El Color en El Arte Mexicano - Roque

Mセ ᄋ ᄋ M M El color en el arte mexicano Georges Roque Coordinador UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO INSTITUTO

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El color en el arte mexicano Georges Roque Coordinador

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS MÉXICO

2003

572112 Índice

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Presentación

Rita Eder 13

Agradecimientos

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Introducción

Georges Roque 35

Tintorería mexicana

Ana Raquero 51

Nombrar los colores en náhuatl (siglos xv1-xx)

Daniele Dehouve 101

"Color colorado": estudios culturales comparados en la América prehispánica

John Gage 121

Color y símbolo en el textil mexicano

Marta Turok 133

El color en el textil indígena maya de los Altos de Chiapas

María Teresa del Pando y Guillermo Boils 163

Teotihuacán: el lenguaje del color

Diana Magaloni Kerpel 205

Interrogantes sobre los colores del arte virreina!

Clara Bargellini 225

José Clemente Orozco en blanco y negro

Renato González Mello 245

El color en la comida y otras curiosidades

Teresa Castelló Yturbide 257

El color pide color

Mariana Yampolskyt Conclusión: 265

Discriminación: funciones visuales y culturales

Georges Roque 287

Lista de ilustraciones

AGRADECIMIENTOS

CENTRE NATIONAL DE LA RECHERCHE SCIENTIFIOUE, PARiS/INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTETICAS, UNAM

Georges Roque

Siendo un coloquio el punto de partida de este libro, quisiera primero agradecer a todas y todos los que han contribuido al éxito del encuentro. Rita Eder, quien era entonces la directora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la

UNAM,

apoyó desde el

principio tanto el seminario El Color en el Arte, que se llevó a cabo en el seno del Instituto, como la idea del coloquio. Sin su apoyo generoso y su confianza entera no hubiera sido posible organizar este evento. Mariana Yampolsky nos ofreció generosamente una fotografía suya para ilustrar el cartel, que diseñó Germán Montalvo, al igual que la invitación . Agradezco también a los miembros del seminario El Color en el Arte, quienes con sus intervenciones enriquecieron el proyecto, y en especial a Francisco Reyes Palma; al personal del Instituto que apoyó entusiasta y responsablemente la realización del coloquio, particularmente a Alejandro Enríquez, y por último, last but not least, a quien se encargó de coordinar toda la organización: Leticia López Orozco. Por lo que concierne a la realización del libro, agradezco primero a Ena Lastra y a su equipo del Departamento de Publicaciones del Instituto de Investigaciones Estéticas, así como a Azul Morris, quien hizo el trabajo de diseño gráfico. Muchas de las fotos se hicieron en la Fototeca del Instituto. Agradezco a todo el equipo el apoyo que me brindaron y en especial a Cecilia Gutiérrez, a Eumelia Hernández Vásquez, asi como a Ernesto Peñaloza. Entre los fotógrafos que me abrieron sus archivos, quisiera agradecer a Mariana Yampolsky, Michel Zabé y Fulvio Eccardi.

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Debemos a la generosidad de Elena Estrada de Gerlero la traducción al español de la ponencia de John Gage. Leticia Arroyo me proporcionó muestras de los experimentos con tintes naturales que lleva a cabo en el taller de textiles que está a su cargo en la

ENAP

de la

UNAM,

y me per-

mitió reproducirlas. Y finalmente, Renato González Mello me ayudó con el proceso de edición de este libro durante mis ausencias de México.

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Tales juicios, a veces exagerados, como el último, constituyen un testimonio, si fuera necesario, de la omnipresencia del color en México. Sin embargo, una cosa es reconocer el hecho, y otra analizarlo . Ahora bien, no existe hasta la fecha un estudio general del color en el arte y la cultura en México, de tal suerte que el objetivo de este libro es precisamente el de contribuir a llenar esta laguna. Cabe subrayar a este propósito la originalidad del presente volumen, en la medida en que no existe tampoco, que yo sepa, algo semejante, en el caso del color en otro país. La escasez de estudios sobre el color en el ámbito cultural, tanto en México como en el extranjero, se debe a varios factores generales. Esto quiere decir que hubo que afrontar un reto, o más bien varios retos para abordar el color desde el punto de vista de las ciencias humanas. El primer reto fue vencer las numerosas resistencias que impiden el análisis del color. Esas resistencias son de diversa índole, y están relacionadas con la naturaleza inestable y relativa del color, que cambia, por ejemplo, según la luz del día, según las tonalidades yuxtapuestas, etcétera. Otra resistencia viene de la concepción psicológica del color, como algo emocional, afectivo, intuitivo, lo que impediría su análisis racional. Característica de esta postura es la actitud que adoptaron los autores de un volumen dedicado al color en la arquitectura mexicana contemporánea.4 Si este libro proporciona numerosas ilustraciones de la extraordinaria calidad cromática de tantos edificios mexicanos, y constituye a este título una documentación indispensable sobre el tema, carece. sin embargo de análisis, en la medida en que los autores consideran que "el uso del color en la arquitectura mexicana [... ] es controlado principalmente por la intuición". 5 No se trata de negar el papel de la intuición, sino de subrayar que la referencia a esta noción agota las posibilidades de análisis; quedaríamos así con la afirmación del viejo dicho francés: "Des gouts et des couleurs, on ne dispute pas." Habría, al contrario, que bus4 El color en la arquitectura mexicana, México, Comex, 1992.

5

!bid. p. 9. Para una discusión de este proble-

ma, véase mi reseña de este libro, "Rosa mexicano, azul ultramar', en el Boletín de Curare núm. 3, junio de 1994, p. VIl.

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car, más allá de la intuición, y nutriéndola, una forma de conocimiento, una sensibilidad formada por generaciones, y transmitida consciente o inconscientemente por todos los colores que nos rodean. Otra resistencia más tiene que ver con la concepción estética del color, generalmente considerado como adorno, como algo decorativo . Esta concepción obstaculiza mucho la labor de los investigadores, en la medida en que los colores, si son adornos inútiles, entonces no se dejarían analizar, toda vez que se suele pensar que la información de un objeto o una imagen la proporcionan las formas. Vale la pena recordar a este propósito que los progresos en la metodología para el análisis de la imagen, en la primera mitad del siglo xx, fueron logrados por historiadores del arte que trabajaban en documentos en blanco y negro, de tal suerte que forzosamente dejaron los colores de lado. Un ejemplo significativo de ello es el estudio de los códices, en la medida en que el material disponible consistía, hasta estos últimos años, en reproducciones en blanco y negro : no se podía tomar en cuenta el importante lenguaje de los colores, salvo al ver los originales, guardados en varias bibliotecas dispersas en numerosas ciudades del mundo. Éste fue entonces el primer reto: vencer las resistencias frente al estudio del color en sus manifestaciones culturales. De ahí se desprende también el segundo reto: ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo analizar las expresiones artísticas y culturales del color en México? Debemos reconocer que todavía no existen métodos; pero reconocerlo sin vergüenza, no como un signo de debilidad, sino como un punto de partida, una base sólida para empezar a trabajar. El simple hecho de poner los problemas en la mesa para debatirlos ya me parece importante como un primer paso, insuficiente, pero necesario. Siendo éste el primer esfuerzo colectivo para estudiar el color en el arte y la cultura mexicanos, sus objetivos son entonces, sobre todo: -elaborar un inventario de la documentación existente y complementarla; -plantear los problemas y proponer diversas metodologías para tratar de resolverlos; -abrir y desarrollar nuevas pistas de investigación.

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Finalmente, hubo que enfrentarse a un tercer y último reto: el de lograr un diálogo interdisciplinario que constituye un requisito indispensable para el estudio del color. En efecto, tal esfuerzo no se puede hacer de manera aislada en cada una de las disciplinas: no hay color percibido sin nombre de color; de ahí la importancia de la lingüística. No hay color sin técnica; de ahí la importancia, entre otras, de la química. No hay color sin forma; de ahí la importancia de la historia del arte. No hay color sin sociedad; de ahí la importancia de la sociología y de la antropología. En fin, no hay color sin simbología; de ahí la importancia de la filosofía, de la semántica, de la semiótica, por sólo señalar algunos ámbitos. Estudiar los colores implica entonces conocimientos de la física de la luz, de la química de los pigmentos y colorantes, de antropología cultural, de semántica, de simbología, de estética, etcétera. Ahora bien, nadie posee todos estos conocimientos. Por eso se ha necesitado hacer un trabajo interdisciplinario cuyos resultados se presentan a continuación. El punto de partida de este libro es un coloquio organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas como una iniciativa del seminario El Color en el Arte que he coordinado en dicha institución de la

UNAM.

La mayoría de los textos que siguen han sido discutidos en ese seminario. Al trabajar sobre el color en el arte mexicano, nos dimos cuenta de que la información existente era muy dispersa y que faltaba una discusión general e interdisciplinaria sobre el tema. De ahí surgió la necesidad de organizar un encuentro internacional. Me parece útil evocar aquí la convocatoria que se mandó para anunciar y propiciar el evento, ya que los autores la tomaron en cuenta y uno de ellos, Ana Raquero, estructuró su texto como una respuesta a algunas de las interrogantes que contiene: A pesar de la riqueza cromática que caracteriza a la naturaleza y a la cultura mexicanas, no existen hasta la fecha estudios sistemáticos sobre el color y sus usos culturales. Por tanto, el principal objetivo del encuentro es el de lograr proponer diversas metodologías para el tratamiento de Jos diferentes aspectos del color en el arte mexicano; así, un primer paso consistiría en reunir el conocimiento acumulado respecto

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al color y analizar las especificidades de su uso, desde el periodo prchispánico hasta nuestros días, en sus distintos campos: pintura (incluidas las murales), escultura, arquitectura, diseño, fotografía, cine, video y literatura, antropología y botánica. También se abordará la cultura popular, cuyas manifestaciones cromáticas se presentan en la indumentaria, la juguetería, las decoraciones ceremoniales, etcétera. Inventario

Una de la tareas más urgentes es la de elaborar un inventario de la documentación existente sobre las concepciones de los colores y combinaciones de colores utilizados en el arte y la cultura mexicanos. Habría también que reunir los conocimientos sobre los pigmentos y las técnicas de cada época; levantar un mapa étnico de los colores que incluya las culturas prchispánicas y las etnias indígenas, tomando en cuenta que los colores no se caracterizan sólo por su tonalidad, sino por su luminosidad y saturación. Significado

de la idea de que un color tiene valor en relación con el conjunto de los otros colores utilizados o ausentes, se puede proponer un análisis de obras particulares. Por otra parte, el uso del color en sus múltiples manifestaciones nunca es meramente "intuitivo", sino parte de cada universo cultural. Los colores y combinaciones de colores no se escogen por "intuición", sino porque pertenecen al mundo cultural que nos rodea. La supuesta "intuición" es el conocimiento no explícito adquirido en el seno de una cultura a través de la percepción de los códigos cromáticos.

A partir

Uso social

Examinar los significados del color en el arte mexicano podría tomarse como punto de partida para constituir una historia social del color en México, más allá del papel del color en el arte, pero con el fin de entender mejor este papel, evidentemente cambiante según la época y el grupo social a que haga referencia.

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piaron los recursos naturales (elementos naturales ya coloreados) y produjeron tecnologías para lograr teñir con pigmentos de origen mineral o vegetal. Esboza así varias fases en el desarrollo de la tintorería . -Luego, para elaborar un inventario de los colores y colorantes utilizados en el arte y la cultura mexicanos, propone un cuadro, clasificando los colorantes en función de las técnicas utilizadas; a su vez, estas técnicas dependen del tipo de reacción química que producen. -Su tercera propuesta consiste en la elaboración de un mapa dnico de los colores a partir de un primer mapa, muy útil, que nos propone, es decir un mapa "etno-histórico-cromático" de la repartición geográfica de los colorantes naturales. -Finalmente, propone unas reflexiones acerca del uso social de los colores. Del trabajo de Ana Roquero ya se desprenden algunas respuestas a nuestras preguntas: el color en México no se puede entender sino relacionándolo con el medio físico, es decir, con la riqueza de la naturaleza: flores, plantas, raíces, árboles, minerales y animales han permitido el desarrollo de la tecnología de la tintorería. Desde este punto de vista, resulta muy interesante el mapa etno-cromático que nos proporciona, ya que a las zonas culturales que distingue corresponden, a grandes rasgos, particularidades geográficas que permitieron el desarrollo de エ\セ」ョゥᆳ cas específicas y colorantes particulares. En este sentido, la demostración me parece de gran utilidad. No se trata, sin embargo, de caer en los excesos de un determinismo geográfico del color, al que el nombre de 'Paine est