías de obispos anglicanos. Mientras originalmente vinculaba la masculinidad masiva en el episcopado y el clero con factores como las condiciones sociales y económicas, posteriormente reflexiona sobre si muchas de las características típicas que descubrió en esas biografías no eran simplemente ejemplos de la masculinidad "en túnicas episcopales" (Morgan 1981,88). De este modo, afirma que debemos reflexionar sobre la forma en que los valores profesionales se mezclan con las nociones sobre masculinidad y feminidad y la manera en que las refuerzan. En este capítulo me propongo explorar los antecedentes vinculados con el género en la cirugía cosmética como profesión", En mi opinión, si la decisión de las mujeres de someterse a una cirugía cosmética puede vincularse con las prácticas y los discursos de la feminidad -como lo he argumentado en trabajos anteriores (Davis 1995), entonces la decisión de los hombres de realizar cirugías cosméticas debería asimismo estar vinculada con las prácticas y los discursos de la masculinidad. A modo de ejemplo, examinaré una conocida autobiografía de un cirujano plástico titulada Doctor Pygmafion (Maltz 1954). Al analizar las prácticas textuales, mismas que 61

el autor utiliza para construir su vida como la historia idealizada de un cirujano plástico, puede explorarse la ideología profesional de la cirugía plástica, así como la construcción de la masculinidad en su forma profesional. Las autobiografías como textos culturales Las autobiografías son un género popular en la cultura occidental contemporánea. Permiten a los lectores escapar de su rutinaria existencia al leer sobre la vida de los ricos y famosos. Además de ofrecer a la gente ordinaria la oportunidad de atisbar los deseos, las luchas y los logros de sus ídolos, pasados y presentes: las autobiografías populares permiten a los lectores dar significado a sus propias vidas. Les ofrecen modelos idealizados de lo que es la "buena vida" -modelos que dan dirección, sancionan las desviaciones y proveen criterios frente a los cuales la gente puede medir o juzgar su propia vida (Gergen y Gergen 1993,194). En años recientes, los científicos sociales han comenzado a ver en las autobiografías exitosas una fuente para comprender la vida social. Las autobiografías permiten entender las ideologías de una cultura en particular (plumier 1983 y 1995; Denzin 1989; Gergen y Gergen 1993; Stanley 1993; Stanley y Morgan 1993). Cuando un individuo escribe su biografía no sólo ofrece hechos de su vida; más bien, recopila diversos eventos, caracteres y comportamientos de tal manera que se produce un cierto tipo de "ser". En la mayoría de las autobiografías, se pone especial énfasis en el éxito (en algunos casos el éxito al superar alguna adversidad, como una enfermedad o la pobreza). El narrador se pone en la posición del experto -la persona más sabia y poderosa que se propone "ilustrar" al lector sobre lo que significa ser una persona extraordinaria o haber vivido una vida particularmente interesante. Las autobiografías están insertas en el contexto histórico, cultural y social en el que se producen, por tal razón proveen un valioso testimonio de los ideales y las aspiraciones, así como las contradicciones y ambivalencias de dicha cultura. Dentro del feminismo, las autobiografías han sido consideradas una importante manera de recuperar las experiencias de los que carecen de poder, y de las mujeres en particular. Se ha puesto especial atención a las diferentes maneras en que las mujeres y los hombres cuentan sus historias de vida (Brodzki y Schenck 1988; Personal Narrative Group 1989; Gergen y Gergen 1993). Las autobiografías también han sido tratadas como objetos para la investigación (y reconstrucción) del 62

género en tanto práctica textual (Stanley 1993). Nos permiten entender la forma en que la masculinidad y la feminidad están implicadas en la construcción de "seres" ideales. Doctor Pygmalion no es una autobiografía típica. Mientras que las autobiografías más conocidas son de gente famosa (personajes históricos, políticos, figuras literarias, artistas, científicos, inventores, estrellas de cine o músicos reconocidos), Maxwell Maltz, aunque evidentemente exitoso, no es un personaje famoso. A primera vista, su autobiografía parece ser la típica historia del pobre que se hace rico, un estadounidense sin muchos recursos que comienza una carrera. Es la historia de un héroe mundano con una meta fija en la mente: convertirse en cirujano plástico. Sin embargo, Doctor Pygmalion es la historia de una profesión con un giro diferente. Doctor Pygmalioll se desarrolla en el periodo en el que la cirugía plástica había comenzado a ser reconocida como una rama legítima de la medicina. En el periodo de 1900 a 1925, la cirugía plástica se volvió popular en Estados Unidos y Europa. Salían anuncios en los periódicos y semanarios junto con productos como las "cremas para el busto", suspensores abdominales o correas de mentón diseñadas para facilitar el rejuvenecimiento y el atractivo. Los "salones de cirugía cosmética" atraían a miles de mujeres que deseaban realizarse liftings faciales, correcciones de párpado y cirugías de nariz. Muchas de estas primeras operaciones eran realizadas por charlatanes o médicos sin entrenamiento en cirugía plástica; sin embargo, la línea divisoria era muy delgada y muchos cirujanos utilizaban las técnicas y los procedimientos empleados por esos "charlatanes", atribuyéndose todo el crédito en artículos académicos (Rogers 1971). Los primeros artículos científicos y libros en que se narraba el desarrollo de la cirugía cosmética aparecieron a principios de los años 20 en Europa y en Estados Unidos. Doctor Pygmalion comienza en 1925, cuando Maltz decide convertirse en cirujano plástico y acompaña al autor durante la segunda guerra mundial, momento en que alcanza la cúspide de su carrera. A diferencia de la mayor parte de las autobiografías conocidas, ésta contiene todos los ingredientes de un libro de texto médico sobre cirugía plástica. Cada capítulo contiene una combinación de historias personales tomadas de la vida del autor y descripciones técnicas muy específicas de los procedimientos quirúrgicos, completadas con recuentos detallados de las operaciones y hasta de los instrumentos quirúrgicos utilizados en las diferentes técnicas. El libro está lleno de estudios de caso y, en efecto, la mayor parte de los personajes fueron o están a punto de convertirse en pacientes del autor. La historia de su 63

carrera se interrumpe a intervalos regulares con esbozos históricos de la manera en que se había desarrollado la cirugía plástica, ilustrados con dibujos de los instrumentos quirúrgicos y de los procedimientos utilizados en los primeros tiempos de este tipo de cirugía. Presenta numerosas referencias y anécdotas sobre los "padres fundadores" de la cirugía plástica, así como fotografías de "antes y después" de una variedad de procedimientos (cirugía de paladar henclido, mentón hundido o dedos palmadas; correcciones de nariz y orejas; liftings faciales) con la anotación de que, por razones de privacidad, no se incluye a los pacientes reales de Maxwell Maltz. De hecho, la única fotografía "personal" en el libro es un retrato frontispicio de Maltz, tomada al final de su carrera'. Este formato híbrido permite a Maltz entretejer su historia personal con la de su profesión. Sus ambiciones, valores y logros se mezclan con los desarrollos, discursos y prácticas de la cirugía plástica. La trayectoria de su carrera se ve reflejada en e! surgimiento y e! desarrollo de la cirugía plástica como una especialidad médica legítima. Utiliza recuentos personales de su juventud o la relación con su familia y amigos para ilustrar su socialización en el mundo de la cirugía plástica, reproduciendo así sus discursos de profesionalidad. Cuando e! autor se presenta a sí mismo como un pionero aventurero, un hombre de ciencia idealista o un médico compasivo, también construye su especialidad como un campo de la medicina excitante, revolucionario y valioso. Al presentar su vida como la de un cirujano plástico ejemplar, de manera simultánea Maltz construye e idealiza la imagen de su profesión, una imagen que representa los fundamentos ideológicos de la cirugía plástica. Antes de pasar a la construcción de la masculinidad en Doctor Pygmalion, así como a las interconexiones entre la masculinidad y los discursos y prácticas de la cirugía plástica, revisemos de manera breve la autobiografía del autor. La historia Maxwell Maltz ("Maxie'') nació en 1899 en el "salvaje y lanudo" Loner

East Side en Nueva York, único hijo de padres judíos "extremadamente respetables" de clase media baja. Después de la muerte temprana de su padre, la madre de Maltz vendió su gargantilla de perlas para que su hijo pudiera tener una profesión. La decisión de convertirse en cirujano plástico fue tomada cuando Maltz, todavía en e! internado, trajo al mundo a un bebé con labio leporino, hijo de una pareja que vivía en una vecindad. Decidido a combatir lo que él veía como 64

escenas frecuentes -deformidades que eran "evidencia de! disgusto de Dios hacia algún pecado cometido hace mucho tiempo" (11). Maltz emprendió una "noble y compasiva carrera bajo la forma de la práctica de la medicina"; la cirugía plástica (12). Como a principios de los años 20 la cirugía plástica todavía estaba en sus primeras etapas, había mucho espacio para un joven idealista y ambicioso como Maltz. Decidió empacar sus maletas e ir a Berlín a realizar su internado". En 1923 entró a una clínica en Berlín como interno y realizó sus estudios con dos profesores. El primero, un gélido aristócrata, el profesor van Eicken, conocido por haber operado la garganta de Hitler. El segundo, Jacques Joseph, quien había sido nombrado "padre de la cirugía de nariz" y cuyas técnicas todavía se retornan en los manuales de cirugía cosmética. Sander Gilman dedica un capítulo entero de su libro El cuerpo judío (1991) a este hombre (conocido como "Nosef" entre la sociedad berlinesa de fin de siglo), quien era famoso por reducir las "narices judías" a proporciones decentes. Gilman lo describe como un "judío aculturado" que cambió su nombre de Jakob a Jacques y que pertenecía a fraternidades ultraconservadoras en las que batirse a duelo era signo de virilidad. Él mismo tenía varias cicatrices en su rostro como señal de que se había integrado a la sociedad alemana. Al final, sus cicatrices no fueron de gran ayuda. Deprimido ante las amenazas y las persecuciones hitlerianas, se suicidó con un balazo en la boca en 1934 a los 69 años. Maltz no hace referencia a las tensiones que debieron existir en la clínica, ni menciona que su propio judaísmo le hubiera causado dificultades en la interacción con sus maestros. Al contrario, siempre se refiere a ellos con admiración, como "hombres imponentes" (19) a quienes desea emular (al adoptar sus técnicas o dejarse el bigote). Es evidente que el contexto en el que trabajó perdió importancia frente a la ardiente ambición de convertirse en cirujano plástico. Durante el internado, Maltz conoció al amor de su vida, Sylvia, una hermosa y rica pianista estadounidense. Viajó por Europa con ella durante sus giras, ganándose la vida haciendo demostraciones del arte de la cirugía de nariz. Maltz planeaba casarse con Sylvia y regresar a Nueva York para establecerse como médico y comprar un departamento. Justo cuando terminó de hacer todos los arreglos recibió la noticia de que Sylvia había encontrado a otro hombre "que la necesitaba más". Con e! corazón roto, aunque no por mucho tiempo, sin dejarse amilanar, reclutó a su primer paciente y a partir de entonces comenzó su carrera como cirujano plástico.

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Para 1927, a pesar de la Gran Depresión, ya tenia una experiencia considerable entre los ricos habitantes de Nueva York, y para 1934 se cambió a un penthouse en el que operó a actrices ya celebridades. Contrató a un mayordomo y ofreció fiestas a las que estuvieron invitados los Gershwin. Aunque por un breve tiempo contempló el matrimonio, permaneció soltero, sin poder encontrar a una mujer que pudiera compararse con la hermosa Sylvia. Mientras Maltz claramente disfrutaba su éxito, también escribe que en ocasiones sufría de llamadas de conciencia por todas las ricas mujeres que solicitaban cirugías en sus ya bellas narices o liftings en rostros todavía jóvenes. Preocupado por haberse desviado de su idealismo inicial ("la noble y compasiva práctica de la medicina") al tratar tan triviales quejas, mitigaba sus reparos morales sobre su labor profesional al ofrecer sus servicios de manera gratuita a los pobres, encontrando pacientes en su viejo vecindario de! LoJV East Side. A principios de los años 40, Maltz -como la mayoría de los cirujanos plásticosestuvo atrapado en e! esfuerzo de guerra y se la pasó dando conferencias sobre las últimas técnicas de cirugía plástica y reconstructiva en los hospitales militares a lo largo y ancho de Estados Unidos", Después de la guerra emprendió "el compromiso médico más ambicioso hasta ese momento", que implicaba viajar a Centro y Sudamérica como embajador de "la buena voluntad médica interamericana" (221), donde operaba a pacientes de escasos recursos y enseñaba a sus colegas las técnicas de la cirugía plástica. Después de llegar a la cúspide de su carrera (Maltz tenia 55 años cuando se publicó su autobiografía), terminó el libro con una nota personal. Al regresar de uno de sus viajes, se encontró con una joven mujer en la sala de espera con un gran parecido a su antiguo amor, Sylvia. Y he aquí que se trataba de la hija de Sylvia, quien había pasado a saludarlo ahora que vivía en Nueva York. Al observada más de cerca, e! parecido con la belleza de su madre se veía mermado por su labio inferior hundido, una "deformidad" que desafortunadamente había heredado de su padre. Maltz toma la iniciativa y se ofrece a operar a la hija de Sylvia de forma gratuita. Como él magnánirnamente se lo dice a la madre, "la razón para hacerla es puramente egoísta ... Quiero hacer de cuenta que es mi [las itálicas son suyas] hija, tuya y mía. ¿Y de qué otra forma lo puedo lograr si cada vez que la veo me encuentro con su verdadero padre mirándome?"(223). Lleva a cabo la operación y ésta resulta un éxito. La jovencita parece estar satisfecha con su nuevo rostro y Maltz siente que "aunque sea un poco" ella "realmente fue suya" y que, después de todo, "le ganó" a su viejo rival (223). El libro termina con esa nota. 66

Construcciones

de identidad

Al escribir su autobiografía, Maxwell Maltz no ofrece solamente un recuento de hechos de su vida. Es más, el lector con frecuencia se pregunta qué tan apegada a su vida es la historia. Los hechos de su vida están construidos de tal forma que puede subrayar las maravillas de su profesión y defendeda contra las posibles críticas. Asimismo, Maltz continuamente cae en la autopresentación. Doctor Pygmaliotl contiene varias historias entrecruzadas, las cuales, a su vez, ofrecen diferentes versiones del tipo de persona que Maxwell Maltz era. Por ejemplo, está la exitosa historia sobre un pobre niño judío quien, como muchos inmigrantes americanos, salió adelante sin ayuda de nadie. Está también la historia del médico audaz que se aventura en un territorio desconocido al decidir dedicarse a una nueva especialidad médica. Está la historia del médico socialmente comprometido y sus luchas para evitar ser corrompido por el dinero y el éxito y permanecer fiel a los ideales de su profesión. Y por último, pero no por ello menos importante, Doctor Pygmalion es la historia de un hombre en busca de la mujer perfecta. Mientras estas historias ofrecen diferentes construcciones del "ser", las unifica una identidad primaria: la identidad del cirujano plástico. Maltz recorre un largo camino para presentarse como un representante de su profesión. Ahora revisaré con más detalle los diversos "seres" que construye en Doctor Pygmalion: e! pionero, el científico, el idealista, e! creador y el esteta, y mostraré la manera en que cada uno está enfocado a crear una identidad profesional específica -el cirujano plástico ideal. El pionero Maltz se presenta a sí mismo como un pionero que tuvo que luchar contra la incomprensión y los prejuicios de la corriente médica dominante, y del público en general, para ganar aceptación en un nuevo campo. Se quejaba de las visiones "tradicionales" que existían sobre las deformidades físicas, consideradas castigos de Dios y aceptadas impunemente como tales, más que ser percibidas como un problema que podía tratarse con facilidad mediante los métodos quirúrgicos "modernos" (11). Otra concepción que él consideraba errónea era la de que los cirujanos plásticos fueran charlatanes de mala reputación dedicados a hacer dinero, más que "verdaderos" doctores. Cuando informó a su madre que deseaba convertirse en cirujano plástico, esta se indignó y se refirió a su amada vocación como un "doctor de la belleza [las itálicas son suyas], un doctor de cine, no un médico real, 67

como el que saca las amigda1as o cura la escarlatina" (12). Su madre no fue la única escéptica frente a la cirugía plástica. Maltz tuvo que socavar continuamente estos prejuicios y restaurar la imagen de su campo como una rama de la medicina legítima y recomendable. Lo logró al demostrar que sus pacientes no encajaban en las nociones que estereotipaban a la cirugía plástica como un frívolo "trabajo de vanidad", algo para "señoras que usan abrigos de piel". Por ejemplo, cuando el director de la clínica donde trabajaba le negó una cama para su paciente con el argumento de que "si quiere que embellezcas su rostro, ¿por qué no deja de comprar labiales y ahorra su dinero hasta que le alcance?" Se trataba de una niña con una quemadura que le había desfigurado el rostro: "Todavía no tiene el hábito de comprar labiales, TIene ocho años." (52) Asimismo, invitaba a los colegas que no aprobaban sus "novedosas ideas" (66) a presenciar operaciones en las que los asombraba con su habilidad técnica, forzándolos a admitir que su especialidad era un aporte valioso a la medicina. . De forma un tanto paradójica, Ma1tz subrayaba su posición como pionero en 1~ cirugía plástica al referirse a su antepasado Tagliacozzi, un noble italiano conocido como "el padre de la cirugía plástica:". Ya en el año 1597, este antiguo cirujano plástico realizaba reconstrucciones de nariz a personas que la habían perdido como resultado de alguna enfermedad (lepra, sífilis), por castigo o, en una ocasión, por un accidente durante un duelo. Aunque sus métodos inspiraron a los cirujanos plásticos hasta el siglo XX, en su tiempo era considerado un hereje y, de hecho, finalmente murió juzgado por la Inquisición. La implicación es que Maltz, como Tagliacozzi, era más ilustrado que sus colegas más pedestres -un visionario, pero incomprendido, pionero en pos de una meta digna.

o de que su plan de acción estaba justificado. Como científico, sabía que los riesgos forman parte del juego, y continuamente subrayaba la necesidad de experimentar con nuevos procedimientos. Pensaba que la cirugía plástica no era una especialidad para los tímidos o convencionales, sino que requería valentía y el deseo de transitar por caminos ignotos. Ya como residente en Berlín, admitió haber tenido "la osadía para intentar mejorar los instrumentos quirúrgicos diseñados por el padre de la rinoplastia moderna, el gran Jacques Joseph" (17). Posteriormente, ofrece un apasionante recuento de una de sus primeras operaciones con injertos cutáneos. Sabía que si la operación no tenía éxito quedaría condenado como alguien que se arriesgó y fracasó por falta de conocimiento sobre lo que intentaba realizar, y que "resultaría muy difícil ser todavía más estigmatizado como médico" (67). Sin embargo, con la fe puesta en su nueva técnica, se arriesgó:

El científico

El idealista

Maltz se presenta a sí mismo como un científico comprometido con el descubrimiento de nuevas técnicas o el refinamiento de las antiguas. No se trata de un simple doctor. A 10 largo del libro ofrece recuentos. detallados de sus operaciones, en las que desplieo-a su virtuosismo . b e inventiva al reparar paladares hendidos, restaurar manos deformes o reconstruir narices. Parecía operar siempre sólo un héroe-cirujano solitario en su clínica cerca del cielo (su clínica estaba en un pentbouse sobre la Quinta Avenida). Si había una enfermera ayudándolo, no sabemos de ella.

Maltz no era sólo un hombre de ciencia; también era un hombre de conciencia. Se presentaba a sí mismo como un médico idealista quien, antes que nada, estaba preocupado por aliviar la angustia y ayudar a la gente a tener una vida mejor. Al comienzo del libro se nos informa que la cirugía plástica es "una forma muy noble y compasiva de la medicina" (11), y este sentir se repite a intervalos regulares, particularmente cuando Maltz está en peligro de perder la fe en su profesión. Resulta interesante el hecho de que hayan sido sus pacientes mujeres las que más pusieron en peligro su idealismo. A lo largo del libro, hace comentarios desdeñosos sobre esas mujeres, refiriéndose a ellas como "las nuevas ricas a las que únicamente les interesa encontrar nuevas

Maltz tenía mucha confianza en sí mismo. Hasta cuando utilizaba alguna técnica que no le era tan familiar, nunca dudaba de su habilidad 68

Chorreaba sudor y debía sentirme cansado, pero no lo estaba; sentía que había hecho las cosas bien; sentía que van Eicken habría estado orgulloso de mí, y hasta Jacques Joseph; sí, los había superado -sentía que Harold Gillies [el creador del procedimiento de injerto cutáneo que real.izaba], de haber estado ahí, habría asentido con la cabeza y me hubiera dicho que mi modificación al tubo Gillies había sido muy ingeniosa. (64) Mientras sus colegas estaban a favor del enfoque conservador (su superior le advirtió que "la forma más rápida no necesariamente era la mejor"), Maltz se situaba como un hombre de ciencia emprendedor dispuesto a correr riesgos y a seguir sus intuiciones, incluso frente a un resultado incierto".

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formas de gastar su dinero" o "millonarias" que habían descubierto que podían parecer diez años más jóvenes con la eliminación simple, rápida e indolora de las arrugas alrededor de los ojos o mediante un lifting facial (80). Aunque Maltz disfrutaba de las ventajas materiales de su profesión y estaba evidentemente orgulloso de haber trascendido sus humildes orígenes, deja claro que el éxito tiene su precio; lo obliga a emprender una lucha para mantener su visión idealista de la profesión. Cuando se sentía particularmente asqueado por la arremetida de las mujeres ricas que buscaban sus servicios por razones triviales, comenzaba a preguntarse si no había vivido de acuerdo con esa visión. Al recordar su experiencia como joven médico trayendo al mundo a un bebé con labio leporino en una vecindad, se preguntaba si el joven idealista que era entonces consideraría correcto lo que hacía: Dios sabe que económicamente me ha ido bien. Pero ¿había estado pensando en lo económico esa oscura y fría mañana mientras veía ese pequeño y contrahecho rostro? El médico -y el niño que había sido- estaban familiarizados con la vida cotidiana llena de peleas, riñas y apuros en la ciudad; en la calle caliente y polvorienta, no en las altas y frescas terrazas, en los espléndidos cuartos con voces educadas de pacientes que vestían a la moda. (145) Maltz buscaba redimirse atendiendo a pacientes con deformidades físicas ("un rostro deforme, con cicatrices, quemaduras o con labio leporino") demasiado pobres como para pagar sus servicios. Los buscaba arduamente, vencía su desconfianza (que generalmente no era una tarea fácil) y los convencía de dejarse ayudar, sin costo alguno. El vendedor de periódicos de la colonia, que tema manos palmeadas, el amable dueño de la tienda de dulces de su viejo vecindario con una fea cicatriz o la pequeña niña con nariz de trampolín son presentados como ejemplos de los receptores del altruismo de Maltz. Al ayudar a los pobres, a la clase trabajadora, generalmente hombres, restablecía su compromiso con sus ideales originales. De esta manera, se establecía como un idealista que no estaba motivado únicamente por la fama y el éxito financiero. El creador Maltz describe su trabajo nada menos que como "creación de milagros": "Podría hacer aparecer nuevas narices en el aire ... casi todo se encuentra bajo el espectro de mis poderes mágicos" (209). Parecía no

existir deformidad que no pudiera arreglar y sus operaciones invariablemente resultaban exitosas, cumpliendo "el derecho divino de todo hombre [sic] de parecer humano" (145). Sin embargo, los "poderes mágicos" de Maltz no se limitaban a cambiar los cuerpos de sus pacientes. No sólo eliminaba cicatrices y reparaba daños mediante injertos de piel, sino que también eliminaba "cicatrices más profundas" -"las cicatrices de la mente" (220). Resulta interesante que gran parte de su autobiografía como cirujano plástico esté dedicada a contar historias sobre gente que Maltz había ayudado de formas que no teman que ver con la cirugía. Por ejemplo, una ocasión en que una hermosa mujer le solicitó una operación en el rostro él se negó a realizada, confiando en un misterioso "sexto sentido" que le decía que ese no era el "verdadero" problema. En lugar de despedida con las manos vacías, intervino de tal forma -como él mismo lo poneque logró que la infeliz mujer "volviera a la vida" (124). Los sujetos de las intervenciones divinas de Maltz no siempre querían ser ayudados, con frecuencia -como el mismo Maltz asegurapor un miedo completamente infundado a que la operación resultara dolorosa. En esos casos, se liberaba de sus objeciones al prometerles que él podía resolver sus problemas. La mayoría de las veces lograba convencer a sus pacientes, pero algunos permanecían firmes en su decisión de no requerir sus servicios. Resulta interesante que estos candidatos fueran siempre pobres, en contraste con las ricas "damas" a las cuales tema que rechazar para poder mantener sus ideales. Maltz tendía a convertir tales casos en una historia con moraleja: por ejemplo, la "solterona" con "cara de pájaro" que se rehusaba a la posibilidad de ser más hermosa por el placer que le brindaba hacer reír a los niños (¡aunque se estuvieran riendo de su cara!). A pesar -o tal vez como consecuenciade sus propias habilidades divinas para intervenir en la vida de las personas, Maltz se presenta a sí mismo como sensible a los problemas de los demás. Por ejemplo, cuenta que sorprendió a su mayordomo Rudolph probándose su abrigo blanco, en un intento por imitado. Maltz lo invita a una operación, y disfruta enormemente cuando su sirviente se desmaya al ver sangre. Esta moraleja establece el poder soberano de Maltz, a la vez que castiga al sirviente por habérsele "subido los humos'". Maltz presenta su creación más sublime en el capítulo final, cuando, al operar a la hija de su amor perdido, Sylvia, la (re) crea al rehacer a la joven de tal modo que fuera igual a la imagen de su madre. Recordando a Zeus, pasando por encima de la Diosa Madre Metis y dando 71

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vida a Atenea a partir de su cabeza, Maltz incorpora la creatividad del artista-cirujano con una paternidad metafórica y los divinos poderes de una deidad l0. La cirugía plástica le permitió ganar una hija y recuperar a la mujer que había perdido. ''Alú, mirándose en el espejo, era otra Sylvia; y, aunque no demasiado, en parte realmente era mía" (223). Sylvia pertenecía a Maltz de una manera en que antes no había sido posible. Al operar a su hija, esta se convirtió en suya -en su creación. El esteta Maltz se presenta a sí mismo como un amante de la belleza, particularmente de la femenina. Sin embargo, su relación con las mujeres hermosas era ambivalente. A lo largo de su autobiografía, expresa una mezcla de desprecio y admiración por un tipo particular de mujer -las hermosas y ricas damas que llegaban a solicitar su ayuda. Al ser un joven bajo de estatura, regordete y sin experiencia, proveniente del Low West Side, Maltz deseaba a esas mujeres desde la distancia, convencido de que estaban fuera de su alcance. Al escribir sobre su primer amor, Sylvia, la contrasta con su propia situación ("Era todo lo que yo no era. Ella, con su adorable rostro y su hermosa piel, su ropa cara, su acaudalada familia en Nueva York, su educación, sus costosas clases de piano"), viviendo en "una buhardilla al extremo más extremo de Berlín" (21). Al final, Sylvia lo dejó plantado, y Maltz sublimó su amor por ella en la miríada de mujeres que conoció en su ejercicio como cirujano plástico. Aunque a veces socializaba con estas pacientes, los encuentros también estaban marcados por el desprecio y sólo en raras ocasiones iban más allá de una amistad platónica. Aunque algunas veces llegó a encontrarse con mujeres que estaban interesadas en casarse con él, parecían no interesarle demasiado. Por ejemplo, cuando su madre intentó hacer de celestina con una linda muchacha judía del barrio ("una muchacha refinada, segura y sana ... quien cuidaría de los centavos y me alimentaría bien" y le ayudaría a establecerse "como un médico a domicilio, como el Dr. Smargel" [48]), rechazó la propuesta con el pretexto de que no funcionaría con un "bicho raro" como él. Las "Judy Rinkers" del mundo no eran para alguien que buscaba convertirse en "ese tipo raro de doctor conocido como cirujano plástico" (48). Al llegar a la madurez y lograr el éxito, Maltz se enamoró, por un breve periodo, de una de sus pacientes, después de haberle realizado un lifting facial. Sin embargo, tan pronto recibió un mensaje de su viejo amor, Sylvia, abandonó a su posible prometida sin más. Sylvia, por supuesto, no tenía intención alguna de

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regresar con Maltz, así que se quedó, una vez más, solo con sus fantasías acerca de la mujer ideal. Retornando el mito de Pigmalión, el escultor que se enamoró de su propia creación y suplicó a Venus que la transformara en una mujer, Maltz parecía estar resignado a su destino, refiriéndose filosóficamente al incidente como que los dioses le habían "puesto una trampa ... ¡para que Pigmalión malcriara a su Galatea y se desenamorara de ella!" (194). Entristecido, se dedicó tiempo completo a su trabajo. A fin de cuentas era ahí donde encontraba la solución, si se le puede llamar así, a sus problemas con las mujeres. Al transformar a la hija de Sylvia en la imagen de la madre, Maltz la convirtió en su "estatua" --:-no en "la verdadera", tal vez, pero sí en una mujer que era lo suficientemente encantadora como para poder amada. Maltz idealizaba a las mujeres como objetos preciosos y, sin embargo, tenía problemas con las mujeres reales. Describía a sus pacientes como objetos de arte, para ser admirados a distancia. De hecho, parecía preferir la belleza de su creación a "la verdadera". En cuanto su Galatea se convertía en mujer, Maltz huía o buscaba refugio en su trabajo. Su búsqueda constante de la mujer ideal iba de la mano con su oficio; podía crear a la mujer perfecta a la vez que rechazaba las relaciones con mujeres de carne y hueso. En conclusión, Maxwell Maltz se presentó a sí mismo como un pionero ilustrado, dotado de habilidades técnicas impresionantes y la mentalidad de un científico que no temía arriesgarse para obtener un bien mayor. Aunque fue exitoso, no dejó de ser idealista. Estaba decidido a ayudar a quienes tuvieran deformidades o daños físicos, lo quisieran o no. Se trataba de un creador con la habilidad no sólo de rehacer los cuerpos de sus pacientes, sino también sus vidas. Dotado de una omnisciencia casi divina que le permitía ver a través de los motivos de sus pacientes y llegar al problema "real" subyacente, Maltz era el creador máximo: Dios vestido de blanco. Finalmente, era un amante de las mujeres hermosas quien decididamente se negaba a establecerse con alguien imperfecto. Historias masculinas Las autobiografías están estructuradas de diferente forma, dependiendo si el autor es un hombre o una mujer (Gergen y Gergen 1993). Las escritas por hombres generalmente son de .individ~~s con prestigio o acaudalados, con su carrera como objetivo último. El protagonista generalmente tiene que luchar contra fuerzas 73

contrarias y después, valientemente, derriba los obstáculos que se atraviesan en el camino para lograr su meta. Las autobiografías escritas por hombres tratan acerca "del espíritu venciendo a la carne", el protagonista hace gala de sus bravatas y de la confianza en sí mismo, más que permitir la duda o sentimientos de vulnerabilidad. Las autobiografías escritas por mujeres, en contraste, entretejen temas de logros con temas que tienen que ver con la vida amorosa, los hijos y la amistad. La protagonista suele expresar sus emociones; las historias de mujeres están llenas de auto desaprobación e incertidumbre (196). Doctor Pygmalion es una historia masculina. Se trata de una historia masculina porque el protagonista antepone su carrera a todo; su único objetivo es convertirse en un cirujano plástico exitoso. Su vida personal está invariablemente subsumida a su profesión. Sus relaciones con otros hombres están marcadas por la competencia y la rivalidad si son poderosos (sus maestros y colegas) o por un benevolente paternalismo si no lo son (sus pacientes y sirvientes). Si el héroe en ocasiones está solo o se queja de no tener una compañera se trata a lo sumo de un impedimento menor a su bienestar. A dife:encia de'las mujeres: él no necesita relacionarse con otras personas para dotar a su vida de sentido. Doctor Pygmalion es una historia masculina porque está estructurada como una típica épica heroica. El protagonista busca algo, mientras que la mujer es, a lo sumo, el objeto de su búsqueda. Como tal, hace eco de las historias de los pioneros norteamericanos en las cuales los hombres buscaban aventuras al Oeste, en donde los esperaban el peligro y la emoción. Las mujeres, por supuesto, son las que se quedan atrás, al pendiente del hogar. Cuando nuestro héroe Maltz rechaza la seguridad de ser el médico de su barrio y a la chica de la casa de junto, simplemente está representando la historia del vaquero solitario cabalgando hacia lo desconocido, más tranquilo con las incertidumbres del futuro que con las certidumbres de su pasado. Doctor Pygmalion es una historia masculina porque celebra a la mente sobre la materia, la racionalidad sobre la irracionalidad, y los valores abstractos por sobre las necesidades concretas de individuos específicos. A diferencia de las autobiografías escritas por mujeres, que suelen estar orientadas hacia sus propios cuerpos y emociones (y hacia las emociones de los demás), este protagonista es incorpóreo. Si se siente incómodo por las condiciones en las que debe desempeñar su trabajo (en Berlín) o por el hecho de ser incapaz de mantener una relación con una mujer, simplemente se libra mediante una bravata. Su moralidad 74

es sobrecogedora y abstracta ("noble y compasiva") pero olvida los detalles de las vidas de sus pacientes, más aún sus deseos y necesidades. Eran sus ideales, más que los deseos de sus pacientes, los que estaban en juego. Finalmente, Doctor Pygmalion es una historia masculina porque expresa la relación contradictoria y ambivalente entre masculinidad y feminidad. Retoma -y, de hecho, toma de ahí su nombreel mito de Pigmalión, un mito que representa a los hombres como sujetos y a las mujeres como objetos. Este mito tiene una larga y venerable historia, ha sido reciclado en múltiples ocasiones, pero cada versión conserva una parábola de los dilemas de la masculinidad. El Pigmalión original era un rey de Chipre quien se enamoró perdidamente de una estatua de la bella Afrodita. En sus Metamorfosis, el poeta romano Ovidio transformó al rey en un escultor con una aversión hacia las mujeres, quien decide crear una estatua de una mujer más hermosa que cualquier mortal. Marcado por el destino, este Pigmalión se enamora perdidamente -y obsesivamentellde su creación y pide a los dioses que le den una mujer igual a su estatua de marfil. Venus le tiene compasión, Galatea despierta y viven felices para siempre. Freud retornó el mito de Pigmalión en su análisis sobre una novela corta de su tiempo: Gradiva de W Jensen. Se trata de la historia de un joven arqueólogo que se enamora del relieve de una jovencita romana -o, más específicamente, de su manera de andary se obsesiona tanto con ella que viaja a Pompeya para buscada. Freud (1909) trata lo anterior como un caso de delirio obsesivo, haciendo referencia a la fatal combinación de la energía sexual masculina reprimida y el miedo igualmente masculino a tener intimidad con una mujer de verdad (especialmente el amor de la infancia del arqueólogo). La versión más conocida del mito, al menos para los lectores modernos, es la obra Pigmalión de George Bernard Shaw, escrita en 1916 (y adaptada en 1956 como el famoso musical Mi be/la dama). Este Pigmalión es el soltero convencido y misógino Henry Higgins. El artista se convirtió en profesor de lingüística y su Galatea es la ignorante vendedora de flores, Eliza, quien tiene un acento deplorable y modales propios de la clase obrera. Higgins decide transformada en una dama con un manejo impecable del inglés. Lo que estas versiones del mito de Pigmalión tienen en común es el retrato del "típico" conflicto masculino entre el deseo de y el miedo a las mujeres. Académicas feministas con frecuencia han vinculado la masculinidad -al menos en su manifestación blanca, occidental y heterosexualcon hombres socializados para suprimir la 75

identificación con sus madres y para dirigirse hacia el desconocido mundo de los hombres fuera de casa (Chodorow 1978 y 1989; Hollway 1984; Flax 1990; Segal 1990). Se trata de una frágil separación que deja a los hombres vulnerables y con una tendencia a proyectar sus debilidades o sentimientos de irracionalidad o dependencia en las mujeres. El quid de la masculinidad es, entonces, la ambivalencia entre el deseo por la mujer inalcanzable (la madre) y el miedo a enfrentar la propia feminidad. Pigmalión representa este prototipo masculino en su idealización intelectual o artística y su aversión o desprecio hacia las mujeres reales. Pueden escapar a sus propios sentimientos y corporalidad pero proyectarlos sobre las mujeres. Se convierten en creadores desencarnados y poderosos, mientras que las mujeres son los objetos pasivos, arcilla inerte en espera de ser modelada de acuerdo con los deseos del artista. Pigmalión puede interpretar sus fantasías de ser Dios. Como Bordo (1987) ha señalado, el hombre -desde la antigüedadsiempre ha intentado superar las exigencias materiales de la vida cotidiana al asociar lo masculino con la mente, el alma, lo divino ("cualidades que comparte el hombre con Dios" [94]) y disociarse de todo lo material, encarnado y femenino. Pero el mito de Pigmalión expresa también las contradicciones de la masculinidad. Mientras el héroe de Ovidio escapa con un poco de ayuda de Venus, Pigmaliones posteriores tuvieron que enfrentarse solos, atrapados en sus obsesiones masculinas y relaciones ambivalentes con la feminidad. El Pigmalión de Shaw, el profesor Higgins, no pudo más que encogerse de hombros cuando su Eliza lo deja para casarse con otro hombre; el protagonista de Freud prefiere el amor imposible que siente por la imagen de una belleza de la antigüedad, Gradiva, a su amor de infancia; y Maxwell Maltz, continuó operando. Masculinidad

y medicina

Doctor Pygmalion no es sólo la historia particular de la vida de un hombre. Es la historia de una profesión. Maltz continuamente se presenta como el vocero de esta profesión, como el que tiene la tarea de presentar las maravillas del ejercicio "noble y compasivo" de la cirugía plástica. Su "historia personal" es, entonces, no tan personal. Expresa y está formada por discursos que conforman su profesión -la del cirujano plástico. A partir de Foucault, podemos apreciar la importancia de los discursos para entender los orígenes y la naturaleza de las prácticas institucionales y clínicas. El conocimiento médico no está constituido 76

únicamente por los sujetos humanos; también está modelado por formaciones discursivas del contexto histórico, cultural y social en las que se produce. Así como Foucault podía describir el surgimiento de la prisión (1979) o de la clínica (1973 y 1975) a través de los informes de los directores de las prisiones y de los médicos, la autobiografía de Maltz ofrece evidencia del tipo de discursos que dieron forma a la práctica de la cirugía plástica como profesión de reciente aparición. El sistema médico está marcado por el género en el ámbito de la interacción entre médicos y pacientes, en la organización de su institución y sus prácticas y en la refundición de sus discursos con nociones simbólicas de la masculinidad y la feminidad. Históricamente, la medicina surgió con el despertar de la toma de poder masculina sobre el control que las mujeres ejercían sobre las curaciones y otros asuntos relacionados con la reproducción, como la sexualidad, el nacimiento, la espiritualidad y la muerte (Ehrenreich y English 1979; Eran 1987). Aunque desde hace tiempo el ejercicio de la medicina ha abierto sus puertas a las mujeres, no cabe duda de que sigue siendo un terreno predominantemente masculino. La segregación de género y la exclusión de las mujeres de las cúpulas más altas de la medicina van de la mano con los poderosos discursos médicos que presentan a las mujeres como pacientes arquetípicos: enfermas, neuróticas y con necesidad de compostura (Ehrenreich y English 1979; Martin 1987; Jacobus et Al. 1990). En contraste, los hombres se perciben como creados para ser médicos, mientras que los pacientes del sexo masculino se vuelven invisibles!'. La profesionalidad médica retorna la dicotomía basada en el género entre la racionalidad y la emotividad, por medio de la cual la paciente se encuentra atada al mundo a través de sus emociones y de su cuerpo, mientras el médico puede escapar a sus emociones y a su cuerpo al conservar una capa de objetividad y una "caballerosa y razonable actitud" (Hearn 1987; Davis 1988). La racionalidad, la objetividad y la instrumentación son los signos característicos de la ciencia médica y de la masculinidad. La imagen de la ciencia como la búsqueda de descubrimientos y el control sobre las fuerzas indomables de la naturaleza está presente en la ciencia moderna, desde Platón hasta el presente (Kel1er 1983). El científico es presentado como la mente racional, desencarnada, mientras el objeto de sus cuidados presenta todas las características asociadas con la feminidad: la irracionalidad, la naturaleza y el cuerpo. La cirugía plástica es una profesión esencialmente masculina o, parafraseando a David Morgan (1981), un ejemplo de masculinidad con bata de doctor. La cirugía plástica produce y reproduce la 77

m~s~ulinjd~d, como una característica integral tanto de las prácticas médicas histoncas, culturales e institucionales como de los discurs 'di 1 os me coso LOS. a tos índices de médicos de género masculino así como en el predo:nlnlO d~ las mujeres entre los pacientes es un reflejo de los desequiligj-ios de genero que existen en la medicina. La cirugía plástica retorna ctscursos de género en el despliegue que realiza de imágenes del doctc.j- como creador casi divino más que como curandero en tendencia ~. ~rivilegiar la aventura sobre lo mundano y cotidia~o y ;~ su Ideali:;:;aClOllde la belleza femeruna (o mujer con M), mientras considera a las mujeres ordinarias como feas, deficientes y con necesidad de compostura (Young 1990a). En SuJ11a,,Doc~or Pygma/ion nos permite entender la razón por la que la cIrugIa plástica puede resultar particularmente atractiva para cirujanos del sexo masculino, mientras que la presenta como un territorio impenetrable para las mujeres como cirujanos. No sólo ofrece amplias posIbilidades para la expresión de la masculinidad -como vaqueros, solitarios, como héroes científicos o como creadores casi divinos. Tqmbién ofrece una expresión particularmente convincente de y la ~es.olución a, los miedos masculinos a la feminidad, permitiend~ al médic., idealizar la feminidad y a la vez evitar a las mujeres reales, de carne y hueso.

no permitían permitida 5.

Después

de la Segunda

una serie de "cursos

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su campo, McDowell la cirugía plástica,

mente 6.

2.

7.

existe una distinción

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